La Perla y 12 vecinas de Marisol Plard

Claridad, El Periódico de la Nación Puertorriqueña
La Perla y 12 vecinas de Marisol Plard
Por: Rafah Acevedo
tu juventud sueña un mañana,
vamos a darle una esperanza
con una ayuda sin tardanza
con alegría y con amor.
(…)
pero que el mar me tumbó mi casita
pero como me gusta el ruidito volví a hacerla
rumbero si no lo sabe yo te enseñaré a quererla
Pa’ la perla, este guaguancó es pa’ la Perla
donde sepultan los patriotas,
juventud que tiene ala rota.
Ismael Rivera
0. La Perla es el barrio al que le han cantado muchos. El Sonero Mayor, Calle 13, Rubén Blades (of all people). Allí filmó Tego Calderón un
video perfecto bajo la dirección de Alvaro Aponte Centeno. Y ahora mismo, quizás hasta dentro de un par de días, si usted baja hacia el
cementerio donde sepultan a los patriotas y sigue caminando por la calle hacia el Malecón del barrio se encuentra con ‘el chalet’ en el que se
exhibe el documental 12 vecinas de Marisol Plard. No es salsa, ni rap, ni reggaettón. Es otra cosa. Sobre eso y en torno a la artista quisiera decir
algunas palabras emocionadas..
1. Antes de escribir sobre el trabajo de La Plard creo que debo recordar un libro de Oscar Lewis, La vida: A Puerto Rican Family in the Culture
of Poverty (1966). No sé si recuerdan, pero el antropólogo publicó este texto en el que se explaya con su propuesta de que existe una cultura de la
pobreza a través de la familia Ríos. Fernanda, la madre, ha vivido casi toda su vida en lo que Lewis llama “La Esmeralda” que no es otro lugar
que La Perla. En el libro de Lewis, lo que los turistas pueden nombrar pintoresco arrabal frente al mar en el viejo San Juan es un terraplén que
termina en un litoral lleno de basura donde vive esta familia paradigmática de la Pobreza, cuya capacidad de resumir las características de todos
los habitantes del barrio es un enigma que Lewis nunca explicó. Soledad y Simplicio, dos de los hijos de Fernanda, viven en el Bronx
extendiendo esa cultura de la pobreza hasta New York. Los demás miembros viven en San Juan.
Lewis grabó en cinta magnetofónica los relatos verbales de la vida diaria en el hogar de los Ríos. Si uno quiere reducir ese trabajo de modo
que se genere polémica puede decir que La vida es una anécdota antropológica, según ha dicho, y en otro ánimo, Carlos Buitrago.
Marisol Plard, medio siglo después, graba en video a 12 vecinas de La Perla. La artista, en este caso, tiene muy claro que no hace antropología.
Si ‘la pregunta de la antropología es una pregunta por el otro’, la artista se identifica, más bien, con quienes graba. Vive allí en el barrio. Son sus
vecinas. Ella ‘desaparece’ como observadora y participa. “Yo no vine a colonizar. Vine a aprender”, dice.
2. Camino por La Perla y llegó al Chalet del Malecón, el nombre que la artista le puso a su espacio vital. Allí, fuera del museo y de los lugares
institucionales, se presenta el documental. Allí donde duerme, come y recibe a sus amigos o donde quiere estar sola. Miro estas 12 vecinas con el
soporte técnico artístico de la genial Marisol Plard. Ahí está, en la sala y la cocina del Chalet del Malecón la escritura de los hechos (en tinta de
luz) sin aparente mediación, con una estructura documental que apenas se percibe como si de repente estuviera todo libre de cualquier edición.
Recuerdo a Dziga Vertov porque giro en la sala y miro hacia la cocina y la artista afuera, la puerta cerrada. En su documental parecería que ella
está en un segundo plano, que ha desaparecido. Pero sé que está afuera, esperándonos, saludando a los que llegan a la otra tanda de su ‘shoucito’.
Sí,en este trabajo las protagonistas describen unos hechos: el diario devenir de La Perla, pero esos hechos al final se convierten en el sujeto
protagonista. Es un sujeto colectivo, una voz múltiple y conmovedora. Pero esa identidad no se construye como una oposición ni a favor de nada.
No hay una prédica ni un punto de vista del observador con ojo científico. No hay una propuesta ética.
Ver los rostros, los gestos, escuchar las voces, justo en ese espacio, sin aparente filtro es conmovedor. Escuchar a Marisol, tomarse una cerveza
con ella, es pura intensidad y lucidez, es estar en presencia del arte encarnándose.
3. Me quedo escuchándola. Trato de no hablar. Ella habla y hago silencio:
“Desde chiquita miro a través de una cámara y documento. A los seis años me regalaron una cámara. A los 21 años trabajé como camarógrafa
en televisión y cine. O sea, el video es mi medio de expresión creativa y profesional. El medio me llega desde la familia.De niña y muy joven lo
vi como un juego de infancia. Y ahora, que tengo medio siglo, sigue teniendo esa cosa placentera del juego pero es más intenso, más vital. Es mi
modo de vida. Decidí ganarme la vida con esto. Pero no en el cine, en los anuncios, en la televisión. Me harté de ser madre soltera esperando por
los pagos atrasados y bregando con los horarios del cine. Entonces es que estudio arte, ya a los 36 años. Ví otro modo, más adecuado a lo que
quería, de usar eso que sé hacer, que hago desde niña. Arte. Y desde niña aprendí a documentar. El arte me permitió hacer eso, documentar lo
político y desde lo político entonces hablar de lo cotidiano. Un proceso”
Marisol no puede dejar de hacer algo mientras habla. Mueve objetos. Mueve las manos. Camina. Organiza unos libros y los vasos que hay en la
cocina.
“En (la Escuela de) Artes Plásticas aprendí otro lenguaje más de acuerdo a lo creativo. Así es que pude liberarme de ese otro lenguaje que era
el único que conocía bastante, el comercial. Ahí voy aprendiendo a teorizar, a problematizar lo que son las intuiciones, a observar los espacios
para hacer arte y a asumir lo que es lo transdiciplinario. También a pensar en hacer arte político”.
Cuando Marisol Plard habla de ‘lo político’ no se refiere a una abstracción aunque tiene la capacidad y el expertise para teorizar sobre ello. Sin
embargo, su vida, su biografía está estrechamente vinculada a la política relacionada con el PSP, la lucha por la independencia, el terrorismo de
derecha.
“Algunas de nosotras nos criamos en los pasillos de Claridad y en el PSP. Escuchamos los tiros y nos pusieron bombas en las casas. La Guerra
Fría estaba bastante caliente cuando nos criábamos. Persecuciones, guardias siempre siguiéndonos, las amenazas. La quema del periódico. Era
fuerte. Y lo político era conversación de todos los días. Esas son experiencias de aprendizaje. Tú sabes. Pero son experiencias políticas también
las cosas que se aprenden en otros espacios. En Chicago (School of The Art Institute), en Humboldt Park, allí donde arrestaron a Oscar (López) y
a Carlos Alberto (Torres), aprendí. De ahí salió la idea de Red Diapers Babies, un trabajo sobre esos bebés que éramos durante la guerra fría.
La academia allí me permitió (porque la academia puede ser un infierno o un regalo) aceptar y que aceptaran la experiencia personal como
experiencia de expresión artística. Entonces vine a la Escuela de Artes Plásticas a trabajar. Ya venía de usar Facebook como plataforma
performática. Ephemeral Record of Displacement. En un crista se reflejan los posts de Facebook con dos teteras humeantes que condensan el
performática. Ephemeral Record of Displacement. En un crista se reflejan los posts de Facebook con dos teteras humeantes que condensan el
cristal mientras lloran, como gimen las teteras. Parecen los créditos de una película”.
No quiero interrumpir a Marisol. Sin embargo, esa tensión entre la artista y la academia es fuerte. Es experiencia personal dura. Y lo personal es
político y es arte. Lo menciono:
“La academia está diseñada para la competencia y no para el intercambio y el trabajo colectivo. Tú sabes. La competencia es salvaje porque no
es la competencia del colectivo para generar proyectos. Hay mucha pelea monga. Cosas como ¿Quién es conceptual y quién es teórico? Como si
conceptualizar el arte conceptual no fuera una teorización bien cabrona. Para algunos académicos usar Facebook como plataforma artística o
política es incomprensible. Poner a pensar a los estudiantes crea problemas. En ocasiones hasta con los propios estudiantes. Escuchar otros
discursos, el legal, el literario, puede ser incómodo. Me removieron de la Escuela, por mensaje de texto. Viví sin agua y sin luz por mucho
tiempo. Yo sí puedo hablar de cultura de la pobreza, que no es pobreza de la cultura. Pero en cierto modo gané, al quedarme sin trabajo en la
academia, la posibilidad de hacer arte absolutamente libre. Vivir en la pobreza no es vivir dignamente como algo automático. Te duele, te golpea.
Pero el arte sale libre de condicionamientos, de auspiciadores. Y ahora tengo estudiantes que me han escogido como maestra. Eso es maravilloso.
Vivo cerca de la Escuela de Artes Plásticas. Allí estudié y allí trabajé. Conocí gente generosa. Tuve apoyo de algunos. Me dejaron fuera al final.
Ahora recupero mi carrera de artista. Y hago proyectos con poco dinero.
La gente del cine me ha apoyado mucho. No solo porque vienen a ver 12 vecinas, sino un apoyo material, y de amistad. Kacho, Inés, Toño,
mucha gente buena. Pero sobre todas las cosas, este trabajo, 12 vecinas, es de una experiencia de solidaridad muy fuerte y compleja. Literalmente
es solidaridad entre mujeres en un barrio en el que ser mujer (como en cualquier lugar de este país) es fuerte. Y vivir aquí, hacer este trabajo y
seguir aquí me enfrenta a mis propias ideas y percepciones del barrio. A veces uno mira la pobreza y a la gente con una cierta ingenuidad y las
cosas son más complejas. A lo mejor eso viene de la utopía socialista, pero la pobreza es compleja. Uno pretende ser justiciero pero en La Perla
existe una profunda ambigüedad de lo justo, lo Justo con mayúscula. Pero eso es igual en todo el país. Porque no me digan que no existe una
profunda ambigüedad en el sistema de justicia del estado, por favor”
12 vecinas, instalación, documental, testimonio, 360 grados conmovedores. Una pieza artística sobre el estigma del barrio y el de ser mujer.
Pero es más. Es un ejemplo poderoso de que el arte político es posible hoy día. Necesario. Y que es más poderoso cuando más libre.
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