Aptitud física, motriz y evolutiva - Red Nacional de Actividad Física y

Aptitud física, motriz y evolutiva
Autor:
Emilio Masabeu
Profesor de Educación Física
Kinesiólogo
Coordinador de Capacitación REDAF
Mail: [email protected]
INTRODUCCIÓN
Los factores que intervienen en los procesos de crecimiento, desarrollo y maduración son numerosos y
con frecuencia actúan de manera coordinada. El metabolismo endócrino, la genética, la alimentación, la
aptitud física y la influencia ejercida por el medio ambiente son algunos de los factores que van a determinar el resultado final de los procesos de crecimiento y desarrollo. La actividad física es presumiblemente
importante en el crecimiento y la maduración, cumpliendo un rol fundamental en el desarrollo de hábitos
sanos y una mejor calidad de vida en la adultez. Una actividad física regular es asociada con un rango de
beneficios psicofísicos: reducción en el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, optimización
del peso corporal, estructura ósea saludable, fitness y factores psicológicos.
El ámbito de la escuela parece proveer un excelente espacio para incrementar niveles de actividad física.
De todos modos, no existe una vasta literatura sobre pruebas de intervención con niños escolares, así
como tampoco de la cantidad de actividad necesaria para lograr efectos positivos. Serbescu y colaboradores desarrollaron un diseño experimental con seis meses de estimulación extra programática (172
niños y 192 niñas), encontrando diferencias significativas a favor del grupo intervenido en ambos sexos.
Otros trabajos han analizado los efectos de un programa de actividad física específico (YMCA) comparado con las clases de educación física ortodoxa en niños afroamericanos pre-púberes (5 a 12 años).
Las diferencias significativas entre los grupos han sido determinadas solamente en niñas cuando la
muestra (226 casos) se dividió según edades (9-10 y 11-12 años).
LA MADURACIÓN
Este importante cambio se realiza lentamente, aunque su expresión objetiva irrumpe de modo explosivo
al llegar la pubertad, en la maduración del sistema neuroendócrino, representada en la niña por la aparición de la menarquia, o primera menstruación, y en el niño en la primera eyaculación.
Todas las modificaciones que se producen en este periodo se deben a una elevación de la hormona
masculina en el niño y de la femenina en la niña, estimuladas por la acción de las gonadotropinas hipofisarias controladas por el hipotálamo. Todos estos cambios son diferentes en su cronología debido a las
diferencias del medio ambiente, alimentación, geografías más cálidas o más frías, determinando diferencias poblacionales.
De cualquier forma, hacia mediados del siglo XVIII dicha transformación sucedía a los 18 años, mientras
que en la actualidad se produce alrededor de los 13,3 años.
La actividad física regular origina en el cuerpo infantil numerosos cambios, algunos de los cuales, como
sucedía al hablar de la estatura, se confunden con los originados por la maduración; sin embargo, los
más llamativos son, sin duda alguna, la pérdida de grasa y el aumento de peso magro descrito por Parizkova y Malina.
Algunos investigadores, entre ellos Astrand, han publicado datos a favor de la acción estimuladora de la
actividad física sobre el crecimiento longitudinal de los huesos y por tanto de la estatura. Estas modificaciones se dan por la estimulación de las presiones sobre la placa de crecimiento. Aunque dicha elevación
puede ser más la consecuencia de la maduración fisiológica que de la propia acción del ejercicio, como
han señalado Milicer y Denisink y posteriormente Erikson.
No existen trabajos demostrativos de que la actividad deportiva retarde el crecimiento del niño.
Resumiendo: los niños involucrados en programas deportivos por lo general alcanzan mayor estatura que
aquellos otros cuya actividad se halla limitada. Dicha elevación puede deberse a la maduración sexual;
pero el ejercicio físico, como parte integrante de otras muchas medidas higiénicas, contribuye directamente al incremento de la estatura.
LA ACTIVIDAD Y EL CRECIMIENTO
El movimiento es una actividad indispensable para todos los seres humanos. Sin embargo, el tiempo
dedicado al mismo, así como la intensidad, varían considerablemente de unos a otros de acuerdo con el
sexo, la edad, el estatus económico y la motivación.
La comodidad inherente a la sociedad de consumo ha hecho necesaria la sustitución de los movimientos
empleados en el trabajo laboral y doméstico (cada vez menos intensos) por otros con menor utilidad
práctica y mayor componente educativo y recreativo, los cuales constituyen, en términos generales, lo
que se conoce como cultura física y deporte.
Al hablar de ejercicio físico hemos de diferenciar el tipo de actividad, la duración la intensidad y la
frecuencia de cada forma específica de realizarlo. No es congruente decir que un niño hace mucho o
poco ejercicio sin especificar la clase de actividad realizada, la duración y la intensidad de la misma.
Por ello muchos de los trabajos publicados en la literatura médico-deportiva dirigidos al estudio de su
acción sobre un determinado aspecto de la anatomía o función de un órgano o sistema no son equivalentes y conducen a menudo a la confusión de los lectores, como sucede en el caso del crecimiento y la
maduración.
EL CRECIMIENTO Y SU RELACIÓN CON EL CONSUMO DE OXÍGENO
La inmensa mayoría de los investigadores (Davies, McMiken, Supr.) encuentran correlaciones muy
elevadas entre la VO2 máx. y el peso (r=0,80). Otros como Bale hallan cifras algo menores (r=0,60) y
muy pocos son los que no observan correlación alguna (Von Doblen).
La correlación más evidente es la que existe entre la VO2 máx. y el peso magro (Cumming). Aunque
Davies es más partidario de utilizar el peso de la masa muscular activa que el peso magro total (mientras
el resto del cuerpo descansa), como sucede en la bicicleta ergométrica.
En cuanto a la altura, son mayoría los que creen que la misma posee idénticas relaciones que el peso
(Cunninghan, Davies, McMiken). Sherphard, en sus estudios longitudinales, asegura que la VO2 máx. se
correlaciona muy bien con la altura, con el cuadrado y el cubo de la altura, con la masa total del cuerpo y
con el peso magro, desestimando la utilización de exponentes más precisos.
De igual forma parece existir una buena correlación entre la capacidad vital (Astrand) y el volumen del
corazón (Shephard, Von Dolbeln y Ericsson) y la VO2 máx.
Al emplear la edad esquelética como índice de maduración, Bouckaert y sus colaboradores constatan
una mayor correlación entre el VO2 máx., el volumen cardíaco y la edad biológica en un grupo de niños,
cuya maduración se hallaba más avanzada (156 meses), frente a otro en que la misma estaba retardada
(128 meses). A conclusiones similares llegan Kamper y Verschuur, aunque en este caso la mejoría de la
VO2 máx. dependió del aumento del peso y la estatura.
Muchos investigadores utilizan la fase de crecimiento que en los niños hace su aparición alrededor de los
13-14 años, como un punto de referencia ostensible en sus estudios longitudinales sobre el crecimiento y
maduración. En el trabajo de Mirwald se observa un retraso de 4 meses en la aparición de la mejoría de
la VO2 máx. en relación con grupos con edades comprendidas entre los 6 y los 18 años y que se sitúan
alrededor de los 48-50 ml./kg./min. Es importante señalar que el tiempo empleado en recorrer una distancia por estos mismos niños mejoró constantemente hasta 1965 con la fase de crecimiento rápido. La
elevación del VO2 máx. coincidió con un aumento de los niveles plasmáticos de testosterona, lo que
podría explicar también el desarrollo de la fuerza muscular y el aumento de la hemoglobina y de los
glóbulos rojos evidenciados en ese momento.
A pesar de que los datos hallados en la literatura entre los años 1930-1960 corresponden a métodos de
estudios y recogida de datos poco homogéneos, Shephard encuentra cifras de VO2 máx. similares a las
publicadas en épocas recientes.
LA INFLUENCIA DEL CRECIMIENTO Y LA MADURACIÓN SOBRE LA HABILIDAD MOTRIZ
El desarrollo completo de una determinada habilidad motriz, en lo referente a su edad de iniciación y
velocidad de adquisición, es enormemente variable entre los diferentes individuos y depende no solo del
proceso de maduración físico y mental experimentado por el niño a lo largo del tiempo, sino también de
otra serie de factores, entre los que se incluyen la herencia, el entrenamiento motor realizado en etapas
anteriores, e incluso la forma en que se llevo a cabo el aprendizaje (McGraw). Millar asegura que los
niños cuyo adiestramiento se efectúa con el concurso de entrenadores o padres capacitados adquieren la
habilidad motriz mucho antes y mejor que los autodidactas.
Existe un consenso casi unánime entre los diversos autores a la hora de definir el momento en que los
niños son capaces de aprender y realizar correctamente habilidades motrices, tales como lanzar pesas,
dar patadas a un balón, correr, saltar, golpear, botar, etc., lo que según Espenshade, Breckenridge,
Gutteridge, Haubenstriker y Wild, sucede en más del 60% de los niños con edades comprendidas entre
los 5 y 6 años. Para Scout es a los 7 u 8 años la época en que se produce tal acontecimiento, sobre todo
cuando el ejercicio necesita una gran coordinación para la ejecución.
Del mismo modo, existe la creencia generalizada de que las habilidades motrices aprendidas en los
primeros estadios de la niñez continúan desarrollándose por igual en ambos sexos hasta la pubertad,
para, a partir de aquí, adoptar las características adecuadas a la configuración psicofísica de varones y
hembras, como han mostrado Hanson y Hardin.
Vincent señala que después de la maduración sexual las niñas adquieren el máximo de perfección hacia
los 12 o 13 años, para estabilizarse e iniciar más tarde su declive alrededor de los 17 o 18 años, en tanto
que los varones continúan la mejoría mucho más tiempo.
Es muy posible que estas diferencias sean debidas a características constitucionales propias del género,
y se hallan presentes en todos los individuos antes de sufrir la influencia hormonal (Milne), aunque no
puede detectarse que las mismas tengan su origen en los distintos métodos empleados en la educación
de niños y niñas.
EVOLUCIÓN DEL RENDIMIENTO MOTOR
Los estudios dedicados a la evolución del rendimiento motor no son numerosos ni completos y adolecen
de grandes defectos técnicos y metodológicos. Sin embargo, Branta y sus colaboradores consiguieron
realizar un buen trabajo sobre esta materia.
Estos autores llevaron a cabo un proyecto a partir de diciembre de 1967 realizando un estudio exhaustivo
sobre el crecimiento físico (13 parámetros) y el rendimiento motor (7parámetros).
Las pruebas efectuadas para conocer el rendimiento motor fueron las siguientes:
1- Flexiones de brazos estando el cuerpo suspendido de una barra (fuerza).
2- Determinación de la altura conseguida en el salto vertical (potencia).
3- Carrera de agilidad de 120 pies (velocidad-agilidad).
4- Determinación de la longitud conseguida en el salto sin carrera previa (potencia).
5- Grado de flexibilidad para tocar un banco vertical con las manos, sentado en el suelo con las
piernas estiradas (flexibilidad).
6- Carrera de 30 yardas vallas (velocidad).
7- Carrera de 400 pies a intervalos (velocidad).
Los resultados obtenidos por los autores se resumen a continuación:
Excluyendo las pruebas de velocidad, en las demás se produjo una mejoría del rendimiento en todos los
grupos de edad que, en el caso especial de la potencia, se prolongó año tras año. La velocidad sufrió una
evolución positiva desde los 5 a los 7-8 años.
Las mayores diferencias encontradas entre los sexos se observaron en las flexiones de brazos con el
cuerpo suspendido de una barra, donde a los 7 años los niños superaban con mucho a las niñas, y en las
de flexibilidad, en las que sucedió lo contrario.
En términos generales se puede decir que, salvo en lo referente a la fuerza, los grupos de menor edad
consiguieron mejores resultados que los mayores.
A continuación presentamos los puntos de vista de diversos autores sobre la influencia de la edad en el
rendimiento motor.
- Salto en altura sin carrera previa
Los resultados son enteramente comparables a los del horizontal. En los niños la progresión es constante
hasta los 19 años. En las niñas hasta los 16 años, época en que aparece la meseta.
- Carreras de agilidad (120 pies)
Los niños, a partir de los 5 años, mejoran de forma progresiva hasta los 18; pero después de los 15, lo
hacen más lentamente. Según las normas AAHPERD, entre los 15,5 y los 16,5 se produce una estabilización.
Con todos estos resultados interaccionados debemos comprender que el crecimiento, desarrollo y maduración se deben entender como procesos todos interdependientes, y esto favorece a la comprensión del
proceso evolutivo de la niñez, tan necesario para poder orientar el proceso educativo a través de la
Actividad Fisica.