Fe sin concesiones en el horno ardiente, 2ª Parte

Gracia a Vosotros: Desatando la Verdad de Dios, Un Versículo a la Vez
Una fe sin concesiones en el horno ardiente, 2ª Parte
Escritura: Daniel 3:4-30
Código: 27-11
John MacArthur
Antes de que comenzara un partido del Súper Tazón, leí una historia interesante acerca de
Ronald Reagan en el periódico Los Ángeles Times. Cuando estaba por finalizar una
conferencia de prensa en New Hampshire, alguien le preguntó: “¿Quién le gustaría que
ganara en el Súper Tazón?” Sin dudarlo, el ex gobernador de California, que en ese momento
aspiraba ser Presidente, dijo: “Los Carneros de St. Louis.” Luego, aparentemente recapacitó,
hizo una pausa y dijo: “Espere un momento, ya no me estoy postulando para gobernador de
California, que gane el mejor equipo.”
Es sorprendente cuán débiles son nuestras lealtades. Dependiendo de ciertas presiones
externas, cambiamos fácilmente de acuerdo a las circunstancias y a quién queremos influir.
Esto forma parte de la vida de la mayoría de las personas. Y espero que a medida que
estudiamos el capítulo 3 de Daniel esta noche podamos hacer lo que ya hemos hecho tantas
veces en el libro de Daniel; y es aprender a trazar una línea, a la cual llamemos convicción; y
determinemos en nuestras mentes y corazones que nunca descenderemos debajo de ella.
No es fácil hacerlo. Permítanme otorgarles una manera simple de verlo. Nuestras decisiones,
nuestras actitudes y nuestras conductas están determinadas por una de estas dos cosas: la
presión externa o el principio interno. Y la batalla continúa todo el tiempo en nuestras vidas
entre estos dos ítems en conflicto. Somos muy buenos para justificarnos a nosotros mismos; y
cuando sucumbimos a la presión externa lo definimos como principio interno. Pero
básicamente tenemos que llegar a ese punto. ¿Hacemos lo que hacemos, decimos lo que
decimos y actuamos como actuamos porque tenemos nuestras convicciones o porque
sentimos la presión externa? ¿Son nuestras convicciones alteradas por cualquier presión que
nos afecta? Hay veces en las que estoy en una situación en la cual si digo lo que pienso, me
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alejaré de muchas personas y enfrentaré esa misma línea. ¿Digo lo que pienso basado en el
principio interno o sucumbo a la presión externa y les dejo oír lo que ellos quieren?
Cuando usted está en un entorno laboral, negociando un contrato importante y tiene la
oportunidad de sobresalir y cerrar un gran convenio haciendo una pequeña concesión -quizás
diciendo una pequeña mentira, haciendo trampa de una pequeña manera o violando una regla
que a usted le parece insignificante- ¿sucumbe usted a esa presión externa o actúa completa
y totalmente en la base de lo que usted sabe será conforme al principio interno? Ése es el
problema clave mientras que vivimos y nos movemos por este mundo. Y el mundo
francamente necesita como nunca de hombres y mujeres que actúen de acuerdo al principio
interno. Ya sea que usted hable de política u otro tema, usted se cansa de personas que
sucumben a las presiones externas y terminan diciendo lo que usted quiere que diga.
En el capítulo tres de Daniel conoceremos a tres jóvenes que funcionaban de acuerdo al
principio interno y a quienes no les importaba la presión externa. Y como seguidores de
Jesucristo, pienso que tenemos mucho que aprender de estos tres jóvenes. Quiero que se
pongan en esa situación. No me preocupa que vean a Sadrac, Mesac y Abed-nego, sino que
se pongan en sus lugares. Y cómo ustedes responderían en una situación similar. Quiero que
nos ubiquemos en el sermón, porque es lo único que le dará significado. No importa que estos
tres jóvenes hicieran lo que hicieron. No nos importa a nosotros hoy, a menos que haya algo
que ganemos personalmente en el modo que enfrentamos al mundo. ¿Ponemos a Dios
primero? ¿A Su Palabra? ¿Hacemos lo que hacemos basados en un principio interno o
vacilamos y nos comprometemos; y actuamos de acuerdo a la presión externa?
Studdart Kennedy, un ministro anglicano y pastor en Worcester, Inglaterra, fue también
capellán durante la Primera Guerra Mundial. Escribió algunos poemas muy bellos que han
sido mis favoritos. Como capellán, tuvo que ir a la guerra y dejar a su familia. Tenía un hijo
pequeño a quien le escribió una carta desde las trincheras de Francia, en donde estaba en
medio de la guerra. A través de la carta a su esposa -ya que su hijo no podía leer- esto es lo
que dijo:
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“La primer oración que quiero que mi hijo aprenda a decir no es “Dios, mantén a mi papi a
salvo. La primer oración que quiero que mi hijo aprenda es: “Dios, haz que mi papi sea
valiente; y si tiene cosas difíciles para hacer, dale la fortaleza para hacerlas. La vida y la
muerte no importan hijo mío. El bien y el mal, sí. Si papi está muerto, es un papi inmóvil; si
papi está deshonrado delante de Dios, es algo horrible de describir. Y supongo que te gustaría
agregar algo acerca de la seguridad; y también a mamá. Bueno, agrégalo después; siempre
después, ya que no es tan importante.”
Studdart Kennedy tenía razón. Un padre muerto es un padre estático. Pero un padre
transigente, es algo horrible. Y ésa es la integridad sin concesiones que Dios pide; y es lo que
vemos en la vida de esos tres hombres que fueron capaces de soportar la increíble presión
externa. Tomaron decisiones basados absoluta y únicamente en el principio interno que
recibieron a través de revelación divina que fueron enseñados. Y repito que no estoy hablando
del mundo de la política, del gobierno o de los negocios. La iglesia de Jesucristo necesita
hombres a los cuales no les atemorice la presión externa.
Un poeta lo describió de esta manera: “Vi al mártir en la hoguera, las llamas no podían sacudir
su valentía, ni la muerte horrorizar su alma. Le pregunté de donde provenía su fuerza; miró al
cielo triunfalmente y contestó: Cristo es todo”. Ése es el corazón de los tres jóvenes hebreos.
Y confío que Dios le dará a usted el mismo corazón mientras que estudiamos este maravilloso
pasaje.
La historia se despliega con ocho características claves. Hemos visto la primera. Es un texto
narrativo que va desde la ceremonia a la orden, a la conspiración, la coerción, el coraje, las
consecuencias, la compañía y el elogio. Daniel no está en este pasaje. Curioso. Y muy
importante para nosotros. Sabemos del gran carácter y virtud de Daniel señalada en el primer
y segundo capítulo. Hemos visto la gran fuerza de carácter que Daniel tenía cuando no
transigió ante la comida, bebida y actividades del rey. Y creo que pensábamos que Ananías,
Azarías y Misael -conocidos por sus nombres babilónicos de Sadrac, Mesac y Abed-Nego- se
dejaban llevar; y para que veamos que ese no era el caso, el Señor quita a Daniel. Y ni
siquiera está cerca cuando suceden las cosas en el capítulo tres, algo sorprendente ya que
era un evento muy importante en el reino de Babilonia. Debe haber estado fuera del país con
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algún asunto muy importante como Primer Ministro o el cargo que tuviera en ese momento. Él
no está allí y estos tres jóvenes están solos y con valentía.
Recordemos los versículos uno al tres, la ceremonia. “El rey Nabucodonosor hizo una estatua
de oro cuya altura era de sesenta codos, y su anchura de seis codos; la levantó en el campo
de Dura, en la provincia de Babilonia. Y envió el rey Nabucodonosor a que se reuniesen los
sátrapas, los magistrados y capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueces, y todos los
gobernadores de las provincias, para que viniesen a la dedicación de la estatua que el rey
Nabucodonosor había levantado. Fueron, pues, reunidos los sátrapas, magistrados,
capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueces, y todos los gobernadores de las provincias,
a la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado; y estaban en pie
delante de la estatua que había levantado el rey Nabucodonosor.”
Aquí está Nabucodonosor construyendo una enorme estatua de sí mismo, una imagen que lo
identifica como un dios; y demanda que todas las personas con autoridad en el Imperio
Babilónico se inclinen y le adoren. El oro representaba a Nabucodonosor en la visión de
Daniel de los cuatro imperios. Y eso sin duda cautivó su pensamiento. Y decidió hacer una
estatua enorme de oro para su propia gloria. Simboliza al monarca y su imperio. Quería que
todos se inclinaran y le adoraran a él. Simplemente estaba haciendo lo que todos los hombres
que no conocen a Dios tienden a hacer. Adorarse a sí mismos. Inventan dioses de acuerdo a
su propio pensar, para encajar con su propia mente y actitud.
Habiendo establecido a este gran ídolo y demandando que todos le adoraran, llevó a estos
tres jóvenes hebreos a tomar una espeluznante decisión. Ellos conocían la ley de Dios en
cuanto a la idolatría y sabían lo que era establecer imágenes talladas y cuán atroz era para la
mente de Dios. Sabían que era inaceptable y sabían que tenían que tomar una decisión.
Noten que todos los nobles tenían poco carácter ya que en el versículo dos dice que los llamó
y en el versículo tres los enumera nuevamente, de una manera casi sarcástica. Dice que
todos se pararon frente a la imagen que Nabucodonosor había erigido. En otras palabras,
todos los dirigentes políticos y los jerarcas de Babilonia harían lo que fuera para ser
aprobados por Nabucodonosor. Comprometerían sus convicciones, cualquier otra deidad que
adoraran, dejarían de lado todo lo necesario para ganar el favor de este hombre y evitar ser
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castigados o asesinados si no lo hacían. Todos los grandes estaban ahí; y en el versículo tres
considero que los reitera a modo de humillarlos en una manera satírica por su manifiesta falta
de carácter.
Pasamos de la ceremonia a la orden en el versículo 4: “Y el pregonero anunciaba en alta voz:
“Mándase a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas.”” Pueblos, naciones y lenguas es una
manera usual de dirigirse a las personas para hablarle. Se utiliza nuevamente en el mismo
capítulo y otra vez en el versículo 29. Capitulo 4:1, reiteradamente en el capítulo 6. Llama a
todos y les da la orden: “…que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del
salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua de
oro que el rey Nabucodonosor ha levantado.” En ese preciso momento, quiere absoluta
sumisión con absoluta precisión.
Aparentemente este hombre tenía una orquesta real que con música sin duda sensual
llamaría la atención a la imagen y les haría postrar ante ella. Cuando la música comenzara,
todos debían postrarse instantáneamente y adorar a la imagen.
Este es un hombre con un ego increíble. Juntó a todos los dignatarios de la nación, a la
orquesta real, todos supuestos a inclinarse ante la enorme imagen. Quiero agregar que la
música siempre ha sido una parte de la sensualidad y siempre asociada con la adoración de
ídolos. Como todo lo bueno que Dios nos ha dado, Satanás lo ha utilizado para promover su
maldito sistema. Tal como lo ha hecho con la música. Nunca ha hecho un trabajo tan bueno
como el que realiza en nuestros días.
Versículo 6, las consecuencias: “Y cualquiera que no se postre y adore, inmediatamente será
echado dentro de un horno de fuego ardiendo.” No se me ocurre que un horno de fuego
ardiendo fuera otra cosa que eso; asumimos que la palabra ardiendo está ahí para intensificar
el enfoque superlativo que le da. Cualquiera que rechace postrarse, cometería un acto de
traición y seria arrojado en el horno de fuego. Eso sucedería si se oponían a la grandeza de
Nabucodonosor.
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La mayoría de las personas responden a circunstancias y presiones externas. Hacen lo que
les es requerido por sobre el principio interno. El versículo 7 dice: “Por lo cual, al oír todos los
pueblos el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y
de todo instrumento de música, todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y
adoraron la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había levantado.”
Típico en la vida. Hacer lo que se necesita para conseguir lo que se quiere…vivir en el nivel
más bajo, comprometiendo los principios internos basados en la presión externa. Los hombres
inevitablemente se postran ante el sistema, a los poderes. Hacen lo que tengan que hacer.
Temen perder su posición y por lo tanto transigen.
Sabemos que algo más está sucediendo. Todos se postran excepto tres jóvenes. Pasamos de
la ceremonia a la orden, a la conspiración en el versículo 8. Vean esto.
“Por esto en aquel tiempo algunos varones caldeos vinieron y acusaron maliciosamente a los
judíos”. Recuerden que cuando comenzamos el estudio de este libro mencioné que eran
probablemente 75 los jóvenes que fueron llevados de la corte de Judea a la corte de Babilonia
para ser entrenados y trabajar en dicho lugar en los asuntos de los judíos. De todos los 75 que pueden haber sido más o menos- de todos esos prisioneros, hijos de la realeza de Judea,
sólo cuatro no hacen concesiones… Daniel y sus tres amigos. Asumimos que los demás
ascendieron en el sistema y transigieron. No querían tener problemas. Pero aparentemente,
de acuerdo a lo indicado en el versículo 8, hay tres que no. Y quizás tenían alrededor de 20
años. Muy jóvenes. Una gran convicción para hombres tan jóvenes.
Quiero que noten dos palabras muy importantes en el versículo 8. La primera, caldeos. Los
caldeos eran el sostén de la cultura y jerarquía babilónica. Pero estos tres jóvenes habían
demostrado un gran carácter. Y cuando Daniel pudo interpretar el sueño de Nabucodonosor,
Daniel y sus tres amigos fueron llevados a lugares de prominencia, aún quizás por encima de
los caldeos. Miren en el capitulo 2:49. Daniel solicitó del rey y obtuvo que pusiera a Sadrac,
Mesac y Abed-nego sobre los negocios de la provincia. Y Daniel estaba en la corte del rey.
Creo que podríamos decir que era el Primer Ministro de Babilonia. Y los otros tres fueron
ubicados en lugares de liderazgo en los asuntos de Babilonia. Los caldeos se resistieron; y
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estaban enojados por esto. Y es por eso que dice que acusaron a los judíos. Una palabra
interesante que significa literalmente “comer los pedazos de”. Es utilizada para indicar comer
los pedazos de carne que son destrozados de un cuerpo por un animal rapaz que deshacería
la carne de un cuerpo y la consumiría. Los caldeos llegaron de manera maliciosa para difamar
de un modo caníbal, para devorar literalmente los pedazos de estos judíos. No es un término
legal. No habla de la ley, de una acusación, sino de un deseo malicioso de destrozar su carne.
Y como antropófagos persiguieron a esos tres judíos.
Debemos recordar que los caldeos estaban energizados por Satanás, ya que eran
básicamente los sacerdotes del dios conocido como Bel Merodac, quien era el dios principal.
Bel, siendo similar al que conocemos como Baal. Energizados por Satanás, vieron la
oportunidad a través de su falso sistema religioso, de acabar con estos jóvenes hebreos. Le
hablaron hipócritamente al rey como si le estuvieran defendiendo. Acusaron a los judíos como
si ayudaran al rey, descubriendo si todos le habían obedecido.
Versículo 9: “Hablaron y dijeron al rey Nabucodonosor: Rey, para siempre vive”. Envidiaban
los altos cargos de estos jóvenes judíos y querían hacer lo que pudieran para cambiarlo.
Versículo 10: “Tú, oh rey, has dado una ley que todo hombre, al oír el son de la bocina, de la
flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, se
postre y adore la estatua de oro; y el que no se postre y adore, sea echado dentro de un
horno de fuego ardiendo”. Reiteraron el estándar y luego revelaron el verdadero problema en
el versículo 12.
“Hay unos varones judíos, los cuales pusiste sobre los negocios de la provincia de Babilonia:
Sadrac, Mesac y Abed-nego; estos varones, oh rey, no te han respetado; no adoran tus
dioses, ni adoran la estatua de oro que has levantado.” Esclavos, prisioneros extranjeros, y tú
los has hecho gobernadores sobre nosotros. Eso es lo que les carcome. Y vemos el pecado
de la envidia. Dios dice -por ejemplo- en Proverbios 14:30: “El corazón apacible es vida de la
carne; mas la envidia es carcoma de los huesos”. J. Allen Blair escribe “La envidia en el
creyente es como carcomer huesos en el sentido que el poder espiritual y la utilidad se
restringen.” Este fue el caso en la vida de Saúl. Él había sido un gran rey, designado por Dios
para ser el testigo del Señor. Pero debido al pecado de la envidia, la vida de Saúl se degeneró
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en una completa inutilidad. Él escuchó cantar: “Saúl hirió a sus miles y David a su diez miles”.
Esto solo era una canción, pero despertó en su corazón la vil pasión de la envidia. Cantar de
los Cantares 8:6 dice: “Duros como el Seol son los celos”. Los celos y la envidia son como un
ácido que literalmente corroen al alma. Destruyen la belleza del alma como la tumba destruye
la belleza del cuerpo. Y ellos estaban siendo consumidos por el pecado de la envidia. Y le
presentan esto al rey.
Noten que los acusan de tres cosas en el versículo 12. Una, en el medio del versículo:
“…estos varones, oh rey, no te han respetado.” No te han prestado atención. No te han
respondido. No te han dado lo que te pertenece.
Eso no es verdad. Habían cumplido fielmente la Escritura aún no escrita en Mateo 22:21
cuando el Señor dijo: “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.”
Habían sin duda cumplido su responsabilidad hacia el rey mientras que no violara su
responsabilidad a Dios. Eran buenos ciudadanos. Habían respondido al rey. Si regresan al
capítulo 1, verán que lo habían hecho.
Las dos segundas acusaciones eran verdad: “…no adoran tus dioses ni adoran la estatua de
oro que has levantado”. Eso es sorprendente. Estos tres jóvenes sabían el precio de la
desobediencia. Y uno se pregunta cómo alguien puede poner por encima el principio y
quedarse literalmente parado mientras que todos los demás se inclinaban. ¿Se pararían ellos
con resolución, listos para ir a una hoguera? Eso es carácter. Eso es funcionar de acuerdo al
principio interno y no la presión externa. Piensen en la presión. Nabucodonosor era su amigo,
su benefactor. Tenía sus destinos en su mano. Resistir a Nabucodonosor no tenía sentido,
ellos no tenían otro recurso. El ascenso de sus carreras en Babilonia dependía de su lealtad.
Se podrían convencido a sí mismos que un ídolo no era nada, por qué preocuparse. Tan solo
tenían que arrodillarse junto a los demás y adorar al verdadero Dios. Todos lo hacían. Podrían
haber pensado que el fuego era fatal, y muertos no le serían de utilidad a Dios. Estaban en un
lugar estratégico. Si se quemaban, Dios no podría utilizarlos. Se arruinaría todo el plan. Si no
se inclinaban, estarían en manos de los celosos caldeos. Y quizás por un momento habrán
pensado que la muerte no era parte de su contrato. Muchas presiones. Pero a pesar de todo
esto, ellos estaban resueltos y sin compromisos. Es increíble la situación en la que estaban.
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Stephen Gerard, el incrédulo millonario de Filadelfia, les dijo un sábado a sus empleados que
debían regresar al día siguiente por un cargamento. El día siguiente era domingo.
Nerviosamente, un joven le dijo que no podía trabajar un domingo. Entonces, el empleador le
respondió que si no podía, debían terminar su relación laboral.
El joven contestó que lo sabía. Y que sabía también que tenía que cuidar a su viuda madre,
por lo cual no podía trabajar el domingo. El Sr. Gerard le dijo que estaba bien y que pasara
por la caja para arreglar su situación.
El biógrafo cuenta que por tres largas semanas, el joven recorrió las calles buscando trabajo.
Un día, el presidente de un banco le pidió a Gerard que recomendara a un cajero adecuado
para un nuevo banco que abriría. Después de meditar un momento, él le dio el nombre de la
persona que acababa de despedir. El gerente le expresó que creía que esa persona era a
quien él acababa de despedir. A lo que Gerard asintió, explicando que lo hizo porque no
trabajaría en domingo. Y le dijo que un hombre que perdería su trabajo por un principio es un
hombre a quien le podía confiar su dinero.
Tenemos que preguntarnos si estando nosotros en el lugar de Nabucodonosor, ¿por qué nos
preocuparíamos por tres jóvenes? ¿Cuál era el problema? Un maniático ególatra no soporta
que ni siquiera una persona no cumpla. Tan solo se necesita una persona para hacerlos
enfurecer. Mucho más tres. Los megalómanos nunca están satisfechos con nada menos que
todo.
Y entonces, la conspiración. De la conspiración pasamos al cuarto aspecto en esta narrativa,
la coerción. Y por coerción encontramos aquí a Nabucodonosor con los tres, tratando de
obligarles a responder de manera adecuada. Pero ellos son inquebrantables. Versículos 13 al
15. “Entonces Nabucodonosor dijo con ira y con enojo que trajesen a Sadrac, Mesac y Abednego.” Estas palabras indican qué clase de hombre era. Un loco maniático porque estos tres
hebreos no se inclinaban. Todos esos miles lo hicieron, ¿por qué preocuparse por tres?
“Al instante fueron traídos estos varones delante del rey. Habló Nabucodonosor y les dijo: ¿Es
verdad, Sadrac, Mesac y Abed-nego, que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua
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de oro que he levantado? Ahora, pues, ¿estáis dispuestos para que al oír el son de la bocina,
de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de
música, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma
hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo”. No cita la acusación que
hicieron en el versículo 12 con respecto al respeto, ya que sabía que no era verdad. Y agrega
una oración tonta. “¿Y qué dios será aquel que os libre de mis manos?”
Este hombre tenía poca memoria. Se había olvidado que era el mismo Dios que era capaz de
revelar sueños y visiones. ¿Es verdad que no haréis esto? Y para decir algo en su favor, les
da al menos la chance de hablar antes de arrojarles en la hoguera debido a la acusación de
los caldeos. Estoy seguro que él sabía que ellos no estaban conformes con lo que sucedía
políticamente. Y su pompa le enfurece. Y llega al punto de enfrentarse a Dios y de enfrentar al
poder de Dios.
¡Qué insensatez y estupidez la de ese tipo de orgullo! Cuando usted se enfrenta al Dios
eterno. Se había olvidado que el Dios de Daniel era más grande que todos los dioses de
Babilonia, incluyendo los suyos que no podían contestar sus sueños ni ayudarle de ninguna
manera. Parece que el tonto idólatra se había olvidado de eso en el medio de su
egocentrismo.
Pasamos de la ceremonia a la orden, a la conspiración, la coerción y finalmente a la valentía
en el versículo 16. “Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor,
diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto”. Me encanta. Eso
básicamente significa que no tenían nada que decir. No es arrogante, simplemente admitían
su culpa. No tenemos nada que negar ni que explicar, porque las explicaciones no significarán
nada. Así que no nos preocupa dar una respuesta.
Habían servido fielmente a Nabucodonosor tanto como podían; y esto era demasiado. Y luego
la frase más sublime que cualquier mortal dice en toda la Biblia. La mayor afirmación de fe
verdadera en toda la Escritura, versículos 17 y 18: “He aquí nuestro Dios a quien servimos
puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas,
oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.”
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Ellos dicen que no tienen defensa. Ni respuesta. Ni salida. Nada para decir más que el Dios a
quien sirven es más grande que él y los librará de la hoguera. Y aún si no lo hace, no se
inclinarán. Una afirmación sublime.
¡Qué fe tenían estos jóvenes! ¡Qué valentía! En este lugar confortable, es fácil; pero ellos
estaban al borde del horno. Su testimonio era inquebrantable y firme. Y su fe se mantuvo en el
peor momento.
Es porque estaban comprometidos por completo con el principio interno. Habían sido
enseñados la Palabra de Dios y sabían que debían responder de cierto modo, basados en la
verdad de Dios; y no transigirían sin importar cuáles eran las presiones externas. Una virtud
no dependiente de si obtenían un milagro o no. Ellos aceptarían la voluntad de Dios aun si
significaba la muerte, antes que ser idólatras. Ésta es una integridad inquebrantable sin
concesiones, me mantendré fiel a mi Dios aun si me cuesta la vida. Y nosotros nos
inclinamos todo el tiempo a los ídolos del siglo 21 para ganar lo que queremos entre las
personas de este mundo. Ellos sabían de la ceguera de este rey pagano. Sabían que no
servían las largas explicaciones; simplemente, se comprometieron con Dios y como en Job
13:15 dijeron: “…aunque Él me matare, en Él esperaré…”. Sabían que lo que sucedería a sus
cuerpos no era el problema, sino que sus almas deberían estar unidas a la Verdad de Dios.
Una vida sin concesiones, que no se inclinaría a ningún ídolo sin importar el costo. El ídolo de
la popularidad. El ídolo del confort, de la fama, del respeto del mundo. No existe el
compromiso para alguien que toma esta postura. Dios es bueno cuando no cura, y también
cuando lo hace. Dios es amoroso cuando no provee lo que nosotros creemos necesitar, y
cuando lo hace. Dios es tan misericordioso cuando dice no, como cuando dice sí. Dios es
Dios y Dios debe ser adorado sin realizar concesiones. Y lo que Él hace es Su problema.
Podría resumirse diciendo: en el caso de Dios, la muerte es tan buena como la vida. Pablo lo
dijo: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”. La muerte nunca trajo miedo a
su corazón. Nunca lo obligó a hacer concesiones. Un día le cortaron la cabeza; y él nunca se
acobardó ni hizo concesiones.
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El Señor nos pide que hagamos eso. Éxodo 32:26 pregunta quién está por Jehová. En Mateo
10: “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, Yo también le confesaré
delante de Mi Padre que está en los cielos.” Marcos 8:38: “Porque el que se avergonzare de
mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se
avergonzará también de él”. En otras palabras, hay un llamado a un compromiso sin
concesiones para confesar a la realidad de Dios y permanecer fiel. Y el mundo nos llama con
sus ídolos. Queremos ser populares. Famosos. Queremos agradar, hacer dinero, escalar
posiciones, obtener buenas notas, ganar a alguien. Y así realizamos concesiones y somos
inútiles; y nuestro testimonio es negativo.
Naamán, 2 Reyes 5, fue curado de su lepra. En frente de Eliseo dijo que no habría otro Dios
en su corazón que Jehová pero “En esto perdone Jehová a tu siervo: que cuando mi señor el
rey entrare en el templo de Rimón para adorar en él, y se apoyare sobre mi brazo, si yo
también me inclinare en el templo de Rimón; cuando haga tal, Jehová perdone en esto a tu
siervo”. Estaba preocupado en no hacer concesiones. Y Eliseo lo mandó en paz.
¿Es nuestra fe tan real que no existe precio que nos doblegue? Martín Lutero, en la soledad
de su camino a enfrentar la hora inevitable de su excomunión en lo que se conoce como el
Edicto de Worm, se presentó ante Carlos V, el prelado romano y los príncipes y dijo: “Mi
causa será encomendada al Señor porque Él vive y reina, y preservó a tres niños de la
hoguera del rey de Babilonia. Si Él no desea preservarme, mi vida es algo insignificante
comparado con Cristo. No esperen que yo huya o me retracte, no huiré ni mucho menos me
retractaré. Que el Señor Jesús me fortalezca”.
Siguió el ejemplo de estos tres hebreos. No le pidió a Dios que le salvara, sino que dijo que si
Dios quería su vida, era algo insignificante. Con estos y otros grandes hombres de Dios,
vemos la presión del mundo a inclinarnos ante sus ídolos. Y su respuesta inquebrantable y a
toda prueba. Alguien ha escrito: “El ídolo más querido que he conocido, cualquiera que sea,
ayúdame a arrancarlo de su trono y adorarte solo a Ti”. No sorprende que Juan termine su
epístola Primera Juan 5:21 con las palabras: “Guardaos de los ídolos”.
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Vemos la ceremonia, la orden, la conspiración, la coerción y la valentía. Y ahora las
consecuencias. Versículo 19. Nabucodonosor estaba enojado. En el versículo 13 dice que
tenía ira y enojo. Y “…se demudó el aspecto de su rostro”. Eso significa que estaba tan
enojado que comenzó a arrugarse y hacer caras. Es un adulto…necio. Estaba tan frustrado en
su esfuerzo ególatra para que todos le adoraran que estaba furioso. “Y ordenó que el horno se
calentase siete veces más de lo acostumbrado.”
Algo tonto, ya que si realmente los quería torturar, bajaría el fuego para prolongar el dolor. Al
hacerlo siete veces más caliente, no sufrirían tanto. No sabe lo que hace. Ha perdido el
control de sí mismo. Estamos en una corte llena de débiles aduladores, faltos de carácter. Y
vemos a estos tres hombres que convierten a Nabucodonosor en un imbécil.
Versículo 20: “Y mandó a hombres muy vigorosos que tenía en su ejército, que atasen a
Sadrac, Mesac y Abed-nego, para echarlos en el horno de fuego ardiendo.” Probablemente
era una fosa en la tierra que tenía un tipo de hoyo donde los echaban. Y Nabucodonosor
tendría una especie de balcón desde donde podría ver lo que sucedía. El fuego estaba más
caliente. Llamó a sus mejores soldados, para atarlos y arrojarlos en la hoguera.
“Entonces estos varones fueron atados con sus mantos, sus calzas, sus turbantes y sus
vestidos, y fueron echados dentro del horno de fuego ardiendo.” Eso significa que estaban
bien vestidos. Tenían ropas elegantes para la ocasión.
Creo que habían venido a hacer lo correcto, a responder al rey. No eran rebeldes. Solo que no
podían seguir y desobedecer a Dios.
Inmediatamente, a medida que entraban, supieron que Dios no los salvaría del fuego. Eso fue
evidente a medida que estaban ingresando. Plan B, si no puede ser salvado del fuego,
esperaban ser salvados en el fuego. Y eso es lo que sucedió. Sabían que no escaparían de la
experiencia, pero confiaban en Dios sufriendo a través de la experiencia para Su gloria.
Quizás recordaban las palabras confortantes de Isaías 43:2: “Cuando pases por el fuego, no
te quemarás, ni la llama arderá en ti.” Eso habría sido de consuelo para ellos.
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Versículo 22: “Y como la orden del rey era apremiante, y lo habían calentado mucho, la llama
del fuego mató a aquellos que habían alzado a Sadrac, Mesac y Abed-nego.” Los solados que
los arrojaron se quemaron y murieron. Ellos estaban fuera. Y los otros estaban adentro,
pasando un buen momento. Versículo 23: “Y estos tres varones, Sadrac, Mesac y Abed-nego,
cayeron atados dentro del horno de fuego ardiendo.”
Pasamos de las consecuencias a la compañía en el versículo 24: “Entonces el rey
Nabucodonosor se espantó, y se levantó apresuradamente y dijo a los de su consejo: ¿No
echaron a tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron al rey: Es verdad, oh rey.
Él dijo: He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir
ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses.”
Él está sentado, a una distancia confortable, viendo asombrado lo que sucede. Está
sorprendido. No ve tres, sino cuatro. Y ve que están libres, caminando. No se están
quemando. El cuarto parece el hijo de los dioses. Y no buscaban una salida, sino que
esperaban pacientemente disfrutando de la compañía.
La frase “a hijo de los dioses”. Nabucodonosor era pagano. No habría reconocido al hijo de
Dios si le hubiera visto. No habría comprendido la apariencia de Cristo como vemos en
Génesis 18. Creo que lo que Nabucodonosor pensó y expresó con esta oración es que era un
ser espiritual sobrenatural y lo comparó a un ángel. Y en el versículo 28 del mismo capítulo
utiliza la palabra ángel. A algunos les gustaría pensar que era Cristo. Puede haber sido. Otras
creen que era un ángel. Francamente, no hay modo de saber con certeza. Sabemos con
seguridad que Cristo apareció en determinados momentos en el Antiguo Testamento. Pero si
era Cristo en una apariencia especial antes de Su Encarnación en la tierra o si era un ángel,
no es el tema. El punto es que creo que Dios envió a ese ángel a la hoguera ardiente para
explicar a aquellos tres jóvenes lo que sucedía. Y caminaban y él les decía que Dios le había
enviado para preservarles en medio de ese fuego. No se quemarían. Disfrutarían de su
presencia hasta la próxima escena en el drama.
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Creo que ellos sabían que no se estaban quemando; y Dios envió a Su ángel para cuidarles.
Cuando el Señor dice en la Biblia: “No te desampararé, ni te dejaré”, lo dice en serio. Y envía
a aquellos que son sus ángeles para cuidarnos en medio de circunstancias extremas.
Años antes, Elías había sido honrado de manera similar cuando Dios envió a Sus ángeles
para que le dieran de comer en una época en que se encontraba muy desanimado. Lo
podemos leer en 1 Reyes 19. ¡Cuán maravilloso es saber que Dios es siempre nuestro divino
compañero y cuanto más caliente el fuego, más dulce Su compañía! Por experiencia propia,
cuando estoy en una situación en la cual tomé una postura que no es popular, siento esa
tremenda sensación de compañía divina. Es de lo que Pedro hablaba cuando menciona el
hecho que cuando sufrimos persecuciones, el Espíritu de Dios descansa en nosotros. Y uno
tiene ese sentido abrumador de la presencia de Dios que nos fortalece. Y allí estaban ellos, en
esta hoguera ardiente en compañía divina.
La ceremonia, la orden, la conspiración, la coerción, el coraje, la consecuencia, la compañía, y
por último, el elogio. Algo simple de observar. Versículo 26: “Entonces Nabucodonosor se
acercó a la puerta del horno de fuego ardiendo, y dijo: Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos
del Dios Altísimo, salid y venid. Entonces Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron de en medio
del fuego.”
“Y se juntaron los sátrapas, los gobernadores, los capitanes y los consejeros del rey, para
mirar a estos varones, cómo el fuego no había tenido poder alguno sobre sus cuerpos, ni aun
el cabello de sus cabezas se había quemado; sus ropas estaban intactas, y ni siquiera olor de
fuego tenían.”
Estando yo en la universidad, necesité comprarme un saco deportivo. Y no tenía dinero. Mi
madre siempre me enviaba galletas, no dinero. Un negocio en la ciudad cerca de donde
estaba la universidad se había incendiado; y decidí ir a la venta especial del mismo. Nunca
me olvidaré de ese saco. Aún siento su olor. Durante casi tres años, lo usé en la universidad;
y nunca dejó de oler. A ellos los investigaron y vieron que sus ropas y sus cabellos no se
habían quemado ni tenían olor a fuego.
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“Entonces Nabucodonosor dijo: Bendito sea el Dios de ellos, de Sadrac, Mesac y Abed-nego,
que envió su ángel y libró a sus siervos que confiaron en él, y que no cumplieron el edicto del
rey, y entregaron sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios que su Dios.” Continuaba
siendo politeísta. No dijo el único y verdadero Dios. Y cuando dice: “Bendito sea el Dios de
ellos”, simplemente reconoce lo que los teólogos llaman henoteísmo. Que es una forma de las
religiones en que hay una divinidad suprema a la vez que otras inferiores a ella. Y en su modo
henoteísta, tiene lugar para el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego; y dice en este momento
que es el más alto Dios. Lejos de decir que es El único Dios.
El versículo 28 nos recuerda a Romanos 12:1: “…presentéis vuestros cuerpos en sacrificio
vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo”.
Podemos revolucionar al mundo pagano viviendo una vida sin concesiones para que aún en
su incredulidad tengan que expresar que nuestro Dios es El Supremo. Aún en su incredulidad,
tendrán que decir bendito el Dios de estos sujetos.
Y luego, el elogio en el versículo 29. “Por lo tanto, decreto que todo pueblo, nación o lengua
que dijere blasfemia contra el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego, sea descuartizado, y su
casa convertida en muladar; por cuanto no hay dios que pueda librar como éste. Entonces el
rey engrandeció a Sadrac, Mesac y Abed-nego en la provincia de Babilonia”. Una gran
promoción.
Si creen que los caldeos no estaban felices al comienzo del capítulo 3, se imaginan cómo
estaban al final del mismo. Nabucodonosor no era tonto. Decidió ser bueno con este Dios ya
que si deseaba algo en algún momento, quería que este Dios estuviera de su lado.
Un entrenador de la liga nacional de fútbol tenía siempre a un ministro cristiano en la línea
lateral. Le preguntaron por qué; y si creía en Dios. Él respondió que no estaba seguro, pero en
caso de que hubiera uno, lo quería de su lado. Así era Nabucodonosor. Lo quería de su lado.
Quizás usted y yo nunca enfrentemos una hoguera ardiente. Pero sí enfrentaremos pruebas
de fuego. Y vendrán de distintos lugares. Primero, Satanás nos aflige. Satanás afligió a Jesús
y le tentó. “…el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”, dice
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Pedro. Él acusa a los hermanos, quiere plantar pensamientos malignos. Pablo dice que él
recibió a un mensajero de Satanás enviado para sacudirlo. Satanás tratará de afligirnos a lo
largo del camino.
Segundo, el mundo nos atormentará. Tratará de seducirnos. Tratará de perseguirnos. De
obligarnos a transigir.
Y aunque no lo crean, Dios también nos traerá pruebas a nuestra vida, probando nuestra fe.
Hebreos 12 habla de cómo Dios nos aflige con amonestaciones.
Entonces, tendremos pruebas. Algunas de Satanás, otras del mundo y algunas que Dios
permite. El resultado de todo esto es que seamos refinados y permanezcamos de pie con
valor y sin hacer concesiones. El escritor del himno dice: “Si te hallas probado en ardiente
crisol, Mi gracia potente tu fe sostendrá. Tan solo la escoria deseo quemar y el oro de tu alma
más puro saldrá”. Oremos.
Padre, recuerdo el guerrero en la batalla de los tiempos medievales, lo primero que tenía que
hacer era arrodillarse y doblar la espada sobre su rodilla para ver si se rompía. Él necesitaba
saber si podría soportar el ardor de la batalla. Y, Señor, nosotros somos Tus espadas en
muchas maneras; y muchas veces nos doblas sobre Tu rodilla para ver si nos quebramos. Y
si no nos quebramos, entonces Tú nos usas para ganar grandes victorias. Permítenos confiar
en Tu gran poder liberador, que las tensiones, las pruebas que vienen a nuestro camino sean
las que nos refinan como el oro. Y que no transijamos y abandonemos la bendición que viene
de Ti cuando permanecemos fieles. Y que sepamos que a lo largo de todo ese proceso a
nuestro lado estará Uno “como el hijo de los dioses,” un Compañero divino para fortalecernos
en el medio de nuestra batalla. Conviértenos en personas sin concesiones, que como estos
jóvenes podamos permanecer firmes para que el mundo pueda decir: “Bendito es el Dios de
esta persona que despierta en ellos tal sumisión.” Que ese sea nuestro testimonio, en el
nombre de Cristo. Amén.
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