La capacidad que tenemos en el cerebro es

23/2/2015
El potencial oculto de la mente | EL PAÍS Semanal | EL PAÍS
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El potencial oculto de la mente
El cerebro tiene muchas más posibilidades y energía de lo que creemos
¿Por qué en vez de dedicarnos a dormirlas, no ponemos empeño en potenciarlas?
JENNY MOIX QUERALTÓ
Archivado en:
20 FEB 2015 - 18:27 CET
Psicología
Bienestar
Estilo vida
Ciencia
Daniel habla con fluidez 11 lenguas:
inglés, francés, finlandés, alemán,
español, lituano, rumano, estonio,
islandés, galés y esperanto. Pero lo más
increíble no es la cantidad, sino la
velocidad en aprender idiomas. Channel
Five le retó a aprender islandés en una
semana. Siete días después apareció en
televisión conversando en esta lengua.
En cambio, la rapidez de Stephen no se
encuentra en el aprendizaje de lenguas,
sino en la captación de todos los detalles
de un paisaje. Puede dibujar uno con
precisión fotográfica después de haberlo
visto solo un instante. En una ocasión
dibujó la totalidad del centro de Londres
ILUSTRACIÓN DE ANNA PARINI
después de sobrevolar la ciudad en
helicóptero. ¿Son los cerebros de Daniel
Tammet y Stephen Wilshire máquinas engrasadas y perfectas? En realidad no: sus cerebros están
defectuosos. La epilepsia y el síndrome de Asperger acompañaron a Daniel en su infancia. Y Stephen
también es autista.
Quizá uno de los autistas más conocidos fue Kim Peek. El personaje que
interpretó Dustin Hoffman en la película Rain Man está inspirado en él.
Nació con macrocefalia, un daño permanente del cerebelo, y con agenesia
del cuerpo calloso (carecía de la principal conexión entre los dos
hemisferios del cerebro). Peek recordaba el 98% de los 12.000 libros que
había leído, leía dos páginas en ocho segundos. Usaba cada ojo para leer
una página distinta como si se tratara de un superhéroe de un cómic. Era
solo uno de sus “superpoderes”.
Resulta una gran paradoja que cerebros defectuosos sean los asientos
neuronales de prodigiosas habilidades. ¿Nos están diciendo algo sobre
cómo el resto de los mortales podríamos aumentar nuestras capacidades?
Daniel, Stephen y Kim son lo que se denomina savant –o antiguamente
idiot savant–, ya que suelen poseer un coeficiente intelectual muy bajo y,
paralelamente, unas habilidades sobresalientes. Pero ¿de dónde surgen
las facultades extraordinarias de los savants?
Los estudios indican que los savants presentan alguna forma de
disfunción en el hemisferio cerebral izquierdo, lo cual facilita la actividad
del derecho. El izquierdo es el conceptual, el que pone etiquetas, el que
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La
capacidad
que
tenemos en
el cerebro es
probablemente
muy
superior a lo
que
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razona, el que filtra con la lógica, el lingüístico (el que nos habla
constantemente), el que va hacia el pasado y hacia el futuro. En cambio, el
derecho está en el ahora, es creativo. Al funcionar sin lógica, tiene más
facilidad para captarlo todo tal cual es sin filtrar y para hacer conexiones
no racionales con toda la información. De alguna forma, el izquierdo­
lógico está constantemente coartando o limitando las capacidades del
derecho­creativo. Por lo que si el izquierdo deja de funcionar
correctamente, el derecho se libera, y con él, el
genio.
creemos”
Francisco J.
Rubia
Jill Bolte es una neurocientífica que vivió con su hemisferio izquierdo desconectado a consecuencia
de un derrame sanguíneo. Al sufrir el ataque, Jill sintió un terrible dolor detrás del ojo izquierdo, no
podía hablar, coordinar, ni siquiera podía pensar con claridad. Vivió un auténtico martirio si nos
limitamos a calificarlo “desde fuera”. Paradójicamente, su experiencia vista desde dentro, tal como
ella la describe, fue maravillosamente extraordinaria. Sintió una paz no humana, ajena a cualquier
asomo de sufrimiento. Al desconectarse su hemisferio izquierdo, el que habla, sintió el silencio. No
había estrés, “nadie” le recordaba vivencias tristes o le anticipaba situaciones preocupantes. Silencio,
paz. Incluso se acalló esa voz que nos dice “este soy yo”. Al mirar su cuerpo, no veía los límites. “Miré
mi brazo y me di cuenta de que no podía delimitar los límites de mi cuerpo. No podía definir dónde
empezaba y dónde terminaba. De alguna forma, los átomos y moléculas de mi brazo se mezclaban
con los átomos y moléculas de la pared. Solo sentía esa energía”. Según sus palabras, se sentía
enorme y expansiva, fuera de los límites de su cuerpo. Una auténtica experiencia mística vivida por
una reputada científica del cerebro humano. Después de ocho años de recuperación, actualmente se
dedica a impartir conferencias, escribir libros y realizar investigaciones sobre este tema, por lo que la
revista Time la nombró una de las cien personas más influyentes del mundo en 2008.
Para aumentar nuestras capacidades, nuestro rendimiento, los humanos
nos hemos dedicado a inventar herramientas tecnológicas. Es como si,
poco a poco, el ordenador, el teléfono o el GPS constituyeran una
extensión de nuestro cerebro. Si miramos al futuro, parece que cada vez
seremos más dependientes de toda esta tecnología. Utilizaremos menos
nuestras propias capacidades de orientación, cálculos matemáticos,
memoria… La ampliación de nuestras capacidades la buscamos “fuera”,
cuando quizá se encuentre “dentro”. Nuestro propio cerebro posee unas
facultades inimaginables y, en lugar de despertarlas, nos estamos
dedicando a dormirlas.
El cerebro
no es un
vaso por
llenar, sino
una
lámpara
por
encender”
Mientras los humanos nos hemos centrado en diseñar radares cada vez
más potentes, los delfines han evolucionado y en su cerebro han creado
un escáner más potente que cualquiera de nuestras invenciones. Nos
hemos concentrado en “tener” y hemos descuidado el “ser”. Hemos
mirado hacia “fuera”, en lugar de hacia “dentro”, olvidando que nosotros
también tenemos radar interno. Las investigaciones de Beatrice de Gelder,
neurocientífica de la Universidad de Tilburg, muestran cómo personas
con ceguera cortical son capaces de sortear objetos al andar, aunque no
Plutarco
los vean, porque nuestras neuronas saben funcionar como un auténtico
radar. Sin embargo, la mayoría de nuestras inversiones económicas en
investigación no se dirigen a aumentar esa capacidad, sino a inventar ayudas externas. Igual que se
dirigen a diseñar medicamentos para eliminar enfermedades y se presta muy poca atención al ya
demostradísimo efecto placebo. Esto es, a la capacidad que poseen nuestras propias creencias para
curarnos a nosotros mismos.
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No imaginamos el enorme potencial de nuestro inconsciente. En la película Sin límites, el
protagonista, gracias a la ingestión de una droga, logra realizar auténticos prodigios. La esencia de
esa droga es que le permite acceder a toda la información guardada en su inconsciente. Todo lo que
hemos vivido, aunque no lo recordemos, está allí. La prueba cotidiana es que al ver una película,
podemos darnos cuenta de que hace muchísimos años que la vimos, pero si nos hubieran preguntado
por ella, quizá nos hubiera sido imposible recordarla. Esto es, podemos reconocer muchas cosas
como vistas, leídas, vividas, oídas… que no podemos recordar. Están allí, pero nos resulta imposible
acceder. Es más, en nuestro inconsciente existe información que quizá nunca hemos sido conscientes
de captar, ya que lo hemos hecho de forma subliminal. Nuestro inconsciente es nuestro sabio
interior. Sabe mucho más que nosotros. Si lográramos comunicarnos con él, nos pasaría como al
protagonista de la película: nuestras capacidades se verían multiplicadas de forma asombrosa. Nos
pasaría como a algunos savants: con leer un libro una vez, ya lo tendríamos allí accesible para
siempre.
Nos movemos en un océano de información. El cerebro capta a cada
instante volúmenes ingentes de datos a través de todos sus sentidos. Esa
información, para poder ser operativa y útil, debe ser ordenada y
esquematizada. Y a eso se dedica nuestra lógica. Y esa misma lógica que
nos ayuda, al mismo tiempo nos bloquea. Nos impide ir a los datos crudos
del inconsciente, nos impide mezclarlos de forma irracional y ser más
creativos. De alguna forma hemos de aprender a no apoyarnos tanto en
nuestro hemisferio izquierdo­lógico. Acallar ese parloteo constante de este
hemisferio lingüístico. Y como siempre, acabamos donde empezamos;
esto es, en los consejos de los sabios más antiguos: es esencial aprender a
silenciar la mente. ¿Vamos a permitir que nuestro sabio interior continúe
dormido o vamos a despertarlo?
En nuestro
cerebro
dormitan
capacidades
insospechadas”
Allan W. Snyder
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