Participacion y salud social o comunitaria

“PARTICIPACION Y SALUD SOCIAL O COMUNITARIA”
Lic. Jimena Serrano
La revisión constante de las ideas o pensamientos que tenemos sobre
las cosas, sobre los hechos o fenómenos es imprescindible en la medida que
generan prácticas concretas que serán fundamentadas y/o justificadas desde
las mismas.
En el marco de una Jornada que se propone pensar y debatir acerca de
la relación entre salud y comunidad no parece menor interrogarnos acerca de
cuales son las concepciones de salud con las que nos movemos.
El concepto de salud, como toda construcción social, esta condicionado
por dos variables, a saber: tiempo y espacio. Esto quiere decir que varía de
acuerdo al lugar y al momento histórico que estemos observando.
En este trabajo desarrollare, desde la perspectiva de la Psicología
Social, una concepción de salud que inscribe al individuo directamente en el
ámbito social comunitario y su relación con la participación .
Antes de abordar el concepto de salud explicare brevemente como
entendemos al individuo desde esta perspectiva.
El individuo es un ser social, histórico y de necesidades.
Es social porque a lo largo de su evolución ha ido renunciando a sus
características instintivas para aprender a vivir en sociedad. El ser humano, a
diferencia de la mayoría de los animales no puede sobrevivir solo, necesita de
otros para desarrollarse plenamente.
También decimos que es un ser histórico no solo porque tiene una
historia personal que le da identidad, sino que comparte con los demás seres
humanos la historia de la humanidad. Los acontecimientos históricos modelan
a los individuos tanto como los personales.
Finalmente sostenemos que el ser humano es un ser de necesidades.
La necesidad se define como una carencia que moviliza al individuo a
vincularse con otros (individuos, objetos, instituciones) para poder satisfacerlas.
Las necesidades solo se satisfacen socialmente.
Como ser social, histórico y de necesidades el individuo se desarrolla en
un permanente e ineludible contacto con los otros y con un contexto.
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El ser humano no elige donde y cuando nacer; nace en una sociedad
que le preexiste, con un mundo material y simbólico, con reglas y normas que
debe aprender, incorporar y que se espera cumpla y retransmita.
Dice Enrique Pichon-Rivière del individuo: es un “sujeto emergente,
producido en una complejísima trama de vínculos y relaciones sociales.” Se
conecta para satisfacer sus necesidades con múltiples individuos, grupos,
instituciones, objetos que conforman una red de la cual el individuo “emerge”,
aparece, con ciertas características sociales propias del medio en que se
socializo.
De manera dialéctica Pichon-Rivière incluye otro aspecto que funciona
como complemento en este proceso: el sujeto es a la vez productor, actor y
protagonista. Se configura en una “actividad transformadora, en una relación
dialéctica, mutuamente modificante con el mundo; relación esta que tiene su
motor en la necesidad.”
Entonces, el contexto contiene, condiciona al individuo pero no lo
determina.
El individuo construye, deconstruye y reconstruye constantemente su
mundo interno y externo en el contacto con su contexto. No está limitado a una
postura de producto social, es capaz de ser productor y protagonista de su
realidad.
Desde la perspectiva social o comunitaria sostenemos que un individuo
estaría sano o enfermo en tanto y en cuanto su lectura, análisis, postura frente
a la realidad y sus prácticas en el contexto se desarrollen de manera activa o
pasiva.
Estas dos posturas de actividad/pasividad devienen del concepto de
salud de Pichon-Rivière que sostiene concretamente que la salud es la
“adaptación activa a la realidad”.
La adaptación activa a la realidad implica dos tareas fundamentales: 1El ejercicio de la crítica y 2- la practica de la participación.
La vida de un individuo, un grupo, una comunidad se desarrolla con un
ritmo al que llamamos Vida Cotidiana (VC) o cotidianidad. Es un conjunto
multitudinario de actividades que se nos presentan en forma “dramática”, como
acción, como “mundo en movimiento”. A cada época histórica y a cada
organización social corresponde un tipo de VC.
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La VC es un tiempo “ahora” y un lugar “aquí”; su inmediatez transforma a
nuestra experiencia dentro de la misma en un mecanismo irreflexivo, de acción.
Los hechos se aceptan como parte de un todo conocido, auto evidente. Los
acontecimientos se naturalizan. Se pierde la noción de historicidad.
Se desconoce la producción social del concepto “REALIDAD” y la
multiplicidad de lecturas posibles. LA realidad se vuelve hegemónica, única, se
presenta como algo que no tiene sentido cuestionar, ni problematizar. LA
realidad no requiere examen ni verificación, “simplemente es”.
De esta manera se “naturaliza lo social, universaliza lo particular y
atemporaliza lo histórico”, la VC aparece como un orden natural, universal,
eterno e inmodificable. Nos manejamos en ella con una familiaridad acrítica,
con una ilusión de conocimiento que es casi un desconocimiento.
El ejercicio de la crítica implica un análisis, una reflexión sobre aquellas
explicaciones de los fenómenos que me ofrece la VC. El individuo debe ser
capaz de analizar y cuestionar estas teorías. Interrogarse sobre la validez y las
prácticas que las mismas producen. Lo que sé sobre el mundo es la explicación
que mi sociedad, mi grupo me brinda sobre los hechos, es una lectura posible,
no es la verdad absoluta.
Aquello que se presenta como “obvio”, aquello que “siempre fue así”, es
en realidad una construcción social y por lo tanto es modificable
La actitud crítica no es lo mismo que la queja. La queja es pasiva, nos
señala algo del ¿Qué? pero no nos dice nada sobre el ¿Cómo?
Dice Ana Quiroga “El particular tipo de reclamo, al que caracterizamos
como queja por su modalidad de enunciación, su insistencia, su tono, dice de la
certeza de un destino de frustración”. Manifiesta el malestar, pero no lo
modifica.
El ejercicio del análisis crítico de la realidad es fundamental para la salud
social o comunitaria. Es un primer momento que permite recuperar la noción
que nos incluye como parte del proceso y abandonar posturas mágicas.
¿Cómo construimos esta realidad donde vivimos? ¿Qué deseamos como
sociedad?
El segundo momento, luego del trabajo de interrogación y análisis, es la
vuelta a la práctica. En función de la sociedad o realidad que esperamos ¿Qué
acciones desarrollaremos para alcanzarla?
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El complemento de la actitud crítica es la participación. A través de ella
el individuo recupera su papel de protagonista, se apropia de su realidad y se
moviliza para modificarla.
Hernández Aristu distingue tres dimensiones de la participación: ser,
tener y tomar.
Ser parte nos remite al lazo social que une a las personas con todos los
espacios colectivos que integra durante el curso de su vida y que juegan un
papel básico en la conformación de su identidad.
Tener parte hace referencia al lugar que le dan “mi lugar”, “tu lugar”,
“nuestro lugar” desde el cual realizar los intercambios con los demás.
Tomar parte refiere al hacer, conlleva una actitud activa del sujeto que
se implica en una acción o toma de decisión que asume su comunidad.
Entonces además de brindarnos un marco de referencia y pertenencia,
de mostrarnos un campo de despliegue de los vínculos, participar nos hace
pensar en un movimiento, en una acción que nos saca de nosotros mismos y
nos lleva a conectarnos con el contexto desde un perspectiva comunitaria.
La participación es una forma especial de vinculo (interacción), orientada
de manera mas activa, consciente (en el sentido popular del termino) hacia la
apropiación y posible transformación del contexto donde vivimos.
Si el individuo se adapta pasivamente a la realidad por miedo,
descreimiento, desesperanza o comodidad, se vuelve un mero espectador. Así
el individuo se resigna, se conforma impotente ante la realidad que lo rodea,
desconoce u omite su capacidad de ser productor y trasformador de la misma.
Abandona o delega su posibilidad de conocer, opinar y decidir.
Cabe aclarar que cuando sostengo que la participación es un
componente de la salud, hablo de participación en su sentido amplio, no en
aquel sentido que la delimita o tal vez “limita” a la participación políticapartidaria. Hablo de participación social, ciudadana, comunitaria.
Las comunidades de América latina están recuperándose poco a poco
del los efectos psicosociales de las representaciones sociales negativas acerca
de la participación que instalaron en el tejido social las dictaduras militares.
A medida que promovemos y fortalecemos las representaciones sociales
positivas sobre la participación; el miedo, la parálisis, el individualismo, el
sálvese quien pueda; son sustituidos por la esperanza y la movilización.
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La participación comunitaria fortalece las redes sociales y la inserción
del individuo en las mismas, brindándole sostén y apoyo real, apuntalando su
yo frente a las dificultades o crisis.
A su vez, la participación comunitaria permite a los individuos a pensar
en el futuro trabajando el presente.
Algunas instituciones limitan la oferta de espacios reales de participación
porque esto significa tener que dar cuenta de sus prácticas; del qué, cómo, por
qué y para qué de sus acciones.
Se pierde así la riqueza que aporta la diversidad de miradas y
creatividades que podrían estar al servicio de los objetivos de esas
instituciones y del bienestar general de la comunidad.
¿Cómo promovemos entonces la participación comunitaria aumentando
así la salud de los individuos?
En primera instancia debemos abandonar la idea de que la participación
es privativa de los adultos. La participación se enseña y va de la mano del
desarrollo de habilidades sociales tales como la empatia, la solidaridad, el
respeto, asertividad, cooperación, etc.
Horacio Paulin sostiene que cuando la participación puede ser ejercida
desde la niñez promueve el desarrollo psicosocial del sujeto, educa y prepara
para la democracia y el ejercicio de una ciudadanía activa, y así mismo,
fortalece y protege ante situaciones de vulneración de derechos.
Educar para la participación comunitaria, es decir para la formación
ciudadana iría, según este autor, más allá del conocimiento de las estructuras
institucionales, los derechos y responsabilidades sino que avanza hacia
aprendizajes
tales
como
la
capacidad
de
reflexión
ética
sobre
las
consecuencias de nuestras acciones con los demás, la capacidad de
deliberación y de participación responsable.
La participación es considerada como un derecho transversal porque
para poder ejercerla debo tener garantizados otros derechos; por ejemplo el
derecho a la información, a la investigación, el derecho a la libertad e igualdad,
a tener una opinión y poder expresarla libremente, a no ser discriminado, entre
otros.
Es un desafío para los adultos de hoy el pleno reconocimiento y garantía
del derecho a participar de los NNy A y la creación de espacios para ejercerlo.
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A mi entender, no es solo una cuestión de determinar a que edad los
individuos están listos comenzar a votar, como si hubiera una glándula de la
responsabilidad que se activara en algún momento concreto del desarrollo
psicosocial.
Se trata de democratizar verdaderamente la participación a lo largo de
todas las etapas que transita un individuo, desde la niñez y la adolescencia,
promoviendo verdaderamente el desarrollo de adultos sanos interesados,
responsables, críticos; comprometidos con su realidad y su comunidad.
Bibliografía:
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Pichón Rivière, E. y Quiroga, A. “Del Psicoanálisis a la Psicología Social” Clase dictada
en la Primera Escuela Privada de Psicología Social y en la Escuela de Psicología Social de
Tucumán. 1972
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Pichón Rivière, E. y Quiroga, A. “Psicología de la Vida Cotidiana.”. Ed. Nueva Visión
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Quiroga, A. “Enfoques y perspectivas de Psicología Social. Cap: Psicología Social y critica
de la Vida Cotidiana”. Ed. Cinco. Bs. As. 1986
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Heller, A. Una Revisión De La Teoría De Las Necesidades. Ed. Paidos 1996

Quiroga, A. “Los grupos y la queja”

Kersner, D. “Paisajes de dolor, senderos de esperanza”. Cap: Crisis y esperanza. Ed.
Polemos. 2002

Hernández Aristu, J. “Participación ciudadana y mediación social. Una reflexión desde la
práctica del asesoramiento social”. Revista UCM de ciencias sociales y comunicación:
Mediaciones Sociales. Madrid, UCM. 2010

Paulin, H. L. “Niñas, niños y adolescentes en el ejercicio de la ciudadanía: el derecho a la
participación”.
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