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Iniciada la aventura solo cuenta con sus
pequeñas fuerzas y un poco de suerte.
dística sobre las Migraciones en
Mesoamérica y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM)
reportan que la población latinoamericana representa alrededor del 52 por
ciento de la ciudadanía extranjera en
Estados Unidos, de los cuales más de
30 millones de personas son de origen
mexicano (57%) y centroamericano
(13%). En 2007, en la frontera sur, más
de 5 700 infantes y adolescentes centroamericanos fueron repatriados a
sus países de origen (Guatemala,
Honduras, El Salvador y Nicaragua)
desde México.
¿Cuál es la situación actual?
NIÑOS EMIGRANTES
De la risa al llanto
Tratan de llegar solos a Estados Unidos o países
desarrollados de Europa y sufren las peligrosas
consecuencias de esa aventura
Por ARSENIO RODRÍGUEZ
L
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sía es traumático, mucho más son los
posibles acontecimientos que se verán obligados a enfrentar estos infantes. El Sistema de Información Esta-
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A imagen de un niño conmueve. No importa su procedencia
o el color de su piel; sencillamente nos llega de inmediato una
sensación de ternura ante ese pequeño o pequeña que nos sonríe con
inocencia. Su alegría es contagiosa
y nos embarga de inmediato. Pero
cuando la risa se convierte en llanto
igualmente nos hace partícipe, en
mayor medida, por la tristeza que
reflejan esos rostros infantiles con
los ojos llenos de lágrimas.
Todo esto sucede en situaciones
normales, en que estas pequeñas
criaturas, por muy pobres que sean,
están rodeadas de adultos que tratan
por todos los medios de garantizar su
salud y alimentación. Pero, ¿qué sucede cuando estos niños inician, solos o acompañados de otros menores, el viaje hacia otras naciones y
dejan de ser esas hermosas criaturas para convertirse, simplemente,
en emigrantes?
Entonces puede ocurrir cualquier
cosa, y si el hecho mismo de la trave-
Durante una audiencia este año en
la Comisión de Seguridad Interna de
la Cámara alta del Congreso estadounidense, se anunciaba el número de menores sin acompañamiento
de adultos que ingresaron clandestinamente a los Estados Unidos. Desde octubre de 2015 a la fecha, ascendió a 57 mil infantes. “Al 1o de julio,
tenemos en detención poco más de
2 600 menores sin compañía de adultos”, reconocieron. No obstante,
fuentes oficiales ubicaron la cifra en
52 mil menores en esa situación en
la frontera sur de Estados Unidos.
Una periodista mexicana narra lo
que es habitual en las fronteras de
Sonora con Arizona, y describe:
Con la decisión de abrir el camino hacia lo desconocido comienza la parte más
peligrosa de la aventura.
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Unicef
Una vez en tierra norteamericana muchos van a parar al centro de detención
de Nogales, Arizona.
la frontera sin la compañía de adultos. En otros territorios fronterizos,
solo en mayo, fueron detenidos más
de 9 mil niños, luego de haber cruzado sin documentos el valle del río
Grande; el 75 por ciento de ellos provienen de Centroamérica.
Posibles consecuencias de
esta aventura
Como Estados Unidos ha incrementado los controles en sus fronteras, el
desvío de los flujos migratorios se ha
trasladado a zonas más inseguras,
con el fin de evitar ser detenidos, lo
que lleva a los migrantes a caer en
manos de traficantes de personas que
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“unos 15 jóvenes esperan bajo el sol,
con la cabeza gacha, la ropa raída,
los zapatos rotos y el cabello despeinado. En unas horas, se convertirán
en el primer grupo del día que, tras
haber sido detenido por la patrulla
fronteriza, será entregado al Consulado mexicano para iniciar el camino de regreso a sus países”.
Según datos oficiales, en esta región, en el suroeste de Estados Unidos, la patrulla detiene un promedio
de 30 niños menores de 17 años cada
día, cifra que se duplicó en 2012 solo
en el estado de Arizona. En todo el
país en 2015 se detuvieron a casi 25
mil jóvenes que intentaban cruzar
Familias enteras se arriesgan a perder la vida en el intento por pasar a territorio
estadounidense.
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ponen en peligro su vida, especialmente la de los niños, según datos
de la Unicef. Entre los peligros más
comunes están las graves violaciones a sus derechos humanos, incluso a su integridad física; además de
los accidentes, en los que pueden
morir por asfixia, deshidratados o
debido a heridas.
De caer en manos del crimen organizado, pueden ser sometidos a
explotación sexual o laboral. También, durante la travesía podrían ser
víctimas de encierros durante meses. Sin contar que en ese estado
permanente de violación de derechos, interrumpen sus estudios
regulares y están privados de necesidades básicas, como la alimentación, la salud y vivir en familia.
La vida una vez que son
detenidos
De acuerdo con lo establecido, cuando la Patrulla Fronteriza estadounidense detiene a un menor de edad
que viaja solo, debe avisar al consulado de su país para iniciar el trámite de deportación. Según el vocero de
ese cuerpo armado, Andy F. Adame,
una vez detenido al infante se le entrega un paquete de galletas, un jugo
de manzana y una bolsa de dulces.
Más tarde, en los centros de detención, recibirán un plato de macarrones con queso instantáneo y siempre
tendrán un garrafón con agua a la
mano. Las celdas tienen capacidad
para 40 personas cada una, cuentan
con catres de plástico y cobijas hechas también de ese material.
Un reportaje periodístico del diario La Razón da cuenta de una joven salvadoreña llamada María,
quien narra sus motivos para iniciar
esa aventura. “Mis padres ya murieron, allá solo me queda mi hermano
y se emborracha, me golpeaba hasta que un día me dijo que ya, que me
fuera”. La joven dice que cruzó en
autobús la frontera con México, que
nadie le hizo preguntas hasta que
encontró un retén de migración.
“Estábamos dormidas cuando ya
sentimos que nos tocaban y revisaban. Nos desnudaron y nos quitaron
todo, vieron que no nos quedara
nada”. María siguió su camino hacia la frontera. Hasta ese punto, ya
había invertido siete mil dólares,
pero entonces se encontró con lo
que llamó la mafia. “El de la mafia
nos dijo unas palabrotas y nos pidió
28 de octubre de 2016
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Sus pequeños rostros lo dicen todo, ya dejaron de ser migrantes para convertirse
en prisioneros.
350 dólares para salir de ahí, se los
dimos y nos dijo que serían otros
700 dólares”. Ante la interrogante
periodística de ¿y si no pagabas?,
la respuesta fueron lágrimas y, entre sollozos, estas palabras: “yo solo
quiero regresar a mi casa”.
Insuficiente ayuda en todos
los lares
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Línea USA
Una de las instituciones que han tratado de ayudar a los migrantes es la
Agencia de las Naciones Unidas
para los Refugiados, Acnur. Su representación en Panamá declaró recientemente que los “sistemas de
los países centroamericanos, de
donde proviene la mayoría de los
migrantes hacia Estados Unidos, no
están preparados para responder a
la oleada de niños que emigran
clandestinamente”. Un funcionario
explicó a la prensa: “Es como cuando usted tiene una capacidad en un
drenaje, pero cuando cae más agua
de la cuenta, el drenaje se atasca y
no pasa toda el agua”. En el reporte
de esta institución, “Niños en fuga”,
se evidenció que el 58 por ciento de
unos 400 migrantes entrevistados,
tenían “necesidades potenciales de
protección internacional, como refugio, visas humanitarias o protección
complementaria”. Y concluye que,
aunque la pobreza sigue siendo la
principal razón por la que los menores emigran, la violencia los empuja cada vez más a dejar sus lugares
de origen.
Lo único que el futuro puede brindarles a los miles y miles de niños que
inevitablemente se lanzarán a esta
peligrosa aventura, es la incertidumbre. A pesar de los esfuerzos de organizaciones internacionales, de algu-
nas instituciones gubernamentales,
en especial de Centroamérica, mientras no exista la voluntad política para
eliminar parte de las causas políticas,
económicas o sociales que provocan
el éxodo, nuevamente los pequeños
cuerpos llegarán a la frontera, si es
que no sufren accidentes de todo tipo,
para reiniciar el ciclo que otros miles
ya conocieron y que termina con la
deportación a sus respectivos países.
El fenómeno de la migración infantil no solo es en nuestra región, o
especialmente en Centroamérica.
Es universal, y lo demuestran despachos de prensa, sobre todo aquellos que narran las miles de víctimas
que mueren cada año atravesando
los mares que separan sus países de
Europa. Huyen también de la guerra, de la barbarie iniciada con la
ocupación de sus países por poten-
cias occidentales que descargaron
todo el poder de sus armas para supuestamente liberarlos de regímenes tiránicos locales. Esconden que
realmente son intereses económicos los que motivan esos conflictos,
y una vez alcanzados los objetivos,
los agresores convierten a las naciones ocupadas en territorios donde el
caos y la violencia imperan.
Para miles de niños y jóvenes “la
tierra prometida” concluye en una
celda y un camastro, para esperar
el regreso a sus países de origen. La
travesía, el maltrato de autoridades
y mafiosos, cambiarán los ya entristecidos rostros en muecas por el
trauma vivido.
Entonces, pudiera comenzar
nuevamente la marcha en busca de
“una vida mejor”. Algo que ellos no
pueden entender porque la mayoría
siguen siendo niños, y es que la tierra prometida en realidad se encuentra donde ellos nacieron, no
importa cuan pobres puedan ser en
sus países. Hay que luchar para que
las riquezas sean bien administradas y repartidas entre todos y no sigan quedándose en manos de unas
pocas familias o empresas nacionales o transnacionales.
No lo saben, pero de seguro entre ellos están los potenciales hombres y mujeres capaces de conducir
a sus pueblos y lograr los cambios
que permitan no tener que ir a lejanos territorios para convertirse en
ciudadanos de segunda, tercera o
ninguna clase.
Al llegar, un largo proceso burocrático para deportarlos a sus países.
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