“¡Levántate y anda!” – Fe y curación

COMENTARIOS DE LA LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
II Trimestre de 2016
El libro de Mateo
Lección 4
23 de abril de 2016
“¡Levántate y anda!” – Fe y curación
Prof. Sikberto Renaldo Marks
Versículo para Memorizar: “Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son
perdonados, o decir: Levántate y anda?” (Mateo 9:5).
Introducción
Según ciertas investigaciones, el mayor temor no es a la muerte, sino de hablar en público. El pueblo que menos teme hablar en público es el judío. Pero, generalmente, muchas
personas tienen hasta pánico de levantarse para decir algunas palabras ante otras personas. Hay un dicho: “La mente humana funciona muy bien, desde que nacemos, hasta
el día en que nos levantamos para decir un discurso”.
La muerte, sin embargo, es algo terrible, atemoriza a muchos. En esta semana, un amigo
nuestro presenció una escena horrible. Un joven de veintidós años estaba pintando las
paredes del edificio donde vivía. Este amigo era el auditor del consorcio y estaba allí. El
joven mezcló coraje con descuido. Faltaba pintar una pequeña parte que él no alcanzaba
con el arnés de seguridad. ¿Y qué hizo? Soltó el arnés para alcanzar la zona sin pintar,
se resbaló y cayó, desde un séptimo piso. Atravesó el tejado de la cochera y se estrelló
en el piso. El auxilio fue rápido, cerca de dos minutos. El joven estaba vivo, con las costillas y los brazos fracturados, gimiendo de dolor. Allí estaba la muerte haciendo su trabajo, pues en algunos minutos dejó de respirar. Todos los habitantes del edificio quedaron
conmovidos, pero el auditor especialmente, pues dijo que fue horrible ver al muchacho
cayendo, escuchar el ruido de la caída y luego la escena con los gemidos. Percibió la
muerte en acción. La vida se le fue hasta que todo acabó.
Por otro lado, tenemos conocimiento de personas que no logran morirse. Parece que
para determinadas situaciones la vida es tan torturante que sólo la muerte parece suavizarla y resolverla. Conozco varios casos así, de personas ancianas, literalmente marchitarse en su cama, pero el corazón no deja de latir. No son conscientes de su propia existencia, pero viven. Sufren, y también sufren sus parientes. En estos casos, generalmente
la muerte es considerada un descanso y un alivio.
¿Adónde queremos llegar? Tememos a la muerte, pero en muchos casos la consideramos una solución. ¡Cuán terrible es el conocimiento del mal! No deseamos la muerte,
queremos huir de ella, muchos cuidan su salud al extremo para llegar a tener una vejez
saludable, pero es una realidad muy presente en todos los hogares, y somos impotentes
para reprenderla. ¡Cuán buenas, agradables debieron haber sido las resurrecciones que
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Jesús concretó! Mas, cuán gozosa será la resurrección final, aquella que tendrá hacia
adelante a la vida eterna, sabiendo que nunca más moriremos… Será una sensación
indescriptible, al menos para hoy.
Tocar a los intocables
Poco después del Sermón del Monte, Jesús se encontró con la miseria a la que conduce
el pecado. Era el caso de la lepra, que hoy puede ser curada. En nuestros días hay muchas enfermedades más devastadoras que la lepra de aquellos días. Hay dolencias raras, que no tienen cura, que deforman a la persona. Cosas tan degradantes para las que,
si viviera en nuestros días, Jesús tendría mucho trabajo.
La lepra es, todavía hoy, una enfermedad contagiosa. Por eso, la orden era no tocar a
ningún leproso, pues la contaminación era casi segura. Además, creían erradamente que
la lepra era un castigo divino. En alguno que otro caso lo fue realmente, tal como sucedió
en el caso de María, hermana de Moisés. Pero, la lepra generalmente era una enfermedad que podía manifestarse en cualquier persona. Y, lo peor de todo, es que como no
había cura como la hay hoy, los leprosos, para que no contaminaran a los demás, debían
esperar la muerte lejos de la sociedad, viviendo aislados como condenados por el resto
de sus vidas. ¿Puedes imaginar cuán sufrida era la vida de los leprosos?
Imagina qué hubiera sucedido si en aquellos días se aparecía un leproso por la ciudad.
La gente hubiera salido corriendo, denunciando a esta persona. Lo ahuyentarían alejándolo valiéndose de palos y piedras. Los leprosos, cuando veían que alguien se aproximaba, tenían la obligación de gritar: “¡Inmundo! ¡Inmundo!”. Era un procedimiento para
no contaminar a los sanos. Y si algún leproso tocaba algo, eso los demás no debían
tocar. Llevaban entonces una vida infernal, mientras se morían lentamente. Esta agonía
duraba varios años. Cuando un leproso moría, sólo otros leprosos podían enterrarlo. Sino
quedaba allí mismo, donde animales carroñeros se devoraban sus restos mortales. Todos tenían pánico de los leprosos.
Ahora imagina la escena. Jesús caminando con sus amigos, y aparece un leproso, en
dirección a Jesús. Había escuchado hablar de Él, y conocía de sus poderes. Al llegar, los
discípulos intentaron ahuyentarlo, para que no se acercara demasiado. Pero el hombre
no quiere saber nada de eso, y no había modo de impedirlo, pues no podían tocarlo. Al
llegar enfrente de Jesús, exclama: “Si quieres, puedes limpiarme”.
Al sanar a este hombre, Jesús lo tocó. Todos se horrorizaron, pues el Maestro se había
contaminado con ello. Ahora el Maestro se enfermaría de lepra. ¡Qué descuido! ¡Qué
desgracia!
Pero Jesús no se contaminó. Por el contrario, sanó al hombre, superó la lepra, acabó con ella.
Jesús no es inferior a la lepra. Él, que es el Creador, es superior a todo lo que existe, ya
sea bueno o malo. Es capaz de resucitar a los muertos tan fácilmente como es capaz de
sanar cualquier clase de enfermedad, aun la más contagiosa.
Al tocar al hombre leproso, comunicó una agradable sensación a alguien que nadie tocaba, desde hacía mucho tiempo. Un placentero toque de amor de quien ama siempre.
Jesús es capaz de sanar todo: enfermedades físicas, problemas espirituales, pecados de
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cualquier índole. Es capaz de resolver cualquier tipo de problema, para que una persona
no pierda la vida eterna.
El romano y el Mesías
Jesús tuvo que romper con varias costumbres judaicas. Eran, además de costumbres,
tradiciones erradas, recogidas durante siglos, y que ellos consideraban verdaderas joyas
espirituales. ¡Ay de quien no cumpliera con alguna de ellas!
Una de esas costumbres era la relación con los gentiles. No podían siquiera entrar en la
casa de alguno de ellos. Además, nadie hablaba con los gentiles, no se relacionaban con
ellos. ¿Qué piensas de esta costumbre en la iglesia de nuestros días? No se convertiría
ninguna persona. Los judíos de aquella época habían creado una cultura cerrada, abierta
sólo para hacer negocios y ganar dinero y enriquecerse.
A Cristo se acercó un centurión, un jefe militar encargado de comandar de ochenta a cien
soldados. Eran responsables del orden en una determinada área. Los centuriones eran
odiados por los judíos porque ejercían poder sobre ellos, poder armado y con la autoridad del imperio romano. Eran los soldados quienes acostumbraban hacer que los judíos
caminaran con ellos una milla, además de otras exigencias, con el propósito de humillara
al pueblo que controlaban.
Este centurión había escuchado hablar de Jesús, y creyó en Él. Uno de sus siervos quedó paralítico, y su jefe, el centurión, era una buena persona. No todos los soldados romanos eran malos y perseguidores. Entonces, humildemente se dirigió a Jesús y pidió
que pronunciara palabras sanadoras. Jesús mencionó la posibilidad de ira hasta su casa,
pero el propio centurión se negó, diciendo que no era digno de que Jesús entrara en su
casa. Él sabía que era romano, y por eso era odiado por los judíos, que ellos lo consideraban un gentil, y a cuya casa no debían entrar. El centurión no quería que Jesús infringiera las costumbres judaicas, sólo deseaba la curación de su siervo. Entonces le dijo a
Jesús que simplemente ordenara que fuera sanado, y que con eso bastaría.
Reflexionemos. Un buen centurión, que cuidaba a sus siervos, y que podría tener una alianza
positiva con los judíos, pero que había sido separado estúpidamente a causa de creencias
culturales. Mucho más provechosas serían las palabras de Jesús, de amar a todos.
Jesús se admiró de tamaña fe, que no había encontrado en Israel. Y dijo: “Ve. Y como
creíste te sea hecho”. En esa misma hora, el siervo del centurión fue sanado.
Esto demuestra que no necesitamos ver a Dios, sólo creer en su buena voluntad y en su
poder. Esto demuestra que la salvación está al alcance de todos.
Demonios y cerdos
Como ya hemos estudiado, Jesús descendió de su trono, de su estatus como Creador
del Universo, de su cargo de Rey del universo, a la tumba de los muertos, entre los seres
humanos, atravesando las peores humillaciones posibles. Lo que habían podido inventar
para burlarse del Creador, de eso se valieron. No es por poca cosa que estas personas
recibirán el castigo de los malvados, de resucitar para ver a Jesús volver, y luego muriendo otra vez para otra resurrección, aquella que tendrá lugar antes del castigo final.
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Los ángeles malos, tendrán peor suerte que esos hombres impíos que se burlaron de
Jesús. Verán la gloria del rescate de Jesús. Luego tendrán que soportar al malvado Satanás durante mil años, cuando lo único que podrán hacer es reflexionar sobre el desastroso resultado de sus actos, y todo ese tiempo se la pasarán peleándose entre sí.
Había demonios en dos hombres, cerca de la ciudad de Gadara (no es la misma historia
del endemoniado gadareno, o gesareno, relatado en Marcos y Lucas). Gadara era una
ciudad muy pagana, donde había todo aquello que el pueblo de Dios no debía tener:
endemoniados y criadores de cerdos, además de muchas otras cosas paganas. Cuando
Jesús se dirigió allí, aquellos demonios que infestaban a estos dos hombres, habían
transformado los cuerpos de los infelices en su morada. Debía haber en ellos alrededor
de seis mil demonios. Puede verse que no había espacio para que esos seres impíos
vivieran, sino no se explica porque habitarían en solo dos personas.
Los demonios, por lo que puede deducirse, eran utilizados por Satanás para hacer algo
por él. Ellos no estaban allí de vacaciones. Debían trabajar duro y mostrar resultados.
Satanás, como sabemos, es un tirano, y extremadamente exigente y déspota. Impone
tareas a todos sus ángeles malvados. No es un líder democrático, sino un dictador. ¡Ay
de un ángel ocioso!
La situación de aquellos ángeles malos había llegado a un estado caótico. Estaban ante
el Comandante del ejército del Cielo, ante quien habían perdido la primera batalla, por la
cual habían sido expulsados del Cielo. Debe haber habido un tembladeral entre ellos. Les
habría gustado el apoyo de su comandante, ¿dónde se había escondido ese día? En la
desesperación de tan inusitada situación, asustados, temerosos, impotentes, humillados,
sometidos o derrotados, le pidieron a Jesús que les permitiera habitar en los cuerpos de
los cerdos. Parece que ni ellos sabían que a los cerdos no se prestan a acoger a los
demonios, y Jesús seguramente se sonrió por dentro por la suerte de aquellos demonios.
Allá fueron, y al entrar, los puercos no respetaron nada, ni siquiera a los porqueros que
los cuidaban, que intentaron dominarlos. Salieron corriendo ladera abajo, y se precipitaron al mar, ahogándose. Y allí quedaron los ángeles malvados, sin casa para habitar. No
me gustaría haber estado allí, para asistir a la reprensión severa que Satanás, su comandante, debió haberles dado. Había perdido una batalla más, justo ante el Comandante que los había expulsado del cielo.
Ese día Jesús hizo una grandiosa manifestación de poder, poder del Creador. Había
calmado el viento y el mar. Eso había impresionado a los discípulos. De allí se dirigieron
a la orilla, atracando en la otra margen del lago de Galilea, y se da este hecho de los
endemoniados. Si en ese día a alguien le había quedado alguna duda acerca de la divinidad de Jesús, no podía ser disculpado. Jesús no dejó evidencias de su divinidad. Dejó
pruebas, los demonios corrieron ante el Salvador y el creador del universo.
“¡Levántate y anda!”
Imaginemos un caso de enfermedad en la que una persona sufre por culpa de sus propios pecados. Imaginemos un caso real. Conozco varios, pero analicemos sólo uno. Una
persona, un hombre, vivió su juventud en las drogas, consumiendo varias clases de ellas.
Su salud se fue debilitando. Hoy tiene cincuenta años, ya no consume drogas como antes, pero sólo puede mantenerse vivo tomando un coctel diario de medicamentos. No
puede trabajar, frecuentemente se desmaya, lo han encontrado caído en la calle. Lleva
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una tarjeta de identificación para estos casos. No puede arrodillarse sin caer en el suelo.
No puede hacer esfuerzos físicos. Nunca se casó, y si quisiera hacerlo, tener una familia,
sería imposible en su caso tener hijos.
Ahora bien, ¿qué más desearía un hombre así, que poder hablar frente a frente con Jesús? Seguramente le gustaría ser sanado, pero mucho más desearía el perdón para su
desviada vida en el pasado. Eso es lo que sucedió con el paralítico, que había llegado a
esta condición porque había abusado de su salud. Viéndose perdido, él mismo quiso
ganar la vida eterna. Estaba angustiado a causa de sus pecados. Eso era su primera
necesidad, después, estaba la sanidad física que, obviamente, también anhelaba. Pero si
sólo pudiera tener una cura, habría escogido el perdón, la sanidad espiritual.
Entonces, viéndose delante del Maestro, escuchó lo que tanto había deseado oír: “¡Animo, hijo! Tus pecados te son perdonados”.
Los presentes, consideraron esto como una ofensa a Dios, una blasfemia. Sólo Dios
podía perdonar pecado, ¿y cómo este hombre, nacido de hombre y mujer, estaba perdonando? Fue entonces que Jesús hizo uso de la lógica, y dijo: “¿Qué es más fácil, decir:
Tus pecados te son perdonados; o decir: Levántate y anda?” (Mateo 9:5).
Era más fácil, facilísimo, decir: “Tus pecados te son perdonados”, aun cuando ese perdón
no valiera nada, aun cuando fuera una blasfemia. Así como hoy es muy fácil hablar en
lenguas extrañas, que no son lenguas verdaderas. Pero allí había Alguien que podía perdonar. Era el Hijo de Dios, el Salvador, que había venido a salvar a la raza humana. Jesús
hizo algo que debería haber resuelto la cuestión acerca de su naturaleza, respecto de si era
o no divino. Dijo: “Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”. Ordenar eso a un paralítico
en ese estado desde hacía varios años era algo para lo que se necesitaba mucha valentía.
Y ver el resultado de la orden, o sea, que el hombre se levantara y caminara normalmente,
llevando sobre sí el peso de su camilla, eso es poder. Jesús demostró que tenía poder
divino, y allí muchos creyeron en Él, y temieron. Dios estaba allí, con ellos. Pero, los líderes
judíos se enfurecieron contra Él, pues estaban perdiendo su liderazgo delante de la nación.
“Deja que los muertos entierren a sus muertos”
Aparecieron dos hombres que querían seguir a Jesús. Parece que Jesús no quería a
estos dos como discípulos. El liderazgo de la iglesia de hoy respondería muy diferente.
Abrirían las puertas para que entren los dos. Al parecer, Jesús parece que dificultó las
cosas. Sólo parece.
La iglesia actual se está mundanalizando porque ingresan en ella personas no convertidas.
Es algo parecido con lo que sucedió en la región del reino del Norte, Israel, luego de la
masacre concretada por los asirios. Llevaron a los israelitas lejos de allí, que ya no eran
adoradores del Dios verdadero, y pusieron en su lugar a gente pagana. Algunos israelitas
quedaron, y se conformó una mezcla de adoración, medio pagana y medio judía.
Eso es lo que sucede hoy en nuestras iglesias. Con el afán de alcanzar blancos de bautismos, cueste lo que cueste. Las personas vienen con toda su sinceridad y buena voluntad, pero sin ser bien preparadas para participar de la iglesia verdadera. Muy pronto
reciben cargos, y van influyendo sobre la iglesia con costumbres extrañas, que todavía
no han sido abandonadas.
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Para seguir a Jesús, es necesario abandonarlo todo. O estar dispuesto a perderlo todo, a
abandonar todo.
Eso no quiere decir que debemos perder todo, o que perderemos todo. Ni que debamos
dejar todo atrás, sino que, si ello sucede efectivamente, permanezcamos del lado de
Jesús.
Ejemplifiquemos. ¿Cuántas historias conocemos de personas, especialmente jóvenes,
que, al encontrarse con la verdad, solos en su familia deben enfrentar un clima hostil? No
son pocos los que sus padres expulsan de sus casas. Eso no necesariamente debiera
suceder, pero –desgraciadamente– ocurre. Y si estos jóvenes permanecen firmes, del
lado de Jesús, pasarán vergüenza, necesidad y problemas. Pero, en todos estos casos,
las situaciones se resuelven, y en muchos casos, los padres aceptan la verdad, aunque
en otros, no.
Este es apenas un ejemplo. Fue escogido para ilustrar que hay muchas historias parecidas. Pero hay otros casos, por ejemplo, de mujeres que deben enfrentar la ira de su
esposo a causa de su nueva fe.
¿Qué quiso decirle Jesús al hombre que primero quería sepultar a su padre? Aparentemente, el padre de este hombre había fallecido, y quería sepultarlo. Pero no fue así. El
padre, o sus padres, eran ya ancianos. Era costumbre de los judíos preparaban la sepultura de sus padres, y aguardaran el desenlace. Era una costumbre de demostrar cuidado
por los padres. La sepultura era un evento trabajoso en ese tiempo. Tenían que contratar
gente para llorar (plañideras), recibir los muchos amigos que llegarían de lejos, y todo el
ceremonial. Parece que todo eso quedaba restringido a la casa. Esto eran buenas costumbres. Pero en lo que respecta a Jesús, había otras prioridades.
A lo que se estaba refiriendo Jesús era acerca de las prioridades en la vida. Seguirlo es
una cuestión de definición de prioridades. La vida eterna, o la salvación, es más importante que cualquier otro tema, incluyendo la sepultura de un padre o una madre, que aún
no han fallecido. Hoy sucede, por ejemplo, que pastores y misioneros, estando lejos de
sus hogares paternos, no tienen modo de participar en la ceremonia fúnebre. Otros lo
harán, y harán un buen trabajo. No debemos perjudicar nuestra salvación, y más aquellos que eligen dedicar todo su tiempo a salvar a otros, ante la perspectiva de sepultar a
uno de los padres.
Resumen y aplicación del estudio
I.
Síntesis de los principales puntos de la lección
1. ¿Cuál es el principal enfoque?
La cuestión del poder, en el mundo, es un desafío para el ser humano. El enemigo, Satanás, deseó poder, y cayó al nivel de los pecadores. Luego, en nuestro
planeta se instaló una lucha por el poder. Lo interesante es que quien desea poder, siempre cree que está en lo correcto, aunque esté totalmente equivocado. Esto es fácil notarlo entre los políticos, entre los corruptos, y entre los criminales. Esta clase de personas cree que todo lo que hacen es correcto. Y lo es, pero para
alcanzar sus ambiciones personales. Así piensa Satanás, y también es así que la
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mayoría de los seres humanos piensan. ¡Ay de quien desenmascare sus actos
ilegales e inmorales! Simplemente piensan que siempre están en lo correcto.
Jesús vino al mundo para ejercer poder. Pero lo hizo de manera legítima, según el
principio del amor. Por lo tanto, jamás usó su poder ilimitado para sí mismo, sino
que siempre lo hizo para beneficiar a otros. Vino para servir, no para ser servido.
En el ámbito fuera de nuestra tierra, donde Dios reina y donde todos le obedecen,
el poder tiene un uso diferente de cómo es usado aquí. A partir de Dios, a partir
del Creador, todos son humildes, y consideran su existencia para el servicio, no
para ser servidos. El Reino del Amor sólo podría ser así, servir, siempre servir,
nunca mandar o dar órdenes, o imponer la voluntad propia por encima de las demás. Necesitamos aprender mucho todavía para saber cómo funciona el principio
del amor. Tenemos que estudiar mucho todavía acerca de Jesús, nuestro Maestro
y Salvador.
2. ¿Cuáles son los tópicos relevantes?
En esta semana tenemos varios temas. Podemos seleccionar en cuál o en cuáles
podemos profundizar. Por ejemplo, Jesús tocó a una persona leprosa. Podía contaminarse, pero no sucedió porque Él poseía el poder de sanar. Más que vacunar
contra la lepra, Él era quien sanaba la lepra.
Tenemos la experiencia de actitud de sumisión del centurión, que deseaba que
Jesús sanara a su siervo, y humildemente admitió que no era digno de recibir a
Jesús en su casa.
Tenemos el dramático caso de los dos endemoniados. Los demonios temblaron
de terror ante Jesús. Temían que los enviara a un lugar peor que entrar en los
cerdos. Jesús incluso fue misericordioso hasta con aquella legión de demonios,
admitiendo que entraran en los cerdos. Así, al menos los que murieron fueron
aquellos animales inmundos, y los demonios quedaron sin lugar de morada.
La experiencia más impresionante fue la del paralítico. Jesús perdonó sus pecados. Esto generó una polémica, pues sólo Dios puede perdonar pecados. Entonces Jesús demostró que Él era Dios, al sanar al paralítico. Decir: “Tus pecados te
son perdonados”, incluso siendo una blasfemia, es fácil, pero sanar a un paralítico, sólo Dios puede hacerlo. A pesar de la evidencia, muchos más lo odiaron.
Finalmente, Jesús le hizo entender al hombre que primero quería enterrar a su
padre, lo que era prioritario: si la vida eterna, o el entierro de su padre. No sería
cuestión de honrar o no al padre o la madre, sino de seguir a Jesús, y las cuestiones menores se resolverían.
3. ¿Has descubierto otros puntos que podrías añadir?
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II. ¿Qué cosas importantes podemos aprender de esta lección?
Simple y directamente: servir a los demás, nunca desear ejercer el poder sobre otros.
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1. ¿Qué aspectos puedo agregar a partir de mi estudio?
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2. ¿Qué medidas debemos tomar a partir de este estudio?
Aprender a amar cada vez más a los demás, algo muy difícil para nosotros, pecadores con seis mil años de pecado sobre nosotros. Esto conforma un ámbito sólido para el mal. Es dentro de ese ambiente que debemos mostrar que el amor es
siempre superior.
3. ¿Qué es lo bueno en mi vida que me propongo a reforzar y lo malo para cambiar?
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4. Comentario de Elena G. de White
“Ninguno puede servir a dos señores, porque, o desestimará a uno y amará al
otro, o será leal a uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24; Lucas 16:13).
“Así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y dar su
vida en rescate por muchos” (Mateo 20:28; Marcos 10:45).
5. Conclusión general
Si sabemos amar y servir a nuestros seres más cercanos, los de nuestra familia,
sabremos servir a todas las personas. Si no sabemos siquiera servir a los integrantes de nuestra familia, no estaremos aptos para servir a los miembros de la
iglesia, y mucho menos a personas del mundo, y seremos inútiles para los propósitos de Dios, y de salvar a personas para el reino de Dios.
6. ¿Cuál es el punto más relevante al que llegué mediante este estudio?
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Prof. Sikberto R. Marks
Traducción:
Rolando Chuquimia
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