Juan Manuel Borthagaray

Libro: HABITAR BUENOS AIRES; Las manzanas, los lotes y las casas
Compilador: Arq. Juan Manuel Borthagaray
INTRODUCCION
Juan Manuel Borthagaray
¿Porqué este libro? Un sin número de razones me ha llevado a emprender esta
compilación, empezaré su largo listado por la más inmediata: el cumplimiento de los
deberes de funcionario público. Dado que desempeño el cargo de Director del
Instituto de Urbanismo, Territorio y el Ambiente en la Facultad de la UBA.
Pensé: ¿al fin de cuentas de qué están hechas las ciudades? Y me respondí: en muy
apreciable medida, de casas. Por lo tanto, casas y ciudad son las dos caras de una
misma moneda. Las casas enmarcan el espacio público, y a la vez son el espacio
privado, donde se consuman los ritos, los sacramentos, del habitar y del total de
metros cuadrados edificados en la ciudad, 62% son casas. ¿Ocurrirá lo mismo en
otras ciudades? ¿En todas?
Bueno, ya ven, apenas unas pocas líneas y ya se presenta una provocación para
saber más, para querer investigar, una pequeña invitación a pensar.
Sé que alguien me corregirá en nombre de la jerga técnica, advirtiéndome que se dice
vivienda, o residencia. Me parece que nombrar a las casas con esas palabras es tan
desubicado como llamar progenitora a la madre, casa y madre pertenecen a la misma
categoría primaria y entrañable. Y además ¿cómo se identifica a nuestra profesión?
Cualquier persona de la calle nos contestará: Los arquitectos son los que hacen las
casas.
Otra cantidad de razones se me entrelazan con lo autobiográfico. Los profesores
invitados a enseñar en el Departamento de Arquitectura del Instituto Politécnico
Federal Suizo, sede Lausana, deben, tradicionalmente, pronunciar una conferencia
magistral dentro de un ciclo especial de esa Escuela. Cuando me llegó el momento de
asumir ese honor, el tema que elegí fue: Buenos Aires, bromas y Borges aparte.
El tener que hacer el cuento de Buenos Aires ante tal público me obligó a echar una
mirada a mi ciudad con los ojos del asombro; desde entonces vengo puliendo y
aumentando mi versión del cuento de Buenos Aires. Lo hice en muchas clases
teóricas. Recientemente, revisando viejos papeles para responder al desafío de un
colaborador que me dijo: “usted debería hacer un libro”, me di cuenta de que casi
todos los textos, que pensaba que eran muy distintos, eran, al fin y al cabo, el mismo
cuento.
Recientemente, respondí a la invitación de dar una conferencia acerca de tipos
arquitectónicos de Buenos Aires, en el curso de postgrado del Profesor Rafael Iglesia
con una perorata de dos horas. Debí aceptar que el tema de las casas de Buenos
Aires era mi idea fija, y que cuando me oprimían la tecla “play” la única manera de
hacerme callar era, o mediante un golpe en la cabeza con un caño de plomo o, menos
cruentamente, como ocurrió en esa ocasión, por agotamiento de la audiencia.
Ya puesto a tratar de convertir mis extensos apuntes en un libro, me di cuenta de dos
cosas, la primera es que no sabía lo suficiente para ello, la segunda es que estaba
rodeado de quienes sí lo sabían, porque de cada tema o capítulo que pensaba que
debía tratar el libro de marras, tenía un amigo al que le pasaba lo mismo en términos
de ideas fijas y teclas “play”.
A lo largo de mi vida profesional, comenzada con el Grupo OAM y compartida luego
con mis socios Gastellu y Marré, en un estudio profesional que duró 25 años, y se
enriqueció con numerosos colaboradores y asociados, me tocó proyectar muchas
casas, y ver construidas muchas de ellas que, para bien o para mal, hoy forman parte
del paisaje urbano. En esta carrera tuve una relación íntima con el tipo casas de
departamentos entre medianeras en lotes de diez varas, con patios interiores, que
disfruté y más bien sufrí; también construimos algunas torres, y un barrio de 800
viviendas en la Ciudad de Neuquén, en el marco del Plan VEA del Banco Hipotecario
Nacional. La apertura democrática de 1983 me llevó a una alta silla en la SSEDUV de
la Nación y luego a otra semejante en la Comisión Municipal de la Vivienda de la
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Ciudad de Buenos Aires. Mi duración en ambas sillas fue breve, pero me sirvió para
conocer y pensar la construcción de casas por el Sector Público. Me resulta imposible
pronunciar de corrido las palabras viviendas de interés social, porque es ponerles un
estigma intolerable a estas pobres casas, que ya bastante castigadas están con los
topes de superficie impuestos (tal vez porque los pobres son más chiquititos) otra vez
casa es la palabra adecuada.
En cuanto a negociar con amigos que han pensado y saben más que yo, acerca de
cada tema específico, ya había tenido una experiencia previa desde el ISU, con la
recopilación de textos de autores varios que se publicó bajo el título “El Río de la Plata
como Territorio” otro enorme tema íntimo de Buenos Aires, pero que había
permanecido inédito ante la indiferencia de nosotros porteños hasta 2002. Una vez
editado, formó un corpus valioso no tanto por los conocimientos nuevos que aportó
sino por la arquitectura de esos conocimientos compilados juntos. También, al leer
Buenos Aires 400 años de los Romero, padre e hijo, pude ver que en obras de este
formato se acumula una bibliografía portentosa.
No sólo aprendí muchísimo sino que me fue dado el premio de que algunas personas
me dijeran que usaban el del Río como libro de referencia. Desempolvar, pasar en
limpio y publicar abrochados los estudios, ideas y pensamientos acerca de las casas
de Buenos Aires, materia en la que nuestra Facultad es tan rica, para que lo que hoy
está en los estantes produzca rédito social me parece suficiente para justificar nuestra
obligación en tanto que ¿intelectuales?: pensar y hacer pensar.
Además ¿qué premio hay mayor que obligarse a hablar con amigos respetados y
queridos acerca de tema tan entrañable?
De paso, también meter unos cuantos aportes de mi cosecha.
El primero, la articulación, selección e ilación de los propios capítulos. El tema de las
casas de Buenos Aires abre un interesantísimo camino, al que hay que recorrer sin
soltar un hilo de Ariadna que nos guíe, el Aleph acecha en cada vuelta del camino.
Con su seductora sonrisa Scheherazada nos propone siempre enganchar otro cuentito
más, Kipling adusto, nos reta con su “pero esa es otra historia”. Claramente, la
presente es sólo una manera de hacer el camino. Seguramente unos cuantos pueden
proponer otras, y seguramente más interesantes, rutas. Pero es necesario terminar la
compilación y publicar un libro dentro de un tiempo razonable para mantener el interés
y que el grupo no se desaliente. Me queda claro que este tema (tal vez en rigor, todos)
encierra la tentación de lo imposible, como sería llegar a fondo con una enciclopedia, o
un hipertexto, como se prefiera.
Para nada descarto, antes que ello es lo que más querría, que una vez echado a rodar
este rico tema, se concreten otros libros posibles. Seleccionar los capítulos incluidos
nos hizo dejar de lado otros igualmente valiosos y, lo que fue más doloroso, otros
tantos autores. Espero no haberme equivocado tanto, gracias a la ayuda de los que sí
subieron a bordo con quienes abrí la discusión acerca de los temas, los punteos para
cada tema y la selección de autores.
Otros desafíos se abren: Un evento con mesas redondas sobre grupos de temas,
Réplicas del presente libro en otras claves. Un cuento de Buenos Aires desde las
calles, podría muy bien compilarse uno en clave sociológica, otro en la de economía
urbana, etc. En el presente abrimos una ventana hacia “las casas en la literatura”.
¿Qué posibilidades formidables se abrirían haciendo lo mismo con otra hacia “las
casas en el cine” a partir de montajes con extensas citas fílmicas de películas
existentes en filmotecas, productos cuyo valor didáctico no podría exagerarse?
Pero además, según consigna el Documento del Plan Urbano Ambiental de la Ciudad
de Buenos Aires, el 71% de las casas de nuestra Ciudad son Departamentos. ¿No
merecerían un libro propio?
Algunas ideas-fuerza que enmarcan la recopilación.
Mi experiencia profesional me convenció de que algunos problemas proyectuales,
básicos porque tienen que ver con lo ambiental no tienen solución dentro de la
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parcela, y de que las parcelas están fuertemente condicionadas por su propia
inserción dentro de las manzanas.
El territorio de la Ciudad de Buenos Aires está totalmente amanzanado, y sus
manzanas están totalmente parceladas. Buenos Aires, y de hecho, todo el territorio
urbano de la República está amanzanado, y loteado en función del tipo casa individual
baja, típicamente en lotes de 10m de frente por alrededor de 30 de fondo, unidad de
suelo adoptada por la Ley 8912 de la Provincia de Buenos Aires. Esta visión es tan
persistente que un Concurso Nacional de Anteproyectos de Módulos de Vivienda,
recientemente realizado por el Banco Hipotecario y la Sociedad Central de Arquitectos
se desarrolló en base a lotes de 10x30 para todas las diferentes zonas que, harto
esquemáticamente, se establecieron para cubrir la totalidad del Territorio Nacional.
Ningún texto ni ilustración podría ser más claro que el croquis de Le Corbusier,
inspirado durante su visita a Buenos Aires, en cuanto a que sobre un parcelamiento
apto para casas bajas se pueden construir buenas casas bajas, pero no se pueden
forzar otros tipos sin graves consecuencias ambientales.
Una de mis tesis es la de que, desde la fundación de Garay, que trazó las primeras
manzanas, y las loteó, de allí lo de LA CIUDAD DIBUJADA hasta 1870 el tipo en base
al que se construyeron todas las casas no varió. Es la única vez que la ciudad se
termino de construir de acuerdo con un proyecto de casa y ciudad consistente. De allí
en adelante, se comenzó varias veces a reconstruir la ciudad en base a un segundo
tipo, y al poco andar se cambió de idea, se dejó trunca y apareció un tercero, etc. Así
es como en una sola cuadra de nuestro Barrio Norte a veces es posible encontrar una
casona de patios que convive con varios petit hoteles, casas de departamentos de
imponentes medianeras y hasta alguna torre. No es que este fenómeno no esté
presente en otras ciudades del mundo, pero no al extremo de Buenos Aires, donde
algunas cuadras nos cuentan toda la historia de su devenir tipológico. Esto podrá tener
sus inconvenientes, como el de las salvajes medianeras, pero Buenos Aires, una
ciudad monótona, no es. Un capítulo sobre el Paisaje Urbano nos da una visión de un
disfrutar la ciudad desde el punto de vista de un flaneur.
Tomo 1870 por el Censo de 1869 y la confección del célebre Catastro Beare.
Fue la única vez que la Ciudad estuvo terminada en base a un tipo determinado. Es
una verdad de Perogrullo que cada tipo de casa no sólo es portador de una
domesticidad, sino también de una urbanidad. La ciudad producida por el
acoplamiento de este tipo arquitectónico, la casona criolla de patios, de planta baja o
de bajos y altos era ambientalmente sostenible, no importa cuántas veces se repitieran
y adosaran las construcciones.
Sobre LA CIUDAD DIBUJADA por los fundadores, se elevó LA CIUDAD
CONSTRUIDA, capítulo en el que se trata de la ciudad cuya imagen quedó registrada
en las hermosas láminas acuareladas por el Ingeniero escocés Beare.
La casona criolla de patios es, pues, el primer tipo de la línea genealógica que
propongo, generó un tejido urbano ambientalmente dulce, amigable y sostenible, tanto
dentro del lote como cuando se generalizó en tejido, construyendo ciudad. Fue un tipo,
sobre todo, general y compartido, las escenas de la vida doméstica en los patios de
las casas de Presidentes de la Nación, como Mitre y Sáenz Peña, tienen diferencias
de grado, pero no de especie, con las que se daban en las casas de los ciudadadanos
de a pie. Expulsada del macrocentro por los tipos que la sucedieron, tanto palacios y
palacetes como casas de departamentos, que proponían una mayor explotación del
suelo, sobrevivió en otros suelos menos valiosos, como los barrios capitalinos de
borde y los municipios de las coronas metropolitanas. Refuncionalizadas como talleres
de artistas y artesanos, galerías, restaurantes, pero también como casas (desde que
una generación de yuppies culturosos las pusieron de moda, alcanza buenos valores
cuando su entorno no ha sido destruído brutalmente por la intrusión de una medianera
de seis o más pisos de altura.
Bajo el título de UN CAMBIO COPERNICANO he desarrollado en un capítulo el
contraste entre la casona del General Mitre, que se conserva intacta como Museo, con
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el Palacio de José C. Paz, ambos fundadores de los que iban a ser los principales
diarios porteños de alcance nacional por más de un siglo, y que se edificaron casi al
mismo tiempo.
Esta es una de las tesis favoritas de mi “Cuento de Buenos Aires” he llamado también
a este momento “La traición al clima”, porque la circulación doméstica que en la casa
Mitre se hacía a través de patios en el benigno clima de la ciudad, a lo sumo con un
ponchito en los hombros, en los días más fríos, pasó a requerir corredores
calefaccionados ¡qué digo, couloirs chauffés!. Es que en ese momento nos habíamos
mudado a las (imaginarias) nieves de París. Esta había sido una operación tan
completa que G. Clemenceau, apenas desembarcado de visita en 1911, contra toda
evidencia geográfica, no vacila en reportar al diario de París del que era cronista
”Buenos Aires es una gran ciudad europea”. De allí el programa estratégico que
asume esa generación hasta tal punto que no es sólo un tipo arquitectónico doméstico
con su correspondiente estilo de vida, el que se importa, sino todo un sistema urbano.
Por esos años se construyeron muchos palacios en el mundo, siguiendo los dictados
que surgían de la enseñanza de la arquitectura en la Ecole National de Beaux Arts de
París a Palacios, Palacetes y Petit hoteles se ocupa de los que aquí ocurrieron. Este
segundo tipo, cuando se inserta en el tejido producido por el anterior, no produce una
agresión traumática, pues resulta ambientalmente amigable, a menudo un retiro de
frente da aire a la calle, a través de la transparencia de rejas artísticas y el jardín del
fondo es un valioso aporte, pero sobre todo la altura moderada de sus medianeras no
destruye el sistema ambiental de sus vecinos. Como no abundaran en el tejido lotes
aptos para desarrollar los proyectos más ambiciosos, esto es, de aquellos que fueron
verdaderos palacios, se generó un territorio a su medida, en la Plaza San Martín, pero
sobre todo, en lo que habría de ser su nicho ecológico por excelencia, la Avenida
Alvear, con su remate privilegiado en la actual Plaza Carlos Pellegrini. A diferencia de
las casonas, el tipo no podía generalizarse tanto, pues para construirlos, pero sobre
todo para gestionarlos, aún en su versión más modesta, los petit hoteles, se
requirieron medios de fortuna al alcance de pocos. Esto mismo los hizo, a poco andar,
inviables como casas. Sobreviven hoy como edificios públicos (Palacios San Martín,
Errázuriz- Alvear Secretaría de Cultura de la Nación) Como casas son viables sólo
para los príncipes de hoy, sean estos de la Iglesia, como el Nuncio Apostólico, o los
embajadores de países amigos (Brasil, Francia, España, Italia, EE. UU, Arabia
Saudita, y otros). Dos palacios, el Alzaga Unzué y el Duhau han sobrevivido como
salones de lujo de dos grandes hoteles, emulando el ingenioso dispositivo del Hotel
Helmsley de Nueva York. En cuanto a sus hermanos más modestos, los petit hoteles,
fueron arrasados, en el área del microcentro extendido, por el tipo casa de
departamentos que los sucedió. Los que sobrevivieron parecen haberse estabilizado;
casi ninguno se usa como casa, la mayoría de los pocos que aun están en pie han
sido refuncionalizados como sedes institucionales (Circolo Italiano, Centro de
Ingenieros, Sociedad de Arquitectos, y otros son clínicas, establecimentos educativos,
sedes empresarias) ya no se calcula su valor solamente en función de la
potencialidad constructiva del terreno, con la edificación por muerta, sino que se
aprecia la calidad de los locales y la representatividad artística de su apariencia
exterior. Han pasado a tener valor en sí, se los aprecia y por otra parte construir
departamentos nuevos sobre sus terrenos ya no resulta tanto, por la desfavorable
comparación ambiental con respecto a otras ubicaciones.
Hay poca producción de teoría de la arquitectura en lo que a casas se refiere. Esta es
otra de las respuestas, y de mayor importancia, a la pregunta “¿Porqué este libro?”
Qué mejor ocasión para reflexionar y deducir un corpus de conclusiones teóricas que
la de recorrer y auditar el comportamiento de toda la producción de casas que hoy
conviven en Buenos Aires.
Como no toda la multitud de los que querían “habitar a la francesa” podían costearse
un lote suficientemente grande en ubicación privilegiada y la construcción de una
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vivienda del tipo palacio, palacete petit-hotel importamos, también de París, el tipo
departamento, contenido en edificios en altura, construidos sobre suelos ya loteados
para los tipos precedentes, de esto trata el capítulo NACEN LOS DEPARTAMENTOS,
LAS CASAS DE RENTA. Estos nuevos grandes contenedores albergan el verdadero
nuevo tipo de casa, que es el departamento, tipo que va a ir perfilándose durante un
largo proceso, para atender un amplio mercado, al que va a atender con una escala
completa de subtipos, desde los grandes pisos hasta los de un ambiente. Esta nueva
familia de tipos va a demostrar una extraordinaria tenacidad, y se va a ir adaptando a
los gustos, costumbres y posibilidades económicas locales hasta ser muy
generalizado. Una puerta y hall de entrada representativos, portero, ascensor y una
escala de agrupación de familias lo suficientemente grande como para sostener los
servicios que las nuevas exigencias de confort exigen, pero al mismo tiempo lo
suficientemente reducida como para generar hábitos de convivencia sostenibles, le
van abriendo el camino hasta llegar al 71% que citáramos anteriormente. El tipo tiene
un gran éxito durante más de medio siglo, hasta que la Ley de Alquileres da cuenta de
sus productores-rentistas. Se acabaron los productores, pero el producto seguía
vigente y codiciado.
Con la Ley de Propiedad Horizontal se logra otro circuito de producción. El tipo de
casa (departamento) siguió siendo el mismo, con ligeras variantes. Los
departamentos resucitan, desde los más lujosos hasta los más modestos, continuan
con lo que estaba pasando en el ciclo de las casas de renta, se siguen perfilando a lo
largo de décadas, en un proceso, diríamos darwiniano, de estabilización.
Pero la urbanidad que el tipo lleva en sí, al desarrollarse en los omnipresentes lotes de
diez varas, y apoyarse en patios interiores, se hace insostenible desde el punto de
vista ambiental.
Los palacios, palacetes y petit hoteles aportaron a la ciudad un gusto por las fachadas,
y la voluntad de trazarlas sus proporciones de manera armoniosa, dentro de los
cánones neoclasicistas franceses del siglo XVIII. Esto se continúo en las casas de
departamentos, de manera que podemos hablar de dos ciudades coexistentes. Una, la
de la supervivencia de la casa de patios, sobreviviente en las casas-chorizo de los
barrios, y otra que emula al Paris de Napoleón III en las avenidas del Barrio Norte.
Las cuadras enteras de casas de departamentos, con su alternancia de halles de
entrada y vidrieras de locales, producen veredas que invitan al peatón, a menudo
proveniente de las propias casas que, con sus ocho a nueve pisos de alto, albergan
densidades suficientes para encender la chispa urbana.
Pero un tipo con tantas posibilidades nació con una tara ambiental insuperable, cual
fue la de pretender repetir en altura la planta de la casa de patios. Estos, armoniosos
para casas de planta baja o de un piso, cuando se llevaron a tantos más, se
convirtieron en pozos de hollín.
Inventamos entonces el tipo “TORRE” o Edificio de Perímetro Libre, que intenta
superar la tara de los patios de aire y luz, ya que no los tiene, y el aventanamiento de
los ambientes, además del frente y contrafrente, se realiza a espacios laterales libres,
cuyo ancho mínimo es función de la altura que se desea alcanzar con la torre, o
bloque elevado. En la ciudad habían quedado muy pocas parcelas de tamaño
adecuado pero desarrollar este tipo de proyectos, de modo que desplazó a palacios,
mercados, cine, teatros, y las pocas construcciones industriales que quedaban en los
barrios consolidados. Algunas torres se construyeron para oficinas, pero la mayoría
fue destinada a departamentos. Es notable, si se comparan plantas de departamentos
de edificios entre medianeras con sus equivalentes ubicados en torres, lo poco que
variaron. Los departamentos tuvieron que buscar su ubicación dentro de estos nuevos
grandes contenedores urbanos. Lo lograron según su categoría, los de mayor valor
pasaron a ocupar los ángulos del frente y del contrafrente, y a los más modestos
fueron a ocupar los “laterales de torre”.
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Agotados los terrenos más centrales, los códigos abren el territorio del Barrio Belgrano
Barrancas. El vigor económico del tipo barre con las casonas y sus extensos jardines
en poco tiempo. Estos procesos económicos y los ambientales que la generalización
de un tipo produce se han tratado de modo sucinto aunque dan para mucho más.
Otros autores quedan invitados.
Un capítulo cubre las estrechas relaciones entre tipos y normativas, desde la sanción
de las primeras ordenanzas, y de la dialéctica huevo-gallina entre la norma y las
construcciones o, dicho de otro modo, entre normas y formas. Trata también de la
utopía de una “plaza en el interior de cada manzana” que debería formarse con los
fondos libres de todas las parcelas, donde, además estaban los árboles de los jardines
de los fondos.
Para convencerse de hasta qué punto esta profecía no se cumplió basta con recorrer,
con la maravillosa herramienta del Google Earth, nuestros barios más poblados.
Otra ciudad hubiese sido posible si, en vez de sacrificar en el altar de esta hipotética
plaza, hubiésemos construido hasta el fondo de las parcelas, pero con alturas de uno
a dos pisos altos.
Un estupendo capítulo, dedicado a los pasajes de Buenos Aires, nos pasea por esta
ciudad que no fue, pero que dejó huellas profundas.
Mientras tanto la producción de casas individuales no se ha detenido, y cubre
extensas áreas con tejidos ambientalmente sostenibles y simpáticos.
La inmensa mayoría de las casas de la ciudad han sido autoconstruidas o se deben al
emprendimiento privado con fines de lucro, en la primera época de las casas de
departamentos surgieron de capitalistas que buscaban asegurarse una renta, en los
demás casos, se construyeron para vender, con la esperanza de obtener un beneficio
entre costo y venta. Como es lógico deducir, ese esquema deja sin atender a muy
grandes sectores de la población, cuyos medios económicos no les permiten llegar a
una vivienda en condiciones de mercado.
Desde antiguo, el sector público ha intentado resolver este problema, y distintas
instituciones se han sucedido en el tiempo, desde la Comisión Nacional de Casas
Baratas, hasta el Banco Hipotecario Nacional y el actual Fondo Nacional de la
Vivienda FONAVI.
Las soluciones siempre corrieron muy a la zaga del problema, el hacinamiento en
conventillos céntricos a principios del siglo XX hasta la proliferación actual de “villas
miseria”.
Hemos dedicado una parte de este libro a historiar estos programas oficiales que,
tanto en Buenos Aires como en casi todas las grandes ciudades del mundo son
impotentes para alojar a los contingentes migratorios que acuden a estas urbes que
consideran territorios de oportunidad.
Sin embargo, hemos querido cerrar la compilación con una nota optimista: la
experiencia exitosa del Conjunto Monteagudo construido por la Cooperativa de
Vivienda M.T.L. , en el barrio porteño de Parque Patricios, con apoyo crediticio del
Instituto de la Vivienda de la Ciudad de Buenos Aires.
Es interesante señalar que la Cooperativa, a través de una Comisión, contrató a los
arquitectos y les dictó el programa, no sólo de masas, sino de organización interior de
las casas. El proyecto está organizado en bloques de planta baja y tres pisos altos,
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con escaleras que sirven a dos departamentos por planta, es decir, con ventilación
cruzada. En cuanto a la organización interna, sigue la organización tradicional.
Esto quiere decir que los cooperativistas, que tenían toda la libertad de elegir, optaron
por tener casas como las de todo el mundo.
El estudio en profundidad de la experiencia de Parque Patricios debería, tal vez, hacer
reflexionar a más de un colega inventor de nuevos tipos de “vivienda de interés social”,
basados en su conocimiento de “cómo vive la gente”.
Tal vez esos conocimientos requieren ser rivalidados con urgencia, o tal vez la “gente”
no quiere “viviendas de interés social” sino casas.
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