Xenical Price (Obesity, Weigh Loss), Public Citizen Xenical

EL GESTO DE LA IMPOSICIÓN DE LAS MANOS:
¿MAGIA O SIGNO SACRAMENTAL?
CARLOS MANUEL BARRIOS GONZÁLEZ
Trabajo de grado para optar al título de
Licenciado en Teología
Tutor (a)
ANGELA MARÍA SIERRA GONZÁLEZ
Magíster en Teología
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE TEOLOGÍA
LICENCIATURA EN TEOLOGÍA
BOGOTÁ, D.C.
2011
1
DEDICATORIA
A todas las personas que inspiraron este trabajo,
cuyas vidas se convierten en testimonio sagrado
del amor infinito de Dios, el cual es capaz de
obrar de manera extraordinaria, cuando el ser
humano se abre desde lo más hondo de su
corazón a su propuesta salvadora.
2
Agradecimientos
Hoy elevo mi eterna gratitud a todas las personas que han contribuido para que
esta reflexión teológica fuera una realidad.
Gracias primeramente al Dios de la vida por el don de la vocación, quien me
permite descubrirlo cada día en la sociedad y en la humanidad.
Gracias a la Congregación Salesiana, por brindarme todos los medios para mi
formación y esmerarse cada vez más, por ofrecer a la sociedad buenos pastores
que hagan posible la evangelización y la construcción del Reino de Dios.
Gracias a todos mis hermanos de comunidad que me han ayudado a crecer cada
vez más como hombre de Dios y a cultivar cada día, los regalos que el Padre
Eterno concede a todos sus hijos.
Gracias a la profesora Ángela Sierra por aceptar acompañar este trabajo, por cada
una de las aclaraciones y correcciones ofrecidas, en miras a una reflexión
teológica de calidad y significativa para la Iglesia.
3
TABLA DE CONTENIDO
Pág.
INTRODUCCIÓN......................................................................................
7
Objetivos...................................................................................................
10
Explicitación del método...........................................................................
11
1 EXPERIENCIAS DE FE Y SANACIÓN A TRAVÉS DEL
GESTO DE LA IMPOSICIÓN DE LAS MANOS...................................
13
1.1 La enfermedad: una realidad que afecta al ser humano......................
13
1.2 De la muerte a la vida: Manos que sanan, un acto de amor................
17
1.3 Prueba de fe: Entre el sueño y la realidad transcurre
una vivencia reveladora.........................................................................
1.4 Una enfermedad que pasa de lo científico a lo inexplicable................
20
23
1.5 La Antropología teológica que subyace en estos
relatos de vida durante su proceso de sanación...................................
26
1.5.1 Una ciencia médica que habla a la humanidad
de la enfermedad.............................................................................
27
1.5.2 La persona enferma se sumerge en su propio yo...........................
28
1.5.3 Una identidad bautismal, empobrecida y sin conciencia eclesial...
30
1.5.4 La reacción del cuerpo al recibir el gesto
de la imposición de las manos..........................................................
32
1.5.5 Una vida que se transforma tras un proceso de apertura,
acompañamiento, oración e imposición de las manos......................
34
1.5.6 Consecuencia comunitarias...............................................................
35
1.5.7 Experiencia de Dios – Trascendental.................................................
36
4
2 EL GESTO DE LA IMPOSICIÓN DE LAS MANOS EN LA TRADICIÓN
BIBLICO-TEOLÓGICA DE LA IGLESIA....................................................
39
2.1 La imagen antropomórfica de un Dios que obra con sus manos.............
39
2.2 El gesto de la imposición de las manos en el Antiguo Testamento.........
40
2.3 El gesto de la imposición de las manos en el Nuevo Testamento...........
42
2.4 El gesto de la imposición de las manos en las primeras
comunidades cristianas.............................................................................
43
2.5 Un análisis al gesto de la imposición de las manos a
partir del texto bíblico de Mc 7,31-37..........................................................
44
2.6 Análisis del Texto........................................................................................
45
2.7 Lineamientos cristológicos frente al gesto
de la imposición de las manos......................................................................
51
2.8 Lineamientos eclesiológicos frente al
gesto de la imposición de las manos...........................................................
53
2.9 Lineamientos soteriológicos frente al
gesto de la imposición de las manos............................................................
54
3 EL GESTO DE LA IMPOSICIÓN DE LAS MANOS EN
LA VIDA SACRAMENTAL DE LA IGLESIA................................................. 57
3.1 El camino hacia la re-significación...............................................................
57
3.2 Una Iglesia que educa y acompaña a través
de los signos sacramentales.........................................................................
59
3.2.1 El gesto de la imposición de las manos
en el sacramento del Bautismo...............................................................
62
3.2.2 La imposición de las manos en el
sacramento de la Confirmación..............................................................
5
63
3.2.3 El gesto de la imposición de las manos en el sacramento
de la Eucaristía..................................................................................
3.2.4 La imposición de las manos en el sacramento del Orden................
65
67
3.2.5 El gesto de la imposición de las manos
en el sacramento del Matrimonio.......................................................
69
3.2.6 El gesto de la imposición de las manos
en el sacramento de la Reconciliación................................................
70
3.2.7 El gesto de la imposición de las manos en el sacramento
de la Unción a los Enfermos................................................................
71
3.3 De los siete sacramentos a la vida sacramental.......................................
72
3.4 El acompañamiento espiritual asumido como realidad sacramental.......
74
3.5 La Acogida como realidad sacramental....................................................
77
3.6 La Escucha como realidad sacramental....................................................
77
3.7 La Oración como realidad sacramental.....................................................
78
3.8 La Imposición de las manos como realidad sacramental..........................
79
CONCLUSIONES...........................................................................................
83
BIBLIOGRAFÍA..............................................................................................
86
ANEXOS..........................................................................................................
89
6
INTRODUCCIÓN
Este trabajo fue realizado con la finalidad de ofrecer un estudio sobre el significado
del gesto de la imposición de las manos en la vida sacramental de la Iglesia, y a
su vez precisar de qué manera este gesto puede convertirse en posibilidad de
sanación para aquellos creyentes que atraviesan una enfermedad, sea ésta de
orden psicosomática o psicosocial. El teólogo está llamado a cuestionar, indagar y
dar respuesta a todas las manifestaciones religiosas en las cuales la comunidad
de los bautizados se sienta confundida y desorientada, más aun cuando en
nombre de Jesucristo muchas personas expresan haber recibido una sanación de
manera extraordinaria.
Esta investigación se centra en la imposición de las manos, el cual es uno de los
gestos más utilizado en la práctica litúrgica sacramental de la Iglesia según lo
señalan los diversos rituales sacramentales, pero que a su vez es al que menos
importancia se le brinda a la hora de una celebración sacramental. Ahora bien, el
interés frente al tema, surge cuando desde la acción pastoral que desempeño,
logro constatar que son muchos los cristianos que manifiestan haber recibido una
sanación física al asistir a grupos de oración de corte pentecostal o carismático,
donde alguno de los pastores o ministros imponen las manos sobre la persona
que se encuentra enferma.
Este fenómeno me condujo a preguntarme ¿qué función tiene el gesto de la
imposición de la manos en la vida sacramental de la Iglesia católica, y cómo es
posible hablar de sanación a través de dicho gesto, sin necesidad de renunciar a
las diversas prácticas de la comunidad cristiana católica?
7
Inmediatamente me coloqué en la tarea de rastrear algunas personas que aunque
manifestaban haber recibido una sanación física a través del gesto de la
imposición de las manos, sostenían que no tuvieron que abanderar su catolicismo,
pues en él encontraron agentes de pastoral que haciendo uso de dicho gesto, le
sumaban al mismo, el componente del acompañamiento espiritual o viceversa.
El desafío que surgía para este investigador, era trazar una ruta que permitiera
conjugar la experiencia de fe y sanación manifestada por estas personas y la
necesidad de rescatar en la vivencia sacramental de la Iglesia el gesto de la
imposición de la manos, para garantizar su visibilidad en las celebraciones
litúrgicas de cada uno de los sacramentos y que quienes lo celebren, encuentren
una riqueza simbólica, que también puede obrar sanaciones en la comunidad,
claro está, sin llegar a caer en las comprensiones milagreras ofrecidas por los
movimientos religiosos antes mencionados. Esto requiere de un componente
formativo tanto por los agentes de pastoral que hacen uso del gesto de la
imposición de las manos, como para las personas que reciben dicho gesto en su
vida.
Para dicho fin opté por utilizar tres relatos de vida, que sirvieran como soporte
para rastrear las implicaciones antropológicas que frente a la enfermedad y la fe
acompañan a los hombres y mujeres de esta época.
Este trabajo está compuesto por tres capítulos divididos así: en el capítulo
primero, llamado “Experiencias de fe y sanación a través del gesto de la
imposición de las manos” el énfasis está marcado en las implicaciones
antropológicas que viven tanto hombres y mujeres al momento de asumir una
enfermedad en su vida, y como esta es narrada por tres personajes anónimos,
quienes manifiestan haber sido sanados después de un continuo proceso de
acompañamiento espiritual, en el cual el gesto de la imposición de las manos era
un signo que marcaba cada encuentro.
8
Estas experiencias permitirán un acercamiento bíblico-teológico al gesto de la
imposición de las manos como un signo de sanación, para ser ubicado en la
perspectiva de lo sacramental y no reducirlo a un simple gesto de oración
momentánea, donde se eleva una súplica a Dios, para abolir de forma mágica
cualquier enfermedad. Es esta la finalidad del capítulo segundo, titulado: “El gesto
de la imposición de las manos en la tradición bíblico-teológica de la Iglesia”.
Para el tercer capítulo, llamado “El gesto de la imposición de las manos en la vida
sacramental de la Iglesia”, se hará un recorrido por cada uno de los sacramentos y
a su vez por toda la realidad sacramental que invade la vida de la Iglesia, desde
una óptica pedagógica-pastoral, con el ánimo de descubrir el auténtico significado
que debe tener el gesto de la imposición de las manos en la comunidad eclesial y
como se podría establecer una posibilidad de sanación a través de dicho gesto,
dentro de un proceso de acompañamiento espiritual.
Sólo así, se logrará re-significar su contenido a partir de una propuesta clara,
donde quien la asuma en su ejercicio pastoral, se vea comprometido a establecer
un proceso de formación, desmitificación y reconocimiento junto con los fieles.
Dicha formación los conducirá a una clara conciencia del significado que tiene este
gesto en la vida de la Iglesia, pues al ser asumido como una realidad sacramental,
se superará la noción errónea de ser un gesto milagrero.
Dejémonos llevar por estas páginas para encontrar una respuesta más objetiva al
gesto de la imposición de las manos en los sacramentos de la Iglesia y al final
poder responder a la pregunta ¿Qué fundamentación bíblico-teológica tiene el
gesto de la imposición de las manos como signo de sanación, en la vida
sacramental de la Iglesia?
9
Objetivo general:
Re-significar el gesto de la imposición de las manos como una realidad
sacramental, que acompaña diversas acciones pastorales de la Iglesia, a través
de una fundamentación bíblico-teológica, que nos haga capaces de reconocer sus
posibles efectos sanadores en la vida del creyente.
Objetivos específicos
1. Analizar tres relatos de vida que narran su experiencia de fe y sanación a
través del acompañamiento espiritual unido al gesto de la imposición de las
manos, que nos permitan establecer algunas implicaciones antropológicas que
subyacen en dicho proceso de sanación.
2. A partir de un recorrido bíblico-teológico, identificar el origen del gesto de la
imposición de las manos en la práctica cristiana, para llegar a comprender el
momento histórico en que a dicho gesto, se le atribuyen efectos sanadores en
la comunidad cristiana.
3. Ofrecer un itinerario formativo para agentes de pastoral que asumen en el
gesto de la imposición de las manos, una posibilidad de sanación dentro de la
vivencia sacramental, para llegar a una re-significación de dicho gesto en la
comunidad de los bautizados.
10
Explicitación del método
Al tener en cuenta que el campo de estudio para esta investigación se encuentra
en el continente latinoamericano, y concretamente en nuestro país, considero que
el camino investigativo más oportuno para aplicar es el denominado método
latinoamericano, el cual se concretiza en las etapas del ver, juzgar y actuar. Sin
embargo Casiano Floristán, en su texto Teología de la Práctica – teoría y praxis de
la acción pastoral, logra establecer una reflexión de dicho método mucho más
significativa, teniendo en cuenta el tema que aquí se propone abordar. Los pasos
a seguir según éste método es:
“La etapa descriptiva, es lo que equivale al análisis de la realidad”1 o el Ver. Aquí
es necesario captar los diversos acontecimientos que pueden estar desarticulando
la auténtica experiencia de fe ofrecida por Cristo y su evangelio, con las diversas
acciones pastorales que se realizan en nombre de la Iglesia. Existe en la
actualidad un fenómeno que merece ser analizado y comprendido en un primer
momento por el teólogo, y éste desde su saber debe ofrecer una interpretación a
la luz de la fe.
Es aquí, donde esta apuesta investigativa tiene vigencia y relevancia hoy, ya que
son muchos los cuestionamientos que surgen en la teología católica, sobre si el
gesto de la imposición de las manos es realmente un signo necesario para que un
creyente, que vive alguna enfermedad obtenga la sanación, tal como lo hacen
saber algunos movimientos religiosos tanto pentecostales y carismáticos.
“En la etapa del Juzgar o la mediación hermenéutica”2 lo que se busca es
interpretar la realidad a la luz de la fe y de la palabra de Dios, en pocas palabras
es una interpretación bíblico-teológica, donde los relatos de vida una vez
1
FLORISTÁN, Casiano. Teología práctica teoría y praxis de la acción pastoral. Salamanca:
Ediciones Sígueme, 2009. p. 201.
2
Ibíd., p. 202.
11
analizados, deberán ser confrontados con la realidad propuesta primeramente por
algunos textos del Antiguo Testamento y obviamente por el Nuevo Testamento, lo
cual a través del texto bíblico de Mc 7, 31-37; se podrá inferir el auténtico valor
que las primeras comunidades cristianas daban al gesto de la imposición de las
manos, esto no es más que conocer el “sitz im leven” que acompaña este gesto,
unido igualmente a una apuesta teológica cuyos lineamientos serán: la cristología,
eclesiología y soteriología a lo largo de la Iglesia.
Por último, tenemos “el Actuar (conversión) o mediación práctica”3: esta realidad
nos lanza a una re-significación del gesto de la imposición de las manos, dentro de
la acción pastoral de la Iglesia, que nos permita superar la visión milagrera y los
usos peyorativos que se tiene del mismo. Es necesario darle un reconocimiento al
gesto de la imposición de las manos desde una comprensión sacramental, el cual
requiere de un acompañamiento y de unos procesos de formación, que conduzcan
a superar todas las controversias que frente al mismo, se están generando en
algunas prácticas pastorales de hoy.
3
Ibíd.
12
CAPÍTULO 1
EXPERIENCIAS DE FE Y SANACIÓN A TRAVÉS DEL GESTO DE LA
IMPOSICIÓN DE LAS MANOS
Como bien se ha precisado en la introducción del trabajo, este primer capítulo
busca establecer la comprensión de la enfermedad en la vida del ser humano, y
como éste desde una mirada de fe se traslada al ámbito de lo sagrado para hallar
una esperanza ante los diversos resultados médicos que casi siempre son
negativos. Este análisis antropológico gira en torno a tres personajes, con los
cuales se busca reconocer cada una de las etapas por las cuales pasa el hombre
y la mujer durante su enfermedad, y cómo es posible hablar de experiencia
sanadora a través del gesto de la imposición de las manos, según el testimonio de
los relatores.
1.1 La enfermedad: una realidad que afecta al ser humano
La historia de la humanidad nos ha ido mostrando que ningún hombre o mujer
desea atravesar por una situación de enfermedad, ya que ésta puede llegar a
convertirse en un claro impedimento para lograr ver cristalizados los diversos
proyectos que tanto a nivel personal como comunitario se intenten construir. No en
vano se afirma que “la enfermedad no es sólo una perturbación orgánica;
representa una herida de la personalidad total del ser humano, en cuanto vulnera
la integralidad de sus capacidades y de su autonomía”4. Sea ésta, quizás, una de
la razones para que hoy exista una preocupación a nivel individual y social por
promover la salud y el bienestar de todos los hombres. Para ello se valen de
políticas de Estados y también de las grandes multinacionales encargadas de
realizar y distribuir productos para la salud.
4
ROCCHETTA, Carlo. Hacia una Teología de la Corporeidad. Madrid: San Pablo, 1993. p. 260.
13
El desarrollo biológico del hombre y la mujer muestra que con el paso de los años
las fuerzas físicas se van debilitando y esta realidad puede convertirse en motivo
para que aparezcan algunas enfermedades. Sin embargo, no se puede afirmar
que el obtener una enfermedad necesariamente tenga que ver con el hecho de ir
llegando a la etapa de la ancianidad, pues ésta aparece en cualquier espacio de la
vida.
Ahora bien, cuando la enfermedad llega a afectar la vida del hombre casi siempre
se generan un sinnúmero de interrogantes, no sólo por quien está enfermo sino
también por familiares y amigos vinculados afectivamente a la persona enferma.
Son muchas las frases que se suelen expresar en esta situación: ¿Cuánto tiempo
tengo que estar así?, ¿Por qué me sucede esto a mí?, ¿Por qué Dios me ha
abandonado?, ¿Quién me podrá ayudar a salir de esta enfermedad?
La enfermedad obliga al ser humano a no escatimar gasto alguno para obtener de
manera inmediata la salud, claro está, si el enfermo o su familia cuentan con los
suficientes recursos económicos, para cubrir los costos de todo el tratamiento
requerido. Con todo ello, se debe dejar en claro que en nuestro país existe un alto
porcentaje de personas que no tiene acceso a un sistema de salud básico y de
calidad.
Hasta el momento se ha ido presentado un análisis de la necesidad que tiene todo
hombre de gozar de buena salud y cómo la enfermedad en muchas ocasiones
puede lograr desestabilizar esa unidad física, psíquica, espiritual y sexual que en
su totalidad dan identidad a la persona humana. Antropológicamente hay que
hablar del ser humano como una unidad, conformada por cada una de éstas
dimensiones, pues fragmentarlas conduciría a ciertos dualismos de alma y cuerpo,
temas quizás un poco superados en la actualidad.
14
Quizás una de las grandes dificultades que se pueden reconocer en las ciencias
de la medicina es el hecho de haber configurado diversas especializaciones
(medicina general, psiquiatría, genética, etc.), ya que si un profesional de la
medicina, desde su campo específico, no logra ver en su paciente un ser integral
sino alguien que posee una parte de su cuerpo lesionada o herida, estará
contribuyendo al tema de las dualidades y fragmentaciones en la persona
humana. Es por eso que muchas de las enfermedades no siempre encuentran una
respuesta acertada en la ciencia médica, y se trata de buscar en otros ámbitos,
por ejemplo, en lo sagrado la sanación requerida. Es necesario precisar frente a lo
dicho que no se está subvalorando el tema de las especializaciones que hoy
ofrece la medicina para el bien del hombre, pero sí se exhorta para que desde
cada especialización, los profesionales de la salud siempre reconozcan al ser
humano como totalidad.
Muchos son los bautizados que han asumido la práctica de la imposición de las
manos como una realidad sacramental, la cual unida a un proceso de
acompañamiento espiritual y de oración, puede culminar con una experiencia
sanadora. Esta sanación va más allá de lo físico, pues logra tocar todas las
dimensiones del ser humano, por ello en este camino investigativo se empleará el
término sanación holística. Asumida la sanación desde una realidad holística, lo
que se busca es establecer “una relación más humana entre personal sanitario y
paciente, que tenga en cuenta la unidad psicosomática del ser humano y no lo
considere simplemente un tejido de órganos que curar independientemente de su
yo espiritual, de su historia y del contexto relacional de su vida”5
El gesto de la imposición de las manos en la práctica cristiana está vinculado a los
evangelios y a la realidad sacramental de la Iglesia. El asumirlo como una realidad
sacramental permite ir más allá de la visión milagrera ofrecida por algunos
movimientos pentecostales y carismáticos en los cuales “el pastor impone las
5
Ibíd., p. 9.
15
manos sobre cada una de las cabezas de los asistentes y éstos se desvanecen.
Este es el momento más esperado dentro del ritual, porque significa que Dios los
toca a través del pastor”6
En este capítulo se propone, a través de tres relatos de vida, analizar cómo el
gesto de la imposición de las manos asumido como una realidad sacramental,
unido a un proceso de acompañamiento espiritual y de oración, puede tener un
efecto sanador en la vida del creyente sin que ellos hayan tenido que migrar a
otros movimientos cristianos para participar de sus manifestaciones religiosas,
donde se congregan grandes masas de personas que argumentan que las
sanaciones recibidas obedecen a los dones sobrenaturales que Dios ha
derramado en algunos miembros de su comunidad.
Ante la pregunta ¿por qué se acude al relato de vida, para indagar sobre la
pertinencia o no del gesto de la imposición de las manos dentro de un proceso de
acompañamiento espiritual? se considera oportuno establecer lo siguiente: que es
sólo a través de cada una de las “historias de vida donde se construye la visión de
la sociedad en su conjunto. Es así como a partir de las vivencias de las personas,
su forma de recordarlas y narrarlas, se constituye el tejido que sustenta los
imaginarios sociales que se mantienen y se modifican en el tiempo”7
Los tres personajes que se analizarán poseen vidas y contextos diferentes, pero
tienen en común el hecho de ser bautizados y el haber vivido algún tipo de
enfermedad. Debido a ello, vieron la necesidad de acercarse al seno de la Iglesia
católica para hallar en ella una mediación que les proporcionara respuestas
urgentes ante la angustia originada a causa de la enfermedad. A continuación se
presentan los relatos.
6
GONZÁLEZ, María. Mega Iglesias en Bogotá: la multiplicación de los fieles. En: Directo Bogotá
No.8 (ene.- mar. 2005); p.19.
7
VÁSQUEZ, Socorro. De lo individual a lo colectivo en la investigación social. En: Universitas
Humanistica Vol.31, No. 59 (Ene.-jun. 2005), p. 57.
16
1.2 De la muerte a la vida: Manos que sanan, un acto de amor
“Mi nombre es Camilo Andrés Guerra. Actualmente tengo 25 años y estoy en el
último año de Derecho. Hace aproximadamente cinco años, cuando vivía con mi
familia en Cartagena, comencé a sentir continuas depresiones. Para calmarlas
empecé a tomar mucho licor, lo cual se convirtió en un problema serio para mí y
para mi familia.
En consecuencia me llevaron al siquiatra, quien me diagnosticó “Distimia”8. Inicié
un tratamiento médico que duró más o menos un año. En dicho tratamiento, se me
indicaba evitar cualquier tipo de licor, ya que bajo sus efectos volvía a recordar los
continuos maltratos que viví de niño, lo que terminaba con manifestaciones de
agresividad hacia mi familia.
Me trasladé a Bogotá para comenzar mis estudios universitarios. Vivía con mi
hermano menor. En esta época, caí de nuevo en la depresión, el licor y la
agresividad. Llegué incluso a tomar solo. Una de esas crisis se agudizó el día en
que mi novia tomó la decisión de dar por terminada nuestra relación. Comencé a
caminar sin rumbo fijo con el firme propósito de matarme, pero antes ingresé a
una Iglesia cercana al lugar donde vivía. Allí vi a un señor que colaboraba en la
Iglesia, me acerqué y le conté todo lo que me pasaba. Él me escuchó con atención
y me formuló algunas preguntas, a las cuales le respondí abiertamente. Recuerdo
que le aclaré que yo no era muy creyente, pues no iba mucho a la Iglesia, y que
Dios no me convencía mucho. El hombre después de observarme con mucha
atención, me dijo: -“no hablemos de Dios, sino de tu problema”-.
8
La distimia (del griego clásico δυσθυμία "mal humor"), también llamada trastorno distímico, es un
trastorno afectivo de carácter depresivo crónico, caracterizado por la baja autoestima y apariciónde
un estado de ánimo melancólico, triste y apesadumbrado, pero que no cumple con todos los
patrones diagnósticos de la depresión. Se cree que su origen es de tipo genético-hereditario y que
en su desarrollo influirían factores psicosociales como el desarraigo, la falta de estímulos y premios
en la infancia, entre otras causas. En: http://es.wikipedia.org/wiki/Distimia#cite_note-0 [Consulta: 20
de abril, 2011]
17
Dialogamos aproximadamente una hora. Después me dijo: “Te voy a regalar una
oración. Y aunque tú no creas, yo sí creo en Dios”. Inmediatamente nos dirigimos
a la capilla. Una vez allí, él me colocó las manos en la cabeza y comenzó a orar.
Aunque a lo largo de mi vida me han aplicado los sacramentos, y aunque nací y
crecí en una familia católica, y puedo decir que de vez en cuando voy a misa, ese
día, por primera vez, tuve un contacto con Dios de una manera diferente. Aquella
oración me tranquilizó mucho. Hizo que la ira y el deseo que tenía de quitarme la
vida desaparecieran.
El hombre me invitó a continuar con nuestra conversación esa misma semana. Así
lo hice. Le profundicé en mis problemas y le consulté sobre algunas
manifestaciones extrañas que vivía, principalmente en los sueños. Ese día, él sólo
se limitó a escuchar y no oró. Una vez más nos volvimos a encontrar, aunque en
esta ocasión el señor fue a mi casa acompañado de otra persona. Iniciamos
nuestra conversación, la cual culminó con una oración e imposición de manos
sobre mi cabeza. En ese instante experimenté cosas muy extrañas en mi cuerpo,
tanto así que llegué a vomitar. Estoy convencido de que Dios se manifestó con su
gracia, porque sentí mucha paz. Lo que las drogas siquiátricas no lograron, las
oraciones sí. Yo que había aprendido a vivir sólo de momentos, sin pensar en el
mañana, ahora comenzaba a sentir calor humano y a experimentar la parte
espiritual en mi vida.
Después de aquellas vivencias, no volví a tener contacto durante un año con aquel
hombre que me había orado. Continué con mi rutina creyendo que todo estaba
solucionado, pero no fue así. Un tiempo después aparecieron de nuevo los
mismos síntomas y tuve una crisis depresiva peor que las anteriores.
Una vez más me perdí por completo y lo único que recordé fue el nombre del
señor que me escuchó y oró por mí. En esta ocasión me encontraba con mis
18
padres, quienes no tenían la menor idea de quién era aquella persona de la que
yo les hablaba. Les facilité algunas indicaciones del lugar donde lo podían
encontrar y luego lo llevaron a mi casa. Tal como había ocurrido la primera vez,
este hombre me impuso las manos y realizó una oración por mí. Esto logró
tranquilizarme y pude dormir un poco.
Continuamos hablando durante mucho tiempo, pero en esta ocasión mi familia se
vinculó a este proceso, con el propósito de buscar el fin de mis males. A partir de
este momento comencé a creer en un Dios más humano, que se acerca a mí a
través de los otros, y en especial, de este hombre que ora y que sabe escuchar.
Como parte del proceso asumido, aquel hombre me invitó a un espacio de oración
junto con mi familia. Éramos unas veinte personas y había un sacerdote invitado.
Recuerdo que no solía dar crédito, cuando veía cómo en algunas Iglesias
cristianas los pastores que tienen algunos dones de sanación, imponían las manos
sobre las personas y éstas caían al piso.
Ese día el sacerdote invitado anunció que en ese grupo había una persona con
problemas, y que además, le acompañaban presencias oscuras en su vida. De un
momento a otro, el sacerdote comenzó a pasar frente a cada uno de los asistentes
colocándoles las manos sobre la cabeza. Cuando estaba cerca de mí, empecé a
sentir una fuerza que me inundaba por todo el cuerpo y al llegar donde yo estaba,
me impuso las manos y comenzó a orar. Me fui para atrás, como si me hubieran
golpeado. Me sentí sin fuerzas, sin nada. Experimenté una lucha interna entre esa
parte oscura que vivía conmigo y Dios. Cuando el padre terminó la oración, sentí
como si me hubieran arrancado un gran peso de mi cuerpo y de mi alma.
Inmediatamente mi mente cambió y me di cuenta que necesitaba vivir de verdad y
de una manera más positiva. Comencé a explorar la vivencia de lo espiritual, a
creer y a encontrarme más con Dios.
19
Respecto a mi familia, he aprendido a perdonar las vivencias de la niñez, en
especial, lo que se refiere al maltrato físico. Hoy los respeto, los valoro y soy
capaz de dejarme amar por ellos. A nivel del estudio, lo que no era capaz de hacer
antes, hoy lo he logrado. Tengo buenas calificaciones, bebo poco y no existe ni un
momento para la depresión. Mis proyectos inmediatos son terminar la universidad
e irme al exterior. Aunque no voy con frecuencia a la misa ni a muchas de las
manifestaciones religiosas, Dios es el eje central de mi vida. Trato de vivir en una
continua armonía con Él y lo invoco a cada instante. Lo principal es que lo
reconozco en los otros: los respeto a todos y los valoro. El cambio en mí ha sido
grande y creo que hoy en día soy una mejor persona”.
1.3 Prueba de fe: Entre el sueño y la realidad transcurre una vivencia
reveladora
“Mi nombre es Esperanza Rincón, nacida en el municipio de Coveñas (Sucre).
Tengo 20 años de edad. Hace algún tiempo asistí a varias Iglesias cristianas
evangélicas. Amigos y familiares me decían que iba a ser pastora, porque veían
que acudía con frecuencia a los cultos. Allí me inspiraba mucho, tanto así, que era
capaz de componer canciones a Dios. Mi vida era de mucha paz y tranquilidad,
porque Dios estaba en todas partes. Yo era una eterna enamorada de Dios y
muchas veces soñaba con él.
Uno de los sueños que más recuerdo y que considero marcó mi vida comenzó
muy bonito, pero luego cambió, creo que era como una prueba de fe. Había un
arco iris y mucha luz. Sin embargo, de un momento a otro vi como se acercaba
hacia mí una oscuridad. Todas las personas que se encontraban en el sueño
comenzaron a correr y me gritaban: ¡no te dejes alcanzar, corre, no te dejes
alcanzar! Aunque no me dejé alcanzar por la oscuridad, ingresé en ella por un
lado. Allí estaban como unos ángeles que me dieron la mano. Vi que aquellas
manos eran hermosas, muy tiernas, era algo indescriptible. Muy cerca a nosotros
20
había una rosa blanca con mi fecha de nacimiento y varios datos personales.
Después de la “bienvenida” de los ángeles, varias personas realizaron un círculo
a mí alrededor y me dijeron: “respire profundo, contén la respiración, cierre los
ojos y no los abra”. Cuando abrí los ojos, sentí como si me hubiese caído y
contemplé a mí alrededor muchos demonios, lodo y pantano. Era algo muy
horrible.
Después de aquel sueño, mi vida cambió por completo. Tenía mucha rabia
conmigo misma y con todas las personas. Muchas veces me invadía un profundo
deseo de matar a la gente. Además, continuamente escuchaba que me llamaban y
veía sombras que se me acercaban, por eso evadía permanecer sola.
Pasado algún tiempo, me comprometí con un hombre y juntos nos fuimos a vivir a
la ciudad de Medellín. Al poco tiempo de mi traslado, mi mamá quien vivía en
Coveñas se separó de mi padrastro, el cual era un buen hombre, pero ella decidió
irse para Bogotá a buscar suerte. Desde el momento de su llegada se enfermó
mucho, las manos se le rajaron y se puso muy delgada. Mi madre es una mujer
muy religiosa y al verse tan enferma visitó una Iglesia. Allá un hombre le rezó y le
dijo: “una hija suya va estar con muchos problemas”. Todo parecía indicar que se
refería a mí, porque en ese momento yo estaba sufriendo continuos ataques en mi
cuerpo, me alteraba a cada instante y los médicos nunca me encontraban nada.
Un día, en horas de la mañana, sentí un gran deseo de asistir a la Iglesia y se lo
comenté a Felipe, mi esposo. Pasaron algunos minutos y al encender el televisor
me di cuenta que estaban trasmitiendo la Santa Misa, pero no pude verla, porque
me dio un sueño muy pesado. Al despertar sentí mucha fuerza, me levanté, me
organicé e hice todo para asistir a la Iglesia, más por insistencia de una amiga que
por gusto propio, porque ella conocía todos mis problemas. Una vez que ya
estábamos en la misa comencé a sentir mucho mareo. Me acerqué a una señora
que colaboraba en el templo, y le dije que necesitaba hablar con un sacerdote.
21
Ella me indicó a uno de los que trabajaban en la Iglesia y cuando me encontré
frente a frente con él, sentí mucho susto. El sacerdote me llevó a una oficina y se
sentó en su escritorio. Desde mi puesto sentí mucho temblor en mi cuerpo y tuve
el deseo de salir corriendo. El sacerdote me preguntó: ¿qué le pasa? No supe qué
responder. Temblaba cada vez más.
El sacerdote salió un instante y volvió con un libro de plegarias. Cuando volvió lo
primero que hizo fue colocarme las manos en la cabeza y hacer una oración.
Desde ese momento no recuerdo nada más. Un señor, que estaba orando con el
padre, me contó: usted comenzó a gritar muy fuerte y su voz se transformó.
Luego me realizaron otra oración, pero esta vez en compañía de varias personas,
entre ellas estaban dos mujeres, el sacerdote y un muchacho. Todos oraban a la
vez y colocaban las manos sobre mi cabeza. Nunca antes me habían orado de
esa manera. No recuerdo qué pasó. Los que estaban presentes me contaron que
yo gritaba.
A partir de aquel día mi vida cambió, pero para bien. Han desaparecido la rabia y
el deseo de matar a la gente. Hoy soy otra mujer en la relación con mi marido y
mis dos bebes. Nos hemos acercado más a la Iglesia, tanto que hemos pensado
en bautizar a los niños, y Dios mediante, mi esposo y yo queremos casarnos. Es
necesario darle a Dios el espacio que se merece en mi vida, pues lo que no
conseguí con médicos, a los cuales siempre consulté por continuos dolores de
cabeza y por una supuesta gastritis, lo encontré aquí en la Iglesia. Ya no tengo
ningún dolor. El sacerdote me ha vuelto a orar con imposición de manos y siento
que de la cabeza a los pies me corre una especie de hormigueo”.
22
1.4 Una enfermedad que pasa de lo científico a lo inexplicable
“Mi nombre es María del Carmen Guzmán, tengo 33 años de edad, soy profesora
de educación especial. Toda mi vida he estado vinculada a la Iglesia y como
buena cristiana, soy practicante en lo que se refiere a la vida sacramental.
Mi problema se inició con un fuerte dolor de cabeza que cada vez se intensificó
más. En varias ocasiones tuve que ser remitida a urgencias, donde me aplicaban
una serie de medicamentos, que sólo lograban disminuir el dolor en mi cabeza,
pero nunca lo desaparecían totalmente.
Con el tiempo el dolor de cabeza se extendió al cuello, la espalda y comencé a
tener entumecimiento del brazo y de la pierna izquierda. El diagnóstico de los
médicos era que tenía cervicalgia9, comprometida con fibromialgia10. Los médicos
sostenían que la cervicalgia la podían tratar, pero que la fibromialgia no tenía cura.
Tomé los medicamentos que me prescribieron que iban desde el acetaminofén, el
ibuprofeno y todo cuanto pudiera calmar el dolor. Estaba convencida de que los
médicos estaban haciendo lo mejor.
Como mi estado de salud se agravaba cada vez más, fui remitida al centro de
rehabilitación. Con la ayuda de las terapias me sentía mejor, pero el efecto sólo
duraba de uno a tres días. A esto se sumaba el dolor en los pulmones, al
momento de respirar, sobre todo en las noches, razón por la cual tenía que llamar
9
Cervicalgia significa simplemente “dolor en la zona cervical de la columna”, por lo que no es un
diagnóstico o nombre de ninguna patología en concreto, sino más bien un término descriptivo para
referirse a dolor de cuello. Normalmente ese dolor proviene de problemas mecánicos de las
articulaciones y músculos de las vértebras cervicales y no siempre es debido a la artrosis
(desgaste) de las articulaciones cervicales como se venía pensando. Los estudios científicos
muestran que no existe relación entre la artrosis de columna y el dolor de columna cervical y la
artrosis tiene la misma incidencia en personas con dolor que sin dolor. En:
http://www.institutferran.org/cervicalgia.htm [Consulta: 23 de abril, 2011]
10
Es un síndrome común en el cual una persona tiene dolor prolongado en todo el cuerpo y
sensibilidad en las articulaciones, los músculos, los tendones y otros tejidos blandos.
La fibromialgia también ha estado relacionada con fatiga, problemas de sueño, dolores de cabeza,
depresión y ansiedad. En: http://www.nlm.nih.gov/medlineplus/spanish/ency/article/000427.htm
[Consulta: 23 de abril, 2011]
23
a mi esposo para que me ayudara. Como consecuencia de todos mis dolores me
encerraba en mí misma, para no ser carga para nadie. Con muy pocos amigos
volví a tratar.
En varias ocasiones había escuchado sobre los grupos de sanación y liberación,
sin embargo, una suele ser un poco escéptica a todo esto. Un día una amiga me
comentó algunos hechos muy extraños que le habían sucedido. Le dije que de eso
poco sabía, y que lo mejor era que preguntáramos en la parroquia, sobre todo, al
padre que dirigía el grupo de sanación y de oración. Cuando llegamos estaban
haciendo oración comunitaria.
Mi amiga que era la del problema se unió a la oración. Yo me quedé afuera y
estaba dispuesta a marcharme a casa, cuando una de las señoras del grupo me
invitó a ingresar. Aunque no lo vi necesario, lo hice por mi amiga. Eran como unas
veinte personas y el sacerdote que se encontraba dentro del grupo se
caracterizaba por tener una estola. Comenzaron las oraciones y el padre pasaba
frente a cada una de las personas. Vi como imponía sus manos sobre la cabeza
de cada una de ellas. Eso para mí era algo totalmente nuevo. Lo único que hice
fue cerrar los ojos y comencé a orar por la necesidad de mi amiga. Cuando el
sacerdote se me acercó y me impuso sus manos, comencé a sentir un calorcito
sobre mi cabeza, que se extendió por todo mi cuerpo. De ahí en adelante no tengo
ningún recuerdo.
Cuando desperté, estaba tirada en el piso y el sacerdote me llamaba diciéndome:
“María del Carmen, yo te reclamo en el nombre de tu santo bautizo”. Nunca antes
me habían impuesto las manos, ni me habían orado de esa manera. Siempre lo
había visto en la televisión y consideraba que sólo le pasaba a otros, menos a mí.
Mi cuerpo quedó muy cansado. Por el testimonio de las personas que se
encontraban esa tarde en el grupo de oración, supe lo que sucedió en aquellos
momentos: Cuando el sacerdote me impuso las manos, me transformé totalmente,
24
emitía una serie de sonidos, lloraba y cuando él me regaba agua bendita, yo
gritaba y le decía que no me echara más de esa agua.
El sacerdote me invitó a volver, pero esta vez acompañada de mí esposo, quien al
momento de contarle lo sucedido, obviamente no me creyó. Sin embargo, al
siguiente día fue conmigo a la Iglesia. Una vez allí, el sacerdote me impuso las
manos. Al instante me dieron ansias de toser y mi cuerpo comenzó a temblar.
Sentí un desespero fuerte y comencé a agredir a las personas que estaban allí,
tanto así que tuvieron que agarrarme entre varios.
Las sesiones con el sacerdote a través del diálogo, la oración e imposición de
manos, se repitieron en varias ocasiones hasta que por fin logré experimentar una
tranquilidad inmensa.
Mi esposo estaba aterrado por lo sucedido y me confesó que sintió mucho
remordimiento porque nunca pensó que la solución a mis males estuviera en la
oración. Lo mismo sentí yo, pues como buena católica practicante jamás se me
ocurrió que mi vida pudiera cambiar radicalmente con la oración. La paz que sentí
fue muy grande y a partir de esa última sesión, los síntomas de mis enfermedades
fueron desapareciendo.
Los médicos al verme bien se sorprendían, aunque alguno de ellos decidió que
debía ir al siquiatra, pues según él yo no quería asumir mi enfermedad y me
estaba refugiando en la oración. No volví más al médico y paré los medicamentos.
Como testimonio de lo que viví tengo todos los diagnósticos y exámenes médicos
que me realizaron. Hoy no tengo ningún rastro de aquellas enfermedades.
Esta experiencia de la oración e imposición de manos contribuyó a que mi fe se
fortaleciera aún más. Actualmente ayudo a muchas personas para que se
acerquen a Dios a través de la oración. Respecto a mi matrimonio, tuvimos un
25
cambio radical ya que nos unimos aún más. Hoy en día colaboramos con algunos
grupos de oración donde también se imponen las manos. Cristo Jesús es el todo
para mí, es el centro de mi vida y sin Dios no soy nada”.
1.5 La Antropología teológica que subyace en estos relatos de vida durante
su proceso de sanación
La antropología cristiana define al ser humano como la única criatura de la
creación que posee todas las capacidades para abrirse a la trascendencia. Dicha
apertura sólo ocurre, cuando el hombre coloca toda su realidad existencial en
perspectiva de lo divino. Es por esto que la continua búsqueda de lo trascendental
no se agota en los momentos celebrativos de los sacramentos, ofrecidos por la
Iglesia, sino que invade toda la vida del hombre.
Esa búsqueda hacia la trascendencia, algunas veces se torna conflictiva, ya que a
muchos hombres y mujeres les es difícil lograr reconocerse criatura amada y
querida por Dios cuando la enfermedad toca la propia vida. Desconociendo quizás
que Jesús como autentico Hijo de Dios, durante su vida pública con sus gestos,
palabras y obras, buscaba la salvación de todo el género humano, aún para
aquellos que se hallaban en situación de enfermedad y que eran continuamente
excluidos por la sociedad.
Ante este panorama, quizás un poco conflictivo, se pretende analizar las diversas
etapas por las cuales atraviesan algunos hombres y mujeres cuando viven una
enfermedad, teniendo presente el proceso sanador manifestado por los relatores,
para quienes fue de vital importancia el acompañamiento espiritual llevado a cabo,
el cual estuvo unido a la oración y al gesto de la imposición de manos. El orden de
este análisis, obedece al camino que casi siempre se traza todo hombre cuando
busca obtener una sanación, la cual al no ser encontrada en las ciencias de la
medicina, opta por hallarla a través de la fe.
26
1.5.1 Una ciencia médica que habla a la humanidad de la enfermedad
Relato
Diagnóstico médico
1.
Distimia, alcoholismo y agresividad.
2.
Gastritis, dolor de cabeza, agresividad, continuos ataques en
cuerpo y alteración emocional.
3.
Cervicalgia y fibromialgia. Se afirma que la cervicalgia la
pueden tratar, pero que la fibromialgia es una enfermedad
degenerativa y continuos dolor de cabeza.
Frente a una enfermedad que ataca el cuerpo lo primero que busca una persona,
basada en lo científico y demarcada por la racionalidad, es tratar de identificar las
causas que han originado dicha enfermedad, para poder tener una respuesta que
le permita erradicar el dolor que ésta produce en su cuerpo.
Ciertamente es la ciencia médica la que puede establecer a través de sus
investigaciones el origen de muchas de las enfermedades que atacan la vida de
las personas. Hoy se puede afirmar que “la medicina científica ha pasado de la
conjetura a la certeza, en el diagnóstico de muchas enfermedades”11. Estos
diagnósticos se consideran como la verdad absoluta, razón por la cual, cuando
alguien recibe un parte médico, no duda en someterse a otras valoraciones que le
permitan tener una mayor certeza frente al origen de su enfermedad.
Sin dejar de reconocer el valor de la ciencia médica, no se puede desconocer que
existen muchas enfermedades, que si bien se manifiestan a través del cuerpo, no
necesariamente su curación se alcanza con medicamentos. Es esto quizás, lo que
nos han dejado saber estos relatores, quienes debieron realizar un proceso de
acompañamiento espiritual que les permitió adquirir un profundo conocimiento de
11
PHILIBERT, Paul. Cambios en el significado de la salud y la sanidad. En: Revista Internacional
de Teología Concilum, No 278 (Nov. 1998), p 672.
27
su propia vida, y junto a ella, de todas las heridas que desde su niñez le habían
sido proporcionadas y de las que quizás, hasta entonces, no habían sido capaces
de liberar ni darles un nombre. La sanación a estas enfermedades iban más allá
de lo corporal o del estudio profundo frente a una patología, ya que en ciertos
momentos lo que manifestaba el cuerpo a través del dolor, no era otra cosa que
un grito de una realidad más profunda que necesitaba ser escuchada,
acompañada, liberada y por ende sanada.
El reconocer este tipo de enfermedades y la manera de ser tratadas para una
posible sanación, obligan a establecer una distinción entre “la ciencia de curar
enfermedades y el arte de sanar íntegramente a los pacientes. En este sentido
curar significa tratar los órganos y tejidos enfermos con la atención puesta, no en
la persona sino en la patología”12, mientras que el sanar obedece a uno de los
componentes misioneros dado por Jesús a su Iglesia (cfr. Mc 16, 15-20). Por esa
razón las acciones pastorales de la Iglesia siempre se encaminan al ámbito de la
sanación: “sanar es asegurar el bienestar integral de la persona en el marco
estructural de su visión del mundo, su familia y su cultura. Sanar tiene que ver
ante todo con una restauración que comienza por la intimidad del paciente”13.
1.5.2 La persona enferma se sumerge en su propio yo
Relato
Estado emocional del enfermo
1.
Aislamiento, refugio en el licor, deseos de morir.
2.
Rabia con la vida y con todas las personas. Muchas veces le
invadía un profundo deseo de matar.
3.
Encerramiento en sí misma para no ser carga para nadie, con
muy pocos personas volvió a tratar.
12
13
Ibíd., p. 676
Ibíd.
28
Cuando el ser humano atraviesa por la enfermedad, se origina en éste una ruptura
relacional, tanto a nivel personal como social, que conduce en la mayoría de los
casos a un aislamiento. Razón por la cual, muchas de estas personas sufren
continuas depresiones que les obliga a permanecer solas. No existe una
preocupación por su apariencia personal, ya que poco les importa recibir elogios
sobre su apariencia física, pues su único interés está en lograr recuperar la salud.
“La enfermedad no es sólo una perturbación orgánica; representa una herida de la
personalidad total del ser humano, en cuanto vulnera sus capacidades y su
autonomía”14, es así que muchos enfermos se consideraran limitados y tratarán a
toda costa de no convertirse en carga para otros, principalmente para los
miembros de su propia familia. Esta fragmentación del yo, hace que el enfermo
considere haber perdido su unidad existencial, ya que “la enfermedad agudiza
dramáticamente el sentido de la soledad del individuo, con la convicción de estar
solo para afrontar su propio drama y no ser realmente entendido en su situación
de sufrimiento”15.
Para muchos la enfermedad se suele catalogar como un mal que afecta a la
persona. Más aún, cuando en ésta, no existe una madurez en lo que se refiere a la
experiencia de fe. Recordemos que en muchas creencias religiosas la enfermedad
obedece a un castigo divino ante una falta cometida por la persona o por algún
familiar, incluso en la perspectiva que nos ofrece el pueblo de Israel a través de su
tradición veterotestamentaria, sin embargo, Jesús nos enseña otra comprensión
de la enfermedad (cfr. Jn 9, 1-3).
Todo creyente que viva una enfermedad, debe ser consciente que ella no es obra
de Dios, quien busca colocarle pruebas o castigarlo por haber obrado mal, ya que
el mismo Jesús realiza su más plena acción curativa cuando descubre el sentido
14
15
ROCCHETTA, Opt.cit., p. 260.
Ibíd., p. 261.
29
de la enfermedad y el dolor en su Pasión, Muerte y Resurrección. Es decir,
abriéndose plenamente a Dios Padre y a su proyecto de amor. Por eso la persona
enferma debe primordialmente abrirse a Dios quien se manifiesta en los otros.
1.5.3 Una identidad bautismal, empobrecida y sin conciencia eclesial
Relato
1.
Vida sacramental
Bautizado, pero con muy poco contacto con la Iglesia.
Por iniciativa de la familia “le han aplicado cada uno de los
sacramentos”.
Ante la crisis, el desespero y el dolor, quedan Dios y la Iglesia.
Cree en Dios, pero no en las celebraciones comunitarias de la
Iglesia.
2.
Bautizada en la Iglesia católica desde niña.
Asiste
a
varias
Iglesias
cristianas
(pentecostales
y
evangélicas).
Poca participación en la celebración comunitaria de la Iglesia y
los sacramentos.
Ante la angustia y por sugerencia de una amiga que le dice:
“usted está muy mal y necesita ayuda”, siente la necesidad de
ver por la televisión la misa y de asistir al templo parroquial
para participar de la misa.
3.
Bautizada desde niña y vinculada a la Iglesia. Se considera
buena cristiana, en lo que se refiere a las prácticas
sacramentales de la Iglesia.
Ha recibido los sacramentos de la Iglesia en los cuales ha
asumido y vive comprometida en su comunidad de fe.
La antropología cristiana hunde sus raíces en el misterio pascual de Cristo, por el
cual todo hombre y mujer se apropia de ello en el momento mismo en el que toma
30
conciencia de su realidad bautismal. Sin embargo, vemos a partir de estos relatos,
la poca conciencia que viven en la Iglesia muchos de los bautizados, pues
tenemos un grupo (relato 1) quienes afirman que su bautismo obedeció más a una
tradición familiar que a una decisión propia, pues una vez adquieren un grado de
autonomía en sus decisiones, son capaces de decirle a sus padres “no creer en
las prácticas religiosas de la Iglesia, y por tanto no los pueden obligar a participar
en ellas”. Aquí existe una ruptura en lo que se refiere al itinerario formativo en la
fe, cuyos primeros responsables son los padres de familia, los padrinos y, junto a
ellos, la comunidad eclesial que respalda dicho proceso.
Un segundo caso lo vemos reflejado en aquellos bautizados que nunca tuvieron la
posibilidad de celebrar en comunidad la vida sacramental de la Iglesia (relato 2), y
ello ha de obedecer sin duda, a aquellos padres de familia que por tradición
consideran que lo primero en la Iglesia son los ritos y no la experiencia de Dios.
En un tercer caso, vemos a un bautizado consciente de su fe, que la celebra y la
vive en comunidad (relato 3). No obstante, tiene claro que Dios no puede obrar de
manera milagrera a través de grupos de oración y mucho menos de
manifestaciones extraordinarias. Este grupo de bautizados confía en Dios y sabe
que hay situaciones humanas como las enfermedades físicas, que sólo se
resuelven a través la ciencia médica.
Es fundamental llegar a hablar de una sanación holística, que integra al hombre en
su totalidad y en cada una de sus dimensiones. El documento de Aparecida afirma
que “…Tenemos un alto porcentaje de católicos sin conciencia de su misión de
ser: sal y fermento en el mundo, con una identidad cristiana débil y vulnerable.” 16
Razón por la cual ante una dificultad como la enfermedad y el temor a la muerte
por la misma causa, conduzcan con facilidad a muchos bautizados, a vincularse a
16
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Documento conclusivo,
Aparecida, Brasil, 2007. No 286.
31
movimientos religiosos donde se les hable del don de sanidad y restauración a sus
vidas. Cuando existe una clara conciencia bautismal por parte del creyente, aún
en los momentos de la enfermedad, éste sabe “que su cuerpo está llamado a
convertirse en signo de la redención de Cristo”17 y más que ir en busca de un
milagro sale en busca de Cristo para integrarse a la comunidad.
1.5.4 La reacción del cuerpo al recibir el gesto de la imposición de las
manos
Relato
1.
Reacción al gesto de la imposición de las manos
Tranquilidad, confianza y contacto con el otro.
Sintió una fuerza que le invadió todo el cuerpo.
Sintió como si le hubieran arrancado un peso del cuerpo y del
alma.
Experimentó una lucha interna.
2.
Miedo, estado de inconsciencia y gritos. Sintió un desespero
fuerte y comenzó a agredir a las personas que estaban allí
presentes, tanto así, que tuvieron que agarrarla entre varios.
3.
Comenzó a sentir un calor sobre la cabeza, que se extendió
por todo su cuerpo.
La tradición de la Iglesia ha reconocido que el gesto de “la imposición de las
manos es símbolo de envío a una misión que se le confía. La unción de los
enfermos concreta esa misión: las manos trabajan, entregan, transmiten,
tranquilizan y a veces acompañan”18.
17
ROCCHETTA, Opt.cit., p. 218.
GONZÁLEZ, José I. Símbolos de fraternidad (sacramentología para empezar). Barcelona,
España: Cristianisme i justicia, 2006. p. 32.
18
32
En esta apuesta investigativa se dejan a un lado muchas de las manifestaciones
vividas y narradas por estos tres personajes, pues en algunas de estas, se pueden
hablar de casos de liberación o vinculación a fuerzas diabólicas, sin embargo, este
no es el tema a tratar. El objetivo es centrarnos en su vivencia sanadora y cómo a
través del gesto de la imposición de las manos se lograr inferir un sinnúmero de
experiencias, las cuales van desde la confianza pasando por el temor y llegando
quizás a sentirse tocado en todo su cuerpo, aunque el gesto se haya realizado
únicamente en la cabeza.
Una compresión antropológica del gesto de imposición de las manos nos conduce
a reconocer al ser humano como un sujeto en relación consigo mismo, con la
naturaleza y con los otros, donde la mayor parte de estas relaciones se establecen
a través del cuerpo y no se puede olvidar que las manos son parte del cuerpo
humano. Varios autores hoy hablan “del cuerpo, como símbolo real, esto quiere
decir: que nuestra corporeidad es signo realizador”19, y que muchos gestos de
cercanía, acogida y encuentro interpersonal se realizan en un primer instante a
través de las manos
19
SCHNEIDER, Theodor. Signos de la cercanía de Dios. Salamanca: Sígueme, 1982. p.19
33
1.5.5 Una
vida
que
se
transforma
tras
un
proceso
de
apertura,
acompañamiento, oración e imposición de las manos
Relato
Cambio de vida tras el gesto de la imposición de las manos.
1.
Diálogo continuo, logró profundizar sobre sus problemas.
Calor humano y necesidad de una búsqueda espiritual.
Un acercamiento a la familia y a la Iglesia.
Capacidad de aceptación y perdón.
Un ser humano abierto a los otros y capaz de dejarse amar.
2.
Una mujer comprometida con su hogar. Se ha acercado más a
la Iglesia.
Desea recibir junto a los miembros de su familia cada uno de
los sacramentos y celebrarlos en la comunidad.
3.
Siente que su fe se ha fortalecido aún más.
Quiere ser una mediación para que otras personas se
acerquen a Dios, lo conozcan y lo experimenten con plena
conciencia.
Sólo a través de un proceso de acompañamiento espiritual, muchas personas
logran tomar conciencia de los diversos conflictos internos, que le han marcado su
manera de relacionarse consigo mismo y con su entorno social. El diálogo, la
apertura y el contacto con otro a través del gesto de la imposición de las manos,
fueron claves en los relatores, aquí presentados, para obtener una sanación
holística, a la cual la ciencia médica no fue capaz de responder más allá de un
diagnóstico.
En lo que se refiere al gesto de la imposición de las manos, en el ámbito de la fe,
ésta se ha de asumir para todo bautizado como una posibilidad de entrar en
contacto con los demás. Es así que quien se apropia de este gesto como realidad
sacramental, sabe que dicha gestualidad no obedece a meros caprichos
34
personales sino que en el fondo se encuentra el Misterio mismo de Dios que se
posa en el ser humano, para transformar la vida de todo creyente.
Quien asume este tipo de experiencias sanadoras, sabe que está llamado a
testimoniar lo vivido y lo hace siempre ubicándolo en el ámbito de la fe, razón por
la cual, siente la necesidad de convertirse en heraldos del evangelio, donde el
testimonio de vida es fundamental para llegar a ser creíbles a los demás.
1.5.6 Consecuencias comunitarias
Relato
Implicaciones comunitarias
1.
Vinculación de la familia en el proceso.
2.
Encuentros continuos con el sacerdote.
El apoyo del grupo de oración en todo este proceso.
3.
Encuentros continuos con el sacerdote y con el grupo de
oración.
El esposo entra a formar parte en este proceso apoyando.
Asume como proyecto de vida, hacer que otros también se
acerquen a Dios a través de su oración y su propio testimonio.
En un proceso de sanación holística, la persona enferma no puede estar sola, es
fundamental lograr vincular a sus familiares y amigos más cercanos para que la
apoyen con su presencia y afecto. En este campo, la acción pastoral de la Iglesia
está llamada a identificar a los enfermos de su comunidad, para acompañarles y
hacerles sentir el papel que ella tiene en el cuerpo de la Iglesia. El gran problema
en la actualidad, es que a nivel eclesial se habla de comunidad de fieles desde el
anonimato, donde solo cuentan los censos que delimitan el territorio parroquial o
diocesano y no se es capaz de individualizar al miembro de Cristo, que junto a los
otros, conforman el verdadero cuerpo de Cristo.
35
Si bien se ha cuestionado la manera como los diversos movimientos pentecostales
y carismáticos han desviado las prácticas sanadoras al ser consideradas como
una actividad mágica, efectuada en gran medida por el gesto de la imposición de
las manos, hay que valorar sobre todo en los pequeños cultos que ellos efectúan,
la acogida e identidad que tiene cada miembro en la comunidad.
Es así como las experiencias de sanación aquí narradas ocurren tras un largo
proceso de acompañamiento, pues se podrá pensar que suceden inmediatamente
después de hacerse efectivo el gesto de la imposición de las manos.
Continuamente los relatores utilizan expresiones cómo: “nos volvimos a ver para
hablar y orar”. Este hecho, permite comprender que la sanación es efectiva
cuando se ataca el origen de la enfermedad, la cual en muchas ocasiones se
encuentra en las heridas ocasionadas desde la niñez o en el desarrollo de la
misma vida.
1.5.7 Experiencia de Dios – Trascendental
Relato
Una nueva concepción de Dios.
1.
Conciencia de un Dios más humano, el cual se acerca a mí a
través de los otros, por tal motivo trato de respetar a todas las
personas que me rodean.
Trato de vivir en una continua armonía con Dios.
2.
Es necesario darle a Dios el espacio que se merece en la vida.
3.
La oración como lugar de encuentro con Dios. Jesús el Cristo
es considerado el todo para su vida.
Leonardo Boff sostiene que “experimentar a Dios no es pensar sobre Dios. Es
sentir a Dios a partir de un corazón puro y de una mente sincera. Experimentar a
Dios es sacar del anonimato el misterio del universo y darle un nombre: el de
36
nuestra reverencia y nuestro afecto”.20 Es así, como la experiencia se convierte en
camino de posibilidad para el encuentro de Dios con el hombre y del hombre con
Dios, estableciendo por tanto una unidad que acompaña la vida del creyente.
Mirado de esta manera, el acontecer de Dios en la historia, logra eliminar las
concepciones erróneas de un Dios lejano e inabarcable, ya que solo desde la
esencia misma del hombre se puede contemplar la obra de Dios ya que se le
logrará descubrir en el desarrollo de la existencia humana.
La experiencia sanadora obliga al creyente a tomar conciencia de la manera como
Dios obra en cada ser humano. Ya no se comprende a Dios como un ser lejano al
hombre, el cual habita en otras realidades, sino que es un Dios humanizado que
se hace cercano a todo hombre, más aún en el sufrimiento.
El hombre busca darle a Dios el espacio que se merece en la vida, por eso siente
la necesidad de orar y de actuar en favor de los más necesitados. Reconociendo
que cada persona vale más que cualquier otra cosa. Siendo capaces de
establecer relaciones de respeto con el otro, pues ese otro es alguien sagrado
donde también habita Dios.
A manera de síntesis de este capítulo primero, se puede afirmar que la
enfermedad al no ser asumida desde la fe, puede llegar a convertirse en una
realidad negativa que logra desarmonizar toda la unidad estructural del ser
humano, haciendo referencia a cada una de las dimensiones que lo componen.
Igualmente el proceso que se vive en la enfermedad se inicia con la identificación
de la misma y para ello es fundamental el diagnóstico médico. Una vez se obtiene
la valoración médica, la persona que vive la enfermedad inicia una lucha a nivel
interno con la cual busca responsables sobre la misma.
20
BOFF, Leonardo. Experimentar a Dios la transparencia de todas las cosas. Santander, España:
Editorial Sal Terrae, 2003. p.156.
37
De esta manera se inicia un proceso de ensimismamiento sobre el enfermo que le
conduce a romper relaciones con todo cuanto le rodea incluso con Dios. El
proceso de sanación vivido y narrado por estos tres personajes se gesta en el
momento de romper su ego y opta por salir en busca de un otro, con el cual poder
expresar su sufrimiento. Quien escucha es un hombre de fe, que sabe que cuenta
con la acción Espíritu Santo para obrar y responder a quien sufre, según los
sentimientos de Cristo, por eso, cada palabra, gesto o signo que realice están
siempre enmarcados a luz de la fe. Es aquí donde el gesto de la imposición de las
manos cobra sentido dentro de cada uno de los procesos de sanación, sin
embargo no se puede confundir al creyente al considerar que el gesto obra por sí
solo y es condición de posibilidad para obtener la sanación tan anhelada.
38
CAPÍTULO 2
EL GESTO DE LA IMPOSICIÓN DE LAS MANOS EN LA TRADICIÓN
BIBLICO-TEOLÓGICA DE LA IGLESIA
Después de haber analizado ciertas implicaciones antropológicas que acompañan
tanto a hombres y mujeres en el momento de manifestarse en su cuerpo algún tipo
de enfermedad, se destaca según los testimonios ofrecidos por los relatores, que
a través de la ciencia médica no encontraron la mejoría requerida, ya que según
ellos su sanación obedeció a un proceso de acompañamiento espiritual, unido a la
oración y específicamente al gesto de la imposición de la manos, recibida por
algún bautizado que ha tomado conciencia de su opción de vida cristiana siempre
al servicio de los demás.
En este segundo capítulo se brindará un recorrido bíblico-teológico por algunos
textos de la Sagrada Escritura, que permitirán identificar el origen de la imposición
de las manos en la realidad sacramental de la Iglesia y a su vez precisar, en qué
momento histórico a éste gesto se le atribuyen efectos sanadores en la comunidad
cristiana.
2.1 La imagen antropomórfica de un Dios que obra con sus manos
Al pretender establecer el origen del gesto de la imposición de las manos en la
vida sacramental de la Iglesia, se hace necesario realizar un acercamiento a la
Sagrada Escritura, que nos conducirá a precisar qué importancia tenía éste gesto,
dentro de la cultura judía y cómo fue asumido por las primeras comunidades
cristianas. El punto de partida será las diversas representaciones antropomórficas
que el pueblo de Israel le atribuía a Dios.
Para el pueblo israelita Dios tenía características humanas como lo son: manos,
pies, labios, boca, lengua, rostro, belleza exterior, corazón, sexo, sentimientos de
39
gozo, tristeza, en pocas palabras, Dios tenía un cuerpo como cualquier otro
hombre o viceversa, el hombre tenía un cuerpo como su Dios, no en vano el
hombre es “imagen y semejanza de Dios” (cfr. Gn 1, 26-27) Ahora bien, esta
comprensión antropomórfica de Dios no era exclusividad del pueblo israelita, sino
de casi todas las culturas milenarias, entre ellas la griega, la egipcia, y la romana.
En el libro del Gn 2,7 se señala que: “Dios formó al hombre con polvo del suelo e
insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente”. Este
relato permite deducir que Dios fabricó todo a través de sus manos, ya que con
ellas él forma, moldea y toca al hombre. Se podría establear que el ser humano es
una creatura que sale de las palabras y las manos de Dios.
Israel durante su configuración como “pueblo elegido”, logra reconocer que la
mano de Dios le acompaña en todos los momentos de su historia, ya que para
ellos esas manos representan el poder soberano. Es así como las manos, siendo
una realidad corpórea del hombre, con las cuales trabaja, toca, crea y establece
relaciones con los otros, también se le atribuyen a Dios, ya que “con el simbolismo
de las manos, Dios expresa su acción creadora del hombre (Sal 119,73), su
función de guía y protector (Sal 139,10)”21. La mano de Dios dentro del lenguaje
religioso, es sinónimo de potencia y de fuerza.
2.2 El gesto de la imposición de las manos en el Antiguo Testamento
En lo que se refiere explícitamente al gesto de imposición de las manos en el
Antiguo Testamento, éste se podría identificar como un signo utilizado por los
israelitas en cuatro momentos significativos de su historia, tanto a nivel personal
como comunitario, ellos son: la bendición, la consagración, la elección profética y
en algunos ritos de expiación.
21
PIKAZA, Xabier. Diccionario teológico el Dios cristiano. Salamanca, España: Secretariado
Trinitario, 1992. p.74.
40
En las bendiciones: se puede afirmar que el gesto de la imposición de las manos
“expresa con realismo el carácter de la bendición, que no es meramente palabra,
sino acto”22. Con este gesto, los patriarcas transmitían a su descendencia los
bienes materiales y espirituales que de Dios habían recibido. Un ejemplo de ello,
lo vemos en la promesa que Dios hace a Abraham según el relato de Gn 48,13-16
“¡Crezcan y multiplíquense sobre la tierra!”. Asimismo, a través de éste gesto,
Israel bendice a sus hijos Efraín y Manasés (cfr. Gn 48,14) “Israel extendió su
diestra y la puso sobre la cabeza de Efraín, aunque era el menor, y su izquierda
sobre la cabeza de Manasés; es decir, que cruzó las manos, puesto que Manasés
era el primogénito”, para la tradición semita la bendición es parte de la herencia
que los padres trasmitían a sus hijos, sobre todo al primogénito de la familia.
En las consagraciones: la imposición de las manos como signo de consagración
“indica que el Espíritu de Dios pone aparte a un ser que él se ha escogido, que
toma posesión de él, le da autoridad y aptitud para ejercer una función”23. En el
texto de Nm 8,10 se puede observar como “puestos los levitas en presencia del
Señor, los demás israelitas les impondrán las manos”. A través de las
consagraciones las cosas e incluso las personas, adquirían el carácter de
sagrado, con lo cual se ha sido separado del mundo profano, con miras a un
servicio a la divinidad, lo consagrado ha de ser exclusividad de Dios.
En la elección profética: el tema de la elección guarda una estrecha relación con la
consagración, sin embargo aquí el gesto de la imposición de las manos puede ser
considerado como la transmisión de un carisma profético, con el cual muchos
hombres quedan bajo el señorío de Dios, para que cumplan una misión de orden
profética. Este llamado vocacional parte de la elección del profeta, la configuración
de la persona para ser profeta y la realización de la misión profética como lo
22
23
LÉON-DUFOUR, Xavier. Vocabulario de teología bíblica. Barcelona: Herder, 1988. p. 418.
Ibíd.
41
señala Ez 3,22 “Allí vino sobre mí la mano de Yahvé; me dijo: levántate, sal a la
vega, y allí te hablaré”. Es Dios quien elige por iniciativa propia a un pueblo o un
grupo de personas para una misión específica en orden a prestar un servicio a la
comunidad.
En los ritos de expiación: uno de los ritos de expiación de los pecados en la
tradición judía, consistía en imponer las manos sobre un animal, para que cargase
con todas los pecados del pueblo, a través de ese gesto se “establece una unión
entre el que ofrece una víctima en el sacrificio y la víctima misma” 24. Ese animal al
quedar impuro ya no podía ser ofrecido a Dios, razón por la cual era alejado de la
comunidad, enviándosele al desierto. De esta manera se expresaba como Dios
alejaba el pecado y la maldad de su pueblo.
2.3 El gesto de la imposición de las manos en el Nuevo Testamento
En el Nuevo Testamento la imposición de las manos guarda una estrecha relación
principalmente con el tema de las bendiciones ofrecidas en el Antiguo Testamento,
sin embargo, existe una novedad en la propuesta de Jesús, quien ahora es capaz
de extender su mano para bendecir a los niños, los enfermos, las mujeres y todos
los excluidos por la sociedad del momento. Estas bendiciones obedecen en parte
al deseo de otras personas que ven en Jesús, el Mesías esperado.
Los textos neo-testamentarios son los que por primera vez hablarán de la
imposición de las manos, como un gesto ligado a la actividad sanadora y
liberadora de Jesús, quien lo utiliza con preferencia en la curación de enfermos: “A
la apuesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los
llevaron, y poniendo él las manos sobre cada uno de ellos, los curaba (Lc 4,40; cfr.
Mc 1,40-41; 5,22-23; 5,41)”. A veces esta imposición de las manos va
acompañada de un contacto especial con los órganos enfermos, como pueden ser
24
Ibíd.
42
los ojos o la lengua (cfr. Mc 8, 22-26; Jn 9,6-7; Mc 7, 32-36), para que la parte
afectada, sea tocada directamente por aquel que es capaz de transformar el dolor
en alegría, es decir el mismo Jesús.
Es necesario precisar que la actividad sanadora de Jesús es signo del Reino de
Dios que se acerca a todo hombre y mujer. Sin embargo, “las curaciones de Cristo
no constituyen, pues, nunca, un fin en sí mismo. En cada una de ellas se
manifiesta el amor y la misericordia de Dios por los pobres, los que sufren, los más
heridos.”25 Jesús con estos signos de sanación lo que buscaba era devolverle al
hombre sufriente y excluido su dignidad como auténtico hijo de Dios.
2.4 El gesto de la imposición de las manos en las primeras comunidades
cristianas
La actividad misionera de la Iglesia, parece estar unida al mandato de Jesús
resucitado, quien según el texto bíblico de Mc 16,9-20, se aparece a sus
discípulos, dándoles algunas instrucciones para la misión, pero es principalmente
a partir del versículo 15 cuando se inicia dicha instrucción: “Y les dijo: Id a todo el
mundo y proclamad el evangelio a toda la creación”. Más adelante, en el versículo
17, se habla de las señales que acompañarán a los creyentes, “en mi nombre
expulsarán demonios, hablarán lenguas nuevas”. Finalmente, es en el versículo
18, donde de labios de Jesús el evangelio de Marcos hace referencia explícita al
gesto de la imposición de las manos por parte del creyente y como la posibilidad
para obtener una sanación física “…Impondrán las manos a los enfermos y éstos
sanarán”.
Es desde este mandato dado por Jesús a sus discípulos, donde la Iglesia asume
el gesto de la imposición de las manos como un signo sacramental, que sin duda
alguna se remite a las acciones realizadas por Jesús durante su vida pública. Al
25
MADRE, Philippe. Curación y exorcismo ¿Cómo discernir? Bogotá: San Pablo, 2007. p. 86.
43
acoger tal precepto, los apóstoles en nombre de Jesús realizan acciones
sanadoras (cfr. Hch 28,8).
Pablo asume éste gesto en la vida de la Iglesia, como la transmisión de un poder
espiritual, por eso “la Iglesia continua imponiendo las manos en sentido precisado
cada vez más por una fórmula; y este gesto es portador de dones del Espíritu” 26.
Con este gesto la comunidad cristiana también consagraba a sus colaboradores
para una determinada misión, lo significativo es que dicha consagración, solo la
podían realizar personas cualificadas de la comunidad, como los apóstoles (Hch
6,6), los profetas y doctores (Hch 13,3) y el presbítero (1Tim 4,14). Esta realidad
permite afirmar que no todos lo bautizados podían imponer las manos, sino un
grupo de los mismos.
La imposición de las manos también está relacionada a las oraciones de
intercesión, lo cual permite dar un paso más, frente a su utilidad ya que no solo se
asume para la trasmisión de un don o de una ministerialdad, sino para orar por los
miembros de la comunidad que pasan por situaciones difíciles, muchas de ellas
relacionadas a la enfermedad.
2.5 Un análisis al gesto de la imposición de las manos a partir del texto
bíblico de Mc 7,31-37
Este contexto bíblico neo-testamentario con el cual se busca establecer el origen
de la imposición de las manos en la vida sacramental de la Iglesia, y
concretamente, descubrir por qué para muchos creyentes de hoy, este gesto
puede llegar a ser el inicio de un proceso de sanación física, obliga a realizar un
análisis sobre uno de los textos bíblicos en los cuales se narra a la persona de
Jesús sanando, y en cuya sanación exista una referencia directa a la imposición
de las manos. Para este trabajo, sólo se tendrá en cuenta el texto del evangelio de
26
DUFOR, Op.cit. p. 418.
44
Marcos 7, 31-37 en el cual, Jesús sana a un sordo que a su vez es tartamudo o
habla con dificultad.
El texto bíblico Mc 7, 31-37 según la versión que de este pasaje ofrece la biblia de
Jerusalén27 dice:
“31 Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea,
atravesando la Decápolis. 32 Le presentaron a un sordo, que además, hablaba
con dificultad, y le ruegan que imponga la mano sobre él. 33 él, apartándolo de la
gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua.
34 Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: Effatá, que quiere
decir ¡ábrete! 35 Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de
su lengua y hablaba correctamente. 36 Jesús les mandó que a nadie se lo
contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. 37 Y se
maravillaban sobremanera y decían: Todo lo ha hecho bien; hace oír a los
sordos y hablar a los mudos.”
2.6 Análisis del Texto
Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea,
atravesando la Decápolis (v.31)
Este versículo establece una ubicación geográfica, que busca dar a conocer “las
regiones paganas que rodean a Galilea”28 y la manera como el Evangelio de Dios
llega a estas tierras. A su vez, “constituye un nexo entre este relato y el de la
mujer sirofenicia”29 que precede esta narración (Mc 7, 24-30). Además, en este
texto que tiene su paralelo en Mt 15, 29-31, se omite la mención a estas
poblaciones paganas de Tiro y Sidón e inmediatamente ubica a Jesús en el mar
de Galilea.
27
Tomada literalmente de: Biblia de Jerusalén. Nueva edición revisada y aumentada. UBIETA,
José Ángel (Dir.). Bilbao: Desclée De Brouwer, 1998.
28
GNILKA, Joachim. El evangelio según san Marcos. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1992. p.
346.
29
TAYLOR, Vincent. Evangelio según San Marcos. Madrid: Ediciones Cristiandad, 1979. p. 414.
45
Le presentaron a un sordo, que además, hablaba con dificultad, y le ruegan que
imponga la mano sobre él (v.32)
La expresión “le presentaron a un sordo tartamudo” indica que un grupo de
personas ya conocía las acciones de Jesús, en las cuales también se incluían
algunas curaciones. Al presentar a este hombre, del cual sólo se describen sus
defectos físicos, las personas que lo llevan reconocen que el poder de Dios actúa
en Jesús. Las personas que presentan al “enfermo”, a Jesús le piden que imponga
su mano sobre él. Ellos esperan que “con la imposición de las manos, el poder
curativo de Jesús ayude al enfermo”30 y además, que el poder de Dios, que actúa
en Jesús a través de dicho gesto, cure al hombre enfermo.
Como dato curioso, en el Nuevo Testamento la acción de imponer las manos se
referencia 40 veces, de las cuales solo cuatro de ellas se encuentran en plural (cfr.
Hch 2, 18; 1Tim 4, 14; 2Tim 1, 6; Hb 6, 2) las demás están en singular, razón por
la cual en este texto la petición dirigida a Jesús es que imponga la mano sobre el
hombre enfermo. “Ciertamente al igual que en el Antiguo Testamento hablar de la
mano del Señor es la concretización del poder divino (aplicado también a Cristo:
Jn 3, 35; 10, 28; 13, 3)” 31
Dentro de los ritos de curación utilizados por la cultura judía sobresalen la unción
con óleo y la imposición de manos: “ambos ritos parecen tener la misma función y
fuerza significante terapéutica-curativa dentro de un contexto de misión y de
evangelización liberadora. Con todo, la unción manifiesta mejor el aspecto curativo
30
GRÜN, Anselm. Jesús, camino hacia la libertad el evangelio de Marcos. Estella (Navarra),
España: Editorial Verbo Divino, 2006. p. 68.
31
COENEN, Lothar. Diccionario teológico del Nuevo Testamento. Salamanca: Ediciones Sígueme,
2004. p. 43.
46
y la imposición de las manos expresa mejor el origen o autoridad (Cristo) en cuyo
nombre se cura”32
No cabe duda, que las personas que presentaron al enfermo, reconocen la
autoridad de Jesús, y porque no decirlo, la tradición judía que ya hablaba de los
signos que acompañarían al Mesías esperado (cfr. Is 35, 5s; Is 29,18-28) y que se
cumple en la persona misma de Jesús de Nazaret.
Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su
saliva le tocó la lengua. (v.33)
Frente a la petición realizada por este grupo de personas, Jesús decide estar a
solas con el enfermo. Lo aparta de la multitud para iniciar un proceso de sanación
holística. Aquí está la novedad ofrecida por Jesús, frente a otros relatos de
sanación, en los cuales se hace uso del gesto de la imposición de las manos (cfr.
Mt 8,3; Mt 8,15) y donde la persona enferma recobra la salud de manera
inmediata.
En este relato Jesús decide estar a solas con el enfermo, quizás para evitar la
ostentación y el espectáculo frente a las otras personas que lo rodeaban en aquel
momento, pues a él lo único que le interesaba era devolver la sanación a aquel
hombre enfermo.
Al parecer en los milagros narrados por el evangelista Marcos, el gesto de la
imposición de las manos como signo de sanación, se encuentra más en la
mentalidad de las personas que hacen la petición, que en el mismo Jesús. Así se
destaca igualmente en el relato de la resurrección de la hija de Jairo (cf. Mc 5,2143), cuando el jefe de la sinagoga va donde Jesús: “v 23 rogándole con
32
BOROBIO, Dionisio. Sacramentos y sanación dimensión curativa de la liturgia cristiana.
Salamanca: Ediciones Sígueme, 2008. p. 36.
47
insistencia: Mi hijita está muriéndose; ven, impón tu mano sobre ella, para que se
salve y viva”.
Para Marcos los milagros ocurren tras haberse establecido un contacto directo de
Jesús con la persona enferma. Va más allá de un gesto mágico y de la
comprensión que tenían las personas sobre la imposición de las manos. Aquí “es
mucho más importante tocar como lo hace Jesús, para expresar el poder de
curar”33.
El don de la salud física y de la fe es fruto del encuentro profundo con Cristo. El
relato afirma que una vez se encuentran a solas Jesús con el hombre enfermo,
éste realiza varios gestos: mete los dedos en los oídos y toca la lengua con saliva.
“Estas acciones que parecen misteriosas, eran comunes también en la técnica de
curanderos antiguos, tanto griegos como hebreos.”34 Esto permite precisar, que en
la cultura judía había un claro conocimiento de algunas técnicas de curación
procedentes de otros pueblos.
Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: Effatá, que quiere
decir ¡ábrete! (v.34)
Son tres las acciones realizadas por Jesús en este versículo, la primera es la de
levantar la vista al cielo, la cual ofrece una doble connotación para el lector, por
una parte refleja la continua relación de Jesús con su Padre del cielo, en el que
demarca que todas las obras realizadas por él durante su vida pública, no son a
título personal, porque su intencionalidad siempre es la de mostrar el reinado de
Dios en cada hombre y mujer, bien sea para abrir sus oídos, su corazón y su vida.
La mirada al cielo no es más que una actitud de sumisión y entrega en la oración.
33
AIMAR, Augusto Tr. Una comunidad lee el evangelio de Marcos. Bogotá: San Pablo, 2006. p.
118.
34
Ibíd.
48
La segunda acción es el suspiro o gemido realizado por Jesús. Éste es un signo
que expresa la unión de Jesús con el sufrimiento de la persona humana. Algunos
autores asocian este suspiro con una respiración profunda, quizás porque “ella es
considerada como el acto de preparación profética o del taumaturgo y tiene lugar
antes de la poderosa manifestación o actuación de la fuerza milagrosa”35. Sin
embargo, no cabe duda, que esta acción de Jesús no es más que un signo de
compasión y sentimiento profundo por el hombre enfermo.
La tercera acción es la de pronunciar la palabra Effatá, cuyo término parece
proceder del arameo, “es la palabra mágica ininteligible en el contexto del milagro
helenístico”36. Jesús ofrece inmediatamente su significado “¡ábrete!”, haciendo
quizás una referencia a esa necesidad que tiene todo hombre y mujer de aceptar
desde su interior la presencia de Dios. Ábrete, no es más que la expresión que
conduce al creyente a vencer todos los miedos que acompañan la existencia del
hombre y confiar plenamente en que Dios puede obrar, aún donde la ciencia
médica no ha podido llegar.
El abrirse sólo es posible desde el interior del corazón, lo cual va más allá de decir
yo confío o yo creo. No en vano “en el rito primitivo del bautismo de las Iglesias de
Milán y Roma se hacía uso de la palabra Effatá y de la saliva”37, indicando que es
ésta la actitud de debe caracterizar a todo creyente, desde el momento del
bautismo, la cual consiste en abrirse al misterio insondable de Dios, aconteciendo
en la vida misma y en la historia.
35
GNILKA. Op.cit. p. 346.
Ibíd., p. 347.
37
TAYLOR. Op.cit. p. 419.
36
49
Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba
correctamente (v.35)
La sanación ocurre después de un proceso que tiene varios pasos: Primero se
inicia con un encuentro interpersonal entre Jesús y el hombre enfermo, segundo
con un contacto físico, donde Jesús toca la parte del cuerpo que se encuentra
lesionada, adolorida y que expresa el dolor que produce dicha enfermedad. En el
tercer momento aparece la oración, con el gesto realizado por Jesús al mirar al
cielo y suspirar. Sumado a esto, se tienen los diversos gestos realizados por Jesús
que hablan claramente de un rito sacramental, aunque para la época no es posible
hablar de un sacramento instituido. Por último, y en cuarto momento, se realiza la
acogida a la acción misericordiosa por parte del enfermo, quien se abre a lo que
Dios quiere para él, aún en su situación de enfermedad. La sanación física parte
en el momento de reconocer con fe, que es Cristo quien toca al hombre enfermo,
para devolver su dignidad y su retornar a la comunidad.
Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía,
tanto más ellos lo publicaban. (v.36)
Jesús imparte una orden, primero a quien ha recibido la curación y luego a los que
han sido testigos del milagro, quienes aunque no han presenciado lo acontecido
entre el enfermo y Jesús, sí pueden constatar que el enfermo ha sido sanado.
Varios autores afirman que este versículo “es una añadidura de Mc al relato
primitivo, según su teología del secreto mesiánico”38. Queda claro que a Jesús no
le importa el protagonismo y ser reconocido por los milagros que obra, sino que lo
único que le importa es el hombre enfermo, pobre, marginado y excluido.
38
AIMAR, Op.cit. p. 249.
50
Y se maravillaban sobremanera y decían: Todo lo ha hecho bien; hace oír a los
sordos y hablar a los mudos. (v.37)
Cuando el hombre se deja tocar por Dios y hace experiencia con él, no puede
callar, sino que se vuelve heraldo de su amor infinito, del cual se puede afirmar:
“todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos”. Es la vivencia
personal la que invita y motiva a que otros acojan la acción de Dios en sus vidas.
Dicha experiencia de vida, tiene mayor valor que las palabras.
Este análisis sustentado por algunos textos de la Sagrada Escritura, permite
precisar que el gesto de la imposición de las manos posee un fundamento bíblico,
que ciertamente obedece a tradiciones culturales, entre las que se destaca el
hecho de bendecir a una persona. Jesús utiliza ambas connotaciones de este
gesto, tanto para bendecir, como para realizar algunos de los milagros de
sanación obrados durante su vida pública. Es de anotar que Jesús nunca le dio a
este gesto un significado mágico, ya que su propuesta sanadora parte siempre de
la experiencia de fe de quien se halla enfermo, unida al diálogo, la apertura al
Padre y su oferta salvífica y la introspección sobre la vida misma de quien se
encuentra enfermo.
A continuación se busca ofrecer una interpretación teológica frente al gesto de la
imposición de las manos desde los lineamientos cristológicos, eclesiológicos y
soteriológicos a partir del relato bíblico de Mc 7, 31-37.
51
2.7 Lineamientos cristológicos frente al gesto de la imposición de las manos
Frente a una apuesta cristológica, es necesario afirmar que cuando el hombre y la
mujer asumen su realidad bautismal dentro de un proceso de vida sacramental,
logran tomar conciencia de su condición de hijos de Dios. Como hijos a ejemplo
del Hijo, están dispuestos a convertir a su Padre Dios en el centro y motor de su
propia vida, dándole la soberanía y el primado que él se merece.
Al tener presente la experiencia de vida, en los relatos ya expuestos, se puede
observar cómo en muchas ocasiones, el sacramento del bautismo se convierte en
un simple rito, que no logra tocar al creyente a lo largo de su vida. Esto obedece a
que no se construyen planes pastorales, en los cuales se garantice un
acompañamiento sacramental. Sólo cuando llegan situaciones adversas, como la
enfermedad, los bautizados tratan de hallar en los sacramentos de la Iglesia una
posibilidad de encuentro y reconciliación consigo mismo y con su experiencia de
fe, pero en la mayoría de los casos son actos desorientados y sin sentido.
Los gestos litúrgicos que la Iglesia utiliza son expresión del encuentro de Dios con
la humanidad. Un Dios que sale al encuentro del género humano, para dar vida y
vida en abundancia (Jn 10,10). El gesto de la imposición de las manos asumido
con fe, y al ser valorado como un signo sacramental, permite en el creyente el
reconocimiento de Cristo como su Señor, Mesías y Salvador.
Ahora bien, si en la liturgia de la Iglesia se utilizan varios gestos, es necesario
precisar que algunos son simplemente utilitarios, otros que acompañan con toda
naturalidad la palabra y los demás son de respeto o veneración estos gestos son
más o menos duraderos a lo largo de la historia de la litúrgica, según sean más o
menos profundas y natural. Sin embargo, el gesto de la imposición de las manos
posee una riqueza en su significado, ya que es bíblico, se le atribuye a Cristo y a
la vez se encuentra en todos los sacramentos de la Iglesia. Por lo tanto, este gesto
52
expresa que el poder de Dios actúa a través de su enviado Cristo y a su vez de su
Iglesia.
2.8 Lineamientos eclesiológicos frente al gesto de la imposición de las
manos
La Iglesia al recibir de Cristo el gesto de la imposición de manos, que expresa
cercanía, encuentro y sanación, está llamada a ser sacramento de Cristo, por lo
tanto debe evitar caer en el sensacionalismo y el espectáculo, como sucede en
muchos grupos de oración y sanación inscritos a movimientos pentecostales y
carismáticos. Estas propuestas pastorales, en algunos casos, ofrecen una visión
individualista de Dios, y le atribuye que Él sólo es capaz de obrar la sanación
sobre unos pocos, los escogidos, que sí son sanados, mientras la gran mayoría
puede sentirse frustrada, porque no recibe la tan anhelada sanación.
A partir del compromiso bautismal, el creyente asume vivir su fe en comunidad,
más aún, tal como lo expresan los relatores, ellos están ansiosos de que otras
personas conozcan de cerca el amor de Dios. La vinculación con los miembros de
la comunidad es fundamental en un proceso de sanación, ya que ésta acompaña y
da aliciente a su hermano para no desfallecer. Frente a los ministros ordenados y
agentes pastorales es fundamental tomar en serio el modelo de Jesús en cada
una de sus prácticas de sanación, quien nunca hizo nada a título personal, ni
buscaba el reconocimiento o el enriquecimiento económico.
Es lamentable conocer que muchos ministros ordenados, haciendo uso de algún
“don” recibido como es el de la sanación, han construido sus propios cultos y
celebraciones, donde se efectúan posibles sanaciones y liberaciones a cambio de
grandes utilidades económicas.
53
Hay que sumarle a ello, las dificultades que se originan cuando se desacata las
orientaciones dadas por los obispos frente a este tipo de ofertas de sanación. Esto
ya produce un quiebre con la comunidad eclesial. Es necesario recordar que la
Iglesia católica reconoce el poder de la oración y sus efectos sanadores en la vida
del creyente, pero que también existen unos criterios que posibilitan la unidad en
la comunidad eclesial y así lo establece la congregación para la doctrina de la fe,
en el texto denominado “Instrucción sobre las oraciones para obtener de Dios la
curación”39 cuando señala que los obispos están llamados a orientar a los fieles en
las diversas prácticas de oraciones de sanación, para no crear rupturas con el
magisterio de la Iglesia y obviamente con el evangelio.
No se puede desconocer que cada obra que el bautizado emprende para la
construcción del Reino de Dios en la sociedad, se ha de hacer en unidad eclesial y
en nombre de Cristo. Igualmente, que el objetivo único de la Iglesia es conducir al
creyente a Dios y no al milagro.
2.9 Lineamientos soteriológicos frente al gesto de la imposición de las
manos
El documento de Aparecida en el numeral 31 sostiene que “La Iglesia debe
cumplir su misión siguiendo los pasos de Jesús y adoptando sus actitudes” Seguir
a Jesucristo no es más que hacer el bien a la humanidad sufriente y excluida. Ser
una voz de esperanza para aquellos hombres y mujeres, quienes ante la
enfermedad se encuentran viviendo la noche oscura del espíritu.
39
Documento aprobado por el Sumo Pontífice Juan Pablo II, en el curso de la audiencia concedida
al Prefecto, ha aprobado la presente Instrucción, decidida en la reunión ordinaria de esta
Congregación, y ha ordenado su publicación. Roma, en la sede de la Congregación para la
Doctrina de la Fe, 14 de septiembre de 2000, Fiesta de la Exaltación de la Cruz. En:
http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20001123_i
struzione_sp.html [Consulta: 05 septiembre, 2011]
54
Con el gesto de la imposición de las manos tal como se expresa en muchos textos
neo-testamentarios, Jesús obra el bien y es capaz de soltar al hombre de las
fuerzas o ligaduras del mal. Los gestos sacramentales actualizan la esperanza
escatológica en la vida del creyente, pues “el misterio litúrgico tendrá que evocar
la manifestación del Verbo encarnado, desde su aparición en la tierra hasta su
glorioso retorno al cielo”40. Por ello, el bautizado reconoce a través de los signos
sacramentales que emplea la Iglesia, un efecto sanador, y termina proclamando
lleno de gozo, tal como lo hace el sordo tartamudo y la comunidad que lo
presenta: “todo lo ha hecho bien”, con esta expresión se hace manifiesto el
cumplimento de la palabra profética y con ella de la era escatológica.
Igualmente, estos relatores que antes llevaban un vida de fe, quizás un poco
desorientada y sin sentido, logran tomar conciencia del poder de Dios que a través
de su Iglesia le ha tomado de la mano, le ha escuchado su dolor y su sufrimiento y
la ha hecho capaz de reconocer que en su propia vida se ha gestado la salvación.
Pasar de la oscuridad a luz en lo que se refiere a la fe, hace posible proclamar que
Cristo es el centro de la existencia y que durante este peregrinaje terreno han
germinar aun más las semillas del Reino.
Frente a esta interpretación del gesto de la imposición de las manos como
posibilidad de sanación en la vida del creyente de hoy, se puede afirmar teniendo
presente el objetivo trazado para este segundo capítulo y a manera de síntesis
que: la Iglesia ofrece a través de la tradición bíblico-teológica un sinnúmero de
referencias tanta bíblicas como a través del magisterio en las cuales este gesto
esta unido a las prácticas curativas ofrecidas por la Iglesia a través de los
sacramentos, sin embargo, nunca se puede llegar afirmar que por el simple hecho
de imponer las manos se ha de obtener una sanación física de manara inmediata,
como si este gesto tal como se ha afirmado fuese algo mágico.
40
MARTIMORT, Aimé-Georges. La Iglesia en oración introducción a la liturgia. Barcelona, España:
Herder, 1987. p. 288.
55
Los relatos ya expuesto hablan del hecho de haber obtenido una sanación física
como parte de un acompañamiento espiritual y de oraciones recibidas las cuales
estuvieron unidas al gesto de la imposición de las manos, sin embargo todos ellos
niegan que esa sanación haya ocurrido de forma inmediata, pues se requirió de
tiempo y de mucho reconocimiento de su historia personal y de las heridas
producidas durante la vida. Además, fue necesario ir a las raíces de la fe, es decir,
al bautismo y concretamente a su vinculación a la comunidad eclesial.
No se puede continuar hablando de sanación a través del gesto de la imposición
de las manos, como algo mágico, tal como lo proponen hoy algunos movimientos
pentecostales y carismáticos, que muchas veces lo que hacen es frustrar a las
personas enfermas cuando después de acudir a estos espectáculos religiosos no
obtienen mejoría alguna. Urge que el enfermo asuma una mirada cristológica de la
enfermedad con la cual Cristo asumió su condición humana para rescate de la
misma y lo hizo a través de la muerte y una muerte en cruz (Flp 2, 8.)
Asimismo, una comprensión eclesiológica hace que los enfermos de la comunidad
no se sientan solos, cuentan con el respaldo de una comunidad que ora y
acompaña a su hermano en los momentos más difíciles de la vida. La soteriología
permite el reconociendo del hombre y la mujer de verdaderos hijos de Dios, con el
cual cada uno ha sido sanado de todo mal.
Por parte de los agentes de pastoral es necesario establecer un
itinerario
formativo que permita conocer el origen y la intencionalidad con la cual se ofrece
el gesto de la imposición de las manos en la realidad sacramental de la Iglesia,
que incluyen también las diversas oraciones de sanación, y los procesos de
acompañamiento espiritual.
56
CAPÍTULO 3
EL GESTO DE LA IMPOSICIÓN DE LAS MANOS EN LA VIDA SACRAMENTAL
DE LA IGLESIA
3.1 El camino hacia la re-significación
Hasta el momento nos hemos acercado al tema de la sanación en enfermedades
de tipo psicosomático y psicosocial, experimentadas por hombres y mujeres de fe
en el seno de la Iglesia católica. El paradigma se representa a través de los relatos
de Camilo Andrés, Esperanza Rincón y María del Carmen, quienes en la ciencia
médica no encuentran solución a la enfermedad por la cual atraviesan porque ella
desconoce sus causas y efectos al contrastarlos con su saber científico. Es allí
cuando los bautizados en la Iglesia católica asumen la enfermedad como un
proceso de sanación espiritual y ven en ella el medio apropiado para obtener una
respuesta esperanzadora.
El tema de las prácticas religiosas y el modo como son utilizadas, abren un
laberinto de posibilidades en donde los creyentes terminan inmersos en una
confusión que amerita su aclaración. Si bien los movimientos pentecostales y
carismáticos utilizan la oración y el gesto de la imposición de las manos en sus
ejercicios, que en muchos de los casos se convierten en espectáculos que
terminan en euforia colectiva, muy poco logran tocar la vida de fe en sus
participantes tanto en lo personal como en su vida comunitaria. A su vez, en los
relatos que soportan esta investigación, se hace la descripción de la experiencia
sanadora como producto de la oración unida al gesto de la imposición de las
manos. La diferencia entre una y otra consiste en que la práctica que se pretende
justificar está unida a un continuo proceso de acompañamiento espiritual mucho
más personal, que hace posible la sanación esperada en el bautizado.
57
Igualmente, el análisis bíblico-teológico establecido en el capítulo II, con el cual se
ha logrado establecer el origen del gesto de la imposición de las manos como un
signo de sanación en la comunidad cristiana, invita a precisar que la Iglesia está
llamada a la doble misión: proclamar el evangelio de la salvación y curar a los
enfermos, tal como lo hizo Jesús (cfr. Mt 9,35): “Jesús recorría todas las ciudades
y aldeas, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y
sanando toda enfermedad y dolencia”. Ciertamente, la historia nos muestra como
la Iglesia se ha esforzado por proclamar el evangelio a toda la humanidad, a pesar
de los grandes conflictos que se han generado con una sociedad cada vez más
secularizada. Sin embargo, su segunda misión la de curar, ha sido olvidada. Esta
investigación propone retomar y rescatar la sanación como un acto fundamental
en el quehacer de la Iglesia.
Hablar de una re-significación del gesto de la imposición de las manos en la vida
sacramental de la Iglesia implica reconocer, comprender y ofrecer una formación
pedagógica pastoral frente a este gesto como signo sacramental. No sólo en la
celebración comunitaria y litúrgica del septenario sacramental, sino en lo que se
refiere al acompañamiento espiritual. Entendida esta práctica como parte esencial
en la vida de todo bautizado, quien asume con radicalidad una experiencia de vida
sacramental, y puede reconocer en su mediación el encuentro con el totalmente
Otro (Dios, el Trascendente).
Si se tiene en cuenta que “la realidad sacramental es analógica, polivalente y
simbólica, el que se aproxima a ella con un esquema unívoco, lo hace de forma
errada”41 y es quizás lo que ocurre con la comprensión del gesto de la imposición
de las manos como signo sacramental. Urge la necesidad de recurrir a los
sacramentos para encontrar la intencionalidad pedagógica que tiene dicho gesto
en la acción pastoral de la Iglesia, concretamente en los sacramentos y, a su vez,
41
FERRÁNDIZ, Aurelio. La teología sacramental desde una perspectiva simbólica en los teólogos
españoles del posconcilio. Barcelona, España: Centre de Pastoral Litúrgica, 2004. p. 259.
58
en los diversos procesos de acompañamiento espiritual donde el gesto de la
imposición de las manos posibilita caminos para obtener una sanación holística
por parte del creyente.
3.2 Una Iglesia que educa y acompaña a través de los signos sacramentales
La Iglesia desde su origen ha tenido la misión de proclamar el Reino de Dios a
toda la humanidad, y a su vez de sanar todo tipo de enfermedades y dolencias. La
Iglesia a ejemplo de Jesús, hace posible esta misión “mediante un conjunto de
símbolo, códigos y prácticas que abarcan la totalidad de la vida” 42. Es así, como el
mismo Jesús a través de los signos que realiza, según los evangelios, durante su
vida pública, tiene la intencionalidad de educar a la comunidad sobre una nueva
manera de concebir al Dios de los padres. Por eso, cada una de las acciones,
palabras y gestos que realiza, se convierten en ejemplos prácticos con los que
educa y muestra a los hombres y mujeres sobre la llegada del Reino de Dios.
Esta nueva perspectiva ofrecida por Jesús sobre el Reinado de Dios, rompe los
antiguos esquemas con los cuales los escribas, los fariseos y los doctores de la
ley educan sobre el Reino de Dios. La manera como cada uno de estos grupos
preparan al pueblo se resume de la siguiente manera:
-Los Escribas: su formación consiste en la pureza ritual, con la cual buscan que el
pueblo no se contamine de otras doctrinas religiosas de carácter pagano.
-Los Fariseos: su preocupación se centra en educar al pueblo sobre la
observancia de la Ley, esto lo hacen a través de continuos señalamientos a
aquellos miembros de la comunidad que son infieles a la norma.
42
PERESSON, Mario L. La pedagogía de Jesús: maestro carismático popular. Bogotá: Ediciones
Salesianas, 2004 .p. 227.
59
-Los Doctores de la Ley: son los encargados de transmitir las tradiciones orales
derivadas de la Torá, a la vez que se hacen cargo de las decisiones jurídicas del
pueblo; es así que:
“Sólo los escribas y fariseos eran los encargados de dar a conocer y exigir que
se cumpliera la Ley, siendo ésta la manera de dominar al pueblo. Ellos
enseñaban que el cumplimiento de las leyes y el culto eran el único camino
para llegar a Dios; ellos eran los únicos que conocían lo que quería Dios para
alcanzar la salvación”43
Éste es el único camino que existe en tiempos de Jesús, para que el pueblo
adquiera el conocimiento sobre Dios y pueda de este modo identificar al Mesías
esperado y, obviamente, la instauración de su Reino. El único lugar de formación
era la Sinagoga, además de la lectura de la Torá. Es decir, que sólo se evalúa al
pueblo cuando en la vida ordinaria cumple lo mandado por la Ley. Por esto la
nueva manera como Jesús educa al pueblo, origina tantas controversias y se
convierte en motivo para su condena y su muerte.
Jesús educa con la propia vida, con todo lo que él dice y hace, logra tocar a
muchos hombres y mujeres de su época, quienes después de un encuentro
personal con él, reconocen que el Reino de Dios está en medio de ellos
(recordemos el análisis del texto bíblico de Mc 7,31-37 ofrecido en el capítulo II).
Los signos y gestos del Maestro tienen como finalidad hacer visible el rosto
misericordioso del Padre, para que todos sus hijos sean liberados del poder del
maligno. “Esas acciones de gestos y palabras van íntimamente ligadas, de modo
que quien no escucha la Palabra no será capaz de entender el Gesto y quien no
se beneficia del Gesto tampoco entenderá la Palabra”44.
La Iglesia teniendo como modelo las enseñanzas de Jesús, no sólo está llamada a
transmitir conocimientos sobre el misterio de Dios, sino que ella misma con sus
43
44
Ibíd., p. 47
Ibíd., 333.
60
acciones, gestos y signos, acompaña a la humanidad para que descubra el
acontecer de Dios en la vida cotidiana. Por eso, los sacramentos de la Iglesia se
convierten en una apuesta educativa, con la cual el creyente descubre y actualiza
su ser como hijo de Dios. El sacramento fundamental o primordial es Jesucristo,
ya que sólo de él y su propuesta salvífica (la cual está acompañada de palabras,
signos y gestos, en miras a hacer visible el Reino de Dios a todos), la Iglesia
recibe su sacramentalidad.
“Un sacramento no puede partir del supuesto de que Dios empieza a actuar en un
momento dado de la vida humana, como si antes hubiera estado pasivo. Dios es
siempre amor en acto sustentando nuestra vida con su gracia” 45 Asumidos de esta
manera los sacramentos en la Iglesia, será posible identificar cómo el gesto de la
imposición de las manos se convierte en un signo de sanación tal y como lo revela
Jesús, ya que el Dios de la historia continuamente extendía su mano para guiar y
acompañar a su pueblo y liberarlo de toda cadena opresora. Siendo Jesús
sacramento del Padre, con el gesto de la imposición de las manos hace más
visible y efectivo el amor incondicional que desde siempre su Padre ha tenido con
todos sus hijos, por eso él los toca y los sana a través de diversos gestos, como lo
es el gesto de la imposición de las manos.
A continuación se ofrece un itinerario por el septenario sacramental, para
descubrir la intencionalidad del gesto de la imposición de las manos en cada uno
de los sacramentos, y cómo éste se convierte en posibilidad de una sanación
holística en la vida del creyente. Este recorrido busca por tanto, una formación
pedagógico-pastoral, para que los miembros de la Iglesia hagan uso consciente de
él al momento de celebrar los sacramentos e igualmente lo valoren y utilicen en
los diversos procesos de acompañamiento espiritual.
45
TORRES, Andrés. El matrimonio como sacramento. En: selecciones de teología, Abril-Junio
2007, vol. 42 no. 182, p. 113.
61
3.2.1 El gesto de la imposición de las manos en el sacramento del Bautismo
La fuente de donde mana la vida sacramental es el Bautismo. A través de él todos
los hombres y mujeres de fe inician un proceso de sanación holística que brota del
interior del creyente, ya que con este sacramento se busca liberar al género
humano de la realidad del pecado, para que su vida quede impregnada de la
Gracia de Dios. Todo el rito del Bautismo, como realidad pedagógica, busca que el
creyente con la presencia de la comunidad, sobre todo cuando se trata de
bautismo para niños, adquieran procesualmente la conciencia y la necesidad de
una continua transformación interna que los conduzca durante toda su vida a
establecer relaciones sanas con Dios, consigo mismo, con la comunidad y con la
naturaleza. Los responsables de acompañar este proceso de sanación deben ser
la comunidad de fe, principalmente los padres y los padrinos.
¿Qué finalidad tiene el gesto de la imposición de las manos en el sacramento del
Bautismo?
Al analizar detalladamente el ritual del sacramento del Bautismo se constata que
después de realizar la unción con el óleo de los catecúmenos en el pecho del
creyente, la celebración litúrgica del sacramento invita, al que preside el rito, a
realizar el gesto de la imposición de las manos: “En seguida, sin decir nada, y en
actitud orante, impone las manos sobre cada niño”46. Esta nota también se
encuentra en la celebración del bautismo de los catecúmenos.
No cabe duda, que en este proceso de reconocimiento de la realidad del pecado y
de la gracia en toda la vida del creyente, se necesita de la asistencia del Espíritu
Santo. En el momento de imponer las manos sobre el bautizado, quien celebra el
rito no debe pronunciar palabra alguna. La Iglesia reconoce que sólo está llamada
a hacer una mediación del misterio de Dios y que sólo las heridas del hombre y de
46
Iglesia Católica. Conferencia Episcopal de Colombia. Ritual del Bautismo de niños. Bogotá:
SPEC Departamento de Liturgia, 1999.
62
la mujer de fe, han de ser sanadas desde un encuentro profundo con el Padre
misericordioso que los lleva a reconocer su pecado y su necesidad de conversión.
Al comprender el gesto de la imposición de las manos en el sacramento del
Bautismo, la comunidad eclesial no señala al hombre o a la mujer que atraviesa
por la fragilidad del pecado en cualquier momento de su vida, sino que con la
actitud del buen samaritano está siempre dispuesta a acercarse al pecador,
cargarlo y ayudarle a vendar sus heridas, para que retorne con gozo a la fiesta de
la comunidad.
Muchos ministros y agentes de pastoral que celebran el sacramento del Bautismo
le restan importancia a este gesto, que como se aprecia tiene un significado
profundo porque abre las puertas del corazón para la primera sanación que debe
acompañar a todo creyente, como lo es el de renunciar durante su vida peregrina
al poder de las tinieblas y del pecado en todas sus dimensiones.
3.2.2 La imposición de las manos en el sacramento de la Confirmación
Este sacramento tiene como propósito conducir a todo creyente al reconocimiento
del Espíritu de la verdad, que lo ha de guiar en las grandes decisiones que está
llamado a realizar durante toda su vida. Este Espíritu de la verdad lo capacita
desde el interior para asumir con radicalidad la tarea de ser enviado al mundo, de
ser heraldo vivo del evangelio de Dios, ser realmente sal y luz del mundo.
Este rito se caracteriza por la presentación de los confirmandos ante el Obispo,
por parte del párroco u otro presbítero, el diácono, o el catequista. Esta
presentación deja entender que el confirmando ya es identificado con su nombre
dentro de la comunidad de fe y acude libremente a dicho sacramento, tal como
ocurre en el sacramento del Orden Sacerdotal.
63
¿Qué finalidad tiene el gesto de la imposición de las manos en el sacramento de la
Confirmación?
El rito prevé con claridad que después de haber realizado la confesión de fe
cristiana ante la comunidad eclesial, se procede al gesto de la imposición de las
manos, sobre cada uno de los confirmandos:
“Todos oran en silencio unos instantes.
Después el Obispo (y los presbíteros que junto con él administran la Confirmación)
impone (n) las manos sobre todos los confirmandos. Mientras tanto el Obispo
realiza una Oración al Dios todopoderoso, invoca la presencia del Espíritu Santo
Paráclito sobre los confirmandos.”47
La invocación del Espíritu Santo, a través del gesto de la imposición de las manos,
también se realiza en silencio. Con dicho gesto la comunidad entera, a través del
ministro que preside la celebración, ora para que se le conceda a quien recibe
dicho sacramento el Don que Dios le tiene predestinado, para que ese hombre o
mujer contribuyan así al bien de la Iglesia y de la humanidad. Tal como lo afirma el
apóstol San Pablo en el texto de 1Cor 12, 4-6 cuando habla de la diversidad de
dones y carismas, pero un único Espíritu.
Con esta realidad, la comunidad eclesial se fortalece con nuevos individuos
comprometidos con la causa de Dios, pues sabe que aunque son diferentes, todos
tienen una meta clara: hacer visible el Reino de Dios. Así, se logra ser más
tolerantes y por lo tanto se establecen relaciones sanas con la humanidad, ya que
el Espíritu de la verdad nos permite discernir cuándo en el corazón del creyente
están naciendo sentimientos de maldad y egoísmo, los cuales son causas de
muchas enfermedades personales y sociales. Si dichos sentimientos no logran ser
47
Iglesia Católica. Conferencia Episcopal de Colombia. Ritual del sacramento de la confirmación.
Bogotá: SPEC, 1983.
64
identificados y sanados a tiempo pueden convertirse en causa de muerte. “El
Espíritu Santo se infunde, a través de las manos del obispo, al cuerpo del
confirmado. Lo impregna de su poder. Lo colma de su amor. Ilumina las zonas
oscuras de su morada interior. Sana sus heridas. Transforma todo lo que hay en
él.”48
1.5.8 El gesto de la imposición de las manos en el sacramento de la
Eucaristía
El sacramento de la Eucaristía es el culmen de la vida cristiana. En él la
comunidad renueva su compromiso de entrega por la salvación de los unos por los
otros, tal como lo hizo Jesús. A su vez, es en este sacramento donde el creyente
recarga sus fuerzas para la misión a la que se ha comprometido en el seno de la
Iglesia. Teológicamente la Eucaristía es el signo fructífero de la gracia de Dios que
salva y sana, ya que desde la realidad de la muerte de Cristo se hace referencia a
la era escatológica, según el texto del profeta Isaías 53:5 que afirma: “...por sus
llagas nosotros hemos sido sanados”.
Es en la celebración de la Eucaristía donde confluyen según Borobio “los
sacramentos de curación, penitencia y unción de los enfermos”49. Así lo deja
entrever el rito de este sacramento, donde la comunidad se reconcilia con sus
hermanos y se dispone a participar con un corazón renovado del banquete de la
vida.
48
GRÜN, Anselm. La confirmación responsabilidad y fortaleza. Bogotá: San Pablo, 2002. p. 32
BOROBIO, Opt.cit., p.104.
49
65
¿Qué finalidad tiene el gesto de la imposición de las manos en el sacramento de la
Eucaristía?
Litúrgicamente, el único momento en el cual el ministro debe realizar el gesto de la
imposición de las manos ha de ser en la consagración del pan y del vino; sin
embargo, con mucha frecuencia, se constata que en algunas celebraciones
eucarísticas los ministros hacen caso omiso al rito y extienden sus manos en
diversos momentos, quizás con argumentos que sólo ellos conocen.
El rito de la Eucaristía establece que después de haber realizado la presentación
de las ofrendas del pan y del vino sobre el altar, se proceda a la plegaria
eucarística, “de la cual existen diferentes versiones. La plegaria comienza con una
prolongación de la alabanza del prefacio (primera parte o pos-santus). Después,
en la epíclesis, se invoca el Espíritu Santo”50. Es en este momento, donde el
ministro está llamado a extender sus manos, para que la realidad de pan y vino se
transforme en cuerpo y sangre de Cristo. Esto no ocurre por méritos propios de
quien preside dicha ceremonia, sino sólo bajo la acción del Espíritu Santo de Dios,
quien es el único que congrega a su pueblo y lo transforma en otro Cristo.
Siempre se concluye la consagración con la frase de Jesús “Haced esto en
memoria mía” (Lc 22, 19; 1Cor 11,25); es decir, que el Espíritu Santo ha de
transformar a cada miembro de la comunidad para que ésta obre según el modelo
de Jesús, es decir, capaz de dar la propia vida. La Eucaristía es signo de sanación
porque permite celebrar la vida como una continua entrega y, así se atraviese por
el dolor de la enfermedad, el creyente sabe que cuenta con el respaldo de una
comunidad que siempre está dispuesta a orar por él y de acompañarlo en todos
los momentos de la vida.
50
GRÜN, Anselm. La celebración de la Eucaristía, unión y transformación. Bogotá: San Pablo,
2002. p. 32.
66
La transformación de la vida en presencia real de Cristo, conduce a que quienes
celebren realmente la Eucaristía, a ser fuente de vida para los demás y apropiarse
del mensaje dado por Jesús según el texto de Mt 25, 31-46 “…en verdad os digo
que cuanto hicisteis a uno de estos pequeños, a mí me lo hicisteis”. Por tanto, la
verdadera Eucaristía hace posible una sociedad más justa y por ende, mucho más
sana.
3.2.4 La imposición de las manos en el sacramento del Orden
El sacramento del Orden junto con el de la Confirmación, son los momentos en
donde el gesto de la imposición de las manos se hace más explícito dentro de los
ritos litúrgicos, quizás porque ambos están referidos al llamado, cuya respuesta se
concretiza en el servicio que exige la vivencia de la misión asumida. El
sacramento del Orden se fundamenta bíblicamente a partir del texto de los Hechos
de los Apóstoles 6,6 “Los presentaron a los apóstoles y, habiendo hecho oración,
les impusieron las manos”. Este gesto es fundamental para que exista una
consagración sacerdotal dentro de la Iglesia católica.
Según el ritual, se insiste en que a este sacramento se accede únicamente por
vocación, cuya aceptación se hace libremente y en el cual se está dispuesto a
responder a las exigencias de la Iglesia. El rito de la Ordenación se efectúa
cuando:
“-El obispo en silencio impone a cada uno las manos sobre la cabeza.
Después todos los presbíteros presentes en la celebración de la comunidad,
revestidos con estola, imponen en silencio las manos a cada uno de los
elegidos. Después de la imposición de las manos, los presbíteros permanecen
juntos hasta que acabe la oración de consagración.
Arrodillados los elegidos ante él, el obispo, con las manos extendidas, dice la
oración de consagración-”51.
51
PARDO, Andrés. Ritual de los sacramentos, textos liturgias oficiales. Madrid: Biblioteca de
autores cristianos edición IV 2006.
67
¿Qué finalidad tiene el gesto de la imposición de las manos en el sacramento del
Orden?
Por medio del gesto de la imposición de las manos, “el presbítero queda
consagrado, cualificado y destinado a re-presentar a Cristo y a la Iglesia en las
diversas dimensiones de la misión: dimensión profética, sacerdotal, servicial y
eclesial.”52 Su misión está encaminada siempre al servicio de la comunidad,
pueblo de Dios, y hacer cada vez visibles los signos y valores del Reino. Los
ministros ordenados están llamados a ser otros Cristo, a anunciar la palabra
sanadora de Cristo y a celebrar los sacramentos. Todo ministro ordenado debe ser
consecuente con la palabra de Dios, la cual nos habla de un Jesús que hizo
opciones radicales por el Reino a través del servicio desinteresado a la
humanidad, en su búsqueda por cambiar las estructuras sociales de injusticias que
muchas veces esclavizan al hombre.
La acción pastoral del ministro ordenado, no sólo va más allá de las celebraciones
litúrgicas que se realizan en los templos materiales, sino que asume el modelo de
Cristo Buen Pastor. Va en busca de la oveja herida, la abandonada y la
extraviada. Sólo al ser verdaderos apóstoles se puede sanar a la sociedad de
tanto dolor y enfermedad. Urge igualmente, que el ministro reconozca que también
posee heridas y enfermedades que deben ser curadas, para logar en la misión
que emprende un equilibrio psíquico, con el cual sabe que él no sólo está para dar
sino para recibir la sanación requerida del único médico: Cristo.
52
BOROBIO, Opt.cit., p. 109.
68
1.5.9 El gesto de la imposición de las manos en el sacramento del
Matrimonio
En el rito del sacramento del Matrimonio, el gesto de la imposición de las manos
se encuentra principalmente en el momento en que el ministro, quien preside en
nombre de la comunidad, realiza la Bendición nupcial sobre los esposos, donde
tras una breve oración se invita a todos los presentes a suplicar humildemente al
Señor que derrame bondadosamente la consagración de su gracia sobre la pareja.
La rúbrica de la Bendición nupcial dice que:
-“Después, el ministro de pie vuelto hacia los esposos y con las manos extendidas,
prosigue:…”-53, según alguna de las fórmulas establecidas, por el mismo ritual.
¿Qué finalidad tiene el gesto de la imposición de las manos en el sacramento del
Matrimonio?
Se ha establecido que sólo se efectúa el gesto de la imposición de las manos en la
celebración litúrgica del matrimonio, en el momento de realizar la Bendición
nupcial sobre los esposos. Realmente esta bendición tiene sentido cuando, quien
presencia dicho sacramento impone sus manos sobre los esposos, ya que como
se analizó en el capítulo 2 de esta investigación, mediante este gesto Dios
trasmite su amor y su cercanía a los hombres y mujeres. Igualmente, este gesto
abre la posibilidad de recibir de Dios todos los dones.
Este sacramento es sanador en la medida en que la pareja ha experimentado el
amor de manera recíproca. Obviamente para este tipo de relaciones afectivas es
necesario que cada uno de los bautizados (la pareja conformada por hombre y
mujer, y desde una opción de fe en Cristo) haya experimentado el amor propio, el
cual se da a nivel familiar y comunitario. Nadie da de lo que no ha conocido y
53
Conferencia Episcopal de Colombia. Ritual del matrimonio. Bogotá: SPEC, 1983.
69
vivido. La experiencia del amor permite que la pareja se libre, de manera
victoriosa, en los momentos en que lleguen las dificultades. Tal como lo establece
San Pablo en la Carta a los Corintios, capítulo 13, del cual se cita el versículo 13:
“Ahora subsiste la fe, la esperanza y el amor. Pero la mayor de todas es el amor”.
3.2.6 El gesto de la imposición de las manos en el sacramento de la
Reconciliación
Este sacramento posee una alta dosis de sanación en la vida de la Iglesia, y los
ministros que tienen la responsabilidad de efectuarlo, deben ser conscientes de
ello. La celebración de este sacramento en una sociedad herida como la nuestra,
donde muchas veces para hablar de perdón, de sanación y de olvido, se requiere
de un profundo conocimiento de la realidad humana. Cuán difícil puede ser hablar
de perdón a una mujer a la que un determinado grupo subversivo asesinó a su
hijo, o una familia entera que fue obligada a salir de su tierra para no tener que
morir. Esto para citar un ejemplo de lo complejo que puede llegar a ser este
sacramento hoy.
Cuando se enunció el sacramento del Bautismo se afirmó que éste permite la
plena conciencia de la fragilidad del ser humano, pero que desde la voluntad
interior y por fe se inclina a vivir en continuo proceso de conversión. Muchas
enfermedades físicas están ligadas a sentimientos de culpabilidad y a la
incapacidad de perdonarse a sí mismo algún error cometido, o también al hecho
de poder reconciliarse con aquella persona que originó un trauma en la propia
vida.
El hombre acude a este sacramento con el único fin de sentirse perdonado y
amado por Dios, de retornar a la casa del Padre y sentirse sanado en plenitud. Por
ello el ritual de este sacramento exige una capacidad de escucha por parte del
70
ministro, quien no puede actuar como juez sino que siempre debe tener una
actitud de misericordia con el otro y ser un mediador de la gracia de Dios.
El ritual señala que tras un diálogo y algunas orientaciones que conduzcan a una
auténtica conversión por parte del penitente, el ministro debe proceder a
administrar la absolución, palabra que significa “disolución, separación, liberar de
una carga, culpa u obligación”54. Es quizás, éste el culmen de la sanación que
experimenta todo creyente, y por lo tanto, lo más anhelado.
El rito para reconciliar a un penitente dice:
“-Imposición de las manos y absolución: -El sacerdote extendiendo ambas manos
sobre la cabeza del penitente dice: Dios, Padre…, y concluye con la absolución-”.
¿Qué finalidad tiene el gesto de la imposición de las manos en el sacramento de la
Reconciliación?
Con este gesto se busca que el penitente logre experimentar realmente el amor
incondicional de Dios, quien no condena a sus hijos y está siempre dispuesto a
celebrar el retorno de éstos a su casa. Las manos sobre la cabeza pueden
representar acogida, así como las palabras que se pronuncian al penitente: “Has
vuelto al seno de la Iglesia, anda y no vuelvas a pecar”.
3.2.7 El gesto de la imposición de las manos en el sacramento de la Unción
a los Enfermos
Si se observan los rituales más antiguos sobre la unción de los enfermos como el
“Eucologio de Serapión (texto que data del año 326, aproximadamente A.C.
encontrado en el bajo Egipto), se refleja la praxis más antigua de la imposición de
las manos en el rito de la unción a los enfermos. Igualmente el pontifical compilado
54
GRÜN, Anselm. La penitencia, celebración de la reconciliación. Bogotá: San Pablo, 2002. p. 45
71
hacia 950 en la abadía San Albano, constata que el gesto de la imposición de las
manos se mantiene a lo largo de la historia de la Iglesia”55.
Actualmente en el sacramento de la Unción a los enfermos, el ritual sostiene que:
“El sacerdote, en silencio, impone las manos sobre la cabeza del enfermo”.
Igualmente, éste hace parte de los sacramentos de curación y sanación que la
Iglesia ofrece a su pueblo. La pastoral debe orientar al enfermo a que se abra al
amor de Dios.
¿Qué finalidad tiene el gesto de la imposición de las manos en el sacramento de la
Unción de los enfermos?
Se recomienda la imposición de las manos sobre la cabeza del enfermo previo a la
unción con el óleo. Claramente tiene un carácter epiclético, al mismo tiempo que
refiere a una fuerza sanadora capaz de desencadenar en el enfermo la curación.
Aquí, el enfermo experimenta corporalmente el calor humano y la gracia de Dios a
través de sus ministros, quienes a ejemplo de Cristo Jesús quien sale presuroso a
asistir a los enfermos de su época. Este gesto puede significar la protección de
Dios, quien lo lleva siempre de la mano.
3.3 De los siete sacramentos a la vida sacramental
Como bien se ha precisado al analizar cada uno de los rituales de los
sacramentos, se constata que el gesto de la imposición de las manos se
encuentra presente en los siete sacramentos, unidos obviamente, a otros signos
con los cuales se busca dar sentido a toda la celebración litúrgica sacramental.
Así lo presenta el texto bíblico de Mc 7, 31-37, donde Jesús ante la petición de la
comunidad de imponer las manos sobre un hombre enfermo, opta por realizar un
55
RIGHETTI, Mario. Historia de la liturgia. Madrid: B.A.C., 1955., vol. 1. p. 688.
72
encuentro mucho más profundo y cercano, unido además a otros gestos que
permitan hablar de un rito sacramental. Ahora bien, la comprensión de los
sacramentos en la Iglesia sólo se alcanza a partir del siglo XII como propuesta de
Pedro Lombardo, y es hasta el concilio de Trento donde se concretiza que los
sacramentos de la Iglesia son siete.
Muchas
reflexiones teológicas
sostienen
que
existe
una
intencionalidad
eclesiológica para hablar de siete sacramentos, porque se trata de establecer una
relación antropológica con las diversas fases biológicas, por las cuales pasa todo
hombre y mujer durante su desarrollo vital. Estas etapas las describe
perfectamente Edward Schillebeeckx en su texto Cristo, sacramento del encuentro
con Dios. Este autor sostiene que “el nacimiento, la adolescencia, la necesidad
cotidiana de alimento vital, el desorden moral, el matrimonio, la enfermedad y la
muerte, el sentimiento del tremendum o de la majestad de Dios ante la cual nadie
se atreve a presentarse sin una mediación terrestre”56 Insiste este autor, que es
ante la necesidad de sentirse acompañado por la Iglesia cuando el creyente acude
a los sacramentos de manera procesual, y siempre con el único fin de reconocer
en todos los momentos decisivos de la vida el paso de Dios.
La teología sacramental actual, al seguir la apuesta de Schillebeeckx, amplía aún
más el tema de los siete sacramentos y ofrece a la Iglesia el paradigma de lo
sacramental. Esta comprensión invita a reconocer que la realidad sacramental
dentro de la Iglesia no se puede reducir solamente a siete celebraciones
puntuales, fruto de las diversas discusiones dadas desde el siglo XII hasta el
concilio de Trento. Si bien, Schillebeeckx valora y re-significa la comprensión que
se tiene de los siete sacramentos antes del Concilio Vaticano II, se lanza a
profundizar el tema de lo sacramental. Por su parte, Borobio afirma que “existen
otros centros de sacramentalidad que lejos de oponerse o disminuir el valor de los
56
SCHILLEBECKX, E. Cristo, sacramento del encuentro con Dios. Bilbao: Dinor, 1964. p. 195
73
siete sacramentos, constituyen el marco propio para su comprensión, realización y
celebración de la vida”57.
Lo sacramental hace referencia a la gracia que procede del amor de Dios, la cual
se hace histórica, asume la condición de espacio y tiempo, tal y como ocurre en el
misterio de la Encarnación. Lo sacramental no es más que la manifestación del
acontecer de Dios en la historia. Cuando el ser humano es consciente de esta
realidad, se dispone a acoger la auto-donación de Dios en todos los
acontecimientos de la vida. A eso se le denomina sacramento. Por lo tanto, el
primer sacramento es la persona misma, la autoconciencia a la que todos los
seres humanos están llamados para su reconocimiento como creaturas, como un
regalo y un don sostenido por la voluntad salvífica del amor de Dios, quien ha
dado la existencia para establecer la comunión en él.
La vida sacramental es descubrir que es en la propia existencia, en esta realidad
espacio temporal, donde está aconteciendo Dios, tal como lo vivió y asumió
Jesucristo aún hasta la muerte.
3.4 El acompañamiento espiritual asumido como realidad sacramental
“Los sacramentos son nuestra peregrinación de Emaús, bajo un velo, hacia el
Eschaton. Caminamos juntos al Señor. Y aún cuando no le vemos, le
sabemos cerca de nosotros, porque cuando Él se dirige sacramentalmente a
nosotros, nuestro corazón se siente arder, y escucha ávidamente y pasa a la
acción cristiana vital”58.
Asumida la vida como un sacramento, todo creyente cuando atraviesa por
diversas dificultades de tipo existencial, y entre ellas la enfermedad, sabe que
cuenta con el respaldo de una comunidad eclesial que está dispuesta a
57
BOROBIO, Dionisio. La celebración en la Iglesia. vol.1. Liturgia y sacramentología fundamental.
Salamanca: Sígueme, 1988. p. 371.
58
SCHILLEBECKX. Opt.cit., p. 245.
74
acompañarle y ofrecerle la ayuda oportuna. El capítulo I de esta investigación, ha
permitido establecer el proceso antropológico que un creyente vive durante la
enfermedad y cómo éste ve, en la Iglesia y en la fe, una mediación para no
desfallecer en su lucha por la vida y obtener la sanación anhelada.
Los relatores continuamente se refieren a “un otro”, es decir, a un creyente que
está dispuesto a escuchar su historia personal con todo lo que conlleva: sus
alegrías, pero sobre todo, con el dolor que los embarga, al saber que existe en
ellos una situación que los limita en las relaciones interpersonales. Esta situación
puede ser de dolor físico (relato 2 y 3) o de tipo psíquico, condicionado por
estructuras familiares (relato 1). Independientemente del origen de la enfermedad,
el ser humano representado en estos tres personajes, realiza el mismo proceso en
su búsqueda por obtener la sanación requerida. Este itinerario se ha descrito
detalladamente en la primera parte de esta investigación, sin embargo, se
considera oportuno enunciarlo nuevamente:
1. Cuando existe una desarmonía en el cuerpo, la lógica del ser humano lo incita
a indagar sobre el origen de la enfermedad. Obviamente, es la ciencia de la
medicina la que la puede valorar, diagnosticar y tratar.
2. Frente a la enfermedad, el integrante de la comunidad se aísla y se sumerge
en su propio yo, por miedo a ser rechazado o porque su misma corporeidad ha
puesto limites.
3. Con frecuencia surgen los siguientes cuestionamientos sobre la fe: ¿Por qué a
mí, si voy a misa y no le hago daño a nadie?, ¿Dónde está Dios? los que
también pueden obedecer a sentimientos de culpa no superados. En el fondo,
estas preguntas reflejan una carencia frente a vacíos teóricos y estructurales
en la formación de los miembros de una comunidad de fe, quienes en muchas
ocasiones, desconocen el sentido de los sacramentos y principalmente el
sentido de la identidad bautismal.
75
Dentro de ese proceso de búsqueda, los relatores narran el hecho de haber
encontrado un referente humano, vinculado a la Iglesia católica. Este hombre o
mujer es un bautizado, que asume la misión de anunciar a través de signos y
palabras la presencia de Dios en medio de la humanidad. Se habla expresamente
de un proceso de acompañamiento con quien se encuentra enfermo y se asume la
misión que Jesús dio a sus discípulos: “id al mundo entero y proclamad el
evangelio…” (Cfr. Mc 16, 15-20). Quienes realizan este acompañamiento, según
los relatores, no fueron únicamente ministros ordenados, sino también laicos. Este
hecho permite afirmar que es sólo a través del sacerdocio común, recibido en el
sacramento del bautismo, en donde todos los cristianos contribuyen con sus
dones y carismas a la edificación de la Iglesia.
La peculiaridad en este proceso de acompañamiento espiritual es que siempre
está marcado por la acogida, la escucha, la oración y el gesto de la imposición de
las manos, elementos que se deben mirar con mayor detalle un poco más
adelante, pero antes, es indispensable terminar de analizar el itinerario vivido por
estos tres personajes:
4. La
vida
del
hombre
se
transforma
tras
un
proceso
de
apertura,
acompañamiento, oración e imposición de las manos.
5. Durante este proceso, el acompañante después de cada diálogo con el
enfermo, lo invita a orar y le impone las manos sobre la cabeza. Este gesto
produce diversas reacciones en el cuerpo.
6. La experiencia de Dios que permite reconocerlo en el dolor, lanza al creyente a
una vida comunitaria y a ser testimonio vivo de su amor.
7. Quien hace experiencia de Dios, sabe que Él no se encuentra en otros
mundos, sino que está aquí mismo, siempre camina a su lado, es decir, hace
de su propia vida un sacramento.
76
Todos los elementos utilizados durante estos procesos de acompañamiento se
enmarcan dentro de la mirada de lo sacramental, es así que en esta apuesta
investigativa se propone hablar de la acogida, la escucha, la oración y el gesto de
la imposición de las manos como realidades sacramentales, siempre y cuando se
encuadren en el ámbito del acompañamiento espiritual.
3.5 La Acogida como realidad sacramental
Quien asume como don de Dios el servicio de acompañante espiritual, debe
reconocer que el punto de partida es siempre la hospitalidad con que se acoge a
quien se acerca a él en busca de una luz en medio de la oscuridad. Hablar de la
acogida como realidad sacramental, significa asumir las actitudes de Jesús, las
cuales se basan en la misericordia. Más aún, cuando este servicio está
encaminado a personas que manifiestan algún tipo de enfermedad. Todas las
realidades sacramentales que se han observado (a través de siete sacramentos y
de la vida como sacramento) nos muestran su sacramentalidad a través de
gestos, signos y acciones, por poseer un carácter sensible y visible
Los agentes de pastoral dedicados a este servicio específico, deben hacer visible
la hospitalidad del corazón, pues quien llega a su casa lo hace porque tiene una
herida en su propia vida. Esta hospitalidad se ha de manifestar en la mirada, la
sonrisa o el gesto que a primera vista percibe quien va en busca de la sanación,
ya que esto permite un grado de confianza entre ambos.
3.6 La Escucha como realidad sacramental
Si bien, en algunos espacios la expresión verbal en las relaciones interpersonales
es valorada por la manera de impactar a través de las palabras, las nuevas
generaciones, cuya influencia está demarcada por los medios de comunicación,
proponen un cambio fundamental en la forma. Esta realidad es cada vez más
77
notoria al “dialogar” con muchos jóvenes de hoy, pues su vocabulario y jerga es al
estilo “chat”. Esto obedece, a que dedican gran parte de su tiempo a establecer
relaciones a través de las redes sociales que se ofrecen por internet (Facebook,
Badoo, Metroflog, Twitter). En ellas, aunque la comunicación es escrita, se realiza
a través de un lenguaje fragmentado y codificado que sólo puede ser comprendido
por los que están en la red.
Ante esta nueva realidad, es de vital importancia aprovechar al máximo cuando un
creyente decide salir de las relaciones tipo chat, a las relaciones tipo
interpersonales, pues son relaciones físicas que buscan establecer un diálogo
desde la vida, aún cuando la necesidad de dicho diálogo haya nacido del dolor
que se vive como consecuencia de la enfermedad. Aquí la persona que asume el
rol de acompañante, debe estar dispuesta a escuchar todo lo que brote en lo más
profundo del acompañado, quien lo único que busca a través de este encuentro es
realizar un total vaciamiento de todos esos sentimientos de dolor e incertidumbre.
No está de más anotar, que muchas personas pueden ser sanadas por el sólo
hecho de ser escuchadas por un “otro”.
Hablar hoy de la escucha como realidad sacramental dentro de un proceso de
acompañamiento espiritual, remite a esa actitud asumida por el pueblo de Israel
cuando Dios le insiste: Shemá Israel (Dt 6, 4-10), ya que en la escucha interior y
exterior se puede discernir la voluntad de Dios en la propia vida.
3.7 La Oración como realidad sacramental
En todo proceso de acompañamiento espiritual el único protagonista es el Espíritu
de Dios, y quien acompaña no es más que un mediador. Por eso, es fundamental
la actitud de oración que se asume no sólo en el momento del encuentro inicial,
sino durante todo el proceso de discernimiento. Muchas personas manifiestan
haber obtenido una sanación gracias al poder de la oración.
78
Por otra parte, son muchos los textos presentados en el Nuevo Testamento, que
narran al mismo Jesús en actitud orante para acoger la voluntad de su Padre (cfr.
Lc 22 44-46; Jn 11, 41-42; Jn 17,1 ss). Una vida sacramental está siempre unida a
la oración. Esta práctica espiritual en la vida cotidiana constituye una forma de
liberar nuestra alma y recordar lo que realmente somos: la oración nos conduce a
descubrir y a verbalizar los deseos del corazón.
3.8 La Imposición de las manos como realidad sacramental
Durante el recorrido a través de estas páginas, se ha buscado establecer una resignificación al gesto de la imposición de las manos en la vida sacramental de la
Iglesia, ya que son muchos los creyentes que han afirmado haber recibido la
sanación holística a través de dicho gesto. Igualmente, hoy son muchos agentes
de pastoral, ministros ordenados y laicos, quienes durante sus prácticas de
oración y acompañamiento espiritual consideran oportuna dicha acción sobre
algún miembro de la comunidad, principalmente en quien se encuentra enfermo.
La finalidad de quien hace uso del gesto de la imposición de las manos, dentro de
un ejercicio de acompañamiento espiritual, debe ser totalmente diferente a la
ofrecida por los diversos movimientos pentecostales y carismáticos, que cada vez
más se expanden por todo el territorio colombiano. Esto exige un claro
conocimiento bíblico-teológico, para no caer en concepciones milagreras y
mágicas frente a este gesto y, obviamente, hacer un camino formativo con quienes
acuden a los agentes de pastoral que lo emplean en los procesos de
acompañamiento.
Si la vida del creyente es asumida como sacramento, todo lo que el realiza posee
una estructura sacramental. Es así que el gesto de la imposición de las manos,
cuando busca vincular al hombre con el amor y la misericordia de Dios, se
79
convierte en una realidad sacramental: “los mismos signos visibles que usa la
sagrada liturgia han sido escogidos por Cristo o por la Iglesia para significar
realidades divinas invisibles”59. Por otra parte, tal como se ha podido apreciar, el
mismo Jesús realiza este gesto durante su vida pública, con diversos matices
como el de bendecir, sanar y liberar. Quizás sea ésta una de las razones por las
cuales la Iglesia ve pertinente hacer uso de dicho gesto en las celebraciones
comunitarias del septenario sacramental. Sin embargo, su uso no se agota ahí,
sino que puede extenderse en todas las esferas de la vida, cuando se enmarca en
el ámbito de la fe.
¿Por qué hacer uso del gesto de la imposición en el ejercicio del acompañamiento
espiritual?
El acompañamiento espiritual es un ministerio que se realiza en nombre de la
Iglesia, para que la humanidad cada vez tome conciencia del actuar de Dios en la
historia personal y en la social. Si se ha afirmado que la vida del creyente en su
totalidad es un sacramento, esta vida sacramental necesita ser asumida en
relación a una comunidad, ya que ésta se convierte en un referente para el
crecimiento en la fe.
Cuando el bautizado no está vinculado a una comunidad pierde el horizonte de su
fe y poco a poco le resta importancia a Dios. Razón por la cual, al vivir una
enfermedad fácilmente se deja vencer por la misma. “El acompañamiento de vida
ayuda a comprender mejor una sorprendente pedagogía de curación del Señor”60.
Las manos expresan acogida, cercanía y quizás un indicador para saber que no
se camina solo dentro de un proceso de acompañamiento espiritual. Se debe
recordar que cuando se es niño, siempre se busca tener un soporte para no caer,
59
60
BOROBIO., Opt.cit., p. 402.
MADRE, Opt.cit., p. 298.
80
por lo tanto se agarra de las manos de un adulto (padres, familiares o alguien
conocido) que brinde confianza para sentirse seguro. La utilidad de este gesto en
el acompañamiento, representa eso: confianza, saber que el otro está dispuesto a
estar cerca como persona a pesar de las heridas que ha logrado compartir.
¿De qué manera el gesto de la imposición posibilita un proceso de sanación
holística en el creyente?
“El simple contacto con su mano devolvió la vida, retronó el espíritu a la que tenía
muchos años por delante”61. Esta expresión del texto cinco mujeres oran con los
sentidos, hace referencia al gesto realizado por Jesús cuando toma con sus
manos a la hija de Jairo (cfr. Lc 8, 49-56) quien a los ojos de la sociedad de aquel
tiempo había muerto.
El acompañante espiritual debe asumir esta actitud de Jesús, ya que las personas
heridas que aclaman ayuda necesitan ser sacadas del anonimato, del dolor y de la
exclusión. Es devolverle la salud, pero no sólo la corpórea, sino la de la totalidad
de la vida que anhela y aclama, sin ningún yugo que lo aleje de la comunidad. Por
eso en esta investigación se ha insistido en la sanación holística.
El gesto de la imposición de las manos es un signo de comunión e intercesión. Es
comunión con ese “otro” que sufre al ser rechazado por su enfermedad. El
acompañante en nombre de Dios extiende sus manos para expresar su amor
incondicional, pues sabe que muchas heridas se deben a la soledad que se ha
vivido. Es intercesión, porque el acompañante sabe que lo que diga o haga en
dicho proceso no es obra propia, sino que el único artífice de la sanación es Dios.
61
NAVARRO, Mercedes. Cinco mujeres oran con los sentidos. Bilbao: Desclee de Brouwer, 1997.
p. 231.
81
Quien acompaña reconoce sus heridas, sus enfermedades, pero tiene plena
conciencia que él posee al único Médico por excelencia: Cristo Jesús. Asumida
con radicalidad ésta dinámica, se logra una Re-significación al gesto de la
imposición de las manos, como signo de sanación en la vida sacramental de la
Iglesia.
82
CONCLUSIONES
Al llegar a este punto del trabajo y después de hacer un estudio conciso sobre
cada uno de los objetivos trazados para esta investigación de síntesis teológica,
quedan abiertas dos premisas. La primera rescata el gesto de la imposición de las
manos como un tema de estudio, tanto a nivel personal como grupal en la
comunidad católica. La segunda plantea la necesidad de abrir nuevos espacios de
reflexión sobre dicho gesto, que como realidad sacramental y signo de sanación
en la vida de la Iglesia, se le debe profundizar, analizar y experimentar en el amor
de Cristo.
En los tres relatos, que hacen parte de esta investigación, se deduce que una vez
el individuo pierde toda esperanza y se encuentra al límite del dolor, surge entre
las cenizas una profunda necesidad de sanación, más que física, de manera
holística. En este acercamiento real a la experiencia de fe, se reconocen como
miembros del único cuerpo de Cristo, representado en la Iglesia. Es así como
estas experiencias de vida, sumadas a otras, conforman la edificación de la
comunidad, que en el fondo es lo que presenta la Sagrada Escritura, pues en ella
se encuentra plasmada la vida de cientos de hombres y mujeres, que supieron
leer su historia personal y comunitaria a la luz de la fe, y que aún hoy, sirven de
simiente y de fundamento para los creyentes de hoy.
Hablar de sanación holística implica integrar todas las dimensiones de la realidad
humana, pues cuando sólo se trata de sanar una de esas dimensiones, en este
caso la corpórea, en muchas ocasiones los intentos ofrecidos por la ciencia
médica son fallidos, ya que eso que manifiesta el cuerpo, no es más que el grito
de auxilio de una herida más interna, la cual no logra ser observada en el
laboratorio clínico, sino en el encuentro personal y profundo con quien está
enfermo.
83
Según los relatores, en su paso de la enfermedad a la sanación fue fundamental el
encuentro con agentes, que hacen parte de la pastoral de la Iglesia católica,
quienes les ofrecieron un tratamiento basado en la escucha y el acompañamiento
desde la fe. Lo curioso y lo que es importante resaltar es que aunque estos
agentes utilizan con frecuencia el gesto de la imposición de las manos, como un
signo de sanación propio de los evangelios, su real diferencia con los movimientos
pentecostales y carismáticos, es que se acompaña al enfermo durante todo el
proceso y se busca eliminar el espectáculo y sensacionalismo, pues su objetivo
real es llevar al creyente a reconocerse como creatura amada por Dios, aún esté
en situación de enfermedad.
Muchas veces se le habla a la gente de Dios desde la doctrina, el magisterio y la
norma, pero realmente son muy pocos a los que se les conduce al reconocimiento
de ese Dios desde la propia existencia. Este es el verdadero aporte de los tres
personajes que hacen parte de esta investigación, quienes abren su corazón para
descubrir el paso de Dios en sus vidas y anuncian un nuevo precedente y tema de
estudio en quienes tratan de abordar a Dios desde el saber teológico. Ojalá que
quienes tienen la misión de anunciar el evangelio hoy, tengan en cuenta las
diversas historias de vida, pues es en ellas donde se construye el tejido de la
comunidad cristiana y donde se encarna la palabra de Dios desde la cual se
puede hacer teología.
En orden a la re-significación del gesto de la imposición de las manos como signo
de sanación en la vida sacramental de la Iglesia, es fundamental establecer una
mediación hermenéutica a través de la Sagrada Escritura y la teología, pues son
ellas las que hacen posible reconocer en qué momento la comunidad cristiana
asume este gesto como signo de sanación y descubren cuál es su papel en la
vivencia sacramental. La concepción de que el gesto de la imposición de las
manos es fuente de sanación, se encuentra más en la mentalidad de la gente que
en el mismo Jesús. Si bien, Jesús hace uso de él en algunos hechos de sanación,
84
su preocupación siempre está en que el hombre y la mujer enfermos retornen
libres de toda atadura y dolor a la casa del Padre. En el fondo, invita a un
reconocimiento con la propia historia personal, que sólo es posible en el encuentro
con aquel que es la Verdad, el Camino y la Vida, es decir: la persona de Jesús. En
definitiva, el reconocimiento que hace el individuo desde la propia fe es el que se
convierte en fuente de sanación.
Ciertamente, toda la pastoral que se realice en la Iglesia, debe pasar por el filtro
de estas mediaciones, pues ellas conducen al sitz im leben que mueven al mismo
Jesús a obrar por el bien, y evitar de este modo, caer en interpretaciones erróneas
en nuestro quehacer pedagógico pastoral.
Es fundamental erradicar de manera absoluta en la pastoral de la Iglesia, la
concepción de que el gesto de la imposición de las manos, por el mero hecho de
ser realizado, produce una sanación, pues se cae en interpretaciones mágicas que
lo único que hacen es desorientar a las personas en su fe y en su verdadera
experiencia sanadora. Urge la necesidad de aclarar que quien hace uso del gesto
de la imposición en nombre de la Iglesia, lo haga en el marco de la vida
sacramental, es decir, a través de procesos de acompañamiento espiritual.
Los miembros de la Iglesia, que asumen en su vida de fe la misión de anunciar el
evangelio al mundo entero y de sanar toda dolencia, deben saber que esas
acciones no se hacen a título personal, sino en nombre de la comunidad eclesial.
Por eso cuando se acompañan procesos de personas enfermas, cada palabra que
se brinda, se hace en nombre de Cristo y de la Iglesia y cuando se extienden las
manos para orar, es Cristo y su Iglesia misma la que ora por su hermano.
85
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88
ANEXOS
Tras haber compartido los resultados de esta investigación con los tres personajes
que sirvieron de base para esta reflexión, quiero colocar lo que ellos, de manera
muy sintética han expresado desde lo más hondo de su corazón, y que a su vez
quieren dejar a la Iglesia, a los teólogos y todos aquellos que alguna vez se
acerquen a estas páginas.
************
“Después de todos los momentos difíciles por los que tuve que pasar a nivel
personal y familiar, hoy solo puedo decir que la unidad familiar, el diálogo con
Dios, y el tener presencia de Dios es mucho más satisfactorio para la vida. El
primer paso para la sanación es salir en busca de un otro que pueda tenderte a la
mano, sepa escucharte, alguien con quien puedas compartir todo tu sufrimiento”.
************
“Muchas veces se muy incrédulo para creer en experiencias sanadoras en el
ámbito de la fe, pues tristemente se tiene que pasar por la enfermedad para salir
a buscar desesperadamente una luz en medio de la oscuridad. A los miembros de
la Iglesia les invito a no dudar en este tipo de sanaciones, ya que personalmente
acudí donde varios sacerdotes para exponerle mi caso y lo único que decían para
sacarme el cuerpo, es que yo necesitaba un tratamiento psicológico, ya que todo
estaba en mi mente”.
************
89
“Los hijos de Dios nunca estamos desamparados y puede encontrar a un hombre
de fe, que supo escuchar toda mi historia personal, y desde ese mismo día sentí la
luz de Cristo en mi vida. Es como haber encontrado alguien que me ayudó a salir
del lodo para caminar sobre un prado. Ese hombre para mí, es un enviado de
Dios, con quien ya he hablado creo yo, más de 15 veces. Y cada vez que hablo
con él, sé que me encuentro con alguien que sabe interpretar lo que me está
pasando. Hoy de salud estoy magnifica y tengo mil motivos para vivir”.
************
90