de la politique naturelle del barón de

DOCUMENTOS DE TRABAJO
ISSN 2174-4912
SOBRE DOS TRADUCCIONES AL CASTELLANO (EN 1811)
DE LA POLITIQUE NATURELLE DEL BARÓN DE HOLBACH
Claude MORANGE
∝
DT-AEHE Nº1515
www.aehe.net
Noviembre 2015
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DOCUMENTOS DE TRABAJO
ISSN 2174-4912
.
SOBRE DOS TRADUCCIONES AL CASTELLANO (EN 1811) DE LA POLITIQUE NATURELLE DEL
BARÓN DE HOLBACH
Claude MORANGE α
DT-1515, November 2015
JEL: B1, B3I
ABSTRACT
In 1811, in Santiago de Compostela and Palma de Mallorca, two translations of Natural Politics by
Baron d’Holbach were published almost concurrently without naming the author. The translators
had actually worked from an abridged 1790 edition of the original book. An in-depth compared
analysis of the two translations shows that not only do they differ significantly from one another,
but also that the original text was censored in both cases. Notably, anti-clerical passages were
expunged. Yet another example of the complex routes taken by Enlightenment ideas to
penetrate Spain.
Keywords: 1811, D’Holbach, La Politique naturelle, Santiago de Compostela, Palma de Mallorca,
Enlightenment.
RESUMEN
En 1811, se publicaron, casi simultáneamente, en Santiago de Compostela y Palma de Mallorca,
dos traducciones de La Politique Naturelle, del barón de Holbach, aunque sin mencionar el nombre
del autor. En realidad, se trataba de la traducción de un compendio de la obra, editado en 1790. El
examen detenido de las dos traducciones revela, no solo que son muy distintas, sino que los
traductores censuraron el original, especialmente en todo lo que contenía de anticlericalismo.
Nuevo ejemplo de la complejidad de las vías de penetración en España del pensamiento de la
Ilustración.
Palabras clave: 1811, Holbach, La Política natural , Santiago de Compostela, Palma de Mallorca,
Ilustración.
α
Profesor honorario, Université de la Sorbonne Nouvelle (Paris 3), Francia.
2
SOBRE DOS TRADUCCIONES AL CASTELLANO (EN 1811)
DE LA POLITIQUE NATURELLE DEL BARÓN DE HOLBACH
« Se puede decir que los extremistas franceses [sic], Helvétius, Holbach y
La Mettrie eran desconocidos al sur de los Pirineos »1 . Esta afirmación
rotunda que asentaba, hace medio siglo, Richard Herr, al referirse al período
de tránsito entre el siglo XVIII y el XIX, sin duda no merecería hoy la
aprobación de los especialistas. Me temo, incluso, que la tendencia actual sea
más bien a afirmar, en forma igual de tajante, lo contrario. Pero, a pesar de las
numerosas investigaciones que desde entonces se han llevado a cabo, sigue
siendo de difícil solución el problema de la difusión en España del
pensamiento de la Ilustración europea (generalización que ya, en sí, constituye
una simplificación engañosa). Son tantos los factores que hay que considerar
para una exacta valoración de la circulación internacional de los libros y de las
ideas en aquel momento, que la reconstrucción de esa historia intelectual sigue
siendo muy incierta. Los datos que se han ido acumulando no permiten sacar
conclusiones terminantes sobre quién leía (una persona alfabetizada no por eso
es leyente) y qué libros (hasta la existencia de un libro en una biblioteca no
prueba que su dueño lo haya leído). Hasta qué punto circularon los libros
importados, muchas veces en situaciones de clandestinidad o semiclandestinidad, es algo que no puede deducirse de los datos, demasiado
fragmentarios, de que disponemos. La doble censura (gubernativa e
inquisitorial), por un lado proporciona información, y por otro la oculta. Obras
hubo que no fueron condenadas por la Inquisición, sencillamente porque nadie
las denunció y ésta no se enteró de su existencia. En cuanto a las denuncias,
muchas veces solo contienen la afirmación sin prueba de que el denunciado
posee o lee clandestinamente libros prohibidos. Pero, en no pocos casos pudo
tratarse de una calumnia destinada a perder a un enemigo. Además la
tremenda ignorancia de muchos inquisidores complica la tarea. En el
magnífico estudio que ha dedicado al gran Ramón Salas, Ricardo Robledo
recuerda que, en una de las sumarias que se formaron contra Marchena, se
1
R. Herr, España y la revolución del siglo XVIII, p. 61, Madrid, 1971 (el original inglés es de 1958). Muy
distinta es la opinión de M. Defourneaux, para quien la Inquisición no impidió que las obras más
significativas del siglo penetrasen en España (Inquisición y censura de libros en la España del siglo XVIII,
Madrid, 1973, p. 210).
3
acusó al que se consideraba como discípulo del profesor salmantino de poseer
« la obra intitulada Sistema de la naturaleza, su autor Mirabeau, o sea
Diderot » 2 . La confusión procedía del seudónimo utilizado por Holbach para
publicar la obra en Holanda : « Mr. de Mirabaud », secretario de la Academia
francesa, que había fallecido diez años antes y que no tenía nada que ver ni
con Mirabeau, ni con Diderot, ni con Holbach.
De todas formas, el que se cite a un autor o una obra prohibida en unos
cuantos expedientes inquisitoriales no nos dice nada del número de ejemplares
que circularon efectivamente, ni de cuántos españoles (por supuesto de la
estrechísima minoría que estaba en condiciones de leer, entender y aprovechar
las obras de los philosophes) los leyeron 3 . Sin duda, muchas obras conseguían
pasar el control oficial, porque los libreros iban a lo suyo, el negocio, y el
despacho de obras prohibidas (y por ello mismo más buscadas) les
proporcionaba pingües ganancias. Esas lecturas clandestinas pudieron hacerse
en el idioma original, pero nunca sabremos en qué proporción. Los
mecanismos de difusión no se limitaban a la adquisición de tal o cual libro : en
algunos casos, circulaban copias manuscritas ; en otros, se llegaba a conocer a
un autor indirectamente, a través de otros textos en que se le citaba o, incluso,
se le utilizaba sin mencionar la fuente. Y, como suele ocurrir en tiempos de
censura, las mismas condenas e impugnaciones de libros « heterodoxos »
llamaban la atención sobre ellos.
* * *
En ese embrollo de problemas debe situarse el estudio de la difusión de las
obras de los philosophes. Entre ellos, las de Paul Heinrich Dietrich Thiry,
natural de Alemania, que se nacionalizó francés en 1749, heredando poco
después de un tío suyo el título de barón de Holbach, por lo que Diderot, en
sus cartas, lo llamaba siempre familiarmente « el barón ». Gracias a sus
cuantiosas rentas, pudo llevar vida mundana, en el París de mediados de siglo,
reuniendo en su casa dos veces a la semana a una pléyade de literatos,
« espíritus fuertes » como él, que disputaban con gran independencia de los
grandes problemas filosóficos que traían preocupados a los enciclopedistas,
por lo que Galiani lo calificó donosamente de « premier maître d’hôtel de la
2
La Universidad española de Ramón Salas a la guerra civil - Ilustración, liberalismo y financiación
(1770-1936), Junta de Castilla y León, 2014, p. 178.
3
Uno de los intransigentes guardianes de la ortodoxia, el padre Leonardo Herrero, en una arremetida
contra el comportamiento de los estudiantes salmantinos, exclamaba: « Se sabe que manejan y leen libros y
papeles impíos, sediciosos, obscenos y de difícil adquisición ; como que se asegura que hay en Salamanca
más de 100 ejemplares del libro execrable del Sistema de la naturaleza ». Pero hablaba de oídas (« se sabe
que », « se asegura que »), y reconocía que el libro de Holbach era « de difícil adquisición ».
4
philosophie »4. Estrechamente relacionado con Diderot, redactó para la
Encyclopédie varios centenares de artículos, la mayor parte científicos, gracias
a los conocimientos que había adquirido en la universidad de Leyden.
Materialista convicto y confeso, ateo y anticlerical 5 , publicó en 1770, en
forma anónima, en Amsterdam (con pie de imprenta de Londres), el Système
de la nature, que pronto pasó a ser el libro de referencia de los materialistas
del tiempo. La obra produjo un gran revuelo en Francia y fue inmediatamente
condenada por el Parlamento a ser quemada. La combatieron con saña los
defensores de la ortodoxia6 , lo que contribuyó a hacerla famosa. Se tradujo a
varios idiomas y, del medio centenar de obras que se atribuyen a Holbach, fue
sin duda la que más circuló por Europa. En todo caso, fue el tratado fundador,
de cuya tesis central derivó luego Holbach otras obras, como el Système
social, ou Principes naturels de la morale et de la politique, avec un examen
de l’influence du gouvernement sur les mœurs, par l’auteur du Système de la
nature, (Londres, 1773), La Morale universelle, ou les devoirs de l’homme
fondés sur la nature (Amsterdam, 1776), y La Politique naturelle, obra en la
que pretendía deducir de la ley natural (fuente y clave de la política, lo mismo
que de la moral o del derecho) los principios generales del gobierno. A este
último libro, menos conocido que el Système de la nature o, más exactamente
a dos traducciones al castellano que salieron casi simultáneamente en 1811, va
dedicado el presente estudio.
Lamentablemente, la obra del « barón » no ha merecido gran atención de
parte de los estudiosos. En el único estudio cuyo título parece anunciar un
planteamiento global, León Esteban opina que la penetración en España de las
obras de Holbach fue limitada y tardía, no habiéndose traducido ninguna de
sus obras hasta 1812, fecha en que Manuel Díaz Moreno vertió al castellano
La Morale universelle7 . Al final, considera que un estudio global de la
4
En carta de 7-IV-1770, reproducida en Correspondance littéraire, philosophique, critique […], adressée à
un souverain d’Allemagne depuis 1770 jusqu’en 1782, par le baron de Grimm et par Diderot, 1812, t. I, p.
112.
5
En la conclusión de Le Christianisme dévoilé, escribe, por ejemplo : « La religion est l’art d’enivrer les
hommes de l’enthousiasme, pour les empêcher de s’occuper des maux dont les accablent ceux qui les
gouvernent ici-bas. A l’aide des puissances invisibles dont on les menace, on les force de souffrir en silence
les misères dont ils sont affligés par les puissances visibles ».
6
Encabezados por el famoso abate Nicolas Bergier, en Examen du matérialisme, ou Réfutation du Système
de la nature (Paris, 1771).
7
León Esteban Mateo, « D’Holbach en España », en Educación e Ilustración en España (III Coloquio de
Historia de la educación), Barcelona, 1984, pp. 78-89. Agradezco a Ricardo Robledo el haberme facilitado
copia de esta comunicación. Otros trabajos aportan datos sobre el tema: como, por ejemplo, el de
Maximiliano Fartos Martinez, « La Ilustración francesa y su difusión en España - El caso concreto del
Système del baron d’Holbach », (Investigaciones históricas - Época moderna y contemporánea, Universidad
de Valladolid, n° 13, 1993, 155-172)
5
difusión de las obras del « barón » en España supondría toda una tesis
doctoral. Han transcurrido treinta años, pero todavía nadie se ha atrevido a
acometer semejante aventura. Creo que esto se debe a la dificultad de resolver
los muchos problemas que plantea la obra de un pensador que publicó casi
todas sus obras en el extranjero, con pie de imprenta falso, en forma anónima
o, peor aun, atribuyéndolas a escritores ya fallecidos (Mirabaud, Boulanger,
etc.). Baste recordar que la primera edición del Système de la nature, « con
notas y correcciones de Diderot », en que se menciona el nombre del autor es
la de París de 1820, reeditada al año siguiente con una carta de Grimm de
1789 que atribuía el libro a Holbach e incluía una lista de sus obras, tomada
del Dictionnaire des ouvrages anonymes et pseudonymes de Barbier (cuya
primera edición se publicó en 1806-1809). Por las mismas fechas, en España,
todavía había quien atribuía al « barón » los Principios de legislación
universal, obra anónima, cuyo verdadero autor era Schmidt d’Avenstein 8 .
M. Fartos Martínez, con respecto al Système de la nature, pregunta
« ¿Desde cuándo empezó a haber en España ejemplares franceses de la famosa
obra », sin acertar a dar la respuesta. Pero una cosa es que no hubiese
traducciones de las obras de Holbach (sobre todo, claro está, de las que
estaban expresamente prohibidas), otra que no circulasen clandestinamente las
ediciones en francés. Una prueba indirecta de esa circulación son las
impugnaciones que se publicaron contra ellas, que no hubiesen tenido sentido,
de haberse ignorado totalmente su existencia en la Península. El mismo Fartos
Martínez, proporciona al respecto un dato interesante : en 1792, los
traductores españoles de una obra del abate Ducreux 9, en un complemento que
le añadieron, insertaron una impugnación del Système de la nature, al que se
calificaba de « libro maestro del ateísmo », con extensas citas, por supuesto
destinadas a demostrar la malignidad de la obra 10 . La traducción de la obra de
Ducreux debió de alcanzar una amplia difusión, pues la lista de suscriptores
que se encuentra al final del prólogo, consta de unos 700 nombres, cifra
bastante excepcional en aquel momento.
8
Véase la carta de Antonio Alcalá Galiano (tío del célebre Antonio María) a los redactores del Censor, en
la que se quejaba de la confusión en que incurrían muchos entre su ensayo Máximas y principios de
legislación universal, y « la apreciabilísima obra titulada Principios de legislación universal, anónima, que se
atribuye al barón de Holback, siendo del sabio Smith d’Arenstein [sic] » ( t. IV, p. 141, 16-XII-1820).
9
Les Siècles chrétiens, ou histoire du christianisme […], Paris, 9 vols. 1775-1777.
10
Continuación a la Historia eclesiástica […], complemento añadido por los traductores, tomo XII,
artículo VI ( « Progresos de la incredulidad, materialismo o falsa filosofía »). El resumen de la obra de
Holbach ocupa las pp. 381 a 396. Los traductores recordaban que el Système fue inmediatamente denunciado
por el fiscal general Séguier, y prohibido por un decreto del Parlamento, que lo condenó a ser quemado, con
otras obras « impías, blasfemas, sediciosas y encaminadas a destruir toda idea de divinidad, y a sublevar a los
pueblos contra la religión y el gobierno » (p. 407).
6
Limitándome al tema del presente artículo, debo observar que ni una sola
vez menciona León Esteban ni la edición francesa ni las traducciones al
castellano de La Politique naturelle. Empecemos, pues, por dejar claro que la
obra, que en 1773 se presentó como escrita « par un ancien magistrat »,
aunque en el momento de su salida algunos la atribuyeron a Helvétius 11 , era
de Holbach. Figura ya, como de « Olback » en el Dictionnaire des athées
anciens et modernes, de Sylvain Maréchal (1800), atribución repetida, poco
después, por Barbier, en su Dictionnaire des ouvrages anonymes. Pero el
testimonio menos discutible al respecto se encuentra en las memorias de
Morellet, quien ofrece un detallado cuadro de la tertulia del « barón », por
cierto muy elogioso para el anfitrión :
Un mérite de cette société, non moindre que celui de cette parfaite tolérance, est la
discrétion qui a voilé pendant vingt années un secret connu de dix personnes, et qu’il
importait beaucoup à l’un de nous de tenir caché. Le baron d’Holbach, ainsi que le
public l’a su depuis, était l’auteur du Système de la nature, de la Politique naturelle, et
du Christianisme dévoilé, et l’éditeur des ouvrages de Boulanger et de la plupart des
écrits imprimés chez Marc-Michel Rey, libraire d’Amsterdam. […] Un bon nombre
d’entre nous savaient, à n’en pas douter, que ces ouvrages étaient du baron, dont nous
retrouvions les principes et la conversation dans ce livre. Je puis dire, au moins, comme
nous l’avons reconnu depuis, que nous en avions l’intime conviction, Marmontel, SaintLambert, Suard, le chevalier de Chastellux, Roux, Darcet, Raynal, Helvétius et moi.
Nous vivions constamment ensemble ; et, avant la mort du baron, aucun de nous n’avait
confié à l’autre ses connaissances sur ce point, quoique chacun de nous pensât bien que
les autres en savaient autant que lui. L’idée du danger qu’eût couru notre ami par une
indiscrétion imposait silence à l’amitié la plus confiante […]. 12
La involuntaria propaganda que produjeron las campañas de los defensores
del Altar y el Trono se dio también con La Politique naturelle. En 1775, a los
dos años de su publicación, el padre Richard publicó una refutación de dos
obras de Holbach (sin mención del nombre del autor, porque sin duda no lo
conocía) : el Système social y La Politique naturelle13 . La parte dedicada a la
segunda obra solo ocupaba una pequeña parte del libro (páginas 247 a 331, de
11
Por ejemplo, Bachaumont apuntó en sus Mémoires secrets […], con fecha de 7-V-1773: « Tel est le titre
d’un ouvrage, arrivé depuis peu d’Angleterre, et qu’on annonce comme étant de M. Helvétius ». En la
reedición de 1830 (t. IV, p. 166), se rectificó el error.
12
Cap. VI, de la segunda edición (1821), p. 138.
13
La Défense de la religion, de la morale, de la vertu, de la politique et de la société, dans la réfutation
des ouvrages qui ont pour titre, l’un Système social, ou principes naturels de la morale et de la politique »,
l’autre « La Politique naturelle, ou Discours sur les vrais principes du gouvernement (Paris-Liège, 1775).
Sobre Richard, puede consultarse el artículo de Nadine Vanwelkenhuyzen, « La lutte antiphilosophique à
Liège au XVIIIe siècle (Charles-Louis Richard ou la propagande involontaire) », Revue de l’histoire des
religions, t. 212-1 (1995), pp. 51-83, que contiene interesantes reflexiones sobre la paradoja de la publicidad
involuntaria que hacían a los « filósofos » sus impugnadores.
7
un total de 360). De todas formas, es poco probable que muchos lectores
españoles llegasen a tener noticia de ese libro. Pero, algunos años después, un
presbítero navarro, Tomás Chaves, deseoso de tomar cartas en la cruzada
antifilosófica, tradujo al castellano la parte que apuntaba a La Politique
naturelle14 . El título del opúsculo de Chaves podría dejar pensar que se
trataba de una traducción de la obra francesa, cuando en realidad, tanto
Richard como su traductor español solo citaban, e impugnaban más o menos
extensamente, algunos párrafos de la obra (unos 30 extractos, sacados de 7 de
los 9 « discursos » de que constaba la obra de Holbach), siendo de notar
además que ambos parecían dar fe, todavía, a la atribución de la obra a « un
magistrado »15 . No me interesa, en este trabajo, detenerme a comentar las
reflexiones horrorizadas que inspiró a Richard La Politique naturelle. Pero no
quiero dejar de señalar, para futuros investigadores, como notable espécimen
de literatura antifilosófica, el « Prólogo, o Discurso abreviado sobre los daños
que acarrea la lectura de libros impíos », que puso Chaves a su impugnación.
En esas 19 páginas, despotrica contra « los daños que acarrea al corazón
humano el crecido número de libros impíos, que a cada instante producen las
regiones del Norte » y los estragos que está produciendo en España « la pasión
a toda novedad », que induce a leer los escritos de « los pretendidos filósofos
de estos tiempos », « manantial envenenado » de donde brota cuanto condena
el Evangelio. Glosando el manido tópico de « España ya no es España »,
afirma que los afeminados españoles del siglo han perdido sus antiguas
virtudes (de humildad, sumisión, fe, temor al divino juicio, piedad,
religiosidad, ardiente caridad, etc.). Hasta las mujeres –lamenta– han llegado
ya a ser « espíritus fuertes, sabias y filósofas ; disertan con tanta ligereza sobre
el Sistema de la naturaleza, como sobre una novela o sobre un drama ; tratan
las cuestiones más serias y más importantes de la misma manera que hablan
de teatros, tragedias y peinados […] ».
Sí, señores –exclama escandalizado–, las mujeres son quienes han acreditado y
apoyado en el mundo esta secta que se llama de filósofos. - […] Por estas bocas siempre
14
La Política natural, o discurso sobre los verdaderos principios del gobierno, obra escrita por un
magistrado inglés, y confutada en el idioma francés por el R. P. Fr. Carlos Richard, del orden de
predicadores, catedrático de Teología en el Noviciado de Paris, traducida al castellano por el Dr. D. Tomás
Chaves, presbítero, Pamplona, por Joseph Longás, 1787. Se anunció en el Memorial literario, de noviembre :
« En este papel pone el traductor un prólogo, o discurso breve sobre los daños que acarrea la lectura de los
libros impíos, en cuyo número asegura deberse contar la Política natural del magistrado inglés, impugnada
sólidamente en el año de 1775, por el P. Richard en el presente escrito, en el cual no refuta toda la obra por el
orden con que la escribió el Inglés, sino entresacando los capítulos señalados de los discursos originales, y a
continuación de la letra, pone la impugnación valiéndose de las reglas de la crítica y de razones naturales,
para convencer sus errores y contradicciones, y la maligna índole del autor inglés ».
15
Solo que, de un supuesto « ancien magistrat », se había pasado a un magistrado inglés, sin duda por el
pie de imprenta ficticio de Londres.
8
favorablemente escuchadas, es por donde han esparcido los filósofos con mejor suceso
sus atrevidas opiniones, haciendo que ellas publiquen su gloria y su mérito ; con tales
apoyos han llegado a los empleos, aparentando desinterés ; se han introducido entre los
grandes, afectando despreciarlos en sus obras, y se han enriquecido, gritando que nada
más quieren, sino Pan y Libertad »16 .
Los jóvenes –añade– también se entregan al vicio, leen malos libros, quieren
opinar de todo sin saber nada, « y por fin recurren al suicidio para libertarse de
la confusión interior que los despedaza, y del insoportable tormento de una
vida que no pueden tolerar », observación que transmito a los especialistas del
mal llamado prerromanticismo. Luego lamenta los desastrosos efectos del
engranaje anonimato-novedad-curiosidad, que lleva a muchos a buscar con
ansia toda obra que circule clandestinamente. ¡Irresistible encanto de lo
prohibido !
En la clase de estos tan malvados escritores –continúa– se debe contar un Magistrado
inglés, que sin otro distintivo que este, escribió en Inglaterra y se imprimió en Londres
por los años 1773 un tratado harto difuso, con el título de Política natural, o Discursos
sobre los verdaderos principios de gobierno ; obra extremamente [sic] errónea, impía,
sacrílega ; contraria a todo lo que es religión, moral, política racional, buen gobierno ;
destructiva de toda virtud, enemiga de la subordinación que se debe a los monarcas y
superiores ; autora de la libertad e independencia, y promotora de la rebelión. No se diga
más, sino que empapado el anónimo de cuanto malo se ha escrito hasta su tiempo contra
el catolicismo, contra la sana política, contra la Iglesia romana, contra la autoridad de los
soberanos, y contra el bien de las repúblicas, no vomita sino ponzoña y hediondez,
envueltas en contradicciones sin término, como se verá en el cuerpo del folleto.
¡Dichosa España –concluye–, que ha podido hasta ahora, gracias al Santo
Oficio y a los esfuerzos de un piadoso monarca, preservarse « del aire
corrompido que se respira en las más de las provincias de Europa » !
Indirectamente, pues, algunos españoles (una estrecha minoría, por
supuesto) pudieron saber algo de La Politique naturelle, antes de 1808 17 ,
aunque de todas las obras atribuidas a Holbach, no fue la que más eco
encontró en España. Por ello, sin duda, solo figura tardíamente en los
expedientes inquisitoriales. No aparece ni en el Índice de 1790, ni en el
Suplemento de 1805. Por primera vez, en un edicto de julio de 1815 18 , se
16
Obsérvese que esto se escribía en 1787, y en España.
La obra circuló también por América. Agustín Mackinlay afirma incluso que fue una de las fuentes más
utilizadas por Mariano Moreno, uno de los padres fundadores de la nación argentina (« D’Holbach, La
Politique naturelle », Contrapesos, 27-VI-2014. Puede consultarse por medio de Internet.)
18
Reproducido por Gómez Imaz, Los Periódicos durante la Guerra de la Independencia (1808-1814),
Madrid, 1910, p. 378.
17
9
menciona, entre los libros « mandados recoger », « La Política natural, dos
tomos en 4° traducidos por un anciano [sic] y dados a luz por Pacheco,
impresos en Santiago, en la imprenta de Montero ». Al año siguiente, se
denunció la obra a la Inquisición de Barcelona19 . Y, por un decreto de 29 de
mayo de 1819, el Santo Oficio, en su prosa florida, prohibió la obra, « por
contener proposiciones respectivamente heréticas, erróneas, sapientes
haeresim, piarum aurium ofensivas, temerarias, subversivas en sumo grado,
injuriosas a la real soberanía, a sus ministros y magistrados, a la grandeza en
común, a los jefes militares y que en todo conspiran a encender el fuego de la
insurrección ». Pero, en ninguno de estos documentos, se hablaba de Holbach,
ni se planteaba el problema de la autoría.
Así y todo, el título completo de la traducción condenada en 1815 por el
Santo Oficio proporciona un dato esencial : Política natural, o Discurso sobre
los verdaderos principios del gobierno, por un magistrado anciano - Extracto
hecho por los autores de la Biblioteca del Hombre público, traducido
libremente con notas por D. Antonio Pacheco y Bermúdez, cirujano-médico
del Real Cuerpo de Artillería 20 . Aunque no se menciona el nombre del autor,
se nos informa que se trata de la traducción « libre » de un extracto de La
Politique naturelle que habían publicado los editores de la Bibliothèque de
l’homme public21 . Esta publicación mensual, fundada por Condorcet, con
otros « hombres de letras » 22, se proponía poner al alcance del mayor número
los conocimientos necesarios para dominar la ciencia del gobierno y de la
administración, como explicaron los editores en el prólogo (t. I, p. VI). Y esto
en un momento en que Francia era teatro de una intensa batalla de ideas, en la
que, como es sabido, Condorcet iba a intervenir activamente (como diputado
de la Asamblea legislativa, y luego de la Convención), en general desde
posiciones moderadas, próximas a las de los Girondinos, hasta su desgraciada
muerte en 1794, víctima de una revolución en la que había puesto tantas
esperanzas. Más que de una intervención directa en la batalla política, se
trataba de un ambicioso proyecto de vulgarización ideológica, que apuntaba a
19
AHN, Inquisición, 4468-1, núm. 10.
Santiago, Imprenta de D. Juan Francisco Montero, año de 1811, 2 vols. Hay ejemplar en la Biblioteca de
la Universidad de Sevilla. Quiero hacer constar aquí mi más expresivo agradecimiento a Amparo Álvarez de
Toledo y Almudena Blaya las encargadas de la sección de digitalización de la Biblioteca universitaria, que me
han permitido acceder a una versión digitalizada de la obra, con una rapidez digna de los mayores elogios.
21
Bibliothèque de l’homme public, ou Analyse raisonnée des principaux ouvrages français et étrangers sur
la politique en général, la législation, les finances, la police, l’agriculture et le commerce en particulier, et
sur le droit naturel et public. La Politique naturelle se publicó en el tomo VI del primer año (1790), que salió
en junio, pp. 62 a 219.
22
En la portada del primer número (enero de 1790), se anunció que los coeditores eran Condorcet,
Peysonnel (que murió en mayo) y Le Chapelier. Luego solo figuró en la portada el nombre de Condorcet.
20
10
popularizar unos textos fundamentales para la historia de la ideas políticas
(Aristóteles, Bodin, Maquiavelo, Hume, Locke, Platon, Tomás Moro,
Montesquieu, el barón de Bielfeld, Burlamaqui, Smith, etc.). Aunque los
editores habían anunciado, en el prólogo, que iban a ofrecer un « análisis
razonado » de esas obras, lo que hicieron fue casi siempre presentar de ellas
extractos (a veces muy largos) o compendios. Esto es lo que ocurrió con La
Politique naturelle, de la que se ofreció una versión muy abreviada (véase
infra).
¿Conocían los editores de la Bibliothèque de l’homme public el nombre del
autor ? Puede ser que no, porque en el contexto de 1790, y además después de
la muerte de Holbach (que falleció en enero de 1789), no se entendería por
qué no lo mencionaron. Es algo enigmática al respecto la presentación del
texto, en la que se habla de un « magistrado filósofo », sin identificarlo, pero
tributándole sentidos elogios :
Nous regrettons, en analysant cet excellent ouvrage, de ne pouvoir faire connaître son
auteur, et rendre à son mérite le tribut de reconnaissance et d’admiration qui lui est si
bien dû. Mais la hardiesse de ses principes, dans un temps où c’était un crime d’être
philosophe, lui a fait craindre les fureurs des despotes, qui, comme les oiseaux
nocturnes, s’irritent lorsqu’on leur présente la lumière. - L’ouvrage dont nous parlons
est un de ceux que nous croyons le plus faits pour préparer les esprits à la révolution qui
régénère la France. Le magistrat philosophe qui l’a composé, a vu d’un oeil observateur
les abus du pouvoir ministériel, les déprédations de la cour, la situation malheureuse du
peuple ; que dis-je !, il a vu le précipice où la France allait se plonger, et a cherché le
moyen de remédier à tant de maux. 23
Sea lo que fuere del particular, resulta curioso observar que, en 1811, casi
simultáneamente, y en dos ciudades tan distantes como Santiago de
Compostela y Palma de Mallorca, se editaron dos traducciones castellanas de
aquel compendio de La Politique naturelle. ¿Utilizaron los dos traductores el
original de 1773, o solo los extractos publicados en 1790 por los editores de la
Bibliothèque de l’homme public, periódico de que consta que circuló por la
Península en aquella época24 ? ¿ Se limitaron a reproducir exactamente esos
extractos ? ¿Tuvo noticia cada uno de los dos de la labor del otro ? ¿Son
23
En ese mismo contexto de 1790, y sin duda con la misma voluntad de vulgarización, se publicó también,
en forma de catecismo, un compendio de La Morale universelle, bajo el título de Éléménts de la morale
universelle, ou catéchisme de la nature, par feu M. le baron d’Holbach (Paris, Didot). Y, en este caso, el
editor, no solo no silenciaba el nombre del autor, sino que declaraba que el manuscrito le había sido remitido
por la familia del difunto.
24
Por ejemplo, en Portugal : João Bernardo da Rocha la cita en el Correio da Peninsula, núm. 7, 22-I1810, vol. II, p. 51 (G. Boisvert, Un pionnier de la propagande libérale au Portugal …, P., 1982, note p.
475).
11
idénticas las dos traducciones ? Antes de contestar a esas preguntas, digamos
algo de los dos traductores.
* * *
Por lo que hace a la edición de Santiago, el traductor, Antonio Pacheco, no
es un personaje del todo desconocido. Cirujano militar, redactó, con Vicente
Villares y Juan Camiña, la Gazeta instructiva de la Junta superior de Galicia
(junio de 1811 - mayo de 1812), órgano oficial de la Junta suprema de Galicia,
que luego pasó a titularse Gaceta política y militar de La Coruña. María Rosa
Saurín de la Iglesia, en la magnífica monografía que ha dedicado a Manuel
Pardo de Andrade, califica a Pacheco de « insobornable liberal », y considera
que, debido a la evolución cada vez más retrógrada de la Junta, ésta, después
de trasladarse de La Coruña a Santiago (en mayo de 1812), esto es de una
ciudad abierta a las nuevas ideas a otra mucho más tradicionalista, sustituyó a
Pacheco por un fraile, todo bajo el control del nada progresista arzobispo
Músquiz. Después del golpe absolutista de 1814, Pacheco fue uno de los
liberales encausados en Galicia : se le reprochó haber publicado artículos
depresivos de la autoridad del rey 25 . En 1820, seguía fiel a sus convicciones :
con ocasión del homenaje a Porlier, que se celebró en La Coruña en mayo de
1820, publicó un folleto, que dedicó al conde de Toreno 26 . Al año siguiente,
las Cortes le declararon « acreedor a la gratitud nacional », y le reconocieron
como años de servicio los que había pasado en la cárcel (sesión de 6-V-1821).
Esta trayectoria, tan nítidamente liberal, está pues acorde con la publicación
de un texto de Holbach. Aun suponiendo que Pacheco no conociera la
identidad del autor, el contenido del libro ofrecía un conjunto de ideas
políticas avanzadas, muy adaptadas a la situación de 1811 y a los debates en
que estaban enzarzados los liberales en Cádiz, en torno a la elaboración de una
Constitución, cuyo eco llegaba, con más o menos retraso, a las provincias.
Quedaría por explicar por qué publicó Pacheco su traducción en Santiago, y
no en La Coruña. En cualquier caso, no fue por ninguna inclinación liberal del
impresor, Juan Francisco Montero, porque éste parece no haber sido ni liberal
ni conservador, sino ante todo hombre de negocios, dispuesto a editar a unos y
otros, lo mismo La Política natural que el periódico El Sensato, en el que se
25
Manuel Pardo de Andrade y la crisis de la Ilustración (1760-1832), La Coruña, 1991, pp. 201, 206 y 282
(nota). Gómez Imaz, en son de crítica, califica a Pacheco de « exaltado constitucional » porque, en un
Suplemento de 12-II-1814 a la Gazeta político-militar, escribió que Fernando VII había perdido los derechos
a la corona de España.
26
Breve descripción de las solemnes honras fúnebres que se hicieron en La Coruña al general don Juan
Diaz Porlier.
12
defendía a rajatabla el orden antiguo, Inquisición incluida, o a reeditar el
Diccionario razonado manual para inteligencia de algunos escritores que por
equivocación han nacido en España, que poco antes publicara en Cádiz un
escritor « servil » 27 , suscitando una airada respuesta de Gallardo, en su
célebre Diccionario crítico-burlesco.
En el mismo año de 1811, salió en Palma de Mallorca otra traducción de La
Politique naturelle o, más exactamente, de la versión abreviada de 1790 28 .
Aunque en una reedición de 1820 se sitúa la primera edición en 1810 29 , la
fecha casi segura es 1811, pues la « Dedicatoria » de García Malo a Quintana,
que encabeza la obra, está fechada en « Palma en Mallorca, 10 de agosto de
1811 » y, además, en la « Advertencia » preliminar, se alude a la
proclamación por las Cortes del principio de la soberanía nacional en la sesión
de 24 de septiembre « del año pasado de 1810 » (p. 10). García Malo llegó a
Palma a mediados de 1810, al ser nombrado contador sustituto del ejército y
reino de Mallorca. Fuese suya o de Miguel Domingo la idea (véase infra),
probablemente en ese mismo momento surgió el proyecto de traducir la
Politique naturelle, como contribución al gran debate sobre la reforma
institucional. La expresión del título « le da a luz don Ignacio García Malo »
ha sido causa de que varios autores atribuyan la obra al amigo de Quintana 30 ,
a cuyo lado había trabajado durante varios meses en la secretaría de la Junta
central.
No puedo dejar de mencionar aquí, brevemente, una polémica que surgió,
hace algunos años, sobre la autenticidad del liberalismo de García Malo. Gira
en torno a la significación ideológica de su tragedia Doña María Pacheco,
mujer de Padilla (1788). En el análisis de la obra que hizo René Andioc en
1970, destacaba su conformismo político, contrapuesto al carácter subversivo
de la Raquel de García de la Huerta31 . Demostraba que se presentaba en ella
una visión negativa de la rebelión de los comuneros, como quedaba claro en el
prólogo, en el que se afirmaba que tales rebeliones eran « impropias de leales
27
Justo Pastor Pérez, según Germán Ramírez Aledón, « Sobre la autoría del Diccionario razonado
(1811) », Trienio- Ilustración y liberalismo, n° 27 (mayo 1996), pp. 5-26.
28
La Política natural, o discurso sobre los verdaderos principios del gobierno. Le da a luz don Ignacio
García Malo, en Mallorca, imprenta de Miguel Domingo, año 1811, 8°, IX + 228 p. (incluyendo las 19 de una
« Advertencia del editor»).
29
La Política natural […], « impresa en Mallorca año 1810, y reimpresa en Manresa por Martín Trullás ».
30
Hasta Albert Dérozier, tan profundo conocedor del período y de todo lo que a Quintana se refiere,
atribuye La Politique naturelle a García Malo, sin echar de ver que se trataba de una traducción : « García
Malo compose La Política natural, la même année, dans l’espoir de convaincre raisonnablement le public. [
…] Rousseau est copié à chaque page […] ». (Manuel Josef Quintana et la naissance du libéralisme en
Espagne, Paris-Besançon, 1968, pp. 581-582).
31
Sur la querelle du théâtre au temps de Leandro Fernández de Moratín, Tarbes, 1970, pp. 317 a 326.
13
vasallos, ofensivas a Dios, injuriosas a los soberanos y perniciosas a las
repúblicas », y como confirmaba el desenlace, en que separándose de la
realidad histórica, García Malo hacía morir a la heroína, « arrepentida de sus
delitos ». Obviamente, en 1811, esta opinión difería radicalmente de la de la
mayor parte de los liberales, para quienes con la derrota de las Comunidades
habían perecido las libertades castellanas. Por lo que algunos comentaristas
han extrañado que el mismo que, en 1788, afirmó querer « imprimir en los
corazones de los espectadores el aborrecimiento a las rebeliones que debe
tener todo vasallo », pudiese ahora dar a conocer una obra tan subversiva
como La Política natural. Pero, aparte de que el contexto de 1811 era muy
diferente del de 1788, y de que, además, las opiniones de García Malo
pudieron variar entre las dos fechas, lo que complica la polémica es que, tanto
Andioc (probablemente porque confió en la demasiado rápida afirmación de
Dérozier) como varios de los que luego siguieron o, al contrario, desaprobaron
su interpretación de la tragedia, no cuestionaron la atribución de La Política
natural a García Malo 32 . En 1995, Felipe Rodríguez Morín impugnó la
interpretación de Andioc, no sin simplificarla algo, porque le reprochaba haber
presentado la tragedia de García Malo como una obra reaccionaria, cuando en
realidad, Andioc concedía que no se presentaba en ella una imagen del todo
negativa de la heroína, y consideraba que la crítica apuntaba ante todo al
« inicuo aleve pueblo », es decir a las rebeliones populares 33. Como era de
esperar, hubo réplica (por cierto bastante mordaz) del impugnado 34 ,
explicando que, en su opinión, la tragedia no era ni reaccionaria ni preliberal,
sino que expresaba la condena de una rebelión capitaneada por unos nobles
extraviados, y la reafirmación de los valores de orden y respeto a la jerarquía,
defendidos por el poder monárquico, frente a la anarquía aristocrática
heredada del feudalismo. Ante el peligro de un protagonismo popular
incontrolable, no había profundas discrepancias entre conservadores y
progresistas. De modo que, en opinión de Andioc, García Malo no hacía sino
encarecer unos valores entonces normales y corrientes, en el marco del
absolutismo ilustrado. Me permitiré añadir que, efectivamente, echar de
menos en la tragedia de 1788 una exaltación de la intervención directa del
pueblo en los asuntos políticos, hubiese sido un tanto anacrónico. La paradoja
es que Andioc citó al respecto una frase de condena del protagonismo popular
32
Como, por ejemplo, E. Larraz, en Théâtre et politique pendant la Guerre d’Indépendance espagnole,
1808-1814, Aix-en-Provence, 1988, 508-513.
33
« Sobre el pretendido absolutismo de Doña María Pacheco de Ignacio García Malo », en Estudios
dieciochistas en homenaje al profesor José Miguel Caso González, Oviedo, 1995, II, 277-283.
34
« Doña María Pacheco, ¿mensaje preliberal ? », en Ideas en sus personajes (Homenaje a Russell P.
Sebold), Alicante, 1999, pp. 71-84 ; reproducido en Del siglo XVIII al XIX - Estudios histórico-literarios,
Zaragoza, 2005, pp. 417-439.
14
sacada de La Política natural, sin saber que se trataba de un texto de Holbach
de 1773.
Cerremos el paréntesis. Lo indudable es que, en 1809, cuando colaboraba
con Quintana en la secretaría de la Junta central, y más claramente aún a
mediados de 1810, cuando llegó a Palma, así como cuando, poco después,
editó su traducción de La Politique naturelle, las opiniones de García Malo
eran claramente liberales y, probablemente, muy próximas a las de Antillón,
que llegó a Mallorca por las mismas fechas, al ser nombrado magistrado de la
Audiencia. Ambos se relacionaron estrechamente con el impresor valenciano
Miguel Domingo, también refugiado en Mallorca a consecuencia de la Guerra.
Sobre las circunstancias de esta emigración, varios autores citan la hipótesis
de Miquel del Sants Oliver, de que Antillón vino a Palma en el marco de un
plan elaborado en Cádiz para contribuir a difundir en la isla los ideales de la
revolución liberal. Pero dicho autor reconocía claramente que no podía apoyar
la hipótesis en ningún dato fidedigno 35 .
En cuanto a las opiniones de García Malo en tiempos de la Junta central,
disponemos de la larga memoria que redactó en 4 de diciembre de 1809, en
Sevilla, para analizar las causas de la difícil situación en que se encontraba el
campo patriótico. En ella habla de « la revolución más sublime y más justa
que hasta ahora han conocido los siglos » ; describe la degradación de la
situación, después del entusiasmo inicial ; critica a los que persuadieron al
pueblo que todo estaba ya hecho, cuando en realidad todo estaba por hacer ;
considera que políticos y militares no supieron sacar las lecciones de los
sucesivos reveses ; enumera una serie de medidas que deberían tomarse para
compensar la desigual relación de fuerzas en que se está luchando ; hace
hincapié en la importancia de las medidas políticas, especialmente la
convocación de las Cortes, la proclamación de la libertad de la imprenta, y la
elaboración de « una constitución sabia » ; para evitar la amenaza del
« federalismo » y la anarquía, aboga por la traslación del gobierno (esto es, de
la Junta central) a la Isla de León ; discrepa de la opinión de aquellos que
35
« No tengo datos ciertos, ni aun indicios materiales en que apoyar la siguiente suposición, a saber : que
Antillón no vino a Palma por casualidad, antes bien, parece escogido con estudio y cautelosamente a fin de
operar en Mallorca una transformación política y preparar al país a favor del sistema constitucional que
debían establecer las Cortes » (Mallorca durante la primera revolución, Palma, 1901, p. 490).
Sobre García Malo, Miguel Domingo y el contexto de los años de 1810 a 1814 en Mallorca, ha publicado
Felipe Rodríguez Morín una nutrida serie de artículos, especialmente: « La constitución española de 1812 en
la perspectiva de un escritor ilustrado ; el ejemplo de Ignacio García Malo », Cuadernos de Ilustración y
Romanticismo, n° 18 (Cádiz, 2012) , pp. 195-210 ; « Miguel Domingo, un huracán liberal en la isla de
Mallorca (1810-1814) », pp. 167-185, Memories de la Reial Acadèmia mallorquina d’Estudis Genealogics,
Heraldics i Historics, n° 22 (Palma, 2012) ; « La ‘impía’ imprenta y librería mallorquina de Miguel Domingo
(1810-1814) », Cuadernos de Ilustración y Romanticismo, n° 19 (Cádiz, 2013) ; « Miguel Domingo, editor de
la Aurora Patriótica Mallorquina (1812-1813) », El Argonauta español, 10 (Aix, 2013).
15
aconsejan que el gobierno pase a América, aunque solo sea porque los
ingleses aprovecharían la situación para fomentar todavía más los
movimientos de independencia de los territorios españoles de Ultramar ;
aconseja tomar en forma urgente, unas medidas que demuestren a los
americanos que están regidos por un gobierno liberal. Este dictamen, si
contiene una crítica implícita de la política de la Junta central hasta la fecha,
no conlleva ningún distanciamiento con la « revolución española ».
Esta actitud la confirma el folleto que publicó, poco después de su llegada a
Palma, en la imprenta de Miguel Domingo 36 . Se reunían en él dos textos, de
García Malo y Antillón, lo que viene a confirmar lo que el primero llama, en
la « Advertencia », « la coincidencia de los principios entre las personas que
saben pensar y no se dejan arrastrar de la rutina y de las preocupaciones ».
Escrito en vísperas de la reunión de las Cortes, el texto se presenta como una
contribución al necesario debate sobre la reforma política, hasta entonces
obstaculizado por la falta de libertad de imprenta, y sobre los grandes objetos
de que va a tratarse en el Congreso, para enseñar al pueblo sus derechos y
deberes. Todo debería empezar –opina– por la adopción de varias medidas
esenciales : la publicidad de las sesiones, para acabar con el secreto con que
solía el despotismo encubrir sus decisiones ; la proclamación de la libertad de
imprenta ; y la inviolabilidad de los diputados durante todo el tiempo de su
representación. Además, mientras no le sea posible pasar a Madrid, el
Congreso debería trasladarse de la isla de León a Cádiz, donde hay más
personas instruidas que puedan acudir a oír las deliberaciones, y por las
relaciones que mantiene la ciudad con los demás puntos libres de la Península
y con América, pues los diputados deben « rodearse, por decirlo así, de todo el
cúmulo posible de opinión pública ». En sus debates –advierte–, el Congreso
deberá apartar de sí toda discusión huera sobre tratamientos, distinciones,
uniformes, cruces, etc., tan propios del « miserable quijotismo » español, pues,
en adelante, no debe haber más distinción que la virtud, el mérito y los
talentos. Los diputados deberán elaborar una Constitución, sin hacer caso a
aquellos que pretenden que es delito de lesa majestad alterar en lo más
mínimo las leyes tradicionales, y basándose únicamente en « los principios
eternos y universales, anteriores a la formación de las sociedades civiles » y a
toda legislación, empezando por proclamar que « en los pueblos reside
36
Reflexiones sobre los puntos más importantes en que deben ocuparse las Cortes, con un Apéndice
sobre los fueros de Aragón acerca de la libertad de imprenta, Palma, impr. de M. Domingo, 1810. El folleto
incluía, después de las Reflexiones de García Malo, la Carta de un representante de Aragón a sus comitentes
de Antillón, acompañada de dos apéndices sobre « las leyes de Aragón sobre la libertad de imprimir », y el
« Fuero de la prohibición de imprimir, de las Cortes de Tarazona de 1592 » ; así como la « Exposición de D.
Lorenzo Calvo en la Junta central sobre la libertad de la imprenta », de 12-IX-1809.
16
originariamente la soberanía ». Finalmente, para neutralizar los gérmenes de
independencia, que se han manifestado en Ultramar, las Cortes deberán tomar
medidas que muestren a los americanos que el nuevo régimen quiere
establecer vínculos de fraternidad entre la metrópoli y las colonias [sic].
Todos estos principios, rápidamente resumidos aquí, bastan para considerar
a García Malo como liberal, aunque más bien moderado, como su « carísimo
compañero y amigo » Quintana, al que dedica la traducción de La Politique
naturelle, citando al principio cinco versos de la « Oda a España » de su
amigo37 . Subraya esta proximidad de ideas, diciéndole : « Unos mismos
principios nos guían ; unos mismos deseos nos animan », y afirmando su
voluntad de « disipar las tinieblas del error ». Para lo cual se propone
contribuir a « ilustrar al pueblo sobre sus derechos y deberes y a darle ideas de
la verdadera política », por medio de La Política natural, cuya lectura puede
contribuir a dar a conocer a los españoles los principios de una ciencia hasta
ahora poco difundida entre ellos38 .
Parece, pues, incuestionable el liberalismo de García Malo y el de Pacheco
(aunque parece ser que más moderado el del primero), y muy coherente con él
la traducción de una obra política de uno de los representantes más
caracterizados de la Ilustración radical. Dicho esto, la publicación casi
simultánea, en 1811 de dos traducciones de un compendio de una obra de
Holbach (sin mención del nombre del autor) plantea varios problemas.
* * *
1°. Descartando la improbable hipótesis de que se trate de un trabajo de
pane lucrando, lo primero que se nos ofrece sobre las motivaciones de los dos
traductores (o de los dos editores, porque no sabemos de quién fue la
iniciativa), es la voluntad de contribuir a la campaña de propaganda de los
liberales, poniendo a disposición de los lectores españoles un compendio de
principios políticos fundamentales, o especie de manual de « verdadera
política ». En este sentido, la coincidencia cronológica debe ponerse en
relación, ante todo, con el contexto de 1810-1811. Después de la conquista de
37
Es interesante observar que, después del texto de Quintana, figura una sentencia del poeta latino Publilius
Syrus (« Nulla est libertas servorum »), varias veces citada por Holbach : al final del § 22 del discurso IX de
La politique naturelle ; en La morale universelle (cap. III), y en Le Système de la nature (primera parte, cap.
IX, nota p. 123 de la edición de 1781).
38
En esta « Advertencia », exalta la « santa y justa libertad » que invocaba Quintana, cantando « al
inmortal Padilla, en tiempos en que ni aun se podía gemir sobre los males de la patria ». Buen ejemplo de esa
aparente contradicción, denunciada por Rodríguez Morín, entre el autor de la tragedia de 1788 y el traductor
de Holbach en 1811.
17
la mayor parte de Andalucía por el ejército josefino y de la disolución de la
Junta central, transcurren, en tiempos de la primera Regencia, varios meses de
gran incertidumbre en el campo patriótico. Con la reunión de las Cortes,
paralelamente a la organización de la resistencia militar, salta al primer plano
el gran proyecto de elaboración de una constitución, que va a ocupar año y
medio de acalorados debates. Los liberales refugiados en Cádiz intentan llevar
de frente la triple tarea de organización de la resistencia militar, de reconquista
política de la opinión y de construcción de un régimen político nuevo en
España (por más que lo presenten como la restauración de una tradición
perdida). Sin duda, la batalla ideológica en torno al cambio institucional ocupa
un lugar central. En este sentido, más allá de las evidentes diferencias, hay
cierta similitud entre la situación de la Francia de 1790, en que se publicó la
Bibliothèque de Condorcet, y la España de 1811 : son dos momentos
fundadores en que el conocimiento de los principios de gobierno cobra
especial importancia. Existiese o no un plan secreto, formado en Cádiz, del
que en realidad no sabemos nada, el contexto político podría bastar a explicar
la casi simultaneidad de la publicación de esas dos traducciones en dos puntos
de la Península tan distantes.
2°. Si no se editaron en Cádiz, sino en dos zonas no ocupadas por el
invasor, fue probablemente porque allí parecería más necesaria la labor de
propaganda. Una de las paradojas es que esto llevó a publicarlas en dos
ciudades en que dominaban los partidarios del Antiguo Régimen ; otra, que se
publicaron sin mencionar ni el nombre de Holbach, ni el de Condorcet, cuando
podría pensarse que, en la España de 1811, y en una zona no ocupada, no
plantearía problema anunciar la traducción de una obra que los liberales
deberían considerar con simpatía, y encima hasta la fecha no condenada por la
Inquisición39 . Pero conviene tener presente que el momento histórico, en
España, no es de general liberación de la palabra y de las imprentas, como a
veces se piensa. Por lo que hace al ambiente que reinaba en Palma,
disponemos de la magnífica carta que envió Antillón a Quintana en marzo de
1811. Si evoca en ella « el sosiego y calma » que reina en la isla, es para
explicar que la distancia permite ver, más claramente que en « la atmósfera
cortesana » que reina en Cádiz, « los abusos de la autoridad y los vicios de las
leyes ».
39
Vale la pena observar que la primera traducción al castellano de una obra de Holbach, no se editó en la
España libre, sino en el Madrid ocupado. La Gaceta de Madrid josefina anunció, el 30-VI-1812, una
traducción de La Morale universelle realizada por Manuel Díaz Moreno, e insertó, el 5-VIII, el principio de
una reseña del primer tomo, que no pudo acabarse, porque cinco días después la corte josefina tuvo que
trasladarse a Valencia. El autor de esa interesante reseña (¿ Narganes, Amarita o Caborreluz ?) atribuía
claramente la obra a Holbach, aunque posiblemente –decía– en colaboración con otros filósofos de su tertulia.
18
Por acá –se indigna– vemos esos periódicos que suponen a los Españoles restituidos ya
a su dignidad y libertados para siempre de la opresión dura y antigua a que por tantos
siglos han sucumbido […]. - Pero ¡ah ! que todo esto son palabras. ¡Esperanzas vanas
aunque plausibles ! ¡Sueños lisonjeros, que encrudecen más al despertar el dolor y la
amargura de nuestras llagas ! No hay tal felicidad, amigo mío, no hay tal libertad. No
estamos todavía bajo el honroso y solo legítimo imperio de las leyes ; el despotismo ni
ha dejado de atropellar impunemente, ni halla todavía contrapeso que le detenga.
A continuación pide, en forma urgente, leyes que garanticen la libertad civil y
la seguridad personal (en particular contra los abusos de algunos jefes
militares). Y exclama indignado :
Las Cortes, amigo mío, han levantado a la razón y a la virtud un trofeo, sancionando la
libertad de la imprenta. Pero será difícil que corra la pluma con franqueza, que la verdad
se divulgue, que los errores y calumnias se combatan, que se censuren las operaciones
políticas y militares, que se abogue por la inocencia ajada, o que se den a conocer al
público las reputaciones mal adquiridas, si el escritor no queda bajo la salvaguardia de
las leyes [..].40
En cuanto al ambiente que reinaba en Santiago, una simple ojeada a la muy
activa prensa « servil » del momento basta para hacer patente que no era nada
fácil la labor de los liberales. Por ejemplo, en diciembre de 1811, el Correo de
la comisión provincial de Santiago vilipendiaba a « las plumas entintadas en
la ignorancia, irreligión, impudencia, y sofistería de esta era depravada con el
impío turbulento filosofismo » y, recurriendo a la manida táctica catastrofista,
exageraba el peligro afirmando que los liberales se proponían
« desnaturalizar » al católico pueblo español, con las armas de la filosofía,
mientras el invasor trataba de someterlo con las de la guerra 41 . Algunos días
más tarde, los redactores de El Sensato (incondicionales defensores del orden
antiguo) remachaban el clavo, denunciando la falsa filosofía, que tanto
propalan los franceses, y que va adquiriendo grandes progresos en la
Península », y afirmando : « la libertad y licencia en escribir es espantosa e
intolerable » (n° 20, de 2 de enero 1812). Seguía, pues, gravitando sobre
escritores y editores el tremendo peso de largos años de intolerancia. A pesar
40
A. Dérozier, Manuel Josef Quintana et la naissance du libéralisme en Espagne […], t. II, pp. 642-648.
La carta se publicó en un suplemento de la Gazeta de Aragón de 3-IV-1811, y se reimprimió en Palma,
suscitando un folleto de impugnación del mariscal de campo Luis de Villaba, en defensa de la « profesión
militar » (fechado en 7-V), al que contestó Antillón poco después (el 17-V) en un nuevo folleto. También
hubo un folleto de respuesta a Villaba de un tal « M. de V. » [ tal vez Miguel de Victorica], Palma 4-VI.
41
N° 7, de 12-XII-1811. El autor de ese virulento editorial reproducía un extracto del acta de acusación
del fiscal Séguier contra el Système de la nature (de agosto de 1789), texto de referencia, por lo visto, para los
defensores del Altar y el Trono, pues ya lo habían citado, en 1792, los traductores de la Histoire
ecclésiastique de Ducreux (cf. supra nota 11) ; y también Barruel, en Mémoires pour servir à l’histoire du
jacobinisme (t. II, p. 191).
19
de que existía una no bien consolidada libertad de expresión, el Santo Oficio
seguía existiendo formalmente y, los liberales, tanto en Santiago como en
Palma, sabían que la relación de fuerzas no les era favorable. Por lo tanto,
mencionar el nombre de Holbach podía exponer a una violenta reacción del
sector « antifilósofico ». Y, si no arraigaba el régimen liberal, ¿quién le ponía
a uno al abrigo de futuras persecuciones ? De hecho, como es sabido, las
habría después de 1814, y la denuncia de la inundación de « folletos,
periódicos, papeles volantes y escritos perversos »42 que se había producido en
los cinco años anteriores, fue uno de los argumentos de los « serviles » para
obtener el pronto restablecimiento del Santo Oficio.
Sin la invasión militar, la desorbitada exageración del peligro de subversión
ideológica probablemente no hubiese surtido tanto efecto. Como es sabido,
uno de las métodos que utilizaron los absolutistas para descalificar a los
liberales consistió en presentarles como ideológicamente contaminados por el
enemigo 43 . Por lo tanto, editar textos de un autor tan sospechoso como
Holbach podía considerarse como hacerle el juego al invasor. Ni García Malo,
ni Pacheco citaron el nombre del autor del texto compendiado en la
Bibliothèque de l’homme public. Pudo ser por una comprensible cautela (en el
difícil contexto de Santiago y Palma) o, sencillamente, porque lo ignoraban,
pues, como recordé en páginas anteriores, la atribución de la obra a Holbach
fue bastante tardía.
3°. Ni siquiera sabemos si cada uno de los dos traductores conoció el
trabajo del otro, ni cuál de las dos ediciones fue primera. ¿Trabajaron
separadamente García Malo y Pacheco, sin saber nada del proyecto del otro ?
¿Fue la publicación de la edición de Palma la que sugirió a un editor
compostelano la idea de publicar otra traducción ? ¿O al revés ? Todo es
posible, incluso que se tratase de un trabajo realizado en años anteriores, sin
que desembocase entonces en una publicación, por no haber libertad de
imprenta. La mejor manera de empezar a solucionar el problema sería
determinar la cronología de las dos ediciones. Pero solo he podido localizar en
la prensa contemporánea una reseña, por cierto muy elogiosa, de la traducción
de Pacheco, que publicó el Diario Mercantil de Cádiz 44, dato insuficiente para
42
Edicto inquistorial reproducido por Gómez Imaz, en Los Periódicos durante la Guerra de la
Independencia (1808-1814), Madrid, 1910, p. 373.
43
Los redactores del Semanario cristiano-político de Mallorca, por no citar más que un ejemplo, dicen de
la Aurora Patriotica Mallorquina: « Esta madama, que con algunas apariencias de española, es en la realidad
francesa » (n° 1, 30-VII-1812).
44
Núm. 112, de 21-IV-1812. El autor de la reseña escribe que la obra « fue llamada por los políticos
modernos el código moral y político de las naciones » y, después de una enumeración de los principales
capítulos de la obra, destaca que debe « atraer la atención de los españoles en la época que tratan de establecer
un gobierno libre que haga la felicidad de las más remotas generaciones ». Alaba el método sencillo y claro de
la exposición, pero no parece conocer la identidad del autor.
20
resolver el problema de la anterioridad. La fecha, relativamente tardía, podría
significar que la traducción de Santiago se publicó en los últimos meses de
1811 y, probablemente, después de la de Palma (que debió de salir a
mediados de año, pues, como hemos visto, la dedicatoria a Quintana está
fechada a 13 de agosto). Un segundo indicio podría confirmar esta frágil
hipótesis: el autor de la « Advertencia » de la edición palmesana, no parece
saber que se trata de un compendio, mientras que el de la traducción
compostelana sí señala claramente la fuente utilizada : la Bibliothèque de
l’homme public. Si García Malo hubiese publicado su traducción en fecha
posterior a la de Pacheco, probablemente hubiese tenido que mencionar
también el origen del texto.
4°. Cabe preguntarse si los « serviles » de Mallorca supieron que el texto
publicado en 1811 por García Malo era el compendio de una obra de Holbach.
De haberlo sabido, sin duda habrían denunciado sin tardar la osadía que
constituía la publicación en castellano de un texto del odiado autor del
Système de la nature. El 12 de noviembre de 1812, en el muy reaccionario
Semanario Cristiano-Político, se publicó un virulento artículo contra « el club
de Holbach », que no hacía sino recoger algunas de las descabelladas
acusaciones propaladas por Barruel 45 . ¿Debe entenderse esto como una
velada alusión a la traducción de 1811 ? No lo sé.
Más cerca de nosotros, pocos han sido los que han atribuido el original a
Holbach y el compendio al grupo de Condorcet, y muchos los que han creído
que el texto publicado en Palma fue obra de García Malo. M. de los S. Oliver
ya se percató de que se trataba de una traducción, sin llegar a conocer al autor
del original. El primero en identificar claramente a Holbach parece haber sido
Jaime del Arenal Fenocchio, en una edición de 1978 de La Política natural 46 .
Pero, el no haber visto ningún ejemplar de la edición de Santiago de
Compostela le llevó a suponer que las dos traducciones de 1811 serían
idénticas, afirmación que Guillermo Carnero puso en tela de juicio, sin poder
zanjar el problema, pues él tampoco vio la edición compostelana 47 . De modo
que quedaba pendiente la cuestión de una posible diferencia entre las dos
traducciones.
45
« Descubrimiento y ocupaciones del club de Holbach ». La fuente utilizada era el libro de Barruel,
Mémoires pour servir à l’histoire du jacobinisme, que el padre Strauch estaba traduciendo. El punto de
partida, las confesiones de un tal Leroy, supuesto secretario arrepentido del « club » (t. I, pp. 361 a 364).
46
Méjico, UNAM, 1978.
47
« Sensibilidad y casuística moral en Ignacio Garcia Malo » en Estudios sobre narrativa y otros temas
dieciochescos, Salamanca, 2009, pp. 187-284. Cita la noticia necrológica que publicó la Aurora Patriótica
Mallorquina, el 1-VII-1812, a raíz de la muerte de García Malo, cuyo autor (¿Antillón o Miguel Domingo?)
decía claramente que La Política natural no era obra original, sino traducción.
21
Para resolverla, he hecho un sistemático cotejo, no solo de las dos
traducciones, sino de estas con la versión francesa abreviada que les sirvió de
punto de partida, para determinar hasta qué punto cada uno de los dos
traductores la siguió fielmente. A exponer los resultados de la encuesta
dedicaré la segunda parte de este trabajo.
* * *
Pero me parece necesario contestar a una pregunta previa : la de saber hasta
qué punto el compendio de 1790, aunque abreviadísimo 48 , proporcionaba, en
cuanto al fondo, una imagen exacta de la obra de Holbach.
El texto de 1790 no es ni un resumen, ni una serie de extractos inconexos,
ni menos aun una antología, sino una versión aligerada, en la que se han
suprimido frases, párrafos y hasta capítulos enteros, se han fusionado otros,
aunque sin traicionar, en regla general, el espíritu de la obra de Holbach, y
conservando el plan y el movimiento general del texto. Se trata, pues,
propiamente hablando, de un compendio, destinado ante todo a facilitar a un
amplio número de lectores el acceso a una obra, en la que pudiesen encontrar
unos principios fundamentales de doctrina politica, tan necesarios en un
momento como el constituyente de la Francia de 1790-1791. Tarea, pues, de
vulgarización e instrucción política, para la que se necesitaba un texto
sencillo, de más fácil lectura que un largo ensayo de teoría política 49 . Ese
deseo de hacer más accesible el pensamiento de Holbach podría bastar a
explicar muchas de las simplificaciones o reducciones practicadas en el
original. Menos evidente resulta la supresión pura y sencilla de párrafos
enteros, de que hay varios ejemplos 50 . E indudablemente, en algunos casos,
esas supresiones cobran una significación ideológica, en el contexto de 1790.
Citaré tres ejemplos.
48
De los 294 párrafos del original, solo quedaron 57 (sin numerar y con supresión de la estructuración en
9 « discursos »), es decir, aproximadamente, la quinta parte. Pero, como los editores de la Bibliothèque de
l’homme public fusionaron muchos párrafos, cuyos títulos, lógicamente, desaparecieron, estas cifras no
proporcionan una imagen del todo exacta del proceso de reducción del texto. Por ejemplo, bajo el título
genérico de « De la sociabilité » (que en Holbach era el del § 1 del Discurso I) se reunió en 1790 el contenido
de los § 2 a 5 de dicho discurso. Las 33 pp. de los 28 § del discurso II se hallan resumidas en un párrafo de 11
pp. Del mismo modo, se fusionaron los § 10, 11 y 12 del discurso V. En cuanto al § 21 del discurso V (« Sur
les mœurs »), que no aparece en el índice, se encuentra muy resumido al final del § anterior (« Influence du
despotisme sur le caractère des peuples »). Y, caso extremo, las 26 páginas de los § 23 a 35 del mismo
discurso están resumidas (y en este caso sí que cabe hablar de resumen) en 5 páginas.
49
En 1811, el redactor de la « Advertencia del editor » de la traducción de Palma subrayaría esta voluntad
de instruir a los ciudadanos por medio de una obra « escrita con toda claridad, sin exageraciones vagas y sin
pretensiones de una perfección ideal » (p. 17).
50
Del « discurso » VII, por ejemplo, desaparecieron los § 11, 12 y 16 (« Objets de la législation » , « Les
mauvaises lois rendent les hommes méchants », y « Équilibre de la politique »). Y, del « discurso » IX, el §
final (« Le souverain est le vrai réformateur de l’État »).
22
Il est dans les monarchies mixtes –había escrito Holbach– des orateurs, des
démagogues, des fourbes qui, par la faveur du peuple, s’élèvent jusqu’aux conseils des
Rois, qu’ils tyrannisent au nom de la nation, et qui, revêtus de l’autorité de ce même
monarque et distributeurs malgré lui de ses grâces, s’en servent pour abattre la nation,
pour l’acheter, pour la diviser, pour établir leur propre pouvoir. - […] Presque toutes
les assemblées nationales se passent en vains débats entre des hommes vains qui
s’observent ou qui cherchent à se détruire ou se combattre sans profit pour leur pays 51.
En el § « Des réformes et des révolutions », Holbach había condenado las
violencias revolucionarias inútiles en los siguientes términos :
Si des révolutions ont quelquefois procuré des biens momentanés, elles ont souvent
causé des calamités durables. […] Songeons que, si l’on connaît le mal, on n’en connaît
pas toujours les vrais remèdes ; craignons que des mains peu habiles ne travaillent à
l’augmenter. […] Souvenons-nous surtout qu’il n’appartient qu’à la société de marquer
ses mécontentements ; elle seule a droit de reprendre l’autorité dont elle s’est dessaisie,
lorsqu’on l’emploie à sa destruction. […] Le citoyen raisonnable doit se soumettre avec
patience aux inconvénients nécessaires du gouvernement sous lequel sa naissance l’a
placé. Obligé de servir la société dont il est membre, il le fera par ses forces, par ses
conseils, par ses talents ; mais il n’oubliera jamais qu’il lui est défendu de troubler
l’ordre d’un tout dont il n’est qu’une faible partie. 52
Y, en el discurso VI (« De la liberté »), había estigmatizado a los demagogos,
esa plaga de las democracias :
Dans la démocratie, le peuple, souverain en apparence, n’est que trop souvent
l’esclave des démagogues pervers qui le flattent et qui allument ses passions, et devient
un tyran. L’intérêt et la passion changent quelquefois les républicains les plus jaloux de
leur propre liberté en des oppresseurs très injustes de la liberté des autres. 53
Obviamente, esta clase de reflexiones solo podía suscitar incomprensión y
hasta rechazo en la Francia de 1790. Por lo que se entiende que los editores de
la Bibliothèque de l’homme public las quitaran.
Lo mismo pasó, probablemente, con el § « Des corps intermédiaires » 54, en
el que Holbach enfatizaba la importancia de las « dietas, estados o
parlamentos », como mediadores entre los ciudadanos y los monarcas, y
consejeros de estos últimos. Aunque, en la fase prerrevolucionaria, los
51
Disc. IX, § 5, « Causes de la dissolution des monarchies limitées », II, p. 236-237. En 1773, Holbach
añadía : « A la faveur de ce conflit entre des champions imprudents, le despotisme survient pour les mettre
d’accord […] ». ¡ Predicción que se realizaría, en Francia, un cuarto de siglo más tarde !
52
Disc. II, § 26. Dicho sea de pasada, puede observarse que, al fin y al cabo, la opinión de García Malo (en
1788) sobre la rebelión de los comuneros no estaba tan distante de la de Holbach.
53
Disc. VI, § 6, t. II, p. 66.
54
Disc. III, § 30, t. I, pp. 134-135.
23
parlamentos habían desempeñado un papel activo en la denuncia del
absolutismo monárquico, en 1790 hubiese sido una singular vuelta atrás
presentarlos como representantes de la nación, cuando ya existía una asamblea
realmente « nacional ». En ese contexto, la doctrina de los « cuerpos
intermediarios », tomada de Montesquieu, parecía, pues, claramente
contrarrevolucionaria. Lo señalaron más adelante los editores del compendio,
en una nota al párrafo « Des représentants d’une nation » :
Tout corps nombreux, lorsqu’il n’est pas contenu, ne s’occupe que de lui-même, ne
stipule que ses propres intérêts, ne cherche à faire des souverains, que des fantômes et
du peuple, que des esclaves. Tel a été le défunt corps des parlements. (p. 116)
Así mismo, puede entenderse que quitaran el § 18 del segundo discurso de
La Politique naturelle (« Du mobile des républiques »), que contenía una
severa crítica de la « quimérica » aspiración a la igualdad, « ídolo » que, en
opinión de Holbach, había producido muchos males, toda vez que llevó a
infravalorar el legítimo premio al verdadero mérito y al talento, y a sacrificar a
otro ídolo, el de la virtud, propio del gobierno republicano según
Montesquieu. Sin duda, en la Francia de 1790, esa crítica de la aspiración a la
igualdad podía parecer sospechosa.
Más significativa aún resulta la supresión por los editores de 1790, de
varios párrafos de tonalidad radicalmente anticlerical, uno de los aspectos sin
duda más característicos del pensamiento de Holbach. Del párrafo « Des
ministres de la religion » (§ 33 del Disc. IV), por ejemplo, solo se salvó una
pequeñísima parte. Desaparecieron (y no es más que una limitada muestra de
los cortes efectuados), frases como éstas :
Il est encore parmi les sujets d’un État un ordre d’hommes qui par le rang qu’il
occupe, par l’opinion des peuples, et par ses prétentions, mérite toute l’attention du
gouvernement, c’est le Clergé. Cet ordre, qui fait descendre du ciel ses prérogatives et
ses droits, a souvent commandé aux souverains mêmes et décidé du sort des nations.
Dès qu’une nation croit un culte ou des opinions nécessaires à son bonheur, elle veut,
sans doute, que les hommes chargés d’en remplir les fonctions et d’annoncer ses
dogmes soient payés de leurs services ; le salaire et les récompenses se proportionnent
aux besoins que l’on croit en avoir, ou à l’idée que l’on se forme des avantages que
procurent les ministres de la religion, en un mot, à la vénération que les peuples ont
pour eux. Plus les hommes sont grossiers, et plus ils sont superstitieux ; plus le Dieu est
terrible, plus ses ministres sont honorés.
Dans presque toutes les nations européennes, le sacerdoce forme, dans le sein de
l’État, un corps séparé de l’État qui refuse d’en dépendre, qui suit des lois différentes de
24
celles qui commandent au reste des citoyens, qui préfère l’autorité d’un chef de son
ordre à celle des souverains et des nations, enfin dont la législation et les maximes sont
souvent en contradiction avec celles de la société. Des exemples sans nombre ont de tout
temps prouvé les inconvénients résultants de l’esprit de ce corps insociable ; mais le
préjugé victorieux ferme souvent les yeux des souverains et des peuples, sur leurs
intérêts les plus vrais ; ils se croiraient impies et sacrilèges s’ils touchaient à la
personne ou aux possessions d’un ordre d’hommes inutiles que l’oisiveté rend souvent
vicieux, que l’opulence enorgueillit et que l’impunité rend téméraires. L’État doit être
maître du clergé ; le clergé ne doit jamais être maître de l’État.
Si el tema había sido muy candente en todo el siglo, lo era mucho más todavía
en 1790, cuando se estaba terminando de discutir un proyecto de
« Constitución civil del clero », que la Asamblea constituyente aprobó en
julio 55 , y que pronto escindiría al clero francés en « assermentés » y
« réfractaires ». Por lo que sin duda los editores de la Bibliothèque de
l’homme public juzgaron inoportuno echar leña al fuego de una polémica, que
era uno de los principales caballos de batalla de los adversarios de la
Revolución 56 .
Sin entrar en más detalles, quede claro, pues, que el compendio de 1790 era
ya una versión, no solo aligerada, sino en parte expurgada, por decirlo así, del
texto de Holbach. Además, del examen minucioso que he realizado, resulta
que nada permite pensar que los traductores españoles de 1811 utilizaran el
original para reintroducir elementos suprimidos en el compendio. Ni siquiera
sabemos si lo conocían. La consecuencia es evidente : resultaría improcedente
sacar conclusiones precipitadas de una comparación de esas traducciones con
el texto de Holbach. Todo lo que podría parecer tomado del texto de 1773,
procede en realidad de la versión abreviada de 1790 y, al revés, buena parte de
lo que ha desaparecido (pero no todo, como más adelante se verá) ya lo habían
quitado los editores de 1790.
Pasemos ahora a la etapa siguiente, que puede dividirse en dos cuestiones :
¿Hay diferencias notables entre la traducción de García Malo y la de
Pacheco ? Y, más allá de las diferencias formales, ¿siguieron los dos el
compendio de 1790 ?
55
Recuerdo que el tomo VI de la Bibliothèque de l’homme public, en el que venía el compendio de La
Politique naturelle, salió en junio.
56
También censuraron, por los mismos motivos, los discursos « Les prêtres amis du despotisme » (Disc.
V, § 19), « Despotisme des opinions » (Disc. V, § 20) , « Influence de la religion sur la politique » (Disc. VII,
§ 46), « Remèdes du fanatisme » (Disc. VII, § 47) y « De la tolérance civile » (Disc. VII, § 48), párrafo este
último que contenía una virulenta denuncia de la Inquisición. Véase en el « Apéndice » de este trabajo la
considerable diferencia que había entre el original de 1773 y el compendio de 1790.
25
* * *
Quede para los linguistas el análisis de las dos traducciones, de sus
cualidades y defectos, de la concepción de la tarea de traductor que supone
cada una de ellas. Solo sí quiero señalar que esas dos traducciones de un
mismo texto francés, realizadas casi al mismo tiempo, y probablemente sin
saber ninguno de los dos traductores de la existencia del otro, constituyen un
corpus de extraordinario interés, para un estudio comparativo, tanto de los
conceptos políticos, como del vocabulario, y hasta de la sintaxis y la
gramática.
El historiador de la lengua verá, por no citar más que algunos ejemplos,
cómo García Malo escribe « en la conservación de un tal príncipe » (p. 173),
[« un tel prince »] ; « la gran sociedad del mundo » (p. 171) ; « cimentan » (p.
178) ; « rechazar a un agresor injusto » (p. 175) ; « los deberes son los mismos
para las naciones que para los individuos » (p. 171) ; « llámase policía la rama
de la política que tiene por objeto […] » (p. 159) ; mientras que Pacheco
prefiere « en su conservación » (t. II, p. 60) ; « la grande sociedad del mundo »
(t. II, p. 57) ; « cimientan » (t. II, p. 64) ; « rechazar un agresor injusto » (t. II,
p. 62)57 ; « los deberes son los mismos para las naciones como para los
individuos » (t. II, p. 57) ; « la policía es el ramo de la política que tiene por
objeto […] » (t. II, p. 47 ).
Entre el sinnúmero de diferencias que hay entre las dos traducciones, en
cuanto a vocabulario, algunas tienen indudablemente una significación
ideológica. Los dos traductores vacilan muchas veces en la traducción de
palabras del vocabulario político, lógicamente predominante en el ensayo de
Holbach, como « les sujets », « les maîtres », « les citoyens ». García Malo
traduce « un maître injuste » por « un amo injusto » (p. 91), y Pacheco por
« un dueño injusto » (t. I, p. 92), evidente impropiedad 58 . El primero a veces
traduce « les sujets » por « los súbditos », y otras veces por « ciudadanos » (p.
82), probablemente consciente de que la oposición monarca / súbditos, nada
sorprendente en 1773, podría resultar chocante en la España de 1811, en que
se hablaba de Constitución, representación y derechos de los ciudadanos. Pero
también hay incoherencias : por ejemplo, sorprende ver a Pacheco traducir
« les sujets sont des esclaves, […] », por « los vasallos son esclavos, […] » (t.
I, p. 124). En otro momento, deja asomar la duda que le asalta, al traducir « Le
premier de tous les devoirs du sujet […] » por « El primero de todos los
deberes del ciudadano, o del súbdito […] » (t. I, p. 80), como si se negara a
57
Sin la preposición « a ». Pacheco suele ignorar el acusativo preposicional.
En otras ocasiones, García Malo traduce « maîtres » por « jefes » (89-90) y Pacheco por « señores » (t. I,
p. 89).
58
26
elegir entre las dos palabras, a pesar de la muy distinta connotación que
conllevan. Pacheco no duda en hablar del « pueblo soberano », mientras que
García Malo suele eludir la expresión (la sustituye por una perífrasis : « un
pueblo que ejerce por sí la soberanía »), como para dejar claro que el pueblo
solo puede ser depositario de la soberanía. Holbach había escrito : « Le
despote ne regarde le sang de ses sujets, ou plutôt de ses esclaves, que comme
une vile monnaie »59 , expresión que conserva literalmente el editor del
compendio de 1790 y, tras él, García Malo. En cambio, Pacheco (t. I, p. 114)
suprime « o, por mejor decir, de sus esclavos », tal vez por no captar la carga
irónica de la frase, o por parecerle excesiva la equiparación.
Incluso fuera del vocabulario político, vale la pena observar cómo, para
traducir « Les uns ont fait l’histoire de la politique ; les autres en ont fait le
roman », el literato García Malo utiliza « el romance » (p. 179), mientras que
el militar Pacheco, curiosamente más al tanto de la realidad literaria
contemporánea, prefiere « la novela » (t. II, p. 65). En cambio, extrañará tal
vez ver que García Malo traduce « des vertus romanesques » por « virtudes
romancescas » (p. 179), y Pacheco por « virtudes romanescas » (t. II, p. 66). A
veces, no se sabe si la inexactitud de la traducción procede de un insuficiente
conocimiento del francés, o sencillamente de una deficiente lectura del
manuscrito por el impresor, como cuando Pacheco traduce « des goûts
fantasques » por « gustos fanáticos » (t. II, p. 92)60 .
Aun sabiendo que era muy relativa en aquella época la idea que se tenía de
la fidelidad de una traducción, no dejan de sorprender las grandes diferencias
que hay entre las de García Malo y Pacheco, entre sí y con respecto al original
de 1790. Por lo que puede excluirse una simple copia (o una utilización
dismulada) de la primera traducción por el segundo traductor (que, además, no
sabemos cuál fue). En regla general, la traducción de García Malo es más
literal y, por ello mismo, algo pesada y hasta incorrecta ; mientras que la de
Pacheco es más libre y sintética, lo que le confiere, si no elegancia, al menos
cierta soltura. Vayan algunos ejemplos de esa muy diferente concepción de la
labor de traductor. Donde García Malo sigue, casi literalmente, el texto de
1790 : « [el despotismo] forma unos súbditos vanos, atolondrados y disipados,
59
Discurso V, § 10, t. II, p. 18.
En este caso, García Malo conserva « fantásticos » (p. 202). Otras veces, la inexactitud de la traducción
revela su insuficiente dominio del francés, como cuando para traducir « du plus spirituel » no encuentra mejor
solución que « del más capaz » (p. 28). E incluso, tal vez por una lectura precipitada, comete algunos errores :
por ejemplo, traduce « l’intérêt public se confondra avec celui des individus » por « el interés particular se
confundirá con el de los individuos », lo cual produce un contrasentido, en el que no incurre Pacheco.
60
27
que solo procuran distraerse de ideas enojosas e importunas. […] Su modo de
reinar no es más que una vejación horrorosa, guiada por la locura, que acaba
por sacrificarlo todo a sus quimeras » (p. 116-117), Pacheco concentra la
expresión y, al final de la frase, se lanza por los cerros de Úbeda, añadiendo
algo de su propia cosecha : « […] los hace vanos, calaveras, disipados y
distraídos. […] Su modo de reinar no es más que un continuo y espantoso
latrocinio, guiado por la locura, y concluido con la más refinada malicia » (t. I,
p. 122 ). He aquí otra muestra significativa de esa diferente manera de
concebir la traducción, casi literal en García Malo :
[La política] está obligada a extender sus miras a lo exterior, a tener fija la vista sobre
los movimientos y los intereses de las naciones vecinas, a detener sus empresas, a
precaver los efectos de sus pasiones, de su ambición y de su codicia, a impedir que no la
priven de las ventajas que le proporcionan la naturaleza o la industria, en fin, a
determinar a las sociedades independientes a favorecer sus proyectos » (p. 135)
y en extremo libre en Pacheco :
[La política] no contenta con velar sobre lo interior de la sociedad, dirige su atención a
los intereses de las naciones vecinas, para detener sus empresas, prevenir los efectos de
su ambición, y contraer alianzas, que sirvan para sostener los derechos del Estado (t. II,
p. 18)
Aunque pueda parecer contradictorio, García Malo sigue más de cerca el
texto que está traduciendo y, al mismo tiempo, a veces se separa de él. Al
revés, en muchos casos, la versión de Pacheco, aunque mucho más libre y
concisa, restituye más exactamente el pensamiento de Holbach. Por ejemplo,
al final del párrafo « De la guerra », García Malo añade esta puntualización,
probablemente relacionada con los debates en curso en Cádiz sobre los
derechos respectivos del monarca y de la nación :
La historia de todos los pueblos es casi la historia de las guerras injustas, bárbaras y
crueles a que jefes ambiciosos, imprudentes y turbulentos los han arrastrado. Abra, pues,
tan dolorosa experiencia los ojos de las naciones, y para no ser funestos juguetes de las
pasiones y del capricho de sus reyes, resérvense el derecho de votar por sí o por sus
representantes libremente elegidos, la guerra, la paz, las alianzas y los tratados. (p. 177)
Estas dos frases no están ni en Holbach, ni en el compendio de 1790, ni en la
versión de Pacheco, quien, en este caso, sigue más de cerca el texto de la
Bibliothèque de l’homme public. A veces, al contrario, es Pacheco el que
añade una frase, en forma de comentario, al final de un párrafo. Por ejemplo, a
la crítica del papel histórico de la nobleza, añade : « ¿Mirará [una nación]
28
como ilustres a aquellos que olvidaron las hazañas de sus abuelos, y se
prosternaron a los pies de un monarca injusto y de un vil favorito que, a costa
de rapiñas, se elevaba a la cumbre del poder ? » (t. I, p. 97), frase que no está
ni en Holbach, ni en el compendio de 1790, ni en García Malo.
Las diferencias de traducción se producen, como es lógico, sobre todo en
los casos en que resulta difícil seguir literalmente al original. Lo que se
observa, claramente, en García Malo, quien, demasiado esclavo del texto del
compendio de 1790 (« La substance du citoyen est dévorée par des hommes
faits pour le maintenir dans la puissance de ses biens ; elle est la proie d’un
tas de sangsues avides […] »), no encuentra mejor equivalente que un poco
feliz « hato de sanguijuelas voraces » (p. 139). En cambio, Pacheco, sortea la
dificultad, traduciendo por otra imagen, la de « una multitud de lechuzas
hambrientas » (t. II, p. 23).
Conforme se va avanzando en el texto, da la impresión de que la traducción
de Pacheco se hace menos literal y más libre (tal vez porque le apremiaba el
impresor), con una tendencia, por un lado a reconcentrar la expresión, y por
otro, a glosar más que a trasladar exactamente el original. Compárese, por
ejemplo, esta frase de García Malo « Solo con costumbres corrompidas se
puede agradar a hombres corrompidos, porque las buenas costumbres serían la
sátira de los personajes más poderosos » 61 , con la correspondiente de
Pacheco : « A los hombres corrompidos solo se puede agradar con costumbres
corrompidas ; cuando esta clase de hombres tiene las riendas del Estado, el
ciudadano útil y de probidad siempre está apartado de la administración
pública » (t. I, p. 120). Mucho más que un simple problema de infidelidad de
la traducción, se pregunta uno si no asoma aquí el sordo resentimiento de
quien se siente postergado.
* * *
Más allá de las inexactitudes de traducción o de los problemas de estilo,
muchas diferencias entre las dos versiones afectan al fondo del texto.
En primer lugar, aunque no son las más numerosas, están las que parecen
corresponder a una voluntad de no atacar de frente a los estamentos
privilegiados. Por ejemplo, donde en el compendio de 1790 se decía « Quelles
notions de justice doit-on avoir dans un pays où les nobles, c’est-à-dire, les
citoyens les plus riches, sont exempts des impôts dont le pauvre est
surchargé ? » (p. 105), tanto García Malo como Pacheco suprimen la
referencia a los nobles, limitándose a hablar de « los más ricos » (p. 71 y I, 68,
61
En « Influencia del despotismo sobre las ciencias y sobre las costumbres », p. 115.
29
respectivamente). Esta tendencia se manifiesta más en la versión de Pacheco
que en la de García Malo. Por ejemplo, el segundo sigue literalmente el
compendio de 1790, traduciendo « los príncipes, los ricos y los grandes,
miembros las más veces inútiles o perjudiciales a la sociedad » (p. 41) ;
Pacheco, en cambio, quita las palabras « príncipes » y « grandes », no dejando
más que « los ricos y los miembros poderosos » de la sociedad (t. I, p. 26).
Más claro todavía, suprime todo un párrafo de sátira del comportamiento de la
nobleza cortesana, que García Malo, al contrario, conserva :
Vedlos, pues, en la corte de un déspota : allí el interés más vil los tiene en una continua
dependencia ; allí se disputan el honor de ocuparse en funciones mezquinas y réptiles,
que en sus casas están encargadas a sus más ínfimos criados ; y allí, en fin, nada
encuentran abyecto como conduzca al favor y a la privanza. ¿Qué almas pueden animar
a esos cortesanos que devoran sin cesar afrentas, desaires e injusticias ? ¿Qué elevación
pueden tener en sus corazones unos aduladores que, a fuerza de bajezas, creen adquirir
el derecho de despreciar a sus conciudadanos ? (pp. 95-96)
Otras diferencias entre el compendio de 1790 y las dos traducciones de
1811 pueden entenderse como producto de la circunstancia histórica.
Claramente relacionadas con el cansancio de las continuas guerras europeas
del siglo anterior, los utópicos proyectos de paz universal y, sobre todo, el
imperialismo napoleónico, son estas frases que añade García Malo al párrafo
« De la balanza de la Europa » (mientras Pacheco se atiene al texto de 1790) :
La pretendida balanza no podía producir otros efectos cuando no la sostenía el deseo
sincero de conservar el reposo y la paz ; y, al fin, de tantas desavenencias y guerras
imprudentes, no podía resultar sino que el más ambicioso, más fuerte o más astuto
adquiriese una preponderancia que rompiese enteramente el equilibrio y sujetase a los
demás a su tiranía. ¿Y podrá esperarse que las naciones y sus reyes, aprovechándose en
la primera ocasión de la experiencia de lo pasado, lleguen algún día a formar una
verdadera balanza que las preserve de las calamidades sin cuento que han sufrido y
sufren ? No es posible esperarlo. Las pasiones de los hombres serán siempre las mismas,
y su divergencia los sumergirá siempre en guerras, ruinas y desolación. (p. 186)
Otras veces, no se trata ni de inexactitud, ni de censura, sino de un esbozo
de comentario, aunque no del todo explícito. En el párrafo « Causes de
l’esclavage » (esto es, del despotismo), Holbach había explicado que no lo
producía el clima (pues, aunque bajo formas distintas, había existido en muy
variados países), sino la ignorancia y la superstición. Aunque no mencionaba
el nombre de Montesquieu, no era difícil reconocer en la afirmación una
crítica de una de las tesis de L’Esprit des lois. Las dos páginas dedicadas al
tema las habían reducido los editores del compendio de 1790 a diez escuetas
líneas (p. 134), que Pacheco se limitó a traducir, aunque como siempre algo
30
libremente (t. I, p. 110). En cambio parece ser que a García Malo no le pareció
bien esta transparente crítica del pensamiento de Montesquieu. Por lo que, sin
limitarse a traducir (o a suprimir el pasaje, como a veces hacía), añadió un
párrafo, que tiene más de comentario que de traducción :
No son los hombres esclavos sino porque son tímidos, ignorantes e irracionales, y no
porque viven en tal o cual clima, aunque, influyendo este no poco en su pereza e
indolencia, los dispone más fácilmente a la servidumbre. Si hay países en donde reina la
libertad, son aquellos en que la razón tiene más imperio. El despotismo no se introduce
por el clima, sino por la fuerza, la astucia, la impostura, y sobre todo por la superstición.
El clima, como nos muestra la experiencia, contribuye también a mantenerle en todo su
vigor ; y asi mientras vemos a ciertas naciones agobiadas de temores y llenas de
preocupaciones arrastrar con paciencia sus cadenas, vemos también otras que ilustradas
al fin por la razón contienen a sus jefes en límites menos despóticos, o que han roto con
desprecio un yugo tan absurdo como inhumano. (p. 106)
De las dos causas principales del despotismo, la ignorancia y la
superstición, Holbach había insistido, incansablemente, en la segunda. Como
hemos visto, los editores del compendio de 1790 ya habían procurado quitar
hierro a ese anticlericalismo. A los dos traductores españoles de 1811 no les
pareció suficiente esa censura. García Malo, sobre todo, atenuó, e incluso
suprimió, en forma sistemática, buena parte de lo que aún quedaba de la
denuncia de la superstición, a todas luces porque temía (y no sin razón) que
envolviese a la religión y al clero en general. Esta es una de las grandes
diferencias entre los dos traductores. No se trata de un simple problema de
traducción, sino claramente, de una orientación ideológica. Los ejemplos son
numerosísimos ; me limitaré a citar algunos.
En el párrafo « Origine du despotisme », que precede al anteriormente
citado « Origine de l’esclavage » y, en realidad, forma un todo con él,
Holbach había denunciado la responsabilidad histórica de la superstición
religiosa en el surgimiento de los regímenes despóticos.
L’idolâtrie fit tomber le statuaire aux pieds de l’image que ses mains avaient
formée. La superstition fit tomber les nations aux pieds des chefs qu’elles avaient
créées. [ …] La superstition fondée sur la crainte que les peuples ont des puissances
invisibles qui gouvernent la nature, se joignit à la force, elle engourdit l’entendement
des hommes, elles les accoutuma au joug que leur raison rejettait ; l’opinion consolida
l’ouvrage de la violence. Ainsi la superstition produisit ce miracle : des terreurs
surnaturelles redoublèrent la timidité naturelle que faisait naître la force ; les nations
accoutumées à trembler sous des chefs barbares, tremblèrent encore plus sous des dieux
qui approuvaient la barbarie. (Disc. V, § 5, t. II, pp. 9-10)
31
Los editores de 1790, y Pacheco tras ellos, siguen en lo esencial el texto de
Holbach. En cambio, García Malo, para exonerar de la crítica a la religión
católica, añade esta puntualización, destinada a distinguir la religión verdadera
de las falsas, lo que, por supuesto, traicionaba el pensamiento de Holbach :
Extendiendo el impostor Mahoma la superstición y la estupidez por todo el Asia y el
África, vemos todavía estas tristes regiones gemir bajo el más cruel despotismo, sin que
sus miserables habitantes conozcan su dignidad de hombres, ni piensen siquiera en
romper las duras cadenas que los oprimen. (p. 106)
Los editores del compendio de 1790 habían ofrecido del párrafo « Des
ministres de la religion », una versión muy atenuada62 . Pero, por lo visto, a
Pacheco y a García Malo no les pareció suficiente el expurgo : suprimieron
del todo el párrafo, que contenía una implacable denuncia del papel histórico
negativo del clero. Por las mismas razones, sin duda, quitaron el párrafo « Les
prêtres amis du despotisme », del que solo habían quedado diez líneas en el
compendio de 1790 63 . No obstante, se observa una notable diferencia entre
García Malo y Pacheco en esta solapada labor de censura. El primero suprimió
también el párrafo « Effets de la superstition »64, radical condena del supuesto
origen divino del poder monárquico, mientras que Pacheco dejó subsistir este
extracto :
Fue necesario que un delirio consagrado por el Cielo hiciese creer a los hombres,
celosos de su libertad y su felicidad, que los depositarios de la autoridad pública habían
recibido del Cielo el derecho de hacer esclavas y desgraciadas las naciones. Los Reyes
se abrogaron el derecho de ser injustos impunemente. Las naciones intimidadas no se
atrevieron a contradecir los mandatos del Cielo, apoyados con la fuerza de la sociedad.
[…] Oprimido con temores, y lleno de preocupaciones, el hombre, suportó [sic] con
paciencia sus cadenas, hasta que al fin, ilustrado por la razón, ha roto con desprecio un
yugo tan absurdo como inhumano. (t. I, p. 111-112)
Algo parecido pasó con el párrafo « De la théocratie »65 , en el que Holbach
denunciaba la estrecha relación que existía entre la superstición, « el gobierno
sacerdotal » y el despotismo. Los editores del compendio de 1790, aunque
quitando varias frases, habían dejado subsistir lo esencial de la denuncia 66 .
Pacheco siguió, aunque en forma más resumida, esta versión 67 . En cambio,
62
La Politique naturelle, Disc. IV, § 33, pp. 225 a 232. Y pp. 128 a 131 de la Bibliothèque de l’homme
public.
63
La Politique naturelle, Disc. V, § 19, t. II, pp. 28-29, y Bibliothèque de l’homme public, pp. 139-140.
64
La Politique naturelle, Disc. V, § 7, t. II, p. 11 y ss. Y pp. 134-135 de la Bibliothèque de l’homme public.
65
Párrafo 12 del discurso III, que, en el compendio de 1790, se halla refundido con los demás párrafos del
mismo discurso, bajo el título general « Des souverains ».
66
Bibliothèque de l’homme public, pp. 99-100.
67
T. I, p. 58.
32
García Malo lo redujo todo a un breve párrafo, con el evidente propósito de
atenuar la crítica del « gobierno sacerdotal » 68 .
Cuanto más se cotejan las dos traducciones con el original de 1773 y el
compendio de 1790, más evidente parece entre ellas la diferencia de
tratamiento de cuanto guarda relación con la religión y el clero. En García
Malo acaba por volverse tan obsesiva la voluntad de borrar toda crítica,
abierta o velada, del estamento clerical, que quita toda alusión al tema (a
veces, solamente una palabra). Por ejemplo, donde Pacheco traduce (aunque
en forma resumida) esta frase del compendio de 1790, « Ainsi, soit que le
consentement des peuples, soit que la conquête, soit que la divinité aient établi
le pouvoir d’un souverain, il reste toujours dans le corps de la nation, une
volonté suprême, […], un droit antérieur à tous les autres droits » (p. 101),
por « Así, sea que el consentimiento de los pueblos, la conquista, o la
divinidad hubiesen establecido el poder del Soberano […] » (t. I, p. 61),
García Malo pasa por alto « de la divinité » (p. 66), implícita crítica del
supuesto origen divino del poder de los monarcas. Por idénticas razones,
cuando en el texto de Holbach se hablaba de « la sagesse et la raison, […]
accablées sous le poids de la tyrannie et de la superstition », expresión
conservada en el compendio de 1790 y en la traducción de Pacheco, García
Malo suprime ni más ni menos « la superstición »69 .
Análoga supresión hace en el párrafo « De los representantes de una
nación ». Compárese el texto del compendio de 1790 con la traducción de
García Malo:
Tout corps nombreux, lorsqu’il n’est pas contenu, ne s’occupe que de lui-même, ne
stipule que ses propres intérêts, ne cherche à faire des souverains que des fantômes, et
du peuple, que des esclaves. Quand le clergé prend un pouvoir illimité, nous le voyons
de même subjuguer les monarques et les peuples, disposer des couronnes, décider en
souverain, influer sur les lois. (p. 116)
Todo cuerpo numeroso, cuando no está contenido, no se ocupa sino en sí mismo, no
estipula sino sus propios intereses, ni procura hacer de los monarcas sino fantasmas, y
del pueblo sino esclavos. Cuando un cuerpo de esta clase adquiere un poder ilimitado, le
vemos sojuzgar a los reyes y a los pueblos, disponer de las coronas, influir sobre las
leyes y usurpar el derecho de hablar solo por los demás. (p. 87) 70
La generalización permite eludir lo que, en Holbach, era una crítica abierta de
la influencia del clero en los gobiernos y hasta en los monarcas.
68
P. 65.
« Influence du despotisme sur les sciences et sur les mœurs », Holbach, Disc. V, § 21 y 22, t. II, pp. 3031 ; Compendio de 1790, pp. 140-141 ; Pacheco, t. I, p. 119 ; García Malo, p. 115.
70
Los subrayados son míos.
69
33
Podría pensarse que no planteaba problema conservar la crítica de la
superstición, distinguiéndola de la religión verdadera. Pero a García Malo no
se le escapa que, para Holbach, religión y superstición son inseparables. Lo
que explica que, casi siempre, suprima toda referencia a la segunda, porque
podría conllevar una encubierta crítica a la primera. Por ello, donde Pacheco
traduce, casi literalmente el compendio (« La política es insensata cuando […]
subordinada a la superstición, sufre que esta destruya sus miras saludables »),
García Malo recurre a una oscura perífrasis, que no tiene más objeto que hacer
desaparecer la palabra superstición : « La política es insensata cuando […]
subordinada a algún interés particular y no al general de la sociedad sufre que
aquel destruya sus más saludables miras » 71 . Entienda el lector, si puede, que
ese interés, particular y no general, es el del clero.
Holbach había proclamado el gran principio de la libertad de conciencia,
afirmando que era tiranía obligar una persona a otra a adoptar « sus propias
opiniones, su culto, o sus preocupaciones » 72 . Pero, en España, era asunto
candente el de la libertad religiosa, como se vería poco después cuando las
Cortes de Cádiz adoptaron el famoso artículo 12 de la Constitución, que no era
ni más ni menos que la negación de la tolerancia. Para sortear la dificultad,
García Malo suprime la frase, siendo de notar que, en este caso, Pacheco la
conserva, pero quitando la palabra « culto »73 , lo que demuestra cuán
peliagudo le parecía el tema.
Por el mismo motivo, sin duda, García Malo suprimió los párrafos en que
Holbach encarecía la libertad de expresión, incluyendo en ella la de las ideas
religiosas, y proclamando sin rodeos : « Une saine politique ordonne de
tolérer dans un État toutes les religions et toutes les sectes adoptées par les
citoyens, de tenir une juste balance entre elles, de ne jamais souffrir
qu’aucune opprime les autres, ou trouble leur tranquillité » 74 . En cuanto a
Pacheco, se le nota incómodo a la hora de traducir el párrafo. Procura
conservar el sentido general, pero sin aplicación a la esfera religiosa, lo que le
lleva a suprimir el adjetivo « religiosas », después de « opiniones » :
Las opiniones de los hombres en ciertas materias [ ¡ !] no son, ni pueden ser,
uniformes, porque el espíritu humano permanecerá siempre en una ignorancia
invencible. Todo lo que está fundado en ciertas tradiciones, usos y revoluciones, no
puede presentarse de un mismo modo, y cada uno se persuade que su modo de pensar es
el mejor, es decir, el más útil a su felicidad. Si es una tiranía despojar a un ciudadano de
71
En el compendio de 1790, p. 183; en Pacheco, t. II, p. 56 ; y en García Malo, p. 170. Los subrayados son
míos.
72
« Signes de la tyrannie », Disc. V, § 3, t. II, p. 6.
73
Pacheco, t. I, p. 105; y García Malo, p. 105
74
En el compendio de 1790, p. 151-152. Y p. 105 en García Malo.
34
sus bienes, es mayor el atacarle sus opiniones, cuando no influyen en el bienestar de la
sociedad. Una sana política ordena tolerar aquellas ideas que no turban el orden público.
(t. II, p. 9-10)
Lo enrevesado de la expresión bastaría a hacer palpable la presión del entorno
político e ideológico, concretamente en este caso, el considerable peso del
clero conservador en una ciudad como Santiago, y en el contexto de la lucha
contra un invasor, al que se presentaba como el brazo armado de la impiedad,
de la incredulidad, de la falsa filosofía y de los enemigos de la religión
católica.
Más allá de esos ejemplos de supresiones o censuras, se da también el caso
de una verdadera refundición del texto francés. Veamos, por ejemplo, en que
quedó en García Malo esta larga arremetida de Holbach contra la
responsabilidad de la « religión romana » en la despoblación :
La superstition, plus forte que la nature, que la politique, que les rois, doit être encore
mise au rang des causes de la dépopulation d’un grand nombre d’États. [La religion
romaine, plus ennemie du bien public, plus contraire à la saine politique, semble surtout
avoir formé le projet de dépeupler l’univers]. Elle attache on ne sait quelle perfection au
célibat, [elle fait un mérite à l’homme de se refuser le plaisir de reproduire son
semblable, et souvent encouragée par la dévotion des Princes, elle remplit les nations
d’hommes oisifs et inutiles qui, contents de dévorer l’État où ils vécurent en pélerins, se
firent un mérite de mourir sans postérité. Nous ne parlerons point ici des guerres de
religion, les plus cruelles de toutes, dans lesquelles les sujets d’un même État furent
excités par leurs souverains et leurs prêtres à s’égorger les uns les autres pour des
opinions impertinentes], et le monde voit, depuis un grand nombre de siècles, des
millions de victimes immolées à la superstition des princes et à l’orgueil du clergé. 75
Ni siquiera después de la considerable reducción que hicieron los editores del
compendio de 1790, le pareció a García Malo tolerable esa filípica. En su
lugar, puso un párrafo del todo distinto, en el que ya no se hablaba para nada
de religión o de superstición, sino de moral :
No han contribuido poco también a la despoblación las malas costumbres y el lujo
excesivo que reina en todas partes y arruina las familias. Estragados los jóvenes por los
vicios y las preocupaciones de las sociedades, se entregan al celibato temerosos de
contraer empeños que no puedan sostener con lo que se llama decoro, que no es sino un
lujo escandaloso, o deseosos de substraerse de obligaciones que les impedirían seguir en
su conducta libre y relajada, o en una vida ociosa y holgazana, que está en contradicción
75
Disc. VII, § 18, t. II, pp. 133-134. Las palabras entre corchetes son las que suprimieron los editores del
compendio de 1790.
35
con el asiduo trabajo que exigiría su multiplicación. (p. 146) 76
¿Cautela impuesta por el entorno ideológico, o convicción profunda de un
hombre que había empezado su formación intelectual con el cardenal
Sentmenat ? No lo puedo decidir.
Un caso extremo de ese proceso de reescritura se encuentra en la traslación
(más exacto sería decir la no traslación) de los párrafos « Influence de la
religion sur la politique », « Remèdes du fanatisme » y « De la tolérance
civile » 77 , en los que, como ya señalé (supra nota 56), Holbach se había
despachado a gusto contra la intromisión del clero en los negocios políticos.
Los editores del compendio de 1790 ya habían reducido a dos las siete páginas
del original. Pero a García Malo no le pareció suficiente la censura. Empezó
por añadir al principio del párrafo una frase de apología del papel histórico de
la religión, que no estaba ni en Holbach, ni en el compendio de 1790 : « Su
voz divina, que promete inefables recompensas a la virtud ; su voz terrible,
que amenaza con castigos eternos al vicio, debería hacer impresiones más
eficaces y durables en el corazón de los mortales ». Y, sobre todo, insertó un
largo párrafo, no solo muy distinto del original, sino radicalmente opuesto al
pensamiento de Holbach, transformando el texto en un magnífico sermón, en
el que enzalzaba líricamente los bienes que podía aportar al hombre la
religión, de la que trazaba un cuadro totalmente idealizado. Esto no era ya
simple infidelidad de traducción, sino radical traición del original. Ignoro
cuántos lectores tuvo la traducción de García Malo, ni si sabían que estaban
leyendo la traducción del compendio de un texto de Holbach. Pero una página
como ésta les ofrecía del pensamiento del « barón » una imagen totalmente
falsificada. Algo distinto fue, en este punto, el procedimiento de Pacheco.
Redujo todo el párrafo a media página, no solamente muy resumida, sino con
una referencia a las naciones del Asia y a la invasión de los Árabes, como
ejemplos arquetípicos de la superstición, aliada del despotismo. Obviamente,
esto permitía no centrar el debate en la historia del catolicismo. Pero, si la
traducción era muy inexacta, al menos no traicionaba tan frontalmente el
fondo del pensamiento de Holbach 78 .
Sea lo que fuere, la observación más importante que sugiere el cotejo de los
textos, en estos últimos ejemplos, es que el radicalismo de Holbach, en cuanto
76
En cuanto a Pacheco, aunque no borró la palabra « superstición », redujo el párrafo a esta tímida
afirmación : « La superstición, más fuerte que la naturaleza, la política y los reyes debe colocarse en el orden
de las causas de la despoblación de muchos Estados ». (t. II, pp. 30-31)
77
Discurso VII, § 46, 47 y 48 (t. II, pp. 176-182), que en el compendio de 1790 se reunieron en uno solo,
brevísimo.
78
Para que el lector pueda darse cuenta de la considerable diferencia que hay entre las sucesivas
versiones, las reproduzco en apéndice.
36
al papel político de la religión, suscitó en ambos traductores (mucho más en
García Malo que en Pacheco) un evidente malestar, que les llevó a censurar,
modificar y hasta refundir el texto de 1790, a pesar de que presentaba una
versión ya muy aligerada e inexacta del original de 1773.
* * *
También se observan algunas diferencias entre las dos traducciones en el
aparato crítico. No es que las notas de pie de página sean muy numerosas,
pero algunas no carecen de significación.
En primer lugar, están unas referencias a varios autores, suprimidas,
modificadas o añadidas. Holbach y los editores del compendio habían citado
al autor de L’Esprit des lois. Por motivos que no veo muy claros, García Malo
y Pacheco, en dos ocasiones, eluden, no solo el nombre de Montesquieu, sino
hasta el título de su obra magna 79 . ¿Les parecía subversivo el nombre del
autor francés ? Probablemente no, al menos por lo que hace a Pacheco, pues,
en otro lugar, al contrario, añadió esta nota : « Montesquieu define la ley : la
razón humana aplicada a la sociedad » 80 .
También en relación con Montesquieu, Pacheco añade una nota, que no está
ni en el compendio de 1790, ni en García Malo : « Maquiavelo dice, en sus
Comentarios de Tito Livio, que pocos hombres se corrompen con poco »81 .
Muy probablemente tomó la frase de L’Esprit des lois (cap. 5 del libro VI),
donde Montesquieu cita esta sentencia : « Peu sont corrompus par peu »,
sacada del Discours sur la première Décade de Tite-Live (libro I, cap. VII).
En Holbach, había dos referencias a Hobbes (a quien calificaba de
« filósofo atrabiliario »), la primera con la célébre sentencia « homo homini
lupus » 82, y la segunda con alusión a su tesis general de que el hombre había
nacido en un estado de guerra con sus semejantes 83 . Los editores del
compendio solo conservaron la segunda 84 . Pacheco (t. II, p. 61) y García
Malo (pp. 174-175) tradujeron casi literalmente el texto francés, pero con una
diferencia importante : el primero conservó la referencia explícita a Hobbes,
mientras que el segundo la suprimió, de modo que difícilmente podían los
lectores reconocer una alusión a la doctrina del filósofo inglés 85 .
79
El primero habla de « un profundo político » (pp. 111 y 122), y el segundo de « un economista » (t. I,
p. 115) y de « un autor célebre » (t. II, p. 1).
80
T. II, p. 24. La frase procede del cap. 3 del libro I de L’Esprit des lois.
81
T. II, p. 79.
82
Disc. I, § 5 (t. I, p. 12).
83
Disc. VIII, § 5 (t. II, p. 192).
84
Bibliothèque de l’homme public, p. 186.
85
Hay, además, en García Malo, un error (¿ de lectura o de traducción?) : « Considerando la imprudente
[« impudente » en el texto de 1790 ; « indiscreta » en la traducción de Pacheco] facilidad con que los
37
En el primer capítulo (« De la sociabilidad »), se afirmaba que los hombres
no son malos sino porque ignoran sus verdaderos intereses y « los encantos de
la virtud ». Pacheco añadió esta breve nota de pie de página : « Franklin decía
que si los malvados conociesen las ventajas de la práctica de la virtud, serían
virtuosos por malicia » (t. I, p. 8) , aforismo sacado del Poor Richard’s
Almanack, que Franklin publicó bajo el seudónimo de Richard Saunders. La
nota no figura ni en Holbach, ni en el compendio de 1790 ni en García Malo.
Un segundo bloque de notas está en relación con el contexto histórico. Son,
por ejemplo, las que tienen en cuenta la diferencia de situación entre la
Francia de 1790 y la España de 1811. Los editores del compendio habían
puesto dos notas a « monarchie absolue » y « monarchie mixte, limitée ou
tempérée », para subrayar el camino recorrido en los primeros meses de la
revolución francesa : respectivamente, « Tel était l’ancien état de la France »,
y « Tel est l’état présent de la France » (p. 103). Pacheco las suprime. En
cambio, García Malo sustituye, en los dos casos, a Francia por España, como
si la situación de la segunda en 1811, fuese análoga a la de la primera en 1790
(p. 69). En otro lugar, como Holbach había hablado del « despotisme mitigé »
que imperaba en varios países europeos, los editores del compendio
puntualizaron : « « Tel qu’il était en France avant qu’il y eût une assemblée
nationale » (p. 143). Pacheco no conserva la nota ; pero García Malo la aplica
a la situación de la España de 1811 : « Tal como era en España antes de la
reunión de las Cortes » (p. 118).
Además, ambos traductores suprimieron una nota, en la que Condorcet y
sus amigos ensalzaban el mérito de los ciudadanos verdaderos, contrapuesto a
la inutilidad y bajeza de la nobleza cortesana :
Ainsi les Barnave, les Lameth, et tous ceux qui ressemblent à ces vertueux citoyens,
sont les véritables nobles que la France respectera. Quant aux valeurs de la cour, nous
n’aurons pour leurs parchemins, leur insolence, leur inutilité, leurs bassesses, qu’un
mépris éternel. (p. 124)
Condorcet y Le Chapelier, cofundadores de la Bibliothèque de l’homme
public, estaban afiliados a la Société des amis de la Constitution (futuro Club
de los jacobinos), en la que alternaban con Barnave, Lameth, Lanjuinais,
Sieyès y otros prohombres de la revolución. Tal vez en opinión de García
Malo y Pacheco fuese poco oportuna esta referencia a un grupo de hombres
monarcas derraman la sangre de sus súbditos bajo los más frívolos pretextos, o por intereses comúnente tan
pueriles, parece que los hombres no han sido colocados en este mundo sino para degollarse unos a otros » (p.
174).
38
que, aunque moderados, iban vinculados a unos acontecimientos, que los
liberales españoles de 1811 no se cansaban de presentar como un
contramodelo.
Para ilustrar la idea de que el despotismo prepara su propia destrucción,
Holbach había tomado el ejemplo de Inglaterra, en que Carlos I y su hijo, por
su propia culpa, perdieron, el primero la vida, y el segundo el trono 86 .
Pacheco y García Malo conservan la afirmación, pero el segundo añade en
nota una aplicación a la historia nacional : « ¡Y qué ejemplo más patente de
esta verdad, ni más funesto y horroroso, que el que presentan Carlos IV y
María Luisa ! » (p. 120). En otro lugar, es Pacheco el que pone una nota del
mismo tenor. A la frase « Así, poco a poco, y sin saberlo el Monarca, los
males de una nación echan raíces tan profundas, que no conoce sus desdichas
sino cuando le precipitan del Trono », añade esta seca nota : « Así sucedió a
Carlos IV » (t. II, p. 82).
A veces se trata de una supresión ; otras de una adición ; otras de una
adaptación ; otras, en fin, de todo un comentario.
Por ejemplo, a la pregunta que había hecho Holbach de si podían tener
alguna validez « los títulos primitivos basados en la conquista, la rapiña o la
fuerza » de que hacían alarde los nobles para justificar sus privilegios, los
editores del compendio de 1790 habían puesto esta escueta nota : « La
question ne reste plus à examiner » (p. 121), para significar que de 1773 a
1790, en Francia, se había recorrido mucho camino. García Malo explicita la
idea, integrando al texto un párrafo sobre la cuestión más general de las
fuentes de la soberanía, con clara referencia al contexto de la España de 18081811, en que se estaba discutiendo el problema de una radical reforma de las
instituciones :
La cuestión no es difícil de resolver. La fuerza y la violencia no dan derecho ; y aunque
las naciones se viesen obligadas a consentir en el gobierno que se estableció por medios
tan injustos, nunca perdieron aquel derecho inalienable que tiene toda sociedad de ser
gobernada según su voluntad. Si por ser antiguos los privilegios deben tener fuerza, más
la deben tener las leyes naturales con que los hombres formaron sus asociaciones, que
son anteriores ; y, por lo mismo, siempre que convenga a una nación, puede mudar o
reformar sus instituciones sociales, y mucho más cuando estas no tienen más origen que
la violencia, único derecho que en rigor puede alegar una nobleza que no tuvo otro. (p.
94)
De índole un poco distinta es la nota que pone García Malo al pasaje en que
Holbach planteaba el problema del papel del ejército en sus relaciones con el
86
Disc. V, § 30, (t. II, p. 45) en Holbach ; y p. 145 en el compendio de 1790.
39
poder político, censurando su utilización por los déspotas. En 1790 ya, los
editores del compendio sintieron la necesidad de adaptar el texto al nuevo
contexto, añadiendo esta breve nota : « Quand il n’y a pas quatre millions de
milices nationales », para significar que con la creación de esas milicias iba a
cambiar radicalmente la percepción del papel de la fuerza militar en sus
relaciones con la nación. Ni Pacheco 87 , ni García Malo reprodujeron la nota.
Pero el segundo esbozó todo un comentario :
Esto debe al fin suceder en un Estado grande, precisado a mantener para su defensa una
fuerza armada numerosa y permanente sometida a las órdenes de un príncipe absoluto ;
pero si la nación se reserva el poder legislativo y la facultad de acordar anualmente
como en Inglaterra, las sumas necesarias para los gastos públicos, no tendrá este peligro
o, a lo menos, será mas remoto ; y el medio más seguro de conservar su libertad será
añadir a esta prudente precaución el establecimiento de milicias nacionales, en número
de seis u ocho veces mayor que la fuerza armada permanente, que estén prontas a
defender la libertad en cualquiera acontecimiento contra las injustas tentativas de la
tiranía. (pp. 113-114)
Puede pensarse que a Pacheco no le agradaba la idea de una coexistencia de la
fuerza militar permanente con unas milicias seis veces más numerosas,
mientras que García Malo vería en ello una garantía para los ciudadanos.
Finalmente, algunas de esas notas se refieren a puntos doctrinales de fondo.
Por ejemplo, a uno de los grandes debates del siglo, el del lujo. García Malo
sigue a Holbach en su condena sin matices del lujo (« el comercio introducirá
el lujo, que, si no se precaven sus efectos, conduce los imperios más
florecientes a una pérdida cierta » 88 ). Pero Pacheco añade una nota
discrepante que, en su laconismo, significa que convendría distinguir el lujo
bueno del malo : « Cuando el lujo es efecto de la riqueza de todos los
ciudadanos, más bien es la causa de la grandeza de los imperios » (t. II, p. 42).
En algunos casos, la discrepancia ya se había expresado en el compendio de
1790. El editor había puesto esta nota crítica a la afirmación de Holbach de
que el gobierno debía lisonjear las pasiones de los ciudadanos útiles al Estado,
distribuyendo generosamente títulos y recompensas : « J’oserai observer à
l’auteur qu’il se trompe ici dans ses vues. Toute distinction qui flatte les
passions est dangereuse, même celle du mérite ; elle fait des hypocrites, dit J.
87
Además, conviene observar que Pacheco se niega a traducir literalmente « une soldatesque étourdie » (
« una soldadesca atolondrada », en traducción de García Malo, p. 113). Atenúa la expresión traduciendo muy
libremente : « [el soldado] siempre une su suerte a la de su jefe ; no obedece más órdenes que las suyas » (p.
118), sin duda para presentar una imagen menos negativa de su profesión.
88
« Peligros del comercio ilimitado », p. 155.
40
J. » 89 . Curiosamente, en este caso, el muy comedido García Malo se atreve a
expresar un punto de vista distinto :
Aunque según la observación de un profundo político 90 , toda distinción, aun la del
mérito, que lisonjea las pasiones es peligrosa y hace hipócritas, no hay en las sociedades
modernas otros resortes para mover a los que las componen ; y deseando una perfección
que es casi imposible esperar, daríamos en otro escollo quizá más peligroso todavía,
porque son pocos los hombres que no obran por su propio interés, y que se contentan
con solo la satisfacción interior de cumplir con los deberes que les impone la asociación.
Basta que el gobierno sepa dirigir las pasiones de los hombres hacia la verdadera
utilidad de la sociedad, proporcionando las recompensas a los que mejor la sirvan, y no
prodigándolas al favor, a la intriga o a la hipocresía. (pp. 83-84)
En cambio, Pacheco se limita a resumir el párrafo, sin poner ninguna nota.
Otro punto del mayor interés en cuanto a doctrina, suscitó en los editores
del compendio de 1790 una nueva mención del nombre de Rousseau. En el
párrafo dedicado a los representantes de la nación, Holbach se había declarado
claramente por una representación basada en la propiedad de la tierra, por el
socorrido argumento de que los propietarios son los que mejor conocen las
necesidades del Estado y los resortes de la felicidad pública 91 . Condorcet y
sus amigos se separaron claramente de ese dictamen, observando
ingeniosamente que semejante norma hubiera excluido al mismo Rousseau :
Dans un État bien constitué, où règne entre toutes les classes et les individus
l’harmonie nécessaire, il n’est personne qui ne soit grandement intéressé à la félicité
publique. Ainsi ce choix des propriétaires des terres n’est peut-être pas judicieux. J. J.
Rousseau, d’après ces principes, n’aurait pu être un des représentants de la nation (p.
115)
Pacheco reproduce la nota, pero quitando el nombre de Rousseau :
En un Estado bien constituido, y donde reina la armonía necesaria entre todas sus
89
P. 114 en el compendio. La autoridad citada es, probablemente, la de Jean-Jacques Rousseau, en el
prefacio de Narcisse, ou l’amant de lui-même.
90
En la Francia de 1790, la simple mención de « J. J. » (Jean-Jacques) bastaba para evocar a Rousseau.
Pero García Malo, una vez más, elude toda referencia explícita a uno de los « filósofos » más sospechosos de
heterodoxia.
91
En el artículo « Représentants » de la gran Encyclopédie, Holbach había vinculado claramente el
derecho de representación a la propiedad. Después de subrayar, en términos generales, que era esencial que
existiesen asambleas representativas de los ciudadanos, puntualizaba : « Ces assemblées, pour être utiles et
justes, devraient être composées de ceux que leurs possessions rendent citoyens, et que leur état et leurs
lumières mettent à portée de connaître les intérêts de la nation et les besoins des peuples; en un mot c'est la
propriété qui fait le citoyen, tout homme qui possède dans l'état, est intéressé au bien de l'état, et quel que soit
le rang que des conventions particulières lui assignent, c'est toujours comme propriétaire, c'est en raison de
ses possessions qu'il doit parler, ou qu'il acquiert le droit de se faire représenter. »
41
clases, no hay ciudadano que no esté interesado en la felicidad pública. Así esta elección
de los propietarios de las tierras no es muy política. Según estos principios, los sabios
que ilustran el género humano no pueden ser representantes de una nación. (nota
destinada a la página 85, pero colocada erróneamente en la 91)
En García Malo no hay semejante nota. Pero trata de soslayar la dificultad,
introduciendo un comentario, que incluye una proposición dirigida a preservar
el papel predominante de los propietarios en la representación, sin perjudicar
demasiado a las demás clases, especialmente (¿ por la cuenta que le traía ?), a
la clase culta :
Sin embargo, como no están vinculadas a la propiedad las luces, la instrucción y los
talentos, y en un Estado bien constituido, en donde reina entre todas las clases y los
individuos la armonía necesaria, no hay ningún ciudadano que no esté grandemente
interesado en la felicidad pública, podría exigirse indispensablemente la circunstancia de
aquella propiedad en los electores, dejándolos en libertad de elegir aun a los que no la
tengan por representantes. Por este medio se conciliaría que no quedasen excluidos de la
representación los que, sin poseer tierras, poseyesen virtudes y talentos conocidos ; no
siendo de presumir que los eligiesen sino cuando estuviesen persuadidos de la utilidad
que les resultaría de esta elección. Al mismo tiempo, se conseguiría con este estimulo
que los no propietarios de tierras, que por la misma razón tienen más necesidad de
instruirse para proporcionar su subsistencia, cultivasen más sus talentos y procurasen
hacerse dignos por su ilustración y conducta de la confianza de sus conciudadanos. (pp.
86-87)
También, en relación con el sistema representativo, los editores del
compendio habían puntualizado que de ninguna manera podían considerarse
los antiguos parlamentos como representantes efectivos y legítimos de toda la
nación. Obviamente, en la España en revolución de 1811, hubiese sido más
anacrónico aún seguir el modelo de unos organismos de Antiguo Régimen
muy poco representativos. Pacheco lo comprendió perfectamente, por lo que
puso esta nota de pie de página :
Este Congreso debe ser elegido por todos los ciudadanos, renovado en épocas
determinadas por la ley ; y no un congreso hereditario, o vitalicio, como los Parlamentos
de Francia, o una corporación de magistrados, como el Consejo de Castilla, cuyos
miembros son elegidos y depuestos por el rey » (t. I, p. 71).
Claro eco de las discusiones en curso sobre la forma que iba a tomar el
sistema representativo, en la Constitución que se estaba discutiendo en Cádiz.
Obsérvese que Pacheco contempla claramente un sistema de sufragio
universal (aunque limitado a los ciudadanos masculinos), aun si no concreta la
42
proposición. Como es sabido los constituyentes de Cádiz anunciaron un
sistema censitario, cuyas modalidades se fijarían más tarde.
* * *
Al margen de las traducciones propiamente dichas, aparecen también
algunas interesantes reflexiones en las « Advertencias » (« del editor » en
García Malo 92 ; y « del traductor » en Pacheco 93 ), así como en una « Nota »
que puso García Malo al final de la traducción, y en una proclama « A los
americanos » que Pacheco insertó al principio del tomo II de la suya.
Despuès de la dedicatoria inicial a Quintana, figura en la edición palmesana
una « Advertencia del editor », que Rodríguez Morín atribuye a Miguel
Domingo, con argumentos que no me parecen del todo concluyentes 94 , lo cual
no quita fuerza a las consideraciones que hace sobre el papel relevante del
editor valenciano en la difusión de las ideas liberales en Palma, al lado de
Antillón y García Malo 95 . Los tres hombres actuaron en estrecha unión en la
dura batalla que les opuso al sector reaccionario, que contaba con fuerzas
superiores, lo que ha llevado a Antonio Moliner a escribir que « de fet,
Malorca, i sobre tot, Palma, es convertí en el nucli difusor d’ideologia
absolutista i reaccionaria més important de tot Espanya davant la liberal
Cadis »96 . Como es sabido, capitaneaba al sector « servil » fray Raimundo
92
P. 1 a 19.
« Introducción del traductor » ( designada como « Advertencia del traductor » en el índice), 17 pp. sin
numerar.
94
« Miguel Domingo, un huracán liberal en la isla de Mallorca (1810-1814) », Memories de la Reial
Acadèmia mallorquina d’Estudis Genealogics, Heraldics i Historics, n° 22 (Palma, 2012) pp. 167-185. Es
cierto que la ambigüedad de la palabra « editor » permite aplicarla lo mismo a García Malo que a M.
Domingo ; así y todo, es más probable que designe al traductor-editor, que no al impresor-editor. Cuando, en
su n° 5 (de 27-VIII-1812), el Semanario cristiano-político de Mallorca, al tratar de un juicio contra la Aurora
patriótica mallorquina, escribe de M. Domingo que es « su impresor o editor », no significa en absoluto que
lo designe como redactor. En cambio, creo que es justa la observación de que el autor de la « Nota » final es
el mismo que el de la « Advertencia del editor », sin que esto permita zanjar el problema, porque, al fin y al
cabo, está la fórmula de la portada « Le da a luz don Ignacio García Malo », que es como una explicitación de
la palabra « editor », y que difícilmente permite reducir el papel de García Malo al de traductor.
95
De « figura de gran relieve », calificó ya M. de los S. Oliver a M. Domingo, en Mallorca durante la
primera revolución, Palma, 1901, p. 506.
96
La guerra del francés a Mallorca (1808-1814), Palma de Mallorca, 2000, p. 27, estudio en el que se
subraya (p. 34) que el corto número de suscritores a la Aurora patriótica Mallorquina (192) da una idea del
carácter muy minoritario del grupo liberal en la isla. Sobre la situación en la isla durante el conflicto, pueden
consultarse, además del antiguo estudio de Miquel dels Sants Oliver: el capítulo que dedicó Javier Herrero al
sector reaccionario mallorquino (« La difusión del mito en Mallorca », cap. II de la segunda parte, de Los
orígenes del pensamiento reaccionario español, Madrid, 1971) ; la comunicación de A. Moliner, « La prensa
en los inicios de la revolución liberal en Mallorca : la Aurora Patriótica Mallorquina », en La prensa en la
revolución liberal , Madrid, 1983, pp. 113-123 ; los estudios de Lluis Roura, « La relació entre il.lustrats i
liberals a Mallorca » (en Homenaje a Noël Salomon - Ilustración española e independencia de América,
93
43
Strauch, futuro editor del Semanario Cristiano-Político y traductor de Barruel.
El grupo liberal publicó, a partir del 15 de junio de 1812, en la imprenta de
Miguel Domingo, un periódico, la Aurora Patriótica Mallorquina. No sé si
García Malo intervino muy activamente en la elaboración del proyecto, pero
no pudo desempeñar un papel importante en la redacción, pues murió a los
diez días de salir el primer número.
De cualquier modo, la cuestión de la autoría de la « Advertencia del editor »
me parece secundaria, porque se observa una gran similitud de ideas entre las
Reflexiones de García Malo (que analicé brevemente en páginas anteriores), y
la « Advertencia ». El autor de la segunda ofrece un interesante análisis de los
acontecimientos desde el principio de la « gloriosa insurección ». Afirma que,
en ningún momento, los españoles pusieron en tela de juicio la forma
monárquica de gobierno ; solo desearon profundas reformas para acabar con
los abusos del régimen anterior, empezando por una remodelación del Estado
gracias a una nueva constitución. La divergencia de opiniones que se produjo
en 1808 fue efecto de la ignorancia de los verdaderos principios del gobierno,
consecuencia de los obstáculos que había puesto el despotismo a la
« propagación de las luces ». Para demostrarlo, bosqueja un cuadro muy
crítico de las juntas provinciales, nuevas autoridades que adolecieron de los
mismos vicios que las antiguas, de modo que hubo « tantos reyes como
provincias ».
Contentas con mandar en nombre de Fernando VII, declarándose soberanas, y
haciendo una mezcla ininteligible de la soberanía que suponían residir originariamente
en el rey, y de la facultad del pueblo para establecer los nuevos gobiernos provinciales,
les bastó creerse autorizadas para disponer despóticamente de todo, a imitación de lo que
pensaban podía hacer el rey, según habían visto por espacio de tanto tiempo.
Esta crítica de las juntas provinciales, nada infrecuente entre los partidarios de
la Junta central, no puede sorprender en quien había trabajado con Quintana
en la secretaría de la Junta. Considera que, residiendo la soberanía
« originariamente » en la nación, las juntas solo podían ser interinas, y
lamenta la incoherencia política de los papeles que se publicaron en el corto
tiempo en que Madrid quedó libre, en 1808.
Estaban tan poco rectificadas las ideas sobre las cosas y sobre los hombres, que en
unos se invocaban nuestras antiguas leyes, o nuestras antiguas cortes, como diques
suficientes para contener el torrente del mal, y en otros se designaban como sujetos de
principios liberales para nuestra regeneración política a algunos de los que estaban más
Barcelona, 1979, pp. 103-111), y La crisi de l’Antic Régim a les Balears (1780-1814), Palma, 1999; así como
también la ya mencionada serie de artículos de Felipe Rodríguez Morín sobre el tema.
44
avezados al despotismo, y que al poco tiempo, lo demostraron bien claramente, siendo
los principales instrumentos de coartar la libertad de la prensa.
En su opinión, solo se salvan de esta crítica tres periódicos : el Semanario
patriótico ; El Espectador sevillano de Lista97 ; y, posteriormente, el
Memorial literario del ejército de la izquierda 98 . Felizmente –concluye– todo
ha cambiado desde que se han reunido las Cortes. A pesar de que todavía reina
cierta confusión en las ideas, ya se han proclamado dos principios
fundamentales : la soberanía nacional y la libertad de imprenta. Queda por
definir más exactamente el papel respectivo de los distintos poderes ; pero esto
se va a hacer en la Constitución que será, sin duda, « la obra más sublime del
entendimiento humano », y que sentará las bases del sistema de gobierno
menos imperfecto que han inventado los hombres, el de la monarquía
templada o limitada. La publicación de La Política natural, « obra escrita con
toda claridad, sin exageraciones vagas, y sin pretensiones de una perfección
ideal », es una contribución al necesario debate.
En la « Nota » final se ratifica en los mismos principios, confiado en la
esperanza de que el Congreso sabrá « establecer una constitución sólida
fundada en la justicia y en la libertad », y se muestra convencido de la validez
universal de los principios proclamados en el libro de Holbach (al que no
nombra). Es de notar que esta relación que establece entre la publicación de
una traducción de un compendio de La Politique naturelle y los debates de un
congreso constituyente, recuerda un poco la que habían hecho los editores de
la Bibliothèque de l’homme public, en 1790, al explicar (en una breve nota
final, pp. 225-226) que la reedición de algunos textos políticos fundamentales
debía considerarse como una contribución al debate público. Tal vez pensaran
los dos traductores españoles de 1811 en la similitud de situaciones, entre la
Francia de 1790 y la España de 1811, al fin y al cabo, dos momentos
constituyentes.
97
Es importante este testimonio, porque la evolución posterior de Lista ha sido causa de que,
generalmente, se infravalore el carácter progresista del Espectador sevillano. Me permito remitir al pequeño
estudio que dediqué al tema: « El Espectador sevillano de Alberto Lista (1809), ¿Un discurso
revolucionario? », Pasado y memoria - Revista de Historia contemporánea, n° 10, Alicante, 2012, pp. 195 218.
98
Supongo se trata del Memorial militar y patriótico del Ejército de la Izquierda, que se publicó en
Badajoz. Los redactores criticaron las juntas provinciales, y reprodujeron el artículo que Blanco había
publicado en El Español, « Reflexiones generales sobre la revolución española », también muy crítico para
con las juntas. Pero, también publicó el Memorial artículos en que se encarecían los derechos fundamentales
de libertad, igualdad, seguridad y propiedad, tomados casi literalmente, en opinión de Gil Novales, de la
Constitución francesa de 1793 (Prensa, guerra y revolución - Los periódicos españoles durante la Guerra de
la Independencia, Madrid, 2009, pp. 153-154).
45
La « Advertencia » que puso Pacheco a su edición es bastante distinta de la
de García Malo. Más solemne, y hasta lírico al final, más denso también, el
texto arroja alguna luz sobre la manera de pensar de su autor en aquel
momento.
Procura situar la revolución española en el contexto político general, « el
trastorno » que ha producido en Europa el imperialismo napoleónico. Pero, al
mismo tiempo, en relación, con el texto de Holbach, se eleva a
consideraciones ideológicas más ambiciosas, afirmando que los horrores que
está viviendo el género humano se deben al olvido de « los principios que
deben cimentar el edificio social ». Esto no le lleva a una visión pesimista del
porvenir de la humanidad. Al contrario, está convencido de que « no está muy
distante la época de cimentar la felicidad de las naciones », gracias a la
difusión de los principios de la filosofía. Los hombres se irán dando cuenta de
que la guerra, que pudo ser una necesidad para los pueblos antiguos, arruina a
las naciones modernas, que solo pueden existir y desarrollarse gracias al
fomento de las artes y del comercio.
¡Cuántas guerras se hubieran evitado –exclama–, si la Inglaterra y demás naciones
comerciantes hubieran adoptado las máximas liberales del célebre Smith ; si la Francia,
que ha tomado por modelo los principios de Rousseau, hubiese respetado la
99
independencia y libertad de las naciones, que hizo célebre el Contrato social ! .
A partir de esta condena del militarismo, denuncia el enorme coste
económico y humano que suponen los ejércitos permanentes. Tal vez fuesen
necesarios, al principio, para dar a los reyes « el poder suficiente para destruir
la tiranía feudal » ; pero, en la actualidad, son un obstáculo para el
establecimiento de la libertad política y civil. Sin embargo, y aquí habla sin
duda el militar, los Estados todavía no los pueden suprimir, porque esto
significaría confiar la defensa de las naciones a fuerzas no profesionales, y
cuando se arma al pueblo, « el Estado cae en una peligrosa anarquía, y la
suerte de los ciudadanos es más funesta que bajo el dominio de un déspota »,
como se vio en Francia, en tiempos de la « anarquía sanculocrática ». Los
ejércitos permanentes son, pues, un mal necesario, pero « mientras que, por un
convencimiento general de todas las naciones, no se deshacen […], es
necesario instruir a los militares en los principios del orden social, y hacerles
99
La doble referencia a la autoridad de Smith (en lo económico) y Rousseau (en lo político) supone una
clara profesión de fe liberal. Vale la pena observar que, mientras en las notas que puso a su traducción,
evitaba el nombre del filósofo ginebrino, en este caso, lo nombra. Sin embargo, como se ve a continuación,
esto no significa ningún democratismo, pues denuncia (igual que Holbach) el peligro de una intervención
directa del pueblo en política.
46
conocer que el primer deber, por el que han de sacrificar su vida, es la
conservación de las leyes y libertad de su patria ».
Al mismo tiempo, considera urgente una reforma completa de la educación.
« El pueblo ya no puede ser un ente pasivo, que reciba de otro pueblo
conquistador sus leyes, sus costumbres y su religión, y que después de estar
sometido por la fuerza, permanezca como los esclavos en la ignorancia de sus
intereses ». Es imposible ya que tenga el mismo respeto hacia una nobleza
degradada, y la misma veneración por un clero poco ejemplar. En España, la
resistencia a la invasión ha generado profundos cambios. « [El pueblo] desde
que se ha armado sin ayuda de nadie para combatir los tiranos, y los que
intentaron seducirle para que recibiese pacíficamente las cadenas de la
esclavitud, conoció su dignidad, su importancia y, sobre todo, que podía
destruir todas las instituciones y todos los gobiernos ». Situación sumamente
peligrosa, porque, una vez vencidas las huestes napoleónicas, podría « la hidra
popular » levantar « sus formidables cabezas ».
Para convencer al lector del peligro, acompaña un cuadro estremecedor de
los acontecimientos de Francia. Pero no se limita a la habitual estigmatización
de la violencia, del « Terror », de los excesos populares, etc. Explica
claramente que fue la resistencia de las clases privilegiadas la que produjo la
revolución, y que la reforma del gobierno que se intentó (que solo apuntaba a
la reforma de los abusos), « se hizo en circunstancias que obligaron a armar el
pueblo para aniquilar los numerosos partidarios del antiguo régimen, y los
ejércitos de los príncipes de la primera coalición ». La doble circunstancia de
la resistencia de los privilegiados a las reformas, y de la intervención armada
de las monarquías absolutistas, creó las condiciones para que triunfara « la
facción jacobínica » y con ella su séquito de crímenes. Con todo, teme que no
se hayan sacado todas las consecuencias del drama. « No está concluida –
vaticina– la serie de las revoluciones que han de afligir a la desgraciada
humanidad ; están preparadas otras más horrorosas que las que hemos
presenciado ». Ya antes de 1789, los « filósofos » habían advertido del
peligro. En prueba de ello, recuerda la predicción de « un autor célebre » :
Os fiais en el orden actual de la sociedad, sin pensar que este orden está sujeto a
revoluciones inevitables ; el grande se vuelve pequeño, el rico, pobre y el monarca,
vasallo. Nos acercamos al estado de crisis, y al siglo de las revoluciones. ¿Quién os
responderá de vuestra suerte futura ? Todo lo que han hecho los hombres, los hombres
pueden destruirlo. […] Creo imposible que duren largo tiempo las grandes monarquías
de Europa. 100
100
Famosa advertencia lanzada por Rousseau (cuyo nombre, en este caso, no cita Pacheco) en el libro III
del Émile.
47
Al final, exhorta a los representantes de la Nación, reunidos en Cádiz, a no
repetir los errores de la Revolución francesa ; a no olvidar los males que en
todos los siglos han producido el fanatismo, la superstición y la ignorancia ; a
fomentar la instrucción de la juventud, para establecer el imperio de la razón y
de la libertad ; a no confiar en la ejemplar moderación que muestra el pueblo
español en la lucha conra el invasor ; a hacerle amar a la patria, antes que
aparezca algún demagogo que se eleve sobre sus ruinas ; y a destruir los
abusos del antiguo gobierno, antes que él mismo se valga de la fuerza para
aniquilarlos.
Pacheco incluye también un párrafo dirigido a los « pueblos de América »,
curiosamente centrado en el consejo de desconfiar de aquellos que quisieran
establecer en aquellos países un ejército permanente, con el pretexto de
librarles de las invasiones de los Europeos, y de los posibles atentados de sus
vecinos. Peligros imaginarios, al abrigo de los cuales les coloca su situación
geográfica, la inmensidad de sus territorios, y … la fiebre amarilla. Por lo que,
en vez de « comprar la paz a costa de sacrificios y humillaciones », deben
mejorar sus instituciones, aumentar la población, y fomentar la agricultura y el
comercio.
Más larga, y de tonalidad algo distinta, es la proclama « A los americanos »,
que inserta al principio del segundo tomo de su traducción (pp. IX a XV), y
que es una de las grandes diferencias entre las dos traducciones, pues no hay
nada parecido en García Malo. Lo menos que puede decirse es que no
manifiesta Pacheco mucha comprensión por la lucha que están desarrollando
los americanos por independizarse de la metrópoli. La analiza como una
guerra civil, llena de peligros, como demuestra la historia de la Antigüedad :
destrucción de todos los vínculos sociales, encumbramiento de un tirano
« sobre las ruinas de la patria », o invasión de una nación vecina, que
aprovechará « la confusión inseparable de la anarquía », para establecer su
dominio. Y todo para nada, pues, al final, en una guerra « entre individuos que
tienen las mismas costumbres y la misma civilización », siempre acaban
derrotados « los facciosos », y los ciudadanos se arrepienten de lo pasado, y
prefieren sacrificar sus derechos políticos, para gozar tranquilos de la
seguridad, la vida y la prosperidad. Y, para disuadir a los americanos de
obstinarse en una lucha desesperada, dibuja un cuadro apocalíptico de lo que
les espera :
Americanos ; estáis circundados de numerosas tribus salvajes ; tenéis dentro de
vuestras moradas los feroces africanos, y los males de vuestra guerra civil no tendrán
fin. Los mismos que armáis para destruir a los que quieren conservar la unión con la
madre Patria, os envolverán en la misma destrucción que habéis promovido. Vuestro
48
país, lleno de bosques, ríos y lagos, produce lo necesario para mantener a los salvajes en
su primitiva independencia : habituados a los incendios, robos y asesinatos de la guerra
civil, vengarán los agravios de tantos siglos, aniquilando los blancos y la civilización
que han llevado a esos países. […] Y esa región venturosa, destinada para ser el asilo de
la humanidad perseguida y la patria de las virtudes morales, se convertirá en morada de
hombres feroces y bárbaros, que no respirarán sino la destrucción de la clase europea..
Luego trata de convencerles de que « aún no ha llegado el tiempo de la
independencia ». Tanto más cuanto que « la madre patria » está empeñada en
una lucha heroica que tiene admirado al Universo. A la invocación de « los
lazos de parentesco », une la afirmación de que los Españoles de la metrópoli
han sufrido de la opresión y la tiranía tanto como los de Ultramar. Pero –
afirma– todo ha cambiado ya, pues los americanos tienen representantes en el
Congreso nacional, y éste ya ha destruido « los obstáculos que podían
amortiguar los vínculos de nuestra unión ».
Todo esto nos sitúa a gran distancia del pensamiento de Holbach, quien
había dedicado una reflexión general, muy crítica, a las colonizaciones
europeas 101 . El lector que se limite a cotejar las dos traducciones españolas
con el original de Holbach podría pensar que fueron García Malo y Pacheco
los que suprimieron en 1811 párrafos como los siguientes :
L’Espagne déjà dépeuplée par des guerres, par la superstition, par l’intolérance, par
les vices de son gouvernement, s’est vue réduite à la faiblesse, à l’inertie la plus
honteuse, à l’indigence même, pour aller faire des conquêtes et des établissements dans
un nouveau monde dont elle détruisit d’abord les naturels, pour se priver ensuite ellemême de ses anciens habitants. (p. 138)
Par la conduite qu’ont tenu presque toujours les Européens avec les peuples dont ils
ont fait la découverte, on dirait que les premiers, plus insensés et plus inhumains que les
sauvages les moins policés, ont regardé les hommes que la Nature avait placés loin
d’eux comme des bêtes que l’on pouvait tromper, dépouiller, égorger sans scrupule […].
(pp. 147-148)
Pero, todo esto ya había desaparecido en el extracto de 1790, cuyos editores,
no solo amputaron gran parte del texto de Holbach, sino que suprimieron, lisa
y llanamente, el párrafo « Des colonies », conservando de él solo una página,
al final del párrafo « De la politique en général » , lo que puede explicarse por
la línea de defensa de los intereses de los colonos de las Antillas que siguieron
en la Société des amis des noirs, Condorcet y, sobre todo Barnave. Como casi
siempre, García Malo se limitó a traducir casi literalmente esa página, en la
que se criticaban, en términos generales, las colonizaciones de los europeos,
explicando que solo debía establecer colonias una nación que tenía un exceso
101
La Politique naturelle, « Des colonies », Discurso VII, § 21.
49
de población, y solo para « formar un nuevo pueblo de aliados y ciudadanos ».
Lejos de esto –se afirmaba a continuación–, no parece sino que las naciones
europeas « han creído que la maternidad daba el derecho de oprimir », sin
percatarse de que « una metrópoli que se conduce como madrastra, debe
esperar que hallará hijos rebeldes en sus colonos » (p. 148). En cuanto a
Pacheco, conservó la idea general, pero traduciendo muy libremente el texto
del compendio :
Las naciones europeas no tienen ideas exactas sobre la naturaleza y los derechos de sus
colonias, y juzgan que la maternidad confiere el derecho de oprimir a sus hijos. Cuando
los padres son tiranos, los hijos buscan los medios de substraerse a su autoridad. Una
metrópoli que tiene la conducta de una madrasta, debe esperar que sus hijos no le
presten obediencia. (t. II, p. 33)
No obstante, añadió en una nota final esta observación : « Las Cortes han
declarado que las Américas eran parte integrante del imperio español. Desde
ahora nos gloriamos de no tratar a los colonos con la dureza de una
madrastra », declaración no solo ambigua y muy insuficiente para responder a
la aspiracíón de los americanos a la independencia, sino hasta radicalmente
opuesta a ella, pues implicaba que se seguía considerando a los territorios de
Ultramar como colonias.
* * *
Al final de este recorrido, solo puedo contestar a algunas de las preguntas
que plantea la sorprendente publicación simultánea, en la España de 1811, de
dos traducciones de La Politique naturelle.
Si nos limitáramos al título, podríamos pensar que estamos en presencia del
ensayo que publicó Holbach en 1773, en forma anónima. Pero en la edición
compostelana, se nos informa claramente que lo que tradujeron García Malo y
Pacheco en 1811 fue un compendio, elaborado por los editores de la
Bibliothèque de l’homme public en 1790. Lo confirma el detenido examen de
las dos traducciones, que, además, patentiza que distaban mucho García Malo
y Pacheco de hacerse la misma idea de la labor del traductor, hasta el punto de
que, a veces, al cotejar las dos versiones, se pregunta uno si se trata de la
traducción del mismo texto. Al menos Pacheco había tenido la honradez de
señalar desde la portada que lo que ofrecía era una traducción « libre ».
Desgraciadamente, queda pendiente el problema de la fecha exacta de
publicación de las dos ediciones, dato importante para saber si uno de los
traductores pudo tener noticia de la labor del otro.
50
Una traducción también es un producto histórico. Por ello, algunas de las
diferencias de traducción que afectan al vocabulario tienen una clara
significación ideológica. Pero las hay más fundamentales : en varios casos,
puede hablarse de una refundición, y hasta de un expurgo, como podrá
apreciarse en el ejemplo que reproduzco en apéndice, que demuestra el
evidente malestar que generó en los dos traductores (y, curiosamente,
anteriormente en Condorcet) el anticlericalismo de Holbach. Más
generalmente, en algunos aspectos (por ejemplo, en las referencias que hace a
Smith y Rousseau, en la « Advertencia »), Pacheco parece haber sido algo más
progresista que García Malo, aunque muy antijacobino, como la mayor parte
de los liberales españoles, que procuraban distinguir cuidadosamente la fase
inicial de la Revolución de su ulterior radicalización.
Ni en 1790, ni en 1811, se mencionó en ningún momento el nombre del
Holbach. De modo que subsiste, al respecto, la duda de si los editores
conocían la identidad del autor de La Politique naturelle, o si optaron por
disimularla, lo que constituiría una forma de semi-clandestinidad. Algo pudo
tener que ver en ello el que uno de los textos más notables de la Ilustración
radical no se publicara en Cádiz, sino en dos ciudades libres, pero dominadas
por los « serviles ». Situación paradójica, explicable por la voluntad de utilizar
el pensamiento de Holbach como un arma en la batalla de ideas.
¡Tortuosas vías las de la penetración en España de la Ilustración europea !
Los lectores españoles de 1811 (aquellos que no dominaban el francés) solo
pudieron conocer de La Politique naturelle, una versión, no solo simplificada,
sino mutilada en aspectos importantes. Esto nos recuerda, por si fuera
necesario, cuán aventurado puede ser sacar conclusiones precipitadas de la
simple existencia de una traducción. En cada caso, habría que averiguar si la
versión que se ofrecía de algún texto no había sufrido adulteraciones. Y,
además, en la medida de lo posible, qué difusión efectiva tuvo.
Así y todo, con todas las amputaciones, y hasta censuras, que le hicieron
sufrir, primero Condorcet y sus amigos, y luego los dos traductores de 1811, el
texto de Holbach ofrecía a una España « en revolución » un utilísimo manual
o breviario de ideas políticas fundamentales, en cuanto a origen de las
sociedades, leyes naturales, bases de la soberanía, formas de gobierno, fines
de la asociación, principios liberales, y un largo etcétera.
La intención de los editores, al ponerlas en circulación en la España de
1811, resulta bien clara. Pero ¿cuántos lectores pudieron percatarse
exactamente de la diferencia entre el original y esas traducciones ? ¿Cuántos
habían tenido conocimiento del original francés ? ¿ Qué difusión tuvieron las
dos traducciones ? No hay datos que permitan contestar. Me inclino a pensar
que la difusión de las dos traducciones fue más bien limitada, pues no he
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encontrado de ellas sino muy contadas menciones, en 1811 y años siguientes.
Aunque hubo al menos dos reediciones de la traducción de García Malo (en
Manresa y Barcelona), en cuanto lo permitió el contexto político, durante el
Trienio constitucional, parece ser que luego la obra de Holbach cayó en el más
profundo olvido.
APÉNDICE
Avatares de un texto,
o cuando la reducción pasa a ser refundición y, finalmente, adulteración.
Reproduzco a continuación tres de los capítulos del tratado de Holbach, en
que más se manifestaba el anticlericalismo : « Influence de la religion sur la
politique », « Remèdes du fanatisme » y « De la tolérance civile », para que se
vea la reducción drástica a que fue sometido el texto, en el compendio de 1790
y en la traducción de Pacheco, y su total refundición en la de García Malo.
Holbach, Disc. VII, § 46 « Influence de la religion sur la politique » (t. II,
pp., 176-178).
« La religion fut de tous temps regardée comme un des plus puissants
ressorts de la politique, comme la barrière la plus forte que l’on pût opposer
aux passions des hommes et aux excès des rois. Mais l’expérience nous
montre que des idées surnaturelles, des récompenses et des craintes éloignées
sont de bien faibles armes contre les vices des princes et des peuples, que
souvent leur exemple invite au mal. Les souverains les plus injustes furent
souvent très zélés pour la religion. Des peuples très dévôts furent très vicieux
et très méchants. Des tyrans avérés se sont fréquemment ligués avec les
ministres des autels pour attaquer la liberté de leurs sujets. Presqu’en tout
temps, le ciel servit de prétexte pour porter le trouble, la discorde et le crime
sur la terre. A l’instigation des prêtres du Très-haut, tantôt les princes
devinrent des persécuteurs et des bourreaux pour une partie des citoyens ;
tantôt ces mêmes prêtres excitèrent les citoyens à la révolte et au régicide.
Lorsque les tyrans furent dévoués aux passions du clergé, les peuples furent
écrasés sous le poids des deux puissances réunies. Quand les princes furent
moins dociles aux volontés de leurs prêtres, ils furent souvent détrônés ou
assassinés. Cependant les tyrans jugèrent communément que leur intérêt
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exigeait qu’ils fissent cause commune avec le sacerdoce, qui, pour son intérêt
particulier, arma leurs bras vengeurs contre ceux qui refusaient de plier sous
son autorité. Cette politique insensée produisit mille fois les plus affreux
ravages dans la société ; des sujets utiles furent immolés à la vengeance
sacerdotale, à la passion de dominer, à la superstition des rois. C’est à ce zèle
aveugle que plusieurs nations sont redevables de leur dépopulation, de leur
décadence, de l’agrandissement de leurs ennemis. - La saine politique ne se
croit point en droit de fouiller dans la conscience de ses sujets ; elle leur
permet de penser comme ils veulent, pourvu qu’ils se conduisent en citoyens.
Elle empêche les interprètes des dieux de prendre sur les peuples un ascendant
qui souvent traverserait ses vues les plus honnêtes. L’ambition, la faiblesse ou
la lâcheté des souverains finissent par les asservir eux-mêmes, ainsi que leurs
sujets, à des hommes révérés, trop souvent tentés d’oublier qu’ils sont des
membres de l’État. De bonnes lois, une éducation fondée sur la raison, les
lumières d’une morale sociable, des récompenses, des châtiments équitables,
voilà les vrais moyens de faire de bons citoyens. - On demandera peut-être à
quels signes l’on peut reconnaître si une superstition est nuisible à la société et
doit être contenue. Je réponds qu’elle ne peut être que funeste, lorsqu’elle
mettra des obstacles à la population, lorsque son culte suspendra trop
fréquemment les travaux de la société, lorsqu’elle fera un mérite de l’inutilité,
lorsqu’elle excitera des animosités et des querelles ; lorsqu’elle donnera au
nom de dieu, le signal de la révolte ; lorsqu’elle dépouillera l’homme
laborieux pour enrichir le fainéant dangereux ; lorsque ses ministres voudront
se soustraire aux lois et refuseront d’obéir à l’autorité des hommes sous
prétexte d’obéir à l’autorité divine. C’est alors que la politique, au lieu de de la
soutenir, doit affaiblir la superstition et diminuer son influence sur les esprits.
Quelles que soient les opinions des souverains, si la raison les éclaire et si
l’humanité les touche, ils sentiront que la volonté divine ne peut jamais
ordonner ce qui est évidemment contraire au bien de la société. Si ces princes
sont vraiment religieux, c’est-à-dire, soumis à un dieu souverainement
équitable et bon, à un dieu qui s’intéresse au bonheur des mortels, on ne leur
persuadera jamais que ce dieu puisse approuver des tyrannies, des violences,
des persécutions, des rigueurs, des cruautés et des crimes, qui devraient bien
plutôt allumer sa colère que les opinions flottantes des habitants de ce monde.
Tout souverain conséquent regardera les maximes intolérantes et sanguinaires
des prêtres et leurs conseils pernicieux, comme des blasphèmes contre la
divinité, comme des ouvrages de l’imposture, comme des conspirations contre
la société ; s’ils ne les punit pas sévèrement, il les méprisera, et il contiendra
des hommes qui se font un jeu de troubler la concorde et l’harmonie,
desquelles dépend le bonheur des hommes en société. »
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Holbach, Disc. VII, § 47 « Remèdes du fanatisme » (t. II, 179-180).
« Quoique la vraie politique n’ait point à se louer des avantages que lui ont
jusqu’ici procurés les opinions religieuses, elle doit les tolérer et les empêcher
de nuire. Combattre de front les erreurs dont les peuples sont imbus serait un
projet aussi insensé que téméraire. Un souverain éclairé ne peut se proposer de
guérir tout d’un coup ses sujets de leurs folies. Les hommes chérissent leurs
préjugés, surtout lorsqu’ils y croient leur bonheur attaché. Ce serait une
entreprise vaine que de vouloir de vive force déraciner la superstition. C’est
une maladie dont l’homme ignorant et craintif apporte les germes en naissant.
En vain la politique voudrait-elle l’anéantir tout d’un coup. - C’est à force de
bienfaits sensibles, de vertus réelles, d’instructions raisonnables, que l’on peut
détacher les peuples de leurs préjugés dangereux ; c’est par des soins paternels
que le souverain peut s’attirer la confiance que ses sujets en enfance accordent
à des guides qui les égarent et qui les empêchent de s’éclairer. Un bon prince,
dont la conduite prouvera qu’il ne veut que le bien de son peuple, sera bientôt
plus écouté que les prêtres. - Les récompenses présentes et sensibles d’un
souverain de ce monde seront toujours plus efficaces que celles de l’autre
monde ; les châtiments inévitables des lois en imposeront bien plus que les
supplices de l’autre vie, que des pratiques dévotes peuvent faire éviter. - D’un
autre côté, la superstition et son fanatisme ne sont vraiment à craindre que
lorsque l’autorité en est elle-même enivrée. Ce sont les persécuteurs
fanatiques qui font des sectaires opiniâtres et rebelles. Un gouvernement sensé
permet à tous ses sujets de penser ou d’errer à leur manière. Si des
enthousiastes divisés se décrient réciproquement, jamais le souverain ne
prendra part à leurs querelles frivoles, qui ne deviennent importantes et
dangereuses que lorsqu’il veut s’en mêler. Enfin, la saine politique permettra
que la raison les combatte avec les armes du bon sens ; elle affaiblira par là le
délire de ses sujets. »
Holbach, Disc. VII, § 48 « De la tolérance civile » (t. II, pp. 180-182)
« La tolérance civile est l’effet d’une sage politique ; occupée à veiller sur
la conduite de citoyens, elle ne s’arroge pas le droit de régler leurs pensées.
Ramener tous les hommes aux mêmes idées religieuses, est un projet aussi
extravagant que tyrannique. Que des théologiens oisifs s’occupent de leurs
hypothèses merveilleuses ; que des docteurs discutent en liberté sur des
questions subtiles qu’ils n’entendent point eux-mêmes ; ces querelles puériles
et profondes ne sont pas faites pour intéresser le repos des nations, ni pour
détourner les regards d’un gouvernement des objets importants dont il doit
s’occuper. Tout souverain qui veut se mêler de disputes théologiques, se
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dégrade et se rend méprisable ; dès qu’il persécute, il se rend le complice et
l’esclave de quelques enthousiastes ridicules, ou de quelques fripons
ambitieux. Quel rôle indigne pour un roi, que de se faire le champion, le
chevalier errant de quelques insensés, ou l’instrument des vengeances de
quelques charlatans ! Ce fut bien plus pour agir que pour penser que l’homme
social fut destiné ; dès qu’il se rend utile à sa patrie, il doit lui être cher ; la
politique doit préférer tout citoyen qui la sert, à celui qui est inutilement
orthodoxe. - Rien n’égale donc l’aveuglement et la folie de ces prétendus
politiques qui, dupes eux-mêmes de la superstition, permettent au sacerdoce
de tyranniser chez eux ; la juridiction qu’il exerce au nom du ciel fut toujours
nuisible à la terre ; fondée sur un intérêt sordide, elle fut atroce. Le sort des
citoyens est-il fait pour dépendre de quelques rêveurs fanatiques ou fourbes,
toujours également sourds aux cris de l’humanité ? Juge dans sa propre cause,
ombrageux, inquiet, le prêtre est toujours cruel. Si l’affreuse Inquisition a
maintenu dans quelques pays l’uniformité de la doctrine, elle en fit disparaître
la saine morale, la science et la vertu. Partout où cet odieux tribunal subsiste,
les hommes n’ont que des mœurs utiles aux prêtres, et nuisibles à la société.
Les Portugais et les Espagnols ont été les peuples de l’Europe les plus
méchants, les plus cruels et les plus soumis au clergé. Leur morale se borne à
des pratiques qu’ils croient suffire pour expier les crimes les plus grands. Leur
obéissance pour le monarque est toujours prête à disparaître, dès que le prêtre
l’ordonnera. Dans une nation ignorante et crédule, il n’est aucun pouvoir qui
puisse balancer celui des organes du ciel ; chez un peuple superstitieux, le
sacerdoce est le vrai maître de l’État ; il dispose à son gré du souverain et des
sujets. - Les effets de la religion ne se bornent pas toujours à l’intérieur des
sociétés ; la diversité des opinions religieuses fait naître quelquefois entre des
peuples indépendants les uns des autres, un mépris, une haine et des inimitiés
très durables ; tandis que la conformité d’opinions devient souvent l’unique
lien qui en réunit d’autres. La politique est alors ridiculement subordonnée à la
théologie, dont les vues ne peuvent avoir rien de commun avec les siennes.
Les princes trop dévoués au sacerdoce ne travaillent jamais que pour lui ; en
croyant servir Dieu, ils ne servent réellement que les passions de ses
ministres. »
En el Compendio de 1790, se redujeron a dos páginas (181 y 182) las siete
del original, fusionando además en un solo párrafo los tres de la obra de
Holbach.
« La religion fut de tous temps regardée comme un des plus puissants
ressorts de la politique, comme la barrière la plus forte que l’on pût opposer
aux passions des hommes et aux excès des rois. Mais l’expérience nous
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montre que des idées surnaturelles sont de bien faibles armes contre les vices
des princes et des peuples. Les souverains les plus injustes furent souvent très
zélés pour la religion. Des peuples très dévôts furent très vicieux et très
méchants. Des tyrans avérés se sont fréquemment ligués avec les ministres des
autels pour attaquer la liberté de leurs sujets. Cette politique insensée produisit
mille fois les plus affreux ravages dans la société ; des sujets utiles furent
immolés à la vengeance sacerdotale, à la passion de dominer, à la superstition
des rois. - La saine politique ne se croit point en droit de fouiller dans la
conscience de ses sujets ; elle leur permet de penser comme ils veulent,
pourvu qu’ils se conduisent en citoyens. - Quoique la vraie politique n’ait
point à se louer des avantages que lui ont jusqu’ici procuré les opinions
religieuses, elle doit les tolérer et les empêcher de nuire. Combattre de front
les erreurs dont les peuples sont imbus serait un projet aussi insensé que
téméraire. Les hommes chérissent leurs préjugés, surtout lorsqu’ils y croient
leur bonheur attaché. Ce serait une entreprise vaine que de vouloir de vive
force déraciner la superstition. C’est à force de bienfaits, de vertus réelles,
d’instructions raisonnables, que l’on peut y réussir. Un bon prince, dont la
conduite prouvera qu’il ne veut que le bien de son peuple, sera bientôt plus
écouté que les prêtres. »
Versión de Pacheco (t. II, pp. 53-54)
« La religion fue mirada en todos tiempos como la barrera más fuerte que
se podía oponer a las pasiones de los hombres y a los sucesos 102 de los reyes.
Pero la experiencia nos muestra que estas ideas sublimes no son suficientes
para contener los vicios de los príncipes y de los pueblos. Los soberanos más
injustos fueron muy celosos de la religión, y muchos pueblos devotos fueron
muy viciosos y muy malvados. En las vastas regiones del Asia, los tiranos se
han ligado con los sacerdotes, para destruir a las naciones, y establecer el
despotismo. Esta política produjo las espantosas devastaciones que sufrió el
género humano, con la inundación de los Árabes y otros frenéticos, que
dominaron el mundo, y lo sumergieron en la superstición. La verdadera
política exige que se eviten los males que produce la superstición ; pero
cuando esta está arraigada en el corazón de los ciudadanos, nada puede la
fuerza. Un buen príncipe, que emplee los beneficios y la instrucción,
conseguirá la destrucción del fanatismo, y será más bien recibido de sus
súbditos que los impostores que los han extraviado de su obediencia. »
Versión de García Malo (pp. 165-169)
102
Probable errata por « excesos ».
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« La religión fue en todos tiempos considerada como la barrera más fuerte
que podría oponerse a las pasiones de los hombres y a los excesos de los
reyes. Su voz divina, que promete inefables recompensas a la virtud ; su voz
terrible, que amenaza con castigos eternos al vicio, debería hacer impresiones
más eficaces y durables en el corazón de los mortales. Pero la experiencia nos
muestra que es tal la perversidad humana que las más veces prefiere unos
bienes perecederos por saciar sus torpes apetitos y pasiones, al goce de una
perenne felicidad siguiendo el camino de la virtud. La moral divina del
Evangelio, superior a toda la moral humana, que nos enseña que debemos
amar al prójimo como a nosotros mismos (de cuyo sublime precepto derivan
todas las virtudes que pueden hacer verdaderamente felices a los pueblos y a
las naciones) está en contradicción con la ambición, la avaricia, el orgullo y la
vanidad del hombre. De aquí el trastorno de las sociedades ; de aquí los males
que continuamente las afligen ; de aquí apartarse de la naturaleza, que es lo
mismo que de la religión, en las instituciones que deben gobernarlas. Sin
embargo de estas tristes verdades, origen funesto de todas las calamidades
humanas, la religión conserva su soberano imperio sobre muchas almas
honestas y virtuosas, y puede todavía extenderle a las que parece que más la
tienen olvidada, rectificar y reformar las costumbres públicas, y contribuir a
los fines rectos que se propone la verdadera política. Sus celosos ministros,
cuya influencia puede ser tan ventajosa a la sociedad, considerándose como
miembros de ella y verdaderos ciudadanos, interesados en su prosperidad,
deben solo distinguirse en inspirar la virtud con su ejemplo ; en desterrar de
sus conciudadanos la superstición y la ignorancia ; en enseñarles las
verdaderas máximas de una religión que fundada en la caridad no conoce
acepción de personas, considera a todos los hombres como hermanos, reputa
solo al más virtuoso por el más digno, condena la injusticia, el vicio y el
crimen, detesta la opresión y la tiranía, y recuerda a cada momento al más
grande, al más poderoso que nada se diferencia a sus ojos del más pequeño,
del más miserable ; y en fin estrechar los lazos de la sociedad, consolidando
entre todos sus miembros la paz y la armonía, excitándolos al amor de la
patria y convenciéndolos de que en vano buscarán la felicidad, si enemigos
unos de otros por sus intereses privados, no cumplen con los deberes
recíprocos que les impone el estado social. Entonces la religión, favoreciendo
con todo su poder los justos fines de la sana politica, hará que los hombres se
consideren iguales en derechos y obligaciones, y de este común acuerdo
resultará el bien posible que pueden esperar en la tierra ; las instituciones
civiles que establezcan serán conformes al derecho natural que Dios imprimió
en el corazón del hombre, dando a cada uno las mismas facultades y
necesidades ; no se considerará la desigualdad física de la naturaleza como
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una diferencia quimérica de condición, inventada por el orgullo y la vanidad ;
las leyes imparciales protegerán al débil contra el fuerte, al pobre contra el
rico, al humilde contra el poderoso ; los que manden a las naciones no tendrán
la extravagancia de considerarse como seres de otra especie ; las costumbres
públicas se purificarán ; el vicio y el crimen serán reprimidos y castigados ; la
virtud y la inocencia ensalzadas y protegidas ; el amor al trabajo y al orden
producirá la industria, la abundancia y la tranquilidad ; la libertad se
establecerá sobre justos límites ; y la sociedad, en fin gobernada por los
principios eternos de la religión, y por los que la experiencia de tantos siglos
enseña a la verdadera política, presentará el cuadro sublime y majestuoso de
un pueblo ocupado en la prosperidad común, en donde reinarán la virtud, la
paz, la libertad, la justicia y la moderación, que únicamente pueden producir
sin remordimientos su prosperidad y su gloria. »
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