CIPSTRA - Documento Presentación

Centro De Investigación Político Social Del Trabajo
CONSIDERACIONES FUNDANTES PARA LA
CONSTRUCCIÓN DE UN CENTRO DE
INVESTIGACIONES POLÍTICO SOCIAL DEL
TRABAJO –CIPSTRA- EN CHILE
CIPSTRA
2012
CIPSTRA – Centro de Investigación Político Social del Trabajo
www.cipstra.cl
Consideraciones Fundantes para la Construcción de un Centro de
Investigaciones Político Social del Trabajo –CIPSTRA- en Chile
CIPSTRA
2012.
Introducción
Como es sabido, la sociedad chilena se rige por un modelo neoliberal instaurado durante la
dictadura militar entre 1973 y 1990, y profundizado hasta la actualidad. Cualquier caracterización
seria de este modelo, debe partir de la constatación de que su génesis se da en el contexto de una
contraofensiva reestructuradora del capitalismo ante un periodo de crisis, un proceso globalizador
incipiente y la amenaza permanente de movilizaciones populares a lo largo del mundo. Sin
pretender exhaustividad, sus principales aspectos se pueden abordar analíticamente en cuatro
planos.
Desde el punto de vista económico, el neoliberalismo en cuanto patrón de acumulación bogó
por la privatización creciente del sector productivo y de servicios, la introducción de la dinámica
del capital en cualquier ámbito capaz de ofrecer un nicho de mercado (llegando a sectores hasta
entonces impensados como educación, salud, pensiones, etc.), el cuidado irrestricto de los
equilibrios macroeconómicos y por la apertura del mercado y la producción internos al comercio
internacional que, dado el carácter dependiente de la economía chilena, la somete a un esquema
de precios que la perjudica a largo plazo. También comenzó a cobrar suma relevancia el sector
financiero de la economía, que además de significar fuentes de acumulación para nuevos
protagonistas de la burguesía, implicaron una fuente de capital dinamizador de otros sectores.
En términos sociales, la contracción del Estado como empleador y regulador en la mayoría de
los ámbitos, junto con un marco legislativo y una política institucional directamente hostiles a la
organización sindical en el sector público y privado, contribuyeron al debilitamiento de los actores
sociales ligados al mundo del trabajo. A esto se debe agregar la práctica sistemática, en el seno
del Estado militar, del asesinato y la tortura de dirigentes sociales en diferentes niveles, que
liquidó dramáticamente un largo proceso de construcción de proyectos políticos de corte popular
y las respectivas fuerzas sociales que los sustentaban, cuya lenta sedimentación se dio al calor de
décadas y décadas de luchas y levantamientos sociales, y de cuya derrota apenas hoy comienza a
vislumbrarse una tímida recuperación.
En el plano ideológico, se debe considerar la emergencia de un monopolio de aparatos de
comunicación y difusión social, que ha llevado a la imposición de una hegemónica y solapada
forma de pensamiento único (neoliberal) en las discusiones “institucionales” sobre los pilares del
sistema, lo que favorece la reproducción de éste y sus respectivas formas de legitimación,
vinculándose con una tecnoburocracia operando a nivel público y privado, de forma aliada con los
1
CIPSTRA – Centro de Investigación Político Social del Trabajo
www.cipstra.cl
grandes empresarios nacionales y transnacionales. Además, se puede apreciar la penetración de
una verdadera cultura del individualismo que proyecta el resguardo y bienestar personal como un
valor opuesto al bienestar colectivo, manifestándose principalmente en la introducción de diversas
formas de competencia, en la ideología meritocrática y el consumo como símbolo de éxito.
Finalmente, y para cerrar el cuadro de contextualización, en el plano político la virtual
eliminación de alternativas políticas populares clasistas, además de la ofensiva ideológica
procapitalista alimentada por la caída del bloque soviético, permitió que gobiernos de centro
izquierda no sólo administraran el modelo neoliberal desde una perspectiva reformista, sino que
lo profundizaran dándole forma y legitimidad al actual bloque hegemónico de grandes
empresarios, a través de espurios mecanismos democráticos heredados de la dictadura, y por
ende conservadores y limitados en extremo, basados en una “democracia pactada” y guiados por
la consigna de la “gobernabilidad democrática”, doctrina que da cuenta de los límites de la
democracia en los marcos de los intereses capitalistas, apuntando a evitar a toda costa la irrupción
y/o la consolidación de actores sociales capaces de ir en contra del modelo neoliberal.
En el caso chileno, esto ha derivado en la exclusión de la mayoría de la población de la toma
de decisiones, mayoría que ha tendido a alejarse del interés por la política partidista-eleccionaria,
especialmente los segmentos más jóvenes de la clase trabajadora y los sectores populares, y a su
vez, como otra cara de la misma moneda, se ha tendido a reducir la política a este mero
mecanismo eleccionario. A pesar del negro panorama, se puede reconocer de todos modos un
incipiente y moderado proceso de reconstitución de los tejidos sociales destruidos durante las
últimas cuatro décadas, en el ámbito sindical, estudiantil y poblacional.
La cuestión de la hegemonía en el Chile actual
Si se acepta la noción gramsciana de que las clases que son o buscan ser dominantes en un
periodo histórico necesitan dotarse de intelectuales orgánicos que encaren ideológicamente ese
desafío, y se asume por tanto que la actual clase dominante posee este contingente de individuos
que realiza las funciones que apuntan a articular una hegemonía, para estudiar el momento
histórico actual resulta imprescindible revisar los mecanismos de producción y propagación de
ésta, considerando las particularidades nacionales con que se enfrenta el movimiento socialpopular para revertir esta situación.
¿Pero qué es la hegemonía? Se trata de un fenómeno de liderazgo intelectual, político,
cultural y moral por parte de una clase dominante sobre el resto de la sociedad, que le permite
mantener determinado orden social afín a sus intereses y contener los efectos de las
contradicciones que se gestan en su seno. Para ello, es requisito que las clases dominadas
incorporen en su sentido común y práctica cotidiana, una mezcla difusa pero funcional de valores
propios de la clase dominante, que las lleve a aceptar voluntariamente las relaciones sociales de
2
CIPSTRA – Centro de Investigación Político Social del Trabajo
www.cipstra.cl
producción y distribución de las riquezas como si estas resguardaran los intereses de la sociedad
en su conjunto y no de una minoría dominante, y sobre todo que las limite en la capacidad de
pensar relaciones sociales cualitativamente diferente. Sin embargo, ante la imposibilidad de que
exista una forma de consenso en la totalidad de la población respecto al sistema socioeconómico,
la hegemonía de una clase dominante debe estar siempre respaldada por el control de los
aparatos legítimos de coerción física (comúnmente las fuerzas de orden y seguridad estatales) que
permitan un nivel de resguardo sobre los sectores disidentes.
Ahora bien, para que la hegemonía logre existir, es necesario que la concepción dominante del
mundo exista y que sea relativamente coherente, reclamando para sí la “verdad” mediante
diferentes discursos que apuntan al mismo relato ideológico (en este caso neoliberal y capitalista),
que son valorados en una sociedad ya sea por la presencia de aspectos culturales previos o bien
por un desarrollo activo de la articulación que realizan las clases dominantes mediante diferentes
políticas. Más allá del grupo social específico de intelectuales que la genera, lo importante es
entender dónde y cómo se produce la hegemonía; sólo conociendo ambos aspectos puede
plantearse la posibilidad de intervención sobre ella para promover la constitución de sujetos
contrahegemónicos capaces de generar transformaciones sociales.
Pero para entender el dónde y el cómo, antes hay que preguntarse qué ideas reclaman para sí
la verdad en el Chile actual. Desde luego, no todas las ideas son igualmente coherentes y
articuladas, del mismo modo que no todas logran el mismo nivel de difusión. Gramsci expresaba
esto planteando la existencia de diferentes niveles de ideología1, que lograban abarcar una mayor
o menor masa de la población, en el entendido de que la forma más articulada se sostiene como
una suerte de respaldo en última instancia de las menos elaboradas. ¿Cuál vendría a ser hoy dicha
forma mayormente elaborada? Parece lo más plausible aseverar que la ciencia en general, y una
vertiente específica de la economía en particular (la neoclásica), constituyen la forma más lograda
de la ideología dominante, la que al mismo tiempo tiende a ser bastante restringida a un selecto
grupo de intelectuales que en términos generales controlan el aparato estatal y los grandes
medios de producción, pero que se enarbola como argumento último ante cualquier tratativa
reformista del modelo. Existen evidentemente otras formas de ideología que operan y alcanzan a
las masas, pero de una u otra forma se desprenden o dimanan de la principal: la ciencia2.
Las fuentes del conocimiento “legítimo” entre la espada y la pared.
1
La filosofía, la religión, el sentido común y el folclore, del más articulado al menos articulado, y del menos
difundido al más difundido, respectivamente.
2
Hay que notar, por ejemplo, que el recurso al “conocimiento técnico”, ampliamente utilizado por los
gobiernos en el país, no es más que una forma de revestir de “carácter científico” una opinión.
3
CIPSTRA – Centro de Investigación Político Social del Trabajo
www.cipstra.cl
La ciencia es, en el fondo, una forma de conocimiento con sus propias características, y que
por razones históricas se ha convertido en el que tiene mayor legitimidad en la época
contemporánea. Por ende, para conocer el modo en que se produce la hegemonía de la clase
dominante, el punto de partida apropiado es comenzar por aquellas instituciones en las que se
genera el conocimiento “científico”. En Chile, las más visibles son fundamentalmente dos: i) las
instituciones universitarias; y ii) los Centros de Estudios privados3, y ambos tipos de instituciones
han sido sometidas a procesos que, de uno u otro modo, favorecen el orden establecido.
La Educación Superior en Chile fue sometida desde los 80’ a un proceso de masificación y
mercantilización apoyado fundamentalmente en la apertura masiva de instituciones privadas –
hasta entonces prácticamente inexistentes- asociadas a lucrativos negocios inmobiliarios y/o
proyectos ideológicos de sectores de la elite. En el ámbito universitario específicamente, junto con
las facilidades y regalías a los nacientes planteles privados, se desarrollaron restricciones y un
cambio en el paradigma de financiamiento de la educación pública, que comprende la forzosa
adopción del autofinanciamiento ante el creciente abandono por parte del Estado, a través de la
arancelización de todas las carreras. Las consecuencias de esto son múltiples, pero de especial
gravedad es el hecho de que los mecanismos de autofinanciamiento repercuten directamente
sobre la cantidad, calidad y el contenido del conocimiento que se produce en las Universidades,
siendo generalmente poco y malo, por su poca estabilidad en el tiempo.
En las ciencias sociales de planteles públicos se advierten acentuadamente las carencias
señaladas, especialmente cuando se establece un parangón con la situación existente hasta antes
del golpe de Estado. En aquellos años Chile fue un referente a nivel latinoamericano en cuanto a la
producción de ciencias sociales orientadas a los grandes debates sociales, cuestiones del Estado y
políticas de fondo para resolver problemáticas nacionales, destacando entre ellos la Teoría de la
Dependencia. Desde este punto de vista, se puede refutar sin más la idea tan difundida hoy en día
de la Unviersidad como una institución eminentemente conservadora. Sin embargo, lo que hay
actualmente no es más que una triste sombra que se resiste incluso a reconocer la realidad de
aquellos años. Un efecto colateral de esto es, sin duda, la generación de profesionales que se lleva
a cabo en estas Facultades, con una formación sesgada, escasa capacidad crítica y pocas aptitudes
para utilizar los conocimientos más allá del ámbito profesional formal.
La otra fuente de conocimiento en Chile que cada día adquiere más peso son los Centros de
Estudios. Su relevancia e incidencia ha aumentado ostensiblemente durante las últimas décadas,
al grado que prácticamente todos los partidos políticos y grupos de poder cuentan con uno que se
preocupa por estudiar y posicionar los temas de sus respectivas agrupaciones4.
3
También podría agregarse el Estado, que mediante muchos de sus ministerios y programas tiende a
convertirse en un productor directo de conocimiento. No obstante, su peso es menor y, por lo general, son
las universidades y los Centros de Estudios quienes utilizan sus datos para elaborar conocimiento.
4
Un estudio sobre esto ha sido desarrollado por CIPSTRA, y será difundido prontamente.
4
CIPSTRA – Centro de Investigación Político Social del Trabajo
www.cipstra.cl
Visto retrospectivamente, se puede decir que su éxito y expansión han sido favorecidos por la
debilidad de las instituciones universitarias públicas. El problema con los Centros de Estudios es
que al ser privados salvaguardan los intereses de sus dueños, y sus dueños no pueden ser otros
que quienes los financian: sectores de la elite y/o de estrechos lazos con el gran empresariado. De
este modo, se tiene que estas instituciones generan conocimiento desde y para sectores
privilegiados, o al menos para aquellos sectores que no tienen ningún interés en que se produzcan
cambios radicales en cuanto a temas como la distribución de la riqueza, el tipo de sistema político,
etc.
Dentro de estos términos debe asumirse el hecho de que los Centros de Estudios, de modo
congruente con lo que ocurre con la política institucional de Chile, han acabado en su totalidad
sosteniendo en mayor o menor medida posiciones liberales y desarrollando líneas de
conocimiento afines. De este modo, una forma de producir conocimiento que formalmente
promete total libertad a cualquier posición política o ideológica, carece casi por completo de algún
tipo de trabajo que no sea complaciente con la realidad que se vive en Chile, aunque se enarbole
tímidamente la bandera de algún cambio social superficial de cuando en cuando. Hasta para el
reformismo tomado en serio parece vedado este camino, aun cuando últimamente han surgido
interesantes propuestas.
De esta manera se puede ver que en Chile, salvo honrosas excepciones que algunas veces se
quedan solo en el intento, prácticamente no existen análisis ni propuestas rigurosas y científicas
que cuestionen profundamente las contradicciones intrínsecas del modelo y sus condiciones de
reproducción; no existe tampoco un trasfondo de crítica al capitalismo neoliberal y sus formas de
gobernabilidad. En suma, se puede hablar de una casi generalizada “burocratización” de la
actividad intelectual.
Una militancia que apunte a pensar y proyectar cambios radicales
Dado el escenario, se puede afirmar que el grueso de los intelectuales acaban siendo de algún
modo un aporte a la clase dominante, trabajando y generando conocimiento a partir de un
paradigma que se presenta como un modelo civilizatorio, es decir, como una síntesis de los valores
y fundamentos de la sociedad liberal moderna en relación a la distribución de la riqueza, el ser
humano, la historia, el progreso, el conocimiento e incluso el buen vivir.
La mayor parte de los intelectuales asociados a las instituciones universitarias no escapan de
este patrón: abordan la realidad desde las modas teóricas de turno, como lo fueron (y en ciertos
lugares todavía son) el postmodernismo o el postestructuralismo, que no son sino
condescendientes o indiferentes al tratar los aspectos estructurales del modelo económico y social
5
CIPSTRA – Centro de Investigación Político Social del Trabajo
www.cipstra.cl
chileno. Así, por acción u omisión, son demasiados los personajes que apuntan a conquistar un
dudoso prestigio intelectual a través de elucubraciones academicistas de cuatro paredes.
¿Qué opción existe entonces para construir pensamiento contrahegemónico? Evidentemente
no será posible limitándose a las instituciones oficiales (al menos en el mediano plazo), y
difícilmente se hará al calor de los fondos de la socialdemocracia europea o norteamericana con
sus condicionantes que excluyen todo pensamiento disidente como no-científico. Por ello, una
opción que se debe perfilar de manera urgente es abrir espacios de militancia política
anticapitalista avocada a estudiar y elaborar perspectivas estratégicas para los sectores activos y
organizados del pueblo, desde un paradigma que tome la ciencia como una actividad que puede
tener consecuencias revolucionarias, en tanto permite intervenir en la construcción práctica del
mundo si se orienta como herramienta de los sectores subalternos.
Esto no puede estar solamente vinculado a un conocimiento técnico, sino también a uno
político e ideológico en tanto se proponga la transformación radical de los cimientos de una
civilización irracional que antepone la barbarie de la ganancia y la acumulación concentrada en
pocas manos ante la justicia y la igualdad. Y realmente, no existe forma alguna de que esto pueda
hacerse sin que los sectores que se entreguen a esta tarea asuman simultáneamente su rol como
parte orgánica del movimiento popular, es decir, esto no requiere ni justifica la participación
solamente “intelectual” dentro de un eventual proceso contra-hegemónico.
El rol que se plantea entonces se refiere a revalorar y reintroducir en toda su magnitud la
participación de la militancia de intención revolucionaria en la generación de teoría y
conocimientos que permitan comprender la dinámica de los elementos estratégicos del sistema
productivo, sus contradicciones y tendencias generales, así como los procesos y tendencias
estratégicas del pueblo, para generar herramientas teórico-prácticas útiles a la construcción de
una hegemonía social popular e instalar con mayor solidez las posibilidades de cambio social.
Si se es capaz de generar un acercamiento práctico al conocimiento necesario para continuar
y/o profundizar las luchas sociales, es tanto o más importante el deber de sociabilizar y difundir
dicho conocimiento, autoimponiéndose una tarea de compartir y lograr que la organización de los
trabajadores y el pueblo se haga parte y se nutra de éste. Esta tarea no puede, por tanto,
responder a las pautas con las que se comprende la educación desde el modelo burgués oficial,
sino que debe darse de manera simétrica y compenetrada. El solo hecho de que hoy en día una
tarea de estas características se vea tan cuesta arriba, arroja luces sobre la compleja labor que
está pendiente y que se ha dejado por demasiado tiempo relegada. Lo que está claro, es que se
debe apostar por que exista una mayor imbricación entre las expresiones teóricas y prácticas de la
militancia orgánica clasista, especialmente en los momentos de intensificación de la lucha las
luchas sociales.
En suma, sostenemos que el rol irrenunciable de una militancia intelectual de una clase social
popular debe responder a cuatro elementos esenciales. El primero es apuntar a generar y difundir
6
CIPSTRA – Centro de Investigación Político Social del Trabajo
www.cipstra.cl
lo más ampliamente posible un “sentido común” que facilite y fortalezca la lucha de los sectores
explotados y oprimidos por su emancipación, es decir contribuir a la construcción de una
hegemonía revolucionaria. El segundo, corresponde a tratar de comprender la realidad desde un
punto de vista efectivamente crítico e interesado, rechazando las ilusiones de neutralidad con que
se esconden posiciones de clase legitimadas por la ciencia dominante. El tercero, es el de que los
militantes con perspectivas de reflexión revolucionaria tienen como misión permanente y
constante dar una decidida batalla teórica contra las ideas y los intelectuales cortesanos de la
clase dominante, y por establecer influencia sobre el sector de intelectuales qué oscila entre
aquellos y la clase trabajadora. Y el cuarto, es que si esperan que su práctica sirva de algo, están
obligados a vincularse con espacios y sujetos con pretensiones de poder desde una perspectiva de
clase.
Un conocimiento distinto… ¿cuál y para quién?
Considerando esto, ¿qué clase de conocimiento es el que se plantea construir?
Evidentemente, uno que apunte a temas de fondo, estructurales en la sociedad chilena. La
profundidad de las preguntas que intenta responder el conocimiento es determinante a la hora de
convertirlo en una herramienta de verdadero cambio, y al momento de confrontarlo con aquel
conocimiento conformista y satisfecho con el cuadro social que ofrece Chile, cuyos problemas son
tomados de manera superficial y llevan, como es de esperar, a soluciones superficiales e
insostenibles a largo plazo. Los aspectos de fondo son, adicionalmente, aquellos en los que se
pueden encontrar los resquebrajamientos del sistema, por ser donde yacen sus mayores
contradicciones.
Dadas las condiciones del sistema neoliberal de tipo maduro que hay en el país, un
pensamiento que se proponga en su desarrollo la historización, la desnaturalización, la
emancipación humana y promueva alternativas de organización social reales considerando todos
los aspectos determinantes de la sociedad y no solo fragmentos de ella, deviene necesariamente
en un conocimiento proclive a cambios revolucionarios, y en ese sentido, se puede entender como
una ciencia social revolucionaria. Y lo revolucionario en este sentido no tiene que ver con el
proceso social en que se busque desembocar a través de los fines promovidos –en los que la
ciencia social toma parte sólo de manera secundaria-, si no, con el carácter de las propuestas que
se desprenden de su elaboración, de la profundidad crítica y su potencialidad de vislumbrar las
opciones de transformación de las estructuras sociales. En resumen, debe saber proporcionar a los
sectores con los que se asocia la comprensión del momento histórico y de su factibilidad de
cambiar el rumbo de dicha historia.
Este pensamiento crítico se debe sostener en una epistemología que reclame el cambio como
elemento central. Junto a ello, tanto la epistemología como el objeto de estudio deben
desembocar en elaboraciones teórico-prácticas que sirvan para “construir el movimiento social
7
CIPSTRA – Centro de Investigación Político Social del Trabajo
www.cipstra.cl
popular”, “hacer la revolución” y prefigurar una sociedad postcapitalista: la teoría y su correlato
práctico debe saber ofrecer salidas posibles a los problemas sociales que analiza a través del
entendimiento riguroso de las tendencias y contradicciones que observa.
Pero por el objetivo del conocimiento propuesto, es una condición indispensable considerar
que este debe ser utilizado como arma de combate por un sujeto capaz de ponerlo en
movimiento, si se pretende que tenga alguna utilidad. Por ello, la pregunta ineludible es ¿qué
sujeto? Sin duda, este sujeto y los temas de estudio deben tomarse a partir del criterio de su
factibilidad para aportar al cambio social de manera contingente y/o histórica.
A pesar de los variados cambios en la realidad social de las últimas décadas, del surgimiento
de múltiples identidades colectivas agrupadas en torno a diferentes principios y valores y de los
nuevos movimientos sociales que han nacido aquí y allá, no existe realmente ningún fundamento
serio para cuestionar la existencia de clases sociales. Existen varias formas de definir una clase
social, pero en particular interesa aquí aquella que permite abarcar un sector de la población con
características comunes, y con la capacidad real o potencial de generar y materializar demandas
sociales cuyos beneficios abarquen objetivamente a la mayoría de la población. Con ciertos
resguardos, necesarios ante los procesos de heterogeneización, individualismo, fragmentación y
debilitamiento a que ha sido sometida por el modelo neoliberal, se puede afirmar que la clase
trabajadora explotada por las diferentes modalidades que ha adquirido el capitalismo chileno5 es,
a grueso modo, la que reúne de mejor forma las condiciones planteadas, esto es, una categoría
estadística y conceptual abstracta, con posibilidades de transformarse en sujeto social e incluso
político, dada su situación objetiva en la estructura productiva. Inmediatamente dicho esto, es
preciso reconocer que la única forma honesta de abordar la cuestión de un sujeto histórico hoy en
día, es partiendo del hecho de que éste se encuentra en su mínima expresión en Chile.
La definición de clase trabajadora como categoría central puede, en todo caso, implicar
algunos problemas, en tanto hablar de clase trabajadora puede tomarse como un rechazo a otras
expresiones colectivas que bregan por demandas sociales legítimas, como son los movimientos
sociales, pueblos originarios, partidos políticos, etc. A contrapelo de dicha interpretación, se
puede asumir que estas otras expresiones deben ser consideradas atendiendo la realidad
multidimensional de la clase y su potencialidad de articular un bloque histórico6, es decir,
comprendiendo que son diferentes momentos en que se manifiestan conflictos y necesidades del
pueblo, y que por ello requieren en igual medida del conocimiento que aquí se habla.
Para evitar equívocos al respecto y mantener plenamente incorporadas en términos teóricos y
prácticos estas formas organizativas y políticas no directamente asociadas a la noción de clase
trabajadora, puede ser mejor hablar del sujeto en cuestión como movimiento de trabajadores y el
5
Esto comprende necesariamente, por ende, a los sectores industriales, de servicios, extractivos, etc, que
son sostenidos por el trabajo de dicha clase.
6
Un proyecto anticapitalista basado en las relaciones de producción existentes en Chile, que requiere la
articulación de una clase social y sectores que la apoyen en su cometido.
8
CIPSTRA – Centro de Investigación Político Social del Trabajo
www.cipstra.cl
pueblo, es decir, aquellos sectores del campo popular que se constituyen como un tejido social
activo y más o menos organizado en torno a sus necesidades respecto a la sociedad, y cuyo eje
articulador remite siempre en última instancia a la clase trabajadora y/o al mundo del trabajo.
Este Sujeto, es preciso aclararlo, si bien se ha descompuesto en términos identitarios,
organizativos y políticos por medio del proceso mencionado más arriba, ha crecido en términos
cuantitativos de manera sorprendente, y aunque se ha diversificado -hasta llegar incluso un
pequeño grupo a niveles de consumo tan elevados que han propiciado el cuestionamiento de su
pertenencia a la clase-, las condiciones generales de existencia que mantiene no han variado en lo
esencial: la explotación a la que está sometido por el sistema productivo. Más aun, es lícito
considerar su función como el sostén fundamental del patrón de acumulación, y la ferrea
invariabilidad de una legislación favorable a los intereses de los trabajadores en Chile demuestra la
importancia de que se mantenga su situación de sojuzgamiento, y de paso corrobora que son
intereses antagónicos los que guarda el capital y el trabajo; no es que el gran empresariado desee
la penuria y precariedad de la clase subalterna, lo que sucede es que de esta situación depende su
enriquecimiento.
El Movimiento de los trabajadores y el conocimiento
Tomando en consideración lo expuesto, la constatación de lo disminuido y precario que es el
desarrollo de teoría y conocimiento que promueva cambios revolucionarios hoy en día, exige la
formulación de respuestas que tiendan a revertir la situación. El problema no es que no existan
organizaciones políticas y/o sociales que apunten seriamente a fortalecer un proyecto político
para los sectores populares, sino lo precario, debilitado y disperso de éste, y los límites que implica
la reflexión en torno a un modelo estratégico preconcebido o alejado de la praxis política
propiamente tal.
Por estas razones, se plantea como útil la constitución de formas de militancia orgánicas que
apunten a comprender, estudiar y apoyar todas las expresiones que trabajen por un proyecto de
clase, y esto se debe hacer en base a las condiciones políticas actuales en que se encuentran los
sectores explotados y oprimidos del país, bajo el entendido de que ninguna clase dominante
estará dispuesta a perder las prerrogativas fundamentales (que ha acumulado en las últimas
décadas con la contraofensiva neoliberal) mediante reformas al interior de la política institucional,
en tanto éstas tienen un rol de legitimación de la dominación en el ordenamiento político actual.
De la misma forma, afirmamos que se debe entender a las ciencias sociales y las profesiones
relacionadas con estas, como herramientas políticas para los sectores a los que se intenta apoyar
en su desarrollo y, del mismo modo, se la disputa por cambiar las formas actuales de
conocimiento no pasará sólo por decir más verdades que los Centros de pensamiento
hegemónicos, sino por medio del empoderamiento de los sujetos sociales que hagan de las
verdades del conocimiento crítico un hecho material o un futuro posible.
9
CIPSTRA – Centro de Investigación Político Social del Trabajo
www.cipstra.cl
En síntesis, estos elementos nos llevan a sostener la tesis de que es posible y necesario
avanzar en la conformación de un centro de investigaciones ligado al mundo del trabajo, y que se
apoye en una perspectiva radical de cambio sobre las condiciones de existencia de las mayorías,
con la vocación de apostar a una vinculación orgánica en el mediano plazo. Para ello, este centro
de investigación debe ser capaz de estudiar el capitalismo chileno en sus determinaciones
fundamentales, apostar a caracterizar correctamente a la clase trabajadora y sus tendencias en
este campo, y producir un conocimiento incisivo que aporte a que los trabajadores realicen
diagnósticos y se planteen objetivos políticos que vayan en una dirección revolucionaria; en otras
palabras, se plantea como un imperativo el generar un conocimiento que permita dinamizar el
debate en el seno de las apuestas de cambio social, posicionar perspectivas omitidas y dialogar
críticamente con las existentes. En esta línea se propone la constitución del Centro de
Investigaciones Políticas y Sociales del Trabajo (CIPSTRA), que no espera arrogarse el título de
única organización en dicho sentido, pero sí buscará contribuir a este movimiento.
Objetivos
1. Aportar al desarrollo de conocimiento que permita comprender y transformar el
capitalismo chileno y sus efectos sociales en su actual fase de desarrollo.
2. Generar alternativas teóricas y políticas que sirvan de insumo para el desarrollo y
proyección de un proyecto estratégico de clase.
3. Contribuir al agrupamiento y/o la rearticulación de una militancia avocada a la
fundamentación teórica y práctica de cambios revolucionarios.
4. Difundir de la manera más amplia y sistemática posible los resultados del trabajo
generado, especialmente entre los actores directamente involucrados.
Declaración de principios
1. El Centro de Investigaciones Políticas y Sociales del Trabajo (en adelante, CIPSTRA) es una
organización multidisciplinaria sin fines de lucro, enfocada en la producción y difusión de
conocimiento ligado al mundo del trabajo.
2. El conocimiento que busca generar CIPSTRA apunta al análisis de los aspectos estructurales
principales de la organización del trabajo en el Chile neoliberal en los distintos sectores de la
economía. Para esto, el CIPSTRA se posiciona en el campo de todas aquellas fuerzas sociales que
fundamentan y proyectan alternativas de cambio revolucionarias en el mundo del trabajo.
3. Mediante su trabajo, CIPSTRA espera fomentar y apoyar la discusión sobre la situación actual y
el devenir de los trabajadores en el país, así como de sus organizaciones y respectivos cursos de
10
CIPSTRA – Centro de Investigación Político Social del Trabajo
www.cipstra.cl
acción. Esto tanto en el seno de las organizaciones sindicales mismas (o de otro tipo), como entre
las organizaciones políticas y sociales ligadas de algún modo a ellas.
4. La producción del CIPSTRA pretende ser útil para el movimiento de trabajadores en términos
teóricos, en tanto se apoyará en un estudio riguroso de su realidad de modo que devele las
tendencias esperables en términos económicos, políticos y sociales desde un punto de vista de
totalidad social, y con categorías apropiadas para el desarrollo de las definiciones que los
trabajadores deben plantearse a mediano y largo plazo.
5. La contribución del CIPSTRA busca ser útil en términos prácticos, ya que orienta su producción
hacia aquellas temáticas y ámbitos que son necesarios para la organización de los trabajadores en
sus distintas necesidades, ya sea de forma manifiesta o latente.
6. El CIPSTRA llevará a cabo su actividad de acuerdo a sus posibilidades materiales, siempre
apostando a la vinculación orgánica con el movimiento de trabajadores/as, es decir, forjando lazos
lo más fuertes posibles con sindicatos, federaciones, colectivos y otras expresiones organizativas
ligadas al ámbito laboral.
7. En su labor, el CIPSTRA está abierto a articularse y desarrollar trabajos conjuntos también con
otras organizaciones similares que se planteen en el lado de los intereses de la clase trabajadora,
entendiendo que no es ni será la única organización que apunta a los objetivos que ha definido.
8. El CIPSTRA está sujeto al imperativo categórico de, por medio de los modestos aportes que
pueda realizar, echar por tierra todas las relaciones sociales en que los hombres y mujeres sean
explotados, oprimidos, humillados, sojuzgados, abandonados y despreciados.
9. Por más que considera que su labor –junto con la de muchos esfuerzos que van en la misma
dirección- es imprescindible, el CIPSTRA reconoce plenamente que la única forma de resolver los
conflictos de clase a los que se enfrentan los trabajadores es mediante la práctica revolucionaria.
Centro de Investigación Político Social del Trabajo – CIPSTRA
2012
11
CIPSTRA – Centro de Investigación Político Social del Trabajo
www.cipstra.cl
12