Conservación y Desarrollo: ¿Cómo administrar nuestros - Cipma

Conservación y Desarrollo:
¿Cómo administrar nuestros
1
parques nacionales?
Pablo Gutman
Centro de Estudios Urbanos y Regionales (CEUR).
Buenos Aires, Argentina
I
¿Se puede agregar algo a lo dicho en el
último decenio sobre la conveniencia de aunar conservación y desarrollo? 2 . De la reunión de Estocolmo a principios de los años
setenta a la Estrategia Mundial para la Conservación, en circulación una década después, todo parece estar dicho 3 .
La mayoría de las definiciones actuales
de desarrollo incluyen algún comentario
ambiental y, en cuanto a la conservación,
las recientes interpretaciones que de ella
1
Una primera versión de este documento fue presentada en el Seminario-taller sobre estrategias nacionales de conservación de área y recursos, realizado por
la Administración de Parques Nacionales argentinos
del 15 al 20 de octubre de 1984 en Buenos Aires.
2
Más adelante se presentan varias definiciones de
conservación, mientras tanto usamos el término aquí,
un poco laxamente como sinónimo de manejo ambiental y no sólo como manejo de áreas o recursos protegidos.
3
Nos referimos aquí a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, realizada en Estocolmo en junio de 1972, y a la "Estrategia Mundial para
la Conservación" realizada en 1980 por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el
Fondo Mundial para la Vida Silvestre (WWF) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
(PNUMA).
AMB. y DES., VOL. I, N° 2, págs. 15-24, junio 1985
15
hace la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, (UICN) parecen casi
una definición del desarrollo.
Y sin embargo las insatisfacciones persisten. "La conservación y el desarrollo han
sido combinados tan rara vez que frecuentemente parecen incompatibles", reconoce la
UICN en 1980.
¿A quién responsabilizar? A los agentes
del desarrollo —dirán los conservacionistas— por no incorporar realmente la conservación en sus acciones. Cierto, pero, ¿es qué
los conservacionistas incorporan por su
parte la preocupación por el desarrollo en
sus iniciativas?
En la mayoría de las reuniones donde
coinciden conservacionistas, agentes de gobierno y empresas privadas, se cruzan las
mejores declaraciones y votos de preocupación mutua (el tono político variará de
acuerdo con los participantes). Lo más probable es que, pasado este encuentro, las
oficinas de gobierno y los empresarios privados se dediquen a ver dónde es más rentable instalar un gran proyecto y los conservacionistas se vayan a hacer campaña por la
protección del yacaré.
Zapatero a tus zapatos, los promotores
del desarrollo se olvidaron del ambiente y
los conservacionistas del desarrollo.
Podríamos agregar que, en el tercer
mundo, el grueso de la población no llegará
a ver los beneficios ni del gran proyecto ni
de la conservación del yacaré.
Una situación como esta, acordar en las
declaraciones y desatenderse en las acciones, puede resultar muy beneficiosa para
algunos agentes del desarrollo. Ganan respetabilidad ambiental, mientras acaparan
recursos y deterioran el ambiente natural y
social 4 .
4
Algunas de estas situaciones son realmente chocantes. Tal es el caso de la propaganda "conservacionista" de las grandes trasnacionales de la química y la
petroquímica. Otras son directamente incomprensibles. Como la tendencia de los foros conservacionistas
mundiales a enfatizar que los mayores problemas ambientales están en el tercer mundo. (Ver por ejemplo la
propia Estrategia Mundial para la Conservación, o la
reciente declaración The Global Possible, World Resources Institute, 1984). O esto es una mentira bien
16
Pero también es confortable para muchos voceros de la conservación que bajo el
escudo de promover un mejor desarrollo,
atienden mayoritariamente a la calidad de
vida de las élites más ricas.
Aquellos que creemos sinceramente en
una posibilidad de mutuo enriquecimiento
y potenciación del desarrollo y la conservación, debemos enfrentar esta realidad. Y
aunque sus causas tienen mucho que ver
con profundos conflictos de intereses dentro de la sociedad, es posible que avancemos algo hacia su resolución si somos capaces de reconocer que existen hoy varios tipos de desarrollo y varios tipos de conservación en juego, cuando hablamos de conservación y desarrollo.
II
Tal vez, a los que no frecuenten la literatura
económica les resulte extraño comprobar
que el desarrollo, como fenómeno perceptible, como futuro previsible y como objetivo
elusivo son concepciones muy recientes en
la historia de la sociedad humana.
La comunidad agraria estaba mucho
más preparada para una visión estática de la
sociedad. Sea que no interpretara en términos de una reiteración cíclica, como en las
culturas orientales (en clara correspondencia con el ciclo agrícola) sea que se presentara como un tránsito, como una antesala
del reino de los cielos (en la tradición cristiana).
El estancamiento demográfico y los rígidos sistemas de opresión social coayuvaban también a la imagen de inmovilismo.
Los cambios, pues en mayor o menor grado
siempre los hubo, buscaban rápidamente
una justificación divina, para ganar la intemporalidad. Estaba escrito.
En occidente, primero el renacimiento y
luego el capitalismo derrumbaron esta imaintencionada para captar ayuda hacia los países subdesarrollados, o es una hipocresía de marca mayor que
minimiza los problemas ambientales de la contaminación atómica, la dispersión de desechos tóxicos, la negativa a compartir los recursos del fondo marino y
otros pequeños problemas ambientales responsabilidad de los países desarrollados.
gen de la sociedad. El cambio, el crecimiento estaban en todas partes. El desarrollo era
perceptible. Pero no sólo eso, los fundadores del pensamiento económico (desde el
siglo XVII en adelante) también lo creían previsible. Era el destino al que se dirigían, más
temprano o más tarde, todas las naciones
civilizadas.
Sin embargo, la ruptura conceptual con
el pasado fue sólo parcial. Porque este desarrollo se creía espontáneo, respondiendo a
leyes que la ciencia podía decir pero no alterar. El desarrollo económico era entonces
un fenómeno natural... y finito. Hasta bien
entrado este siglo, todas las escuelas económicas de occidente coincidían en suponer un techo, un límite al crecimiento. El
estado estacionario, o la crisis 5 .
Alrededor de la Segunda Guerra Mundial, y el largo período de crecimiento que
le siguió, varias de estas creencias cambiaron profundamente.
Por una parte, el papel asumido por el
gasto público en la estabilización de la economía de los países industrializados y el
rápido cambio tecnológico dieron lugar a
una lectura optimista del auge de postguerra.
Las escuelas postkeynesianas y neoclásicas y por supuesto los políticos, coinciden
entonces en señalar un futuro de desarrollo
económico permanente, apoyado en el
cambio tecnológico, el consumo creciente y
el estado benefactor 6 .
Paradójicamente en este mismo período entra en crisis la confianza en el automatismo del desarrollo económico a nivel internacional. La comunicación creciente, los
procesos de descolonización de Africa y
Asia, acercan a dos tercios del mundo a la
comprobación de que la brecha económica
entre ricos y pobres se agranda en vez de
disminuir.
5
Es interesante señalar que los argumentos esgrimidos han sido parcialmente reflotados por los voceros del ecodesastre. Agotamiento de recursos, sobrepoblación, rendimientos decrecientes, etc. Singer
(1961) trata estos aspectos en forma muy sugerente.
6
Aunque Reynes mismo fue un convencido pesimista y el Estado benefactor gaste mayoritariamente
en armamentos.
Sin embargo, la experiencia de las políticas económicas del período de guerra, los
logros de la Unión Soviética, los programas
de reconstrucción de Europa, las propuestas anticíclicas keynesianas, indican hacia
un nuevo camino. El desarrollo, objetivo
elusivo, debe ser buscado planificadamente. La planificación del desarrollo en el tercer mundo toma su lugar entre las décadas
del cuarenta y del cincuenta.
Puesto que ahora el desarrollo será un
objetivo buscado concientemente a través
de la planificación, parece oportuno preguntarnos qué es y dónde está. Notablemente, en este período a nadie parece importarle dicha tarea. El desarrollo es lo que
está allí enfrente. Cambios en el consumo,
en el empleo, en la productividad. Lo importante es proponer políticas sectoriales que
nos pongan en el camino del despegue7.
La coincidencia en el objetivo abarca inclusive al bloque de países socialistas. No es
de sorprender entonces que los historiadores económicos especulen que el grado de
planificación estatal responde simplemente
al carácter tardío de la industrialización
(cuanto más tarde se desarrolla un país tanto más necesita del protagonismo del Estado), (Gerschenkron, 1962). O que el Premio
Nobel Tinbergen (1965) plantee la confluencia de los sistemas económicos. Capitalismo y socialismo avanzan por diferentes
vías hacia un mismo objetivo de desarrollo 8 .
América Latina no escapa a esta situación. Sea en las propuestas de la CEPAL, (sustitución de importaciones y reforma agraria)
o en los críticos de la dependencia, se discute sobre los caminos y su transitabilidad, no
sobre el destino final 9 .
7
Resulta aleccionador hojear la literatura sobre desarrollo de principios de los años 60, y comprobar que
no existe, casi ninguna definición sustantiva del término.
8
Esta interpretación no es sólo occidental sino que
ha sido compartida también por los economistas rusos
(ver Liberman, 1968) e incluso es rastreable entre los
padres fundadores.
9
En medio de la actual avalancha liberal, resulta
difícil recordar, por ejemplo, que la planificación del
desarrollo en América Latina fue promovida en el decenio de 1950 por los Estados Unidos y el Banco Mundial.
La mayoría de las Oficinas Nacionales de Planificación
17
Treinta años después la situación es
mucho más complicada. El paradigma de
desarrollo presentado por los países industrializados está en crisis (como también lo
está el propuesto por el bloque socialista).
Buena parte de las críticas han venido del
interior de las metrópolis, y la preocupación
por el deterioro ambiental y la deshumanización del consumismo han sido un componente importante. La crisis de los años
ochenta ha agravado los cuestionamientos
al sumarle la desocupación y la desconfianza en la capacidad de crecimiento permanente.
Entre los voceros del sistema un fuerte
movimiento neoliberal está dispuesto a seguir adelante con el desarrollo. Pero no para
todos, en el camino deberán quedar los más
débiles de la propia sociedad industrializada y, por supuesto, los más débiles del resto
del mundo, la inmensa mayoría de la humanidad.
Los grupos ligados al estado benefactor
y regulador se encuentran a la defensiva;
faltos de estrategias frente a la crisis. Tal vez
las futuras orientaciones del desarrollo del
mundo industrializado no surjan desde arriba sino que resulten de los intensos cambios que experimenta la sociedad civil de
estos países.
En el tercer mundo la crisis es también
profunda, acaso más, están en juicio tanto
las estrategias como los objetivos, puesto
que ambos han resultado frustrantes. A
grandes rasgos tres posiciones me parecen
importantes aquí.
En primer lugar, el liberalismo que llama a dimensionar nuestras sociedades de
acuerdo con las demandas del mercado
mundial. A principios de siglo, en una etapa
de mucho menor desarrollo social y con el
mercado mundial en expansión pudo ostentar algunos éxitos; en la actualidad, con el
se crean en América Latina a propuestas de la Alianza
para el Progreso y el BIRF y la AID asesoran los primeros
planes de desarrollo de numerosos países. Existen también experiencias más antiguas e independientes como
la protagonizada por la CORFO en Chile en las décadas del
treinta y cuarenta, o los dos planes quinquenales argentinos a finales de la década del cuarenta.
18
peso mundial del capital financiero, la crisis
económica y el crecimiento social de la
postguerra, sus desastrosos métodos y resultados están tristemente a la vista.
En segundo lugar, las tendencias desarrollistas. Incluyo aquí un espectro mucho
más amplio que lo que normalmente se rotula de esta manera en Argentina o América
Latina. Con el dominio a las tendencias que
ven como estrategia central la acción del
Estado para promover la industrialización
del Tercer Mundo, tras el modelo de Europa
y USA. Si ayer fue acero y automóviles, hoy
será petroquímica y energía atómica. Sustituir importaciones es para ellos producir
adentro lo mismo que nos venía de afuera y
aumentar exportaciones es intensificar la
producción en las áreas y con los recursos
tradicionalmente de exportación. Así definido este grupo es muy amplio y permite numerosas divisiones internas, de acuerdo
con la sensibilidad social, el peso del capital
extranjero, el rol del Estado, etc.
Y finalmente el conjunto de propuestas
que agrupamos bajo el título de desarrollo
alternativo. Aquí justamente es donde
mayor cabida han tenido las consideraciones ambientales. Objetivos y estrategias del
desarrollo se asocian entonces a:
— Un uso de los recursos naturales y humanos sostenible en el largo plazo.
— La atención preferente a las necesidades básicas del conjunto de la población, incluyendo las generaciones futuras.
— Un uso creativo de la variedad natural y
cultural. Tanto a nivel de los objetivos
sociales como de los bienes que las satisfacen y de las técnicas con que se
producen.
— Un énfasis en la escala regional y local,
en la participación y en la iniciativa en la
base10.
10
No creo necesario abundar aquí en la literatura
sobre desarrollo alternativo, que es hoy bien conocida
Probablemente su vocero más actualizado sea la Fundación Internacional para las Alternativas de Desarrollo
(IFDA), tanto en el proyecto del mismo nombre como en
su publicación periódica. También los trabajos que regularmente publica Development Dialogue. Entre los
Para ser honestos, nuestras simpatías
se dirigen hacia la última de las variantes.
Aunque somos los primeros en reconocer
que los fracasos del liberalismo y el desarrollismo no garantizan el éxito de las propuestas de desarrollo alternativo, cuya práctica
ha sido hasta hoy muy limitada.
En definitiva las variantes y matices en
las estrategias de desarrollo pueden dar lugar a numerosas clasificaciones. Nuestra intención con esta exposición es insistir sobre
la falacia de hablar de desarrollo en general
y destacar, al mismo tiempo, varias situaciones extremas con las que se enfrenta el
conservacionismo 11 .
Veamos ahora esto mismo desde el ángulo de este último.
Ill
"La idea del parque nacional, nació en un
espectacular marco silvestre de los Estados
Unidos. Durante la última acampada de la
expedición de Washburn, Langford y Doane
a Yellowstone la noche del 12 de septiembre
de 1870, los exploradores decidieron buscar
un mecanismo que garantizara la protección de las maravillas naturales de la zona
contra la explotación destructiva y apartar
estos recursos para el uso y disfrute del público..."
"Es fácil imaginar su discusión alrededor de aquella hoguera. Muy probablemente serían parecidas a las que están teniendo
lugar, de una u otra forma, en este momento
en la patagonia, el amazonas, la tierras
bajas de Centro América, las selvas andinas
y las islas del Caribe..." (K. Miller, 1980,
pág. 36).
La imaginación poética de K. Miller nos
juega aquí una mala pasada. Los parques
nacionales no surgen de esa fogata de fin de
siglo, sino que entroncan con una de las
variantes más antiguas de la conservación
autores que más se han interesado en precisar los alcances del ecodesarrollo, como una alternativa posible,
Sachs (1973, 1974) es sin duda el más representativo.
11
Wolfe (1984) utiliza una clasificación de estrategias de desarrollo bastante similar, para indagar penetrantemente en las limitaciones de la participación de
base, una de las banderas del desarrollo alternativo.
en el mundo occidental. Porque es bueno
decirlo, existen tantas o más variedades de
conservación como de desarrollo.
La conservación para los pueblos recolectores responde a su interés en preservar
los ciclos naturales que cosechan. Y en algunos casos los conocimientos alcanzados superan todavía a los de la ciencia formal
(Johansen, 1982). En las sociedades agrícolas altamente pobladas de Asia, por el contrario, la conservación fue desde siempre
una cuidadosa administración de una naturaleza altamente artificializada, de cuya continuidad dependía en forma inmediata la vida de grandes contingentes de población.
Siempre fue una conservación activa y transformadora.
Este conservacionismo campesino perdura hasta nuestros días, aunque muchas
veces sea incapaz de frenar el deterioro ambiental que resulta de la escasez de recursos
y la falta de conocimientos o medios para
enfrentar situaciones de brusco cambio. Y
otras veces sucumbe ante cambios en la
estructura social (marginalización, expulsión, subordinación).
En Occidente, por el contrario, dominó
la conservación del señor feudal. "Nulle terre sans seigneur". El coto de caza, el bosque real. El guardabosque, figura ominosa
que persigue al cazador furtivo. La naturaleza conservada para solaz y diversión de la
nobleza.
La literatura de la época es un buen reflejo de esta situación dual. Para el campesino el bosque, la foresta, es el lugar de lo
desconocido, de los temores, la guarida del
lobo. Para la literatura galante el bosque es
el lugar de las gestas caballerescas, de los
encuentros misteriosos, de los combates
singulares.
Si es cierto, como afirma Le Goff (1967)
que el progreso medieval europeo es una
cruzada de desmonte, hay que constatar
que este se hace salvaguardando las áreas
de conservación de la nobleza o en el conflicto entre nobleza, clero y campesinos.
El desarrollo del capitalismo transformó
la naturaleza en un recurso, en un motivo de
enriquecimiento, eclipsando temporariamente todo conservacionismo. Cuando éste
19
vuelve a tomar fuerza, en Estados Unidos,
no lo hace de la mano de sus grandes libertarios naturistas (Toreau, Whitman) sino de
la mano del más agresivo período de expansión de Norteamérica (recuérdese la asociación de Teodoro Roosevelt con los Parques
Nacionales y con la política del Big Stick).
No es de extrañar entonces que la figura
reivindicada no sea la del conservacionismo
activo del campesino, sino la mucho más
pasiva del recolector primitivo (las poéticas
declaraciones del cacique Seattle son ahora
Best-seller). Pero la verdad marcha por otro
lado.
La continuidad entre el conservacionismo de principios de siglo y el coto feudal,
aparece bellamente expresada en el parque
"The Cloisters" en la punta norte de Manhattan. Una amplia extensión de terreno de
precio incalculable que la familia Rockefeller dona a la ciudad de New York, con la
condición de que se mantenga a perpetuidad en su estado agreste natural junto con
un maravilloso castillo medieval enclavado
en el medio del área "The Cloisters" hecho
con retazos de milenarios conventos que la
fortuna Rockefeller fue comprando, empaquetando y trasladando pacientemente desde todos los rincones de Europa.
Por supuesto, de la aristocracia, a la monarquía, a la república, el coto de caza se ha
vuelto democrático, abierto al público. Aunque muchos de los movimientos de defensa
ambiental que se constituyen en los barrios
residenciales de nuestras ciudades se desvelan por reivindicar un ambiente al que
sólo pueden acceder los más ricos o los más
privilegiados.
Y finalmente existe un conservacionismo de más nuevo cuño, que acusa el impacto del movimiento ambiental de las últimas
décadas. Que recoge tanto los aportes científicos de un mayor conocimiento ecológico, como las críticas sociales a los paradigmas consumistas y tecnicistas y se preocupa especialmente por las lamentables condiciones de vida de dos tercios de la población humana.
Un conservacionismo de este tipo, tiene
que ser necesariamente activo, tiene que
regresar la mirada hacia el conservacionis20
mo campesino. Debe ser solidario, buscando prioridades naturales y sociales que favorezcan a los que más necesitan y también
debe ser selectivo, en los métodos y alianzas porque no cualquier estrategia de desarrollo puede satisfacer las metas de este
conservacionismo.
A esta dirección apunta, aunque todavía
con muchas lagunas a nuestro juicio, la Estrategia Mundial para la Conservación cuando dice:
"La conservación se define aquí de la
manera siguiente: La gestión de la utilización de la biosfera por el ser humano
de tal suerte que produzca el mayor y
sostenido beneficio para las generaciones actuales, pero que mantenga su potencialidad para satisfacer las necesidades y aspiraciones de las generaciones
futuras. Por lo tanto, la conservación es
positiva y abarca la preservación, el
mantenimiento, la utilización sostenida,
la restauración y la mejora del entorno
natural... La conservación, como el desarrollo son para el hombre; mientras
que el desarrollo intenta alcanzar las finalidades del hombre ante todo mediante la utilización de la biosfera, la
conservación trata de lograrlas por medio del mantenimiento de dicha utilización..." (UICN,PNUMA,WWF, 1980, párrafos
1.4 y 1.5.).
IV
Podemos hacer a esta altura un breve ejercicio de correlación. Armamos una matriz de
filas y columnas donde en una dirección
ubicamos las estrategias de desarrollo (liberal, desarrollista, alternativas) y en la otra
las diferentes orientaciones conservacionistas (aristocrática, campesina, ambientalista). Podemos anotar muchas cosas en las
intersecciones. Cual tiene más afinidad con
cual. Cuáles se rechazan en mayor medida.
Cuáles se potencian, cuáles se neutralizan.
También el juego del "dime con quién
andas y te diré quien eres". Si usted es un
conservacionista que se siente cómodo con
una estrategia de desarrollo liberal ¿cuál tipo
de conservacionismo practica? En algunos
casos podríamos utilizarlos como cuaderno
de estrategias. Ya que no podemos elegir la
situación social en que debemos actuar, ¿cómo llevar mejor adelante nuestras propuestas si las estrategias de desarrollo dominantes son de este u otro tipo?
Que los burócratas de gobierno, los partidos políticos y los agentes privados no se
preocupen mucho por distinguir con qué
tipo de conservacionismo dialogan, puede
ser entendible, tal vez todos ellos les interesen muy poco 12 . Por otra parte tienen sus
propias diferencias en cuanto a estrategias
de desarrollo, si las hacen explícitas (aunque a veces en una forma que al público le
resulta imposible ver dónde están esas diferencias).
Que al movimiento conservacionista, le
resulte tan difícil distinguir las diferencias al
interior del desarrollo y al interior de la conservación, responde a mi juicio a otro motivo.
Es que hasta hoy el conservacionismo
toma frente a los problemas del desarrollo,
en el mejor de los casos, el papel de un
"consejero desde afuera". Se debería hacer
esto o aquéllo, se nos debería llamar para
que demos nuestros consejos sobre cómo
hacer. Pero el problema del desarrollo es
cuestión de otros, el nuestro es la conservación.
Releamos la Estrategia Mundial para la
Conservación. Después de haber argüido
brillantemente que la conservación es una
parte fundamental e inseparable del desarrollo, se nos muestra cómo esta conservación se podría conseguir cumplimentando
unos requisitos prioritarios que—importantes como son— pueden perfectamente lograrse sin solucionar la mayoría de los graves problemas de desarrollo del mundo.
Si queremos que el desarrollo se comprometa con la conservación, la conservación deberá comprometerse con el desarrollo. Ello no se logrará simplemente con que
el primero incorpore algunas frases de circunstancia y con que el segundo descubra
12
Aunque sospecho que viendo a dónde se dirigen
los subsidios y donaciones, se puede tener una buena
idea de las distinciones que realizan los donantes.
que entre conservación y desarrollo no hay
diferencias. Si las hay, y no sólo según el
estilo de desarrollo, también según el estilo
de conservación.
Debemos pasar de una percepción en
que conservación y desarrollo no son incompatibles, —cada cual puede hacer lo
suyo por su lado sin entrar en conflictos— a
otra en que ambas son mutuamente necesarias.
Pero si esto es cierto, y no simplemente
un slogan, tiene que reflejarse tanto en las
estrategias de desarrollo como en las estrategias de conservación. Sobre todo al nivel
de las prioridades, tanto en los objetivos
como en recursos movilizados y en métodos utilizados. Y llegados aquí veremos que
no todas las propuestas de conservación y
desarrollo están motivadas o capacitadas
para esta tarea.
V
Volvamos ahora la mirada hacia nuestros
Parques Nacionales, que son el motivo originario de este artículo. Lo primero que quisiera señalar es su situación paradojal.
Los Parques Nacionales ocupan entre 2
y 4% de la superficie de nuestros países y
son el resultado de un mandato legislativo
muy general, orientado básicamente hacia
la preservación en términos tradicionales.
Sin embargo, en la mayor parte de América Latina la gestión ambiental es tan limitada en recursos y experiencias, que para el
grueso de la opinión pública el representante más visible de la conservación es el sistema de Parques Nacionales.
¿Están los Parques Nacionales en condiciones de asumir por sí solos esa titularidad?
Cuanto más limitemos el concepto de
conservación, cuanto más nos acerquemos
al tipo "feudal", más afirmativa será la respuesta, y más tradicional y alejado del desarrollo será el manejo que hagamos de nuestro sistema de Parques.
Por el contrario, si postulamos por conservación un concepto abarcativo y activo
(en la línea de las propuestas de la UICN, los
Parques Nacionales deben ser componen21
tes de una estrategia de conservación más
amplia que atienda al total de los ambientes
nacionales y no sólo al 4 por ciento del país.
Nueva paradoja, la humildad, lejos de
reducir nuestras responsabilidades, plantea
grandes desafíos. Convertirse en parte importante de una estrategia nacional de conservación implica, para nuestros Parques
Nacionales, compromisos crecientes que
son hoy cada vez más visibles. En palabras
de Jofry Mc Neely:
"las áreas protegidas deben adaptarse
a las situaciones cambiantes. Evolucionando desde la idea de Parque
Nacional, como área estrictamente
protegida con fines turísticos, que tuvo
su inicio en Yellowstone hace más de
100 años, las áreas protegidas deben
ahora ser manejadas conscientemente
para contribuir a las demandas actuales
sociales, ecológicas y económicas."
(J. Mc Neely, 1982, pág. 237).
Esto demandará un esfuerzo de gestión
ambiental, muy diferente al habitual, desde
la concepción del papel de nuestros Parques Nacionales en los contextos nacionales, regionales y locales, hasta la administración diaria de las diferentes actividades
que en ellos se realicen. Harrison, Miller y
Mc Neely (1982) lo preveen al afirmar:
"La expansión de las áreas protegidas
va a requerir mucho más administración efectiva. Ya no será más una prioridad el poner un muro alrededor de un
santuario natural y dejarlo en mano de
los procesos naturales... Objetivos claros y concisos deberán ser definidos para cada área, y la administración deberá
ser activa. Esto requerirá una inversión
creciente en recursos humanos, en emprendimientos, en educación e investigación..." (pág. 245).
—La selección de áreas a proteger. Basada durante el siglo pasado en gran medida en los valores paisajísticos del área, actualmente, a favor de nuestro mayor conocimiento ecológico responde a razones de representatividad del ambiente, riqueza biológica, estado de preservación y riesgos de
22
afectación. A todos estos criterios naturales,
debemos agregar hoy los que surgen del
diálogo ampliado de la conservación con el
desarrollo. Qué emplazamiento entre varios
posibles y con qué orden de prioridad, debe
resolverse también en la consideración explícita de las situaciones sociales y económicas a escalas nacionales, regionales y locales.
¿Dónde un emplazamiento del área protegida refuerza las oportunidades de desarrollo local y regional, diversifica los usos de
los ambientes naturales y crea flujos de interacción positivos entre el Parque y las áreas
vecinas?
Lejos de ser fuente de conflictos ambos
aspectos pueden potenciarse mutuamente.
Por ejemplo Charles Benett (1976) traza un
paralelo entre la diversidad natural y la diversidad social. ¿Existe la posibilidad de
aprovechar una naturaleza diversificada en
una sociedad que marcha hacia la uniformidad? Y en este contexto ¿cuál puede ser el
papel de los Parques Nacionales para proteger y aprovechar la diversidad cultural de
los grupos sociales que les son cercanos?
— La selección del régimen de protección del área. La variedad de figuras existentes (UICN, 1977) implican diferentes grados
de intervención y distintas formas de manejo. Desde las estrictamente presérvacionistas, que suponen la total limitación de
acceso humano al área (intangibilidad) hasta las orientadas hacia una ocupación productiva, sostenible en el largo plazo (reservas de uso múltiples o similares).
Creo que existe aquí una herramienta de
importancia central que puede actuar como
puente entre el Parque Nacional, volcado
mayoritariamente hacia la preservación y la
investigación, y una estrategia nacional de
conservación activa. Tradicionalmente se
ha considerado las áreas de reserva, sea
como un amortiguador pasivo de la presión
externa sobre el parque (buffer zones) sea
como un territorio que el Parque debe ceder
frente a la presión de los usos económicos
de la población vecina.
Lejos de estas dos situaciones las reservas de uso múltiple pueden ser las áreas
donde la producción y la preservación se
den la mano en el desarrollo de métodos de
aprovechamiento adecuados a la oferta natural y sostenibles a largo plazo.
Por cierto esto no puede ni debe ser
misión exclusiva de una Administración de
Parques Nacionales, pues involucra a las
instituciones nacionales y regionales encargadas de la producción rural y por supuesto
a la población local. Una apertura a la colaboración que es parte misma del diálogo
entre conservación y desarrollo 13 .
El régimen de protección a promover
debe estar siempre en relación con los objetivos buscados. Nada más lógico entonces
que nuevos y más amplios objetivos exijan
repensar nuestros criterios de selección y
definición de áreas14.
—¿Cómo organizamos la administración de nuestros Parques Nacionales, atendiendo a esta nueva perspectiva? Nos parece aquí que los siempre reclamados planes
de manejo integrales de Parques, asumen
también otras responsabilidades. En ellos
se debería dar especial énfasis a los flujos
entre el parque y el exterior. No sólo el conocimiento y la preservación de los flujos naturales bióticos y abióticos, también los
flujos de información, de demostración, de
investigación, pueden alimentar desde el
Parque Nacional las oportunidades para un
manejo ambientalmente adecuado en las
reservas de uso múltiple y áreas vecinas y a
través de ellas colaborar en la conservación
activa de todos los ambientes nacionales.
Cada plan de manejo será entonces específico, pero no sólo por las particularidades de sus ambientes naturales, sino también por las diversas potencialidades y demandas de su entorno físico, social y económico.
Estas distintas formas de preservación
de recursos y áreas protegidas deben conjugarse en una estrategia de conservación
que apunte al total de los recursos—no sólo
los silvestres, sino también a los que son la
base de los esfuerzos productivos y de los
asentamientos humanos— y sobre todo a la
integración de todas estas tareas, con conservación activa de la población humana y
con el desarrollo de la sociedad. De aquí
deben surgir prioridades totalmente diferentes a las habituales.
La conservación no puede ser lo mismo
en Estados Unidos o Europa que en un país
del Tercer Mundo, y no sólo por las diferencias naturales sino también por las diversas
urgencias sociales15.
VI
Pero ¿no estamos pidiendo demasiado?
Los problemas de la conservación son muchos y complejos. ¿Por qué adelantarnos a
asumir las necesidades del desarrollo, si los
encargados del desarrollo no hacen otro
tanto con nosotros?. ¿No será de nuestra
parte un exceso de omnipotencia?. ¿No co-
15
13
Este papel central que pueden jugar las reservas
de uso múltiple, es en buena medida una propuesta de
Miguel Pellerano (comunicación en el Seminario-Taller
de Parques Nacionales, Buenos Aires, octubre, 1984).
14
lnclusive los objetivos de estricta preservación
de una especie biótica o de un área pueden requerir
soluciones heterodoxas. J. Jackson (comunicación en
el seminario antes mencionado) señala que muchas
especies faunísticas medran temporal o permanentemente en agrosistemas. La preservación de un área en
forma silvestre no sería para ellas el nicho más adecuado. También se da el caso que muchos ambientes son
el resultado de la prolongada coevolución de la naturaleza y la población local (o indígena). Tratar de preservar esa naturaleza erradicando la población puede resultar en abruptos cambios indeseables. En casos como estos la población local forma parte del ambiente a
preservar.
Lamentablemente, los ejemplos contrarios son
los más abundantes. Mientras que los donantes internacionales saludan el aumento de la población de tigres y rinocerontes en el Parque Real Chitwan, Nepal,
nos enteramos (Mishra, 1982) que la muerte de campesinos en las fauces de tigres y las pérdidas de cosechas
en las patas de rinocerontes van en crecimiento. ¿Entonces no proteger a la vida silvestre? Sí, pero encontrar formas adecuadas también a las necesidades y
posibilidades de protección de la población (que no son
las mismas en Nepal que en Francia o Inglaterra). Pero
la cuestión no queda allí, también pasa por las prioridades de conservación. Pues el problema ambiental número uno de Nepal es la erosión de suelos montañosos
que está poniendo en colapso toda la economía del
país. Sin embargo, obtiene menos interés nacional e
internacional que los tigres de Chitwan. Tal vez porque
detrás de la erosión existe un profundo conflicto social
(véase el excelente trabajo de Blaikie, 1983).
23
r r e m o s el riesgo de enajenar nuestras v o luntades, de politizarnos?.
Podríamos responder con m u c h o s arg u m e n t o s técnicos c o m o el carácter holístico del a m b i e n t e o la necesidad de una acción integrada. Al m a r g e n de t o d o s ellos, o
m e j o r dicho conteniéndolos a t o d o s , la respuesta más profunda la adelanta el gran
ecólogo norteamericano Barry C o m m o n e r ,
al decirnos:
"... Así cuando cualquier problema a m biental es analizado hasta sus orígenes,
revela una verdad incontrastable. Que
la raíz de la crisis no se encuentra en
la f o r m a en que los h o m b r e s interact ú a n con la naturaleza, sino en la forma en que ellos interactúan entre sí.
Que para resolver la crisis ambiental deb e m o s resolver el problema de la m i s e r i a , de la i n j u s t i c i a racial y de la
guerra. Que la deuda con la naturaleza,
que es la m e d i d a de la crisis a m b i e n t a l , no p u e d e ser pagada persona a
persona en botellas recicladas o hábit o s e c o l ó g i c a m e n t e razonables, sino
en la vieja m o n e d a de la justicia social.
Que en f i n , la paz entre los h o m b r e s debe preceder a la paz con la naturaleza"
( C o m m o n e r , B. 1973, pág. 24).
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