ja calzadilla arreaza

PORTAFOLIO
Poemas
Pier Paolo Pasolini
AÑO 5 / NÚMERO 255/ DOMINGO 01 DE NOVIEMBRE DE 2015
Cien años de metamorfosis
El escarabajo de la familia
J. A.CALZADILLA ARREAZA
Jorge Luis Borges, difundido traductor
de algunos textos de Kafka, sería el primero en protestar el título español de aquel
conjunto de cuentos (que incluía además
Un artista del hambre y Un artista del trapecio,
dos relatos decisivos en la estética de la
existencia kafkiana, escritos justo en su
momento de mayor madurez, coincidente
con su momento de muerte) bajo el término impuesto por el editor: La metamorfosis.
Según Borges, debió ser, de la manera más
simple y llana: La transformación. Sería la
versión más fidedigna del familiar alemán
Die Verwandlung. Pero ya el cuento se había
popularizado en numerosas ediciones e
idiomas bajo el rótulo «clásico», preñado
de mitología, acción teúrgica o arquetipal,
de la «Metamorfosis». Nada más lejano a la
intención de su primer autor (es decir,
Kafka).
El malentendido a propósito del título
de La metamorfosis podría emblematizar todo el malentendimiento general que reina
a propósito de Franz Kafka. Y el cuento
mismo se ha prestado todavía más a que se
forje una visión de Kafka como el escritor
pesimista y pusilánime, trágico y patético,
onírico, alegórico y teológico.
Kafka no tenía miedo a la muerte: «le he
dicho a Max [Brod] que en el lecho mortuorio, suponiendo que los dolores no sean
excesivos, sería muy feliz […] lo mejor que
he escrito tiene su sazón en esta facultad
de morir contento —escribirá el 13 de diciembre de 1914 en su diario.
Menos aun era temeroso de un Dios. El
cógito kafkiano (suponiendo con Kant que
Dios es una idea reguladora de la Razón,
una necesitada hipótesis funcional, y que
todo acto de autoafirmación racional —un
cógito— le confiere un lugar a ese preeminente término, incluso si es puramente
ficcional) quedó expresado por el joven
Kafka en 1903 a su amigo juvenil Oskar Pollak: «Dios no quiere que yo escriba, pero
tengo necesidad de hacerlo. Así se produce
un constante tira y afloja, pero en definitiva Dios es el más fuerte, y hay en ello más
desgracia de lo que puedas imaginar». El yo
existo de Kafka es un yo escribo, contra la voluntad de Dios. En ese aspecto, por medios
totalmente distintos, la obra de Kafka se
emparenta con la de Antonin Artaud: «Para terminar con el juicio de Dios».
Escribir, en la experiencia kafkiana, será
un combate perpetuo en el que el escritor
alcanza su infinito que le es propio (pues
«Dios ha muerto»…) mediante el acto
siempre aplazado, siempre interrumpido,
siempre recomenzado, siempre insufi-
ciente, de ponerse a escribir infinitamente
contra la voluntad de Dios (Dios, o la totalidad inmanente de las circunstancias sin
número que nos permiten ser en un momento dado). Más que lo que se escribe
mismo, es el acto imposible pero infinito
de ponerse a escribir (¿inútilmente?) en
busca de lo que el estado de escritura nos
aporta como sentimiento y convicción de
fuerza realizadora. La mayor realidad y
perfección de Kafka ocurría en su escribir
y en su escritura, de ello siempre fue lúcido y en las aras del escritorio sacrificó (o
dejó disipar) cualesquiera otras pasiones.
«Mi felicidad, mi habilidad y cualquier
posibilidad de ser útil de alguna forma, se
encuentran desde siempre en lo literario.
Y aquí he vivido situaciones (no muchas),
que en mi opinión están muy emparentadas con los estados visionarios descritos
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LETRAS CCS / CIUDAD CCS / DOMINGO 01 DE NOVIEMBRE DE 2015
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por usted, señor doctor, en los cuales yo vivía enteramente cada visión, y en los cuales no sólo me sentía llegar a mis límites,
sino a los límites de lo humano en sí», escribió Kafka al antropósofo Rudolf Steiner
en marzo de 1911. «Es posible reconocer
en mí una concentración en la tarea de escribir. Cuando mi organismo se dio cuenta
que el escribir era el enfoque más provechoso de mi ser, todos mis esfuerzos tendieron hacia allí», deja escrito en el diario
el 3 de enero de 1912. Y a Felice, en noviembre de 1912, le dice: «En el fondo, mi
vida consiste y ha consistido desde siempre en intentos de escribir, por lo general
malogrados. Pero cuando dejaba de escribir, ya me encontraba tirado en el suelo,
digno de ser barrido y echado fuera.»
Todo esto se haría más cierto si uno recoge la estadística de las frases sobre el escribir, tratar de escribir, no poder escribir,
dejar de escribir, escribir para existir, que
abundan, jalonándolos, en el diario, las
cartas y otros textos personales de Kafka.
Y si además uno comparte la intuición de
Michel Foucault sobre la literatura moderna como «lenguaje al infinito», como
transgresores «juegos del ser y el límite».
El libro más generalizado, más asequible, más fácil de lectura, más comerciable
por los editores, representativo de la filosofía vital kafkiana —¿qué modo de vida
en resistencia afectiva es posible llevar en
el atolladero existencial del primitivo siglo XX, donde ya «tocan a la puerta las potencias diabólicas» (Kafka ipse dixit) de las
burocracias capitalista, fascista y estalinista, tal como señalan Deleuze-Guattari en
su opúsculo sobre el pequeño escritor judío-checo?— es La metamorfosis. Ella ha sido la novela rosa del kafkismo. La metamorfosis, o La transformación, es un homenaje al
melodrama familiar en su apogeo. Hecha
para llorar. Así, Kafka escribió a su prometida Felice, en diciembre de 1912: «¡Llora,
querida, llora, ahora ha llegado el tiempo
de llorar! Hace rato ha muerto el protagonista de mi pequeña historia. Si puede
consolarte, te diré que ha muerto en paz y
reconciliado con todos.»
El cuento, largo como para un librito,
tardó tres años en ser publicado, pese a los
sentimientos de insatisfacción que el mismo Kafka expresara a Felice («ahora he leído en casa La metamorfosis y la encuentro
mala»; «Enorme aversión ante La metamorfosis. Final ilegible. Incompleto en toda su
extensión.»). Apareció en su forma libresca en noviembre de 1915 (fue publicado
un mes antes en una revista), bajo el sello
de una casa editorial berlinesa.
Si el hijo de judíos y mediano funcionario de seguros Franz Kafka, nacido en la
Praga del imperio austrohúngaro en 1883,
muerto de tuberculosis en 1924, sin cumplir los cuarentaiún años, se ha visto convertido en el epítome vigesimónico del pesimismo, el absurdo, la angustia y la tragedia sin sentido de la era contemporánea,
es sobre todo por culpa de La metamorfosis.
Este equívoco y repulsivo cuento largo, escrito por Kafka como una autofenomenología imaginada de la neurosis familiar pequeñoburguesa, ha sido responsable de
ese malentendido kafkiano que se ha dotado incluso de un adjetivo aplicable a las si-
tuaciones más frustrantes. «Kafkiano», en
la opinión general, es el sinónimo de La
metamorfosis.
El epíteto «repugnante» tiene rango de
categoría existencial en los escritos autorreferenciales de Kafka (algo así, aunque
muy distinto, como la «náusea» sartreana).
La metamorfosis no sólo es calificada por él
como «repugnante», sino que alberga copiosamente la expresión misma. La metamorfosis, esa transformación inesperada,
inexplicable, venida de sí misma como
gratuita necesidad en el íntimo seno de la
familia pequeñoburguesa —a mostrar el
insecto que ésta lleva por dentro, listo a
aparecer cualquier día más allá de toda
justicia o merecimiento—, pudiera ser la
descripción y la más articulada experiencia kafkiana de la «repugnancia».
Cabe la hipótesis de que Kafka, de vein-
ríen a carcajadas: son los que captan el
sentido de la farsa kafkiana, su potencia
de humor y de resistencia irónica. Pensarán muchos de éstos últimos que la centenaria Metamorfosis o Transformación expone
bajo la apariencia de la sumisión la más
violenta visión crítica de la familia pequeñoburguesa, el anuncio de su fin, su parodia y ridiculización extremas. Su reducción, y desmontaje, al lagrimeo autocompasivo en que tantos nos complacemos.
Kafka quizás fundaba en 1915 un movimiento cuya eclosión mayor tendría lugar
en la Europa de los años 60.
–¿Familia pequeñoburguesa?... sí.
–¿Familia asalariada y proletaria?... también.
–¿Familia del capitalismo?... es correcto.
–¿Más profundamente… familia patriarcal?
tiún años, viviendo aún con sus padres, escribiría la renombrada historia de Gregorio Samsa en uno de los momentos más
angustiados y deprimidos de su vida (pero
irrumpe de inmediato la refutación de esta tesis: Kafka no escribiría una sola línea
estando deprimido, menos este cuento de
largo aliento en el que puso la mayor persistencia).
Las cartas a Felice de esos días de 1912
podrían aportar peso a esa conjetura.
Kafka, prometido a unas prontas nupcias
con Felice, presiente su ¿incapacidad? (¿o
resistencia?) para llevar a efecto una vida
conyugal, para formar y encabezar una familia pequeñoburguesa, y encarna diegéticamente la renuencia a reproducir una
familia como la que él mismo no acaba de
haber sufrido. Lo contrario, lo adverso, lo
antipódico a esa familia fue para Kafka la
escritura. En esos día cobraría la certeza
de que reproducir la familia pequeñoburguesa de la que él mismo es vástago y destino representa el fin de su escritura, la separación de ese acto conclusivo —escribir— en que Kafka se siente pleno de existencia. El único lugar —no-lugar virtual
del lenguaje— en que puede vivir la libertad y el ser absolutos. Vale decir: paradojalmente ilimitados, dentro de los rigurosos límites del trabajo, la presión económica, los horarios, el cansancio, el entorno bullicioso, la fragilidad de salud, la cortedad de la noche y la perentoriedad de la
jornada laboral siguiente…
Hay ciertamente quienes lloran leyendo
La metamorfosis; pero hay también quienes
Son términos vastos, generalísimos, que
se vuelven vagos, imprecisos, hueros. Y si
hacemos de «patriarcal» sinónimo de «edípico», caemos en el terreno de la discusión
especializada. Lo cual se trata de evitar.
El objeto nodal de La metamorfosis no es
el insecto escarabajo, es la familia pequeñoburguesa, poseedora de su propio insecto que la roe por dentro, su propio trasfondo negro y abismal que todo en casa lo
ronda pero del que no se habla en la mesa.
Cuando Kafka, en octubre de 1915, supo
que el afamado y expresivo caricaturista
Ottomar Starke realizaría la portada de
aquella primera edición de La metamorfosis,
escribió alarmado a la editorial Kurt Wolff:
«Se me ha ocurrido, dado que Starke será
realmente el ilustrador, que quizás esté en
su deseo querer dibujar el mismísimo insecto. ¡Esto no, por favor! […] El insecto
mismo no puede ser dibujado. Ni tan sólo
puede ser mostrado desde lejos. […] Si yo
mismo pudiera proponer algún tema para
la ilustración, escogería temas como: los
padres y el gerente ante la puerta cerrada,
o mejor todavía: los padres y la hermana
en la habitación fuertemente iluminada,
mientras la puerta hacia el sombrío cuarto
contiguo se encuentra abierta». El escarabajo de la familia es el afuera que esta misma tiene en su centro, que la unifica y la
deshace. El escritor (o el «atípico» en general) encarna esa potencia anómala y coleóptera.
Pero la clave decisiva de La metamorfosis
la dará el mismo Kafka, muchos años después, en sus conversaciones con Gustav Ja-
nouch entre 1920 y 1923. A él le dirá: «El
animal está más cerca de nosotros que el
hombre. Esto es la reja. El parentesco con
el animal resulta más fácil que el parentesco con el hombre». Janouch inquirió: «¿La
reja?».
«Todos vivimos tras una reja, que llevamos con nosotros mismos a todas partes,
respondió Kafka. Por ello se escribe ahora
tanto de los animales. Es la expresión del
anhelo de una vida libre. […] La existencia
humana resulta demasiado fatigosa, por
lo que deseamos desprendernos de ella,
por lo menos en la fantasía.»
«La metamorfosis no es una confesión,
añadió finalmente, aunque sea, en cierto
sentido, una indiscreción. ¿Acaso resulta
fino y discreto hablar de los escarabajos de
la propia familia? ¿Ve usted qué indecente
soy?».
El final de novela rosa de La metamorfosis
es la lánguida muerte de Gregorio Samsa,
con su herida infligida por el padre, una
manzana incrustada en el caparazón. Pero
para Kafka, que cree poder estar contento
en el lecho de muerte, según revela en su
diario el 13 de diciembre de 1913, «tales
narraciones constituyen secretamente un
juego, pues de hecho me alegro de morir
en el personaje moribundo, así que aprovecho con premeditación la atención del
lector, centrada en la muerte, para tener la
mente mucho más lúcida que él, de quien
supongo que en el lecho mortuorio estará
quejándose.»
La narración, además de juego, sería entonces una especie de queja artística, una
elegía discretamente irónica a sí mismo
como espécimen anómalo: «Y así, mi queja resulta lo más completa posible, no se
interrumpe tampoco como las quejas auténticas, sino que transcurre hermosa y
pura. Eso es igual como cuando me quejaba a la madre por mis sufrimientos, que
no eran ni con mucho tan grandes como
hacían suponer mis quejas. Ahora bien,
frente a la madre no precisé nunca tanto
esfuerzo artístico como frente al lector.»
Y escribir, ese estado de gracia, ¿no sería
una manía, adicción, vicio o hobby, subjetivo y solitario, propio de una personalidad pequeñoburguesa, una de las formas
de escapismo y de aguante individual, despreciada y supervalorada al mismo tiempo en las sociedades occidentales del siglo
XX? ¿Escribimos inútilmente, sólo por el
gusto de hacernos una vida soportable mediante una potencia y felicidad virtuales?
¿O escribir tiene una función social de
videncia, de agrimensura de lo venidero,
de arrojar los trazos de un pueblo futuro,
delinear las vetas de su subjetivación colectiva? «La literatura es un asunto de pueblo», llegó a decir Kafka.
El escritor, vocero de un pueblo que aún
no reúne las condiciones materiales para
existir, pero que ya es posible expresar, al
que el escritor ofrece, desde ya, una visión
y una palabra.
La literatura, no un espejo, sino un reloj
que se adelanta. Fe de Kafka en la escritura: «El sentimiento infinito continúa siendo tan infinito en las palabras como lo había sido en el corazón. Lo que resulta claro
en el interior de uno, también lo será invariablemente en las palabras.» (A Felice,
enero de 1913). Resulta la definición exacta de lo que significa «escribir», en sentido
kafkiano.
DOMINGO 01 DE NOVIEMBRE DE 2015 / CIUDAD CCS / LETRAS CCS
Portafolio
3
La Librería Mediática
Marialcira Matute
Tres veces nuestra feria,
para leer de todo
Pier Paolo Pasolini
[Poemas]
Hoy se cumplen 40 años del asesinato de una de las grandes figuras artísticas del siglo XX, Pier Paolo Pasolini; que ocurriera en Roma, en la noche entre el 1 y 2 de noviembre de 1975. Poeta, cineasta, ensayista, novelista. Hijo de militar fascista y madre profundamente católica, sus ideas siempre fueron de izquierda. Estudió en la Universidad de Bolonia e, influenciado por Gramsci, intentó sistematizar el hermetismo con el marxismo. Publicó los libros de ensayo Sobre la poesía
dialectal (1947) y La poesía popular italiana (1960); las antologías Poesía dialectal del siglo XX (1955) y Antología de la poesía
popular (1955); sus obras poéticas son La mejor juventud (1954), Las cenizas de Gramsci (1957), La religión de mi tiempo
(1961) y Poesía en forma de rosa (1961-1964); de sus novelas destacan Muchachos de la calle (1955), Una vida violenta (1959)
y Mujeres de Roma (1960).
Análisis tardío
(Fin de los años sesenta)
Sé bien, sé bien que estoy en el fondo [de la fosa;
que todo aquello que toco ya lo he
[tocado;
que soy prisionero de un interés
[indecente;
que cada convalecencia es una recaída;
que las aguas están estancadas y todo
[tiene sabor a viejo;
que también el humorismo forma
[parte del bloque
[inamovible;
que no hago otra cosa que reducir
[lo nuevo a lo antiguo;
que no intento todavía reconocer
[quién soy;
que he perdido hasta la antigua
[paciencia de orfebre;
que la vejez hace resaltar por
[impaciencia sólo
[las miserias;
que no saldré nunca de aquí por más
[que sonría;
mía, de mi calor, del cuerpo mío...
que doy vueltas de un lado a otro por
y se ha truncado... Estoy en otro tiempo,
[la tierra como un tiempo que dispone sus mañanas
[una bestia enjaulada;
en esta calle que yo miro, ignoto,
que de tantas cuerdas que tengo he
en esta gente fruto de otra historia
[terminado por [tirar de una sola;
que me gusta embarrarme porque el barro
es materia pobre y por lo tanto pura;
Muerte
que adoro la luz sólo si no ofrece
[esperanza.
Vuelvo a ti, como vuelve
un emigrado a su país y lo redescubre:
he hecho fortuna (en el intelecto)
Abro a la mañana de un blanco y soy feliz, tanto
lunes...
como hace tiempo lo era, destituido
[por norma.
Una rabia negra de poesía en el pecho.
Abro a la mañana de un blanco lunes
Una loca vejez de jovencito.
la ventana, y la calle indiferente
Antes tu alegría se confundía
roba entre su luz y sus rumores
con el terror, es verdad, y ahora
mi presencia infrecuente entre las hojas.
casi con otra alegría
Este moverme... en días totalmente
lívida, árida: mi pasión decepcionada.
fuera del tiempo que parecía consagrado
Ahora me das miedo de verdad,
a mí, sin regresos ni paradas,
porque estás de verdad cerca, incluida
espacio lleno todo de mi estado,
en mi estado de rabia, de oscura
casi prolongación de la existencia
hambre, de ansia casi de criatura nueva.
Hay una frase feliz de Gustavo Pereira
que no me canso de repetir: «En cultura, lo
que abunda no sobra». Celebramos y acompañamos las ferias que surgen por iniciativa del Estado, las que organizan instituciones culturales del ámbito público y privado. Somos usuarios de librerías y bibliotecas públicas que son ferias del libro permanentes. Hicimos la Feria de La Librería
Mediática y TVLecturas por primera vez en
2013, desde nuestro ámbito pequeño, como concreción de la entusiasta sugerencia
de un amigo querido que siempre ha impulsado y acompañado cada avance de
nuestro trabajo de promoción cultural.
Hemos logrado por tres años consecutivos
el apoyo de FUNDARTE y de PDVSA La Estancia, el acompañamiento de diversas editoriales del Ministerio del Poder Popular para la Cultura y del sector privado, la asistencia de lectores y escritores. Son cosas
que pasan en democracia participativa y
protagónica, cuando el Estado, lejos de
obstaculizar con innecesarios trámites burocráticos el accionar cultural, lo estimula, lo acompaña y lo auspicia para que los
ciudadanos nos sintamos copartícipes de
la construcción de Venezuela, país lector.
La 3ra. edición de la feria es del 6 al 8 de
noviembre de 2015. Durante ella haremos
transmisiones y grabaciones para radio y
TV, proyección de vídeos de programas, cine, lecturas y música en torno al tema de
la feria: la Promoción de la Lectura.
Vamos a hacer un reconocimiento a Misión Leer y Escribir de Guárico por su aporte a la promoción de la lectura en Venezuela. También vamos a celebrar el trabajo del
profesor Rod Medina y los 10 años del Reporte Cultural Zuliano de José Tomas Castejón y Sara Labarca. Leonel Ruiz y Nathaly
Pérez presentarán un concierto de cuatro
para Misión Leer y Escribir en el que incluirán, como siempre, el espacio «Un minuto para el libro». César Jiménez hará un
homenaje al mexicano Gabilondo Soler y
sus Cuentos de Cri-Cri a 25 años de su partida, entre otros eventos culturales. Festejaremos además el 7mo. aniversario del proyecto www.tvlecturas.com, el 10mo. aniversario de la Declaración de Venezuela como
Territorio Libre de Analfabetismo y los 40
años de FUNDARTE. El estand de La Librería
Mediática y TVLecturas tendrá activado toda
la feria el «Tendedero Poético», de Jorman
Guzmán, coordinador de la feria por FUNDARTE, donde todos podrán exhibir poesías, dibujos y minicuentos. 15 estands de
exposición, venta y cambalache de libros y
bienes culturales en los jardines de PDVSA
La Estancia serán el sitio ideal para dedicar
el tiempo a leer y compartir, y habrá una
edición especial informativa del Club de
Lectura de Brújula Librera de Gipsy Gastello.
La programación cultural detallada de la
feria está disponible en: https://lalibreriamediatica.wordpress.com/6-al-81115-iii-feria-dellibro-de-la-libreria-mediatica-y-tvlecturas-enpdvsa-la-estancia-altamira-con-el-apoyo-de-fundarte-alcaldia-de-caracas
Ahí estaremos invitando a leer siempre,
a leer de todo.
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LETRAS CCS / CIUDAD CCS / DOMINGO 01 DE NOVIEMBRE DE 2015
Palestina resiste en el cine
Fotograma de El color de los olivos
JOSÉ CARLOS DE NÓBREGA
La semana pasada pudimos disfrutar un estupendo
ciclo de cine relacionado con la causa palestina en Vive Tv.
Significó un oasis artístico y político que se contrapuso a
la alienante programación que insulta aún la inteligencia
de los venezolanos (con sus protagonistas explícitos de
siempre y sus testaferros de hoy que le cuidan el negocio).
Celebramos la alianza entre este canal y la Embajada de
Palestina en Venezuela, por demás histórica y ejemplar.
El cine de autor, sumado a una lectura crítica y desmitificadora del momento histórico, nos puede liberar y sacudir del cautiverio de la rutina, cuando nos confronta con
el sufrimiento de los otros. Solidarizarse con el oprimido
aquí y allende nuestras fronteras, nos conduce a un ejercicio libre y responsable de la ciudadanía que excede los
muros ideológicos, crematísticos y mediáticos con los
cuales se proveen los opresores.
El ciclo de cine sobre la resistencia palestina, no sólo
nos permitió conocer la obra cinematográfica de sus connacionales, sino también la de directores extranjeros que
asumieron una posición política comprometida con su
justa y urgente bandera.
Los filmes de ficción y documentales en cuestión, exploran un intervalo histórico que comprende la «Nakba»
o catastrófico éxodo palestino a partir de 1948, su expulsión de El Líbano en 1982 en el veneno de la masacre de
Sabra y Chatila, la Intifada y los ataques inmisericordes
del ejército israelí en Gaza y Cisjordania durante lo que va
del siglo XXI.
La Franja de Gaza es todavía un campo de concentración diseñado y administrado por el sionismo (a la manera nazi), que ha contado con la complicidad e indolencia
de la comunidad internacional. Es un contrasentido obsceno sacudirse el Holocausto por vía del exterminio del
Otro: El agresor sigue siendo víctima envilecida, esta vez
de su propio corazón predatorio.
Las películas de ficción nos parecieron una pertinente
aproximación a la cuestión palestina, sin artificios estilísticos ni afanes propagandísticos.
La sal de este mar (2008), de Annemarie Jacir, es una road
movie hiperrealista que sublima la recuperación del país,
el patrimonio material y cultural, amén de la identidad
palestina. El amarillismo de la anécdota representa el
pretexto poético y emancipador, con las naranjas y el
mar, que apuntala a Soraya en la rebeldía.
Domicilio Privado (2004), de Saverio Constanzo, constituye una metáfora claustrofóbica y terrorista que desmonta
la ocupación israelí. La casa familiar palestina es tomada
y despedazada en tres secciones, de donde la vigilia y las
ensoñaciones se confunden en el caos.
La Última Luna (2005), del chileno Miguel Littin, recrea la
ocupación turca y después la inglesa de Palestina como
consecuencia de la I Guerra Mundial. La red aviesa de intereses geopolíticos e internos, distanció a dos amigos
que se ubicarían en aceras opuestas: el palestino Solimán
y el judío Jacob. Nos queda un dejo nostálgico en la escena
de palestinos y judíos chapoteando juntos en el Mar
Muerto, y luego amargo en el desenlace sangriento que
soporta la cerca de alambre de púas.
Los documentales allí exhibidos impactan por su contundencia conceptual y estética. Yo soy Gaza (2009), de la
jordana Asma Beseiso, no sólo registra los desastres materiales y la mortandad a raíz del bombardeo y el ataque israelí a Gaza en 2008-09, contraviniendo la auto-censura
mediática occidental, sino indaga en torno a la psicosis y
el despropósito del invasor.
Al-Sabbar (2000), de Patrick Bürge, coproducción palestino-suiza que expone el trabajo fotográfico de Euhaira Sabbagh y la música de su hija Rim Banna sobre la destrucción de localidades palestinas como Saffuri e Iqrit, ello en
tanto arqueología poética del desarraigo.
Disparar a un elefante (2009), de Alberto Arce y Muhammad Rujailah, es un crudo reportaje de la Operación Plomo Fundido o, peor aún, un relato macabro en el que el
ejército ocupante caza indiscriminadamente a civiles, paramédicos e incluso a su productor como en un safari infernal.
El colofón del ciclo fue El color de los olivos (2007), de Carolina Rivas que documenta la tozuda resistencia de la familia Amer al muro cisjordano y la ocupación israelí en
Masha.
Destacan sus silencios, los planos detalle y la simulación de la naturaleza muerta (destruidos el gallinero y el
invernadero) que recrean el apego rebelde a la tierra en
oposición a la represión, el control social y el bloqueo económico.
Edward Said nos describe esta tragedia como si fuera
producto de un desastre natural. Por lo que, dadas tan
aciagas coordenadas, es menester apoyar el Proyecto Nacional Palestino excediendo la indolencia, la retórica diplomática hueca y el discurso y la praxis del poder enclavados en la más vil explotación del Otro.
Director Freddy Ñáñez Coordinadora Karibay Velásquez. Letras CCS es el suplemento literario del diario Ciudad CCS y se distribuye de forma gratuita | correo-e: [email protected] | Twitter:
@LetrasCcs
Bolívar en Jamaica
La carta otros desvelos
De Gustavo Pereira
Publicado a través del Fondo Editorial Fundarte - Alcadía
de Caracas, 2015
A la venta en El techo de la Ballena
En la especial ocasión del bicentenario de la Carta
de Jamaica, Gustavo Pereira nos ofrece una lectura detenida, minuciosa y abarcante, en toda la extensión
de sus circunstancias, del contexto histórico, ideológico y personal en que vio la luz el capital documento
bolivariano, en Kingston, el año de 1815.
La mirada que arroja aquí Pereira al Simón Bolívar
de Jamaica, conjugando el rigor historiográfico y el
análisis político con una trama narrativa que agiliza
su lectura bajo el ritmo creciente de un relato —en el
que alcanza su propio tejido histórico la epopeya libertaria—, se vuelve imprescindible para comprender en todos sus haces y vértices las dimensiones del
proyecto de independencia continental y del hombre
mismo al que sería dada su conducción, en el momento vacilante en que la causa de la libertad suramericana podía parecer a punto de perderse.
El trascurso casi diario de Bolívar durante aquel
año de pruebas y dificultades es seguido, desde las
circunstancias de su salida de la Nueva Granada en
mayo —aspecto a menudo descuidado en la reconstrucción histórica de esos meses— hasta los preparativos y condiciones de su viaje a Haití en diciembre —
para reanudar gracias al presidente Pétion la campaña guerrera en tierra firme—, mediante un abundante apoyo de documentos que dejan ver el hilo de maduración de su inteligencia política tanto como su
convulsionado universo emocional: sus «desvelos» jamaiquinos.
El autor ha querido acompañar su reconstrucción
biográfica y política —ya de por sí invaluable para el
estudio comprensivo de la Carta—, con la totalidad de
los escritos bolivarianos redactados o publicados en
Jamaica tal como se conservan en el Archivo del Libertador, incluyendo la versión de la epístola jamaiquina tal cual se ha dado a conocer recientemente en
su manuscrito original castellano, en la transcripción
del Archivo General de la Nación, brindando así una
perspectiva documental completa de aquellos meses
decisivos para la independencia de Nuestra América.
Ciudad CCS es un periódico gratuito editado por la Fundación para la Comunicación
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