«¿Cómo pueden ser tan felices viviendo en esa - Fundación Adsis

CATALUNYA CRISTIANA
CATALUNYA CRISTIANA
Con apenas 24 años, la joven pareja formada
por Marc Juan e Íria Saá —hoy matrimonio— dejó sus trabajos estables en Barcelona
para embarcarse en un voluntariado cooperante de seis meses en Ecuador. Fruto de la intensa
experiencia vivida a finales de 2003, estos dos
licenciados en Comunicación Audiovisual han
elaborado el documental «Catzuquí de Velasco: El paraíso de la cebolla», que muestra el
interesante proyecto solidario que la Fundación Adsis lleva a cabo en esta aldea campesina situada a las afueras de Quito. Para
obtener más información o contactar con la
Fundación Adsis: comunicacion
@fundacionadsis.org o tel. 902 367 665.
Joan Carrera Planas
Tercera
invitación
N
Íria Saá y Marc Juan, cooperantes de la Fundación Adsis y autores del
documental «Catzuquí de Velasco: El paraíso de la cebolla»
«¿Cómo pueden ser tan felices
viviendo en esa pobreza?»
—¿Qué hace que una pareja de jóvenes licenciados en Comunicación Audiovisual deje sus trabajos estables para
irse de voluntarios a Ecuador?
—La verdad es que la gente nos tomaba
un poco por locos... Estábamos bien situados laboralmente, pero hay momentos
en la vida en los que hay que optar y
nosotros lo hicimos. Para realizar una experiencia así, o renuncias a algo que tienes,
o no la llevas a cabo. Decidimos priorizar
una experiencia de voluntariado como ésta
y estamos muy contentos de haberlo hecho. No lo cambiaríamos por nada en el
mundo. Realmente hay un antes y un
después de nuestra estancia en Ecuador.
—¿En qué consistió exactamente?
—Fuimos para hacer una experiencia
de seis meses como voluntarios cooperantes de la Fundación Adsis. Era un
momento en el que la Fundación comenzaba a potenciar el tema del voluntariado
cooperante, con estancias más o menos
largas, que permitiesen conocer a fondo
la realidad del tercer mundo y empaparte
de ella. Estuvimos en Ecuador de julio a
diciembre de 2003. Nos llevamos una
cámara de vídeo, pero sin mayores pretensiones. Somos de audiovisuales y eso
forma parte del «defecto profesional».
No íbamos con un programa preestablecido. Simplemente se trataba de hacer
una experiencia lo más vivencial posible.
—¿Cuándo y cómo surgió la idea de
grabar un documental?
—Al llegar a Ecuador hicimos la ruta
por donde había comunidades Adsis:
Quito, Emeraldas y Puerto Viejo. En Quito
nos impresionó profundamente el proyecto que la comunidad lleva a cabo en
Catzuquí, un barrio campesino a las afueras de la capital. Después nos fuimos a
Esmeraldas, que es donde pasamos la
mayor parte de nuestra estancia y donde
colaboramos en diversos proyectos. De
regreso a Catzuquí, poco antes de volver
a Barcelona, decidimos plasmar en imágenes aquella realidad que tanto nos había impresionado para poder traerla aquí.
Hay cosas que por mucho que expliques no
se pueden entender. Lo bueno fue que,
antes de comenzar a grabar, la gente ya nos
conocía y no nos veían como extraños. La
cámara ya no era para ellos un objeto
invasor y todo fue mucho más fácil.
—El documental apuesta por el testimonio directo, sin voz en off, dejando
que hablen las imágenes y los propios
protagonistas... ¿Cómo lo concebisteis?
—Nuestro objetivo era que se explicase por sí solo. Tuvimos la suerte de que
Gerardo, médico en Catzuquí e hilo conductor del documental, habla muy bien y
en pocas palabras resume muy bien el
proyecto y la cooperación para Fundación Adsis. En este sentido, el trabajo que
Adsis lleva a cabo en Catzuquí es un
ejemplo extrapolable a todos los demás
proyectos. Junto con el punto de vista de
Gerardo, también ofrecemos el testimonio de un agricultor y el de un niño,
ambos con mucha fuerza.
—Pese a lo dramático de la situación que se vive en Catzuquí, el documental no cae en el derrotismo.
—Es que ellos no lo viven como tal o
por lo menos no percibimos un ambiente
dramático ni desesperanzado. Hemos
retratado la realidad tal y como es, pues
de ningún modo queríamos transformarla. Precisamente ahí está la gracia: ¿cómo
pueden estar tan felices viviendo en esa
pobreza? Son gente muy luchadora que
no se conforma con lo que tiene, como se
comprueba muy bien en el documental.
Ellos son los protagonistas de las mejoras impulsadas por la fundación, que
sólo ofrece algunos recursos y la posibilidad de llevarlas a cabo.
—¡Qué ironía llamar a Catzuquí «el
paraíso de la cebolla»!
—¡No es ironía! Ellos lo llaman así
porque es que realmente sólo hay cebolla.
Viven de eso. Es su tesoro más preciado.
Si llueve tienen más y si no llueve, no
tienen nada. De ahí la importancia de crear
canales de riego, uno de los proyectos que
ha impulsado activamente la Fundación
Adsis. También se ha trabajado mucho en
el ámbito sanitario, sobre todo en la prevención de enfermedades. Ahora, sin embargo, se ha puesto en marcha otro proyecto muy interesante. A través de Equimercado,
que es la marca de comercio justo de la
Fundación Adsis, se ofrece la posibilidad
de comprar una cabra para cada una de las
1.200 familias de Catzuquí.
Samuel Gutiérrez
El legado del «abbé» Pierre
Arrebato
1 • marzo • 2007
Obispo auxiliar de Barcelona
El abbé Pierre nos ha legado su último libro Dios mío, ¿por qué? (Ediciones B) a modo de testamento
espiritual. En él trata temas muy distintos pero todos vinculados directamente con la fe cristiana y el sentido
de la vida: el pecado, el amor, el mal, la Eucaristía, la libertad o Jesús como Salvador de la humanidad. Tampoco
rehuye cuestiones actuales y punzantes como el matrimonio de personas homosexuales, la ordenación de
mujeres o el fundamentalismo religioso.
Lo que más llama la atención del libro es que el abbé Pierre es capaz de hablar de estas realidades tan delicadas
y complejas diciendo con franqueza lo que piensa, pero al mismo tiempo sin ofender nunca a nadie. Desactiva así
toda la crispación que se suele generar alrededor de estos temas, y como además tiene el don de argumentar de una
forma lógica y sensata su opinión, nunca cae en el simplismo o los tópicos. Otro aspecto que llama mucho la atención
es su capacidad de tocar todos estos asuntos sin ni un ápice de resentimiento o de miedo, sino con naturalidad, lo
que le aleja de la forma como se suelen enfocar estos debates. Pero, finalmente, lo más importante no es tanto estar
de acuerdo con las opiniones expresadas por el abbé Pierre, como ver que todo lo que dice es coherente de pies a
cabeza y que está inspirado por el amor a Dios y a los demás.
Eduard Brufau
i el silencio significa vacío, ni los
procesos de conversión son fruto de un
monólogo.
Si por Cuaresma somos invitados a moderar el excesivo volumen de nuestro yo y de su
entorno, es para que podamos percibir la voz
del Padre. Cuando le hablamos encerrados a
cal y canto, Él, que está presente en los lugares
más escondidos, nos escucha. Pero si hacemos sonar en las sinagogas y por las calles las
trompetas de la vanidad, del amor propio, de
la hipocresía… nos quedamos con la triste
recompensa de nuestra soledad (Cf. Mt 6).
Los conversos, por su parte, la mayoría
de veces han dado los primeros pasos pensando que les movía sólo un impulso personal. Poco a poco, han ido descubriendo que,
en realidad, iban dejándose seducir por el
otro: el Señor, que les amó primero. Lo de
san Agustín: no me buscarías si no me
hubieras encontrado. También es del Señor
la iniciativa en todo movimiento de reconversión. Lo que ahora mismo nos propone
esta Cuaresma, por ejemplo.
Conviene aquí recordar todavía una tercera invitación cuaresmal, la más
valiosa: somos invitados a la fiesta de
los sacramentos. Especialmente el de
la Eucaristía y el del perdón. De éste
ha dicho recientemente el Papa a los
obispos de Suiza: «La fe se convierte
en algo plenamente personal; ya no se
oculta en la colectividad.»
Antes de que fuera evidente la
desafección de muchos católicos a la
misa dominical y al sacramento de la
reconciliación… Antes de que se produjera, en los últimos diez años, una
notable disminución de los adolescentes que piden la confirmación…
Antes de la incipiente disminución
del número de primeras comuniones… Antes, digo, de estos hechos más
notorios, ya se nos había introducido en la
práctica pastoral una deficiente valoración
del papel de los sacramentos y de la iniciativa de Dios en la vida cristiana. La exageración de la importancia del esfuerzo personal, la priorización de la opción libre y del
consiguiente compromiso voluntarista, una
atención descompensada a la subjetividad…
son factores a revisar, con vistas a una
restitución de la vida sacramental al lugar
que le corresponde.
Si la Cuaresma no nos hace crecer por
dentro, saldremos decepcionados y correremos el riesgo de decepcionar a muchos que,
aunque no lo parezca, añoran a Dios.
Entre los contemporáneos de Jesús, había
quienes se referían a él con autosuficiencia:
«Al fin y al cabo, ¿no es de Nazaret?, ¿no
conocemos a su familia?» Y regresaban vacíos. Otros, en cambio, convertían su proximidad en motivo de confianza: le seguían, le
rezaban. Él se acercaba, les escuchaba, les
tocaba… Estos últimos recibían la salvación… Hoy, de forma semejante, muchos
desprecian los sacramentos a través de los
cuales el Señor sigue obrando en nosotros.
Pretextos no les faltan… pero tampoco ellos
reciben salvación.
Ahora mismo
Desde la calle
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