La relación de pareja como organización social

La relación de pareja como organización social:
desafíos y oportunidades
Dr. Saúl I. Fuks1.
Resumen:
El
presente
artículo
tiene
como
sustento
los
estudios
realizados
para
una
investigación
(http://pareja.blogspot.com/) en la que se intentaba conocer las capacidades reconstructivas que algunas
parejas despliegan en momentos críticos de su relación. A fin de reconocer los singulares desafíos que las
parejas enfrentaban, realizamos un recorrido del proceso sociocultural de surgimiento de la “pareja” como una
organización social visible y legítima, y en particular del proceso de diferenciación de la “Institución Familiar”. En
ese recorrido se analizan las transiciones de la familia patriarcal/tradicional a la moderna y de ella a la
postmoderna, con el fin de reconocer -en los intersticios- los intentos de la “pareja” por obtener visibilidad y
legitimidad. Se describe como, cada una de estas etapas diseñó y fue diseñada por estilos conversacionales
encajados en la época y que –hoy- conviven en la pareja postmoderna. Resaltaremos en este escrito ciertos
hitos de ese camino, hasta llegar a esbozar algunos de los desafíos a los que parecen estar confrontados las
parejas en la primera década del nuevo milenio.
Abstract:
The present article has as support the studies made for a research (http://pareja.blogspot.com/) in which it
was tried to understand the reconstructive capacities that some couples relationship developed in the critical
moments of their relation. In order to recognize the singular challenges that the pairs faced, we made a sociocultural process range of the rising of the “couple” as a visible and legitimate social organization, and –
specially- of the process of differentiation of the “Family Institution”.
In that route the transitions of Traditional/ Patriarchal family to the Modern one and from this, to the
Postmodern one are analyzed, with the purpose of recognizing - in the interstices - the attempts of the
“couple” to obtain visibility and legitimacy. It is described how each one of these stages designed and was
designed by conversational styles fitted with their socio-historical context and which – even today- coexist
into the Postmodern Couple. We will stand out in this paper certain landmarks of this way, until getting to
outline some of the challenges which “Couples” seem to be confronted in the first decade of the new
millennium.
Palabras claves: relación de pareja, núcleos de sentido, intimidad, afinidad, confianza,
terapia de pareja.
1
Profesor Titular de Psicología Clínica. Fac. de Psicología. U.N.R. Argentina.
Director del Centro de Asistencia a la Comunidad. CeAC (Universidad Nacional de Rosario). http://ceac-unr.blogspot.com/
Presidente de la Fundación Moirü. (www.moiru.com.ar) , http://cafemoiru.blogspot.com/
e-mail: [email protected]
Introducción:
Los acelerados cambios culturales de los últimos cincuenta años parecieron abrir
una multiplicidad de opciones entre las cuales se hace posible escoger las formas en que
se desean vivir las relaciones afectivas, y este proceso de expansión pareciera haberse
desarrollado sin que las formas de conceptualizarlas acompañaran esas mudanzas.
Como -con frecuencia- sucede en la historia humana, las prácticas sociales se adelantan
a los modelos culturales, instalando hechos que comienzan por ser considerados como
“anormales”, “patológicos” o “transgresores” y acaban siendo reconocidos como opciones
renovadoras.
Asumimos, en nuestra
investigación, que no buscábamos “realidades”, “datos”,
“informaciones objetivas” que confirmaran o refutaran “verdades”; lo que nos proponíamos
era visitar los relatos culturales surgidos por/en las conversaciones en que se intentaba
dar “sentido” al mundo amoroso compartido. Esa manera de posicionarnos nos impulsó a
explorar y reconocer los “contextos”, “marcos”, “escenarios sociales” y “culturales” en los
que se desplegaban las historias amorosas de las parejas, confrontándonos con el
perturbador interrogante que se abre cuando los marcos tradicionales (plenos de
restricciones pero que ofrecen a cambio la seguridad del límite preestablecido) se diluyen
o desaparecen en el proyecto postmoderno.
El dar sentido a un mundo como el amoroso, parece una amalgama –cuasi alquímica- de
territorios imaginarios, “acuerdos” hermenéuticos y normas construidas ad-hoc (o
adaptadas hasta su encaje con la singularidad del vinculo). Este es un proceso que
transcurre en las distintas dimensiones de la comunicación y que contiene los diversos
“idiomas” del amor, metaforizando la vida, erotizando la obviedad biológica y poetizando
lo cotidiano.
La relación entre erotismo y poesía es tal que puede decirse… que el primero es una poética
corporal y que la segunda es una erótica verbal. Ambos están constituidos por una oposición
complementaria. El lenguaje –sonido que emite sentidos, trazo material que denota ideas
incorpóreas- es capaz de dar nombre a lo mas fugitivo y evanescente: la sensación, a su vez el
erotismo no es mera sexualidad animal: es ceremonia, representación… sexualidad
transfigurada: metáfora. (Paz, O. p. 12. 1993)
Las “historias” que las parejas cuentan, se cuentan y re-cuentan tejen ese mundo
que pretende ser único y que, de hecho, lo es; solo que, a diferencia de otros, en éste la
épica reside –precisamente- en el reconocimiento y reivindicación de su radical pretensión
de singularidad.
¿Que escenarios pueden sustentar tamaña utopía?
¿Qué intercambios pueden permitir cambiar lo que –por principio- debería ser
innegociable?
¿Qué territorios intersubjetivos permiten a una pareja destruir la valiosa estabilidad
alcanzada para potenciar la turbulencia de la pasión?
El diseño complejo de esos escenarios parece desplegar una contradicción
idiosincrásica a ese “mundo social”: por un lado –en tanto organización- la pareja obtiene
legitimidad en su encaje con el “mundo social” en el que se despliega; por otro, la “pareja”
-desde sus orígenes- está impregnada del sueño de creación de un “mundo propio”,
secreto, intimo y con leyes que solo respondan a los deseos y utopías.
Eros invariablemente encierra no solo la intimidad sino también la tensión, en una relación
erótica hay contacto íntimo y riesgo íntimo. (Nachmanovitch, 1990, p.188)
Bucear en aguas turbulentas.
La inmersión en tales aguas implica -para un investigador- todo un reto;
supuestamente los recursos metodológicos tendrían que aportar instrumentos para esa
navegación y, sin embargo, la mayoría de los métodos fueron creados para mantener a
distancia al investigador y protegerlo de los riesgos de la inmersión. Al igual que las
parejas, el investigador también “navega” entre corrientes sociales (modas científicas) que
lo legitiman como tal y sus propios sueños (o pesadillas) que proveen la energía
necesaria para avanzar entre los interrogantes que se abren a su paso (Argyris, C., & Schön,
D. A. 1989).
En nuestra investigación, una de las dificultades metodológicas que enfrentamos fue
tener que inventar el barco y los instrumentos de navegación a medida que transcurría el
viaje, y este obstáculo –transformado en desafío- nos alentó a la construcción de una
“comunidad de investigación” (Steier, F. 1991) en la que tanto los miembros de nuestro
entramado social como las parejas a “quienes” íbamos a investigar, devinieran “coinvestigadores” (Alvensson, M. & Skóldberg, K.,.2000).
A fin de reconocer las transformaciones de la familia, los historiadores “sociales”
optaron por el rastreo de las marcas que la “Institución Familiar” dejó en los documentos
oficiales. Censos, registros de casamientos, nacimientos, muertes, registros y divisiones
de patrimonios, han sido las huellas que –cual detectives- han pesquisado en el intento de
comprender cómo fueron cambiando las estructuras y los modelos familiares a lo largo de
la historia (Shorter,E., 1977; Adler,L. 1987).
Las “Instituciones” como el matrimonio dejaron grabadas en las leyes, normas,
dispositivos y rituales, los “signos” del esfuerzo por proteger y asegurar la estabilidad
institucional; explorar la “historia” de la pareja –en cambio- se basó en el descubrimiento
de las marcas que ese “mundo social” ha ido dejando en otros “mundos sociales” (Casey J.
1987, Cicerchia, R; 1998) . Las huellas del amor, del sexo, de la intimidad, de la pasión, de la
complicidad, produjeron otros tipos de rastros y marcas sutiles; tal como las señales
encontradas en cuevas, iglesias, en paredes de alguna ciudad sepultada; en los escritos,
relatos y músicas en las que se testimoniaban deseos y temores.
Es así que, para
aquellos que investigaron los temas del amor, esta arqueología encontró en el “arte”,
(universo humano construido por sueños y pesadillas), una fuente inestimable de
información (Nachmanovitch,S.2004; Ackerman,D. 2000) equivalente –en algún sentido- a los
“documentos oficiales”.
La creatividad “artística” encarna el más visceral de los proyectos: la alquimia por la
cual los seres humanos –por necesidad o elección- han tratado de procesar, aquella
“materia” que necesitaba ser transformada para poder ser compartida, exorcizada y
celebrada. Trascendiendo las energías singulares que la impulsaran, gran parte de lo que
llamamos “creación”, contiene un núcleo denso pleno de rituales de exorcismo y/o
celebración; simbolizando a la humana utopía de intentar convertir la “materia” incandescente o maloliente- (Yourcenar, M. 1974) en otra más sutil que reverbere, resuene,
refleje o perturbe a quien es rozado por ella.
Es esa dimensión de la creación artística -que aspira a desbordar la experiencia singular
para poder devenir ritual comunitario- lo que la sintoniza con las épicas del amor.
Escribir, tocar un instrumento, componer, pintar, leer, escuchar, mirar… todo exige que nos
sometamos a ser transportados por Eros a una transformación del yo similar a la que ocurre
cuando nos enamoramos. (Nachmanovitch, 1990, p.186)
El “compromiso-en-acto” permite “ser parte de” una pareja y convoca a la celebración
de la unidad (“comunión/fusión”) construyendo un “mundo propio” en torno a una
“identidad” que es a la vez singular y comunitaria: el “nosotros”. Estos contextos/territorios
que son organizados a partir de las “vivencias” y donde confluyen y se encuentran el
“amor/pasión” y el “arte”, configuran experiencias que trascienden lo eventual de la
vivencia misma y devienen en rituales y ceremonias de “religiones” privadas (Fuks, S. 2006).
“… la potencia que transfigura al sexo en ceremonia y rito, al lenguaje en ritmo y metáfora”
(Paz,O. op.cit. p.12)
Tensa historia de relaciones entre conyugalidad y pareja.
Para
reconocer
los
procesos
por
los
que
la
“pareja”
ha
ido
consiguiendo/generando visibilidad y legitimidad social en contextos socio/históricos en
los que la Institución Familiar dominaba el escenario, consideramos necesario presentar
un esbozo de la “historia” de las relaciones de pareja que la han ido diseñando como el
objeto social que hoy conocemos (Aries, P, Duby, G.1987). La “relación de pareja” requirió,
para su estudio, tanto de los aportes contenidos en los relatos históricos y sociológicos
(Adler, L. 1987) como de otras miradas que desplegaran su dimensión psico-antropológica
ya que, a diferencia de la organización familiar (que ha ido delineando su perfil social
durante una historia milenaria) la organización social “pareja” ha surgido y adquirido
presencia como “mundo social” (Gergen,K. 1996; Pearce, W.B. 2004) en menos de 200 años.
Desde que existen registros de “historias” del amor y del deseo (Ackerman,D. 2000), las
secuencias de rutinas que organizan y ordenan la cotidianeidad de la “convivencia” y las
desorganizantes turbulencias de la “pasión” se han presentado como territorios en una
desafiante “tensión” que fluctúa en función de las coyunturas del momento y que han
dado lugar a infinidad de relatos, descripciones y retóricas creadas en el intento de
“contar” y “cantar” a ese mundo regido por reglas propias.
“Las reglas e instituciones destinadas a domar al sexo son numerosas, cambiantes y
contradictorias… van del tabú del incesto al contrato del matrimonio, de la castidad obligatoria
a la legislación de los burdeles”… “Sin embargo, todas ellas están compuestas por dos
términos: la abstinencia y la licencia. Ni una ni otra son absolutas. Es explicable: la salud
psíquica de la sociedad y la estabilidad de sus instituciones dependen en gran parte del dialogo
contradictorio entre ambas”. (Paz,O. op. cit. P. 19)
Las “historias” contadas por Griegos y Romanos acerca del amor y la pasión
ilustraban las dolorosas consecuencias de las emociones turbulentas, incontrolables,
desorganizantes que debían ser domesticadas por el poder de los Dioses y/o de las leyes;
promoviendo –así- un “modelo” de control social sobre los sentimientos y deseos
amenazantes para el orden comunitario (Aries, P.; Bejin, A 1982). Como en la mayoría de las
“grandes” historias, (Benjamín, W. 1986) ellas “instruían” a quienes las escuchaban, y
advertían acerca de la potencia de esa energía peligrosa que podía llegar a ser más
poderosa e incontrolable que el deber, el honor y el poder.
En el Nuevo Mundo, esa tarea de domesticación de las pasiones tomó la forma de
confrontación entre “culturas” (conquistadores vs (salvajes) pueblos nativos). Los
colonizadores europeos (especialmente en el Sur de América) no dispusieron del tiempo
ni de la paciencia necesarios para disciplinar mediante la educación, y el método más
eficaz fue la espada; (Herren, R. 1976) “historia” dentro de la Historia, que se extendió hasta
nuestros
días
y
lo
que
fue
–en
el
origen-
confrontación
cultural
entre
conquistadores/pueblos originarios, se encarnó en otras metáforas: civilización y barbarie;
gauchos y cajetillas; Metrópolis/Pampa Gringa; cabecitas negras y elites; centrales y
periféricos; libros y alpargatas; globalizados y setentistas.
Lucía Gálvez, en su Historia del amor en la historia argentina, ilumina la existencia
de un tipo de mujer que, en tiempos de la Revolución, distaba mucho del “modelo” de
mujer Europea que luego se impondría como norma de lo “correcto” y “educado”.
Esa
concepción que asociaba lo “culto” con el control de las pasiones, se encarnó en aquellos
próceres de nuestra historia que buscaban la Independencia teniendo como ideal un
modelo de sociedad “a la europea”. En nuestro país, Domingo Faustino Sarmiento
condensó un modelo cultural “civilizador”, heredero del iluminismo Europeo y de la
epopeya puritana de los EEUU, que se expresó en un proyecto de Nación que requería el
disciplinamiento de lo “salvaje” y primitivo que estaban representados por el “gaucho” y el
“bárbaro” caudillo del interior que resistían a la “civilizada” Metrópolis porteña.
Autores como Galvez, Torrado, Cicerchia, Romero, Wainerman, fueron develando como,
en ese proyecto2 se perdieron aquellos modelos familiares y de pareja heredados de los
pueblos originarios (Larraín. E. 1995; Falcón, R & Stanley, M. 2001) y los pioneros. Se destruyó –
en ese proceso- una concepción de mujer, adelantada en 200 años a la que los Europeos
tenían en la época, y se perdió, asimismo, una visión de la sociedad que legitimaba la
“libertad” amorosa (de hombres y mujeres), (Galvez,L. 2001) sacrificándola al
poder
creciente de las instituciones Religiosas y de aquellos intereses económicos que usaron a
la Familia como principal instrumento normatizador (Foucault M. 1994 ; Laing, R.1975 ; Marcuse,
H.1955; White, M.: 2006)
Esa historia de colonialismo cultural aún continúa presente, impregnando los modelos de
lo que consideramos la “familia” normal y “naturalizando” aquellos que fueron construidos
sobre parámetros de ideales puritanos de los EEUU o de modelos conservadores
Europeos3 (Galvez,1998; L. ;Rosas Vidal, E.1997).
El amor: dulce locura o utopía?
En la cultura de Occidente, Romanos y Griegos dejaron como herencia, visiones
acerca del amor que han perdurado hasta nuestros días (Ackerman,D. 2000; Balan, S. 1997;
Kreimer, R. 2005). La concepción “irracional” acerca del amor fue aportada por los antiguos
griegos quienes, a diferencia de hindúes, chinos, japoneses, árabes, y los pueblos
originarios de América, no entendieron el amor como una virtud a ser cultivada (Chebel, M.,
& Métoui, L. 2001), sino como una enfermedad, o como
…una forma de locura que, aunque muy dulce, (que) puede destruir lo que una comunidad e incluso el
mismo amante valoran (Kreimer 2005, p. 205).
Los Romanos formalizaron y legislaron esa perspectiva institucionalizando una forma de
matrimonio que priorizaba la estabilidad y que, en el siglo XIII, la Iglesia Católica instauró
como un deber moral: el matrimonio sagrado, definitivo e irrevocable. (Aries,P. & Bejin,P.
1982). Roxana Kreimer en su libro Falacias del Amor, sostiene que esa concepción
heredada de los griegos fue la que impregnó al romanticismo, que identificaba al amor
con una de sus múltiples formas: el flechazo de Cupido, que se sostenía en la idealización
y ausencia de la persona amada. Esta visión –por otro lado- contenía el supuesto que
…la pareja debería estar basada en el amor… y que, por tanto cuando uno de los integrantes no ama
mas … ya no tiene sentido seguir juntos. (Kreimer,R; 2005, p. 206)
que daría paso a uno de los factores mas perturbadores de las tradiciones: la
2
Revolucionario y liberador en sus facetas política y económica.
Incorporados, transmitidos y naturalizados -de manera a-critica- en las formaciones de Terapia Familiar
Latinoaméricanas promoviendo un efecto de colonización cultural en un sector profesional de enorme poder.
(Menendez, E.1979; Parker, I. 1999)
3
reivindicación de la elección en cuestiones del amor.
La legitimación de la pasión como “modo de existencia” -prototípico del amor románticotrajo aparejado que esas tensiones entre las formas socialmente aceptables de
convivencia y las turbulencias del amor, comenzaran a tornarse dilemáticas y, en
consecuencia, la presión de tener que elegir entre una y otra comenzó a definir el destino
de la gente.
Edward Shorter, fue un original historiador de la familia que en la década de los 60’
intentó una aproximación a la familia “moderna” en tanto institución socio-histórica dando en ese intento- visibilidad a un fenómeno que comenzaba a insinuarse: la “pareja”
intentaba diferenciarse de la “familia”. En su libro, “Historia de la familia moderna” (1975)
consideró motores privilegiados de la transición de la familia patriarcal a la moderna a los
cambios sucedidos en tres campos relacionales: el galanteo; la relación madre-hijo; y las
fronteras entre la institución familiar y la comunidad, asimismo asignó un rol especial a las
transformaciones en la concepción social de la sexualidad y a la libertad de elección en
temas del amor y el deseo. Estos cambios se concretizaron en nuevas formas de
“galanteo” y tendencias que incrementaron la tensión entre la organización familiar
(signada por la estabilidad) y la relación amorosa (atravesada por las pasiones
turbulentas). La novedosa mirada de Shorter anticipó la “agenda” de finales del siglo XX,
anunciando lo que se haría visible a partir de mediados del siglo; el impacto de la revisión
de los “roles” sexuales y las concepciones de “genero” en las transformaciones culturales.
El autor propuso que una de las batallas decisivas entre el modelo tradicional y el
moderno se libró en el escenario más idealizado del amor romántico: el encuentro erótico;
máxima expresión de los ideales de libertad, comunión, privacidad, complicidad, placer
mutuo, y síntesis máxima de ese mundo de valores.
La pretensión de liberar las conductas sexuales –por sí misma- no tenía por qué
afectar los modelos existentes ya que, en distintas épocas de la humanidad, existieron
períodos en los que se legitimaba al placer, alternados con otros en los que se
“civilizaban” las pasiones; aún el derecho a la libertad sexual distaba de ser algo
novedoso en la familia tradicional/patriarcal, aunque fuera solo una prerrogativa de los
varones. (Paz. O. op.cit)
La turbulencia crítica se aceleró, cuando esta forma de concebir al amor pudo incluir
tanto a hombres como a mujeres, alumbrando una nueva concepción de social y –por
ende- afectando el sistema de obligaciones y derechos que constituyen la identidad
social.
Las leyes generadas (tanto en las Iglesias como en el naciente Estado Moderno) y los
relatos en torno a la Familia reforzaron el supuesto que, mantener el control sobre la
genealogía, los bienes
y el orden jerárquico, eran “misiones” que la sociedad había
asignado a la familia en tanto institución y que ésta debía responsablemente cumplir. En
la transición del modelo tradicional/patriarcal al moderno sucedió que, al mismo tiempo
que la conducta erótica prematrimonial se fue extendiendo, la presencia de los
sentimientos y su expresión “publica” impregnó la elección de parejas, reemplazando a
las consideraciones familiares o comunitarias, por argumentos basados en el “afecto”, la
“atracción” y el “romance”.
La definición misma de amor asumida para esa época, destacaba la espontaneidad y la
empatía en la relación erótica como “virtudes” a ser desarrolladas (Shorter, E. op.cit. p, 21).
En consecuencia, la transición hacia una nueva cultura relacional como la que aportaba la
familia moderna, también implicó la creación de nuevos “modos de acción” coherentes
con esas mudanzas. Aprovechando las grietas abiertas por la concepción Romántica, que
dio reconocimiento a las mujeres se produjo la tormentosa irrupción del mundo de los
jóvenes en una sociedad regulada –hasta ese momento- por los antepasados que fue otro
factor determinante en las grandes transformaciones en las relaciones familiares de la
Modernidad. Esta creciente presencia política, cultural y económica de los jóvenes, los
catapultó a una libertad creciente aunque, asimismo, los inundó de responsabilidades; en
un cambio que produjo un corte transversal en la estructura de las generaciones del
período de la post-guerra. Con una creciente conciencia del protagonismo adquirido, en
su epopeya los jóvenes optaron por sus iguales como grupo de referencia y eligieron el
sostén de las “redes” y los grupos de “pares” a fin de obtener la fuerza que les permitiera
el cuestionamiento de la vieja moral tradicional, levantando banderas que reivindicaban y
exaltaban la felicidad personal y el auto-desarrollo como valores ideales.
En esos momentos claves del pensamiento moderno (la “post-guerra” y los 60’)
una nueva concepción de sujeto e intersubjetividad fue expandiéndose a partir de las
reivindicaciones generacionales y de genero conduciendo hacia la transformación del
mundo relacional privado que acabó afectando la vida pública, legitimando una nueva
manera de considerar a las relaciones y el “sentido” de la vida (Gergen,K. 1996, Giddens, A.
2000).
Este proceso impulsó profundos cambios en los intercambios sociales que abrieron
el camino a lo que hoy conocemos por “posmodernidad” (Lyotard, L 1979); un escenario
signado por el escepticismo acerca de las meta-narrativas, el descreimiento de la
objetividad y de la verdad única, el consumismo, el relativismo (tanto ideológico como
moral), y la reivindicación de lo eventual; lo que acabó impactando -de manera
contundente- en las “formas” que tomarían, las relaciones de pareja. Anthony Giddens
(Giddens,A. 2000) resalta que, en un mundo social en el que la libertad/responsabilidad
ocupó el centro de la escena, esto trajo aparejado una constante atención sobre las
opciones y decisiones posibles. El peso de las consecuencias de los actos elegidos y el
nivel de responsabilidad que se desea o se puede tomar por esos actos, impulsó a los
“actores” hacia una posición de “autores” (Foucault, M.1977). Este proceso resaltado por
Giddens, anunció la aparición de una forma novedosa de reflexividad y una toma de
conciencia de la “eventualidad” que contienen las construcciones sociales.
La radical mudanza de los intercambios relacionales iniciados en la Modernidad, fueron
amplificados en la postmodernidad, especialmente en los modos de concebir la
“identidad” del sujeto social. A diferencia de la época tradicional, en la que los roles eran
asignados desde los protocolos, el “individuo” racional y homogéneo de la Modernidad se
vio forzado a definir los propios roles y a tener que construir la propia identidad y, para el
“homus consumens”, (Bauman,Z. 2005) cuestionador del ideal de “identidad única y
coherente”, este desafío se radicalizó. En sintonía con estos cuestionamientos, Kenneth
Gergen, Anthony Giddens, Stuart Hall (Gergen, K.1990,1995,1996; Giddens, A. 2000; Hall, S. 1992)
proponen que el sentimiento de tener una identidad unificada, estable, segura, coherente
y continua, no es mas que una ilusión construida mediante una confortable historia acerca
de nosotros mismos -una “narrativa del yo”-; un relato que teje coherencias y
continuidades donde hay fragmentaciones, discontinuidades, bifurcaciones y turbulencias
que se vuelven visibles en el carácter fragmentario, discontinuo, de ruptura y
dislocamiento de la condición del sujeto en la época posmoderna.
Estos ingredientes de-constructores de “roles”, “identidades” y “géneros” (Olson, M. )
contribuyeron a la producción de una “ideología de la intimidad” que transmutó categorías
políticas en categorías psicológicas. Esta transformación del modo de concebir la
“relación humana” fundada en el ideal de arribar a una “identidad compartida” (social,
ideológica, cultural, afectiva) orientada al consenso, la negociación, el diálogo propia de la
modernidad (Fernandez Cristieb,P. 1997), iniciando -según Z. Bauman- (op.cit. 2005) un proceso
de sustitución por otra concepción -propia de la sociedad de consumo- centrada en
“intereses compartidos”. (Hall,S. 1992) al precio de una creciente soledad y aislamiento.
La presencia social (visibilidad y legitimidad) de una organización como la “pareja”, en la que conviven “modelos” tradicionales, románticos, modernos y postmodernosplantea significativos desafíos a la construcción de la(s) identidad(es) relacional y
teniendo en cuenta que se trata de una organización social de reciente presencia (Beijin, A.
1987) que aún se encuentra explorando sus posibilidades y límites, es –a la vez- un
escenario pleno de libertades y riesgos.
La pareja llegó a la década de los 90’ habiendo conocido, por igual, el precio de la soledad libre y del
agotador autoabastecimiento…
Saben de las diferencias y semejanzas entre ellos. Iguales en su responsabilidad como seres
humanos, diferentes en sus lenguajes…
La pareja tiene ahora la oportunidad de crear otros horizontes, otras reglas de juego que permitan un
encuentro entre soledades, descubriendo una intimidad en la que se conoce reconociendo al otro…
Deberá descreer de las verdades heredadas sobre lo femenino y lo masculino, incuestionadas hasta
hace poco… inventarse su propio mundo, distinto del que provienen (Balan,1997: p.46)
La pareja: una comunidad lingüística legitimada.
Los universos de la familia y la pareja (en tanto sistemas sociales) navegan entre
tendencias a mantener el equilibro y la estabilidad, y la necesidad de modificarse, sea
para acomodarse a procesos internos o a los cambios del entorno. Los complejos
diseños, en que articulan los procesos “idiosincrásicos” con las acomodaciones dinámicas
a su medio ambiente, les dan su singular capacidad de cambio y estabilidad. (Schvarstein,
L. & Etkin, J. 1992)
En el caso de la Familia y de su organización subsidiaria: el matrimonio, sustentaron
procesos -más o menos confortables- de acomodamiento, gracias a la “función” que le fue
asignada dentro del sistema social occidental.
La Pareja, que aún se encuentra explorando sus límites/posibilidades en relación a las
otras organizaciones de la Sociedad, necesita ser pensada desde otros parámetros,
focalizando en su condición de “cultura local”, (Tannen, D. 1996, 1990, 2002; Geertz, C. 1987,
1994) pensándola como propone Deborah Tannen como
…una pequeña comunidad de habla, una unidad orgánica que se da forma y se mantiene a si
misma lingüísticamente…todo lo que les decimos a los demás reverbera con los ecos de los
significados que hemos dejado atrás, en la experiencia pasada, tanto la propia historia que
tenemos con una persona con la que estamos conversando, como con nuestra historia de
conversaciones con los demás (p.193).
La “vida en pareja” puede adoptar múltiples estilos o “culturas”, manifestadas en gran
variedad de formas de transitar la vida común y construir el mundo simbólico compartido.
Un territorio de existencia en la que los miembros son a la vez constructores y
construidos, en medio de la disponibilidad –actual- de una variedad de “diseños” tal que
parece ilimitada, pero que contienen todas las restricciones de las raíces y tradiciones de
donde provienen; y las posibilidades del momento histórico cultural en el que viven sus
autores. La construcción de ese “mundo”, requiere tanto de la energía proveniente de los
“lugares” en el árbol genealógico de cada uno, como de las “posiciones” generadas por
las pasiones que alimentan la utopía de reinventar la vida.
La cultura, las condiciones de existencia, la estructura socioeconómica; el nicho
social irán finalmente diseñando, -para la relación- el tejido de restricciones y
oportunidades y al atender al “estilo” relacional4, un aspecto que sobresale es la tensión
4
como marca de singularidad de una relación de pareja
—latente o expresa— entre la matriz productora de su originalidad y las presiones
restrictivas de las tradiciones; entre lo (re)conocido y la invención singular. Estas
tensiones –intrínsecas- pueden ser tanto una fuente de sufrimiento como de creatividad, y
aparecen en la vida cotidiana bajo la forma de “relatos”, “cuentos”, ”historias” que son
estructurados por el tipo de danza (y la forma de danzar) que esa pareja ha construido
durante su trayectoria de vida, que denominamos5 “estilo conversacional” (Tannen, D. 2002).
En las relaciones de pareja, el “modelado” de los pre-supuestos6, de las
concepciones acerca de sí mismos y los mundos que habitan, son dimensiones de un
proceso conversacional que trama el tejido narrativo y donde se producen y manifiestan
los densos diseños de las “identidades relacionales”. Los relatos creados acerca de las
relaciones en las que se vive, expanden las vivencias, convirtiéndose en “creaciones” y en
“creadores” y, en consecuencia, las historias con las que las parejas describen/explican y
testimonian acerca de sus vidas producen –también- un impacto constructivodeconstructivo-reconstructivo sobre la experiencia de los narradores (Bruner, G. 1986; Epston
& White, 1993; Gergen & Kaye, 1993; White, M. 1990; Fuks, S. 2006). Estos relatos son desplegados
en las conversaciones; tanto en los diálogos “íntimos” con nosotros mismos; en “charlas”
con alguien “cercano”, así como en conversaciones “públicas” frente a las “audiencias”
(White, M. 1990) en que esas historias se validan, legitimizan y adquieren vida social.
En
tanto contexto de sentido, son la “marmita” en la que se produce la alquimia del
significado; los escenarios en los que se genera la producción y reproducción de los
participes como seres sociales; y donde se otorga sentido a las experiencias “vividas” y se
las transforman en “narradas” (Pearce B. W. 1994).
La pareja comienza a tener visibilidad
En los escenarios de la Modernidad, un factor decisivo para el nacimiento de una
nueva concepción de la relación amorosa fue la fisura producida en el papel disciplinador
de los controles comunitarios, -implícitos en los rituales de los cortejos tradicionales- estos
controles sociales eran encargados de reforzar los límites puestos al deseo, en función de
los intereses de la propia comunidad. Para la época de la posguerra y en los 20 años
posteriores los “jóvenes” empezaron a hacer sentir su presencia como grupo social; a
defender sus derechos, y tratar de modificar los valores de la sociedad.
A medida que ganaban en protagonismo (económica, política y culturalmente),
necesitaron reivindicar y ejercer una libertad mayor en el encuentro con los pares,
acompañando una mayor libertad de elección y decisión y, esta expansión de las
fronteras marcó el inicio de un protagonismo creciente tanto de las “mujeres” como de los
5
6
En sintonía con Tannen et al. (op.cit)
Constructores de la “realidad”
“jóvenes”. En ese período, tanto las “mujeres” como los “jóvenes” reivindicaban la
legitimidad de la empatía como categoría social relacional, la que desplegará su papel
protagónico en la siguiente ruptura cultural: la de la modernidad tardía o posmodernidad.
En la ecología conceptual de la época, a través de la empatía, irrumpieron también
nociones como las de intimidad y afinidad, que emergieron como siendo parte de una
incipiente red de categorías relacionales que, en sus significaciones, anunciaron
-
asimismo- la irrupción de nuevas maneras concebir las relaciones afectivas y de hablar de
ellas.
Las narraciones del yo no son impulsos personales hechos sociales, sino procesos sociales realizados
en el enclave de lo personal… Actualmente tenemos más de dos mil años de discursos acumulados
sobre el yo… por el momento, poseemos un vocabulario asombroso para caracterizar a los yoes
individuales pero que prácticamente enmudece en el discurso de la relacionabilidad (Gergen 1996.p.
263).
La noción de “afinidad” -como la discute Bauman (op.cit)- vino a cuestionar a las
relaciones
de
parentesco
predeterminadas
donde
no
existía
elección
posible,
reivindicando la “elección” (la capacidad y el poder de elegir) como valor existencial y
modo de posicionarse en el mundo; diferenciándose de los valores tradicionales y –por
tanto- impulsando el desarrollo de una nueva concepción relacional.
La “potencia” de la afinidad –en tanto núcleo de sentido- radicó en que sostenía (y es
sostenida) en el presupuesto de que se tiene capacidad de elección y, su fuerza
perturbadora provenía de su intención expresa de sustentar el compromiso relacional, en
algo diferente de los criterios de la “fuerza de la sangre y el linaje”, en las que se basaban
las elecciones del mundo tradicional.
A pesar de las inestabilidades propias de las decisiones basadas en “gustos y
rechazos”
la
afinidad
–como
valor-
construye
las
condiciones
para
la
intimidad/compromiso. Establecer vínculos de este tipo, no implica la renuncia al afán de
perdurabilidad, (como suponen los nostálgicos del parentesco como Bauman); el “solo por
hoy”, el “mientras nos elijamos”, es una audaz apuesta a “velerear la tormenta” que
convoca a convivir con la paradoja de que, cuanto mejor “funcione” la relación, más se
arriesga a descansar en las rutinas que adormecerán la “épica de la elección”, que fue
fundante de ese modelo relacional.
Los relacionamientos en los modelos “tradicionales”
comunicacionales
normalizadas,
padronizadas,
requerían de formas
protocolizadas,
que
regularan
cuidadosamente la distancia social (tanto entre géneros como entre generaciones) y estos
“estilos” eran congruentes con la “moral” de un Universo en el que la genealogía y la
comunidad; - la societas al decir de Zigmunt Bauman- convertían a la noción de
“intimidad” que hoy conocemos, en una anomalía.
Por su parte, las formas “modernas” de relacionamiento amoroso, al incorporar a los
sentimientos, las pasiones, las irracionalidades, como aspectos inherentes a ese mundo,
necesitaron –también- construir sus “estilos”; nuevas modalidades comunicacionales que
evidenciaran y legitimaran estas opciones relacionales.
Conversar mirándose a los ojos
(entre enamorados o entre adultos y niños); relegar el “Usted” a la condición de un
regulador -anticuado- de la distancia; habilitar el cariñoso contacto del cuerpo del otro
como algo deseable; legitimar los espacios de “charla” que faciliten el compartir “el mundo
íntimo” de/con otro; fueron transformaciones que generaron (y fueron generadas) por una
concepción novedosa de la intimidad.
Este “mundo” afectivo/relacional de la modernidad, fundamentalmente “empático”, se
construyó sobre formas de comunicación basadas en la “comprensión mutua” que
entraron en contradicción y perturbaron las que se basaban en protocolos y normas
preestablecidas.
En un modelo relacional regulado por normas y protocolos –
establecidos en el curso del tiempo-, los sujetos solo pueden ser “actores” sociales que
representan un guión que los trasciende, y que incrementa las certezas, seguridades y
des-responsabiliza al actor; pero que
deja poco margen para innovaciones y
particularidades.
¿Qué posibilidades de curiosidad puede existir sobre el/la otr@ persona, si lo
esperable era –precisamente- que no hubiera “sorpresas”; y si -en ese escenario socialtoda sorpresa o innovación podía ser sospechada como un acto de trasgresión y
desorden que necesitaba ser controlado y limitado?.
Para que hubiera lugar para la curiosidad y el deseo de conocer quién era “esa otra
persona” tenía que existir –previamente- un contexto en el que la singularidad y la
capacidad de elección fueran imaginables.
La legitimación del encuentro amoroso –basado en la afinidad, intimidad y confianza- no
podía sino perturbar las tradiciones al contraponer, a los eternos valores del “deber ser”,
aquellos inherentes al “encuentro”.
Existen –sin embargo- voces que cuestionan que tales “revoluciones” hayan sido tan
radicales como parecían; Brigitte Ouvry-Vial, editora del número especial de Mutations
con el sugestivo titulo de “Mariage, Mariages. Le scenario change, le mystere demeure”,
dice que
Las nociones de familia y pareja están imbricadas unas en otra, la oposición entre matrimonio (modelo
antiguo) y unión libre (modelo reciente) es un engaño: ya que siempre han coexistido a diversos
grados. De 1968 a 1980, se vio la aceleración de las presentes tendencias de la pareja. En todos
lados se constata, disminución de natalidad, desafección creciente respecto del matrimonio (...) las
mismas causas producen los mismos efectos: rechazo del encierro institucional, voluntad de vivir
según los sentimientos, rechazo de la injerencia cívica o religiosa en asuntos privados (p.21).
La autora acepta la idea que la legitimación de una nueva forma de relacionamiento
de pareja comenzó con el incremento de los cuestionamientos a los modelos
tradicionales, que también incluyeron una radicalización de los presupuestos propios del
amor romántico, empujando –así- al amor “moderno” hasta el extremo de su
transformación
Los primeros signos contrarios al matrimonio aparecieron en los años 60. El modelo de los 60 no es
sino una transición entre el casamiento clásico y el matrimonio contemporáneo, lógica y claridad
personales en el corazón del lazo matrimonial. En los años 60 –70, la nupcialidad sale de su edad de
oro. La familia occidental valora el matrimonio hasta 1970, fundado en el amor y la unión legal: la
elección sentimental del cónyuge lo diferencia del modelo anterior “patrimonial”. A principios de los 70,
(en Francia) el modelo “matrimonial” es el régimen general, el número de divorcio es bajo y la
fecundidad importante. A partir de los 70 se registra un aumento de divorcios y de uniones libres, la
fecundidad disminuye, se redefinen los lazos matrimoniales.
Hoy las exigencias del amor son menos compatibles con la idea de contrato matrimonial. El amor crea
las parejas pero el nuevo “matrimonio” es frágil e inestable, las expectativas afectivas, sexuales y
materiales no dan lugar al compromiso. Ya no hay un divorcio sino divorcios que se integran a la vida
familiar y con frecuencia es seguido por la unión libre. En los 70 aparece como antídoto (...) la
cohabitación que a partir de 1968 reemplaza al compromiso, después de lo cual la mitad de los jóvenes
se casan. La unión libre (cohabitación) sustituye al matrimonio integrando proyecto de hijos y
consolidación de la pareja a partir de fines de los 80’, el aumento de divorcios y de uniones libres
alcanza su punto máximo: la familia deviene una idea moderna en la que el Estado-providencia no
interviene. La unión libre que triunfa en los 80, heredera del matrimonio de inicio de la era industrial y
del concubinato obrero del siglo pasado, es la síntesis de sus dos orígenes y se elabora con un grado
de refinamiento sentimental y cultural nuevo. Esta evolución es paralela a la independencia femenina.
La vida en pareja se organiza en fases sucesivas, hoy cuenta la autenticidad de la relación vivida.
(p.23).
Rampage (2002), al revisar el impacto de las perspectivas de género en los estudios
acerca de la pareja, destacaba la fuerte impregnación política en el tratamiento de los
temas y, al considerar los logros (conceptuales, técnicos e institucionales) de esas luchas,
rescató el cambio ideológico que se produjo en lo que podía ser considerado como
“pareja” lo que contribuyó a la legitimación de la diversidad en las nuevas conformaciones
relacionales.
Si las parejas elegían no casarse, o no permanecer casadas, comenzamos a considerar que eran las
instituciones y no la gente las que necesitaban ser cambiadas. Por supuesto que esto incluía la
posibilidad para las parejas gay que querían casarse…[aunque] un cambio que las feministas están
aun esperando alcanzar es definir explícitamente al matrimonio y otras formas de relación de pareja
como relaciones entre iguales. (Rampage, 2002,p.26).
Esas conquistas aumentaron la libertad en la exploración de formas posibles de
conexión relacional, que comenzaron a sostenerse en valores como la equidad y el
balance de poder para construir nuevas formas de intersubjetividad (Olson,M.1997; Hoffman,
L.2001), sostenidas en la creación de una nueva concepción de “intimidad”.
En tanto “nodo de sentido” (Fuks, S. 2006) la intimidad se encuentra en el centro de los
análisis de las relaciones de pareja, sin embargo se trata de un concepto elusivo difícil de
definir y precisar7, ya que pertenece al mundo privado de la pareja; a un universo en el
que predomina una “cultura local” de características singulares. Esta “localidad” construye
un tipo de particularidad que, sin embargo, esta condicionada por factores de clase social,
de género, y la etapa del ciclo vital en la que se encuentren (tanto sus miembros como la
relación).
Esta forma “empática” de conexión relacional, se sostiene en morales y éticas “a la carte”
que perturbaron al momento socio-histórico en que irrumpieron y que, para poder llegar a
viabilizarse socialmente requirieron de la legitimación del “diálogo” como “forma”
comunicacional. Este “modo” de comunicarse parte de la premisa que, entre los seres
humanos, la comprensión, el intercambio y la colaboración son posibles; poniendo en
evidencia la importancia de los “estilos conversacionales” en la construcción y diseño de
las micro-culturas relacionales (Tannen, D.1996). La reinvidicación del “dialogo” (por
contraste con la “discusión” idealizada en la modernidad) permitió desbordar la visión del
hablar
“para
intercambiar
información”
desplegando
la
dimensión
organizadora/constructora de la comunicación: matriz de mundos relacionales en que se
condensan los valores y creencias, las visiones del mundo, y la ecología cultural de esa
relación y de su “mundo privado”.
En un recorrido por la noción de intimidad (como marco de transformaciones de las
relaciones de pareja) nos hemos encontrado con una red de “palabras claves” y “links”
como afinidad, elección, compromiso que, en sus interconexiones, cooperaron en la
producción de una nueva idea de “intimidad”8; y considerando que -en nuestra visión- esta
red de sentidos configura el “núcleo denso” de las visiones que motorizaron las nuevas
concepciones del amor “moderno”:
¿cuáles habrán sido elementos “nucleadores” en las transiciones desde estas hacia
las concepciones de pareja actuales, “postmodernas”?
El pasaje a la posmodernidad
En la década de los 90’, comenzó a hacerse notable el impacto que las
turbulencias culturales de la postmodernidad le proponían a las estructuras familiares y a
las relaciones de pareja; instalándose en la sociedad –progresivamente- un debate que
puso en cuestión (una vez mas!) a “La Familia” como estructura canónica.
Coincidente con estas discusiones, las perspectivas de género, clase social, cultura,
espiritualidad, se instalaron como marcos legítimos para la comprensión de los “nuevos
desafíos” de la época: la intolerancia (racial, religiosa, de género, generacional), los temas
7
En tanto se asuma una posición de respeto a la “otra” cultura, dificultad que desaparece si se asume una posición de “experto”
en el mundo de los otros.
de los márgenes aceptables de independencia en las relaciones; la(s) sexualidad(es) y
sus múltiples formas de expresión, la irrupción del “mundo virtual” como “otro” mundo
posible; y la expansión progresiva y acelerada de –casi- todas las fronteras (Giddens,A.
2000b).
Esta creciente revisión crítica de lo precedente afecto asimismo los estudios sobre las
relaciones de pareja –especialmente en el campo de la clínica- las “feministas”, los
“construccionistas sociales”, los “de-constructivistas”, alertaron acerca del riesgoso papel
“colonizador” de los modelos terapéuticos, convocando a una mirada autocrítica acerca
de las ideologías que las impregnan, de sus métodos, de los sistemas de formación y de
los ideales que –inadvertidamente- promueven.
En esa dirección, Gurman & Fraenkel (2002) señalaron como -en los “nombres”
utilizados- es posible reconocer las señales de los profundos cambios que han venido
sucediendo
El término “terapia de pareja” solo recientemente ha comenzado a reemplazar al tradicional y más
limitado término “terapia matrimonial”, y eso sucedió debido a que (aquel) enfatizaba la conexión entre
dos personas, sin ninguna de las asociaciones de valor, contenidas en la expresión tradicional. … La
palabra “pareja” intenta expresar compromiso, pero no matrimonio en el sentido legal. Con algunas
importantes excepciones (e.g. Lard & Green, 1996) la literatura y las prácticas clínicas relevantes, sea
que trabajen en prevención o en terapia, raramente incluyen el “compromiso” como una forma de
relación intima no tradicional (op.cit 203).
Los pilares del amor Moderno, aún impregnados de romanticismo, comenzaron a no
aportar opciones a los desafíos planteados en los escenarios sociales de finales del siglo
XX y, tal como entró en crisis el modelo del “hasta que la muerte nos separe”, también
comenzó a evidenciarse las grietas del ideal de las “almas gemelas” (Kreimer, 2005,
Ackerman, D. 1994) y de “la media naranja”, que encarnaron la utopía de la pareja como una
unidad autosuficiente. Tal como Zigmunt Bauman (op.cit) alerta…
La comunión de interioridades, basada en una revelación mutuamente inducida, puede ser el núcleo de
la relación amorosa. Pero... la comunión amorosa no está preparada para el mundo exterior, para
hacer frente a esas responsabilidades...
...el acuerdo, la comprensión y la soñada unidad de dos tal vez no estén fuera de alcance -en la isla del
amor- pero no ocurre lo mismo en el infinito mundo exterior.
Por su parte, Michel White (2006), sostenido en la mirada crítica de Michel Foucault
(1994), sostiene que -en el mundo Occidental contemporáneo- el casamiento heterosexual
ha sido privilegiado por encima de las otras formas posibles de relación, funcionando
como “ideal” que enmascaró y depreció a las otras alternativas…
Algunos investigadores... concluyeron que el privilegio de esa forma de relación es el resultado de una
limitación de (otras) formas de relaciones legítimas y autorizadas en los últimos siglos. (p.17)
La concepción que considera “pareja” a aquella relación restringida al matrimonio
8
Y cuyo tratamiento excede los límites de este trabajo.
estable, exclusivo, heterosexual, cohabitante, y enmarcado en la institución familiar,
contribuyó a naturalizar un modelo que promovió expectativas exageradas y que, según
White:
… los partícipes de una relación formada de acuerdo a esos patrones institucionalizados, aumentan
sus expectativas de ser todo el uno para el otro. Este es uno de los privilegios de una relación conyugal
ortodoxa... que impulsa la exclusión de, o la disminución de, la significación de otras formas de relación
en el desarrollo de la vida y de la identidad de cada uno.
Esta exclusividad está asociada a la idea de que los miembros de la pareja pueden esperar encontrar
uno en el otro la totalidad de lo que necesitan, para que de ahí surjan los fundamentos para una
existencia conjunta (op.cit.p.18).
Destacando lo valioso del intento de vivir de acuerdo a los propios criterios,
emergente en la Modernidad, el autor remarca la importancia de reconocer las ”poderosas
fuerzas sociales, económicas, políticas, legales e ideológicas que están en juego” no
limitando la construcción de la relación al voluntarista y romántico “contigo pan y cebolla”.
Estas “fuerzas” contribuyen a la desvalorización y descalificación de otras formas posibles
de relacionamiento, a partir de un “ideal” deseable de “normalidad”, generando –así- un
efecto “formateador” sobre la vida cotidiana,
Estas fuerzas también incitan a las parejas no-heterosexuales a imitar esa exclusividad, de modo de
conseguir -al menos- una pequeña dosis de normalidad en el mundo contemporáneo (op.cit.p18).
El intento normatizador y de control sobre las posibles desviaciones de ese ideal,
incluye no solo la implantación de la noción de “exclusividad” discutida por White (2006) y
el deseo de “comunión” mencionado por Bauman (op, cit. 2005), sino que deviene la
concretización del proyecto colonizador impulsado por la sociedad de consumo. El efecto
de disminución y/o empobrecimiento de la gama y diversidad de formas relacionales
posibles -sea generada por la fascinación del ideal o por el deterioro de los instrumentos
para la sociabilidad- promueve un círculo de: aislamiento, incremento de expectativas y
encierro/aislamiento de/en la relación de pareja, restringiendo posibilidades de
exploración de alternativas y el desarrollo de la creatividad necesaria para producir
nuevas opciones.
Desafíos actuales.
Al analizar el discurso, muchos investigadores operan con el supuesto no explicito de que todos los
hablantes proceden según líneas semejantes de interpretación, de modo que un ejemplo particular de
discurso puede considerarse representativo de cómo funciona para todos los hablantes… esto solo es
cierto en la medida en que se comparta el trasfondo cultural. En la medida en que el trasfondo cultural
difiera, es probable que difieran las líneas de interpretación y uso habitual de muchas estrategias
lingüísticas. (Tannen.1996: p.31)
Los modelos relacionales postmodernos en su busqueda de independencia y
autonomía promueven la movilidad y eventualidad de las conexiones y, cuando estos
valores se juegan en las relaciones de pareja se entrecruzan con fuerzas que tensionan
en direcciones contrapuestas.
Octavio Paz en su reflexión sobre “la llama doble”, intenta delinear algunos
ingredientes que articulan al Amor (romántico) y lo distinguen del Erotismo (Paz,O. 1997.
115.op.cit) resaltando, especialmente, la importante presencia de las tensiones entre las
relaciones de dominio y sumisión heredados del amor cortés. “Cultura” que entra en
turbulencia ante los ideales relacionales de la Modernidad Tardía que promovió la
autosuficiencia y la eventualidad relacional. Consideremos la versión que Paz nos dá del
amor, en comparación a los modelos que actualmente se les ofrece a las parejas jóvenes,
“El amor ha sido y es la gran trasgresión de Occidente. Como el Erotismo, el agente de la
transformación es la imaginación”…”…otra vez la transubstanciación: el cuerpo se vuelve voz,
sentido; el alma es corporal. Todo amor es Eucaristía”. (op.cit. p.120)
En la transición entre el amor Moderno (con su herencia romántica) y el amor de la
postmodernidad (que aún busca su diseño característico o –tal vez- su diseño sea la falta
de un diseño) de un lado están las construcciones imaginarias y la pasión dramática
inherente a su cuna romántica, a la que se agregan los valores fundacionales de la pareja
“moderna” como el derecho/deber de la elección y el supuesto de que las relaciones
deberían estar basadas en la afinidad.
La pareja actual se perfila como una construcción en la que se conjugan el ejercicio de la
tolerancia y el voluntarismo por una parte, y el aprendizaje del diálogo y de los pequeños
placeres cotidianos, por otra (Balan, 1997: p.229).
Tensando en dirección opuesta están los valores de autonomía, independencia, lealtad
consigo mismo, éxito laboral/profesional, placer inmediato y compromiso eventual a corto
plazo, propios de los ideales de la Modernidad tardía...
En el “escenario romántico”, lo imposible de la concreción del amor impregnaba de
poética la textura narrativa, (el obstáculo y la trasgresión de Paz), en equivalencia a
como, en el amor “moderno” la épica relacional se sostiene en la búsqueda de estabilidad,
la confianza en el futuro y el progreso y en el “compromiso mutuo” sustentando la idea de
“proyecto”9. En el amor posmoderno, el vértigo generado por la ilusión de una libertad
(casi) ilimitada, -el “zapping relacional”- es omnipresente en la trama narrativa de las
historias de amor actuales (Bauman,Z. 2005, Giddens, A. 2000b).
Con el fin (o el debilitamiento) del poder organizador de la Familia sobre la Pareja …
Las Iglesias han perdido gran parte de su poder temporal, La ganancia ha sido relativa: el Siglo
XX ha perfeccionado los odios religiosos al convertirlos en pasiones ideológicas. (Paz.O. op.cit.
p.118)
y a pesar de la ilusión/utopía Moderna de la “libertad de elección”, el papel que tenían la
“Institución Familia” y la Comunidad parece haber sido ocupado -en la sociedad de
consumo- por instrumentos formateadores como la TV (Ver Giddens, A. 2000). En los nuevos
9
Quien podía vivir en los setenta sin un “proyecto”? (de pareja, ideológico, profesional, etc.
escenarios, la reflexión acerca de los “temas de la vida” y los modos de darles sentido,
salió de las mesas familiares, los confesionarios y los consultorios psicoterapéuticos, y –
hoy- se exhiben como escenas centrales de la TV (talk shows, big brothers, reportajes,
telenovelas, y “expertos mediáticos” y magos de la liviandad argumentativa).
La sociedad, sin embargo, pareciera poder confrontar abiertamente temas que –anteseran privados e íntimos, como comenta una psicoanalista brasilera:
(Periodista): ¿Todavía hay espacio para el amor en los días actuales?
Regina Navarro Lins: La tendencia apunta hacia el aumento de las relaciones espontáneas y
efímeras. Va a haber una gran variedad de relaciones. Cada vez menos estamos regidos por el amor
romántico, aquel idealizado, de los cuentos de hadas. Entra en escena el amor basado en la
complicidad, la amistad.
(Periodista): ¿Cómo queda el tema de la fidelidad?
R.N.L: El reclamo de fidelidad va a comenzar a perder fuerza con ese nuevo concepto de amor. La
principal revolución será el fin de la exclusividad sexual. Existe un mayor número de personas
practicando sexo grupal, sexo de a tres, casas de swing. A medida que las censuras sociales
disminuyen, las personas comienzan a poner en práctica sus fantasías. Se vuelven más osadas.
(Periodista): ¿Y el casamiento, en medio de eso?.
R.N.L: Es posible que un mayor número de personas no quiera más estar encerrados en una relación
de a dos. Las personas van a buscar relaciones más abiertas, van a tener más compañeros.
Los comportamientos tradicionales no están dando respuesta y cada uno esta eligiendo la forma como
quiere vivir.
(O Globo. Segundo Caderno. 18 janeiro 2006. trad. personal)
En las sociedades de consumo, “posmodernas”, los escenarios se suceden
acompasados por las ilusorias imágenes de la TV que exhiben un mundo colorido y
brillante que (mientras se tenga el dinero necesario para consumir) parecen ofrecer
acceso a un absoluto e inmediato disfrute. Las relaciones “virtuales” (chats, sexo virtual,
second life, etc.) “confirman” que todo es posible e inmediato, con una capacidad ilimitada
de regulación de la distancia, el compromiso, los riesgos y la temporalidad.
A contracara –y del otro lado del espejo mágico-, aparecen las escenas
“apocalípticas” que anuncian un futuro (del planeta, de las sociedades, de las relaciones,
de los valores y creencias) que atemoriza, y convoca a la “nostalgia” de un pasado
“tranquilo” que hemos perdido10.
Los instrumentos de la unión yo-tú, por perfectos que sean… resultarán impotentes ante la variedad,
disparidad y discordia que separan a multitudes… manteniéndolos más proclives a los balazos que a
una conversación. Se requiere del dominio de técnicas diferentes cuando el desacuerdo es tan solo
una inquietud transitoria que pronto se disipará y cuando la discordia (subrayando la determinación de
autoafirmarse) se hace presente para quedarse por un tiempo indefinido. La esperanza del consenso
acerca a las personas y las insta a un mayor esfuerzo. La falta de fe en la unidad, alimentada por la
evidente ineptitud de las herramientas disponibles, aleja a la gente entre sí e impulsa a escapar de los
demás (Bauman.2005 p.53)
10
Y en la que se apoyan los fundamentalismos para proponer sus recetas conservadoras.
Las advertencias y amenazas de castigo, acompañaron la libertad para tener
relaciones sexuales con quien se elija; la epidemia de Sida no se detiene y da pié para
que fundamentalismos de todo tipo (religiosos, ideológicos o científicos) lancen desde sus
púlpitos, mensajes clamando arrepentimiento y el regreso a los sacrosantos valores de la
familia y del sexo domesticado.
El riesgo parece llegar de la mano de extrañas pestes que no respetan las fronteras
que –antiguamente- separaban las regiones “seguras” de las miserables; y la diosa Kali
puede tomar la forma de la destrucción ecológica o de la condena al infierno de la
soledad y el aislamiento.
El ideal de “conexión” se debate por aprehender la difícil y desconcertante dialéctica entre dos
impulsos irreconciliables. Promete una navegación segura… entre los arrecifes de la soledad y el
compromiso, entre el flagelo de la exclusión y la férrea garra de los lazos asfixiantes, entre el imparable
aislamiento y la atadura irrevocable (Bauman.2005: p.54).
Un panorama que es desplegado en un mundo crítico globalizado (Fuks, S. 2004), de
personas “libres” pero “aisladas”, de “homus-consumens”, al decir de apocalípticos como
Zigmunt Bauman y para quién, el ejemplo de ese destino está concretizado por las PSA
(parejas semi-adosadas),. ¿Qué son estas PSA?
Se trata de parejas a tiempo parcial. Aborrecen la idea de compartir la casa y prefieren conservar
separadas las viviendas, las cuentas bancarias y los círculos de amigos y compartir su tiempo y
espacio cuando tienen ganas… el viejo estilo del matrimonio “hasta que la muerte nos separe” –ya
desplazado por la… cohabitación del “veremos como funciona”- es reemplazado ahora por una reunión
de tiempo parcial y flexible (Bauman, p. 56).
Otras voces, mas “esperanzadas” ante las nuevas formas relacionales que “han
hecho estallar la sofocante burbuja de la pareja” (Bauman,Z.op.cit), intentando hacer las
cosas a la medida de “su gusto”; descreen de un destino “apocalíptico” y apuestan al
nacimiento de un neo-humanismo. Estas miradas –como las de Giddens- (op.cit), se
posicionan en una concepción de las crisis más próximas a las ideas de Morin, Von
Foerster y Prigogine, (Fuks, S. 1998) que, desde perspectiva sistémica del desorden y la
destrucción de estructuras y formas, sostienen la confianza de que el ser humano puede
transformar “la bosta, en abono” y reciclar —literalmente— los desechos, (materiales y
culturales), en posibilidades y riquezas.
Un beneficio innegable del mentado “fin de las ideologías” y del supuesto fracaso de las concepciones
que estructuraron los modelos vitales de las últimas décadas es el espacio abierto a la creatividad
personal y el llamado a la responsabilidad individual. (Balan, p.228)
En las relaciones de pareja, construidas –más allá de los vaivenes culturales- por
las dinámicas del amor y el deseo, los contextos que promuevan los juegos de
“invención/re-invención” de los sentimientos y del mundo íntimo (Fuks,S.I.1998) aunque
generen inestabilidad, inseguridad, impredictibilidad, también pueden aportar coherencia y
oportunidades de recreación de la relación.
Es en esa experiencia de construcción
conjunta de la “relación” donde se concretiza la vivencia de “autoría” que sus miembros
consiguen en el ejercicio de “reinvención” cotidiana de su relación.
“El sujeto, previamente vivido como poseyendo una identidad estable y unificada, se está volviendo
fragmentado, compuesto por una multiplicidad de identidades algunas veces contradictorias entre sí...
–por otro lado- las identidades que organizaban los paisajes sociales del “allá afuera” y que
aseguraban nuestra conformidad subjetiva con las “necesidades” objetivas de la cultura están entrando
en colapso, como resultado de los cambios estructurales e institucionales”... “Eso produce el sujeto
post-moderno… no teniendo una identidad fija, esencial o permanente. La identidad se vuelve una
“celebración móvil”: formada y transformada continuamente en relación a las formas por las cuales
somos representados o interpelados en los sistemas culturales que nos rodean” (Hall, 1987.p.12).
No obstante, sea en la ilusión de la libertad total o en las restricciones/prohibiciones
inherentes al amor romántico, la escena del “encuentro” amoroso siempre aparece en el
contexto de otras escenas que organizan su “nicho” cultural y, en consecuencia, los
desafíos mutan en función de las mudanzas de sus contextos. Complejo marco, que ha
hecho que las personas vivan como si “ese” -el mundo íntimo de la relación- fuera el
universo (eventual, provisorio, elegido a cada momento y por tanto infinito) y que puedan
aventurarse a fluir con su ecología social, delineando los límites culturales de un mundo –
a la vez- intimo y universal.
Conclusiones:
El debate sobre las formas actuales de las relaciones de pareja, parece presentar
algunos puntos recurrentes; interrogaciones acerca del papel actual del sexo/erotismo en
la construcción de (inter)subjetividad; la creciente soledad urbana; la singular
eventualidad de las conexiones amorosas; y el aceleramiento de las transformaciones
culturales que acompañan el retorno de los fundamentalismos y la intolerancia. Densas y
complejas inquietudes que aparecen atravesadas por la omnipresencia de la tecnología
en nuestras vidas y por la ilusión de una ilimitada interconectividad, generadora de
mundos virtuales inimaginados 20 años atrás (Piscitelli, A.2005).
Ante estos desafíos, tanto apocalípticos como esperanzados coinciden en que las
habilidades sociales y las capacidades comunicacionales necesitan ser reinventadas o
recreadas, ya que no existe margen para la aplicación automática de “recetas” heredadas
o de tradiciones “intocables”.
La necesidad de reinventar la relación, a medida que la realidad se vuelve mas
impredecible, conlleva la exigencia de revisar las formas de conversar/explorar las
posibles alternativas a la relación existente, y de reformular el “sentido de estar juntos”;
tareas estas, que exigen modos de cooperación singulares que algunas parejas logran
desenvolver por si mismas y otras no.
“Tradicionalmente” las soluciones, para aquellas parejas que no conseguían encontrar
vías alternativas para el formato de su relación, provenían del “capital” de conocimientos
acumulados con sus antecesores que –en un mundo de lenta mudanza- podían aportar a
los “nuevos intentos”, la sabiduría del pasado.
“Modernamente” el saber salió de púlpitos y mesas familiares y se concentró en la
Ciencia, de la cual la psicoterapia es una representante legítima. Las personas asumían
que la Ciencia iba a separar la “paja del trigo”, dejando de lado antiguas supersticiones y
las recetas de los abuelos; para ofrecer un “saber objetivo” al cual acceder a través de la
voz de los sacerdotes modernos: los científicos. (Menendez, E.1979; Parker, I.1999; Holzman,L. &
Mendez,R. 2003).
Con la caída de la fe en el omnímodo saber científico, la inaplicabilidad de las recetas
ancestrales y la aceleración de las transformaciones culturales que atropellan las ansias
de estabilidad y seguridad de las parejas…y teniendo en cuenta que esas turbulencias
nos atraviesan…
¿Que contextos facilitadores podemos ofrecer aquellos que (como los terapeutas de
pareja) intentan colaborar en esas transiciones11?. (Hoffman,L. 2001; Fuks,S.I. 1998,2004b).
¿Qué tienen para enseñarnos aquellas parejas que produjeron transformaciones y
lograron recrear sus relaciones12? (Fuks,S.I. 2006; Roth,S.1997; Rosas Vidal,E.1997;Shotter,J. 1993)
¿Como recreamos/reciclamos nuestras certezas “científicas” para poder acoplarnos a un
mundo incierto13 (Morin,E.1990; Argyris,C. & Schön,D. 1989; Clifford,J: & Marcus,G. 1986; Rapiso,R.
1996; Bruner,J. 1988)?
Apocalipsis o refundación utópica? el panorama pareciera suficientemente instigante
como para instalar el debate –también- entre los terapeutas de pareja; especialmente en
lo que hace a las condiciones de posibilidad, estilos, presupuestos, creatividades, y
valores que, en los intercambios con quienes consultan, amplían o clausuran
posibilidades de re-invención relacionales.
Lo importante no es llegar
Lo importante es el camino,
…
Lo importante es amar,
tan inmenso es el abismo
Lo importante es desear
y no ser un muerto vivo…
Fito Paez, “Eso que llevas ahí”. El mundo cabe en una canción. Rosario, 2006
11 ¿solo la confortable posibilidad de re-familiarizar la pareja, que nos tranquilizaría a todos?
12 y de las que no tenemos noticias porque –habitualmente-no llegan a los consultorios…
13 Si estamos atravesados por las mismas ansias de seguridad y estabilidad que las personas con las que estamos trabajando?
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