12-15-National Geographic

N AT I O N A L G E O G R A P H I C . C O M . E S
|
D I C I E M B R E 2 015
ESPAÑA
A
LEOPARDOS
37006
771138 143006
LA CIENCIA DEL GUSTO EL FOTÓGRAFO QUE SURGIÓ DEL FRÍO
9
LA CIUDAD PERDIDA DE MESOAMÉRICA EN GLOBO AL POLO NORTE
3,95 € PVP CANARIAS 4,10 €
El felino más perseguido del mundo
Red de Concesionarios Oficiales Audi.
Nuevo Audi A4 y A4 Avant de 150 a 272 CV (110-200 kW). Emisión CO₂ (g/km): de 95 a 147. Consumo medio (l/100 km): de 3,7 a 6,4.
Información Audi 902 45 45 75.
De repente cinco sentidos
parecen pocos.
Nuevo Audi A4.
No es magia, es A4.
Tantas sensaciones que asimilar. Tantos estímulos
a los que responder. Tantas innovaciones
sorprendentes que, de repente, realidad y magia
se confunden. Es el poder de la tecnología.
La fascinación de avances tan futuristas como el
cuadro de instrumentos digital de 12,3 pulgadas
del Audi virtual cockpit, el sistema de iluminación
inteligente Audi Matrix LED, el equipo de sonido
Bang & Olufsen® con sonido 3D, Audi connect
Safety&Service con llamada de emergencia y
control del vehículo desde su smartphone o el
revolucionario asistente de conducción en atascos
traffic jam assist. ¿Es magia? No, es mucho más.
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hugoboss.com
VOL. 37 • NÚM. 6
STEVE WINTER
Uno de los 35 leopardos que viven en el Parque Nacional de Sanjay Gandhi, en la India, se acerca
a una charca artificial de una colina desde donde se domina la ciudad de Mumbai.
2
22
Por Richard Conniff
Fotografías de Steve Winter
Por Douglas Preston
Fotografías de Dave Yoder
Leopardos, el felino más perseguido del mundo
Los dominios tradicionales del leopardo –África
subsahariana y el subcontinente indio– son regiones
cada vez más pobladas. Ante la pérdida de terreno,
muchas veces la única posibilidad de supervivencia
de este felino pasa por convivir con los seres humanos.
La ciudad perdida de Mesoamérica
Un equipo de arqueólogos armados con dispositivos
de escaneado láser localiza unas ruinas perdidas en
un bosque lluvioso de Honduras que se cree podrían
corresponder a los restos de la legendaria urbe
precolombina conocida como la Ciudad Blanca.
R E V I S TA O F I C I A L D E N A T I O N A L G E O G R A P H I C S O C I E T Y
Secciones
Forum
Tu foto
VISIONES
EXPLORA
VIDA SALVAJE
Animales políticos
MEDIO AMBIENTE
42
En globo al polo Norte:
el vuelo de la fatalidad
En julio de 1897, el ingeniero
sueco Salomon August
Andrée partía del archipiélago
noruego de las Svalbard con
un objetivo: sobrevolar el polo
Norte en un aerostato diseñado
por él mismo. El temerario
experimento no funcionó.
Por Eva van den Berg
Ilustración de Almudena Cuesta
Una casa muy rentable
Arrecifes en peligro
ANTIGUAS CIVILIZACIONES
Una extraña inhumación
PLANETA TIERRA
Protección de mares prístinos
Instinto básico
Cuando papá es mamá
Diario de un explorador
Matthew Lachniet
Entre bastidores
Dennis Dimick
En televisión
Editorial
64
La ciencia del gusto
El reconocimiento de cada sabor
se gesta en el cerebro, donde
toda la información sensitiva
proporcionada por el gusto,
el olfato y el tacto se funde en
una amalgama, convirtiéndose
en una experiencia compleja
y personal que queda grabada
en nuestra memoria.
Por David Owen
Fotografías de Brian Finke
Flashback
Índice 2015
Próximo número
En portada Una hembra de
leopardo llamada Luna cuida
de su cachorro en el Kalahari,
un desierto que se extiende por
Botswana, Namibia y Sudáfrica.
Fotografía de Hannes Lochner
Envíanos tus cartas
o comentarios a
[email protected]
86
El fotógrafo que surgió
del frío
Edificios, monumentos y
obras de ingeniería que fueron
la vanguardia y el orgullo de
la antigua URSS permanecen
hoy abandonados. Danila
Tkachenko fotografía en la
nieve la decadencia de estos
símbolos del progreso soviético.
Por Rena Silverman
Fotografías de Danila Tkachenko
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ALMUDENA CUESTA (ILUSTRACIÓN, ARRIBA); BRIAN FINKE (CENTRO); DANILA TKACHENKO (ABAJO)
FORUM
Diciembre
¿Liberad a Willy?
He vuelto a ver esta película con mi hija pequeña. A ella le hizo el mismo efecto que a mí muchos años atrás:
vamos a liberarlo todo, soltemos a los delfines, las orcas y demás animales. Pero yo ya no compro esa idea.
Hace tiempo que la comunidad científica ha evidenciado que las sociedades de cetáceos son estructuradas,
muy avanzadas y complejas. Son mamíferos marinos y no deberían estar en contenedores, nunca habrá una
piscina suficientemente apta para un cetáceo, pues no solo tiene que ser grande, sino también profunda,
un factor olvidado. En la actualidad zoos y acuarios tienen básicamente delfines mulares y orcas. Algunos
han sido capturados del medio salvaje y otros han nacido y han sido criados en cautividad. En caso de liberar
un ejemplar, dado que este convivirá con las comunidades de cetáceos autóctonas, es importante diferenciar
si se trata de un animal capturado, si se halla en un proceso de recuperación o si ha sido criado en cautividad.
Pienso que estos últimos no deberían entrar en los programas de reintroducción.
Sobre el debate de tener cetáceos en cautividad, tengo clara mi opinión: no hay que capturar más animales
salvajes, hay que detener los programas de reproducción en cautividad y no se debería exhibir animales en
espectáculos. Si ya no concebimos chimpancés u osos haciendo un show en un zoo, lo mismo deberíamos
opinar de los delfines. Por otro lado, no creo que los programas de retorno al medio natural sean una prioridad de
conservación. Aquí, el debate entre especie e individuo toma fuerza, y si buscamos lo mejor para un individuo
nacido en cautividad, hagamos la cautividad lo más fácil y cómoda para él, nada más.
La aclimatación en cercados marinos es la fase previa a la reintroducción al medio para delfines, focas o
tortugas que han estado en centros de recuperación. Es un procedimiento costoso, sobre todo si quiere hacerse
el posterior seguimiento, pero puede dar buenos resultados. En el artículo de National Geographic (junio) se
explican los pros y contras del retorno al mar de cetáceos en cautividad, aunque en mi opinión se traslucen
algunos dejes de los amantes de los cetáceos, como si delfines y ballenas merecieran ser priorizados frente a
otros animales. Se ha comprobado que tras soltar, por ejemplo, tortugas marinas –también especies protegidas–
con más de 40 años en cautividad, han regresado directamente a sus zonas de alimentación y reproducción.
Mientras nos centramos en liberar a Willies nacidos en cautividad, mantenemos tortugas marinas capturadas en
la década de 1960 con la única excusa de que no son reintroducibles. Por ello pasarán toda su vida de contenedor
en contenedor con el falso banderín de ayudar a la educación ambiental. Pero claro, no son delfines.
MANEL GAZO, profesor de biología animal de la Universidad de Barcelona y director de SUBMON
Vaticano: los desafíos
del papa Francisco
Que un papa salga en la portada
de National Geographic (agosto)
es revelador. Soplan vientos de
cambio en el Vaticano, y son muchos
los que creen que el papa Francisco
está devolviendo a la Iglesia su
significado más verdadero. La
constante defensa de los más
necesitados y su reciente encíclica
medioambiental han hecho que
Jorge Mario Bergoglio, de 78 años
de edad y nacionalidad argentina,
sea respetado incluso entre los
ateos. Si la revista del marco
amarillo ha querido mostrar al
mundo ese necesario cambio
de rumbo para enderezar tanta
injusticia y desigualdad, igual sí
que hay esperanza. Quizás este
personaje, que arrastra millones
de seguidores, logre detonar en
la conciencia de muchas personas
unos principios verdaderamente
solidarios. Unos principios que
ni la ética ni la moral han logrado
impulsar, al menos hasta ahora.
IRENE PALACIOS
Zaragoza
CARTAS PARA FORUM National Geographic España: Diagonal 189 - 08018 Barcelona FAX 932 17 73 78
E-MAIL [email protected]. Las cartas deben incluir nombre, dirección y teléfono del remitente. Por razones de claridad
o de espacio, pueden ser editadas o resumidas por la Redacción de la revista.
national geographic • di c i em b re 2 0 1 5
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VISIONES
Tu foto
Nuestra selección
Doce al día De todas las imágenes enviadas por los lectores a través de la
página web, elegimos 12 fotos cada día. Estas son nuestras favoritas del mes.
Para ver más imágenes, entra en YourShot.ngm.com.
NOTA DEL EDITOR
«Estas fotografías transmiten una sensación de soledad, serenidad
e introspección: combinan una temática de índole espiritual con un
trasfondo terrenal de tonos verdes, azules y marrones.»
—Jenna Turner, editora gráfica ayudante
Lorenzo Mittiga
Kralendijk, Bonaire, Países Bajos
Cuando Lorenzo descubrió un banco
de peces, se sumergió con una cámara
y dos estroboscopios subacuáticos.
«Detrás de la serenidad que desprende
esta imagen hay horas de espera
–explica–, de nadar de un lado a otro
y de retirar las gotas de agua que
constantemente salpicaban la lente.»
Allan Gichigi
Nairobi, Kenya
Para un proyecto fotográfico en este
país africano, Allan se propuso retratar
a esta religiosa. Ella lo llevó hasta
una formación rocosa en la que suele
meditar. Cuando el sol comenzaba
a ponerse en el horizonte, pidió a la
monja que cerrase los ojos.
national geographic • di c i em b r e 2 0 1 5
NUEVO SEAT ALHAMBRA
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especialmente pensado para darte todo el espacio y la versatilidad que necesitas en un coche familiar. Tanto si vas a recoger a los
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es el complemento perfecto para la vida familiar. Además viene equipado con la tecnología más vanguardista como la Radio Media
System Plus de 6,5", el sistema de apertura y arranque sin llave, KESSY o el asistente de aparcamiento Park Assist 3.0. También
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emergencia en carretera SEAT Call. Versatilidad, tecnología y seguridad para satisfacer a todos los miembros de tu familia.
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SEAT Service o 60.000 km (lo que antes suceda) y Extensión de garantía durante 2 años adicionales a los 2 años de garantía del fabricante o 80.000 km
(lo que antes suceda). Imagen acabado Alhambra Style Plus con opcionales. Datos de emisiones y consumos en revisión.
VISIONES
Tu foto
Creación
Tema del mes Pedimos a los lectores de National Geographic que dejaran
volar su imaginación y que «creasen» fotografías. Luego reclutamos a tres voces
veteranas de la sección «Tu foto» para que eligiesen las mejores.
NOTA DEL EDITOR
«Puedo sentir esta foto; me habla. La clave es la
expresión del rostro de la modelo, y quizá ciertos
elementos dramáticos y de misterio. Para mí esta
imagen no tiene rival. Me cautivó totalmente.»
—Ivan Lesica, editor invitado de «Tu foto»
national geographic • di c i em b r e 2 0 1 5
Martin Shank y Julie Larocque
Montreal, Quebec, Canadá
Este fisiograma o lightpainting («pintura
de luz») requería de un espacio oscuro
y de una modelo inmóvil. Julie colocó
la cámara y posó; Martin la «pintó»
con un pincel de fibra óptica, cruzando
los dedos para que sus gatos no
interrumpieran la sesión. «Esta técnica
fotográfica te transporta a un mundo
onírico y de ficción», afirma la modelo.
VISIONES
Antártida
Fuertes vientos y una intensa
marejada empujan dos icebergs
que acabarán colisionando cerca
de la isla de Franklin, en el mar
de Ross. Vistos desde un buque
ruso, los dos témpanos de hielo
se elevan unos 60 metros sobre
el mar, pero se hunden otros
240 bajo el agua. Posiblemente
se formaron al desprenderse de
la plataforma de hielo de Ross.
CAMILLE SEAMAN
Japón
Se acerca la Navidad
y, con tal motivo, un
buzo disfrazado de
Papá Noel nada montado
sobre un tiburón cebra
en el acuario Sunshine,
instalado en la última
planta de un rascacielos
de Tokyo. A falta de
renos, el acuario alberga
unos 15.000 animales
de unas 450 especies.
SHIZUO KAMBAYASHI, AP IMAGES
Noruega
La ausencia de vallas protectoras
ante el abismo no amedrenta
a los turistas y visitantes –cerca
de 200.000 al año– que completan
un recorrido de dos horas para
subir hasta el Preikestolen, o la
Roca del Púlpito. Esta plataforma
de granito de la región de Ryfylke,
al nordeste de Stavanger, se
asoma algo más de 600 metros
sobre las aguas del Lysefjord.
MASSIMO VITALI
O Encuentra todas las fotografías de la sección Visiones en nationalgeographic.com.es.
EXPLORA
Vida salvaje
Un pastor conduce su rebaño de renos
cerca del pequeño poblado de Oimiakón,
en el este de Siberia. La fotografía fue
tomada en 1974, cuando la región
formaba parte de la República Socialista
Soviética Autónoma de Yakutia.
DEAN CONGER, NATIONAL GEOGRAPHIC CREATIVE
Animales
políticos
En tiempos de turbulencia política, la fauna de un país también se resiente. Para
evaluar las consecuencias de la inestabilidad socioeconómica sobre los animales
salvajes, un equipo liderado por la ecóloga rusa Eugenia Bragina ha estudiado los
efectos del desmoronamiento de la Unión Soviética sobre ocho especies de grandes
mamíferos: reno, corzo, ciervo común, alce, jabalí, oso pardo, lince boreal y lobo.
Todos ellos mostraron notables fluctuaciones demográficas en los decenios
anterior y posterior a 1991, año de la disolución de la URSS. Las poblaciones de
jabalí, oso pardo y alce se vieron mermadas con rapidez tras la caída del bloque
soviético, probablemente como consecuencia del furtivismo, la desaparición de
tierras cultivadas en las que se alimentaban y el incumplimiento de la legislación de
protección de la fauna salvaje. La única especie que creció en número de individuos
–más de un 150 %– fue el lobo, quizá porque desaparecieron los programas
de control de poblaciones. Bragina, investigadora de la Universidad del Estado
de Carolina del Norte, afirma que «hasta las especies más abundantes pueden
necesitar una estrecha vigilancia en épocas de zozobra». Una manera de proteger
la fauna en momentos difíciles, añade, «pasa por ocuparse de la gente».
El ganado también puede sufrir las consecuencias del caos político y social.
Según una investigación publicada en la revista científica Rangifer, a partir de 1991
el número de renos domesticados cayó en picado, como ya había ocurrido en otra
época de tensión política: a finales de la década de 1920, cuando Stalin implantó
la colectivización forzosa de las explotaciones agropecuarias soviéticas.
EXPLORA
Medio ambiente
Una casa muy rentable
Construida en Gales, esta casa es lo que se dice una vivienda energéticamente positiva,
pues genera más energía de la que sus ocupantes consumen en el día a día. Diseñada por
la arquitecta catalana Ester Coma-Bassas, integrante de la Escuela Galesa de Arquitectura
(Welsh School of Architecture), forma parte del proyecto SOLCER (Smart Operation for
a Low Carbon Energy Region), llevado a cabo por varias universidades del Reino Unido,
entre ellas la Universidad de Cardiff, que ha galardonado esta propuesta con el premio
de Innovación en Sostenibilidad. Edificada sobre la base de una arquitectura que persigue
una emisión cero en carbono, por un lado, la casa demanda el mínimo de energía, y por otro,
la produce y la almacena gracias a una combinación de colectores de aire solar, paneles
solares y baterías. Todo ello permite que, de media, por cada 100 kWh de electricidad que
la casa recibe de la red, exporte otros 175.
La vivienda, cuya superficie es de cien metros cuadrados, tiene una estructura de madera
y tres habitaciones, y ha sido levantada en tan solo 16 semanas. «Se ha concebido a partir
de unos parámetros de sostenibilidad y también minimizando el coste económico. El precio
por metro cuadrado es de unas 1.200 libras, cercano a lo que valen las viviendas sociales
en el Reino Unido», explica Coma-Bassas. La casa persigue alcanzar un objetivo de la UE:
lograr que las viviendas reduzcan sus emisiones en un 20 % para 2020 y hasta un 80 % en
2050. Una vivienda costeada, en gran parte, por el astro rey. Genial, ¿no? Poder, se puede.
El gráfico inferior
muestra los inputs
energéticos
anuales de esta
vivienda, que es
capaz de vender
energía sobrante
durante ocho
meses al año.
Solo de noviembre
a febrero es
necesario comprar
energía de la red.
kWh
700
Exportada a la red
600
Importada de la red
500
Energías renovables
usadas en el hogar
400
300
Agua caliente almacenada
200
Baterías
100
0
ro
bre
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En
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Jun
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N
S
Directamente de las células
fotovoltaicas
ESTER COMA-BASSAS
GRÁFICO: NGM-E. FUENTE: UNIVERSIDAD DE CARDIFF
EXPLORA
enc a
Directa al estómago
La mayoría de nosotros preferimos una pastilla a una inyección.
Pero las pastillas no son perfectas. Con una inyección intravenosa,
el medicamento llega más deprisa al torrente sanguíneo. Además,
algunos fármacos basados en proteínas, como la insulina, no
pueden administrarse por vía oral, pues el estómago empieza
a digerirlos antes de que puedan absorberse.
Ahora la ciencia acaba de inventar un método mejor para
tomarnos la medicina: tragarnos la aguja. A simple vista, esta
nueva píldora «no se distingue de cualquier complejo vitamínico
corriente –dice el ingeniero químico Carl M. Schoellhammer–,
pero una vez en el estómago, la capa exterior se disuelve,
dejando las agujas expuestas». Estas púas de acero inoxidable
de 1,27 milímetros de longitud administran el fármaco al penetrar
en el revestimiento del tracto gastrointestinal.
Que nadie se alarme: el paciente ni se entera. El tracto
gastrointestinal no percibe el dolor. Y con una longitud de poco
más de 19 milímetros, esta cápsula puede viajar por él sin
peligro de atascos. Por ahora solo se ha probado en animales,
sin señal de dolor ni lesiones. Pero su periplo es largo: en los
ensayos tardó al menos siete días en salir del cuerpo.
REBECCA HALE, NGM (ARRIBA); CARL SCHOELLHAMMER Y GIOVANNI TRAVERSO,
HOSPITAL GENERAL DE MASSACHUSETTS / FACULTAD DE MEDICINA DE HARVARD / MIT
Ver la píldora de microagujas
sin su revestimiento (foto
superior, mostrada a escala)
o en una radiografía puede
resultarnos inquietante, pero
el que la toma ni la nota.
EXPLORA
Antiguas civilizaciones
Una extraña
inhumación
¿Eran vampiros o víctimas humanas? Los
bioarqueólogos que trabajan en el cementerio
de Drawsko, una población del noroeste de
Polonia, tal vez hayan dado con la respuesta.
Seis de los 333 cuerpos exhumados
habían sido enterrados tal como se hacía con
quienes eran sospechosos de vampirismo:
con una argolla en forma de hoz sujetando la
garganta (izquierda) o con piedras colocadas
bajo la mandíbula, medidas destinadas a
evitar que los muertos vivientes se levantaran
de la tumba. En un principio, los arqueólogos
creyeron que aquellos cuerpos pudieron
pertenecer a forasteros, personas ajenas a
la comunidad y consideradas cuando menos
non gratas. Pero al medir la proporción de
isótopos radiogénicos de estroncio presentes
en el esmalte dental –un dato que varía
según la localización y que puede revelar
el lugar de nacimiento–, Lesley Gregoricka,
responsable del estudio, descubrió que
cinco de aquellos individuos analizados
eran oriundos de la zona.
¿Qué llevó a los habitantes de Drawsko
a enterrar a sus paisanos como vampiros?
Es posible que murieran de cólera. En la
Polonia de los siglos XVII y XVIII «se creía que
esta terrible enfermedad era propagada por
fuerzas sobrenaturales», afirma Gregoricka.
EL MISTERIOSO ORO DE IRLANDA
Durante los primeros tiempos de la Edad del Bronce el oro brillaba
por doquier en la «isla Esmeralda». Los arqueólogos han desenterrado
en Irlanda verdaderos tesoros de este precioso metal: numerosos
discos, collares en forma de luna y otros ornamentos. ¿De dónde
sacaban aquellos orfebres prehistóricos el oro? Las investigaciones
no han hallado el menor indicio de que en la Irlanda de hace 4.000 años
existiesen minas de oro, aunque sí había depósitos en abundancia.
Con una técnica geoquímica llamada análisis de isótopos de plomo, el
arqueólogo Christopher Standish ha descubierto que el oro procedía de
Cornualles, lo que no hace sino complicar el misterio. ¿Por qué importaban
los irlandeses un metal que ellos mismos tenían bajo los pies? Tal vez
no localizaron la mena, o quizá buscasen oro con un valor añadido.
«Al oro suele atribuírsele poderes sobrenaturales o mágicos –apunta–.
Es posible que un origen lejano dotase al metal de poderes adicionales.»
national geographic • di c i em b r e 2 0 1 5
MY SCOTT, FUNDACIÓN SLAVIA (SUPERIOR); MUSEO NACIONAL DE IRLANDA
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EXPLORA
Sociedad
Gracias a Watson,
de seis años de
edad, la policía
de la ciudad de
Hagerstown localizó
recientemente
a un estudiante
desaparecido.
Olfato de
detective
A la hora de resolver crímenes,
el sabueso es tan profesional
que sus pruebas se admiten
en los tribunales de algunos
países. Clasificado como perro
de rastro –diferente de los
lebreles, que siguen a la presa
con la vista–, el sabueso posee
un HOCICO experto que lleva
siglos rastreando a personas
desaparecidas y delincuentes.
Según algunas estimaciones,
su membrana olfativa es
40 veces mayor que la del ser
humano. Su piel facial colgante
–incluidos los BELFOS y la
PAPADA–, las orejas caídas
y una salivación copiosa le
ayudan a captar las moléculas
odoríferas, según afirma Lisa
Harvey, bióloga del Valley
College de California.
Un sabueso experimentado
puede seguir un rastro de hace
48 horas. Pero no son infalibles.
«No siempre distinguen entre
dos gemelos idénticos», dice
Harvey, cuyo estudio sugiere
que los sabuesos quizás
olisqueen algo relacionado
con la genética de cada
individuo. Un olor humano,
dice Doug Lowry, presidente
de la Asociación Nacional de
Sabuesos Policiales, «es para
ellos como una huella digital».
REBECCA HALE, NGM
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Tu apoyo ha hecho posible
la financiación de este y otros
proyectos de conservación
de la Sociedad.
Protección de mares prístinos
El pasado mes de octubre Chile creó la mayor reserva marina de América al
proteger una zona de una superficie similar a la de Italia y que dista cientos de
kilómetros del litoral chileno. El Parque Marino Nasca-Desventuradas abarca
unos 297.000 kilómetros cuadrados de océano en torno a las islas de San
Ambrosio y San Félix. Juntas se conocen como las Desventuradas y son parte
de la dorsal de Nasca, que se extiende desde Perú hasta la isla de Pascua.
«En estas islas se practicaba la pesca a pequeña escala, sobre todo de
pez espada, antes de la creación del parque», dice Alan Friedlander, director
científico del proyecto Mares Prístinos de National Geographic, destinado a
proteger los últimos lugares vírgenes del océano. La declaración de la nueva
zona protegida fue posible gracias a la colaboración entre Mares Prístinos y la
ONG Oceana. «La pesca podrá seguir practicándose en las zonas adyacentes
al área protegida», apunta Álex Muñoz, vicepresidente de Oceana en Chile.
El estudio de los ecosistemas prístinos permite conocer cómo funcionan las
comunidades marinas. Las Desventuradas se hallan en un entorno oceánico
excepcional, capaz de albergar a la vez especies tropicales y de aguas templadas.
Su aislamiento explica que buena parte de estas especies sean endémicas.
«Chile ha sido siempre una de las mayores potencias pesqueras del mundo
–dice Muñoz–. Por desgracia, ello condujo al agotamiento de nuestros recursos
pesqueros. Con la creación de este parque marino, hoy nos ponemos también
en primera línea en materia de conservación del océano.»
ENRIC SALA / NATIONAL GEOGRAPHIC (AMBAS)
La nueva reserva marina protegida
de Chile, hogar de morenas (arriba)
y lobos marinos de Juan Fernández
(abajo), es un paso adelante en
la consecución del objetivo de la
ONU: proteger el 10 % del océano
para 2020.
OCÉANO
PACÍFICO
AMÉRICA
DEL
SUR
ISLAS
DESVENTURADAS
D E L D I R E C TO R D E
L LO
Y
NO RECOMENDADA PARA MENORES DE 12 AÑOS
TAMBIÉN EN
M E N T E M A R AV I L L O S A
EXPLORA
Ciencia
Es enorme, y muerde
Tras analizar el cráneo del mayor roedor conocido, los científicos han
concluido que la mordedura frontal de este herbívoro prehistórico debió de
rivalizar con la del tigre. Es más, sus incisivos –curvos y de 30 centímetros
de longitud– resistían fuerzas tres veces superiores a las generadas por los
músculos de sus mandíbulas ¿Conclusión? Este primo lejano del conejillo
de Indias «probablemente usaba esos dientes para algo más que para
alimentarse», afirma el anatomista Philip Cox.
Con un peso estimado de unos mil kilos, Josephoartigasia monesi no
debía de correr demasiados riesgos en sus lentos paseos por los estuarios
y deltas de la América del Sur de hace más de dos millones de años. Cox y
sus colegas sospechan que esta especie recurría a sus incisivos para pelear
con sus rivales, defenderse de los depredadores y escarbar en busca de
alimento. «Los dientes serían como los colmillos de un elefante», explica
Cox. Con semejante corpulencia, añade, otras posibles funciones de
la dentadura quedan descartadas: un roedor de metro y medio de alto
y tres metros de largo «era demasiado grande para cavar madrigueras».
ILUSTRACIÓN: RAÚL MARTÍN. GRÁFICOS: NGM ART. FUENTES: PHILIP COX; ANDRÉS RINDERKNECHT; ERNESTO BLANCO
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Las especificaciones pueden ser distintas en cada país.
EXPLORA
Ciencia
El caqui
y el sexo
El sexo de los caquis es asunto complejo: los árboles femeninos dan fruto, los
masculinos no, y en algunos casos (concretamente las especies que producen la
fruta que nos comemos) son hermafroditas. Hasta hace poco se ignoraba qué es
lo que determina el sexo en las plantas dioicas –las que tienen individuos machos
e individuos hembras–, como la mayoría de los caquis, cuyos ejemplares macho
producen el polen que la hembra necesita para dar frutos.
Tras investigar con 150 ejemplares de una especie llamada árbol de San Andrés
cultivados en Japón, un equipo científico ha aislado un gen crucial del cromosoma Y.
Llamado OGI –término japonés para indicar un «árbol macho»–, este gen restringe
la expresión del «gen feminizante» –MeGi, para «árbol hembra»– que limita la
producción de polen. «El OGI es la bala mágica con la que el cromosoma Y abate
el gen MeGI», explica el genetista Luca Comai.
En torno al 5 % de las especies botánicas son dioicas, entre ellas cultivos como
la espinaca, el pistacho e incluso la marihuana. Las plantas dioicas evolucionaron
de forma independiente y es posible que posean sistemas de determinación sexual
distintos al de los caquis. «Como científico –dice Comai–, me entusiasma descubrir
cómo cada planta ha creado su propia solución al problema de la reproducción.»
national geographic • DI C i em b r e 2 0 1 5
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EXPLORA
Ciencia
La familia
es lo
primero
Las levaduras son
hongos microscópicos
unicelulares (arriba,
recreación digital
tridimensional) capaces
de descomponer los
azúcares y los hidratos
de carbono durante los
procesos de fermentación.
La sorpresa fue máxima para Kate Campbell y su equipo científico de la Universidad
de Cambridge, Reino Unido: las células de la levadura cooperan entre sí cuando
se disponen a acometer ese casi mágico proceso de la fermentación, que es el que
nos permite, entre otras cosas, degustar alimentos como el pan, el vino o la cerveza.
Según la investigación, esa cooperación metabólica (la cualidad de los seres vivos de
intercambiar ciertas sustancias para producir determinadas reacciones bioquímicas
en un organismo) tiene unas «normas sociales». Las células de una misma comunidad,
del mismo «grupo familiar», se ayudan entre sí para asegurarse el alimento, pero
dejan morir de hambre a las células foráneas, aunque sean de la misma especie.
Las células de la misma comunidad intercambian nutrientes solo si existe un
parentesco entre ellas. Las demás, mueren de inanición. El experimento, que contó
con el patrocinio de Wellcome Trust y del Consejo Europeo de Investigación (ERC),
generó, mediante técnicas de biología sintética, una célula de levadura madre
metabólicamente competente. A partir de esta, se generaron «hijas» manipuladas
genéticamente, con ciertas deficiencias en su metabolismo, pero que sobrevivieron
gracias a la ayuda de su entorno comunitario. La cooperación fue tan exitosa que las
posibles desventajas funcionales quedaron anuladas. En cambio, al introducir otras
células «forasteras», no se estableció ningún tipo de interacción social.
El hallazgo ayudará a los científicos a encontrar, por ejemplo, nuevas vías para
destruir colonias de hongos patógenos para el ser humano e incluso células tumorales.
O a generar comunidades cooperantes que produzcan biomoléculas, útiles para
sintetizar biocombustibles, vacunas o suplementos alimenticios. Un auténtico filón.
national geographic • di c i em b re 2 0 1 5
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EXPLORA
Planeta Tierra
Popularizada en su día por las «mascotas
vegetales» (arriba), la chía es una semilla
que se gelatiniza al sumergirla en agua u
otro líquido. Hoy esta planta comienza a
cultivarse a pequeña escala en Estados
Unidos, donde cada vez se demanda más
por sus efectos benéficos para la salud.
La chía
al poder
Lejos quedan los días en que la chía (Salvia hispanica) era poco más que la planta por
excelencia de las «mascotas vegetales», aquellos minimaceteros con forma de animalito
en los que la planta brotaba a modo de pelaje o lana, un invento de gusto discutible
que causó sensación en los años ochenta. Hoy, sus semillas gozan de gran popularidad
por otro motivo más sustancial: su valor nutritivo. Son un auténtico almacén de omega 3
y aportan grandes dosis de proteínas, fibra y calcio. Además, no contienen gluten y se
les atribuyen múltiples efectos beneficiosos para el aparato digestivo, la piel y las uñas.
Hasta hace poco, la chía, oriunda de México y Guatemala, no se cultivaba a gran
escala fuera de América del Sur, América Central y Australia. Pero esta planta herbácea
ha ido abriendo horizontes: México ha aumentado sus exportaciones a los mercados
europeo y japonés. En Argentina, Bolivia y Nicaragua se ha convertido en un cultivo muy
rentable. Y en Estados Unidos, algunos agricultores plantan una variedad diseñada por
investigadores de la Universidad de Kentucky para que prospere con menos horas de luz solar.
REBECCA HALE, NGM; JOSEPH ENTERPRISES, INC. (MASCOTA DE CHÍA)
EXPLORA
Medio ambiente
Arrecifes
en peligro
Los arrecifes de coral constituyen uno
de los ecosistemas más amenazados
del mundo y una de las principales
amenazas es el cambio climático.
El incremento de la temperatura del
agua comporta el blanqueamiento
y la muerte del coral, mientras que
la acidificación dificulta a los pólipos
la construcción de los esqueletos
que forman el arrecife.
«El cambio climático puede afectar
incluso a los arrecifes más remotos
y mejor conservados», dice Mark
Eakin, de la Administración Oceánica
y Atmosférica Nacional de Estados
Unidos. Otros factores de ámbito local,
como la sobrepesca, la urbanización
del litoral o la contaminación, también
son nocivos, pero una buena gestión
puede aumentar la resiliencia del
coral de tal modo que se recupere
si mejoran las circunstancias.
LA GRAN BARRERA DE ARRECIFES
Gran Barrera de Arrecifes
Mar del
Coral
AUSTRALIA
Con más de 2.250 kilómetros de largo,
este sistema de arrecifes –el mayor
del mundo– sufre los embates del
cambio climático. La acidificación,
el aumento de la temperatura del agua
y la meteorología adversa amenazan
las más de 400 especies de coral y las
1.500 especies de peces de arrecife.
TEMPERATURAS DEL CORAL MARINO DURANTE EL VERANO
Promedio anual
1900
1950
1985
2000
2012
-17ºC
-17,2º
PROMEDIO
1961-1990
UN VISTAZO A LOS ARRECIFES
-18,3º
-18,5º
25
DE LAS ESPECIES DE PECES
MARINOS VIVEN EN ARRECIFES
Los arrecifes de coral, que ocupan el 0,1%
de los océanos, albergan 32 filos zoológicos;
las selvas tropicales, solo nueve.
30 % Cobertura
de coral
PÉRDIDA DE COBERTURA DE CORAL
1/2
Un estudio del Instituto
Australiano de Ciencias
del Mar descubrió que entre
1985 y 2012 el arrecife perdió
la mitad de su cobertura
de coral, o pólipos vivos.
20
10
0
DISTRIBUCIÓN
17 % AUSTRALIA
16 % INDONESIA
9 % FILIPINAS
58 % resto del mundo
La mayoría de los
arrecifes de coral
se hallan en aguas
tropicales de países
en desarrollo.
El arrecife ayuda
a proteger el litoral
de la erosión y de las
mareas de tempestad.
Hawai registra un 2 %
national geographic • DI C i em b r e 2 0 1 5
AMÉRICA
DEL
SUR
30°
AUSTRALIA
BLANQUEAMIENTO
El blanqueamiento es una de las principales causas de mortandad coralina. En 1998 un ascenso de
la temperatura del agua aniquiló el 16 % de los arrecifes del planeta. El calentamiento desencadenó
un blanqueamiento generalizado en 2014, pero los científicos todavía no han cuantificado los daños.
CORAL SANO
CORAL BLANQUEADO
CORAL MUERTO
La mayoría de los pólipos
de coral vive en simbiosis
con las algas que los
tapizan y les aportan el 90 %
del alimento, además de su
coloración.
En cuanto la temperatura sube
uno o dos grados respecto del
nivel normal de la estación cálida,
los corales pierden sus algas
–o zooxantelas–, y su esqueleto
blanquecino queda expuesto.
Sin las algas, la mayoría
de los corales tiene grandes
dificultades para nutrirse
y puede morir. El manto de
algas tiene vía libre para
colonizar y cubrir los pólipos.
BLANQUEAMIENTO DE
LA GRAN BARRERA
DE ARRECIFES*
Efectos del ascenso de
la temperatura marina
1998
2002
47 %
41 %
No
afectado
Zooxantelas
Pólipos
Manto de algas
54 %
48 %
Blanqueado
5%
5%
Muerto
*Estimaciones basadas en los
arrecifes analizados
QUÉ PELIGRA
La desaparición de arrecifes de coral tendría notables efectos sobre la economía mundial y la vida de millones de personas.
Una octava parte de la población
mundial obtiene su alimento y sus
ingresos de los peces de arrecife.
Número de países que se
benefician del valor recreativo
de los arrecifes coralinos.
Beneficio acumulado cada
año por las actividades turísticas
relacionadas con los arrecifes.
millones
de euros
GRÁFICO: ÁLVARO VALIÑO. NGM MAPS. FUENTES: ADMINISTRACIÓN OCEÁNICA Y ATMOSFÉRICA NACIONAL DE ESTADOS UNIDOS;
INSTITUTO DE RECURSOS MUNDIALES; REEFBASE; MARK NICHOLLS, UNIVERSIDAD DE CAMBRIDGE; AUTORIDAD DEL PARQUE MARINO
DE LA GRAN BARRERA DE ARRECIFES; DEPARTAMENTO AUSTRALIANO DE METEOROLOGÍA; BERKELMANS ET AL., 2004
EXPLORA
Aventura
Regreso a los orígenes
Si el surfista sueña con la ola perfecta, el ideal del esquiador freerider
son las montañas vírgenes tapizadas de nieve polvo, donde es posible
esquiar sin senderos trazados ni ningún tipo de señalización. Sus
fervientes seguidores aseguran que es mucho más que un deporte.
«Para mí es una pasión, un modo de experimentar el profundo
vínculo que nos une a la naturaleza sin ninguna cortapisa», asegura
el alemán Nico Zacek, veterano de este deporte extremo. Y es que,
tal y como indica el término, el freeride es una forma de esquiar
sin ninguna limitación. También es más respetuosa con el medio
ambiente, porque no precisa de instalaciones construidas para su
práctica. Algo similar a como debió de ser el esquí en sus orígenes,
cuando era la única manera de desplazarse por un mundo blanco,
sin pistas ni senderos. Según estudios recientes, aquellos esquiadores
ancestrales, seguramente nómadas de la tundra siberiana o de
Escandinavia, aprendieron a avanzar por encima de la nieve sobre
unas rudimentarias pero efectivas palas de madera hace unos
10.000 años, al final de la última glaciación.
Allí empezó todo y hoy, cuando está en boga un cierto regreso a
las raíces, los intrépidos freeriders reivindican este modo de esquiar
más genuino. Aunque con innovación tecnológica, equipados
con las mejores prendas térmicas e incluso airbags de avalancha.
«Soy consciente del peligro que entraña la montaña –declara Zacek–.
Por eso voy bien preparado. Quiero que mi única preocupación sea
disfrutar del freeride y de la naturaleza en estado puro.»
Hay muchos lugares para practicar este deporte. En la Península
destacan Baqueira Beret, en Lleida, y la estación andorrana de
Grandvalira, una de las mejores según otro destacado freerider, el
francés Seb Michaud (abajo), quien lleva 15 años dedicándose a esta
modalidad de esquí y está especializado en los saltos acrobáticos.
Los cinco
destinos top
del freeride
national geographic • Di c i em b re 2 0 1 5
ISLAS LOFOTEN, NORUEGA
Estas islas noruegas son
un paraíso para los amantes
del freeride. Ubicadas al norte
del círculo polar Ártico, desde
sus montañas nevadas se
avistan unas playas donde
se practica también otro
deporte de aventura: el surf.
GORETEX (IZQUIERDA); LARS THULIN / AGE FOTOSTOCK (DERECHA)
Dos freeriders buscan
la nieve perfecta en una
ladera montañosa de las
islas Lofoten, Noruega.
GRANDVALIRA, ANDORRA
BAQUEIRA BERET, LLEIDA
LA GRAVE, FRANCIA
CHAMONIX, FRANCIA
Esta estación andorrana
acoge el único Freeride Center
de los Pirineos y cuenta
con el reconocimiento del
Freeride World Tour. No en
vano ofrece extensas zonas
de nieve virgen en un paisaje
de gran belleza.
Para muchos expertos del
freeride, Baqueira Beret es uno
de sus destinos favoritos. En la
célebre estación ubicada en el
valle de Arán hay un inmejorable
entorno más allá de las pistas
donde es posible practicar
un esquí cien por cien libre.
La estación francesa de La
Grave es uno de los mejores
puntos de freeride de todos
los Alpes. Aquí solo se puede
esquiar en la pura montaña,
sin balizas que delimiten
el camino ni máquinas que
pisen la nieve.
También ubicada en Francia,
al pie del Mont Blanc, esta
estación fue el escenario de
la edición 2015 del campeonato
mundial de freeride. El lugar
es un referente internacional
para la práctica de este
deporte extremo.
national geographic • D i ci e mb r e 2 0 1 5
EXPLORA
Planeta Tierra
Florece el lugar más árido de la Tierra
El desierto de Atacama, en Chile, cuenta en su haber con el mayor récord mundial de días
sin lluvia: a principios del siglo pasado, durante 173 meses no cayó una sola gota de agua.
Pero este año, los efectos de El Niño –ese fenómeno climático errático relacionado con
las temperaturas anómalamente altas del Pacífico ecuatorial– han detonado aquí un boom
de lluvias extraordinario, concentradas en un solo día: 157,3 milímetros. El lugar más árido
de España, el almeriense desierto de Tabernas, recibe algo menos de 200 milímetros
anuales, pero en Atacama esos 157,3 milímetros equivalen a la lluvia que puede llegar
a caer a lo largo de 14 años. El evento causó graves inundaciones en localidades como
Copiapó, a orillas del río homónimo, que se desbordó causando varias víctimas mortales.
Sin embargo, en el desierto la tierra ha sido capaz de absorber hasta la última gota de
lluvia para emprender una floración de lo más inusual. Aprovechando esa excepcionalidad,
la vida se ha abierto paso alfombrando este extremo ecosistema de tonos malvas, rojos,
blancos y amarillos, legándonos unas bellísimas imágenes.
OCÉANO
PACÍFICO
AMÉRICA
DEL
SUR
DESIERTO
DE ATACAMA
El desierto de
Atacama, el más
árido del planeta,
floreció entre marzo
y septiembre gracias
a una pluviometría
excepcionalmente
abundante.
PATRICK ESCUDERO / HEMIS / GTRES (SUPERIOR); CARLOS AGUILAR / AFP / GETTY IMAGES
Instinto básico
Breves disquisiciones acerca del amor y el deseo en el reino animal
HÁBITAT / TERRITORIO
El caballito de mar rayado
atlántico (Hippocampus
erectus) –mostrado aquí a
1,7 veces su tamaño real–
vive en litorales y arrecifes
del continente americano
y del Caribe.
ESTATUS DE CONSERVACIÓN
Vulnerable
Algunos caballitos
de mar pueden
llegar a parir
por la mañana y
quedar preñados
al caer la noche.
Cuando papá es mamá
En el clan de los caballitos de mar los nacimientos son otra cosa.
Las 35 especies que conforman el género Hippocampus son únicas
en el reino animal: son los machos, y no las hembras, quienes gestan. Y al por mayor.
Pero antes toca bailar. En un ritual de apareamiento que se prolonga días enteros,
la pareja de caballitos de mar nada durante horas al unísono, a veces hocico con hocico y
entrelazando mutuamente las colas. «¿Ha visto alguna vez el típico dibujo de dos caballitos
de mar formando un corazón? Pues es bastante realista», dice Leslee Matsushige,
conservadora asociada del Acuario Birch del Instituto Scripps de Oceanografía.
Tan romántica postura alinea el oviducto de la hembra con la bolsa incubadora
que el macho presenta en el torso, en la que ella deposita cientos de huevos; el macho
los fertiliza y cierra la bolsa, donde los huevos maduran y se convierten en alevines.
Los machos de los peces aguja y de los dragones de mar, emparentados con los caballitos
de mar, incuban los huevos debajo de unos «faldones» o «parches» de su cuerpo. El
caballito de mar es el único macho que presenta una bolsa cerrada similar a un útero.
Tras una gestación que dura entre 14 y 28 días según la especie, el macho padece
contracciones que expulsan de su cuerpo a sus crías, hasta 1.500 en cada camada.
Solo unos pocos sobrevivirán. El resto sucumbe en las fauces de los depredadores,
atrapados en redes pesqueras o a causa de la destrucción del hábitat. La mayoría
se vende como curiosidades o para usos medicinales: la medicina tradicional
asiática utiliza unos 25 millones de caballitos de mar al año, apunta Matsushige.
En vista de lo cual, cabe alegrarse de que estos caballitos de mar sean tan prolíficos.
Algunos machos pueden llegar a parir cientos de alevines por la mañana
y quedar preñados de nuevo al caer la noche.
national geographic • di c i em b r e 2 0 1 5
DAVID LIITTSCHWAGER
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Los complementos alimenticios no deben utilizarse como sustitutos de una dieta equilibrada y variada y un estilo de vida saludable.
Diario de un explorador
Matthew Lachniet
Las cuotas de los miembros de la Sociedad
han hecho posible la financiación de este y
otros proyectos de exploración e investigación.
El secreto está
en la cueva
En su mejor momento, Teotihuacán
fue la mayor ciudad de Mesoamérica,
próspera y con una gran influencia en
la región. Durante años, los arqueólogos
han debatido si la caída de la urbe en
torno a 550 d.C. tuvo que ver con el
cambio climático. Ahora, los datos
obtenidos a partir de una fuente poco
habitual han permitido establecer
una relación entre las variaciones de
las precipitaciones de la zona y el auge
y la caída de Teotihuacán y de otras
culturas mesoamericanas.
«¿Cuál fue la verdadera causa del
declive?» He aquí la pregunta que se
propuso responder el paleoclimatólogo
Matthew Lachniet cuando extrajo una
estalagmita de 2.400 años de antigüedad
de una cueva del sudoeste de México.
Tras seccionarla y analizar sus estratos,
Lachniet descubrió la pieza del puzle
que faltaba: un detallado registro de
las lluvias. Las capas de la estalagmita,
formada por la acción del agua rica en
minerales, son similares a los anillos de
crecimiento de los árboles y conservan
las variaciones químicas que delatan
los años secos y los años húmedos.
En Teotihuacán es probable que
un sistema de riego con manantiales
malograse las cosechas y condenase
a la población cuando las fuentes se
secaron. Según Lachniet, un período
prolongado de sequía inmediatamente
posterior a otro de crecimiento de la
población vinculado a una temporada
más lluviosa podría haber puesto en
jaque a la ciudad, causando turbulencias
políticas, agitación social o incursiones
foráneas. ¿Fueron esos ciclos cálidos
y secos debidos a El Niño?
«La estalagmita nos dice que la
sequía coincidió con lo que sabemos
sobre dicho fenómeno meteorológico
–afirma Lachniet–, y también coincidió
con el ocaso de la ciudad.»
En la cueva mexicana de
Juxtlahuaca, Matthew Lachniet
encontró una estalagmita que
permitió reconstruir el clima
de la región de los últimos
2.400 años.
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Entre bastidores
Dennis Dimick, director ejecutivo de medio ambiente
Un ojo en
la Tierra
Desde que era niño, Dennis Dimick
siempre ha mantenido un estrecho
vínculo con la naturaleza… y con la
fotografía. Criado en una granja de
30 hectáreas en Oregón, creció
junto a ovejas y cerdos y se pagó
la universidad empacando heno.
Inspirado por su abuelo, aficionado
a la fotografía, aprendió por su
cuenta a revelar películas durante
sus años de estudiante. Pronto
estaba fotografiando noticias para
el periódico de su facultad, y de ahí
pasó a colocarse como reportero
gráfico en diarios de todo el país.
Hoy Dennis Dimick, director
ejecutivo de medio ambiente de
National Geographic, es el máximo
exponente de la revista en esa
especialidad. Las tres décadas que
navegó a bordo de la Geographic
le sirvieron para adquirir una sólida
experiencia en temas como el
clima, los recursos naturales y la
supervivencia humana. Su pericia
le permite saltar directamente de un
tema a otro: tras finalizar una serie
de artículos sobre el crecimiento
demográfico y sus efectos en el
medio natural, Dimick se preguntó:
«¿Cómo vamos a alimentar tantas
bocas?». La respuesta cristalizó
en una serie de reportajes sobre
alimentación en los que se analizan
asuntos tan variados como las
dietas del mundo o la práctica
de la piscicultura en mar abierto.
Dimick busca «una perspectiva
más amplia, una mirada profunda»
sobre el crecimiento demográfico,
la energía, los alimentos y los retos
del cambio climático, para cuyo
estudio se utilizan tecnologías
punteras destinadas a crear un
registro visual en tiempo real de
la salud de nuestro planeta.
national geographic • DI C i em b r e 2 0 1 5
Para Dennis Dimick,
tras un bloque de
hielo de 136 kilos,
monitorizar la fusión
de los casquetes
polares es una de las
innovadoras maneras
de visualizar temas
vitales en materia
de medio ambiente.
MARK THIESSEN, NGM
Ganador del premio TIPA
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EN TELEVISIÓN
National Geographic Channel
La conquista del polo Sur
«Se buscan hombres para viaje peligroso. Sueldo
escaso. Frío extremo. Largos meses de completa
oscuridad. Peligro constante. No se asegura el
regreso. Honor y reconocimiento en caso de éxito.»
La cita corresponde a una nota publicada en 1907
en el diario The Times en la que el expedicionario Ernest Shackleton
buscaba voluntarios para su próxima aventura: la conquista del polo Sur.
Shackleton no fue el primero en alcanzar dicho objetivo, pero sí quien
protagonizó la mayor gesta de supervivencia. Después de dos intentos
fallidos (el último en 1907, en el que logró situarse a 180 kilómetros de la
meta), el explorador británico lo intentaría de nuevo en 1914 a bordo de
un velero de madera al que bautizó con el nombre de Endurance (Resistencia)
y que quedó atrapado en el hielo a un día de navegación de su punto de
destino. La tripulación protagonizó una auténtica epopeya de 20 meses
de duración que pasaría a la historia como ejemplo de la capacidad de
resistencia y el afán por superar las adversidades más extremas.
National Geographic Channel rinde homenaje a la figura de Shackleton
con un reportaje especial de dos episodios rodados en Groenlandia e
Islandia. «Shackleton: La conquista del polo Sur», protagonizado por
Kenneth Branagh, se estrenará el 20 de diciembre a las 19.30 horas.
national geographic • Di c i em b re 2 0 1 5
El negocio de la droga
Lunes 7 de diciembre
a las 00.30 horas
National Geographic Channel estrena
la séptima temporada de esta popular
serie con una visión de 360 grados
sobre el tráfico de drogas en el mundo.
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Emite 24 horas al día en:
Movistar+ (Dial 70) Vodafone (98)
Orange (27) Telecable (52)
R Cable (50) Euskaltel (34)
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Nuevo Passat Alltrack
Del asfalto a la nieve
Es el coche perfecto para aquellos conductores que se desplazan tanto por la ciudad como por autopistas,
carreteras secundarias o pistas sin asfaltar. El nuevo modelo de Volkswagen, Passat Alltrack, ha sido concebido
precisamente para aunar lo mejor de un vehículo urbano con un modelo idóneo para la conducción sobre
superficies deslizantes y off road. Es un Volkswagen que combina la comodidad y la elegancia con el estilo más
deportivo, un vehículo polivalente equipado con las prestaciones de un todoterreno, la capacidad de un coche
familiar y la versatilidad de un vehículo utilitario deportivo o SUV (Sport Utility Vehicle). Y, por supuesto,
equipado con las últimas tecnologías de Volkswagen. Porque el Passat Alltrack es un coche alto, dotado de
tracción integral 4Motion y tiene 2.200 kilos de carga de tracción, ideal para todos aquellos que suelen
enganchar a su vehículo un remolque para barcos o caballos. Pero, a la vez, resulta magnífico para afrontar
largos recorridos. Sus innovadores sistemas de asistencia, su máxima conectividad y su gran capacidad de carga
lo postulan como el mejor aliado con el que animarse a conducir… ¿hasta el último confín del planeta?
Lo mejor de dos mundos
On Road
El Volkswagen Passat Alltrack brinda un excelente confort de viaje a toda la familia.
Cuenta con el ACC con Front Assist de serie, un asistente de frenada de emergencia en
la ciudad y sistema de detección de peatones. Gracias a un sistema de personalización,
el vehículo puede memorizar todos los ajustes individuales realizados por el conductor.
Off Road
La distancia al suelo de 174 mm optimiza sus dotes de todoterreno y puede remolcar
pesadas cargas en subidas del 8 y 12 % con freno. Dotado de tracción integral 4Motion,
cuenta con un diseño Off Road y varios asistentes de conducción para circular fuera de
la carretera. Como el Trailer Assist, que facilita las maniobras marcha atrás con remolque.
PUBLIRREPORTAJE
«Despertando el interés por proteger el planeta»
National Geographic Society fue fundada en Washington, D.C., como una institución científica y educativa
sin fines lucrativos. Desde 1888 la Sociedad ha dado su apoyo a más de 9.000 exploraciones y proyectos de
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EDITORIAL
La ciudad perdida de Mesoamérica
Los riesgos de contarlo
Este flebotomo, que
de adulto mide apenas
unos tres milímetros
de longitud, transmite la
leishmaniasis. Algunos
miembros del equipo
que viajó a Honduras
para localizar la ciudad
precolombina contrajeron
la enfermedad.
«Creemos en el poder de la ciencia, la exploración y la divulgación para cambiar
el mundo.» Así reza el lema de National Geographic, y llevarlo a la práctica entraña
sus riesgos. Hipopótamos a la carga, tiburones agresivos, elefantes en estampida,
incluso secuestros a manos de grupos rebeldes: nuestros colaboradores y
exploradores están curados de espanto. Pero a veces, los mayores problemas
nacen de los detalles nimios… como bien saben
algunos protagonistas del número de este mes.
«No sabíamos lo de los flebotomos», afirma
Doug Preston, autor del artículo sobre el hallazgo
de una ciudad precolombina en un remoto bosque
lluvioso de Honduras. Lo que Preston, el fotógrafo
Dave Yoder y el becario de National Geographic
Chris Fisher sí sabían desde un primer momento
era que tenían por delante una misión complicada.
«Desde el aire parecía un paraíso tropical»,
recuerda Preston. Sobre el terreno «llovía sin
cesar. Te hundías en barro hasta la cintura. Había
serpientes venenosas y todo tipo de insectos».
Como los flebotomos: «auténticas nubes», según
Preston, capaces de transmitir una parasitosis
ulcerante y potencialmente letal de la que apenas
había oído hablar: la leishmaniasis. Se da en zonas
de 90 países tropicales, subtropicales y del sur de
Europa. Yoder, Fisher y como mínimo otros seis
miembros del equipo contrajeron una leishmaniasis
lo bastante grave como para que varios de ellos estén aún recibiendo tratamiento.
La medicación intravenosa que se les administra –coinciden todos– es peor
que las úlceras abiertas y demás complicaciones inmediatas de la enfermedad.
Fisher, arqueólogo de la Universidad del Estado de Colorado, experimentó
agudos dolores durante el tratamiento y sufrió un exantema en pleno vuelo de
regreso a casa. «Sentía como si tuviese la peor resaca del mundo », recuerda.
Si no se trata como es debido, la leishmaniasis puede regresar años, incluso
decenios, más tarde, cebándose en los tejidos de la nariz y los labios, que quedan
desfigurados.
Cualquiera que lea ahora estos detalles podría pensar que el equipo se
negaría en redondo a volver a poner un pie en aquella selva. Todo lo contrario.
Mientras escribo estas líneas, Yoder y Fisher están planeando otro viaje para
retomar la excavación y documentación de la ciudad perdida. «Yo me apuntaría
de nuevo con los ojos cerrados –asegura Preston, a cuyas espaldas hay más de
30 años de divulgación arqueológica–. Sin cierta dosis de riesgo no hay noticias
buenas de verdad.»
Susan Goldberg, directora
FOTO: RAY WILSON
Iluminado por el flash de una
cámara trampa y por el resplandor
de la ciudad de Mumbai, un
leopardo merodea por el límite
del Parque Nacional de Sanjay
Gandhi de la India.
2
A medida que las ciudades crecen y el hábitat se reduce,
los leopardos se aventuran a vagar por las calles.
La demanda de costosas pieles
utilizadas en rituales zulúes-cristianos
como este, celebrado cerca de la
ciudad sudafricana de Durban, da alas
al furtivismo. Panthera, un colectivo
conservacionista, promueve el uso
de pieles de imitación para ayudar
a proteger a los felinos salvajes.
Por Richard Conniff
Fotografías de Steve Winter
Estábamos sentados a oscuras, aguardando a los leopardos
juntoaunasendaenloslindesdelParqueNacionalde Sanjay
Gandhi de la India, un área de 104 kilómetros cuadrados de
verdor en medio de la inmensa metrópoli que es Mumbai.
Justo enfrente se levantaba una hilera de torres de pisos.
Eran las diez de la noche y por las ventanas
abiertas se escapaban ruidos de platos fregándose y niños acostándose. Desde un templo lejano llegaban las notas de una melodía religiosa.
Risas adolescentes, una motocicleta revolucionada. El bullicio de 21 millones de personas,
como el de una gigantesca maquinaria. En algún
lugar de la vegetación que nos rodeaba, los leopardos también escuchaban, atentos al momento en que amainasen los ruidos. Vigilando.
En el parque y sus inmediaciones viven unos
35 leopardos. La cifra supone un promedio de
unos cuatro kilómetros cuadrados por cabeza,
cuando hablamos de unos animales que en una
sola jornada recorren tranquilamente 15 kilómetros. Además viven rodeados de unos vecindarios urbanos que se cuentan entre los más
poblados del planeta, con unos 30.000 habitantes por kilómetro cuadrado. Con todo, esos leopardos prosperan. Parte de su dieta la componen
chitales y otras presas salvajes que cazan en el
parque, pero muchos de esos leopardos se trabajan también la frontera expedita entre naturaleza y civilización. Mientras la ciudad duerme,
se cuelan por sus calles y callejones, cobrándose
perros, gatos, cerdos, ratas, pollos y cabras, la
comparsa de la civilización humana. También
devoran humanos, aunque raras veces.
Temen a las personas, y con razón. Los humanos son compañeros muy volubles que algunas
6
national geographic • DI C I EM B R E 2 0 1 5
veces admiran, rescatan e incluso veneran a los
leopardos, pero que en muchas otras los denigran:
les disparan, les tienden trampas, los envenenan, los ahorcan, y hasta han llegado al extremo
de rociar con queroseno un ejemplar atrapado,
lanzarle una cerilla encendida y filmar cómo el
animal se retuerce convertido en una bola de
fuego hasta que concluye su larga agonía. Los
conservacionistas definen al leopardo como el
gran felino más perseguido del planeta.
Y pese a ello el leopardo se ha convertido en
nuestra sombra, en una especie de animal de
compañía. Y es que no les ha quedado más remedio. Las dos áreas con mayor población de
leopardos, el África subsahariana y el subcontinente indio, figuran entre las regiones más
pobladas del mundo. La expansión humana ya
se ha cobrado aproximadamente el 66 % de su
hábitat en África y el 85 % en Eurasia, sobre
todo en los últimos 50 años. En muchas zonas
el único lugar que les queda para sobrevivir es
junto a los humanos.
A diferencia de la mayoría de los otros grandes felinos, los leopardos son adaptables hasta
cierto punto. Pueden cazar cualquier cosa, por
ejemplo, desde escarabajos peloteros hasta un
Unos guardas lidian con el ataque de un leopardo
en Bengala Occidental, India, en julio de 2012. El
felino hirió a seis personas antes de ser sometido.
AFP / GETTY IMAGES
eland de 900 kilos, pasando por puercoespines.
Son capaces de vivir a 43 grados centígrados en
el desierto de Kalahari o a 25 bajo cero en Rusia.
Pueden medrar en los manglares pantanosos de
las costas de la India o a 5.200 metros de altitud
en el Himalaya. Esa capacidad de adaptación,
sumada a una magistral habilidad para ocultarse, hace que los leopardos sean perfectamente
capaces de vivir entre seres humanos, como de
La capacidad de adaptación
de los leopardos hace que
sean capaces de vivir entre
seres humanos. La cuestión
es si los humanos podemos
aprender a vivir con ellos.
hecho ocurre en Mumbai. La cuestión es si los
humanos podemos aprender a vivir con ellos.
Tenemos con ellos una relación larga y
complicada que, como tantas otras cosas, nació
en África. Los leopardos son una especie joven:
su morfología actual tiene apenas 500.000 años.
Como nosotros, su expansión los llevó a ocupar
buena parte del planeta, desde el extremo sur de
África hasta el Lejano Oriente de Rusia, y desde
Senegal, adonde llegaron en su avance hacia el
oeste, hasta Indonesia, en su viaje hacia el sudeste. Es posible que acompañasen a los primeros
humanos, aprovechándose de nuestra capacidad de ahuyentar leones y otros competidores
o, posteriormente, del ganado que criábamos.
Es posible que nosotros los siguiésemos a ellos
para carroñear sus presas. (Los leopardos son
más vulnerables a los carroñeros que otros carnívoros porque suelen guardar la presa bajo un
matorral o en lo alto de un árbol, retirarse a descansar y regresar más tarde a devorarla.)
Por su conducta depredadora, el leopardo se
grabó en el genoma de nuestros parientes primates: incluso los monos que jamás han tenido
delante un leopardo reaccionan con una alerta
8national geographic • DI C I EM B R E 2 0 1 5
instantánea y agudizada al máximo con tan solo
vislumbrar el moteado pelaje amarillo. Y nosotros también, con una curiosa mezcla de miedo
y fascinación. Esa ambivalencia nuestra es evidente en los discordantes titulares que devuelve
cualquier búsqueda de noticias con la palabra
clave «leopardo». A veces hay ternura («Estos
cachorritos de leopardo recién nacidos han
hecho historia y ablandarán su corazón»); otras,
violencia («Nuevo ataque de leopardo en Junnar»), y otras, glamur («Gisele Bündchen luce
cuerpazo con su bikini de leopardo en Costa
Rica»). A menudo los titulares también hablan
de ira y venganza.
En una ocasión visité a un ganadero en la provincia sudafricana de Limpopo. Tenía sobre el
escritorio un ejemplar abierto y profusamente
subrayado de la Biblia del Rey Jacobo, y el cráneo de un leopardo con el orificio pequeño y
limpio de una bala sobre una mesita auxiliar.
«Tenemos mucho aprecio a estos animales
–comenzó–. ¡Son una belleza! Pero es difícil
convivir con ellos. Tienen presas más que de
sobra: facóqueros, babuinos, jabalíes.» Aun así,
los leopardos insistían en comerse sus terneros.
Abrió el libro de registro en el que consigna
los nacimientos y muertes de sus cebúes, una
raza bovina muy apreciada, y comenzó a recitar
matanzas: una cada seis semanas, más o menos,
en el año y medio precedente. El ganadero calculaba que con cada ternero muerto perdía más
de 1.800 euros. «Tenemos rastreadores muy
experimentados que nos informan si el leopardo
en cuestión es una hembra joven o un macho
viejo. Por lo general regresa otros dos días más.»
El uso de rastreadores –y el cráneo de la mesita– evocaba la estampa de alguien agazapado
con un rifle para abatir al atacante. Pero el ganadero dijo simplemente: «Vives con ellos y no dices
nada, porque si haces algo al respecto, te expones a que te detengan y te metan en la cárcel».
(La legislación sudafricana contempla tanto penas de cárcel como multas, pero las sentencias
suelen ser indulgentes.) Otros matan «cientos
de leopardos cada año –añadió–. Les pegan un
tiro, los meten en un hoyo, los rocían con gasolina, les lanzan una cerilla y fin del problema».
Algunas pieles de leopardo terminan puestas
a la venta en un negocio que sorprendentemente fomenta la religión.
Un radiante domingo de julio, en la provincia
oriental de KwaZulu-Natal, miles de devotos
peregrinaban descalzos hasta un pico sagrado,
acompañados del sonido atronador de trompetas y al ritmo sordo y pausado de unos bombos
golpeados con botellas de refresco de dos litros.
Las solteras llevaban sartas de cuentas sobre los
pechos desnudos. Las casadas, vestidas de negro,
levantaban sus parasoles negros al ritmo de las
trompas. Pero el verdadero espectáculo lo ofrecían los hombres, unos 1.200, desfilando con
pieles de leopardo cruzadas al hombro, ceñidas
a la frente, a los bíceps, a la cintura, a los tobillos.
En el prado, los hombres comenzaron a danzar al unísono al ritmo de la música monótona.
Se movían al acecho, agazapándose y avanzando
lentamente. Para la Iglesia Baptista de Nazaret
(o «Shembe»), una centenaria confesión cristiana fundada sobre la tradición zulú, la danza es
una forma de culto y de meditación. La indumentaria es importante. En el pasado la realeza
zulú se cubría con pieles de leopardo como símbolo de poder y para cautivar a sus súbditos. Los
hombres shembe –contables, abogados, funcionarios y empresarios– afirman que las pieles de
leopardo los acercan a Dios y a sus antepasados.
Los defensores de los felinos se llevaron las
manos a la cabeza cuando hace unos años tuvieron noticia de la festividad. Hubo quien la calificó de «la mayor exhibición de contrabando de
fauna salvaje del mundo». El número de pieles
que se movían en la peregrinación era por sí solo
motivo de preocupación en un país donde la
población de leopardos, calculada en menos de
7.000 individuos, mengua sin cesar. Pero para
más inri las pieles deben reemplazarse con regularidad –cada cinco o seis años–, ya que con el
uso se cuartean y abarquillan. Con una congregación en aumento que participa en múltiples
actos religiosos cada año, el único límite real a
esa demanda sería la extinción de la especie.
Para el especialista en leopardos Tristan Dickerson, del grupo conservacionista Panthera,
hay un motivo de optimismo, que percibió la
primera vez que asistió a una peregrinación: la
presencia de pieles falsas entre la multitud, casi
siempre de impala, a las que una mano inepta
había pintado manchas de leopardo. Se le ocurrió entonces confeccionar una imitación de
mayor calidad, y así fue como diseñó un sucedáneo de pelo sobre una base de vinilo que reproduce los tonos de una piel auténtica.
Las altas instancias shembe apoyaron el proyecto y hoy un taller local confecciona las imitaciones bajo la marca «Fur for Life» [«Pieles por
la Vida»]. Panthera ha distribuido 9.000 pieles
de imitación a los miembros de la iglesia a coste
cero, y a duras penas satisface la demanda.
El domingo de mi visita solo había a la venta
una piel auténtica. Pedían 336 euros por una
capa confeccionada con la parte anterior del
leopardo y 370 por la confeccionada con la parte posterior, una cantidad nada desdeñable en
un país donde la renta per cápita no alcanza los
11.750 euros. Un hombre se quejaba de que las
pieles falsas eran una táctica de los blancos para
minar las tradiciones zulúes. Otro objetaba que
sus antepasados aceptarían una imitación confeccionada con piel de impala o de cualquier otro
animal de mejor grado que un sucedáneo de
vinilo. Así y todo, parecía que la mayoría deseaba hacerse con una piel de pega. Dickerson calculaba que entre el 30 y el 40% de las pieles de
leopardo que se ven ahora en las ceremonias
shembe eran imitaciones de Panthera, cuando
dos años atrás no pasarían del 5 o el 10%. No era
necesariamente un signo de amor por los leopardos, ni siquiera de tolerancia para con ellos,
pero sí un motivo menos para matarlos.
la india podría ser el lugar perfecto para
poner a prueba la capacidad de supervivencia
de los leopardos en un mundo superpoblado,
porque en este país la población de este felino
es muy numerosa, vive fuera de las áreas protegidas y está asombrosamente cerca del hombre.
Q Beca NGS Las cuotas de los miembros ayudaron
a financiar las cámaras trampa utilizadas para este
proyecto y a formar al personal de los parques.
L E O PA R D OS
9
Una cámara trampa instalada en el
Área de Vida Salvaje de Cederberg,
Sudáfrica, recoge la mirada sostenida
de un cachorro de leopardo del Cabo.
Aunque no se ha clasificado como
una subespecie independiente, estos
felinos de montaña son más menudos
que sus congéneres de la sabana.
RUSIA
A
de leopardos persas e
Georgia y Azerbaiján al
la esperanza de que su
hábitat se esté expandi
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COSTA DE MARFIL
SOMALI
SOM
ALIA
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GUINEA
ECUATORIA
AL
A
ECUADOR
G
Área de distribución del leopardo
RUAN
Confirmada
Posible
R
Histórica,
hacia 1750
.
NZA IA
A
Densidad de la población
humana (por km2)
O C É A NO
Í N DI C O
SUBSAHARIANO
N
Más de 300
DE JAVA Subespecie
Límite de la subespecie
0 km
IQUE
500
O C É A NO
ATLÁNTICO
ESCALA EN EL ECUADOR
esier
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OT
Kala
RESERVA DE
SABI SAND
AZILANDIA
MAPA: JEROME N. COOKSON,
NGM MAPS; SHELLEY SPERRY;
ILUSTRACIONES: ALDO CHIAPPE
FUENTES: PETER GERNGROSS,
BIOGEOMAPS; JOSEPH LEMERIS,
INICIATIVA GRANDES FELINOS; ANDREW
STEIN, LANDMARK COLLEGE Y GRUPO
ESPECIALISTA EN FELINOS DE LA UICN
En peligro
crítico
En peligro
Vulnerable
LES
SOTHO
ÁREA DE VIDA
SALVAJE DE CEDERBERG
UDÁFR
UD
ÁFR
R
NATAL
Supervivientes africanos
El África subsahariana se
mantiene como un bastión
del leopardo, pero en este
vasto continente escasean
los recursos para hacer un
recuento de las poblaciones
de felinos, por lo que no
existen cifras fiables.
SUBSAHARIANO
PERSA
ARÁBIGO
DE SRI LANKA
(Panthera pardus pardus)
Tamaño de la población:
desconocido
(Panthera pardus saxicolor)
800-1.300
(Panthera pardus nimr)
50-200
(Panthera pardus kotiya)
700-950
El tamaño de los leopardos varía significativamente incluso dentro de la misma subespecie.
RUSIA
b
Si
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DEL AMUR
DE NORTE
A S I A
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CHINA
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CHINO
NDIA
PARQUE NACIONAL
DE SANJAY GANDHI
Mumbai
(Bombay)
A))
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BANGLADESH
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INDIO
M
S
O C É A NO
PA C Í F I C O
M
Y
LANKA
INDOCHINO
DE SRI LANKA
M
Sin espacio en Asia
Donde las poblaciones humanas
crecen, los leopardos pierden
terreno, pese a la protección
legislativa de que son objeto.
En el último decenio, en la India el
furtivismo ha acabado con hasta
cuatro leopardos por semana.
A
IN ONE A
En varias subespecies
se dan leopardos negros.
Son más comunes en
los bosques de Malaysia
e Indonesia.
DE JAVA
De aquí para allá
Los leopardos han desaparecido de gran parte de la que fuera su área
de distribución histórica. Las ciudades, en constante crecimiento, la
agricultura y la deforestación han fragmentado su hábitat, y los humanos
ávidos de caza están aniquilando sus fuentes de alimento. Se cazan
por su piel, para exhibirlos como trofeos y para utilizar partes de su
cuerpo en la medicina tradicional, y también son abatidos por los
ganaderos que protegen sus reses. Pese a estas pérdidas, el leopardo
continúa siendo el gran felino más extendido y adaptable del planeta.
Panthera pardus incluye nueve subespecies, desde los pequeños
leopardos arábigos hasta los robustos leopardos subsaharianos.
A U S T R A L I A
INDIO
INDOCHINO
DE JAVA
CHINO
DEL AMUR
(Panthera pardus fusca)
12.000-14.000
(Panthera pardus delacouri)
Menos de 2.500
(Panthera pardus melas)
350-525
(Panthera pardus japonensis)
Menos de 500
(Panthera pardus orientalis)
Menos de 60
En la reserva de caza sudafricana
de Sabi Sand, un joven leopardo se
alimenta de un impala que su madre
ha matado y cuyo cuerpo ha subido
a un árbol. Esconder las presas
en los árboles pone a los cachorros
y a su sustento fuera del alcance
de las hienas y otros competidores.
MERIL DAREES Y MANON MOULIS, BIOSPHOTO
En caso de éxito, la India también podría ser un
modelo a seguir. Aquí la tolerancia de la gente
con este felino es en general alta, aunque precisamente de la India (y del autor y cazador británico Jim Corbett) salió el término «devorador
de hombres». Una denominación que no es correcta: mujeres y niños son las víctimas habituales de los ataques de leopardos, ya que su menor
complexión los convierte en presas más fáciles.
Por lo general, leopardos
y humanos coexisten
pacíficamente. ¿Por qué se
producen entonces brotes
repentinos de violencia en
una zona como Junnar?
En cualquier caso, los ataques a humanos son
relativamente infrecuentes. En la India es mucho
más fácil morir a manos de la civilización que de
la naturaleza: cada día fallecen 381 ciudadanos
en accidentes de tráfico, 80 más en accidentes de
ferrocarril y 24 en electrocuciones. Pero los ataques de leopardos se llevan los titulares, en parte porque son excepcionales y también porque
apelan a algo primitivo de la psique humana.
Avanzada la mañana de un sábado de mayo,
en el área rural de Junnar, 150 kilómetros al este
de Mumbai, un coche oficial se detuvo ante una
pequeña casa de labor. La situación era tan trágica como civilizada. En el amplio porche frontal, rodeado por un muro de hormigón de un
metro de altura y sombreado por un tejadillo
metálico, una muchedumbre aguardaba al funcionario del departamento forestal.
Seis días antes, a eso de las diez y media de la
noche del domingo, un niño de dos años llamado
Sai Mandlik jugaba de rodillas en un banco de
ese mismo porche haciendo subir por la pared
un autobús de juguete. Su abuela descansaba en
un diván al lado del pequeño. En la hierba alta,
a unos 20 o 30 metros de distancia, un leopardo
avistó algo: una cabeza que se movía, no mucho
16national geographic • DI C I EM B RE 2 0 1 5
más grande que la del macaco de Madras, que se
cuenta entre sus presas naturales. Se puso al
acecho. Con un poco de suerte, el pequeño no
llegó a ver al leopardo que saltaba el murete para
llevárselo campo a través. La abuela chilló. El
resto de la familia se adentró atropelladamente
en la oscuridad. Llegaron tarde.
Ahora, seis días después, la tragedia se reducía a un ritual. Las mujeres estaban sentadas en
el suelo, mudas, en un extremo del porche; las
autoridades locales ocupaban el centro, y en la
otra punta, justo donde el leopardo se había llevado a su hijo, estaba el padre rodeado de amigos y familiares varones. El funcionario forestal
se presentó y explicó que el pago compensatorio
(unos 11.140 euros) no pretendía ser una reparación de tan gran pérdida, sino un reconocimiento del Gobierno, responsable de los leopardos.
La familia expuso unas cuantas peticiones
modestas y el funcionario prometió que intentaría ayudar, y entonces concluyó la reunión.
Tenía que visitar otra vivienda a seis kilómetros
de allí, escenario de una historia muy parecida.
Los ataques de leopardos suelen producirse en
oleadas aterradoras. El ataque contra Sai Mandlik era el tercero ocurrido en la zona de Junnar
en poco más de dos semanas, y el segundo que
se saldaba con fatales consecuencias.
Es un misterio: por lo general, leopardos y
humanos coexisten pacíficamente, incluso en
Mumbai. ¿Por qué se producen entonces brotes
repentinos de violencia en una zona como Junnar? A la mañana siguiente de la reunión en casa
de los Mandlik, Vidya Athreya, bióloga de la
Wildlife Conservation Society, estaba sentada
junto a una plantación de caña de azúcar en la
vecina ciudad de Akole. Su ordenador portátil
mostraba un mapa de la comunidad con manchas de color turquesa en todos aquellos puntos
en que había localizado leopardos –con cámaras
trampa y radiocollares– en los cinco años que
llevaba estudiando la zona. En síntesis, los había
localizado en cualquier sitio: 11 adultos vagando
por la noche en Akole y alrededores, una zona
en la que no hay bosques, ciervos ni otras grandes presas naturales y donde durante el día
20.000 personas se mueven arriba y abajo.
La noche del 15 de julio de 2012 un leopardo mató a una niña de siete años en el Parque Nacional de
Sanjay Gandhi. Al caer la noche la gente se reúne en zonas bien iluminadas para sentirse más segura.
La primera pregunta era: ¿por qué hay tantos
leopardos? Como en el resto de la India, todo
empieza con la práctica de depositar al aire libre
las basuras y los despojos de las carnicerías, que
son fuente de alimento de una próspera comunidad de perros callejeros, cerdos asilvestrados
y otros animales pequeños. La legislación federal y un influyente movimiento de defensa de
los animales impiden la retirada de los perros
callejeros. A su vez, esos perros y otros animales
domésticos son alimento de una próspera comunidad de leopardos. (Constituyen hasta el 87%
de su dieta, según el estudio de Athreya.)
Los planes de riego implantados desde la
década de 1980 también son un imán para estos
felinos. Entre otros cultivos, la caña de azúcar
es hoy habitual en zonas que antes eran secas,
como la región de Junnar y Akole, y los tallos
altos y densos de esta planta ofrecen el escondrijo perfecto para los leopardos: cerca de las
poblaciones, de sus basureros y de sus perros.
Un día, en plena investigación, Athreya pasó
junto a un campo donde 15 mujeres recogían
tomates y se paró a hablar con un granjero. El
hombre le contó que hacía pocos días él mismo
había visto un leopardo. Lo que ella no le dijo es
que en ese mismo instante, a tan solo 20 metros
de ellos, un leopardo descansaba entre las cañas.
No había por qué preocuparse. «Los leopardos
no son tan sanguinarios como creemos –asegura la bióloga–. En cierto modo son razonables.»
L E O PA R D OS 17
En una colina desde la que se
domina la metrópoli india de Mumbai,
una charca artificial atrae a uno
de los 35 leopardos que se calcula
viven en el Parque Nacional de Sanjay
Gandhi y sus inmediaciones.
Un cachorro de seis o siete meses de vida ronda por la valla que separa los leopardos de la reserva
de caza de Sabi Dans, en Sudáfrica, de los pueblos ganaderos y las tierras donde pace el ganado.
El antropólogo Sunetro Ghosal, que también ha
trabajado en Akole, hablaba de «una historia de
compartir el espacio» e incluso de «acomodación mutua», en la que leopardos y humanos se
esfuerzan por evitar confrontaciones. (Quizá
para sentirse más seguros, la población local deifica a los leopardos y los tigres, y deposita ofrendas propiciatorias en pequeños santuarios.)
Para comprender dónde fracasa la relación
entre humanos y leopardos, Athreya investigó
una serie de ataques ocurridos en la región de
Junnar entre 2001 y 2003. En lo que a primera
vista parecía una simple coincidencia, el departamento forestal había estado atrapando leopardos –más de cien– en zonas problemáticas de
Junnar, casi siempre a raíz de ataques al ganado.
20national geographic • DI C I EM B RE 2 0 1 5
Luego eran liberados en bosques situados a
unos 30 kilómetros del lugar donde habían sido
capturados; una técnica habitual en todo el
mundo para solventar problemas con los carnívoros. Pero después de esas reubicaciones,
descubrieron Athreya y su equipo, los ataques
contra seres humanos aumentaron un 325% y
la proporción de víctimas mortales se duplicó.
«Fue un caso típico de desquiciamiento de un
felino», afirmó Athreya. Desquiciamiento causado por el trauma de verse encerrados en una
jaula trampa, manipulados por humanos y liberados en un paraje desconocido y en un territorio que ya ocupan otros leopardos. El brote de
ataques no era, al fin y al cabo, la consecuencia
de la ferocidad innata de los leopardos, según
Athreya y sus colegas: «El traslado fue lo que
indujo los ataques contra las personas».
Las autoridades del departamento forestal
pillaron el mensaje cuando Athreya les presentó sus investigaciones hace ya diez años. El Parque Nacional de Sanjay Gandhi, en Mumbai,
dejó de permitir que sus terrenos fuesen usados
como un «vertedero» donde dejar leopardos
reubicados. (Al igual que Junnar, estaba registrando un brote de ataques mortales.) Los medios de comunicación de la ciudad recogieron la
idea de que las reubicaciones eran más peligrosas que los leopardos en sí. En talleres dirigidos
a los vecinos de los apartamentos que están
alrededor del parque, y a los que viven en las
chabolas levantadas dentro de los límites del
propio parque, comenzó a instilarse la idea de
que el mero avistamiento de un leopardo en el
barrio no constituye un «conflicto». Retirar los
leopardos –la primera medida que suelen exigir
los ciudadanos– perturba el sistema social y abre
las puertas a leopardos foráneos que quizá tengan menos experiencia en la práctica de la «acomodación mutua». Los talleres también hacían
hincapié en la parte humana de esa adaptación
mutua, con precauciones básicas como no dejar
a los niños en la calle por la noche. (También
sería beneficioso aplicar ciertas medidas públicas, como la retirada de basuras, la instalación
de urinarios públicos y la retirada de perros callejeros, pero son proyectos que suelen quedar
en nada por problemas económicos y políticos.)
El mensaje era que los leopardos de Mumbai,
Akole y otras zonas no eran «vagabundos» ni
«intrusos», sino vecinos de pleno derecho.
Sin embargo, vivir conforme a esa idea no es
fácil. De ello dan fe los guardas forestales que
acuden al aviso de un ataque de leopardo y se
ven asediados y hasta agredidos por una vecindad enfurecida que exige medidas inmediatas.
También sufren las presiones de los políticos
locales. Por eso siguen sacando las trampas, para
dar a la población la ilusión de que se están tomando medidas y transmitir una sensación de
seguridad, aun cuando el resultado real sea el
agravamiento del peligro. Unos pocos leopardos
«problemáticos» acaban en abarrotados centros
de «rescate» de todo el país, aunque en realidad
no hay manera de identificar a un animal problemático, como no sea sorprenderlo con su
víctima en pleno ataque. Y para eso sirve cualquier cabeza de turco.
Poco después de los últimos ataques mortales
de Junnar, un guarda forestal me dijo por correo
electrónico: «Me complace comunicarle que
hemos atrapado un macho de leopardo». Lo
identificaba como «el mismo que atacó a un niño
el mes pasado». Pasaría el resto de su vida en un
centro de «rescate de leopardos» de Junnar, que,
con 28 ocupantes, ya estaba al límite de su capacidad. La mayoría de los demás leopardos capturados serían liberados, aunque por motivos
evidentes el departamento forestal no divulgaría cuántos pensaba soltar en Junnar, ni dónde.
Dos semanas después otro leopardo mató y despedazó a una mujer de 60 años en una granja a
pocos kilómetros de donde murió Sai Mandlik.
Partí de la India pensando que lo que había
visto sobre los leopardos era un asunto difícil y
peliagudo, a años luz de la existencia cotidiana
de quienes viven en países más desarrollados.
Solo que al llegar a casa me topé con el rumor de
que un puma rondaba por la costa de Connecticut, a seis kilómetros de mi casa, y luego la noticia de que se había avistado un oso negro en la
ciudad vecina de New Haven. Hoy vagan pumas
por Los Ángeles, coyotes por Chicago, lobos por
las afueras de Roma, tiburones blancos por
Cape Cod. Conforme las poblaciones humanas
se expanden y urbanizamos la Tierra, los demás
carnívoros parecen estar adaptándose también
y aprendiendo a convivir con nosotros. Puede
ser una idea inquietante, pero tampoco es negativa en sí misma: los estudios han demostrado
sobradamente que la salud de una población de
depredadores es esencial para la salud de casi
todo lo demás. Si no son dioses, al menos son los
grandes demiurgos de los ecosistemas.
Poco a poco mi experiencia india con los leopardos empezó a parecerme ya no tanto una
excepción propia de otro mundo, sino un avance de cómo muy pronto estaremos aprendiendo
a vivir los humanos de todo el mundo. j
L E O PA R D OS
21
En la región hondureña
de la Mosquitia, el exoficial
del Servicio Aéreo Especial
británico Andrew Wood
se abre paso a machetazos
hacia las ruinas de una ciudad
precolombina, detectada
desde el aire gracias a una
tecnología llamada lidar.
22
El Dorado. La Atlántida.
La Ciudad Perdida de Z.
Atraídos por leyendas
de lugares fabulosos,
generaciones enteras de
exploradores han llegado
hasta los confines más
remotos de la Tierra.
Por lo general regresan
con las manos vacías, si es
que regresan. Pero a veces
la búsqueda de un mito
conduce a un hallazgo real.
La
llamada
de la
Ciudad
Perdida
En las ruinas de la ciudad
los arqueólogos descubrieron
un tesoro de objetos de
piedra, posiblemente dejados
a modo de ofrenda. Entre
las piezas había vasijas
decoradas con imágenes
de buitres y serpientes.
Por Douglas Preston
Fotografías de DaveYoder
l 18 de febrero de 2015
un helicóptero militar
despegó de una ruinosa pista cercana a la
ciudad hondureña de
Catamacas rumbo a
squitia (o Costa de los
Mosquitos), que se erguían al nordeste. A sus
pies, las granjas cedían paso gradualmente a
escarpadas laderas soleadas, algunas tapizadas
de selva ininterrumpida, otras parcialmente
taladas para la cría de ganado. Sorteando las
cumbres, el piloto se dirigió a un desfiladero en
forma de V de una cresta distante. Tras él se
abría un valle rodeado de picos dentados: un
paisaje prístino de esmeralda y oro, moteado
por las sombras cambiantes de las nubes. Bandadas de garcetas sobrevolaban el paisaje, y las
copas de los árboles bullían con las idas y venidas de monos invisibles. No había rastro de presencia humana: ni un camino, ni una columna
de humo. El piloto viró y descendió, dirigiéndose a un claro junto a la margen de un río.
Entre quienes se apearon del helicóptero
había un arqueólogo llamado Chris Fisher. El
valle se hallaba en una región en la que desde
hacía tiempo se rumoreaba que estaba la Ciudad
Blanca, una ciudad mítica construida en piedra
de ese color, también conocida como la Ciudad
Perdida del Dios Mono. Fisher no daba crédito
a tales leyendas, pero sí creía que el valle –conocido por él y sus compañeros de viaje con el
sucinto nombre de T1– ocultaba las ruinas de
una ciudad perdida de verdad que llevaba abandonada cinco siglos, si no más. De hecho, no solo
lo creía: estaba convencido de ello.
No tenían más que buscarla.
26
national geographic • di c i em b re 2 0 1 5
Con unos 50.000 kilómetros cuadrados de territorio a caballo
entre Honduras y Nicaragua, la Mosquitia alberga el bosque lluvioso
más grande de América Central y algunas de las últimas zonas de
la Tierra que todavía no ha explorado la ciencia. «La importancia
de este lugar es inestimable», afirma el etnobotánico Mark Plotkin.
LA CIUDAD PERDIDA
27
Arqueología a
vista de pájaro
A
La tecnología lidar está revolucionando la
arqueología. Al medir la distancia que recorre
la luz desde un emisor láser hasta llegar al suelo
y volver al dispositivo, los investigadores logran
retirar digitalmente el dosel arbóreo de zonas
tan forestadas como la Mosquitia hondureña,
descubriendo así asentamientos antiguos.
609.6 M
ALTITUD CONSTANTE
POR ENCIMA DEL NIVEL
DEL SUELO
Dosel Con un sofisticado software los
investigadores traducen los puntos de
láser reflejados en la nube de puntos para
crear un modelo del dosel del bosque.
PULSOS DE LUZ
El lidar –acrónimo de «light
detection and ranging»,
que significa «detección
y medición de distancias
por luz»– dirige cientos
de miles de pulsos de
luz hacia el suelo.
B
CREACIÓN DE LA NUBE
La mayoría de los rayos
de luz se reflejan en el
dosel del bosque (A);
unos pocos llegan al suelo
y regresan por los huecos
de las copas de los
árboles (B). Al medir cuánto
tarda la luz en volver
al dispositivo se genera
una «nube de puntos».
Suelo Identificando qué puntos de
láser llegan al suelo y se reflejan en él,
los investigadores producen modelos
topográficos de la tierra desnuda.
A
DOSEL
PLAZA
BANCALES
137 m
B
SUELO
EL DIAGRAMA NO ESTÁ A ESCALA
RUINAS
MANUEL CANALES, NGM; AMANDA HOBBS. ILUSTRACIÓN: GREG HARLIN. IMAGEN DIGITAL: STEFAN FICHTEL
FUENTES: JUAN CARLOS FERNÁNDEZ DÍAZ, NCALM / UNIVERSIDAD DE HOUSTON; CHRISTOPHER T. FISHER,
UNIVERSIDAD DEL ESTADO DE COLORADO; ALICIA M. GONZÁLEZ, UTL PRODUCTIONS
¿Señales de vida? Los expertos buscan
después indicios de estructuras artificiales
o de alteraciones humanas del paisaje
para identificar dónde conviene excavar.
EDIFICACIONES
Es probable que las grandes
estructuras con cubierta vegetal
tuvieran cimientos de piedra;
las estructuras más pequeñas se
construían con madera y tierra.
LUZ SOBRE LA CIUDAD PERDIDA
Un ilustrador se basó en los datos del lidar para
dibujar las estructuras estudiadas en el valle T1 de la
Mosquitia durante la expedición de febrero de 2015.
Queda mucho por cartografiar y por explorar.
BANCALES
Los agricultores
abancalaban la tierra
para facilitar el cultivo
y la recolección de
las cosechas.
PLAZAS
Las áreas abiertas
flanqueadas por montículos
seguramente servían para
las reuniones multitudinarias.
MONTÍCULOS
Por todo el yacimiento
hay montículos de tierra
de distintas formas y
tamaños. Probablemente
soportaban estructuras.
PIRÁMIDE
DE TIERRA
CANALES
Hay indicios de
que se cavaban
zanjas para irrigar
las áreas de cultivo.
TESORO
Cincuenta y dos piezas, entre
ellas un asiento de piedra decorado
con la cabeza de un jaguar, se
hallaron asomando del suelo en
la base de una pirámide de tierra.
La región de la Mosquitia, compartida por
Honduras y Nicaragua, contiene el mayor bosque lluvioso de América Central, 50.000 kilómetros de vegetación impenetrable, humedales
y ríos. Desde el cielo puede antojarse atractiva,
pero aventurarse en ella es exponerse a incontables peligros: serpientes venenosas, jaguares
hambrientos e insectos dañinos, algunos portadores de enfermedades mortales. La inhospitalidad y la naturaleza prohibida de esta tierra
selvática ha contribuido sin duda a perpetuar el
mito de una Ciudad Blanca escondida, pero el
origen de la leyenda es un misterio. Exploradores, prospectores y pioneros de la aviación
coleccionista de piezas de los nativos americanos.
Las dos primeras regresaron con rumores sobre
una ciudad perdida en la que había una estatua
gigante de un dios mono a la espera de ser excavada. La tercera, dirigida por un excéntrico
periodista llamado Theodore Morde, llegó a
Honduras en 1940. Morde salió de la selva cinco
meses después con cajas repletas de piezas. «La
Ciudad del Dios Mono estaba amurallada. Seguimos uno de esos muros hasta que desapareció
bajo unos montículos que tienen visos de haber
sido grandes edificios», escribió. Morde se negó
a revelar la ubicación por miedo a que fuese
objeto de saqueos, alegó, pero prometió volver
Exploradores, prospectores y aviadores referían
haber vislumbrado las murallas de una ciudad
en ruinas asomando de la selva.
referían haber vislumbrado las murallas blancas
de una ciudad en ruinas asomando de la selva;
otros se hacían eco de los relatos registrados por
Hernán Cortés en 1526 a propósito de ciudades
fabulosas ocultas en el interior hondureño. Los
antropólogos que convivieron con los indios
misquitos, pech y tawahkas les oyeron hablar de
una «Casa Blanca», un reducto en el que los indígenas se habían ocultado de los conquistadores españoles y del que jamás habían regresado.
La Mosquitia se encuentra en la frontera de
Mesoamérica, colindante con el territorio de los
mayas. Mientras que la maya es una de las antiguas culturas de América más estudiadas, los
pueblos de la Mosquitia siguen estando entre
los más misteriosos y son un signo de interrogación materializado en la leyenda de la Ciudad
Blanca. Con el tiempo el mito llegó a formar parte de la conciencia nacional hondureña. En la
década de 1930 la leyenda había cautivado también la imaginación del público estadounidense.
Se emprendieron varias expediciones para localizarla, entre ellas tres organizadas por el Museo
Nacional del Indio Americano de Nueva York y
financiadas por George Gustav Heye, un ávido
30national geographic • di c i em b r e 2 0 1 5
al año siguiente para iniciar las excavaciones.
Jamás regresó. En 1954 se ahorcó. Su ciudad, si
es que existió, sigue sin ser identificada.
En décadas posteriores la labor arqueológica
en la Mosquitia quedó frenada no solo por la
dificultad del terreno, sino también por la creencia generalizada de que el suelo de las selvas de
América Central y del Sur era tan pobre que solo
podía dar sustento a cazadores-recolectores
dispersos. Tal era la creencia pese a que ya en los
años treinta las primeras exploraciones arqueológicas descubrieron varios asentamientos, lo
que sugería que la zona había albergado una
cultura extendida y sofisticada, lo cual no es de
extrañar considerando que la región es una encrucijada comercial y geográfica entre los mayas
y otros mesoamericanos del norte y el oeste, y
las poderosas culturas de lengua chibcha del sur.
Las gentes de la Mosquitia copiaron aspectos
de la cultura maya, como el diseño de sus ciudades, un tanto parecido. Es probable que adoptaran el famoso juego de pelota mesoamericano,
una competición ritual que a veces implicaba
sacrificios humanos. Pero se desconoce qué
relación tenían exactamente con sus vecinos.
El lidar ayudó a los arqueólogos a descubrir antiguos asentamientos
en tres valles de Honduras al este de Mesoamérica, habitados por
una cultura poco conocida. La región circundante fue declarada
posteriormente Reserva del Legado Patrimonial de la Mosquitia.
Yacimiento arqueológico
hondureño
BELICE
Extensión aproximada
de Mesoamérica
86°
M a
r
ía
Bah
e la
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s
Isla
84°o
C
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GUATEMALA
16°
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ESFERA DE
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HONDURAS
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2,849 m
Tegucigalpa
Reserva del Legado
Patrimonial de la Mosquitia
u
co
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San Salvador
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NICARAGUA
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NO
PA C
ÍFIC
O
Algunos arqueólogos postulan que un grupo de
guerreros mayas de Copán pudieron hacerse con
el control de la Mosquitia y gobernaron como
una élite a la población local. Otros creen que la
cultura local simplemente abrazó las características de la impresionante civilización vecina.
Una diferencia importante entre ambas culturas radica en los materiales de construcción
elegidos por los pobladores de la Mosquitia. Aún
no hay pruebas de que construyesen con cantería, y en cambio se sabe que levantaban sus edificios públicos con cantos de río, tierra, madera
y cañas y barro. Decorados y pintados, es posible
que fuesen tan impresionantes como los grandiosos templos de los mayas. Pero una vez abandonados, la lluvia los desmoronó y se pudrieron,
quedando convertidos en anodinos montículos
de tierra y escombros que la vegetación engulló
con rapidez. La desaparición de esta arquitectura espléndida podría ser la explicación de por
qué la cultura que la creó está tan «marginada»,
Q Beca NGS Las cuotas de los miembros contribuyen
a financiar una expedición hondureña-estadounidense
para excavar las piezas de la Mosquitia.
0 km
AMÉRICA
DEL
NORTE ÁREA
AMPLIADA
E CUA
DOR
AMÉRICA
N
DEL
SUR
14°N
50
dice Christopher Begley, quien ha llevado a cabo
estudios arqueológicos en la región de la Mosquitia. Esta cultura está tan poco estudiada que ni
siquiera se le ha dado una denominación formal.
«Es mucho lo que ignoramos sobre esta gran
cultura. De hecho, lo ignoramos casi todo», me
dijo Oscar Neil Cruz. Nacido en México, Neil es
director de arqueología del Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH).
Cuando se sabe tan poco, todo es posible.
A mediados de la década de 1990 un director de
documentales llamado Steve Elkins quedó cautivado por la leyenda de la Ciudad Blanca y se
embarcó en su búsqueda. Pasó años estudiando
los relatos de exploradores, arqueólogos, buscadores de oro, narcotraficantes y geólogos.
Marcó en los mapas las zonas de la Mosquitia
que habían sido exploradas y las que no. Contrató a científicos del Laboratorio de Propulsión a
Chorro (JPL) de la NASA para analizar cantidades ingentes de datos del Landsat e imágenes
de radar de la Mosquitia en busca de señales de
asentamientos antiguos. El informe del JPL
mostraba lo que podían ser rasgos «rectilíneos
JEROME N. COOKSON, NGM; AMANDA HOBBS. FUENTES: CHRISTOPHER BEGLEY, UNIVERSIDAD DE TRANSILVANIA; OSCAR NEIL CRUZ, INSTITUTO HONDUREÑO DE ANTROPOLOGÍA
E HISTORIA; JUAN CARLOS FERNÁNDEZ DÍAZ, NCALM / UNIVERSIDAD DE HOUSTON; CHRISTOPHER T. FISHER, UNIVERSIDAD DEL ESTADO DE COLORADO; UTL PRODUCTIONS
Entre las piezas halladas está la escultura de un rostro –mitad jaguar,
mitad humano– del tamaño aproximado de un puño. La excavación
del yacimiento podría aportar pistas acerca de una cultura antigua tan
poco conocida que ni siquiera tiene nombre.
32national geographic • di c i em b re 2 0 1 5
y curvilíneos» en tres valles, que Elkins llamó
T1, T2 y T3 (siendo T la inicial de target, es decir,
«objetivo»). El primero era un valle fluvial inexplorado rodeado de cumbres que forma un cuenco natural. «Se me ocurrió pensar que si yo fuese
un rey, aquel sería el lugar perfecto para ocultar
mi reino», declaró Elkins. Pero las imágenes no
eran concluyentes; necesitaría un modo mejor
de escudriñar bajo el denso dosel de la selva.
En 2010 Elkins leyó en la revista Archaeology
un artículo que describía el uso de una técnica
llamada lidar (acrónimo de «light detection and
ranging») para levantar el plano de la ciudad
maya de Caracol, en Belice. El lidar envía cientos de miles de pulsos de luz láser infrarroja al
bosque lluvioso y registra el punto donde se
refleja cada uno. El resultado es una nube tridimensional de puntos que, una vez procesada
con software para eliminar los pulsos que inciden en los árboles y en el sotobosque y conservar solo los que llegan al suelo, da lugar a una
imagen que contiene las siluetas de los posibles
elementos arqueológicos. En tan solo cinco días
de trabajo, el lidar reveló que Caracol era siete
veces más grande de lo que se pensaba después
de 25 años de exploración sobre el terreno.
Un inconveniente del lidar es su elevado coste. El escaneo de Caracol lo había realizado el
Centro Nacional de Cartografía Aérea por Láser
(NCALM) de la Universidad de Houston. Solicitar al NCALM el escaneo de los 143 kilómetros
cuadrados que suman los tres valles costaría unos
220.000 euros. Por suerte, a esas alturas el afán
de Elkin por hallar la Ciudad Blanca había contagiado al cineasta Bill Benenson, seducido por
el proyecto hasta tal punto que decidió correr él
mismo con todos los gastos.
Los resultados preliminares fueron asombrosos. Parecía haber un rosario de ruinas a lo largo
de varios kilómetros del valle T1. En el T3 se
evidenciaba un yacimiento el doble de grande.
Aunque era fácil apreciar las estructuras de
mayor tamaño, el análisis a fondo de las imágenes tendría que pasar por un arqueólogo ducho
en el uso del lidar. Elkins y Benenson recurrieron a Chris Fisher, especialista en Mesoamérica
de la Universidad del Estado de Colorado.
LA CIUDAD PERDIDA 33
El origen de un mito
FOTOGRAFÍAS TOMADAS EN EL MUSEO NACIONAL DEL
INDIO AMERICANO, SMITHSONIAN INSTITUTION, POR
ERNEST AMOROSO (DERECHA, 7274) Y MARK THIESSEN,
NGM (ARRIBA, TODAS, 202824, 202823, 202825)
Este armadillo de piedra de la Mosquitia movió al coleccionista Gustave Heye a enviar durante
las décadas de 1930 y 1940 a Theodore Morde y compañía en busca de una legendaria
Ciudad Blanca oculta en la selva. Morde regresó con piezas, como estas figurillas de cerámica,
y con la noticia de que había localizado la ciudad, aunque nunca se confirmó el hallazgo.
LA CIUDAD PERDIDA 35
Y así es como un día de febrero de 2015 Fisher
dio consigo en la orilla de un río sin nombre del
T1, contemplando la selva que se alzaba en la otra
margen y ardiendo en deseos de penetrar en ella.
Desde el momento en que vio las imágenes
de lidar, Fisher quedó fascinado. Había utilizado
esta tecnología para cartografiar Angamuco, una
antigua ciudad de los purépechas (o tarascos),
fieros rivales de los aztecas en el área central de
México desde más o menos el año 1000 hasta la
llegada de los españoles a principios del siglo xvi.
Mientras que las comunidades de las tierras
altas mexicanas de la América precolombina
estaban densamente pobladas, las tropicales
tendían a desperdigarse sobre el territorio. No
obstante, los yacimientos de los valles T1 y T3
parecían sustanciales; sin lugar a dudas eran los
asentamientos de más entidad localizados hasta la fecha en la Mosquitia. La zona central del
T3 ocupaba cerca de cuatro kilómetros cuadrados, casi tanto como el núcleo de la ciudad maya
de Copán, situada al oeste. El centro del T1 era
más pequeño pero más concentrado; parecía
constar de diez grandes plazas, con decenas de
montículos, caminos, bancales de cultivo, canales de riego, un depósito de agua y lo que podría
haber sido una pirámide. A la vista de la arquitectura ceremonial, las múltiples plazas y los
movimientos de tierra que se han hecho, Fisher
concluyó que ambos yacimientos casaban con
la definición arqueológica de ciudad: un asentamiento en el que es evidente una compleja organización social. «Las ciudades desempeñan
funciones ceremoniales especiales y se asocian
con una agricultura intensiva –me explicó–. Y
suelen entrañar una reconstrucción importante y monumental del entorno.»
En su quijotesca búsqueda de una (probablemente) mítica Ciudad Blanca, Elkins y Benenson
habían descubierto lo que parecían ser dos ciudades antiguas absolutamente reales. Con ayuda
del Gobierno hondureño, reunieron un equipo
capaz de internarse en la selva para cotejar
sobre el terreno lo que habían identificado las
imágenes de lidar. Además de Fisher, el equipo
contaba con otros dos arqueólogos (entre ellos
36national geographic • di c i em b r e 2 0 1 5
Oscar Neil Cruz), una antropóloga, un técnico
de lidar, dos etnobotánicos, un geoquímico y un
geógrafo. Con ellos iban los cámaras de Elkins y
un equipo de National Geographic.
La logística era complicadísima: además de
bregar con serpientes, insectos, barro y lluvia incesante, corríamos el riesgo de contraer malaria,
dengue y una amplia gama de enfermedades
tropicales. (El editorial de este número habla de
lo ocurrido cuando contrajimos leishmaniasis,
una parasitosis potencialmente letal transmitida por la picadura de un díptero diminuto.)
Para facilitar el avance, Elkins y Benenson
habían contratado a tres exoficiales del Servicio
Aéreo Especial (SAS) británico, fundadores de
una empresa especializada en guiar equipos de
filmación por zonas peligrosas. Habían descendido previamente sobre el lugar para despejar
con machetes y motosierras una zona de aterrizaje y otra de acampada mientras el helicóptero
volvía a Catamacas a por Fisher y los demás.
Andrew Wood, alias Woody, jefe del equipo de
soporte, me contaría después que mientras trabajaban, los animales (un tapir, gallos silvestres
y monos araña) se movían o se congregaban en
las copas de los árboles, aparentemente sin temor
alguno. «Nunca he visto nada igual –dijo–. Creo
que era la primera vez que veían un ser humano.»
Para montar el campamento base Wood había
elegido una terraza elevada detrás de la zona de
aterrizaje, entre árboles enormes, accesible por
un puente de troncos tendido sobre un lodazal,
con un terraplén de subida. Por el peligro que
constituían las serpientes –la supervenenosa
serpiente terciopelo es especialmente preocupante– había prohibido que nadie saliese del
campamento sin escolta. Pero Fisher ardía de
impaciencia; acostumbrado a trabajos de campo
peligrosos, amenazaba con salir a explorar por
su cuenta. Avanzada la tarde, Wood accedió a
hacer un reconocimiento rápido de las ruinas.
Los miembros del equipo de avanzada se reunieron junto al río, protegidos por polainas antiserpientes y apestando a repelente de insectos.
Un GPS en el que Fisher había descargado los
mapas de lidar les indicaba su localización exacta respecto de las presuntas ruinas.
El arqueólogo Oscar Neil Cruz (superior) limpia cuidadosamente una piedra poco después de acceder a las
ruinas en la Mosquitia. Resultó ser una de las cerca de cincuenta piedras planas (arriba) que delimitan una plaza,
los primeros elementos arquitectónicos descubiertos en el lugar. Su función original todavía se desconoce.
LA CIUDAD PERDIDA 37
Entre las piezas sin desenterrar
hay unos objetos de piedra
labrada llamados metates.
El presidente de Honduras,
Juan Orlando Hernández, ha
destacado una unidad militar
en el yacimiento para protegerlo
de los saqueadores.
Fisher consultaba el GPS y cantaba el camino
a Wood, mientras este iba abriendo una senda
por un matorral de heliconias. El bosque bullía
con los sonidos de aves, ranas, sapos e insectos.
Vadeamos dos lodazales –en uno de ellos el
barro nos llegaba por los muslos–, ascendimos
por los riscos que descollaban sobre la llanura
de inundación y llegamos a la base de una escarpada prominencia engullida por la selva: el límite de la supuesta ciudad. «Subamos», dijo Fisher.
Comenzaba el cotejo sobre el terreno.
Aferrándonos a lianas y raíces, ascendimos
por la resbaladiza ladera tapizada de hojas. En
la cima, alfombrada de una tupida vegetación,
Al día siguiente reanudamos la exploración,
envueltos en una espesa niebla en la que reverberaban las voces de los monos aulladores. Pendían cortinas de lianas y flores colgantes. En
aquel crepúsculo verdoso, rodeado de árboles
inmensos y montículos mudos –vestigios de
otras gentes, de otro tiempo–, sentí que se desvanecía la conexión con el presente. Un clamor en
lo alto de las copas anunció el inicio de un aguacero, que nos empapó en un abrir y cerrar de ojos.
Fisher, blandiendo su machete, echó a andar
hacia el norte con Neil y Juan Carlos Fernández
Díaz, el técnico de lidar del equipo, para localizar más plazas. Anna Cohen, doctoranda de la
Los hallazgos estaban en perfecto estado,
como si nadie los hubiese tocado desde que varios
siglos atrás fueran abandonados.
Fisher señaló una depresión rectangular, sutil
pero inconfundible, en la que creyó reconocer
el contorno de un edificio. Al arrodillarse para
verla mejor, Neil descubrió lo que parecían ser
vestigios de una construcción de tapial, un punto a favor de la interpretación de que allí hubo
una pirámide de tierra. Fisher estaba eufórico.
«Justo lo que pensaba –dijo–. Todo este terreno
fue modificado por la mano del hombre.»
Fisher y Wood condujeron al grupo desde la
pirámide hacia lo que Fisher esperaba que fuese
una de las diez plazas de la ciudad. Al penetrar
en la zona, hallamos un tramo de bosque allanado artificialmente, tan nivelado como un campo
de fútbol. Tres de sus lados estaban limitados
por montículos lineales, los restos de muros y
edificios. Una zanja que atravesaba la plaza dejaba a la vista una superficie pavimentada con
piedras. Al cruzar la plaza, descubrimos al fondo
una hilera de piedras planas, casi como altares,
posadas sobre unas rocas blancas que hacían de
trípodes. Pero la densa vegetación seguía frustrando cualquier intento de imaginar el trazado
o las dimensiones de aquella antigua ciudad.
Anochecía, y regresamos al campamento.
40national geographic • di c i em b re 2 0 1 5
Universidad de Washington, y Alicia González,
la antropóloga de la expedición, se quedaron
para despejar de vegetación la hilera de piedras.
Hacia la tarde regresaron Fisher y su grupo;
habían localizado otras tres plazas y numerosos
montículos. Compartimos un buen té caliente
con leche bajo el aguacero. Wood, preocupado
por una posible crecida del río, ordenó el regreso al campamento. Partimos en fila india. De
pronto, el cámara Lucian Read dio el alto.
«¡Eh!, aquí hay unas piedras muy raras.»
En la base de la pirámide, asomando apenas
del suelo, se distinguía la parte superior de decenas de esculturas de piedra de bella factura. Las
piezas, tapizadas de musgo y vislumbradas bajo
la alfombra de hojas, cobraron forma en la penumbra de la selva: la amenazadora cabeza de
un jaguar, una vasija de piedra decorada con la
cabeza de un buitre, grandes recipientes tallados
con figuras de serpientes y un conjunto de objetos que parecían tronos o mesas ornamentadas,
y que en terminología arqueológica se denominan metates. Todas las piezas estaban en perfecto estado, como si nadie las hubiese tocado desde
que varios siglos atrás fueran abandonadas.
Hubo gritos de asombro. Los expedicionarios
se arremolinaban en torno a ellas, chocando
unos con otros. Fisher se puso al mando enseguida, ordenó a todo el mundo que se retirase y
acordonó la zona. Pero estaba tan emocionado
como los otros, si no más. Aunque en otras partes de la Mosquitia se conocían objetos parecidos, la mayoría eran piezas sueltas halladas
tiempo atrás por Morde y compañía o desenterradas y extraídas por lugareños o por saqueadores. Sin duda no había noticia de un tesoro
semejante. Asomaban del suelo 52 objetos, y
quién sabe cuántos aguardaban bajo tierra.
«Es una potente exhibición ritual –afirmó
Fisher–. Sacaron de la circulación objetos preciados como estos y los dejaron aquí, tal vez a
modo de ofrenda.»
En los días subsiguientes el equipo de arqueólogos registró cada pieza in situ. Con un lidar
montado sobre un trípode, Fernández escaneó
también los objetos para obtener imágenes tridimensionales de todos ellos. Nadie tocó nada,
no se desenterró lo más mínimo: eso tendría que
esperar a otra ocasión, cuando el equipo volviese con las herramientas y el tiempo necesarios
para efectuar una excavación en condiciones.
Mientras escribo estas líneas se planifica
otra expedición de mayor envergadura, con el
apoyo total del Gobierno de Honduras. Azotada
por el narcotráfico y la violencia que este conlleva, Honduras es un país pobre necesitado de
buenas noticias. La Ciudad Blanca tal vez sea una
leyenda, pero cualquier hallazgo que otorgue
visos de realidad al mito genera gran entusiasmo; es causa de orgullo colectivo, una afirmación de la vinculación del pueblo con su pasado
precolombino. Al enterarse del hallazgo, Juan
Orlando Hernández, presidente de Honduras,
ordenó que una unidad militar protegiese el yacimiento de los saqueadores las 24 horas. Semanas después viajó al lugar en helicóptero para
verlo en persona y expresó el compromiso de
que su Gobierno hará «lo que haga falta» para
avanzar no solo en la investigación y protección
del legado cultural del valle, sino también del
patrimonio ecológico de la región circundante.
La investigación acaba de empezar. La mayor
parte del valle T1 sigue pendiente de estudio, y
las ruinas todavía mayores del T3 ni siquiera se
han examinado. Y quién sabe qué secretos ocultará la selva que cubre el resto de la Mosquitia.
En los últimos años se ha producido un cambio
fundamental en el concepto arqueológico de la
ocupación humana de los parajes tropicales.
Antes se hablaba de asentamientos minúsculos
y muy desperdigados sobre un territorio deshabitado en su mayor parte. Hoy se cree que existían asentamientos muy poblados, separados
unos de otros por mucho menos espacio vacío.
«Incluso en este remoto entorno selvático,
donde nadie lo esperaba, hubo grandes poblaciones viviendo en ciudades–explicó Fisher–.
De miles de personas.»
Lo que aún nos queda por saber de los antiguos habitantes de la Mosquitia es prácticamente infinito, pero el plazo para entenderlo quizá
no lo sea. En febrero, cuando regresábamos del
T1 a Catamacas, llevábamos apenas unos kilómetros de vuelo cuando el tapiz ininterrumpido
de bosque lluvioso empezó a ceder paso a laderas con zonas arrasadas para la cría de ganado.
Virgilio Paredes, director del IHAH, bajo cuyos
auspicios se llevó a cabo la expedición, calcula
que al ritmo actual, la corta a tala rasa alcanzará
el valle T1 en ocho años o menos, destruyendo
sus posibles tesoros culturales y exponiendo
otros a saqueos indiscriminados. El presidente
Hernández ha prometido proteger la región
contra la deforestación y contra los saqueos, un
compromiso en cuyo marco ha fundado la
Reserva del Legado Patrimonial de la Mosquitia,
un área de unos 2.030 kilómetros cuadrados que
rodean los valles estudiados con lidar. Pero la
cuestión es peliaguda. Aunque la tala es ilegal
–en teoría la zona está protegida como parte de
las reservas de la biosfera de Tawahka Asangni
y de Río Plátano–, en esta región hondureña la
ganadería es una importante muleta económica
y una tradición muy apreciada.
Si los hallazgos en el T1 inclinan la balanza
hacia la preservación, entonces no tendrá mayor
importancia que la Ciudad Blanca sea real o
mítica. Su búsqueda ya ha dado frutos. j
LA CIUDAD PERDIDA 41
En 1897, en pleno auge de los descubrimientos
polares, el ingeniero sueco Salomon August Andrée
convenció a una nación necesitada de héroes
expedicionarios de la posibilidad de alcanzar
el polo Norte a bordo de un aerostato diseñado
por él mismo. El experimento no funcionó.
NILS STRINDBERG / GRENNA MUSEUM, SUECIA
Los expedicionarios frente a su aeronave fatalmente varada en el hielo. Tras una caminata de tres meses en
dirección sur, fallecieron. La foto se recuperó de una cámara localizada junto a sus restos 33 años después.
Los nubarrones se ciernen sobre las islas Svalbard cerca de Danskøya (o «isla de los Daneses»), en el noroeste
del archipiélago, un abrupto litoral con abundantes glaciares desde donde partieron los tres expedicionarios.
Por Eva van den Berg
Fotografías de Oriol Alamany
Ilustración de Almudena Cuesta
P
«
robablemente fuera el globo
más hermético que se había
construido jamás, al menos hasta
entonces, el que usó el explorador
sueco Salomon August Andrée para
emprender en 1897, junto con dos
compañeros, la primera expedición
aérea al polo Norte. Desaparecieron
todos y nunca se volvió a tener noticia
de ellos, hasta que hace unas semanas
una expedición noruega encontró sus
cuerpos, algunos apuntes del viaje y
restos del equipo en una isla yerma […].»
Así empezaba el artículo de noviembre de 1930
de la revista estadounidense sobre ciencia y tecnología Popular Mechanics que, bajo el título «Resuelto el misterio ártico del destino de Andrée»,
cerraba la incógnita acerca de la evanescencia de
los tres intrépidos aeronautas que acometieron
una misión tachada por muchos de imposible.
Habían partido un aciago 11 de julio de la isla de
Danskøya (o «isla de los Daneses»), frente a la
isla de Spitsbergen, en el archipiélago noruego
de las Svalbard, a bordo del globo Örnen («El
Águila», en sueco). A los tres días se les perdió
el rastro y no se supo más de ellos hasta que
33 años después la tripulación de un barco
noruego, el Bratvaag, halló por casualidad sus restos en la isla de Kvitøya, en
el extremo oriental de las Svalbard.
el germen de esa idea que acabó
en tragedia se había empezado a fraguar años atrás cuando Andrée, ingeniero de formación nacido en 1854
en Gränna, localidad situada a unos
250 kilómetros al sudoeste de Estocolmo, viajó a Estados Unidos para visitar la Exposición Universal de Filadelfia
46 national geographic
• DI C I EM B R E 2 0 1 5
de 1876. Allí conoció al experimentado
aeronauta John Wise, autor de numerosas innovaciones en el diseño de globos aerostáticos, un
encuentro que fue el detonante de su pasión por pilotar su
propia aeronave. Según Alec
Wilkinson, periodista de The
New Yorker y autor del libro
The Ice Balloon («El globo
de hielo») sobre la fallida expedición sueca, en aquellos
tiempos se creía que los aerostatos podían retener suficiente gas como para volar durante
GRENNA MUSEUM, SUECIA (IZQUIERDA); JOHN FRUMM / HEMIS / GTRES
En una fotografía de estudio (izquierda), Salomon August Andrée (sentado) conversa con Vilhelm
Swedenborg, el expedicionario de reserva, Nils Strindberg y Knut Frænkel (de izquierda a derecha)
en una de las reuniones previas a la expedición ártica en globo realizadas en Estocolmo (arriba).
En la era de las expediciones polares y en pleno auge de la carrera por la conquista del polo Norte,
la capital sueca y el país entero recibieron con fervor patriótico el ambicioso proyecto de Andrée.
30 días, aunque en la práctica ninguno se había
mantenido en el aire más de 15 jornadas seguidas.
Pero Andrée se convenció a sí mismo de que
él sí podía lograrlo. Partiría lo más cerca posible
de los 90° de latitud Norte y, desde allí, el globo
sobrevolaría el polo para aterrizar en algún
lugar de Alaska o de Siberia después de una travesía que según sus previsiones duraría entre
15 y 20 días. Para ello, diseñó un equipamiento
específico que convertiría el globo en una nave
completamente controlable, como, por ejemplo,
un sistema de cuerdas-guía y de velas que le permitiría maniobrarlo incluso «en contraposición
al viento», según sus propias palabras.
Sin duda había mucha «pasión sueca» en sus
palabras. La rivalidad con la vecina Noruega no
era un tema baladí: en 1888 el gran explorador
polar de Cristianía (actual Oslo) Fridtjof Nansen
EL VUELO DE LA FATALIDAD
47
El proyecto de Andrée empezó a cobrar forma: arriba, imagen de la fábrica de globos del aeronauta
Henri Lachambre en París, donde se construyó el Örnen. Abajo, Andrée (a la derecha del globo)
supervisa la aeronave junto a Alexis Machuron, sobrino y colaborador de Lachambre, ya en Danskøya,
punto de partida de la expedición. Numerosos sacos de lastre mantienen el globo amarrado a tierra.
Arriba, El Águila, hora y media antes de despegar del hangar de las Svalbard. Abajo, en una foto
tomada por Machuron, el aerostato se eleva en su viaje hacia el norte dirigiéndose a su trágico
destino ese aciago 11 de julio de 1897. Todo apunta a que no fue el globo la causa del fracaso, sino
el exceso de autoconfianza de Andrée.
AXEL STAKE (ARRIBA), ALEXIS MACHURON (ABAJO), GRENNA MUSEUM, SUECIA (TODAS)
había liderado la primera travesía por el interior
de Groenlandia sobre esquíes, y con su expedición de 1893 al polo Norte a bordo del Fram se
había convertido en toda una celebridad internacional, mientras que Suecia andaba algo rezagada en la carrera ártica. Pero, ciertamente, el
polo Norte estaba aún por alcanzar. Si hasta ese
momento nadie había logrado culminar con éxito la gesta ni en barco ni en trineo… ¿por qué no
probar en globo?, se dijo Andrée. Ese mismo año
de 1893 el sueco ya había empezado a poner en
marcha su proyecto cuando compró el aerostato Svea, con el que hizo hasta nueve vuelos y
cubrió 1.500 kilómetros de distancia. Tras esas
probaturas, sintió que estaba listo para un reto
que acabó por convertirse en causa patriótica.
Visto a posteriori, todo apunta a que se excedió, tanto en su autoconfianza como en la convicción de que el globo estaba preparado para
surcar los peligrosos firmamentos del Ártico.
Andrée no calculó los riesgos ni calibró dónde
acababa la pasión por explorar y dónde empezaba un fatal exceso de entusiasmo. Y tuvo ocasiones para reflexionar, pues el de 1897 no era
su primer vuelo.
Un año antes, el 7 de junio de 1896, Andrée ya
había protagonizado una mise en scène de la que
hubiera tenido que extraer conclusiones más
instructivas: aquello fue un absoluto desastre.
Ese día Andrée y sus entonces compañeros de
viaje, el científico y fotógrafo Nils Strindberg
y un meteorólogo de renombre llamado Nils
Gustaf Ekholm, quien ya había viajado con él en
dos expediciones geofísicas a Spitsbergen entre
1882 y 1883, partieron de Gotemburgo hacia
Danskøya en medio de un gran revuelo popular,
dispuestos a emprender la primera expedición
polar a bordo de un globo. Se marcharon respaldados por el apoyo de todo el país, incluidos
Alfred Nobel, patrocinador de la hazaña, y el rey
Óscar II de Suecia, quizás espoleados por el
ansia de engrandecer su gloria nacional.
Tras la partida de los expedicionarios y durante seis semanas, la expectación fue máxima.
Pero lamentablemente todo acabó en un auténtico fiasco. Los vientos no fueron propicios y el
globo ni siquiera llegó a elevarse de su punto de
50national geographic
• DI C I EM B RE 2 0 1 5
partida. Así, a finales de agosto, aquellos que
habían partido como héroes regresaban envueltos en un aura de fracaso. Muchos consideraron
entonces que Andrée no era más que un fraude,
un mero «cazador de publicidad». Pero él, lejos
de desanimarse, pronto mostró su intención de
afrontar un segundo intento. Y de nuevo, logró
apoyos para llevarlo a cabo.
no pasaron ni doce meses. Concretamente
el 11 de junio de 1897 los aeronautas se dirigieron de nuevo a Danskøya, acompañados esta vez
de un barco fletado por el Gobierno sueco con
expertos preparados para solventar, llegado el
caso, cualquier incidencia que impidiera que el
El rompehielos Ortelius atraviesa la banquisa ártica frente a la costa de Spitsbergen, la isla principal
de las Svalbard. El globo de Andrée despegó de Danskøya rumbo al norte, y tras varar en el hielo los
expedicionarios caminaron hacia el sur hasta alcanzar la isla oriental de Kvitøya, ambas deshabitadas.
Örnen, el magnífico globo de hidrógeno fabricado
en los talleres del reputado constructor de aerostatos Henri Lachambre en París, alzara por fin
el vuelo. Andrée, de 42 años, embarcó de nuevo
junto a Nils Strindberg, que por entonces tenía
24 años, y con el ingeniero Knut Frænkel, de 27,
sustituto de Ekholm, quien se negó a participar
en una odisea que juzgó demasiado arriesgada.
La aeronave iba cargada con víveres suficientes
para subsistir algo más de tres meses, y con instrumentos de navegación, ropa, mapas, libros,
trineos, esquíes, un bote, armas y munición.
También llevaba 36 palomas mensajeras con las
que Andrée iría informando al mundo de la progresión de su viaje, un sistema de comunicación
que alternaría con boyas, una serie de cilindros
estancos en los que introduciría mensajes que
dejaría caer por la borda.
Pero una vez más la fatalidad se cernió sobre
los expedicionarios suecos. Solo dos días después de cortar las sogas que anclaban El Águila
a tierra, el aerostato comenzó a perder fuelle.
EL VUELO DE LA FATALIDAD
51
El globo de hielo
En julio de 1897 tres expedicionarios suecos
partieron de Danskøya, en el archipiélago de
las Svalbard, con un objetivo: sobrevolar el polo
Norte a bordo del globo de hidrógeno Örnen
(«El Águila»). Tres días después del despegue
aterrizaron sobre una placa de hielo a la deriva.
La búsqueda de tierra firme duró más de 80 días.
Treinta y tres años más tarde, una partida de
cazadores de focas encontró sus cuerpos.
Nils Strindberg
Científico y fotógrafo.
Documentó la vida diaria
de la expedición con
su cámara fotográfica.
750 km al polo Norte
14 de julio
Aterrizan sobre
la banquisa
Trayecto en globo
Trayecto a pie
Polo Norte
12 de septiembre
Acampan en
un témpano
Salomon August Andrée
Océano Ártico
11 de julio
Despegan de la
isla de Danskøya
Tierra de
Francisco José
GROENLANDIA
2 de octubre
Llegan a la
isla de Kvitøya
RUSIA
ZONA AMPLIADA
NORUEGA
El hielo y la humedad
sobrecargan el globo.
SVALBARD
(NORUEGA)
Cronología del viaje
Trayecto en globo
A mayor altitud, menor
temperatura ambiental,
lo que aumenta la
congelación del globo y
la pérdida de hidrógeno.
Escasa maniobrabilidad.
A merced de los golpes de
viento, van chocando contra
los hielos y elevándose en un
vuelo errático sin dirección.
800 m
Permanecen parados
durante un día entero
al enredarse una de
las cuerdas en el hielo.
500 m
100 metros
m
Tras 65 horas de
vuelo, y arrojado
todo el lastre,
deciden no perder
más material
necesario para
su supervivencia.
El globo aterriza
sobre la banquisa.
Sueltan
750 kg
de lastre
para elevarse.
14 de julio
11 de julio
Al despegar, la fricción de las
guías con el agua es tan fuerte
que la barquilla se estrella contra
la superficie. Pierden las guías
y vuelan sin dirección.
Físico e ingeniero. Jefe de la
expedición, relató en su diario
todos los detalles de la gesta.
a
lastre
Al recibir calor solar,
el hidrógeno se dilata
y aumenta la fuerza
ascensional.
12 boyas
32 palomas
ILUSTRACIÓN: ALMUDENA CUESTA
FUENTES: JUAN GARCÍA PERROTE;
PER OLOF SUNDMAN, EL VIAJE EN GLOBO
DEL INGENIERO ANDRÉE, 1967
Una paloma con el mensaje
«Todo bien a bordo» fue
encontrada por un barco
noruego.
En la bodega había
250 compartimentos
interiores para provisiones.
El Örnen
Para asegurar el éxito de la expedición, la nave contaba con un sistema de cuerdas-guía que llegaban a
tierra y que debían impedir, junto con las velas, volar a merced del viento. Por otro lado, era necesario que
la envoltura fuese lo suficientemente impermeable para mantener el gas en el globo. Para su construcción
se emplearon 3.360 cuadrados de seda distribuidos en tres capas. La envoltura se revistió con una malla
de cáñamo recubierta de vaselina para evitar que atrajera la humedad y aumentara el peso del globo.
Envoltura
Malla
Knut Frænkel
Ingeniero. Anotó su
posición en el diario
meteorológico, lo que
permitió reconstruir
la trayectoria con
exactitud.
Válvula de escape
de gas lateral
para maniobrar
Cable para izar
la vela lateral
Panel de desgarro
para reforzar la
salida de gas
durante el aterrizaje
Vela central
Vela lateral
Todo el cordaje
se revistió
con vaselina
parafinada para
impermeabilizarlo.
Bodega
Válvula de escape
de gas inferior
Mástil
Círculo de carga
Barquilla
Aparato para
manejo de guías
Galería
Cestas para material
8 cables de lastre
3 cuerdas-guía
345 kg de lastre
repartidos
en 36 sacos.
Cada trineo pesa 200 kilos.
Ni las provisiones que llevan
ni los atuendos de tela de los
expedicionarios son aptos para
una expedición sobre el hielo.
A la barquilla se accedía a
través de una trampilla interior.
Contenía tres trineos, una barca
e instrumentos científicos.
El terreno es muy peligroso.
A cada paso que dan sobre
el hielo flotante se enfrentan
a canales de agua y a crestas
de presión creadas al chocar
las placas de hielo entre sí.
Modifican su ruta según las
grietas de los témpanos.
Trayecto a pie
14 de julio
Aterrizan
en la
banquisa.
22 de julio
Organizan el equipo y
emprenden su marcha
sobre la banquisa hacia
el depósito de comida de
la Tierra de Francisco José.
Cazan para alimentarse.
2 de octubre
El témpano sobre el que
flotan, de 24 metros cuadrados
de superficie, se estrella
contra la isla Kvitøya y el
hielo se quiebra justo debajo
de su refugio. Trasladan
el campamento a la isla.
12 de septiembre
No pueden prever en qué medida
influye la deriva del hielo sobre
su marcha. Exhaustos, construyen
un refugio de hielo y nieve sobre un
témpano para sobrevivir al invierno.
A los pocos
días fallecen.
Se desconoce
la causa exacta
de la muerte.
Una osa polar merodea en busca de alimento por la banquisa ártica en pleno deshielo de las
Svalbard (izquierda). Arriba, ese mismo escenario retratado por Andrée el 20 de junio de 1897
en el que aparecen Frænkel y Strindberg junto a un oso polar recién abatido.
Según apunta Per Olof Sundman en su novela
El viaje en globo del ingeniero Andrée, un éxito
de ventas escrito en 1967, el globo fue incapaz
de ganar la altura necesaria para completar su
misión. Aun soltando todo el lastre posible, la
niebla y la humedad empaparon de tal modo
cada una de las piezas del Örnen que este, mucho
más pesado de lo debido, fue chocando contra
la banquisa y los témpanos hasta posarse de forma inexorable sobre el hielo el día 14 de julio.
Después de pasar 65 horas en el aire y haber
volado aproximadamente 800 kilómetros, quedó varado como una ballena en la orilla de la
playa. Eso sí: todos estaban ilesos, el «varamiento» fue más bien suave. Incluso las palomas se
encontraban perfectamente. Allí estaban todos
ellos, exhaustos, en medio de la banquisa, unos
480 kilómetros al nordeste de donde habían
zarpado, y más o menos a 750 del polo Norte.
Tres meses después, estarían todos muertos.
«Creo que Andrée se vio en parte forzado a
emprender ese segundo intento –apunta Håkan
Jorikson, director del museo creado en Gränna
en honor del ingeniero sueco, que alberga una
exposición permanente sobre la historia de las
expediciones polares suecas–. Tenía que demostrar al mundo que no era un embaucador. Pero
parece que inmediatamente después de partir,
SALOMON AUGUST ANDRÉE/GRENNA MUSEUM
el Örnen perdió la cuerda de arrastre, y puede
que Andrée decidiera, quién sabe si solo o en
connivencia con sus compañeros, dirigirse lo
más al norte posible para que no pudieran verlos desde la orilla.»
El museo custodia todo lo que se recuperó en
1930 en Kvitøya, la llamada isla Blanca, como las
espléndidas fotografías tomadas por Strindberg,
que se reproducen en estas páginas, y los diarios
de la expedición. Mientras Strindberg recopilaba datos astronómicos y geográficos –y de manera mucho más personal escribía a su prometida,
Anna Charlier–, Knut Frænkel llevaba un registro meteorológico y Andrée tomaba meticulosas
notas sobre diversos aspectos de la expedición
y sobre sus vivencias personales, cuidando hasta el final de su diario, que envolvía con paja y
llevaba entre su ropa para protegerlo. Gracias a
esas anotaciones se ha podido reconstruir gran
parte de esta historia, aunque no toda.
MÁS ONLINE
ng.com.es/viaje-globo
INTERACTIVO
Crónica
de un
desastre
anunciado
E L V U E L O D E L A FATA L I DA D
La tenue luz del sol de medianoche ilumina el casquete de hielo que cubre la práctica totalidad de la isla
de Kvitøya, la isla Blanca, destino fatídico de Andrée, Strindberg y Frænkel tras meses de viaje a la deriva.
Tras perder el globo, los tres hombres avanzan penosamente sobre el hielo en dirección sur (arriba,
foto tomada con disparador automático). Abajo, una imagen de septiembre de 1930 muestra los
restos hallados 33 años después de su desaparición por la tripulación del barco noruego Bratvaag en
Kvitøya (o «isla Blanca»). Un mes después otro barco, el Isbjørn (derecha, arriba), se sumó al rescate
de los restos de los expedicionarios y de su equipamiento: un trineo, raquetas de nieve, diarios…
El 5 de octubre de 1930 una comitiva fúnebre recorrió las calles de Estocolmo en homenaje a Andrée
y sus acompañantes (abajo). Con las prisas, los restos fueron incinerados antes de que se hiciesen
estudios post mortem.
NILS STRINDBERG (IZQUIERDA, ARRIBA), KNUT STUBBENDORFF (ARRIBA), GRENNA MUSEUM, SUECIA (TODAS)
Así, sabemos que los tres hombres pasaron
una semana junto al fláccido e inservible globo,
hasta que el 22 de julio decidieron emprender
viaje hacia uno de los dos depósitos de comida
y munición que habían dejado para su seguridad
previamente a su partida: uno en cabo Flora,
hacia el este, en una de las islas del archipiélago
ruso de la Tierra de Francisco José, y otro en
dirección contraria, al norte de las Svalbard.
Optaron por el primero, y hacia allí se dirigieron
con unos trineos tan sobrecargados que acabaron por romperse. Durante ese primer tramo de
travesía abandonaron gran parte de las provisiones para aligerar el peso, lo que los obligó a
cazar para sobrevivir. Osos polares, focas, morsas… Durante el día caminaban tenazmente
sobre unas placas de hielo marino que se quebraban y chocaban entre sí. A veces el terreno
era tan escarpado que tenían que avanzar a cuatro patas. Las temperaturas eran gélidas y, aunque perseveraban en su avance, no llegaban a
ninguna parte. Septiembre se les echó encima y,
con el invierno polar en ciernes, decidieron construir un iglú –al que llamaron Hem («hogar»)–
sobre un gran témpano que en su deriva los llevó
hacia la isla de Kvitøya, contra la que chocaron
el 2 de octubre. Fue su última parada.
¿qué pasó exactamente? ¿Cuáles fueron las
causas de su muerte? Tras el hallazgo de sus
cuerpos en aquella nívea isla, fueron muchas las
hipótesis propuestas. Por desgracia, la prisa por
ofrecerles un gran funeral y el convencimiento
de que habían muerto de frío hizo que la cremación de sus restos se hiciese nada más llegar a
Suecia. No hubo estudios post mortem. Luego,
todo fueron especulaciones. Se dijo que quizás
habían sufrido envenenamiento por una sobredosis de vitamina A procedente del hígado del
oso polar. O que se habían intoxicado por el
monóxido de carbono generado por la estufa de
queroseno. También se sugirió la muerte por
triquinosis, la enfermedad causada por Trichinella spiralis, parásito presente en los cadáveres
de osos polares situados cerca de los cuerpos de
los exploradores, e incluso por botulismo, provocado por la bacteria Clostridium botulinum.
62national geographic
• DI C I EM B R E 2 0 1 5
Pero ambas hipótesis fueron descartadas más
tarde, en parte gracias al trabajo de investigación de la médico y escritora sueca Bea Uusma,
autora de Expeditionen, un libro centrado precisamente en averiguar qué pasó exactamente
en la isla Blanca y por el que obtuvo un galardón
literario sueco, el Premio August, en 2013.
Uusma pasó 15 años tratando de esclarecer el
misterio… y aún anda en ello. Sin duda, la suya
es una historia que engancha, sobre todo porque
transmite su obsesión por repasar cada uno de
los detalles y pruebas de aquella expedición
funesta. Ella opina que Strindberg fue el primero en morir a causa del ataque de un oso, y que
Andrée y Frænkel vivieron quizá dos semanas
más. «Aunque se suele decir que Andrée y
Frænkel murieron más o menos a la vez, uno
junto al otro en su tienda de campaña, creo que
no fue así. Andrée llevaba en sus bolsillos los
objetos personales de Strindberg cuando murió,
y estaba sentado junto a un fusil. Quizá Frænkel
agonizaba en la tienda y Andrée se encargó de
hacer guardia hasta el final.» O puede que tras el
shock de ver lo sucedido a su compañero se suicidaran (se encontró un bote de pastillas de morfina casi vacío al lado de la cabeza de Frænkel), o
bien, hartos, se dejaran morir de frío. Puede que
no se hablara de ello en su momento porque…
¿acaso los «héroes de verdad» cometen suicidio?
Según la versión oficial, los noruegos que en
1930 amarraron sus barcos en Kvitøya encontraron dos cuerpos vestidos con pieles. Eran
Andrée y Strindberg. Dos semanas más tarde un
periodista, Knut Stubbendorff, y la tripulación
de otro barco noruego, el Isbjørn, localizaron los
huesos de Frænkel bajo un manto de nieve. Pero
las causas de su muerte nunca se han esclarecido.
«Aún hoy no hay una respuesta–afirma Uusma, que ha vuelto a la carga en busca de nuevas
pistas–. Cuanto más aprendo sobre la expedición de Andrée y sus dos compañeros, más dudas
tengo acerca de lo que realmente sucedió. De
modo que seguiré investigando.»
De momento se mantiene la incertidumbre.
De lo que podemos estar seguros es de que, como
dijo un sabio griego, un exceso de imprudencia
precede casi siempre a la calamidad. j
JAN ENGSMAR / GRENNA MUSEUM, SUECIA (AMBAS)
Todo lo que se pudo recuperar aquel día de 1930 en la isla Blanca se conserva hoy en el museo
de Gränna –localidad donde nació Andrée–, dedicado a la exploración polar sueca y al legado del
aeronauta. Arriba, sextantes, brújula, cronómetro, binoculares, lápices y otros instrumentos de la
expedición. Abajo, un hornillo, platos, tazas, cerillas, un frasco con grasa animal y latas de comida.
EL GUSTO ES QUÍMICA
Todo comienza cuando una molécula de alimento
entra en contacto con un microscópico botón gustativo
de la lengua. Los botones se ocultan dentro de las
papilas, los «granitos» pálidos visibles en esta imagen
gracias a un colorante alimentario de color azul.
En el cerebro, donde el gusto se funde con otros sentidos,
se convierte en la experiencia compleja, personal
y placentera que nos induce a ansiar la comida.
L A
C I E N C I A
DE L
G U S T O
POR DAVID OWEN
FOTOGRAFÍAS DE
BRIAN FINKE
65
UN PLACER PARA LA VISTA, EL OÍDO Y EL OLFATO
Inspirándose en investigaciones que indican que el sabor
es más que la mera sensación que nos ofrecen nuestras
papilas gustativas, Heston Blumenthal, propietario del
restaurante Fat Duck, en la ciudad inglesa de Bray, practica
la «gastronomía multisensorial». Estos clientes disfrutan
de un plato a base de navajas, berberechos, espuma
salada y una «arena comestible» preparada con almidón
de tapioca, panko (un pan rallado japonés) y angulas.
Mientras lo degustan, escuchan el sonido de las olas
y las gaviotas gracias a unos iPod Nanos ocultos dentro
de unas conchas. El plato se denomina «Son de mar».
«A MENUDO HABLAMOS DE GUSTO
CUANDO EN REALIDAD NOS
REFERIMOS AL SABOR, EN CONCRETO
AL COMPONENTE OLFATIVO DEL
SABOR. COMPARADA CON ESTE,
LA VISIÓN ES ALGO MUY SIMPLE.»
Robert Margolskee
66national geographic • di c i em b r e 2 0 1 5
ES BRÓCOLI, CARIÑO
El paladar de un recién nacido no es una tabla
rasa. La evolución ha grabado en él preferencias y
aversiones innatas, que además se ven influidas por
la dieta de la madre durante el embarazo. Este bebé
de diez meses acaba de tener su primer encuentro
con el brócoli en el Centro Monell de Sensorialidad
Química de Filadelfia. Sin embargo, su resistencia
natural puede superarse. «Después de ocho o diez
días de contacto con el alimento, el bebé lo acepta
mejor –explica Julie Mennella, bióloga de Monell–.
En dejar de poner muecas tardará algo más.»
«LOS NIÑOS HABITAN UN MUNDO
SENSORIAL MUY DISTINTO AL
NUESTRO. PREFIEREN NIVELES
MUCHO MÁS ALTOS DE DULCE
Y SALADO Y SON MÁS SENSIBLES
A ALGUNOS SABORES AMARGOS.»
Julie Mennella
68national geographic • di c i em b r e 2 0 1 5
El futuro de los alimentos
Este reportaje forma parte de una iniciativa de National Geographic
sobre el futuro de los alimentos, un proyecto especial de cinco años
de duración que pretende demostrar que «somos lo que comemos.»
lla, bióloga que
bebés y niños
pequeños, suele grabar sus experimentos en
vídeo. Hace poco la visité en el Centro Monell
de Sensorialidad Química de Filadelfia, donde
me mostró la grabación de un bebé sentado en
una trona a quien su madre da de comer algo
dulce. En cuanto la cuchara entra en la boca de
la niña, su expresión se ilumina en una especie
de éxtasis y los labios se fruncen como si quisiese mamar. Después me enseñó otro vídeo: otro
bebé a quien por primera vez dan de comer brócoli, que, como tantas otras hortalizas de hoja
verde, tiene un ligero sabor amargo. El pequeño
pone mala cara, da una arcada y se estremece.
De un manotazo arroja la bandeja al suelo. Con
las manos hace el gesto de «parar».
La leche materna contiene lactosa, que es un
azúcar. «Sabemos que los bebés nacen con una
preferencia por el sabor dulce –dijo Mennella–.
Hasta hace apenas dos siglos, si no te amamantaba tu madre o una nodriza, casi podías darte
por muerto.» La aversión a los alimentos amargos es también innata, agregó, e igualmente está
orientada a propiciar nuestra supervivencia: así
evitamos las toxinas que las plantas han desarrollado a lo largo de la evolución para impedir que
se las coman los animales, entre ellos, nosotros.
¿Alimento o veneno? Los vertebrados surgieron hace más de 500 millones de años en
el océano, y el sentido del gusto evolucionó
70national geographic • di c i em b re 2 0 1 5
básicamente con el mismo propósito: discernir
entre alimento y veneno. Todos los vertebrados
poseen unos receptores gustativos parecidos a
los nuestros, aunque no necesariamente ubicados en las mismas regiones corporales. «En los
barbillones de un pez gato de gran tamaño hay
más receptores gustativos que en todas las lenguas juntas de los humanos que estamos en este
edificio», me dijo Gary Beauchamp, otro científico del Centro Monell. Los bebés anencefálicos,
que nacen prácticamente sin más cerebro que el
tronco cerebral (la parte más primitiva y ancestral), reaccionan al sabor dulce con las mismas
expresiones de placer que aprecié en el vídeo de
Mennella. La mueca del brócoli también es primitiva. De hecho, nuestra lengua tiene solo uno
o dos tipos de receptores del gusto dulce, y como
mínimo dos docenas de receptores del gusto
amargo, señal de lo importante que era para nuestros ancestros evitar las sustancias venenosas.
El problema al que nos enfrentamos muchos
de nosotros en la actualidad es bien distinto:
nuestra perdición es el placer que nos reporta
la comida. El contexto alimentario moderno es
una fabulosa fuente de deleite, infinitamente
más rico que aquel en el que evolucionaron
nuestros antepasados, y las preferencias que
heredamos de ellos (sumadas a una industria
alimentaria cada vez más hábil en vendernos lo
que nos gusta) suelen conducirnos a adoptar
hábitos insanos.
¿Puede la ciencia crear tomates que sepan como los de toda la vida? En la
Universidad de Florida los investigadores llevan a cabo catas ciegas para descubrir
qué sabores agradan al público e identificar las moléculas volátiles que los
generan. El paso siguiente será cultivar tomates que produzcan esas sustancias.
Nuestra preocupación por la comida se ha
traducido en el auge de la investigación del gusto.
Ha resultado ser un sentido muy complejo, más
aún que el de la vista, me dijo Robert Margolskee, director del Centro Monell. En los últimos
años la ciencia ha avanzado en la identificación
de los receptores gustativos y de los genes que
los codifican, pero estamos muy lejos de comprender a la perfección la maquinaria sensorial
que genera nuestra experiencia de la ingesta.
Hace casi 25 años mi mujer explicó a nuestra
hija y sus amigas el «mapa de la lengua», un concepto que ella misma había aprendido de niña.
Cada gusto básico, les dijo, lo perciben las papilas gustativas de una zona concreta de la lengua:
dulce en la punta, salado y ácido en los lados,
amargo en el fondo. Les dio una caja de bastoncillos y cuencos de agua salada, agua azucarada
y otros líquidos, y las animó a comprobarlo.
«Pues a mí me sabe todo en todas partes»,
dijo una de las niñas.
«Imposible –respondió mi esposa–. Prueba
otra vez y presta más atención.»
«A mí también me sabe todo en todas partes»,
dijo otra.
Lo cierto es que las niñas tenían razón. Es verdad que algunas personas presentan una mayor
concentración de determinados receptores en
zonas concretas de la lengua, pero en general
están presentes en toda la superficie lingual, y
un bastoncillo impregnado en zumo de limón
nos hará percibir algo ácido lo posemos donde
lo posemos. (Los receptores se ubican en la superficie de las células gustativas, concentradas
en botones gustativos.) La idea de que cada gusto tiene una zona de detección perfectamente
circunscrita proviene, según Linda Bartoshuk,
de la Universidad de Florida, de la mala interpretación que en 1942 hizo un catedrático de
Harvard al leer un artículo publicado en Alemania en 1901. La teoría del mapa lingual no se
refutó definitivamente hasta los años setenta, y
son muchos quienes todavía creen en ella.
L A CI E N CI A D E L G U S TO 71
Aristóteles identificaba siete gustos básicos:
los cuatro que conocían mi hija y sus amigas y,
además, astringente, acre y áspero. Hoy la mayoría de los expertos coincide en que son cinco:
los cuatro de las niñas y el umami, descrito por
un científico nipón hace algo más de un siglo. Es
ese sabor sabroso (valga la redundancia) e
intenso que crean o potencian alimentos como
la salsa de soja, la carne, los tomates maduros o
cocinados y el glutamato monosódico. Más recientemente se ha propuesto otra media docena
de gustos básicos. El graso y el cálcico se cuentan entre los candidatos con más posibilidades,
pues se cree que ambos son detectados por
receptores linguales, pero todavía no hay consenso al respecto.
Por sí mismos los receptores gustativos no
crean el gusto: deben estar conectados a los centros gustativos del cerebro. En las últimas décadas los científicos han descubierto receptores
idénticos a algunos de los linguales en otras partes del organismo, como el páncreas, los intestinos, los pulmones y los testículos. Con ellos no
«saboreamos», pero si, pongamos un caso, inhalamos sustancias indeseables, los receptores
pulmonares del sabor amargo enviarán una
señal al cerebro y reaccionaremos tosiendo.
A medida que las especies animales evolucionan, a veces pierden gustos que poseían sus
antepasados. Los gatos y muchos carnívoros
estrictos –es decir, los que solo pueden alimentarse de carne– ya no detectan los azúcares. (Un
gato que lengüetea con fruición un cuenco de
leche está respondiendo a otra cosa, seguramente a la grasa.) La mayoría de las ballenas y los
delfines, que tragan sus presas enteras, han perdido casi todos los receptores gustativos.
Es posible que a los humanos nos haya ocurrido algo parecido. Un científico de Monell llamado
Michael Tordoff me ofreció un vasito de plástico lleno de un líquido transparente y me invitó
a beberlo. Me supo a agua. Luego me dijo: «A
usted le parece casi insípido, pero las ratas y los
ratones lo prefieren a casi todo lo que les demos
a probar, y hemos probado con todo lo habido y
por haber. Si das a una rata una botella de esto
y otra de azúcar, beberá más cantidad de esto».
72national geographic • di c i em b r e 2 0 1 5
El líquido contenía maltodextrina, un tipo de
almidón que suele aparecer en la lista de ingredientes de las bebidas para deportistas. Si un
atleta humano se mete en la boca una cucharada
de maltodextrina y la escupe de inmediato, me
explicó Tordoff, sus resultados mejorarán, aunque no haya percibido ningún sabor ni haya
ingerido nada o casi nada. «No tengo una buena
explicación –añadió–. El almidón posee algo
muy especial que no acabamos de comprender.
Quizá lo detecte un receptor independiente, o
quizás exista un receptor específico de la maltodextrina. Pero si es así, ese receptor ya no está
conectado con la parte consciente del cerebro.»
Aunque el mapa lingual sea un mito, tal vez
sí exista un mapa gustativo en el cerebro. Se ha
postulado que en la región denominada corteza
gustativa se concentran neuronas especializadas en responder a cada uno de los gustos básicos. Las señales procedentes de la lengua llegan
a ellas a través del tronco cerebral, y en la corteza gustativa, o quizás en algún punto del camino,
se convierten en parte de una experiencia compleja –y solo parcialmente comprendida– que
los humanos solemos llamar gusto, pero que en
realidad deberíamos llamar sabor. Linda Bartoshuk me explicó que solo una pequeña parte
de lo que experimentamos al comer depende de
las papilas gustativas. El resto es el resultado de
una suerte de olfato indirecto.
Puedes comprobarlo comiendo una golosina.
Si te tapas la nariz y masticas una gominola transparente –sin colores delatores–, la lengua percibirá inmediatamente que es dulce. Ese dulzor
se debe al azúcar y constituye el gusto primario
de la gominola. Pero si te destapas la nariz, enseguida percibirás el sabor: ¡ajá, vainilla! De igual
modo, si te tapas la nariz y te pones una gota de
vainilla en la lengua, no notarás nada, porque la
vainilla no tiene gusto, solo un sabor que resulta indetectable con la nariz tapada.
Cuando masticamos, tragamos y exhalamos,
me explicó Bartoshuk, «las moléculas volátiles
del alimento ascienden por detrás del paladar y
penetran en la cavidad nasal desde atrás», como
el humo que sube por el tiro de una chimenea.
MÁS QUE GUSTO
CÓMO EL CEREBRO CONSTRUYE EL SABOR
La lengua detecta los gustos básicos, pero la nariz –cuyos cientos de receptores perciben las sustancias químicas
desprendidas por los alimentos– contribuye más a la construcción del sabor. Según el neurobiólogo Gordon
Shepherd, el cerebro usa todos los sentidos para generar una «imagen del sabor» que persiste en la memoria.
2
6
Dopamina
3
1
7
4
5
EXPECTACIÓN
La experiencia del sabor puede
empezar con una ingesta pasada:
la memoria 1 activa los centros de
recompensa dopaminérgicos, y por
eso ansiamos los sabores que están
a punto de llegar. Salivamos, o, dicho
de otro modo, se nos hace la boca agua.
OBERTURA SENSORIAL
El cerebro, preparado para sentir
placer, empieza a recibir impulsos
sensoriales del alimento desde
el momento en que comenzamos
a llevárnoslo 2 a la boca, vemos
sus formas y colores 3 e inhalamos
sus aromas 4 .
2
Movimiento
LAS SENSACIONES SE FUSIONAN
Y CREAN EL SABOR
Las moléculas volátiles se desprenden
del alimento mientras lo masticamos
y lo tragamos, y cuando exhalamos,
son transportadas hasta la cavidad
nasal por detrás del paladar. El cerebro
combina la información procedente
de todos los sentidos para generar
la experiencia del sabor. Y aunque
creamos que se origina en la boca,
casi todo es fruto de esos olores
«retronasales» detectados por los
receptores de la nariz. A su vez, dichos
receptores nasales construyen el
recuerdo que nos preparará para
la siguiente experiencia.
7
Gusto
6
Tacto
Dopamina
1
Memoria
3
Vista
4
Olor
5
Sonido
VÍA
RETRO
SUENA DELICIOSO
Masticamos. El sonido 5 y la
sensación que notamos en la boca
6 añaden información fundamental:
¿es pegajoso, crujiente, cremoso?
Los receptores de los botones
gustativos detectan si es dulce,
salado, ácido, amargo o umami 7 .
NASAL
ALIMENTO
MOLÉCULA
VOLÁTIL DEL
ALIMENTO
LENGUA
JOHN TOMANIO, NGM; SHELLEY SPERRY
ILUSTRACIÓN: SCRIPT & SEAL
FUENTE: GORDON SHEPHERD, UNIVERSIDAD YALE
UN RESTAURANTE CON LABORATORIO
En el «búnker científico» del Noma, el famoso
restaurante de Copenhague, Lars Williams
–director de investigación y desarrollo– y Arielle
Johnson –experta en tecnología de los alimentos–
ajustan un evaporador rotatorio, una máquina
propia de un laboratorio químico que utilizan para
extraer la esencia aromática de los pétalos de
rosa. La experimentación continúa en la cocina de
investigación del restaurante. Entre sus creaciones
más recientes, pato salvaje a la parrilla servido
entero, con cabeza y plumas, sobre un falso nido.
74national geographic • di c i em b re 2 0 1 5
EL GOURMET DEL MAR
El pez gato es el «supercatador» del mundo animal:
su piel, branquias, labios y barbillones están
cubiertos de botones gustativos muy semejantes
a los de la lengua humana. Tan gran talento permite
al pez localizar comida incluso en aguas turbias,
y además lo convierte en un magnífico sujeto de
investigación para el neurocientífico John Caprio.
En la Universidad Estatal de Luisiana, dentro de
una jaula de Faraday que neutraliza los campos
eléctricos ambientales, Caprio mide los impulsos
nerviosos procedentes de los botones gustativos
de los peces gato. «Los botones gustativos se
describieron en los peces en la década de 1820,
unos 40 años antes de que se identificasen en los
mamíferos –recuerda Caprio–. Nosotros somos
el resultado de algo que evolucionó en el agua.»
76national geographic • di c i em b re 2 0 1 5
En la cavidad nasal se topan con los receptores
olfativos, y son esos receptores –de los cuales
tenemos entre 350 y 400 tipos diferentes– los
creadores principales de lo que percibimos
como un sabor. El sabor no es lo mismo que el
gusto, que es la sensación que nos ofrecen las
papilas gustativas, pero tampoco coincide con
el olfato normal, porque el cerebro distingue
entre los olores que percibimos por las fosas
nasales (olfato ortonasal) y los que nos llegan a
la cavidad nasal por la vía trasera cuando comemos (olfato retronasal), aun cuando uno y otro
sean detectados por los mismos receptores.
«El cerebro sabe si estamos oliendo o masticando y tragando –prosiguió Bartoshuk– y da
un tratamiento diferente a una y otra señal. La
información del olfato retronasal se dirige a una
parte diferente del cerebro, la misma que recibe
la información de la lengua. Al combinar el olfato retronasal y el gusto, el cerebro crea lo que
«NADIE CONSIDERA AMARGA
UNA SALSA BARBACOA, PERO SI
LE AGREGAS UN INGREDIENTE
AMARGO, DESCUBRES QUE
CAMBIA EL SABOR. LE AÑADE
UNA NOTA DE COMPLEJIDAD.»
Barb Stuckey
llamamos sabor, aunque todavía no sepamos
bien cómo se regula esa integración.»
Las gominolas también pueden servirnos en
otro experimento, añadió Bartoshuk. Si nos destapamos la nariz mientras mascamos una, no
solo descubriremos a qué sabe, sino que de pronto nos resultará más dulce –un efecto que no es
atribuible al azúcar, ya que este no contiene
moléculas volátiles y por tanto no ejerce efectos
sobre los receptores olfativos–. La explicación,
me dijo, es que otros ingredientes de la gominola sí contienen moléculas volátiles que de algún
modo «potencian el mensaje de sabor dulce», es
78national geographic • di c i em b r e 2 0 1 5
decir, hacen creer al cerebro que la gominola
contiene más azúcar del que realmente posee.
Estos potenciadores del sabor dulce son comunes en las frutas, tal vez porque producirlos demanda menos energía que producir azúcar y dan
igual resultado a la hora de atraer a los polinizadores y dispersadores de semillas. «Las fresas
tienen unas 30 moléculas volátiles potenciadoras del sabor dulce –dijo Bartoshuk–, y cuando
sumas todas las señales, te das cuenta de que una
parte muy importante de esa dulzura surge de
la interacción de esas moléculas en el cerebro.»
El efecto se produce aun cuando los potenciadores en sí mismos no sean dulces. Bartoshuk y
sus colegas han aislado en el tomate un potenciador que «huele a calcetines sucios».
Vivir sin olfato retronasal puede ser un
infierno. Barb Stuckey, directora de innovación
de Mattson, una empresa californiana especializada en el desarrollo de nuevos alimentos y
bebidas, recibió un día la llamada de una mujer
que había perdido el olfato en un accidente de
tráfico. Su sentido del gusto –las papilas gustativas de la lengua y las conexiones de estas con
el cerebro– parecía haber salido indemne, pero
ya nada le sabía bien, porque la conexión entre
el cerebro y los receptores olfativos de la nariz
se había destruido. Cuando comía, se perdía la
mayor parte del sabor. «Había llevado a juicio al
conductor del otro coche y necesitaba probar
que sufría una discapacidad», me contó Stuckey.
Para ayudarla a demostrar su minusvalía,
Stuckey troceó una tortita de arroz (uno de los
alimentos más insípidos e inodoros que existen)
y condimentó los pedacitos con una mezcla de
compuestos de referencia estándar correspondientes a los cinco gustos básicos: azúcar (dulce), sal de mesa (salado), ácido cítrico (ácido),
cafeína pura (amargo) y glutamato monosódico
(umami). Todos ellos carecen esencialmente de
moléculas volátiles y por lo tanto no ejercen efecto alguno sobre los receptores olfativos. «Envié
los pedacitos a la señora y le dije que se los diese
a quien fuera a dirimir su caso y le explicase que
así es como sabe toda la comida cuando una persona no tiene olfato», recordaba Stuckey.
Dejándose la piel en la vanguardia de la ciencia gastronómica, este alumno del
Instituto Culinario de América, en el neoyorquino Hyde Park, muele materia sólida
de queso, que ha obtenido centrifugando queso fundido y congelándolo con
nitrógeno líquido. El objetivo: una salsa de queso instantánea, reducida a polvo.
Me propuso que lo comprobara por mí mismo:
me metí en la boca un trozo de tortita de arroz y
empecé a masticar. Los condimentos generaron
en mi lengua una sensación un tanto compleja
y levemente química, pues experimentaba los
cinco gustos básicos al mismo tiempo, pero al
haber una ausencia casi total de moléculas volátiles, apenas percibía sabor. «Pues así vive ella
todas las comidas; da igual que sea pizza, langosta o lo que sea –me dijo Stuckey–. ¿Se lo imagina?» Los tribunales le dieron la razón.
Lo llamativo es que cuando una persona ha
perdido solo el sentido del gusto, el momento de
comer es todavía menos agradable, pese a que
las papilas gustativas participen relativamente
poco en la creación de los sabores. La razón
principal parece ser que si los receptores gustativos de la lengua dejan de funcionar, el cerebro
empieza a hacer caso omiso del olfato retronasal. Stuckey cree que los gustos básicos también
crean la «estructura» de cada sabor. «Los concibo como las vigas, los travesaños –me dijo–. Hay
alimentos que, sin su amargor natural, serían
supersosos y planos. El tomate, por ejemplo.»
Además de trabajar en Mattson, Stuckey imparte en la Escuela de Restauración de San Francisco una asignatura llamada «fundamentos del
gusto». Me decía que la mayoría de las escuelas
de cocina se lanzan a enseñar a los alumnos el
manejo del cuchillo, pero no a saborear antes de
empezar a cocinar. «¿Cómo vas a formar a
alguien en materia de alimentación sin poner
primero los cimientos del sabor?» Ella y sus
alumnos hacen un ejercicio en el que preparan
salsa barbacoa. La mayoría de los ingredientes
que les facilita son los que uno imaginaría –salsa de tomate, concentrado de tomate, azúcar,
miel, humo líquido, pimentón–, pero también
hay otros cuyo gusto predominante es el amargo: café, cacao, té, bíter. «Nadie considera amarga una salsa barbacoa, pero si la pruebas antes y
después de agregarle un ingrediente amargo,
descubres que ese amargor cambia el sabor de
la salsa. Le añade una nota de complejidad.»
L A CI E N CI A D E L G U S TO 79
SUPERAR LOS PREJUICIOS DE LA COMIDA
Nuestras reacciones a los gustos básicos son innatas,
pero la percepción de los olores –componentes
principales del sabor– es algo que se aprende. Y unos
cuantos investigadores quieren que desaprendamos
algunos de ellos. El Nordic Food Lab de Copenhague
pretende acabar con los prejuicios contra alimentos
tan poco habituales para nosotros como las
hormigas (arriba) o las vísceras de arenque (derecha).
Las vísceras se salan, se calientan y se fermentan
para obtener una salsa parecida al garo, muy común
en la antigua Roma. «Nuestro principal interés es el
sabor y la diversificación de las fuentes de alimento
convirtiéndolas en un placer para el paladar», explica
Josh Evans, investigador principal.
80national geographic • di c i em b r e 2 0 1 5
UNA EXPERIENCIA BESTIAL
En un banquete celebrado recientemente en
Tasmania y organizado por Bompas & Parr, una
empresa londinense especializada en «experiencias
multisensoriales basadas en el sabor», los
participantes se disfrazaron de su animal-espíritu
particular y se dedicaron a olisquear a los demás
comensales mientras degustaban cócteles cuyo
aspecto era de sangre animal. Luego, a engullir como
bestias. El gusto surgió durante la evolución como
un medio para localizar alimento y evitar los venenos;
algunos lo han convertido hoy en un instrumento
para experimentar las aventuras más excéntricas.
82national geographic • di c i em b r e 2 0 1 5
Los laboratorios de investigación de Mattson
disponen de una amplia gama de equipos de alta
tecnología, pero en uno de ellos me topé con tres
investigadores que mascaban con expresión
concentrada y sin apartar la vista de sus respectivos vasos de plástico. Un fabricante de alimentos les había encargado que reprodujesen un
plato de arroz integral picante vendido por uno
de sus competidores, y había llegado un momento en que aquellos científicos de bata blanca no
podían seguir avanzando a base de análisis químicos. «El paladar humano es el dispositivo de
análisis más sofisticado que existe –afirmó Stuckey–. Hay que abrir la boca y probar.»
A fines de la década de 1980 Linda Bartoshuk,
por entonces profesora en Yale, identificó lo que
denominó supercatadores: individuos cuyos
botones gustativos son tan numerosos y tan
densos que experimentan los gustos básicos
«EL DULZOR USA VÍAS
NEURONALES MUY PARECIDAS
A LAS DE LAS DROGAS, QUE SE
CREE SECUESTRAN CIRCUITOS
CREADOS POR LA EVOLUCIÓN
PARA EL ALIMENTO.»
Linda Bartoshuk
con una intensidad fuera de lo común. Eso no
siempre es bueno: los supercatadores experimentan más placer que la población normal
cuando paladean algo de su agrado, pero también sienten aversión por más alimentos, sobre
todo los de sabor más fuerte. En Monell asistí a
una demostración más que convincente de cuán
diferente puede llegar a ser la experiencia de un
supercatador. Después de que Michael Tordoff
me diese a probar la maltodextrina, una genetista llamada Danielle Reed me hizo beber un
segundo líquido transparente en otro vaso de
plástico. Como el primero, no me supo a nada.
84national geographic • di c i em b r e 2 0 1 5
En ese momento pasaba casualmente por
delante de su despacho Hakan Ozdener, un colega de Reed. Lo llamó y le ofreció un vasito de la
misma solución. Casi al instante de llevarse el
líquido a los labios Ozdener hizo la misma mueca que si acabase de echarse un trago de gasolina.
«Es PTC –dijo Reed–. Feniltiocarbamida. El
70% de los caucásicos no percibe su sabor en
absoluto, pero para las personas que sí lo saborean es extremadamente amargo.» Y para
algunos es insoportable: de hecho Bartoshuk
descubrió a los supercatadores mientras trabajaba con PTC. La concentración de la solución
de Reed era muy baja, casi homeopática, pero
Ozdener seguía haciendo muecas. Como supercatador de sabores amargos, tiene menos probabilidades que yo de disfrutar de un café o de
unos grelos. Por otro lado, me dijo Tordoff más
tarde, también es posible que sea menos susceptible de contraer determinadas infecciones de
las vías respiratorias altas: el receptor de la PTC
también se halla en la nariz, donde parece detectar ciertas bacterias e inducirnos a expulsarlas.
Para todos y cada uno de nosotros, supercatadores o no, el problema actual por excelencia
es, en palabras de Julie Mennella, «que vivimos
en un entorno alimentario distinto de nuestro
pasado evolutivo». Cazamos y recolectamos en
supermercados y restaurantes, y muchos de los
alimentos manufacturados que adquirimos son
tan energéticos que podrían satisfacer la demanda calórica de toda una jornada en una sola
ingesta. La industria alimentaria ha sido denostada por cargar sus productos de ingredientes
que la evolución nos ha conducido a ansiar, pero
cuando intenta fabricar productos más saludables, no siempre lo agradecemos.
En 2002, cuando McDonald’s anunció que
dejaría de utilizar grasas trans en sus frituras,
algunos clientes se quejaron de que las patatas
fritas no estaban tan ricas. Y es muy posible que
así fuese, pero el caso es que parte de esas quejas
llegaban de ciudades donde todavía no se había
implantado el cambio. Reducir el contenido de
sal de los alimentos procesados es todavía más
peliagudo. Existe un consenso general de que la
mayoría de nosotros comemos demasiada sal.
Sin embargo, si le presentas a un consumidor
dos platos de sopa idénticos excepto por el contenido en sal, lo habitual es que prefiera el más
salado; y si se le explica que una de las sopas
tiene un bajo contenido en sal, por lo general la
puntuará peor que la versión «normal», aun
cuando sean iguales. Los fabricantes de alimentos se quejan de que no pueden publicitar la versión baja en sal como los fabricantes de refrescos
han publicitado sus bebidas sin azúcar.
Y el sector de los refrescos tampoco lo tiene
fácil. En los últimos años el azúcar ha tomado el
relevo de la grasa y la sal como elemento más
vilipendiado de la dieta moderna, pero sus sustitutos también son polémicos. Este año PepsiCo
dejó de añadir aspartamo, un edulcorante sin
valor nutritivo, a la Pepsi Light, no porque existan estudios científicos que demuestren su nocividad, sino porque tiene una fama terrible entre
los consumidores concienciados con la salud. La
nueva Pepsi Light sin aspartamo contiene otros
dos edulcorantes, sucralosa y acesulfamo de
potasio. Nada garantiza que sean mejores.
El azúcar supone un desafío especialmente
delicado, porque los niños reaccionan a él de
diferentes modos que no siempre tienen una
relación obvia con el gusto, y casi todos lo consumen en exceso, al menos en los países desarrollados. «El sabor dulce atenúa las expresiones
de dolor en la infancia –dijo Mennella–. Reduce
el llanto del bebé.» (El agente efectivo no es tanto el azúcar como el sabor dulce en sí, porque el
aspartamo también funciona.)
Pero todo esto tiene implicaciones en la salud
pública, con consecuencias que van más allá del
aumento de la obesidad y la diabetes de tipo 2
en la infancia. A Mennella le preocupa en particular la «caries del biberón», causada por bebidas azucaradas (entre ellas el zumo de frutas),
sobre todo en los niños que se duermen con la
tetina en la boca. A veces la dentición permanente erupciona ya cariada. Es «una enfermedad de la infancia grave y prevenible que está
alcanzando proporciones epidémicas», afirma.
Bartoshuk me dijo que elevar la concentración de moléculas volátiles potenciadoras del
dulzor en ciertos alimentos podría ser un modo
de reducir su contenido de azúcar sin renunciar
al sabor dulce. Pero le preocupan los efectos
imprevistos. «En cuanto logremos crear una
experiencia dulce que no tenga calorías, no sea
tóxica y no nos perjudique, ¿qué opinará el cerebro? –dijo–. Sabemos que el dulzor usa vías neuronales muy parecidas a las que usan las drogas
adictivas, que se cree secuestran circuitos creados por la evolución para el alimento, y en particular el dulce. Así pues, ¿estaremos cometiendo
una barbaridad? No lo sé.» Obtener algo a cambio de nada suena bien, añadió, «pero la madre
naturaleza también se enfada a veces».
Nuestra preferencia por los dulces puede
engancharnos de modos que no imaginamos.
Un reciente estudio de los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades de
Estados Unidos descubrió un aumento notable
y repentino de la popularidad del cigarrillo electrónico entre los adolescentes. Su uso ha ayudado a muchos fumadores a reducir los cigarrillos,
pero también soslaya la resistencia que nos hace
pensarnos dos veces si queremos empezar a
fumar: el sabor y el olor desagradables del tabaco. En los adolescentes tal vez lo consiga en parte explotando su vulnerabilidad al sabor dulce:
más de un líquido de vapeo contiene sucralosa.
La buena noticia es que nuestras inclinaciones gustativas innatas no son inmutables. Quienes logran comer con menos sal suelen descubrir
que cada vez toleran peor los alimentos salados.
Y nuestra resistencia natural al brócoli, las coles
de Bruselas y otros alimentos tan sanos como
amargos puede superarse a base de experiencia,
sobre todo si empezamos de pequeños. La investigación de Mennella ha demostrado que las
preferencias de los bebés por unos sabores y no
otros se ven influidas por la dieta de la madre
durante la gestación y por la suya propia desde
el nacimiento. «Los bebés pueden aprender a
disfrutar de una gran variedad de alimentos –me
dijo–, pero para que les gusten tienen que probarlos.» Su consejo a los padres es dar buen ejemplo y no rendirse. Cuando al bebé del vídeo se le
ofrece la segunda cucharada de brócoli, vuelve
a estremecerse… pero abre la boca. j
L A CI E N CI A D E L G U S TO 85
APUNTES
DIARIO DE UN FOTÓGRAFO
Vestigios de una
utopía fallida
Por RENA SILVERMAN
Fotografías de DANILA TKACHENKO
A
veces, en sus viajes por la ya extinguida
Unión Soviética, el fotógrafo Danila
Tkachenko tenía que aguardar días o
incluso semanas hasta que se acumulaba
la cantidad perfecta de nieve. «Necesitaba
nevadas copiosas –dice–. Así se creaba una atmósfera
especial en las fotografías, una especie de… luz difusa.»
Otras veces, el viento generaba ventiscas cegadoras
que cubrían con un halo opaco aquello que Tkachenko
quería documentar: edificios, monumentos, maquinaria,
estructuras que en su día habían descollado como
símbolos de progreso y que ahora habían perdido todo
propósito, oxidándose al aire libre. Aquellas reliquias
eran para él «una metáfora de un futuro postapocalíptico».
Entre 2012 y 2015, pasó meses fotografiándolas para un
proyecto que bautizó «Áreas restringidas».
El nombre alude al lugar donde Tkachenko comenzó
este trabajo. En 1957 explotó un depósito de residuos
radiactivos en una planta de producción de plutonio,
con la consiguiente irradiación de una extensa zona.
Los soviéticos intentaron ocultar el accidente mientras
se ocupaban de las poblaciones contaminadas. Una de
ellas era Oziorsk, donde las autoridades permitieron a
los vecinos permanecer en sus casas, pero prohibieron
el acceso a quien no tuviese el pertinente salvoconducto
o no fuese familiar de un residente.
Los abuelos de Tkachenko vivían en Oziorsk. En 2007
el abuelo falleció de lo que su familia identifica como los
efectos a largo plazo de la radiación. «Esta historia, esta
calamidad del progreso, me inspiró», explica el fotógrafo.
Como su abuela seguía en la ciudad, en 2012 visitó la
zona de acceso restringido y la fotografió.
Los soviéticos crearon prototipos del Bartini Beriev VVA-14, un avión
anfibio que pretendían usar contra los submarinos estadounidenses,
pero no llegaron a fabricarlo en serie. El fotógrafo Danila Tkachenko
lo agregó a su galería de «macroconstrucciones» fallidas.
86
APUNTES
DIARIO DE UN FOTÓGRAFO
Tomar aquellas imágenes en Oziorsk le inspiró a
buscar otras estructuras que simbolizasen un sistemático
avance hacia el progreso súbitamente interrumpido.
Investigó, localizó y viajó por tres ex repúblicas soviéticas
y Bulgaria para fotografiar «macroconstrucciones utópicas
que quedaron inconclusas o devinieron en fracasos».
Al sur de la ciudad rusa de Kazán retrató el ruinoso
crucero Bulgaria. Hundido en el Volga en julio de 2011
durante una tormenta en la que hubo más de 120 muertos,
muchos de ellos niños, fue reflotado y remolcado hasta
la orilla para investigar lo ocurrido. Allí sigue, con un
monumento conmemorativo en las inmediaciones.
También visitó un monumento a los «guerreros
libertadores» cerca de la ciudad de Vorónezh. Lo habían
erigido junto a una central nuclear para levantar el ánimo
de los empleados, le explicaron, pero la central no acabó
de construirse ni llegó a entrar en funcionamiento.
Tkachenko, de 25 años, no tuvo problemas mientras
fotografiaba esos lugares, pero aquellos viajes entrañaban
sus riesgos, como una posible exposición a la radiación
o resultar herido explorando estructuras en ruinas.
El mensaje de su proyecto no habla tanto de los fracasos
de la antigua Unión Soviética como de los fracasos de la
tecnología en general. En palabras del propio Tkachenko,
«es imposible dejar de cuestionarse la idea de que
el progreso siempre sirve al bien de la humanidad». j
CÍ
Mar de
Barents
RC
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STRITO
UTÓNOMO
LOS
ENETS
DE YAMAL
RUS IA
BULGARIA
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Monte
Buzludja
Moscú
Vorónezh
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E U R O PA
STÁN
Oziorsk
Astana
ASIA
KAZAJI S T Á N
Almaty
0 km 400
NGM MAPS
Una investigación condujo a Tkachenko a sitios olvidados como
este radioenlace por dispersión troposférica cercano a la ciudad
de Salejard, en el Distrito Autónomo de los Nenets de Yamal,
construido para alcanzar por radio zonas remotas de la URSS.
88national geographic • di c i em b re 2 0 1 5
VESTIGIOS DE UNA UTOPÍA FALLIDA 89
Entre las colosales
reliquias abandonadas
que Tkachenko ha
fotografiado se cuentan
(en sentido horario, desde
arriba a la izquierda) el
crucero Bulgaria, hundido
y reflotado en la República
de Tartaristán, Rusia;
un monumento a los
«guerreros libertadores»
cerca de Vorónezh, Rusia;
un antiguo centro cultural
de la República de los
Komi, Rusia, levantado
en una zona que
posteriormente sería
campo de pruebas de
bombas, y un monumento
del tamaño de un estadio
construido en el monte
Buzludja de Bulgaria en
homenaje al socialismo.
Hoy clausurado y
destrozado por actos
vandálicos, es un «objeto
de lo más surrealista»,
opina Tkachenko.
VESTIGIOS DE UNA UTOPÍA FALLIDA 91
En los montes cercanos
a Almaty, en Kazajistán,
Tkachenko visitó un
observatorio de la época
soviética. Considerado
en su día un lugar ideal
para la observación
celeste, hoy está
abandonado. Al llegar
a lugares como este,
Tkachenko explica que
se ha sentido siempre
«un poco temeroso,
o al menos no cómodo
del todo, aunque lleno
de curiosidad al mismo
tiempo». Es «como si de
pronto estuvieses en otro
planeta, contemplando
los vestigios de una
civilización desaparecida».
VESTIGIOS DE UNA UTOPÍA FALLIDA 93
FLASHBACK
En el punto de mira
En las alturas
Muchas metrópolis del mundo
están cortadas por el mismo
patrón: edificios de cemento,
ladrillo, acero y cristal, fachadas
monolíticas, hileras e hileras de
rascacielos. ¿Qué delata que
esta foto publicitaria de 1951
corresponde a Nueva York? En
el centro se distingue la antena
de televisión que corona el
Empire State. Y, cómodamente
sentado en mitad de la antena,
como si moverse por ahí arriba
fuese lo más natural del mundo,
aparece un indio mohawk, de
profesión metalista.
A finales de la década de
1880, una empresa canadiense
especializada en la construcción
de puentes contrató a varios
mohawks de la reserva de
Kahnawake, cerca de Montreal,
para trabajar en una obra.
Los miembros de aquella tribu
resultaron ser inmunes al
vértigo incluso en las alturas
más extremas y, en palabras
de un directivo de la empresa,
«ágiles como cabras». Aquella
fama les granjeó ofertas de
trabajo en Estados Unidos;
los mohawks siguen viajando
actualmente a Canadá para
realizar trabajos «de altura».
A lo largo del último siglo
generaciones de mohawks que
trabajan en el sector del metal
han sido contratados para la
construcción de casi todos los
rascacielos y puentes de Nueva
York. Por su aplomo al caminar
por las vigas de acero a alturas
de vértigo se han ganado un
apodo reverencial: las «águilas
de la construcción».
O Archivo Flashback Encuentra todas las fotografías en nationalgeographic.com.es.
national geographic • di c i em b re 2 0 1 5
PUBLICITY ASSOCIATES, NEW YORK CITY / NATIONAL GEOGRAPHIC CREATIVE
ÍNDICE
2015
ENERO
2 Los primeros artistas
22 La huella
26 El universo oculto
42 El primer año
del cerebro
62 Entre los gauchos
de la Patagonia
80 Cómo se pobló
América
FEBRERO
2 Auroras boreales:
empieza el espectáculo
20 La edad de oro
de los vikingos
50 Micromonstruos
62 Naturaleza en
los Alpes italianos
78 Un mundo anegado
de agua
MARZO
2 Batalla naval en
el mar Báltico
28 La voz de los refugiados
sirios
52 ¿Crece el escepticismo
hacia la ciencia?
70 Secretos de la
bioluminiscencia
86 Groenlandia, imágenes
de la nada
ABRIL
2 Descifrando la columna
trajana
16 Mares de Sudáfrica
36 Hongos: habitantes
de otro reino
50 Cien años de mapas
de National Geographic
66 La guerra secreta
de la India
86 Los últimos gorilas
de Ruanda
MAYO
2 ¿Cómo piensa
un delfín?
26 El futuro incierto
del río Mekong
50 Tumbas perdidas
de Omán
64 Cómo salvar
a las abejas
80 De don Quijote
a Cervantes
JUNIO
2 Hubble, 25 años
observando el universo
16 Fortalezas olvidadas
30 El largo viaje de
la Sábana Santa
52 Delfines, regreso
a la libertad
72 Parque Nacional Yoho
JULIO
2 Tras los pasos
de Gandhi
24 Por fin, Plutón
36 La marihuana a debate
58 El banquete de
las orcas
72 La lenta agonía
del mar de Aral
88 Un ave, un símbolo
AGOSTO
2 Vaticano: los desafíos
del papa Francisco
32 Lago Turkana: ¿últimos
ritos del mar de Jade?
58 Diosas vivientes de Nepal
78 La belleza está
en los ojos
86 Patrimonio de la
Humanidad en peligro
national geographic • di c i em b re 2 0 1 5
SEPTIEMBRE
2 Abrimos las puertas al
país de los mil templos
20 Luang Prabang, reflejos
en una ciudad dorada
36 Investigación especial:
el tráfico de marfil
66 Perú, el último puente
inca
80 El lenguaje del color
98 Patrimonio natural
en peligro
OCTUBRE
2 Casi humano
30 Mes Aynak, el legado
budista de Afganistán
50 Laponia, el corazón
salvaje de Suecia
66 La lucha contra
el Ébola
94 La Gran Muralla
China se desvanece
EDICIONES ESPECIALES
NOVIEMBRE
Especial cambio climático
2 Introducción
10 Guía de supervivencia:
cómo combatirlo
28 Alemania: la voluntad
de cambiar
52 Energía para el pueblo
64 Guía de supervivencia:
cómo convivir con él
76 Groenlandia se derrite
94 Kiribati, contra viento
y marea
110 ¿Qué especies
prosperarán?
120 El pulso del planeta
130 Cambio climático
y patrimonio
DICIEMBRE
2 Leopardos, el felino
más perseguido
del mundo
22 La ciudad perdida
de Mesoamérica
42 En globo al polo Norte:
el vuelo de la fatalidad
62 La ciencia del gusto
100 El fotógrafo que surgió
del frío
Desplegable:
El futuro de la Amazonia
EL RESURGIR DEL SURF
2 El resurgir del surf
24 Propulsados por el viento
46 A toda vela
66 Madagascar: bajo
el bosque de piedra
82 América en Kayak
CAMINATAS DE VÉRTIGO
2 Sin vuelta atrás
32 ¿Nieva? Ven a surfear
46 En el frágil corazón
de los Alpes
64 Caminatas de vértigo
86 Monte Cervino
ORÍGENES DE
LA HUMANIDAD
8 El camino de la evolución
42 Dikika
54 Hallazgos en Flores
y en Dmanisi
78 El último neandertal
104 Neandertales
116 Denisova
128 El viaje más largo
142 Atapuerca
national geographic • d i ci e mb r e 2 0 1 5
CARDHU GOLD RESERVE, EL WHISKY
IDEAL PARA FECHAS NAVIDEÑAS
PANAMA JACK 03 SIMBIOSIS, LAS BOTAS
INSPIRADAS EN LA NATURALEZA
Cardhu Gold Reserve es una propuesta especialmente indicada
para celebrar acontecimientos especiales como la Navidad.
El nuevo whisky de la marca, creado por la maestra destiladora
Maureen Robinson en las barricas más tostadas de la destilería,
presenta un aroma cautivador, dulce y floral que une notas frescas
de cítricos con toques de manzana, tofee y un ligero toque picante.
www.diageo.com
Acorde con su filosofía «Natural Live & Style», la firma de calzado
Panama Jack presenta Panama 03 Simbiosis, una colección de
botas inspirada en la naturaleza, diseñadas especialmente para
los amantes de la aventura. Los cinco modelos de la gama,
cómodos y resistentes, incluyen además imágenes estampadas
de animales salvajes, como el búho, el lobo, el águila o el tigre.
www.panamajack.es
«BEEFEATER XO», LA NUEVA PROPUESTA
CONJUNTA DE BEEFEATER Y DAVID MUÑOZ
PIC SOLUTION OFRECE CONSEJOS
ÚTILES PARA CUIDAR TU SALUD
El cocinero español David Muñoz ha sido seleccionado por la
destilería británica para patrocinar un proyecto común llamado
«Beefeater XO». El chef, galardonado con tres estrellas Michelin,
se encargará de idear propuestas imaginativas que procuren
nuevas sensaciones a los consumidores de la famosa ginebra.
www.beefeatergin.com
PiC Solution, marca especializada en productos destinados al
cuidado de la salud, presenta un programa, en colaboración
con asociaciones médicas y farmacéuticas, en el que ofrece
consejos para que los ciudadanos puedan controlar la tensión
arterial, cuidar las vías respiratorias o curar heridas comunes.
www.picsolution.com
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PRÓXIMO NÚMERO
Enero 2016
Sungvin Hong, quien
trabaja de comercial
en Seúl, se toma un
descanso tras una
caminata por el Parque
Nacional de Bukhansan,
un paraje para el disfrute
de bellezas naturales
situado muy cerca de la
capital surcoreana y que
visitan unos cinco millones
de personas al año.
¿Por qué necesitamos la naturaleza?
Pasar tiempo en la naturaleza no solo nos procura un estilo de vida saludable.
Además, nos sirve para reducir el estrés y nos ayuda a concentrarnos mejor.
El hielo ártico se desvanece
La extensión y el grosor de la capa de hielo en el Ártico han alcanzado mínimos
históricos desde que existen registros. ¿Cómo afectará al resto del mundo?
Congo, el río de la vida
El escritor Robert Draper y el fotógrafo Pascal Maitre remontan mil kilómetros
por la principal arteria fluvial que atraviesa el convulso corazón de África.
SOS Palmira
En un futuro cercano, la histórica encrucijada entre Roma y los grandes imperios
asiáticos podría existir solo en la memoria. El prehistoriador y arqueólogo Miquel
Molist narra el vívido testimonio de su relación con la mítica ciudad siria.
Taxidermia: naturaleza... ¿muerta?
Hace cien años la taxidermia desempeñaba un importante papel en el ámbito de
la conservación de la vida salvaje. Hoy, esa función resulta mucho menos clara.
Geishas del siglo XXI
Los fotógrafos Ofelia de Pablo y Javier Zurita viajan a Kyoto para documentar
los secretos del enigmático universo de las geishas contemporáneas.
national geographic • DI C i em b re 2 0 1 5
LUCAS FOGLIA
Gama Passat Alltrack: consumo medio (l/100 km) de 4,9 a 6,9. Emisión de CO2 (g/km) de 130 a 158.
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Tienes un Passat Alltrack con paquete especial de lanzamiento equipado de serie con: tracción integral 4Motion, llantas de aleación de 18”, faros delanteros con
tecnología LED High, sistema de radionavegación “Discover Pro” con pantalla táctil de 8”, Volkswagen Digital Cockpit, cámara de marcha atrás “Rear View”, selección
de perfiles de conducción (modo offroad y de personalización), tren de rodaje aumentado en 27.5 mm con regulación adaptativa y selección de modos de conducción,
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Cada invierno igual. Te vas a dormir deseándolo y te levantas esperando que haya nevado aún más. Y es que cuando conduces todo un Passat Alltrack con tracción
integral 4Motion y programa de conducción offroad, solo puedes pensar en una cosa: ir en busca de la nieve.
Nuevo Volkswagen Passat Alltrack con tracción integral 4Motion.
Para todos los que piensan:
¡Que nieve, que nieve!