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Dominicos | Orden de Predicadores
Homilías
Ciclo
A
XXIX Domingo del tiempo ordinario
19/10/2014
Dadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
Introducción Estamos hoy ante una de las frases más citadas del evangelio, y a la vez muchas veces interpretada con un sentido
oportunista, según el interés de cada uno. Lo que sí es cierto que marca el comienzo de una corriente histórica de pensamiento social,
un primitivo cristianismo que comenzó a establecer diferencias entre la moral y el derecho, entre el fuero interno (la conciencia) y la
conducta externa (la ley). Ambos campos, en realidad, dialogan continuamente. En el evangelio de hoy se nos da una respuesta en la
que cada elemento tiene su papel.
Fr. Jesús Mª Gallego Díez O.P.
Convento de Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)
Lecturas
Lectura del libro de Isaías 45, 1. 4-6
Así dice el Señor a su Ungido, a Ciro, a quien lleva de la mano:
«Doblegaré ante él las naciones, desceñiré las cinturas de los reyes,
abriré ante él las puertas, los batientes no se le cerrarán.
Por mi siervo Jacob, por mi escogido Israel,
te llamé por tu nombre, te di un título, aunque no me conocías.
Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí, no hay dios.
Te pongo la insignia, aunque no me conoces,
para que sepan de Oriente a Occidente que no hay otro fuera de mí.
Yo soy el Señor, y no hay otro.»
Sal 95, 1 y 3. 4-5. 7-8. 9-10a y c R. Aclamad la gloria y el poder del Señor.
Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R.
Porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo. R.
Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas. R.
Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda;
decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él gobierna a los pueblos rectamente.» R.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 1, 1-5b
Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de los Tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. A vosotros, gracia y paz.
Siempre damos gracias a Dios por todos vosotros y os tenemos presentes en nuestras oraciones.
Ante Dios, nuestro Padre, recordamos sin cesar la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra
esperanza en Jesucristo, nuestro Señor.
Bien sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido y que, cuando se proclamó el Evangelio entre vosotros, no hubo sólo
palabras, sino además fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 15-21
En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos
discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron:
- «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no
miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no? »
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
- «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto. »
Le presentaron un denario. Él les preguntó:
- «¿De quién son esta cara y esta inscripción?»
Le respondieron:
- «Del César.»
Entonces les replicó:
- «Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.»
Comentario bíblico
Primera lectura: (Isaías 45,1.4-6)
Marco: El contexto es una sección que tiene como tema la liberación y retorno a Jerusalén (40-48). El fragmento se centra en la
soberanía y unicidad de Dios como único Señor de la historia y de los pueblos. Utiliza los instrumentos que a él le placen, incluso al
pagano Ciro, pero manteniendo intacta su soberanía. Este Dios soberano ha elegido a Jacob como siervo suyo y lo protege y lo
acompaña en sus avatares históricos.
Reflexiones
1ª) ¡Dios es el único Señor de la historia de los hombres!
Así dice el Señor a Ciro, su ungido... Las expresiones «tomar de la mano» y «el Señor está contigo», significan en la Escritura una
especial presencia de Dios para acompañar a los que él elige libremente para encomendarles una misión que indefectiblemente se
realizará porque Dios mismo sale garante de la empresa. Esto significa, en primer lugar, que ha sido Dios quien le ha elegido
especialmente para esta tarea. Significa, en segundo lugar, que no debe temer porque su protector y garante es el Dios poderoso y
que por tanto la empresa que se le encomienda llegará a buen término. A Ciro se le llama ungido, Cristo.
En Israel fueron ungidos los reyes, los profetas y los sacerdotes. En este caso, aunque es pagano, a Ciro se le da el mismo título. La
tarea que se le encomienda a Ciro es la de someter a las naciones. Pero la perspectiva del profeta-poeta no es, en primer plano, el
dominio de Ciro en sí mismo sino en cuanto que este sometimiento facilitará y favorecerá la liberación de Israel que es lo que centra su
atención. Todo lo ordena Dios para liberar a su pueblo del exilio y conducirlo de nuevo a la tierra santa.
La intervención de Dios actúa en Ciro para que pueda someter a los otros pueblos que provocaron el exilio de su pueblo en Babilonia.
En definitiva, se trata de la liberación de Israel y la vuelta a la tierra prometida. Hoy como ayer es necesario entender que el gobierno
del mundo lo realiza el Dios soberano por medio de intermediarios legítimamente constituidos en el poder. Y que este poder está
ordenado para el bien de los pueblos y no de las personas que lo ostentan. Cada instancia tiene su propia responsabilidad que ha de
cumplir con autonomía propia y que tienen la misión de llevar adelante el bien común de cada nación y todas las naciones.
2ª) ¡Por Israel, mi siervo, mi elegido, te llamé por tu nombre!
Por causa de Jacob, mi siervo... Se le atribuyen a Ciro prerrogativas especiales: te llamé por tu nombre, te di un título, aunque no me
conocías. Observemos algunos rasgos importantes. Llamar por el nombre propio indica una especial vocación a una singular tarea y
también indica una pertenencia especial respecto de aquel que llama. Poner el nombre es lo mismo que reconocer a esa criatura como
propia. Si Dios llama a Ciro por su propio nombre quiere decir que Dios lo elige y lo acerca de modo singular como propiedad suya.
Llamar por el nombre significa igualmente una especial predilección de aquel que así es llamado en relación con Dios y una armonía en
la misión. Pero se subraya igualmente que Ciro no conocía a Dios. Es un pagano, no posee la ley de sabiduría y ciencia para conocer
al Dios verdadero.
El Segundo Isaías afirma con especial insistencia la unicidad de Dios. Ciro venera sus dioses como pagano que es. Pero no ha sido
elegido por sus dioses sino por el Dios de Israel que es el verdadero y único. Otro pensamiento importante que se desprende de esta
llamada de Ciro es que la autoridad viene de Dios (cf. Jn 19,11). Y el resto del nuevo Testamento reconoce la legitimidad de las
autoridades, aunque fueran paganas (1Tm 2,1-2; 1Pe 2,13-14). Hoy también la Iglesia y los creyentes hemos de asumir la
responsabilidad de aceptar gustosos la autonomía de las autoridades civiles pero, sobre todo, colaborar lealmente con ellas para
conseguir el bien común de todos los ciudadanos. Es necesario recordar siempre que el bien común de todos, el respeto de la dignidad
humana y de las minorías, el reajuste de los desequilibrios sociales y culturales, la solidaridad y la justicia son tareas de todos y es la
finalidad principal de todas las instituciones. Son primicias del reino futuro.
Segunda lectura: (1Tesalonicenes 1,1-5b.)
Marco: Es el saludo inicial de la carta.
Reflexiones
1ª) ¡Siempre damos gracias a Dios por vosotros!
Siempre damos gracias a Dios por todos vosotros... Es la primera vez que aparecen en el nuevo Testamento, en un mismo bloque, la
fe, la esperanza y la caridad. Cada virtud tiene su objeto y su campo de acción: la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y
el aguante de vuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor. Las tres expresiones que acompañan a las virtudes revelan su carácter
dinámico con lo que se reafirma su ser activo. La fe debe ser activa, es decir, operante, coherente, viva.
El amor ha de ser o ir acompañado por el esfuerzo ya que, aunque es un don gratuito por parte de Dios, en el hombre se convierte en
una virtud que requiere poner a contribución todas las posibilidades. Finalmente la esperanza ha de ir acompañada por el aguante,
perseverancia, tenacidad, constancia, longanimidad, es decir, por la fortaleza en todas su formas y manifestaciones. Con estas frases,
Pablo ha delineado para los tesalonicenses el contenido central de la respuesta al Evangelio en la vida. En las circunstancias en que se
escribe la carta tiene especial incidencia esta referencia a las tres virtudes teologales.
2ª) ¡La evangelización está dirigida y animada por la fuerza del Espíritu Santo!
Cuando se proclamó el Evangelio entre vosotros no hubo sólo palabras, sino además fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda.
Es frecuente encontrar en la Escritura la referencia a que Dios actúa con brazo extendido y poderoso para realizar su plan de salvación.
La proclamación del Evangelio, que afirma el cumplimiento de aquel plan y que entraña la presentación de la cruz y la resurrección,
también va acompañada de la fuerza de Dios a través del Espíritu Santo que se manifiesta de múltiples formas.
Los tesalonicenses pertenecen a la Iglesia por una singular llamada gratuita de Dios. La proclamación del Evangelio es la raíz y
principio de la Iglesia que se pone en marcha y la repuesta libre y amorosa al mismo garantiza la entrada en la Iglesia de salvación. He
aquí algunas características breves y sucintas, aunque fundamentales, de la evangelización: en primer lugar, no consiste en discursos
elocuentes. La evangelización, como la predicación, es algo muy distinto a un discurso o pieza literaria, aunque pueda y deba ir
acompañada de la elocuencia para hacer más asequible e impresiva la Palabra de Dios, como lo exige un lenguaje humano completo
que informa, se expresa e interpela. En segundo lugar, la verdadera y auténtica evangelización va acompañada por la fuerza del
Espíritu Santo sin cuya presencia y actuación la Palabra no llegará a la intimidad del hombre para ser acogida, creída y realizada. En
tercer lugar, sólo de esta forma se garantiza la pureza y autenticidad de la evangelización sin condicionamientos que la pudieran
desvirtuar.
Finalmente, la proclamación debe ir acompañada de una convicción del que anuncia el Evangelio. El evangelizar entra en el drama y el
diálogo que se establece entre el proclamador y el oyente. Sólo en la experiencia de esta convicción se abre el oyente para acoger una
palabra que es vida y fuerza. La convicción es un requisito imprescindible para la verdadera evangelización. Esta actividad múltiple sólo
puede llevarse a cabo con la asistencia y la ayuda del Espíritu Santo que es luz en el proclamador y en el oyente; que es fuerza en el
proclamador y en el oyente. Nuestro mundo necesita una evangelización que vaya acompañada por todas esas cualidades porque no
está muy dispuesto a la escucha de un Evangelio a la vez tan exigente y tan humanizador.
Evangelio: (Mateo 22,15-21)
Marco: Seguimos con el relato del ministerio de Jesús en Jerusalén después de su entrada triunfal. El contexto inmediato es una
sección que contiene algunas preguntas importantes que dirigen a Jesús en ese momento, al menos según los entendieron los
narradores de los relatos evangélicos.
Reflexiones
1ª) ¡Querían comprometer el ministerio y la persona de Jesús!
¿Es lícito pagar impuesto al César o no? Es necesario conocer la situación político-social en que vive inmerso Jesús para la compresión
del este relato: qué significaba en aquel entonces pagar el impuesto al César. Precisamente en este asunto se dividían los distintos
partidos en Israel: unos eran radicalmente opuestos porque el único soberano es Dios, el Dios de Israel (celotas y movimientos
revolucionarios); otros eran más colaboracionistas (saduceos); y otros mantenían una postura intermedia, aunque no con mucho
agrado (fariseos). Jesús ha predicado el Evangelio especialmente en Galilea y ahora en Judea.
Uno de los anhelos más profundos del pueblo galileo y del judío era verse liberado del yugo opresor del dominador romano que
somete, viola, oprime y mata. Una manifestación clara del sometimiento es la necesidad imperiosa del pago del impuesto a los romanos.
¿Cómo es posible que el pueblo teocrático se vea sometido a tal humillación? Esto era motivo de muchos movimientos revolucionarios y
revueltas en Galilea y Judea. El asunto del impuesto llega al centro del desencanto y de los anhelos de liberación. Jesús, el profeta
galileo y popular entre todos, ¿qué piensa de este asunto?
Él podría encabezar un movimiento de liberación definitivo. Pero no se decide. La embajada es enviada para comprometerlo y con él
toda su tarea. El momento es especialmente grave y difícil. Cualquiera de las respuestas podía comprometerle: tanto la negativa como
la afirmativa. ¿Qué hará Jesús? Los enviados comienzan con unas palabras de halago que, por otra parte, corresponden a la realidad.
En otra situación, el evangelista Juan recoge expresiones muy similares en el encuentro de Nicodemo con Jesús (Jn 3). Detrás de estas
palabras subyace el grave problema del comportamiento que han de adoptar los discípulos de Jesús inmersos en el mundo con todos
los problemas económicos, sociales y políticos a la luz de lo que hizo Jesús y exige su Evangelio. El problema era grave ayer y lo sigue
siendo hoy en medio de nuestro mundo.
2ª) ¡Que toda instancia e institución actúe como le corresponde legítimamente!
¿Por qué me tentáis? Se trata de una de las tentaciones más fuertes que asaltó a Jesús. Más de una vez, durante su ministerio, le
ofrecerían que asumiera la dirección del movimiento liberador del poder romano. Y esta tentación que asaltó a Jesús, una y otra vez,
surgía en su espíritu con singular virulencia y fuerza. Era verdad que Israel estaba sometido a una humillante servidumbre. Era verdad
que se trataba de un pueblo teocrático que no tenía otro soberano sino sólo a Dios. Pero también era verdad que él había venido a
cumplir otra misión, otro género de liberación humana e intrahistórica con perspectivas más amplias y trascendentes.
La tentación estaba muy bien planteada y calculada por sus opositores. Jesús actúa con sagacidad. Ya lo había advertido,
especialmente en una de sus parábolas, durante su ministerio. Jesús había llevado una línea de comportamiento coherente. Y ahora no
se apartará de esa coherencia característica en él en todas sus palabras y actuaciones. Responderá con la sabiduría y la
independencia que le caracteriza. Pero va a introducir un elemento nuevo en la interpretación de aquellos hechos y situaciones y válido
para el futuro de la historia de sus discípulos: la desacralización del poder temporal; la autonomía legítima de lo temporal y de lo
religioso aunque estén profundamente relacionados.
¿De quién es esta cara e inscripción? Hay que prestar especial atención a los términos utilizados por Jesús. «Cara» corresponde a un
término cuya mejor traducción es «imagen» (icono). Alrededor de esta palabra girará la respuesta de Jesús. Este término nos conduce
a los orígenes cuando Dios hizo al hombre a su imagen (icono) y semejanza. El hombre es un icono (imagen) de Dios. Pues bien, si la
moneda lleva la imagen del César, es legítimo que se le devuelva a él, pues le pertenece.
Pero observemos detenidamente la respuesta de Jesús: Pagadle o devolvedle al César lo que es suyo (su imagen), pero a Dios lo que
le pertenece (su imagen). ¿Qué ha respondido Jesús? Sencillamente, al utilizar el sentido que le permite el término «imagen» deduce
unas consecuencias imprevisibles para el entendimiento de las distintas instancias que actúan en el mundo: la política y la religiosa. El
César tiene derecho a que se le devuelva su imagen y con ella podrá hacer carreteras, obras públicas, mantener el orden, posibilitar el
bienestar entre los ciudadanos. Es su tarea y su misión legítima. Debe actuar con autonomía en su ámbito de acción.
Pero Jesús no une las dos frases con un «y » (como si las dos instancias estuvieran en el mismo plano), sino con un «pero» (sentido
adversativo de la conjunción griega) que lleva muy lejos. Al César lo suyo, pero a Dios lo suyo. ¿Qué quiere decir en definitiva? Que el
César tiene derecho a pedir y exigir lo suyo, su imagen, pero no a pedir y exigir la adoración a su persona como si fuera Dios. Dios es
único y sólo a él se le ha de rendir culto: es decir, sus imágenes le pertenecen a él exclusivamente. La adoración, el amor total sólo
debe rendírsele a Dios. Queda expresada así una profunda advertencia: el único Señor de las personas humanas es Dios y es el único
que puede pedir, en respuesta a su bondad y providencia, el culto o adhesión amorosa y libre de sus imágenes que le pertenecen
desde la creación.
Hoy, como ayer, estas palabras siguen siendo muy iluminadoras. Cada instancia tiene su autonomía y su libertad de movimientos. Lo
temporal que lo administre el César y que lo haga con justicia, equidad y buscando el bien común de todos y con un profundo respeto a
la persona humana. El ámbito de Dios, lo religioso y trascendente del hombre, es prerrogativa de Dios y del Evangelio. Sin oposición,
sin enfrentamientos, sin invasiones ilegítimas, ambas instancias deben colaborar lealmente en el bien de las mismas personas que
pertenecen en este tiempo, a la vez, al reino del César y al reino de Dios. Es necesaria la armonía y la inteligencia entre las dos
instancias para asegurar la paz, la justicia, la dignidad y el destino final del hombre.
Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)
Este comentario está incluido en el libro: La Palabra fuente de vida. Ciclo A. Editorial San Esteban, Salamanca 2004.
Iª Lectura: Isaías (45,1.4-6): Dios no se desentiende de la historia humana
I.1. La lectura de Isaías debe ser interpretada con una visión religiosa de la historia universal. El Deuteroisaías, profeta del exilio
(segunda parte del libro de Isaías, cc. 40-55), se ve envuelto en la aclamación y entusiasmo que los pueblos sometidos a Babilonia
hacen de un guerrero famoso y fundador del imperio persa: Ciro el Grande (a. 540 a. C). Si los profetas anteriores se habían valido de
Asiria como imperio para poner de manifiesto el castigo de Dios al pueblo de Israel por su infidelidad, ahora el pueblo judío, en el
destierro, necesita un libertador ¿Qué hará Dios? En la teología veterotestamentaria no todo es posible asumirlo sin el matiz de una
teología global. Ciro no puede venir de parte del Dios de Israel, pero así lo ve este profeta anónimo. Aunque no tanto por el "rey de
reyes" persa, sino por la libertad que trae a Israel con su nueva política.
I.2. Piensa este profeta desconocido que Dios se vale de la historia humana, concreta y universal, para que sus planes vayan hacia
adelante. Este es un momento de liberación, y por eso se usan expresiones agudas, de tonos altos, para hablar de un guerrero, que ni
siquiera conoce a Yahvé. El poder que trae en sus manos es poder de liberación para los desterrados en Babilonia. Se dice, con razón,
que el profeta no canta al imperialismo, sino a la libertad. Los imperialismos no pueden consagrarse y, de hecho, profetas posteriores
(v. g. Ageo y Zacarías) pondrán en entredicho al imperio persa, porque Dios, el Dios de universo y de la salvación, no se encarna en el
imperialismo, ya que éste solamente se sostiene con sangre e injusticia.
I.3. Pero es verdad que en la historia humana podemos ver la mano de Dios en la bondad o en los principios éticos y sociales de
pueblos y de gobernantes que anteponen el bien a todos los otros valores. Es una cuestión discutida en el ámbito teológico, en lo que
ha venido a llamarse la "teología de la historia". Los profetas eran muy sensibles a ello, a veces exageradamente sensibles, para lo
positivo y para lo negativo. Pero no les falta una parte de razón; al menos para dar a entender que Dios no se desentiende totalmente
de lo que hacemos los hombres. Si los dones que Él nos ha dado los aplicamos para la paz, la libertad y la justicia, estaremos en el
camino de los "planes de Dios".
II Lectura: Iª Tesalonicenses (1,1-5ª): La respuesta al evangelio
II.1. La IIª Lectura da inicio a la 1ª Tesalonicenses, que es la primera carta de Pablo y el primer escrito del Nuevo Testamento. El apóstol
celebra la fe, la esperanza y el amor de aquella comunidad que él había fundado en la capital de Macedonia. Técnicamente es lo que
se llama una "acción de gracias", que es la forma en la que Pablo da comienzo en sus cartas a las comunidades. Pero se resalta la
elección por parte de Dios (eklogên) de esa comunidad. Y la respuesta de esa elección, por parte de la comunidad, ha sido aceptar el
evangelio que se le predicó. No eligieron oro y plata, sino un mensaje que les acarrearía desventajas frente a la sociedad e incluso
frente a la sinagoga, porque algunos de ellos se pasaron al evangelio de Pablo.
II.2. Se resalta, pues, la firme esperanza de esta comunidad que, en las dificultades que hubieron de sufrir los cristianos, no
abandonaron su fe. La esperanza es una virtud escatológica y, en el contexto del otoño y del final que se acerca poco a poco del año
litúrgico, nos va a introducir en esos temas de las cosas finales. Ellos hicieron una elección definitiva, inigualable por el evangelio que él
les predicó y que les trajo la fuerza del Espíritu. Es una elección por la salvación que se les anunció, una salvación que no se tocaba
con las manos, aunque sí se anunciaba próxima, como ha de ponerse de manifiesto en algunos pasajes de esta carta Iª a los
Tesalonicenses.
Evangelio: Mateo (22,15-22): La dignidad humana no se compra, es un don
III.1. El evangelio de Mateo, hoy, nos sitúa en el corazón de las polémicas que Jesús mantiene con los dirigentes en Jerusalén y que los
evangelistas sitúan al final de su vida, precediendo a la pasión (cf. Mc 12,13-17; Lc 20,20-26). Esta vez querían comprometerlo a fondo
con las autoridades romanas, que vigilaban ferozmente cualquier movimiento social o político para castigar cualquier rebeldía.
Oponerse al César, incluso en nombre de Dios, era ir contra la «pax romana», uno de los mitos de la época. Los espías pretenden
halagarlo (Mateo sigue a Marcos y nos habla de los fariseos y los herodianos; Lucas, más coherente, nos habla de espías para
entregarlo al gobernador), pero en el punto de mira está el prefecto romano Poncio Pilato, que era un gobernante de una crueldad sin
miramientos, vengativa y arbitraria. Los judíos lo odiaban porque había introducido en Jerusalén bustos e insignias del César, además
de haber usado el dinero sagrado del templo para construir un acueducto que llevara el agua a Jerusalén (Josefo, De Bello 2,9,2;
2,9.4).
III.2. La hierocracia y aristocracia de la ciudad santa mandan sus espías para poder deshacerse de este profeta galileo que anuncia el
Reino de Dios, pero que no coincide con el reino de Roma, ni con el concepto que tienen del mismo algunos partidarios de la revolución
contra Roma, ni específicamente con el reino que ellos quieren manipular en nombre de Dios. Los rebeldes dejaban a las claras que la
única soberanía que aceptaban bajo el suelo de Judea es la de Dios (Ex 20,4-5); en ello Jesús podría estar de acuerdo. Pero las trazas,
entre uno y otros, son muy distintas. Es verdad que Jesús parecía estar en un callejón sin salida: frente a Poncio Pilato, frente a las
autoridades, frente a los revolucionarios nacionalistas, frente a todos. No obstante, él la encontró; la encontró recurriendo a las
dignidad humana que Dios ha puesto en el corazón de toda persona como imagen suya. Los espías, con su trampa, van a caer en su
propia ignominia, porque llevan en sus manos el “denario” con la efigie de Tiberio… pero Jesús no lleva nada en su zamarra. Solamente
tiene su palabra y la fuerza de la sabiduría del reinado de Dios.
III.3. Cuando es preguntado, intencionadamente pide la moneda del tributo con la efigie del César y responde: la moneda hay que
dársela al emperador; ¿por qué? Porque es el dinero, y el dinero es lo más sucio de este mundo. Los que acuñan moneda tienen poder
y por el dinero dominan a los hombres. Entonces, ¿hay que someterse a él? ¡Ni hablar! Por eso añade con una intencionalidad
manifiesta: «y a Dios lo que es de Dios». El dinero no es de Dios, sino que de Dios somos nosotros mismos, y por lo mismo nosotros
solamente debemos estar sometidos a Dios. Ya San Agustín, que afirmaba: “El César busca su imagen, dádsela. Dios busca la suya:
devolvédsela. No pierda el César su moneda por vosotros; no pierda Dios la suya en vosotros” (Com. Ps 57,11). La trampa la resuelve
Jesús, no solamente con inteligencia, sino con sabiduría, donde salta por los aires la legalidad con la que pretenden acusarlo en su
caso. La respuesta de Jesús no es evasiva, sino profética; porque a trampas legales no valen más que respuestas proféticas. El tributo
de hacienda es socialmente necesario; el corazón, no obstante, lleva la imagen de Dios donde el hombre recobra toda su dignidad,
aunque pierda el “dinero” o la imagen del césar de turno que no valen nada.
III.4. Aquí Jesús responde con una afirmación liberadora que solamente pueden captar los que no están cegados por el poder, el
dinero, el odio y la injusticia. Quizás la mejor ilustración a todo ello la tengamos en San Ireneo, en esa expresión, que es paradigma de
muchas radicalidades humanas y divinas: «La gloria de Dios es el hombre viviente; la vida del hombre es la visión de Dios». Todo esto
quiere decir que el evangelio de Jesucristo implica, en una simultaneidad inconfundible, que de la misma manera que nos descubre al
Dios viviente, nos descubre a la vez, y no por otro camino, al hombre viviente. Podemos usar los bienes de este mundo con eficacia,
pero lo que no podemos hacer es vender nuestra vida al mejor postor. Al "césar" de turno podemos darle el dinero, o los impuestos,
pero nuestra libertad nadie nos la podrá arrebatar.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
Este comentario está incluido en el libro: Sedientos de su Palabra. Comentarios bíblicos a las lecturas de la liturgia dominical. Ciclos A, B y C.
Editorial San Esteban, Salamanca 2009.
Pautas
Una trampa en forma de pregunta: “¿Es lícito o no pagar tributo al Cesar?”
¿Cuántas veces nos hacen preguntas que no buscan obtener información sino únicamente tendernos un trampa para poder
descalificarnos o llevar el ascua a su sardina? Aquí estamos ante un ejemplo de ello.
El evangelista nos dice que los adversarios de Jesús, en este caso herodianos, buscaban comprometerle. Y así plantean una pregunta
envenenada donde aparentemente una respuestas positiva llevaría a la aceptación y justificación del Imperio Romano, el poder imperial
que oprimía a los judíos en aquel momento; y donde la otra posible respuesta llevaría a la negativa a pagar tributo a ese Estado, lo que
conducía a Jesús a una posible acusación por traición a su pueblo, que implicaba además reconocer al Cesar como Rey y Señor del
pueblo judío desplazando a Dios como Señor de Israel: “Yo soy el Señor y no hay otro”, hemos leído en la primera lectura. Esta era la
postura de todo buen israelita.
La situación se presenta pues como una tensión, un conflicto entre Dios y el Cesar, entre el poder divino y el poder político o también
entre la conciencia individual y los derechos del Estado.
¿Cómo resuelve Jesús el problema y, en definitiva, cual es la enseñanza que llega hasta nosotros a través
de este episodio evangélico?
Jesús comienza haciendo una pregunta a sus interlocutores: "¿Qué dice la ley?". Y en este caso concreto "¿qué hay en la moneda?".
¿Qué dice la moneda? Como si dijera, léelo tú mismo y sabrás la respuesta, cumple la ley y no me preguntes lo que ya sabes solo para
hacerme caer.
Pero Jesús nos dice algo más.
Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios.
¿Fue una respuesta evasiva para salir del paso o está diciendo algo fundamental?
Nosotros después de tantos años de cristianismo interpretamos que Jesús, aquí, pone las bases para la normal relación entre la
organización política y la religiosa. La organización política tiene una dimensión social y económica necesarias para el buen
funcionamiento de la comunidad que la religión debe respetar. Al dar, al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios, está
apostando, además, por dar a cada uno lo suyo, está apostando, en definitiva, por una Justicia distributiva como base de toda relación
social.
La pregunta realizada tiene además implicaciones éticas. Y es que cumplir la ley, a veces no es tan fácil. El problema aparecerá en toda
su magnitud cuando los hombres y mujeres queriendo vivir con coherencia su fe adulta de creyentes cristianos comprometidos se
preguntan, por ejemplo, si: ¿se debe obedecer a un Estado, a un Cesar, que tenga leyes injustas y que pisotea los derechos humanos?
En definitiva, si se debe callar y aceptar pasivamente la injusticia o una legislación opuesta a la ética y moral más evidente y reducir el
ámbito de lo religioso a la intimidad personal y a la vida de piedad; o bien ejercer la propia libertad en el ámbito social o comunitario en
toda su plenitud.
La conclusión a la que llegamos es la siguiente: El cristiano comprometido debe tener unos criterios sociales y políticos. Puede o mejor
diríamos, debe, hacer una crítica constructiva a políticos, autoridades estatales y también eclesiásticas, para ayudarlos a realizar su
función siempre encaminada a la consecución del Bien Común.
En este sentido el Papa Francisco, en su reciente exhortación Evangelii Gaudium, dedica algunos párrafos animando a los fieles en el
compromiso político para el bien común. Dice así:
“¡Pido a Dios que crezca el número de políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar las raíces
profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo!”.
Y quita los miedos a tantos cristianos sobre su deber de intervenir en la vida política. “La política, tan denigrada, es una altísima
vocación, es una de las formas más preciosas de caridad, porque busca el bien común”. (E.G. nº205)
Y a Dios lo que es de Dios
Jesús después de contestar a quienes pretendían comprometerle añade por su cuenta algo que no le habían preguntado, es como si
quisiera decir a aquellos maestros de la ley: Está bien que os aclaréis con respecto a las leyes humanas, pero también pensad en dar a
Dios lo que es de Dios.
En la otra cara de la moneda no había ninguna imagen de Dios, pero en la mente de todos estaba presente la frase del Génesis que
les recordaba que habían sido creados por Dios a su imagen y semejanza. Así, si en la moneda hay una imagen del Cesar, en el
hombre debe estar acuñada la imagen de Dios.
De esta simbología se deduce la consecuencia de que toda persona es depositaria de esta imagen divina que debe cuidar. Es decir,
debemos vivir nuestras vidas trabajando siempre por un desarrollo humano integral para hacer valer esa imagen divina que dentro
llevamos desde que nacemos. Es la base para poder desarrollar una vida espiritual que no es un añadido a nuestra personalidad sino
la plenitud de la persona. Y en esa plenitud está la gloria de Dios.
¿Y qué podemos dar a Dios?
Esta es la pregunta que debemos hacernos hoy. El salmo interleccional que hemos leído nos habla de dar gloria al Señor, "Aclamad la
gloria y el poder del Señor”. Pero Jesús va más allá, introduce otro lenguaje novedoso para sus paisanos y una nueva actitud. No echa
por tierra las costumbres judías, él también va al templo a orar, pero empieza a hablar de un Reino nuevo que hay que CONSTRUIR, no
sólo se trata de alabar la Gloria sino de Construirla. Un Reino que está en los sencillos, los pobres, los pequeños, es decir en aquellos
que solo ponen su esperanza en el Señor padre de todos.
También el Papa Francisco habla de una nueva evangelización que ha de comenzar por escuchar ese “clamor de los pobres”. En un
mundo global como el que vivimos, ha de ser una tarea “global”, porque los pobres son pueblos enteros, regiones olvidadas, hombres y
mujeres de otras culturas que necesitan levantarse de su indigencia con la ayuda nuestra.
Esa construcción del Reino es lo que podemos dar a Dios. ¿Es una sugerencia piadosa o es más bien la obligación del cristiano de dar
a Dios lo que es de Dios?
Fr. Jesús Mª Gallego Díez O.P.
Convento de Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)
Infantil
XXIX Domingo del tiempo ordinario - 19 de octubre de 2014
Evangelio
En aquel tiempo, los fariseos se retiraron y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos
discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: - Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios
conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no te fijas en las apariencias. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto
al César o no? Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: - ¡Hipócritas!, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del tributo.
Le presentaron un denario. El les preguntó: - ¿De quién son esta cara y esta inscripción? Le respondieron: - Del César. Entonces les
replicó: - Pues pagadle al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios
Explicación
Un día los fariseos para probar a Jesús y hacerle caer para denunciarlo le preguntaron: ¿Es lícito pagar el tributo al Cesar?. Así le
denunciarían respondiese lo que fuera, porque si decía que sí, lo denunciarían a los sacerdotes; y si decía que nó, pues al tribuno
romano. Pero Jesús les pidió una moneda y les preguntó: -¿De quien esta cara que hay en la moneda? -Del cesar, le respondieron, y
añadió Jesús: -Pues dad al Cesar lo que es del Cesar a Dios lo que es de Dios.
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