La agricultura en una encruci- jada: Cómo garantizar la - Unctad

UNCTAD
CONFERENCIA DE LAS NACIONES UNIDAS SOBRE COMERCIO Y DESARROLLO
N° 18, diciembre de 2010
La agricultura en una encrucijada: Cómo garantizar la seguridad alimentaria en un clima mundial cambiante
Para un gran número de países en desarrollo, la agricultura sigue siendo el sector más importante. El cambio
climático puede dañar irreversiblemente la base de recursos naturales de los que depende la agricultura, con
graves consecuencias para la seguridad alimentaria en los países en desarrollo. Sin embargo, la agricultura
es el sector que puede pasar de ser un problema para convertirse en una parte esencial de la solución
con respecto al cambio climático, siempre que haya una visión más integral de la seguridad alimentaria,
la mitigación del cambio climático y la adaptación a éste, y la contribución de la agricultura al desarrollo
de los pobres. Lo que se requiere es un cambio rápido y significativo de la producción convencional,
industrial, basada en el monocultivo y muy dependiente de insumos externos, hacia sistemas de producción
sostenible que también mejoren considerablemente la productividad de los agricultores en pequeña escala.
Sin embargo, la transformación necesaria es mucho más fundamental que un simple ajuste de los sistemas
existentes de la agricultura industrial.
En la mayoría de los países en desarrollo, la agricultura representa
entre el 20% y el 60% del PIB, y emplea hasta un 65% de la fuerza
de trabajo, proporcionando un medio de vida a aproximadamente
2.600 millones de personas en todo el mundo. A pesar de aumento de la producción mundial de alimentos en las últimas décadas, el esfuerzo global para alcanzar el Objetivo de Desarrollo
del Milenio (ODM) de reducir el hambre a la mitad para el año
2015 parece ahora inalcanzable. De hecho, el número de personas que padecen hambre crónica ha aumentado de menos de 800
millones en 1996 a más de1.000 millones recientemente.
El calentamiento global representa una amenaza significativa para
la producción agrícola y el comercio, y, por lo tanto, aumenta los
riesgos de la malnutrición y el hambre extrema. Las estimaciones
preliminares para el período que llega hasta 2080 apuntan a un
descenso de un 15% a un 30% de la productividad agrícola en la
mayoría de las regiones de los países en desarrollo expuestos al
cambio del clima: África Subsahariana y Asia Meridional. Para algunos países de esas regiones, la producción agrícola total podría
disminuir hasta en un 50%.
Las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en la agricultura
La agricultura representa alrededor del 13% al 33% de las emisiones globales de GEI; la primera cifra se limita a las emisiones
directas, y la segunda incluye las emisiones indirectas de GEI
procedentes de insumos agrícolas, equipo, procesamiento de
alimentos, transporte y cambios en el uso del suelo. Como la proporción de la agricultura en el PIB mundial es de solo un 4%, esto
sugiere que la agricultura tiene una gran intensidad de emisión de
GEI. Las emisiones agrícolas de metano y óxido nitroso (que en
conjunto representan más del 90% de los GEI de origen agrícola)
crecieron un 17% en el período 1990-2005, o sea aproximadamente tres veces más rápido que el incremento de la productividad en la producción mundial de cereales, por ejemplo. Se prevé
que estas emisiones de GEI aumentarán entre un 35% y un 60%
más en 2030, en respuesta al crecimiento demográfico y al cambio de dietas en los países en desarrollo, en particular, hacia un
mayor consumo de carnes de rumiantes y de productos lácteos, y
debido a una mayor difusión de la agricultura industrial.
Composición de las emisiones de GEI en la
agricultura
La composición de las emisiones de GEI en la agricultura es muy
diferente de la de otros sectores. Las emisiones de carbono representan solo el 9%, mientras que el óxido nitroso (N2O), que pro-
cede principalmente del uso de fertilizantes, y el metano (CH4) (relacionado con la digestión fermentativa de los rumiantes, la gestión
de los residuos y del estiércol y el cultivo de arroz en condiciones
de inundación) representan el 46% y el 45%, respectivamente. En
muchos países en desarrollo, la agricultura representa la mayoría
o una parte importante de las emisiones nacionales de GEI.
Las principales fuerzas propulsoras de las
emisiones de GEI en la agricultura
Los cambios en el uso del suelo, principalmente la deforestación,
las prácticas agrícolas industriales basadas en el monocultivo y
la producción pecuaria industrial, que se basan en importantes
insumos externos, son las principales fuerzas propulsoras de las
emisiones de GEI en la agricultura.
La deforestación ha sido impulsada en gran medida por la ganadería intensiva, la alimentación animal, el aceite o la pasta vegetales y la producción en gran escala de biocombustibles, sobre
todo con el fin de aumentar las exportaciones. La tala de árboles
para leña y la agricultura de subsistencia llevada a cabo por las
personas pobres que habitan en zonas rurales y que carecen de
tierras también han desempeñado un papel importante.
Los sistemas avanzados de producción de alimentos de hoy en
día dependen en gran medida de la inversión continuada y del uso
de maquinaria de alto consumo energético y de insumos agrícolas
basados en combustibles fósiles. En la actualidad, la agricultura
industrial utiliza 2 a 3 veces más fertilizantes y 1,5 veces más plaguicidas para la producción de 1 kg de alimentos que hace 40
años. La agricultura industrial utiliza 10 veces más energía que la
agricultura ecológica, y consume un promedio de 10 calorías de
energía por cada caloría de alimentos que produce. Este desequilibrio solo es posible con el uso de insumos baratos basados en la
energía, vinculados a precios distorsionados.
Estrategias prometedoras en materia de
mitigación y adaptación
La agricultura es un sector que ofrece posibilidades de pasar de
ser parte del problema a convertirse en una parte esencial de la
solución en lo tocante al cambio climático. Sin embargo, resulta
claro que se necesita una transformación mucho más fundamental
que la simple modificación de los actuales sistemas de agricultura
industrial. En esencia, la tarea principal consiste en transformar
el modelo uniforme, de gran dependencia de insumos externos,
de una agricultura industrial como medio de «solución rápida», en
un sistema agrícola «regenerativo». Este sistema (que consiste en
UNCTAD
CONFERENCIA DE LAS NACIONES UNIDAS SOBRE COMERCIO Y DESARROLLO
una variedad de métodos de producción sostenible) recrea continuamente los recursos que utiliza y logra una mayor productividad y rentabilidad del sistema (no
necesariamente de productos individuales), con un mínimo de insumos externos.
Los sistemas regenerativos reunirán los conocimientos locales y las semillas o
variedades de ganado con las modernas técnicas agrícolas y los servicios de extensión y otorgarán un papel proactivo a los pequeños agricultores; se tratará de
sistemas intensivos en conocimientos especializados y en mano de obra, en lugar
de sistemas intensivos en productos agroquímicos y en insumos energéticos. Los
sistemas agrícolas sostenibles requieren un enfoque mucho más integral, que refleje el carácter multifuncional de la agricultura. Cada característica del sistema
forma una red de interdependencia y causalidad: un enfoque en solo uno o unos
pocos temas no garantizará la estabilidad del sistema (véase el gráfico).
Tales sistemas de producción sostenible tienen posibilidades de alimentar a la poLa multifuncionalidad de la agricultura: una red de conexiones
Mitigación al cambio climático
Adaptación al cambio climático
Seguridad alimentaria
Biodiversidad
Calidad de productos
Resultados económicos
Uso de recursos
Seguridad social
Bienestar de los animales
Condiciones de trabajo
Fuente: Matías Stolze, FiBL.
A. Medidas a nivel nacional
• Los gobiernos deben eliminar o modificar las políticas fiscales y de precios
existentes que generan incentivos perversos para los sistemas de producción
sostenibles, tales como el uso excesivo de plaguicidas, fertilizantes, agua y combustible, o la degradación de la tierra.
• Garantizar la estabilidad en la gestión de los sistemas de tenencia de la tierra
es fundamental para el éxito de las políticas agrícolas sostenibles. Por ende, la
reforma agraria debe seguir teniendo la máxima prioridad en la agenda política
de los gobiernos.
• Es imprescindible aumentar significativamente la participación y la eficacia del
gasto público destinado al desarrollo agrícola. En los últimos treinta años, la
participación de la agricultura en el total de la inversión pública en los países en
desarrollo en los que predomina la agricultura ha disminuido del 7% al 4%. Los
responsables políticos no solo deben invertir esta tendencia, sino que también
deben orientar la inversión pública cuidadosamente, dedicando recursos a la
mejora de la infraestructura física y la I+D, los vínculos entre los agricultores,
una mayor inversión en los servicios de educación y de extensión y, sobre todo,
prestando apoyo a los métodos de producción regenerativa y sostenible.
• Las limitaciones financieras en la agricultura siguen siendo generalizadas, y los
recursos son costosos y se distribuyen de manera desigual, restringiendo gravemente la capacidad de los pequeños productores para competir. La desaparición de las líneas de crédito especiales para la agricultura mediante programas
públicos o por conducto de bancos estatales ha dejado enormes lagunas en los
servicios financieros.
• El fortalecimiento del desempeño de las organizaciones de productores también
debe ocupar un lugar destacado en la agenda de los gobiernos.
• Las medidas de adaptación constituyen una prioridad para los países en desarrollo y debe ser apoyada financieramente y mediante la transferencia de tecnología desde los países desarrollados.
Medidas normativas necesarias a nivel nacional e
internacional
Para lograr tal transformación fundamental en la escala requerida, las medidas
adoptadas, tanto a nivel nacional como internacional, deberían estar estrechamente armonizadas, pero los gobiernos de los países en desarrollo pueden avanzar mediante la adopción de medidas eficaces a nivel nacional si los progresos
logrados a nivel internacional son lentos. Esta vía resulta muy tentadora, dado que
la mitigación y la adaptación agrícolas tienen un costo bajo o negativo y ofrecen
muchos otros beneficios para el desarrollo.
Los gobiernos de los países en desarrollo deberían centrarse en crear un entorno
propicio y en cambiar la estructura de incentivos como parte de políticas agrícolas
y fiscales que fortalezcan las prácticas agrícolas sostenibles. Hay a este respecto
varios ámbitos de actuación principales:
• La cooperación internacional para el desarrollo se debe volver a centrar en la
agricultura, cuya participación en el total de las corrientes de AOD se redujo
drásticamente, de un máximo del 18% en 1979 al 3-4% en los últimos años. Se
debe aportar más ayuda, así como financiación para el desarrollo a largo plazo,
a fin de fortalecer la innovación agrícola y el sistema de extensión relativo a las
infraestructuras y los métodos de cultivo ecológicos.
• Es necesaria una reforma de las políticas comerciales internacionales, a fin de
que presten apoyo a la agricultura ecológica. Además de una reducción real de
la ayuda interna y las subvenciones a la exportación de los países desarrollados,
esto debería incluir la mejora del acceso a los mercados para los productores
de los países en desarrollo y espacio de políticas para apoyar al sector agrícola,
la expansión de la producción local de alimentos y la utilización de instrumentos
eficaces para promover la seguridad alimentaria, los medios de subsistencia de
los agricultores y el desarrollo rural.
• La creciente posición de dominio en el mercado global por parte de un pequeño
número de empresas agrícolas es cada vez más problemática. La cuota de mercado de las cuatro mayores empresas (Monsanto, DuPont/Pioneer, Syngenta y
Bayer Crop Science) oscila alrededor del 60% para los productos agroquímicos,
el 35% para las semillas y el 40% para la biotecnología. Estas empresas tienen
un gran interés en el mantenimiento de un enfoque agrícola dependiente de
los insumos externos, centrado en el monocultivo y con consumo intensivo de
carbono. Además, las cadenas internacionales de suministro, a menudo bajo
la dirección de procesadores de alimentos o minoristas importantes, necesitan
reorientar su política de abastecimiento, de una producción centrada en la escala y el monocultivo a una agricultura variada e integrada.
• La mejora de la cooperación regional e internacional Sur-Sur podría desempeñar una función útil en el fortalecimiento de la capacidad en materia de I+D y
de extensión agrícolas. El establecimiento de centros regionales de excelencia,
instituciones públicas regionales de investigación y una colaboración más estrecha entre los centros de investigación existentes serían pasos útiles en esta
dirección.
• El proceso de elaboración de metodologías adecuadas para las estrategias y
las medidas de mitigación y adaptación es costoso y requiere conocimientos
multidisciplinarios. Por consiguiente, puede resultar necesario un instrumento
internacional que proporcione un marco global de acción y apoyo a la agricultura, como un equivalente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el
Cambio Climático (IPCC) para la agricultura, que se basaría en las recomendaciones de la Evaluación internacional de la ciencia y la tecnología agrícolas para
el desarrollo.
+ 4 1 2 2 9 1 7 5 8 2 8 – u n c t a d p r e s s @ u n c t a d . o r g – w w w . u n c t a d . o r g
unctad/press/PB/2010/8
B. Medidas normativas y retos planteados en el plano internacional
blación mundial, cualitativa y cuantitativamente, un 50% más para el año 2050, en
particular mediante la mejora sustancial de los rendimientos de los cultivos de los
agricultores de subsistencia en las regiones tropicales, donde hay una población
en rápido crecimiento y las condiciones de inseguridad alimentaria son graves
(los estudios indican un posible aumento del rendimiento que oscila entre el 60%
y el 80%).
Existen importantes beneficios secundarios macroeconómicos de la inversión en
la agricultura sostenible, y quizás el más importante es el «efecto multiplicador local». Mediante el abastecimiento local de los insumos (por ejemplo, mano de obra,
abonos orgánicos y bioplaguicidas), una mayor proporción del gasto agrícola total
permanece en la economía local, sustituyendo la compra habitual de insumos de
origen externo (y en su mayoría importados), beneficiando así al desarrollo económico local.
Las pérdidas posteriores a las cosechas representan por sí solas una de las principales causas de ineficiencia en la agricultura (a menudo hasta un 80%, según el
tipo de alimento y el lugar). Esto se podría reducir, y la oferta mundial de alimentos
se podría aumentar entre un 30% y un 50%, mediante la aplicación de tecnologías
y de métodos de gestión fácilmente disponibles, utilizando un mínimo de recursos
adicionales, con poco o ningún aumento de emisiones de GEI.
Además, la integración de la producción agrícola y la energía (renovable) ofrece
varias oportunidades de mitigación del cambio climático y de adaptación a éste.
Los sistemas alimentarios y de bioenergía locales pueden proporcionar seguridad
alimentaria y de combustible, sobre la base de una economía ecológica circular
que convierta los residuos agrícolas en biogás, alimentos para animales y fertilizantes orgánicos.