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VIERNES 17 de octubre de 2014
Montevideo, Uruguay · viernES 17 de octubre de 2014 · Nº 33 [edición especial]
día del
FUTURO
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VIERNES 17 de octubre de 2014
Puede servir
Vida útil: de las cosas, de las personas. Cuándo se es útil o no, para
qué, para quién y por qué. Cuando se puede tirar algo, aunque
todavía ande mucho, poquito o
nada, entonces queda en evidencia que la utilidad es relativa al
entorno, a la oportunidad, al deseo y a la necesidad. ¿Es un joven
que busca empleo un inútil con
referencias?, ¿cuándo deja de ser
inútil y cuándo joven? ¿Y cuándo
se es viejo; para qué, para quién,
por qué? ¿Es un preso una perso-
na inútil socialmente?, ¿por qué?,
¿para quién? ¿Cuál es la utilidad
de un niño…? ¿Y la de un menor?
¿Por qué prefiero o necesito
comprar zapatos más seguido?
ya hasta el de zapatero parece ser
un oficio en retirada. Cuando un
oficio deja de ser útil, ¿qué más
se pierde, quién lo decide y por
qué? Una vieja vuelve a ser joven
porque ya es inútil para trabajar:
¿dónde?, ¿cuándo?, ¿cómo?
Sobran respuestas para estas preguntas, bucear entre ellas
y pretender conciliarlas puede
conducir a la conclusión inevitable, como tantas veces, de que
el sistema es así, de consumo, de
vidas útiles e inútiles, y que salirse
de él es imposible, o que en todo
caso el costo sería por lo menos
tan terrible como las actuales circunstancias.
La obsolescencia programada es el eje de esta propuesta
periodística del equipo de cobertura del Día del Futuro, que
se fue construyendo y nutrien-
do en paralelo a la cobertura en
sí misma de esta cuarta edición
de este espacio de pensamiento,
de sus temáticas, de sus asistentes, de sus convocantes, de los
que fueron invitados a pensar
y a aportar conocimiento en las
distintas actividades, una suerte
de ejercicio explícito del oficio
más viejo y útil del mundo, y a
su vez el más joven e inexperto,
siempre lleno de interrogantes.
El oficio de saber cuestionar
para poder preguntar y analizar
desde el presente una realidad
que viene dada y que empuja su
propia inercia, en la búsqueda de
anticiparse a la que vendrá. Para
pensarla con tiempo, sin fecha de
vencimiento.
Que lo disfruten. Ojalá que
sí, incluso en el caso de que su
contenido no les parezca útil, o, lo
que ya sería mucho peor, que directamente lo consideren inútil.
Ojalá que no.
eFeGe
Leer al dorso
Obsolescencia programada, el origen y el fin
Benito Muros es un empresario
catalán que dice haber inventado la
lamparita de luz eterna, que puede ser
reparada. Dice que lo logró tras investigar los componentes de una que está
prendida desde 1901, cuando Dennis
Bernal, con su empresa Livermore
Power and Light Co., la instaló como
luz nocturna en un antiguo garaje que
servía tanto de comisaría de Policía
como de estación de bomberos. Desde
su invención han pasado ya 113 años,
y se ha mudado varias veces de instalación hasta situarse definitivamente
en la Estación Uno de bomberos de Livermore, California, Estados Unidos.
Muros dice que lo amenazaron cuando sacó su producto al mercado, y que
su fin no es el lucro, sino el cuidado
del ambiente. Aspira a convertirse en
referente mundial de los grupos que
se oponen a la obsolescencia programada, mediante la creación de una
plataforma virtual que reúna los distintos movimientos nacionales.
Otros dicen que es un chanta, un
fraude, y que sus bombillas en realidad
son similares o iguales a la tecnología
led, y que para saber si duran tanto como ésas (60.000 horas o, mejor,
“toda la vida”) falta mucho aún. Muros argumenta que al poder abrirse es
reparable. Incluso sus ex compañeros
de activismo, de quienes se abrió para
crear su empresa OEP Electrics, lo acusan de haber empezado a perseguir el
lucro con su grupo Sin Obsolescencia
Programada y su correlato empresarial
Word SOP Corporation. Incluso, según
el portal Informativos.net (que aporta
un documento: http://www.informativos.net/public/images/2014/1008_sop/
industria_edited.html), el gobierno de
Cataluña le ordenó recientemente, el 2
de octubre, que presentara documentación que demuestre que su producto
cumple con la normativa de seguridad
vigente, luego de que el desarrollador
de ese objeto, y ex socio de Muros, lo
denunciara por estafa. Asegura que,
cuando los clientes le mandaban unidades para reparar, directamente les
enviaba una nueva. Él contesta que lo
día del
FUTURO
quieren desacreditar porque está poniendo en jaque a la industria que está
señalada como el origen de la práctica
de la obsolescencia programada.
Se sabe. Las empresas Osram, Philips y General Electric conformaron en
1924 el primer cártel empresarial, que
duraría formalmente 15 años y que incluía a otras compañias menores, que
se repartieron el mercado mundial,
estandarizaron la producción y fijaron en 1.000 horas la duración de las
bombillas incandescentes, la misma
que tienen actualmente. El cártel existió hasta que una firma escandinava
logró no sólo fabricar una lamparita
más económica, sino también romper
el monopolio e introducirla con éxito
en el mercado, obligando al monopolio
que lo dominaba de hecho a replantearse su estrategia.
Según varias fuentes de información, el término obsolescencia programada fue creado en 1932, cuando
Bernard London, un comerciante poderoso que proponía terminar con la Gran
Depresión, propuso hacer obligatoria la
Laboratorio de Fotometría en la Facultad de
Ingeniería de la Universidad de la República.
/ foto: alessandro
maradei
obsolescencia programada con el fin de
reactivar la economía. En 1932, London
desarrolló este concepto en su libro The
New Prosperity. El tema quedó picando
y, aunque sumó varios adeptos, nunca
llegó a convertirse en ley. No sería hasta
1954 que el término se popularizaría,
esta vez por el diseñador industrial estadounidense Brooks Stevens, quien brindó una conferencia sobre publicidad en
Minneapolis bajo ese título.
De aquel pacto entre los fabricantes de lámparas, que se bautizó Phoebius, a la actualidad, muchas cosas han
cambiado, y en la lógica de los hechos y
de las tecnologías no siempre lo duradero es bueno, ni lo fugaz corto. El punto parece radicar en la intencionalidad
y en la información que se le brinda al
usuario sobre las características de las
cosas que compra y le venden.
En Uruguay, desde hace un lustro
se viene poniendo énfasis desde distintos organismos en la calidad de la
luz que se consume en el país: desde la
Dirección Nacional de Energía y UTE se
alienta un cambio en la matriz de lám-
paras, que incentiva el ingreso al mercado de las fluorescentes compactas,
que utilizan la misma tecnología que
los tubos fluorescentes, más conocidas
como de bajo consumo, cuya duración
es de entre 6.000 y 8.000 horas.
En mayo de este año, el Instituto
de Ingeniería Eléctrica de la Facultad
de Ingeniería de la Universidad de la
República y la Dirección Nacional
de Energía del Ministerio de Industria, Energía y Minería inauguraron
las ampliaciones del Laboratorio de
Eficiencia de Lámparas, que aumentó
su capacidad de testeo e incorporó
nuevos aparatos para verificar que la
vida útil anunciada se cumpla.
El mecanismo, según lo explicó
el director del laboratorio a la diaria, Nicolás Rivero, consiste en una
prueba efectiva de encendido sobre
una muestra de una partida de lámparas que quiere ingresar al mercado.
Para el caso de las incandescentes,
es de 100 horas. Quedan prendidas
durante ese lapso, luego son medidas
en fotómetros y, según el procentaje
de respuesta positiva, se aprueba o
no el producto. Para el caso de las
fluorescentes la prueba insume 2.000
horas reales para establecer si la durabilidad promocionada es real. Para
Rivero, la historia de la bombilla centenaria en el cuarto de bomberos de
Livermore resume la contradicción
entre duradero y bueno, en el entendido de que la tecnología disponible
en aquellos años no necesariamente
se ajusta a ciertos parámetros que
actualmente tienen un peso específico mayor, como la contaminación
ambiental o la propia calidad de la
luz. Rivero cree que pensar que lo
bueno sería que todas las lámparas
de ahora fueran como ésa, con luz en
apariencia eterna, puede terminar en
un sinsentido en pocos años, ante la
aparición de nuevos conocimientos
que permitieran mejorar la eficiencia,
reducir la contaminación o mejorar la
calidad lumínica.
Federico Gyurkoivts
Redactor responsable: Lucas Silva / Editor: Federico Gyurkovits / Diagramación: Martín Tarallo, Jessica Stebniki y Pablo Paredes / Edición gráfica: Fernando Morán / Producción
periodística y textos: Natalia Calvello, Vanina Di Blasi, Elisa González Carmona, Florencia Pagola, Lucía Pedreira, Laura Rey y Stephanie Demirdjian / Fotos: Alessandro Maradei /
Corrección: Maura Lacreu, Silvia Rodríguez y Karina Puga / Coordinación Día del Futuro: Lucía Pardo, Irene Rügnitz y Agustina Santomauro / Comerciales: Pablo Tate / Coordinación
operativa: Antonieta Giannarelli / Logística: Alessandro Maradei / Distribución: Martín Álvez.
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Camino al andar
Especialistas desarman la madeja de la obsolescencia programada
La sociedad de consumo, el sistema capitalista, el neoliberalismo, el mercado.
Los individuos, el bienestar, la calidad de vida, la conciencia, la solidaridad. Con
estos conceptos como punto de partida , dos economistas, un especialista en
desarrollo y un sociólogo tiraron líneas para desentrañarlos y analizar cómo
repercuten en la vida de todo ser humano, de las comunidades y del mundo
entero. Algunas alternativas sistémicas ya comenzaron a mostrar sus primeras
hojas, pero el árbol es alto, y quiere llegar al cielo.
La obsolescencia programada es una
herramienta más del sistema capitalista mediante la cual se producen bienes
y servicios sin limitaciones. Se crea un
nuevo producto y una nueva necesidad, se lo vende como una comodidad
de última generación; el consumidor lo
compra, se le rompe, lo tira y lo vuelve a
comprar. Los costos sociales y ambientales son menores para un sistema basado
en el lucro y en una sociedad que ha mercantilizado hasta la vida de las personas.
El secreto de esta herramienta es
que los productos tengan fecha de vencimiento. Ya no existe más la heladera
que la abuela se compró cuando se casó
y la heredaron los hijos. Tampoco arreglar el lavarropas, remendar las sábanas
rotas o tejerse un buzo; es más práctico
y económico comprar el producto nuevo. El consumo es el motor del sistema:
permite tener las fábricas activas, los
obreros con trabajo y los comercios con
ventas; en contraste, se va destruyendo
o erosionando el ambiente, y la brecha
de desigualdad entre ricos y pobres se
amplía cada vez más.
Las políticas neoliberales son la
bandera de la economía occidental,
que mediante los patrones de consumo
controlan la vida de las personas. La explotación laboral y la depredación de los
bosques y los océanos son algunas de las
consecuencias más extremas que se le
endilgan a este sistema. Sin embargo, los
expertos señalan que la obsolescencia
programada trae aparejadas innovación
en ciencia y tecnología, y renovación y
especialización de productos. Para muchos no se puede volver atrás: el capitalismo, el consumismo y el neoliberalismo son un hecho, pero sí se pueden
desarrollar alternativas.
¡Compre ya!
Existen dos tipos de obsolescencia: la
programada y la percibida. La primera es
la manera en que las empresas producen
sus bienes con una fecha de vencimiento
calculada y deliberadamente impuesta.
Uno de los ejemplos más notables es el
de las impresoras: mediante un chip se
determina la cantidad de copias durante
las que van a funcionar. También están
los productos que por su mala calidad
duran poco. Otro caso es el de bienes
que funcionan, pero una nueva versión los deja obsoletos, como pasa, por
ejemplo, con los productos electrónicos.
Descartar celulares que todavía tienen
vida útil porque salió una versión con
nuevas aplicaciones es una práctica más
que extendida.
En lo que respecta a la obsolescencia percibida, se puede decir que es más
sutil, pero no menos intencionada. En
este caso, la atención recae en la construcción simbólico-cultural de cada producto. Mediante el fenómeno social del
consumismo, la publicidad y la creación
de deseos, se condiciona a las personas a
comprar nuevos bienes cada cierto tiem-
po por más que no tengan necesidad de
hacerlo. Este es el caso de renovar el ropero cada temporada según lo impone
la moda, o el estatus que genera tener el
último modelo de auto. Así, el valor simbólico de los bienes sobrepasa al valor
de uso, generando que el tener sea una
condición exclusiva del ser humano.
Andrés Rius es economista investigador del Instituto de Economía de la
Facultad de Ciencias Económicas y de
Administración de la Universidad de
la República (CCEE-Udelar). Si bien la
obsolescencia de los bienes no es objeto
de estudio de los economistas uruguayos, Rius sostiene que el concepto es
“relativamente conocido” para quienes
estudian el fenómeno del consumo. Para
el especialista, “es probable que muchas
de las empresas practiquen deliberadamante” la obsolescencia programada,
aunque corran riesgos, ya que no es totalmente seguro y puede que les salga “el
tiro por la culata”. Uno de los ejemplos es
Microsoft. La productora multinacional
de software informático y equipos electrónicos tuvo que sacar de circulación
sistemas operativos “porque la gente no
los quería”. “Eran malos y obviamente
estaban hechos para hacerte comprar
una versión nueva que no aportaba
nada”, relató Rius.
Muchas son las prácticas que utilizan las empresas para estimular el consumo, o incluso para tomar las riendas
del mercado frente a sus competidores.
En lo que respecta a la telefonía celular,
Rius comentó que sería mucho más beneficioso y práctico para los usuarios que
todos los cargadores sirvan para cualquier celular, pero ninguna empresa va a
dejar que el cliente, una vez que rompió
o perdió el suyo, pueda reponerlo con
cualquier marca. Las lógicas de mercado y el poder de las empresas generan
situaciones de las cuales el consumidor
muchas veces sale perdiendo.
De todas formas, el economista
también reconoció que hay otros casos
en los que el consumidor es favorecido.
Rius residió un tiempo en Estados Unidos y allá se compró una computadora.
Le costó 1.500 dólares, pero vio en algún
cartel del comercio que si en otro lado
encontraba el mismo producto por menor precio, con la boleta, se le devolvería
la diferencia. No encontró precio más
barato, pero sí reclamó por otro asunto.
Unos días después de efectuada la compra, pusieron la computadora en oferta;
la política del comercio era que no tenía
por qué pagar más que quienes la compraron unos días después con el precio
rebajado. Así fue que le devolvieron 200
dólares. Ésta es una competencia mucho
más agresiva; “no es que las empresas
se ponen de acuerdo con los precios,
sino que realmente se están quitando
mercado entre ellas todo el tiempo”, reconoció Rius.
Más allá de los tira y aflojes propios
de la competencia entre empresas, el
Werba, empresa
dedicada al reciclaje de
metales. / foto:
alessandro maradei
profesional contó que algunos colegas
entienden que esta “renovación permanente de los bienes y servicios estimula
la innovación y el cambio”. Existen casos
en los que tecnologías que tienen un uso
importante en la salud o la educación
son resultados de investigaciones realizadas por empresas que buscan mejorar
la producción de sus bienes de consumo.
Por ejemplo, la investigación que se requiere para fabricar televisores más sofisticados y visión tridimensional, según
Rius, está hermanada con la búsqueda
por mejorar las imágenes en medicina,
o los “programas que se usan para asistir
a personas con discapacidad”. “Algo que
empieza con una finalidad recreativa termina teniendo una finalidad productiva
social”, especificó el investigador.
Orejón
Por sus dimensiones, el mercado uruguayo cuenta con lo que Rius llamó “capitalismo periférico”, ya que “nos llegan
versiones desvirtuadas de las normas y
funcionamientos del mercado del norte”.
Muchas veces las empresas transnacio-
nales no tienen repuestos para sus productos en Uruguay, sin embargo, para
un mismo bien no se le puede decir que
no al cliente estadounidense porque es
obligatorio tener stock suficiente, contó
el economista, y agregó que esa empresa en Estados Unidos compite con otras
cuatro o cinco de grandes dimensiones
por la calidad del servicio.
Una de las mayores problemáticas
que detecta Rius en el mercado local
es que está poco regulado, lo cual determina que el Estado “no tiene mucha
capacidad de hacer cumplir sus propias
leyes de competencia”. El Estado debe
mantenerse alerta a los casos de abuso
de las empresas hacia los consumidores,
siempre respaldado por investigación y
con la certeza de que la situación de desajuste sea veraz. Para Rius esto es difícil
de aplicar, porque en el caso de que se
sancione a una empresa de forma indebida, se abre espacio a la judicialización.
“La idea es aplicar reglas mínimas que
impidan los abusos”, opinó Rius.
Para las economías abiertas a empresas extranjeras también hay otros de-
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safíos a enfrentar. Rius dio el ejemplo del
mercado cervecero en el país, dominado
por una empresa multinacional con base
en Brasil que es dueña de todas las marcas
que se comercializan dentro de fronteras.
Si bien “no se ha podido probar que abuse
de su poder, ya que podría poner el precio
a tope porque no tiene competencia, somos muchos los que creemos que la calidad y la variedad empeoró”, confesó Rius.
Esta situación obliga a los consumidores a
ofrecer resistencia y plantearse alternativas.
Así es que de la mano de clubes cerveceros
se formó un pequeño circuito de cerveza
artesanal, que supera ampliamente en calidad a la industrial.
Otra de las consecuencias de ser periféricos y chicos es tener una capacidad
negociadora limitada. “Muchas veces las
empresas te dicen: ‘en estas condiciones me
voy’ y efectivamente se van, y alguno de esos
querías que se vaya, pero otros no”, relató
Rius, para quien no sólo las transnacionales
cometen abusos, sino que hay “una lógica
común económica” que también rige para
las empresas nacionales.
En este entramado social donde el
consumo es el leitmotiv, ¿qué ocurre con
los sectores más bajos de la sociedad? El
hecho de que grupos de individuos con
pocos recursos imiten a referentes con
más dinero, por ser íconos populares o
por considerarlos exitosos, desvela a muchos de los académicos. Bertoni dejó en
claro la contradicción: “Existe una percepción de privación por parte de algunos sectores sociales, a quienes se les pide
que se conformen con lo que tienen; sin
embargo, las señales de las empresas y el
gobierno les indican que la falta de acceso
a un bien es un síntoma de exclusión”.
En el terreno de la economía de estudio, Rius indicó que esta problemática ha
demostrado que es una buena justificación para poner impuestos a quienes consumen mucho. Hay un grupo de personas
de altos niveles de ingresos y consumo, y
otro que trabaja más horas, se endeuda, y
deteriora su calidad de vida. En definitiva,
unos viven peor que otros por tratar de
imitarlos. Para Rius, con los impuestos se
consumiría menos, bajaría el despilfarro,
y se achicaría la brecha; “habría menos
esfuerzos infructuosos por tratar de conseguir un nivel más alto”.
Sin embargo, el economista advierte
un inconveniente: “¿Cómo hacés para explicarle al grupo de abajo que éste no es
un buen estilo de vida? […] Por un lado,
son fenómenos que se podrían corregir,
pero por otro son decisiones individuales de la gente que deben ser respetadas”,
diferenció. Por su parte, Bertoni va más
allá del planteo economista: “No alcanza
con limitar a los que tienen para que no
consuman tanto si la sociedad entiende
que el prestigio está asociado exclusivamente al tener”. Y si bien reconoce que
“los impuestos pueden ayudar como un
desestímulo”, necesariamente deben ir
acompañados de un “cambio cultural
muy fuerte”.
¿Tener o no tener?
“El consumo se transformó en un factor cultural de primer orden en todo el mundo”,
destacó el sociólogo Eduardo Morás. En la
sociedad de consumo, los individuos siguen
un “determinado patrón de comportamiento acorde a lo que occidente entiende que
es el bienestar y mejores formas de vida”,
completó Reto Bertoni, coordinador de la
Licenciatura en Desarrollo de la Facultad de
Ciencias Sociales de la Udelar. En este sentido, para estar legitimado e incluido socialmente, se deben compartir los patrones de
consumo que se imponen. Para Bertoni, la
visión negativa de la obsolescencia es porque tiene detrás “la idea de acumulación”.
“No es que tener algo mejor sea malo, el
problema es que te impongan la necesidad
de tenerlo”, profundizó el especialista.
Yabba Dabba Doo
Partiendo de la base de que el sistema capitalista tiene el objetivo del crecimiento
por el crecimiento, y que la producción
económica actual trae aparejados costos sociales y ambientales notorios, se
vislumbran cada vez más caminos alternativos a los tradicionales. Uno de ellos
es el “decrecimiento”. Esta corriente de
popularidad creciente en Europa, con
fundamentos teóricos de pensadores
del siglo XX, rechaza principalmente el
crecimiento económico, el liberalismo,
y el productivismo.
Thomas Marois, economista inglés
que estudia temas de desarrollo y neoliberalismo y que visitó Uruguay a principios de setiembre para participar en el
Seminario de Empresas Públicas organizado por Antel y Trasnational Institute en
el marco del Día del Futuro, contó a la diaria que no es adepto a esta corriente, porque “tiene muchos riesgos sociales”. Entre
otras cosas, dijo, implica principalmente
que los individuos “pierdan su trabajo”,
mientras que “al pueblo no le importa
la estrategia política, sólo necesita pan
y agua”. Desde el ángulo del desarrollo,
y sin referirse al decrecimiento, Bertoni
“no tiene una visión naif”: “Todos somos
hijos de determinado entorno y pautas
culturales que nos trascienden, entonces
parece fundamentalista plantearse que
se puede vivir mejor sin luz eléctrica o
sin computadora. No podemos volver a
la edad de piedra”, insistió el especialista.
“Una alternativa real tiene que empezar fuera del mercado. Es lo más poderoso
que podemos hacer para superar el neoliberalismo”, planteó Marois, abriendo la
puerta a lo que puede ser un recorrido
diferente. Su apuesta es a que los principios de la vida estén fuera del mercado, y
no bajo la influencia del consumo; concebir una justicia diferente, en la que “se
incluya el pensamiento de la comunidad,
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la posibilidad de trabajar y decidir juntos
de manera productiva. Poder plantearnos
si necesitamos más juguetes de plástico u
otras maneras de mejorar la calidad del
agua”, se explayó Marois.
La obsolescencia programada es interpretada por el economista como “una
estrategia poderosa del capital, que tiene una implicación muy profunda para
la sociedad”; por esta razón, insistió, la
solución está fuera del mercado. El mismo hincapié hizo en la eliminación de
los commodities. Además, para Marois,
el cambio debe ser “sistémico, no particular”: “Generar juntos nuevas maneras
de producir cosas, con una idea diferente
que no sea sólo ganar”. Una “economía
solidaria”, con “ideas verdes, […] igualdad
de género […] y sin racismo” son las “ideas
sociales” que propone para reestructurar
los principios que rigen a las sociedades.
Un lugar especial ocupan las finanzas: “El control de la moneda es muy
importante para crear alternativas”. El
economista inglés aclaró que el dinero
no es exclusivo del sistema capitalista, y
que “el capital financiero es tan poderoso
que cualquier alternativa al sistema va a
fallar si no hay opciones financieras para
combatirlo”. En este sentido, destacó la
creación por parte del gobierno uruguayo
del Fondo para el Desarrollo (Fondes),
y de toda iniciativa que estimule “fines
progresivos”. El control de la moneda es
un tema del que “debemos hablar más”,
enfatizó el entrevistado.
Nuevas alternativas surgen para un
sistema que muchos consideran obsoleto.
Nuevas voces plantean el descontento y
reflexionan sobre cuál es el mejor porvenir de la sociedad. Falta generar más
instancias de discusión y reflexión, y que
cada individuo tome conciencia y se cuestione qué camino prefiere transitar.
Florencia Pagola
Joven se busca
La búsqueda de empleo y la acumulación de conocimientos
Mientras un diseñador gráfico de entre 21 y 30 años podrá integrarse a una
agencia digital en crecimiento, mujeres
de entre 23 y 27 años son posibles candidatas a asistente de ventas de productos
de informática. Estos son sólo algunos de
los perfiles que los empleadores buscan y
cuyos avisos pueden verse en un diario de
circulación nacional publicado la semana pasada. ¿Existe fecha de vencimiento
para integrarse a determinados empleos?
“Lo primero que aprendí a usar es
el Lotus 123. Un día cambiaron a Excel y
pasé de ser una especialista a una analfabeta”, cuenta Gabriela Pintos Trías, quien
dicta clases sobre comportamiento organizacional en la Licenciatura en Administración de Empresas de la Universidad de
la República, al tiempo que trabaja como
consultora en diseño organizacional. Éste
es sólo un ejemplo de algunos conocimientos que se vuelven obsoletos y pierden sentido ponerlos en un currículum.
Por otra parte, aunque para algunas
profesiones es más políticamente correcto buscar un determinado rango de edad,
esto no sucede en todos los casos. Si bien
difícilmente se cuestione que en primera
división de fútbol los jugadores de mayor
edad pisen como máximo los 35 años, podría ser mal visto que una persona de 50
años no sea seleccionada para atender
la barra de un boliche únicamente por
su edad. Según Pintos, no se trata de que
las personas tengan una “fecha de vencimiento”: las decisiones de los empleadores así como las trayectorias laborales se
ven atravesadas por varios factores.
Desde el punto de vista del empleado, seguramente, los factores que lo motivaban para la realización de una tarea
al ingresar a un empleo luego de 20 años
ya no representan un incentivo, “y, si lo
sigue haciendo de igual manera, va a rendir menos”, asegura Pintos. Por tanto, algunas tareas terminan siendo propias de
un momento específico de la trayectoria
laboral de una persona, lo que no significa que hayan perdido la capacidad para
realizarla. Es claro, por ejemplo, en una
carrera como medicina, en la que tomar
la presión puede ser una tarea relevante
para un practicante que se inicia en la actividad, mientras que para un médico de
años será un elemento muy básico en su
rutina. Según Pintos, a eso se le suma la
falta de costumbre por parte de las empresas de planificar carreras, y el cambio
mismo que se da en el desarrollo de actividades dentro de un trabajo, ya sea por
cambio de tecnología, por la tendencia
del mercado o por la necesidad de parecerse y generar empatía con el cliente.
Esta empatía está directamente vinculada a la capacidad de consumo y al
público al que se dirige el mercado. Los
locales de indumentaria femenina para
jóvenes difícilmente sean atendidos por
hombres mayores de 40 años, ya que parecerse al cliente resulta entonces una
necesidad para asociar la marca a un
determinado estilo. Por otra parte, Pintos entiende que puede existir una suerte
de “mitología” según la cual se considera
que si el candidato es joven entonces será
innovador, proactivo, “sin mañas”, cuando
en realidad son rasgos de la personalidad
que no se determinan por la edad.
En diálogo con la diaria, el sociólogo Eduardo Morás expresó que una de
las problemáticas principales de Uruguay vinculadas a la juventud es lo que
llama la “persistencia de la desigualdad
estructural”. Entre otros aspectos, los jóvenes siguen siendo los más afectados
en términos de desempleo, empleo de
mala calidad e informalidad. Y peor aún,
se trata de una condición estructural de
la sociedad, no es una coyuntura ni un
mal arrastrado de unas pocas décadas.
“Los jóvenes son los primeros en perder
el trabajo en la época de crisis y los últimos en recuperarse en la época de alto
económico”, aseguró.
En la actualidad el desempleo es históricamente bajo, con una tasa que ronda
el 6,9%. Sin embargo, hay una constante
y es que “si querés saber de cuánto es el
desempleo en los jóvenes menores de
24 años, multiplicalo por tres”, expresó
Morás. Para el caso del trabajo informal,
una regla también sencilla puede apli-
carse duplicando la cifra cuando se trata
de jóvenes de ese rango de edad.
“El trabajo se ha hecho precario y en
los más jóvenes los porcentajes de informalidad son sumamente elevados”, expresa
Morás, quien cita uno de los fascículos del
Atlas sociodemográfico y de la desigualdad
del Uruguay, donde se da cuenta de que las
personas de entre 15 y 17 años tienen una
informalidad de 93,2%, y en los menores de
24 alcanza a la mitad de esta población. Esta
condición implica falta de cobertura, de seguridad social y, seguramente, un menor
salario. A ello se le suma otra realidad y es
que la educación, según Morás, ha perdido
valor instrumental para la inserción laboral,
en la medida en que encuestas del Instituto
Nacional de la Juventud muestran que nueve de cada diez experiencias laborales de
jóvenes entre 15 y 17 años se dan por redes
de contacto y no por razones de formación.
Sobre este aspecto, la investigación
presentada a fines de setiembre por Paula
Carrasco, del Instituto de Economía de la
facultad pública de Ciencias Económicas y
Administración, revela que las condiciones
de ingreso de los jóvenes en el mercado influye fuertemente en lo que será el resto de
su trayectoria. Por tanto, el haber carecido
de cobertura social en el empleo inicial aumenta las probabilidades de que esa condición se traslade a lo largo de su carrera.
Elisa González Carmona
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Es una ciencia
Las tecnologías y sus consecuencias desde una mirada filosófica
Fernando Flores Morador es uruguayo, pero vive en Suecia desde 1982, cuando
se fue del país como exiliado político tras haber pasado cinco años preso,
desde 1972 a 1977, por su militancia contra el régimen militar que se instalaría
en 1973. Entonces era todavía un estudiante de filosofía, disciplina en la que
finalmente se diplomó. Desde 1998 es docente de la Universidad de Lund,
desde donde se proyecta y relaciona con el mundo.
Es autor de varios libros acerca de
uno de sus principales objetos de estudio: las tecnologías y el rol de las
ciencias humanas en la constitución
de las culturas y sus relaciones mutuas. La entrevista fue vía skype y estará separada en tres partes (páginas 6, 8
y 11), ya que aborda, discute, contradice algunas y reafirma otras de las
perspectivas que se reflejan en esta
edición especial de la diaria.
“La filosofía que yo practico, que
ahora se conoce como posfenomenología -porque todo es pos ahora- es
bastante nueva, aunque arranca con
Heidegger. Un profesor americano,
Don Ihde, de 80 años, hace una síntesis entre fenomenología y pragmatismo, que es lo que yo desarrollo con mi
trabajo sobre tecnologías rotas y otros
libros. He tratado mucho el posmodernismo en relación con otros temas, y la
gente que toma contacto se da cuenta
del potencial enorme que hay en esta
metodología, que tiene la posibilidad
de darnos una perspectiva totalmente
nueva respecto a cosas que se vienen
discutiendo hace mucho tiempo y en
general se dan siempre las mismas respuestas, clichés. Se dan por sentadas
cosas que muchas veces contradicen
la lógica del sentido común, pero no se
puede explicar muy bien por qué. Este
sistema nos permite penetrar mucho
más a fondo en cuestiones como la obsolescencia programada, si es posible,
en qué casos, cómo...”
–¿Se
–
discute la obsolescencia
programada (OP) en la Filosofía?
Yo lo discuto y lo estudio porque tiene que ver con las tecnologías rotas,
pero en general se sigue discutiendo
en escenarios tradicionales: en economía, el pensamiento que domina
las universidades hoy tiene una metodología positivista que intenta calcular si hay pérdidas o ganancias, y
“Las tecnologías son
parte de la
vida, son
seres vivos,
no son seres
muertos”.
por otro lado en la tradición marxista,
ecologista-marxista, se diaboliza el
capitalismo. En general, la economía
positivista defiende el derecho a la OP
como una medida económica lógica
del mercado, mientras que la tradición marxista la condena por su responsabilidad medioambiental, por
su consumismo. Tenemos una tradición muy importante de la Escuela
de Frankfurt con [el filósofo Herbert]
Marcuse, en los años 60, construida
sobre la crítica al consumismo. De ahí
viene un poco ese tema que es muchísimo más complejo de lo que se pinta
y tiene que ver con, entre otras cosas,
la capacidad o no de la sociedad humana de planificar el futuro, aunque
parezca mentira. Creo que está muy
relacionado con el proyecto comunista de planificar la economía, que
termina fracasando, y el estudio de
por qué fracasa nos aporta muchísimo para entender por qué la OP es en
realidad imposible.
Es un fenómeno del monopolio
económico, es negativo a veces y
otras, positivo, a veces se logra y otras
no. En realidad no existe, se inventa.
Es un tema muy interesante, se relaciona con la planificación económica
y la previsión del futuro. Pero en principio la exageración con la que se ma-
neja y se asegura es totalmente traída
de los pelos, no se puede argumentar.
–¿Exageración?
–
Hay sectores, como el ambientalista,
que son verdaderamente militantes en
este tema, insisten en que hay manipulación, que el circuito de circulación de
capital es muy intenso, que nos impulsa al consumismo, etcétera. Que tenemos que ir a una ética, y ¿cómo definís
esa ética?, que se pregunte: ¿qué es lo
que no vas a consumir y de qué vas a
prescindir? Si los ordenadores PC de
Microsoft son mucho más baratos y
tienen más o menos el mismo servicio
técnico, ¿por qué no suprimimos los
productos de Apple que son más caros
y en general sólo venden diseño? Pero
la mente humana no funciona solamente con base en lo que es práctico
y hay otros elementos, como la belleza,
que impulsan el consumo.
Por otro lado, la intensidad del
circuito de capital genera trabajo y
riqueza. La riqueza, el querer mejorar, el querer trabajar, es parte de la
naturaleza humana, no se puede restringir. La Unión Soviética es el mejor
ejemplo de eso: cuando lo intentaron
con su política económica realista,
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Mundo del revés
Derechos del consumidor sobre tela de juicio
El ser de consumo se pasa la vida consumiendo. Y aunque sea una de sus actividades principales, según los especialistas, en Uruguay poco se respetan sus
derechos ni se ataca fuertemente uno
de los problemas que más padece: el sobreendeudamiento. A la vez, le falta organizarse con sus pares y ser más crítico.
El mercado está constituido por las
empresas, el Estado y los consumidores.
En esta tríada, quien corre con desventaja es el consumidor, porque está solo.
“Te vendieron una cosa que duró menos
de lo estipulado, y por eso no hacés una
marcha”, expresó el economista Andrés
Rius. En este sentido, Estado y consumidores deben trabajar juntos. El primero,
a través de la incorporación de técnicos
que investiguen el tema, además de regular el mercado y fijar reglas a las empresas para que no incurran en prácticas
abusivas. Los segundos, por su parte, deben tomar conciencia de sus derechos
y fortalecer las organizaciones sociales
que los representen.
Para Rius, “muchos de los logros que
hay en países más avanzados respecto a
la protección de consumidores surgieron de los movimientos sociales”. Si bien
“hemos agotado este modelo para vivir,
admite muchas modificaciones, no es
rígido”, afirmó. Uno de los ejemplos es
Brasil. Un referente en la región que ha
logrado grandes cambios gracias a una
organización social muy fuerte y un Estado que la respalda. Así es que Uruguay
tiene el ojo puesto permanentemente en
el desarrollo que el vecino ha tenido en la
materia, tomando como ejemplo y adaptando muchos de sus avances.
Otro pasito
Dentro del Ministerio de Economía y
Finanzas (MEF) está constituida el Área
de Defensa del Consumidor. Su encargada, Ana María Sánchez, contó a la diaria los pasos a seguir cuando llega una
denuncia. Se recepciona el reclamo, se
notifica al proveedor y este tiene diez
días para responder, puede que prefiera arreglar el problema directamente
con el denunciante, que no responda
o que no se haga cargo. En este último
caso se realizan audiencias en el edificio
de la dependencia. Existen dos grandes
sectores que evidencian de qué trata la
mayor cantidad de denuncias: productos
y servicios, y finanzas. El rol de la defensoría es negociar para que ambas partes
salgan beneficiadas. Según la encargada,
la mayoría de los casos se resuelve antes
de pasar a audiencia.
De los 26.000 reclamos que tuvo el
área en 2013, la mayoría tuvo respuesta satisfactoria. En el caso de que no se
llegue a un acuerdo, se pasa a la vía judicial. El área ya extendió oficinas a los
departamentos de Salto, Maldonado y
Canelones, y tiene convenios con las
intendencias de Río Negro y Flores. Su
aspiración es llegar a todo el país. Una de
las herramientas que tienen las diversas
oficinas conectadas entre sí es el Sistema
Nacional de Defensa del Consumidor,
importado de Brasil. Les sirve para saber
cuántos reclamos hay en cada departamento y de qué tratan.
Sánchez también cuenta con orgullo
los avances de los vecinos. En Brasil ya
tienen Secretaría de Defensa del Consumidor, lo que les da más jerarquía e
independencia a los derechos de los consumidores; en Argentina, lo mismo, y en
Paraguay se está por formar. En Uruguay,
dar este paso de independencia es decisión del Poder Ejecutivo, de todas formas, Sánchez cree que “hay un determinado camino a seguir”, que es el mismo
que “el de los países que nos rodean”. Si
bien el Área de Defensa del Consumidor
ha mejorado mucho en los últimos años,
queda camino por recorrer, hacen falta
consumidores más organizados, conscientes y demandantes. Es necesario que
no estén totalmente dominados por las
empresas y que les hagan contrapeso en
el mercado, “esto justifica que el Estado
intervenga y ayude a que el movimiento
de consumidores crezca”, enfatizó Rius.
Según el economista, el mismo
apoyo debe darse a las asociaciones,
ya que en este momento “son chicas y
poco visibles”. Consumidores y Usuarios
Asociados (CUA) es una asociación civil
creada en 1998 que defiende el derecho
de los consumidores y que ha luchado
mucho desde su inicio, contó su directora general, Yandira Vega. “Uruguay es el
único país de la región que no apoya a las
asociaciones de defensa del consumidor,
a pesar de que la ley lo exige”, lamentó
Vega. Por esta razón, a pesar de sus 1.200
socios, CUA “está muy sola”, enfatizó.
Sin código
En agosto de 2000 fue promulgada la Ley
de Relaciones de Consumo Nº 17.250.
Esta ley de orden público regula las relaciones de consumo y resguarda los derechos de los consumidores. Según Vega,
esta legislación fue aprobada “porque el
Mercosur lo exigió”, principalmente Brasil, que “tiene la mejor ley del mundo”. De
todas formas, insiste en que en Uruguay
no es respetada.
Mirta Morales trabajó muchos años
como abogada en el Área de Defensa del
Consumidor del MEF. Además, integra el
Centro Interdisciplinario de Relaciones
de Consumo de la Facultad de Derecho
de la Universidad de la República. Según
Morales, a pesar de los años que tiene la
ley, “tiene poco marketing”. Al no estar en
conocimiento de los consumidores, estos
no conocen sus derechos y, por lo tanto,
no exigen. Tampoco los proveedores están informados, “por lo que no cumplen
como deberían; y lo que a veces asusta un
poco es que no está en conocimiento de
los mismos decisores, nos sorprenden
algunos fallos judiciales que no toman en
cuenta la ley”, declaró la abogada.
Morales cuestionó que los jueces
hagan primar el uso del Código Civil
de 1868 por sobre la Ley de Relaciones
de Consumo, más reciente y específica.
Además, muchas veces cuestionan la
“calidad del consumidor”, y “se ponen
más formalistas, a pesar de que la ley
no es tan formal como el código”, agregó. Para Morales esto ocurre en parte
porque en Uruguay la formación de los
abogados carece de una materia sobre
relaciones de consumo, “se dan como
coletazos, te dicen que es una ley como
otras tantas”, relató.
Entre los bienes y servicios más
reclamados en la repartición del MEF
se encuentra la telefonía celular: An-
tel es quien encabeza el ranking de los
20 proveedores con más reclamos en
2013, con 1.736; Claro está en segundo lugar, con 733. “Hay que tener en
cuenta el volumen que tiene Antel”,
especificó Sánchez. Los reclamos se
basan principalmente en los celulares
que se rompen enseguida; incumplimiento del contrato, de la garantía o
de la prestación de servicio; no se
entrega el producto; productos en
garantía que con más de tres entradas al servicio técnico deberían ser
cambiados; vicios aparentes y ocultos; servicio no solicitado; falta de
información; publicidad engañosa;
no hay cobertura en la zona y cláusulas abusivas. Según Vega, de CUA, el
problema de Antel “es que tiene que
asegurarse de que las empresas que
trabajan para ellos deben hacer las
cosas bien”, porque “la tercerizarión
no le sirve al consumidor”.
Otra de las categorías más reclamadas, tanto en Defensa del Consumidor como en CUA, son los préstamos:
“Gente que saca un crédito y después
no lo puede pagar; pide en otro lado y
se forma la famosa calesita”, contó Vega.
Para Morales, éste es un problema de
toda Latinoamérica, pero en Uruguay
parte de la base “del aluvión de préstamos que se dan sólo con la cédula”, y
sin ningún tipo de control.
Según las especialistas, actualmente
en el país hay un sobreendeudamiento
importante de la población. Morales
entiende que está bien darles la oportunidad a quienes no acceden a cierta
calidad de vida, mediante créditos, pero
que “sean razonables”. Necesariamente
se debe chequear el sueldo de las personas, si tienen casa propia o cuenta en el
banco hipotecario, “porque eso influye”,
ilustró la abogada. Lo ideal sería que los
préstamos los den sólo los bancos, pero
las personas con menor poder adquisitivo no acceden allí, por lo que terminan
sacando “préstamos de los supermercados o de una zapatería”. “Incluso, una vez
que las personas están en el clearing, se
les sigue dando préstamos a sola firma”,
agregó Morales. FP
Hipervínculos
La psicóloga Sylvia Montañez aportó ideas sobre los nuevos modos de relacionarse
“Si la existencia singular se abre al mundo y, en vez de encontrar la completud,
se constata la separación con los otros
que nos permite acercarnos y, en el mismo momento, nos distancia de nosotros
mismos, la búsqueda de ‘comunión’ y/o
la búsqueda de unión es un anhelo que
no encuentra una ficción reparadora que
pueda mediar para el logro de una comunidad cultural colectiva y configuradora
de la subjetividad, ¿qué nos queda? ¿El
desarrollo tecnológico puede ocupar el
lugar de mediación? ¿Son los vínculos
sociales la fuerza productiva principal o
lo es la tecnología?”, se pregunta la psicóloga Sylvia Montañez en su artículo
“Mediación y conciencia. Hegel y el presente de la comunicación”.
“¿Cómo influye el cambio tecnológico en las relaciones humanas?” fue el
punto de partida para el diálogo con la
diaria. En tiempos de continuos cambios
tecnológicos y de imposición de la cultura del “úselo y tírelo”, es muy probable
que se generen nuevas subjetividades.
Según el pensador Umberto Galimberti,
citado por Montañez durante la entrevista, el ser humano ya no usa la tecnología
como un medio ni la domina, sino que se
ha sumergido en un mundo tecnológico,
que denomina poshumanista, porque la
tecnología “nos habita, forma parte de
nuestra vida”. Montañez sostiene que vivimos una etapa de transición en que las
categorías alguna vez entendidas como
“sustantivas” actualmente adquieren el
apellido de “zombis”. La familia, la escuela, el trabajo y las ideologías, que en
su momento tuvieron un “horizonte de
sentido, que conformaban creencias, va-
lores, hoy han cambiado y colapsado y
ya no significan nada”. Asimismo, si bien
esos espacios generaban pertenencia,
también eran coercitivos. Por eso, la
docente adjetiva esta época como más
liberadora en este sentido.
Montañez mencionó a Martin Heidegger, que en su libo El Ser y el tiempo
explica la diferencia entre el miedo y la
angustia, entendiendo al primero como
un temor a algo concreto, mientras que
el segundo supone desconfianza a lo
nuevo y desconocido. “La sociedad se
angustia porque no sabe y porque nada
dura”, explicó. Sin embargo, antes había ilusiones o creencias establecidas
que actuaban como puntos de apoyo
y ahora ya no.
Las ventanas hacia la intimidad
que permitió la tecnología han provo-
cado dificultades para discernir entre
las fronteras de lo público y lo privado.
Según Montañez, en la modernidad,
el ámbito privado era un refugio del
ámbito público, hostil y de difícil participación. Hoy los blogs y otras tecnologías han llevado a un cambio en esas
fronteras. Los blogs se posicionan como
espacios de mera narración personal en
los que se comparte públicamente información privada. “Hay una exacerbación del yo donde estalla el espectáculo,
es un espacio público que no dice nada
o casi nada”. Aunque los rostros ya no
se busquen y ahora miren pantallas, la
psicóloga sostiene que “hay un anhelo
de encontrarse y en esa búsqueda probablemente media la tecnología”.
Laura Rey Gonnet
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te daban casa, trabajo, educación,
salud y no alcanzaba, la gente no era
feliz. Eso lo corrigen los chinos hoy,
con el mercado socialista que tienen.
En verdad no es un invento chino, ya
lo había probado Lenin en Rusia, pero
sin querer -no creía mucho en eso, que
dio resultados fabulosos durante unos
años y después lo abandonaron-.
–¿Sin
–
monopolio no hay OP?
No, porque la competencia, si empiezo a producir con menor calidad, saca
algo mejor y me tira para afuera del
mercado.
–En
–
general pareciera que los
productos de ahora son de menor
calidad...
¿Qué es la calidad? Suponete que
comprás un refrigerador que dura
50 años. ¿A qué empresa le puede
convenir construir refrigeradores?
Lo más probable es que los eliminemos porque no va a haber un mercado. Para que haya un mercado tiene
que haber trabajadores que cobren
todos los meses y tiene que haber accionistas que cobren todos los años
su capital de retorno. ¿Quién decide
eso? Lo decide la sociedad mediante
mecanismos muy complejos que son
imposibles de describir racionalmente. Eso ya es bastante claro en el caso
paradigmático de las lamparitas eléctricas. Fue un monopolio que duró
unos 15 años; el monopolio cuando
dura poco generalmente es bueno
porque genera estándares, en ese
caso concreto abarató la producción
y todo el mundo pudo acceder a las
lámparas. La obsolescencia sacó al
mercado una bombilla que duraba
1.000 horas cuando en aquel entonces
ya se podía producir una que duraba
20.000. Ahora, ¿de dónde se saca que
la duración es igual a la calidad, calidad de qué? ¿Porque es físicamente
más resistente? Pero la física en la
economía no tiene nada que ver, y
en el gusto de las personas tampoco.
El mercado humano de comercio es
antropológico, no físico.
–Sin
–
embargo, hay una tendencia a
asociar la calidad de las cosas con su
tiempo de vida útil.
Hay que ver también de qué artefacto
hablamos, si es una casa y a los diez
años se te hace agua es un desastre.
Hay un mínimo de duración de las
cosas; puede que haya productos que
estén por debajo de lo que la sociedad
acepta. Es muy probable que sea así,
y hay compañías que desaparecen, el
mercado las elimina. Siempre hubo
y va a haber productos inferiores a la
norma. Pero los estudios de mercado
que hacen las empresas más establecidas arrojan el mismo cálculo que
haría cualquier persona con sentido
común. Un ordenador después de
cinco años no me interesa que viva
porque va a estar anticuado. Ahora
con las tablets, que son pantallas sensibles, los sistemas operativos que no
son sensibles a las pantallas ya son
obsoletos. En los refrigeradores no es
tan así, pero los de ahora consumen
muchísima menos energía, no con-
taminan, entonces, ¿para qué querés
un refrigerador de hace 50 años que
contamina, consume mucha energía
y encima enfría poco?
–¿Qué
–
son las tecnologías?
Las tecnologías son parte de la vida,
son seres vivos, no son seres muertos.
Tienen existencia en tanto la sociedad
les da vida, y tampoco son fijos, puedo usar un refrigerador para guardar
libros, el hecho de que lo use como
refrigerador es lo que lo hace refrigerador. Las cosas no tienen una vida
independiente de la nuestra, son lo
que nosotros queremos que sean, la
duración es un aspecto físico, como
las moléculas, los átomos. La máquina de vapor dura, está entera ahí. La
podríamos seguir usando, pero ¿por
qué no la usamos? Porque la sociedad
donde creció no existe más, pasa a
ser un objeto de museo. Un ecologista
podría decirte “usémosla, es mucho
más sana que los motores eléctricos”,
sí, pero porque sea más sana no podemos volver a la edad de piedra. Eso
quedó atrás, la sociedad de la edad
de piedra eran 20 personas, nosotros
somos miles de millones para alimentarnos y educarnos, no podemos volver a tecnologías de aquellas épocas.
–¿Qué
–
pasa con el costo social?
La gente padece mucho por el
sobreendeudamiento. Y cuando
dijo que en la Unión Soviética con
determinado régimen la gente no
era feliz, yo me pregunto si con este
sistema consumista sí lo es.
En Uruguay, como en todas partes,
hay una clase media muy competidora, eso genera muchísimo estrés. Y
eso lo provoca la propaganda comercial. Es un problema muy difícil de
resolver porque existe en todos lados.
No veo una solución simple, porque
el tema de los grupos sociales y del
prestigio ante la competencia es incluso anterior al capitalismo, existió
en todas las sociedades. Sobre todo
en las clases medias, que quieren progresar económicamente, que viven
tratando de cambiar el auto, hacer un
viaje, tener la ropa de moda. Eso es
un problema grave. Probablemente
deba resolverse con grandes discusiones, la participación de partidos
políticos, los sectores civiles, las religiones, la iglesia; son procesos muy
lentos, muy largos. Que la gente esté
endeudada se podría controlar mediante medidas económicas que el
gobierno puede tomar para limitar
el endeudamiento privado, eso se
puede hacer. Que la gente deje de
tener ese estrés del consumo, eso es
algo que solamente se puede poner
a discusión.
–¿Es
–
ética la OP?
Cuando hablamos del análisis filosófico de la OP, dejamos de lado la
parte ética y hacemos un análisis
por el análisis en sí, para encontrar, describir el fenómeno, analizar
las ideas que aparecen, más allá de
tomar posición a favor o en contra.
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La heladera, el auto, la televisión y
unos cuantos artefactos más nunca se
les rompieron a los abuelos. Pero ya no
es así. No importa la marca ni el precio,
a veces los aparatos duran menos de lo
esperado y no vale la pena arreglarlos,
mejor comprarse uno nuevo. Otras veces, aunque no se rompan, los nuevos
modelos que salen al mercado invitan
al recambio. Aunque este tipo de producción parece moverse por otra órbita, Uruguay no escapa a esta realidad.
Tampoco escapa al dilema ético de los
ingenieros y fabricantes cuando se enfrentan a la obsolescencia programada.
“Últimamente no conviene arreglar
nada porque las cosas están diseñadas
para que eso sea así”, contó Gianfranco
Premuda, mientras su reloj de 1870, que
encontró en la feria de Tristán Narvaja,
no cumple con esta premisa. Lo reparó
unas semanas atrás y ahora se mueve al
compás del tiempo. Premuda es ingeniero industrial y, entre otras cosas, fue
pionero de la producción automotriz en
Uruguay, en 1967. Aunque no compra un
auto “por la pinta”, considera que ya no
vale la pena fabricar uno que dure varias
décadas: “Ahora todo el mundo quiere
uno con airbag. Los autos rusos duraban
60 años, nadie los quería, pero andaban”.
Carlos Gera, gerente de la Asociación de Informáticos del Uruguay, coincide con el ingeniero y agregó que “la durabilidad ya no es tan importante para
el consumidor”. El astrónomo Santiago
Roland, quien investigó sobre la temática
en su época de estudiante, entiende que
hay una “obsolescencia psicológica”, ya
que “se le da valor al objeto como si fuera
diez veces mejor que el otro”.
A Roland siempre le interesó la
obsolescencia, a tal punto que prefiere
buscar objetos que le duren más antes
que guiarse por las tendencias. Por eso
se arma sus computadoras: “En vez de
comprarme una que sale 200 dólares
y a los dos años la tengo que cambiar,
prefiero gastar 800 y que me dure cuatro
veces más”. Algo similar ocurre con su
celular a prueba de todo: caídas, agua,
suciedad. Roland no quiere “forzar su
mente” a darle a la obsolescencia un
celular cada dos años.
Made in Uruguay
Según Premuda, los fabricantes uruguayos no toman en cuenta la obsolescencia: “Cuando hacemos una máquina, un
producto o algo, tratamos de que dure lo
más posible”, expresó. Fernando Silveira,
director del Instituto de Ingeniería Eléctrica de la Facultad de Ingeniería de la
Universidad de la República, coincide: “A
nadie se le pasa por la cabeza que dejen
de andar, el desafío es que no fallen”, ya
que la mayoría de los ingenieros trabaja
en sistemas que así lo requieren, como
en su caso, que diseña equipos médicos.
Premuda contó que en los comienzos de la producción automotriz en Uruguay la Fiat era una “industria modelo”.
Se fabricaba un “paragolpes en serio”, así
que cuando el italiano Gianni Agnelli,
presidente de la compañía, vino a Uruguay, le preguntó al ingeniero cómo se
fabricaba una matriz tan cara: “Le expliqué que estaba hecha en partes, con
artesanos, y que había mucho ingenio
pero poco costo”. No obstante, cuando
Agnelli supo el precio de cada auto, él y
los demás italianos se empezaron a reír:
“Gli uruguaiani sono tutti matti! Questa
porquería más caro que un Ferrari?”.
Uruguay también cuenta con la particularidad de ser uno de los pocos países que fabrica calefones de cobre, contó
Premuda, y añadió que este tipo de material dura “para toda la vida” y es más caro.
Gianfranco Premuda, ingeniero, en su domiicilio con su reloj de péndulo de procedencia alemana. / foto: alessandro maradei
En punto
La ética profesional y la producción uruguaya
“Un fabricante no puede pensar en que
no va a seguir vendiendo, salvo en países
como el nuestro, donde competimos en
calidad”, señaló. Holanda es uno de los
países que los sigue fabricando con este
material. En ese país hay una reglamentación que descuenta de los impuestos,
durante cinco años, todos los artículos
que se compren para el hogar. Aunque el
calefón de cobre dure más tiempo, “ellos
igual lo tiran porque no les cuesta”, aseguró. Sin embargo, el ingeniero contó que
el cobre se recicla, los holandeses logran
que se tire menos y que su industria funcione. “No sé si es ética o es inteligencia
del sistema”, expresó.
No obstante, para Premuda, Uruguay todavía no es un país industrial.
Expresó que “la industria nuestra decayó
con la china”, ya que “los chinos decidieron ganar 30 dólares por mes y que un
kilo de pan cueste medio dólar, entonces
no se puede competir”. A su vez, “cuando
vamos a China a comprar las partes de
las motos para armar, nos ofrecen cuatro
amortiguadores iguales, pero uno cuesta
el doble que el otro, la diferencia está en
la obsolescencia”, aseguró y sostuvo que
los compradores eligen la calidad según
su propio mercado.
Hacer o no hacer
Algunas impresoras tienen un contador
de páginas programado para que dejen
de funcionar tras determinada cantidad
de copias. Este es uno de los tantos ejemplos que conlleva un dilema ético dentro
del campo de la ingeniería. Por un lado
están los ingenieros de la vieja escuela
que consideran que “sus creaciones son
intelectuales y que tienen que ser cada
vez mejores”; por otro, están los de la nueva escuela, a quienes “se les paga para
hacer cierto trabajo y eso puede implicar
fabricar una cosa débil”, ilustró Roland.
No obstante, Gera sentenció que “no
pasa por la ética ni por los ingenieros,
es un tema comercial” y agregó que el
fabricante tendrá mayores ganancias en
la medida en que se vendan más productos. En este sentido, “el ingeniero se
encarga de diseñar un aparato según los
requerimientos comerciales”. En contraposición, para Roland no hay que pensar
sólo en el mercado, ya que “si no tenés
planeta tampoco vas a tener mercado”. El
astrónomo indicó que no vivimos en un
planeta de recursos infinitos, por lo cual
comprar un celular por año implica contaminar el planeta doblemente: cuando
se fabrica y cuando se tira.
“Cada vez que uno habla de obsolescencia, mete el dedo en el sistema
capitalista, entonces ahí la discusión es
casi política, más que técnica y más que
moral incluso”, sentenció Premuda. Roland agregó que el capitalismo se mueve en una lógica de recursos ilimitados:
“El ingeniero puede trabajar en uno o en
otro sistema, pero al planeta le sirve uno
de esos dos. Capaz que muevo menos
plata, pero la ganancia se ve reflejada en
otras cosas, en algo más a largo plazo”.
Para Silveira, la evolución de la tecnología de las comunicaciones es la más
acelerada, por eso los aparatos son cada
vez más potentes. Las consecuencias de
esto son industrias más costosas, que
exigen un mercado mayor y, al tratarse
de tecnologías de punta, la confiabilidad
es cada vez menor. Según él, se sobreentiende que las nuevas tecnologías se
aplicarán en productos con una vida útil
de pocos años, como celulares, tabletas y
computadoras. Si bien “recortarle la vida
útil deliberadamente a un equipo es un
dilema ético al que los profesionales deberían resistirse”, Silveira considera que
la escasa durabilidad de un producto
está más vinculada a bajar los costos de
producción según las reglas del mercado.
La ética profesional es un tema que
preocupa al ingeniero químico Raúl
Prando. Para él la tecnología no es neutra, por eso en la toma de decisiones se
debe responder a un “cuadro de valores
que depende del valor máximo que tenga cada persona”. Según Prando, hay un
dilema ético si de obsolescencia programada se trata y además falta información
veraz para el consumidor: “Si sabemos
que tal artículo tiene una vida útil de cinco años, deberían decirlo”.
Para el filósofo Fernando Flores, el
dilema ético afecta no sólo al fabricante
sino también al consumidor: “Todo tiene una dimensión ética, pero debe colocarse en términos de lo que es realista”.
Ejemplificó que “no se puede cerrar una
fábrica y dejar a la gente sin trabajo”, ya
que hay cosas que “serán muy éticas,
pero son utópicas”. No obstante, ante
un caso personal, Prando considera
que “hay ciertos valores que no se pueden claudicar”: “No sé si corresponde
que el profesional siga conservando el
trabajo o que busque otros horizontes.
Lo que digo no es teoría, yo lo viví en
determinado momento y esa fue la decisión que tomé”.
Con el paso de los años, la tecnología avanza y el tiempo entre el descubrimiento y su aplicación es cada vez
menor. Por eso, en 2060 “el tiempo se
vuelve cero y el hombre podrá resolver cualquier problema”. Así resumió
Premuda un artículo de su colega Juan
Grompone y agregó que “en un mundo
de locos como éste, y al mismo tiempo
maravilloso, la obsolescencia es absolutamente necesaria”, aunque se trata
de una “cadena maléfica”: “Es un mundo sin moral, no podemos ni hablar de
moral, porque ya no existe. No se puede
tener algo que no existe”.
Natalia Calvello
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Las posiciones éticas tienen que ver
con los sentimientos o ideas. Los
marxistas tienen determinadas ideas,
los liberales otras, y pueden tener
éticas irreconciliables. Pero ambos
pueden coincidir en la descripción
de un fenómeno, aunque después
los sentimientos frente al fenómeno
sean distintos. Es eso lo que creo que
hace mucha falta. Hay mucha pasión,
mucha ética y poco análisis. Cuando
decimos “la OP es un hecho porque se
producen cosas que no duran”, ahí ya
estamos promoviendo la superficialidad, es decir, ¿que no duran en qué
sentido? ¿Socialmente, físicamente?
Una lámpara vieja es como no tener
lámpara, entonces que prenda no nos
ayuda. Hay que empezar a entender
que no es un problema para químicos y físicos, sino que es un problema
para sociólogos, antropólogos y psicólogos. La lámpara va a seguir dando
luz, pero en una sociedad que no es la
nuestra, sino la de nuestros abuelos o
padres. ¿Y dónde está la diferencia?
Eso es lo que tenemos que estudiar, y
hay que promover el estudio.
–¿Qué
–
son las tecnologías rotas?
Las tecnologías no se reducen a los
artefactos. Hay tecnologías sociales,
políticas. Votar, por ejemplo, es una
tecnología. Muchas no las vemos, es
necesario reflexionar e ir descubriéndolas. Empezaron para cubrir ciertas
necesidades. Éste es el tema central
de mi estudio de las tecnologías rotas; las tecnologías son interesantes
de estudiar porque son como pedazos
de sociedad coagulados, están ahí, fáciles de observar, sobre todo las rotas.
El último Iphone es difícil de analizar
porque estamos enamorados del objeto, pero después de que queda viejo
lo podés empezar a estudiar y analizar.
Es necesario que haya una cierta perspectiva para estudiar las tecnologías.
–¿La
–
teoría económica del decrecimiento es una alternativa al
capitalismo?
Si lo que se quiere decir con esto es
que se abandona este capitalismo rapaz que sólo produce ganancia, creo
que vamos en camino a eliminarlo,
porque la sociedad en su complejidad
le pide desarrollarse más. Una de las
cosas que hay que tener en claro es
que el capitalismo no es el Diablo o
Dios, porque a veces se dice que es el
responsable de todas las cosas, como
si fuese casi imbatible. El capitalismo es un conjunto de tecnologías
humanas que surge por una necesidad, y desaparecerá el día en que no
tengamos más esa necesidad. Mientras nos siga dando resultado va a seguir siendo usado. Como el martillo,
mientras no encontremos un método
mejor, seguiremos usándolo. Creo
que se va a ir llegando a un decrecimiento y se va a ir dejando de buscar
el crecimiento. Pero hay un problema, en la medida en que la población
aumenta, hay un crecimiento que es
inevitable, que es el de abastecer a esa
gente. Cuando nací, en 1950, existía
en el mundo la mitad de las personas
que hay hoy; en mi vida, la sociedad
mundial ha tenido que alimentar al
doble de personas. Si mirás estadísticas, la gente vive mejor hoy que hace
50 años, incluso en los países más pobres. Esto no es gracias al capitalismo,
es gracias al socialismo, a la guerra
fría, a los movimientos de liberación
nacional, a las iglesias, a la experiencia acumulada, a la conciencia de que
la pobreza genera guerras, y por ese
camino vamos. Yo soy muy optimista,
tremendamente optimista.
–¿En
–
qué casos es claro que no es
útil consumir sólo por el hecho de
consumir?
Hay muchas cosas que lo están mostrando claramente, en primer lugar,
si vamos a las tecnologías del cuerpo humano, hoy somos conscientes
de que fumar, beber en exceso, estar
muy gordo o muy flaco no es bueno;
hacer ejercicio es positivo. Son todas
tecnologías. Exigen una disciplina, un
control, motivarse permanentemente, y vemos que ya no alcanza: a mí
la propaganda de cigarrillos ya no me
entra, estoy inmune. Y como éste hay
muchos otros ejemplos. Hay propagandas que ya no calan. ¿Hasta qué
punto me puede influir a mí cierto tipo
de propagandas que están destinadas
a la moda o la ropa? En Europa se preguntan mucho si hay trabajo infantil
detrás de esto, y si la tal Zara emplea
a niños o no, y dónde los compran y
qué sueldos pagan. Se sigue consumiendo, pero eligen a la empresa que
trata mejor a sus obreros y que no emplea mano de obra infantil, y eso es
11
un cambio de consumo importante.
Si me compro un coche que es híbrido
estoy tratando de no contribuir con los
gases; hay una serie de cosas que se
están imponiendo. Las empresas están
tratando, en su comercialización, de
imponerse como verdes. En Uruguay
siguen dando muchas bolsas en los
súper. Eso es una cuestión concreta,
se pueden usar biodegradables y si las
cobran capaz que te acordás de llevar
la tuya. Muchas veces son pequeñas
cosas que son tecnologías también.
Eliminar la bolsa no se puede, pero si
es biodegradable, mejor.
–¿La
–
sociedad de consumo es fruto
de la posmodernidad?
El consumismo voraz tiene su momento más alto en los años 50 y 60.
Como producto del posmodernismo
nace el ecologismo. El ecologismo
nace en Estados Unidos en esos años,
como reacción al consumismo voraz,
más voraz en aquella época. El consumismo más peligroso es aquel que
no es consciente de las consecuencias económicas, sociales, políticas
y ecológicas. En ese sentido hay que
trabajar: mucha educación, círculo
de estudio, investigación, muchos
programas de radio, tv y revistas; que
no sea sólo el análisis superficial de
las cosas. Ir transmitiendo ese saber.
Dejar los lugares comunes, esas cuestiones fáciles que se repiten una y mil
veces y que no aportan mucho y, a
veces, son totalmente erróneas.
Florencia Pagola
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Vida inútil
Trabajadores recicladores de desechos electrónicos.
/ foto: alessandro maradei
Los residuos tecnológicos tras la obsolescencia programada
“Uno tira el celular y se desentiende, pero si lo tira en el fondo de su
casa, mediría muy distinto cómo hacerse cargo de las cosas”, sentenció el
astrónomo Santiago Roland, estudioso de la obsolescencia programada.
Las máquinas se vuelven obsoletas
cada vez más rápido y por esto se
generan más residuos tecnológicos.
En un escenario mundial en el que
falta conciencia y medidas concretas
sobre la disposición final de los aparatos eléctricos y electrónicos, toneladas de basura terminan en países
como Ghana, India, Nigeria, Vietnam,
Bangladesh y China. Estos residuos
llegan desde Europa y Estados Unidos, muchas veces en forma de “donaciones solidarias” y son destruidos
a través de quemas a cielo abierto, lo
que genera gases que contaminan el
entorno. Mientras estos países son los
vertederos del mundo, en Uruguay
varios actores no están ajenos a la
problemática y exigen aprobar un
proyecto de ley que está estancado
desde hace años.
Cuando un aparato eléctrico
o electrónico deja de funcionar se
puede separar una parte del equipo
que sea reutilizable, pero hay otros
componentes que no son tan fáciles
de reciclar. Cromo, cadmio, plomo y
mercurio son algunos de los metales
contaminantes que se ubican en las
placas de las computadoras o en los
tubos de los monitores. Estos últimos,
aunque están obsoletos, se siguen
vendiendo en el mercado local.
Estos aparatos rotos o en desuso terminan generalmente en los
vertederos municipales, se rompen
y liberan los metales nocivos, contó Carlos Gera, gerente general de
la Asociación de Informáticos del
Uruguay (Asiap). Por eso se trata de
un asunto de salud pública, más que
medioambiental, señaló. Para el reciclaje de los materiales tóxicos se
requieren instalaciones especiales
que eviten la contaminación. Esta
tecnología no está aún disponible
en el país y su exportación hasta las
plantas de reciclado europeas, que
es “cara y complicada”, se realiza por
intermedio de empresas locales.
Alternativas clasificadas
Desde hace nueve años, Raúl Rodríguez está vinculado a los residuos
electrónicos a través de lo que empezó siendo la cooperativa Crecoel, en
la organización San Vicente. Surgió
como un experimento, cuenta Rodríguez. En la organización había que
tirar una computadora, él se la llevó
y la desarmó: “Vi que era un comienzo, un residuo que le vas sacando un
jornal”. Con los años varió mucho el
emprendimiento; lo cierto es que desde entonces han aportado una solución para las empresas que quieren
deshacerse de sus equipos obsoletos.
“Cuando se le termina la vida a una
computadora, cuanto más rápido se
recicle es menos contaminante; he
entrado a empresas que hacía tres o
cuatro años que [las computadoras]
estaban guardadas y había un olor
ácido muy fuerte en esa habitación”.
Una vez que tienen los equipos
comienzan a desguazar y a clasificar
entre materiales ferrosos y no ferrosos. Los primeros, conocidos como
chatarra, se llevan a Laisa, una empresa fundidora de estos elementos.
Los materiales no ferrosos son llevados a otra empresa, Werba, donde
además reciben los monitores de rayos catódicos para exportar a Alemania, explicó Rodríguez. Actualmente
la microempresa aguarda la habilita-
ción de un espacio para realizar las
tareas de desguace; sin embargo, se
encargan del traslado de aparatos que
generalmente vienen clasificados por
las propias empresas. Por ejemplo,
Direct TV cada dos meses renueva las
antenas y decodificadores y es uno
de los clientes estables de Rodríguez.
El trabajador reflexionó que “la
renovación tecnológica está bien,
pero no en forma tan acelerada”.
Además alertó sobre la necesidad
de controlar la tecnología que entra a Uruguay: “Ahora está entrando
basura de Estados Unidos y China
que se termina más rápido; es tanta
la cantidad de desechos que tienen,
que tratan de cambiarlo y mandarlo
para acá como la gran novedad, pero
en realidad es residuo lo que estamos
comprando”.
Otra oportunidad
Cada mes, la Intendencia de Montevideo (IM) retira entre 15 y 30 ordenadores, aunque en el organismo se utilizan
máquinas por más tiempo del estimado, contó Pablo Damseaux, coordinador de Microinformática de la IM.
Según Damseaux, hace unos años los
desechos se remataron, se procesaron
y los restos volvieron a la usina; a partir
de ahí se decidió empezar a trabajar
de otra manera. La idea es comenzar
una preclasificación del estado de los
equipos, quitarles las partes útiles,
como discos y memoria, y embalarlos para aislar los materiales tóxicos.
El paso siguiente será una licitación y
quien retire el material deberá detallar
el procesamiento final de los residuos.
Damseaux agregó que también se están donando máquinas al programa
Antel Integra. Además, el organismo
adquirió 400 equipos nuevos que gastan menos energía y se está explorando
la “virtualización de escritorio”, para
conectar las máquinas viejas a un servidor que realice el procesamiento de
información, de forma de “centralizar
recursos para alargar la vida útil”.
Por su parte, el programa Antel
Integra recibe computadoras y celulares en desuso. Mediante un equipo conformado por funcionarios del
organismo y estudiantes de UTU, las
computadoras se reacondicionan y se
distribuyen entre quienes lo necesiten. La presidenta de Antel, Carolina
Cosse, explicó a la diaria que “el proyecto parte de tomar varios problemas de la realidad”, como el medio
ambiente y el acceso, para “generar
conocimiento y habilidades”. Además,
se sumó el deseo de Antel de “investigar, trabajar y promover el software
libre y la investigación tecnológica
dentro de la empresa”, indicó Cosse.
Ya se recibieron 4.000 equipos
que fueron reciclados; no obstante,
la presidenta indicó que se necesitan
más donaciones. En el caso de los celulares y monitores de tubo, estos van
a parar a un contenedor que se lleva
al exterior para su reciclaje.
Las computadoras reacondicionadas tienen el respaldo de Antel y
durarán algunos años más. Cosse aseguró que hasta el momento no ha pasado que las computadoras presenten
problemas “porque tienen software
libre y muy buena imagen, además
las recibe gente que recién empieza,
entonces no van a poner un Matlab
ni un Autocad”. La ingeniera explicó
que el objetivo del programa está en
darle una computadora a alguien que
nunca la tuvo: “Yo propongo darle una
en buenas condiciones, con software libre, buena capacidad, al mismo
tiempo que el país está teniendo una
realidad de telecomunicaciones como
muy pocos países del mundo”. En este
sentido, estimó Gera, “cualquier iniciativa que tomes para alargar la vida
útil de un aparato es una actitud ambientalmente responsable”. Aunque
esto no resuelve completamente el
problema de qué hacer con los residuos tecnológicos en el futuro.
Una forma de mitigar los daños de
la contaminación tecnológica se lleva
adelante desde el Servicio de Evaluación y Control de Calidad Ambiental
de la IM. Su directora, Gabriela Feolla, contó que se está estudiando el
suelo de los asentamientos a través
de una nueva tecnología que permite
evaluar en el momento la concentración de metales. Esta contaminación
se debe a un manejo informal de residuos, como la quema de chatarra
electrónica.
Sin receta
Los involucrados en la temática coinciden en la necesidad de una reglamentación sobre la manipulación de estos
desechos. Para Gera no es un tema
fácil, ya que “ningún país del mundo lo tiene completamente resuelto”.
El gerente de Asiap considera que si
existiera una regulación se les podría
decir a las empresas qué hacer: “Hay
empresarios que nos han dicho en
confianza que tenían un depósito lleno de equipos, contrataron una volqueta, sacaron las cosas y pasaron los
carritos a llevárselas”. Además se les
podría exigir determinados controles
a las empresas recicladoras.
Federico Souteras, jefe del Departamento de Residuos Sólidos y Sustancias de la División de Planificación
Ambiental de la Dirección Nacional
VIERNES 17 de octubre de 2014
de Medio Ambiente (Dinama), consideró que, si bien existieron algunas
propuestas del Poder Legislativo para
la normativa, éstas tenían “algunas fallas”, “no desde lo que está escrito, sino
de cómo lo podés aplicar después”. Explicó que el problema tiene dos partes:
tener qué hacer con los residuos y que
la población tenga a dónde llevarlos.
Una de las carencias que identifica era
que “se decía que había que llevar el
aparato a la casa donde lo compraste,
ponían restricciones que en la práctica es complicado de cumplir, por eso
fue quedando un tanto congelada, no
porque no sea relevante, esos intentos
tuvieron limitaciones y quedaron ahí”.
Desde la Dinama se generó un
grupo de trabajo en 2012, con la finalidad de hacer un programa piloto sobre residuos electrónicos, que
finalmente no se pudo concretar.
Igualmente, Souteras cuenta que la
experiencia fue positiva porque “par-
ticiparon una cantidad de empresas
que empezaron a bajar a tierra en
qué consiste hacerse cargo de los residuos electrónicos”. Pero no se llegó
a realizar la experiencia piloto “porque partimos de una base de que las
empresas estaban un tanto más lejos
del problema que lo que pensábamos
originalmente”, indicó.
El técnico expresó que en la Dinama el problema de los residuos
electrónicos “nos importa, pero en la
13
agenda también empezaron a pesar
otros temas que tenían que ser atendidos”. En este sentido consideró que
avanzando en otras reglamentaciones
respecto a los residuos “de todas formas se está contribuyendo a la parte
de residuos electrónicos”. También
aseguró que es uno de los temas de la
agenda para conversar con la próxima
administración.
Vanina Di Blasi, Natalia Calvello
Pocos pero buenos
Sobre los oficios en vía de extinción
“Buenos eran los de antes”. ¿Cuántas
veces hemos escuchado decir eso?
¿O afirmar que lo nuevo es tan malo
que, cuando se rompe, es preferible
tirarlo y comprar otro que mandarlo
a remendar? Pensemos en los oficios
tradicionales que emergieron de la
necesidad de arreglar lo que se rompió. Parecería que, a medida que la
obsolescencia invade las lógicas de
consumo, algunos oficios empiezan
a desaparecer.
No es fácil contactar a un afilador.
Sin embargo, con Juan Carlos Ramos
fue bastante sencillo: alcanzó con
buscar por internet. Nunca se puede
saber por qué barrio anda, pero es
sencillo reconocerlo gracias al clásico sonido de su flauta dulce. Ramos
ejerce hace ya un cuarto de siglo. “Afiladores verdaderos seremos cuatro en
Montevideo”, señaló mientras ponía a
punto unas tijeras. Contó que la mayoría de las veces “hay que buscar el
trabajo” y que es un oficio fluctuante
en tanto depende “del tiempo, de si la
gente tiene plata y de las costumbres
de los uruguayos, que por ahí prefieren ponerse un champión de marca
pero no afilar un cuchillo”. En cuanto
a la obsolescencia de su empleo dijo
que el mundo está hecho “de cosas
descartables”, lo que fomenta el usar
y tirar más que el reparar. Además,
señaló que “la gente busca lo práctico,
compra la carne cortada, entonces no
usa el cuchillo”.
Mirta estaba sentada, cosiendo
con la máquina el cierre de una campera roja de nailon. Modista desde
hace diez años, admite que “ya vamos quedando pocas” y que “en los
barrios ya no existen”. “Hoy en día la
vida es muy rápida, entonces nadie
quiere esperar a que le arreglen las
cosas”, expresó. Otra de las razones
que para ella influyen en que haya
cada vez menos modistas es la venta
de prendas “muy baratas y de mala
calidad”, y mencionó que esto se comprueba, por ejemplo, por el hecho de
que “hay gente que te trae las prendas
y no las viene a buscar nunca más y
tú las llamás y te contestan que consiguieron algo más barato y es nuevo,
por lo que no van a pagarte lo mismo
por el arreglo”.
El caso de Antonio es muy similar.
Sentado en un banquito de madera
y escondido bajo la visera de su gorro azul, mira a la gente pasar por la
plaza Cagancha. La distancia de cada
herramienta de trabajo -el banco, la
silla para el cliente, el cajón de lustrar- parece estar meticulosamente
calculada. “Cuando yo arranqué,
hace 30 años, éramos diez lustrado-
muchas cosas. Ya no es más aquello
de sólo arreglar zapatos”. Sin embargo, coincidió con los demás en que
ha disminuido el número de personas que ofrecen este servicio, porque
“no hay quien quiera seguir con los
oficios” y porque “la gente arregla lo
que realmente vale la pena arreglar”.
Si hay un oficio que uno no se espera encontrar en Montevideo es el del
guasquero, que trabaja con el cuero
“crudo y fresco” de forma natural, sin
químicos, tal como aseveró José Andrés Acuña, mejor conocido como el
Guasquero de Nuevo París. Este caso
es peculiar, porque si bien no es común dar con alguien que tenga este conocimiento en Montevideo, donde hay
“tres o cuatro” según contó Acuña, sí es
habitual en el interior del país. De todas formas, los objetos que fabrica -el
apero completo para los caballos, los
elementos de uso personal del gaucho
y otros como cinturones, materas, posa
mates y llaveros- compiten también
con lo sintético, y los interesados en
el oficio lo hacen más bien por hobby
que como medio de vida.
res; hoy somos tres o cuatro”, afirmó
a la diaria. Dijo también que “antes
había zapateros y taller de zapatos por
todos lados” y “hoy hay pocos porque
la gente no los lleva a arreglar, están
los chinos que son baratos, no vale la
pena pagar el arreglo”, salvo que “sean
unos muy buenos”. Consultado acerca del futuro del oficio consideró que
es probable que desaparezca, sobre
todo porque “en las casas que venden
calzado, zapatos de cuero hay pocos”
y todo lo que se vende es “sintético”.
María es zapatera y, desde atrás
de su mostrador, comentó que su rubro no se ve afectado por las nuevas
tendencias de consumo, aunque aseguró que para mantener el negocio a
flote es necesario asociar otros servicios: “Venta de artículos para calzado, reparación de carteras, cierres
de camperas; se complementa con
Marmolejo, afilador y
paragüero minuano,
24 años en el oficio.
/ foto: fernando
morán
Otra juventud
Muchos de los entrevistados se refirieron a la ausencia de jóvenes interesados en aprender aquellos oficios que
supieron ser claves socialmente hasta
no hace mucho tiempo, pero que han
perdido peso y mercado al impulso del
desarrollo tecnológico.
Para María, hoy la juventud prefiere estudiar que dedicarse a un oficio. En este sentido, indicó que “antes
ponías un aviso y tenías un montón de
gurisada que quería venir, pero hoy
buscan preparación por otro lado, no
se empieza de abajo hacia arriba”. Y si
bien “estudiar y prepararse” le “parece
divino”, remarcó que saber “un oficio
también es bueno en la vida porque
nunca te deja sin comer”.
Según opinó Juan Carlos, hay jóvenes que aprenden el oficio de afilador “pero lo toman como una cosa
momentánea, sin seriedad, no es algo
a lo que se dedicarían de por vida”.
Por su parte, Acuña brinda cursos
de guasquería desde hace una década
y afirmó que la mayoría de los alumnos tiene más de 30 años, aunque a
veces concurren “jóvenes de 18 a 25
años”, generalmente alumnos de las
facultades de Agronomía o Veterinaria, que lo hacen como complemento
para su carrera. Muchos, sin embargo,
se inscriben atraídos por la posibilidad de aprender a crear sus propias
herramientas, en vez de comprarlas.
Stephanie Demirdjian
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VIERNES 17 de octubre de 2014
Todo se transforma
Alternativas al sistema de consumo
Algunos intentos por alejarse de ese
sistema de consumo llevan a personas
como Elda Villalba a recorrer un camino hacia la permacultura, una filosofía
de vida que, según ella, es posible de
ser extendida a la sociedad, tanto en
el campo como en la ciudad.
Este modelo también es un sistema, según explicó la maestra permacultora Villalba. Está diseñado para
lograr un hábitat humano sostenible,
con sus bases en la ética respecto al
cuidado de la tierra y de las personas.
Es una cultura sostenible que parte de
la creencia de que todo está interrelacionado, “mis acciones tienen una
repercusión: lo que me pasa incide en
las personas que me rodean, las plantas, los animales y en la tierra”, enfatizó.
Una de las premisas que motivaron a
Villalba a acercarse a este modo de
vida hace unos 20 años fue la necesidad de cerrar círculos. “Si será una
alternativa al consumismo, uno toma
sólo lo que necesita estrictamente y
trata de devolver siempre a la tierra de
alguna manera, sea en energía, tiempo, conocimientos o materia orgánica”,
expresó.
De todos modos, la permacultura
no significa ponerle fin a la sociedad
de consumo, sino más bien un límite
que parte de la toma de conciencia.
“No quiere decir que no vayas a comprar nada, no somos autosuficientes
ni vamos a serlo”, afirmó la maestra.
Igualmente plantea alternativas incluso para el comercio, como por ejem-
plo el trueque o las “gratiferias” que
se desarrollan en distintos barrios de
Maldonado. En estas ferias las personas llevan los objetos que les sobran y
estos quedan a disposición de quien
los necesite; del mismo modo ellos
pueden tomar los objetos de otros sin
tener que pagar con dinero. Esta experiencia también se realizó alguna vez
en Montevideo.
Otra manera de librarse del consumo es produciendo sus propios alimentos, cuenta Villalba, que con sus 72
años mantiene un bosque de alimentos en la Sierra del León, donde vive.
“Cualquier persona, aunque no tenga
recursos, puede tener su propio bosque
de alimentos, es muy sencillo”. Sobre los
cultivos en la ciudad señaló que puede plantarse en un balcón, con huertas
verticales, una terraza o en las huertas
comunitarias: “no hay límites, va en la
creatividad de cada uno”, comentó.
Otro asunto que está contemplado
es el uso de energía eléctrica, esto va
relacionado también con la bioconstrucción y el diseño bioclimático de la
vivienda. “Trato de vivir con el mínimo
gasto energético, no puedo reducirlo
del todo porque cuando tienes que
viajar no hay más remedio que gastar
combustible”. Sin embargo, cuenta que
para calefaccionar su casa o calentar el
agua utiliza el sol, a través de un panel
solar, o ramas caídas que encuentra.
Además, utilizan baños secos para reutilizar hasta los desechos humanos,
que sirven como fertilizantes naturales.
La maña no quedó obsoleta
“Tengo que comprar herramientas antiguas en la feria porque las de ahora se
rompen todas, no duran nada”, lamentó
Villalba. En tanto desde la Escuela Universitaria Centro de Diseño (EUCD),
Rosita de Lisi, encargada del área Proyectual, indicó que “las acciones desde
el diseño deberían incluir la sustentabilidad como algo innato y en realidad no
ha sido así”. En este sentido, agregó que
mundialmente se está haciendo una
revisión respecto a que “la sustentabilidad, tanto ambiental como económica
y social tendría que estar presente desde
el vamos”.
Villaba cree en la obsolescencia
programada e incluso le preocupa “si
no estarán programando también la
obsolescencia del ser humano, porque
con tanto consumir comida chatarra terminás por pensar eso”, reflexionó. “Los
aparatos se descomponen y casualmente todo es efímero, y ¿con qué viviría la
industria si no fuera así?”, se pregunta.
Sobre esto, De Lisi indicó que se da un
choque entre el diseño sustentable y los
intereses comerciales, que “ha llevado
a que los empresarios quieran que se
rompa el producto para que compren
uno nuevo”. Ahí también entra en juego
la ética del diseñador e insistió en que
hace falta una reeducación por parte de
los empresarios: “Que no se engañe al
consumidor sino alertarlos sobre las distintas gamas de productos” que durarán
más o menos dependiendo de la calidad
de los materiales.
De Lisi explicó que uno de los mandamientos de la sustentabilidad en el diseño es alargar la vida útil del producto
o de los materiales. En el área textil, se
pueden generar nuevas prendas usando telas de otra ropa; con los objetos, se
busca que los distintos materiales sean
pocas piezas y fácilmente desarmables
para poder reciclarlos y reutilizarlos.
La permacultura también implica
reparar, reciclar y reutilizar los objetos,
la ropa o los desechos. En tanto, las tecnologías que utilizan son apropiadas a
su realidad, al poco gasto de energía y a
la poca inversión. En este sentido, Diego
Veiga, uno de los alumnos de Villalba, encontró alternativas a los electrodomésticos. Con un poco de ingenio desarrolló
bicimáquinas como lavadoras, molinos
o licuadoras utilizando materiales fuera
de circulación, como una bicicleta vieja
y un tanque de lavadora antiguo. También con las cámaras de las ruedas de
bicicleta o de auto, con poca inversión
y tecnología, una chica egresada de la
EUCD fabrica bolsos y accesorios. Otro
emprendimiento es el proyecto de dos
jóvenes que confeccionan prendas con
los excedentes de stock como forma de
darle nueva vida a los productos. Con el
nuevo plan de la EUCD se generó un observatorio sobre diseño y sustentabilidad
con el fin de monitorear este tipo de emprendimientos; asimismo, es el primer
año que se dicta una materia optativa
específica sobre el tema.
Vanina Di Blasi
VIERNES 17 de octubre de 2014
15
cualidades en cuanto a la salud, la magia del aspecto térmico -logra espacios
frescos en verano y cálidos en invierno-,
entre otras.
Mientras los participantes terminan
de presentarse, el anfitrión sigue yendo
a la ruta cada vez que lo llaman ya que
se sigue sumando gente. Durante la mañana, Cristina realizó una presentación
con imágenes sobre las distintas formas
de construcción en barro y experiencias realizadas tanto en el exterior del
país como otras que se encuentran a la
vuelta de la esquina. En el televisor se
mostraba un depósito de lavatorios que
estarán muchísimo tiempo tirados allí
antes de que la tierra logre terminar con
ellos “y la mayoría están intactos, pero
no son modernos”, dice indignada, a la
vez que asegura que hay que priorizar
siempre la función. En esta línea, no es
casualidad que minutos antes expresara
“perdón por el color [de la imagen], es
que el televisor está por hacer caput y
quedó medio alilado, pero hasta que no
se agote no se compra otro, así que lo van
a tener que ver en este color”.
Actividad Construyendo futuro: Jornada de bioconstrucción. En La Bitácora, sábado 13 de setiembre, Punta Ballena, departamento de Maldonado. / foto: alessandro maradei
Acariciando lo áspero
La bioconstrucción en Uruguay y el sueño de la casa de barro
Más que para terminar siendo expertos en construcción, la jornada de ese
sábado estaba pensada para que los
participantes salieran transformados
desde otro lado. Esto implicaba, antes
que nada, querer conocer una práctica
no tan difundida y, por otra parte, vencer
los prejuicios que pesan sobre ella para
poder apreciarla. Con estas premisas
como base, los colectivos La Bitácora y
Uruguay Alternativo organizaron un taller de bioconstrucción en Punta Ballena,
que incluyó desde un abordaje informativo hasta la propia experiencia de entrar
en contacto con el material.
Llegar hasta el local de La Bitácora,
donde se realizaría el taller, no sería tan
simple; la organización se encargaría
de llevarnos desde la ruta. Éramos tres
los que esperábamos en la parada de
ómnibus cuando llegó en su moto Ántony Da Rosa, más conocido como Tony.
“¿Vienen al taller?”, preguntó. Asentimos
mientras continuábamos buscando otro
vehículo, a lo que Tony, disfrutando el silencio, dijo: “los llevo”. Pero no pudo contener la carcajada y nosotros tampoco.
Detrás de él venían sus padres en
camioneta para trasladarnos hasta La Bitácora mientras comentaban sus expectativas sobre la jornada. Para ellos había
implicado más que un madrugón para
venir desde Melo: era parte del proceso
de conocer “eso en lo que anda Tony”,
su hijo. Luego de seguir el camino que
Tony marcaba en su moto, La Bitácora
aguardaba nuestra llegada y la de otros
participantes.
Reconocimiento
A diferencia de un jugador de fútbol, que
antes del partido entra a la cancha a hacer el correspondiente reconocimiento
del terreno, luego de los primeros pasos
sobre el césped y la mirada atónita de
quienes iban llegando ante la belleza de
los espacios, espontáneamente nos encontramos con Cristina, la dueña de casa,
que nos hizo un recorrido por el lugar.
Alrededor de la casa, árboles y plantas de
distintas especies habían sido plantadas
por quienes viven allí. Mientras nosotros
recorríamos, el nieto de Cristina jugaba
en una mini cantera de pasto formada
al fondo de la casa por la diferencia de
altura del terreno entre frente y fondo. Un
quincho perfectamente recortado con
formas redondeadas oficiaba de techo
de la casa hecha en barro. Más de uno
tocaba la pared exterior sin dar crédito
a que esa belleza y prolijidad estuviese
confeccionada en dicho material, y allí
es donde latía el primer prejuicio que
Cristina nos propondría derribar.
Puertas adentro, una amplia estufa
a leña calentaba el espacio, intentando
dejar atrás el rocío y humedad que reinaban en el ambiente. Luego de reconocer el espacio, la presentación de cada
uno de los participantes fue ineludible,
aunque ya se palpaba una sensación de
complicidad, mezclada con bienestar, en
un grupo de personas que no se conocen
pero están allí atraídos por lo mismo. Así
fue que Antony comenzó a contarnos sobre Uruguay Alternativo, surgido en 2012,
que no sólo lo ha llevado a recorrer el país
en bicicleta, como otra forma de hacer
turismo, sino también a crear una red
de personas que trabajan en proyectos
que buscan modalidades alternativas a
las existentes.
Así es que casi todos los participantes habían llegado por contacto con
otro, algunos más vinculados a la permacultura, algunos por ser conocidos
o familiares de otros que, impulsados
por la curiosidad, decidieron participar
de la jornada y embarrarse las manos
en lugar de seguir “balconeando” en el
tema. En este sentido, la mamá de Tony
confiesa estar muy agradecida de que su
hijo le haya insistido para que asistiera y
asegura seguir creciendo con cada propuesta que él le trae. “Yo estoy en esto
desde que resolvimos hacer la casa de
barro”, aseguró Cristina, si bien reconoce
que en realidad fue Ricardo, su marido,
quien comenzó. Cristina tuvo que luchar
con algunos preconceptos asociados a la
construcción en barro, como la connotación de pobreza, de mugre, de bichos
como la vinchuca “y de a poco se me fueron cayendo cada uno de los prejuicios”,
asegura. También confiesa que el hecho
de que el esposo de la arquitecta a cargo
del proyecto fuera médico y hubiese hecho la casa de terrón le hizo pensar -suelta risas al recordarlo- que “si el médico
está adentro, vinchuca no debe haber”.
Cristina es escribana y vivía en Montevideo, y, si bien la casa está hecha hace
18 años, confiesa que no sabe exactamente cuándo decidió radicarse allí. Asegura que fue una transición, intentaba
acumular tareas en la capital en pocos
días para pasar el resto en Maldonado,
hasta que terminó mudándose junto a su
marido. Desde entonces tomó la difusión
de su experiencia como un compromiso,
en la medida en que entiende que existen
muchas formas de mejorar el hábitat de
la gente con elementos que no cuestan
nada y están al alcance de la mano.
Pero además de la difusión puertas
afuera, Cristina logró también una transformación hacia adentro, y de ello habló
su hija Cecilia al presentarse en el grupo.
“Tener a mi mamá viviendo en una casa
de barro desde hace tanto tiempo para
mí ha sido una oportunidad maravillosa
que me dio la vida de tomar contacto con
lo que significa la bioconstrucción”. En
este sentido, destaca las bondades que
encierra una casa de barro: la belleza, sus
Se puede
Relevamientos de la UNESCO establecen que el barro es utilizado actualmente para las viviendas de más de 40% de
la humanidad, cuenta Cristina, quien
reivindica este material no sólo por tratarse del más antiguo, sino por ser de
manejo sencillo, duradero, adaptable,
abundante y resistente. Y asegura que la
construcción “tradicional” tiene fecha de
vencimiento, en la medida en que se gasta mucha energía y el petróleo se agota.
Cristina expuso experiencias de
casas muy modernas y finas hechas en
barro. En el caso de la arcilla, ésta puede
colorearse, pero además, el amoblado
y diseño interior puede permitir contrastes de diseño único. En el caso de su
casa, cuenta que todas las aberturas provienen de una demolición. “Para variar,
tres casas hermosas que iban a demoler
para hacer un edificio”, expresa, por lo
que las puertas de placares originales
de aquellas casas son ahora la puerta
del dormitorio y del baño de Cristina,
mientras que la mesada de la cocina era
una viga que obtuvo por 300 pesos.
Para reivindicar estas técnicas de
construcción con elementos naturales,
Cristina asegura que los antecedentes
siempre son vitales. Por eso exhorta a
que “los que vayan a construir en tierra
háganlo prolijo, háganlo bien. Tomen
conciencia de que son el referente para
otros que vienen atrás”. Su casa fue levantada en nueve meses, aunque fueron
exactamente seis de trabajo y asegura
que, por defecto profesional, se ha empecinado en tener todos los papeles en
regla. Esta parte del trabajo también ha
servido de antecedente, ya que más de
una vez ha prestado su expediente de
inscripción de la construcción en el BPS
cuando un proyecto o un permiso no
fueron aceptados por tratarse de construcción “no tradicional”.
Por la tarde, todos los participantes
pudieron darse el gusto de meter las manos en aquella pileta de barro que nos
esperaba en la mañana. Unos lo colaban, otros revolvían, otros humedecían
la pared mientras otros ya iban “revocando” el frente de la casa de Cristina. Ni
la lluvia ni el miedo a ensuciarse fueron
obstáculos. Unos más prolijos que otros,
pero todos probaron la experiencia de,
con sus propias manos, aportar a la
construcción en barro, sentir su textura
y conectarse con la tierra.
Elisa González Carmona
16
VIERNES 17 de octubre de 2014
Los propios
Talleres de rap y hip hop en cárceles
Cual producto que se descarta, las
personas privadas de libertad, según el
imaginario social, han perdido también
su vida útil. La cárcel oficia de vertedero. Sin embargo, tienen muchas historias
para contar, muchas ganas de cantar, de
bailar y de sentirse humanos. Músicos,
DJ y raperos; integrantes de Proderechos,
de Educación en Contextos de Encierro
y de la Facultad de Ciencias Sociales de
la Universidad de la República se organizaron para brindarles un espacio de
expresión a los reclusos del COMCAR,
Punta de Rieles y Femenino. Las chicas
no paran de bailar y de plasmar sus sentimientos en el papel; en Punta de Rieles,
la discusión ya está planteada: la baja de
edad de imputabilidad preocupa.
“Bo, ñeri, va paí”, retumba desde una
de las ventanas del imponente edificio
del Centro de Rehabilitación Femenino
(CRF). Las ventanas, una al lado de la
otra, se multiplican. La ansiedad traspasa la ropa colgada, traspasa las rejas;
las caras jovencitas se apoyan en los
barrotes, preguntan quiénes somos y a
qué venimos. Dos grupos de mujeres
descansan en el pasto mientras toman
sol y mate; nos miran fijo, no disimulan.
En un pequeño salón, los talleristas
conectan parlantes, micrófono y acomodan las sillas. “No le duele el VIH, le
duele tu discriminación”, versa un afiche
pegado en las monótonas paredes; la palabra realidad se destaca en un pizarrón
blanco. Percy López llega agitada y se detiene en la puerta. Tiene mucha bronca.
Usa el pelo, con rulos, atado, piercing en
la cara, camperita fucsia, calzas y championes deportivos: como dicta la moda
de la cárcel y la de la calle. Tiene bronca
porque los operadores penitenciarios la
“descansan”, porque tiene que “ladrar
como un perro” detrás de las rejas para
que la dejen participar del taller. Se prende un cigarro, así nomás. De los cinco
pisos del CRF, ella está en el primero, el
de máxima confianza. Le “costó mucho
esfuerzo llegar” a ese nivel en un sistema gradual de beneficios que aumentan
en la medida en que se bajan pisos. Ésta
es la segunda vez que está en la cárcel y
espera que “sea la última”. “Esto es una
cárcel, no un parque de diversiones” y
“la guerra no te la hacen las presas, te la
hace la Policía”, se quejó Percy.
Se escuchan gritos que retumban
en las escaleras. Lo que parecería ser
la hinchada de algún cuadro de fútbol
viene cantando desde los pisos de arriba.
La energía contenida en cuatro paredes
empieza a expandirse por los pasillos,
impacta. Por fin llegó el momento de
expresarse, de ver caras nuevas, de reír,
de soñar, de sentir que por dos horas no
están encerradas. Sus caras irradian alegría. Nos saludan a cada uno con un beso
y se presentan con su nombre. Una vez
dentro del salón, todo es flow.
Mientras intercala pasos de hip hop,
Maira (de unos 25 años) le muestra a uno
de los talleristas las marcas del encierro.
Uno de sus tatuajes representa el nombre
de su hijo, Teo. Cuenta que se los hace
con la tinta de las lapiceras o con el hollín que raspa de una gillete diluido en
agua; pero no le duran más de dos meses.
Fuma como si cada pucho fuera el último
de su vida y no para de bailar. Si la cámara
la filma, canta y le dedica mensajes a sus
seres queridos: “¡Ñeri, te quiero una banda!”. Natalia escribe su nombre abreviado
Taller de Rap en el
Centro de Rehabiltación
Femenino. / foto:
alessandro maradei
en el pizarrón, no disimula su cara de
preocupación. Le pide a las operadoras
que vayan a buscar a su tía al cuarto piso,
pero no tiene suerte. Las reclusas de los
pisos de más arriba, los de máxima seguridad, no pueden ser parte del taller.
La asistencia al taller no supera las 15
mujeres. La mayoría son del primer piso,
alguna del segundo. Por ser de máxima
confianza “andan solas”, y “tienen patio”
todos los días de 14.00 a 18.00. También
disponen de un gimnasio y de talleres de
teatro y de yoga, sin embargo, una de ellas
se prepara mentalmente: “Me tengo que
ir acostumbrando, tengo unos años más
acá adentro”. Se juntan en grupos. La propuesta de los talleristas es que escriban
tres o cuatro versos que rimen. Misión
imposible. Ninguna escribió menos de
dos páginas. El feedback de Maira con
los talleristas siempre es positivo, “con tal
de que avancen, cualquier cosa”; al igual
que sus compañeras, tiene una ansiedad
incontenible, una energía avasallante
para descargar en estos 120 minutos.
Una bolsa de nailon blanca se muda
de falda en falda; allí está el tabaco, el
gran aliado del encierro. Tanto olor a
humo de cigarro marea, pero a ellas ni las
afecta. No todas se animan a rapear; agarrar el micrófono no es para cualquiera,
pero Maira no se inhibe. En un cuaderno
tienen canciones escritas en la celda y en
talleres anteriores. El repertorio es largo.
Le cantan a la libertad como un sueño con el que se despertaron más de una
vez, tan palpable como los barrotes, tan
lejana como el barrio que las vio crecer.
El amor por la familia, la soledad, el respeto que se merecen, el sufrimiento, la
calle, el querer progresar y la inocencia
perdida son temas que se repiten en sus
letras. De los hijos jamás se olvidan: “Si
tuviera otra oportunidad, volvería a mi
barrio a demostrar, que con mis hijos voy
a estar”, cantan con pasión. Mientras se
entretienen con el micrófono, la Tana
toca la guitarra. Sigue la música, o por lo
menos lo intenta; cada rasgada es como
una descarga de rabia contenida.
Denisse, una de las talleristas, cuenta que una vez en la cárcel muchas son
olvidadas por sus maridos: “Tenemos
hijos y una historia, no abrazamos sólo
por bobas”, escribe una reclusa en el Pres
y Diario del COMCAR, un periódico producido por los internos de ese establecimiento. Se termina la jornada. Las operadoras las tienen que ir a buscar una por
una; no se quieren ir. Se sacan fotos con
los talleristas, preferentemente con los
hombres. Las entristece la idea de volver
a la celda, a la vez que se alegran de que
todavía tienen un taller más por delante.
La necesidad de expresarse no se agota.
Como un baraja
Para Jonhatan, alojado en la Cárcel de
Punta de Rieles, los talleres de rap “te dan
fuerzas para seguir adelante”. Sorprende
la organización de este centro, es como
un mini pueblo: tiene parrillada, confitería, dos almacenes, una tienda, una radio
comunitaria, un huerto, gallinero y conejera. Los emprendimientos son gestionados por los mismos reclusos; en Punta de
Rieles la mayoría trabaja. Daniela Rodríguez, educadora social del centro, contó a
la diaria que la discusión sobre la baja de
la edad de imputabilidad está instalada
entre los presos y se extiende a las visitas.
“Está de menos que haya botijas
chicos acá ¿qué les vas a enseñar? ¿A
pelear?”, se cuestiona uno de los asistentes al taller, algunos de los cuales
integran un grupo de murga, y una de
sus canciones versa sobre la baja. Los
motivó “el tiempo presente”, tratar el
tema del momento, ese que los toca
tan de cerca. “No a la baja, no tienen
esperanza, si a la juventud no le dan
importancia, de poder progresar, de
dejar la vagancia, la joda, y la sustancia”, rimaron más tarde.
Mauricio lleva dos novelas escritas
en la cárcel y va por la tercera; ya averiguó por los derechos de autor, porque
cuando salga quiere publicar. Junto con
Fabián escribieron sobre la baja: “No se
molesten en juntar firmas para encerrar
a los gurises, mejor encierren a los que en
los 70 implantaron la maldad, y a niños
como a los que hoy quieren encerrar, los
dejaban sin papá”.
Algunos presos no conocen el hip
hop, pero de a poco empiezan a tomar
confianza. Los reyes de la cárcel son la
cumbia y el reguetón. Sin embargo, el
Pana la tiene clara y rapea una canción
con una historia que “suele pasar en el
barrio de nosotros”, exclama. Más tarde,
improvisará cual tallerista. Pocos se animan con el micrófono, pero los valientes
tienen una buena hinchada. De los cerca
de 30 internos, algunos están en la de
ellos, conversando; otro muchacho no
para de caminar ida y vuelta en la misma
dirección. Los que se comprometen tratan de escribir con perfección, comienzan a rapear y si algo no rima, vuelven a
arrancar. Siempre tienen un amigo que
hace la percusión con la voz.
Cuando Mauricio agarra el micrófono, se excusa porque no es raper,
pero se toma unos cuantos minutos
para desmentir el discurso sobre el
centro de rehabilitación manejado por
las autoridades; su canción se llama
“Una mentira disfrazada de realidad”.
“No creas lo que ves, no creas lo que dicen. Te muestran una cara, pero sólo les
importa el salario. Si te meten para la
casa de comando te harán creer en sus
engaños. Te pintarán el paraíso para
que no veas nada extraño, sabiendo
que esto huele peor que la mierda de
los caños”. En este sentido, otro recluso
advierte: “Por eso hay que mirar dónde
vas a parar, la vida de la calle tiene un
rápido final, el que no termina muerto,
termina en el penal”. FP