Cristianismo pop - Josep Marc Laporta

· Cristianismo pop
2016
sep
arc ap rta
1- El pop, el mundo y la moralidad cristiana
2- Jesus People o el Movimiento de Jesús
3- La multifacética revolución del pop
4- La poderosa industria discográfica cristiana
5- El espejismo de la contextualización
6- Cristiandad pop
1- El pop, el mundo y la moralidad cristiana
Cuando a mediados de los años 50 y principios de los 60 del siglo
pasado las tradicionalistas iglesias protestantes norteamericanas vieron el
imparable surgimiento de la cultura p p1 y los movimientos juveniles de
liberación social, muchas de ellas, amparadas
en una vertebrada identidad litúrgica y
eclesial, se atrincheraron utilizando el recurso
de la moralidad para definir lo que a los ojos
de Dios era bueno o no. Moralizar, es decir,
imponer a otros un estricto criterio desde
convenciones dogmáticas y reduccionistas
previamente establecidas, fue la instintiva
estrategia de muchos pastores y responsables de iglesias. Así se intentó
frenar la mezcolanza con una emergente cultura p p que mimetizaba la
iglesia con el ‘mundo’ y, consecuentemente, dejaba que el llamado
‘mundo’ se adentrara en la iglesia.2
1
En 1958 fue utilizado por primera vez el término pop para referirse a este tipo de arte. Marco Livingstone (1991)
Pop Art: An International perspective. Great Britain: George Weindenfeld & Nicolson Ltd., p. 16
2
El mundo. Expresión tradicionalmente utilizada dentro de las iglesias evangélicas para describir peyorativamente
la vida social y cultural fuera de las estructuras y seguridades eclesiales. Sin embargo, la Biblia alude al mundo,
aunque no exactamente como un globalizado ente del cual nos hemos de proteger sino, exactamente, el amor al
mundo y a las cosas que hay en él. Es decir, al amor hacia, no el mismo mundo: «No améis al mundo, ni las cosas
que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el
Sin embargo toda aquella generación de jóvenes que estaba en la
iglesia y que eran reprendidos y aleccionados con frases como
que
sucede ah afuera
es para ti p rque s cristia s i fu a
i
bai a
i va a ci e i hace fiestas…» no quedó detenida en el
tiempo sino que se inmiscuyó de una forma u otra con la cultura que le
tocaba vivir. De las iglesias surgieron cantantes que interpretaban
artísticamente su fe de acuerdo a los movimientos juveniles de la época.
La cultura p p que a través de los medios de comunicación y la vida
social impregnaba los adolescentes y los jóvenes pronto se mimetizó con
el Evangelio, produciendo a corto y largo plazo una nueva expresión
cultual y religiosa.
El llamado rey del r c Elvis Presley, o Jerry Lee Lewis –su
alternativa más popular– fueron algunos de aquellos jóvenes que
adoptaron la cultura p p en sus congregaciones, pero que salieron de
sus iglesias para empezar una carrera en solitario, con todas las
implicaciones artísticas y sociales que ello conllevaba. Jerry Lee Lewis,
junto a su primo Jimmy Swaggart –uno de los primeros y más populares
teleevangelistas evangélicos– fueron pioneros en sus propias congregaciones al fusionar la dual revolución p p r c con la fe, optando en el
caso de Lee Lewis y Elvis Presley por instalarse fuera.
La sorpresa para muchos pastores fue que no solo desde dentro
de sus iglesias surgieron individuos que tomaron el lenguaje de aquel
llamado ‘mundo’, revolucionando estructuras, música y comportamientos, sino que desde la propia revolución p p y por la acción del
Espíritu Santo muchos jóvenes se acercaron a Dios, creando una
vi ie t de
corriente socioespiritual denominada esus pe p e o
es s
2- Jesus People o el Movimiento de Jesús
El
vi ie t de es s fue una corriente en el cristianismo
evangélico a partir de la costa oeste de los Estados Unidos a finales de
1960 y principios de 1970, extendiéndose principalmente en Nortemundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del
mundo» (1ª Juan 2:15-16).
américa, Europa, y América Central, antes de remitir a finales de la
década de los 80. El término, acuñado por Duane Pederson en sus
escritos del H yw d Free Paper resumía la fuerza de un movimiento
de ascendencia estética hippy y p p que con guitarra a cuestas postulaba
por una vuelta al cristianismo primitivo y a formas de vida simples y
ascéticas. Creían en milagros, señales, curaciones y en las poderosas
manifestaciones del Espíritu Santo, todo ello envuelto en una novedosa y
popular música de tendencia p p y r c . Una de las peculiaridades de los
esus pe p e también era la vida en comunas, modelo que llegaría a
otros países, tanto anglosajones como hispanos.
Aunque el
vi ie t de es s no duró mucho más allá de una
década, la influencia en el cristianismo evangélico ha traspasado los
tiempos y a lo largo de la postmodernidad se ha manifestado muy
trascendente. Miles de conversos del esus pe p e pasaron a posiciones
de liderazgo en iglesias y organizaciones paraeclesiales. La informalidad
de la música y una adoración más expresiva y emotiva afectó a casi todas
las comunidades evangélicas. Algunas de las iglesias de más rápido
crecimiento en Estados Unidos fueron de denominaciones surgidas del
movimiento esus Pe p e gestadas hacia el último tercio del siglo XX,
como la Ca vary Chape H pe Chape Churches o la Vi eyard
Churches al igual que organizaciones paraeclesiales como ews f r esus
Fr t (CWLF) y gran parte de la
o Christia W r d iberati
contemporánea y poderosa industria de música cristiana.
Una de las influencias más significativas y duraderas ha sido la
música cristiana, de matriz p p y sonido p p r c con comportamiento
de subcultura juvenil. La larga historia de esta música conectada al
vi ie t de es s comenzó cuando músicos de calle en la década de
1960 y principios de los 70 se convirtieron al cristianismo. Ellos siguieron
interpretando el mismo estilo que habían realizado anteriormente, pero
comenzaron a escribir letras con mensaje cristiano. A partir de aquel
movimiento muchos cantantes y grupos de música crecieron y se
desarrollaron como artistas cristianos, y algunos se convirtieron en
referentes musicales en las iglesias, tanto de dentro como de fuera de
esus Pe p e como por ejemplo Barry McGuire, Second Chapter of
Acts, Servant, Petra, Resurrection Band, Phil Keaggy, Randy Stonehill,
Randy Matthews, Andraé Crouch, Keith Green o Larry Norman.
La influencia de estos músicos en la psicología social evangélica fue
determinante, con la reproducción de novedosos modelos y estilos
musicales, dando lugar a una nueva expresión artística y espiritual que
poco a poco hasta las iglesias más tradicionales adoptarían progresivamente. Los cultos fueron transformando sus inmovilizadas liturgias
con la incorporación de nuevos formatos de expresión comunitaria y
reunión. La música que entonaban iba en consonancia con la que siempre habían interpretado aquellos cantantes: canciones de formato p p de
rápido consumo, que la creciente industria musical cristiana acapararía
mediante una gran mercadotecnia que alcanzaría la juventud cristiana
norteamericana y de otros países occidentales.
3- La multifacética revolución del pop
La revolución del p p de los años 60 significó un radical cambio
de estructura social en el imaginario de la juventud. Su inicial incidencia
en las clases más populares y menos educadas rápidamente alcanzó las
más acomodadas, cuando jóvenes más preparados adoptaron conductas
sociales más liberadas. La rebeldía, como instintiva forma de vida, dio
una cierta pátina de libertad y progreso que rápidamente sería adoptada
por muchos jóvenes cristianos, adaptando actitudes estéticamente más
liberalizadas, sin el clasicista corsé que presidía sus congregaciones.
Las innumerables referencias de cultura p p que surgían entre la
juventud en general, en realidad fueron aspiraciones de emancipación de
las antiguas estructuras sociales y estatales que, a su juicio, habían
causado las grandes confrontaciones bélicas mundiales y la consecuente
desestabilización política Este-Oeste. La paz, el amor y la libertad fueron
parte de un ideario común que en la música dispondrían de sonoros
representantes. The Beat es o The R i g St es junto a miles de
sucedáneos grupos, simbolizaron la liberación de las anquilosadas
estructuras mediante pegadizas canciones de fácil aprendizaje a las que
los jóvenes de medio mundo, y también de iglesias españolas, replicarían
con sendas versiones.
Fue a mediados de los años 70 cuando llegó a España uve tud
c u a isi
un movimiento interdenominacional que tanto en la
práctica como especialmente en lo simbólico tendría una substancial
aportación en el cambio de paradigma socioespiritual de los jóvenes
cristianos de la época. Fundada en 1956 cuando un estudiante
universitario estadounidense de 20 años de edad, Loren Cunningham,
pasaba un tiempo en oración mientras estaba de gira con un grupo de
cantantes en las Bahamas, uve tud c u a isi reunía en su haber
varias de las marcas que caracterizaba a la esus Pe p e norteamericana,
como la misión urbana y mundial hacia los jóvenes, la vida en
comunidad, una renovación en el Espíritu Santo o la música p p
cristiana. En España, su acción evangelística y expresión artística influyó
positivamente en algunos músicos y cantantes de las tradicionalistas iglesias.
Inspirados en los nuevos aires de la cultura p p cristiana que
llegaban de Europa y Norte América, algunos de ellos, como Toni Cazorla, Vicente Forner, David Otero, Miguel Rosell, Andreu Melendo,
Alex Blanco, Guillermo Contreras, Josep Meseguer o Miguel Frattarola,
pronto formarían grupos y adaptarían canciones de formaciones
extranjeras como Nash, The Internationals o Naisance, vinculadas a la
influjo continental de esus Pe p e creando paralelamente las primeras
composiciones autóctonas. Incluso algunos de ellos saldrían de sus conservadoras iglesias para alistarse a agrupaciones cristianas interdenominacionales a fin de vivir un evangelio más comprometido e implicado en
el testimonio, componiendo también canciones más descriptivas de la
experiencia cristiana, en primera persona.
Al cada vez más creciente impacto del p p cristiano, como marca
de expresión común, se sumaron los festivales y concentraciones musicales de p p r c , como Gree be t en el Reino Unido o F ev en los
Países Bajos y los encuentros de testimonio en los llamados C ffee Bar
en muchas ciudades europeas. Tanto los grandes festivales que anualmente arrastraban a miles de jóvenes cristianos, como los C ffee Bar
fueron centros de experimentación y producción musical y literaria de
los nuevos cantantes y grupos musicales cristianos. En consecuencia,
rápidamente se extendió por todo el continente una nueva manera de
hacer música de testimonio y, por ende, de alabanza, con una cierta
estética de reminiscencia hippy y sonido p p r c propiciando la
composición y la expresión de vivencias espirituales gestadas en la propia
experiencia con Dios.
4- La poderosa industria discográfica cristiana
Mientras tanto, en Estados Unidos el declive del
vi ie t de
es s dejaba como herencia una gran industria discográfica amparada en
producciones surgidas de la esus Pe p e como Second Chapter of
Acts, Petra, Resurrection Band, Phil Keaggy, Andraé Crouch, Keith
Green o Larry Norman, entre otros. A esta mercadotecnia, liderada por
W rd y Sparr w se añadieron otros sellos, grupos y cantantes
cristianos que no eran parte o no pertenecían estrictamente al movimiento esus Pe p e como Amy Grant, Rich Mullins, Karen Lafferty,
Steve Camp, The Archers, The Imperials o Russ Taff. Sin embargo, el
más popular sello de música de alabanza de los años 80,
ara tha
usic! nacido desde el ministerio de Ca vary Chape en Costa Mesa,
California, fue uno de los frutos musicales más tangibles del ministerio
del
vi ie t de es s En realidad, Ca vary Chape fue una de las
denominaciones que brotó en los años de aquella revolución juvenil y
que consecuentemente dio paso a una potente industria discográfica de
nueva y espiritual música de alabanza, estéticamente inofensiva para la
mayoría de las iglesias tradicionales occidentales por su delicada salmodia
y exquisitez musical.
Las secuelas y las múltiples derivaciones de la esus Pe p e en
España dio lugar a un cambio sustancial en la eclesiología juvenil.
Mientras llegaban las primeras grabaciones extranjeras de música
cristiana p p se empezaron a multiplicar los grupos musicales, quienes
animados por un cristianismo de desafío sociocultural salían de sus
iglesias con rudimentarios equipos de sonido, baterías y guitarras, con
una evocativa estética hippie y con canciones compuestas en primera
persona e interpretadas en estilo p p r c La oleada p p alcanzó a todas
las congregaciones, incluso las más reticentes, que vieron cómo sus
jóvenes participaban en masivas concentraciones juveniles interdenominacionales sin poder moralizarlos ni retenerlos.
Aquel movimiento de vida cristiana, testimonialmente más
implicado y corporativo, estampado en la marca p p y de un caracterrístico acento evangelístico urbano se mantuvo en el tiempo y se adaptó
a nuevas épocas gracias a una segunda oleada, la de la música de alabanza
y adoración, también de estética y sonido p p La música evangelística o
de testimonio de concierto, en primera persona y de experiencias
propias, mutó mediante la influencia teológica pentecostal y la resuelta
participación de la industria discográfica norteamericana hacia una nueva
experiencia adoracional de consumo eclesial interno, también en primera
persona y de experiencias propias. Fueron vasos comunicantes.
H sa a usic! el sello por excelencia de la música adoracional
de los años 90 y principios del siglo XXI, emergió desde la sensibilidad
de las Asse b ies f G d con la producción de excelentes sesiones de
alabanza en vivo lideradas por cantantes como Randy Rothwell, Don
Moen, Billy Funk, Ron Kenoly, Darlene Zschech, Martin Nystrom, Paul
Wilbur o Lenny Leblanc, entre otros. El esmerado sonido en directo, la
participación de fieles cantando, clamando o aplaudiendo y los novedosos cantos dieron a aquellas producciones una pátina de espontaneidad y veracidad espiritual que pronto se reproduciría en muchas
iglesias del planeta. Pero H sa a usic! –y también Sparr w– no
confinaron su misión exclusivamente al mercado norteamericano sino
que también editaron sesiones de alabanza y adoración en castellano por
emergentes cantantes latinos como Marcos Witt, Juan Carlos Alvarado,
Miguel Cassina, Marco Barrientos o Danilo Montero, quienes a su vez
crearon sus propias editoras discográficas hispanas, como Ca i
Pr ducci es B sa Pr ducci es o Pu s Rec rds.
Paralelamente, gracias al rápido crecimiento de Hi s g Church
en Australia en los años 90 (iglesia de las Asse b ies f G d) la pastora
del Equipo de Alabanza y Adoración, Darlene Zschech, impulsó y
promovió las propias producciones musicales Hi s g W rship y
también con otras compañías discográficas. Entre los últimos años del
pasado siglo y las dos primeras décadas del XXI, la música producida por
Hi s g impactó a las iglesias cristianas de todo el mundo con exce-
lentes producciones de alabanza y adoración, con salmodias más
cristocéntricas, un impecable sonido y una música p p r c progresiva
muy del gusto joven y adolescente. Así como las Hi s g C fere ces
fueron fundamentales para el crecimiento numérico de la Iglesia,
Hi s g W rship3 lo fue para su crecimiento mediático y financiero,
lanzando una media de un álbum por año, en diferentes idiomas y
producidos por distintas compañías discográficas, acaparando un
mercado de jóvenes cristianos ansiosos de recibir nueva música en su
lenguaje
5- El espejismo de la contextualización
La irrupción de la cultura p p cristiana provocó una rápida y
simulada contextualización del cristianismo evangélico. A diferencia del
catolicismo, más reaccionario a los cambios, el evangelicalismo aparentó
una progresiva contextualización con la sociedad y los tiempos. Sin
embargo, el proceso fue una asimilación litúrgica interna, un producto
de consumo propio. Asistida por el pentecostalismo, la cultura p p se
instaló dentro de las iglesias diversificada en múltiples y novedosas
formas cúlticas, todas ellas presididas por la llamada música de ‘alabanza
y adoración’. En realidad, todas las actividades litúrgicas se alinearon en
sintonía al modelo p p, con cantos reiterativos y extravertidos, plegarias
impostadas, predicaciones fragmentadas con formas expositivas propagandísticas y, por lo general, gesticulaciones muy apasionadas, a veces
incluso fanatizadas.
La influencia de la espiritualidad pentecostal en el protestantismo
por un lado fue muy positiva y fructífera, pero por otro definió ciertos
comportamientos estéticos y conductas muy acomodadas en la cultura
p p Algunos de los destacados vectores teológicos pentecostales, como
los dones espirituales, el bautismo en el Espíritu Santo, la xenoglosia o
las manifestaciones del Espíritu viabilizaron un cristianismo de vasta y
densa liturgia de consumo interno, que en la mayoría de casos
3
El grupo se formó en 1983 en Sidney, Australia, en la iglesia Hillsong, aunque su irrupción discográfica no
llegaría hasta 1988 y 1990 con sus dos primeras producciones. Inicialmente se llamaron Hillsong Live, pasando en el
2014 a Hillsong Worship.
provocaría una actividad eclesial muy satisfecha y autocomplaciente. Un
modelo p p de espiritualidad consumista se fue instaurando en muchas
congregaciones con la participación de la omnipotente industria
discográfica y literaria cristiana que continuamente proporcionaba
cantos, compositores, líderes de alabanza, salmistas y toda una serie de
productos y eventos cristianos de consumo doméstico para las congregaciones que, asimismo, complacientes las adaptaban a sus realidades sociales y eclesiales.
Uno de los grandes atractivos de la cultura p p es su influencia
sobre las masas, lo que hace que sea popular y evoque a seducción en la
población de gustos no tan desarrollados;4 es decir, que no aprecian una
cultura más refinada o que no dispongan de criterio para no dejarse
llevar por cualquier viento de moda o doctrina. Otra de las carácterrísticas de la cultura p p es la facilidad de ser exhibida y transportada en
una gran variedad de formas: televisión, moda, películas, radio, vídeo
juegos, etc. Ello la hace, también, atractiva por el hecho de ser popular y
por ser fácil de encontrar y diferenciar. En la misma línea de
pensamiento, el cristianismo p p ha bebido de los grandes medios
mediáticos, discográficos y literarios que constantemente suministran
todo tipo de productos que a veces se adentran más en el concepto de
la cultura del entretenimiento religioso que en la edificación cristiana.
Proveer entretenimiento enriquece la diversión a corto plazo, por lo
tanto, una y otra vez la vuelve atractiva y aceptada sin prácticamente
defensas.
La propia naturaleza de la cultura p p la hace sumamente inestable
y posee una calidad efímera, comparada con la cultura más elaborada,
por lo que la primera se viste de insustancialidad, siendo muchas veces
superficial, aunque muy relacionada. Es así como las interconexiones que
proporciona la cultura popular facilita un consumismo masivo y
generalizado.5 Si una película de éxito genera toda una serie de material
4
Según Thomas M. Moore, en Redeeming Pop Culture: A kingdom Approach. (2003) Phillipsburg Presbyterian &
Reformed, p. 95
5
La cultura pop unida al capitalismo ha proporcionado la cultura del consumismo. Una industria cultural popular
incluye el entretenimiento masivo como una forma de expresión y realización. La cultura del entretenimiento se
caracteriza por un marcado hibridismo y variados sincretismos.
afín como pósters, encartados, juegos, cómics, figuras, modas, etc. y
mucho material comercial con la finalidad de apoyar la película, generar
más ingresos y crear más impacto comercial y social, es consecuente
presagiar que la industria cristiana de los ass edia es un ente
empresarial y comercial que implícitamente supervisa e interviene en la
vida de las iglesias.6 Las televisiones cristianas, las discográficas o las
editoriales, dando por supuesto que son dignas portadoras del
testimonio bíblico y evangélico, también son generadoras y benefactoras
de una subcultura p p cristiana autocomplaciente y de gran autoconsumo.
La contextualización del cristianismo evangélico con la sociedad es,
en realidad, un espejismo sociológico. Es la adopción de la cultura p p a
ciertas prácticas en las iglesias postmodernas sin que ello quiera decir
per se que se esté encarnando implícita e implicadamente la auténtica
misión evangélica en medio de su sociedad. Sin pretenderlo ni desearlo,
la gran producción discográfica, literaria y televisiva cristiana de cultura
p p se ha convertido en una presencia social engañosa que abastece y
fortalece un cristianismo subrogado, atiborrado de actividades interdenominacionales, conferencias, encuentros de avivamiento, reuniones de
estudio y análisis misionológico, predicaciones de gran escenario y
atractivos eventos de consumo interno repletos de inefables experiencias
litúrgicas y adoracionales, pero posiblemente sin la imprescindible e
implicada mezcla que ensambla la Gracia de Dios con un mundo que
sigue necesitando una Cruz encarnada.
6- Cristiandad pop
La cultura cristiana p p a semejanza de la cultura y el arte p p
tiende a explicar el presente desde el contraste geométrico, cromático,
descriptivo y el impacto visual. Es su idioma artístico. Una alta
expresividad y una fuerte visualización del mensaje a enunciar es el
espacio simbólico donde la cultura p p se articula en toda su intensidad.
Es por ello que en su traslación socioreligiosa al cristianismo, muchos
6
Por definición, el arte pop se alimenta y retroalimenta de su estructura comercial.
cultos evangélicos actuales tienden a ser muy elocuentes y explícitos en
la puesta en escena, tanto en lo musical, artístico o en la dramatización.
La postmoderna escenografía evangélica irradia una beatífica influencia,
colmada de una ostentosa ornamentación espiritual, albergando así una
adoración de gran lenguaje dramático. A diferencia de las vetustas
liturgias católico-romanas en las que el oficiante era un parsimonioso y
meticuloso actor sacerdotal abstraído en su religiosidad entre fieles,
grandes iconografías y arquitecturas catedralicias, las postmodernas
liturgias evangélicas tienden a la sobrerrepresentación coral de experiencias, manifestaciones y emociones.
La informalidad, dentro de un orden más o menos establecido,
también es parte imprescindible de la expresión p p por lo que no es
de extrañar que los cultos cristianos aparentemente sean experiencias de
adoración liberadas de limitaciones y restricciones litúrgicas. Aunque al
querer huir de corsés establecidos, sin pretenderlo también sucumbe
ante la pesada carga de otro tipo de liturgia: las múltiples y, a veces,
vanas repeticiones de cantos y/o estrofas, las reiterativas y recurrentes
frases y arengas, y un modelo y orden de reunión interactivo, pero
también repetitivo, en el que los cantos son prácticamente el principal
móvil de evocación espiritual. Es un modelo de liturgia sobrerrepresentada y muy mediatizada por simbolismos expansivos y demostrativos.
Otra de las características de la cultura p p es la aleatoria mezcla
de componentes formales, creativos o contingentes que convenientemente escogidos y reunidos configurarán una nueva expresión artística.
El modelo p p tiende a tomar lo mejor o lo más interesante y útil de
distintos ámbitos para configurar una nueva expresión creativa. Es la
cuidada combinación de elementos discursivos en favor de una finalista
expresión, a su vez atomizada. En versión cristiana es habitual que
muchos cultos evangélicos postmodernos estén salpicados de los mejores ingredientes, ya sean musicales, narrativos, argumentales, visuales o
cenestésicos, sin mucha más profundización que la espontánea exposición en superficiales entregas. La cultura p p por su raíz popular de
masiva superficialidad, no profundiza en nada pero lo cubre todo.
Tanto el continente como el contenido de los cultos evangélicos
tienen en la cultura p p referencias comunes. En cuanto al continente, la
música p p es el marco desde donde se diseña y estructura toda la
liturgia, vehiculándose en unas formas y preferencias rituales denominadas comúnmente ‘alabanza y adoración’, surgidas del pentecostalismo,
de la esus Pe p e y de la influyente industria discográfica cristiana. En
cuanto al contenido, los modelos que prevalecen son a imagen y
semejanza de la transmisión de la cultura p p pegadizas, repetitivas y
efímeras composiciones de, a muy menudo, fugaz consistencia literaria,
exigua densidad teológica y, bíblicamente, parciales y arbitrarias.
En la actualidad, la gran atracción estética y argumental del
cristianismo evangélico es la música. Perfectamente mimetizado en el
binomio ‘alabanza y adoración’, no hay evento o culto cristiano que no
se prodigue en una gran exhuberancia de cantos contemporáneos de un
marcado estilo p p Si bien durante gran parte de la historia cristiana los
himnos fueron parte importante de las celebraciones cúlticas y de la
transmisión del Evangelio, a día de hoy la música ha conquistado un
absoluto poder al acaparar gran parte del tiempo consciente y de
atención, además de presentarse con los mayores y mejores recursos
técnicos y escenográficos.
La dramatización, como forma de expresión sociocultural
postmoderna, ya no es patrimonio exclusivo de los oficiantes, como
antaño, sino de todos los fieles y asistentes que participan corporativamente en una gran escenografía que a menudo se mueve descontrolada, agitada por la autosugestión de la propia masa. Esta unificada y
acompasada manifestación espiritual, a veces impostada y de expresión
excitada, de facto ha suplantado el espacio de la atención receptiva,
reflexiva y escudriñadora. El silencio, como espacio espiritual de oración
atenta, es un bien escaso, además de ser, cuando existe, un silencio
mediatizado o intervenido.
Por su parte, la industria de la música cristiana ha participado
definitivamente en este modelo de cristia dad p p que nos preside al
ofrecer colmadamente toda una serie de cantantes y grupos para
satisfacer el sentido espiritual de los fieles en las iglesias y sus círculos
denominacionales. Aquellos antiguos grupos y cantantes de p p
cristianos que grababan discos narrando experiencias espirituales en
primera persona, han sido sustituidos por obra y gracia de la industria
discográfica por líderes de alabanza o salmistas de la ‘adoración total’,
creando así un complejo y enmarañado submundo evangélico dentro del
cual cualquier cristiano puede abastecerse de todos los beneficios y
bondades evangélicas, sean musicales, mediáticas o literarias, sin tener
que estar muy en contacto o mezclarse excesivamente con la realidad del
‘mundo’ exterior. De hecho, la cristia dad p p se ha convertido en una
gran subcultura del entretenimiento, provista de todos los recursos
necesarios para no ser afectada excesivamente por la influencia del
nocivo ‘mundo’ que le rodea.7 El resultado de todo ello es una iglesia
satisfecha y engrosada, que disfruta de su confortable reducto, saliendo
gozosa y animosamente fuera de sus modernos y tecnificados templos
de manera metódica y sistemática para llevar puntualmente su receta de
solidaridad y salvación a los perdidos.
Lo cierto es que en diversas ocasiones la cristia dad p p
prácticamente ha llegado a ser un auténtico espejismo del cristianismo
bíblico, porque mientras colmadamente se satisface de excelentes producciones musicales y literarias de gran autoconsumo,8 en buena parte
abandona la razón primordial a la que fue llamada para ser iglesia:
mezclarse indiscriminadamente con sus semejantes para a u ciar as
virtudes de que
s a
de as ti ieb as a su u ad irab e»
(1ª Pedro
2:9).
La cristiandad monopolizadora e impositiva de siglos anteriores,
que supervisaba, convertía y controlaba personas, gentes, estados, pueblos y naciones mediante una religiosidad nacional y cultural, en la
actualidad ha transformado su perfil y semblanza por otra cristiandad: la
subcultura cristiana p p con pretensiones de ser contracultura. Sin
embargo, ser sal y luz implica estar en medio de lo insípido y de la
oscuridad, sea en la cultura que sea y en las condiciones sociales que
7
Se puede considerar la cultura pop como la cultura del entretenimiento en la globalización, como una
herramienta de expansión de la globalización. En un mundo cada vez más interconectado, la cultura pop es el vínculo
que acaba por definir pensamientos e ideologías.
8
Así como las compañías y empresas del entretenimiento compiten por ofrecer al mundo un nuevo producto que
satisfaga sus necesidades, la industria de la subcultura cristiana pop compite para ofrecer a los fieles una nueva
música o un nuevo libro que satisfaga las necesidades espirituales, creándolas o sometiéndolos a una nueva ansiedad
psicoespiritual.
sean. La muy bíblica predilección contemporánea de construir un
estructural modelo paralelo de sociedad –la iglesia– para que el ‘mundo’
pueda ver en ella muy nítidamente la luz de Dios, fácilmente puede
conducir a la autocomplacencia, a una engreída subcultura y a tejer
hermosas enramadas socioespirituales9 que implícitamente nos aíslan de
la auténtica realidad de un mundo sufriente. La cristia dad p p en la
que estamos sumidos es el perfil autocomplaciente y subcultural de una
iglesia hartamente satisfecha y engrosada de sal y luz, mientras afuera un
mundo entero aguarda la llegada de pequeños Cristos que día a día,
hora a hora y minuto a minuto quieran mezclarse con los que también
sufren la fatídica marca del pecado, para salar y alumbrar en cada
realidad con la buena nueva del Evangelio. Definitivamente mezclados.
2016
sep
arc ap rta
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«Pedro dijo: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí, si quieres hagamos tres enramadas» (Mateo 17:4)