lismo y auto-colonización - ABAO

La representación de la
mujer japonesa: orientalismo y auto-colonización
Blai Guarné
En julio de 1853, la llegada a la bahía de Tokio
de los “barcos negros” (kurofune) del comodoro
de la Marina de los EE.UU. Matthew C. Perry
escenificaba el primer acto de un drama
colonial que acabaría convirtiendo a Japón en
un actor destacado en la geopolítica occidental
del mundo. Durante más de doscientos años
antes, una férrea política de aislamiento había
mantenido a Japón al margen del orden internacional impuesto
por la diplomacia europea, pero en esos años centrales del siglo
XIX, el expansionismo occidental forzó la apertura de los puertos
japoneses a un comercio desigual con las principales potencias
euro-atlánticas. Con ello, sacudió los cimientos de una civilización a
la que hizo despertar abruptamente a la amenaza del colonialismo.
Fraguada un siglo antes, la hegemonía mundial de Occidente se
sustentaba entonces no sólo sobre su superioridad tecnológica en
lo referente a la producción económica, la expansión comercial
y la conquista militar, sino también, y en gran medida, sobre su
capacidad para establecer como universal una mirada particular
(occidental / blanca / masculina / burguesa). Con esa mirada,
que resultaría instrumental en la colonización del planeta, Europa
impuso como universales lógicos los fundamentos ideológicos
del mundo moderno, instaurando los modos de pensamiento y
las instituciones que prevalecerían en la arena social, política y
económica hasta las postrimerías del siglo pasado.
En este contexto, vemos emerger un estilo de pensamiento
fundado en la distinción ontológica y epistemológica de las ideas
de “Oriente” y “Occidente”, al que, como nos recuerda Edward
W. Said, denominamos “orientalismo”. Según esta forma de
pensar, existe una dialéctica esencial en la que una de sus partes
constituye la diferencia de la otra y, por tanto, la condición de
posibilidad para su existencia. En los ámbitos de la ciencia, el arte, y
la administración, el discurso orientalista configuró el mundo “en la
diferencia absoluta y sistemática entre Occidente, que es racional,
La llegada de los “barcos
negros” de la Marina estadounidense pondría fin al
encierro político y social de
Japón, inaugurándose la
carrera de la era Meiji para
atrapar a Occidente
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desarrollado, humano y superior, y Oriente, que es aberrante,
subdesarrollado e inferior”, y decretó su representación como la
realidad misma. De este modo, “Oriente fue orientalizado, no solo
porque se descubrió que era ‘oriental’, según los estereotipos de
un europeo medio del siglo XIX, sino también porque se podía
conseguir que lo fuera —es decir, se le podía obligar a serlo—”.
En este empeño, la feminización del paisaje japonés como un
exótico tableau vivant habitado por refinadas geishas e inocentes
musumes (“hija”, “jovencita”) constituiría una estrategia fecunda
al servicio de la operativa de dominación colonial del orientalismo
“como estilo occidental que pretende dominar, reestructurar y
tener autoridad sobre Oriente”. Madame Chrysanthème (1887), la
ficción autobiográfica de Pierre Loti que indirectamente inspiraría
el argumento de la Madama Butterfly de Puccini, constituye una
expresión paradigmática de este empeño representacional. En el
Japón del libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa resuenan los
ecos del paisaje descrito por Loti: un país “de encantamiento y
magia”, de casitas de té, farolillos, sombrillas y cometas de papel,
de pipas humeantes y licores helados de esencias de flores, un
mundo en miniatura transitado por muñequitos y bibelots, la
“sorprendente patria de todas las extravagancias” sumida en el
intenso “rumor de las cigarras”.
Salva de apertura de la novela colonial, la estructura argumental de
Madame Chrysanthème devendría canónica en la aproximación
occidental a Japón, instituyendo los resortes imaginarios de su
representación japonista —exótica y mistificadora— con una
persistencia sólo proporcional a su eficacia para difuminar los
mecanismos discursivos en los que se sustenta. Recordemos
su trama: tras llegar al puerto de Nagasaki a bordo de la fragata
Triomphante, el oficial de la Marina francesa Pierre Loti (alter
ego y pseudónimo de Louis Marie Julien Viaud) decide contraer
temporalmente matrimonio con una joven japonesa contratando
los servicios de una agencia local. La joven, Kiku-san (Crisantemo)
distraerá y exasperará a Loti por igual con su presencia “graciosa
La llegada de soldados americanos a Japón, ese “drama colonial que acabaría convirtiendo a Japón en un actor destacado
en la geopolítica occidental del mundo”, fue vista por el autor japonés de este dibujo como un acto de ocupación.
Desfile militar en Yokohama, en Japón, grabado a mediados del siglo XIX.
© Chadbourne collection of Japanese prints, Library of Congress.
Franklin Pinkerton, y la dignidad de la decorosa geisha Cio-Cioy cautivadora” unas veces, “tediosa y molesta” otras, entre
San.
festivales de verano, noches de fuegos artificiales y tardes de
Tal como la partitura de Puccini integra en un lenguaje operístico
hastío que concluirán cuando su partida ponga fin a medio año
italiano la cita de composiciones patrióticas como el Star-Spangled
de unión. A diferencia de las versiones posteriores, ni el personaje
Banner americano y el Kimigayo japonés, el libreto de Illica y
de Crisantemo expresa tristeza por la separación, ni el de Loti
Giacosa entreteje la ficción narrativa de Loti con el testimonio
sentimiento de culpa por la disolución de lo que irónicamente
relatado a Long por su hermana, esposa de un misionero
adjetiva como “matrimonio morganático”.
metodista en Japón, sobre la desventura de una joven de Nagasaki
Este distanciado juicio de Loti revela crudamente la desigualdad
abandonada por un marino americano. Es interesante señalar que
propia de la situación colonial: occidental / oriental, colonizador
esta mezcla de realidad y mito, lejos de limitarse al escenario de la
/ colonizado, hombre / mujer. Seguramente por este motivo, la
representación teatral y a su consagración operística, constituía a
sensualidad y crudeza de su relato sea responsable de algunas de
su vez la trama y urdimbre de la construcción política de la imagen
las imágenes más duraderas en la caracterización orientalista de la
de la mujer en el Japón de la época.
mujer japonesa, representada como libélula herida, cuyos brazos
Desde finales de la década de 1890, la administración Meiji
extendidos dibujan con las mangas del kimono la frágil silueta de
imponía como ideal social la divisa de “la buena esposa, madre
las alas de una mariposa que, en un giro profético y desgarrador,
sabia” (ry sai kenbo) en una reconfiguración al servicio del Estado
reencontraremos en el primer acto de la ópera de Puccini.
Madame Chrysanthème se convirtió en un
de las tradicionales virtudes confucianas de
La mujer era sólo un aspecto más de
éxito editorial inmediato, traduciéndose y
obediencia y respeto. La representación de la
la vertebración ideológica del Japón
republicándose ininterrumpidamente. Sería
mujer como custodia del hogar y sus miembros
moderno como nación unida bajo la
así como en 1898, el escritor y abogado
bajo la autoridad del cabeza de familia contrasta
fórmula del Estado-familia (kazoku
estadounidense John Luther Long vampirizaría kokka)
con la realidad de una época en la que las
su atmósfera y personajes en un breve relato
mujeres constituían más de la mitad de la mano
de retazos testimoniales; David Belasco lo adaptó al teatro, y en
de obra industrial, y trabajaban bajo condiciones “dickensianas”
esta forma dio el salto al escenario en 1900. Su descubrimiento
en fábricas textiles. También contrasta con la realidad del Japón
por Puccini ese mismo año, mientras supervisaba en Londres la
anterior al que encontró el comodoro Perry, en el que la equidad
première de Tosca, actuaría a modo de catalizador de las fuerzas
en materia matrimonial y patrimonial organizaba la sociedad. El
artísticas que confluían en el japonismo, hallando en el espectáculo
establecimiento de las estructuras patriarcales que situaron a
total de la ópera una expresión paradigmática del encuentro
la mujer en un plano subordinado al hombre se consagró bajo
entre Occidente y Japón, personificados en la impetuosidad del
el régimen Tokugawa, a partir del siglo XVII, paralelamente al
temerario teniente de la Marina de los Estados Unidos, Benjamin
desarrollo de estructuras de poder centralizadas, como resultado
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Tras la arrobada mirada recíproca de estos amantes,
como entre Pinkerton y Cio-Cio-San, no hay unión
de hombre y mujer, sino dos universos distintos que
se contemplan uno a otro sin poderse encontrar.
Fotografía de una producción de Madama Butterfly no
documentada
© George Grantham Bain Collection, Library of Congress.
de los miembros ancianos, y la educación del heredero como leal
y obediente súbdito del imperio.
Tal imagen de la mujer era sólo un aspecto más de la vertebración
ideológica del Japón moderno como nación unida bajo la fórmula
del Estado-familia (kazoku kokka). Su diseño responde a un proceso
de auto-colonización real e imaginaria que prefigura la posterior
expansión del imperio japonés en el continente. La apología de
la familia tradicional como clave de bóveda de un Estado fuerte
y sano convertía a la mujer en la correa de transmisión, en cada
hogar, de la ideología imperial, y equiparaba virtudes morales
como la obediencia y la piedad filial del confucianismo a la lealtad
y reverencia al emperador, y por tanto, al Estado encarnado en
su cuerpo sagrado (kokutai) como padre de la nación. Aunque
en las primeras décadas del siglo XX las voces críticas de
educadores, feministas, e intelectuales de izquierda consiguieron
interponer imágenes alternativas a esta caracterización oficial, la
representación de la mujer como sumisa y modesta hija, y obediente
y devota esposa, alcanzaría dimensiones masivas, diseminándose
de un modo persistente a través de su reproducción en manuales
pedagógicos, periódicos y revistas al servicio del aparato represivo
de la rígida jerarquización estamental impuesta por la clase
de un Estado militar que se adentraba en el “oscuro valle” (kurai
dirigente samurai.
tanima) del totalitarismo.
La llegada de los “barcos negros” de la Marina estadounidense
Tras la derrota de Japón frente a los Estados Unidos en la Guerra del
pondría fin al encierro político y social de Japón, inaugurándose la
Pacífico, la reforma del Estado y la transformación de la sociedad
carrera de la era Meiji para atrapar a Occidente. No se trató entonces
pasarían por el establecimiento de una democracia de partidos
de una sustitución de un sistema tradicional por otro moderno,
y un sistema de libertades individuales. Todo esto desmantelaba
sino de la transformación de una modernidad distinta a la europea,
la ideología imperial, y proscribía esa concepción reaccionaria
que desarrollaría soluciones novedosas a la luz de los modelos y
anterior de la mujer. La nueva Constitución japonesa, promulgada
las instituciones occidentales. Por ejemplo, mediante un proceso
en 1946, establecía la igualdad de todos los ciudadanos,
de reinvención se asignaron nuevos significados a instituciones
concedía el voto a la mujer y garantizaba su libre
japonesas ya existentes, o se adoptaron modelos
institucionales europeos para las instituciones Se asumía complacientemente la participación en la vida política, en un proceso
japonesas. Las consecuencias de esta familia nuclear de corte norteameri- de extensión de derechos sociales, políticos,
y económicos sin precedentes en la historia
transformación fueron de una transcendencia cano como norma social
moderna de Japón. Pero la abolición legal de
colosal, ya que acabaron configurando una
la institución de la familia tradicional como unidad básica de la
nueva sociedad radicalmente distinta a la precedente.
sociedad, y su sustitución por un modelo nuclear estructurado en
La asunción de un modelo familiar de inspiración europea
torno a una unidad conyugal integrada por un hombre y una mujer
en la primera redacción del Código Civil japonés se revelaría
con igualdad de derechos y deberes, sólo parcialmente lograría
altamente problemática, al optar por adaptar la estructura de la
eclipsar el sistema patriarcal.
familia japonesa tradicional (ie), característica de la anterior clase
Efectivamente, el Japón de la postguerra viraba rápidamente
dirigente samurai, a las necesidades del nuevo Estado. El Código
hacia una economía industrial, eminentemente tecnológica y de
Civil de 1898 instituiría así como base de la sociedad un modelo
servicios, conformada por una sociedad que se urbanizaba a
que definía al hombre como cabeza de familia, con autoridad
marchas forzadas y en la que la recuperación económica daba
absoluta y responsabilidad legal sobre los miembros y bienes de su
paso al desarrollo y la expansión comercial. En este contexto, la
casa, y relegaba a la mujer a ese papel de “buena esposa, madre
prosperidad económica de los sesenta celebraba la conversión
sabia”, abnegada y devota en el servicio a su marido, el cuidado
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Cio-Cio-San guarda un arma letal en una caja que heredó
de su padre, y al utilizarla para suicidarse, la ópera la sitúa
en el mismo plantel de las mujeres suicidas occidentales,
como la princesa Dido o la romana Lucrecia.
© blickwinkel / Alamy
de Japón en una sociedad de consumo de masas en la que la
ideología del my home-ism (del inglés my home, “mi hogar”) y del
my car-ism (del inglés my car, “mi coche”) fundaban un nuevo
estilo de vida caracterizado por el deseo individual de objetos
simbolizados por las tres k de kuruma (“coche”), k r (del inglés
cooler, “aire acondicionado”) y kar terebi (del inglés color tv,
“televisión en color”). Se configuraba así una nueva identidad
nacional, de clase media y culturalmente homogénea, en la que
la adquisición de un coche y la propiedad de una casa unifamiliar
en un distrito residencial se erigían como marcadores de estatus.
Con ello, se asumía complacientemente la familia nuclear de corte
norteamericano como norma social.
Pero en este nuevo ideal familiar aún resonaban ecos de la
ideología patriarcal anterior, al consignar a la mujer en el ámbito
doméstico, esta vez como madre diligente y esposa profesional: al
hombre como trabajador asalariado de una gran empresa (sarar
man) correspondía la imagen doméstica de una mujer consagrada
al cuidado de los hijos, como extensión y último engranaje de
la “sociedad empresa” japonesa (kigy shakai), en la que la
dedicación en el ámbito teóricamente no productivo del hogar
garantizaba la productividad del esposo y, por extensión, del país.
La participación activa de la mujer en movimientos estudiantiles,
de reivindicación obrera y lucha antibelicista, antinuclear, y
medioambiental que en una línea de continuidad con las primeras
décadas del siglo había resurgido en la inmediata postguerra, no
conseguiría subvertir el conformismo social y
La llegada de la cañonera del teniente Pinkerton
la satisfacción consumista de una sociedad
al puerto de Nagasaki reque caminaba hacia el estallido de su burbuja
memoraba la llegada del
económica en la década de los noventa.
comodoro Perry a un JaA esta apatía se sumó un complejo entramado
pón del que iba a forzar la
en el que la presión social, la actuación política,
apertura como “violación
y los intereses económicos estratificaban a la
simbólica”
mujer como un miembro dependiente de la
unidad familiar, reforzando así la concepción
tradicional de los roles de género que, al menos sobre el papel,
las reformas legales para la igualdad de oportunidades parecían
combatir. A principios del nuevo siglo XXI, las mujeres constituyen
casi un cincuenta por ciento de la mano de obra en Japón, pero sólo
un ocho por ciento ocupa puestos directivos, y más del cuarenta
por ciento son empleadas a tiempo parcial (p to, del inglés part
time). Excluida del mundo laboral tras contraer matrimonio,
precisamente en el momento en el que debería consolidar una
identidad profesional, la reincorporación de la mujer al mundo
laboral a medida que los hijos van creciendo limita su encaje a
empleos por horas en el sector de los servicios, como mano de obra
subalterna exenta de beneficios sociales y costes empresariales, a
disposición de las necesidades del mercado.
La llegada de la cañonera del teniente Pinkerton al puerto de
Nagasaki en Madama Butterfly rememoraba la llegada del
comodoro Perry a un Japón del que iba a forzar la apertura, en una
imagen de desembarco y deserción caracterizada por Harumi Befu
como “violación simbólica”. La diegesis de Pinkerton trasciende
su historia con Cio-Cio-San, por conmovedora que ésta sea, y
revela la feminización del Japón en la construcción orientalista
de Occidente. Ciertamente, el drama colonial que de un modo
arquetípico y brutal expresa esa imagen no cesaría de reproducirse
en el proceso de auto-colonización emprendido por Japón ante
el reto de atrapar a Occidente; la representación ideológica de
la mujer japonesa era un campo paralelo de operaciones, una
metáfora cuyas implicaciones todavía perduran en la actualidad.
Blai Guarné
Antropólogo especialista en cultura japonesa,
profesor de la Universitat Autònoma de
Barcelona y miembro del grupo de investigación
“Inter Asia”. Es autor de libros y trabajos de
investigación sobre interculturalidad, orientalismo
y globalización.
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