Gérard Guasch

CUERPO; EMOCION Y ENERGIA
- Una lectura psicosomática –
Dr Gérard Guasch
“Síntesis de tejidos, humores y psique”, somos biológicos, psicológicos,
energéticos y sociales también. Complejos en una palabra. ¡Infinitamente complejos!
Complejos y unitarios... Pero, habituados como estamos a separar lo psíquico de lo
somático ¿nos es posible pensar en nosotros mismos como una unidad cuerpo-mente?
Esto es la ambición de la psicosomática y la mía, como médico y psicoterapeuta.
Por eso quisiera presentarles hoy el enfoque que utilizo en mi práctica diaria desde hace
muchos años. Enfoque que, a un lado de las teorías psicoanalíticas o cognitivocomportamentalistas en boga, nos invita a tener “otra mirada” sobre el funcionamiento
del ser humano, considerándolo de manera global, tanto en su realidad bio-psico-social
y energética como en sus vivencias personales.
Nutrido a diario por lo que me enseñan los pacientes que, sin duda alguna, son
nuestros permanentes maestros, este enfoque integra aportes como:
-los del psicoanálisis, complementados por el desarrollo que un gran disidente,
Wilhelm Reich, dio a éste,
-los de la física y de las neurociencias contemporáneas,
-y los de algunas grandes tradiciones, como el Taoísmo, que constituye la trama
filosófica, a veces olvidada, de la Medicina Tradicional China, y el chamanismo
amazónico que nos invita a explorar otros estados de conciencia para acercarnos al
espíritu que mora en cada ser.
¿QUÉ ES LA PSICOSOMATICA?
Los médicos, filósofos y pensadores de la Antigüedad afirmaban que la mente
influencia la salud. Mens sana in corpore sano, “una mente sana en un cuerpo sano”,
decían los romanos (y recíprocamente, podríamos decir hoy a la luz de lo que nos
enseña la psicosomática). No obstante, fue sólo recientemente que se pudo iniciar la
verificación científica de tal afirmación. Esto se debe al desarrollo de las neurociencias
contemporáneas. Estas, gracias a las modernas técnicas de imagen cerebral (escáner,
tomografía computarizada y cámara de positrones) y con la ayuda de la biología
molecular, nos permiten entender mejor lo que pasa en nuestro cerebro cuando estamos
emocionados y cual es el impacto de las emociones sobre nuestro cuerpo y nuestra
salud.
La palabra “psicosomática” (que viene del griego psique: alma y soma: cuerpo)
aparece por primera vez, a principios del siglo XIX, bajo la pluma de un médico
psiquiatra austriaco, seguidor de las ideas vitalistas de Bichat, J.C. Heinroth (17731843), quien lo acuña para recalcar la importancia de los factores psíquicos (influencia
de las pasiones) en la epilepsia y la tuberculosis. En los albores del siglo XX los
psicoanalistas retoman este termino.
Es que desde que Freud habló de un posible salto de la psique al soma, especie
de transmutación tan fascinante como misteriosa, que sería el origen de las
conversiones histéricas y de las somatizaciones, varios psicoanalistas se han interesado
en las relaciones cuerpo-mente. Así podemos encontrar los fundamentos de la
psicosomática moderna en las observaciones clínicas de autores como Groddeck (autor
1
del Libro del Ello, que inspirará a Freud para establecer su segunda tópica), Sandor
Ferenczi, Felix Deutch, Wilhelm Reich y otros. Los primeros estudios sistemáticos,
promovidos por las compañías de seguro médico, fueron conducidos pocos años
después en Estados Unidos. Respaldada por las investigaciones de Frantz Alexander y
Flanders Dunbar, nace entonces una nueva disciplina: la “medicina psicosomática”.
Frantz Alexander (1891-1964), médico psicoanalista de origen húngaro, crea la
Escuela de Chicago que pone en evidencia la correspondencia estructural que existe
entre organización psíquica y enfermedad, sin lograr establecer la existencia de
conflictos específicos o de perfiles de personalidad típicos (conceptos hoy en día
abandonados) que explicarían la aparición de ciertas enfermedades como la
hipertensión arterial, la ulcera gastrodudodenal o la rectocolitis ulcero-hemorrágica por
ejemplo.
En los mismos años, otros países también verán desarrollarse sus propias
escuelas psicosomáticas, no todas bajo el dominio del psicoanálisis. Cabe mencionar
por ejemplo aquí la escuela cortico-visceral rusa, que se apoya en las investigaciones
neurofisiológicas de Pavlov.
Y en los años subsecuentes veremos difundirse el término, a veces escrito con o
sin guión, que llegará a designar, más que una hipotética especialidad, una visión global
aplicable a toda la medicina: “el enfoque psicosomático”.
EL CUERPO EN CUESTION
¿De qué cuerpo vamos a hablar aquí? No sólo de una masa de huesos, músculos,
nervios y órganos diversos. Hablaremos del organismo (entendido como una
organización física y psíquica) que a veces llamaremos psicosoma, del yo corporal, del
yo-soy, del lugar geométrico de mi ser-al mundo base de mis percepciones y teatro de
mis vivencias. Hablaremos aquí - y a lo largo de todo el congreso se hablará - del
cuerpo que siente y resiente, del cuerpo que desea y ama, del cuerpo que sufre y goza.
Mi cuerpo es a la vez anatómico, fisiológico, energético, erótico, erógeno y
espiritual. Mi cuerpo no es una colección, es un holón (palabra griega de la cual deriva
la, actualmente tan en boga: holístico), una totalidad. Es, a la vez, real y fantaseado,
neurofisiológico y emocional, irrigado por neuromediadores, entretejido de influjos
nerviosos y de fantasmas, sostenido en mi conciencia por un esquema neurológico y en
mi inconsciente por representaciones afectivas. Cual pasta de hojaldre, tiene muchas
capas, muchos niveles. El cuerpo es polisémico y políglota, encierra múltiples
significados, vehicula múltiples mensajes. Es como un cristal, cuyas facetas se iluminan
o se obscurecen según el momento, la luz, la energía, la vivencia.
Para representar las tres principales dimensiones del cuerpo, tal como lo
conciben, los taoístas lo comparan con la llama de una vela. El cono negro es cuerpo
físico, la llama el cuerpo energético y la luz que irradia el cuerpo espiritual.
Si en el psicoanálisis ortodoxo, el cuerpo no es más que un portavoz y no tiene
estatuto propio, en la psicosomática, es mucho más que eso. Tomar el cuerpo “al pie de
la letra”, buscando no perder la noción de simultaneidad ni la visión de conjunto,
permite la escucha de otras voces, la lectura de otros signos, de otras inscripciones, de
muchos otros textos aparentemente perdidos u olvidados.
DE EMOCION EN EMOCION
La vida es un largo y ancho río de emociones. Un río de aguas a veces turbias, a
veces claras, en el cual se mezclan corrientes frías y calientes. La emoción (del latín ex
2
movere: mover fuera de, transportar a otro lugar) es un movimiento energético, la
movilización de una carga de energía en el organismo. Es una manifestación de la vida
afectiva en el ser humano, y en el animal también.
La publicación de La expresión de las emociones en el hombre y en los animales
por Charles Darwin, en 1872, marcó el inicio del estudio científico de los procesos
emocionales que, en esa fecha, interesaban sobre todo a los filósofos y a los moralistas,
que las llamaban pasiones.
En su obra, Darwin proponía distinguir seis emociones fundamentales: alegría,
tristeza, miedo, cólera, sorpresa y asco, pero la clínica psicosomática nos muestra que,
como un buen pintor, ésta sólo necesita tres colores primarios para componer su paleta:
el miedo (o su equivalente la angustia), la ira y la tristeza que, a veces, toma la forma de
depresión.
Una emoción es una manifestación que interesa tanto al cuerpo como a la mente;
de ahí el interés especial que la medicina psicosomática, que busca ser una medicina
holística, presta a esta manifestación biopsicológica.
BASES NEUROFISIOLOGICAS
Nuestro cerebro funciona sobre tres registros: pulsional, afectivo e intelectual, y
juega un rol capital en los procesos biopsicológicos que son la base de nuestro
funcionamiento psíquico y de nuestros comportamientos. Recordemos que el cerebro
humano es el resultado de una larga evolución cuyas grandes etapas podemos reconocer
a través de sus principales estructuras:
- el cerebro visceral, el más antiguo
- el cerebro emocional
- el cerebro pensante, el más nuevo.
Dentro del cerebro emocional dos pequeñas formaciones son el punto de mira de
la investigación contemporánea:
- la amígdala, relacionada no sólo con el miedo, como se creyó hasta hace poco,
sino con todas las emociones, y su vecino:
- el hipocampo, relacionado con los efectos de memoria.
En coordinación con el cerebro emocional (sistema límbico), el sistema nervioso
vegetativo nos permite encarar al entorno. Además, hace “resonar” en todo nuestro
cuerpo las emociones que suscita este entorno. Sus polaridades, complementarias y
funcionalmente opuestas (orto y parasimpático), aseguran la armonía de un movimiento
alternativo de regulación: “la balanza vegetativa”, garantía del equilibrio del medio
interior y del buen funcionamiento de cada órgano. Los antiguos chinos veían eso como
una manifestación de fuerzas complementarias, el Yin y el Yang; también podemos
verlo como una manifestación de la "pulsación de la vida" (W.Reich).
Organizado como un conjunto de redes que entretejen sus fibras de nivel en
nivel y se unen en complejos embrollos: los plexos, el sistema nervioso vegetativo
envuelve a todos nuestros órganos con lazos inextricables. Ni una sola célula de nuestro
cuerpo escapa a su acción.
Además, todas nuestras células se comunican entre si. En cada momento,
millares de señales están emitidas, moléculas portadoras de información nacen,
desaparecen o se transforman, tejiendo un diálogo orgánico extraordinariamente
complejo, en estrecha resonancia con los acontecimientos del medio exterior.
Los principales neurotransmisores asociados con las emociones son la
adrenalina y su cómplice la noradrenalina, la dopamina y la serotonina, sin olvidar la
acetilcolina.
3
La repetición, la frecuencia, la intensidad de las emociones, sobre todo si éstas
no son expresadas y “digeridas”, puede producir un efecto de sobrecarga en todo el
organismo y a la larga propiciar la aparición de trastornos duraderos o de enfermedades.
Estudios recientes muestran que existen interrelaciones profundas entre los estados
psicoafectivos y el funcionamiento de diversos sistemas biológicos, lo que ha dado
lugar al nacimiento de una nueva disciplina, la psico-neuro-endocrino-inmunología.
Ésta estudia de manera detallada las influencias de los pensamientos, emociones,
sentimientos y creencias sobre la movilización de las defensas del organismo y sobre el
estado de salud o enfermedad.
LA ENERGIA
Las partículas llamadas elementales, los átomos, las moléculas, las células, los
tejidos, los órganos, el organismo total, el “cuerpo” social, el planeta, el sistema solar,
la galaxia… tienen una organización (un orden implicado) y una personalidad propia;
personalidades tributarias de una misma energía original.
El término energía sugiere algo dinámico, evoca el movimiento, la vitalidad, la
fuerza, el esfuerzo. Para los griegos, la energía (energeia) es “una fuerza en acción”, y
para la física clásica es la facultad que posee un sistema de producir trabajo. La física
reconoce diversas formas de energía: eléctrica, magnética, térmica, etc. y establece
equivalencias de transformación entre ellas, pero no nos dice nada sobre la naturaleza
de esta fuerza invisible. Es que la energía, fuerza misteriosa presente en todas partes, no
se deja asir directamente; se disimula en sus fuentes y sólo se revela por sus efectos. Lo
que nuestros sentidos nos permiten percibir no son más que sus fuentes (eléctrica,
nuclear, hidráulica, química…) o sus efectos (luminosos, mecánicos, térmicos…).
Nuestro cuerpo es un sistema energético abierto que recibe y produce energía.
La alimentación que nos aporta nutrientes (metabolismo), la respiración que nos aporta
oxígeno para quemar estos materiales (oxidación) y los rayos del sol son fuentes
energéticas, indispensables para la vida. Los efectos del metabolismo energético que es
el nuestro son nuestras acciones, comportamientos, emociones, pensamientos...
También cabe remarcar que la física moderna, que después de Einstein y Planck,
se ha esforzado en unificar la teoría de la relatividad y la de los quanta, considera que
existe un campo único que incorpora todos los fenómenos físicos existentes. En tal
campo la materia, el corpúsculo, no sería más que la condensación de la energía en un
lugar dado. Así pues se confirma que la energía está en el origen de todo; la materia, y
por ende el cuerpo, no es más que una energía condensada, estructurada y podemos
concebir que el cuerpo y la mente están tan unidos como la onda y la partícula. Tal
concepción hace que el famoso salto de la psique al soma, postulado por Freud, sea un
poco menos incomprensible aún quedando muy misterioso. Además la física cuántica
nos enseña que existe información en las partículas elementales. Por ejemplo los
fotones son portadores de información sobre el medio donde fueron emitidos y sobre el
medio que atravesaron. La medicina cuántica y cierta forma de psicología que se inspira
también de la física cuántica reencuentran así los conocimientos milenarios de las
grandes tradiciones que postulan la existencia de una energía cósmica primaria que
unos llaman Pneuma, Prana o Qi.
Así, para lo que nos interesa aquí diremos que la energía es un potencial de
acción y, más aún, de interacción y cuando hablaremos de ella, incluiremos bajo este
término tanto sus formas actualmente conocidas como las aún desconocidas.
4
LOS APORTES DE WILHELM REICH
Para muchos, el nombre de Wilhelm Reich (1897-1957), médico psiquiatra
discípulo disidente de Freud, cuando no desconocido, está sólo asociado con la idea de
“revolución sexual”, pero hay mucho más en la obra de Reich.
Ardiente defensor de una concepción psicosomática de la medicina, deseaba que
ésta, bien comprendida y bien enseñada, se convirtiera en “el cuadro general de la
medicina del porvenir”. Abandonando muy pronto “el arte de la espera infinita”
cultivado por el psicoanálisis ortodoxo, se interesó en la manera en la que el paciente se
expresa y en lo que dice su cuerpo. Reintroduciendo al cuerpo sobre el diván, del cual
había sido cuidadosamente excluido por Freud a fin de no favorizar las expresiones
histéricas de sus pacientes, desarrolló en los años 30's una nueva forma de psicoterapia
que nombró “vegetoterapia caracteroanalítica”. Denominación que subraya la
importancia de los fenómenos vegetativos así como la del análisis del carácter del
paciente. Para lograr una liberación emocional profunda, esta forma de terapia analítica
corporal utiliza unas formas especificas de movilización de los músculos y de la
respiración (actings).
Después de estudiar detalladamente la función del orgasmo como regulador de
tensiones físicas y psíquicas, Reich se apasiona por el concepto de energía vital, que
denomina primero “bioenergía” y luego “orgón” (neologismo asociado con la idea de
energía orgánica y orgástica). Emprende entonces investigaciones biofísicas para poner
en evidencia esta energía.
CARÁCTER Y ENERGIA
La energía de las pulsiones, verdadera fuerza motriz del desarrollo psíquico del
niño, encuentra numerosos obstáculos que generan un efecto de represión. La
formación del carácter es tributaria de la energía ligada al cuerpo en diferentes
situaciones: violencias, seducciones, castigos, rechazos, abandonos, humillaciones,
frustraciones, etc., y de las emociones resultantes no liquidadas. “Los rasgos más
destacados de un carácter se forman y acentúan antes de que uno haya tomado
conciencia”, subrayaba el escritor André Gide. Y Reich remarca: “El niño trae consigo
una cierta cantidad de energía. El mundo se apodera de ella y la modela. Así se tiene
en el mismo organismo lo sociológico y lo biológico.”
UNA CORAZA PARA SOBREVIVIR
La unidad psicosomática es mucho más radicalmente afirmada en la obra de
Reich que en otras escuelas que sugieren, de manera bastante vaga, la existencia de
correspondencias o de puentes tendidos entre lo mental y lo corporal. Para él, entre las
estructuras caracterial y corporal existe una identidad funcional completa que trae una
interdependencia mutua de las funciones somáticas y psíquicas, alimentadas por una
misma fuente energética.
Para dar cuenta de las observaciones que le ofrece la terapia biopsicológica que
practica, formula nuevos conceptos.
El primero es el de coraza caracterial: conjunto de actitudes caracteriales que
un individuo desarrolla para limitar o bloquear sus excitaciones emocionales.
Dotada de una cierta movilidad, esta coraza (que se puede metafóricamente
representar como una malla tejida de defensas y de represiones) se relaja frente a una
situación agradable en tanto que se cierra si la situación es percibida como peligrosa o
5
desagradable. Entre más rígida esté, más acarreará una distorsión y una limitación en
las posibilidades de intercambio con el mundo, los otros y el sujeto mismo.
El segundo es el de coraza corporal, que reúne al conjunto de reacciones
musculares (exceso o insuficiencia de tono, desajustes de la contractilidad de la fibra
muscular) desarrolladas consciente e inconscientemente al mismo tiempo que las
formaciones caracteriales.
Las defensas utilizadas en un momento dado en un esfuerzo de protección y
adaptación al medio (interno y externo) son incorporadas (puestas en el cuerpo) por el
sujeto. La coraza caracterial se vuelve entonces psíquica y corporal y las defensas,
funcionando como mecanismos automáticos de acción y reacción, hacen que el sujeto
pierda libertad.
Este acorazamiento del organismo, que representa el anclaje corporal de la
represión psíquica, inhibe numerosos reflejos naturales y altera el equilibrio nervioso
vegetativo. Bastante visible en los músculos de la expresión, el acorazamiento se
extiende también a capas más profundas: pulmones, tracto digestivo, plexo solar, etc.
Queriendo contener la angustia, bloquea la libre expresión de las emociones, reduce la
sensibilidad, disminuye la capacidad de goce sexual y puede provocar trastornos
psicosomáticos. Al querer defenderse demasiado contra el no-placer, el ser humano se
acoraza también contra el placer.
Imagínense un momento a Hernán Cortés. En los campos de batalla de Europa,
el Gran Capitán estaba muy satisfecho de tener una buena protección aunque le pesara
un poco en los hombros y en la cabeza. Pero ¿qué hubiera pasado si no se la hubiera
quitado al desembarcar en las costas de Veracruz, y una noche de plenilunio, cuando
ardía por unirse con la bella Malintzín…?
Así es la armadura: nos protege del dolor y de ciertos peligros externos o
internos, pero si la llevamos siempre ajustada nos impide acceder al placer y disfrutar
libremente de la vida.
ORGANIZACION DE LA CORAZA CORPORAL
La observación atenta del cuerpo durante la terapia lleva a Reich a reconocer
que los bloqueos se expresan, de manera particular, en 7 niveles. Siete niveles que
describe como anillos de contención dispuestos perpendicularmente al eje longitudinal
del cuerpo, estorbando el libre flujo de la energía de la cabeza hacia los pies y de los
pies hacia la cabeza.
Siete niveles funcionalmente unidos entre ellos, en donde se pueden observar
modificaciones del tono muscular (hiper o hipotonía), de la coloración y de la
temperatura de la piel, pero sobre todo una actitud particular (mirada fija o perdida,
tensión de las mandíbulas, crispación de los labios, rigidez o hipotonía del cuello,
hombros echados hacia atrás o hacia adelante, caídos o exageradamente alzados, tórax
bloqueado en la inspiración, lordosis lumbar que bloquea la pelvis, etc.). Actitudes que
parecen “querer decirnos algo”.
Reich describe estos 7 niveles de manera detallada en el capítulo titulado “El
lenguaje expresivo de la vida” de su obra Análisis del Carácter. Veamos someramente
en que consisten:
- El 1o., o segmento ocular, incluye los ojos con las glándulas lacrimales, la
nariz y las orejas.
6
- El 2o., o segmento oral, comprende la boca, los labios, la lengua, las
mandíbulas, los músculos de la masticación, el mentón, la garganta y los músculos del
occipucio.
- El 3o., o segmento cervical, incluye los músculos profundos y superficiales del
cuello, el piso de la lengua, los órganos de la fonación, la parte alta del tórax, los
hombros y por extensión los brazos y las manos.
- El 4o., o segmento toráxico, incluye la parte baja del tórax y los músculos
pectorales e intercostales. Se interesa sobre todo en la función respiratoria y se articula
con el segmento siguiente.
- El 5o., o segmento diafragmático, es un anillo de constricción que comprende
el epigastrio, la parte inferior del esternón, la línea de las costillas hasta la inserción
posterior del diafragma y sobre todo al diafragma, músculo que por sí mismo asegura el
75 % de la función respiratoria.
- El 6o., o segmento abdominal, comprende la mayor parte de los músculos
abdominales, del borde inferior de las costillas hasta el borde superior de la pelvis, sus
inserciones vertebrales posteriores y los órganos internos. Se articula en el precedente y
en el siguiente.
- El 7o., o segmento pélvico, comprende prácticamente todos los músculos de la
pelvis, los órganos genitales y urinarios, el recto y el ano y, por extensión, las piernas y
los pies.
DE LA TEORIA A LA CLINICA...
Además de fijar su atención en la expresión del cuerpo, las emociones y las
manifestaciones de la energía, nuestra lectura psicosomática busca encontrar con el
paciente si uno o varios acontecimientos de su vida han participado en la fijación de
ciertas actitudes y en una posible somatización. El ejemplo clínico que vamos a detallar
nos lo mostrará y, de paso, nos permitirá darnos cuenta como el trabajo sobre el
acorazamiento del organismo se hace capa por capa, desde las interacciones de la
dinámica relacional y social hasta las capas más profundas del funcionamiento
biológico. Veremos también como se usan las movilizaciones neuromusculares
(actings) nivel por nivel.
"Un cuello duro"
Es porque tiene “el cuello duro” que Ted viene a consultarme; cuando menos es
éste el primer síntoma que me ofrece. Este joven de 20 años tiene dolores en la nuca y
en el occipucio; dolores que hace meses eran tan violentos que lo llevaron a hacerse un
examen radiológico (que no mostró nada en particular). También se queja de una
molestia en la parte baja de la espalda y de una falta de energía en general. Se describe
como “ciclotímico” con fuertes variaciones del humor, sufriendo de angustias y estados
depresivos, teniendo todo el tiempo calor pero transpirando poco, incluso cuando hace
deporte. Hace algunos meses que rompió con su novia. “-Y tengo que decirle algo que
nunca le he dicho a nadie, en ocasiones tengo ideas de suicidio. Ideas que remontan a
cuando tenía cuatro años”.
Mientras me cuenta esto, observo su expresión corporal con atención. Tiene un
aspecto deportivo; la expresión muy juvenil de su rostro contrasta con la de su cuerpo.
Todo en él da la impresión de una mezcla de adulto y de niño en donde dominaría el
niño, un niño que hubiera sufrido de una carencia oral precoz. Hombros y cuello están
muy tensos. El porte de su cabeza y la tensión de su cuello expresan una actitud de
tensa virilidad que me hace pensar en un joven gallo. No tardo en aprender que en él la
7
cólera sube como la leche en el fuego. Y cuando conduce es peor aún: se impacienta,
profiere insultos, amenazas, hace gestos y más de una vez se ha visto a punto de hacerse
de manos con otros choferes tan estresados como él.
Cuando habla, los músculos de su labio superior se contraen de una manera
bastante singular, lo que provoca una tensión discreta y una fugaz palidez de la piel
alrededor de la boca. Ese acorazamiento del músculo orbicular de los labios, discreto
mas perceptible, me hace pensar en una intensa frustración oral y grandes necesidades
“oro maternales”. Además, su voz pasa de golpe del grave al agudo: “-Tengo una voz
falsa”, dice.”
Comentario: -Ted presenta ciertos trastornos: rigidez del cuello, tensión
lumbar, sin lesión anatómica aparente. Trastornos llamados funcionales, lo que no
quiere decir que no existan o que carezcan de importancia. Todo trastorno funcional
marca una disfunción fisiológica, por ligera que sea. ¡Lo funcional también es
orgánico! Además, se describe como ciclotímico, sufriendo de angustias y de estados
depresivos, lo que nos permite entender su falta de energía generalizada. Como bien se
sabe, los estados depresivos van acompañados de una astenia física y psíquica más o
menos marcada, de una lentitud psicomotora y, cuando estos se intensifican, de ideas
suicidas que nunca deben ser tomadas a la ligera. Recurrir fácilmente a la cólera
puede ser, en un muchacho de su edad, una expresión de su temperamento, pero
también podría ser una defensa contra la depresión, en todo caso una indicación de su
débil tolerancia a la frustración. El hecho de que siempre tenga mucho calor podría
estar en relación con esta cólera (emoción caliente) difícilmente contenida. Asociado al
hecho de que transpire tan poco, nos pone sobre la pista del vegetativo.
El ojo del analista observa también las tensiones físicas que traen consigo los
conflictos psíquicos y las emociones reprimidas. Así mismo me pregunto si el fuerte
acorazamiento de la garganta y del cuello, que le dan esta voz mal colocada, asociado
a las frustraciones orales que su boca sugiere, no tendría algo que ver con un deseo
inconsciente de destruir (ahogar, decía Reich) a una madre poco gratificante. ¿Una
madre de quien hubiera recibido poco apoyo y contra la cual incluso hubiera tenido
que defenderse para existir? La continuación del análisis nos lo aclarará. En efecto,
movilizando las tensiones del tórax (4o. nivel), una vez relajado el cuello (3er. nivel),
revelará que siempre se sintió rechazado por su madre, al punto de preguntarse si en
verdad era su hijo, dando como resultado que él también la rechazara.
En cuanto a las necesidades de gratificación oral (necesidades “oromaternales” sospechadas ya a primera vista), estas no tardarán en manifestarse en la
transferencia. Ted, quien es fácilmente agresivo en el exterior, se muestra gentil (buen
chico) en la relación analítica y, transformándome en “buena madre”, me pide a su
manera que lo reconozca y lo gratifique. Lo que acepto sin regatear, ya que esto va a
ayudarlo a resolver poco a poco su fondo depresivo. De hecho, será hasta que él esté
plenamente seguro de mi aceptación y de mi tolerancia que se autorizará a mostrarse
menos gentil, menos puntual, un poco menos en el papel del “buen niño que busca
siempre darle gusto a mamá”. Conjunto de elementos que serán retomados a su tiempo
y pesados en su justo valor.
Después de haber escuchado lo que Ted tiene que decirme, le pido que se
acueste sobre el diván. Tiene los ojos móviles, una mirada viva. Puede alzar la cejas sin
dificultad, su frente no está acartonada. Observo su respiración sin intervenir: a pesar de
un tórax imponente, utiliza poco su capacidad respiratoria. Sus pectorales, bastante
duros y prominentes, bloquean su pecho en actitud de inspiración; bloqueo que es la
clave de toda retención emocional, como bien lo saben los niños que aprenden desde
8
muy temprana edad a bloquear sus respiración. Después de unos minutos de
observación, palpo sus músculos de la cabeza a los pies. Las tensiones del cuello se
extienden hasta los hombros. La parte superior de su abdomen es bastante flexible, la
parte baja más tensa. Los aductores de los muslos moderadamente tensos. En la espalda,
la región lumbar y los glúteos están tensos. En cuanto a las piernas, me parecen
débilmente desarrolladas, tomando en cuenta su actividad física.
Comentario: - La palpación de los músculos de todo el cuerpo complementa la
observación visual y nos informa sobre el grado de hiper- o de hipotonía de ciertos
grupos musculares que el sujeto mismo desconoce, ya que se encuentra acostumbrado
a el. Así los esterno-cleido-mastoideos presentan un estado de tensión muy marcado
cuando el sujeto es sometido a fuertes agentes estresantes, los cuales no puede encarar
fácilmente (inhibición de la acción) y cuando la represión inconsciente de la cólera es
crónica. Por otro lado, aunque él no me haya dicho nada, las tensiones bajas (parte
inferior del abdomen, aductores de los muslos, región lumbar y nalgas) me hacen
pensar que no debe de estar muy satisfecho con su vida sexual. Pero, como se trata de
un asunto íntimo, prefiero dejar esto para más tarde.
En Ted el acorazamiento de la boca no implica sólo los labios; a menudo
contrae fuertemente las mandíbulas y se ven temblar sus maseteros. Una presión firme
sobre estos provoca una risa nerviosa y una mueca de rabia. Abre y cierra la boca como
para morder, atrapar. Un día, en clase, furioso contra una profesora que lo regañó,
muerde tan bruscamente su goma que la corta en dos y se despostilla un incisivo.
Haciéndole notar que tiene una mandíbula fuerte como la de una gran fiera, le pregunto
con qué felino se identificaría: "-Con un puma, dice, por su potencia y su fuerza
tranquila".
Le pido que abra la boca muy grande, lo que le cuesta hacer a causa de la
tensión de sus músculos. "-No puedo más, dice, mi dentista siempre me lo reprocha."
Le propongo entonces que mueva los músculos de la masticación (2o. nivel),
mordiendo una toallita durante algunos minutos, mientras que mueve sus ojos (1er.
nivel) lateralmente como vigilando lo que pasa de cada lado de su cabeza.
Comentario: -Los músculos de la masticación encierran fuertes cargas de rabia
oral; rabia del lactante frustrado, del niño impotente, del adolescente rebelde, del
adulto insatisfecho, y necesitan un trabajo de liberación lento y paciente. El episodio
de la goma es revelador de la fuerza del conflicto entre pulsión y represión. Regañado
por una profesora (imagen de madre autoritaria), Ted tiene ganas de morder (como un
lactante insatisfecho) o de insultar (“Esta vieja p...”, dirá cuando analizaremos el
recuerdo). Al no poder hacerlo, desvía su agresividad hacia el primer objeto
disponible, su goma, con tanta fuerza que se despostilla un diente. La movilización que
le propongo (morder una toallita), y que retomaré varias veces en el curso del análisis
a causa del fuerte acorazamiento de sus maseteros, relaja también la lengua y los
músculos peribucales; lo que provoca un relajamiento progresivo de toda la boca.
Después de haber trabajado, progresiva y profundamente, ojos, boca, cuello,
tórax y diafragma, alternando movilizaciones neuromusculares, respiraciones
profundas y estimulaciones locales, el timbre de la voz comienza a cambiar (7o.
sesión). Ésta se vuelve más profunda, más modulada, más cargada de significados
emocionales; elementos que su entorno le hará notar. Y Ted me dice: “No solo mi voz
a cambiado, sino que digo menos groserías (lo que es también una forma de
agresividad oral).”
9
En la 10a. sesión me cuenta: “-Soñé que S. (su ex-novia) estaba a punto de
morir. Lo que no me provocaba nada. Ya no siento nada por ella. Me gustaría encontrar
a alguien más.”
Comentario: -El sueño, bastante claro, no necesita interpretación. Nos muestra
que el trabajo de duelo, necesario después de cualquier pérdida o separación está
cumpliéndose. Seguirá un pequeño episodio depresivo debido a la pérdida del objeto
psíquico y al sentimiento de vacío que le sigue, marcado por una baja del apetito
sexual y algunas dudas relativas a su virilidad: “-Las chicas no me excitan en este
momento. Me pregunto si no estaré cambiando de bando...”
Dos sesiones más tarde, llega con la mirada triste, un poco opaca. El día de las
madres se acerca. “¡Me vale un c..., dice, yo nunca he tenido madre!” y, a continuación,
me cuenta con lágrimas en los ojos, las frías actitudes que tiene su madre con él. “Nunca pierde la oportunidad de hacerme sentir que soy un bueno para nada. Sus frases
siempre son: “Ho, de ti no espero nada. Si tuviera algo que esperar sería de tu
hermana.” Esto lo lleva a evocar que él fue un niño no deseado. Hecho precoz en su
vida que podemos relacionar con el deseo actual de muerte que a veces lo invade, la
falta de energía que resiente, sus ideas suicidas y el rencor que lo habita. “-Cuando me
dice cosas así, me dan ganas de golpearme la cabeza contra las paredes”. Le pregunto
dónde guarda su cólera.
“-En el estómago, responde sin vacilar”. Le propongo entonces una secuencia de
movilizaciones, comenzando por diversos tipos de expiración profunda para mover el
diafragma, después le pido que golpee el diván brazos extendidos (para movilizar los
músculos de los hombros), puños cerrados.
Siente una cierta relajación, pero me dice: “-Cuando me siento así, es con la
cabeza con lo que quisiera golpear.” Le propongo entonces que lo haga contra la palma
de mi mano. Alza la cabeza y golpea mi mano con su frente, con la fuerza de un toro
testarudo (obstinación y terquedad son rasgos de carácter que evoca con frecuencia). “¡Otra vez!, le digo. -¡Tiene que dolerme!, me contesta.” Cierro entonces la mano y
golpea contra mis falanges. La emoción lo invade; se desata: golpea, golpea, golpea con
rabia y desesperación. Cuando termina lo invito a expulsar tranquilamente el aire y, con
la punta de los dedos, le acaricio ligeramente la frente, justo ahí donde golpeó,
invitándolo a verbalizar. Me cuenta entonces como hace esto ( sobre todo lo hacía antes
de entrar a terapia), para descargar su desesperación. Golpes de cabeza -“de cholla”,
dice- en las puertas, paredes, contra una botella, contra la carrocería del auto, que un día
abolló. “-¡Duro, necesito que sea duro!”. Incluso ha pensado hacerlo contra un cristal o
una vitrina; mas se ha contenido, por miedo a que todo le caiga encima. “-En esos
momentos, agrega, quisiera explotar, tomar el auto, conducir como loco, estrellarme
contra un poste.”
Le hago notar, calmada pero firmemente, los riesgos que corre si se conduce de
esta manera, señalándole que para continuar con el análisis es necesario tener un
paciente “en buen estado”, lo cual no se puede hacer ni en un hospital ni en un
cementerio. Finalmente, no le pido que me jure “que no hará tonterías”, lo que sería
absurdo, sino que me prometa que me llamará antes de ceder al impulso de “hacer
algo”. Lo promete. Retomamos entonces el trabajo del cuello con un masaje local,
alternando presiones ligeras y profundas, expirando y emitiendo el sonido: “Haaa...”,
luego con un acting: mover la cabeza de derecha a izquierda diciendo: “¡No!”.
Comentario: -Sentirse sin madre, he aquí un “golpe duro” para un niño
pequeño. Golpe duro, cuello duro, golpes duros... ¿Hay que ver aquí sólo fáciles juegos
de palabras o efectos de lenguaje cargados de significado? En todo caso, si en el
10
análisis psicosomático conviene que prestemos una continua atención al lenguaje del
cuerpo, tenemos que prestar una atención por lo menos igual a las palabras, los
símbolos y otras formas de expresión del paciente. Ya que, seres vegetativos, somos
también seres de relación y comunicación. El lenguaje, que nos baña desde nuestra
llegada al mundo, es el instrumento específicamente humano de la comunicación. Por
lo que es un instrumento indispensable para el análisis.
En la 30a. sesión, para profundizar el desbloqueo del diafragma (5o. nivel) que
disminuye su capacidad respiratoria y limita la libre propagación de las sensaciones en
el cuerpo, le pido que provoque el reflejo de vómito. El vacila.
“-¿Ya has vomitado antes? -Casi nunca, quizá dos veces cuando he estado
enfermo.”
En el momento de meter el dedo en su boca, su mirada se vuelve fija, bloquea su
diafragma. Se lo hago notar. Recomienza bloqueando de nuevo el diafragma y se pone a
toser. Es una tos seca. La tos se intensifica y su respiración se vuelve ronca y sibilante,
como en una crisis de asma.
Lo tranquilizo primero verbalmente, después lo tomo como a un niñito en mis
brazos, hablándole dulcemente y sobándole la espalda. Muy pronto su respiración se
normaliza. Le pregunto si antes le había sucedido algo parecido. “-No. -¿Tuviste miedo?
-No concientemente. -Sin embargo parece que tu cuerpo tuvo miedo. ¿Qué es lo que
sentías cuando tosías? -Era como si expulsara viejas frustraciones, viejos
resentimientos instalados profundamente en mi cuerpo. -¿Y ahora?. Palpa su vientre,
sus mejillas. -Todo está relajado.”
Comentario: -La psicoanalista francesa Françoise Dolto ponía el asma en
relación con un posible sentimiento de peligro afectivo en la edad del estado oral
pasivo. Es lo que me conduce a ofrecer a Ted acurrucarse en mis brazos como un
niñito, mientras que le hablo dulcemente para confortarlo (recordemos que este
muchacho presenta numerosos signos depresivos ligados con la oralidad). La
repetición del reflejo diafragmático traerá consigo las mismas respuestas de tos y de
sofocación durante 2 o 3 sesiones más, después el diafragma se desbloqueará y la onda
respiratoria se extenderá en olas progresivas hacia el bajo vientre, terminando por
inducir sensaciones placenteras en los órganos genitales. Ted referirá una mejora de
sus sensaciones sexuales y hablaremos abiertamente de su sexualidad (experiencias
infantiles, primeras masturbaciones, primera relación, vida sexual actual, satisfacción
orgásmica, etc.)
Ted presenta también una tensión marcada en la región lumbar y una fuerte
contracción de los glúteos. Si le pido que los relaje, no logra hacerlo sino sólo un poco
y con demasiado esfuerzo. Una vez, al darle un masaje en la espalda, mi mano roza su
sacro estos se contraen bruscamente. Se lo hago notar y le pregunto si ha notado que
esta parte siempre está así de tensa.
“-Sí, y cuando mi novia me acariciaba la zona lumbar, era lo mismo. No sé por qué, ya
que me gustaba que ella me acariciara.”
Le pido entonces que me hable de su recto y su ano. “-Todo está normal, dice,
mis pulsiones sexuales no están desviadas.” Le contesto que no tengo ninguna duda al
respecto, pero que quizá él tenga recuerdos de si cuando niño, le pusieron enemas o
supositorios.
“-Enemas: no, pero supositorios: sí.
-¿Y no te gustaba?
-¡Oh, no, prefería las inyecciones!
11
-¿Puedes acordarte de alguna vez en la que te pusieron uno?
-Sí.
-Cuéntame la escena, ¿quieres?
-Debí haber tenido siete u ocho años, estaba enfermo. No sé bien que es lo que
tenía, fiebre quizá.
-¿Quién te lo puso?
-Mi madre.
-¿Dónde estabas?
-En mi cama."
Le pido entonces que se acomode en el diván con la misma actitud corporal que
en ese momento y traiga a su recuerdo todos los detalles que pueda.
-Así es como estaba.
-¿Y entonces?
-Entonces, mis padres vinieron y me dijeron: "Hay que ponerte un supositorio".
-¿Y?
-¡Yo no quería! Mi madre me dijo: “¡Voltéate!” Primero obedecí, pero después
me volví a acostar boca arriba.
-¿Qué es lo que sentías en tu cuerpo?
-Miedo, crispación. Mi padre entonces me agarró, me bajó la pijama, y para
inmovilizarme, me puso una rodilla sobre la espalda sujetándome las piernas. Hubiera
querido salvarme, pero ya no había nada qué hacer, ni siquiera podía mover las
piernas. Contenía el aire, apretaba desesperadamente las nalgas, mi madre me lo puso
a la fuerza”.
Le hago contar varias veces la escena, insistiendo cada vez más en las actitudes
corporales que entonces tomó. Le pido que las reproduzca lo mejor que pueda (lo que es
una forma de actuación muscular significativa) y que me platique todo lo que se
acuerde, las sensaciones que tuvo en ese momento y sobre todo su estado emocional
cuando todo pasó.
“-Cólera y rabia impotente, dice.”
Primero lo invito a que diga “No” en voz alta, luego: “No quiero”. Después le
pido que exhale profundamente emitiendo un sonido durante algunos minutos y que
relaje todo su cuerpo para eliminar cualquier residuo que hubiera podido quedar de esta
antigua experiencia. Cuando terminamos, le explico que ciertas cosas, que pueden
parecernos de poca importancia, dejan una huella, “como una memoria”, en nuestro
cuerpo donde crean problemas.
En la siguiente sesión, la contracción ha desaparecido y no vuelve a aparecer
aun si toco la región lumbar o el sacro. Tomo nota sin decir nada. Una sesión después,
está igual de relajado. Entonces se lo hago notar. “-Sí, es chistoso, ya no estoy tenso allá
abajo y mi cuello está mucho más relajado.” Le recuerdo entonces la “reconstrucción
emocional” que hicimos. Más adelante, regresaremos varias veces a esta zona para
verificar (con la ayuda de actings específicos) si hemos realmente eliminado todas las
tensiones. “-Ah, vamos a abrir otra vez el cofre de cosas viejas, dice Ted. ¡Creo que
todavía queda un buen paquete!” De hecho, las nuevas movilizaciones producirán una
liberación de grandes cantidades de rabia impotente. Analizando el resentimiento con
respecto a los padres y a las figuras de autoridad que imponen “ciegamente” su
voluntad, resentimiento que parece haberse cristalizado en la boca y en el ano,
recordaré a Ted el episodio de la goma partida con una mordida. Esto para hacerle notar
las relaciones que existen en él entre agresividad oral y anal, y cómo ambas,
entretejidas, lo aprisionan y no lo dejan salir de su agresividad reactiva ni por arriba ni
por abajo. Obtendremos así, poco a poco, un relajamiento global tanto a nivel corporal
12
como psíquico. Ted logra finalmente soltar una negativa caracterial inscrita
profundamente en él. En la 25a. sesión, sintiéndose menos rígido, menos tenso me dice:
“-Ahora sólo me queda una coraza de cristal” y me hace notar: “-Algo ha cambiado”.
En sesiones posteriores me informa que en sus relaciones sexuales las sensaciones se
intensifican.
Comentario: - En psicosomática es frecuente encontrar en diversos niveles del
tracto digestivo (boca, esófago, estómago, duodeno, recto, ano) huellas de la madre
interiorizada (“mala madre” por supuesto, ya que cuando es “buena” no se queda
atorada en la garganta y no se encuentran dichas huellas asociadas a disfunciones
orgánicas).
Recibir un supositorio puede ser una experiencia desagradable, pero no parece que
debería acarrear mayores consecuencias. Entonces, ¿cómo entender que en algunas
personas el efecto traumático perdura?
En primer lugar, toda sumisión forzada produce emociones intensas: miedo,
vergüenza, rabia impotente, que encontramos asociadas con diversos tipos de
agresiones de la infancia: enemas, inyecciones, golpes, nalgadas, cinturonazos y, a
veces, manoseo, abuso sexual. Frente a la voluntad del adulto. los intentos de defensa
del niño se vuelven inútiles, se inquieta, se agita, quisiera huir, no puede. La
adrenalina, que le haría huir volando, hace que bloquee todo su cuerpo. Ah, si tan sólo
pudiera volverlo invulnerable, acorazarlo de acero... Crispa desesperadamente la
región lumbar, aprieta las nalgas, cruza las piernas, contracta el ano. No pudiendo dar
libre curso a su indignación en el plan corporal ni emocional, ¿qué le queda? Tragarse
su cólera y someterse. Y es así como las emociones van a “encapsularse” en la coraza
corporal, donde alimentarán una actitud caracterial global de rechazo, y mantendrán
en la parte baja del cuerpo una tensión muscular que a primera vista no tiene razón.
Tensión que, sin embargo, sí, tuvo su razón de ser, puesto que pretendía entonces
defender al niño, pero que perduró de manera anacrónica. “La coraza es la forma bajo
la cual la experiencia infantil continúa existiendo como un agente nocivo dice Reich en
La Función del Orgasmo.
Las tensiones del ano y de los glúteos generan a menudo tensiones en músculos
más profundos y esos jalan la pelvis hacia atrás, pudiendo disminuir más tarde las
sensaciones de placer genital y a veces hasta impedir el orgasmo.
En otro paciente, el recuerdo está asociado a algo muy diferente. Una vez que
tenía fiebre (tenía entonces ocho o nueve años), el médico que lo atiende le pone un
supositorio. No muestra ninguna resistencia y dice no haber conservado ninguna
sensación en particular. Lo que, por el contrario, recuerda es el interés de sus padres
presentes en la consulta. “-En ese momento, dice, tuve el sentimiento de ser alguien
importante”.
Esto nos muestra como una misma experiencia puede ser asociada a vivencias
diferentes y cómo la vivencia subjetiva es lo que da valor a la experiencia. Nos muestra
también que tenemos que abordar sin ideas preconcebidas los relatos de nuestros
pacientes. Esta actitud “abierta” es la única garantía de que nuestra escucha
psicosomática no se vea parasitada por proyecciones personales.
Y DE LA CLINICA A LA TEORIA
Frente al impacto emocional cada quien posee una estrategia existencial que
parece estar orientada a que el individuo salga de él “con los menores gastos posibles”,
pero la psicosomática nos dice que ¡la salida somática no es siempre la más
económica!...
13
La acción directa: ataque, lucha, desvío, huída, grito, llanto, no siendo siempre
posible, a menudo es remplazada por una acción paliativa. Existen ciertas emociones
que, tempranamente reprimidas, se encapsulan en la coraza corporal, en donde, ligadas
a una carga energética, continúan actuando silenciosamente, provocando trastornos
funcionales y/o psicosomáticos. Así podemos ver que es el bloqueo del flujo existencial
de la energía vital que crea la enfermedad.
La clínica nos muestra también la importancia de las disfunciones vegetativas, y
en especial de la simpaticotonía crónica que nos baña de adrenalina.
Nos muestra además la importancia de una escucha abierta, activa y libre de
prejuicios. Una escucha que “acoge” sin juicio las vivencias afectivas íntimas de cada
quien, ya que, más allá del cuerpo biológico existe el cuerpo del sentir, el cuerpo que
vivimos, al que solemos llamar “mi cuerpo”. Una escucha que invita a hablar, a decir y
a decirse (a través del lenguaje y de la expresión corporal) para que el sujeto pueda,
eventualmente, dar sentido a lo que vive y permitirse unos reacomodos internos
liberadores.
EN CONCLUSION
El terapeuta debe desarrollar siempre una comprensión más y más completa,
más y más profunda de sus pacientes, y, sin duda, haríamos bien en recordar lo que
decía el gran clínico inglés Sir William Osler (1849-1919): “Ciertamente es necesario
conocer qué tipo de enfermedad atribula al paciente, mas es aún más importante saber
de que tipo de paciente se apodera la enfermedad”. En una palabra, conviene siempre,
en medicina como en psicología, ocuparse de la enfermedad “y” del enfermo.
Bibliografía:
Guasch, G. (1998). Quand le corps parle, Vannes, Sully, Reed. 2002.
Guasch, G. (2004). “Analyse reichienne et psychosomatique”, in: Idelman, S.
Psychosomatique et guérison, Saint-Jean-de-Braye, Dangles.
Guasch,G.; Hinostroza, L. (2005). Diagnóstico y medicina tradicional, México D.F.,
Ocelote,.
Reich, W. (1933). Análisis del carácter, México, Paidós.
Reich, W. (1942). La función del orgasmo, México, Paidós.
14