Escapada - Castillos del Rhin

El tramo que discurre entre Rudesheim y Coblenza es el más bello que ofrece
el Rhin, la vía fluvial más importante de la Unión Europea, a lo largo de sus 1.320
kilómetros. El viaje por estas tierras alemanas, ya sea por carretera o en barco,
descubre un paisaje de cuevas excavadas en las rocas, terrazas de coloridos
viñedos y, sobre todo, castillos. Fortificaciones, nidos de nobles, ruinas y fortalezas
inexpugnables con cientos de secretos, leyendas e historias en un encantador territorio
protegido por la Unesco como Patrimonio Mundial. Es el llamado Rhin romántico.
Los Castillos
del
hin
Alemania romántica
TEXTO: Javier Carrión / FOTOS: Eduardo Grund
El castillo de Eltz, en
Munstermaifeld, es el segundo
más visitado de Alemania
tras el de Neuschswanstein.
Castillo de Maus (“ratón”),
uno de los muchos que atalayan
la ruta romántica del Rhin
en Alemania.
e dice en Alemania que existen más de cinco
mil castillos que todavía son residencias familiares y un diez por ciento de
estas fortificaciones se encuentran en esta franja de Renania-Palatinado,
donde confluyen dos ríos, el majestuoso Rhin y su afluente, el Mosela,
que se une a él en Coblenza. No todas ellas mantienen entre sus paredes
a sus históricos propietarios o descendientes. Algunas se han convertido
en museos o restaurantes, pero todas explican un pasado comercial, aún
vivo en nuestros días, que arranca en el siglo XIII, cuando el Rhin se
convirtió en un centro de intercambio y control comercial y aduanero.
Un paso protegido por el clero y la nobleza, en las dos orillas del río,
con sus propios castillos para cobrar tasas y peajes a los pasajeros y barcos que preferían utilizar esta vía más segura para acceder a la Europa
más septentrional. La zona atrajo también a los príncipes territoriales,
que levantaron igualmente sus dependencias en este embudo del Valle
Superior del Medio Rhin para reclamar parte de los tesoros que atravesaban la región y protegerse contra los ataques de sus vecinos. Y ya
en el siglo XVI los castillos iniciaron su periodo de decadencia por el
desarrollo de las armas de fuego. Algunos se transformaron en fortalezas, como Rheinstein y Ehrenbreitstein; otros pasaron a ser ruinas ocupadas por bandoleros, y los demás sucumbieron con las tropas francesas
de Napoleón, a excepción del castillo de Marksburg, el único conjunto
medieval que ha permanecido intacto.
En la actualidad, recorrer este histórico pasillo de 67 kilómetros, por
donde el Rhin se estrecha más, supone un fascinante viaje en el tiempo
para los veinte millones de turistas que lo visitan cada año. Todos ellos
descubren el antiguo poder medieval y el romanticismo de esta región que
captaron, siglos después, Goethe y Víctor Hugo, en la que se concentran
más castillos y fortalezas que en ningún otro lugar sobre la Tierra.
Castillo Brömserburg. La puerta de entrada del Rhin romántico, en Rudesheim. Antiguamente los barcos descargaban aquí sus mercancías para trasladarlas por carretera hasta Lorch, pues en esta zona el
río cambia bruscamente su curso y se vuelve más estrecho. En Rudesheim se levantaron tres castillos, pero solo uno se ha conservado en buenas condiciones, Brömserburg, hoy Museo Enológico de Rheingau. La
villa, que vive del turismo y la producción del vino Riesling, guarda en
su casco viejo bellas residencias palaciegas, como la residencia de los
Brömser (1292), ocupada en la actualidad por el Museo de Instrumentos Musicales. Hay 350 piezas que abarcan tres siglos: pianos –entre
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los que destaca un piano-orquesta de la firma Weber Maesto con 19 instrumentos que tocan a la vez–, pianolas, cajas de música, tocadiscos y
aparatos primitivos de grabación de discos... También es muy original
la visita a Drosselgasse, la primera calle de la ciudad, con sus animadas
tabernas, y, fuera del casco viejo, la subida en funicular a Niederwald,
monumento dedicado a la diosa Germania (10,5 metros de altura), que
se construyó en 1883 para conmemorar la guerra franco-prusiana (1870)
y el restablecimiento del Imperio Alemán.
Castillos Ehrenfels, Rheinstein y Stahleck. Menos
de cinco euros (4,20 euros, coche y conductor, y 1,30 euros por cada persona añadida) cuesta el ferry que cruza el río desde Rudesheim a Bingen. De origen romano, Bingen destaca por su graciosa Torre del Ratón
en una pequeña isla que irrumpe en el río. Fue levantada en el siglo III
como torre de observación del castillo que se halla enfrente, Ehrenfels, otro puesto de aduana del recorrido pues desde sus torreones no
se podía ojear el curso norte del Rhin. El de Rheinstein, por su parte,
en Trechtingshausen, levantado en el primer cuarto del siglo XIV, fue
el primer castillo reconstruido en el siglo XIX tras ser adquirido por el
príncipe Federico Guillermo de Prusia como residencia de verano de su
familia. Federico, gran admirador de la época medieval y de los castillos y las ruinas, organizó incluso torneos de caballeros siguiendo el
lema acuñado en 1835: Cuando el príncipe está presente, nos trasladamos todos a la Edad Media. Fue así como estas antiguas ruinas se convirtieron en un ejemplo para otros proyectos similares como símbolo
del Romanticismo, abierto al público y a los viajeros del Rhin ya en el
siglo XIX. Hoy la silueta de este castillo erigido sobre el espolón de un
risco del Rhin impresiona desde el paseo que lo circunda, al igual que
su visita interior por todas las torres y pasadizos exteriores, y se puede
pasar la noche entre sus muros. Solo dispone de una habitación doble en
una torre por 125 euros la noche. Y el castillo de Stahleck lo encontramos
en la montaña que da cobijo a la coqueta villa medieval de Bacharach,
con sus murallas magníficamente conservadas, como las de Oberwesel,
a solo unos kilómetros norte en dirección a Coblenza. El castillo de Stahlek protegía este antiguo baluarte aduanero hasta que fue arrasado por
el ejército francés durante la Guerra de los 30 años. En 1925 la Asociación Renana inició los trabajos de recuperación y hoy es un albergue
juvenil con 40.000 pernoctaciones anuales. Desde 21,5 euros en habitaciones compartidas (168 camas), con una sala de reuniones en la antigua
estancia de los caballeros, con capacidad para cien personas.
CAPITALES SAMI. Karasjok y Kautokeino (en la imagen) son epicentros de la población sami.
Hay miles de renos en sus
Vista del Marksburg llegando a
Braubach por carretera. Es el único
castillo que nunca ha sido destruido a
lo largo de su historia.
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Maravillosa panorámica
del meandro que hace el
Rhin a la altura
de Boppard.
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Castillo Pfalzgrafenstein. Víctor Hugo lo definió como
“el barco de piedra eternamente anclado sobre la faz de la tierra”. El
pintoresco castillo de Pfalzgrafenstein, o de Pfalz simplemente, en Kaub,
es muy reconocible pues se encuentra situado en un islote en el centro
del Rhin. Fue castillo aduanero, prisión y siempre puesto de vigilancia,
arrastrando una historia no demasiado idílica, aunque siempre resultó
inexpugnable, siendo un bastión seguro para las diferentes conquistas
de sus señores feudales. En la actualidad, la marea alta del río y el hielo
invernal corroen la mampostería y los cimientos de un edificio que no
conoce hoy lo que es la corriente eléctrica o ni siquiera lo que son unos
baños como los entendemos en los tiempos modernos.
Castillo Schönburg. Un sueño de cuento de hadas para aquellos que les gusta pernoctar en un castillo medieval. El imponente castillo data del año 911 y fue entregado por Federico I Barbarroja a uno
de sus cortesanos, que lo hizo llamar Von Schönburg (hermoso castillo)
y acabó convirtiéndose en uno de los hombres más ricos de Oberwesel, donde se ubica. La fortaleza familiar fue ampliada en el siglo XIV,
ya con el nombre de Ganerbennburg,
hasta que las tropas del rey francés
Luis XIV la destruyeron. En 1957,
la familia Hüttl, formada por Wolfgang y Barbara y sus tres hijos, se
establecieron en el recinto para abrir
un hotel encantador lleno de detalles
en todas las estancias, con una atmósfera romántica y de confort. Comedores con velas pequeñas y flores
frescas, habitaciones con llaves centenarias donde el minibar o la caja
fuerte están ocultos o camuflados,
pasillos para perderse entre las habitaciones y vistas magníficas en cualquier rincón de este espolón hacia el
majestuoso Rhin.... Todo está perfectamente en su sitio, como sus terrazas, donde se puede tomar el té en
una exquisita vajilla alemana, escoltada por un reloj de arena para medir
el tiempo de la infusión, o su jardín
exterior con el viejo columpio y sus
pequeños chalets para practicar la lectura divisando los viñedos del propio
castillo... Un auténtico capricho a un
buen precio si se visita el castillo en
temporada baja.
viajar en el tiempo con la ayuda de algunos vídeos, una exposición
interactiva y una película en 3D del Valle Superior del Medio Rhin.
Castillo Rheinfels. Fue la fortaleza más potente del Rhin, aunque ahora está reducida a ruinas. Un paseo por el laberinto de adarves
y galerías subterráneas permite hacerse una idea de la magnitud de
este recinto de St. Goar ideado en 1245 por Dieter von Katzenelnbogen y volado por los franceses en 1797. Los restos de la fortaleza fueron utilizados como cantera para la reconstrucción del castillo Ehrenbreitstein en Coblenza hasta que en 1843 el príncipe elector adquirió
las ruinas, impidiendo así su destrucción total. A los pies de la fortaleza se encuentra el Romantik Hotel Schloss Rheinfels, con tres restaurantes, una piscina, un Spa y una terraza panorámica única en este
elegante establecimiento de cuatro estrellas.
Castillo Kurfürstliche Burg. El principal signo de iden-
tidad de la ciudad de Boppard, el siguiente destino tras el paso por St.
Goar, es el castillo del Príncipe Elector (Kurfürstliche Burg), del que
se conserva la torre de defensa original. Este edificio mostraba el poder
de su constructor, Erzbischof Balduin
de Trier, y cumplía con más de un
objetivo: proteger el territorio, mostrar a los habitantes la presencia del
señor de las tierras y, además, llenar
las arcas del príncipe con el dinero
recaudado como aduana del Rhin.
Durante los últimos siglos el castillo sufrió derribos, reconstrucciones,
remodelaciones y alguna ampliación.
Se utilizó como sede de la aduana
y de la policía, además de juzgado
municipal y cárcel, y desde hace casi
cien años es también el museo de la
ciudad. Antes de abandonar Boppard
es casi obligado disfrutar de la maravillosa panorámica de un meandro
del Rhin en el mirador Vierseeblick,
al que se accede por un funicular. A
este panorama se le da popularmente
el nombre de Los cuatro lagos porque el Rhin aparece como una grandiosa cadena de cuatro resplandecientes lagunas.
Roca Loreley. La legendaria
Roca Loreley (132 metros de altura)
ha sido históricamente el escenario
perfecto para la leyenda que allí se
oculta, con una hermosa chica rubia
de protagonista que seducía a los
navegantes y les llevaba a la perdición. Algo parecido a lo que les ocurre a los miles de turistas que se acercan hasta este risco de pizarra en el
punto más angosto y profundo del río
en St. Goarshausen, en el que todavía hoy se producen accidentes por
el incesante tráfico de barcos que van
en un sentido y otro. Hay que buscar los miradores que descubren ese
Rhin seductor y romántico, pero también resulta interesante conocer el
Centro de Visitantes de Loreley para
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El castillo de Rheinstein dispone de
una habitación doble en una torre por
125 euros la noche. Izquierda, paseo
en el teleférico de Rudesheim.
Recorrer este histórico pasillo de 67
kilómetros de largo, por donde el Rhin se
estrecha más, supone un fascinante viaje
en el tiempo para los veinte millones de
turistas que lo visitan cada año
Castillo Marksburg. Al con-
trario de lo que ocurre con el resto de
edificaciones, este es el único castillo que nunca ha sido destruido a lo
largo de su historia. Se levantó sobre la
misma roca a 150 metros del Rhin, a la
altura de Braubach, colocando la muralla justo donde acababan las piedras, de
forma que su estructura es muy segura,
con muros de tres metros de grosor.
Hoy es la residencia oficial de la Asociación Alemana de los Castillos. Al
entrar en esta bella fortaleza, que aparece en el horizonte de manera espectacular con su elegante silueta blanca,
el visitante se sumerge en el siglo XV
nada más rebasar el puente levadizo,
la puerta del zorro y la puerta de aspilleras. El recorrido por las cocinas, la
capilla gótica consagrada a San Marcos –de ahí el nombre del castillo–, la
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Vista de Boppard y el Rhin desde
la torre del Museo de Boppard.
Destacan las torres de la Iglesia
de San Severo (siglos XII-XIII).
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Johann Hüttl
“Schönburg no se vende”
J
ohann es el hijo pequeño de la fami-
lia Hüttl, propietaria del histórico castillo de
Schönburg, en Oberwesel. De niño jugaba
a la guerra en los tejados de la fortaleza
amurallada con 16 torres y hoy es uno de
los tres herederos del edificio y de su rica producción de vinos Riesling, junto a sus otros dos hermanos, un varón y una mujer. Su habitación actual,
donde reside, es la número 2, pero cambia con frecuencia de estancia porque todas son diferentes,
en colores o en la decoración de los muebles, y le
encanta disfrutarlas tanto como recorrer los pasadizos ocultos, algunos sorprendentes en el interior
de las mismas habitaciones, como hacía cuando era
un crío. “Nunca he visto fantasmas en este castillo,
pero sí descubrimos tumbas con cadáveres de la
nobleza del siglo XI, y hemos tenido huéspedes ilustres más contemporáneos”, comenta Johann mientras cita los nombres de Helmut Kohl, Willy Brandt,
la princesa japonesa Takako Suga, hija de Hirohito,
y Aristóteles Onassis. Lo que más preocupa al joven
empresario es la supervisión del establecimiento,
de la que es responsable, y asegura que solo el
mantenimiento anual del castillo-hotel supera con
creces el millón de euros. Cuando su abuela recibió
en herencia esta fortaleza, Johann señala que era
un amasijo de ruinas. Su padre Wolfgang lo transformó en un hotel y hoy su valor estimado se sitúa
entre 50 y 60 millones de euros, aunque la familia
lo tiene muy claro: “No se vende”. Y parece que no
han faltado ofertas, como revela Johann en una
anécdota: “Hace unos años un cliente ruso quiso
comprar Schönburg. Una noche, hacia las 3 de la
mañana, se empeñó en querer beber algo especial y mi padre le dijo que no podía ser porque ya
estaba todo cerrado. El hombre insistía en la idea
y abrió delante de mi padre una maleta repleta de
dinero. ‘Voy a comprar todo el castillo’, dijo el rico
huésped, pero mi padre le contestó tajantemente
que su castillo nunca estaría en venta”.
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Pasar una noche en el castillo de
Schönburg es un auténtico privilegio.
Hay 24 habitaciones y su precio por
noche oscila entre 170 y 370 euros.
residencia señorial, la batería de cañones, la auténtica forja donde se preparaban las herraduras para los caballos o el jardín en el que se siguen
cultivando 160 plantas medicinales ya conocidas en la Edad Media incrementa esa sensación de pisar un lugar histórico y auténtico. Y mucho
más cuando se admira la armería del castillo, con una interesante exposición de armas y armaduras y su evolución desde el año 600 a.C hasta
el 1500, o el torreón, la parte más antigua del castillo (s. XIII), con un
calabozo que tenía seis metros de profundidad.
Castillos Stolzenfels y Ehrenbreitstein. A cinco kiló-
Interior de la iglesia
Liebfrauenkirche en Oberwesel,
la localidad donde está
el Castillo Schönburg.
metros del centro de Coblenza se eleva por encima de la orilla izquierda
del Rhin el castillo Stolzenfels, levantado por orden del arzobispo de
Tréveris Arnaldo de Isenburg (1242-1259). Su función principal era la
de mantener el derecho de cobrar los impuestos aduaneros del Rhin, pero
el castillo fue incendiado y reducido a cenizas tras el asedio a Coblenza
en 1688 y solo fue utilizado posteriormente como cantera. Finalmente,
en 1823 el príncipe heredero Federico Guillermo de Prusia lo recibió
como regalo de la ciudad de Coblenza manteniendo los restos medievales de la torre defensiva y creando una residencia oficial, modelo del
romanticismo renano tardío, con un toque inglés, que pudo apreciar la
reina Victoria durante su visita al castillo en 1845. La soberana británica disfrutó de un banquete en el Salón de los Caballeros. Una opción
que cualquier pareja de novios puede sentir hoy si contraen matrimonio en la capilla de Stolzenfels o en su salón de fiestas de verano. Por
su parte, la fortaleza de Ehrenbreitstein, también situada en Coblenza,
a 118 metros sobre el río, es un lugar especial pues esta montaña ha
sido utilizada como refugio natural desde hace tres mil años. La actual
construcción prusiana, que se convirtió en la segunda mayor fortaleza
europea después de Gibraltar, fue construida entre 1817 y 1828 y permanece casi intacta pues solo recibió unas veinte bombas durante la II
Guerra Mundial. Son llamativos sus muros de varios metros de anchura,
las sepulturas, los túneles, los puentes y las puertas de este complejo
que sirvió también de hogar para algunas familias de Coblenza hasta
1960. Y, cómo no, sus extraordinarias vistas sobre Coblenza y el Deutsche Ecks (la estatua ecuestre del emperador Guillermo I), los viñedos
de los alrededores y la confluencia del Rhin y el Mosela.
El géiser de Namedyer Werth. Siguiendo el curso
norte del Rhin, a muy pocos kilómetros de Coblenza, una excursión
original puede desintoxicar a aquellos que ya se encuentren algo fatiVIAJAR 85
Vistas al anochecer de
Oberwesel y el Rhin desde
una terraza del castillo-hotel
de Schönburg.
VIAJAR recomienda
Andenach
Géiser
de Namedyer
Werth
Rh
in
Ehrenbreitstein
Coblenza
Berlín
Stolzenfels
in
Eltz
Braubach
ALEMANIA
Kurfürstliche
Burg
Loreley
Rheinfels
St. Goar
Rhin
Boppard
Bonn
Marksburg
Oberwesel
Kaub
Pfalzgrafenstein
Stahleck
Bacharach
in
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septentrional del Imperio Romano. Los soldados de Roma lo
llamaron el Limes, hoy declarado también Patrimonio Mundial de la Unesco, y estaba formado por un gran número de
torres de vigilancia militares, distribuidas en una amplia línea
fronteriza. Para sumergirse en el día a día vital de estos romanos
de la frontera, el museo Römerwelt am Caput Limitis, localizado
en Rheinbrohl, muestra la vida de los legionarios con todo tipo de
detalles, como lo que pesaba una cota de malla y sus armas defensivas o cómo era un horno de pan y un taller romano, qué se comercializaba, cómo era la vida cotidiana... Los visitantes incluso pueden sentir sobre su piel la
vestimenta clásica de estos
militares con el mismo precio de la entrada. Desde la
cabeza a los pies. Y todos los
años, normalmente durante
el segundo fin de semana
de mayo, se organiza una
macrofiesta romana, con
actividades prácticas, conferencias y visitas de expertos, en la que participan más
de treinta legionarios con la
mirada puesta en esa vida
civil y militar de hace unos
dos mil años. Este año se
celebrará entre el 9 y el 10 de
mayo. Información en: www.
roemer-welt.de
Rh
por el Mosela hasta Munstermaifeld para descubrir un castillo único:
el Eltz. Su figura ilustraba antiguamente el billete de 500 marcos y
es indudablemente uno de los más hermosos castillos de Alemania.
El segundo más visitado tras el castillo de Neuschswanstein, del rey
Luis II, en Baviera. Con su arquitectura de filigrana y ensueño, su
propiedad ha pasado por 33 generaciones de la misma familia, algo
realmente poco frecuente en este tipo de fortalezas, que eran estratégicas en las rutas comerciales. Y más en este caso ya que se encontraba en medio de un bosque aislado repleto de animales salvajes y
salteadores de caminos, de ahí que los caballeros de Eltz protegieran antiguamente las caravanas de pasajeros y mercancías que viajaban de la fértil meseta Maifeld al río Mosela. Ahora son los turistas –es el castillo preferido de los niños alemanes– los que recorren
estos senderos, para todos los gustos, que han conformado la llamada Ruta Panorámica del Castillo de Eltz, premiada como el sendero más bello del país en 2013. Lo visitan 250.000 personas cada
año. El interior del castillo permanece intacto y su Sala del Tesoro
exhibe más de 500 piezas realizadas por plateros y orfebres, esculV
turas en marfil, armas, cristales, porcelanas y joyas.
E
l Rhin constituía la mayor parte de la frontera
Rh
Castillo Eltz. Y como remate final de esta ruta, una incursión
El mundo romano del Rhin
Infografía: RICARDO SALVADOR
gados con tantas visitas de ruinas y castillos. Se trata de un espectacular fenómeno natural en Andernach, donde se puede descubrir
el géiser de agua fría más alto del mundo, cuyo chorro alcanza los
60 metros de altura. La erupción del géiser está provocada por el
ácido carbónico, que procede de una cámara magmática de esta zona
volcánica joven, como si se tratara de una botella de agua mineral
que se agita y se abre... En Andernach hay una interesante exposición interactiva, que se visita primero, para comprender mejor
este fenómeno y después se traslada en barco a los visitantes hasta
la península de Namedyer Werth para disfrutar del géiser, a solo
unos metros de distancia.
Bingen
Brömserburg
Rudeshein
Rhin
Mauseturm
y Ehrenfels
O N
S
E
Llegar vía Frankfurt,
conectado directamente a varias ciudades españoles con algunas líneas aéreas.
Lufthansa opera desde Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia; Iberia y LAN, desde Madrid, y Vueling desde Barcelona.
Cómo moverse: Desde Frankfurt la comunicación ferroviaria con Rudesheim y Coblenza resulta muy sencilla, aunque
lo más aconsejable es alquilar un coche que permitirá realizar un viaje sosegado por el Valle del Rhin disfrutando de
sus castillos, pueblos y monumentos principales. Bastarán 45
minutos por carretera para llegar a la puerta de este Rhin de
la Unesco en Rudesheim y Bingen. En este punto y en otros
de este tramo, como en Kaub y Coblenza, hay transbordadores que permiten pasar de una orilla a otra con tu propio vehículo para agilizar el viaje. Pero tampoco es una mala
idea subirse a un barco para realizar una excursión por las
aguas del Rhin y gozar así de una perspectiva diferente del
valle. La empresa Bingen-Rüdesheimer (www.bingen-ruedesheimer.de) organiza dos trayectos: el Paseo de los Castillos, desde Rüdesheim a Trechtingshausen, y viceversa, con
paradas intermedias en Bingen, Assmannshausen y el castillo Rheinstein, y el Paseo de Loreley, partiendo de Rüdesheim a St. Goarshausen, y viceversa, con paradas durante la
ruta en Bingen, Assmannshausen, Trechtingshausen, Lorch,
Bacharach, Kaub, Oberwesel y St. Goar. Otra buena alternativa es la compañía KD (www.k-d.com), experta en transporte
fluvial por Alemania. Dónde alojarse: Pasar una noche en el
castillo de Schönburg (www.hotel-schoenburg.com) es un
auténtico privilegio. Hay 24 habitaciones y su precio por noche
oscila entre 170 y 370 euros, dependiendo de la temporada,
con desayuno y cena incluidos. La más espectacular, apunten,
la número 13, pero hay que reservarla con mucha antelación.
En noviembre el castillo celebra una fiesta española todos los
años, que suele desarrollarse en viernes, y en Nochevieja la
familia organiza tres días festivos con diferentes actividades
para disfrutar del fin de año. Si prefiere algo divertido, nada
como dormir dentro de un barril de vino reformado en el Hotel
Linderwirt, situado en Drosselgasse, la calle más popular
de Rudesheim (www.lindenwirt.com): la experiencia cuesta
84 euros la noche (dos personas). Tiene televisión y un baño
desahogado dentro del gran barril. Dónde comer: en Rudesheim, el restaurante Breuer’s Rudesheimer Schloss (www.
ruedesheimer-schloss.com) sirve, de la mano de Susanne
Breuer, platos típicos de la región de Hesse, acompañados
de una variedad de vinos de la propia bodega del hotel, con
música en directo; en St. Goar, el Romantik Hotel Schloss
Rheinfels ofrece la cocina del chef Frank Aussem, quien
combina los sabores regionales con la cocina internacional
en un idílico mirador hacia el Rhin; en Coblenza, Augusta
(www.augusta-koblenz.de), por su originalidad en los platos
y su gusto por el arte en los salones, y Weindorf Koblenz
(www.weindorf-koblenz.de), para disfrutar de una auténtica casa típica del vino, son dos magníficas propuestas, y,
por último, a los enamorados de la comida campestre nada
les sorprenderá más que un picnic en la curva más mágica
del Rhin, junto a la Roca Loreley. No se pierdan el mirador
Spitznack, instalado casi en el mismo risco de la roca. Más
información: www.germany.travel; www.alemania-romantica.info; www.facebook.com/destinoalemania
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