L`O S S E RVATOR E ROMANO

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L’OSSERVATORE ROMANO
EDICIÓN SEMANAL
EN LENGUA ESPAÑOLA
Unicuique suum
Año XLVII, número 13 (2.408)
Non praevalebunt
Ciudad del Vaticano
27 de marzo de 2015
Visita pastoral del Papa Francisco a Pompeya y a Nápoles
Un porvenir de esperanza
El primer día
de primavera
GIOVANNI MARIA VIAN
DISCURSOS
DEL
PONTÍFICE
EN PÁGINAS
En oración con las comunidades carmelitas en el quinto centenario de Teresa de Ávila
La hora de la paz
2
A
9
No podía comenzar mejor la primavera
en Nápoles, ciudad bellísima y apasionada que reservó al Papa Francisco una
acogida llena de calor y afecto únicos,
como el Pontífice mismo destacó al regresar al Vaticano. En una decena de
horas, el primer día de primavera, Bergoglio pudo tocar literalmente con la
mano las diversas realidades de la ciudad, desde el ingreso en la atormentada
Scampia hasta el encuentro en el paseo
marítimo Caracciolo iluminado por los
colores tenues del atardecer.
Y a su vez los napolitanos supieron
demostrar la gratitud por una visita
que ciertamente dará frutos de renovación. Y lo hicieron con gestos espontáneos y conmovedores: los de los detenidos de Poggioreale, con quienes almorzó el Pontífice; los de los numerosos
enfermos con quienes se reunió en el
«Gesù nuovo» tras la oración ante la
tumba de José Moscati, el santo médico; hasta el esfuerzo del dueño de una
pizzería que logró acrobáticamente
ofrecer al Papa una pizza margarita
cuando estaba a punto de partir.
Pero en los encuentros con el pueblo
napolitano Bergoglio encontró de nuevo el modo de hablar con sencilla eficacia a todos, introduciendo largos trozos
espontáneos en los discursos preparados o incluso improvisando totalmente.
Para testimoniar y predicar el Evangelio como constantemente lo hizo «en la
otra diócesis» —así le gusta al Papa recordar su episcopado en Buenos Aires—
«Que el fuego del amor de Dios venza los incendios de
guerra y violencia que afligen a la humanidad, y el diálogo
prevalezca en todas partes sobre el enfrentamiento armado». Con estas palabras el Papa Francisco se unió
de todo corazón a la «hora de oración por la paz»
promovida en todas las comunidades carmelitas del
mundo con ocasión del quinto centenario
del nacimiento de Santa Teresa de Jesús,
que tiene lugar el sábado 28 de marzo. Al
SIGUE EN LA PÁGINA 2
inicio de la misa celebrada el jueves 26
en la capilla de
la Casa Santa
Marta, tras el saludo litúrgico, el
A la Comisión internacional contra la pena de muerte
Papa confió expresamente
a
Santa Teresa «esta
nuestra súplica» por
la paz. Y después entregó una vela encendida al
prepósito general de los
carmelitas descalzos,
el padre Saverio
Cannistrà, presente en la celebración con el
vicario de la Orden.
Un fracaso del Estado de derecho
Conmemoración del V centenario
del nacimiento de Teresa de Jesús
En el Ángelus el deseo
de encontrar a Jesús
Mística de la acción amorosa
Los que quieren ver
CHRISTINE RANCÉ
EN PÁGINA
15
PÁGINA 11
Rafael Sanzio «Las virtudes y la ley» (detalle, museos vaticanos, 1511)
CARTA
DEL
PAPA
EN PÁGINA
10
L’OSSERVATORE ROMANO
página 2
viernes 27 de marzo de 2015, número 13
En Pompeya la primera etapa de la visita pastoral del Papa a la región de Campania
En el signo de María
El helicóptero procedente de la Ciudad del Vati«Hemos rezado a la Virgen, para que nos bendiga a
todos: a vosotros, a mí y a todo el mundo. Necesi- cano, después de casi una hora de vuelo, aterrizó a
tamos a la Virgen para que nos cuide». Se encierra las 7.48. Al llegar a la basílica se dirigió al altar maen estas palabras, dirigidas a los fieles desde el atrio yor, ante la imagen mariana. Allí se recogió en orade la basílica mariana, todo el significado del paso ción silenciosa, luego compartió el gesto de todos
los peregrinos rezando la versión breve de la «Súdel Papa Francisco por Pompeya.
El sábado 21 de marzo, por la mañana, antes de plica». En un segundo momento visitó la capilla
ir a Nápoles, el Pontífice quiso confiar a la protec- donde están los restos del beato Bartolo Longo. Al
ción de la Virgen María la visita pastoral a la región pasar por la capilla de la Reconciliación —en la que
italiana de Campania. Y para hacerlo se detuvo en hay treinta confesionarios—, que el delegado para la
la ciudadela fundada por el beato Bartolo Longo, basílica, el arzobispo Caputo, definió «el corazón
meta cada año de millones de peregrinos y de devo- del santuario», el Papa Francisco recomendó a los
sacerdotes que sean misericordiosos.
tos del rosario.
Con un gesto no previsto en el programa, el PonYa se sabe: cada vez que emprende un viaje, el
Pontífice siempre se encomienda a la protección de tífice quiso salir por la puerta principal del templo
la madre de Jesús. Lo hace habitualmente dirigién- para saludar nuevamente a la gente, a la que pidió
dose a la basílica romana de Santa María la Mayor, oraciones por su ministerio. Al final un Avemaría y
donde se recoge en oración ante la «Salus populi la bendición, y se alejó exclamando: «Nos vemos
Romani». El sábado 21, una semana después de ha- pronto», antes de que lo acompañaran al helicópteber invitado a toda la Iglesia a realizar un viaje in- ro para su traslado a Nápoles.
terior para encontrar,
comprender y acoger la
misericordia del Padre,
el Papa Francisco reEl Pontífice en Nápoles
gresó a los pies de María, la mejor guía.
En Pompeya más
que una visita, fue una
auténtica
peregrinación, aunque breve.
Ningún discurso oficial, saludos y protocolo reducidos al mínimo. Cincuenta minutos
en total: tiempo y espacio a la oración y al
abrazo caluroso de los
cerca de diez mil fieles
que lo esperaban.
Mil colores y alguna herida
El primer día de primavera
VIENE DE LA PÁGINA 1
y como lo hace ahora desde hace
dos años, escuchado en todo el
mundo con un interés que ciertamente no disminuye.
En el centro de todo está Jesús,
dijo el Pontífice al clero y a los religiosos reunidos en la catedral, recordando su testimonio de personas «siempre en camino». Pero,
¿cómo estar seguros de esta indispensable centralidad de Jesús?
«Está su madre que conduce a Él»
y, como en los iconos, «es ella
quien hizo descender a Jesús entre
nosotros; es ella quien nos da a Jesús», respondió el Papa. Y del Señor se desprenden los demás testimonios: el espíritu de pobreza y la
misericordia con sus obras, corporales y espirituales, a menudo olvidadas pero «que practican las ancianas y la gente sencilla en los
barrios, en las parroquias, porque
seguir a Jesús, ir en pos de Jesús
es sencillo».
Está continuamente en camino,
en Nápoles y en todas las partes
del mundo, quien quiere seguir al
Señor, y para esto es necesario
«convertirnos un poco más todos», concluyó el Pontífice en su
reflexión. Y tras bendecir a los fieles con la reliquia de san Jenaro,
dejó al clero y a los religiosos tres
recomendaciones: la adoración a
Dios, de lo cual se ha perdido el
sentido; el amor a la Iglesia y la
misionariedad, concepto central
—dijo— porque impulsa a salir de
sí mismo para testimoniar el Evangelio pero también para adorar.
Y en el encuentro conclusivo
con el pueblo de Nápoles el Papa
escuchó de nuevo las esperanzas y
las preocupaciones de las mujeres
y de los hombres de hoy, y una
vez más encontró palabras que llegaron al corazón de muchos. Al
meditar sobre Dios que habla, actúa, calla, y al reflexionar sobre las
tendencias culturales dominantes
que condicionan la sociedad y colonizan ideológicamente a la familia. Pero mirando con confianza al
futuro, «jóvenes y ancianos juntos», el primer día de primavera.
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GIOVANNI MARIA VIAN
director
Giuseppe Fiorentino
subdirector
Misericordia y esperanza. Con estas
palabras se sintetiza la visita del Papa
Francisco a Nápoles, el sábado 21 de
marzo. Y queda grabado en las retinas la alegría de una ciudad que salió
a la calle para acoger con júbilo al
Pontífice procedente de Pompeya.
Cuando se habla de Nápoles, de
sus mil colores y de sus sombras, de
sus bellezas y de sus heridas profundas, el riesgo de la retórica siempre
está a la vuelta de la esquina. Y el
antídoto contra esta es la verdad. El
Papa, en primer lugar, quiso tocar
con la mano las numerosas realidades
de la ciudad y después habló a cada
una de la verdad de Cristo. Al desempleado de Scampia como al detenido de Poggioreale, el Pontífice ha
querido decirles: no te dejes robar tu
verdad, no permitas que te hurten la
esperanza. A la ciudad quiso transmitirle: sé testimonio de la verdad, no
te la dejes saquear por el egoísmo y
la corrupción. Y también a los criminales, durante la misa en la plaza del
Plebiscito, les dijo: «¡Convertíos, Jesús os está esperando!».
Misericordia y esperanza. Tras el
anuncio del 13 de marzo de un Año
santo de la misericordia, uno de los
primeros gestos del Papa Francisco
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don Sergio Pellini S.D.B.
director general
Marta Lago
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fue precisamente llevar el abrazo misericordioso de Dios a todos. El Pontífice llegó al centro penitenciario
Giuseppe Salvia alrededor de la una
de la tarde, inmediatamente después
de la misa celebrada en la plaza del
Plebiscito. Acompañado por el cardenal Sepe, se encaminó hacia el pasillo
que conduce a la capilla. Cuando llegó a la explanada situada enfrente de
la iglesia, el Papa se detuvo para saludar a los detenidos, antes de compartir el almuerzo con 120 de ellos,
entre los cuales también se hallaban
representantes de otros centros. El
encuentro fue también la ocasión para escuchar los testimonios de dos
detenidos y recordar a todos, como
se lee en el discurso entregado, que
«¡nada podrá nunca separarnos del
amor de Dios! Ni siquiera las barras
de una cárcel». Al final el Pontífice
saludó uno por uno a todos los comensales.
En este centro penitenciario de
Poggioreale, en el emotivo encuentro
con los presos, se imprimió la imagen
simbólica de la mañana napolitana
del Papa. Un abrazo, un diálogo en
voz baja, una confesión, una caricia,
un consejo. Misericordia y esperanza,
justamente.
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número 13, viernes 27 de marzo de 2015
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Comenzó desde el barrio periférico de
Scampia el sábado 21 de marzo, por la
mañana, la visita del Papa Francisco
a Nápoles. Durante el encuentro con la
población, que tuvo lugar en la plaza
Juan Pablo II, el Pontífice pronunció
el siguiente discurso.
Queridos hermanos
¡buenos días!
y
hermanas,
Quise comenzar desde aquí, desde
esta periferia, mi visita a Nápoles.
Os saludo a todos y os agradezco
vuestra calurosa acogida. Verdaderamente se ve que los napolitanos no
son fríos. Doy las gracias a vuestro
arzobispo por haberme invitado —incluso amenazado si no venía a Nápoles— y por sus palabras de bienvenida; y gracias a quienes se hicieron
eco de las realidades de los inmigrantes, trabajadores y magistrados.
Vosotros pertenecéis a un pueblo
que tiene una larga historia, surcada
por acontecimientos complejos y
dramáticos. La vida en Nápoles
nunca ha sido fácil, sin embargo
nunca ha sido triste. Y este es vuestro gran recurso: la alegría, el gozo.
El camino cotidiano en esta ciudad,
con sus dificultades y sus necesidades y algunas veces con sus duras
pruebas, genera una cultura de vida
que ayuda siempre a volver a levantarse después de cada caída, y a
obrar de tal modo que el mal nunca
tenga la última palabra. Es un gran
desafío: nunca dejar que el mal tenga la última palabra. Es la esperanza,
lo sabéis bien, ese gran patrimonio,
ese «resorte del alma», tan valioso,
pero también expuesto a asaltos y
robos.
Lo sabemos, quien sigue voluntariamente la senda del mal roba un trozo de esperanza, gana alguna cosa pero roba esperanza a sí mismo, a los
demás y a la sociedad. La senda del
mal es un camino que siempre roba
esperanza, la roba también a la gente honesta y trabajadora, e incluso a
la buena fama de la ciudad, a su
economía.
Quisiera responder a la hermana
que habló en nombre de los inmigrantes y de los sin techo. Ella pidió
una palabra que asegure que los inmigrantes son hijos de Dios y que
son ciudadanos. ¿Pero es necesario
llegar a esto? ¿Los inmigrantes son
seres humanos de segunda clase? Tenemos que hacer que nuestros hermanos y hermanas inmigrantes escuchen que son ciudadanos, que son
como nosotros, hijos de Dios, que
son inmigrantes como nosotros, porque todos nosotros somos emigrantes hacia otra patria, y ojalá lleguemos todos. ¡Qué nadie se pierda por
el camino! Todos somos inmigrantes, hijos de Dios que nos puso a todos en camino. No se puede decir:
«Los inmigrantes son así.. Nosotros
somos...». ¡No! Todos somos inmigrantes, todos estamos en camino. Y
esta palabra que todos somos inmigrantes no está en un libro, está escrita en nuestra carne, en nuestro camino de vida, que nos asegura que
en Jesús todos somos hijos de Dios,
hijos amados, hijos queridos, hijos
salvados. Pensemos en esto: todos
somos inmigrantes en el camino de
la vida, ninguno de nosotros tiene
Encuentro con la población del barrio de Scampia
El mal no es la última palabra
morada fija en esta tierra, todos tendremos que marchar de aquí. Y todos tenemos que ir al encuentro de
Dios: uno antes, otro después, o como decía ese anciano, ese viejecito
astuto: «¡Sí, sí, todos! ¡Id vosotros,
yo voy por último!». Todos tendremos que ir.
Luego tuvimos la intervención del
trabajador. Y doy las gracias también
a él porque naturalmente quería tocar este punto, que es un signo negativo de nuestra época. De modo
especial lo es la falta de trabajo para
los jóvenes. Vosotros pensad esto:
más del 40 por ciento de los jóvenes
de 25 años hacia abajo no tiene trabajo. ¡Esto es grave! ¿Qué hace un
joven sin trabajo? ¿Qué futuro tiene? ¿Qué camino de vida elige? Eso
es una responsabilidad no sólo de la
ciudad, no sólo del país, sino del
mundo. ¿Por qué? Porque existe un
sistema económico que descarta a la
gente y ahora es el turno de los jóvenes de ser descartados, es decir sin
trabajo. ¡Esto es grave! «Pero hay
obras de caridad, hay voluntariados,
está Cáritas, está ese centro, está ese
club que da de comer...». Pero el
problema no es comer, el problema
más grave es no tener la posibilidad
de llevar el pan a casa, de ganar el
pan. Y cuando no se gana el pan, se
pierde la dignidad. Esa falta de trabajo nos roba la dignidad. Tenemos
que luchar por esto, debemos defender nuestra dignidad de ciudadanos,
de hombres, de mujeres, de jóvenes.
Este es el drama de nuestro tiempo.
No debemos permanecer callados.
Pienso también en el trabajo a mitad. ¿Qué quiero decir con esto? La
explotación de las personas en el
trabajo. Hace algunas semanas, una
joven que necesitaba trabajo encontró uno en una agencia turística y
las condiciones eran estas: 11 horas
de trabajo, 600 euros al mes sin ninguna aportación para la pensión.
«¡Es poco por 11 horas!». «Si no te
gusta, mira la fila de gente que está
esperando el trabajo». Esto se llama
esclavitud, esto se llama explotación,
esto no es humano, esto no es cristiano. Y si quien hace esto se dice
cristiano es un mentiroso, no dice la
verdad, no es cristiano. También la
explotación del trabajo en negro —tú
trabajas sin contrato y te pago lo
que quiero— es explotación de las
personas. «¿Sin las aportaciones para la pensión y para la salud?». «A
mí no me interesa».
Te comprendo bien, hermano, y te
agradezco lo que has dicho. Debemos retomar la lucha por nuestra
dignidad que es la lucha de buscar,
encontrar, volver a encontrar la posi-
bilidad de llevar el pan a casa. Esta
es nuestra lucha.
Y aquí pienso en la intervención
del presidente del Tribunal de apelación. Él usó una bonita expresión
«itinerario de esperanza» y recordaba un lema de san Juan Bosco:
«buenos cristianos y honestos ciudadanos», dirigido a los niños y a los jóvenes. El itinerario de esperanza para los niños —los que están aquí y
para todos— es ante todo la educación, pero una educación auténtica,
el itinerario de educar para un futuro: esto previene y ayuda a seguir
adelante. El juez dijo una palabra
que yo quisiera retomar, una palabra
que hoy se usa mucho, el juez dijo
«corrupción». Pero, decidme, si cerramos la puerta a los inmigrantes, si
quitamos el trabajo y la dignidad a
la gente, ¿cómo se llama esto? Se
llama corrupción y todos nosotros
tenemos la posibilidad de ser corruptos, ninguno de nosotros puede
decir: «yo nunca seré corrupto».
¡No! Es una tentación, es un deslizarse hacia los negocios fáciles, hacia
la delincuencia, hacia los delitos, hacia la explotación de las personas.
¡Cuánta corrupción hay en el mundo! Es una palabra fea, si pensamos
un poco en ello. Porque algo corrupto es algo sucio. Si encontramos
un animal muerto que se está echando a perder, que se ve «corrompido», es horrible y apesta. ¡La corrupción apesta! La sociedad corrupta apesta. Un cristiano que deja entrar dentro de sí la corrupción no es
cristiano, apesta.
Queridos amigos, mi presencia
quiere ser un impulso hacia un cami-
no de esperanza, de renacimiento y de
saneamiento que ya se está realizando.
Conozco el compromiso, generoso y
diligente, de la Iglesia, presente con
sus comunidades y sus servicios en
la realidad concreta de Scampia; así
como la continua movilización de
grupos de voluntarios, que no dejan
faltar su ayuda.
Aliento también la presencia y el
compromiso activo de las instituciones ciudadanas, porque una comunidad no puede progresar sin ese apoyo, mucho más en momentos de crisis y en presencia de situaciones sociales difíciles y algunas veces extremas. La «buena política» es un servicio a las personas, que se ejerce en
primer lugar a nivel local, donde el
peso del incumplimiento, de los retrasos, de las auténticas omisiones es
más directo y hace más daño. La
buena política es una de las expresiones más elevadas de la caridad, del
servicio y del amor. Haced una buena política, pero entre vosotros: la
política se hace entre todos, juntos.
Entre todos se hace una buena política.
Nápoles está siempre dispuesta a
resurgir, sopalancando sobre una esperanza forjada por mil pruebas, y
por ello recurso auténtico y concreto
con el cual se puede contar en todo
momento. Su raíz radica en el ánimo mismo de los napolitanos, sobre
todo en su alegría, en su religiosidad
y en su piedad. Os deseo que tengáis
la valentía de seguir adelante con esta alegría, con esta raíz, el valor de
llevar adelante la esperanza, de no
robar nunca la esperanza a nadie, de
seguir adelante por el camino del
bien, no por la senda del mal, de seguir adelante en la acogida de todos
los que vienen a Nápoles de cada
país: que sean todos napolitanos,
que aprendan el napolitano que es
tan dulce y tan bonito. Os deseo
que sigáis adelante en la búsqueda
de fuentes de trabajo, para que todos tengan la dignidad de llevar el
pan a casa, y de seguir adelante en
la limpieza de la propia alma, en la
limpieza de la ciudad, en la limpieza
de la sociedad para que no se sienta
ese mal olor de la corrupción.
Os deseo lo mejor, seguid adelante y que San Jenaro, vuestro patrono, os asista e interceda por vosotros.
Os bendigo de corazón a todos,
bendigo a vuestras familias y este
barrio vuestro, bendigo a los niños
que están aquí a nuestro alrededor.
Y vosotros, por favor, no os olvidéis
de rezar por mí. ‘A Maronna v’accumpagne! (Que la Virgen os acompañe).
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viernes 27 de marzo de 2015, número 13
El Papa Francisco invoca la conversión de los malvivientes y pide a la población reaccionar ante la criminalidad
Tiempo de rescate
Desde el barrio periférico de Scampia
el Pontífice se dirigió en coche
panorámico a la plaza del Plebiscito,
donde celebró la misa en presencia de
decena de miles de fieles napolitanos.
Publicamos la traducción de la homilía
pronunciada por el Papa.
El pasaje del Evangelio que hemos
escuchado nos presenta una escena
ambientada en el templo de Jerusalén, al final de la fiesta judía de las
tiendas, después de que Jesús proclamara una gran profecía revelándose como fuente de «agua viva», es
decir el Espíritu Santo (cf. Jn 7, 3739). Entonces la gente, muy impresionada, se puso a discutir acerca de
Él. También hoy la gente discute sobre Él. Algunos están entusiasmados
y dicen que «es de verdad el profeta» (v. 40). Alguno incluso afirma:
«Este es el Mesías» (v. 41). Pero
otros se oponen porque —dicen— el
Mesías no viene de Galilea, sino de
la estirpe de David, de Belén; y así,
sin saberlo, confirman precisamente
la identidad de Jesús.
Los jefes de los sacerdotes habían
mandado a los guardias a arrestarlo,
como se hace en las dictaduras, pero
vuelven con la manos vacías y dicen:
«Jamás ha hablado nadie como ese
hombre» (v. 46). He aquí la voz de
la verdad, que resuena en esos hombres sencillos.
La palabra del Señor, ayer como
hoy, provoca siempre una división: la
Palabra de Dios divide, ¡siempre! Provoca una división entre quien la acoge
y quien la rechaza. A veces también
en nuestro corazón se enciende un
contraste interior; esto sucede cuando advertimos la fascinación, la belleza y la verdad de las palabras de
Jesús, pero al mismo tiempo las rechazamos porque nos cuestionan,
nos ponen en dificultad y nos cuesta
demasiado observarlas.
Hoy he venido a Nápoles para
proclamar juntamente con vosotros:
¡Jesús es el Señor! Pero no quiero
decirlo sólo yo: quiero escucharlo de
vosotros, de todos, ahora, todos juntos «¡Jesús es el Señor!», otra vez
«¡Jesús es el Señor!». Nadie habla
como Él. Sólo Él tiene palabras de
misericordia que pueden curar las
heridas de nuestro corazón. Sólo Él
tiene palabras de vida eterna (cf. Jn
6, 68).
La palabra de Cristo es poderosa:
no tiene el poder del mundo, sino el
de Dios, que es fuerte en la humildad, también en la debilidad. Su poder es el del amor: este es el poder
de la Palabra de Dios. Un amor que
no conoce confines, un amor que
nos hace amar a los demás antes que
a nosotros mismos. La palabra de
Jesús, el santo Evangelio, enseña
que los auténticos bienaventurados
son los pobres de espíritu, los no
violentos, los mansos, los agentes de
paz y de justicia. Esta es la fuerza
que cambia al mundo. Esta es la palabra que da fuerza y es capaz de
cambiar al mundo. No hay otro camino para cambiar al mundo.
La palabra de Cristo quiere llegar
a todos, en especial a quienes viven
en las periferias de la existencia, para que encuentren en Él el centro de
su vida y la fuente de la esperanza.
Y nosotros, que hemos tenido la
gracia de recibir esta Palabra de Vida —¡es una gracia recibir la Palabra
de Dios!— estamos llamados a ir, a
salir de nuestros recintos y, con ardor en el corazón, llevar a todos la
misericordia, la ternura, la amistad
de Dios: es un trabajo que corresponde a todos, pero de manera especial a vosotros sacerdotes. Llevar
misericordia, llevar perdón, llevar
paz, llevar alegría en los Sacramentos y en la escucha. Que el pueblo
de Dios encuentre en vosotros hombres misericordiosos como Jesús. Al
mismo tiempo que cada parroquia y
cada realidad eclesial se convierta en
un santuario para quien busca a
Dios y casa acogedora para los pobres, los ancianos y quienes atraviesan situaciones de necesidad. Ir y
acoger: así late el corazón de la madre Iglesia y de todos sus hijos. Ve,
acógelos. Ve, busca. Ve, lleva amor,
misericordia, ternura.
Cuando los corazones se abren al
Evangelio, el mundo comienza a
cambiar y la humanidad resucita. Si
acogemos y vivimos cada día la Palabra de Jesús, resucitamos con Él.
La Cuaresma que estamos viviendo hace resonar en la Iglesia este
mensaje, mientras caminamos hacia
la Pascua: en todo el pueblo de Dios
se vuelve a encender la esperanza de
resucitar con Cristo, nuestro Salvador. Que no venga en vano la gracia
de esta Pascua, para el pueblo de
Dios de esta ciudad. Que la gracia
de la Resurrección sea acogida por cada uno de vosotros, para que Nápoles
se llene de la esperanza de Cristo Señor. La esperanza: «Abrid paso a la
esperanza», dice el lema de mi visita. Lo digo a todos, de manera especial a los jóvenes: abríos al poder de
Jesús resucitado, y llevaréis frutos de
vida nueva a esta ciudad: frutos de
Para cambiar el mundo
GIOVANNI MARIA VIAN
Entre las imágenes que permanecerán de la visita del Papa a Nápoles está ciertamente la de Francisco en Scampia que habla rodeado de niños. Llevando, el primer día de primavera, palabras de
esperanza que van mucho más
allá de los confines de una ciudad
bellísima y desfigurada. Palabras
que se nutren de una sola palabra, la de Jesús: la única fuerza
que puede cambiar el mundo,
destacó luego Bergoglio al celebrar la misa con los obispos de la
región de Campania en la plaza
del Plebiscito, la plaza de Nápoles.
La visita papal comenzó temprano por la mañana bajo el signo de María, venerada en el santuario de Pompeya. «Necesitamos
de la Virgen para que nos proteja» explicó con sencillez Francisco a los fieles que lo acogieron, e
inmediatamente después quiso
entrar en la metrópoli por uno de
sus barrios más difíciles pero que,
a pesar de todo, no se desalienta:
«Cuando no ves la felicidad, búscala dentro», invitaba un enorme
cartel delante del palco papal.
Y el discurso del Pontífice, que
en gran medida fue espontáneo,
relanzó esta voluntad tenaz de
reactivación. «Este es un gran desafío: no dejar nunca que el mal
tenga la última palabra», dijo. Al
responder luego a los saludos de
una inmigrante filipina, un trabajador y un magistrado, Francisco
tocó puntos que les interesan de
forma especial y que giran alrededor del tema central de la dignidad de cada ser humano.
Así, al asombro por la necesidad de tener que reiterar los derechos de los inmigrantes —«que
son inmigrantes como nosotros
porque todos somos emigrantes
hacia otra patria» exclamó, recordando un argumento radicado en
las más antiguas fuentes cristianas— el Papa sumó un fuerte llamamiento relacionado con la desocupación, sobre todo juvenil, y
el trabajo en negro: «Esta falta de
trabajo nos roba la dignidad. Tenemos que luchar por esto, tenemos que defender nuestra dignidad de ciudadanos».
Incluso la condena de la corrupción, con expresiones muy
eficaces, y el elogio a la «buena
política» que —repitió— «es una
de las expresiones más elevadas
de la caridad, el servicio y el
amor». Palabras significativas y
SIGUE EN LA PÁGINA 7
gestos que saben compartir, de reconciliación, de servicio, de fraternidad. Dejaos envolver y abrazar por
su misericordia, por la misericordia
de Jesús, la misericordia que sólo Jesús nos da.
Queridos napolitanos, abrid paso
a la esperanza y no os dejéis robar la
esperanza. No cedáis a las tentaciones
de ganancias fáciles o de entradas
deshonestas: esto es pan para hoy y
hambre para mañana. No te puede
aportar nada. Reaccionad con firmeza ante las organizaciones que explotan y corrompen a los jóvenes,
los pobres y los débiles, con el cínico comercio de la droga y otros delitos. No os dejéis robar la esperanza.
No permitáis que vuestra juventud
sea explotada por esta gente. Que la
corrupción y la delincuencia no desfiguren el rostro de esta bella ciudad. Y más aún: que no desfiguren
la alegría de vuestro corazón napolitano. A los criminales y a todos sus
cómplices hoy yo humildemente, como hermano, repito: convertíos al
amor y a la justicia. Dejaos encontrar por la misericordia de Dios. Sed
conscientes de que Jesús os está buscando para abrazaros, para besaros,
para amaros aún más. Con la gracia
de Dios, que perdona todo y perdona siempre, es posible volver a una
vida honrada. Os lo piden también
las lágrimas de las madres de Nápoles, mezcladas con las de María, la
Madre celestial invocada en Piedigrotta y en numerosas iglesias de
Nápoles. Que estas lágrimas ablanden la dureza de los corazones y reconduzcan a todos por el camino
del bien.
Hoy comienza la primavera y la
primavera trae esperanza: tiempo de
esperanza. Y el hoy de Nápoles es
tiempo de rescate para Nápoles: este
es mi deseo y mi oración por una
ciudad que tiene en sí muchas potencialidades espirituales, culturales
y humanas, y sobre todo gran capacidad de amar. Las autoridades, las
instituciones, las diversas realidades
sociales y los ciudadanos, todos juntos y concordes, pueden construir un
futuro mejor. Y el futuro de Nápoles
no es replegarse resignada en sí misma: este no es vuestro futuro. Sino
que el futuro de Nápoles es abrirse
con confianza al mundo, abrirse a la
esperanza. Esta ciudad puede encontrar en la misericordia de Jesús, que
hace nuevas todas las cosas, la fuerza para seguir adelante con esperanza, la fuerza para muchas vidas, muchas familias y comunidades. Esperar es ya resistir al mal. Esperar es
mirar al mundo con la mirada y con
el corazón de Dios. Esperar es apostar por la misericordia de Dios que
es Padre y perdona siempre y perdona todo.
Dios, fuente de nuestra alegría y
razón de nuestra esperanza, vive en
nuestras ciudades. ¡Dios vive en Nápoles! Que su gracia y su bendición
sostengan vuestro camino en la fe,
en la caridad y en la esperanza,
vuestros buenos propósitos y vuestros proyectos de rescate moral y social. Hemos proclamado todos juntos que Jesús es el Señor: digámoslo
una vez más al final: «¡Jesús es el
Señor!», todos tres veces: «¡Jesús es
el Señor!». E ca ‘a Maronna v’accumpagne!
L’OSSERVATORE ROMANO
número 13, viernes 27 de marzo de 2015
página 5
A los reclusos de Poggioreale
De la marginación
a la inclusión
Publicamos el texto del discurso que el
Papa Francisco entregó a los detenidos
del centro penitenciario Giuseppe
Salvia, en Poggioreale, que visitó el
sábado 21 de marzo al mediodía
y donde almorzó con una
representación de ellos.
Estoy contento de estar en medio
de vosotros con ocasión de mi visita
a Nápoles. Doy las gracias a Claudio y a Pasquale que hablaron en
nombre de todos. Este encuentro
me permite expresar mi cercanía a
vosotros, y lo hago trayéndoos la
palabra y el amor de Jesús, que vino a la tierra para hacer plena nuestra esperanza y murió en la cruz para salvar a cada uno de nosotros.
A veces sucede que nos sentimos
decepcionados, desanimados, abandonados por todos: pero Dios no se
olvida de sus hijos, nunca los abandona. Él está siempre a nuestro lado, especialmente en el momento
de la prueba; es un Padre «rico en misericordia» (Ef 2, 4), que dirige siempre hacia nosotros su mirada serena y
benévola, nos espera
siempre con los brazos
abiertos. Esta es una
certeza que infunde
consuelo y esperanza,
especialmente en los
momentos difíciles y
tristes. Incluso si en la
vida nos hemos equivocado, el Señor no se
cansa de indicarnos el
camino del regreso y
del encuentro con Él.
El amor de Jesús hacia
cada uno de nosotros es
fuente de consuelo y de
esperanza. Es una certeza fundamental para
nosotros: nada podrá
jamás separarnos del
amor de Dios, ni siquiera las barras de una cárcel. Lo único que nos
puede separar de Él es nuestro pecado; pero si lo reconocemos y lo
confesamos con arrepentimiento
sincero, precisamente ese pecado se
convierte en lugar de encuentro con
Él, porque Él es misericordia.
Queridos hermanos, conozco
vuestras situaciones dolorosas: me
llegan muchas cartas —algunas verdaderamente conmovedoras— desde
los centros penitenciarios de todo el
mundo. Muy a menudo los reclusos
son tenidos en condiciones indignas
de la persona humana, y luego no
logran reinsertarse en la sociedad.
Pero gracias a Dios hay también dirigentes, capellanes, educadores,
agentes pastorales que saben estar
cerca de vosotros de la forma adecuada. Y hay algunas experiencias
buenas y significativas de inserción.
Es necesario trabajar en esto, desarrollar estas experiencias positivas,
que hacen crecer una actitud distinta en la comunidad civil y también
en la comunidad de la Iglesia. En
la base de este compromiso está la
convicción de que el amor puede
siempre transformar a la persona
humana. Y entonces un lugar de
marginación, como puede ser la cárcel en sentido negativo, se puede
convertir en lugar de inclusión y de
estímulo para toda la sociedad, para
que sea más justa, más atenta a las
personas.
Os invito a vivir cada día, cada
momento en la presencia de Dios, a
quien pertenece el futuro del mundo y del hombre. Esta es la esperanza cristiana: el futuro está en las
manos de Dios. La historia tiene un
sentido porque está habitada por la
bondad de Dios. Por lo tanto, también en medio de tantos problemas,
incluso graves, no perdamos nuestra
esperanza en la infinita misericordia
de Dios y en su providencia. Con
esta segura esperanza, preparémonos para la Pascua ya cercana,
orientando con firmeza nuestra vida
hacia el Señor y manteniendo viva
en nosotros la llama de su amor.
Encuentro del Pontífice con los enfermos
La única explicación
En Cristo crucificado se encuentra «la
única explicación» de la enfermedad.
Lo recordó el Papa Francisco al gran
número de enfermos que encontró el
sábado 21 de marzo, por la tarde,
en la basílica del «Gesù nuovo»,
en Nápoles.
No es fácil acercarse a un enfermo.
Las cosas más bonitas de la vida y
las cosa más miserables se reservan,
se esconden. El amor más grande,
uno intenta ocultarlo por pudor, y
las cosas que muestran nuestra miseria humana, también intentamos
velarlas por pudor. Por este motivo,
para encontrar a un enfermo hay
que ir hasta él, porque el pudor de
la vida lo esconde. Hay que ir al
encuentro del enfermo. Cuando
existen enfermedades para toda la
vida, cuando nos encontramos con
enfermedades que marcan toda una
vida, preferimos ocultarlas, porque
ir a visitar al enfermo es ir a encontrar nuestra propia enfermedad, la
que llevamos dentro. Es tener la valentía de decirse a uno mismo: yo
también tengo alguna enfermedad
en el corazón, en el alma, en el espíritu. Yo también soy un enfermo
espiritual.
Dios nos ha creado para cambiar
el mundo, para ser eficientes, para
dominar la creación: es nuestra tarea. Pero cuando nos encontramos
ante una enfermedad, vemos que
El futuro de un pueblo
La atención a los jóvenes y los ancianos es la medida del futuro de
un pueblo. Lo recordó el Papa
Francisco como conclusión de la
visita a Nápoles, renovando a la
ciudad el llamamiento a «seguir
siempre adelante» y a «no perder
la esperanza».
Ante cien mil jóvenes de la archidiócesis reunidos el sábado 21
de marzo, por la tarde, en el paseo
marítimo Caracciolo, el Pontífice
volvió a denunciar la cultura del
«descarte» que perjudica a los
más pequeños y a los más ancianos, y habló de la crisis de la familia, hoy «atacada» por la secularización y por auténticas formas
de «colonizaciones ideológicas».
La tarde del Papa —que después
de la visita a Scampia y la misa en
la plaza del Plebiscito había almorzado con los detenidos de la
cárcel de Poggioreale— inició con
el encuentro festivo con los sacer-
dotes, religiosos y religiosas en la
catedral de la ciudad. El Papa
Francisco pidió a los consagrados
que pongan a Cristo en el centro
de la propia vida, evitando en especial las tentaciones de la especulación, la mundanidad y las habladurías que «destruyen la fraternidad».
Antes de trasladarse al paseo
marítimo para saludar a los jóvenes, el Pontífice se detuvo en la
basílica de «Gesù nuovo», donde
se habían reunido cientos de enfermos, a quienes invitó a «mirar a
Cristo crucificado», en quien está
«la única explicación» al misterio
de la enfermedad. El Papa Francisco lanzó también un llamamiento para evitar que la medicina se
transforme «en comercio» y «en
negocio», porque así —explicó— el
médico «pierde el núcleo de su
vocación».
esta impide todo esto: ese hombre o
mujer que o bien ha nacido con la
enfermedad o la ha desarrollado, es
un decir «no» —parece— a la misión
de transformar el mundo. Este es el
misterio de la enfermedad. Podemos acercarnos a la enfermedad sólo con espíritu de fe. Podemos
aproximarnos bien a un hombre, a
una mujer, a un niño o una niña,
enfermos, solamente si nos acostumbramos a mirar al Cristo crucificado. Ahí está la única explicación
de este «fracaso», de este fracaso
humano, la enfermedad para toda
la vida. La única explicación se encuentra en Cristo crucificado.
A vosotros enfermos os digo que
si no podéis comprender al Señor,
pido al Señor que os haga entender
dentro del corazón que sois la carne
de Cristo, que sois Cristo crucificado entre nosotros, los hermanos que
están muy cerca de Cristo. Una cosa es mirar un crucifijo y otra es mirar a un hombre, una mujer, un niño enfermos, esto es, crucificados
allí en su enfermedad: son la carne
viva de Cristo.
A vosotros voluntarios, ¡muchas
gracias! Muchas gracias por pasar
vuestro tiempo acariciando la carne
de Cristo, sirviendo al Cristo crucificado, vivo. ¡Gracias! Y también a
vosotros médicos, enfermeros os
doy las gracias. Gracias por hacer
este trabajo, gracias por no hacer de
vuestra profesión un negocio. Gracias a muchos de vosotros que seguís el ejemplo del santo que está
aquí, que trabajó aquí en Nápoles:
servir sin enriquecerse con el servicio. Cuando la medicina se transforma en comercio, en negocio, es
como el sacerdocio cuando actúa de
la misma forma: pierde la esencia
de su vocación.
A todos vosotros cristianos de esta diócesis de Nápoles, os pido que
no olvidéis lo que Jesús nos pidió y
que también está escrito en el «protocolo» en base al cual seremos juzgados: Estuve enfermo y me visitasteis (cf. Mt 25, 36). Sobre esto seremos juzgados. El mundo de la enfermedad es un mundo de dolor.
Los enfermos sufren, reflejan al
Cristo que sufre: no hay que tener
miedo de acercarse a Cristo que sufre. Muchas gracias por todo lo que
hacéis. Y recemos para que todos
los cristianos de la diócesis tengan
una mayor conciencia de esto y para que el Señor os dé a vosotros y a
los muchos voluntarios la perseverancia en este servicio de acariciar la
carne de Cristo que sufre. Gracias.
L’OSSERVATORE ROMANO
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viernes 27 de marzo de 2015, número 13
A los sacerdotes y a los religiosos el Papa recomienda espíritu de pobreza y misericordia
Testigos libres y alegres
El sábado 21 de marzo, por la tarde,
el Papa Francisco se reunió en la
catedral con el clero, los religiosos y
diáconos permanentes de la
archidiócesis de Nápoles. Hablando
espontáneamente el Pontífice pidió a
todos que sean testigos libres y alegres
de Jesús que está en el centro de su
vida. En especial recomendó tener
«espíritu de pobreza» y
«misericordia».
Preparé un discurso, pero son aburridos los discursos. Lo entrego al
cardenal y luego en el boletín lo dará a conocer. Prefiero responder un
poco a algunas cosas. Me sugieren
que hable sentado, así descanso un
poco. Una hermana que está aquí,
muy mayor, vino corriendo a decirme: «Bendígame en articulo mortis».
«¿Por qué hermana?”. «Porque tengo que ir de misión a abrir un convento...». Esto es el espíritu de la vida religiosa. Esta hermana me hizo
pensar. Es anciana, pero dice: «Sí,
yo estoy en articulo mortis, pero tengo que ir a renovar o a hacer de
nuevo un convento» y parte. Por lo
tanto, también yo ahora obedezco y
hablo sentado.
Este es uno de los testimonios sobre los que preguntabas: estar siempre en camino. El camino en la vida
consagrada es el seguimiento de Jesús; también la vida consagrada en
general, también para los sacerdotes
se trata de ir tras Jesús, y con ganas
de trabajar por el Señor. Una vez
—relaciono con lo que dijo la religiosa— me dijo un anciano sacerdote:
«Para nosotros no existe la jubilación y cuando vamos a la residencia
seguimos trabajando con la oración,
con las pequeñas cosas que podemos
hacer, pero con el mismo entusiasmo
de seguir a Jesús». ¡El testimonio de
caminar por la senda de Jesús! Por
eso el centro de la vida debe ser Jesús. Si en el centro de la vida —exagero... pero sucede en otros sitios,
en Nápoles seguramente no— está el
hecho de que yo estoy en contra del
obispo o contra el párroco o contra
otro sacerdote, toda mi vida estará
invadida por esa lucha. Y eso es
perder la vida. No tener una familia,
no tener hijos, no tener el amor
conyugal, que es tan bueno y tan
hermoso, para acabar peleando con
el obispo, con los hermanos sacerdotes, con los fieles, con «cara de vinagre», esto no es un testimonio. El
testimonio es Jesús, el centro es Jesús. Y cuando el centro es Jesús están, de todos modos, estas dificultades, están en todos lados, pero se
afrontan de diversa forma. En un
convento tal vez la superiora no me
gusta, pero si mi centro es la superiora que no me gusta, el testimonio
no funciona. Si mi centro en cambio
es Jesús, rezo por esta superiora que
no me gusta, la tolero y hago todo
lo necesario para que los demás superiores conozcan la situación. Pero
la alegría no me la quita nadie: la
alegría de ir tras Jesús. Veo aquí a
los seminaristas. Os digo una cosa:
si vosotros no tenéis a Jesús en el
centro, postergad la ordenación. Si
no estáis seguros de que Jesús es el
centro de vuestra vida, esperad un
poco más de tiempo, para estar seguros. Porque, de lo contrario, co-
menzaréis un camino que no sabéis
cómo acabará.
Este es el primer testimonio: que
se vea que Jesús es el centro. El centro no son ni las habladurías ni la
ambición de ocupar este puesto o
aquel otro ni el dinero —del dinero
quiero hablar después—, sino que el
centro debe ser Jesús. ¿Cómo puedo
estar seguro de caminar siempre con
Jesús? Está su Madre que nos conduce a Él. Un sacerdote, un religioso, una religiosa que no ama a la
Virgen, que no reza a la Virgen, diría también que no reza el rosario...
si no quiere a la Madre, la Madre
no le dará al Hijo.
El cardenal me regaló un libro de
san Alfonso María de Ligorio, no sé
si «Las Glorias de María»... De este
libro me gusta leer las historias de la
Virgen que están al final de cada
uno de los capítulos: en ellos se ve
cómo la Virgen nos conduce siempre
a Jesús. Ella es Madre, el centro del
ser de la Virgen es ser Madre, conducir a Jesús. Y el padre Rupnik,
que pinta y hace mosaicos muy bonitos y muy artísticos, me regaló un
icono de la Virgen con Jesús delante. Jesús y las manos de la Virgen
están ubicadas de tal modo que Jesús baja y con la mano toma el manto de la Virgen para no caer. Es ella
quien hizo descender a Jesús entre
nosotros; es ella quien nos da a Jesús. Dar testimonio de Jesús, y para
ir tras Jesús una buena ayuda es la
Madre: es ella quien nos da a Jesús.
Este es uno de los testimonios.
Otro testimonio es el espíritu de
pobreza; también para los sacerdotes
que no hacen voto de pobreza, pero
deben tener el espíritu de pobreza.
Cuando entra en la Iglesia la especulación, tanto en los sacerdotes como en los religiosos, es feo. Recuerdo a una gran religiosa, buena mujer, una gran ecónoma que hacía
bien su trabajo. Era observante, pero
tenía el corazón apegado al dinero e
inconscientemente seleccionaba a la
gente según el dinero que tenía.
«Este me gusta más, tiene mucho dinero». Era ecónoma de un colegio
importante e hizo grandes construcciones, una gran mujer, pero se veía
este límite suyo y la última humilla-
ción que tuvo esta mujer fue pública. Tenía 70 años, más o menos, estaba en una sala de profesores, durante una pausa de la escuela, tomando un café, y le dio un síncope
y se desplomó. Le daban palmadas
para hacerla volver en sí y no reaccionaba. Y una profesora dijo esto:
«Pónle un billete de cien “pesos” y
veamos si así reacciona”. La pobrecilla ya estaba muerta, pero fue la última palabra que se dijo de ella cuando todavía no se sabía si estaba
muerta o no. Un mal testimonio.
Los consagrados —sean sacerdotes,
religiosas o religiosos— nunca deben
ser especuladores. El espíritu de pobreza, sin embargo, no es espíritu de
miseria. Un sacerdote, que no hizo
voto de pobreza, puede tener sus
ahorros, pero de una forma honesta
y también razonable. Pero cuando
tiene codicia y se mete en negocios...
Cuántos escándalos en la Iglesia y
cuánta falta de libertad por el dinero: «A esta persona le debería decir
cuatro verdades, pero no puedo porque es un gran benefactor». Los
grandes benefactores llevan la vida
que quieren y yo no tengo la libertad de decírselo, porque estoy apegado al dinero que ellos me dan.
¿Comprendéis cuánto es importante
la pobreza, el espíritu de pobreza,
como dice la primera de la bienaventuranzas: «Bienaventurados los
pobres de espíritu». Como dije, un
sacerdote puede tener sus ahorros,
pero no el corazón en ello, y que
sean ahorros razonables. Cuando
hay dinero de por medio, se hacen
diferencias entre las personas; por
ello os pido a todos examinar la
conciencia: ¿cómo va mi vida de pobreza, lo que llega incluso de las pequeñas cosas? Y este es el segundo
testimonio.
El tercer testimonio —y aquí hablo
en general, para los religiosos, para
los consagrados y también para los
sacerdotes diocesanos— es la misericordia. Hemos olvidado las obras de
misericordia. Quisiera preguntar
—no lo haré pero tendría ganas de
hacerlo—, pedir que digáis las obras
de misericordia corporales y espirituales. ¡Cuántos de nosotros las han
olvidado! Cuando regreséis a casa
buscad el catecismo y recordad estas
obras de misericordia que son las
obras que practican las ancianas y la
gente sencilla en los barrios, en las
parroquias, porque seguir a Jesús, ir
tras Jesús es sencillo. Cito un ejemplo que pongo siempre. En las grandes ciudades, todavía ciudades cristianas —pienso en la diócesis que tenía antes, pero creo que en Roma
sucede lo mismo, no sé en Nápoles,
pero en Roma seguro—, hay niños
bautizados que no saben hacer la señal de la cruz. Y, ¿dónde está, en este caso, la obra de misericordia de
enseñar? «Te enseño a hacer la señal
de la fe». Es sólo un ejemplo. Pero
es necesario retomar las obras de misericordia, tanto las corporales como
las espirituales. Si cerca de mi casa
hay una persona que está enferma y
quisiera ir a visitarla, pero el tiempo
del que dispongo coincide con el
momento de la telenovela, y entre la
telenovela y hacer una obra de misericordia elijo la telenovela, eso no está bien.
Hablando de telenovelas, vuelvo
al espíritu de pobreza. En la diócesis
que tenía antes había un colegio gestionado por religiosas, trabajaban
mucho, pero en la casa donde vivían
dentro del colegio había una parte
que era el apartamento de las hermanas; la casa donde vivían era un
poco antigua y era necesario rehacerla, y la reformaron bien, demasiado bien y lujosa: en cada habitación
pusieron también un televisor. A la
hora de la telenovela, no encontrabas a una hermana en el colegio...
Estas son las cosas que nos conducen al espíritu del mundo, y aquí
surge otra cosa que quisiera decir: el
peligro de la mundanidad. Vivir
mundanamente. Vivir con el espíritu
del mundo que Jesús no quería.
Pensad en la oración sacerdotal de
Jesús cuando ora al Padre: «No ruego que los retires del mundo, sino
que los guardes del maligno» (Jn 17,
15). La mundanidad va contra el testimonio, mientras que el espíritu de
oración es un testimonio que se ve:
se ve quién es el hombre y la mujer
consagrados que rezan, así como
quien reza formalmente pero no con
el corazón. Son testimonios que la
gente ve. Tú has hablado de la falta
de vocaciones, pero el testimonio es
una de las cosas que atrae las vocaciones. «Quiero ser como ese sacerdote, quiero ser como esa religiosa».
El testimonio de vida. Una vida cómoda, una vida mundana no nos
ayuda. El vicario del clero destacó el
problema, el hecho —yo lo llamo
problema— de la fraternidad sacerdotal. También esto es válido para la
vida consagrada. La vida de comunidad tanto en la vida consagrada como en el presbiterio, en la diocesanidad, que es el carisma propio de los
sacerdotes diocesanos, en el presbiterio en torno al obispo. Llevar hacia
delante esa «fraternidad» no es fácil
tanto en el convento, en la vida consagrada, como en el presbiterio. El
diablo nos tienta siempre con celos,
envidias, luchas internas, antipatías,
simpatías, muchas cosas que no nos
ayudan a formar una auténtica fraternidad y así damos un testimonio
de división entre nosotros.
Para mí, el signo de que no hay
fraternidad, tanto en el presbiterio
como en las comunidades religiosas
es la presencia de habladurías. Y me
permito decir esta expresión: el terrorismo de las habladurías, porque
quien murmura es un terrorista que
tira una bomba, destruye permaneciendo fuera. ¡Si al menos hiciese el
papel del kamikaze! En cambio destruye a los demás. Las habladurías
destruyen y son el signo de que no
hay fraternidad. Cuando uno se encuentra con un presbiterio que tiene
sus diferentes puntos de vista, porque tienen que existir diferencias, es
normal, es cristiano, pero estas diferencia se deben manifestar teniendo
la valentía de decirlas a la cara. Si
yo tengo que decir algo al obispo,
voy al obispo y puedo incluso decirle: «Usted es un antipático», y el
obispo debe tener el valor de no
vengarse. ¡Esto es fraternidad! O
cuando tienes algo contra una persona y en lugar de ir a ella vas a otra.
Existen problemas tanto en la vida
religiosa como en la vida presbiteral
número 13, viernes 27 de marzo de 2015
L’OSSERVATORE ROMANO
Con el clero y los religiosos de la archidiócesis de Nápoles
que se deben afrontar, pero sólo entre dos personas. En el caso de que
no se pudiese —porque a veces no se
puede— se le dice a otra persona para que sea intermediaria. Pero no se
puede hablar contra otro, porque las
habladurías son un terrorismo de la
fraternidad diocesana, de la fraternidad sacerdotal, de las comunidades
religiosas.
Luego, hablando de testimonios,
la alegría. La alegría de mi vida es
plena, la alegría de haber elegido
bien, la alegría de que yo veo todos
los días que el Señor es fiel a mí. La
alegría está en ver que el Señor es
siempre fiel a todos. Cuando yo no
soy fiel al Señor, me acerco al sacramento de la Reconciliación. Los
consagrados o los sacerdotes aburridos, con amargura en el corazón,
tristes, tienen algo que no funciona
y tienen que ir a un buen consejero
espiritual, a un amigo, y decir: «No
sé que sucede en mi vida». Cuando
no hay alegría, hay algo que no funciona. El olfato del que hablaba hoy
el arzobispo, nos dice que algo falta.
Sin alegría no atraes hacia el Señor
y el Evangelio.
Estos son los testimonios. Quisiera terminar con tres cosas. Primero,
la adoración. «¿Tú rezas?». —«Yo rezo, sí». Pido, doy gracias, alabo al
Señor. Pero, ¿adoras al Señor? Hemos perdido el sentido de la adoración a Dios: es necesario retomar la
adoración a Dios. Segundo: tú no
puedes amar a Jesús sin amar a su
esposa. El amor a la Iglesia. Hemos
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conocido muchos sacerdotes que
amaban a la Iglesia y se veía que la
amaban. Tercero, y esto es importante, el celo apostólico, es decir la misionariedad. El amor a la Iglesia te
conduce a darla a conocer, a salir de
tí mismo para ir fuera a predicar la
Revelación de Jesús, te impulsa también a salir de ti mismo para ir hacia
la trascendencia, es decir la adoración. En el ámbito de la misionariedad creo que la Iglesia debe caminar
un poco más, convertirse más, porque la Iglesia no es una ONG, sino
que es la esposa de Cristo que tiene
el tesoro más grande: Jesús. Y su
misión, su razón de existir es precisamente esta: evangelizar, es decir,
llevar a Jesús. Adoración, amor a la
Iglesia y misionariedad. Estas son
las cosas que me surgieron espontáneas.
[Después de la adoración]
El arzobispo dijo que se licuó la
mitad de la sangre: se ve que el santo nos quiere hasta la mitad. Tenemos que convertirnos un poco todos
para que nos quiera aún más. Muchas gracias, y por favor no os olvidéis de rezar por mí.
¿Buenos obreros o funcionarios?
Publicamos el texto del discurso que el
Pontífice había preparado para el
encuentro en la catedral con el clero y
los religiosos.
Queridos hermanos
¡buenas tardes!
y
hermanas,
Os agradezco vuestra acogida en
este lugar-símbolo de la fe y de la
historia de Nápoles: la catedral.
Gracias, señor cardenal, por introducir este encuentro nuestro; y gracias
a los dos hermanos que plantearon
las preguntas en nombre de todos.
Quisiera empezar por esa expresión que dijo el vicario para el clero:
«ser sacerdotes es hermoso». Sí, es
hermoso ser sacerdote, y también ser
consagrado. Me dirijo primero a los
sacerdotes y después a los consagrados.
Comparto con vosotros la sorpresa
siempre nueva de ser llamado por el
Señor a seguirlo, a estar con Él, a ir
hacia la gente llevando su Palabra,
su perdón... En verdad es algo grande lo que nos ha pasado, una gracia
del Señor que se renueva todos los
días. Me imagino que en una realidad ardua como Nápoles, con antiguos y nuevos desafíos, nos tiramos
de cabeza para salir al encuentro de
las necesidades de muchos hermanos
y hermanas, corriendo el riesgo de
ser totalmente absorbidos. Es necesario encontrar siempre el tiempo
para estar ante el sagrario, permanecer allí en silencio, para percibir en
nosotros la mirada de Jesús, que nos
renueva y nos reanima. Y si el estar
ante Jesús nos inquieta un poco, es
un buen signo, nos hará bien. La
oración es precisamente la que nos
muestra si estamos caminando por el
camino de la vida o el de la mentira,
como dice el Salmo (cf. 138, 24), si
trabajamos como buenos obreros o
nos hemos convertido en «funcionarios», si somos «canales» abiertos,
por el cual fluye el amor y la gracia
del Señor, o si, en cambio, nos ponemos en el centro a nosotros mismos, acabando por convertirnos en
«pantallas» que no ayudan al encuentro con el Señor.
Y luego está la bellezza de la fraternidad, de ser sacerdotes juntos, de
seguir al Señor no solos, no individualmente, sino juntos, en la gran
diversidad de los dones y personalidades, y todo vivido en la comunión
y fraternidad. También esto no es fácil, no es inmediato y no se da por
descontado, porque también nosotros sacerdotes vivimos inmersos en
esta cultura subjetivista de hoy, que
exalta el yo hasta idolatrarlo. Y luego existe también un cierto individualismo pastoral, que lleva a la tentación de seguir adelante solos, o
con el pequeño grupo de los que
«piensan como yo»... Sabemos, en
cambio, que todos son llamados a
vivir la comunión en Cristo en el
presbiterio, en torno al obispo. Se
pueden, es más, se deben buscar
siempre formas concretas adecuadas
a los tiempos y a la realidad del territorio, pero esta búsqueda pastoral
y misionera ha de hacerse con actitud de comunión, con humildad y
fraternidad.
Y no olvidemos la belleza de caminar con el pueblo. Sé que desde hace algunos años vuestra comunidad
diocesana ha emprendido un arduo
itinerario de redescubrimiento de la
fe, en contacto con una realidad ciudadana que quiere volverse a levantar y necesita de la colaboración de
todos. Os animo, por lo tanto, a salir para ir al encuentro del otro, a
abrir las puertas y llegar a las familias, los enfermos, los jóvenes, los
ancianos, allí donde viven, buscándolos, estando junto a ellos, sosteniéndolos, para celebrar con ellos la
liturgia de la vida. En especial, será
hermoso acompañar a las familias en
el desafío de engendrar y educar a los
hijos. Los niños son un «signo diagnóstico», para ver la salud de la sociedad. Los niños no deben ser consentidos, sino amados. Y nosotros
sacerdotes estamos llamados a acompañar a las familias para que los niños sean educados en la vida cristiana.
La segunda intervención hacía referencia a la vida consagrada, y mencionó luces y sombras. Existe siempre
la tentación de destacar más las
sombras en perjuicio de las luces.
Para cambiar
el mundo
VIENE DE LA PÁGINA 4
válidas no sólo para la realidad
napolitana o para la italiana,
en un clima histórico marcado
por la urgente necesidad de redescubrir las razones, civiles y
religiosas, de una oposición
real a la corrupción y de un
compromiso político para seguir adelante «en la limpieza
de la sociedad».
Temas que volvieron a estar
presentes en la homilía en la
plaza del Plebiscito y en el encuentro con los presos de Poggioreale, bajo el signo de la esperanza, lema de esta visita a
una Nápoles que acogió al
Pontífice
con
entusiasmo.
«Hoy comienza la primavera y
la primavera trae esperanza»
dijo Francisco, añadiendo que
en este tiempo de esperanza
«el hoy de Nápoles» es tiempo
de rescate, abierto al futuro de
D ios.
Esto, sin embargo, lleva a replegarnos en nosotros mismos, a recriminar continuamente, a acusar siempre
a los demás. Y en cambio, especialmente durante este Año de la vida
consagrada, dejemos brotar en nosotros y en nuestras comunidades la
belleza de nuestra vocación, para
que sea verdad que «donde están los
religiosos hay alegría». Con este espíritu escribí la Carta a los consagrados, y espero que os esté ayudando
en vuestro camino personal y comunitario. Quisiera preguntaros: ¿cómo
está el «clima» en vuestras comunidades? ¿Existe esta gratitud, existe
esta alegría de Dios que llena nuestro corazón? Si existe esto, entonces
se realiza mi deseo de que no haya
entre nosotros caras tristes, personas
descontentas e insatisfechas, porque
«un seguimiento triste es un triste
seguimiento» (ibid., II, 1).
Queridos hermanos y hermanas
consagrados, os deseo que testimoniéis, con humildad y sencillez, que
la vida consagrada es un don valioso
para la Iglesia y para el mundo. Un
don que no hay que conservar para
sí mismo, sino que hay que compartir, llevando a Cristo a cada rincón
de esta ciudad. Que vuestra cotidiana gratitud a Dios encuentre su expresión en el deseo de atraer los corazones a Él, y de acompañarlos en
el camino. Que tanto en la vida contemplativa como en la apostólica,
podáis sentir con fuerza en vosotros
el amor por la Iglesia y contribuir,
mediante vuestro carisma específico,
a su misión de proclamar el Evangelio y edificar el pueblo de Dios en la
unidad, la santidad y el amor.
Queridos hermanos y hermanas,
os doy las gracias. Sigamos adelante,
animados por el común amor al Señor y a la santa madre Iglesia. Os
bendigo de corazón. Y, por favor, no
os olvidéis de rezar por mí.
L’OSSERVATORE ROMANO
número 13, viernes 27 de marzo de 2015
páginas 8/9
En el encuentro conclusivo con los jóvenes de Nápoles
El futuro de un pueblo
Un pueblo que no cuida a los jóvenes y a
los ancianos «no tiene futuro». Lo recordó
el Papa Francisco como conclusión de su
visita pastoral a Nápoles. En el paseo
marítimo Caracciolo, el sábado 21 de
marzo, por la tarde, se reunieron cien mil
jóvenes para el último encuentro del día,
donde hubo preguntas de una joven, de
una anciana y de una pareja de esposos,
a las que el Pontífice respondió antes de
dirigir un saludo a los presentes,
Pregunta de Bianca, una joven
En nombre de todos los jóvenes le doy
la bienvenida a Nápoles. Santidad, usted nos enseña que el apóstol debe esforzarse por ser una persona amable,
serena, entusiasta y alegre, que transmite alegría donde sea que se encuentre, y
esto vale para nosotros. Sin embargo,
es también grande el hambre de sueños
y esperanzas que hay en nuestro corazón, por lo que a menudo se hace difícil conjugar los valores cristianos que
llevamos dentro con los horrores, las
dificultades y las corrupciones que nos
rodean en la vida diaria. Padre Santo,
en medio de tales «silencios de Dios»,
¿cómo sembrar brotes de alegría y semillas de esperanza para hacer fructificar la tierra de la autenticidad, la verdad, la justicia, el amor verdadero, que
supera todo límite humano?
Disculpadme si estoy sentado, pero
estoy verdaderamente cansado, porque
vosotros napolitanos hacéis que me
mueva... Dios, nuestro Dios, es un
Dios de las palabras, es un Dios de los
gestos, es un Dios de los silencios. El
Dios de las palabras, lo sabemos porque en la Biblia están las palabras de
Dios: Dios nos habla, nos busca. El
Dios de los gestos es el Dios que sale
al encuentro. Pensemos en la parábola
del buen pastor que va a buscarnos,
que nos llama por nombre, que nos conoce mejor que nosotros mismos, que
siempre nos espera, que siempre nos
perdona, que siempre nos comprende
con gestos de ternura. Y luego el Dios
del silencio. Pensad en los grandes silencios en la Biblia: por ejemplo el si-
lencio en el corazón de Abrahán, cuando iba con su hijo para ofrecerlo en sacrificio. Dos días subiendo al monte,
pero él no lograba decir nada al hijo,
incluso si el hijo, que no era tonto, intuía. Y Dios callaba. Pero el más grande silencio de Dios fue la Cruz: Jesús
escuchó el silencio del Padre, hasta definirlo «abandono»: «Padre, ¿por qué
me has abandonado?». Y luego sucedió
ese milagro de Dios, esa palabra, ese
gesto grandioso que fue la Resurrección. Nuestro Dios es también el Dios
de los silencios y existen silencios de
Dios que no se pueden explicar si no
miras al Crucificado. Por ejemplo, ¿por
qué sufren los niños? ¿Cómo me explicas esto? ¿Dónde encuentras una palabra de Dios que explique por qué sufren los niños? Este es uno de los grandes silencios de Dios. Y el silencio de
Dios no digo que se puede «comprender», pero podemos acercarnos a los silencios de Dios mirando a Cristo crucificado, a Cristo que muere, a Cristo
abandonado, desde el Huerto de los
Olivos hasta la Cruz. Estos son los silencios. «Pero Dios nos creó para ser
felices». —«Sí, es verdad». Y Él muchas veces calla. Y esta es la verdad. Yo
no puedo engañarte diciendo: «No, ten
fe e irá todo bien, serás feliz, tendrás
buena suerte, tendrás dinero...»: No,
nuestro Dios también guarda silencio.
Recuerda: es el Dios de las palabras, el
Dios de los gestos y el Dios de los silencios, estas tres cosas las debes unir
en tu vida. Esto es lo que se me ocurre
decirte. Discúlpame. No tengo otra
«receta».
Pregunta de Erminia, anciana de 95
años
Padre Santo, me llamo Erminia, tengo
95 años. Doy gracias a Dios por el don
de una vida larga. Y también le agradezco a usted porque no pierde ocasión
para defenderla. ¡Se necesita tanto hacerlo! Porque es un don que en nuestra
sociedad parece causar miedo y a menudo se rechaza y descarta. Con el paso de los años me encontré sola tras la
muerte de mi marido, más frágil y ne- Nosotros ancianos tenemos achaques,
cesitada de ayuda. Tuve miedo de tener problemas, y llevamos problemas a los
que dejar mi casa y acabar en cualquier demás, y la gente tal vez nos descarta
residencia, en uno de esos «depósitos por nuestros achaques, porque ya no
para viejos» de los que usted ha habla- servimos. Y está también esa costumbre
do. Así, muchas veces los ancianos se —disculpadme la palabra— de dejarlos
ven impulsados a preguntarse si su vida morir, y como nos gusta tanto usar euaún tiene sentido. Tuve la gracia de en- femismos, decimos una palabra técnica:
contrar una comunidad cristiana que eutanasia. Pero no sólo la eutanasia
no perdió su espíritu y donde se vive el realizada con una inyección —y te manafecto y la gratuidad. De este modo, en do al otro lado— sino la eutanasia oculmi vejez, llegaron «ángeles», como les ta, la de no darte las medicinas, no
llamo yo, jóvenes y menos jóvenes que proporcionarte los tratamientos, hacienme ayudan, me visitan, me
sostienen en las dificultades
El silencio de Dios no digo que se puede
de cada día. La amistad con
ellos me ha dado mucha
«comprender», pero podemos acercarnos
fuerza y mucho ánimo.
a los silencios de Dios mirando a Cristo
También rezar juntos me
ayuda mucho: soy débil, pecrucificado, a Cristo que muere,
ro rezando por los pobres,
a Cristo abandonado
los enfermos, los necesitados
del mundo, por la paz, por
el bien de la Iglesia, y también por el do triste tu vida, y así se muere, se acaPapa, encuentro la fuerza para ayudar y ba.
proteger a los demás. De este modo,
Este camino, que usted dice haber
quienes ayudan y quienes reciben ayu- encontrado, es la mejor medicina para
da forman una única familia: jóvenes y vivir largo tiempo: la cercanía, la amisancianos juntos. ¿Cómo podemos vivir tad, la ternura. A veces pregunto a los
todos nosotros en mayor medida una hijos que tienen padres ancianos: ¿esIglesia que sea familia de todas las ge- táis cercanos a vuestros padres ancianeraciones, sin descartar a los ancianos nos? Y si los tenéis en una residencia
y haciéndoles sentir parte viva de la co- —porque en casa sucede que no se puemunidad?
den tener por el hecho de que trabajan
tanto el papá como la mamá—, ¿vais a
Tome asiento, porque cuando escu- visitarlos? En la otra diócesis, cuando
cho que usted tiene 95 años, tengo ga- visitaba las residencias, me encontré
nas de decir: pero si usted tiene 95 muchos ancianos a quienes preguntaba:
años, yo soy Napoleón. ¡Enhorabuena «¿Y vuestros hijos?». «Bien, bien,
por cómo los lleva! Usted dijo una pa- bien». «¿Vienen a visitaros?». Se quelabra clave de nuestra cultura: «descar- daban callados y yo me daba cuenta intar». Los ancianos son descartados, mediatamente... «¿Cuándo vinieron la
porque esta sociedad tira lo que no es última vez?». «Por Navidad», y estábaútil: usa y tira. Los niños no son útiles: mos en el mes de agosto. Los dejan allí
¿para qué tener niños? Mejor no tener- sin afecto, y el afecto es la medicina
los. Pero yo igualmente tengo afecto, más importante para un anciano. Todos
me arreglo incluso con un perrito y un necesitamos afecto, y con la edad aún
gato. Nuestra sociedad es así: ¡cuánta más. A vosotros, hijos, que tenéis pagente prefiere descartar a los niños y dres ancianos, os pido que hagáis un
consolarse con el perrito o con el gato! examen de conciencia: ¿cómo vives el
Se descartan a los niños, se descartan a cuarto mandamiento? ¿Vas a visitarlos?
los ancianos, porque se les deja solos. ¿Les brindas ternura? ¿Pasas tiempo
con tu papá o con tu mamá ancianos?
Me gusta contar una historia que cuando era niño me contaban en casa. Había un abuelo que vivía con el hijo, la
nuera y los nietos. Pero el abuelo envejeció y al final, pobrecillo, cuando comía, tomaba la sopa y se ensuciaba un
poco. Un día el papá decidió que el
abuelo ya no comiera en la mesa de la
familia porque no quedaba bien, no se
podía invitar a los amigos. Hizo comprar una mesita y el abuelo comía solo
en la cocina. La soledad es el veneno
más grande para los ancianos. Un día,
el papá al regresar del trabajo encuentra al hijo de cuatro años jugando con
madera, clavos y un martillo. Y le dijo:
«¿Qué haces?». «Una mesita, para que
cuando seas anciano puedas comer
allí». Lo que se siembra, se recoge. A
vosotros, hijos, os recuerdo el cuarto
mandamiento. ¿Das afecto a tus padres,
los abrazas, les dices que los quieres?
Si gastan mucho dinero en medicinas,
¿los reprendes? Haced un buen examen
de conciencia. El afecto es la medicina
más grande para nosotros ancianos. Este testimonio que da usted, con sus
amigos —¡que son buenos!— debe contarlo mucho, para que la gente se anime a hacer lo mismo. Nunca descartar
a un anciano. Nunca.
Pregunta de la familia Russo
Santidad, usted nos dijo recientemente
que hay que comunicar la belleza de la
familia, en cuanto que es el lugar privilegiado del encuentro de la gratuidad
del amor. El desafío requiere compromiso, conocimiento y resistencia a las
corrientes contrarias, reconsiderando la
capacidad de elecciones valientes que
defienden el sentido auténtico de la familia como recurso de la sociedad y como medio privilegiado de transmisión
de la fe. Usted nos incita a «no dejarnos robar la esperanza», pero en una
ciudad como Nápoles, patria de tantos
santos pero también sede de tantos sufrimientos y contradicciones donde la
familia se ve atacada, ¿cómo podemos
construir una pastoral de la familia en
salida, a la ofensiva y no replegada en
la defensa, y que cuente a todos su belleza? ¿Cómo podemos conjugar nues-
tra excesiva secularidad con la espiritualidad e, inspirándonos en las palabras de nuestro arzobispo, «abrid paso
a la esperanza»?
La familia está en crisis: esto es verdad, no es una novedad. Los jóvenes
no quieren casarse, prefieren convivir,
tranquilos y sin compromisos; luego, si
viene un hijo se casarán obligados.
Hoy no está de moda casarse. Además,
muchas veces en los matrimonios por la
Iglesia pregunto: «Tú que vienes a casarte, ¿lo haces porque de verdad quieres recibir de tu novio y de tu novia el
Sacramento, o vienes porque socialmente se debe hacer así?». Sucedió hace poco que, tras una larga conviven- convertirse en esposo en ocho lecciocia, una pareja que yo conozco decidió nes. La preparación al matrimonio es
casarse. «¿Y cuándo?». «Todavía no lo otra cosa. Debe comenzar en casa, con
sabemos, porque estamos buscando la los amigos, en la juventud, en el noiglesia que armonice con el vestido, y viazgo. El noviazgo perdió el sentido
luego estamos buscando que el restau- sagrado del respeto. Hoy, normalmenrante esté cerca de la iglesia, y además te, noviazgo y convivencia son casi la
tenemos que hacer los recuerdos, y lue- misma cosa. No siempre, porque exisgo...». «Pero dime, ¿con qué fe te ca- ten hermosos ejemplos... ¿Cómo prepasas?». La crisis de la
familia es una realidad
A los jóvenes repito: no perdáis la esperanza
social. Luego están las
colonizaciones ideolóde seguir siempre adelante.
gicas sobre las familias,
A los ancianos: llevad hacia delante la
modalidad y propuestas que existen en Eusabiduría de la vida; los ancianos son como
ropa y vienen incluso
el buen vino
de más allá del oceáno.
Luego ese error de la
mente humana que es la teoría del gen- rar un noviazgo que madure? Porque
der, que crea tanta confusión. Así la fa- cuando el noviazgo es bueno, llega a
milia se ve atacada. ¿Qué se puede ha- un punto que tienes que casarte, porcer con la secularización en acción? que ha madurado. Es como la fruta: si
¿Cómo proceder con estas colonizacio- no la recoges cuando está madura, desnes ideológicas? ¿Qué se puede hacer pués no es lo mismo. Pero es toda una
con una cultura que no considera a la crisis, y os pido que recéis mucho. Yo
familia, donde se prefiere no casarse? no tengo recetas para esto. Pero es imYo no tengo la receta. La Iglesia es portante el testimonio del amor, el tesconsciente de esto y el Señor ha inspi- timonio del modo de resolver los prorado convocar el Sínodo sobre la fami- blemas.
lia, sobre tantos problemas. Por ejemEn el matrimonio también se pelea
plo, el problema de la preparación al y... vuelan los platos. Doy siempre un
matrimonio por la Iglesia. ¿Cómo se consejo práctico: pelead hasta que quepreparan las parejas que vienen a casar- ráis, pero no acabéis el día sin hacer las
se? Algunas veces se hacen tres char- paces. Para hacer esto no es necesario
las... ¿Es suficiente esto para verificar la ponerse de rodillas, es suficiente una
fe? No es fácil. La preparación al ma- caricia, porque cuando se discute, hay
trimonio no es cuestión de un curso, algo de rencor dentro, y si hay reconcicomo podría ser un curso de idiomas: liación inmediatamente, todo está bien.
El rencor frío del día anterior es mucho
más difícil de quitar, por lo tanto haced
las paces el mismo día. Es un consejo.
Además es importante preguntar siempre al otro si le gusta o no le gusta algo: sois dos, el «yo» no es muy válido
en el matrimonio, lo que cuenta es el
«nosotros». Es también verdad lo que
se dice de los matrimonios: alegría en
dos, tres veces alegría; pena y dolor en
dos, media pena, medio dolor. Así hay
que vivir la vida matrimonial y esto se
hace con la oración, mucha oración y
con el testimonio, para que el amor no
se apague. Porque siempre hay pruebas
difíciles en la vida, no se puede tener la
ilusión de encontrar a otra persona y
decir: «Ah, si yo hubiese conocido a
esta antes o a este antes, me hubiese
casado con este o con esta». Pero no lo
has conocido antes, ha llegado tarde.
¡Cierra inmediatamente la puerta! Estad atentos a estas cosas y seguid adelante con vuestro testimonio y de este
modo vuelvo al inicio: la familia está
en crisis y no es fácil dar una respuesta,
pero es necesario el testimonio y la oración.
(Al final del encuentro)
Os doy las gracias por esta acogida y
los testimonios. Y os pido que recéis
por mí. Os pido que recéis por los jóvenes: hoy es el primer día de primavera, el día de la esperanza, el día de los
jóvenes. Tal vez cada primavera se retoma el camino de la juventud, se florece
otra vez. A los jóvenes repito: no perdáis la esperanza de seguir siempre
adelante. A los ancianos: llevad hacia
delante la sabiduría de la vida; los ancianos son como el buen vino cuando
envejece. Y el buen vino tiene algo
bueno que sirve tanto a los jóvenes como a los ancianos. Jóvenes y ancianos
juntos: los jóvenes tienen la fuerza, los
ancianos la memoria y la sabiduría. Un
pueblo que no atiende a los jóvenes,
que los deja sin trabajo, desocupados, y
que no cuida a los ancianos, no tiene
futuro. Si queremos que nuestro pueblo
tenga futuro, tenemos que cuidar a los
jóvenes buscando para ellos trabajo,
buscando para ellos vías de salida de
esta crisis, dándoles valores con la educación; y tenemos que cuidar a los ancianos que son quienes traen la sabiduría de la vida. Ahora recemos a la Virgen y a san José para que protejan a
los jóvenes, a los ancianos y a las familias: [Ave María...] Ahora me despido
de Nápoles porque regreso a Roma. Os
deseo lo mejor y «‘ca Maronna v’accumpagne!».
L’OSSERVATORE ROMANO
página 10
viernes 27 de marzo de 2015, número 13
El Pontífice a la Comisión internacional contra la pena de muerte
Un fracaso del Estado de derecho
El Papa Francisco recibió en audiencia
el viernes 20 de marzo, por la
mañana, a una delegación de la
Comisión internacional contra la pena
de muerte. A continuación ofrecemos
una traducción de la carta que el
Pontífice entregó, durante el encuentro,
al presidente de la Comisión, Federico
Mayor.
Excelentísimo señor
FEDERICO MAYOR
Presidente
de la Comisión internacional
contra la pena de muerte
Señor presidente:
Con estas letras, deseo hacer llegar mi saludo a todos los miembros
de la Comisión internacional contra
la pena de muerte, al grupo de países que la apoyan, y a quienes colaboran con el organismo que Ud.
preside. Quiero además expresar mi
agradecimiento personal, y también
el de los hombres de buena voluntad, por su compromiso con un
mundo libre de la pena de muerte y
por su contribución para el establecimiento de una moratoria universal
de las ejecuciones en todo el mundo,
con miras a la abolición de la pena
capital.
He compartido algunas ideas sobre este tema en mi carta a la Asociación internacional de derecho penal y a la Asociación latinoamericana de derecho penal y criminología,
del 30 de mayo de 2014. He tenido
la oportunidad de profundizar sobre
ellas en mi alocución ante las cinco
grandes asociaciones mundiales dedicadas al estudio del derecho penal,
la criminología, la victimología y las
cuestiones penitenciarias, del 23 de
octubre de 2014. En esta oportunidad, quiero compartir con ustedes
algunas reflexiones con las que la
Iglesia contribuya al esfuerzo humanista de la Comisión.
El Magisterio de la Iglesia, a partir de la Sagrada Escritura y de la
experiencia milenaria del Pueblo de
Dios, defiende la vida desde la concepción hasta la muerte natural, y
sostiene la plena dignidad humana
en cuanto imagen de Dios (cf. Gen
1, 26). La vida humana es sagrada
porque desde su inicio, desde el primer instante de la concepción, es
fruto de la acción creadora de Dios
(cf. Catecismo de la Iglesia católica, n.
2258), y desde ese momento, el
hombre, única criatura a la que Dios
ha amado por sí mismo, es objeto de
un amor personal por parte de Dios
(cf. Gaudium et spes, 24).
Los Estados pueden matar por acción cuando aplican la pena de
muerte, cuando llevan a sus pueblos
a la guerra o cuando realizan ejecuciones extrajudiciales o sumarias.
Pueden matar también por omisión,
cuando no garantizan a sus pueblos
el acceso a los medios esenciales para la vida. «Así como el mandamiento de “no matar” pone un límite claro para asegurar el valor de la vida
humana, hoy tenemos que decir “no
a una economía de la exclusión y la
inequidad”» (Evangelii gaudium, 53).
La vida, especialmente la humana,
pertenece sólo a Dios. Ni siquiera el
homicida pierde su dignidad personal y Dios mismo se hace su garante. Como enseña san Ambrosio,
Dios no quiso castigar a Caín con el
homicidio, ya que quiere el arrepentimiento del pecador y no su muerte
(cf. Evangelium vitae, 9).
En algunas ocasiones es necesario
repeler proporcionadamente una
agresión en curso para evitar que un
agresor cause un daño, y la necesidad de neutralizarlo puede conllevar
su eliminación: es el caso de la legítima defensa (cf. Evangelium vitae,
55). Sin embargo, los presupuestos
de la legítima defensa personal no
son aplicables al medio social, sin
riesgo de tergiversación. Es que
cuando se aplica la pena de muerte,
se mata a personas no por agresiones actuales, sino por daños cometidos en el pasado. Se aplica, además,
a personas cuya capacidad de dañar
no es actual sino que ya ha sido
neutralizada, y que se encuentran
privadas de su libertad.
Hoy día la pena de muerte es
inadmisible, por cuanto grave haya
sido el delito del condenado. Es una
ofensa a la inviolabilidad de la vida
y a la dignidad de la persona humana que contradice el designio de
Dios sobre el hombre y la sociedad
y su justicia misericordiosa, e impide
cumplir con cualquier finalidad justa
de las penas. No hace justicia a las
víctimas, sino que fomenta la venganza.
Para un Estado de derecho, la pena de muerte representa un fracaso,
porque lo obliga a matar en nombre
de la justicia. Escribió Dostoevskij:
«Matar a quien mató es un castigo
incomparablemente mayor que el
mismo crimen. El asesinato en virtud de una sentencia es más espantoso que el asesinato que comete un
criminal». Nunca se alcanzará la justicia dando muerte a un ser humano.
La pena de muerte pierde toda legitimidad en razón de la defectiva
selectividad del sistema penal y frente a la
posibilidad del error
judicial. La justicia
humana es imperfecta,
y no reconocer su falibilidad puede convertirla en fuente de injusticias. Con la aplicación de la pena capital, se le niega al
condenado la posibilidad de la reparación o
enmienda del daño
causado; la posibilidad de la confesión,
por la que el hombre
expresa su conversión
interior; y de la contrición, pórtico del arrepentimiento y
de la expiación, para llegar al encuentro con el amor misericordioso y
sanador de Dios.
La pena capital es, además, un recurso frecuente al que echan mano
algunos regímenes totalitarios y grupos de fanáticos, para el exterminio
de disidentes políticos, de minorías,
y de todo sujeto etiquetado como
«peligroso» o que puede ser percibido como una amenaza para su poder o para la consecución de sus fines. Como en los primeros siglos,
también en el presente la Iglesia padece la aplicación de esta pena a sus
nuevos mártires.
La pena de muerte es contraria al
sentido de la humanitas y a la misericordia divina, que debe ser modelo
para la justicia de los hombres. Implica un trato cruel, inhumano y degradante, como también lo es la angustia previa al momento de la ejecución y la terrible espera entre el
dictado de la sentencia y la aplicación de la pena, una «tortura» que,
en nombre del debido proceso, suele
durar muchos años, y que en la antesala de la muerte no pocas veces
lleva a la enfermedad y a la locura.
Se debate en algunos lugares acerca del modo de matar, como si se
tratara de encontrar el modo de «hacerlo bien». A lo largo de la historia,
diversos mecanismos de muerte han
sido defendidos por reducir el sufrimiento y la agonía de los condenados. Pero no hay forma humana de
matar a otra persona.
En la actualidad, no sólo existen
medios para reprimir el crimen eficazmente sin privar definitivamente
de la posibilidad de redimirse a
La cercanía del Santo Padre por el accidente aéreo en Francia
Tragedia europea
Con un balance confirmado de 150 víctimas se puede considerar una
tragedia europea —al implicar a Alemania, Francia y España— el accidente aéreo de la compañía «Germanwings» que se estrelló en los Alpes franceses el miércoles 25 de marzo.
Dolor y solidaridad con las familias de las víctimas expresó el Papa
Francisco en un telegrama firmado por el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, enviado a monseñor Jean-Philippe Nault, obispo
de Digne. El Papa —se lee en el texto— «se une al dolor de las familias, manifestando su cercanía». El Pontífice, además, «pide por el
eterno descanso de los fallecidos, encomendándolos a la misericordia
de Dios, para que los acoja en su seno de paz y de luz». El Papa «expresa su profundo afecto a todos los que sufren este drama, y a quienes los han socorrido en estas difíciles condiciones». Profundo dolor
expresaron también el cardenal Reinhard Marx, presidente de la Conferencia episcopal alemana, y los obispos españoles y franceses.
quien lo ha cometido (cf. Evangelium vitae, 27), sino que se ha desarrollado una mayor sensibilidad moral con relación al valor de la vida
humana, provocando una creciente
aversión a la pena de muerte y el
apoyo de la opinión pública a las diversas disposiciones que tienden a su
abolición o a la suspensión de su
aplicación (cf. Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 405).
Por otra parte, la pena de prisión
perpetua, así como aquellas que por
su duración conlleven la imposibilidad para el penado de proyectar un
futuro en libertad, pueden ser consideradas penas de muerte encubiertas, puesto que con ellas no se priva
al culpable de su libertad sino que
se intenta privarlo de la esperanza.
Pero aunque el sistema penal pueda
cobrarse el tiempo de los culpables,
jamás podrá cobrarse su esperanza.
Como expresé en mi alocución
del 23 de octubre pasado, «la pena
de muerte implica la negación del
amor a los enemigos, predicada en
el Evangelio. Todos los cristianos y
los hombres de buena voluntad, estamos obligados no sólo a luchar
por la abolición de la pena de muerte, legal o ilegal, y en todas sus formas, sino también para que las condiciones carcelarias sean mejores, en
respeto de la dignidad humana de
las personas privadas de la libertad».
Queridos amigos, los aliento a
continuar con la obra que realizan,
pues el mundo necesita testigos de
la misericordia y de la ternura de
D ios.
Me despido encomendándolos al
Señor Jesús, que en los días de su
vida terrena no quiso que hiriesen a
sus perseguidores en su defensa —
«Guarda tu espada en la vaina» (Mt
26, 52)—, fue apresado y condenado
injustamente a muerte, y se identificó con todos los encarcelados, culpables o no: «Estuve preso y me visitaron» (Mt 25, 36). Él, que frente a
la mujer adúltera no se cuestionó sobre su culpabilidad, sino que invitó
a los acusadores a examinar su propia conciencia antes de lapidarla (cf.
Jn 8, 1-11), les conceda el don de la
sabiduría, para que las acciones que
emprendan en pos de la abolición
de esta pena cruel, sean acertadas y
fructíferas.
Les ruego que recen por mí.
Cordialmente.
Vaticano, 20 de marzo de 2015
FRANCISCO
L’OSSERVATORE ROMANO
número 13, viernes 27 de marzo de 2015
página 11
En el Ángelus el Papa habla del deseo de encontrar a Jesús
Los que quieren ver
El deseo de «ver a Jesús» atraviesa
épocas y culturas. Lo recordó el Papa
en el Ángelus del domingo 22 de
marzo, en la plaza de San Pedro,
subrayando que también hoy muchas
personas «que están en búsqueda del
rostro de Dios» y esperan que los
cristianos sean un testimonio coherente
de fe.
Queridos hermanos y hermanas:
En este quinto domingo de Cuaresma, el evangelista Juan nos llama
la atención con un particular curioso: algunos «griegos», de religión
judía, llegados a Jerusalén para la
fiesta de la Pascua, se dirigen al
apóstol Felipe y le dicen: «Queremos ver a Jesús» (Jn 12, 21). En la
ciudad santa, donde Jesús fue por
última vez, hay mucha gente. Están
los pequeños y los sencillos, que han
acogido festivamente al profeta de
Nazaret reconociendo en Él al Enviado del Señor. Están los sumos sacerdotes y los líderes del pueblo, que
lo quieren eliminar porque lo consideran herético y peligroso. También
hay personas, como esos «griegos»,
que tienen curiosidad por verlo y
por saber más acerca de su persona
y de las obras realizadas por Él, la
última de las cuales —la resurrección
de Lázaro— causó mucha sensación.
«Queremos ver a Jesús»: estas palabras, al igual que muchas otras en
los Evangelios, van más allá del episodio particular y expresan algo universal; revelan un deseo que atraviesa
épocas y culturas, un deseo presente
en el corazón de muchas personas
que han oído hablar de Cristo, pero
no lo han encontrado aún. «Yo deseo
ver a Jesús», así siente el corazón de
esta gente.
Respondiendo indirectamente, de
modo profético, a aquel pedido de
poderlo ver, Jesús pronuncia una
profecía que revela su identidad e
indica el camino para conocerlo verdaderamente: «Ha llegado la hora
de que sea glorificado el Hijo del
hombre» (Jn 12, 23). ¡Es la hora de
la Cruz! Es la hora de la derrota de
Satanás, príncipe del mal, y del
triunfo definitivo del amor misericordioso de Dios. Cristo declara que
será «levantado sobre la tierra» (v.
32), una expresión con doble significado: «levantado» en cuanto crucificado, y «levantado» porque fue
exaltado por el Padre en la Resurrección, para atraer a todos hacia sí
y reconciliar a los hombres con Dios
y entre ellos. La hora de la Cruz, la
más oscura de la historia, es también
la fuente de salvación para todos los
que creen en Él.
Continuando con la profecía sobre su Pascua ya inminente, Jesús
usa una imagen sencilla y sugestiva,
la del «grano de trigo» que, al caer
en la tierra, muere para dar fruto (cf.
v. 24). En esta imagen encontramos
otro aspecto de la Cruz de Cristo: el
de la fecundidad. La cruz de Cristo
es fecunda. La muerte de Jesús, de
hecho, es una fuente inagotable de
vida nueva, porque lleva en sí la
fuerza regeneradora del amor de
Dios. Inmersos en este amor por el
Bautismo, los cristianos pueden convertirse en «granos de trigo» y dar
mucho fruto si, al igual que Jesús,
«pierden la propia vida» por amor a
Dios y a los hermanos (cf. v. 25).
Por este motivo, a aquellos que
también hoy «quieren ver a Jesús»,
a los que están en búsqueda del rostro de Dios; a quien recibió una catequesis cuando era pequeño y luego
no la profundizó más y quizá ha
perdido la fe; a muchos que aún no
han encontrado a Jesús personalmente...; a todas estas personas podemos ofrecerles tres cosas: el Evangelio; el Crucifijo y el testimonio de
nuestra fe, pobre pero sincera. El
Evangelio: ahí podemos encontrar a
Distribuidos cincuenta mil evangelios
Entre los voluntarios se contaban también trescientas personas sin techo que, el domingo por la mañana, distribuyeron cincuenta mil evangelios de bolsillo a los fieles presentes en la plaza coordinados por el
arzobispo limosnero Konrad Krajewski. Precisamente los sin techos,
asistidos por la limosnería apostólica, fueron la novedad más significativa de la iniciativa querida por el Papa y que este año llega a su segunda edición. En abril del año pasado el Pontífice ya había regalado
un librito con los cuatro Evangelios y los Hechos de los apóstoles para
ayudar a poner en práctica su invitación de llevar siempre el evangelio
en el bolsillo y meditar las palabras y las acciones de Jesús.
Congregación para las causas de los santos
Promulgación de decretos
El Santo Padre Francisco, el miércoles 18 de marzo, recibió en audiencia privada al cardenal Angelo Amato,
S.D.B., prefecto de la Congregación para las causas de
los santos. Durante la misma el Pontífice autorizó a la
Congregación promulgar los siguientes decretos:
—un milagro atribuido a la intercesión de los beatos
esposos LUD OVICO MARTIN, laico y padre de familia;
nació en Burdeos (Francia) el 22 de agosto de 1823 y
murió en Arnières (Francia) el 29 de julio de 1894, y
MARÍA CELIA GUÉRIN DE MARTIN, laica y madre de familia; nació en Saint-Denis-Sarthon (Francia) el 23 de
diciembre de 1831 y murió en Alençon (Francia) el 28
de agosto de 1877;
—las virtudes heroicas del siervo de Dios FRANCESCO
GATTOLA, sacerdote diocesano, fundador de la congregación de las religiosas Hijas de la Santísima Virgen
Inmaculada de Lourdes, nació en Nápoles (Italia) el 19
de septiembre de 1822 y murió allí el 20 de enero de
1899;
—las virtudes heroicas del siervo de Dios PEDRO
BARBARIĆ, novicio escolástico de la Compañía de Jesús; nació en Klobuk (Bosnia y Herzegovina) el 19 de
mayo de 1874 y murió en Travnik (Bosnia y Herzegovina) el 15 de abril de 1897;
—las virtudes heroicas de la sierva de Dios MARIA
AIKENHEAD, fundadora del instituto de las Hermanas
de la Caridad de Irlanda; nació en Cork (Irlanda) el 19
de enero de 1787 y murió en Dublín (Irlanda) el 22 de
julio de 1858;
—las virtudes heroicas de la sierva de Dios ELISABETBALD O, viuda, fundadora de la Pía casa de San José
en Gavardo, cofundadora de la congregación de las
Humildes Servidoras del Señor; nació en Gavardo (Italia) el 29 de octubre de 1862 y murió allí el 4 de julio
de 1926;
TA
—las virtudes heroicas de la sierva de Dios VICENTA
PASIÓN DEL SEÑOR (en el siglo: Edvige Jaroszewska), fundadora de la congregación de las Hermanas
Benedictinas Samaritanas de la Cruz de Cristo; nació
en Piotrków Trybunalski (Polonia) el 7 de marzo de
1900 y murió en Varsovia (Polonia) el 10 de noviembre
de 1937;
DE LA
—las virtudes heroicas de la sierva de Dios Juana de
la Cruz (en el siglo: Juana Vázquez Gutiérrez), monja
profesa de la Tercera Orden de San Francisco, abadesa
del convento de Santa María de la Cruz en Cubas de
Madrid; nació en Villa de Azaña, hoy Numancia La
Sagra (España) el 3 de mayo de 1481 y murió en Cubas
de La Sagra (España) el 3 de mayo de 1534;
—las virtudes heroicas de la sierva de Dios Maria
Orsola Bussone, laica; nació en Vallo Torinese (Italia)
el 2 de octubre de 1954 y murió en Ca’ Savio (Italia) el
10 de julio de 1970.
Jesús, escucharlo, conocerlo. El Crucifijo: signo del amor de Jesús que
se entregó por nosotros. Y luego,
una fe que se traduce en gestos sencillos de caridad fraterna. Pero principalmente en la coherencia de vida:
entre lo que decimos y lo que vivimos, coherencia entre nuestra fe y
nuestra vida, entre nuestras palabras
y nuestras acciones. Evangelio, Crucifijo y testimonio. Que la Virgen
nos ayude a llevar estas tres cosas.
Al término de la oración mariana el
Pontífice recordó la visita del día
precedente a Nápoles, y lanzó un
llamamiento para que todos tengan
acceso al agua.
Queridos hermanos y hermanas:
No obstante el mal tiempo, habéis
venido muchos ¡felicitaciones! Habéis sido muy valientes, también los
maratonistas son valientes, los saludo con afecto. Ayer estuve en Nápoles en visita pastoral. Quiero agradecer la cálida acogida a todos los napolitanos, tan buenos. ¡Mil gracias!
Hoy celebramos la Jornada mundial del agua, promovida por las
Naciones Unidas. El agua es el elemento más esencial para la vida, y
de nuestra capacidad de custodiarlo
y de compartirlo depende el futuro
de la humanidad. Aliento, por lo
tanto, a la Comunidad internacional
a vigilar para que las aguas del planeta sean adecuadamente protegidas
y nadie esté excluido o discriminado
en el uso de este bien, que es un
bien común por excelencia. Con san
Francisco de Asís digamos: «Loado
seas, mi Señor, por la hermana
Agua, la cual es muy útil y humilde
y preciosa y casta» (Cántico del hermano sol).
Y ahora, repetiremos un gesto ya
realizado el año pasado: según la
antigua tradición de la Iglesia, durante la Cuaresma se entrega el
Evangelio a quienes se preparan para el Bautismo; así yo hoy os ofrezco
a los que estáis en la Plaza un regalo, un Evangelio de bolsillo. Os será
distribuido gratuitamente por algunas personas sin techo, que viven en
Roma. También en esto vemos un
gesto muy bonito, que le gusta a Jesús: los más necesitados son los que
nos regalan la Palabra de Dios. ¡Tomadlo y llevadlo con vosotros, para
leerlo frecuentemente! Cada día llevadlo en la cartera, en el bolsillo y
leed a menudo un pasaje cada día.
¡La Palabra de Dios es luz para
nuestro camino! ¡Os hará bien, hacedlo!
Os deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar
por mí. ¡Buen almuerzo y hasta
pronto!
L’OSSERVATORE ROMANO
página 12
viernes 27 de marzo de 2015, número 13
Misa del Pontífice en Santa Marta
Tres mujeres
y tres jueces
«Donde no hay misericordia, no hay
justicia». Quien paga por la falta de
misericordia es, también hoy, el pueblo de Dios que sufre cuando encuentra «jueces especuladores, viciosos y rígidos» incluso en la Iglesia
que es «santa, pecadora, necesitada». Lo dijo el Papa el lunes 23 de
marzo en la misa celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta.
El Papa Francisco destacó inmediatamente que las lecturas propuestas por la liturgia —tomadas del libro
de Daniel (13, 1-9.15-17.19-30.33-62) y
del Evangelio de san Juan (8, 1-11)—
«nos hacen ver dos juicios a dos
mujeres». Pero, añadió, «yo me permito recordar otro juicio que se refiere a una mujer: el que Jesús nos
relata en el capítulo 18 de san Lucas». Así, pues, «hay tres mujeres y
tres jueces: una mujer inocente, Susana; otra, pecadora, la adúltera; y
una tercera, la del Evangelio de san
Lucas, una pobre viuda». Y «las
tres, según algunos padres de la
Iglesia, son figuras alegóricas de la
Iglesia: la Iglesia santa, la Iglesia
pecadora y la Iglesia necesitada,
porque las viudas y los huérfanos
eran los más necesitados en ese
tiempo». Precisamente por esto, explicó el Papa, «los padres piensan
que sean figuras alegóricas de la
Iglesia».
En cambio «los tres jueces son
malos, los tres». Y, continuó, «me
urge destacar esto: en esa época el
juez no era sólo un juez civil: era civil y religioso, era las dos cosas juntas, juzgaba las cuestiones religiosas
y también las civiles». De este modo, «los tres eran corruptos: los que
condujeron a la adúltera hasta Jesús,
los escribas, los fariseos, los que hacían la ley y también emitían los juicios, tenían dentro del corazón la
corrupción de la rigidez». Para ellos,
en efecto, «todo era la letra de la
ley, lo que decía la ley, se sentían
puros: la ley dice esto y se debe hacer esto...». Pero, destacó el Papa
Francisco, «estos no eran santos;
eran corruptos, corruptos porque
una rigidez de ese tipo sólo puede
seguir adelante en una doble vida».
Tal vez precisamente los «que condenaban a estas mujeres luego iban
a buscarlas por detrás, a escondidas,
para divertirse un poco». Y el Papa
quiso destacar también que «los rígidos son —uso el adjetivo que Jesús
les daba a ellos— hipócritas: llevan
una doble vida». En tal medida que
«los que juzgan, pensemos en la
Iglesia —las tres mujeres son figuras
alegóricas de la Iglesia—, los que
juzgan con rigidez a la Iglesia tienen
una doble vida. Con la rigidez ni siquiera se puede respirar».
Refiriéndose en especial al pasaje
del libro de Daniel, el Papa recordó
que ciertamente «no eran santos
tampoco ninguno de aquellos dos»
que acusaron injustamente a Susana.
Y precisamente «Daniel, a quien el
Espíritu Santo mueve a profetizar,
los llama “envejecidos en días y en
crímenes”». A uno de ellos le dice
también: «La belleza te sedujo y la
pasión pervirtió tu corazón. Lo mismo hacíais con las mujeres israelitas,
y ellas por miedo se acostaban con
vosotros». En definitiva, los dos
«eran jueces viciosos, tenían la corrupción del vicio, en este caso la lujuria». Y «se dice que cuando se tiene este vicio de la lujuria, con los
años se hace más feroz, empeora».
Por lo tanto, los dos jueces «estaban
corrompidos por los vicios».
Y «del tercer juez —el del Evangelio de san Lucas que recordé hace
un momento— Jesús dice que no temía a Dios y no le interesaba nadie:
no le importaba nada, sólo le interesaba él mismo», afirmó el Papa
Francisco. Era, en pocas palabras,
«un especulador, un juez que con su
trabajo de juzgar hacía los negocios». Y era por ello «un corrupto,
un corrupto de dinero, de prestigio».
El problema de fondo, explicó el
Papa es que estas tres personas
—tanto el «especulador» como «los
viciosos» y los «rígidos»— «no conocían una palabra: no conocían lo
que era la misericordia». Porque «la
corrupción los conducía lejos del hecho de comprender la misericordia»,
de «ser misericordiosos». En cambio
«la Biblia nos dice que en la misericordia está precisamente el justo juicio». Y así «las tres mujeres —la santa, la pecadora y la necesitada— sufren por esta falta de misericordia».
Como conclusión, el Papa Francisco quiso «recordar una de las palabras más bonitas del Evangelio, tomada precisamente del pasaje de san
Juan, que me conmueve mucho:
¿Ninguno te ha condenado? —Ninguno, Señor. —Tampoco yo te condeno». Y precisamente esta expresión de Jesús —«Tampoco yo te condeno»— es «una de las palabras más
hermosas porque está llena de misericordia».
¿Cristianos?
Sí, pero...
¿Cuántos se dicen cristianos pero no
aceptan «el estilo» con el cual Dios
quiere salvarnos? Son a quienes el
Papa Francisco definió como «cristianos sí, pero...», incapaces de comprender que la salvación pasa por la
cruz. Y Jesús en la cruz —explicó el
Pontífice en la homilía de la misa
que celebró en Santa Marta el martes 24 de marzo— es precisamente
«el núcleo del mensaje de la liturgia
de hoy».
En el pasaje evangélico de san
Juan (8, 21-30), Jesús dice: «Cuando
levantéis en alto al Hijo del hombre...» y, anunciando su muerte en
Andrey Minorov, «Jesús y la adúltera» (2011)
Pero eso es válido «también hoy».
Y lo toca con la mano «el pueblo de
Dios» que, «cuando encuentra a estos jueces, sufre un juicio sin misericordia, tanto en lo civil como en lo
eclesiástico». Por lo demás, precisó
el Papa, «donde no hay misericordia
no hay justicia». Y así «cuando el
pueblo de Dios se acerca voluntariamente para pedir perdón, para ser
juzgado, cuántas veces, cuántas veces, encuentra a uno de estos». Encuentra «a los viciosos», por ejemplo, «que están allí, capaces también
de tratar de explotarlos», y este «es
uno de los pecados más graves». Pero encuentra lamentablemente también a «los especuladores», a quienes «no les importa nada y no dan
oxígeno a esa alma, no dan esperanza: a ellos no les interesa». Y encuentra «a los rígidos, que castigan
en los penitentes de lo que esconden
en su alma». He aquí, entonces, «a
la Iglesia santa, pecadora, necesitada, y a los jueces corruptos: sean
ellos especuladores, viciosos o rígidos». Y «esto se llama falta de misericordia».
la cruz, recuerda la serpiente de
bronce que Moisés hizo elevar «para
curar a los israelitas en el desierto»,
como se lee en la primera lectura tomada del libro de los Números (21,
4-9). El pueblo de Dios esclavo en
Egipto —explicó el Papa— había sido
liberado: «Ellos habían visto verdaderos milagros. Y, cuando tuvieron
miedo, en el momento de la persecución del faraón, cuando estuvieron
ante el mar Rojo, vieron el milagro»
que Dios había realizado para ellos.
El «camino de liberación» comenzó
con la alegría. Los israelitas «estaban contentos» porque fueron «liberados de la esclavitud», contentos
porque «llevaban consigo la promesa de una tierra muy buena, una tierra sólo para ellos» y porque «ninguno de ellos había muerto» en la
primera parte del viaje. También las
mujeres estaban contentas porque tenían con ellas «las joyas de las mujeres egipcias».
Pero a un cierto punto, continuó
el Pontífice, en el momento que «se
alargaba el camino», el pueblo ya no
soportó el viaje y «se cansó». Por
ello comenzó a hablar «contra Dios
y contra Moisés: ¿por qué nos han
sacado de Egipto para morir en el
desierto?». Comenzó «a criticar: a
hablar mal de Dios, de Moisés», diciendo: «No tenemos ni pan ni
agua, y nos da náuseas ese pan sin
sustancia, el maná». Es decir, a los
israelitas «les daban náuseas las ayudas de Dios, el don de Dios. Y, así,
la alegría del comienzo de la liberación se convirtió en tristeza, en murmuración».
Probablemente preferían «un mago que con la varita mágica» los liberase y no un Dios que les hiciese
caminar y que «en cierto modo» les
hiciese «ganar la salvación» o, «al
menos, merecerla en parte».
En la Escritura se ve «un pueblo
descontento» y, destacó el Papa
Francisco, «la crítica es una vía de
salida de ese descontento». En su
descontento «se desahogaban, pero
no se daban cuenta de que con esa
actitud envenenaban su alma». He
aquí, entonces, la llegada de las serpientes, porque «así, como el veneno de las serpientes, en ese momento el pueblo tenía el alma envenenada».
También Jesús habla de la misma
actitud, de «ese modo de ser no
contento, no satisfecho». Refiriéndose a un pasaje que encontramos en
los Evangelios de san Mateo (11, 17)
y de san Lucas (7, 32), el Pontífice
dijo: «Jesús, cuando habla de esta
actitud dice: “¿Quién os entiende a
vosotros? Sois como esos niños en la
plaza: hemos tocado la flauta, y no
habéis bailado; os hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado.
Entonces, ¿nada os satisface?”». Es
decir, el problema «no era la salvación, la liberación», porque «todos
la querían»; el problema era «el estilo de Dios: no gustaba el sonido de
Dios para bailar; no gustaban las lamentaciones de Dios para llorar».
Entonces, «¿qué querían?». Querían, explicó el Papa, obrar «según
su pensamiento, elegir el propio camino de salvación». Pero ese camino
«no conducía a nada».
Una actitud que encontramos aún
hoy. Incluso «entre los cristianos»,
se preguntó el Papa Francisco,
¿cuántos están «un poco envenenados» de esta insatisfacción? Oímos
decir: «Sí, verdaderamente, Dios es
bueno, pero cristianos sí, pero...».
Son los que, explicó, «no terminan
de abrir el corazón a la salvación de
Dios» y «piden siempre condiciones»; los que dicen: «Sí, sí, sí, yo
quiero ser salvado, pero por este camino». Es así que «el corazón se envenena». Es el corazón de los «cristianos tibios», que tienen siempre algo de qué lamentarse: «“pero el Señor, ¿por qué me ha hecho esto?”
–“pero te ha salvado, te ha abierto la
puerta, te ha perdonado muchos pecados”– “Sí, sí, es verdad, pero...”».
El israelita en el desierto decía: «Yo
quisiera agua, pan, eso que me gusta, no esta comida tan ligera. Estoy
hastiado». Y también nosotros «muchas veces decimos que estamos hastiados del estilo divino». Destacó el
Papa Francisco: No aceptar el don
de Dios con su estilo, ese es el pecado, ese es el veneno; lo que envenena el alma, quita la alegría, no deja
seguir».
número 13, viernes 27 de marzo de 2015
Y «¿cómo resuelve todo esto el
Señor? Con el mismo veneno, con el
mismo pecado»: es decir, «Él mismo
toma sobre sí el veneno, el pecado y
es elevado». Así sana «esta tibieza
del alma, ese ser cristianos a medias», ese ser «cristianos sí, pero...».
La curación, explicó el Papa, llega
sólo «mirando la cruz», mirando a
Dios que asume nuestros pecados:
«mi pecado está allí». Sin embargo,
«cuántos cristianos mueren en el desierto de su tristeza, de su murmuración, de su no querer el estilo de
Dios». Esta es la reflexión para cada
cristiano: mientras Dios «nos salva y
nos muestra cómo nos salva», yo
«no soy capaz de tolerar un poco un
camino que no me gusta mucho».
Es «ese egoísmo que Jesús reprochaba a su generación», la que decía
acerca de Juan Bautista: «No, es un
endemoniado». Y la que cuando vino el Hijo del hombre lo definió como un «comilón» y un «borracho».
«¿Pero quién os entiende?» dijo el
Papa añadiendo: «También yo, con
mis caprichos espirituales ante la salvación que Dios me da, ¿quién me
entiende?».
He aquí entonces la invitación a
los fieles: «Miremos a la serpiente,
el veneno ahí en el cuerpo de Cristo,
el veneno de todos los pecados del
mundo y pidamos la gracia de aceptar los momentos difíciles; de aceptar el estilo divino de salvación; de
aceptar también esta comida tan ligera de la que se lamentaban los judíos»: la gracia, o sea, «de aceptar
los caminos por los cuales el Señor
me conduce hacia adelante». El Papa Francisco concluyó deseando que
la Semana Santa «nos ayude a salir
de esta tentación de llegar a ser
“cristianos sí, pero...”».
Himno
a la alegría
Alegría y esperanza son las características del cristiano. Y es triste encontrar a un creyente que no sabe
gozar, asustado en su apego a la fría
doctrina. Ha sido por eso un auténtico himno a la alegría el que lanzó
el Papa Francisco en la misa celebrada el jueves 26 de marzo, en la capilla de la Casa Santa Marta. Al inicio, el Papa recordó la «hora de oración por la paz» promovida en todas las comunidades carmelitas.
«Queridos hermanos y hermanas»,
dijo tras el saludo litúrgico, «pasado
mañana, 28 de marzo, se conmemorará el quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia». Y «por
L’OSSERVATORE ROMANO
petición del padre general de los
Carmelitas Descalzos, hoy aquí presente con el padre vicario, ese día
tendrá lugar en todas las comunidades carmelitas del mundo una hora
de oración por la paz. Me uno de
corazón —afirmó el Papa Francisco—
a esta iniciativa, a fin de que el fuego del amor de Dios venza los incendios de guerra y de violencia que
afligen a la humanidad, y el diálogo
predomine por doquier sobre el enfrentamiento armado». Y concluyó
así: «Que Santa Teresa de Jesús interceda por esta petición nuestra».
En las dos lecturas propuestas hoy
por la liturgia, destacó inmediatamente el Pontífice, «se habla de
tiempo, de eternidad, de años, de
futuro, de pasado» (Génesis 17, 3-9 y
Juan 8, 51-59). En tal medida que
precisamente el tiempo parece que
es la realidad «más importante en el
mensaje litúrgico de este jueves».
Pero el Papa Francisco prefirió «tomar otra palabra» que, sugirió,
«creo que es precisamente el mensaje de la
Iglesia hoy». Y son
las palabras de Jesús
que presenta el evangelista Juan: «Abrahán, vuestro padre,
saltaba de gozo pensando ver mi día; lo
vio y se llenó de alegría».
Así, pues, el mensaje central de hoy es
«la alegría de la esperanza, la alegría de la
confianza en la promesa de Dios, la alegría de la fecundidad».
Precisamente
«Abrahán, en el tiempo del que habla la
primera lectura, tenía noventa y nueve años y el Señor se le apareció y le
aseguró la alianza» con estas palabras: «Por mi parte, esta es mi alianza contigo: serás padre de muchedumbre de pueblos».
Abrahán, recordó el Papa Francisco, «tenía un hijo de doce, trece
años: Ismael». Pero Dios le asegura
que se convertirá en «padre de una
muchedumbre de pueblos». Y «le
cambia el nombre». Luego «continúa y le pide que sea fiel a la alianza» diciendo: «Mantendré mi alianza contigo y con tu descendencia en
futuras za generaciones, como alianza perpetua». En concreto, Dios dice a Abrahán «te doy todo, te doy el
tiempo: te doy todo, tú serás padre».
Seguramente Abrahán, dijo el Papa, «era feliz por esto, sentía una
consolación plena» escuchando la
promesa del Señor: «Dentro de un
año tendrás otro hijo». Cierto, ante
esas palabras «Abrahán rió, dice la
Biblia a continuación: ¿cómo un
hijo a los cien años?». Sí, «había engendrado a Ismael a los ochenta y
siete años, pero a los cien un hijo es
demasiado, no se puede comprender». Y así «rió». Pero precisamente
«esa sonrisa, esa risa fue el inicio de
la alegría de Abrahán». He aquí,
por lo tanto, el sentido de las palabras de Jesús que hoy vuelve a proponer el Papa como mensaje central:
«Abrahán, vuestro padre, exultó en
la esperanza». En efecto, «no se
atrevía a creer y dijo al Señor: “Pero
si al menos Ismael viviese en tu presencia”». Y recibió esta respuesta:
«No, no será Ismael. Será otro».
Para Abrahán, por lo tanto, «la
alegría era plena», afirmó el Papa.
Pero «también su esposa Sara, un
poco más tarde, rió: estaba un poco
oculta, detrás de las cortinas de la
entrada, escuchando lo que decían
los hombres». Y «cuando estos en-
El Papa Francisco entrega una vela encendida
al prepósito general de los carmelitas descalzos
viados de Dios dieron a Abrahán la
noticia sobre el hijo, también ella
rió». Es precisamente este, afirmó el
Papa Francisco, «el inicio de la gran
alegría de Abrahán». Sí, «la gran
alegría: exultó en la esperanza de
ver de este día; lo vio y se llenó de
alegría». Y el Papa invitó a contemplar «este hermoso icono: Abrahán
ante Dios, postrado con el rostro en
tierra: escuchó esta promesa y abrió
el corazón a la esperanza y se llenó
de alegría».
Y es precisamente «esto y aquello
lo que no entendían los doctores de
la ley» destacó el Papa Francisco.
«No entendían la alegría de la promesa; no entendían la alegría de la
esperanza; no entendían la alegría
de la alianza. No entendían». Y «no
sabían alegrarse, porque habían perdido el sentido de la alegría que llega solamente por la fe». En cambio,
explicó el Papa, «nuestro padre
página 13
Abrahán fue capaz de alegrarse porque tenía fe: fue justificado en la
fe». Por su parte, esos doctores de la
ley «habían perdido la fe: eran doctores de la ley, pero sin fe». «Más
aún: habían perdido la ley, porque el
centro de la ley es el amor, el amor a
Dios y al prójimo». Ellos, sin embargo, «tenían sólo un sistema de
doctrinas precisas y que necesitaban
cada día más para que nadie los tocara».
Eran «hombres sin fe, sin ley, apegados a doctrinas que se convierten
igualmente en actitudes casuísticas».
Y el Papa Francisco propuso ejemplos concretos: «¿Se puede pagar el
tributo al César? ¿No se puede? Esta mujer, que estuvo casada siete veces, ¿será esposa de esos siete cuando vaya al cielo?». Y «esta casuística
era su mundo: un mundo abstracto,
un mundo sin amor, un mundo sin
fe, un mundo sin esperanza, un
mundo sin confianza, un mundo sin
Dios». Precisamente «por ello no
podían alegrarse».
No se alegraban ni hacían alguna
fiesta para divertirse: tanto que, afirmó el Papa, seguramente habrán
«destapado algunas botellas cuando
Jesús fue condenado». Pero siempre
«sin alegría», es más «con miedo
porque uno de ellos, tal vez mientras bebían», recodaría la promesa
de «que resucitaría». Y, así «de rápido, con miedo, fueron al procurador
para decirle: por favor, ocupaos de
esto, que no vaya a ser un engaño».
Y todo porque «tenían miedo».
Pero «esta es la vida sin fe en
Dios, sin confianza en
Dios, sin esperanza en
Dios», afirmó nuevamente el Papa. «La vida de estos que sólo
cuando
entendieron
que no tenían razón»
—añadió—
pensaron
que únicamente les
quedaba el camino de
tomar las piedras para
lapidar a Jesús. Su corazón se había petrificado». En efecto, «es
triste ser creyente sin
alegría —explicó el Papa Francisco— y no
hay alegría cuando no
hay fe, cuando no hay
esperanza, cuando no
hay ley, sino solamente las prescripciones, la doctrina fría.
Esto es lo que vale». En contraposición, el Papa volvió a proponer «la
alegría de Abrahán, ese hermoso
gesto de la sonrisa de Abrahán»
cuando escucha la promesa de tener
«un hijo a los cien años». Y «también la sonrisa de Sara, una sonrisa
de esperanza». Porque «la alegría de
la fe, la alegría del Evangelio es el
criterio para ver la fe de una persona: sin alegría esa persona no es un
verdadero creyente».
Como conclusión, el Papa Francisco invitó a hacer propias las palabras de Jesús: «Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver
mi día; lo vio, y se llenó de alegría».
Y pidió «al Señor la gracia de ser
exultante en la esperanza, la gracia
de poder ver el día de Jesús cuando
nos encontremos con Él y la gracia
de la alegría».
L’OSSERVATORE ROMANO
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viernes 27 de marzo de 2015, número 13
COMUNICACIONES
Colegio episcopal
Audiencias pontificias
Monseñor José Leopoldo González, obispo de la nueva diócesis de Nogales (México)
Monseñor Javier Gerardo Román Arias, obispo de Limón (Costa Rica)
Monseñor Bertram Víctor Wick Enzler, obispo de Santo Domingo (Ecuador)
RENUNCIA:
El Papa ha aceptado la renuncia de
dom JOSEPH RODUIT, C.R., a la función de abad ordinario de la abadía
territorial de Saint Maurice (Suiza),
en conformidad con el canon 401 §
1 del Código de derecho canónico.
Joseph Roduit, C.R., nació en Saillon, diócesis de Sión, el 17 de diciembre de 1939. Recibió la ordenación sacerdotal el 4 de septiembre
de 1965. Juan Pablo II le nombró
abad ordinario de la abadía territorial de Saint Maurice el 14 de mayo
de 1999.
EL PAPA
HA NOMBRAD O:
—Obispo de la nueva diócesis de
Nogales (México) a monseñor JOSÉ
LEOPOLD O GONZÁLEZ GONZÁLEZ,
hasta ahora obispo titular de Tuburnica y auxiliar de Guadalajara.
José Leopoldo González González nació en Cañadas de Obregón,
Representaciones
pontificias
El Santo Padre ha nombrado
nuncio apostólico en los Países
Bajos a monseñor ALD O CAVALLI,
arzobispo titular de Vibo Valentia, hasta ahora nuncio apostólico
en Malta y en Libia.
Aldo Cavalli nació en Maggianico di Lecco, archidiócesis de
Milán (Italia), el 18 de octubre
de 1946. Recibió la ordenación
sacerdotal el 18 de marzo de 1971,
incardinado en la diócesis de Bérgamo. Entró en el servicio diplomático de la Santa Sede el 15 de
abril de 1979. Juan Pablo II lo
nombró arzobispo titular de Vibo
Valentia, nuncio apostólico en
Santo Tomé y Príncipe, y delegado apostólico en Angola el 2 de
julio de 1996; recibió la ordenación episcopal el 26 de agosto de
dicho año. El Papa, cuando se establecieron las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y la
República de Angola el 1 de septiembre de 1997, lo nombró nuncio apostólico en Angola; y el 28
de junio de 2001 lo trasladó como nuncio apostólico a Chile.
Benedicto XVI lo nombró nuncio
apostólico en Colombia el 29 de
octubre de 2007. El mismo Papa
lo nombró nuncio apostólico en
Malta el 16 de febrero de 2013 y
también en Libia el 13 de abril
sucesivo.
diócesis de de San Juan de los Lagos, el 7 de febrero de 1955. Recibió
la ordenación sacerdotal el 27 de
mayo de 1984. El Papa Benedicto
XVI le nombró obispo titular de Tuburnica y auxiliar de Guadalajara el
15 de noviembre de 2005; recibió la
ordenación episcopal el 25 de enero
de 2006. De 2009 a 2011 fue secretario general del CELAM.
Charles Phillip Richard Moth nació en Chingola (Zambia) el 8 de
julio de 1958. Recibió la ordenación
sacerdotal el 3 de julio de 1982, incardinado en la archidiócesis de
Southwark. El Papa Benedicto XVI
le nombró Ordinario militar para
Gran Bretaña el 25 de julio de 2009;
recibió la ordenación sacerdotal el
29 de septiembre sucesivo.
—Obispo de Limón (Costa Rica) al
presbítero JAVIER GERARD O ROMÁN
ARIAS.
—Obispo titular de Alba marítima y
auxiliar de la diócesis de Roma al
presbítero AUGUSTO PAOLO LOJUDICE.
Javier Gerardo Román Arias nació en Alajuela el 19 de octubre de
1962. Recibió la ordenación sacerdotal el 8 de diciembre de 1987. En su
ministerio ha desempeñado, entre
otros, los siguientes cargos: vicario
parroquial, párroco en diversas parroquias, ecónomo diocesano y secretario adjunto de la Conferencia
episcopal de Costa Rica, función
que desempeña desde el año 2008.
—Obispo de Santo Domingo (Ecuador) a monseñor BERTRAM VÍCTOR
WICK ENZLER, hasta ahora obispo
titular de Carpi y auxiliar de Guayaquil.
Augusto Paolo Lojudice nació en
Roma el 1 de julio de 1964. Recibió
la ordenación sacerdotal el 6 de mayo de 1989. Obtuvo la licenciatura
en teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. En su ministerio en la diócesis de Roma ha
desempeñado, entre otros, los siguientes cargos: vicario parroquial,
párroco y director espiritual del seminario mayor de la diócesis de Roma.
Bertram Víctor Wick Enzler nació
en Waldkirch, diócesis de Sankt Gallen (Suiza), el 8 de marzo de 1955.
Recibió la ordenación sacerdotal el
8 de diciembre de 1991, incardinado
en la arquidiócesis de Guayaquil. El
Papa Francisco le nombró obispo titular de Carpi y auxiliar de la arquidiócesis de Guayaquil el 26 de octubre de 2013; recibió la ordenación
episcopal el 30 de noviembre sucesivo.
—Obispo de Arundel y Brighton
(Inglaterra) a monseñor CHARLES
PHILLIP RICHARD MOTH, hasta ahora Ordinario militar para Gran Bretaña.
EL SANTO PADRE
HA RECIBID O:
Viernes 20 de marzo
—Al cardenal Marc Ouellet,
prefecto de la Congregación
para los obispos.
P.S.S.,
A los obispos de la Conferencia
episcopal de Japón, en visita «ad
limina Apostolorum»:
—Monseñor Joseph Mitsuaki
Takami, P.S.S., arzobispo de Nagasaki.
—Monseñor
Dominic
Ryōji
Miyahara, obispo de Fukuoka.
—Monseñor Paul Kenjiro Koriyama, obispo de Kagoshima.
—Monseñor Berard Toshio Oshikawa, O.F.M.CONV., obispo de
Naha.
—Monseñor Paul Sueo Hamaguchi, obispo de Oita.
—Monseñor Thomas Aquino
Manyo Maeda, arzobispo de Osaka, con el auxiliar: monseñor Michael Gorō Matsuura, obispo titular de Sfasferia.
—Monseñor Paul Yoshinao Otsuka, obispo de Kyoto.
—Monseñor Augustinus Jun-ichi
Nomura, obispo de Nagoya.
Erección
de diócesis
—Monseñor John Eijiro Suwa,
obispo de Takamatsu.
El Papa ha erigido la diócesis de
NO GALES (México), con territorio
desmembrado de la arquidiócesis
de Hermosillo, y la ha hecho sufragánea de la misma sede.
—Monseñor Peter Takeo Okada,
arzobispo de Tōkyō, administrador apostólico «sede vacante et ad
nutum Sanctae Sedis» de Saitama;
con el auxiliar: monseñor James
Kazuo Koda, obispo titular de
Sinnada de Mauritania.
La nueva diócesis tiene una extensión de 44.243 km² y cuenta
con 483.180 habitantes, de los
cuales 381.000 son católicos. Pastoralmente están distribuidos en
25 parroquias y son atendidos
por 44 sacerdotes. También desempeñan su misión en esa circunscripción eclesiástica 62 religiosas. Hay 13 seminaristas.
—Monseñor Tarcisius Isao Kikuchi, S.V.D., obispo de Niigata.
—Monseñor Bernard Taiji Katsuya, obispo de Sapporo.
—Monseñor Martin Tetsuo Hiraga, obispo de Sendai.
—Monseñor Rafael Masahiro
Umemura, obispo de Yokohama.
Luto en el episcopado
Comunicado del decano del Colegio cardenalicio
—Monseñor ANTONIO D ORAD O SOTO, obispo
emérito de la diócesis de Málaga (España). Falleció el 17 de marzo. Había nacido en Urda, archidiócesis de Toledo, el 18 de junio de 1931. Era
sacerdote desde el 1 de abril de 1956. El Papa
Pablo VI lo nombró obispo de Guadix el 31 de
marzo de 1970; recibió la ordenación episcopal el
10 de mayo de dicho año. El mismo Papa lo
trasladó a la diócesis de Cádiz y Ceuta el 1 de
septiembre de 1973. Juan Pablo II lo nombró
obispo de Málaga el 26 de marzo de 1993. Benedicto XVI aceptó su renuncia al gobierno pastoral
de la diócesis el 10 de octubre de 2008.
Renovación y reconciliación
para la Iglesia en Escocia
El Santo Padre ha aceptado la renuncia a los derechos y a
las prerrogativas del cardenalato, expresados en los cánones
349, 353 y 356 del Codex iuris canonici, presentada, al final de
un largo itinerario de oración, por el cardenal KEITH MICHAEL PATRICK O’BRIEN, arzobispo emérito de San Andrés
y Edimburgo (Escocia). Con esta disposición, Su Santidad
manifiesta a todos los fieles de la Iglesia en Escocia su solicitud pastoral y les alienta a continuar con confianza el camino de renovación y reconciliación.
L’OSSERVATORE ROMANO
número 13, viernes 27 de marzo de 2015
página 15
Conmemoración del V centenario del nacimiento de Teresa de Jesús
CHRISTINE RANCÉ
Es difícil resumir la espiritualidad de
Teresa de Ávila: tan rica y sutil es.
Pero lo que puede decirse para presentarla es que encuentra su fuerza
en la acción. Teresa de Jesús elaboró
una mística que respondía a las urgencias y a los peligros de su tiempo
y que se articula en torno a tres polos: su iluminada comprensión de la
encarnación y de lo que ella implica
como respuesta; su «invención»
—como se dice del descubrimiento
de un tesoro— del centro del alma
como morada de Dios; y, por último, la oración como acción amorosa
sobre el mundo.
«Estáse ardiendo el mundo», escribe Teresa en el primer capítulo de
su Camino de perfección. Y el mundo,
agrega, tiene necesidad de «amigos
fuertes». ¿Contra qué fuego quiere
actuar Teresa de Ávila? Contra el
que devora a la Iglesia
desde den-tro, con las
ideas nuevas de la Reforma y de otras corrientes de pensamiento que impugnan el
dogma y la infalibilidad de Roma. Lo que
sucedió es que la revolución
copernicana
destruyó las bases del
mundo antiguo y extendió en las mentes
de aquel siglo XVI, el primero de la
Edad Moderna, una angustia generalizada: ni la Tierra ni Dios son ya
los centros de un universo eterno e
incorruptible que gira en torno a
ellos. Teresa barre magistralmente
con los interrogantes que este vertiginoso descubrimiento plantea
en las mentes de entonces. ¿Qué
importa si a causa de esta teoría
Dios ha perdido su lugar de residencia? Basta buscar lo divino como
trascendencia pura, como experiencia interior, responde Teresa. ¿Qué
importa, además, si la Tierra no es
más el lugar de un teocentrismo? Si
Dios es todo, si «la máquina del
mundo, por decirlo así, tiene el propio centro por todas partes y su circunferencia en ningún lugar»: el
centro del mundo está donde se encuentra el hombre, y Dios en él.
La cita de Nicolás de Cusa retomada por Pascal no es una alegoría:
en efecto, una esfera de radio infinito tiene su centro en todas partes.
Cualquiera sea el punto en que uno
se encuentre dentro de la esfera, está
Mística de la acción amorosa
«de facto» a una distancia infinita
del borde, y ello en todas las direcciones del espacio. Así, Dios, como
reside en el centro del alma, está
siempre e inevitablemente en el centro del universo.
Esta es una de las fuentes de la
espiritualidad teresiana: el descubrimiento del alma. Tomás Álvarez
subraya en el Diccionario de santa
Teresa de Jesús la originalidad de la
madre sobre esta noción que devendrá en una línea maestra de su obra
principal, El castillo interior. Este
centro del alma es «la más principal,
que es adonde pasan las cosas de
mucho secreto entre Dios y el alma». Allí, en su centro, Dios sigue
habitando y resplandeciendo. Es en
Gian Lorenzo
Bernini,
«Transverberación
de santa Teresa
de Ávila»
(1647-1652)
este centro donde se celebra la
unión del alma con Cristo nuestro
Señor, precisa Teresa, para que su
relación con él quede definitivamente establecida: «Siempre queda el alma con su Dios en aquel centro. Esta concepción, indudablemente singular, atraerá sobre Teresa las iras de
la Inquisición. Se trata de un «error
en filosofia, sueño y disparate en
teología», decretan los jueces. En
cuanto a la idea de Dios que está en
ese centro, se la define como una herejía repugnante.
Tal es la respuesta puramente genial de una mujer que responde intuitivamente, desde su alma, a la angustia generalizada que genera la revolución copernicana. Llega así a
mantener la fuerza de un pacificador
divino. Ella que tiene la loca voluntad de devolver a Dios su lugar —de
hacer que su alma, si se une a Dios
vuelva a ser el centro del mundo—,
lo logra: su oración coloca nuevamente el mundo ante la mirada divina y a Dios en el centro del universo. Orando, Teresa pone nuevamente en su lugar al Cristo que viene.
¡Ironía de la fortuna! Aquello que
hizo casi que la Inquisición la definiera como hereje —la noción del
centro del alma— es lo que la hace
tan necesaria.
Teresa de Jesús fue canonizada
por la santidad de su vida, por la
creación de su Carmelo y por su
irreductible fidelidad a la Iglesia.
Pero lo que hace de ella una contemporánea nuestra es este descubrimiento. Mucho más que la apertura
individual de un alma perdidamente
fiel a Dios, es ella la que da perpetuamente a Dios un futuro, no con
un «pienso luego existo», sino con
un «creo, luego Él existe». De ese
modo fuerza el advenimiento de un mundo en que la
medida inevitable seguirá
siendo Jesucristo.
Teresa de Ávila comprendió la atracción de
sus semejantes por
la materia y las
teorías contemporáneas. De ahí
proviene su
aversión a la
falsa erudición, la pretensión de
saber y las
agitaciones del espíritu en sus conventos. «El alma no es el pensamiento, ni la voluntad es mandada
por él, que tendría harta malaventura; por donde el aprovechamiento
del alma no está en pensar mucho,
sino en amar mucho», afirma.
Teresa se sintió obligada a amar el
día en que la contemplación de un
crucifijo le hizo comprender, de
pronto, cuánto la amaba Dios como
para haberle dado la propia vida en
la infamia y en el dolor de la cruz.
Cuánto la amaba para haberse hecho tan semejante a su criatura, que
se encarnase en el ser más débil y
humilde que existe, no en un príncipe, sino en el hijo de un carpintero,
la periferia de Palestina. A partir de
En «Vida Nueva»
La publicación mensual de L’Osservatore habla español
Dede el 21 de marzo, la revista española «Vida Nueva»
publica —en 16 páginas a todo color— la edición mensual de L’Osservatore Romano «Mujeres, Iglesia, Mundo» traducida al castellano. La iniciativa conjunta
—que fue presentada el 24 de marzo en la embajada de
España ante la Santa Sede por Lucetta Scaraffia, docente en la universidad «La Sapienza» de Roma y
coordinadora de la publicación mensual, Nuria
Calduch, profesora en la Pontificia Universidad Gregoriana, y los dos directores de ambas cabeceras, José
Beltrán y Giovanni Maria Vian— comienza con el número monográfico de «Mujeres, Iglesia, Mundo» dedicado a Teresa de Ávila de quien el 28 de marzo se celebran 500 años de su nacimiento. Para la ocasión «Vida
Nueva» publica un número especial, que contiene el
dossier «Teresas de hoy», dedicado a las mujeres que
hoy encarnan al espíritu decidido de la reformadora
del Carmelo, siguiendo sus huellas en las elecciones
concretas de vida.
«Dar voz a las mujeres, dar a conocer qué piensan,
qué hacen, qué han pensado y hecho en los dos mil
años de historia de la Iglesia: es esta la finalidad de
una publicación mensual —escribió en «Vida Nueva»
Scaraffia presentando «Mujeres, Iglesia, Mundo» nacido en el 2012— dedicado a las mujeres de todo el mundo, con especial atención a sus relaciones con la Iglesia. En estos tres años de vida ha sido un útil instrumento de información, reflexión y contacto gracias a
las informaciones sobre la vida y las condiciones femeninas, en especial sobre los temas más «candentes»: todo lo que está relacionado con la procreación, el acceso
a la cultura y la emancipación».
ese momento comprende de manera
fulgurante que no podrá acceder a
ningún estado superior de la fe sin
una plena consciencia y sin una plena experiencia de este amor a través
de la fusión en Él: se da cuenta de
que, para que Dios le responda, debe comprometerse de manera proporcionada al amor que su pasión
ha demostrado.
Así, la representación de la humanidad de Cristo en lo que ha tenido
de más paroxístico —la pasión— la
sacudió y, a través de ella y a partir
de ella, pudo comprender plenamente aquello que constituía la locura y
el escándalo del cristianismo: la encarnación: «Nadie va al Padre sino
por mí» (Jn 14, 6). Jesús es el rostro
humano de Dios. ¿Había acaso mejor metáfora de esta verdad, que Teresa asimilará como una hostia, a saber, que la realidad de Dios, su ser,
solo es accesible en Jesús y a través
de Jesús? En el Libro de la vida escribe que Jesús es el verdadero libro
en el que ha descubierto todas las
verdades. La estremecedora contemplación del cuerpo sufriente de Jesús
le reveló, además, de manera fulgurante, todas las promesas del misterio de Jesús como hombre-Dios y
como Dios-hombre. La humanidad
de Cristo ofrece una posibilidad de
unión, de comunión y de unidad de
amor. Por medio de Jesús, la atracción recíproca entre Dios y su criatura se formaliza. Sea que piense en
la pasión o que medite sobre ese
misterio, el orante se encuentra a los
pies de una escalera que conduce a
Dios, una escalera como la de Jacob,
una escalera de oración que deberá
ascender para llegar a la unión divina, donde «nada es comparable al
grandísimo deleite que siente el alma».
De aquí proviene la exhortación
de Teresa a orar. Según ella, la oración es «tratar de amistad, estando
muchas veces tratando a solas con
quien sabemos nos ama». Hay que
orar porque la oración es el momento central de la creación religiosa de
la cual Jesús es maestro. Orar porque la oración es la lengua de la
amistad, como el silencio es la de
Dios. Teresa asegura así la supervivencia de aquella formidable revolución teológica, teleológica y humana
que es la encarnación. Orar e ir adelante. Su lema aparece unas ciento
treinta veces en su obra. Ir adelante
en el mundo y, al mismo tiempo, entrar en lo más profundo de uno mismo. Pues «pensar que hemos de entrar en el cielo y no entrar en nosotros (...) es deatino».
¿Qué nos enseña su espiritualidad? Actuando por amor, como si se
dijera, por instinto, la irradiación infinita de cada uno de nuestros actos
se difunde en la trama infinita del
mundo. A través del amor, la mística
de Teresa —su contemplación dichosa, su oración— se torna en una acción y crea una dinámica desde donde brota la caridad. De hecho, ¿qué
sería el Amor si se contentase consigo mismo? ¿Si no fuese dado a luz
por la caridad? ¿Si no se encarnara,
a su vez, en el amor al prójimo? Sería nada. No sería otra cosa que una
especulación vacía, propiamente lo
contrario de la espiritualidad de Teresa, que es una mística de la acción
amorosa.
L’OSSERVATORE ROMANO
página 16
viernes 27 de marzo de 2015, número 13
En la audiencia general el Papa Francisco invita a rezar por todas las familias
Dentro y fuera del redil
Una «pausa de oración» especial por la familia y
por la vida: este ha sido el sentido de la audiencia
general del miércoles 25 de marzo, solemnidad de la
Anunciación. A los fieles presentes en la plaza de
San Pedro el Papa invitó a rezar un Avemaría y
la oración a la Sagrada Familia compuesta para el
Sínodo de los obispos, recordando que la Iglesia
«como madre, nunca abandona a la familia».
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En nuestro camino de catequesis sobre la familia, hoy tenemos una etapa un poco especial: será
una pausa de oración.
El 25 de marzo en la Iglesia celebramos solemnemente la Anunciación, inicio del misterio de la
Encarnación. El arcángel Gabriel visita a la humilde joven de Nazaret y le anuncia que concebirá y dará a luz al Hijo de Dios. Con este anuncio
el Señor ilumina y fortalece la fe de María, como
lo hará luego también con su esposo José, para
que Jesús pueda nacer en una familia humana. Esto
es muy hermoso: nos muestra en qué medida el
misterio de la Encarnación, tal como Dios lo quiso, comprende no sólo la concepción en el seno
de la madre, sino también la acogida en una familia auténtica. Hoy quisiera contemplar con vosotros la belleza de este vínculo, la belleza de esta
condescendencia de Dios; y podemos hacerlo rezando juntos el Avemaría, que en la primera parte
retoma precisamente las palabras del ángel, las
que dirigió a la Virgen. Os invito a rezar juntos:
«Dios te salve, María,
llena eres de gracia,
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora
de nuestra muerte. Amén».
Y ahora un segundo aspecto: el 25 de marzo,
solemnidad de la Anunciación, en muchos países
se celebra la Jornada por la vida. Por eso, hace
veinte años, san Juan Pablo II en esta fecha firmó
la encíclica Evangelium vitae. Para recordar este
aniversario hoy están presentes en la plaza muchos simpatizantes del Movimiento por la vida.
En la «Evangelium vitae» la familia ocupa un sitio
central, en cuanto que es el seno de la vida humana. La palabra de mi venerado predecesor nos recuerda que la pareja humana ha sido bendecida por
Dios desde el principio para
formar una comunidad de
amor y de vida, a la que se
le confía la misión de la
procreación. Los esposos
cristianos, al celebrar el
sacramento del Matrimonio, se muestran disponibles para honrar esta bendición, con la gracia de
Cristo, para toda la vida.
La Iglesia, por su parte,
se compromete solemnemente a ocuparse de la familia que nace en ella, como don de Dios para su
vida misma, en las situaciones buenas y malas: el
vínculo entre Iglesia y familia es sagrado e inviolable.
La Iglesia, como madre, nunca abandona a la familia, incluso cuando está desanimada, herida y
de muchos modos mortificada. Ni siquiera cuando cae en el pecado, o cuando se aleja de la Iglesia; siempre hará todo lo posible por tratar de
Garantizar el trabajo es justicia
Pan y dignidad
«Cuando no se gana el pan, se pierde la
dignidad»: lo recordó el Pontífice al saludar
a los fieles presentes en la audiencia general.
Dirijo un doloroso llamamiento para que no
prevalezca la lógica del beneficio, sino la de
la solidaridad y la justicia. En el centro de
toda cuestión, especialmente la cuestión laboral, hay que poner siempre a la persona y
su dignidad. Por eso tener trabajo es una
cuestión de justicia y es una injusticia no tener trabajo. Cuando no se gana el pan, se
pierde la dignidad. Este es el drama de
nuestro tiempo, especialmente para los jóvenes quienes, sin trabajo, no tienen perspectivas para el futuro y pueden llegar a ser presa fácil de las organizaciones criminales. Por
favor, luchemos por esto: la justicia del trabajo.
Oración
por la familia
En la audiencia general el Papa
Francisco invitó a rezar el Avemaría y la oración a la Sagrada Familia que él compuso con ocasión
del Sínodo del mes de octubre y
que fue distribuida a los fieles antes de la audiencia. Esta iniciativa
querida por el Papa Francisco implicó a todos los que trabajan en
primera fila en la defensa de la vida. Estuvieron presentes más de
mil voluntarios de diversas asociaciones pro vida.
Entre los fieles que estuvieron
en la audiencia estaba el ex jugador del equipo colombiano Iván
Ramiro Córdoba, que promueve
una fundación de beneficencia en
favor de los pobres y regaló al
Pontífice una camiseta del equipo
argentino San Lorenzo. Antes de
reunirse con los fieles en la plaza
de San Pedro, el Papa Francisco
había saludado a muchos enfermos
que se encontraban en el aula Pablo VI por la lluvia.
atenderla y sanarla, invitarla a la conversión y reconciliarla con el Señor.
Pues bien, si esta es la tarea, se ve claro cuánta
oración necesita la Iglesia para ser capaz, en cada
época, de llevar a cabo esta misión. Una oración
llena de amor por la familia y por la vida. Una
oración que sabe alegrarse con quien se alegra y
sufrir con quien sufre.
He aquí entonces lo que, juntamente con mis
colaboradores, hemos pensado proponer hoy: renovar la oración por el Sínodo de los obispos sobre la
familia. Relanzamos este compromiso hasta el
próximo mes de octubre, cuando tendrá lugar la
Asamblea sinodal ordinaria dedicada a la familia.
Quisiera que esta oración, como todo el camino
sinodal, esté animada por la compasión del buen
Pastor por su rebaño, especialmente por las personas y las familias que por diversos motivos están «extenuadas y abandonadas, como ovejas que
no tienen pastor» (Mt 9, 36). Así, sostenida y animada por la gracia de Dios, la Iglesia podrá estar
aún más comprometida, y aún más unida, en el
testimonio de la verdad del amor de Dios y de su
misericordia por las familias del mundo, ninguna
excluida, tanto dentro como fuera del redil.
Os pido, por favor, que no falte vuestra oración. Todos —Papa, cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, fieles laicos—, todos estamos llamados a rezar por el Sínodo. Esto es lo
que se necesita, no de habladurías. Invito también
a rezar a quienes se sienten alejados, o que ya no
están acostumbrados a hacerlo. Esta oración por el
Sínodo sobre la familia es para el bien de todos. Sé
que esta mañana os han entregado una estampa, y
que la tenéis entre las manos. Os invito a conservarla y llevarla con vosotros, para que en los próximos meses podáis rezarla con frecuencia, con
santa insistencia, como nos lo pidió Jesús. Ahora
la recitamos juntos:
Jesús, María y José
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.
Los tuits en @Pontifex_es
23 MAR [12.00 PM] Que las comunidades cristianas sean lugar de misericordia en medio de tanta indiferencia
24 MAR [11.15 AM] El sufrimiento es una llamada a la conversión: nos recuerda que somos débiles y vulnerables
26 MAR [11.00 AM] Los fieles laicos están llamados a ser fermento de vida cristiana en la sociedad
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret,
que el próximo Sínodo de los obispos
haga tomar conciencia a todos del carácter
sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.
Amén.