El pasmo de ser hombre

El pasmo de ser hombre
Octavi Fullat
El hombre no acaba en lo que es hoy y mañana, sino a esto
añade el “poder ser”, la capacidad de proyectar proyectándose. La filosofía de Octavi Fullat puede resumirse en: a. Toda
filosofía de la educación se fundamenta en una visión antropológica; b. Fenomenológicamente la educación es violencia y
erótica; y c. La paideia es a la vez social y existencial.
ISBN: 978-607-9055-09-7
Contenido
Octavi Fullat
Octavi Fullat Genís constituye una figura de referencia en el campo de la
Filosofía de la Educación
contemporánea.
Sus trabajos e investigaciones, así como su tarea docente universitaria,
configuran un itinerario
de excelencia orientado en todo momento a
resistir a las ideologías
dominantes. La libertad
será uno de los temas claves de su pensamiento.
(http://www.octavifullat.
com/inicio.php)
El Instituto Superior del
Estado de México agradece todas las facilidades
de Octavi Fullat para publicar las presentes obras
que, sin lugar a dudas, enriquecerán la dicusión y
cpmprensión de los procesos educativos actuales.
Antropología teleológica: Entre naturaleza y
civilización; El tema del hombre; Discurso,
sentimiento y libertad; Teleología del animal
desgraciado; Problemas antropológicos del valor.
Axiología de la educación: El animal de irrealidades;
Violencia y erótica; Del animal insuficiente a los
valores; Muerte y finalidades; El fracaso de los
valores educativos; Los valores de Occidente;
Epílogo sobre los límites del método.
Introducción
El ser humano es esto —e.g. bazo y bioquímica del cerebro— y aquello —e.g. conocimientos físicos y sentimientos filantrópicos—. Es estas cosas de igual suerte
que la hormiga es estructura ganglionar sencilla. Pero el hombre no acaba en lo
que es hoy y mañana, sino que a esto añade el «poder-ser», añade la capacidad
de proyectar proyectándose. Esta capacidad anda ciertamente condicionada por
la herencia biológica, por la psicología profunda y por la herencia cultural; tales
condicionamientos no anulan, sin embargo, el que el hombre también sea lo que
puede ser.
Vivimos inexorablemente en situación. Ésta con su realidad nos desazona
y nos ponemos entonces a proyectar irrealidades.
Lo que hay con lo que somos, hemos sido y vamos a ser de forma indefectible,
nos causa insatisfacción. Uno puede instalarse en esta última de dos maneras:
desesperadamente y también cínicamente. Resulta además posible vivir la insatisfacción como trampolín que nos hace nacer la esperanza en lo que colma y todavía no tocamos. Valores.
El jabalí queda incrustado en su contorno a
base de «estímulos-respuestas». A un estímulo,
una sola respuesta. Macizo. El hombre, aparte
de esto, disfruta también de otra estructura conductual: «un estímulo-varias respuestas-pasmovalores-la respuesta». El ser humano no está
empotrado del todo en su medio. Posee un espacio en el que vagabundea inseguro buscando
seguridades. El hombre es una bestia abierta
permanentemente a los valores; ¿a cuáles? Crisis
persistente.
Se perfilan desde el pretérito lejano dos
paradigmas antropológico-axiológicos. Uno
optimiza al hombre como robot, como máquina
eficaz en la sociedad; el segundo lo hace modélico en la medida en que el hombre se planta
autónomo e independiente. Dos hontanares de
axiología harto contrapuestos: el primero valora el ser humano en cuanto éste se socializa; el
otro lo dignifica en tanto pretende ser él en vez
de perderse en el «se» colectivo y anónimo.
Hay momentos de la Historia en que la crisis axiológica estructurante del hombre queda
manifiesta y salta a la vista de cualquiera. El
nuestro es uno de los momentos indicados.
¿Qué hacer en tal encrucijada?; pues vivir de
la «kri-sis» —palabra griega que -significó decisión—. Y ¿qué elegir? Ésta es la faena de cada
quien. Dado, no obstante, que no resulta prudente decidirse absurdamente, vale la pena servirse antes del diálogo.
Ante la educación, al pronto sólo se me
ocurre soltar que no se trata de un tema obvio.
Incluso el discurso que pretende esclarecerla
es, él, educación. Lo primero y más seguro que
podemos afirmar de la educación es -que se
trata, para empezar, de una palabra: el vocablo
educación. Tanto el lenguaje coloquial como el
especializado incorporan el término educación
en sus léxicos.
La educación es por de pronto un significante. Alcanzo a descubrir en éste dos direcciones
semánticas troncales y opuestas. Por un lado
educación designa «lo-ya-hecho» o «aquelloimaginable-como-ya-hecho». Pongamos el
aprendizaje de la lectura por parte de unos escolares. Es cuestión de lo dado, sea en presente,
en pretérito o bien en futuro —que es lo dado
como prefabricado—. La percepción, la retentiva y la imaginación son las tres instancias que
captan lo educacional como aquello que está
ahí o pudiera estar.
Este significado troncal de educación apunta
hacia hechos, o posita, que asaltan la aísthesis
—sensación— y la empeiría —percepción—. El
talante positivista aborda estas realidades educacionales. El fenómeno educativo es desde tal
perspectiva un proceso terminable y eficaz —o
en su caso ineficaz—. Y ¿cuál es la constante
que indefectiblemente se descubre en no importa qué acto educador así inteligido?; pues
precisamente la violencia. Violencia mutua e inesquivable entre educador y educando. La violencia constituye una categoría de la educación
entendida, ésta, como algo dable. El hecho educativo es una técnica —tekhne— que trabaja
sobre la conducta de seres humanos en vez de
hacerlo sobre la piedra, el vegetal o la bestia.
La educación es aquí algo objetivo y ámbito en
consecuencia tanto de la ciencia como de la
tecnología. La educación es en tal supuesto ser;
es decir, bulto. Los criterios de «verdad-error»
y de «acierto-desacierto» resultan pertinentes
en tal entidad de lo educacional.
La violencia ejercida tanto por el educador
como por el educando señala siempre objetivos
pedagógicos o proyectos educativos políticos.
Llamo en tal circunstancia ideología al marco
teórico pseudolegitimador de la violencia educacional.
Frente a este significado troncal de educación se planta otro que en nada se le asemeja
y que dará origen a otra modalidad de significados, opuestos a las distintas significaciones que
se derivan de la anterior comprensión. Educación denomina ahora «lo que queda sin falta
por-hacer»; significa «lo-educacional-siempreposible».
En tal significado educación no señala aquello
que se hace presente al sentido, sino aquello
que se presenta a la conciencia significante. Se
descubre la categoría desiderativa, la estructura
siempre abierta del proceso educador. La educación es de esta guisa constitutivamente erótica —del Eros platónico—. El fenómeno educativo pasa a ser desde este aspecto un proceso
interminable y felicitante. La educación busca
aquel objetivo que sacia hasta tal extremo que
hace ya inútil todo acto educativo. Éste ya no es
el ámbito del «ser», sino el del «poder-ser». La
insatisfacción más la esperanza se convierten
en los criterios que indican que uno se encuentra en el buen camino. La educación en tal traza
no es objeto ni de ciencia ni de técnica, sino únicamente de metafísica. No interesan ni los objetivos, ni los proyectos; únicamente preocupan
las finalidades educativas. La utopía es 1 marco
teórico de referencia inesquivable ante enfoque
tan erótico y antinatural.
En este libro abordo la erótica educativa.