Ponencia a presentarse en el IV Taller de Historia Intelectual

Ponencia a presentarse en el IV Taller de Historia Intelectual
IV Taller de Historia Intelectual
Título de la propuesta: Acerca de escrituras íntimas, cartas y revistas en la
construcción de una biografía intelectual: una reflexión metodológica a partir del
itinerario de Julio Antonio Mella entre 1920 y 1925.
Tipo de trabajo: reflexión sobre investigación para Tesis de Maestría
Nombre del autor: Manuel M. Muñiz
Pertenencia Institucional: Universidad de Buenos Aires – Maestrando en Historia en el
Instituto de Altos Estudios Sociales – Universidad Nacional de San Martín
Correo electrónico: [email protected]
A modo de introducción
El cubano Julio Antonio Mella (1903-1929) estuvo en este mundo por muy poco
tiempo. Pese a esto, se lo considera una figura señera de la tradición revolucionaria
cubana y latinoamericana, al punto que cualquier viajante por alguna ciudad de ese país
se encontrará con su nombre en espacios públicos, escuelas, organizaciones juveniles,
calles, entre otras formas de registro de su memoria. En este proceso indudablemente se
conjugan los usos que la dirigencia política posterior a 1959 ha realizado del pasado, 1 y
que su experiencia vital fue, efectivamente, corta pero intensísima.2
Aunque se han escrito sobre él numerosos trabajos, algunos con limitado rigor
académico, fueron sido casi nulos los abordajes tomándolo como objeto de estudio
dentro de la historia intelectual y de los intelectuales. Es por ello que para el desarrollo
1
Para estas cuestiones, véase: Rojas, Rafael: La máquina del olvido. Mito, historia y poder en Cuba,
Madrid, Taurus, 2012; Pérez Jr., Louis A.: Essays on Cuban History. Historiography and Research,
Gainesville, University Press of Florida, 1995.
2
En poco más de un lustro fue artífice del movimiento reformista universitario en la Universidad de La
Habana, fundador de la Universidad Popular José Martí, de las revistas Alma Mater y Juventud, de la
Liga Anticlerical, y del Partido Comunista de Cuba (PCC) y militante de la Liga Antiimperialista de las
Américas; exiliado en México luego de su famosa huelga de hambre contra el presidente Machado, actor
relevante en su integración con la vanguardia artística y con el Partido Comunista de ese país, participante
del Congreso Antiimperialista de Bruselas en 1927, viajero a la URSS, polemista con Haya de la Torre,
hasta que finalmente fue asesinado por las balas machadistas en enero de 1929.
1
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de nuestra Tesis de Maestría en Historia, que al momento de escribir estas líneas está en
instancias de entrega y defensa, hemos abordado el período 1920-1925 de su itinerario
intelectual, es decir, el lapso que media entre sus primeras escrituras íntimas, la
participación como líder político e intelectual del movimiento reformista universitario, y
su ingreso al mundo cultural de la izquierda y el antiimperialismo, antes de su exilio en
México a comienzos de 1926. Aprovecharemos esta ponencia, pues, para reflexionar
sobre algunos escollos en la construcción de esta etapa de su biografía intelectual,
especialmente a partir de los avatares metodológicos vinculados con tres tipos de
fuentes: una escritura íntima (particularmente, un diario que Mella mantuvo entre abril y
junio de 1920, cuando emprendió un iniciático viaje por México a los diecisiete años),
la correspondencia, y los emprendimientos editoriales en forma de revista.
a) Una escritura íntima
¿Cómo acercarnos a ese diario desde un prisma de la historia intelectual? Nuestro
foco intentó encararlo a partir de la doble pregunta de por qué y para qué el adolescente
Mella hubo de escribir sus experiencias en México, para indagarlo dentro de los marcos
de una práctica moderna como resultaba ser una escritura del “yo”.3Una clave analítica
resultó considerar esa escritura íntima como espacio de ejercitación, como una bitácora
de experiencias, lecturas y proyectos. En otros términos, como un espacio privado, útil
para plantear una primera experimentación en el terreno de las ideas; y también, como
un depósito de promesas y epifanías de alguien, como el adolescente Mella, que parecía
construir su identidad en una mezcla de labor intelectual y de acción corporal. Los
usuales planes del tipo de registro de un diario íntimo, las promesas de obras que
anidaban aún en el interior del escritor son algunos de los modos usuales de este tipo de
escritura que Mella no dudó en utilizar.
Otra riqueza de ese texto radica en mapear las lecturas que podían ser accesibles
para alguien como ese adolescente cubano, hijo ilegítimo de un próspero sastre
3
Varios trabajos prestaron auxilio en la exégesis de estas escrituras íntimas. Por ejemplo: Pauls, Alan
(selección e introducciones): Cómo se escribe el diario íntimo, Buenos Aires, El Ateneo, 1996; Giordano,
Alberto: La contraseña de los solitarios. Diarios de escritores, Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 2011;
Canetti, Elias: “Diálogo con el interlocutor cruel”, en La conciencia de las palabras, México, FCE, 1992;
Litvinoff, Norberto: Diario íntimo. El camino del autoconocimiento, el aprendizaje y la transformación,
Buenos Aires, Del Nuevo Extremo, 2004; Foucault, Michel: Tecnologías del yo y otros textos afines,
Barcelona, Paidós, 1991. El diario de viaje de Mella puede consultarte en: Cairo, Ana (ed.): Mella. 100
años, Santiago de Cuba/La Habana, Oriente, 2003, Tomo I.
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habanero, y sin un original capital cultural. Al respecto, los autores más referenciados
por Mella fueron poetas modernistas: el mexicano Salvador Díaz Mirón, quien era
profesor suyo en una escuela de La Habana y quien posiblemente impulsara el viaje, y
el célebre Rubén Darío. Este foco en la poesía modernista (por ejemplo, parafrasea en
una de las entradas la oda de Darío “A Roosevelt”, de 1904) le posibilitó a Mella usar
en el diario alusiones a Estados Unidos como “Nueva Cartago”, o expresiones
zoomórficas como “águilas”, que en conjunto nos hacen pensar en un etérea inserción
de Mella en lo que Oscar Terán ha llamado el primer antiimperialismo latinoamericano,
es decir, un conjunto de tópicos binarios, oscilando entre el espiritualismo, el moralismo
y elitismo, entre el “enemigo del Norte” y los países de “Nuestra América”.4
b) La correspondencia
Buena parte de los estudios sobre intelectuales requieren, en la medida que se
encuentren accesibles para su consulta, del análisis de correspondencia.5 Al respecto,
son escasas las piezas que se han conservado de Mella en los años previos al exilio en
México; sin embargo, dentro del problema de cómo fueron los vasos comunicantes
entre sus “maestros” y las ideas que fue eligiendo adoptar, las cartas nos resultaron de
un valor fundamental. Y en esto hemos pretendido aportar al conocimiento de un caso
particular: la recepción cubana de José Ingenieros, un hombre que para Mella sería
esencial en la construcción de un discurso propio, y en la conformación de cánones
intelectuales, en los cuales estaban Ingenieros, Rodó, Vargas Vila o Vasconcelos.
En el párrafo anterior hemos utilizado la expresión vasos comunicantes no de modo
casual. Uno de los problemas era precisar cómo llegaban a jóvenes como Mella las
ideas que en el subcontinente se signaban como las más prestigiosas, tal es el caso de la
recepción de la obra ingenieriana. El camino fue indagar aquella correspondencia
remitida a Ingenieros desde Cuba que podría tipificarse dentro de lo que podemos
denominar como carta intelectual, esto es, un determinado estilo de carta en la cual se
intercambian libros, revistas, opiniones políticas, se referencia de modo cruzado a otros
4
Terán, Oscar.: “El primer antiimperialismo latinoamericano”, en: Punto de Vista. Revista de Cultura,
Año IV, nº12, Julio-octubre de 1981, pp. 3 a 10.
5
Véase para la importancia de la correspondencia en la historia intelectual: Dosse, François: La marcha
de las ideas. Historia intelectual e historia de los intelectuales, Valencia, PUV, 2007, especialmente p.
25.
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intelectuales, se publican de modo abierto, entre otras prácticas.6 Para ponerlo en
palabras de Marie Laurence Netter, la correspondencia en la vida intelectual muchas
veces difumina el borde entre lo privado y lo público.7
Resolver este problema consistió en seguir determinados pasos. El primero fue tomar
los intercambios de José Ingenieros con la elite intelectual cubana de los diez y los
veinte, especialmente con Enrique José Varona, quien era considerado una suerte de
“patriarca” intelectual, y Carlos de Velasco, miembro del comité editorial de Cuba
Contemporánea, la revista cultural más prestigiosa desde 1913 en adelante. Como
efecto de estos iniciales contactos, se derivaron otros: Ingenieros comenzó a recibir
cartas, y a responderlas, de hombres como Sergio Cuevas Zequeira, profesor en la
Facultad de Derecho a la cual acudiría Mella, o bien de jóvenes periodistas y escritores
como Alberto Lamar Schweyer. Lo que vislumbrábamos allí eran las preferencias del
período: los cubanos eran ansiosos receptores de, especialmente, la Revista de Filosofía,
y un poco después del Boletín Renovación. Por caso, Lamar Schweyer manifestaba en
una carta a Ingenieros de diciembre de 1923: “no recibo ‘La revista de Filosofía’ (…).
Me veo obligado a leerla gracias a la amabilidad del Dr. Lendián que me la facilita”. 8
Estos datos nos fueron acercando a Mella: tanto Sergio Cuevas Zequeira como ese “Dr.
Lendián” (Evelio Rodríguez Lendián) fungieron como admirados profesores de su
primer año como estudiante universitario, al punto que nuestro biografiado manifestaba,
en referencia a Rodríguez Lendián, que “su cátedra de Historia es un apostolado de
sabiduría”. 9
Para decirlo en otros términos, estos hombres como Cuevas Zequeira y Rodríguez
Lendián podrían considerarse como lo que Sirinelli denomina eveilleurs¸10 es decir,
aquellos actores que sin ser considerados los grandes nombres del campo intelectual, no
6
Véase: Bergel, Martín: “Latinoamérica desde abajo. Las redes trasnacionales de la Reforma
Universitaria (1918-1930)”, en Sader, Emir; Abotes, Hugo y Gentili, Pablo (editores): La Reforma
Universitaria. Desafíos y perspectivas noventa años después, Buenos Aires, CLACSO, 2008, pp. 146184.
7
Netter, Marie Laurence: “Les correspondances dans la vide intellectuelle. Introduction”, en Mil neuf
cent, Nº8, 1990, pp. 5-9.
8
Carta de Alberto Lamar Schweyer a José Ingenieros, 7 de diciembre de 1923, Fondo de Archivo José
Ingenieros, CeDInCI, SAA/8-4/5.2.37, folio 2.
9
Lord Mac Partland (seudónimo de Julio A. Mella): “En el feudo de Bustamante. El precursor”, en Alma
Mater, Nº3, enero de 1923, p. 29.
10
Sirinelli, Jean François: “Le hasard ou la nécessité? Une histoire en chantier: l’histoire des
intellectuels”, en: Vingtième Siècle. Revue d’historie, Vol 9, Nº9, janvier-mars, 1986, pp. 97-108.
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obstante en la práctica ejercen una influencia directa para las jóvenes generaciones.
Dentro de las muchas tareas, indudablemente lo que hacían era marcar a las nuevas
generaciones cuáles eran los autores que el espacio intelectual trasnacional signaba
como prestigiosos y renovadores. Como muestra basta mencionar que otros jóvenes
como Gustavo Aldereguía, también partícipe en el movimiento reformista universitario,
confesaba en una testimonio retrospectivo que Revista de Filosofía era “mi biblia de
cultura”.11
Pero a medida que Mella vaya ganando desde 1923 un mayor prestigio como líder
estudiantil y político, podrá insertarse por sí mismo en una parte de esas redes
intelectuales, y, además, reproducir ese esquema de usar la carta intelectual como
mecanismo difusor. Aunque las fuentes son escasas, hemos cotejado tres cartas de
Mella que nos resultaron significativas: una de él mismo a Gabriel Moreau,
posiblemente de 1924, en la cual le reclama un número atrasado de Renovación, otra al
médico tucumano Gregorio Aráoz Alfaro de enero de 1924, escrita para agradecerle El
libro del Gay vivir del poeta catamarqueño Luis Franco, y, por último, una que en 1925
redacta a Santiago Serrano a la localidad de Banes, distante a más de 800 km. al este de
La Habana, a quien había conocido en un mitin antiimperialista, misiva en la que Mella
dispone una serie de consejos de cómo organizar un “grupo cultural” donde se discutan
ideas y libros, especialmente algunos de Ingenieros.12 Esta inserción ya más directa se
plasmaba en hechos capitales de su biografía intelectual, como la aparición de algunos
de sus textos en las páginas de la célebre Renovación, dirigida por Ingenieros y Moreau.
c) Las revistas
Entre muchas otras facetas, Mella fue un hombre de revistas. En el breve lapso que
medió entre fines de 1922 y diciembre de 1925, fue fundador, administrador,
editorialista, escritor, cronista, de las revistas Alma Mater y Juventud, y también
colaboraba con publicaciones obreras y de la izquierda antiimperialista como Aurora,
11
Aldereguía, Gustavo: “De mis recuerdos”, en Bohemia, La Habana, Año 55, Nº33, 16 de agosto de
1963, p. 68.
12
Carta de Julio Antonio Mella a Gabriel Moreau, c.1924, Fondo José Ingenieros, CeDInCI, SAA/84/10.1.32. Carta de Julio Antonio Mella a Gregorio Aráoz de Alfaro, 3 de enero de 1924, citada en Adys
Cupull y Froilán González. Véase: Cupull, Adys y González, Froilán: Hasta que llegue el tiempo, La
Habana, Editora Política, 1999, p. 55; Carta de Julio Antonio Mella a Santiago Serrano, 5 de junio de
1925. Citada en Contrera, Nelio: Julio Antonio Mella. El joven precursor, La Habana, Editora Política,
1987.
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Venezuela Libre, Luchas de Clases, El Libertador y el Boletín Renovación. Pese a esto,
una traba se ha impuesto: en 1975, previo al Primer Congreso del Partido Comunista de
Cuba de 1976, fue editada una compilación de fuentes y artículos de Mella tomados de
diferentes publicaciones.13 Esta recopilación “oficial” ha sido utilizada, vale decirlo, de
un modo acrítico por muchos historiadores, sin contemplar que, debido al clima
“sovietizado” de la Cuba de los setenta, fueron ocluidos varios textos de Mella de difícil
engarce con el “marxismo-leninismo”.
Por ello una tarea heurística fundamental fue acudir nuevamente a esas publicaciones,
cotejando los textos de Mella en el real soporte donde aparecían. En buena medida
porque, según Carlos Altamirano, “las revistas (…) engendran microclimas propios. A
través de ellas pueden seguirse las batallas de los intelectuales (…) y hacer el mapa de
la sensibilidad intelectual en un momento dado”.14 Por ello una tarea necesaria fue,
precisamente, mapear el conjunto de revistas cubanas que estaban disponibles en ese
contexto. De este modo, acudir a Social, Carteles o Cuba Contemporánea, y otras que
eran como referencias ineludibles, como Repertorio Americano y el Boletín Renovación
nos permitió entender qué modelos generaron un influjo en Alma Mater y Juventud.
Con todo, al trazar una biografía intelectual que fuera nuevamente a realizar la tarea de
leer los lugares de publicación, se han podido hallar artículos y editoriales desconocidos
de Mella, que muestran tanteos poco indagados con el vitalismo, masculinismo e
incluso con un racialismo del estilo de José Vasconcelos, como por ejemplo en los
textos “El atleta universitario” y “América”, publicados ambos en Alma Mater.15 Por
otro lado, también como corolario de estudiar las revistas de Mella, se pudo atender a
aspectos de la cultura visual –dibujos, fotografías, reproducciones−, que han
coadyuvado a captar determinados valores, el ethos compartido por el equipo editorial, a
lo cual podrían sumarse los chistes, epígrafes y notas comentando las novedades
editoriales.
13
Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista de Cuba: Mella.
Documentos y artículos, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1975
14
Altamirano, Carlos: Intelectuales. Notas de investigación, Bogotá, Norma, 2007, p.126.
15
Mella Mac Partland, Julio: “El Atleta Universitario”, en Alma Mater¸ Año II, Nº4, febrero de 1923, p.
p. 18; Mella Mac Partland, Julio Antonio: “América”, en Alma Mater, Año II, Nº7, mayo de 1923, p.11.
Cabe señalar que “Mac Partland” era el apellido de su madre, la irlandesa Cecilia MacPartland. Véase
para estos avatares, la mejor biografía escrita sobre Mella: Hatzky, Christine: Julio Antonio Mella. Una
biografía, Santiago de Cuba, Oriente, 2008.
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Todo esto refuerza una tercera cuestión básica pero fundamental cuando se analizan
revistas culturales, estudiantiles o intelectuales: quiénes la editan. A partir de algunas
nociones ya clásicas como las de Raymond Williams, como las de “grupo cultural” o
“formación”,16y el necesario entrecruzamiento con otras fuentes, se pueden reconstruir
los avatares del grupo, la distancia entre los objetivos originales y el devenir de la
publicación, los distanciamientos, y las modificaciones de los integrantes de la
formación. Por ello fue necesario cruzar la trayectoria melliana con la de compañeros
suyos como Carlos Robreño, Alfonso Bernal del Riesgo, Fernando Sirgo y Leonardo
Fernández Sánchez. El movimiento fue pendular, entonces: si lo que nos interesó fue
enfocarnos en Mella, el lente también tuvo que correrse hacia quienes estaban cerca
suyo, puesto que consideramos que una biografía intelectual se engarza, en parte y a la
vez, con una biografía colectiva.
16
Williams, Raymond: “The Bloomsbury Fraction”, en Culture and Materialism, Londres, Verso, 2005
[1980]; Williams, R.: Cultura. Sociología de la comunicación y del arte, Barcelona, Paidós, 1981.
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