CONTENIDO Prólogo/Miguel Altieri vii Nota preliminar xi

CONTENIDO
Prólogo / Miguel Altieri
vii
Nota preliminar
xi
Introducción / Peter Rosset y Martin Bourque
xiii
La agricultura cubana previo a 1959 hasta 1990 / Armando Nova
1
El movimiento cubano de agricultura orgánica / Fernando Funes
15
El sector agrario y la seguridad alimentaria / Marcos Nieto y Ricardo Delgado
39
Reordenamiento agropecuario y estructura social / Lucy Martin
57
Estructuras de producción y sostenibilidad en la agricultura campesina
cubana / Mavis Álvarez
71
La agricultura urbana en Cuba / Nelso Companioni, Egidio Páez, Yanet Ojeda
y
93
El cultivo popular del arroz en Cuba / Miguel Socorro, Luis Alemán y Salvador Sánchez
111
La medicina verde: Una opción de la riqueza / Mercedes García
119
Caña de azúcar y sostenibilidad: Enfoques y experiencias cubanas / Rafael Suárez
127
Catherine Murphy
Rivacoba y Rafael Morín
UBPC de tabaco y caña: Estudios de caso / Niurka Pérez y Dayma Echevarría
145
Tracción animal, mecanización y agricultura sostenible / Arcadio Ríos y
159
Félix
Ponce
Avances en el manejo de los suelos y la nutrición orgánica / Eolia Treto,
Margarita García, Rafael Martínez Viera y José M. Febles
167
Manejo ecológico de plagas / Nilda Pérez y Luis L. Vázquez
191
Policultivos / Antonio Casanova, Pedro L. Quintero y Adrián Hernández
225
Integración ganadería – agricultura / Marta Monzote, Eulogio Muñoz y
Funes Monzote
Educación y capacitación agroecológicas / Luis García
Fernando
235
257
PRÓLOGO
Agroecología: Principios y estrategias desde la perspectiva cubana
E
l concepto de agricultura sustentable es una respuesta relativamente reciente a la
declinación en la calidad de la base de los recursos naturales asociada con la
agricultura moderna. El concepto de sustentabilidad ha dado lugar a mucha
discusión y ha promovido la necesidad de proponer ajustes mayores en la
agricultura convencional para hacerla ambiental, social y económicamente más
viable y compatible. Se han propuesto algunas posibles soluciones a los problemas
ambientales creados por los sistemas agrícolas intensivos en capital y tecnología a partir de
investigaciones que tienen como fin evaluar sistemas alternativos. El principal foco está
puesto en la reduc-ción o eliminación de agroquímicos a través de cambios en el manejo, que
aseguren la adecuada nutrición y protección de las plantas empleando fuentes de nutrientes
orgánicos y un manejo integrado de plagas, respectivamente.
En países en vías de desarrollo, la preocupación también ha sido que estos sistemas
alternativos ofrezcan posibilidades reales para que los pequeños agricultores, espe-cialmente
los más pobres, puedan incrementar la productividad de sus sistemas, garantizando seguridad
alimentaria, protegiendo el ambiente y también incremen-tando sus ingresos. La experiencia
cubana ha demostrado que la adopción de tecnologías agroecológicas en las comunidades
rurales (y también en las ciudades con la agricultura urbana) puede reportar beneficios
productivos, y a la vez conser-var los recursos naturales, mejorando la viabilidad económica,
y lo que es aún más importantemente, incrementando la equidad social.
A inicios del periodo especial muchos de los proyectos orientados a crear sistemas agrícolas y
tecnologías ambientalmente más sanos, se enfocaron desde una perspectiva de sustitución de
insumos, con una tendencia altamente tecnológica, enfatizando en la supresión de los factores
limitantes mediante productos biopesticidas y biofertilizantes que reemplazaron la ausencia de
agroquímicos. La filosofía prevaleciente era que las plagas, las deficiencias de nutrientes u otros
factores eran la causa de la baja productividad, en una visión opuesta a la que considera que las
plagas o los nutrientes sólo se transforman en una limitante si el agroecosistema no está en
equilibrio Por esta razón, persistía en Cuba la visión estrecha de que la productividad se ve
afectada por causas específicas y que la solución de estos factores limitantes se resolvía mediante
nuevas tecnologías.
Esta visión, que impedía a los agrónomos darse cuenta que los factores limitantes sólo representan
los síntomas de una enfermedad más sistémica inherente a desbalances dentro del agroecosistema,
ha ido cambiado, gracias a los esfuerzos de capacitación e investigación agroecológica
emprendidos por instituciones gubernamentales tanto docentes, como de producción e
investigación, apoyadas por la promoción y activismo del entonces Grupo Gestor de la Asociación
Cubana de Agricultura Orgánica (ACAO), la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños
(ANAP), la Fundación Antonio Nuñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre, el Departamento de
Coordinación y Asesoría de Proyectos del Consejo de Iglesias de Cuba (DECAP-CIC) y otras
organizaciones.
Esta evolución permitió que los técnicos y agricultores de la Isla tuvieran mayor conocimiento
de la ciencia de la agroecología, que es definida como la aplicación de los conceptos y
principios ecológicos para diseñar agroecosistemas sustentables, y provee una base para
evaluar la complejidad de los agroecosistemas.
La idea de la agroecología es ir más allá del uso de prácticas alternativas y desarrollar
agroecosistemas con una dependencia mínima de agroquímicos y subsidios de energía,
haciendo énfasis en los sistemas agrícolas complejos, en los cuales las interacciones
ecológicas y los sinergismos entre sus componentes biológicos proveen los mecanismos para
que los sistemas subsidien la fertilidad de su propio suelo, la productividad y la protección de
los cultivos.
Hoy en día en Cuba existen muchas fincas diseñadas y manejadas con principios
agroecológicos. El éxito de tales propiedades está basado en la aplicación de los siguientes
principios ecológicos:
1. Aumentar el reciclaje de biomasa y optimizar la disponibilidad y el flujo balanceado de
nutrientes.
2. Asegurar condiciones de suelo favorables para el crecimiento de las plantas,
particularmente a través del manejo de la materia orgánica y aumentando la actividad
biótica del suelo.
3. Minimizar las pérdidas debidas a flujos de radiación solar, aire y agua mediante el manejo
del microclima, la cosecha de agua y el manejo de suelo a través del aumento en la
cobertura.
4. Diversificar específica y genéticamente el agroecosistema en tiempo y espacio.
5. Aumentar las interacciones biológicas y los sinergismos entre los componentes de la
biodiversidad, promoviendo procesos y servicios ecológicos fundamentales.
El objetivo final del diseño agroecológico es integrar los componentes de manera tal que
aumente la eficiencia biológica general y se mantenga la capacidad productiva y
autosuficiente del agroecosistema. Para esto la diversificación del agroecosistema es una
estrategia clave. Existen varias estrategias para restaurar la diversidad agrícola en tiempo y
espacio incluyendo rotaciones de cultivos, cultivos de cobertura, poli-cultivos, integración
ganadería-agricultura y otras estrategias similares.
Los agroecólogos están reconociendo actualmente que los policultivos, la agroforestería y
otros métodos de diversificación imitan los procesos ecológicos naturales y que la
sustentabilidad de los agroecosistemas complejos se basa en los modelos ecológicos que ellos
siguen. Mediante el diseño de sistemas de cultivo que imiten la naturaleza puede hacerse un
uso óptimo de la luz solar, de los nutrientes del suelo y de la lluvia. El manejo agroecológico
trata de optimizar el reciclado de nutrientes y de materia orgánica, cerrar los flujos de energía,
conservar el agua y el suelo y balancear las poblaciones de plagas y enemigos naturales. La
estrategia explota las complementariedades y sinergismos que resultan de varias
combinaciones de cultivos, árboles y animales, en diversos arreglos espaciales y temporales.
Lo que se ha logrado en Cuba hasta el momento, y que aparece reflejado en este libro,
contiene muchas lecciones para las miles de personas que en el mundo están relacionadas con
la promoción de la agricultura sustentable. Al hojear los diversos capítulos de esta obra es
posible extraer varios principios importantes:
•
Optimizar el uso de insumos localmente disponibles combinando los diferentes
componentes del sistema de la finca, por ejemplo, plantas, animales, suelo, agua, clima y
personas de manera tal que se complementen los unos a los otros y tengan los mayores
efectos sinergéticos posibles.
•
Reducir el uso de insumos externos a la finca y los no renovables con gran potencial de
daño al ambiente y a la salud de los productores y consumidores, y un uso más restringido
y localizado de los insumos remanentes, con la visión de minimizar los costos variables.
•
Basarse principalmente en los recursos del agroecosistema reemplazando los insumos
externos por el reciclaje de nutrientes, una mejor conservación y uso eficiente de los
insumos locales.
•
Mejorar la relación entre los diseños de cultivo, el potencial productivo y las limitantes
ambientales del clima y el paisaje, para asegurar la sustentabilidad a largo plazo de los
niveles actuales de producción.
•
Trabajar para valorar y conservar la biodiversidad, tanto en zonas silvestres como
domesticadas, haciendo un uso óptimo del potencial biológico y genético de las especies de
plantas y animales presentes dentro y alrededor del agroecosistema.
•
Aprovechar el conocimiento y las prácticas locales, incluidas las aproxima-ciones
innovativas no siempre comprendidas del todo por los científicos, aunque ampliamente
adoptadas por los agricultores.
No hay dudas, y así lo demuestra el trabajo en Cuba, de que la Agroecología ofrece una guía
para desarrollar agroecosistemas que saquen provecho de los efectos de la integración de la
biodiversidad de plantas y animales. Tal integración aumenta las complejas interacciones y
sinergismos y optimiza las funciones y procesos del agroecosistema, tales como la regulación
biótica de organismos perjudiciales, reciclaje de nutrientes, así como la producción y
acumulación de biomasa, permitiendo al agroecosistema solventar su propio funcionamiento.
El resultado final del diseño agroecológico es mejorar la sustentabilidad económica y
ecológica del agroecosistema, con un sistema de manejo propuesto a tono con la base local de
recursos y con una estructura operacional acorde con las condiciones ambientales y
socioeconómicas existentes. En una estrategia agroecológica los componentes de manejo son
dirigidos con el propósito de resaltar la conservación y mejoramiento de los recursos locales
(germoplasma, suelo, fauna benéfica, diversi-dad vegetal, etc.) enfatizando el desarrollo de
una metodología que valore la parti-cipación de los agricultores, el uso del conocimiento
tradicional y la adaptación de las explotaciones agrícolas a las necesidades locales y las
condiciones socioeco-nómicas y biofísicas.
Miguel A. Altieri
NOTA PRELIMINAR
Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico
internacional justo. Utilícese toda la ciencia para un desarrollo sostenido sin
contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el
hambre y no el hombre.
Fidel Castro 1
D
esde hace ya más de una década, Cuba, pequeño país subdesarrollado,
tercer-mundista, sufre los embates de una crisis económica producto del
reforza-miento del injusto bloqueo que padece la isla hace más de 40 años
por parte del gobierno de los Estados Unidos, acentuado por el colapso del campo
socialista y la desintegración de la URSS.
Como una respuesta a ello, desde inicios de los 90, el paradigma de una agricultura
intensiva-industrial tipo “Revolución Verde”, se ha ido transformando
paulatinamente en una agricultura sostenible, de bajos insumos, mayormente
autodependiente y que emplea técnicas orgánicas de producción. Esta agricultura
ha llevado a la práctica numerosos resultados producto de los avances obtenidos
por la ciencia y la técnica, de las tradi-ciones conservadas por el campesinado del
país, de la buena preparación cultural del pueblo cubano y de la prioridad conferida
desde años anteriores por el Estado cubano a estos aspectos. Muy pronto estas
prácticas comenzaron a brindar resultados que de inmediato influyeron en la
recuperación y avance de la agricultura en el país.
Estos logros fueron dados a conocer al mundo en gran medida a través de la obra
The Greening of the Revolution de Rosset y Benjamín (1994), que mostró los
avances obtenidos en Cuba en muy corto tiempo, empleando técnicas orgánicas de
producción y despertó un marcado interés al demostrarse lo que un pequeño país,
bajo tan difíciles circunstancias, puede hacer con dedicación, inteligencia y
recursos mínimos en pro de garantizar seguridad alimentaria, ambiental y salud a
su población. Los avances de los años siguientes nos han estimulado a editar este
nuevo libro, escrito mayormente por autores cubanos y contando con el apoyo de
un proyecto de colaboración con el Instituto para las Políticas de Alimentación y
Desarrollo (Food First) y el apoyo financiero de la Fundación C.S. Mott, de Estados
Unidos.
1
Fragmento de discurso pronunciado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y
Desarrollo. Río de Janeiro, Brasil, 1992.
La obra trata de situar al lector en la situación de nuestra agricultura antes de los
90, en aspectos de la seguridad alimentaria del cubano y en cultivos donde aún se
depende de ciertos niveles de insumos como son la caña de azúcar y el tabaco, pero
que conside-ramos de valor incluirlos. Se relata la evolución y desarrollo en el
pensamiento orgánico y sostenible de los técnicos y productores para ir
acompañando los cambios operados por el Estado cubano en la agricultura.
Se dedican algunos capítulos a las distintas estructuras de producción en que se
sustenta la agricultura actual del país con énfasis en la cooperativa y campesina.
Los programas de gran éxito como manejo ecológico de plagas, arroz popular,
plantas medicinales y agricultura urbana, se unen a los de la recuperación de la
tracción animal, manejo de suelos y nutrición orgánica, así como al importante
papel de la capacitación para el avance de esta nueva forma de hacer agricultura.
Los policultivos y en particular la integración de animales/cultivos/árboles, aportan
un enfoque agroecológico holístico de los sistemas de producción que brinda
nuevos e importantes elementos sobre la eficiencia biológica, económica,
ambiental y energética, que merecen reflexión y análisis futuro.
Hemos añadido listados de siglas, acrónimos, abreviaturas y términos de común
empleo en Cuba, así como nombres vulgares y científicos, unidades de medida e
información de los autores y sus instituciones, que esperamos les resulte útil.
Agradecemos el paciente trabajo de revisión y arbitraje realizado a todos los
capítulos por un gran número de colaboradores de distintas instituciones del país,
que han sido decisivos en la realización de esta obra y no incluimos para evitar
omisiones involuntarias.
Por último, queremos reconocer que toda esta hermosa obra de la agricultura
sostenible realizada en nuestro país en los últimos años, no hubiera sido posible sin
la abnegación y diario sacrificio de miles y miles de agricultores, técnicos,
investigadores y profesores y sin la voluntad de cambio que ha tenido el gobierno
cubano en momentos tan difíciles.
Los editores
INTRODUCCIÓN
Lecciones de la experiencia cubana
Peter M. Rosset1 y Martin Bourque2
1 – Instituto para Políticas de Alimentación y Desarrollo - Food First
2 – The Ecology Center
E
n el Instituto para Políticas de Alimentación y Desarrollo (Food First), hemos
estudiado durante 25 años el hambre en todo el mundo y su relación con la
agricultura y el desarrollo rural. A través de los años hemos visto a muchos países
entrar en crisis alimentarias. Las causas inmediatas han sido muchas y van desde
guerras hasta sequías o inundaciones, aunque invariable-mente y en última
instancia, han estado estrechamente relacionadas con la desigual-dad o con la falta de justicia
social, ya sea en cuanto al acceso a la tierra, al trabajo, la ayuda gubernamental o la estructura
de la economía mundial. A menudo tales crisis han derivado en hambrunas que solo han
podido resolverse con la intervención internacional masiva y la ayuda alimentaria, dejando a
la región o país afectado, más incapaz de autoalimentarse en el futuro y más dependiente que
nunca de las impor-taciones de alimentos de Occidente (Lappé y Collins, 1977; Lappé et al.,
1998).
La experiencia de Cuba durante los años 90 contrasta con este panorama. Cuando el
derrumbe de las relaciones comerciales condujo a esta nación a una crisis alimen-taria, la
ayuda internacional estuvo escasamente disponible, debido al reforzamiento del bloqueo
norteamericano. Cuba se vio obligada a recurrir a sus propios recursos naturales y humanos y
a conjugar viejos y nuevos métodos para impulsar la produc-ción de los alimentos básicos sin
depender de las importaciones. No resultó fácil, pero de diversas maneras el pueblo y el
gobierno cubanos estaban singularmente preparados para enfrentar este reto; la población,
educada y enérgica, puso en la tarea su dinamismo e ingenio, en tanto el gobierno mantuvo su
compromiso de alimentar a todos y a la vez mantener apoyo a la ciencia y la tecnología del
país. Los cubanos y su gobierno superaron la crisis, y su historia ofrece una convincente
lección sobre la autosuficiencia y las políticas y métodos de producción alternativos que bien
podrían servir a otros países que enfrentan sus propias crisis rurales y alimentarias (Rosset,
1998; Rosset y Altieri, 1994).
Nuestro sistema alimentario global se encuentra en medio de una crisis multifacé-tica con
dimensiones ecológicas, económicas y sociales. Para superar esta crisis se necesitan cambios
políticos y sociales que permitan el amplio desarrollo de alternativas. Mientras en todo el
mundo existen múltiples modelos de desarrollo agrícola alternativo que son comunitarios e
impulsados por los mismos productores, que funcionan y son económicamente viables, Cuba
ofrece uno de los pocos ejemplos donde se han adoptado cambios en la política y
considerables recursos gubernamentales han apoyado este movimiento. Por ello resulta
importante para todas las personas interesadas en desarrollar sistemas alimentarios que son
socialmente justos, ambientalmente sustentables y económicamente viables, prestar mucha
atención a la política actual y los desarrollos tecnológicos de Cuba.
El sistema alimentario mundial, basado durante largo tiempo en el modelo con-vencional de
la “Revolución Verde”, es productivo —no debe existir duda alguna en cuanto a esto—
considerando que la cantidad de los alimentos percápita produ-cidos en el mundo durante los
últimos 35 años, se ha incrementado en un 15 por ciento. Pero esta producción se concentra
cada vez más en menos manos y a mayor costos en términos económicos y ecológicos. A
pesar de estos incrementos y de un excedente percápita de calorías, proteínas, y grasas, hay al
menos 800 millones de personas en el mundo que no se benefician adecuadamente de esta
producción. Tal situación está empeorando. En los últimos veinte años el número de personas
hambrientas en el mundo –excluyendo China– ha aumentado en 60 millones (Lappé et al.,
1998).
Ecológicamente, el modelo agrícola industrial ha ejercido su impacto en las aguas
subterráneas debido al abuso del riego y al escurrimiento de pesticidas y fertili-zantes, en la
biodiversidad a través del monocultivo a gran escala y de la eliminación de variedades de
cultivo tradicionales, y en la capacidad de los agroecosistemas de ser productivos en el futuro
(Rosset y Altieri, 1997; Rosset, 1997a).
Económicamente, los costos de producción aumentan al estar los campesinos for-zados a usar
maquinarias y productos químicos agrícolas cada vez más caros, mientras los precios de las
cosechas continúan una tendencia descendente desde hace varias décadas estrechando los
márgenes de ganancia y llevando a la quiebra a decenas de millones de campesinos en todo el
mundo. En el orden social tenemos la concentración de la tierra agrícola en cada vez menos y
menos manos debido a que los bajos precios de las cosechas hacen que la agricultura a
pequeña escala no sea rentable (a pesar de ser más alta la productividad total por unidad de
área de las fincas pequeñas), y las corporaciones transnacionales agroalimentarias extienden
su control sobre un número cada vez mayor de rubros básicos (Rosset y Altieri, 1997).
Está claro que el sistema alimentario transnacional dominante no es capaz de orien-tarse
adecuadamente a las necesidades de las personas o del ambiente. Pero existen todavía
obstáculos sustanciales para la amplia adopción de alternativas. Los mayores son los
presentados por poderes político-económicos y los intereses creados. Sin embargo, hay veces
en que la barrera psicológica de creer que las alternativas pueden funcionar parece ser todavía
más difícil de superar. El reto, tantas veces repetido, es: "¿Podrá alguna vez la agricultura
orgánica (o la agroecología, producción local, fincas pequeñas, la agricultura sin pesticidas,
etc.) alimentar realmente a toda la población de un país?" (Rosset, 1999). La historia cubana
más reciente –la superación de una crisis de alimentación a través de la autosuficiencia, las
fincas más pequeñas y la tecnología agroecológica– nos demuestra que las alternativas pueden
verdaderamente alimentar a una nación, y de esta forma ofrece un estudio de caso crucial para
el debate en curso.
Los agricultores, activistas e investigadores de todo el mundo están trabajando para crear un
nuevo modelo agrícola que responda a las múltiples facetas de la crisis. Las metas de este
modelo son de ser ambientalmente sano, económicamente viable, socialmente justo y
culturalmente apropiado. La experiencia cubana que se presenta en esta compilación ofrece
muchas ideas novedosas para este movimiento.
Una breve historia
Cuando las relaciones comerciales con los países del este europeo se derrumbaron a fines de
1989 y 1990, y los Estados Unidos recrudecieron el bloqueo económico, Cuba se sumergió en
una crisis económica. En 1991 el gobierno declaró el "Período Especial en tiempo de paz",
que básicamente puso al país en un programa austero con un estilo de economía de tiempo de
guerra. Hubo una reducción inmediata del 53 por ciento en las importaciones de petróleo, que
no solo afectó su disponibilidad para la economía, sino que también redujo a cero el
intercambio internacional que Cuba había logrado anteriormente con la reexportación de este
producto. Las importaciones de trigo y otros granos para el consumo humano se redujeron en
más del 50 por ciento, mientras otros alimentos disminuyeron aún más. La agricultura cubana
se enfrentó a una caída de más del 80 por ciento de disponibilidad de fertilizantes y
pesticidas, y más del 50 por ciento de combustible y otras fuentes de energía producidas a
partir del petróleo (Rosset y Benjamín, 1994).
De repente, un país con un sector agrícola tecnológicamente similar a California, se encontró
casi sin insumos químicos, con un acceso drásticamente reducido al com-bustible y el riego, y
con el colapso de las importaciones de alimentos. A principios de los años 90 el promedio
diario de consumo de calorías y proteínas de la población cubana llegó a ser el 30 por ciento
menor que los niveles de los años ochenta.
Afortunadamente, Cuba no estaba totalmente desprevenida para enfrentar la situa-ción crítica
que surgió a partir de 1989. Durante años el país había hecho énfasis en el desarrollo de sus
recursos humanos y, por consiguiente, contaba con científicos e investigadores que podrían
ofrecer resultados innovadores para enfrentar la crisis. Mientras Cuba contaba con sólo el 2
por ciento de la población de América Latina, tenía casi el 11 por ciento de sus científicos
(Rosset y Benjamin, 1994).
Tecnologías alternativas
En respuesta a la crisis, los cubanos y su gobierno se apresuraron a desarrollar e implementar
alternativas. Debido a la drásticamente reducida disponibilidad de in-sumos químicos, el
estado pronto los reemplazó por productos locales y, en la mayo-ría de los casos, por
sustitutos biológicos. Esto ha derivado en el uso de biopesticidas (inoculantes microbianos) y
enemigos naturales para combatir plagas de insectos, variedades de plantas resistentes,
rotaciones de cultivos y antagonistas microbianos contra patógenos vegetales y mejores
rotaciones y cultivos de cobertura para suprimir malezas. Los escasos fertilizantes sintéticos
fueron complementados con biofertilizantes, lombrices de tierra, compost y otros fertilizantes
orgánicos, roca fosfórica natural, estiércoles y abonos verdes, y la integración de animales de
pastoreo. En lugar de tractores, para los que el combustible, los neumáticos y las piezas de
repuesto estaban poco disponibles, hubo un retorno contundente a la tracción animal (Rosset
y Benjamín, 1994).
Cuando la crisis comenzó, los rendimientos cayeron drásticamente en todo el país. Sin
embargo, los niveles de producción de los productos agrícolas para consumo doméstico
subieron en breve tiempo, sobre todo en las cooperativas de producción agro-pecuaria (CPA)
y en las fincas de los pequeños productores o campesinos. Realmente no fue del todo difícil
para el sector de las pequeñas fincas producir con eficiencia y menos insumos. Después de
todo, los pequeños agricultores de hoy son los descendientes de generaciones de pequeños
productores con largas tradiciones familiares para producir con pocos insumos. Ellos
hicieron básicamente dos cosas: rescatar viejas técnicas como el policultivo y el uso de
abonos, que sus padres y abuelos habían usado antes del advenimiento de los químicos
modernos; y simul-táneamente incorporaron a sus prácticas de producción los biopesticidas y
biofertilizantes (Rosset, 1997b; 1997c).
Por otra parte, el sector estatal enfrentó la incompatibilidad de las grandes exten-siones de
monocultivos con la tecnología de bajos insumos. Los efectos de escala son muy diferentes
para la administración convencional de químicos y para las alternativas de bajos insumos
externos. En los sistemas convencionales un solo técnico puede manejar varios miles de
hectáreas sobre la base de una "receta", sim-plemente con escribir algunas instrucciones para
una fórmula en particular de fertilizante o pesticida a ser aplicado con maquinaria en toda el
área. No funciona así en el caso de la agroecología. Quienquiera que maneje la finca debe
estar fami-liarizado con la heterogeneidad ecológica de cada parche individual de tierra. El
agricultor debe saber, por ejemplo, dónde es necesario añadir materia orgánica y dónde se
encuentran los refugios y puntos de entrada de las plagas y sus enemigos naturales (Altieri,
1997). Esto explica parcialmente la dificultad del sector estatal para incrementar los
rendimientos con insumos alternativos. Una respuesta parcial se obtuvo con un programa que
empezó aún antes del Período Especial, titulado “Vinculación del Hombre al Área”, que
buscó unir más estrechamente a los obreros agrícolas de las granjas estatales con
determinadas parcelas de tierra, pero ello aún no fue suficiente (Enríquez, 1994).
En septiembre de 1993 Cuba comenzó la reorganización radical del sector estatal para crear
unidades de gestión en pequeña escala que resultaban más efectivas para el Período Especial.
El gobierno emitió un decreto que terminó con la mayoría de las granjas estatales,
convirtiéndolas en Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), una especie de
empresa o cooperativa perteneciente a los obreros. La mayor parte del 80 por ciento de toda la
tierra agrícola que antes había sido admi-nistrada por el estado, incluyendo las plantaciones
de caña de azúcar, pasó esen-cialmente a manos de sus trabajadores. Las UBPC permiten a
colectivos de obreros agrícolas arrendar tierras estatales libres de costo, en perpetuidad. Los
derechos de propiedad permanecen en las manos del estado y las UBPC deben alcanzar las
metas de producción en los cultivos principales, pero los colectivos obreros son dueños de lo
que producen. Los excedentes de su cuota de producción pueden venderlos libremente en los
mercados agropecuarios que se han abierto en los últimos años. Esta última reforma, hecha en
1994, ofreció un incentivo a los productores para hacer más eficaz el uso de las nuevas
tecnologías (Rosset, 1997).
El paso de la consolidación de las UBPC ha variado grandemente en sus primeros años de
vida. Existe una variedad de esquemas de dirección internos. En casi todos los casos el
tamaño efectivo de gestión de la unidad ha sido drásticamente reducido. Está claro que el
proceso de convertir a obreros de granja en agricultores tomará algún tiempo—esto no puede
lograrse de la noche a la mañana– y muchas UBPC están esforzándose, mientras otras tienen
gran éxito. Como promedio, los agri-cultores pequeños y las CPA todavía obtienen niveles
más altos de productividad que la mayoría de las UBPC.
La escasez de comida fue superada
A fines de los años 90 la escasez más crítica de alimentos era cosa del pasado, aunque las
carencias esporádicas de artículos específicos seguían siendo un pro-blema, y los costos de la
comida para la población habían aumentado signifi-cativamente. La escasez fue superada
fundamentalmente a través del incremento de los productos nacionales, que en un inicio
provinieron por lo general de las pe-queñas fincas y, en el caso de los huevos y la carne de
cerdo, de la producción en patios domésticos (Rosset, 1998). La proliferación de agricultores
urbanos también ha sido sumamente importante para el suministro alimentario (Grupo
Nacional de Agricultura Urbana, 2000; Murphy, 1999). Las primeras escaseces de alimentos y
el consiguiente aumento de sus precios convirtió de repente a la agricultura urbana en una
actividad altamente provechosa para los cubanos, y una vez que el gobierno destinó su apoyo
a este naciente movimiento, explotó hasta acercarse a proporciones colosales. Los que antes
eran terrenos y patios baldíos en todas las ciudades cubanas, ahora se dedican a la producción
de alimentos y a la cría de animales domésticos, y el producto fresco se vende en las áreas
urbanas a precios substancialmente inferiores a los de los mercados agropecuarios. No puede
haber duda alguna en cuanto a que la agricultura urbana, dependiendo casi exclusivamente
de técnicas orgánicas, ha jugado un papel clave para la seguridad alimentaria de las familias
cubanas en los últimos años.
¿Un paradigma alternativo?
¿Hasta qué punto podemos apreciar el perfil de un paradigma alternativo de sistema
alimentario en esta experiencia cubana? ¿O es que Cuba es un caso tan singular en todos los
sentidos que no podemos generalizar sus experiencias como lecciones para otros países? La
primera cosa a señalar es que la Cuba contemporánea viró de cabeza la creencia
convencional. Se nos ha dicho que los países pequeños no pueden autoalimentarse, que
necesitan de importaciones para cubrir la deficiencia de su agricultura local. No obstante,
Cuba ha dado pasos agigantados hacia la auto-suficiencia desde que perdió sus relaciones
comerciales más importantes. Escucha-mos que un país no puede alimentar a su población sin
químicos agrícolas sintéticos, sin embargo, Cuba está haciéndolo virtualmente. Nos dicen que
necesitamos la eficiencia de las empresas transnacionales con sus producciones a gran escala
o de las fincas estatales para producir suficientes alimentos, y por otra parte encontramos a los
agricultores pequeños y a los horticultores urbanos a la vanguardia de la recuperación de la
crisis alimentaria en Cuba. De hecho, ante la ausencia de maquinarias subvencionadas e
insumos químicos importados, las fincas pequeñas son más eficientes que las grandes
unidades de producción. Constantemente escuchamos que la ayuda alimentaria internacional
es la respuesta a la escasez de alimentos, sin embargo, Cuba ha encontrado una alternativa en
la producción local y nacional.
Resumiendo de esta experiencia, los elementos de un paradigma alternativo podrían, por lo
tanto, ser:
 Tecnología agroecológica en lugar de productos químicos: Cuba ha usado exitosamente
el cultivo intercalado, los biopesticidas producidos localmente, el compost y otras
alternativas a los pesticidas y fertilizantes sintéticos.
 Precios justos para los agricultores: los agricultores cubanos incrementaron la
producción en respuesta a los altos precios de los productos agrícolas. Los pro-ductores
de todas partes carecen de incentivo para producir cuando los precios se mantienen
artificialmente bajos como sucede a menudo. Una vez motivados, producen, casi sin
importar las condiciones específicas bajo las que esa producción debe tener lugar.
 Redistribución de la tierra: los agricultores pequeños y los horticultores urbanos han sido
los más productivos de todos los productores cubanos bajo las condiciones de bajos
insumos. De hecho, las fincas más pequeñas a nivel mundial producen mucho más por
unidad de área que las grandes. En Cuba la redistribución fue relativamente fácil de lograr
porque la parte mayor de la reforma agraria ya había ocurrido, en el sentido de que no
había ningún propietario para resistirse al cambio posterior.
 Mayor énfasis en la producción local: la población no debe tener que depender de los
caprichos de los precios en la economía mundial, del transporte a largas distancias y de la
"buena voluntad" del superpoder para obtener su próxima co-mida. El alimento producido
local y regionalmente ofrece mayor seguridad, así como vínculos sinérgicos para
promover el desarrollo de la economía local. Además, tal producción es más sana
ecológicamente, debido a que la energía invertida en el transporte internacional se
malgasta y es ambientalmente in-sostenible. Con la promoción del cultivo urbano, las
ciudades y sus áreas circun-dantes pueden hacerse virtualmente autosuficientes de
alimentos perecederos, embellecerse y ofrecer mayores oportunidades de empleo. Cuba
nos brinda una pista del potencial hasta hoy subexplotado de la agricultura urbana.
La experiencia cubana ilustra que podemos alimentar bien la población de una nación con un
modelo alternativo basado en una tecnología ecológicamente apropiada, y al hacerlo es
posible hacerse más autosuficiente en la producción de alimentos. Los productores deben
recibir mayores beneficios económicos de su producción, y de esta forma estarán más
estimulados a producir. Los costosos insumos químicos, la mayoría de los cuales son
innecesarios, son también y en buena medida prescin-dibles. Las lecciones más importantes
de Cuba que podemos aplicar en cualquier otra parte, son la agroecología, los precios justos,
la reforma agraria y la producción local, incluyendo la agricultura urbana.
Este volumen
Para aquellos interesados en conocer los detalles de la experiencia cubana, estamos orgullosos
de co-publicar este volumen de ensayos elaborados por expertos cubanos. El libro comienza
con una apreciación global de la historia agrícola cubana a cargo de Armando Nova. A
continuación Fernando Funes perfila el movimiento cubano de agricultura orgánica, seguido
por un debate discusión en torno a la seguridad ali-mentaria con la firma de Marcos Nieto y
Ricardo Delgado.
Rafael Suárez Rivacoba y Rafael Morín comentan los delicados problemas de la producción y
sostenibilidad del azúcar, y Niurka Pérez y Dayma Echevarría nos proporcionan estudios de
caso en azúcar y tabaco.
Lucy Martin profundiza en las estructuras sociales en el recientemente reorganizado sector
agrícola cubano, y Mavis Álvarez nos brinda una apreciación global de la his-toria y
participación del sector campesino.
Nelso Companioni, Egidio Páez, Yanet Ojeda y Catherine Murphy describen el extremamente
importante crecimiento de la agricultura urbana; mientras Miguel Socorro, Luis Alemán y
Salvador Sánchez hacen un resumen del creciente movi-miento de “arroz popular”. Algo lejos
de la producción alimentaria, Mercedes García escribe sobre otro aspecto del nuevo modelo
agrícola que ha ayudado a los cubanos durante el Período Especial, la producción de
“medicina verde.”
Arcadio Ríos y Félix Ponce explican el papel de los animales en la agricultura sustentable, en
tanto Eolia Treto, Margarita García, Rafael Martínez Viera y José M. Febles debanten en
torno al manejo orgánico de los suelos y la nutrición de las plantas. Nilda Pérez y Luis L.
Vázquez resaltan los impresionantes logros de Cuba en cuanto al manejo de plagas; y Antonio
Casanova, Pedro Luis Quintero y Adrián Hernández describen el uso de los policultivos —la
siembra intercalada de varios cultivos en un mismo campo--. Marta Monzote, Eulogio Muñoz
y Fernando Funes Monzote comentan las enormes ventajas que ofrece la integración de la
ganadería y la agricultura; y Luis García cierra con una admirable apreciación de las
actividades educativas cubanas en agricultura sustentable.
Considerándola de conjunto, esta compilación está llena de lecciones e importantes
experiencias que serán útiles en muchos escenarios y en muchos países. La ponemos a
disposición de nuestros lectores con gran placer y orgullo.
Referencias
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CLADES-ACAO.
Enríquez, Laura. 1994. The Question of Food Security in Cuban Socialism.
International and Area Studies, University of California at Berkeley.
Berkeley: Institute of
Grupo Nacional de Agricultura Urbana. 2000. Manual Técnico de Organopónicos y Huertos Intensivos. La
Habana: ACTAF, INIFAT, MINAG.
Lappé, Frances Moore and J. Collins. 1977. Food First: Beyond the Myth of Scarcity. New York: Ballantine
Books.
Lappé, Frances Moore, J. Collins y P. M. Rosset, with L. Esparza. 1998. World Hunger: Twelve Myths, 2nd
edition. New York: Grove Press.
Murphy, Catherine. 1999. Cultivating Havana: Urban Agriculture and Food Security in the Years of Crisis.
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Trade Negotiations. Institute for Food and Development Policy, Food First Policy Brief No. 4.
Rosset, P. M. y M. A. Altieri. 1994. Agricultura en Cuba: Una Experiencia Nacional en Conversión
Orgánica. Agroecología y Desarrollo (Chile), Número Especial 7 agosto 1994
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Sustainable Agriculture. Society & Natural Resources 10 :3:283-295.
Rosset, P.M. and Medea Benjamín. 1994. The Greening of the Revolution: Cuba's Experiment with Organic
Agriculture. Australia: Ocean Press.
LA AGRICULTURA CUBANA
1990
PREVIO A 1959 HASTA
Armando Nova
Centro de Estudios de la Economía Cubana, Universidad de La Habana (UH)
a presencia del capital foráneo en casi todas las esferas económicas, el íntimo
estrechamiento y fusión de intereses con la oligarquía agronofi-nanciera criolla, el alto
grado de concentración de la propiedad en la agricultura a través del latifundio cañero
y ganadero, caracterizaban la agricultura cubana antes de 1959.
Trece compañías azucareras norteamericanas poseían 1 173 miles de hectáreas (Mha) de
tierra estimándose que en su conjunto el 25% de la tierra pertenecía al capital extranjero,
mientras que solamente nueve grandes latifundistas azucareros cubanos poseían más de
620 Mha, los que unidos a toda la burguesía agraria criolla, concentraban más del 20% (1
800 Mha) del área existente. Además, la pequeña y mediana burguesía y los campesinos
propietarios, poseían unas 2 500 Mha. Por otra parte, 9.4% de los propietarios poseían el
73,3% de la tierra del país, una ejemplifi-cación esta de la forma inhumana en que se
encontraba distribuido el fundamental medio de producción del sector agropecuario (tabla 1).
L
Tabla 1. Tenencia de la tierra en 1959 (Acosta, 1972)
Superficie
Fincas
Propietarios
UM
ha
(%)
Uno
(%)
Uno
(%)
Total
8 522 276
100
42 089
100
30 587
100
Hasta 65 ha Hasta 400 ha
628 673
1 641 440
7.4
19.3
28 375
9 752
68.3
23.2
20 229
7 485
66.1
24.5
> 400 ha
6 252 163
73.3
3 602
8.5
28.73
9.4
La dinámica y estructura de las exportaciones alcanzadas en el período 1953-57 por la
economía cubana, deformada, monoproductora y monoexportadora se pueden apreciar en la
tabla 2. Entre los alimentos elaborados, el azúcar ocupó un lugar fundamental con más del
75% del valor total exportado.
Las consecuencias de la estructura económica del país se acentuaba en las con-diciones de
vida de la población particularmente en la población campesina. Los ingresos anuales
máximos del obrero agrícola resultaban inferiores a 300 pesos, sus condiciones de vida eran
realmente sub-humanas, el 60% vivía en bohíos de techo de guano y piso de tierra, carecían
de servicios sanitarios, simples letrinas o agua corriente. El 70% se alumbraba con kerosene
el resto no tenía ningún tipo de iluminación nocturna; respecto a la alimentación sólo el 11%
consumía leche, el 4% carne y el 20% huevo,
siendo su alimentación básica arroz, frijoles y
1
viandas. El 43% eran analfabetos y el 44% jamás habían asistido a la escuela.
Tabla 2. Porcentajes de la dinámica y estructura de las exportaciones (%) (DGE, 1957)
Exportaciones
Bienes de consumo duradero
Bienes de consumo no duradero
Alimentos frescos
Alimentos elaborados
Alimentos en conservas
Bebidas
Tabaco
Otros
Bienes de producción de capital fijo
Bienes de producción de capital circulante
1953
5.0
86.6
0.8
78.6
0.4
0.2
6.5
0.1
0.2
12.7
1954
0.6
84.7
1.5
74.9
0.3
0.2
7.6
0.2
0.2
14.5
1955
0.6
84.7
1.9
74.3
0.4
0.3
7.3
0.3
14.9
1956
86.2
4.5
74.3
0.5
0.2
6.6
0.3
12.8
1957
0.6
87.6
2.7
78.2
0.7
0.2
5.9
0.1
0.4
11.4
En el período pre-revolucionario en la agricultura, se combinaban residuos semi-feudales con
modernidades capitalistas; dentro de los residuos feudales se encon-traban: pago con vales o
bonos y la presencia de la guardia rural como órgano represivo del Ejército en los campos
cubanos. Respecto a las modernidades capitalistas se aplicaba el salario, formas modernas de
organización y el empleo de recursos técnicos avanzados.
Por otro lado, los precios que recibía el productor agrícola, sobre todo el pequeño productor,
eran poco estimulantes, sin embargo, según datos de la época, los interme-diarios recibían
elevadas ganancias durante el proceso de comercialización (tabla 3).
Tabla 3. Precio de los productos agrícolas (J.N.E., 1953)
Precio en pesos ($) MN
Producto
Productor
Pimiento
2.8
Calabaza
0.6
Tomate
1.4
Piña
3.1
Aguacate
1.0
Naranja dulce
0.9
* veces con respecto al productor
Mayorista
Minorista
15.0
3.5
30.0
20.8
9.0
2.7
20.0
5.0
45.0
30.0
15.0
4.0
Incremento
minorista*
7.2
8.1
32.6
9.8
14.8
4.4
La economía cubana en la década de los años 50, deformada como resultado de un largo
proceso, se había convertido en suministrador de productos primarios, fundamentalmente el
azúcar, y mercado de ventas de productos importados, sobre todo de Estados Unidos, a pesar
de poseer condiciones favorables para producir esos pro-ductos en el país, creándose, de esta
forma, una alta dependencia del mercado esta-dounidense (tabla 4).
Tabla 4. Importaciones del consumo total (Adaptado a partir de varias fuentes)
Productos
Grasas comestibles
Vegetales
Cereales
Productos cárnicos
Conservas de frutas
%
88
33
40
63
84
Después de 1959
Con la promulgación de la primera y segunda Leyes de Reforma Agraria pasaron a manos del
Estado cubano más del 70 % de las tierras agrícolas, creándose el sector estatal en la
agricultura. El fondo de distribución de tierra constituido por el área nacionalizada ascendió a
5.5 millones de hectáreas (MMha), de las cuales 1.1 MMha fueron distribuidas al que la
trabajaba, quedando finalmente en manos del Estado unas 7.8 MMha (71 % de la superficie
total).
El surgimiento del sector estatal creó condiciones para una reorganización territorial de forma
planificada (Vilariño y Domenech, 1986). Desde un inicio se trazó como estrategia la
diversificación de la agricultura con el objetivo de reducir la depen-dencia de un solo
producto, el azúcar, así como sustituir importaciones y diversificar las exportaciones de
productos alimenticios.
Con la suspensión de la cuota azucarera cubana por parte de los Estados Unidos, como una
de las primeras medidas económicas aplicadas contra Cuba, y ante la política de
diversificación, se decidió reducir las áreas cañeras y por ende la pro-ducción azucarera.
No obstante, la ex Unión Soviética y demás países socialistas del este de Europa decidieron
adquirir el azúcar cubano, contándose a partir de ese instante con un mercado seguro, precios
estables y preferentes en el largo plazo. Esta decisión contribuyó a reconsiderar que la vía del
desarrollo inicial se podía apoyar en la agroindustria azucarera y esto condujo a la
prolongación de la dependencia de un solo producto.
Otros factores también apoyaron esta vía, entre ellos:
•
Las condiciones naturales favorables e idóneas para el cultivo de la caña de azúcar
•
Existencia de una gran experiencia en el cultivo y la producción azucarera
•
En la industria azucarera se concentraban las principales capacidades indus-triales
instaladas y las mayores inversiones
La política agraria seguida en los primeros años de la Revolución con relación al destino de la
tierra nacionalizada fue expuesta con claridad por el líder de la Revolución, Dr. Fidel Castro,
en la clausura del I Congreso Campesino en febrero de 1959: "Para mantener el consumo,
para mantener la riqueza, para hacer la Reforma Agraria, no es posible repartir la tierra en un
millón de pedacitos... deben instalarse cooperativas en los lugares que sean propicios a este
tipo de producción y hacerse un cultivo planificado de los terrenos ..." (Castro, 1959).
Se creó el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), como organismo encar-gado de la
aplicación y control de la Ley de Reforma Agraria y dadas las carac-terísticas de los
diferentes latifundios nacionalizados, se establecieron dos sistemas de organización de la
producción: las granjas del pueblo en latifundios ganaderos y tierras vírgenes y las
cooperativas en los latifundios cañeros.
Una vez finalizada la zafra de 1960, una gran parte de las áreas cañeras expropiadas se
convirtieron en cooperativas cañeras, donde el estado poseía el derecho de la propiedad sobre
la tierra, el resto de los medios de producción y el poder econó-mico y jurídico de toda la
actividad, constituyendo una forma de administración obrera del usufructo de tierra.
Desde mediados del año 1962 se consideró que estas formas organizativas habían agotado
sus posibilidades de desarrollo y se decidió transformarlas en Granjas Estatales del Pueblo.
Al momento de crearse en 1963 las Agrupaciones Agropecuarias como forma de organización
empresarial estatal, existían alrededor de 272 Granjas del Pueblo, 613 cooperativas cañeras y
669 Granjas Administrativas (formadas a partir de tierras expropiadas), al finalizar el año
1964, de acuerdo con la nueva estructura organi-zativa, se habían constituido 263 empresas
de nuevo tipo.
En el período que media desde la promulgación de la Primera Ley de Reforma Agraria hasta
1975, el fomento de la organización colectiva de la producción en el sector de los propietarios
individuales agrícolas no tuvo un desarrollo significativo, no así a través de la creación de las
Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS) y las comunidades agrícolas.
El V Congreso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), en
cumplimiento de los acuerdos del I Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), propició
un impulso a la creación y organización de las Cooperativas de Producción Agropecuaria
(CPA), habiéndose creado hasta 1998 unas 1 139 cooperativas que comprenden unas 710
Mha cooperativizadas con más de 63 mil socios y un área promedio de unas 625 ha por
cooperativa; se mantenían las CCS, que comprenden unas 980 Mha y están formadas por más
de 168 mil asociados. Como forma menos desarrollada de la propiedad colectiva que las CPA
y CCS existían alrededor de 250 asociaciones campesinas con más de 9 400 asociados, que
cubrían un área de más de 26 Mha.
Al traspasar y retener en manos del estado la mayoría de las tierras expropiadas se pretendía,
además de los aspectos sociales señalados, un amplio desarrollo de las tecnologías de
avanzada e incrementos significativos de la productividad, al con-servar una estructura
productiva que encerraba una potencialidad no explotada, heredada de los grandes
latifundios, constituyendo esto el punto de partida de la creación de las grandes entidades
empresariales agropecuarias.
El inicio de una distribución más justa de la riqueza, donde las nuevas relaciones de
producción establecidas facilitaran el desarrollo de las fuerzas productivas, posibi-litó el
crecimiento de la producción agropecuaria, la cual por lo general mantuvo una tendencia
alcista a partir de 1959.
Como una vía rápida y más económica para el suministro inmediato de proteína de origen
animal a la población, se priorizó, dentro de la ganadería vacuna la línea de producción de
leche y dentro de la ganadería avícola, la línea de producción de huevos.
Alimentos de origen animal
Ganadería vacuna
Para el desarrollo de la línea de producción de leche se importaron unas 20 mil vacas lecheras
y toros sementales de alta calidad racial para mejorar la masa y se empezó a crear una
infraestructura adecuada como la creación de escuelas de inseminadores en 1961, se
dividieron las grandes extensiones ganaderas en pasto-reos, se inició la siembra de pastos
mejorados y la preparación de heno y ensilaje.
El incremento de los ingresos de la población aumentó también la demanda de ali-mentos, lo
que determinó en gran medida, que en 1962 se implantara el racionamiento de los productos
alimenticios y, dentro de ello, la venta de carne a la población y un riguroso control de
sacrificio con vista a resguardar la masa ganadera para propiciar su posterior recuperación.
En el período 1961-70 se originaron grandes transformaciones sobre la tenencia de la masa
ganadera vacuna, según se aprecia en la tabla 5.
Tabla 5. Cantidad de cabezas de ganado UM: miles (González y Miranda, 1984)
Total nacional
Sector estatal
Sector privado
Agosto 1961
5 776
1 400
4 376
Cantidad %
100
24
76
Diciembre 1965
6 700
3 844
2 856
Cantidad %
100
57
43
El sector privado se dedicó a la cría y mejora del ganado de carne, efectuando posteriormente
las ventas al estado y el peso de la producción de leche se concentró en el sector estatal.
En el período 1962-70 se fue consolidando una base técnico-material con vista a la
producción de leche, lográndose a principio de 1970 la transformación genética de la masa
ganadera donde alrededor del 50% del rebaño hembra presentaba marcadas características
lecheras y cerca de 900 mil vacas se inseminaban anualmente. Se puede afirmar que en 1976
el Sector Estatal había logrado una estructura racial en el rebaño, donde predominaban las
características lecheras, condición mantenida hasta el presente. La masa mejoró
sustancialmente sus características genéticas, pero a la vez se convertía en más exigente
desde el punto de vista alimentario para poder explotar plenamente la capacidad productiva
creada con el mejoramiento genético lechero logrado.
La transformación del rebaño hacia características lecheras posibilitó que la pro-ducción de
leche registrara importantes crecimientos (tabla 6).
Tabla 6. Producción de leche fresca (González y Miranda, 1984; MINAG, 1983, 1991)
U: MM litros/año
Año
1963
Cantidad
375.9
Año
1973
Cantidad
496.9
1982
Año
Cantidad
901.2
1964
437.8
1974
533.7
1983
920.4
1965
395.8
1975
574.2
1984
917.8
1966
462.1
1976
662.5
1985
901.8
1967
455.3
1977
700.6
1986
899.5
1968
366.3
1978
759.1
1987
912.5
1969
366.8
1979
767.7
1988
891.9
1970
368.4
1980
862.8
1989
897.8
1971
373.4
1981
898.9
1990
793.4
1972
462.5
Nota: A partir de 1968 se refiere al Sector Estatal, se estima que el sector privado produce un promedio
anual de 150 MMl
Como consecuencia de la política iniciada a partir de 1962 sobre la protección de la masa, las
entregas a sacrificio disminuyeron. Esto, conjuntamente con otras medi-das tecnológicas,
motivó que en 1967 la masa de ganado vacuno alcanzara la exis-tencia más alta en la historia
de la ganadería cubana hasta el presente, de 7.2 millones de cabezas.
No obstante las medidas adoptadas para preservar la masa, en 1973 se decide tomar medidas
adicionales ante el continuo descenso de la misma (5.5 MM de cabezas), como: extender el
ciclo de entrega de carne de res a la población, reducir el 50 % de entrega a los becarios por
la vía del hogar ya que recibían alimentación extra y gratuita en sus respectivas escuelas y
entregar carne de ave, cerdos y sus derivados en sustitución equivalente a la carne vacuna.
Las nuevas medidas motivaron incre-mentos en la masa ganadera superando en 1975
(5.6 MM de cabezas) los niveles de existencia de 1973, sin embargo, posteriormente
comienza a registrarse una ten-dencia descendente en la existencia de la masa ganadera hasta
nuestros días.
La producción de leche fresca registró aumentos significativos en el período de 1963 a 1983
(920.4 Mt), sin embargo, en casi toda la década de los años ochenta se mantiene
prácticamente estancada con una ligera tendencia descendente a partir de 1984, reduciéndose
el número de vacas en ordeño, mientras que la producción de litros por vaca total
prácticamente permaneció estacionaria. En la producción de carne el peso promedio por
hectárea descendió de unos 338 kg en 1981 a 325 kg en 1988; la tasa de extracción del
rebaño durante el período 1980-1988 se mantuvo en un 18%, correspondiendo a una
ganadería con características extensivas, cuando este indicador para ganaderías intensivas
debe oscilar entre 25-40%.
El traspaso de las mejores áreas ganaderas a otras producciones como la caña de azúcar, la
baja calidad de los suelos disponibles, la insuficiente fertilización y la carencia de riego
afectaron los pastos, siendo estos la fuente energética fundamental de alimentos, los cuales
debían aportar alrededor del 70% de los requerimientos de la ganadería vacuna, según la
tecnología que se empleaba.
Ganadería porcina
La crianza y explotación del porcino antes de 1959 por lo general se encontraba concentrada
en manos del campesino individual, mientras que en las haciendas agrí-colas era una
actividad derivada del aprovechamiento de los residuos de las cose-chas y otras actividades.
En el período 1960-1961 se hicieron intentos por desarrollar la producción porcina, se
importaron de Canadá una 30 mil puercas para garantizar una sólida base genética, pero es a
partir de 1968 que comienza a desarrollarse la producción porcina sobre la base de un
programa de desarrollo, registrandose crecimientos de la masa.
En 1971 la presencia de la fiebre porcina africana que se presentó en la provincia de La
Habana obligó a sacrificar más de 80 mil cabezas en el sector estatal y más de 230 mil
cabezas en el sector privado. Asimismo se adoptaron una serie de medidas sanitarias que
posibilitaron erradicar la enfermedad, quedando prohibida desde entonces la crianza de
ganado porcino por parte del privado en dicha provincia hasta el año 1990. En 1978 fue
detectado otro foco de esta enfermedad en la provincia oriental de Guantánamo, tomándose
una serie de medidas similares a las adoptadas en 1968 y que posibilitaron erradicar por
completo la enfermedad.
En la producción porcina se registraron importantes avances, tanto en existencia de puercos,
como entrega a sacrificio (102.4 millones de toneladas). A pesar de los importantes resultados
obtenidos en la producción porcina, a partir de 1986 co-mienza a registrarse una tendencia
decreciente en un grupo de indicadores de eficiencia (tabla 7).
Tabla 7. Indicadores de eficiencia en la producción porcina (C.E.E., 1989)
Años
1985
1986
1987
1988
1989
Muertes,
M Cbzas
Mortalidad
crías, %
100.5
103.7
119.5
132.3
160.0
7.1
7.6
8.3
8.9
9.4
Ganadería avícola
Peso promedio, kg
89.0
86.3
85.8
86.3
85.1
Alimentos consumidos (Mt)
Pienso
líquido
295.0
313.2
341.9
361.1
397.5
Mieles Pienso
193.3
151.5
181.6
209.1
226.5
874.0
952.3
1 015.1
1 082.8
1 200.0
La producción de la ganadería avícola antes de 1959 presentaba niveles incipientes, en el año
1963 se inicia una política acelerada para el desarrollo de la producción avícola, se
importaron huevos de líneas puras para la reproducción y sentar las bases genéticas
necesarias.
En 1964 se crea el Combinado Avícola Nacional (CAN) como entidad vertical. La avicultura,
sector priorizado en la agricultura, dio lugar a incrementos sostenidos en la producción (tabla
8), desarrollándose el huevo como la línea más importante dentro de esta producción.
Tabla 8. Dinámica de la producción avícola (C.E.E., 1974, 1980, 1985, 1989)
Año
Existencia
IP
U/Cbza
PH
MMU
PC,
MCbzas
P,
MCbzas
1962
5 222
640
-
179
1965
-
-
209
915
1967
2 505
5 707
196
1970
1 121
7 066
197
1975
4 488
7 028
1980
7 819
8 658
1985
9 469
1986
9 541
1987
1988
ES Mt
Conversión
VP, %
pienso
kg/10
kg/kg
huevos
carne
-
-
-
-
-
1.86
-
-
1 667
24
1.94
-
94.4
1 426
20
1.94
3.4
91.3
235
1 851
56
1.66
2.8
93.7
246
2 326
90
1.60
2.9
94.0
8 476
249
2 523
113
1.54
2.5
94.8
9 033
246
2 519
113
1.55
2.5
94.2
8 945
9 088
245
2 495
109
1.62
2.6
93.2
9 700
9 005
236
2 460
114
1.69
2.6
93.0
1989
9 917
222
2 522
117
1.62
2.7
91.9
Nota: PC – Pollos de ceba, P – Ponedoras, IP – Indice de puesta, PH – Producción de huevos, ES –
Entrega a sacrificio, VP – Viabilidad pollo de ceba, U - Unidades
Se aprecian los logros significativos alcanzados en esta producción con caracterís-ticas
industriales de elevada eficiencia, aunque a partir de 1986 se comienza a regis-trar cierto
deterioro en algunos indicadores (Nova, 1990).
Producción de pienso
La producción de pienso mantuvo una tendencia ascendente de unos 1.5 MMt promedio
anual en el período 1981-1985 a unos 1.9 MMt en el período 1986-1990.
El período 1981-1990 se caracterizó por la dependencia en la importación de ma-terias
primas para la producción, según se ejemplifica en la tabla 9.
Tabla 9. Participación de las importaciones en la producción de piensos (García y Fernández, 1990)
Productos
Porcentaje de las importaciones, %
Alimentos básicos
Proteína de origen vegetal
Proteína de origen animal
Alimentos fosforados
Producción 1981 – 1985
Producción 1986 - 1990
Importación
85
71
58
88
Importación
85
86
60
93
Nacional
15
29
42
12
Nacional
15
14
40
7
La agroindustria azucarera
La actividad de la agroindustria azucarera posee una alta tradición productiva en Cuba, la
caña de azúcar introducida por los españoles durante la colonización encontró condiciones
naturales favorables para su propagación y a finales del siglo XVII comenzó a fabricarse
azúcar en forma cristalizada.
La producción azucarera ha transitado por diversas etapas desde principio del presente siglo
hasta 1958 (tabla 10). En la década de los años cincuenta se registra la más elevada
producción de la etapa pre-revolucionaria.
Tabla 10. Comportamiento de la producción azucarera 1902-1958 (AAC, 1958)
Etapa
Período
Año
Inicio de la
República
19021911
Pre I Guerra
Mundial
19121914
I Guerra
Mundial
19151919
Pos I Guerra
Mundial
19201927
Ciclo Crítico
19281930
1902
1906
1912
1914
1915
1919
1920
1924
1927
1928
1935
Azúca
r Mt
0.850
1178
1845
2598
2609
4009
3735
4113
4508
4041
2538
Etapa
Período
Año
Pre II Guerra
Mundial
19361939
II Guerra
Mundial
19401945
Pos II Guerra
Mundial
19461950
Años 50
19511958
1936
1939
1940
1945
1946
1950
1951
1952
1958
Azúcar
Mt
2557
2723
2779
3515
4011
5492
5690
7138
5862
Antes de la Revolución la agricultura cañera controlaba unas 200 mil caballerías
(2
680 Mha), de ellas alrededor del 75% pertenecían a los centrales azucareros y el resto eran
arrendadas. Se cortaban anualmente unas 90 mil cabs. (1 207 Mha), la caña quedada oscilaba
entre 25-30 mil cabs. (unas 360 M ha), la cual se mantenía en reserva de acuerdo con el
comportamiento de los precios en el mercado azucarero.
Ante las nuevas posibilidades que surgieron con la apertura del mercado de la antigua Unión
Soviética y otros países socialistas del este de Europa se revitaliza la siembra de caña y la
producción azucarera. Se hacen grandes esfuerzos inver-sionistas, sobre todo en la industria a
finales de la década del sesenta (Nova, 1988a), con vista a lograr una producción de 10 MMt
en 1970, nivel no alcanzado, aunque se logró la mayor producción anual de azúcar hasta el
presente (8.5 MMt).
En el período pre-revolucionario los rendimientos por área en la caña de azúcar eran bajos. A
partir de 1965 se observa una tendencia ascendente en los rendi-mientos agrícolas, los cuales
se han incrementado en más de un 37%, no obstante aún son bajos, si son comparados con los
rendimientos que obtienen otros impor-tantes productores mundiales. En el año 1988 el
rendimiento de las áreas estatales fue de 55.9 t/há, mientras que el privado fue de 61.3 t/há
(CEE;1988).
Un importante logro alcanzado en la actividad agroindustrial azucarera ha sido, el corte y alza
mecanizada de la caña, en la actualidad se corta de forma mecanizada más del 66% del área y
el alza se encuentra al 100%, con importantes incrementos en la productividad del trabajo, así
como hacer más humano el rudo trabajo del obrero agrícola (Cruz et al., 1989).
En 1979 se detectó la roya (Puccinia melanocephala) por lo cual, durante el año 1980, fue
obligado realizar esfuerzos significativos en la reposición y siembra de las áreas afectadas por
variedades de cañas resistente a dicha enfermedad con vista a reducir al mínimo las
afectaciones en la producción de azúcar.
Las ventajas comparativas para producir azúcar, teniendo en cuenta las condiciones naturales
favorables para este cultivo y sobre todo los factores de estimulación eco-nómica, basados en
mercados seguros y precios que evitaban el deterioro de la relación de intercambio,
contribuyeron grandemente a la continuidad de la dependencia de prácticamente un sólo producto
extremadamente frágil en las condiciones del mercado mundial. Para reducir esta dependencia se
trabajó, de forma sostenida, hacia la obtención de derivados de la producción cañera (Noa, 1977).
Sin embargo, en 1988 el azúcar continuó siendo prácticamente el principal producto de
exportación con 74% dentro del 75.6% de alimentos elaborados exportados (C.E.E., 1988).
Alimentos de origen vegetal
La producción arrocera posee una vieja tradición en la agricultura cubana, así como el
consumo de arroz ocupa un lugar importante en la dieta diaria del cubano. Se tienen
referencias que alrededor de 1862 Cuba producía cerca del 50% de sus necesidades internas.
El surgimiento de los grandes latifundios cañeros y ganaderos y los intereses de los
productores y exportadores norteamericanos afectaron el desarrollo de la producción
arrocera. Durante y posterior a la II Guerra Mundial, las dificultades de transportación y
abastecimiento motivaron reducciones en las importaciones, estimulando esto la producción
nacional.
A partir de 1951 se incrementaron las áreas de siembra a unas 4 mil cabs (54 Mha), hasta
llegar a sembrar en 1958 unas 8 473 cabs (113 707 ha) con un nivel de producción de 135 Mt
de arroz consumo, con un rendimiento de promedio de 1.86 t por há de arroz cáscara seco,
además se importaban alrededor de unas 190 Mt, para un consumo per cápita de unos 50 kg.
A pesar de que la producción arrocera había alcanzado un alto grado de mecaniz-ación y
poseía un aseguramiento aceptable en el suministro de agua y fertilizantes, no disponía de
una técnica agrícola adecuada, lo cual se manifestaba en los pobres rendimientos obtenidos,
que tan sólo alcanzaban el 79% del rendimiento que logra-ban los arroceros norteamericanos.
Posterior al triunfo de la Revolución se comienza el desarrollo de un programa para
incrementar la producción. Sin embargo, a partir de 1964 se decide reducir las áreas y con
ello la producción de arroz como resultado de las garantías de aseguramiento por medio de
las importaciones procedentes de la República Popular China. Ante desacuerdos en las
relaciones con ese país, se opta por reiniciar el desarrollo de la producción arrocera en 1968.
Se acometieron grandes inversiones en presas, siste-mas de riego, instalaciones industriales,
amplio empleo de la mecanización y la aviación agrícola, así como el aseguramiento en el
suministro de fertilizantes y pesticidas, también se logró desarrollar la base genética necesaria
que garantizara el suministro de semillas de alta calidad.
Hasta principios de la década del 90 se cosechaban alrededor de 10.6 M cabs (142.2 M ha) y
se obtenía una producción de unas 400 M t de arroz cáscara seco con un rendimiento de cerca
de 3 t/ha de arroz cáscara seco (registrando un incre-mento de cerca del 60% con relación a
1958) y la producción cubre aproximadamente el 50% de las necesidades nacionales.
El crecimiento de la producción arrocera, se continuará ampliando con vista a tratar de lograr
el autoabastecimiento en este importante renglón alimenticio.
La producción de tubérculos y raíces, frijol, maíz, plátano, frutales tropicales y hortalizas
constituyen un grupo importante de productos agrícolas que conforman una parte
significativa de la canasta de productos destinados fundamentalmente a la alimentación de la
población.
Según el Censo agrícola de 1946 el nivel de producción de frijol logrado en ese año abastecía
las dos terceras partes del consumo nacional, el consumo de frijol negro se satisfacía
plenamente con la producción nacional, mientras que la producción de frijol colorado cubría
el 50% del requerimiento interno; el resto del surtido como: frijol blanco, garbanzo y
chícharos se cubrían con importaciones procedentes de Chile, EE.UU. y México.
La producción de frijol posee una alta tradición y en 1961 y 1962 se alcanzaron producciones
de 59.5 y 55.7 miles de toneladas respectivamente, posterior a esa fecha ha mantenido una
tendencia descendente oscilando los niveles de producción anual entre 8 a 14 Mt, lo que
condujo a la necesidad de importar más de 100 Mt anuales de estas leguminosas con destino a
la alimentación directa de la población, con una erogación anual de más de 40 MM de pesos
(García y Nova, 1987). También los niveles de producción de maíz eran significativos, los
cuales se mantuvieron posterior a 1959.
En la actualidad la producción de maíz se concentra en el maíz tierno y las importaciones
anuales de maíz en grano han llegado a ascender a unas 400 Mt, con un importe estimado de
40 MM de pesos, destinado fundamentalmente al insumo industrial para la producción de
concentrado para alimento animal.
Los bajos niveles de producción en hortalizas parecen estar asociados a la no existencia de un
hábito de consumo en dicha época (año 1946). En la actualidad los niveles de oferta son
mucho más elevados, con el correspondiente aporte nutritivo por su importante contenido de
vitaminas y minerales.
La agroindustria de los cítricos
La producción de cítricos data desde la época colonial española; los cítricos tuvie-ron poco
desarrollo y propagación durante el período republicano, tomando en consideración que las
posibilidades del desarrollo de la citricultura en Cuba como fondo exportable se encontraba
limitada ante la potente industria citrícola estadou-nidense y la falta de estimulación interna
para el desarrollo de este y otros cultivos.
Se estima que el área existente en 1958 ascendía a unas 12 Mha y que el volumen de
producción era de unas 60 Mt aproximadamente. A partir de 1959 son elimina-das una serie
de trabas que impedían el desarrollo del cultivo de cítricos, comienza un ascenso en la
producción nacional como resultado del fomento de nuevas áreas y de un programa serio de
rehabilitación de las plantaciones existentes y un mejora-miento constante en las atenciones
culturales (Nova, 1988b).
Lo anterior caracterizó una primera etapa en el desarrollo de la citricultura cubana durante los
primeros años del triunfo revolucionario, la cual se extendió hasta 1968, que permitió
aumentar las disponibilidades de frutas, pero en realidad no respondió a un programa de
desarrollo citrícola definido, siendo más bien parte de un plan general trazado que contempló
la diversificación de la agricultura y el aprovecha-miento amplio de las posibilidades
naturales del país.
A partir de 1968 se decide que la citricultura cubana comenzara a ejecutarse confor-me a un
Programa de Desarrollo Integral. Hasta 1989 se habían podido consolidar unas 145 Mha, que
representa el 63% del área total sembrada durante el período 1959 a 1989.
La producción de cítricos alcanzó en 1990 más de un millón de toneladas, la que se ha
multiplicado en más de dieciséis veces con relación a los niveles alcanzados antes de 1959.
Hasta 1990 el valor de las exportaciones cítricas aportó el 3% del valor total de las
exportaciones anuales del país.
Dentro de los objetivos fundamentales del Programa de Cítricos se encuentra con-tribuir al
mejoramiento de la dieta cubana, el consumo per cápita de fruta fresca se encuentra alrededor
de 18 kg; representando 2.1 veces superior al nivel alcanzado antes de 1959. El propio
Programa en su desarrollo ha motivado el surgimiento de la industria derivada productora de
jugos concentrados y naturales, aceite esencial, mermeladas entre otros productos. Hasta
principios de la década del 90 existían tres Combinados Industriales con una capacidad de
procesamiento de 104 toneladas por hora (Input).
El Programa de Cítricos requirió importantes esfuerzos inversionistas, lo que ha posibilitado
lograr un nivel tecnológico comparable al nivel internacional. No obs-tante, los rendimientos
agrícolas por há, aunque se han duplicado con relación a las obtenidas antes de 1959, aún son
bajos siendo de unas 9 t/há a inicios de los 90.
Este programa se desarrolló inicialmente dentro de los marcos de especialización del Consejo
de Ayuda Mutua Económica (CAME). El cambio radical de las relacio-nes de intercambio y
comerciales con la desaparición del CAME, condujo a una reorientación de la citricultura,
donde la producción industrializada ocupó una proporción importante en la producción total
citrícola.
El desarrollo de la agroindustria citrícola cubana deberá ejecutarse sobre las bases de la
mayor efectividad económica, para lograr con ello la competitividad y la rein-serción
necesaria en los mercados internacionales (Nova y González, 1990).
Conclusiones
Posterior al año 1959 y antes del Período Especial o de crisis económica, los incre-mentos
registrados en la producción nacional de alimentos son meritorios. No obstante, a finales de
los años 80 se observa un decrecimiento de los rendimientos y de otros indicadores de
eficiencia en un grupo importante de producciones agrope-cuarias, sustentadas en un modelo
de desarrollo intensivo, basados en altos insumos y con una elevada dependencia externa
(principalmente maquinaria, combustibles y productos agroquímicos) para sostener sus
producciones. Esta cuestión también ocurrió en otros países que aplicaron el mismo modelo
productivo (Rosset, 1997).
Por otra parte, los volúmenes obtenidos no fueron suficientes para lograr el total o una
elevada participación en el autoabastecimiento de la población sobre las bases de la
efectividad económica, existía una importante proporción de las tierras desti-nadas a la
producción de fondos exportables (tabla 11), y los suelos ya presentaban ciertas limitaciones
referidas a la salinidad, erosión, acidez y mal drenaje, entre otras.
Tabla 11. Destinos económicos de la tierra, % (Adaptado del C.E.E., 1989)
Destinos económicos
Fondos exportables
Producción de alimentos
Otros
Total
en %
Bajo cultivo
53
44
3
100
Estatal
54
43
3
100
No estatal
48
48
4
100
Los aspectos anteriormente señalados indicaron la necesidad de realizar transfor-maciones
económicas, estructurales, técnicas y organizativas en tan importante sector de la economía.
Esta necesidad se hizo más urgente con los acontecimientos por todos conocidos ocurridos en
los países de Europa del Este.
Referencias
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Cuba
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actividad y perspectiva. Editorial Pueblo y Educación. La Habana.
EL MOVIMIENTO CUBANO DE AGRICULTURA
ORGÁNICA
Fernando Funes
Instituto de Investigaciones de Pastos y Forrajes (IIPF)
E
n las últimas décadas la agricultura orgánica ha venido tomando cada vez mayor
relevancia y hoy es reconocida como un fuerte movimiento inter-nacional. El
propósito fundamental de esta es la búsqueda de un modelo alternativo de
desarrollo a la agricultura moderna o convencional tipo “Revolución Verde”, la cual
tuvo efectos iniciales de gran impacto en los rendimientos agropecuarios, pero
pronto manifestó fragilidad, vulnerabilidad y riesgos para el ambiente, la salud humana, los
agroecosistemas y para la seguridad socioeconómica de los agricultores más pobres.
El reconocimiento mundial de los problemas ambientales de hoy día, que han cau-sado y
continúan ocasionando efectos globales de consecuencias impredecibles, no emergió a la
palestra pública hasta la Cumbre de Río en Brasil (1992). Especial-mente en la agricultura,
son motivo de preocupación mundial en el presente los problemas ambientales ocasionados
por el modelo agrícola industrial, que han pro-vocado la erosión, salinización e infertilidad de
gran parte de los suelos agrícolas, la reducción de la biodiversidad biológica, la deforestación
y los problemas socioeco-nómicos que existen en el medio rural, incluido el éxodo hacia las
ciudades, entre otros.
Muchos llamados de alerta de la comunidad científica internacional se han hecho eco de estos
problemas y solo citaremos tres obras que encierran las preocupaciones de las dos últimas
generaciones al respecto: “Primavera Silenciosa” (Carson, 1964), “Nuestro Futuro Robado”
(Colborn et al., 1996) y “El hambre en el mundo: 12 mitos” (Lappé et al., 1998), que
profundizan en las causas y con ejemplos reales de-muestran las consecuencias ambientales
que ha provocado el modelo agrícola practicado en las últimas décadas. En ellas se proponen
alternativas de solución a partir de un enfoque ecológico del desarrollo agrícola.
En Cuba hemos tenido precursores del actual movimiento orgánico. Desde nuestros grandes
pensadores agrícolas como Álvaro Reynoso, Francisco de Frías, Tranquilino Sandalio de
Noda, Francisco Javier Balmaseda, Antonio Bachiller y Morales, José Comallonga, Isaac del
Corral, José L. Amargós, Juan Tomás Roig, Julián Acuña, Jesús Cañizares, entre otros, hasta
los más contemporáneos, citados en este trabajo, que con un amplio quehacer naturalista han
sentado las bases de una tradición agrícola próspera y llena de enseñanzas con plena vigencia
actual y que han donado a las generaciones venideras conocimientos, conceptos e ideas a
través de sus valiosas vidas y obras.
En las últimas décadas, especialmente a partir de los años 90, el movimiento orgá-nico en
nuestro país ha tomado forma y podemos afirmar que se han logrado grandes avances en su
aplicación práctica, no solo en nuestros sistemas agropecuarios, sino en toda la concepción
ambiental de desarrollo de la nación, cuyo desarrollo ha im-pulsado el Estado cubano a través
de la constitución de organismos especializados, legislaciones promulgadas al respecto,
investigación, docencia y puesta en práctica productiva. Según Lane (1997) el “modelo
cubano de desarrollo” tiene potencia-lidad para convertir a nuestro país en una de las
primeras sociedades sostenibles del siglo XXI y demuestra en su análisis que el desarrollo
científico y educacional de Cuba es uno de los pilares básicos para ello.
Pretendemos que este capítulo refleje los principios y avances del movimiento de agricultura
orgánica cubano y brinde a los lectores información integral sobre los distintos aspectos que
posteriormente serán tratados con mayor profundidad por los diversos autores que han
contribuido en esta obra.
Cuba: Características principales
La República de Cuba está formada por un archipiélago situado en el Mar Caribe, a la entrada
del Golfo de México y al norte está muy cercana al Trópico de Cáncer. Su superficie es de
110 860 km² y su largo de 1200 km. El país presenta un clima tropical caracterizado por
abundantes lluvias desde mayo hasta octubre, en que se concentra el 80% de un promedio
anual de 1300 mm, con escasas y esporádicas precipitaciones en seca (noviembre a abril). La
temperatura media anual es de 25°C, su fluctuación en el año de 23-27°C y la humedad
relativa del 80% (IM, 2000). Los suelos predominantes son oxisoles y ultisoles (68%),
inseptisoles (16%) y vertisoles (16%).
La población cubana es de 11 142 600 habitantes para una densidad de poco más de 100
habitantes/km² y una población urbana del 74%. La capital es la Ciudad de La Habana y el
idioma oficial el español. La división político administrativa del país está formada por 14
provincias y el Municipio Especial de la Isla de la Juventud. La población la compone un 66%
de blancos, un 21.9% de mestizos, 12% de negros y 0.1% de asiáticos.
La agricultura cubana: Recuento histórico hasta 1990
Surgimiento y desarrollo antes de 1959
Para hacer la historia del movimiento orgánico y de agricultura sostenible en Cuba, debemos
remontarnos a los inicios de la agricultura en el país. En la época preco-lombina los indígenas
practicaban una agricultura rudimentaria que, junto a la caza y la pesca, garantizaba su
sustento. Se considera que la agricultura cubana surge en la colonia a partir de 1511, cuando
Diego Velázquez inicia la colonización del país y posteriormente realiza las primeras
reparticiones de tierras en 1513.
Poco después, en 1536, surge la solicitud y real ocupación de la tierra en el cabildo de Sancti
Spíritus y se otorgan tierras para estancias y sitios de labor. El proceso de distribución de la
tierra en los siglos XVI, XVII y XVIII dio lugar al arraigo de los propietarios rurales a sus
terrenos y al nacimiento del agricultor cubano. La intro-ducción de grandes masas de esclavos
africanos, que fueron traídos a la Isla a partir de finales del siglo XVIII en número de más de
650 000, creando el nacimiento y expansión de la industria azucarera, fue un hecho de
marcado interés para el desarrollo agrícola cubano, dando lugar además al cultivo de frutos
menores y a la crianza animal (Moreno Fraginals, 1978; Bergard et al., 1995). A los métodos
utili-zados por los pobladores indígenas, que fueron exterminados en corto tiempo y de los
cuales prácticamente no quedaron vestigios, se unieron los de los negros escla-vos y los
traídos de Europa y otras partes de América por los españoles, cuyas técnicas fusionadas y
adecuadas a las condiciones naturales de la Isla, originaron una agricultura típicamente
sostenible, caracterizada en muchos casos por la selec-ción y uso adecuado del suelo, fechas
de siembra en función del clima, policultivos y rotaciones, enmiendas y fertilización orgánica,
entre otras.
Durante cuatro siglos la tendencia fue incrementar pequeñas y medianas propieda-des,
especialmente en la actividad agrícola, pues en la ganadería desde el siglo XVI hasta inicios
del XVIII abundaban las grandes propiedades, que comenzaron a subdividirse en haciendas
comuneras de pequeño y mediano tamaño de agricultura diversificada, en la medida en que la
población del país iba creciendo (Nova, 1997).
En época tan lejana como 1862, Francisco de Frías y Jacob, Conde de Pozos Dulces, señalaba
que “la asociación y rotación de cultivos en Cuba, echará por tierra ese valladar levantado por
la ignorancia y la codicia” dando muestras desde aquellos tiempos de su pensamiento
agroecológico. Las particularidades de esta etapa han sido brillantemente reseñadas por
ilustres historiadores nacionales como Ramiro Guerra y Fernando Ortiz.
Antes de la Guerra de Independencia contra el colonialismo español (1895-1898) había en
Cuba 90 700 fincas de labor y al final de la misma quedaban aún 60 711 con un promedio de
58 ha, predominando las de menos de 13 ha, que ocupaban cerca del 50% de las áreas
agrícolas del país. Las fincas grandes de más de 135 ha se dedicaban al cultivo de caña de
azúcar (Saccharum officinarum) y a la ganadería. Aun en las fincas cañeras se dedicaban
tierras a potreros, bosques y cultivos alimenticios, frutales y otros (Nova, 1997).
A principios del siglo XX, con la intervención norteamericana y entrada de capital a la Isla, se
inició la expansión azucarera basada en grandes extensiones territoriales bajo explotaciones
especializadas en caña o en otros casos ganado, con la consi-guiente reducción de las
pequeñas y medianas propiedades diversificadas. En 1934 había solo 38 130 fincas medianas
y pequeñas. Seguidamente el cultivo del arroz (Oryza sativa) siguió al de la caña en la
tendencia latifundista. A partir de los grandes latifundios de monocultivo de las compañías
norteamericanas, comenzó a imperar en nuestro país la aplicación de los principios de la
agricultura “conven-cional o moderna”.
En 1958 el 56% de la población cubana vivía en el campo y confrontaba acentuados
desequilibrios sociales. En el sector rural solo un 9.4% de los poseedores de tierra eran
propietarios del 73.3% de las mismas, el 85% de los campesinos pagaban renta, existían más
de 4 millones de hectáreas sin cultivar, había 200 mil familias sin tierra, altos índices de
analfabetismo, mortalidad infantil e insalubridad en el país. De una población de algo más de
6 millones, había 600 000 cubanos desempleados y más de 500 000 obreros del campo
subempleados, que solo trabajaban cuatro meses al año. Más de la mitad de las mejores tierras
agrícolas estaban en poder de propietarios extranjeros (Castro, 1975).
La agricultura en el período revolucionario
Al triunfar la Revolución cubana en 1959, se entregan tierras a más de 200 mil familias
campesinas mediante las dos Leyes de Reforma Agraria (1959 y 1963) y el 70% de las tierras
en poder de grandes latifundios pasaron al Estado. Paralelamente se inician grandes esfuerzos
en planes de desarrollo en educación, cultura, salud y economía, se construyen comunidades
rurales, carreteras y caminos, redes eléctricas, servicios de salud, escuelas, universidades y
centros científicos por todo el país.
En el sector agropecuario se trazaron como principales objetivos:
•
Cubrir los requerimientos alimentarios de la población
•
Crear fondos exportables
•
Asegurar materias primas para la industria
•
Erradicar la pobreza e insalubridad en el campo
A inicios del período revolucionario se propugnó la diversificación agrícola y un enfoque más
naturalista en la agricultura. No obstante, posteriormente el desarrollo agropecuario se planea,
conforme a las exigencias y tendencias de la época, sobre la base de la agricultura
convencional, siguiendo los principios de estrategia global llevados a cabo por los países
industrializados, incluyendo el campo socialista del este de Europa. Aunque es indudable que
en el país se obtuvieron marcados éxitos en relación con la situación imperante anteriormente,
no es menos cierto que el modelo agropecuario empleado, con el decursar de los años,
comenzó a mostrar fisuras que tuvieron implicaciones económicas, ecológicas y sociales, tales
como:
•
Alta especialización, monocultivo y excesiva intensificación
•
Gran dependencia de insumos externos (fertilizantes, agrotóxicos, concentrados,
mecanización, riego)
•
Deforestación de grandes áreas
•
Salinización, erosión, compactación e infertilidad de los suelos
•
Ganadería vacuna, avícola y porcina basadas en sistema intensivo-industrial muy poco
autosostenible
•
Éxodo de campesinos a las ciudades (56% de población rural en 1956, 28% en 1989 y
menos de 20% a mediados de los 90)
Sin embargo, los profundos cambios sociales llevados a cabo impidieron que la agricultura
convencional llevara a la pobreza a miles de campesinos como en otros países
subdesarrollados o en vías de desarrollo por haber quebrado sus economías en competencia
con la agricultura derrochadora de insumos.
En esta etapa, el 80% de las tierras estaban concentradas en el sector estatal y el 20% en el
privado, anualmente se empleaban un promedio de 1 300 000 t de ferti-lizantes químicos, 600
000 t de concentrados para la ganadería, se invertían 80 MM de dólares en plaguicidas y el
parque de tractores se incrementó hasta 90 mil unidades. Las yuntas de bueyes se redujeron a
menos de 100 mil. No obstante, en las primeras tres décadas del período, Cuba contaba con
un intercambio comercial mayoritario y mutuamente favorable con los países socialistas, en
especial con la Unión Soviética, que lograba amortiguar los gastos necesarios para desarrollar
dicho modelo agrícola (Funes et al., 1999). Muchos pequeños campesinos, en diversas zonas
del país, organizados en la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) y
nucleados en Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA) o de Créditos y Servicios
(CCS), mantuvieron el concepto de diversificación e integra-lidad en sus áreas, conservaron
tradiciones campesinas de gran valor, continuaron usando tracción animal e intuitivamente
practicaban la ciencia agroecológica, lo que mantuvo el manejo y economía de sus fincas de
manera sostenible, empleando muy bajos y a veces nulos insumos externos.
Cambios en la agricultura cubana
Desde la década del 70 el gobierno cubano se percató de algunos de los problemas que
confrontaba la actividad agropecuaria y comenzó a implementar cambios con-ducentes a una
agricultura de menos insumos, más racional y acorde con nuestra realidad. Así se inicia una
fuerte política hacia la sustitución de insumos y materias primas importadas, se estimula el
ahorro monetario y material en todos los sectores y se enfatizan los aspectos económicos y la
autosuficiencia.
Por otra parte, los centros de investigación orientaron sus objetivos y estrategias hacia
nuevos programas de trabajo sobre bases más racionales y sostenibles. En este período
repercute en el país la crisis mundial de la energía y los precios imperantes de los
combustibles, fertilizantes, concentrados, pesticidas, las manufacturas y otros influyeron
negativamente en nuestra economía agrícola. En los años de la década del 80 se incrementan
la investigación, extensión y desarrollo en cuanto a las técnicas de sustitución de insumos
(Funes, 1997).
En toda esta etapa se continuó desarrollando un sólido sistema de investigacio-nes,
iniciado en los años 60, tanto en el Ministerio de la Agricultura (MINAG) con 17 centros
de investigación y 38 estaciones experimentales (795 investiga-dores y 168 doctores en
distintas ramas) distribuidos a través de todo el país, como en el Ministerio de Educación
Superior (MES) y su red de centros de investigación y universidades, así como el
Ministerio de Educación (MINED) y otras instituciones afines que hoy realizan
investigaciones con enfoque agroeco-lógico.
La crisis del campo socialista europeo: El “Período Especial” en Cuba
En 1989 sobreviene, súbitamente una aguda crisis, con el colapso de los países socialistas
europeos y la desintegración de la Unión Soviética. En ese momento más del 85% de nuestro
comercio era con estos países y sólo algo más del 10% con el área capitalista. Por otra parte,
debe tenerse presente que Cuba no dispone de recursos energéticos suficientes ni de capital
abundante.
Como consecuencia, la capacidad de compra se redujo al 40%, la importación de combustibles a
un tercio, la de fertilizantes al 25%, la de plaguicidas al 40 %, con-centrados al 30% y todas las
actividades agropecuarias fueron seriamente afectadas. Cuba importaba dos terceras partes de
sus alimentos, casi todo su combustible, 80% de su maquinaria y piezas de repuesto de los países
socialistas. Abruptamente desa-parecieron 8 mil millones de dólares anuales de negocios. Entre
1989 y 1993 el Pro-ducto Nacional Bruto cayó de $19.3 a $10.0 miles de millones. Las
importaciones se redujeron un 75%, la mayoría en alimentos, piezas de repuesto, agroquímicos y
equipamiento industrial. Muchas fábricas cerraron, y el transporte público y las plantas de
producción de electricidad trabajaban al mínimo (Espinosa, 1997).
Súbitamente, un sistema agrícola “moderno” e industrializado se vio enfrentado al gran reto
de incrementar la producción de alimentos, reduciendo a más de la mitad los insumos, y
manteniendo al mismo tiempo la producción de cultivos de expor-tación.
Para enfrentar la crisis el gobierno cubano puso en práctica medidas económicas y cambios
emergentes como: una nueva política financiera interna, apertura a la inver-sión extranjera,
liberalización de la tenencia del dólar, otorgamiento de licencias para realizar trabajos por
cuenta propia en diversos sectores, entre otras. Por otra parte, los resultados científico
técnicos obtenidos en décadas anteriores en el sector agropecuario se comenzaron a emplear
masivamente, así como se implementaron diversas medidas, entre las cuales podemos citar:
•
Descentralización del sector estatal a través de nuevas formas y estructuras de producción
•
Distribución de tierras en distintos cultivos y regiones del país como una forma de
estimulación
•
Reducción de la especialización en diferentes ramas de la agricultura
•
Desarrollo de la producción de controles biológicos y biofertilizantes
•
Recuperación de la tracción animal
•
Creación del movimiento de agricultura urbana, familiar y comunal
•
Apertura del mercado agropecuario con relaciones de oferta y demanda
Los objetivos de la política agraria durante este “Período Especial”, de lograr una agricultura
que se sustente con bajos insumos externos y a la vez aumentar la pro-ducción, han requerido
una mayor organización de la estructura de la investigación y la extensión agrícola en Cuba,
así como del flujo de información y menor énfasis en las tecnologías que requieren de mucho
capital y energía.
Mientras esto ha estado ocurriendo, las acciones del bloqueo económico a la isla se
intensifican. En 1992 se aprueba la Ley Torricelli (1992), la cual cortó los embarques de
alimentos y suministros médicos de las subsidiarias de compañías americanas en terceros
países y posteriormente la Helms-Burton (1996), que promulga la limitación de inversiones en
Cuba. Estas leyes han sido reforzadas con diversas enmiendas que incrementan los efectos del
bloqueo, llevándolo a posi-ciones extremas cada vez más crueles.
No obstante todo ello, se han logrado mantener altos indicadores sociales; así, la tasa de
alfabetización en Cuba continúa siendo de más del 95%, la educación es gratuita y obligatoria
hasta los 16 años, el nivel escolar medio es de 9no.grado y de los 11 millones de habitantes del
país, más de medio millón son graduados universitarios. La tasa de mortalidad infantil es de
6.4 por mil nacidos vivos, hay cerca de 60 médicos y de 9 estomatólogos por cada 10 000
habitantes y la esperanza de vida es de más de 75 años.
De cada 100 cubanos laboralmente activos trabaja el 96.2% (Francisco, 2000). Las mujeres
constituyen el 43% de la fuerza de trabajo del país, son mayoritarias en la educación, en los
servicios de salud y en el sector científico-técnico. Con sólo el 2% de la población de América
Latina, en el presente Cuba cuenta con el 12% de sus científicos (Ellwood, 1998).
En la agricultura se han ido recuperando muchos sectores, especialmente en el agrí-cola las
raíces y tubérculos y las hortalizas, que lograron récord histórico de producción en 1999 y la
cubierta forestal hoy sobrepasa el 21% (Peláez, 2000). La agricultura urbana constituye un
importante aporte para la seguridad alimentaria, se ha avanzado en los programas de
producción de arroz popular y plantas medicinales, se ha logrado recuperar el empleo de la
tracción animal, se desarrollan los mercados agropecuarios sobre la base de oferta y demanda
y los mercados “topados” a precios más asequibles para la población por parte del MINAG y
otras entidades del estado, entre como otros avances.
Estructuras administrativas relacionadas con la agricultura
El MINAG es el órgano nacional encargado de dirigir y controlar la producción agropecuaria
y forestal para satisfacer la alimentación de la población, las demandas de la industria y el
turismo, así como sustituir importaciones y fomentar las exportaciones con la máxima
eficiencia. Para lograr estos fines se apoya en el uso racional de la tierra, el agua y los medios
técnicos de que se disponen, preservando el suelo, el genofondo de las especies de la fauna
doméstica y silvestre, la conser-vación y utilización de los recursos fitogenéticos y de semillas
en la agricultura no cañera y especies forestales. Además garantiza los servicios y controles de
los sis-temas de sanidad vegetal y animal y protección del medio ambiente, velando por una
adecuada atención a los trabajadores y sus cuadros de dirección (MINAG, 1999). Su fuerza de
trabajo total asciende a 1 153 000 trabajadores, incluyendo los cooperati-vistas de las UBPC,
de ellos 26 352 profesionales de nivel superior y 62 200 téc-nicos de nivel medio (MINAG,
1999).
El MINAG en su Sistema Empresarial Estatal cuenta con 487 empresas, 222 granjas
independientes y cerca de 400 000 trabajadores para ejecutar su trabajo en los secto-res
agropecuario (69%), silvicultura (10%), industria (9%), construcción (2%), transporte (1%) y
comercio (9%), además de servicios y otros de menor peso (MINAG, 1999).
Para atender el cultivo de la caña de azúcar y la industria azucarera, por su impor-tancia para
la economía del país, existe el Ministerio del Azúcar (MINAZ) que tiene a su cargo un área
agrícola aproximada de 1 500 000 ha y funciones similares a las del MINAG en los sectores
agrícola e industrial de ese importante cultivo.
Otros organismos del país estrechamente relacionados con la agricultura son:
•
La ANAP, que agrupa el movimiento campesino cubano organizado en CPA, CCS y
campesinos individuales. Se ocupa tanto de apoyarlos en los aspectos organizativos y
productivos, como en capacitación, divulgación, comercializa-ción, cooperación
internacional, etc. Esta asociación atesora entre sus miembros una gran parte de las
tradiciones, experiencias y acervo cultural campesino de la nación, los cuales han sido y
son de gran importancia para los cambios hacia una agricultura sostenible y
agroecológica.
•
El Ministerio de Educación (MINED), que se encarga de la enseñanza técnica de nivel
medio en el país y cuenta con una red de Institutos Politécnicos Agro-pecuarios (IPA). En
general estos poseen áreas e instalaciones de producción agropecuaria que deben atender
los propios estudiantes en el marco de sus planes de enseñanza con un enfoque teórico
practico y que por otra parte obtie-nen producciones que contribuyen al
autoabastecimiento de los alumnos y profesores.
•
El Ministerio de Educación Superior (MES), que tiene a su cargo la enseñanza
universitaria y posgraduada del país. Dentro de su estructura están comprendi-das todas
las universidades agrícolas y además cuenta con un grupo de Institutos de Investigación y
Estaciones Experimentales, varios de ellos de gran prestigio nacional e internacional, que
prestan un importante apoyo a la actividad del MINAG.
•
El Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), fundado en pleno
“Período Especial” (1994), que como su nombre indica traza e imple-menta la política
estatal en cuanto a la ciencia, la técnica y la problemática ambiental en el país, entre
cuyas prioridades está el sector agropecuario.
•
Otros Ministerios como el de la Alimentación (MINAL), Ministerio para la Inversión
Extranjera y la Colaboración Económica (MINVEC) y organismos como el Instituto
Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH), tienen estrechos vínculos de trabajo con la
actividad agrícola del país.
Cambios en las estructuras de producción
En septiembre de 1993 el Estado cubano realizó transformaciones de las estructuras de
tenencia de la tierra en anteriores Empresas y Granjas Estatales, gran parte de las cuales se
convirtieron en Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC). Estas tierras se
otorgaron en carácter de usufructo gratuito (no pagan renta) para los antiguos trabajadores
estatales, que compraron los medios de producción (equipos agrícolas, animales, herramientas
de trabajo, edificaciones, etc.). Son áreas general-mente mucho mayores que las CPA, auto
administradas y financieramente indepen-dientes.
Por ello el sector privado hoy ocupa un lugar mayoritario en la producción agrope-cuaria, ya
que comprende las CPA y las CCS, creadas en la década de los años 70 y organizadas en la
ANAP y las anteriores tierras estatales que pasaron a constituir las UBPC, así como otros
productores privados.
Por otra parte, se han creado las Granjas Estatales de Nuevo Tipo (GENT) en aquellos lugares
donde no existen condiciones para la constitución de UBPC y cuyo rasgo principal es contar
con mayor autonomía de gestión en comparación con las anteriores Granjas Estatales. Al
amparo de la Resolución 419 del MINAG se entregaron 80 748 ha de tierra para fomentar el
cultivo del café, 53 948 ha para tabaco y 17 004 ha a parceleros urbanos y periurbanos. El
total de agricultores bene-ficiados sobrepasa las 142 600 personas (MINAG, 1999).
Diferentes estructuras de tenencia de la tierra
Estructura
CPA
Origen
Propietarios de tierras
CCS
Arrendatarios, obre-ros
agrícolas, partida-rios,
aparceros, propietarios
Trabajadores de
anteriores Empresas
estatales
UBPC
Tierras en
usufructo,
sector rural
Áreas estatales.
Cultivos café, cacao y
tabaco principalmente
Agricultura
Urbana
Patios, techos,
balcones, parcelas
urbanas o periurbanas
Granjas de
nuevo tipo
Granjas Estatales sin
condiciones para
formar UBPC
Empresas
estatales
Tierras pertenecientes
al Estado cubano
Tierras y medios
Entrega voluntaria y
asociación
Tierras privadas y en
usufructo
Beneficios económicos
Directos según participación
personal
Créditos banco, beneficios
personales en utilidades
Usufructo colectivo de
tierras. Compraron
medios de trabajo,
animales, etc.
Usufructo tierras del
Estado
Beneficio según participación
Venta al Estado del cultivo
principal, libre autoabastecimiento familiar y venta libre
de excedentes de otros cultivos
Privadas o en usu-fructo. Autoabastecimiento familiar,
Uso de métodos
venta al vecindario, principalorgánicos. Usufructo
mente vegetales, flores, condihasta 0.25 ha
mentos y animales de corral
Tierras, medios y
Acordes con el trabajo
herramientas estatales. realizado y los resultados
Mayor autonomía
productivos
administrativa que
Granjas Estatales
Todos los medios son
Abastecimiento a la pobla-ción
del estado
y para la exportación,
trabajadores asalariados
El Movimiento de Agricultura Orgánica en Cuba
La extraordinaria labor de los precursores que ya señalamos anteriormente, marcó la
formación de posteriores generaciones que en mayor o menor intensidad laboraron y
aportaron conocimientos, ideas y experiencias, junto a miles de campesinos y productores
cubanos, para forjar los fundamentos y principios del actual movimiento de agricultura
orgánico cubano. Desde las décadas de los años 70 y 80 muchos técnicos y productores del
país comenzaron a trabajar en la búsqueda de alternativas para solucionar los aspectos
vulnerables que presentaba la agricultura especializada de altos insumos que se aplicaba.
Como ya citamos, varios centros de investigación iniciaron líneas de trabajo en este sentido y
de esa manera se fue creando una con-ciencia y certeza de que teníamos la posibilidad de
disminuir los insumos y hacer más sostenibles los sistemas agrícolas desde el punto de vista
económico y ambiental.
Teniendo en cuenta los antecedentes históricos y las transformaciones iniciadas por el estado
cubano en la década de los años 90, en 1992 un grupo de profesores e in-vestigadores,
principalmente del MES, conscientes de la necesidad de promover las alternativas para el
cambio de la agricultura convencional, se unen para discutir las ideas agroecológicas en el
entonces Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (ISCAH), hoy
Universidad Agraria de La Habana (UNAH). De esta manera se convoca al Primer Encuentro
Nacional de Agricultura Orgánica, el cual se celebró en mayo de 1993 en el Instituto Nacional
de Ciencias Agrícolas (INCA), con la participación de más de 100 delegados cubanos y 40
extranjeros. En este encuentro se creó el Grupo Gestor de la Asociación Cubana de
Agricultura Orgánica (ACAO), cuyos principales objetivos fueron:
Crear una conciencia nacional sobre la necesidad de realizar una agricultura en armonía
con la naturaleza y el hombre, así como la de producir económicamente alimentos
suficientes y sanos al alcance de toda nuestra población.
•
Instrumentar proyectos de base para el desarrollo de una agricultura agroecoló-gica, así
como la formación y capacitación de los protagonistas de este nuevo paradigma de
desarrollo rural.
•
Estimular la investigación y enseñanza agroecológica, así como el aprendizaje y rescate
de los principios en que se han basado tradicionalmente muchos siste-mas de
producción.
•
Coordinar la asesoría a productores y promover el establecimiento de sistemas de
producción agrícolas orgánicos y naturales.
•
Propiciar el intercambio de experiencias con organizaciones extranjeras (con énfasis en
el trópico y subtrópico latinoamericano) y con los actores individua-les que trabajen en
agricultura sostenible y desarrollo rural de base.
•
Promover y difundir la importancia de la comercialización de productos orgá-nicos.
A partir de ese momento se llevó a cabo una labor de desarrollo de conciencia a través de
talleres, días de campo, charlas en universidades y centros de investiga-ción, conferencias,
eventos y reuniones participativas con productores, así como mediante la rotación de
•
bibliotecas agroecológicas por diferentes centros de producción, investigación y docencia,
cooperativas agropecuarias y otros organismos interesados.
Al mismo tiempo se llevó a cabo un programa de trabajo con los productores para crear
“Faros Agroecológicos” con el objetivo de promover sistemas de producción sostenibles en
diferentes localidades del país donde se apliquen los conceptos agroecológicos. El proyecto
Faros Agroecológicos se inició en tres CPA en dos municipios de la provincia La Habana y el
área de influencia comprendió más de 150 núcleos familiares y aproximadamente 400
campesinos de base. El mismo fue apoyado por el proyecto SANE (Sustainable Agriculture
Networking and Extension – Red de Agricultura Sostenible y Extensión) del Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y contempló también acciones de capacitación
con la UNAH e Institutos Politécnicos Agropecuarios (IPA). Recientemente se han abierto
siete nuevos faros en UBPC, CCS y CPA de las provincias de Pinar del Río, La Habana,
Ciudad de La Habana, Cienfuegos, Sancti Spíritus, Villa Clara y Las Tunas y se continúan
acciones en los tres faros pioneros de este movimiento.
Los nuevos proyectos que incluyen faros, se ejecutan con apoyo financiero de Pan para el
Mundo de Alemania, Hivos de Holanda y Oxfam América de Estados Unidos. Al mismo
tiempo se han brindado conferencias, encuentros participativos, discusión de videos en los
cursos teórico-prácticos de la Escuela Nacional de la Aso-ciación Nacional de Agricultores
Pequeños “Niceto Pérez” (ANAP) y se han ofrecido cursos y talleres sobre Agroecología y
Agricultura Orgánica en diferentes provincias del país.
El Grupo Gestor de Agricultura Orgánica trabajó mancomunadamente durante estos años con
varios organismos como el MINAG, MINAZ, MINED, MES, CITMA y una fuerte vinculación
con la ANAP y el DECAP. Con estos organismos se trabajó con vistas a la producción y
comercialización de productos orgánicos y también se ha colaborado e interactuado en la
creación de programas de educación, investigación y desarrollo en agricultura sostenible.
En mayo de 1995 y 1997 tuvieron lugar el Segundo y Tercer Encuentros Nacionales de
Agricultura Orgánica, en el Instituto de Ciencia Animal en La Habana y en la Universidad
Central de Las Villas en Villa Clara, respectivamente. En el marco del Segundo Encuentro se
organizaron, en coordinación con diferentes instituciones, actividades tales como un Viaje de
Estudio por distintos lugares del país de pro-motores de Agricultura Orgánica de diversos
países, en especial de América Latina, dos Talleres (Lucha biológica y Laboreo de suelo tracción animal), dos minicursos (Policultivos y Diseño de Sistemas Agroecológicos), el
Encuentro de tres días de duración, así como el II Curso Internacional de Agricultura
Orgánica.
En el Tercer Encuentro, también de tres días, participaron más de 400 personas (180
extranjeros y 240 cubanos). Anterior al evento se realizaron los Talleres: Desarrollo de la
Montaña, Agricultura Urbana y Manejo Ecológico de Plagas. Paralelamente sesionó la
Reunión Internacional del Proyecto SANE, posteriormente otra reunión de la Red de Acción
en Plaguicidas (PAN) y postevento el III Curso Internacional de Agricultura Orgánica. En el
contexto del Tercer Encuentro Nacional se realizó el I Encuentro de Certificadores
Latinoamericanos con el objetivo de conocer las ini-ciativas en la región con relación a la
certificación, identificar puntos críticos del proceso y definir un plan de actividades
orientadas a la búsqueda de alternativas de solución para los problemas más relevantes
detectados para la región.
En cuanto a la labor de capacitación, el CEAS (Centro de Estudios de Agricultura Sostenible)
de la Universidad Agraria de La Habana (UNAH), ha dado inicio a cursos de maestría y
doctorados en Agroecología y desde 1997 comenzó un curso anual a distancia con amplia
participación en todo el país, en lo cual el grupo tam-bién ha colaborado activamente.
También se realizó un curso sobre Certificación de Productos Orgánicos y otro sobre
Producción y Certificación de Café Orgánico, así como conferencias y talleres participativos
con productores. Por otra parte, se coordinó con la Asociación Italiana de Agricultura
Biológica (AIAB) el apoyo de esta en la capacitación en Italia de dos profesionales como
inspectores internacionales en agricultura orgánica, reconocidos por la Comunidad Europea
para realizar dicha función.
La Revista “Agricultura Orgánica” inició su publicación en 1995, con una frecuen-cia
cuatrimestral. El objetivo de la misma ha sido analizar, debatir y difundir dife-rentes aspectos
y avances de la agricultura orgánica, así como toda tecnología de bajos insumos externos con
base agroecológica con fines de sostenibilidad de los sistemas. También divulga problemas
ambientales, sociales y económicos ocasiona-dos por la agricultura convencional en distintas
partes del mundo. Dicho órgano ha tenido muy buena aceptación, tanto por los lectores
nacionales como extranjeros (Monzote y Funes, 1997).
Por otra parte, ha habido un intenso trabajo de intercambio y cooperación, tanto nacional
como internacionalmente. En el ámbito nacional prácticamente todos los miembros del
Grupo proceden o trabajan en los organismos e instituciones que de-sarrollan programas o
tienen vinculación con esta forma de hacer agricultura y tra-bajan conjuntamente en los
proyectos, cursos, publicaciones, organización de eventos y otras vías. En el plano
internacional, además del trabajo en proyectos de colaboración, se ha tenido una activa
participación en eventos internacionales, se han organizado giras de diversas delegaciones
extranjeras por el país, cuyos parti-cipantes suman miles y los cuales han conocido y
difundido posteriormente por todo el mundo las experiencias cubanas en agricultura orgánica
y sostenible. También, delegaciones o especialistas y productores cubanos han llevado la voz
y experiencia de nuestro país en este tipo de agricultura a numerosos países del mundo como
Australia, Bolivia, Colombia, Costa Rica, España, Estados Unidos, Guatemala, Haití,
Holanda, Laos, Malasia, México, Nepal, Nicaragua, Nueva Zelanda, Perú, Sri Lanka,
Venezuela y otros, donde se ha interactuado con miles de personas de esos países y regiones.
El Grupo recibió en 1996 el Premio Saard Mallinkrodt, que fue anunciado en la Reunión de
IFOAM en Copenhage, Dinamarca, por su trabajo de promoción de la agricultura orgánica.
En abril de 1999 el Grupo Gestor de Agricultura Orgánica pasó a formar parte de la
Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (ACTAF) como su Grupo de
Agricultura Orgánica, con lo que ha logrado su oficialización en el país. Actualmente
continúa desplegando su trabajo sobre las mismas premisas de creación y desarrollo de una
cultura agroecológica.
En diciembre de 1999 el Grupo de Agricultura Orgánica, por su labor de divulga-ción y
promoción de la agricultura orgánica, recibió en sesión solemne del Parlamento Sueco, la
honorable Distinción del Premio Nobel Alternativo (Right Livelihood Award) como
reconocimiento a toda esta hermosa obra que es la Agri-cultura Orgánica, y que miles de
hombres y mujeres cubanos desarrollamos día a día, como otra forma de desafiar las
dificultades impuestas por el recrudecimiento del bloqueo económico que ha padecido el país
por más de 40 años.
Bases científico - técnicas y socioeconómicas para el desarrollo de la agricultura
orgánica en Cuba
Desde el inicio del “Período Especial”, comenzaron a repercutir en el país los efec-tos de la
crisis, pero de manera inmediata se inició la reacción y en la actividad agropecuaria fue
fundamental contar con las experiencias obtenidas en el empleo de principios y métodos
orgánicos que diversos centros de investigación venían expe-rimentando desde años
anteriores, así como la posibilidad de rescatar las expe-riencias de los campesinos,
contemporáneas o heredadas de pasadas generaciones que habían sido olvidadas o
desplazadas por la agricultura convencional. La prepa-ración cultural, política y técnica del
pueblo cubano, acumulada durante los años del proceso revolucionario, resultó ser un factor
decisivo para el cambio brusco.
Así, con gran celeridad, el MINAG comienza a aplicar masivamente resultados acaba-dos o en
procesos iniciales de investigación o desarrollo, para lograr atenuar y en otros casos resolver
satisfactoriamente los efectos de la crisis en nuestra agricultura. Por otra parte, otros ministerios
toman medidas jurídicas, económicas, sociales, adaptadas a las nuevas condiciones.
Pronto aparecieron alternativas y se fue creando conciencia en muchos productores de base,
técnicos, investigadores, profesores y dirigentes del sector de que puede hacerse agricultura
con otra visión, a través de la cual se pueden obtener cosechas productivas de manera
económica, protegiendo el ambiente y la naturaleza, sin con-taminar suelos, aguas y aire y
producir alimentos sanos sin excesivos gastos ener-géticos y reducida inversión de capital.
Posterior al inicio del “Período Especial” se produjo un vuelco generalizado en la
investigación, docencia y producción. A través de todo el país se han aplicado resultados
obtenidos en décadas anteriores a los 90 y posterior a esta fecha. Durante esta última etapa se
ha ido demostrando la potencialidad de esas “nuevas técnicas” que han comenzado a dar
solución a muchos problemas críticos que confrontaba la actividad agropecuaria del país, para
lo cual la actividad científico técnica y la experiencia acumulada por nuestros agricultores han
resultado decisivas (Funes et al., 1999).
No obstante, podemos decir que hasta el presente se ha venido aplicando en el país una
agricultura de sustitución de insumos o de conversión horizontal (producción con menos
insumos agroquímicos, técnicas para recuperación de suelos, etcétera), pues aún los
resultados obtenidos de forma aislada no se relacionan bajo una con-cepción agroecológica
del desarrollo agrícola con el objetivo de aprovechar los me-canismos de sinergia. De
cualquier manera, esta fase ha sido y es de gran impor-tancia en la solución de la problemática
actual y crea las bases para ir consolidando la aplicación de la agricultura orgánica en los
sistemas agropecuarios a mayor escala.
A continuación y de forma resumida presentamos algunos de los principales temas de trabajo en
los que se han obtenido resultados de importancia en los últimos años, de los cuales se da una
información detallada en otros capítulos de este libro.
Alternativas para la fertilización orgánica y la conservación de los suelos
Existe un gran volumen de resultados en cuanto al uso de estiércoles, cachaza, abonos verdes,
compost, biotierras, humus de lombriz, residuos de centros de acopio, aguas residuales,
cultivos de cobertura, arrope o mulch, biofertilizantes (Rhi-zobium, Bradyrhizobium,
Azotobacter, Azospirillum, microorganismos solubiliza-dores del fósforo, micorrizas vesículo
arbusculares), entre otros. En general estos abonos orgánicos y biofertilizantes han producido
incrementos de rendimiento, área cubierta, contenido de materia orgánica de los suelos y
mejora de las propiedades físicas de éstos. Por otra parte han sustituido en distinto grado los
fertilizantes quí-micos y requerimientos nutritivos de los cultivos obtenidos anteriormente
mediante aportes externos, así como en algunos casos reducido su demanda hídrica.
En estos aspectos han trabajado diversas instituciones del país, principalmente los Institutos de
Investigaciones Fundamentales en Agricultura Tropical (INIFAT), de Investigaciones Hortícolas
(IIH “Liliana Dimitrova”), de Viandas Tropicales (INIVIT), de Ciencias Agrícolas (INCA), de
Cítricos y Frutales (IICF), de Suelos (IS), de Pastos y Forrajes (IIPF), de Ciencia Animal (ICA),
de Ecología y Sistemática (IES), la Universidad Central de Las Villas (UCLV) y otras
universidades e Institutos Politéc-nicos Agropecuarios (IPA), así como otros centros de
investigación.
Soluciones ecológicas a plagas, enfermedades y malezas
Para la conversión hacia la agricultura orgánica, uno de los retos principales es la eliminación
del uso de plaguicidas. En este sentido, el trabajo realizado por el Ins-tituto de Sanidad
Vegetal (INISAV) del MINAG de Cuba con la creación de una Red Nacional de Centros
Reproductores de Entomófagos y Entomopatógenos (CREE), donde se realiza una producción
“artesanal” y descentralizada de agentes biocontroladores, es una demostración de que es
posible contar con soluciones loca-les ecológicas al ataque de plagas y enfermedades.
Estas prácticas son consideradas por la agricultura orgánica de gran interés para la etapa de
sustitución de insumos y son un ejemplo en el mundo porque han sido desarrolladas
masivamente, lo que ha llamado mucho la atención a científicos y productores orgánicos
extranjeros.
Se trabaja intensamente en el control biológico a partir de la utilización de agentes
entomófagos, entomopatógenos y antagonistas para el control de plagas agrícolas, plantas con
cualidades insecticidas, fungicidas, bactericidas, herbicidas y nemáto-dos parasíticos, entre
otros.
En Cuba se han establecido 276 CREE, de ellos 222 atendidos por el MINAG y 54 por el
MINAZ. También funcionan tres plantas industriales y otra se encuentra en construcción por
el MINAG, todos los cuales prestan servicios a los productores agrícolas del país (Pérez,
1997). Hoy se protegen cerca de 1 millón de hectáreas con la aplicación de medios biológicos
de los cinco millones de hectáreas dedicadas a la agricultura en el país, cubriendo un amplio
rango de cultivos (INISAV, 2000).
También se han destacado en este trabajo centros del MES como la Universidad Agraria de
La Habana (UNAH), el Centro de Referencia para Producciones Biológi-cas del MINAZ,
varios IPA del MINED, CREE vinculados a la ANAP y otros.
Tecnologías de manejo en sistemas de cultivos y animales
Rotación de cosechas y policultivos. Ambos métodos son comúnmente empleados en la
agricultura orgánica y los trabajos realizados han mostrado respuesta positiva especialmente
en cuanto a la utilización de la tierra y rendimientos agrícolas. Diver-sos policultivos han
resultado muy buenos para el mejoramiento de la cobertura y condiciones del suelo, con IET
(índice equivalente de la tierra) desde 1.01 hasta mas de 3.0. Por otra parte ha sido
demostrado el papel que juegan ambos en cuanto al control de plagas y enfermedades
perjudiciales (Hernández et al., 1998; Serrano, 1998), además de asegurar un aporte
sistemático de alimentos para la población.
También son muchos los centros de investigación que se destacan en este trabajo, pero
especialmente la mayor experiencia la han aportado los campesinos de base que nunca
abandonaron estas prácticas.
Sistemas basados en el uso de leguminosas para la alimentación animal, siste-mas
silvopastoriles, sistemas integrados ganadería – agricultura. La producción animal ha sido
una de las ramas más afectadas de la agricultura, ya que en las últimas décadas el desarrollo
de vacunos, aves y cerdos se basó en razas muy espe-cializadas, altamente productivas, en
sistemas intensivos basados en abundante con-sumo de alimentos concentrados. Sin embargo,
esos animales eran altamente vulne-rables a cualquier variación en su modelo de dieta,
manejo, etc. y mucho más a cambios drásticos, producto de lo cual los índices productivos y
reproductivos se vieron reducidos, principalmente la producción lechera. Obviamente, el daño
fue mayor en las zonas del país más “desarrolladas” y menor en aquellas adaptadas a trabajar
con menos recursos.
Como es lógico, la recuperación en la producción animal es mucho más lenta que en la
agrícola. Sin embargo, se han dado pasos para retornar razas y cruces más rústicos en todas
las especies, cría a campo en parte de las aves y cerdos, empleo de dietas con recursos
nacionales, uso de leguminosas en bancos proteicos y silvopastoreo en ganado vacuno,
diversificación e integración con otras producciones en la finca y otros (Muñoz, 1997;
Monzote y Funes-Monzote, 1997). Se han destacado en estos trabajos los Institutos de Pastos
y Forrajes (IIPF), de Ciencia Animal (ICA) y la Estación Experimental de Pastos y Forrajes
“Indio Hatuey”, entre otros.
Técnicas ecológicas para el laboreo y conservación de suelos
Los estudios de suelos, partiendo de su mapificación detallada y las investigaciones sobre
exigencias y necesidades nutricionales de los cultivos, han permitido estable-cer un Servicio
Nacional para el uso y manejo de las tierras agrícolas.
En relación con el manejo, conservación y recuperación de suelos compactados, salinizados,
erosionados, entre otras degradaciones, los Institutos de Investigaciones de Suelos (IIS) y de
Mecanización Agropecuaria (IIMA) del MINAG, así como el Centro de Mecanización
Agropecuaria de la UNAH, han desarrollado diferentes alternativas.
Existen suficientes conocimientos por parte del personal técnico cubano, en lo que respecta a
conservación y recuperación de suelos. Técnicas orgánicas, como la utili-zación de barreras
vivas, coberturas con pastizales adaptados a los condiciones donde se trabaja, así como
curvas de nivel, entre otras, son utilizadas en estos casos. Sin embargo, aun queda mucho por
hacer en este sentido (Durán, 1998; Riverol, 1998).
Hoy se cuenta con un sistema de labranza conservacionista, que comprende nume-rosas
técnicas desarrolladas totalmente en el país sobre bases científicas y que tienen incorporado
también el acervo y la experiencia práctica del campesino cubano.
Programas exitosos basados en el empleo de la agricultura orgánica
Agricultura urbana
A inicios de los años 90 surge un fuerte movimiento de agricultura urbana, a través del cual
miles de familias producen alimentos mediante métodos orgánicos, ayudan-do de manera
importante a la canasta familiar del cubano. Se desarrollan distintas modalidades como:
organopónicos, huertos intensivos, parcelas y patios, fincas sub-urbanas, autoabastecimientos
de empresas y organismos, cultivos domésticos y otros (Companioni et al., 1997).
En este programa se demuestra el valor de las técnicas orgánicas. Esta agricultura en las
ciudades es la que posiblemente se acerca mas a sistemas integrados agroecoló-gicos, debido
en primer lugar a la prohibición del uso de químicos por su proximi-dad a grandes
poblaciones. El Programa Nacional de Agricultura Urbana, que llega a todos los rincones del
país, ha estado dirigido por el INIFAT y ha contado con la colaboración, en mayor o menor
grado, prácticamente de todos los centros de in-vestigación, docencia y producción
agropecuaria del país y desde los niveles de base hasta la nación, aunque sus principales
protagonistas son los agricultores que día a día con su esfuerzo y el de sus familias han
llevado adelante este movimiento. Este programa tiene hoy día un peso significativo en la
producción hortícola nacional y en su consumo por la población
Popularización del arroz
La producción popular de arroz (alimento principal en la dieta cubana) surgió de forma
espontánea como consecuencia de las restricciones económicas sufridas. Este programa de
producción de “arroz popular” consiste en producir este cereal en pe-queñas parcelas para
garantizar el consumo familiar y la venta de los excedentes, lo que constituye una fuente
importante de ingresos. Estas producciones han sido un factor determinante para la presencia
estable del estimado grano en los agromerca-dos, con precios aceptables (Socorro et al.,
1997).
Ante el auge de este movimiento, el MINAG tomó la decisión de organizar y darle un soporte
técnico a esta alternativa de producción sostenible, cuyo programa ha encabezado el Instituto
de Investigaciones del Arroz (IIA).
Plantas medicinales
En 1992 se comienza en el país la producción de plantas medicinales de forma orga-nizada,
aunque existía una tradición popular respecto a su utilización. Esta decisión responde a las
tendencias en auge de retomar el empleo de la medicina verde para la prevención o cura de
determinadas afecciones y también para cubrir el déficit de me-dicamentos como
consecuencia del “Período Especial”.
Este programa comenzó como iniciativa del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR), pero hoy día se ha organizado como una producción conjunta del
Ministerio de Salud Pública (MINSAP) y del MINAG, este último se encarga de producir y
secar la masa vegetal y el primero procesa, elabora y dis-tribuye los medicamentos a su red de
farmacias y hospitales.
En la actualidad existen 13 fincas provinciales y 136 módulos municipales con 700 ha de
plantas medicinales bajo sistemas orgánicos de producción. La producción actual de plantas
medicinales, condimentos y colorantes es de 1 000 t anuales, con perspectivas de
incrementarse en los próximos años.
Otros programas en desarrollo
Producción de Azúcar Orgánica
En la actualidad se desarrollan las primeras experiencias sobre producción de azúcar
orgánica. La más avanzada se realiza en un pequeño central azucarero perteneciente a la
Universidad Central de Las Villas, que ha comenzado a producir a escala piloto en un
esfuerzo conjunto con la firma alemana Naturkost und Naturwaren y el apoyo técnico
especialmente en certificación por parte de la AIAB de Italia.
Se dan pasos iniciales para comenzar producciones orgánicas en Complejos Agro-industriales
(CAI) del MINAZ y el primero en hacerlo será el CAI “Carlos Baliño” de Villa Clara, que por
primera vez fabricará a escala comercial unas 3 000 toneladas de azúcar orgánica o ecológica.
Según los planes, se crearán condiciones para que en cada provincia haya, por lo menos, un
central azucarero produciendo este tipo de azúcar en los próximos años (Varela-Pérez, 2000).
En estos sistemas productivos se utilizan prácticas orgánicas o ecológicas que incluyen el cultivo
intercalado o en rotación de la soya y otras leguminosas, control de plagas con medios biológicos,
uso de biofertilizantes, compost, cachaza, abonos verdes y otras.
Fruticultura Orgánica
Muchas de las plantaciones de frutales en el país, alrededor de 32 mil ha, han sido cultivadas
sin el uso de agroquímicos durante la última década. En estas áreas se ha iniciado un
programa de selección de plantaciones con posibilidades de recupe-ración de su potencial
productivo y se ha comenzado su proceso de conversión a orgánicas.
Cítricos: En 1997 se inició un programa de producción de fruta y jugos orgánicos a partir de la
selección y conversión de áreas comerciales. En la actualidad existen áreas en conversión en
empresas citrícolas de las provincias La Habana, Cienfuegos, Ciego de Ávila, Granma,
Guantánamo y en el municipio especial Isla de la Juventud (ACTAF, 2000), donde se están
desarrollando proyectos con organizaciones extran-jeras, con la asesoría técnica del Instituto de
Investigaciones de Cítricos y Frutales (IICF) y participación del IIPF.
Otros frutales: Con el auge creciente del turismo se potencia el desarrollo de los frutales en
condiciones sostenibles y una alternativa muy atractiva la constituye el fomento de fincas
ecológicas para el consumo directo de las frutas tropicales. Ya existen en el país más de cinco
proyectos con este objetivo con apoyo de la Orga-nización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO) y algunas ONG. Por otra parte, se incursiona en el mercado
de productos orgánicos para la exportación de coco (Cocos nucifera), existiendo 300 ha en
conversión.
Está en perspectiva el desarrollo de áreas de piña (Ananas comosus) y de mango (Mangifera
indica) orgánico, así como la utilización de compost fabricado a partir de residuales sólidos de
las plantas industriales de cítricos (5 plantas) enriquecidas con cachaza y biofertilizantes (IICF,
2000).
Café y cacao: Existe demanda en el mercado internacional de café (Coffea arabica) y cacao
(Theobroma cacao) orgánicos, en tal sentido se ha iniciado un proyecto de conversión de
áreas de estos cultivos en el país. En el cultivo del cafeto existen se-leccionadas 3 000 ha en el
macizo montañoso oriental de las provincias Guantánamo y Santiago de Cuba. Se estima
producir 150 t con destino a Europa. Existe 1 500 ha de cacao en fase de conversión en la
provincia Guantánamo con posibilidades de obtener alrededor de 200 t en los primeros años.
Actualmente la Estación Nacional de Café y Cacao (ENCC) trabaja en la capacitación del
personal técnico y en la implementación para el desarrollo de estas producciones orgánicas
(ENCC, 2000).
Divulgación, educación, capacitación e investigación
El rápido tránsito hacia una agricultura sostenible llevó a las universidades cubanas,
encabezadas por el ISCAH (actualmente UNAH), a desarrollar cursos y actividades para
formar y actualizar a sus graduados en una orientación agroecológica, sustitu-yendo la
enseñanza en tecnologías de altos insumos por otras de más conocimientos y habilidades. El
Centro de Estudios de Agricultura Sostenible (CEAS) de la UNAH, lleva a cabo un sistema
integral que incluye cursos cortos, entrenamientos prácticos, un Diplomado a Distancia sobre
Agroecología y Agricultura Sostenible, una Maestría en esas materias y el Doctorado en
Agroecología (García et al., 1999).
En la capacitación de dirigentes ha sobresalido la de líderes campesinos, que en nú-mero de
miles han iniciado o ampliado sus conocimientos sobre agroecología en la Escuela Nacional
del ANAP “Niceto Pérez”, cuestión que propicia un fuerte impul-so a sus respectivas
cooperativas y organismos de base. Ha resultado muy prove-chosa la metodología campesino
a campesino con perfil altamente participativo, en lo cual se destacan acciones organizadas
por la agricultura urbana, así como las que conduce la ANAP con apoyo del Departamento de
Coordinación y Asesoría de Proyectos (DECAP) del Consejo de Iglesias de Cuba (CIC)
(Sánchez y Chirino, 1999).
Según García (1999), otros actores principales en la capacitación agroecológica en Cuba han
sido: los centros de investigación, los IPA, la Asociación Cubana de Pro-ducción Animal
(ACPA), el Grupo de Agricultura Orgánica, los Faros Agroeco-lógicos, los profesores e
investigadores de todos los niveles y los agricultores de base, que cada día se han ido
adentrando más en este tipo de agricultura y son excelentes promotores y divulgadores de la
misma. A las miles de personas que se capacitan a través de vías más formales, se unen otros
cientos de miles de agri-cultores capacitados por el MINAG, MINAZ y la ANAP, donde se
emplean diversas técnicas y formas de enseñanza informales (Monzote, 1999).
En lo referente a la investigación, el CITMA ha dado prioridad en éstos últimos años a la
experimentación sobre esta temática, mediante la aprobación de diferentes pro-yectos sobre
diversificación, agroecología, integración agricultura/ganadería, agri-cultura orgánica y
sostenible, etc. En muchos casos estos han recibido apoyo extra a través de financiamiento de
organizaciones de cooperación internacional, lo cual ha dado respaldo a su ejecución. Casi
todos los centros de investigación del MINAG, MINAZ, MES, del propio CITMA, además de
universidades, politécnicos y otros vinculados a la actividad agropecuaria han estado
involucrados en mayor o menor grado en estos programas que han arrojado resultados muy
importantes para su aplicación en la agricultura del país.
En cuanto a la divulgación, también el trabajo se ha intensificado en los últimos años, que han
sido prolíficos en la edición de materiales como revistas, libros, folle-tos, plegables, notas de
prensa, programas radiales y televisivos y otras acciones que han apoyado esta nueva
concepción de la agricultura cubana. Es de señalar algunos de los esfuerzos realizados como
la publicación de la Revista “Agricultura Orgá-nica”, de la Revista “Se Puede” del Grupo de
Permacultura de la Fundación de la Naturaleza y el Hombre, el programa “De Sol a Sol” del
MINAG y el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) y varios programas radiales que
han llevado el mensaje agroecológico a nuestro pueblo. Queremos resaltar la labor educativa
que realizó durante muchos años a través del programa “Hoy mismo” de la TV Cubana, el
siempre recordado activista del movimiento orgánico cubano, Profesor Manuel Alvarez
Pinto, fallecido recientemente (Funes et al., 1999).
Por último, debe mencionarse el apoyo en colaboración y apoyo internacional recibido en
estas fases iniciales de la educación, investigación y divulgación agroe-cológicas por parte de
diversas organizaciones, entre las cuales citaremos a la FAO, Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD), Federación Interna-cional de Movimientos de Agricultura
Orgánica (IFOAM), Movimiento Agroecoló-gico Latinoamericano (MAELA), Consorcio
Latinoamericano para el Desarrollo (CLADES), FOOD FIRST, AIAB, Pan para el Mundo
(PPM), OXFAM, HIVOS, CERAI, CEDECO y otras. También es de significar que profesores,
investigadores y productores cubanos han transmitido sus conocimientos y experiencias sobre
este tema en diferentes países en especial latinoamericanos y de otras regiones del mundo.
El reto del presente y el futuro
La aplicación de la agricultura orgánica y la agroecología no es solo un cambio de modelo
tecnológico sino también de concepción agrícola. Este proceso en lo parti-cular implica una
transformación de la conciencia social, acorde con el contexto en que se desarrolle.
La agricultura orgánica y la agroecología pueden insertarse en el contexto socio-económico
cubano ya que en general este tipo de agricultura mantiene una posición revolucionaria, sus
principios se oponen a la globalización despiadada representada por el neoliberalismo y se
sitúa a favor de una globalización justa, humana y soli-daria, sin dependencia de las
transnacionales (autosuficiencia), no daña el ambiente, reduce intermediarios, desarrolla
conciencia de productores y no solo de consumi-dores, aplica conocimientos y no paquetes
tecnológicos, es aliada de la naturaleza y considera al agricultor una unidad cultural y no
productiva.
Desde el punto de vista social, Cuba cuenta con condiciones favorables para de-mostrar las
posibilidades de la agricultura orgánica y lograr sistemas agrícolas soste-nibles (Monzote y
Funes, 1997) como:
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•
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•
•
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•
Demanda de productos de la agricultura por parte de la población
Suficiente personal calificado vinculado a la actividad agrícola
Experiencia en el trabajo comunitario
Estructuras administrativas y sociales que apoyan la autosuficiencia alimentaria
Medios de difusión oficiales que propician campañas favorables en beneficio del pueblo
Resultados experimentales que se pueden adaptar al nuevo modelo
Retorno de muchas personas al campo en los últimos años
Organizaciones que tienen como objetivo principal crear cultura agroecológica
Como se conoce, a la producción orgánica no se llega a través de un cambio drástico, variando
bruscamente el sistema productivo anterior en todo el país como ocurrió en Cuba debido a las
circunstancias económicas, sino generalmente a través de un proce-so paulatino de conversión.
Cuba cuenta con condiciones para continuar perfec-cionando sus producciones con menos
insumos teniendo en cuenta las condiciones específicas de cada lugar, cultura, propósito
productivo y factibilidad técnico-económica y para hacer una conversión más rápida
especialmente en algunas producciones como el café, cítricos y frutales frescos o procesados,
azúcar y miel de abejas. No obstante, como problema estratégico y práctico, mantendrá sistemas
agropecuarios convencionales e irá insertando los sistemas orgánicos y agroecológicos.
Las condiciones económicas actuales de bajo capital en divisas, también favorecen la puesta
en marcha de la agricultura y comercialización orgánicas, si se tiene en cuenta el alto costo
que ocasiona continuar desarrollando la agricultura convencional.
No obstante, debe tenerse en cuenta que un producto no puede certificarse y comer-cializarse
como orgánico si para su obtención no se han seguido las normativas establecidas para este
tipo de agricultura. Por tanto, se hace necesario, para el futuro inmediato, desarrollar una
política al respecto, la cual ya se ha iniciado, donde se tenga en cuenta: definir las normativas
y regulaciones legales que controlen estas producciones; crear certificadora cubana; realizar
estudio de mercado para definir prioridades y posibilidades dentro y fuera del país y realizar
diagnóstico por cultivo. La necesidad de crear un sistema de certificación para las
producciones orgánicas deberá estar enfocada, en primer lugar, a desarrollar la conciencia
nacional hacia el consumo de estos productos por su unión indisoluble con el cuidado de la
salud y del medio ambiente, así como por su independencia de las trasnacionales.
Habiendo ya dado los primeros pasos en el país con la aplicación de una agricultura exitosa
de sustitución de insumos, el reto del futuro es desarrollar sistemas agrope-cuarios más
complejos que combinen de manera armónica y coherente, la agricul-tura, la ganadería, el
componente forestal y otros subsistemas, basados en métodos orgánicos y sostenibles, para
lograr mecanismos sinérgicos y consolidar los sistemas agroecológicos como un escalón
superior de nuestro quehacer agropecuario.
Al respecto existen resultados experimentales y la experiencia empírica de campesinos que han
practicado tradicionalmente la agroecología en sus fincas, donde usualmente integran animales,
cultivos, árboles frutales y maderables, reciclan residuos, emplean tracción animal y la energía
eólica entre otros métodos (SANE, 1999).
Será necesario también, continuar los programa de investigación y desarrollo para documentar
cada día más las posibilidades de la agricultura orgánica y la agroe-cología; aplicar metodologías
más eficaces para la promoción; intensificar la divul-gación; perfeccionar y apoyar la
capacitación, así como buscar vías de colaboración externa.
A su vez, no debe perderse la dinámica de trabajo en todas aquellas personas e insti-tuciones
que, conscientes de la importancia del cambio de paradigma agrícola, cono-cen las amenazas
que enfrenta esta concepción ante la posibilidad de disponer nuevamente de insumos, ya que
todavía en el sector agropecuario muchos produc-tores aplican técnicas orgánicas por
necesidad y no por conciencia.
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Programas nacionales de investigación
CITMA 1996 – 2001
2
Producción de alimentos para la población por métodos sostenibles. 63 proyectos y 40
instituciones científicas y universidades. Objetivo: Alcanzar rendimientos superiores a la
media general en cultivos como arroz, granos, viandas y horta-lizas con menos insumos y
sobre la base de no dañar el ambiente y los recur-sos naturales, y que al mismo tiempo
resulten rentables a los productores.
3 Producción de alimento animal por vías biotecnológicas y sostenibles. 35 proyectos y 10
instituciones científicas y universidades. Objetivo: Desarrollar sis-temas o tecnologías de
producción animal diversificadas y sostenibles desde el punto de vista ecológico y económico,
basados en el uso de alimentos autóctonos y no convencionales y cuya aplicación posibilite
incrementos de leche y carne.
4 Desarrollo sostenible de la montaña. 60 proyectos y 38 instituciones científicas y
universidades. Objetivo: Diseñar, poner en práctica y evaluar modelos socioeconómicos
sostenibles en los ecosistemas montañosos que tengan en cuenta la participación local y
el manejo racional del medio am-biente y que permitan brindar alternativas que
contribuyan a la transforma-ción, consolidación de la economía, el desarrollo social a
nivel comunitario y la estabilidad de la población.
Fuente: Base de datos Gerencia de Programas y Proyectos Priorizados. CITMA, 2000
EL SECTOR AGRARIO Y LA SEGURIDAD ALIMENTARIA
Marcos Nieto1 y Ricardo Delgado2
1 – Grupo Negociador Ministerio de la Agricultura (MINAG)
2 – Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (ACTAF)
S
i se hiciera un recuento de las cuatro primeras décadas de la Revolución Cubana,
tendría que inscribirse, en el terreno de la atención del Estado a la disponibilidad de
alimentos, un saldo indudablemente positivo.
La prioridad dada al tema y la planificación centralizada han permitido otorgar la
adecuada atención a las necesidades alimentarias de la población, aunque, por una parte, los
resultados versus las expectativas hayan presentado alguna brecha, y por otra, las condiciones
climáticas y el desarrollo productivo hayan también mantenido diferencias territoriales en la
satisfacción.
Panorama general de la situación económica
Ya en la segunda mitad de los años 60, la economía cubana alcanzó adecuados niveles de
desarrollo, con ritmo de crecimiento medio anual del Producto Interno Bruto (PIB) por
habitante superior al 2.5%.
Los esfuerzos de todos estos años precedentes permitieron el establecimiento de capacidades
industriales, el montaje de una infraestructura base –carreteras, aeropuertos, puertos y
puentes– y la calificación de los recursos humanos, pilares en que se ha basado el
desenvolvimiento económico del país y, a la par, antecedentes de las actuales estrategias.
A finales de los años 80 el gobierno cubano, en recuento crítico de su política eco-nómica,
decide, en consulta abierta, iniciar una nueva etapa de transformaciones que se dio en
conocer como de “Rectificación de Errores y Tendencias Negativas”. Fueron objeto de
debate, la reidentificación de los sectores claves, el diagnóstico de los problemas que
impedían crecer por la vía de la eficiencia, el reconocimiento de la necesidad de nuevas
formas de propiedad.
Sin tiempo para completar las nuevas políticas, se produce la abrupta desaparición del campo
socialista en Europa del Este, que impone a Cuba graves consecuencias en las relaciones
económicas externas, ocurren la brusca reducción del intercambio comercial y desaparición
de los créditos, en condiciones blandas para las inversiones vinculadas al desarrollo
estratégico.
En el primer caso, entre 1989 y 1993 las importaciones decrecieron en un 75% y las
exportaciones en un 79%. Son en este terreno muy sensibles, las pérdidas por el deterioro de
los precios de las principales exportaciones cubanas. En el segundo caso, se paralizaron total
o parcialmente numerosas inversiones sin posibilidades de completamiento, que
inmovilizaron cuantiosos recursos empleados, de consecuen-cias irreparables. Esto provocó
de una parte, la semiparalización de la39economía a consecuencia de la interrupción del
suministro de las materias primas, combustible y piezas de repuesto y de otra parte, fuertes
recortes en la alimentación y los servicios a la población. Este período aún no superado, se le
ha llamado Período Especial.
El déficit presupuestario en 1998 alcanzó la cifra de 559.7 millones de pesos (MMP) y
aunque la magnitud de la liquidez en poder de la población estuvo muy por encima de las
necesidades de la circulación, no llegó a ser tan crítica como en el año 1993 donde
representaba 15.4 meses de salario sin respaldo productivo.
Fueron igualmente fuertes las restricciones de las relaciones externas, con gran escasez de
divisas e irregular situación de las finanzas con un creciente endeudamiento. La disposición
sólo de créditos financieros a corto plazo y altas tasas de interés, sin existencia de créditos
para el desarrollo y con el incremento del bloqueo económico hacia Cuba, completa la
descripción del escenario donde nos encontramos.
Fueron implementadas entonces varias medidas para:
•
Atención preferencial de las actividades que producían fondos exportables, sus-titución de
importaciones y aquellas otras que propiciaban las ventas en divisas de productos y servicios
en frontera, tanto para el desarrollo turístico como para la presencia del capital extranjero
•
Ahorro y restricciones del consumo energético
•
Prioridad a la producción agroalimentaria
•
Apoyo al desarrollo de la industria médico-farmacéutica y biotecnológica
Estas, entre otras medidas, conformaron los puntos vitales para las transformaciones de todos
estos años. Estudiando vías para llevarlas a cabo y con un amplio proceso de consulta
popular, Cuba enfrentó una profunda reestructuración para la salida de la crisis, con alcance a
cambios funcionales y estructurales, adaptándose a la rea-lidad del mundo actual para la
inserción definitiva en el mercado internacional.
La estrategia diseñada ha conducido a una recuperación, discreta pero asentada, que detuvo
la recesión en 1994, con un ligero incremento del PIB del 0,7%, tuvo un segundo ascenso en
1995 para las primeras señales de fortalecimiento (2,5%) y llevó al crecimiento pronosticado
en el Plan Económico del año 1999, de 4,2%.
Al analizar las medidas tomadas y sus resultados, se tiene una idea de la situación actual de la
economía cubana, a siete años del inicio de sus reformas más profundas. La reestructuración
de los vínculos económicos externos tiene reflejo, como primer punto, en la fuerte
reorientación de las relaciones de intercambio que han tenido lugar. El mayor peso lo alcanza
América Latina y Canadá, seguidas de las regiones europeas y asiáticas. Un segundo punto lo
constituye la descentralización del comercio exterior, donde se triplica la cifra de entidades
que ejecutan directamente su comercialización. Las exportaciones de mercancías, que
comenzaron a recu-perarse en 1994 (con 15.6% de crecimiento), se comportaron igualmente
favorables en 1995 con 12.5%. Ya en 1998 las exportaciones alcanzaron el 15.8% del PIB.
Ha jugado también un papel importante la inversión extranjera en el logro de nuevos
mercados, y en la elevación de la competitividad de las producciones cubanas con la
inserción de tecnologías y capitales.
Tanto la apertura al capital extranjero como la descentralización del comercio exterior, son
dos elementos del nuevo orden económico, aunque no los únicos. El capital extranjero,
considerado como agente económico desde 1983, se refuerza en los cambios constitucionales
de 1992 y se arraiga legalmente en la política económica, con nuevos procedimientos y
amplias garantías explícitas en 1995.
Los cambios conceptuales que anulan el monopolio del Estado en el comercio exterior y
conceden los vínculos directos a entidades cubanas y de capital mixto, son parte del estilo del
sistema económico que se despliega a partir de la reestructura-ción del aparato estatal para la
descentralización, desburocratización y flexibiliza-ción de sus acciones.
La contracción del aparto central que se inicia en abril de 1994, (de 50 a 32 orga-nismos)
tiene por supuesto fuertes efectos en la simplificación funcional, el perfec-cionamiento de la
planificación y control sobre bases financieras y la implantación de una nueva cultura de
gestión.
La continuación y extensión del proceso de reestructuración estatal alcanza ahora los niveles
de base en dos sentidos: Uno, el proceso de redimensionamiento industrial dirigido a la
reorganización de flujos de producción, adecuación de capacidades, concentración de
eficiencia y ajuste de tareas. El otro, el perfeccionamiento empresarial para abarcar el orden
de las relaciones contractuales, la autonomía de funcio-namiento y la autosuficiencia
económica.
El desenvolvimiento de las empresas mixtas, la autorización de importación directa, el
crecimiento del turismo, el surgimiento de los esquemas de financiamiento, el aumento de las
remesas que se reciben de familiares en el exterior y los sistemas de estímulos en moneda
libremente convertible (que abarcan a más de un millón de trabajadores), fueron diferentes
vías para estimular el movimiento de divisas en el país, que precisaron de la despenalización
del uso y tenencia de esa moneda.
En los cambios organizacionales, el de la nueva estructura de la propiedad agraria fue
realmente el de mayor trascendencia. En breve lapso de tiempo se añadieron a los
relativamente escasos conglomerados de cooperativistas y privados existentes, una masa de
nuevos cooperativistas y campesinos, hacia donde se trasladó el 42.3% de las tierras
agrícolas del Estado. En suma, hoy día el 67.3% de la superficie agrícola está en manos de
productores no estatales, lo que representa el 40.7% de la superficie total del país.
Lo que fueron grandes extensiones de tierra de cientos de granjas o empresas estatales, se
agrupan hoy en casi 3 000 Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), con la
entrega en usufructo gratuito de la tierra. Por otra parte se de-sarrollan nuevas formas de
estímulo a la producción, se incentiva la agricultura tradicional en los cultivos que no pueden
ser atendidos por el modelo tecnológico anterior a consecuencia de la falta de recursos
importados y se entregan fincas y parcelas de tierra a miles de familias, para los cultivos de
café (Coffea arabica), cacao (Theobroma cacao), tabaco (Nicotiana tabacum) y otros. Ello ha
fortalecido el sector, con la recuperación de una población rural perdida y ha hecho posible el
crecimiento de la actividad agropecuaria.
Se mantienen contratos de compra con el Estado para todos los productores, lo que garantiza
la distribución de productos normados que constituyen una canasta básica mínima para toda
la población. En 1994 se creó el mercado agropecuario que funciona a precios de oferta y
demanda, el que ha resultado un complemento de la alimentación y un incentivo a los
productores, al cual concurren después de cumplir el compromiso estatal.
El funcionamiento del mercado no es solo de estímulo para los campesinos y coope-rativistas,
sino también para los obreros agrícolas de las granjas estatales, pues tienen por esta vía la
posibilidad de crecer los ingresos de sus entidades incremen-tando la rentabilidad y de
participar en las ganancias.
La reanimación de la producción, el incremento de los servicios y la apertura de los mercados
agropecuarios y de artículos industriales se combinaron para la extracción del dinero en
circulación, permitiendo la revalorización del peso cubano como moneda oficial. De una
cotización en el mercado informal de 150 pesos por dólar a principios de 1994, es de 20 por
uno a finales del 1999.
Estas medidas y otros ajustes junto al crecimiento sostenido de la producción en los últimos
años hacen que el déficit de unos 1500 MMP en 1993, se reduzca suce-sivamente a cerca de
1 420 MMP en 1994, 765.5 MMP en 1995, 580 MMP en 1996 y 268 MMP en 1998. Este
último constituye alrededor del 2% del PIB, cuando llegó a ser el 33% en 1993.
Situacion de la seguridad alimentaria en el país
La producción agrícola y forestal
De la superficie total de Cuba, ascendente a 11 millones de hectáreas (MMha), 6.7 MMha son
cultivables, de la cuales, al cierre de 1998 aproximadamente 4.5 MMha estaban cultivadas.
De la superficie no agrícola unas 2.6 MMha tienen vocación fo-restal y el resto se dedican a
reservorios de agua (0.4 MMha) en la infraestructura civil. Esto último representa más del 90%
de la capacidad de embalse de agua del país.
El potencial hidráulico para la agricultura ha mejorado sustancialmente en los últi-mos años a
partir de un amplio programa de construcción de presas y micropresas, que conjuntamente
con un adecuado manejo y explotación de las aguas subterrá-neas, permite disponer de 5 500
millones de m3 de agua por año para el regadío y el abasto al sector agrícola no cañero, con un
área bajo riego de unas 564 M ha.
A pesar de los avances conseguidos entre las décadas de los años 60 y 80, la agri-cultura
cubana no alcanzó el nivel de desarrollo requerido para proporcionar su-ficientes y variados
alimentos a la población. Por ello, el país llegó a finales de los años 80 a importar
aproximadamente el 50% de sus necesidades básicas, tanto para el consumo humano como para
la producción de piensos para la alimentación animal
La situación que enfrentó el país desde los inicios de los años 90, ha tenido un impacto muy
fuerte de carácter recesivo en los volúmenes de producción agrope-cuaria, debido a la
disminución de la capacidad de compra de insumos, como com-bustibles, fertilizantes,
plaguicidas, maquinarias y otros indispensables para aquel modelo de producción agrícola.
Sin embargo, en tan difíciles condiciones se ha lo-grado elevar la producción agrícola en
algunos cultivos.
Los principales rubros de la producción, comparando los resultados alcanzados en 1998 y
1989, presentaron el siguiente balance:
Producto
Raíces y tubérculos
Hortalizas
Frijoles
Arroz, cáscara húmedo
Cítricos frescos
Otros frutales
Leche de vaca
Huevos
Carne bovina
Carne de ave
UM
1989
1998
Mt
Mt
Mt
Mt
Mt
Mt
MML
MMU
Mt
Mt
972.6
610.2
14.1
536.4
825.7
218.9
1131.3
2672.6
289.1
142.8
1107.1
702.9
25.5
337.9
655.6
112.3
697.7
1621.1
137.3
37.4
98/89, %
114
116
181
63
79
51
62
61
48
26
En términos de volumen total, la producción agropecuaria experimentó un descenso en
algunos rubros con un carácter mucho más agudo en los productos portadores de proteínas
como la leche, carne y huevos y donde las posibilidades de recuperación en el corto plazo
estarán en dependencia de que mejore la situación económica general del país. Sin embargo,
se han logrado incrementos significativos en la pro-ducción de raíces, tubérculos y hortalizas
en los últimos años.
Durante los años de estabilidad económica y fomento de la producción agrícola, se llegó a
niveles considerablemente altos, pero aún insuficientes para satisfacer las necesidades. De ahí
la iniciativa y decisión política de la dirección de la Revolución de llevar adelante el
Programa Alimentario Nacional (PAN) que se vio seriamente interrumpido al entrar el país en
situación de Período Especial.
Las condiciones anteriores a la etapa presente, no exigían que se incluyeran las pro-ducciones
de parcelas, patios y otros tenedores, por su poca significación. En las condiciones actuales
ello es un imperativo, por su importante papel ya que en el sector urbano se produjo en 1999
mas de 800 Mt de productos agrícolas, fundamen-talmente hortalizas. La no inclusión de
estas magnitudes subvalora la disponibilidad de alimentos en el caso de los productos
agropecuarios, lo que se considera particu-larmente importante a partir de 1994.
La disponibilidad de materias primas para la producción de piensos en la avicultura, se ha
reducido en más de un 30% y los suministros recibidos, además de insuficien-tes llegan con
poca estabilidad, teniendo en ocasiones que recurrirse a dietas de sostenimiento y no de
producción para mantener viva la masa en espera de solu-ciones más estables. Como
consecuencia, la producción de huevos, que histórica-mente había constituido la fuente
principal, abundante y estable de proteínas para la población, disminuyó en el 23% en el
quinquenio 1991-95, reduciéndose en el 55% comparados con los años de máxima y mínima
producción, con una equivalencia de 493.1 millones de huevos menos. Por su parte, la
producción de carne de aves se redujo desde 142.8 Mt en 1989, hasta 37.8 Mt en 1998, con
grandes pérdidas en eficiencia al tener que sacrificar animales sin los pesos mínimos
establecidos por inestabilidad e inseguridad en la composición y cuantía de las dietas.
La producción de leche que llegó a alcanzar en 1989 la cifra total de 1 131.3 MML (sector
estatal + no estatal) se redujo a menos de la mitad, a causa de que la produc-ción estaba
asentada básicamente en una ganadería de leche con alta existencia de ganado HolsteinFriesian y sus cruzamientos, muy buen productor con dosis suple-mentaria de alimentos, pero
susceptible a condiciones adversas. En el último período se ha logrado un modesto
incremento que aún dista mucho de las producciones logradas en la pasada década. La falta
de alimentos para el ganado vacuno, así como la carencia de otros insumos, unido a criterios
tecnológicos aplicados para su explotación, determinaron que la masa vacuna disminuyera
entre 1989 y 1998, con un efecto directo sobre la producción de carne de vacuno, que bajó
desde 289.1 Mt en 1989 hasta 137.3 Mt en 1998, en lo cual influyó además la necesidad de
dedicar miles de animales machos a adiestrarlos como bueyes para tracción animal.
La producción de viandas y hortalizas experimentó entre 1989 y 1994 una reducción del
10%. Esto afectó más a las hortalizas por su alta dependencia de insumos impor-tados
(fertilizantes y pesticidas), afectándose la producción en un 34% para este período (de 610.2
Mt en 1989 a 402.3 Mt en 1995), mientras que las viandas lograron un incremento productivo
del 5%, debido fundamentalmente a la recupera-ción del cultivo de la papa, que alcanzó una
producción de 281.6 Mt en 1995, cercana al récord histórico de 307.3 Mt en 1985. Sin
embargo, entre 1994 y 1998 se han ido incrementando estas producciones lográndose un
104% de incremento en 1998 con respecto al año 1989. En 1999 la producción de raíces y
tubérculos creció considerablemente, alcanzándose la notable cifra de 2 272.2 Mt de viandas
(raíces y tubérculos) y hortalizas, lo que significa el 143% y el 125% con respecto a lo producido en ambos rubros en 1989 y 1998, respectivamente.
La decisión de incrementar la producción del plátano de manera rápida mediante un
programa con la aplicación de alta tecnología, como el riego con micro aspersores
(“microjet”) en sus diversas formas, para alcanzar altos rendimientos y suministrar el
producto en forma estable todo el año, se interrumpió bruscamente por la falta de insumos
esenciales como fertilizantes y combustible para el regadío. En términos numéricos, la
producción de plátano bajó en 1995 a 400 Mt, habiendo alcanzado un máximo de 515 Mt en
1992.
Dentro de la estrategia del PAN un lugar importante lo ocupaba la producción de carne de
cerdo, concebida en un programa de desarrollo a mediano plazo con el establecimiento de
una red de centros integrales porcinos de alta productividad en todo el país. Este programa
también fue interrumpido por la falta de alimentos con-centrados, subproductos agrícolas y
desperdicios de alimentos.
Por el papel que juega en la dieta de la población cubana, el arroz ha sido quizás el producto
más sensible dentro del marco de dificultades que aquí se examinan. Para suplir los déficits
de la producción local el Gobierno ha tenido que desembolsar importantes cantidades de
divisas. La producción de arroz llegó a estabilizarse en el quinquenio 1986-90 con un
promedio anual de 507.6 Mt en arroz húmedo, y descendió a su nivel más bajo en 1993 con
sólo 147.6 Mt. Al ser un cultivo muy dependiente de los insumos importados y al mismo
tiempo de ciclo productivo muy corto, ha sufrido más que otros. En los últimos años, la
producción de arroz popular, mediante nulos o muy bajos insumos ha llegado a producir
cerca de la mitad del arroz que se obtiene en el país.
La producción de frijol (Phaseolus vulgaris) para consumo humano no tiene un peso
importante en la producción nacional de alimentos, ya que este grano se importa casi en su
totalidad. Los cítricos han tenido que enfrentar también serias dificultades, debido a la
disminución de los insumos principales. Sólo a partir del año 1993 es que se obtiene
financiamiento externo con el cual se ha comenzado la revitalización de esta actividad para la
exportación, la cual ha crecido significativamente en los últimos años, acercándose hoy día a
la cifra récord histórica.
En el quinquenio 1986-1990 se acrecentaron los ritmos de crecimiento, tanto de la
producción forestal como de la silvicultura, que ya se observaban en el lustro ante-rior. Las
plantaciones forestales registraron un crecimiento de casi el doble, al po-nerse en marcha en
1987 un sistema de reforestación que involucra, además de las empresas forestales estatales y
el sector cooperativo y campesino, a la población en general a través de sus organizaciones
sociales y de masas.
La producción de madera aserrada creció en un 40% alcanzando la cifra de 106.4 Mm3 en
1990; se organizó la producción de envases para productos agrícolas, inexistente hasta 1986,
alcanzando en el mencionado año 2.3 MMU. El ritmo anual de plantaciones pasó de 45-50 M
ha (hasta 1985) a 90-100 M ha (en el período 1986-90). Otras actividades silvícolas
orientadas al tratamiento y mejoría de las plantaciones existentes y bosques naturales,
tuvieron discretos incrementos o se mantuvieron en los niveles históricos.
A partir de 1991 en que se inicia el Período Especial, se observa un brusco descenso en las
producciones de la industria forestal y de la resina de pino, acompañado de un fuerte
crecimiento de la producción de leña para combustible, asociado a la falta de los derivados
del petróleo. La producción de madera aserrada en 1993 cayó al 36% de lo alcanzado en
1990; la producción de envases agrícolas a cerca del 50% y la resina de pino a cerca del 24%,
mientras la producción de leña casi se duplicó. La producción de carbón, aunque muy
demandada como sustituta de la kerosina, también decayó hasta 50.0 Mt, debido a la falta de
insumos para su producción. A partir de 1994 se observa un proceso de recuperación de las
producciones industria-les, pero lejos aún de los niveles logrados en 1990.
Importación de alimentos
Según ha sido planteado, los acontecimientos ocurridos en los países ex socialistas y la
agudización del bloqueo norteamericano provocaron un brusco descenso del inter-cambio
comercial cubano.
La necesaria reorganización y desplazamiento geográfico del comercio exterior transcurrió
con severas implicaciones, tales como: las pérdidas en precios de expor-taciones e
importaciones por eliminación súbita de acuerdos preferentes; la dismi-nución de mercados
de compra-venta; el incurrir en mayores gastos de fletes y las demoras en recibir las
importaciones.
Súmese al aumento de gastos por las causas mencionadas, la desaparición de las facilidades
de crédito, que en las nuevas condiciones se afrontan con créditos cos-tosos, en peores
condiciones de amortización y más elevadas tasas de interés, a consecuencia de la falta de
dinero líquido y las presiones norteamericanas a finan-cistas y proveedores de otros países.
No obstante que el comercio exterior fue uno de los sectores donde la repercusión negativa
ha sido más notable, a partir de 1994 logra una reanimación, aunque la balanza de pagos
muestra incrementos de saldo negativo. Mientras en 1990 los alimentos representaban el 16%
de las importaciones, en el período 1993-95 alcan-zan el orden del 28% del total. Dentro de la
estructura de productos alimenticios que se importan, el peso (tanto en cantidades como en
valores) lo llevan los cereales, granos, la leche en polvo y las grasas comestibles.
Suficiencia alimentaria
Cuba, debido a las desproporciones existentes por su dependencia de las exporta-ciones de
productos agrícolas y la importación de una parte importante de los suministros alimentarios,
clasifica como deficitaria en alimentos. A pesar de las in-versiones acometidas durante
décadas, en infraestructura y aplicación de la ciencia y la técnica, las actividades agrícolas no
pudieron alcanzar la suficiencia alimentaria del país, dependiendo en buena medida del
complemento de la importación de alimentos directos y materias primas para su fabricación,
además de la mayoría de los insumos productivos.
Los cambios ocurridos en la economía cubana han tenido características excepcio-nales, en
primer término por la magnitud del ajuste, superior al experimentado por los países
latinoamericanos en los ochenta y sólo comparable con la crisis econó-mica de 1933 en la
propia historia cubana. En segundo lugar, es excepcional por la forma en que ha sido
implementado, ya que la equidad y el consenso social se han mantenido durante todo el
transcurso del mismo.
A ello se adiciona que el país ha continuado expuesto al bloqueo de EE.UU., recrudecido
primeramente por la Ley Torricelli (1992) y posteriormente por la Ley Helms-Burton (1995),
lo que unido a otras enmiendas de leyes introducidas por el gobierno norteamericano en los
últimos años, le han dado mayor dramatismo al proceso.
Una decisión importante fue mantener los principios de equidad implantados por la
Revolución, como preservar el empleo y los ingresos de los trabajadores; mantener los niveles
de salud, educación y seguridad social y distribuir lo más igualita-riamente posible los bienes
de consumo disponibles. Fue tan grave el recorte que el consumo de alimentos, en 1993,
experimentó una contracción del 30% respecto a 1989. La disponibilidad de alimentos se
situó en niveles críticos, por debajo de los requerimientos nutritivos de la canasta básica, a
pesar de que las importaciones de alimentos y sus materias primas alcanzaron casi la cuarta
parte del monto total de las deprimidas importaciones del país, cuando anteriormente
constituían del 10-12%.
A partir de 1994 creció el consumo de los hogares, en especial por la mayor dis-ponibilidad
del mercado agropecuario, la oferta de trabajadores por cuenta propia, las ventas de tiendas
en divisas y el autoconsumo. Ello, junto al crecimiento de diferentes producciones
agropecuarias ha posibilitado una mejoría en la situación alimentaria de hoy respecto a 1993,
aunque persisten niveles de insatisfacción con repercusiones en el estado nutricional de la
población.
Según dictamen divulgado por el Instituto de Nutrición e Higiene de los Alimentos (INHA),
las recomendaciones medias sitúan las necesidades calóricas en 2 400 kilo-calorías por día.
En términos globales, el aporte nutricional de los productos alimen-ticios consumidos por la
población aún no es suficiente para satisfacer dichos reque-rimientos, aunque se observa una
notable mejoría respecto a la situación de 1993.
No obstante, es válido apuntar que los estimados de consumo están subvalorados, pues las
estimaciones de la oferta de alimentos de fuentes no estatales y de autoa-bastecimientos o
“autoconsumos” estatales se incluyeron de manera muy conser-vadora, cuando a partir de las
transformaciones de la propiedad de la tierra esta tiene valores significativos en las dietas de
un grupo importante de ciudadanos.
Acceso a los alimentos
La situación socioeconómica actual en Cuba y la forma de funcionamiento de la economía,
difieren en magnitud importante, en relación con los mecanismos y el sistema que operaban
para el período anterior a 1989. Las mayores diferencias en el terreno que nos ocupa se
refieren a que se han diversificado las vías de distribución de los alimentos y se han ampliado
las fuentes de ingresos monetarios de la población.
Hoy día se tiene que los ingresos de la población no provienen solamente de los vínculos de
ésta con el Estado, a través del pago por el trabajo o por los beneficios de la Seguridad Social.
Por una parte, se está desarrollando la ocupación no estatal, aumentando las transacciones
entre la propia población y la magnitud relativa de los ingresos del autoempleo. Por otro lado,
surgieron los ingresos en divisas, provenientes tanto del envío de remesas de familiares
residentes en el exterior, como por la aplicación de sistemas especiales de estimulación
laboral, el desarrollo del turismo y de la propia actividad privada de servicios a los turistas.
Los sistemas de estimulación, la disminución del exceso de liquidez monetaria acu-mulada y
la dinámica de la canasta básica, unidos a los crecimientos de la oferta de productos, han
propiciado una renovación del estímulo laboral, que se manifiesta en una mayor proporción
de la población que retorna a los centros o que busca empleo.
Por el lado de la distribución de alimentos, frente a los problemas de insuficiencia en la
disponibilidad, se mantienen las vías de distribución vinculadas a la política social, es decir,
la venta de productos racionados a los hogares, la alimentación a precios módicos en las
escuelas y comedores obreros y la gratuita en las instala-ciones de salud.
Para una parte de la población, una fuente de acceso gratuito o de precios módicos, es
también el autoabastecimiento agropecuario de parcelas, patios y cooperativas, o el de las
ventas de excedentes –-de este mismo concepto-- que realizan a sus empleados los
organismos que tiene asignadas tierras que eran ociosas y se emplean en producir para el
mantenimiento de sus comedores obreros.
Otras ofertas estatales (los mercados agropecuarios, tiendas de productos pesqueros, la
gastronomía o las tiendas en divisas), así como las no estatales, son de acceso limitado a una
parte de la población, bien por sus precios más altos –-aunque se ha operado un descenso-- o
por la necesidad de acceder a las divisas para las compras.
Se presta especial atención a la identificación de grupos de la población que pu-dieran estar
en desventaja para el acceso a los alimentos, ya sea por ser de bajos ingresos o por otras
causas, y hacia ellos se dirigen políticas de atención específicas. En el primer caso, el régimen
de asistencia social cubre los déficit en los ingresos familiares cuando existen razones para la
no existencia de vínculos laborales o los que se perciben son insuficientes; en el segundo se
aplican planes de atención parti-cularizados a los diferentes grupos según las causas. Así, se
mantiene vigilancia sobre la dieta de los niños, ancianos y embarazadas; se controla el
comportamiento de la distribución de la población en los diferentes territorios y las
implicaciones que ello pudiera tener por razones de concentración de población, zonas de
difícil acce-so, tierras con limitaciones de suelos por factores físico-naturales desfavorables,
entre otras medidas. Para las zonas montañosas se integró el Plan Turquino-Manatí, una
estrategia de rescate y desarrollo de los cuatro macizos montañosos del país.
Por último es importante aclarar, que de lo antes expuesto no se puede deducir la existencia
de pobreza en Cuba, que fue eliminada por el resultado de las políticas sociales aplicadas,
guiadas por el principio de justicia y amparo social a todos los ciudadanos.
Los estudiosos de estos temas coinciden en que para evaluar la situación de Cuba en esta
materia no es válido utilizar los criterios y métodos de medición usuales. En este caso el
análisis tendría que ser más abarcador que la simple consideración del costo de la canasta
básica de alimentos, dada la amplitud de los distintos meca-nismos de acción social
existentes.
Análisis de las políticas, programas y medidas actuales que inciden en la seguridad
alimentaria
Nuevas políticas económicas
En la política económica, además de las medidas dirigidas directamente al sector agrícola y la
actividad alimentaria, se adoptaron otras con incidencias en la seguir-dad alimentaria de la
población:
•
Medidas financieras para la eliminación del exceso de liquidez monetaria, propiciar el
aumento del poder adquisitivo de la moneda nacional, impulsar la expansión de la economía
de la economía y lograr el descenso en los precios, fundamentalmente de los productos
agropecuarios.
•
Aprobación e implantación gradual de un sistema tributario, regulador de la distribución de
los ingresos.
•
Aplicación de nuevos sistemas de gestión más eficientes en las granjas estatales
agropecuarias.
•
Despenalización de la tenencia de divisas, autorización de las remesas desde el exterior, pago
de estímulo en divisas o moneda cubana convertible y la apertura de un sistema de tiendas que
venden en estas monedas donde se incluye la venta de algunos alimentos deficitarios.
•
Reanimación de los Grupos Territoriales de Alimentos (GTA), presididos por los gobiernos
locales y representantes de todas las fuerzas productoras de alimentos, para el desarrollo de
políticas y programas de auto abastecimiento y sostenibilidad.
Programas nacionales
Los programas nacionales para enfrentar los problemas de seguridad alimentaria que se están
confrontando en Cuba pueden clasificarse en tres direcciones básicas:
Dar seguimiento y evaluar el estado nutricional y de alimentación de la población, y adoptar
medidas de salud preventivas o curativas acorde con las situaciones que se detecten.
•
Incrementar la producción nacional de alimentos, tanto en cantidad como en lo relativo a su
aporte y calidad nutricional.
•
Garantizar el acceso de toda la población a los productos disponibles y atender en especial a
los grupos vulnerables en materia de alimentación y nutrición.
En el sector agrario los programas principales son los siguientes:
•
Consolidación de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC): Se ejecuta un
conjunto de medidas para apoyar esta nueva forma de organización, consistentes en
construcción de viviendas, fomento del autoconsumo campesino, uso de la tracción animal,
capacitación técnica en economía, gerencia y otras relacionadas con la producción.
•
Incremento de la producción de arroz: El énfasis se realiza en aumentar los rendimientos en la
producción a través de la utilización de mejores variedades, establecimiento de nuevas
tecnologías de laboreo, recuperación y mejoramiento de suelos de baja calidad y
modernización de los sistemas de riego y drenaje. Por otra parte, se ha dado notable impulso
en los últimos años al programa de popularización del arroz (Oryza sativa).
•
Aumento de la producción de leche y carne vacuna: Da prioridad a la utilización de los pastos
y la siembra de caña (Saccharum officinarum), king-grass (Pennisetum purpureum) y
leguminosas para la alimentación; la adecuación genética de los animales y la mejora de la
reproducción de los rebaños.
•
Hortalizas, raíces y tubérculos: Acciones para la introducción de nuevas variedades,
reproducción acelerada de semillas y promoción de mejores atenciones culturales.
•
Proyectos científico-técnicos para la producción de alimentos por métodos sos-tenibles:
Impulsa la producción de semillas, utilizando vías tradicionales y bio-tecnológicas, desarrollo
de sistemas fitotécnicos, diseño de modelos de desarrollo sostenible y otros objetivos
relacionados con la transformación del modelo de dirección y producción agraria.
•
Medidas para el acceso a los productos
Las acciones para garantizar el acceso de la población de los productos disponibles se
estructuran en tres programas principales:
•
Distribución racionada de productos alimenticios: Se oferta a la familia una canasta de
alimentos esenciales como arroz, frijoles, cárnicos, grasas, azúcar, pescado, huevos, pan,
derivados de la harina y lácteos a precios subsidiados. Los niños hasta 6 años y los enfermos
reciben surtidos y cuotas diferenciadas. También se da prioridad a algunos territorios de alta
densidad de población como Ciudad de La Habana y Santiago de Cuba. La canasta actual es
limitada, estimándose que sólo cubre los requerimientos nutritivos de los niños de 0 a 6 años.
•
Alimentación social: Se encarga de la alimentación en las escuelas internas y seminternas,
círculos infantiles, hospitales, hogares maternos y de ancianos, así como la alimentación en
comedores obreros.
•
Asistencia social: El programa se concentra en proporcionar a personas de distintos grupos
sociales que lo requieran, los medios económicos para adquirir alimentos y otros productos.
Está conformado por cuatro subprogramas amparados bajo la Ley 24, de 1979:
 Atención integral al anciano en la comunidad (apoyo monetario y alimenta-ción en
centro de trabajo cercanos a su hogar).
 Trabajo social con las madres solas y menores (garantía económica para una
alimentación básica, capacitación y apoyo en búsqueda de empleo).
 Atención integral a discapacitados (prestaciones monetarias, capacitación en
talleres especiales y oferta de empleo).
 Atención integral a menores en desventaja social (menores de familias necesitadas
de asistencia social, niños que han desertado del sistema educa-cional o con
trastornos de conducta).
Estas acciones de asistencia social se han ido adecuando a las nuevas características de
sociedad cubana, se incrementó el nivel de las prestaciones y se ha fortalecido la
participación de la comunidad. En general, estos programas de política social han jugado un
papel decisivo en el propósito de que no se deteriorara aún más la seguridad alimentaria en
Cuba. Ello explica por qué dicho deterioro no guarda correspondencia con la magnitud del
ajuste económico implementado.
Organizaciones no gubernamentales (ONG)
Las ONG cubanas están ideando y ejecutando soluciones prácticas, realistas, poco costosas,
que retoman prácticas culturales tradicionales, revalorizan el papel de la comunidad y
fortalecen la capacidad de los productores para generar iniciativas y resolver sus problemas.
Con ese enfoque se está logrando la incorporación de un mayor número de personas a las
actividades de capacitación y a la producción de alimentos mediante la autogestión, e incluso,
buscando una mayor vinculación de los técnicos y profesionales que habitan en la
comunidad.
Pese a las dificultades económicas, las ONG cubanas desarrollan múltiples proyec-tos con los
productores de alimentos, cuyos contenidos tienden a incorporar y afianzar los principios de
la agricultura sostenible, aumentar el empleo de fuentes de energía renovable, aprovechar al
máximo los productos obtenidos, mejorar la alimentación animal, manejo de rebaños,
conservación de la biodiversidad, reduc-ción en el uso de los agroquímicos, empleo de
prácticas agrícolas de bajo costo, producción de semillas de calidad, elaboración y aplicación
de biofertilizantes y bioplaguicidas, rescate de prácticas de agricultura tradicional,
revalorización de la economía agrícola familiar, etc.
Un componente principal de estos programas es promover y encauzar la partici-pación de la
mujer en la toma de decisiones y acciones comunitarias relacionadas
con la seguridad alimentaria. Siendo este tema de alta sensibilidad para el sostén y estabilidad
de la familia, el papel de la mujer crece en importancia y deviene en un factor de
autosostenibilidad alimentaria. Por el nivel de instrucción y la calificación que la mujer rural
ha alcanzado en la sociedad cubana, ellas participan como obreras calificadas, técnicas,
especialistas y ejecutivas en prácticamente todas las tareas del sector agropecuario, por esa
razón los proyectos de las ONG se enfocan a potenciar ese papel, crear oportunidades de
empleo, facilitar el acceso de las mujeres a la información y al espacio participativo del medio
laboral y familiar, tradicionalmente machista y patriarcal.
También se están ejecutando proyectos de desarrollo integral autosostenibles en varios
territorios del país, donde los programas convencionales han quedado interrumpidos total o
parcialmente por falta de recursos. Son regiones en condiciones naturales difíciles y que
requieren apoyo externo para complementar los esfuerzos locales.
El grupo de ONG cubanas que trabajan con prioridad en la seguridad agroali-mentaria está
aumentando su contribución e influencia en la solución del problema alimentario. Dentro de
ese grupo se cuentan la Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA), la Asociación
Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), el Consejo de Iglesias de Cuba (CIC), la
Federación de Mujeres Cubanas (FMC), la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y
Forestales (ACTAF), el Centro de Estudios de las Relaciones Interamericanas (CIERI) y la
Asociación Técnicos Azu-careros (ATAC), entre otras.
En el futuro se espera que la cooperación internacional por esta vía adquiera mayor
relevancia, no sólo por el aumento de los aportes financieros y técnicos que se reciben para
los programas de desarrollo y acciones puntuales, sino para aprovechar las potencialidades y
capacidades de las instituciones cubanas para colaborar con las ONG exteriores en sus
proyectos de colaboración con otros países del área.
Medidas de carácter estructural
Las principales medidas de carácter estructural adoptadas por la dirección del país en el
sector agropecuario (sin incluir el área agrícola que ocupa el cultivo de la caña de azúcar, que
ha transformado de igual forma su estructura productiva), son las siguientes:
1.
Creación de las Unidades Básicas de Producción Agropecuaria (UBPC)
Se constituyen por colectivos de trabajadores a partir del patrimonio de las granjas y
empresas estatales otorgándoseles a los cooperativistas el derecho de usufructo gra-tuito de
la tierra y de traspaso mediante compra-venta de los medios de producción.
Las UBPC se constituyen por plena voluntad y participación directa de sus miem-bros y su
autoridad máxima está regida por la asamblea general de su membresía, disfrutan de
personalidad jurídica y económica propias, de acuerdo con la legisla-ción cubana y gozan de
plena libertad para la toma de decisiones.
Desde el 1ro de septiembre de 1993 hasta el primer semestre de 1999 se habían constituido
en el Ministerio de la Agricultura (MINAG), 1 612 UBPC, con un área total en usufructo de
1,5 MM ha. La composición de las UBPC constituidas hasta 1999 para los diferentes fines
productivos es la siguiente:
Tipo de cultivo o actividad
Cultivos alimenticios
Ganadería
Cítricos y frutales
Café y cacao
Tabaco
Arroz
Apicultura
Total
Cantidad UBPC
347
719
117
289
53
11
65
1 612
2.
Granjas Estatales de Nuevo Tipo (GENT)
Con el objetivo de estimular la producción agropecuaria en aquellos lugares donde no se dan
las condiciones para la constitución de las UBPC, se han constituido las denominadas
Granjas Estatales de Nuevo Tipo (GENT), cuya característica prin-cipal es contar con una
mayor autonomía de gestión respecto a las granjas estatales tradicionales.
3.
Entrega de fincas a familias campesinas
Otro cambio importante en materia de estructura agraria y que se ha aplicado mayoritariamente a los cultivos de tabaco y café que no producen propiamente alimentos, pero que
ocupan un papel muy importante en la economía cubana, ha sido la entrega de fincas a
familias campesinas. Las resoluciones del MINAG 357/93 y 419/94 amparan la entrega de
tierras o fincas estatales en usufructo a solicitud de los bene-ficiarios, bajo las condiciones de
producir tabaco y café como cultivo principal, pudiendo además producir todo tipo de
alimentos, ya sea para el propio consumo de la familia o destinando sus excedentes al
Mercado Agropecuario.
4.
Entrega de parcelas para la producción de alimentos
En la búsqueda de alternativas para aumentar la producción agrícola y en particular de
alimentos, el gobierno adoptó la decisión de entregar en usufructo parcelas de terrenos de
hasta 0,2 hectáreas de extensión para la producción doméstica de alimentos con fines de auto
abastecimiento familiar, pudiendo estos productores comercializar libremente los excedentes
de productos. Si bien la magnitud de apli-cación real de esta medida no ha tenido una
extensión significativa, constituye en sí misma una facilidad otorgada para aumentar la
autonomía de producción de alimentos y contribuir a la seguridad alimentaria familiar.
5.
Fomento del auto abastecimiento de alimentos
La caída de la producción de alimentos del sector agropecuario y la disminución de las
importaciones han obligado a adoptar formas muy diversas desde el punto de vista
institucional para satisfacer las necesidades alimenticias. Así, progresivamente se ha
consolidado y se ha puesto en práctica el concepto de autoabastecimiento comúnmente
denominado “autoconsumo”.
El autoabastecimiento fundamentalmente destinado al consumo social de sectores no
especializados en la producción agrícola, ha hecho una importante contribución al balance
alimentario nacional, utilizando tierras ociosas, fuerza laboral subem-pleada, medios
rudimentarios de trabajo en muchos casos y ausencias casi total de insumos importados, lo
cual de hecho lo convierte en una agricultura auto sostenible y una producción de tipo
orgánica.
El programa de autoabastecimiento se encuentra en fase de consolidación y con-tinuará
desarrollándose para realizar una contribución mayor a la seguridad alimentaria nacional.
6.
Agricultura urbana
La agricultura urbana ha sido otra iniciativa que ha pasado a ocupar un papel rele-vante en el
abastecimiento de los principales centros urbanos y poblacionales del país, particularmente
en cuanto al suministro de hortalizas y condimentos a la localidad durante todo el año,
aunque ya existen 25 subprogramas que incluyen la producción animal y otras muchas
actividades y cultivos.
Una particularidad de esta agricultura es que se realiza bajo condiciones de agri-cultura
orgánica, sin empleo de agroquímicos contaminantes de los alimentos y el ambiente. La
producción por esta vía alcanzó en 1999 la importante cifra de mas de 850 Mt y se espera
para el año 2000 que se llegue a producir 1.2 MMT.
7.
Las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA)
La mayoría de las CPA se formaron hace dos o tres decenios atrás y están mucho más
adaptadas a trabajar como tales. Fueron el modelo que sirvió de guía para formar las UBPC,
ya que su rendimiento económico supera el de las Granjas Estatales. Su organización interna
es similar a la de las UBPC; pero en general, las relaciones cooperativas son mucho más
avanzadas y consolidadas y son dueños de la tierra. Muchos miembros fueron pequeños
productores independientes antes de entregar voluntariamente sus tierras a la CPA y
dependen menos en sus decisiones de las instituciones del Estado. Las CPA poseen unas
335.9 M ha (sin incluir las dedicadas al cultivo de la caña de azúcar), que globalmente
produjeron en 1998 algo más del 7.3% de la producción total de alimentos del país.
Las Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS)
Las CCS son asociaciones de pequeños campesinos, dueños de parcelas de tierra
individuales, pero que obtienen servicios, a través de sus cooperativas, que también los ayuda
con sus solicitudes de créditos. De esta forma, pueden aprovechar las economías de escala
para algunas de sus actividades.
Al igual que los miembros de las CPA, eran normalmente pequeños agricultores, antes de la
Reforma Agraria que les otorgó a muchos aparceros y arrendatarios, los títulos de propiedad
de la tierra que trabajaban.
Están acostumbrados a trabajar en sus cooperativas y algunos tienen parcelas grandes que les
permiten producir una cantidad considerable de productos para el mercado, aunque la
mayoría de sus miembros poseen pequeñas parcelas de tierra. Las CCS las integran unos 168
000 asociados, que poseen 979.9 M ha.
Medidas futuras
El desarrollo de la economía en los últimos 10 años ha demostrado la capacidad de resistir del
pueblo cubano y de continuar las transformaciones económicas, para consolidar los avances
alcanzados y eliminar las dificultades que subsisten. Quedan aún por resolver cuestiones de
importancia en todos los sectores, en las cuales se vienen dando pasos, entre las que
citaremos las siguientes:
•
Se atenderán con máxima prioridad aquellas medidas que apoyan o producen impacto en la
agricultura y la producción de alimentos.
•
El Estado fortalecerá su papel activo dentro de la economía, a la par que conti-nuará
desarrollando las formas organizativas y las de propiedad cooperativa, privada y mixta.
•
Un tema central que se continuará atendiendo es el de la recuperación de la acti-vidad
azucarera.
•
Se continuará el proceso de cooperativización agrícola con las UBPC.
•
•
•
•
•
•
•
•
Se controlará el funcionamiento de los GTA (Grupos Territoriales de Alimentos), encargados
de establecer las políticas y tomar decisiones estratégicas para la producción de alimentos
para el consumo local.
Se emplearán los recursos disponibles y se extenderán mecanismos de incentivación como vía
para desarrollar las producciones nacionales de alimentos --agrícolas e industriales-- que
permitan revertir la actual situación de las importaciones.
Se ejecutará la restructuración y modernización del sector financiero, con alcance a las
instituciones especializadas en sistemas crediticios para el fomento, producción y
comercialización agrícolas.
Se impulsará la recuperación de la industria alimentaria, para buscar niveles óptimos de
actividad según recursos disponibles, costos mínimos y eficiencia tecnológica y energética.
Se perfilarán mecanismos de regulación económica y gestión acordes con las nuevas
condiciones, acoplados con el carácter planificado de la economía cubana.
Se redimensionará el sistema empresarial y se desarrollarán programas de empleo alternativo.
Se adecuará la política social a las nuevas características de distribución de los ingresos de la
población, en especial a favor de los grupos vulnerables de la sociedad.
Los cambios, contando por una parte, con la introducción de los mecanismos de mercado y
por otra, manteniendo la planificación para la previsión y pronóstico, se seguirán dirigiendo
al perfeccionamiento del Socialismo como Sistema.
REORDENAMIENTO AGROPECUARIO Y ESTRUCTURA
SOCIAL
Lucy Martin
Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS)
L
a realidad actual del campo cubano es tan atractiva como compleja, caracteri-zada por
la reformulación de estrategias y concepciones que permitan un reajuste a las nuevas
condiciones y la salida de la crisis (que tuvo su génesis en el derrumbe de los países
socialistas del Este de Europa y la desaparición de la Unión Soviética) sin renunciar a
los principios que definen nuestro proyecto social.
Desde una perspectiva socioestructural emergen interrogantes como ¿Qué tipo de estructura
socioclasista se está formando en la agricultura? ¿Qué elementos diferen-cian o caracterizan a
sus grupos fundamentales? ¿Qué rasgos aporta esta estructura al modelo que se está
conformando? ¿Cuán congruente es con un modelo de igual-dad y justicia social?
Por supuesto que respuestas acabadas no tengo, pero sí la certeza de que cualquier intento de
acercamiento debe partir en primer lugar del conocimiento de los pro-cesos fundamentales
que están conformando el actual modelo de desarrollo agro-pecuario, como hilo conductor
para la identificación de los principales escenarios (según forma de propiedad) donde se
operan esos cambios y las características y tendencias de reproducción de los grupos sociales
a ellos vinculados.
Pretendo en este artículo acercarme lo más posible a las tendencias y características de
reproducción de los grupos fundamentales, que son en definitiva los encargados de poner en
práctica los programas de transformación y sin cuya participación consciente y activa es
impensable cualquier proceso de cambio en pos de la eficiencia y una nueva racionalidad
productiva.
Procesos fundamentales. Una mirada necesaria
Las transformaciones que se operan en la agricultura en la búsqueda de estrategias para la
salida de la crisis y la conformación de un modelo de desarrollo más endó-geno, implican
profundos cambios en la política tecnológica y económica. Esto evidencia el tránsito de un
modelo altamente tecnificado y por tanto dependiente de hidrocarburos y componentes
químicos, en grandes extensiones, con predominio de la propiedad estatal y el obrero agrícola
(asalariado de empresa estatal), y con ele-vada centralización y planificación de la gestión
(tanto productiva como comercial), a otro más sustentable que entre sus rasgos esenciales
revela:
•
La coexistencia de diferentes sistemas de propiedad y gestión
•
Aplicación combinada de mecanismos de economía planificada y mercantil
•
Modificación progresiva del manejo de los sistemas agrícolas
•
Cambio tecnológico basado en el uso de tecnologías sustentables
Desarrollo de una economía participativa
donde se produce la articulación entre los
57
productores y los resultados finales de la gestión
Como antecedente necesario, habría que señalar que en el período que precede a la crisis, la
producción de alimentos experimentó crecimientos sostenidos en casi todos los renglonesN
aun cuando los volúmenes obtenidos no lograban satisfacer las necesidades de la población ni
estaban a la altura de los recursos materiales que se invertían en la agricultura. Por otra parte,
la infraestructura técnica creada por el gobierno revolucionario en esa etapa dotó al país de
una de las agriculturas más tecnificadas del continente.
El análisis comparado del sector estatal y campesino evidencia que la propiedad estatal ha
garantizado durante todos estos años el mayor peso de la producción agropecuaria, teniendo
una participación decisiva en renglones claves para la ali-mentación de la población como
arroz, leche, carne de res y ave, viandas y en importantes rubros exportables como la caña, el
cítrico y el café. El sector campesino, por su parte, aporta los mayores volúmenes de frijoles, maíz,
hortalizas, tabaco y cacao2.
•
Pero paralelamente se encuentra el análisis de la eficiencia de cada sector de propiedad. A
pesar de ser minoritario en cuanto a cantidad de tierras, número de trabajadores y contar con
peores condiciones técnicas y de aseguramiento material, la producción del sector campesino
ha sido mayor que la estatal en importantes renglones y alcanza rendimientos iguales o
superiores a esta. Con el 20 % del área total y de los insumos empleados para la producción,
este sector contribuyó con el 35 % de los productos agrícolas al nivel nacional (Nova, 1994).
En los 90 en el crecimiento de la participación del sector no estatal o campesino concurren
dos importantes factores: la extensión de las áreas y la reapertura de los mercados
agropecuarios para la libre comercialización de los excedentes.
A continuación se trata de reflejar los impactos de las principales transformaciones ocurridas
en la agricultura cubana en los últimos cinco años desde la vertiente de la propiedad, 1a
introducción de mecanismos de mercado, el cambio tecnológico y la participación e
implicación de los productores.
Reestructuración de las formas de propiedad
Desde finales de 1993 se dan importantes pasos en la transformación de las rela-ciones de
propiedad que aunque no son suficientes para el establecimiento de nuevas relaciones de
producción, sí constituyen una condición necesaria en la búsqueda de la efectividad
económica.
Con el fraccionamiento de la gran propiedad estatal en unidades más pequeñas, Unidades
Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), la existencia de asociaciones con capital
extranjero y el reparto de tierras que permanecían ociosas a los interesados en hacerlas
producir en régimen de usufructo, se ha diversificado el cuadro por formas de propiedad
existente en la agricultura que se había conformado en sus rasgos esenciales para 1977,
dando lugar a un sistema económico agrope-cuario que tiene por pilares básicos la economía
de tipo campesino - parcelero y la de base colectivo - cooperativista (Figueroa, 1996).
Pueden identificarse diez formas fundamentales de organización de la producción,
exponentes de tres sectores de organización productiva (tabla 1).
Tabla 1. Sectores, tipos y formas de organización de la producción
SECTOR ESTATAL
Empresa Estatal
Granjas Estatales de Nuevo Tipo (GENT)
Granjas agropecuarias de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias (FAR), incluido el Ejército Juvenil del
Trabajo (EJT) y del Ministerio del Interior (MININT)
Autoabastecimiento de centros de trabajo y Organismos
Estatales
Producción
Colectiva
SECTOR
NO
ESTATAL
Producción
Individual
Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) Usufructo
Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA)
Cooperativa
-
Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS) - Privada
Usufructuarios (individuales y familiares)
Propietarios dispersos - Privada
SECTOR MIXTO
Empresa Mixta - Estatal
Sector estatal
Se reduce en magnitud, tanto de tierras como de equipos y de trabajadores y disminuye su
peso económico. El área cultivable en manos del estado pasó de un 75,2% en 1992 al 32,8%
en 1996 (ONE, 1995 y 1997). El grupo de trabajadores que integra el sistema empresarial se
ha ido concentrando en producciones o ramas estratégicas como la genética animal, la
producción avícola y porcina a gran escala, que requieren mayor presencia de trabajo
mecanizado, de los avances de la ciencia y la técnica y de personal calificado; exigencias
estas que unidas a los cambios que comienzan a introducirse en la organización y
estimulación del trabajo, deben estar marcando diferencias con el obrero agrícola tradicional.
Las granjas agropecuarias de los Ministerios del Interior (MININT) y de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias (FAR), que incluye el Ejército Juvenil del Trabajo (EJT), son parte
del Sector Estatal. Estas granjas producen para su autoabastecimiento pero además generan
cantidades considerables de alimentos para las cadenas estatales de acopio. El EJT se
distingue por la comercialización de sus productos a la población y representa uno de los
sectores más eficientes dentro de la agricultura estatal.
Paralelamente se han repartido tierras a instituciones y centros de trabajo para desarrollar la
producción de autoabastecimiento para la alimentación de los traba-jadores en el esfuerzo por
contribuir a la alimentación de la población
Sector no estatal
A tenor con los cambios que se operan en la agricultura se produce la ampliación numérica, el
fortalecimiento económico y la diversificación en las formas de expre-sión de la producción
cooperativa (UBPC y CPA) y en las formas de producción individual (CCS, usufructuarios y
campesinos privados dispersos).
Producción colectiva
Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC)
A las tradicionales CPA constituidas a partir de 1977 por campesinos que decidieron
voluntariamente unir sus tierras y recursos en general para la gestión productiva,
comercializadora y económico - financiera, se le suman, en los años 90, las UBPC.
Con la creación de las UBPC a finales de 1993, emerge una nueva forma de coope-rativa, no
por la socialización de la propiedad privada, sino por la desestatización de la tierra y del
capital. Las UBPC constituyen estructuras productivas con formas cooperativas de
funcionamiento sobre la base de la propiedad estatal de la tierra que se entrega en usufructo
gratuito. Los otros medios de producción, tales como los edificios, maquinaria, animales,
equipos de riego, herramientas, etc., son propiedad de las UBPC.
Se mantienen relaciones comerciales con las empresas de donde surgieron, con las cuales
negocian los planes de producción y precios de los productos. Las empresas también prestan
diversos servicios técnicos y materiales a las UBPC.
Es en la actualidad la forma de producción predominante en la agricultura. En 1995, el 23%
de las cooperativas cañeras y el 52% de las no cañeras fueron rentables, situación más
favorable a la existente en 1993 en las estructuras estatales de aquel entonces (Rodríguez,
1996). En 1997 había constituidas 2 654 UBPC que ocupaban el 42 % de la tierra y contaban
con 272 407 cooperativistas (ONE, 1997).
Constituidas por obreros estatales en su inmensa mayoría provenientes de las anteriores
empresas, enfrentan el reto de la conformación de un nuevo tipo de productor, bajo nuevas
relaciones de trabajo, en las cuales se desarrolle la necesaria implicación económica para
lograr mayor eficiencia. Este es un componente socioestructural en plena transición entre dos
formas de propiedad y presenta un carácter ambivalente entre el obrero agrícola y el
campesinado, que no es sino el reflejo del carácter dual (entre empresa y cooperativa) de esta
nueva forma de producción agrícola.
Lo cierto es que con la UBPC emerge un nuevo sujeto económico en el agro: el grupo de
cooperativistas en tierras del estado, quien además de pasar a ser el grupo más numeroso,
tiene la responsabilidad, o el encargo social de aportar, en condi-ciones de menor
disponibilidad de recursos los mayores volúmenes de producción. Para ello tiene que romper
con modelos o modos de hacer tradicionales en el sector del que proviene y bajo el control de
la empresa que se convierte en algunos casos en excesivo tutelaje que sustituye la necesaria
planificación y concertación de intereses en relaciones de subordinación y dependencia.
Este es por tanto un grupo que reclama atención medular por su novedad, por su magnitud y
por el encargo social que se le asigna en la actual estrategia.
Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA)
Junto a las nuevas UBPC se encuentra el tradicional grupo de los campesinos cooperativistas
asociados en CPA que después de un sostenido decrecimiento numérico desde 1984 comenzó
a recuperarse en 1993. Esta recuperación respondió fundamentalmente a la incorporación de
nuevos efectivos provenientes de los más diversos sectores de ocupación, dadas las ventajas
que en materia de ingresos, alimentación y en menor medida vivienda pudieron encontrar en
las cooperativas.
En 1997 había un total de 1 156 CPA en el país, que ocupaban el 9.4% de las tierras y tenían
62 155 miembros (ONE, 1997).
A finales de los 80 la edad promedio de los campesinos cooperativistas era de 41 años
(Domínguez, 1990), pero el hecho de retomar su carácter de grupo receptor debe
favorecer su rejuvenecimiento, dada la estructura de edades de los efectivos que se
incorporan, donde predominan los menores de 40 años. El crecimiento del grupo por la
incorporación de trabajadores de otros sectores y actividades econó-micas también debe
impactar la vida y funcionamiento de las cooperativas, al ser portadores de otra disciplina de
trabajo, otros hábitos y motivaciones que exigirán un proceso de reacomodo o reajuste.
Aunque es un proceso a estudiar, lo cierto es que se produce una mayor diversificación de
este grupo en cuanto a extracción social, características socioprofesionales y estructura de
necesidades e intereses.
El análisis de la propiedad cooperativa en su conjunto evidencia que dadas las carac-terísticas
de la producción cooperativa (gran flexibilidad para combinar produc-ciones y tecnologías),
la heterogeneidad y preparación de la fuerza de trabajo y la capacidad real e incuestionable de
conformar grupos de intereses comunes (eco-nómicos, comunales, ideológicos y hasta
familiares) junto al peso numérico y el en-cargo social que se le asigna, el grupo de
cooperativistas deviene en el más impor-tante de la estructura social en el campo.
Producción individual
Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS)
En este tipo de cooperativa los productores se unen para realizar el trabajo y para la
obtención de los créditos y los servicios del estado, también poseen en común equipos y
maquinarias (sobre todo en las CCS fortalecidas), no así la tierra que sigue siendo propiedad
individual. En 1997 había 2 709 CCS en el país, que ocupaban el 11.8% de la tierra y donde
trabajaban 159 223 miembros (ONE, 1997).
El acelerado ritmo de crecimiento de este grupo en los últimos años (fundamental-mente a
partir del inicio de la crisis en 1989)en comparación con el de los coope-rativistas de CPA,
aunque puede estar determinado por varias razones, tiene en el fondo un elemento económico
que, como tendencia, y muy esquemáticamente se expresa en que el agricultor individual de
las CCS tiene mayores ingresos que el cooperativista de las CPA, bien porque es más ágil
para tomar decisiones, bien por un mayor sentimiento de pertenencia y formas de gestión que
implican un uso más eficiente de los recursos, bien por un menor comprometimiento social o
más bien por la concurrencia de todos estos elementos. Constituido en grupo receptor debe, al
igual que los cooperativistas de CPA, experimentar un rejuvenecimiento, disminu-yendo la
edad promedio que para finales de los 80 era de 50 años (Domínguez, 1990).
Después de una sostenida tendencia decreciente hasta 1988 (aunque nunca llegó a ser grupo
minoritario dentro del campesinado) inició un proceso de recuperación, no sólo numérica,
sino también en tierras (de un 42% del total de las tierras del campe-sinado que llegó a tener
en 1986 al 55% que tiene en la actualidad) y mantiene su fuerza económica.
Usufructuarios
A las CCS se han incorporado recientemente personas que trabajan terrenos entre-gados en
usufructo. Desde 1993 se comenzaron a entregar a personas individuales tierras en una
superficie de hasta 27 ha en usufructo permanente y gratuito para los cultivos de tabaco, café y
cacao. Aunque todavía en número reducido (43 015) (Lage, 1996), debe crecer perspectivamente
y muestra una composición muy heterogénea, pues se nutre de todos los grupos socioclasistas,
aunque con probable predominio de los antiguos trabajadores agropecuarios que retornan a esta
actividad.
Es política de la organización campesina, Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP)
incorporar a estas familias a las CCS y a la propia organización, por lo que constituirán un
nuevo segmento dentro del campesinado. También en las ciudades y sus áreas circundantes,
han entregado pequeñas parcelas de hasta 0.25 ha a los que las soliciten de manera individual
para producir alimentos para consumo familiar y cuando existan excedentes, para
comercializar entre los vecinos.
Sector mixto
Las asociaciones de empresas estatales con capital extranjero existen en el cultivo de los
cítricos, a la vez que paralelamente se dan otras variantes como el financiamiento para
determinadas producciones (arroz, algodón, tomate) pudiendo en perspectiva extenderse a
otros cultivos. Cuánto afecta esto a la fuerza de trabajo en la agricul-tura, y cuáles son los
rasgos que identifican y diferencian a este nuevo grupo de trabajadores vinculados a la
propiedad mixta, son aspectos en los que la investi-gación deberá profundizar.
Sin embargo, un rasgo importante de esta apertura al capital foráneo, es que se da sólo a
través del estado, ningún productor puede establecer relaciones directas con el capital
extranjero, por lo que el estado permanece como regulador de las diferencias
socioeconómicas por esta vía.
El análisis de conjunto de todas estas formas particulares de organización de la producción
(escenarios) y de los grupos fundamentales a ellas asociados (actores), revelan una gran
diversidad socioeconómica y socioestructural, pero también, y esto es importante, la
posibilidad que ofrece precisamente esta heterogeneidad para la aplicación de las distintas
variantes o alternativas tecnológicas en la agricultura si se concibe en un sistema articulado.
Cada una de las formas descritas posee sus propias características que aportar, y su
integración podría significar, en un diseño así concebido mayor fortaleza en su integralidad al
sistema como un todo, mediante una red de vínculos que permitan la interacción y
complementación, la colaboración y la competencia.
Flexibilidad de la comercialización e introducción de mecanismos de mercado
Históricamente ha sido tarea y responsabilidad del Estado la comercialización de la
producción del sector agropecuario a precios accesibles a toda la población, excepto durante
el breve período de duración del Mercado Libre Campesino (1980-1986). Con la creación de
los Mercados Agropecuarios en 1994 se dio otro paso importante en el perfeccionamiento de
las relaciones de producción al posibilitar que los excedentes no comprometidos en el plan de
entrega a los organismos acopiadores, puedan ser comercializados libremente bajo la ley de la
oferta y la demanda.
Las posibilidades de obtener ingresos superiores a partir de volúmenes de pro-ducción que
rebasen los compromisos con el estado, provocan necesariamente una implicación más
eficiente y activa de los productores que repercute en un mayor abastecimiento a la
población. La estructura de ventas en el mercado agropecuario en 1996 evidencia una mayor
participación de los productores privados.
70.7%
Privados
CPA
25.7%
Estatal
UBPC
Fuente: Estadísticas Agropecuarias (ONE, 1997)
1.9%
1.7%
Aunque repercute en todos los productores, este cambio es particularmente impor-tante para
los trabajadores que se han venido desempeñando como obreros estatales y que en la
actualidad son miembros de las UBPC o continúan en las empresas, pero que ahora no sólo
producen, sino que tienen también la posibilidad de obtener ga-nancias como resultado de la
gestión colectiva. Es el tránsito hacia un mayor nivel de autogestión en los colectivos y de
implicación económica de los individuos.
La posibilidad de participar directamente como colectivo con ingresos propios en el
comercio, rompe con la separación entre el productor y el consumidor, posibilita mayor
libertad de acción y potencia el esfuerzo individual y colectivo en búsqueda de la ganancia
económica.
No existe contraposición absoluta entre el plan y el mercado. Este último debe ocu-par un
sitio (aún cuando se tenga conciencia de sus efectos en la desigualdad social) y de hecho lo
va ocupando en el movimiento desde la planificación centralizada hacia la autogestión.
La tensión se expresa en el necesario equilibrio entre ambos elementos, de modo que se creen
condiciones que propicien la iniciativa, el interés, la implicación econó-mica, y con ello el
crecimiento de la producción agrícola sin caer en la anarquía, la ingobernabilidad y la
imposibilidad del estado de sostener y desarrollar objetivos de alta significación en la
estrategia socialista. En términos más concretos se expresa en la posibilidad de mantener en
un papel subordinado las formas no socialistas de producción a la vez que el control sobre
las ganancias.
La expresión socioestructural de esta transformación es entonces el fortalecimiento
socioeconómico internamente diferenciado por forma de propiedad, de la fuerza de trabajo
agropecuario a cuenta de las posibilidades de participación en el mercado, condicionada a su
vez por la actividad fundamental, zona geográfica, cercanía a los mercados y disponibilidad
de medios de transportación3.
Participación e implicación económica
Al ideal de producción estatalizada de alta tecnificación y decisiones centralizadas, se le
hicieron inherentes prácticas que implicaban el consumo de recursos sin respuestas
productivas o por debajo de las potencialidades de costosas inversiones, poca agilidad
operativa en los servicios y la adopción de normas y decisiones sobre prácticas agrícolas
alejadas de las necesidades reales. La necesidad de transfor-mación, como apuntamos
anteriormente, va más allá.
Los cambios operados propician el desarrollo del interés, la iniciativa y las potencialidades de
los productores. Para ilustrar los efectos de estos cambios en los productores, referimos
algunas de sus propias vivencias4.
Una presidenta de UBPC expresa: “cuando era jefa de granja estatal no pensaba como ahora,
sólo cuando uno está aquí es que sabe las cosas que de verdad hacen falta y está en eso de
gastar lo menos posible y ser rentable”. Y ejemplificaba: “a nosotros la empresa nos
“tiraba”(acarreaba) dos viajes de agua y nos costaba casi 30 pesos... yo dije: Esto no puede
seguir así... cogí un trailer (tractor), le monté una pipa y ahora no me sale ni en dos pesos”.
Una vaquera, respondiendo a la pregunta de si trabajaban por norma, decía: “...yo no sé ni
qué decirte, porque nosotros no tenemos ni horario, porque si hay que bañar animales eso es
hasta que se termine... y además no podemos decir vamos a dejar el trabajo ahora, porque por
la tarde somos los que tenemos que hacerlo, y no podemos decir vamos a dejarlo para que
fulano o mengano lo haga”. Y más adelante: “tenemos que preocuparnos más por el trabajo
porque él (su esposo) es el adminis-trador y yo, como su esposa, tengo que ayudar más”.
El funcionamiento de las empresas cooperativas en su evolución deberá transitar por cambios
en los mecanismos de dirección y administración hacia el establecimiento de un sistema de
relaciones entre las distintas unidades de producción y entre estas y las entidades estatales
que posibilite la existencia y desarrollo de empresas produc-tivas con pleno ejercicio de sus
derechos donde quede comprometida la voluntad y creatividad de sus miembros, sin que el
vínculo con el estado devenga en nexo de dependencia y subordinación, pero que a la vez se
enlace mediante diferentes mecanismos a la planificación estatal centralizada5.
Reestructuración tecnológica
Conjuntamente con los cambios descritos se produce una reestructuración tecnoló-gica en un
movimiento desde un modelo convencional, altamente tecnificado, a una agricultura basada
en el uso de tecnologías apropiadas.
Cuba también abrazó la agricultura intensiva, la introducción acelerada de la técnica y
productos químicos en aras de altos rendimientos y maximización de la fuerza de trabajo, y
también nuestra agricultura se ha visto afectada por la cada vez menor respuesta productiva a
los fertilizantes, la degradación y empobrecimiento de los suelos (compactación, salinización,
erosión), la resistencia a los plaguicidas y el aumento de plagas por la ruptura de las cadenas
naturales y la extendida práctica del monocultivo, los cambios climáticos y de los sistemas de
vientos por la defores-tación, entre otros muchos efectos negativos de la llamada agricultura
convencional. A este cuadro se le suma la imposibilidad de mantener el nivel de consumo de
productos químicos, combustible y adquisición de maquinarias por la falta de suministros
provenientes fundamentalmente de los países ex socialistas.
Otro factor no menos importante que determinó la necesidad del cambio tecnológico (por su
incidencia en los resultados productivos) es el referido a las relaciones de trabajo asentadas
en la concepción de desarrollo imperante en todos estos años que privilegiaba la propiedad
estatal, el empleo del obrero agrícola y alto grado de centralización de la gestión tanto
productiva como comercializadora en el empeño de desarrollar una agricultura intensiva.
Estos elementos condicionaron la necesidad de cambios en el modelo agrícola, que no se
reducen al manejo agroecológico de los sistemas productivos que es lo más frecuente en la
generalidad de las experiencias en el mundo, sino que atañe además a algo tan esencial como
las relaciones de producción, lo que otorga integralidad a esta concepción de cambio
tecnológico a la vez que marcan importantes diferencias con otras realidades.
Entre los elementos con que cuenta el país para enfrentar este tránsito es necesario destacar la
existencia de una política científica orientada hacia un desarrollo nacio-nal de adaptación y
creación de tecnologías, que crea las bases para una relación más fructífera entre tecnología y
desarrollo que nos permita, con identidad propia, efectuar los cambios que exige un
desarrollo sostenible.
Desde mediados de los 70 se vienen realizando acciones como la producción nacional de
semillas mejoradas, la producción de bioplaguicidas y biofertilizantes, la aplicación de
controles biológicos, nuevos métodos de preparación de tierras, etc. tendientes a lograr una
mayor racionalidad productiva y proteger el medio ambiente.
Pero esta creciente actividad de investigación en el país, tiene uno de sus más altos
exponentes en la biotecnología agrícola para el mejoramiento genético, que plantea el riesgo
de alterar las formas de vida tal y como hasta ahora las conocemos.
Ambos movimientos: hacia una agricultura más en consonancia con la naturaleza y la
tendencia a separar la producción agrícola de su medio natural confluyen en el cambio
tecnológico de la agricultura cubana.
Tenemos entonces que el tipo de tecnología y sus niveles de introducción provocan efectos
desiguales según las características del medio en que se insertan y muy en particular de los
sujetos sociales encargados de su puesta en marcha, por lo que la búsqueda de tecnologías
apropiadas debe caracterizarse por la coexistencia de tecno-logías de punta como el
trasplante de embriones con las más rudimentarias como la tracción animal en el empeño de
combinar las posibilidades y las exigencias de la producción y los productores.
En la actualidad existe un gran debate, también en Cuba, entre corrientes de pensa-miento
que absolutizan u otorgan un mayor peso a la aplicación del paradigma tecnológico de la
agricultura moderna y los que promueven la llamada agricultura orgánica (alternativa,
natural). Sin embargo, esta contradicción no tendría mucho sentido, al menos en Cuba, si
tenemos en cuenta la diversidad de formas de propie-dad, de condiciones del suelo,
medioambientales etc. existente.
Partiendo de esta gran heterogeneidad tendría más sentido hablar de tecnologías apropiadas
para una agricultura sostenible, que implica la adecuación de estrategias que de cabida a
todas las alternativas tecnológicas y todos los tipos de insumos y equipos para satisfacer
determinados requerimientos, a lo que algunos denominan “pluralismo tecnológico” o
“combinación de tecnologías”.
Lo anterior evidencia que las estrategias a adoptar requieren necesariamente de concepciones
bien flexibles, que se adecuen a las diferentes realidades y donde convivan elementos de los
paradigmas tradicional y convencional, de alta tecnología y de los sistemas más
rudimentarios, sin que se conciba únicamente como 1imita-ciones que imponen situaciones
de crisis económicas, sino como algo consustancial a la heterogeneidad socioestructural
existente en la agricultura.
Por otra parte, para el éxito de una estrategia de cambio tecnológico se impone un trabajo de
extensionismo rural donde el centro lo constituya el propio trabajador que ha de implantar la
tecnología y la necesidad de pasar a la elaboración de proyectos, aunque simples, de
factibilidad, parcela por parcela, y con el productor directo, que conduzcan a una mayor
compatibilidad entre la tecnología (equipos, insumos y prác-ticas productivas), forma de
tenencia de las tierras y características medioambientales6.
Conclusiones
Podemos afirmar que las transformaciones descritas conducen a una fuerte diferen-ciación
socioeconómica de la fuerza de trabajo agrícola que acentúa la heteroge-neidad
socioestructural ya existente y la complejidad de 1os procesos de cambio.
Desde e1 ángulo socioestructural se aprecia la reproducción ampliada de la fuerza de trabajo
agrícola y el aumento de la heterogeneidad interna que en síntesis pudiera expresarse en:
•
Aparición de nuevos grupos sociales en el agro: el grupo de los cooperativistas en tierras
del estado, el grupo de los usufructuarios (individuales y familiares) y el grupo de los
vinculados a la propiedad mixta
•
Incremento numérico y diversificación socioprofesional de la fuerza de trabajo agrícola
•
Fortalecimiento numérico y económico del campesinado en general y en parti-cular del
pequeño agricultor individual
•
Predominio numérico del grupo de cooperativistas
•
Disminución y especialización del obrero agrícola
•
Mayor diferenciación social entre los grupos que integran la fuerza de trabajo agrícola a
partir del tipo de organización productiva en la que se integran, el vínculo con el mercado y
las alternativas tecnológicas, que se expresan en los ingresos, las condiciones de vida y la
estructura de intereses y necesidades que los caracteriza.
Continúan teniendo peso como criterios diferenciadores la forma de propiedad, acti-vidad
económica fundamental a la que se vinculan los distintos grupos, recursos para la producción,
ingresos y condiciones materiales de vida (entre los fundamen-tales), pero esta vez
determinados o mediatizados como nunca antes por su parti-cipación en el mercado, cuya
acción socioestructural más evidente es que disminuye el papel regulador del estado en la
diferenciación de los productores, adquiriendo mayor peso las formas de organización y
gestión de los recursos que cada productor o forma de organización productiva sea capaz de
movilizar para una gestión más eficiente.
Muy relacionado con lo anterior, características como mayor interés, implicación económica
y eficiencia en el manejo de los recursos, emergen con fuerza en todos los escenarios en que
se desenvuelve la producción agropecuaria, aún cuando sea posible identificar grados
diferentes según las distintas formas de organización de la producción en que se expresen.
Pero lo que sí se hace evidente, como rasgo clave de la estructura socioclasista en el campo,
es el fortalecimiento de los vínculos entre crecimiento de grupos sociales y la eficacia
productiva de estos.
El carácter descentralizador y de fortalecimiento de las economías locales que tienen todos
estos procesos de fragmentación de la propiedad, apertura de mercados y cambios
tecnológicos favorecen también una descentralización de los procesos de reproducción de los
componentes sociales del campo. Procesos de fragmentación de la estructura conviven con
procesos de fortalecimiento socioeconómico diferen-ciados, pero que, a contrapelo de otras
realidades, se desenvuelven en una lógica de funcionamiento de la sociedad en que el estado
juega un papel protagónico en la redistribución de las riquezas en favor de las mayorías.
Referencias
Domínguez, María Isabel, 1990. Diferencias y relaciones generacionales en el campesinado. Informe de
Investigación. Ejemplar mecanografiado. Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS) –
CITMA, Cuba
Figueroa, V. 1996. El nuevo modelo agrario en Cuba bajo los marcos de la Reforma Económica En: UBPC.
Desarrollo rural y participación. Colectivo de Autores, La Habana.
Lage, C. 1996. Informe al V Pleno del Partido Comunista de Cuba (PCC) Periódico Granma 26/3/1996.
Nova, A. 1994.Cuba:modificación o transformación agrícola. Material mecanografiado. Instituto Nacional
de Investigaciones Económicas(INIE). Cuba.
ONE, 1995.Estadísticas agropecuarias. Indicadores sociales y demográficos de Cuba. Oficina Nacional de
Estadísticas. Cuba.
ONE, 1997.Estadísticas agropecuarias. Indicadores sociales y demográficos de Cuba. Oficina Nacional de
Estadísticas. Cuba.
Rodríguez, J. 1996. Cuba 1990-1995. Reflexiones sobre una política económica acertada. En: Revista Cuba
Socialista.1:24.
N
otas
1
En entrevista a Carlos Lage, Secretario del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros de Cuba, este destaca
que frente a la idea del fracaso de la agricultura estatal hay que reconocer que desde el triunfo de la revolución,
en los principales renglones agrícolas la producción creció muchas veces más que la población, llegando a
alcanzar en algunos renglones índices de eficiencia comparables con los de otros países. Periódico Granma
30/10/1993:6
2
En el año 1999, según reporte de la ONE, los campesinos produeron el 86.3% del tabaco, el 68% del maíz,
el 72.6% de los frijoles, el 46.6% de las viandas y hortalizas y el 55.9% del cacao.
3
Ahora como nunca antes se profundiza la diferenciación socioeconómica en el campesinado por el papel
fuertemente diferenciador
del mercado. En un reciente análisis de la ANAP (Ver informe
Caracterización de los actores sociales campesino y cooperativista. Esfera agroalimentaria, 1996) se apunta
que la participación en el mercado asegura ingresos más altos en la actividad de cultivos varios, mientras
que los ingresos más bajos se registran en café, cacao y frutales, de zonas montañosas porque tienen menos
posibilidades de concurrir al mercado, por los niveles de producción autorizados a vender y por la
transportación.
4
Este y los siguientes testimonios aparecen recogidos en el trabajo (resultado de una investigación de campo:
Presencia femenina en las UBPC ¿un problema aún por resolver?. Teresita Almaguer et. al.
Mecanografiado. Centro de Documentación, Federación de Mujeres Cubanas (FMC). 1996.
5
Al respecto resulta bien interesante el análisis y la propuesta contenidos en el artículo del Dr. José Luis
Martín y Angel M. Suero La competencia decisional en las UBPC En: Agroecología y Agricultura Sostenible.
Curso para Diplomado de Post-Grado. Módulo 3. CLADES-ISCAH, 1997. También puede consultarse, del
Dr. Miguel Limia, Las UBPC como forma embrionaria de un nuevo colectivo laboral. En: Resúmenes de
investigaciones sobre UBPC. Programa FLACSO-UH, 1994.
6
Una experiencia de cambio tecnológico al nivel local es la realizada por un equipo multidisci-plinario
vinculado al proyecto SANE en tres CPA de cultivos varios en provincia Habana, Cuba. Ver: Manejo
agroecológico de la producción de alimentos en el sector cooperativo. Dra. Eolia Treto et al. Informe de
Investigación. Mecanografiado. Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA). 1998.
Resumen de la Estrategia Ambiental del
Ministerio de la Agricultura
Principales problemas ambientales relacionados directa o indirectamente con la actividad
agropecuaria y forestal
• Degradación de los suelos
• Deforestación
• Contaminación de aguas terrestres
• Pérdida de la diversidad biológica
Problemas relacionados con el manejo de recursos naturales
•
Falta de políticas y estrategias ambientales
•
Uso de tecnologías inapropiadas concebidas bajo el paradigma de la revolución verde
•
Déficit de recursos materiales y financieros
•
Insuficiente capacitación
•
Alto gasto energético
•
Deficientes regulaciones y su aplicación para minimizar los impactos negati-vos de
actividades agropecuarias
•
Afectaciones en cuencas hidrográficas
Misión
Contribuir a lograr el desarrollo sostenible de la agricultura cubana sobre la base de la
protección del medio ambiente en correspondencia con la misión del Ministerio de la
Agricultura.
Objetivos
•
Contribuir a la conservación y uso sostenible de los recursos agropecuarios y forestales
•
Incrementar la protección, conservación y mejoramiento de los suelos
•
Identificar, generar y transferir conocimientos, productos y tecnologías ambientalmente adecuados
•
Fortalecer las capacidades institucionales y gerenciales para la comprensión, manejo y
uso sostenible de los recursos naturales, el patrimonio forestal y la diversidad biológica
a cargo del organismo
•
Contribuir a lograr una mayor participación de decisiones, trabajadores y ciu-dadanos
en general, en la protección ambiental y uso sostenible de los recursos
•
Contribuir a fortalecer la cooperación nacional e internacional para la mayor
conservación y uso sostenible de los recursos naturales
•
Identificar los vacíos en la legislación ambiental complementaria y las normas sobre la
base de los requerimientos nacionales e internacionales
ESTRUCTURAS DE PRODUCCIÓN Y SOSTENIBILIDAD
EN LA AGRICULTURA CAMPESINA CUBANA
Mavis D. Álvarez Licea
Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP)
P
or lo general existe bastante desconocimiento en el exterior de Cuba acerca de las
estructuras de producción de los agricultores cubanos. Con frecuencia observamos, aún en
expertos y personas familiarizadas con el tema agrario, cierta confusión respecto a la
agricultura campesina.
Experiencias personales me han permitido apreciar --en eventos públicos o encuen-tros
particulares-- sorpresa o dudas sobre la existencia de un sector de agricultores privados en
Cuba. Es obvio que en esa percepción influyen ideas o juicios previos sobre procesos tales
como la nacionalización, estatización, socialización y cooperati-vización.
No es mi pretensión con este trabajo entrar en aclaraciones conceptuales, por demás bien
difíciles de abordar a profundidad, cuando se requiere de argumentos teóricos y abundantes
referencias prácticas para llegar a una diferenciación aclaradora de transformaciones sociopolíticas cuyas particularidades no son en absoluto simples.
Parece más práctico aprovechar el espacio disponible en aportar la mayor infor-mación
posible sobre esa parte del mundo rural cubano conformada por productores privados y
cooperativistas, intención que nos encara a otro tema interesante y polémico, la
diferenciación entre propiedad privada y propiedad cooperativa.
Suelen preguntarnos si realmente las cooperativas campesinas cubanas pueden considerarse un modelo de agricultura “privada”, quizás una respuesta aclaratoria debe partir de
un mayor conocimiento del régimen de propiedad de la tierra y bienes productivos
imperantes en este archipiélago caribeño llamado Cuba.
Así que, yendo directo al grano, nos preguntaremos:
¿Existe realmente un sector de agricultores “privados” en Cuba?
¿Cómo se organizan para la producción?
¿Cómo se insertan en la agroeconomía del país?
¿Han asumido en sus prácticas agrícolas un modelo de desarrollo sustentable?
Las respuestas a esas preguntas requieren de una premisa forzosa y es la necesidad de
aclarar diferencias virtuales y reales entre propiedad privada y propiedad coope-rativa. La
esencia del asunto es si realmente las cooperativas campesinas pueden considerarse una
forma de agricultura “privada”, si esa agricultura con sus estructu-ras actuales mantiene un
nivel de producción interna importante para la macroecono-mía y la seguridad alimentaria,
si las transformaciones socio-económicas que han tenido lugar en la agricultura cubana en la
última década reevalúan el rol de los productores campesinos y, finalmente, cómo se
comporta este sector de producción frente al imperativo de encontrar un modelo de
desarrollo agrícola sustentable para el país.
Cooperativas y campesinos. Organización para la producción
En Cuba se conoce como sector agropecuario no estatal aquel formado por las Unidades
Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), las Cooperativas de Producción Agropecuaria
(CPA), las Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS) y una minoría de poseedores de
tierra que pueden ser pequeños productores llamados “dispersos” por no estar asociados a
alguna de las formas de organización campesi-na existentes, en general son conocidos como
parceleros y su producción es básica-mente para el autoconsumo familiar, con algunos
excedentes que se comercializan en los diversos mercados.
La categorización “no estatal” es convencional para definir aquellas unidades de producción
poseedoras legales de las tierras, bien en propiedad (CPA y CCS) o en usufructo (UBPC,
parceleros y otros). Con esta denominación se establece la dife-rencia con otras estructuras
agropecuarias organizadas en áreas de propiedad pública o como se le llama en el país: áreas
estatales o tierras del patrimonio estatal. En otros trabajos incluidos en este libro puede
encontrarse información más amplia sobre la organización socioeconómica y estructural del
campo cubano.
El sector cooperativo y campesino --llamado así en Cuba-- abarca fundamentalmente las
estructuras de producción constituidas por las CPA y las CCS. Entre ambas ocu-pan el 22%
de las tierras agrícolas del país, más de millón y medio de hectáreas de suelos productivos y
potencialmente aptos para sustentar una explotación económica eficiente. Sobre este último
punto conviene acotar una diferencia sustancial respecto a otras experiencias de
transformaciones agrarias.
En el caso cubano las leyes de reforma agraria aplicadas en 1959 y 1963 no sólo
reconocieron y establecieron el derecho a la propiedad de la tierra para los campe-sinos,
también se tuvo la previsión de que esas tierras fueran productivas y aptas para proporcionar
alimentos y recursos económicos a los dueños y sus familiares (La O, 1997).
Por lo general los campesinos beneficiados por las leyes agrarias revolucionarias quedaron
asentados en predios de suelos apropiados para la actividad agrícola, inclusive hubo cambios
de tierras y reubicaciones cuando fue necesario para dotar a los nuevos dueños de mejores
condiciones de vida y trabajo a la vez que se asegura-ban las premisas indispensables para el
futuro desarrollo rural.
El derecho de propiedad, según las leyes agrarias, se extiende a los instrumentos y aperos de
labranza, a las viviendas y edificaciones y al producto de su trabajo. En lo que respecta a la
propiedad, esas leyes continúan vigentes y la legislación agraria posterior a las fechas de su
promulgación respetan y se atienen a sus preceptivas.
Leyes de Reforma Agraria promulgadas por la Revolución
Primera Ley: 17 de mayo de 1959
Segunda Ley: 3 de octubre de 1963
Como vimos en una tabla anterior, a mediados del 1999 había un total de 1 139 cooperativas
de producción agropecuaria y 2 578 cooperativas de créditos y servi-cios, las primeras con
casi 63 mil socios/cooperativistas y las segundas con más de 168 mil miembros.
Relacionemos estas estructuras de producción con el sistema de propiedad. En las CCS cada
uno de sus miembros es propietario individual de sus tierras y bienes de producción, los que
pueden trasmitirse en herencia a sus hijos, padres, hermanos y el cónyuge sobreviviente
siempre y cuando hayan trabajado la tierra en forma perma-nente y estable desde cinco años
antes de su fallecimiento. Como vemos se trata del prototipo de productor individual
privado cuya actividad económico productiva reproduce el modelo tradicional. Ahora bien,
este agricultor es miembro de una aso-ciación creada para la cooperación mutua en función
del progreso de la comunidad y como tal asume una identidad que trasciende el interés
personal/familiar para proyectarse hacia lo colectivo/social mediante su participación en las
cooperativas de créditos y servicios.
En el caso de las CPA nos encontramos igualmente ante propietarios que son dueños
legítimas de sus medios de producción, adquiridos inicialmente a partir de un proceso de
integración o incorporación de campesinos aportadores de tierras y bienes. Ese proceso ha
tenido sus etapas y como todo fenómeno social, también sus evoluciones, pero en esencia lo
notable es el paso de la propiedad individual a la propiedad social o colectiva, propiedad
legal de un grupo social comunitario.
No se trata de una propiedad pública, es una propiedad social particular, exclusiva de un
grupo de personas que han unido voluntades y medios para crear un patri-monio común y
administrarlo con el fin de obtener ganancias para el progreso y desarrollo de toda la
comunidad. Desde luego, esta afirmación no pasaría de ser un enunciado si no estuviera
respaldada por las leyes nacionales que reconocen la per-sonalidad jurídica de las CPA y su
derecho a la propiedad de la tierra y otros bienes adquiridos por el aporte de sus miembros.
Ese reconocimiento parte desde la propia Constitución de la República de Cuba, vigente a la
fecha y en cuyos artículos pueden encontrarse categóricas descripciones como las siguientes
(La O, 1997):
•
El Estado reconoce la propiedad de los agricultores pequeños sobre las tierras que
legalmente les pertenecen y los demás bienes muebles e inmuebles que les resulten
necesarios para la explotación a que se dedican, conforme a lo que establece la Ley.
•
Se prohibe el arrendamiento, la aparcería, los préstamos hipotecarios y cualquier acto
que implique gravamen o cesión a particulares de los derechos emanados de la
propiedad de los agricultores pequeños sobre sus tierras.
•
Los agricultores pequeños pueden incorporar sus tierras a CPA, pueden venderlas,
permutarlas o trasmitirlas por otro título al Estado y a CPA o a agricultores pequeños
en los casos, formas y condiciones que establece la Ley.
•
Los agricultores pequeños tienen derecho a asociarse entre sí, en la forma y con los
requisitos que establece la Ley, tanto a los fines de la producción agropecuaria como a
la obtención de créditos y servicios estatales.
•
Se autoriza la organización de cooperativas agropecuarias en los casos y la forma que
la Ley establece.
•
La propiedad cooperativa es una forma de propiedad colectiva de los campesinos
integrados en ellas.
•
El Estado apoya la producción cooperativa de los pequeños agricultores.
Como puede apreciarse, el derecho de los campesinos cubanos a asociarse para la
producción se recoge explícitamente en la vigente Constitución de la República y en
numerosos preceptos constitucionales, legales y jurídicos. Ese derecho lo ejercen de forma
individual o colectiva, según sean miembros de una CCS o una CPA.
El 22 de julio de 1982 se promulgó la Ley No. 36 de cooperativas agropecuarias (La O,
1997), donde se regulan los principios y procedimientos para la organización y
funcionamiento de las cooperativas de campesinos, ya sean estos productores indivi-duales
en sus fincas o unidos trabajando en un patrimonio común. En las disposi-ciones generales
del Capítulo 1 de esa Ley se hacen las precisiones conceptuales fundamentales, vale la pena
transcribirlas:
Artículo 1.- Esta Ley tiene por objeto regular el ejercicio del derecho reconocido
constitucionalmente a los agricultores pequeños a asociarse entre sí en coope-rativas
agropecuarias.
Artículo 2.- Las cooperativas a que se refiere la presente Ley son:
•
cooperativas de producción agropecuaria
•
cooperativas de créditos y servicios
•
cualesquiera otras que, de acuerdo con la Constitución y esta Ley,
tengan como objetivo formas superiores de producción del trabajo de
los campesinos
La Ley 36 es definitoria en establecer la legitimidad de las organizaciones coopera-tivas, ya
ejerzan su derecho a la propiedad de forma individual o colectiva. Por tanto, a nuestro juicio,
es totalmente válido y legítimo reconocer la existencia de un sector de propiedad no estatal,
ni pública, en la agricultura cubana cuando a las CPA y CCS nos referimos.
Principios y fines de las cooperativas campesinas
Ateniéndonos a la Ley de Cooperativas Agropecuarias vigente en el país, los prin-cipios y
fines de las cooperativas formadas por agricultores pequeños (campesinos) parten de
definiciones bien precisas en varios de sus artículos que aclaran concep-tualmente qué es
una CPA y qué es una CCS.
•
La CPA es la asociación voluntaria de agricultores pequeños que unen sus esfuerzos
para la producción agropecuaria colectiva, de carácter socialista, sobre la base de la
unificación de sus tierras y demás medios de producción. La Cooperativa de Producción Agropecuaria es una organización económica y social y en su gestión goza de
autonomía respecto al Estado, tiene personalidad jurídica propia y desarrolla su
actividad dentro de los intereses generales de la sociedad y conforme con la
democracia interna cooperativista y el trabajo común de sus miembros.
•
La CCS es la asociación voluntaria de agricultores pequeños que mantienen la
propiedad de sus respectivas fincas y demás medios de producción, así como sobre la
producción que obtienen. La CCS constituye una entidad económica con personalidad
jurídica propia y responsabilidad limitada a su patrimonio. El Estado apoya la
producción de los pequeños agricultores organizados en estas cooperativas.
En cuanto a los fines de las CPA y CCS, quedan muy bien precisados en la Ley. Las CPA se
organizan y trabajan para:
•
Desarrollar la producción agropecuaria atendiendo a los intereses de la sociedad y de la
propia cooperativa, dentro de los límites de su competencia.
•
Consolidar e incrementar la explotación social de los bienes de la CPA.
•
Incrementar la producción y comercialización de los productos agropecuarios.
•
Elevar la productividad del trabajo y la eficiencia de la producción social.
•
Propiciar la mejor aplicación de la ciencia y la técnica.
•
Coadyuvar a la satisfacción de las crecientes necesidades materiales y culturales de los
cooperativistas y sus familiares, estimular su participación en las diversas
manifestaciones de la vida social, contribuir a la elevación del nivel de vida y al
establecimiento de relaciones socialistas de convivencia entre sus miembros.
Es importante puntualizar que el Estado cubano no se desentiende de sus responsa-bilidades
con el desarrollo del cooperativismo agrario y en la misma Ley 36 se establece la obligación
del Estado en la prestación a la Cooperativa de ayuda econó-mica y técnica y en recursos
humanos calificados para que aumente su producción, al igual que se compromete a
propiciar el proceso de identificación de los intereses de la cooperativa con los intereses de
la sociedad.
En otro artículo puntual de la Ley se expresa que la CPA tiene personalidad jurídica propia y
en otro importante artículo se dice que esta entidad debe reglamentar su vida interna
mediante un Reglamento Interno de la CPA que debe ser aprobado por la Asamblea General
de Miembros. Esta regulación apunta al ejercicio de la demo-cracia cooperativa como norma
de funcionamiento interno.
El órgano superior de dirección y administración en una CPA es la Asamblea General de
Miembros, esta elige una Junta Directiva como órgano ejecutivo y administra-tivo. La Junta
debe rendir cuentas a la Asamblea que es también la facultada para elegir y renovar
periódicamente los cargos de la Junta Directiva. El presidente dirige la actividad de la
cooperativa y asegura el cumplimiento de las decisiones adoptadas por la Asamblea General
y la propia Junta Directiva. El Reglamento General de las CPA, aprobado por el Consejo de
Ministros en su Decreto No. 159 de fecha 20 de septiembre de 1990, regula las atribuciones y
funciones principales del presidente y la Junta Directiva, así como los deberes y derechos de
los cooperativistas (La O, 1997).
Todos los miembros de la CPA tienen derecho a participar en las utilidades de ésta, según la
cantidad y calidad del trabajo que personalmente hayan realizado. En el período que media
entre balances económicos anuales el cooperativista recibe un anticipo en dinero efectivo
equivalente al cumplimiento de las jornadas de trabajo y al cierre de los balances recibe las
utilidades correspondientes al trabajo aportado.
El trabajo de los cooperativistas es la fuente principal de incremento del patrimonio
colectivo. Ese patrimonio lo constituye un conjunto de bienes, los más importantes:
•
La tierra y otros medios e instrumentos de producción, las viviendas, instalaciones,
medios culturales, recreativos y otros bienes aportados por sus miembros o adquiridos
por la cooperativa, mediante compra o construidos por sí propio.
•
Los animales y plantaciones, la producción agropecuaria y forestal y otras producciones obtenidas por la cooperativa.
•
Los fondos acumulados y los recursos financieros de la CPA.
•
Sus derechos y acciones.
Respecto a los fondos vale aclarar que en el Reglamento General de las CPA se especifica
cuáles fondos deben crearse y su utilización, y otorga facultades a la Asamblea General para
fijar su cuantía de acuerdo con sus características.
A semejanza de las CPA, las CCS cuentan con un Reglamento General, aprobado en 1993,
donde se reitera que la integración de los campesinos (pequeños agricultores) y sus
familiares a las CCS es una decisión libre y voluntaria, de acuerdo con sus intereses
económicos, políticos y sociales. Basado en las funciones y atribuciones que el Reglamento
General reconoce a las CCS, cada una de estas elabora y aprueba en asamblea general de
asociados su propio Reglamento Interno. Las CCS se organizan para:
•
Fomentar la ayuda mutua y otras formas de cooperación entre los agricultores y sus
familiares.
•
Contribuir al mejoramiento de la situación económica y social de sus integrantes.
•
Tramitar y viabilizar la asistencia técnica y financiera que el Estado brinda a la
producción de los cooperativistas.
•
Elaborar anualmente el Plan Técnico Económico de la CCS, que es la suma de los
planes individuales de sus asociados, teniendo en cuenta las potencialidades de las
fincas y los recursos humanos y materiales disponibles.
•
Contratar en nombre, representación y por cuenta de sus miembros, los abastecimientos técnico-materiales y servicios para la producción, las ventas de productos
agropecuarios y las solicitudes y entregas de préstamos bancarios.
Las CCS autofinancian su gestión con el aporte de sus miembros. Estas entidades pueden
crear un fondo colectivo mediante contribución de un porcentaje de la venta bruta de la
producción acopiada por cada socio. Con ese fondo la CCS puede adquirir maquinarias,
equipamiento agrícola y medios de uso común para beneficio del colectivo de productores.
En su Reglamento Interno la CCS precisa los procedi-mientos y requisitos para el uso de
dichos fondos.
El órgano superior de dirección de una CCS es la Asamblea General, esta elige al Presidente y
demás miembros de la Junta Directiva, que es el órgano ejecutivo y se elige por un período de
cinco años. Tanto el Presidente como la Junta Directiva deben infor-mar a la Asamblea sobre las
actividades productivas y sociales desarrolladas por los asociados y anualmente analizar los
resultados de las tareas fundamentales de la CCS y proponer los planes de trabajo y objetivos de
la próxima etapa.
A partir de 1993 se inició en Cuba un profundo proceso de transformaciones en la
agricultura estatal, reorganización que modificó sustancialmente los mecanismos de
asistencia técnica, servicios, suministros, etc. de la las empresas estatales agrope-cuarias a la
producción de las CCS y agricultores individuales, funciones que con las nuevas estructuras
--es el caso de las UBPC-- no pueden asumir estas entidades autogestionadas por sus
trabajadores.
Por otra parte, la prioridad del proceso de organización de CPA, iniciado en 1977, ocupó
recursos humanos y materiales en su mayoría provenientes de las CCS, justamente debido a
la naturaleza unificadora de las nuevas formas de producción, en consecuencia, las CCS, sus
direcciones y estructuras se debilitaron progresiva-mente. Ante esta situación era evidente la
necesidad de fortalecer las CCS, ya que es una de las organizaciones campesinas de base
donde participan más de la mitad de los asociados a la ANAP y en 1995 se tomó la decisión
de iniciar un profundo proceso de fortalecimiento de las CCS, que en lo esencial significa
fortalecer sus direcciones seleccionando y capacitando a los dirigentes de sus juntas
directivas y al equipo administrativo encargado de la prestación de servicios a los socios.
Las CCS reforzadas, con estas y otras medidas de apoyo material en infraestructura
productiva y de servicios, aumentan su aporte en la producción y los acopios de alimentos y
otros productos agropecuarios y también crecen en número de aso-ciados por la
incorporación de sus familiares y de los nuevos poseedores usufruc-tuarios de tierras que
voluntariamente deciden hacerlo.
En los párrafos precedentes, de manera muy sintética, se recogen los principales cuerpos
legales, jurídicos y normativos del cooperativismo agrario campesino en Cuba. Ellos
constituyen la base de principios y procedimientos vigentes para la organización y
funcionamiento de esas cooperativas, tanto las de producción agropecuaria como las de
créditos y servicios.
Integración de las CPA y CCS a la agroeconomía nacional
Las cooperativas de campesinos, como entidades económico productivas del sector rural de
la economía cubana tienen un papel importante en los resultados de la producción agrícola y
ganadera. Los campesinos poseen y cultivan plantaciones de café y cacao, caña, viandas
y hortalizas con mayor o menor especialización según la ubicación, ganadería semiintensiva o extensiva, granos básicos como el arroz, maíz y frijoles, carnes, leche, frutas,
miel, cera, propóleo, productos forestales. En 1998 este sector productivo aportó a la
agroeconomía importantes cantidades de rubros exportables.
La tabla 4 muestra datos de las producciones de mayor peso económico, sin em-bargo, no
incluye otras producciones no menos relevantes para la alimentación de la población como
son las carnes de ovinos, conejos, aves de corral, huevos, leche de cabras. Por otra parte,
estas cifras se refieren a las ventas a empresas comercializadoras estatales con las cuales las
cooperativas contratan la mayor parte de su producción fundamental. Otras cantidades se
venden en los mercados agropecuarios que funcionan en el país regidos por los mecanismos
de precio según la oferta y demanda.
No son visibles tampoco --en términos estadísticos oficiales-- las cantidades de ali-mentos
producidos en las fincas y tierras colectivas que se destinan al consumo de los agricultores,
sus familiares y otros pobladores de las comunidades rurales benefi-ciarios de esta
producción local, se estima que los agricultores campesinos (indivi-duales y cooperativistas)
con sus respectivas familias conforman un grupo de población rural de algo mas de un
millón de habitantes (Álvarez, 1999).
El eje de integración o inserción de los productores del llamado sector campesino y
cooperativo a la economía nacional, lo constituye el conjunto de las relaciones de las CPA y
CCS con el Estado mediante sistemas especializados de planificación, con-tratación,
finanzas, precios, créditos, seguros agropecuarios y seguridad social, entre otros.
Las CPA y las CCS como personas jurídicas y los agricultores individuales como personas
naturales, son sujetos económicos que participan en la ejecución del Plan de desarrollo
económico-social de la nación. Como tales se incorporan al proceso de discusión y
elaboración de las cifras de siembras, ventas, suministros, etc. para con-formar y aprobar el
plan técnico-económico anual de la producción agropecuaria del sector. Las personas
jurídicas estatales, ya sean organismos, empresas, uniones de empresas, unidades
presupuestadas u otras formas de propiedad pública también son partes ejecutoras del Plan.
Las relaciones económicas y monetario-mercantiles entre las partes se rigen por contratos
económicos. Los contratos económicos precisan las obligaciones de los contratantes, entre sí
y con el Plan. Hay diversos tipos de contratos: de compraventa de bienes, compraventa
especial de productos agropecuarios, suministros, servicios, transporte, ejecución de obras,
seguro de bienes, etc.
En el contrato de compraventa especial el productor vendedor entrega y el compra-dor,
recibe y paga. Los productores vendedores, en el caso de la agricultura campe-sina, son las
CPA, las CCS y los agricultores individuales. Los compradores son las empresas, organismos
u órganos estatales encargados de la comercialización de los productos del agro. Las normas
básicas para los contratos económicos entre las partes ejecutoras del Plan se rigen por el
Decreto Ley 15/78 del Consejo de Ministros.
Las CPA y los agricultores individuales reciben préstamos para la producción e inversiones
productivas mediante el sistema nacional de créditos bancarios que los reconoce como
sujetos de crédito. Los créditos de producción cubren los gastos corrientes de cada ciclo
productivo y los de inversión cubren los gastos para adquirir o construir medios básicos y
sus reparaciones capitales, también se otorgan para el fomento, renovación o rehabilitación
de plantaciones permanentes y para la cons-trucción de viviendas.
La tramitación de los créditos puede efectuarla la CCS a nombre y en representación de sus
asociados si así lo acuerdan. Existen normas respaldadas por resoluciones del Banco
Nacional de Cuba para el otorgamiento, control y recuperación de los cré-ditos
agropecuarios. Los préstamos bancarios devengan intereses por el tiempo que media entre su
otorgamiento y la amortización. Las tasas de interés actuales son del 4 al 6% para los
préstamos de producción e inversiones, según el caso, para vivien-das rurales la tasa puede
ser de 2 al 3% dependiendo si se localizan en las montañas o en el llano.
Las CCS pueden solicitar créditos para actividades de beneficio común y uso colectivo de
los cooperativistas. Esos préstamos se pagan con los ingresos generados por el cobro de las
ventas de insumos o servicios.
La garantía de recuperación de los créditos, su respaldo material, lo constituyen las
producciones en proceso y terminadas, inventarios de medios básicos y de rotación e
ingresos por conceptos de servicios prestados o ventas de medios básicos. En ningún caso la
tierra y los bienes productivos pueden ser embargados o enajenados a sus propietarios por
causa de no pago de sus deudas al vencimiento de los plazos de amortización acordados.
Como personas jurídicas o naturales, las cooperativas agropecuarias y los agricul-tores
individuales contribuyen con el pago de impuestos, tasas y contribuciones al sistema
tributario nacional, aunque el sector agropecuario disfruta de un régimen tributario especial
que regula la aplicación de bonificaciones y exenciones de pago como un estímulo adicional
a la producción.
Las CPA pagan anualmente una contribución para garantizar la seguridad social de sus
miembros. Las CCS cuando emplean fuerza de trabajo en sus funciones adminis-trativas
también contribuyen con el pago del impuesto correspondiente.
Los precios de los productos agropecuarios en el país son regulados por el órgano estatal
facultado, el Ministerio de Finanzas y Precios. Las propuestas de nuevos precios o
modificaciones de los existentes generalmente se hacen mediante análisis y consultas entre las
partes interesadas. En ese proceso participan los productores, directamente o representados por
sus organizaciones, los ministerios del ramo y otros organismos. La fijación de precios oficiales
sobre la base de los costos de producción ofrece al productor garantía de precios justos y
rentabilidad según los resultados de su trabajo.
El sistema de precios incluye mecanismos de estimulación para algunas producciones de interés
nacional como rubros exportables o alimentos básicos. También se reconocen precios
diferenciados por sobrecumplimientos de producción y calidades. En los últimos años se ha
facultado a las localidades para que, según las características de su producción, fijen algunos
precios en los territorios principalmente a productos de consumo fresco o directo, esas medidas
tienden a mejorar la alimentación y reducir las pérdidas de vegetales y frutas..
Como mencionamos antes en alguna parte de este trabajo, desde 1994 se creó el Mercado
Agropecuario, entidad donde los productores pueden vender a precios liberados a la oferta y
demanda la producción no contratada y los excedentes de la contratada, por lo general estos
productos no constituyen producciones comerciales fundamentales de los productores y no
suelen ser objeto de contratación habitual con las empresas acopiadoras.
Los agricultores cubanos estatales y no estatales cuentan con la protección de un sistema de
seguros agrícolas, pecuarios y otros bienes que les ampara contra los daños o pérdidas
ocasionadas a sus siembras, cosechas, animales y bienes por causas naturales u otras
contingencias. De forma general y resumida hemos expuesto los principales mecanismos de
integración mediante los que las estructuras de producción de los cooperativistas y
agricultores individuales se insertan en el sistema global y los sistemas ramales de la
agroeconomía nacional para ejercer, como ciudadanos miembros de esta sociedad, sus
obligaciones y derechos de propietarios y productores.
En las difíciles circunstancias económicas que se desenvuelve la producción agrícola en
nuestro país, bloqueado económica y políticamente por una potencia hegemónica poderosa
e influyente como Estados Unidos, cuyas sucesivas administraciones han endurecido más
que aflojado sus medidas restrictivas hacia Cuba, con la crisis resul-tante de la desaparición
de la Unión Soviética y el bloque de países socialistas este-europeos, es obvio que la
eficiencia y operatividad de los sistemas diseñados para articular un conjunto de partes en un
propósito común de producción sufre de negativos impactos por carencias de recursos
materiales, situaciones que en ciertos suministros como los combustibles, piezas de
recambio, reposición de equipos e insumos importados limitan realmente el desarrollo de
una actividad agrícola normal. Eso sin mencionar las agresiones biológicas a los cultivos y
crianzas que periódicamente afectan nuestra agricultura.
Es absolutamente cierto que la crisis que Cuba enfrenta alcanza también a los agri-cultores e
impacta fuertemente en su capacidad para producir alimentos, son factores adversos que se
unen a las contingencias naturales propias de un archipiélago ubicado en el centro del
Caribe, paso casi obligado de ciclones, huracanes, tormentas y, por si fuera poco, en los
últimos años, la incidencia de sequías por largos períodos en vastas regiones del oriente del
país.
En estas circunstancias es una cuestión de sobrevivencia la introducción y extensión de
métodos agrícolas sustentables e integradores de los intereses sectoriales, sociales y
humanos.
La sostenibilidad en la agricultura campesina cubana
En la estructuración de un modelo de agricultura sustentable para los campesinos cubanos
hay que considerar, en primer término, las ventajas del factor estabilidad con relación a los
medios de trabajo y su posibilidad de utilizarlos, permanencia garantizada por la posesión
legal de la tierra y otros bienes, el acceso a créditos, mercados, la protección de un seguro
agrícola, de la seguridad social, etc., sin mencionar otros beneficios que como ciudadano
recibe en una sociedad equitativa en el tratamiento a sus integrantes.
Estos son factores indispensables para la sustentabilidad, como lo es también la capacidad de
organizarse en asociaciones de base con poder social y económico reconocido y contar con
su propia organización nacional como la Asociación Na-cional de Agricultores Pequeños –
ANAP-- representativa de sus intereses ante el Estado, el Gobierno y las demás
organizaciones e instituciones de la sociedad cubana.
Recordemos que el agricultor cubano es un hombre de campo instruido, que suma a su
experiencia y acervo cultural tradicional, la educación y los conocimientos técnicos que han
estado a su alcance por casi cuatro décadas de desarrollo generado por la Revolución
Cubana, particularmente a través de sistemas de enseñanza y capacitación gratuitos y
generalizados.
En el propósito de convertir la agricultura campesina cubana en un modelo eficiente y
efectivo de desarrollo sustentable la ANAP, como institución responsabilizada con el
progreso social y económico de sus miembros, ha asumido una posición comprometida
aprobando estrategias, políticas y líneas de trabajo resumidas en planes concretos como los
siguientes:
•
Programas masivos de divulgación y formación/capacitación para los campesinos y
cooperativistas de las organizaciones de base y directivos de la ANAP.
•
Promover y divulgar las experiencias de agricultura sostenible entre los campesinos a
partir de sus propios ejemplos y con su activa participación aplicando métodos de
comunicación directa de campesino a campesino.
•
Ampliar los planes de estudio del Centro Nacional de Capacitación de la ANAP y del
sistema formativo/educativo incorporando materias para generalizar los conoci-mientos
sobre la Agroecología.
•
Introducir en los proyectos de cooperación al desarrollo que se ejecutan con la colaboración de organizaciones externas acciones específicamente dirigidas a fomentar y
extender principios de sostenibilidad agrícola.
•
Participar en redes regionales de organizaciones de productores, técnicos e investigadores interesados en el tema de la seguridad alimentaria y el desarrollo sustentable.
Divulgación y capacitación
La práctica de divulgar y propagar conocimientos técnicos en el campo movilizando a los
propios campesinos para ello data de los primeros años del proceso revolucio-nario cuando
la ausencia de personal calificado parecía ser un obstáculo poderoso para los planes de
desarrollo rural.
Entrenados y organizados por los pocos técnicos y profesionales de las ramas agro-pecuarias
disponibles en esa época, hombres y mujeres de los campos aprendieron a vacunar sus
cerdos y otros animales de crianza, a extraer sangre para los análisis, a curar lesiones, asistir
partos, a prevenir enfermedades mediante prácticas higiénico-sanitarias y a enfrentar
situaciones de urgencia. Los que aprendían enseñaban a otros y asi se logró reducir
progresivamente los índices de mortalidad e incidencia de enfermedades en los rebaños. Esta
experiencia, surgida de una necesidad histórica, fue una anticipación de lo que sería en 1961
una gigantesca movilización popular para erradicar el analfabetismo, limitante del desarrollo
humano que en Cuba alcan-zaba al 40% de la población rural.
La influencia ulterior de la campaña masiva de alfabetización y su seguimiento per-manente
potenció las posibilidades de comunicación con el hombre del campo, de modo que la
ANAP, desde su fundación en 1961, incorporó como método de trabajo el activismo de sus
asociados en función de objetivos e intereses determinados. Divulgar, convencer, trasmitir
ideas con el fin de modificar conductas, a veces en oposición a hábitos y costumbres arraigadas
en la conciencia, es una tarea que requiere de la acción concertada de los recursos humanos y
materiales disponibles y de la vinculación basada en la mutua confianza y credibilidad entre los
emisores del mensaje y sus receptores. Ese papel lo cumple la ANAP mediante el contacto
directo con sus asociados, la vinculación efectiva con colaboradores de las instituciones
científicas y técnicas y el soporte de su estructura orgánica que le posibilita llegar al campesino
en cualquier lugar del territorio nacional donde este vive y trabaja.
Para su labor divulgativa y promocional la ANAP cuenta con el apoyo de una red de más de
cincuenta programas radiales –-algunos de cobertura nacional y otros, la mayoría,
locales/comunitarios-- que trasmiten con frecuencia diaria, semanal o quincenal. Al dis-positivo
radial se suman emisiones televisivas con programas, algunos de ellos espe-cíficamente
dirigidos al sector campesino, que reflejan su quehacer social y pro-ductivo y llevan
mensajes educativos e informativos.
Las publicaciones escritas también reflejan la actividad de los agricultores, sus resul-tados y
aportes, difunden conocimientos prácticos y científicos sobre la agricultura; la ANAP edita
una revista bimestral con una tirada promedio de cincuenta mil ejemplares y un variado
perfil temático donde se mantiene permanente información sobre cuestiones relacionadas
con la Agroecología y se divulgan los mejores ejem-plos de agricultura sustentable en
cualquier lugar del país.
Cada año se publican y distribuyen a través de la ANAP decenas de miles de materiales
divulgativos que llevan a los productores conocimientos sobre ciencia y técnica agropecuaria,
orientaciones para prevenir y combatir ataques de plagas y enfermedades a los cultivos y crianzas
utilizando medios biológicos, medidas de protección del medio ambiente y los recursos naturales,
prácticas agroecológicas para el manejo de sus plantaciones, conservación de alimentos y otros
muchos temas similares.
Conociendo el temperamento propio del hombre del campo pocas personas dudarían en
reconocer que la comunicación directa es la vía más eficaz de transmisión de información y
formación de conciencia en el medio rural, de manera que cualquier diseño estratégico para
promover y extender los conceptos y principios de la agricultura ecológica, debe tomar en
cuenta el intercambio entre campesinos como un mecanismo indispensable para conseguir
tal objetivo.
En 1989 la UNESCO otorgó a la ANAP el premio de su Programa Internacional para el
Desarrollo de la Comunicación (PIDC) en reconocimiento al trabajo de comunicación rural
basado en el activismo campesino, mantenido y perfeccionado desde su constitución por más
de quince años (UNESCO, 1989; UNESCO, 1989a).
Si bien las limitaciones de recursos materiales derivadas de la situación de estrechez
económica que sufre el país han obligado a reducir las publicaciones y moviliza-ciones de
personal, la labor de promover y divulgar conocimientos y experiencias útiles a los
agricultores continúa y aún crece con iniciativas y vías alternativas que aseguran su efecto
multiplicador.
La voluntad política de la ANAP por fomentar y desarrollar una agricultura real-mente
sustentable en las tierras de los campesinos y cooperativas se concretó en un esquema de
trabajo que conjuga y articula bases organizativas y metodológicas para la generalización de
prácticas y conocimientos, combinando las experiencias acumuladas por el activismo técnico
campesino de los años anteriores y los criterios más recientes sobre la comunicación
horizontal donde el productor asume el doble papel de experimentador y
promotor/divulgador de sus resultados.
Para una mejor comprensión valdría explicar que el sistema tiene su eje en el Centro
Nacional de Capacitación de la ANAP “Niceto Pérez”, que a su vez se articula con las
dependencias especializadas de las direcciones provinciales y estas con sus homólogas de
los municipios. Para la capacitación en la base el sistema se descen-traliza hacia los llamados
“puntos de encuentros territoriales” donde coinciden --con frecuencia previamente
establecida-- los activistas, formadores y técnicos para desarrollar las actividades
contempladas en cada uno de los planes y programas. Los puntos de encuentros pueden
ubicarse en los lugares más apropiados según los temas a tratar, bien sean las propias fincas
o cooperativas, las instalaciones de la ANAP o los centros locales de servicios técnicos del
Ministerio de la Agricultura.
Para cada ciclo de estudios se elaboran materiales de divulgación, medios de apoyo
didáctico audiovisuales y se programan giras de recorrido para conocer experiencias útiles y
replicables, ya sea en fincas de productores o centros de investigación y experimentación
agrícolas. Esta modalidad, parecida en muchos aspectos a la capacitación a distancia, la
aplicamos para múltiples propósitos, es particularmente efectiva en procesos donde se aspira
a movilizaciones masivas.
En el extensionismo actual, una de cuyas vertientes conocemos popularmente como “de
campesino a campesino” se trata de identificar y rescatar prácticas tradicionales que han
demostrado su eficacia productiva y efecto positivo en la conservación y mejoramiento de
los recursos naturales.
Es innegable que el acervo cultural de los campesinos, su capacidad para adaptarse a las
condiciones naturales en búsqueda permanente de una relación equilibrada con la naturaleza,
unido a su innato instinto de observación, los dotan de una mejor preparación para enfrentar
las situaciones adversas derivadas de causas naturales o escasez de recursos materiales.
En las difíciles condiciones del período especial de crisis económica que afecta a Cuba
desde hace varios años, los agricultores campesinos han contribuido notable-mente a la
alimentación del pueblo, han mantenido y aumentado su aporte produc-tivo y constituyen,
sin duda alguna, un ejemplo de subsistencia asentado en un modelo de sustentabilidad de los
recursos naturales que bien vale la pena conocer y multiplicar.
La promoción agroecológica que hace la ANAP se fundamenta en esos valores y tiene tres
ejes temáticos principales:
•
Rescatar y promover las prácticas campesinas y el intercambio de ejemplos de
agricultura sustentable directamente entre los campesinos
•
Promover mediante metodologías participativas, los procesos horizontales de validación, discusión y adaptación de las tecnologías que se consideran apropiadas para
introducir en la agricultura campesina
•
Obtener elementos básicos para elaborar las propuestas de divulgación, extensión y
transferencia de tecnologías apropiadas con un enfoque agroecológico dentro de los
modelos de producción
ANAP
Esquema del Sistema Continuo de Formación y Capacitación
Activismo Técnico Campesino
Curso de entrenamiento como formadores a campesinos seleccionados de todo el país en
el Centro Nacional de Capacitación de la ANAP “Niceto Pérez” y elaboración de
contenidos de los programas de extensión a desarrollar
Talleres de organización y preparación en las provincias con la participación de los
formadores previamente entrenados, colaboradores de los servicios técnicos
especializados y dirigentes de la ANAP
Encuentros educativos/demostrativos en puntos localizados en territorios de todos
los municipios del país guiados por los formadores y participando activistas de base
Evaluación del aprendizaje y del impacto del programa con la participación de
formadores, activistas, colaboradores y ejecutivos de ANAP
Encuentros de conocimientos e intercambios de experiencias en los niveles de base,
provincia y nación
Evaluación y recalificación de los formadores
Cierre y apertura de ciclos de extensión
La promoción agroecológica de campesino a campesino se estructuró como un movimiento
participativo dentro de la ANAP a partir de la celebración del Séptimo Encuentro Regional
del Programa Campesino a Campesino en noviembre de 1996, evento que tuvo como sede
el Centro Nacional de Capacitación de la ANAP en Güira de Melena, provincia de La
Habana y al que asistieron representantes de organizaciones campesinas y sociales de
México, Centroamérica y el Caribe, muchas de ellas trabajando desde inicios de los 90 por
el intercambio de expe-riencias agrícolas, culturales y el acercamiento entre los pueblos de
nuestra área geográfica. Mediante el contacto con estas organizaciones hemos podido
conocer de resultados positivos en la aplicación de la metodología que ellos utilizan para la
promoción y popularmente califican como del “aprender haciendo”. La ANAP actualmente
es miembro de la Coordinación Regional del Programa Campesino a Campesino (ANAP,
1997).
A finales de 1999 ya se han identificado más de 200 campesinos con marcada vocación
agroecológica, un centenar de ellos con aptitudes para ser facilitadores y promotores del
movimiento “campesino a campesino”, ese proceso de diagnóstico y selección se inició
como un proyecto experimental en la provincia de Villa Clara con la colaboración de la
organización Pan para el Mundo (PPM) de Alemania y el Departamento de Coordinación y
Asesoría de Proyectos (DECAP) del Consejo de Iglesias de Cuba (CIC). Se prevé extenderlo
en el año 2000 a las provincias vecinas de Cienfuegos y Sancti Spíritus y progresivamente, a
medida que los recursos disponibles lo permitan, al resto de las provincias cubanas, en
algunas de las cuales, como Holguín, ya existen focos locales de extensión del movimiento.
Otra vía importante de divulgación son las asambleas generales de socios de las CPA y CCS
donde se incluyen periódicamente temas de agroecología introducidos por los facilitadores,
promotores y activistas de base, si tenemos en cuenta que hay mas de 3 mil 700 cooperativas
campesinas, y que las asambleas son mensuales, no es exagerado estimar en decenas de
miles las personas del campo que sistemática-mente reciben un mensaje convincente sobre
temas de sustentabilidad. La práctica nos ha enseñado que esas personas manifiestan un alto
grado de confiabilidad cuando pueden observar directamente aquello que se les dice y
escucharlo de la voz de los propios ejecutores.
La dinámica generada por el movimiento de campesino a campesino, su rápida propagación
y aceptación determinó la necesidad de revisar y adaptar los programas regulares de
formación/capacitación que desarrolla la ANAP incorporando enfoques ecológicos a los
contenidos de las materias agrotécnicas que se imparten mediante el sistema nacional de
capacitación de la organización campesina.
En el Centro Nacional funciona desde el año 1998 la Cátedra de Agroecología y Desarrollo
Rural Sustentable con profesores calificados en las distintas materias y vinculada con la
Universidad Agraria de La Habana (UNAH), los principales centros de investigación
agropecuaria del territorio y las cooperativas y fincas de campesinos, que constituyen
centros de referencia práctica y demostrativa. Anualmente pasan por esa escuela un
promedio de mil estudiantes, dirigentes y campesinos de base de todo el país. Como norma
se ha instituido que todos deberán recibir información y actualizarse sobre los principios de
agroecología que inciden en la sostenibilidad de la producción agrícola. Ya en este Centro se
imparten cursos de Diplomado en Agroecología del Centro de Estudios de Agricultura
Sostenible (CEAS) de la Universidad Agraria de La Habana. En el primer trimestre de 1999
se diplomaron 36 profesionales de la ANAP y las cooperativas y en el futuro se preparan
condiciones para extender esta modalidad de superación profesional a otras provincias
mediante el sistema descentralizado que se aplica para la capacitación de los activistas.
Los programas de formación/capacitación requieren de respaldo material, especial-mente en
insumos para edición y reproducción de publicaciones, medios audio-visuales, costos de
transportación y otros gastos que, en las condiciones de la economía cubana, precisan de
moneda libremente convertible para su adquisición por tratarse de bienes importados.
Cooperación nacional e internacional
La cooperación con organizaciones no gubernamentales del exterior y agencias de desarrollo de
varios países ha contribuido a reforzar el papel de la ANAP como centro orientador de estrategias
y coordinador de acciones para el desarrollo de la agricultura campesina. Este tipo de
cooperación es una actividad reciente en la ANAP, nuestros primeros contactos datan de 1993, a
través de relaciones con organizaciones campesinas de Centroamérica, coyuntura coincidente
con el agravamiento de la situación económica cubana por el desmembramiento de la Unión
Soviética y el campo socialista europeo. La agricultura en general y la campesina, en particular,
se encontraban fuertemente afectadas por la falta de insumos, el deterioro del equipamiento y la
escasez aguda de combustibles y piezas de repuesto.
En medio de esas condiciones arreciaba el aislamiento ocasionado por el bloqueo
estadounidense y en tal situación el contacto con las ONG que ya trabajaban en otros países
del área podría construir una alianza útil para preservar lo que habíamos logrado y, lo que es
más importante, recabar apoyo y solidaridad con el pueblo cubano y su lucha de resistencia.
Las primeras respuestas llegaron desde Nicaragua de la ONG Ayuda Popular Noruega,
posteriormente se sumó el Grupo Sur integrado por ACSUR, Oxfam Bélgica y Tierra de
Hombres. A estos primeros contactos siguieron otros, la cooperación se incrementó y en
1999 la ANAP mantiene estre-chas relaciones de colaboración con medio centenar de ONG
de más de veinte países (Álvarez, 1998).
En 1996 iniciamos la experiencia de cooperación Norte-Sur-Sur en un proyecto para el
desarrollo del cooperativismo agrario entre los campesinos que trabajan indi-vidualmente
sus tierras en el municipio de San Antonio de los Baños. La triangula-ción funciona con
apoyo financiero de la agencia de cooperación belga a través de la ONG de ese país NCOS,
esta canaliza la gestión mediante su contraparte ame-ricana, la ONG Centro Cooperativista
Uruguayo (CCU), que se relaciona con la ANAP para la asesoría técnica, control de
ejecución y otros propósitos del proyecto. Este modelo de cooperación lo valoramos mucho
porque contribuye al acercamiento entre interesados en los mismos problemas y facilita a
nuestros agricultores y a la ANAP mostrar y compartir sus resultados. Tenemos algunas
experiencias con ONG de Centroamérica y el Caribe, las cuales emplean fondos de proyectos
financiados por ONG del Norte para que vengan a Cuba productores y dirigentes campesinos
a intercambiar con sus colegas cubanos sobre agricultura ecológica (Álvarez, 1997).
Los recursos obtenidos de la cooperación, en conocimientos, experiencias y fondos en
divisas han complementado las capacidades endógenas en medios materiales, recursos
humanos e infraestructura docente y productiva de la ANAP y las coope-rativas campesinas
para afianzar la sostenibilidad como principio básico de la pro-ducción agrícola cubana.
Son varias las ONG interesadas que han colaborado y continúan apoyando a la ANAP en
este empeño de promover una agricultura viable y sustentable entre los campesinos, cabe
mencionar a Fundescoop, ISCOD, la Fundación Largo Caballero, el Centro de Estudios
Rurales de la Politécnica de Valencia (CERAI), Entre Pueblos, todos de España; Oxfam
Solidaridad de Bélgica; Grupo de Voluntariado Civil de Italia y la ONG alemana Pan para el
Mundo (Simón, 1999).
En el ámbito nacional, la ANAP trabaja estrechamente con otras instituciones coincidentes
en la política de defensa del ecosistema y que trabajan activamente por lograr una agricultura
sana y equilibrada, por mencionar algunas con las que tenemos proyectos concretos: el
Grupo de Agricultura Orgánica de la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales
(ACTAF); el DECAP del Consejo de Iglesias; el Centro de Estudios de Agricultura
Sostenible de la Universidad Agraria de La Habana; el Instituto de Investigaciones
Fundamentales de la Agricultura Tropical (INIFAT); el Centro Nacional de Sanidad Vegetal
(CNSV); los Institutos de Investigaciones de Sanidad Vegetal (INISAV), de Suelos (IIS),
Hortícolas “Liliana Dimitrova” (IIHLD) y de Mecanización Agrícola (IIMA); entre otros.
En el plano internacional la ANAP participa en redes regionales de organizaciones de
productores, técnicos e investigadores interesados en el tema de la seguridad alimentaria y el
desarrollo sustentable. Formamos parte de la Vía Campesina, de la Coordinadora Regional del
Programa Campesino a Campesino, de la Red Internacional de Agricultura y Democracia, entre
otras organizaciones continentales y mundiales que mantienen contactos e intercambios regulares
y crecientes con la ANAP.
El balance arroja resultados notables si tenemos en cuenta las difíciles circunstancias en que
se desenvuelve la economía de nuestro país. Es alentador el hecho de que, pese a todas las
limitaciones, se avanza en lo que, a nuestro juicio, resulta la mayor dificultad subjetiva: el
cambio de hábitos y prácticas propias de la agricultura de gran escala que por muchos años
se trasladaron a la agricultura campesina familiar y cooperativa, como fue el uso excesivo e
indiscriminado de agroquímicos, el derro-che de recursos energéticos, la contaminación de
las aguas y los suelos, la destruc-ción de bosques y ecosistemas, el incorrecto manejo de los
suelos y las prácticas agrotécnicas inapropiadas, entre otras muchas de las barbaridades que
han llevado al planeta al borde de la catástrofe ecológica.
Se avanza en el rescate y divulgación de la sabiduría campesina acumulada en los ejemplos
de los buenos productores y se gana en la comprensión de que son mo-delos a imitar cuando
esos ejemplos se enriquecen y sustentan con los conoci-mientos técnicos al alcance de todos.
Dificultades no han faltado, escasez de materiales, persistencia de conceptos y hábitos
resistentes a cambios, poco tiempo para preparar y organizar, en fin, pero lo cierto es que ya
pueden mostrarse resul-tados interesantes y novedosos, por ejemplo podemos mencionar las
tecnologías alternativas aplicables a la producción de pequeña y mediana escala, en especial
aquellas que tienden a la reducción del consumo energético y a la utilización de energía
renovable.
En casi un centenar de comunidades rurales de las provincias orientales se han instalado
sistemas de abasto de agua por gravedad para consumo doméstico y regadío agrícola
aprovechando desniveles del terreno y fuentes naturales, arietes hidráulicos, molinos de
viento, y bombas de soga son construidos e instalados en fincas y cooperativas de esos
territorios severamente afectados por sequías periódicas.
En la provincia de Camagüey se construyeron y funcionan dos plantas de produc-ción de
biogás para abastecer combustible doméstico a las viviendas de sendas comunidades
cooperativas y adicionalmente obtener biofertilizantes como producto residual.
Se trabaja en la producción de plaguicidas botánicos a partir de extractos de frutos del árbol
del Nim, extendido su cultivo a todos los territorios y establecido planta-ciones en los
lugares donde se construyen los centros de procesamiento. Las dos primeras plantas de
producción se instalan en CPA de las provincias de Matanzas y La Habana respectivamente
(ANAP, 1997a).
El empleo de los medios biológicos para el control de plagas y enfermedades en los cultivos
y crianzas y la fertilización van dejando de ser novedades y poco a poco se han ido
integrando a la cultura productiva. Hay un mayor grado de conciencia en los productores
respecto a la necesidad de disminuir el empleo de sustancias químicas para el control de las
plagas, lo que se refleja en el incremento del uso de los biopreparados producidos en los
Centros Reproductores de Entomófagos y Entomopatógenos (CREE) (ANAP, 1997b; ANAP,
1999). Es innegable que estas respuestas mucho tienen que ver con los programas de
educación, capacitación y en particular la acción de los activistas que comunican
directamente con otros campesinos para demostrarle prácticamente la efectividad de estos
medios.
Avances importantes se han logrado también en la aplicación de medidas agrotéc-nicas para
un adecuado manejo de los suelos, la asociación y rotación de cultivos, la diversificación, el
empleo de abonos orgánicos, de abonos verdes para incorporar al suelo, en la producción y
selección de semillas de calidad y el empleo de la tracción animal con implementos
diseñados y construidos por los propios productores.
Los pequeños y medianos agricultores en Cuba (en esta última categoría considera-mos a las
CPA) tienen la responsabilidad de producir un porcentaje significativo de los alimentos que
consume la población, pero también el compromiso de manejar más racionalmente los
recursos naturales del entorno que le da vida. Proteger esos recursos es protegerse a sí
mismo y a los suyos, ese es el sentido de sus esfuerzos por practicar una agricultura más
sana, más armónica y más equilibrada.
La organización social de los campesinos, la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños,
también ha asumido conscientemente ese compromiso con una definición estratégica muy
clara en sus múltiples vertientes de trabajo, ya sea orientando, orga-nizando, coordinando y
facilitando toda acción que conduzca al fortalecimiento de las organizaciones campesinas de
base, a incrementar sus aportes productivos a la alimentación del pueblo, a rescatar y
difundir toda la sabiduría acumulada por los hombres del campo y a convertir la agricultura
del sector de los campesinos y cooperativas en un verdadero ejemplo de agricultura moderna
y sostenible como requiere y conviene a la defensa de la seguridad y soberanía del país.
Referencias
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Editorial “Recibe la ANAP premio PIDC de comunicación rural”. pp. 18 – 19.
LA AGRICULTURA URBANA EN CUBA
Nelso Companioni1, Yanet Ojeda1 †, Egidio Páez2 y Catherine Murphy3
1 – Instituto de Investigaciones Fundamentales en Agricultura Tropical (INIFAT)
2 – Delegación del Ministerio de la Agricultura, Ciudad de La Habana
3 – Institute for Food and Development Policy (Food First)
E
n los últimos años se ha desarrollado en Cuba un fuerte movimiento agrícola en las
ciudades y asentamientos poblacionales, al cual denomi-namos Agricultura Urbana.
El objetivo de este movimiento es obtener la máxima producción de alimentos
diversos, frescos y sanos en áreas disponibles, ante-riormente improductivas. Esta producción
se basa en prácticas orgánicas, que no contaminan el ambiente, en el uso racional de los
recursos de cada territorio, y en una comercialización directa con el consumidor. Esto ha
demandado el desarrollo de un grupo de actividades y estructuras capaces de garantizar la
estabilidad de este sistema productivo.
Esta agricultura en Cuba, tiene un claro sentido de sostenibilidad, fundamentalmente en lo
concerniente al amplio uso de la materia orgánica y de los controles bioló-gicos, así como su
principio de territorialidad que se observa en el aseguramiento de los insumos necesarios
para la producción en cada provincia. El destino de la misma constituye un fuerte apoyo al
cumplimiento del consumo mínimo energético/proteico, de 2 300 kcal/persona/día y 62
gramos de proteína, de la cual alrededor del 25 % debe ser de origen animal (Companioni et
al., 1997)
Tiene sus propias características, que la diferencian de la agricultura convencional o de
grandes extensiones, como ejemplos; su diversidad y cantidad de actores sociales que
participan en su desarrollo. Esto le infiere un matiz especial al extensionismo, donde se
pueden innovar modelos de gestión o estilos de trabajo que conduzcan a alcanzar niveles de
sostenibilidad dentro de cada territorio.
Es una agricultura participativa, popular, en la cual la gran heterogeneidad de las
condiciones en que se desarrolla, obliga al productor a realizar constantes ajustes en las
técnicas a utilizar, para crear las mejores condiciones a las plantas o los animales en
producción. Por su ubicación geográfica y destino de consumo, es una agricultura de bajos
insumos, que no permite el uso de agrotóxicos, con extrema economía en el uso del agua, y
exquisitez en el cuidado de la fertilidad de sus tierras, manejo de los cultivos y de los
animales. La agricultura urbana ha recibido y recibe una atención priorizada por la máxima
dirección del Ministerio de la Agricultura y del Gobierno del país.
Antecedentes y estado actual
Durante la primera mitad del siglo la agricultura urbana estuvo dirigida a la pro-ducción de
algunas hortalizas, fundamentalmente de hojas, a pequeña escala y producida por una
minoría de personas, así como a la cría de algunos animales domésticos en patios y pequeñas
fincas dirigidas al auto abastecimiento familiar y del vecindario.
A partir de los años 60 se introduce en el país una nueva modalidad de producción hortícola,
basada un una compleja tecnología constructiva y de manejo de los cultivos, como lo fueron
los hidropónicos y zeopónicos, que requerían de una alta utilización de productos
industriales y químicos.
La especialización de estos sistemas y el vertiginoso desarrollo de grandes empresas, durante
el período de los años 70 y 80, dedicados a la producción, entre otros cultivos, de las
hortalizas, acaparó la atención y expectativas del abastecimiento de productos hortícolas,
relegándose a un segundo plano estas producciones a pequeña escala (Companioni, et
al.,1996).
Cuba no fue la excepción en la industrialización de la agricultura, y con el ánimo de producir
alimentos suficientes para el pueblo en los años después del triunfo de la revolución,
optamos por marchar a la vanguardia en la "Revolución Verde". Tampoco fuimos la
excepción y nos sensibilizamos con conocimiento de causa, sobre todo a partir de la Cumbre
de Río y comenzamos el cambio hacia una agricultura más natural, con la cual la calidad de
la producción, la nutrición de la población y los recursos naturales son más beneficiados.
Debido a las dificultades económicas de los años 90, a la baja calidad de algunas
producciones hortícolas, a la ausencia de especies tradicionales, así como a las amplias
potencialidades productivas en las ciudades, es que se retoma en los últimos años la
agricultura urbana en Cuba. De esta forma se fueron instrumentando muchas producciones
en pequeñas áreas, atendidas fundamentalmente, con los recursos existentes en cada
localidad para su venta directa en el lugar de producción.
La sencillez en la explotación de estas unidades y el incremento de los rendimientos a
medida que se fue perfeccionando la tecnología, permitió un desarrollo tal de la actividad,
que en poco tiempo se convirtió en un verdadero movimiento popular. Esto trajo consigo la
posibilidad de emplear 160 000 personas de las más variadas procedencias incluyendo
obreros, albañiles, mecánicos, amas de casa, jubilados, profesionales, etc. (López, 2000).
La vinculación de un considerable número de trabajadores a esta agricultura, constituye una
de las más notables manifestaciones de su impacto social, impulsado este fenómeno,
principalmente, por las ventajosas condiciones salariales que alre-dedor de esta actividad se
fueron creando, lo cual no atrajo la atención sólo a obreros operarios, sino incluso a distintos
profesionales de las más diversas ramas, quienes han tenido el apoyo del Estado en la
entrega de tierra, créditos, servicios e insumos. Esta nueva fuerza laboral agrícola que en
general posee un considerable y amplio nivel cultural, ha impregnado dinamismo e
innovación a este movimiento en cada territorio a través de las Granjas Urbanas
Municipales.
Dicha granja es la unidad organizativa que agrupa todas las unidades productivas de la
agricultura urbana en un municipio y juega un papel de vital importancia en la ejecución del
trabajo de extensión, no solo al encargarse de la asesoría técnica de los productores sino de
ser el vínculo entre estos últimos y los centros de investigación, docencia y servicios (Ojeda
et al., 1999).
A partir del desarrollo de su principio fundamental, producir con los recursos del territorio,
cada Granja Urbana organiza la producción de sus unidades teniendo en cuenta los recursos,
insumos y potencialidades disponibles y sobre esta base define las tecnologías a utilizar para
garantizar la producción de alimentos. Para ello se hace imprescindible una intensa labor en
la capacitación técnica de los productores, la cual ha jugado un papel decisivo en los
modestos logros alcanzados hasta el presente.
Premisas que proporcionaron su desarrollo
•
La alta demanda de los productos alimenticios que generan las grandes concentraciones de población, muchos de los cuales, como las hortalizas frescas y las
frutas, son de fácil deterioro y altos costos por la transportación a grandes
distancias, ha constituido una de las principales premisas para el desarrollo de la
producción de alimentos lo más cercano posible al consumidor.
•
La producción de hortalizas, frutas, flores, condimentos y otros, así como la
crianza intensiva de animales exige el empleo de abundante fuerza de trabajo la
que precisamente se encuentra en gran disponibilidad en pueblos y ciudades. El
75% de la población cubana es urbana, siendo el campo la principal fuente que ha
propiciado este incremento, por lo que de hecho, ésta cuenta con suficientes
conocimientos empíricos para el manejo de los cultivos y la producción pecuaria.
•
Para evitar una excesiva concentración de población, el desarrollo urbanístico
actual prevé áreas libres. Asimismo, el crecimiento periférico de las ciudades, a
partir de la migración desde el campo, deja innumerables espacios vacíos. Estos
espacios se convierten en verdaderos basureros y fuente de todo tipo de vectores,
lo que además de afear nuestras ciudades, constituye una amenaza para la salud
humana. Dedicar estas áreas a la producción de alimentos ha permitido eliminar
estos males, saneando y embelleciendo a su vez a nuestras ciudades.
Principios básicos
Todo el accionar de la agricultura urbana se rige por un conjunto de principios a partir de los
cuales se definen los objetivos específicos y su estructura. Entre estos principios básicos se
encuentran los siguientes:
•
Distribución uniforme por todo el país.
•
Correspondencia entre la producción planificada y el número de habitantes de cada
lugar.
•
Interrelación cultivo – animal con máxima utilización de las posibilidades para el
incremento de ambas.
•
Uso intensivo de la materia orgánica y los controles biológicos preservando la
fertilidad de los suelos y sustratos.
•
Utilizar cada área disponible para producir alimentos de forma intensiva con el fin
de obtener altos rendimientos de los cultivos y animales.
•
Integración multidisciplinaria e intensa aplicación de la ciencia y la técnica.
•
Mantener un suministro de productos frescos y garantizar una producción balanceada de no menos de 300 g per cápita diario de hortalizas y adecuado surtido de
fuentes de proteína animal.
•
Máxima utilización de todo el potencial existente para producir alimentos, fundamentalmente la fuerza laboral y el uso de residuos o subproductos para la nutrición
vegetal y animal.
Estructura organizativa
La agricultura urbana cuenta con una estructura que está presente en todos los poblados y
ciudades del país dado por el impacto y desarrollo alcanzado en esta forma popular de
producción de alimentos y al grado de urbanización de la población cubana, que se expresa en
la tabla 1.
Esta actividad está dirigida por el Grupo Nacional de Agricultura Urbana, el cual está
integrado por especialistas, funcionarios y productores procedentes de distintos ministerios e
instituciones, tanto científicas como de producción. Ejerce su influencia hasta el nivel de
base a través de los grupos provinciales y municipales. Estos grupos territoriales están
responsabilizados con la organización, desarrollo y control de esta actividad en su territorio.
Entre sus actividades está presente la más estrecha coordinación entre todos los organismos
y factores que de una u otra forma se encuentran relacionados con la producción,
procesamiento y distribución de alimentos en el perímetro de cada municipio y provincia, en
primer lugar con el Poder Popular que es la unidad básica de organización del Gobierno.
En el Consejo Popular (gobierno del barrio) la agricultura urbana se coordina a través de un
representante o delegado de la agricultura. También se encuentran representadas numerosas
actividades relacionadas como son: la medicina veterinaria, sanidad vegetal y otras. El
escenario de acción al nivel de Consejo Popular contempla todas las unidades de
producción en las distintas modalidades productivas. Además, coordinan las actividades con
las unidades técnicas y de servicio como son: la clínica veterinaria, la tienda del agricultor,
casas de posturas, laboratorios de producción de bioplaguicidas, entre otras.
La coordinación entre todos los Consejos Populares que conforman un municipio se realiza
a través de la Granja Urbana Municipal. Esta cuenta con la infraestructura mínima necesaria
para realizar, además de la actividad de coordinación, otras de carácter técnico y de
prestación de servicios ya que tiene la posibilidad de agrupar a todos los recursos científicos,
técnicos y productores de las diferentes unidades de producción e instituciones afines de su
territorio, en función de realizar dichas actividades
Estructura productiva
La agricultura urbana cuenta actualmente con 26 subprogramas que abarcan temas
específicos como la producción de hortalizas, plantas medicinales, condimentos, granos,
frutas y crianza de animales (gallinas, conejos, ovinos, caprinos, porcinos, abejas y peces),
que se desarrollan a través de todo el país (tabla 2).
A continuación comentaremos objetivos, características y algunos resultados de un grupo de
los subprogramas con mayor experiencia de trabajo.
1. Hortalizas y condimentos frescos
(Organopónicos, huertos intensivos, parcelas y patios)
Esta fue la primera actividad realizada por la agricultura urbana, por tanto, la más
desarrollada. Contempla entre sus principales tareas, la producción de no menos de 30
millones de qq (1 380 000 t) de hortalizas frescas con rendimientos superiores a 20
kg/m2/año en los organopónicos, 10 kg/m2/año en los huertos intensivos y 10 kg/m2/año en
las parcelas y patios. El crecimiento perspectivo de este programa prevé finalizar el año 2000
con no menos de 5 m2/habitante de área dedicada a estas producciones. Basándose en esta
área y en los rendimientos previstos se dará un sus-tancial aporte a la producción hortícola
nacional para alcanzar no menos de 300 g de hortalizas diarios per cápita que nos hemos
propuesto suministrar a toda la población.
La heterogeneidad de las condiciones a través de todo el país, junto a la diversidad de las
posibilidades en las que se puede obtener producción agropecuaria y en este caso hortícola,
ha permitido el desarrollo de modalidades donde se desarrollan cul-tivos y animales de forma
integrada. En nuestras condiciones se encuentran, entre las más extendidas, las siguientes:
Organopónicos y huertos intensivos
Son las modalidades más destacadas en los últimos años en todo el país, contri-buyendo hoy
de manera sobresaliente al rescate de nuestro acerbo hortícola. Son un ejemplo de cómo
deben accionar de forma conjunta, los científicos y los productores (MINAG, 2000).
La principal diferencia entre estos dos sistemas de producción hortícola radica en que los
organopónicos se desarrollan en áreas con suelos infértiles o con serias limitantes para su
explotación, así como sobre superficies artificiales, en que los canteros están construidos por
guarderas o paredes laterales de diferentes materiales, los cuales se rellenan con un sustrato
conformado con materia orgánica y suelo sobre el cual crecen los cultivos. El huerto
intensivo se desarrolla en áreas cul-tivables conformándose los canteros in situ sin utilizar
soportes o paredes laterales y la materia orgánica se aplica directamente al suelo durante el
proceso de laboreo para la siembra (Peña, 1995,1997).
Parcelas y huertos populares
Es la modalidad más popularizada por el alto número de participantes. Como regla, el área
que atiende un productor es pequeña y está sujeta a cuanto espacio útil o potencialmente
cultivable existe entre edificaciones y calles, o en viviendas situadas en solares con área
disponible para la producción agropecuaria. Por lo general, las parcelas, patios y huertos
populares, situados en áreas periféricas de las ciudades, alcanzan mayor superficie que las
ubicadas en el área central urbana.
La producción en parcelas y patios o huertos populares alcanza un nivel importante en el
abastecimiento familiar y regional. De estas modalidades productivas, se encuentran en
producción en la actualidad 104 087 parcelas y patios en un área de 3 595 ha , los cuales
aportan una producción algo superior a la de los organopónicos y huertos intensivos en
conjunto.
La utilización de estas tierras proporciona un gran apoyo a la alimentación de la población
urbana, además del significado que tiene para el desarrollo de una cultura agrícola, así como
para el ambiente urbanístico ya que contribuye a la eliminación de vertederos urbanos con
sus correspondientes secuelas de vectores y plagas, además de crear condiciones para el
empleo del tiempo libre en una labor productiva y socialmente útil (Ojeda et al., 1997).
Fincas de autoabastecimiento de fábricas y empresas (“autoconsumos”)
La concentración de la producción industrial de las direcciones administrativas y de
innumerables entidades de educación, salud y servicios, en los principales núcleos de
población, requiere del funcionamiento de miles de comedores obreros cuyo abastecimiento
necesita del suministro de considerables cantidades de productos del agro con adecuado
surtido. Con el fin de darle solución a esta demanda dirigida a la alimentación de los
trabajadores, un considerable número de centros laborales ha organizado la producción
agropecuaria en áreas aledañas o cercanas a sus unidades, con lo que se evita competir con
el abastecimiento de la población de las ciudades.
La magnitud de la producción agropecuaria de las fincas de autoabastecimiento de centros
de trabajo (conocidas popularmente como “autoconsumos”), ha alcanzado un nivel que les
permite figurar como una modalidad independiente dentro del contexto de la agricultura
urbana, teniendo en cuenta las particularidades propias del sistema de producción y manejo
de estas unidades agropecuarias.
Sólo en la capital del país funcionan más de 300 fincas de autoabastecimiento, con un área
de 5 368 ha (400cab), los cuales obtienen cada año cantidades importantes de hortalizas,
viandas, granos y frutas, así como carne, leche, pescado huevos y condimentos.
Fincas suburbanas
Las fincas suburbanas integrales conforman el llamado cordón o anillo de las ciudades y su
ubicación ha estado influenciada por factores urbanísticos, ya que forman parte del entorno
de la ciudad y por tanto de sus exigencias actuales de planeamiento y desarrollo. Sin
pretender cubrir todas las necesidades alimentarias de la población, son unidades con un
nivel de producción y de integración entre los distintos componentes de la producción
agropecuaria superior a las parcelas o huertos populares ya que su tamaño fluctúa entre 2 y
15 ha.
El sistema de explotación y los objetivos de su producción reciben la influencia de las
poblaciones cercanas desde el punto de vista de infraestructura, uso de resi-duales,
productos a ofertar, comercialización de la producción, etc., por lo que la tecnología de
explotación agrícola tiene que contemplar determinados requisitos, entre los que sobresale la
explotación intensiva, máxima utilización del área disponible, uso racional del agua, así como la
eliminación o reducción al mínimo del uso de agrotóxicos.
Han alcanzado un importante auge en todas las provincias en los últimos años,
fundamentalmente en Ciudad de La Habana, Santa Clara, Sancti Spíritus, Camagüey y
Santiago de Cuba. En la Ciudad de La Habana, se encuentran en producción más de 2 000
fincas suburbanas de campesinos y 285 en áreas estatales, las que agrupan en su conjunto 7
718 ha (575 cab.), con niveles de producción elevados.
Cultivos protegidos y agricultura del hogar
Estas dos modalidades se encuentran en su fase inicial de desarrollo. Los cultivos protegidos
comprenden la utilización de “casas de tapado” de tecnología española, israelita y cubana,
tanto para la obtención de productos agrícolas, como de posturas para la siembra,
desarrollándose en las mismas los ajustes tecnológicos necesarios para su optimización en
nuestras condiciones. Esta tecnología permite el cultivo de hortalizas durante todo el año,
especialmente durante los meses más cálidos y de sol intenso.
La agricultura del hogar comprende la utilización de las más variadas posibilidades
productivas que van desde el cultivo en recipientes con sustratos y soluciones hasta el uso de
cultivos en canteros reducidos, balcones, techos, etc. utilizando sustratos mínimos. Cuenta
con su tecnología de explotación y formas de organización propias (Carrión, 1996).
Resultados obtenidos en el subprograma de hortalizas
Durante los últimos años el subprograma hortícola ha experimentado crecimientos
sostenidos, tanto en el nivel de producción alcanzado, como en el rendimiento obtenido
(figura 1).
1000
25
900
800
20
15
Producción de
organopónicos y
huertos intensivos
(miles de t)
10
Rendimiento de
organopónicos
(kg./m2)
700
600
500
400
300
200
5
100
0
0
94
95
96
97
98
99
Figura 1. Comportamiento productivo de organopónicos y huertos intensivos
1999)
(MINAG, 1994 –
La producción alcanzada durante 1999, en organopónicos y huertos intensivos, permitió una
oferta a la población de 215 g/día per cápita de hortalizas frescas (MINAG,1999), lo que
representa un poco más de la mitad de la norma que nos proponemos (tabla 3).
Teniendo en cuenta el avance alcanzado por algunos territorios, esta cifra alcanza hoy
niveles importantes en Cienfuegos, Ciego de Ávila, Sancti Spíritus y La Habana. Dicho
subprograma ha sido el laboratorio donde se han experimentado, comprobado y consolidado
los principios, objetivos y lineamientos perspectivos del desarrollo de la agricultura urbana
en Cuba.
2. Arroz popular
Este subprograma ha alcanzado en los últimos tres años un significativo avance en todos los
territorios del país, llegándose hoy a producir por esta vía de pequeñas áreas, atendidas con
los recursos de cada territorio, un rendimiento superior al alcanzado en las empresas
arroceras del país.
3. Plantas medicinales y condimentos secos
Al igual que el anterior, es un subprograma de reciente inclusión dentro de la agricultura
urbana. Sin embargo, tanto las plantas de condimento como las medi-cinales, han tenido por
la vía de organopónicos y huertos intensivos un subprograma independiente, por lo que las
mismas cuentan con mayor o menor extensión en los distintos territorios, cada uno de los
cuales desarrolla planes definidos. En algunos casos se comercializa parte de las
producciones con dependencias del Ministerio de Salud Pública (MINSAP) para su
procesamiento como medicina verde, que se expende a la población a través de la red de
farmacias. El resto es vendido verde o seco para el consumo doméstico.
La finalidad de los condimentos secos consiste en su uso en la cocina cubana, debido al nivel
de superproducción de algunas especies, lo que ha requerido desarrollar su secado y
procesamiento. El consumo de condimentos en Cuba ha llegado a alcanzar 120 g per cápita
anual. Para formar hábitos de consumo de muchas de estas plantas condimenticias en la
población, se ha realizado una intensa labor educativa y divulgativa sobre su conservación,
procesamiento y modo de empleo en el hogar, mediante publicaciones, radio y televisión
(Figueroa y Lama, 1997, 1998 y 1999).
4. Plantas ornamentales y flores
Entre los cultivos es un subprograma en desarrollo en la mayoría de los territorios,
existiendo solo algunas unidades dedicadas a la producción de flores. Este programa ha
alcanzado mayor masividad en las provincias habaneras y en otras como Camagüey y Ciego
de Ávila, que se propone en su etapa inicial la producción de cinco docenas de flores per
cápita al año.
5. Frutales
A pesar de haberse incluido recientemente como subprograma de producción de la
agricultura urbana, ha sido tradicional la siembra, cuidado y explotación de árboles con
distintas finalidades, así como de café (Coffea arabica), en perímetros urbanos. La práctica
ha demostrado el alto potencial productivo que hoy caracteriza este programa,
fundamentalmente en lo concerniente al mango (Mangifera indica), aguacate (Persea
americana) y cítricos (Citrus spp.). El desarrollo actual prevé un amplio programa de viveros
y producción de injertos con vista a acelerar la producción de éstos y otros frutos.
6. Avícola
Entre los subprogramas de producción animal, éste ha alcanzado el mayor de-sarrollo,
fundamentalmente en la crianza de gallinas y patos. Para el desarrollo de las primeras se ha
puesto en práctica un plan mediante el cuál se le asigna al productor un pie de cría de 10
hembras y 1 macho de las llamadas gallinas semirrús-ticas, las cuales se obtienen mediante el
cruce de aves criollas con razas de mayor potencial productivo como la Rhode Island Red. A
partir de este cruce se obtienen gallinas caracterizadas por su resistencia a las adversidades
del ambiente, rusticidad y características de doble propósito (carne y huevos). En su etapa
adulta esta gallina con condiciones de alimentación mejorada (109 g /ave/día) se mantiene
poniendo todo el año, alcanzando una producción promedio anual de 200 huevos por ave.
También se ha alcanzado algún desarrollo en la crianza de patos, que es el ave doméstica de
más rápido crecimiento ya que en solo 7-8 semanas de edad puede alcanzar entre 2.8 y 3.2
kg de peso vivo, con una conversión cercana a 3 kg de alimento por kg de ganancia. Esta ave
es menos exigente a las condiciones de las instalaciones y alimentación y más resistente a
algunas enfermedades infecciosas comunes en las aves. Además de las citadas especies, se
producen gansos, pavos y guineos en pequeña escala (Companioni et al., 1996 a).
7. Porcino
El desarrollo de este subprograma tiene particularidades especiales, porque la crianza de
cerdos en perímetros urbanos requiere una serie de exigencias sanitarias de imprescindible
cumplimiento, orientadas por el servicio veterinario como vacu-nación y medidas
profilácticas. Por tal motivo el desarrollo de este subprograma tiene su ejecución
fundamentalmente en áreas suburbanas, cumpliendo las siguientes condiciones definidas por
el Instituto de Medicina Veterinaria (IMV), en su proyecto de municipios productivos:
•
Organizar la correcta alimentación
•
Abasto de agua en cantidades suficientes para el animal y la higiene
•
Crianza mediante estabulación total
•
Fosa para depositar los residuos o biodigestor
•
Piso de cemento o lozas y techo para la protección de las inclemencias del tiempo
Para la crianza de cerdos, el productor puede establecer un convenio ventajoso con el Grupo
de Producción Porcina y el Servicio Técnico Territorial Porcino. A través de este el
productor adquiere animales de 12-20 kg de peso a precio módico, además de una parte del
alimento necesario para cebar.
Después de 4-5 meses, cuando el cerdo adquiere 90 kg o más, el Estado le compra al
productor la carne comprometida a precio oficial y el excedente del compromiso se le paga a
precio diferenciado (más elevado).
Si el productor organiza un programa de producción de alimento para los cerdos estará
en capacidad de garantizar el 100% del alimento, comprando solamente las vitaminas y
minerales. Para ello, según el Instituto de Investigaciones Porcinas, para cebar 40
animales por ciclo de 140 días y terminar 100 animales con 90 kg de peso promedio
durante el año, se necesita sembrar 4 hectáreas de soya (Glycine max), 7 de girasol
(Helianthus annus) y 6 de caña de azúcar (Saccharum officinarum).
8. Materia orgánica
Entre los lineamientos de trabajo de la agricultura urbana se encuentra: “aplicar
sistemáticamente la materia orgánica mediante el uso de todas las alternativas locales y el
desarrollo de programas territoriales que aseguren este importante insumo”. Debido a la
importancia de esta actividad para desarrollar los planes previstos y conscientes del poco uso
que aún se le da al potencial existente, se creó un subprograma que se ocupa de la
organización, fomento y desarrollo de toda la actividad y de asegurar su acopio,
procesamiento, conservación y distribución (GNAU, 2000).
La coordinación del movimiento se realiza por el Grupo Nacional de Agricultura Urbana
apoyado en el Centro de Referencia de Abonos Orgánicos, ubicado en el Instituto Nacional
de Investigaciones Fundamentales en Agricultura Tropical (INIFAT) en Ciudad de La
Habana, así como en los centros provinciales y munici-pales de abonos orgánicos. Su
actividad se extiende hasta los centros de base organizados en cada Consejo Popular y se
auxilia de un Grupo Técnico Operativo formado por especialistas y productores de distintos
organismos e instituciones.
Los Centros Territoriales de Abonos Orgánicos tienen la responsabilidad de orga-nizar y
asesorar la actividad en su territorio, sobre la base de la mayor proliferación posible de
pequeñas unidades ubicadas en las fuentes de materia orgánica o en las unidades de
producción agrícola, para acercar este importante insumo a su consumidor directo. Esta
actividad se caracteriza por una mayor utilización de los estiércoles y la cachaza y un
insuficiente procesamiento de los residuos urbanos para convertirlos en abonos orgánicos.
9. Semillas
Este subprograma, cuyo objetivo esencial es el autoabastecimiento territorial de semillas,
tiene la mayor incidencia en el éxito de la agricultura urbana, sin el cual no podrá existir ni
estabilidad ni sostenibilidad de la producción. Su necesidad está dada fundamentalmente por
el comportamiento regional de los cultivos a producir y lo imprescindible de contar con su
semilla en el momento oportuno para la siembra. Para satisfacer esta necesidad se ha
organizado una red de fincas provinciales de semillas las cuales darán además su modesto
aporte a la actividad nacional de semilla. Además, en el caso de algunos cultivos de fácil
producción de semilla como son el pepino (Cucumis sativus), las vignas (Vigna spp.) y otras,
en las unidades se produce una cantidad de semilla que garantiza realizar un nuevo ciclo
productivo. De esta forma hoy se produce semilla en el 100% de las Granjas Urbanas.
10. Alimento animal
El auge de la crianza de animales no puede sustentarse sólo en el uso de residuos para su
alimentación, por lo que se hizo necesario, con el fin de obtener la máxima producción de
proteína animal por unidad de área, organizar un subprograma que contemple, además del
uso de todos los residuos de las viviendas y de los restos de otras cosechas, la producción de
alimentos en dependencia del tipo y número de animales que se produzca.
En nuestras condiciones esto se realiza fundamentalmente sobre la base del cultivo de
granos, tubérculos, raíces y caña de azúcar. A pesar de lo que se ha avanzado en esta
dirección, hoy se produce alimentos para los animales sólo en todas las Granjas Urbanas.
11. Ciencia, tecnología y enseñanza
Sería imposible lograr el perfeccionamiento tecnológico de la producción en la agricultura
urbana, si a su vez no se ejecuta un subprograma de capacitación de los productores, que
contemple fundamentalmente su entrenamiento práctico en las nuevas técnicas, directamente
sobre el surco o cantero o en los corrales de crianza animal. En nuestras condiciones esto se
facilita gracias al sistema de extensión en el cual participan con carácter nacional y territorial
los centros de investigación científica, los productores más avanzados, otros organismos
relacionados con la actividad y los propios extensionistas de la agricultura urbana.
La actividad de extensión centra su atención en las condiciones imperantes en cada lugar de
introducción de las nuevas tecnologías. Además, trasmite a los productores los fundamentos
teórico prácticos de las tecnologías a perfeccionar, lo cual sin duda repercute en su
preparación para tomar decisiones ante las distintas situaciones a que se enfrente.
Otros subprogramas
Los restantes subprogramas son de reciente inclusión, entre los cuales se encuentran el
cunícola, ovino-caprino, apícola, acuícola, plátano popular, forestales y café, raíces y
tubérculos tropicales, oleaginosas, riego y drenaje, pequeña agroindustria y uso de la tierra.
Estos aún se encuentran en pleno desarrollo en la mayoría de los territorios. Sin embargo,
varias provincias han alcanzado cierto nivel de desarrollo en algunos de ellos, como sucede
con la crianza de conejos en las provincias del occidente del país.
Factores decisivos para el desarrollo de la agricultura urbana
De acuerdo con el nivel alcanzado por la agricultura urbana, para su desarrollo perspectivo
se hace imprescindible dedicarle la máxima atención a la organización y puesta en práctica
de las siguientes actividades:
Conservación y manejo de la fertilidad de suelos y sustratos
El potencial productivo de las áreas disponibles para la producción de alimentos, ya sea a
través de los cultivos o de la crianza de animales, está en relación directa con el nivel de
fertilidad que tengan los suelos y los sustratos. A pesar de ser múltiples los factores que
inciden en la conservación de la fertilidad, algunos de ellos nece-sitan mayor atención que
otros en las condiciones actuales, entre ellos se encuentran las medidas antierosivas, que
consisten en mantener la estructura y condiciones físicas del suelo. Las características de
nuestro régimen de lluvia propician un inten-so lavado de los nutrientes, de la materia
orgánica y hasta de la propia capa super-ficial del suelo y de los canteros mejorados.
Por este motivo se hace necesario poner en práctica todo tipo de medidas, fundamentalmente de carácter agrotécnico que protejan el suelo del efecto de la erosión. Por
otra parte, es imprescindible la aplicación de forma periódica de materia orgánica al suelo y
substratos de los canteros, que permita devolver los nutrientes extraídos por la cosecha
anterior y crear la fertilidad requerida para la obtención de altos rendimientos en las
próximas siembras (Peña, 1995). Además, la adecuada rotación de cultivos y el manejo
fitotécnico de acuerdo con la época de siembra, las características del área y los cultivos en
producción son también aspectos importantes.
Perfeccionamiento del sistema integrado para el control de plagas y enfermedades
Este sistema comprende entre sus principales componentes el manejo fitotécnico y el uso de
biopesticidas. El manejo fitosanitario se basa principalmente en el uso de la selección del
área y época de siembra, variedades resistentes a ataques de plagas y enfermedades, manejo
adecuado del suelo, eliminación de hospederos, rotación de cultivos, eliminación de plantas
enfermas, deshije y deshoje adecuado.
En las condiciones climáticas de Cuba, durante los meses de primavera – verano, la
producción de posturas se está realizando bajo condiciones de cultivo protegido con la
técnica de “cepellones”. Para este fin se cuenta en el INIFAT con una tecnología totalmente
orgánica que garantiza posturas de calidad con alta rentabilidad y es factible de utilizar con
recursos existentes en cada territorio. El uso de “cepellones” ha reducido los problemas
fitosanitarios debido al saludable y resistente estado, tamaño, y edad de las plántulas cuando son
transplantados al campo.
El uso de biopesticidas y el de controles biológicos necesita perfeccionarse, tanto en el
suministro territorial del bioproducto como en la disciplina tecnológica de su aplicación.
Bacillus thuringiensis y Beauveria bassiana se han generalizado a partir de su producción
artesanal en los Centros Reproductores de Entomófagos y Entomopatógenos (CREE),
utilizados para diversas plagas de insectos. Trichoderma spp.se emplea para el control de
enfermedades del suelo. La introducción de nuevas tecnologías como el uso de extractos a
partir del árbol del Nim (Azadirachta indica) y su manejo artesanal y semindustrial, así como
la de nuevos biofungicidas cuya efectividad y factibilidad se ha comprobado, son de gran
importancia para la agri-cultura urbana.
No obstante, la producción de alimentos en las ciudades se caracteriza por una baja
incidencia de plagas y enfermedades debido a que se tienen muy en cuenta los facto-res
antes mencionados, fundamentalmente el abonado con materia orgánica de los suelos y
substratos, así como al tamaño de las unidades de producción, que por lo general son
inferiores a una hectárea.
Perfeccionamiento de la tecnología de cultivos y de crianza de animales
La necesidad de mantener la mayor biodiversidad posible junto al objetivo de obtener la
mayor producción por unidad de área, obliga a los especialistas y pro-ductores de la
agricultura urbana al constante perfeccionamiento de las tecnologías de producción. Esto es
aún más necesario debido a las diferentes características y limitaciones que trasmiten al
proceso productivo las condiciones de las ciudades. Por este motivo se hace aún más
necesario la estrecha vinculación entre investi-gadores y productores en el logro de una
producción intensiva e integral sobre bases orgánicas.
En el perfeccionamiento tecnológico se le dedica especial atención a los aspectos
relacionados con la integración cultivo-animal, encontrándose ya más de la mitad de las
granjas urbanas con una vinculación efectiva entre ambas direcciones productivas.
La sostenibilidad en la agricultura urbana
Las bases orgánicas de la agricultura urbana por sí mismas no garantizan su soste-nibilidad.
Para ello es necesario alcanzar el mayor nivel de racionalidad en el desarrollo de los sistemas
productivos, logrando a su vez la mayor interrelación entre los distintos programas donde
cada uno complementa la ejecución del otro y donde en cada acción se obtenga el mejor
resultado con el menor costo.
La máxima expresión de esto se manifiesta mediante el uso de los residuos de cosechas y su
parte no comercializable para alimentar al ganado, a cambio del uso del estiércol de éste para
alimentar los cultivos. Un grupo de indicadores permite perfeccionar los niveles de
sostenibilidad de la agricultura urbana encontrándose entre los principales los siguientes:
•
Materia orgánica acopiada procesada y aplicada
•
Area mejorada o con sistemas antierosivos organizados respecto al área total
•
Autoabastecimiento territorial de semilla y pie de cría animal
•
Especies, variedades y razas seleccionadas según las condiciones del lugar
•
Sistema alimentario para la producción animal (integración cultivo - animal)
•
Espejo de agua en el territorio (m2 por unidad de superficie)
•
Eficiencia de utilización del agua
•
Cantidad de alimento producido/ha/año
•
Cantidad de alimento per cápita producido
•
Sistema integrado de prevención de plagas y enfermedades
•
Costo por peso producido
•
Participación del productor en actividades de superación técnica y extensión
El seguimiento de estos indicadores forma parte del proceso de evaluación de la agricultura
urbana a todos los niveles. En la medida en que se perfeccionen estos indicadores se
consolidará la sostenibilidad de la agricultura urbana.
Conclusiones
El movimiento de agricultura urbana ha sentado las bases para demostrar las posibilidades
que existen de producir alimentos en las ciudades. Este sector se ha desarrollado en los
últimos años de manera sostenida, siendo hoy un importante abastecedor de alimentos a la
población de las ciudades. Esto ha sido posible en primer lugar por el apoyo recibido del
gobierno cubano a esta tarea, así como por el esfuerzo decisivo de los agricultores urbanos.
Actualmente se cuenta con un alto nivel organizativo que permitirá, a partir del desarrollo de
los programas en ejecución, lograr mayores niveles productivos que satisfagan en un grado
elevado las necesidades alimentarias de la población.
Referencias
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Habana.
EL CULTIVO POPULAR DEL ARROZ
EN CUBA
Miguel Socorro, Luis Alemán y Salvador Sánchez
Instituto de Investigaciones del Arroz (IIA)
E
l arroz (Oryza sativa) constituye un alimento básico en la dieta del pueblo cubano.
Datos oficiales (Castillo, 1997) atestiguan que el consumo per cápita anual
asciende a 44 kg, tomando en consideración la cantidad total de arroz que se
comercializa, el total de habitantes que tiene el país así como también el consumo
social (círculos infantiles, escuelas, hogares de ancianos, hospi-tales, etc.). Sin
embargo, este consumo per cápita es más elevado entre la población rural y campesina que
son productores habituales de este cereal y que lo producen fundamentalmente para
satisfacer necesidades familiares; en esta población, el per cápita de consumo no debe ser
menor del doble del oficialmente reportado por las estadísticas antes citadas.
A partir del per cápita anual de 44 kg, significa que cada cubano ingiere diariamente 120 g
de arroz, que proporcionan los aportes de nutrientes que a continuación se relacionan en la
tabla 1.
O sea, que el arroz proporciona una buena parte de la energía que consume el cubano, así
como también proteínas, vitamina B1 y niacina, en tanto que tiene determinado grado de
participación en el aporte de varios otros nutrientes esenciales para la vida humana. Acorde
con los hábitos de consumo de la población, el arroz es mayorita-riamente ingerido cocinando
el grano blanco y pulido, aunque con frecuencia se cocina en combinación con el frijol negro o
rojo (Phaseolus vulgaris), que se conoce como arroz congrí.
Aunque el autoabastecimiento nacional de este cereal siempre ha constituido una meta, la
producción nacional de arroz especializada en la década de los años 80 logró satisfacer la
demanda interna como máximo en un 60 % teniendo que impor-tarse el resto del arroz a
consumir. Sin embargo, la ulterior depresión económica iniciada a principios de la última
década ha provocado la reducción de las áreas de siembra y de la producción, lográndose
satisfacer sólo el 20-25% de las necesidades, lo que ha incrementado las importaciones para
satisfacer los niveles de consumo establecidos.
La desaparición del mercado agropecuario en la década de los años 80 como primer factor,
seguido de la ausencia del arroz en el mercado de venta paralela dio motivos para el inicio de
siembras de áreas pequeñas, en lugares marginales, áreas de terrenos bajos con
disponibilidades de agua, que fueron incrementándose a medida que aumentaban los efectos
de la crisis económica, provocada por el derrumbe del campo socialista y que se denominó
en el país el “Período Especial”. Ello dio origen al llamado Cultivo Popular del Arroz. A
partir de los años 1992-1993 comenzaron a ampliarse estas áreas de siembra sobre todo en
las provincias occidentales y centra-les del país. La posterior reapertura del mercado
agropecuario en 1993 y los altos precios que alcanzó el arroz en esos momentos
contribuyeron a su desarrollo, porque este cereal, cultivado de ese modo, constituyó para
muchos la forma principal de garantizar los requerimientos de la familia, en tanto que para
otros --los que más área sembraban--, los excedentes producidos constituían una fuente
importante de ingresos, toda vez que el arroz bien atendido y cultivado produce en esas
condi-ciones, buen nivel de rendimiento. También constituyó un estímulo para diferentes
entidades agropecuarias o no, producir el arroz necesario para sus comedores, para venderles
a los trabajadores y, si aún quedaban excedentes, venderlo en el mercado agropecuario.
La Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) así como la dirección de
atención al Sector Campesino del Ministerio de la Agricultura (MINAG) prestaron atención
al desenvolvimiento de las producciones de arroz por esta vía en los primeros años de su
desarrollo, en tanto que el Instituto de Investigaciones del Arroz (IIA), recibió la encomienda
en 1996 de parte del MINAG de atender y estimular el desarrollo de estas formas populares
de producción de arroz, con el objeto de poten-ciar al máximo sus posibilidades en cuanto a
rendimientos y niveles de producción.
A partir de esos momentos el arroz ha tenido una presencia estable en el mercado
agropecuario, con precios aceptables que oscilan entre $2.00 y $5.00 pesos cubanos la libra
($0.92-$2.30/kg), dependiendo ello de los momentos del año en que coin-ciden los picos de
cosecha, así como los meses de menos oferta por parte de los productores. Los cambios que
se han producido en la organización de la producción agrícola del país, han favorecido el
desarrollo de las siembras de este cultivo.
Entre las principales peculiaridades de esta producción se encuentra el hecho de que la
misma se realiza con el empleo de los recursos locales y con muy bajo o práctica-mente nulo
empleo de insumos como fertilizantes químicos, insecticidas y herbi-cidas, ya que no se
hacen asignaciones para ello (Socorro et al., 1997a).
Por su parte, el Ministerio de la Agricultura ha emitido una resolución legal que facilita la
entrega de pequeñas parcelas de tierra en usufructo gratuito por lo que un número
considerable de personas provenientes de ciudades, pueblos, obreros de empresas
agropecuarias, personas jubiladas, etc. han podido contar con facilidades de tierra para
sembrar arroz. El desarrollo de iniciativas locales también ha desem-peñado un papel
importante e incluso en algunos lugares del país esta medida ha contribuido a dar solución
en la búsqueda de nuevas fuentes de empleo, motivados todos por la gran aceptación y
tradición que tiene este cereal como alimento para la población.
En función del grado de desarrollo que se ha logrado en cada provincia del país con respecto
al área de siembra se ha hecho una agrupación que comprende:
♦ Provincias grandes como Pinar del Río que siembra anualmente 15000-16000 hectáreas
y produce no menos de 26000 toneladas de arroz consumo.
 Provincias medianas como Ciego de Avila que siembra anualmente aproxima-damente
6000 hectáreas y produce unas 6000 toneladas de arroz consumo.
*0Provincias pequeñas como Santiago de Cuba que siembra anualmente 600-800 ha produce
unas 700 toneladas de arroz consumo como promedio.
En los tres últimos años se han sembrado como promedio en todo el país entre 90 y 100 mil
hectáreas bajo esta forma de producción y se han producido unas 110-130 mil toneladas de
arroz consumo, con la particularidad de que la totalidad de las provincias del país tienen un
determinado grado de participación no totalmente cuantificado.
Características tecnológicas generales
Las diversas condiciones de suelo y clima del país han favorecido el desarrollo de diferentes
tecnologías de cultivo, lo que enriquece el acervo cultural sobre este cultivo existente en el
país (Socorro et al., 1997a).
Si hasta principios de los años 90 sólo se habló en Cuba de siembras de arroz de riego (con
lámina de agua) en grandes planicies de topografía llana (ITCA, 1994), con tecnología
especializada y grandes gastos en insumos, hoy en día es necesario tener en cuenta el cultivo
bajo condiciones de secano (que depende fundamental-mente de las lluvias) y que constituye
alrededor del 40 % de las áreas del arroz popular, como se puede apreciar a continuación:
 % del área sembrada con riego en los meses secos del año (diciembre - abril) - 20 %.
 % del área sembrada con riego en los meses lluviosos del año (mayo - agosto) - 40 %.
 % del área sembrada en condiciones de secano (sólo depende de las lluvias de mayo agosto) - 40%.
Los resultados antes señalados son de gran importancia porque condicionan el uso de las
variedades y de las tecnologías de cultivo. Así por ejemplo, Alfonso (1998) recomienda las
siguientes variedades para condiciones de secano: IR-1529, Perla, IA Cuba-23, IA Cuba-24.
Estudios similares han sido informados por Byerle (1994).
El arroz popular también se cultiva en condiciones de montaña y pre-montaña en las zonas
oriental y central de Cuba y por último ha quedado demostrada la factibilidad de efectuar
siembras de arroz en los meses de septiembre y octubre (fuera del calendario oficial
practicado usualmente en el país) en la zona más oriental de Cuba, tomando en
consideración que las temperaturas y el régimen de lluvias tienen sus particularidades
específicas en dicha zona, y en especial en la región de Baracoa en la provincia
Guantánamo, la más oriental del país (Aira, 1997).
Una práctica que se ha ido extendiendo desde la zona occidental hacia el resto del país es el
empleo del trasplante, de la misma manera que se realiza en los países asiáticos. Con esta
práctica generalizada en las provincias de Pinar del Río, La Habana, Matanzas, Cienfuegos y
Villa Clara se elimina el uso de los herbicidas, que ha sido la práctica más común cuando se
siembra el arroz de forma directa como se hace en las áreas especializadas para este cultivo
no sólo en Cuba, sino también en Estados Unidos, Australia, Italia y el resto de los países
que no emplean la siembra por el método de trasplante y donde están obligados a planificar
la aplicación de 2-3 tipos diferentes de herbicidas para controlar eficientemente la diversidad
de especies de adventicias que abundan en los campos de este cultivo. La eliminación del
uso de herbicidas es además un método de reducir la contaminación del medio ambiente con
productos tóxicos.
La preparación de tierra en áreas inundadas (fangueo) destruye totalmente la vegeta-ción
espontánea, y al colocar las plantas (trasplantar) de arroz con más de 25 días de edad, éstas
tienen un desarrollo suficiente que no permite la posterior salida de hierbas si se mantiene la
lámina de agua sobre el terreno.
El trasplante garantiza además una población uniforme que constituye un factor pri-mordial
en la obtención de altos rendimientos, del orden incluso de las 10 t/ha en algunos casos y
donde la media nunca es inferior a las 5 t/ha (Lerch, 1972). Si lo comparamos con los
rendimientos obtenidos en las áreas de producción especia-lizada de arroz en Cuba debemos
señalar que estos valores de hasta 10 t/ha también se pueden alcanzar en campos de
producción con la aplicación de una alta y depu-rada tecnología, aunque ello no es muy
común.
En dependencia de la variedad empleada y de la época del año, en algunas provin-cias del
país los campesinos que cosechan a mano obtienen una segunda cosecha de retoño o
“capadura” como algunos le llaman, logrando obtener rendimientos del orden de 30-40% de
los obtenidos en la cosecha principal, con la ventaja que se alcanza en un lapso de tiempo
muy breve.
La diversidad de variedades empleadas es muy grande y ha estado condicionado en lo
fundamental a la cercanía de las áreas con las grandes empresas estatales especia-lizadas en
la producción de arroz actualmente llamados Complejos Agroindustriales Arroceros (CAI
Arroceros), que han sido la principal fuente de obtención de las semillas que se emplean.
Variedades nacionales como Amistad-82, Perla de Cuba, Caribe-1, J-104 están entre las más
cultivadas, mientras que en lugares más apartados y remotos todavía se pueden encontrar
siembras de variedades llamadas tradicionales, bautizadas con nombres locales pero que
están asociadas a las de tipo Honduras, Patiprieto, Blue Bonnet, que se caracterizan por
tener un porte alto, supe-rior a 1 m, bajos rendimientos pero de gran calidad del grano y que
se sembraban en Cuba hace 30-40 años (Socorro et al., 1997).
Un propósito que se tiene en el desarrollo de este programa, es dotar a los produc-tores de
las variedades mejor adaptadas para cada condición específica de cultivo como por ejemplo
riego, secano y salinidad, de bajos requerimientos de insumos como fertilizantes minerales
de síntesis y además que sean variedades resistentes a las principales plagas y enfermedades
presentes en el país, lo que constituye el pilar fundamental de la agricultura sostenible en
este cultivo.
Una alternativa que tiene gran interés y perspectivas en nuestro país es el empleo de sesbania
(Sesbania rostrata) como abono verde. Esta leguminosa, introducida y estudiada por el IIA
presenta entre sus características la posibilidad de su cultivo en condiciones similares a las
del arroz: posee buenas cualidades en cuanto a la capaci-dad de fijación de nitrógeno
atmosférico, ya que la bacteria Azorhizobium caulinodans, produce gran cantidad de nódulos
en la parte superior de la planta (tallo y ramas) que puede aportar hasta 80 kg de nitrógeno por
hectárea para la subsiguiente cosecha de arroz.
Dadas sus características de crecimiento rápido en los meses de alta temperatura, esta
leguminosa es capaz de aportar 30-40 toneladas/ha de biomasa en un período no superior a
los dos meses de edad, en tanto que el desarrollo radicular profundo bene-ficia las
condiciones del suelo y contribuye al mejoramiento del status del fósforo y potasio del suelo.
En resumen, que esta planta puede contribuir decisivamente como un componente principal
de la fertilización del cultivo del arroz, con la ventaja de no producir contaminación alguna y
de no requerir de gastos específicos para su cultivo.
Dado el potencial de área existente en el país factible de utilizarse, en un futuro no lejano,
puede aspirarse a que el área de arroz popular pueda al menos igualar e incluso superar al
área física disponible para la producción de arroz especializada que es de 150 mil hectáreas,
pero que por limitaciones de carácter económico no se explota a plenitud en la actualidad.
Otros aspectos de carácter tecnológico como por ejemplo el uso de la tracción animal para la
preparación de la tierra tanto en condiciones de suelo seco como en fangueo son características
peculiares actuales, en tanto que se dan los primeros pasos para imple-mentar el uso del búfalo
para estas labores, de la misma forma que se utiliza en países como Vietnam, China y otros,
especialmente en el sudeste asiático.
Organización
La atención al desarrollo del programa de las siembras populares de arroz debe garantizarse
desde la base y por ello se ha concebido que sea el Consejo Popular o gobierno de la
comunidad y el municipio quienes desempeñen esta tarea de impulso y control, identifiquen
las áreas aptas y establezcan el balance de necesidades y posibilidades con el objetivo
supremo de lograr por esa vía, primero el autoabasteci-miento de la comunidad, luego del
municipio y finalmente de la provincia, teniendo en cuenta no sólo los intereses y
necesidades individuales y colectivas, sino también sociales.
Existe una clara tendencia al incremento tanto del área como de la producción, que deberá
estabilizarse en los años próximos, aunque todavía existen grandes potencia-lidades de áreas
en las provincias de Las Tunas, Holguín y Guantánamo, que es donde existe un menor
desarrollo de este programa, y donde deberá focalizarse el mayor esfuerzo.
Estas provincias de menor desarrollo se encuentran en las zonas montañosas de la zona
oriental del país, que coincidentemente son las de menor disponibilidad de agua donde, por
tanto, su desarrollo futuro se hará fundamentalmente en áreas de secano, para lo cual
deberán emplearse las variedades más adecuadas para tales condiciones y que el Instituto de
Investigaciones del Arroz está responsabilizado en obtener.
Otra posible alternativa de lograr mayores producciones es a través del incremento del
rendimiento por unidad de área, que podrá materializarse por medio del empleo de mejores
variedades, obtenidas en el país y que actualmente se prueban en las diferentes condiciones.
Variedades cubanas como IACuba-18, IACuba-20, IACuba-25, LP-2, LP-6 y LP-7 ya han
demostrado en las pruebas preliminares tener buen comportamiento y aceptación para su
cultivo por parte de los productores.
El uso de tecnologías apropiadas, así como la capacitación son otros componentes básicos de
este programa. El IIA ha implementado un programa de capacitación (Socorro, 1997b) que
se ha desarrollado en diferentes provincias. Los beneficios obtenidos durante 1997 y 1998
han permitido capacitar a más de 300 productores, así como más de una decena de
ingenieros capacitadores de los diferentes territorios, que se encargan de difundir los
conocimientos adquiridos.
La experiencia en los cursos teórico-prácticos ya impartidos demuestra que son varios los
beneficios que se han obtenido a través de la aplicación de los conoci-mientos difundidos;
entre los principales se puede señalar:
 La forma efectiva de seleccionar un área para la siembra de arroz y establecer su esquema de
riego y drenaje si se dispone de agua.
I.
Cómo ahorrar semilla a través del empleo de la siembra por trasplante, que consume
cinco veces menos semilla que la siembra directa.
 Cómo aprovechar las mejores épocas de siembra para obtener los mejores rendimientos.
II.
Cómo utilizar mejor las variedades en función de las condiciones de cultivo.
III.
Cómo utilizar más racionalmente el agua y eliminar incluso el uso de herbicidas.
IV.
Cómo encontrar alternativas para la nutrición del cultivo sin tener que depender de
fertilizantes minerales y otros agroquímicos de importación.
 Cómo y cuándo realizar la cosecha, evitando las pérdidas de producto, así como también el
beneficio industrial del grano, los subproductos que se obtienen y cómo pueden utilizarse.
La producción de arroz de carácter popular es beneficiada (secado y limpieza) por métodos
artesanales empleando el sol como fuente de energía para el secado y el viento para la
limpieza, mientras que el descascarado y pulido del grano se realiza en pequeños molinos
mayoritariamente artesanales y de propiedad privada, que prestan servicios a los
productores.
Los altos niveles de producción de arroz que actualmente se obtienen generan además
grandes volúmenes de producción de sub-productos del orden de varios miles de toneladas
de salvado, que sirven de fuente de alimento para aves de corral y cerdos, contribuyendo de
esta forma el cultivo del arroz con la producción de proteína animal (carne, grasa y huevos),
que son otros componentes básicos de la dieta humana.
La perspectiva actual y futura de la producción popular de arroz en Cuba está basada en su
incremento paulatino y sostenido, dada la gran aceptación de este alimento para la
generalidad del pueblo cubano. Por su forma de desarrollo deberá continuar siendo un
ejemplo de cultivo en el que se aplique al máximo los principios de sostenibilidad, lo que
garantiza a su vez obtener producciones a un bajo costo. Todo ello permitirá que por esta vía
se alcance producir y satisfacer no menos del 35% de las necesidades de consumo de este
cereal.
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LA MEDICINA VERDE: UNA OPCIÓN DE LA RIQUEZA
Mercedes García
Instituto de Investigaciones de Pastos y Forrajes (IIPF)
L
a medicina verde (se denomina así a los productos preparados a partir de plantas
medicinales), a pesar de ser muy antigua y de haberse transmitido de generación
en generación, sigue estando vigente en todo el mundo y especialmente en los
países más desarrollados.
El carácter mulitirracial y uniétnico de la nacionalidad cubana compuesta por espa-ñoles,
negros africanos, chinos y en menor medida por otros europeos y asiáticos que se sumaron a
los aborígenes, contribuyó a enriquecer el caudal de conoci-mientos sobre las plantas
medicinales.
En Cuba nunca se abandonó el uso de las plantas medicinales pues los campesinos, y
también sus descendientes, aunque no continuaran viviendo en el campo, mante-nían la
confianza en el poder curativo de ellas, de modo que el auge de la medicina industrial y la
masificación del sistema de salud ocurrido en los últimos 40 años no impidió que la cultura
popular siguiera esta práctica.
Además desde el punto de vista científico, un investigador del prestigio del sabio cubano Dr.
Juan Tomás Roig y Mesa, quien es considerado como el padre de la medicina verde cubana,
desde las primeras décadas de este siglo se dedicó al estudio de la flora cubana y sentó las
bases para lo que es hoy un complejo sistema de investigación-producción (Roig, 1942,
1942a, 1945, 1945a).
En 1973 se fundó la Estación Experimental de Plantas Medicinales en la provincia de La
Habana, cuyos investigadores han sido capaces de continuar el trabajo ini-ciado por el Dr.
Roig desde el punto de vista botánico, el cual incluye más de 5 000 especies y cuyos
resultados fueron publicados bajo el título de “Plantas Medicinales y Venenosas de Cuba”
(Roig, 1974) y a partir de 1982 la revista “Plantas Medici-nales: Boletín de Reseñas”,
comienza a publicar los resultados de estudios genéticos de la flora medicinal cubana (Lima,
1988; Fuentes et al., 1988, 1989; Fuentes y Granda, 1989).
Así, las plantas medicinales nunca dejaron de ser importantes para la gran mayoría de la
población de modo que se aceptó de buen grado la revalorización que éstas recibieron desde
el inicio del llamado “Período Especial”.
¿Cómo fue posible implementar un cambio tan profundo en tan corto tiempo?
Debemos detenernos a ver cómo fue el proceso: las Fuerzas Armadas Revolucio-narias
(FAR), tenían contemplado en sus planes para tiempo de guerra, considerando que el país
totalmente bloqueado no recibiría suministros externos de ningún tipo, la fabricación de
medicamentos a partir de las plantas medicinales, con los medios mínimos imprescindibles,
pero con la calidad suficiente para garantizar la salud de las tropas y de la población en
general. Tal política implica que el país119
se preparaba estratégicamente para autoabastecerse
de medicamentos en caso de un bloqueo total a la Isla. Por tanto, esta institución armada
había recopilado toda la información necesaria, resultado de la investigación durante muchos
años y se había identificado cómo emprender de inmediato el trabajo en el momento
oportuno. El Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR), cuenta además
con el Laboratorio Central de Medicina Herbolaria del Instituto Superior de Medicina
Militar.
La situación económica que se vivió a inicios de los 90, después de la desaparición del
campo socialista, de donde provenían la mayor parte de los insumos y materias primas, muy
poco se diferenciaba del estado de guerra concebido muchos años antes, es por ello que el
MINFAR es la institución que orienta en ese momento la implantación de los nuevos
métodos para producir medicamentos.
Hubo que determinar qué especies eran las más útiles por sus características agronó-micas y
sus comprobadas propiedades terapéuticas, de ello se encargó un grupo nacional constituido
por expertos de diferentes instituciones de los Ministerios de Salud Pública (MINSAP),
Agricultura (MINAG), Ciencia Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) y MINFAR.
La coordinación entre el MINSAP y el MINAG condujo a la legalización de las plantas que a
partir de ese momento formarían parte del sistema nacional de salud pública. A tal efecto se
creó en 1990 el Departamento de Plantas Medicinales del MINAG que se responsabilizó con
la producción en especies y volúmenes.
Otro aspecto a tener en cuenta es que Cuba con sólo el 2% de la población de América
Latina cuenta con el 11% de los científicos y una estructura de investiga-ción bien definida,
que hizo posible sustituir con innovación tecnológica los insu-mos no disponibles.
Los estudios sobre la flora medicinal fueron reproducidos en diferentes provincias del país
teniendo en cuenta las propiedades curativas que se le adjudicaban sobre todo entre la gente
más vieja y se comparó estadísticamente el uso de las plantas en el campo y la ciudad
(Acosta, 1993)
Un grupo de investigadores de distintas instituciones dejó conformada la ubicación de un
centenar de especies en dos puntos que difieren climática y geográficamente. Cuarenta de
esas especies estaban representadas en ambas zonas y se observaron durante mas de tres
años con el propósito de determinar el impacto del clima y la altura sobre las características
fenológicas.
La clasificación se basó en el momento de floración, la época de siembra, etc., la que fue
seguida por la investigación sobre la translocación de los compuestos químicos con las
propiedades medicinales. Estos resultados dieron la información necesaria sobre la mejor
hora del día, estación, etc. para cosechar aquella parte de la planta que contiene los
compuestos químicos deseados.
Al final se escogieron unas 30 especies para el tratamiento de las enfermedades más
comunes. El uso de ellas se ha evaluado internamente en Cuba y comparado con el uso
medicinal reportado en otros países antes de ser recomendadas. Además se continúa la
investigación de nuevas especies.
La primera decisión fue crear fincas para la producción de la masa verde en cada provincia,
las que tendrían la misión de sembrar las plantas aprobadas por el grupo nacional,
cultivarlas y cosecharlas teniendo en cuenta las características particulares de cada planta: su
época de siembra, las normas de cultivo, el momento óptimo de cosecha y la parte de planta
donde se encuentran mas concentrados sus principios activos.
El hecho de existir las fincas especializadas, garantiza en primer lugar, la calidad de la
planta, ya sea en estado fresco o seco; ya que en la mayoría de ellas se realiza el secado y se
comercializa como “droga seca”. Pero no debe considerarse esta finca como un área de
monocultivo ya que se practica el intercalamiento con otras especies para el consumo
humano, se realiza la rotación de cultivos y la asociación, en aquellas especies que así lo
permiten.
A modo de ejemplo puede mencionarse la finca “María Teresa” ubicada en la provincia de
La Habana, que cuenta con 75 especies de plantas medicinales y un total de 120-150
especies cultivadas en 65 hectáreas bajo condiciones estrictamente de agricultura orgánica.
Posee su propia fuente de fertilizantes a partir de la lombricultura y se autoabastece de
semillas. Esta es la más importante del país ya que debe satisfacer las necesidades de la
Ciudad de La Habana y de la provincia de La Habana, donde se concentra la mayor
población del país, a partir de una pro-gramación que se hace anualmente con la
especificación de especie, cantidad y mes para abastecer a la industria farmacéutica cuyos
volúmenes de droga seca son con-siderables, pues constituyen producciones nacionales.
Es necesario insistir en que el proceso agrícola que se describe tiene que ser emi-nentemente
orgánico, no pueden utilizarse productos químicos como fertilizante o para combatir plagas,
enfermedades o malezas en plantas que después constituirán un medicamento, pues estos
agrotóxicos, como es conocido, pueden afectar la salud.
En las fincas especializadas las plantas se benefician y se secan convirtiéndose así en
“droga seca”. El balance de producción de la “droga seca” en estas fincas, está basado en
la planificación mensual, según la demanda que realiza el MINSAP, tomando en cuenta
para establecer las cifras, la información suministrada por los Médicos de Familia y las
Clínicas de Medicina Natural, de la incidencia y tipo de enfermedades a escala municipal
o provincial. Ya en 1993 las fincas de plantas medicinales contaban con una superficie de
343 hec-táreas que produjeron ese año 261.6 toneladas de materia verde (Pagés, 1993).
También se comercializan las plantas frescas cultivadas en huertos, patios y orga-nopónicos,
ya que muchas personas prefieren adquirirlas así y preparar su infusión o cocimiento en
casa. Tal forma de producción debe cumplir idénticos requisitos que las fincas estatales.
En 1995 el MINAG convocó el primer Evento Técnico Nacional de Agrotecnia, Beneficio y
Comercialización de las Plantas Medicinales, donde se expusieron más de 100 trabajos
realizados por investigadores, técnicos de nivel medio y campesinos productores de plantas
medicinales. La diversidad de los temas y la comunidad de intereses que primó en este
encuentro dio la magnitud de lo alcanzado hasta el momento e inspiró nuevos objetivos (E.
Martínez, comunicación personal).
Para la preparación de los medicamentos existen centros de elaboración, en cada territorio,
donde se recibe la droga seca y el resto de la materia prima (alcohol natu-ral, azúcar de caña,
etc.), los que cuentan con los medios para realizar las extrac-ciones tanto en forma de tintura
como de extracto fluido. Los extractos pueden consumirse directamente o servir de base
para la preparación de jarabe, elixir, pomada o crema. También se preparan los
apifármacos, los que utilizan la miel de abejas junto a las tinturas o extractos de las
plantas medicinales y se conocen con el nombre de “melitos”, la miel por sí misma
agrega propiedades curativas a la planta (tabla 1).
Los centros de elaboración por lo general forman parte del sistema de Salud Publica, pero
también existen centros de investigación o de producción con condiciones para la
producción de medicamentos que han recibido autorización para ello y se rigen por las
normas nacionales establecidas al efecto. En 1988 se importaron 52 extractos, el 25% de los
cuales hubieran podido producirse en el país, hoy regu-larmente se producen mas de 60
(Fuentes, 1988).
Los Laboratorios Biológico Farmacéuticos (LABIOFAM), se dedican a la producción de
medicamentos de origen vegetal para uso veterinario y su prestigio sobrepasa ya los límites
nacionales pues han obtenido productos muy efectivos en razas domés-ticas y comerciales.
Al mismo tiempo se desarrolla un programa de capacitación y formación del personal médico
y paramédico, con el propósito de elevar sus conocimientos acerca de la medicina natural y
tradicional, se han elaborado diferentes materiales de apoyo para los médicos como la “Guía
Terapéutica Dispensarial de Fitofármacos y Api-fármacos” (MINSAP, 1992) y una serie de
libros conocidos por “FITOMED I, II y III” (MINSAP, 1993), así como otros manuales que
sirven de referencia para la prescripción de los medicamentos naturales. En estos libros se
recoge, la descripción botánica de la planta, con lo que se facilita su identificación, sus
propiedades terapéuticas comprobadas, el modo de preparación, dosis recomendadas y las
advertencias si las hubiera.
El Instituto de Investigaciones de Pastos y Forrajes publicó en 1995 un libro dedicado a la
población que se titula “Saber y hacer sobre plantas medicinales”, el mismo ha tenido gran
aceptación por lo útil que resulta en el hogar ya que en él se encuentra la información que
brindan los libros mencionados, pero en un lenguaje popular y de fácil acceso para cualquier
persona interesada (García, 1995). En el citado libro puede encontrarse una ilustración de
las plantas y los requisitos para su siembra y cultivo, de modo que quien disponga de algún
área cultivable, un jardín o incluso unas macetas, puede tener sus propias plantas
medicinales. El libro ofrece además varios índices que agilizan la información.
Varios materiales de carácter popular han sido publicados con este propósito, tales como “El
Libro de la Familia” editado por las FAR (1991) y se realizan cursos y talleres con grupos de
base y comunidades para promover el uso de la medicina verde en el hogar.
Por otra parte también con la población se llevan a cabo campañas publicitarias utilizando la
prensa escrita, radial y televisiva. Los periódicos “Trabajadores” y “Juventud Rebelde” (de
tirada nacional) y los provinciales dedican espacios fijos a la divulgación del uso de las
plantas medicinales y la televisión divulga cortos, “spots” y otros espacios en su
programación con mensajes referentes al uso de las mismas.
Durante los últimos años se han inaugurado numerosas Clínicas de Medicina Natural y
Tradicional donde se realiza un trabajo muy importante en la atención primaria de salud, ya
que sirven de soporte para la promoción y validación cien-tífica, no sólo de la Medicina
Verde, sino también de otras terapias que contribuyen al auge que ha ido tomando en estos
últimos años la aplicación de la medicina con un enfoque holístico. Las Clínicas de Medicina
Natural y Tradicional cuentan con Especialistas en Medicina Natural y con personal
calificado en acupuntura, fisio-terapia, digitopuntura, técnicas de la medicina china y se van
incorporando otras especialidades a medida que se capacita al personal.
Existen ya clínicas de este tipo en todas las provincias y en la mayoría de los muni-cipios y
su prestigio ha ido en aumento según se extiende su servicio, funda-mentalmente a personas
de la tercera edad o aquellos que por hipertensión, diabetes u otros padecimientos deben
evitar el uso de medicamentos químicos.
Conclusiones
En una novedosa mezcla de tradición y ciencia, el gobierno cubano ha incorporado el uso de
las plantas medicinales a un sistema de salud reconocido internacional-mente por su alto
grado de desarrollo. Se ha explicado cómo el MINAG trabaja junto al MINSAP en las
investigaciones relacionadas con su siembra, cultivo y co-mercialización a gran escala a
partir de 1990.
Afortunadamente los actuales investigadores contaron con profundos estudios de la flora
medicinal cubana y con una sólida estructura de salud capaz de aprovechar la sabiduría
popular, enriquecerla con la base científica y llevarla a la práctica de forma rápida y
eficiente.
La población cubana, que en un primer momento pudo pensar que ésta sería una solución
propia del “Período Especial”, ha ido paulatinamente comprendiendo todas las ventajas de la
medicina natural para el hombre y los animales a través de la capacitación que ha recibido el
personal de salud y la población en general por los medios de comunicación masiva, e
incluso a través de visitantes y amigos extran-jeros que ponderan su capacidad de curar y su
inocuidad.
Se prevé que en el futuro siga profundizándose y ampliándose el uso y conocimiento de las
plantas medicinales en Cuba, ya que como expresara hace unos años el Ministro de las
Fuerzas Armadas, General de Ejército Raúl Castro: “La Medicina Verde no es una necesidad
de la pobreza, sino una opción de la riqueza”.
Referencias
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Tercera Edición. Ediciones Científico - Técnicas. Instituto del Libro La Habana.
CAÑA DE AZÚCAR Y SOSTENIBILIDAD: ENFOQUES Y
EXPERIENCIAS CUBANAS
Rafael Suárez Rivacoba1 y Rafael B. Morín2
1- Ministerio del Azúcar (MINAZ)
2- Oficina Nacional de Normalización (ONN)
E
l azúcar constituye, desde hace cientos de años, uno de los componentes más
importantes y universalmente utilizados de la dieta humana. Su im-portancia viene
dada en su aporte energético a bajo costo, en combina-ción con su capacidad de
endulzar.
Se produce en las más diversas condiciones climáticas, prácticamente en todos los países del
orbe. En las regiones de clima templado se obtiene a partir de la remola-cha y en las zonas
tropicales y subtropicales a partir de la caña.
La producción mundial azucarera ha estado, en los últimos años, alrededor de los 120
millones de toneladas anuales, de las cuales 60-65% proceden de la caña y el resto de la
remolacha. Estas cifras no incluyen la producción sin centrifugar que bajo distintos
nombres, tiene relativa importancia económica y social en países como Colombia y Ecuador
en América, y en la India y otros países asiáticos.
Pero desde hace ya muchos años el azúcar viene enfrentando una situación muy crítica como
producto de comercialización internacional, lo cual se evidencia en la continua reducción
relativa del llamado "mercado libre", y la prevalencia de precios en el mercado mundial por
debajo de los costos de producción.
Las causas que originan esta situación están suficientemente claras y son amplia-mente
conocidas. El proteccionismo de los países desarrollados, principalmente de Estados Unidos
y la Comunidad Económica Europea, hicieron que, en unos pocos años, el primero redujera
sus importaciones de 4-5 millones de toneladas anuales a menos de dos millones, y que la
segunda pasara, de importador neto, a uno de los principales abastecedores del "mercado
libre".
La caña de azúcar, cuyo potencial genético aún está lejos de ser bien aprovechado, puede ser
cultivada con técnicas mucho más apropiadas y sustentables, tanto en términos económicos
como ecológicos, que las que hasta hoy se han venido "impor-tando" de los países
desarrollados, basadas en el uso intensivo de fertilizantes mine-rales y plaguicidas.
Por otra parte, la caña es una planta de características excepcionales, capaz de sinte-tizar
carbohidratos solubles y material fibroso a un ritmo muy superior al de otros cultivos
comerciales. Esta propiedad le abre una posibilidad prácticamente infinita de
aprovechamiento para la producción de cientos de derivados, en muchos casos de mayor
valor agregado e importancia económica que el azúcar.
Esto permite un desarrollo basado en la integración agroindustrial, donde como se verá más
adelante, los residuos agrícolas y efluentes industriales, lejos de ser un factor de perjuicio al
medio ambiente, pasan a jugar un papel importante en su aprovechamiento económico y
restitución de los elementos vitales del suelo.
Agricultura cañera
Las distintas variedades de caña que hoy se cultivan en el mundo con fines comer-ciales son
especies e híbridos del género Saccharum, de la familia de las gramíneas (Poaceae).
Es un cultivo de los llamados permanentes, que se cosecha en períodos que oscilan entre 12
y 24 meses. La duración de la cepa tiene como promedio entre 5 y 10 cosechas, aunque esto
varía bastante entre regiones y según las distintas prácticas agrotécnicas.
Para la nación cubana, la caña y el azúcar forman parte integrante de la historia, la cultura y
las tradiciones del pueblo. Una historia que estuvo caracterizada por la injusticia social y
que alcanzó su más cruel expresión durante la etapa colonial, con la introducción de
esclavos africanos para los trabajos en las plantaciones cañeras y la operación de los
trapiches de azúcar(Guerra, 1961; Moreno-Fraginals, 1978).
A partir de 1959, en la agricultura cañera se desarrolló un proceso de modernización
dirigido a una agricultura más intensiva, de altos insumos y caracterizada fundamentalmente por la introducción de la mecanización, que a finales de la década de los años 80
alcanzaba el 75% de la cosecha y el 100% del alza, lográndose una pro-ducción nacional
promedio de más de 7.5 millones de t/año.
En la década de los años 90, se crean situaciones extremadamente difíciles para Cuba por la
desaparición del campo socialista. Por primera vez, la producción azu-carera cubana, en
proporción de un 90% destinada a la exportación, se ve enfrentada de manera total al
llamado mercado libre, que como se sabe, es un mercado de precios extremadamente
deprimidos, motivado fundamentalmente por las medidas proteccionistas de los países más
desarrollados.
La falta de capacidad financiera o de créditos para la adquisición de insumos, obli-gan a
iniciar un proceso de transformación de la tecnología agrícola en búsqueda de alternativas
que aprovechen al máximo las características y potencialidades de la planta y su interacción
con las condiciones naturales.
La caña de azúcar (Saccharum officinarum) es un cultivo de extraordinaria capaci-dad, que
en buenas condiciones culturales, produce volúmenes superiores a las 100 t/ha de tallos y si
se incluyen las hojas y puntas, que no se emplean para la pro-ducción de azúcar; el volumen
de biomasa vegetal se eleva en 20%.
Esa alta productividad de la caña se explica por su elevada eficiencia fotosintética en
comparación con otros cultivos comerciales, que le permite una mayor utilización de la
energía solar y consecuentemente, un mayor coeficiente de absorción del CO2 at-mosférico
(Alexander, 1985 y 1986).
Solamente por esto, el cultivo de la caña de azúcar representa un aporte ecológico de
importancia como vía para aliviar el calentamiento de la atmósfera que se origina a través
del llamado "efecto invernadero". Aun cuando no están disponibles estudios definitivos
sobre la actividad fotosintética de la caña, a partir de algunos estudios básicos (Rhodes y
Rank, 1991), ha sido posible estimar, muy conservadoramente, una capacidad de fijación de
carbono superior a 2 t por ha por año, solamente com-parables con la de los bosques
deciduos de las zonas templadas (Acosta, 1992).
Desde el comienzo de la década de los años 90, se viene trabajando sistemática-mente para
lograr una agricultura cañera cada vez más ecológica, u orgánica, menos dependiente de los
costosos insumos de productos químicos y que basada en el más moderno desarrollo
científico-técnico posea una verdadera racionalidad ecológica y sustentabilidad económica.
En Cuba la cosecha de caña verde se ha venido introduciendo paulatinamente y hoy está
generalizada en alrededor del 90% de las áreas. También se emplea un sistema de cosecha
mecanizada (74% del área) con máquinas que realizan una limpieza parcial de la caña por
medios neumáticos. La paja extraída queda sobre el suelo en forma de una cubierta
protectora que realiza una importante función de conservación de la humedad, evita la
erosión y contribuye a la lucha contra malas hierbas. Sola-mente por este concepto se
reportan disminuciones en el consumo de herbicidas de un 35% y hasta un 50% si se aplica
localizado y las labores de cultivo mecánico de hasta un 33% (Díaz-Casas, 1996).
Este cambio tiene un tremendo impacto en múltiples aspectos de la producción cañera; que
inciden favorablemente, ya sea desde el punto de vista tecnológico, económico, como de
protección del medio ambiente; pues se reducen labores de cultivo, consumo de agrotóxicos
y los costos de producción, además del efecto beneficioso al medio ambiente por reducción
de la contaminación del aire y de la degradación de los suelos.
Una segunda limpieza de la caña se lleva a cabo en los llamados centros de acopio, donde
además se realiza un transbordo a los carros de ferrocarril que transportan la caña al central
azucarero; una parte significativa de estos residuos se utiliza como combustible en las
propias calderas de bagazo, y más recientemente como materia prima para la producción de
compost.
La utilización de este compost, donde también se emplea cachaza (torta de filtro), resulta de
un alto valor como mejorador orgánico de los suelos cañeros, existiendo un amplio
programa para su generalización y perfeccionamiento mediante el uso de inóculos
microbiológicos y las excretas del ganado estabulado alrededor de los propios centros. En
combinación con la aplicación de las cenizas de bagazo del ingenio y el uso de los residuales
industriales para el riego, se logra la sustitución de importantes cantidades de fertilizantes
minerales, y se va cerrando un ciclo inte-grador entre el campo cañero, la industria
procesadora y la producción pecuaria.
El incremento en el aprovechamiento de la tracción animal ha venido a sustituir la falta de
combustible y de maquinaria para la agricultura. En la actualidad hay una serie de
actividades en la agricultura cañera que se realizan con bueyes, entre ellas las labores de
cultivo, que en 1997 alcanzó casi el 50% del área cañera.
Otras prácticas consideradas dentro de las técnicas de la agricultura orgánica que se vienen
empleando en Cuba de forma extensiva son el laboreo mínimo de los suelos (Bouza et al.,
1996) y la rotación e intercalamiento de cultivos (Crespo, 1996). Con el laboreo mínimo no
sólo se consigue disminuir los costos de preparación del terre-no, sino que al emplear
equipos que no invierten el prisma, se logra una menor afec-tación del suelo por la erosión y
el efecto de los intensos rayos solares del trópico.
En la rotación e intercalamiento de cultivos se ha dado preferencia al uso de legu-minosas
como frijoles (Phaseolus vulgaris) y soya (Glycine max), que además del aporte económico
que de por sí representan, contribuyen a mejorar la fertilidad de los suelos por la vía de la
fijación de nitrógeno y otros efectos físicos y microbio-lógicos característicos de este tipo de
cultivo.
El uso óptimo de los fertilizantes se alcanza mediante un Servicio de Recomenda-ciones de
Fertilizantes y Enmiendas (SERFE) (INICA, 1996) para la caña de azú-car, el que tiene el
objetivo fundamental de aplicar sólo aquel fertilizante que se halla en déficit en el suelo y
que la planta necesita para su normal desarrollo. Con este sistema se evita la fertilización
irracional que tanto afecta al medio ambiente y el incremento de los costos de producción,
contribuyendo además a mantener el equilibrio biológico del suelo. También en el terreno de
la fertilización se desarro-llan investigaciones para el uso de bacterias fijadoras de
nitrógeno. Se ensayan dife-rentes cepas de azotobacter, azospirillum y otros
microorganismos.
Otra acción importante en la conservación de los suelos contra la erosión es la siembra en
contorno, que se está desarrollando en aquellos suelos donde se cultiva caña, con pendientes
mayores del 8%; existiendo aún 228 mil ha con esta caracterís-tica. (Álvarez, 1995). Con la
aplicación de esta técnica se pueden incrementar los rendimientos agrícolas en un promedio
de 15 mil @/cab (13 t/há). En la actualidad se trabaja para aplicar esta técnica en las áreas
que lo requieran, que se desarrolla por un Programa Nacional aprobado para este fin.
El control de las plagas y enfermedades se lleva a cabo mediante los programas para la
obtención de variedades resistentes y el de lucha biológica por medio de la libe-ración de
insectos y microorganismos benéficos.
El programa cubano de variedades garantiza que constantemente se estén incorpo-rando a la
producción nuevos individuos para sustituir variedades que van degene-rando y comienzan
a ser susceptibles a plagas y enfermedades. Actualmente, el 92% de las variedades en
producción son cubanas y sólo el 8% de ellas proceden del extranjero. Estas últimas son
sometidas a rigurosos estudios de campo, donde se analiza su comportamiento y adaptación
en las diferentes regiones edafoclimáticas del país y sólo son aceptadas si son iguales o
superan en rendimiento y otros parámetros a los patrones cubanos.
El mismo cuenta con un banco de germoplasma con más de 2 500 individuos, 14 estaciones
regionales, 63 bloques experimentales en áreas comerciales, un sistema de semillas
certificadas, con un Banco de Semillas básicas en cada una de las provincias, que se
multiplica en los bancos de semillas Registradas y Certificadas y una estación cuarentenaria.
Se emplea la micropropagación acelerada como comple-mentación a los métodos
tradicionales de reproducción de semillas. En la actualidad se están produciendo alrededor
de 10 millones anuales de vitro plantas en nuestras biofábricas,
En la lucha biológica la mayor prioridad se concede al control del barrenador del tallo
(Diatraea saccharalis), que es la plaga de mayor afectación económica en Cuba. Se dispone
de 50 Centros Reproductores de Entomófagos y Entomopatógenos (CREE), donde cada año
se liberan decenas de millones de pupas de la mosca cu-bana (Lixophaga diatraeae). Se
comienzan a ensayar otros enemigos naturales como las avispas del género Aphanteles y
Trichogramma, la esterilización de machos y la producción bioindustrial de hongos y
bacilos.
Azúcar orgánico
Todo lo expresado anteriormente ha contribuido favorablemente a que Cuba pueda
desarrollar en un tiempo breve, un período de conversión de su agricultura cañera hacia la
aplicación de técnicas orgánicas. No obstante, para ello se requiere de una experiencia
inicial a pequeña escala, que se ha venido poniendo en práctica desde 1997 en áreas
aledañas a la Universidad Central de Las Villas (UCLV) para la producción de caña
orgánica, sin la aplicación de insumos químicos con buenos resultados. Esta caña es
procesada en una planta piloto que posee dicha Universidad, ubicada en la región central del
país y que puede llegar a producir hasta 1000 t de azúcar por año para la exportación con
destino al mercado europeo, que en el pre-sente año 2000 recibirá las primeras cantidades de
azúcar orgánico cubano, certifi-cada por Ecocert Internacional, que es un organismo de
Control para este tipo de producción radicado en Alemania.
El inicio de la aplicación de esta tecnología, amigable con el medio ambiente y la salud
humana, es producto de coordinaciones realizadas hace más de cuatro años, por el actual
Grupo de Agricultura Orgánica con el Ministerio del Azúcar y la citada Universidad. Para
ello se contó con un especial apoyo de la Asociación Italiana de Agricultura Biológica
(AIAB) en la preparación de especialistas que trabajaran en Cuba por el cumplimiento de los
estándares en conformidad con el reglamento 2092/91 de la Comunidad Económica Europea
para estas producciones.
El desarrollo exitoso de esta experiencia a pequeña a pequeña escala que se ejecuta en la
Universidad Central, ha aportado los conocimientos necesarios para que el Ministerio del
Azúcar los tomara como base para poner en práctica una producción a escala industrial,
para lo que se dedicará un Complejo Agro-Industrial (CAI) azu-carero de capacidad media
de procesamiento de caña, que oscila entre 4 600 y 6 900 t/día. Esta industria procesará
solamente caña orgánica para lograr con ello un pro-ducto de alta calidad para la
exportación y de mejor seguridad para el consumidor.
Algunos de los subproductos de esta producción serán reciclados como abonos orgá-nicos
en sus propias áreas y otros podrán ser utilizados en el futuro en la elaboración de otros
productos también orgánicos de gran demanda popular.
Todo este conjunto de tecnologías en aplicación creciente y asociadas unas con otras,
soportadas sobre una base científico-técnica sólida, permiten un acercamiento progresivo
hacia una efectiva integración agroindustrial y una agricultura cañera realmente sostenible.
La diversificación en el uso de la caña
El hecho de que la caña de azúcar haya sido utilizada durante más de 400 años como materia
prima para la producción de azúcar, contribuyó a crear una mentalidad de que la síntesis de
sacarosa es la característica más importante de esta planta. Alrededor de las dos terceras
partes de los casi 250 millones de toneladas de caña que se producen cada año en el mundo
se destinan a la producción de alcohol etílico para combustible automotor, tanto en forma
directa, como para aditivo de gasolina.
Si se piensa en un aprovechamiento integral de la caña como fuente de biomasa, hay que
tener en cuenta que además de los tallos, que es la fracción empleada para la producción
azucarera, la caña está integrada también por cantidades apreciables de hojas y cogollo
(puntas). La fracción puntas (cogollos) más hojas (verdes y secas) al momento de la cosecha,
constituyen un residuo agrícola que se quema o se desaprovecha casi universalmente. La
tabla 1 muestra la composición química de ambas fracciones.
La proporción entre tallos y cogollos más hojas depende de la variedad, el manejo
agrotécnico y la edad de la caña. Estudios realizados en Cuba (Casanova, 1982) demuestran
que existe una relación directa entre esta proporción y el rendimiento agrícola, como se
muestra en la tabla 2.
Con los esquemas actuales de procesamiento de caña para producción de azúcar, por cada
100 t de tallos limpios entrados a fábrica, se pueden obtener las cantidades de productos que
se muestran en la tabla 3.
Se trata de combinar el adecuado aprovechamiento integral de la caña y la utiliza-ción de los
subproductos de la industria azucarera.
"La diversificación equivale al uso integral de la caña de azúcar, la optimización del uso de
los subproductos de la fabricación de azúcar y el uso del azúcar en sí, y de la caña de azúcar,
como materias primas para su transformación en otros productos valiosos desde el punto de
vista de su repercusión económica y social. También equivale al uso óptimo de la tierra
dedicada a este cultivo, por ejemplo, mediante la introducción de cultivos intercalados o en
rotación. En ningún caso se debe entender que la diversificación significa la sustitución de
la caña de azúcar por otros cultivos".
Se entiende por tanto de la comprensión de que la diversificación no es una estra-tegia para
enfrentar la crisis del mercado azucarero, sino un camino para la industrialización y el
desarrollo social de nuestros países.
Los azúcares solubles, principalmente sacarosa, glucosa y fructuosa, pueden extraerse en
solución acuosa mediante molinos o difusores, tal como se hace para la producción de
azúcar o alcohol. Las posibilidades de transformación de estos azúcares por vía química o
biotecnológica en otros productos, darían un listado prácticamente interminable.
La rentabilidad de los productos derivados de la miel final en general depende fuer-temente
del precio de ésta. Pueden emplearse mieles intermedias del proceso azucarero (miel A ó B),
e incluso partir del azúcar como materia prima, tal como se hace en Cuba para la producción
de dextrana, glucosa, y sirope de fructuosa (Cordo-vés, 1978), tensoactivos biodegradables,
etc.
Por su parte, la fracción lignocelulósica de la caña, ya sea el bagazo que resulta como
residuo al extraer el jugo azucarado, o la paja (hojas y puntas), puede ser utilizada en
diversas aplicaciones. El bagazo es, ante todo, un combustible que en los esquemas actuales
de producción de azúcar se emplea para obtener toda la energía que requiere la fábrica.
Como se verá más adelante, con esquemas térmicos eficientes, un ingenio azucarero puede
autoabastecerse energéticamente, y obtener sobrantes de bagazo hasta del orden de 30%, que
quedarían disponibles para otros usos.
La paja de caña puede ser también empleada como combustible en los propios centrales
azucareros u otras industrias. Procesados adecuadamente por métodos químicos, físicos o
biotecnológicos, tanto el bagazo como la paja, rinden alimentos energéticos de buena
calidad para el ganado vacuno.
Otra gran cantidad de productos de mayor valor agregado pueden obtenerse a partir del
bagazo, y ya se producen hoy a escala comercial en varios países. El bagazo sustituye a la
madera en diferentes aplicaciones, en ocasiones con ventajas técnicas y económicas. Varios
surtidos de tableros aglomerados, papeles y cartones, celulosa y sus derivados, xilosa,
furfural y otros productos, pueden obtenerse a partir del bagazo. Cuando el bagazo se
emplea para la producción de derivados, generalmente se le fija un precio basado en su valor
energético y el precio prevaleciente del combustible necesario para sustitución en la fábrica
de azúcar. Como promedio, puede tomarse una relación de sustitución de 5.2 t. de bagazo
(50 % de humedad) por tonelada de fuel-oil.
De especial relevancia económica y social para muchos países cañeros resulta la utilización
del bagazo como materia prima en la industria de pulpa, papel y tableros, teniendo en cuenta
los limitados recursos forestales disponibles. Este es el caso de Cuba, donde se ha dedicado
gran atención al desarrollo de tecnologías en este campo. Más adelante se examinará en
detalle las potencialidades del bagazo como fuente anualmente renovable de fibra.
Hasta aquí se han mencionado solamente algunos de los derivados que se han dado en
llamar de "primera" o "segunda" generación. Los desarrollos científico-técnicos recientes en
el campo de la biotecnología, la evidencia del carácter perecedero de los recursos fósiles,
principalmente el petróleo, las limitaciones en recursos forestales y la necesidad de
preservarlos, la escasez de alimentos y otros factores, abren un nuevo panorama para los
derivados de la caña.
Por otra parte comienzan a introducirse derivados de "tercera" y "cuarta" generación
mediante la transformación de los primeros, en productos de mayor valor agregado. La
sacarosa se convierte en materia prima para medicamentos como la vitamina C por la ruta
glucosa-sorbitol, polímeros como el poli-hidroxi-butirato y tensoactivos biodegradables. La
celulosa obtenida del bagazo permite llegar al celofán, los acetatos, rayón,
carboxi-metil-celulosa (CMC), celulosa micro-cristalina, etc.
El alcohol etílico obtenido por fermentación da origen a toda una industria alcoquí-mica, en
la que pueden obtenerse masas plásticas, acetaldehido y sus derivados y otros muchos
productos. En países como Brasil, India y Perú (GEPLACEA, 1988) algunos de estos
esquemas operan ya a escala comercial con resultados económicos satisfactorios.
En resumen, el número de alternativas es prácticamente interminable y existe una extensa
literatura sobre el tema. El Manual de los Derivados editado por ICIDCAGEPLACEA-PNUD (ICIDCA-ONUDI-GEPLACEA, 1985) brinda datos técnicoeconómicos sobre una gran cantidad de productos y tecnologías.
La caña para alimento animal
Los pronósticos acerca de la población en América Latina y del Caribe, prome-diaban un
incremento de unos cien millones de habitantes hasta el presente año 2000. En contraste, la
producción total de alimentos de la región del Caribe y América Latina, en el período 1975 a
1986 decreció en un 8% aproximadamente (Preston, 1986). No son necesarias muchas más
cifras para comprender el efecto en la agudización de la ya alarmante situación de
desnutrición de la población de nuestro continente.
La caña puede ser no sólo lo que ha sido desde siempre, una fuente importante de calorías
en la dieta por vía del azúcar, sino también un aporte de peso para la producción pecuaria en
las condiciones de muchos países, con grandes déficits de cereales, pastos, otras fuentes
proteicas para sostener los esquemas tradicionales de alimentación animal.
Los dos problemas fundamentales a tener en cuenta en el diseño de una base ali-mentaria
para cualquier tipo de animal son la energía metabolizable y la proteína. El modelo que
podemos llamar clásico o tradicional resuelve estos dos factores a partir de pastos de altos
rendimientos, cereales y granos proteicos.
La caña de azúcar y los subproductos de la industria azucarera, ofrecen alternativas de
solución tanto para la energía metabolizable como para el suministro de proteínas a los
animales. Estas alternativas tienen no sólo importancia económica para los países de clima
tropical, sino que representan una contribución estratégica a largo plazo para aliviar la
crítica competencia entre el hombre y la ganadería en el con-sumo de cereales y energía
(Pimentel, 1997; Preston, 1997).
A continuación se discuten brevemente algunos conceptos básicos de las principales
alternativas
Uso integral de la caña
Las experiencias de más de 15 años en varios países han llevado a establecer la posibilidad y
las ventajas económicas de la caña de azúcar como la base energética fundamental para la
alimentación del ganado vacuno, tanto en la producción de carne como de leche (Preston,
1977; Murgueitio, 1990).
Estos sistemas adquieren especial relevancia para los países de clima tropical du-rante el
período de seca, pues coincide que ésta es la época óptima para la cosecha de la caña y a su
vez la de más crítica disponibilidad de pastos y forrajes.
Cuando se satisfacen algunos relativamente modestos requerimientos de comple-mentación,
las dietas basándose en caña integral molida pueden permitir pro-ducciones de leche de
10-12 litros por día y ganancias en peso superiores a los 800 gramos diarios (Álvarez, 1986;
Preston y Murgueitio, 1988). Los requerimientos fundamentales son la adición de urea como
fuente de nitrógeno, algunas cantidades mínimas de proteína verdadera (vegetal, animal o
unicelular) y precursores gluc-génicos como los provenientes de residuos de trigo, arroz, etc.
Las dietas óptimas dependerán de la disponibilidad y los precios de cada región, pero la
experiencia indica que siempre estas raciones basándose en caña en las condiciones de la
mayor parte de los países azucareros, resultan mucho más viables que los sistemas
convencionales.
Un aspecto de interés es la posibilidad de incrementar el contenido de proteína verdadera de
la caña mediante la fermentación en fase sólida de los carbohidratos solubles presentes en la
misma. Algunas experiencias recientes de Cuba vienen dando resultados alentadores, y se
comienza a generalizar el uso de un producto denominado saccharina, con contenido de
proteína en el orden del 6-8 %. En este sentido, en Cuba se viene empleando no sólo la caña
finamente molida, sino también el llamado "bagacillo del tandem" que se extrae de las
fábricas de azúcar con una composición (contenido de fibra y azúcares) muy semejante al de
la caña misma; en esta variante, se aprovecha la infraestructura industrial existente sin
afectar la capacidad de la fábrica, y se obvian nuevas inversiones para moler caña.
Las mieles y el jugo
Como alternativa al uso de la caña de forma integral hay que tener en cuenta la posi-bilidad
de su "fraccionamiento" (Preston, 1988), es decir, separar el jugo contenien-do los azúcares,
del bagazo, lo cual sin dudas brinda las ventajas de un aprovecha-miento más dirigido, que
tenga en cuenta las potencialidades específicas de cada fracción.
La forma más difundida de empleo de carbohidratos solubles en la alimentación animal es la
del uso de la miel final, lo cual se practica no sólo en los países pro-ductores de azúcar, pues
algunos países desarrollados importan miel final (melaza) con este objetivo. Importantes
trabajos de investigación realizados en Cuba desde los años sesenta, crearon las bases
científico-técnicas para el desarrollo de diferentes sistemas de alimentación basados en las
mieles, en sustitución de cereales como fuente de energía metabolizable (Elías, 1986).
En el caso de los rumiantes, para emplear la melaza como fuente de energía, al igual que al
usar la caña integral, el éxito depende de una adecuada complementación. En la práctica, las
alternativas más económicas de complementación utilizan urea como fuente de nitrógeno
fermentable y algún forraje proteico o combinaciones de forrajes y concentrados proteicos
restringidos como aporte de nutrientes sobrepasantes (Preston, 1977).
El uso de mieles para ganado vacuno se emplea en Cuba desde hace años (Figueroa y Ly,
1990) al igual que en otros países. En las dietas a base de mieles se sumininis-tra urea como
fuente de nitrógeno fermentable y se complementan con algunas can-tidades de forraje,
minerales y proteína verdadera.
En el caso de la producción porcina también existe en Cuba experiencia de varios años de
trabajo investigativo y aplicación a escala comercial del uso de las mieles de caña (Figueroa
y Ly, 1990). Para Cuba, donde la carne de cerdo es un componente importante en la dieta
tradicional de la población y con serias limitaciones climáticas para la producción de
cereales, la utilización de los subproductos de la industria azucarera, adquiere una especial
relevancia.
En la alimentación de cerdos con mieles, se ha demostrado que el alto contenido de
sustancias no-azúcares presentes en la miel final, determinan un pobre aprovecha-miento del
valor energético de la misma (Ly, 1989). Como alternativa, en Cuba se utiliza desde hace
algunos años la sustitución de la miel final por mieles intermedias (A o B) del proceso
azucarero, más ricas en azúcar, habiéndose demostrado la con-veniencia económica de esta
sustitución (Pérez, 1986).
Por otra parte, el uso directo del jugo de la caña para la ceba de cerdos se viene aplicando
desde hace algunos años con buenos resultados, tanto técnicos como eco-nómicos, en varios
países. En Cuba existen experiencias de este tipo basadas en la extracción del jugo en
pequeños trapiches o molinos de caña anexos al cebadero porcino.
Esta variante tiene el inconveniente de los bajos niveles de extracción del jugo
(aproximadamente 45%), pero se logra con instalaciones sencillas y se puede apro-vechar el
bagazo rico en azúcar para alimentación de rumiantes. En Cuba también se ha ensayado de
esta forma, pero además se viene difundiendo la práctica de emplear el jugo de primera
extracción del central.
Bagazo y bagacillo
Como se sabe, una fábrica de azúcar de caña puede liberar importantes cantidades de bagazo
para distintos usos. El bagacillo, que es la fracción más fina que resulta de tamizar el bagazo,
o cuando se desmedula antes de enviarlo a las fábricas de papel o tableros, también es una
materia prima que puede estar disponible con relativa facilidad y a bajo costo.
La utilización de estos productos para la alimentación animal tiene el significativo atractivo
de que se requieren inversiones modestas para la construcción y operación de las
instalaciones procesadoras. Su principal limitante, en comparación con otros residuos
agrícolas, es el bajo nivel de digestibilidad.
A escala comercial se han venido empleando básicamente dos tecnologías con el objetivo de
aumentar la digestibilidad de estos materiales. Mezclas de bagacillo con miel final y urea se
emplean en Cuba desde hace años con resultados modestos en cuanto a un adecuado
aprovechamiento del material lignocelulósico (Suárez Riva-coba, 1987). El tratamiento
químico alcalino con hidróxido de sodio se desarrolló en Cuba en los años 70 y se ha venido
empleando extensamente.
Con cualquiera de los sistemas es posible elevar la digestibilidad de los materiales, desde
30-35 % hasta valores cercanos al 60%, lo cual los hace comparable a otros forrajes y
residuos agrícolas tradicionales.
Recientemente se ha comenzado a generalizar en Cuba una tecnología (predical) donde el
hidróxido de sodio se sustituye por cal (hidróxido de calcio) con excelentes resultados.
Estudios económicos realizados sobre estos sistemas de tratamiento (González, 1987;
González y Saez, 1991) demuestran que:
 El aumento de la energía metabolizable que se obtiene en cualquiera de ellos compensa los
costos de los mismos.
 Con el aumento continuado de los precios del hidróxido de sodio y la energía, la alternativa
empleando la cal se muestra altamente atractiva.
Al igual que se indicó para el uso de la caña y las mieles, una adecuada comple-mentación
de estos productos es decisiva para obtener resultados óptimos, tanto en el orden técnico
como económico.
Proteína a partir de la caña
En comparación con los cereales, granos y pastos, la principal limitante de la caña y los
subproductos de la industria azucarera es su casi nulo contenido de proteína. Sin embargo,
los carbohidratos solubles presentes en las mieles o en el jugo pueden ser transformados en
proteína unicelular mediante tecnologías de fermentación amplia-mente conocidas.
Desde finales de los años 70, en Cuba existen once plantas de 10-12 mil toneladas anuales
de capacidad que producen levadura torula a partir de miel final. La levadura torula es un
concentrado con contenido de proteína de 45-48%, en forma de polvo. Desde hace algunos
años, una parte importante de la capacidad instalada se viene utilizando en forma de crema
mezclada con mieles intermedias del proceso azucarero, para obtener un producto
denominado miel proteica, con un contenido de proteína de 15% base seca. A partir de este
producto se ha desarrollado toda una tecnología de producción porcina (Figueroa, 1990)
cuyos resultados en las condi-ciones de Cuba, resultan económicamente ventajosos en
comparación con las tecnologías tradicionales.
El uso de la levadura de recuperación en las fábricas de alcohol permite obtener magníficos
indicadores tecnológicos en la ceba de cerdos garantizando buenos resul-tados económicos.
Los residuos agrícolas
Aunque los residuos agrícolas (hojas y puntas) constituyen alrededor del 20% del peso de la
planta, hasta el presente su aprovechamiento en la mayor parte de los países es casi nula.
Como ya se explicó, el “sistema cubano de cosecha”, permite concentrar en centros de
limpieza de caña importantes volúmenes de residuos agrícolas.
En la actualidad operan 930 estaciones y centros de limpieza (centros de acopio), en los
cuales se obtienen como promedio unas 40 toneladas por día de residuos, que dan una
disponibilidad total de alrededor de 5 millones de toneladas anuales; una parte significativa
de estos residuos se emplean como forraje para el ganado vacuno, de gran importancia por
coincidir con la época de sequía,
El valor alimenticio de estos residuos, cuando se consumen frescos, es aún superior al de los
otros materiales lignocelulósicos mencionados (bagazo y bagacillo), y son también
susceptibles de su tratamiento para aumentar la digestibilidad.
Ya se mencionó anteriormente, el impacto económico y ecológico que representa la
utilización de parte de estos residuos, en combinación con las excretas del ganado
estabulado y la cachaza del ingenio, para la producción de compost.
Caña de azúcar y energía
Si se analiza la relación entre el valor energético de la biomasa contenida en la caña de azúcar
y la energía necesaria para su cultivo y cosecha, se obtiene una relación de 20 a 1, calculada
para una agricultura cañera con altos niveles de fertilización, uso de riego y cosecha
mecanizada. Esto significa que la energía invertida en la producción de caña representa,
cuando más, el 5% de su potencial (López y de Armas, 1980).
En términos prácticos, esta potencialidad tiene que ser expresada en alguna de las formas de
uso de la energía en la vida moderna. De ellas, las de mayor importancia actual son la
producción de electricidad, los combustibles para la generación de vapor en la industria y
los combustibles líquidos para vehículos automotores.
El ingenio azucarero tradicional es ineficiente desde el punto de vista energético. Los
consumos de vapor para procesos oscilan entre 450 y 550 kg/t de caña, cuando cifras en el
orden de 350 kg y menos, pueden ser alcanzados por tecnologías y equipos conocidos y
probados (Correia, 1991; Ogden, 1990).
Si el objetivo de la fábrica es obtener bagazo excedente con el propósito de producir
derivados o venderlo como combustible a otras empresas, los factores importantes son
disminuir el consumo de vapor y maximizar la eficiencia de combustión, pero no se
requieren altas presiones. En estas condiciones, con presiones relativamente bajas, de
200-400 lb/plg2 se puede producir toda la energía eléctrica y mecánica demandada y obtener
excedentes de bagazo de 30% y más (de Armas y González, 1986).
Obtener buenos niveles de eficiencia en la combustión de bagazo demanda el uso de
calderas modernas con hornos que permitan disminuir el exceso de aire y dotadas de
superficies recuperadoras para hacer un mayor aprovechamiento de los gases (de Armas y
González, 1986), las cuales son producidas hoy día por diversos fabricantes en distintos
países, incluso latinoamericanos como Cuba y Brasil.
Una posibilidad que permite mejorar, con inversiones modestas, la eficiencia de calderas
existentes, es la incorporación de secadores de bagazo que emplean los gases de chimenea
para reducir la humedad de este combustible, desde 50%, que es como sale de los molinos,
hasta niveles de 25-30%. En Cuba existen positivas experiencias con este sistema
(Arrascaeta, 1988).
Los nuevos ingenios construidos en Cuba en los últimos años, con esquemas y equipamiento relativamente simples, están diseñados para operar a presión de 400 lb/plg2 y
entregar cada zafra 40-50 mil t de bagazo y 7-8 mil MW-hr de electricidad exce-dente. Otras
decenas de fábricas también se han ido incorporando progresivamente al sistema energético
nacional y entregan excedentes que se traducen en la reducción de importaciones de
petróleo.
Otras alternativas que se vienen aplicando con éxito son el aprovechamiento de los residuos
agrícolas de la cosecha como combustible y la obtención de biogás me-diante la digestión
anaeróbica de los residuales de la industria. La utilización de los residuos de la cosecha ha
sido posible gracias al sistema ya mencionado de meca-nización, que permite obtener
grandes volúmenes de biomasa concentrados en los centros de acopio y limpieza de caña.
Con una adecuada reducción del tamaño de partícula, este producto se quema en las propias
calderas de bagazo del ingenio, sin grandes diferencias con ese combustible.
Alternativamente permite satisfacer las necesidades energéticas de plantas de derivados
anexas al central azucarero.
La producción de biogas a partir de los residuales de la industria azucarera o de los mostos
de destilería, puede aportar ahorros energéticos de consideración, además de los beneficios
relacionados con la disminución de la contaminación. En Cuba y en Brasil existen
experiencias a escala comercial sobre esta alternativa. Los residuos del proceso de
producción de biogas, tanto el efluente líquido como los lodos, cons-tituyen dos elementos
de alto valor como fertilizantes, retornables sin peligro ecoló-gico a las áreas cañeras.
El bagazo como fuente de fibra renovable
El bagazo, entre los materiales fibrosos, tiene la ventaja de que su recolección está
garantizada por la industria azucarera. El problema consiste en el transporte del bagazo a
grandes distancias, en función de la capacidad de la planta de pulpa y la capacidad y
ubicación de los centrales que lo suministran.
Comprendiendo la importancia actual y futura del bagazo como materia prima fi-brosa, en
Cuba se han dedicado serios esfuerzos al trabajo de investigación para el desarrollo y
perfeccionamiento de las tecnologías. Solidarias con estos esfuerzos y comprendiendo el
papel que debe jugar el bagazo para gran cantidad de países en desarrollo, la Organización
de Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI) brindó cooperación y ayuda
financiera a Cuba, con lo cual se creó la Unión Investigación-Producción Celulosa de
Bagazo, también conocida como Pro-yecto Cuba-9. Los conceptos y tecnologías que se
mencionan en este documento, son en gran medida resultado del trabajo de esa institución,
demostrados y aplicados en sus propias instalaciones industriales (GEPLACEA, 1990).
En Cuba se han estudiado los efectos de estos residuales nocivos y se han encon-trado
soluciones. Se ha desarrollado el uso de etapas de delignificación y extracción alcalina con
oxígeno que reducen a la mitad la generación de compuestos clorados.
El control microbiológico de la pila de almacenaje y la recirculación controlada de los
licores durante el mismo, así como la sedimentación y separación de la médula húmeda,
logran una disminución de la Demanda Química de Oxígeno (DQO) del 90% y de sólidos
del 80%.
También ha sido desarrollado el pulpeo de alto rendimiento (Bambanaste, 1988; García,
1988) así llamado por disolver solo el 15-20% del bagazo, comparado con un 45-55% de la
tecnología química convencional. Los niveles de DQO son la mitad del proceso químico con
recuperación. Una planta de alto rendimiento de 200 t tiene el mismo impacto ecológico que
una planta de pulpa química de 44 t/día sin recu-peración. Su factibilidad técnica y
económica para la producción de papel periódico, medio corrugado para cajas y otros
surtidos, ha sido demostrada y reconocida inter-nacionalmente (GEPLACEA, 1990).
Una ventaja importante de la tecnología quimi-mecánica es que su economía de escala y alto
rendimiento hace rentables pequeñas plantas de pulpas anexas a cen-trales azucareros
entregándole todo el bagazo como excedente energético.
Como conclusión se puede afirmar, que la contaminación generada por los resi-duales de la
producción de pulpa y papel a partir del bagazo, puede hacerse dentro de los límites
establecidos para la industria de madera si se usan soluciones tecno-lógicas existentes, así
como el empleo de nuevas tecnologías, como el pulpeo de alto rendimiento. Las demandas
crecientes de la humanidad de productos derivados de la fibra, junto a la imperiosa
necesidad de conservación de las reservas forestales, encuentran en el bagazo de caña una
alternativa de gran peso económico y ecológico.
Conclusiones
La única pretensión de este trabajo es la de fijar el concepto de que la caña de azúcar posee
todas las características necesarias para constituir la base de un desarrollo social
económicamente viable, autoenergético y ecológicamente sustentable. Existe gran cantidad
de experiencias, argumentos, cifras y alternativas que, por razones de espacio, no han
podido ser incluidas en el documento. De cualquier manera, las siguientes afirmaciones son
las conclusiones que se han querido demostrar:





Es posible desarrollar una agricultura cañera con técnicas orgánicas con mínimos
insumos químicos contaminantes del medio ambiente. Un conjunto de técnicas de este
tipo se emplean ya a escala comercial. Para lograr esta aspiración, resultan factores vitales
la aplicación de los adelantos científicos-técnicos y una fuerte integración entre el
campo y la industria.
La cosecha de la caña sin quemar constituye un aspecto de decisiva importancia para la
protección del medio ambiente. Esto no solo es técnica y económica-mente viable, sino
que introduce beneficios adicionales a partir del aprovecha-miento de los residuos
agrícolas. El llamado Sistema Cubano de Cosecha esta diseñado con esta concepción y
se ha ido perfeccionando a lo largo de muchos años de explotación extensiva.
La diversificación del uso de la caña, además de representar una alternativa a la crisis
del mercado azucarero, constituye una estrategia lógica y económicamente ventajosa de
desarrollo. El abanico de productos de alto valor que pueden ob-tenerse de la caña y sus
derivados de la industria, es prácticamente infinito.
La potencialidad de la caña como recurso energético renovable es superior a la de otros
cultivos o especies conocidas. La producción de azúcar o alcohol puede llevarse a cabo
sin consumo energético externo y además dejar disponibles exce-dentes considerables
de energía para otros usos.
La caña de azúcar y los subproductos de la industria azucarera permiten crear una base
alimentaria para la ganadería en las condiciones tropicales, comparable, a los esquemas
tradicionales de pastos y granos utilizados en las regiones templadas.


El bagazo de caña es una fibra de buena calidad para la producción de una gran cantidad
de surtidos de pulpa, papel, derivados químicos de celulosa y tableros aglomerados. Por
su carácter renovable y las características de las tecnologías disponibles, el uso del
bagazo representa un aporte ecológico de importancia como alternativa a la explotación
forestal.
El carácter agroindustrial de una industria procesadora de caña de azúcar, permite dar
una solución a los residuales líquidos a través de su aprovechamiento económico y
retorno a los campos, como es el caso de las tecnologías de biogas y fertirrigación.
Consecuencia: procesos industriales verdaderamente "limpios".
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UBPC DE TABACO Y CAÑA: ESTUDIOS DE CASO
Niurka Pérez y Dayma Echevarría
Equipo de Estudios Rurales (EER), Universidad de La Habana (UH)
entro de las reformas en la agricultura cubana de los años 90, estuvo la creación
de la Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), en septiembre de
1993. Esta transformación, influyó de forma decisiva en las formas de laborar y
procesar diferentes cultivos en el país. En no pocos casos, la búsqueda de la
sostenibilidad económica de la unidad y la escasez de recursos han inducido el retorno a
prácticas tradicionales y ecológicas.
D
Principales experiencias y avances de las Unidades Básicas de Producción
Cooperativa
Los objetivos de la remodelación del régimen de tenencia y explotación de la tierra se
centraron en la diversificación de las formas de producción y de los agentes productivos, así
como en el redimensionamento de las áreas. Las propias cir-cunstancias hacían necesario
desarrollar una agricultura ecológica, de bajos insumos, y la necesidad de promover nuevos
incentivos para captar y estabilizar la fuerza de trabajo en el sector.
A partir de septiembre de 1993 y en las tierras de las Empresas Estatales que funcionaban
hasta el momento, se crearon las UBPC por iniciativa y acuerdo del Buró Político del Partido
Comunista de Cuba. Los Ministerios de la Agricultura (MINAG) y del Azúcar (MINAZ)
elaboraron un cuerpo jurídico para llevar a efecto dicho acuerdo.
Entre los principales antecedentes de las UBPC como estructuras agrícolas se encuentran las
Cooperativas Cañeras de principios de los años 60, las Sociedades Agropecuarias y las
Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA), impulsadas a partir de 1975.
En los POR CUANTOS del Decreto Ley No. 142 sobre las UBPC se expresa que "... con el
propósito de buscar fórmulas que incentiven y motiven a los hombres a entregar sus reservas
productivas en función de lograr mayores volúmenes de producción con el menor gasto
posible de recursos materiales, es necesario llevar a cabo importantes innovaciones en la
agricultura estatal, incluyendo la creación de las Unidades Básicas de Producción
Cooperativa como una nueva forma de organización de la producción agropecuaria..."
El funcionamiento de las nuevas empresas estaría regido por cuatro principios
fundamentales que aparecen en la Legislación, a saber: a) la vinculación del hombre al área
como forma de estimular su interés por el trabajo y su sentido concreto de responsabilidad
individual y colectiva; b) el autoabastecimiento del colectivo de obreros y su familia con
esfuerzo cooperado así como el mejoramiento progresivo de las condiciones de vivienda y
otros aspectos relacionados con la atención al hombre; c) la asociación rigurosa de los
ingresos de los trabajadores a la producción alcanzada; d) el amplio desarrollo de la
autonomía de gestión y la administración de sus recursos, a fin de hacerse autosuficiente en
el orden productivo.
El ritmo del proceso de constitución fue diferente, según la labor principal de las granjas
estatales de las que surgían. En las cañeras fue muy acelerado, mientras que en el sector no
cañero se produjo más lentamente. El proceso de constitución fue bastante homogéneo en
todo el país, según los principios que estableció la legis-lación. Por otro lado, en general, el
diseño del modelo UBPC como unidad econó-mica no tomó en consideración la diversidad
de cultivos, las diferencias regionales, las relaciones microeconómicas y las particularidades
de las unidades.
Los Reglamentos Generales de las UBPC las definen como "una organización eco-nómico y
social, integrada por obreros con autonomía de gestión, recibe el usufructo de las tierras por
tiempo indefinido y posee personalidad jurídica propia..."
Otras de las características de esta nueva forma de propiedad son: los miembros se unen de
forma voluntaria, son dueños colectivos de la producción, que será vendida a la Empresa -como representante del Estado-- en la forma que ésta (la Empresa) decida. Deben pagar el
aseguramiento técnico-material que brinda la Empresa así como comprar a crédito los
medios fundamentales de producción. Además eligen el colectivo de dirección que debe
rendir cuentas de forma periódica a los socios que conforman la Asamblea General, quienes
son, en última instancia quienes aprueban las decisiones fundamentales.
A cinco años de constituidas, es indiscutible que el comportamiento de la partici-pación de
los trabajadores en las UBPC ha transitado por diferentes momentos muy vinculados a los
cuatro principios que sustentan su actividad. No obstante, según nuestra opinión, dos de
ellos son los más importantes: el desarrollo de la autonomía de gestión y el referido a la
vinculación del hombre al área.
Entre los avances más significativos producidos en la agricultura cubana posterior a la
creación de las UBPC se pueden señalar:
•
En lo económico se observa cierto interés de los socios, así como de las Juntas de
Administración en la ganancia, los costos de la producción y los resultados productivos.
•
Disminución de las pérdidas a través de la reducción de los gastos.
•
La UBPC puede considerarse como un proyecto que abre nuevos espacios de
participación enmarcados en el proceso de la producción agrícola para un amplio sector de
la producción. Las esferas de participación están limitadas al ámbito productivo y más
recientemente al mercado agropecuario.
•
Existe una tendencia a la utilización de prácticas agroecológicas, entre otras razones
debido a la escasez de insumos producida a partir de la desaparición del campo socialista.
•
Las UBPC han manifestado la intención de lograr el tamaño óptimo según cultivo para su
manejo racional.
Estos últimos aspectos se han desarrollado en función “del tránsito forzado del modelo de
desarrollo agrícola basado en la utilización de agroquímicos, sistemas de riego y maquinarias
agrícolas con alto consumo de petróleo, a un Modelo Alter-nativo que implica el uso de
fertilizantes orgánicos, el control biológico de plagas, uso de la tracción animal y formas
alternativas de energía, la diversificación, las prácticas de intercalar y rotar cultivos y el
acercamiento a las tradiciones campesinas relacionadas con los métodos de explotación de la
tierra”.
Prácticas productivas y ecológicas según estudios de caso en UBPC tabacaleras y
cañeras
El cultivo del tabaco se tuvo en cuenta por su carácter histórico, vinculado a la exportación.
Regionalizado en el centro y occidente del país, en menor medida en otras regiones para
consumo local, decayó su cultivo por pérdida de tierras y agricultores. A partir de 1993 por
la necesidad de ampliar las exportaciones se encuentra en proceso de expansión.
El cambio de política agraria relacionado con la producción tabacalera y que se manifiesta
en la creación de las UBPC y la entrega de tierras a productores individuales, introduce
nuevos actores en esta rama, hasta entonces lidereada por productores privados y
cooperativos.
Es la actividad agrícola más dinámica por el financiamiento externo, recibe más recursos
productivos, aporta mayor cantidad de divisas al Ministerio de la Agricul-tura para reactivar
otras producciones agrícolas nacionales, además es la producción más diversificada. Por las
propias condiciones de la producción tabacalera, en la finca se produce tabaco y alimentos,
estos últimos tienen un impacto en la alimentación familiar y en la comercialización en el
mercado agropecuario. En 1998, de un total de 2 701, había 53 UBPC tabacaleras en el país.
Por otra parte, se seleccionó el cultivo de la caña de azúcar por ser una actividad
agroindustrial de carácter nacional, extendida por todas las provincias del país. Principal
actividad agrícola nacional, producción de carácter histórico, vinculada a la exportación.
Principal empleadora en el campo cubano (agricultura más industria). Hay 154 Complejos
Agroindustriales Azucareros (CAI) en el país. En septiembre de 1997 funcionaba 1 063
UBPC cañeras en Cuba con 141 785 socios .
UBPC “La Jocuma”
La UBPC “ La Jocuma” se encuentra situada en el municipio Consolación del Sur, provincia
de Pinar del Río, de amplia tradición tabacalera y, además, especializada en la producción de
capote. Fue constituida en septiembre de 1993 en las tierras de la entonces granja “Juan
Casanueva”, que pertenecía a la Empresa Tabacalera Con-solación del Sur.
La dinámica de la vega de tabaco campesina, que fue asumida en parte por las UBPC
tabacaleras, tiene como uno de sus principios el desarrollo intensivo de cultivos para
garantizar el autoabastecimiento familiar en áreas no aptas para tabaco y las siembras
intercosechas que no afectan la calidad del suelo para el cultivo fundamental. Además, la
escasez de insumos ha propiciado el regreso a productos y tecnologías tradicionales que eran
poco utilizadas en las granjas estatales.
La UBPC mantiene el tabaco como cultivo histórico de la zona junto al desarrollo de
producciones de viandas (yuca, boniato, malanga) y en menor medida hortalizas (col,
lechuga, rábano, tomate), dedicadas en lo fundamental al autoabastecimiento familiar.
Las tierras de tabaco solo se rotan con maíz. No es posible rotar las tierras de tabaco con
boniato porque este cultivo es invadido por muchas plagas y utiliza los mismos nutrientes
que el tabaco. Tampoco se puede rotar con frijol porque con frecuencia es atacado por el
moho azul. En ocasiones intercalan el maíz con frijoles.
La semilla de tabaco la obtienen a través de la Empresa Tabacalera que a su vez la compra de
la Empresa de Semillas Varias del MINAG. En 1994 y 1995 la Empresa Tabacalera produjo
su propia semilla pero los altos costos encarecían su producción y decidieron no
continuarla. La variedad de tabaco a sembrar la determina la Empresa. En los primeros años
de surgida la UBPC sembraron la variedad Burley caracterizada por su rendimiento y
resistencia al moho azul, pero que con facilidad es atacada por otros hongos. Después
sembraron Habana 92, una variedad de producción nacional que mantiene las características
anteriores pero de menor rendimiento, que necesita más atenciones culturales y es más
resistente. En la zafra 97-98 sembraron de nuevo la variedad Burley pero fue afectada por el
Fusarium. En la zafra 98-99 volvieron a sembrar Habana 92. Este cambio de variedad
preocupa a la Junta de Administración porque supone el incremento en los gastos de fuerza
de trabajo y en materiales (cujes) en relación con la variedad Burley.
Desde la zafra 96-97 la UBPC ha generado áreas de semilleros. Aunque necesitan de una
esmerada atención e insumos, las posturas que allí se obtienen logran un mayor por ciento de
germinación que las compradas en la Empresa, entre otras razones, debido a que llegan más
frescas a las áreas de siembra. También en la búsqueda de la diversificación de ingresos, la
UBPC vende los mazos de postura a campesinos individuales de la zona.
La semilla para el resto de los cultivos la producen dentro de la UBPC. Para pre-servarlas
utilizan diferentes métodos según el tipo de semilla. Por ejemplo, la semilla para el frijol es
preseleccionada en ocasiones, después la aíslan de la luz y el aire, en un saco o en un tanque
plástico, sellado con cera. La semilla de maíz, des-granada o en mazorca, luego de ser
seleccionada por su calidad, se deposita de igual forma pero se le aplica una fórmula en
polvo para evitar que sea atacada por plagas. Para la preparación del suelo utilizan de forma
general la tracción animal, aunque la mayor parte del laboreo es manual.
En el caso de las labores para el tabaco, se han retomando formas tradicionales de mejorar
las tierras erosionadas antes de la preparación del suelo, a esta labor la llaman “relleno”. La
UBPC realiza en el mes de abril una pro-gramación para aplicar el “relleno” y rota las áreas
en los diferentes años. Por ejemplo, esparcen carretones con palos de tabaco secos, que
quedan como residuos de la escogida, esparcen cucharones de tierras fértiles cercanas a los
ríos, arroyos u orillas, humus producido por lombrices, las cañas de maíz se pican y se dejan
en la tierra; esto se realiza un mes o dos antes de comenzar la preparación del suelo. En
menor medida utilizan abonos químicos granulados que aplican también de forma manual.
Solo emplean herbicidas para limpiar el área de semillero.
La limpieza de maleza la realizan por lo general de forma manual con guatacas o cultivadora,
solo en ocasiones emplea chapeadora. En 1992-1993 se limpiaron áreas para la siembra con
una brigada de desmonte. La madera que allí se obtuvo se utilizó para hacer carbón.
La preparación de la tierra para la siembra se realiza en general a partir de la tracción animal,
la rompen con arado, después utilizan, según la disponibilidad de combustible, el tractor con
la grada o bueyes una o dos veces y la surcan con el surcador.
A partir del arranque de posturas del semillero comienza la siembra de tabaco que es
totalmente manual y por lo general necesita de agua. Después del transplante, se riega a los
siete días, se resiembra si es necesario, se le aplica abono químico, se aporca, más tarde se
le pasa la cultivadora dos veces a los 18-20 días y se vuelve a regar. El resto de las labores
son manuales: guataquear, fumigar (primero cada siete días, después cada 14 y luego cada
21), se realiza el repaso (consiste en eliminar los botones que nacen en la inserción de la
hoja y el tronco de la planta), recolección de libre pie (tipo de hoja mayor tamaño cercana a
la raíz de la planta) a los 45 días después de la siembra y ensarte (labor realizada
generalmente por mujeres que consiste en coser las hojas de tabaco por la vena principal en
pares e irlas colocando sobre un cuje para su secado).
Posteriormente se produce el deshije (eliminación de los retoños que nacen en la inserción
de la hoja y el tronco de la planta, recolección de centro (a los siete días después de la
primera recolección) y ensarte, recolección de la corona (hoja que se encuentra en la parte
superior de la planta) y ensarte y corte de capadura.
El proceso de recolección se puede realizar hoja a hoja o por el corte en secciones de la
planta y debe concluir a los 65-70 días después de la siembra. Una vez en la casa de tabaco
se seca durante un mes o mes y medio. Después el tabaco ensartado se deshila, y junto con
el cortado se ponen en grupos que llaman pilones (el tabaco Burley no necesita este proceso)
por espacio de 20-25 días. Luego se empaca y se lleva a la escogida para comercializarlo.
Para los cultivos no fundamentales, de forma general utilizan métodos tradicionales. La
preparación de la tierra la realizan con tracción animal, las principales labores culturales se
realizan de forma manual o con el empleo de bueyes. No reciben fertilizantes químicos para
este fin y por lo tanto los abonos orgánicos son de gran ayuda.
Para realizar el control de las plagas utilizan medios químicos y biológicos. Para el resto de
los cultivos no reciben plaguicidas. Ellos producen una sustancia que llaman “tabaquina”.
En los semilleros de tabaco para evitar la entrada de Thrips palmii y otras plagas comunes al
tabaco, preparan una especie de “trampa”, en la que utilizan estacas de caña brava y sacos
blancos de nylon untados de miel de purga (subproducto de la caña de azúcar), dispuestos a
medio metro del cantero. Así los insectos quedan atrapados en el nylon. También siembran
alrededor de estas áreas maíz como barrera a las plagas. Este control se programa por el
técnico en sanidad vegetal.
Tienen un sistema de regadío por gravedad y por motores que extraen agua del río y el
arroyo cercano. El semillero necesita de humedad por eso allí el regadío es muy importante.
Según el grado de humedad de la tierra, en el tabaco riegan sema-nalmente hasta la primera
recolección. Aplican el agua por surcos, con la ayuda de guatacas dirigen el flujo de agua
hacia el área que lo necesite en forma escalonada, a través de las curvas de nivel. Para el
resto de los cultivos utilizan el mismo método en dependencia de la disponibilidad de
petróleo para el motor.
No utilizan aguas residuales. Según la opinión de uno de los entrevistados:
“No se recolecta agua cuando llueve, no se atienden las fases climáticas, eso lo hace el
campesino, pero no aquí”.
Utilizan los residuos de cosechas para la alimentación de los cerdos y aves de corral. El
ganado vacuno, ovino y caprino se alimenta de pastos naturales.
UBPC “Carlos de la Rosa”
La UBPC cañera “Carlos de la Rosa”, pertenece al Complejo Agroindustrial (CAI) Osvaldo
Sánchez, y está ubicada al sur del municipio de Güines en la provincia La Habana. La
superficie total abarca una extensión territorial de 1 472 ha, de ellas
1 244 ha se dedican
al cultivo de la caña. En la zafra de 1998, el área fomentada de caña fue de 1 119 ha y el
área cortada de 920 ha. El área destinada para la producción de autoconsumo se mantiene
constante (38 ha).
La variedad de caña que históricamente se sembró en esta zona fue la Jaronú 60-5,
caracterizada por su alto contenido de azúcares pero poco resistente a la enfermedad del
carbón de la caña; por ello se empieza a sustituir, en la medida que se va demoliendo por la
Barbados 43-62 y la Jaronú 43-72, ambas tienen buenos ren-dimientos azucareros, pero son
también muy sensibles al carbón. En Cuba hay 13 variedades de caña afectadas por esta
enfermedad.
En la UBPC, se fue perdiendo la composición de variedades adecuadas de cañas y de cepas.
Este proceso comenzó en el año 1990 y se agudizó en el período de 1993-1995 pues, dadas
las limitaciones de la crisis, no fue posible fertilizar. En las dos últimas zafras, se recomenzó
el proceso de fertilización en la mayoría de las áreas cañeras, que unido a una fuerte
programación en las actividades de limpia y aporque, se espera que permita el aumento
progresivo de los rendimientos.
En el año 1995, se comenzó a ordenar la reposición de cepas. Lograr una adecuada
estructura de cepas, que permita elevar la edad de las cañas que se corta, se hace
imprescindible ante la necesidad de obtener el mayor rendimiento por área.
En la UBPC sólo se realizó en una ocasión la siembra de un cultivo intercalado en caña,
específicamente de frijol. En las áreas no cañeras tampoco se practica la asociación de
cultivos, solo se aplica la rotación de estos (en las áreas en demolición se siembra arroz). En
el área de autoconsumo se realiza la siembra intercalada de cultivos, por ejemplo calabaza
con maíz, frijol con maíz y tomate y frutabomba. La rotación de cultivos y ganadería no se
ejecuta en la cooperativa.
Durante los primeros años del período especial se afectó todo el sistema de produc-ción de
caña y especialmente los bancos de semilla. En la UBPC esta actividad se vio limitada,
aunque no se abandonó completamente.
La UBPC tiene un buen banco de semilla certificada, que provienen del banco de semillas
registradas del CAI, que a su vez las recibe de la estación experimental, donde se someten a
un riguroso proceso de selección. Al banco de semilla se le realizan chequeos fitosanitarios,
con una frecuencia generalmente semanal por los técnicos del Centro de Semilla Registrada.
El certificador efectúa inspecciones cada tres o seis meses.
En la zafra 97-98,según los análisis realizados, la Jaronú 60-5, fue la de mayor rendimiento
azucarero, pero con mucha incidencia de carbón. El saneamiento de los campos para
combatir este hongo, se realiza de forma manual, ahora con menor frecuencia, porque al
aumentar su propagación necesitan emplear mucha fuerza de trabajo y solo cuentan con unas
cuantas brigadas para esta actividad (extraer el látigo y sacar el hongo fuera de los campos
de caña para quemarlo).
Las variedades actuales que se siembran en la cooperativa son: la Jaronú 64-19, la Cuba 323, la Cuba 87-51 y la Tayabito. Todas son de un alto rendimiento, de forma particular la
última citada.
En la UBPC casi toda la preparación del suelo se efectúa de forma mecanizada. La
utilización de bueyes en esta labor es muy escasa. Algunas de las razones, que según los
entrevistados, explican esta problemática son: el difícil traslado de los bueyes a los diferentes
y distantes lugares (teniendo en consideración la extensión de la cooperativa que es
aproximadamente de 1 248 ha), así como la inexistencia de un lugar, con seguridad, para
dejar los animales una vez terminado el trabajo.
En el proceso de preparación de los suelos, entre la primera actividad (roturación con arado)
y la segunda (cruce), es necesario un intervalo entre 10 y 15 días, para que la maleza se
seque y de esta forma su semilla no germine. Esta práctica es muy eficiente en el control de
las malas hierbas, además contribuye con otra de las actividades que se realiza (surcar) al
quedar la tierra más descompactada.
Las siguientes labores que se realizan en este proceso, según orden de realización, son:
recruzar, utilizar la grada pesada, utilizar la grada fina, pasar el Land-plane. A continuación
se realiza el surcado, que debe ser profundo dados los requeri-mientos de la caña. Alistar y
sembrar son las actividades finales.
La programación y secuencia de las diferentes operaciones, se realiza de manera similar en
las siembras de frío y primavera, solo se modifican si ocurren afecta-ciones por la lluvia. En
1998, Camilo Ramos Ramos de la UBPC “Carlos de la Rosa” fue entrevistado por Miriam
García y opinó, que en la UBPC se es muy exigente con la siembra, además señaló que el
actual método que se emplea en esta labor, aunque es muy efectivo al germinar casi el 100 %
de la caña (al no tener paja brota más rápido), es muy costoso y necesita que todas las
actividades se realicen de forma manual.
El corte de la caña de semilla es uno de los primeros pasos de la siembra, y se realiza por el
mes de mayo, puede durar unos 45 días en dependencia de la cantidad de áreas que hayan
planificado sembrar, así como la fuerza de trabajo disponible orga-nizada para esta
actividad. Una segunda actividad consiste en despajar manual-mente la caña, no se utiliza el
machete porque daña los “ojos” o yemas del tallo; a continuación se pica en trozos de tres a
cuatro yemas sobre una goma o un burro de madera, el corte debe efectuarse de una sola vez
y de forma redonda, nunca debe quedar en forma de cuña. Concluidas las operaciones
anteriores, la caña se alza manualmente a las carretas, y se lleva al campo para regarla,
sembrarla y taparla.
Uno de los socios entrevistados, jefe de brigada desde la constitución de la UBPC, con gran
experiencia en todas las labores agrícolas, explicó que: no se puede limpiar por limpiar la
maleza, antes de establecer un programa de control de las malezas, es necesario conocer
como se comportan en el territorio, en cuanto a la presencia y abundancia las principales
especies que se desarrollan, teniendo en cuenta el tipo de suelo, la humedad y las
condiciones ambientales. Señaló además que las malezas no solo se deben controlar sino
manejar, conocer la composición de la flora, sus períodos de interferencia con el cultivo
principal, realizar una combinación de diferentes prácticas, medidas y métodos de
preservación, a través de las labores de cultivo entre surco, el desyerbe, el uso de herbicidas,
con vistas a lograr el manejo técnicamente más efectivo y económicamente más viable.
El control de la maleza debe iniciarse lo antes posible después de la siembra. Comienza con
tres o cuatro labores de deshierbe con guataca, mediando entre cada una un intervalo de tres
a cuatro semanas como promedio.
En ocasiones se aplican herbicidas, con mochila o con máquina, para combatir las malezas,
en dependencia del nivel de enyerbamiento y la disponibilidad de estos. La etapa de
aplicación es después de sembrada la semilla y antes que nazca la planta.
La programación de la limpia de malezas se ejecuta en correspondencia con el
enyerbamiento existente. Los entrevistados afirmaron que mientras más actividades/ cultivos
se realicen, será menor la lucha contra la maleza. Otras medidas preventivas pueden ser la
limpieza de las orillas de los campos, cercas, y caminos.
El administrador de la UBPC, José Luis Hernández Riol, al ser entrevistado apuntó:
“siempre debe tenerse presente que la fertilización como actividad económica debe
reportarnos ganancias, elevando los rendimientos agrícolas y haciendo más larga la vida útil
de los cañaverales, debe contrarrestar los efectos negativos de las condi-ciones climáticas
adversas.”
La ingeniera agrónomo Mercedes Oliva de la UBPC explicó en la entrevista los diferentes
pasos que se siguen para establecer los índices de fertilizantes a aplicar en cada bloque
cañero. Estos son:
Después del segundo cultivo y el deshierbe, se fertiliza con amoníaco y el resto con urea, lo
que provoca una respuesta productiva mayor. En caña nueva se fertiliza con fósforo y
potasio, para ello se surca primeramente la tierra, luego se riega con una fertilizadora de
modo que las dosis son enterradas lo más cerca posible del centro de la cepa y
posteriormente se tapan. Después del corte, a los retoños se le realizan las labores de cultivo
y la fertilización con amoníaco y urea enterrados. A los 20 o 30 días de fertilizar se riega, de
no hacerse así se pierde el abono.
El papel de la fertilización en la producción cañera es fundamental, según considera el jefe
de producción de esta cooperativa, realizarla de forma adecuada produce incrementos entre
un 15-40 % de los volúmenes de caña a moler, alargando la vida útil de la cepa y permitiendo
un mayor número de cortes.
En la UBPC no se usa el control químico para combatir las plagas. La mosca (Lixophaga
diatraeae), es el control biológico más empleado en la lucha contra el bórer, (Diatraea
saccharalis). Generalmente se libera antes de la zafra o después de ella, si está disponible en
el CAI en el momento necesario. La norma que la UBPC tiene con relación a este control
biológico es de 1000 moscas por caballería (13.42 ha) de caña de semilla y 500 para caña
de producción. La ingeniera y otros entrevistados consideran que el control mencionado
anteriormente es muy efectivo. En la UBPC realizan muestreos para conocer los daños que
han causado el carbón (Ustilago scitaminea) y la roya (Puccinia melanocephala).
Los ratones son otra de las plagas, que aunque de forma menos significativa que el bórer,
atacan la caña de azúcar en la UBPC. Los daños que ocasionan pueden afectar el peso y
reducir el contenido de azúcar, dada la fermentación en los tallos dañados y por un
incremento de la susceptibilidad a las enfermedades, principalmente la pudrición roja.
Entre las medidas de control que se aplican en la UBPC para combatir los roedores están:
limpia de malas hierbas, eliminación de desechos, uso de diferentes tipos de trampas, como
uno de los más antiguos que se emplea para estimar las poblaciones de roedores. En los
últimos años, para estos fines, se utiliza control microbiológico, comercializado con el
nombre de Biorrat.
La programación de la cosecha se rige por un muestreo que se efectúa a todos los bloques de
caña de la UBPC en los laboratorios del CAI, donde se ejecuta la prueba de rendimiento,
madurez y pureza. Atendiendo a los resultados de estas, la variedad de las cepas y la edad de
las cañas se determina las programaciones de corte, tratando de que las cañas elegidas no
tengan nunca menos de 18 meses y una madurez por encima del 85 %.
En todo el proceso de cosecha se emplea un método mecanizado, con maquinarias
cosechadoras cubanas de tipo KPT2M y KPT remotorizadas. El riego debe produ-cirse por
método de pronóstico, con el objetivo de garantizar el humedecimiento necesario según el
desarrollo vegetativo de la variedad. Los entrevistados consideran que el riego es una de las
actividades afectadas por las limitaciones de combustible, lo que influye desfavorablemente
en los rendimientos cañeros.
En la UBPC se riega poco. Las prioridades en este sentido son: cuando se siembra (a los
retoños), se fertiliza, después del corte de caña a los 8 ó 10 días, y si la germi-nación se
retarda. El aniego o riego por surcos, es el tipo de riego, por canales de gravedad y mediante
un sistema de pozos con motores y turbinas. Los pozos están distribuidos por zonas y
cultivos, no todos se emplean a la misma vez, sino en dependencia de las programaciones
realizadas en función de las diferentes nece-sidades productivas.
Cuando el CAI está moliendo, 6 caballerías (80 ha) de caña de la cooperativa, se benefician
con sus aguas residuales. Años atrás, se regaba por aniego con las aguas del canal del
municipio de Quivicán, pero estudios realizados posteriormente demos-traron que se
afectaba el manto freático de Ciudad de La Habana y se prohibió su utilización.
Es importante considerar las opiniones de algunos entrevistados que expresaron que el riego
por sí solo no produce caña, es necesario combinarlo con una buena agrotecnia (preparación
del suelo, calidad de la semilla, siembra, cultivo, limpia y fertilización).
Conclusiones
Las características históricas de cada cultivo introducen diferencias sustanciales en las
prácticas ecológicas. La caña se caracterizó por ser un cultivo extensivo, con fuerte vínculo
industrial, desarrollado en grandes extensiones donde las máquinas humanizan el trabajo
(aunque entre otros aspectos, perjudican el suelo). El tabaco es un cultivo intensivo,
desarrollado en pequeñas áreas, a partir de mano de obra familiar, con un ciclo de
producción semiartesanal y donde la intervención de las máquinas era mínima.
Durante la segunda década de la revolución y a partir del estrechamiento de los vínculos con
el CAME, se implementó en la agricultura un modelo que ponía énfasis en la aplicación de
productos químicos y una amplia utilización de maquinaria agrícola. La agricultura cañera
fue abanderada en su puesta en práctica, por la importancia económica de este renglón para
el país, de ahí que al desaparecer este organismo internacional y por ende el comercio con el
campo socialista, las afectaciones en la caña fuera más graves.
En los casos estudiados, para los productores de tabaco, los déficit de insumos fueron menos
dramáticos ya que mantenían el uso tradicional de prácticas eco-lógicas, que por necesidades
coyunturales, tuvieron que reforzar y ampliar. La UBPC cañera, altamente dependiente de
insumos industriales y maquinaria, continúa en la búsqueda de alternativas, ecológicas o no,
a la escasez de productos y combustible.
Lo cierto es que aún queda un largo camino para el desarrollo de producciones orgánicas a
escala nacional en ambos cultivos, aunque a pequeña escala ya diversos agricultores y
unidades encaminan sus pasos hacia este objetivo
Referencias
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TRACCIÓN ANIMAL, MECANIZACIÓN
Y AGRICULTURA SOSTENIBLE
Arcadio Ríos1 y Felix Ponce2
1- Instituto de Investigaciones de Mecanización Agropecuaria (IIMA)
2- Universidad Agraria de La Habana (UNAH)
E
l ganado vacuno ha sido usado como animal de trabajo en Cuba desde la época de
la conquista y colonización por los europeos hace cinco siglos. Especialmente
bueyes de razas rústicas en yuntas, para diferentes labores de preparación de
suelos, cultivo y transporte de productos. Los équidos, sólo como excepción, se
han empleado para roturación y cultivo, pero son muy comunes para el transporte,
especialmente los mulos para el acarreo de café y otros productos en zonas montañosas.
Antes del triunfo de la Revolución en 1959, la mecanización agropecuaria era muy limitada y
la casi absoluta mayoría de las labores se efectuaba manualmente o con tracción animal. En
1960 existían 500 000 bueyes, 800 000 caballos y unos 35 000 burros y mulos. En cambio, la
cantidad de tractores no pasaba de 9 000, casi todos de baja potencia (Ríos, 1995). La tabla 1
muestra las variaciones en la existencia de animales de trabajo y tractores desde 1960.
La "tractorización" y sus consecuencias
Entre los factores que influyeron decisivamente en las variaciones en el uso de la tracción animal
en la agricultura cubana estaba la disponibilidad de medios técnicos motorizados. Durante los
primeros años del período revolucionario se comenzó una masiva introducción de tractores como
parte de una estrategia encaminada a la transformación y modernización de la agricultura.
Durante tres décadas, de 1970 a 1990 el número de tractores se incrementó diez veces, llegando
hasta 85 000 en 1990 y el crecimiento no fue solo en cantidad, sino también en calidad, ya que la
potencia media de los tractores creció de 40 hasta 75 H.P. (Caballos de fuerza). En el mismo
período el número de bueyes experimentó una aguda reducción hasta unos 163 000 (Ríos y
Aguerrebere, 1998).
La creciente adopción de las tecnologías tractorizadas fue fomentada también por la
concentración de la agricultura según el modelo socialista: la producción agrícola en grandes
granjas estatales con alto nivel de mecanización. Esto condujo a un fuerte sector estatal que no
fomentaba el uso de la tracción animal. Sólo permaneció un limitado sector cooperativo y de
propietarios privados. La ayuda soviética con créditos blandos respaldó no sólo la importación
e introducción masiva de tractores, com-binadas, implementos, piezas de repuesto y
combustible, sino también de productos alimenticios, todo lo cual, unido a dificultades
provocadas por factores externos e internos se tradujo en drásticos cambios en las estructuras,
organización y nivel de la producción agropecuaria e incluso de los hábitos alimenticios.
En la década del 80, en pleno desarrollo de la “Revolución Verde”, Cuba ya contaba con una
buena capacidad productiva y alto nivel de desarrollo científico-técnico. La población casi se
había duplicado con respecto al período pre-revolucionario pero debido al éxodo de la
población de las áreas rurales ya la mecanización reemplazaba a la labor campesina. Se
construyeron comunidades rurales con los beneficios sociales que disponía el país, y la
producción agrícola se incrementaba gradualmente con el empleo de potentes tractores,
instalaciones de riego y abundante uso de productos agroquímicos, característicos de una
agricultura intensiva.
Entre los principales daños que este tipo de agricultura mecanizada y de altos insumos fue
produciendo en el suelo se encuentran:
Compactación excesiva, que por ejemplo, en la agricultura cañera trajo una gradual
disminución de los rendimientos y de la duración de las cepas de caña. La compac-tación se
produce por el pase sucesivo por el campo de tractores, combinadas, remolques, asperjadoras y
otros medios, así como por el uso de arados de discos y vertederas. Estudios realizados en las
condiciones de Cuba por Ponce et al. (1996), demostraron que el tractor produce un grado de
apisonamiento del suelo cinco a ocho veces superior a los animales de tiro, usando tecnologías
semejantes de preparación de suelos. Según Carrobello y Díaz (1998) existen 2.5 millones de
hectáreas en el país con diversos grados de compactación del suelo.
En nuestros suelos se ha producido una fuerte erosión debido a técnicas inadecuadas de
roturación y cultivo, especialmente el excesivo número de operaciones de laboreo del suelo, la
eliminación por períodos prolongados de la cubierta protectora de hierbas y cultivos, el arrastre
de la capa vegetal, etc. En la producción de tubérculos, hortalizas, caña y otros cultivos
agrícolas a veces se realizaban sucesivas labores de roturación, cruce, gradeo, etc., para
mantener el suelo mullido en espera de condiciones favorables para la siembra, o por atrasos
provocados por otras causas, lo cual favorece tanto la erosión eólica como el arrastre de la capa
vegetal por las lluvias. Las tecnologías de laboreo mínimo prácticamente no se utilizaban.
Según la misma fuente, un total de 4.2 millones de ha están erosionadas.
Por otra parte ha ocurrido una salinización acelerada y mal drenaje de una gran parte de las
áreas productivas por el sobreuso de las aguas y otros factores. Aunque se han investigado
equipos, implementos y tecnologías adecuadas para la recupe-ración de áreas salinas, puede
decirse que ésta es aún una tarea por desarrollar en gran escala, pues deberán recuperarse
mas de 1.0 millón de ha salinizadas. El trabajo de drenaje ha tenido más éxito, especialmente
en la agricultura cañera, pero aún hay 1.5 millones de ha afectadas (Carrobello y Díaz,
1998).
Todos estos daños, derivados directamente de la alta mecanización de la agricultura y el uso de
implementos y máquinas inadecuadas, pueden evitarse con una adecuada política de
conservación.
La caída de los países socialistas europeos produjo en Cuba una dramática escasez de divisas
para la adquisición de insumos para la agricultura, especialmente combustible, maquinaria y
piezas de repuesto, lo que hizo insostenible el alto nivel de mecanización alcanzado. El
mantenimiento de la producción de alimentos a niveles razonables en tales condiciones se
convirtió en una tarea enorme, por lo que se desarrollaron nuevas políticas y estrategias en la
agricultura.
Para suplir en parte el empleo de tractores se decidió incrementar rápidamente el uso de la
tracción animal y el desarrollo de su infraestructura. Se comenzó una nueva orga-nización de la
maquinaria, que incluyó el incremento en la fabricación de implementos y la baja o
conservación de los tractores y otros equipos no imprescindibles.
La tracción animal y la mecanización en las nuevas condiciones
Para enfrentar con enfoque realista las nuevas condiciones, la más importante de las medidas
tomadas fue la transformación de una parte sustancial de las grandes em-presas agrícolas
estatales en Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), en las cuales los
productores tienen un sistema de autogestión y una parte de la producción se vende bajo
contrato al Estado, y la otra parte se puede comerciar en el mercado agrícola a precios
liberados. También para la producción de algunos culti-vos como tabaco y café se comenzó
la entrega de pequeñas parcelas a productores familiares.
La estructuración de las unidades productivas en superficies más pequeñas crea condiciones
favorables para la adopción de tecnologías productivas de bajos insumos y conservacionistas,
entre ellas, el uso de tracción animal, la aplicación de fertilizantes y control fitosanitario de
origen biológico, la adopción de implementos agrícolas menos agresivos, y lo que es tal vez
más importante, un mayor acercamiento y vinculación del productor al pedazo de tierra del que
extrae el fruto de su trabajo.
No obstante, dadas las condiciones actuales de distribución de la tierra y déficit de fuerza de
trabajo en el campo, debe tenerse en cuenta continuar tomando medidas de conservación que
aunque menos efectivas a gran escala, sí son necesarias para hacer más sostenibles las
producciones agrícolas.
Una de las medidas importantes para enfrentar el llamado “Período Especial” en la agricultura,
fue el inicio de un vasto programa de incremento de la tracción animal en las diferentes
estructuras de producción de las unidades agropecuarias, para la realización de todas las
labores en que esta tecnología fuera posible o económicamente justificada. Sin embargo, ésta
no ha resultado una tarea fácil ya que los campesinos, habituados a operar tractores, solo con
dificultad asumen la tarea de trabajar con una yunta de bueyes, y a veces no sólo los
productores, sino también algunos técnicos y dirigentes, aún hoy, ven la mecanización como
un símbolo de progreso y la tracción animal como “un regreso al pasado”.
Este programa se inició en 1992 cuando Ministerio de la Agricultura (MINAG) y el Ministerio
del Azúcar (MINAZ) establecieron un grupo de recomendaciones para fomentar el uso de la
tracción animal, respaldado por un serio control en el combus-tible suministrado para el uso en
tractores y en la distribución de las piezas de repuesto adquiridas con las escasas divisas
disponibles.
Una de las grandes limitantes en la adopción e incremento en el uso de la fuerza de tracción
animal era la limitada infraestructura en esta actividad, caracterizada por el serio problema
logístico que tuvo que enfrentar el MINAG en la obtención de un numero elevado de bueyes
para ser suministrado al sector agrícola, especialmente en las actuales condiciones en que la
existencia de ganado es muy limitada, mientras que para las unidades agrícolas el problema
radicaba en la selección y entrenamiento de boyeros, crear las condiciones para la doma de los
bueyes, y garantizar la alimentación, cuidado sanitario y protección de éstos.
Limitando al mínimo el ganado entregado para sacrificio, prácticamente todos los toros en
buenas condiciones físicas fueron seleccionados y dispuestos para ser entregados a las
cooperativas y empresas estatales. El primer programa en 1991-1992 incluyó el suministro de
100 000 bueyes y en un segundo programa en 1993-1995 otros 100 000.
El programa continúa, y actualmente hay alrededor de 376 000 bueyes de trabajo en Cuba,
cerca de 2.5 veces los existentes en 1990. Anualmente se entrenan más de
30 000, pues no
solo hay que aumentar la cantidad de yuntas sino también reponer las bajas (Ruiz, 1998).
En la tabla 2 se muestra la distribución de los bueyes de trabajo en los diferentes sectores
agropecuarios. Es muy significativa la relación existente entre el tipo de estructura de la
producción agropecuaria y la utilización de la tracción animal, la cual se concentra en el sector
privado. Este sector con el 15% de la tierra posee el 78% de los bueyes. Sin embargo, la
tractorización es muy grande en el sector estatal y otros de orientación más centralizada, que
poseen el 22% de los animales con un 85% de la tierra (Ríos y Aguerrebere, 1998; MINAG,
1997).
Este comportamiento puede explicarse en parte por la tradición, pues a pesar de la
introducción masiva de tractores, en algunas regiones se continuó utilizando en gran escala
la tracción animal. En la producción tabacalera, por ejemplo, hay múltiples labores que
siempre se han hecho exclusivamente a mano para garantizar la calidad de la hoja o por otros
requerimientos y este sector nunca abandonó el uso de animales. También influye
grandemente el grado de desarrollo del territorio donde radique la unidad agropecuaria. Un
ejemplo de ello es que en la provincia de La Habana, de alto nivel técnico, hay una
mecanización más desarrollada que en Pinar del Río, en que se hace un mayor uso de la
tracción animal. En muchas otras provin-cias del país es también predominante el empleo de
animales (Ponce et al.,1996).
Selección y promoción de nuevas técnicas de preparación de suelos
Por largo tiempo las técnicas para la preparación de suelos con tractor han sido los arados de
discos, y con tracción animal los arados de vertedera y arados conven-cionales de madera. En
las condiciones de los suelos cubanos, estas tecnologías tradicionales de laboreo y cultivo han
producido una gran degradación de la fertilidad, un mayor enyerbamiento, incremento de las
áreas erosionadas y otros múltiples daños, a veces irreversibles.
Un cambio fundamental ha sido el desarrollo de un nuevo tipo de arado, patentado por el
Instituto de Investigaciones de Mecanización Agropecuaria (IIMA) y el Instituto de
Investigaciones de Suelos y Agroquímica (IISA) bajo el nombre de “multiarado”, del cual ya
hay variantes para tractor y tracción animal, y como órganos individuales para barras
portaimplementos.
El multiarado esta destinado a la roturación, cruce, surcado, cultivo, aporque, etc., y con
diferentes aditamentos puede usarse para sembrar, tapar y otras labores. Su principio de
funcionamiento es completamente diferente a los arados de discos o de vertedera, pues
produce la roturación mediante el corte horizontal del suelo, sin inversión del prisma de tierra,
a diferencia de los arados convencionales que mezclan las diferentes capas de suelo,
produciendo a la larga una pérdida de su fertilidad. Otra ventaja de este tipo de órgano de corte
es que favorece el control de la vegetación indeseable, especialmente las yerbas rizomatosas,
ya que con los discos se cortan en pedazos que después se reproducen individualmente,
multiplicándose de forma acelerada.
Se habilitaron herrerías y talleres de fabricación de arreos y otros insumos para estas
tecnologías. La labor del IIMA, y de otras instituciones e innovadores de todo el país ha creado
una serie de nuevos implementos más productivos, versátiles y eficientes que ya se están
generalizando como el multiarado de tiro animal denominado “6 en 1”, que posibilita hacer 6 o
más labores diferentes con sencillos cambios de elementos. Están en diversas etapas de
introducción otras máquinas de tracción animal como sembradoras de granos, plantadoras de
papas, multicultivadores, cultivadores de gran ancho, asperjadoras, etc.
En la tabla 3 vemos que en el período 1990-1997 la cantidad de implementos de tracción
animal creció en 2.34 veces, y la de herrerías en 5.6 veces. El plan de construcción de
implementos supera las 11 000 unidades por año. Sin embargo, a pesar del esfuerzo realizado,
la relación de 1.04 implementos por yunta es aún muy baja. (MINAG, 1997).
Capacitación y demostración de tecnologías
En el uso de las distintas tecnologías que se derivan de las fuentes energéticas disponibles tiene
gran influencia el nivel de desarrollo de los conocimientos de los obreros, dirigentes y técnicos
enfrascados en la producción agropecuaria. En otros países del Tercer Mundo el conocimiento
técnico de los campesinos es muy bajo y ello influye decisivamente en el uso predominante de
la fuerza manual y del trabajo con animales. En cambio, en Cuba el grado cultural de los
obreros agrícolas es rela-tivamente alto y se cuenta además en todos los niveles con dirigentes
y profesionales calificados. Es por ello que no resulta difícil el empleo de nuevas tecnologías y
medios técnicos complejos como tractores, combinadas y otros equipos. Esto ha traído como
consecuencia una predilección por el uso de medios energéticos mecanizados, y las nuevas
generaciones ven la tracción animal como un atraso, sin percatarse de su importancia
económica y conservacionista.
En la etapa inicial de la implementación del proyecto de incremento de la tracción animal se
hizo evidente que no podían obtenerse resultados satisfactorios sin un intenso programa de
demostraciones y capacitación en el uso de los nuevos implementos y tecnologías que
incluyera:
•
Demostraciones de implementos nuevos y poco conocidos.
•
Selección y promoción de los implementos mas adecuados.
•
Competencias y demostraciones de boyeros, herreros y fabricantes de yugos y arneses.
•
Discusiones e intercambio de experiencias sobre tracción animal.
Los eventos abarcan no solo la tracción animal, sino también la tracción mecanizada, el
transporte, el riego y otras, de modo que todos los obreros, técnicos y dirigentes de la
agricultura puedan conocer los adelantos logrados en cada nivel, y seleccionar los mejores
resultados para su divulgación a otros niveles superiores.
Estas actividades se realizan en la mayoría de las unidades de producción (coope-rativas,
granjas, etc.) y en todos los municipios y provincias, así como al nivel nacional, con miles de
participantes en total, especialmente operadores de tractor, choferes, obreros de taller, boyeros,
entrenadores, técnicos, personal de dirección y otros. En 1997 se realizaron en el país 2 344
eventos de este tipo, de ellos 1 818 en la base, con un total de 64 279 participantes (MINAG,
1997).
Un papel muy importante en el desarrollo de la mecanización agropecuaria y la asimilación de
las nuevas tecnologías motorizadas y con tracción animal lo tienen los Institutos de
Investigación y la red de centros docentes formadores de obreros calificados, técnicos y
profesionales. En cada provincia hay una o más Escuelas de Capacitación para formación y
reciclaje de personal, así como están distribuidos por todo el país numerosos Institutos
Politécnicos Agropecuarios (IPA) y Universidades que gradúan profesionales en materias
afines a esta rama. El Ministerio de la Agricultura (MINAG) y el Ministerio del Azúcar
(MINAZ) cuentan con una red de 19 Institutos de Investigación en temas agropecuarios, a los
que se suman los pertenecientes al Ministerio de Educación Superior (MES), el Ministerio de
Ciencia Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) y otros.
Conclusiones
En los últimos años se ha producido en Cuba una recuperación en el uso de la tracción animal,
al crecer en 2.5 veces la existencia de bueyes respecto a 1990, pero esto aún está lejos de las
posibilidades y necesidades reales, por lo que el programa continúa. Los incrementos ulteriores
dependen en gran medida de la continuidad de las acciones que en los últimos años se llevan a
cabo para el aumento del número de animales, implementos, arreos y otros medios, así como la
capacitación del personal.
La experiencia ha corroborado algo que, aunque conocido, a veces no se tiene en cuenta: la
tracción animal, la tracción mecanizada y las labores manuales generan tecnologías productivas
que tienen diferente grado de perjuicio al medio, especialmente a un recurso tan vital como el
suelo. Estas tecnologías no son excluyentes entre sí, sino que deben considerarse siempre como
complementarias, pues la cuestión no radica en reemplazar al tractor, sino que la selección de una
u otra variante depende de muchos factores, entre los cuales siempre debe predominar el de los
costos. Sin embargo, a veces hay otros factores que generan estrategias, como lo han sido, en el
caso de Cuba, las políticas de ahorro de combustible o de uso de tecnologías conservacionistas
del suelo.
Referencias
Carrobello, C. y R. Díaz. 1998. Agricultura en Cuba. Revista Bohemia, 90:17, La Habana, Cuba.
MINAG. 1997. Dictamen de la comisión de mecanización y tracción animal. II Encuentro Nacional de
Mecanización y Tracción Animal. Yaguajay, Cuba.
Ponce, F.; R Torres y R. Vento. 1996. Determinación del grado y la intensidad de apisonamiento del suelo por
los animales de tracción y los tractores ligeros. II Congreso Internacional de Tracción Animal. FAO-IIMA. La
Habana, Cuba.
Ríos, A. 1995. Improving Animal Traction Technology in Cuba. Proceedings of the ATNESA Workshop.
Nairobi, Kenya.
Ríos, A. y S. Aguerrebere. 1998. La tracción animal en Cuba. Evento Internacional Agroingeniería Cuba 98.
La Habana, Cuba.
Ruiz, P. 1998. La mecanización en el Ministerio de la Agricultura. Conferencia en el Evento Internacional
Agroingeniería - Cuba'98. La Habana, Cuba.
AVANCES EN EL MANEJO DE LOS SUELOS Y LA
NUTRICIÓN ORGÁNICA
Eolia Treto1, Margarita García1, Rafael Martínez Viera2 y José Manuel Febles3
1- Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA)
2- Instituto Nacional de Investigaciones Fundamentales en Agricultura Tropical (INIFAT)
3- Universidad Agraria de La Habana (UNAH)
E
n Cuba se pueden delimitar cinco períodos históricos que han tenido diferente
connotación en el manejo y conservación de sus suelos (tabla 1).
Antes de 1492 Cuba estaba cubierta de bosques, los suelos eran vírgenes y las comunidades
indígenas vivían en equilibrio con la naturaleza. A partir de 1492 hubo un período largo de
cuatro siglos como colonia de España donde comienza a desarrollarse la agricultura;
fundamentalmente la caña de azúcar (Saccharum officinarum) y el café (Coffea arabica). Se
inicia la tala de los bosques, la quema de los residuos y la degradación de los suelos hace su
aparición.
Después le sucede un período relativamente breve de cincuenta y siete años donde Cuba
pasa a ser neocolonia norteamericana. Este período fue decisivo en la depau-peración
acelerada de los suelos por varias razones. Si en cuatro siglos de coloni-zación española
habían desaparecido la mitad de nuestros bosques, en apenas cincuenta años sólo quedaba
en pie el 14% de la cubierta forestal (figura 1). Para agravar esta situación surgen los
grandes latifundios dedicados la mayoría al cultivo de la caña de azúcar. Se entroniza así el
monocultivo y su acción degradante del suelo y del país. Por otra parte, en esta etapa no
existió la voluntad política para preocuparse y ocuparse por frenar estos fenómenos
negativos.
%
100
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0
1492 1812 1900 1959 1991 1995 1997
años
Figura 1. Transformación de la cubierta forestal en Cuba (MINAG, 1997 citado por
CITMA, 1998)
A continuación de este período se inicia otro de casi treinta años de grandes cambios
decisivos para toda la vida del país, el período de la revolución socialista; con cooperación
económica del campo socialista del este de Europa.
Si bien en esta etapa continúa la degradación de los suelos, se comenzó el estudio de estos
fenómenos y la implementación de medidas de conservación como el control de la tala
indiscriminada de los bosques así como el inicio y desarrollo de la refores-tación
organizada, entre otras. Esto logró frenar la deforestación y comenzar a recuperar la
cubierta forestal perdida (figura 1).
Los grandes latifundios se nacionalizaron y se crearon las grandes empresas estatales
socialistas. Estas, como modelo de desarrollo “moderno” tuvieron como caracte-rística la
utilización de gran cantidad de maquinaria agrícola pesada, equipos de riego, alta aplicación
de productos químicos, persistencia del monocultivo y otras prácticas degradantes.
Por otra parte sin embargo, se fundaron y desarrollaron institutos de investigación que se
dedicaron al estudio de los suelos y de medidas para su recuperación. También el Ministerio
de la Agricultura (MINAG) creó la Dirección General de Suelos y Fertilizantes (DGSF) con la
misión de implementar su cuidado y conservación.
El quinto período histórico comenzó en el año 1990, cuando Cuba sigue siendo so-cialista,
pero tiene que enfrentar una severa crisis económica producto del derrumbe del campo
socialista del Este de Europa, además de continuar sometida a un bloqueo económico por
parte de los Estados Unidos de América de casi 40 años.
El surgimiento de ésta crisis y acontecimientos mundiales como la toma de concien-cia de
los graves problemas ecológicos que el hombre ha creado con su proceder, han cambiado
profundamente la estructura y el modo de acción de la agricultura cubana.
Las grandes empresas estatales se dividieron, en su mayoría, en pequeñas o media-nas
cooperativas, se desarrolló a gran escala la agricultura en la periferia de las ciudades, todo
esto con métodos de bajos insumos, uso de materia orgánica, tracción animal, rotación de
cultivos, policultivos y otras prácticas que ayudan a la con-servación del suelo.
Por otra parte se creó el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) que
ha impulsado leyes y programas para la protección del suelo y el medio ambiente en general.
Entre otras se promulgó la Ley 81 del Medio Ambiente, el Programa y la Estrategia Nacional
Ambiental. Recientemente se discutió el Programa de Acción Nacional de Lucha contra la
Desertificación y la Sequía. Entre otros este programa ha comenzado el trabajo en todas las
cuencas hidrográficas del país, con un estilo integrador y multidisciplinario. Existe además
un programa nacio-nal de Desarrollo Integral de la Montaña el cual contempla la protección
del suelo.
De los estudios efectuados se conoce que el catorce por ciento del territorio nacional está
afectado por la desertización (CITMA, 1998) y en la actualidad aún gran can-tidad de suelos
están afectados por diferentes procesos degradativos (tabla 2).
Los problemas económicos y ecológicos que han estado afectando al país nos llevaron a dar
pasos acelerados para la implementación práctica de los resultados obtenidos hasta este
momento con relación al uso de alternativas, destacándose la utilización de los residuos de
la agroindustria azucarera, los biofertilizantes, la producción y utilización de humus de
lombriz, compost y biotierras, así como se retomaron las investigaciones y el uso de los
abonos verdes entre otros.
En este documento se resumen algunos de los resultados obtenidos por diferentes
instituciones científicas en el uso de estas alternativas así como las experiencias de su
introducción en la práctica productiva cubana.
Utilización de los residuos de la agroindustria azucarera como abonos orgánicos
Uno de los residuos de la industria azucarera más investigado y utilizado en Cuba como
abono orgánico es la cachaza (torta de filtro). Existen informes de su utili-zación, sobre todo
en el cultivo de la caña de azúcar, desde el año 1917 hasta la fecha. Este abono también ha
dado buenos resultados en otros cultivos. Posee un alto valor fertilizante, destacándose por
el elevado contenido de fósforo, calcio, nitrógeno y en menos proporción de potasio. Por lo
general contiene más del cincuenta por ciento de materia orgánica.
La disponibilidad de la cachaza estará en dependencia de la caña que se muela,
constituyendo del 3 al 4% del peso de ésta. En la caña puede sustituir todo el fertilizante
químico (tabla 3) durante tres años en suelos arenosos y en suelos arcillosos silícicos como
promedio hasta cinco años cuando se emplean dosis de 120 a 160 t/ha y 180 a 240 t/ha
respectivamente; se puede reducir la dosis en 1/3 - 1/4 si se aplica localizado. Cuando se
aplicó cachaza, los rendimientos aumentaron como promedio entre 10-20 t/ha/año en
comparación con el tratamiento donde solo se aplicaron fertilizantes minerales (Arzola et al.,
1990).
En piña (Ananas comosus)resultó ser superior a la gallinaza, la turba o el bagacillo,
obteniéndose buenos resultados con dosis de 80 t/ha que permite sustituir todo el fertilizante
mineral fosforado, 90% del nitrógeno y 40% del potasio (Treto et al., 1992). En árboles
jóvenes de cítricos logró cubrir durante cuatro años el 70% de las necesidades nutricionales,
duplicando la producción de los tratamientos sin ferti-lización. Además, en viveros, cuando
se utilizó como patrón el naranjo agrio (Citrus aurantium) se obtuvieron resultados
satisfactorios con una mezcla de 50% de suelo ferralítico rojo y 50% de cachaza sin
necesidad de aplicar fertilizante mineral, adelantando el crecimiento en 30 días con respecto
a los que crecieron en suelo solo. Se han informado resultados muy positivos en otros
cultivos como café, plátano (Musa spp.), hortalizas, arroz (Oryza sativa), así como
vegetales en organopónicos (Peña et al., 1995).
Se ha propuesto el uso de los diversos residuos de los centros de acopio de caña con los que
se puede elaborar compost de buena calidad. En la tabla 4 se muestra la composición
promedio de los residuos del centro de acopio "La Paulina" del Com-plejo Agroindustrial
(CAI) “Abraham Lincoln” de la provincia La Habana (Pane-que, et al., 1986).
En condiciones normales los residuos que produce un centro de acopio en una zafra son
suficientes para fertilizar 160 ha de caña de azúcar a razón de 4.3 t/ha, que aportan entre
otros 13 kg N/ha, 63 kg P2O5/ha. y 112 kg de K2O/ha (tabla 5).
Otra fuente importante de nutrientes para las plantas puede obtenerse con la utilización de
las aguas residuales de la industria azucarera y sus derivados. En Cuba se producen
aproximadamente 47 millones de m3/año, que van a contaminar los ríos, mares y acuíferos si
no se emplean para irrigar y fertilizar.
En Cuba Paneque y Martínez (1992), en investigaciones realizadas por el INCA,
concluyeron que es posible utilizar con éxito las aguas residuales producto de la fabricación
de azúcar crudo, destilerías de alcohol y fábricas de levadura torula para el riego y
fertilización de la caña de azúcar. En la tabla 5 aparece la composición química de esta agua.
Particularmente ricas en nutrientes son las aguas residuales de las destilerías de alcohol;
según Paneque y Martínez (1992) estas pueden aplicarse a través del riego combinada con
agua de la producción de azúcar en la proporción de 1:7. Si se aplican tres riegos de 500
m3/ha el aporte sería de 56 kg de N, 69 de P2O5, 1 030 de K2O y 8,6 t/ha de M. O.
equivalentes a una aplicación de 53 t/ha de cachaza, esta fertilización sería suficiente para
cuatro cosechas de caña.
De acuerdo con los resultados de muchos experimentos se elaboró un manual con la
metodología para aplicación de los residuales de la industria azucarera, como riego y
fertilización de la caña de azúcar (Paneque, 1999).
Al aplicarse 500 m3/ha de agua residual del combinado de cítricos se aportan 85 kg de N, 25
kg de P2O5, 125 kg de K2O y 5,5 t de materia orgánica. La planta genera 2,500 m3 por día
de aguas residuales, trabajando 300 días al año, aportaría 750,000 m 3 con un
potencial equivalente a 622 t de sulfato de amonio, 192 t de superfosfato sencillo y 312 t de
cloruro potasio (Paneque y Grass, 1992).
Biofertilizantes
Una de las vías que se puede emplear para mejorar la fertilidad del suelo y lograr estimular la
nutrición de las plantas es incrementar la población de microorganismos que ayudan en este
proceso, partiendo de su inoculación a las plantas, las semillas o el suelo. En todo el mundo
y desde hace mucho tiempo se han utilizado los inocu-lantes comerciales a partir de cepas de
Rhizobium japonicum para inocular las semillas de soya (Glycine max). En Cuba se han
obtenido muy buenos resultados, lográndose suplir las necesidades de nitrógeno de este
cultivo entre un 80 y un 100%. Se utilizan así mismo cepas de Rhizobium específicas de
frijol (Phaseolus vulgaris), vigna (Vigna sp.) y maní (Arachis hypogaea) con ahorros desde
70 a 100% del fertilizante mineral nitrogenado.
En Cuba Pijeira y Treto (1983), así como Pijeira et al. (1986), producto de los resultados de
varios años de investigación en soya (1981-1985), recomendaron el uso de la inoculación
con la cepa 3412 (ICA 8001) efectiva y eficiente para numerosas variedades comerciales
cubanas o introducidas. Otros biofertilizantes a base de cepas de Rhizobium específicos se
utilizan con éxito en frijol (Hernández, et al., 1998), vigna (Hernández, et al., 1994), maní y
leguminosas forrajeras (López, 1994).
Se utilizan extensamente los biopreparados a base de azotobacter (Azotobacter
chroococcum) por la amplia gama de cultivos que pueden beneficiar. Esta bacteria se
encuentra en gran parte de los suelos de Cuba, en poblaciones entre 1 000 y 10,000
células/g de suelo. Con estas poblaciones, la acción beneficiosa de las bacterias se
manifiesta en un nivel muy bajo, por lo que se hace necesario aumentarlas
artificialmente mediante la aplicación de biopreparados obtenidos por métodos
biotecnológicos, lo que permite alcanzar hasta 100 MM de células/g de suelo de la
inoculación con el biofertilizante (Martínez Viera y Dibut, 1996). Las cepas cubanas
seleccionadas son capaces de suministrar hasta el 50% de los requerimientos de
nitrógeno de las plantas mediante la fijación biológica.
Igualmente, las cepas cubanas de azotobacter sintetizan una variedad de sustancias
biológicamente activas (auxinas, citoquininas, giberelinas, aminoácidos y vitaminas) que
estimulan el desarrollo y rendimiento de los cultivos económicos (Dibut, 1998).
El conjunto de estas sustancias, que son asimiladas por las plantas a través de las raíces,
permite que cada una de ellas actúe en el momento en que la planta lo requiera; así algunas
estimulan el desarrollo de las raíces o el de la planta entera; otras aumentan la floración o
reducen el aborto floral; por último, algunas posibi-litan que el fruto se forme antes y madure
en un tiempo menor. Todos estos efectos permiten el desarrollo más precoz de plantas
vigorosas, así como el incremento del rendimiento.
Como un ejemplo de los beneficios que aporta la aplicación de los biofertilizantes en la
agricultura cubana, se presentan algunos resultados que muestran el efecto de las
aplicaciones de bioproductos a base de azotobacter sobre los más importantes culti-vos
económicos del país, exceptuando la caña de azúcar, sobre la cual se están deter-minando
actualmente los mejores métodos de aplicación. En lo que se refiere a las hortalizas, la
acción de la inoculación con azotobacter en Cuba puede resumirse con el ejemplo del tomate
(Licopersicon esculentum)) (Martínez Viera y Dibut, 1996 a).
En los semilleros se obtiene un aumento en la población de plántulas entre 30-40%, lo que
permite que se logre un mayor número de plantas viables por kg de semillas, con la
posibilidad de reducir la superficie necesaria para producir la cantidad de posturas que
deben ser trasplantadas posteriormente.
Las sustancias activas producidas por las bacterias aceleran el desarrollo de las plantas en el
semillero: es mayor la altura (30% como promedio), el número de hojas (20%), el diámetro
del tallo (40%) y la masa seca de las plantas (52%). Esto posibilita acortar el período entre
la siembra del semillero y el momento del transplante, entre 7 y 10 días antes, con el
consiguiente ahorro de agua, petróleo, plaguicidas y mano de obra, al mismo tiempo que se
reduce el ciclo total del cultivo.
El número de flores por planta es mayor en los campos tratados, la fructificación de las
plantas ocurre más temprano y el número de frutos por planta es 35% superior en la época
normal y 60% fuera de época. Se obtiene un incremento promedio del rendimiento de 25%
en época normal y 40% fuera de época, lo que permite rendi-mientos altamente rentables en
las siembras de períodos anormales. La calidad de los frutos es superior. En valores, entre 80
y 85% de los frutos son de primera calidad, en comparación con 60-70% de las siembras no
tratadas. Estos resultados se obtienen eliminando el 40% de fertilizante nitrogenado.
En la yuca (Manihot esculenta)y el boniato (Ipomoea batatas) se aprovecha, además de la
actividad fijadora de nitrógeno, la capacidad que tienen las sustancias activas sintetizadas
por las bacterias de estimular la fotosíntesis (acumulación de com-puestos) y reducir la
respiración (gasto de compuestos) de las plantas, lo que permite el almacenamiento de
fotosintatos, que constituye la base de la formación de tubérculos y raíces, constituidas por
material de reserva. En la tabla 6 se ofrecen los rendimientos obtenidos con la aplicación de
biopreparados a base de azotobacter sobre dos clones de yuca y dos de boniato (Martínez
Viera, 1997).
La aplicación no solo compensa el 50% del nitrógeno necesario para estos cultivos, sino que
además incrementa los rendimientos por la acción de las sustancias activas. En el plátano, el
biofertilizante produce una aceleración de las distintas variables fenológicas y de
productividad agrícola, siempre que se respeten las recomenda-ciones técnicas usuales para
este cultivo, en el cual puede sustituirse el 30% de fertilizante nitrogenado, como puede
verse en la tabla 7 (Dibut et al., 1996).
En la aplicación del biofertilizante con la dosis completa de fertilizante nitrogenado no hay
fijación de nitrógeno, porque las bacterias utilizan el que abundantemente tiene a su alcance
y no gastan energía en la fijación (que tiene un alto costo de energía biológica), pero se
observa el incremento del rendimiento por la acción de las sustancias activas. En el medio
tropical ocurre también fijación de nitrógeno en la filosfera, zona que está en contacto con la
hoja y la atmósfera, sometida a la actividad reguladora de ambas. Los microorganismos que
viven en las hojas, entre los cuales se encuentran las bacterias del género Azotobacter,
toman el agua y los gases disueltos de la atmósfera y los nutrientes a partir de los exudados
de las hojas vivas, los cuales están regulados por el estado nutricional de las plantas. El
follaje funciona como soporte, trampa de agua y centro de producción de nutrimentos y
acondiciona el medio para el crecimiento microbiano; además, procesa y distribuye
compuestos nitrogenados en rápido flujo a través de la planta hacia las partes más jóvenes.
Esta propiedad, y la habilidad para concentrar materia resuspendida o disuelta en la
atmósfera con gran rapidez, hace que las hojas tengan una gran importancia en los
ecosistemas agrícolas (Bhat et al., 1971).
Al determinar los métodos de aplicación de biofertilizantes a base de A. Choococcum, en
Cuba, se aprovecharon los conocimientos existentes acerca del papel de la filos-fera, y se
comprobó que las aplicaciones foliares en las extensas plantaciones de cítricos del país,
utilizando el avión, eran de gran efectividad, como se demuestra en la tabla 8 (Martínez
Viera et al., 1996). Otro microorganismo útil para la nutrición de las plantas es la bacteria
Azospirillum brasilense, capaz, en asociación con las raíces de algunas gramíneas, de fijar N
atmosférico y producir hormonas del crecimiento vegetal.
En Cuba se comenzaron los estudios del efecto de la inoculación en arroz y caña de azúcar,
lográndose suplir hasta un 50% de las necesidades de nitrógeno de la caña (Roldos et al.,
1992) y de un 25 a un 50% de las del arroz (Velazco et al., 1992).
Micorrizas
El aumento de la población de hongos micorrizógenos o micorrizas vesículo arbus-culares
(MVA) en el suelo puede beneficiar la nutrición vegetal al actuar como extensores del
sistema radical de las plantas, de esta forma los cultivos pueden aumentar su capacidad de
absorber agua y nutrientes.
En Cuba se han obtenido muy buenos resultados al inocular con hongos micorrizó-genos los
viveros de cítricos, café, maracuyá (Passiflora edulis), mango (Mangifera indica), piña así
como semilla de tabaco (Nicotiana tabacum) como han demostrado los trabajos realizados
por Herrera (1994) Fernández et al. (1997), Cueto y Sánchez (1994), Garciga et al. (1992) y
Ruiz (1993) en raíces y tubérculos.
En viveros de vitroplántulas de plátano las posturas incrementaron entre 60-70% la masa
seca y se pudo reducir un 50% el riego al inocular con (Glomus mosseae) (Noval et al.,
1997). Las vitroplantas de piña inoculados con MVA incrementaron su masa seca entre 50100% reduciéndose la fase de adaptación en 15-30 días (Noval et al., 1995).
En experimentos realizados en viveros de café durante 1990-1992 en cuatro suelos: Pardos
sin carbonatos, Ferralíticos, Fersialíticos, Pardo rojizos y Aluviales con mezcla de suelo:
humus de lombriz 5:1, Bustamante et al. (1992), informaron que en los suelos pardos sin
carbonatos Glomus fasciculatum incrementó la altura y el área foliar en 20-25%
respectivamente. En los suelos Fersialíticos pardo rojizos la cepa nativa concentrada,
incrementó en 12% la altura y 51% el área foliar. En los Aluviales la Glomus sp1 (pelú) fue
la más efectiva e incrementó la altura y el área foliar en 7 y 25% respectivamente. En suelos
Ferríticos no hubo diferencias.
Fernández y colaboradores probaron cinco cepas en arroz y trigo (Triticum vulgare),
destacándose, Glomus mosseae y G. manihotis por aumentar el rendimiento entre 20-45% y
a escala comercial en arroz (Fernández et al., 1997).
Desde 1992 se comenzó la producción a pequeña escala de inoculantes a partir de bacterias
y hongos micorrizógenos, conocidos estos productos comercialmente como Azofert, Ecomic
y Rhizofert (INCA, 1997). Estos han sido probados con éxito en la agricultura cubana y en
países como Colombia y Bolivia, empleándose en la produc-ción de posturas de café,
cítricos y frutales, semilleros de tomate y hortalizas; en la fase de adaptación de vitroplantas
de piña, banano y caña; así como en cultivos de siembra directa como arroz, maíz (Zea mays),
tomate, soya y sorgo (Sorghum bicolor). En siembra directa los biofertilizantes, entre ellos el
Ecomic han sido empleados a gran escala, utilizando la novedosa técnica de recubrimiento de la
semilla (pellets), imple-mentada está también por el INCA (Fernández et al., 1997).
Microorganismos "solubilizadores" de fósforo
Otros microorganimos que pueden ayudar a mejorar la nutrición fosforada de las plantas son
los llamados "solubilizadores" de fósforo. Estos han sido estudiados en el Instituto de
Investigaciones de Suelos y los primeros resultados fueron informados en el I Taller
Internacional Bioferto 1992, en La Habana. Con la aplicación de biopreparados en base a
estos microorganismos se han podido suplir total o parcial-mente las necesidades de fósforo
en varios cultivos como tomate, pepino (Cucumis sativus), tabaco, caña de azúcar y cítricos
entre otros. La respuesta ha estado muy relacionada con el tipo de suelo; así en el caso del
tomate se logró sustituir 75-50% del fertilizante fosforado recomendado, si se trataba de un
suelo Ferralítico cuarci-tico amarillo rojizo lixiviado o Ferralítico cuarcitico amarillo
lixiviado respecti-vamente. En Ferralítico rojo y Pardo con carbonatos sustituye de 75-100%
con aumentos de rendimientos de 5-38%.
Se han obtenido resultados satisfactorios tanto remojando las posturas durante 5 minutos
con fosforina sin diluir (8 l/ha) o al asperjar el suelo con una solución diluida 1:10 a razón
de 20 l/ha. con una solución final de 200 l. En semilleros de tabaco se lograron incrementos
entre 30-50% de masa seca de las posturas y un ahorro de 50% de la dosis de fósforo
recomendada en el caso de Burley 32 y Corojo tapado cultivados en un suelo Ferralítico
cuarcitico amarillo lixiviado.
En la caña de azúcar se logró, con la variedad Ja-60-5, incrementar la brotación, aumentar el
38% en rendimiento agrícola, en 42% el pol en caña y en 46% el conte-nido de fósforo en
jugo, cuando se aplicaron solubilizadores de fósforo a un suelo Ferralítico rojo típico que
contenía 6 mg de P2O5/100g. de suelo (extracción con ácido sulfúrico).
Biofertilizantes múltiples
Se han logrado resultados promisorios con el uso combinado de varios microor-ganismos:
Azotobacter, MVA y solubilizadores de fósforo. Nardo et al. (1992) pro-baron que con las
combinaciones de MVA, fosfobacterias y estimuladores del creci-miento se redujo el tiempo
de aviveramiento del mandarino (Citrus reticulata) Cleopatra.
En el Instituto de Investigaciones de Viandas Tropicales (INIVIT), Ruiz (1993) obtuvo un
incremento del 30% del rendimiento sobre el testigo sin inocular cuando le aplicó a la yuca
la combinación de microorganismos azotobacter, fosforina y MVA llegando a producir 28
t/ha de raíces.
Bustamante et al. (1992) informaron buenos resultados con la coinoculación con MVA,
bacterias solubilizadoras del fósforo y Azotobacter chroococum en viveros de café; así
como Rivera et al. (1997) utilizando MVA y bacterias rizosféricas. Por otra parte, Corbera
(1998) probó que la coinoculación con Bradyrhizobium japonicum y MVA en soya resultó
efectiva para garantizar su nutrición.
A manera de resumen en la tabla 9 se reflejan los biofertilizantes más utilizados en la
agricultura cubana en los últimos tiempos, así como sus potencialidades para el suministro
de nutrientes.
Estiércoles, compostes, biotierras y humus de lombriz
Una práctica muy conocida y aplicada en el mundo entero es el uso de estiércol de diversos
animales para restituir nutrientes al suelo. Las dosis utilizadas fluctúan entre 25-80 t/ha.
Tiene la ventaja de que además de restituir los elementos mayores, aporta otros que han sido
exportados del campo con las cosechas y enriquece el suelo con materia orgánica tan
necesaria para mantener su fertilidad.
En Cuba se aprovecha fundamentalmente el estiércol vacuno depositado en las naves de las
vaquerías. Según Crespo y Gutiérrez (1992), se puede aumentar la efec-tividad de éste,
mezclando los excrementos con zeolita en proporción 8:1 (base seca), añadiendo además
fosforita. De esta forma se logra aumentar el nitrógeno dis-ponible y se duplica la
solubilidad del fósforo.
Otros estiércoles utilizados con buenos resultados son los de ovinos y gallinaza, este último
sobre todo para suelos ácidos, puesto que debido a razones sanitarias en las unidades de
producción avícola se añade cal a estas deyecciones, por lo cual se debe tener precaución con
los cultivos sensibles a alta concentración de calcio y elevado pH.
Otra opción para la preparación de un abono orgánico de calidad es la confección de
compost donde se utilizan todos los restos de cosechas, yerbas y otros desechos orgánicos.
En Cuba una variante que se ha estado utilizando es la llamada "biotierra". Su con-fección y
puesta en práctica ha sido impulsada en la Universidad Central de Las Villas (Mayea, 1994),
con buenos resultados prácticos obtenidos en la Empresa de Cultivos Varios de Nueva Paz,
provincia de La Habana. Estas biotierras se obtienen al inocular los desechos orgánicos con
diversos microorganismos que contribuyen a una degradación acelerada. El producto
obtenido es un abono orgánico de alta calidad que en dosis relativamente pequeñas (6-7
t/ha) produce efectos positivos. Tiene además de esa ventaja, la de controlar por
antagonismo a otros microorga-nismos patógenos de las plantas cultivadas. La biotierra
preparada en Cuba se ob-tiene por la acción de 4 microorganismos: el Azospirillum orizae
(bacteria), la Tricho-derma sp (hongo), la Sacharomyces cereviseae (levadura) y el Bacillus
nato (bacteria).
Otro abono de alta calidad es el llamado “casting” o humus de lombriz. En Cuba
investigadores del Instituto de Suelos han dado un gran impulso a la lombricultura. Una
valoración muy positiva de esta práctica ha sido informada por Ramón-Cuevas et al. (1996)
y su opción productiva por González et al. (1996) del Instituto de Inves-tigaciones de Pastos
y Forrajes (IIPF). Esta técnica se basa en la cría de lombrices especialmente domesticadas.
Según instructivo técnico elaborado por la Delegación Provincial del Ministerio de la
Agricultura en La Habana (MINAG, 1993), para su alimentación se utiliza cualquier desecho
orgánico, que ellas transforman en humus. La especie Roja Californiana (Eisenia foetida) ha
dado buenos resultados, ofre-ciendo las siguientes ventajas:
•
Se pueden manejar densidades de 10 000 a 50 000 lombrices/m2, permitiendo un
reciclaje rápido
•
Es muy prolífera, se reproduce desde los tres meses de edad, puede aparearse cada
10 días y nacen de cada capullo entre 2 y 20 lombrices
•
Es resistente a cambios de la temperatura, pH y humedad
•
Se adapta bien a distintos tipos de substratos alimenticios
•
En una hectárea de tierra se puede obtener por la crianza de lombrices de 2 500 a 3
500 m3 de humus si se realizan tres cosechas al año y se le suministran
9 000
m3 de residuos
Se han obtenido buenos resultados en la nutrición de los cultivos aplicando localiza-damente
cantidades relativamente pequeñas, del orden de 2,5 a 5 t de humus/ha. Se logró suplir las
necesidades de fósforo de la papa (Solanum tuberosum) en un suelo Ferralítico con 18 mg
de P2O5 y 0.6% de K2O.
Por otra parte, en un suelo aluvial poco diferenciado se han obtenido buenos resul-tados en
el maíz al aplicar 2,5 t/ha de humus, combinado con 100 y 60 kg./ha de N y P2O5
respectivamente, alcanzando rendimientos de maíz tierno del orden de 12 t/ha.
El uso del humus de lombriz en diferentes cultivos agrícolas, las dosis utilizadas y su
potencialidad para la sustitución de fertilizantes químicos se reflejan en la tabla 10.
La producción de humus de lombriz y de compost se incrementó en el país, llegándose a
producir hasta 78 000 y 701 000 t respectivamente (figura 2).
El mismo comportamiento se observa en la aplicación de abonos orgánicos en la agricultura
no cañera, la cual llegó a duplicarse en el período 1984 - 1990 (figura 3). Posteriormente,
producto de la crisis económica, hubo un descenso que comenzó a recuperarse a partir de
1997 - 1998.
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1991
años
1992
1990
1989
miles de t
800
700
Compost
600
500
400
300
200
100
0
1991
1990
Humus de lombriz
1989
miles de t
80
70
60
50
40
30
20
10
0
años
Figura 2. Producción de humus de lombriz y compost en Cuba (miles de t) CNSF, MINAG
miles de t
3500
3000
2500
2000
1500
1000
500
años
0
1984 1986 1988 1990 1992 1994 1995 1996 1997 1998
Figura 3. Aplicación de abonos orgánicos en la agricultura no cañera en Cuba (miles de t)
Abonos verdes
La alternativa propuesta en los últimos años de una agricultura de orgánica, que sustituye los
fertilizantes de origen mineral por abonos orgánicos principalmente estiércoles; viene
encontrando obstáculos para su amplia difusión debido a la dificultad de producirlos en los
mismos sitios donde van a ser utilizados, las cantidades producidas, que son pequeñas con
relación al área que hay que mejorar así como al elevado costo de transporte. Hoy día existe
el consenso en definir que el conjunto de alternativas dirigidas a buscar un mejoramiento del
recurso suelo deben ser biológicas, social y económicamente ajustables a las realidades de
los campe-sinos. En este sentido los abonos verdes han recobrado importancia debido a su
posibilidad de reproducir “in situ” la materia orgánica, constituyendo una buena estrategia
para ser consideradas en programas de manejo y conservación de suelos al nivel campesino.
Desde inicios del siglo en Cuba (1907, 1909 y 1917) se publicaron en la Estación
Experimental Agronómica de Santiago de la Vegas indicaciones para el uso de los abonos
verdes, recomendándose un grupo con buena adaptación al país: canavalia (Canavalia
ensiformis), frijol terciopelo (Mucuna pruriens), crotalaria (Crotalaria sp.), caupí (Vigna
sp.), gandul (Cajanus cajan), soya, entre otros. Estas leguminosas aportan nuevas cantidades
de N al sistema agrícola por medio de la fijación bioló-gica y reciclan cantidades apreciables
de fósforo y potasio. Peña et al. (1988) seña-laban que en Cuba es práctica común de los
campesinos de Banao en Sancti Spíritus usar el frijol de terciopelo como abono verde en las
áreas productivas de la cebolla. Cancio et al. (1990) recomendaron usar una labranza
mínima y abonos verdes en cebolla en esta zona.
De acuerdo con Peña et al. (1986) en las condiciones de montaña en el Escambray se han
obtenido resultados satisfactorios al utilizar el sorgo como mejorador y protector de los
suelos erosionados; esta especie a 15 días de germinada cubrió el 100% de área, aportó 133,
25 y 189 kg de N, P2O5, y K2O respectivamente. Cancio et al. (1989), al probar tres
leguminosas --frijol de terciopelo, dolichos (Lablab purpureus) y canavalia-- en los suelos
pardo-grisáceos levemente erosionados, determinaron que también el sorgo forrajero fue el
mejor, pues produce los mayores incrementos en el rendimiento del tabaco.
Uno de los cultivos donde más se ha extendido la práctica del abonado verde en el país es el
arroz. En este sentido en trabajos recientes realizados por Cabello et al. (1989) en la
Estación Central del Arroz en Cuba se concluyó que es posible utilizar como abono verde
para el arroz la (Sesbania rostrata) sembrada en primavera (lluvias) para incorporarla a los
45 días de esta forma se sustituyen de 60 a 80 kg/ha de N, obteniéndose un rendimiento de
hasta 6 t/ha de arroz. Existen en estos momentos programas concretos de producción de
semillas de S. rostrata en cada Complejo Agroindustrial (CAI) Arrocero del país con vista a
garantizar parte del N necesario a este cultivo por esta vía.
Un programa de estudio bastante completo se ha realizado desde 1992 en el Instituto
Nacional de Ciencias Agrícolas sobre esta alternativa, seleccionando las especies
promisorias para el país, las fechas óptimas de siembra, potencialidades para la sustitución
de fertilizantes químicos nitrogenados, así como la inclusión de especies idóneas en sistemas
de rotación y/o asociación en varios cultivos como calabaza (Cucurbita moschata), papa,
malanga (Xanthosoma sagittifolium), maíz y café (García, 1998). De acuerdo con esta
autora, la mayoría de las leguminosas y otras plantas utilizadas como abonos verdes
presentan un mejor comportamiento en las condiciones del período lluvioso de Cuba en
comparación con el no lluvioso en el primero estas plantas aportan mayor cantidad de
fitomasa y de nutrientes al suelo: de 10 a 67 t/ha de fitomasa fresca, de 2 a 11 t/ha de
fitomasa seca, de 67 a 255 kg/ha de N, de 7 a 22 kg/ha de P y de 36 a 211 kg/ha de K (tabla
11).
En el período poco lluvioso existe además el inconveniente de que la mayor parte de estas
plantas son fotoperiódicas de días cortos, iniciando su período reproductivo cuando aún no
han alcanzado el desarrollo vegetativo requerido para utilizarlas como abono verde. Las
leguminosas promisorias para el país, por su adaptación y aportes son: canavalia, crotalaria,
mucuna prieta, caupí, frijol mungo, sesbania, sorgo de grano, dolichos y lupino (Lupinus
albus). De acuerdo con estos resultados, para mejorar los cultivos de invierno, las especies
de abonos verdes deben ser sembradas antes del 15 de septiembre. Como precedente de la
calabaza, las mejores especies fueron la crotalaria (C. juncea) y caupí (Vigna unguiculata),
que superaron a la fertilización química. En este cultivo los rendimientos se incrementan de
4 t/ha sin abono verde a 10 t/ha con la crotalaria y hasta 6 t/ha con la vigna.
Para obtener rendimientos de calabaza por encima de 14 t/ha es necesario añadir sólo 60
kg/ha de N, lo cual representa una considerable disminución de la dosis anterior
recomendada que era de 140 kg/ha de N químico.
En el cultivo de la papa (dentro de época) la mejor especie fue la canavalia, que sus-tituyó
hasta el 50% de sus necesidades de N (80 kg/ha). De forma similar a la calabaza, los más
altos rendimientos se obtuvieron al combinar canavalia y 40 kg/ha de N, sustituyéndose de
esta forma hasta el 75% del fertilizante.
El cultivo asociado de la malanga con leguminosas como el caupí y soya, permitió
incrementar los rendimientos totales por área cultivada en un 50% (4 t/ha) en comparación
con el cultivo no asociado. Las leguminosas intercaladas cubrieron rápidamente el
entresurco de la malanga, controlando el crecimiento de las malezas, conservando mejor la
humedad del suelo.
En el cultivo de maíz de primavera se obtuvieron buenos resultados al intercalar cuatro
leguminosas: sesbania, mucuna prieta, canavalia y crotalaria (C.juncea) (Treto et al., 1994).
En el cultivo del maíz de invierno se destacan la canavalia, el frijol diablito y el lupino.
En café, la leguminosa más resistente a las condiciones adversas del invierno en las zonas
montañosas fue la canavalia, que aportó por cada ha sembrada 4.3 t/ha de masa seca, 19 t/ha
de masa fresca y 182; 13 y 76 kg/ha de N, P y K respectivamente (Treto et al., 1994).
La inclusión de los abonos verdes a los sistemas agrícolas permite obtener una efectividad
económica que oscila entre $ 623 pesos cubanos/ha a $ 1 503 pesos cubanos/ha en
dependencia de los cultivos y las especies, añadiendo que las ganancias producidas se deben
en su mayor parte a los altos incrementos del ren-dimiento de los cultivos con esta
alternativa y en menor cuantía a la posibilidad de sustitución de fertilizantes químicos
(García, 1998).
A manera de resumen y de acuerdo con los resultados de diversos autores en el país, los abonos
verdes pueden sustituir de 35-75% de las necesidades de N en diversos cultivos agrícolas, lo que
equivale a cantidades desde 51 a 110 kg/ha de N (tabla 12).
En la Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) “28 de septiembre” en Bata-banó, provincia La
Habana, se ha introducido la asociación de maíz-dolichos con resultados satisfactorios como
forraje para la producción animal y como abono verde (SANE, 1999).
En la CPA “Jorge Dimitrov” en San Antonio de los Baños en la misma provincia de La
Habana, están utilizando la canavalia asociada con el maíz, con resultados posi-tivos en los
cultivos subsiguientes. Por otra parte, en la CPA “Gilberto León”, tam-bién en San Antonio,
se han probado varias especies intercaladas en el plátano, obteniéndose resultados
alentadores con el uso de la canavalia, la crotalaria y el frijol de terciopelo enano.
La introducción a escala más extensiva de los abonos verdes depende de numerosos
factores, entre ellos: la necesidad de producir las semillas en las mismas unidades donde van
a ser utilizadas, la inclusión de estos en los planes de rotación y aso-ciación de los cultivos
económicos en las fincas, así como la necesidad de una mayor conciencia de esta práctica
entre los agricultores.
La acción de los abonos verdes no solo se expresa como sustituto de fertilizantes minerales
sino que, a diferencia de estos, aportan otros nutrimentos y mejoran las propiedades físicas
de los suelos (tabla 13).
Zeolitas
De forma general el mejoramiento de los suelos en condiciones de alta degradación puede
producir incrementos de hasta un 20%, particularmente en los agroecosiste-mas tendentes a
la inercia edafológica.
En este contexto, los resultados obtenidos con zeolitas naturales o sus mezclas con residuos
orgánicos merecen ser considerados, dado el hecho de que Cuba dispone de elevadas
reservas de este valioso mineral, posibilitando su uso a escala regional en dependencia de
los requerimientos de los diferentes tipos de suelos.
Así, investigaciones realizadas en la Empresa de Cultivos Varios de Manacas en la provincia
de Villa Clara con zeolitas naturales, muestran para una dosis óptima de
6 t/ha un
mejoramiento integral en las propiedades de un suelo Ferralítico cuarcítico amarillo-rojizo
lixiviado. Dosis crecientes de zeolita (o hasta 12 t/ha) en cultivos de boniato, ajo y tomate
produjeron efectos positivos en cuanto a humedad higroscó-pica, peso específico y
estructura (agregados del suelo). Por otra parte hubo incre-mentos en pH, Ca, Mg, Na, K,
CCB, P2O5 y K2O con un aumento en rendimiento que fluctuó entre 17.4 y 20.5 t/ha para el
boniato, 1.9 y 3.4 t/ha para el ajo y 8.6 y 21.0 t/ha para el tomate (Febles, 1998).
Labranza mínima y uso de la tracción animal
Como se pudo observar en la tabla 2, uno de los problemas de degradación de nuestros
suelos es la compactación producida entre otros aspectos por un excesivo laboreo y uso de
implementos inadecuados como el arado de discos. Estas prácticas además, tienen un alto
costo energético y hacen disminuir el contenido de materia orgánica del suelo.
Actualmente se ha logrado un incremento considerable del uso de la tracción animal en las
labores agrícolas, utilizando bueyes, así como usando implementos que no inviertan el
prisma del suelo, como es el multiarado. En la tabla 14 se muestra un ejemplo del efecto de
la mecanización de las labores sobre las propiedades del suelo.
Introducción del manejo agroecológico del suelo
Aunque este término es de reciente introducción en Cuba (1992) estas prácticas se conocen
empíricamente por muchos de nuestros campesinos. En muchas fincas se usaban o usa la
incorporación de residuos, la rotación de los cultivos, los policul-tivos, la aplicación de
abonos orgánicos, la integración de animales y cultivos, la biodiversidad funcional, entre
otras. Sin embargo otros productores y profesionales todavía consideran como paradigma la
agricultura de la Revolución Verde.
Consideramos no obstante, que la conciencia agroecológica ha avanzado, así como la
divulgación y la capacitación, tanto de los profesionales como de los agricultores.
Resultados alentadores se han obtenido en el sector cooperativo, donde se han de-sarrrollado
proyectos para monitorear los efectos del manejo ecológico de tres fincas entre los años
1995 - 1998 en La Habana. Este proyecto forma parte del proyecto SANE (Red de
Agricultura Sostenible y Extensión) del PNUD y ha sido apoyado por el CITMA, así como,
por la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños. Luego de tres años de ejecución se
puede observar cómo se ha logrado mantener y mejorar la fertilidad de los suelos en los
llamados “Faros Agroecológicos” (tabla 15).
Como conclusión se puede afirmar que el proceso de recuperación de la fertilidad de los
suelos en Cuba, mediante su manejo ecológico marcha por buen camino, porque cada día
mas personas involucradas en su cuidado ganan en conciencia de cómo hacer para que este
preciado recurso pueda brindar sus frutos para el bien de todos los cubanos y visitantes.
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MANEJO ECOLÓGICO DE PLAGAS
Nilda Pérez1 y Luis L. Vázquez2
1- Centro de Estudios de Agricultura Sostenible (CEAS), Universidad Agraria de La Habana (UNAH)
2- Instituto de Investigaciones de Sanidad Vegetal (INISAV)
no de los elementos claves dentro del modelo agrícola alternativo que actualmente
se esta implementando en Cuba es el desarrollo y aplicación de técnicas de
manejo de plagas y malezas, que tienen como fundamento la reducción o
eliminación del uso de los plaguicidas sintéticos.
Contrario a lo que algunos piensan, la implementación de estas técnicas no tiene su causa en
la crisis económica que desde 1990 vive la nación cubana, pues desde los primeros años de
la década del 80 se venían aplicando en el país prácticas de manejo de plagas que tenían
como base la búsqueda de alternativas a los plaguicidas sin-téticos, pues ya empezaban a
manifestarse de forma notoria los efectos negativos del uso intensivo de estos en la
fitoprotección.
La década del 60 marcó el inicio de una nueva etapa en la protección de plantas en Cuba,
pues antes de esa fecha las cantidades de plaguicidas sintéticos que se impor-taban eran
insignificantes y las estrategias para el control de plagas estaban basadas fundamentalmente
en prácticas culturales y en el uso de plaguicidas de naturaleza inorgánica.
U
El estado de extrema miseria en que se encontraba sumido el campesinado cubano al triunfar
la Revolución, siendo Cuba un país eminentemente agrícola, hizo evidente que cualquier
propuesta de desarrollo debía comenzar por resolver el problema agrario, lo que significó
por una parte cambiar el régimen semifeudal de propiedad de la tierra y por otra avanzar en
el sentido de la construcción de una agricultura moderna y eficiente, léase Revolución
Verde, según los cánones vigentes entonces (Montano et al., 1997).
Desde luego, con el desarrollo de los sistemas agrícolas intensivos en la década de los
sesenta y principios de los setenta, surgió la necesidad del establecimiento de normas de
consumo de plaguicidas que antes no existían y se abrió un nuevo ren-glón de importación
para el país. En este periodo el control de los organismos plaga estuvo basado casi
exclusivamente en el uso de los plaguicidas sintéticos. En los años sesenta las aplicaciones
en los diferentes cultivos se hacían por programas y se incluían dentro de las normas técnicas
como una medida más a considerar.
Es de comprender que en esta etapa de “quimización” las prácticas de control cultu-ral y
otras que formaban parte de las tradiciones campesinas, fueran relegadas al olvido como
sucedió en la mayor parte de los países después de la aparición en el mercado internacional
de los plaguicidas sintéticos. Las consecuencias de esta polí-tica no se hicieron esperar y,
como ya dijimos anteriormente, en muy poco tiempo comenzaron a manifestarse nuevos
problemas en el campo de la sanidad vegetal.
La preocupación por la aparición de nuevos organismos plaga, la ineficiencia en el control
de algunas de las ya conocidas y la disminución de las poblaciones de los enemigos
naturales, contribuyó a que a mediados de los setenta se creara por el Ministerio de la
Agricultura (MINAG) el Sistema Estatal de Protección de Plantas y así surgieron las
Estaciones Territoriales de Protección de Plantas (ETPP), que dotadas de metodologías de
señalización (seguimiento y decisiones) que luego se fueron perfeccionando, así como
mediante otros procedimientos legales y una fuerte capacitación, permitieron que al año de
existencia se lograra reducir, prácticamente a la mitad, el consumo nacional de plaguicidas
(figura 1).
Miles de toneladas
40
35
30
25
20
15
10
5
0
1998
1996
1994
1992
1990
1988
1986
1984
1982
1980
1978
1976
1974
años
Figura 1. Importaciones de plaguicidas a
partir de la creación de las
Para sustentar metodológicamente el trabajo de las ETPP, hubo que realizar una intensa
labor científica, principalmente estudiar la biología, ecología, nocividad, umbrales y métodos
de control de las plagas principales, lo que permitió una gran solidez a dicho sistema de
señalización, a la vez que sentó las bases científicas para el manejo integrado de plagas
(MIP). El MIP fue establecido en fecha tan temprana como 1982 como política oficial del
Estado Cubano, pues se comenzaron a integrar medidas de control cultural, químico y
biológico, en las que el uso de depredadores, parasitoides, patógenos y antagonistas
constituyeron y constituyen el elemento más notable.
En la década del 90 se produce por segunda vez una disminución notable en el consumo de
plaguicidas, con la gran diferencia con respecto a 1974 de que en el 90 ya se encontraban
desarrolladas metodologías para la producción masiva de organis-mos para el control
biológico y estaba asegurada la base material y organizativa que requiere este, además de la
experiencia acumulada en la implementación de dife-rentes programas de MIP que venían
desarrollándose desde los 80 y que en estos momentos abarcan 14 cultivos. Entre 1991 y
1998 las importaciones de plaguicidas fluctuaron entre 6 mil y 12 mil toneladas, para una
media de 8 375 t/año. Esta reducción ha sido más acentuada para los insecticidas, y en
menor medida para los fungicidas y herbicidas, y tiene su explicación en que existen
implementadas muchas más alternativas no químicas para el control de plagas de insectos
que para el de enfermedades o malezas, esta es una tendencia que se comporta así en otras
partes del mundo. En los cultivos de caña de azúcar (Saccharum officinarum), cafeto
(Coffea arabica), pastos, boniato (Ipomoea batatas) y yuca (Manihot esculenta) no se
aplican insecticidas sintéticos, en el cultivo de la col (Brassica oleracea) las aplicaciones
son de bajas a nulas y en los cultivos de cítricos (Citrus spp.), tabaco, (Nicotina tabacum)
plátano (Musa spp.) y banano (Musa spp.) son bajas.
En el establecimiento del nuevo modelo agrícola en que Cuba está empeñada, una de las
tareas más urgentes es encontrar las vías para continuar reduciendo el uso de plaguicidas
sintéticos para el manejo de plagas en general. El control biológico es una de estas vías, de
hecho constituye actualmente la alternativa principal (Rosset y Benjamín, 1994; Pérez et al.,
1995; Rovesti, 1998). El uso de organismos biorre-guladores en el país data de principios de
siglo, pero no es hasta los años 60 que se establecen programas más completos para el
estudio y aplicación de estos, alcan-zando su mayor desarrollo en la década de los 80.
Posterior al triunfo de la Revo-lución, el desarrollo de la protección de plantas en Cuba ha
pasado por cuatro etapas o fases decisivas, con una tendencia agroecológica (Vázquez y
Almaguel, 1997):
 La diversificación de la tenencia y uso de la tierra (inicios década de los sesenta)
 La creación del servicio estatal de protección de plantas a mediados de los setenta
 La implementación del programa nacional de lucha biológica al final de los ochenta
 El impulso de los programas de manejo integrado de plagas con un enfoque de manejo del
cultivo en los años noventa
Esta tendencia agroecológica se ha favorecido con las decisiones más recientes en torno a la
tenencia de la tierra, que ha conducido a una menor escala productiva y amplia producción
cooperativa, lo que ha convertido a los campos del país en verdaderos mosaicos de cultivos.
Control biológico
El rol que juega el control biológico en la agricultura sostenible ha sido ampliamente
debatido. Está suficientemente argumentado que al restaurarse la biodiversidad funcional de
los agroecosistemas se incrementará la regulación natural de plagas. Para llegar
gradualmente a esta regulación se precisa, durante el proceso de con-versión, implementar
programas de manejo que tengan una sólida base ecológica y propicien la restauración
gradual de la biodiversidad perdida.
Precisamente el modelo de conversión cubano se ha caracterizado por una etapa de
sustitución de insumos químicos por biológicos, en el marco de programas de manejo
integrado de plagas (MIP), en los que de forma armónica se incrementa el uso de
bioplaguicidas y entomófagos y se hace un uso racional de los plaguicidas sintéticos. En
estos programas la lucha fitogenética, las prácticas agronómicas, el manejo del habitat y una
fuerte capacitación de los productores, han permitido abrir cada día mayor espacio al manejo
agroecológico.
Nuestra experiencia es que el control biológico es la piedra angular de las medidas a
implementar en estos programas de manejo. En la literatura científica aparecen numerosos
ejemplos de cómo con la implementación de las rotaciones, policultivos y el uso de la
materia orgánica, los principales mecanismos de regulación natural que se ponen en juego
son mecanismos de control biológico. Justamente han sido a las estrategias del control
biológico a las que se le ha dado prioridad en el sistema de protección de plantas cubano. El
mayor éxito se ha alcanzado en la cría masiva y liberación de enemigos naturales y en el
desarrollo, producción masiva y aplicación de patógenos de insectos. Cuba se encuentra
actualmente entre los países que lideran en el mundo la producción de medios biológicos
para el manejo de plagas y enfermedades.
Los primeros intentos de manejar plagas utilizando enemigos naturales en el país datan de
1930, en que se introdujo desde Singapur el parasitoide Eretmocerus serius (avispita
amarilla de la India) para el control de la mosca prieta de los cítricos (Aleurocanthus
woglumi) y la cotorrita (Rodolia cardinalis) para la lucha contra la guagua acanalada (Icerya
purchasi), ambas plagas importantes de los cítricos, lo-grándose el establecimiento de ambos
entomófagos (Vázquez y Castellanos, 1997). Este programa de control biológico clásico es
uno de los más exitosos en la región, ya que desde su implementación no se han presentado
afectaciones por la plaga, excepto cuando se han realizado tratamientos inadecuados de
plaguicidas sintéticos.
En este mismo año se comienza a desarrollar un programa para la cría y liberación de la
mosca cubana (Lixophaga diatraeae), parasitoide endémico del bórer de la caña de azúcar
(Diatraea saccharalis). Estos esfuerzos iniciales quedaron en el olvido como sucedió en la
mayoría de los países entre los años 40 y 60, en que al control biológico se le prestó escasa
atención.
Los antecedentes del actual programa de control biológico están en los antiguos laboratorios
de cría masiva de la mosca L. diatraeae, pues antes de 1959 existían varios laboratorios que
estaban produciendo esta mosca taquínida para el control biológico del bórer. Entre los años
1960-1980 se desarrollaron nuevas tecnologías y se incrementaron las producciones en los
seis laboratorios existentes y así en 1980 el Ministerio del Azúcar (MINAZ) creó el
Programa Nacional de Lucha Biológica, que ya en 1995 contaba con 50 Centros
Reproductores de Entomófagos (CREE), que lograban liberaciones anuales de 78 millones
de moscas en 1.6 millones de hectáreas (Fuentes et al.,1998). La producción en estos centros
se diversificó y actualmente se producen otros agentes de control biológico, incluyendo
entomopatógenos.
Como resultado de los avances en el control biológico y de la experiencia acu-mulada en los
primeros centros reproductores, creados en su mayoría por el MINAZ, se produce a
mediados de la década del 80 el inicio de una fuerte sustitución de los insecticidas sintéticos.
Contribuyó también a este avance el hecho de que en los años 60 aparecieron en el mercado
los primeros productos biológicos que tenían como base a Bacillus thuringiensis (Bt). La
entrada en el país de algunas de estas for-mulaciones de Bt, el éxito que se logró en las
primeras pruebas en el control del cogollero del tabaco (Heliothis virescens) y el falso
medidor de los pastos (Mocis latipes), estimuló el interés en la búsqueda de cepas nativas.
Los resultados obtenidos en estos primeros años y el conocimiento de las expe-riencias en
este campo en la ex Unión Soviética, demostraron la factibilidad de desarrollar tecnologías
de reproducción de entomopatógenos. Se diseñó un pro-grama para cumplir en dos etapas, la
primera consideró el desarrollo de tecnologías de reproducción semiartesanales y una
segunda etapa de desarrollo de tecnologías semindustriales e industriales, el cual no significó
el abandono de la producción semiartesanal, como veremos más adelante.
En 1988 el MINAG aprueba el Programa Nacional de Producción de Medios Biológicos para
el trienio 1988-1990, que tuvo como fundamento la ampliación de una red de laboratorios
(tabla 1) denominados Centros Reproductores de Entomó-fagos y Entomopatógenos
(CREE), que brindan servicio a las empresas estatales, cooperativas y pequeños agricultores.
La creación de estos laboratorios es justamente uno de los aspectos más interesantes del
manejo de plagas en Cuba. El desarrollo de esta política posibilitó que al pre-sentarse la
crisis económica pudiera intensificarse la sustitución de insumos quí-micos por insumos
biológicos, pues ya estaban desarrolladas e implementadas tecno-logías de reproducción
artesanal y se contaba con el personal técnico calificado; además, los productores habían
entendido las ventajas de estos bioproductos. Se produce así, por segunda vez, una
reducción en el uso de plaguicidas (figura 1) y se inicia una nueva etapa en la protección de
plantas.
En 1991, bajo la orientación de la máxima dirección del país, el MINAG y el MINAZ, al
revisar el Programa Nacional de Producción de Medios Biológicos, acuerdan la creación de
222 y 54 CREE respectivamente, con tecnologías de repro-ducción semiartesanales, 29
plantas de bioplaguicidas con tecnologías de reproduc-ción semindustrial y una planta piloto
central para el desarrollo de nuevas tecnologías.
\Los cálculos realizados arrojaron que la capacidad de producción de estos centros debería
satisfacer las necesidades de medios biológicos de la agricultura cubana, posibilitando así la
disminución gradual del consumo de plaguicidas. De este progra-ma se logró cumplir hasta
la fecha con la creación de 280 CREE (4 más de lo pre-visto), tres plantas de fermentación y
una planta piloto.
Los CREE constituyen la base del programa nacional de control biológico en el país, los que
se consideran una verdadera revolución en la producción semindustrial de bioplaguicidas y
entomófagos para el control de plagas agrícolas.
Los 280 CREE que existen actualmente (53 en áreas donde se cultiva caña de azúcar y 227
en áreas de cultivos no cañeros y frutales) se encuentran distribuidos a lo largo de todo el
territorio nacional, en entidades estatales, Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA)
y Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC).
La ubicación se ha hecho teniendo en cuenta las necesidades locales, establecién-dose en las
propias áreas agrícolas o muy cerca de estas. Cuentan con un equipo de trabajo formado por
especialistas universitarios, técnicos de nivel medio y auxiliares.
La decisión de los organismos, cepas y cantidad de medios biológicos a producir está en
función de las características de la producción agropecuaria de la región, para la que produce
el biolaboratorio. Los productos se distribuyen por el mismo CREE, lo que evita los costos
de transportación desde largas distancias, además del almacenaje.
La producción en un elevado número de casos está altamente diversificada, aunque a tono
con la tendencia mundial el organismo que en mayor cantidad se ha pro-ducido y aplicado es
Bt (más de 10 000 t en 10 años). Además de la diversidad de organismos, algo muy
importante es que la mayoría de las cepas que se han selec-cionado para la reproducción no
son introducidas, sino nativas, lo que toma en cuenta la necesidad de utilizar la biodiversidad
local.
Precisamente esta ha sido una labor permanente del programa, la búsqueda y selec-ción de
cepas nativas, para garantizar nuevos productos y su manejo, como es el caso de la polilla de
la col (Plutella xylostella), en que existe un verdadero manejo de cepas a través de los tres
biopreparados de Bt (tabla 2) que se utilizan actual-mente como modo de evitar la
resistencia.
Las metodologías de producción generadas en el país poseen una flexibilidad tal que
permiten el uso del sustrato más adecuado y abundante en la localidad. Por ejemplo, para la
producción de Bt se recomienda jugo de frutas, estas pueden ser naranja (Citrus sinensis),
toronja (Citrus grandis), zanahoria (Daucus carota), pepino (Cucumis sativus), tomate
(Lycopersicon esculentum), caña de azúcar u otras en dependencia de la disponibilidad. Para la
reproducción de los hongos se ha utilizado un desecho de la producción arrocera (cabecilla),
bagacillo del proceso industrial de la caña de azúcar y residuos de la cosecha del café después de
despulpado. El hecho de utilizar subproductos o desechos de la producción agroindustrial
como sustratros para la producción masiva, hace que se abaraten los costos de producción.
Las relaciones de compra - venta se establecen directamente entre el agricultor y la dirección
del CREE, que brinda recomendaciones y hace a la vez trabajo de capacitación y extensión.
Estudios de costos realizados por Sánchez et al. (1999) demostraron que la repro-ducción de
los hongos entomopatógenos resulta más costosa que la de la bacteria B. thuringiensis, por
tener ciclos de producción más prolongados, entre otros requeri-mientos. De igual forma, del
27.5 al 46.5% del costo total de producción por tecno-logías artesanales corresponden al
salario y también tienen un peso significativo los gastos de control de la calidad. Estos
autores determinaron costos unitarios para 10 kg de biopreparado de: 1.72 pesos cubanos
para B. thuringiensis por el método líquido estático; 10.43 pesos cubanos para Verticillium
lecanii bifásico (líquido/ líquido) y 12.63 pesos para Beauveria bassiana por el método
bifásico (líquido/ sólido).
Los entomopatógenos que se reproducen masivamente en los CREE en la actualidad son: la
bacteria Bacillus thuringiensis, los hongos Beauveria bassiana, Metarhizium anisopliae,
Verticillium lecanii y Paecilomyces lilacinus. Recientemente comenzó a producirse en
algunos laboratorios Nomuraea rileyi y Paecilomyces fumosoroseus, también se produce el
hongo antagonista Trichoderma spp. para el control de hongos fitopatógenos del suelo. La
tecnología utilizada en los CREE para la repro-ducción de Bt es la fermentación líquida en
cultivo estático. Esta misma tecnología fue utilizada para la reproducción de algunos hongos,
pero por no ser la más con-veniente, ya que se presentaban problemas con el tiempo de
almacenamiento, que era muy limitado, fue sustituida por el cultivo sólido o bifásico,
tecnología con la cual se reproducen actualmente la mayoría de los hongos. Durante 1999 se
estu-vieron haciendo pruebas acerca de la factibilidad de producir Bt en cultivo sólido, y los
resultados obtenidos hasta el presente han permitido encontrar algunas ventajas sobre el
cultivo líquido y en estos momentos se extiende la prueba a un número mayor de CREE.
Una de las etapas más importantes dentro del proceso de reproducción es el control de la
calidad, en cada laboratorio hay un especialista encargado de esta actividad. Se han
elaborado normas nacionales de control de calidad para todos los bioproductos. La
evaluación final del control de la calidad se hace al 2% de la producción del día, se
determina pureza, concentración y viabilidad de las esporas de los hongos y concentración
de cristales para el caso de Bt, virulencia y efectividad técnica en campo. También existen
normas de calidad para los insectos que se producen masi-vamente como Trichogramma
spp., L. diatraeae y Sitotroga cerealella.
Además existe un sistema de control de la calidad, de carácter estatal, que es ejecu-tado por
la red de Laboratorios Provinciales de Sanidad Vegetal (LAPROSAV) y las ETPP que
monitorean la efectividad en campo, bajo la orientación metodológica y fiscalización del
Instituto de Investigaciones de Sanidad Vegetal (INISAV), que suministra las cepas
certificadas para todos los CREE del país.
La producción masiva no se ha limitado al desarrollo de tecnologías artesanales,
paralelamente se han desarrollado producciones industriales, se han puesto a punto
tecnologías para la producción por cultivo sumergido de B. bassiana hasta la obten-ción de
un formulado en forma de polvo y de Bt hasta producto final como fluido concentrado. Los
mayores volúmenes de producción corresponden a Bt, se producen cuatro cepas, tres de ellas
para lepidópteros y una para ácaros (Fernández-Larrea, 1999). Los organismos controlados
con estos productos aparecen en las tablas 2, 3 y 4.
Los hongos entomopatógenos tienen también un gran uso, principalmente B. bassiana y V.
lecanii (tabla 3). De gran impacto ha sido la utilización de B. bassiana en combinación con
feromonas sexuales para el control del tetuán del boniato (Cylas formicarius elegantulus).
Pero el uso más extensivo ha sido en tratamientos contra picudos; se ha aplicado al suelo
contra el picudo negro del plátano (Cosmopolites sordidus) y contra el picudo verde azul
(Pachnaeus litus) en cítricos y más recien-temente para el control de la bibijagua (Atta
insularis). B. bassiana y M. anisopliae también han sido empleados para el control del Thrips
palmi en varios cultivos.
Particularmente V. lecanii se ha empleado con éxito en el programa de manejo de la mosca
blanca (Bemisia tabaci), tanto en tomate como en frijol (Phaseolus vulgaris), en un sistema de
tratamientos preventivos ante la presencia de poblaciones de la plaga.
De gran aceptación por los productores ha sido el uso de antagonistas del género
Trichoderma, principalmente para el control de patógenos del suelo y en tratamien-tos de
semillas (tabla 4).
toneladas
1800
1600
B.thuringiensis
1400
B.bassiana
1200
V. lecanii
1000
M.anisopliae
800
Paecilomyces
600
Trichoderma spp.
400
200
años
0
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
Figura 2. Producción de entomopatógenos y antagonistas en CREE y Plantas de bioplaguicidas
En la figura 2 se muestra la producción total de 1990 a 1999 de entomopatógenos y antagonistas,
la artesanal realizada en los CREE y la semindustrial en Plantas de biopreparados. La
reproducción de estos microorganismos se hace de acuerdo con un plan que se corresponde con
las necesidades de la producción agrícola en cada región y año, de ahí que pueda apreciarse una
fluctuación en los volúmenes de producción que va de un mínimo de 1 005 t producidas en 1990
a un máximo de 2 844 t obtenidas en 1994 para una media anual de 2 132 t. Con estas
producciones y las de entomófagos (figuras 3 y 4) se logró incrementar la superficie tratada hasta
982 000 hectáreas en 1999.
miles de millones
9000
8000
7000
6000
5000
4000
3000
2000
1000
0
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
años
Desde el momento en que se pusieron a punto las tres plantas de fermentación
semindustriales, las necesidades de uso de Bt se satisfacen con cantidades menores, pues a
diferencia del proceso artesanal, en el semindustrial se obtiene un producto final en forma de
fluido concentrado, con una mayor concentración de cristales y por tanto se recomienda
aplicar con dosis menores por hectárea de cultivo a tratar. Está además el hecho de que a
partir de 1994 se comienza a diversificar la producción al incorporarse nuevos
microorganismos a este proceso y, por otra parte, en los últi-mos años, a medida que se han
ido perfeccionando los programas de MIP estable-cidos, se han incorporado a estos otras
medidas de control de plagas, de modo que para el manejo de plagas en numerosos cultivos
se cuenta con la integración de múltiples prácticas, muchas de estas de carácter preventivo y
no curativo como sucede en el caso de Thrips palmi y de la mosca blanca. Es decir, el
proceso de sustitución de insumos no solo ha estado basado en la sustitución de plaguicidas
sintéticos por medios biológicos.
El entomófago que en mayor cantidad se cría y libera es el parasitoide de huevos
Trichogramma spp. La cría se realiza sobre huevos de Corcyra cephalonica o Sitotroga
cerealella y la liberación se realiza cuando aproximadamente el 50% de los adultos de
Trichogramma han emergido en el CREE, a dosis de 8 000 a 30 000 individuos/ha, en
dependencia de la densidad de los huevos de la plaga a controlar. La base del programa de
cría masiva y liberación es la colecta de biotipos locales. En la tabla 5 se relacionan los
organismos objeto de manejo con Trichogramma spp. y otros entomófagos.
Resulta interesante la diversificación que se ha alcanzado con el uso de este parasi-toide de
huevos, que ha sido muy exitoso en yuca y pastos. Esto es posible precisa-mente por el
adecuado manejo de ecotipos y un fuerte sistema de control de la cali-dad de las
producciones.
La producción masiva de nematodos se encuentra en desarrollo, se han obtenido resultados
satisfactorios con los géneros Heterohabditis y Steinernema; se realizan determinadas
producciones que se destinan principalmente a viveros de cítricos para el control del picudo
verde azul.
Hemos dejado establecido más arriba que la agricultura cubana se encuentra tran-sitando por
la etapa de sustitución de insumos y que la sustitución de los plaguicidas sintéticos como
base conceptual del manejo de plagas se produjo a mediados de la década del 80 como
resultado de los avances en el control biológico (Pérez et al., 1995). Está claro que no sólo
con medios biológicos se puede lograr esta sustitución, además únicamente con programas
de manejo que incluyan una amplia gama de prácticas ecológicas será posible alcanzar la
regulación de las plagas y el balance entre éstas, sus enemigos naturales y las plantas.
La sustitución de plaguicidas sintéticos por medios biológicos hizo posible que se ahorraran
cientos de miles de dólares. En la tabla 13 aparecen datos de costos de aplicación de medios
biológicos y químicos en los cultivos donde mayor uso se hace de los biopreparados.
Conservación y manejo de enemigos naturales de plagas
En relación con la agricultura sostenible las investigaciones de control biológico necesitan
poner énfasis en las estrategias de conservación, pues lamentablemente en los últimos años
la tendencia mundial es investigar sobre agentes nuevos de control biológico que puedan ser
formulados como un producto comercial, almacenados, vendidos y aplicados de manera
similar a un plaguicida químico.
La
"sustitución de insumos agroquímicos por otras alternativas de baja energía y de carácter
biológico" es una de las fases del proceso de conversión de la agricultura convencional a la
agricultura sostenible (Altieri, 1994). Lo cierto es que en este pro-ceso los productos
biológicos tienen un determinado valor, pero una vez superado ese momento el manejo ha de
estar basado en la regulación natural, en la cual, como se ha visto, los enemigos naturales
juegan un rol significativo.
A diferencia del control biológico clásico y por aumento, que generalmente se dirigen al
control de individuos de una sola especie, la conservación de las especies de biorreguladores
naturales es una estrategia más bien preventiva, que promueve la regulación del conjunto de
poblaciones fitófagas o fitopatógenas presentes en el agroecosistema. Justamente esta es la
estrategia que más posibilidades tiene en el manejo de plagas en la agricultura sostenible. Se
trata de establecer condiciones que propicien la actividad reguladora de los enemigos
naturales, que faciliten el estable-cimiento de los organismos introducidos y de los liberados
inoculativa o inundati-vamente.
Uno de los ejemplos más ilustrativos de conservación y manejo de enemigos natu-rales en
Cuba lo constituye la hormiga leona (Pheidole megacephala). El éxito alcanzado en el
control del tetuán en el cultivo del boniato, demostró la factibilidad de utilizar y propagar
hormigas depredadoras en cultivos anuales. Carroll y Risch (1990) plantearon que esto es
posible en cultivos perennes o de ciclo largo. Cuba es el primer país en poner a punto los
procedimien-tos prácticos para el uso y propagación de hormigas generalistas en el control
de insectos en cultivos anuales y semiperennes.
El sistema de manejo se basa en el establecimiento de reservorios naturales en áreas donde
las poblaciones de hormigas son abundantes. Las colonias de P. megacephala son
transportadas desde los reservorios a los campos de boniato generalmente utili-zando
trampas. Las trampas pueden prepararse con tallos u hojas de plátano, sacos de cáñamo o
residuos de coco seco (Cocos nucífera), después de preparadas se asperjan con una solución
azucarada o de miel, y se mantienen húmedas para atraer a las hormigas, una vez que las
colonias de hormigas se trasladan a las trampas estas se llevan al campo y cuando la trampa
se seca las hormigas la abandonan y colonizan las plantaciones de boniato (Castiñeiras,
1986). Este mismo procedi-miento se utiliza para el control del picudo negro del plátano (C.
sordidus) con P. megacephala y Tetramoniun guinense (otra hormiga depredadora). Un
ejemplo del alcance del uso de estas hormigas es que en 1999 se liberaron en 8 470 hectáreas
de boniato en todo el país (figura 5).
hectáreas
16000
14000
12000
10000
8000
6000
4000
2000
0
años
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999
Figura 5. Superficie bajo manejo con Pheidole megacephala (CNSV, 2000)
A medida que se establecen las condiciones que promueven la actividad y repro-ducción de
especies entomófagas comienza a manifestarse la regulación. Un caso reciente lo tenemos en
la C.P.A. “Jorge Dimitrov”, donde existe un "Faro Agroeco-lógico". Durante la campaña de
siembra 1995-1996, en un campo sembrado de col --precedido de maíz en asocio con
canavalia– (Canavalia ensiformis), se presentó un ataque intenso de áfidos (Brevicoryne
brassicae) que fue regulado en escasos días por el parasitoide Diaeretiella rapae y por
hongos entomopatógenos pertenecientes a los géneros Entomophthora y Erynia (Pérez et al.,
1998; Pérez y Gómez, 1999).
Productos de origen botánico
El uso de las plantas en el control de las plagas se practica desde la antigüedad y forma parte
de las tradiciones agrícolas en muchos lugares del mundo. Estas sus-tancias tienen un amplio
espectro de acción y matan insectos beneficiosos tanto como plagas, por lo que hay un grupo
de riesgos asociados a éstas que están limi-tando su uso en los sistemas de producción
orgánicos (Dudley, 1988). Pero la flora vegetal es muy rica y ofrece amplias posibilidades.
Uno de los extractos vegetales más estudiados en los últimos años es el obtenido a partir del
árbol del nim (Azadirachta indica), está demostrada ampliamente su efectividad en el control
de insectos, ácaros y nematodos (Schmutterer y Ascher, 1987; Hellpap, 1989). La
importancia de los extractos de nim para la agricultura sostenible comparados con otros
como los mencionados arriba radica en que tienen solo una ligera acción de contacto, la
sustancia tiene que ser ingerida para que actúe, por lo que su efecto sobre los enemigos
naturales es limitado, además la diversidad de sustancias bioactivas que contiene hace que
los riesgos de que se desarrolle resis-tencia sean mínimos y no es tóxico a los humanos ni a
otros mamíferos. Esta diversi-dad hace que tenga diversos mecanismos de acción tales como:
repelente, antialimen-tario, esterilizante, repelente de oviposición, insecticida y regulador del
crecimiento.
En la flora cubana están representadas numerosas especies endémicas y exóticas que
producen sustancias que tienen efecto regulador sobre las poblaciones de diferentes
organismos nocivos, pero la posibilidad real de incluir productos naturales a partir de las
plantas en los programas nacionales de protección de plantas no se consideró hasta 1990,
cuando se dio inicio a numerosas investigaciones en esta temática.
Se ha observado que diferentes extractos de alrededor de 40 especies pertenecientes a 25
familias poseen actividad biológica sobre hongos, insectos, moluscos y roedo-res. Entre las
familias más importantes tanto por el número de especies estudiadas con resultados
positivos, como por la versatibilidad de su bioactividad, se encuen-tran las siguientes:
Meliaceae, Asteraceae, Fabaceae y Solanaceae. Las especies más significativas son el árbol
del nim (Azadirachta indica), el paraíso (Melia azedarach), el güirito espinoso (Solanum
mammosum) y la damasquina (Tagetes patula) (Hernández et al., 1994).
El programa de desarrollo de ambos incluye las investigaciones y el establecimiento de
plantaciones, con el objetivo de obtener productos naturales para uso agrícola y, además
contribuir al rescate de terrenos marginales improductivos, así como al in-cremento de la
biomasa y por consiguiente a la mejora del entorno ecológico (Estra-da, 1994).
Está en ejecución un proyecto para el desarrollo industrial del árbol del nim y del paraíso
como un segundo renglón que comprende la siembra de 15 microbosques de 12 hectáreas
cada uno (seis de nim y seis de paraíso), cuatro plantas procesadoras (semindustrial) con
capacidad de 200 t/año y una planta piloto para la producción industrial. En la actualidad
crecen en el país más de 300 000 árboles, de los cuales el 25% está en producción, estos
deberán aportar 2 500 t de frutos (semillas) en 1999 (Estrada et al., 1998).
Las investigaciones realizadas hasta el momento han demostrado que los productos naturales
que tienen como base al nim resultan efectivos en la regulación de insec-tos, ácaros y
nematodos que afectan los cultivos hortícolas, por lo que están reco-mendados para su uso
en un grupo numeroso de cultivos. En la tabla 7 se relacionan las plagas que pueden ser
controladas con productos a base de nim en 14 cultivos, entre los que se encuentran el arroz,
tomate, maíz y frijoles que son cultivos donde se precisa continuar desarrollando alternativas
al uso de insecticidas.
Una de las ventajas que tiene el uso de los extractos de nim es que la producción de estos
puede lograrse en pequeña escala utilizando métodos artesanales que pueden implementar
los propios agricultores, ya que no se requiere de una técnica muy compleja para hacer las
extracciones, este hecho de poder hacerlo en pequeña escala al igual que la producción de
medios biológicos, es uno de los elementos que a nuestro juicio nos acerca más a los
criterios de sostenibilidad.
La tecnología de producción artesanal recomienda un buen beneficio y secado de la semilla,
conservarla en lugares frescos y secos, posteriormente molinar hasta obtener un polvo para
aplicar en forma de extracto acuoso; para esto se requiere mezclar 20-25 g/l de agua y se
deja en reposo entre 6-8 horas, y luego se procede a filtrar. La aplicación del extracto se
realizará en horas de la tarde utilizando un volumen de solución final de 300-600 l/ha; en tal
caso se requieren entre 6 y 7,5 kg. En trata-miento de suelo para el control de nematodos se
aplicarán 100g/m2 (Estrada, 1995).
El uso de los extractos de nim no se limita al control de plagas agrícolas. Se ha en-contrado
que son efectivos en el control de ectoparásitos del ganado vacuno como la garrapata
(Boophilus microplus) y como vermífugo, en gallinas ponedoras para el control del ácaro
(Megninia gynglimara) y del piojo aviar (Menopon gallinae) y para el control de los ácaros
de la sarna cunícula y porcina. Piojos, pulgas y otros ectoparásitos de los animales
domésticos también se han controlado con resultados excelentes (Estrada y López, 1998).
Como puede apreciarse en la tabla 7, existe un grupo de formulados de productos naturales
que en breve estarán disponibles, eso significa para nosotros tener bien claro que estos
productos son más profilácticos que curativos, que no son una solu-ción general, que deben
ser usados solamente cuando sean absolutamente necesarios y lo más importante, dentro del
contexto de otras medidas de manejo ecológico.
A partir de los problemas con moscas blancas en los años 1989-1990, se de-sarrollaron
tecnologías sencillas para extraer la nicotina de las partes de hojas que se desechaban como
residuos de la producción tabacalera. De esta forma surgió un pro-ducto comúnmente
conocido como tabaquina, que se produce en las propias empre-sas y cooperativas de
producción agropecuaria y que garantiza altas efectividades en el control de esta y otras
plagas. La tabaquina se ha generalizado en el país y aunque se considera de actividad
insecticida, la residualidad es de apenas cuatro días.
Rotación de cultivos y policultivos para el manejo de plagas
Entre las medidas de manejo agroecológico se encuentran prácticas consideradas dentro del
control cultural como la rotación de cultivos y los policultivos. En Cuba, al igual que en
muchos otros países, los métodos culturales para el control de plagas fueron abandonados
con el desarrollo de una agricultura de altos insumos y aunque desde hace más de una
década se vienen implementando programas para el manejo integrado de plagas con una
sólida base ecológica solo recientemente es que aumentó el uso de otras alternativas que
complementan lo que hasta ahora se venía haciendo en el campo del control biológico
aplicado.
Entre las prácticas culturales que pueden implementarse con la finalidad de crear un
ambiente menos favorable para el desarrollo de los organismos nocivos se encuentra la
rotación de cultivos. Lampkin (1990) afirmó que en los sistemas de producción orgánicos las
rotaciones constituyen la medida principal para el control de malezas, plagas y enfermedades
y aunque su importancia fue reconocida en la más remota antigüedad (en los albores del
surgimiento de la agricultura) es tan "aparentemente sencilla" y tan poco espectacular que
fue una de las primeras prácticas en ser dese-chadas a pesar de formar parte de las más
arraigadas tradiciones agrícolas.
Tan es así, que al producirse la disminución en la disponibilidad de plaguicidas sintéticos y
fertilizantes inorgánicos, es una de las primeras en ser rescatadas por el sector campesino.
Hay que destacar que fue justamente en este sector donde se inicia la recuperación después
del advenimiento de la crisis y el brusco descenso de los rendimientos agrícolas.
En algunos cultivos se hizo evidente que la rotación era un elemento clave en el manejo
integrado de determinados organismos, tal es el caso del control de nema-todos en el cultivo
del tabaco (Fernández et al., 1990, 1992) y del tetuán del boniato. En el cultivo del boniato
está establecido un programa de MIP para el tetuán que tiene como uno de los componentes
fundamentales la rotación de cultivos al menos durante dos años, constituyendo una de las
medidas principales en el manejo de este insecto monófago de tan difícil control.
En el manejo de malezas, aún sobre las más persistentes, donde otras medidas de regulación
no funcionan, la rotación puede ser efectiva como en el caso del orobanche (Orobanche
ramosa) Cuando se pretende manejar malezas a través de la rotación un aspecto importante a
considerar es la habilidad del cultivo para la competencia, pues la rotación con plantas de
alta habilidad competitiva puede ejercer una dismi-nución de las malezas tan efectiva como
siete u ocho labores manuales.
Los productores conocen bien que cuando se utiliza el boniato como cultivo prece-dente al
cultivo principal, la incidencia de malezas en este último es mucho menor pues una vez que
las plantas de boniato "cierran" en el camellón el campo se man-tiene limpio; la maleza
conocida como Don Carlos (Sorghum halepense), es regula-da en rotaciones de boniato con
papa, frijoles y maní (Arachis hypogaea).
Al respecto se ha recomendado por Paredes (1999) que las rotaciones de cultivos en áreas
fuertemente infestadas por malezas deben estar basadas en la inclusión de aquellas especies
más precoces y de amplia cobertura, siendo importante el orden de los cultivos en la
secuencia para aprovechar su competitividad y capacidad alelopá-tica. Así, contra la maleza
Don Carlos y gramíneas anuales son convenientes los siguientes esquemas: boniato-papaleguminosa-papa, boniato-papa-boniato-papa y contra la cebolleta (Cyperus rotundus) los
recomendados son: maíz-papa-boniato-frijol, maíz-leguminosa-boniato-frijol, maíz-frijolboniato-papa, sorgo-leguminosa-boniato-frijol (sorgo: Sorghum bicolor). Para la lucha
contra escoba amarga (Parthenium hysterophorus) y otras dicotiledóneas anuales, lo
adecuado es: maíz o sorgo-papa-maíz-sorgo.
La efectividad de las rotaciones depende entre otras cosas del organismo que se pretende
regular. El mayor éxito se ha alcanzado en el control de malezas y nemá-todos que atacan las
raíces de las plantas, por lo que la rotación de cultivos es una medida utilizada en Cuba en
programas de manejo alternativo de malezas, en la regulación de nematodos y, en menor
magnitud, para el manejo de insectos y patógenos.
Particularmente en el manejo de nematodos existe una amplia experiencia en el país, pues se
han recomendado 53 líneas o variedades en 28 cultivos como no suscep-tibles a diferentes
especies y razas de Meloidogyne, con posibilidades de incluirlas en rotaciones en áreas
infestadas, tanto en campo abierto como en huertos urbanos (Fernández et al.,1998). En la
tabla 8 se resumen algunos de los resultados obtenidos en los últimos años, en todos los
casos el cultivo principal recibió beneficios de la reducción del índice de infestación de
nematodos y de una menor población de malezas. Estos esquemas de rotación están
considerados en su mayoría en los programas de manejo de plagas de los cultivos señalados.
Con los cultivos asociados ocurrió algo semejante a lo sucedido con la rotación. Con la
modernización de la agricultura el monocultivo se intensificó y extendió. Cono-cido es que
el creciente aumento de los problemas de plagas está relacionado con la expansión del
monocultivo (Altieri y Letourneau, 1982), ya que el proceso de simplificación de la
biodiversidad alcanza una forma extrema en estos (Altieri, 1995). De ahí que una de las
principales medidas a implementar en un programa de manejo agroecológico es hacer
desaparecer el monocultivo como estructura básica del sistema agrícola, para esto se precisa
definir estrategias de diversificación y dentro de ellas un elemento clave lo constituyen los
policultivos.
En la situación actual de la agricultura cubana esto ha representado un desafío, pues
históricamente la base de nuestra agricultura ha sido el monocultivo, aunque en el pasado los
cultivos asociados fueron una práctica bastante extendida incluso en las áreas cañeras, pues,
además de los pequeños productores, siempre precisados de aprovechar al máximo la tierra
disponible, el asocio era utilizado por productores medianos y grandes como pago a los
obreros agrícolas por las labores que como el deshierbe realizaban en los cañaverales. De
esta forma el obrero era autorizado a plantar frijoles y/o maní en los entresurcos --sobre todo
en caña planta-- y sólo se les pagaba con dinero los deshierbes adicionales después que
recogieran la cosecha. El uso de esta tradicional práctica agrícola fue disminuyendo hasta
quedar reducida a un pequeño grupo del sector campesino quienes al igual que en el caso de
la rota-ción fueron los primeros en rescatarla al producirse el déficit en la producción de
alimentos a inicio de la década de los 90.
En los últimos años se ha ido extendiendo, de modo que el manejo de plagas a través de las
asociaciones de cultivo se ha implementado por los pequeños agricultores, por los
cooperativistas, y en los sistemas conocidos como “organopónicos”, que tanto abundan en
los terrenos dedicados a la agricultura urbana.
En comunidades agrícolas del municipio montañoso “El Salvador”, en la provincia de
Guantánamo, se realizó un estudio etnoecológico de policultivos con el objetivo de
identificar las asociaciones de mejor comportamiento productivo y ambiental y de mayor
aceptación por parte de los productores. Al concluir se encontró que dentro del subsistema
de producción agrícola ascendía a 39 el número de asociaciones que habían sido trabajadas
por los campesinos de la zona, dentro de las más frecuentes, estaban los sistemas
agroforestal cafetalero y las asociaciones maíz-frijol y yuca- frijol (Ros, 1998). Las
poblaciones de los organismos plaga se mantienen tan bajas que no constituyen un problema
para la producción agrícola en esa región.
Profesionales de un numeroso grupo de instituciones científicas, docentes y produc-tivas se
ocupan actualmente de desarrollar investigaciones que validen y documen-ten esta práctica
campesina. La tabla 9 resume algunos de los resultados obtenidos.
En muchos de los casos evaluados el principal mecanismo de regulación de plagas al que se
hace referencia es a los enemigos naturales, el aumento de las poblaciones de depredadores y
parasitoides es el elemento común más notable en estas asocia-ciones. La planta más
utilizada como cultivo secundario es el maíz, en la literatura científica está suficientemente
argumentado el papel facilitador de este cultivo en la actividad de los enemigos naturales,
hecho que también se ha comprobado aquí para el cultivo de la yuca (Pérez, 1998).
La incidencia de las malezas también puede ser menor en los cultivos asociados, en general
un aumento en la densidad de los cultivos se traduce en una disminución de la población de
malezas, la supresión de éstas es mayor en asociaciones de especies con crecimiento rápido
y abundante follaje donde se produce una mayor dismi-nución de la luz en una fase más
temprana, así se ha demostrado en las asociaciones boniato-maíz, caña de azúcar-soya, maízfrijol y yuca-boniato (Leyva, 1993). En la asociación maíz–girasol (Helianthus annus) se ha
encontrado regulación de las ma-lezas gambutera (Brachiaria extensa), pangola (Digitaria
decumbens) y metebravo (Echinochloa colona) (Pérez et al., 1997).
En ensayos realizados por Paredes et al. (1995), se diseñaron dos grupos de poli-cultivos de
maíz como cultivo principal, uno para la primavera compuesto por cala-baza, pepino, frijol
carita y boniato y el otro para la campaña de frío, integrado por frijol, papa, tomate y
pimiento, en los dos ensayos se obtuvieron resultados favora-bles en la reducción de plagas,
enfermedades y malezas.
En la situación actual de la agricultura cubana se debe prestar mucha más atención al rol de
los policultivos en el control de plagas. Hasta el momento poco se conoce de la dinámica de
plagas de insectos, enfermedades, malezas y enemigos naturales en los policultivos en las
condiciones del país por lo que esta es una de las princi-pales tareas a desarrollar para
establecer sistemas de producción sostenibles. Uno de los mejores ejemplos de las
potencialidades de los policultivos en el manejo de plagas se aprecia en la agricultura
urbana, pues en pequeñas superficies se cultivan diversidad de especies de hortalizas. Las
evaluaciones realizadas en estos huertos reafirman la idea de que es posible cultivar hortalizas sin
emplear plaguicidas químicos.
Se ha demostrado que se pueden reducir las afectaciones por plagas mediante cuatro
estrategias básicas: diseño y preparación del huerto, manejo agronómico (tabla 10), control
biológico y capacitación-divulgación (Vázquez, 1995). Con este propósito se ha
generalizado un programa en el país que ha permitido obtener cosechas sanas y sin residuos
de agrotóxicos.
Control fitogenético
El
de
uso
variedades resistentes, tolerantes o menos susceptibles constituye una de las principales
estrategias agronómicas en la lucha contra las plagas. Los resultados de las investigaciones
fitogenéticas han permitido generalizar variedades con estas características en varios
cultivos, contribuyendo notablemente a la reducción de las afectaciones por determinadas
plagas, como es el caso de la obtención y uso de la variedad de tomate Lignon, que se
muestra tolerante ante el geminivirus TyLCV (Gómez y Laterrot, 1995). Se puede afirmar
que esta es una alternativa de control de plagas que se está trabajando intensamente en el
país (tabla 11).
El control genético es una de las medidas que se integran en los programas de MIP que están
implementados en el país, de los 14 cultivos que están bajo MIP, al menos en 12 se considera
entre alto y medio el grado de utilización de esta medida (tabla 12). El desarrollo alcanzado
en este campo también ha posibilitado la reducción gra-dual en el uso de insecticidas.
Programas de Manejo Integrado de Plagas
En la etapa actual el control de plagas en Cuba se realiza básicamente en el contexto de
programas de manejo integrado de plagas, muchos de los cuales tienen un enfoque
agroecológico. Existen dos factores que contribuyeron decisivamente a la aceptación e
implementación de los programas de MIP en el país: Primero, el éxito del sistema de
señalización de plagas implementado en la década del 70 y el hecho de que estaba sustentado
sobre una sólida base científica y en segundo lugar, el hecho de que el control biológico se
introdujera a través de estos programas de MIP, para garantizar su integración en los mismos
y que los medios biológicos que se estaban liberando masivamente fueran más efectivos.
En Cuba el monitoreo de las plagas no fue una práctica cotidiana hasta la década del setenta,
cuando se inició y desarrolló la actual red de ETPP. Con la creación de las mismas se
estableció un nuevo sistema para la protección de los cultivos basado en la observación
regular de los campos, la determinación de los niveles de infestación y el aviso a los
productores de aplicar o no un plaguicida (Murguido, 1997). Este sistema, conocido como
de señalización, abarca más de 27 cultivos que poseen mé-todos de monitoreo y aviso para
un total de 74 plagas de insectos y ácaros (Mur-guido, 1987) y otras para enfermedades
fungosas.
En la actualidad existen varios programas de MIP generalizados en la práctica agrí-cola
(tabla 12), en los que se puede apreciar una tendencia a la integración de alter-nativas de
control no químicas; así en varios cultivos como el cafeto, la caña de azúcar, los pastos, el
boniato y la yuca, no se aplican insecticidas para el control de las plagas insectiles y en la col
el uso es prácticamente nulo.
En la mayoría de los cultivos bajo MIP el uso de insecticidas es bajo o nulo y sola-mente en
cinco cultivos, entre los que se encuentran el arroz, maíz, papa, tomate y frijol, se mantiene
un nivel de aplicación considerado medio. La reducción en el uso de plaguicidas en el país
se ha ido produciendo gradualmente, en la misma medida en que se han ido desarrollando
alternativas al control químico se ha ido avanzando en ese proceso de reducción. Para que se
produzca una disminución aún mayor en el uso de plaguicidas en los cultivos antes
mencionados nuevas alternativas han de ser desarrolladas y en eso precisamente se trabaja
en estos momentos.
Beneficios económicos
Al estudiar los datos económicos (tabla 13), sin entrar en el análisis de otros bene-ficios,
vemos que la producción artesanal y uso de los medios biológicos ha ahorrado al país, en el
sector rural, cientos de miles de dólares. Si se tiene en cuenta la necesidad tan grande que se
tiene de esta moneda fuerte para otros propósitos, como por ejemplo, la compra de
medicamentos, podrá comprenderse de manera clara lo que esto significa.
Según Maura (1994), el costo total por concepto de uso de medios biológicos para el control
de plagas en varios cultivos fue de 1 172 495 pesos cubanos. El precio de la compra de los
plaguicidas que se habrían necesitado para hacer el mismo trabajo hubiera sido 6 175 345
(USD). Así, el trabajo que se hizo con los medios biológicos representó un ahorro
considerable para el país. Los ahorros en términos de costos de salud pública a mediano y
largo plazos son absolutamente incalculables y los impac-tos sociales son igualmente
importantes.
La aplicación de medios biológicos no solo significa ahorro en el plazo corto, en el plazo
largo también. Muchos de estos medios biológicos son aplicados dentro de un programa de
MIP (tabla 12).
La aplicación continua de estos programas ha llevado a un aumento gradual de los
organismos biorreguladores en diferentes cultivos, de modo que cada año se precisa realizar
menos aplicaciones, incluso de medios biológicos, tal es el caso de los cul-tivos de cafeto,
caña de azúcar, cítricos y yuca donde la estrategia de control bioló-gico por conservación
tiene un grado de utilización alto. A la disminución de los costos por concepto de control de
plagas también ha contribuido de manera notable la implementación del control cultural.
Los programas de MIP con enfoque agroecológico han hecho posible la agricultura urbana.
La agricultura urbana proporciona muchas de las frutas y las verduras frescas que se
necesitan para el consumo en áreas densamente pobladas, donde las aplicaciones de
plaguicidas representan un elevado riesgo para la salud, al estar expuestas a sus efectos
nocivos un número elevado de personas.
Recomendaciones
En el sistema de protección vegetal establecido en Cuba hay muchos elementos po-sitivos
que hacen posible que el tránsito hacia una nueva forma de producción agrícola sea más
rápido, pues muchas de las técnicas y medidas que hay que implementar para el manejo de
plagas en los sistemas agrícolas sostenibles están desarrolladas en el país. A pesar de todo lo
que hemos avanzado aún falta mucho por hacer para continuar disminuyendo la dependencia
de los químicos.
Entre las prioridades del momento están:
 Investigar e implementar las mejores estrategias de diversificación, acordes con las
características socio-económicas del desarrollo de la agricultura cubana y en lo posible
minimizar el monocultivo como estructura básica del sistema agrícola.
 Estudiar la dinámica de plagas de insectos, ácaros, patógenos y malezas en los
policultivos en las condiciones de Cuba, así como desarrollar investigaciones que
demuestren si existe o no relación entre la disminución de las poblaciones de plagas y
patógenos y el incremento de los rendimientos en los policultivos.
 Poner énfasis en la integración de prácticas culturales, especialmente en la rotación,
laboreo mínimo y manejo de fechas de siembra o plantación, entre otras que afectan
directamente el nivel poblacional de los organismos nocivos.
 Continuar perfeccionando la producción de organismos para el control biológico como
una alternativa a los plaguicidas sintéticos.
 Buscar las vías que permitan incrementar la conservación de enemigos naturales; las
investigaciones en control biológico deben poner el énfasis en esta estrategia, que hasta
ahora ha recibido menos atención.
 Estudiar las interacciones cultivo-malezas-plagas, pues muy poco se conoce en el país
del rol que juegan las malezas en la conservación de los enemigos naturales, así como en
la proliferación de plagas.
 Evaluar el efecto de los fertilizantes inorgánicos y de los plaguicidas sintéticos sobre los
organismos plaga, tomando en consideración la teoría de la trofobiosis.
 Evaluar la efectividad de las coberturas, ya sean vivas o muertas y de la materia orgánica
en el control de los patógenos, insectos y malezas.
 Continuar las investigaciones con productos de origen botánico, extender el uso de los
más estudiados, paraíso y nim y considerar el potencial de Tagetes sp., ya que hasta
ahora se le ha prestado escasa atención. En este contexto incrementar el cultivo y uso a
pequeña escala de plantas con propiedades plaguicidas.
 Hacer un estudio completo de plantas trampa y plantas con propiedades de repe-lencia,
que puedan plantarse asociadas o en barreras y contribuyan a la disuasión de las
poblaciones de fitófagos.
Conclusiones
Como puede apreciarse, existe una política de manejo de plagas en la que se toman en
consideración los aspectos ecológicos, económicos y sociales del control de plagas. El actual
sistema estatal de protección vegetal está sustentado sobre una sólida base científica y en
este la ecología ocupa un lugar cimero. En la década de los años 70, cuando en gran parte de
los países de esta región geográfica en que habitamos se incrementaba aceleradamente el
consumo de plaguicidas, ya en Cuba se implementaba un sistema de protección vegetal que
permitió disminuir en más de un 50% el consumo de estos.
Numerosas personas están preguntándose cuál será el futuro del manejo ecológico de plagas
en el país, una vez que este salga de la actual crisis económica. Algunos piensan que en la
medida en que más recursos monetarios estén disponibles para la compra de plaguicidas en
el mercado internacional, Cuba tendría mayores posibili-dades de volver a la dependencia de
los químicos, y hasta les parece lógico que el programa que actualmente se implementa para
acelerar la reducción en el uso de plaguicidas sea simplemente una forma de mantener la
producción en el plazo corto mientras mejoran las condiciones económicas que permitan
volver a comprar las cantidades de plaguicidas que se importaban antes de la caída del
campo socialista. Otros, y no son pocos, hacen un análisis bien diferente en el que tienen en
cuenta los aspectos económicos, sociales, de salud y medioambientales del manejo de plagas
y concluyen que el modelo de MIP con enfoque agroecológico simplemente es un mo-delo
mejor.
La política estatal cubana quedó oficialmente declarada en la recientemente apro-bada ley de
Medio Ambiente (Cuba 1997). En el Título Noveno de esta ley, deno-minado “Normas
Relativas a la Agricultura Sostenible”, en el articulo 132, incisos b y d, se expresa al respecto
del manejo de plagas:
b) El uso racional de los medios biológicos y químicos, de acuerdo con las carac-terísticas,
condiciones y recursos locales, que reduzcan al mínimo la contaminación ambiental.
d) El manejo preventivo e integrado de plagas y enfermedades, con una atención especial al
empleo con estos fines de los recursos de la diversidad biológica.
Esto significa que lo que actualmente se hace no es una simple sustitución de insu-mos
químicos por biológicos y otras alternativas, sino que nos estamos preparando para llegar a
manejar sistemas de cultivos donde la diversidad biológica juegue el rol principal, para esto,
claro esta, aún nos falta un largo trecho por transitar.
A la luz de estos hechos, es muy difícil sostener que Cuba deba volver al modelo anterior de
aplicaciones por calendario de los 60 y principios de los 70 o al nivel de dependencia de los
80. Es más fácil, de hecho, defender la idea de que los países en vías de desarrollo, sobre
todo aquellos que atraviesan una situación económica critica, deben considerar la
posibilidad de adoptar un modelo semejante como una forma de ahorrar recursos y reducir la
carga que los agroquímicos representan para el sector de la salud pública.
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LEY DE MEDIO AMBIENTE.TÍTULO NOVENO.
NORMAS RELATIVAS A LA AGRICULTURA SOSTENIBLE
ARTÍCULO 132. Para garantizar la adecuada alimentación de la población y la exportación de
productos agrícolas, preservando y mejorando, la capacidad produc-tiva futura de estos
recursos, su producción se efectuará de forma sostenible, basán-dose en las disposiciones
siguientes:
a) El desarrollo de sistemas integrales de gestión de los ecosistemas cultivados, lo
cual incluye el manejo de los suelos, de la diversidad biológica, en particular de la
diversidad productiva, las aguas, los nutrientes y su reciclaje, las plagas y enfermedades y el establecimiento de una política adecuada de variedades.
b) El uso racional de medios biológicos y químicos,
de acuerdo con las
característi-cas, condiciones y recursos locales, que reduzcan al mínimo la contaminación am-biental.
c) La preparación de los suelos conforme a criterios ambientalmente adecuados, propiciando el
empleo de técnicas que eviten o disminuyan el desarrollo de procesos degradantes.
d) El manejo preventivo e integrado de plagas y enfermedades, con luna atención especial al
empleo con una atención especial al empleo con estos fines de los recur-sos de la diversidad
biológica.
e) El establecimiento de un ordenamiento territorial y una planificación adecuados, ejecutados
sobre bases reales y objetivas, en los que las actividades agropecuarias locales se correspondan
con las condiciones económicas y ecológicas del área.
f) La integración de los logros científicos y técnicos con los conocimientos
locales tradicionales de la población y los recursos obtenidos por esta vía,
propiciando la participación directa de las comunidades locales en la concepción,
desarrollo y per-feccionamiento de los sistemas de producción.
g) El establecimiento de mecanismos de regulación económica que estimulen la conservación de
la diversidad biológica y el empleo de prácticas agrícolas favorables al medio ambiente y que
tiendan a evitar el uso inadecuado de los suelos y demás recursos naturales y el empleo
irracional de agroquímicos.
Estas regulaciones serán de especial aplicación en los ecosistemas frágiles donde puedan existir
procesos degradantes manifiestos.
ARTÍCULO 133. Dada la importancia que para la agricultura tienen los recursos genéticos en
general y los fitogenéticos en particular, todas las personas naturales y jurídicas están obligadas
a su conservación y utilización adecuadas, conjugando las formas de conservación in situ y ex
situ y evitando los procesos de erosión genética de las especies económicamente útiles.
ARTÍCULO 134. El Ministerio, de la Agricultura, en coordinación con el Minis-terio de
Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, establecerá las estrategias, naciona-les en materia de
agricultura sostenible y ambos, en coordinación con el Ministerio del Azúcar, dirigirán,
establecerán y controlarán las normas y medidas encaminadas a garantizar el cumplimiento de
lo dispuesto en el presente título.
POLICULTIVOS
Antonio Casanova1, Adrián Hernández1 y Pedro L. Quintero2
1- Instituto de Investigaciones Hortícolas Liliana Dimitrova (IIHLD)
2- Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba (IACC)
a actual crisis económica que Cuba atraviesa ha llevado al rescate de tradiciones
campesinas olvidadas por la implementación de la agricultura moderna. Dentro de
estas tradiciones campesinas sobresalen el resurgi-miento de los sistemas de
cultivos múltiples o policultivos, que a decir de muchos, representa la máxima
expresión de la agricultura sostenible en el trópico.
La agricultura cubana a gran escala antes del triunfo de la Revolución estaba sus-tentada en
el monocultivo de la caña de azúcar, sobresaliendo el cultivo de otras especies como el
tabaco, el café y los frutos menores.
A partir de la década del 60 se operan grandes cambios en el campo cubano sobre la base de la
concentración y especialización de la producción, estos promueven el aumento de la
productividad del trabajo y los rendimientos de los principales cultivos en la agricultura no
cañera, en las diferentes formas de producción, especialmente: Empresas estatales y Cooperativas
de Producción Agropecuaria (CPA).
Estos cambios se caracterizaron, en el orden tecnológico, por una alta mecanización de las
labores agrícolas, incluyendo el riego, un incremento notable del empleo de fertilizantes
químicos, que rompió el equilibrio dinámico estable del suelo lo que fue disminuyendo su
capacidad productiva, y un amplio uso de plaguicidas sintéticos en particular de herbicidas.
A finales de la década del 80 se produjeron azotes severos de plagas como la polilla de la col
(Plutella xylostella) en ésta y la mosca blanca (Bemisia spp.) en tomate, frijol y otros
cultivos de importancia económica, que provocaron un significativo descenso de la
producción.
Desde el punto de vista agronómico se enfatizó en el monocultivo como modelo productivo
predominante, con la consiguiente pérdida de la biodiversidad; se aumentó el tamaño de los
campos de producción en busca de una mayor productividad del sistema y se propició una
alta especialización de los recursos humanos.
Los policultivos, pueden definirse como la producción de dos o más cultivos en la misma
superficie durante el mismo año; es una forma de intensificar la producción agrícola mediante un
uso más eficiente de los factores de crecimiento, del espacio y del tiempo, y esto se puede lograr,
bien sea sembrando las especies consecutivamente o en asociación (Leihner, 1983). Son
agroecosistemas con grados variables de complejidad en el arreglo de las especies que los
campesinos han seleccionado con las diferentes ventajas que se pueden recibir de estas
combinaciones de cultivos (Amador y Gliessman, 1989).
En el orden agronómico, los policultivos reducen la posibilidad de que las plagas lleguen al
cultivo donde producen daños, debido a que actúan como barreras físicas, además de que
desorientan a los insectos por los cambios en el ambiente que producen el olor y color de las
diferentes especies cultivadas. Por lo tanto, la velocidad de distribución y multiplicación de las
plagas es menor que en condiciones de monocultivo.
L
Hoy día los policultivos constituyen parte del paisaje agrícola de numerosos países en
desarrollo. En Latinoamérica, por ejemplo, más del 40% de la yuca (Manihot esculenta),
60% del maíz (Zea mays) y 80% de los frijoles (Phaseolus vulgaris) son obtenidos en
cultivos asociados (Leihner, 1983).
Antecedentes de los policultivos en Cuba
En Cuba, los policultivos están presentes desde la época precolombina, adquiriendo formas
concretas a principios del siglo XIX en el batey de la hacienda rural y del ingenio, en el
“conuco” del negro cimarrón y en el sitio de labor, sistema que se proyectó en el tiempo a
través de la cultura campesina para manifestarse con inu-sitada fuerza en la agricultura
cubana (Álvarez Pinto, 1998; comunicación personal).
Posteriormente se ha practicado en el contexto de una agricultura de supervivencia,
desarrollada por campesinos, necesitados de lograr un mayor aprovechamiento de su escasa
superficie cultivable (Leyva, 1995). Tradicionalmente los productores de caña de azúcar
(Saccharum officinarum) intercalaban en plantaciones de fomento, cultivos de ciclo corto
como frijol común, tomate (Lycopersicon esculentum), maní (Arachis hypogaea), soya
(Glycine max) y otros. En el cultivo del plátano (Musa spp.) y en los frutales perennes, la
calle ancha entre las hileras era frecuentemente aprovechada para asociar diversos cultivos
de ciclo corto, con lo cual se obtenía una mayor producción total y aprovechamiento de los
recursos disponibles en el predio, diversidad de productos, un efecto económico más
favorable y menores riesgos en el sistema, ya que disminuía el peligro de plagas.
Se conocen prácticas de estos sistemas desarrollados no sólo en áreas de subsistencia y en
pequeños predios de campesinos, sino también, en importantes zonas de producción como son
los macizos montañosos de Baracoa y Maisí en la región oriental del país que sustentan gran
parte de la producción nacional de café (Coffea arabica), cacao (Theobroma cacao) y coco
(Cocos nucifera) (Hernández, 1998). Estas áreas no tuvieron una marcada influencia de la
agricultura intensivista, que en otros países relegó variedades tradicionales de café e implantó
tecnologías de producción “a pleno sol”, y hoy afortunadamente estos agroecosistemas presentan
una aceptable biodiversidad de especies que mejoran el “hábitat” que requiere este cultivo.
En los últimos años las limitaciones de insumos en la agricultura generada por la crisis
económica de la década del 90, conocida en Cuba como Período Especial han favorecido
que se retome el uso de los policultivos, combinando granos, hortalizas, viandas tropicales o
frutales entre sí o con otras especies, sobre la base de la experiencia campesina acumulada
en la agricultura cubana en diferentes regiones del país; por lo que ha sido necesario dar
respuesta de carácter científico a esta tradición (Hernández, 1998), adaptándose a las
condiciones actuales existentes (nuevas variedades, cambios climáticos, suelo, etc.).
En relación con las asociaciones de cultivos, se ha podido constatar que las formas de
cultivos intercalados y en franjas son los más usados en la agricultura cubana. Los cultivos
mayormente asociados por los productores son: frijol común, maíz, yuca, caña de azúcar,
boniato (Ipomoea batatas), calabaza (Cucurbita moschata), plátano, frutales, y en huertos
hortícolas: lechuga (Lactuca sativa), rabanito (Raphanus sativus), cebollino (Allium
fistulosum), tomate, pimiento (Capsicum annuum) y otras hortalizas (tablas 1 y 2).
Situación de las investigaciones
Los programas de investigación del país en general no contemplaron en las últimas décadas
la necesidad de estudiar los sistemas policulturales. Por la importancia actual de estos
sistemas de producción, en los últimos años se han incrementado el número de
investigaciones, tesis doctorales y maestrías sobre la temática, como una contribución al
conocimiento teórico y al mejoramiento de las condiciones de vida en el campo cubano y de
productividad de los agroecosistemas.
Otro esfuerzo importante se realiza al incluir en los programas nacionales, inves-tigaciones
participativas con los productores, basadas en una real comprensión de los sistemas
agrícolas y de las formas en que éstos se insertan en los ambientes sociales y físicos. De esta
manera se promueven los objetivos de los agricultores hacia el rescate de las tradiciones y
etnociencia campesina compatibles con las formas de producción individual, cooperativa y
estatal, haciendo un uso más ra-cional de los recursos disponibles.
Los policultivos están siendo estudiados con mayor énfasis en sus diseños de combinaciones espaciales y temporales, denominadas también arreglos topológicos. Más
recientemente se realizan estudios referidos a la interacción genotipo-sistema, conservación
del suelo, regulación de plagas.
Las posibilidades que brindan los sistemas policulturales al productor, promueven su
seguridad, la diversificación de cultivos, el aumento de la producción total y la eficiencia en
el aprovechamiento del suelo. Para evaluar la eficiencia biológica de los policultivos se
utiliza el IET (Índice Equivalente de la Tierra), éste representa la superficie relativa de tierra
cultivada en monocultivo que se necesita para obtener la misma producción que en la
asociación. Se calcula de la siguiente forma:
IET = IET(1) + IET (2) + IET (n)
donde: IET= Es el IET del sistema
IET(1), IET(2), IET(n) = Son los IET individuales de cada cultivo que participa en la
asociación, obtenidos a partir de la expresión:
IET (n) = Ax / Ux donde:
Ax = Rendimiento del cultivo x en asociación.
Ux = Rendimiento del cultivo x en monocultivo.
Si: IET > 1, el policultivo es ventajoso
IET = 1, es indiferente el modo de siembra
IET < 1, el monocultivo supera al policultivo
En otras palabras, el IET indica el área total requerida para producir la misma cantidad de
cada cultivo cuando se siembran por separado. Por ejemplo, estudios empíricos han
demostrado que una hectárea de yuca y tomate sembrados juntos producen lo mismo que
1.86 ha de yuca y tomate cuando se siembran por separado.
En la mayoría de las investigaciones realizadas en policultivos evalúan el IET. En la tabla 3
se observa que los valores obtenidos con la aplicación de este índice, sobre-pasan la unidad.
En aquellas combinaciones donde interviene la yuca como cultivo principal, los IET
obtenidos por diferentes autores oscilan entre 1.60 y 1.98, dando la medida del papel que
desempeña este cultivo de ciclo largo en la asociación con otros de ciclo corto.
Uno de los cultivos que brinda las mayores posibilidades para el establecimiento de estos
sistemas lo constituye la caña de azúcar cuyas características agronómicas le permiten vivir
en mutualismo con cultivos de ciclo corto como las leguminosas si dichos sistemas son
manejados adecuadamente.
Investigaciones recientes han demostrado que bajo las condiciones de clima y suelo de la
zona más oriental del país, el uso del frijol caupí (Vigna unguiculata subsp unguiculata ), el
maní y el girasol (Helianthus annuus, L.) al ser intercalado entre hileras de caña de azúcar,
mostraron IET favorables para el caupí y el maní, no así para el girasol, tanto en caña planta
como en retoño (Leyva, 1995).
La utilización de cultivos intercalados como el frijol negro y la soya entre las hileras de la caña de
azúcar, ha demostrando que resulta una variante económicamente factible.
Además del IET, algunos autores consideran importante analizar otros indicadores que
contribuyan a medir la eficiencia energética (mj/ha), la producción total de proteínas (kg./ha) y la
rentabilidad (%), entre otros. Los resultados reportados por Quintero (1999) indican los
beneficios que pueden derivarse de estos análisis y su contribución a la toma de decisión para la
adopción de un sistema policultural dado (tablas 4, 5 y 6).
Los policultivos como elemento del manejo de plagas
Resultados de investigaciones y observaciones de productores, evidencian la in-fluencia de
diferentes sistemas policulturales en la disminución de malezas y la regu-lación de plagas.
Las ventajas que brindan los policultivos en relación con el control de malezas han sido
señaladas en Cuba en asociaciones de varios cultivos principales, entre ellos figura la yuca
(Hernández, 1998 y Mojena, 1998). El primero combinó tres genotipos de yuca con tres de frijol
de diferentes hábitos de crecimiento y observó una reducción de malezas hasta de un 70% en
este sistema, cuando se combinaron clones de yuca con variedades de frijol de hábito de
crecimiento indeterminados (figura 1).
En cuanto a la regulación de plagas, Quintero (1995b) y Quintero et al. (1997) re-portan que
la asociación de boniato + maíz, disminuyó los daños por tetuán, que constituye la principal
causa de pérdidas en los rendimientos del boniato en Cuba y otros países productores. El
fenómeno se puede explicar por el hecho de que las raíces del maíz segregan sustancias
azucaradas, que propician una gran actividad de las hormigas alrededor de las raíces del
maíz en policultivo.
% reducción de
malezas
80
60
40
20
0
1
2
3
4
5
6
Figura 1. Reducción de malezas en policultivos frijol/yuca
7
8
9
Tratamientos
(diferentes clones)
La hormiga leona (Pheidole megacephala) es considerada un efectivo control biológico del
tetuán del boniato, por lo que Vandermeer (1995), al comentar este resultado, afirma que
este depredador es el agente de una facilitación del policultivo boniato + maíz, o que el
cultivo principal boniato, está facilitado por el cultivo asociado. La citada asociación está
generalizada en el municipio de San Antonio de los Baños, provincia de La Habana, a través
del Proyecto SANE (Sustainable Agriculture Networking and Extension) que propicia el
establecimiento de Faros Agroecológicos en diferentes localidades del país (Treto et al.,
1997) y se difunde actualmente en otras zonas productoras cubanas.
En el policultivo maíz + frijol común se ha observado disminución de los índices de daños
por Spodoptera en el cultivo del maíz. Debido al rápido cubrimiento del suelo que genera el
frijol, al insecto se le dificulta la realización del estado pupal que comúnmente realiza sobre
suelos descubiertos. Otra combinación de cultivos exitosa ha sido zanahoria (Daucus
carota)/col (Brassica oleracea): los efectos repelentes de la zanahoria provocan una
reducción sustancial de los daños causados por la polilla de la col (Plutela xilostella)
(Santos, comunicación personal, 1995). La asociación de col, sorgo (Sorghum bicolor) y
ajonjolí (Sesamum indicum) fue evaluada para el control de la palomilla en la provincia de
Villa Clara como parte de un sistema integral de manejo de plagas. El sorgo y el ajonjolí
fueron plantados como barreras vivas cada varios surcos de col. Algunas investigaciones en
este sentido han mos-trado una asociación de enemigos naturales y disminución sustancial
de la polilla de la col y de pulgones (Gómez Sousa, comunicación personal, 1999).
Afortunadamente el nivel de conocimiento de la Agroecología en el país se ha ido elevando
año tras año y hoy día se aplican muchos principios agroecológicos que contribuyen al
aumento de la biodiversidad al nivel de finca o predio de producción. Los policultivos
constituyen una útil herramienta dentro de las prácticas de manejos culturales que favorecen
las estrategias del Manejo Integrado de Cultivo, en especies tan sensibles como el tomate y la
papa (Solanum tuberosum). Tal es el caso de la es-trategia para el control del complejo
mosca blanca-geminivirus en el cultivo del tomate, mediante el empleo de barreras de maíz
en el exterior y en el interior de los semilleros y campos de producción.
Se han comprobado las bondades del maíz como cultivo barrera, sembrado densamente 35-40
días antes de la siembra del semillero o el trasplante del tomate, ya que atrae una rica fauna
auxiliar al predio, reportándose la presencia de Orius, Chrysopa y otros ene-migos naturales
(Pérez, 1997; Vázquez, et al., 1997 y Piñón, 1998).
Se han realizado investigaciones relacionadas con los beneficios que presentan los policultivos al
modificar el ambiente físico del agroecosistema. El maíz intercalado en franjas favoreció el
comportamiento del tomate cultivado en períodos de estrés ambiental (temprano y tardío),
mejorando su fructificación, rendimiento y sus componentes. El maíz establecido en hileras
dobles, 40-45 días antes del trasplante, cada cierto número de hileras de tomate - en dependencia
de la distancia de plantación - resultó un buen cultivo protector de esta Solanácea. Los
rendimientos se incrementaron en la variante asociada comparada con el tomate en monocultivo
(Pino, 1997).
La inclusión de leguminosas en las asociaciones demuestra los beneficios po-tenciales de
estos sistemas policulturales. Al asociar maíz-canavalia (Canavalia ensiformis) se favoreció
al cultivo principal asociado, la fertilidad del suelo y el control de malezas (Treto et al., 1997;
García, 1998, comunicación personal). Resul-tados similares se observaron en el policultivo
maíz-frijol de terciopelo (Mucuna pruriens) (Guzmán, comunicación personal, 1995).
Los resultados de observaciones realizadas en fincas de campesinos privados, han
demostrado que además de las leguminosas, se pueden producir bajo esta técnica
cucurbitáceas, aliáceas, solanáceas e incluso gramíneas como el maíz y el arroz (Oryza
sativa).El papel de los sistemas policulturales resultaría de gran interés para el
establecimiento de agroecosistemas de agricultura sostenible, como componente para
lograr una mayor estabilidad de los rendimientos y la seguridad alimentaria de los
productores.
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INTEGRACIÓN
GANADERÍA–AGRICULTURA
Marta Monzote1, E. Muñoz2 y F. Funes-Monzote1
1-Instituto de Investigaciones de Pastos y Forrajes (IIPF)
2-Instituto de Ciencia Animal (ICA)
A
l igual que otros sectores de la agricultura cubana, la ganadería vacuna transitó por el
proceso de especialización como parte del modelo de producción que se adoptó en Cuba. Si
bien es cierto que durante su aplicación se logró incrementar los niveles productivos,
también esto fue posible a partir de la importación de fuentes de insumos provenientes del
exterior. El Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) facilitó la importación de estos
recursos a través de un mercado equitativo que benefició la economía agraria cubana.
No obstante, muchos de los pequeños y medianos campesinos conservaron y potenciaron
sistemas mixtos de uso de la tierra, basados en la utilización de los recursos locales, los
cuales han perdurado incluso en los momentos de mayor respaldo económico y auge de la
agricultura especializada.
La separación de los sectores agrícola y ganadero condujo a una baja utilización de los
subproductos energéticos y nutritivos generados por ambos sectores, no se llevó a cabo con
una óptica de complementación. Las producciones ganaderas se desarrollaron con vistas a
garantizar, entre otros alimentos, un consumo de leche como dieta básica para todos los
niños, los ancianos y personas enfermas, así como los excedentes para el resto de la
población.
El Período Especial impulsó la búsqueda de alternativas que promovieran el de-sarrollo de
un nuevo concepto ganadero a partir de la utilización de recursos natu-rales. Esta línea tiene
sus antecedentes en resultados logrados por diferentes centros de investigación desde
décadas anteriores relacionados con la sustitución de insu-mos químicos por biológicos y
fuentes de alimentos importados por locales; situa-ción que facilita el entendimiento de una
visión integrada de producción agrícola/ ganadera.
Reseña de la ganadería industrializada
La ganadería cubana, que antes del triunfo de la revolución en 1959 se desarrolló de forma
extensiva, con poca infraestructura y dirigida fundamentalmente hacia la producción de
carne, pasó en gran medida a una forma intensiva, con grandes cantidades de insumos e
infraestructura, con predominio de la ganadería lechera.
El programa genético se basó en la transformación de la masa Cebú mediante el empleo de
sangre Holstein canadiense. El ganado producto de estos cruzamientos presentó niveles
productivos aceptables para condiciones tropicales, una buena adaptación al clima de Cuba
y menor exigencia que el Holstein por la calidad de los alimentos. Estos animales pueden ser
sometidos a sistemas de explotación de bajos insumos, donde expresan su potencial
productivo y son utilizados también como animales de doble propósito para la ceba. En este
programa se emplearon las téc-nicas de inseminación artificial, llegando a contar con ocho
centros provinciales de-dicados a esta actividad, más de 900 sementales y alrededor de 2
500 inseminadores en todo el país (Anon, 1987).
Desde la década de los 60 se definió por el Estado que la base alimentaria de la ganadería
debía ser a partir de la producción y utilización de los pastos. Por ello se llevó a cabo un
amplio programa de siembra de especies y variedades de pastos mejorados, generalmente
introducidos (tabla 1), que llegó a abarcar un área de cerca de un millón de hectáreas. La
vida útil de estos pastos cultivados no rebasó los cinco años debido, principalmente, a un
manejo deficiente.
No obstante haberse comprobado experimentalmente la posibilidad de obtener de ocho a
doce litros de leche por vaca a base de pastos (Pérez-Infante, 1977; Jeréz, 1986; García
Trujillo, 1993 y Funes y Monzote, 1993), el sector ganadero empleaba grandes volúmenes
anuales de concentrados (600 000 t), mieles, sales minerales (25 000 t), harina de pescado
(36 000 t), urea y otros suplementos.
En la década del 80 existían alrededor de 3 100 vaquerías modernas de nueva cons-trucción
dotadas de las tecnologías de ordeño y manejo animal más avanzadas, así como vías de
acceso, electrificación, redes hidráulicas y 17 300 tractores, infraes-tructura que permitió la
intensificación de la producción pecuaria hasta zonas apartadas. Con la tecnología moderna
se facilitó el trabajo en el campo y se alcanzó un máximo de producción de más de 900
millones de litros de leche anualmente. La ganadería, aun cuando no logró una eficiencia
productiva satisfactoria del sistema, llegó a representar el 14% del producto social global
(Anon, 1987).
El rendimiento promedio nacional en esa época no rebasó 6.3 litros leche/vaca en ordeño,
cifra por debajo del potencial genético de los animales. Sin embargo, se contaba con rebaños
aislados que producían más de 20 litros leche/día/vaca y la recordista mundial, Ubre Blanca,
que llegó a producir 110.9 litros de leche en un día y 27 000 litros en toda una lactancia.
Por otra parte, la producción de leche y carne se obtenía a expensas de un alto consumo de
energía, como lo demuestran los cálculos estimados (grosso modo) por Funes-Monzote
(1998) a partir del análisis de la eficiencia energética en el período de mayor producción,
donde fue necesario emplear 5.7 calorías para producir una (tabla 2).
La eficiencia energética, en el caso de Cuba, está muy vinculada a la económica debido, en
primer lugar, a la poca disponibilidad de combustible fósil en el país, así como a tecnologías
y capital para poder desarrollar una ganadería de altos insumos.
Al respecto se planteó en la resolución económica del V Congreso del Partido Comunista de
Cuba del año 1998 (Anon, 1998), lo siguiente: “como parte de la eficiencia económica
deberá enfatizarse en la disciplina laboral y tecnológica y en la eficiencia energética y
productiva, entre otras. Será necesario no sólo alcanzar estos propósitos, sino medirlos con
índices que reflejen cuánto se pudo hacer y com-pararlo con lo logrado”.
Durante el período de aplicación del modelo agrícola uno de los rasgos más distin-tivos fue
la alta dependencia de importaciones, que no lograron suplir comple-tamente las
necesidades de alimentación humana y animal, según el programa social del Estado. Tal
situación hizo insostenible la producción bovina en estas condiciones.
Hacia la autosuficiencia alimentaria
Décadas de los años 70 y 80
A finales de la década de los 70, se debatió en el país cómo hacer más eficiente la
producción de leche y carne. En ese momento los centros de investigación reorien-tan sus
líneas de trabajo hacia el estudio de las leguminosas en asociaciones y bancos de proteínas,
producción y uso de bioplaguicidas, biofertilizantes, adaptación y evaluación de variedades
de pastos a bajos insumos, cultivo mínimo para el esta-blecimiento de gramíneas y
leguminosas, el uso de excretas vacunas como fertili-zantes para la siembra, el silvopastoreo,
el uso de bloques multinutricionales, entre otras (Monzote y Funes-Monzote, 1997).
Ya en la década de los años 80 comienzan a surgir los primeros resultados (tabla 3). Se
documentaron y pusieron en práctica nuevos alimentos a partir de subproductos de cosecha
y productos no convencionales para sustituir insumos en la agricultura y la ganadería (tabla
4). La caña de azúcar (Saccharum officinarum) aportó el mayor volumen, la cual llegó a
producir más de cuatro millones de toneladas por año de once tipos diferentes de alimentos.
De ellos, la ganadería vacuna consumía más de dos millones de toneladas.
No obstante los resultados obtenidos a niveles de investigación y semicomercial, la
estructura, organización y otros factores del modelo convencional, así como la influencia de
un comercio ventajoso con los países socialistas de Europa del este, de donde procedían en
gran medida los insumos, no permitieron la generalización de los avances alcanzados en
cuanto a autosuficiencia alimentaria de los sistemas ganaderos y en muchos casos los
resultados de investigación se quedaron al nivel experimental y semicomercial.
Década de los años 90
Con la desaparición del campo socialista de Europa del Este, la producción ganadera se afectó
grandemente. Por ejemplo; en la provincia La Habana, donde era más especiali-zada la
producción de leche comparado con el resto del país, bajó de 320 a 60 MM de litros de
leche/año. Esto provocó un déficit profundo de la oferta en el mercado interno. Los recursos para
la alimentación vacuna tanto de importación como nacionales dismi-nuyeron drásticamente. En
el caso de la ganadería, la reducción de las importaciones (tabla 5), demostró la vulnerabilidad
del modelo ganadero de altos insumos, que hasta ese momento lograba niveles productivos
aceptables.
Ante la situación creada, la ganadería, dentro de las transformaciones de la dirección
tecnológica y socioeconómica de la agricultura, promovió la implantación de algu-nas
medidas (Perón y Márquez, 1992) que ayudaron a atenuar la difícil situación de sus
producciones:
*1Prioridad en la utilización de los pastos
*2Crianza del autoreemplazo en las propias fincas
*3Autoabastecimiento alimentario
*4Utilización de sistemas de amamantamiento en la cría de terneros
*5Adecuación de la política genética del ganado
*6Construcción de viviendas en las unidades de producción
*7Producción de alimentos para el autoabastecimiento de la familia
*8Descentralización de las grandes empresas
Con relación al sistema de amamantamiento, Ugarte (1972) demostró que tanto las vacas
Holstein como las F1 (Holstein x Cebú) producían más leche total y comercia-lizable con
amamantamiento que con cría artificial y sus terneros ganaban más peso. Por otra parte, el
análisis del comportamiento de las microvaquerías y vaquerías típicas en 1994 en la
provincia de La Habana, que contaba con un alto porcentaje de vacas Holstein (Martín,
1996), demostraron la conveniencia de reducir la escala de la unidad de producción en las
nuevas condiciones (tabla 6).
El surgimiento de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) trajo consigo
un cambio en la tenencia de la tierra y de la masa, hasta este momento estatal y redujo el
tamaño de los sistemas ganaderos. En 1997 el número de UBPC dedicadas a la ganadería era
de 730, con 26.5% de la masa y un aporte de 45% de la producción total de la leche
acopiada (tabla 7).
El decreto Ley 142 sobre las UBPC (MINAG, 1997), además de reducir el tamaño de las
unidades productivas, incentiva la diversificación de la producción, tanto en sus artículos,
como en resoluciones y capítulos. Así, en su artículo 1, acerca de los principios, se plantea:
b) el autoabastecimiento del colectivo obrero y sus familiares
ch) administrar sus recursos, haciéndose autosuficiente en el orden productivo
Por otra parte, en el artículo 60 de la cuarta sección de la resolución No. 354/93 acerca del
reglamento general de las UBPC, se plantea que cada una de ellas “traba-jará por diversificar
sus producciones sin afectar su línea fundamental de produc-ción”. Asimismo, el capítulo 5
referido a la actividad de reforestación, define que “la Empresa y la UBPC elaborarán y
acordarán el programa para la creación en sus áreas de las plantaciones forestales y frutales
para sus necesidades y para el auto-abastecimiento de la UBPC y la comunidad”. Dentro de
la política de recuperación ganadera, se trata de fomentar una base alimentaria propia, con la
utilización de la caña de azúcar y uso de leguminosas (fundamentalmente leucaena), king
grass y otros forrajes como fuente de alimento para el ganado.
No obstante los cambios producidos y la toma de conciencia de la necesidad de diversificar
la producción agropecuaria, aún no se logra una verdadera integración ganadería agricultura, al no explotarse las potencialidades de las excretas como abono y los altos
volúmenes de biomasa para la alimentación del ganado resultante de los residuos de
cosecha, con excepción de los obtenidos de las producciones en monocultivos de caña de
azúcar, cítricos y arroz a gran escala, que son transpor-tados, en muchas ocasiones, a largas
distancias.
Es bien conocido que los subproductos de la industria azucarera, han sido utilizados
ampliamente para la alimentación animal en Cuba desde la década de los 60 (Pérez-Infante y
García-Vila, 1975), entre ellos las mieles finales, el bagacillo, cachaza y en la década de los
80 la saccharina (producto obtenido a través de la fermentación de la caña molida con urea)
(García et al., 1994) y el traslado de los animales hacia los centros de acopio para consumir
los residuos de caña fresca. En el caso de los cítricos, se espera que en los próximos años
sean utilizadas más de 121 mil t de residuos de cítricos húmedos o secos, que beneficiarán al
ganado de las provincias de Ciudad de La Habana, La Habana, Matanzas, Ciego de Ávila y
el municipio especial Isla de la Juventud, donde se concentran principalmente las
producciones citrícolas (MINAG, 1998). También desde hace años se rotan bovinos de ceba
en los resi-duos de las plantaciones de arroz de las provincias de Pinar del Río, Sancti
Spíritus y Granma, con resultados aceptables.
Las medidas iniciadas en el año 1993, impidieron que siguiera disminuyendo la producción
de leche (figura 1). Así, durante el año 1997, los indicadores mostraron resultados
alentadores. La producción de leche acopiada aumentó en 19 millones 500 mil litros en
comparación a igual período en 1996 (tabla 8) y se continúa dete-niendo el decrecimiento
de la masa, fundamentalmente por el incremento en el sector privado (tabla 8) (Rodríguez,
1998), debido en gran medida a la entrega de tierras y animales a este sector, donde
coinciden además, las fincas más pequeñas y diversificadas.
MM litros
700
600
500
400
300
200
100
0
91
92
93
94
95
96
97
98
99
Años
Figura 1. Producción nacional de leche 1991-1999
Fuente: Boletines estadísticos MINAG
Por otra parte, si tenemos en cuenta las áreas de autoconsumo de las empresas, par-celeros y
Ejército Juvenil del Trabajo (EJT), las producciones reales son mayores que las señaladas.
Sin embargo, las producciones por animal y por área aún son muy bajas, esto no coincide
con los resultados científico–técnicos obtenidos para la pro-ducción de leche con bajos
insumos, lo que demuestra que puede continuar incre-mentándose aún bajo las condiciones
actuales.
Integración ganadería–agricultura y agroecología: Una vía para la sostenibilidad de la
ganadería cubana
La integración de la agricultura a la ganadería y viceversa, es un proceso lento debi-do al
grado de especialización que alcanzó Cuba en ambas ramas y aunque se ha iniciado este
camino, se realiza principalmente con fines de autoconsumo y muchas veces siguen los
esquemas de la agricultura intensiva (García Trujillo y Monzote, 1995). Las técnicas y
métodos de agricultura orgánica permiten obtener alimentos de forma sostenible a partir de
un sistema integrado de producción animal y vegetal (Muñoz et al., 1993). Dicha integración
a gran escala implica altos gastos de recur-sos, principalmente de combustible, que afectan
la eficiencia económica y energética de la producción agropecuaria en Cuba y en general en
países en vías de desarrollo con escasas fuentes energéticas. Es por ello y por otras razones,
que la comunidad científica internacional se interesa en estudiar las posibles potencialidades
de los sistemas agrícolas basados en las interrelaciones animales/cultivos al nivel de finca.
Numerosos estudios realizados sobre este tema concuerdan en que a través del reci-claje de
nutrientes, la conservación o restauración de los recursos naturales del agro-ecosistema y el
establecimiento de un orden sistémico en general, se logra incre-mentar los niveles de
producción, eficiencia y estabilidad. No obstante, muchas veces son insuficientes los
argumentos de análisis y los métodos utilizados que en ocasiones no ilustran el resultado de
ese comportamiento (Funes-Monzote, 1998).
A partir de los cambios realizados en la ganadería cubana, instituciones afines con este
sector como el Instituto de Investigaciones de Pastos y Forrajes (IIPF), el Insti-tuto de
Ciencia Animal (ICA), la Estación Experimental de Pastos y Forrajes (EEPF) “Indio
Hatuey”, las Universidades Agrarias y otras instituciones, han pre-sentado proyectos
experimentales relacionadas con el estudio de los sistemas inte-grados de producción, que
han sido aprobados y financiados por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio
Ambiente (CITMA) y el Ministerio de la Agricultura.
La Estación Experimental de Pastos y Forrajes “Indio Hatuey” de Matanzas ha lle-vado a
cabo un trabajo de varios años en plantaciones de naranja (Simón y Espe-rance, 1997),
donde pastaba ganado equino, con los siguientes resultados: los caballos no dañaron la
plantación y favorecieron la producción de naranjas y no fue necesario chapear las calles,
lográndose un beneficio de $219.00 pesos/ha/año por ahorro de salarios, combustible y
herbicidas. La presión de pastoreo equino redujo las poblaciones de guinea y faragua
(Hyparrhenia rufa), en dependencia de la carga, lo cual favoreció el crecimiento de otras
gramíneas y leguminosas rastreras, menos agresivas para los árboles. Además, los animales
reciclaron 2 t/ha/año de materia orgánica y aportaron 40, 42, 12 y 51 kg/ha de N, P, K y Ca
respectivamente. Desde el punto de vista económico, la producción integrada de naranja y
caballos produjo una ganancia de $388.00 pesos/ha/año en comparación con el monocultivo
sin animales. Esta Estación Experimental ha realizado un amplio trabajo de implantación del
silvo-pastoreo con la leucaena en empresas ganaderas de La Habana y Matanzas.
El Instituto de Investigaciones de Pastos y Forrajes investiga desde 1994 sobre sis-temas
integrados ganadería-agricultura con bases agroecológicas. Posteriormente, en 1996, se
extendió a siete provincias como parte del proyecto “Desarrollo de Diseños para la
Integración Ganadería – Agricultura a pequeña y mediana escalas”, dentro del Programa
Nacional “Producción de alimentos por vías biotecnológicas y sostenibles” del Ministerio de
Ciencia Tecnología y Medio Ambiente (CITMA). El proyecto ha concluido, pero se
continúa investigando a través de una red de agro-ecología creada en las estaciones de
pastos del instituto que agrupa campesinos y productores en general que aplican los
principios de la integración ganadería– agricultura en sus fincas (Monzote et al., 1999).
Dada la complejidad de la evaluación de los sistemas integrados, muchas veces no se logra
expresar claramente en qué se basan los resultados espectaculares que se obtienen
frecuentemente. En términos generales se conoce que la diversidad de cultivos y el reciclaje
de nutrientes a partir de la integración de animales y cultivos genera sinergias que potencian
las capacidades productivas de los sistemas. Entre estas ventajas están además una
reducción de la vulnerabilidad a las plagas, enfer-medades y hierbas parásitas; una menor
dependencia en insumos externos; menores requerimientos de capital y una mayor eficacia
en el uso de la tierra (Rosset, 1998).
Aunque actualmente se estudia en todo el mundo como analizar con mayor efec-tividad los
sistemas agroecológicos, existen metodologías que permiten interpretar científicamente los
resultados obtenidos. Comúnmente se han empleado indicadores para evaluar la actividad
productiva, sin embargo, muchas veces éstos no reflejan aspectos vinculados con la
sostenibilidad de los sistemas.
En el caso de los sistemas agroecológicos es necesario tener en cuenta además de los
indicadores productivos, otros que reflejen aspectos relacionados con la eficiencia de la
producción, la preservación del suelo como base productiva, la biodiversidad funcional, los
aspectos socioeconómicos, etc. Estos deben ser apropiados y, por tanto, elaborados para
cada situación específica.
La definición de indicadores para la ganadería en las condiciones de Cuba, teniendo en
cuenta los niveles de deforestación existente, la escasa utilización del estiércol como un
recurso para la fertilización de los suelos, la escasez de combustibles, la falta de fuerza
laboral en el campo, entre otras, es una manera de evaluar estos siste-mas ganaderos desde
este punto de vista (Funes-Monzote y Monzote, 2000).
Eficiencia energética y productiva
El análisis de la eficiencia energética constituye un indicador de la productividad de los
sistemas agrícolas y está expresada en la cantidad de calorías producidas por cada caloría
invertida en la producción. Este término y su alcance para evaluar la efectividad de los
sistemas ha sido muy polémico, sin embargo, es un indicador de sostenibilidad que permite
establecer comparaciones, fijar niveles y comportamiento de la eficiencia en función de las
dos variables fundamentales, los gastos en insumos y las producciones (Funes-Monzote, et.
al., 2000).
Desde el inicio de la implantación de los sistemas integrados ganadería – agricul-tura, se
puede lograr producir, con menos área dedicada al ganado, igual o mayor cantidad de leche
además de altos volúmenes de productos agrícolas para la ali-mentación humana, que hacen
rentable el sistema ganadero y crean una fuente im-portante de excedentes en recursos
comercializables dada la escasez y altos precios de estos productos en el mercado.
El rango de producción de leche obtenido de 1-3 t/ha, calculado sobre la base de la
superficie total de la finca (sin contar la consumida por los terneros hasta los cuatro meses),
implica que se producen hasta 6 t/ha sobre el área de pastoreo, niveles muy altos para
condiciones tropicales y con la utilización de bajos insumos (tabla 9) (Funes-Monzote et al.,
2000).
Las tendencias del mayor número de fincas evaluadas, descifran un incremento sostenido de
eficiencia energética y productiva. Un ejemplo de esto se muestra en la tabla 10, donde no
sólo se tiene en cuenta la evaluación del sistema sobre la base de su productividad por área,
sino el aporte en proteína y energía como componentes básicos de la dieta humana, además
de calcular la cantidad de personas que puede sostener dicha producción (Sosa y FunesMonzote, 1998).
Biodiversidad
El desarrollo del proceso de biodiversificación a partir de sistemas especializados en
producción de leche permite desde el primer año un incremento notable. La inser-ción de la
agricultura dentro de estos sistemas de producción bovina repercute de manera directa en la
elevación de los niveles de biodiversidad, lo que está expresado fundamentalmente por el
número de especies de plantas cultivadas, hortalizas, frutales, medicinales y otras que están
dentro del esquema agrícola de explotación, incluidas como nuevos componentes de la
biodiversidad funcional de la finca. El incremento de la cantidad de productos alimenticios
también es un indicador de los niveles de biodiversidad logrados, que oscila comúnmente
entre 18 y 27 productos para la alimentación humana.
El número de organismos biorreguladores en las fincas integradas indica el efecto de la
biodiversidad de plantas cultivadas sobre el control ecológico de plagas y enfer-medades y
las capacidades naturales de funcionamiento y estabilidad del sistema (Pérez, 1998).
En otro orden de biodiversidad, los valores de actividad biológica en la microflora edáfica,
denotan una intensa descomposición del material vegetal, como resultado de la presencia de
la fauna benéfica, especialmente de lombrices, cochinillas y diplópo-dos. La actividad
biológica y biodiversidad del compost a partir de la obtención de la respiración neta del
material compostado, es casi tres veces mayor que la del suelo (0-10 cm) y cuatro veces
mayor que la del suelo 10-20 cm bajo el mismo (Rodríguez et al., 1998).
La reforestación empleada forma parte de las alternativas de biodiversificación de las fincas
integradas a partir de la ganadería. Para llevar a cabo el proceso de refo-restación se definen
dos estrategias fundamentales: una es reforestar dentro de las áreas destinadas a la actividad
agrícola y otra dentro de las áreas ganaderas (Mon-zote y Funes Monzote, 1997).
La reforestación en presencia de animales mayores se dificulta fundamentalmente por el
efecto destructivo que realizan los mismos sobre los árboles plantados. De esta forma, las
plantaciones de postes vivos presentan bajas persistencia. Es posible obtener buen
establecimiento y persistencia usando especies tanto forestales como frutales no palatables
para los animales o usando medios de protección, unido a un buen manejo del pasto
Uso de abonos orgánicos
El aprovechamiento y transformación de las excretas en abonos orgánicos y su uso como
fertilizante para los cultivos y áreas forrajeras tiene el objetivo de evitar que se conviertan en
contaminantes del ambiente y este es otro indicador de sostenibilidad de suma importancia
que está relacionado con el reciclaje de nutrientes (Funes-Monzote y Hernández, 1996). En
este sentido la biodiversidad de plantas cultivadas, fundamentalmente en el área agrícola,
permite contar con diferentes materias primas para la fabricación del compost, entre ellas
subproductos de cosecha (maíz, frijol, yuca, plátano y boniato), pasto seco, leucaena fresca,
entre otros. Por otra parte, la disponibilidad de estiércol vacuno y los residuos de la
alimentación de los animales (caña de azúcar y leucaena molida, etc.), constituyen fuentes
de materiales orgánicos con posibilidades de ser compostados.
En Cuba los sistemas ganaderos se desarrollan generalmente bajo condiciones de secano,
razón por la cual se emplea la caña de azúcar como forraje en la mayoría de las unidades
productivas durante la época seca. Igualmente la yuca es de los cultivos más empleados en
dichas condiciones. La caña rechazada por los animales, así como los subproductos de la
cosecha de la yuca, son factibles de emplear en la fabricación de compost con resultados
positivos (tabla 11).
En los sistemas de producción orgánicos con bases agroecológicas la importación de
insumos externos de manera frecuente no es considerada ecológicamente aceptable. Existen
otras prácticas para la fertilización de los suelos además del compost y el humus de lombriz
como alternativa al uso de fertilizantes químicos solubles.
Estas prácticas son el abono verde, mulch, barbecho, entre otras que pueden ser em-pleadas
como recursos de la propia finca (tabla 12). La aplicación de los diferentes abonos depende
del diseño de la finca. Una mayor proporción de agricultura permite contar con más cantidad
de biomasa para incorporar al suelo y por ende una mejora de sus cualidades productivas.
La utilización de compost y otras fuentes de fertilización orgánica en sistemas
especializados de monocultivo y a gran escala presenta una serie de desventajas para
nuestras condiciones actuales, como son: disponibilidad de materias primas, elevado costo
de aplicación, tiempo y equipamiento a emplear. Sin embargo, en sistemas integrados a
pequeña escala, el desarrollo de estas técnicas se convierte en una necesidad funcional del
sistema, asegurando el reciclaje de nutrientes.
A través de la elaboración y uso de los abonos orgánicos se aprovechan los desper-dicios de
la alimentación humana, los subproductos de cosecha, residuos de la ali-mentación animal y
el excedente del pasto, transformándolos en abonos ricos en nutrientes que sirven para la
fertilización de los cultivos, al imitar el proceso natural de descomposición y regeneración
de los nutrientes a través de los microorganismos y la biota edáfica. Por tanto, es necesaria
su fabricación y utilización a cualquier escala.
Intensidad de la fuerza de trabajo
La alta intensidad de fuerza de trabajo es uno de los aspectos más discutidos para la
producción orgánica. Sin embargo, en fincas de una hectárea hasta una proporción de 50%
de cultivos, la intensidad promedio puede ser de 4 horas/día. La intensidad puede ir
disminuyendo paulatinamente en las diferentes escalas en relación con el nivel de
estabilidad y establecimiento de la finca. Este es un indicador que se debe analizar con
detenimiento, por cuanto está relacionado con las condiciones socioeco-nómicas de cada
lugar, la intensificación de la producción, la escala y el nivel de mecanización del proceso.
Interpretación de la sostenibilidad de los sistemas integrados
La interpretación conjunta de los indicadores nos permite evaluar la sostenibilidad de los
sistemas agroecológicos. El análisis de los gráficos de radar o “papalote”, que contienen la
información resumida de las fincas, proporciona elementos para la evaluación y la
representación de las tendencias y la sostenibilidad (figura 2).
La investigación de los sistemas integrados de producción agrícola abre un ancho espectro
de posibilidades en el intento por demostrar su viabilidad y sustentabilidad. Para ello es
importante tener en cuenta el monitoreo de la finca a través del tiempo con lo cual se
identifica el equilibrio de los mecanismos y procesos que ocurren en el sistema.
El análisis de componentes principales es uno de los métodos matemáticos estadís-ticos
utilizado con éxito para la evaluación, análisis y fundamentación científica de los resultados.
Este método ha permitido agrupar las variables estudiadas en nuevas variables que explican
el mayor porcentaje de la variabilidad existente, encontrándose correlaciones significativas
entre algunos de los indicadores. Además, se ha empleado el análisis de cluster para agrupar
fincas y años semejantes, que nos puede indicar la sostenibilidad de las mismas.
Los resultados de la diversificación en vaquerías comerciales, sin llegar la concep-ción de la
integración, demostraron que el incremento de la producción de leche y el valor de la
producción agrícola agregada, permite disminuir las pérdidas y hacer rentables las unidades
con costos entre 0.45 y 0.70 por peso producido (Fernández, 1999).
1
1
100
100
80
8
8
2
80
60
60
40
40
20
20
7
0
3
6
7
4
0
4
5
5
Habana 50:50
1
1
1 00
100
80
2
8
60
80
2
60
40
40
20
20
7
3
6
Habana 75:25
8
2
0
3
6
4
7
0
3
6
4
5
5
Sancti Spíritus 58:42
Las Tunas 76:24
----- Primer año _ _ _ _ Segundo año_____ Tercer año
Figura 2. Indicadores de sostenibilidad evaluados en fincas integradas de diferentes proporciones
(%) ganadería : agricultura (Funes-Monzote y Monzote, 2000)
Nota: 1-Reforestación, 2-Especies totales, 3-Número de productos alimenticios, 4-Intensidad d la
fuerza de trabajo, 5- Producción d abonos orgánicos por hectárea, 6-Rendimiento por hectárea, 7Eficiencia energética, 8-Producción de leche por hectárea
Otros sistemas de producción bovina sostenible que funcionan sobre la base de la
autosuficiencia alimentaria del ganado bajo diferentes condiciones de suelo y clima
demuestran la capacidad de producción de biomasa para sostener producciones aceptables
de leche con bajos insumos externos. Las producciones por hectárea ob-tenidas llegan a 1
500 litros de leche/ha con una buena reproducción y salud de los animales. En este mismo
sistema comprando algunos alimentos como harinas pro-teicas, mieles de caña de azúcar y
concentrados (hasta 0.5 t/animal/año) se pudo llegar a producir 2200 litros de leche/ha. En el
primer sistema el costo del litro de leche fue alrededor de $ 0.86 y en el segundo es de $
1.10-1.20, donde los gastos son principalmente de alimentación (Álvarez, et al., 2000).
Conclusiones
No obstante haberse logrado incrementar la producción bovina con el modelo espe-cializado
de desarrollo, dirigido fundamentalmente a la producción de leche, a fina-les de la década de
los años 80 se comenzó a detectar la fragilidad del sistema implantado, cuestión que se hizo
más notable con la drástica disminución de los insumos en los 90. Esta situación pudo ser
más crítica si el Ministerio de la Agricultura no hubiera tomado medidas para comenzar la
transformación hacia una ganadería de menor escala, diversificada y autosuficiente apoyado,
en parte, en los trabajos de investigación desarrollados con anterioridad.
Para continuar los cambios hacia una etapa superior de la diversificación e inte-gración
ganadería–agricultura, se desarrollan en la actualidad investigaciones en ese sentido. Hasta
el momento, los resultados experimentales demuestran las poten-cialidades y viabilidad de la
conversión a sistemas integrados animales/cultivos y cómo esta concepción puede alcanzar
implicaciones que van más allá del proceso tecnológico–productivo, sino que influyen
directa o indirectamente en los patrones económicos, sociales y culturales de la familia
campesina, al reforzar su capacidad de sustento. En este sentido, es importante documentar
el caudal de conocimientos y experiencias prácticas que han logrado los campesinos en la
conducción de estos sistemas durante muchos años.
Desde el punto de vista socio económico, el aumento de la fuerza de trabajo debe ser un
componente importante de los sistemas agrícolas futuros por la necesidad de poblar los
campos y rescatar el “apego” a la tierra y así revertir el éxodo del campo a las ciudades. Esto
se logra a partir de un reordenamiento de las estructuras produc-tivas y la inversión de
valores respecto al trabajo de campo, dándole más valor social y económico a esta actividad.
La búsqueda de alternativas a los sistemas especializados de producción bovina es una labor
prioritaria por la necesidad de lograr su sustentabilidad y que, por lo tanto, está en manos de
agricultores y ganaderos ecológicos demostrar que en esta área, al igual que en otras
muchas de la producción agrícola, son ellos los que están traba-jando seriamente para
encontrar sistemas mejores y resolver algunos de los pro-blemas claves con que se enfrenta
la industria ganadera (Boehncke, 1995).
La agroecología es una disciplina que proporciona los principios ecológicos básicos para
estudiar, diseñar y administrar agroecosistemas alternativos que tienen que ver no sólo con
los aspectos ecológicos- ambientales de la crisis de la agricultura moder-na, sino también
con los aspectos económicos, sociales y culturales (Altieri, 1995). En este sentido, la
estrategia agroecológica para lograr una productividad agrícola sustentable es socavar la
estructura del monocultivo, así como la dependencia de insumos externos al diseñar
agroecosistemas integrales (Rosset, l998).
Sin dudas, en Cuba se están dando pasos para la diversificación e integración de la
producción agrícola y pecuaria y, se apoyan las investigaciones científicas en este tema, todo
lo cual es la base para la conversión a sistemas orgánicos agroecológicos de producción.
Esto, lógicamente, ayudará a la economía del país.
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Representación gráfica de los
instrumentos para materializar la Estrategia Ambiental Nacional*
EDUCACIÓN Y CAPACITACIÓN AGROECOLÓGICAS
Luis García
Centro de Estudios de Agricultura Sostenible (CEAS), Universidad Agraria de La Habana (UNAH)
La Educación es de importancia crítica para
promover el Desarrollo Sostenible y aumentar
la capacidad de las poblaciones para abordar
cuestiones ambientales y de desarrollo…
Fragmento de la Agenda 21
as necesidades de educar en las concepciones agroecológicas y capacitar en estas
técnicas a los recursos humanos en Cuba, para lograr un desarrollo agrícola
sostenible, no difieren sustancialmente de las del resto del mundo, aunque
pudieran considerarse, en general, más apremiantes dada la baja disponibilidad
actual de insumos externos para la agricultura cubana Estas necesi-dades se
sustentan en que cada vez son mas las pruebas y argumentos que enmarcan al Modelo de
Agricultura Industrial en una profunda crisis, tanto en el ámbito lati-noamericano, como
mundial. (Vandermeer et al., 1993; FAO, 1993a; FAO-ORLAC, 1993; Rosset, 1997).
L
El modelo de agricultura a partir de la cual las universidades formaron a los profe-sionales
agropecuarios y que los servicios de extensión promovieron entre los agricultores en las
anteriores décadas hasta la actualidad, basado en las concepcio-nes de la Revolución Verde,
aunque logró que en los últimos 30 años se incre-mentara la disponibilidad mundial de
alimentos per cápita en un 18 % también acrecentó la pobreza rural, al desarrollar
tecnologías para las grandes empresas agrícolas, en detrimento del pequeño agricultor;
promoviendo una distribución de-sigual de dicha mejora alimentaria hacia los países
desarrollados y sectores de altos recursos económicos en el mundo.
Además de las pruebas innegables de la fuerte degradación del medio ambiente y de los
recursos naturales de la propia agricultura que provocó el modelo industrial, su impacto
socioeconómico es quizás, la causa más inmediata de su insostenibilidad, por sus altos
costos de producción, que en 1992 demandaron subsidios, tan solo en países desarrollados
de la astronómica cifra de $ 356 000 millones de USD (FAO-ORLAC, 1996). Se evidencia
por ello la necesidad del cambio hacia un nuevo modelo que sea sostenible, económica y
ecológicamente y que permita satisfacer las necesidades de la población mundial, actual y
futura, de forma socialmente justa y viable (Altieri, 1996).
La urgencia de este cambio en Cuba sustenta la alta demanda de la educación y capacitación
agroecológica que se ha constatado en nuestro caso.
Entre los elementos esenciales del modelo cubano de tránsito hacia una Agricultura
Sostenible (García et al, 1997), se encuentra el manejo integrado de plagas, la ferti-lización
orgánica, los fertilizantes microbianos, la conservación y recuperación de los suelos, el
empleo de la tracción animal y de fuentes alternativas de energía, asociaciones y rotación de
cultivos, integración cultivos-producción animal, medi-cina veterinaria alternativa,
agricultura urbana, ajuste a las condiciones locales y menor escala productiva, amplio uso
cooperativo de la tierra, adecuación de la investigación agraria y el desarrollo de la
educación y capacitación agroecológica, elemento este último que ha tenido un papel
decisivo en la adopción de los restantes. La implementación gradual de este modelo
dinámico, ajustándolo a las caracte-rísticas de cada región ha permitido, hasta el momento,
disminuir algunos impactos ambientales negativos y discretos pero sostenidos incrementos
en la producción de alimentos, en los últimos años.
Dada la importancia trascendental de la educación tanto para el desarrollo sostenible de la
sociedad como de la Agricultura, en el presente trabajo analizaremos las prin-cipales
experiencias cubanas en la educación y capacitación agroecológica de los recursos
humanos para una Agricultura Sostenible.
Necesidad de la formación y superación agroecológicas de los recursos humanos para el
cambio hacia la Agricultura Sostenible en Cuba
En el caso de Cuba, la profesora norteamericano-canadiense Patricia Lane (1997) ha
sustentado las potencialidades del Modelo Cubano de Desarrollo para convertirla en una de
las primeras sociedades sostenibles del siglo XXI. En dicho análisis se demuestra que el
desarrollo científico y educacional constituye uno de los pilares básicos de la sostenibilidad
del llamado Modelo Cubano de Desarrollo, basado en las raíces históricas de su
nacionalidad y particularmente en el legado ideológico y pedagógico de José Martí.
Las propias dificultades de la situación del país, generadas a partir del bloqueo económico
impuesto, propiciaron al mismo tiempo una oportunidad única para desarrollar un proceso
de construcción colectiva y creativa de alternativas de cono-cimiento científico y soluciones
prácticas a los problemas ambientales que hoy preocupan a la humanidad en su conjunto
(CIDEA, 1997).
Según Fidel Castro (1997) sin la labor desarrollada a partir de 1959 en la Educación de la
población cubana, hubiera sido imposible sobrevivir al período especial y continuar nuestro
desarrollo. En esta etapa, la disminución de las importaciones a un 30%, y la reducción de la
ingesta de nutrientes, por ejemplo, en 1993, a un 60% de las necesidades como promedio y
en algunos de ellos, como las grasas, sólo a un 35%, denota la magnitud de la situación que
fue necesario encarar (República de Cuba, 1994).
Esta situación está siendo enfrentada de una forma muy singular en correspondencia con el
alto nivel de organización y educación alcanzado por la sociedad cubana. Durante más de
tres décadas, el país ha creado un conjunto de potencialidades que le han permitido en estas
circunstancias reorientar su estrategia económica y enfrentar el reto de los próximos años.
Actualmente, se dispone de una aceptable infraestructura productiva, una elevada
calificación de la fuerza de trabajo, y un considerable potencial científico técnico, dado en
un técnico de nivel medio cada 8 trabajadores, un universitario cada 15 y un científico cada
900 habitantes. (República de Cuba, 1994).
De particular importancia resulta el esfuerzo realizado en el desarrollo del "capital humano".
El analfabetismo en 1959 era del 24 %, habiéndose erradicado muy tem-prano en los años
60. La población económicamente activa pasó de 2do grado de enseñanza como promedio en
1959 a 9no grado a partir de los ochenta.
No obstante esta labor general en el campo educacional, no es suficiente para enfrentar
el cambio hacia una Agricultura Sostenible. A pesar de que los profe-sionales
agropecuarios en Cuba habían sido muy bien preparados y demandados para laborar en
Agricultura Convencional, al inicio de los 90 en algunas cooperativas, se les señaló no
contar con todas las habilidades necesarias para laborar con éxito en las nuevas
condiciones de producción con bajos insumos.
Teniendo en cuenta la primera manifestación de este fenómeno, las Universidades agropecuarias
cubanas, encabezadas por la más antigua de ellas, la Universidad Agraria de La Habana (antes
ISCAH), comenzaron a desarrollar cursos y otras actividades, para actualizar a sus graduados
con una orientación agroecológica hacia una Agricultura Sostenible con bajos insumos, en el
menor tiempo posible, así como se
realizaron modificaciones en algunos programas de pregrado en esta dirección.
En este sentido es conocido que el cambio hacia una agricultura sostenible implica necesariamente la sustitución de tecnologías de altos insumos por tecnologías que demandan menos
insumos pero más conocimientos y habilidades (CLADES-FAO, 1991).
Es generalmente reconocido que la capacitación de los agricultores, en técnicas específicas,
conjuntamente con su organización en colectivos (v.g. cooperativas) y la generación de
tecnologías apropiadas, son factores decisivos para el éxito de la conversión hacia una
agricultura sostenible. Aunque entre ellos la capacitación de-sempeña un papel primario,
pues condiciona la posibilidad de generalizar los dos restantes, se reconoce que los tres
elementos son extremadamente importantes (FAO-ORLAC, 1995).
Por todo lo anterior, en este proceso de cambio en la agricultura, al evaluar los resultados de
la capacitación de los agricultores, es necesario analizar la corres-pondencia de esta con los
objetivos concretos del proyecto agropecuario en el cual se enmarcan (FAO, 1993b),
independientemente del nivel de este (finca, zona, región o país). Se estima que la
utilización de técnicas de bajos insumos ya conocidas, fácilmente incorporables por la
capacitación, posibilitarían incrementar la producción agrícola latinoamericana en un 40%
aproximadamente (UNESCO-OREALC y FAO- ORLAC, 1988).
¿Quiénes necesitan la educación y capacitación agroecológica, qué deben saber y cómo
organizarla?
Determinación de necesidades de superación
La determinación de las necesidades de capacitación, tanto en relación con las per-sonas que
la demandan como al contenido de la misma, constituye un primer paso en el desarrollo y
evaluación de cualquier proceso educativo.
Usualmente se incluye como usuarios de la capacitación agrícola a los agricultores, técnicos
medios, profesionales y estudiantes agropecuarios (FAO, 1993b). Sin embargo es necesario
en este sentido evidenciar que no se puede separar la práctica de la agricultura sostenible
del desarrollo de toda la sociedad y del sector rural. Estos son objetivos que se condicionan
entre sí. Es imposible lograr un desarrollo sostenible de la sociedad que no presuponga el del
sector agropecuario y la consecuente seguridad alimentaria, así como viceversa.
Por ello, así como también por el creciente desarrollo de la Agricultura Urbana en Cuba, no
es suficiente con capacitar a estos usuarios. En nuestro caso, además de los mencionados,
incluimos también a los directivos de entidades agrícolas estatales y de los diversos tipos de
cooperativas agrícolas, otros empresarios y dirigentes estatales del país, así como a la
población de las comunidades rurales estimada en más de 2 millones de personas y la
población urbana de más de 8 millones, no sólo en cuanto a su reorientación como
consumidores, sino también como actores directos, respectivamente del desarrollo rural
sostenible y de la agricultura urbana, tanto colectiva como familiar. Por supuesto, los
contenidos agroecológicos específicos y el nivel de su profundidad varían de uno a otro
caso, al igual que los objetivos a alcanzar y los métodos y medios a emplear.
Aunque en una determinación cuantitativa de necesidades de educación y capaci-tación
agroecológicas, sensu lato, habría que incluir como usuarios a la casi totali-dad de los 11
millones de cubanos, es indudable que la primera prioridad para ello la constituyen los
trabajadores directos de la agricultura, que junto a los del Ministerio del Azúcar y otros de
las instituciones agropecuarias de investigación–producción o docencia-producción, hacen
un total de casi un millón de personas (tabla 1).
A pesar de que no existe un sistema nacional de control estadístico de las personas que
reciben capacitación agroecológica; acorde con las matrículas por instituciones, es posible
estimar que alrededor de 100 000 personas anualmente asistan a alguna actividad de
capacitación sobre los temas agroecológicos, aunque de ellos cerca de 1000 cada año lo
hacen en cursos teórico prácticos del máximo nivel y de carácter integral.
Determinación participativa de las necesidades de superación
Resulta relativamente fácil la determinación centralmente de las personas que deben capacitarse
en un tema determinado, a partir de las necesidades de los organismos, instituciones,
organizaciones, etc. Sin embargo, más importante es conocer qué personas “sienten” la
necesidad de capacitarse y están en disposición y posibilidad de hacerlo.
Un aspecto importante en este sentido es el interés demostrado por los usuarios potenciales
de la formación agroecológica, ya que las solicitudes voluntarias de matricular en estos
cursos es significativamente superior al de otras áreas de conoci-miento agrícola. Por
ejemplo, el Diplomado de superación profesional en Agroeco-logía y Agricultura Sostenible,
en Cuba, contó en su primera edición en 1995 con una matrícula de 429 alumnos en 11 de
nuestras 14 provincias. Ello es sin dudas un reflejo de la pertinencia o necesidad social de
estos conocimientos, por lo cual consideramos esta capacitación una necesidad sentida de
nuestros agricultores.
En la Estrategia Nacional de Educación Ambiental Cubana (CIDEA, 1997), en
correspondencia con el diagnóstico previo de los problemas en este campo, se prioriza la
Educación Ambiental (EA) de los tomadores de decisiones, los docentes y los
comunicadores, lo cual corresponde también a las necesidades del sector agropecuario y en
ello se ha laborado por los distintos factores, principalmente capacitando a los docentes de
los niveles medio y superior de forma intensa, no obstante también se ha trabajado con los
otros dos grupos. En el caso de los diri-gentes, se ha logrado avanzar en mayor medida con
los líderes campesinos, que en número de varios miles han iniciado su capacitación
agroecológica en la Escuela Nacional de la ANAP en colaboración con el CEAS, lo cual
constituye un fuerte aporte al movimiento agroecológico a partir del impulso que estos
líderes campe-sinos pueden brindar en sus respectivas cooperativas.
En particular dentro del gran universo de la población cubana que demanda una formación
agroecológica, se destaca la necesidad de preparar tempranamente a la nueva generación,
partiendo de la base de que es mejor educar correctamente que reeducar. Por ello distintas
instituciones y ONG han trabajado en el nivel primario de enseñanza, introduciendo las
concepciones agroecológicas por vías formales y no formales con la aprobación y apoyo del
Ministerio de Educación principalmente a través de los Círculos de Interés extracurriculares
(Pérez, 1997).
Especialmente los profesionales, técnicos medios y agricultores directos, fueron antes
educados en las formas de agricultura de altos insumos de tipo industrial, por lo cual, aunque
parte de sus conocimientos básicos les son útiles, requieren obtener conocimientos y habilidades
sobre técnicas agroecológicas de bajos insumos, esto es tecnologías de procesos que requieren
pocos recursos, pero conocimientos más amplios y profundos, especialmente sobre
agroecosistemas, su estructura y funcionamiento. Sin embargo, esto no implica únicamente el
empleo de tecnologías diferentes de las que utiliza comúnmente el modelo industrial, sino
también un cambio de la concepción general o paradigma de cómo hacer y conceptualizar la
agricultura. (Altieri, 1996). Por ello no basta capacitar en técnicas agroecológicas, sino
también educar efectiva-mente en las nuevas concepciones de la Agroecología, de manera
que se produzcan en consecuencia nuevas actitudes de los actores.
Aunque los objetivos, contenidos, métodos, medios, el plan, ejecución y revisión de la
capacitación deben subordinarse en general a los objetivos del proyecto de desarrollo
sostenible que se trate, es necesario tener en cuenta su organización a los diferentes niveles,
tanto micro (unidad productiva, cooperativa) como meso (región) y macro (país).
En el caso de Cuba, donde se proyecta una conversión gradual de la agricultura del país
hacia un modelo sostenible, se ha ido introduciendo, también gradualmente, la dimensión
de la sostenibilidad al nivel macro en el Subsistema Nacional de Educación Agropecuaria,
en las universidades y tecnológicos de nivel medio, así como en el Sistema Nacional de
Capacitación del Ministerio de la Agricultura y en el de la Asociación Nacional de
Agricultores Pequeños (ANAP) para lo cual todos los factores (tabla 2) han realizado un
esfuerzo notable en colaboración con el Comité Gestor de la Asociación Cubana de
Agricultura Orgánica (ACAO) a fin de brindar la preparación necesaria al universo de
agricultores, técnicos y profesionales.
Tabla 2. Actores principales de la capacitación agroecológica en Cuba
•
Universidades
•
Institutos Tecnológicos Agropecuarios
•
Centros de Investigación
•
Escuelas de la ANAP
•
Escuelas de los Ministerios de la Agricultura y del Azúcar
•
Faros Agroecológicos
•
Agricultores, investigadores, profesores y sus unidades de producción
•
ONG (ACAO, ANAP)
•
Consejo de Iglesias
•
Medios masivos de difusión
También resulta necesaria la organización de la Educación y la Capacitación Agro-ecológica
al nivel meso. En el caso de Cuba, mediante la cooperación de distintas instituciones y con
un papel destacado de las universidades, como responsables de la superación profesional y
técnica de cada provincia, se han ido instrumentando planes de capacitación y educación
agroecológica a ese nivel. Merece mencionarse en este sentido el plan desarrollado en la
provincia Habana por su Universidad Agraria a través del Centro de Estudios de Agricultura
Sostenible con una red que actúa en 9 de los 19 municipios de dicha provincia. También se
destaca la provincia oriental de Guantánamo, especialmente en lo concerniente al desarrollo
de la Agricultura Sostenible en Laderas y el de la occidental provincia de Pinar del Río en
todos los aspectos relativos a la protección del Medio Ambiente.
En el nivel de base (micro) se han obtenido también resultados satisfactorios con la
capacitación en proyectos como el de los Faros Agroecológicos de tres cooperativas de la
provincia La Habana (promovidos por el Programa Sustainable Agriculture Network and
Extension-PNUD), tanto en la capacitación como en lo productivo, ecológico y
socioeconómico. En este proyecto se realizó una capacitación agroeco-lógica previa de los
líderes campesinos, la cual se continuó posteriormente hasta el nivel de Maestría a los más
destacados y simultáneamente una capacitación masiva de los campesinos participantes.
Ello contribuyó de forma significativa al éxito obtenido en este programa y a la capacitación
campesino-campesino.
Acorde al amplio espectro de sectores de la población que requieren la educación y
capacitación agroecológica, así como lo diverso de sus necesidades, se requiere organizar
estas, no solo a diferentes niveles, sino también en diferentes formas, en particular no solo
de la Educación Formal a través del Sistema Nacional de Educación y Capacitación, sino
también por la vía No Formal, mediante actividades extra docentes de diferentes
instituciones de la comunidad y el país, tanto científicas y culturales, como de producción y
sociales, así como por la vía Informal, generalmente no planificada y espontánea, en la cual
se destacan los medios de difusión masiva. (CIDEA, 1997).
¿Qué contenidos deben ser abordados en estas actividades de capacitación y educación
agroecológicas?
Los contenidos de cada actividad y de cada sub-sistema de educación y/o capacita-ción
están determinados por los objetivos específicos y generales que deben ser alcanzados en
cada caso con las personas a quienes van dirigidos. Estos variarán según el sector de la
población y la economía a que vayan destinados, pero también en correspondencia con la
vía formal, no formal o informal, que se utilice.
En general se admite que los contenidos a abordar en la capacitación son la resul-tante de la
diferencia entre los conocimientos y habilidades actuales y los que son necesarios que la
persona posea para desarrollar satisfactoriamente las tareas que debe realizar (FAO, 1993a).
Especialmente importante resulta la estructuración sistémica de estos contenidos y su
enfoque interdisciplinario o transdisciplinario hacia el cual se ha avanzado en diferentes
casos y niveles en la experiencia cubana.
Hacia la gran masa de la población se ha utilizado principalmente la vía informal de los
medios masivos y la edición de cartillas de instrucción. Ello se ha implementado en
programas televisivos y radiales de alta audiencia en todo el país, incluyendo aspectos
generales de Agroecología. Agricultura Orgánica y Sostenible, así como otros específicos de
Agricultura Urbana,
Policultivos, Control Biológico de Plagas, Lombricultura,
Biofertilizantes, Tracción Animal, procesamiento post-cosecha doméstico y artesanal de
productos agrícolas, consejos relativos a cómo lograr una alimentación mas sana, etc. En la
elaboración de estos programas han participado destacadamente el Ministerio de la
Agricultura, así como diversas instituciones científicas, universidades y la ACAO, esta
última también con la publicación de una revista cuatrimensual “Agricultura Orgánica” de
amplia difusión.
Es en la educación formal y principalmente en la universitaria y de postgrado donde se han
aplicado en mayor medida además de las técnicas de grupo de expertos, las de encuestas,
talleres e intercambios con profesores, estudiantes y empleadores agrícolas, con la finalidad
de definir los contenidos y demás componentes agroecológicos del proceso docente
educativo (CEAS, 1995).
Sin embargo, una característica notable en los programas de educación y capaci-tación
agroecológica cubanos es su flexibilidad, adecuando los objetivos, conte-nidos, métodos,
etc.; a las peculiaridades de cada grupo de alumnos y aun más a las individualidades de cada
estudiante.
En el nivel universitario, al igual que en los cursos de superación profesional de
actualización se han enfatizado luego de su determinación participativa y por sis-temas de
expertos, la necesidad de contenidos, tales como:
•
Impacto del modelo de Agricultura Industrial en el nivel de base y nación
•
Teoría, práctica y desarrollo de la Agroecología, la Agricultura Orgánica y la
Agricultura Sostenible
•
Estructura y funcionamiento de los agroecosistemas
•
Diagnóstico y diseño de agroecosistemas sostenibles
•
Metodologías para el análisis y evaluación de agroecosistemas. Indicadores de
sostenibilidad
•
Uso y evaluación de la biodiversidad en agroecosistemas
•
Integración de la acuicultura en los sistemas agrícolas
•
Aspectos socioeconómicos de la agricultura sostenible, métodos para estudio y
evaluación
•
Diseño y evaluación de proyectos agropecuarios
•
Economía ecológica
•
Bioética
•
Certificación y mercadeo de productos orgánicos
•
Cooperativismo
•
Ordenamiento territorial y manejo de cuencas
•
Labranza mínima y cero
•
Uso y conservación de suelos y agua
•
Uso de fuentes alternativas de energía
•
Manejo ecológico del clima en los agroecosistemas
•
Producción animal en sistemas sostenibles
•
Manejo agroecológico de los suelos y su fertilidad
•
Aspectos generales y específicos de los diferentes componentes del modelo cubano
de agricultura sostenible.
•
Manejo agroecológico de plagas y manejo integrado (MIP)
•
Cultivos intercalados y rotaciones
•
Sistemas agroforestales y agrosilvopastoriles. Manejo sostenible de bosques
•
Integración agricultura – ganadería
•
Tracción animal
•
Medicina veterinaria tradicional y acupuntura
•
Mecanización en la agricultura sostenible
•
En el nivel de postgrado (Maestría y Doctorado) en Agroecología, acorde con los objetivos de
estos estudios, se profundiza además de los anteriores en:
•
Metodología de la investigación en Agricultura Sostenible
•
Seminarios de investigación
•
Estadística multivariada, diseños y análisis no paramétricos y en la producción
•
Etnoecología y conocimiento agrícola tradicional
•
Ecología General
•
Evaluación de impacto ambiental
•
Producción de medios biológicos de control de plagas
•
Educación y capacitación agroecológica
•
Sistemas agrícolas de diferentes regiones de América Latina y el mundo
•
Sociología rural
•
Economía y desarrollo agrario
•
Aspectos epistemológicos de la Agroecología
En los procesos educativos ambientales y también en particular en los agroecoló-gicos hacia
las comunidades una importante experiencia es la capacitación para la participación en la
toma de decisiones y en la solución de los problemas locales que contribuyan a mejorar las
condiciones de su medio ambiente natural y psico-social, aspecto este que encuentra una
fuerte base precedente en los métodos empleados por los órganos locales del Poder
Popular desde su creación en 1974. (CIDEA, 1997).
Como resultado de estos estudios la Universidad Agraria de La Habana elaboró los
Programas de Diplomado, Maestría y Doctorado en Agroecología y Agricultura Sostenible,
los cuales fueron aprobados por el Consejo Científico correspondiente, la Comisión
Nacional de Postgrado y la de Grado Científico de Cuba, así como los de numerosos cursos
cortos y entrenamientos en esta materia.
Estos programas fueron aceptados por las universidades cubanas y tienen carácter nacional.
A modo de ejemplo, en la tabla 3 aparece una síntesis del plan de estudios inicial de la
Maestría.
Metodología de la enseñanza de la Agroecología
Aunque los cambios principales de la enseñanza de la Agroecología en relación con la
enseñanza agrícola convencional están en los contenidos de la misma y en su enfoque inter o
transdisciplinario, holístico y de sistemas, enfatizando la necesidad de tomar como objetivo
final de estudio, la optimización del funcionamiento y con ello la sostenibilidad del
agroecosistema, gradualmente se ha ido definiendo la necesidad de desarrollar una
metodología de enseñanza de la misma acorde con sus principios y características propias, la
cual posee muchos puntos en común con la metodología de la Educación Ambiental en
general (Nova, 1997).
Esta metodología según la Estrategia Cubana de Educación Ambiental (CIDEA, 1997) debe
ser "activa, flexible y participativa, que estimule la creatividad y el desarrollo de la
inteligencia, donde la relación sujeto-objeto sea una interacción de doble sentido y se
potencie la actividad del sujeto".
Esta se enmarca en la demanda de una educación diferente, por ello difiere de los métodos
tradicionales de enseñar y aprender. Según Elba Castro (1997) está íntima-mente
relacionada con los principios de Educación activa de Paulo Freire, donde el profesor
abandona su lenguaje, descripciones, categorías y conceptos, para analizar la realidad de la
situación del alumno y sus relaciones con el mundo real que lo rodea Esta metodología
apunta a hacer que los sujetos signifiquen una realidad para transformarla, con la ayuda del
"educador" que se convierte en un facilitador, por ello se requiere del desarrollo del proceso
educativo participando en las actividades del "mundo real", para consecuentemente
proyectar posibilidades o tendencias de acción en asuntos específicos con una visión
integradora. (Castro, 1997)
En la experiencia cubana el desarrollo del proceso educativo directamente en los campos de
agricultores, pequeños y grandes; estatales y particulares (generalmente en cooperativas),
demostrando, en la vida real exitosamente que es posible lograr una agricultura sostenible
con bajos insumos externos y cómo es posible hacerlo, constituye una piedra angular de la
metodología de la enseñanza de la Agroecología. En este sentido resulta muy importante los
resultados de los faros agroecológicos desarrollados en algunas cooperativas de la provincia
La Habana.
El peso del componente práctico resulta fundamental también en la enseñanza
agroecológica, por lo cual el principio de "aprender haciendo" esta vigente en la experiencia
agroecológica cubana, utilizando alrededor del 50% del presupuesto total de tiempo de los
alumnos frente al profesor en prácticas diversas, en tanto los estudios teóricos se realizan en
gran medida de forma independiente. El uso de métodos participativos responde a los
principios agroecológicos. Esto no solo se refiere al empleo de métodos activos de
enseñanza con una amplia participación de los educandos, como sujetos del proceso, sino
también a la masividad de este.
Teniendo en consideración la magnitud de las necesidades de educación y capacitación
agroecológicas, ascendente a millones de personas, es imposible satisfacer esas necesidades
por métodos convencionales, especialmente considerando el carácter permanente de las
mismas y el volumen notable de nuevos conocimientos que se generan en este campo.
Es por ello que los métodos participativos para generar y propagar los conoci-mientos
agroecológicos son la única solución para satisfacer estas necesidades educacionales en el
plazo de tiempo razonablemente corto que se requiere.
El sistema educacional cubano tiene una abundante experiencia en el empleo de los
métodos participativos, especialmente en la Campaña Popular de Alfabetización de 1961,
en la cual tomaron parte activa miles de personas como maestros voluntarios Apoyándose
en ello se han desarrollado numerosas acciones educativas con varios cientos de personas en
las provincias Ciudad de La Habana y Villa Clara, siguiendo la metodología campesinocampesino y tomando como base el principio de la peda-gogía revolucionaria cubana de que
"el que sabe mas enseñe al que sabe menos".
La labor de las universidades en la educación y capacitación agroecológicas
En general se acepta que las universidades pueden y deben desempeñar un papel
trascendental en la conversión hacia una agricultura sostenible, teniendo en cuenta su
importancia en el escenario político latinoamericano, su potencial científico, posibilidades
para la investigación agrícola dirigida a satisfacer las necesidades de los agricultores de
bajos recursos y la responsabilidad que les está dada en la formación de las nuevas
generaciones de profesionales (CLADES-FAO, 1991; Sarandon y Hang, 1995; García,
1997). Aunque esto no se materializa aun en la mayoría de las universidades
latinoamericanas, en el caso cubano, estos centros han tenido un protagonismo destacado
desde los momentos iniciales del proceso de conversión del país hacia una agricultura
sostenible (Funes, 1997).
La concepción agroecológica también se ha introducido en los planes de estudios de las
carreras universitarias agropecuarias, incorporando un sistema de conocimientos,
habilidades, actitudes, aptitudes y valores que parte de los objetivos generales (mo-delo del
profesional) y atraviesa todo el plan de estudios, derivando los objetivos de cada una de las
asignaturas y concretándose en sus contenidos, según la metodología cubana para el diseño
de los planes de estudio (Martínez, 1991).
De forma transdisciplinaria el paradigma agroecológico se ha fundido con las diversas
disciplinas, desde las que integran las ciencias sociales y otras de formación general hasta
las de ejercicio de la profesión, como la de Sanidad Vegetal con el Manejo Agroecológico
de Plagas y Suelos con el Manejo Agroecológico de este, culminando con las asignaturas
integradoras al nivel de la fitotecnia y la zootecnia.
Los cambios más sustanciales se han alcanzado por las universidades en la supera-ción
profesional y el postgrado, en particular: un sistema integral ha sido diseñado e
implementado en el país por el CEAS que incluye cursos cortos de 40-60 horas,
entrenamientos prácticos en técnicas específicas, un Diplomado sobre Agroecología y
Agricultura Sostenible que incluye tres módulos, una Maestría en estas materias y estudios
de Doctorado en Ciencias Agrícolas (PhD) en la especialidad de Agroe-cología, los cuales
están articulados a través de la acumulación sucesiva de créditos de las figuras inferiores a
las superiores, eslabonando todo el sistema (figura 1).
Esquema de Superación Profesional de Postgrado
1
Cursos generales de Agroecología
3
Entrenamientos específicos
Producción de medios biológicos
2
Diplomado Agroecología y
Agricultura Sostenible
Manejo agroecológico de la
fertilidad de los suelos
Manejo agroecológico de las
plagas
Diagnóstico y diseño de sistemas
agrícolas sostenibles
Postgrado académico
5
Doctorado en Agroecología
4
Maestrías en:
Agroecología y Agricultura Sostenible
Producción Animal Sostenible
Ciencia Agrícola
Sanidad Vegetal
Figura 1. Superación agroecológica de los profesionales
Todas estas formas están estructuradas con carácter nacional, impartiéndose en diferentes
provincias con personas provenientes de 13 de las 14 provincias cubanas y el Municipio
Especial Isla de la Juventud. En casi todos está organizada la forma presencial y también la
semipresencial o a distancia.
También las universidades han participado activamente en la capacitación de directivos,
agricultores y técnicos medios, en colaboración con los respectivos organismos.
No menos importante es la labor que pueden desarrollar las universidades en el campo de la
investigación. El Complejo Científico Docente de la UNAH, por ejemplo, desarrolla más del
50% de los temas de investigación en los tres Programas Científico-Técnicos nacionales
relacionados con la Agricultura Sostenible.
La Agroecología en los Institutos Politécnicos Agropecuarios (IPA)
En la actualidad en Cuba se imparten especialidades agropecuarias en 143 politéc-nicos, de
ellas agrícolas 111, Ganaderos 17, Mecanización Agrícola 15, y 28 de otras ramas,
denominados mixtos. En ellos hay una matrícula de 41 300 alumnos que se preparan como
obreros calificados para trabajar en la producción agropecuaria. Esto significó un
incremento a partir de 1990 de 100 centros aproximadamente, antes de esa fecha existían
solo 55 (MINED, 1996).
En el basamento del desarrollo de los Institutos Politécnicos Agropecuarios se tiene como
precepto que en las áreas de producción y el área básica experimental se logre una
formación profesional de los estudiantes que permita capacitarlos para innovar, adaptar y
aplicar tecnologías que puedan encontrar un equilibrio entre la productividad y la estabilidad
ambiental de los sistemas agrícolas, que es la esencia de los principios o preceptos de la
agricultura alternativa, en sus diferentes corrientes (Santa Cruz y Mayarí, 1997).
A partir del curso 91-92 hasta el 96-97, se aprecian avances en la enseñanza de nivel medio
en las técnicas alternativas para la producción agropecuaria, especialmente el
establecimiento de líneas de control biológico; la producción y uso de biofertilizantes; la
utilización de distintas técnicas para la producción de abono orgánico, la implementación de
organopónicos para la producción de hortalizas, ya sean canteros rústicos o tecnificados,
aprovechando los recursos de la comunidad y áreas margina-les no productivas, uso del
silvopastoreo, etc. (tabla 4).
Para lograr un adecuado rigor técnico en la aplicación de estas técnicas, se trabaja en la
capacitación de los profesores por diferentes vías y se han elaborado metodologías de
conjunto con los organismos de producción. De igual forma se inició un análisis del
trabajo docente-metodológico que puede realizarse en cada una de las áreas, para definir
que objetivos, conocimientos técnicos y habilidades deben lograrse con los estudiantes
(“Análisis técnico-pedagógico-productivo de las áreas”). En el análisis de estas técnicas
alternativas se definen las habilidades pro-fesionales que deben lograrse con los
estudiantes.
Capacitación de agricultores
A los miles de personas capacitadas por las universidades, se une otra gran cantidad de
cientos de miles de agricultores especialmente capacitados por el Ministerio de la
Agricultura y por la ANAP, empleándose para ello distintas formas y técnicas de enseñanza,
entre ellas cursos, encuentros, talleres y minitalleres, días de campo, charlas e intercambio
de experiencias. Se han destacado en este sentido entre otras por sus buenos resultados los
cursos impartidos por el Instituto de Medicina Veteri-naria sobre Medicina Tradicional y
Acupuntura, así como las conferencias y cursos desarrollados en la Escuela Nacional de la
ANAP.
Especialmente provechosa ha sido la utilización desde 1995 de la metodología cam-pesino campesino con más de 600 agricultores de la provincia de Ciudad de La Habana. En este
caso se publicaron siete plegables divulgativos y siete cuartillas de instrucción
agroecológica.
Colaboración nacional e internacional de la Educación Agroecológica cubana
El trabajo de educación y capacitación agroecológica ha sido intenso en estos años y para
realizarlo se ha hecho necesaria una estrecha colaboración entre distintos actores que
laboran en este campo. Como un ejemplo de ello, en concreto, puede mencionarse el
Diplomado a distancia en Agroecología y Agricultura Sostenible, organizado en 10 de las 14
provincias cubanas, con 429 participantes matriculados el cual se ha desarrollado con el
apoyo de la mayoría de las universidades y facultades agrícolas del país, de distintas
dependencias del Ministerio de la Agricultura y de la ANAP y Centros de Investigación
integrados, bajo la dirección docente y metodológica del Centro de Estudios de la
Agricultura Sostenible de la Univer-sidad Agraria de La Habana, con la ayuda decisiva del
Grupo Gestor de la ACAO, actualmente Grupo de Agricultura Orgánica de la ACTAF en
diferentes tareas de aseguramiento y con el auspicio financiero del PNUD a través del
Proyecto SANE (Sustainable Agriculture Networking and Extension), el Instituto Food First
y Oxfam América.
Al igual que en otras actividades, en la capacitación agroecológica, se ha promovido la
alianza estratégica entre distintas instituciones gubernamentales y no gubernamentales. En
correspondencia con la tradición solidaria de los educadores cubanos y del movimiento
agroecológico internacional, Cuba ha venido desarrollando relacio-nes de colaboración con
diferentes organismos internacionales, ONG e instituciones en diferentes países. Un fuerte
apoyo a la educación agroecológica en su etapa inicial en Cuba, fue recibida de la FAO a
través de un proyecto de cooperación técnica (PCT) para la capacitación en Agricultura
Sostenible en 1994-95, simultá-neamente se establecieron relaciones de colaboración con el
PNUD, con el Consor-cio Latinoamericano de Agroecología y Desarrollo (CLADES) y con el
Instituto para las Políticas de la Alimentación y el Desarrollo (Food First), los cuales han
apoyado la capacitación agroecológica cubana, a las que se sumó posteriormente la ONG
alemana Pan para el Mundo, entre otras.
A partir de 1993 esencialmente profesores, investigadores y productores cubanos en este
campo han aportado sus experiencias y conocimientos en diferentes países principalmente a
instituciones argentinas, chilenas, uruguayas, bolivianas, brasi-leñas, ecuatorianas,
colombianas, peruanas, venezolanas, mexicanas y algunas cen-troamericanas y españolas.
Tanto cursos cortos como cuatro ediciones del diplo-mado y tres de la maestría se han
desarrollado en universidades de estos países.
Varias decenas de profesionales iberoamericanos asisten todos los años a cursos,
entrenamientos prácticos, diplomados, maestrías o estudios de doctorado en Agroecología y
más recientemente estudiantes universitarios de esos países reciben cursos o pasantías o
hacen sus tesis universitarias en Cuba, lo cual hace un total de varios cientos de personas
que en Cuba o en sus respectivos países reciben estos conocimientos de educadores
cubanos, consolidando fuertes lazos de amistad. Varias decenas de ciudadanos
norteamericanos participan también todos los años en visitas de intercambio de experiencias
en Cuba.
Conclusiones
La formación y la superación agroecológica de los recursos humanos ha sido una tarea de
importancia estratégica, que ha recibido en la experiencia cubana una gran atención,
aprovechando el alto nivel cultural de los agricultores cubanos que permite avances
significativos en este sentido.
Este trabajo desarrollado en colaboración entre distintas instituciones y ONG ha permitido
un gradual incremento de la conciencia agroecológica. Los nuevos méto-dos pedagógicos y
de amplia participación popular se han instrumentando de forma satisfactoria y promisoria.
Los resultados obtenidos permiten concluir la necesidad de que esta labor abarque a todos
los sectores de la población en mayor o menor medida y que se estructure tanto al nivel de
los proyectos específicos como de todo el país, partiendo de la dimensión que tiene el
proceso de conversión a la Agricultura Sostenible en el caso cubano.
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