Cómo ser salvo - Recursos Escuela Sabatica

COMENTARIOS DE LA LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
III Trimestre de 2014
Las enseñanzas de Jesús
Prof. Sikberto R. Marks
Lección 5
2 de agosto de 2014
Cómo ser salvo
Prof. Sikberto Renaldo Marks
Versículo para Memorizar: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así
es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel en Él cree, no
se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:14, 15).
Introducción
Este versículo es muy utilizado por los líderes de la Iglesia Romana para justificar la
existencia de imágenes dentro de las iglesias, y para su veneración. Sin embargo, lo que
Dios estaba ilustrando aquí es otra cosa. Los hebreos estaban muriendo porque eran
picados por serpientes rastreras, y es sólo así que las serpientes se desplazan, reptando.
Su veneno era lo que los mataba. Eso significa lo que Satanás hace, alguien que se valió
de una serpiente para matar a la humanidad, y culpar con ello a Dios. El enemigo, Satanás, tiene el veneno que mata a los seres humanos. Es mentiroso y engañador, por lo
que las personas caen y mueren. Es muy apropiado que se le ilustre con la figura de la
serpiente venenosa y rastrera.
Pero aquello que mataba, también se usó para ilustrar al que salvaba. Pero ya no era
una serpiente rastrera. Era una serpiente erguida en un madero. Ahora lo que representaba el pecado y la muerte, en tal caso un ser humano sujeto a la muerte, pasó a representar la salvación. Ya no era más venenoso, ya no había picaduras, sino en lugar de
esas cosas mortales, se imponía la fe y la muerte de Jesús en lugar del ser humano. La
serpiente levantada era de bronce, sin vida, inofensiva y sin veneno. Para ser salvo, no
se necesitaba ser picado, bastaba con mirar a la serpiente muerta de bronce. Era una
cuestión de obediencia y de fe. Simbolizaba a Jesucristo, erguido en la cruz y muerto por
nosotros. Era una serpiente, tal como nosotros lo somos, pero una serpiente sin pecado,
inofensiva, que –en vez de matar– salvaba de la muerte.
“Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así también fue ‘el Hijo del hombre...
levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna’
(Juan 3: 14, 15)” (Mensajes selectos, tomo 1, p. 413).
“El alzamiento de la serpiente de bronce [Números 21:4-9] tenía por objeto enseñar una
lección importante a los israelitas. No podían salvarse del efecto fatal del veneno que
había en sus heridas. Solamente Dios podía curarlos. Se les pedía, sin embargo, que
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demostraran su fe en lo provisto por Dios. Debían mirar para vivir. Su fe era lo aceptable
para Dios, y la demostraban mirando a la serpiente. Sabían que no había virtud en la
serpiente misma, sino que era un símbolo de Cristo; y se les inculcaba así la necesidad
de tener fe en los méritos de él. Hasta entonces muchos habían llevado sus ofrendas a
Dios, creyendo que con ello expiaban ampliamente sus pecados. No dependían del Redentor que había de venir, de quien estas ofrendas y sacrificios no eran sino una figura o
sombra. El Señor quería enseñarles ahora que en sí mismos sus sacrificios no tenían
más poder ni virtud que la serpiente de bronce, sino que, como ella, estaban destinados
a dirigir su espíritu a Cristo, el gran sacrificio propiciatorio...” (Maravillosa gracia, p. 315).
Reconocer nuestra necesidad
En este mundo, sólo una sola persona entre los aquí nacidos no pecó jamás. Fue único,
nacido de mujer, sin pecado, y que permaneció puro hasta su muerte.
“Al contemplar al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, halla la paz de Cristo;
porque el perdón está escrito, junto a su nombre, y él acepta la Palabra de Dios: ‘Vosotros estáis completos en él’ (Colosenses 2:10). ¡Cuán difícil es para la humanidad por
largo tiempo acostumbrada a acariciar dudas, entender esta gran verdad! Pero ¡qué paz
trae al alma, qué energía vital! Al mirarnos a nosotros mismos en busca de justicia por
medio de la cual callar aceptación ante Dios, mirarnos en la dirección equivocada, ‘por
cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios’ (Romanos 3:23). Debemos mirar a Jesús; porque ‘nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen’ (2
Corintios 3:18). Ustedes han de hallar su plenitud contemplando al Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo”.
“Al comparecer delante de la quebrantada ley de Dios, el pecador no puede purificarse a
sí mismo; pero, creyendo en Cristo, es el objeto de su amor infinito y es revestido con su
inmaculada justicia. En favor de los que creen en Cristo, Jesús oró: ‘Santifícalos en tu
verdad; tu palabra es verdad... para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo
en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos
uno’ (Juan 17:17-22). ‘Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y
éstos han conocido que tú me enviaste. Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a
conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos’ (versículos 25, 26)” (Fe y obras, pp. 112, 113).
Arrepentirse
Ya concluimos que debemos reconocer la necesidad de un Salvador, porque somos
pecadores. Ahora analizaremos la cuestión del arrepentimiento.
Sin el reconocimiento de nuestra situación, tampoco nos arrepentiremos, pues no tenemos conciencia de la necesidad del arrepentimiento. ¿Qué es el arrepentimiento, entonces?
Bíblicamente, el arrepentimiento se compone de tres momentos o instancias:
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a.
b.
c.
Reconocimiento de que se ha cometido pecado (a diferencia del reconocimiento
de que somos pecadores, que no involucra necesariamente el reconocimiento
de haber cometido algún pecado específico).
Tristeza por haber cometido pecado.
Deseo de no cometer más ese pecado, o los pecados que hayamos reconocido
haber cometido.
En estas tres fases, el Espíritu Santo actúa en la persona. Siempre debemos recordar
que ese Ser divino es quien actúa en esos momentos. Pero hay una cosa que Él no hace: sustituir la voluntad de la persona de ser salvada. Persuade a la persona, pero es
finalmente ella la que decide si desea o rechaza la salvación.
Si la persona la rechaza, habiendo tenido noción acerca de las consecuencias del rechazo a los llamados divinos, entonces esa persona debe ser sometida a juicio y a la ejecución del juicio final, en la que deberá ser destruida. Pero, antes de eso, deberá haber
contado con oportunidades para una decisión consciente y racional sobre el futuro de su
vida.
“El arrepentimiento, tanto como el perdón, es el don de Dios por medio de Cristo. Mediante la influencia del Espíritu Santo somos convencidos de pecado y sentimos nuestra
necesidad de perdón. Sólo los contritos son perdonados, pero es la gracia de Dios la que
hace que se arrepienta el corazón. El conoce todas nuestras debilidades y flaquezas, y
nos ayudará” (Fe y obras, pp. 37, 38).
“La obra del pecador no es hacer paz con Dios sino aceptar a Cristo como a su paz y
justicia. Así el hombre se convierte en uno con Cristo y con Dios. No hay otra forma en la
cual el corazón pueda ser santificado, a no ser por la fe en Cristo. Sin embargo, algunos
piensan que el arrepentimiento es una especie de preparación que los hombres deben
originar por si mismos a fin de que Cristo sea mediador en favor de ellos. Es cierto que
debe haber arrepentimiento antes de que haya perdón; pero el pecador debe ir a Cristo
antes de que pueda haber arrepentimiento. La virtud de Cristo es la que fortalece y da luz
al alma, de modo que el arrepentimiento pueda ser pío y aceptable... El arrepentimiento
es tan ciertamente un don de Jesucristo como lo es el perdón de los pecados. No se
puede experimentar el arrepentimiento sin Cristo; pues el arrepentimiento del cual él es el
Autor es la base sobre la cual podemos pedir nuestro perdón. Mediante la obra del Espíritu Santo, los hombres son inducidos al arrepentimiento. De Cristo proviene la gracia de
la contrición, tanto como el don del perdón, y el arrepentimiento así como el perdón de
los pecados se consiguen sólo mediante la sangre expiatoria de Cristo. Aquellos a quienes Dios perdona, primero hace que se arrepientan” (Youth's Instructor, 6 de diciembre
de 1894; citado en A fin de conocerle, p. 112).
Creer en Jesús
“La turba de curiosos que se apiñaban alrededor de Jesús no recibió fuerza vital alguna.
Pero la enferma que lo tocó con fe, quedó curada. Así también en las cosas espirituales,
el contacto casual difiere del contacto de la fe. La mera creencia en Cristo como Salvador
del mundo no imparte sanidad al alma. La fe salvadora no es un simple asentimiento a la
verdad del Evangelio. La verdadera fe es la que recibe a Cristo como un Salvador personal. Dios dio a su Hijo unigénito, para que yo, mediante la fe en él, ‘no perezca, mas
tenga vida eterna’ (Juan 3:16, V. M.) Al acudir a Cristo, conforme a su palabra, he de
creer que recibo su gracia salvadora. La vida que ahora vivo, la debo vivir ‘en la fe del
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Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó a sí mismo por mí’ (Gálatas 2:20)” (El ministerio de curación, p. 40).
Sin fe, no hay perdón, ni salvación. Pero… ¿qué es fe?
En primer lugar, la fe es un don de Dios. Esto significa que es una capacidad que Dios le
concede al ser humano. No todos los seres humanos tienen fe porque no la reciben, se
cierran a ese don, y por eso viven perdidos. Tener fe es más que creer. Lucifer y sus
ángeles caídos creen, pero no tienen nada de fe. Tener fe consiste en entregarse a Jesús, teniendo la certeza de que Él ya hizo, y todavía hará todo lo posible, para salvarnos
para vida eterna. Consiste en la confianza en la providencia divina, a punto tal de que
nunca dudemos de esa providencia.
Desde un punto de vista práctico, la fe es creer que Dios existe, que Jesús también existe, y que Él se convirtió en un ser humano y murió por nosotros. Es confiar en que volverá nuevamente y que resucitará a los muertos salvos transformándolos con los vivos que
no habrán experimentado la muerte. Es tener confianza en que los arrepentidos serán
perdonados y tendrán la vida eterna. Y más aún: es confiar de que tendremos la capacidad y el poder de lo alto para realizar lo que Dios nos pide, por la salvación de los demás.
Sin fe es imposible agradar a Dios pues, al final, ¿cómo se podría agradarle sin creer
siquiera que Él existe y que tiene buena voluntad y poder para rescatarnos?
Aceptar el vestido de boda
La justicia divina es perfecta, y sin ella nadie puede estar en el reino de Dios. O sea, sin
ser perfectamente puro no hay posibilidad de vivir junto al trono de Dios. Nadie que tenga
al menos un pecado podrá vivir eternamente. Esta justicia impide la existencia del pecado; éste sobrevive sólo porque Dios le otorga un tiempo. Para no infringir la justicia divina, Dios envió a su Hijo para morir la muerte que nos correspondía a nosotros. Sólo así
podría perdonarnos sin violar su justicia.
Esta sección trata acerca de una fiesta en la cual, para participar de ella, se requería que
todos llevaran vestimenta especial. Los invitados, de hecho, no eran dignos de participar
en alguna fiesta del rey, en este caso, de la boda de su hijo. Eran todas personas a las
que se había buscado en las calles, marginadas de la sociedad. Tal vez había allí algunos malos elementos, otros viviendo en extrema pobreza por faltas de oportunidades.
Entonces, para estar en la fiesta no podían quedarse con sus viejas ropas, desgastadas
y sucias de su vida normal. Necesitaban vestiduras especiales, que ellos no poseían y
que tampoco estaban en condiciones de adquirir pues eran pobres. El hecho de ser pobres no era el problema, sino el de ser personas fuera de la sociedad real, destituidos de
la nobleza. Y el rey resolvió ese problema declarando a todas las personas, justas, honestas y nobles. Para tratar a esas personas con tal justicia, dispuso que se abasteciera
a cada una las vestimentas apropiadas, sin cobrarles nada. Esas son las vestiduras de
justicia. Con ellas, el rey hacía que todas las personas fueran perdonadas de su pasada,
y dignas de disfrutar la fiesta de bodas.
Fue entonces que el rey halló a un invitado, uno solo, que no se había puesto las vestiduras. Fue entonces expulsado, pues habiendo recibido gratuitamente las vestimentas,
osadamente prefirió continuar con sus ropas de calle, sucias y malolientes. Desentonaba
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así del resto. Aun habiendo recibido gratuitamente esas ropas de gala, no las había
aceptado, por lo que por su propio acto se convirtió en indigno de continuar en la fiesta, y
tuvo que ser retirado.
Lo que llama la atención es que el rey, gratuitamente, entregó vestiduras, y eso fue lo
que hizo a todos dignos de permanecer en la fiesta. Y quien no aceptara ese ofrecimiento, evidentemente tendría que salir, para continuar marginado y apartado de la sociedad
mientras que los demás, ahora se habían convertido en amigos del rey. Estos tendrían
por delante una nueva y próspera vida, bajo las garantías reales. Una excelente ilustración acerca del perdón de Dios para vida eterna.
Seguir a Jesús
¿Cuál es el punto de inflexión en el proceso de la salvación? Es decir, ¿qué es lo que
hace que cambiemos el rumbo de nuestra vida, de una tendencia hacia la muerte eterna,
para la salvación en dirección a la vida eterna?
Es el momento en el que reconocemos nuestra situación pecaminosa, y la necesidad de
un cambio radical en nuestra vida, y dependemos por completo de Dios para ello. O sea,
el punto de inflexión es el reconocimiento de la situación pecaminosa en la que nos encontramos. Es lo mismo que sucede con un alcohólico, quien debe reconocer que lo es,
pero pasa eso necesita de ayuda. Si nunca se considera un alcohólico, tampoco admitirá
la necesidad de la ayuda de los demás. El fumador también está en esa situación, así
como los drogadictos o los que tienen malos hábitos. Los pecadores están en una situación en la que dependen completamente de Dios, o sea, del Creador, así como los automóviles dependen de su fabricante para su buen uso. Quien nos trajo a la existencia es
quien sabe realmente cuál es nuestra situación y lo que necesitamos.
Así, en la vida práctica, dependemos completamente de Jesús. Esto significa que debemos seguirlo. ¿Por qué? Es simple. Él es un Ser divino, sí; pero también es un Ser humano vencedor, además de ser el Único victorioso. Por lo tanto, Él es el único Ser humano que puede servirnos de ejemplo. Por eso, sirve como referencia de cómo debemos
ser.
Viernes - Resumen y aplicación del estudio
I.
Síntesis de los principales puntos de la lección
1. ¿Cuál es el principal enfoque?
El principal enfoque es la salvación, o sea, cómo somos salvos. Este proceso
consta de los siguientes pasos:
a. Reconocerse como pecador: “Soy pecador”.
b. Arrepentirse: Reconocer pecados específicos. “He hecho eso y aquello”.
c. Sentir tristezas por el pecado: “No debería haberlo hecho, pues con eso he
perjudicado a…”.
d. Deseo de no pecar más: “Ya no lo quiero hacer más”.
e. Tener fe: “Confía enteramente en Él, quien me puede perdonar, salvar y transformar”.
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f.
Justificación: “Ahora estoy en conformidad con la Ley”.
2. ¿Cuáles son los tópicos relevantes?
Para que seamos salvos, necesitamos ser conscientes de que somos pecadores,
que tenemos una naturaleza malvada. Somos incapaces de descubrir eso por nosotros mismos. Necesitamos del Espíritu Santo para que examinemos la situación,
seamos conscientes de nuestra maldad, aceptemos el ofrecimiento de Jesús,
seamos libres de la condenación, y seamos gradualmente transformados rumbo a
la perfección.
3. ¿Has descubierto otros puntos que podrías añadir?
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II. ¿Qué cosas importantes podemos aprender de esta lección?
•
Lo principal es que dependemos totalmente del Creador para ser restaurados a
nuestro estado original de perfección, sin pecado, con vida eterna. También que
tenemos algo para hacer: aceptar el ofrecimiento divino para poder creer.
•
El perdón de nuestros pecados le costó muy caro a Jesús; a nosotros no nos
cuesta nada, alcanza sólo con aceptarlo.
•
El perdón es accesible para todos.
•
Necesitamos escuchar y aceptar la voz del Espíritu Santo para que Él actúe en
nosotros, y nos conduzca por la senda hacia la vida eterna.
1. ¿Qué aspectos puedo agregar a partir de mi estudio?
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2. ¿Qué medidas debemos tomar a partir de este estudio?
Recaudos a tomar: aceptar humildemente la obra del Espíritu Santo en nuestra vida. Si lo permitimos, Él es quien toma la iniciativa. Tal como en el caso del rey,
que otorgaba gratuitamente las vestiduras de boda para que los invitados fueran
dignos de la fiesta, quienes debían aceptarlas y también usarlas, nosotros debemos aceptar el plan de salvación y hacerlo práctico en nuestra vida.
3. ¿Qué es lo bueno en mi vida que me propongo a reforzar y lo malo para cambiar?
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4. Comentario de Elena G. de White
“Muchos están engañados acerca de la condición de su corazón. No comprenden
que el corazón natural es engañoso más que todas las cosas y desesperadamente impío. Se envuelven con su propia justicia y están satisfechos con alcanzar su
propia norma humana de carácter. Sin embargo, cuán fatalmente fracasan cuando
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no alcanzan la norma divina y, por sí mismos, no pueden hacer frente a los requerimientos de Dios”.
“Podemos medirnos a nosotros por nosotros mismos, podemos compararnos entre nosotros mismos; quizá digamos que nos portamos tan bien como éste o
aquél, pero la pregunta por la que se demandará una respuesta en el juicio es:
¿Llenamos los requisitos de las demandas del alto cielo? ¿Alcanzamos la norma
divina? ¿Están en armonía nuestros corazones con el Dios del cielo?” (Mensajes
selectos, tomo 1, p. 376).
5. Conclusión general
¿Cuáles son los pasos para lograr la salvación?
a. Escuchar la voz del Espíritu Santo.
b. Aceptar que Él obre en nosotros, y nos conduzca al perdón de Cristo y nos
transforme a través de la santificación.
c. Seguir sus instrucciones y hacer algo para la salvación de los demás. Hay miles de modos de trabajar en la obra de Cristo. Escoge a quién más se adecúe
a tus características, y crezcan juntos con el Salvador.
6. ¿Cuál es el punto más relevante al que llegué mediante este estudio?
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Prof. Sikberto R. Marks
Traducción:
Rolando Chuquimia
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