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12 de Octubre 2014 – Editorial nº - 5
¡Buen Camino!
Porque la vida merece ser vivida, con todas sus dificultades y
pesadumbres, con sus largas horas de insoportable y plomizo sol y la
impertinencia de las moscas que se vienen a la cara, recorriendo el
camino a base de conciencia, no sólo de esfuerzo.
Una vez pasado el período de descanso regresamos a nuestras tareas cotidianas, a lo de siempre,
a lo agotador del día a día que se hace, si cabe, más arduo cuando recordamos nuestro tiempo de
vacaciones, nuestro tiempo de ser libres.
Sin embargo el momento de retomar el camino de lo cotidiano, de volver a agarrar el toro por
los cuernos, debe ser también un nuevo comienzo, el de volver a caminar en el árido yermo de
“lo que tenemos que hacer”. Porque es aquí, en nuestra vida diaria, donde nos la jugamos, no
por los éxitos personales o profesionales que podamos conseguir, sino porque es donde se
cumple nuestra vocación, donde asumimos las responsabilidades que nos corresponden, donde
se establecen, se cuidan y se acrecientan las relaciones que, en el fondo, nos hacen ser como
somos.
Podríamos pensar que ponerse en
este camino puede ser un castigo, y
entonces lo recorremos enfadados,
cansados y agobiados en una
palabra, desesperados, puesto que la
meta hacia la que nos conduce es
una condena, pues no podemos
esperar nada bueno de un castigo
que algunos califican como
“divino”. La vida se convertiría en
algo
terrible,
angustioso,
nauseabundo como la definió
Sartre, o, lo que es peor, como el
“terror del borracho” que describe
Montale.
Porque la vida merece ser vivida, con todas sus dificultades y pesadumbres, con sus largas horas
de insoportable y plomizo sol y la impertinencia de las moscas que se vienen a la cara,
recorriendo el camino a base de conciencia, no sólo de esfuerzo.
Como los peregrinos que recorren el Camino de Santiago, un día tras otro, con muchos
kilómetros en las piernas, los pies llenos de ampollas, que durante los primeros días hacen las
jornadas poniendo en juego sólo sus propias fuerzas, pero que paso a paso van despojándose de
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esas seguridades adquiridas, mucho entrenamiento, magnífico calzado, estudio de las etapas,
para poco a poco ir albergando la certeza de que, al final del Camino, se encontrarán con la
belleza hecha piedra en el Pórtico de la Gloria, reflejo del Destino para el que estamos hechos.
Así, caminando por la vida apretando los dientes, jadeantes y sudorosos, aguantando el peso del
día y el bochorno, porque sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le
aman.
Comienza el curso, y con esta certeza de que nuestro Destino es bueno, enfrentémonos a las
circunstancias, reconociéndonos, como los peregrinos a Santiago.
Los que hacemos ATRIO os saludamos, deseándoos
¡Buen Camino!
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