Augusto Mijares

Contraportada
Memoria, olvido
Federico Álvarez
AÑO 7 / NÚMERO 321 DOMINGO 08 DE ENERO DE 2017
NELSON GUZMÁN
Augusto Mijares
críticas al pesimismo
V
enezuela ha sido siempre un país de enorme gallardía. A pesar del largo periodo de hostigamiento que representó el colonialismo español, las luchas independentistas y el caudillismo
posterior, los espíritus inquietos no se quedaron tranquilos, el descontento se hizo notar. Por
todos lados se mostraron las voces disidentes. Desde el siglo XIX los caudillos sembraron al país de disputas por
el poder. El pueblo también fue azotado por el tifus, por la disentería y las enfermedades endémicas. Llegado el siglo XX
padecimos la férrea dictadura de Juan Vicente Gómez, quien
subyugó a la patria durante 27 años; en ese momento teníamos apenas tres mil maestros, un poco más de cuatrocientos
eran graduados. Sencillamente yacíamos en el foso de la historia, nuestra precariedad en la instrucción y en la educación
formal era más que evidente.
La intolerancia de Gómez no preparó una acción prospectiva y educativa que enfilara hacia el progreso. No sin razón Mariano Picón Salas dijo que la modernidad venezolana había
comenzado con la muerte del dictador. Eleazar López Contreras al tomar el poder destacaría en el Ministerio de Instrucción Pública a José Ramón Ayala, posteriormente a Caracciolo
Parra Pérez y a Mariano Picón Salas como Intendente de educación. Augusto Mijares fue responsable de la educación secundaria. Le sucedieron como ministros Rómulo Gallegos,
Enrique Tejara, Rafael Ernesto López y Arturo Uslar Pietri. Venezuela era un mar de incomprensión, la Iglesia Católica se
opuso a la llegada al país de la misión educativa chilena por
considerarla subversiva, el fantasma del comunismo la atormentaba y enturbiaba su visión de la historia.
La Iglesia Católica acusaba a Picón Salas de servidor del comunismo, inculpándolo de traer al país, con la Misión chilena, el marxismo. Nos hundíamos en la barbarie al tener tantos analfabetas, había que profesionalizar al Magisterio, nos
decía Picón Salas. La profesión docente debía ser considerada
como un oficio de gran altura y refinamiento. Los programas
de enseñanza debían volver los ojos sobre nuestra flora y fauna, además se tenía que profundizar sobre nuestros lazos comunes e históricos con el resto de América y con sus proyectos independentistas.
Venezuela ha sido un país insurgente, acá se ha batallado
por la patria, por la libertad, por las utopías y por la redención. Hemos luchado contra los tiranos y contra el totalitarismo. Nuestros hombres no se fueron detrás de los caudillos
por prebendas políticas específicas, sino por coraje y por
amor al terruño. El país y su cultura se vinieron conformando
desde las rebeliones del Negro Miguel de Buría, desde el alzamiento de José Leonardo Chirinos, desde la conspiración de
Gual y España, de Francisco de Miranda y de Simón Bolívar.
Aquí lucharon los libertadores orientales y occidentales, aquí
guerrearon los llaneros, las mujeres, los afrodescendientes,
los indígenas. En la grupera de sus caballos los hombres siempre llevaban la colcha para enfrentar las noches infernales de
jejenes. Las enfermedades infecto contagiosas estaban a la orden del día. Las intempestivas geografías del trópico hacían la
vida dura e impredecible.
Es importante resaltar la polémica que sostuvo Augusto Mijares contra aquellos autores pesimistas, que hablaban de un
destino preestablecido y atrasado, determinado por el clima,
por la genética y la historia, olvidando, como lo ha resaltado Simón Alberto Consalvi, que la historia europea estuvo también profusamente salpicada de sangre y contratiempos. Mijares luchó contra la interpretación pesimista de Gil Fortoul, de Vallenilla Lanz y de Pedro Manuel Arcaya.
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LETRAS CCS / CIUDAD CCS / DOMINGO 08 DE ENERO DE 2017
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El país no necesitaba caudillos, ni loqueros, ni prohombres que domeñaran los instintos primitivos atribuidos a las sublevaciones. Mijares apela al buen sentido, a la
escuela, a enarbolar un sistema educativo
que hiciese equitativo el aprendizaje y la
cultura para así poder salir de la oscuridad
soldando lo afirmativo de nuestras reservas morales.
La tesis del gendarme necesario fue profundamente despreciativa del pueblo. Vallenilla Lanz lo consideraba atrasado e incapaz de luchar por ideales de altura. Estos
pueblos debían ser sometidos por la fuerza
de los jefes, su estado espiritual era rudimentario. La dictadura gomecista descuidó
fomentar la escolaridad, los pobres habían
nacido para servir a los amos. La tesis de los
positivistas justificaban el autoritarismo y
la dictadura, para ellos el pueblo era aborrecible, estaba lejos de la civilización. Lo
anterior fue el caldo de cultivo del ideario
desarrollista que dio prioridad a las tesis
del universalismo sociológico despreciando los particularismos y la historia local.
En Venezuela costaría mucha sangre,
torturas y sobresaltos del espíritu, para que
lograra triunfar la civilidad y establecerse
el estado de derecho. Los pueblos habían
vivido en la penumbra, habían sido vejados
por los chafarotes de la Sagrada gomera,
esa policía lo arreglaba todo a fuetazos. Anteriormente los soldados de la independencia habían sido engañados por los caudillos, Páez utilizó su astucia, su poder y su
fuerza política para comprarles por sumas
irrisorias los títulos de propiedad de la tierra que Bolívar había instruido obsequiarles como reconocimiento y en homenaje a
su valor y esfuerzos. La consciencia de Paéz
había sido gobernada por el geniecillo maligno de la ambición. La independencia anhelada fue secuestrada desde el comienzo
por la avidez de la godarria criolla. En la
mentalidad de la oligarquía el tiempo histórico no debía cambiar, había que mantener la sumisión de los esclavos. El despotismo debía imponerse, tener criterios propios era letal. Se pretendía mantener a las
poblaciones en la penumbra.
La guerra había hecho cambiar radicalmente la estructura política ideológica de
los venezolanos. Los sectores oprimidos
pusieron toda su fe en la guerra para alcanzar las reivindicaciones que le correspondían. Los tiempos de la colonia habían sido
infamantes, aquella sociedad negada a
cambiar, aferrada a las castas empieza a ver
enarboladas las banderas de los oprimidos.
Las luchas no terminarían con la fundación
de la Nueva República, recién comenzaba
una nueva vida, venía tomada por las pasiones de todos aquellos que padecieron la
asfixia de una sociedad limitada y reconcentrada en sus prejuicios. De la noche a la
mañana se olvidaron los esfuerzos de Bolívar cuando en 1813, soldado joven aún,
con la venia del Congreso de la Nueva Granada inició su Campaña Admirable. Ese
ejército bolivariano no contaba con recursos económicos, lograba sostenerse a duras
penas con los botines de guerra. Sin embargo hubo voluntad política y convicción de
que se luchaba por un ideal superior: la libertad. Bolívar sería declarado Libertador
en su entrada a Caracas.
Augusto Mijares percibe como constan- que merecía. En Venezuela se ha demostrates en la vida venezolana el culto al caudi- do la honda vocación democrática de un
llo, eso estuvo ligado a la postración ante la pueblo que ha sido insolentado en la histofuerza. El despotismo se impone y aniquila ria por las viejas y nuevas dictaduras. Todo
las diferencias. Ha habido olvido y displi- régimen de fuerza es un atropello contra la
cencia hacia el derecho, muchas veces la libertad y los derechos humanos. Nuestra
ley es considerada como un obstáculo o im- última dictadura fue la de Marcos Pérez Jipedimento para llevar adelante los proyec- ménez, sin embargo en los cuarenta largos
tos personales, se entroniza la codicia. Las años de la Cuarta República fuimos vejados
poblaciones terminarían en las manos de y reprimidos por unas instituciones putrelos dictadores deslumbrados por las rique- factas, construidas a la medida de los intezas mientras la probidad acabaría rodando reses de la oligarquía venezolana y del impor los suelos.
perialismo norteamericano. Nunca se traLa gestión anárquica
bajó para la equidad,
ha prevalecido en nuespara la inclusión y para
tra historia, ha señoMijares apela al buen sentido, a la escuela, a la emancipación y el
reado la corazonada enarbolar un sistema educativo que hiciese equi- desarrollo del país, simás que la conducta tativo el aprendizaje y la cultura para así poder sa- no que zozobramos en
analítica. Se juega en lir de la oscuridad soldando lo afirmativo de nues- un retorismo inefable
estos actos al amiguis- tras reservas morales.
que descarrió la opimo, quedando la prunión crítica. Terminadencia y el interés nacional en segundo tér- mos cediendo ante los espejismos del desamino, sin embargo existe en nuestra socie- rrollismo.
dad civil una guía contestataria y beligeLa filosofía de la democracia representarante. Augusto Mijares dirá que la sustitu- tiva fue la negociación de los intereses de
ción de un tirano por otra personalidad los trabajadores. Durante la Cuarta Repúque auto declare encarnar la justicia no da blica los sindicatos y sus centrales negociacuenta de la verdadera necesidad de nues- ron las reivindicaciones de la clase obrera.
tras naciones, lo que importa es la legali- Betancourt pensaba que había que dispadad de la razón como principio, a eso se de- rar primero y averiguar después. Los estube ajustar la necesidad de una administra- diantes sufrieron en carne propia la repreción justa y digna.
sión, la intolerancia y la muerte. No ha haHombres como Guillermo Burke, quien bido juicio más macabro que el que padellegó a Caracas con Francisco de Miranda cieron los estudiantes insurrectos contra
pregonaban la necesidad de preparar a la una democracia vendida a los intereses
población en el cultivo de la tierra y en la norteamericanos.
cría de animales. América debía autoabasLa falsa democracia estructura una fortecerse. Había que desarrollar la manufac- ma discursiva sostenida en la prepondetura y la conducta industriosa, eso evitaría rancia de la ley, sin embargo ésta era perla dependencia económica de las metrópo- manentemente obviada, relegada, ultrajalis. Las Repúblicas libres debían tener esto da. La cuarta República vendió una imagen
como divisa, se trataba de salir de la preca- de sí que pretendía encarnar confianza, olriedad, se debían crear las condiciones del vidando que los gobiernos de Betancourt y
progreso y esto sólo era posible con el tra- Leoni habían hundido al país en sangre. La
bajo. Burke renegaba del centralismo, este generación universitaria de los años sesensistema crea una situación de control inusi- ta fue reprimida, se impuso el odio polítitada, que daba paso propicio a las ambicio- co. Rómulo Betancourt era un simple openes de los caudillos y a las tiranías. Este rador político de las transnacionales y de la
hombre abogaba también por la libertad godarria venezolana. La equidad yacía olvide culto, donde cada quien podía creer lo dada. Las esperanzas de construir un nuevo
que le viniese en ganas sin temer ser fusti- país estuvieron amenazadas constantegado.
mente por los máuseres. En los argumentos de Augusto Mijares recogemos lo gene(...)
roso y lo fútil de los discursos políticos. La
falsa democracia siempre ha cabalgado lleLa lucha contra los determinismos
vando en la grupera el engaño y los entuerEl discurso que se sostiene en la idea fata- tos. Los gobiernos de Betancourt, de Leoni
lista de que existe una conducta genética y Caldera levantaron sus patíbulos, los disique nos predispone a ser un pueblo atrasa- dentes no podían llegar al final del trayecto
do por antonomasia, no hace otra cosa que había que conducirlos al calvario.
estructurarse sobre el pesimismo que nos
Mijares nos describe al país, nos señala
legaron los intelectuales gomecistas. El po- las aristas conque los hombres se han ensitivismo despreció al pueblo y lo conside- contrado en los caminos. La vida y la muerró con desdén. Para ellos nuestra mezcla te forcejeaban permanentemente. Antonio
racial determinaba la abulia y la dejadez, se Leocadio Guzmán estuvo a punto en 1848
partió del eurocentrismo, se creyó a pie de ser llevado al cadalso en el gobierno de
juntillas en la idea de civilidad. Las políti- José Tadeo Monagas. Aparece la piedad, cocas migrativas debían afianzarse en el mo lo señala Augusto Mijares, encarnada
hombre europeo, que encarnaba el orden y en la esposa de Monagas, quien se apiadó
el respeto a la ley. Tanto los positivistas co- de Carlota Blanco exigiéndole al Caudillo
mo los evolucionistas creyeron en el pro- Presidente el indulto para el prisionero.
greso; la pereza del indio y del afrodescen- Trataba de que su esposo no se manchara
diente debían ser dominadas y abolidas, las manos con sangre inocente. El país a peallí radicaban según ellos las fuentes del sar de los contratiempos y de las enconadas
antidesarrollo.
disputas contaba aún con las reservas moLos criterios que acabamos de mencio- rales para que las heridas no siguieran pronar se estructuran desde una visión lapida- fundizándose y pudieran restañarse y puriamente racista. Se evita concederle al diera establecerse la paz anhelada.
pueblo centro y suramericano la dignidad
El perfil de Venezuela desde el siglo XIX
presenta con claridad la figura de los lisonjeros, de los aduladores, estos han hecho
trastabillar a hombres que de no ser arrastrados por el envanecimiento de su ego hubiesen resultado mejores personas y gobernantes. Para Mijares el error es que los gobernantes no debían confundir la lisonja
con la gloria porque terminarían alejándose de la tolerancia y del entendimiento;
eso le sucedió a Antonio Guzmán Blanco,
quien vivió para la presunción, aspiró a las
glorias de un ayer que reposa en el olimpo
de los imperios que vencieron. Este hombre fue acusado de ejercer el peculado durante sus tres gobiernos. Una ola de comentarios y de eventos lo responsabiliza de la
muerte de Ezequiel Zamora, zarpazo que
habría organizado con Juan Crisóstomo
Falcón en las férreas costuras de la historia.
Esta tesis se ha manejado como verdad.
Los hombres muchas veces han requerido de la astucia, de la artimaña para entronizarse. Allí se plantearía la discusión sobre los lenguajes de la política y las tretas
de los hombres. La historia posiblemente
termina premiando al más desalmado, no
se trata con exactitud de actuar con moral
o sin ella, sino de jugar la pieza que vuelva
a los hombres inmunes e imprescindibles
en las lógicas del poder. En esto se impone
recordar que los movimientos de piezas de
los políticos y de la política guarda una lógica muy diferente al juicio de lo bueno o
lo malo al cual estamos habituados en la vida convencional, en el tablero posiblemente podamos percatarnos de que se trata de
una guerra de posiciones y de control.
En el siglo XX venezolano hombres como
Betancourt leyeron con absoluto realismo
la situación del país y decidieron ponerse
al servicio de los imperios, en el caso del
caudillo de Guatire cedió ante la voluntad
de los EEUU y apostó a la construcción de
una sociedad clasista donde las elites intelectuales estuviesen en pro de sostener un
mundo de pequeños giros evolutivos. La
historia se estructuró en la alianza final
que hace Acción Democrática con la burguesía nacional y con el imperialismo norteamericano. Todo esto fue acompañado
de una inmensa represión del pueblo venezolano.
No se trataban solamente de disputas
ideológicas con el Partido Comunista venezolano, sino de la instrumentación de una
represión brutal que golpeó duramente a
los sectores populares y a la juventud radical del país. Betancourt instrumentó un
aparato represivo que allanó liceos, universidades y sindicatos. El gobierno se engalanó con el ropaje del populismo, se dispendiaron los proventos del petróleo y se sembró el terror y la desaparición de todo aquel
que se le opusiera a la democracia cuarto
republicana, para cometer todas estas fechoría los gobiernos adecos copeyanos
contaron con el apoyo del Departamento
de Estado Norteamericano.
(...)
La tesis de Mijares es que no podíamos
convertir el país en cenizas, en polvos macilentos. La mentalidad pesimista fue la hecatombe y la entrega, siempre se pretendió
desgalvanizar las creencias de nuestra nacionalidad, tratando de no reconocernos
un solo mérito; desde esa óptica seríamos
una pandilla de segundones.
DOMINGO 08 DE ENERO DE 2017 / CIUDAD CCS / LETRAS CCS
[«En un mundo donde la signif icación
está manipulada y donde los medios nos dan
una realidad bajo su forma juzgada la
literatura persiste en su aspiración a la
verdad y esa aspiración la justif ica». Así
hablaba hace cinco años el escritor argentino
Ricardo Piglia. Al recibir el premio Rómulo
Gallegos por su novela Blanco nocturno,
sostenía en ese sentido, que la creación
literaria es una pasión que le da sentido a la
vida; y es cierto que la suya no fue sino la
experiencia de narrar esa pasión. Autor de
los libros Respiración artificial, La ciudad
ausente, Plata quemada, El camino de
Ida, Piglia fue un vehemente lector y crítico
literario. Crítica y ficción, por ejemplo,
reúne entrevistas en las que el escritor habla
sobre sus influencias literarias —Faulkner,
Borges, Arlt— y pone de manif iesto su tesis
sobre la escritura: «Se vive para escribir,
diría yo. La escritura es una de las experiencias más intensas que conozco. La más
intensa, pienso a veces. Es una experiencia
con la pasión y por lo tanto tiene la misma
estructura de la vida. No son muy diferentes
la vida y la literatura. Uno enfrenta las
mismas cuestiones en los dos lados. Las
contradicciones son más bien prácticas.»
El viernes 6 de enero nos llegó la noticia
de su muerte luego de padecer cerca de dos
años una enfermedad neuromuscular
progresiva, que si bien lo recluyó en casa, no
pudo contra su pasión de contar y recontar la
vida. En Letras Ccs celebramos su obra con
la publicación del cuento «La honda» del
libro La invasión (1967).]
La honda
3
Un cuento de Ricardo Piglia
No me dejo engañar por los chicos. Sé
que mienten, que siempre están ponien­
do cara de inocentes y por atrás se ríen de
todo el mundo.
Lo que pasó ese día fue que ellos no
imaginaban que mi patrón y yo habíamos
decidido trabajar, a pesar del domingo.
Por eso cruzamos el camino de tierra
hacia el depósi­to del fondo.
Me acuerdo que por la calle andaba un
coche de propaganda con los altoparlan­
tes en el techo; y que yo escuché la músi­
ca hasta que doblamos y el paredón apa­
gó el ruido, de golpe.
Entonces el viento nos arrimó las voces
y las risas. Cuando los descubrimos se
acurrucaron, tratando de disimularse en­
tre los fierros, pero ya era tarde.
Ninguno de los cuatro pasaba de los do­
ce años. Se metían a robar pedazos de plo­
mo para tirarlos con la honda.
Dijeron que estaban allí porque Nacho
les aseguró que era amigo del patrón y
que el patrón le daba per­miso para juntar
el plomo entre los desechos.
Mi patrón les quitó las hondas que les
colgaban del cuello v las tiró al foso de ce­
mento en el que antes, cuan­do el taller
estaba allí y no sobre la avenida, engrasa­
ban ¡os coches desde abajo.
Los pibes empezaron a barrer, como les
ordenó el patrón en escarmiento.
Mientras barrían les preguntó si sabían
leer. Los cuatro sabían y los cuatro habían
leído el cartel:
PROHIBIDA LA ENTRADA
Pero se metieron por culpa de Nacho
que les dijo, repitieron, que era amigo del
patrón.
Nacho, flaco y morocho, barría en si­
lencio.
Teníamos que desarmar unas puertas
de chapa para poder arreglar el techo del
galpón de lavado. El más alto de los cua­
tro chicos me ayudaba por orden del pa­
trón. Trabajaba concentrado y me trataba
de «señor».
Ablandamos los clavos y los arranca­
mos con la ba­rreta «cocodrilo». Después
sacamos las chapas y las amon­tonamos
en un costado. Cortamos los tirantes, dos
lar­gos y dos cortos, y empezamos a prepa­
rar el soporte.
Trabajamos la madera al borde del foso
para poder serruchar hacia abajo sin peli­
gro de tocar el suelo y mellar el serrucho.
El pibe sostenía fuerte el tirante y me mi­
raba de reojo.
Al rato pareció animarse y me dijo,
muy serio: —¿Señor, me deja agarrar la
honda?
—Yo no tengo nada que ver. Si fuera
por mí estaríamos durmiendo la siesta.
Preguntale al patrón, si él te la da —le
contesté.
Siguió ayudando, serio y concentrado.
Daba risa con su cara de preocupación.
Parecía el jefe de la barra y de vez en
cuando miraba a los otros, como para
tran­quilizarlos.
Seguimos trabajando bajo el sol. Arma­
mos el sopor­te y nos pusimos a clavar las
chapas. Cada tanto levan­taba la cabeza y
me miraba sin hablar, serio, con la frente
brillante de sudor. Me molestaba ese mo­
do que tenía de mirarme, como si yo tu­
viera la culpa y él me exigiera la honda
trenzada, de horqueta de palo, que veía­
mos abajo, en el antiguo foso de engrase.
Por fin le dije:
—Cuando tire el martillo bajás a bus­
carlo y agarrás la honda.
Sonrió y siguió sosteniendo el tirante
sobre el que yo martillaba cansado.
El martillo golpeó contra el piso con un
ruido sordo.
—Ché pibe, bajá a buscar el martillo —
le grité.
Bajó corriendo la escalera manchada
por el sol. Des­de arriba parecía muy fuer­
te. Se le veían los hombros y la cabeza
despeinada.
Me pareció que el patrón había dejado
de trabajar.
El chico se agachó buscando la honda.
Esperé que se la guardara, apurado, en­
tre la camisa y el pecho; entonces me dí
vuelta y le grité a mi patrón:
—Patrón, el chico se escondió la honda
en la camisa.
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LETRAS CCS / CIUDAD CCS / DOMINGO 08 DE ENERO DE 2017
Federico Álvarez
Memoria, olvido
Leo al azar, al hojear un libro, la cita de unos versos de Alí Chumacero.
Y ya encaminado voy inevitablemente al anaquel de la poesía a seguir
leyéndole en Páramo de sueños. Palabras en reposo. Leo los dos libros
completos. No encuentro su otro libro Imágenes desterradas. Descubro de
nuevo algo que ya sabía: de vez en cuando hay que leer a los poetas de
un tirón un centenar de poemas con ese placer que es como el de la música, incomparable. Es un milagro ese ritmo cadencioso, a veces de pie
griego, de los versos de Alí, tan llenos de sentido, de melancolía, de sensibilidad hacia el dolor asumido. de hondura pensada en la tristeza ajena. Leer sintiendo, entrando al nivel apenas oculto en donde resplandece lo que se dice. Es posible pensar en Alí como en Rulfo: pocos libros:
permanencia inconmovible. Pero vuelvo al volumen en el que por azar,
encontré los versos de Alí que me hicieron ir a sus otros libros. Ellos recuerdan «la crueldad del amor, del tiempo y del olvido» Y refiriéndolo al
exilio, reúno ese olvido, el de Cernuda, el de Emilio Prados, con la memoria huidiza del que se hace en el exilio o del que puede permanecer
—sin saber su privilegio— en la casa primera.
Todos guardamos los recuerdos: fotos antiguas, cartas ajadas, juguetes infantiles. Y memoria cuidada, apuntalada, protegida contra... el olvido. «Crueldad del olvido», sí, como la del amor y ¡ay! del tiempo. ¿Qué
son los diarios íntimos, las memorias, las novelas autobiográficas, los
poemas nostálgicos, publicados o no? Reservas contra el olvido. También Heidegger habló de «los usos del olvido»: matar la memoria. Pero
en esa sutileza de la palabra «uso», de la que viene también útil (herramienta), usura (disfrute), y lo contrario de inusitado (usitado, común), el
olvido puede hacerse disfrute y herramienta ignorados. También la memoria es cruel. Leer un poema, escuchar una pieza de música, contemplar un paisaje, ¿no es de hecho olvidar nuestras máscaras y nuestros sapos cotidianos? ¿Quién dijo: «el arte se ha hecho para soportar la vida»?
En definitiva, para olvidar. Cuántos pequeños sucesos de nuestra vida,
cuántos biografemas, como se empieza a decir ahora, quisiéramos ver
borrados de la memoria. El que pide perdón a la hora de morir, ¿de qué
pide perdón? De lo que no ha olvidado, de lo que no ha logrado olvidar.
Crueldad, sí, pero también virtud del olvido. ¿Qué significa «entregar el
olvido», «escribir en el hielo»? La memoria tiene ciertamente la virtud
de guardar los saberes, y ahí reside el fastidio de perderla. Pero en el terreno del alma, de eso que llamamos alma, todos los recuerdos, hasta
los más felices, tienen un halo de melancolía. Recordar es, en la mayoría de los casos, pensar con una media sonrisa de pesar o de añoranza.
La saudade galaico-portuguesa es esa nostalgia que está tras el verso de
Alí Chumacero.
Director Freddy Ñáñez Coordinadora Karibay Velásquez. Letras CCS es el suplemento literario del diario Ciudad CCS y se distribuye de forma gratuita | correo-e: [email protected] | Twitter:
@LetrasCcs
La Librería Mediática
Marialcira Matute
Oros de mentira, oros de verdad
Es noticia en Montevideo que L., pretendida autora argentina que escribe unos horóscopos o algo así desde hace 30 años para los incautos que compran esos «libros» en
Uruguay, ha ganado por segundo año consecutivo un importante galardón por ser sus «creaciones» las más vendidas. Es que también circula en Uruguay la banalidad disfrazada de libro «más vendido», como este que refiero, o
los libros de D., autor nacional que, siempre aprovechando el narrar acerca de una personalidad o un hecho resultante de la historia uruguaya, publica anualmente un libro de los que se hacen «para leer en verano». Por fortuna, el mundo editorial uruguayo es más extenso que esa
nota pequeña, en él hallamos escritores de veras, como
Horacio Cavallo, por nombrar a uno que he leído y respeto y pertenece a generaciones literarias más recientes:
http://www.aplu.org.uy/wp-content/uploads/2010/04/
Sic-13-Diciembre-2015.pdf
Hay esperanza literaria para este Uruguay que produjo
gente como Delmira, Ibarborou, Sommers, Sylvia Lago,
Vilariño, Onetti, Levrero, Galeano, Benedetti...
Además, existen numerosos espacios dedicados especialmente al libro y a la lectura en estaciones de radio públicas y privadas, y el libro es tema transversal en muchos programas de radio y Tv, aunque no he visto un programa televisivo completo sobre libros. Vale decir que el
libro es parte de la cotidianidad del montevideano. Buenas librerías con mejores libreros abundan en la ciudad.
No sólo en la calle Tristán Narvaja donde se suceden una
tras otra, o en Ciudad Vieja. Destacan librerías que no
pertenecen a cadenas sino están allí con una presencia
legendaria como América Latina, con libreros como
Mathias Bengoa que nos ha regalado, de Editorial Eneida
de España, dos títulos impecablemente editados: La vida
privada, de Henry James y El mandarín, de Eça de Queirós.
La particularmente hermosa, en un cubo de vidrio transparente: Purpúrea, en la Plaza del Entevero, con un librero-escritor como Horacio Cavallo. O Escaramuza, en Pablo de María, con una fachada fuera de serie. Una agradable sorpresa nos recibió acá: el casero del pequeño apartamento que alquilamos en Montevideo es lector, en el
apartamento hay una nutrida biblioteca, y al conversar
con nosotros nos recita poemas y nos habla de libros. De
hecho Andrea Estevan, su hija, es una poeta reconocida.
Hay libros por todos lados en esta ciudad de palabras.
Entrevistamos a Marcelo Abdala del PITCNT, es lector y
nos ha obsequiado el cómic Marcha Obrera, de Eduardo y
Alejo Curuchet, hecho para acercar a los jóvenes a la historia del 1ro. de mayo. Fabián Cardozo nos entrevistó para Radio Uruguay y lo entrevistamos nosotros, es parte
del stand de prensa de TNU Televisora Nacional del Uruguay y ha publicado con Editorial Fin de Siglo un grato y
bien escrito libro biográfico de un gran músico de murgas, carnaval, tango y rock. Un agradable recorrido vital
sobre la «Vida y música de Edu Pitufo Lombardo» que se
titula como una de sus composiciones más conocidas:
Bien de al lado. Esto me motiva a proponerle al CENDIS hacer algo quizás menos ambicioso pero significativo: una
serie de cuadernillos que abunden el catálogo de sus artistas con biografías ampliadas de unas 25 páginas cada
una, con fotos, en un reportaje-recorrido vital.Recién
empezamos el trabajo en esta rara «vacación» pero vamos cumpliendo la agenda, buscamos los libros de encargo y los que queremos para nosotros —encontramos los
de Cartarescu, faltan otros— leemos, nos llenamos de
Sur. Aún nos falta entrevistar al Cuarteto del Amor, José
Almeida, Trilce Lopez, Jaime Clara, Horacio Cavallo... quizás al vicepresidente Sendic y seguro haremos una columna quincenal más para enviar a Letras antes de regresar a Caracas.
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