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Dominicos | Orden de Predicadores
Homilías
Ciclo
A
III Domingo de Adviento
11/12/2016
Él mismo viene a salvarnos
Introducción El tiempo del Adviento es la invitación permanente que Dios nos hace para poder ahondar en la verdadera esperanza,
es decir, en el encuentro cara a cara con Él. La inminencia de la venida de Jesús nos invita a “ser fuertes y no temer” (cf. Is 35, 4) para
poder contemplar los signos del Reino, con esa misma paciencia con la cual “el sembrador espera el fruto precioso de la tierra” (Sant.
5, 7).
Fr. Rubén Omar Lucero Bidondo O.P.
Convento de San José (Buenos Aires)
Lecturas
Lectura del libro de Isaías 35,1-6a.10:
El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría.
Tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarión. Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios. Fortaleced las
manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que
trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará.» Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará
como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Volverán los rescatados del Señor, vendrán a Sión con cánticos: en cabeza, alegría
perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán.
Sal 145,7.8-9a.9bc-10 R/. Ven, Señor, a salvarnos
El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente,
hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R/.
El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos. R/.
Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad. R/.
Lectura de la carta del apóstol Santiago 5,7-10:
Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la
lluvia temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca. No os quejéis,
hermanos, unos de otros, para no ser condenados. Mirad que el juez está ya a la puerta. Tomad, hermanos, como ejemplo de
sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,2-11:
En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: «¿Eres tú
el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?» Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos
ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el
Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!» Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a
contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo
habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito:
"Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti." Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que
Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.»
Comentario bíblico
Marco: La sección 34,1-35,10 tiene como tema central el juicio de las naciones y la liberación y vuelta de Israel. Estos dos capítulos se
distinguen claramente del resto del libro por su estilo y por su mensaje. Son posteriores cronológicamente al conjunto de Is 1-39. Con
un lenguaje apocalíptico se describe el día terrible del juicio divino. El capítulo 35 describe un Israel liberado en un festivo retorno a su
tierra.
Reflexiones
1ª) ¡La alegría, un don de Dios que invade hasta la naturaleza!
El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso. Al terrible destino, que cae
sobre los pueblos paganos y sobre Edom en particular, contrasta la visión, llena de escenas gozosas con que se describen la felicidad y
la bendición de Dios, que sobrevienen a Sión y a sus habitantes. El canto, comienza con la invitación a la alegría más intensa, volviendo
la mirada al desierto y a la estepa, porque pronto se verán pletóricos de una vegetación magnífica. El verbo con el que se expresa la
alegría, no aparece en ninguna otra parte de los capítulos 1-35, mientras que se encuentra siete veces en la última parte del libro
(61,10; 62,5; 64,4; 65,18s; 66,10.14). ¡La alegría es un don de Dios! Se trata de la alegría así llamada escatológica, que invade
profundamente al hombre en cualquier circunstancia. La alegría está vinculada estrechamente a la las bienaventuranzas y a la
realización del proyecto de Dios. Hoy son más necesarios que nunca testigos de esta alegría que sólo la fe en Jesús y su seguimiento
pueden dar. Porque es distinta de toda otra forma de alegría. El mundo moderno necesita creyentes que sepan vivir, transmitir y
contagiar el fruto del Espíritu Santo que es la verdadera alegría.
2ª) ¡La trasformación de la naturaleza debe alcanzar también a las personas!
Ellos verán la gloria del Señor... Fortaleced las manos débiles... decir a los cobardes de corazón: sed fuertes no temáis. Se insiste
sobre la inminencia de una metamorfosis. El profeta indica la razón y la causa de la alegría: Dentro de muy poco tiempo, el Líbano se
convertirá en vergel y el vergel se convertirá en bosque (Is 29,17). Líbano, Carmelo y Sarón han sido entendidas como las regiones
más privilegiadas de la Palestina antigua. El desierto y la estepa son espectadores, como ya lo fue el Sinaí: Mientras Aarón les estaba
hablando, todos los israelitas miraron hacia el desierto y vieron que la gloria del Señor aparecía en la nube (Ex 16,10). La gloria del
Señor se había posado sobre el monte Sinaí y la nube lo cubrió durante seis días... La gloria del Señor aparecía a la vista de los
israelitas como un fuego devorador sobre la cima del monte (24,16ss), de una manifestación sensible de la omnipotencia divina.
¿Quiénes son los que contemplarán la gloria del Señor? en primer, el Líbano, el Carmelo y el Sarón; en segundo lugar, los hombres
que vuelven del exilio; en tercer lugar, el propio desierto y la estepa. De este modo el texto quiere subrayar un contraste hondamente
pedagógico: precisamente el desierto incapaz de tal vegetación se asombra porque se debe a la intervención del poder providente de
Dios. Acaecida la transformación en la naturaleza, el pensamiento se vuelve ahora al pueblo, igualmente necesitado de una
metamorfosis que sólo puede conseguir con la gracia de Dios.
3ª) !La salvación alcanza a todo el hombre!
Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán... Y volverán los rescatados del Señor. Volverán al Señor con cánticos.
Los efectos de la intervención divina son descritos con la imagen de personas disminuidas físicamente, que recuperan súbitamente la
plenitud de salud. Volverán los rescatados del Señor, que reemprenderán de nuevo en Sión una existencia de alegría y de felicidad. En
toda esta perspectiva de futuro la coincidencia de este fragmento con los capítulos 40-66 es significativa. Por lo que la interpretación de
este fragmento debe tener en cuenta esos capítulos que se sitúan en la inminencia de la liberación de exilio, dos siglos después de la
existencia histórica del profeta Isaías. Esta relación favorece la interpretación de este fragmento para darle su verdadero relieve
teológico y soteriológico como una llamada intensa a la esperanza en un futuro mejor que Dios promete a su pueblo y lo realizará. De
este modo, el fragmento encaja con toda propiedad en medio del adviento, tiempo de esperanza. El sentido expreso de las dos
metáforas aparece de nuevo de una manera más explícita. Se trata de personas carentes de toda esperanza. A esas personas
descorazonadas se les anuncia de parte de Dios la salvación. Es innegable la alusión a la vuelta del exilio que se la imagina como una
peregrinación de personas desbordantes de alegría. En la nueva Jerusalén se prohíbe todo signo y gesto de dolor.
Segunda lectura: (Santiago 5,7-10)
Marco: La Carta de Santiago es una hermosa catequesis y un comentario del Sermón de la montaña guiado por una preocupación
fundamenta: las enseñanzas del Sermón han de llevarse a la vida concreta y cotidiana de cada creyente. El fragmento forma parte de
una parenesis sobre la vigilancia en el hoy de Dios. El texto es suficientemente claro en sí mismo. Participa de la espera intensa de la
Segunda Venida del Señor tan presente en la Iglesia primitiva. En el momento en que se escribe esta carta, al igual que las de Pedro y
Judas, los creyentes se planteaban algunos interro-gantes graves y que afectaban a su propio ser cristiano: ¿Qué pasa con la
Parusía? ¿no estaremos sufriendo un grave engaño?¿cuando volverá el Señor? ¿es cierto que volverá realmente? ¿tiene sentido
nuestra esperanza en medio de tantas dificultades y persecuciones incluso sangrientas? Santiago como Pedro y Judas tratan de
responder a estos urgentes interrogantes. Y sigue siendo el grito y la esperanza de la Iglesia de todos los tiempos.
Reflexiones
1ª) ¡Son necesarios el aguante, la paciencia y la longanimidad para llegar a la meta del encuentro con el Señor glorioso!
Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. La Parusía del Señor se retrasa y en consecuencia las dudas surgían en el
corazón de los creyentes. Es necesario mantener el temple y el aguante en una paciencia a toda prueba. Así lo pensaron los
evangelistas, especialmente Lucas. El Señor volverá con toda seguridad, pero más tarde. Mientras tanto es necesaria la constancia, el
aguante y la longanimidad. Es el tiempo de la lucha y de la tenacidad pero movidos por una gran esperanza. La vida del creyente en
medio del mundo está marcada por el destino martirial violento o no violento. Lo había anunciado ya el Maestro: Os he dicho esto, para
que podáis encontrar la paz en vuestra unión conmigo. En el mundo encontraréis dificultades y tendréis que sufrir, pero tened ánimo, yo
he vencido al mundo (Jn 16,33). El destino martirial y glorioso de Jesús es el mismo destino de la Iglesia en medio del mundo. Santiago
que, en general, es un hombre que desciende a lo concreto, a la realidad, deduce las consecuencias prácticas de la auténtica espera
en la segunda venida del Señor: es necesario ejercitar la paciencia entendida como aguante y tenacidad, como compromiso. La certeza
de la vuelta próxima del Señor exige del creyente la firmeza. La paciencia y la firmeza son imprescindibles. En otros lugares de su carta
traduce muy concretamente las exigencias de la esperanza cristiana: incluso debe impulsar la anulación de las desigualdades
económicas y de trato entre los que caminan hacia la misma esperanza.
2ª) ¡El Señor, presente, volverá con toda seguridad. Una meta común exige un camino compartido y solidario!
Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca. No os quejéis, hermanos, unos de otros
para no ser condenados. Tomad como ejemplo de sufrimiento y paciencia a los profetas. El problema del retraso de la Parusía fue
grave e inquietante en la Iglesia primitiva. En un primer momento pensaron, y Pablo también, que el Señor volvería pronto, durante la
primera generación de cristianos. En esta tensión vivieron y murieron los primeros mártires (Esteban, Santiago el Mayor, etc.). Pero no
fue así. Las preguntas surgían angustiosas: ¿qué ocurre con la vuelta del Señor? ¿somos víctimas de un engaño, de un sueño? No fue
un problema periférico porque les afectaba en su misma experiencia de creyentes. Hoy, como ayer, muchos creyentes se plantean los
mismos interrogantes o semejantes: ¿por qué no actúa Dios más enérgicamente en la historia? ¿por qué no vemos señales
inequívocas de la presencia de un Salvador-Libertador entre los hombres? ¿cómo se explican las catástrofes naturales? ¿y las
constantes injusticias en todas partes? La respuesta ha de partir de la aceptación franca de los hechos y el recurso a la Escritura.
Porque sabemos que el cielo y la tierra pasarán pero las palabras de Jesús no pasarán (Lc 21,33). No lo tiene nada fácil el creyente en
este momento de la historia que le ha tocado vivir. Por eso necesita realizar el camino de la esperanza con los otros, en comunión
permanente.
Evangelio: (Mateo 11,2-11).
Marco: Juan el Bautista está en la cárcel. Su misión fue la de anunciar la próxima aparición del Mesías en el mundo y en la historia de
los hombres. Pero ahora se interroga seriamente en el silencio de la cárcel: ¿Es realmente Jesús, del que oigo tantas maravillas, el
verdadero Mesías? ¿el modo de comportarse encaja realmente con la imagen del Mesías? Y otras muchas preguntas que debieron
asaltar su espíritu estando recluido en la cárcel. Y decide enviar mensajeros a interrogar directamente a Jesús.
Reflexiones
1ª) ¡Juan desea tener una información más completa sobre Jesús!
Juan que había oído en la cárcel las obras de Cristo, le mandó a preguntar por medio de dos de sus discípulos: ¿Eres tú el que ha de
venir o tenemos que esperar a otro? A Juan, en la cárcel, han llegado informaciones de las actuaciones y palabras de Jesús. También
le han informado de cómo Jesús es realmente una bandera discutida, un signo de contradicción. Ciertamente Jesús ha suscitado las
más opuestas reacciones. El pueblo tiene su imagen del Mesías ya bien formada. Jesús se presenta anunciando el reinado de Dios
como inminente, signo de la era mesiánica. Pero, por otra parte, su actividad no lleva el marchamo de la rebelión contra nadie para
conseguir la total liberación. La actitud de Jesús desconcierta a todos. Tampoco se produce el terrible juicio que el propio Juan había
anunciado. ¿Quién es Jesús y cuál es su misión? Y Juan quiere tener una información adecuada. La pregunta de Juan sigue planteada
por muchos creyentes y discípulos suyos en este mundo nuestro. Jesús sigue siendo objeto de búsqueda incansable. En el fondo sigue
inquietando al mundo moderno. Sigue desconcertando al hombre de hoy. Los creyentes somos llamados a ofrecer la imagen adecuada
de Jesús. Esta es nuestra tarea, nuestra misión en lo cotidiano de cada uno. Porque el hombre necesita del encuentro con Jesús,
porque sólo él es el verdadero Mesías que responde a las necesidades más profundas de los hombres.
2ª) ¡Jesús satisface el deseo de Juan, su Precursor y su testigo encarcelado!
Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen;
los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia". Lucas añade algo importante: En aquel momento, Jesús curó a
muchos de sus enfermedades, dolencias y malos espíritus, y devolvió la vista a muchos ciegos. después les respondió: Id y contad a
Juan... (Lc 7,21-22). El conjunto pende de la frase: los pobres son ya evangelizados. Este texto es una combinación -libre- de citas
tomadas de Is 35,5s y 29,18s (descripciones del tiempo de la salvación) con Is 61,1s (buenas noticias para los pobres). Las imágenes
que utilizan son todas ellas expresiones antiquísimas en Oriente para designar el tiempo de la redención, en el que no habrá ya
sufrimiento, ni lamentos, ni dolor. Por consiguiendo, en Lc 7,22 y Mt 11,5 tenemos a la vista un jubiloso clamor escatológico de Jesús.
Para sintonizar mejor nuestro oído con su contenido, escuchemos esta lista que se encuentra entre los rabinos del tiempo de Jesús y
fijémonos en el contraste: cuatro pueden compararse con un muerto: el paralítico, el ciego, el leproso y el que no tiene hijos. A la
situación de tales personas, y según el pensamiento de aquella época, no se le puede llamar ya vida. Están, prácticamente, muertos.
Pero ahora se presta ayuda a los que, sin perspectiva alguna, estaban desesperados. Ahora, los que se parecían a los muertos, son
suscitados a la vida. Fluye el agua de la vida, se ha terminado el tiempo de maldición. La consumación el mundo está comenzando ya
ahora. Estrechamente asociado con este clamor de júbilo está Lc 4, 16-21: el discurso-programa de Nazaret que se abre con una cita
expresa de Is 61,1s. Toda la predicación se compendia en esta frase: ¡Hoy se ha cumplido esta palabra!
3ª) ¡Dichosos los que no se escandalizan de Jesús!
Dichoso el que no se sienta defraudado por mí. Los signos ofrecidos por Juan responden al proyecto más genuino de Dios para la
época mesiánica como lo atestiguan los profetas. Pero la historia se había encargado de deformar aquella imagen auténtica. La
esperanza en el salvador se había deslizado hacia otros intereses. Jesús quiere llevar a Juan la verdad. Pero es desconcertante. Juan
podía haberse visto defraudado. Jesús le advierte que este es el camino y la verdad. Y le proclama feliz si es capaz de superar el
escándalo, el tropiezo, la decepción. Jesús le conduce hacia el campo de las bienaventuranzas entendidas como congratulaciones de
Jesús a pesar de las resistencias y las dificultades. Hoy sigue Jesús proclamado esta congratulación para sus discípulos, para los
creyentes que viven en este mundo nuestro tan poco dispuesto a seguir a un maestro que parece no llenar las aspiraciones de los
hombres. Con frecuencia decimos y nos decimos que hay que estar en la realidad; que el Evangelio parece no acabar de responder. Y,
sin embargo, Jesús nos invita a entrar en la verdadera realidad: Él mismo y su mensaje. El ofrece realmente la respuesta más acabada
que necesita el hombre. Pero es necesario proclamarlo con la vida y las palabras. Y esta es nuestra tarea.
Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)
Este comentario está incluido en el libro: La Palabra fuente de vida. Ciclo A. Editorial San Esteban, Salamanca 2004.
Iª Lectura: Isaías (35,1-10): A la búsqueda de la alegría
I.1. La lectura de Isaías evoca una escena de imágenes creativas y creadoras: es como una caravana de repatriados que atraviesa un
desierto que se transforma en soto y cañaveral por la abundancia de agua; sanan los mutilados, se alejan los fieras, la caravana se
convierte en procesión que lleva a la ciudad ideal del mundo, Sión, Jerusalén: con cánticos. Es una procesión que está encabezada por
la personificación de una de las cosas más necesaria para nuestro corazón: La Alegría. Pero no se trata de cualquier alegría, sino de
una Alegría con mayúsculas, de una alegría perpetua. Y de nuevo termina la procesión (v. 10), se corta de raíz para que queden
alejados la pena y la aflicción (que son el desierto, la infelicidad, la opresión y la injusticia). Es decir, la procesión a la ciudad de Sión la
abre la alegría y la cierran la alegría y el gozo.
I.2. El Adviento, pues, es un tiempo para anunciar estas cosas cuando las previsiones, a todos los niveles, son desastrosas, como
puede ser el exilio o el desierto. Quien tiene esperanza en el Señor comprenderá estos valores que son distintos de los valores con los
que se construye este mundo de producción económica e interesada; porque el Adviento es una caravana viva a la búsqueda del Dios
con nosotros, del Enmanuel . Es un oráculo, pues, el de Isaías 35, que no puede quedar solamente en metáforas. Estas cosas se han
vivido de verdad en la historia del pueblo de Israel y es necesario revivirlas como comunidad cristiana, especialmente en Adviento.
IIª Lectura: Santiago (5,7-10): A la espera del Señor, con entereza
II.1. Dos elementos resuenan con fuerza en este texto de la carta de Santiago: la venida (parousía ) del Señor y la paciencia (
makrothymía ). Para ello se pone el ejemplo del labrador, pues no hay nada como la paciencia del labrador esperando las gotas de
agua que vienen sobre la tierra. hasta que una día llega y ve que se salva su cosecha. De nada vale desesperarse. porque llegará, a
pesar de las épocas de larga sequía. Pero la paciencia de que todo cambiará un día es sinónimo de entereza y de ánimo.
II.2. El texto, pues, de la carta Santiago pretende llamar la atención sobre la venida del Señor. El autor hablaba de una venida que se
consideraba próxima, como sucedía en los ámbitos apocalípticos del judaísmo y el cristianismo primitivo. Pero recomienda la paciencia
para que el juicio no fuera esperado como un obstáculo o un despropósito. Es verdad que no tiene sentido esperar lo que no merece la
pena. Hoy no nos valen esas imágenes que se apoyaban en elementos críticos de una época. Pero sí la recomendación de que en la
paciencia hay que escuchar a los profetas que son los que han sabido dar a la historia visiones nuevas. No debemos escuchar a los
catastrofistas que destruyen, sino a los profetas que construyen.
Evangelio: Mateo (11,2-11): El reino es salvación, ¡no condenación!
III.1. El texto de hoy del evangelio viene a ser como el colofón de todos estos planteamientos proféticos que se nos piden. Sabemos
que Jesús era especialmente aficionado al profeta Isaías; sus oráculos le gustaban y, sin duda, los usaba en sus imágenes para hablar
de la llegada del Reino de Dios. Mateo (que es el que más cita el Antiguo Testamento), en el texto de hoy nos ofrece una cita de Is.
35,5s (primera lectura de hoy) para describir lo que Jesús hace, como especificación de su praxis y su compromiso ante los enviados de
Juan. Es muy posible que en esta escena se refleje una historia real, no de enfrentamiento entre Juan y Jesús, pero sí de puntos de
vista distintos. El reino de Dios no llega avasallando, sino que, como se refleja en numerosas parábolas, es como una semilla que crece
misteriosamente. pero está ahí creciendo misteriosamente. El labrador lo sabe. y Jesús es como el "labrador" del reino que anuncia. El
evangelista Mateo ha resaltado que Juan, en la cárcel, fue informado de las obras de Mesías (no dice sencillamente Jesús, ni el término
más narrativo del Señor, como hace Lucas 7,24). Y por eso recibe una respuesta propia del Mesías.
III.2. El Bautista, hombre de Antiguo Testamento, está desconcertado porque tenía puestas sus esperanzas en Jesús, pero parece
como si las cosas no fueran lo deprisa que los apocalípticos desean. Jesús le dice que está llevando a cabo lo que se anuncia en Is 35,
y asimismo en Is 61,1ss. Jesús está movilizando esa caravana por el desierto de la vida para llegar a la ciudad de Sión; está haciendo
todo lo posible para que los ciegos de todas las cegueras vean; que todos los enfermos de todas las enfermedades contagiosas del
cuerpo y el alma queden limpios y no destruidos y abandonados a su suerte. El reino que anuncia, y al que dedica su vida, tiene unas
connotaciones muy particulares, algunas de las cuales van más allá de lo que los profetas pidieron y anunciaron.
III.3. Finalmente añade una cosa decisiva: ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí! (v.6). Esta expresión ha sido muy discutida, pero
gran mayoría de intérpretes opina que se refiere concretamente al Bautista. Ésa es la diferencia con Juan, por muy extraña que nos
parezca; porque entre Jesús y Juan se dan diferencias radicales, a pesar del elogio tan manifiesto de nuestro texto (vv.9-10): uno
anuncia el juicio que destruye el mal (como los buenos apocalípticos) y el otro (como buen profeta) propone soluciones. Ésa es la
verdad de la vida religiosa: los apocalípticos tiene un sentido especial para detectar la crisis de valores, pero no saben proponer
soluciones. Los profetas verdaderos, y Jesús es el modelo, no solamente detectan los males, sino que ofrecen remedios: curan, sanan,
ayudan a los desgraciados (culpables o no), dan oportunidades de salvación. Nosotros hemos tenido la suerte de nacer después de
Juan y haber escuchado las palabras liberadoras del profeta Jesús.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
Este comentario está incluido en el libro: Sedientos de su Palabra. Comentarios bíblicos a las lecturas de la liturgia dominical. Ciclos A, B y C.
Editorial San Esteban, Salamanca 2009.
Pautas
La identidad profética de Juan Bautista
El único de los profetas veterotestamentarios que tendrá la posibilidad de contemplar y señalar al Mesías será Juan el Bautista. Él es la
voz profética que anuncia la inminencia del Reino y el advenimiento del Señor. Su expectativa mesiánica se centra en la liberación
política y cultual que el Ungido del Señor va a realizar en el pueblo. Su conciencia de ser mensajero y portavoz lo hace asumir aquella
esperanza en Yavhé que los anawin vivieron con fidelidad. Su compromiso con la esperanza de Israel lo llevó al desierto para predicar
la conversión del corazón y, en consecuencia, de las estructuras. Como consecuencia de esta predicación y de una vivencia radical de
la esperanza, fue encarcelado por quienes no quisieron abrir ni dejar transformar el corazón.
La identidad profética de Jesús
La persona de Jesús, su predicación, sus gestos y sus opciones, provocaron desconcierto en el Bautista. Su postura ante el poder
político y ante el poder religioso era desafiantes. La expectativa mesiánica de Juan comenzó a ser confusa. ¿Se habría equivocado
señalando a Jesús como el Cordero de Dios? ¿No era necesario que el Mesías mostrara su poder acabando con aquellas situaciones
de injusticia que oprimían a Israel? Ante esta situación era necesario que Juan envíe a sus discípulos para clarificar la identidad de
Jesús.
Si la identidad profética de Juan radicaba en ser una “voz profética”, la identidad profética de Jesús radicaba en ser “Palabra profética”.
Son los signos que Jesús realiza los que confirman su identidad mesiánica. El encuentro con aquellas situaciones de miseria,
enfermedad, pecado y exclusión, desde la misericordia y la compasión, confirman lo anunciado por el profeta Isaías: “Él mismo viene a
salvarnos” (cf. Is 35, 4). Jesús de Nazaret es el rostro íntimo y personal de un Dios que no permanece indiferente ante el sufrimiento y el
dolor humano.
La identidad profética del cristiano
La vida cristiana es profética por esencia. Donde hay un cristiano se tiene que notar la diferencia en la vivencia de su fe, de sus
palabras y de sus gestos. Se trata de una forma de presencia cualitativa (no proselitista ni fundamentalista) que nos invita a ser
portadores de esperanza y de buenas nuevas en medio de una sociedad que sutilmente va apostando por la instauración de un antiReino marcado por la marginación, la autorreferencialidad y la indiferencia.
La identidad profética del Bautista, confirmada por el mismo Jesús (cf. Mt 11, 9), nos recuerda que somos portavoces de Dios y que
estamos llamados a preparar corazones y caminos de encuentro con el Señor. Nuestras palabras nos exponen hasta el riesgo de ser
perseguidos por predicar a Jesús como “Verdad que nos hace libres” (cf. Jn 8,32). Callar implicará sacrificar la felicidad del prójimo.
La identidad profética de Jesús, nos invita a una predicación con palabras y gestos concretos que acorten distancias entre las vivencias
radicalmente más complejas de las personas que sufren y el amor incondicional de un Dios que no permanece indiferente ante el
misterio del dolor humano. Ser cristiano es asumir el desafío de convertirse en puente entre Dios y la humanidad. Ser canales de gracia
con palabras que sanen, curen, perdonen; y gestos históricos concretos que recuerden a otros su vocación y su dignidad de ser
imagen de Dios.
Fr. Rubén Omar Lucero Bidondo O.P.
Convento de San José (Buenos Aires)
Infantil
III Domingo de Adviento - 11 de diciembre de 2016
Evangelio
En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras de Cristo, le mandó preguntar por medio de dos de sus discípulos: - ¿Eres
tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? Jesús les respondió: - Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los
ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la
Buena Noticia. ¡Y dichoso el que no se siente defraudado por mí! Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: - ¿Qué
salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O que fuiteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que viven
con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis, a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está
escrito: "Yo envío mi mensajero delante de ti para que prepara el camino ante ti". Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más
grande que Juan el Bautista, aunque el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él.
Explicación
Juan, el Bautista, estaba en la cárcel, y mandó a dos discípulos a preguntar a Jesús si era el Mesías. Jesús les dijo: Mirad como cuido
de los enfermos, de los leprosos, de los pobres. ¿No es esto lo que esperábais? ¿no es esto una buena noticia?
Clásicos
San Luis Bertrán
San Luis Bertrán (Valencia, 1526 - 1581) no se propuso nunca publicar los sermones y temas predicables
que él redactaba para uso personal. Pero en el momento de la muerte se hallaron en su habitación
numerosos apuntes —escritos de su mano, o de la de algún fraile que se los escribía al dictado de él—, que
el Santo utilizaba a la hora de predicar. A raíz de la Canonización, el 12 de mayo de 1671, y, sobre todo,
gracias al interés y al impulso del gran Arzobispo de Valencia y ex-Maestro General de la Orden Dominicana,
fr. Tomás de Rocabertí, para que esos escritos no se perdieran para siempre, en los años 1688-1690 se
editaron en dos tomos los que aún pudieron recuperarse. Le ofrecemos los sermones transcritos por fr.
Roberto Ortuño O.P. de la edición de 1688-1690. Si quiere ver los originales, diríjase a nuestra Biblioteca
Virtual.
III Domingo de Adviento
«Los judíos enviaron a Juan desde Jerusalén sacerdotes y levitas» Juan 1,19
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