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DE AMOR
SE VIVE
POR JOSELO MONTES
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DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
La fotografía de la portada
pertenece a Zsíros István, un
fotógrafo húngaro que retrató
en el 2015 a una pareja de Sirios
que pidieron asilo por horas en
un campo para refugiados en la
frontera con Austria.
Agradecemos muchísimo su
entera disposición y apoyo para
publicar su famosa fotografía
titulada: The refugees will win.
Love will win.
Este libro pudo realizarse gracias al apoyo de muchísimas personas que fondearon el proyecto. Son muestras de cariño que jamás se olvidarán. Téngalo por seguro. En especial quiero agradecer el apoyo de:
> Nya Segura
> Melisa Heredia
> Francisco López
> Iván Ocampo
> Alejandro Teijeiro
> Ángeles Herrera
> Emma Córdoba
> Ernesto Velasco
> Agustín González
> María Cabrera
> Edy Mayorga
> Pablo Sandoval
> Estela Bravo
> Octavio Hernández
> Juan Manuel Nava
> Martha Sinecio
> Luis Álvarez
> Manuel Álvarez
> Mónica Niembro
> Darío Olvera
> Rodrigo Sánchez
> Guadalupe Álvarez
PRIMERA EDICIÓN, 2016
Comentarios sobre la edición y el contenido de este libro a: [email protected]
D.R. 2016, derechos reservados
> Luis Niembro
> Y a mi querido amigo
Rodrigo Saldaña.
Impreso en ArtGraph, Grupo Art Graph S.A de C.V.
Av. Peñuelas 15-D
Col. San Pedrito Peñuelas
CP: 76148
Querétaro, Qro.
> José González
SEP-INDAUTOR
REGISTRO PÚBLICO: 03-2016-051709120300-01
> Ana González
Muchas gracias por creer en esto lo suficiente como
para ayudarme a hacerlo realidad.
Diseño editorial: Josué Isassi
Queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita del titular del copygrith, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total, o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento.
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DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
A mi mamá, mi íntima amiga.
A mi papá, mi gran cómplice.
A ti también, bonita.
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DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
“Termina siempre así, con la muerte. Pero antes
hubo vida. Escondida debajo el bla, bla, bla, bla,
bla.Y todo sedimentado bajo los murmullos y el
ruido. El silencio y el sentimiento, la emoción y
el miedo. Los demacrados, caprichosos destellos de
belleza. Y luego la desgraciada miseria y el hombre
miserable.Todo sepultado bajo la cubierta de la
vergüenza de estar en el mundo, bla, bla, bla, bla,
bla. Más allá, está el más allá. Yo no me ocupo del
más allá. Por tanto, que esta novela de comienzo. En
el fondo, es sólo un truco. Sí. Es sólo un truco.”
CAPÍTULO 1
–JEP GAMBARDELLA
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CAPÍTULO I
DE AMOR SE VIVE
Sabino Álvarez tiene algo malo en la cabeza. No toma
Prozac ni Valium, pero aun así está mal de la cabeza. Le
gusta sentarse en los cines solo; sube los pies en el asiento de adelante, y come palomas rancias mientras ve una
película de cine de arte con bajo presupuesto. Era un
tipo ligeramente letrado. Sabía, por ejemplo, a cuánto
estaba el miligramo de antimateria, pero no sabía cuál
era el nombre clave de las playas de la operación Overlord. Sabía cuánto sotol bebía Pancho Villa pero no sabía cómo mantenía Churchill la ceniza de sus puros tan
largas y para qué. Un tipo ligeramente letrado. Créame.
Prefiere el Dean and Deluca que el Starbucks. Prefiere a Bob Dylan que a Mick Jagger y su inmensa boca
asquerosa. Payaso.
Sale a caminar. Piensa. Tiene pensamientos ridículamente neuróticos, freudianamente hablando.
DE AMOR SE VIVE
ella, que descansaba aún entre sábanas y cerveza.
-¿Así quieres que te diga?
- Me puedes decir como te de la gana. Déjame adivinar, ¿fue tu primera vez?
-Sí.
-¿Y?, ¿te gustó?
-No sé. Bueno, sí. Fue diferente. ¿Llevas mucho tiempo en el negocio?
-El suficiente para saber que ésta fue tu primera vez.
Y no le digas negocio.
-¿Qué calificación me das?, piénsalo bien, fue mi primera vez.
-Del uno al diez, te doy un ocho. Y solo por el mal aliento, esa combinación de cigarro con brandy no te va.
-¿Ah sí?, ¿entonces qué me va?
- Un vaso de leche tibia y un bagel.
- Ah, me toco una cómica.
- Estoy bromeando. No te lo tomes tan en serio.
- Ya, dime ¿cuánto llevas en este negocio?
Estaba empezando a vestirse torpemente mientras
salía del baño, se quedó pensando y detuvo sus dedos
presurosos.
-Es la primera vez que estoy con alguien como tú- dijo
mirando a la pared y de espaldas a la cama.
-¿Es la primera vez que estás con una puta? -reviró
Inmediatamente recordó su preparatoria, esas primeras caricias bajo su falda escolar que la hicieron apretar
las piernas y luego aflojarlas junto con todo el cuerpo, la
primera paga que recibió por desvestirse, y finalmente,
los golpes y amenazas de aquél hijo de su puta madre
que empezó a comerciar con sus mieles rentándola a
veces como capricho hedonista y a veces como accesorio
para fiestas sociales.
-¿Hace alguna diferencia que te lo diga?
-Supongo que no -dijo mientras terminaba de fajar su
camisa en el pantalón. -Más bien es el morbo de saber
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Es un sábado de julio y son las 3:30am de la madrugada:
CAPÍTULO I
DE AMOR SE VIVE
cómo empezaste, si no te gustó estudiar, si fuiste madre
soltera y tu único talento eran tus piernas y tu elegante
forma de abrirlas; yo que sé, esas historias que uno escucha o ve en las películas, cuando pasan gente como tú.
Ella lo miró fijamente con sus ojos grandes y redondos. Lo miró directo a las pupilas.
-Oh, un biógrafo, qué bien. Pues, ¿qué más da? El
hambre, el alcoholismo de mi padre, la sumisión de mi
madre, la violación cuando tenía 3 años por parte de
mi tío. ¿Qué más da? De todas formas tú dices “alguien
como tú” de mí. ¿Qué más da si dejé la preparatoria
trunca o fui a la universidad? ¿Qué más da si te digo que
con esto estoy pagando mis estudios en la Universidad
Autónoma del Estado? ¿Quieres continuar con tu censo y
preguntarme si me gusta lo que hago? ¿Importa si sentí
placer ahorita o me diste asco? ¿Qué más da si tú eres
homosexual o soltero, si tienes perversiones y fantasías
conmigo, si vuelves o no vuelves? Qué más da cabrón
-terminó, mirándolo con franqueza-.
-Tampoco es para que te conmuevas tanto. ¿Ya te pagué?
-Imbécil, ni que estuvieras en una tortillería para preguntar pendejadas- le dijo, dibujando una sonrisa amistosa.
Él había escuchado todo con su mano derecha puesta en
la perilla de la puerta de la recámara de la casa de putas.
CAPITULO I
DE AMOR SE VIVE
San José. Precisamente por esa razón, necesitaba salir
lo más pronto posible sin que nadie lo viera.
San José era un pueblo tranquilo, hasta cierto punto rural. No había cinemas, ni centros comerciales. Un
pueblo donde en los tianguis los vendedores de ajos no
tenían puesto, caminaban todos ofreciendo ajos con voz
muy quedita como si estuvieran vendiendo droga. Un
municipio de 70 mil personas. Pocas calles, muchos carros, terrible tráfico.
Volumen al máximo. Ahora canta en su carro “jealous
guy” junto a John Lennon. Piensa en todas las parejas
que ha conocido y que no ha logrado retener a su lado.
Piensa en Victoria. Piensa en ella mientras prende un
cigarro y recorre la calle Hidalgo. Frena. Avanzó lento
y despacio hasta que llegó a la casa de sus padres y se
metió a la cama.
Salió de ahí, se escuchó el clásico “bip bip” de su auto,
uno de esos deportivos. Su casa estaba ubicada justo en
el centro de un pueblo muy pequeño y tranquilo llamado
Al amanecer del día sábado, la memoria de aquel día
ha vuelto a él. Desgranaban los primeros días de julio y
el verano sonreía desde aquella esquina del mundo.
Se despertó, se levantó. Abrió los ojos, estiro los brazos
y bostezó. Se metió en el baño. Una vez limpio, se vistió.
–Hoy la camisa va arrugada, y al que no le guste…. –
dijo mientras salía por el balcón de su cuarto.
Barriendo la calle estaba don ramón.
-¡Buenos días don ramón! ahora madrugó.
-Pues estas calles no se van a barrer solas. – Sonrió
divertido y exhibió una especie de dentadura estilo “es
que aquí los dentistas son muy caros”.
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CAPÍTULO I
DE AMOR SE VIVE
Se metió a su cuarto y empezó lo que tenía que ser su
calvario para escribir esa carta. Las hojas de papel estaban reducidas a bolas debajo de la mesa, intentos desesperados por encontrar las palabras adecuadas. Adecuadas para un desesperado. No podía escribir nada. No
podía encontrar ni siquiera la palabra más sencilla. Qué
sé yo, Hola. Hola, cómo estás. Hola, hace frío. Hola, ya
es verano. O peor aún. Hola, ayer cogí. Hola, te quiero.
Victoria se había ido hace dos meses a “conocer el
mundo” como solía decir ella en sus pláticas habituales
de pedas y reuniones. Era una de tres hermanos. Había crecido entre abuelos artistas y escritores, lo que le
había desarrollado cierta sensibilidad para las cosas insensibles. Dibujaba ojos, muchos ojos, como si siempre
estuviera tratando de entender la complejidad de una
mirada mansa, de traducir con trazos las emociones que
emanan del iris. Su papá se dedicaba a las bienes raíces
y su mamá era una autoridad en la repostería casera.
Cocinaba bien y de buenas, era una mujer hermosa, y
ella lo sabía. Era muy bonita Guadalupe de los Cobos.
Victoria era el amor de su vida. La había conocido en
su escuela, recorriendo los pasillos. - Tengo que casarme con esta mujer. Fue como si se activara un mecanismo de supervivencia, como una caldera en una noche
fría. Cásate con esta mujer, decía, y morirás feliz. Para
describirla mejor, era una persona que no te decía que
te quería porque le costaba. Pero te cuidaba. Pero se
preocupaba por ti. Pero te escuchaba. Y eso también es
decir. Y mucho.
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DE AMOR SE VIVE
Todavía se acuerda del día en que la vio por primera
vez. Estaba enfundada en un vestido azul marino, con
grabados de flores. Se había pintado para parecer mayor, todos lo sabían, pero nadie se lo había dicho.
Era una noche de viernes, lo recuerda muy bien, a
principios de febrero. José tocaba con su grupo en el bar
hip del momento. Llegó un poco desaliñado, se arregló
para verse desarreglado, la vio ahí, en esos ojos había
fuego. Un fuego traído de algún infierno bíblico.
Sabino aprovechó su buena fama que tenía en aquellos tiempos y se dispuso a invitar tragos y cervezas firmando cuentas y haciendo llamadas importantes.
-Gracias por venir —dijo él
-De nada, me invitó una prima —dijo ella de manera
indiferente.
-¿Vienes con ella?
-Sí, y con mi hermana —señaló el lugar donde se encontraba su hermana.
-Ojalá te vea más seguido por aquí
-Si me invitaras, sería más fácil
-Si te invitara no sería aquí, sería a mi casa. A cenar.
-¿De plano? ¿tan directo?
-No, no me malinterpretes. Hago la mejor pasta de la
región. Un día me encantaría cocinártela.
-La pasta…
-Sí claro, la pasta —dijo mientras le devolvía la sonrisa cómplice y atrevida.
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CAPÍTULO I
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
De ahí, el resto fue historia. Se enamoraron perdidamente uno del otro. Pocas personas fueron tan felices como
ellos. Una pena, si me preguntan, su separación. Pero bueno, eso no me compete. Sigamos en lo que estábamos.
-¿Se puede? Se escuchó una voz detrás de la puerta del
cuarto de Sabino. Era su mamá.
La mamá de Sabino era una señora criada y nacida en
ese pueblo. Para que se den una idea, era una señora a la
que se le aceleraba el corazón cada vez que una llamada
de larga distancia duraba más de un minuto. Era la típica señora que colgaba bracitos y piernitas en las faldas
de los santos en las iglesias.
-Sí mamá. Adelante.
-Buenos días, menuda noche la de ayer, no te oí llegar.
-Misión cumplida entonces. Estas botas de ladrón sí sirven.
-Qué chistosito amaneciste hoy. Tu papá y yo saldremos a desayunar a la plaza, ¿nos quieres acompañar?
- No, gracias, aquí los espero.
- Nos preocupas, Sabino- reviró su madre, con ese tono
sacado de los libros de Josefina Vázquez Mota. Te hicimos una cita con Jorge Zhiel, nos tranquilizaría mucho
que fueras y platicaras con él.
- Vayan a la plaza, después discutimos mi futuro con
todos los profesionales que quieran.
CAPÍTULO 2
Sabino se acostó en su cama y se quedó dormido viendo el techo, contando las vigas que lo sostenían.
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CAPÍTULO II
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
pero después, se iban alejando con esa vergüenza, con
esa impotencia de saberse pobres, de verse en esa miseria, donde su dignidad estaba entubada en la camilla de
Sabino. Donde ya no había un lugar más bajo que ése.
La infancia de Sabino no había sido como la de los demás. Decían que era una especie de milagro, una clase
de evento extraordinario. Cuando era pequeño contrajo
una enfermedad muy rara que les da a los niños; una
meningitis que lo dejo en coma durante dos semanas. La
mamá de Sabino, Doña Lupe, nunca perdía la esperanza
de que fuera a despertar otra vez. Día a día, se acercaba
y le leía cuentos mientras le sobaba la mano llena de
sondas y de piquetes. Su papá, Don Luis Montes, se derrotaba día con día en la sala de emergencias, esperando, agarrándose de los más débiles hilos de esperanza
que salían de su corazón.
Dicen que a todo se acostumbra uno menos al hambre, y con ese adagio salían al supermercado a comer
las pruebas que daban de jamón y salchichas. Comían
como si fueran a comprar toda una nave de productos,
Pero, a pesar de todo, les gustaba soñar, les gustaba caminar de la mano por los pasillos imaginándose
con todas esas cosas que vendían en el supermercado,
hasta que llegaron a la sección de ropa para niños.
Ahí, Doña Lupe empezó a tomar una camiseta, unos
calzones, calcetines, zapatos, camisa, pantalón, todo
un cambio de ropa.
- ¿Pero qué estás haciendo mujer? Reviró Luis con un
tono derrotado, perdido entre su mundo y el de su mujer,
entre la rabia de no poder cumplirle, ni siquiera los caprichos más simples.
- Tranquilo Luis, es solo un juego. Vamos a jugar a
soñar, soñar que nuestro hijo se pondrá bien, y que no
tiene ropa en el hospital, más que esa cochina bata que
ya no quiero ver nunca. Sé que ahorita no tenemos dinero, pero hay que prometernos que cuando se recupere, si
es que lo hace, vendremos por este cambio, aunque nos
gastemos el último centavo de nuestros ahorros.
Don Luis balbuceó algo que Lupe no llegó a entender,
y haciendo caso omiso de su presencia, guardó el paquete de cosas debajo de unos estantes de esa sección.
- Éste será nuestro secreto, amor. Dijo ella dándole un
beso en la frente, como si quisiera regalarle algo de tranquilidad a ese hombre con el corazón destrozado.
Así fueron pasando los días, cada que iban a comer al
supermercado, pasaban a la sección de niños para corro-
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Sus papás eran muy peculiares, nacidos y criados en
el pueblo, tenían unas costumbres y una formación católica muy arraigada, pero que albergaba muchos principios y tradiciones. Religiosos por excelencia y católicos
por vocación. La enfermedad de Sabino los tenía en la
quiebra, el hambre en el hospital era una perra sin misericordia que los carcomía a diario, como riéndose de ellos
por el destino que los esperaba en esa camilla.
CAPÍTULO II
DE AMOR SE VIVE
borar que su pequeño secreto y su pequeña esperanza
siguiera bien guardada. Cuando la muerte te mira nunca vuelves a ser el mismo, así pasa con las enfermedades
serias y graves. Pero conviene ver de frente a la enfermedad, si no, te devora antes de tiempo.
Creo que fue Susan Sontag la que escribió en La enfermedad y sus metáforas: al nacer todos recibimos dos
pasaportes, uno para transitar por el mundo de los sanos, otro para moverse en el territorio de la enfermedad.
Tarde o temprano usaremos el segundo.
Un día cualquiera en una sala de terapia intensiva,
algo pasaba en el cuarto de Sabino, entraron los doctores
corriendo y las enfermeras sosteniendo una carpeta de
hojas blancas que nunca supe para qué servían. Doña
Lupe se quedó viendo atónita el pasillo, esperando a que
alguien saliera a darle alguna noticia. Salió su cuñado,
Pablo, un doctor cubierto de canas, con unos ojos azules
llenos de lágrimas. Doña Lupe sin preguntarle nada se
desplomó en el piso a llorar. Maldecía a la vida, a su pobreza, a su incapacidad para curar una vida que había
crecido dentro de ella.
-Despertó —Balbuceó Pablo. Sabino Despertó.
Doña Lupe se quedó helada, había sido un malentendido, se levantó como un cohete y abrazó a Pablo, no tuvo
tiempo de avisarle a su esposo, entró al cuarto y abrazó
a Sabino, le contó que todos sus tíos habían ido a verlo,
que sus abuelos habían estado preguntando por él. Enseguida lo bajaron al piso siguiente a que se recuperara
del coma que había tenido; la anécdota aquí es que nadie
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DE AMOR SE VIVE
le avisó a Don Luis, y cuando él llegó y no vio a su hijo
en el cuarto, pensó lo peor. Se tiró al piso a llorar por su
pinche pobreza, por trabajar a cuatro horas del hospital.
En eso, un pensamiento le llegó como rayo, -tengo que ir
al supermercado a ver la muda de ropa que hice con mi
mujer —dijo mientras bajaba presuroso por el elevador.
Cuando llegó al andén donde habían guardado la ropa
de Sabino, ya no había nada, se la habían llevado. En ese
momento Don Luis supo, ahí, en un pinche supermercado, que su hijo había despertado.
Esos días Sabino no los recuerda. Nadie sabe hacia
qué mundo se va uno cuando está en coma. Los médicos,
religiosos también, alegaban la curación a un milagro
divino. “Si creen en Dios, pídanle un milagro porque la
medicina ya hizo lo que tenía que hacer por su hijo”, le
había dicho un médico brasileño con un terrible acento
español, que estaba haciendo su residencia en el Instituto Nacional de Pediatría.
Pronto Sabino se recuperó, y a sus tres años ya tenía
una buena historia que contarles a sus amigos. –Desperté de un coma yo solo. Les decía a sus amigos de la escuela, que se quedaban anonadados con el relato del regreso
de su muerte.
Siempre añoró las costumbres de su niñez, su perla,
sin titubear, era la tradición de los Reyes Magos. Se
iban al cerro más lejano a prender luces para que los
reyes no se perdieran, les señalaban el camino entre
tropiezos y bengalas mal prendidas. Miraba al cielo con
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CAPÍTULO II
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
la esperanza de un cristiano en su primera misa con el
pastor. Supo que los reyes no existían hasta los 12 años.
Todos en su secundaria se burlaban de él. Estoy seguro
que si Sabino pidiera un deseo, sin duda alguna sería
que lo devolvieran a ese tiempo en que creía en ellos, a
esas noches donde la esperanza lo cobijaba y la magia
se sentía en el aire, donde un camello, un caballo y un
elefante cabían por un zaguan diminuto y atravesaban
muros sin hacer el más mínimo ruido llenos de amor
para compartir, amor convertido en pistolas de dardos,
coches, bicicletas y patines.
Pero de alguna manera, nunca dejó de ser el niño solitario que se sintió abandonado en las garras de su enfermedad cerebral. Vivió bajo una melancolía parecida a la
de Pessoa: “seré siempre el que esperó a que le abrieran
la puerta, junto a un muro sin puerta”.
CAPÍTULO 3
Después creció y se dio cuenta que era un deudor espiritual, ya que su madre le había prometido a todos los
santos milagrosos que Sabino caminaría distancias considerables rezando y agradeciendo por el “milagrito”. Ya
saben, los santos tienen un grandioso sistema de crédito
espiritual, en el que uno puede pedir cosas prometiendo
que otro las va a pagar si se las conceden. ¿No es algo
maravilloso?
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CAPÍTULO III
DE AMOR SE VIVE
Sonó el celular que estaba justo debajo de su ropa que
olía a cigarro y a risas ahogadas, cómplices de la noche
anterior.
-Hola Sabino, qué noche la de anoche. Dijo Carlos, un
amigo suyo, despertándolo de aquellos trances y recuerdos que le habían quitado el hambre por la mañana.
- Si, ya ni lo digas. Me fui temprano porque estaba
algo cansado, ya no me pude despedir.
- Pues no te perdiste de mucho, lo mismo de siempre.
Gabriela se fue con Jorge, Rodrigo se perdió con Ximena,
Laura cantó hasta el amanecer, y ya sabes cómo canta
la estúpida.
- No sé cómo aguantaste hasta el amanecer con esa
fina compañía.
- Ya sé, el alcohol hizo su trabajo. Siempre lo hace.
- ¿Irás a la cena de Rodrigo esta noche?
- Quedé de ayudarle a mi mamá con unas cosas. Si me
da tiempo voy para allá.
- “Con unas cosas” qué misterioso andas hoy; allá nos
vemos entonces.
- Vale, pero si va Laura y empieza a cantar, juro por
Dios que le escupiré en la cara.
- Seremos dos.
Salió a comprar cigarros, porque la prostituta se ha24
DE AMOR SE VIVE
bía quedado con su cajetilla como el “suvenir de un virgen” como ella mismo lo catalogó. Caminó por el centro,
con la cabeza llena de marañas y de pelusa, cuando de
pronto escuchó:
-Eres un menudo imbécil, ¿así acostumbras a dejar a las
personas en las fiestas? Era Ingrid, su amor del verano.
-Yo también estoy bien, gracias.
-Eres un menudo imbécil.
-Van dos veces que me lo dices en menos de 3 minutos. Creo que establecí un nuevo récord. ¿Me puedes
decir ahora qué hice?
-¿Todavía tienes el descaro de preguntármelo? – Dijo
con un tono sacado de un libro de autoayuda. –Dijiste
que ibas al baño, y creo que todavía no acabas, porque
nunca regresaste.
-Ah sí, eso, una disculpa, habló mi mamá, ya sabes
cómo se pone con los horarios cuando ando por acá.
-Vete al diablo. Date la vuelta, dale una bofetada y date la
vuelta, ten dignidad con una chingada, se lo decía una y otra
vez en su cabeza.
-Pues no me voy a ningún lado. Sólo vine a comprar
unos cigarrillos. No armes tanto drama.
-El problema no soy yo, eres tú narciso mierdero, hijo
de puta.
-Y el maleducado soy yo, ¿verdad?
-No quiero saber nada de ti, pinche idiota, por mi te
puedes ir a la mierda.
-A la mierda me iré entonces. Ni que anduviera tan lejos.
Sabino cruzó la calle, en sus pants y sandalias, feliz,
como si se hubieran quitado un gran peso de encima.
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CAPÍTULO III
DE AMOR SE VIVE
Bajó por la calle Allende, llena de gente, como siempre.
Pasó por la cremería de doña mari, una señora que se
había quedado viuda desde hacía más de 20 años y siempre te atendía con una sonrisa de porcelana, tan frágil y
dulce como un buñuelo. A veces le tenía confianza a Sabino, y le decía lo mucho que extrañaba a Don Alfredo.
–No hay un solo día en el que no piense en él. Le decía
con una especie de tristeza y ternura en su tono. Pero
siempre sonreía. Pienso que si les dieran un premio a
las personas que saben sonreír aguantándose las ganas
de llorar, Doña mari ganaría sin ningún problema.
DE AMOR SE VIVE
esos brazos ajenos dejan de contener todos tus fracasos
emocionales y se vuelven una asquerosa carga. Fue el
caso de Sabino, pero no de Ingrid, ella se enamoró como
se enamoran las viudas cuando salen por primera vez
después de muchos rosarios y vestidos obscuros.
Ingrid se subió a su bicicleta, muerta, llena de vergüenza y de dolor. Llorando con sus audífonos puestos y
el corazón destrozado. –Soy una idiota- decía mientras
se limpiaba el rostro con su sudadera favorita.
Ingrid y Sabino se habían conocido como se conocen la
mayoría de los amores fugaces: en un bar hip. Era el bar
de moda en ese tiempo y cada quien iba con su bolita de
amigos a emborracharse celebrando que estaban jóvenes y hermosos. Su amor fue tan fugaz que no tuvieron
tiempo de enseñarse las cicatrices de las malas decisiones y los penosos arrepentimientos.
Es asombroso lo que un amor fugaz puede llegar a
lograr. Es como agua salina para las heridas recientes.
Uno fácilmente puede mitigar una desilusión amorosa en los brazos de alguien más, no sé qué tienen los
brazos ajenos que abrigan ilusiones por momentos relativamente largos. Pero como todo amor fugaz, pronto
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CAPÍTULO IV
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
El papá de Sabino era el hombre más sensible del
mundo. Podría decir más que su madre. Tenía el pelo
blanco y empezaba a hacérsele esa joroba de la gente
que algún día fue alta, pero que el tiempo ha empeñado en encorvar.
Sabino caminó despacio, con su cigarrillo prendido, todavía crudo por la noche anterior. Camino hacia él, con
la sangre aún caliente por el alcohol y el aliento seco.
CAPÍTULO 4
28
-Qué bonita pelea escuché en la plaza. Dijo mientras
leía su periódico habitual, en el mismo sitio, con su misma taza.
¡Por dios! Pensó el, ¿quién le habrá dicho? No lleva ni
una hora el suceso y su padre ya lo estaba cuestionando.
-Así es, dije. Evasivo, confundido. ¿Cómo sabes?
-Tu mamá me encargó unas cosas de la tienda y estaba llegando cuando escuché su drama. Shakespeare
estaría orgulloso de su escena.
-No sé lo que quiero, pero sí lo que no quiero. Y a ella
no la quiero papá. Dije en un tono seguro y educado.
-Está bien, dijo mi padre. Ten más cuidado para la
próxima. No puedes ir desordenando vidas sólo porque
no sepas qué es lo que quieres. Esa niña te quería mucho.
-Lo sé, por eso no quería que se ilusionara con algo
que no era.
-Uno es lo que hace y lo que no hace, las intenciones
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CAPÍTULO IV
DE AMOR SE VIVE
no definen a nadie, Sabino. – dijo mientras se levantaba
y caminaba hacia su cuarto.
Don Luis tenía 56 años, sus padres habían muerto súbitamente. Su padre de alguna enfermedad del riñón,
y su madre un mes después de soledad y tristeza, como
esas parejas de pingüinos que pasan en el Discovery. Se
llevaban 22 años de diferencia. Don Fernando, su papá,
tuvo la valentía de traer 16 hijos y 6 medios hermanos
al mundo. Al morir los 16 hermanos se peleaban, hasta
la fecha, por ver quién se quedaba con qué cosa de los
pobres difuntos. Un caso verdaderamente patético, con
potencial televisivo para la cultura popular.
Por el otro lado, Doña Lupe tenía 9 hermanos. Su padre había muerto de cirrosis, producto de la frustración
y pobreza.
Don Francisco Álvarez había sido un hombre respetado por todo el pueblo. Antes de casarse con la mamá de
Doña Lupe, había tenido un romance con una prostituta
de la ciudad de Querétaro, la negra, amante de algún
gobernador de la época.
Don pancho la había conocido y había quedado perdidamente enamorado de las mieles de esa mujer, galante de la moral relajada. Al enterarse el pueblo y los
familiares de semejante situación, decidieron arreglar
el matrimonio con Doña Socorro, una mujer virgen, devota, de pueblo. Acostumbrada a agachar la cabeza y a
la crianza de hijos.
No dudo que la causa del alcoholismo de Don Pancho
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DE AMOR SE VIVE
haya sido su amor frustrado. Jamás volvió a saber de la
negra, y fue llenando su corazón de alcohol hasta que lo
disecó para siempre.
Aparte de su padre, dos de los hermanos de Doña
Lupe, habían muerto de cirrosis. Los cuatro que quedaban vivos tenían problemas con la bebida, sólo uno de
ellos abstemio hasta el día de hoy. En pocas palabras:
Una hermosa familia. Un exquisito caldo de cultivo para
la neurosis, el alcoholismo y la drogadicción.
Sabino se quedó tumbado en el jardín viendo cómo
avanzaba su padre hacia su recámara. Se quedó pensando lo que la mayoría de las personas de su edad pensaban ¿cuándo va a empezar mi vida?. Sabino pensaba
que su vida iba a empezar cuando se graduara de la universidad. Luego pensó que empezaría cuando tuviera
una novia, cuando se casara con el himno de la Champions League. Pronto se dio cuenta que la vida no empieza
y termina cuando uno está listo sino cuando más jodido
está para meterse al ruedo. Sobre todo en el país que
vivía él, un país donde constantemente están tratando
de chingarte la vida.
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CAPÍTULO V
DE AMOR SE VIVE
CAPÍTULO 5
DE AMOR SE VIVE
-No puedo dejar de pensar en esa prostituta —se decía
Sabino. Pensaba en sus piernas, en cómo las fue abriendo poco a poco mientras introducía sus dedos. En sus
delgadas medias, en cómo se le fue humedeciendo su clítoris. Se notaba que estaba disfrutando aquel encuentro.
Su olor, ese olor a miel y a cerveza, ese aroma a lujuria
babilónica. Tomó su falda y la fue subiendo poco a poco
mientras le bajaba las bragas. Le acariciaba sus piernas,
suaves, calientes. Tomó un vaso con hielos y los mantuvo
en su boca, se hincó frente a ella y metió su cara bajo su
falda, con las bragas en los tobillos. Empezó a lamer su
vagina. El agua fría de su boca bajaba por su entrepierna, jugando a las carreras, hasta bajar a sus pies.
- Les quedan 20 minutos. Gritó el señor del motel,
mientras les tocaba la puerta.
-No le hagas mucho caso a ese viejo mierdero Sabino,
y cógeme fuerte.
Sabino se incorporó y tomó la mano de la puta y la
guió hasta la vagina húmeda y fría. Ella empezó a masturbarse sola mientras Sabino sacaba su condón. Por fin
la tomó y la volteó, le abrió las piernas mientras tomaba
su cadera y su trasero, y penetró con suavidad y ansias
el culo de la puta.
-¡Así, así, cógeme fuerte!. Le gritaba mientras se revolcaba en la almohada. – Ya me voy a venir, dijo Sabino
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33
CAPÍTULO V
DE AMOR SE VIVE
jalándole levemente el cabello. Y ahí, en ese momento
probó las mieles de un orgasmo genuino, hecho con la
más absoluta pasión carnal. Consumido y entregado por
esa dulce cúspide, que hace que se te tuerzan las patas
y mires fijamente al vacío, hacia la nada sintiendo todo.
-Necesito verte otra vez, dijo Sabino con una pésima
condición física.
-No empieces con pendejadas, Sabino. No se necesita
tener una educación profesional para saber que tienes
problemas edípicos graves. ¿O piensas que sólo te gustan las que son 20 años más grandes que tú porque si?le decía ella mientras se ponía de pie para empezar a
recoger su ropa.
-Por lo menos dime cómo te llamas..
-Llámame cómo quieras, ya te dije.
Sabino pensaba en todo esto mientras manejaba por
las calles con una erección que le duró varios minutos.
Se estacionó en el callejón libertad, que estaba bajo una
penumbra, y empezó a masturbarse en su automóvil.
Una vez terminado, limpió su mano y su pantalón con
un panfleto de pizzas, aventó el papel a la calle, y prosiguió con su camino.
“-¡Carajo!” Exclamó desde su carro al no alcanzar el
semáforo en verde. Mientras le limpiaban el parabrisas
recordó su última conversación con Victoria.
“-No sé qué haré, no quiero pensar en eso. ¿Tú ya sabes? (di que no). Tal vez no haga nada, que me empuje el
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DE AMOR SE VIVE
destino a donde quiera. No sé si sea un error, espero que
no. Mira, ya vamos a llegar (no me dejes llegar)”.
Sobre sus cabezas flotaba una gran burbuja llena de
cosas que tendrían que decirse y los dos miraban al suelo para no verla.
“-¿Quieres un beso? (te daría todos). No creo que sea
buena idea (bésame). Es que me va a costar irme (y me
va a doler más, pero no importa). ¿Estás segura? (qué
esperas, bésame).
Bueno, me despido (me muero). Cuídate (no me dejes
ir, idiota), me voy (idiota, idiota). Sí, te escribo pronto
(detenme). Tú también escribe (por favor, detenme).”
No se decidía a marcharse, porque a esas alturas
dependía de aquel mundo, se había atado a él con la
obstinación con que uno se ata a las cosas que lo perjudican. Porque estaban unidos por un hilo invisible,
oculto entre mil cosas de poca importancia, que sólo
podía existir entre dos personas como ellos; dos soledades que se reconocían.
O porque le faltaba algo como a ella le faltaba también
y eso era algo que tenían en común; o porque temía el
momento en que ella se cansara y de nuevo le tocara
cerrar la persiana por la noche y volverse solo a casa,
donde nadie lo esperaba, sintiendo la cabeza vacía pero
muy pesada.
Bien sabía lo que tenía que hacer: volver con ella y
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CAPÍTULO V
DE AMOR SE VIVE
sentarse a su lado, ir hasta el país donde se encontrara,
cogerle la mano y decirle que no tenía que haberse ido,
y besarla, besarla una y otra vez y otra vez, hasta que
no pudieran dejar de besarse. Ocurría en las películas y
ocurría en la vida real, todos los días. La gente no perdía el tiempo, se aferraba a unas pocas casualidades y
fundaba sobre ellas su existencia.
El aire frío de la tarde le entraba por la chaqueta pero
no quiso cerrársela bien; olía a limpio. Lo esperaba una
ducha, una taza de té caliente y un día como cualquier
otro, y no necesitaba más.
El semáforo por fin cambió a verde…
Llegó a su casa, metió su coche a la cochera y subió a
su cuarto. Se sentó en su escritorio y empezó a escribir.
Sonaba 21 and invincible de Something Corporate en su computadora. Se reclinaba constantemente en su silla. Por
fin se armó de valor y venció esa plantilla en blanco.
“Hola Victoria, ¿estás dormida? ¡Despierta! ¡Soy yo!
¡Sabino! Quiero decirte muchas cosas y necesito que estés sentada leyéndome.
Me habías pedido muchas veces que te escribiera y
yo te había dicho siempre que no. Me habría gustado
regalarte esta carta para tu cumpleaños, para navidad,
para una fiesta. Nunca para pedirte perdón. Pero si tuviera que hacerlo, si no bastara, si tuviera que escribir
aún mil más, lo haría también porque no puedo vivir
sin ti. La gente que no sabe amar se asusta con las dis36
DE AMOR SE VIVE
tancias. Me gusta pensar que nuestro amor es tan grande que no cabe en una ciudad.
¿Sabes, Victoria? Hace mucho tiempo que te quiero
regalar el mundo. Pero uno nuevo. Uno donde nadie se
bañe los domingos. Un mundo donde te haga el amor por
las mañanas y café por las noches. Un mundo lleno de
Jazz y blues, donde Johnny Cash siempre nos cante. Sobretodo un mundo sin maletas, porque aquí nadie llega
y nadie se va. Donde andemos descalzos. Te extraño. Mi
mundo siempre se sentirá vacío cuando deje de saber en
dónde duerme la persona que me cambió la vida.
Escribe pronto.
Sabino Á.”
Sabino leyó la carta en voz alta mientras tocaba The
Notwist de fondo, caminaba en círculos imaginándose la
cara de Victoria, su olor, su vestimenta y ese perfume
francés que nunca supo pronunciar.
Guardó el documento en su computadora y se vistió
para lo que prometía como una noche prometedora en
su pueblo adorado.
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CAPÍTULO VI
DE AMOR SE VIVE
CAPÍTULO 6
DE AMOR SE VIVE
Todos llegaron a casa de Rodrigo a las 8:00 pm con botellas de Jack’s Daniels, vino tinto barato, y cervezas.
Estaban todos: Jesús, Omar, Daniel, Jorge, María y
Fernanda.
Rodrigo se intentó ligar a una chica nueva con su
infalible pick up line “-Me sé de memoria el nombre de
los 54 Pokemón de la primera generación”. A lo que algunas chicas respondían con bostezos y otras con risas
sarcásticas, pero curiosas por escucharlos. Era el único que sabía conjugar en primera persona el presente
del verbo abolir.
Omar se acercó a Sabino y le dijo:
- Hoy tengo ganas de amar.
-¿De amar?
- De coger, pues.
- ¿Y ya tienes alguna valiente?
- A estas alturas me da lo mismo. Llevo tanto tiempo
sin coger, ya quiero sacar este veneno. La mera ponzoña.
- Yo iniciaría conversación con esa frase.
Sabino se sirvió otro trago de Jack con coca, mientras
se escuchaba de fondo a moby. Se acercó a Daniel que
estaba poniendo la música:
- ¿A qué demonios vino lo de anoche?
- Ella soñó conmigo.
- ¿Te dijo eso?
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39
CAPÍTULO VI
DE AMOR SE VIVE
- Se lo dijo a él.
- ¿A quién?
- A su novio.
- Pinche idiota. ¿Le dijo a su novio que había soñado
contigo?
- Sí.
- Santo Dios.
- ¿Qué pasa?
- Cuando una mujer dice que te ha soñado, sabes lo
que pasa, ¿no?
- No, ¿qué?
- Significa que le gustas. Es su forma de decirte que
piensa en ti. Que piensa mucho en ti.
- Pues entonces ya solo es cuestión de tiempo para que
lo mande al diablo.
Daniel empezó a bailar gustoso “she loves you” de los
Beatles.
- Resulta difícil imaginarse lo importantes que eran
los Beatles, Daniel - Apenas habían salido de la pinche adolescencia y ya eran tratados como emperadores romanos a cualquier lugar al que iban. Tenían el
don extraordinario de hacer que sintieras que, a pesar
de su histérica popularidad, solo tú entendías lo geniales que eran, que de algún modo eran tu descubrimiento privado.
Daniel se quedó callado, seguramente escuchando un
carajo las cosas que le decía Sabino. Pensaba en su chica, en cuándo cortaría con su novio.
- Pues no conozco a tu chica, Daniel, pero solamente te
diré una cosa: Si está bonita, tiene derecho a estar loca.
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DE AMOR SE VIVE
Si está tetona, tiene derecho a ser bruta.
La casa de Rodrigo estaba situada en una colonia
tranquila, pero muy transitada. Plateros 90 de la colonia carretas. Vivía con sus padres pero eso no era
problema para que pusiera en estado etílico cada que
le venía en gana.
-Voy a escribir un libro, guey – Dijo Daniel, con un brillo en sus ojos como el de los agentes de ventas cuando
logran su primera venta del día.
-¿Ah si? – Preguntó Sabino con ironía
-Ya, no seas imbécil. Quiero hacer un libro que se llame “Siempre valemos verga”, o sea, que abras el libro y
en la primera hoja diga: S.V.V. En el libro vendrán todas nuestras historias de farra y borracheras que hemos
tenido. Como cuando te cagaste en tus pantalones y tu
mamá te vio y tuviste que lavar tu ropa todo borracho
con tu mamá regañándote. ¿Al otro día te regaló el libro
de los 12 pasos de AA, no?
-Sí guey, lloré todo mi lunes en la escuela.
-O contar cuando mi mamá cachó mi condón usado
en la camioneta, y no le pude negar nada porque estaba
ahogado de alcohol y vergüenza.
-O cuando Jorge Luis se cayó de un piso de escaleras
por tratar de besar a María Burr.
-O cuando Alejandro vomitó en la sala de su primo y
su tío nos corrió de la boda.
-O cuando Daniel se meti..
-Si si, ya te caché.
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CAPÍTULO VI
DE AMOR SE VIVE
Sabino tomó irresponsablemente, shots, cervezas, hidalgos. Se armó una verdadera miscelánea etílica en su
cuerpo. En algún punto de la fiesta Rodrigo le armó una
“perla negra” directamente en su boca. De pronto caminó todavía con un trago en la mano, tambaleándose. Se
acercó a Daniel y le dijo: - Ahora sé que no veré más a
Victoria y es lo mejor, pese a que me esté derrotando la
nostalgia de lo bueno que teníamos, del potencial que
existía allí. Sé que ya terminó. Mañana mismo iniciaré
la tarea de que deje de ser un hermoso momento, y se
convierta en un recuerdo, aunque duela. Seré paciente,
porque pronto llegará un día en el que ya no lo hará.
-Ya deja de llorar por esa pinche vieja y mejor ayúdame a atarme esto – Le dijo Daniel.
- ¿Qué haces con esa cinta adhesiva?
- Estoy armando el pomocop.
- ¿Qué es eso?
- El pomocop, es prácticamente atarme esta botella de
tequila a mi mano, para solamente servirme cubas girando mi brazo.
- Pídele a otro imbécil que te ayude a hacer esa estupidez.
El pomocop fue un éxito. Daniel caminaba como el mismísimo Robocop ofreciendo alcohol y sirviendo tragos.
DE AMOR SE VIVE
dos y empezar a dormirlos. Sabino despertó hundido en
un sillón, con ganas de vomitar y con un asco hacia el
refresco de cola. Le dolían los riñones. Caminó sin hacer
ruido hasta la puerta de la vivienda, se subió a su coche
y emprendió el camino hacia la casa de sus padres.
Todos se emborracharon, unos más que otros. Algunos
vomitaron en la alberca donde Rodrigo tenía 5 tortugas
de agua. Grotesco. El piso estaba pegajoso de la cocacola que habían derramado, colillas de cigarros mal terminados y vasos rojos de fiesta. Varias bachas de una
mota panteonera que lo único que hizo fue marear a to42
43
CAPÍTULO VII
DE AMOR SE VIVE
CAPÍTULO 7
44
DE AMOR SE VIVE
Victoria se encontraba en Los Ángeles, en un departamento en la calle Lathrop Street, en Alhambra. Cada
noche se desnudaba frente al espejo pero no se miraba
en el. Seguía con sus ojos una línea imaginaria que bajaba por sus senos, su abdomen, su ombligo y llegaba
hasta el monte de venus totalmente depilado. Al sur
del recorrido estaban sus pies blancos con uñas pintadas de rojo, descalzos sobre el piso frío.
Levantó la mirada y miró sus ojos en el espejo. Y pensó
en sus ojos negros, en todos los ojos oscuros de los hombres, que cuando son negros excavan mucho más que
cualquier otra mirada de otro color. Pensó en los ojos
mágicos de Audrey Hepburn en Sabrina. En los bigotes
negros de su abuelo cuando era joven, en la foto colgada
en la casa de su abuela.
Volteó la mirada hacia su habitación, con todas las
luces apagadas menos la de su espejo. Le aterró tanta
quietud. Un lugar donde el silencio nunca es silencio absoluto. Pensó en la nobleza del silencio; que sirve para
ocultar la estupidez o para demostrar sabiduría. Para
ocultar tristezas también. Le aterró la oscuridad de su
habitación. Hundida en ese negro desquiciante. El negro
es un no-color que contiene en sí mismo todos los demás,
y los aniquila. Donde la oscuridad es más color que todos
los colores.
45
CAPÍTULO VII
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
Salió desnuda de su baño, se disponía a ponerse
su pijama cuando de repente le taladró la cabeza ese
pensamiento recurrente a él. Se recostó en su cama y
recordó la última vez que habló con ese hijo de puta.
Lo aborrecía.
- Nunca vas a encontrar a alguien como yo. Le dijo él.
- Tendría que tener mucha mala suerte. Ándate a la
mierda que ya estás cerca. Respondió ella entre llantos
y sollozos.
Aprender a perdonarse para saber perdonar a otros.
Aprender a quererse para saber querer a otros. Aprender que todo empieza y termina en uno.
Se levantó, y empezó a vestirse. Empezó a cubrir sus
piernas y su abdomen. Luego cubrió su pecho. Se acordó
de Kerouac: “Súbitamente comprendí que todas las cosas sólo van y vienen, incluido cualquier sentimiento de
tristeza: también se irá. Triste hoy, alegre mañana. Sobrio hoy, borracho mañana. ¿Por qué inquietarse tanto”.
Se fue a la cama sabiendo que al día siguiente le esperaba el mismo ritual.
46
CAPÍTULO 8
47
CAPÍTULO VIII
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
entender que Javier era un asiduo lector
Sabino tenía una colección bastante sencilla de libros
que había comprado en las estúpidas librerías de los aeropuertos y en librerías del centro de su ciudad.
A Sabino lo despertaron unas ganas terribles de orinar.
Recargó su cabeza en la pared mientras orinaba todo el
alcohol que había tomado la noche anterior. Se vistió y
decidió salir de la casa de sus padres.
Últimamente, Sabino caminaba bastante. Le había
agarrado un gusto al caminar. Cada que salía por las calles y veía a todas las personas que estaban a su alrededor, se irritaba. Le irritaba no ser una de ellas; no poder
compartir sus almas como ellas lo hacían. Le producían
desasosiego y envidia, todos. Todos estaban esperando,
descansando o haciendo tiempo, daban la impresión de
saber tan bien lo que se proponían, todos parecían tan
atareados, tan decididos, tan a punto de encaminarse
hacia algún lugar cuya existencia cobrara sentido por
aguardarlos, tan absortos en sus actividades presentes
o inminentes o soñadas o proyectadas, que la conciencia
de sus horas muertas la deprimía. El los juzgaba desde
lejos, crudo, cubriéndose con su libro. Javier Marías lo
veía desde la contraportada de su libro “Mañana en la
batalla piensa en mi”, sentado frente a lo que parece ser
una máquina de escribir eléctrica. Anticuado. Sostiene
un cigarrillo en su mano derecha, y tiene esa pose que
hacen todos cuando están pensando cosas importantes.
El fondo es, lo que puede ser, su biblioteca personal.
Una plétora de libros con lomos de colores, que daba a
48
El pensamiento recurrente que le taladraba su cabeza
cada que salía de su hipnosis literaria, era un recuerdo
de su infancia; cuando pensaba que alguien iba a tocar
la puerta de su casa, y se lo iba a llevar porque había visto en él cualidades inauditas. Que lo iban a andar buscando para decirle que el mundo lo estaba esperando.
Iba a la escuela, dormía, comía, siempre pensando que
en cualquier momento llegarían por él. Que la vida le
tenía una sorpresa, que un ricachón lo llevaría a conocer
el mundo, que sus cualidades llenarían estadios y explanadas. La gloria. La pinche gloria misma. Al final de
cuentas, él era el niño con meningitis que había regresado de un coma. Nadie fue. Nadie lo buscaba, él no era la
señal que el mundo estaba esperando. Se sentó muchas
veces en las bancas vacías de las iglesias.
Una iglesia. Desnuda. Un centenar de personas. Algunos de pie, otros sentados, algunos apoyados en aquellas
grandes columnas antiguas, oscurecidas por el tiempo
pasado, por las muchas oraciones escuchadas, por los deseos invocados, por los dolores sufridos. Los suyos, los de
muchas personas. Los de los demás. Y después está su
dolor. Aquí presente. El dolor de no haber sabido ser del
todo el protagonista de su vida, de haber perdido solo el
tiempo y además, para esto.
49
CAPÍTULO VIII
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
“Pinches hipócritas” les decía a las imágenes – Todo mundo viene los domingos y los otros seis días les valen madres.
Yo vengo a visitarlos cuando nadie más viene, entonces soy
más considerado que todos los demás pendejos. –Aquí estoy
– le decía. Ya caminé y pagué mis deudas en kilómetros, ya
canté la guadalupana hasta el cansancio. ¿Ahora qué hago?
¿espero? ¿malinterpreté tus mensajes encriptados? ¿no le
entendí a tus peticiones? ¿no les recé lo suficiente?.
Sabino caminó hasta su casa metiéndose por todos los
callejones posibles, la cruda le duró todo el día. Estaba
adormilado cuando llegó el cartero a su casa, con estados
de cuenta del banco, con deudas de su automóvil, y hasta
abajo, en un sobre manila, una carta de Victoria con el título
“ojalá nunca leas esto”.
CAPÍTULO 9
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51
CAPÍTULO IX
DE AMOR SE VIVE
Sabino se sentó en su escritorio y abrió el sobre con los
dientes, como un maldito perro. Adentro había una postal de Hollywood, visto desde atrás, en un atardecer de
Los Ángeles. Anexada a la postal venía una carta, que
decía lo siguiente:
“Estoy sentada en la sala de una casa que encontré en
couchsurfing, el dueño es un diseñador industrial que
nunca está y he tenido el sitio entero para mi. Te escribo con mis uñas pintadas de azul turquesa con pequeños
puntos blancos, traigo el vestido azul que tanto te gustaba, y ahorita estoy descalza. Estoy escuchando a los Beatles y quiero decirte que no te preocupes. Si te cogiste a la
vieja esa, muy tu asunto, pero no me digas que fue por
accidente. Pero en verdad, no te preocupes más por mi.
Había pensado en escribirte en varias ocasiones y
pienso que no lo había hecho por respeto, respeto a los
recuerdos, sí, pero más por respeto al presente. Al presente tuyo y mío. Un presente evidente.
No deseo molestarte con esta carta desde acá, ni siquiera tiene un fin pragmático es sólo una forma de concluir. Nada más.
Paso por estas líneas, rápida, efímera, casi desaper52
DE AMOR SE VIVE
cibida en tu vida para decirte esto: Lo siento. Lo siento
por todo el daño que ocasioné en tu persona, por lo que
falto o que siempre sobró de mi personalidad y de mis
condiciones de vida, y porque no pude hacer más de lo
que se podía.
Hoy acepto la sabiduría y la paz que da la vida, a veces duele y a veces se sufre, pero que todo pasa por algo.
Aunque nunca entendamos ese “algo”. Y es por ello que
me siento muy agradecida con la existencia: porque pude
conocerte desde lo profundo de tu ser y amarte, porque
pude compartir momentos y enseñanzas a tu lado por un
instante de nuestras vidas.
Estoy convencida que tu caminar por la vida siempre
será exitoso, melancólico y con una extravagancia exquisita que sólo tú podrás crear.
Me disculpo, te perdono y me perdono por todo. Disfrute de ti y de tu compañía y eso siempre te lo agradeceré. Gracias por lo que me hiciste sentir y lo que
me enseñaste. Dicen que más vale tarde que nunca
Sabino, pero quién sabe en realidad cuando es tarde o
cuando es temprano.
Te deseo los mejores deseos de mi corazón. Que te
vaya bien porque eres una buena persona. No espero
respuesta ni pretendo algo con lo escrito. Hasta que el
destino lo considere.
Te abrazo fuerte.
Saludos con yesterday de fondo.
53
CAPÍTULO X
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
-Soy un neurótico, lo admito. Le dijo a su psicólogo, Jorge Zhiel, en un departamento perdido en patriotismo, en
el centro de San José.
-¿Ah sí? ¿Cómo deduces ese diagnóstico?
-Se interpretar sueños, según el psicoanálisis. Sé hacer las mejores malteadas de fresa, sé la mayoría de los
diálogos de Fight club (la película), no sé nadar. Me gusta hablar solo. Me enamoro de algo distinto diario y sobre todo, mi eterna insatisfacción hacia la vida.
CAPÍTULO 10
54
-Mira, Sabino – Dijo Jorge Zhiel mientras cambiaba de
pierna cruzada. - Es un error pensar que sólo hablamos
con las personas que están frente a nosotros, a veces nos
dirigimos a nosotros mismos, nos dirigimos a los desaparecidos, a hombres y mujeres que ya no están. Aún tenemos preguntas que hacerles, reproches que echarles en
la cara, frases de amor que no nos atrevimos a pronunciar. Generalmente esto lo hacemos cuando estamos solos. No lo digo yo, tampoco soy tan chingón, lo dijo Rafael
Pérez Gay en uno de sus libros: Vamos buscando nuestra
soledad, hasta que la encontramos, a la de verdad, a esa
que no nos quiere soltar. A veces logramos despegarnos y
proseguimos con nuestras actividades. Muchos le tienen
miedo. La soledad no es para tenerle miedo. Lo que hay
que entender es que estar con uno mismo no es soledad.
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CAPÍTULO X
DE AMOR SE VIVE
-He leído un poco a Baudelaire: todo hombre que no
acepta las condiciones de la vida vende su alma.
-Y, ¿ya la vendiste?
-No, pero estoy a punto.
-Creo que tienes que darle la oportunidad a la vida de
que te hiera y lastime. Hasta que llegue la persona que
no lo haga. Y te cure para siempre.
-Ay, ¿quieres que vaya por la vida así como así, dándole la oportunidad a todos de que me lastimen?, discúlpame, pero no mames.
-En serio Sabino, a veces la única salida es dejar que
otros entren a nuestro laberinto. ¿Te ha escrito Victoria?
-Sí, pero no quiero hablar de eso ahorita.
DE AMOR SE VIVE
-¿Has visto cómo cazan a los changos en el discovery?- Preguntó Jorge todavía viendo hacia su libreta,
como si estuviera traduciendo algunas citas de psicólogos europeos.
-No, jamás he visto eso, ¿cómo lo hacen? - Preguntó
intrigado Sabino.
-Mira, los cabrones van y buscan más o menos dónde están las manadas y dejan ahí aventado un frasco
o botella.
-¿De qué?
-¿Cómo que de qué?
-Pues sí, llenos de que, mermelada, chiles, o cosas así
-No, no para nada, una botella vacía de vidrio. Adentro le meten una fruta, y esperan a que lleguen los changos. Cuando el chango llega y ve la fruta, mete la mano
a la botella y agarra la fruta. Pero al tratar de sacar la
mano con la fruta, su muñeca se atora con el cuello de
la botella y no la pueden sacar. Algunos changos, al ver
esto, sueltan la fruta, sacan la mano y se van. Esos son
los más inteligentes y nunca los atrapan. Pero hay unos
obstinados, que se enfocan tanto en poder sacar su mano
con la fruta agarrada, que olvidan su entorno, y, aunque
ellos mismos ya lo sepan, jamás podrán soltar la fruta
para salvarse, porque para ellos esa es la única fruta que
existe. Es ahí cuando llegan los cazadores y se los traen.
-Entonces, en conclusión, ¿los changos del circo son los
más estúpidos?
-No seas estúpido, Sabino, estoy hablando en serio.
En esa explicación se basa la mayor teoría de las relaciones humanas. Nos tenemos que fijar bien si la fruta
que amamos está colgada en un árbol o está encerrada
en un frasco. Y a partir de ahí, tomar decisiones. Necesito que me hagas un favor, Sabino – dijo Jorge. Para
la próxima sesión, porque créeme, habrá muchas sesiones más, necesito que vayas a un lugar. Es un club,
o grupo, o gremio, como le quieras llamar. Se llama el
club de la tristeza, la gente va a ese lugar y lo único que
hace es llorar.
- Pero yo no tengo ganas de llorar, ¿dónde está ese
lugar?
56
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Jorge Zhiel lo escuchaba sentado con la pierna cruzada, estaba escribiendo anotaciones en una libreta forrada
de una piel elegante. Sabino estaba acostado en el diván
viendo un techo con algunas vigas de madera. Después
de varios minutos en silencio, Jorge rompió el momento
elegantemente, como quien mueve una pieza de ajedrez
formidablemente.
CAPÍTULO X
DE AMOR SE VIVE
- Saliendo de aquí, un par de cuadras caminando, tercera calle a la derecha. Es un portón de madera, es el
único portón de madera en toda la calle. No quiero que
vayas y llores ahí, no me interesa que tengas tu catarsis
de esa manera, sólo quiero que vayas.
- Simplemente estoy triste. Es todo. ¿Tengo que estar
feliz todo el pinche día para que la gente no piense que
estoy loco?
- Nadie está diciendo que estás loco. ¿Estás triste? Espérate a que llegues a los 45 y que no puedas controlar
las ganas de ahorcarte en cada árbol que veas.
- Qué bonitos ánimos. Es justo lo que uno quiere escuchar cuando va al psicólogo.
- El que viene a escuchar aquí soy yo. Tú eres el único
que sabe todo sobre ti. Estás pagando para que yo te
escuche. Es lo que todo mundo piensa. ¿Quieres pagar
para que te diga tonterías, para que te reprenda? Para
eso están tus papás. Yo aquí te vengo a escuchar y a darle un sentido a tu discurso, es todo. Todo mundo necesita
orejas entrenadas para escuchar lo que nadie está listo
para escuchar. Es todo. Nos vemos la próxima semana.
No olvides tu tarea.
- Menuda mierda de lunes.
- Es martes.
- Menuda mierda de martes.
Sabino bajó los 3 pisos de escaleras que sostenían
el consultorio de Jorge Zhiel, un edificio que se alzaba
frente al estadio del Cruz Azul, era su mayor virtud o
su peor defecto en cuanto a ubicación, dependiendo del
equipo de fútbol de preferencia.
58
DE AMOR SE VIVE
Al día siguiente, un miércoles como a las 4:00 pm, Sabino caminó las calles y dobló a la derecha en busca del
mítico lugar que le había recomendado. Iba pensando
neuróticamente si tendría el valor de llorar a moco tendido en cuanto llegara al club. También iba por morbo,
quería ver la miseria de los demás, para no ver la suya
tan dramática. O quizá todos lloraban por desamores,
como él. Por fin llegó, los pies le zumbaban, como si el corazón estuviera en la planta de sus pies. Estaba un poco
agitado, llamó 3 veces de la chapa que tenía la forma de
un león rugiendo. Esperó, quiso buscar alguna rendija
que le diera alguna forma a lo que le esperaba adentro.
Por fin la puerta pesada se abrió, un individuo de unos
60 años, como de 1.90 m emergió de la casa con el semblante como el de la chapa:
-¡¿Y tú qué chingados quieres?! Dijo el hombre ese con
una voz de locutor de radio, como la de Morgan freeman.
-Me llamo Sabino, me envió Jorge Zhi…
-Sí, si, ya nos había dicho que vendrías, una disculpa,
pensamos que era otra persona.
-¿Esperaban a otra persona?
-Esperamos a muchas personas. Me llamo Carlos Sierra, bienvenido, antes de pasar queremos que apagues
tu celular.
-Sí si, ahorita lo pongo en vibrador.
-No, no me entendiste. Queremos que lo apagues.
Ahorita – Dijo Carlos Sierra con un tono de voz sacado
del blog del narco.
59
CAPÍTULO X
DE AMOR SE VIVE
Entraron en aquella casa, era un casco de hacienda
perdido en aquellas arterias de la ciudad, se podía entender que esa casa vio sus años dorados en la época
de la revolución. Piso de cantera, helechos, muchos arcos de piedra y salones con techos altísimos. Cruzaron
una fuente de cantera que sólo tenía charcos llenos de
moho y basura.
Entraban y salían de salas de estar, comedores de la
época virreinal, recibidores y salas coloniales. Por fin
llegaron a un despacho lleno de enciclopedias y libros
viejos. De esos despachos que ya te los venden con la colección de enciclopedias y libros, como el kit para los que
quieren aparentar que son letrados.
Carlos se sentó en su silla de cuero con acabados de
una madera que se veía fina. Miró fijamente el rostro de
Sabino y le dijo:
- Bienvenido al club de la tristeza. Aquí no se aceptan lágrimas de cocodrilo. No cualquiera puede entrar, ni cualquiera puede ser invitado. Se selecciona
previamente al posible candidato para la filiación. No
estamos vendiendo negocios multiniveles. Le advierto
una cosa, Sabino, ¿verdad? nos reunimos los martes,
y aquí se viene a llorar, a llorar a raudales, la pasan
muy mal los que fingen. Aquí no se ayuda a nadie. No
le vamos a decir que su papá era un alcohólico, ni que
su mamá era una mujer aberrante, ni que usted es un
imbécil sin futuro. Nada. Usted va a llorar solito, sin
ayuda de nadie. Lo único que tiene que hacer es decir60
DE AMOR SE VIVE
nos por qué quiere llorar y listo.
- Entiendo, muchas gracias – dijo un Sabino nervioso
mirando todo el lugar, como si quisiera acordarse absolutamente de todo.
- Todavía no termino, joven Sabino, guárdese los dramas para los funerales, aquí se habla derecho y a la
cara. Si quiere pertenecer aquí, de una vez le advertimos que no es una terapia grupal, de esas que hizo Bill
W. En los años 30’s. Si lo que usted quiere es hablar
y que lo escuchen, váyase con un psicoanalista, aquí
no queremos escuchar sus cuentos victimizados, ni sus
obsesiones neuróticas y tendenciosas. Hipócrita. Han
venido personas que lo único que necesitan son unos
madrazos, mimados emocionales que sufren porque su
tarjeta de crédito no pasó en el bar. Si lo que busca es un
pretexto para tomar, váyase a la cantina de la esquina
a oler a meados y a enfermarse del estómago. Pero si lo
que usted quiere usted es llorar, adelante, póngase cómodo en ese sillón. Tenemos papel higiénico y pañuelos.
Carlos Sierra se levantó de su silla y empezó a caminar por su despacho, como esos leones que dominan su
jaula a la perfección y están coqueteando con la presa
que se van a comer, fanfarroneando, para que se diera
cuenta de la grandeza de su club. Había mandado hacer
un letrero grande, chingón, que decía “més que un club”
– Pero eso es del Barcelona, Carlos – le dijo su chalán.
-¡Me vale madres! – Vociferó Sierra, ¡Quiero ese pinche letrero en mi despacho! Nosotros también somos
“més que un club”.
–Es má…
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CAPÍTULO X
DE AMOR SE VIVE
-¡Cállate! – arremetió Carlos.
-Mire, ¿Sabino, verdad?- Preguntó Sierra.
- Sí, Sabino Álvarez.
- ¿No ha leído a Rafel Pérez?
- No —contestó Sabino.
- Se tiene que empezar colocando sus codos sobre sus
rodillas y las manos en la cara; esa es la posición clásica
del chillón- le decía Carlos mientras se ponía las manos
en la cara, teatralizando su explicación. Empiece con
gemiditos tímidos, como no queriendo la cosa, durante un minuto. Después de eso lo va a invadir un sentimiento de tristeza grande, en cantidades industriales.
No interrumpa la catarsis, y aumente el decibel de su
gemido. Tírese al piso y colóquese en posición fetal. Lo
va a invadir un sentimiento de orfandad y soledad edípica. Va a tener mucha mucosidad y baba; déjese, no se
limpie, tráguese esa agua salada. Ayuda a cicatrizar cosas internas. Acto seguido, se le van a hinchar los ojos,
y se le va a nublar un poco su vista, pero usted siga
sollozando. Comience a patalear.
Sabino estaba escuchando todo eso mientras pensaba en su situación emocional, quizá se había equivocado
al haber ido a ese lugar, se sentía incómodo, quería llorar por Victoria, pero no se atrevía a hacerlo frente a un
hombre de la envergadura de Carlos. Apretaba los dientes y asentía a todo lo que estaba escuchando.
- Los llorones más honestos que hemos visto, rondan
los cincuenta años, son hombres y mujeres que están
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DE AMOR SE VIVE
en el ocaso de su vida, que se han puesto en primera
fila para presenciar todo lo que no hicieron y todos los
sueños que dejaron para después. Lo más patéticos son
los de veinte, como tú, casi siempre vienen por penas
de amor, como si eso fuera lo único en esta perra vida.
Los más interesantes son los de treinta años; son los
que acaban de dejar la juventud y empiezan a ser adultos. Eso los aterra.
Sabino quiso preguntar cuánto tiempo llevaban ahí,
pero ese tipo de preguntas periodísticas seguramente
serían mal vistas por el Coordinador del lugar, así que
solamente cambiaba de pierna cruzada.
- Aquí somos llorones excepcionales. Hombres y mujeres que por nuestra propia naturaleza somos incapaces de contener el llanto, lo hacemos con maestría
y encanto. Te tienes que enfrentar a ti mismo por lo
menos una vez en tu vida, y aquí lo hacemos a cada
rato. Vamos en contra de nuestras emociones. Así que
bienvenido seas. Lo vemos el martes en la noche. Toque dos veces en el portón y ahí habrá alguien esperándolo. Gracias por venir y desde ahora llore, llore
sin pena ni gloria.
Sabino se quedó ahí sentado, pensando cualquier
cosa que lo sacara de ese lugar. De fondo se escuchaban
gemidos, llantos, gritos, parecía que estaban en el salón
de junto. Volteó levemente su cabeza para identificar de
dónde venían los gemidos.
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CAPÍTULO X
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
-No ande de curioso, por favor —le dijo Carlos mientras se levantaba de su silla.
Y bueno, ¿no quiere llorar? —preguntó mientras se
sentaba en la esquina de su escritorio.
-Pues no, ahorita no.
-Ya veo, pues entonces a la chingada, aquí no rompemos a nadie, aquí tienen que llegar rotos. Así que váyase, afuera encontrará motivos para romperse.
Sabino salió del lugar, lo escoltaban dos personas que
nunca le dirigieron la mirada y no emitieron ningún sonido, como gendarmes británicos. ¿Dónde estás, bonita?
—se preguntaba Sabino mientras se perdía en las calles
de esa ciudad vacía.
CAPÍTULO 11
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CAPÍTULO XI
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
mundo. Lupita de los Cobos le contaba sobre sus tías,
las comidas familiares, los miles de saludos que le mandaban los primos, algunas bromas de sus tíos etc. Qué
guapa era Lupita de los Cobos, ¿ya les había dicho?
Al anochecer, se le vio entrar al bar habitual, un reducido lugar en el sótano de un edificio viejo que veinte años
atrás conoció sus mejores tiempos.
Veintidós años, un vestido rojo de noche, con una línea brillante de bisutería en el cuello. A este rito vanidoso, le seguía una capa de rímel perfectamente delineado, de esos que hacen milagros con los ojos, donde
terminaba el vestido, se asomaban unas piernas forradas por unas medias negras, que sellaba con un toque
de pintura de uñas.
Se paró frente al baño del bar, y sonrío frente al espejo
luego de haber negociado permiso de sus padres para regresar a la 1, después de la contienda. -Si llegas después
de la 1, te voy a castigar y no te voy a mandar dinero
esta semana- dijo la voz amenazante de la madre, sacada de un manual de Fernanda Familiar. Después de una
letanía católica sobre las consecuencias, le mandó una
bendición telefónica y le deseo una buena noche.
Victoria estaba parada en el centro de la pista, en medio de uno de esos silencios que preceden de una canción
recién terminada, cuando de pronto llegó él. Enfundado
en un pantalón negro con camisa blanca. Una escenografía de ceniceros llenos, coca colas, cervezas a medio
tomar, moldeaban la escena que vendría. Ella levantó
la cabeza en un desafío que luego tomaría su lugar en
el encuentro sexual de esa noche.
La fiesta de los dos, o la simple soledad acompañada,
los llevo a pedir una cantidad considerable de cubas y
cervezas, mientras bailaban con un insólito toque profesional. Ahí empezó la cosa.
A pesar de que Victoria vivía en el extranjero, diario
hablaba con sus papás, con su mamá especialmente. Le
contaba cómo le iba, qué hacía diario en sus recorridos
turísticos, las palabras que estaba aprendiendo en inglés, y lo maravilloso que es vivir en un país de primer
-¿Quieres ser mi novio por hoy?
- ¡¿Qué?!
- Que si quieres ser mi novio por hoy
- No mames, obviamente
- Ok, pero ¿sólo por hoy, va?
- Sí, claro
- Ok, y ¿nos vamos a quedar para siempre bailando
aquí?
- ¿Qué propones? Le dijo ella susurrándole al oído.
- Mi casa, vámonos de aquí.
-¿Cómo nos vamos?
-De prisa y a escondidas, le dijo tomándola de la mano
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CAPÍTULO XI
DE AMOR SE VIVE
mientras caminaban a su mesa. Llegó la carpetita azul
de cuero fino y suave que guardaba la cuenta de la noche. Él se ofreció a pagarla y se fueron.
Risas, abrazos del coche, último retoque al rímel que
se corrió, salen los dos. Hay disimulo, pasos veloces, bromas, dudas, la fiesta de la calentura. Por fin llegaron
al departamento. Él la invitó a pasar y le ofreció de su
clásico whisky de clase media. Ella se dejó seducir como
una quinceañera por la ansiedad y el capricho. Después
de varios discos, cigarros y tragos, comenzaron las caricias y los besos pasionales.
El siguió por el camino de los pechos, donde se detuvo
sobre la suavidad de tela del vestido, que empezó a desabotonar con habilidad de ladrón. Llamado por la precipitación y los calores, recorrió el final del vestido, los
ojos de la mano lo guiaron por el túnel negro que había
entre sus piernas, toco la curva de sus ingle, pasó por los
muslos y se detuvo, como quién toca una ilusión, en el
nido oscuro de la calentura.
Era un trabajo de escultor. Por la forma en la que se
acariciaron, nadie hubiera pensado que iban a coger,
sino a modelar una figura de artes plásticas. Se deslizó
el vestido, y empezó el idioma universal de los jadeos, los
gestos de dolor, las luchas grecorromanas pasionales, el
desorden de los besos, todo listo para el ciclón de placer
que hace que se te tuerzan los pies y mires fijamente al
vacío, hacia la nada sintiendo todo. Terminaron.
DE AMOR SE VIVE
mes, con ese vestido rojo, en esa calle sola y fría, pero
con una satisfacción sexual que le iba a durar hasta que
estrenara su nuevo vestido negro. Más corto, en otro
bar de la ciudad. Amanece.
Al día siguiente se había levantado triste, seguro
iban a pensar que era una cualquiera. Estuvo dando
vueltas en la cama por varias horas hasta que se levantó, resueltas ya sus dudas, se miró al espejo. Su pelo
es el de siempre, sus ojos los mismo que se pintó hace
algunos días. Hasta la boca es la que es. Se peinó esbozando una pequeña sonrisa, puso el cepillo en su sitio
y salió corriendo de la habitación para desayunar. No
sabía que, muy pronto, volvería a cambiar de nuevo.
Tanto que cuando pasé delante de aquel espejo otra vez
no será capaz de reconocerse.
Por supuesto que Victoria regresó a su casa después
de la 1, tuvo una crisis financiera que le duró todo ese
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CAPÍTULO XII
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
Sabino salió del club de la tristeza como quien sale de la
primera junta con un cártel en el norte del país. Caminó
hasta que pudo tomar un taxi que lo llevara a su casa.
CAPÍTULO 12
Subió a su cuarto, tomó papel y empezó a escribirle
a Victoria. Esa estúpida. Definitivamente era una persona reactiva, siempre esperaba a que circunstancias
ajenas a él pasaran para que pudiera reaccionar a tiempo. A pesar de eso, la fórmula era exitosa, pero siempre necesitaba de dos para funcionar, y ese era su gran
problema; Sabino siempre estaba esperando que algo
pasara para poder actuar. ¿No existe un sentimiento
más desesperanzado que ése?
Finalmente escribió lo siguiente:
“Victoria:
Si solamente pudiera decirte cómo fui feliz contigo,
acompañándote mientras tu vida y tu mundo se van
abriendo.
Por suerte, para ti, como eres y seguirás siendo con
tu historia, así es como te quiero. Sólo así es el amor
fuerte para el futuro, y no sólo el placer efímero de un
momento. Sólo entonces es consolidado un amor salido
de la crisis y las luchas que siempre se presentan, luchas
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CAPÍTULO XII
DE AMOR SE VIVE
diarias y cotidianas, salvajes y demenciales.
No me olvides, ni olvides hasta que punto sé viva y
profundamente que nuestro amor se ha convertido en
la bendición de mi vida. Es una certeza inquebrantable,
incluso hoy, en que yo, que no sabía estar quieto, he encontrado arraigo y pertenencia junto a alguien que quizás sea de quien menos lo hubiera pensado y esperado.
De cualquier modo, aquí estoy y estaré siempre. De mí
nunca recibirás un “meh” “qué se le va a hacer” o “así es
la vida” cuando me cuentes tus penas, me seguiré esforzando por conseguir canciones para tu tristeza y chistes
cortos para sacarte una sonrisa, aunque no enseñes los
dientes.
DE AMOR SE VIVE
sas. Pasándonos de vez en cuando alguna prenda que
pertenecía al otro, intercambiando sonrisas y besos, poniéndote tu falda, esa que tanto me gusta. Hablamos
agachados, abrochándonos los zapatos, decidiendo qué
haremos más tarde.
Esos son los recuerdos que atesoro tuyos, míos, nuestros. Me lastima lastimarte y tu dolor es mío y mi enojo
es tuyo y el amor es nuestro y siempre lo será.
Aquí estoy, ven, de lo demás me encargo yo.
Sabino Á.”
Y luego llega la hora de vestirse, de acompañarte a
tu casa. Entonces, juntos, en silencio, sentados sobre
aquella cama, empezamos a ponernos la ropa, sin pri-
-¿Supiste que mataron al dengue? – Le preguntó su
madre mientras entraba a su cuarto.
-No, ¿quién es ese guey? - preguntó Sabino mientras
guardaba la carta en un cajón de su escritorio.
-Un señor que se dedicaba a dar billetes falsos en
las limosnas de la iglesia – dijo su mamá mientras le
metía unos pares de calcetines limpios en su cajón de
ropa interior.
- ¿Y eso qué tiene de malo?, que no los utilicen y ya.
- No, el cabrón daba el billete de $500 falso y pedía que
le regresaran $400, pero ese dinero sí era real.
- ¿Y quién lo mató?
- Dicen que el Tango.
- ¿El Tango? ¿Quién es?
- ¡Ay hijo! Tampoco te voy a decir todos los chismes con
santo y seña.
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Te amo, y el amor no puede ser segunda oportunidad,
nunca. Todas las veces será la primera contigo, la más
importante.
¿Sabes? Siempre recuerdo encaminarte hacia el baño,
en cómo te admiraba, enamorado de aquellas marcas
más claras sobre tu piel, el sostén desabrochado. Escribo
esto y te oigo reír tras esa puerta cerrada, y vienes hacia
mi, con ese aire cómico y ese andar tan tuyo, con el pelo
suelto, corres hacia mi cama, fresca de agua, de lavados
temerosos, todavía perfumada de amor y pasión.
CAPÍTULO XII
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
Sabino salió a investigar el suceso que tenía conmocionado a todo el pueblo. A él no le interesaba tanto el
dengue, era un estafador más de los millones que había
en el mundo. Lo que le interesaba era saber quién coño
era El Tango y por qué todo mundo hablaba de él, ¿quién
puedo haber matado a alguien por hacer tranzas en la
iglesia? Si la iglesia era la primera que lucraba con la
fe del pueblo, pidiendo limosnas, el diezmo, 10% de todo
lo que produzcas en el año. ¿Bajo qué motivos? ¿Con el
Vaticano como potencia económica? ¿Con los casos de
pederastia? ¿Quién podría matar a un delincuente así
como justiciero divino? ¿Quién diablos era el Tango?
CAPÍTULO 13
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CAPÍTULO XIII
DE AMOR SE VIVE
El Tango era un asesino a sueldo que llevaba varios
años en San José Iturbide. Le decían así, pero su verdadero nombre era Arturo Álvarez. Se ganó el apodo
con méritos de becario del FONCA. Cuando era niño,
Arturo empezó a desarrollar una dislocación en su cadera por la manera en la que empezó a caminar. Su tía,
quién fue su madre, una anciana enamorada de las misas y oraciones, caminaba chueco, y Arturo, al no tener
otro modelo de vida, empezó a tomar esa forma de caminar, pensando que todos caminábamos de esa manera.
El Tango. Una vez Enrique Discépolo, creo que fue el
creador del género musical, lo definió como un pensamiento triste que baila. ¿Qué bonito, no?
A la edad de 10 años toda la primaria Miguel Hidalgo
le empezó a decir Tango, y así se le quedó hasta sus 50
años de ahorita.
Hoy en día, El Tango había creado un método de trabajo que consistía en matar gente por dinero y luego huir a
Tijuana, donde una mujer conocida como “la patrona” lo
pasaba ilegalmente al otro país, a que se enfriara la cosa.
DE AMOR SE VIVE
los que no somos familiarizados con el lenguaje que
tienen en las carreteras. “El Durango”, se alzaba entre
la carretera hacia Tijuana, cuidando al transportista
con duchas calientes, comida casera y cuartos para
meterse con alguna de las meseras, para solventar la
soledad de manejar tanto tiempo una pinche máquina
tan escandalosa.
En su adolescencia, el Tango había tenido un trabajo
como despertador humano. Su trabajo consistía en que
todas las noches su amo, Sabás, le decía a qué hora quería que lo despertara. El Tango tenía que saber, sin reloj
obviamente, más o menos la hora. Escuchaba la hora por
la radio y mentalmente iba contando el tiempo y viendo
el cielo. Quizá por eso le gustaban tanto las estrellas.
-Hoy necesito que me despiertes a las 5 am porque iré
a comprar telas a la capital- le decía Sabás mientras se
daba la vuelta para irse a su casa. El Tango se quedó
toda esa noche contando los segundos, minutos, haciendo palos en el piso de tierra donde dormía. Comenzó a tener problemas para conciliar el sueño, contaba cosas a lo
pendejo, en ese entonces no existía el psicoanálisis ni el
trastorno obsesivo compulsivo, y mucho menos se creaba
la cultura para ir a contarle pendejadas con un psicólogo.
Entre ellos existían unos encuentros sexuales en el
café que la patrona tenía, una cachimba, o burdel para
Un día el Tango se quedó dormido, llevaba ya varios
días sin poder dormir por estar contando los segundos,
minutos, horas del día. Ya empezaba a desvariar, hablaba solo y se reía en silencio. Ese día olvidó levantar a su
amo, Sabás, y fue el culpable de que no se concretara la
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CAPÍTULO XIII
DE AMOR SE VIVE
carga más grande de telas que vestiría al abolengo, si se
le puede llamar así a las faldas de lana y unas blusas de
encaje, de las mujeres de San José. Por tal motivo fue
despedido, azotado con unas varas de membrillo mojadas y aventado a la calle.
El Tango caminó con una garrafa de pulque curado
que había estado sacando de uno de los terrenos de Sabás. Después de caminar toda la mañana, los pies lo
llevaron hasta un panteón, donde había un encargado
cavando una tumba para un funeral al día siguiente. El
Tango se acercó al señor y le preguntó:
-¿Necesita ayuda?
-¡Claro! ¡A ver, páseme tantito de ese pulque que trae!
El Tango se agachó lo más que pudo para darle la cantimplora, tuvo que acostarse entre toda la tierra para
alcanzar al señor.
-Y, dígame, ¿qué haces por aquí? ¿Cómo te llamas?
-Me dicen Tango.
-No le pregunté cómo le dicen, a mí me pueden decir
Susana, y eso no tiene nada que ver con quién soy.
-Me llamo Arturo, acabo de perder mi empleo con el
señor Sabás…
-Ese Sabás, es como el tercer despertador humano que
se le va, piensa que otro le va a poder velar el sueño. Uno
solito tiene que programarse para eso.
-Pues la paga era buena y no necesitaba mucho, ¿usted tiene trabajo que me dé?
-¿Cuántos años tienes?
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-¿Sabes cavar tumbas?
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DE AMOR SE VIVE
-¿Sólo es hacer un hoyo y sacar toda la tierra?
-Es un chingo de tierra – Dijo el señor mientras se secaba la frente con la mano, dejándose la frente toda llena de lodo. -Te espero mañana, tenemos que cavar una
tumba muy profunda, Don simón falleció y descubrieron
que le fue infiel a su esposa durante muchos años. “No
quiero que se salga nunca de ese pinche hoyo”, me dijo
su esposa. Así que date una vuelta como a las 6 de la
mañana, que el funeral será al medio día.
El Tango también tuvo un empleo que consistía en
leerles a unas viejitas vecinas de su abuela, Teresa y Perita. Iba todos los sábados por las tardes y se metía en
esa casa donde lo más destacado era un pinche perico
ruidoso que no dejaba de gritar todo el tiempo. El Tango
les leía poemas y fragmentos de novelas que encontraba
entre tanto chiquero. Olía a viejo. Teresa y Perita eran
unas hermanas de 85 años que nunca se habían casado
y que de tanta convivencia en solitario, se habían vuelto
un poco locas. Una decía que la otra estaba planeando su
muerte y nunca dormía porque pensaba que su hermana
iba a llegar a asfixiarla con la almohada. La otra decía
que estaba entrenando al perico para que le arrancara
la lengua a su hermana. El Tango escuchaba las quejas
de las viejitas y luego las sentaba y les explicaba que
si no se dejaban de pleitos y chismes él ya no iba a ir a
visitarlas. La frase que más le gustaba leerles era una
de Ernesto Sabato: “La mayor nobleza de los hombres
es la de levantar su obra en medio de la devastación,
sosteniéndola infatigablemente, a medio camino entre
el desgarro y la belleza”.
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CAPÍTULO XIII
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
A raíz de su trabajo como cavador entre semana y
como lector los fines de semana, comenzó a desarrollar
una espalda y unos brazos de acero corroído, duros, insensibles, y un acervo cultural envidiable. Lo decía Nona
Fernández, la muerte es mentira. Desde la M hasta la
E, pasando por la U y la T, ya ni hablar de la R. El Tango lo sabía. Durante mucho tiempo tuvo la oportunidad
de comprobarlo. No era paranoia como diagnosticaban
los médicos, tampoco era una alucinación que se pudiera
curar con pastillas, con sueños prolongados o con tratamientos. Los muertos viven. Son una realidad. Por lo
menos en la realidad del Tango existían. Por más que
se sostengan lo contrario, estoy convencido de que nadie
logrará nunca adivinar en qué puede llegar a transformarse con los años un ser humano.
CAPÍTULO 14
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CAPÍTULO XIV
DE AMOR SE VIVE
Sabino debiera estar curando su pinche cruda en algún
sitio, haciendo una fiesta con mucha gente, con globos y
mota, con música y pastel, pero en cambio estaba solo en
su departamento. Se ha sentado en un sillón de cuero, se
ha tomado la mitad de unos calmantes de su mamá y la
otra mitad la ha desparramado por el suelo. Tiene una
carta con fecha sin poner, gastada de tanta lectura, arrugada en su bolsillo. Las malas noticias llegan siempre
en palabras entrecortadas que se leen y releen como una
clave extraña que no se puede o no se quiere entender.
DE AMOR SE VIVE
-¿Qué chingados quieres?- Reviró la voz tras la puerta
blanca.
-Platicar con usted- Dijo Sabino.
-Váyase a chingar a otro lado.
-Sé que usted tuvo algo que ver con la muerte del dengue- Apresuró a decir Sabino
Llegó al número 21. Tocó fuerte dos veces. Se alejó de
la puerta y esperó. Trató de ver algún hueco entre las
ventanas para ver si había alguien. Nada. Todo estaba
oscuro. Incluso había señales de abandono. De pronto se
alcanzaron a escuchar varios pasos seguidos de, lo que
se infería, un pesado llavero.
-¿Quién es? – Salió una voz del otro lado de la puerta.
Una voz áspera, ronca, como de cantador ranchero.
- Soy Sabino, Sabino Álvar…
Se escucharon varias chapas y llaves que giraban, de
pronto la puerta se abrió y emergió de ella una figura de
estatura mediana, calculo como de 1.80 m, piel color canela, un bigote muy negro, ojos tristes. Traía un poncho
color carne con algunos jeroglíficos en color rojo. Botines
y una esclava de oro en su mano izquierda.
-Mira cabrón, vuelves a decir eso aquí, o en algún otro
pinche lado y yo mismo hago que caves tu propia tumba.
¿Entendiste, cabrón?
-Ya te lo dije, me llamo Sabino Álvarez…
-No no no, pendejo, a mi no me andes tuteando
-Discúlpeme, me comentaron acerca de tu negocio y
quería contratarlo.
-¡Míralo qué bonito, un biógrafo! – Dijo el Tango mientras sonreía como un personaje de Stephen King. ¿Y
cuál se supone que es mi negocio? –preguntó mientras
se daba la vuelta y se metía a su casa. Al no ver que le
seguía volteó y le dijo: -¡a ver, pásale cabrón!
Adentro parecía una casa abandonada, había heces de
alguna mascota, orines secos, dibujando solamente siluetas sin forma en el piso. Cucarachas muertas, boca arriba, inertes en las esquinas de los cuartos. Una mesa con
una pata chueca y varias sillas de latón de distintos estilos y épocas se alzaban tímidas en la sala de ese chiquero.
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Había dado con la dirección del Tango, colonia La
Llorona, en la hacienda el jacal. Tenía que ir a verlo,
platicar con él. Despertó de su aletargamiento y cuasiintoxicación, y salió rumbo a su casa. Bajó por toda la
calle allende caminando de prisa, hacía frío.
CAPÍTULO XIV
DE AMOR SE VIVE
El Tango se sentó a dos nalgas y estiró sus piernas
para que reposaran en otra silla, dejando a Sabino sólo
con una opción para sentarse. Sacó un paquete de cigarros y unos cerillos. En la mesa había un verdadero
batallón de colillas de cigarrillos capaces de perforar un
pulmón completo.
-Y luego, a ver, te escucho...- Dijo el Tango mientras
encendía su cigarro y se acomodaba el sombrero que
traía puesto.
-Se lo voy a decir directo y al grano. Me enteré que te
dedicas al fino negocio de quitar vidas.
-Si vamos a platicar esto, necesito que no le digas negocio, porque no estoy vendiendo ni comprando nada.
¿Estamos claros hasta aquí?
-Sí, perdón. Le decía, me enteré de que se dedica a eso
y quería platicar usted.
Un silencio ensordecedor cubrió la escena. El Tango
se le quedó viendo un rato, mientras exhalaba ese humo
blanco que empezó a impregnar la casa, apestándola a
pulmones enfermos.
-Cobro por adelantado. Dime el nombre de la persona
y por qué quieres que la asesine. Esta será la primera
y la última vez que me vas a ver, una vez que me des el
dinero, da por hecho que esa persona está muerta. No
quiero que me vuelvas a buscar, ni quiero ver tu cara de
imbécil por aquí. ¿Entendiste?
-Obviamente no traigo el dinero, no sé ni cuánto cobre,
yo sólo venía a preguntar qué se necesitaba— Dijo Sabino
entrecortando las frases, se veía a leguas que tenía miedo.
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DE AMOR SE VIVE
-¿A pedir informes? ¿Crees que esto es un pinche trámite? Por eso no me gusta que vengan los escuincles
como tú, todos llenos de dudas, inseguros, son unos pinches cobardes. Cobro 50 mil pesos.
-¿Cuánto tiempo pasa para que esté muerta esa persona?
-Eso a ti te vale madres. Tú me das el dinero y te
olvidas del asunto. Para eso cobro, para que mates a alguien de la manera más vil y cruel posible: no diciendo
su nombre nunca más.
Sabino estaba al borde del llanto, a punto de tomar
la decisión más importante de su vida en un pinche chiquero perdido en una colonia perdida en un pinche pueblo de Guanajuato.
En el fondo tomos tenemos algo de bohemio, ¿no cree?
Aquí el Tango se movía como pez en el agua. Como usted
ha podido ver, Sabino había hecho todo lo que estaba en
sus manos para impedir que su espíritu muriera. A un
hombre simple le resulta difícil comprender lo que significa perder algo. Tienen la errónea idea de que algo es
para siempre. Estúpidos.
En cierto sentido la vida trata de la construcción de un
personaje y el Tango lo sabía. La gracia fue su arma, envolvió a todas las mujeres que le dio la gana con un limbo
de seducción grave y cómica al mismo tiempo. Las señoras que pasaron por su vida, y les aseguro que no fueron
pocas, nunca dejaron de creerle una sola mentira y de
festejarle una broma. Tenía la sensibilidad de un Antro85
CAPÍTULO XIV
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
pólogo y el coraje de un capo. Un Antropólogo asesino.
Después de varios minutos, en los que Sabino estuvo
pensándolo muy bien, finalmente rompió el silencio en
aquel mugrero:
-Está bien. La próxima semana le traigo el dinero.
-Muy bien, ahora, cuéntame ¿a quién vamos a matar?
—le dijo mientras se acomodaba mejor en su silla.
Otro silencio envenenó la sala. Sabino pasó saliva
y se preparó para decir algo de lo que jamás podría
arrepentirse.
-A mi, Tango; quiero que me mates a mi.
CAPÍTULO 15
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CAPÍTULO XV
DE AMOR SE VIVE
-¡Me saliste más cabrón que bonito! ¿Te quieres mat..?
No no, —se interrumpió. -¿Quieres que te mate?
- Así es – Respondió Sabino, con una seguridad sacada
del manual de Juicio Oral del Colegio de Abogados.
-¿Y a qué se debe semejante decisión, si se puede saber, Sabino?
-Simplemente porque puedo. Quiero hacerlo. Evidentemente no tengo el valor de hacerlo yo mismo, ¡imagínate! ¡el hijo de doña Lupe se suicidó! Por eso vine contigo, para que parezca un asalto.
-¡Mira nomás! Aparte de todo quieres morir hecho un
mártir, hijito de la chingada. ¿No quieres que te hagan
un corrido también?
- Estoy hablando en serio.
-Yo también. ¿Es por una mujer? ¿Tú eras el imbécil
que andaba con Victoria, cierto?
-Sí, era yo. ¿Cómo sabes eso?
-¿Tú piensas que soy un pinche matón cualquiera,
verdad, pendejo? La gente viene conmigo porque conozco a todos, no sólo de oídas. Cuando mueren, lo hacen
de la manera más sutil posible, mientras sacaban a su
perro a pasear, o mientras cambiaban un billete original en las limosnas.
-¿No era delincuente el Dengue?- Reviró Sabino confundido
-Por supuesto que no, idiota. El Dengue había encon88
DE AMOR SE VIVE
trado al señor cura manoseando a su hija en el catecismo, no dijo nada porque era un pinche católico ciego,
enfermo de fe. El señor cura me contrató para lo que lo
matara, pero no quería que fuera puesto como mártir,
sino como un pinche ratero, que robaba a la casa de
Cristo y que tuvo justicia divina. Yo conocía al Dengue
y yo mismo lo mandé a que cambiara ese billete en misa
para que todos vieran que él lo había puesto en la canasta. Matar, matar puede hacerlo cualquiera. Nadie
se toma el tiempo para conocer a la persona que va a
matar, y ése es el pinche problema con los demás matones. Por eso a todos los agarran de volada.
Ahora bien, —Dijo el Tango mientras prendía otro cigarro. -¿Te vas a matar por ella? ¿por una mujer?
-Sí – Dijo Sabino con los ojos llenos de lágrimas.
-Escúchame muy bien, imbécil, había un cabrón en
Grecia, uno de los estoicos, creo que se llamaba Séneca, allá por los años treintas después de Cristo, que
decía que la tristeza, aunque esté siempre justificada, muchas veces sólo es pereza. Nada necesita menos
esfuerzo que estar triste. Tienes que aceptar el final
de las historias. Como decía nona Fernández, lo último podría ser una palabra: fin. Terminar la historia
con ese monosílabo. Presionar el labio con los dientes
superiores y entonces dejar que el sonido surja claro
para dar curso a lo definitivo. Fin. Quizás basta enunciarlo para que todo acabe. Tal vez ése es el error más
común de los pendejos como tú. Inténtalo, pon tus labios así mira —dijo apretando los labios y dientes para
fonetizar la F.
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CAPÍTULO XV
DE AMOR SE VIVE
El tango se paró de su lugar y se dirigió a la cocina,
sacó un ron a medio morir, y se sirvió un trago, sin hielos
y sin nada. El vaso era de un mundial de fútbol. Alemania 2006 si no mal recuerdo. Se sentó frente a Sabino y
prosiguió con su discurso:
-Muchas veces, buscamos en el pasado un lugar en el
que nos gustaría perdernos, en ese momento para dejar atrás ese lugar que se llama presente en la cual las
situaciones personales nos rebasan por completo. Nos
hacen mucha gracia muchas personas, nos divierten,
nos encantan, nos inspiran afecto y aun nos enternecen, o nos gustan, nos arrebatan, incluso nos vuelven
locos momentáneamente, disfrutamos de su cuerpo o
de su compañía o de ambas cosas, como me ha sucedido
varias veces, unas pocas. Hasta se nos hacen imprescindibles algunas, la fuerza de la costumbre es inmensa y acaba por suplir casi todo. Lo que es muy raro es
sentir debilidad, verdadera debilidad por alguien, que
nos haga débiles. Eso es lo determinante, que nos impida ser objetivos, nos desarme y nos haga rendirnos en
todos los pleitos —dijo mientras se echaba de un jalón
su ron mal servido.
DE AMOR SE VIVE
es que el que sufre los efectos le duran mucho más de lo
que dura la paciencia de quienes se muestran dispuestos
a escucharlo y acompañarlo, la incondicionalidad nunca
es muy larga si se viste de monotonía. La gente pendeja
piensa que cualquier desdicha tiene fecha de caducidad
social, de que nadie está hecho para la contemplación
de la pena, de que el espectáculo es tolerable tan sólo
durante una breve temporada mientras en él hay aún
conmoción y desgarro y cierta posibilidad de protagonismo para los amigos y amigas que miran y asisten, que
se sienten imprescindibles, salvadores, útiles. Pero al
comprobar que nada cambia y que la persona afectada
no avanza ni emerge, se sienten rebajados y superfluos,
lo toman casi como una ofensa y se apartan. Entonces el
cabrón que está sufriendo se retrae, se ausenta, se esconde. Se calla, con gritos sordos y pesadillas infernales.
Me imagino que tus amigos ya ni siquiera te escuchan
cuando hablas de Victoria.
-No, ninguno. Todos me piden que la olvide. Pero yo no
puedo hacer eso.
-Mira, cabrón – Dijo el Tango desde la cocina. Uno de
los inconvenientes de padecer este tipo de desgracias,
-Olvídate de ella. No necesitas a alguien que se vaya.
Con una sola persona que se quede, una sola persona
que no huya cuando las ruinas caigan y todo habrá valido la pena. Creo que era Javier Marías el que decía
que no podemos pretender ser los primeros, o los preferidos, sólo somos lo que está disponible, los restos,
las sobras, los supervivientes, lo que va quedando, los
saldos, y es que es con eso poco noble con lo que se
erigen los más grandes amores y se fundan las mejo-
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91
-¿Quieres un trago? Yo me voy a servir otro. Le dijo
el Tango mientras se incorporaba nuevamente para ir
a la cocina.
-No, gracias- contestó desde la sala.
CAPÍTULO XV
DE AMOR SE VIVE
res familias, de eso provenimos todos, producto de la
casualidad y el conformismo, de los descartes y las timideces y los fracasos ajenos, y aun así daríamos cualquier cosa a veces por seguir junto a quien rescatamos
un día de un desván o de un sótano, o nos tocó en suerte
a los naipes o nos recogió de los desperdicios; inverosímilmente logramos convencernos de nuestros azaroso enamoramientos, y son muchos los que creen ver la
mano del destino en lo que no es más que una rifa de
pueblo cuando ya agoniza el verano. Así que deja de
estar chingando con quitarte la vida. Porque eso a lo
que llamas vida y eso a lo que llamas amor, no les has
tenido el más mínimo ápice de respeto.
DE AMOR SE VIVE
era alquimia pura, estaban haciendo una nueva mezcla
química que los dejaría intoxicados para siempre.
Sabino se levantó del sillón apestoso. No había nadie
en la casa. El Tango se había salido, sabrá Dios a dónde o a qué. La casa no contaba con electricidad, mucho
menos con televisión. Empezó a sentirse nervioso, volteaba a todos lados y cualquier ruido lo amenazaba.
Salió de esa casa mugrienta todavía limpiándose la
cara, quitándose los mocos y dándose unos golpes leves
en los pómulos para que despertara del aletargamiento
en el que se había metido. Empezaba a hacer frío.
Sabino se echó a llorar ahí mismo, con la típica postura del chillón que le habían enseñado. Tenía muchas
ganas de saberse roto. Derrotado. Empezó como no queriendo la cosa, apretaba los dientes, sintió algo que le
quemaba la garganta. Empezó a intentar sentarse bien,
moviéndose a cada rato, como si estuviera tratando de
fugarse. Se metía las manos a las bolsas del pantalón
para nerviosamente jugar con su llavero.
Empezó a oscurecer. Sabino se había quedado dormido berreando y balbuceando cosas, se recriminaba
momentos, se acordaba del primer beso que le dio a Victoria, la primera noche que él cocinó una pasta rancia
para los dos. Ella había llevado una botella de vino y la
platica fluyó toda la noche, hasta que penosamente ella
tenía que llegar a su casa, y saliendo de la sala, justo
antes de salir a la calle, sus bocas y cuerpos se juntaron;
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CAPÍTULO XVI
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
Estaba escuchando una canción de Caetano Veloso
cuando llegó a su casa. Apagó su teléfono. Era una noche de lluvia. Había hecho las cosas mal. Había dejado
que su vida se guiara por las cosas que le pasaban y no
por las que originaba. Y así es como uno empieza a ser
mediocre. Experto en justificar. Y tristemente fue ahí
cuando se empezó a acostumbrar a estas cosas.
CAPÍTULO 16
94
Todo cambió aquella noche. En plena madrugada había muy pocas luces encendidas en aquel pueblo maldito. Casi todo mundo dormía, sólo había algunos que
estaban despiertos, esos son, a mi parecer, los que buscan y encuentran. En las horas en las que todo el mundo duerme, ellos están amando, llorando, o gozando de
conversaciones intensas con alguien. Y esos momentos
cambian su vida. Para Sabino nada de eso existía. Hacia mucho tiempo que no se desvelaba platicando cosas que le importaran. A la única a la que le contaba
secretos y sueños era a Victoria, y era cuando estaban
desnudos en una cama y los dos empezaban a platicar
sobre sus miedos y temores. El temor más grande de
Sabino era la soledad.
Siempre hay que poner en nuestra vida más noches
que días. Más anécdotas que planes. En nuestra constante búsqueda de la felicidad nos perdemos. Ignorando
lo más importante: La felicidad depende de los momen95
CAPÍTULO XVI
DE AMOR SE VIVE
tos. Esos momentos que recordarás el resto de tu vida.
Tu primer beso, el nacimiento de tu primer hijo. Tu primera nómina. El tipo de momentos y experiencias que
querrás platicarle a tus hijos. Y es ahí cuando el futuro
se convierte en presente perfecto. Cuando entiendes la
palabra pasión y soledad. Cuando las conjugas.
Los días sin sentido adormecen el alma. Despierta,
Sabino. Desvélate. Busca conversaciones que te cambien la vida. Encuentra a esas personas que te dan
energía sólo con mirarlas. Que te alimentan con sólo
verlas. Busca pretextos útiles para empezar a hacer las
cosas con pasión.
Eso le faltaba tanto a Sabino, y ni el psicólogo, ni
Carlos Sierra en el club de la tristeza y ni el Tango lo
iban a poder ayudar.
Sabino despertó en su cama, miró fijamente al cielo,
sonaba de fondo una canción de Jorge Drexler, que decía
cosas cabronamente sabias, decía:
¡Que viva la ciencia!
¡Que viva la poesía!
¡Que viva siento mi lengua!
Cuando tu lengua está sobre la lengua mía!
El agua está en el barro,
El barro en el ladrillo,
El ladrillo está en la pared
Y en la pared tu fotografía.
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DE AMOR SE VIVE
Es cierto que no hay arte sin emoción,
Y que no hay precisión sin artesanía.
Como tampoco hay guitarras sin tecnología.
Tecnología del nylon para las primas,
Tecnología del metal para el clavijero.
La prensa, la gubia y el barniz:
Las herramientas de un carpintero.
El cantautor y su computadora,
El pastor y su afeitadora,
El despertador que ya está anunciando la aurora,
Y en el telescopio se demora la última estrella.
La maquina la hace el hombre...
Y es lo que el hombre hace con ella.
El arado, la rueda, el molino,
La mesa en que apoyo el vaso de vino,
Las curvas de la montaña rusa,
La semicorchea y hasta la semifusa,
El té, los ordenadores y los espejos,
Los lentes para ver de cerca y de lejos,
La cucha del perro, la mantequilla,
La yerba, el mate y la bombilla.
Estás conmigo,
Estamos cantando a la sombra de nuestra parra.
Una canción que dice que uno sólo conserva lo que
no amarra.
Y sin tenerte, te tengo a vos y tengo a mi guitarra.
Hay tantas cosas
Yo sólo preciso dos:
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CAPÍTULO XVI
DE AMOR SE VIVE
Mi guitarra y vos
Mi guitarra y vos.
Hay cines,
Hay trenes,
Hay cacerolas,
Hay fórmulas hasta para describir la espiral de una
caracola,
Hay más: hay tráfico,
Créditos,
Cláusulas,
Salas vip,
Hay cápsulas hipnóticas y tomografías computarizadas,
Hay condiciones para la constitución de una sociedad limitada,
Hay biberones y hay obúses,
Hay tabúes,
Hay besos,
Hay hambre y hay sobrepeso,
Hay curas de sueño y tisanas,
Hay drogas de diseño y perros adictos a las drogas
en las aduanas.
Hay manos capaces de fabricar herramientas
Con las que se hacen máquinas para hacer ordenadores
Que a su vez diseñan máquinas que hacen herramientas
Para que las use la mano.
Hay escritas infinitas palabras:
Zen, gol, bang, rap, Dios, fin...
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DE AMOR SE VIVE
Hay tantas cosas
Yo sólo preciso dos:
Mi guitarra y vos
Mi guitarra y vos.
Sabino salió de su casa rumbo a una reunión mal
organizada en casa de Daniel. Iba caminando lleno de
marañas y humo en su cabeza. Caminó varias calles
con las manos en sus bolsillos y con paso veloz, como si
tuviera mucho frío.
Daniel era una persona verdaderamente rara. Conservaba para sí, un elefante rosa de resina, como de unos 15
centímetros más o menos. Lo llevaba a todos lados. En
fiestas, viajes, y tertulias, el elefante rosa siempre estaba con nosotros. No lo traía en la mano, tampoco hay que
mentir. Lo cargaba y lo dejaba en un lado visible para él.
Una vez Sabino, muy intrigado porque su amigo tuviera una especie de patología del DSM-V, le preguntó
que por qué siempre llevaba ese elefante consigo. A lo
que Daniel le contestó:
-Pues es que hace mucho me regalaron, es como un
símbolo de que la vida no la tengo que tomar tan en
serio. Que posiblemente esté soñando y que posiblemente sí existan los elefantes rosas. Entonces siempre
que tengo un pedo con algo, volteo a ver ese elefante y
pienso que igual y estoy soñando y que igual el pedo que
tengo no existe en realidad. Como hoy guey, se me rompió mi pantalón favorito cuando me lo estaba poniendo,
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CAPÍTULO XVI
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
y me estaba agüitando muchísimo, entonces miré mi
elefante que estaba en el buró y pensé “no mames, igual
y ni está roto, igual y estoy soñando nomás”. Y ya, se me
pasó el malviaje.
-No mames, pero vivirías despreocupado por todo.
-Esa es la puta idea, Sabino. Que no te malviajes por
estupideces y mejor aprendas a vivir el momento.
En la casa de Daniel se gestaban todo tipo de tertulias. Esa versatilidad le gustaba mucho a Sabino. Había días que la pasaban jugando videojuegos y eructando mientras escuchaban Metallica o Pantera, o las dos.
Otros días veían películas de culto ilegalmente bajadas
de la red. Otros días hablaban de las metas de la vida
y penas de amor. De sus familias, sus miedos y anhelos. Era un buen grupo de amigos. Mientras la plática
continuaba y los porros, cervezas, papas en cantidades
suficientes para ulcerar a alguien, y la música que dictaba el ritmo de la reunión seguía, Sabino empezaba a
pensar en cómo iba a juntar los 50 mil pesos que ocupaba para pagarle al Tango.
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CAPÍTULO 17
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CAPÍTULO XVII
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
cosa digna de admirar. Andaban en su camino sin reparar, sin quejarse. Manejaban y conducían su vida de una
manera tranquila. Era lo que más les envidiaba.
Victoria esperaba un camión sentada nostálgicamente en
la parada de camiones de la Av. Monroe. La muy cabrona
llevaba un vestido blanco que le había regalado Sabino.
Traía lentes oscuros y unos labios rojos de comercial de
los sesenta.
Estaba a punto de subir el camión cuando de repente
la asaltó el recuerdo de una conversación con Sabino, la
de aquel domingo antes de su cumpleaños.
- Te invito a ver este domingo gris de mi ventana- le
dijo y aceptó la invitación.
Se sentaron, efectivamente, frente al ventanal, café
en mano. Afuera la lluvia, caía incesante, sin sobresaltos y de forma perfectamente vertical como una cortina.
Permanecieron en silencio un largo rato. En un momento sintió que tomaba su mano y lo miró. Sus ojos grises
estaban infinitamente tristes.
-Me hubiese gustado despedirme de otra forma—le
dijo.
-Me hubiese gustado que nunca te despidas—respondió.
Y le sonrió por última vez para que no se llevara de
carga su tristeza. Los domingos lluviosos Victoria se despide de sus fantasmas. Los deja ir en paz.
Subió al camión y se sentó justo atrás del chofer, era
una pequeña manía suya. Le gustaba ir viendo el camino que el chofer veía. Para ella los choferes eran una
102
Victoria se dirigía a la casa de un ligue simplista que
había hecho en un bar. Se trataba de un imbécil promedio que trabajaba para una marca de cervezas. Él no
tuvo que hacer gran cosa, porque esa noche Victoria se
había enfundando en aquel vestido negro corto que usaba cuando quería que alguien la cortejara. Se sabía guapa, la muy estúpida.
No debería de estar mencionándoles siquiera a este
imbécil que no merece ser nombrado. Pero Sabino me
pidió encarecidamente que no omitiera ningún detalle
de este pequeño relato.
Victoria llegó a la cita del imbécil ese, y tocó dos veces.
Era un bar perdido en algún suburbio clasemediero. Ella
pensó que la velada sería en su casa, pero el imbécil la
invitó a la inauguración de una marca de mezcal en una
cantina de Los Ángeles.
El imbécil hizo varias bromas buenas y otras muy
estúpidas, acerca de la política y de anécdotas con sus
amigos. No hablaba de sus sueños, ni de sus planes, una
plática banal, que rayaba en una conversación superficial. De las que no suman cosas a tu vida.
En algún punto de una pésima canción, el imbécil se
armó de valor, la tomó de la cintura y le dio un beso sin103
CAPÍTULO XVII
DE AMOR SE VIVE
cero de amor simplista, con toda la buena intención para
comenzar algo, bueno o malo, para empezar a edificar
las paradisíacas tierras de una relación sincera.
La puso contra una pared en un pasillo que daba a los
baños. Era un cuarto oscuro con luces neón, que tenía
el techo corredizo, le levantó un poco el vestido y metió
su mano derecha, acariciando su pierna y parte de su
glúteo. Ella tenía los ojos cerrados, mirada hacia arriba,
dejando al descubierto su cuello encuerado invitándolo a
que lo besara, él entendió a la perfección el movimiento
y embistió un beso vulgar y mal intencionado. Ella le
acariciaba la nuca, no quería tener sexo, no, solo quería
sentir ese placer mareador en su cuerpo. Se sabía guapa,
la estúpida, pero era como todas, una pintura impresionista: hermosa de lejos, incomprensible de cerca. Sólo
quería ser deseada. Saber que otros la deseaban, pero la
verdad es que era una inexperta en los temas sexuales.
Incluso tímida y sin iniciativa.
El imbécil hizo lo que todos los imbéciles hacen: apresurar las cosas. Enseguida quería empezar a meter su
mano sobre sus bragas. Con movimientos bruscos, ansiosos, el típico imbécil que no puede controlar su líbido.
Victoria pensaba, entre tanta fogosidad, en Sabino, en
lo precavido que era para esas cosas, sensiblemente cachondo. Lo hacía despacio, como cuando el lobo empieza
a jugar con la oveja, se sabía conocedor, incluso tenía varias peculiaridades guardadas en su repertorio. A veces
se ponía creativo y ponía un vaso con hielos y un poco de
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DE AMOR SE VIVE
agua, acto seguido se metía algunos hielos a su boca y
empezaba a practicarle sexo oral a Victoria, que borracha de placer, gemía calladamente mientras se mordía
los labios y abría más las piernas.
El imbécil lo intentaba, créanme, empezaba a repasar
mentalmente las jugadas que tenía para casos tan desafiantes como estos. Intento bajar la intensidad, controlar
sus respiraciones. Apretaba fuertemente la entrepierna
de Victoria, dueña de unos glúteos firmes, abundantes,
deliciosos si me preguntan.
Siguieron besándose por mera inercia y porque para
los dos era el mejor escenario que tenían en ese momento. Uno podría ir a pavonearse con sus amigos y la otra
podría dormir gustosa por una noche.
Estúpido Sabino, no se lo podía quitar de la cabeza.
A pesar de que ella misma sabía y tenía claro que no lo
quería para un futuro, al mismo tiempo le daba miedo
renunciar para siempre a él. Era un manojo de emociones encontradas, el imbécil también le atraía, pero era
tan diferente a Sabino, era guapo en su muy peculiar
manera de ser, pero a la vez era un encuentro simplista
carente de futuro.
De algo estoy seguro. No podrá quererla como la
quiere Sabino, no podrá adorarla de ese modo, no sabrá advertir hasta el menor de sus dulces movimientos, de aquellos gestos imperceptibles de su cara, y que
Sabino los conoce de memoria. Es como si solo a él le
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CAPÍTULO XVII
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
hubiera sido concedida la facultad de ver, de conocer el
verdadero sabor de sus besos, el color real de sus ojos.
Ningún hombre podrá ver nunca lo que él ha visto. Y
él menos que ninguno. Él, real, cruel, inútil, material.
Se lo representa así, incapaz de amarla, deseando solo
su cuerpo, incapaz de verla verdaderamente, de entenderla, de respetarla. Él no se divertirá con esos tiernos
caprichos. Él no amará incluso su mano pequeña, sus
uñas comidas, sus pies ligeramente regordetes, aquel
diminuto lunar escondido, aunque no tanto, a fin de
cuentas. Puede que lo vea, sí, qué terrible sufrimiento,
pero nunca será capaz de amarlo. No de aquel modo. La
tristeza inunda sus ojos.
Ahorita Victoria estaba buscando más turbinas que
anclas. Quiere hombres que la impulsen a realizar cosas mejores, en todos los sentidos de la existencia. Profesional, sexual, sentimental y geográficamente. Gente
ávida de sueños con convicciones. Creadores de cosas.
No los típicos charlatanes, que sólo hablan de sus sueños para no tener que hacerlos. No, Victoria quiere soñadores reales. Inventó un malestar de cólicos, típico
en ella. Se fue a dormir sola en aquella ciudad plástica.
-¿Qué estarás haciendo, Sabino? —preguntó mientras
cerraba sus ojos.
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CAPÍTULO 18
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CAPÍTULO XVIII
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
Se hacía tarde, a Sabino lo esperaba una cita con su
psicólogo. Metió la carta en un sobre y caminó al buzón
para enviársela. Caminó hacia el consultorio, tenía que
pasar por calles grises con bardas rayadas que anunciaban un baile caduco de hace muchos años.
10 de febrero
Hoy tiré tu cepillo de dientes. El morado que estaba
atrás del mío, del verde con azul. Un simple pedazo de
plástico con cerdas. Me voy despidiendo de ti a cada rato
y con las cosas más cotidianas posibles. Tus sobres de
splenda que dejaste en mi cocina, una cuchara que dejaste mal puesta la última vez que fuiste a mi casa.
De tanto estarse desprendiendo uno se instala un humor melancólico de base, cambiándose con subsecuentes que se agregan durante el día. “Te hubieras quedado”, te repito adentro de mi casa mientras meto tu
cepillo en una bolsa blanca sin chiste de un Oxxo. Te recrimino cosas cuando limpio mi casa, nuestra casa que
vio nuestras épocas doradas donde teníamos relaciones
diario por horas enteras, riéndonos, sintiéndonos como
dos meteoros.
Nos miro en fotos que saltan de mi cajón. La vida
me tenía reservada a una persona de tu envergadura
para que me diera cuenta cuán feliz se puede llegar a
ser con la persona indicada. Acá ya no podrás lavarte
los dientes.
Sabino Á.
108
Subió los 3 pisos hasta llegar a su consultorio. Había estado haciendo un poco de ejercicio por las mañanas para mejorar su condición y su físico. Llegó y
tocó pensando seriamente lo que le iba a decir a Jorge.
No podía enterarse de la existencia del Tango. Nadie
jamás debía enterarse de su relación y lo más importante: el negocio que tenían.
-Adelante—Se escuchó la voz de Jorge Zhiel en el pasillo. ¿Gustas un café? Traigo uno buenísimo de Chiapas.
-Sí, gracias —Contestó Sabino tímidamente mientras
se sentaba en el sillón de piel incomodísimo que había
en la sala.
-¿Cómo te ha ido? ¿Fuiste a donde te mandé?—Preguntó entusiasmado Jorge
-Sí eh, todo un personaje ese Carlos Sierra, fornido,
¿no? ¿a qué se dedica?
-Era luchador
-No mames, ¿en serio?
-Sí, casi llega a la AAA, pero su esposa se embarazó y
tuvo que ponerse a trabajar vendiendo pisos y azulejos.
-Buena onda ese Carlos, estoy cotejando regresar un
día —Dijo Sabino mientras veía hacia la ventana.
-¿Has tenido noticias de Victoria?
-Le he escrito una carta —Contestó Sabino pensativo.
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CAPÍTULO XVIII
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
Sentir que el otro se aleja es casi la misma sensación esa
del grito que no sale en los sueños.
-Si uno tuviese lo que quiere todo el tiempo dejaría de
quererlo, hay que saber convivir con la falta —Contestó
Jorge categóricamente.
-No quiero hablar de eso —dijo Sabino tajantemente.
-¿Estás familiarizo con la obra de Sophie Calle?
-Por supuesto que no.
-Tiene una obra vastísima, pero la que me interesa
que conozcas es una llamada “dolor exquisito” —Dijo
Jorge mientras cambiaba de pierna cruzada. Ésa era la
clave para saber que Jorge estaba a punto de decir algo
realmente importante y trascendental, como la historia
del chango y la botella. -Verás—Continuó, Sophie Calle
tiene un proyecto al que llamó “Dolor exquisito” es, en
un sentido, una perfecta ilustración del trabajo de duelo
como lo describe Freud. Al llegar al Hotel Imperial en
Nueva Delhi para encontrarse con su novio después de
un viaje de noventa y dos días, ella recibe un mensaje informándole que él está en un hospital en Francia.
Resulta que su padecimiento menor es una excusa para
romper la relación, y Calle se queda en el frío cuarto de
hotel sola con su dolor. Dolor Exquisito se compone de
noventa y nueve descripciones distintas de lo que pasa
esa noche: el telegrama, su llamada a Francia, su darse
cuenta de que había terminado, los detalles del cuarto.
Calle acomoda cada una de sus descripciones en el lado
izquierdo de la página. En el derecho hay noventa y nueve textos, todos dando respuestas a la pregunta “¿Cuándo has sufrido más?” planteadas tanto a amigos como
a extraños. Es como si Calle necesitara las historias de
otras personas para procesar la propia, o incluso para
ser capaz de verla coma una historia.
-No entendí bien —Dijo intrigado Sabino.
-A ver, ahí va otra vez, la historia dice que en 1984,
el Ministerio de Relaciones Exteriores le dio a Sophie
una beca para que estudiara tres meses en Japón. Se
fue el 25 de octubre sin saber que esa fecha marcaba el
comienzo de la cuenta regresiva de noventa y dos días
que desembocarían en una ruptura estúpida, pero que
vivió por entonces como el momento más doloroso de su
vida. Le echó la culpa al viaje. De regreso a Francia, el
28 de enero de 1985, decidió, por exorcismo, contar su
sufrimiento en vez de su viaje. En contrapartida, les preguntó a sus interlocutores, amigos o conocidos casuales:
“¿Cuándo vivieron su mayor sufrimiento?” Este intercambio llegaría a su fin cuando, de tanto contarla, ya
hubiera agotado su propia historia, o cuando su pena se
hubiera relativizado frente a la de los demás. El método
fue radical: tres meses más tarde estaba curada. Luego
del exorcismo realizado, por miedo a tener una recaída,
dejó de lado su proyecto para desenterrarlo quince años
más tarde.
-¿Si se puede hacer eso? —Dijo Sabino con fuego en
los ojos.
-¿A qué te refieres?
-Sí, que de tanto contar una historia pierda su efecto.
-Híjole, es que es un tema súper interesante. La
apuesta es que el psicoanálisis explica cómo sucede el
duelo digamos en la psique. O sea, cómo el aparato psíquico tramita una pérdida. Pero, pues la nueva aportación del, digamos, psicoanálisis contemporáneo, es que
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CAPÍTULO XVIII
DE AMOR SE VIVE
no se tomó en cuenta el factor social. La vida humana
esta llena de ejemplos, el arte es mi favorito, en que se
confirma que, si el duelo se comparte, es muchísimo más
fácil hacer que pase a otra cosa. Entonces sí, creo que si
el duelo se comparte con una, dos, tres, o más personas
pues la pérdida se convierte en una historia que contar.
Pero ya no será una pérdida, o algo así.
-Órale, está interesante. ¿Crees que si cuento mi dolor
muchas veces llegue un punto en el que ya no duela?
-Según Sophie Calle, sí. Inténtalo, Sabino. No es tanto
que no te duela, simplemente ese dolor se va a convertir
en una historia. ¿Cuándo viviste tu mayor sufrimiento,
Sabino? —Dijo Jorge viéndolo fijamente a los ojos.
-El último día que estuve cenando con Victoria y me
di cuenta que ella ya no me amaba. La fui a dejar a su
casa, la abracé, pero era otra persona. Ya no era la que
se había escondido bajo mis sábanas para asustarme
después de salir del baño. Cuando te das cuenta que la
persona que amas ya no te ama, se te rompe el corazón
para siempre.
DE AMOR SE VIVE
CAPÍTULO 19
Esa vez la sesión duró más de lo que habitual. Hubo
algo hermoso en esa sesión que Jorge no se atrevió a
alterar. Como si los dos estuvieran creciendo juntos,
haciéndose cargo de sus pérdidas. Sabino bajó los 3 pisos del consultorio de Jorge, y se dirigió a la oficina de
correos para mandarle la carta a Victoria. Jorge no lo
acompañó esta vez. Se quedó sentado en su silla, pensando en la hermosa y tierna ironía que tiene el que un
ciego guíe a otro ciego.
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CAPÍTULO XIX
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
Estaba sentada cuando llegó Sabino a prepararse
algo para comer. -¿En que piensas, mamá? —preguntó
de espaldas a la estufa mientras buscaba una cajetilla
de cerillos.
-En el Mar de Galilea —Contestó ella con la mirada
perdida.
-¿Quieres ir? —preguntó sabino mientras buscaba una
olla para calentar las lentejas que habían sobrado del día
anterior.
-No, no es por ahí. El Mar de Galilea es un mar muy
noble. Permite la pesca de muchas especies acuáticas
y desemboca en muchos lados. Está lleno de vida por
el flujo que tiene. Abastece y se nutre de muchos ríos,
como el Jordán.
-¿Y quieres ir? —preguntó mientras masticaba un
taco de queso ranchero que había llevado un amigo ranchero de doña Lupe.
-Que no, deja te termino de contar. El Mar Muerto es
un mar que sólo recibe agua. No tiene salidas ni flujo.
Tiene mucha sal y es muy densa, por lo que es imposible que exista algún tipo de vida ahí. Y es lo mismo con
algunos matrimonios, ¿no crees? tienes que dar, y fluir y
abastecer al otro, sólo así puedes estar seguro que te van
a abastecer eventualmente.
-¿Cómo sabes esas cosas?
-Pues los escucho siempre en los sermones. Pero creo
que tienen razón, ¿no crees?
-Supongo que sí, no sé, yo no estoy casado.
-Precisamente por eso te lo digo. Me preocupas, Sabino. Siento que algo muy fuerte va a pasar.
-No empieces.
-Es en serio.
-Me estoy ocupando y haciendo cargo. Deja de preocuparte.
-No es justo para los que te queremos verte en ese
estado. Nosotros qué culpa tenemos que se haya ido
esa mujer.
-Estoy más enfocado en otras cosas. Como en encontrar trabajo.
-¡¿Crees que me vas hacer pendeja a mí?! ¡Si todo lo
que has hecho desde que llegaste ha sido emborracharte.
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No fue un martes cualquiera cuando Sabino decidió
unirse al club de la tristeza. Se quería morir, eso era
un hecho, sólo no quería morir siendo un pendejo, por lo
menos quería ganarse el estatuto de mártir.
La mamá de Sabino acababa de llegar de su tercera
boda en el mes. Organizaba banquetes especiales para
ese tipo de cosas. Era la que siempre lloraba en la homilía y comulgaba con los ojos cerrados. Estaba sentada
en la cocina, viendo hacia el piso con las piernas extendidas y cruzadas. Era la testigo más insospechada de los
momentos más felices de las personas en sus vidas, ¿se
imaginan eso?, ella se encargaba de la comida que iban
a dar en el día más importante y feliz de tu vida; el día
que decides compartir con otra persona todo tu futuro.
CAPÍTULO XIX
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
Aparte me dijeron el otro día que te vieron entrar a una
casa y salir con los ojos rojos.
-A ver. No sé quién te dijo esas pendejadas, y no sé por
qué las creíste. ¿Acaso crees que con mi vida actualmente necesito darme más al carajo emocionalmente? Dando
vueltas sobre lo mismo es como se hace un pozo. Y yo no
quiero hacer eso.
-Sólo te lo digo porque me preocupas. Espero que esa
terapia con Jorge te esté sirviendo de algo.
-De mucho—Contestó Sabino mientras dejaba su plato sucio en el fregadero.
Esa noche, Rafael durmió como bebé de comercial de
pañales. Se dio cuenta que la clave para el buen descanso cotidiano era lloriquear por lo que le dolía. Que
esos machos machetudos no eran otra cosa que farsantes revolucionarios.
Doña Lupe siguió en la cocina soñando con ir algún
día a Israel. Sabino salió de la cocina en silencio. Iba tarde para su cita en el club de la tristeza. Ya había reunido
el dinero para dárselo a el Tango, había algo emocionante y trágico en ese sentimiento.
Se fue abriendo la puerta acompañada de un crujir de
madera seca, con polillas. Salió Carlos Sierra enfundando en un traje de charro color gris con dorado. Sabino
quiso hacer un comentario pero sus circunstancias no
estaban para andar haciendo bromas.
Llegó al portón de madera con los leones en las chapas
y tocó fuerte 3 veces. Apagó su celular y respiro profundo
para comenzar con su ejercicio catártico. “lo que me has
orillado a hacer, pendeja” - pensaba Sabino mientras esperaba a que Carlos Sierra le abriera.
El club de la tristeza tuvo sus inicios poquito después
de que concluyera la revolución mexicana. Decían que
mucha gente había cometido actos sanguinarios y despiadados, y que la mayoría no podía dormir. En las madrugadas deambulaban y gemían por los actos que habían
cometido. Un señor, Rafael creo que se llamaba, comenzó
a meter gente a su casa y a contarles las fechorías que
había cometido mientras lloraba a moco tendido.
Cruzaron el casco de hacienda, los patios, la fuente,
los cuartos, el despacho, y finalmente llegaron a la sala
de juntas. Era un cuarto completamente oscuro, a prueba de sonido, solamente había dos focos que emanaban
una luz tenue color ámbar, un dorado nostálgico. Había
sillas, sillones y divanes. Los dos focos estaban colocados
de una manera estratégica tal, que no se les veía el rostro
a las personas, solamente su silueta y parte de su ropa.
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El lugar siempre había sido ahí, en la casa de Rafael,
al morir y no tener descendencia, dejó su casco de hacienda para que ahí se siguieran haciendo las sesiones
de pena y llanto; y poder ayudar a la gente del pueblo a
dormir en paz.
Sabino se sentó en un diván y cruzó sus brazos en su
pecho mientras veía hacía el techo, que era de un color
negro total. Se escuchaban los gemidos y lamentaciones
de las demás personas, había de todo. Mamás que ya no
CAPÍTULO XIX
DE AMOR SE VIVE
aguantaban a sus hijos y querían desaparecer, de papás
con amantes dispuestos a abandonar a su familia por
irse con otra mujer, hijos que imploraban un abrazo de
sus papás, políticos que juraban que no habían querido robar, abuelos con arrepentimientos, escritores que
gritaban sus plagios, y mariguanos que simplemente no
querían trabajar; había de todo.
Empezó a pensar en Victoria, en las veces que se sentía
menos con ella, en la primera vez que escuchó su apellido
y de inmediato pensaba que le debía algo. En lo desdichado y vil que se sentía sin ella. No podía pedirle que se
quedara, no iba a ser de clase de estúpidos egoístas que
privan a otros para saciar sus quereres. No, él iba a ser de
los buenos, de los caballeros, de esos hombres que levantaban su altar en medio de la mugre, con su camaradería
ante el fracaso y la muerte.
Comenzó la chilladera, se agazapó en posición fetal
y empezó como no queriendo la cosa. Encontró el sentimiento rondando su pecho, y lo abrazó fuertemente, y ahí
estaba, ante el momento más importante de su vida, el
momento que se quebró. El día que se rompió. Se sintió
el hombre más indefenso del mundo, ahí tirado llorando,
en un casco de hacienda perdido en el pueblo, lejos de
Victoria, lejos de su vida.
Carlos Sierra entró a la sala y se dirigió al diván donde sollozaba Sabino, llevaba una chamarra cazadora color verde militar, su cabello era totalmente blanco. Tomó
a Sabino del brazo para forzarlo a levantarse de la posi118
DE AMOR SE VIVE
ción fetal en la que estaba. Lo miró fijamente a los ojos y
le dijo: -¡Ya estuvo, cabrón! ¡Deja de llorar! ¡¿Quién chingados crees que eres?! ¡¿piensas que el mundo te debe
algo, pendejo?! ¡El problema con los pendejos como tú, es
que están convencidos de que merecen una mejor vida
de la que tienen. Estás convencido de que bajo la corteza
del cráneo portas un diamante que alguien tendría que
descubrir, pulir y poner en un cojín rojo, para que los
demás se admiren, se pasmen, se den cuenta de lo que
siempre se habían perdido! ¡Aquí tus títulos y tu cartera
nos valen madre! ¡No seas egoísta! ¡¿Estás aquí por una
pinche mujer?! ¡Ya te escuché gimiendo por una tal Victoria!, no mames, ¿es en serio? ¿estás así de mal por una
pinche y mugrienta vieja?
Sabino se le quedó viendo fijamente a los ojos, estaba asustado. Empezó a pensar que haber ido a ese club
había sido una pésima idea. Quería decir algo, pero no
podía articular ninguna palabra.
-¡¿Qué pinches me ves, cabrón?! —Le grito Sierra
mientras lo soltaba del brazo. -¡Párate de aquí y acompáñame hijo de la chingada!.
Sierra comenzó a caminar hacia una puerta que estaba al fondo del salón, se quitó su cazadora, estaba exaltado, comenzó a sudar de la frente. Caminaron entrando
y saliendo de varias salas y comedores. Pasaron minutos
ensordecedores, minutos de los que solamente se acordarán ellos dos.
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CAPÍTULO XIX
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
Finalmente llegaron a una capilla abandonada que
estaba en un corral al otro lado de la calle, se sentaron
en el escalón de la entrada. Carlos miró fijamente a Sabino y le dijo:
-Contrario a lo que puedas llegar a pensar, pinche escuincle, la paz interior se conquista más con renuncias
que con batallas. El día que entiendas eso, vas a vivir
más tranquilo. Puedes venir las veces que quieras, las
personas que estamos aquí, estamos porque hemos intentado salir adelante pese a nuestro dolor, y al no poder trascenderlo, venimos a vaciarnos. Como las tazas,
una taza sólo sirve cuando está vacía, de nada te sirve
una taza llena. Por eso necesitas vaciarte, para que te
vuelvas a llenar. A eso venimos, a vaciarnos. Pero tú
no haces nada de eso, piensas que aquí sólo venimos a
quejarnos del mundo y a llorar por nuestra suerte, en el
papel de víctima…
-Pero es que Victor…
-¿Ves? —lo interrumpió Carlos. Tu pinche discursito
pendejo, es que Victoria se fue, si, ya lo sabemos todos.
Cambia la manera en la que hablas, siempre el otro tiene
la culpa de nuestros pedos, es que mi mamá, es que mi
amigo, es que mi novia, todos menos uno. Cuando aprendas a decir, es que yo la cagué, es que yo hice, es que yo
lastimé etc. podrás empezar a trabajar en este club. Y
hasta el día que renuncies totalmente a esa mujer, tendrás una paz interior envidiable. ¿Piensas que eres el
único que ha perdido algo? ¿que al mundo le importa lo
que perdiste? Obviamente no, mi chingón, la gente encuentra y pierde el amor diario. Tienes que encontrar tu
acero y aferrarte a ello, ya déjate de mamadas, ya estás
peludito, cabrón. —Dijo Carlos mientras le daba unas
cachetaditas en su cachequete derecho.
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Sabino se quedó sentado un largo rato, mientras se
limpiaba las lágrimas. Estaba empezando a respirar
más tranquilo, tenía los ojos rojos, la cabeza le hervía.
Se quedó ahí sentado, enmudecido, en el fondo se alcanzaban a escuchar las lamentaciones de los demás.
Se levantó de ahí, era tarde, quiso buscar a Carlos para
despedirse pero no lo pudo encontrar. La poca iluminación hacía muy confuso ubicar a alguien, se veían puras
sombras inanimadas gritando. Un poco aterrador si me
preguntan.
Se hizo de noche en aquella ciudad maldita. Las lámparas y farolas empezaron a iluminar las calles. Sabino
caminaba con las manos metidas en los bolsillos. Tenía
los ojos rojos, quizás se odiaba por haber ido a un lugar
como esos a llorar. Quizás también odiaba Victoria, por
haberlo despachado así como así, con esa indiferencia,
como una servilleta desechable en una fiesta infantil.
Estúpida escuincla.
CAPÍTULO XX
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
Nunca fueron unos eruditos, sus amigos. Pero eran peculiarmente geniales cuando todos se organizaban para
lograr algo. Eran de los que se juntaban para debatir
sobre qué se iban a disfrazar en los días de halloween.
Se prestaban la ropa, se conseguían los pases gratis, las
bebidas de cortesía y la colada a las fiestas de la alta sociedad. Los había conocido en un bar del centro. Típicos
con la mesa en el centro, pomo en medio, saludos efusivos, palmadazos en la espalda como los que das cuando
felicitas a tus familiares en navidad.
CAPÍTULO 20
Era una final de fútbol. El torneo de la Champions
League celebraba su final en Portugal. El Real Madrid
había llegado ahí de la mano de Ancelotti, un italiano
que trabajaba con la parte anímica de los jugadores
como base de su estrategia. Por el otro lado estaba el
Atleti, un equipo que de la mano del Cholo Simeone estaban logrando un esfuerzo legendario.
Todos se habían reunido en la casa de Rodrigo. Estaban todos. Habían organizado el evento semanas antes,
se habían puesto de acuerdo con la cooperación y con
lo que le tocaba a cada uno. Se había hecho salsa molcajeteada y todos iban con sus playeras del fútbol. Una
verdadera fiesta. Había cervezas, tequila, whiskey y vodka. Otro llevaba de la purple kush recién comprada del
compi compi, su dealer de aquel tiempo.
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CAPÍTULO XX
DE AMOR SE VIVE
Iban 15 minutos del primer tiempo y ya se habían
terminado la primera botella en un juego estupidísimo
que se había inventado Jesús. El olor a carne asada se
impregnó en la sala, venía de la cochera. Cebollitas, quesadillas, hielo escurriendo en la mesa de la televisión. El
partido estaba a punto de terminar, con el Real Madrid
perdiendo 1-0. Se añadieron 5 minutos. En el minuto 93’
el árbitro marcó un clarísimo tiro de esquina a favor
del Real Madrid. Faltaban 2 minutos para el silbatazo
final, un cabezazo del defensa central mando el balón
al fondo de la portería. El partido se fue al alargue. 4-1
final, ganando el Real Madrid. Quemaron una maceta
y jugaron papa caliente con botellas de vidrio. 10 segundos de tequila y jack daniel’s para cada quien, una
por cada Champions ganada. Se voltearon sillones, por
ahí creo que vomitó alguien en un rincón. -¡Pura pinche
pary! ¡Pura pinche pary!—Gritaban todos mientras se
fondeban cubas de a litro.
Todos bailaban y cantaban al ritmo de las cubas y la
mariguana. Obviamente realizaron el pomocop, sí, en
sábado a las 4 de la tarde. Se auguraba una noche épica,
todo mundo canceló sus demás planes y decidieron beberse la vida entera aquel día.
-Sí, que aquí se acabé todo —pensaba Sabino. Que todo
se termine en ese instante, con esas personas, en ese lugar. Sería un buen final, ver ganar a tu equipo favorito,
estar ebrio con tus amigos, traer algo de dinero en la bolsa, ¿no?. Prefería morirse ahí que en algún callejón oscuro en alguna madrugada de esos días. Morirse como otro
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DE AMOR SE VIVE
pendejo más víctima del crimen y la inseguridad. No,
su muerte tendría que ser trágica, aparatosa, salvando
un niño de la calle, de algún infarto mientras les leía a
los del asilo. Algo así, para dar más lástima. Créanme,
conozco a Sabino y así hubiera querido su final.
El alcohol por fin se terminó, todos estaban tirados en
el sillón, la puerta hacia la calle estaba abierta, la televisión transmitía puros comerciales sin sentido de programas vagos, algunos carbones todavía ardían al calor
de las brazas. Mucho líquido sin catalogar estaba tirado
en el piso, podía ser jugo de carne, o hielos deshechos, o
cubas tiradas, no descartaría unos meados.
Todos se fueron despidiendo conforme fueron despertando. Obviamente los hijos de puta nunca recogían
nada, dejaron la casa volteada, fueron zigzagueando vidrios rotos y charcos de algún líquido sin catalogar. Había toda una infantería de colillas de cigarros en el piso
de la cochera. La casa olía a excesos.
Esos excesos Sabino no los podía manejar del todo. Lo
deprimían. Siempre había sido un cobarde, le gustaba fugarse de su realidad, de su soledad, de su saberse rechazado, como producto defectuoso. Cada que acababa la fiesta,
Sabino se ponía triste, se deprimía, buscaba un pretexto
para seguir de farra. Los silencios los sabía trabajar sólo
cuando estaba de buen humor, pero siempre le pesaban.
Ese sábado por la noche, cuando llegó a su casa, abrió
el cajón donde había guardado todo el dinero que estaba
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CAPÍTULO XX
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
juntando para dárselo al Tango. Nunca lo había contado,
sólo aventaba monedas y billetes ahí. Vendió gran parte
de su colección de viniles, tenía unas joyas que malbarató en clubes de lectura y demás lugares de su tipo. 50 mil
pesos. Lo había conseguido. Por fin. Ya había juntado el
dinero para terminar con su vida.
Victoria por otro lado, estaba a punto de hacerse un
tatuaje, una frase en inglés que jamás he sabido pronunciar bien. Se estaba convirtiendo al veganismo y ahora sólo tomaba sudor de hadas y verduras regadas con
agua del Río Jordán. Estaba tratando de comer mejor y
verse más saludable.
Es raro, todo eso, ¿no cree, lector? ponerle un precio a
la cabeza de cada uno. ¿Crees que tu vida vale $50 mil
pesos? ¿cuánto pagarías para que alguien te mate? haga
el ejercicio, por favor.
Cuando se lo proponía diseñaba buenas cosas. Tenía
idea, y sobretodo pasión. Pero era demasiado dispersa
como para preocuparse y ocuparse por esas cosas. Pudo
haber sido su edad, su entrada a los veinte años, a la
década de la esperanza abrigadora y el sueño de poder
cambiar el mundo. Ingenua.
Sabino lo contó dos veces antes de guardarlo otra vez
en el cajón. Ahora lo único que necesitaba era ver al Tango, darle la lana y esperar. Y fue justo en ese entonces
que su apariencia ya no fue la misma. Por lo menos desde ese día ya nunca lo vi igual. Me acordé de aquella
frase que me dijo mi abuela: -cuidado con la gente que
saca lo mejor de ti. Cuidado porque a veces se lo lleva.
Algo se había llevado Victoria, algo le quitó a Sabino.
Nadie sabe qué fue, y nadie jamás se lo mencionó, pero
todos lo sabíamos. En nuestras charlas de los martes
siempre lo comentamos. Con algo de pena conspiradora,
te daba pena el simple hecho de pensar eso, pero a la vez,
era un pensamiento honesto, puro, libre de prejuicios.
Después de esa noche, Sabino jamás volvió a ser el
mismo. Quizás fue el hecho de ver tan de frente a la
muerte. Esperar a la muerte es la forma más representativa del tiempo. Cuando suena la hora, apagas la luz
y, si puedes, te despides. Y Sabino sí quería despedirse.
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Fue Kundera quien afirmaba que pasamos por el presente con una venda en los ojos: sólo cuando hemos pasado ese momento podemos quitarnos la tela de encima,
voltear y ver lo que ocurrió. Así se retiraba Sabino la
tela en estos días tristes. Obsesionado con ella, con sus
cejas sobrepobladas, con sus ojos grandes y negros, con
sus piernas tersas de ese color naranja embriagante. Yo
siempre estuve en desacuerdo con él sobre su manera en
la que decía que la amaba. Creo que cuando en realidad
estás enamorado de alguien, no tienes planes con ese
alguien, porque en todos tus sueños te la imaginas como
quieres que sea y no como ella es.
Creo que el problema radica, entre muchas cosas, en
que cuando uno ha sido abandonado, se puede fantasear
con un retorno, con que al abandonado se la hará la luz
un día y volverá a nuestra almohada, incluso sabemos
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CAPÍTULO XX
DE AMOR SE VIVE
que ya nos ha sustituido y que está enfrascado en otro
hombre, en otra historia, y que sólo va a acordarse de nosotros si de pronto le va mal en la nueva, o si insistimos y
nos hacemos presentes contra su voluntad e intentamos
preocuparlos o ablandarlo o darle lástima o vengarnos,
hacerle sentir que se librará de nosotros del todo, que no
queremos ser un recuerdo menguante sino una sombra
inamovible que la va a rondar y acechar siempre.
Quizás era eso lo que quería Sabino, estar ahí, presente. Pero no se estaba dando cuenta de que en este
amorío, se le estaba yendo la vida misma.
Hubo un día que Sabino recuerda con absoluta claridad. Habían conseguido un ejemplar del “Postino”,
una película italiana que vio sus años dorados en la
época de los 80’s. La historia era buenísima: se trataba
de la vida de un señor que vivía en una isla italiana
donde todos se dedicaban a pescar. Pero él no quería,
quería algo más, a veces escribía poesía.
Por azares del destino, y porque era una película, Pablo Neruda, después de que Chile lo exilia por su pensamiento comunista, se va a vivir a esa isla. El protagonista encuentra un trabajo como cartero exprofesamente
para llevarle las cartas a Pablo Neruda. Ahí empieza su
amistad, comienzan a platicarse cosas. El protagonista,
Mario Ruopolo, le confiesa que hay una chica, Beatriz,
que trabaja como mesera en el bar del pueblo. Le pide
que le haga un poema, o por lo menos que admita frente
a ella que son amigos. Que el gran cartero Mario, es
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DE AMOR SE VIVE
íntimo del poeta del pueblo, Pablo Neruda.
Era una de las películas favoritas de Sabino, y la habían encontrado en un centro de renta mal ubicado. Una
perla entre pura película mala. Después de que acabó la
película, y se sacudieron las palomitas que tenían en su
pecho y pantalón, Sabino se dirigió al baño, se aseo un
poco y cuando salió, Victoria emergió del fondo de una
pila de cobijas gritando y lo asustó de la manera más
tierna posible.
El tono de voz cambia cuando uno está enamorado.
El volumen, la fonética, la dicción, todo cambia cuando
estás enamorado. Y ellos lo estaban. Por lo menos ese
día jugaron a ser eternos, entre luchas greco-romanas
en la cama, entre risas y bromas subidas de tono, entre
caricias desgarradoras que te suben la temperatura y le
agradeces al universo/destino/Dios/energía por regalarte esos momentos.
Dignidad, si me preguntan, es soportar ser la única
persona que sabe cuánto ruido hizo eso que se rompió. Y
cuánto vacío dejó eso que se fue. Sabino lo sabía, pero ya
no era una persona digna. Estaba empezando a ser un
desdichado, un ridículo melancólico. Lo llegué a odiar
un poco, por su melancolía, su depresión, su pinche terquedad.
Se hace tarde y todavía les tengo que contar la tercera
visita que tuvo Sabino con Jorge Zhiel.
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CAPÍTULO XXI
DE AMOR SE VIVE
CAPÍTULO 21
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DE AMOR SE VIVE
-¿Has regresado al club de la tristeza? —preguntó Jorge
Zhiel, desde una silla antigua en su consultorio.
-No, todavía no he podido ir —Dijo tajantemente Sabino.
-Qué raro, creí haberte visto por ahí el otro día —Dijo
Jorge con un tono sacado del libro de Sherlock Holmes.
-¡¿Tú eres miembro?!
-Por supuesto que soy miembro, para tratar las cosas
insanas uno debe de estar sano. Y esa es mi terapia.
-No deberías de estarme contando estas cosas, ¿qué va
a pensar el gremio?
-Nosotros los psicólogos somos unos seres detestables. Sabemos que nadie puede cargar con sus problemas solo. Pero a pesar de eso uno nunca admite que
necesita ayuda.
-¿Desde cuándo vas al club?
-Hace poco tiempo, en realidad. Conocí a Carlos Sierra hace varios años en una convención y me invitó a
su club, en ese entonces era un puñado de gente acaudalada que usaba eso como experimento artístico. Pero
las reuniones fueron subiendo de tono, hasta el día que
todos se quebraron. A partir de ahí, la reputación del
club fue subiendo como espuma.
-¿Está raro que esté exactamente atrás de una iglesia, no?
-¿Por qué es raro eso?
-Estaba leyendo algo de Nona Fernández y hay algo
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CAPÍTULO XXI
DE AMOR SE VIVE
en lo que coincido con ella, yo también vivo a espaldas
de una pinche iglesia, la de Cristo rey, diario que me levanto lo primero que veo es la sucia espalda de la iglesia.
El Cristo no tiene ojos para mi, sólo mira a los que están
del otro lado de la calle, así es que mientras el resto de la
ciudad le reza a su cara piadosa, yo me tengo que conformar con su culo, que por lo demás no está nada mal, todo
blanco y de loza, todo casto y puro.
-¿Eres católico? — preguntó Jorge mientras exhalaba
humo de un cigarro que pobremente se estaba fumando.
-Oficialmente sí, pero no por convicción. Es el único
referente espiritual que tengo.
Sonó el teléfono y Jorge Zhiel se levantó a contestar.
Se quedó varios minutos dialogando con lo que se podía
intuir, era una señora que ya no sabía que hacer con su
hijo drogadicto. Jorge le daba consejos, que cambiara la
chapa de su puerta, que corriera al pinche drogadicto
ese, que tenía que hacer un gran cambio para que su hijo
entendiera que ésta vez iba en serio.
Sabino por su parte hojeaba un cuaderno que siempre
llevaba a la sesión. Estaba aburrido, esas sesiones no le
estaban sirviendo de mucho, aunque le contara sobre los
changos, sobre Shopie Calle, al final de todo Sabino ya
había tomado una decisión.
DE AMOR SE VIVE
En el ajedrez hay un movimiento muy peculiar llamado Zugzwang. Este movimiento se caracteriza porque el
único movimiento que puedes hacer es no moverte. Si
te mueves te van a comer. Cualquier movimiento que
hagas será peor que quedarse quieto. Y lo único que puedes hacer es ganar tiempo. Quedar ahí parado ganando
tiempo, aunque sepas que eventualmente te tienes que
mover y que te van a comer. ¿No crees que eso es justamente lo que te pasa, Sabino? —Preguntó Jorge mientras cambiaba de pierna cruzada. -Estás en zugzwang,
no has podido seguir adelante, te has quedado petrificado ante un amor que al día de hoy no tiene un futuro, ni
cuerpo ni alma. Un amor unario. Tuyo solamente.
La sala se inundó de un silencio absoluto. Eran el
tipo de historias que Jorge saboreaba, le gustaban estos silencios después de sus intervenciones. Pensó que
algo en Sabino se iba a mover, pero nada, lo único que
pudo arrancar de Sabino fue una mueca mientras veía
el ventanal de la sala.
-Sabino, te quiero preguntar algo —dijo Jorge mientras acomodaba obsesivamente su lápiz sobre la mesa.
¿Conoces el juego de ajedrez?
-Pero por supuesto que sí, ¿quieres jugar?
-No, no te voy a cobrar para que juguemos ajedrez.
La sesión se volvió académica. Jorge le explicaba los
mecanismos del duelo, de la melancolía. Pero no tomaba
esos temas como los toma Paulo Coelho, “si quieres algo,
el universo conspira…”, estúpido. Le explicaba clínicamente cómo era el duelo en una persona, cómo cada uno
vivía sus pérdidas de manera distinta. Algunos encontraban su duelo en acostones con gente insignificante,
otros lo hacían dentro de una iglesia, otros con alcohol.
El chiste de todo esto era saber si Sabino se encontraba
en duelo, o todavía no soltaba nada, por culpa de esa es-
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CAPÍTULO XXI
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
peranza maldita, esa esperanza que te amarra, que no te
deja soltar, porque qué tal que el amor de su vida tocaba
su puerta, qué tal que Victoria regresaba, qué tal que sí
lo quería de verdad. No, no podía soltarla. No podía desprenderse de esa esperanza infundada, de ese escenario
utópico, pero que Sabino esperaba que pasara, aunque
muy dentro de él, muy en el fondo sabía que se estaba
agarrando de hilos invisibles para poder seguir.
veces, el hombre ve las cosas como no son” - Nietzsche.
Desde hacía muchos años Sabino había comprado
una especie de cuaderno para notas inútiles, pero había ocupado varias hojas para copiar las citas literarias
que le interesaban y otras más para expresar sus sentimientos ante lo que consideraba su fracaso con Victoria; el resto había quedado en blanco.
“Súbitamente comprendí que todas las cosas sólo van
y vienen incluido cualquier sentimiento de tristeza: también se irá: triste hoy alegre mañana: sobrio hoy borracho mañana ¿Por qué inquietarse tanto?”- Jack Kerouac.
Un día que dejó el cuaderno mal puesto pude meterme
a fisgonear qué tanto escribía ahí y me encontré con algunas notas buenas, para momentos cruciales como los
que estaba viviendo.
“La mayor nobleza de los hombres es la de levantar su
obra en medio de la devastación, sosteniéndola infatigablemente, a medio camino entre el desgarro y la belleza”.
- Ernesto Sabato
“Puede ser un héroe lo mismo el que triunfa que el
que sucumbe, pero jamás el que abandona el combate”.
- Thomas Carlyle.
“El amor es el estado en el cual, la mayoría de las
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“Cuando alguien merezca ser mandado al carajo, no
hay que titubear en hacerlo; la diplomacia es para las
embajadas” - Fortwitto.
“Un escritor serio es lo que ha leído, lo que ha vivido
más lo que imagina” - Pérez Reverte.
“En asuntos de amor los locos son los que tienen más
experiencia. De amor no preguntes nunca a los cuerdos;
los cuerdos aman cuerdamente, que es como no haber
amado nunca” - Jacinto Benavente.
“A veces también se me acaban las sonrisas para ti,
a veces también se me acaban las ganas de escribirte.
Pero te amo, ojalá lo entiendas, siempre te amo, pero a
veces mis abrazos no tienen calor y mi boca no sabe que
decir… Pero te amo, siempre te amo, cuando no te convengo, cuando no me soportas, cuando te odio, te amo”
— Alejandra Pizarnik.
“Quizás te diga un día que dejé de quererte, aunque
siga queriéndote más allá de la muerte y acaso no comprendas en esa despedida, que, aunque el amor nos une,
nos separa la vida” - José Angel Buesa.
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CAPÍTULO XXI
DE AMOR SE VIVE
Tenía más, pero ya no alcancé a anotarlas todas. Tenía
su libreta en la mesa, mientras veía a Jorge y escuchaba
atentamente lo que decía. A veces lo interrumpía para
apuntar frases o notas en su cuaderno. Era una persona
sumamente neurótica, freudianamente hablando.
Esa sesión, al parecer fue la última a la que Sabino
fue. Por lo menos lo que se cuenta es eso, Jorge le dejó
algo de tarea, le cuestionaba su discurso, las palabras
que empleaba, no le gustaba mucho la palabra “pérdida”, porque decía que nada se pierde, sino que solamente se transforma en algo más. Jorge dijo que había
sido por falta de transferencia. Que Sabino en realidad
nunca quiso trabajar nada, que sólo iba ahí porque su
mamá se lo había pedido. Y al no existir una demanda
por parte de él, era muy poco lo que se iba a trabajar.
Después nos dio una pequeña introducción al psicoanálisis y nos dijo que Sabino era un caso perdido, porque
no dejaba que su inconsciente trabajara, o se manifestara. Pero en su discurso alcancé a notar algo de soberbia, así era Jorge Zhiel. Un psicólogo sumamente confiado, que rayaba en el delirio de grandeza. Vivía en pos
de la cerveza de las seis de la tarde, actuaba como si las
normas no existieran y le encantaban las mujeres, pero
no en el sentido poético, sino sexual. Decía que a su
edad (rondaba los 50 años), ya estaba en la edad del peldaño. - A los cincuenta estamos derruidos —decía-, pero
si hay crisis, podemos ofrecerle un escalón a la gente
joven: pueden pisarnos para subir. Hemos alcanzado la
edad del peldaño.
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DE AMOR SE VIVE
Vi a Jorge muchos años después; seguía dando clases
y dando terapia en su casa. Seguía soltero y ahora se dedicaba a dar conferencias por la República, de la mano
de Alonso Echánove, un actor de una época pasada. De
un México muy distinto al actual, un ex drogadicto que
se dedicaba a dar su testimonio para crear algo de conciencia en el abuso de la cocaína y demás estupefacientes. Conversamos un rato, seguía siendo sumamente
ameno, pero la soledad empezaba a pasarle factura. Se
le iluminó la cara cuando le conté sobre Sabino.
137
CAPÍTULO XXII
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
Se había quedado de ver con María a las 7 de la noche en
un café del centro. Ella venía de Guatemala o de algún
lugar de Centroamérica. Se había ido con una organización civil a construir casas de bambú para la gente de
escasos recursos.
CAPÍTULO 22
María había estudiado arquitectura en una universidad de la capital, siempre fue una niña precoz, a veces
intimidaba a los hombres por su manera tan sincera
que tenía de echarte en cara algo. Por alguna extraña
razón su amistad se había metido a una congeladora
por muchos años. Por eso habían quedado de verse,
para saber el uno del otro.
El café americano llegó primero que ella. Definitivamente era agua de calcetín lo que daban en ese pinche
café. Pero el chiste era ver a María y platicar con ella.
Vaciló con la cuchara sobre la taza largo rato, estaba haciendo una danza preciosa cuando la vio entrar por la
puerta principal. Traía un vestido azul rey que le cubría
hasta los talones. Sonreía mucho. Era una María feliz.
Venía de un largo viaje que le había cambiado tanto
su mundo, que su vida social ya no era la de antes. Le
platicó todo, de su aldea de japoneses en la que vivía, de
las drogas que existían en Centroamérica, de los mayi-
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139
CAPÍTULO XXII
DE AMOR SE VIVE
tas que vivían ahí. Hablaron de sus proyectos y planes,
entre paninis y malteadas. En algún momento de la velada, Sabino quiso comentarle a María el plan que tenía.
Necesitaba un cómplice, pensaba. De repente empezaron
a hablar de energías, del universo, de cosas esotéricas:
-Solamente caminando por sendas espirituales uno
puede llegar a cambiar sus actitudes y pensamientos
—reviró María antes de darle un sorbo a su café mal
servido.
-¿Por qué me dices eso? —preguntó Sabino mientras
abrazaba su estómago entrelazando sus dedos.
-No sé, me fui mucho tiempo, pero nunca dejé de saber
de ti. A todo el mundo le comentabas tu relación con Victoria, buscabas cualquier pretexto para restregarnos en
la cara tu amor por ella. Leí varias notas que le hiciste,
le tomaste fotos, incluso me dijo Omar que un día se sentaron a componerle una canción.
-Fue hace mucho tiempo, no tiene caso hablar de esto.
-Por supuesto que tiene caso, tiene mucho caso. Siempre has sido un romántico, eso todos lo sabemos, pero
creo que hasta el más sensible de los poetas sabe dejar
ir. Y tú no.
-Pensé que era la indicada —contestó Sabino entre
miradas nerviosas y una falsa tos que generaba cuando
estaba incómodo.
-Pues no pienses pendejadas. Todos son los indicados
en el momento, ¿indicados para qué? Fuiste un maestro
para ella, eras un sueño, Sabino. Vivías solo, tenías coche propio, eras popular, eso queremos todas nosotras a
esa edad, pendejo. Ella creció, y con ella crecieron sus ne140
DE AMOR SE VIVE
cesidades, le enseñaste todo lo que pudiste, ya suéltalo.
-Pensé que me amaba.
-Por supuesto que te amó, no seas pendejo, agh, es
que me desespera que seas así de melancólico, cabrón.
No tiene nada que ver el amor con el crecer. Ella creció,
su amor ya no fue suficiente, está viajando, buscándose, déjala ya en paz y sigue con lo tuyo. Ella ya no está,
acéptalo, es tu presente, vívelo. Seguro ella la está pasando poca madre y tú aquí lloriqueando en un café.
¿No has aprendido nada de tus exnovias? Deberías de
enfocarte en otras cosas, el negocio de los banquetes no
es lo tuyo, y lo sabes.
Ya era demasiado tarde, durante mucho tiempo Victoria ocupó un lugar especial dentro del corazón de Sabino. Lo guardó para ella, de la misma forma que se
pone un aviso de reservado en la mesa más tranquila
al fondo de un restaurante. Y eso pese a creer que no
volvería a verla jamás.
De alguna manera entiendo a Sabino un poco, su situación, su postura ante la vida. La nostalgia cuando
se ha hecho tarde para decirle a nuestro amor que lo
queremos a pesar de todo y para agradecerle los esfuerzos con que intentó prevenirnos de las desdichas
que son inevitables y, a la vez, aleccionadoras. Cuando
nuestro objeto amado ya no está y desgraciadamente
cosas intrínsecas han quedado sin decirse entre nosotros; cuando llevas el amor a un punto inexpresable, y
las antiguas heridas permanecen sin cuidado. Entonces
descubrimos la soledad más desdichada, algunos le lla141
CAPÍTULO XXII
DE AMOR SE VIVE
man la última soledad: la del amante sin el amado.
María siguió con su discurso:
-No puedes seguir así, guey, neta. Deja que fluyan las
cosas. Sé más contemplativo. Haz ejercicios guey, pon tú,
yo en la tarde, después de la comida, me pongo a meditar poquito, guardo silencio y trato de escuchar todos los
sonidos que pueda, dejo que mi oído alcance a escuchar
todo, absolutamente todo, y con eso me doy una mejor
idea de dónde estoy, te vuelves más consciente de tu lugar, de tu espacio. No sé, siento que la gente debería de
estar más en el aquí y en el ahora, siempre se futurizan
o están lamentándose por cosas que ya pasaron.
Alguien había estado detrás escuchando toda la conversación. Por la espalda fornida y el olor a brandy con
meados, era el Tango. Estaba muy contemplativo viendo
al estúpido barista hacer el pésimo café que servían ahí.
En la mesa tenía una libreta pequeña con un lápiz mordido, seguramente era una manía que tenía él. Sabino se
puso pálido cuando lo vio de reojo.
El Tango se incorporó, dejó su lápiz en la mesa junto
a su libreta. Se arremangó la camisa y se dirigió a la
mesa de Sabino. Sorteó varias sillas mal acomodadas y
unas corcholatas tiradas en el piso. Finalmente llegó a
la mesa y dijo:
DE AMOR SE VIVE
ciosas drogas que tanto andas presumiendo. Y a usted,
joven —volteó y miró fijamente a sabino. Espero que el
asunto con su mujer, ¿cómo dijo que se llamaba?
-Victoria —Balbuceó Sabino atónito
-¡Esa mera!, espero que tenga un final feliz, ya sea
olvidándola o regresando con ella. ¿Le confieso algo? —
Dijo el Tango mientras prendía un cigarro, olvidándose
de todos los letreros que habían colgado para que no lo
hiciera. Siento que su historia muy pronto tendrá un
final. Es una corazonada. No me haga mucho caso si no
cree usted en estas cosas.
-Ojalá, porque este cabrón no ha dejado de llorar, ¡y la
morra se fue hace como 2 meses! —contestó María.
Sabino se quedó viendo su taza de café vacía, sentía
la pesada mirada del Tango que lo estaba observando,
sentía su aliento caliente y apestoso, olía su sudor de
varios días sin bañarse, el orín de su pantalón. Se quedó
haciendo surcos con su cuchara evadiéndolo.
-Bueno, me tengo que retirar, otra vez una disculpa,
pasen una buena tarde —Dijo el Tango mientras sacaba
una bocanada de humo blanco por la nariz, dio media
vuelta y se alejó entre el bullicio y un soundtrack de cucharitas moviéndose sobre platos de porcelana.
-Jóvenes, disculpen el atrevimiento de venir a molestarlos. Pero me fue imposible dejar de escucharlos.
Yo vengo de paso nada más, pero me intrigó mucho su
historia. Ojalá pueda ir a Guatemala a probar esas deli-
-¿Qué pedo, guey? ¿quién era ese señor? ¡apestaba! —
Comentó María mientras se ponía un suéter café sobre
su vestido azul rey.
-Le debo dinero, pero ya pronto le voy a pagar —dijo
Sabino mientras aventaba unas monedas en la mesa.
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CAPÍTULO XXII
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
-No mames, ¿por qué le debes dinero a un señor así?
¿viste su sombrero?
-Todos en esta pinche cafetería vimos su sombrero,
María.
Como ya lo había dicho Valeria Luiselli, los apologistas del paseo han enaltecido el acto de caminar al punto de convertirlo en una actividad casi literaria. Eso lo
sabía muy bien Sabino, y por eso salió con María de
ese café y se pusieron a recorrer el centro. Esa tarde
caminaron como nunca, entraban y salían de hoteles
boutique, de parques perdidos entre árboles y farolas,
se sentaban en las bancas a contarse nimiedades, pero
son justo esos temas que no se tocan con cualquiera. No
a cualquiera le cuentas tonterías, te reservas los mejores tópicos para distinguirte del resto, para que sepan
que eres letrado, o estás en vías de serlo. Para que todos
sepan que lees a Freud y a Lacan mientras estás en el
baño. Que recitas poemas de Sabines de cabo a rabo.
Pero las tonterías las guardas para la gente cercana,
para los tuyos, para que sepan que eres un pendejo,
para que se queden contigo a pesar de eso y entonces sí,
dejarlos entrar en tu círculo más íntimo.
CAPÍTULO 23
Caminaron hasta que se despidieron y se marcharon.
María subió al taxi y nunca volteó para atrás. Una cualidad que no a muchos les sale tan bien.
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CAPÍTULO XXIII
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
dicional. Brutal, ególatra, irresistible, Rivera se nos dibuja como un monstruo que hace su voluntad en el arte
y el amor. «Ella me dio todo lo que una mujer puede dar
a un hombre», diría Rivera. «En cambio, recibió de mí
todo el dolor en el corazón y la miseria que un hombre
puede causarle a una mujer”.
31 de marzo
“¿Alguien me quiere llevar a Amealco por pulque?”
Dice tu twitter desde agosto, bonita. Todavía me meto
a leer eso y a leer todo lo que pones. ¿Cómo va tu viaje?
Hace 2 cartas que no me respondes y mi corazón se está
quebrando. He llevado tu amor más allá del odio y la ternura, hasta el infinito mismo, querida. Y aquí estoy otra
vez, con papel en blanco y pluma, pensando en ti. Me he
convertido en un estúpido espía, como los periodistas de
Spotlight, todo para seguir tu rastro. Ya supe de varios
pretendientes, y me parte el alma. Hay uno, en especial, que me intriga demasiado, ¿Será él, bonita? ¿será él
quien se adueñe de tus pensamientos? ¿estoy delirando?
¿me estaré volviendo loco?
Estuve leyendo un libro de Poniatowska, recopiló
unas cartas que le mandó Quiela a Diego Rivera. Quiela
era Angelina Beloff, una pintora rusa exiliada en París,
que vivió con Diego Rivera por más o menos diez años,
la dejó abandonada y se marchó a México sin ella. Angelina, a quien Diego se dirige con el diminutivo de Quiela, fue la primera esposa del muralista mexicano y una
excelente pintora, eclipsada por el genio de su marido.
Su relación, marcada por la pobreza y por la tiranía de
Rivera, fue tormentosa, y la adoración de Quiela, incon146
¿Por qué te digo todo esto, corazón? Perdón que te diga
así, perdón que te escriba. Te lo digo porque leyendo esas
hojas pude encontrarme con un amor como el que yo siento por ti. No estoy diciendo que yo soy Quiela y tu eres
una gorda que pinta, no, no va por el asunto de género.
Va por el asunto del sentimiento, me sentí muy identificado. Es un libro triste, si me preguntas. Pero el amor es
así, creo. Un amor obsesivo, incluso. Un amor nostálgico.
Sigue colgada tu chamarra negra en mi clóset. Una negra
que te llevaste aquel viaje a Zirahuén hace unos años. Sé
que las cosas ya no andaban bien entre nosotros. Estoy
convencido de que necesitábamos estar solos, ¿pero y si
nos equivocamos, amor mío? ¿y si cometimos un error al
dejarnos a la suerte del mundo? Ese mundo banal lleno
de acostones con extraños y egoísmos mal intencionados,
¿crees que nos hayamos equivocado? ¿sólo soy yo el que
piensa todo esto, bonita? ¿ya me olvidaste?
Ayer salí a mi patio y vi la pared que me pintaste en
nuestro primer aniversario, ¿te acuerdas? me pusiste algunas frases que la lluvia y el tiempo se han llevado para
siempre, y sólo queda un bosquejo de lo que alguna vez
quisiste decirme. Me fumé un cigarro mientras aventaba el humo a la pared, para contarle mi historia, para
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CAPÍTULO XXIII
DE AMOR SE VIVE
platicarle que te fuiste. ¿Ves cómo la locura ha empezado
a cobijarme de la manera más tierna posible, vida mía?
Le estoy contando a las paredes de ti.
Te escribo con una canción de fondo, la de Kevin Johansen, el que canta la de “anoche soñé contigo”, ¿te
acuerdas cuando te la puse camino a unas cabañas a
Michoacán? Que un lago se abrió para que pasáramos,
era muy de mañana, como a las 7, ¿te acuerdas, amor?
¿acaso soy un desdichado que vive sólo de recuerdos?
No sé si me has escrito y tus cartas se perdieron en
algún almacén postal, no sé si sí quisiste escribirme pero
en donde estás no hay manera de mandarme cartas. No
sé si te has roto los brazos y no puedes escribir. No sé,
tampoco, si me extrañes. No sé si pienses en mi, bonita.
A donde quiera que vayas, donde sea que me estés
leyendo y con quien sea que estés, guarda para siempre
en tu corazón la manera tan loca y febril en la que te
amé. Y ten por seguro que aún lo seguiré haciendo, vida
mía. En esta carta vivo y respiro, léela las veces que
necesites, no tiene caducidad. Te llevo conmigo a todas
partes, corazón.
Hasta siempre, Victoria.
DE AMOR SE VIVE
Daba pena, era algo patético. Se había convertido
en un pedazo de carne relleno de tristeza y amargura;
nunca se dio cuenta, pero le empezaron a crecer lirios
muertos en el corazón.
Una poeta mexicana, Esther, decía que la locura es un
arma silenciosa, juega no querer herir nadie más que al
enfermo, pero es mentira. La locura estaba cubriendo
dulcemente a Sabino, envolviéndolo en los alegres delirios y en las islas paradisíacas de los pensamientos irracionales. Él, que había ido y regresado de la muerte a las
3 años, regresaba como el hijo prodigo a los brazos largos
del infierno del desamor y la pérdida.
Sabino dobló la carta, la metió en un sobre, lo babeó
más de la cuenta y lo cerró. Se metió la carta en la chamarra, abrió el cajón de su escritorio y sacó los 50 mil
pesos que necesitaba para acabar con su vida. Dejó su
celular y las llaves de su coche.
No les había dicho, pero el muy canalla había guardado algo más de dinero porque antes de dejarle la lana
al Tango, quería pasar una vez más con la puta que le
había quitado su virginidad.
El día en San José era uno más en su cotidianidad.
Había tianguis, se respiraba tráfico y filas largas. Sabino cruzó por la calle Hidalgo y caminó hasta la salida
al panteón, donde regularmente estaba Don Alejandro,
un mórbido de 180 kilos que se encargaba de manejar
toda la piel, más o menos aceptable, para saciar el fino
Sabino Á.”
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CAPÍTULO XXIII
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
arte de la seducción y prostitución de hombres y mujeres en San José.
Se hacía de noche en aquel pueblo maldito y Sabino
traía una calentura de quinceañero viendo bañarse a
su tía, la solterona claro está. Llegó a la salida del panteón y vio la datsun 70 de Don Alejandro estacionada.
Se acercó como no queriendo la cosa y le tocó la ventana:
-¡Cabrón! ¿y ese milagro? —le dijo sonriente Don Alejandro mientras contaba billetes en su volante.
-¿Cómo le va Don Alejandro? —preguntó nervioso Sabino mientras volteaba a ver si no pasaba alguien conocido por el empedrado.
-Pues ya sabes, pinches putas, es un negocio cabrón.
-Ha de tener sus temporadas altas, ¿no?
-Todo el puto año es temporada alta. Nunca faltan las
hijas de la chingada. Las putas nunca andas deprimidas
porque el pito es sanador. La falta de pito atrae enfermedades mentales y de todo tipo. Así que cuídese y coja, joven.—Dijo mientras metía varios fajos en una cangurera
de una caja popular.
-Eso sí, Don Alejandro. Oiga, ¿no estará por ahí la
chica….?
-Putas, Sabino, diles putas —interrumpió Don Alejandro
-Eso, ¿no estará por ahí la puta con la que me acosté
la otra vez?
-Sí, pero ya no quiero que te metas con ella. Cuando
te fuiste la última vez dejó de venir como 2 días seguidos
que porque no estaba de humor, según ella. Pero estaba
bien triste, ¿qué le hiciste, cabrón? nomás vienes a chapulinearme las mazorcas.
-No, Don Alejandro, seguro fue un malentendido de
parte de ella, ni tuvimos tiempo de hablar.
-Pues ahorita está sola, métete por ahí y es el segundo
cuarto que vas a ver —dijo señalando una casa que estaba enfrente.
Sabino hizo caso religioso a las instrucciones de Don
Alejandro que siguió contando su dinero. Entró a la
casa y contó los cuartos. Tocó levemente la puerta que
estaba entreabierta.
-¿Sí? —Se escuchó levemente del otro lado de la puerta.
-¿Puedo pasar? Soy Sabino —dijo con un tono que quiso aparentar madurez y seguridad. Atributos que evidentemente le faltaban.
-¡Ah el biógrafo! —dijo sarcásticamente una voz que
salía de unas cortinas delgadas, donde se alcanzaba a
ver a la puta viéndose en un espejo.
-El mismo —dijo mientras entraba al cuarto.
-Desnúdate, pues —reviró ella con tono de dominatriz.
-No, espera un poco.
-Aquí te están cobrando desde que venías caminando.
-No me importa el dinero.
-Ah, un pudiente. ¿Entonces quiere que me desnude?
-No, tampoco.
-Para platicar vete a un café con una amiga. Aquí cogemos. No platicamos.
-Me siento un poco solo, es todo —dijo Sabino amargamente.
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La cara de la mujer cambió drásticamente. Nadie sabía más de la soledad que ella, de las noches que pasó en
la calle, de la familia que nunca tuvo, de las navidades
en cachimbas con traileros gordos con eyaculación pre-
CAPÍTULO XXIII
DE AMOR SE VIVE
coz. Miró con asco su piel, que nunca había sido surcada
por la mano suave del amor. Se cerró de inmediato la
bata y se sentó en la cama viéndolo fijamente a los ojos.
-Si vienes a que te de palmadas en la espalda y haga la
función de mamá, estás pero si bien pendejo. No quiero
escuchar tus infiernos, ni tus demonios. Seguro te sientes solo por una mujer, ¿no es así?
-Sí. —dijo Sabino mirando el piso con las manos metidas en sus bolsillos. Por un momento pensó en hacer la
postura del chillón que le había enseñado Carlos Sierra.
-¡Tss no mames! —dijo en tono de resignación. Ustedes los pinches hombres son unas señoritas. No aguanta
nada, biógrafo. Pero lo entiendo, no existe momento más
desolador que aquel en que tienes la certeza de haber dejado de ser importante para alguien. Pero la vida sigue
—dijo mientras cambiaba de pierna cruzada.
Eso a ella le gustaba, incluso la excitaba. Sentía como
una bestia hambrienta con cabellos de clítoris y brazos
desnudos se movía muy en el fondo de su húmedo ser.
Se levantó de la cama y se acercó a Sabino con la bata
todavía puesta, mal amarrada. Ella, ávida de un cuerpo
roto, derrotado, quería que la quisieran, y la gente rota
siempre es más vulnerable para recibir y dar cariño. Ahí
estaba Sabino, roto, con tanto cariño para darle al objeto
amado que acababa de perder, regalándolo a la primera
persona que le daba el mínimo ápice de atención.
-Hay un poema que quiero leerte —dijo la puta mientras tomaba un libro de su mesa.
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DE AMOR SE VIVE
-¿Un qué? —preguntó Sabino contrariado.
-Un poema, pendejo. ¿Las putas no tenemos derecho a
la prosa bien escrita? ya quítate ese cuento infantil que
somos unas ignorantes adictas al sexo. No tienes ni puta
idea, escuincle. ¿Te lo leo o no?
Sabino se le quedó viendo fijamente mientras la observaba, a ella, con su piel tornasol y con esa mirada
que tenía que asemejaba a una niña, que todavía muy
dentro de sus ojos tenía ese tesoro que guardamos algunos. El tesoro de los días más felices, de los recuerdos más bonitos de nuestras vidas, y que conservamos
dentro de nosotros. Creo que había sido Carlos Ruiz, el
que había dicho que la vida nos concede a cada uno de
nosotros unos escasos momentos de pura felicidad. A veces son sólo días, o semanas, otras años. Todo depende
de nuestra fortuna. Y el recuerdo de esos momentos nos
acompaña para siempre y se transforma en un país de la
memoria al que intentamos regresar durante el resto de
nuestra vida. El país en su memoria fue la primera vez
que su papá la cargó en sus brazos. Ella tenía 4 años y
nunca había conocido aquel hijo de su puta madre que la
abandonó. Por su vida nunca surcó ninguna mano blanda de amor, sólo abandono. Golpes por parte de su padrastro y asco por parte de su madre. Ese momento en el
que la elevó y pudo ver a su padre a la altura de sus ojos.
Lo miró fijamente, sonrió por primera vez en su vida,
el primer hombre que la abandonó había regresado. El
primer hombre que amó, había vuelto por ella. Fue un
instante eterno, donde la cálida sonrisa del amor se veía,
por fin, en aquel horizonte del patio de su casa.
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CAPÍTULO XXIII
DE AMOR SE VIVE
La puta se sentó con su bata mal amarrada, dejando
al desnudo toda su pierna derecha, estaba descalza, tenía las uñas de los pies finamente pintadas de un color
rojo poderoso. Comenzó:
-Es un poema de una vieja amiga de la prepa, se llama
Esther. El poemario lo encontré en una guantera de un
trailero. Lo robé. Por eso estas letras me salvaron. —dijo
a manera de justificación por su repentino gusto por las
letras muertas.
-La noche tiene la forma de los ojos de un muerto
las suicidas lo saben y bailan alacranes en sus venas
Las suicidas miran la noche florecer en los espejos en
donde no ven ya sus ojos sino las cuencas vacías
Las suicidas no aman por amor sino por el dolor
que éste produce:
un veneno que recorre la médula de los huesos
un aroma que hace dura la víscera del corazón
Las suicidas no caminan
flotan entre las personas que jamás las miran
Ellas tienen hambre de algo pero no saben qué
por eso van de un beso
de un cuerpo a otro
como moneda entre los huecos de las manos
Las suicidas ven al mundo florecer
mientras ellas se marchitan
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DE AMOR SE VIVE
Huelen a orquídeas secas
paso quemado por el sol de los días
Las suicidas no tienen rostro
su cara es un museo de objetos inanimados
La sonrisa es un soplo húmedo
la mirada una noche de neblina
En ellas no canta el pájaro de la esperanza
Grazna el cuervo
levanta sus patas el caballo salvaje
afila sus uñas negras la pantera de la muerte
Las suicidas acumulan lágrimas porque nadie
nunca les enseñó cómo llorar
¡Ah esas mujeres avaras!
Siempre reservándose el dolor el grito
el golpe la furia de una garganta adormecida
por eso las suicidas no hablan
escriben
por eso son amantes irascibles de la noche
palabra por palabra la besan la adoran
la acarician la escriben
Toda su sangre se derrama en los cabellos
de la niña oscura
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CAPÍTULO XXIII
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
Las suicidas se avergüenzan de amar
el rostro pálido de una niña muerta
y caminan de un lado a otro
dejando detrás suyo una estela a almendras.
La puta terminó de leer el poema de Esther con los
ojos llenos de lágrimas. No lo quería leer para Sabino,
era otro pinche escuincle acomplejado, lo quería leer
para ella misma. Para saberse una suicida, para corroborar que se quería quitar la vida, que su negocio y el
pago de Don Alejandro, a pesar de ser fructuoso, no le
daba la vida que ella quería. Otra puta más acomplejada, se decía mientras se limpiaba las lágrimas.
Sabino se había marchado. Dejó el dinero en la lámpara que estaba a un lado de la puerta. El pobre diablo
no podía aguantar el texto que le estaba escupiendo una
verdad que muchos trataron de mostrarle, el muy cobarde se quiso refugiar en la belleza violenta del desamor
fatídico y suicida.
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CAPÍTULO 24
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CAPÍTULO XXIV
DE AMOR SE VIVE
El Tango estaba sentado en su casa sirviéndose un trago
de aguardiente. Nunca supe si sabía el cochinero que
tenía como casa, o si esas nimiedades no le preocupaban.
Sus encuentros con la patrona cesaron de repente, nunca se lo dijo a alguien, pero había hecho un lazo afectivo
con ella. Siempre le llamaron la atención las mujeres recias, corrompidas por el dolor y la avaricia.
DE AMOR SE VIVE
Tenían razón los que alguna vez dijeron que son pocas las personas que en medio de un tumulto interior,
buscaron el resplandor de un paraíso secreto. El paraíso
de Sabino era la muerte, morir cómo mártir, decirle al
mundo que no tenía caso sentarse a esperar a la muerte,
sino que a veces hay que ir por ella. Estúpido, no sabía
que lo que debe quedarse atrás, lo hará. Lo sueltes o no.
-Traigo el dinero —dijo Sabino cuando se entreabrió la puerta.
-¿Tan desesperado estás? —contestó el Tango por detrás
de la puerta. ¡Pásele, pásele!, ¿o te piensas quedar ahí?
-Sólo te vine a traer el dinero.
-¡Ah cabrón! ¿piensas que soy una pinche caja popular
o qué pedo?, deja de decir pendejadas y métete a la casa
—dijo el Tango con tono de sicario.
-¿Está completo? —preguntó el Tango mientras revisaba la maleta llena de billetes y monedas.
-Sí, los 50 mil pesos que me pediste.
-No, no, no, no te confundas, escuincle, yo no te pedí
nada. ¿Te tengo que recordar quién fue el que vino a mi
casa a llorar por una pinche vieja?
-¿Cuándo me vas a matar? —preguntó nervioso Sabino.
-¿Te escuchaste? ¿escuchaste tu voz temblar?
-No, tu disculparás, pero no diario alguien decide quitarse la vida.
-Sigues con tus pinches frases ridículas. Mira cabrón,
está bien, tú ganas. Deja el dinero en aquel buró. De lo
demás me encargo yo.
-¿Puedo saber cómo me vas a matar? ¿te puedo decir
cómo quisiera morirme?
-No cabrón, no puedes. Quieres que te mate mientras
haces algo heroico, mientras rescatas gatitos del basurero, o mientras escribes la última carta que pretendías
mandarle a tu vieja esa, que por cierto, ya está saliendo
con alguien más.
-¿Cómo sabes eso? —preguntó sorprendido Sabino.
Con el tono que sólo pueden sacar los que tienen el corazón roto.
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Pensaba en ella, en que la vería próximamente, una
vez que matara a Sabino su estancia en Tijuana podría
ser más larga, quizás, podría estar más tiempo con la
patrona, llegarle de sorpresa, sacar el dinero que tenía
en su colchón y quedarse allá un año, como mínimo.
Estaba a punto de quedarse dormido en esa posición
fatal para la espalda, cuando se escucharon unos golpes
leves en su puerta. Despertó del aletargamiento inminente del alcohol, se asomó por la ventana, era Sabino.
CAPÍTULO XXIV
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
-Eso a ti te vale madres. ¿Nunca te presenté a mi amigo Francisco?
-No. —reviró él.
-¡Qué lástima!, no podrás conocerlo, pero te voy a platicar de aquel hijo de la chingada. Es un amigo mío —
dijo mientras prendía su cigarro. Se enamoró en Nueva
York, el guey tenía como 50 años y su novia como 30,
era una chingona con las letras, decían que iba a ser la
próxima escritora chingona de México, se llamaba Aura
o algo así. Se casaron. ¿Te imaginas? un periodista y una
escritora ya sabrás, era el pinche paraíso. Resulta ser
que mi Pancho se va con su esposa a celebrar su tercer
aniversario de casados a Oaxaca. Aura siempre había
querido practicar el surf de manera profesional, por así
decirlo. Se subió a la tabla y quiso envestir una ola, lo
que no sabía era que todas las olas en este pinche país
están malditas. Una ola la mató. Mi pobre panchito tuvo
que regresar a Nueva York y lidiar con ese pedote. Hizo
un libro, se llama “di su nombre”, ¿lo has leído?
-No, no conocía esta historia.
-Por supuesto que no la conoces, cómo la vas a conocer
si eres un pinche egoísta que sólo piensas en tu dolor. ¡ay
mi vieja se fue a viajar y cortamos! ¡ay, no puedo seguir así
le voy a pedir al tango que me mate! ¡ay ay ay! —dijo el
Tango mientras se bebía entre sonrisas burlonas su trago.
-Bueno, ¿ya, no? —dijo Sabino con un tono lleno de ira.
-El chiste, es que este cabrón hizo un libro, y cuando
tengas tiempo léelo, si es posible hoy mismo, porque te
voy a matar cuando menos te lo esperes, pendejo. Conoce
su pinche historia, quédate con lo que quieras.
El Tango se incorporó y abrió la puerta de su casa, se
le quedó viendo fijamente a Sabino que se había acostado en el sillón roto de su sala.
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-No puedes volver aquí. Es la última vez que nos veremos. Ya puedes ir arreglando tus cosas, pero ojo, tienes que ser muy cuidadoso para que la gente no piense
que estás tramando algo, no seas pendejo —dijo el Tango
mientras se tambaleaba un poco.
-Sí, ya lo tengo todo pensado, no te preocupes por eso,
no te voy a estorbar.
En el momento que se levantó, se cayó la carta que
traía en su chamarra. El Tango vio pero no dijo nada. Sabino caminó hacia la salida sin despedirse y sin decir una
sola palabra. Caminó con la mirada abajo, ruin, como los
canallas que acaban de vender su alma al diablo.
Pasó junto al Tango y sólo percibió su hedor a alcohol y sudor. El mismo olor que tienen las personas sin
alma. No volvió a mirar atrás, salió de la colonia bajo
un cielo plagado de estrellas. Caminó sorteando calles
y andadores, caminó por horas dando vueltas por todo
el pueblo visualizándose muerto, tirado en cada esquina que caminaba, iba construyendo sus escenarios del
crimen, se imaginaba la cinta amarilla que ponen los
policías para impedirte el paso, el estúpido sonido de
las sirenas, el tumulto de gente curiosa congregándose,
el trayecto de la noticia, que en esos pueblos viajaba
más rápido que la luz.
CAPÍTULO XXIV
DE AMOR SE VIVE
El Tango levantó el sobre que estaba tirado en su sala,
se sirvió otro trago y abrió la carta: “¿Alguien me quiere
llevar a Amealco por pulque…?” comenzó a leer.
DE AMOR SE VIVE
Después de varios segundos en los que se escuchaba
el ambiente a resignación que reinaba en ese cuchitril.
-¿Tango? —preguntó la voz de la patrona del otro lado
de la línea
-¿Cómo estás?
-¡¿Qué chingados te pasa?!, ¿qué haces hablando aquí?
te di mi otro teléfono y te dije a qué horas podrías marcarme.
-Me vale madres
-¿Estás borracho?
-Te vale madres
-¿Qué chingados quieres?
-Iré próximamente
-¿Cuándo?
-Próximamente, quería quedarme más tiempo allá
-¿Qué?
-Más tiempo allá, quedarme
-No digas pendejadas, no puedes ni hablar.
-¿No quieres que me quede?
-No puedo hablar ahorita
-¿Estás con otro cabrón?
-Tango, marca cuando no estés borracho
-Dime lo que me tengas que decir ahorita
-¿Qué quieres que te diga?
-La verdad
-¿De qué?
-De nosotros
-No hay nosotros, Tango, no mames, ¿ahora me vas a
salir con que estás enamorado? —dijo mientras se echaba a reír
-Cállate, estúpida
-No no, cállate tú, pendejo, no me hables para decirme estas pendejadas, ¿qué esperabas? ¿que estuviera
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Al cabo de un rato el Tango terminó de ojear la carta
para Victoria, acercó el encendedor de su mesa y le prendió fuego. Sólo el amor que no se completa puede llegar a
ser romántico. No tenía caso que ella sufriera por él, ella
no tenía la culpa de la estupidez de Sabino. Ella se había
ido, a probar su suerte, al fin y al cabo si su futuro estaba
junto a Sabino, la vida se lo pondría enfrente. Porque
estaban unidos por un hilo invisible, oculto entre mil cosas de poca importancia, que sólo podía existir entre dos
personas como ellos; dos soledades que se reconocían.
El Tango salió a la calle, caminaba ebrio, se había
metido una botella y media de aguardiente y sus pasos
cada vez eran más torpes. Llegó a un teléfono público y
le marcó a la patrona para avisarle que próximamente
iría para allá. Se sacó un papel arrugado del bolsillo donde tenía el teléfono de la cachimba en Tijuana.
El teléfono comenzó a sonar:
-¿Sí? —se escuchó la voz de un joven del otro lado
-¿y la patrona? —balbuceó borracho el Tango
-No está, ¿quién la busca?
-Dile que la busca el Tango
-Permítame —dijo el joven soltando la bocina
CAPÍTULO XXIV
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
pegada al pinche teléfono esperándote?
-Ya vi que no lo hiciste, desgraciada, ¿cuándo kilómetros y kilómetros de pitos te has metido por el hocico?
Se escuchó un silencio del otro lado de la línea. El
enigma de esa mujer era que estaba loca, o suficientemente alterada para parecer loca. Quizá lo que le había
excitado al Tango era eso, el delirio y la muerte que de
ella emanaban. No lo dudo nada del Tango, era una persona de vicios caros y convicciones baratas. Eso todos
los sabían. Y precisamente uno de sus vicios caros había sido el de herir profundamente a las personas que
más quería.
-Quiero que te acuerdes de esto, cabrón —dijo la patrona. Quiero que te acuerdes el estado en el que estás
y lo que me acabas de decir. Por mi te puedes ir a la
mierda, yo no soy tu pinche mamá, ni tus putas con las
que te acuestas allá en San José, ¿pensaste que esto era
una pinche guardería, pendejo? aquí a niños no quiero,
y menos que me armen estos pinches berrinches de adolescente. No se te ocurra la pendejada de volver a buscarme. Olvídate de mi, que yo haré lo mismo por ti.
CAPÍTULO 25
En ese momento colgó la llamada. El Tango había estado escuchando todo esto tambaleándose en la calle,
amarrado con el cable del auricular a su brazo. Caminó
de regreso a su casa. Se empinó la botella de aguardiente hasta que se perdió en los brazos tiernos del alcohol,
dejó la puerta abierta. Amanecía.
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CAPÍTULO XXV
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
Novela en 12 líneas
Por: Bruna Beber
Cuánto falta para vernos hoy
Cuánto falta para vernos luego
Cuánto falta para vernos todo el día
Cuánto falta para vernos siempre
Cuánto falta para vernos un día sí y otro no
Cuánto falta para vernos a veces
Cuánto falta para vernos cada vez menos
Cuánto falta para no querer vernos
Cuánto falta para no querer vernos nunca más
Cuánto falta para vernos y fingir que no nos vimos
Cuánto falta para vernos y no reconocernos
Cuánto falta para vernos y no recordar que un día nos conocimos
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CAPÍTULO 26
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CAPÍTULO XXVI
DE AMOR SE VIVE
Pertenezco a una generación que creció en una ciudad
prohibida. Donde, en esa época, se podía recorrer a pie
todo el pueblo en media hora y donde se dejaba el paseo en círculos a la plaza principal, para los domingos
después de ir a misa. Quizá por eso esta historia me
resulta tan cálida.
Los siguientes días pasaron en la más absoluta cotidianidad. El negocio de los banquetes familiares cada
vez estaba dejando más dividendos, tantos, que doña
Lupe y don Luis estaban empezando a coquetear con la
idea del retiro y ver con ojos apasionantes el horizonte
paradisíaco de la pensión a jubilados del seguro.
El pueblo por fin estaba cobijándose con la quietud de
una colonia de inicios del siglo XX. Sabino estaba enfocado en realizar todas las actividades que quería realizar antes del anhelado día. Se metió a clases de francés,
por 3 semanas, y sólo fue 3 días. Aprendió a nadar entre
unos movimientos torpes y una coordinación motriz que
dejaba a Jean Piaget muy mal parado con sus estadíos.
En los días laborales que tenía como secretario del pueblo, se tomaba un café a las seis de la mañana y se lo
bebía mientras se aseaba; se vestía con la paciencia y
resignación con la que un padre viste a su hijo, cada botón un rito, un triste jazz en el fondo acompañando la
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DE AMOR SE VIVE
escena. Las vueltas de la corbata y sus molestas repeticiones porque no le quedaba bien su nudo, la pausa
de los calcetines. Se sentaba a trabajar en los portales
del pueblo, los fines de semana salía, se emborrachaba
modestamente, solo o con algún amigo, y regresaba a la
tenebrosidad de su departamento lleno de olores arrepentidos y un polvo fino de nostalgia que cubría toda su
casa, que poco a poco iba atrayendo a más fantasmas.
El día que más le aterró darse cuenta de esto fue un
lunes; cuando apareció un juguete de su infancia, ahí tirado a medio cuarto, un micro-machine color rojo. Después
aparecían libros antiguos amontonados en su escritorio.
Luego apareció un Paquisefalosaurio de hule, su juguete
favorito cuando era niño. Era como si espectros del pasado
empezaran a rondar la dimensión suicida de Sabino. Algunas noches no alcanzaba a quitarse el traje y dormía abrazando a una almohada hasta que daban las seis de la mañana en su reloj despertador y un nuevo día comenzaba.
Victoria, por su parte, había cesado de escribir y se había dedicado a trabajar en diferentes restaurantes de Los
Ángeles, su favorito era uno ubicado en Ventura Bvld.
era de unos judíos que acostumbraban a aventar dólares
a la gente que más rápido comieran pitas sin usar cubiertos ni brazos. Victoria estaba haciendo un fondo de
ahorro para dejárselo a sus padres. Estaba convirtiéndose en una mujer hermosa, poco a poco se le iba cayendo
la piel muerta de una adolescente totalmente distinta.
Le venía bien la entrada triunfal a la vida adulta. Novio
seguía sin tenerlo, aunque nunca le faltaba pretendien169
CAPÍTULO XXVI
DE AMOR SE VIVE
te. En su casa las cosas iban de maravilla, Lupita de los
Cobos, su madre; estaba teniendo un segundo aire en su
matrimonio, cosa que la había rejuvenecido como a las
viudas que se vuelven a casar.
Los amigos de Sabino estaban empleándose en la trágica vida adulta. Comenzaban a dejar de salir los fines
de semana para pagar rentas de casas y créditos de automóviles. De vez en cuando todavía se juntaban a fumar
marihuana y ocasionalmente cocaína, cuando la noche
lo ameritaba. Por fin cada quien estaba sacando un buen
pedazo de pastel de esta miserable existencia.
Un día, pasadas una semanas durante una visita a la
casa de sus padres, mientras asaltaba la cocina, lo escuchó silbando al son de la música. Miró hacia el patio trasero y se detuvo a observar al viejo. Puso una de las sillas
del jardín abajo del olmo, tomó el diario, se calzó las gafas
y allí se quedó, pasando las hojas a medida que leía. Algunas pasaban más rápido que otras. El ritmo obedecía a si
eso que leía era o no relevante para él, a la vez que seguía
los compases de la música. La sección de autos parecía interesarle pero a la de fútbol le dedicaba un rato largo, un
americanista de clóset. En los primeros años de su matrimonio con Doña Lupe, la había corrido de la casa porque
el Cruz Azul había ganado la liga mexicana, corrían los
años ochentas, me parece. A veces compraba el periódico
de la iglesia para enterarse del horario de las procesiones fúnebres; a toda la gente del pueblo le gustaba saber
quién moría, si había algún conocido entre las bajas.
Desde su taller en el fondo llegaba la música de los
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DE AMOR SE VIVE
Beatles. Se quedó mirándolo mientras cantaba en voz
baja y cuando quiso parpadear se le escurrió una lágrima. Pero enseguida la reprimió, entre más convives con
sombras y tinieblas, se va instaurando un verdugo que
vive en tu garganta y sabe hacer nudos con destreza de
armador de circo del estado de México.
Lo golpeó la revelación de que una parte de su amor
por la música (y por el drama y el romance tormentoso
también) provenía de la música que le había enseñado
el viejo: adolescentes británicos llenos de una esperanza embriagadora, de amores de arrabal y despecho. Se
quedó ahí parado, del otro lado de la ventana, mirándolo
con ojos de hijo maduro, aunque distaba mucho de serlo.
Miró con serenidad en sus ojos grises hacia los árboles
del fondo, en silencio, cruzado de piernas y moviendo un
pie al ritmo del rock de los sesentas. Está grande, pensaba, ya pasaron hace rato los sesenta.
Era un hombre simple y tranquilo Don Luis, a pesar
de las palabras de menos y las reprimendas tardías.
Nunca fue un tipo duro de los de antes; aunque sí fue
criado en las faenas rurales por una familia de esas que
no sabían de abrazos ni besos. Lo fueron ablandando
con el tiempo, sobre todo Doña Lupe, quien a fuerza de
abandonos y golpes, había comprendido que sólo de las
aguas cálidas de un amor eterno, pueden surgir las más
heroicas de las batallas. A pesar de eso, Don Luis nunca
perdió esa incomodidad anticuada a la hora del cariño
y los abrazos.
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CAPÍTULO XXVI
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
Algo tiene que quedar claro, ejerció sobre su familia
una forma de protección y cuidado absolutamente enternecedora, justa y silenciosa.
A Sabino lo llevó más de la mitad de su vida llegar a
ese momento de intimidad solitaria y contemplativa: él
sentado abajo del olmo pensando vaya a saber en qué y
él detrás de la ventana mirándolo pero esta vez, realmente, viéndolo.
Destapó una cerveza fría, una que a él le gustaban y se
la llevó hasta el jardín. En ese momento, la tranquilidad
del patio y de la charla que tuvieron y que por primera vez en sus vidas no fue interrumpida por un vaivén
de pendientes del negocio, ahí se despidió él, con mansa
parsimonia, le pasó la mano por su cabeza blanca.
CAPÍTULO 27
Estoy seguro que siempre lo va a recordar así, un
hombre bueno y tranquilo que le enseñó a reír.
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CAPÍTULO XXVII
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
de los sollozos, de cuánta agua se tiene que tomar uno
diario para que pueda llorar todo el día. ¿Qué marca de
agua es la mejor? etc. Todo, absolutamente todo.
Carlos Sierra, por otra parte, comenzó a abrir clubes
de la tristeza por toda la república mexicana. La noticia se había ido esparciendo de boca en boca. Cada vez
la terapia ganaba más adeptos, más y más personas
iban a esos cascos de hacienda con luces tenues a llorar
arrepentimientos.
Su método era asombroso: iba a los pueblos y comenzaba a hacer amigos en las plazas públicas y atrios de
las iglesias. Ahí los invitaba a casas abandonadas que
él mismo restauraba como hormiga empedernida meses
anteriores. Allí empezaba su trabajo artesanal. Te comenzaba haciendo unas preguntas personales, acerca
de tu infancia, de tu niñez, los bailables de la primaria,
las sillas vacías que dejaban tus papás porque nunca
pudieron acudir, te recordaba tu primer amor, tu primera vez en la cama, tus primeros juramentos hacia el
amor eterno.
Al cabo de un rato, San José se había vuelto un pueblo extrañamente sano. Las personas caminaban más
derechas, erguidas, las vértebras de su columna se habían alineado de tanta postura chillona. Por las noches
no había un alma en las calles, todas estaban metidas
en el club de la tristeza. Se habían hecho horarios, Doña
Lupe y Don Luis iban los lunes, los vecinos ganaderos
iban los martes, el Lic. Tapia iba los miércoles con su
señora esposa, y así se iban turnando. Todos eran más
amables, todos cómplices de un secreto que los estaba
haciendo más felices: la aceptación rotunda de que había
que romperse para volverse a armar.
Te metía toda esta información con su tono de voz a
la Morgan Freeman. En ese momento comenzaba la tronadera de garganta a moco tendido, chilloterapia si lo
quieren llamar así. Pero funcionaba. La gente empezaba
a regresar con frecuencia, Carlos comenzaba a dar las
instrucciones para llorar, la posición fetal, la posición de
la espalda, las vértebras que hay que cuidar a la hora
El último día que yo supe que Sabino fue a ese lugar,
no fue porque quisiera llorar, sino a leer los libros que
había en las diferentes bibliotecas del casco de hacienda.
Lo recibió Carlos con un cariño entrañable, como de dos
viejos cómplices de un crimen pasional. Precisamente en
una sala, en un librero estaba el libro de Francisco Goldman, lo tomó se sentó a leerlo en una sala bellísima, entre
juegos de té de porcelana y sillones de caoba. Ahí sentado
en ese sillón entendió al Tango, comprendió a lo que se refería. Tenía que revivir lo que había dicho Anatole France
en cierto momento de su vida, que todos los cambios, aún
los más ansiados, llevan consigo cierta melancolía. Pero
no más de la estrictamente necesaria.
Ahí sentado empezó a tener un pequeño arrepenti-
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CAPÍTULO XXVII
DE AMOR SE VIVE
miento sobre la decisión que acababa de tomar. Tenía
mucha vida por delante, proyectos, deseaba seguir siendo el secretario del pueblo. Le gustaba poner su máquina de escribir en los portales y escribir lo que la gente
le decía. Últimamente escribía muchas cartas de amor.
Él lo auguró al club de la tristeza, mucha gente empezaba a escribirle a los suyos, perdones, arrepentimientos, metidas de pata, algunos otros pedían una segunda
oportunidad, otros descarados pedían terceras y cuartas
oportunidades. Se juraban gente nueva.
DE AMOR SE VIVE
-No lo reprimas —dijo Carlos Sierra mientras se sentaba en un sillón de la sala. Si tienes ganas de escribirle
hazlo, si tienes ganas de llamarle, hazlo. Vacíate, ella al
principio no lo va a entender, pero al final lo estás haciendo por ti, no por ella. Tú eres lo que amas, no lo que
te ama, Sabino. Si crees que el amor que sientes por ella
es la llama misma de las olimpiadas, hazlo. Si no puedes
dormir, hazlo. Al final ni repararás en ella. Te acostumbrarás, al final ni te acordarás tanto de ella.
-¿Y cómo, si la tendré siempre presente?
-Por eso, por eso mismo dejarás de verla. La harás
parte de ti, de tu vida. Se fundirá contigo para siempre.
Ésa es la mejor manera de superar un amor. Todo mundo piensa que olvidando, que yendo a conocer más personas, acostándose con ellas, igual y sí, igual y puedes
mitigar el dolor algunos meses, quizás años. Pero si realmente fue amor, siempre va a regresar a moverte fibras.
Pero si lo aceptas, si no le huyes a ese sentimiento y lo
afrontas, lo haces tuyo, lo fundes contigo, será un amor
que durará toda la vida, porque tú serás ella, siempre.
Vivirá contigo toda tu vida, como una vela en el fondo de
tu alma que para siempre quedará encendida.
-Me aterraba que me rechazara. Que le molestaran
mis cartas. Por eso dejé de escribirle. No quería asustarla con una declaración de amor que juraba eterna. No
quería ser un ancla, sino una turbina en su vida. Quería
que supiera simplemente que aquí estaba, que allá estaba ella, y que a mi me importaba un bledo el mundo y
su geografía. Que aquí iba a estar siempre. Que mi amor
no tenía caducidad. Pero no quería que se asustara. Me
daba la impresión de que, antes de que pasara algo tan
amargo, era preferible vivir con el recuerdo de cuando
estábamos unidos.
-No sirve nada vivir de los recuerdos. Sólo te sirven
cuando ya has tramitado tus emociones, entonces se
vuelven unos dulces de miel en tu vida. Si no admitimos
que los días felices están contados, no hay lugar para el
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Sabino Álvarez estaba sentado en esa sala, teniendo
una de los momentos más reveladores de su vida, como
lo había dicho Rafael Pérez Gay, se había enfrentado a
si mismo muchas veces en busca de una respuesta ante
la decadencia humana y la enormidad de la muerte.
Era adicto a las reprimendas: no entiendes nada —se
decía. Se había topado con Baudelaire y su higiene simbólica: todo hombre que no acepta las condiciones de la
vida vende su alma. Sabino la había vendido no al diablo sino a la melancolía. Sus padres la habían vendido
al trabajo. En pocas palabras, a mi parecer, la vida puede ser entendida como una subasta, una gran compraventa de almas.
CAPÍTULO XXVII
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
placer y la diversidad de cosas magníficas que hay en el
camino a la tumba.
En última instancia, tal vez sólo tienes que entender
una cosa: que quizá la vida sea así. Y que quizá no nos
quede otra opción que aceptarla sin más, tal cual, sin
buscar circunstancias ni motivos. Como los impuestos,
las subidas o bajadas de las mareas, la muerte de John
Lennon o los errores arbitrales en el mundial de fútbol.
Estúpidos holandeses.
Estuvieron sentados durante varias horas, anocheció.
Prendieron una fogata en el patio principal y charlaron
hasta el amanecer. Reían al ritmo de las brazas y del
café. Por fin Sabino estaba aprendiendo a soltar, a mi
gusto, demasiado tarde porque ya no había vuelta atrás.
Carlos, como lobo viejo, sonreía gustoso de que su método por fin estaba teniendo frutos y creces inesperados.
Es verdad, todo método que diga tener la respuesta,
siempre va atraer a gente desesperada. Pero eso a él no
le importaba demasiado.
-Al final del día somos el promedio entre lo que nuestras madres y ex-parejas piensan de nosotros, Sabino —
le dijo Carlos cuando lo despidió aquel día.
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CAPÍTULO 28
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CAPÍTULO XXVIII
DE AMOR SE VIVE
El Tango estaba empezando a planear la muerte de Sabino. No quería que fuera un mártir, mucho menos que
le hicieran un corrido y se convirtiera en la leyenda del
pueblo. El joven enamorado que fue asesinado. Muchas
novelas y libros se habían erigido con esa premisa. Mucho pinche cliché, para su gusto.
Quería que la gente supiera su cobardía hacia la
vida, mostrar sus fracasos, su inmadurez. Lo más lógico era que alguien lo encontrara hurtando, o violando a alguien. Sí, eso, podría empezar el rumor de que
violó a una de las putas de Don Alejandro, ese mórbido
seguro aceptaría meterse a ese lodo por alguna cantidad de dinero.
Ya era un hecho que no huiría a Tijuana. Que había
perdido a la patrona, y que su vida estaba hecha para
balancear al mundo. Nada más. Estaba buscando otro
destino al que podría huir cuando todo acabara. Quizás
ciudad Juárez, podía escribirle a Esther García, la poeta
que vivía allá. Ella podía ayudarlo a encontrar un lugar,
un cuchitril por algunos meses. Sí, quizás Chihuahua
era buena idea.
De pronto lo asaltó un pensamiento al ver todavía un
papel mal quemado en la sala de su casa. Era un resto
de la carta de despedida que había escrito Sabino para
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DE AMOR SE VIVE
Victoria. Alcanzó a leer algunas frases mal terminadas
en cenizas. Se sentó y se echó a llorar varios minutos.
Nadie lo supo nunca, pero el Tango odiaba asesinar.
Era sanguinario, sí, pero aún sin tener alma, existía
todavía una bondad perdida en su ser. Cada memoria
guarda sus ámbares, y el de él era su madre. Siempre
que el mundo se le venía encima, decía su nombre como
manera de conjuro.
Su madre, a la que asesinó cuando un brote de cólera
azotó al pueblo por allá en los años pasados. Con tan solo
10 años, el Tango supo por primera vez que la muerte y
el amor eran hermanos siameses separados al nacer que
tarde o temprano se reencuentran para siempre.
Quizás estaba equivocado, quizás después de todo la
vida no era más que un puñado de momentos que nunca
regresan. Quizá no hacía falta alterar más el mundo con
historias de quienes ya son cadáveres y merecen algo de
piedad, aunque sólo sea porque han puesto fin a su paso,
han terminado y ya no existen.
Quizás lo mejor que le podría pasar al mundo era que
el Tango ya no existiera, que la gente se las arreglara
con lo que tiene. Ya no quería vivir en un pinche pueblo
donde la vida humana valía menos que un boleto de la
ciudad de México a Acapulco. Sí, a la chingada —se decía. Que aprendieran a arreglar sus pinches problemas
como los machitos que se decían ser, que cada quien se
ensuciara las manos con sus porquerías y sus mierdas.
Sí, eso, eso era lo que le hacía falta al mundo. Que cada
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CAPÍTULO XXVIII
DE AMOR SE VIVE
quien asesinara o solucionara su problema como Dios les
había dado a entender. A la chingada, bola de pendejos
—blasfemaba el Tango.
El pendejo de Sabino lo único que necesitaba era una
segunda oportunidad en la vida. Tenía todo un mundo
por delante, no sé si con Victoria o con alguien más. Sólo
necesitaba tiempo. Un exorcismo, quizás. Estaba entendiendo, sin saberlo, lo que alguna vez dijo Javier Marías
acerca de las despedidas. Y concuerdo con él, nunca nos
parece el momento justo, siempre pensamos que lo que
nos gusta o nos hace felices, lo que nos quita un peso de
encima o nos ayuda, lo que nos empuja a través de los
días, podía haber durado un poco más, unas semanas
más, unos años más, unas horas más, nos parece que
siempre es temprano para que se les ponga fin a las cosas
y a las personas, nunca vemos el momento oportuno para
despedirnos. Precisamente por eso nunca está en nuestras manos el final de las cosas, porque si dependiera de
nosotros todo continuaría indefinidamente, ensuciándose, echándose a perder, sin que ningún vivo se muriera.
Sí, ahuevo —pensaba el Tango. Sus ojos empezaron a
adquirir un color vivo. Ya tenía la pinche solución. Iba a
regalar su pinche dinero y se iba a quitar la vida. Pero
no le iba a decir a Sabino, al final de cuentas, el cabrón
estaba aprendiendo a vivir ahorita más que nunca. Trágicamente estaba aprendiendo a vivir cuando más cerca
estaba de la muerte; pero así somos todos. Sólo cuando
estamos frente a la tragedia o la desgracia, nos juramos
hombres nuevos. En los hospitales se escuchan más ora182
DE AMOR SE VIVE
ciones sinceras que en las iglesias, en los aeropuertos se
ven más besos honestos que en las bodas. Siempre.
El cementerio es el único lugar donde el Tango se sentía en casa. Quizá era porque todo allí se mantenía igual
que cuando era joven y trabajaba cavando tumbas. Éste
era el único sitio del pinche pueblo que no había sido maquillado. Ahí las construcciones podían estar cayéndose,
las lápidas quebrándose, las muertos escurriéndose hacia la superficie, y nadie se atrevía a alterar nada. Una
realidad perfecta.
Ahí, en la podredumbre, el Tango gestó el mejor plan
de su vida. Jamás mataría a Sabino, y precisamente ése
iba a ser el precio de su cobardía: no tener las agallas
para quitarse la vida y querer morirse más que nadie
en ese pueblo.
Iba a desaparecer, pero del mundo entero. Se iba a
pegar un tiro en alguna cantina de la república. Quizás
Guerrero, había conocido a varios sicarios de ese estado,
donde decían que la gente muere allá como moscas en
una fonda de mercado. Llegó a su casa y sacó el dinero
que tenía en su colchón. Lo metió en un sobre y lo mando
a Tijuana, con la patrona. Por lo menos le iba a ayudar en algo, pagarle las deudas emocionales con dinero,
como hacían todos.
Dejó la casa y atravesó un cerro completo porque quizás tenía razón, perderse en el culo del mundo, sin nadie que lo conociera, sin nadie que opinara, podía ser el
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CAPÍTULO XXVIII
DE AMOR SE VIVE
mejor escenario para finalmente dejar de hacernos los
huevones, para sumir lo inasumible, para cerrar los ojos
y echarle para adelante aunque Dios y el Diablo se nos
fueran encima.
No llegó a Guerrero, se quedó en Michoacán. Llegó
hasta Zirahuén, un lago perdido en medio de un bosque
majestuoso. Había algunas cabañas y demás cosas para
irse de retiro familiar o personal. Rentó una cabaña por
unos días, bajó al pueblo a comprar botellas de sotol y
aguardiente. Se quedó ahí varias semanas, perdido.
Diario caminaba al lago antes de que amaneciera. Se
sentaba metiendo los pies al agua viendo hacia el horizonte. Estaba en paz. Puros cuentos, historias mal
nacidas, enredos mal armados, simulacros, falsedades,
engaños embustes. Mentira. Cuanta mentira había en
su vida. A veces la coraza no es una protección contra el
exterior, sino un muro de contención de lo que llevamos
dentro y el Tango por fin había logrado contener sus demonios hasta ese día en que se quitó la vida.
Que aburrida debe ser la vida sin un enemigo, el Tango se tenía a si mismo y nunca se había fallado como
enemigo. Leía y releía el pedazo de papel quemado de
la carta de Sabino. En algún momento lo entendió, pudo
comprender el amor que le tenía a Victoria. Al final del
día, ese pinche escuincle tenía un punto válido.
DE AMOR SE VIVE
y de demonios desenterrados. Durante toda su vida
había tirado porquerías emocionales y remordimientos
a una cloaca en su interior, y esa mañana una bestia
negra emergía de esa coladera que tenía en su alma.
Una bestia enorme que lo atormentó durante toda su
estancia allá.
Llegó hasta el lago y se sentó por última vez en ese
muelle. Se despidió de la patrona, de su madre; soñaba
con sentarse frente a ella, mirarla, tomarla de las manos y decirle “lo hiciste bien, perfecto, madre adorada,
yo era necio nada más”. Estuvo varios minutos ahí, dejando que sus demonios los poseyeran, dejándose guiar
por ellos. Se levantó, respiró una última vez cerrando
sus ojos, se quitó el sombrero y se aventó al lago. Al
cabo de varios minutos se había hundido en aquella belleza paradisíaca.
Siempre le aplaudí el que se hubiera ahogado en ese
lugar. Lugares así de bellos pueden soportar ese tipo de
infiernos y demonios. Eso es lo que los hace más bonitos.
Hasta nunca, querido Tango. Nadie jamás te recordará, y por esa razón siempre estarás en el alma de todos.
El último día de su vida se levantó antes del amanecer, se tomó los restos de alcohol que sobraban en aquella cabaña y bajó hasta el lago, ebrio, borracho de amor
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CAPÍTULO XXIX
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
A estas alturas de la historia, vale la pena rescatar la
frase de Ernesto Sabato que el Tango les leía a las viejillas esas, de la perita y teresita.
“La mayor nobleza de los hombres es la de levantar su
obra en medio de la devastación, sosteniéndola infatigablemente, a medio camino entre el desgarro y la belleza”.
CAPÍTULO 29
Sabino nunca se atrevió a ir a la casa del Tango. La
rendición es un honor al alcance de muy pocos, en un
mundo en el que lo normal es que ni siquiera se intente. Maduras, me decía mi abuela los domingos entre
cubos de papaya y pan dulce, cuando ya no duele lo que
nunca tuvo voluntad de herir. Y justo cuando comprendas eso, entenderás también que querer es ir dejando
fragmentos de ti en la gente que eliges para sentirte
cada vez más entero.
Por fin, chingada madre, por fin Sabino estaba tomando conciencia de su lugar en el mundo. Nunca jamás volvió a checar un buzón de correos, jamás volvió a
escribirle a Victoria. Ya todo estaba dicho. Si ella era el
amor de su vida, estaba dispuesto a morir por eso. Y ya
lo había hecho. Había muerto una vez en su infancia, y
estaba dispuesto a hacerlo de nuevo. Si tenía que ser, iba
a ser. Estaba convencido de que no podía seguir jugando
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CAPÍTULO XXIX
DE AMOR SE VIVE
a cambiar los dados que le habían tocado para jugar.
Había olvidado, incluso, la fecha en la que volvía de su
viaje, si es que lo hacía. Al fin y al cabo él se podía morir
mañana mismo.
Siempre que manejaba, mirada de reojo a su alrededor para captar alguna anomalía, cuando veía que algún coche lo seguía durante varios minutos cambiaba
de ruta, se perdía entre callejones y andadores, apagaba
sus luces y se quedaba ahí quieto, viendo al retrovisor.
Los coches pasaban y la vida seguía. Otro día que vivo
gratis —pensaba.
DE AMOR SE VIVE
te. Quería otra vida para él. Siempre había soñado con
la paradisíaca vida de tener una compañera de viaje, alguien que se desviviera por él. Nunca se repuso de ese
golpe, se dejó arder en silencio y en las llamas del sufrimiento confirmó que no hay mayor fuerza destructiva en
la vida que la pérdida de un amor verdadero.
Con el paso de los días siguientes, Sabino estaba preparado para morir en cualquier lugar, a cualquier hora
del día, diario se ponía una prenda que le gustaba y que
se combinara con la sangre que iba a ser derramada por
su cuerpo, o con el color morado de su asfixia, o amarillo
de su envenenamiento. Le hubiera gustado saber cómo
iba a morirse, por lo menos para prepararse mejor, hacer
dieta, ejercicio, qué se yo. Algo que le diera una mejor
presentación a su cadáver.
Nada. No pasaba nada. Cada vez se iba anclando más
en sus compromisos. Era como una arena movediza.
Al querer zafarse más rápido de todo para poder estar tranquilo a la hora de su asesinato, se iba metiendo
más y más con citas, compromisos, juntas, banquetes,
proveedores etc.
Todas las noches antes de dormir lloraba por su suer188
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CAPÍTULO XXX
DE AMOR SE VIVE
DE AMOR SE VIVE
Sabino está sentado en una iglesia. En la de Cristo
Rey, donde diario se levanta viéndole el culo a todos los
santos, teniendo que lidiar con sus espaldas. Así quiero
que lo visualicen y con esa imagen quiero que se queden. Esa. La de Sabino sentado en la última banca de
la iglesia tratando de entender los oscuros y maquiavélicos planes de todos los dioses en el Olimpo bíblico.
De toda la conspiración cósmica que había para que él
no fuera feliz. Sentado, esperando a morirse. Dicen
algunos que perdió algo de cordura. ¿Pero no es algo
que perdemos todos conforme vamos perdiendo cosas?
CAPÍTULO 30
Toda historia es como un gran pastel, cada quién da
cuenta de la tajada que se come y el único que da cuenta
de todo es el pastelero. Crean lo que quieran de este relato, yo sólo cumplí mi promesa y los traje a todos ustedes
hasta aquí.
Lo único que les puedo decir, es que la última vez que
lo vi, se le iluminó la cara cuando le pregunté acerca de
su futuro.
FIN
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