Caratula PYS04 - Todos los Nombres

Luisa Marco Sola
“SI JESUCRISTO ESTUVIERA EN EL MUNDO FORMARÍA
TAMBIÉN EN ESTAS MILICIAS POPULARES”.
LA MEMORIA DE LA IGLESIA DISIDENTE
Archivo descargado de www.todoslosnombres.org
“SI JESUCRISTO ESTUVIERA EN EL MUNDO FORMARÍA TAMBIÉN EN ESTAS
MILICIAS POPULARES”. LA MEMORIA DE LA IGLESIA DISIDENTE.
Luisa Marco Sola
Recientemente, el Vaticano beatificaba a 498 sacerdotes asesinados durante el siglo XX en España,
nueva era de martirio a la altura de los primeros tiempos del Cristianismo en opinión de Juan Pablo II. A
excepción de dos de ellos, todos los demás habían encontrado la muerte en zona republicana durante la
Guerra Civil.
Ante 30000 asistentes (60000 según algunos medios), entre los cuales 71 obispos, 1000 sacerdotes y
2500 familiares de los nuevos beatos, el Cardenal Saraiva evitó en todo momento cualquier tipo de mención
a la Guerra Civil Española; asimismo, Benedicto XVI defendía que “Con sus palabras y gestos de perdón
hacia sus perseguidores, los mártires nos impulsan a trabajar incansablemente por la misericordia, la
reconciliación y la convivencia pacífica”.
Las críticas no se podían hacer esperar. La más contundente llegaba desde la Abadía de Monserrat,
desde donde Hilari Raguer1 tachaba las beatificaciones de “injustas e inoportunas. Mártir es alguien
asesinado a causa de su fe cristiana. Y no fue el caso de aquellos religiosos, que sufrieron represión
ideológica”. Gran número de intelectuales e historiadores se sumaban a esta condena, ya que la ceremonia
reforzaba los antagonismos en los que actualmente trascurre el debate en torno a la Guerra Civil. El mito de
“Las dos Españas”, desgraciadamente, se resiste a desaparecer.
A este respecto, la actitud de la Iglesia Católica mantiene todavía la visión de una Iglesia monolítica,
protegida en zona franquista y perseguida en zona republicana. Pero. ¿realmente fue así?. Nos proponemos
recuperar aquí la memoria de aquellos sacerdotes que no apoyaron el golpe militar de 1936.
1
Hilari Raguer es autor de uno de los mejores estudios con que contamos sobre el catolicismo durante el conflicto: La
pólvora y el incienso. La Iglesia y la Guerra Civil Española (1936-1939). Península (Barcelona 2001). También es de
obligada consulta sobre el período ALVAREZ BOLADO, A. Para ganar la guerra, para ganar la paz: Iglesia y Guerra
Civil (1936-1939). UPCO (Madrid, 1995).
-1-
Visión de conjunto.
Frente a los 6832 sacerdotes asesinados en zona nacional, el computo de víctimas eclesiásticas en la
nacional2 se establece mayormente en 18. Entre ellos, el mallorquín Jeroni Alomar Poquet, el gallego Andrés
Diaz3, y el aragonés José Pascual Duaso.
A estas cifras, el libro En la persecución. Archivos del Clero Vasco. Año 1936. añadía:
“-los 224 sacerdotes y religiosos que pasaron por las cárceles de Guipúzcoa, Álava, Vizcaya,
Navarra, Palencia, Sevilla, Madrid y Alicante.
-los que sufrieron destierro durante largos años recorriendo los caminos de las 33 provincias del
Estado español...
-los que pasearon su nostalgia por 21 países extranjeros...
-los 700 miembros del Clero Vasco que de una forma u otra sufrieron la persecución junto a su
pueblo...
-los 114 capellanes de gudaris...”4
El caso de la represión del sacerdocio nacionalista en tierras vascas, como sabemos, es el más
significativo capítulo de la persecución de la disidencia dentro del clero peninsular. En los primeros meses de
la lucha, las tropas franquistas acabaron con la vida de dieciséis de sus miembros acusados de “actividades
políticas a favor de la República y del separatismo”. Los fusilados fueron José Adarraga Larburu, Gervasio
Albisu Bidaur, Joaquín Arín Oyarzábal, José Ariztimuño Olaso, Leonardo Guridi Arrazola, Joaquín
Ituricastillo Aranzábal, Martín Leucona Echabeguren, José Marquiegui Olazábal, Alejandro Mendicute
2
Ver al respecto CASANOVA,J. La Iglesia de Franco. Temas de Hoy (Madrid, 2001).
Marcelino Laruelo nos da referencias de otro caso en Asturias, aunque sin identificar, al referirse al asesinato de
Olegario García Menéndez: “Parece ser que le torturaron bastante y, al final, le tiraron vivo n una pila de agua hirviendo
con sosa cáustica, junto con n cura de la zona de Carrió o Albandi que se había declarado republicano”, en LARUELO
ROA, M. La libertad es un bien muy preciado. Consejos de Guerra celebrados en Gijón y Camposancos por el ejército
nacionalista al ocupar Asturias en 1937.Testimonios y condenas. Aldebarán (Gijón, 1999), p.398.
4
E.A.TALDE. En la persecución. Archivos del Clero Vasco. Año 1936 (San Sebastián, 1978) p.8
3
-2-
Liceaga, Celestino Onaindía Zuloaga, José Otano Míguelez, José Ignacio Peñagaricano Solozábal, José
Sagarna Uriarte, Román Urtiaga Elezburu, “Luco”, y Antonio Bombín5.
Claude Bowers, embajador de los Estados Unidos, explicaba los asesinatos por el hecho de que la
“lealtad de los católicos vascos a la democracia ponía en un aprieto a los propagandistas que insistían en
que los moros y los nazis estaban luchando para salvar a la religión cristiana del comunismo6”.
El mismo Pontífice romano expresaría su queja al Generalísimo, lo que, si bien puso fin a los
fusilamientos, no le impidió encarcelar a todos aquellos sacerdotes que no se hubieran mostrado lo
suficientemente adictos a la causa nacional, que fueron tachados de “republicanos”.
Dentro del Episcopado ibérico únicamente el Obispo de Vitoria, Mateo Múgica –siendo además el
prelado de los condenados-, expresaría su desacuerdo con tales medidas, que hicieron cambiar su inicial
apoyo al Golpe. La “prudencia”, sin embargo, haría que sus “Imperativos de Conciencia”,presentados ante el
Papa en 1937, no fueran publicados a nivel español hasta 1945. Intercedía “en defensa de mis diocesanos,
fieles y sacerdotes, injustamente perseguidos, vejados, castigados, expoliados y calumniados por los
representantes y propagandistas del “ Movimiento Nacional””. Su opinión del papel desempeñado por el
clero vasco durante el conflicto era concluyente: “(...) por cuanto conozco del Clero de la Diócesis vitoriana7
y de los dirigentes y de la masa nacionalista vasca, debo afirmar y afirmo que es falso decir que los tales
anteponen sus intereses raciales, políticos y culturales a los de la religión. En todo tiempo dieron pruebas
inequívocas de su irme adhesión a las enseñanzas de la Iglesia, respetando lealmente la jerarquía de los
valores sin reticencias ni subterfugios.
Por eso también es calumniosa la afirmación de que la “ventolera de los cismas pasó por Euzkadi” y
de que el clero vasco o un sector del mismo sigue la doctrina de Maurras. De los 2020 sacerdotes de mi
Diócesis vitoriana, ninguno se me declaró jamás en rebeldía”.
5
Ver al respecto E.A.TALDE. En la persecución. Archivos del clero vasco. E.A. Talde (San Sebastián 1978).
BOWERS, C. Misión en España en el umbral de la Segunda Guerra Mundial (1933-1939). Ed. Éxito (Barcelona
1978),
7
En ese momento la Diócesis de Vitoria abarcaba las tres provincias vascas. No sería hasta 1950 que se dividiría el
territorio creando las Diócesis actuales de Bilbao, San Sebastián y Vitoria.
6
-3-
A pesar de ello, los curas encarcelados pasarían un mínimo de dos años en distintas prisiones
habilitadas especialmente para sacerdotes. Entre ellas, sería tristemente célebre la de Carmona, donde
compartirían presidio con el líder socialista Julián Besteiro que fallecería entre sus muros. Una vez puestos
en libertad, les restaría todavía por cumplir un exilio fuera de su diócesis que se prolongaría en muchos casos
hasta los años cincuenta.
Pero la represión nacional contra sacerdotes no termina ahí.
Los corrales: El crimen olvidado.
La única mención sobre el asesinato del cura del municipio oscense de Loscorrales se circunscribía a la
que realiza Damián Peñart y Peñart en su libro La Diócesis de Huesca y la Guerra de 19368, que deja
constancia del caso del “único sacerdote oscense asesinado en la zona nacionalista durante la guerra de
19369”. Las causas del crimen, ya en el estudio de Peñart, se remontaban en el tiempo: “Parece que con
motivo de la ocupación de tierras de terratenientes, en los años de la República, y con la prohibición del
toque de campanas para los actos de culto, había aflorado alguna tensión en el pueblo. Asimismo se dice
que una lista negra preparada por los anarquistas de la comarca, y aprehendida por los nacionales cuando
estos se hicieron dueños de este sector de la Diócesis, se decía que “al cura no hay que hacerle nada,
porque es de los nuestros”.
Este hallazgo y esta calificación aumentaron los recelos y la tensión, de manera que la autoridad
militar mandó ir a buscar al cura para que prestara declaración sobre los hechos. La misión fue
encomendada a un grupo de falangistas, en vez de a la Guardia Civil, según era norma en casos
similares”10.
8
Obispado de Huesca-Gráficas Alós (Huesca, 1992)
Damián Peñart y Peñart La Diócesis de Huesca y … op.cit.p.113
10
Damián Peñart y Peñart en su libro La Diócesis de Huesca y … op.cit p.112.
9
-4-
El estudio definitivo nos lo proporcionaba, no obstante, Víctor Pardo Lancina en 200211. En él, se
focaliza la responsabilidad del fatal desenlace en uno de los tres detenidos por el crimen junto con Pascual
Tresaco y Mariano Longás: Antonio Ordás Borderías, jefe de Falange Española Tradicionalista y de las
J.O.N.S. de Loscorrales.
Paradójicamente, el enfrentamiento entre ambos se remontaba a 1931, cuando Ordás era afiliado del
Partido Republicano Radical Socialista y encendido anticlerical. La tensión se acrecentaría al ser elegido
Ordás alcalde por este partido en 1933. El sacerdote se mostraba tajante frente a las distintas actuaciones del
consistorio: “Con monarquía o con República, siempre ha habido religión y la seguirá habiendo”12.
Detenido Ordás tras quedar el pueblo en zona nacional en los primeros momentos del alzamiento
militar salvaría la vida milagrosamente gracias a la intercesión de un familiar bien relacionado. Tras tal
trance, comprendió de inmediato la notable utilidad de dejarse llevar hacia las posiciones políticas que la
situación hacía más prometedoras: Así, no sólo entró en la militancia de Falange sino que fundó, de vuela en
Loscorrales, una sección de Acción Ciudadana.
Las nuevas circunstancias le proporcionarían el contexto ideal para dirimir viejas cuitas, entre ellas la
que sostenía con el cura José Pascual, que además se negaba a mantenerse en silencio frente a las atrocidades
cometidas en el pueblo. El sacerdote se había convertido en un personaje incómodo ya no sólo para Ordás
son para la Falange Oscense, que exigiría medidas contra él al Obispado. La misiva no podía ser más clara:
“Tengo el honor de remitir a S.E. copia del informe que con respecto al Rdo. Sr. Don José Pascual Duaso
cura párroco de Loscorrales, provincia de Huesca, me envía el Jefe Local de FE de la JONS y que, si es
preciso, se probará con testigos, advirtiendo que, si en el plazo máximo de tres días el citado sacerdote no se
halla, por lo menos trasladado, obraremos conforme el caso requiera denunciando el caso a las autoridades
militares y a nuestros Jefes de Organización13”.
11
PARDO LANCINA, V. ”El asesinato del cura de Loscorrales”, en Trébede 65-66. p.48-61.
Testimonio de José Lasierra recogido en PARDO LANCINA, V. ”El asesinato del cura de Loscorrales”, en Trébede
65-66. p.56
13
Archivo Episcopal de Huesca. Signatura 2.1.3/3. Correspondencia entre autoridades.
12
-5-
Para asegurar su venganza, Ordás había falsificado y fingido encontrar la supuesta “lista negra” escrita
por republicanos a la que se refería Peñart y Peñart y en la que figuraba el sacerdote como “uno de los
nuestros”.
El 22 de diciembre de 1936, Mariano Longás, Pascual Tresaco y –cómo no- Antonio Ordás se
dirigieron a la casa-abadía para proceder a la detención, ordenada por el general Urrutia. Anteriormente
habían advertido a los diferentes puestos de Acción Ciudadana de no preocuparse si escuchaban disparos. El
sacerdote murió tiroteado en su propia casa, siendo luego enterrado en una tumba anónima. Sus asesinos
serían puestos en libertad sin cargos tras una breve detención.
La Otra Iglesia.
Dejando ya de lado el caso de José Pascual, hubo dentro de la Iglesia quienes se atrevieron a revelarse
contra el golpe. Su contribución, ínfima cuantitativamente, merece sin embargo una mención por su calidad.
A la cabeza de todo ellos Francisco Vidal i Barraquer14 se erigió como estandarte de aquellos que no se
plegaron a los designios de los golpistas. Protegido por el gobierno republicano, gracias al que salvo la vida,
se negaría a firmar la Carta Colectiva, advirtiendo además de que su publicación podía agravar la situación
de los sacerdotes perseguidos en zona republicana. A su parecer, además la Iglesia debía desempeñar un
papel de mediadora, y nunca implicarse con ninguno de los bandos en pugna. Moriría en el exilio. Su caso,
sobradamente conocido, no es único.
El 18 de Septiembre de 1936 en la emisora del PCE de Madrid la voz del Padre Leocadio Lobo
clamaba con ansia:“¿Qué las masas se rebelan contra un sistema económico absurdo y brutal?. Pues sabed
que yo estoy a su lado, porque a su lado está la Iglesia desde hace mucho tiempo, aunque nuestros egoísmos
hayan olvidado las palabras de los Papas. ¿Qué piden justicia social, que se acorten o anulen las infinitas
distancias entre los que tienen todo y los que nada poseen?. Tienen razón, y porque la tienen deben pedirlo,
14
Ver al respecto MUNTANYOLA, R. Vidal i Barraquer, el cardenal de la paz. Estela (Barcelona 1971)
-6-
reclamarlo, exigirlo y aún impedirlo.” Sin embargo, no se pronunciaba como particular, así como tampoco
vivía su postura como forma alguna de heterodoxia frente a sus superiores: “Soy sacerdote católico y
español. Estoy en comunión con la Santa Sede y con mi Prelado, hoy ausente de Madrid. Jamás he recibido
amonestaciones ni aviso por opiniones ni doctrinas. Ejerzo la cura de almas desde hace dieciocho años,
muchos de ellos en barrios populares de Madrid y siempre en comunicación íntima y cordial con el pueblo,
haciendo mías sus alegrías y sus lágrimas”. Para él, el Cristianismo luchaba de la mano de la República en la
recién declarada contienda: “Ellos, los sublevados, grita el pueblo español, no pasarán. Y no pasarán porque
no les asiste la razón ni la justicia, porque han amalgamado cosas tan opuestas y antitéticas como Cristo y
Mahoma, la violencia y la religión, el fascismo y España.
No quiero la guerra: la maldigo y la execro; pero afirmo con plena conciencia y con inmensa alegría
que está perdida para los sublevados. Fue injusta en su génesis y es altamente inmoral en su desarrollo.
Ellos han dicho todos los días y en todos los tonos que al pueblo español no se le aplasta y que se levantará
una y mil veces contra los que intentes esclavizarle y aherrojarle, sean quienes fueren”. Tal unión –la de la
Religión Católica y la causa gubernamental se aparecía a sus ojos como natural y obvia.
El Padre Lobo llevaría a cabo una notoria labor en zona republicana. Emprendería de la mano de
Manuél Irujo15, Ministro de Justicia, un intento de reestablecer y normalizar el culto católico en zona
gubernamental. También se ocuparía de salvaguardar objetos del patrimonio cultural de la destrucción16.
15
Ver MARGENAT PERALTA, JOSE M. “Manuel de Irujo: la política religiosa de los gobiernos de la República en
la guerra civil (1936-1939)”, en Cuadernos de Historia Moderna y Contemporánea, nº4. Ed.Univ.Complutense
(Madrid, 1983) p.175.
16
Este empeño no fue siempre bien entendido por sus colegas de sacerdocio. Emilio Aguarod, por ejemplo, al informar
al Obispado Oscense de la situación de los bienes eclesiásticos en la Parroquia de Alquézar relataba:”Al principio de la
revolución fueron extraños los que causaron los daños en las iglesias, después, parte por violencia, parte por
exaltación, intervino la juventud de la localidad, sin que el pueblo pudiera evitarlo. El mayor destrozo lo hizo el padre
Lobo”, adjuntando una relación de “Objetos de valor que se llevó de la Parroquia de Alquezar el sacerdote Sr. Lobo
para los rojos”. Todos ellos serías recuperados tras el conflicto en Ginebra. Peñart y Peñart (La Diócesis de
Huesca..op.cit) nos deja también constancia de una cancioncilla que se entonaba en el pueblo mientras las obras no
fueron restituidas en su lugar:
“El ..... del Cura Lobo
por Alquézar se llegó,
se nos llevó las alhajas
y todo lo derrochó”
-7-
Igualmente, firmaría junto a Enrique Monter, Capellán de Hospital, y José Manuel Gallegos Rocafull
el manifiesto “Palabras Cristianas” que veía la luz en diversos medios madrileños el 12 de Octubre de 1936
en la que, basándose en textos canónicos y pontificios, defendía tres principios: “1.-No es lícita la rebelión
contra el poder constituido. 2.-Son lícitas y necesarias muchas mejoras para los obreros y necesitados en la
organización social y política. 3.-La Iglesia, que está fuera de los partidos políticos, ha condenado las
teorías totalitarias repetidas veces17”
El redactor del texto, Gallegos Rocafull legaba a su muerte un diario que acaba de ver la luz en España
titulado La Pequeña Grey18. A través de sus páginas, el autor –Canónigo Lectoral de Córdoba y profesor de
Filosofía en la Universidad de Madrid- testimonia el drama existencial que para él supuso la guerra civil:
“Triunfaran o fueran vencidos, millones de españoles quedarían heridos, llenos de odios y agravios, quizás
perdidos para siempre, si los católicos aparecían unánimemente al lado de los rebeldes. Romper esa
unanimidad, costara lo que costara, me parecía absolutamente indispensable, y ya que la Iglesia de España
no se había mantenido, como era de desear, apartada de la guerra, llena de anhelos de reconciliación y de
paz, madre por igual de todos y más caritativa que nadie con los descreídos y con los pecadores, que se
viera que había, por lo menos ,algunos católicos que no estaban contra el pueblo, que compartían sus
dolores y sus angustias”19.
Reflexionando sobre la persecución anticlerical en zona republicana la Iglesia se alejaba de ser una
víctima inerte para ser responsable de notorios descuidos en su labor pastoral:“¿No es evidente, hasta para el
más ciego, que este odio a nosotros, puede proceder, por paradójico que parezca, de amor a Cristo y a su
Iglesia? ¿Es que si fuéramos pobres, humildes y caritativos, no estarían con nosotros, o por lo menos no nos
considerarían neutrales y nunca enemigos? ¿No es verdad que nuestras iglesias están llenas de ricos y en
torno a ellos gira nuestra vida y (lo que es infinitamente peor) nuestro ministerio?.20” Para él, los sacerdotes
17
GALLEGOS ROCAFULL, JOSÉ M. La Pequeña Grey. Testimonio religioso sobre la Guerra Civil Española.
Península (Barcelona 2007) p24.
18
GALLEGOS ROCAFULL, JOSÉ M. La Pequeña Grey. Testimonio … op.cit
19
GALLEGOS ROCAFULL, JOSÉ M. La Pequeña Grey. Testimonio … op.cit p22.
20
GALLEGOS ROCAFULL, JOSÉ M. La Pequeña Grey. Testimonio … op.cit p.20.
-8-
vascos representaban un modelo a seguir por la totalidad del clero: “¿y no era bien significativo que
precisamente los obispos de las diócesis más católicas fueran los que estaban con el pueblo?. Como no
tenían que imponer la fe a un pueblo descreído y hostil, no pensaban en guerras santas y otras zarandajas
por el estilo, sino que convivían sencillamente con ellos”21.
Desde París, clamaría en las páginas de Espirit contra la llamada a la “Guerra Santa” de sus superiores:
“Desgraciadamente los católicos, aunque llamados todos a la santidad, no son todos santos y se meten en
guerras; pues ya que las hacen, que reconozcan que pelean como hombres y no como católicos, por razones
humanas y no por mandato divino22”. Estos nunca se lo perdonarían, suspendiéndole a divinis. Moriría
exiliado en Méjico en 1963 como un “hijo espúreo de la Patria”, tal como le calificó Goma en el verano de
1937.
También dejaría escritas sus memorias el sacerdote aragonés Jesús Arnal23, de cuya publicación se
encargaron José Arner y Juan Salas, quien se había alistado en las filas de la Columna Durruti. Con ellas
pretendía defender su memoria de las presiones que hubo de soportar durante toda su vida: “Los puritanos de
oficio –que no de convicción- enarbolaron contra mí durante años la bandera de una falaz ortodoxia,
tratando de aislarme de una sociedad poco proclive a la indulgencia. Creo que fue entonces, bajo esta
presión, cuando opté por la única resolución que tenía a mano: la de rebatir mentiras o fantasías con la
verdad de lo sucedido, cuyo desconocimiento –y quiero creer que no la mala fe- había urdido la leyenda de
posturas acomodaticias o de franca apostasía24”. En su relato concreta el papel que jugó durante la
contienda: “quiero aclarar que yo no fui exactamente secretario de Durruti, como se dice en el título; no
pasé de escribiente en su puesto de mando, aunque alcanzara en poco tiempo una posición de cierto relieve
gracias a mi formación, superior con mucho a la de la gente que me rodeaba. Tampoco fui su consejero o
confidente, entre otras razones porque Durruti no era hombre que se dejara manipular ni tolerase soplones.
21
GALLEGOS ROCAFULL, JOSÉ M. La Pequeña Grey. Testimonio … op.cit. p41.
GALLEGOS ROCAFULL, JOSÉ M. La Pequeña Grey. Testimonio … op.cit. p49.
23
ARNAL, Jesús. Yo fui secretario de Durruti. Memorias de un cura aragonés en las filas anarquistas. Mira Editores
(Zaragoza, 1995)
24
ARNAL, Jesús. Yo fui secretario de Durruti. Memorias de un cura aragonés … op.cit P.8
22
-9-
Mis relaciones con él, sin ser nunca íntimas, se cimentaron en el mutuo respeto a nuestras ideas, tan
opuestas como legítimas. Me trató a distancia pero con deferencia y yo le correspondí con lealtad, pues
nunca olvidé su generoso comportamiento conmigo en situaciones más que delicadas25”. Mosén Jesús
también aporta una percepción más matizada sobre lo que a su parecer son las causas profundas del
anticlericalismo: “Los que nos acosaban afirmaban no ir contra las personas sino contra lo que
representaban, contra los símbolos porque, según ellos, el cura encarnaba la tiranía y era el instrumento
predilecto del capitalismo en su lucha contra las masas proletarias. Confieso que quizás llegaría a
comprender esa postura aplicada a ciertos influyentes dignatarios de la Iglesia, más o menos apartados
circunstancialmente de su deber de pastores, pero nunca entenderé la hostilidad generalizada a todo clérigo
por el mero hecho de serlo. ¿qué especie de poder o de influencia puede tener un modesto cura de aldea, que
apenas gana para mal comer?.26”
Otras memorias, más conocidas y mucho menos moderadas que las de Arnal con el papel jugado por la
Iglesia, a tener en cuenta son la de Marino Ayerra, que aparecieron con un título que habla por sí mismo: No
me avergoncé del Evangelio27.
Menos encendido, aunque mas estremecedor por su cercanía al horror de la represión franquista es el
del padre Gumersindo de Estella28, en el que relata sus vivencias como confesor de más de trescientos reos
en la cárcel zaragozana de Torrero: “Como sacerdote y como cristiano sentía repugnancia ante tan
numerosos asesinatos y no podía aprobarlos. Mi actitud contrastaba vivamente con la de otros religiosos,
incluso superiores míos, que se entregaban a un regocijo extraordinario y no sólo aprobaban cuanto
ocurría, sino aplaudían y prorrumpían en vivas con frecuencia”29
De entre todos los dramas que se entretejen en sus páginas merece especial atención para nuestra
reflexión el apunte del 30 de abril de 1939: “ recuerdo que confesé a (C. Nogueras) un buen sacerdote que
25
ARNAL, Jesús. Yo fui secretario de Durruti. Memorias de un cura aragonés … op.cit. P.10
ARNAL, Jesús. Yo fui secretario de Durruti. Memorias de un cura aragonés … op.cit. P 19
27
AYERRA REDIN ,M. No me avergoncé del Evangelio. Mintzoa (Navarra 2002, 1ª 1959)
28
Ver al respecto HEREDIA, I. “Gumersindo de Estella: Cordero entre lobos” en Trébede. Mensual Aragonés de
Análisis, Opinión y Cultura. Nº 74.2003.p.62
29
GUMERSINDO DE ESTELLA. Fusilados en Zaragoza:1936-1939. Tres años de asistencia espiritual a los reos. Mira
(Zaragoza 2003)
26
-10-
estaba encarcelado porque invadido su pueblo por los milicianos de la República venidos de Cataluña se
quedó al frente de sus feligreses y se alistó para servicios auxiliares. No estuvo en el frente, sino sirviendo
en un hospital y cumpliendo el cargo de censor de correos. Éste se confesaba conmigo todos los sábados.”30
¿Quién era este sacerdote?
El oscense Cándido Nogueras ejercía su ministerio en Broto al estallar la guerra. Su detención se
producía en Zaragoza el 17 de abril de 1938, durante la cual tal como informaba la Auditoria de Guerra del 5º
Cuerpo del Ejército negaría su condición de sacerdote, asimismo, se hacía constar los “graves cargos por su
actuación en zona roja” que constaban contra él. Por ellos, el Juzgado Militar número 20, sito en la Plaza de
la Seo, le condenaría en la Causa 85-938, de 30 de julio, a seis años de reclusión menor “como autor de un
delito de auxilio a la rebelión con la concurrencia de la eximente incompleta de trastorno mental
transitorio”.
Sufriría durante casi tres años las penalidades de las cárceles franquistas, negando en sucesivas misivas
dirigidas al Obispo de Huesca, Lino Rodrigo Ruesca, todos los cargos que se le imputaban. Al abandonar el
presidio sería confinado al exilio en la Parroquia de Santa Engracia, perteneciente al Obispado de Huesca
pero situada en el centro de Zaragoza. Finalizaría sus días solo y con su estabilidad emocional gravemente
mermada.
Pero, ¿cuál había sido realmente su papel durante la guerra?. Aldana ha dejado constancia e una
entrevista que se le hizo mientras Broto estaba regido por las milicias. Vale la pena reproducirla en su
integridad:
“Y en Broto hallamos a un curita vistiendo el atuendo de miliciano y que desde el primer día del
movimiento se puso a luchar con el pueblo.
Nos pareció simpática la figura del sacerdote miliciano y en un café de Broto hablamos con él unos
momentos para recoger unas impresiones para nuestra revista.
30
GUMERSINDO DE ESTELLA. Fusilados en Zaragoza:1936-1939… op.cit. P 112
-11-
Cándido Nogueras, “el cura de Broto”, como le llamaban cariñosamente los milicianos del Alto
Aragón, ha sido siempre perseguido por los caciques de la provincia. Días antes de las elecciones de febrero
se negó a su pretensión de realizar una campaña política desde el púlpito, en el mes de julio recibía un
aviso del obispo de Huesca, que le llamaba la atención porque “se le veía con compañías poco gratas”. Y
las “compañías poco gratas” eran los trabajadores del pueblecito montañés.
“-No me ha extrañado lo que ha ocurrido- nos ha dicho el cura-miliciano-, ya que la Iglesia ha
empleado siempre su influencia en perseguir al pueblo, a cuyo servicio debería haber estado. Su misión
estaba en conquistar los corazones de los explotados.
Si Jesucristo estuviera en el mundo formaría también en estas Milicias Populares, junto a los que
tanto quiso. Sería un luchador más por la libertad.
La persecución que se dice se ha realizado contra nosotros no está demostrada. La ira del pueblo,
justificada porque siempre vio en el clero su enemigo secular, ha podido justificar excesos que no comparto,
pero que no puedo tampoco censurar. Este pueblo desbordado ha respetado a aquellos que siempre vimos en
nuestra profesión un sacerdocio al servicio de los humildes. Así puede ver a algunos sacerdotes que luchan
en las columnas aragonesas por un porvenir mejor.
En estos mismos frentes se ha hecho famoso un cura que desde e principio de la subversión militar
cambió el hisopo por el fusil y al que sus compañeros llaman “El Carrilano”.
En la columna Durruti, que combate en el sector de Bujaraloz, oro compañero supo hacerse admirar
por aquel glorioso antifascista que cayó en el frente madrileño.
Creo que estos compañeros, como he hecho yo, nos hemos unido a los combatientes republicanos
porque nuestro amor a Cristo nos obliga a estar con ellos.
Con que alegría entregué el día 19 de julio las llaves de mi iglesia al alcalde de Broto, al mismo
tiempo que le dije “Ya ha terminado la farsa. Espero que el templo sirva para algo más útil”.
Y cuando una falsa alarma nos hizo creer que los fascistas llegaban a este pueblo, yo fui uno de los
primeros, aconsejado por mis amigos, en lanzarme a buscar una salida por esas montañas, pues hubiera
sido fusilado.”
-12-
Los milicianos rodean a Cándido Nogueras, que muestra orgullosos la estrella roja en su visera
revolucionaria, y algunos le llaman afectuosamente “mosén”. Pero él no acepta este saludo, sino que se
siente satisfecho de que le llamen simplemente camarada, como aquel redentor que cayó crucificado por los
“fascistas” de Judea prefería que le llamases “hermano” los humildes campesinos y obreros que le seguían
en su calvario”.31
Para finalizar.
Las vivencias abordadas en este recorrido, breve y necesariamente incompleto, aportan un nuevo
prisma para una panorámica más realista de la Iglesia española del período. Encuadrados en una Iglesia tan
claramente beligerante como para incluso secundar la represión entre sus cuadros, no todos ellos tuvieron
claro que el apoyo incondicional al Golpe fuera el camino que su doctrina les instaba a recorrer. Desde
posiciones más o menos encendidas, más o menos críticas con sus superiores, y más o menos proclives a la
causa gubernamental, demostraron que en esos momentos sí había elección para ellos. La Jerarquía,
hermanada con la labor de la Dictadura, nunca les perdonaría su opción por la “disidencia”.
“Si decimos que no hemos pecado, hacemos a Dios mentiroso y
su palabra ya no está entre nosotros. Así pues, reconocemos
humildemente y pedimos perdón porque no siempre hemos sabido ser
verdaderos ministros de reconciliación en el seno de nuestro pueblo,
dividido en una guerra entre hermanos”
Conclusiones de la Asamblea Conjunta de Obispos y
Sacerdotes. Madrid 1971
31
ALDANA,B.F. La Guerra en Aragón. Cómo fue.... Ediciones Cómo fue...(Barcelona, 1937). P 50-52
-13-