Cómo integrar sostenibilidad y mercado - Fundación Banco Santander

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La integración de la sostenibilidad con la realidad del mercado es uno de los temas actuales que
Cuadernos de
requieren una mayor atención. El profundizar, debatir y reflexionar sobre esta problemática fue el
Sostenibilidad y
Patrimonio Natural
objetivo del Foro de Economía y Sostenibilidad que organiza la Fundación Banco Santander y cuyos
trabajos se recogen ahora en este número de Cuadernos de Sostenibilidad y Patrimonio Natural de
esta Fundación.
Los mercados permiten una asignación eficiente de recursos cuando se cumplen determinadas
condiciones; en presencia de fallos de mercado, tales decisiones descentralizadas no asignan los
recursos de esta forma. La economía de mercado no favorece a corto plazo ni políticas, ni procesos
de dicha economía, en la que no sólo no se internalizan los costes ambientales, sino también las
externalidades asociadas a la insostenibilidad de muchos procesos productivos o de consumo.
Un debate fundamental está en cómo
la sociedad reduce estas formas de
fallo de mercado a través de
diversos mecanismos y estrategias.
Mientras no surjan los consensos
y las soluciones socio-políticas, no
será posible sacar partido a las
tecnologías o modelos de negocio
que nos permitirán avanzar,
decididamente, en los frentes de
oportunidad que se abren
ante las diversas
transiciones (energética,
del consumo,
del transporte, etc.) hacia
la sostenibilidad.
Cómo integrar sostenibilidad y mercado
ni, en general, modelos productivos y de consumo más sostenibles, y ello debido a las imperfecciones
ISBN 978-84-92543-11-3
Cuadernos
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Este libro está impreso con papeles reciclados y ecológicos, altamente
sostenibles; cubierta en papel estucado mate Ikonorex Silk;
páginas interiores en papel Cyclus Offset reciclado
La Fundación Banco Santander no se hace
responsable de las opiniones vertidas por los autores
de estos artículos.
Prohibida la reproducción total o parcial de esta
publicación sin autorización de la empresa editora.
© 2009. Fundación Banco Santander.
Todos los derechos reservados.
Depósito Legal: M-31181-2009
ISBN: 978-84-92543-11-3
Impreso en España / Printed in Spain
Diseño editorial: Investigación Gráfica, S.A. / Alberto Corazón
Imprime: Brizzolis, arte en gráficas
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La armonización de la sostenibilidad y el mercado es uno de los mayores retos que nuestra sociedad tiene planteados. Asimismo, es
una excelente oportunidad de construir un nuevo tiempo, en el que la economía, los modelos sociales y el cuidado del entorno sean
partes concordantes de una estructura integradora, fructífera, perdurable y justa.
Con el deseo de aportar elementos de reflexión y propuestas de actuación para evolucionar hacia este paradigma, nuestra Fundación ha dedicado su Quinto Foro de Economía y Sostenibilidad a debatir en torno a ese interrogante de «Cómo integrar sostenibilidad y mercado».
Partiendo del análisis del momento actual, la pregunta que se planteó fue ¿hacia dónde ir?, contemplando al tiempo las posibilidades
y restricciones que existen para compatibilizar la práctica del mercado y el desarrollo sostenible. Igualmente, las perspectivas próximas y que estén por venir fueron objeto de atención, intentando dar respuesta a cómo será la economía del futuro y cómo se avanzará hacia ella.
Para responder a estas cuestiones, ha de tenerse en cuenta que la sostenibilidad sólo es posible si se logra el triple y equilibrador
objetivo de conseguir simultáneamente la cohesión social, la viabilidad económica y la conservación integral del medio ambiente.Y
todo ello, tanto a escala local, como nacional y global.
La economía del futuro es fácil de imaginar: será muy distinta de la que conocemos, pero hay elementos que ya se pueden perfilar. El
primero y más importante es que la sociedad va a poner en valor otras capacidades y potencialidades de personas, empresas y organizaciones. En este sentido, la relación individuo-mercado, el papel de los gobiernos y el protagonismo de la comunidad internacional son aspectos determinantes, ya que el desarrollo sostenible necesita de un concierto integrador y supranacional porque los problemas, los riesgos y las oportunidades tienen un marcado carácter global.
De acuerdo con estas premisas, los ponentes del Foro, todos ellos expertos procedentes del ámbito académico o la empresa privada, expusieron las bases sobre las que asentar el camino a recorrer, al tiempo que señalaron con precisión la dirección y el sentido
de la marcha a seguir.
En este nuevo número de nuestra colección Cuadernos de Sostenibilidad y Patrimonio Natural recogemos sus enseñanzas y reflexiones; su participación en el Foro –eficaz y brillantemente coordinado por el catedrático Emilio Cerdá– ha supuesto una provechosa experiencia, la cual queremos agradecer desde estas líneas y divulgar con esta publicación.
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Apertura de la jornada
Antonio Escámez
Presidente, Fundación Banco Santander
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¿Dónde estamos? ¿Hacia dónde ir?
Emilio Cerdá
Catedrático de Fundamentos del Análisis Económico, Universidad Complutense de Madrid
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El papel social del mercado
Juan Ignacio Palacio
Catedrático de Economía Aplicada, Universidad de Castilla-La Mancha
Instrumentos de mercado y políticas de protección ambiental
Xavier Lavandería
Responsable de la Cátedra Economía del Cambio Climático, Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA)
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Posibilidades y restricciones para compatibilizar mercado
y gestión ambiental empresarial: una visión estratégica
Juan Alberto Aragón,Vera Ferrón y José Manuel de la Torre
Departamento de Organización de Empresas, Universidad de Granada
Crecimiento, sostenibilidad y mercado
Carlos Mario Gómez
Profesor Titular de Fundamentos del Análisis Económico, Universidad de Alcalá de Henares
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Sostenibilidad y mercado
José Antonio Herce
Socio-Director de Economía de Analistas Financieros Internacionales,
Profesor de Economía, Universidad Complutense de Madrid . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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¿Cuál será la economía del futuro? ¿Cómo avanzar hacia ella?
Alberto Garrido
Profesor Titular de Economía Agraria y Recursos Naturales, Universidad Politécnica de Madrid
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APERTURA DE LA JORNADA
Antonio Escámez
Presidente
Fundación Banco Santander
En los últimos años, nuestra Fundación está prestando una atención muy especial al tema de la sostenibilidad, con el objetivo de difundir y enraizar en nuestra sociedad el concepto y la práctica del desarrollo sostenible.A lo largo de este período, hemos realizado una
intensa labor de divulgación a través de múltiples Jornadas, Seminarios, Conferencias y publicaciones periódicas, así como algunas actuaciones concretas de conservación o regeneración de determinadas zonas de nuestro patrimonio natural.
Dentro de este marco, pero con un enfoque más técnico y especializado, iniciamos hace cinco años los Foros sobre Economía y Sostenibilidad, con el fin de crear un debate permanente de expertos sobre las principales cuestiones que se plantean entre sostenibilidad y
crecimiento económico. Porque entendemos que ya no se puede hablar simplemente de crecimiento o desarrollo de los países, sino de
crecimiento sostenible.
Se trata, afortunadamente, de un concepto, el de desarrollo sostenible, que se ha instalado en el centro de las preocupaciones de nuestra sociedad: los economistas lo incorporan de forma primordial a sus modelos de análisis, los políticos lo tienen en cuenta a la hora
de tomar decisiones y la propia opinión pública está cada vez más sensibilizada con los problemas que afectan al futuro de nuestro
planeta.
En los foros realizados hasta ahora se han abordado diversos aspectos relacionados con el tema: desde el planteamiento genérico de la
sostenibilidad como nuevo paradigma económico, tratado en el primer foro, hasta cuestiones más concretas, como el problema de las
materias primas, la tributación ecológica o el liderazgo responsable, planteados en los foros siguientes.
Este año hemos creído interesante dirigir nuestra atención hacia uno de los aspectos más controvertidos y necesitados de reflexión: la
integración de la sostenibilidad con el mercado. Si nuestras economías se desenvuelven dentro de las coordenadas de un modelo determinado, que es la economía de mercado, y si nuestro crecimiento económico ha de ser sostenible, ¿cómo podremos integrar los conceptos de sosteniblidad y mercado?, o, dicho de otra manera, ¿es posible un comportamiento eficiente de los mercados en un marco de
sostenibilidad?
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Esta cuestión se inscribe en un tema de fondo ampliamente debatido por los economistas: si la asignación de los recursos que realiza el
mercado es o no eficiente. Bien sabemos que los mercados asignan los recursos de forma eficiente sólo en determinadas condiciones
muy restrictivas. Pero si éstas no se cumplen, es decir, si existen fallos de mercado, habrá que actuar a través de diferentes mecanismos
correctores para conseguir la eficiencia.
Pero en el tema que hoy planteamos se avanza un paso más: ya no se trata sólo de que el mercado asigne los recursos de forma eficiente sino, más aún, de forma sostenible.Y, consiguientemente, será preciso investigar qué tipo de actuaciones son necesarias para, sin contradecir la esencia del funcionamiento eficiente del mercado, lograr también la sostenibilidad. O, expresado en otros términos, a los clásicos elementos de eficiencia habrá que añadir otros como la equidad intergeneracional, la racionalidad ecológica o el equilibrio
equitativo entre el hombre y el resto de la biosfera. Se trata, pues, de ir asumiendo nuevos conceptos y valores que posibiliten un modelo de mercado más sostenible y, por tanto, más duradero, sólido y justo.
Tres fueron las grandes líneas maestras en torno a las que giraron los debates: la compatibilidad entre mercado y sostenibilidad, la situación actual de los mercados en términos de sostenibilidad y las oportunidades que se abren en el futuro para avanzar hacia economías
de mercado sostenibles.
Estas ponencias y debates, aquí recogidas, contaron con destacados expertos, todos ellos del ámbito universitario como corresponde a
un foro de estas características, profesores en su mayoría de Análisis Económico pero especializados en los diversos aspectos de la sostenibilidad.
Quiero agradecer al Profesor Cerdá y a todos los ponentes su participación. Espero que la publicación de este Cuaderno contribuya a
que nuestra sociedad avance hacia los nuevos horizontes que la sostenibilidad abre ante nosotros.
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¿Dónde estamos? ¿Hacia dónde ir?
Emilio Cerdá
Catedrático de Fundamentos del Análisis Económico
Universidad Complutense de Madrid
Introducción
Los mercados permiten una asignación eficiente de recursos
cuando se cumplen determinadas condiciones.En presencia de fallos de mercado, tales decisiones descentralizadas no asignan los
recursos de manera eficiente. Un debate fundamental de la Economía Pública está en cómo la sociedad reduce estas formas de
fallo de mercado a través de diversos mecanismos y estrategias.
ternacionales. El trabajo termina señalando cuáles son los retos
ambientales más importantes para el siglo XXI y cómo en los últimos 15-20 años está aumentando el número de países que incorporan elementos importantes de política ambiental.
Vínculos entre economía
y medio ambiente
Tal como señalan Labandeira, León y Vázquez (2007), la economía de mercado no favorece a corto plazo ni políticas ni procesos ni, en general, modelos productivos ni de consumo más sostenibles, y ello debido a las imperfecciones de la economía de
mercado en la que no sólo no se internalizan los costes ambientales sino, en general, las externalidades asociadas a la mayor insostenibilidad de muchos procesos productivos o de consumo.
Los vínculos más importantes entre economía y medio ambiente se encuentran resumidos en la Figura 1. En la Economía distinguimos entre producción y consumo. Se producen bienes y
servicios, que son adquiridos por las economías domésticas, que
son las unidades de consumo. Desde ellas surgen los factores de
producción, capital y trabajo fundamentalmente.
En el siguiente apartado se describen los vínculos más importantes que existen entre la economía y el medio ambiente, identificando las funciones que el medio natural presta a la economía.
A continuación se trata el tema de los derechos de propiedad,
muy importante para ver qué bienes y servicios ambientales son
susceptibles de ser asignados por el mercado y cuáles no. Se
concreta para recursos naturales renovables, no renovables y de
flujo,externalidades y bienes públicos y acuerdos ambientales in-
El medio natural proporciona diferentes funciones a la Economía, que podemos agrupar en cuatro bloques: 1) La naturaleza
proporciona materiales (como por ejemplo, cobre, madera o
peces) y energía (como gas o petróleo), que son utilizados como
inputs en los procesos de producción; 2) El medio natural sirve
como receptor de residuos.Algunos de los residuos que generamos en los procesos de producción o de consumo van a parar
a la atmósfera, otros a los diferentes medios acuáticos (como
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Figura 1.
Vínculos entre economía y medio ambiente
R2
R1
B. y S.
PRODUCCIÓN
CONSUMO
F. P.
1. Inputs
4. Soporte de vida
2. Sumidero de residuos
3. Amenidad
Fuente: Hanley, Shogren y White (1997)
por ejemplo ríos, mares o lagos) y otros terminan en vertederos; 3) La naturaleza también cumple la función de proporcionar
servicios de amenidad, recreación (como por ejemplo, disfrutar
en una playa en verano, de una marcha por la sierra, de un paisaje, o de un paraje natural como el Gran Cañón del Colorado o
las cataratas de Iguazú); 4) Además de todo lo anterior el medio
natural proporciona el soporte que permite la vida. Sin el agua,
aire, clima, etc. la vida no sería posible. Cuando los residuos superan ciertos umbrales la vida desaparece, tal como ha ocurrido,
por ejemplo, en ciertos lagos en los que la lluvia ácida ha hecho
que desaparecieran los peces que vivían allí anteriormente.
Derechos de propiedad
La manera en que productores y consumidores utilizan los recursos ambientales depende de los derechos de propiedad, que gobiernan a tales recursos.Los derechos de propiedad son esencia-
les para el adecuado funcionamiento de un sistema de mercado.
La estructura de derechos de propiedad,que hace posible que se
produzcan asignaciones eficientes en una economía de mercado
que funcione bien, tiene que cumplir las tres características principales siguientes: 1) Exclusividad: todos los beneficios y costes
generados como resultado de la posesión y uso de los recursos
deberían corresponder al propietario y sólo al propietario,ya sea
directamente o indirectamente por la venta a otros; 2) Derechos
de propiedad transferibles: todos los derechos de propiedad deberían ser transferibles de un propietario a otro en un intercambio voluntario; 3) Seguridad: los derechos de propiedad deberían
ser seguros frente a incautación involuntaria o usurpación por
otros (Tietenberg,2006).El propietario de un recurso con un derecho de propiedad bien definido tiene un poderoso incentivo a
usar el recurso de manera eficiente, ya que una disminución en
el valor del recurso representa una pérdida personal.
En Economía Ambiental se distingue entre derechos de propiedad privada, derechos de propiedad colectiva y libre acceso.
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¿DÓNDE ESTAMOS? ¿HACIA DÓNDE IR?
Los derechos de propiedad privada pertenecen a individuos y
empresas y se transfieren entre ellos. En la mayor parte de dichas transferencias,un derecho de propiedad se intercambia por
dinero y un agente se lo compra a otro agente. Las personas
compran bienes y servicios a empresas, a las cuales les venden
sus servicios. Los derechos de propiedad privada constituyen la
base de los mercados, sin ellos los mercados no pueden existir.
Podemos citar como ejemplos de derechos de propiedad privada las tierras de cultivo o el ganado.
Los derechos de propiedad común pertenecen a grupos de individuos. En una economía moderna los derechos de propiedad
común pertenecen al Estado y corresponde gestionarlos al Gobierno correspondiente, que puede autorizar el uso de sus bienes por parte de individuos y empresas. Mientras que el uso de
la propiedad privada se regula principalmente por las transacciones de mercado que implican el pago de acuerdo con un precio,
el uso de la propiedad colectiva que pertenece al Estado está regulado de distintas maneras o no está regulado en absoluto.
Como ejemplos, podemos citar los parques nacionales, pesquerías o ciertos bosques. No siempre los derechos de propiedad
común pertenecen al Estado; en Ostrom (1990) se presentan
muchos ejemplos, como el sistema de asignación de derechos
sobre pastos en Suiza, que funciona muy bien, o el de asignación
de derechos de pesca en Mawelle, un pueblo de Sri Lanka, que
funciona mal.
Cuando hay ausencia de derechos de propiedad estamos ante
recursos de libre acceso o de acceso abierto. El acceso y uso
del recurso está totalmente desregulado en virtud de la ausencia de cualquier tipo de derecho de propiedad. Estos recursos
pueden ser explotados de acuerdo con el principio de que «el
que primero llega, se sirve», ya que ninguna persona, grupo o
institución tiene facultad legal de restringir el acceso. El famoso
artículo de Hardin (1968) sobre este tipo de recursos dio lugar
al término «tragedia de los comunes». Como ejemplos se pueden citar los recursos pesqueros en aguas internacionales y la
atmósfera.
Recursos naturales
Hay que distinguir entre:
• Recursos stock (no renovables, como por ejemplo los minerales o el petróleo, y renovables, como los recursos pesqueros
o los recursos forestales).
• Recursos flujo (como el viento, el sol, las olas o las mareas).
A continuación trataremos de responder a la pregunta, ¿cómo
están definidos habitualmente los derechos de propiedad en
cada uno de los tipos de recursos naturales?
• Recursos no renovables: derechos de propiedad privados.
• Recursos forestales: derechos de propiedad privada o común.
• Recursos pesqueros: derechos de propiedad común o libre
acceso.
• Recursos flujo: libre acceso, pero derechos de propiedad privados en tierras para captación.
A continuación se explica con mayor detalle cada uno de los
tipos de recursos.
Recursos no renovables
Se trata de depósitos de minerales y combustibles fósiles. Son
privados o propiedad del Gobierno, en cuyo caso los derechos
de explotación son normalmente vendidos o alquilados a empresas. En cualquier caso, son los precios y los mercados los que
regulan el horizonte temporal de estos recursos.En condiciones
ideales (regla de Hotelling) el recurso será agotado de manera
consistente con eficiencia intertemporal (la tasa de rendimiento
se iguala a lo largo de todas las líneas de inversión).
Sea P = C + R, donde P es el precio del recurso, C es el coste
marginal de producción y R es el royalty. Dada una demanda, al
subir los costes o los royalties (o ambas cantidades), la curva de
oferta se desplaza hacia la izquierda, por lo que sube el precio y
disminuye la cantidad. Fijada la oferta, al crecer las rentas de los
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consumidores,la curva de demanda se desplaza hacia la derecha,
por lo que sube el precio y aumenta la cantidad.
Recursos forestales
Los bosques tienen derechos de propiedad privados o derechos
de propiedad común, en cuyo caso, a menudo, son propiedad del
Gobierno. El mercado capta los valores comerciales, tales como
la madera, el corcho, la biomasa o las rentas por pastos, pero no
capta los valores por secuestro de carbono, conservación de la
biodiversidad o los valores escénicos.Para profundizar en los recursos forestales se puede consultar Klemperer (2003).
Recursos pesqueros
En los límites de las aguas territoriales, son recursos de propiedad común. Fuera de dichos límites, son recursos de libre
acceso.
Cuando un recurso pesquero es de libre acceso se explota el recurso mientras haya beneficios, es decir, se explota hasta que el
ingreso sea igual al coste. En la literatura especializada se acostumbra a comparar el resultado que se obtiene en el caso de
libre acceso con el que se obtendría si hubiera propietario
único. En la Figura 2 se presentan los resultados correspondientes al estado estacionario, según el modelo de Gordon.
Como se puede ver en la Figura 2, si un recurso pesquero es de
libre acceso, en el estado estacionario dedicará mayor nivel de
esfuerzo (ELA),es decir,más medios a la pesca que si tuviera propietario único (EPU), pero el beneficio por período (I–C) que obtendría el propietario único, en el estado estacionario, es mayor
que el que se obtiene en el caso de libre acceso.
En recursos pesqueros de propiedad común, se utilizan diferentes políticas que buscan que los resultados de la gestión de los
recursos se parezcan más al caso de propietario único que al de
libre acceso. Los instrumentos más utilizados son diferentes formas de regulación, impuestos y cuotas individuales transferibles.
Figura 2.
Recursos pesqueros: estado estacionario para libre acceso y propietario único
Euros
I = py(E)
C = cE
E
EPU
ELA
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Para profundizar en los recursos pesqueros se pueden consultar Bjorndal et al. (2007) y Conrad (1999).
Recursos de flujo
Los recursos de flujo son recursos energéticos que frecuentemente se conocen como renovables: viento (para energía eólica), radiación solar (para energía solar), corrientes de ríos (para
energía hidroeléctrica), mareas (para energía mareomotriz), olas
(para energía undimotriz) o aprovechamiento energético de la
energía térmica natural procedente del interior de la tierra (geotermia).
En los recursos de flujo la cantidad utilizada en la actualidad no
incide en la cantidad que podría utilizarse en el futuro. Estos recursos no tienen stocks equivalentes del mismo material. No se
acumulan ni se desacumulan. La cantidad utilizada en el presente no tiene consecuencias sobre la cantidad disponible en el futuro (Common y Stagl, 2008).
Los mercados como tales tienen un papel muy limitado en la regulación de la cantidad de residuos que acaban en sumideros
ambientales. A partir de la primera ley de la termodinámica,
como los mercados regulan el uso de los recursos no renovables, afectan al flujo de residuos.
Consideremos el mercado de un bien, tal que no se genera
contaminación ni en la producción ni en el consumo. En la Figura 3 representamos la curva de demanda (que se puede interpretar como curva de beneficios marginales de los consumidores) y la curva de oferta (curva de costes marginales),
cuya intersección da lugar a la cantidad (Qp) y precio (Pp) de
equilibrio. En el punto de corte alcanza el máximo valor la cantidad correspondiente al beneficio total menos el coste total,
por lo que la asignación de recursos que proporciona el mercado es eficiente.
Figura 3.
Modelo de oferta y demanda sin externalidades
Los recursos de flujo son de libre acceso, pero para usarlos se
requiere acceso a tierra o agua que están sujetos a derechos de
propiedad privados o comunes. La renta a pagar a los propietarios depende de usos alternativos de la tierra y de la disposición
a pagar de las empresas de generación de electricidad (oferta y
demanda).
El medio natural como sumidero
de residuos
En este aspecto interesan los derechos de propiedad, no de los
flujos de residuos sino de los sumideros ambientales en los que
se insertan. Generalmente, a lo largo de la historia se ha tratado
de recursos de libre acceso.Actualmente lo más normal es que
los terrenos sean de propiedad privada o común. Los ríos y
lagos, de propiedad común. El aire sobre una nación, propiedad
común. En otro caso, se trata de recursos de libre acceso.
Precios
BM
CM
Pp
QP
Cantidad
Si en la producción del bien se genera contaminación,además de
los costes marginales privados (CMP) aparecen los costes marginales externos (CME). Se tienen entonces los costes marginales sociales (CMS), siendo CMS = CMP + CME.
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En el modelo se supone que hay una relación directa entre cantidad producida y contaminación emitida. En el lado de la demanda no hay cambios con respecto a la situación interior,por lo que
se identifican los beneficios marginales privados (BMP) con los
beneficios marginales sociales (BMS). Si los empresarios no tienen que hacer frente a los costes marginales externos, el equilibrio de mercado tendrá lugar en el punto de intersección de las
curvas de beneficios marginales privados y costes marginales privados (Qp, Pp). En cambio la solución óptima desde el punto de
vista social se alcanza en el punto de intersección de las curvas
de beneficios marginales y costes marginales sociales (Qs, Ps),
como se puede ver en la Figura 4. La asignación de recursos que
hace el mercado no es óptima desde el punto de vista social, ya
que el máximo valor de la cantidad correspondiente al beneficio
social total menos el coste social total se alcanza en (Qs, Ps) y no
en la solución de mercado.En presencia de externalidades la asignación de recursos que proporciona el mercado no es eficiente.
Los gobiernos disponen de diferentes instrumentos que hacen
posible que la economía alcance el óptimo social. Los más im-
portantes son las medidas de comando y control, los impuestos sobre la contaminación y los mercados de permisos transferibles. Una medida de comando y control consiste en fijar la
cantidad máxima que se puede emitir y, por tanto, prohibir
emisiones superiores a las permitidas. En la Figura 5 ello equivale a fijar la cantidad máxima Qs que se puede producir en el
conjunto de la economía (señalando a cada unidad de producción la máxima cantidad a producir). En general, las medidas
de comando y control no son eficientes en costes (la economía puede conseguir los objetivos de emisiones a un coste
menor) y no constituyen para las empresas un incentivo a la
innovación en cuanto a prácticas y técnicas que reduzcan las
emisiones. Por otra parte, en la Figura 5 se representa también el impuesto Pigouviano, que es la distancia entre la curva
de CMS y la curva de CMP en el punto correspondiente al óptimo social, tal como aparece resaltado. Si las empresas tienen
que pagar tal impuesto t por unidad producida, la curva de
costes relevante para sus decisiones será la curva CMP + t
por lo que el mercado llevaría entonces a la solución óptima
social.
Figura 4.
Figura 5.
Modelo de oferta y demanda con externalidades en la
producción
Modelo de oferta y demanda con externalidades
en la producción. Medidas de política
Precios
Precios
BMP = BMS
CMS
Ps
Pp
BMP = BMS
CMP
CME
QS
Qp
Cantidad
CMS
CMP + t
CMP
Ps
Pp
QS
Qp
Cantidad
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¿DÓNDE ESTAMOS? ¿HACIA DÓNDE IR?
En cuanto a mercados de permisos transferibles, el Gobierno
tiene que fijar la cantidad total de emisiones que se permiten en
la economía, asignar los permisos entre las distintas empresas
implicadas y luego dejar funcionar el mercado de permisos. Las
medidas de política consistentes en impuestos sobre la contaminación y en permisos transferibles son eficientes en costes, y estimulan la búsqueda de prácticas y tecnologías que generan
menor cantidad de emisiones contaminantes.
Servicios ambientales de amenidad
Se trata de flujos de servicios ambientales basados en características del medio natural. Los medios para acceder a ellos pueden ser de propiedad privada, común o libre acceso.
La decisión entre preservación o desarrollo basada en ingresos
y gastos de mercado es sesgada.
En economía ambiental se distingue entre valores de uso y valores de no uso (también llamados de uso pasivo) para bienes ambientales. Por ejemplo, una persona obtiene bienestar por pasar
un día caminando por La Pedriza (valor de uso), pero también
puede obtener bienestar por saber que el Parque Nacional de
los Alcornocales está en muy buen estado, aunque no lo visite
(valor de no uso) o que las Islas Cíes han sido restauradas tras
el vertido del Prestige, aunque no haya estado allí (valor de no
uso). Entre los valores de no uso destacan el valor de opción
(una persona no ha utilizado un bien ambiental pero piensa utilizarlo en el futuro), valor de existencia (una persona valora un
bien ambiental aunque no lo use ni piense usarlo), valor de legado (el valor que se da a un bien ambiental pensando en su utilización por parte de las generaciones futuras).A la hora de valorar un bien ambiental hay que calcular su valor teniendo en
cuenta tanto los valores de uso como los valores de no uso. La
economía ambiental ha desarrollado métodos de valoración
como el método de los precios hedónicos, el método del coste
de viaje o el método de valoración contingente. Una introducción a tales métodos se puede ver, por ejemplo, en Perman et al.
(2003) o en Riera et al. (2005).
Muchos bienes ambientales verifican las propiedades de no rivalidad (el consumo o disfrute de un bien por una persona no
impide ni disminuye la capacidad de consumo o disfrute por
parte de otras personas) y no exclusión (una vez dotado el
bien, no se excluye a nadie de su consumo o disfrute), por lo
que se trata de bienes públicos. El ejemplo habitual que se
pone en economía es el de la defensa nacional. Un paraje natural es normalmente un bien público. La asignación óptima de
bienes públicos sigue pautas distintas a la de los bienes privados. La cantidad óptima de asignación de un bien público sigue
la regla de Samuelson. En economía se han desarrollado mecanismos de revelación de preferencias, mediante los cuales el
revelar las verdaderas preferencias constituye una estrategia
dominante, y que funcionan en determinados contextos. Para
profundizar en bienes públicos véase Hindriks y Myles (2006).
Barrett (2007) es un excelente libro sobre bienes públicos
globales.
Servicios del medio natural
que constituyen soporte de vida
El aire que respiramos, el agua que bebemos o el intervalo de
temperaturas existente en el mundo son imprescindibles para la
vida en nuestro planeta. Por ejemplo, el problema de la lluvia
ácida ocasionó la muerte de muchos peces en los lagos de Suecia. Por encima de todos los demás aspectos, el medio natural es
imprescindible para que haya vida.
Acuerdos ambientales
internacionales
Hoy día los Gobiernos de los países disponen de una variedad de instrumentos de política, para abordar los problemas
ambientales que puedan surgir dentro de sus fronteras. Cuando un problema ambiental cruza fronteras, es decir, afecta a
varios países, las cosas son más complicadas. Por ejemplo, si la
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fuente de emisiones de contaminación está en un país A pero
los que sufren las consecuencias de la contaminación están en
otro país B, es fácil que el Gobierno del país A se inhiba y el
Gobierno del país B se vea impotente para resolver el problema. No existe una institución o Gobierno con jurisdicción
para hacer cumplir una política ambiental internacionalmente.
Hay que recurrir entonces a acuerdos ambientales internacionales, por los que los países que se adhieren adquieren derechos y obligaciones y se comprometen a cumplir sus compromisos.
Un acuerdo ambiental internacional debe suponer ganancias
para todas las partes. Además debe ser auto-obligatorio (selfenforcing). Tiene que haber incentivos para que a los países les
interese formar parte del acuerdo, pensando en su propio beneficio.
Algunos de los problemas ambientales que más preocupan actualmente tienen una dimensión global, ya que afectan a todos
los países y todos los habitantes del planeta. Entre ellos destacan el cambio climático, el adelgazamiento de la capa de ozono
o la pérdida de biodiversidad. Normalmente estos problemas se
crean a través de recursos de libre acceso. La comunidad internacional aborda estos problemas a través de acuerdos ambientales internacionales: La Convención Marco de Naciones Unidas
y el Protocolo de Kioto (para cambio climático), la Convención
de Viena y el Protocolo de Montreal (para el adelgazamiento de
la capa de ozono) y la Convención sobre Diversidad Biológica y
el Protocolo de Bioseguridad (para la pérdida de biodiversidad).
Barrett (2003) es un excelente libro sobre acuerdos ambientales internacionales.
El medio ambiente en el mundo
en el siglo XXI
A continuación, para terminar este trabajo, se presentan dos aspectos concretos que nos indican, por una parte, los importantes retos ambientales que tiene por delante la humanidad y, por
otra, cómo la difusión de las políticas innovadoras en materia de
medio ambiente está permitiendo que aumente la consciencia y
el compromiso por los retos ambientales, y se vayan poniendo
en marcha medios para abordarlos.
Mario Molina, químico mexicano, profesor del Instituto de Tecnología de Massachussets, recibió el Premio Nobel de Química
en 1995 por demostrar la conexión entre los clorofluocarbonos
en la atmósfera y el daño en el agujero de ozono.También está
teniendo una participación muy destacada en la investigación en
el problema del cambio climático, formando parte del IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change). En Molina (2005) se
recoge una conferencia que impartió en la Universidad Complutense, en la que señala los que en su opinión son los principales
retos ambientales del siglo XXI:
• Agotamiento de los recursos naturales: degradación del suelo,
deforestación, pérdida de biodiversidad, sobreexplotación de
los recursos marinos.
• Vertido de residuos sólidos y peligrosos.
• Contaminación del agua.
• Contaminación del aire.
• Cambios globales en la composición química de la atmósfera:
efecto invernadero, destrucción de la capa de ozono estratosférico, incremento del ozono troposférico.
Por último en la Figura 6 (Busch y Jörgens, 2002) se recogen
algunos ejemplos de difusión de innovaciones en política ambiental. En concreto, en el eje de abscisas aparecen los años
entre 1966 y 2001 y en el eje de ordenadas el número de países que van incorporando las innovaciones en política ambiental. Los elementos de política ambiental que se representan
son los siguientes: valoración de impacto ambiental, leyes
marco en materia ambiental, ministerio de medio ambiente,
planes ambientales nacionales y etiquetas ambientales. Vemos
en todos los casos cómo el número de Gobiernos que incorporan estos elementos ambientales ha ido creciendo de manera significativa, sobre todo desde final de los años 1980 –principio de los años 1990.
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¿DÓNDE ESTAMOS? ¿HACIA DÓNDE IR?
Figura 6.
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Environmental Impact Assessement
Environmental Framework Lawe
Environmental Ministres
National Environmental Plans
Environmental Labels
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1995
1996
1997
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1999
2000
2001
No. of countries
Difusión global de innovaciones en política ambiental
Year of introdution
Fuente: Busch and Jörgens (2002)
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El papel social del mercado
Juan Ignacio Palacio
Catedrático de Economía Aplicada
Universidad de Castilla-La Mancha
Introducción
Los límites de la actividad económica
¿Son compatibles mercado y sostenibilidad? Para responder a
ese interrogante creo que hay que tratar de responder en realidad a tres preguntas. La primera se refiere a los límites del
mercado, o si se prefiere de la actividad económica. ¿Es posible
y deseable un crecimiento económico ilimitado? Dicho de otro
modo: ¿la ampliación indefinida de los intercambios de mercado, es positiva en sí misma y conduce a un verdadero progreso
social? ¿Una explotación sin límites de la tierra y los recursos
naturales supone una mayor riqueza y conduce a un mayor
bienestar?
Tradicionalmente, los intercambios de mercado han tenido un
papel social muy limitado. La existencia de bienes y activos compartidos cubrían la parte fundamental de las necesidades de los
individuos. El autoconsumo, así como el reparto colectivo del
producto y de ciertas tareas comunes, dejaba un espacio al intercambio de mercado que se restringía a un lugar determinado
(mercados o ferias) y generaba un comercio internacional basado exclusivamente en bienes de muy alto valor (metales preciosos, especias, seda y algún que otro producto excepcional).
La segunda atañe al funcionamiento de los mercados, al sentido
y alcance de la competencia en los mismos. ¿Los mercados del
suelo y de las materias primas, hasta qué punto son competitivos? ¿Cómo se puede introducir mayor competencia en los
mismos?
La tercera concierne al tratamiento económico del capital
fijo. La Contabilidad Nacional valora en el consumo de capital fijo el desgaste de dicho capital ¿Es posible valorar el consumo de capital fijo derivado de la explotación de los recursos naturales? ¿Los flujos asociados al capital natural cómo se
contabilizan?
Progresivamente la esfera del intercambio de mercado va ganando terreno. Se amplían los productos que se intercambian y la
frecuencia de dichos intercambios. La extensión del trabajo asalariado y la concentración de la producción, asociada al desarrollo industrial, suponen un primer impulso en ese sentido. El abaratamiento de los costes de transporte y su mayor capacidad y
velocidad, especialmente en el último tercio del siglo XIX, permiten la incorporación de productos de menor valor añadido al
comercio internacional.
El posterior desarrollo tecnológico contribuye a expandir los intercambios a la esfera de los servicios. Con la aparición de las
nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y
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la paulatina eliminación de las barreras al comercio y a la movilidad de los factores, la mercantilización alcanza a casi cualquier
actividad productiva. Esto ha dado paso a una creciente integración productiva a escala mundial, que es el aspecto novedoso
que caracteriza el fenómeno de la globalización. Lo singular de
ese nuevo fenómeno es que el comercio internacional y la transnacionalización, que supone el control de la actividad productiva a través del capital y el trabajo cualificado,adquieren un nuevo
carácter.
Con la globalización lo fundamental no es el intercambio comercial entre naciones ni éste se limita, por tanto, a los productos sobre los que existe una ventaja comparativa de costes.
La integración de la economía mundial no se deriva del desplazamiento de mercancías entre países que tienen una cierta especialización productiva de carácter sectorial, lo que supone
una integración a través de la esfera de la distribución o comercial, sino que el comercio es cada vez más de índole intrasectorial (intraindustrial), mostrando que lo que hay es una integración del propio proceso productivo (la fábrica global) a
escala mundial.
Tampoco es el desplazamiento de capital y trabajo cualificado,
asociado normalmente a la tecnología incorporada o no a los
bienes de equipo, el que permite el control de los mercados
mundiales. Lo verdaderamente relevante es el desplazamiento
y control de la información y el conocimiento, de ahí la decisiva y creciente importancia de las políticas de formación (sistema educativo) y de investigación e innovación (sistema
I+D+i). El mundo se integra productivamente, con una creciente especialización intrasectorial y un papel cada vez más
decisivo de la innovación que es indesligable del conocimiento
y la información.
La progresiva ampliación de los intercambios mercantiles ha
hecho que el mercado deje de ser un espacio acotado,para convertirse en un ámbito de expansión ilimitada que tiende a subordinar y arrinconar las demás esferas de la vida social.
Mercado y progreso indefinido
Al contrario que en las sociedades tradicionales, donde las
posibilidades históricas reales eran muy reducidas y existía la
conciencia de la imposibilidad del avance histórico más allá de
un cierto umbral, el progreso técnico-económico asociado al
mercado y la competencia lleva a suponer que hay un horizonte infinito de posibilidades en el tiempo y en el espacio. Lo
que antes era una proyección de futuro en el más allá, un sentido de la trascendencia, se sustituye por el futuro inminente
e inmanente, realizable aquí y ahora. Las posibilidades de desarrollo o progreso terrenal, en el más acá, tienden a ser,
desde esta perspectiva, infinitas. Se supera la tradicional dicotomía entre un aquí inmanente y un más allá trascendente,
que, «es sustituida por un nuevo desdoblamiento entre un
aquí presente y un más allá futuro relacionado con el progreso, entendido como el producto del trabajo humano. La trascendencia se convierte en una inmanencia futura. Como se
ve, se trata de una concepción del mundo radicalmente diferente de la anterior.Toda la estructura social pasa a ser considerada súbitamente en función de ese progreso y éste se interpreta, en definitiva como un avance técnico-económico.
De eso se desprende una nueva ética que concibe los valores
básicos de la sociedad como explicación de las exigencias del
progreso técnico-económico»1.
La raíz de esta concepción del hombre y el mundo se hunde
en el nacimiento de la modernidad, aunque es sólo con el capitalismo liberal y la concepción neoclásica de la competencia
cuando adquiere plena carta de naturaleza. La modernidad,
asociada al desarrollo de la ciencia moderna y del capitalismo
occidental, es inseparable del hecho de la conquista de América y del esquilmamiento de los recursos naturales y humanos que dicha conquista trajo consigo. La falta de reconocimiento del «otro», de la existencia del continente americano
como una realidad propia y específica diferente a la que se deriva de su anexión a la metrópoli y a la concepción del mundo
1 Franz Hinkelammert (1970): El subdesarrollo latinoamericano: un caso de desarrollo capitalista, Ed.
Nueva Universidad, Santiago de Chile, p. 30, citado por Jong Mo Sung (1996): Teología y Economía,
Ed. Nueva Utopía, Madrid, pp. 163-164.
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europea, crea la impresión de «superioridad» occidental y de
falta de límites a la explotación de los recursos naturales y humanos2. Por eso, la modernidad es inseparable de «la interiorización, por parte de la colectividad, de una perspectiva infinita del tiempo»3.
No se trata de juzgar el hecho histórico de la conquista europea de América, sino de intentar entender el origen, las
bases, del moderno pensamiento occidental. Este ha acabado
haciendo de la ciencia o razón científica no ya un poderoso
instrumento de entendimiento de la realidad y de transformación de la naturaleza, sino una ideología de progreso infinito y racionalidad absoluta. Con ello la naturaleza y el universo entero, incluyendo al propio individuo, pasan de ser
objeto de contemplación y motivo de autoreflexión a elementos manipulables por el poder omnímodo de la razón teórica y práctico-tecnológica. El conocimiento científico deja de
ser un elemento más del pensamiento humano, la ciencia deja
de formar parte del magma del conocimiento general del
hombre. Se considera que poco a poco se va desprendiendo
de los velos de la irracionalidad metafísica, eliminado así las
impurezas y limitaciones en que se mantenía al estar mezclada con el conocimiento vulgar y metafísico. La imparable
fuerza del pensamiento y el progreso tecnológico de occidente parece no tener límites.
La ciencia en su acepción moderna encierra una grave contradicción. Por definición la ciencia es un campo de conocimiento
acotado, limitado, y cuya racionalidad se apoya en la experimentación y el análisis empírico. Sin embargo, en la medida en que la
especialización degenera en aislamiento, se cae en el cientificismo, cada disciplina científica tiende a encerrarse sobre sí misma
y con ello a pretender explicar cosas que van más allá de su propio objeto de conocimiento, y a convertir el análisis empírico en
una autocomprobación de sus hipótesis básicas, en vez de en un
elemento de verdadera crítica y contraste. Paradójicamente la
racionalidad científica se transforma en dogma irracional,pues se
infiere que «lo que ocurre en el mundo no sólo está gobernado
por leyes científicas sino que además es beneficioso y progresivo en sus resultados»4.
El autismo de los científicos es común a todas las ciencias, pero
no es casual que la economía nazca cuando ha madurado suficientemente toda la ciencia moderna, para convertirse así en su
principal paradigma.La economía,hasta su constitución como un
campo de conocimiento propio, formaba parte de la teología
moral.Con la aparición de las ciencias sociales no sólo se rompe
con la integración del pensamiento social en la filosofía o teología, sino que se transforma la relación entre los distintos tipos
de conocimiento. Que el conocimiento económico adquiera autonomía respecto a la filosofía y la teología resulta lógico y saludable. Lo que no es tan razonable es que la ciencia económica
se constituya como racionalidad absoluta que invade y avasalla
los demás campos de conocimiento.
La lógica economicista elimina la necesidad de considerar la relación entre fines y medios, y de situar el análisis en un contexto histórico-social específico. La búsqueda del interés propio o
la maximización de beneficio, que definen la competencia y funcionamiento de los mercados, se convierte en fin y medio para
alcanzar el bienestar social. No ha lugar para la ética ni para el
análisis concreto de los condicionantes histórico-sociales, puesto que éstos sólo son vistos como restricciones que hay que eliminar. Desaparecida toda regulación o vestigio de un pasado imperfecto, la competencia se supone que garantiza la máxima
eficacia y con ello el progreso técnico indefinido que conduce al
paraíso en la tierra.
La conducta económica se identifica con el comportamiento racional. El economista, desde esta perspectiva, es el que es capaz
de maximizar la eficiencia en la utilización de los recursos. De
ahí que el razonamiento económico sea avasallador y tienda a
penetrar cualquier otro campo de conocimiento. La idea básica
es que la competencia, entendida como la búsqueda del beneficio o utilidad por parte de unidades que actúan independientemente persiguiendo sus propios intereses,garantiza la obtención
2 Véase Enrique Dussel (1992): 1492, El encubrimiento del otro. Hacia el origen del mito de la modernidad, Ed. Nueva Utopía, Madrid.
3 Jong Mo Sung (1996): Teología y Economía, Ed. Nueva Utopía, Madrid, p. 163.
4 A.W. Gouldner (1983): Los dos marxismos,Alianza Editorial, Madrid, p. 128.
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de la máxima eficiencia y derivadamente, por tanto, del máximo
bienestar. Estamos ante el sistema de ecuaciones de Walras que
define el equilibrio general y su consecuencia inmediata es la definición del denominado «óptimo de Pareto».
La economía, así entendida, expresa, mejor que cualquier otra
ciencia, la esencia de la modernidad. Esa esencia radica en lo
que Hinkelammert denomina «la ilusión trascendental de los
progresos infinitos»5. Es «…la ilusión de que se puede construir en la historia el Paraíso Terrestre, la satisfacción de todos
los deseos por el progreso infinito de la técnica y de la ciencia.
La ilusión de que no existen límites para el poder de realización, de que no hay deseos y utopías que trasciendan la posibilidad histórica y que, por tanto, todos los deseos serán realizados por el progreso técnico. …el progreso técnico infinito,
posibilitado por el sistema de mercado, nos llevará a la satisfacción de todos los deseos humanos6. La economía se convierte
así en la quintaesencia del pensamiento moderno presente en
todas las ciencias».
Los problemas del cálculo
económico
La extensión del intercambio monetario o ampliación de la esfera de mercado resulta positiva en la medida que rompe barreras o restricciones a la competencia. Sin embargo, eso no
significa que el incremento del valor monetario sea en sí
mismo beneficioso. Con frecuencia el aumento del valor monetario va asociado a una destrucción de la riqueza derivada
de la reducción de los ámbitos de disfrute común o compartido. A veces, se intenta valorar económicamente la riqueza
destruida, pero supone aplicar la lógica del intercambio a lo
que no tiene un valor de cambio. Es como si se volviese del
revés el tradicional ejemplo del empleado doméstico que al
casarse con la señora de la casa deja de percibir un sueldo y
5 Hinkelammert (1984): Crítica de la razón utópica, San José, DEI, p. 206.
6 Ibidem, p. 217.
en consecuencia hace que disminuya el PIB, para afirmar que
el aumento de divorcios provoca, en sentido contrario, un
aumento del PIB. Puede ser cierto, como lo es que si se tala
un bosque y además se edifica en ese terreno el PIB aumenta.
El error es intentar valorar económicamente el amor de una
pareja o el disfrute de un paseo por el bosque, que tienen un
valor irreemplazable, no susceptible de cambiarse por un bien
equivalente. En el momento en que se acepta valorarlo económicamente pierde irremisiblemente su verdadero valor y se
abre la vía del economicismo, transformando todo en valor de
cambio.
La discusión sobre la valoración del capital, objeto fundamental de la tan traída y llevada controversia de Cambridge, oculta más que aclara el verdadero problema. No hay razón alguna
para no poder valorar monetariamente el capital implicado en
la producción como renta acumulada que se anticipa al proceso productivo y tiene como recompensa su correspondiente
pago. Las rentas de la propiedad del capital lo que remuneran
es precisamente la inmovilización de una renta acumulada que
se invierte en capital fijo, sea éste tierra, terreno urbanizable,
edificación, maquinaria o cualquier otro bien de capital. Una
cosa distinta es el beneficio. Este, como defiende la Escuela
Austriaca, no es la remuneración del capital sino de la capacidad empresarial. Cuestión completamente aparte es la riqueza
natural libremente compartida que no ha sido objeto de intercambio (bienes libres o comunes) por lo que no tiene un valor
económico.
En ese sentido, cuando se considera la tierra como un factor
productivo distinto al capital se introduce, subrepticiamente, la
posibilidad de considerar cualquier espacio o recurso natural
como algo que es susceptible de intercambio. Sólo cuando hay
una inversión en un terreno o recurso natural éste tiene valor
económico y se convierte en capital. Desde una perspectiva
económica la tradicional división de la actividad económica en
agricultura, industria y servicios va más allá de ser una simple
descripción del tipo de producto, pues en realidad lo que diferencia a cada sector es el predominio en cada uno de ellos de
un tipo de factor productivo diferente. Precisamente la agricul-
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tura es la actividad en la que el capital es el factor principal,
mientras que en la industria el factor esencial es la capacidad
empresarial o de innovación y en los servicios el trabajo. Los
distintos factores productivos están presentes en toda actividad productiva, aunque en diferentes proporciones, pero en
cada actividad suele haber un factor que tiene mayor peso o
importancia.
Esto se aleja del pensamiento neoclásico que no distingue entre
capital y capacidad empresarial, limitando a dos los factores productivos (trabajo y capital); y de la Escuela Clásica, que tampoco
tenía en cuenta el factor de gestión empresarial como algo diferenciado del capital y separaba, eso sí, la tierra del capital (tierra,
capital y trabajo). En aparente paradoja, la progresiva pérdida de
peso de la agricultura, donde domina el factor capital, en favor
de la industria (factor empresarial) y los servicios (factor trabajo) ha supuesto un creciente predominio del capital, consolidándose el así llamado sistema capitalista.
La expansión del intercambio de mercado, que es lo que posibilita la valoración monetaria, ha convertido a la economía en el
ámbito social dominante. Esa supremacía de lo económico ha
llegado hasta tal punto que para muchos la intervención del Estado se interpreta como un elemento distorsionante del juego
de libre mercado.Al mismo tiempo ha relegado la iniciativa personal y la sociedad civil a un papel puramente marginal, de modo
que en algunos casos se ha tratado de identificar la sociedad civil
con el propio mercado.
A pesar de este avasallamiento de lo mercantil, la acción reguladora y redistribuidora del Estado es tan indispensable que nadie
la niega radicalmente. Es precisamente en los países con economías de mercado más desarrolladas donde el peso del gasto público tiende a ser más elevado.La explicación probablemente resida en que en esos países hay un mayor relegamiento de la
sociedad civil que se compensa, de una u otra manera, con un
mayor protagonismo del Estado. No obstante, esa presencia del
Estado tiende a concebirse como un mal inevitable y se intenta
circunscribir al simple arbitraje en los conflictos entre agentes
privados.
La intervención del Estado en ciertas actividades, al eliminar o
alterar el precio de mercado, plantea un problema de medición
económica.Algo semejante ocurre cuando interviene cualquier
otra institución sin fines de lucro, que provee bienes y servicios
de forma gratuita o a precios económicamente no significativos
(precios por debajo del coste de producción).También cuando
se produce algo para uso propio, al no haber intercambio no hay
precio o valor de mercado. Se verá que en estos casos se establecen algunos criterios para imputar un precio de mercado de
un bien análogo o se valora a coste de producción.
El intento de valorar económicamente la producción para uso
final propio que no es, por tanto, objeto de intercambio carece
en buena medida de sentido y es un reflejo del economicismo
que tiende a imponer la valoración monetaria como criterio
único o prioritario de la vida social. En el caso de la provisión de
bienes y servicios a precios económicamente no significativos
por parte del Estado y las instituciones sin fines de lucro el problema es de otra índole. Si se aportan servicios gratuitos a coste
cero (trabajo exclusivamente voluntario) no hay problema alguno,puesto que sea cual sea el criterio de contabilización su valor
será nulo y, por tanto, no se contabiliza. Cuando se trata de servicios administrativos generales de las Administraciones Públicas, que no tienen contrapartida en el mercado, tampoco hay
mayor dificultad en la valoración. Independientemente de que se
cobre o no alguna tasa por el servicio, su valor añadido equivale al valor de los sueldos y salarios percibidos por los trabajadores de dichas Administraciones. El dilema surge cuando se ofertan por parte de la Administración bienes y servicios para los
que si existe un mercado a precios por debajo de coste. Desde
una perspectiva puramente contable parece correcto valorarlos
igualmente por el coste o valor añadido, equivalente a los sueldos y salarios de los trabajadores. La duda es si en esos casos la
presencia de un segmento de no mercado restringe la competencia y distorsiona los costes y los precios.
Una forma de abordar esta cuestión sería examinar si la presencia de ese ámbito de no mercado en actividades donde funciona el mercado eleva los costes, al tiempo que frena la tendencia
alcista de precios que ese incremento de costes provoca. Si, por
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ejemplo,los costes por paciente o por estudiante crecen más en
el ámbito de no mercado, pero a la vez se imponen precios por
debajo de coste que, a corto plazo, presionan a la baja el precio
de mercado, estaríamos ante un caso claro de restricción a la
competencia. Los precios tienden a elevarse porque los costes
se incrementan cada vez más,pero como dicho aumento de costes no se refleja en los precios de un segmento mayoritario de
la oferta, el precio de mercado tiende a crecer menos que los
costes. Para frenar de algún modo esa espiral se suele recurrir a
reducir costes no por una mejora en la gestión, sino recortando costes de personal e imponiendo condiciones cada vez más
exigentes a los proveedores con los que se actúa como monopsonista. La consecuencia de esta política es que acaba por afectar a la calidad de los bienes o servicios ofrecidos y puede llegar
a asfixiar al sector de mercado que compite con ellos o les abastece de inputs.
Esta es una cuestión esencial de cara al debate actualmente en
curso sobre el denominado Estado de Bienestar. La oferta de
no mercado no es negativa por sí misma, como algunos pretenden argumentar. En muchas actividades donde sólo actúa el sector privado lucrativo la competencia es muy reducida. Por eso
la clave no está tanto en liberalizar para dar todo el protagonismo al mercado, sino en favorecer una mayor competencia en
los mercados, lo que puede ser compatible con la presencia del
sector público. En muchos casos hay incluso que revertir la
mercantilización de ciertas actividades sustrayéndolas del intercambio monetario, sea privado o del Estado. La sociedad civil,
en cuanto encarnación de ámbitos de socialización primaria no
dominados por el intercambio monetario o sometidos a la esfera coactiva del Estado (familia, organizaciones de apoyo
mutuo y cualquier espacio de carácter comunal), puede y debe
cubrir numerosas tareas, bien por sí sola o conjuntamente con
el mercado y el Estado.
No se trata sólo de preservar ciertos espacios naturales y sociales que aún no han pasado a ser objeto de intercambio, sino
incluso de rescatar algunos de esos espacios del ámbito del
mercado o del Estado.Del mismo modo que es posible y deseable un desplazamiento hacia el mercado de algunas actividades
que no son bien cubiertas por la sociedad civil y el Estado,
puede ser conveniente el fenómeno inverso. La principal dificultad para introducir este tipo de iniciativas radica en la concepción economicista de la sociedad, que tiende a rechazar cualquier intento de sustraer parcelas de la realidad del ámbito del
intercambio monetario. No se trata tanto de que haya intereses que lo impidan como de una mentalidad que identifica valor
social con valor monetario, pues tal y como señaló Keynes:
«...las ideas de los economistas y los filósofos políticos, tanto
cuando son correctas como cuando están equivocadas, son más
poderosas de lo que comúnmente se cree... Los hombres prácticos que se creen exentos por completo de cualquier influencia intelectual, son generalmente esclavos de algún economista
difunto. Los maniáticos de la autoridad, que oyen voces en el
aire, destilan su frenesí inspirados en algún mal escritor académico de algunos años atrás. Estoy seguro de que el poder de los
intereses creados se exagera mucho comparado con la intrusión gradual de las ideas. No, por cierto en forma inmediata,
sino después de un intervalo... Pero, tarde o temprano, son las
ideas y no los intereses creados las que presentan peligros,
tanto para mal como para bien».
Por tanto, antes de adentrarse en el ámbito económico, conviene precisar cuáles son sus límites. Se considera como económica cualquier operación de intercambio susceptible de ser valorada monetariamente, ya que tiene o se le puede asignar un
precio de mercado. Existen bienes y valores sociales que carecen de valor de cambio,quedando fuera del mercado,que representan valores más importantes que los valores económicos. De
ahí que no se puede identificar crecimiento del valor añadido o
PIB,que es el principal agregado monetario que valora el flujo de
bienes y servicios generado en un determinado período de
tiempo, con mejora de la riqueza y del bienestar social. En muchos casos, el aumento del valor económico va asociado a la
pérdida, aminoramiento o degradación de valores personales y
sociales esenciales. La desaparición de un bosque público, la reducción de espacios libres en las ciudades o el deterioro en la
asistencia primaria puede dar lugar a un crecimiento del PIB,
pero eso no significa que el producto o renta generada aumenten el bienestar social.
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Así, la tala indiscriminada de árboles o la explotación masiva de
especies vegetales o animales para la industria implica, sin duda,
un incremento del valor económico, pero representa también
una pérdida de algo más fundamental, que puede además ser
irreversible, como es el disfrute gratuito de un espacio de recreo común y la ruptura de un cierto equilibrio ecológico que
trae consecuencias muy negativas para todos.Análogamente, la
edificación en un espacio libre eleva su valor monetario,pero elimina el ocio y la convivencia colectiva que permitía dicho espacio libre. En el mismo sentido, una asistencia primaria insuficiente o de mala calidad, que contribuye a degradar la salud y la
cultura de la población,tiende a inducir un incremento de la asistencia hospitalaria y del gasto farmacéutico, que eleva en mayor
medida el crecimiento del PIB.
El tratamiento del capital
en la Contabilidad Nacional
El crecimiento económico se ha basado en confundir la competencia y la ampliación de los mercados con la progresiva eliminación de normas o marcos regulatorios, que en realidad encubrían unas reglas de juego, puesto que sin ellas no hay
mercados, de carácter profundamente discriminatorio. Esa
identificación del crecimiento con la ausencia de límites ha
ocultado también que los incrementos de renta (flujos) se han
apoyado en buena medida en la destrucción de riqueza (fondo),
asociados a la incorporación al mercado de terrenos y recursos no renovables.
Los economistas tenemos una especial responsabilidad en profundizar en estos conceptos y desvelar las posibles incongruencias en que se apoyan. Se trata de conceptos básicos que afectan al núcleo central de la ciencia económica. Por un lado, lo que
se refiere al funcionamiento de los mercados y la competencia,
que conforma el cimiento o fundamento micro de la economía.
Por otro, la relación entre flujos y fondos, conectada a la cuestión anterior aunque la trasciende al plantear a escala macro o
agregada la conexión entre la generación de la producción o la
renta (flujo) y el uso de la riqueza disponible (fondo), lo que en
la contabilidad nacional se denomina como activos no financieros no producidos.
En el ámbito microeconómico o de análisis de los mercados es
necesario ir más allá de la concepción neoclásica de la competencia. Desde esa perspectiva, los desequilibrios del mercado se
resuelven mediante ajustes a corto plazo en los precios. Por
tanto, para asegurar el equilibrio lo único que se requiere es que
no haya ningún tipo de interferencia en el funcionamiento del
mercado, así definido, que distorsione el ajuste en el precio. La
intervención del Estado o cualquier estrategia empresarial se interpretan como una restricción a la competencia y la innovación
se considera un fenómeno exógeno a la empresa y que sólo se
produce de muy tarde en tarde. En consecuencia, el largo plazo
se identifica con alteraciones en la función de producción provocadas por la aparición de una nueva tecnología que sustituye
a la anterior.
En la práctica esto se traduce en actitudes gubernamentales y
empresariales que renuncian a cualquier política de mejora y defensa de la competencia, ya que ésta está garantizada mientras
se mantenga la libertad en la fijación de los precios. El progreso
tecnológico asociado a la investigación científica, como proceso
autónomo, ajeno al mercado y a la iniciativa empresarial, se supone que permite seguir mejorando indefinidamente la eficiencia y la productividad. Esta visión microeconómica propicia la
desregulación total en la que predominan las políticas macroeconómicas de carácter monetario en detrimento de las fiscales
y las estrategias de simple liberalización comercial frente a las de
integración económica.
La crítica a esta concepción del funcionamiento de los mercados se considera innecesaria, ya que el libre mercado es
precisamente el que nos conduce a una mejora ilimitada, al
progreso infinito.Además, la que parecía la única vía alternativa, la estatalización de la economía mediante la planificación
de los precios, ha quedado prácticamente descartada tras la
desaparición del bloque soviético. Sin embargo, los economistas de la Escuela Austriaca, tras su defensa de un liberalismo
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más radical y antiintervencionista que el de la Escuela Neoclásica, plantean una noción de la competencia y el funcionamiento de los mercados muy diferente a la de los neoclásicos. En
ella la esencia de la competencia radica no tanto en el proceso
de fijación de precios como en la innovación, que es indesligable de la iniciativa empresarial. Con ello descartan la posibilidad
de que se alcance un equilibrio general, que es lo que en última
instancia sustenta la idea de progreso infinito, puesto que el conocimiento nunca es, ni puede llegar a ser, perfecto, sino parcial
y disperso.
Lo fundamental ya no son los ajustes a corto plazo a través de
los precios, sino la búsqueda de ventajas competitivas a largo
plazo por medio de la innovación. La tecnología se convierte en
un factor endógeno, puesto que es la clave del funcionamiento
competitivo de los mercados, y el establecimiento de reglas de
juego y de estrategias empresariales diferenciadas son imprescindibles para que exista una efectiva competencia. Las políticas
de defensa y fomento de la competencia y la cooperación entre
empresas en vez de frenos a la competencia se convierten en requisitos para su mantenimiento y estímulo.A escala macroeconómica esto se traduce en un mayor equilibrio de las políticas
fiscales y monetarias y de las estrategias de integración económica y liberalización comercial.
Frente a la concepción idealizada de los mercados y de la competencia, que no requiere de reglas institucionales y adquiere
una dinámica independiente de cualquier tipo de regulación o
estrategia empresarial, cabe o se instaura una visión que recupera el sentido de la institucionalización de los mercados y del
papel del empresario como agente activo de la competencia. La
ciencia económica se abre así para enriquecerse con las aportaciones de la ciencia jurídica y las demás ciencias sociales, y con
los conocimientos derivados de la experiencia de los que conforman el tejido social y productivo, incluidas Pymes y microempresas. La economía deja de concebirse como el talismán del
progreso sin límites,que niega el sentido de la existencia de cualquier regulación institucional y de cualquier iniciativa personal
de carácter ético y colectivo que vaya más allá de la búsqueda
del interés estrictamente individual.
Otro de los aspectos marginados por la concepción científica
dominante en economía es el que se refiere al tratamiento del
capital, cuestión que está directamente ligada con el tema de los
límites del crecimiento. La contabilización de las operaciones de
capital minusvalora la depreciación del capital o consumo de capital fijo y de las plusvalías derivadas de la incorporación al circuito económico de activos reales (no financieros) no producidos. Esto favorece la revalorización o sobrevaloración del capital
financiero en detrimento de la renovación del capital productivo. Se incentiva un crecimiento intensivo en capital fijo que paradójicamente minusvalora ese capital y dificulta un crecimiento
sostenible a largo plazo.Al no establecer las reservas necesarias
para la amortización-renovación del capital fijo y desplazar hacia
los activos financieros buena parte de las plusvalías, se fomenta
la concentración del capital en detrimento de la conservación
del capital productivo y de la diversificación de la demanda que
se derivaría de una distribución de la renta más igualitaria.
El suelo y los recursos naturales no renovables que atesora, en
la medida en que se incorporan a la actividad productiva considerándolos como un recurso o consumo intermedio más, en
vez de como capital, generan un crecimiento ficticio.Al contrario que con el resto del capital fijo, que es lo que realmente es,
no se descuenta el consumo de capital fijo. Esto implica que su
explotación productiva se traduce íntegramente en un incremento de las rentas de los factores productivos o valor añadido
neto. Con ello se alimenta un mayor consumo e inversión, que
parece no tener límites, pero que cada vez es más insostenible
puesto que no se ha hecho la reserva contable necesaria para la
renovación de dicho capital.
La desmesurada anexión de suelo y recursos naturales a la actividad productiva,que se traduce en un crecimiento cada vez más
intensivo en capital, impone además la necesidad de aumentar
progresivamente la productividad como forma de mantener el
nivel de renta. Como dice Alicia en la famosa obra de Lewis Caroll, Alicia en el país de las maravillas, «aquí es necesario correr
cada vez más para permanecer en el mismo sitio».Tasas crecientes de aumento del producto o renta bruta son necesarias para
garantizar un mismo nivel de producto o renta neta. Además
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todo parece indicar que, alcanzado un cierto punto, la riqueza
generada puede ser inferior a la destruida. Un flujo creciente de
renta bruta puede no bastar para mantener el nivel de riqueza
(fondo). El análisis de la relación entre flujos (riqueza) y fondos
(renta), mediante la utilización de sistemas dinámicos, es, como
ya se señalaba, otro de los aspectos de la investigación económica que requiere mayor atención. Desde este ángulo la ciencia
económica requiere incorporar las aportaciones de matemáticos y de otros científicos puros que se ocupan de los procesos
físico-químicos, biológicos y medioambientales. Esta crítica de
ámbito macroeconómico complementa la anteriormente reseñada de carácter microeconómico. La economía no es la ciencia
que posibilita una creciente eficacia y bienestar trascendiendo
cualquier límite que el ser humano o la naturaleza puedan tener,
sino justamente lo contrario, un campo de conocimiento que
ayuda a comprender los umbrales o límites en que se desenvuelve la actividad del hombre.
Conclusiones
El intercambio del mercado y la búsqueda del interés propio,que
definen el ámbito económico, constituyen el principio dominante de la vida social. El crecimiento económico se identifica con
el avance científico-técnico y éste con el progreso social.
Las concepciones liberal-individualista y socialista-autoritaria en
la medida que se identifican con el mercado y el Estado, respectivamente, se fundamentan en una visión instrumentalista de la
sociedad civil. Desde el punto de vista liberal-individualista lo
predominante es lo económico. El mercado es la expresión del
homo economicus, que encierra una visión economicista del mundo. De ahí que, a veces, tiende incluso a confundir sociedad civil
con mercado. La sociedad civil representa, en ese sentido, la acción libre y espontánea de los individuos frente al poder coercitivo y planificador del Estado. En la perspectiva socialista-autoritaria, el papel principal corresponde a la esfera política
encarnada en el Estado. El Estado representa, al modo hegeliano,
la materialización del ideal absoluto. Por eso, de modo análogo
al que en la concepción liberal-individualista se tiende a confun-
dir mercado y sociedad civil, aquí se identifica al Estado con la
sociedad civil. En este caso la sociedad civil (el Estado) es la expresión de la ideología de la mayoría social que rompe con el
dominio económico-político de la clase dominante (la que por
encima de todo tiene el poder económico). Entre estas dos posturas, la social-autoritaria acaba siendo la más débil a largo plazo
ya que tiende a caer más fácilmente en el anquilosamiento y la
rigidez al apoyarse, sobre todo, en el Estado.
En contraposición a las respuestas que se dan desde esta visión
reduccionista de la sociedad civil, los problemas actuales requieren abordarse recuperando su protagonismo.La sociedad civil,de
acuerdo con la visión de Gramsci en el esquema expuesto por
Bobbio, representa el campo donde se articulan dos dicotomías
que sólo en parte se superponen. La primera es la representada
por los planos ético-ideológico y político-institucional, que corresponde a la dualidad consenso-fuerza. La segunda la que se
produce entre el ámbito ético-político superestructural y el económico-estructural,que se asimila al par libertad-necesidad.Dentro de este esquema,la sociedad civil es,a la vez,el momento positivo o de afirmación de la primacía del aspecto ético ideológico
o de consenso, contrapuesto al negativo de la dimensión político-institucional o de fuerza, y el momento activo del espacio
ético-político o de libertad frente al pasivo asociado al campo de
lo económico o de la necesidad.La ideología y la ética se convierten así en el plano primario de la historia, situando a lo políticoinstitucional en el plano secundario. Lo que es lo mismo que
decir que la fuerza es instrumental y está, por tanto, supeditada
al consenso (hegemonía). Derivadamente el ámbito económico
se convierte en elemento subordinado respecto a la esfera político-político-institucional. Esto equivale a afirmar que la libertad
entendida como conciencia de la necesidad (condiciones materiales de vida) domina a la propia necesidad7.
Un primer aspecto remarcable, que se deduce de lo anterior,
es que lo ideológico se convierte en un factor primordial como
fuerza positiva conformadora y creadora de nueva historia,
7 Véase N. Bobbio (1982): «Gramsci y la concepción de la sociedad civil», en N. Bobbio (1982): Estudios de historia de la filosofía de Hobbes a Gramsci, Ed. Debate, Madrid, pp. 337-364.
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instrumento indispensable en el logro del consenso o la hegemonía frente al puro dominio o imposición por la fuerza. Se rescata así no sólo el sentido del pluralismo político o cultural, sino
la diversidad de creencias y actitudes personales. La conciliación
o el consenso no se debe entender como acto pasivo resultado
de la debilidad y el oportunismo, sino como actitud activa, consecuencia a un mismo tiempo de profundas convicciones propias y respeto por las posiciones ajenas. El enfrentamiento no se
puede ver sólo como algo trágico y negativo,sino como elemento de progreso y fuente de verdadera comprensión mutua.
Otra cuestión destacable es la indisoluble vinculación entre lo político y lo ideológico.La acción política no nace en primera instancia del plano de la necesidad –la política como arte de lo posible–,
sino de la libertad.Nada más alejado de una concepción tecnocrática de la política que proclama el fin de las ideologías. La consideración de la complejidad de «lo real» (las situaciones concretas) y
de los costes y dificultades de su transformación no es sólo, ni
principalmente, un problema gnoseológico sino ético. No existen
garantías en el conocimiento («científico») para una correcta in-
terpretación de la realidad que tenga en cuenta todos aquellos hechos o factores que resulten relevantes en cada caso. La voluntad
de transformación de la realidad no es tampoco,claro está,una garantía de una adecuada interpretación, pero sí un elemento indispensable para el análisis. Lo ético es precisamente el ámbito
donde se manifiesta el permanente ajuste entre los límites y las
posibilidades del conocimiento y la acción humana.
En este mismo sentido, lo económico no es un condicionante
absoluto de la acción del hombre, pero sí forma parte ineludible
de cualquier proyecto de vida personal y social. Los «nuevos valores» y las mayores cotas de libertad no se asientan en el aire,
al margen de todo elemento de coerción social y de cualquier
estructura de reproducción de las condiciones de vida y convivencia de los hombres. La emergencia de nuevos valores y
nuevas formas de convivencia social, que se manifiestan en el
ámbito ético-político, necesariamente adquieren cuerpo en instituciones económicas. Estas encarnan en su propia estructura y
funcionamiento fórmulas organizativas flexibles que dan cauce a
la innovación social y la iniciativa personal.
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Instrumentos de mercado
y políticas de protección ambiental
Xavier Labandeira
Responsable de la Cátedra Economía del Cambio Climático
Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA)
Introducción
La existencia e importancia del cambio climático es un hecho ya
aceptado por la comunidad científica, siendo fundamentalmente
causado por las emisiones de origen humano de gases de efecto invernadero (GEI). Puesto que la emisión de buena parte de
los GEI está íntimamente relacionada con la quema de combustibles fósiles, una solución del problema a corto plazo es prácticamente imposible y las implicaciones sociales y económicas de
las políticas diseñadas para su control son muy importantes. En
este trabajo queremos subrayar el papel que los instrumentos
económicos de política ambiental pueden y deben jugar en este
campo, centrándonos especialmente en el caso español.
Los instrumentos económicos de política ambiental se conforman como el mecanismo preferido por los economistas por su
emulación del funcionamiento del mercado, básicamente mediante el uso de la señal de los precios. En consecuencia, estos
instrumentos constituyen un ejemplo claro de cómo se pueden
compatibilizar la sostenibilidad y el mercado. Es por ello que en
muchas ocasiones se denominan instrumentos de mercado o
flexibles, al permitir que los agentes adapten sus comportamientos a esta señal. En comparación con las habituales regulaciones
convencionales ambientales, los instrumentos de mercado consiguen las denominadas eficiencia estática y dinámica. La prime-
ra tiene que ver con la consecución del nivel de reducción de
emisiones predeterminado al mínimo coste: aquellos agentes
que pueden descontaminar más lo harán para pagar menos (y viceversa). La segunda tiene que ver con los incentivos que el precio por contaminar introduce en el desarrollo y adopción de
nuevas tecnologías más respetuosas con el medio ambiente.
Hay básicamente dos tipos de instrumentos de mercado: los de
precio y los de cantidad.Los primeros se ven representados fundamentalmente por los impuestos ambientales: un pago que se
debe efectuar por cada unidad de emisión/consumo que genera
deterioro ambiental. Los segundos básicamente por los mercados de comercio de emisión, que determinan un precio del permiso intercambiable que es contingente a la cantidad de permisos (nivel de calidad ambiental) que se ofertan. Se trata de
instrumentos relativamente parecidos, aunque sus efectos pueden variar según el contexto y la definición de los distintos componentes.
Las políticas de cambio climático están utilizando, de forma creciente, este tipo de instrumentos. De hecho, es éste quizás el
problema ambiental donde la aplicación de estos mecanismos es
más necesaria y posible. En primer lugar porque el cambio climático permite diseños sencillos. En segundo lugar porque la
magnitud del problema es tan grande que cualquier medida que
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consiga ahorrar costes (estáticos y dinámicos) ha de ser bienvenida.Y finalmente porque los instrumentos económicos para la
gestión de los GEI permitirán la aparición de mercados extensos, o la aplicación de impuestos con alto poder recaudatorio.
Seguidamente nos ocupamos en primer lugar del mercado europeo de derechos de emisión de GEI,presentando primero una
descripción general y su aplicación en España. Este mercado
surge para facilitar la consecución de los compromisos de Kioto
a los estados miembros de la Unión Europea, y convive con
otros instrumentos económicos que recoge el propio Protocolo de Kioto y a los que no nos referiremos en esta presentación
(mecanismo de desarrollo limpio y aplicación conjunta).También
nos ocuparemos de la posible aplicación de reformas fiscales
verdes para el control del cambio climático, dada su viabilidad en
este contexto. El trabajo se cierra con un apartado de conclusiones que incluye la enumeración de un conjunto de sugerencias e implicaciones de política para el caso español.
El Mercado Europeo de Derechos
de Emisión de GEI
El Esquema general de mercado
El mercado europeo de derechos de emisión de GEI (Directiva
2003/87/CE) es una iniciativa anterior a la entrada en vigor del
Protocolo de Kioto, lo que demuestra el liderazgo europeo en
este campo. El interés en el uso de instrumentos de mercado
para las políticas europeas contra el cambio climático se remonta a los años noventa, cuando la Comisión intentó sin éxito introducir impuestos ambientales armonizados. La regla de unanimidad fiscal impidió progresos, por lo que el mercado se
configuró como el principal instrumento, aunque no el único, de
la política comunitaria contra el cambio climático. Básicamente,
éste consiste en la sujeción de un conjunto de sectores económicos a unos límites globales de emisiones determinados y atribuidos a los emisores (generalmente de forma gratuita) por los
planes nacionales de asignación (PNA).
El mercado europeo de GEI se introduce siguiendo dos fases de
implantación. La primera, entre los años 2005-2007, representa
un período de «prueba y aprendizaje», mientras que la segunda
(2008-2012) concentra los esfuerzos reductores para el cumplimiento con los objetivos de Kioto.En ambos casos,el número de
empresas y sectores económicos regulados es limitado: actividades energéticas que dispongan de instalaciones de combustión
con una potencia térmica nominal superior a 20 MW, refinerías
de hidrocarburos, coquerías y la producción y transformación de
metales férreos; y, a partir de determinados límites anuales
de producción, la fabricación de cemento, vidrio, productos cerámicos y pasta de papel. Estos sectores representan conjuntamente menos del 50% de las emisiones de GEI en la Unión Europea. La no inclusión de otros emisores (hogares, pequeñas
empresas, emisores difusos) responde probablemente a la existencia de elevados costes de cumplimiento y administración, y a
los deseos de proteger la competitividad de ciertos sectores. En
todo caso, una definición restrictiva de la aplicación del mercado
puede llevar (en ausencia de otras políticas) a problemas de efectividad económico-ambiental y a costes distributivos.
Cada país miembro realiza la distribución del número de permisos (volumen máximo de emisión, a partir de acuerdo de distribución de carga de la Unión Europea) entre las instalaciones
afectadas a través de su plan nacional de asignación (PNA). Una
característica fundamental del mercado europeo es que los permisos se distribuyen, de forma mayoritaria, gratuitamente a los
sectores sujetos.En contraste con un sistema de subasta de permisos, la opción elegida significa que las empresas pueden realizar emisiones de manera gratuita hasta igualar el número de
permisos que le fueron asignados por el regulador, sólo acudiendo al mercado cuando hay déficit o exceso de permisos sobre
sus necesidades. Hay, de nuevo, dos razones que explican esta
decisión: la protección que un sistema de estas características
aporta a sectores que operan en un entorno competitivo internacional (con países no firmantes del Protocolo) y la menor resistencia esperable por parte de los regulados. De hecho, la experiencia internacional demuestra que gran parte de los diseños
de mercados de permisos sigue esta alternativa desde su popularización en Estados Unidos durante la década de los noventa.
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De cara al futuro se plantea una modificación del mercado europeo para solucionar algunos de los problemas identificados en
las fases anteriores a 2012. En primer lugar, habrá una tendencia
a la subasta de permisos, cuya recaudación podrá ser utilizada
por los estados miembros. En segundo lugar, la asignación de
permisos se realizará a nivel europeo y se irá ajustando a los objetivos de la Unión Europea (reducción del 20% o del 30%, dependiendo del alcance del acuerdo internacional, de las emisiones de 1990 en el año 2020). En tercer lugar, los pequeños
emisores podrán ser excluidos del mercado para evitar excesivos costes de cumplimiento (si bien deberán estar sujetos a
otros instrumentos de política).
La aplicación en España
Es necesario describir, aun superficialmente, el marco de referencia sobre el que actúa el recién descrito mercado de derechos de emisión en España. En esencia, la administración central
mantiene su competencia exclusiva sobre la legislación básica
ambiental (crecientemente influida desde Bruselas, que exige la
trasposición de ciertas normas), cuya aplicación y desarrollo corresponde a las comunidades autónomas (CCAA). La anterior
distribución competencial ha sido fuente de numerosos conflictos, siendo habitual que las disposiciones ambientales de la administración central fueran recurridas por las CCAA ante el Tribunal Constitucional.
La legislación general española, a la que se traspuso la Directiva
comunitaria durante 2004, establece el funcionamiento del mercado, mientras que los PNA (cerrados en 2005 y 2007) definen
los contextos específicos en que se desarrolla éste.Entre lo marcado por los PNAs españoles se encuentran los objetivos de reducción de GEI, la distribución de esfuerzos entre los sectores
sujetos y no sujetos a la Directiva,la distribución de permisos de
emisión entre las instalaciones sujetas y las políticas complementarias. En particular, los objetivos contenidos en el PNA español
para cumplir el acuerdo interno comunitario (subida de las emisiones en un 15% con respecto a 1990) contemplan la reducción
interna de emisiones, los sumideros de carbono y el uso de instrumentos flexibles del Protocolo (aplicación conjunta y mecanismo de desarrollo limpio).
Una vez que cada instalación tiene una asignación de derechos
para emitir GEI, a partir del PNA, es necesario establecer un sistema de verificación de las emisiones realizadas. Caben aquí dos
posibilidades: utilizar instrumentos técnicos de medición directa
o emplear sistemas de estimación indirecta. En la práctica, buena
parte de las instalaciones españolas sujetas al mercado siguen un
sistema indirecto de verificación de sus emisiones que requiere
primeramente que cada instalación entregue un informe sobre
el volumen de sus emisiones anuales ante el órgano autonómico competente. En segundo lugar una empresa independiente,
que debe contar con demostrada capacitación técnica para ejercer una labor verificadora, ha de elaborar un informe sobre el
proceso de validación de las emisiones notificadas por la instalación afectada.
La legislación española contempla también que la detección de
un incumplimiento de las obligaciones por parte de las instalaciones afectadas implique diversas sanciones, que varían según
el tipo de infracción. En el caso de una infracción grave, como
por ejemplo ocultar o alterar los datos de emisiones realizadas, será impuesta una multa de 50.001 a 2.000.000 euros o la
clausura temporal, total o parcial de las instalaciones por un
período máximo de dos años. Asimismo, se ha de pagar una
multa de 100 euros por cada tonelada emitida en exceso, cuyo
pago no exime a la empresa infractora de la necesidad de adquirir los permisos necesarios para cubrir las emisiones realmente realizadas.
En el caso español es especialmente preocupante la ya mencionada no sujeción al sistema de un amplio número de contaminadores, en particular dada la negativa evolución del sector transporte durante el último decenio. En un contexto de fuertes
reducciones de emisiones en un corto espacio de tiempo (lo
que eleva los costes), a consecuencia de una evolución muy desfavorable en relación con el acuerdo europeo de distribución de
reducciones (por falta de acción regulatoria y por fuertes procesos de crecimiento económico y poblacional), los costes
sobre los sectores afectados pueden alejarse de las asignaciones
coste-eficientes y ocasionar así efectos innecesarios sobre su
competitividad.
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España y las Reformas Fiscales
Verdes
La Directiva europea de mercado de GEI menciona, entre sus
recomendaciones de política, la posibilidad de utilizar los impuestos ambientales (junto al ahorro y la eficiencia energética)
para completar la sujeción de las emisiones.A continuación nos
referimos a la aplicación de reformas fiscales verdes (RFV) para
conseguir este objetivo, recordando su fundamento, describiendo algunas experiencias y presentando algunos resultados empíricos sobre sus efectos.
Fundamentos y experiencias
En general, los impuestos ambientales pueden ser de dos tipos:
específicos, de ámbito, incidencia y recaudación limitados, o genéricos (sobre todo sobre consumos energéticos y con carga
impositiva adaptada a las emisiones de GEI). En el segundo caso,
su fundamento se encuentra en la denominada teoría del doble
dividendo y en la aparición de una fuente estable y continua de
ingresos fiscales por el gravamen de GEI. La teoría del doble dividendo subraya las potencialidades fiscales de la imposición ambiental al señalar las ventajas de reciclar la recaudación de éstos
(un primer dividendo ambiental al que se une un segundo dividendo fiscal,por reducción de otros impuestos distorsionantes).
De hecho, el debate académico sobre la existencia de un doble
dividendo positivo se ha trasladado rápidamente a los decisores
políticos en un número de países del norte de Europa.
Las RFV son, de hecho, una variante europea del modelo extensivo aplicado por los países desarrollados desde la segunda mitad
de la década de los ochenta. Su punto de partida es la búsqueda
de sistemas fiscales más eficientes y sencillos, mediante el empleo de impuestos menos elevados y más extensos, la reducción
de tratamientos preferenciales y de tipos marginales, tramos e
incentivos, y el cambio en el peso relativo de los diferentes impuestos en favor de la imposición indirecta.Tomando como referencia este marco general, la novedad de la RFV es la asocia-
ción de regulación ambiental y cambio fiscal porque se propone
el uso de los impuestos ambientales para compensar los cortes
realizados en la imposición directa (principalmente imposición
sobre la renta, aunque también cotizaciones sociales). La imposición ambiental puede considerarse un instrumento ideal porque, además de ser coherente con los principios fiscales dominantes en el modelo extensivo (imposición indirecta, aplicada
sobre productos y consumos, no sobre personas, sin preocupación por la equidad vertical y con una aplicación relativamente
sencilla), los beneficios adicionales (ambientales) que este intercambio puede generar son considerables, especialmente ante un
problema tan relevante como el cambio climático.
La praxis de las RFV es relativamente homogénea.Así, las RFV
nacen en Escandinavia a comienzos de los noventa, partiendo
de una filosofía común y aplicando básicamente el mismo conjunto de soluciones. Esta primera generación de RFV incluye
un grupo de impuestos ambientales potentes (sobre las emisiones de CO2 o, en todo caso, muy relacionados con el sector energético) que forman el núcleo de la reforma, compensando las reducciones aplicadas sobre los tipos impositivos
sobre la renta (en menor medida sobre la imposición societaria o las cotizaciones sociales). Estos impuestos ambientales
son generalmente simples y se tiende a una reducción del número de figuras, produciéndose una incorporación simultánea
de consideraciones ambientales a la imposición energética tradicional.También abundan las exenciones a sectores industriales con el objetivo de evitar pérdidas de competitividad, por lo
que la imposición ambiental grava básicamente a los consumidores finales y las reformas presentan un saldo distributivo potencialmente negativo.
Una segunda generación de RFV, aplicada desde comienzos de
siglo en Alemania y Reino Unido, prefiere concentrarse en reducir las cotizaciones sociales pagadas por los empleadores, en
ocasiones limitadas a determinados segmentos del mercado laboral. El instrumento fiscal escogido para la compensación es,
de forma creciente, la imposición genérica sobre la energía, a
la que se dota no obstante de una mayor caracterización ambiental.También se opta en muchos casos por diseñar paque-
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tes distributivos compensatorios sobre los grupos o sectores
afectados.
En la actualidad, son muchos los que creen que las RFV pueden
jugar un papel importante en la respuesta a la crisis económica.
Esto se debe, fundamentalmente, a las posibilidades que abre
para realizar reducciones fiscales contracíclicas sin coste recaudatorio para el sector público.Sin embargo,no menos importancia tiene su influencia en el mantenimiento de precios altos de
los productos energéticos fósiles, necesarios tanto para una corrección de los graves problemas ambientales a que nos enfrentamos como para el desarrollo e implantación de tecnologías alternativas.
Evidencia Empírica sobre RFV
El debate sobre la existencia o no de un doble dividendo y la
abundancia de aplicaciones reales de RFV han potenciado una
amplia literatura empírica sobre los efectos de este tipo de políticas (en muchos casos hipotéticas). Este apartado presenta las
principales metodologías empleadas y los resultados obtenidos.
En relación con los métodos empíricos empleados para el análisis de políticas ambientales, es habitual distinguir entre modelos tecnológicos o ingenieriles (también conocidos como modelos abajo-arriba o bottom-up) y los modelos económicos
(también conocidos como modelos arriba-abajo o top-down). La
denominación de los primeros responde al tratamiento detallado que dispensan a la tecnología utilizada por productores y
consumidores de energía (o emisores de contaminación). Se
trata en general de modelos parciales, centrados habitualmente
en los efectos sobre la oferta y la demanda de energía. Por su
parte, los modelos económicos no consideran habitualmente
las posibilidades técnicas de mejorar la eficiencia energética de
las tecnologías actuales ni las tecnologías disponibles en el futuro. Sus estimaciones están basadas en la información obtenida
del pasado, a la que aplican una gran variedad de metodologías,
desde modelos input-output hasta aproximaciones dinámicas de
corte macroeconómico.
Una revisión de más de 200 simulaciones realizadas durante los
últimos años, que incluye tanto aproximaciones ex ante como ex
post, RFV reales o hipotéticas y con modelos top down o bottom
up,permite extraer una serie de conclusiones generales.En cualquier caso, la información aquí presentada debe tomarse con
cautela por la gran variedad metodológica y heterogeneidad de
las simulaciones. En general, los resultados indican que:
• La evidencia empírica disponible confirma la posibilidad de que
los efectos de una RFV puedan ser positivos en términos de
empleo, algo especialmente claro cuando se reducen cotizaciones sociales.
• En el resto de esquemas reformistas (impuestos sin reciclaje,
reciclaje en forma de subvenciones de suma fija, etc.) los resultados son diversos y no permiten, por tanto, enunciar una
guía clara de política.
Conclusiones
Este texto se ha ocupado del papel que pueden jugar los denominados instrumentos económicos de política ambiental en la
lucha contra el cambio climático. El cambio climático es probablemente el problema ambiental más grave al que se enfrenta la
humanidad y como tal ha sido abordado a través de un bien conocido proceso de concertación internacional cuyo producto
final es el Protocolo de Kioto.
Dentro de los mecanismos recogidos en el Protocolo de Kioto
cabe destacar el papel reservado para los instrumentos económicos, cuya aplicación siempre fue defendida por los economistas.Además de justificar brevemente su utilización, describiendo
las propiedades y ventajas diferenciales de los instrumentos
económicos en relación con otros mecanismos regulatorios, se
ha ilustrado aquí su aplicación en España (real o hipotética) a través del mercado europeo de derechos de emisión y de las reformas fiscales verdes. Hemos observado cómo los instrumentos
económicos constituyen, probablemente, el mejor ejemplo de la
compatibilidad entre el mercado y la sostenibilidad ambiental ya
que éstos aprovechan precisamente las ventajas del sistema de
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mercado para conseguir los objetivos ambientales de manera
más eficiente.
A partir de la información considerada se pueden aportar conclusiones útiles para el diseño y aplicación de las políticas contra las emisiones de GEI en España. Puesto que el caso español
va a requerir de una intensa actuación en este campo en los próximos años, estas implicaciones de política se van a centrar en la
definición y aplicación de la estrategia española contra el cambio
climático.
Así, primeramente, resulta evidente la preferencia por el uso de
instrumentos de mercado como garantía de control de unos
costes potencialmente muy elevados (a través de las propiedades coste-eficientes), dada la magnitud del problema del cambio
climático. Muchos de estos instrumentos están prefijados, bien a
nivel europeo (mercado de derechos de emisión),bien a nivel internacional (mecanismos flexibilizadores basados en proyectos,
recogidos en el Protocolo de Kioto). En este último caso, tal y
como recoge el actual PNA de España, parece claro que habrá
que utilizar de forma muy activa estos mecanismos, para recuperar el terreno perdido durante diez años de laxas políticas de
contención de emisiones de GEI en un contexto desfavorable
tanto de crecimiento económico como demográfico. Respecto
a los mercados de derechos de emisión, aunque el margen de
actuación es y probablemente será pequeño, convendría aprovechar la autonomía existente para facilitar el cumplimiento a los
pequeños emisores y reducir la distribución gratuita de permisos en la medida de lo posible.
Los impuestos ambientales y las RFV, por su parte, han de completar a los mercados de derechos de emisión para así garantizar el coste-efectividad de las políticas de cambio climático en
España.Asimismo, se han centrar en aquellos sectores cuya sujeción a una alternativa de cantidades es difícil, como el transporte. La preocupante evolución de las emisiones de GEI procedentes de este sector en nuestro país requiere, muy
posiblemente, de una subida considerable de los impuestos
energéticos a muy corto plazo (y que permita una convergencia
hacia los niveles habituales en las economías de nuestro entorno). Un contexto de aguda crisis económica, como el actual,
puede de hecho potenciar el uso de estos instrumentos ya que
se consiguen recursos extra de la necesaria contención de un
problema ambiental y del fomento de tecnologías alternativas.
De lo dicho con anterioridad se hace evidente que el problema
del cambio climático no puede solucionarse con la aplicación
particular de un instrumento (económico o convencional). La
magnitud del problema, debido a la fuerte carbonización de
nuestras sociedades, exige soluciones imaginativas, crecientes en
el tiempo y una combinación de mecanismos.Todo el instrumental disponible para las políticas ambientales tiene un papel que
jugar: desde las regulaciones tradicionales de la actividad económica hasta las aproximaciones voluntarias que están apareciendo con fuerza en los últimos años. Sin embargo, es necesaria una
definición inteligente y coordinada de estos instrumentos, buscando interacciones positivas y evitando un comportamiento
que exacerbe los costes regulatorios sin mejorar el resultado
ambiental.
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Posibilidades y restricciones para compatibilizar mercado
y gestión ambiental empresarial: una visión estratégica
Juan Alberto Aragón,Vera Ferrón y José Manuel de la Torre
Departamento de Organización de Empresas
Universidad de Granada
Relación entre respeto
medioambiental y rentabilidad
de la empresa: evolución
del pensamiento
Los problemas relacionados con el medio ambiente han ido creciendo en número y peligrosidad en las últimas décadas,incluyendo temas de tanta magnitud como el calentamiento del planeta,
el agujero de la capa de ozono,la desertificación,la deforestación
o la pérdida de biodiversidad.Al mismo tiempo, el aumento de la
preocupación social por los problemas ambientales en el mundo
ha llevado a prestar cada vez una mayor atención a la relación de
las empresas con los mismos (Aragón-Correa y Rubio, 2007).
Los estudios sobre la relación entre la estrategia de las organizaciones y el entorno natural han tenido un desarrollo particularmente alto en la literatura de gestión de los últimos años (véase
Hart, 1995 o Sharma y Vredenburg, 1998).
Toda esta literatura ha prestado una atención muy especial al
análisis de la relación entre gestión ambiental avanzada y rentabilidad financiera. Los argumentos expuestos muestran un amplio consenso en aceptar que la fortaleza económica y tecnológica de las empresas las convierten en agentes con un alto
potencial para deteriorar, conservar o incluso mejorar el entorno natural. Sin embargo, ha existido una fuerte controversia
sobre las posibles consecuencias competitivas derivadas de los
avances medioambientales de las empresas. La literatura nos
ofrece dos enfoques amplios, y contrapuestos, sobre el vínculo
entre avances empresariales en gestión ambiental y rendimiento
financiero de la organización.
En primer lugar, un punto de vista más pesimista, o tradicional,
argumenta la relación negativa existente entre el desarrollo medioambiental de una empresa y la rentabilidad financiera que alcanza (véase Palmer, Oates y Portney, 1995; Simpson y Bradford,
1996; Walley y Whitehead, 1994; Xepapadeas y De Zeeuw,
1999). De acuerdo con este punto de vista, la regulación medioambiental responsabiliza a las empresas de los impactos contaminantes que provocan, obligándolas a desarrollar inversiones
para evitar, al menos parcialmente, esos impactos. Como consecuencia, las políticas medioambientales podrían tener un impacto adverso en la competitividad, en la medida que esta regulación imponga costes adicionales a las empresas.
El perjuicio competitivo para la empresa derivado de los avances medioambientales puede ser particularmente preocupante
en sectores con un impacto medioambiental sustancial, o en entornos geográficos altamente protegidos medioambientalmente.
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POSIBILIDADES Y RESTRICCIONES PARA COMPATIBILIZAR MERCADO Y GESTIÓN AMBIENTAL EMPRESARIAL: UNA VISIÓN ESTRATÉGICA
Desde este punto de vista, las empresas deberían buscar un
comportamiento medioambiental tan relajado como la ley les
permita y, por tanto, avanzar exclusivamente respondiendo a los
requerimientos legales.
En segundo lugar, un punto de vista más optimista propone que
las mejoras en el rendimiento medioambiental pueden ir frecuentemente acompañadas de una mejora en la competitividad
a través de unos costes de producción más bajos, la incorporación de innovaciones o la creación de un posicionamiento diferenciado ante los clientes que aumenten la demanda (véase
Schmidheiny, 1992 o Shrivastava, 1995). La denominada «Hipótesis Porter» (Porter, 1991; Porter y Van der Linde, 1995 a y b)
propone que aquellos gobiernos que establezcan una regulación
ambiental más estricta podrían conseguir una mejora en la competitividad de las empresas de su territorio.
Desde este punto de vista, las empresas con una capacidad suficiente debieran desarrollar avances medioambientales voluntarios que traten de prevenir los impactos ambientales, yendo más
allá de lo obligatorio legalmente. Este comportamiento les permitiría obtener ventajas competitivas interesantes.
La estructura de este trabajo se articula en torno a dos grandes
partes. En primer lugar, en este trabajo nos gustaría revisar algunas de las vías que podrían permitir obtener ventajas competitivas de una gestión ambiental avanzada.Nos detendremos en dos
grandes grupos de posibilidades: las relacionadas con la posibilidad de reducir costes y las relacionadas con el potencial para generar capacidades valiosas en el interior de la organización,prestando una atención especial a la posibilidad de obtenerlas a
través de unas estrategias medioambientales de negocio que faciliten un posicionamiento externo de privilegio. En contraposición con los apartados anteriores, que parecieran dar a entender la posibilidad de alentar la gestión ambiental avanzada sólo
con mecanismos de libre mercado y competencia,cerraremos el
trabajo haciendo algunas reflexiones sobre la necesidad de una
intervención reguladora que establezca unas reglas de mercado
capaces de posibilitar que las empresas puedan realmente acceder a esas ventajas.
La posibilidad de reducir los costes
a través de la gestión ambiental
Tradicionalmente algunos gestores habían acusado a la gestión
ambiental de ser una importante fuente de elevación de costes.
Sin embargo,más recientemente,distintos expertos y organismos
internacionales, encabezados por los departamentos medioambientales de Naciones Unidas, han realizado importantes esfuerzos por introducir el concepto de «ecoeficiencia» como punto de
referencia para los planteamientos ambientales más básicos (United Nations Division for Sustainable Development,2001).La ecoeficiencia consistiría en reducir los costes de la empresa (mejorar
la eficiencia) a través de la reducción de los impactos ambientales generados por la empresa (véase Sharma y Henriques, 2005).
Aunque en la literatura ha existido bastante confusión sobre qué
se debe entender por coste medioambiental, nosotros tratamos
de ofrecer en este trabajo una visión lo más amplia posible. En
base a estudios previos relacionados con los costes medioambientales (Environmental Protection Agency,1995;Gale y Stokoe,2001;
Savage y Jash, 2004) el presente estudio propone una clasificación
de los mismos. Nuestra clasificación considera que existen cuatro
tipos básicos de costes medioambientales: los internos, los externos, los contingentes y los costes de imagen y relaciones públicas.
Si se consiguiera reducir esos costes ambientales,con carácter general estaríamos minorando impactos ambientales y costes financieros al mismo tiempo. La tabla 1 ofrece un listado de algunos de
los costes medioambientales que sería posible delimitar.
En primer lugar, los costes internos están relacionados con el
proceso productivo de la organización. Estos costes internos
están compuestos por costes directos e indirectos (Gale y Stokoe, 2001). Los costes directos son los que pueden ser imputados directamente a productos y actividades específicas. Los costes directos incluyen a los costes de aprovisionamientos de
materias primas y de recursos naturales (energía o agua).También incluyen tanto los costes de la gestión de los residuos generados por la empresa como los costes relacionados con la
producción de esos residuos (Savage y Jash, 2004). La posibilidad
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Tabla 1.
Los costes medioambientales
Tipos de costes medioambientales
Costes internos
• Costes directos
• Costes indirectos
Costes externos
Costes contingentes
Costes de imagen y relaciones públicas
Ejemplos
• Costes de aprovisionamiento y producción (energía, agua, materias primas, etc.).
• Costes de gestión de residuos del proceso y de eliminación de outputs que no forman parte
del producto final.
• Costes relacionados con proyectos de I+D medioambientales.
• Costes de formación medioambiental de los empleados.
• Costes por multas debidas a no cumplimientos legales.
• Costes por compensaciones a daños a la calidad de vida local.
• Costes en la salud de los propios empleados y sus familias.
• Costes provocados por el cumplimiento de futuras modificaciones en regulación medioambiental.
• Costes por potenciales responsabilidades medioambientales.
• Costes de la publicidad medioambiental.
• Costes de una imagen medioambiental negativa.
• Costes de campañas de relaciones públicas ambientales.
de conseguir ahorros energéticos, manteniendo los mismos niveles de producción, ejemplifica especialmente bien la filosofía
de mejorar la eficiencia de la organización a la par que se reduce el impacto ambiental.
Los costes internos indirectos son aquellos relacionados con el
funcionamiento del proceso productivo, pero difíciles de atribuir
a un cierto producto y proceso. Por el contrario están localizados en centros de coste o departamentos de la organización
que ofrecen un servicio a distintos productos o actividades de
la empresa. Por ejemplo, los costes de los proyectos de I+D relacionados con cuestiones ambientales o los costes para la formación medioambiental de los empleados son costes indirectos.
En estos dos ejemplos se espera que la elevación de estos costes consiga reducir el impacto ambiental y, en el medio plazo, reducir también los costes globales por su efecto en algunos de los
otros que comentaremos.
En segundo lugar, los costes externos son aquellos costes relacionados con consecuencias medioambientales negativas
provocadas fuera de la organización como consecuencia de la
actividad de la misma y que pueden ser traducidas en términos económicos. El ejemplo más claro que ejemplifica esta categoría de costes medioambientales sería el pago de una
multa por no cumplir determinadas regulaciones medioambientales.
En tercer lugar se encuentran los costes contingentes que, a diferencia de los costes internos y externos que deben ser efectivamente pagados por haberse producido ya, están ligados en su
aparición a la posibilidad de que en el futuro se produzcan eventos inciertos (Environmental Protection Agency, 1995; Gale y
Stokoe, 2001).Varios ejemplos de costes contingentes pueden
ser los costes de cumplimiento con futuras modificaciones en la
regulación medioambiental, o los costes de potenciales responsabilidades para con el medio ambiente.
Finalmente, en cuarto lugar, los costes de imagen y relaciones
públicas incluyen los gastos incurridos para el ensalzamiento de
la imagen corporativa de la organización mediante el uso de aspectos relacionados con su gestión ambiental o la mejora en las
relaciones con los reguladores públicos locales, regionales y/o
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POSIBILIDADES Y RESTRICCIONES PARA COMPATIBILIZAR MERCADO Y GESTIÓN AMBIENTAL EMPRESARIAL: UNA VISIÓN ESTRATÉGICA
nacionales, los clientes, los proveedores y el público en general
(Environmental Protection Agency, 1995; Savage y Jash, 2004).
Los costes de publicidad medioambiental,una disminución en los
beneficios como consecuencia de una imagen medioambiental
negativa, o una campaña para mejorar la proyección ambiental
de la organización son todos costes de imagen y relaciones públicas, que también se integrarían en los costes medioambientales incurridos por la organización.
La posibilidad de generar
capacidades organizacionales
a través de la gestión ambiental
avanzada
La perspectiva de recursos y capacidades de la empresa (Resource-Based View) proporciona un enfoque interesante para explicar
la importancia de las características de la propia organización en
la generación de una ventaja competitiva (Barney, 1991;Wernerfelt, 1984). Mientras que los recursos organizacionales son los
activos tangibles o intangibles a los que la organización tiene acceso, las capacidades de la organización son habilidades desarrolladas por la empresa para gestionar esos recursos (Grant,
1991). El hecho de que estos activos internos puedan ser raros,
valiosos, insustituibles o inimitables posibilita que los mismos se
conviertan en una fuente de ventaja competitiva (Barney, 1991),
siendo más frecuente que dichas características puedan relacionarse más con las capacidades organizacionales que con los propios recursos.
Hart (1995) se basó en la perspectiva de recursos y capacidades para proponer tres estrategias ambientales que debieran
ser capaces de generar ventaja competitiva: prevención de la
contaminación, garantía de producto y desarrollo sostenible. La
idea central es que la gestión medioambiental avanzada requiere de la existencia y desarrollo de ciertas capacidades organizacionales que normalmente son altamente valiosas, como por
ejemplo, la capacidad de innovar por parte de la empresa, la ca-
pacidad de relacionarse con los agentes de su entorno (stakeholder), o la capacidad de contar con una visión de futuro clara
y compartida.
El hecho de que la implantación de una gestión medioambiental
avanzada conlleve la necesidad de desarrollar estas valiosas capacidades resulta en sí mismo positivo para la empresa.Además,
al mismo tiempo, se produce un interesante «círculo virtuoso»
porque la puesta en marcha de la gestión medioambiental avanzada no sólo requiere la existencia de esas capacidades, sino que
también facilita que las capacidades valiosas se puedan desarrollar con mayor facilidad.
Aragón-Correa y Sharma (2003) propusieron que la gestión medioambiental avanzada podría incluso entenderse como una capacidad dinámica de la organización. Las capacidades dinámicas
son un conjunto de procesos identificables con capacidad para
ir generando nuevas capacidades que se adapten a requerimientos cambiantes en el tiempo (Eisenhardt y Martin, 2000). La gestión medioambiental avanzada parece cumplir con los requerimientos de las capacidades dinámicas puesto que, pese a contar
con perfiles diferenciados en cada empresa, también tiene unas
claras pautas comunes que determinan las mejores prácticas en
el tema a través de las distintas empresas.
La mayor parte de los trabajos empíricos al respecto de este
tema han mostrado la existencia de una relación positiva entre
la gestión ambiental avanzada y distintas capacidades que son valiosas en las organizaciones, tales como la integración de los intereses de los stakeholders (Hart, 1995), la innovación continua
(Anderson y Bateman, 2000) o los desarrollos estratégicos proactivos (Aragon-Correa, 1998).
La mayoría de los estudios que analizan la temática medioambiental bajo la perspectiva de Recursos y Capacidades, subrayan
la posibilidad de incrementar la rentabilidad de la empresa como
consecuencia del desarrollo de estas capacidades generadas por
la implantación de estrategias medioambientales proactivas
(Aragón-Correa y Sharma, 2003; Christmann, 2000; Sharma y
Vredenburg, 1998).
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En relación a la estrategia de diferenciación, algunas prácticas de
gestión medioambiental centradas en el producto, como el rediseño del embalaje o el desarrollo de nuevos productos verdes,
pueden suponer un ventaja en diferenciación (Christmann,
2000). En el mismo sentido, Hart (1995) propuso que tanto la
garantía medioambiental en el desarrollo de los productos
como la integración de los stakeholders, o grupos de interés de
la empresa, están relacionadas con las capacidades referidas a la
estrategia de diferenciación, mientras que las actividades relativas a la prevención de la polución generan capacidades organizacionales ligadas a la ventaja en costes.
Varios estudios enmarcados en la perspectiva de Recursos y Capacidades para el análisis del medioambiente han considerado
que es posible la reducción de costes en la organización a través de la generación de capacidades (Christmann, 2000; Darnall
y Edwards Jr., 2006; Hart, 1995), pero la investigación sobre
cómo interactúan las estrategias medioambientales proactivas y
la obtención de una ventaja en costes se encuentra aún en una
etapa incipiente.
La combinación de los distintos recursos y capacidades a los que
la empresa tiene acceso son la base para el desarrollo de su estrategia de negocio.Aquellos recursos y capacidades más vinculados con aspectos relacionados con el entorno natural determinan las posibilidades que una empresa determinada puede
tener para generar su propia estrategia medioambiental de negocio. La estrategia medioambiental de negocio podría definirse
como los planteamientos ambientales que una organización
hace para alcanzar una determinada ventaja competitiva en un
negocio completo.
Las estrategias medioambientales de negocio se han clasificado en distintos grupos que difieren en su denominación, en
función de los autores que proponen cada uno de ellos. En
general, la mayoría de las clasificaciones distinguen los distintos grupos en función de los planteamientos de la empresa
con respecto a la legislación.Así, por ejemplo,Aragón-Correa
(1998) propuso cinco categorías de estrategias medioambientales de negocio:
• Estrategia de no cumplimiento: basada en una renuncia a cumplir con la legislación ambiental aplicable a la empresa.
• Estrategia de cumplimiento:basada en un estricto cumplimiento de la normativa medioambiental con un carácter reactivo.
• Estrategia de «plus de cumplimiento»:además del cumplimiento legal, la empresa desarrolla voluntariamente acciones que
posibilitan desarrollos poco arriesgados para alcanzar simultáneamente ventajas competitivas y medioambientales para la
empresa.
• Estrategia de «excelencia ambiental»: la empresa integra de
forma sistemática la gestión de sus impactos ambientales.
• Estrategia de «liderazgo medioambiental»: la empresa se convierte en el referente en desarrollos medioambientales de su
sector.
Todas las estrategias medioambientales de negocio tienen en
principio un cierto potencial para generar ventajas competitivas.
No obstante las posibilidades concretas de las distintas estrategias dependerán en cada caso de las características de la propia
organización y de la situación de su entorno (Aragón-Correa y
Sharma, 2003).
Discusión final: la importancia
de regular para posibilitar
un mercado que incentive
la gestión ambiental avanzada
Este trabajo viene mostrando distintas posibilidades, las cuales
podrían facilitar que las empresas puedan disfrutar de condiciones competitivas favorables siempre que desarrollen una gestión
medioambiental avanzada. Este desarrollo nos podría llevar a
pensar que el mercado es capaz de crear el marco de referencia suficiente para generar una gestión ambiental avanzada. Sin
embargo, la mera constatación de la realidad nos permite entender con facilidad que la situación no debe ser tan favorable cuando los desarrollos empresariales al respecto del entorno natural son mayoritariamente reactivos.
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POSIBILIDADES Y RESTRICCIONES PARA COMPATIBILIZAR MERCADO Y GESTIÓN AMBIENTAL EMPRESARIAL: UNA VISIÓN ESTRATÉGICA
Desde nuestro punto de vista, es claro que un apropiado marco
institucional es un punto de referencia fundamental para la transición hacia un sistema económico sostenible. Los planteamientos institucionales incluyen las normas sociales, las regulaciones
formales o los propios sistemas educativos. Por tanto, el progreso tecnológico y económico en sí mismos probablemente no
sean suficientes para que dichos avances sean sostenibles en su
faceta de entorno natural, incluso aún resultando en buena medida necesarios. Es importante también motivar cambios de
comportamiento en todos los niveles de la sociedad encaminados hacia una mayor sostenibilidad. Entendemos que la regulación
debe ser una herramienta fundamental para guiar la evolución en
el sentido correcto, aunque no el único.
Refiriéndonos a los desarrollos que hacíamos con anterioridad,
repasaremos ahora algunas condiciones internas y externas a la
organización que serían necesarias para posibilitar que una organización pueda conseguir una mejora de su competitividad de
forma simultánea a un menor impacto ambiental. Dividiremos
nuestra argumentación en cuatro grandes ámbitos de referencia:
sistemas de gestión internos, responsabilidades directivas, responsabilidades organizacionales y normativas y,finalmente,marco
internacional.
En primer lugar, los sistemas tradicionales de gestión interna
no suelen ser suficientes en alcance con respecto a los costes
medioambientales, puesto que ignoran muchos de ellos (y sus
potenciales ahorros). Esta situación afecta negativamente a la
toma de decisiones empresariales. Los costes medioambientales deben estar correctamente identificados y evaluados, pero
además deben estar bien asignados a sus actividades generadoras
con idea de facilitar su reconocimiento. Si existe una inadecuada ubicación de los mismos, se enviarán «señales» incorrectas
a los directivos responsables de la toma de decisiones (Environmental Protection Agency, 1995; Graff, Reiskin,White, y Bidwell, 1998).
En segundo lugar, la generación de capacidades organizacionales
que podrían ligarse a una gestión medioambiental avanzada requiere de la existencia de ciertas circunstancias que las posibili-
ten. Parte de esas circunstancias se refieren a la existencia de
condiciones favorables en el entorno general de la organización
(Aragón-Correa y Sharma, 2003), al que parcialmente nos referiremos en el tercer y cuarto lugar de nuestra argumentación.
Además, las condiciones internas referidas a la cultura de la organización son también relevantes. Por ejemplo, los propios gestores deben entender bien los retos medioambientales para evitar la tentación de creer que un «maquillaje» ambiental, o el
mero cumplimiento legal de carácter reactivo, puedan ser suficientes para generar capacidades organizacionales con potencial
de ofrecer diferenciación (Aragón-Correa y Rubio, 2007).
Al mismo tiempo, los gestores deben entender que existe una
responsabilidad ética, civil e incluso penal que les obliga. El conocido «dilema del prisionero» aplicado a temas medioambientales llevaría a que muchos directivos puedan reconocer que un
comportamiento medioambiental adecuado resulta favorable al
bienestar común, pero que su comportamiento oportunista podría resultarles especialmente favorable a dichos gestores en el
corto plazo. Esta posibilidad debe ser evitada mediante una regulación estricta que desincentive el comportamiento oportunista.
En tercer lugar, y siguiendo con aspectos reguladores, el marco
normativo no sólo debe establecer responsabilidades individuales sino también un punto de referencia apropiado para decisiones colectivas que afecten a los planteamientos empresariales.
Por una parte, la normativa tiene capacidad para incentivar la innovación o,por el contrario,inclinar a la organización hacia comportamientos puramente reactivos. Pero además, y quizás con
una incidencia más directa, las normas deben ser lo suficientemente atinadas y potentes para que las externalidades provocadas por la organización sean internalizadas.
Las externalidades son las consecuencias negativas que soporta
la sociedad como consecuencia de la actividad de la empresa y
que pueden traducirse en términos económicos. Por ejemplo, la
contaminación de un río como consecuencia de un vertido incontrolado por parte de una fábrica. La internalización se refiere, por tanto, a que los costes de esa consecuencia negativa
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deban ser necesariamente asumidos por la organización que la
genera (y no por la sociedad en su conjunto). La internalización
de esos costes conlleva el establecimiento de un sistema de sanciones de magnitud suficiente y de extrema agilidad para que
exista más beneficio económico relacionado con el desarrollo
de inversiones que minimicen el impacto ambiental que con el
desarrollo de una actividad descuidada ante la certeza de que los
daños causados no serán abonados por la organización.
Tanto el hecho de contar con un adecuado procedimiento interno como tener una apropiada referencia legal ayudan a evitar
subsidios inconsistentes entre productos o actividades. Por
ejemplo, cuando los costes medioambientales no se encuentran
bien ubicados en las actividades que originariamente los generaron, ocurre una subsidiación cruzada entre procesos o productos. La misma implica que determinados costes medioambientales son repercutidos en procesos o productos que no los
generaron y, por tanto, están siendo requeridos para compensar
o subsidiar otros procesos o productos más contaminantes
(Bartolomeo, Bennett, Bouma, Heydkamp, James,Wolters, 2000;
Graff, Reiskin,White, y Bidwell, 1998).
Finalmente, en cuarto lugar, el marco de referencia internacional
debe ser capaz de ofrecer un apoyo sólido a los planteamientos
anteriormente expuestos. Los grandes problemas medioambientales actuales, tales como el cambio climático, la destrucción
de la capa de ozono, la pérdida de la biodiversidad o la contaminación de las aguas, se caracterizan por su deslocalización, su
considerable incertidumbre, su irreversibilidad y extrema complejidad. En un ambiente económico de creciente liberalización
y reducido proteccionismo, los esfuerzos nacionales no pueden
lograr por sí solos avances definitivos.
Para terminar debemos hacer referencia obligada a la incertidumbre que una situación de crisis financiera generalizada puede
provocar en la evolución del problema en los próximos años. Si
bien se había alcanzado un consenso amplio sobre la importancia de los problemas ambientales, una mala situación económica
no suele ser el contexto más favorable para priorizar las soluciones que el tema puede requerir; por el contrario, la tentación
podría ser posponer las medidas necesarias. La posibilidad de
que los avances ambientales se conviertan en sí mismos en un
ámbito de generación de oportunidades empresariales podría
ayudar a superar estos obstáculos; no obstante, ya se ha advertido también sobre la posibilidad de que el análisis medioambiental centrado exclusivamente en el aprovechamiento de
oportunidades de negocio pueda generar una inflación especulativa en torno al tema ambiental.
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POSIBILIDADES Y RESTRICCIONES PARA COMPATIBILIZAR MERCADO Y GESTIÓN AMBIENTAL EMPRESARIAL: UNA VISIÓN ESTRATÉGICA
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Crecimiento, sostenibilidad y mercado
Carlos Mario Gómez
Profesor Titular de Fundamentos del Análisis Económico
Universidad de Alcalá de Henares
La crisis financiera de 2008 y la recesión actual han puesto
fin al ciclo de expansión más importante y prolongado que
ha experimentado la economía mundial en toda su historia.
En los 25 años anteriores a 2007, las reformas económicas
en el mundo menos desarrollado, la innovación tecnológica
y una economía cada vez más abierta y globalizada crearon
las condiciones propicias para un avance sostenido de la producción mundial, que se incrementó a una tasa promedio del
3,5% anual, la cual, de mantenerse en el tiempo, significaría
duplicar la producción total de bienes y servicios cada 20
años. Más importante que el aumento de la escala de la producción de bienes y servicios, es el hecho de que las transformaciones económicas experimentadas en el último cuarto de siglo permitieron un avance en la convergencia de los
países de menor desarrollo relativo.A pesar de las importantes diferencias entre países, el crecimiento de las naciones
más pobres del mundo supero de una manera significativa el
de las naciones más avanzadas del planeta (que crecieron a
una tasa promedio del 2,7%) Los países en desarrollo emergentes consiguieron aumentar su producción a un ritmo del
4,4%. El aumento del ingreso y la producción favoreció incluso al conjunto más pobre de naciones, las del África subsahariana, que por primera vez superaron el crecimiento del
mundo avanzado alcanzando una tasa inédita de 3,4% entre
1982 y 2007.
Tabla 1.
Tasa de crecimiento promedio 1982-2007
Tasa Promedio de Crecimiento del PIB (%)
Mundo
Principales economías avanzadas (G7)
Países emergentes y en desarrollo
América Latina
África subsahariana
3,5
2,8
4,4
3,0
3,4
Fuente:World Economic Outlook (FMI, 2008) y elaboración propia 2007
El aumento en escala de la producción mundial y la posibilidad
de una convergencia gradual aunque limitada y desigual de los
países menos avanzados, son buenas noticias desde el punto de
vista del progreso material y de la equidad del desarrollo mundial. Sin embargo, especialmente en el momento actual en que la
economía se enfrenta a un cambio de ciclo, todo esto plantea
cuestiones importantes sobre la sostenibilidad del modelo de
crecimiento económico en el largo plazo. En primer lugar, no
puede perderse de vista que los mayores flujos de producción e
ingreso corrientes no significan necesariamente que la riqueza
material del planeta haya crecido en la misma proporción. Esta
riqueza no es otra cosa que el conjunto de activos relevantes
para el bienestar en los que se sustenta la producción de los
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CRECIMIENTO, SOSTENIBILIDAD Y MERCADO
Figura 1.
Evolución temporal de la tasa de crecimiento del PIB 1982-2007
10
Mundo
América Latina
Principales economías avanzadas
8
África Subsahariana
Países emergentes y en desarrollo
6
4
2
0
-2
2007
2006
2005
2004
2003
2002
2001
2000
1999
1998
1997
1996
1995
1994
1993
1992
1991
1990
1989
1988
1987
1986
1985
1984
1983
1982
-4
Fuente: elaboración propia a partir de datos del World Economic Outlook (FMI, 2008)
bienes y servicios en cada momento del tiempo y que está formada no solamente por las infraestructuras y el capital físico del
que da cuenta la contabilidad económica oficial, sino también
por la base de recursos naturales y ambientales que prestan una
gama de servicios indispensables para la producción, algunos de
ellos tangibles como las materias primas y las tierras de cultivos,
y otros intangibles, como los servicios de la atmósfera o de la
biodiversidad, y por un conjunto de activos producidos por la
sociedad como el capital humano, la base de conocimientos
científicos y tecnológicos y la calidad de las instituciones sociales. El hecho de que la producción en las economías emergentes
dependa en mucha mayor medida de los recursos naturales y
ambientales plantea la posibilidad de que, al menos en un conjunto significativo de países, el aumento de la producción sea la
consecuencia de un agotamiento de los recursos naturales y de
los activos ambientales. En este ensayo pretendemos presentar
alternativas para evaluar esta cuestión con los datos y los métodos de análisis que aporta el conocimiento limitado que aún tenemos sobre la materia.
Riqueza y producción
Las posibilidades de producción dependen de un conjunto de
activos de capital, algunos de ellos producidos por la propia economía, otros producidos por la naturaleza, como las reservas de
recursos naturales y los ecosistemas, y otros de carácter intangible, como el capital humano, la tecnología, las instituciones y el
conjunto de valores culturales. Cualquiera que sea la definición
de desarrollo sostenible, la cuestión importante a resolver es si
el bienestar material de las generaciones presentes compromete o reduce las posibilidades de las generaciones futuras. En términos prácticos, la evaluación del desarrollo sostenible se reduce a determinar si la base de recursos productivos importantes
para el bienestar aumenta o disminuye con el crecimiento económico.Aceptando que se trata de una cuestión que no puede
resolverse íntegramente con los métodos y la información disponible, la economía aporta métodos operativos que permiten
aproximarnos a una respuesta a este problema. Una alternativa
consiste en preguntarnos si el consumo corriente es excesivo y,
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Tabla 2.
Comparativa entre tasa media de ahorro neto (descontando el consumo de capital fijo)
y tasa media de ahorro genuino
País
China
India
Bangladesh
África subsahariana
Botswana
Kenya
Rep. del Congo
Guinea Ecuatorial
Nigeria
Bolivia
Brasil
Ecuador
Nicaragua
Panama
Venezuela, RB
Argentina
España
Tasa de ahorro
neto promedio
(% del PIB)
Tasa de ahorro
genuino promedio
(% del PIB)
Tasa anual promedio
de crecimiento
de la población (%)
Tasa sostenible
de crecimiento
30,35
14,83
12,36
5,28
31,14
7,84
3,94
17,27
15,81
3,19
7,29
2,86
-11,49
16,09
19,06
5,81
8,24
22,41
12,62
10,59
-1,34
33,86
11,49
-54,80
-106,48
-27,62
-5,24
8,96
-11,84
-8,64
20,22
-8,03
3,65
11,53
1,07
1,93
2,14
2,73
2,05
2,68
2,95
6,43
2,75
2,32
1,70
1,98
2,88
1,98
2,19
1,24
0,62
6,71
3,77
3,15
-0,43
10,14
3,42
-16,47
-32,01
-8,31
-1,59
2,67
-3,57
-2,62
6,05
-2,43
1,08
3,45
Fuente: Banco Mundial,World Economic Outlook (FMI, 2008) y elaboración propia
por lo tanto, la base productiva, entendida en un sentido amplio,
disminuye a lo largo del tiempo1. Otro camino, que en principio
debería conducir a una respuesta similar, consiste en preguntarse si la inversión genuina, es decir el aumento efectivo de los activos productivos de la sociedad, es suficiente para mantener las
posibilidades de bienestar corriente en el futuro2.
La noción del ahorro genuino es un intento de corregir la contabilidad nacional, ampliando el concepto de capital para, además
de la acumulación neta de capital físico la depreciación, incluir la
pérdida de activos naturales y ambientales. En la metodología
propuesta,el análisis se limita a aquellos recursos que pueden incorporarse en la contabilidad nacional de acuerdo con la información y las posibilidades de valoración económica de estos activos.Así, la inversión en capital fijo se corrige deduciendo, por
una parte, la pérdida de capital natural resultante del agotamiento de los recursos no renovables, la deforestación y los daños
ocasionados por la contaminación ambiental. Por otra parte, se
añaden las mejoras en la base productiva resultantes de la acumulación de capital humano considerando como ahorro,en lugar
de consumo, los gastos en educación3. Aunque se trata de una
primera aproximación, el ahorro genuino aporta un indicador
de desarrollo sostenible más adecuado que el ahorro corriente
1 Esta es la alternativa seguida por un grupo de destacados economistas encabezados por Arroz y
Dasgupta en Arroz et al. (2004).
2 Esta alternativa, que desarrollaremos en algo más de detalle, es la seguida por el Banco Mundial
desde 1994 (Véase Hamilton, 1994).
3 De acuerdo con Hamilton y Clemens (1998) el ahorro genuino se obtiene con la siguiente fórmula:
PIB-Consumo Público y Privado-Endeudamiento Externo Neto-Depreciación de activos fijos+Gasto
Corriente en Educación-Disminución de Recursos Naturales-Daños por Contaminación.
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CRECIMIENTO, SOSTENIBILIDAD Y MERCADO
de la economía.A pesar de las múltiples limitaciones en los datos
y de la discusión sobre el alcance del concepto de ahorro genuino4, resulta instructivo poner la teoría en práctica al menos en el
contexto de las regiones más pobres. La tabla 2 contiene algunos
ejemplos para China, India, Bangladesh, Nigeria, el África subsahariana, algunos países de América Latina y España. En su conjunto
estos países abarcan más del 60% de la población del planeta.
Estos cálculos tratan de mostrar en qué medida el ahorro aparente está compensado por otros aspectos, revelando si se está
creando o destruyendo riqueza.Así, podemos observar como el
conjunto del África subsahariana pasa de una tasa media de ahorro aparente del 5,28% del PIB a una tasa negativa de -1,34% si
tenemos en cuenta el consumo de recursos naturales, lo que
unido a su tasa de crecimiento de la población, ofrece una perspectiva nada halagüeña sobre la sostenibilidad de su crecimiento al hacerse a costa de una sobre explotación de recursos que
traerán –poco– pan para hoy y hambre para mañana. Especialmente dramáticos, dentro de este conjunto de países, son los
casos de Guinea Ecuatorial, la República del Congo y Nigeria,
con tasas de ahorro aparente positivas (y relativamente elevadas: Guinea y Nigeria están por encima de la tasa de ahorro de
la economía española) que, sin embargo, una vez ajustadas según
la metodología del ahorro genuino, ponen en entredicho la capacidad futura de estos países para converger hacia los niveles
de renta de los países desarrollados en tanto que su desempeño económico actual se basa en el uso de sus recursos naturales y, por tanto, su crecimiento potencial. En el otro extremo, y
dentro de este mismo grupo, son destacables Botswana y Kenia,
con tasas de ahorro genuino mayores que las de ahorro aparente. El grupo de economías asiáticas –China, India y Bangladesh–
muestra unos valores muy próximos en las tasas de ahorro, a
4 La discusión en detalle del concepto de ahorro genuino escapa a las posibilidades de este trabajo,
pero el lector puede remitirse al trabajo de Everett y Wilks (1999) en el que se reconoce que la
metodología tiende a sesgar al alza las medidas de ahorro genuino (al no incluir todos los recursos minerales ni ecosistemas como los bosques o el agua) o a los cuestionamientos sobre el propio concepto debidos a la simplificación excesiva de la relación de la economía con el medio ambiente, al no reconocimiento de umbrales críticos en el capital natural, a los problemas de medida
o a la tendencia a validar como sostenible el desempeño de los países avanzados donde precisamente la escala de las actividades económicas es mayor (Daly, 1996; Martinez Alier, 1999). No obstante, el ahorro genuino es un concepto útil que puede ser desarrollado en distintas direcciones
para supera algunas de sus limitaciones, Ferreira y Vincent (2005) y Hamilton y Hartwick (2005).
excepción de China con un diferencial de casi ocho puntos, atribuible principalmente a su consumo energético y emisiones de
CO2 fruto de su rápida industrialización. La región de América
Latina no es tampoco una excepción, pudiéndose hallar también
casos muy dispares como Brasil, con acumulación de riqueza
neta, y Venezuela o Nicaragua, con un crecimiento basado en la
explotación de sus recursos naturales, que al igual que ocurre
con los países africanos está hipotecando la capacidad futura del
país para generar bienestar.
El aumento de la riqueza muestra un panorama menos optimista que el crecimiento de la producción y el ingreso.Además
de ello, para que la mayor riqueza pueda interpretarse como
un signo de mayor bienestar relativo se requiere al menos que
la población crezca a un ritmo más moderado, de modo que
las mejoras en la base productiva, si fuera el caso, puedan trasladarse a mayores niveles de ingreso per capita. En los 25 años
previos a la crisis actual la población mundial aumentó en
2.000 millones de habitantes, hasta los 6.500 millones registrados en 2007.A pesar de este aumento superior al 40%, la producción mundial como vimos fue por delante de tal manera
que a nivel global permitió un aumento del ingreso per-cápita
mundial a una tasa inédita del 2% anual. Sin embargo, este resultado global esconde no sólo las limitaciones ya mencionadas
en el aumento de la base productiva, sino también las grandes
diferencias que existen entre los distintos países. Como puede
observarse, a excepción de China y España, los países de nuestra muestra registran tasas de crecimiento demográfico superiores al 1,5%.
En términos de crecimiento sostenible, la pregunta a resolver es
si, una vez considerado el ahorro genuino, la riqueza productiva
conduce o no a un aumento del bienestar per cápita en las distintas economías. Para ello debemos establecer, primero, la relación que existe entre riqueza y producción y una vez establecido el crecimiento de la producción que resulta del ahorro
genuino deducir, en segundo lugar, la tasa de crecimiento demográfico. El resultado siguiendo la metodología propuesta por
Dasgupta (2001) será un indicador de la tasa sostenible de crecimiento del bienestar individual. El valor típico de la relación
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Tabla 3.
Composición del capital natural por región y grupo de renta (dólares per cápita).Año 2000
Capital
natural
Activos
subterráneos
Recursos
madereros
Recursos
forestales
no madereros
Áreas
protegidas
Superficie
de cultivo
Superficie
de pasto
América Latina
y Caribe
África
subsahariana
Sur de Asia
8.059
Este de Asia
y Pacífico
Oriente medio
y África del norte
Europa
y Asia Central
2.511
3.845
48%
979
39%
189
11%
710
28%
6.002
75%
6.532
59%
359
4%
225
9%
53
3%
140
6%
14
0%
225
2%
424
5%
129
5%
13
1%
43
2%
14
0%
688
6%
411
5%
64
3%
109
6%
79
3%
58
1%
779
7%
1.942
24%
925
36%
1.183
68%
1.415
5%
1.510
19%
1.622
15%
1.077
13%
213
8%
202
12%
125
5%
390
5%
1.185
11%
487
23%
1.933
44%
7.031
64%
3.825
40%
1.933
41%
119
6%
159
4%
265
2%
747
8%
247
5%
49
2%
182
4%
206
2%
183
2%
134
3%
104
5%
189
4%
463
4%
1.215
13%
343
7%
1.134
55%
1.526
35%
1.872
17%
2.008
21%
1.477
32%
182
9%
409
9%
1.084
10%
1.552
16%
547
12%
Región
Grupos de renta
Países de
renta baja
Países de renta
media-baja
Países de renta
media-alta
Países de renta
alta de la OCDE
Mundo
2.535
1.749
7.989
11.031
2.075
4.398
10.921
9.531
4.681
Fuente: Banco Mundial (2006)
producto capital que se obtiene de la contabilidad nacional es
0,3. No obstante, como el capital productivo está subvalorado al
no tener en cuenta activos tales como el capital natural o la base
de conocimientos, podemos considerar un valor conservador
de 0,25 que sin duda llevará a una sobrestimación del crecimiento económico.
El panorama del crecimiento mundial cambia de una manera
sustancial cuando se tiene en cuenta el valor aproximado por
el ahorro genuino, en lugar del crecimiento registrado en la
contabilidad oficial, tal y como se muestra en la última columna de la tabla 2, donde, por ejemplo, el África subsahariana en
su conjunto muestra una tasa de crecimiento negativo de
-0,43% en lugar del 3,4% que se presentaba en la Tabla 1, o países de América Latina, como Bolivia, Ecuador, Nicaragua o Venezuela donde la renta se reduce a ritmos superiores al 1,5%,
aumentado la divergencia con respecto a los países desarrollados e indicando una senda de crecimiento que podría llevar a
una reducción del bienestar a la mitad de su valor en el lapso
de 45 años.
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CRECIMIENTO, SOSTENIBILIDAD Y MERCADO
La diferencia entre el panorama del crecimiento económico que
se obtiene de la contabilidad nacional y el que resulta de la introducción de conceptos de «contabilidad verde», como el ahorro genuino considerado en el ejercicio anterior, es mucho más
pronunciada en las economías en transición y, en general, en
todas las economías menos desarrolladas que son, como hemos
visto,las que en el último cuarto de siglo aportaron relativamente más al crecimiento mundial. La explicación de esta diferencia
se explica porque los recursos naturales y los activos medioambientales tienen un peso mayor en la base productiva de los países más pobres que en la de las economías avanzadas.De acuerdo con esto, La convergencia en niveles de ingreso conducirá
entonces necesariamente a un impacto mayor sobre el medio
ambiente, como resultado del mayor crecimiento de las economías menos avanzadas.
Sostenibilidad débil
y sostenibilidad fuerte
El análisis presentado arriba, a pesar de su utilidad práctica,
aporta una visión incompleta y limitada del desarrollo sostenible. Los conceptos de ahorro genuino y riqueza total se apoyan
en una noción débil del concepto de sostenibilidad. De acuerdo con el concepto de sostenibilidad débil no existirían umbrales ecológicos. Sostenibilidad débil significa que las funciones
que cumple una forma de capital pueden ser sustituidas por
otra, de modo que para mantener el bienestar a largo plazo el
único requisito consiste en mantener el nivel agregado sin que
en la composición de la riqueza económica importe la mayor o
menor disponibilidad de recursos naturales y otros activos ambientales, ya que su agotamiento podría sustituirse con otras
formas de capital creado por la sociedad. Implícitamente, el
concepto de sostenibilidad débil asume que la economía puede
ser autosuficiente y no que ésta es sólo un subsistema de un
ecosistema finito, del que depende en última instancia para la
producción de los materiales y la energía necesarios para cualquier proceso productivo, que presta servicios como sumideros de todos los residuos y que, además, cumple funciones de
soporte de la vida de las que dependen no sólo las posibilidades de producción de bienestar sino también la propia existencia de la actividad económica.
El punto de vista contrario, asociado al concepto de sostenibilidad fuerte sostiene la existencia de umbrales mínimos de capital natural, bien sea de recursos críticos, de biodiversidad o de
concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera5. Un desarrollo sostenible será entonces el que evite caminos
irreversible de deterioro de la base de recursos naturales y ambientales y su concreción, por lo tanto, no sólo exige un nivel no
decreciente de capital total,sino también el mantenimiento de la
base de recursos naturales y la conservación de los ecosistemas.
Dada la incertidumbre existente sobre los umbrales críticos del
capital natural y el riesgo asociado a la pérdida de condiciones
críticas para el funcionamiento de la economía, los defensores
de la sostenibilidad fuerte abogan por la aplicación de principios
de máxima precaución y de máxima aversión al riesgo en las decisiones colectivas como único medio de preservar las opciones
de las generaciones futuras6.
Los conceptos de ahorro y riqueza genuina no permiten incorporar aquellos recursos naturales y ambientales que no pueden ser valorados a precios de mercado, por su naturaleza, intangible y tampoco permite incorporar en la contabilidad la
pérdida de riqueza derivada del deterioro de ecosistemas
complejos, tales como las aguas continentales y subterráneas,
las tierras de cultivo o la atmósfera, de las que dependen funciones críticas de soporte de la vida. En muchos sentidos, el
bienestar depende de la salud de los ecosistemas. El avance
hacia la aplicación práctica de conceptos de sostenibilidad
fuerte exige ampliar las concepciones del capital natural, como
un conjunto de activos proveedores de recursos hacia una
concepción basada en ecosistemas proveedores de servicios.
Un ecosistema es un complejo dinámico de plantas, animales,
microorganismos y componentes físicos que interactúan entre
sí como una unidad funcional. En ellos se incluyen la tierra de
5 Véase Daly (1996).
6 Véase Hueting y Reijnders (1998).
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Cuadro 1.
Conclusiones de la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio
Aproximadamente el 60% (15 de 24) de los servicios de los ecosistemas examinados en esta evaluación (con inclusión del 70% de
los servicios de regulación y culturales) están siendo degradados o se están utilizando de manera no sostenible. Los servicios de los
ecosistemas que han sido degradados durante los últimos 50 años incluyen la pesca de captura, el suministro de agua, el tratamiento de desechos y
la eliminación de la toxicidad, la purificación del agua, la protección contra los riesgos naturales, la regulación de la calidad del aire, la regulación regional y local del clima, la regulación de la erosión, la satisfacción espiritual y el placer estético. La utilización de dos servicios de ecosistemas –la pesca
de captura y el agua dulce– está en la actualidad muy por encima de los niveles en los que puede ser sostenible, con respecto a la demanda actual y
mucho menos con respecto a las demandas futuras.Al menos una cuarta parte de las poblaciones de peces comerciales están siendo capturas en exceso Del 5 a quizá el 25% del uso de agua dulce mundial sobrepasa los suministros accesibles a largo plazo y en la actualidad se consigue mediante
trasvases de agua con obras de ingeniería o mediante el consumo de aguas subterráneas por encima de los niveles de reposición.Alrededor del 15
al 35% del agua utilizada para riego excedió las tasas de suministro y, por lo tanto, el consumo es insostenible. En los últimos 50 años, mientras que
15 servicios se han degradado, sólo 4 han mejorado, y 3 de ellos están relacionados con la producción alimentaria: los cultivos, la ganadería y la acuicultura. Los ecosistemas terrestres, en promedio, fueron durante el siglo XIX y los primeros años del siglo XX una fuente neta de emisiones de CO2
pero alrededor de la mitad del siglo pasado se convirtieron en sumideros netos; así pues, en los últimos 50 años, el papel de los ecosistemas en la regulación del clima mundial mediante la captura de carbono también ha aumentado.
A menudo, las acciones destinadas a aumentar el servicio de un ecosistema provocan la degradación de otros servicios. Por ejemplo, como las acciones destinadas a aumentar la producción de alimentos normalmente suponen un aumento en el uso de agua y de fertilizantes, o
el aumento de la superficie cultivada, esas mismas acciones a menudo deterioran otros servicios de ecosistemas, entre los que se incluyen la reducción de la disponibilidad de agua para otros usos, la degradación de la calidad del agua, la reducción de la biodiversidad y la disminución de la cubierta forestal (lo que a su vez puede llevar a la pérdida de productos forestales y a la emisión de gases de efecto invernadero). De forma análoga, la conversión de bosques al uso agrícola puede cambiar significativamente la frecuencia y magnitud de las inundaciones,aunque la naturaleza de este impacto
depende de las características del ecosistema local y del tipo de cambio en la cobertura vegetal.
La degradación de los servicios de los ecosistemas causa frecuentemente un perjuicio significativo al bienestar humano. La información disponible para evaluar las consecuencias de los cambios en los servicios de los ecosistemas para el bienestar humano es relativamente limitada. No se ha hecho un seguimiento de muchos de los servicios de los ecosistemas, y también es difícil evaluar la influencia de los cambios en los
servicios de los ecosistemas en relación con otros factores sociales, culturales y económicos que también influyen en el bienestar humano. No obstante, los tipos de evidencia demuestran que las consecuencias perjudiciales de la degradación de los servicios de los ecosistemas sobre los medios
de subsistencia, la salud y la economía local y nacional son substanciales.
Fuente: UNEP (2005)
cultivo, los paisajes urbanos altamente modificados, las aguas
continentales, los mares, los bosques y muchos otros sobre los
que la actividad humana ha ejercido distintos grados de transformación7.
7 United Nations Environment Programme, UNEP (2005): Millennium Ecosystem Assessment. Millennium Ecosystem Assessment Secretary.
La economía y las posibilidades de un desarrollo sostenible dependen de una manera fundamental de los flujos de servicios
de los ecosistemas. Estos servicios no son más que los beneficios que los seres humanos obtenemos de los ecosistemas a
través de los llamados servicios de provisión de bienes –tales
como los alimentos, el agua y una amplia gama de materiales
que la economía transforma en bienes y servicios–, los servicios de regulación, del clima, la prevención de inundaciones y
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CRECIMIENTO, SOSTENIBILIDAD Y MERCADO
de eventos extremos, la calidad del agua, etc., así como los servicios culturales de carácter recreativo, estético o espiritual y
los servicios de soporte de las funciones de mantenimiento de
la vida como la formación del suelo, la fotosíntesis, los ciclos de
nutrientes, el ciclo hidrológico, el clima, las corrientes oceánicas, etc.
La Evaluación de los Ecosistemas del Milenio (UNEP, 2005) permite concluir que ,en los últimos 50 años,para satisfacer demandas crecientes de alimento,agua,combustible y todo tipo de materiales,la actividad económica,ha transformado los ecosistemas
más rápida y extensamente que en ningún otro período de tiempo comparable de la historia.Tales cambios,que explican el éxito
relativo en el crecimiento y la convergencia económica se han
obtenido con costes crecientes no sólo derivados de la mayor
escasez y los precios más elevados de las materias primas, sino
también de la degradación de muchos servicios de los ecosistemas con un mayor riesgo de cambios irreversibles y el aumento
de la pobreza de los grupos más vulnerables. En un contexto
más amplio que el analizado arriba esto supone una disminución
de las opciones y de los beneficios que pueden prestar los ecosistemas a las generaciones venideras.
El mercado y los retos
del desarrollo sostenible
El aumento de la escasez de recursos esenciales y la capacidad
menguante de los ecosistemas para proveer servicios ambientales tienen sin duda un efecto directo sobre los incentivos de
mercado.Todos ellos suponen un aumento de los costes de producción y, en consecuencia, un estímulo para la exploración de
nuevas fuentes de recursos, para el desarrollo de tecnologías
que sustituyan los insumos escasos o que aumenten la eficiencia
en el uso del agua y otros servicios renovables.
El mejor ejemplo de cómo la escasez afecta los incentivos y
puede ser convertida en oportunidades por parte del mercado
se encuentra en la energía. El desarrollo sostenible requiere que
existan fuentes abundantes y fiables de energía. Las energías fósiles que continuarán siendo dominantes en el futuro son el origen de múltiples impactos negativos sobre los ecosistemas,
entre los cuales el más importante es el calentamiento ocasionado por las emisiones de gases de efecto invernadero. El desafío más importante en este sentido es la transición a un futuro
energético con menos emisiones de carbono, menor contaminación del aire y riesgos mínimos durante la extracción y el
transporte de combustibles fósiles.
A primera vista, muchos son los sectores afectados por tal
transición: la producción de carbón, petróleo y gas natural; la
energía eléctrica; los procesos industriales intensivos en energía como la producción de acero y metales; la industria química y todas las empresas cuyos productos se basan en una oferta fiable a precios accesibles de combustibles fósiles, como es
el caso de la industria automotriz. No cabe duda que en todos
esos casos la transición supone no solamente una amenaza,
sino que abre también un conjunto inmenso de oportunidades
para el desarrollo de nuevos productos, para la sustitución de
fuentes de energía y para que cada vez más los incentivos de
mercado sean compatibles con la búsqueda de alternativas
energéticamente más eficientes para la producción de bienes y
servicios.
En ese contexto no es de extrañar que las principales inversiones en energías renovables provengan precisamente de las empresas líderes en la generación de electricidad y en la producción de combustibles, en muchos casos sin necesidad de apoyos
públicos y bajo el amparo de unos precios elevados de los productos energéticos. En la medida en que los Gobiernos aumentan su capacidad para establecer límites al deterioro de bienes
colectivos, como es el caso de las limitaciones a las emisiones de
gases de efecto invernadero, los servicios ambientales de estos
ecosistemas se convierten en un recurso escaso por el que los
agentes de mercado están dispuestos a pagar en función del
valor que tienen tales servicios para la producción. De este
modo se crean los mercados formales en los que es posible intercambiar derechos de emisiones o mecanismos de subastas
para asignar derechos de pesca.
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De la misma manera, la eficiencia energética y la sustitución de
las formas tradicionales de energía se han convertido gradualmente en valores apreciados por el mercado, creando espacios
para la producción rentable de coches híbridos y para la capitalización de oportunidades crecientes de negocio en el largo
plazo, asociadas a paradigmas energéticos no convencionales
tales como el hidrógeno, de modo que a medio plazo las preocupaciones medioambientales marcan el rumbo de los proyectos de investigación y desarrollo cuyos resultados en algunos
casos, como el de la energía eólica o la desalación y regeneración de agua a través de filtros de membranas, han permitido
que distintas tecnologías superen la fase de experimentación y
resulten rentables a precios de mercado en un lapso de tiempo
no superior a una generación.
La existencia de estas múltiples oportunidades de mercado, además, es una base esencial para explicar los avances que se han
producido en la extensión de las llamadas políticas empresariales de responsabilidad ambiental. De esta manera, no solamente
se construye un prestigio empresarial como un valor de mercado asociado a la asunción privada de objetivos ambientales compartidos por la sociedad, que permite establecer lazos de lealtad
con el cliente, sino que también permite en muchos casos reducir costes y riesgos empresariales de largo plazo y en otros modular o liderar segmentos emergentes de mercado.
En el conjunto de empresas líderes capaces de construir estrategias a largo plazo, el cumplimiento de estándares de calidad
ambiental gradualmente ha dejado de ser sólo una obligación incómoda impuesta por la administración para convertirse en una
oportunidad. Del cumplimiento de obligaciones ambientales que
chocan con una actitud reactiva, estas empresas han ido desplazándose hacia acuerdos voluntarios que las empresas perciben
como una oportunidad de la que depende el éxito de su estrategia de mercado a mediano y largo plazo. No obstante, no debe
ignorarse que todos estos caminos favorables abiertos por el
mercado en un entorno de mayor escasez y de mayores demandas ambientales, son más probables y más rentables en sociedades avanzadas, donde el peso de la sociedad civil es mayor y el
Gobierno tiene una base democrática y por tanto fuerza institu-
cional para legitimar estrategias negociadas con el sector industrial.También es precisamente en este tipo de sociedades donde
se dan las oportunidades de innovación tecnológica necesarias
para que las mayores restricciones ambientales se conviertan en
estrategias empresariales factibles en el largo plazo.No cabe por
tanto esperar que los incentivos del mercado puedan ser una
contribución tan efectiva en sociedades pobres con Estados autoritarios,y que en el mejor de los casos podrían incorporar demasiado tarde las tecnologías que han completado su recorrido
hasta el mercado en las regiones avanzadas del planeta.
Conviene ser prudentes, ya que la respuesta del mercado también podría contribuir a agravar la escasez de recursos, extendiendo los problemas a medida que se agotan los recursos fácilmente disponibles. La escasez de agua, por ejemplo, es el
principal incentivo para el desarrollo de tecnologías alternativas
de desalación y para la aplicación de técnicas más eficientes de
riego, en gran parte motivadas por los incentivos de mercado.
Sin embargo, el aporte de estas tecnologías, las cuales aún no
están al alcance de los países más pobres que son los que sufren
las consecuencias más severas de fenómenos como las sequías
recurrentes y el avance del desierto, podría representar demasiado poco y demasiado tarde.
En efecto, es probable que el alumbramiento de nuevas tecnologías para la producción de agua se haya producido después del
progresivo agotamiento de los ecosistemas hídricos que satisfacían las demandas crecientes del recurso para producción y consumo. De los conflictos crecientes de uso sobre las aguas superficiales, se avanza hacia las aguas subterráneas que no están
sujetas a los riesgos de una meteorología variable y de la sobreexplotación de las fuentes de agua en las regiones de mayor demanda se va extendiendo la mancha de escasez hacia las regiones con recursos intactos. A diferencia de la energía y de los
combustibles fósiles cuando se trata de un recurso, como el
agua, asignado por la administración a precios simbólicos que no
incorporan costes de escasez, el deterioro de las fuentes de
agua debe llegar a niveles muy superiores antes de que aparezcan oportunidades de mercado y opciones rentables para el suo
de tecnologías de reemplazo.El mercado en estos casos también
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CRECIMIENTO, SOSTENIBILIDAD Y MERCADO
podría conducir a mayores presiones sobre las autoridades públicas para que autoricen mayores volúmenes de derechos de
agua, con el fín de resolver, a corto plazo, los crecientes conflictos entre usuarios propiciados por la mayor escasez y la menor
garantía del recurso hídrico.
Por este motivo, cuando se trata de buscar métodos sostenibles
de gestión de ecosistemas la solución no puede dejarse exclusivamente en manos del mercado. Los recursos de propiedad
común y la preservación de los bienes y servicios colectivos de
los ecosistemas exigen una estrategia coordinada,que haga compatible el crecimiento económico con la conservación, la eventual recuperación y la protección del Estado ambiental de los activos ambientales. El mercado no puede aportar los mecanismos
de coordinación necesarios para la preservación de activos colectivos y bienes públicos. La acción del estado es entonces fundamental para establecer la cantidad y el tipo de derechos de
propiedad, es decir, para fijar las restricciones de las acciones individuales. El mercado en este contexto puede ser un instrumento para mejorar la eficiencia, por ejemplo a través de intercambios voluntarios de agua que establezcan un precio para la
escasez del recurso más allá de los costes de captación, transporte y uso, y que permita asignar el agua a los usos más productivos, mejorando el nivel de bienestar que la sociedad puede
obtener de sus escasos recursos y creando incentivos para el
ahorro.
En otras palabras, para que los mercados sean un instrumento
eficaz en la gestión sostenible del medio ambiente se requiere
un cambio institucional previo que, por una parte, ordene y
distribuya los derechos de propiedad y, por otra, permita el
adecuado funcionamiento del sistema de precios. Nada de esto
es posible, por ejemplo, cuando las fuentes de agua son un recurso de libre acceso, como ocurre en muchos de los países
más pobres, o, como es el caso de no pocos países avanzados
en zonas semi-áridas en donde los derechos de agua son asignados por la administración en una cantidad superior a la que
resulta sostenible para las cuencas hidrográficas, o cuando tales
derechos no pueden ser garantizados por el Estado más que
en situaciones de lluvias excepcionales, creando incentivos
para la extracción ilegal de aguas subterráneas. De la misma
manera, en el mundo avanzado, los subsidios a la producción
agraria y las barreras al comercio conducen a producciones en
exceso sobre la demanda de alimentos y a un uso injustificado
del agua que, además, perjudica las posibilidades de las naciones más pobres que tienen ventajas comparativas en la producción de alimentos, las cuales, paradójicamente, al no poderlas
aprovechar destinan sus recursos a actividades de subsistencia
no sostenibles.
Las instituciones tienen un papel importante en la ampliación
del horizonte temporal en el que deben juzgarse las decisiones
de asignación de los recursos naturales. El control por parte de
las instituciones de los límites físicos de explotación de los recursos naturales y de acceso a los servicios comerciales de los
ecosistemas, es un elemento fundamental para crear incentivos
compatibles con la conservación a largo plazo. Lo que está en
juego no es la asignación de un recurso escaso en un momento del tiempo sino la disponibilidad del recurso en el futuro; por
ello, más importante que la disponibilidad de agua en un momento determinado, es la garantía de disponibilidad en cada
momento durante los años venideros. No se trata entonces de
resolver las contradicciones y conflictos crecientes entre unos
regantes y otros, entre éstos y las centrales hidroeléctricas, o
de todos ellos con los intereses de los usuarios urbanos; la discusión relevante consiste en saber qué usos y qué presiones
sobre el sistema hídrico son compatibles con la conservación a
largo plazo y cuál es la forma más eficiente de asignar los servicios del agua entre usos alternativos. Ninguna de esas cuestiones complejas puede dejarse en manos del mercado; sin embargo, si las instituciones son capaces de resolverlas, el mercado se
convertirá en un poderoso instrumento para conseguir los objetivos colectivos y será una herramienta de la sostenibilidad
del desarrollo.
Otro elemento que puede potenciar la capacidad de los mercados como instrumento del desarrollo sostenible será la capacidad de las instituciones para poner en valor los beneficios intangibles de la conservación de los ecosistemas. Mientras los
beneficios comercializables sean los únicos que tienen valor fi-
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nanciero en el mercado, persistirán los incentivos para una
mayor degradación aunque los valores no comercializables tengan más valor económico. Por ejemplo, los estudios exhaustivos
sobre el valor de los bosques en ocho países mediterráneos
permitieron comprobar que la madera y la leña suponen, por lo
general, menos de un tercio del valor económico total de los
bosques de cada país. Los valores relacionados con productos
forestales no maderables, las actividades recreativas, la caza, la
protección de cuencas, la captura de carbono y la utilización pasiva (valores que no dependen de los usos directos), suponían
entre un 25% y un 96% del valor económico total de los bosques (UNEP, 2005).
En definitiva, la competencia como mecanismo de asignación de
recursos siempre será un instrumento efectivo para el desarrollo sostenible. Pero la iniciativa en las cuestiones importantes del
desarrollo sostenible no puede partir exclusivamente de los
agentes privados. Cuando están en juego bienes colectivos,
como los ecosistemas, y bienes públicos, como la garantía de
abastecimiento de agua,la seguridad energética,la prevención de
cambios catastróficos, el control de enfermedades y muchos
otros componentes del bienestar que dependen de la salud de
los ecosistemas, son las políticas públicas y las instituciones las
llamadas a resolver los problemas de coordinación que en última instancia garanticen que los recursos se utilizan de un modo
sostenible, con un equilibrio entre el uso y la conservación y
previniendo cambios irreversibles.
La cuestión no es ya si se requiere la acción colectiva,sino si ésta
estará a la altura de los desafíos planteados y podrá articular una
respuesta oportuna. Esta conclusión podría ilustrarse con una
cita reciente de una publicación nada sospechosa de fundamentalismo ecologista, a propósito de la degradación de los sistemas
marinos podemos decir que: «De momento, el aumento del
nivel de los océanos, la muerte de los corales y la proliferación
de algas son sólo distracciones menores para la mayoría de las
personas. Unos cuantos huracanes más como el Katrina, algunas
inundaciones dramáticas en las ciudades costeras del mundo
rico, tal vez acaso la atenuación de las corrientes oceánicas, en
especial la que refresca a la Europa occidental, bastarán en algún
momento para capturar la atención de los poderes políticos. El
problema es que entonces podría ser demasiado tarde» (The
Economist, 3 de enero de 2009, p. 10).
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SOSTENIBILIDAD Y MERCADO
Sostenibilidad y mercado
José Antonio Herce
Socio-Director de Economía de Analistas Financieros Internacionales
Profesor de Economía
Universidad Complutense de Madrid
Introducción
El cambio climático es un hecho que ha acompañado la evolución del planeta desde su formación y que seguirá acompañándolo hasta su eventual desaparición o cese de toda actividad en
él. Lo que es nuevo en la actualidad es que la composición de la
atmósfera está cambiando muy rápidamente a causa de la intensificación de ciertas actividades,productivas y de consumo,desarrolladas por una población cada vez mayor. Ello trae como consecuencia un proceso de cambio climático igualmente rápido
cargado de consecuencias desfavorables.
Desde que la especie humana se aposentó en la superficie del
planeta no ha hecho otra cosa que resolver problemas de adaptación y crear nuevas formas de interacción con el medio natural cuyos resultados venimos constatando, con una conciencia
más o menos clara, de que ciertos abusos acaban pasando factura. En este proceso de adaptación a un medio complejo, que evoluciona también merced a nuestra intervención, la ingeniosidad
humana ha desarrollado un conocimiento y una tecnología muy
amplios con innumerables aplicaciones productivas. Este proceso
no se detendrá mientras la especie siga presente en el planeta.
Conviene tener en cuenta esta constatación cuando se analiza el
proceso de cambio climático. Focalizar únicamente sus aspectos
negativos, que son muchos y muy variados, puede entorpecer
una adecuada toma de conciencia de que el ser humano dispone de recursos, materiales e intangibles, muy abundantes para
contrarrestar las consecuencias de calentamiento global y revertir las causas del mismo. Más que nada, los comportamientos y
estilos de vida individuales y colectivos, que deberían cambiar de
forma radical.
Este cambio conlleva las semillas de una nueva prosperidad basada en el desarrollo de nuevos sectores económicos, nuevos
empleos que sustituirán a los que deban abandonarse. Una sustitución que puede darse de forma espontánea, como de
hecho ya se está dando, pero que necesitará estímulos adecuados para evitar que la adaptación sea demasiado lenta y algunos daños sean irreversibles. Para la mayor eficacia y eficiencia
de los estímulos para la sostenibilidad, el mercado es un aliado
imprescindible.
En efecto, las incertidumbres y certezas que hoy abundan respecto a los procesos climáticos globales y el papel que la actividad humana desempeña en ellos estimularán sucesivas oleadas
de creatividad social, institucional, empresarial y tecnológica que
mantendrán alimentado el manantial de la actividad productiva.
Los comportamientos individuales y colectivos evolucionarán
para adoptar o reclamar los cambios necesarios en los sistemas
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y patrones productivos, de distribución y de consumo que mejor
permitan afrontar los efectos menos deseables de las transformaciones climáticas, o atajar dichas transformaciones logrando la
sostenibilidad sin rebajar necesariamente el nivel de vida. Eso sí,
puede que tengamos que redefinir, no obstante, qué se entiende
en el siglo XXI por mejora permanente del nivel de vida.
Pero todos estos desarrollos, que exigirán una intensa reasignación de recursos financieros y productivos, no pueden hacerse
bajo un esquema dirigista. Los incentivos públicos tendrán que
adoptar las vías del mercado para dar en sus respectivos blancos a un coste mínimo. Estos blancos pueden ser muy variados,
desde el comportamiento de los consumidores en sus actividades de consumo, hasta las decisiones de inversión de las empresas pasando por los procedimientos de compras públicas.Los incentivos también pueden ser muy variados, desde normas (o su
levantamiento) que estimulen ciertos comportamientos y desanimen otros, hasta subvenciones o bonificaciones para la realización de inversiones verdes, por ejemplo, pasando por impuestos que limiten actividades nocivas para el medio ambiente.
Existe una amplia batería de medidas económicas y normativas
que ayuden al mercado a hacer su trabajo de asignación con más
rapidez y eficiencia,pero la condición para su uso es que con ello
se corrija lo que de otro modo sería un «fallo de mercado», es
decir, una situación en la que el mercado, por sus propias fuerzas, produjese un resultado contraproducente o no produjese
resultados deseables en materia de asignación de recursos a actividades productivas.
En suma, la sostenibilidad medioambiental es necesaria para evitar graves distorsiones de nuestros sistemas sociales y económicos, que tendrán que cambiar sensiblemente, no obstante. La
tesis de este artículo es que el mercado y las sólidas oportunidades de negocio que surgen de todo cambio estructural prolongado son aliados naturales de la sostenibilidad, siempre, claro
está, que la sociedad y los individuos que la componen tengan
claramente asumido que la protección de los valores medioambientales es el mejor favor que podemos hacernos a nosotros
mismos y a nuestros sucesores.
Las causas del cambio climático
A pesar de la existencia de clubs de escépticos más o menos
solventes, desde un punto de vista científico no se puede negar
que toda la evidencia apunta a que el calentamiento del planeta
es hoy un hecho, que este proceso se produce a ritmos más rápidos de los inicialmente estimados y que es la influencia de las
actividades humanas la principal causa de dicho calentamiento
(Stern, 2006).
La acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera
a través de las actividades de los seres humanos ha sido una
constante desde que nuestra especie empezó a desarrollar su
peculiar modo de vida, utilizando combustibles (en sus diversas
formas: madera, carbón, petróleo, gas) para calentarse, cocinar,
iluminarse en la oscuridad y transformar las materias primas en
manufacturas más o menos sofisticadas. La agricultura y la ganadería, por su parte, al margen del uso de los combustibles en
estas actividades básicas, también producían, desde sus primeros
albores, emisiones de gases de efecto invernadero por la descomposición de la materia orgánica y el aclarado de bosques
mediante su quema para pastos o cultivos. Hasta la revolución
industrial, sin embargo, las actividades humanas no alcanzaron
una escala a partir de la cual las emisiones de gases de invernadero amenazaban con superar la capacidad del planeta para absorberlas o compensarlas.
Conviene que no nos confundamos con las características de la
dinámica climática. Hemos dado en llamar al fenómeno que nos
ocupa el «cambio climático», pero el clima está cambiando permanentemente. Otra cosa es la velocidad a lo que la hace y la
capacidad de adaptación de las sociedades humanas a las consecuencias de dicho cambio. Puede que no sepamos con exactitud
como será el clima dentro de unas décadas, pero la fuga continua hacia el espacio exterior de ciertos gases que componen la
atmósfera, especialmente el hidrógeno, haría que en unos
«pocos miles de millones» de años aquélla haya cambiado de tal
manera que los océanos se habrían secado y la vida quedaría
restringida a las regiones polares (Catling y Zahnle, 2009).
Frente a esta eventualidad, los ciclos de glaciación, otra buena
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ilustración del cambio climático espontáneo, son simples complicaciones pasajeras. Esta escala temporal es obviamente inaprensible para el ser humano y lo que suceda tan alejado en el
tiempo no debería afectar en absoluto a nuestro comportamiento hoy, aunque esta meta-prospectiva nos lleve a comprender mejor la dinámica atmosférica.
La naturaleza del cambio climático al que asistimos en la actualidad es muy diferente del que ilustran los casos anteriores. Las
concentraciones crecientes de gases de efecto invernadero son
episodios discernibles, sin embargo, en la escala histórica y en la
del ciclo vital de un individuo representativo, pero tienen poderosos efectos sobre la distribución de la vida en la Tierra y afectan, por tanto, a los sistemas productivos, los patrones de urbanización, la localización de las poblaciones, etc.
Después de varias décadas de debate intenso y de acumulación
de conocimiento sobre la cuestión, entre las que destaca la ingente tarea realizada por el Panel Intergubernamental para el
Cambio Climático (IPCC, en su acrónimo inglés) quedan pocas
dudas de que el fenómeno está bien establecido. En las propias
palabras del IPCC, en su IV Assessment Report (IPCC, 2007):
Warming of the climate system is unequivocal, as is now evident
from observations of increases in global average air and ocean temperatures, widespread melting of snow and ice and rising global average sea level1.
Lo que hace nuevo al actual fenómeno de cambio climático es
su rapidez, en lo que se aprecia de manera distintiva la influencia
humana. Es esta rapidez la que dificulta la adaptación a dicho
cambio,haciéndola más costosa,y la que hace que la inacción sea
una opción profundamente equivocada.
1 El calentamiento del clima es inequívoco, como lo demuestran las observaciones relativas a los aumentos de las temperaturas medias del aire y los océanos, la fusión generalizada de la nieve y los
hielos perpetuos y el aumento del nivel de los mares.
Las consecuencias del cambio
climático
A los ritmos actuales de emisión, las concentraciones de gases
de invernadero en la atmósfera podrían triplicarse al final del
presente siglo provocando un aumento de entre 3 y 10 grados
centígrados en la temperatura de la Tierra.Algo que la especie
sólo ha sufrido en las transiciones glaciares, que, por otra parte,
se han dado a un ritmo mucho más lento.
Las consecuencias de estos cambios serán muy variadas, casi
todas negativas y afectarán severamente a millones de individuos, especialmente a los habitantes de los países menos favorecidos. Las precipitaciones y las sequías serán más extremas y variables, aunque no dejarán de extender la desertización en
amplias partes de las zonas templadas del planeta, haciendo más
habitables y aptas para los cultivos a muchas zonas más frías en
la actualidad. En ausencia de medidas que mitiguen o reviertan
estos cambios, ello provocará transiciones espaciales rápidas de
los cultivos y de las poblaciones e impondrá costes severos.
No cabe duda de que el uso de los combustibles fósiles y el desarrollo de actividades liberadoras de gases de invernadero han
permitido los formidables avances de la sociedad en los últimos
siglos, especialmente desde la revolución industrial cuando la introducción de la maquinaria y las nuevas fuentes de energía llevaron a una creciente intensificación de las actividades productivas, el progresivo consumo de masas y la estandarización de la
producción. La revolución industrial, por cierto, desencadenó
también la aceleración de la investigación científica y el florecimiento de la tecnología. Hasta el punto de que, desde entonces,
las soluciones tecnológicas aportadas a muchas de las necesidades de la humanidad (alimentación, saneamiento, salud, transporte) han creado la impresión de que la tecnología todo lo puede.
Sin embargo, los problemas medioambientales carecen de solución técnica. Mejor dicho, mientras no surjan los consensos y las
soluciones socio-políticas, no será posible sacar partido a las
tecnologías o modelos de negocio que nos permitirán avanzar
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decididamente en los frentes de oportunidad que se abren ante
las diversas transiciones (energética, del consumo, del transporte, etc.) hacia la sostenibilidad. Los escarceos europeos acerca
de las emisiones de los vehículos, o los relativos a la moratoria
turística en Baleares, por citar una iniciativa más cercana, son un
ejemplo elocuente de la ambigüedad y extremismo que caracteriza a todo cambio de paradigma y, desde esta perspectiva, son
una buena noticia.
La generalización de una tecnología dada requiere una adopción
masiva de los bienes y servicios que aquella permite producir,
que es lo que abarata su aplicación. La solución descentralizada
(de mercado) es lenta, aunque a la larga sea la más eficiente. Las
oportunidades que traerá la lucha contra el cambio climático
surgirán, pues, en una primera fase, por la actuación de los poderes públicos, ya que es improbable que los consumidores valoren espontáneamente el atractivo de productos y servicios
respetuosos con el medio ambiente, pero de precio superior a
sus alternativas.Al margen de la existencia de nichos de demanda para productos ecológicos, los patrones de consumo de los
países desarrollados no incentivan demasiado, de momento, los
esfuerzos en procesos productivos con bajas emisiones.
El cambio climático y las derivadas
de negocio futuro
Resulta relativamente fácil enumerar las actividades que potenciará el cambio climático: las energías renovables, el carbón limpio, las pilas de energía, la energía nuclear, la eficiencia energética (iluminación de bajo consumo, nuevos materiales, aislamiento
térmico), la gestión del agua, el reciclaje industrial, y la consultoría medioambiental.Y por añadidura, todas las industrias auxiliares vinculadas a aquellas, bien como suministradores (fabricantes de bienes de equipo, ingeniería industrial y mantenimiento)
o como clientes (vehículo eléctrico, domótica, construcción sostenible). Otra menos evidente pero igualmente efectiva será la
lucha contra las congestiones de tráfico terrestre y aéreo, a través tanto de infraestructuras como de las tecnologías de mejo-
ras de movilidad y fluidez del tráfico. En este sentido, las telecomunicaciones deberán aportar alternativas más eficientes para
que el transporte de bits sustituya al transporte de átomos.
Dentro de las energías renovables, la eólica terrestre es suficientemente conocida, y el siguiente paso será buscar emplazamientos en el mar, en aguas poco profundas y a una distancia de la
costa entre 10 y 20 kilómetros, lamentablemente condiciones
poco frecuentes en nuestro litoral. La energía fotovoltaica tendrá que abaratar mucho su coste para reducir drásticamente su
actual y excesiva dependencia de la subvenciones. La energía
solar termo-eléctrica ofrece excelentes perspectivas ante el
cambio climático, y en un futuro no lejano la superficie de espejos y su espectacular torre solar de más de 150 metros de altura formarán parte de nuestro paisaje como lo son las torres de
refrigeración de las centrales térmicas.Se trata,todas ellas,de actividades intensivas en capital y con rentabilidades todavía insuficientes sin el respaldo de los poderes públicos.
Así pues, en lo sucesivo, no faltarán las oportunidades para producir bienes y servicios que contribuyan a 1) contrarrestar las
consecuencias del cambio climático; 2) convivir con ellas;
3) sacar partido de las mismas; o, incluso, 4) revertir en la medida de lo posible los comportamientos que causan dicho cambio climático.Tenemos aquí cuatro frentes de actuación empresarial y en todos ellos se encuentra como denominador común
un cambio de paradigma acerca de cómo desarrollar en lo sucesivo las actividades productivas, de distribución y de consumo, y la convicción de que las cosas han de hacerse de otra
forma si queremos asegurar la sostenibilidad.
La demanda de sostenibilidad
Si bien la perspectiva de los negocios aporta una visión optimista ligada a los desarrollos de actividades nuevas que sustenten
los cambios de paradigmas aludidos,la teoría económica,sin embargo, deja poco margen para el optimismo, ya que el libre mercado no ofrece mecanismos para reflejar en el precio de los
bienes y servicios su efecto sobre el clima.
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Claro está que el «negocio medioambiental» seguirá siendo una
división más o menos rentable o representativa de las empresas
convencionales. Los comportamientos respetuosos con la sostenibilidad medioambiental, por parte de consumidores e inversores particulares, seguirán asociados a una minoría más o
menos sofisticada o alternativa. Pero ahí está el germen del futuro hasta que las clases medias adopten masivamente estos
comportamientos y lleguen las verdaderas oportunidades asociadas a los nuevos paradigmas productivos, de distribución y de
consumo que el cambio climático traerá consigo.
Para que se dé la emergencia de una masa crítica de consumidores que reclamen otro tipo de bienes y servicios, o bienes y
servicios producidos de otra manera (más sostenibles) y que
consigan torcer el fiel de la balanza del mercado hacia las nuevas empresas que hayan de producirlos, es necesaria una amplia
toma de conciencia. El mercado encuentra su motivación en las
preferencias de los consumidores. Éstas pueden verse guiadas
por incentivos a la compra de unos u otros bienes y servicios,
de tipo fiscal o normativo, y las empresas tratarán de adaptarse
a las nuevas demandas,pero sólo será el convencimiento profundo de los individuos de que tienen el poder de guiar al mercado, determinar la asignación de recursos y premiar o castigar a
las empresas en función de sus desempeños en sostenibilidad en
sus manos el que determine definitivamente el nuevo curso de
la economía.
Conclusiones
Contrarrestar, adaptarse o sacar partido al cambio climático entrañaría la aplicación intensiva de muchas soluciones convencionales debidamente renovadas para cada ocasión, desde los productos de aseguramiento frente a las catástrofes (cuya prima
aumentaría, no obstante), hasta la adaptación genética de espe-
cies vegetales y animales de uso económico para hacerlas más
resistentes al cambio climático, o la puesta en valor de especies
alternativas,pasando por las actividades de construcción de nuevos entornos urbanos y sus infraestructuras, los sistemas de
protección de los entornos amenazados (infraestructuras e ingeniería) o desplazamiento de actividades económicas a los entornos beneficiados por el cambio climático. Dado que una
parte de los recursos disponibles en cada ejercicio se debería
aplicar a hacer frente a las consecuencias del cambio climático,
no obstante, el saldo neto aplicable a una mejora genuina del
nivel de vida dependería de que las ganancias de productividad
asociadas a la reestructuración de actividades fuesen relevantes.
Pero atacar las causas del cambio climático, al menos las que dependen del comportamiento humano, es el gran reto y, a la vez,
la gran oportunidad.Un cambio sustantivo en la forma en que se
produce y se usa la energía (incluyendo la nuclear) y, en cascada,
todos los demás recursos naturales renovables y no renovables
y los restantes bienes y servicios, por una parte, y una redefinición más cuidadosa,y coherente con la protección del medio,de
los objetivos que persiguen los individuos en cuanto a la satisfacción de sus necesidades materiales, por otra, traerían consigo
una fenomenal revolución económica, con algunos perdedores
en la transición, pero con muchos ganadores a medio y largo
plazo.
Bibliografía
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¿Cuál será la economía del futuro?
¿Cómo avanzar hacia ella?
Alberto Garrido
Profesor Titular de Economía Agraria y Recursos Naturales
Universidad Politécnica de Madrid
La sostenibilidad
El concepto de sostenibilidad fue acuñado por Gro Harlem
Brundlandt en 1987 con ocasión del informe Nuestro futuro
común, promovido por la Comisión de Desarrollo Económico
de las Naciones Unidas. Su postulado es de sobra conocido por
todos:el desarrollo sostenible (DS) es aquel que asegura el progreso no a costa de comprometer el desarrollo de las generaciones futuras. En 20 años, asegurar un desarrollo sostenible es
ya un eslogan que empresas, gobiernos y organizaciones internacionales emplean comúnmente para describir sus metas y
objetivos.
Pero, ¿qué es y qué no es un desarrollo económico sostenible?
De manera general, se entiende que la sostenibilidad sólo se
logra atendiendo simultáneamente a tres objetivos fundamentales: la cohesión social, el crecimiento económico y la conservación de los recursos y del medio ambiente.Así, a la hora de examinar si el desarrollo de un país, una región o una ciudad es
sostenible debemos preguntarnos si los tres criterios evolucionan positiva y paralelamente. La clave del desarrollo sostenible
reside precisamente en lograr un equilibrio entre logros tan distintos y a veces enfrentados.
Indudablemente, la exhaustividad con que los tres objetivos
pueden cubrir las preocupaciones de las personas representa
una ventaja importante respecto del empleo de otros indicadores parciales sobre sostenibilidad. Entre estos figuran la huella
ecológica (y otras huellas como la hidrológica o la de CO2), el
uso energético y el porcentaje de participación de las renovables o los indicadores de biodiversidad. Sin embargo, ningún indicador por sí solo nos informa sobre la sostenibilidad de nuestro desarrollo. De ahí que muchas organizaciones hayan tratado
de estudiar la sostenibilidad desde perspectivas muy plurales.
Un ejemplo es el Índice de Actuación Ambiental (2008) de las Universidades de Yale y Columbia, que analizan una serie de variables de 149 países del mundo, a partir de las cuales elaboran un
ranking ambiental.
En el ámbito europeo, la Comisión Europea ha publicado recientemente un informe titulado Midiendo el progreso hacia
una Europa más sostenible (2008). Aunque tiene 330 páginas,
los mensajes son claros y nítidos, y además se pueden resumir en pocas palabras. Empezando por las noticias buenas,
podemos congratularnos por los avances sociales y económicos de Europa. Mirando el concierto mundial, tenemos sociedades cohesionadas, relativamente justas y que ofrecen opor-
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¿CUÁL SERÁ LA ECONOMÍA DEL FUTURO? ¿CÓMO AVANZAR HACIA ELLA?
tunidades y bienestar económico a la inmensa mayoría de la
población.
En el lado negativo, destaca un patrón común en casi toda Europa y confirmado por casi todos los indicadores. Se trata de la
enorme dificultad, si no imposibilidad, para desacoplar el crecimiento económico del crecimiento en el empleo de energía,uso
de materiales, emisiones y generación de residuos. El caso español es especialmente paradigmático (Pérez Arriaga,2007).Si bien
es cierto que un euro de Producto Interior Bruto (PIB) necesita cada vez menos energía, como el producto crece más deprisa de lo que podemos reducir las bases físicas de la economía,
casi todos los indicadores absolutos han empeorado entre 1995
y 2005.
En resumen, Europa mejora en los indicadores relativos –menores emisiones o menor uso energético por euro de PIB– pero
empeora en los absolutos. Mejorar en todos implica consumir
menos bienes de fuerte base física y energética, sin que ello
comprometa la creación de riqueza económica. Este es un reto
global de primera magnitud.
Pero es que, además, la escala del concepto no puede ser nacional. Los límites que plantea el Estado-Nación desvirtúan por
completo el concepto de sostenibilidad sometido a las fronteras
de los países. Tienen otras funciones, por descontado, pero
como sostiene Beck (2006), en el capítulo de la sostenibilidad
cualquier valoración de carácter estatal nace manca y desfigurada, a no ser que integremos el impacto en el resto del mundo
que genera nuestro consumo. Es decir, aunque un país reduzca
de manera absoluta su huella interna puede estar aumentando
su huella externa, y por tanto, su senda de desarrollo no se podría considerar sostenible desde una óptica global.En parte,esto
está ocurriendo con el agua, la contaminación, la energía y la tierra: aunque en Europa las huellas ecológicas internas estén estabilizadas o crezcan poco, las externas no paran de crecer.
¿Qué decir de la cohesión social? Numerosos son los indicadores que podemos compilar, pero decidir qué políticas son más
importantes entre las de crecimiento o las de cohesión no re-
sulta fácil, al margen del mero cálculo electoral. No está claro
tampoco que crecimiento y cohesión sean objetivos contrapuestos.
Pese a todas estas dificultades, lograr el desarrollo sostenible
(DS) constituye el primer reto de la humanidad. Las hipótesis
que pretendo desarrollar se explican sucintamente a continuación.
a) El desarrollo sostenible exige el crecimiento económico, por
razones de índole práctica y de índole teórica. Sin crecimiento económico no hay DS.
b) La conducta y la actitud de las personas, de cada individuo,
constituyen el factor clave para lograr el DS. La contribución
de cada persona al DS es el resultado de su desarrollo integral. Ligado al papel crucial del individuo está el mercado, en
la medida que éste suministra bienes y servicios demandados
por las personas. Sin tener en cuenta el individuo y el mercado no se puede lograr el DS.
c) El DS exige el concierto internacional. El DS es el del planeta y global, o no lo es.
d) La economía del futuro es fácil de imaginar: será muy distinta de la que conocemos, pero hay elementos que ya podemos perfilar: el primero y más importante es que la sociedad
va a poner en valor otras capacidades y potencialidades de
personas, empresas y organizaciones.
La importancia del crecimiento
económico
En su brillante ensayo, Friedman (2006) sostiene, apoyado por
muchos datos históricos, que los gobiernos más abiertos, tolerantes y justos (en el reparto de la riqueza) han coincidido en la
historia moderna con períodos de fuerte crecimiento económico. Examinando la historia de Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Alemania, Friedman confirma el patrón: el crecimiento
económico tiene consecuencias morales para la sociedad, en general, más positivas. El contrafacto confirma esta conclusión,
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pues en épocas de depresión han surgido las peores patalogías
sociales y políticas del siglo XX, y los momentos de mayor represión, intolerancia y tensiones sociales.
La curva de Kuznets, término originalmente definido para describir el hecho de que cuando una economía crece lo hace a
costa de una mayor desigualdad hasta un punto en el que un
mayor crecimiento la disminuye, tuvo una aplicación posterior
al medio ambiente. En el caso original en una economía que no
crece, o crece débilmente, el descenso en el percentil de renta
de una familia, por ejemplo del segundo al tercer cuartil, es
mucho más notorio cuando no hay crecimiento que cuando se
crece al 3%. Las implicaciones que eso tiene para la estabilidad
y la cohesión social, la aceptación de las políticas redistributivas y la movilidad de los hogares entre grupos de renta no han
sido suficientemente analizadas. Pensemos que el DS exige un
cambio en el patrón de consumo de los hogares, y siempre
será más aceptable si el poder de compra aumenta en lugar de
disminuir.
Desde un punto de vista práctico,fijando la atención en la acción
del gobierno, la posibilidad de que un gobierno emprenda una
política de crecimiento cero o de estado estacionario sería,
creo, suicida electoralmente. No hay pues opción de que un gobierno emprenda el camino sugerido por Daly en su famoso
Steady-State Economics (Daly,1991).Es evidente que el crecimiento económico puede contener inversiones en protección del
medio ambiente y en bienes públicos. En parte este es el fundamento de la curva de Kuznets: sobrepasado un umbral de riqueza, las sociedades pueden invertir más en medio ambiente, reduciendo su huella ecológica. Digo pueden, en el sentido de tener
la opción de hacerlo, no que siempre lo hagan.
En consecuencia, el crecimiento económico sano y sostenido es
condición necesaria para que se logren al menos dos de los tres
objetivos de la sostenibilidad: el del empleo y el progreso material y el correspondiente a la cohesión social. Desde la óptica
privada, el crecimiento económico y las implicaciones que ello
comporta se ven desde una perspectiva enteramente diferente,
como veremos en el siguiente epígrafe.
Sin embargo, el tercer objetivo, de carácter ambiental, ofrece
un campo abonado de dudas e incertidumbres al tratar de armonizarlo con el crecimiento económico. Imaginar la consideración del objetivo ambiental requiere pensar en la economía
del futuro, pues la del presente, como indicamos en la introducción, creó bienestar material y cotas desconocidas de cohesión social, pero fue en gran medida a costa del medio ambiente, involuntariamente en el pasado, ahora en cambio es
conscientemente.
Por tanto, y por sintetizar, en una economía de reducido o nulo
crecimiento económico las posibilidades de esperar de los ciudadanos un cambio de actitud y preferencias que encaje con las
exigencias de una economía sostenible son nulas. Lo contrario
tampoco es cierto, a saber, que el crecimiento económico da
lugar a un desarrollo sostenible. Mi argumento es que un crecimiento económico sostenido es una condición necesaria pero
no suficiente. Sería suficiente si cambiara dramáticamente el patrón de consumo individual y público.
Las claves de la economía
del futuro
La descripción de la economía del futuro tiene algo de ciencia
ficción. Descartemos el apocalipsis, la catástrofe, no por imposible, sino por mero instinto de supervivencia.También por lo
que fue la historia del siglo XX, tan repleta de catástrofes y
destrucción, y, finalmente, porque el ser humano tiene dificultades cognitivas para actuar ante el riesgo de una catástrofe.
Lo vemos remoto, inconcebible, evitable. Predomina el sentir:
tarde o temprano encontraremos la forma de evitar la catástrofe.Y no hablo de una catástrofe ambiental, hablo de una crisis global de seguridad, humanitaria o bélica. Una crisis que coloque a un país o a bloques de países enfrentados a otros para
obtener recursos escasos, o asegurar la supervivencia de sus
ciudadanos a costa de la de otros. Si hay una crisis global, ésta
no vendrá de una catástrofe ambiental, pues antes de que ésta
ocurra es más probable que haya una explosión de violencia
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¿CUÁL SERÁ LA ECONOMÍA DEL FUTURO? ¿CÓMO AVANZAR HACIA ELLA?
de consecuencias planetarias. Pensar en el DS es el mejor camino para que ninguna crisis de esta naturaleza llegue a producirse.
Así, imaginar el futuro en positivo exige un cierto optimismo,
pero también arrojo y cierta capacidad especulativa. Mis argumentos se centran en el individuo y el mercado, el papel de los
gobiernos y en la comunidad internacional.
El individuo y el mercado
Las únicas opciones para asegurar el DS se centran en el individuo: su conducta, sus deseos sus capacidades y su forma de
entender la experiencia vital. La economía es lo que los individuos hacemos, compramos, deseamos y elaboramos. El mercado siempre encuentra la forma de satisfacer nuestras necesidades materiales, si se cuenta con recursos para pagarlas. De
ahí que la base física de la economía está irremediablemente
unida a las necesidades de los individuos, tanto materiales
como espirituales.
Así pues, con respecto al individuo hay tres cuestiones que
debemos desbrozar: 1) ¿es el individuo enteramente soberano a la hora de construir la constelación de gustos, deseos,
preferencias e inquietudes?; para responder a esta cuestión
debemos analizar la hipótesis de los bienes posicionales, así
como la de la utilidad marginal decreciente; 2) ¿qué es necesario para lograr esa soberanía, sin la cual la contribución al
DS del individuo sería insuficiente?; 3) ¿qué implicaciones
tiene para la economía una sociedad de individuos con libre
albedrío?
La soberanía íntegra de un individuo es una característica fundamental del prototipo de hombre kantiano (Berlin, 2002;
Cortina, 1998): aquel que discierne lo que es bueno para la sociedad y para él mismo, y es capaz de actuar en concordancia
la mayoría de las veces que tiene que decidir. Los tiempos no
soplan a favor de una sociedad de individuos kantianos. Mi
conclusión es que, por regla general, los individuos no somos
enteramente soberanos. Somos muy vulnerables a tener deseos de bienes posicionales, a no querer asumir la responsabilidad plena de nuestros actos y a no limitar nunca la base física de nuestro bienestar material. Cunde el pensamiento que
todo lo que se puede comprar ya cuenta con todos los parabienes sociales.
Sin embargo, en el caso del DS lo que es bueno y/o malo con
respecto al medio ambiente empieza a ofrecer pocas dudas o
dilema: mejor el transporte público que el privado, mejor los
productos ecológicos que los convencionales, mejor los productos con menos envases, mejor apagar las luces, mejor un
grado menos en la temperatura ambiente, mejor los coches
de menos emisiones… En este sentido los dilemas morales
del DS son fácilmente discernibles. Es decir, hay comportamientos muy elementales, de poco esfuerzo, que requieren la
voluntad positiva del individuo, pero que elevados a la colectibidad producirían cambios sustanciales en el conjunto de la
sociedad. Además, no requiren la acción del gobierno, cuya
función se limitaría a potenciarlos y hacerlos posible.
La conducta del individuo es extraordinariamente compleja
con respecto a sus decisiones de consumo (ver en este sentido el agudo análisis de Suárez y Bernaldo de Quirós, 2008).
De un lado, las decisiones voluntarias a favor del DS chocarán
siempre con el gravoso problema del dilema del prisionero:
«si muchos vamos en metro, los que no lo hacen disfrutan de
la carretera vacía». Hace falta mucha fortaleza moral y espiritual para ser un buen ciudadano. En el caso de los bienes posicionales, aquellos que sólo son accesibles para un porcentaje pequeño de ellos, opera un efecto parecido. Todos
queremos bienes posicionales: la mejor vista de una casa, el
mejor asiento en un avión, el mejor colegio para nuestros
hijos. Sin embargo, tenemos que aceptar que casi siembre no
tenemos acceso a bienes posicionales, por cuestión de renta
(trabajo e inteligencia) o de suerte. Un individuo kantiano es
aquel que, salvando unos mínimos de bienestar, solo se debe
preocupar de los bienes posicionales inmateriales, y causalmente y por fortuna, éstos son poco exigentes en base física
y ambiental.
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Esta es la segunda cuestión que había que desbrozar: cómo lograr la soberanía del individuo, a la hora de optar por su estilo de vida y crear su ideología. Son dos aspectos los necesarios: uno tiene por origen la educación (ver Sánchez Ferlosio,
2007, para una clarividente enunciación del sentido al que nos
referimos), y alude a la instrucción necesaria para poder valorar críticamente lo que se nos ofrece, las circunstancias del
mundo y conducir la vida con pleno gobierno. Otro es el
marco de incentivos y recompensas que la sociedad despliega
ante las conductas más propicias para el DS. En ambos casos,
la sociedad falla estrepitosamente (no en vano Riechmann,
2008, se plantea la misma pregunta en su obra colectiva ¿En
qué estamos fallando?). Precisamente por ello las mejoras que
se logren en este campo serán de importancia, y es fácil anticipar que en un futuro no muy lejano la persona kantiana tenga
un mayor reconocimiento social y sirva como modelo.
Si esa proyección es cierta, las implicaciones para el DS son inimaginables. El mercado, la imagen, el estatus, la fama, la posición en la sociedad (tan importante como señala Friedmann y
Layard, 2006), los valores que expresa, estarán orientados hacia
modelos antagónicamente distintos de los que ahora observamos.Tanto en el ámbito privado como en el laboral, se nos juzgará con arreglo a otros valores y, a riesgo de ser excesivamente prosaico, lo hedónico no estará necesariamente reñido con
el DS. Algunos ejemplos sencillos pero ilustrativos: el forro
polar como prenda de abrigo frente a las pieles naturales, los
coches híbridos frente a los de gran cilindrada, el comercio
justo frente al comercio sospechoso. Mercado, individuo y sociedad, en el futuro, evolucionarán en convergencia, si, y sólo si,
el individuo –piedra angular de este argumento– que la sociedad alumbra es enteramente distinto al de ahora (Layard, 2006,
lo elabora más y mejor).
En consecuencia, la sociedad sostenible del futuro exige una
educación exquisitamente kantiana. Mi predicción es que la
habrá porque las organizaciones, las empresas, las ONG, y las
familias los necesitan desesperadamente. En empresas, Estado
y, créanlo o no, en las Universidades, la integridad kantiana de
una persona será lo que la sociedad valore más. Sin embargo,
estamos lejos de contar con una proporción amplia de individuos kantianos, porque la sociedad opulenta ha estimulado
otros ethos y pathos. Los incentivos al trabajo y al esfuerzo han
devenido en mera capacidad de consumo, orientada a adquirir
más bienes y confort, con independencia de su huella ecológica, y ha estimulado la adquisición de bienes posicionales que,
en general, dan la espalda al postmaterialismo. La sociedad no
ha sabido discriminar adecuadamente los bienes inmateriales
(educación, sensibilidad artística…) de los base material (coches, casas, solomillos…).
Especular aquí y ahora sobre qué políticas y programas favorecen la educación kantiana de los individuos seria arduo y
osado. Dejemos, simplemente, señalada la importancia esencial
e insoslayable de la educación de las personas –adultas pero
fundamentalmente las que están en crecimiento o aún no han
nacido– en el modelo kantiano y, dado que hablamos de economía del futuro, en asegurar que el mercado remunere adecuadamente estas virtudes, y no las contrarias.
El papel de los gobiernos
El DS exige la identificación, administración y asignación de algunos absolutos. La emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI)
es uno de los más claros pero no el único. En el caso de los GEI,
ha sido posible definir límites físicos de manera precisa, como
también lo fue la emisión de aerosoles y otros compuestos destructores de la capa de ozono.
Al igual que los GEI,en nuestra vida diaria estamos continuamente sobrepasando muchos límites: la congestión del tráfico, el consumo de agua (directa o indirectamente), la generación de residuos, etc. Por lo general, hemos dejado que muchos indicadores
empeoren año tras año, o los hemos resuelto enmascarándolos,
exportándolos o difiriendo al futuro sus efectos. De resultas de
esta estrategia de ocultación, nuestras sociedades han vivido inconscientemente lo que su patrón de consumo ha ido generando. Nadie y todos somos culpables de esta evolución, que sólo
muy recientemente hemos empezado a comprender y calibrar.
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¿CUÁL SERÁ LA ECONOMÍA DEL FUTURO? ¿CÓMO AVANZAR HACIA ELLA?
Los gobiernos, de cualquier ámbito o signo político, han sido temerosos de emprender el liderazgo necesario para redirigir el
patrón económico.El desestímulo viene determinado por el alto
coste político, en términos electorales, de hacer de Casandra.
Esto conecta con mi primera idea: el crecimiento económico es
la garantía del DS, prescindir de él es jugar a perdedor, y abonar
el terreno al adversario.
Por tanto, el liderazgo de los gobiernos debe orientarse a la
creación de riqueza económica, cohesión social y bienestar,
pero potenciando los bienes de mayor contenido inmaterial y
menor base física.El objetivo de la eficiencia económica,aumentar el tamaño de la tarta, no es pues una meta sacrificable o
postergable, simplemente es suicida para cualquier gobernante
(nos guste o no).
Más riqueza y desarrollo, reduciendo la base física de la economía,se antojan como metas antagónicas,y poner sobre los hombros de los gobiernos ambos objetivos podría concebirse como
la mejor forma de llevarlos a la oposición. Sin embargo, la calidad ambiental de las personas incluye, ahora y en mayor medida
en el futuro, una componente esencial de sus amenidades, de su
bienestar. Hay innumerables aspectos de la calidad de la vida que
son bienes públicos: seguridad en las calles, limpieza urbana, aire
puro, ríos sanos, transportes descongestionados, el nivel de educación de la sociedad, el silencio, centros urbanos habitables.
Muy pocos son los ciudadanos que no son sensibles (no tienen
disposición a pagar, en el argot economista) a mejoras en estos
y otros muchos aspectos de la calidad.
Ante la presencia de bienes públicos, el papel de los gobiernos
es esencial e insustituible. Sin embargo, los políticos suelen querer emprender las acciones que consideran con posibilidades de
1 Aunque Suárez y Hernández (2008) analicen las causas que expliquen la aparente inconsistencia
entre las intenciones y deseos declarados y las acciones observadas, aparecen de manera crecientemente reiterada la disposición a pagar por mejoras ambientales (El País, 2009). Keizer et al.
(2008) han descubierto que la conducta cívica de las personas es dependiente del orden, la limpieza y la calidad ambiental que, experimentalmente se «fabricó» para influir en su conducta. (ver
The Economist, 2008). Hay, por tanto, efectos acumulativos en las mejoras ambientales que multiplican su valor a través de cambios inferidos de las personas, que a su vez producen otros cambios en otras pautas.
salir adelante, en forma de legislación y una buena praxis, y no
aquellas que la mayoría considerarían como disparatadas (no olvidemos las teorías del votante mediano).Sin embargo,cualquier
atisbo de disposición a aprovechar la disposición de los ciudadanos para contribuir a financiar bienes públicos ambientales debe
ser aprovechado1.
En la mayoría de los casos, los grandes retos a que se enfrenta
el DS son una u otra forma de expresión de bienes públicos, y
todos sabemos la dificultad que entraña proveerlos de forma eficiente. Es en la elección de cuál de ellos se debe priorizar y en
cómo debe arbordarse donde, en mi opinión, se identifica el
buen hacer de un gobierno. La priorización de algunos bienes
públicos sobre otros no implica aparcar los secundarios, significa que el DS debe construirse ladrillo a ladrillo (building blocks),
empezando por los más fáciles, accesibles y comprensibles. En
este sentido procede reclamar de los gobiernos un enorme
grado de sensatez, inteligencia y pragmatismo.
El objetivo de la eficiencia, la mejor y más efectiva provisión de
los bienes públicos prioritarios, exige en muchos casos la mejor
ingeniería e innovación del sector privado. La acción del gobierno debe favorecer la eficiencia económica, el funcionamiento de
mercados eficientes, y garantizar la seguridad jurídica de las empresas. Por lo general, la intervención directa de los gobiernos
en los mercados no suele generar eficiencia. Ahora estamos
viendo cómo las ONG integran esquemas gerenciales innovadores, estrategias a las que las administraciones públicas y, por
ejemplo, las universidades son absolutamente refractarias.
En el campo ambiental, la acción del gobierno consiste en fijar
los límites al uso de los recursos naturales, a las emisiones y a la
contaminación. Cómo lograrlo encierra numerosas dudas e incertidumbre, se han probado muchas cosas y no todas han funcionado. La economía y el derecho ambiental proporcionan suficientes herramientas para mover la economía hacia el camino
de la sostenibilidad. En el caso de emisiones de GEI, se optó en
la Unión Europea por crear un mercado de emisiones, pero hay
dudas sobre su eficacia y son considerables las voces que defienden el empleo de impuestos.
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Por otro lado, la hipótesis del «doble dividendo» que tanta esperanzas suscitó en los 90, ha perdido adeptos. Consistía en
gravar los bienes contaminantes y reducir las cargas sociales
del empleo, transfiriendo así la carga fiscal del trabajo a los
bienes. El doble dividendo vendría motivado por un mayor
empleo, consecuencia de disminuir el coste laboral, y una mejora ambiental. Sin embargo, en análisis posteriores se comprobó que las cargas fiscales siempre acaban recayendo sobre
los propietarios de los factores primarios: capital y trabajo.
Siendo aquél mucho más móvil que el segundo, el trabajo acabaría irremediablemente cargando sobre sus hombros las cargas fiscales.
El papel del gobierno se puede ver seriamente impedido si trata
de imponer cambios bruscos, y debe asegurar que el proceso de
cambio es marginal, sostenido y consistente. De lo contrario,
acaba fracasando, perdiendo tiempo y agotando oportunidades.
Debe concitar para sí el apoyo de una gran mayoría de ciudadanos y organizaciones que apoyan sus políticas2.
rrupción de los gobiernos de los países en desarrollo y lograr
más estabilidad en los mercados de materias primas.
Los esfuerzos por coordinar la acción internacional en favor de
los bienes globales han sido insuficientes y en ocasiones estériles. El liderazgo de Estados Unidos tras el 11/9/2001 ha estado
motivado por un unilateralismo,al que la Unión Europea en conjunto no ha sido capaz de responder. Salvo Kioto, el balance de
los países más ricos carece de resultados notables. De un lado,
en la lucha contra la pobreza y en el grado de consecución de
los Objetivos del Milenio el balance es muy insatisfactorio (el
hambre hoy aqueja a 963 millones de personas, más que cuando
se formularon los Objetivos del Milenio). Ni siquiera hay acuerdo entre lo que funciona y debe priorizarse, y lo que debe desecharse (ver Sachs,Collier,Easterly,son tres autores con tres enfoques bien diferentes).
No hay texto moderno que no sitúe la acción del concierto internacional en el centro de las políticas de DS. Sean las nuevas
definiciones de «cosmopolitanismo» (Beck, 2006); las fórmulas
para reducir la pobreza (Collier, 2007; Easterly, 2007; Sachs,
2005); la priorización de recursos para resolver problemas globales (Lomborg, 2005); la estabilidad de las democracias (Acemoglu y Robinson, 2007); o las reglas del comercio (Stiglitz y
Charlton, 2005).
Así, resulta persuasiva la llamada de Beck (2006) a desechar ese
concepto de globalización basado en la integración de los mercados y en su propagación por encima de las fronteras de los Estados-nación. Ese es un cosmopolitanismo que, en vano, trataría de
gobernar la imparable fuerza de la cosmopolitanización a favor de
sus ciudadanos. El cosmopolitanismo real, ante el cual la acción
de un gobierno nacional poco puede hacer,es resultado de la globalización, pero no sólo de los bienes o del capital, sino de los
riesgos globales:la pobreza,la inseguridad y los desastres ambientales.Beck lo ha enunciado de forma un tanto críptica pero enormemente convincente: hace falta un nuevo cosmopolitanismo
que rompa la lógica nacional ointernacional, y relativice la importancia de las fronteras para realizar estudios de reparto de riqueza, desarrollo y procesos de importancia ambiental global.
El DS necesita de un concierto internacional porque los problemas, los riesgos y las oportunidades tienen un marcado carácter
global. La lucha contra el cambio climático constituye un ejemplo de bien público, como también lo es la lucha contra la co-
Estudio de caso: la alimentación
en el mundo occidental.
2 Las políticas del agua en España desde 1986 son un ejemplo de todo lo contrario, razón por la cual
se han realizado desde 1993 cuatro fuertes cambios de timón, ninguno de los cuales dio con el
rumbo definitivo.
Tras acabar la II Guerra Mundial, en 1946 el europeo residente en uno de los países contendientes tenía una ingesta diaria
inferior a 1.000 calorías por día (Judt, 2005). Qué decir de la
El concierto internacional
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¿CUÁL SERÁ LA ECONOMÍA DEL FUTURO? ¿CÓMO AVANZAR HACIA ELLA?
posguerra en España. Hoy, sin embargo, la obesidad, la diabetes,
las enfermedades coronarias y otras muchas enfermedades
que creíamos erradicadas con el progreso han ganado en prevalencia en los países más ricos. Casi todas ellas, no todas, son
atribuibles a nuestra forma de alimentarnos. Se considera que
el exceso de calorías consumidas, sobre lo que sería saludable,
por los países ricos bastaría para aumentar la ingesta de calorías de los países más pobres.
La ingesta de proteínas de origen cárnico por los ciudadanos
ricos también se considera excesiva por casi todos los expertos.
Al tiempo, la huella ecológica e hidrológica de la dieta occidental ha aumentado considerablemente, fruto de los sistemas de
producción intensivos empleados tanto en la producción de las
cosechas como en la de carnes. La alimentación se ha industrializado tanto que mucho de lo que comemos ahora «no sería reconocido como comida por nuestras abuelas» (Pollan, 2008).
Dos son las razones que nos han llevado a este sinsentido. En
primer lugar, el abaratamiento de la alimentación con respecto a
nuestro poder de compra ha hecho que primemos más la reducción del tiempo de preparación que la experiencia culinaria
(Petrini y Padovani, 2005; Pollan, 2007). Una proporción creciente de las calorías y proteínas que ingerimos se origina en la industria alimentaria, que ha transformado las materias básicas de
tal forma que muy poco de lo natural que tenían nos llega a la
mesa. Occidente ha optado por un modelo alimentario basado
en la gran industria, altamente tecnificada, que se nutre de una
agricultura enormemente intensiva en factores, capital y energía,
y pone en nuestras mesas productos muy baratos.A consecuencia de las patologías creadas por esta forma de alimentarnos, la
industria alimentaria ha ido variando los atributos de sus productos al objeto de cubrir las deficiencia de una alimentación no
saludable (ácidos grasos omega-6, la fibra…) compuestos básicos que existen en el pescado, las frutas y las hortalizas.
La segunda razón que explica este alejamiento de las dietas más
sanas tiene un carácter fisiológico.Pongamos el caso de los edulcorantes artificiales, como la fructosa obtenida del maíz y muy
presente en casi todos los refrescos, bollería industrial y demás.
Al contrario que la sacarosa, que es el azúcar que consumimos
de manera natural, la fructusa se digiere en el hígado en lugar de
digerirse mediante la insulina, como es el caso de la sacarosa. En
el hígado se convierte en glucosa y cuando el cuerpo no la demanda para crear energía se convierte en grasa. Por otro lado, a
diferencia del azúcar natural que existe en las frutas y en la miel,
el proceso de digestión de la fructosa en el hígado dispara la insulina pero muy rápidamente recupera su nivel normal, disminuyendo la sensación de saciamiento, lo que nos hace ingerir más
carbohidratos de los que de manera natural tomaríamos. Así,
parte de los compuestos que la industria alimentaria ha desarrollado para sustituir a los naturales han suprimido las señales que
el propio organismo crea para sentirnos saciados, aumentando
la cantidad de comida que realmente necesitamos ingerir.
Las consecuencias ambientales de nuestra forma de alimentarnos son claras y evidentes. Contaminación de aguas, emisión de
GEI (la ganadería emite el 7,1% de las emisiones), riesgos ambientales,contaminación y pérdida de suelos,etc.Las consecuencias para la salud de las personas son, si cabe, más importantes.
También se pierde parte de la cultura culinaria, la dimension social de la alimentación y el significado que tiene para el hombre
la comida.
La agricultura ecológica y la promoción de productos de calidad
y tradicionales son dos respuestas diferenciadas a esta desgraciada evolución. Se trata de una respuesta de la sociedad, promovida por líderes como Carlo Petrini (fundador del movimiento global, pero nacido como una iniciativa local, llamado Slow
Food, ver Petrini y Padivani, 2006).
Los cambios de la alimentación sana y equilibrada exigen responsabilidad, mesura y concienciación. Sin embargo, este es un ejemplo en el que las ganancias en salud lo son también medioambientales, tanto en el ámbito local o regional, como en el local. Sin
embargo, no está claro que el mundo desarrollado haya mejorado su alimentación en los últimos 25 años; es posible que haya
empeorado y con ella también su huella ambiental. Es un paso
atrás que el mundo rico tiene ahora que revertir gastando recursos en promocionar una alimentación más sana y sostenible.
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La economía del futuro
Mercado de trabajo:
La economía del futuro es la economía de la I+T (Información+Tecnología), en todos los sectores, desde los seguros de
coches –cobrándonos por los kilómetros conducidos, la velocidad máxima o las carreteras en que conducimos–, hasta las naranjas que comemos –puestas en una bolsa en el supermercado
con un chip que al recogerla producirá el cobro–, pasando por
la electricidad,cobrada según el día y la hora.Todo esto ya es posible y fácil de describir.
• Flexibilidad en la organización del trabajo.
• Control efectivo y preciso de los sistemas de protección social, desempleo, bajas laborales, etc.
• Edad de jubilación variable, con un porcentaje elevado de personas de más de 65 años realizando tareas remuneradas.
• Formación continua hasta edades avanzadas.
• Mercado de trabajo, libre, flexible, ágil.
Importancia de las Tecnologías de la Información (IT):
Pero, ¿y nuestra huella ecológica? ¿seguirán creciendo nuestras
emisiones, nuestra demanda energética? ¿Y la basura que producimos? Creo que durante una generación más seguirán creciendo,pero luego es posible que desciendan si,y sólo si,el DS acaba
situándose en el centro de la acción política y los ciudadanos adquirimos suficiente concienciación.
Las características más definitorias de la economía del futuro
pueden ser causa o efecto de cambios en diversos ámbitos.
Recursos y medio ambiente:
• El encarecimiento notable de las fuentes de energía.
• Agricultura dual: gran aumento de la agricultura ecológica,
combinado con el uso masivo de la biotecnología (fibras cárnicas obtenidas a partir de tejidos; aumento de la eficiencia
productivas tanto en agricultura como en ganadería).
• Encarecimiento del agua, pagos por uso y por la calidad de las
aguas devueltas a la red.
Modalidades de transporte:
• Transformación del parque de automóviles orientado a
configuraciones híbridas o de menor cilindrada y mayor eficiencia.
• Aumentos en el uso del transporte público.
• Aumento del ferrocarril y el barco.
• El empleo de masivo de IT en el lugar de trabajo, la vida en el
hogar y en la empresas.
• Empleo masivo de tecnologías de la información en medicina,
educación, servicios de entretenimiento.
• En logística, transporte.
Fiscalidad e impuestos:
• Reducción paulatina de la economía sumergida.
• Fiscalidad verde, aumento de los cargos por emisiones y contaminación y reducción de IRPF o cargas sociales (ver ejemplos en la Unión Europea, Márquez, 2007).
Energía:
• Desacoplamiento completo con el crecimiento económico.
• Empleo masivo de energía fotovoltaica:
• Plantas de generación eléctrica de gran tamaño (cientos de
MW) con tecnología termosolar.
• Para plantas de tamaño medio (pocos MW) conectadas a
red y ubicadas en zonas con una alta radiación directa, probablemente sea más adecuado el uso de fotovoltaica de
concentración o convencional.
• Para instalaciones de pequeño tamaño destinadas al consumo individual, la fotovoltaica convencional parece la alternativa más viable.
• Importancia creciente del hidrógeno complementando a la electricidad,y como vector energético o como pilas de combustible.
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¿CUÁL SERÁ LA ECONOMÍA DEL FUTURO? ¿CÓMO AVANZAR HACIA ELLA?
Mercados:
• Mercados con precios variables en supermercados –para reducir inventario de perecederos–, en cines y entretenimiento,
y cualquier servicio o producto.
• Enorme potencial para encontrar fórmulas y procedimientos
en tiempo real para vaciar los mercados.
Recursos escasos:
• El talento, la responsabilidad y la capacidad personal.
• Los simplificadores: personas que saben comunicar las cosas
complicadas.
• Los asociadores:personas con capacidad de asociar ideas,conceptos y procesos.
Hogares:
• Pautas de consumo orientadas al reciclaje, recogida selectiva
de basuras, pago por volumen y tipos de desecho.
• Domótica.
• Reciclaje/reutilización de agua en zonas con escasez.
• Aislamiento térmico.
¿Cómo avanzar hacia la economía del futuro?
Solo hay un camino con dos veredas: la educación del individuo
y el estímulo al talento, a la creatividad y a las dotes organizativas. El DS es lo que los individuos quieran y puedan. Ello requiere que la economía y la sociedad pongan en valor el trabajo de
los creadores de conocimiento y el esfuerzo, a todos los niveles,
y recompense la virtud y la generosidad humanas. Hasta ahora
sólo ha sabido recompensar el esfuerzo y el talento con renta
disponible,es preciso recompensar también las conductas que el
mercado no remunera pero son esenciales para el DS.
El DS tiene que basarse en la acción de las personas. Nada que
venga impuesto, en contra de las percepciones de la mayoría de
la gente, por mucho sentido que tenga, logrará resultados. Las
personas somos influibles y respondemos a estímulos lógicos y
de sentido común. Creo que los defensores del DS deberían
poner más énfasis en el individuo: su potencial, su capacidad y
sus valores.
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Cuadernos de Sostenibilidad y Patrimonio Natural Nº 17
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La integración de la sostenibilidad con la realidad del mercado es uno de los temas actuales que
Cuadernos de
requieren una mayor atención. El profundizar, debatir y reflexionar sobre esta problemática fue el
Sostenibilidad y
Patrimonio Natural
objetivo del Foro de Economía y Sostenibilidad que organiza la Fundación Banco Santander y cuyos
trabajos se recogen ahora en este número de Cuadernos de Sostenibilidad y Patrimonio Natural de
esta Fundación.
Los mercados permiten una asignación eficiente de recursos cuando se cumplen determinadas
condiciones; en presencia de fallos de mercado, tales decisiones descentralizadas no asignan los
recursos de esta forma. La economía de mercado no favorece a corto plazo ni políticas, ni procesos
de dicha economía, en la que no sólo no se internalizan los costes ambientales, sino también las
externalidades asociadas a la insostenibilidad de muchos procesos productivos o de consumo.
Un debate fundamental está en cómo
la sociedad reduce estas formas de
fallo de mercado a través de
diversos mecanismos y estrategias.
Mientras no surjan los consensos
y las soluciones socio-políticas, no
será posible sacar partido a las
tecnologías o modelos de negocio
que nos permitirán avanzar,
decididamente, en los frentes de
oportunidad que se abren
ante las diversas
transiciones (energética,
del consumo,
del transporte, etc.) hacia
la sostenibilidad.
Cómo integrar sostenibilidad y mercado
ni, en general, modelos productivos y de consumo más sostenibles, y ello debido a las imperfecciones
ISBN 978-84-92543-11-3
Cuadernos
17
17 /
2009
Cómo integrar
sostenibilidad
y mercado