Ponencia - Universidad Pública de Navarra

Panel 11:
El tercer sector de acción social como actor clave en las políticas de cohesión social.
Coordinan:
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Víctor Renes Ayala - Servicio de estudios de Cáritas y de la F. Foessa
Marcos de Castro Sanz - Especialista en Economía Social. Ex-Presidente de CEPES
José Manuel Fresno García - Presidente del Consejo de Igualdad de Trato y No Discriminación
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“La construcción de alianzas entre el Tercer sector y la administración local para la
promoción de la participación juvenil y la ciudadanía activa”.
Marta Ballester Frago
Universidad de Barcelona
[email protected]
RESUMEN
En esta ponencia se presentan los resultados de una investigación realizada en el marco
de un proyecto de acción social con jóvenes, institutos y entidades del Tercer sector
social de un municipio de la provincia de Barcelona.
El estudio reflexiona de forma crítica sobre el papel de los distintos actores sociales en
la promoción de experiencias de participación juvenil que puedan favorecer el
desarrollo de una ciudadanía activa y participativa. En esta investigación, nos hemos
identificado con la tarea de estimular la participación al servicio de una ciudadanía
capaz contribuir a la construcción de una sociedad más justa e inclusiva. El proyecto
analizado es un ejemplo de proceso de organización comunitaria y de creación de
alianzas y partenariados entre la administración local, el Tercer sector social y el mundo
académico, con el objetivo de generar experiencias de participación juvenil
capacitadoras y empoderadoras.
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La investigación ha hecho emerger distintas aportaciones en relación al papel de las
entidades de iniciativa social en la promoción de la participación ciudadana. El estudio
pone de relieve que la colaboración entre instituciones, administración local y entidades
del Tercer sector de acción social no solo es posible sino que también es necesaria. El
papel de las entidades sociales en esta experiencia ha garantizado un marco de soporte a
las iniciativas de los alumnos, conectando las propuestas de los jóvenes a los espacios y
procesos de participación existentes en el municipio, aumentando así su capacidad de
impacto en el territorio. En este proceso de articulación, la flexibilidad y capacidad de
adaptación del Tercer sector, así como su proximidad al territorio, ha jugado un papel
fundamental en la vinculación de los jóvenes a las iniciativas de participación. La
investigación también ha permitido identificar un conjunto de variables clave a tener en
cuenta para el desarrollo (exitoso) de este tipo de experiencias.
Palabras clave
Participación juvenil, Tercer Sector, acción comunitaria, ciudadanía activa
Ponencia
1. Introducción
Esta comunicación quiera dar cuenta de los resultados de una investigación sobre
participación juvenil en el ámbito local. Concretamente, se presenta el estudio de una
experiencia que se está desarrollando en un municipio de la provincia de Barcelona, en
la cual se está trabajando la participación de los jóvenes en un ámbito específico, la
escuela y el barrio, y desde la perspectiva comunitaria. La experiencia que se presenta
se impulsó como un proceso de organización comunitaria con el objetivo de favorecer
un tipo de alianzas entre la administración local y el Tercer sector que contribuyeran a
generar procesos participativos capacitadores y empoderadores.
Así, la tarea que se planteó en este estudio fue definir un conjunto de elementos de
análisis que permitieran comprender la contribución de la acción comunitaria en los
procesos de participación juvenil, haciendo especial énfasis en el papel de las entidades
de iniciativa social
2. Aproximaciones teóricas para situar la investigación
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a. El contexto de la acción comunitaria
Los contextos sociales actuales se caracterizan por presentar fuertes procesos de
fragmentación y de pérdida de cohesión social debido a los efectos del individualismo y
la competitividad que el modelo liberal hegemónico ha propiciado, y el progresivo
debilitamiento de los referentes colectivos que tradicionalmente han articulado la
sociedad (la familia, el trabajo, el hábitat y la comunidad religiosa, entre otros). Estos
cambios tienen consecuencias en la configuración de nuestras ciudades y en la vida de
las personas que habitan en ellas, especialmente si tenemos en cuenta que estas
transformaciones afectan de forma desigual a unos colectivos que a otros, acentuándose
las desigualdades sociales. En este contexto, muchos de nuestros jóvenes carecen de
modelos sociales que les ayuden a crecer como ciudadanos que se hagan
corresponsables del abordaje de los muchos retos que tenemos planteados como
sociedad.
En el marco de este escenario global, el gobierno tradicional entra en crisis y las
herramientas que, hasta el momento, fueron útiles en la gestión de lo público, han
dejado de funcionar. En este punto, se intensifica el debate y aumentan las alarmas
sobre lo que algunos describen como desafección política que, aunque no se trate de un
fenómeno nuevo ni exclusivo de nuestro país (Blanco y Mas, 2008), da cuenta de la
creciente apatía y desconfianza de la ciudadanía respeto a la política y las instituciones
representativas.
Ante esta “crisis del gobierno tradicional” emergen propuestas que apuestan por un
modelo político de gobernanza, es decir, un tipo de gobierno más relacional y dinámico
basado en la participación de todos los agentes en el desarrollo de las políticas locales,
dónde los poderes públicos tienen una posición más horizontal en los procesos de
gobierno (Blanco y Gomà, 2002). En esta línea, en los últimos diez años, han
proliferado experiencias y propuestas teóricas y metodológicas relacionadas con la
promoción de la democracia participativa y la construcción de nuevos vínculos
comunitarios entre los ciudadanos, entre los profesionales comprometidos en la tarea de
favorecer el bienestar social y algunos políticos locales que asumen con entusiasmo y
compromiso su responsabilidad pública. Cada vez más, se asume que la participación
ciudadana puede convertirse en una oportunidad para construir políticas desde la
proximidad, más eficaces y de más calidad. Sin la participación activa de la población,
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el gobierno de la ciudad él solo difícilmente podrá enfrentarse a los retos que implica la
nueva configuración social urbana (Carmona y Rebollo, 2009).
Cabe decir que la participación con la que nos identificamos en este trabajo es aquella
que está relacionada con la política; es decir, aquella participación orientada a la
posibilidad de que los ciudadanos puedan influir en la toma de decisiones y en la
definición y en la gestión de las políticas públicas (Pindado, Rebollo y Martí, 2002).
En este contexto, la acción comunitaria se plantea como una oportunidad para desplegar
procesos de democracia participativa vinculados a los problemas y/o preocupaciones
cotidianas de los ciudadanos. Estos procesos quieren abrir espacios constructores de
ciudadanía a un nivel simbólico, pero también a un nivel operativo y funcional.
Pretenden hacer emerger nuevos actores colectivos, formas de construcción de
subjetividades y de identidades promotoras de iniciativas que refuercen los vínculos,
densifiquen las redes sociales y generen nuevos anclajes comunitaristas que puedan
desplegar estrategias colectivas frente a les nuevos desafíos (Llobet y Cortés, 2006). A
través del trabajo comunitario se quiere ir más allá de los espacios de interlocución que
ofrecen los sistemas de participación que son demasiado rígidos y burocratizados. No se
trata solo de hacer recomendaciones o demandas a la administración pública, sino
emprender acciones colectivas que den respuesta a los problemas que preocupan a los
actores sociales del territorio. Teniendo en cuenta a los ciudadanos afectados por estos
problemas para convertirlos en actores constructores de su propia realidad social. Otra
cosa es hasta qué punto se consigue este objetivo tan ambicioso.
b. Juventud y participación
La definición de ‘juventud’ no se puede desligar del contexto social, político e histórico
actual. En el contexto de profundos cambios sociales que analizábamos anteriormente,
el debilitamiento de los modelos colectivos de socialización y la tendencia a una mayor
auto-responsabilización sitúa a los jóvenes en el medio de procesos de fragmentación e
individualización (Walther, 2004).
Así, los jóvenes ven como deben construir su biografía y el paso a la vida adulta en un
marco de inestabilidad, incertidumbre y vulnerabilidad. Como defienden los autores
Benedicto y Morán (2002), la posición de los jóvenes en este contexto está marcada por
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la ambivalencia y la complejidad. Debido a las intermitencias en el paso a la vida
adulta, en la práctica muchos jóvenes se ven expulsados de la esfera pública vinculada
al estatus de adulto y, a la vez, de ciudadano. En este marco de fragmentación, la
discusión sobre la participación toma gran relevancia, especialmente entre la juventud.
Hirscherman (1977, en Benedicto y Morán, 2002) ya defendía la necesidad de “dar voz
a los jóvenes para evitar su salida”.
El debate sobre participación juvenil no esconde las contradicciones que hay detrás de
esta apuesta. Bien al contrario, implica, entre otras cuestiones, definir qué entendemos
por participación juvenil; participación para qué y en qué; participación desde dónde…
Son muchas las miradas a un concepto con tantos prismas como es éste. Tal y como
dice A. Walther (2002), “participación” no es un concepto unívoco, especialmente en
las medidas dirigidas a los jóvenes. En función de los diferentes sectores e instituciones,
la comprensión de la participación social puede variar sustancialmente. Según el mismo
autor, en los discursos se identifican distintos caminos en los que el término
participación se utiliza: participación política, participación en la educación y en la
formación, educación para la participación o participación social y cívica.
Checkoway y Gutiérrez (2009), definen la participación juvenil como el proceso de
implicar a los jóvenes en aquellas situaciones y decisiones que afectan a su vida. Puede
tratarse de cuestiones de reforma educativa, de justicia juvenil, o relacionadas con la
calidad ambiental, entre otras muchas posibilidades. Los mismos autores reconocen que
no hay una única estrategia que sirva de elemento común para todos los planteamientos
de participación (por ejemplo, des de una participación más formal y estructurada a
través de los consejos de juventud, a una participación más informal y menos regulada a
través de los casales juveniles, entidades de base, entre otros). Otro aspecto que
destacan estos mismos autores es el de la ‘calidad de la participación’. La calidad de la
participación será efectiva si ésta influye en una decisión concreta o produce algún
efecto favorable, en relación a los objetivos planteados (Checkoway, 1998). Estos
efectos pueden ser a nivel individual, organizacional o comunitario.
No es casual que algunas de las definiciones que proponemos aquí sobre el concepto de
‘participación’ hagan referencia a una participación fuerte, es decir, aquella que se
considera un derecho y va más allá del concepto restringido de democracia
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representativa. Naturalmente, esta noción es una opción ético-política y no es
incompatible con un proceso de experimentación de la participación más gradual. Este
punto nos abre el debate sobre los niveles de participación. En términos generales, se
suelen agrupar los grados de participación de los actores en un proceso participativo en
una escalera de cinco peldaños: desde la información, la comunicación, la consulta, la
deliberación, hasta la decisión o co-decisión. Se considera que los dos primeros niveles,
información y comunicación, no serían específicamente participativos ya que no
permitirían efectivamente que la ciudadanía pudiera incidir en los resultados de las
cuestiones que se están debatiendo.
Investigaciones realizadas a nivel internacional ponen de relieve los beneficios de la
participación de los y las jóvenes en sus comunidades.
Los autores Zeldin, Camino y Calvert (2007) identifican tres razones principales que
justifican la necesidad de involucrar a los jóvenes en la gobernanza de sus comunidades.
El primer motivo identificado es asegurar la justicia social y la representación juvenil.
El segundo motivo es la necesidad de construir una sociedad civil, creando espacios de
aprendizaje y participación social de manera que todos los miembros de una comunidad
tengan las mismas oportunidades de influir en las decisiones que los afectan. El otro
motivo es la promoción del desarrollo juvenil¸ que está relacionado con el desarrollo de
la identidad, el sentimiento de formar parte de un grupo, tener capacidad de iniciativa o
adquirir habilidades para el desarrollo interpersonal y personal.
A otro nivel, las investigaciones realizadas por M. Yates y J. Youniss (1996, 1997 i
1998, en Evans, 2007) han identificado entre los beneficios de la participación
comunitaria en los jóvenes un desarrollo prosocial, empoderamiento, aumento de la
preocupación por cuestiones políticas y el desarrollo de una identidad cívica y política.
Evans (2007), destaca que la participación en la comunidad por parte de los y las
adolescentes tiene relación con resultados positivos en la adultez en términos de más
compromiso social.
3. El marco de la investigación
a. El proyecto objeto de estudio
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La experiencia de participación que se ha analizado en este trabajo se inició el año 2004
en el municipio de Sant Boi de Llobregat (Cataluña), en el marco del Plan de Desarrollo
Comunitario de Marianao. El proyecto surgió del interés de la Comisión de adolescentes
del Plan de vincular los institutos al trabajo comunitario que se impulsaba desde el Plan.
La experiencia educativa empezó a desarrollarse inicialmente en uno de los barrios de la
ciudad pero, a partir de 2009 y fruto del éxito logrado, se amplió a otros dos barrios de
la ciudad.
En este proyecto, miembros del tejido asociativo de la ciudad (que integran los equipos
de dinamizadores juveniles del proyecto) se dirigen a los jóvenes de los institutos para
desarrollar con ellos procesos de participación, gracias a su experiencia educativa y su
conocimiento de la comunidad. A través de esta experiencia, los alumnos se inician en
procesos participativos adquiriendo habilidades de participación, autoorganización y
compromiso con el entorno. Los actores implicados en este proceso son el propio
ayuntamiento (desde el área de Participación), las entidades juveniles y tres institutos de
secundaria. Así pues, el proceso comunitario que se da en esta experiencia tiene lugar en
distintos niveles: un trabajo educativo con los alumnos participantes; un trabajo
comunitario con los centros educativos; y un trabajo con el tejido asociativo, el equipo
de dinamizadores procedentes de las asociaciones del territorio y el Ayuntamiento.
El equipo de dinamizadores, a través de un proceso de formación, adquiere herramientas
para la dinamización de las sesiones de participación en los centros de secundaria. Una
vez constituidos los equipos de dinamizadores se pone en marcha el proyecto en los
institutos, realizándose sesiones de participación con los alumnos de 3º y 4º de ESO:
-
El proyecto empieza con los adolescentes de los cursos de 3º de ESO con el
objetivo de iniciar a los jóvenes en los hábitos de participación (aprender a
trabajar en equipo, dialogar, corresponsabilizarse) y realizar un diagnóstico de su
entorno más cercano (identificar los puntos fuertes y los retos en relación al
barrio y al centro de secundaria).
-
El proceso continua a 4º de ESO con los mismos alumnos. Éstos, a partir del
diagnóstico realizado el año anterior, tendrán que seleccionar un aspecto a
mejorar que traducirán en un proyecto de participación. Durante las sesiones con
los dinamizadores tendrán que diseñar e iniciar el proyecto colectivo.
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Terminadas las sesiones en el aula se crean comisiones de trabajo con aquellos jóvenes
que se quieran implicar en la organización del cierre del proceso. Este cierre supone la
presentación al resto del instituto y de agentes de la ciudad las conclusiones del proceso
de diagnóstico y la presentación del proyecto colectivo. Estos actos públicos son una
oportunidad para el reconocimiento de la tarea de los dinamizadores y de los jóvenes en
su papel activo en la mejora del municipio. La continuidad del proceso, con la puesta en
marcha de las acciones propuestas dependerá especialmente de la motivación de los
alumnos, de la disposición del centro de ofrecer espacios de participación y del apoyo
del resto de la comunidad a las iniciativas que surjan desde los jóvenes. Como se verá,
es en este punto dónde la investigación identifica algunos de los retos pendientes de la
experiencia, si lo que se pretende con ésta es lograr una mejora en la calidad de vida de
los jóvenes y sus comunidades.
b. Metodología de la investigación
Para poder desarrollar esta investigación se partió del análisis de la experiencia
presentada, en la que se está promoviendo la participación juvenil des de la dimensión
comunitaria.
En el estudio se utilizaron principalmente herramientas cualitativas de investigación: el
análisis documental, la entrevista y el grupo de discusión.
•
Para el análisis documental, se recopiló información procedente de las acciones
del proyecto en los centros educativos, durante el curso 2008-09, a través de
distintas técnicas de registro (observaciones en el aula, actas de reuniones,
observaciones de las formaciones). Entre esta documentación, se disponía de
entrevistas realizadas a agentes clave del proyecto (un cargo técnico y un cargo
político de la administración local, y un dinamizador de una asociación del
municipio con una larga trayectoria como dinamizador del proyecto).
•
Para el grupo de discusión, éste se realizó con el equipo de dinamizadores del
proyecto con el objetivo de captar “las representaciones ideológicas, los valores
e imaginarios en relación al proyecto” (Vallès, 1999).
La aproximación cualitativa nos aportó un tipo de información principalmente
discursiva/narrativa. Es decir, nos acercó al punto de vista que tienen algunos de los
participantes de la experiencia (en relación a los objetivos, las contradicciones, las
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dificultades o éxitos), prestando especial atención al discurso de los y las
dinamizadores/as de las entidades sociales por el papel clave que tienen en esta
experiencia.
La metodología de análisis que se utilizó fue el análisis de contenido de los textos de los
que se disponía. Se partió de un sistema inicial de categorías, construido a partir del
marco teórico, que nos sirvió para tratar e interpretar, en un primer momento, las
narrativas obtenidas del trabajo de campo. Posteriormente, a través de un proceso
circular de lectura y categorización del material, el sistema inicial de refinó y modificó
en función de su capacidad para poder captar el sentido de los textos, dando lugar a un
sistema final de categorías de análisis.
3. Resultados
Abrimos este capítulo con el objetivo de presentar los resultados obtenidos del análisis
de las distintas narrativas recogías en el trabajo de campo1.
Cabe decir, ante todo, que la experiencia analizada pone de relieve que la promoción de
la participación juvenil no es una tarea fácil, especialmente porque no existe una única
estrategia que sirva de modelo para el despliegue de estos procesos. Sin embargo, la
investigación nos ha permitido identificar un conjunto de elementos (o variables) que
emergen como aspectos clave en el desarrollo de aquellas experiencias de participación
juvenil que tienen por objetivo el empoderamiento y el fomento de una ciudadanía
activa. En la presentación de este conjunto de elementos, se presta especial atención a la
contribución de las entidades del Tercer sector a este tipo de iniciativas.
El papel de las entidades del Tercer sector
En la experiencia analizada, las entidades de iniciativa social ocupan un papel clave en
el desarrollo de la experiencia de participación con los jóvenes. La presencia de
dinamizadores en las aulas (jóvenes voluntarios de las entidades del territorio)
1
Por cuestiones de espacio, este documento no incorpora el análisis exhaustivo de las argumentaciones de
los diferentes agentes entrevistados (incorporando algunas citas ejemplificadoras), si bien la investigación
si que lo ha contemplado.
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encargados de dinamizar las sesiones de formación en participación y de acompañar las
iniciativas de los jóvenes, ha ofrecido distintas oportunidades a nivel comunitario.
En primer lugar, la presencia del tejido asociativo en esta experiencia ha permitido
empoderar y visibilizar el papel de las entidades sociales en el municipio. La
oportunidad de articular dinámicas de trabajo con la administración local y las
direcciones de los centros educativos, la posibilidad de entrar dentro de los institutos y
dar a conocer el proyecto asociativo entre los jóvenes, o acoger a los jóvenes
interesados en vincularse al mundo asociativo, son algunas de las oportunidades que la
investigación nos ha permitido poner de relieve.
En un segundo nivel, el papel de las entidades sociales en esta experiencia ha
garantizado un marco de soporte a las iniciativas de los alumnos conectando las
propuestas de los jóvenes a los espacios y procesos de participación existentes en el
municipio, aumentando así su capacidad de impacto en el territorio. En este proceso de
articulación, la flexibilidad y capacidad de adaptación del Tercer sector, así como su
proximidad al territorio, ha jugado un papel fundamental en la vinculación de los
jóvenes a las iniciativas de participación.
Sin embargo, el análisis identifica algunos de los retos más relevantes de la experiencia,
muchos de los cuales tienen que ver con la capacidad de desarrollar un proceso de
organización comunitario suficientemente bien articulado que permita, efectivamente,
que estas oportunidades se conviertan en resultados tangibles. En las siguientes líneas,
pues, analizamos con más profundidad algunos de estos retos.
La proximidad
Es de gran interés la manera como se diseña y articula el proyecto analizado. En su
planteamiento, surge con una clara vocación de proceso comunitario, dando un papel
fundamental a las entidades de iniciativa social del territorio. Pero la investigación
también nos indica que la experiencia tiene el reto de mejorar la articulación del
proyecto con el barrio y el aula, con el fin de poder garantizar la sostenibilidad de la
iniciativa en el tiempo y dotarlo de coherencia. En la práctica, no vemos con suficiente
claridad cómo la experiencia se articula con otros procesos de participación del
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territorio, con las iniciativas de las entidades sociales o con las mismas dinámicas y
proyectos de los institutos de secundaria.
Para que esta articulación con aquello “más ‘próximo” sea posible, identificamos
algunos aspectos clave que podrían contribuir a ello:
En primer lugar, la importancia de promover espacios y dinámicas de trabajo, más o
menos flexibles, pero con voluntad de continuidad y estabilidad. Estas dinámicas
permitirían tejer redes entre los actores implicados (ayuntamiento, entidades, escuelas y
jóvenes) y abrir momentos de reflexión crítica en relación a lo que estamos haciendo y
los efectos que se están produciendo. Especialmente, contribuirían a no perder de vista
la finalidad última de las acciones que se están llevando a cavo, pudiendo repensar los
objetivos de manera conjunta. En la dinamización de estos espacios de trabajo, será
importante garantizar la presencia de las distintas instituciones y personas implicadas en
el proyecto. En cierta forma, estos espacios pueden contribuir a compensar las
estructuras de poder existentes en una sociedad, por ejemplo, garantizando que las
personas jóvenes puedan expresar su opinión y que ésta sea tomada en consideración
por el resto de participantes.
Otro aspecto clave es la necesidad de evitar que las iniciativas de participación terminen
siendo “acciones aisladas e inconexas”. Al contrario, será importante concebirlas como
procesos transversales y conectados con otras experiencias del territorio. En este
sentido, es importante tener en cuenta que el desarrollo de proyectos de participación
juvenil no se puede hacer miméticamente sin tener en cuenta las condiciones y las
características de los barrios, las escuelas o los mismos jóvenes.
Finalmente, otro aspecto que emerge de la investigación es la importancia de fomentar
una visión de proceso compartida que favorezca el compromiso, la corresponsabilidad
y la implicación de todos los agentes en el proceso. La definición conjunta de los
objetivos y las reglas del proceso, la responsabilidad compartida, la orientación hacia
una acción determinada… son aspectos que pueden contribuir a la construcción de un
proyecto colectivo.
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Participación de calidad
El proyecto analizado es claramente una experiencia de educación en participación,
articulada desde la dimensión comunitaria. En relación a esta dimensión educativa, los
resultados nos han permitido identificar en qué medida el proyecto ha contribuido a
romper con las dinámicas habituales dentro del aula y promover el trabajo en pequeños
grupos cooperativos. También hemos podido comprobar como la implicación de
muchos profesores/as iba en aumento a medida que incrementaba su conocimiento
sobre el proyecto. Ciertamente, la experiencia analizada parece tener buenos
argumentos para seguir mejorando, si bien es cierto que los resultados resaltan la
necesidad de profundizar y mejorar la dimensión sustantiva del proceso, a fin de
promover una participación de calidad.
Como vimos en la aproximación teórica inicial, una participación de calidad es aquella
que es capaz de generar efectos en un entorno o situación determinada, es decir, de
producir cambios reales y tangibles. Se trata de conocer y reconocer si los impulsores de
las iniciativas de participación juvenil buscan efectivamente que estos procesos generen
cambios, sea a nivel individual o comunitario. Esta noción de participación de calidad
también implica hacer referencia a la coherencia con la que se desarrolla una
experiencia participativa. La ‘coherencia’ implicaría garantizar un contexto en el cual la
participación no solo se asuma a nivel discursivo, sino también en las actitudes y en las
prácticas cuotidianas. Por ejemplo, tiene que ver con la manera como los centros de
secundaria hacen suyo el proyecto y como esta apropiación se ve reflejada en distintas
dimensiones: en las actitudes del profesorado (en el apoyo a las sesiones dentro del aula,
a las propuestas de los jóvenes…), en la vinculación del trabajo a otras propuestas o
asignaturas del currículum, o en la forma cómo se promueven nuevos canales de
participación de los alumnos en el si de los centros educativos. En este sentido, el
estudio pone de relieve que el sentido de la ‘coherencia’ no solo es tarea de los centros
educativos. Va mucho más lejos e implica una responsabilidad y un compromiso de
todos los agentes implicados la promoción de las propuestas de participación que salgan
de los mismos jóvenes.
Finalmente, y vinculado a la variable de la calidad de la participación, si queremos que
una experiencia de participación incida tanto en la dimensión educativa como en la
dimensión sustantiva, tendremos que entenderla como un proceso en el tiempo, y no
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como un conjunto de acciones aisladas. Los resultados de la experiencia estudiada
destacan la necesidad de hacer que la experiencia desborde las sesiones dentro del aula
y vaya mucho más lejos. Es importante que los jóvenes sientan que disponen de tiempo
para realizar las propuestas y que tienen oportunidades para hacerlas efectivas. Disponer
de, y trabajar con, tiempo también parece ser una variable que contribuye en la
promoción y consolidación de los vínculos, es decir, de las relaciones entre los jóvenes,
las escuelas, la administración y las entidades sociales del territorio.
Un proceso significativo para los jóvenes
El atributo significativo tiene especial relevancia en los procesos de participación
juvenil porque implica conectar las acciones con las motivaciones y campos de interés
de los y las jóvenes. Muy a menudo, estos intereses tienen su origen en elementos
vinculados a su vida cuotidiana, como el ocio, la formación, la vivienda… Para que esta
conexión sea posible, es necesario repensar el papel de los jóvenes y los adultos en
las iniciativas que buscan promover la participación juvenil. Implica incorporar un
cambio en las actitudes, los valores y las representaciones sociales que prevalecen sobre
los jóvenes, posibilitando que éstos puedan intervenir en cuestiones que afectan a sus
vidas. En palabras de Morin (1994), se trata de resituar a los jóvenes para que ocupen
una posición en el centro de su mundo, para poderlo trata y tratarse a si mismos como
tales.
Esta reflexión también nos conduce al debate sobre el tipo de participación que se está
promoviendo, des del Tercer sector, la administración, los profesionales del campo
social… En la introducción teórica ya evidenciamos que, demasiado a menudo, la
participación juvenil que se promueve se hace desde una perspectiva adultocrática, y
esta no siempre permite la intervención de los jóvenes en el curso del proceso. La
experiencia analizada nos muestra que pensar en experiencias que promuevan la
participación de los jóvenes supone pensar en metodologías y dinámicas que, sin estar
desconectados de los procesos adultos, tengan en cuenta las circunstancias y
necesidades de la juventud. Pero pensar en los intereses de los y las jóvenes no implica,
únicamente, adaptar los procesos a los jóvenes. Supone también reflexionar sobre la
manera como los mismos jóvenes pueden incidir en la mejora continua de este proceso.
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Por ejemplo, participando de la evaluación del proyecto y haciendo propuestas de
mejora.
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15