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lEAN STAROBINSKI,
teLA RELACION CRÍTICA"
J ean Starobinski
(1920), teórico de la literatura nacido en Suiza, formó
parte de la segunda generación de la escuela critica de Ginebra fundada por
Marcel Raymond y Albert Béguin. Esta agrupación es reconocida, entre otros
aspectos, por haber incorporado la búsqueda de relaciones históricas en los estudios literarios, contrastando con aquellos trabajos de raíz fenomenológica
que fijaban tanto la conciencia del autor como la del lector a las estructuras
profundas de la obra. El ensayo aquí presentado, primero del libro con el
mismo titulo, ofrece una amplia reflexión acerca del trabajo crítico desde
el polo lector-obra en términos de una relación abierta y dinámica.
Starobinski aclara cómo, una vez sobrepasados los valores meramente
interpretativos, todo método crítico oscila entre la codificación de herramientas que ofrece la teoría literaria y la autorreflexión del propio método.
Con estas dos operaciones, la relación critica que se establece con el texto
puede ser considerada un tipo de saber. A partir de ello y por medio de
asociaciones paradójicas entre teoría y metodología explica, en primer
lugar, que toda reflexión teórica es resultado de una investigación aplicada
o práctica y no necesariamente anterior a ella; por otro lado, afirma que la
critica literaria requiere principios reguladores aunque pueden no estar de
antemano especificados, y que si bien el método se oculta en la investigación,
puede hacerse evidente hasta el final.
Una de las nociones más importantes del método propuesto por Starobinski es la de "trayecto crítico", entendido como el recorrido que se hace
por medio de planos sucesivos y cambiantes, desde la recepción inicial de la
obra hasta una comprensión 10 más global posible de ella; sin olvidar que el
trayecto puede desarrollar paralelamente una autorreflexión. Es por medio
del recorrido que se construye la relación crítica con el texto literario y
surge la figura del sujeto-crítico, quien tiene que distanciarse de la obra en
sí y de sus efectos iniciales para, entonces, establecer la relación dinámica.
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LA RELACIÓN CRlTICA
El dinamismo se entiende como la nueva relación que puede surgir en cada
uno de los planos de aproximación, de acuerdo con el punto de vista y las
herramientas de cada crítico.
De igual modo, el distanciamiento también se construye por medio de
planos sucesivos. Este proceso de alejamiento da inicio con la transposición
de la figura del autor para que surja el lenguaje en estado autónomo y, así,
son las palabras de la obra literaria las que provocan un efecto de lectura.
Posteriormente tal efecto debe colocarse entre paréntesis para que haya
una respuesta reflexiva y el sujeto-crítico pueda introducirse en el complejo
sistema de la obra para buscar los signos objetivos que provocaron dicha respuesta. Lo anterior da como resultado la disolución de las supuestas facetas
objetivas y subjetivas de la obra y se habla más bien de la interdependencia
de efectos y estructuras. La obra es concebida entonces como una red de
significaciones orgánicas, un sistema complejo y variable en todo momento
del trayecto. Al final la relación critica construye un discurso comprensivo que
se convierte en obra, por 10 que puede correr la misma suerte que ella.
En el contexto de la antología, este ensayo ofrece interesantes vínculos
con Roland Barthes, puesto que asumida la autonomia del lenguaje, se puede
preguntar al texto y no al autor ¿quién habla? Por otro lado, se opone al
estructuralismo y a todo método considerado unívoco, representado aquí
por Hamburger, puesto que, de acuerdo con Starobinski, nunca hay, ni en
las obras ni en las sociedades de que nacen, un lagos único y estable, como sí
hay un lenguaje considerado siempre un medio discontinuo. Con respecto a
Jauss e Isser, presenta una variante teórica del efecto estético y la constitución
del sujeto-lector como sujeto-crítico.
Gabriel Maya
LA RELACION CRíTICA
lEAN STAROBINSKI
La reciente discusión sobre la crítica ha tenido el mérito de obligar a una
formulación clara de ciertas posiciones teóricas. Nadie puede lamentarse de
ver cómo se precisan los puntos de vista, aun a costa de algunos destellos
polémicos, Toda toma de posición explícita arroja algo de luz, no siempre
. sobre los problemas fundamentales, pero- sí al menos sobre los puntos litigiosos que, pese a la moda o por su causa, hacen ostensibles los conflictos e
interrogantes del momento.
Teoría y método: dos términos que no se superponen, y que con excesiva
frecuencia se consideran intercambiables. Fijándose un poco es fácil darse
cuenta de que la acepción de cada uno de ellos dista mucho de ser perfectamente unívoca. La teoría, en cierto sentido, es una hipótesis anticipada
sobre la naturaleza y las relaciones internas del objeto explorado: en este
sentido se ha podido afirmar certeramente que en las ciencias físicas la teoría
precede necesariamente
a la invención. Pero la palabra teoría designa, en
otro sentido más ceñido a la etimología, la contemplación comprensiva de
un conjunto previamente explorado, la visión general de un sistema regido
por un orden sensato. En el campo literario sucede que la consideración
"teórica" de la producción del pasado se ve grandemente influida por el
proyecto, también "teórico", de nuestra obra futura. Desciframos el pasado
de tal manera que nos lleve necesariamente
a un futuro prefigurado por
imperio de nuestra voluntad; deseando prolongar y sobrepasar nuestros
antecedentes,les
atríbuimosuna
orientación conforme a nuestros deseos y,
a veces, a nuestras ilusiones. La historia recibe de nosotros el sentido al que
pretendemos sometemos. Por 10 que se refiere al método crítico, a veces, sé
aplica a codificar escrupulosamente
algunos medíos técnicos, y en otras ocasiones, con un sentido más amplio, se manifiesta como una reflexión sobre
los fines que ha de proponerse, sin pronunciamientos
dogmáticos sobre la
elección de los medios.
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LA RELACIÓN CRíTICA
JEAN STAROBINSKI
De cualquier manera, me parece que el actual debate llega relativamente
tarde. Si existe una "nueva crítica", no se ha presentado por medio de un
programa; ha comenzado por dedicarse a comprender y explicar las obras
literarias a su manera. Después se le ha pedido que rindiera cuentas. Las declaraciones de principios y las reflexiones metodológicas han sido enunciadas, tanto a favor como en contra, en un tono o apologético o acusatorio. Y
ello ha podido ser causa de alguna distorsión. Los planteamientos teóricos,
lejos de ser una premisa indispensable, han aparecido requeridos por circunstancias accidentales (en las que no seria erróneo discernir una oculta
necesidad) para explicitar y "ternatízar" las reglas tácitamente respetadas
por la crítica aplicada. Aun constituyendo una legitimación a posteriori, el
enunciado de los principios tiene también, sín ningún género de dudas, un
valor de íncitación. En el domínio que nos ocupa, la teorización del método
resulta ser consecuencia y como sombra proyectada por un largo trabajo
práctico, y por 10 mismo, condición necesaria para un nuevo paso adelante
de la investigación aplicada. Una estrecha relación enlaza la reflexión metodológica y la investigación viva,' apoyándose una sobre la otra, viéndose
modificada por ella.
Estas observaciones están destinadas a situar la reflexión metodológica
en la critica literaria. Para que ésta sea eficaz, no es en absoluto índispensab1e
conferir a los enunciados metodológicos autoridad prejudicial, ni carácter
de antecedentes de derecho; una función marginal es también adecuada. La
reflexión metodológica acompaña al trabajo critico, 10 ilumina oblicuamente,
se enriquece gracias a él y 10 rectifica a medida que progresa, a la vista de
los textos estudiados y de los resultados conseguidos. No llega a hacerse
realmente explícita sino como epílogo, aun cuando pueda usurpar el lugar
de preámbulo por artificio del planteamiento, o razones pedagógicas.
Ciertamente, no podriamos limitamos al caso particular de una obra o de
un autor, para quienes es muy necesario que la palabra critica se discipline
y precise, hasta llegar a ofrecer, según las circunstancias, el complemento
reflexivo más adecuado. No se puede reducir el método a un tanteo íntuitivo, variable en cada ocasión, y orientado únicamente por la adivínación;
no será suficiente aportar a cada obra la específica respuesta que parece
esperar. Seria restringir la crítica a la función de hecho sensible, de reflejo
intelectualizado, dócil a la particular seducción de cada lectura. La crítica,
olvidándose de la unidad final hacia la que debe encaminarse, se entregaría
de esta manera a las infinitas sugestiones de la multiplicidad
de formas
que encuentra en su camíno. No haría sino levantar acta de la diversidad
de las obras --consideradas
como otros tantos mundos sucesivamente visitadosen lugar de elaborar la visión unitaria en donde esta diversidad se
ofrezca a la comprensión en cuanto diversidad. Toda buena crítica tiene su
parte de elocuencia,2 de instinto, de improvisación, sus golpes de suerte
y sus estados de gracia. Pero no puede fiarse de ellos. Necesita príncipios
reguladores más sólidos, que la guien sin constreñirla, y la remitan a su objeto. Estos principios rectores, aun cuando no vengan fijados en un código
preexistente, no son menos necesarios: previenen la desviación aberrante,
garantizan el punto de partida textual, obligan a coordínar cada paso con el
paso precedente y con la multitud de pasos futuros. El método se oculta en
el estilo de la investigaciórr' crítica, y sólo se vuelve perfectamente una vez
finalízado el trayecto. La paradoja aparente es que no se puede formular
conceptualmente
el método síno cuando ha cumplido su cometido y, por
tanto, es ya prácticamente inútil. La crítica accede a la plena conciencia de
su método volviéndose hacia los rastros de su recorrido. Entiendo aquí por
método tanto la reflexión sobre los fines de la crítica como la codificación
de sus medios.
Por supuesto, si la crítica es un saber (ahora que la interpretación comprensiva ha desterrado casi por completo los juicios de valor), tiene que
tender, a través del saber particular, a la generalízación de sus hallazgos: al
mismo tiempo, tiene que llegar a comprenderse a sí misma, o mejor aún,
a específicarse en función de los fines que le son propios. Cada una de las
tareas particulares a que se aplica son transición hacia un conocimiento a
un tiempo más diferenciado y más integrante del universo de la palabra
literaria: se encamína hacia una teoría (en sentido de theoria, contemplación
comprensiva) de la literatura. Sin embargo, esta generalización del saber critico permanece en perpetuo devenir: la crítica saca provecho al considerarse
ínacabada, aun al volver sobre sus propios pasos, reiniciando su esfuerzo, de
manera que toda lectura sea una lectura no prevista, un simple encuentro,
sobre el que nínguna premeditación sistemática, nínguna premisa doctrinal,
puedan proyectar sombra de antemano.
De una recepción ingenua a una comprensión global; de una lectura sín
prevenciones, regida por las leyes íntemas de la obra, a una reflexión autónoma frente a la obra y a la historia en que se inserta; no hay noción a la
1
En francés: "sur le víf": se propone: "sobre lo vivo". (N. de los eds.)
2 En francés: "verve" (elocuencia). El traductor confunde este término con "verbe" (verbo).
Optamos por el término original. (N. de los eds.)
3 En francés: "démarche": se propone: "conducta", "gesto", "comportamiento".
(N. de
los eds.)
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LA RELACIÓN CRíTICA
JEAN STAROBINSKI
que yo me adhiera más ardientemente''
que a la de trayecto crítico -trayecto que no tiene por qué insertarse necesariamente en la propia obra crítica,
y que puede desarrollarse en el trabajo preparatorio de que la obra crítica es
resultado. Este trayecto se efectúa a través de una serie de planos sucesivos,
a veces discontinuos, y en diferentes niveles de realidad. Bien entendido que
incluyo en la noción de trayecto crítico la de "círculo hermenéutíco", en el
que yo no veo sino un caso particular -y particularmente
acertadode
trayecto crítico.
No seria posible aquí preconizar un método, si hubiera que identificar
el método con el desarrollo casi automático de un mecanismo montado de
antemano. Todo método estabiliza un plano, al que se aplica adecuadamente;
todo método predetermina coordenadas y presupone relaciones de homogeneidad y de congruencia entre los elementos confrontados. Para cada plano
particular existe un método preferible, tanto más riguroso cuanto prevé
menos variables asociadas: aquí la precisión está en función dírecta con la
restricción- del campo. Sea cual sea la importancia que podamos atribuir a
algunas técnicas, es obligado constatar que ningún método riguroso regula el
paso de un plano a otro, es decír, de la competencia de una técnica a la competencia de otra. Sin embargo, esta transición subordinada a las exigencias
de comprensión y totalidad es el motor decisivo del trayecto critico. Por
ejemplo, hay que considerar indispensable la vigilancia filológica que procura una determinación escrupulosa del texto, así como la definición precisa
de los vocablos en su contexto histórico: condiciones sin las que cualquier
interpretación,
por ingeniosa que sea, quedaria literalmente sin base. Los
métodos que sirven para fijar un texto y la semántica de su vocabulario, sólo
nos proporcionan una información primera, destinada a verse sometida a una
segunda elaboración de carácter interpretativo, de acuerdo con un método
diferentemente
orientado.
Es decir, en este recorrido se modifica la relación con la obra. El hecho
fundamental, sobre el que me gustaria insistir, es que el progreso de la investigación no se vincula únicamente con el descubrimiento
de elementos
objetivos situados dentro del mismo plano; no sólo está constituido por el
inventario escrupuloso de las partes de la obra y el análisis de sus correlaciones'' estéticas; es preciso que intervenga, por añadidura, una variación de
la relación establecida entre la crítica y la obra -y gracias a esta variación
la obra despliega aspectos distintos, y gracias también a ella, la conciencia
crítica se adueña de sí misma y pasa de la heteronornía a la autonomía. Quien
dice variación dice flexibilidad. En cada uno de los estados momentáneos de
relación con la obra, la conciencia del carácter limitado de tal estado sugiere
la necesidad de instauración de una nueva relación, a partir de la cual se hace posible una descripción diferente. Pero una relación variable y flexible
no es, sin embargo, una relación inestable o fugaz: 7 todo se orienta poco a
poco hacia la totalización del saber y hacia la ampliación del espectáculo
inteligible. Y si, en subyugación de una recepción ingenua, en la empatia de
la primera audiencia, yo coincido muy ceñidamente con la ley de la obra, la
conciencia que alcanzo de esta ley, a través de su estudio objetivo, me pone
en condiciones de contemplada desde fuera y comparada con otras obras y
otras leyes, formando sobre la obra en cuestión un discurso que ya no será la
simple explicitación del discurso inmanente de la obra. ¿Es un alejamiento
de la obra? Por supuesto que sí, porque dejo de ser un lector dócil, y mi
trayecto ya no se rige por el de la obra; me separo y me aparto para seguir
mi propio recorrido. Sin embargo, este recorrido continúa siendo relativo
respecto a la obra con la que hace un momento coincidia; y la distancia que
yo he conquistado resulta ser la condición necesaria para que haya no sólo
aquiescencia respecto de la obra literaria, sino también encuentro con ella:
la obra critica completa presupone siempre el recuerdo de la docilidad primera, pero lejos de adoptar la dirección de la obra literaria analizada, toma
su propio camino para llegar a cruzarla en un punto decisivo. La intersección
de las trayectorias arroja una gran claridad.
Si la reflexión critica se inserta en un trayecto, la obra literaria también se
manifiesta como una trayectoria; es decir, un sistema de relaciones variables,
establecidas por mediación del lenguaje, entre una conciencia singular y el
mundo. Ya la obra es para el lector ingenuo, discurso, hilo narrativo, o fiujo
poético, se desarrolla, según su tendencia y ritmo propio, entre un principio
y un fin. Un acontecimiento se consuma en una serie consecutiva de frases
encadenadas. Pero este acontecimiento
permanece recluido en el mundo
de las palabras: su modo de acción específico, su manera propia de actuar,
se somete al desvío de la "desaparición elocutoria" de los actos y las pasiones. La paradoja fundamental de la literatura es la de ser una fiesta (o una
profanación) del lenguaje -es decír, una relación avivadapor medio de
la transposición "elocutoria", que supone la emergencia, libre y autónoma,
del elemento del lenguaje puro, y en consecuencia, una relación suspendida.
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6
El adverbio "ardíenternente" no aparece en el original. (N. de los eds.)
En francés: "étroitesse"; se propone: "estrechez". (N. de los eds.)
En francés: "correspondances"; se propone: "correspondencias". (N. de los eds.)
7
En francés: "papíllotante"; se propone: "parpadeante". (N. de los eds.)
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LA RELACION
CRlTICA
Cuando la palabra o la frase se aíslan en su propia sustancia, en vez de requerimos como 10 hace un mensaje directo, vemos cómo se interrumpe la
preocupación por nuestros intereses inmediatos, para instaurar un interés de
orden diferente, ligado al gasto imaginario. Así, se configura en la ausencia
un territorio más remoto que los más alejados, dotado sin embargo del poder de sumarse a 10 real para provocamos más intensamente que cualquier
acontecimiento del mundo.
E11enguaje de la obra realiza un trabajo en mí. Tengo la certidumbre
inmediata; mi emoción, mis sensaciones interiores acusan fielmente el perfil
actual de la obra. Toda descripción ulterior debe tener bien presente este
hecho primero para aportar1e, si es posible, una claridad suplementaria.
Ciertamente, la obra goza de una consistencia material independiente; tiene una duración propia; existe sin mí. Pero, como 10 ha señalado muy bien
Georges Poulet, necesita una conciencia para consumarse, me reclama para
manifestarse, está predestinada a una conciencia receptora en la cual poder
realizarse. La obra, antes de la lectura que hago de ella, es algo inerte; sin
embargo, puedo recurrir a los múltiples signos objetivos de los que este algo
está compuesto, porque sé que en ellos voy a encontrar las garantías materiales de 10 que fue mi sensación y mi emoción en el instante de la lectura.
Por tanto, nada impide que, deseoso de comprender las condiciones en que
mi sentimíento fue despertado, me interese por las estructuras objetivas
que 10 determinaron. Para ello, no hará falta que reniegue de mi emoción,
pero sí que la ponga entre paréntesis, y trate decididamente como objetos
ese sistema de signos a cuya magia evocadora me sometí hasta el momento
sin resistencia y sin respuesta reflexiva. Esos signos me han seducido y son
portadores del sentido que se ha realizado en mí: lejos de rechazar la seducción, lejos de olvidar la primera revelación del sentido, intento comprenderlos
y "tematízarlos" por medio de mi propio pensamiento, y no puedo hacerlo
con cierta posibilidad de éxito, sino a condición de ligar estrechamente
el
sentido a su sustrato verbal y la seducción a su base formal.
Entra aquí en juego el estudio "inmanente" de los rasgos objetivos del
texto: composición, estilo, imágenes, valores semánticos. Me introduciré en
el complejo sistema de las relaciones internas; descifraré, con la mayor exactitud posible, su orden y ley; pondré en evidencia la interdependencia
de
afectos y estructuras. Examinando la cara objetiva de la obra descubriré que
no hay detalle indiferente, ni componente menor y parcial, que no contribuya
a la constitución del sentido. Quedarán al descubierto correlaciones significativas, no sólo entre valores del mismo nivel (elementos de estilo, composición
o sonoridad), sino entre valores de nivel diferente (rasgos de composición que
resultan inesperadamente confirmados por la contribución de datos de estilo;
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y éstos, especialmente en poesía, reciben un enriquecimiento
evidente del
sustrato fónico): el conjunto de estas correlaciones concomitantes -a las
que se puede definir como estructura de la obra- constituírá un sistema (o
un "organismo") hasta tal punto cargado de sentido, que sería ocioso continuar distinguiendo en la obra una cara "objetiva" y una cara "subjetiva". La
forma no es el ropaje exterior del "fondo", no es una apariencia seductora
tras la que se disimule una realidad más preciosa. Porque la realidad del
pensamiento consiste en ser visíble.f la escritura no es la dudosa interpretación? de la experiencia interior, es la experiencia misma. De esta manera,
la aproximación "estructural" nos ayuda a superar una antinomia estéril;
nos hace percibir el sentido en su encarnación y el material "objetivo" en su
valor "espiritual"; nos prohíbe abandonar la obra realizada para buscar tras
ella la experiencia psicológica (el Erlebnis previo). Así es como al dualismo
tradicional, que diferencia pensamiento y expresión, sucede hoy, en la corriente estructuralista, un monismo de la escritura. La obra aparece como un
sistema original de relaciones recíprocas, un sistema definido por su "forma",
un sistema aparentemente
cerrado a todo aquello que no contiene, pero
que permite percibir, a partir de un cierto grado de complejidad, un infinito
combinatorio engendrado por el juego de las correlaciones, presentido como
un vértigo para el lector, y manifiesto en las variaciones sucesivas (también
virtualmente infinitas) del punto de vista crítico. Sin abandonar el análisis inmanente de la obra, la tarea crítica se nos presenta como una totalización inacabable de datoslO parciales, cuya suma, lejos de ser incoherente,
debe integrarse de modo que haga evidente la unidad estructural que rige
el juego de las relaciones internas entre elementos y partes constituyentes.
Ello supone considerar la obra como un mundo regido por su propia legalidad. Pero sería imposible desconocer por mucho tiempo que la obra es
un mundo dentro de un mundo más amplio, y que impone su presencia no
sólo al costado de otras obras literarias, sino también al lado de otras realidades y de otras instituciones que no son, precisamente, de esencia literaria.
Aun cuando yo renuncie a buscar la ley de la obra fuera de la misma (en
sus "fuentes" psicológicas, en sus antecedentes culturales, etcétera), me es
imposible ignorar aquello que en la obra, explicita o implícitamente,
positiva o negativamente, se relaciona con el universo exterior a ella. ¿De qué
8 En francés: "apparaissante"; se propone: "visible". Sin embargo, no hay un término
correspondiente en español. (N. de los eds.)
9 En francés: "truchement"; se propone: "mediación". (N. de los eds.]
10 En francés: "releves"; se propone: "inventaries, catálogos". (N. de los eds.)
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LA RELACION CRITICA
orden es esta relación? Es posible que la obra, mundo dentro de un mundo, se me presente como la expresión microcósmica del universo en que
su nacimiento se produjo. De forma que las relaciones que distinguí en el
interior de la obra se repiten fielmente fuera de la misma, en un mundo
expandido del que ella es ya sólo un elemento. Cabría entonces la convicción de que la ley interior de la obra me ha proporcionado
una sintesis
simbólica de la ley colectiva del momento y del medio cultural en cuyo
seno se produjo. Habiendo anastomoseado la obra y su contexto, veremos
generalizarse la red de significaciones orgánicas activas en ella, de tal modo
que el desciframiento de la obra nos remitirá a un "estilo de la época", y
viceversa. El estrueturalismo contemporáneo, en algunas de sus más radicales
manifestaciones, tiende a admitir esta posibilidad -tratando
así de disolver
la obra en la cultura y en la sociedad, no para discernir en el fondo de ella
un determinismo particular, sino para tratar de poner en evidencia un logos
común a todas las manifestaciones sincrónicas de una cultura y una sociedad determinadas. Vemos así, diríamos con Sartre, cómo se desarrolla un
positivismo (y casi un "taínismo") sin causalídad, dedicado a sustituir la
relación causal por el rigor descriptivopersiguiendo la descripción desde
ese momento tan pronto el apoyo de una codificación formalizada, como
la ayuda de la fenomenología.
Tal método merece un éxito completo siempre que se ocupe de culturas estables, casi inmóviles, donde la totalidad de los elementos mantienen
entre sí relaciones funcionales de idéntica naturaleza, contribuyendo a fijar
y perpetuar el equilibrio cultural establecido. Es decir, un estructuralismo
radical sólo sería plenamente adecuado para una literatura que fuera un
juego ordenado dentro de una sociedad ordenada: no parece, sin duda,
muy sorprendente que los resultados más satisfactorios del estructuralismo
sean los conseguidos en el análisis de los mitos primitivos o de los cuentos
populares. El estrueturalismo radical (me refiero al que "contextualiza" las
obras y la sociedad) es insuficiente desde que aparece un elemento perturbador. Ciertamente, para apreciar una perturbación
hay que conocer
la naturaleza del equilibrio así quebrantado, y el estructuralismo
puede
proporcionar inestimables servicios al establecer el diagrama de un orden
que no ha sabido prevalerse contra el cambio. Desde el momento en que
la filosofía se arroga el derecho de cuestionar (sin ni siquiera contestar) el
fundamento 11 de las instituciones y de las tradiciones, desde el momento en
que la palabra poética, dejando de limitarse sólo al juego ordenado, deja de
II
En francés: "bíen-fondé"; se propone: "pertinencia, procedencia". (N. de los eds.)
161
ser el exorcismo de la transgresión para pasar a ser ella misma transgresiva
-se introduce en la cultura una dimensión de historia, de la que el estructuralismo generalizado puede difícilmente rendir cuentas. La vieja crítica
normativa -definiendo
los genera dicendi, los géneros poéticos, las figuras,
los metrosse esfuerza en contener la literatura bajo el dominio de la regla:
pero la ley, como afirma el apóstol Pablo, presupone el pecado; la regla, la
posibilidad de la infracción.
*
Cuando se trate de obras modernas hay pues que limitar las ambiciones de
un estructuralismo cultural global; hay que relativizar la aproximación estructural. Es útil y necesario estudiar las obras como sistemas significantes, como
todos compuestos de partes concertantes; pero las obras y las sociedades no
pertenecen a la textura homogénea de un mismo logos; el lenguaje de una
obra literaria y el lenguaje de la cultura circundante no son consustanciales,
ni pueden ser anastomoseados de punta a cabo, para dar lugar a un sistema
unitario y coherente de significaciones. No es necesario recordar que la
mayoría de las grandes obras modernas no manifiestan su relación con el
mundo más que como rechazo, oposición y contestación. Precisamente, es
tarea de la crítica "inmanente" descubrir en el interior de los textos, tanto en
su "estilo" como en sus "tesis" explícitas, los índices variables de escándalo,
de oposición, de escarnio, de indiferencia, en suma, todo aquello que, en el
mundo contemporáneo, da a la obra con genio su valor de monstruosidad o de
excepción sobre el fondo de la cultura en que se inserta. Desde ese momento
advertimos una singular poliualencia: los elementos que --en sus relaciones
recíprocascontribuyen a la coherencia orgánica de la obra son los mismos
que, bajo otro ángulo, mantienen una relación diferencial y polémica con
la literatura antecedente o con la sociedad circundante. No hacemos sino
recordar certezas muy elementales: Rojo y Negro, por ejemplo, es al mismo
tiempo una obra de arte regida por correspondencias
formales internas, y
una critica de la sociedad francesa de la Restauración. Los elementos que
concuerdan en el interior de una obra son también vehículo de un desacuerdo.
Es importante que sepamos leer a un tiempo las concordancias íntimas de la
obra, y, en la conjunciónl- más amplia de la obra y de su "fondo", sepamos
reconocer el alcance del desacuerdo manifestado por el escritor. Para nosotros,
que la confrontamos con aquello que la circunda, la obra es una concordia
12
En francés: "conjuncture": se propone: "coyuntura, ocasión". (N. de los eds.)
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LA RELACION
CR1TICA
discors, una compatibilidad de incompatibles, que duplica la positividad de
lasrelaciones que constituyen su forma material con una negatividad que estimula su impulso ilimitado.
Las estructuras "inmanentes" de la obra se ven duplicadas por una red de
relaciones que hacen aparecer a la obra sobre el fondo de un exterior al que
trasciende y por el que es trascendida. Las tensiones internas de que vive el
objeto literario cuentan entre sus componentes con fuerzas "desestructurantes", cuya comprensión sólo es posible al precio de una confrontación
de la obra con su origen, sus efectos remotos y su medio circundante. En su
caso, los indices principales no llegan del exterior y es en las mismas obras
donde se encuentran a condición de saberlos leer en ellas.
El escritor en su obra se niega, se sobrepasa y se transforma, de igual
modo que desmiente el fundamento''' de la realidad circundante en nombre
de las prescripciones del deseo, de la esperanza y de la cólera. Comprender
. una obra en sus relaciones intrínsecas conlleva pues interrogar a sus relaciones diferenciales con los adyacentes inmediatos: un hombre, al llegar
a ser autor de esta obra, se ha hecho otro del que era antes; y este libro,
introduciéndose en el mundo obliga a sus lectores a modificar la conciencia
que tenian de sí mismos y de su mundo. Vemos cómo se introduce aquí la
dimensión "existencial", la dimensión psicológica y sociológica, de las que
habíamos hecho abstracción al interrogar las relaciones internas de la obra.
Volvemos ahora a ellas, porque esas relaciones nos remiten, y si renunciamos a buscar en la sociología y en la psicología las condiciones suficientes de
las obras, podemos sin embargo reconocer en ellas las condiciones necesarias
de su génesis y efectos. La estructura estructurada de la obra nos remite a
un sujeto estructurante, de igual forma que nos remite a un mundo cultural
al que ella se incorpora, aportando casi siempre íntranquilidad'" y desafío.
Vemos de golpe reintroducidos los problemas habitualmente considerados
en la historia literaria. Vemos reaparecer el valor de acontecimiento de la obra,
acontecimiento procedente de una conciencia que encuentra su cumplimiento en otras conciencias, por medio de la publicación y la lectura ... Por tanto
hay un acceso a la obra (que se inscribe en la obra misma, con más o menos nitidez), como hay también un acceso de la obra al mundo. Como yo sé
muy bien que no podré nunca acceder al autor anterior en su obra, tengo
el derecho y el deber de cuestionar al autor en su obra preguntando: ¿quién
habla? y tengo que preguntarme inmediatamente hacia qué destinatario
13
14
VId. nota x.
En francés: "trouble"; se propone: "problema". (N. de los eds.)
JEAN STAROBINSKI
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-real, imaginario, colectivo, único, ausente- se dirige esta palabra: ¿A quién
o ante quíén se habla? ¿Ya cuánta distancia? ¿Y en contra de qué obstáculos?
¿Por qué medios? Es ahora sólo cuando se me hace perceptible el trayecto
completo de la obra, pues añado a la consideración del trayecto textual la
explicitación de un trayecto intencional implicado en el trayecto textual. El
estudio "estructural" de la forma -poniendo de relieve cómo es habladaconserva aquí su valor central, pero acepta el no considerar ya únicamente
la red de relaciones internas de la obra' como solo objeto significante: los
elementos estabilizados del libro o de la página son también el lugar de un
tránsito que los cruza. De la misma manera que la palabra se asocia con la palabra, discierno su relación con aquello que, antes del nacimiento de la obra
o después de su publicación, no es aún o no es ya palabra. Lo que limita la
competencia del estructuralismo es el hecho de que el tránsito que acabamos
de evocar no se realiza en el "médium" homogéneo y continuo del lenguaje
explicito. Aparecen puntos de discontinuidad, el más importante de los
cuales es el paso a la palabra, el recurso a la literatura y a 10imaginario. No
existe ninguna obra moderna que no lleve en sí el índice o la justificación de
su propia venida al mundo (el ejemplo más notable sería la obra de Proust,
pero los Ensayos de Montaigne son no menos significativos para el lector un
poco atento). Es preciso descifrar en la obra la naturaleza especifica de un deseo, de un poder (de un genio), que ha tratado de alcanzarse a sí mismo y
testimoniarse dando vida a la obra. Hay todavía otra discontinuidad que
pondremos de relieve cuando, con Spitzer, veamos vincularse la personalidad
de un autor a un sistema de separaciones y diferencias (sintácticas, lexícológicas, etcétera ...) en relación con e11enguaje "medio" del momento cultural
-separación que encuentra su forma superlativa en el exceso licencioso de
algunas obras limite- pero que la cultura recupera o trata de recuperar
por el lenguaje común, por el camino (especialmente) de la interpretación
critica. Vemos perfilarse aquí la cuestión de la obra como excepción (o como
monstruo), signo de un individuo que se afirma único e incomparable, gesto
de rebelión a veces irreconciliable, pero que, en cuanto recurre al lenguaje,
corre el riesgo o la suerte de perder las ventajas de su ruptura, y puede
verse reducido por una lectura comprensiva -que reabsorbe la excepción
en lo que Kierkegaard llama "lo general", es decir, en el orden de lo que es
racionalmente universalizable. Aun en su más radical extrañeza -y en razón misma de esa extrañeza-las obras escandalosas se convierten en obras
ejemplarmente escandalosas, en paradigmas.
Así se presenta de nuevo un problema al que ya aludiamos al comienzo
de este trabajo. No queríamos una crítica que se contentara con ser el eco
plural de la pluralidad de los mundos literarios. ¿Pero la generalización del
164
LA RELACIÓN
CRITICA
discurso critico acaso no presenta otro riesgo? Nosotros, al hablar de 10
que las obras suponen de quebrado y discontinuo, desplegamos el discurso
diáfano y continuo del saber. Nivelamos. La turbulenta irregularidad, el escándalo, la contradicción en las obras y entre las obras, la alteridad se hacen
temas de una palabra coherente y tranquila que anu1a en la comprensión
los desgarramientos de que rinde cuenta. El discurso critico unifica el campo de su investigación, y cuanto más persigue su propia unidad, más diferente se vuelve de la realidad múltiple y fragmentada de que se ocupa.
Maurice B1anchot insistia, hace muy poco, sobre el hecho de que entre la
cultura, que tiende a la unificación y a la universalización de un discurso
racional, y la literatura pregonera de la negación y de la incompatibilidad,
la critica toma habitualmente, y cu1pab1emente, el partido de la cultura. Así
son traicionadas las grandes obras rebeldes, y, exorcizadas por el comentario
y la glosa, convertidas en aceptables e incorporadas al patrimonio común.
y ciertamente, la tradición hegeliana de la que vivimos actualmente nos
incita a recuperar, como un momento del devenir del espíritu, los grandes
actos de ruptura que por el hecho mismo de haberse manifestado, de no
haberse sometido al silencio y a la oscuridad, no pueden esquivarse a la mirada que desea abrazar comprensivamente
la totalidad de 10 real. Pero la
comprensión critica no se propone la asimilación de 10 desigual. No sería
tal comprensión si no comprendiera la diferencia en cuanto tal diferencia, y
si no extendiera esta comprensión a sí misma ya su relación con las obras.
El discurso crítico se sabe, en esencia, diferente del discurso de las obras que
cuestiona y explicita. De idéntica forma que no constituye la prolongación o
el eco de las obras, tampoco es un sustitutivo racionalizado. Al salvaguardar
la conciencia de su diferencia -y en consecuencia de su relacióndescarta
el riesgo del monólogo, pues, prolongando la obra, hablando como la obra,
abundando en su sentido, hab1aria solo y no se remitiría sino a sí mismo; por
el contrario, sustituyendo a la obra, hablando en lugar de la obra, se cerraria
sobre su propia coherencia y se limitaría a su propia tautología; de este modo
algunas técnicas presuntamente
científicas conducen inevitablemente
a la
demostración de su buen funcionamiento
y no hacen sino repetir sus presupuestos: el instrumento que actúa sobre un solo material no descubriría
jamás otro material que ése, e invitará a creer que es el único instrumento
posible. La soledad del discurso crítico es la gran trampa de la que hay que
escapar. Excesivamente sometido a la obra, comparte su soledad; excesivamente independiente
de aquélla, recorre un camino singular y solitario,
en el que la referencia crítica no es ya sino un pretexto accidental que, en
rigor, debería ser eliminado; ido1atrando el rigor científico, se encierra a solas
lEAN STAROBINSKI
165
con los "hechos'T' correlativos al método adoptado, resbala sobre ellos y se
ensucía'" en ellos. Cada uno de estos peligros se puede definir como una
pérdida de la relación y como una pérdida de la diferencia. Paráfrasis, "poema"
autónomo o inventario escrupuloso reducen la critica a la monodia. Pero
cada uno de estos peligros deja de serlo cuando se transforma en momento
de un devenir del pensamiento: la obra debe ser escuchada, tenemos que
coincidir con ella y repetirla en nosotros; todos los hechos objetivab1es deben ser constatados rigurosamente (por medio de las "técnicas"); pero estos
hechos también tienen que ser interpretados libremente y, en este punto,
advertimos que los hechos constituyen ya, en su aparente objetividad, el
resu1tado de una primera selección interpretativa. La simpatía espontánea,
el estudio objetivo y la reflexión libre son tres momentos coordinados que
permiten a la critica aprovechar a un tiempo la certidumbre inmediata de la
lectura, la verificabilidad de la técnica "científica" y la plausibilidad racional
de la interpretación. El trayecto critico se extiende, en la medida de 10 posible, entre aceptarlo todo (por simpatia) y situarlo todo (por medio de la
comprensión). De tal manera queda asegurado que la ley interna del discurso permanezca estrechamente relativa a la ley interna de la obra analizada,
pasando de una dependencia amorosa a una independencia atenta. Nuestra
autonomía (sin la que no existe explicación posible) se fundamentará sobre
nuestra relación libremente variada frente a la invariante realidad de la obra.
Nuestra distancia subjetiva no es incompatible con un redob1amiento del
interés y la atención. Sólo con esta condición la crítica dejará de ser una
"máquina solterona": podrá formar pareja con la obra. El reconocimiento
de la diferencia es la condición de todo encuentro auténtico. Ciertamente,
la critica es sólo el príncipe consorte de la poesía, y la descendencia de
esta unión no merece la herencia del Reino. Por 10 demás, este matrimonio
corre los peligros de todos los matrimonios, y sabemos muy bien que hay
parejas neuróticas de muchos tipos: en primer lugar aquel en que el ser
presuntamente
amado no es reconocido en su verdad, en su calidad de sujeto independiente y libre: sólo es el soporte de las proyecciones del deseo
amoroso que le hacen diferente de 10 que es; o bien, por el contrario, aquel
en que el amante se anula en la fascinación y la sumisión absoluta al objeto
de su amor; aquel, finalmente, en que el amor no se apoya sobre la persona
15 En francés: "il s'imprisonne parmi les seuls faíts": se propone: "se aprisiona entre los
puros hechos". (N. de los eds.)
16 En francés: "piétine" y "englue"; se propone: "atasca" y "ernbarra". (N. de los eds.)
166
LA RELACIÓN
CR1TICA
JEAN STAROBINSKI
misma, sino sobre sus circunstancias y elementos accidentales."? sobre sus
posesiones, antepasados gloriosos, etcétera. En suma, la obra critica asocia
dos verdades personales y vive de la preservación de su integridad...
Sin
embargo, no puedo olvidar que el modo de existencia de la obra difiere
radicalmente del mío. La obra sólo es una persona si yo la hago vivir como
tal; tengo que anirnarla mediante mí lectura para conferirle la presencia y
apariencias de la personalidad. Tengo que hacerla revivir para amarla, tengo
que hacerla hablar para responderle. Podemos decir por eso que la obra
empieza siempre siendo "nuestra amada perdida", que espera de nosotros
su resurrección, o al menos su evocación más intensa. Ya que la metáfora
conyugal que acabo de aplicar fugitivamente al acto critico no respetaba
la dimensión imaginaria propia de toda obra literaria, me replegaré sobre la
imagen de la búsqueda órfica o sobre la de la Nekuia homérica, donde
el héroe hace levantarse junto a la sangre de los animales sacrificados las
sombras que le revelan su destino y le muestran el camino que tendrá que
seguir para consumar el propio destino. (porque es para afianzar la prosecución dichosa de su propio viaje por lo que Ulises consulta a los muertos.)
Hermes, guía de las almas y patrón de la hermenéutica,
es quien franquea
la frontera entre los mundos, y quien devuelve a la presencia lo que había
sido devorado por la ausencia o el olvido.
*
Por el momento no hablo en concreto de ninguna de las formas de crítica
, actualmente sometidas a discusión: crítica sociológica, critica psicológica,
critica temática y fenomenológica y critica lingüística. Estas nuevas aproximaciones, que vienen a sumarse a la aproximación hístórica tradicional más
que a suplantarla, han nacido de la posibilidad y la necesidad de extender
a la literatura cada una de las disciplinas legítimamente reconocidas como
ciencias humanas. Estas experiencias son por varios motivos fructuosas, no sólo porque las ciencias humanas abordan el hecho literario bajo un ángulo
nuevo y descubren aspectos o implicaciones desconocidas hasta el momento, sino también porque, en este terreno, se ven obligadas a abandonar el
examen del comportamíento
medio de los grupos y tienen que medirse con
lo que en el hombre hay de más libre y de más inventivo; ven así puestas
a prueba sus propiedades explicativas frente a un ejemplo límite, frente a
17 En francés: "attenants"
los eds.]
y "alentours":
se propone:
"contiguos"
y "alrededores".
(N. de
167
una excepción, y llevan a cabo aquí, mejor que en cualquier otra parte, la
experiencia simultánea de sus poderes y sus limitaciones. El investigador
debe interrogarse, en cada una de estas disciplinas, sobre el valor de sus demostraciones y pruebas, sobre la amplitud de su competencia, sobre el carácter suficiente o sencillamente
necesario de las condiciones y del determinismo puesto de relieve y sobre la importancia (en el seno del todo)
de las correlaciones señaladas. En suma, sigue siendo indispensable apreciar
la pertinencia de los resultados conseguidos, su adecuación al objeto. A mí
entender esta apreciación no es competencia de la técnica científica mísma;
no se deriva de ningún método. El que emplea el método decidirá -bajo
su propia responsabílidad'f
y sin poder recurrir para ello a ninguna técnica
preestablecidasi el método le ha dado resultado o no; en suma, si le ha
permitido dar cuenta del sentido de la obra. Los métodos, en las disciplinas
científicas más rigurosas, sólo se transforman y se afinan porque interviene
-al contacto con la experiencia o en el conflicto de teoriasuna critica
del método que el mísmo método no ha previsto. Si los nuevos métodos
son importantisimos
en el terreno literario, todavía es más importante la
posibilidad de ejercitar en todo momento una crítica del método: aquí es
donde se manifiesta con mayor pureza el espíritu critico. Esta vigilancia,
una vez más, debe ejercerse a diversos niveles. Es preciso saber sumar a una
primera critica del método, destinada a perfeccionar un instrumento determinado, una critica más libre y más soberana que sitúe, en función de la
deseable unidad del saber, los papeles respectivos de los diferentes instrumentos particulares. Esta ordenación, que podríamos denominar filosófica,
supone una confrontación global de la obra bajo todos sus aspectos con todas
las técnicas parciales disponibles. No es preciso aclarar que gracias a esta
confrontación trataremos de adoptar métodos adecuados a las exigencias
propias de cada obra, y, en lugar de imponer a toda la literatura una idéntica técnica de aproximación, dejaremos, por decirlo así, que cada poema o
cada líbro nos indiquen su mejor vía de acceso. Cuanto más auténticamente
culto es un critico, más capaz será de reconocer las variaciones a que se ha
visto sometida la mísma idea de obra en el curso de la historia: así pues, el
estatuto de la obra es un hecho primordial, al que debe corresponder una
interpretación lo más específica posible.
*
18 En francés: "á ses risques
los eds.]
et périls": se propone:
"con sus riesgos y peligros".
(N, de
168
LA RELACION CRíTICA
JEAN STAROBINSKI
Si hubiera, pues, que definir un ideal de crítica, yo haría una combinación de
rigor metodológico (vinculado a las técnicas y a sus procesos comprobables)
y de disponibilidad reflexiva (libre de toda construcción'? sistemática). Las
técnicas, consagradas a la repetición, analizan-? planos homogéneos, poniendo de relieve eso que nosotros denominamos "cara objetiva" de la obra:
multiplican los hallazgos de la obra. Una vez perfeccionadas, son fácilmente
transmisibles: pertenecen indistintamente a todos aquellos que hacen el
esfuerzo necesario para adquirirlas. Ellas, y sus resultados, constituyen un
bien común. En el orden de la técnica, un investigador preparado sustituye
inmediatamente a otro. La técnica "impersonaliza" a quienes la utilizan escrupulosamente. El "trabajo de equipo" no es sólo posible, sino deseable: la
información será más rápidamente acumulada. En último término, una técnica es mecanizable: es posible transferir a una máquina el todo o una parte
del proceso. El trabajo del ayudante deja entonces de ser cualitativamente diferente del trabajo del "maestro". En todo momento el discípulo puede
tomar el relevo sin que el resultado se vea afectado.
Muy otra cosa sucede con la reflexión, que elige las técnicas y las modifica, y aún mayor es la diferencia con aquella que interpreta los hechos
proporcionados por las técnicas. Se da por objetivo una universalidad más
amplia que la que alcanza la destreza técnica; intenta también establecer una
relación más específica con cada una de las obras propuestas: quiere ser a
la vez más englobante y más diferenciada. Acepta partir de más abajo -es
decir, de un perfecto no-saber, de una completa ignoranciacon el fin de
acceder a una comprensión más amplia, para la que el aspecto material y
formal revelado por la técnica no es sino un dato fragmentario, una parcial
comprobación, en espera de ser interpretada. Lo que distingue y elabora
lo comunica, pero no puede inculcarlo: apela a la adhesión razonada, a la
contradicción, a la discusión, pero nadie puede pretender -si no es por
medio de alguna forma de imposturacontinuar el pensamiento de otro
crítico, prolongar una misma investigación. La reflexión libre -precisamente
porque es libre- está destinada al reinicio. La enseñanza, en su caso, no
consistirá tanto en la transmisión de alguna herencia y cierta destreza instrumental, como en la invitación al ejercicio de una libertad siempre inaugural.
Lejos de mi ánimo, sin embargo, la idea absurda de abocar la crítica a un
trabajo de Sísifo en el que todo estaría siendo continuamente reiniciado.
El comienzo de la reflexión libre es un principio iluminado: ninguna de las
investigaciones anteriores, ninguno de los datos de la investigación técnica
son ignorados por principio. No se vuelve a comenzar ex nihilo; es preciso,
sin embargo, que la reflexión invente su andadura y su camino de cabo a
rabo, de principio a fin. Es posible heredar los resultados acumulados por las
técnicas "objetivas"; aquí, por el contrario, no se hereda a nadie, ni siquiera
a uno mismo. Se precisa un poder de inspiración crítica, cuyo brote y cuya
consecución son imprevisibles. La crítica, para responder a su plena vocación
y constituir un discurso comprensivo sobre las obras, no puede permanecer
en los limites del saber verificable; tiene que convertirse, a su vez, en obra,
y correr los riesgos de la obra. Estará marcada por la huella de una persona
-pero de una persona que haya experimentado la ascesis impersonal del
saber "objetivo" y de las técnicas científicas. Será un saber sobre la palabra
re asumido en una nueva palabra; un análisis del acontecimiento poético
promovido a su vez al rango de acontecimiento.
La crítica, al descender hasta la materialidad de la obra, y explorar en
el detalle de su factura, en su ser formal, en sus relaciones íntimas y en sus
relaciones extrínsecas, reconoce más certeramente la huella de un acto, lo repite a su manera; y, al juzgar ese acto, confiríéndole el sentido magnificado que
resulta de su verdad interna y de sus correlaciones externas, de su contenido
explícito y de su alcance implícito, se convierte a su vez en acto, se expresa
y comunica para, en un futuro por ella provocado, encontrar respuesta en
actos más diáfanos y soberanos.
. 19
20
En francés: "astreinte"; se propone: "atadura". (N. de los eds.)
En francés: "découpent"; se propone: "recortan". (N. de los eds.)
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