sentimientos negativos

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SENTIMIENTOS NEGATIVOS
Autor Noemi Montemagno
Cuando muere un hijo generalmente llegamos al duelo sin ninguna experiencia previa, y digo esto porque cualquier
pérdida anterior que pudimos tener por cercana que fuera … padre, madre, hermanos … no es comparable. Nuestra
actitud ante esa pérdida se complementa con nuestro derrumbamiento espiritual, enterramos con ella nuestras
aspiraciones, nuestros goces, queremos morir con ese hijo, y ello es asÃ- porque es la experiencia más cercana a
nuestra propia muerte, que nos transformó lo desconocido en conocido, es lo que nos hace entender la muerte como
algo que forma parte de la vida, como un paso a otra etapa. En este estado de impotencia, de dolor, de despojo, de
injusticia es que iniciamos desconcertados el proceso del duelo. Y es aquÃ- donde aparecen sentimientos negativos que
son verdaderos obstáculos y que nos impiden adaptarnos a esa persona nueva que somos ahora y entorpecen la
posibilidad de reinsertarnos nuevamente en nuestra familia y en la sociedad. Â LA CULPA: este sentimiento negativo se
basa en la omnipotencia, en esa creencia de que nada podÃ-a ocurrirle a nuestro hijo mientras nosotros estuviéramos
presente para cuidarlo. Si éramos capaces de dar la vida por ellos, como es posible que no pudiéramos hacer nada para
salvarlo. El “hubiera― o “hubiese― es un callejón sin salida que nos conduce siempre a la culpa, pensando que algo
hubiéramos podido hacer para que no ocurriera lo peor: llamar antes al médico, hacer otras consultas, o no haberle
dado las llaves del auto, no haberle comprado la moto o haberle preguntado porque estaba triste y permanecer a su
lado. Pero la vida se ocupó de demostrarnos que no estaba en nuestras manos evitar su muerte. La culpa es un
sentimiento absolutamente antinatural y pernicioso, no tiene nada de elogiable, solo sirve para conflictuarnos. Es tanto
lo que nos exigimos respecto a los hijos que nada de lo que hicimos alcanzó para salvarlos. El Dr. Bianchi nos dice que
somos padres con todas las limitaciones y con nuestra humanidad falible. Como padres somos imperfectos, y nuestros
hijos también lo son, por lo que se genera una relación imperfecta. Si tomamos conciencia de esto y dejamos esa
omnipotencia como un rasgo fantasioso de nuestra personalidad, reflexionando nuestros vÃ-nculos a la luz de esta
realidad nos iremos alejando de la culpa, superando asi un importante obstáculo en este camino.  EL MIEDO:
mientras no enfrentemos la realidad de la muerte vivimos en una situación de miedo al cambio, miedo a la nueva
realidad, miedo a la vida. En realidad el miedo en si mismo es un invento del pensamiento, es algo que yo no quiero que
suceda. Antes de la pérdida de nuestro hijo pensábamos que los hechos dolorosos solo le ocurrÃ-an a los demás pero
el destino se encargó de demostrarnos el error de esa creencia, y es ahÃ- donde aparecen todos los miedos y
aprehensiones por la angustia de que nuevas desgracias ocurran a nuestros seres queridos, sobre todo a los hijos que
nos quedan. Respecto a nosotros mismos no sentimos ningún miedo, es como que nada de los que nos pase nos
puede afectar, pero si sentimos miedo respecto a nuestros afectos, ese miedo hacia ellos nos paraliza y lo peor es que
paraliza a los seres que amamos que se sienten responsables de nuestras preocupaciones y que para aliviarnos sienten
que tienen que cumplir con nuestras expectativas limitando asÃ- sus libertades. Todo esto responde a un estado de
desorganización emocional, por eso la importancia de expresar esas emociones, identificarlas: estoy triste, estoy
furioso, estoy dolido. Compartir estos sentimientos, estos miedos sirve para que los mismos fluyan, para desahogarse y
sobre todo actuar, no quedarnos en quietud por que el único antÃ-doto contra el miedo es la acción y como dice el Dr.
Bianchi tratemos de cambiar el miedo por simples cuidados en una prudencia razonable evitando pensamientos
catastróficos.   EL RESENTIMIENTO: es un sentimiento negativo que aparece generalmente en la primera etapa el
duelo. Y tiene que ver por lo general con la forma en que nuestro hijo murió. Para el creyente, el primer enojo siempre
es con Dios porque no impidió la muerte o no hizo el milagro que ésta no ocurriera, a veces nos enojamos con la
medicina, con los médicos, con quienes deben brindar seguridad en las calles, en los lugares donde nuestros hijos
concurren. Generalmente lo expresamos con preguntas … porque a mi? porque a él …? Porque a otros padres que no
protegÃ-an a sus hijos no les pasó. También lo expresamos con incomprensión ( a veces con razón, y de esto me
hago cargo) cuando alguien nos cuenta un problema personal y nos enoja que nos lo cuente a nosotros, nada menos
que a nosotros que perdimos un hijo. El resentimiento opera como la culpa pero hacia afuera buscamos culpable
afuera, alguien tiene que ser responsable de lo que nos pasó, pero cuando entendemos que la muerte es algo que “no
solo le pasa a otros― “que tambien nos puede alcanzar a nosotros― entendemos que forma parte de la vida y que no som
inmortales y que las cosas suceden y por más tremendas que sean también nos ocurren a nosotros. Un tratamiento
especial merece la pérdida de un hijo por homicidio, sea victima de un delincuente, del gatillo fácil de las autoridades, de
un irresponsable que provocó un accidente de tránsito. En este caso uno debe dejarse fluir sin limitarse porque la
reacción opera como un sentimiento incontrolable capáz mucha veces de querer la venganza más que la justicia. Ese
sentimiento negativo no puede quedar dentro de uno, como dije debe fluir y debemos trabajarlo ya que solo nos daña a
nosotros provocando un deterioro emocional importante mientras que quien provocó el daño ni se entera. Dicen que
el mejor sentimiento para desterrar el resentimiento es el perdón, pero bueno ese estado supremo de la conciencia
también considerado divino no es fácil de alcanzar y es lo que siempre impide avanzar en el duelo. Por eso lo
importante de trabajarlo en los grupos con padres que perdieron los hijos de la misma manera. Â LA ENVIDIA: es
habitual que cuando vemos padres disfrutando de todos sus hijos, preocupándose por ellos, nos invada una profunda
tristeza por ver ante nuestros ojos una felicidad completa, algo que nosotros nunca más vamos a tener. Y no es que
queramos lo que esos padres tienen, no envidiamos sus hijos no envidiamos su felicidad, lo que queremos es nuestra
propia felicidad, esa que tenÃ-amos cuando nuestro hijo vivÃ-a. Esta envidia entre comillas que sentimos los padres que
perdimos hijos por aquellos que no los perdieron carece totalmente de mezquindad, porque no queremos lo del otro,
queremos lo que perdimos nosotros y es normal que asÃ- sea. Acaso como dice Borges cuando queremos decir que
algo es bueno no decimos que es envidiable. En nuestro caso es envidiable la felicidad de aquellos a los que no les
pasó lo que nos pasó a nosotros, lo importante es no desearles que les pase lo mismo que a nosotros. Y aunque digan
que no existe la envidia sana que tiene de malo que nos produzca tristeza ver en los demás lo que nosotros no
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tenemos.   Para terminar quiero decir que todos estos sentimiento negativos que nacen con la partida de nuestro
hijo tienen un lugar muy importante donde pueden ser expresados sin temor a la crÃ-tica, a que piensen que somos
seres malvados o que estamos locos y ese lugar es Renacer y nosotros que lo vivimos semanalmente sabemos que es
el lugar donde cada uno expresa lo que siente y cada uno del resto del grupo escucha al que habla y sin darnos cuenta
estamos viviendo una auténtica experiencia de solidaridad poniendo nuestro oÃ-do y nuestro sentimiento en el papá o la
mamá que esta hablando y con quien seguramente nos identificamos en uno o muchos aspectos. En cuantos lugares
de nuestro ámbito familiar, laboral o social nos podemos explayar como en renacer…? Y esta solidaridad que vivimos en
renacer es absolutamente sanadora, y es la que nos va a ir sacando de nuestro dolor para mirar el dolor ajeno, para
trascender en el duelo y para emerger a una mejor vida.   Â
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