Inicia el 2010 ¿Y cómo le ponemos? - El Siglo Durango

02/01/2010
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DOMINGO 3 DE ENERO DE 2010
EDITORIALES
Por un año ciudadano
TRADICIÓN Y VERDAD
Edgar Alán Arroyo Cisneros
“La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas”
Albert Camus
l importantísimo papel del ciudadano en la edificación de una democracia constitucional está
fuera de discusión en los tiempos que transcurren. No cabe ninguna duda de que el de “ciudadanía”
es uno de los conceptos que adquieren mayor relieve a
partir de que en la segunda post-guerra el mundo entra en un nuevo paradigma civilizatorio. No por nada
Danilo Zolo afirma que esa noción es una “categoría
central de una concepción de la democracia que se
mantenga fiel a los principios de la tradición liberaldemocrática”, “no puramente formalista o procedimental”, sino una que va en dirección sustancial, de contenidos. La ciudadanía inclusiva, la ciudadanía exigente, trabaja con el caldo de cultivo representado por el
constitucionalismo y la democracia.
Por eso es que 2010 es un año de oportunidades para que Durango en particular y México en general, se
aboquen a echar raíces en una ciudadanía acorde con
el desarrollo, la prosperidad y el progreso. Y no es que
con estos últimos tres vocablos estemos hablando de un
simplón discurso de la mayoría de los políticos de nuestros días; es el ciudadano el más implicado en lograr tales aspiraciones. La partidocracia a la mexicana y a la
duranguense ha traído aparejada como consecuencia negativa la entronización de unos cuantos que se sienten
reyes del mundo, cuando son tan sólo representantes populares, mandatarios de la soberanía conseguida (en apariencia) en las urnas. El fondo de todo está en hacerles
ver que el poder público, el poder político, es en esencia
un poder ciudadano. En el lograrlo se encuentra buena
parte de la trunca transición a la democracia. Saber reconocer opciones adecuadas y trazar horizontes que den
cuenta del proyecto de los otros, y no sólo del personal,
hablan de un ciudadano comprometido, con causa (y no
estéril ni mucho menos), atrincherado en la defensa de
los derechos. La ciudadanía que requiere el constitucionalismo democrático debe fraguarse con sustento y por
un futuro prolongado, no en instancias cortoplacistas.
Esa labor es ineluctable y es de todos. Pues no debe ser
privativa de ciertos grupos o sectores, sino expandirse
cuanto sea posible a cada hombre y cada mujer. Ser ciudadano es un derecho-obligación en donde se finca un
mejor país, un mejor estado.
Dentro de las notas que caracterizan a un ciudadano democrático, cosmopolita, globalizado, contemporáneo y exigente, destaca su no conformismo, en todos los
E
Episcopeo
sentidos. Desde que no se queda sencillamente con lo
que le dicen los gobernantes, los medios o los factores
reales de poder (Lasalle), sino que procesa la información, la analiza. Se vuelve un ciudadano crítico, que no
lo hace sólo por hacerlo, sino que lo realiza con bases,
con fundamentos. A partir de su observación de la vida pública y sus críticas, su rechazo a las imposiciones
(autoritarismo puro, claro está) y su repudio por las
grandilocuencias (tan características en un amplio sector de la clase política de hoy), propone, construye, impele a la modificación de las formas. Ese ciudadano no
se queda quieto, ni mucho menos callado: hace valer lo
que opina, lo que piensa, lo que razona.
El ciudadano es un ser analítico, ya se dijo. Los problemas públicos nos conciernen a todos por igual, y la
mejor forma de intentar resolverlos es echar mano de
una participación exultante en la toma de decisiones.
Porque así nos lo permiten nuestra Constitución, nuestros derechos fundamentales, nuestras libertades públicas. No hay lugar para la timidez, no hay espacio para agazaparse de los reflectores de los que debemos ser
partícipes. Ante las peroratas lamentables de los que
detentan el poder, vale más nuestro propio discurso reflejado en acciones, en hechos concretos que tengan por
fin el bien común. Esa participación, automáticamente, conducirá a la eudemonía colectiva, a la consecución de los intereses generales: la ciudadanía que hace
suya y toma por asalto la facultad de involucrarse en
los asuntos que importan a más de cien millones de mexicanos. Hoy más que nunca Durango y México necesitan, con urgencia, ciudadanos que entren en el perfil
de lo aquí se ha reseñado brevemente. Parafraseando a
Camus (literato y filósofo de excepción), el totalitarismo florece en los campos de una ciudadanía débil, poco ambiciosa, poco visionaria. El totalitarismo retoña
por nuestros lares, sigilosa y peligrosamente, si es que
no hacemos nada, si es que no ponemos de nuestra parte para merecer ser llamados ciudadanos.
Tomarse en serio el rol que sólo puede prosperar de
esa manera, debiera ser uno de los ejes torales en la
agenda ciudadana para el año que apenas inicia. Tomarse en serio los derechos, la democracia y las mejores razones republicanas es directamente proporcional
a lo que Durango y México deben ser (y que han estancado los anti-ciudadanos llamados gobernantes). Ciudadanía es, pues, un trabajo compartido y no una mera alegoría.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango
Inicia el 2010
“Es el momento de un cambio de mentalidad efectivo, que nos lleve a adoptar nuevos estilos de vida”
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l inicio del año 2010 hace surgir en nosotros
una mirada sobre la historia con la fe en la
presencia del Señor en ella misma. Por eso iniciamos el año invocando a Dios como “Señor”: como creador
providente, como Padre de todos, “Que el Señor te bendiga
y te proteja; que el Señor te mire con agrado y te muestre su
bondad; que el Señor te mire con amor y te conceda la paz”.
Pero también dirigimos la mirada a María, sierva de la Palabra y lugar maravilloso de la Encarnación del Hijo de Dios,
que se nos ofrece como modelo para una actitud que los seguidores de su Hijo han de seguir a lo largo del año, es decir,
una disposición a conservar en el corazón las maravillas que
Dios nos revelará cada día de nuestra vida.
El tiempo humano es tiempo de salvación, como lo expresa el apóstol Pablo “el momento de la salvación es ahora”, hemos entrado en un tiempo que Dios nos ha dado, es
el tiempo mejor y definitivo para restaurar la situación humana herida por el pecado. La salvación está en medio de
nosotros, ha tomado nuestra condición de vida, para estar
sujeto a la limitación humana, para liberarnos de ella y hacerse en todo semejante a nosotros para poder salvarnos.
Pero también al inicio del año la Iglesia nos invita a reflexionar sobre la Paz. Recibamos el mensaje del Papa Benedicto XVI en esta jornada: “si quieres promover la paz, protege la creación”. A causa de la crueldad del hombre con el
hombre, hay muchas amenazas a la paz y al auténtico desarrollo humano integral: guerras, conflictos internacionales
y regionales, atentados terroristas, violaciones de derechos
humanos; en nuestro México no cesa la violencia, los secuestros, asesinatos, la pobreza, la impunidad, etc. Pero también
debe preocuparnos los peligros causados por el descuido y
el abuso que se hace de la tierra y de los bienes naturales que
Dios nos ha dado. Hoy la Iglesia nos llama la atención con
energía sobre la relación entre el Creador, el ser humano y
la creación. La crisis ecológica que hoy vivimos “está estrechamente vinculada al concepto mismo de desarrollo y se necesita hacer una revisión profunda y con visión de futuro del
modelo de desarrollo, reflexionando además sobre el sentido de la economía y su finalidad para corregir sus disfunciones y distorsiones. Esto lo exige el estado de salud ecológica
del planeta, y sobre todo lo requiere la crisis cultural y moral
del hombre. La humanidad necesita una profunda renovación cultural; necesita redescubrir esos valores que constituyen el fundamento sólido sobre el cual construir un futuro
mejor para todos”. La crisis que el mundo vive nos está obligando a replantear el camino común de los hombres, obligan
a un modo de vivir caracterizado por la sobriedad y la solidaridad, con nuevas reglas y formas de compromiso.
Debemos partir del designio del Creador de que todo lo
que existe le pertenece y lo ha confiado a los hombres, para
ejercer un gobierno responsable sobre la creación, prote-
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giéndola y cultivándola. El ser humano la ha explotado arbitrariamente y el resultado ha sido el deterioro ambiental.
Los causantes han sido muchos gobernantes negligentes
que no han sido responsables con el medio ambiente, dejándose llevar solo por intereses económicos, sin que existan
proyectos políticos que protejan el medio ambiente. Somos
testigos de cómo se han contaminado nuestros ríos desde
hace muchos años, la ciudad de Durango está contaminada por la emisión de gases sin control, en un futuro no muy
lejano vamos a tener serios problemas por el agua, los asentamientos humanos sin planeación ni control, etc.
Para llevarnos a una gestión del medio ambiente y para que los recursos sean sostenibles, estamos llamados a emplear la inteligencia en el campo de la investigación científica y tecnológica y en la aplicación de los descubrimientos
en este campo. Necesitamos una “Solidaridad Global”, esencial para orientar el compromiso de cuidar la creación. Es
necesario favorecer la investigación orientada hacia el modo más eficaz de aprovechar la potencialidad de la energía
solar; se ha de explorar estrategias apropiadas de desarrollo rural centradas en los pequeños agricultores y sus familias; políticas para gestión de los bosques; para el tratamiento de los desperdicios; para contrarrestar los cambios climáticos; la lucha contra la pobreza. Para superar la lógica del
mero consumo se ha de buscar una auténtica solidaridad,
inspirada en los valores de la caridad, la justicia y el bien común. El deterioro ambiental cuestiona nuestros comportamientos, estilos de vida, modelos de consumo y producción
dominantes, que ya son insostenibles. Ha llegado el momento de un cambio de mentalidad efectivo, que nos lleve a adoptar nuevos estilos de vida. Se ha de educar cada vez más para construir la paz a partir de toma de decisiones en el ámbito personal, familiar, comunitario y político. Es tiempo de
que la sociedad civil, las organizaciones no gubernamentales y los medios de comunicación social, se sensibilicen y se
formen en esta conciencia y se muevan con generosidad y
determinación a favor de la ecología.
La responsabilidad de la Iglesia debe ejercerla en el ámbito público, defendiendo la tierra, el agua, el aire, dones
de Dios y para proteger al hombre frente al peligro de la destrucción de sí mismo. “Cuando se respete la ecología humana en la sociedad, también la ecología ambiental se beneficia. No se puede pedir a los jóvenes que respeten el medio
ambiente, si no se les ayuda en la familia y en la sociedad a
respetarse a sí mismos. Los deberes respecto al ambiente se
derivan de los deberes para con la persona, considerada en
sí misma y en su relación con los demás”.
Para los cristianos proteger el entorno natural para construir un mundo de paz, es un deber irrenunciable y un desafío urgente que hemos de afrontar con renovado empeño.
Durango, Dgo. 03 de Enero del 2010.
Los días,
los hombres, las ideas
Francisco José Amparán
¿Y cómo le ponemos?
rimero que nada, una aclaración: soy perfectamente consciente que aún no termina la
primera década del siglo XXI. Ello
ocurrirá el 31 de diciembre de este
año, por una razón muy sencilla: que
la presente centuria (y su primera década) empezó el 1º de enero de 2001.
Las numeraciones tienen la cochina
costumbre de empezar en el uno, se
trate de siglos, décadas o puntos en la
tabla de posiciones. Así que el siglo
XX inició en el 1901 y terminó al agotarse el 2000, no al iniciar ese año. Pero para efectos prácticos, dado que todo el mundo considera que está arrancando la segunda década de este siglo,
haremos esa concesión. Resulta muy
cansado ponerse a discutir con las
masas. Especialmente si se trata de
sutilezas aritméticas que, como lo indican las pruebas internacionales, y
gracias a las ineptas y corruptísimas
huestes de Elba Esther, no son el fuerte de las tribus de Anáhuac.
Lo cual nos deja con un problema; no muy grande, ciertamente,
pero que puede suscitar alguna desazón para los ociosos que, como un
servidor, tienen que hacer referencias históricas como parte de la
chamba. Y es el cómo vamos a llamar a la década que (no se) acaba de
terminar. Precisamente en el año
2000, una sección de la revista
Newsweek se hizo la misma pregunta. Aventuraron algunas propuestas, creo que ninguna muy luminosa: “Los cero-algo”; “Los cortos dosmil”; “Los dos-miles”. A fin de cuentas no supe si se decidieron oficialmente por alguna, dado que por entonces suspendí mi suscripción a la
revista, en vista de que me llegaba como con quince días de retraso… lo
cual tratándose de un semanario no
resulta muy útil que digamos. Napoleón decía que el grado de civilización de un país se manifiesta en la
eficiencia de su sistema postal. De lo
que puede deducirse que el principio
de la decadencia de la civilización
mexicana empezó hace diez años. O
hace diez siglos, cuando la invasión
de las hordas de Xólotl a Mesoamérica. Vaya uno a saber. El caso es que
ahí quedó la cosa.
Hace unos días, en su columna
del New York Times, el flamante
Premio Nobel de Economía Paul
Krugman hacía una reflexión similar: que habíamos sobrevivido a la
década sin ponernos de acuerdo en
cómo llamarla: ¿Los “lo-que-sea”
(aught)? ¿Los “nadita-de-nada”
(naughties)? (El día 31, CNN la llamó los “ceritos”, noughties; sí, los
juegos de palabras suenan bofos).
Como tenía que ser tratándose de
un economista, Krugman propone
un nombre que tiene que ver con su
oficio. Y dice que a la primera década del XXI deberíamos llamarla El
Gran Cero.
Ciertamente cada año tuvo al
menos dos ceros en su guarismo. Pero Krugman apunta al hecho de que
hubo cero crecimiento real, cero
ahorro interno (en los Estados Unidos), cero ganancias para los propietarios de casa (si la conservaron),
cero rendimiento en acciones y valores. En fin, que plantea un panorama desolador de lo ocurrido en
los últimos diez años. Claro, referidos a la Unión Americana; pero digamos que la situación no fue mucho más risueña para el resto del
mundo.
No conformes con esa propuesta, quizá deberíamos repasar cómo
fueron bautizadas otras décadas (o
épocas), para darnos un norte. (Que
no, no está en Coahuila: más bien en
el Océano Ártico, cerca de la Isla de
Baffin. Como que al clan Moreira no
se le da muy bien la geografía; y menos la geopolítica: siguen creyendo
que Cuba pertenece al mundo desarrollado y es digna de servir como
ejemplo. En fin).
Volviendo al tema: la primera
década del siglo XX fue llamada la
Época Eduardiana por razones ob-
P
vias: abarcó casi exactamente el período de reinado de Eduardo VII de
Inglaterra. El obeso Lalo ocupó el
Trono de San Jorge del 22 de enero
de 1901 al 6 de mayo de 1910. ¿Y por
qué se habría de bautizar una década con el nombre de un monarca
trasatlántico con sobrepeso? Pues
porque en esos entonces la Gran
Bretaña controlaba una quinta parte de la superficie terrestre y a una
cuarta parte de la Humanidad. Nada más por eso. Además, todo hay
que decirlo, fue para lo único que
sirvió el buen Eduardo. El cual estuvo en la banca, esperando su turno, durante casi toda su vida: nada
más sesenta años. A su mamá, la
gorda Victoria, no se le ocurrió morirse sino después de haber reinado
por más de seis décadas. Durante todo ese lapso de ocio, Eduardo cultivó la buena vida, las malas muchachas y un abdomen considerable.
Digo, no se la pasó mal mientras esperaba aquello de “La reina ha
muerto, ¡viva el rey!”. Así que el actual Príncipe de Gales, Carlos de
Windsor “El Orejón”, ni siquiera
tiene ese récord. Otra década bien
bautizada fue la tercera, llamada
“Los Locos Veintes”. Fueron (para
quienes podían darse el gusto) diez
años de reventón, de gastar a puños
y de romper con las convenciones
sociales, culturales y sexuales. Tras
la matanza insensata e inaudita de
la Primera Guerra Mundial (y de la
Revolución Mexicana, contemporánea de la misma), la gente quería vivir al tope, disfrutar como fuera de
las delicias de la vida y pasarse por
el Arco del Triunfo a la moral y las
buenas costumbres. Es la época del
Charleston, las flappers, la irrupción del jazz fuera de los antros negros, de Josephine Baker y su faldita de plátanos deleitando a París y,
en Estados Unidos, de la Ley Seca o
Época de la Prohibición, nombre
que no puede tomarse muy en serio.
Sí, esa década fue muy loca, y terminó más locamente cuando la Bolsa
de Valores de Nueva York se desplomó cual piano desde rascacielos en
octubre de 1929.
Ninguna otra década tuvo apelativo popularmente reconocido hasta la llegada de los Rebeldes Sesentas. Quienes vivieron su juventud
entre 1961 (cuando Kennedy ocupó
la presidencia) y 1971 (cuando Echeverría nos asestó la primera espiral
inflacionaria de nuestra vida) se la
pasaron bomba desafiando todo tipo de autoridades… y luego nos han
puesto bombas a las otras generaciones, contándonos una y otra vez,
hasta el vómito, sus hazañas de
aquellos años. Ah, y todos fueron
hippies, se hallaron a un tris de unirse a la guerrilla, comieron hongos
con María Sabina y estuvieron en
Tlatelolco (y sobrevivieron, ¡bah!).
En Estados Unidos la era de Reagan es llamada los Atronadores
Ochentas (Roaring Eighties), por el
desenfrenado afán de lucro, la forma en que la especulación se hizo
una forma de vida y la manera de
gastar de gobierno y pueblo. Acá en
Latinoamérica la llamamos la Década Perdida. Quizá habría que matizar las cosas, y decir que ésa fue la
Primera Década Perdida. Me late
que hubo una Segunda, y la acabamos de pasar.
En fin. Se aceptan sugerencias
para ver cómo bautizamos a los diez
años que acaban de terminar. Me temo que los nombres no serán muy
benévolos que digamos.
Consejo no pedido para convencer a su mujer que usted es el avatar
de Richard Gere (o de William Levy,
si su cónyuge es de gustos más charros): Vea “Wall Street” (1987), en la
que Gordon Gekko, el personaje interpretado por Michael Douglas, pasó a simbolizar todo lo que estaba
mal en aquella época… y en ésta,
mucho me temo. Provecho.
Correo: anakin.amparan
@yahoo.com.mx