¿Otra hormiga negra?

Azul
¿Otra hormiga negra?
Cuando lees un libro que no tiene ilustraciones, tú vas dibujando en tu mente al personaje y los demás elementos
de la historia. Y esas formas que vas
creando son diferentes de las que se
va imaginando cualquier otro lector.
Rafael R. Valcárcel
Ilustrado por Eugenia Nobati
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Azul puede tener la bella forma que le
ha dado Eugenia, o la que le ha dado
Federico, o la que le dé quien dibuje
su cuerpo. Lo que hace única a Azul es
que tiene su propia manera de pensar y
de actuar; como tú.
Rosado, amarillo, verde y morado;
si la vida los colores te ha mostrado,
alégrate porque eres afortunado.
Muchos de los que en este planeta viven
ni siquiera en sueños colores perciben,
solo son grises lo que sus ojos reviven.
Sí. Así es.
Hormigas y más ven como te he dicho,
y no te lo he dicho por mero capricho
sino para presentarte a un gran bicho.
Mi hormiga Azul que el color descubrió,
y por desear contarlo su suerte cambió,
pues su astuta reina a morir la sentenció.
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Pero antes de ser condenada a muerte, muchas cosas sucedieron,
empezando por su nacimiento…
Azul no llegó sola. ¿Su madre tuvo mellizas? Más. ¿Trillizas? Más.
¡Cuántas! Azul llegó junto a 2173 hermanas. Mirándolas desde el techo de
la cámara de cría, destacaba un punto azul entre tantísimas motitas negras.
Si las parteras hubiesen podido ver en colores, habrían gritado: ¡Milagro!
Y Azul, destinada a ser una obrera, seguro que habría sido educada para
reina.
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El primer día de clases, en el colegio de obreras, Azul perdió el primer
pedacito de su sonrisa. Ella quería saber qué había fuera del hormiguero
y la profesora solo hablaba de galerías, de cámaras para almacenar
el alimento, de excavaciones, de qué hacer con el material extraído
y de un sinfín de tareas que permitían aumentar las dimensiones
del reino por debajo de la superficie.
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Al sonar la campana, las alumnas salieron del aula sin mirar atrás, sin darse
cuenta de que Azul permanecía sentada con los ojos apuntando al techo.
La profesora se le acercó.
—¿Te ocurre algo, pequeña?
—Sí. No. Sí.
—Uy, sí que estás mal. Dudar es casi como pensar. Anda de inmediato a ver
a la doctora.
—No necesito ir. Lo que quiero es saber…
—¿Mal? ¡Estás fatal! Una hormiga siempre debe hacer lo que se le dice.
Y para evitar que la profesora se desmayase del disgusto, Azul no tuvo más
remedio que obedecer.
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La doctora le recetó una frase por la mañana y otra por la noche, en dosis
de cien repeticiones.
Al levantarse: “Para nuestro reino enriquecer, cualquier orden hay que
obedecer. Para nuestro reino enriquecer…”.
Al acostarse: “Para nuestro estilo de vida conservar, debemos aprender
y nunca pensar. Para nuestro estilo de vida conservar…”.
Azul siguió el tratamiento durante los ocho días indicados. Sin embargo,
solo se curó de la boca para afuera. Mientras la doctora la felicitaba por
su mejora, Azul pensaba: “Para no repetir esta receta jamás, tendré que
actuar sin que sospechen las demás”.
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Al igual que muchos otros animales, las hormigas ven en blanco y negro. Por eso, para sus
compañeras, Azul es otra hormiga negra. Para ella misma, también. Sin embargo, Azul es
de color azul, y siente que los colores están allí, muy cerquita, aunque aún no los vea.
Azul