ESCRIBEN: Christian Mora, Miguel León

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Ágora
De lejos y a mi alrededor
Cosas de limosneros
Carlos Caco Ceballos Silva
INVIERNO 1998. Cuando el gran Hotel Ceballos de Cuyutlán era de cemento, con paredes de
pajarete, dos años antes del maremoto de 1932 y
que éste lo redujo a una era de cemento, pretil y
lavaderos, venía año con año un simpático personaje que recuerdo le llamábamos don Nico. No
sabíamos cuándo llegaba ni en qué forma arribaba, pues de pronto se le veía pedir limosna en la
playa, vestido con un vistoso chaleco, y su cortés
forma de pedir era tan singular y tan elegante
que pocos se rehusaban a darle unas monedas.
En cada ocasión sabía cómo hacerlo. Y así, a una
señorita: “Bella damita. ¿Podrías ayudar a este
desamparado?”. Y al caballero que se encontraba
sentado en la playa, rodeado de su familia: “¡Qué
bonita familia tiene! Comprendo el gusto que
tendrá en poder ayudarme”. Y a los jóvenes, que
en corrillo platicaban de sus aventuras, les decía:
“Tal como ustedes, así me veía hace algunos
años, y así de alegre estoy y siempre ilusionado,
pues espero le darán unas monedas a éste que
les procedió en este bello camino de la vida”. Y
así, con elegancia, buen humor y atención, ellos
con gusto le entregaban una ayuda.
Y así pasaba la Semana Santa y de Pascua y
se regresaba posiblemente a alguna ciudad del
interior o de la capital, pues los veraneantes
de Guadalajara me decían que no lo conocían.
Después de la salida del mar en 1932, y cuando
reconstruí el hotel en 1934, recuerdo que fue la
última vez que lo vi. En la siguiente temporada
muchos de los turistas, igual que yo nos preguntábamos cuándo lo veríamos nuevamente.
Allá por los años 50 tuvimos a la Delfinera,
tipa simpática, que recorría las calles pidiendo
una ayuda; su léxico, su manera de portarse
de acuerdo con el comportamiento del pueblo
colimote, hacían que ella hablara e hiciera cosas
que a la gente le causaban hilaridad. Recuerdo
que le gritaban: “Una maroma”. Y ella contestaba, entre risas: “¿Con calzones o sin calzones?”.
El colimote le entregaba una moneda y ella, al
momento, echaba la maroma. Desde luego, era
tan rápida y tan lista, que nunca los mirones nos
dábamos cuenta de si los traía o no.
En el verano de 1970, cuando Chale, mi sobrino, era tesorero municipal de Tecomán, se
presentó el caso de tres locos que pululaban por
las calles de la población pidiendo limosna, pero
en muchos casos eran groseros, sucios y carecían
de familiares, por lo que el cabildo en pleno, y
después de amplias deliberaciones, acordé que
una camioneta los llevara a tres lejanas ciudades
del interior. Y así fue como una soleada mañana
salió rauda la camioneta de la presidencia con
los tres orates, que fueron “plantados” en los
mercados de León, Aguascalientes y Zamora.
Desde luego, a cada uno se le entregaron cien
pesos para sus primeros gastos. No habían pasado ocho días, cuando ya había cuatro locos en
Tecomán, pues uno de los tres había invitado al
cuarto a pasar una temporada de descanso en
la limonera ciudad.
En el pasado noviembre dio en ir a la acreditada y prestigiada Casa Ceballos, exactamente a las
10 de la mañana, un señor más o menos limpio,
regularmente vestido que, sin hablar una palabra, se presentaba con el sombrero en la mano
pidiendo caridad. Todo continuó por todo el mes
de noviembre, y en los primeros de diciembre
Laura le dijo: “Oiga, señor, usted diario viene”,
y entonces él, que nunca hablaba, contestó con
una voz clara, aunque un tanto ríspida: “¡Pos
diario como!”.
Recuerdo que por la década de los setenta
llegaba a la tienda a pedir limosna un jovencito,
a quien siempre le ponía alguna moneda en la
charolita que me prestaba; desde luego, también
lo encontraba a la salida del banco, del cine, o
en el jardín, así es que éramos bien reconocidos
Pues bien, equis día me acompañó al banco
Serfin mi yerno de oro, cuando entramos vi
al limosnerito, tan luego me vio me alargó la
charola y yo le puse un 20 de cobre. Entramos
al banco, arreglamos el negocio y nos salimos,
siendo medio día, y con un calor sofocante, nos
dirigimos de inmediato al jardín, donde en la
esquina estaba un tejuinero, pedimos dos vasos,
nos lo sorbimos y al querer pagar ninguno de los
dos traía dinero, así es que le dijimos al tejuinero
y, medio molesto, nos dijo: Antes de pedir escúlquense las bolsas. Un poquito apenado, porque
había mucha gente alrededor, me encaminé de
inmediato con el limosnerito y cuando llegué
con él le dije: Se me acabó el dinero, por favor
présteme dos pesos. Y entonces él me contestó:
Yo no estoy prestando, estoy pidiendo.
* Empresario, historiador y narrador. †
Rugidos literarios
Fantasía, un lugar de prodigios
José María Lomelí Pérez
Mi tío
Ramón
Don Manuel
Sánchez Silva
I
La evasión inexplicable
(6 de febrero de 1954)
Creo que lo que llamamos cuentos de hadas es una de las
formas más grandes que ha dado la literatura, asociada
erróneamente con la niñez. J. R. R. Tolkien.
VIÑETAS DE LA PROVINCIA
Ágora
PLAZA CULTURAL DE
PLAZA CULTURAL DE
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Domingo 10 de abril de 2016
2386
El 2 de octubre de 1937, el suplemento literario del periódico británico The Times publicó una elogiosa crítica anónima dirigida a un
libro de literatura fantástica, que había sido publicado apenas once días
antes. La cual, a más de otras cosas, rezaba lo siguiente:
...hay que comprender que El Hobbit es un libro infantil sólo en el
sentido de que la primera de las muchas lecturas que merece puede
llevarse a cabo en el cuarto de los niños... sólo años después, en una
décima o vigésima lectura, comenzarán a percatarse de qué copiosa
erudición y profundas reflexiones consiguen que todo sea tan maduro,
tan familiar y, a su manera, tan cierto.
El autor de tales palabras, se sabría poco después de la publicación,
fue ni más ni menos que C. S. Lewis, escritor de otro clásico del género
titulado Las crónicas de Narnia. Gran amigo de Tolkien y primer lector
del libro señalado en cuestión.
Ambos escritores, nacidos a finales del siglo XIX, desarrollaron sus
magnas obras durante una época en la cual la opinión que se tenía sobre
la literatura fantástica era ya desdeñosa. Pues como señala Jorge Luis
Borges en su conferencia La literatura fantástica, dictada el primero
de diciembre de 1949, la utilización del género fantástico es vista para
muchos lectores contemporáneos como un simple capricho debido a
la creciente tendencia a escribir novelas realistas surgida durante los
primeros años de dicho siglo.
Si bien es cierto que en la actualidad hemos atestiguado un repentino furor por el género fantástico, basta con consultar las carteleras de
cine para comprobarlo, existe una opinión muy generalizada de catalogar a este tipo de tramas como historias, películas, novelas o cuentos
para niños, posicionándolas de esta forma en un segundo lugar, muy
por debajo de lo que muchos consideran la verdadera literatura en la
que no hay espacios para los eventos extraordinarios, las ensoñaciones,
la bondad y la maldad puras, ni qué decir de los finales felices. Nos
hemos especializado en alabar y elaborar novelas realistas (citando a
Borges una vez más) que ofrecen una verosimilitud casi estadística.
Resulta inexplicable este rechazo por las historias que representaron
nuestro acercamiento con el mundo de las letras, porque a quién no le
contaron alguna vez el cuento de Caperucita Roja, Blancanieves, La Bella Durmiente o La Cenicienta; quién no disfrutó con las adaptaciones
clásicas de Disney o la magia de El mago de Oz; quién no se atemorizó
con los hombres lobo, los vampiros o los gigantescos dragones protectores de tesoros encantados; quién no soñó con explorar la insondables
profundidades del mundo submarino, tocar la luna, viajar en el tiempo,
con explorar un país repleto de maravillas o adentrarse en la trama de
una Historia interminable... ¿Será que hemos olvidado que la fantasía
impregnó la historia de la humanidad desde su nacimiento?
Pintura de Michele Del Campo.
Director General: Armando Martínez de la Rosa
Coordinador: Julio César Zamora Velasco
Imágenes: Fotos de Archivo.
Correo: [email protected], [email protected]
ESCRIBEN: Christian Mora, Miguel León, Yunuén Cuevas, Alfredo Hermosillo,
Isabel Huerta, José Lomelí, Gabriel Araico, Gael Bernal y Carlos Caco Ceballos.
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Ágora
PLAZA CULTURAL DE
PLAZA CULTURAL DE
La razón oculta de mi silencio
Cotidianas: el abrazo
Gabriel Araico
Christian Mora
Cinco años fuera estudiando la carrera de músico. Regreso a Colima, donde
crecí al lado de mi buen amigo Iván, a
quien esperé con ansia para ver el fin de
semana. “Iván, el poeta”, como lo conocen ahora. Deduzco que logró terminar
la universidad, mientras yo, en cambio,
duré un mes apenas cuando fui expulsado y me dediqué a tocar por mi cuenta.
Pero esa noche estábamos juntos por
fin, me había invitado a una reunión
extraña. Era un café en el centro de Colima, sin casi más comensales excepto
los invitados a la “rueda de lectura”. Ni
siquiera sabía lo que eso significaba.
Pero seguía ahí minutos más tarde,
rodeado de tipos y tipas extrañas que
parecían intelectuales, hablando de
personas aún más extrañas que yo desconocía si seguían vivas.
“Autores”, les llamaban, y yo que
nunca había leído otra cosa excepto
revistas de metaleros.
Todo este proceso de reconocimientos y halagos duró cerca de treinta
minutos. Los más aburridos de mi vida
mientras permanezco en silencio.
Finalmente nos sentamos agrupados
en una sucesión de mesas. Iván fue presentado junto a otros dos, y así comenzó
la lectura.
Al inicio me era difícil asimilar lo que
leía. Para mí, no eran más que palabras
que se desvanecían en el aire. Nada de
esto rockeaba.
Pero fue entonces cuando, buscando
con la mirada algo interesante en qué
perder el tiempo, la vi. Estaba sentada
dentro de un salón contiguo, una hermosa joven que leía un libro de manera
distraída. Vaya, la “hermanita” de Iván.
Sí, aquella que hace cinco años ni siquiera me molesté en despedirme. En
ese mismo instante quedé cautivado,
y las palabras del poeta comenzaron
a tomar vida, provocando una especie
de anestesia al verla leyendo con su
cabello de lado.
Aprendí entonces el verdadero significado de aquellas frases poéticas que
leía con tanto ánimo el poeta. Aquella
prosa parecía compuesta para ella, y
creo que así lo comprendió, puesto que
en el momento que por fin volteó hacia
a mí, en silencio pude decirle tanto.
Terminó él de leer y ella volteó de
nuevo hacia su libro.
—¿Qué opinas de la lectura? –preguntó mi amigo y pensé sin apartar mi
mirada de ella:
“Que no necesité voz para expresarme. Todo lo has dicho tú”.
Al inicio me era difícil asimilar
lo que leía. Para mí, no eran más
que palabras que se desvanecían
en el aire. Nada de esto rockeaba.
El verano
Gael Alejandro Bernal Madrigal
Era la una con doce de la mañana. Llegué antes
de que saliera de su casa. Decidí esperarla a la vuelta,
pues no quería que su madre me viera visitándola
después de todo lo que habíamos pasado juntos. Había
tomado un poco. Mi aliento tenía un toque de tequila
y cacahuates enchilados.
Me puse nervioso, tenía algunos meses sin verla y
la última vez que coincidimos no terminamos bien. A
veces nos mensajeábamos por celular, varias ocasiones
peleamos, por eso se me hizo raro que aceptara verme
al decirle que necesitaba un abrazo. Si quieres, puedes
venir, contestó. Dudé por un instante, pues en mi vaso
aún tenía una cuba entera. Al final, terminé pidiéndole
que me esperara mientras me terminaba la bebida. Por
eso llegué un poco después de la una.
Por fin la vi acercarse portando un suéter para cubrirse del frío colimense. Caminamos el uno hacia el
otro. Mientras nos acercábamos, esquivamos nuestras
miradas para evitar sonreír con anticipación. No me
detuve cuando estuve a centímetros de ella, sino que
seguí caminando y nuestros cuerpos chocaron; terminó recargada en la pared, dándole la espalda. Yo incliné
mi cabeza, descansé mi frente en su cuello mientras
nos abrazábamos. No dijimos nada. En realidad, yo
no quería decirlo, ella tampoco deseaba escucharlo.
Permanecimos así por algunos minutos, fundidos en
un abrazo silencioso que hablaba por si solo. Derramé lágrimas contadas y comencé a sollozar. Cuando
controlé el llanto, nos separamos para mirarnos los
rostros. Sonreímos. Éramos sólo un par de estúpidos
abrazados entre las calles desiertas. En otros tiempos
estaríamos tragándonos a besos sin desperdiciar un
segundo la ciudad dormida, pero esa ocasión no. Esa
vez, únicamente no teníamos ganas de morirnos solos.
–No me he bañado desde la mañana -dijo, justificando cualquier mal olor que pudiera emanar. Yo reí,
olisqueé un poco y no encontré nada extraño.
–Ya me di cuenta -le contesté, sólo por molestarla,
pero ella ya conocía mis pequeñas bromas así que
ambos volvimos a sonreír.
Cuando nos cansamos de estar parados, caminamos hacia una banca para poder platicar con mayor
comodidad. Como no nos apetecía enterarnos de la
intimidad del otro, conversamos sobre la vida cotidiana. Ella me contó que tenía un empleo nuevo y apenas
se estaba adaptando al horario. Yo le platiqué sobre
mi sequedad literaria y la frustración que sentía cada
vez que me sentaba frente a una hoja en blanco sin
poder escribir nada.
–A mí me gusta como escribes –dijo-. Es más,
ahorita que me acuerdo, iba a sacar un librito para que
me lo firmaras, pero se me olvidó. Voy por él.
Sin saber a qué libro se refería, dejé que fuera por
él y mientras me puse a pensar. Pasamos muchas cosas
juntos, muy buenas, malas y extremadamente malas.
A pesar del transcurrir del tiempo y aun sabiendo
que mi presencia dolía, ella seguía ahí, apoyándome. Me
pregunté entonces por qué, mas no quise cuestionarla
cuando regresó con el libro en la mano. Era la antología
de Mercado de cuentos cortos, en la cual colaboré con la
minificción de nombre Inconveniente.
No sabía qué escribirle. Nunca he sido bueno para dar
autógrafos, por así llamarlos. Después de pensarlo, escribí: Siempre estás, gracias. Al leerlo se quedó perpleja,
seguro esperaba algo mucho más desarrollado, lleno de
paja y frases bonitas, pero no me desgasté en explicarle
el trasfondo de esas tres simples palabras.
Al llegar el momento de retirarme nos despedimos
con un nuevo abrazo fuerte y sincero, aunque con menos
drama que el primero. No me entristecí al dejarla, algo
me decía que muy pronto la volvería a ver.
Cuando controlé el llanto,
nos separamos para mirarnos
los rostros. Sonreímos. Éramos
sólo un par de estúpidos abrazados entre las calles desiertas.
El verano es el cielo ardiente.
El verano tiene alegría que nosotros no tenemos.
es algo tan especial como el sol.
El verano tiene vida que hace
tengamos amor derretido.
Esa luz que nos hace especiales.
Quiero soñar para encontrar el viento.
quiero saber la clave de la cerradura del cielo blanco
para que esté abierto cuando tenga mi último aliento.
Pintura de Michele Del Campo.
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Ágora
PLAZA CULTURAL DE
Origami con volcán de fondo
(PuertAbierta, 2015)
Cuando Los Tecolotes cantan… las niñas bailan
María Isabel Huerta Viera
Maletas y más maletas fueron
bajadas del tren, entre gritos, risas y
tumbos. Tres jovencitas llegaron a la
pequeña ciudad provinciana a pasar
vacaciones, después de terminar un
año de estudios en la universidad de
una de las grandes ciudades del país.
Llegaron y enseguida llamaron
un taxi que se estacionó junto a
ellas. Inmediatamente el conductor
conoció a una de las chicas y la saludó con una pregunta: ¿Tú eres Ema,
la hija de Doña Cuca, la dueña de
la Posada? –Sí, don Luis -contestó
ella-, vengo a ver a mi mamá y a los
amigos que aquí dejé hace dos años
cuando me fui a estudiar a Guadalajara, dijo risueña Ema, dirigiéndose
al chofer y a las amigas que venían
con ella. Éstas, no hicieron caso de la
observación, pues estaban apuradas
acomodando sus velices, en la cajuela del carro, ayudadas por don Luis;
luego se acomodaron en el asiento
trasero y sin dejar de platicar continuaron el viaje hacia la casa de Ema.
Cuando llegaron a su destino, se
bajaron con todo y el equipaje y le
pagaron a don Luis. Tocaron una
campanita que se encontraba a un
lado de la puerta de entrada de la
Posada, la cual lucía recién pintada
en su fachada, con alegres colores
azul rey y blanco en la pared de la
cual colgaba un letrero que decía
“Posada la Paz”, “Se rentan cuartos
con y sin alimentos”.
Se escucharon pasos presurosos
que bajaban, y al abrir la puerta,
Doña Cuca, abrazó y besó efusivamente a su hija. Su cara radiante
mostraba la felicidad de encontrarse
de nuevo con Ema, quien presurosa
presentó a las chicas. –Mamá, esta
es mi amiga Lupita, y aquí te presento a Julia, con ellas convivo en
Guadalajara, vivimos en el mismo
departamento y asistimos a la misma
universidad.
Cuca saludó y abrazó a las amigas
de su hija. Alisándose el pelo para
esconder su nerviosismo, las invitó
a pasar. ¡Adelántense, muchachas!
Y luego gritó –Juanita, ayuda a
estas niñas a instalarse en el cuarto
Alfredo Hermosillo
grande, y dirigiéndose a ellas, les
dijo: –A las dos servimos la comida, mientras, pasen a descansar y a
tomar un baño.
En tropel las chicas pasaron y
llegaron a su cuarto, luego Ema salió
hacia la cocina, allí vio y abrazó a
la vieja Leonila, que siempre había
ayudado a su mamá. Desde que Cuca
se había quedado viuda, para subsistir y alimentar a su hija, se lanzó
a la aventura de poner este hotelito
en un pueblo en donde no existía un
negocio así.
En un principio esta fue una
aventura incierta, ya que en este
pequeño lugar, todo era mal visto
por las vecinas que integraban la
liga moralizadora de las señoras que
no tenían en qué ocuparse por las
tardes, y por tanto, señalaban a mujeres indefensas y les adjudicaban
situaciones de romance imaginarios.
–¡Fue duro, confesó a Ema, su
madre, creí que no lo lograría, pero
gracias a Leonila, pude salir adelante, y ya ves, hasta puedes estudiar
en Guadalajara! Las tres mujeres se
abrazaron fuertemente y continuaron con sus labores domésticas.
En el comedor, se sirvió la comida
y hasta allí llegaron cuatro jóvenes
que eran músicos y tenían un conjunto musical llamado “Los Tecolotes”. La química surgió entre ellos y
ellas, y con risas y palabras amables
inició lo que parecía una amistad con
posibilidades de romance.
Al iniciar la noche, las jóvenes
se cambiaron la ropa para asistir a
la fiesta popular en donde sus amigos Los Tecolotes, muy acicalados,
rascaban y tocaban los instrumentos
musicales y uno de ellos cantaba
canciones modernas. Las chicas
se unieron al baile, alrededor del
Kiosco.
Sentada en una de las bancas
del Jardín, Doña Cuca, miraba a su
hija desenvolverse como una joven
moderna, con una visión diferente y
una oportunidad para desenvolverse en la vida, como ella no la tuvo.
En su juventud sólo pudo recordar
trabajo arduo en su casa, como era
mujer, no le dieron oportunidad de
estudiar, y muy joven la casaron. Ella
no pudo elegir su vida, fue llevada por
consejos, opiniones y tal vez buenos
deseos de su familia.
Enviudó al poco tiempo y ya sin su
marido, sin sus padres y con una hija
pequeña, se enfrentó a una sociedad
hostil, que en esos tiempos no aceptaban a una mujer sola. Sin embargo,
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Ágora
PLAZA CULTURAL DE
Cuca tuvo la fortaleza y el temple para
salir adelante, y ahora tenía su propio
negocio que le permitía sostener los
estudios de Ema, quien podría elegir
en un futuro su propia vida.
Los ojos de Cuca se le rasaron de
lágrimas de satisfacción, mirando la
figura esbelta y jovial de su hija, que
sobresalía danzando alegremente al
ritmo de la música de “Los Tecolotes”.
Pintura de Michele Del Campo.
En tropel las chicas pasaron y llegaron a su
cuarto, luego Ema salió hacia la cocina, allí
vio y abrazó a la vieja Leonila, que siempre
había ayudado a su mamá.
En los últimos días he leído mucho a
Dante Medina. En cuatro semanas me han
caído del cielo Amor, cuídame de ti, Tapatía, El aborto como estrategia y Origami
con volcán de fondo. Cuatro libros magníficos, publicados, todos ellos, por editoriales
independientes, que es donde se publica la
mejor literatura actual en México. No creo
que Dante se moleste si digo que una de las
cosas que más he disfrutado de sus libros
son las contracubiertas que le escribe Dolores Álvarez. Ella ha dicho, por ejemplo, que
Dante es un autor deliciosamente cínico;
que Amor, cuídame de ti es una de las novelas más desgarradoramente humanas que
conoce; que es una terrible y dolorosa novela
sobre los celos. Para Tapatía, “un libro de los
que no se dedican, para no ofender”, Dolores
escribió una contracubierta que vale por sí
misma y previene al lector en dónde y con
quién se está metiendo. De El aborto como
estrategia aseguró que “debe ser leído por
toda mujer en edad reproductiva, pues va
a aprender algo que no le enseñaron en la
escuela”. De Origami con volcán de fondo
afirma que esta vez sí que lo sorprendió
Dante, pues no lo creía capaz de ternura (al
gran cínico). En esta novela, al demonio lo
habita la dulzura.
Yo también confío en las mujeres, como
dice Dante, porque cuando ellas quieren,
uno escribe (uno vive). Y también tengo mi
propia Lolita. Ella, mi Dolores, ha leído estos
cuatro libros. Y me ha dicho que no soporta
para nada las reuniones familiares; que si
tuviera que vivir como los personajes de Origami con volcán de fondo se pegaría un tiro;
que el verdadero problema de todos ellos no
es el trato excesivamente cotidiano (pues los
parientes de la amada ya tenían una vida
en común soportándose), sino irse a vivir
de arrimados a la casa del novio sesentón
de la hija, porque todas las hijas saben que
padre y novio no deben estar juntos, pues
el primero huele la sangre y se convierte en
cazador. Y el segundo debe aguantar desde
miradas filosas, interrogatorios policíacos
y comentarios malintencionados, hasta
amenazas de muerte. Todo por los celos enfermizos de los padres. Y vaya que el padre
de Ada (la amada del médico alexitímico y
mediocre), es de los más peligrosos.
Ella me ha dicho que Dante Medina
siempre muestra familias hipócritas, ya sean
ultraconservadoras de la clase alta como en
Tapatía, o familias pequeñas y de clase media como el matrimonio de Amor, cuídame
Falleció en un atentado a tiros
Luis Donaldo Colosio M.
Miguel Ángel León Govea
A unos les tocó el asesinato del
archiduque de Austria, a otros el de
Kennedy, y a otros el balazo a Wojtyla. A mí me tocó el de Colosio.
de ti. Y es que, dice, así hay familias, que se
la viven juntos pero llenos de reproches y
con celos. Y luego está la familia de Ada,
una familia de las que pegan en sus puertas
un letrero con la virgencita de Guadalupe:
“Este hogar es católico” y que promueven
la virginidad hasta el matrimonio, aunque
saben que sus hijas ya se saltaron la recomendación. Familias con reclamos secretos, de esos que salen usualmente en las
reuniones, cuando ya se pasaron de copas
o alguien suelta un rencor añejo con el que
brotan naturalmente todos los demás, que
al final se convierte en una batalla de todos
contra todos.
Dante (eso no me lo ha dicho mi Dolores,
pero lo sabe muy bien) es un escritor sorprendente, un excéntrico capaz de crear una
espléndida historia a partir de materiales
aparentemente pobres. Aunque también es
capaz de inventarse historias extraordinarias
y de contarlas de manera extraordinaria.
Dante Medina es, pues, un escritor sorprendente, excesivo, brillantemente desigual. Y
atrevido. Es de los que no se quedan con las
ganas de decirlo todo a su modo. Y de todos
los modos. Tal vez lo dice todo tan bien dicho
porque siempre está atento a su vagina interior. Y la escucha. Y la comprende. Y le hace
mucho caso. Es un escritor extraño. Pero “la
gran literatura bordea lo irracional”, nos dice
Nabokov, para quien está claro que sólo el
saludable escritor de segunda fila le parece al
lector agradecido como un viejo amigo sabio,
que va exponiendo agradablemente las ideas
que el propio lector tiene sobre la vida. El
excéntrico, en cambio, bordea siempre lo
irracional. La obra de Dante Medina es rara
y es de gran calidad. Celebro que haya ido
encontrando lectores que sepan apreciarla.
23 de marzo de 1994: Íbamoo
oos, a la molienda. Íba mooo ooo
ooos, a la molienda…
Íbamos mi mamá, mis hermanos y
yo a misa de ocho de la noche; íbamos
en el vocho cuando en la radio sonó
la noticia del atentado en contra del
candidato a la Presidencia. Mi mamá
comenzó a rezar y nos pidió que todos
lo hiciéramos para que éste se salvara.
Recuerdo que me impactó mucho la
noticia, pues, con mis ocho años de
edad, apenas comenzaba a enterarme
del mundo que existe más allá de los
juguetes, los ríos y las bicicletas.
Era 1994, año del Tratado de Libre
Comercio, cuando mi mamá se alegraba porque ya podríamos comprar
lápices y ropa americana; también
era el año de la guerra en Chiapas, de
la que yo pensaba que un día podría
llegar hasta Colima. Recuerdo muy
bien las canciones de Solidaridad y
la imagen de un presidente peloncito
que luego supe resultó ser un pillo de
primera.
El asesinato de Luis Donaldo Colosio ocurrió un 23 de marzo de 1994
en Lomas Taurinas, Tijuana. Sin lugar
a dudas, uno de los magnicidios más
recordados en la tristísima historia
mexicana, a la par del caso Álvaro
Obregón, que por cierto fue colega de
mi abuelo materno, y asesinado por
un tipo de nombre León, como mi
apellido paterno. En fin.
Resulta, pues, que el candidatazo
que rescataría a México hasta de las
mismísimas garras de su partido, el
PRI, acababa de terminar un mitin en
el que pronunció uno de sus inolvidables discursos. Parecía de verdad un
buen tipo, al menos esa era su imagen
pública. (Salinas también parecía un
buen tipo).
De pronto veo venir/ cerquita de
mí/ yo vi a una culebra/ mirando
hacia mí
Colosio vio a la gente que lo rodeaba y le extendía la mano. Colosio vio a
los fotógrafos que lo retrataban. Colosio vio a un México con hambre. Pero
no vio venir a una pistola acercarse a
su cabeza para inmediatamente emitir
un disparo que lo llevaría a su político
funeral.
Y yo grité: ¡Ay, la culebra!/ Y yo
grité: ¡Ay, la culebra!
Y la gente también gritó esa tarde
en Lomas Taurinas, y ese grito sacudió al país entero, y desde el cielo
presidencial bajaron los zopilotes a
devorar el cuerpo de ese hombre para
reencarnar en él una vez llegado a la
Presidencia, por los siglos de esas
siglas. Ah, men.
La gente salió huyendo/ mirándome enojados/ toditos asustados
comenzaron a gritar:
¡Huye, José!/ ¡Huye, José!
Pero el que debió huir no era José,
sino Luis Donaldo. Y los que huyeron
fueron los culpables –¿quiénes son los
culpables? ¿Dónde está el asesino?–, y
huyeron hacia adentro, hacia el país,
hacia nuestros días en que aún nos
gobiernan.
Y recuerdo. El primer casete de
música que tuve fue el de Banda Machos, ahí venía Un indio quiere llorar,
La secretaria, Y la quiere Paco y La
culebra. Se lo pedí a mi mamá y ella
fue a comprarlo al tianguis. En la fiesta
de mi primera comunión, en el 93, me
sentí orgulloso de que pusieran a todo
volumen la de Un indio quiere llorar,
porque según eso, ese indio era yo.
…Cuidado con la culebra que
muerde los pies.
Esa tarde, La culebra sonaba al
ritmo de los dos tiros que mataron a
Colosio. ¿Habrá canción más profética
para los mexicanos? Porque es verdad,
nos muerde los pies, y la gente, los
campesinos, los periodistas e intelectuales salen huyendo de ahí, de aquí.
Toditos asustados, salen del país.
Y es que, a unos les tocó el asesinato del archiduque de Austria, a otros
el de Kennedy, y a otros el balazo a
Wojtyla. A mí un día de marzo de mis
ocho años me tocó el de Colosio. Yo
iba a misa en un vocho con mi mamá
y mis hermanos. Y no se me olvida. Ni
se me va a olvidar.
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Ágora
PLAZA CULTURAL DE
VIÑETAS DE LA PROVINCIA
Mi tío Ramón
Don Manuel Sánchez Silva
En la numerosa familia de mis abuelos maternos, las
mujeres se destacaron por sus virtudes de laboriosidad,
abnegación y orden, en tanto que los hombres exhibieron
desde niños un cierto sentido artístico, que lo mismo improvisaba en cada uno de ellos un poeta en ciernes, un escultor
en agraz o un filarmónico en embrión. Poseían naturales
facultades para intentar innumerables actividades, pero
todos carecieron del carácter necesario para persistir en
un esfuerzo.
Mi tío Ramón fue el más singular y pintoresco de los
hermanos de mi madre. Por partes iguales concurrían,
para integrar su personalidad, la inteligencia impráctica, la
paciencia inconmovible y la filosófica renunciación a todas
las vanidades del mundo.
Su única preocupación, si es que tuvo alguna, fue la de
vivir a su modo, sacrificando, anticipadamente, comodidades y privilegios, a la tranquilidad espiritual de sentirse
exento de responsabilidades y deberes. Para no cargar con
el fardo de obligaciones, gustosamente prescindió de los
derechos.
Apenas hubo terminado el cuarto año de primaria, hizo
dos cosas: proscribió el traje de señorito, impuesto por la
costumbre y exigido por la posición social de la familia, y
declaró rotundamente que no estudiaría más.
Por algún tiempo, se dedicó a la vida contemplativa,
vistiendo camisa y calzón de manta sostenido por un vistoso ceñidor enrollado a la cintura, usando sombrero de
“petate” y calzando guaraches de correa, de los llamados
de “dos riendas”.
Un buen día mi abuelo, que era hombre severo y puntilloso, frunció el ceño. Había dejado que Ramón holgazaneara por algún tiempo, esperando que pronto se aburriera
de su estrafalario atavío y, sobre todo, de no hacer nada.
En vista de que el muchacho no daba trazas de reaccionar,
intervino el padre y lo mandó al seminario, especialmente
recomendado a la intransigencia del rector, el inolvidable
padre Carrillo, célebre por su oratoria, elegancia y severidad
de forjador de juventudes.
¡Ah, pero el padre Carrillo no había tenido nunca un
alumno de los recursos de mi tío Ramón! Tenía resuelto no
estudiar ni ser nada en la vida, y a ver quién era el guapo
que pudiera quebrantar su propósito...
Para que asistieran a la misa de cinco, con la que se
iniciaban las reglamentarias actividades seminariles, se despertaba a los muchachos una hora antes. El encargado de
esa consigna recorría los dormitorios, moviendo y hablando
por su nombre a los yacentes estudiantes de teología, pero el
sueño de Ramón resistía victoriosamente los procedimientos habituales y cuando por fin se lograba que abriera los
ojos, era bien poco lo que se ganaba con ello, pues entonces
se desarrollaban verdaderas escenas de sainete.
–¡Levántate, Ramón! -gritábanle al oído.
–¡Levántate, Ramón! -repetía mi tío, perfectamente
despierto, pero con gesto, mirada y tono inexpresivos.
5
Ágora
PLAZA CULTURAL DE
(6 de febrero de 1954)
–Ándale, flojo, que ya van a dar la segunda.
entre ellas, destacándose su fisonomía en un sitio inmediato
–Ándale, flojo que ya van a dar la segunda -reproducía al señor y abajo, en un pantano infernal, debatiéndose en el
como un eco fiel la voz de mi tío.
cieno del averno, una muchedumbre de diablos, réprobos
–Si no te levantas, voy a llamar al señor rector.
y condenados irredimibles, en quienes se encontraba don
–Si no te levantas, voy a llamar al señor rector...
Valentín Rojas Vértiz...
Y como el tiempo urgía, el encargado se resignaba a
Mi tío Ramón tocaba todos los instrumentos musicadejar por la paz a Ramón y ocuparse de otros dormilones les sin descollar en ninguno, era un extraordinario lírico.
menos renuentes.
Cuando la fiebre amarilla diezmó la población de Colima
Cuando el padre Carrillo se enteró de lo que ocurría, causando la muerte de mi abuelo y de Gregorio -su hijo
intervino personalmente, sin otro resultado que comprobar mayor-, la familia se trasladó a Tonila, huyendo de la peste.
la veracidad de los informes de sus subalternos. Ramón Mi abuela rentó una casa grande y compró unas vacas para
soportaba todo: empellones, golpes y duchazos de agua fría, ayudarse a vivir. Durante el día, los animales pastaban en un
con un estoicismo de místico y una impasividad de ilumi- terreno inmediato y a la hora de la oración, se les conducía
nado, mientras se limitaba a repetir todo lo que se le decía. hasta el amplio corral de la finca.
Naturalmente que a los dos o tres meses de esta vida
Una noche de tantas, la familia acababa de acostarse
absurda, el fallido teólogo fue devuelto a su casa. Era un y Ramón se entretenía tocando flauta, recostado en una
caso perdido.
cama de tablas, cuando se escuchó un ruido en el patio.
Mi madre tenía una hermosa voz de soprano, que le Una vaca dañera había logrado abrir la puerta del corral y
valió figurar siempre en la mejor sociedad de Colima, en andaba quebrando macetas y mordisqueando las plantas
un ambiente de admiración y de elogio. Por la época en que de espino, que eran orgullo de mi madre y sus hermanas.
Ramón retornó al seno familiar, desahuciado del seminario, Todas apremiaron a Ramón a que suspendiera su melodía
un famoso maestro de canto, don Valentín Rojas Vértiz, y volviera la vaca al corral, pero Ramón no estaba dispuesto
había sido contratado por mi abuelo para enseñar y cultivar a dejar de tocar, ni menos a levantarse de la cama.
la voz de su hija predilecta. Por efectos de una antipatía
Cuando se advirtió la ineficacia de las órdenes y los
espontánea, Ramón se propuso sabotear la enseñanza y gritos, se recurrió a la acción directa y empezaron a llover
amargarle la vida a don Valentín, que era un apasionado sobre el filarmónico obstinados zapatos, almohadas, cesde la música y veía en mi madre la ilusión de que fuera a tos de costuras y cuantos objetos había a la mano, sin que
través de su educación y su enseñanza, la obra maestra de Ramón se incorporara, ni los golpes que frecuentemente
su vida artística.
soportaba en la cara y en el cuerpo alteraran el ritmo de
Pero Ramón tenía siempre algo que hacer en la sala, su tocata.
cuando discípula y maestro se encontraban dedicados a
El impacto producido por el cajón del buró, puso fuera
vocalizaciones, ejercicios y escoletas.
de apoyo el extremo de una de las tablas de la cama, que
En el preciso instante en que mi madre atacaba el “re” cayó estrepitosamente provocando que las demás también
sobreagudo del “Aria de la Locura” de la ópera de Lucía La- lo hicieran. Ramón dio con sus huesos en el suelo, pero conmermur, y don Valentín se crispaba de emoción, anhelante tinuó tocando su flauta sin perder ni una nota ni el compás.
y tenso, prorrumpía Ramón en el estudio.
En vista del estado de excitación en que se encontraba
–Oye Lola, ¿no has visto mi lezna de cabo de cuerno?, mi abuela, las mujeres lograron levantarse y, sobreponiénquiero arreglar un guarache que trae la correa floja...
dose al miedo, volvieron a la vaca a su corral, habiendo sido
La nota quedaba en el aire, inconclusa y desperdiciada, necesario después prender lumbre y prepararle a la señora
y don Valentín cerraba los puños, experimentando la nos- de la casa una tisana caliente para calmar su nerviosismo
talgia de un arma cualquiera: una pistola, una retrocarga e irritación. Todo esto se hizo entre reproches y amenazas
o siquiera un cuchillo de carnicero.
que se llevaron la mayor parte de la noche, sin que Ramón
En cierta ocasión, don Valentín no pudo controlar sus hubiese dejado de tocar su flauta.
nervios y castigó una de las tantas irreverentes interrupUn libro entero podría escribirse sobre las aventuras y
ciones de Ramón, estrellándole en la cabeza un fino florero genialidades de mi tío Ramón, de quien volveré a ocuparme
de porcelana, y lo corrió del estudio con el mismo ademán alguna otra vez. Por ahora es suficiente lo anterior, para
fulmíneo con el que el ángel del paraíso le dijo a Adán:
presentarlo como un extraño tipo que buscó y encontró
–Eso se llama puerta y sirve para largarse por ella.
la felicidad en el desentendimiento de todas las cosas imRamón se vengó de la injuria en forma verdaderamente portantes de la vida. Fue un filósofo impávido y amable,
artística: ocupó sus ratos de ocio, que eran las horas del día, que tuvo la sabiduría de vivir como él quiso, al margen de
en esculpir, con un pequeño trozo de mármol, el juicio final. disciplinas, preocupaciones y responsabilidades. ¡Y vivió
Hizo un trabajo notable. En él aparecía sobre una eminen- mucho tiempo!
cia desolada, el padre eterno rodeado de santos, ángeles y * Periodista, escritor y fundador
almas compurgadas y admitidas en el cielo. Ramón estaba de Diario de Colima.†
En la historia
del arte…
Ágora
Interior de la Basílica de San Lorenzo de Florencia, obra de Brunelleschi.
13 de abril
1906.- Nació el poeta, novelista y dramaturgo irlandés
Samuel Beckett, uno de los más importantes representantes del experimentalismo literario del siglo XX, dentro
del modernismo anglosajón. Fue igualmente figura clave
del llamado teatro del absurdo y, como tal, uno de los
escritores más influyentes de su tiempo. Escribió sus
libros en inglés y francés, y fue asistente y discípulo del
novelista James Joyce. Su obra más conocida es el drama
Esperando a Godot.
1964.- Sidney Poitier es el primer afroamericano en
llevarse un Oscar al mejor actor, por su interpretación en
Los lirios del valle (1963).
14 de abril
1986.- Murió Simone de Beauvoir, novelista e intelectual francesa que por su vida y sus obras desempeñó
un papel importante en el desarrollo del movimiento
feminista. Escribió novelas, ensayos, biografías y monográficos sobre temas políticos, sociales y filosóficos.
Su pensamiento se enmarca dentro del existencialismo
y algunas obras, como El segundo sexo, se consideran
elementos fundacionales del feminismo. Fue pareja del
también filósofo Jean Paul Sartre, quien falleció un 15 de
abril pero de 1980.
15 de abril
1446.- Murió Filippo Brunelleschi, un arquitecto,
escultor y orfebre italiano. Uno de los maestros fundamentales de la transición hacia el Renacimiento.
1452 - Nace en el pueblo toscano de Vinci, cercano a
Florencia, el pintor Leonardo da Vinci, uno de los grandes
maestros del Renacimiento. Un pintor florentino. Notable
polímata del Renacimiento italiano (a la vez anatomista,
arquitecto, artista, botánico, científico, escritor, escultor,
filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista)
nació en Vinci el 15 de abril de 14522 y falleció en Amboise
el 2 de mayo de 1519, a los 67 años, acompañado de su
fiel Francesco Melzi, a quien legó sus proyectos, diseños
y pinturas. Leonardo da Vinci es considerado como uno
de los más grandes pintores de todos los tiempos y,
probablemente, es la persona con el mayor número de
talentos en múltiples disciplinas que jamás ha existido.
1939.- Nació la actriz italiana Claudia Cardinale,
oriunda de la capital de Túnez, cuando ese país aún era
un protectorado francés. Sus padres eran oriundos de
la isla de Sicilia (Italia). En la década de 1960 Claudia
Cardinale apareció en muchas películas italianas o cofinanciadas por Italia, incluyendo dos obras maestras
de Luchino Visconti: Rocco y sus hermanos (1960) y Il
Gattopardo (El gatopardo, 1963). En ambas producciones tuvo por pareja a Alain Delon. También participó en
8½ de Federico Fellini, y en el exitoso western de Sergio
Leone Hasta que llegó su hora (1968), donde trabajó
con Henry Fonda, Charles Bronson y Jason Robards.
Es una mujer progresista con convicciones políticas
fuertes. Está involucrada en temas a favor de la mujer y
del colectivo gay. También está involucrada en muchas
causas humanitarias. Actualmente París es su hogar.
1957.- Murió Pedro Infante, actor y cantante mexicano de la Época de Oro del Cine Mexicano, así como uno
de los grandes representantes de la música ranchera. A
partir de 1939 apareció en más de 60 películas, y desde
1943 grabó aproximadamente 310 canciones. Por su
actuación en la película Tizoc (1956), fue acreedor al Oso
de Plata del Festival Internacional de Cine de Berlín al
mejor actor principal, y al premio Globo de Oro a la mejor película extranjera, otorgado por la prensa extranjera
acreditada en Hollywood. Su estilo alegre y carismático
cautivó al público mexicano, y sus actuaciones valientes
y pícaras hicieron que muchas personas de distintas
generaciones admiraran a Pedro Infante. Representó al
mexicano alegre y enamorado, al charro cantor, al héroe
urbano de la clase trabajadora, lo que le ganó el cariño
y la identificación de las clases populares de México y
otros países de Iberoamérica.
16 de abril
1828.- Murió el pintor y grabador español Francisco
José de Goya y Lucientes.
1889.- Nació Sir Charles Spencer Chaplin, un actor,
humorista, compositor, productor, director y escritor
británico. Adquirió popularidad gracias a su personaje
Charlot en múltiples películas del período mudo. A partir
de entonces, es considerado un símbolo del humorismo
y el cine mudo.
1896.- Nació Tristan Tzara, poeta y ensayista que
utilizó el seudónimo de Samuel Rosenstock. Oriundo
de Rumania, vivió casi toda su vida en Francia y fue uno
de los autores más importantes del movimiento Dadá,
que fundó junto con Jean Arp y Hugo Ball, una corriente
artística de vanguardia, totalmente revolucionaria en el
sentido de que buscó romper con todos los parámetros
establecidos a lo largo de la extensión de la historia del
arte occidental, tanto que hoy día es catalogada como
“antiarte”. El Dadá fue una especie de padre fundador
para gran cantidad de movimientos artísticos, entre ellos
el surrealismo, el estridentismo, y en cierta medida el
Arte Pop de los años 60’s.
Ya no soy
la misma
Yunuén Cuevas
Ya no soy la misma.
Mi ente renace cada día.
Mis células regadas por el mundo, reflejan que he
crecido.
Mis pensamientos se escapan con la tarde para
colgarse de tu espalda.
Mis emociones gritan con cautela para expresar lo
que mi cuerpo no puede y quiere sentir.
Ya no soy la misma.
Soy el reflejo de mi historia.
Soy el piso que he caminado, el cielo que me ha
mojado.
Soy el ave que canta por las mañanas y los rayos
de luz que me dejan amodorrada.
Soy esa sonrisa que me apropié la noche en que
conocí lo que algunos llaman sensualidad.
Ya no soy la misma.
Hoy llevo tu nombre en mi centro.
Tus caricias en mis rodillas mientras pierdes un
poco la cabeza.
Soy la dueña de esos suspiros que cambian de tono
mientras tensas los músculos.
Soy aquel ser que te ve soñar desnudo sobre la que
mañana ya no será la misma. Sobre la que mañana
será otra mujer.