tema 10. principales concepciones éticas. resumen.

TEMA 10. PRINCIPALES CONCEPCIONES ÉTICAS. RESUMEN.
LA ÉTICA Y LA ACCIÓN MORAL.
La ética es la rama de la filosofía que se ocupa de establecer cuál sería el comportamiento humano
correcto, a partir de conceptos tales como bien, justicia, felicidad, justicia, deber o valor moral.
La acción moral es propia del ser humano y está fundamentada en su libertad. La libertad nos diferencia de
los animales y nos hace responsables moralmente (y legalmente) de nuestras acciones. La acción moral
debe ser consciente e intencionada.
EL DEBATE ENTRE LOS SOFISTAS Y SÓCRATES.
La ética surge en el siglo V a.C., dentro del debate que se establece entre el relativismo sofista y el
universalismo socrático.
Los sofistas fueron maestros de la areté (la virtud política) y la oratoria en el periodo democrático de la
antigua Atenas (siglo V a.C). Defendieron el relativismo moral y que los valores morales (el bien, la
justicia…) no son absolutos sino que se identifican con lo que nos conviene en cada momento
(especialmente con lo que conviene a los poderosos, que son capaces de imponer su criterio a los demás).
Los valores morales dependen de cada persona, contexto o circunstancia, y son modificables. Los sofistas
más reconocidos fueron Protágoras y Gorgias.
Sócrates, en cambio, defendió el universalismo moral: los valores morales son absolutos, existen el Bien, la
Justicia y la Verdad universales, y se imponen a todos por igual. Al criticar el comportamiento de los
aristócratas atenienses, más motivados por velar por sus propios intereses que por buscar el bien común en
su práctica política, Sócrates fue condenado a muerte. Sócrates prefirió ser coherente con sus principios y
acatar la ley antes que huir, causando un enorme impacto en su discípulo Platón que condicionará y
motivará su filosofía.
EL INTELECTUALISMO MORAL SOCRÁTICO
Sócrates identificó el bien con el conocimiento, de modo que obrar correctamente sólo es posible si se
conoce previamente qué es el bien, y el mal es el resultado de la ignorancia. Esta postura fue también
defendida por Platón, que concedió una enorme importancia a la educación.
ÉTICAS HELENÍSTICAS
La escuela cínica.
Es una de las escuelas socráticas menores, fundada en el siglo IV a.C. Su representante más destacado es
Diógenes de Sinope. Para los cínicos, el principal bien de la vida humana es la libertad, entendida como
total autonomía de todo lo que nos puede condicionar (los bienes materiales, las leyes, las costumbres
sociales…). La felicidad se alcanza con una vida sencilla, minimizando las necesidades que nos esclavizan y
acercándose a la naturaleza.
Los epicúreos.
Escuela fundada en el siglo IV por Epicuro, identifica el bien con el placer. La felicidad se alcanza mediante
una búsqueda equilibrada de los placeres, especialmente los intelectuales y espirituales (pues los placeres
físicos son más propios de los animales y sus consecuencias suelen ser negativas). Para conseguir la
felicidad es necesario buscar el equilibrio (ataraxia) entre los placeres y practicar la amistad.
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Los estoicos.
Sistema filosófico que se difundió por toda la cultura grecorromana (del siglo III a.C. al siglo II d.C.).
Consideran que la vida humana está predeterminada, y que oponerse y luchar contra lo que nos pasa es
inútil, por lo que la felicidad se alcanza mediante la aceptación de nuestro destino. La virtud se identifica
con la moderación y el autocontrol, evitando las pasiones que nos alteran y viviendo de forma sencilla,
guiándonos por nuestra razón.
ÉTICA ARISTOTÉLICA
La ética para Aristóteles:
Para Aristóteles, así como la física o la metafísica son ciencias teóricas que proporcionan conocimientos
sobre la realidad, la ética en cambio es una ciencia práctica que no debe limitarse a aportar conocimiento
sino que debe servir para orientar nuestra conducta.
El comportamiento humano persigue una finalidad:
Todo lo que existe persigue un fin, que es alcanzar su plenitud y su total desarrollo (por ejemplo, una
bellota que se convierte en encina). En el caso del ser humano, esta finalidad coincide con su bien, con
alcanzar todo lo que podemos llegar a ser e intentar conseguir nuestra perfección. Según Aristóteles, es
imposible que esta aspiración se cumpla por completo, pero mientras tratamos de alcanzar nuestro fin y
bien, nuestra vida será una vida buena.
Los seres humanos persiguen bienes relativos y un único bien absoluto:
El ser humano tiene como finalidad alcanzar ciertos bienes, que no persigue en sí mismos sino en función
de otra cosa (por ejemplo, queremos ganar más dinero para tener más comodidad). Todos los bienes son
relativos, pero hay un único bien que perseguimos por sí mismo, y es el fin último de nuestra vida: la
felicidad. La felicidad es lo único que el ser humano busca sin perseguir con ello otra cosa.
La felicidad coincide con el pleno desarrollo:
Si la felicidad es nuestro principal bien, y este coincide con nuestro fin, la felicidad debe coincidir con la
plenitud y el total desarrollo del ser humano. Puesto que el ser humano se caracteriza por su racionalidad,
esta perfección debe estar relacionada con el desarrollo de nuestras capacidades intelectuales. La vida
contemplativa, destinada al estudio, a la comprensión de la realidad y ejercitar nuestra inteligencia nos
proporciona la felicidad. Pero para Aristóteles, esto solo está al alcance de unos pocos (justifica la
esclavitud como algo natural).
La virtud es un hábito.
¿Cómo podemos ser felices en nuestra vida cotidiana? Para Aristóteles la virtud no es un valor abstracto ni
absoluto, sino un hábito que se practica y ejercita en nuestra vida cotidiana, y que se identifica con el
comportamiento correcto. Divide las virtudes según se refieran a nuestra racionalidad (virtudes
dianoéticas, como la sabiduría o la prudencia) o según se refieran a otras partes de nuestra alma (virtudes
éticas, como la generosidad, la amabilidad, la templanza…). La virtud como comportamiento correcto se
concreta en el “término medio”.
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El término medio.
El término medio es el comportamiento moderado que se sitúa entre dos extremos opuestos o vicios. Por
ejemplo, la valentía es el punto intermedio entre la temeridad y la cobardía; la generosidad es el punto
medio entre la avaricia y ser excesivamente desprendido. Podemos aplicar esta regla en nuestra vida
cotidiana y plantearnos si lo que hacemos es un comportamiento extremo o moderado, por lo que la ética
aristotélica cumple con su función inicial de orientar nuestra vida y nuestra conducta.
La norma moral es una ley natural universal.
Para Aristóteles, las leyes morales derivan de la naturaleza humana. La naturaleza del ser humano se define
por su inteligencia, por lo que dicta las normas morales a partir de esta. Como la capacidad racional
humana es universal, es la misma para todos los seres humanos, las normas que deduzca a partir de la
racionalidad también lo serán. Por lo tanto, las leyes y las normas son válidas para todos los hombres y en
todos los contextos (defiende el universalismo de los valores morales, como Sócrates y Platón).
LA ÉTICA KANTIANA
El uso práctico de la razón:
Para Kant, la razón tiene dos usos diferenciados:
-La razón teórica son las facultades que nos sirven para conocer la realidad y que formulan las leyes
científicas.
-La razón práctica guía nuestro comportamiento y establece las leyes morales que debemos cumplir.
La división entre éticas materiales y éticas formales:
Para Kant, las éticas anteriores cometen un error al proponer un “contenido” concreto, una definición de lo
que está bien y de lo que nos conduce a la felicidad, pues de esta forma la voluntad está obligada a acatar
normas desde fuera y no es libre para elegir por sí misma (por ejemplo, la ética aristotélica).
Una ética válida debe proponer normas de comportamiento pero a la vez dejar libertad a la voluntad para
decidir y darse a sí misma las leyes morales: es una ética formal, sin contenido concreto, que no define
previamente lo que es el bien ni la felicidad ni se basa tampoco en cómo los seres humanos se comportan
de hecho o en lo que persiguen en sus vidas.
La autonomía de la voluntad.
Para Kant, la libertad es un requisito para la moral, pues sin libertad no es posible la responsabilidad (y eso
nos diferencia de los animales y convierte al ser humano en el único ser moral). Pero eso no significa que
seamos libres para hacer en cada momento lo que queramos. Al contrario, para Kant la ley moral es
absolutamente obligatoria y debe cumplirse siempre. ¿Cómo es esto compatible con la total autonomía del
ser humano? Nuestra voluntad es libre para darse a sí misma la ley moral, pero una vez que lo ha hecho
está obligada a su cumplimiento. La libertad es posible porque lo único que obliga a nuestra voluntad es
nuestra misma voluntad.
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El deber y la buena voluntad.
Para Kant, lo único bueno en sí mismo es la buena voluntad, que se define como la inclinación natural de
nuestra conciencia hacia el cumplimiento del deber. La conducta moral se identifica con el comportamiento
correcto. Kant diferencia tres tipos de acciones:
-Acciones contrarias al deber: obrar mal sabiendo que lo que hacemos es moralmente incorrecto (por
ejemplo, matar).
-Acciones conformes al deber: obrar correctamente pero motivados por las circunstancias o consecuencias
(por ejemplo, ayudar a alguien con el objetivo de que luego nos ayude a nosotros).
-Acciones por deber: obrar correctamente, independientemente de las circunstancias o consecuencias,
simplemente porque queremos hacer lo correcto. Para Kant, esta es la única acción verdaderamente moral,
y lo único que importa para valorarla es la intención que ha motivado nuestro comportamiento. La única
conducta realmente buena es aquella que se basa en el absoluto cumplimiento del deber.
El rigorismo kantiano.
Cumplir con la ética kantiana es realmente complicado, pues establece que no debemos atender a nada
más que a aquello que consideramos que debemos hacer y es moralmente correcto, aunque esto nos
perjudique o perjudique a otros. Por este motivo, la ética kantiana es considerada demasiado rigurosa, y
más propia de héroes que de personas normales. Aún así, la propuesta kantiana de una ética formal tendrá
una gran influencia en teorías éticas posteriores, como la ética discursiva de Habermas, que establece qué
es lo correcto a partir del diálogo y la comunicación.
El Imperativo Categórico.
Es una norma o mandato absolutamente obligatorio de cumplir, que la voluntad se da a sí misma y que es
universal y necesaria (debemos cumplirla siempre y en todo caso). Es una ley moral que carece de
contenido y que indica tan solo la “forma” o criterio general que debe tener la conducta moral.
Kant aporta varias formulaciones, como “obra de tal forma que tomes a la humanidad, tanto en tu persona
como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin y nunca como un medio”, con lo que establece
que, hagamos lo que hagamos, debemos respetar siempre la dignidad humana. Otra formulación sería
“obra como si tu comportamiento fuese a convertirse, por obra de tu voluntad, en ley universal de la
naturaleza”, con lo que indica que debemos plantearnos si querríamos que lo que nosotros hacemos fuese
una conducta que automáticamente imitase todo el mundo.
Con este tipo de ley moral, el ser humano tiene total libertad para elegir por sí mismo qué es lo correcto,
pero debe ser consecuente con su propio criterio y acatarlo siempre: debemos decidir cómo sería el mundo
en el que queremos vivir, o cómo nos gustaría que se comportasen siempre los demás y, una vez decidido,
actuar coherentemente.
Para Kant, la moral nos libera y nos eleva por encima de los demás seres: “Dos cosas llenan mi ánimo de
creciente admiración y respeto a medida que pienso y profundizo en ellas: el cielo estrellado sobre mí y la
ley moral dentro de mí” (epitafio sobre la tumba de Kant en la catedral de Könisberg, su ciudad natal).
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EL UTILITARISMO
Se desarrolla en Gran Bretaña en los siglos XVIII y XIX. Sus principales representantes son Jéremy Bentham y
John Stuart Mill.
La Revolución Industrial en Inglaterra permitía augurar un ideal de vida basado en la comodidad y el
bienestar, pese a que las condiciones de vida de la clase obrera eran nefastas.
Los utilitaristas, a diferencia de Kant, piensan que las acciones solo tienen sentido en relación a sus
consecuencias y no por sus intenciones. Para los utilitaristas, la buena conducta consiste en buscar el
bienestar para el mayor número de personas.
La finalidad de la vida es la felicidad, que coincide con el placer y la buena vida, aunque los placeres
humanos son variados y no todos proporcionan felicidad y bienestar a largo plazo. Por ejemplo, los placeres
intelectuales son superiores y permiten un mayor bienestar sostenido, mientras que los placeres físicos y
pasionales son inferiores, pues suponen una gratificación a corto plazo pero sus consecuencias suelen ser
negativas.
Para los utilitaristas, la felicidad no es posible individualmente, pues vivimos en sociedad y convivimos con
otras personas. Si los que me rodean no son felices, difícilmente yo conseguiré ser feliz. Por ese motivo, el
bienestar personal pasa por lograr también el de los demás.
LAS ÉTICAS DISCURSIVAS
A finales del siglo XX, varios autores van a proponer de nuevo sistemas de éticas formales basados en la
comunicación y el diálogo racional entre personas. El diálogo se impone como sistema fundamental para
alcanzar decisiones sobre cuestiones éticas y políticas (los parlamentos nacionales e internacionales, por
ejemplo). La comunicación se convierte en el procedimiento a seguir para establecer criterios de acción.
Estos sistemas éticos proponen planteamientos ideales, deseables pero muy difíciles de llevar a cabo, pero
siempre exigibles (especialmente en el ámbito político).
-LA ÉTICA DISCURSIVA DE APEL Y HABERMAS.
Definen la acción ética como una acción comunicativa: para decidir si una conducta es buena o mala se
debe establecer un diálogo entre todos los afectados, que se escuchan e intentan alcanzar un acuerdo.
La acción comunicativa se opone a la acción estratégica, que trata a los demás como instrumentos para
alcanzar los propios intereses. Pero para estos autores, descubrir lo que es verdadero, bueno y justo solo es
posible mediante el diálogo racional y equitativo, que incluya a todos los afectados en iguales condiciones,
y se les permita opinar libremente sin coacción. Solo así es posible alcanzar una verdadera norma ética:
renunciando a satisfacer el interés propio en pro de una solución que satisfaga a todos en la mayor medida
posible.
Lo correcto no es lo aceptado por una mayoría (pues siempre habría una minoría muy perjudicada) sino la
solución que todos los afectados estén dispuestos a consentir porque satisface intereses universales.
La ética discursiva propone un procedimiento para alcanzar decisiones, un criterio regulativo, una meta
ideal o “piedra de toque” para regular las discusiones y debates donde se enfrenten intereses y opiniones, y
en los que sea necesario llegar a un acuerdo.
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-LA TEORÍA DE LA JUSTICIA DE J.RAWLS.
Al igual que los autores anteriores, Rawls también propone un procedimiento para alcanzar acuerdos, al
que llama “posición originaria”:
En esta situación ideal, los afectados en una discusión no saben qué posición van a ocupar al terminar el
debate, no conocen su edad, nacionalidad, sexo, religión, posición económica o cualquier otra característica
que los defina. En esta situación, la decisión que se adopte será lo menor perjudicial para todos, para
protegerse en el caso de resultar en una posición desventajosa al terminar, y lo más ventajosa posible para
todos.
La propuesta de Rawls indica, de nuevo, la necesidad de despojarse de los propios intereses cuando se
quieran alcanzar normas éticas universales. En su teoría, la acción correcta, entendida como Justicia,
consiste en satisfacer a todos los afectados, que puedan alcanzar el bienestar y la felicidad en igualdad de
oportunidades.
Para Rawls, la verdadera Justicia debe basarse en la cooperación y no en la competencia. Cuando
entendemos la sociedad como competencia, todos intentamos “salirnos con la nuestra”, satisfacer nuestros
propios intereses aunque para ello perjudiquemos a los demás. El resultado de esta competencia es
siempre que unos están satisfechos mientras que otros han sido perjudicados. Si en vez de competir lo que
hacemos es colaborar, todos cedemos una parte de nuestros intereses en pro del mayor beneficio para
todos. No nos “saldremos completamente con la nuestra” pero a cambio todos veremos en parte
cumplidas nuestras expectativas.
El principal inconveniente de estos sistemas éticos formales es que plantean propuestas muy difíciles de
llevar a cabo. Es muy complicado que renunciemos a mirar por nuestros propios intereses, pues tanto a
nivel personal como en el ámbito político, siempre tendemos a mirar primero por lo nuestro, por nuestra
familia, por nuestra región o país, por nuestros afines (los que comparten nuestras opiniones, ideología…).
Las éticas discursivas se erigen como horizontes a seguir, como ideales deseables que perseguir, quizás no
realizables del todo pero siempre exigibles, especialmente en relación al funcionamiento de la política.
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