Notas para una antropología de la reciprocidad

92interior.qxp
14/01/2015
9:12
Página 16
PERSPECTIVAS
Notas para una
antropología de la reciprocidad
Gennaro Cicchese, o.m.i.
En nuestro tiempo se está despertando cada vez más la conciencia de que el ser humano es
un viviente racional y relacional. Por eso una antropología de la relación es tan necesaria
para replantear las relaciones humanas, conjugando individuo y persona, identidad y reciprocidad.
Una nueva conciencia: el hombre
como viviente racional y relacional
La antropología filosófica contemporánea ha puesto en evidencia que el hombre
no es simplemente un viviente racional sino
también relacional. En su hermoso libro En
camino a la persona, N. Galantino nos ayuda
a penetrar este nuevo “vocabulario” que
exige ideas y palabras nuevas. Apuntando a
la situación contemporánea escribe:
«En la variedad de expresiones usadas por autores de orientación personalista, la categoría
fundamental del ser persona/hombre es la reciprocidad. Con el término reciprocidad nos referimos a lo que unos autores han llamado “relación
yo-tú”, y otros “intersubjetividad” o “relación”,
reconociéndole de este modo una calidad que llegan a considerarla ontológicamente constitutiva
del ser persona. (…) En nuestro caso y, en otros
Unidad y Carismas
términos, para el filósofo, reconocer carácter ontológico a la reciprocidad comporta, por una parte, una correcta lectura de la autonomía del sujeto, que no se resuelve con la autosuficiencia y,
por otra, el rechazo de retener al otro que forma
parte sustancial del área de gravitación del yo, al
menos con la típica exigencia determinada por
una relación esencial. Se trata de una relación
que garantice la capacidad, tanto para el yo,
como para el tú, de actuar la propia
subjetividad»1.
El pensamiento contemporáneo por tanto coloca en el centro de la reflexión antropológica la relación “interpersonal” o “interhumana”, de modo que el discurso sobre
la relación o reciprocidad, como también sobre la subjetividad dialógica o sobre la antropología dialógica, se hace hoy cada vez más
apremiante, como demuestran los estudios
de diversos autores2.
92interior.qxp
14/01/2015
9:12
Página 17
Perspectivas
También yo he trabajado en esta dirección, indicando un posible itinerario de ascesis y de éxodo del yo hacia el tú, en una
dinámica de escucha de sí mismo y de tensión hacia el reconocimiento y el encuentro
con el otro3.
Verdaderamente el discurso sobre la alteridad o sobre la relación yo-tú, sobre la intersubjetividad, etc., tiene sus orígenes tanto
en el pensamiento neo-judío como en el de
inspiración cristiana de la primera mitad
del siglo XX (respectivamente dialogismo y
personalismo). Basta leer, por ejemplo, las
obras fundamentales de Buber y Rosenzweig, o las de Marcel y Mounier, y el documentado de investigación histórico-teorético de Pedro Laín Entralgo, Teoria y realidad del otro, que nos ofrece una amplia
síntesis de toda esta problemática, despejando interesantes horizontes de reflexión
sobre una «filosofía de la proximidad», iluminada por el hecho cristiano, del que la fraternidad universal y el amor recíproco
constituyen los pilares antropológicos fundamentales4.
La determinante aportación
de Martín Buber
El tema de una institución antropológica
de la relación y del encuentro es muy difícil, debido a las múltiples variables que entran en juego. Sin embargo, me parece que
las investigaciones llevadas a cabo por M.
Buber se aproximan mucho. Filósofo de la
relación y del diálogo, parte de la idea
según la cual el hombre es una densa trama
de conexiones y de relaciones, hasta llegar
a una especie de “relacionalismo personalista”. El sentido de la existencia humana
está en centrarse en el “principio dialógico”, en la capacidad de estar en relación total con la naturaleza, con los otros hombres
y con las realidades espirituales, situándose
en una relación Yo-Tú.
17
En el libro Qué es el hombre, Buber expone
su antropología filosófica: el hombre es un
ser que puede construir su identidad sólo a
través del contacto con lo que tiene la forma de un tú, de un otro o diverso no transformable en cosa u objeto que pueda ser utilizado o dominado. Además, en cada encuentro con el tú se perfila el Tú eterno. A
mi me parece que, en la parte final de este
libro, el filósofo austriaco ha expresado de
manera insuperable la conciencia de que la
humanidad solo puede realizarse en un ámbito de reciprocidad, integrando soledad y
coexistencia. Escribe M. Buber:
«Con el término reciprocidad nos referimos a lo que unos autores han llamado
“relación yo-tú”, y otros “intersubjetividad” o “relación”, reconociéndole de este
modo una calidad que llegan a considerarla ontológicamente constitutiva del ser
persona».
«Solo el hombre que realiza en toda su vida y
con su ser entero las relaciones que le son posibles puede ayudarnos de verdad en el conocimiento del hombre. Y, como según hemos visto,
la cuestión de la esencia del hombre se le presenta con toda su hondura al hombre que se encuentra en soledad, el camino para la respuesta
lo buscaremos en el hombre que logra sobrepasar
la soledad sin padecer, por ello, en la fuerza indagadora que aquélla le prestó.Con esto hemos
dicho que al pensamiento humano se le plantea
una tarea nueva con referencia a la vida. Y nueva precisamente en su referencia a la vida.
Porque exige que el hombre que quiera conocerse
a sí mismo se sobreponga a la tensión de la soledad y a la llaga viva de su problemática para
que entre, a pesar de todo, en una vida renovada
con su mundo»5.
Buber va incluso más allá. Critica los
dos excesos opuestos de su tiempo, el indi-
N.º 92 - Octubre - Diciembre 2014
92interior.qxp
14/01/2015
9:12
Página 18
18
vidualismo y el colectivismo de masas, y
encuentra y propone una nueva solución
de los problemas, un camino auténtico y
definido que llamará “interrelación” (das
Zwischen), categoría primordial y constitutiva del ser humano. El filósofo austriaco
escribe:
«Su objeto central no lo constituye ni
el individuo ni la colectividad sino el
hombre con el hombre. ...Solo el hombre
con el hombre es una forma perfilada».
«El hecho fundamental de la existencia humana es el hombre-con-el-hombre. Lo que
singulariza al mundo humano es, por encima
de todo, que en él ocurre entre ser y ser algo que
no encuentra par en ningún otro rincón de la
naturaleza. El lenguaje no es más que su signo
y su medio, toda obra espiritual ha sido provocada por ese algo. […] Sus raíces se hallan en
que un ser busca a otro ser, como este otro ser
concreto, para comunicar con él en una esfera
común a los dos pero que sobrepasa el campo
propio de cada uno. Esta esfera, que ya está
plantada con la existencia del hombre como
hombre pero que todavía no ha sido conceptualmente dibujada, la denomino la esfera del
“entre”. Constituye una protocategoría de la
realidad humana, aunque es verdad que se realiza en grados muy diferentes. […] No se trata
de una construcción auxiliar ad hoc sino del
lugar y soporte reales de las ocurrencias interhumanas»6.
Buber invita a repensar la relación humana en base a una realidad efectiva, que cada
vez se vuelve a constituir según el tipo de
encuentros humanos. Esta idea/categoría
es la que debe inspirar las relaciones humanas, llegando a ser un estilo de vida, una
justa y auténtica tercera alternativa a las
ideologías dominantes de su época. Esta
Unidad y Carismas
vía puede convertirse, para todos los hombres, en tarea y destino:
«Más allá de lo subjetivo, más acá de lo objetivo, en el “filo agudo” en el que el “yo” y el “tú”
se encuentran se halla el ámbito del “entre”. Esta
realidad, cuyo descubrimiento se ha iniciado en
nuestra época, marcará en las decisiones vitales
de las generaciones venideras el camino que conduce más allá del individualismo y del colectivismo. Aquí se anuncia la alternativa excluida
cuyo conocimiento ayudará a que el género humano vuelva a producir personas auténticas y a
fundar comunidades auténticas»7.
Un último paso decisivo, que no debe
entenderse como absoluto, pero que hay
que pensarlo como un intento de expresar
una novedad que se abre paso y que hay
que considerar, es la afirmación de la existencia del yo a través del tú: es la propuesta
de una ciencia filosófica del hombre (incluyendo la antropología y la sociología),
para renovar la comprensión del hombre y
de la comunidad. Esta comprensión tiene
su punto de partida en la consideración del
hombre-con-el-hombre, es decir, la «dualidad dinámica», el hombre en relación. Buber escribe:
«Su objeto central no lo constituye ni el individuo ni la colectividad sino el hombre con el hombre. […] Si consideramos al individuo en sí, entonces llegaremos a ver tanto del hombre como
vemos de la luna; solo el hombre con el hombre es
una imagen cabal. Si consideramos la totalidad
en sí, entonces veremos tanto del hombre como
vemos de la Vía Láctea; solo el hombre con el
hombre es una forma perfilada. Si consideramos
el hombre con el hombre veremos, siempre, la
dualidad dinámica que constituye al ser humano: aquí el que da y ahí el que recibe; aquí la
fuerza agresiva y ahí la defensiva, aquí el carácter que investiga y ahí el que ofrece información,
y siempre los dos a una, completándose con la
contribución recíproca, ofreciéndonos, conjuntamente, al hombre»8.
La idea de la reciprocidad (Gegenseitig-
92interior.qxp
14/01/2015
9:12
Página 19
Perspectivas
keit) consigue un carácter decisivo en el
pensamiento de Buber. Al hombre no se le
puede considerar simplemente como sujeto. La vida es, primariamente, intersubjetividad, es más sujeto e intersubjetividad son al
mismo tiempo complementarios. Esta convicción es tan firme en él que no vacila en afirmar: «En el principio está la relación»9; y también «No se intente debilitar el significado de la
relación: relación es reciprocidad»10.
El mérito de Buber consiste en haber
centrado la atención del pensamiento sobre el problema antropológico, mostrando
que la relación, categoría primordial de la
realidad humana, reviste una importancia
decisiva en la definición de la humanidad:
el hombre es propiamente hombre-conhombre.
Reciprocidad: el nuevo nombre
de la relación personal
Con el término reciprocidad entendemos
un movimiento de ida y de vuelta entre dos
sujetos libres. Es la relación propiamente
dicha. Después de que se ha tomado conciencia con Max Scheler de la apertura hacia
el mundo, es necesario construir ahora la
apertura hacia los otros. Y esto es posible si
la gratuidad del don se manifiesta no sólo
como exigencia moral, sino también ontológica: el darse de la persona, en efecto,
como carácter antropológico fundamental,
tiene raíces ontológicas.
Se presenta una tarea urgente del pensamiento: repensar el conocimiento personal
como un conocerse y pensar-juntos, en la
reciprocidad. Es la manifestación antropológica de una realidad más profunda que
está en la misma raíz del ser persona. Hay
que preguntarse: ¿«cómo puede el pensamiento ser expresión del dinamismo de la comunión»? La respuesta es simple. Es naturalmente el medio de la comunión, en cuanto
espiritual y trascendente. Su estructura es
19
contemplativa y oblativa. Lo es como “interioridad en acto”, por tanto como expresión de la profundidad de la persona, de su
ontología.
La reciprocidad exige reconciliación entre vida y pensamiento, una nueva ósmosis.
Exige una clara visión de con-subjetividad
como punto de partida (la humanidad
común que nos hace, precisamente, semejantes). Exige también el reconocimiento
del otro y la igualdad antropológica respecto a él.
La gratuidad del don se manifiesta no sólo como exigencia moral,
sino también ontológica: el darse de
la persona, en efecto, como carácter
antropológico fundamental, tiene
raíces ontológicas
Podríamos sintetizar esta novedad de la
reciprocidad con la expresión «Nada puedes
recibir si no lo has dado todo». No se puede
dar lo que no se tiene, pero no se tiene (por
ejemplo el pensamiento), si no se les ofrece
a los otros, con generosidad y desprendimiento. Por eso no basta solo “conocer lo
que se tiene”, sino hacer de ese conocimiento un instrumento de comunión y de
“caridad intelectual”. ¿Qué significa practicarla de un modo no-individual sino comunitario? Ante todo significa ponerla en
práctica con la búsqueda común de la verdad, en una circularidad luminosa de vida
y pensamiento. Significa una “reciprocidad realizada”. ¿Cuáles son las condiciones? Ante todo una nueva mentalidad, no ya
individual, sino colectiva. Lo cual implica
un nuevo modo de pensar: en la relación y para
la relación. El pensamiento debe dejarse
plasmar en el crisol de la relación. No es
solamente un «pensamiento de la relación»
(Buber), sino “desde la relación”, nacido
N.º 92 - Octubre - Diciembre 2014
92interior.qxp
14/01/2015
9:12
Página 20
20
precisamente de ella. Las reglas de pensar
en la reciprocidad son idénticas a las de vivir como cristiano en comunión: metanoia
que se expresa en diaconía pasando por la
kénosis11.
El secreto de la comunión interpersonal
está en negarse a sí mismo y en la acogida
humilde de la “tercera” realidad nacida
de la comunión. Esta novedad del pensamiento acaece mediante una total disponibilidad de escucha, “dejando de lado”
los pensamientos propios, para acoger los
del otro. Esto exige un acto de voluntad y
de inteligencia, por tanto de libertad personal, para “perder” el propio pensamiento y acoger el del otro. Lo contrario sería
el conflicto, el malentendido o la indiferencia.
No hay más que un modo de
mantener el encuentro personal sobre los raíles justos: aceptar ponerse
en el último lugar, dejando la iniciativa al otro. Esto es posible con una
especie de violencia, de renuncia a
sí mismo que es amor. Amor que va
y que viene, en la reciprocidad: me
doy, luego soy..
La relación, lo mismo que el diálogo,
pasan a través de la escucha, lo cual quiere
decir que hay que escucharse mientras se
habla, usando un modo de reflexión que es
también “expresión” (es “decir” el pensamiento comunicado a los otros), dejarse interpelar, para acoger la verdad y la legitimidad de lo que se dice. Se trata de dejarse
poner en entredicho aceptando, con sentido de disponibilidad y de gratitud (por lo
tanto con amor), todo cuanto puede decir
el otro. Si él también escucha verdaderamente, creará no sólo una “caja de reso-
Unidad y Carismas
nancia” respecto a nuestro pensamiento,
favoreciendo la explicación, sino también
un espacio vital para la manifestación de la
verdad. En este tipo de relación no existe
más condición que la del amor recíproco,
en el sentido de «estar dispuestos a dar la vida
el uno por el otro».
La apuesta es altísima. No hay más que
un modo de mantener el encuentro personal sobre los raíles justos: aceptar ponerse
en el último lugar, dejando la iniciativa al
otro. Esto es posible con una especie de violencia, de renuncia a sí mismo que es amor.
Amor que va y que viene, en la reciprocidad: me doy, luego soy.
1
N. Galantino, Sulla via della persona. La riflessione sull’uomo: storia, epistemologia, figure e percorsi,
San Paolo, Cinisello Balsamo 2006, pp. 121-122.
2
E. Baccarini, La soggettività dialogica, Aracne,
Roma 20022; G.-L. Brena, Identità e relazione. Per
un’antropologia dialogica, Messaggero, Padova 2009;
B. Casper, Il pensiero dialogico. Franz Rosenzweig, Ferdinand Ebner e Martin Buber, Morcelliana, Brescia
2009; Aa.Vv., “Relazione”? Una categoria che interpella, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano
2012; M. Theunissen, Der Andere, Berlin 1981.
3
Cf. G. Cicchese, Incontro a te. Antropologia del
dialogo, Città Nuova, Roma 2010; Id., I percorsi
dell’altro. Antropologia e Storia, Universitalia, Roma
20112.
4
Ver sobre todo la última parte del libro de P.
Laín Entralgo, Teoría y realidad del otro, Madrid
1983.
5
Cf. M. Buber, ¿Qué es el hombre? Fondo de Cultura Económica, México 1949, p. 141.
6
Cf. ibid., p. 147.
7
Ibid. p. 148.
8
Ibid., pp. 150-151.
9
M. Buber, Il principio dialogico e altri saggi, San
Paolo, Cinisello Balsamo 1993, p. 72. Relación
(Beziehung), reciprocidad (Gegenseitigkeit), y encuentro (Begegnung) son palabras-clave del pensador austriaco.
10
Ibid., p. 63.
11
Cf. F. Ciardi, Koinonia: Itinerario teologico-spirituale della comunità religiosa, Città Nuova, Roma
1992, p. 313.