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L’OSSERVATORE ROMANO
EDICIÓN SEMANAL
EN LENGUA ESPAÑOLA
Unicuique suum
Año XLVI, número 43 (2.387)
Non praevalebunt
Ciudad del Vaticano
24 de octubre de 2014
En la conclusión del Sínodo el Papa declara beato a Giovanni Battista Montini
Gracias, querido y amado Pablo
VI
El señorío de Dios
GIOVANNI MARIA VIAN
MISA
DE BEATIFICACIÓN Y CONCLUSIÓN DEL
En la comunión
de los santos
SÍNOD O
EN PÁGINAS
3, 4, 8
Y
9
Ciertamente ha meditado y rezado
largamente el Papa Francisco al preparar la homilía de la gran concelebración con la que se concluyó la
tercera Asamblea extraordinaria del
Sínodo de los obispos. Misa que
inició con la beatificación de Giovanni Battista Montini, «cristiano
valiente» que de 1963 a 1978 fue
obispo de Roma con el nombre de
Pablo VI, presentes —juntamente
con los representantes de otras confesiones cristianas y una delegación
de creyentes musulmanes— numerosísimos fieles, los presidentes de todos los episcopados del mundo, mitad del colegio cardenalicio y Benedicto XVI, el amado predecesor que
el Pontífice abrazó con visible afecto al inicio y al final de la misa.
Hace medio siglo, al inicio de la
última fase del Concilio, Montini
instituía el organismo sinodal y
también de este modo acompañaba
a la Iglesia por un camino nuevo y
tradicional al mismo tiempo. Caminos para recorrer con confianza y
sobre los cuales reflexionó su sucesor Francisco al hablar del señorío
de Dios: «Esta es la novedad perenne que hemos de redescubrir cada
día, superando el temor que a menudo nos atenaza ante las sorpresas
de Dios» exclamó el Papa.
En esta perspectiva exigente y
profunda Francisco ve el Sínodo,
Una luz que brilla y da calor
Mensaje del Sínodo a las familias
«Cristo quiso que su Iglesia sea una casa con la puerta siempre abierta,
recibiendo a todos sin excluir a nadie». Lo recuerdan los padres del Sínodo de los obispos en el mensaje al pueblo de Dios publicado el sábado 18
de octubre, por la mañana.
LUCETTA SCARAFFIA
EN PÁGINA
8
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ante el cual —inmediatamente después de la aprobación con amplia
mayoría de la relatio, el documento
base que conducirá dentro de un
año a la próxima asamblea— pronunció una intervención importante
y fuerte. Colegialidad y sinodalidad
son el método que viene de la más
antigua experiencia cristiana, retomada por el Vaticano II y desde entonces lentamente madurada. Hasta
la experiencia vital cum Petro e sub
Petro de los últimos días, marcados
por una libertad y una transparencia no comunes y que son aseguradas por el Papa, «garante de la
obediencia y la conformidad de la
Iglesia a la voluntad de Dios» recalcó de forma inequívoca el Pontífice.
Francisco no tiene miedo a las
tentaciones, opuestas entre ellas:
durezas inútiles o laxismos superficiales. Al contrario, «me hubiese
preocupado mucho y entristecido si
no hubiesen estado estas tentaciones y estos animados debates» dijo
explícitamente, reafirmando que nadie en el Sínodo puso en duda «las
verdades fundamentales» del sacramento matrimonial. Y con claridad
rechazó esas lecturas —periodísticas
y no («comentaristas, o gente que
habla», puntualizó), más interesadas en formar partido y mucho menos en dar cuenta de la realidad—
que «imaginaron ver a una Iglesia
en disputa».
Al Papa le interesa sobre todo su
tarea, que es —destacó— la de recordar a los pastores de la Iglesia su
deber: alimentar al rebaño y «tratar
de acoger» a las ovejas que se han
extraviado, añadiendo intencionalmente de haberse equivocado al expresarse y que en lugar de «acoger»
hay que decir «ir a buscarlas». Y es
esta la preocupación constante de
Bergoglio, que pide a los cristianos
que no permanezcan cerrados en sí
mismos sino que salgan al mundo
para testimoniar y anunciar el Evangelio. Siguiendo el ejemplo de Cristo, el modelo de los pastores,
«abierto a todos, atento a los cercanos y solícito por los alejados».
Mensaje para la Jornada mundial
de la alimentación
El hambre amenaza la paz
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L’OSSERVATORE ROMANO
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viernes 24 de octubre de 2014, número 43
Mensaje de los padres sinodales a las familias cristianas y a las de todo el mundo
Una casa con la puerta siempre abierta
Publicamos el texto del mensaje de la
III Asamblea general extraordinaria del
Sínodo de los obispos, aprobado durante la decimocuarta congregación general
que tuvo lugar el sábado 18 de octubre
por la mañana.
Nosotros, padres sinodales reunidos
en Roma junto al Papa Francisco en
la Asamblea general extraordinaria
del Sínodo de los obispos, nos dirigimos a todas las familias de los distintos continentes y en particular a
aquellas que siguen a Cristo, que es
camino, verdad y vida. Manifestamos nuestra admiración y gratitud
por el testimonio cotidiano que ofrecen a nosotros y al mundo con su fidelidad, fe, esperanza y amor.
También nosotros, pastores de la
Iglesia, nacimos y crecimos en una
familia con las más diversas historias
y desafíos. Como sacerdotes y obispos nos encontramos y vivimos junto a familias que, con sus palabras y
sus acciones, nos mostraron una larga serie de esplendores y también de
dificultades.
La preparación misma de esta
asamblea sinodal, a partir de las respuestas al cuestionario enviado a las
Iglesias de todo el mundo, nos permitió escuchar la voz de muchas experiencias familiares. Después, nuestro diálogo durante los días del Sínodo nos ha enriquecido recíprocamente, ayudándonos a contemplar
toda la realidad viva y compleja en
la que viven las familias.
Queremos presentarles las palabras de Cristo: «Mira, estoy de pie a
la puerta y llamo. Si alguien escucha
mi voz y abre la puerta, entraré en
su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3, 20). Como acostumbraba
hacer durante sus recorridos por los
caminos de Tierra Santa, entrando
en las casas de los pueblos, Jesús sigue pasando hoy por las calles de
nuestras ciudades. En sus casas se
viven a menudo luces y sombras, desafíos emocionantes y a veces también pruebas dramáticas. La oscuridad se vuelve más densa, hasta convertirse en tinieblas, cuando se introducen el mal y el pecado en el corazón mismo de la familia.
Ante todo, está el gran desafío de
la fidelidad en el amor conyugal. La
vida familiar suele estar marcada por
el debilitamiento de la fe y de los
valores, el individualismo, el empobrecimiento de las relaciones, el estrés de una ansiedad que descuida la
reflexión serena. Se asiste así a no
pocas crisis matrimoniales, que se
afrontan a menudo de un modo superficial y sin la valentía de la paciencia, el diálogo sincero, el perdón
recíproco, la reconciliación y también el sacrificio. Los fracasos, de este modo, dan origen a nuevas relaciones, nuevas parejas, nuevas uniones y nuevos matrimonios, creando
situaciones familiares complejas y
problemáticas para la opción cristiana.
Entre estos desafíos queremos
evocar también el cansancio de la
existencia misma. Pensamos en el
sufrimiento de un hijo discapacitado, una enfermedad grave, el deterioro neurológico de la vejez, la
muerte de un ser querido. Es admirable la fidelidad generosa de tantas
familias que viven estas pruebas con
fortaleza, fe y amor, considerándolas
no como algo que se les quita o se
les impone, sino como un don que
reciben y entregan, descubriendo a
Cristo sufriente en esos cuerpos frágiles.
Pensamos en las dificultades económicas causadas por sistemas perversos, originados «en el fetichismo
del dinero y en la dictadura de una
economía sin rostro y sin un objetivo
verdaderamente humano» (Evangelii
Fay Ocampo, «Oración en familia» (arte filipino)
gaudium, 55), que humilla la dignidad de las personas. Pensamos en el
padre o en la madre sin trabajo, impotentes frente a las necesidades aun
primarias de su familia, o en los jóvenes que transcurren días vacíos,
sin esperanza, y que pueden ser presa de las desviaciones en la droga o
en la criminalidad.
Pensamos también en la multitud
de familias pobres, en las que se aferran a una barca para poder sobrevivir, en las familias refugiadas que
emigran sin esperanza por los desiertos, en las que son perseguidas
simplemente por su fe o por sus valores espirituales y humanos, en las
que son golpeadas por la brutalidad
de las guerras y de las opresiones.
Pensamos también en las mujeres
que sufren violencia, y son sometidas a la explotación, a la trata de
personas, en los niños y jóvenes víctimas de abusos incluso por parte de
aquellos que debían cuidarlos y hacerlos crecer en la confianza, y en
los miembros de tantas familias hu-
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milladas y en dificultad. Mientras
tanto, «la cultura del bienestar nos
anestesia y […] todas esas vidas
truncadas por la falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera» (Evangelii gaudium, 54). Reclamamos a los gobiernos y a las organizaciones internacionales que promuevan los derechos de la familia
para el bien común.
Cristo quiso que su Iglesia sea
una casa con la puerta siempre
abierta, recibiendo a todos sin excluir a nadie. Agradecemos a los
pastores, a los fieles y a las comunidades dispuestos a acompañar y a
hacerse cargo de las heridas interiores y sociales de las parejas y de las
familias.
También está la luz que resplandece al atardecer detrás de las ventanas en los hogares de las ciudades,
GIOVANNI MARIA VIAN
director
Carlo Di Cicco
subdirector
Marta Lago
redactor jefe de la edición
don Sergio Pellini S.D.B.
director general
en las modestas casas de las periferias o en los pueblos, y también en
viviendas muy precarias. Brilla y calienta cuerpos y almas. Esta luz, en
el compromiso nupcial de los cónyuges, se enciende con el encuentro: es
un don, una gracia que se expresa
—como dice el Génesis (2, 18)— cuando los dos rostros están frente a
frente, en una «ayuda adecuada», es
decir apropiada y recíproca. El amor
del hombre y de la mujer nos enseña
que cada uno necesita al otro para
llegar a ser él mismo, incluso permaneciendo distinto del otro en su
identidad, que se abre y se revela en
el mutuo don. Es lo que expresa de
manera sugerente la mujer del Cantar de los cantares: «Mi amado es
mío y yo soy suya… Yo soy para mi
amado y él para mí» (Ct 2, 16; 6, 3).
El itinerario, para que este encuentro sea auténtico, comienza en
el noviazgo, tiempo de la espera y
de la preparación. Se realiza en plenitud en el sacramento, donde Dios
pone su sello, su presencia y su gra-
Redacción
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cia. Este camino conoce también la
sexualidad, la ternura y la belleza,
que perduran aun más allá del vigor
y de la frescura juvenil. El amor
tiende por su propia naturaleza a ser
para siempre, hasta dar la vida por
la persona amada (cf. Jn 15, 13). Bajo esta luz, el amor conyugal, único
e indisoluble, persiste a pesar de las
múltiples dificultades del límite humano, y es uno de los milagros más
bellos, aunque también es el más común.
Este amor se difunde naturalmente a través de la fecundidad y el acto
de engendrar, que no es sólo la procreación, sino también el don de la
vida divina en el bautismo, la educación y la catequesis de los hijos. Es
también capacidad de ofrecer vida,
afecto, valores, una experiencia posible también para quienes no pueden
tener hijos. Las familias que viven
esta aventura luminosa se convierten
en un testimonio para todos, en particular para los jóvenes.
Durante este camino, que a veces
es un sendero de montaña, con cansancios y caídas, siempre está la presencia y la compañía de Dios. La familia lo experimenta en el afecto y
en el diálogo entre marido y mujer,
entre padres e hijos, entre hermanos
y hermanas. Además lo vive al escuchar juntos la Palabra de Dios y en
la oración común, en un pequeño
oasis del espíritu que se puede crear
durante un momento cada día. También está el empeño cotidiano de la
educación en la fe y en la vida buena y bella del Evangelio, en la santidad. Esta misión es frecuentemente
compartida y ejercitada por los
abuelos y las abuelas con gran afecto
y dedicación. Así la familia se presenta como una auténtica Iglesia doméstica, que se amplía a esa familia
de familias que es la comunidad
eclesial. Por otra parte, los cónyuges
cristianos son llamados a convertirse
en maestros de la fe y del amor para
los matrimonios jóvenes.
Hay, además, otra expresión de la
comunión fraterna, y es la de la caridad, la entrega, la cercanía a los últimos, a los marginados, a los pobres,
a las personas solas, enfermas, extranjeras, a las familias en crisis,
conscientes de las palabras del Señor: «Hay más alegría en dar que en
recibir» (Hch 20, 35). Es una entrega
de bienes, de compañía, de amor y
de misericordia, y también un testimonio de verdad, de luz, de sentido
de la vida.
La cima que recoge y resume todos los hilos de la comunión con
Dios y con el prójimo es la Eucaristía dominical, cuando la familia se
sienta con toda la Iglesia a la mesa
con el Señor. Él se entrega a todos
nosotros, peregrinos en la historia
hacia la meta del encuentro último,
cuando Cristo «será todo en todos»
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número 43, viernes 24 de octubre de 2014
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El Papa Francisco concluye la tercera asamblea general extraordinaria del Sínodo de los obispos dedicada a la familia
Movimiento de espíritus
Aún un año para madurar las ideas y encontrar soluciones con auténtico discernimiento espiritual
La Iglesia «no mira a la humanidad
desde un castillo de cristal» y «no
tiene miedo de arremangarse para
derramar el óleo y el vino sobre las
heridas de los hombres». Lo recordó el
Papa Francisco a los padres sinodales
el sábado 18 de octubre, por la tarde,
durante la decimoquinta y última
congregación general de la Asamblea
extraordinaria dedicada a la familia.
Eminencias, beatitudes, excelencias,
hermanos y hermanas:
Con un corazón lleno de agradecimiento y gratitud quiero agradecer,
juntamente con vosotros, al Señor
que, en los días pasados, nos ha
acompañado y guiado con la luz del
Espíritu Santo.
Doy las gracias de corazón al señor cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario general del Sínodo, a monseñor Fabio Fabene, subsecretario, y
con él agradezco al relator, cardenal
Péter Erdő, que tanto ha trabajado
en los días de luto familiar, al secretario especial, monseñor Bruno Forte, a los tres presidentes delegados,
los escritores, los consultores, los traductores y los anónimos, todos
aquellos que trabajaron con auténtica fidelidad detrás del telón y total
entrega a la Iglesia y sin pausa: ¡muchas gracias!
Doy las gracias igualmente a todos vosotros, queridos padres sinodales, delegados fraternos, auditores,
auditoras y asesores por vuestra participación activa y fructuosa. Os llevaré en la oración, pidiendo al Señor
que os recompense con la abundancia de sus dones de gracia.
Podría decir serenamente que
—con un espíritu de colegialidad y
sinodalidad— hemos vivido de verdad
una experiencia de «Sínodo», un itinerario solidario, un «camino juntos». Y habiendo sido «un camino»
—y como todo camino hubo momentos de marcha veloz, casi queriendo
ganar al tiempo y llegar lo antes posible a la meta; otros momentos de
cansancio, casi queriendo decir basta; otros momentos de entusiasmo e
ímpetu. Hubo momentos de profunda consolación escuchando los testimonios de auténticos pastores (cf.
Jn 10 y can. 375, 386, 387) que llevan
sabiamente en el corazón las alegrías
y las lágrimas de sus fieles. Momentos de consolación y de gracia y de
consuelo escuchando los testimonios
de las familias que participaron en el
Sínodo y compartieron con nosotros
la belleza y la alegría de su vida matrimonial. Un camino donde el más
fuerte sintió el deber de ayudar al
menos fuerte, donde el más experto
se dispuso a servir a los demás, incluso a través de la confrontación. Y
puesto que es un camino de hombres, con las consolaciones hubo
también otros momentos de desolación, de tensión y de tentaciones, de
las cuales se podría mencionar alguna posibilidad:
—una: la tentación del endurecimiento hostil, es decir, el querer cerrarse dentro de lo escrito (la letra) y
no dejarse sorprender por Dios, por
el Dios de las sorpresas (el espíritu);
dentro de la ley, dentro de la certeza
de lo que conocemos y no de lo que
debemos aún aprender y alcanzar.
Desde los tiempos de Jesús, es la
tentación de los celantes, los escrupulosos, los diligentes y de los así
llamados —hoy— «tradicionalistas», y
también de los intelectualistas.
—La tentación del buenismo destructivo, que en nombre de una misericordia engañadora venda las heridas sin antes curarlas y medicarlas;
que trata los síntomas y no las causas y las raíces. Es la tentación de
los «buenistas», de los temerosos y
también de los así llamados «progresistas y liberales».
—La tentación de transformar la
piedra en pan para romper un ayuno
largo, pesado y doloroso (cf. Lc 4, 14), y también de transformar el pan
en piedra y tirarla contra los pecadores, los débiles y los enfermos (cf. Jn
8, 7), es decir, transformarlo en «cargas insoportables» (Lc 11, 46).
—La tentación de bajar de la cruz,
para contentar a la gente, y no permanecer allí, para cumplir la voluntad del Padre; de ceder al espíritu
mundano en lugar de purificarlo y
conducirlo al Espíritu de Dios.
—La tentación de descuidar el
«depositum fidei», considerándose no
custodios sino propietarios y dueños,
o, por otra parte, la tentación de
descuidar la realidad utilizando una
lengua minuciosa y un lenguaje pulido para decir muchas cosas y no
decir nada. Los llamaban «bizantinismos», creo, a estas cosas...
Queridos hermanos y hermanas,
las tentaciones no nos deben ni
asustar ni desconcertar, y ni siquiera
desalentar, porque ningún discípulo
es más grande que su maestro. Por
lo tanto, si Jesús fue tentado —y además llamado Belzebú (cf. Mt 12,
Vicente Alvarez Dizon, «Familia al término de una jornada de trabajo»
24)—, sus discípulos no deben esperarse un trato mejor.
Personalmente me hubiese preocupado mucho y entristecido si no hubiesen estado estas tentaciones y estas animados debates; este movimiento de los espíritus, como lo llamaba san Ignacio (EE, 6), si todos
hubiesen estado de acuerdo o silenciosos en una falsa y quietista paz.
En cambio, he visto y escuchado
—con alegría y gratitud— discursos e
intervenciones llenas de fe, de celo
pastoral y doctrinal, de sabiduría, de
franqueza, de valentía y de parresia.
Y he percibido que se puso delante
de los propios ojos el bien de la
Iglesia, de las familias y la «suprema
lex», la «salus animarum» (cf. can.
1752). Y esto siempre —lo hemos dicho aquí, en el aula— sin poner jamás en duda las verdades funda-
Por un camino compartido
A los «desafíos pastorales sobre la
familia en el contexto de la evangelización», tema de la asamblea
extraordinaria del Sínodo de los
obispos, se dedicó el nuntius, el
breve mensaje que los padres enviaran a las familias de todo el
mundo, y en especial a las familias cristianas, como conclusión
de las dos semanas de trabajo. El
texto, leído en el aula por el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente de la comisión encargada
de redactarlo, fue votado por mayoría absoluta el sábado 18 de octubre por la mañana. Con la presencia del Papa, estuvieron en el
momento de la votación 183 padres: de 174 votos, los «placet»
fueron 158.
No todas las numerosas propuestas —explicó el purpurado
agradeciendo a los padres sinodales su participación y sus propuestas— encontraron plena expresión en el mensaje, que es breve. Alguna fue posible sólo mencionarla en la temática, pero sí
encontraron mayor espacio en la
redacción más extensa y detallada
de la relatio final, que se aprobó
número por número en la última
congregación general, el sábado
18 por la tarde.
Anteriormente, con la presencia
del Papa, el viernes 17 por la tarde tuvo lugar la decimotercera
congregación general. Los 178 padres sinodales presentes escucharon la lectura del borrador del
nuntius. Luego tuvo lugar el debate libre, con la participación de
55 padres.
El cardenal Baldisseri informó
a la asamblea que el Papa Francisco tenía dos regalos para los
participantes, que se entregaron el
sábado por la mañana: la medalla
oficial del segundo año de pontificado, en la edición especial para
el Sínodo de los obispos, que lleva grabado Familia Christiana Ecclesia domestica, y el libro Pablo
VI. Una biografía del Pontífice,
editado por el Instituto Pablo VI
de Brescia con ocasión de la beatificación. Cada libro está dedicado por el Papa Francisco.
mentales del sacramento del matrimonio: la indisolubilidad, la unidad,
la fidelidad y la procreación, o sea la
apertura a la vida (cf. can. 1055, 1056
y Gaudium et spes, 48).
Y esta es la Iglesia, la viña del Señor, la Madre fértil y la Maestra
atenta, que no tiene miedo de arremangarse para derramar el óleo y el
vino sobre las heridas de los hombres (cf. Lc 10, 25-37); que no mira a
la humanidad desde un castillo de
cristal para juzgar o clasificar a las
personas. Esta es la Iglesia una, santa, católica, apostólica y formada
por pecadores, necesitados de su misericordia. Esta es la Iglesia, la verdadera esposa de Cristo, que trata
de ser fiel a su Esposo y a su doctrina. Es la Iglesia que no tiene miedo
de comer y beber con las prostitutas
y los publicanos (cf. Lc 15). La Iglesia que tiene las puertas abiertas de
par en par para recibir a los necesitados, a los arrepentidos y no sólo a
los justos o a aquellos que creen ser
perfectos. La Iglesia que no se avergüenza del hermano caído y no finge de no verlo, es más, se siente implicada y casi obligada a levantarlo y
animarlo a retomar el camino y lo
acompaña hacia el encuentro definitivo, con su Esposo, en la Jerusalén
celestial.
Esta es la Iglesia, nuestra madre.
Y cuando la Iglesia, en la variedad
de sus carismas, se expresa en comunión, no puede equivocarse: es la
belleza y la fuerza del sensus fidei, de
ese sentido sobrenatural de la fe, dado por el Espíritu Santo a fin de
que, juntos, podamos entrar todos
en el corazón del Evangelio y aprender a seguir a Jesús en nuestra vida,
y esto no se debe ver como motivo
de confusión y malestar.
Muchos cronistas, o gente que habla, imaginaron ver una Iglesia en
disputa donde una parte está contra
la otra, dudando incluso del Espíritu
Santo, el auténtico promotor y garante de la unidad y la armonía en
la Iglesia. El Espíritu Santo que a lo
largo de la historia siempre condujo
la barca, a través de sus ministros,
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L’OSSERVATORE ROMANO
página 4
viernes 24 de octubre de 2014, número 43
Presentación de la «relatio synodi» de la tercera asamblea general extraordinaria del Sínodo de los obispos
Los desafíos pastorales de la familia
en el contexto de la evangelización
«El Sínodo de los obispos reunido
en torno al Papa dirige su recuerdo
a todas las familias del mundo con
sus alegrías, sus fatigas, sus esperanzas. En especial siente el deber de
dar gracias al Señor por la generosa
fidelidad con la que tantas familias
cristianas responden a su vocación y
misión. Lo hacen con alegría y con
fe incluso cuando el camino familiar
les pone delante obstáculos, incomprensiones y sufrimientos. A estas familias va el aprecio, el agradecimiento y el aliento de toda la Iglesia y de
este Sínodo» (n. 1). Con estas palabras inicia la Relatio synodi, el texto
que expresa el «camino realizado
por el Sínodo respecto a la Relatio
post disceptationem y a las relaciones
de los diversos círculos menores»,
expresó el padre Federico Lombardi,
director de la Oficina de prensa de
la Santa Sede, durante el briefing que
tuvo lugar el sábado 18 de octubre,
por la tarde, en dicha sede de prensa.
Precisamente la lectura en italiano
de la relatio abrió los trabajos de la
asamblea el sábado 18 por la mañana. Después de la oración de la hora
Tercia y la breve meditación del arzobispo coadjutor de HoChiMinh
(Vietnam), monseñor Paul Bùi Văn
Đoc, sobre el pasaje de la Carta a
los Romanos en la que san Pablo
afirma: «No me avergüenzo del
Evangelio, que es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree»
(1, 16), tres relatores se encargaron
de dar a conocer el texto que surgió
del trabajo de la comisión encargada: en orden hablaron el cardenal
Péter Erdő, el arzobispo Bruno Forte y el cardenal Raymundo Damasceno Assis. El documento se entregó
a todos los padres sinodales para
una lectura personal y exhaustiva y
una reflexión. Por la tarde de ese
mismo día —con la presencia de 183
padres— tuvo lugar la votación número por número del texto, con la
intención de «recoger lo más posible
las expectativas y los deseos que venían de los círculos menores», dijo
también el padre Lombardi.
La Relatio synodi
consta de 62 números,
y es, en su conjunto,
más extensa que la
Relatio post disceptationem (Relación posterior al debate), documento del cual sigue
el esquema. A este se
añadieron 470 enmiendas por sugerencia de
los padres sinodales
reunidos de los círculos menores formados
por miembros de todos los continentes.
Sobre todo se ampliaron las dos primeras
partes con el fin de
equilibrarla en su conjunto.
Respecto a la publicación, «ha sido un
deseo del Papa. El Papa dijo: Quiero que se
publique esta Relatio,
y por transparencia y
claridad, que se diga
cuántos fueron los votos favorables y no favorables, número por
número, de modo que
no haya confusiones o
equívocos sobre esto»,
precisó el director de
la Oficina de prensa
durante el encuentro
con los periodistas.
De la votación en el aula, resulta
que los números 52, 53 y 55 —relativos a la posibilidad de que los divorciados vueltos a casar tengan acceso a los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía, la propuesta de
profundizar la cuestión de la comunión espiritual en divorciados vuel-
tos a casar o personas que conviven
y la atención pastoral a las personas
con tendencia homosexual— no obtuvieron los dos tercios de los votos,
es decir, no alcanzaron los 123 votos
necesarios.
Se aclaró también que la Relatio
synodi no es el documento conclusivo de la tercera Asamblea general
extraordinaria del Sínodo de los
obispos sobre la familia, no es un
documento doctrinal, sino la base de
una futura reflexión, el documento
de trabajo (lineamenta) que se enviará a las Conferencias episcopales en
preparación a la Asamblea ordinaria
de octubre de 2015. Como bien lo
expresa la Conclusión del texto:
«Las reflexiones propuestas, fruto
del trabajo sinodal realizado con
gran libertad y con un estilo de escucha recíproca, quieren plantear
cuestiones e indicar perspectivas que
deberán madurar y precisar las reflexiones de las Iglesias locales en el
año que nos separa de la Asamblea
general ordinaria del Sínodo de los
obispos prevista para octubre de
2015, dedicada a la vocación y misión de la familia en la Iglesia y en
el mundo contemporáneo. No se
trata de decisiones tomadas ni de
perspectivas fáciles. Pero el camino
colegial de los obispos y la participación de todo el pueblo de Dios
bajo la acción del Espíritu Santo,
contemplando el modelo de la Sagrada Familia, podrán guiarnos para
encontrar caminos de verdad y misericordia para todos. Es el deseo que
desde el comienzo de nuestros trabajos nos dirigió el Papa Francisco invitándonos a la valentía de la fe y a
la acogida humilde y honesta de la
verdad en la caridad» (n. 62).
Movimiento de espíritus
VIENE DE LA PÁGINA 3
incluso cuando el mar iba en sentido
contrario y estaba agitado y los ministros eran infieles y pecadores.
Y, como me atreví a deciros al inicio, era necesario vivir todo esto con
tranquilidad, con paz interior, también porque el Sínodo se desarrolla
cum Petro et sub Petro, y la presencia
del Papa es garantía para todos.
Ahora hablemos un poco del Papa en relación con los obispos... Por
lo tanto, la tarea del Papa es garantizar la unidad de la Iglesia; es recordar a los pastores que su primer deber es alimentar al rebaño —nutrir al
rebaño— que el Señor les encomendó y tratar de acoger —con paternidad y misericordia y sin falsos miedos— a las ovejas perdidas. Me equivoqué aquí. Dije acoger: ir a buscarlas.
Su tarea es recordar a todos que
la autoridad en la Iglesia es servicio
(cf. Mc 9, 33-35) como explicó con
claridad el Papa Benedicto XVI, con
palabras que cito textualmente: «La
Iglesia está llamada y comprometida
a ejercer este tipo de autoridad, que
es servicio, y no la ejerce a título
personal, sino en el nombre de Jesucristo... a través de los pastores de la
Iglesia, en efecto, Cristo apacienta
su rebaño: es Él quien lo guía, lo
protege y lo corrige, porque lo ama
profundamente. Pero el Señor Jesús,
Pastor supremo de nuestras almas,
ha querido que el Colegio apostólico, hoy los obispos, en comunión
con el Sucesor de Pedro... participen
en esta misión suya de hacerse cargo
del pueblo de Dios, de ser educadores en la fe, orientando, animando y
sosteniendo a la comunidad cristiana
o, como dice el Concilio, “procurando personalmente, o por medio de
otros, que cada uno de los fieles sea
conducido en el Espíritu Santo a
cultivar su propia vocación según el
Evangelio, a la caridad sincera y diligente y a la libertad con que Cristo
nos liberó” (Presbyterorum Ordinis, 6)
... a través de nosotros —continúa el
Papa Benedicto— el Señor llega a las
almas, las instruye, las custodia, las
guía. San Agustín, en su Comentario al Evangelio de san Juan, dice:
“Apacentar el rebaño del Señor ha
de ser compromiso de amor” (123,
5); esta es la norma suprema de con-
ducta de los ministros de Dios, un
amor incondicional, como el del
buen Pastor, lleno de alegría, abierto
a todos, atento a los cercanos y solícito por los alejados (cf. San Agustín, Discurso 340, 1; Discurso 46, 15),
delicado con los más débiles, los pequeños, los sencillos, los pecadores,
para manifestar la misericordia infinita de Dios con las tranquilizadoras
palabras de la esperanza (cfr. Id.,
Carta 95, 1)» (Benedicto XVI, Audiencia general, miércoles 26 de mayo de
2010: L’Osservatore Romano, edición
en lengua española, 30 de mayo de
2010, p. 15).
Por lo tanto, la Iglesia es de Cristo —es su Esposa— y todos los obispos, en comunión con el Sucesor de
Pedro, tienen la tarea y el deber de
custodiarla y servirla, no como padrones sino como servidores. El Papa,
en este contexto, no es el señor supremo sino más bien el supremo servidor, el «servus servorum Dei»; el garante de la obediencia y la conformidad de la Iglesia a la voluntad de
Dios, al Evangelio de Cristo y a la
Tradición de la Iglesia, dejando de
lado todo arbitrio personal, incluso
siendo —por voluntad de Cristo mismo— el «Pastor y doctor supremo de
todos los fieles» (can. 749) y también
gozando «de la potestad ordinaria que
es suprema, plena, inmediata e universal en la Iglesia» (cf. cann. 331-334).
Queridos hermanos y hermanas,
ahora tenemos todavía un año por
delante para madurar, con verdadero
discernimiento espiritual, las ideas
propuestas y encontrar soluciones
concretas a tantas dificultades e innumerables desafíos que las familias
deben afrontar; para dar respuestas a
los numerosos desánimos que circundan y ahogan a las familias.
Un año para trabajar sobre la
«Relatio synodi» que es el resumen
fiel y claro de todo lo que se dijo y
debatió en esta aula y en los círculos
menores. Y se presenta a las Conferencias episcopales como «Lineamenta».
Que el Señor nos acompañe, nos
guíe en este itinerario para gloria de
Su nombre con la intercesión de la
Bienaventurada Virgen María y de
san José. Y por favor no os olvidéis
de rezar por mí.
L’OSSERVATORE ROMANO
número 43, viernes 24 de octubre de 2014
página 5
La situación de los cristianos de Oriente Medio
Lunes 20 de octubre
Respuestas adecuadas
a una situación injusta
El Pontífice ha tenido
un consistorio ordinario público
«Una respuesta adecuada también
por parte de la comunidad
internacional» ante las persecuciones
padecidas por los cristianos en
Oriente Medio fue el deseo expresado
por el Papa Francisco el lunes 20 de
octubre, por la mañana, con ocasión
del consistorio ordinario público que
se celebró en el Aula nueva del
Sínodo.
Eminencias, queridos patriarcas y
hermanos en el episcopado:
Al día siguiente de la clausura
de la tercera Asamblea general extraordinaria del Sínodo de los
obispos sobre la familia, he querido dedicar este Consistorio, además de algunas causas de canonización, a otra cuestión que me interesa mucho, o sea, Oriente Medio y, en especial, la situación de
los cristianos en la región. Os
agradezco vuestra presencia.
Nos une el deseo de paz y de
estabilidad en Oriente Medio y la
voluntad de favorecer la resolución de los conflictos a través del
diálogo, la reconciliación y el
compromiso político. Al mismo
tiempo, queremos ofrecer la mayor
ayuda posible a las comunidades
cristianas para apoyar su permanencia en la región.
Como he tenido ocasión de reiterar en varias ocasiones, no podemos resignarnos a pensar en
Oriente Medio sin los cristianos,
que desde hace dos mil años testimonian allí el nombre de Jesús.
Los últimos acontecimientos, sobre todo en Irak y en Siria, son
muy preocupantes. Asistimos a un
fenómeno de terrorismo de dimensiones antes inimaginables. Muchos hermanos nuestros son perseguidos y han tenido que dejar sus
casas incluso de manera brutal.
Parece que se ha perdido la consciencia del valor de la vida humana, parece que la persona no
cuente y se pueda sacrificar por
otros intereses. Y todo esto, lamentablemente, con la indiferencia
de muchos.
Esta situación injusta requiere,
además de nuestra constante oración, una adecuada respuesta también por parte de la comunidad
internacional. Estoy seguro de
que, con la ayuda del Señor, del
encuentro de hoy surgirán reflexiones válidas y sugerencias para
poder ayudar a nuestros hermanos
que sufren y para salir también al
encuentro del drama de la reducción de la presencia cristiana en la
tierra donde nació y desde la que
se difundió el cristianismo.
El Papa Francisco ha tenido, el lunes
20 de octubre, por la mañana, el consistorio ordinario público para la canonización de los beatos José Vaz y
María Cristina de la Inmaculada
Concepción, y para informar a los
miembros del Colegio cardenalicio
acerca de la actual situación de los
cristianos en Oriente Medio y el
compromiso de la Iglesia por la paz
en esa región.
El Pontífice llegó antes de las 9 al
aula nueva del Sínodo, donde estaban presentes 86 cardenales y patriarcas, entre ellos Angelo Sodano, decano del Colegio cardenalicio, Pietro
Parolin, secretario de Estado, y Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las causas de los santos.
Estaban presentes también los arzobispos Angelo Becciu, sustituto de la
Secretaría de Estado, Dominique
Mamberti, secretario para las Relaciones con los Estados, Ilson de Jesús Montanari, secretario de la Congregación para los obispos y del Colegio cardenalicio, y Marcello Barto-
Refugiados curdos en un campamento en la ciudad de Suruc, Sanliurfa, Turquía (Reuters)
lucci, secretario de la Congregación
para las causas de los santos; el obispo Fabio Fabene, sustituto del Colegio cardenalicio, y el padre Turek
Bogusław, subsecretario de la Congregación para las causas de los santos.
Luego continuó la celebración de
la hora Tercia, con los salmos 18 y 7
recitados de forma alternada y la proclamación de la lectio brevis tomada
de la Carta de san Pablo apóstol a
los romanos (13, 8.10). Correspondió
al cardenal prefecto Amato la peroración de las dos causas, precedida por
la lectura en italiano de una breve
biografía de los beatos José Vaz
(1651-1711) sacerdote del oratorio de
san Felipe Neri, fundador del oratorio de la Santa Cruz milagrosa en
Goa y apóstol de Ceilán (Sri Lanka)
y Canara (India), y María Cristina de
la Inmaculada Concepción (en el siglo Adelaide Brando, 1856-1906),
fundadora de la congregacion de las
Hermanas Víctimas Expiadoras de
Jesús Sacramentado.
El obispo de Roma, tras recibir el
parecer de los cardenales, decidió inscribir en el catálogo de los santos a
los dos beatos. La fecha establecida
para la canonización de José Vaz es
el 14 de enero de 2015, mientras que
para la religiosa no fue anunciada
aún.
Inmediatamente después, el maestro de las celebraciones litúrgicas
pontificas, monseñor Guido Marini,
invitó a monseñor Leonardo Sapienza, protonotario apostólico, a redactar el acta ad perpetuam rei memoriam.
Así, hacia las 9.50, el Papa Francisco permaneció solo con los cardenales presentes para proseguir el debate.
Para redefinir el futuro
Una treintena de intervenciones caracterizaron la
segunda parte del consistorio, que tuvo lugar a
puertas cerradas. Tras el saludo del Pontífice y la
relación del cardenal secretario de Estado tomaron la palabra los cardenales y patriarcas presentes en el aula del Sínodo. En particular, los patriarcas de las Iglesias mediorientales describieron
las situaciones y problemas principales de las respectivas Iglesias en Irak, Siria, Egipto, Tierra
Santa, Jordania y Líbano. En general, las intervenciones se centraron en algunos principios como la exigencia de la paz y la reconciliación, la
defensa de la libertad religiosa, el apoyo a las comunidades locales, la gran importancia de la educación para crear nuevas generaciones capaces de
dialogar entre ellas y el papel de la comunidad
internacional.
En cuanto a la paz, se reafirmó que Oriente
Medio necesita redefinir su futuro; se destacó la
importancia de Jerusalén como «capital de la fe»
para las tres grandes religiones monoteístas y se
puso de relieve la necesidad de llegar a una solución de los conflictos israelí-palestino y sirio. Ante
las violencias perpetradas por el EI, se reafirmó
que no se puede matar en nombre de Dios.
En tema de libertad religiosa se confirmó que
la misma, juntamente con la libertad de culto y
de conciencia, es un derecho humano fundamental, innato y universal. Junto a tal derecho, se hizo referencia también a la exigencia de que a los
cristianos se les reconozcan los derechos civiles de
los demás ciudadanos, sobre todo en los países
donde la religión no está separada del Estado.
Respecto al apoyo a las comunidades locales,
se reafirmó que la región sin cristianos sería una
grave pérdida para todos, ya que ellos tienen un
papel fundamental en el mantenimiento del equilibrio y por el gran compromiso en el ámbito de
la educación. Es esencial, por lo tanto, alentar a
los cristianos a permanecer, también porque ellos
siempre han contribuido al bienestar de los países
en los que viven. En esta óptica, se hizo una re-
flexión respecto al problema de la emigración de
los cristianos: ellos deben encontrar acogida en
las Iglesias y en los Estados a los que emigran y
también estructuras pastorales adecuadas para los
diversos ritos. Además, se pidió que se continúe
con el envío de ayudas humanitarias a la región y
que se aseguren las manifestaciones de solidaridad, incluso con viajes y peregrinaciones.
En materia de educación, se destacó que en
muchos países mediorientales los textos escolares
no hablan de modo positivo de las religiones diferentes a la del Estado. En esta perspectiva, se
expresó sobre todo el deseo de un diálogo con los
musulmanes y una activa cooperación ecuménica.
Y a la comunidad internacional se le pidió que
garantice a los refugiados cristianos la posibilidad
de volver cuanto antes a sus casas, creando «zonas de seguridad», especialmente en la llanura de
Nínive. Por último, se lanzó un llamamiento en
favor de todas las personas secuestradas en
Oriente Medio.
L’OSSERVATORE ROMANO
página 6
viernes 24 de octubre de 2014, número 43
Misa del Pontífice en Santa Marta
Apariencia
y verdad
«Jesús condena a las personas que
tienen buenas maneras pero malos
hábitos», porque una cuestión es
«aparentar ser buenos y hermosos»
y otra cosa es la verdad interior. Del
mismo modo, no sirve estar vinculados exclusivamente a la letra de la
ley, porque «la ley por sí misma no
salva. La ley salva cuando te conduce a la fuente de la salvación». Durante la misa celebrada el martes 14
de octubre, el Papa Francisco invitó
a cada uno a hacer un «examen de
conciencia acerca de cómo es su fe».
Centrándose en el pasaje del
Evangelio de san Lucas (11, 37-41)
propuesto por la liturgia del día, el
Pontífice explicó la actitud de Jesús
con respecto al fariseo, escandalizado porque el Señor no cumple con
las abluciones rituales antes de la comida. La respuesta de Cristo es severa: «Estáis muy preocupados por lo
exterior, por la apariencia, pero
vuestro interior está lleno de rapiña
y maldad». Palabras que se acompañan con las del paralelo pasaje de
Mateo, donde se habla de «codicia y
corrupción» y donde se comparan a
los fariseos con los «sepulcros
blanqueados». Al respecto el
Papa destacó que «Jesús
condena» firmemente
la seguridad que los
fariseos «tenían en
el cumplimiento
de la ley», condena «esta espiritualidad del
cosmético».
Se refiere a
la gente «que
le gustaba pasear por las
plazas», hacerse
ver
mientras rezaba y maquillarse con los signos del ayuno.
«¿Por qué el Señor es así?», se preguntó el Papa Francisco, destacando cómo
el Evangelio usa para las
actitudes de los fariseos dos
adjetivos distintos pero relacionados: «rapiña y maldad». Y explicó que esa maldad está «muy unida
al dinero».
Por lo demás —dijo el Pontífice
contando una breve anécdota— «una
vez escuché a un anciano predicador
de ejercicios que decía: “¿Pero cómo
puede entrar el pecado en el alma?
¡Ah, sencillamente! Por los bolsillos...”». Precisamente el dinero, en
esencia, es «la puerta» por la cual
pasa la corrupción del corazón. Se
comprende, por ello, el motivo por
el cual Jesús afirma: «Dad más bien
como limosna todo aquello que tenéis dentro».
«La limosna —explicó el Papa
Francisco— ha sido siempre, en la
tradición de la Biblia, tanto en el
antiguo como en el nuevo Testamento, una piedra de semejanza con la
justicia. Un hombre justo, una mujer
justa está siempre relacionada con la
limosna»: porque con la limosna se
comparte lo propio con los demás,
se dona lo que cada uno «tiene dentro».
Vuelve así el tema de la apariencia
y de la verdad interior. Los fariseos
de los que habla Jesús «se creían
buenos porque hacían todo lo que la
ley mandaba hacer». Pero la ley
«por sí sola no salva». La ley salva
«cuando te conduce a la fuente de
salvación, cuando prepara tu corazón para recibir la verdadera salvación que viene de la fe».
Es el mismo concepto, aclaró el
Papa, que emerge de la primera lectura de la liturgia, tomada de la carta en la que Pablo discute con los
Gálatas (5, 1-6) porque ellos, «muy
apegados a la ley, tuvieron miedo de
la fe y volvieron a las prescripciones
de la ley» respecto a la circuncisión.
Palabras que se adaptan bien incluso
a nuestra realidad cotidiana, porque
la fe, destacó el obispo de Roma,
«no es sólo recitar el Credo: todos
nosotros creemos en el Padre, en el
Hijo y en el Espíritu Santo, en la vida eterna...». Pero si nuestra fe es
«inmóvil» y «no activa», entonces
«no sirve».
Lo que vale en Cristo Jesús es,
por lo tanto, «la fe que llega a ser
activa en la caridad». He aquí, entonces, que se vuelve al tema de la
limosna. Una limosna entendida «en
el sentido más amplio de la palabra», o sea «distanciarse de la dictatura del dinero, de la idolatría del
dinero» porque «toda codicia nos
aleja de Jesucristo».
Por ello, explicó el Papa, en toda
la Biblia se «habla mucho de limosna, tanto de la pequeña de cada
día» como de «la más significativa».
Es necesario, sin embargo, estar
atentos a dos cosas: no debemos
«hacer sonar la trompeta cuando se
da limosna» y no debemos limitarnos a dar lo superfluo. Es necesario,
dijo el Papa Francisco, «despojarse»
y no dar «sólo aquello que sobra».
Hay que hacer como aquella ancia-
nita «que dio todo lo
que tenía para vivir».
Quien da limosna y
hace «sonar la trompeta» para que todos
lo sepan, «no es cristiano». Esto, reafirmó
el Pontífice, es un
obrar «farisaico, es hipócrita». Y para hacer
comprender mejor el
concepto, el Papa contó lo que una vez le
sucedió al padre Pedro Arrupe, prepósito
general de la Compañía de Jesús de 1965 a
1983. En el período en
el que «era misionero
en Japón», durante un
viaje en búsqueda de
donativos para su misión, recibió la invitación de una señora
importante que quería
dar un donativo. La
mujer no lo recibió en
privado, sino que quiso entregar el sobre
ante los «periodistas
que tomaban la foto». Lo que hacía
era «sonar la trompeta».
El padre Arrupe, recordó el Pontífice, contó que había «sufrido una
gran humillación» y que la soportó sólo por el bien de los «pobres de Japón, para la misión». Al volver a casa,
abrió el sobre y descubrió que «había diez
dólares». Si el corazón no cambia,
comentó el Papa
Francisco,
la
apariencia
no
cuenta nada. Y
concluyó
de
este modo su
homilía: «Hoy
nos hará bien
pensar cómo
es mi fe, cómo
es mi vida cristiana: ¿es una
vida cristiana de
cosmética,
de
apariencia o es una
vida cristiana con la
fe activa en la caridad?». Cada uno podrá,
«delante de Dios», hacer su
examen de conciencia. Y «nos
hará bien hacerlo».
Como el incienso
que se quema
Consciente de haber sido elegido
personalmente antes incluso de la
creación del mundo, todo hombre
debe redescubrir la importancia de
la oración de alabanza a Dios. Gratuita y alegre. En la homilía de la
misa celebrada el jueves 16 de octubre el Papa Francisco eligió detenerse en la primera lectura de la liturgia, que presenta el íncipit del himno célebre de bendición paulino, comienzo de la Carta a los Efesios (1,
1-10). Una auténtica explosión de
alabanza: «parece que Pablo —comentó— entra en una alegría, en una
gran alegría».
Es un canto que «no se puede detener» y en el que el apóstol usa tres
veces la palabra «bendito»: «Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor
Jesucristo, que nos ha bendecido en
Cristo con toda clase de bendiciones
espirituales en los cielos». Pero, destacó el Pontífice, «todos nosotros sabemos que Dios es el Bendito»: en
el antiguo Testamento, en efecto,
«era uno de los nombres que le daba el pueblo de Israel: el Bendito».
Y resulta extraño pensar en «bendecir a Dios» porque «Él es el Bendito».
En realidad, se trata de un gesto
importante, porque «cuando yo bendigo a Dios, hablo bien de Él y hago como el incienso que se quema».
La oración de alabanza es una oración que «nosotros no hacemos muy
habitualmente»; y, sin embargo, destacó el Papa Francisco, fue Jesús
mismo quien nos enseñó «en el Padrenuestro a rezar así: Padre nuestro
que estás en el cielo, santificado sea
tu nombre...». Y no nos debe parecer extraño dirigirnos con estas palabras precisamente a aquel que «es el
santo». Se trata, explicó el obispo
de Roma, de expresar la «alegría de
la oración de alabanza», que es
«gratuidad pura». Nosotros, en efecto, generalmente «sabemos orar muy
bien cuando pedimos cosas» y también cuando agradecemos al Señor»;
es menos habitual para todos nosotros «alabar al Señor».
El impulso hacia este tipo de oración, aconsejó el Papa, puede se para nosotros más apremiante si «hacemos memoria de las cosas que el Señor hizo en nuestra vida», así como
san Pablo, que en su himno recuerda: «En Él —en Cristo— nos escogió
antes de la creación del mundo».
Aquí está la fuente de nuestra oración: «Bendito eres Señor, porque tú
me escogiste». El hombre debe sentir el «gozo de una cercanía paternal
y tierna».
Lo mismo sucedió al pueblo de
Israel cuando fue liberado de Babilonia, recordó el Pontífice citando
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número 43, viernes 24 de octubre de 2014
L’OSSERVATORE ROMANO
página 7
El Papa Francisco a los universitarios católicos italianos
Estudio, investigación
y frontera
Sólo podréis superar el enfrentamiento entre los pueblos si lográis alimentar una
cultura del encuentro y de la fraternidad». Es la consigna que el Papa Francisco
dio a los jóvenes de la Federación universitaria católica italiana (FUCI), reunidos
en Arezzo del 16 al 19 de octubre para celebrar un congreso nacional
extraordinario con ocasión de la beatificación de Pablo VI.
Queridos jóvenes de la
FUCI:
He sabido con agrado que vuestra
Federación se dispone a celebrar un
congreso nacional extraordinario en
Arezzo para redescubrir la figura
profética de mi venerado predecesor,
el Papa Pablo VI, que fue vuestro
consiliario central desde 1925 hasta
1933, y al que tendré la alegría de
proclamar beato el 19 de octubre de
2014. Al dirigir a los participantes y
a todos los miembros mi afectuoso
saludo, deseo aseguraros mi cercanía
espiritual y acompañar los trabajos
que estáis realizando con tres palabras que pueden ayudaros en vuestro compromiso.
1. La primera palabra que os confío es studium. Lo esencial de la vida
universitaria reside en el estudio, en
la fatiga y en la paciencia del pensar,
que revela una tensión del hombre
hacia la verdad, el bien, la belleza.
Sed conscientes de que con el estudio se os da una oportunidad fecunda de reconocer y manifestar los deseos más profundos guardados en
vuestro corazón, la posibilidad de
hacerlos madurar.
Estudiar es secundar una vocación
precisa. Por eso la vida universitaria
es un dinamismo orientado, caracterizado por la búsqueda y la comunión fraterna. Aprovechad este tiempo propicio y estudiad profundamente y con constancia, siempre
abiertos a los demás. No os contentéis con verdades parciales o ilusiones que tranquilizan, sino más bien
procurad con el estudio una comprensión cada vez más plena de la
realidad. Para hacerlo, son necesarias
la humildad de la escucha y la clarividencia de la mirada. Estudiar no
significa adueñarse de la realidad
para manipularla, sino dejar que ella
nos hable y nos revele algo, muy a
menudo incluso sobre nosotros mismos; y la realidad no se deja comprender sin una disponibilidad a afinar la perspectiva, a mirarla con ojos
nuevos. Estudiad, pues, con valentía
y con esperanza. Sólo de este modo
la universidad podrá llegar a ser un
lugar de discernimiento cuidadoso y
atento, un observatorio sobre el
mundo y sobre las cuestiones que el
hombre se plantea más profundamente. La perseverancia en el trabajo y la fidelidad a las cosas pueden
dar mucho fruto. El estudio es la vi-
gilia del centinela. Este es el auténtico salto de calidad que tiene lugar
en la universidad, que nos hace madurar una personalidad unificada y
nos transforma en adultos tanto en
la vida intelectual como espiritual.
El estudio se convierte en un extraordinario trabajo interior y, sobre
todo, en una experiencia de gracia:
«Rezar como si todo dependiera de
Dios, obrar como si todo dependiera
de nosotros», decía san Ignacio de
Loyola. Debemos hacer todo lo posible para ser acogedores, receptivos
de una verdad que no es nuestra,
que se nos da siempre con una medida de gratuidad.
2. La segunda palabra que os confío es investigación. El método de
vuestro estudio ha de ser la investigación, el diálogo y el debate. Que
la FUCI experimente siempre la humildad de la investigación, la actitud
de silenciosa acogida de lo ignoto,
de lo desconocido, del otro, y demuestre su apertura y disponibilidad
para caminar con todos los que están impulsados por una inquieta
tensión hacia la Verdad, creyentes y
no creyentes, extranjeros y excluidos.
La investigación se interroga continuamente, se convierte en encuentro
con el misterio y se abre a la fe: la
investigación hace posible el encuentro entre fe, razón y ciencia, permite
un diálogo armonioso entre ellas, un
intercambio fecundo que, con la
conciencia y la aceptación de los límites de la comprensión humana,
permite efectuar una investigación
científica según la libertad de conciencia. Con este método de investigación es posible alcanzar un objetivo ambicioso: recomponer la fractura entre Evangelio y contemporaneidad a través del estilo de la mediación cultural, mediación itinerante
que, sin negar las diferencias culturales, más aún, valorándolas, se sitúe
como horizonte de proyección positiva. Que la investigación os enseñe
a ser capaces de proyección y de in-
Algunos participantes en el congreso de la FUCI de Cágliari
con el consiliario eclesiástico Giovanni Battista Montini (4 de septiembre de 1932)
versión, aunque requiera fatiga y paciencia. Sólo a largo plazo se recogen los frutos de lo que se siembra
con la investigación.
Esta tarea se confía hoy, en particular, a los jóvenes estudiantes universitarios, porque están llamados a
un desafío cultural: la cultura de
nuestro tiempo tiene hambre del
anuncio del Evangelio, tiene necesidad de ser reanimada mediante testimonios fuertes y firmes. Ante los
riesgos de la superficialidad, de la
prisa y del relativismo se puede olvidar el compromiso de pensamiento y
de formación, de espíritu crítico y de
presencia que se le encomendó al
hombre, sólo al hombre, y que está
inscrito en su dignidad de persona.
Recordad las palabras de Montini:
«Es la idea la que guía al hombre, la
que genera la fuerza del hombre. Un
hombre sin idea es un hombre sin
personalidad». Aprended a relacionar el primado de la realidad con la
fuerza de las ideas que habréis buscado. Aceptar este desafío con la
creatividad de los jóvenes y la dedicación gratuita y libre del estudio
universitario: esta es vuestra tarea.
Audiencia a la presidenta de Corea
3. La tercera palabra es frontera.
La Universidad es una frontera que
os espera, una periferia en la que
hay que acoger y aliviar las pobrezas
existenciales del hombre. La pobreza
en las relaciones, en el crecimiento
humano, tiende a llenar la cabeza
sin crear un proyecto compartido de
sociedad, un fin común, una fraternidad sincera. Preocupaos siempre
por encontrar al otro, percibir el
«olor» de los hombres de hoy, hasta
quedar impregnados de sus alegrías
y esperanzas, de sus tristezas y angustias. Jamás levantéis barreras que,
queriendo defender la frontera, impidan el encuentro con el Señor. En el
estudio y en las formas de comunicación digital vuestros amigos experimentan a veces la soledad, la falta
de esperanza y de confianza en sus
propias capacidades: llevad esperanza y abrid siempre a los demás vuestro trabajo, abríos siempre a la participación, al diálogo. En la cultura,
sobre todo hoy, necesitamos estar al
lado de todos. Sólo podréis superar
el enfrentamiento entre los pueblos
si lográis alimentar una cultura del
encuentro y de la fraternidad. Os
exhorto a seguir llevando el Evangelio a la Universidad y la cultura a la
Iglesia.
A vosotros, jóvenes, se os confía
especialmente esta tarea: tened siempre los ojos dirigidos al futuro. Sed
terreno fértil en camino con la humanidad, sed renovación en la cultura, en la sociedad y en la Iglesia. Se
requiere valentía, humildad y escucha para expresar la renovación. Os
encomiendo al beato Pablo VI, que
en la comunión de los santos alienta
vuestro camino y, a la vez que os pido que recéis por mí, de corazón os
bendigo juntamente con vuestros
consiliarios, familiares y amigos.
Vaticano, 14 de octubre de 2014
El viernes 17 de octubre, por la tarde, el Papa Francisco recibió en audiencia
a la presidenta de la República de Corea, Park Geun-hye, con el séquito.
L’OSSERVATORE ROMANO
número 43, viernes 24 de octubre de 2014
La homilía en la beatificación de Pablo
páginas 8/9
VI
Gracias
En el Sínodo hemos sembrado y seguiremos sembrando con paciencia y perseverancia
«Gracias a nuestro querido y amado
Papa Pablo VI. Gracias por tu humilde y
profético testimonio de amor a Cristo y a
su Iglesia». Son las palabras
pronunciadas por el Papa Francisco en la
homilía de la misa presidida el domingo
19 de octubre, por la mañana, en la plaza
de San Pedro, con ocasión de la
beatificación de Pablo VI y la conclusión
de la III Asamblea general extraordinaria
del Sínodo de los obispos dedicada a la
familia.
En la comunión
de los santos
LUCETTA SCARAFFIA
n estos meses, por fin, Pablo
VI volvió al centro de estudios,
reflexiones, comentarios: casi
toda esta abundante producción se
concentra, sin embargo, en los años
del pontificado, y, sobre todo, en su
papel en el Concilio. No se pueden
disminuir la decisiva importancia del
Papa Montini y la necesidad de este
trabajo de investigación y de interpretación histórica, pero el riesgo está en que pasen a segundo plano la
altura espiritual y la capacidad de
reflexión de un hombre que fue también auténtico escritor.
Un pequeño libro que recoge sus
Escritos espirituales (Studium) nos
restituye, en cambio, en pocas e intensas páginas, la dimensión interior
de un cristiano que supo reflexionar
y observarse desde sus años juveniles, y que dedicó atención y amor a
la época en la que vivió. Su mirada
a la modernidad, en efecto, es siempre profunda, y jamás negativa. Si
en su época percibe una falta —«nosotros, modernos, hemos perdido la
virtud de la contemplación. Somos
hábiles para leer, pensar, hablar; pero no sabemos hacerlo sin adherirnos profundamente a las imágenes
sensibles»— inmediatamente busca
encontrar un modo para cambiar esta falta misma: «Si pudiera interpretar con mis ojos miopes de moderno, con mis ojos ávidos de moderno,
el alfabeto material del espíritu inmaterial, volvería la alegría, la confianza».
Montini reconoce en el egocentrismo, fruto de un individualismo
sin límites, el más grave problema
de su época: la tendencia a hacer de
la religión una pura experiencia espiritual. De este modo —escribe— cada uno tiende a construirse una religión individual, en contraposición a
la de la Iglesia y, «en lugar de la infalibilidad del Papa», proclama «la
infalibilidad de la propia capacidad
emotiva». De este difundido estado
de excitación vuelve a surgir, y vuelve «de moda», un antiguo pecado,
«tan antiguo que ya nadie no sólo
E
SIGUE EN LA PÁGINA 10
Acabamos de escuchar una de las frases
más célebres de todo el Evangelio:
«Dad al César lo que es del César y a
Dios lo que es de Dios» (Mt 22, 21).
Jesús responde con esta frase irónica
y genial a la provocación de los fariseos
que, por decirlo de alguna manera,
querían hacerle el examen de religión y
ponerlo a prueba. Es una respuesta inmediata que el Señor da a todos aquellos que se plantean problemas de conciencia, sobre todo cuando están en
juego sus conveniencias, sus riquezas,
su prestigio, su poder y su fama. Y esto
sucede en todos los tiempos, desde
siempre.
Evidentemente, Jesús pone el acento
en la segunda parte de la frase: «Y
[dad] a Dios lo que es de Dios». Lo
cual quiere decir reconocer y profesar
—ante cualquier tipo de poder— que sólo Dios es el Señor del hombre, y no
hay ningún otro. Esta es la novedad
perenne que hemos de redescubrir cada
día, superando el temor que a menudo
nos atenaza ante las sorpresas de Dios.
¡Él no tiene miedo de las novedades!
Por eso, continuamente nos sorprende,
abriéndonos y llevándonos por caminos
imprevistos. Él nos renueva, es decir,
nos hace continuamente «nuevos». Un
cristiano que vive el Evangelio es «la
novedad de Dios» en la Iglesia y en el
mundo. Y a Dios le gusta mucho esta
«novedad». «Dar a Dios lo que es de
Dios» significa estar dispuesto a hacer
su voluntad y dedicarle nuestra vida y
colaborar con su Reino de misericordia,
de amor y de paz.
En esto reside nuestra verdadera
fuerza, la levadura que fermenta y la
sal que da sabor a todo esfuerzo humano contra el pesimismo generalizado
que nos ofrece el mundo. En esto reside nuestra esperanza, porque la esperanza en Dios no es una huida de la
realidad, no es un alibi: es devolver con
laboriosidad a Dios lo que le pertenece.
Por eso, el cristiano mira la realidad futura, la realidad de Dios, para vivir plenamente la vida —con los pies bien
puestos en la tierra— y responder, con
valentía, a los numerosos retos nuevos.
Lo hemos visto
en estos días durante el Sínodo extraordinario de los
obispos —«Sínodo»
significa «caminar
juntos»—. Y, de hecho, pastores y laicos de todas las
partes del mundo
han traído aquí a
Roma la voz de sus
Iglesias particulares
para ayudar a las
familias de hoy a
seguir el camino
del Evangelio, con
la mirada fija en Jesús. Ha sido una
gran experiencia, en la que hemos vivido la sinodalidad y la colegialidad, y hemos sentido la fuerza del Espíritu Santo que guía y renueva sin cesar a la
Iglesia, llamada, sin demora, a hacerse
cargo de las heridas que sangran y a
encender de nuevo la esperanza a tantas personas sin esperanza.
Por el don de este Sínodo y por el
espíritu constructivo con que todos han
colaborado, con el Apóstol Pablo, «damos gracias a Dios por todos ustedes y
los tenemos presentes en nuestras oraciones» (1 Ts 1, 2). Y que el Espíritu
Santo, que en estos días intensos nos
ha concedido trabajar generosamente
con verdadera libertad y humilde creatividad, acompañe ahora, en las Iglesias
de toda la tierra, el camino de preparación del Sínodo ordinario de los obispos del próximo mes de octubre de
2015. Hemos sembrado y seguiremos
sembrando con paciencia y perseverancia, con la certeza de que es el Señor
quien hace crecer lo que hemos sembrado (cf. 1 Co 3, 6).
En este día de la beatificación del
Papa Pablo VI, me vienen a la mente
las palabras con las que instituyó el Sínodo de los obispos: «Después de haber observado atentamente los signos
de los tiempos, nos esforzamos por
adaptar los métodos de apostolado a
las múltiples necesidades de nuestro
tiempo y a las nuevas condiciones de la
sociedad» (Carta ap. Motu proprio
Apostolica sollicitudo).
Contemplando a este gran Papa, a
este cristiano valiente, a este apóstol incansable, ante Dios hoy no podemos
más que decir una palabra tan sencilla
como sincera e importante: ¡Gracias!
Gracias a nuestro querido y amado Papa Pablo VI. Gracias por tu humilde y
profético testimonio de amor a Cristo y
a su Iglesia.
El que fuera gran timonel del Concilio, al día siguiente de la clausura de la
asamblea conciliar, anotaba en su diario
personal: «Quizás el Señor me ha llamado y me ha puesto en este servicio
Bajo el sol de Roma
Pablo VI es beato. Lo proclamó el Papa
Francisco el domingo 19 de octubre. El
anuncio al mundo estuvo acompañado
por un himno de alegría y de gloria
que se elevó fuertemente desde la plaza
de San Pedro, eco lejano en el tiempo
del canto entonado por un coro más
modesto, formado por personas sencillas reunidas en la parroquia de una
población de los Castillos romanos el 6
de agosto de 1978 por la tarde. Y, sin
embargo, fue precisamente ese canto el
anuncio de un camino que alcanzó su
realización en un domingo soleado de
2014, típico del octubre romano.
Es significativo cómo precisamente
en el día del reconocimiento de la santidad del Papa Montini vuelva asomarse a la memoria la armonía de ese coro
improvisado en la iglesia de Santo Tomás de Villanueva en Castelgandolfo,
al anunciar la muerte de Pablo VI.
Cuando se difundió la noticia, los fieles
entonaron espontáneamente el Gloria
antes que el Requiem. Esa noche Pablo
salía de la crónica para entrar en la
historia.
Y de historia conoce también su «regreso» a la plaza donde el ya lejano sábado 12 de agosto de 1978 se celebraron
por primera vez las exequias de un
Pontífice, las suyas. El Papa Francisco
quiso que la beatificación de su predecesor coincidiera con la celebración
conclusiva de la tercera Asamblea general extraordinaria del Sínodo de los
obispos, un organismo creado el 15 de
septiembre de 1965, precisamente por el
Papa Montini con el motu propio Apostolicam sollicitudo.
La ceremonia presidida por el Papa
Francisco en el atrio de la basílica Vaticana contó con la presencia significativa de Benedicto XVI: fue justamente Joseph Ratzinger en 1977 el último cardenal que recibió la púrpura de manos de
Pablo VI. Imponente la corona de concelebrantes, formada por los padres
VI
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no tanto porque yo tenga algunas aptitudes, o para que gobierne y salve la
Iglesia de sus dificultades actuales, sino
para que sufra algo por la Iglesia, y
quede claro que Él, y no otros, es quien
la guía y la salva» (P. Macchi, Paolo VI
nella sua parola, Brescia 2001, 120-121).
En esta humildad resplandece la grandeza del beato Pablo VI que, en el momento en que estaba surgiendo una sociedad secularizada y hostil, supo conducir con sabiduría y con visión de futuro —y quizás en solitario— el timón
de la barca de Pedro sin perder nunca
la alegría y la confianza en el Señor.
Pablo VI supo de verdad dar a Dios
lo que es de Dios dedicando toda su
vida a la «sagrada, solemne y grave tarea de continuar en el tiempo y extender en la tierra la misión de Cristo»
(Homilía en el inicio del ministerio petrino, 30 de junio de 1963: AAS 55
[1963], 620), amando a la Iglesia y
guiando a la Iglesia para que sea «al
mismo tiempo madre amorosa de todos
los hombres y dispensadora de salvación» (Carta enc. Ecclesiam Suam, Prólogo).
Giovanni Battista Montini
Segundogénito de Giorgio y de Giuditta Alghisi, Giovanni Battista Montini nació en Concesio, Brescia (Italia),
el 26 de septiembre de 1897. De familia católica muy comprometida en el
ámbito político y social, frecuentó la
escuela primaria y secundaria en el colegio Cesare Arici de Brescia dirigido
por los jesuitas, y la concluyó en el
instituto estatal de la ciudad en 1916.
En otoño de ese año ingresó en el
En el Ángelus el recuerdo de la devoción mariana del Papa beato
Con la ayuda
de María
En el Ángelus del 19 de octubre, al término de la misa celebrada en la plaza de
San Pedro, el Pontífice destacó, con ocasión de la Jornada misionera, cómo Pablo VI
fue «un incansable defensor de la misión ad gentes» y recordó la profunda devoción
mariana del Papa Montini que proclamó a María «Madre de la Iglesia».
Queridos hermanos y hermanas:
Al término de esta solemne celebración, deseo saludar a los peregrinos
provenientes de Italia y de diversos
países, con un recuerdo deferente para
las delegaciones oficiales. En especial,
saludo a los fieles de las diócesis de
Brescia, Milán y Roma, vinculadas de
modo significativo a la vida y al ministerio del Papa Montini. A todos doy
las gracias por la presencia y os exhorto a seguir fielmente las enseñanzas y
el ejemplo del nuevo beato.
Él ha sido un incansable defensor de
la misión ad gentes; de ello da testimonio, sobre todo, la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi con la que quiso despertar el impulso y el compromiso por la misión de la Iglesia. Esta exhortación es aún actual, ¡conserva toda
su actualidad! Es significativo considerar este aspecto del pontificado de Pablo VI, precisamente hoy que se celebra
la Jornada mundial de las misiones.
Antes de invocar todos juntos a la
Virgen con la oración del Ángelus, me
complace destacar la profunda devoción mariana del beato Pablo VI. El
pueblo cristiano estará siempre agradecido con este Pontífice por la exhortación apostólica Marialis cultus y por
proclamar a María «Madre de la Iglesia», con ocasión de la conclusión de
la tercera sesión del Concilio Vaticano
II.
Que María, reina de los santos y
Madre de la Iglesia, nos ayude a realizar fielmente en nuestra vida la voluntad del Señor, así como hizo el nuevo
beato.
seminario de Brescia y cuatro años
más tarde, el 29 de mayo de 1920, recibió la ordenación sacerdotal. Después
del verano se trasladó a Roma, donde
estudió filosofía en la Pontificia Universidad Gregoriana y letras en la universidad estatal, obteniendo luego el
doctorado en derecho canónico y en
derecho civil. Mientras tanto, tras un
encuentro con el sustituto de la Secretaría de Estado Giuseppe Pizzardo en
octubre de 1921, fue destinado al servicio diplomático y
por algunos meses de 1923
trabajó en la nunciatura
apostólica de Varsovia.
Comenzó a prestar servicio
en la secretaría de Estado el
24 de octubre de 1924. En
ese período acompañó a los
estudiantes universitarios católicos reunidos en la FUCI,
de la que fue consiliario eclesiástico nacional de 1925 a
1933. Mientras tanto, a comienzos de 1930, fue nombrado secretario de Estado el
cardenal Eugenio Pacelli, del
que llegó a ser progresivamente uno de sus más estrechos colaboradores, hasta
que en 1937 fue promovido a
sustituto de la Secretaría de
Estado. Función que mantuvo también cuando a Pacelli
—que fue elegido Papa en
1939 tomando el nombre de
Pío XII— le sucedió el cardenal Luigi Maglione. Ocho
años más tarde, en 1952, fue
nombrado prosecretario de
Estado para los asuntos ordinarios.
Retrato
Fue él quien preparó el
borrador del extremo aunque
inútil llamamiento de paz que el Papa
Pacelli lanzó por radio el 24 de agosto
de 1939, en vísperas del conflicto mundial: «Nada se pierde con la paz. Todo puede perderse con la guerra».
El 1 de noviembre de 1954 recibió
inesperadamente el nombramiento como arzobispo de Milán, donde inició
su ministerio el 6 de enero de 1955.
Como guía de la Iglesia ambrosiana se
comprometió plenamente a nivel pastoral, dedicando una especial atención
a los problemas del mundo del trabajo, de la inmigración y de las periferias, donde promovió la construcción
de más de cien nuevas iglesias.
Fue el primer cardenal que recibió
la púrpura cardenalicia de manos de
Juan XXIII, el 15 de diciembre de 1958.
Participó en el Concilio Vaticano II,
donde sostuvo abiertamente la línea
reformadora. Tras fallecer Roncalli, el
21 de junio de 1963, fue elegido Papa y
tomó el nombre de Pablo, con una referencia clara al apóstol evangelizador.
En los primeros actos del pontificado quiso destacar la continuidad con
el predecesor, en particular con la decisión de retomar el Vaticano II, que
volvió a abrirse el 29 de septiembre de
del joven estudiante atribuido a Giacomo Balla
1963. Condujo los trabajos conciliares
con atenta mediación, favoreciendo y
moderando la mayoría reformadora,
hasta su conclusión que tuvo lugar el
8 de diciembre de 1965 y precedida
por la mutua anulación de las excomuniones surgidas en 1054 entre Roma y Constantinopla.
Se remonta también al período del
Concilio los primeros tres de los nueve
viajes que durante su pontificado le
llevaron a los cinco continentes (diez
fueron, en cambio, sus visitas en Italia): en 1964 visitó Tierra Santa y luego India, y en 1965 Nueva York, donde pronunció un histórico discurso ante la asamblea general de las Naciones
Unidas. Ese mismo año inició una
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L’OSSERVATORE ROMANO
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Bajo el sol de Roma
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sinodales y numerosos purpurados
y prelados de muchos países.
Presentes también el cardenal brasileño Arns y el norteamericano
Baum, quienes también recibieron
la dignidad cardenalicia de manos
de Pablo VI.
De la ciudad lombarda y de Brescia llegaron a Roma los grupos de
fieles más numerosos, acompañados
por las máximas autoridades regionales, provinciales y ciudadanas, así
como sus familiares.
Además de las autoridades italianas, estuvieron presentes delegaciones oficiales de Zimbabue, Bosnia y
Herzegovina, Principado de Mónaco, Angola, China (Taiwán), España
y de la Soberana Orden militar de
Malta.
El Papa Francisco, como ulterior
signo de homenaje, llevaba la casulla que Pablo VI recibió como regalo
con ocasión de su octogésimo cumpleaños. Utilizó además, el báculo
pastoral de su predecesor y celebró
la misa con uno de los cálices que
le pertenecieron. En el momento de
la proclamación, tras la petición de
beatificación presentada al Papa
Francisco por el obispo Monari, se
descubrió el tapiz situado en la fachada de la basílica. Y en el tapiz
Pablo VI —cuya imagen fue obtenida por una toma de Pepe Merisio—
está representado mientras camina
con los brazos alzados hacia el cielo
y muestra el rostro abierto con una
sonrisa radiante. La fiesta litúrgica
del nuevo beato será celebrada el 26
de septiembre, día en el que en 1897
Montini vio la luz en Concesio.
Durante el rito se presentó a la
veneración de los fieles una reliquia
especial, que llevó al altar la hermana Giacomina Pedrini, de las religiosas de la Virgen Niña, quien con
las hermanas de su congregación
asistieron largo tiempo a Montini
en los años del episcopado en Milán y del pontificado en Roma. Se
trata de una de las dos camisetas
que Pablo VI llevaba puesta en noviembre de 1970 cuando en el aeropuerto de Manila (Filipinas) recibió
una agresión. Las camisetas quedaron manchadas de sangre. A Roma
se llevó para la beatificación la que
se conserva en la catedral de Brescia; la otra está en Milán.
Los cantos de la misa estuvieron
a cargo, alternándose, de la Capilla
Sixtina y del coro de la catedral de
Milán, que antes del término de la
misa ejecutaron también algunos
cantos típicos del rito ambrosiano.
Concluida la celebración, el Papa
Francisco, como lo había hecho al
llegar, saludó con un caluroso abrazo a su predecesor Benedicto XVI.
Luego, como es costumbre, el Pontífice recorrió la plaza en el jeep, en
medio de setenta mil personas. Antes de llegar al atrio de la basílica,
el Santo Padre se había detenido en
oración ante la tumba de Pablo VI,
en la cripta vaticana. (mario ponzi)
viernes 24 de octubre de 2014, número 43
Giovanni Battista Montini
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profunda modificación de las estructuras del gobierno central de la
Iglesia, creando nuevos organismos
para el diálogo con los no cristianos
y los no creyentes, instituyendo el
Sínodo de los obispos —que durante su pontificado tuvo cuatro asambleas ordinarias y una extraordinaria entre 1967 y 1977— y reformando
el Santo Oficio.
Su voluntad de diálogo en el seno de la Iglesia, con las diversas
confesiones y religiones y con el
mundo estuvo en el centro de la
primera encíclica Ecclesiam suam de
1964, seguida por otras seis: entre
estas hay que recordar la Populorum
progressio de 1967 sobre el desarrollo
de los pueblos y la Humanae vitae
de 1968, dedicada a la cuestión de
los métodos para el control de la
natalidad, que suscitó numerosas
polémicas incluso en ambientes católicos. Otros documentos significativos del pontificado son la carta
apostólica Octogesima adveniens de
1971 para el pluralismo del compromiso político y social de los católicos, y la exhortación apostólica
Evangelii nuntiandi de 1975 sobre la
evangelización del mundo contemporáneo.
Comprometido en la no fácil tarea de aplicar las indicaciones del
Concilio, aceleró el diálogo ecuménico a través de encuentros e iniciativas importantes. El impulso renovador en el ámbito del gobierno de
la Iglesia se tradujo luego en la reforma de la Curia en 1967, de la
corte pontificia en 1968 y del Cónclave en 1970 y en 1975. También en
la liturgia realizó un paciente trabajo de mediación para favorecer la
renovación pedida por el Vaticano
II, sin lograr evitar las críticas de los
sectores eclesiales más avanzados y
la oposición de los conservadores.
Con la creación de 144 purpurados, la mayor parte no italianos, en
seis consistorios remodeló notable-
En la comunión de los santos
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sabía cometer, sino que ni siquiera
sabía explicar», es decir «la idolatría», fijada «hoy en sentimientos
propios, con una indebida apropiación del absoluto».
Su idea de fe es moderna y dinámica: «Quién seas tú, lo sé en el movimiento: a medida que la mente
piensa en la naturaleza de Dios, no
puede detenerse», porque «a Dios se
le puede conocer pero es inefable».
Montini, sin embargo, es bien consciente de que en la cultura moderna
se ha impuesto la idea de que sólo la
duda es fuente de movimiento,
mientras que, en cambio, «es la certeza la que mueve y fecunda el espíritu».
Si el camino fácil de la emoción,
del sentimiento, es obstáculo para el
cristiano, Montini sabe cuán difícil
es este rigor: «Pero que Dios en mí,
el Dios de la Revelación y de la Gracia, permanezca aún escondido, esto
se me hace duro de comprender». Se
trata, sin embargo, de un sufrimiento
que debe ser aceptado, porque la ley
suprema del reino de Dios «es buscar a Dios, y no a nosotros; es más,
buscarlo mortificándonos».
Rico de consejos para crecer en la
vida espiritual a partir de la propia
experiencia, llega a sintetizar en pocas palabras el deber de un auténtico
cristiano: «Hay que ser muy adherentes y muy indiferentes a las propias ocupaciones». Porque el hombre espiritual debe vivir consciente
en el propio tiempo: «Hay que tener
la inteligencia de las cosas, de los
hombres, de los hechos; hay que saber leer los signos de los tiempos;
hay que pasar del libro a la vida sin
perder el ejercicio del pensamiento».
En el amor inteligente por su época, en el cumplimiento riguroso y
atento de la propia misión, él traza
el modelo que luego seguirá durante
su pontificado y que aparecerá claro
en todo su esplendor en los últimos
escritos, cuando Pablo VI reflexionaba con palabras profundas y nuevas
sobre la muerte. Aquí, él, pasando
de una meditación válida para todos
los seres humanos a aquella específica sobre su papel de Papa, revela en
pocas y profundas frases cuál inmenso amor por la Iglesia, en todos sus
aspectos, guió su obrar.
«Pido por lo tanto al Señor —escribe— que me done la gracia de hacer de mi próxima muerte un don de
amor a la Iglesia (…) Quisiera finalmente comprenderla en toda su historia, en su designio divino, en su
destino final, en su compleja, total y
unitaria composición, en su humana
e imperfecta consistencia, en sus desgracias y sus sufrimientos, en las debilidades y las miserias de muchos
de sus hijos, en sus aspectos menos
simpáticos, y en su esfuerzo perenne
de fidelidad, de amor, de perfección
y de caridad. Cuerpo místico de
Cristo. Quisiera abrazarla, saludarla,
amarla, en cada ser que la compone,
en cada obispo y sacerdote que la
asiste y la guía, en cada alma que la
vive y la ilustra; bendecirla. También
porque no la dejo (…) la muerte es
un progreso en la comunión de los
santos».
mente el Colegio cardenalicio y
acentuó su carácter de representación universal. Durante el pontificado desarrolló, además, la acción diplomática y la política internacional
de la Santa Sede, comprometiéndose en favor de la paz —gracias a la
institución también de una especial
jornada mundial celebrada desde
1968 el 1 de enero de cada año— y
prosiguiendo el diálogo con los países comunistas de Europa central y
oriental comenzado por Juan XXIII.
En 1970, con una decisión sin
precedentes, declaró doctoras de la
Iglesia a dos mujeres, santa Teresa
de Ávila y santa Catalina de Siena.
Y en 1975 —tras el jubileo extraordinario que tuvo lugar en 1966 para la
conclusión del Vaticano II y el Año
de la fe celebrado entre 1967 y 1968
con ocasión del XIX centenario del
martirio de los santos Pedro y Pablo— convocó y celebró un Año
santo.
Murió el 6 agosto, por la tarde,
en la residencia de Castelgandolfo,
casi improvisamente. Tras el funeral
que se celebró el 12 en la plaza de
San Pedro, fue sepultado en la basílica vaticana.
El 11 de mayo de 1993 se inició en
la diócesis de Roma la causa de canonización. El 9 de mayo pasado el
Papa Francisco autorizó a la Congregación para las causas de los
santos la promulgación del decreto
relativo al milagro atribuido a su intercesión.
Mensaje
a las familias
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(Col 3, 11). Por eso, en la primera
etapa de nuestro camino sinodal,
hemos reflexionado sobre el
acompañamiento pastoral y sobre
el acceso a los sacramentos de
los divorciados en nueva unión.
Nosotros, los padres sinodales,
pedimos que caminen con nosotros hacia el próximo Sínodo.
Entre ustedes late la presencia de
la familia de Jesús, María y José
en su modesta casa. También nosotros, uniéndonos a la familia
de Nazaret, elevamos al Padre de
todos nuestra invocación por las
familias de la tierra:
Padre, regala a todas las familias la presencia de esposos fuertes y
sabios, que sean manantial de una
familia libre y unida.
Padre, da a los padres una casa
para vivir en paz con su familia.
Padre, concede a los hijos que
sean signos de confianza y de esperanza y a los jóvenes la valentía
del compromiso estable y fiel.
Padre, permite que todos puedan
ganar el pan con sus propias manos, que gusten la serenidad del espíritu y mantengan viva la llama
de la fe también en tiempos de oscuridad.
Padre, danos la alegría de ver
florecer una Iglesia cada vez más
fiel y creíble, una ciudad justa y
humana, un mundo que ame la
verdad, la justicia y la misericordia.
número 43, viernes 24 de octubre de 2014
L’OSSERVATORE ROMANO
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Distribución de víveres
en Islamabad
(LaPresse/Ap)
Quienes sufren a causa del hambre y
la desnutrición «son personas y no
números», por esto «están por encima
de cualquier cálculo o proyecto
económico». Lo afirmó el Papa
Francisco en el mensaje en español
enviado al director general de la FAO,
con ocasión de la Jornada mundial de
la alimentación, celebrada el jueves 16
de octubre con el tema «Agricultura
familiar: Alimentar al mundo, cuidar
el planeta».
Al señor JOSÉ GRAZIANO DA SILVA
Director general de la FAO
Un año más, la Jornada mundial de
la alimentación se hace eco del grito
de tantos hermanos y hermanas
nuestros que en diversas partes del
mundo no tienen el pan de cada día.
Por otra parte, nos hace pensar en la
enorme cantidad de alimentos que
se desperdician, en los productos
que se destruyen, en la especulación
con los precios en nombre del dios
beneficio. Es una de las paradojas
más dramáticas de nuestro tiempo, a
la que asistimos con impotencia, pero a menudo también con indiferencia, «incapaces de compadecernos
ante los clamores de los otros, [...]
como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe»
(Evangelii gaudium, 54).
A pesar de los avances que se están realizando en muchos países, los
últimos datos siguen presentando
aún una situación inquietante, a la
que ha contribuido la disminución
general de la ayuda pública al desarrollo. Pero más allá de los datos,
hay un aspecto importante del problema que no ha recibido todavía la
debida consideración en las políticas
y planes de acción: quienes sufren la
inseguridad alimentaria y la desnutrición son personas y no números, y
precisamente por su dignidad de
personas, están por encima de cualquier cálculo o proyecto económico.
También el tema propuesto por la
FAO para la presente Jornada —Agricultura familiar: Alimentar al mundo, cuidar el planeta— pone de relieve la necesidad de partir de las personas, como individuos o como grupos, a la hora de proponer nuevas
formas y modos de gestión de los
diferentes aspectos de la alimentación. En concreto, es necesario reconocer cada vez más el papel de la
familia rural y desarrollar todas sus
potencialidades. Este año dedicado a
la agricultura familiar, que ahora
concluye, ha servido para constatar
de nuevo que la familia rural puede
responder a la falta de alimentos sin
destruir los recursos de la creación.
Mensaje del Papa Francisco para la Jornada mundial de la alimentación
El hambre amenaza la paz
Pero, para ello, hemos de estar atentos a sus necesidades, no sólo técnicas, sino también humanas, espirituales, sociales y, por otra parte, tenemos que aprender de su experiencia, de su capacidad de trabajo y, sobre todo, de ese vínculo de amor,
solidaridad y generosidad, que hay
entre sus miembros y que está llamado a convertirse en un modelo para
la vida social.
La familia, de hecho, favorece el
diálogo entre diversas generaciones y
pone las bases para una verdadera
integración social, además de representar esa deseada sinergia entre trabajo agrícola y sostenibilidad:
¿quién se preocupa más que la familia rural por preservar la naturaleza
para las próximas generaciones? ¿Y
a quién le interesa más que a ella la
cohesión entre las personas y los
grupos sociales? Ciertamente las
normas y las iniciativas en favor de
la familia, en el ámbito local, nacional e internacional, distan mucho de
colmar sus exigencias reales y esto es
un déficit que hay que atajar. Está
muy bien que se hable de la familia
rural y que se celebren años internacionales para recordar su importancia, pero no es suficiente: esas reflexiones tienen que dar paso a iniciativas concretas.
Defender a las comunidades rurales frente a las graves amenazas de
la acción humana y de los desastres
naturales no debería ser sólo una es-
trategia, sino una acción permanente
que favorezca su participación en la
toma de decisiones, que ponga a su
alcance tecnologías apropiadas y extienda su uso, respetando siempre el
medio ambiente. Actuar así puede
modificar la forma de llevar a cabo
la cooperación internacional y de
ayudar a los que pasan hambre o sufren desnutrición.
Nunca como en este momento ha
necesitado el mundo que las personas y las naciones se unan para superar las divisiones y los conflictos
existentes, y sobre todo para buscar
vías concretas de salida de una crisis
que es global, pero cuyo peso soportan mayormente los pobres. Lo demuestra precisamente la inseguridad
alimentaria: si bien es cierto que, en
diversa medida, afecta a todos los
países, la parte más débil de la población mundial recibe sus efectos
antes y con más fuerza. Pensemos en
los hombres y mujeres, de cualquier
edad y condición, que son víctimas
de sangrientos conflictos y de sus
consecuencias de destrucción y de
miseria, entre ellas, la falta de casa,
de atención médica, de educación.
Llegan incluso a perder toda esperanza de una vida digna. Para con
ellos tenemos la obligación, en primer lugar, de ser solidarios y de
compartir. Esta obligación no puede
limitarse a la distribución de alimentos, que puede quedarse sólo en un
gesto «técnico», más o menos eficaz,
pero que se termina cuando se acaban los suministros destinados a tal fin.
Compartir, en cambio,
quiere decir hacerse prójimo de todos los hombres,
reconocer la común dignidad, estar atentos a sus necesidades y ayudarlos a remediarlas, con el mismo
espíritu de amor que se vive en una familia. Ese mismo amor nos lleva a preservar la creación como el
bien común más precioso
del que depende, no un
abstracto futuro del planeta, sino la vida de la familia humana, a la que le ha
sido confiada. Este cuidado requiere una educación
y una formación capaces
de integrar las diversas visiones culturales, los usos,
los modos de trabajo de
cada lugar sin sustituirlos
en nombre de una presunta superioridad cultural o
Refugiados curdos en un campamento en Turquía (Reuters)
técnica.
Para vencer el hambre no basta
paliar las carencias de los más desafortunados o socorrer con ayudas y
donativos a aquellos que viven situaciones de emergencia. Es necesario,
además, cambiar el paradigma de las
políticas de ayuda y de desarrollo,
modificar las reglas internacionales
en materia de producción y comercialización de los productos agrarios,
garantizando a los países en los que
la agricultura representa la base de
su economía y supervivencia la autodeterminación de su mercado agrícola.
¿Hasta cuándo se seguirán defendiendo sistemas de producción y de
consumo que excluyen a la mayor
parte de la población mundial, incluso de las migajas que caen de las
mesas de los ricos? Ha llegado el
momento de pensar y decidir a partir de cada persona y comunidad, y
no desde la situación de los mercados. En consecuencia, debería cambiar también el modo de entender el
trabajo, los objetivos y la actividad
económica, la producción alimentaria y la protección del ambiente.
Quizás ésta es la única posibilidad
de construir un auténtico futuro de
paz, que hoy se ve amenazado también por la inseguridad alimentaria.
Este enfoque, que deja ver una
nueva idea de cooperación, debería
interesar e implicar a los Estados, a
las instituciones y a las organizaciones de la sociedad civil, así como a
las comunidades de creyentes que,
con múltiples iniciativas, viven a menudo con los últimos y comparten
las mismas situaciones y privaciones,
frustraciones y esperanzas.
Por su parte, la Iglesia católica, a
la vez que continúa su actividad caritativa en los diversos continentes,
está dispuesta a ofrecer, iluminar y
acompañar tanto la elaboración de
políticas como su actuación concreta, consciente de que la fe se hace
visible poniendo en práctica el proyecto de Dios para la familia humana y para el mundo, mediante una
profunda y real fraternidad, que no
es exclusiva de los cristianos, sino
que incluye a todos los pueblos.
Que Dios omnipotente bendiga a
la FAO, a sus Estados miembros y a
cuantos dan lo mejor de sí para alimentar al mundo y cuidar el planeta
en beneficio de todos.
Vaticano, 16 de octubre de 2014
FRANCISCO
L’OSSERVATORE ROMANO
página 12
viernes 24 de octubre de 2014, número 43
Misa del Papa en Santa Marta
VIENE DE LA PÁGINA 6
algunos versículos del salmo 126
—«Cuando el Señor hizo volver a los
cautivos de Sión, nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas, la
lengua de cantares»— y dijo: «Pensemos en una boca llena de sonrisa:
esta es la oración de alabanza», es la
expresión inmediata de un gozo inmenso, del «ser felices ante el Señor». Es una disposición del corazón que no hay que olvidar: «Hagamos un esfuerzo para reencontrarla»,
exhortó, invitando a usar las mismas
palabras del salmo 97: «Tocad la cítara para el Señor con clarines y al
son de trompetas aclamad al Rey y
Señor».
Es muy importante hacer memoria, recordar lo que hizo el Señor
por cada uno de nosotros, «con
cuánta ternura me ha acompañado,
cómo se inclinó, se ha inclinado»,
como el papá que «se inclina con el
niño para hacerlo caminar». Y, subrayó el Papa, lo hizo «con cada
uno de nosotros».
«Todo es fiesta, todo es alegría» si
cada uno —como atestigua san Pablo
mismo dirigiéndose a los Efesios—
puede decir: «Él me eligió antes de
la fundación del mundo». Y este es
el «punto de inicio». Incluso si,
puntualizó el Papa Francisco, «no se
puede entender» y «no se puede
imaginar: que el Señor me haya conocido antes de la creación del mundo, que mi nombre estaba en el corazón del Señor». Pero «esta es la
verdad, esta es la revelación». Y,
añadió el Pontífice, «si nosotros no
creemos esto, no somos cristianos»,
porque la característica del cristiano
es precisamente ser «un elegido».
El pensamiento de vivir desde
siempre en el corazón de Dios nos
«llena de alegría» y «nos da seguridad». La seguridad confirmada por
las palabras del Señor al profeta
Isaías, que se cuestionaba si esta
predilección
pudiera
decrecer:
«¿Puede una madre olvidarse de su
niño? Pues aunque ella se olvidara,
yo no te olvidaré». Dios nos tiene a
cada uno de nosotros en sus «entra-
ñas», así «como el niño está dentro
de su mamá».
Esta verdad, destacó el Papa Francisco, es tan grande y bella que puede venir la tentación de no pensar
en ella, de evitarla por cuanto nos
sobrepasa. En efecto, «no se puede
entender sólo con la cabeza», y «ni
siquiera solamente con el corazón».
Para hacerla nuestra y vivirla, explicó, «debemos entrar en el misterio
de Jesucristo», Él que «derramó su
sangre en abundancia sobre nosotros, con toda sabiduría y prudencia,
dándonos a conocer el misterio de
su voluntad».
De aquí deriva la tercera actitud
fundamental del cristiano, después
de la oración de alabanza y de saber
hacer memoria. El cristiano está llamado «a entrar en el misterio». Sobre todo cuando «celebramos la Eucaristía», porque no se puede entender totalmente «que el Señor está vivo, está con nosotros, aquí, en su
gloria, en su plenitud y da su vida
de nuevo por nosotros».
Es una actitud, concluyó el Pontífice, que debemos «aprender cada
día», en un esfuerzo cotidiano, porque «el misterio no se puede controlar: él es un misterio. Hay que adentrarse en él».
Al inicio
del cielo
El cristiano no se puede permitir
«ser tibio»: tiene una identidad precisa, que se la da el sello del Espíritu Santo. Vuelve la reflexión sobre el
comienzo de la carta a los Efesios y
sobre los cristianos «elegidos por el Señor antes de
la creación del mundo»,
durante la misa celebrada
por el Papa Francisco el 17
de octubre. Entre los presentes también estaba Enzo
Camerino, superviviente de
la Shoah, que ya se había
encontrado con el Pontífice
el 16 de octubre de 2013,
con ocasión del septuagésimo aniversario del rastreo
del gueto de Roma.
«El Señor —dijo el Pontífice en la homilía recordando las palabras de san
Pablo— no sólo nos ha elegido», sino que también
«nos ha dado una identidad». Y explicó que no hemos recibido en herencia
simplemente un nombre,
«sino una identidad, un
modo de vivir que no es
solamente una lista de hábitos, es más que eso: es
precisamente una identidad». ¿Y cómo fuimos
«marcados» tan profundamente? Lo escribe el apóstol: «Habéis recibido el sello del Espíritu
Santo». Nuestra identidad, dijo el
obispo de Roma, «es justamente este
sello, esta fuerza del Espíritu Santo,
que todos hemos recibido en el Bautismo».
Y ya que el Espíritu Santo que
nos prometó Jesús «ha sellado nuestro corazón» y, más aún, «camina
con nosotros», no sólo nos da la
identidad sino que también «es
prenda de nuestra herencia. Con él
comienza el cielo». Por eso el cristiano actúa en la vida terrena, pero
ya vive en la perspectiva de la «eternidad». El Papa Francisco reafirmó:
«Con este sello, tenemos el cielo en
nuestras manos».
Pero la vida diaria está llena de
tentaciones, ante todo la de «no darse cuenta de esta belleza que hemos
recibido». Cuando sucede esto, el
Espíritu, para usar una expresión
paulina, «se entristece»: ocurre, destacó, «cuando queremos, no digo
cancelar la identidad, sino hacerla
opaca».
Es el caso del «cristiano tibio», el
que «va a misa el domingo, sí, pero
en su vida no se ve la identidad», el
que aun siendo cristiano, sustancialmente «vive como pagano». También hay otro riesgo, otro pecado
«del que Jesús hablaba a sus discípulos», cuando les advertía: «Guardaos de la levadura de los fariseos,
que es la hipocresía». Sucede, recordó el Papa, que se «aparente ser
cristianos», que falte la «transparencia» en el comportamiento, que se
profese de palabra una cosa, pero de
hecho se actúe diversamente. «Y esto —añadió— es lo que hacían los
doctores de la Ley», es la levadura
de la «hipocresía», que amenaza con
crecer dentro de nosotros.
Hacer opaca nuestra identidad y
traicionarla en los hechos son «dos
pecados contra este sello», que «es
un hermoso don de Dios, el Espíritu», y es «prenda de lo que nos espera, de lo que se nos prometió».
Por eso podemos decir que «tenemos el cielo en nuestras manos».
¿Cuál es, entonces, se preguntó el
Pontífice, «el comportamiento verdadero de un cristiano?». Lo aprendemos de Pablo mismo: «El fruto
del Espíritu, el que viene de nuestra
identidad, es amor, alegría, paz,
magnanimidad, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí». Este es, concluyó el Papa
Francisco, «nuestro camino al cielo».
Espera
y esperanza
Los cristianos están llamados a ser
hombres y mujeres de esperanza,
unidos por la certeza de un Dios
que no abandona. Lo recordó el Papa Francisco en la misa del martes
21 de octubre.
Comentando la liturgia del día y
el Evangelio de san Lucas (12, 35-38)
en donde Jesús invita a sus discípulos a ser como los siervos que esperan vigilantes el regreso del señor de
las bodas, el Pontífice preguntó:
«¿Pero quién es ese dueño y señor,
que viene de la fiesta de bodas, a altas horas de la noche?». La respuesta la da Jesús mismo: «Soy yo quien
ha venido para servirte».
Jesús —lo confirmó también san
Pablo en la Carta a los Efesios (2,
12-22)— es aquel que «vino a servir,
no a ser servido». Y el primer regalo
que hemos recibido de Él es el de
una identidad. Jesús nos ha dado
una «ciudadanía, pertenencia a un
pueblo, nombre, apellido». Retomando las palabras del apóstol,
quien recuerda a los paganos que
cuando estaban sin Cristo estaban
«excluidos de la ciudadanía», el Papa Francisco destacó: «Sin Cristo no
tenemos una identidad».
Gracias a Él, en efecto, de estar
divididos nos convertimos en un
«pueblo». Éramos «enemigos, sin
paz», aislados, pero Jesús «con su
sangre nos unió». San Pablo es también la pauta para profundizar en
este tema. En la Carta a los Efesios
se lee: «Él es nuestra paz; el que de
los dos pueblos ha hecho uno, derribando en su cuerpo de carne el muro que los separaba». Todos sabemos, recordó el obispo de Roma,
que «cuando no estamos en paz con
las personas, hay un muro que nos
divide». Pero Jesús «nos ofrece su
servicio de abatir este muro». Gracias a Él «podemos encontrarnos».
De pueblo disgregado, compuesto
por hombres aislados los unos de los
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número 43, viernes 24 de octubre de 2014
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JORGE MILIA
Ya puedo escuchar el murmullo entre los seguidores de mis bergoglismos: «Este no es lo mismo que los
anteriores, no es un bergoglismo».
Hay tanta gente que pide que recen
por sus intenciones, que nadie puede presumir de que tiene el
copyright. El «recen por mí» del Papa, según los críticos, habría que catalogarlo más bien como de «autor
anónimo». Probablemente tienen razón. Pero después de años de encuentros y correspondencia, yo creo
que la frase «recen por mí» dicha o
escrita, es de él, de Jorge Mario.
Lo importante, lo interesante, es
que aunque sean muchos los que piden el auxilio de la oración ajena,
para la gran mayoría de la gente, él
es el primero que lo hace. He podido observar que las personas que se
acercan por primera vez al catolicismo, o los que vuelven después de
años de olvidar su fe, de no cultivarla, o que de todos modos la tienen
adormecida, no comprenden bien el
pedido del Papa, aunque lo más
asombroso es que después lo hacen,
realmente rezan por él.
Confieso que a mí personalmente,
este asombro de la gente a la que
Jorge Mario no les pide otra cosa
que su oración, me da mucho que
pensar. Hace que me pregunte si
verdaderamente hemos creído en el
poder de la oración o si más bien la
considerábamos una especie de
«password» para acceder a una cierta identidad católica. El concepto no
es sencillo. Lo repito en términos ge-
Un bergoglismo que hace cambiar
Recen por mí
nerales. Hay algunos que se han
quedado estancados en la práctica
un poco infantil y mecánica del Padre Nuestro - Ave María - Gloria,
como una fórmula mágica que deben repetir una y otra vez. Si en algún momento se enteran de los
«molinos» de oración tibetanos que
funcionan a mano o con viento, empezarían a imaginar algún mecanismo oriental, de ser posible a batería
y mejor si es chino, que les permita
ahorrar ese poco tiempo que dedican a una oración automática que
sólo en las manos de Dios produce
frutos.
En unos ejercicios espirituales que
hice en mis años de alumno del colegio de la Inmaculada Concepción
de Santa Fe, un jesuita nos habló de
«la oración como diálogo»; nos dijo
que rezar no era lo mismo que hablar con una pared, sino que era hablar con una persona. Creo que este
enfoque cambió mucho el concepto
que teníamos de la oración. También
hay otro problema. Algunos piensan
que un diálogo forzosamente debe
tener una respuesta oral, igual que la
oración que dicen. De esa manera lo
están limitando, porque no conciben
la posibilidad de que la respuesta
sea de otro tipo. En realidad Dios
tiene un lenguaje distinto. Él habla
por medio de gestos, de hechos, de
impresiones. De una manera o de
otra, Dios responde. Siempre. Pero
con un lenguaje que no es de la misma naturaleza que el que usamos
nosotros para dirigirnos a Él.
La misa de cada día del Pontífice
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otros, Jesús con su servicio «nos acercó a todos, nos hizo
un solo cuerpo». Y lo hizo reconciliándonos a todos en
Dios. Así, «de enemigos» llegamos a ser «amigos» y de
«extraños» ahora podemos sentirnos «hijos».
«Pero ¿cuál es la condición» por la que de «extranjeros», de «gente de la calle», nos han hecho capaces de
llegar a ser «conciudadanos de los santos»? Tener la confianza —respondió el Papa— del regreso del señor de las
bodas, de Jesús. Es necesario «esperarlo» y estar siempre
preparados: «Quien no espera a Jesús, cierra la puerta a
Jesús, no le deja hacer esta obra de paz, de comunidad,
de ciudadanía; de más: de nombre». Ese nombre que nos
recuerda lo que realmente somos: «hijos de Dios».
Por eso «el cristiano es un hombre o una mujer de esperanza», porque «sabe que el Señor vendrá». Y cuando
esto suceda, aunque «no sabemos la hora», no querrá
«encontrarnos aislados, enemigos», sino como Él nos ha
hecho gracias a su servicio: «amigos, vecinos, en paz».
Por eso es importante, concluyó el Papa Francisco, preguntarse: «¿Cómo espero a Jesús?». Pero sobre todo:
«¿Espero o no espero» a Jesús? Muchas veces, en efecto,
también nosotros cristianos «nos comportamos como paganos» y «vivimos como si nada debiera suceder». Tenemos que estar atentos a no ser como el «egoísta pagano»,
que actúa como si él mismo «fuera un dios» y piensa:
«yo me las apaño solo». Quien actúa de esta manera
«acaba mal, termina sin nombre, sin cercanía, sin ciudadanía». En cambio, cada uno de nosotros se debe preguntar: «¿Creo en esta esperanza de que Él vendrá?». Y aún
más «¿Tengo el corazón abierto, para sentir el ruido
cuando toca a la puerta, cuando abre la puerta?».
En mi primera visita a Santa Marta, el Papa Francisco me contó que
un personaje de alto nivel le había
confiado que era ateo y le había llamado la atención que pidiera continuamente que rezaran por él; esa
persona le dijo que eso la había confundido mucho, por lo que, tras muchas vacilaciones, decidió hacerlo
realmente. Entonces trató de acordarse de las oraciones que había
aprendido de niño y puso manos a
la obra. Le explicó que rezar le había hecho muy bien, aunque en ningún momento supuso que esto podía traer algún beneficio efectivo para su destinatario. A pesar de sus
dudas, pensaba perseverar, no por
una cuestión de fe sino por los beneficios que rezar por el Papa le estaba aportando a su propia vida.
Yo mismo nunca me hice demasiadas preguntas sobre la oración.
Cuanto mucho pensaba: si es un
diálogo personal con Dios, ¿qué tiene que ver uno de afuera? ¿Qué sentido tiene? ¿Para qué molestar a un
tercero por algo que es entre Dios y
yo? Pero tuve que retractarme: he
conocido el poder de rezar por
otros. También hay personas que subestiman la ritualidad de la oración
diaria y rezan solamente en los momentos de tribulación. Como la oración de Getsemaní. Pero me parece
que el pedido reiterado tiene el mismo efecto que la gota de agua que
perfora la roca. Creo que eso es lo
que ocurre con la oración que Francisco pide a todos.
Un amigo en común, que también
se llama Francisco, me decía: «Si
después de convencer a un puñado
de incrédulos argentinos de que rezáramos por él, ha pasado lo que estamos viendo, ¿qué podría ocurrir si
lo pide a mil doscientos millones de
pecadores?».
Cosas que no se pueden explicar
ni siquiera con la típica «viveza criolla» de los argentinos. El «recen por
mí» del Papa no es una manera de
recargar las baterías propias con la
fuerza de los demás. El que piensa
de esa manera no entiende que para
rezar por él hay que ponerse delante
de Dios. Y que Francisco, con este
pedido, está convocando día a día a
miles de personas que vuelven, como el hijo pródigo, a presentarse delante del Padre.
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viernes 24 de octubre de 2014, número 43
COMUNICACIONES
Colegio episcopal
RENUNCIAS:
El Papa ha aceptado la renuncia al
gobierno pastoral de la archidiócesis
de Niamey (Níger) que monseñor
MICHEL CHRISTIAN CARTATÉGUY,
S.M.A., le había presentado en conformidad con el canon 401 § 2 del
Código de derecho canónico.
Michel
Christian
Cartatéguy,
nació en Hasparren, diócesis
de Bayona (Francia), el 28 de octubre de 1951. Recibió la ordenación
sacerdotal el 1 de julio de 1979. Juan
Pablo II le nombró obispo titular de
Aulona y auxiliar de la diócesis de
Niamey el 18 de mayo de 1999; recibió la ordenación episcopal el 26 de
septiembre del mismo año. El Santo
Padre le nombró obispo de Niamey
el 25 de enero de 2003. Benedicto
XVI tras elevar dicha sede a la categoría de archidiócesis le promovió a
arzobispo el 25 de junio de 2007.
S.M.A.,
El Papa ha aceptado la renuncia al
gobierno pastoral de la archidiócesis
de Foggia-Bovino (Italia) que monseñor FRANCESCO PIO TAMBURRINO,
O.S.B., le había presentado en conformidad con el canon 401 § 1 del
Código de derecho canónico.
Francesco Pio Tamburrino, O.S.B.,
nació en Oppido Lucano, archidiócesis de Acerenza, el 6 de enero de
1939. Ingresó en la Orden benedictina en 1955, donde recibió la ordenación sacerdotal el 29 de agosto de
1965. Fue elegido abad ordinario de
la abadía territorial de Montevergine
el 29 de noviembre de 1989; Juan
Pablo II confirmó su elección el 20
de enero de 1990. El Santo Padre le
nombró obispo de Teggiano-Policastro el 14 de febrero de 1998; recibió
la ordenación episcopal el 25 de
marzo del mismo año. Su Santidad
le nombró secretario de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, elevándolo a la dignidad arzobispal, el 27 de
abril de 1999, y le trasladó a la archidiócesis de Foggia-Bovino el 2 de
agosto de 2003.
El Papa ha aceptado la renuncia al
gobierno pastoral de la diócesis de
Kielce (Polonia) que monseñor KAZIMIERZ RYCZAN le había presentado
en conformidad con el canon 401 § 1
del Código de derecho canónico.
Kazimierz Ryczan nació en Żurawica, archidiócesis de Przemyśl de
los latinos, el 10 de febrero de 1939.
Recibió la ordenación sacerdotal el
16 de junio de 1963. Juan Pablo II le
nombró obispo Kielce el 17 de julio
de 1993; recibió la ordenación episcopal el 11 de septiembre sucesivo.
El Papa ha aceptado la renuncia a la
función de auxiliar de Cracovia (Polonia) que monseñor JAN ZAJĄC,
obispo titular de Taddua, le había
presentado en conformidad con los
cánones 411 y 401 § 1 del Código de
derecho canónico.
Jan Zając nació en Libiąż, archidiócesis de Cracovia, el 20 de junio
de 1939. Recibió la ordenación sacerdotal el 23 de junio de 1963. Juan
Pablo II le nombró obispo titular de
Taddua y auxiliar de Cracovia el 14
de agosto de 2004; recibió la ordenación episcopal el 15 de septiembre
del mismo año.
EL PAPA
de 1973. Juan Pablo II le nombró
obispo titular de Tinisa de Numidia
y auxiliar de la archidiócesis de Nápoles el 11 de diciembre de 1999; recibió la ordenación episcopal el 5 de
febrero de 2000. Benedicto XVI le
nombró Ordinario militar para Italia
con dignidad de arzobispo el 14 de
octubre de 2006. El Papa Francisco
aceptó su renuncia a la función de
Ordinario militar para Italia el 11 de
agosto de 2013.
HA NOMBRAD O:
—Arzobispo metropolitano de Niamey (Níger) a monseñor DJALWANA
LAURENT LOMPO, hasta ahora obispo titular de Buffada y auxiliar de la
misma archidiócesis.
Djalwana Laurent Lompo nació
en Koulbou, archidiócesis de Niamey el 1 de enero de 1967. Recibió la
ordenación sacerdotal el 21 de septiembre de 1997. Benedicto XVI le
nombró obispo titular de Buffada y
auxiliar de Niamey el 26 de enero de
2013; recibió la ordenación episcopal
el 9 de junio del mismo año.
—Arzobispo metropolitano de Foggia-Bovino (Italia) a monseñor VINCENZO PELVI, arzobispo Ordinario
militar emérito para Italia.
Vincenzo Pelvi nació en Nápoles
el 11 de agosto de 1948. Recibió la
ordenación sacerdotal el 18 de abril
Lutos
en el episcopado
—Monseñor JOHN PATRICK
BOLES, obispo titular de Novasparsa y auxiliar emérito de
Boston (Estados Unidos), falleció el 9 de octubre. Había
nacido en Boston el 21 de enero de 1930. Era sacerdote desde
el 2 de febrero de 1945. Juan
Pablo II le nombró obispo titular de Novasparsa y auxiliar de
la archidiócesis de Boston el 14
de abril de 1992; recibió la ordenación episcopal el 21 de
mayo sucesivo. Benedicto XVI
aceptó su renuncia al gobierno
pastoral de dicha sede el 12 de
octubre de 2006.
—Monseñor JOSÉ HERNÁN
SÁNCHEZ PORRAS, obispo Ordinario militar para Venezuela,
falleció el 13 de octubre. Había
nacido en Palmira, diócesis de
San Cristóbal de Venezuela, el
31 de marzo de 1944. Era sacerdote desde el 25 de junio de
1967. Juan Pablo II le nombró
obispo Ordinario militar para
Venezuela el 19 de diciembre
de 2000; recibió la ordenación
episcopal el 16 de febrero de
2001.
—Obispo de Kielce (Polonia) a
monseñor JAN PIOTROWSKI, hasta
ahora obispo titular de Siniti y auxiliar de Tarnów.
Jan Piotrowski nació en Szczurowa (Polonia) el 5 de enero de 1953.
Recibió la ordenación sacerdotal el
25 de mayo de 1980. El Papa Francisco le nombró obispo titular de Siniti y auxiliar de Tarnów el 14 de diciembre de 2013; recibió la ordenación episcopal el 25 de enero de
2014.
—Obispo de Pistoya (Italia) a monseñor FAUSTO TARDELLI, hasta ahora
obispo de San Miniato
Fausto Tardelli nació en Lucca el
5 de enero de 1951. Recibió la ordenación sacerdotal el 29 de junio de
1974. Juan Pablo II le nombró obispo de San Miniato el 6 de marzo de
2004; recibió la ordenación episcopal el 2 de mayo del mismo año.
—Obispo coadjutor de Beja (Portugal) al presbítero JOSÉ JOÃO D OS
SANTOS MARCOS.
José João dos Santos Marcos nació en Monte Perobolso, diócesis de
Guarda, el 17 de agosto de 1949. Recibió la ordenación sacerdotal el 23
de junio de 1974, incardinado en el
patriarcado de Lisboa. En su ministerio ha desempeñado, entre otros,
los siguientes cargos: párroco en diversas parroquias; director espiritual
del seminario menor y mayor en Lisboa y miembro del consejo pastoral
de dicho patriarcado.
—Obispo titular de Accia y auxiliar
de la archidiócesis de Goiânia (Brasil) al presbítero LEVI BONATTO
Levi Bonatto, del clero de la prelatura del Opus Dei, nació en São
José dos Pinhais el 5 de diciembre
de 1957. Recibió la ordenación sacerdotal el 10 de marzo de 1996. Se
doctoró en economía en la Universidad federal del Estado de Paraná y
en derecho canónico en la Pontificia
Universidad de la Santa Cruz de
Roma. En su ministerio ha desempeñado los siguientes cargos: capellán
en diversos lugares, coordinador de
una sociedad sacerdotal y docente
de derecho canónico y teología en
São Paulo.
Audiencias pontificias
EL SANTO PADRE
HA RECIBID O EN AUDIENCIA:
Viernes 17 de octubre
—Al metropolita Hilarion de
Volokolamsk, presidente del Departamento para las Relaciones
eclesiásticas exteriores del Patriarcado de Moscú.
—Al cardenal Marc Ouellet,
prefecto de la Congregación
para los obispos.
P.S.S.,
—A Su Beatitud Louis Raphaël
Sako, patriarca de Babilonia de
los caldeos (Irak).
I
—Al cardenal José Saraiva Martins, prefecto emérito de la Congregación para las causas de los
santos.
—A la presidenta de la República de Corea, Park Geun-hye, con
el séquito.
Sábado, día 18
—Al primer ministro de la República socialista de Vietnam,
Nguyen Tan Dung, con el séquito.
Nombramientos pontificios
El Santo Padre ha nombrado nuevos
miembros de la Pontificia Comisión
Bíblica y ha renovado el mandato de
otros del quinquenio pasado. Dicha
Comisión para el quinquenio 2014 2019 está compuesta por los siguientes miembros: presbítero Knut Backhaus (Alemania); padre Pietro Bovati, S.J. (Italia); hermana Nuria Calduch Benages, M.N. (España); presbítero Eduardo Córdova González
(México); profesora Bruna Costacurta (Italia); monseñor Pierre Debergé
(Francia); presbítero Juan Miguel
Díaz Rodelas (España); presbítero
Luís Henrique Eloy e Silva (Brasil);
presbítero Francolino Gonçalves, O.P.
(Portugal); presbítero Adrian Graffy
(Gran Bretaña); profesora Mary E.
Healy (Estados Unidos); presbítero
John Chijioke Iwe (Nigeria); presbítero Thomas Manjaly (India); presbítero Hugo Orlando Martínez Aldana (Colombia); presbítero Levente
Balázs Martos (Hungría); presbítero
Jean Bosco Matand Bulembat (República democrática del Congo);
presbítero Fearghus Ó Fearghail (Irlanda); presbítero Johan Yeong-Sik
Pahk (Corea); presbítero Eleuterio
Ramón Ruiz (Argentina); presbítero
Henryk Jozef Witczyk (Polonia).
número 43, viernes 24 de octubre de 2014
L’OSSERVATORE ROMANO
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En la segunda carta circular para el Año de la vida consagrada
La esperanza en una pequeña nube
Vigilar, avanzar, estar abiertos a las
novedades: el arzobispo José Rodríguez Carballo, secretario de la Congregación para los institutos de vida
consagrada y las sociedades de vida
apostólica, atribuyó estos tres significados al verbo «escrutar», que inspira la segunda carta circular del dicasterio en preparación al «Año de
la vida consagrada».
Al presentar su contenido en la
Pontificia Universidad Urbaniana, el
miércoles 15 de octubre, por la tarde,
con ocasión de la inauguración del
Studium del dicasterio, el prelado recordó en primer lugar que el documento «Escrutad. A los consagrados y
consagradas que caminan tras los signos de Dios» continúa el itinerario
indicado en la primera carta con el
título «Alegraos». Así, pues, explicó
que en esa ocasión eran dos iconos
bíblicos tomados del profeta Isaías y
las palabras del Papa Francisco quienes guiaban la reflexión, mientras
que en esta segunda carta el punto
de partida es la imagen bíblica de la
nube, «como signo de la presencia,
la bondad y la fidelidad de Dios,
que guía al pueblo a lo largo del desierto». Al mismo tiempo remite a la
«nube pequeña como la palma de
una mano» que el profeta Elías vislumbra en el horizonte elevándose
del mar, abriendo a la esperanza y,
por lo tanto, al futuro. Y esto para
los religiosos quiere decir —comentó— «examinar en profundidad, con
sumo cuidado y con atención para
ver, encontrar y comprender lo que
no es evidente o visible», o sea
«buscar con cuidado, con atención»
y, al mismo tiempo, «buscar intensamente, con pasión». En consecuencia «escrutar no es para personas
distraídas y tampoco para personas
cansadas, sino que comporta trabajo
intenso, fatiga y pasión»: pasión por
Dios y pasión por el hombre. He
aquí, entonces, las tres connotaciones del término «escrutar». La primera está relacionada con la vigilancia, y «como el centinela de la mañana», dijo, hay que «tener los ojos
y los oídos del corazón bien abiertos
para percibir el paso del Señor de la
historia y escuchar el susurro de su
voz». La segunda remite al «progresar de virtud en virtud», por decirlo
con santa Clara de Asís, superando
los «signos de muerte» que están
también en la vida consagrada y potenciando, en cambio, los «signos de
vida» que tampoco faltan, lo que
quiere decir «separar el bien del
mal, para optar por el primero, y,
sobre todo, encontrar lo mejor para
esta hora que el Señor nos ha llamado a vivir». Por último, la tercera
evoca la apertura a las novedades,
«a lo imprevisible de Dios». Porque,
añadió el arzobispo secretario, «ante
la complejidad del momento actual
y la crisis que está viviendo la vida
consagrada, no hay otra senda para
intuir cuáles caminos estamos llamados a recorrer y cuáles decisiones debemos tomar, sabiendo que tales decisiones tienen siempre una fecha de
caducidad y, por lo tanto, el hecho
de escrutar no acaba nunca». En
efecto, el consagrado está llamado a
«medirse con provocaciones en proceso continuo», con «instancias y
pasiones que grita la humanidad»; y
esto «lo conduce a permanecer vigilante para custodiar en todo momento la búsqueda del rostro de
Dios y la sequela Christi, dejándose
guiar por el Espíritu».
Sólo con una actitud de este tipo,
por lo demás, «la vida consagrada podrá vivir este
tiempo delicado y fatigoso
de modo tal que pueda salir
de él más robusta».
Monseñor
Rodríguez
Carballo actualizó luego el
discurso, evidenciando cómo puede ser que, «pero tal
vez hoy menos aún, a los
consagrados se les permite
adormentarse. Si esto sucediera, los enemigos en forma de acedia que “ofusca la
visión”, la rutina, que lleva
a abortar todo intento de fidelidad creativa, y el cansancio que nos conduce a
preferir la muerte más bien
que seguir caminando», terminarían haciendo «perder
toda significatividad evangélica y, por lo tanto, la razón misma de la opción vocacional». Al respecto, el
prelado recordó que son
«muchos los que dicen que
la vida consagrada está atravesando una “noche oscura”. Acepto
este diagnóstico —respondió indirectamente— siempre que esta expresión
tenga el sentido que le dan los místicos: tiempo de prueba, tiempo de
poda». Y «en esta situación, los
consagrados están llamados a reconocer la nube, incluso pequeña, que
anuncia vida donde tal vez muchos
ven sólo signos de muerte».
Por último, el prelado destacó que
«si la dimensión profética no puede
faltar en la vida consagrada y si su
misión es, según las palabras del Papa Francisco, la de “despertar al
mundo”», los consagrados deben
«vivir en éxodo obediente», porque
«en cuanto profeta el consagrado
debe tener su corazón “orientado
constantemente al Señor” (san Francisco) para hablar en su nombre y
ver lo que viene del Señor y lo que
es contrario a Él». Al mismo tiem-
po, concluyó, es necesario «tener el corazón
en profunda sintonía
con los hombres y las
mujeres de su tiempo
para poder consolidarlos y, cuando sea necesario, despertarlos».
Además del cardenal prefecto João Braz
de Aviz, intervino
también la hermana
Nicla Spezzati, subsecretaria de la Congregación, que ofreció
una lectura de la circular desde el punto
de vista de la consagración femenina, que
representa al menos el
ochenta por ciento del
total.
En su intervención
la religiosa invitó, en
la línea de la carta Escrutad, «a valorar la
preciosa herencia» del
Concilio Vaticano II y
«los procesos que están vivos y en acto a
cincuenta años del decreto Perfectae caritatis». Indicó tres: la viTerry Nelson, «El profeta Elías» (www.abbey-roads.blogspot.fr)
da consagrada como
lugar de testimonio y
de Evangelio, la apertura hacia un
De aquí la exhortación conclusiva
nuevo modelo de Iglesia y «quitarse a acoger «en los signos de las pede encima la aparente evidencia de queñas posibilidades, en los signos
del grito humano y en los senderos
un camino realizado, para despertar
de las fragilidades contemporáneas
una mens conciliar con la pasión del los brotes que se han de llevar a la
profeta que escruta, intuye e interce- maduración con el estilo de María,
de».
bienaventurada porque ha creído».
Audiencia al primer ministro
de la República socialista de Vietnam
El Papa recibió en audiencia el sábado 18 de octubre, por la mañana,
al primer ministro de la República
socialista de Vietnam, Nguyên Tân
Dũng. Sucesivamente el primer ministro vietnamita se encontró con el
secretario de Estado, cardenal Parolin, acompañado por el arzobispo Mamberti, secretario para las
Relaciones con los Estados.
Durante los cordiales coloquios
se expresó satisfacción por el encuentro, que marca una etapa importante en el proceso de consolidación de las relaciones entre la
Santa Sede y Vietnam, siendo esta
la segunda visita que el primer ministro Dũng realiza al Vaticano
después de la de 2007. Además, se
evidenció el compromiso de la
Iglesia en contribuir al desarrollo
del país, gracias a su presencia en
varios sectores en beneficio de toda
la sociedad. En este contexto se
reiteró un sincero agradecimiento
por la ayuda que las autoridades
ofrecen a la comunidad católica en
el marco de los desarrollos aprobados por la Constitución de 2013 en
materia de política religiosa, así como la asistencia ofrecida al representante pontificio no residente de
la Santa Sede en Vietnam en el desempeño de su misión, dirigida a
promover las relaciones entre Iglesia y Estado, también con vistas al
común objetivo de las relaciones
diplomáticas. Se trataron también
algunas cuestiones de las que se
desea que sean profundizadas y solucionadas por medio de los canales del diálogo existentes.
Por último, se intercambiaron
opiniones sobre algunos temas de
actualidad regional e internacional,
con particular referencia a las iniciativas encaminadas a promover la
paz y la estabilidad en el continente asiático.
L’OSSERVATORE ROMANO
página 16
viernes 24 de octubre de 2014, número 43
En la audiencia general del miércoles 22 el Papa Francisco habla del rasgo más distintivo y profundo de la Iglesia
Un solo cuerpo
E invita a todos a evitar divisiones, envidias y marginaciones
«La Iglesia es el cuerpo de Cristo.
Y no se trata sencillamente de un
modo de decir: ¡lo somos de verdad!».
En la audiencia general del miércoles
22 de octubre en la plaza
de San Pedro, el Papa Francisco se
centró en la imagen paulina reconocida
como «el rasgo distintivo más profundo
y más hermoso» de la Iglesia. Una
realidad verdadera y profunda que pide
en las comunidades el compromiso
de la caridad mutua.
Queridos hermanos
¡buenos días!
y
hermanas,
Cuando se quiere poner de relieve
cómo los elementos que componen
una realidad están estrechamente
unidos unos con otros y forman juntos una sola cosa, se usa a menudo
la imagen del cuerpo. A partir del
apóstol Pablo, esta expresión se aplicó a la Iglesia y se reconoció como
su rasgo distintivo más profundo y
más hermoso. Hoy, entonces, queremos preguntarnos: ¿en qué sentido
la Iglesia forma un cuerpo? ¿Y por
qué se define «cuerpo de Cristo»?
En el libro de Ezequiel se describe
una visión un poco particular, impresionante, pero capaz de infundir
confianza y esperanza en nuestro corazón. Dios muestra al profeta un
montón de huesos, separados unos
de otros y secos. Un escenario desolador... Imaginaos toda una llanura
llena de huesos. Dios le pide, entonces, que invoque sobre ellos al Espíritu. En ese momento, los huesos se
mueven, comienzan a acercarse y a
unirse, sobre ellos crecen primero los
nervios y luego la carne y se forma
así un cuerpo, completo y lleno de
vida (cf. Ez 37, 1-14). He aquí, esta
es la Iglesia. Por favor, hoy, en casa,
tomad la Biblia, en el capítulo 37 del
profeta Ezequiel, no lo olvidéis, y
leed esto, es hermoso. Esta es la
Iglesia, es una obra maestra, la obra
maestra del Espíritu, quien infunde
en cada uno la vida nueva del Resucitado y nos coloca uno al lado del
otro, uno al servicio y en apoyo del
otro, haciendo así de todos nosotros
un cuerpo, edificado en la comunión
y en el amor.
Los tuits en
@Pontifex_es
16 O CT [12.50 PM] El cristiano es
necesariamente misericordioso: la
misericordia es el centro del
Evangelio
18 O CT [1.15 PM] Para cambiar el
mundo, es necesario hacer el bien
a quien no puede darnos nada a
cambio
21 O CT [11.00 AM] Una fe fuerte y
saludable se alimenta constantemente de la Palabra de Dios
23 O CT [9.30 AM] En la familia
nos formamos como personas.
Cada familia es una piedra viva
en la construcción de la sociedad
La Iglesia, sin embargo, no es solamente un cuerpo edificado en el
Espíritu: la Iglesia es el cuerpo de
Cristo. Y no se trata sencillamente
de un modo de decir: ¡ lo somos de
verdad! Es el gran don que recibimos el día de nuestro Bautismo. En
el sacramento del Bautismo, en efecto, Cristo nos hace suyos, acogiéndonos en el corazón del misterio de
la cruz, el misterio supremo de su
amor por nosotros, para hacernos
luego resucitar con Él, como nuevas
criaturas. Esto es, así nace la Iglesia,
y así la Iglesia se reconoce cuerpo
de Cristo. El Bautismo constituye
un verdadero renacimiento, que nos
regenera en Cristo, nos hace parte
de Él, y nos une íntimamente entre
nosotros, como miembros del mismo
cuerpo, del cual Él es la cabeza (cf.
Rm 12, 5; 1 Cor 12, 12-13).
Lo que brota de ello, entonces, es
una profunda comunión de amor.
En este sentido, es iluminador cómo
Pablo, exhortando a los maridos a
«amar a las esposas como al propio
cuerpo», afirma: «Como Cristo hace
con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo» (Ef 5, 28-30).
Qué hermoso sería si nos acordásemos más a menudo de lo que somos, de lo que hizo con nosotros el
Señor Jesús: somos su cuerpo, ese
cuerpo que nada ni nadie puede ya
arrancar de Él y que Él recubre con
toda su pasión y todo su amor, precisamente como un esposo con su
esposa. Este pensamiento, sin embargo, debe hacer brotar en nosotros
el deseo de corresponder al Señor
Jesús y compartir su amor entre nosotros, como miembros vivos de su
mismo cuerpo. En la época de Pablo, la comunidad de Corinto encontraba muchas dificultades en ese
sentido, viviendo, como a menudo
también nosotros, la experiencia de
las divisiones, las envidias, las incomprensiones y la marginación. Todas estas cosas no están bien, porque, en lugar de edificar y hacer crecer a la Iglesia como cuerpo de Cristo, la dividen en muchas partes, la
desunen. Y esto sucede también en
nuestros días. Pensemos en las comunidades cristianas, en algunas parroquias, pensemos en nuestros barrios, cuántas divisiones, cuántas envidias, cómo se critica, cuánta incomprensión y marginación. ¿Y esto
qué conlleva? Nos desune entre nosotros. Es el inicio de la guerra. La
guerra no comienza en el campo de
batalla: la guerra, las guerras comienzan en el corazón, con incomprensiones, divisiones, envidias, con
esta lucha con los demás. La comunidad de Corinto era así, eran campeones en esto. El apóstol Pablo dio
a los corintios algunos consejos concretos que son válidos también para
nosotros: no ser celosos, sino apreciar en nuestras comunidades los dones y la cualidades de nuestros hermanos. Los celos: «Ese se compró
un coche», y yo siento celos. «Este
se ganó la lotería», son también celos. «Y a este otro le está yendo
bien, bien en esto», y son más celos.
Todo esto divide, hace daño, no se
debe hacer. Porque así los celos crecen y llenan el corazón. Y un corazón celoso es un corazón ácido, un
corazón que en lugar de sangre parece tener vinagre; es un corazón
que nunca es feliz, es un corazón
que divide a la comunidad. Entonces, ¿qué debo hacer? Apreciar en
nuestras comunidades los dones y
las cualidades de los demás, de
nuestros hermanos. Y cuando surgen
en mí los celos —porque surgen en
todos, todos somos pecadores—, debo decir al Señor: «Gracias, Señor,
porque has dado esto a aquella persona». Apreciar las cualidades, estar
cerca y participar en el sufrimiento
de los últimos y de los más necesitados; expresar la propia gratitud a todos. El corazón que sabe decir gracias es un corazón bueno, es un corazón noble, es un corazón que está
contento. Os pregunto: ¿Todos nosotros sabemos decir gracias, siempre? No siempre porque la envidia y
los celos nos frenan un poco. Y, por
último, el consejo que el apóstol Pablo da a los corintios y que también
nosotros debemos darnos unos a
otros: no considerar a nadie superior
a los demás. ¡Cuánta gente se siente
superior a los demás! También nosotros, muchas veces decimos como el
fariseo de la parábola: «Te doy gracias Señor porque no soy como
aquel, soy superior». Pero esto no es
bueno, no hay que hacerlo nunca. Y
cuando estás por hacerlo, recuerda
tus pecados, los que nadie conoce,
avergüénzate ante Dios y dile: «Pero
tú Señor, tú sabes quién es superior,
yo cierro la boca». Esto hace bien.
Y siempre en la caridad considerarse
miembros unos de otros, que viven y
se entregan en beneficio de todos
(cf. 1 Cor 12–14).
Queridos hermanos y hermanas,
como el profeta Ezequiel y como el
apóstol Pablo, invocamos también
nosotros al Espíritu Santo, para que
su gracia y la abundancia de sus dones nos ayuden a vivir de verdad como cuerpo de Cristo, unidos, como
familia, pero una familia que es el
cuerpo de Cristo, y como signo visible y hermoso del amor de Cristo.
Del 28 al 30 de noviembre
Viaje apostólico a Turquía
El Papa Francisco visitará Turquía del 28 al 30 de noviembre. Lo anunció
el martes 21 de octubre, por la mañana, el director de la Oficina de prensa de la Santa Sede, padre Federico Lombardi, al explicar que el Pontífice «tras acoger la invitación del presidente de la República, de Su Santidad Bartolomé I y del presidente de la Conferencia episcopal», visitará
Ankara y Estambul. En la circunstancia se dio a conocer también el programa del viaje. En la jornada inicial, en Ankara, está prevista una visita
al mausoleo de Atatürk, «padre de la patria», y encuentros con las máximas autoridades del Estado. El sábado 29 el obispo de Roma se trasladará a Estambul, para la parte religiosa de la visita. En el museo de Santa
Sofía y en la mezquita del Sultán Ahmed se encontrará con la comunidad
musulmana; luego celebrará la misa en la catedral católica del Espíritu
Santo. Seguirán la oración ecuménica en la iglesia patriarcal de San Jorge
y un encuentro privado con Bartolomé I en el palacio patriarcal. Por último, el domingo 30, fiesta de san Andrés apóstol, está prevista la Divina
liturgia, también en la iglesia patriarcal, con bendición ecuménica y firma
de la declaración conjunta, y el almuerzo con el patriarca.