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Un contradictor; por Antonio Ortuño
Antonio Ortuño · Thursday, October 20th, 2016
Fotografía de Daniel Geyne
Ha sido común que algunos escritores sean vistos como portavoces, heraldos y hasta
líderes de causas, generaciones, clases sociales, etnias, nacionalidades, ideologías y
cultos religiosos. Algunos plumíferos no sólo se prestan a ello sino que se han afanado
por conseguir esos roles (y mientras sea para audiencias mayores, mejor) y así,
cuando encuentran esa conexión con un cierto sector, se convierten en “iluminados”,
que escriben y posan como si sus palabras fueran en cada momento la guía ética e
intelectual de los pensamientos y acciones de miles. A esta augusta clase podemos
asociar figurones de todas las épocas y culturas: Platón, Hugo, Zola, Neruda,
Saramago, Gabriela Mistral… Es innegable que muchos de estos escritores han
desempeñado papeles relevantes en la defensa de algunas de las más importantes
causas humanas y las han apuntalado con textos memorables. También es verdad que,
en no pocos casos, ellos y sus lectores/seguidores han sido incapaces de ver los
agujeros de sus propios razonamientos y se han cegado a las incongruencias de su
comportamiento (el estalinismo de Neruda, por ejemplo, y las atroces confesiones
sobre su crueldad con las mujeres aparecidas en sus textos autobiográficos, no le han
terminado de quitar la aureola de santo laico para muchos).
Otros autores, en cambio, se conciben a sí mismos como voces discordantes, como
piedras en el zapato, como inclasificables que, de modo permanente, prefieren la
incomodidad de estar solos en sus posturas a la confortable hamaca de los aplausos
generales. A esta calaña pertenecen los Bernhard, Céline, Vian, Jelinek. También entre
nosotros, ahora mismo, existen algunas de esas conciencias literarias disonantes.
Wenceslao Bruciaga (Torreón, 1977) es lagunero, escritor, periodista, punketo,
bailador, gay, boxeador aficionado y contradictor profesional. Leí hace unos años su
primera novela, Funerales de hombres raros (Jus, 2011) y poco después su libro de
relatos Tu lagunero no vuelve más (Moho, 1999). En poco tiempo aparecerá (también
en Moho) una nueva novela suya. Entretanto, el sello Discos Cuchillo ha puesto en
circulación una recopilación de sus columnas de opinión llamada “Un amigo para la
orgía del fin del mundo”, texto en que ahora me detengo. A contrapelo del discurso
más común entre líderes y militantes del movimiento de reivindicaciones de los
derechos de los gays, y de los aliados que han encontrado entre la intelectualidad y la
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sociedad progresista, pero totalmente alejado de las ideas cerriles y reaccionarias de
la derecha y los conservadores, los textos del libro Bruciaga confrontan buena parte
de los puntos del “pliego petitorio” del tema gay y se baten en especial contra asuntos
como el matrimonio igualitario, el derecho a la adopción y, en fin, con todo lo que
contribuya a “normalizar” y regular la vida gay en unos términos que le parecen
idealizados y soft. A la vez, Bruciaga, lector y melómano impenitente, arremete
furiosamente contra la estética pop melosa que muchos han asociado con el
movimiento gay.
Su prosa agresiva e irónica, su inconformismo y su cuestionamiento permanente de
las convenciones hacen de este libro una lectura francamente recomendable.
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on Thursday, October 20th, 2016 at 4:30 am and is filed under Artes
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