Prevalencia, tipo de epilepsia y uso de fármacos antiepilépticos en

ORIGINAL
Prevalencia, tipo de epilepsia y uso de fármacos
antiepilépticos en atención primaria
Elena Fernández-Suárez, Rubén Villa-Estébanez, Alberto García-Martínez, José A. Fidalgo-González,
Ahmad A. Zanabili Al-Sibbai, Javier Salas-Puig
Introducción. La epilepsia es una enfermedad con gran repercusión social y económica. La prevalencia debería ser usada
como la base más importante para planificar la prevención secundaria y terciaria.
Objetivos. Identificar los pacientes con diagnóstico de epilepsia en un centro de atención primaria y determinar la prevalencia, las características demográficas, el tipo de síndrome epiléptico y el uso de los fármacos antiepilépticos.
Pacientes y métodos. Estudio descriptivo transversal retrospectivo. Incluyó 196 pacientes con diagnóstico de epilepsia
pertenecientes a un centro de salud y revisión de la historia clínica hospitalaria, con el estudio de las variables sociodemográficas y clinicofarmacológicas.
Resultados. Prevalencia de epilepsia: 8,4/1.000 habitantes. Edad media: 50,3 años. Sexo: 52,6%, hombres. Ámbito: 79,6%,
urbano. Antecedentes familiares de epilepsia: 14,8%. Tipo de epilepsia: focal sintomática por ictus (14,3%), generalizada
idiopática (13,8%), focal criptogénica (8,7%), no clasificada (31,1%). Edad media al inicio de la crisis: 31,6 años. Comorbilidad neurológica o psiquiátrica: 62,8%. Última revisión: el 18,9% sin tratamiento antiepiléptico, el 56,6% en monoterapia
y el 24,5% en politerapia. Libres de crisis: 76,5%. Fármacos más prescritos: ácido valproico, carbamacepina, fenitoína, lamotrigina y levetiracetam. Un 78,6% sin efectos secundarios. Fallecimiento: 4,1%.
Conclusiones. La prevalencia de pacientes con epilepsia fue de 8,4/1.000 habitantes y predomina la focal sintomática por ictus.
Casi un tercio de los pacientes refería algún factor desencadenante de crisis, principalmente consumo de alcohol o fiebre.
Predomina la monoterapia, los efectos secundarios son escasos y, en la última revisión, la mayoría se hallaba libre de crisis.
Palabras clave. Efectos adversos. Epilepsia. Factores precipitantes. Fármacos antiepilépticos. Prevalencia. Tipo de crisis.
Introducción
La epilepsia es una enfermedad neurológica crónica
con gran repercusión social y económica, caracterizada por la presencia de episodios recurrentes denominados crisis epilépticas. Éstas son descargas
paroxísticas, hipersincrónicas, excesivas e incontroladas de un elevado número de neuronas. La definición propuesta por la Liga Internacional Contra la
Epilepsia (ILAE) considera que la epilepsia ‘es una
alteración cerebral caracterizada por la predisposición permanente para generar crisis epilépticas y
por las consecuencias neurobiológicas, cognitivas,
psicológicas y sociales derivadas de esta condición’,
y su diagnóstico es posible tras una sola crisis aislada, no provocada [1]. Los criterios que determinan
un síndrome epiléptico no sólo dependen del tipo
de crisis, sino también de la semiología, la edad de
inicio de los síntomas, la existencia de factores precipitantes, los antecedentes familiares, los antecedentes neurológicos, las anomalías del electroencefalograma, la neuroimagen, la etiología, la respuesta
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al tratamiento y el pronóstico. Su etiopatogenia es
diversa, lo que puede explicar las diferencias importantes que se observan en la respuesta al tratamiento antiepiléptico y en el pronóstico.
La prevalencia de la epilepsia oscila es de 4-10
casos por 1.000 habitantes, según el tipo de estudio,
la metodología empleada y el país [2]. La curva de
incidencia tiene dos picos, uno en la primera década
de la vida y otro en la séptima. En países desarrollados, la incidencia anual de epilepsia es de unos 500
casos por 100.000 habitantes por año. Los datos de
países subdesarrollados muestran cifras más elevadas a consecuencia del alto número de lesiones cerebrales perinatales, traumatismos craneales e infecciones bacterianas y parasitarias. Los pacientes
con epilepsia sufren una morbilidad incrementada
que deriva fundamentalmente de la iatrogenia de los
fármacos y de los accidentes durante las crisis. La
mortalidad también está aumentada pero se debe,
principalmente, a la causa de la epilepsia.
Los objetivos del presente estudio son: identificar a los pacientes con diagnóstico de epilepsia en
Servicio de Neurología; Hospital
Universitari Vall d’Hebron; Barcelona
(J. Salas-Puig). Servicio de Neurología
(A. García-Martínez); Servicio de
Medicina Física y Rehabilitación
(J.A. Fidalgo-González); Servicio
de Angiología y Cirugía Vascular
(A.A. Zanabili Al-Sibbai); Hospital
Universitario Central de Asturias.
Atención Primaria Área IV
(E. Fernández-Suárez, R. VillaEstébanez); Oviedo, Asturias, España.
Correspondencia:
Dra. Elena Fernández Suárez.
Centro de Salud El Cristo. Álvaro
Flórez Estrada, 21. E-33006 Oviedo
(Asturias).
E-mail:
[email protected]
Aceptado tras revisión externa:
16.02.15.
Cómo citar este artículo:
Fernández-Suárez E, Villa-Estébanez R,
García-Martínez A, Fidalgo-González
JA, Zanabili Al-Sibbai AA, SalasPuig J. Prevalencia, tipo de epilepsia
y uso de fármacos antiepilépticos
en atención primaria. Rev Neurol
2015; 60: 535-42.
© 2015 Revista de Neurología
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E. Fernández-Suárez, et al
Figura 1. Rango por edad de los pacientes.
Se realizó un análisis descriptivo univariante e
inferencial mediante chi al cuadrado para variables
cualitativas y t de Student o ANOVA para las cuantitativas. Los resultados se presentan con su intervalo de confianza al 95% (IC 95%). Para el proceso
informático se empleó el programa SPSS v. 15.0.
Resultados
un centro de atención primaria y determinar la prevalencia, analizar el tipo de epilepsia de los pacientes, establecer las características demográficas de la
población con diagnóstico de epilepsia y analizar el
uso de los antiepilépticos en estos pacientes.
Pacientes y métodos
Estudio descriptivo transversal retrospectivo en el
ámbito de atención primaria ubicado en el Centro
de Salud El Cristo (Oviedo). Se incluyó como participantes a todos los pacientes con diagnóstico de
epilepsia pertenecientes de forma activa a este centro de salud, que en ese momento (enero de 2009)
atendía a una población total de 23.244 usuarios, de
los cuales 19.227 (82,7%) pertenecían al municipio
de Oviedo y 4.017 a los consultorios periféricos de
ámbito rural, y cuya historia clínica se gestionaba a
partir del soporte informático OMI-AP. Posteriormente se analizó su historia clínica en el archivo del
Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA).
De todos los pacientes se recogieron variables
sociodemográficas: edad actual y edad de inicio de
la epilepsia, sexo y ámbito (urbano o rural), además
de variables clinicofarmacológicas: antecedentes familiares de epilepsia, tipo de crisis al inicio y durante la evolución, tipo de síndrome epiléptico, factores precipitantes de las crisis, frecuencia de crisis
epilépticas al inicio y en el último control, mayor
período de tiempo sin crisis, comorbilidad neurológica y psiquiátrica, tratamiento antiepiléptico y efectos secundarios, ingresos por epilepsia en los servicios de neurología o urgencias y, en los fallecidos,
causa de la defunción.
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A partir de una muestra inicial de 233 pacientes
con epilepsia pertenecientes al Centro de Salud El
Cristo o sus periféricos (Trubia y Las Caldas), se revisaron 218 historias en el HUCA. Quince historias
se consideraron pérdidas al no poder localizarse en
el archivo. En 22 historias no aparecía diagnóstico
de epilepsia o historia de neurología, por lo que al
final se obtuvo una muestra de 196 pacientes.
La prevalencia de epilepsia fue de 8,4/1.000 habitantes. La edad media de los pacientes en el momento del estudio fue de 50,3 años (IC 95%: 46,8553,69 años) (Fig. 1), 93 (47,4%) de los cuales eran
mujeres y 103 (52,6%), hombres. El 79,6% (n = 156)
de ellos pertenecía a un centro urbano, mientras que
el 20,4% (n = 40) se hallaba en un entorno rural.
Veintinueve pacientes (14,8%) referían algún familiar con epilepsia, de primer grado el 5,1% (n = 10)
y de segundo grado el 9,7% (n = 19).
La edad media al inicio de las crisis fue de 31,6
años (IC 95%: 27,81-35,38 años), con un rango entre el primer año de vida y 95 años. La mayoría comenzó en las dos primeras décadas de la vida.
Los tipos de crisis más frecuentes al inicio fueron crisis parciales secundariamente generalizadas
en 73 pacientes (37,2%), crisis tonicoclónicas generalizadas en 62 (31,6%) y crisis parciales complejas
en 25 (12,8%) (Tabla I).
La frecuencia de las crisis en el momento del diagnóstico fue: anual, en 83 pacientes (42,3%); mensual,
en 69 (35,2%), y 33 (16,8%) sufrieron una única crisis.
El tipo de epilepsia predominante fue la epilepsia focal sintomática (38,8%), fundamentalmente por
ictus (14,3%), seguida de la epilepsia generalizada
idiopática (13,8%) y la focal criptogénica (8,7%). El
31,1% de los pacientes tenía una epilepsia inclasificable (Tabla II).
Referían algún factor precipitante de las crisis 58
pacientes (29,6%): ingesta de alcohol, 14 pacientes
(7,1%); fiebre, 14 (7,1%); incumplimiento del tratamiento antiepiléptico, 13 (6,6%); estímulo visual, 12
(6,1%); alteración del sueño, nueve (4,6%); consumo
o privación de fármacos, siete (3,6%); actividades
práxicas, seis (3,1%); y consumo de drogas (principalmente cocaína), cuatro (2%).
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Epilepsia en atención primaria
Entre los antecedentes personales, el 70,3% tenía
comorbilidad neurológica y el 29,7%, patología psiquiátrica asociada, destacando fundamentalmente
la enfermedad cerebrovascular, la depresión y la encefalopatía infantil (Fig. 2).
En la última visita en la consulta de neurología,
el 76,5% estaba libre de crisis. El 18,9% de los pacientes estaba sin tratamiento antiepiléptico, el 56,6%
de ellos seguía con monoterapia y un 24,5% precisaba politerapia. Los fármacos antiepilépticos más
utilizados fueron: ácido valproico, carbamacepina,
fenitoína, lamotrigina y levetiracetam (Fig. 3). En
relación con los efectos secundarios atribuibles a
los fármacos antiepilépticos, el 78,6% de los pacientes no refirió ninguno y el 21,4% describió efectos
neuropsiquiátricos (mareo y alteraciones de conducta), dermatológicos (prurito y reacciones cutáneas en general), digestivos (náuseas y vómitos), hematológicos (pancitopenia) o cardiorrespiratorios (pa­
rada cardiorrespiratoria, arritmia).
Respecto al número de ingresos en el servicio de
neurología, el 27,8% de los pacientes precisó más
de un ingreso y el 46,9% acudió en más de una ocasión a urgencias como consecuencia de su epilepsia.
Fallecieron ocho pacientes (4,1%). Las causas de
fallecimiento fueron: tres por enfermedad cerebrovascular, dos por cáncer de pulmón, dos por neumonía y uno por síndrome coronario agudo.
El tiempo medio de evolución de la epilepsia fue
de 16,1 años (IC 95%: 13,76-18,5 años), con un rango entre seis meses y 71,3 años.
En el estudio comparativo se observó de forma
estadísticamente significativa (p = 0) que las crisis
parciales y las crisis generalizadas tonicoclónicas se
relacionan con una edad media de inicio mayor que
la de las crisis mioclónicas, atónicas y ausencias, y
que la epilepsia focal sintomática se vincula a una
edad media de inicio mayor (41 años), mientras que
la epilepsia generalizada sintomática se relaciona
con una edad media menor (7,1 años).
La epilepsia generalizada criptogénica y generalizada sintomática no se asocia a factores precipitantes de las crisis. La epilepsia generalizada idiopática se relaciona más con un factor precipitante
lumínico (p = 0), aunque también influyen en ésta
desencadenantes como incumplimiento terapéutico, alteraciones del sueño y consumo de alcohol.
Los pacientes con epilepsia generalizada criptogénica y focal idiopática son los que con mayor frecuencia están sin tratamiento en el último control.
Los pacientes con epilepsia focal criptogénica, generalizada idiopática, focal sintomática e inclasificable se encuentran fundamentalmente en monoterapia. Los pacientes con epilepsia generalizada sin-
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Tabla I. Tipo de crisis de inicio de los pacientes epilépticos (n = 196).
Generalizada tonicoclónica
Mioclónica
62 (31,6%)
4 (2%)
Tónica
1 (0,5%)
Ausencia
11 (5,6%)
Atónica
4 (2%)
Parcial simple
16 (8,2%)
Parcial compleja
25 (12,8%)
Parcial secundariamente generalizada
73 (37,2%)
Tabla II. Clasificación del tipo de epilepsia (n = 196).
Generalizada idiopática
27 (13,8%)
Generalizada criptogénica
3 (1,5%)
Generalizada sintomática
7 (3,6%)
Focal idiopática
5 (2,6%)
Focal criptógena
17 (8,7%)
Focal sintomática
76 (38,8%)
Ictus
28 (14,3%)
Esclerosis mesial temporal
6 (3,1%)
Meningoencefalitis
9 (4,6%)
Traumatismo craneoencefálico
10 (5,1%)
Trastornos del desarrollo cortical
10 (5,1%)
Tumor
13 (6,6%)
No clasificada
61 (31,1%)
tomática reciben politerapia con dos o más fármacos (p = 0) (Fig. 4).
La comorbilidad se encuentra en todos los afectos de epilepsia generalizada sintomática, además
de apreciarse en los casos de epilepsia focal sintomática, idiopática y criptogénica (p = 0,01).
Discusión
Los estudios epidemiológicos son necesarios para
establecer las prioridades de salud pública y el cui-
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E. Fernández-Suárez, et al
Figura 2. Comorbilidad neurológica y psiquiátrica de los pacientes estudiados.
dado de la salud, para proporcionar la información
necesaria para la prevención, detección temprana y
el tratamiento, para identificar la educación y las
necesidades del servicio, y para promover una atención sanitaria eficaz y programas de apoyo a las
personas con epilepsia [3].
En cuanto a aspectos metodológicos, las diferencias empiezan en el momento de definir la epilepsia
o de determinar los períodos en los que se estimará
la incidencia o prevalencia. En 1993, la ILAE definió la epilepsia co­mo una condición caracterizada
por crisis epilépticas recurrentes (dos o más) no
provocadas por una causa identificable inmediata.
Múltiples crisis en 24 horas o el estado de mal epiléptico se consideran un solo evento. Sin embargo,
estudios de incidencia y prevalencia incluyen también los casos que sólo han sufrido una crisis no
provocada, cualquier crisis afebril o crisis febriles.
Por otra parte, la identificación de patologías como
el ictus o los tumores cerebrales, que hacen muy
probable que el paciente sufra nuevas crisis tras la
primera y que, por tanto, se podrían beneficiar de
538
un tratamiento temprano, ha hecho que la definición
de epilepsia haya cambiado y se incluyan pacientes
con una sola crisis, pero con hallazgos de una predisposición duradera a padecer nuevas crisis [1].
Estudios como el realizado por Hauser et al [4]
en Estados Unidos refirieron una prevalencia de
6,8/1.000. Pradilla et al [5] encontraron una pre­
valencia en Colombia de 10,3/1.000. En el estudio
realizado en una población rural de Islandia, Olafsson et al [6] refirieron una prevalencia de 4,8/1.000.
En España, el estudio llevado a cabo en el noroeste
de Madrid por Luengo et al [7] demostró una prevalencia de 4,1/1.000. En este estudio, debemos tener en cuenta la limitación en el tamaño muestral y
que no se incluyeron población infantil ni pacientes
con una única crisis. En el estudio de Benavente et
al [8] realizado en Huesca, la prevalencia de la epilepsia en la población adolescente, entre los 10-19
años, fue de 6,3/1.000. En el estudio de GarcíaMartín et al [9] realizado en Málaga, la prevalencia
fue de 4,8/1.000. En este estudio analizaron los casos de epilepsia atendidos de forma consecutiva en
la consulta de epilepsia hospitalaria, por lo que sólo
incluyeron pacientes mayores de 14 años y probablemente no incluyeron pacientes con epilepsia de
fácil control al no precisar atención en la unidad de
epilepsia de dicho hospital. Las diferencias que observamos entre los resultados de estos estudios se
podrían explicar por múltiples causas, como pueden ser distintas definiciones, etiologías diferentes,
calidad de los diagnósticos, diferentes factores de
riesgo o la metodología utilizada (estudios realizados mediante encuesta, estudios sólo de población
adulta, estudios sólo hospitalarios). En nuestro estudio hemos analizado una muestra de 196 pacientes con epilepsia y observamos una prevalencia de
8,4/1.000 habitantes. La cifra demuestra el número
de pacientes afectos de epilepsia vistos en un centro
de salud donde se atiende a toda la población correspondiente. El sistema sanitario hace que en dicha zona prácticamente todos los pacientes sean
atendidos en el sistema público, y es muy poco probable que existan pacientes que no acudan al centro
de salud a controles de la medicación. El hecho de
incluir a población infantil y a población de cualquier edad hace que la cifra muy probablemente se
acerque a la prevalencia real en nuestro medio.
La edad media actual de los pacientes analizados
fue de 50,3 años, lo que resultó algo más elevada
que en otras publicaciones, donde se refería una
edad en torno a 41 [10,11] o 43,6 años [12]. Al estudiar el rango por edad de los pacientes, se distinguen dos picos, uno en la primera década de la vida
y otro en la séptima [4], lo que también podemos
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Epilepsia en atención primaria
apreciar en nuestro trabajo. Banerjee et al [13] encontraron que en la mayoría de los estudios se observa un aumento de la prevalencia durante la adolescencia y la vida adulta joven. En los países desarrollados se tiende a que la prevalencia se mantenga
estable en los grupos de adultos y vuelva a aumentar a partir de los 50 años [6,14], debido a la longevidad y a la aparición de nuevos casos atribuibles a
patología vascular cerebral y a enfermedades neurodegenerativas [15]. Sin embargo, en los estudios
en países en desarrollo, la prevalencia se mantiene
estable en la tercera y cuarta décadas de la vida y
posteriormente cae a partir de la quinta década.
Existe cierta tendencia a una mayor prevalencia
de epilepsias en varones que en mujeres, pero las
diferencias son mínimas [13]. En nuestro estudio, el
52,6% eran hombres, porcentaje similar al de otras
publicaciones, donde refieren el 50,3% [10], el 56%
[16], el 59,4% [17] o incluso el 62,5% [12].
El 14,8% refería algún familiar con epilepsia.
Otros trabajos apreciaron antecedentes familiares en
un porcentaje superior: Oller [16] menciona la presencia de antecedentes en un 24,9% y Carod-Artal
et al [12] comentan cifras del 25,6%.
Al analizar el tipo de síndrome epiléptico, llama
la atención el elevado porcentaje de pacientes con
epilepsia no clasificable (31,1%), que es mucho mayor que la de otros estudios [18,19]. Este hecho
puede deberse a que se han incluido pacientes con
una sola crisis en los que se considera un riesgo elevado de padecer más crisis y, por tanto, se aconseja
tratamiento antiepiléptico, y al hecho de no disponer de resonancia magnética cerebral ni de electroencefalograma de sueño en todos los casos, lo cual
hace que un buen número de pacientes sean diagnosticados de epilepsia inclasificable. Además, deberíamos considerar los casos de epilepsia morfeica, es decir, pacientes que sólo tienen crisis durante
el sueño, en los cuales el electroencefalograma y la
neuroimagen son normales. En este estudio se han
incluido como no clasificados.
En el estudio de García-Martín et al [9] se pierden 20 casos que podrían ser inclasificables, pero
que se eliminan.
Observamos que el tipo de epilepsia más frecuente es la focal sintomática por ictus (14,3%). En segundo lugar, la epilepsia generalizada idiopática
(13,8%), porcentaje que no se aparta de valores entre el 15 y el 20% señalados en otras publicaciones
[2]. Globalmente, apreciamos un 42,3% de pacientes con epilepsia sintomática, un 16,4% con epilepsia idiopática y un 10,2% con epilepsia criptogénica.
Otros estudios, como el de Arteaga-Rodríguez et al
[17], mostraron un 51% de los pacientes con epilep-
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Figura 3. Distribución de la utilización de los fármacos antiepilépticos.
sia sintomática, un 38,4% criptogénica y un 10,4%
idiopática. Cruz-Campos y Baquero-Toledo [18] encontraron un 34% con epilepsias sintomáticas, un
34,6% con epilepsias idiopáticas, un 25,3% con epilepsias criptogénicas y un 5,3% sin clasificar.
En Luengo et al [7], en el 45% de los pacientes
con epilepsia focal se determinó la causa, y las más
frecuentes fueron ictus, tumores, traumatismos craneoencefálicos, malformaciones arteriovenosas y procesos infecciosos. Del resto de epilepsias focales, un
7% eran idiopáticas y el resto las clasificaron co­mo
criptogénicas. Entre las epilepsias generalizadas predominaron las idiopáticas [7].
En nuestro estudio observamos que la epilepsia
focal sintomática es más frecuente en varones, se
vincula a una edad media de inicio superior que
otros tipos y es más habitual en pacientes que residen en el ámbito urbano.
El 71,1% de los pacientes tiene comorbilidad neurológica y psiquiátrica. Generalmente, los pacientes
están con monoterapia, salvo en los casos de epilepsia focal sintomática por traumatismo craneoencefá-
539
E. Fernández-Suárez, et al
Figura 4. Relación entre el tipo de tratamiento y el tipo de síndrome epiléptico.
lico y la debida a trastornos del desarrollo cortical,
quienes generalmente precisan politerapia.
La epilepsia generalizada sintomática se relaciona con una menor edad de inicio y es más frecuente
en el sexo femenino; todos presentan comorbilidad
neuropsiquiátrica y precisan, con mayor frecuencia, un tratamiento combinado con dos o más fármacos antiepilépticos.
La epilepsia generalizada idiopática es más frecuente en los hombres; los pacientes identifican factores desencadenantes (principalmente estímulos
lumínicos, alteraciones del sueño y consumo de alcohol) y también incumplimiento terapéutico. En
general, precisan tratamiento con monoterapia.
La epilepsia focal criptogénica se asocia a comorbilidad neuropsiquiátrica y generalmente necesita
monoterapia.
La epilepsia generalizada criptogénica se asocia
mayoritariamente a estar sin tratamiento. Los que
se incluyeron en el tipo de epilepsia inclasificable
suelen estar con monoterapia.
Según apreciamos en nuestro estudio, los tipos
de crisis de inicio más frecuentes son las parciales
secundariamente generalizadas, que se observan en
el 37,2% de pacientes, seguidas en frecuencia de las
crisis generalizadas tonicoclónicas (31,6%) y las crisis parciales complejas en el 12,8% de los pacientes.
540
Podemos decir que encontramos un porcentaje de
crisis parciales como crisis de inicio de la epilepsia
en un 58,2% de los pacientes (8,2% con crisis parciales simples, 12,8% con parciales complejas y 37,2%
con parciales secundariamente generalizadas). Estos resultados son similares a los hallados en otras
publicaciones, como en el caso de Hauser et al [4],
quienes describieron un 60% de epilepsia parcial;
por otra parte, Quiñones-Núñez et al [11] comentaron un 47,1% de crisis tonicoclónicas generalizadas y un 52,1% de crisis parciales (33,3% de parciales simples, 14,3% de parciales complejas y 52,4% de
crisis secundariamente generalizadas); Carod-Artal
et al [12] encontraron un 54,5% de crisis parciales,
un 44,4% de generalizadas y un 31,9% de pacientes
con crisis focales con generalización secundaria.
Entre todos los pacientes con epilepsia que analizamos, el 29,6% presentaba al menos algún factor
favorecedor de las crisis. Los principales resultaron
el consumo de alcohol o la presencia de fiebre (7,1%),
el incumplimiento del tratamiento antiepiléptico
(6,6%) y el estímulo lumínico (6,1%). Otros factores
menos frecuentes que comentaron los pacientes eran
alteraciones del sueño (4,6%), influencia de determinados fármacos (3,6%), realización de actividades
práxicas (3,1%) o consumo de drogas (2%). Frucht
et al [20] apreciaron un porcentaje superior al de
nuestro estudio, ya que refirieron que el 62% de los
pacientes sufrió al menos la presencia de un factor
precipitante de las crisis (la mayoría en relación con
el estrés, además de los problemas del sueño o tras
un cuadro febril). Nakken et al [21] también encontraron un porcentaje superior (53%) con al menos
un factor precipitante de las crisis.
A pesar de la disponibilidad de una nueva generación de antiepilépticos, la epilepsia continúa siendo difícil de tratar. Aproximadamente el 30-40% de
las personas que la padecen sigue presentándola a
pesar de los fármacos, la dieta y el tratamiento quirúrgico. Rufo-Campos et al [10] se centran en el
concepto de epilepsia farmacorresistente y refieren
que en España la sufre un 22,7% de los pacientes
y el 77,3% se encuentra bien controlado. Nuestros
da­tos concuerdan con numerosas publicaciones, ya
que al estudiar la frecuencia de crisis en la última
revisión en la consulta de neurología, destaca que el
76,5% de los pacientes se encontraba asintomático,
el 15,8% padecía crisis anuales y el 7,7% continuaba
con crisis mensuales. También Cruz-Campos y Baquero-Toledo [18] refieren que el 72% de los pacientes tiene controlada su enfermedad. Por otra parte,
Carod-Artal et al [12] comentan que el 12,5% de los
pacientes tiene más de una crisis al mes, cifra más
elevada que la que contemplamos en nuestro estu-
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Epilepsia en atención primaria
dio, pero se centran en pacientes que se encuentran
específicamente en una unidad de rehabilitación en
Brasil.
La media del número de años de seguimiento de
los pacientes estudiados en la consulta de epilepsia
fue de 16,1 años; Oller [16] comenta un seguimiento de 8,7 años.
En las personas con epilepsia se observa una elevada incidencia de trastornos comórbidos, que incluyen depresión, suicidio, déficit de atención, problemas de aprendizaje, migrañas y alteraciones de
conducta, más allá de las crisis epilépticas. La prevalencia de depresión es mayor que en la población
general [22]. En nuestro caso, el 62,8% tenía comorbilidades neuropsiquiátricas (69,5% comorbilidad
neurológica y 30,4% patología psiquiátrica asociada), y las principales fueron ictus, depresión y encefalopatía infantil.
En la última revisión en la consulta de neurología, el 18,9% de los pacientes estaba sin tratamiento
antiepiléptico, el 56,6% de ellos continuaba con monoterapia y el 24,5% precisaba tratamiento combinado. Cruz-Campos y Baquero-Toledo [18] refieren
en su publicación que el 56,6% de los pacientes estaba con monoterapia, el 36,8% con terapia combinada y el 6,6% no seguía tratamiento alguno en la
última revisión. Carod-Artal et al [12] arrojan cifras
del 69,4% de los pacientes con monoterapia, 16,2%
con terapia combinada y 14,4% sin ningún fármaco.
Como se puede apreciar, la monoterapia es de primera elección y se relaciona con un mejor cumplimiento [23] y menor toxicidad y coste [24].
Observamos que los fármacos antiepilépticos
más utilizados son el ácido valproico y la fenitoína,
la carbamacepina, la lamotrigina y el levetiracetam,
lo que coincide con el resto de publicaciones analizadas [10,12,18]. Hay que tener en cuenta que nuestro estudio está realizado en 2009. A partir del año
2010, el fármaco más utilizado en nuestro ámbito
es el levetiracetam y se emplea menos la fenitoína
[25]. El estudio de García-Martín et al [9] refiere
que el fármaco más utilizado es el ácido valproico,
seguido del levetiracetam y la lamotrigina. Por otra
parte, Torres‑Ferrús et al destacan entre los fármacos más empleados el ácido valproico (29%), el levetiracetam (27%) y la carbamacepina (20%) [19].
El 21,4% de los pacientes refirió la aparición de
algún efecto secundario relacionado con el empleo
de fármacos antiepilépticos. Entre los principales
efectos adversos describieron: efectos neuropsiquiátricos (mareo y alteraciones de conducta), dermatológicos (prurito y reacciones cutáneas en general), digestivos (náuseas y vómitos), hematológicos
(pancitopenia) y cardiorrespiratorios (arritmias). En
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otros artículos también se describe su aparición, co­
mo en el de Carod-Artal et al [12], que comentan un
porcentaje menor (10,6%) de pacientes con algún
efecto secundario (50,6% con alteraciones hepáticas, presencia de sedación en el 35,6% y algún tipo
de alteración hematológica en el 19,4% de casos).
En cuanto al número de ingresos en el servicio
de neurología, el 27,8% de los pacientes precisó más
de un ingreso, y el 46,9% acudió en más de una ocasión al servicio de urgencias como consecuencia de
su epilepsia, cifra superior a la que comentan Carod-Artal et al [12] en su artículo, ya que refieren
que sólo el 23% precisó acudir al servicio de urgencias al menos en una ocasión.
La mortalidad entre las personas que padecen
epilepsia se ha estudiado en distintas poblaciones y
ha sido objeto de múltiples revisiones. Las causas
de muerte en las epilepsias pueden clasificarse en
directamente relacionadas (incluyen la muerte súbita y el estado epiléptico), causas indirectamente
relacionadas (accidentes a consecuencia de las crisis, neumonía por aspiración tras las crisis, iatrogenia y reacciones idiosincrásicas de los fármacos o
suicidio) y causas relacionadas con enfermedades
subyacentes (tumores cerebrales, ictus, infecciones
del sistema nervioso central y enfermedades neurodegenerativas). Además, se suman las muertes no
relacionadas con la epilepsia. En nuestra serie fallecieron ocho pacientes (4,1%) por las causas antes
comentadas.
En conclusión, la prevalencia de pacientes con epilepsia en el Centro de Salud El Cristo fue de 8,4/
1.000 habitantes. El tipo de epilepsia más frecuente
fue la epilepsia focal sintomática por ictus, seguida
de la epilepsia generalizada idiopática y focal criptogénica. Existe un elevado porcentaje de epilepsias
no clasificadas. La edad media de los pacientes en
el momento del estudio fue de 50,3 años, con dos
picos, uno en la primera década de la vida y otro en
la séptima. La edad media de inicio de las crisis fue
de 31,6 años, y los tipos de crisis más frecuentes
fueron las parciales secundariamente generalizadas, las crisis generalizadas tonicoclónicas y las crisis parciales complejas. Casi un tercio de los pacientes refería algún factor favorecedor de las crisis,
principalmente consumo de alcohol o fiebre. Más
de la mitad de los pacientes tenía comorbilidad neurológica asociada, principalmente a enfermedad cerebrovascular y retraso psicomotor, además de comorbilidad psiquiátrica (síndrome ansioso depresivo). La mayoría de los pacientes seguía monoterapia, y los fármacos más empleados eran el ácido
valproico, la fenitoína y la carbamacepina. Los efec-
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E. Fernández-Suárez, et al
tos secundarios del tratamiento farmacológico fueron escasos, y fundamentalmente fueron neurológicos y psiquiátricos (mareo y alteraciones de conducta). En la última revisión, el 76,5% de los pacientes se encontraba libre de crisis.
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Prevalence, type of epilepsy and use of antiepileptic drugs in primary care
Introduction. Epilepsy is a disease with great social and economic impact. The prevalence should be used as the most
important basis for planning the secondary and tertiary prevention.
Aims. To identify patients with a diagnosis of epilepsy in a primary care center and determine the prevalence, demographic
characteristics, type of epileptic syndrome and the use of antiepileptic drugs.
Patients and methods. Retrospective cross-sectional descriptive study. Included 196 patients with a diagnosis of epilepsy
belonging to a primary care center and review the medical history, studying socio-demographic variables and clinicalpharmacological.
Results. The prevalence of epilepsy: 8.4/1000 inhabitants. Mean age: 50.3 years. Sex: 52.6% men. Scope: 79.6% urban.
Family history of epilepsy: 14.8%. Type of epilepsy: symptomatic focal stroke (14.3%), idiopathic generalized (13.8%), focal
cryptogenic (8.7%), not classified (31.1%). Average age at the beginning of seizures: 31.6 years. Neurological and/or
psychiatric comorbidity: 62.8%. Last follow-up: 18.9% without antiepileptic treatment, 56.6% monotherapy and 24.5%
polytherapy. Seizure-free: 76.5%. Drugs most frequently prescribed: valproic acid, carbamazepine, phenytoin, lamotrigine,
levetiracetam. 78.6% without side effects. Exitus: 4.1%.
Conclusions. The prevalence of patients with epilepsy was 8.4/1000 inhabitants, most frequent etiology the symptomatic
focal stroke. More than half of patients suffered neurological and/or psychiatric comorbidity. At the end of follow-up the
great majority were seizure-free without adverse effects of the antiepileptic drug treatment.
Key words. Adverse effects. Antiepileptic drugs. Epilepsy. Precipitating factors. Prevalence. Seizure type.
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