Una vivienda pública de diseño st River - FAD

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PAÍS: España
FRECUENCIA: Semanal
PÁGINAS: 7
O.J.D.: 251457
TARIFA: 18880 €
E.G.M.: 1812000
ÁREA: 452 CM² - 40%
SECCIÓN: PORTADA
30 Octubre,
2014YORK TIMES INTERNATIONAL WEEKLY
THE NEW
7
N U E VA YO R K
Una vivienda
pública de diseño
Sugar Hill, diseñado por un
arquitecto famoso poco dado a
ceñirse a los parámetros convencionales, es un edificio situado en
el Upper Manhattan que aspira a
convertirse en parada obligatoria
de turistas. Aunque en realidad
está concebido
CRÍTICA
para albergar a
los más pobres de
Nueva York.
Con un colegio de preescolar
para más de 100 niños y un museo
de arte y cuentos infantiles, el
edificipretende demostrar que
las viviendas subvencionadas
pueden mejorar un barrio y hasta
cambiar a una generación. E incluso hace sombra a otras iniciativas parecidas, como la edificación del Arbor House, un inmueble público situado en el barrio
de South Bronx, que cuenta con
gimnasio y con huerto hidropónico (tipo de cultivo en soportes de
arena o grava) en el tejado.
El edificio, con 124 viviendas
para residentes de rentas bajas
y personas sin hogar, tiene 13
plantas. Está revestido de paneles de hormigón prefabricados y
acanalados en color gris oscuro
con unas rosas abstractas en
relieve que hacen referencia a las
decoraciones florales de los edificios más antiguos del barrio. Los
cinco pisos superiores sobresalen
abruptamente. Algunos vecinos
dicen que parece una cárcel. Una
“fortaleza pretenciosa”, según la
revista New York Magazine. Pero
a la mayoría de la gente con la que
he hablado cada vez que he visitado la zona le gusta el resultado.
El diseño de esta obra por David
Adjaye, un arquitecto británico
que también ha creado viviendas
de lujo con exteriores oscuros y
texturas modernas. “¿Por qué
es ‘ultramoderno’ para los ricos
pero ‘tosco’ para los pobres?”, se
pregunta con razón.
De hecho, aunque no salga muy
bien en las fotografías, el edificio
(que ha costado 84 millones de
dólares) sorprende a cualquiera
que pasee por la zona y lo compare con el resto de viviendas
subvencionadas que hay en las
calles aledañas.Las fachadas
norte y sur, escalonadas con diseños en forma de dientes de sierra,
recuerdan la disposición de unos
chalés. El sol provoca destellos
en los paneles de cemento acanalados, decorados con vidrio
MICHAEL
KIMMELMAN
FOTOGRAFÍAS DE TODD HEISLER/THE NEW YORK TIMES
pesca en el East River
Arriba, una mujer
bangladesí pescando en el
río neoyorquino el pasado
verano. En el centro,
Mohammed Rahman
echa un cepo al agua. A la
izquierda, carpitas doradas.
Estado de Nueva York sobre comer pescado de los ríos urbanos.
Cuando la entrevistada consideró que había pescado suficiente
para la cena, se fue a su casa, en
el barrio de Astoria Houses, un
conjunto de viviendas subvencionadas situado al norte del distrito
de Queens. Preparó una salsa de
tomate, ajo, cebollas, chile picante y otras especias para acompañar al pescado frito.
Este tipo de pescado también
Grupos de bengalíes
comen carpas
de este río.
está disponible en los congeladores de las tiendas bengalíes
(nombre con el que se conoce a
los procedentes de una región
occidental de Bangladesh) pero
al igual que cualquier otro, sabe
mejor recién capturado.
Otro punto de pesca que ha ganado popularidad entre los bangladesíes es Jamaica Bay, una
bahía al sureste de la ciudad de
Nueva York muy conocida por su
riqueza medioambiental. Un día
en el East River, Mohammed Ra-
hman, de 31 años, observaba cómo pescaba su madre. “Mi amigo
me ha advertido que aquí el agua
no es buena, y que no deberíamos
comer los peces, pero ningún
miembro de mi familia ha enfermado por tomarlos. Y mi madre
los come todas las noches”, explicaba el joven.
Gabriela Torrano, de 55 años,
es una vecina de la zona que lleva todo el verano viendo pescar
a las mujeres desde la acera de la
calle de Vernon Boulevard. Ella
dice que no se le ocurriría comer
esos peces. “Supongo que es algo
cultural, pero a mí me preocupa
que estén agotando la población
local de peces”, dice Torrano.
Otras veces estas pescadoras
echan sus anzuelos en la ribera
cercana al residencial de Astoria
Houses, en cuyo fondo arenoso
se pueden encontrar objetos como pilas de linterna, un patinete
infantil e incluso la cabeza de
una farola. A pesar de la basura
acumulada, el agua sigue siendo
transparente y es fácil ver bancos de peces cerca de la orilla.
Brianna White, de 12 años, y su
hermana Lyanna, de 10, pasean
por la ribera del río cuando de repente se encuentran a las pescadoras en plena faena. “Es asqueroso”, comenta Brianna. “Yo no
comería nada que saliese de ese
agua”, añade.
reciclado. Los árboles que se han
plantado en la plaza del edificio
pretenden suavizar la entrada.
Se pagó un dinero extra por la
construcción de las estructuras
de hormigón que aspiran a dar un
toque del siglo XXI a un distrito
lleno de edificios en piedra rojiza
y bloques de vivienda pública de
posguerra que carece de servicios tan básicos como un supermercado decente. Lo más llamativo del proyecto es la importancia
que se ha dado a las actividades
infantiles. Los niños conforman el
segmento de población sin hogar
que más crece en Nueva York.
Se calcula que los contribuyentes pagan una media de 12.500
dólares al año por un edificio de
viviendas como Sugar Hill. Una
cama en un albergue de emergencia vale el doble. La escuela
y el museo infantil de Sugar Hill
se convierten, por su parte, en los
cimientos del edificio. Las aulas
cuentan con buenas vistas y con
la luz necesaria para disfrutar de
la clase. El otro día me pasé por el
colegio de preescolar. Los padres
Un solo edificio
garantiza servicios
sociales básicos.
estaban entusiasmados mientras
los niños de cuatro años comían
cereales y hacían yoga en esterillas diminutas.
Los apartamentos, en cambio,
parecen incómodos, de paredes
angulosas que pueden resultar
difíciles de amueblar. Las ventanas están hundidas, son de diferentes tamaños y están colocadas
en lugares sin mucho sentido.
Son bien conocidas las ventajas
que la luz y el aire tienen para la
salud. Por imponente que sea,
un edificio así debe proporcionar
a sus inquilinos la tranquilidad
que necesitan cuando llegan a
casa. Pero este complejo está
diseñado de fuera hacia adentro.
Proporcionar a las familias de pocos recursos espacios pequeños
porque lo primordial es tener una
fachada original pone en cuestión
todo el diseño y traiciona la idea
con la que se concibió el proyecto.
Adjaye ha incluido muchas cosas
en el diseño. Pero este tipo de residencias debe cumplir unos objetivos básicos, como el de poder
vivir en ellas.
ROBERT WRIGHT PARA THE NEW YORK TIMES
Sugar Hill, en Upper Manhattan, aspira a mejorar el barrio
ofreciendo una vivienda digna a los más pobres.