3- Hot Ticket

1
Dedicado a la memoria de Cliff Burton –
Uno de los bajistas más talentosos e influyentes del metal
Que alguna vez tocó las cuatro cuerdas.
Te has ido, pero no has sido olvidado…
Ahora sólo diré adiós.
“Fade to Black”
~Metallica~
2
Traducido por Simoriah
H
ay cosas en el pasado de Jace Seymour que él no está dispuesto a
compartir con nadie. Para ocultar su culpa y su angustia, busca a la
dominatrix Ama V (Aggie) para calmar temporalmente su caos interno.
Aggie no tiene muchos usos para los hombres, además del subidón de poder que
obtiene cuando están rogando misericordia a sus pies, pero Jace no es como sus
clientes habituales. Su frío desafío e inesperado dominio en la habitación la distraen
y rápidamente le roba el corazón.
Cuando las circunstancias amenazan la posición de Jace en los Sinners, Aggie debe
ayudarlo a recuperar su puesto por derecho en la banda mientras le muestra que el
tiempo y el amor pueden curar todas las heridas.
3
Sinopsis
Capítulo 14
Capítulo 29
Capítulo 1
Capítulo 15
Capítulo 30
Capítulo 2
Capítulo 16
Capítulo 31
Capítulo 3
Capítulo 17
Capítulo 32
Capítulo 4
Capítulo 18
Capítulo 33
Capítulo 5
Capítulo 19
Capítulo 34
Capítulo 6
Capítulo 20
Capítulo 35
Capítulo 7
Capítulo 21
Capítulo 36
Capítulo 8
Capítulo 22
Capítulo 37
Capítulo 9
Capítulo 23
Capítulo 38
Capítulo 10
Capítulo 24
Capítulo 39
Capítulo 11
Capítulo 25
Capítulo 40
Capítulo 12
Capítulo 26
Capítulo 13
Capítulo 27
Biografía del
autor
Capítulo 28
Próximo Libro
4
Traducido por Simoriah
Corregido por Curitiba
A
los segundos de conocer a un hombre, Aggie podía destinarlo a una de
dos listas.
Lista A: Hombres Que No Valen La Pena Mi Tiempo.
Lista B: Hombres A Los Que Me Gustaría Follar.
La Lista A crecía con cada hora que trabajaba en el club nocturno Paradise Found.
No podía recordar la última vez que un hombre había aterrizado en la Lista B.
Eso podría explicar por qué Aggie había dejado caer su látigo cuando él atrajo su
atención. Quienquiera que fuera. El potencial Lista B atravesó la habitación como si
fuera el dueño del lugar. Tenía la apariencia del estereotípico chico malo (cuero,
tatuajes y listo para pelear) la cual era contradicha por el rostro más dulce que ella
había visto jamás. Cuando se sentó en la mesa más cercana a su escenario, él se apoyó
contra el respaldo y cruzó las piernas por los tobillos, como si planeara quedarse por
un rato.
Interesante. Y completamente follable.
Sorbiendo su trago, Cara de Ángel la miró con un extraño brillo de desafío en sus
ojos oscuros. Algo en él la hizo pensar instantáneamente en cosas traviesas. Sólo la
mitad de ellos incluía causar dolor a su duro cuerpo. Oh, el tipo era apuesto, no había
forma de negarlo, pero ése no era su principal atractivo. Lo extraño era que ella no
sabía qué lo distinguía del resto de los otros clientes del club nocturno. Quizás
necesitaba una nueva lista sólo para él.
Lista Temporal C: Hombres Que No Puedo Etiquetar Instantáneamente. No tenía
dudas de que el único miembro de esta lista rápidamente aterrizaría en la Lista A. De
ninguna manera consideraría a un cliente como un potencial Lista B. Sin importar
cuán atractivo fuera.
Aggie recuperó su látigo del suelo del escenario (qué vergonzoso) y lo hizo resonar
junto a la mejilla de Apuesto. Él no se inmutó. Su cuerpo se tensó, pero no de miedo.
5
Por el ligero jadeo que emitió y el aleteo de sus pestañas, ella pudo decir que la
amenaza lo excitaba.
A la mayoría de los hombres le gustaba observar la rutina de Aggie desde las
sombras y creer que podían tolerar su abuso. Intentando mostrar su dureza, elegían
a la dominatrix vestida de cuero para entretenerlos en Paradise Found, pero pocos se
sentaban lo suficientemente cerca para ser golpeados con el látigo. No que ella
realmente golpeara a alguien en el club. Si un hombre quería que ella lo castigara por
haber nacido con un cromosoma Y, tenía que pagar extra.
Aggie hizo retroceder el brazo y chasqueó el látigo una vez junto a la mejilla del
recién llegado. El cuero resonó a centímetros de su piel. Estuvo satisfecha cuando él
tampoco se inmutó esta vez. Oh Dios, sería divertido domarlo. Había pasado una
eternidad desde que ella había tenido un verdadero desafío en su calabozo.
Él la miró directamente a los ojos mientras ella se acercaba bailando. Él lucía
bastante joven, cerca de los veinticinco, quizás, pero tenía ojos más sabios de lo que
su edad indicaba. Ella apostaría que él había visto mucha tragedia en su vida. Muchos
de aquellos que la buscaban para liberarse lo hacían.
El joven le indicó que se acercara con un dedo. Sorprendida, ella le arqueó una ceja
y miró a Eli, el guardaespaldas que estaba de pie cerca del escenario. Se suponía que
ella no debía discutir negocios extras en el club. En lo que concernía a sus compañeros
de trabajo, la rutina de dominatrix de Aggie era completa ficción. Más tarde, cuando
ella bajaba para interactuar con los clientes de una forma más personal, deslizaba su
tarjeta a los potenciales esclavos, pero su actuación no había terminado aún.
Necesitaba concentrarse en bailar y no en soñar despierta en convertir en su perra a
un hombre extremadamente apuesto y de aspecto rudo.
Aggie enganchó la pierna alrededor del tubo plateado y giró alrededor de éste, su
largo cabello negro volando detrás de ella. Cuando su detuvo, encontró que el tipo
había abandonado su silla y estaba de pie contra el escenario a sus pies. Él sacó un
billete del bolsillo trasero y se lo ofreció con dos dedos. Hola, Billete de Cien. Mamá
necesita un nuevo par de botas.
Sosteniéndose del tubo con una mano, se inclinó hacia el cliente, ofreciendo a su
vista la parte superior de sus llenos pechos. La mirada de él se movió hacia su piel
desnuda, y se pasó la lengua por el labio superior. Usualmente, para ella, un tipo lucía
tan mundano como otro, pero absorbió cada centímetro de éste, desde sus pesadas
botas negras hasta su cabello platinado parado. Ojos oscuros. Cejas oscuras. Barba
oscura de algunos días. El indicio de un tatuaje se revelaba sobre el cuello de su
camiseta. Una banda de cuero con tachas le adornaba la muñeca derecha. Lucía duro
y rudo, pero dulce como la sacarina a la vez. Un ángel del infierno, con énfasis en el
6
ángel. Se preguntó si su barba era un intento de cubrir ese innegablemente bonito
rostro suyo.
Él deslizó el billete entre los pechos de Aggie y dentro del corpiño de su bustier de
cuero negro. Cuando los dedos de él le rozaron la piel, los pezones de ella se
apretaron. Una reacción completamente inusual en ella. Típicamente, cuando los
clientes la tocaban, le causaban escalofríos. Éste había activado todos sus sistemas.
El pequeño aro de plata en el lóbulo de su oreja brilló en la luz estroboscópica. Aggie
se mordió la lengua, queriendo mordisquearle la oreja en su lugar. Sí tenía algo por
las orejas.
Um, respuesta equivocada, Aggie. Los clientes nunca eran juego limpio para la
acción en la cama.
—¿Haces bailes privados? —preguntó él, los ojos marrón chocolate fijos en los
suyos. Su voz era más profunda de lo que ella había esperado y tan baja, que no lo
hubiera oído sobre la fuerte música del club si no hubiera estado inclinada tan cerca
de él.
—¿Te refieres a un lap dance1?
—Si eso es lo que haces. ¿Cuánto?
—Cincuenta.
Él le entregó otro billete de cien. Al tipo le debía haber ido bien en el casino. No
lucía adinerado. Vestía una simple camiseta blanca, una chaqueta gastada de cuero
negro y apretados jeans, los cuales se aferraban al enorme bulto en sus pantalones.
Bueno, hola, grandote. Estaba feliz de no ser la única que pensaba que su próximo
baile debía ser el mambo horizontal.
Aggie, cálmate, mujer. Es un cliente. No puede ser. Oh, pero quería. Hacerlo. Con. Él.
La mirada de él bajó al suelo, y se sonrojó.
—¿Ofreces otros servicios?
Wow, amigo. Frenos activados.
—No soy una prostituta, si eso es lo que estás preguntando.
Él sacudió la cabeza.
—No me refería a eso. Quiero que me lastimes. —Inhaló profunda y
temblorosamente en su pecho que se expandía—. Duro.
1
Lap dance: baile erótico realizado en el regazo de un hombre.
7
Oh, sí. Puedo hacerlo, cariño.
Aggie echó un vistazo al guardaespaldas una vez más para asegurarse de que no
estuviera observando su transacción. La atención de Eli estaba en el escenario más
alejado, donde la bailarina más nueva de Paradise Found, Jessica, alias Feather,
bailaba en sus plumas blancas y bufanda de seda. Los hombres estaban fascinados
con ella. Aunque Jessica tenía un cuerpo fantástico y sabía cómo moverlo,
simplemente no tenía la actitud mental para ser una bailarina exótica. Ninguno de los
hombres babeantes que rodeaban el escenario de Feather con ojos ligeramente
agrandados y cremalleras excesivamente abultadas estaría de acuerdo con la opinión
de Aggie. Todos lo que ellos veían era el hermoso paquete externo; no el corazón
severamente roto por dentro. Sin embargo, Aggie sí lo veía. Lo había reconocido
desde el instante en que había conocido a Jessica y le había ayudado a conseguir este
trabajo. Pobre cordero. Tan confundida y llena de conflictos.
Aggie devolvió su atención al tipo a sus pies. Ella no tenía la misma simpatía por
los hombres.
—Sí consiento por un precio —le dijo Aggie—. Pero sin sexo.
—No necesito sexo.
Ella asintió. Él no era nuevo en esto. Lo cual lo hacía mucho más divertido que sus
víctimas habituales. Tenía un par de clientes regulares que visitaban su calabozo, pero
la mayoría de sus clientes eran tipos que visitaban Vegas y que querían explorar su
lado más oscuro por una noche. Nunca volvía a ver a la mayoría, lo cual le parecía
perfectamente bien. Muchas dommes2 preferían a los habituales, pero Aggie prefería
rechazar un buen dinero a encariñarse con alguno de sus sumisos.
El cuerpo de su interés actual tenía tensión en cada línea. Cuando la miró, el
profundo dolor emocional en su mirada hizo que su vientre temblara. Sí, rubio, eres
exactamente el desafío que necesito en este momento.
—Puedo hacerlo, ángel, pero no aquí. Te daré mi tarjeta más tarde, y puedes
llamarme. Si eres afortunado, te mostraré mi calabozo.
Él se estremeció, su respiración saliendo en un excitado jadeo.
Quizás ella debía llevarlo detrás de bambalinas y darle una probada de lo que tenía
para ofrecer. Él lucía listo para explotar con la tensión de contener su dolor.
Necesitaba la liberación que ella podía darle. Y ella necesitaba verlo arrastrarse hacia
sus botas para que pudiera rechazarlo por no ser digno de su tiempo. Cuanto más
pronto él se uniera a los hombres de la Lista A, mejor.
2
Dommes: dominatrix.
8
Aggie se dejó caer de rodillas en el escenario para continuar bailando mientras le
hablaba.
—¿Cuándo lo necesitas?
—Tan pronto como sea posible.
—Creo tener algo disponible en unos pocos días.
—Esta noche. Tengo dinero. Dime tu precio.
¿Dime tu precio? Definitivamente hablaba en su idioma, pero hacerlo esperar haría
la mitad del trabajo por ella. Le pasó las uñas rojo sangre por el costado del cuello,
dejando ligeros arañazos detrás.
—Revisaré mi agenda y veré si puedo hacerte un lugar. Quizás mañana. O pasado
mañana.
Estaba ansiosa por dejar marcas en su carne y oírlo gritar de dolor. Quería el premio
mayor que él podía darle: que le rogara misericordia, que le rogara que se detuviera.
Ese dulce instante en que él le diera todo su poder y en que ella fuera su dueña. Eso
era lo que quería. Lo que necesitaba para mantenerse por encima de ese oscuro y
profundo abismo en el que una vez había residido. Pero era demasiado pronto para
darle lo que quería. Él obtendría mayor satisfacción si ella lo postergaba durante
algunos días. Si permitía que la anticipación se asentara en su cuerpo y sus
pensamientos hasta que no pudiera pensar en nada más excepto la deliciosa agonía
que ella prometía.
Una conmoción al otro lado de la habitación atrajo su atención. Eli, el
guardaespaldas de Aggie, se lanzó hacia el escenario de Feather. Un cliente grande y
apuesto había capturado a Jessica en sus brazos. Ella estaba envuelta en una
chaqueta de cuero con los brazos atrapados sin poder hacer nada. Varios
guardaespaldas estaban tratando de asegurar su liberación. Varios otros escoltaban
a un tipo alto y delgado fuera del club. Un tercero de pie junto al captor de Jessica
sacudía la cabeza con vergüenza. Los tres clientes tenían una apariencia similar. Como
si pertenecieran a una banda de rock o algo así. Ahora que lo pensaba, el chico
apuesto al final de su escenario tenía una apariencia similar. Un grupo que hacía
juego. Ella bajó la mirada para encontrar que su potencial buen momento había
desaparecido.
—¡Hijos de puta! —gritó su ángel rubio mientras se lanzaba sobre la espalda de
uno de los guardaespaldas.
9
Cuando Jace vio que un guardaespaldas arrastraba al baterista de los Sinners, Eric,
hacia la salida, no pensó, sólo actuó. Todos los pensamientos de la hermosa
dominatrix de cabello negro y las gloriosas cosas que podía hacerle a su cuerpo
abandonaron su mente.
Jace atravesó el club corriendo, saltó una silla y aterrizó sobre la espalda del
guardaespaldas. Sabía que no era lo suficientemente grande para derribarlo, pero
Jace podía pelear. Si las cosas hubieran resultado diferentes, podría haberse
convertido en un boxeador profesional, en lugar de ser el bajista de una banda de
rock.
No le importaba una ocasional pelea, era bueno peleando y sabía cómo derribar a
un hombre con un puñetazo, pero Jace ni siquiera estaba seguro de por qué se
estaban peleando con un grupo de guardaespaldas en la despedida de soltero de
Brian. Se suponía que estaban celebrando, no agitando las cosas. Mejor que Eric
tuviera una buena razón para molestar lo suficiente a ocho guardaespaldas para que
golpearan todo lo que se movía. Cuando la pelea se mudó a la vereda fuera del club,
aumentó. Jace derribó a un par de tipos con un puñetazo, antes de hacer una pausa
para evaluar la situación.
Alto y delgado, Eric peleaba bien, pero estaba superado cuatro a uno. Rodeado
por los cuatro costados sin escapatoria, Eric inesperadamente señaló el cielo.
—¡Miren, los Elvis Voladores!
Los cuatro guardaespaldas miraron el cielo oscuro como pavos en una tormenta.
Cuando su atención se volvió hacia arriba, Eric golpeó a uno de los guardaespaldas a
la altura de la cintura, intentando escapar del círculo de músculo, pero tan pronto
como se dieron cuenta de que no había íconos cayendo en paracaídas para
entretenerlos, los cuatro golpearon a Eric en rápida sucesión.
Jace decidió emparejar las cosas. Dos ganchos al rostro y un par de docenas de
golpes rápidos después, otros dos guardaespaldas yacían en la vereda: uno
desmayado, el otro intentando levantarse, pero sin poder recuperar el equilibrio.
Eric se secó la sangre del ojo, su sorprendida mirada yendo de los escombros
humanos a sus pies a Jace.
—Jesús, hombrecito, eres un equipo de demolición de una sola persona.
Distraído por el cumplido de Eric, Jace encontró un inesperado puño en su
mandíbula. El dolor irradió por el lado de su rostro. Sus oídos resonaron. La visión se
borró. No le importaba el dolor, pero la sacudida a sus sentidos lo dejó
desbalanceado. Recibió otro golpe a la mandíbula antes de que pudiera concentrarse
lo suficiente para derribar a su adversario con un fuerte puñetazo debajo del mentón.
10
Respirando con fuerza, Jace giró y vio a un tipo golpear al guitarrista rítmico de los
Sinners, Trey, en la parte trasera de la cabeza con un bate de aluminio. Trey ni siquiera
había estado en el club cuando estalló la pelea. ¿Por qué había sido atacado?
—Maldito marica —gruñó el guardaespaldas.
Trey cayó a la vereda, instantáneamente inconsciente. Eric fue detrás del imbécil
con el bate, arrancándole el arma de las manos y lanzándolo hacia la calle más allá de
la vereda.
—Nadie. —Eric le dio al tipo un puñetazo en el rostro—. Lo llama. —Lo golpeó una
vez más—. Un marica. —Y una vez más—. Nunca. —Eric continuó aporreando al tipo
hasta que éste dejó de levantarse.
Su guitarrista principal, Brian (¿cuándo demonios se había unido al combate?),
estaba en una pelea uno contra uno con el último guardaespaldas de pie. Ambos
avanzaban y retrocedían con golpes por la vereda. Brian recibió un duro puño en la
nariz, lo cual lo molestó lo suficiente para derribar al tipo con un par de rápidos
puñetazos.
Jace respiró hondo. Agradecido de que hubiera terminado. Ahora quizás podría
terminar su whiskey y concertar una cita con esa dominatrix tan ardiente como las
llamas azules. Sed, el vocalista de los Sinners, salió bruscamente del club.
Aparentemente, se había cansado de la stripper que había capturado del escenario y
estaba listo para pelear. Les podría haber venido bien antes. Sed era enorme. Un
fisicoculturista que habría sido un buen guardaespaldas si no hubiera recibido de los
cielos el don de la voz. Sed miró furioso alrededor, buscando a alguien a quien
golpear, pero todos los guardaespaldas ya habían sido derribados.
Desafortunadamente, lo mismo le había sucedido a Trey.
Sed cruzó la vereda en dos grandes pasos y se inclinó sobre Trey. Lo tomó por los
hombros, le levantó el torso del suelo y le dio un suave sacudón. Desmayado, la
cabeza de Trey colgó flojamente.
—¿Trey? ¡Trey! Trey, abre los ojos. —Sed echó un vistazo a Eric—. ¿Qué mierda le
sucedió?
—Ese imbécil lo golpeó en la parte de atrás de la cabeza con un bate de beisbol.
—Dicho imbécil gemía en el medio de la vereda. Eric había hecho un desastre con el
rostro del tipo.
—¿Qué mierda? —Sed depositó a Trey en la vereda, se puso de rodillas y puso la
oreja contra el pecho de Trey—. Su corazón todavía late. Respira.
—Bueno, duh. No creíste que estaba muerto, ¿verdad? Ni siquiera está sangrando.
11
Brian hizo su camino de regreso por la vereda tambaleándose para unírseles. Se
masajeaba los nudillos de la mano derecha, sus cejas oscuras unidas en un ceño
fruncido con enojo.
—Maldición, Eric, ¿por qué tuviste que comenzar problemas?
—Fue culpa de Sed. Él fue el que sacó a Jessica del escenario.
La mirada de Jace giró hacia Sed con asombro. ¿Jessica? ¿La prometida de Sed que
lo había abandonado casi dos años atrás? Mundo pequeño. Jace no la había
reconocido sin la ropa.
—¿A quién le importa quién comenzó? Se terminó —dijo Sed—. Salgamos de aquí
antes de que aparezca la policía. Dudo que Myrna quiera sacar a Brian bajo fianza de
la prisión el día de su boda, y luego hay un concierto mañana. En cierta forma no
podemos perdérnoslo.
Probablemente deberían haber pensado en eso antes de arruinarse las manos, los
rostros y los cuerpos en un riña que parecía no tener sentido ahora que había
terminado. Mientras que tenía el récord de la Fiesta de Despedida de Soltero Más
Corta de la Historia, la última noche de Brian como hombre soltero definitivamente
había sido una para recordar.
Jace miró hacia la puerta del club y dejó salir un suspiro de frustración. No había
conseguido la tarjeta de la dominatrix que generaba erecciones, y necesitaba tanto
verla en privado. Pelear tendía a liberar algo de su tensión, por eso seguía practicando
boxeo de forma recreativa, aunque ahora tenía un mejor trabajo en una banda de
rock, pero meterse en una pelea en un bar no calmaba la confusión de su alma. No
como lo haría el recibir latigazos hasta el límite de su tolerancia por una mujer en
tacos altos y cuero.
Sed levantó a Trey de la vereda, se lo lanzó sobre el hombro y si dirigió hacia el
Thunderbird rosa del ’57 estacionado en el cordón. El sonido de sirenas se hacía cada
vez más fuerte.
—¡Jace, vámonos! —gritó Eric.
Después de una última mirada de anhelo a las puertas giratorias del club, Jace se
subió a su Harley, esperó a que Eric se acomodara detrás de él y luego siguió al auto
de regreso a su bus de gira detrás del Hotel Mandalay Bay. Seguramente alguien
reportaría sus vehículos. Hubo abundantes testigos de la pelea. Cada miembro de la
banda estaba probablemente jodido. Atrapado. En enormes problemas. Su manager,
Jerry, les había dicho que si alguno de ellos era arrestado de nuevo, no se molestaran
en llamarlo. Se negaba a sacarlos de la cárcel. También amenazó a su equipo con ser
despedidos inmediatamente si les daban ayuda. Jerry no hacía amenazas en vano.
12
Cuando Jace se detuvo detrás del bus de gira, Trey salió a tropezones del auto de
Myrna y se apoyó contra el guardabarros. Al menos ahora estaba consciente. Jace
movió la motocicleta hasta que estuvo apoyada en su pie, apagó el motor y fue a ver
a Trey.
—¿Estás bien, amigo? —preguntó Jace.
Ninguno de sus compañeros de banda estaba lo que Jace consideraría bronceado,
pero Trey lucía directamente fantasmal.
—Sí. Sólo un poco mareado. —Trey se presionó las sienes con ambas manos—.
Mierda, me duele la cabeza.
Brian salió por la ventanilla del conductor.
—Vuelve a entrar al auto, Trey, y te llevaremos al hospital.
—A la mierda con eso. Sabes que odio los hospitales. ¿Por qué crees que nunca
seguí los pasos de mi padre?
—Porque eres demasiado tonto para ser un doctor —dijo Brian—. Ahora vuelve al
auto.
Sed sacó su cuerpo de un metro noventa y dos del pequeño auto.
—Escucha a Brian, Trey. Vuelve al auto. —Tomó a Trey de los hombros e intentó
obligarlo.
Trey se salió de su asidero.
—Eric está sangrando por todas partes y no amenazas con llevarlo al hospital.
Sed se encogió de hombros.
—Como sea. Sólo es Eric.
—Muchísimas putas gracias por tu preocupación, Sed —dijo Eric—. En serio. Lo
aprecio. —Del corte en un lado de su cabeza, la sangre seguía goteando por el rostro
de Eric y hacia su camiseta negra.
—¿Necesitas puntos? —preguntó Jace.
Eric frunció el ceño.
—¿Tú?
Jace sacudió la cabeza.
—No sangro por ninguna parte.
13
—¿Y por qué es eso, hombrecito?
Jace se encogió de hombros, llevando la vista al suelo para evitar que Eric
reconociera que se las había arreglado para enojarlo. Simplemente no podía ganar
con Eric. Nunca. Y lo respetaba demasiado para derribarlo sobre su trasero. Jace
respiró hondo y la dejó salir lentamente mientras miraba el suelo. Aceptaba un
montón de mierda de Eric, pero si eso era lo que tenía que hacer para quedarse en la
banda, continuaría haciéndolo. Nada más en todo este maldito planeta significaba
más para él que estos cuatro brillantes músicos.
—Sed, dame tus gafas —dijo Brian, ahora parado en su pequeño montón de gente
y moviendo la mano hacia Sed.
—¿Para qué mierda necesitas gafas? Es casi medianoche.
—Sólo entrégalos.
Sed sacó las gafas del bolsillo de su chaqueta, se los entregó a Brian y luego respiró
hondo.
—De acuerdo, voy a entrar. Myrna va a matarme por permitir que a Brian le
patearan el culo la noche antes de su boda.
—No me patearon el trasero.
—Has lucido mejor, amigo mío. Confía en mí cuando te digo eso.
Sed subió los escalones del bus de gira, seguido de Eric.
—¿Estás seguro de que estás bien, Trey? —preguntó Jace.
—Sí. Sólo necesito un poco de hielo. —Trey se toqueteó la parte trasera de la
cabeza e hizo una mueca. Siguió a Eric por los escalones, inclinándose sólo
ligeramente hacia la izquierda.
—Tú sigues —insistió Brian a Jace.
Jace le sonrió.
—¿Le temes a Myrna?
—Demonios, sí, le temo a Myrna. Odio discutir con ella. Siempre gana. Y tiene
todas las razones para estar furiosa conmigo. ¿Quién quiere pararse en el altar con un
tipo que tiene dos ojos negros?
La sonrisa de Jace se ensanchó, y la tibieza de la vergüenza se extendió por su
rostro.
14
—Myrna quiere hacerlo. Te ama.
Brian respiró hondo.
—Espero que tengas razón. Dios, no puede ponerle ese anillo en el dedo lo
suficientemente rápido. De acuerdo, Jace, ve. Sed probablemente ya le haya contado
las noticias. Necesito múltiples obstáculos en su camino, y no creo que realmente te
golpee. Ella cree que tú eres el dulce. —Brian casi se ahogó con su risa.
Jace nunca le había dado a Myrna motivos para pensar lo contrario.
—Todo estará bien. Sólo arrástrate.
—¿Arrastrarme? —Brian lució pensativo por un momento, y luego asintió—.
Puedo hacerlo.
Jace subió los escalones para encontrar a Myrna, todavía llevando su traje de
negocios y luciendo toda mojigata, cuando decididamente no era mojigata bajo
ningún concepto, ocupándose del corte cerca de la sien de Eric. Eric consumía cada
minuto de su preocupación. Tenía una pequeña, mejor dicho una gran infatuación con
la mujer de Brian, así que cualquier atención que ella le diera lo volvía tonto. Trey
estaba buscando hielo en el freezer. Sed estaba de pie junto a la mesa luciendo como
si hubiera robado un banco.
Ni siquiera le tomó a Myrna dos minutos poner a Brian en su lugar. Estaba lo
suficiente consciente de la falta de privacidad como para llevar su discusión a la
habitación en la parte trasera del bus, pero incluso con la puerta cerrada, Jace pudo
oír a Brian arrastrándose pidiendo perdón. Estaba haciendo un trabajo genial según
la estimación de Jace, aunque Myrna todavía no sonaba demasiado dispuesta a
perdonar a su prometido por los ojos negros a juego.
Jace se frotó los nudillos hinchados, preguntándose cómo iba a tocar la noche
siguiente. No podía permitirse meterse en más peleas. Si se lastimaba las manos, los
Sinners sin duda se desharían de él. No quería darles una razón para despedirlo de la
banda. No después de que había trabajado tan duro para ser parte de ésta.
Sed sacó una botella de aspirinas del baño y sonrió mientras se las entregaba a
Trey. Asintió hacia la delgada puerta de la habitación.
—Supongo que se reconciliaron.
Ya no había sonidos de Brian arrastrándose. Sólo los inequívocos gritos de éxtasis
de Myrna, producidos regularmente.
Trey rio.
15
—¿Quién puede permanecer enojado con Brian? —Tragó varias pastillas y le pasó
la botella a Eric.
—Me alegra que se hayan reconciliado —dijo Eric, sosteniendo un trapo de cocina
manchado de sangre contra su sien—. Me habría sentido terrible si ella hubiera
cancelado la boda.
—Deberías sentirte terrible —dijo Jace, mirando el suelo, porque sabía que su
mirada tendría un desafío. A través de todas las lecciones que su padre había
intentado enseñarle, mantener el desafío fuera de su mirada nunca había tenido
efecto—. Tú empezaste todo.
—Bueno, no te pedí ayuda, hombrecito, ¿verdad? —dijo Eric.
No, no lo había hecho. Jace debería haberse quedado fuera de todo y permitir que
los guardaespaldas reacomodaran el rostro de Eric.
Jace frunció los labios y asintió ligeramente. Salió del bus sin una palabra, sin estar
de humor para otra confrontación. No con Eric. El hombre que no tenía idea del
impacto positivo que había tenido en la vida de Jace. Si no pensara en Eric en algo así
como su héroe, lo hubiera golpeado en el rostro años atrás.
Jace se subió a su Harley, se puso el casco y arrancó la motocicleta. El motor rugió
al tomar vida debajo de él. La libertad que el sonido representaba inmediatamente le
dio tranquilidad. Se alejó, sin realmente saber hacia dónde iba, pero sus
pensamientos se había fijado en una hermosura de cabello negro con un látigo. La
mujer era exactamente lo que él necesitaba.
Se preguntó si todavía estaría en el club. Necesitaba recoger esa tarjeta que ella le
había prometido y hacer una cita para su perfecto abuso.
Inmediatamente.
16
Traducido por flochi
Corregido por Curitiba
J
ace se detuvo en el callejón de al lado del club. Ni siquiera debía estar allí.
Mientras que siempre había sido bueno para pasar inadvertido, sabía que
tenía un aspecto distintivo, y que los guardaespaldas no se tomaban
amablemente ser pateados en el trasero. Si lo veían, probablemente pasaría
la noche en la cárcel. O peor, el hospital. Participar de una pelea era una cosa, ser
atacado por un grupo de hombres musculosos, otra complemente diferente. Pero
estaba dispuesto a arriesgarse con tal de volver a verla. A ella. Quienquiera que fuera.
Diablos, ni siquiera sabía su nombre.
Jace apagó el motor de la Harley, movió la motocicleta hacia atrás para enganchar
el pie de apoyo y se bajó. Apoyándose contra el costado del asiento con el casco
puesto, esperó afuera de la salida trasera a que emergiera su hermoso demonio de
cuero negro. Esperaba no habérsela perdido. La necesitaba. Mucho. Esperaría toda
la noche si tenía que hacerlo. No era como si tuviera otro lugar en que estar.
Durante la siguiente media hora, varias personas, en su mayoría otras bailarinas,
salieron del club a través de la puerta trasera. Jace se ganó algunas miradas curiosas,
pero nadie cuestionó sus motivos.
Cuando ella finalmente salió, él se quedó sin aliento. Ella llevaba un largo abrigo de
piel negro sobre su bustier de cuero, ropa interior negra de satén y botas altas hasta
los muslos. Jace reprimió un estremecimiento de anhelo primal. Ella hizo una pausa
en la parte inferior de las escaleras y llevó la mano a su bolsillo, buscando algo. ¿Un
cigarrillo, quizás?
Jace se tocó los bolsillos buscando un encendedor, pero ella sacó una caja de
chicles y se metió uno en la boca. Volvió la cabeza en su dirección.
Lo vio.
Su polla se agitó de emoción. Anticipación. Cada centímetro de su piel
hormigueaba con anhelo.
Los labios llenos y rojos de ella se curvaron en una sexy sonrisa.
17
¿Lo reconocía? Él no sabía cómo. Todavía llevaba el casco puesto con el visor negro
bajo. Quizás ella le sonreía así a cada tipo. No estaba seguro de por qué ese
pensamiento lo molestaba. Él simplemente quería comprar sus servicios por unas
horas, no hacer de ella una constante en su vida. Pero si de constantes se trataba, ella
era única. Santo Dios, la mujer era verdaderamente exquisita.
Ella caminó hacia él, moviéndose con gracia, como un gato que merodea. Cuanto
más se acercaba, más fuerte latía su corazón y más rápido corría. Jace se irguió,
alejándose de la motocicleta.
Ella se detuvo directamente frente a él. Él pudo sentir su calor corporal a través de
su ropa. Acariciaba su piel. Aumentaba su consciencia de ella.
Él se inclinó hacia ella. Queriendo tocarla. Saborearla. Experimentar todo lo que
ella era.
Pero sobre todo, quería que ella lo moliera a golpes.
—Pensé que podrías aparecer —murmuró ella—. Todavía te debo un baile.
En sus botas hasta los muslos con tacones de siete centímetros y medio, ella se
erguía unos centímetros por encima de él. Sin ellas, probablemente él sería un par de
centímetros más alto que ella. Su altura no lo molestaba. Mirarla desde abajo lo
excitaba. Su largo cuello blanco lo excitaba. El afilado ángulo de su mandíbula. La
suave mejilla. Pestañas llenas. Flequillo espeso y negro. El olor almizclado de su
perfume mezclado con cuero y chicle de menta. El ronco y suave sonido de su voz.
Todo en ella lo excitaba. La necesitaba. Ahora. Demandó cada fragmento de voluntad
no arrastrar su cuerpo contra el de él.
—¿Cómo sabías que era yo? —preguntó.
Ella levantó el visor de su casco y lo miró fijamente a los ojos. Sus irises azul cerúleo
eran un sorprendente contraste con su cabello negro azabache y la piel blanca como
porcelana.
—¿Aparte del hecho que traes la misma ropa?
Oh.
—Es la manera en que te conduces, ángel. La tensión de tu cuerpo. Sale de ti en
pulsaciones. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que has tenido liberación?
Él sabía a qué se refería. No se refería a liberación sexual. Podía tener eso cuando
lo deseara. Ella se refería a cuánto había pasado desde que había recibido lo que
necesitaba. La liberación que ella podía darle.
18
—Casi un año.
Ella frunció los labios con simpatía.
—Pobre bebé. Lo arreglaré. —Le tocó la mejilla—. Lo mejoraré.
Ondas de placer serpentearon por la mandíbula de él, bajando por su cuello y
abdomen. Lo tomaron por las pelotas. Se estremeció. Extendió la mano hacia ella.
Necesitando eso. A ella.
Ella alejó su mano de una bofetada.
—No.
Él apretó la mano en un puño y lo bajó a un costado. Él sabía que ella era una
domme y que estaba acostumbraba a que los hombres acataran sus órdenes, así que
le permitió conservar su poder. Por ahora.
—Vamos.
—¿Ahora?
—Sí, ahora. En este mismo momento.
Ella rio. El rico, ronco sonido hizo que su columna cosquilleara.
—Tengo que volver al trabajo, dulzura.
Su aliento salió en un jadeo frustrado.
—¿Entonces cuándo? ¿Cuándo?
—Mañana a la noche. Diez en punto.
El estómago de Jace se tensó. Sacudió la cabeza.
—No puedo esperar tanto.
La mano de ella se ahuecó alrededor de la entrepierna de él. Su aliento se detuvo.
Ella le apretó las bolas. No con demasiada fuerza. Lo suficiente para regalarle una
deliciosa agonía. Dolía de una manera tan placentera, que él se mordió el labio para
evitar gritar de éxtasis.
—Esperarás —dijo ella imparcialmente—. Dilo.
Él se resistió.
Ella apretó con más fuerza.
—Dilo.
19
Él atrajo el horrible y dulce dolor a su interior, anhelando más de lo mismo.
Ella quitó la mano, y él hizo un gesto de dolor. Su estómago se agitó, pero quería
más dolor. Mucho más. Y sabía que ella no se lo daría, jamás, a menos que la
obedeciera.
—Esperaré.
Ella sonrió y deslizó algo en su mano. Una tarjeta de presentación.
—Esta es la dirección. Preséntate a tiempo, o no responderé al timbre.
Él bajó la mirada hacia la simple tarjeta de presentación negra. Había la suficiente
luz en el callejón para divisar el texto rojo sangre. Ama V, especializada en castigos
corporales. ¿Castigo corporal? Dios, él casi acaba en su pierna de sólo verlo impreso.
Jace respiró para aclarar sus pensamientos. Tenía otras responsabilidades que
considerar. Los Sinners tenían una importante presentación la noche siguiente. ¿El
concierto terminaría para la diez? Aunque por lo general eran cabeza de cartel, los
Sinners serían teloneros mañana, así que su espectáculo comenzaría antes de lo
habitual. Deberían terminar para las nueve treinta, así que tendría que apresurarse.
—Estaré allí —dijo.
—Estoy ansiosa por hacerte rogar por misericordia —murmuró ella.
—Entonces te sentirás decepcionada. —Él deslizó la tarjeta en su bolsillo y se subió
a la motocicleta. Dio vuelta a la llave, y el motor rugió a la vida debajo de él—. Hasta
mañana.
20
Traducido por Itorres
Corregido por Curitiba
J
ace movió el paquete de hielo de la mano izquierda a la derecha. La
hinchazón comenzaba a bajar, pero él sabía que tocaría como la mierda esta
noche. Iban a ser teloneros de Exodus End, frente a un lleno total. En Las
Putas Vegas, Nevada. Esto debería ser un gran impulso para sus carreras
musicales, y estaba garantizado que apestaran. Los Sinners estaban subiendo en el
negocio, pero Exodus End estaba en la cima del género, sin signos de desaceleración.
¿Podrían los Sinners haber elegido un peor concierto para estar en peor forma? No
era probable.
Cabello de estrella del rock mojado por una reciente ducha, Eric se hundió en el
sofá junto a Jace.
—¿Cómo está la mano?
Jace se encogió de hombros.
—Viviré.
—Sí, pero lo más importante, ¿puedes tocar?
Jace miró a Eric, quien tenía tres delgadas tiras de cinta adhesiva en la sien
sosteniendo su herida para que se mantuviera cerrada.
—Debería ser capaz de hacerlo. ¿Cómo está Trey?
—Está tomando una siesta.
Jace frunció el ceño.
—¿Una siesta? —Eso no sonaba como Trey. ¿No debería estar a la búsqueda de
una chica para follar durante un par de horas? ¿O algún tipo? A Trey no le importaba
cuál—. Tal vez deberíamos llevarlo al doctor.
—Creo que está algo deprimido porque Brian se casó esta tarde. No dirá nada, por
supuesto, pero Brian no va a tener tanto tiempo para su mejor amigo ahora que la
Esposa Sinclair está en la imagen.
21
Jace supuso que tenía sentido. Trey y Brian habían sido mejores amigos durante
veinte años. Incluso vivían juntos. Trey tenía que sentirse excluido ahora que Brian
estaba casado.
—Sí.
Sin previo aviso, Eric dio una palmada a Jace en la parte posterior de la cabeza.
—¿Por qué nunca mencionaste que peleas como un campeón de la UFC3?
Jace lo miró.
—Nunca preguntaste.
—¿Dónde aprendiste a patear traseros?
La cabina del bus pareció cerrarse sobre Jace. No le gustaba pensar en su pasado,
y mucho menos hablar de él. Se quedó mirando la bolsa de hielo en su mano y se
encogió de hombros.
—No lo sé. ¿Y tú? Estabas pateando algunos traseros.
Jace esperaba cambiar el centro de atención de sí mismo a Eric. Por lo general,
funcionaba para disuadir a los curiosos. Especialmente con Eric, siempre en busca de
atención.
—No tuve más remedio que aprender a luchar. Pasé de un hogar de acogida a otro
durante quince años. No tuve la ventaja de ser ubicado con un hogar sustituto que
quisiera ayudar a los niños o hacer una familia saludable. Todos ellos sólo buscaban
un cheque fácil. La mitad de ellos ni siquiera me alimentaba. —Se encogió de
hombros, sus ojos azules poniéndose brillantes mientras se esforzaba por abandonar
los pensamientos del pasado. Jace deseaba ser capaz de hacer eso—. Sin embargo,
golpear cabezas es divertido, ¿verdad?
¿Divertido? No, en realidad no. ¿Convalidante? Sí, totalmente.
—Supongo. ¿Qué comenzó la pelea, de todos modos?
—¿No viste que ese guardaespaldas que tomó a Sed con una llave al cuello? Ni
siquiera lo liberó cuando le dije que era un cantante profesional. Tuve que golpearlo.
Jace probablemente también lo hubiera golpeado. La voz de Sed era una de esas
cosas que hacían tan únicos a los Sinners. Jace sonrió ligeramente.
—Entonces, me alegra haberles pateado el trasero.
3
UFC: Ultimate Fighting Championship, liga de pelea de artes marciales con base en Estados Unidos.
22
—Deberíamos ir a ensayar. —Eric se puso de pie—. Nuestro espectáculo tiene
aproximadamente la mitad de su extensión acostumbrada. Sólo sé que voy a terminar
lanzándome con la intro de “Twisted” cuando debería estar tocando “Good-bye Is Not
Forever”.
Jace rio entre dientes.
—Tengo la sensación de que esta noche vamos a apestar de todos modos. —Se
bajó del cómodo sofá de cuero y lanzó la bolsa de hielo que se descongelaba dentro
del pequeño freezer del bus.
—Nadie lo notará. Los fans estarán demasiado excitados por ver a Exodus End
para que les importe una mierda lo que hagamos.
—Creo que notarán si- apestamos.
Eric rio entre dientes.
—No te preocupes. Nunca nadie escucha al bajista. Puedes apestar todo lo que
quieras.
Jace se mordió el labio para evitar regañar a Eric. La tensión realmente estaba
comenzando a afectarlo, y necesitaba una salida. ¿Cuántas horas faltaban hasta que
pudiera visitar a la Ama V? Echó un vistazo al reloj del estéreo. Mierda. Cuatro horas
que eran demasiado.
Después del ensayo y un bocado rápido de lo que sobraba del pastel de bodas,
Jace se paró solo detrás del escenario, intentando motivarse lo suficiente para tocar
en vivo frente a doce mil personas. La hinchazón en sus manos había bajado, pero sus
dedos carecían de la flexibilidad habitual. Temía que decepcionaran a Exodus End y
hacer un trabajo apestoso como su banda telonera esta noche. Lo enfermaba pensar
que podía decepcionarlos. Le debía a la banda un mundo de gratitud. Especialmente
a su guitarrista principal, Dare.
Algo se hundió en su hombro izquierdo, y se volteó para encontrar a Eric
sonriéndole, mientras que el usaba su baqueta como aguijón.
—¿Vas a volver a ocultarte junto a la batería esta noche?
Jace se encogió de hombros. No le gustaba la parte de actuación de tocar en vivo.
Sólo quería tocar el bajo con toda la habilidad que podía reunir y dejar el
entretenimiento del público a Sed, Brian y Trey. Ellos eran naturales a la hora de
interactuar con los espectadores. Jace no. Se sentía como un imbécil cada vez que se
le obligaba a salir de la seguridad de la parte trasera del escenario.
—Hay un problema con esa idea esta noche, hombrecito.
23
—¿Qué pasa?
—Somos la banda telonera, lo que significa que estamos trabajando con la mitad
del escenario. No hay lugar para ti en la parte posterior. Mi batería ocupa demasiado
espacio. Es enfrente y al centro para ti esta noche.
El estómago de Jace se desplomó a sus botas.
—Mierda.
Eric rio de su miseria.
—Esto debería ser entretenido. Aunque sí recuerdo un show en el que Brian
estaba distraído por Myrna, y tú te hiciste cargo. Puedes ser entretenido cuando
quieres.
El problema era que nunca quería serlo. Estaba allí por la música. No había otra
razón. No requería el ego de la adulación de los fans. Un fuerte estruendo sacó a Jace
de su ensueño. Travis, uno de sus roadies4 más antiguos, le tendió la mano de una pila
de estuches de guitarras vacías y tiró de Trey hasta ponerlo de pie.
—¿Estás bien? —preguntó Travis.
Trey se tambaleó hacia un lado mientras recuperaba el equilibrio y se sostenía del
brazo de Travis por un largo momento. Todavía inusualmente pálido, Trey asintió
lentamente.
—Sí, sólo perdí el equilibrio.
Jace se movió para pararse junto a su inestable guitarrista rítmico.
—Creo que tienes que ir a que te revisen. Las lesiones en la cabeza no son algo
para ignorar.
—Estoy condenadamente bien. Ojalá todos dejaran de tratarme como si estuviera
gravemente herido. ¿Dónde diablos está Brian?
—Creo que se está echando un rapidín con Myrna —dijo Sed, masticando rojas
cuerdas de regaliz por metro. Él utilizaba la glicerina del caramelo para lubricar las
cuerdas vocales, o al menos eso afirmaba. Su garganta todavía debía molestarlo.
—Jesús, todo lo que hace en estos días es follar a esa mujer —se quejó Trey —.
¿No se dan cuenta de que tenemos que estar en el escenario en diez minutos?
4
Roadie: encargado del equipo musical.
24
—Siete minutos —corrigió Dave, el operador de la mesa de sonido frontal del
lugar, antes de correr hacia el público para hacer su magia en el equipo de audio.
Trey tropezó contra Jace, quien lo tomó por ambos brazos para sostenerlo.
—Respira profundamente.
Trey cerró los ojos y obedeció sin discutir.
—¿Mejor?
Él asintió levemente y luego hizo una mueca de dolor.
—Mierda, me duele la cabeza.
—¿Por qué no te sientas? —dijo Eric—. Te vas a romper algo.
—Probablemente el cuello —dijo Brian cuando finalmente se unió a ellos y se pasó
la correa de la guitarra por encima de la cabeza.
—¿Terminaste de follar a Myrna? —preguntó Trey, sacudiendo la cabeza ante la
desgracia dominada en la que se había convertido su mejor amigo.
Brian rio entre dientes.
—Ni por casualidad. La verdadera luna de miel comienza en cuarenta y seis
minutos.
Sed frunció el ceño y agarró a Jake, el roadie que afinaba las guitarras y que llevaba
un mohawk, de ambos brazos.
―Oye, Jake. Búscame dos realmente sexys para esta noche. —El ceño de Sed se
profundizó—. Que sean tres sexys.
Nadie tenía que preguntar qué tres cosas sexys. Sed se refería a las groupies. Había
estado de mal humor desde que se había tropezado con su ex, Jessica, la noche
anterior. Cualquiera fueran las tres groupies que Jake seleccionara para el
entretenimiento de Sed, iban a ser folladas. Folladas bien, larga y duramente. Sed
estaba en modo depredador. Jace estaba doblemente agradecido de que pasaría el
tiempo después de su concierto en el calabozo de Ama V. La mordedura de su látigo
seguro era menos dolorosa que observar a las groupies de Sed llorar y rogar por su
atención después de que él terminara con ellas y las enviara.
Las luces del estadio se apagaron y la multitud empezó a aplaudir, sabiendo que
eso significaba que era el momento de que la banda saliera al escenario.
Cuando Trey tropezó con el escalón inferior en la oscuridad, Brian lo tomó de un
brazo y lo ayudó a subir al escenario.
25
—¿Estás seguro de que estás bien amigo? —Jace oyó a Brian decir sobre el ruido
de la multitud.
—Como si te importara. —Trey arrancó su brazo del asidero de Brian y trotó hacia
su habitual lugar a la derecha del escenario. No había mucha luz para que Jace
encontrara su propia X amarilla pegada al suelo. Al menos estaba detrás de la línea
del frente y en algún punto intermedio. Aquí probablemente podría esconderse
detrás de la amplia forma muscular de Sed.
El primer golpe del bombo de Eric aceleró un poco la frecuencia cardíaca de Jace.
Comenzó la primera canción, “Twisted”, con su constante progresión de línea de
bajo. Sus dedos amoratados e hinchados protestaron con cada nota. Para cuando
Brian entró en su solo, Jace apenas podía obligar a sus dedos a moverse. Trey
encontró un altavoz en el que sentarse. Típicamente, él rasgueaba su guitarra rítmica
con gran entusiasmo, pero varios tropezones contra su micrófono lo habían hecho
buscar un lugar estable para descansar. Sí se las arregló para tocar sin ningún
problema, siempre que no se moviera mucho. Cuando Sed rugió en el micrófono al
final del solo algo arruinado de Brian, la voz del cantante se rompió en medio de una
nota con una tos. Éste se aclaró la garganta y lo intentó de nuevo sin éxito. Jesús, qué
desastre.
Cuando la canción felizmente llegó a su fin, Jace se frotó los nudillos tiesos y
doloridos mientras Sed hablaba a la multitud y les decía que eran la mejor audiencia
de la historia. Lo mismo que decía a todas las multitudes. Él no hizo excusas por la
inusual mala calidad de la actuación de la banda. El único que estaba actuando en
forma relativamente normal era Eric. Ya que Eric había sido la razón principal por la
que se habían metido en la pelea en el club en primer lugar, no parecía justo que no
apestara como el resto de ellos.
Ya que el canto de Sed era insatisfactorio, al parecer él decidió que espectáculo
adicional podría compensarlo. Se lanzó a la multitud en el medio de la segunda
canción y parecía ajeno al hecho de que le faltó cantar la gran mayoría de las letras,
mientras la multitud lo pasaba de mano en mano sobre sus cabezas. Si Jace hubiera
intentado esa locura, probablemente habría sido lanzado al cemento y habría sido
pisoteado hasta la muerte. La seguridad rescató a Sed de la muchedumbre retorcida,
y eventualmente regresó al escenario.
—Demonios, sí. ¡Ustedes locos hijos de puta saben cómo rockear! —gritó Sed por
el micrófono—. ¿Quién está aquí para ver al maldito Exodus End? —Levantó un puño
al aire mientras la multitud estallaba en vítores. Se aclaró la garganta. Hizo una
mueca. Bajó su volumen a un rugido más bajo—. Mi garganta está un poco dolorida
esta noche. Nota para uno mismo, no te metas en peleas en clubes de striptease la
noche antes de un show, sin importar cuán condenadamente sexy sea la chica.
26
El público vitoreó el libertinaje de Sed. Jace no podía evitar sonreír. En cuantos más
problemas se metieran los Sinners, más los amaban sus fans. De vez en cuando,
tenían que actuar como, bueno, pecadores5 y mantener su imagen oscura
mayormente fabricada. Esperaron mientras Brian y Trey cambiaban sus guitarras
eléctricas habituales por las acústicas para tocar su siguiente canción, “Good-bye Is
Not Forever”. Esta canción siempre ponía un maldito nudo en la garganta de Jace. Le
recordaba a Kara Sinclair. Habían tenido una relación secreta cuando eran
adolescentes. Cuanto más imprudente, fuera de la ley y fuera de control estuviera
Jace, más ella se sentía más atraída por él. Una razón por la que no podía olvidarla era
que Kara era la hermana menor de Brian, o había sido, antes de que un accidente de
coche le quitara la vida. Brian no tenía ni idea de que Jace alguna vez había salido con
ella. Que le había robado su inocencia. Ése era un secreto que planeaba llevarse a la
tumba. No había razón para empañar los recuerdos puros y preciados de un hombre
acerca de su perfecta hermanita.
Trey y Brian flanqueaban los lados del escenario, sentados en las plataformas,
mientras rasgueaban el intrincado riff de la única balada de la banda. Sed se sentó en
la parte delantera del escenario, con las piernas colgando por el borde y cantó con
todo su corazón. Con el imprescindible nudo en la garganta, escalofríos corrieron por
la columna de Jace ante el sonido de la increíble voz de Sed.
El único de pie, Jace se sentía increíblemente expuesto. Respiró hondo, sus dedos
encontrando las gruesas cuerdas de metal del bajo y las correspondientes notas de
memoria. Concentrándose en producir el sonido perfecto, lo que no era fácil con sus
nudillos tan hinchados, se acercó al frente del escenario, de pie entre Sed y Trey. Sus
ojos recorrieron la multitud, tomando nota del repentino entusiasmo de varias
jóvenes en el público cuando entró en su campo de visión. Jace saludó a una
particularmente entusiasta veinteañera con dos dedos, y ella tomó el dobladillo de su
camiseta. Levantó ambas manos sobre la cabeza, gritando a todo pulmón, mientras
exponía sus pechos desnudos a la banda. Sed miró a Jace y sonrió. Para no ser menos,
Sed levantó su camiseta y mostró un par de pectorales duros y sus abdominales de
tabla de lavar a las Lady Sinners de las primeras filas. Los chillidos de las mujeres de la
audiencia hicieron resonar los oídos de Jace, incluso sobre la música que se filtraba a
través de su auricular.
Sed inclinó la cabeza a Jace, como diciendo, tu turno. Jace negó con la cabeza y
dio varios pasos hacia atrás, su deseo temporal de interactuar con el público
completamente arrasado. Se mantenía en buena forma, pero no era rival para el
cuerpo de fisicoculturista de Sed. No tenía sentido avergonzarse a sí mismo frente a
doce mil personas.
5
“Pecadores” sería la traducción de Sinners, el nombre de la banda.
27
Cuando el concierto terminó, los dedos de Jace se negaban a moverse, Trey
apenas podía mantenerse en pie, Sed cantaba en un susurro y Brian estaba tan
distraído (con pensamientos sobre su luna de miel, sin duda), que salió del escenario
sin quitarse la guitarra. Produjo una serie de sonidos discordantes mientras se dirigía
hacia la parte trasera del escenario a la carrera hasta que un roadie logró detenerlo
lo suficiente para reclamar el instrumento de su ansioso guitarrista principal. A fin de
cuentas, Jace no podía recordar una peor actuación. Si la gente se dio cuenta, no se
podía decirlo por los vítores y el canto de " Sinners, Sinners, Sinners" resonando por
todo el estadio.
—Wow, todos ustedes apestaron —comentó Eric mientras lanzaba una baqueta
a la multitud frente al escenario.
Jace lanzó su púa a la chica exhibicionista de la primera fila. Cuando ésta aterrizó
en su mano extendida, ella la llevó a sus labios, la besó, y luego comenzó a saltar.
—Creo que tienes una fan, Jace —comentó Sed, secándose el sudor del rostro con
el dobladillo de la camiseta—. Tal vez deberías invitarla al backstage. Luces como si
necesitaras una mamada.
Jace sintió que sus orejas enrojecían. Esa fan no tenía nada que él necesitara, pero
una dominatrix de cabello negro vestida de cuero sí. Pensar en Ama V y las
necesidades que ella estaba a punto de satisfacer obligó a Jace a ajustar su cremallera
detrás del bajo.
—Sé que yo necesito una —añadió Sed.
—Puedo ver, ¿verdad? —preguntó Eric.
—Sabes que actúo mejor frente a una audiencia. —Sed guiñó el ojo, hizo otra
reverencia y se dirigió fuera del escenario.
Jace entregó su instrumento a Jake, quien lo llevó con cuidado a la colección de
guitarras a lo largo del lado del escenario. Jace sacó la tarjeta negra y roja de su
bolsillo. Ahora sólo tenía que encontrar su dirección. Nada menos que la muerte le
impediría llegar a su puerta exactamente a las 10 p.m.
28
Traducido por Azuloni y SOS por Simoriah e Isa 229
Corregido por Curitiba
E
l timbre de Aggie zumbó a las diez menos cinco. Ella sonrió. Encendió otra
vela. Pasó los dedos a través de la llama. Lo hizo esperar.
El timbre sonó de nuevo, por más tiempo esta vez. Mirándose en el
espejo que cubría una pared completa del cuarto exterior de su calabozo, Aggie se
alisó el cabello largo y liso con ambas manos. Comprobó su maquillaje. Se pasó la
lengua por los dientes. Lo hizo esperar.
Buzz. Buzz-buzz. Buzzzz.
Acarició el mango de su látigo favorito. Trazó el diseño floral que ella había
bordado en su corsé de cuero. Miró el reloj. Diez menos dos minutos. Todavía no.
Él se apoyó en el timbre. Buzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz.
Aggie rio entre dientes.
Salió de la habitación insonorizada y atravesó el vestíbulo para abrir la puerta.
En ella estaba el ángel rudo que ella no podía sacar de sus pensamientos. Su
nombre era Jace. Jace Seymour. Jessica, la ex prometida de Sed quien tenía el
privilegio de esa información, le había soltado esa dulce golosina a Aggie ese mismo
día. Sí, Aggie se había tragado su fachada de perra dura lo suficiente para preguntarle
a Jessica por ese tipo. No su momento de mayor orgullo. No creía que Jess le dijera a
nadie que ella estaba interesada en alguien en quien no debería estarlo.
Jace encontró su mirada y respiró con un estremecimiento.
―Pensé que había llegado tarde. Que no responderías.
Tan lindo como ella lo recordaba. Si se sacara los piercings, el pelo en puntas y los
tatuajes, podría haber hecho una cómoda vida como modelo de Abercrombie &
Fitch6. ¿Cómo un chico que estaba bien terminaba con un fetiche por el dolor? No era
6
Abercrombie & Fitch: compañía de ropa de Estados Unidos.
29
su incumbencia, decidió ella. Estaba tratando de ganarse la vida aquí. Y demonios,
bien podría disfrutar de su trabajo.
―Entra.
Él entró. Miró a su alrededor, luciendo emocionado y ansioso.
Ella lo tomó de la mano y lo llevó al sillón de dos puestos con estampado de cebra
junto a la puerta abierta de su santuario: la sala donde los hombres pasaban la mayor
parte del tiempo de rodillas. Aggie y Jace se sentaron uno junto al otro, centímetros
separando sus muslos. Tenían que hablar de negocios para que ella supiera lo que él
quería. Cómo lo quería. Y por cuánto tiempo. Cada cliente era diferente.
―¿Cómo quieres que te llame, azúcar?
―Jace ―dijo él.
―¿Es el diminutivo de Jason?
Él se tensó, y un destello de profundo dolor emocional cruzó sus rasgos.
―Nunca me llames Jason. Nunca.
―Lo que prefieras. Te llamaré perro, puta, esclavo, coño, cabrón, Batman, lo que
sea que quieras.
Él sonrió y desvió la mirada hacia la mano que descansaba sobre su rodilla.
―Jace está bien.
Ese breve destello de su sonrisa hizo que el vientre de ella temblara. Nunca había
estado así de estúpida por un hombre antes, y mucho menos uno de sus sumisos.
¿Qué le sucedía? Iba a golpearlo extra fuerte por hacerla desearlo.
Ella levantó la mano y acarició la oscura y áspera barba en su mejilla, tratando de
hacer que él la mirara. La boca de él se abrió, e inclinó la cabeza en hacia ella,
temblando de deseo contenido. Oh mierda, sí. Tenía que ponerse a trabajar.
―Tu palabra de seguridad es misericordia. Misericordia, Ama V.
―No necesito una palabra de seguridad.
Ella se mordió el labio para contener su resoplido de diversión.
―Me especializo en castigo corporal.
―Por eso estoy aquí.
30
Decidió que a este hombre le gustaba el tipo de cosas que ella era demasiado
escrupulosa para llevar a cabo.
―Hay algo que debes saber antes de empezar. Me niego a romper la piel. No
utilizo ganchos o alambres de púas. No clavaré tus bolas al suelo. Si disfrutas este tipo
de cosas, tengo un par de colegas con las que podría contactarte, pero yo no iré tan
lejos, sin importa cuánto me pagues.
Él sacudió la cabeza.
―Sólo quiero que me golpees.
Ella se echó a reír.
―Eso lo hago. Y lo hago bien.
―¿Podemos comenzar ahora mismo?
Sí, podían.
―¿Quieres que te ate?
―No.
―¿Qué te amordace, encapuche o te ponga un collar?
―Sólo golpéame, ¿de acuerdo? No quiero hablar de eso.
Ella le haría lamentar la falta de respeto.
―Pagas la mitad de tu tributo ahora. La mitad cuando hayamos terminado.
―¿Cuánto?
―Doscientos por diez minutos.
―¿Cuánto por dos horas?
Los ojos de ella se agrandaron.
―¿Dos horas?
Él asintió con sequedad, evitando su mirada.
―Cariño, no creo que…
―¿Cuánto?
La mayor cantidad de tiempo que ella había hecho esto habían sido cuarenta
minutos. Él no debía saber lo que le esperaba. Algunas dommes pasaban la mayor
31
parte de la sesión provocando, pero a ella le gustaba ir directamente al grano. Su
teoría era, salva al látigo y arruina al esclavo. Ella no ataba tipos y los dejaba en medio
del suelo durante dos horas mientras se pintaba las uñas, y luego los azotaba durante
tres minutos antes de enviarlos a casa. Ella daba palmadas primero. Daba latigazos
en segundo lugar. Si ellos llegaban tan lejos. Pero si Jace quería pagarle por dos horas,
estaba más que feliz de tomar su dinero.
―Dos mil dólares. ―Descuento de tipo sexy.
Él abrió su billetera y sacó diez crujientes billetes de cien dólares.
Ella dobló el efectivo y lo guardó en su corpiño de cuero.
―No hay reembolsos.
―Está bien. ―Él se puso de pie―. ¿Dónde?
Un hombre de pocas palabras. Realmente estaba comenzando a gustarle este
tipo.
―Quiero dejar claro que no soy una prostituta. No estás comprando sexo. No
tengo relaciones sexuales con los clientes.
―Sé cómo funciona esto.
―Bien. ―Ella se puso de pie y tomó su mano―. Sígueme.
Ella lo llevó al santuario y cerró la pesada puerta detrás de ellos. Se cerró con un
estruendo. Ella echó el cerrojo y revisó el botón de emergencia para asegurarse de
que funcionara. Nunca había tenido que usarlo y dudaba de que lo hiciese ahora, pero
incluso una chica experta en defensa personal y que sabía cómo usar un látigo podría
llegar a necesitar la ayuda de la policía o un paramédico en algún momento.
Jace miró alrededor con interés. La habitación era perfectamente cuadrada, con
tres paredes acolchadas para amortiguar el sonido. El espejo de la cuarta pared era
para los clientes a los que les gustaba observar mientras ella infligía dolor. Si no
querían verse llorar y suplicar, podía deslizar la pesada cortina de terciopelo sobre
éste. Había una segunda habitación donde ella guardaba los instrumentos adicionales
y limpiaba y desinfectaba las herramientas de su oficio después de cada sesión.
Jace examinó los implementos en una mesa contra la pared.
―¿Algo que te llame la atención? ―preguntó ella.
―Me gustaría probarlos todos. ―Él la miró sobre el hombro, los ojos marrones
encontrándose con los de ella sin vacilar―. En repetidas ocasiones, y en exceso.
32
Aggie cubrió su sorpresa con una carcajada.
―Vas a lamentar haberme dado libertad total, Jace. Soy conocida por mi
brutalidad.
―Lo espero con ansias.
Él sonrió, y el corazón de ella se saltó un latido. Dios mío, él era probablemente el
tipo más guapo que ella jamás había conocido de todos modos, pero cuando
sonreía... Ella tragó saliva y se dio una sacudida mental. No podía permitirse el lujo de
sentirse atraída por un cliente. Ni siquiera uno que al verlo hacia que se mojara.
―¿Estás listo para comenzar?
―Sí.
Ella se acercó a él, su nariz a centímetros de la suya.
―Sí, Ama V. ―Su voz era dura.
Él se estremeció, mirándola a través de párpados entornados.
―Sí, Ama V.
―Quítate la ropa.
―¿Toda?
Ella apretó los dientes y le hundió un dedo en el centro del pecho.
―No me cuestiones. Nunca me cuestiones. ¿Entiendes?
―Sí, Ama.
Él se quitó la chaqueta de cuero, la camiseta, las botas y los calcetines. Bonito
cuerpo. Delgado con músculos esculpidos. Decorado aquí y allá con tatuajes. Deseó
tener tiempo para examinarlos más de cerca, pero tenía que fingir que no tenía
ninguna consideración por él. Que era insignificante. Que era afortunado de recibir
cualquier atención de ella. Incluso su abuso. Especialmente su abuso. Era uno de los
componentes más importantes del partido que ellos jugaban.
Jace vaciló, apretando la cintura de sus jeans.
―No llevo ropa interior.
―¿Qué? ¿Crees que me importa ver tu polla? ¿Crees que es especial? ¿Que podría
atraer mi interés?
Él dirigió su mirada al suelo.
33
―No, Ama.
―Entonces desnúdate.
Él se sacó los jeans. Resultó que su polla era algo especial. Enorme. Hermosa.
Gruesa. Y dura como el granito. Su coño palpitó ante la imagen. De acuerdo, sí estaba
interesada, pero no podía hacérselo saber.
―¿Te excito, Jace? ―preguntó con una sonrisa sardónica. Hacía mucho tiempo
que no quería follar a un hombre. Cualquier hombre. Y nunca había querido follar a
un cliente.
Hasta ahora.
―Sí, Ama ―jadeó él―. Usted me pone duro. Castígueme.
―De rodillas.
Él dudó. No la miró cuando dijo.
―No.
―¿No?
Así que él quería jugar. A ella sí le gustaba un desafío. Rara vez tenía uno.
―Sólo quiero que me lastime. No quiero arrastrarme o ser humillado. ―Cuando
inclinó la cabeza para mirarla, había desafío en sus ojos. ¿Desafío? ¿No era sumiso?
Entonces, ¿por qué estaba aquí ¿Para qué demonios la necesitaba?
Ella lo observó luchar para reprimir su desafío y decidió que sí quería someterlo.
Sólo necesitaba más estímulo que la mayoría. Sus clientes habituales ya estarían
arrastrándose en cuatro patas, rogando por dolor y luego llorando por misericordia.
―Si quieres que te haga daño, harás lo que te diga ―dijo ella en un gruñido
peligroso. Deslizó la mano por la espalda baja de él, y él se puso tenso. Ella intentó
ignorar la excitación que temblaba en su vientre cuando ella lo tocó―. Y si piensas
que puedes hablar conmigo sin dirigirte a mí correctamente, voy a amordazarte.
Siempre te dirigirás a mí con respeto. Como Ama V. ―Ella tomó el pezón de él y lo
retorció. Lo que realmente quería hacer era derribarlo y meter su enorme polla en su
coño durante una hora. Era la mirada en sus ojos. La fuerza. Tan diferente a lo que
ella estaba acostumbrada. Le dificultaba mantenerse en su personaje dominante. La
hacía querer someterse a él. Y eso era totalmente inaceptable. Sin siquiera intentarlo,
él se las había arreglado para sacarla de su juego, y ella no lo apreciaba. Eso la
molestaba.
Ella apretó los dientes.
34
―No me mires así, Jace.
El desafío no se apartaba sus ojos, pero él bajó la mirada. Para ocultarlo. Cuando
le soltó el pezón, él respiró hondo varias veces.
―Pido disculpas, Ama V.
Su inusual mezcla de fuerza y debilidad la volvió loca.
―Si quieres sentir la mordedura de mi látigo, Jace, te pondrás de rodillas.
Luchando con su orgullo, él se dejó caer de rodillas a sus pies. No la miró. Mantuvo
la mirada baja. Sin duda todavía le escondía su desafío. Ella lo liberaría de éste muy
pronto. Levantó el pie y apretó su tacón aguja en su pecho.
―Bésalo.
Una vez más, él vaciló. Sería tan divertido a la hora de quebrarlo. No podía esperar
a comenzar.
Ella esperó pacientemente. Los minutos pasaron con lentitud. Su pierna estaba
cansándose para cuando él le dio un rápido beso a la suela de su bota.
―Perdóneme, Ama V.
―Levántate, Jace.
Él se puso de pie. Allí no hubo dudas.
Ella tomó una gruesa cuerda roja que estaba enganchada a un aro en la pared. La
sacó recta y se la entregó. Él la envolvió su muñeca izquierda con ella y aferró la tensa
cuerda con una amoratada mano izquierda. Ella le entregó una segunda cuerda fija a
la pared de enfrente. Él envolvió el brazalete de cuero negro en su muñeca derecha
con ella y aferró la cuerda con la mano derecha. Con los brazos extendidos a los lados,
esto dejaba su espalda expuesta para que ella trabajase, y le dio una maravillosa vista
de su cuerpo sexy. No era alto, pero tenía un físico perfecto. Especialmente ese
pequeño culo apretado suyo. Maldita sea, su única debilidad importante cuando se
trataba de hombres. Un culo perfecto. Y no había ninguno mejor que el suyo. Una
curva suave. Suaves mejillas. Leve depresión en los laterales. Ella podría escribir
sonetos sobre el culo, pero él no le había pagado por comerse con los ojos su
hermoso cuerpo desnudo. Tenía trabajo que hacer.
Aggie comenzaría suave y aumentaría la intensidad hasta que encontrase su lugar
feliz. Ella no sabía cuál era su tolerancia al dolor y tenía que buscar su umbral antes
de que pudiera hacer su trabajo real. Encontrar su límite y conducirlo más allá de éste.
35
No demasiado lejos. Nunca demasiado lejos. Pero llevarlo exactamente donde él
quería estar. Más allá del dolor. Donde la euforia gobernaba.
Seleccionando una paleta de madera lisa y redonda de la mesa, ella se movió hasta
pararse junto a él. Sus miradas se encontraron en el espejo.
―¿Has sido malo, Jace? ¿Necesita palmadas? ―El olor almizclado de la excitación
de él la envolvió, y sus pezones se apretaron.
―Sí, Ama V ―dijo él sin aliento.
Ella dejó caer el acto de Ama V por un momento para susurrarle.
―Grita todo lo que quieras, Jace. La habitación está insonorizada. Nadie te
escuchará. Te golpearé hasta que digas: “Misericordia, Ama V.” ¿Entiendes? ―Le dio
un azote en el culo con la paleta, con cuidado para que le picase, pero que no dejase
un moretón.
Él ni siquiera se inmutó, y mucho menos gritó.
―¿Qué dices para que me detenga? ―solicitó ella.
Cuando él no respondió, ella le pasó la mano por el culo, la cadera, el muslo. El
firme músculo de su flanco tembló debajo de su toque.
―Dime, Jace, o hemos terminado.
―No necesito una palabra de seguridad.
Ella dejó caer la mano y se alejó.
―Entonces terminé. Ponte la ropa.
―Misericordia, Ama V ―dijo él.
Ella sonrió para sí. Estaba comenzando a entender cómo funcionaba él. Le tocó el
trasero con la paleta.
―Eso está bien. Dilo otra vez para que no se te olvide.
―Misericordia, Ama V ―susurró.
―Ahora no lo digas a menos que lo hagas en serio. En el segundo que lo digas,
prometo detenerme sin importar lo mucho que esté disfrutando de su agonía.
Él tragó con fuerza y asintió.
Ella le golpeó el culo con la paleta, observando su reacción para determinar cuándo
estaba cerca de su límite. Más duro. En el mismo sitio. Una vez más. Una vez más. Ella
36
conocía el punto débil. Ese lugar tierno en las nalgas que picaba como el demonio
cuando recibía un golpe. Él la miró como preguntándole cuándo iba a comenzar.
―Has sido muy travieso, ¿no es así? ―dijo, frotándole el culo con la mano
desnuda. Por lo general lo hacía para aliviar el escozor para que su cliente pudiera
soportar más dolor, pero en su caso, ella realmente quería tocarlo.
―Hágame daño, Ama V. Por favor, hágame daño.
Ella siguió con algo más brutal. Se saltó la fusta y seleccionó tres cortos látigos
unidos a un mango. Le golpeó la espalda con un fuerte estallido. La mayoría de los
tipos habría gritado. Jace ni siquiera se inmutó. En el espejo, ella vio que sus ojos
estaban vidriosos por el dolor. No dolor físico. Dolor emocional. Profundo y que
dejaba cicatrices. ¿Por qué tenía la repentina y ridícula urgencia de abrazarlo? Lo
golpeó más fuerte. Más duro. Más duro de lo que normalmente haría, observando las
marcas elevarse en tríos sobre su piel. Usualmente ella no llevaba a un hombre tan
cerca del derramamiento de sangre. ¿Por qué él se negaba a gritar o a pedir
misericordia? ¿Podía siquiera sentir dolor?
Sintiendo punzadas de frustración, ella lanzó el látigo corto a un lado y tomó su
látigo largo de la mesa. Éste chasqueó ruidosamente cuando la punta resonó y dejó
una línea roja a lo largo del costado de él. Un segundo golpe se envolvió alrededor de
su cuerpo y dejó una herida en su vientre. Su muslo. Su pecho. La espalda de nuevo.
Él no reaccionó. Ni una sola vez. La única indicación de que sentía algo era la
contracción ocasional encima de su ojo izquierdo. Ni siquiera se aferraba con fuerza
a las cuerdas.
¿Dónde diablos estaba el umbral de dolor de este tipo? No estaba segura de cuánto
más duro pudiera golpearlo. Los habituales signos que reconocía para ayudarla a
localizar el límite de dolor de un hombre faltaban.
―¿Te estoy haciendo daño en absoluto?
―No lo suficiente ―susurró él―. Hágame sangrar.
Ella se negaba a hacerlo sangrar, pero había otras cosas que podía hacer para
quebrarlo. Y eso era lo que él necesitaba. Necesitaba ser quebrado. Ella lo pondría de
rodillas. Lo haría rogarle que se detuviera. Él se sometería a ella, aunque le llevara
toda la noche.
Ama V lanzó su látigo a un lado y regresó a la mesa. Apagó una vela. Probó la cera
fundida con los dedos y los echó hacia atrás. ¡Caliente! Lo miró a la cara y le echó la
cera por el pecho y el cuello.
―¿Cómo está eso? ―balbuceó―. ¿Eso duele?
37
―¿La enojo, Ama V?
Ella nunca había conocido a un hombre que no pudiera quebrar, y sí, su sufrimiento
en silencio, su estoicismo, la enfurecían. Tenía que estar sufriendo un montón de
dolor, pero de acuerdo a lo que demostraba, bien podría estar haciéndole cosquillas
con una pluma.
―No estoy enfadada. Estoy tratando de averiguar cómo hacer que te sometas.
―Nunca nadie lo ha hecho antes ―le dijo él―. Pero está haciendo un excelente
trabajo intentándolo. No se detenga ahora.
―No seas condescendiente conmigo.
―¿Tienes un flog7? ¿Con nudos?
Ella le azotó, primero con su flog de nylon con sus tres docenas de cuerdas de
treinta centímetros de largo. Y luego con su flog de cuero anudado que dejó sobre su
piel un desorden de heridas entrecruzadas. Él no se inmutó. No protestó. Ella tomó
una gruesa vara de madera y le dio más de una docena de bastonazos contra su
espalda ya en carne viva. Cuidadosa de evitar órganos vitales, como los riñones, ella
gruñó por el esfuerzo mientras cada golpe aterrizaba entre sus hombros. Le dio
bastonazos. Ella nunca recurría a bastonazos tan brutales. No usaba el bastón muy a
menudo, ya que por lo general no era necesario. Y aun así él no protestó. Ella ni
siquiera estaba disfrutando esto. La sensación de poder que usualmente le infundía
cuando servía a sus esclavos era inexistente. Su temperamento se encendió.
Él la miró por encima del hombro.
―Si se está cansando…
―Cállate.
Ella volvió a tomar su látigo y descargó su creciente frustración contra su espalda.
Ni siquiera estaba en su papel de dominatrix cuando hacía resonar su látigo. Sólo
quería que él gritara. Sólo una vez. Cualquier indicación de que había llegado hasta él
sería apreciada. Ella necesitaba eso. Saber que estaba en control. No quería admitir
que no lo estaba. O que mientras ella le permitiera llegar a ella, él era quien tenía el
control. Lo golpeó en la parte trasera de sus muslos, dándose cuenta de lo mucho
que eso dolía, pero él lo soportó. Lo soportó y con calma esperó a que continuara.
―¡Maldita sea, Jace! Trabaja conmigo. ―Volvió a golpearlo en la espalda. Una
furiosa línea roja apareció. No una herida. Sangre.
7
Flog: látigo de múltiples puntas.
38
Él jadeó suavemente.
Aggie dejó caer su látigo. Se enorgullecía como profesional en causar todo el dolor,
pero en jamás sacar sangre. Lo que le había hecho a él no había sido profesional.
Había estado frustrada. Enfadada. Ella nunca se había enfadado así en una sesión
antes. Por supuesto, nunca había conocido a un hombre al que no pudiera quebrar
en diez minutos o cuyo umbral del dolor estuviera tan por encima de lo normal.
Quizás nadaba en analgésicos o algo así. No parecía drogado, pero ella no podía
pensar en ninguna otra razón plausible para que él aceptase tanto dolor tan
fácilmente. Aggie se detuvo detrás de Jace, tocando suavemente la piel en carne viva
por encima de la herida sangrante que corría en diagonal desde el hombro a la
columna vertebral.
―Lo siento tanto, Jace. No era mi intención...
―Gracias, Ama V, ¿puedo tener otro?
―No. ―Ella sacudió la cabeza vigorosamente―. ¡No! Tu sesión ha terminado.
―Pagué por dos horas.
―Entonces te devolveré el dinero.
―Dijiste que no había reembolsos.
Ella rodeó su cuerpo para enfrentarlo y lo miró a los ojos. Nunca había visto tanto
dolor en un hombre tan joven. Él no la estaba usando para hallar liberación. Estaba
aceptando su abuso y lo internalizaba, agregándolo a lo que ya existía y sumando al
dolor dentro de él. Ella sabía que él había sentido cada uno de los golpes de su látigo.
Sabía que lo había herido mucho más de lo que él había estado demostrando. ¿Por
qué se negaba a derrumbarse? Ella no lo comprendía.
—Sea lo que sea lo que te está comiendo vivo, tienes que dejarlo ir —murmuró
ella, acariciándole la ceja, la mejilla áspera por la barba crecida y su mandíbula angular
con suaves dedos—. Déjalo ir, Jace.
Su mandíbula estaba apretada. Él sacudió la cabeza ligeramente.
—Preferiría que me despellejaran vivo.
Con su mano todavía tomando el lado de su rostro, ella inclinó la cabeza y se acercó
hasta que una fracción de centímetro separó sus labios. No debería besarlo. Quería
hacerlo, pero… Alejándose ligeramente, sus ojos buscaron en los de él. Tanto como
lo deseaba físicamente, ayudarlo era más importante. Quitar esa expresión
angustiada de su mirada. Quitarla.
39
Sacarla.
Los labios de ella rozaron los de él, ligeros como una pluma. Él se estremeció,
emitiendo un jadeo, y sus labios se separaron para atraerla más cerca para un beso
más profundo. Ella le devoró la boca, intoxicada por su sabor, su aroma. Un profundo
deseo ahuecó su centro, dejándola vacía y deseosa. Presionó los senos vestidos de
cuero contra el duro pecho de él, su mano libre rodeando su espalda para acercarlo
más. Lo pegajoso de su sangre contra los dedos le recordó lo que le había hecho.
Ella se alejó, sabiendo que ese beso había sido su idea. No podía echarle nada de
culpa a él. Él todavía aferraba a las sogas, los puños apretados y los nudillos blancos.
—La deseo, Ama V —gruñó.
Los labios de ella se separaron, sus pezones se apretaron y su coño se hinchó hasta
que latió sin descanso. Ella también lo deseaba, pero nunca tenía sexo con clientes.
Suspiró con remordimiento.
—El nombre es Aggie. —Desenroscó la soga de su muñeca derecha, y él liberó su
asidero—. Vamos a encargarnos de esa herida.
—No es nada —insistió él—. Termina conmigo.
—Es algo y ya terminé contigo. Pagaste por un tratamiento profesional, y yo me
dejé llevar. Me disculpo por romper tu confianza. Saqué sangre. Eso es inaceptable.
—Yo no lo creo, pero está bien. Si no te gusta esto, me iré. —Él liberó la segunda
soga y se movió hacia el borde de la habitación para encontrar su ropa.
Ella no quería que él se fuera. Su polla todavía se erguía con total atención. Lo
deseaba dentro de ella. Dentro de Aggie, no de la Ama V, pero era a la Ama V a quien
él deseaba. Lo había dicho él mismo.
Antes de que él pudiera deslizarse dentro de sus pantalones, ella le tomó la mano
y tiró de él hacia la puerta trabada.
—No te vas a ninguna parte hasta que vende esa herida —dijo ella.
Él no protestó, permitiéndole abrir la puerta y guiarlo a través del vestíbulo hacia
la segunda parte del domicilio; sus habitaciones privadas. Ella nunca había traído un
cliente a su hogar personal antes, pero ahora que su transacción estaba terminada,
no pensaba en él como un cliente. Ingresó un código en el teclado de la cerradura y
abrió la puerta reforzada que separaba su hogar de su calabozo.
Después de asegurar la puerta detrás de él, ella guió A Jace hacia su habitación y
lo instó a sentarse en el borde de la cama mientras ella iba hacia el baño conectado
40
en busca de ungüento antibiótico, vendas y… un condón. Deslizó el condón dentro
de su bustier y encontró el dinero que él le había dado todavía allí. Sacó los mil
dólares, los lanzó al lavabo y llevó los artículos de primeros auxilios a su habitación.
Encontró a Jace donde lo había dejado, con los ojos cerrados, respirando
profundamente a través de la nariz. Su polla se hacía más suave con cada exhalación.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó.
Él se sorprendió y volvió la cabeza para mirarla parada en la entrada. Mientras su
mirada se deslizaba por su cuerpo, su polla se volvió a poner dura. Bien. Ella la quería
dura. Dura e incómoda, para poder calmarlo con su carne. Y él podría encargarse de
ese profundo dolor entre sus muslos.
—Estoy tratando de calmarme. —Jace tomó su polla con una mano e hizo una
mueca, inhalando con fuerza a través de los dientes apretados. Probablemente ya
estaba demasiado excitado para ser bueno, pero eso no evitó que ella deseara esa
enorme verga suya profundo dentro de ella. Y con fuerza.
—¿No quieres follarme?
—No follas clientes —le recordó él.
—Cierto. Ama V nunca folla a sus clientes. —Se subió a la cama detrás de él. Él la
observó sobre el hombro mientras le aplicaba ungüento antibiótico y unas pocas
vendas en lugares que todavía chorreaban sangre. Ella esperaba que no se le
formaran cicatrices. Tenía un cuerpo tan hermoso. Odiaría pensar que le había
causado daño permanente. Presionó un beso contra su piel, justo sobre la herida—.
Te lo dije, la sesión terminó. Si quieres follar a Ama V, ella está fuera de servicio, pero
si quieres follar a Aggie, ella está dispuesta.
Deslizó los brazos alrededor de su cuerpo, amando la sólida sensación de sus duros
pectorales y abdominales marcados bajo sus palmas. Él tenía la línea de vello más
sexy pasando por el centro de su bajo vientre. Ella disfrutaba de la áspera textura
contra las puntas de sus dedos mientras succionaba su lóbulo y el aro de plata que lo
decoraba en su boca. Orejas. Otra debilidad suya.
—Aggie —susurró él.
El sonido de su nombre en sus labios envolvió su corazón y lo apretó. No debía
enredarse con éste. Ya podía decir que estaría triste al verlo irse, ya fuera en treinta
minutos, treinta días o treinta años. Maldición, de todos modos. Ella tenía un punto
débil por los del tipo trágico y silencioso. ¿Y un sumiso desafiante? Santo Dios, ¿cómo
se suponía que resistiera esa combinación? Casi esperaba que él apestara en la cama.
Que fuera un hombre de un minuto que se subiera encima de ella, embistiera dos
veces y acabara con alguna expresión estúpida en el rostro. Le facilitaría el
41
descartarlo. Un hombre no le servía. Ningún hombre. Ni siquiera éste, que parecía
hecho a medida según sus especificaciones.
Aggie le soltó el lóbulo y él se volvió, arrastrándose por la cama para enfrentarla.
La acercó a él y la besó, succionándole los labios con tierno abandono. Si follaba la
mitad de bien de lo que besaba, ella estaba terminada. Se aferró a su espalda
arruinada, abriendo la boca para aceptar su lengua exploradora. Él no sondeaba ni
embestía como un torpe animal. Acariciaba sus labios y boca tan tiernamente que
hizo que el corazón de ella se hinchara. Mientras la besaba, sus dedos metódicamente
trabajaban en los broches en la parte trasera de su bustier de cuero. Sin prisa, él liberó
los cierres uno por uno, las puntas de sus dedos rozando cada centímetro de su
columna mientras se movían hacia abajo. Él aflojó la prenda hasta que nada la
mantuvo en su lugar excepto la proximidad de sus cuerpos entrelazados.
Sus dedos encontraron la lisa piel de la espalda de ella. Se hundieron en su carne
mientras él se atraía su cuerpo contra el suyo y luego su contacto se suavizó,
acariciando suavemente, sonsacando un suave suspiro de su garganta. La hizo
ponerse de espaldas, negándole su boca, mientras levantaba la cabeza para mirarla.
—Tu belleza me roba el aliento —murmuró él.
—Tu beso me roba el mío.
Él sonrió y tomó su rostro con ambas manos. Le besó las mejillas, la punta de la
nariz, sus ansiosos labios. Ella separó los muslos para él, y él se acomodó entre ellos.
Una fuerte mano se movió hacia el margen donde el cuero de su bota terminaba y la
carne de su muslo comenzaba. Su boca se movió sobre su mentón hacia su garganta,
donde succionó y besó su sensible carne hasta que ella pensó que podría llorar por el
cuidado que él mostraba.
Él se apoyó en un codo y le apartó el bustier del cuerpo. Lanzó la dura prenda a un
lado, encontró el condón descansando entre sus pechos y sonrió torcidamente.
—¿Qué es esto?
El corazón de ella golpeó. Esa sonrisa suya. Si ya no hubiera estado completamente
seducida por este hombre, eso lo hubiera hecho.
Jace deslizó el condón en la parte superior de su bota de caña alta hasta el muslo.
Los pezones de ella se endurecieron bajo su pesada mirada. Él no tocó ni besó su
carne excitada, sólo la miró como si estuviera en un completo asombro. Ella se sintió
como la mujer más hermosa del mundo en ese momento. Y luego él bajó por su
cuerpo para succionar un pezón dentro de su boca.
42
Ella jadeó, sus dedos metiéndose entre su rubio cabello parado. Lo sostuvo contra
su pecho. Su espalda se arqueó y se estremeció de placer. La mano de él se movió
hacia su pecho libre y lo tomó suavemente, acariciando el pezón con el pulgar. Usaba
un ritmo que combinaba con las caricias de su lengua. Ningún tirón incómodo ni
apretones brutales de parte de este tipo. El hombre sabía cómo complacer un seno.
—Jace —murmuró ella—. Jace.
Se retorció, moviendo las caderas de lado a lado, deseando que él llenara su
cuerpo con el suyo. Su vara rozó la parte interna de su muslo y ella soltó una
exclamación.
Oh Dios, Jace. Tómame.
Estaba lista para él. Probablemente lo había estado desde que lo había notado
avanzando a grandes pasos por el club. Él levantó la cabeza, la bendijo con una gentil
sonrisa y luego movió la cabeza para tomar el otro pecho en su boca. Él frotó con
fuerza, y luego pasó la lengua contra el endurecido pezón. Succionó con fuerza una
vez más. Frotó. Succionó. Ella se estremeció debajo de él, el dolor latiente entre sus
muslos insoportable.
—Jace —gritó con desesperación.
Sus manos de deslizaron sobre sus costillas, y él se movió hacia abajo por su
cuerpo, dejando tiernos besos por el centro de su vientre. Le hizo el amor a su
ombligo con la lengua hasta que ella creyó que explotaría. Deslizándose más abajo,
él se desplazó hasta que su rostro estuvo al nivel de su entrepierna. Los muslos de
ella temblaron con anticipación. Él debió oler su sexo y sentir el calor viniendo de ello.
Ella estaba tan caliente. Tan mojada.
Esperando.
Deseando.
—Jace por favor.
—Shh. Aggie. No te apures.
Él bajó la cabeza y le besó la superficie interior de su muslo. Ella jadeó, su coño
apretándose, tan cerca de la liberación que sabía que explotaría el segundo en que él
finalmente la poseyera. Pero no la reclamó. Besó un sendero por el interior de su
muslo. Cuando su boca alcanzó la parte superior de su bota, él sacó el condón y lo
metió dentro de la otra bota. Entonces comenzó el lento viaje hacia abajo por su
pierna. Bajando la cremallera de la mientras bajaba, sus labios y su lengua forjaron un
suave camino de placer desde el muslo hasta el dedo del pie. Cuando terminó, su bota
yacía en algún lugar en el suelo, y ella se aferraba a las sábanas.
43
—Jace, me estás volviendo loca.
Él se rio entre dientes. Amó el sonido de su risa. Profundo y rico. Feliz. ¿Podría un
hombre devorado por el dolor sentir felicidad?
Ella levantó la cabeza y lo miró fijamente mientras él se arrastraba hacia arriba por
su cuerpo para trabajar en su otra pierna. Él sonreía para sí cuando sacó el condón de
la bota restante y lo metió en su ropa interior como diciendo, esto es lo que sigue en
mi lista de cosas para complacer con mi boca pecadora. El aliento de ella salió en un
excitado arrebato.
Sí, Jace. Allí. No podía esperar. No podía esperar sentir su lengua contra su clítoris.
Acariciando su labios empapados por los fluidos. Retorciéndose en su coño. ¡Oh! Por
favor, apresúrate.
Él trabajó su camino hacia abajo por la otra pierna, su barba de varios días áspera
contra la parte interior de su muslo. Calmó la irritación con tiernos besos. Ella jadeaba
y se retorcía con excitación mientras él se movía hacia arriba por su cuerpo. Él deslizó
el dedo debajo del elástico de su ropa interior de satén negro. Ella se estremeció.
El condón cayó sobre su cadera y aterrizó en algún lugar en la cama junto a ella. Él
lo tomó entre dos dedos y lo insertó en la boca de ella. Ella luchó contra el impulso
de morderlo, sin querer comprometer su integridad y que se rompiera cuando él
finalmente abriera el paquete, desenrollara el condón sobre su enorme polla y
empujara en ella. Su espalada se arqueó con el pensamiento de él dentro de ella.
Llenándola. Embistiendo en ella. Oh Dios, Jace, te necesito. Dentro de mí.
Inmediatamente.
Él le sacó la ropa interior, sus manos rozando sus muslos, la parte trasera de sus
rodillas, pantorrillas y tobillos. Él lanzó la prenda a un lado y le abrió las piernas. Aire
fresco bañó la carne caliente y dolorida de Aggie. Su aliento se movió contra su piel
mojada. Ella gimió.
Estaba feliz de haberse depilado todo el vello púbico cuando él atrajo un expuesto
e hinchado labio en su boca, chupando hasta que ella creyó que se volvería loca,
deslizando su lengua sobre la resbaladiza superficie interna hasta que sus caderas se
sacudieron. Él succionó hasta llegar a montículo. Su lengua rozó la capa de su piel que
cubría su clítoris y ella lanzó un grito de delirante tormento. Él chupó el otro labio
hinchado, hundió la lengua en el pozo vacío y bien mojado entre ellos por un lapso
demasiado breve y raspó su tierno culo con el mentón duro por la barba. Él hundió la
lengua dentro del fruncido orificio y luego la deslizó hacia arriba para enterrarla
dentro del palpitante coño de ella. La boca de ella se abrió, el condón cayendo de
entre sus labios y por su rostro.
44
—¡Jace, Jace! —Ella tomó su cabello, tirando con fuerza hacia arriba.
Él se estremeció y luego la folló con la lengua, empujándola tan profundo como
era posible y retirándola, antes de empujar otra vez. Él deslizó la punta de un dedo en
su culo, quitó la lengua de su coño y lo sustituyó por dos dedos de la misma mano. El
cuerpo de ella se tensó contra su mano cuando él enterró los dedos más
profundamente dentro de ella, más profundamente, moviéndolos dentro de ella,
abriéndola. Y entonces, él chupó su clítoris dentro de su boca.
Ella explotó con ondas de deleite inigualable.
—¡Sí, sí, sí! —gritó cuando él chupó su clítoris, la lengua acariciando la carne
hinchada, los dedos retorciéndose dentro de la vagina que se apretaba y de su culo
lleno de deleite.
Demasiado rápido, él se apartó y se movió sobre su cuerpo hasta que estuvieron
cara a cara. Él lamió los jugos de sus dedos, murmurando sonidos de deleite en la
parte trasera de su garganta.
Él recuperó el condón de cerca del hombro de ella y lo abrió con los dientes. Bajó
la cabeza y la besó, antes de ponerse de lado para colocarse el condón. Era demasiado
pequeño. Él luchó para estirarlo sobre su ancha vara, mordiéndose el por la
concentración; debería haberle traído un Magnum8. Ella sólo había estado con otro
tipo que lo necesitaba, pero había sido años atrás. Sabía que no tenía uno a mano.
Él usó la mano para guiarse a sí mismo dentro de su cuerpo, y toda la preocupación
desapareció.
Sus embestidas comenzaron superficiales a medida que mojaba su polla con los
jugos de ella y le permitía acostumbrarse a su glorioso grosor. Cuando finalmente la
poseyó completamente, ella arqueó la espalda para tomarlo aún más profundo. Ah
Dios, nunca se había sentido tan deliciosamente llena en su vida.
—Eres hermosa —murmuró él, rozando sus labios con los suyos—. Tu cuerpo…
es la dicha.
Ella no sabía cómo él se las arreglaba para hacerla sentir tan amada. ¿Amor? Ése no
era un sentimiento que ella normalmente considerara cuando un tipo estaba entre
sus muslos.
Jace se retiró lentamente y empujó hacia adelante otra vez. Él la observaba con
atención. Parecía estar midiendo sus respuestas para determinar qué le gustaba a
ella. Era como si su propio placer no le importara; sólo el de ella. El ritmo de Jace,
implacable y perfecto, tiró de ella cuesta arriba hacia la liberación, en espiral cada vez
8
Magnum: condón de tamaño más grande del habitual.
45
más cerca del nirvana. Sus embistes profundos no eran demasiados lentos ni
demasiados rápidos. Sólo perfectos. Y profundos. Oh, tan profundos.
Una vez que él encontró el ritmo de ella, le besó el cuello mientras él le hacía el
amor, rozó su piel con las palmas de las manos, frotó sus pezones entre sus dedos
pulgar e índice y la volvió completamente loca de deseo. Ella nunca había conocido a
un tipo que continuara con el juego previo durante toda la experiencia. Jace trabajaba
cada punto de placer en su cuerpo mientras movía dentro de ella. Yendo tan lejos
como para frotar el dedo gordo del pie contra su empeine cada cierto tiempo,
después de descubrir que la hacía estremecer con inesperado deleite. Ella cerró los
ojos y le permitió tener el completo control. Nunca le había dado su poder a un
hombre tan fácilmente. Siempre luchaba contra esto, pero no con Jace. ¿Por qué? Ella
estaba demasiado delirante para considerar la razón.
Después de mucho tiempo de infligir su placer perfecto, el aliento de Jace se
dificultó, y Aggie abrió los ojos para encontrarlo mordiéndose el labio.
—Esperé demasiado tiempo—jadeó él—. ¿Puedo acabar ahora?
¿Se lo estaba pidiendo?
—Sí, hazlo. —Él más que se había ganado su liberación.
Fue como si algo dentro él se hubiera roto. La embistió como un animal. Envolvió
lo parte trasera de los muslos de ella con los brazos y la dobló a la mitad. La folló duro,
hundiendo su gruesa polla en su cuerpo. Ella gritó, incapaz de distinguir entre el
placer y el dolor, sólo sabiendo solo que amaba esto y que no quería que él se
detuviera. Le gustaba el duro contraste de ser follada después de la manera
considerada y tierna de hacer el amor que él le había mostrado antes.
—¡Sí, Jace! —gritó ella—. Fóllame.
—Lastímame —respondió él.
Ella le clavó las uñas en el pecho. Él gimió.
Ella arrastró las manos hacia abajo, dejando ocho rasguños paralelos en su pecho.
Él se estremeció, la cabeza inclinándose hacia un lado, la boca abriéndose en éxtasis.
—Dios, sí —gruñó él.
Ella le tomó el pezón, torciéndolo brutalmente.
Él bajó la cabeza para besarla. Ella le mordió el labio hasta que saboreó su sangre.
Él no se opuso a su crueldad, pero se puso de rodillas para poder follarla más duro.
Ella gritó, cerca del orgasmo.
46
Su labio ahora libre de su mordedura, él levantó su cabeza y la miró.
—¿Quieres acabar con fuerza?
Bueno, por supuesto que sí. ¿Qué tipo de pregunta era ésa?
—Sí, Jace. Hazme acabar con fuerza.
—No quites tus ojos de los míos.
Él continuó embistiendo en ella, llevándola más cerca del borde. Ella lo miró,
perdida en su intensa mirada. Él la miraba como si buscara el momento exacto para
dejarse ir y unirse a ella en la dicha.
Ella sintió una conexión con él; profundamente personal, mayor que el sexo. Más
de lo había querido experimentar con un tipo al que apenas conocía. Su corazón le
golpeaba con fuerza en el pecho. Por un breve instante, él le permitió verlo. Esa parte
interna de su problemática psiquis que él escondía del mundo. Su respiración se
detuvo, y ella lo sostuvo incluso después de que sus pulmones comenzaran a arder
en señal de protesta.
De improviso, su útero se contrajo. Un espasmo aferró su coño. Olas de liberación
hicieron que su cuerpo tuviera convulsiones, y ella no pudo mantener los ojos
abiertos por más tiempo.
Ah Dios, estaba acabando. Y siguió haciéndolo. Él la embistió con más fuerza.
—Aggie, hazme daño. Necesito…
En el instante en que ella enterró los dedos en su espalda, su cuerpo se estremeció
contra el de ella y se derramó en su interior. Él frotó su rostro contra el hueco del
cuello de ella mientras gritaba. Se aferraron el uno al otro, sus cuerpos se
retorciéndose con mutua felicidad.
Él hizo una pausa y levantó la cabeza. Su voz sonaba distante.
—Respira, nena. Inhala.
¿Respira? ¿A qué se refería?
—¡Aggie! —Él la sacudió por los hombros.
Ella jadeó, glorioso aire llenando sus pulmones, y acabo otra vez. Acabó aún más
fuerte que cuando ese primer orgasmo la había aferrado en ese intenso momento de
conexión personal que no entendía completamente. Aggie lanzó un grito, meciendo
las caderas para trabajar contra su polla que se ablandaba. Su cuerpo entero se
retorció con éxtasis, convirtiéndola en un involuntario espasmo de placer.
47
Eso había sido condenadamente increíble.
Cuando el cuerpo de ella se aquietó, Jace sacó los brazos de la parte trasera de sus
muslos para que ella pudiera estirar las piernas. Le frotó las caderas para aliviar el
dolor y luego tomó su rostro entre las manos para besarla suavemente en los labios.
—¿Estas bien? —susurró. Le frotó la mejilla con la punta de la nariz, sus labios
haciendo cosquillas en la piel cerca del oído—. Creo que olvidaste cómo respirar por
un segundo.
—Estoy más que bien —dijo ella llena de delirio—. ¿Qué fue eso?
—¿Qué? —Le frotó la mandíbula con los labios.
—No puedo explicarlo. No sé si fue lo duro que me estabas follando o la forma en
que me mirabas u otra cosa. Fue…
—¿Excitante?
—¿Excitante? Eso fue condenadamente increíble. Hazlo otra vez, por favor.
Él levantó la cabeza y apartó la vista. Parecía completamente atontado.
—¿No me odias ahora?
—¿Cómo podría odiarte después de esto? Nunca he experimentado nada como
esto en toda mi vida. Fue maravilloso.
—¿Aunque no pude acabar hasta que me lastimaras?
—Si eso es lo que se necesitas para acabar, estoy perfectamente de acuerdo con
ello.
Él sonrió.
—Por lo general, éste es el momento en el que la mujer me llama un bastardo
enfermo, toma su ropa y sale corriendo desnuda de la habitación sin echar una mirada
hacia atrás.
—No estoy corriendo.
La sonrisa de él se amplió, haciendo que el corazón de ella tartamudeara
estúpidamente en su pecho.
—Lo noté. ¿Me azotarás otra vez? Lo recibiré mejor ahora que no estoy tan
sexualmente frustrado.
Ella sonrió.
48
—Lo haría feliz. ¿Me follarás otra vez cuando hayas tenido suficiente dolor?
Él la beso y salió de ella.
—Si todavía soy capaz de moverme.
Se quitó el condón de la polla, echó un vistazo alrededor del cuarto y salió de la
cama para tirarlo en el pequeño cubo de basura cerca de su escritorio. Ella se arrastró
hasta salir de la cama, para nada lista para sacudirse de encima la sensación de
bienestar que todavía recorría su cuerpo.
Suspiró y se estiró para tomar su ropa interior.
—¿Te estas vistiendo? —preguntó él.
—¿No quieres que te azote de nuevo?
—Sí, quiero que tú me azotes; Aggie, no la Ama V. Te quiero desnuda. Quiero el
cuerpo que estoy aprendiendo a complacer expuesto mientras me haces daño.
—No puedo, Jace. No soy capaz de herirte siendo yo misma. Tengo que estar en
el papel de domme.
Él levantó una ceja hacia ella y se pasó las manos por los arañazos en el pecho.
—¿Oh, en serio?
Ella agachó su cabeza. Lo había lastimado. Y algo en eso la excitaba.
—Por lo general, ésta en la parte en la que el hombre me llama una perra loca,
toma su ropa y sale corriendo desnudo de la habitación sin echar una mirada hacia
atrás.
—No estoy corriendo. —Él extendió una mano, y ella cruzó el cuarto para tomarla.
La condujo a través de su hogar, hacia el vestíbulo y hacia la habitación
insonorizada. Un teléfono celular sonaba en la pila de ropa de Jace. Tenía un correo
de voz. Su frente se arrugó.
—¿Quién podría ser? Nunca nadie me llama.
Recuperó su teléfono de la chaqueta de cuero y escuchó el mensaje. Ella observó
su expresión cambiar de confusión a horror. Él se estiró para tomar su ropa y
comenzó a vestirse.
—Lo lamento, pero debo irme.
—¿Sucedió algo malo?
49
—Trey está en el hospital.
—¿Trey?
—El guitarrista rítmico de los Sinners.
—¿Es algo serio?
Él metió un pie con fuerza en la bota.
—Sí, eso parece. Herida en la cabeza. ¿Puedo verte otra vez?
Ella cruzó los brazos sobre sus pechos desnudos.
—Si tienes una cita.
—¿Mañana por la noche? ¿A la misma hora?
—Tengo otro cliente programado para mañana a las diez.
Todo el cuerpo de él se tensó, en la forma en que debía haber respondido cuando
ella lo azotó.
—Oh —murmuró él sin aliento.
—¿Qué te parece a las cinco de la tarde?
Su sonrisa rivalizó en brillo con el resplandor del sol.
—Incluso mejor.
Ella intentó ocultar una sonrisa, pero falló.
—Te anotaré en mi agenda.
50
Traducido por Erudite_Uncured12
Corregido por Curitiba
i la espera no mataba a Jace, la nube oscura de perdición que rodeaba a
Dare Mills bien podría hacerlo. El cabello largo y el cuero lo identificaron
como la infame estrella de rock que era, pero la preocupación que retorcía
su rostro con interés era un fuerte recordatorio de que sólo era un ser
humano y de que estaba hecho una ruina absoluta por la hospitalización de su
hermano pequeño. Eran casi las cinco de la mañana. Trey había salido de una cirugía
exitosa unas horas atrás, pero seguía durmiendo por la anestesia.
S
―¿Por qué no nos permiten verlo? ―preguntó Dare por vigésima vez―. Sólo
quiero verlo.
―Necesita descansar―dijo Eric―. Eso es todo. ―Produjo un bostezo del tamaño
del de un león y se frotó el rostro con ambas manos.
―No es como si fuera a arrancarlo de la cama del hospital y llevarlo de paseo por
Las Vegas Strip9. Sólo quiero verlo. Saber si sigue respirando.
Jace palmeó el reverso de la mano de Dare. Entendía demasiado bien lo que Dare
sentía. No que pudiera expresarlo. Cada vez que abría la boca para decirle a Dare
cómo se había sentido sentarse en la sala de espera de un hospital mientras que la
vida de un ser querido se encontraba en manos de extraños, las paredes blancas
parecían cerrarse sobre él, y una angustia paralizante le robaba el aliento. Ninguna de
sus experiencias con las salas de espera de un hospital había terminado bien. Dare no
necesitaba oír eso, y Jace no quería recordarlo, por lo que sólo le palmeaba el dorso
de la mano cada cierto tiempo, con la esperanza de que de alguna manera se diera
cuenta de que estaba allí para apoyarlo. Le debía su éxito a Dare; todo su sustento.
Ninguno de los chicos sabía cómo Dare lo había ayudado a convertirse en parte de
los Sinners. Había sido Dare quien organizara la audición de Jace con la banda. Dare
quien había convencido a Trey de despedir al bajista original, Jon, por abuso de
drogas. Dare quien había inventado ese engaño sobre que Jace había sido
considerado como un reemplazo para Logan; el bajista de Exodus End. Logan nunca
había considerado renunciar abandonar Exodus End. Había sido una trampa. Dare
9
Las Vegas Strip: extensión de siete kilómetros del Boulevard South en Las Vegas, Nevada.
51
afirmó haber intervenido ya que era lo mejor para la banda de su hermano pequeño.
El tipo tenía un fuerte instinto protector cuando se trataba de Trey. Jace se
preguntaba si Trey se daba cuenta de lo mucho que su hermano mayor se preocupaba
por él, y cómo se sentiría tener a alguien que lo amara tanto.
―Estoy a punto de colapsar ―dijo Eric―. ¿Cuándo se supone que vendrá Brian y
nos dé un descanso?
―En un par de horas ―dijo Jace.
―Puedes irte, Eric ―dijo Dare―. Ya has hecho suficiente por él.
Eric sonrió y luego se puso de pie de un salto.
―No voy a acobardarme ahora. ¿Quién necesita café?
―Sí ―dijo Dare distraídamente.
―Yo tomaré una taza ―dijo Jace. Esperaba que Eric torciera sus palabras hasta
convertirlas en una pulla, pero salió de la habitación para encontrar otra dosis de
cafeína. Jace decidió que Eric debía estar completamente agotado si había
renunciado al sarcasmo.
―No hablé con él sobre Brian ―dijo Dare.
Jace miró con curiosidad.
―¿Qué pasa con Brian?
―Debería haber hablado con él. Debería haberlo chequeado para asegurarme de
que estuviera bien.
Otra cosa que Jace comprendía completamente. Un caso de “debería haber”.
Debería haber tomado el autobús a la escuela ese día. Debería haber alejado a Kara.
Nunca debería haber salido por la ventana. Nunca debería haber nacido.
―Debería haberlo convencido de ir antes al médico ―dijo Dare.
―Tratamos de convencerlo de ir al médico, Dare ―dijo Jace.
―Pero él me escucha. ―Dare acarició la ceja con el dedo medio―. A veces.
―Deberíamos haber insistido. Sabíamos que estaba herido ―dijo Jace.
Más “debería haber”.
Eric regresó con tres vasos plástico entre sus largos dedos.
52
―¿De qué están quejándose ustedes dos? ―Le dio una taza de Dare y luego una a
Jace, antes de tomar un sorbo de la suya.
―Deberíamos haber conseguido ayuda para Trey antes ―dijo Dare.
―Bueno, no lo hicimos. Ahora tenemos que lidiar con las consecuencias. No tiene
sentido torturarse por cosas que no puedes cambiar. Tienes que sacar lo mejor de la
situación actual ―dijo Eric.
―La situación actual apesta ―dijo Dare.
Jace palmeó la mano de Dare nuevo. Él comprendía. Todavía se torturaba por
cosas que no podía cambiar años después de ocurridas. No podía imaginar dejar ir esa
culpa jamás.
53
Traducido por Itorres
Corregido por flochi
U
nos odiosos golpes en la puerta principal de Aggie la despertaron antes del
mediodía. Tomó una almohada y enterró la cabeza debajo de ella. Ésta
amortiguó los persistentes golpes, pero no lo suficiente para permitirle
dormir. Cuando los golpes se intensificaron, ella resopló con fuerza, apartó
las cobijas de una patada, deslizó una bata sobre su cuerpo desnudo y salió hacia la
puerta principal. Su madre estaba de pie en la entrada, mirando nerviosamente por
encima del hombro.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Aggie.
Mamá se abrió paso a través de la entrada, cerró la puerta detrás de ella y la trabó.
—Voy a quedarme aquí por un par de días. ¿Tienes café? —Miró la puerta abierta
de la habitación insonorizada donde Aggie trabajaba con sus clientes. Había
permanecido vacía desde que Jace se había ido la noche anterior.
Aggie tomó el codo de Mamá y la condujo a través del vestíbulo conector hacia el
living. Continuó a través de la sala de estar hacia la cocina, la cual estaba separada de
la gran y abierta sala por una barra desayunadora.
—¿Por qué tienes que quedarte aquí? ¿Qué hiciste ahora?
—Algunos hombres me buscan. No es gran cosa… sólo es mejor si no me
encuentran. ¿Te importa si fumo?
Mamá metió la mano en su bolso y sacó un paquete de cigarrillos. Sacó uno de un
golpe y se lo puso entre los labios de color rosa brillante.
—En realidad, sí me importa. Ve a fumar afuera. Pondré el café.
Mamá miró por encima del hombro hacia la puerta cerrada.
—Necesito dejarlo de todos modos. —Regresó el cigarrillo al paquete y fue a
cerrar la puerta reforzada que separaba la sala del vestíbulo. Aggie generalmente la
dejaba abierta, a menos que estuviera esperando un cliente, pero si eso hacía que su
madre paranoica se sintiera mejor, la mantendría cerrada para mayor seguridad.
54
Mamá siguió a Aggie hacia a la cocina y se sentó en un taburete de la barra de
desayuno. Bostezando, Aggie comenzó a preparar una cafetera y se apoyó contra la
encimera frente a su madre.
—¿Qué te sucede? —preguntó Mamá—. ¿Follaste o algo?
—¿Eh? —¿Cómo diablos sabría eso su madre?
—Caminas toda patizamba.
—Cállate —dijo Aggie—. Claro que no.
—Si tú lo dices. —Mamá le dio una mirada evaluadora, metió la mano en su bolso
y volvió a sacar el paquete de cigarrillos—. Hombres. Estúpidos. Todos ellos.
Normalmente, Aggie estaría de acuerdo, porque había encontrado uno anoche
que en cierta forma le gustaba. Uno que al parecer la hacía caminar patizamba.
—No todos son malos.
Mamá sacó otro cigarrillo del paquete, lo puso entre sus labios y lo encendió.
—Mierda, encontraste a un hombre, ¿verdad?
Aggie se encogió de hombros.
—En realidad no.
Mamá le dio una profunda pitada a su cigarrillo, el humo rodeando su cabeza a la
vez que flotaba hacia el techo. Aggie realmente deseaba que no fumara en su casa,
pero con esta mujer había tantas batallas, que Aggie tenía que escoger las que estaba
dispuesta a luchar.
—¿En realidad, no? —Mamá levantó las cejas delineadas hacia ella—. ¿Cómo se
llama? ¿Es agradable?
—No hay un hombre, Mamá —dijo Aggie, sacudiendo la cabeza. No estaba
dispuesta a contarle a su madre nada acerca de Jace. Ni siquiera su nombre. No
describiría lo atractivo que lo encontraba o cómo su rara risa le calentaba el corazón.
Y sobre todo no le mencionaría cómo él la satisfacía sexualmente en una forma que
ningún otro hombre lo había hecho jamás. Sabía que si le confiaba siquiera el más
mínimo detalle, su madre señalaría todo lo negativo, hasta que Aggie perdiera de
vista lo maravilloso que él era. Mamá siempre lo hacía.
—Entonces, ¿qué sucede contigo? —preguntó Aggie. Mamá nunca se presentaba
a menos que necesitara algo. Incluso cuando Aggie había sido una niña, su madre
había estado más ausente de su vida que en el presente. La mujer siempre estaba
55
persiguiendo un improbable sueño u otro. Tener un hijo nunca había sido un sueño;
más bien una carga. Era mucho más probable que ella huyera de sus obligaciones
parentales que las llevara a cabo. Aggie se había reconciliado con esa idea años atrás.
La cafetera borboteó mientras se vertía lo último de la preparación dentro de la
jarra. El embriagador aroma del fuerte café perfumó la acogedora cocina. Aggie llenó
dos tazas. Puso varias cucharadas de azúcar en la taza de su madre, tomando su
propio café negro.
Su madre aceptó la taza entre las manos huesudas y tomó un sorbo.
—Tuve una gran idea para finalmente sacarte de ese club de striptease.
Aggie puso los ojos en blanco.
—¿Cuántas veces te lo tengo que decir? Me gusta trabajar allí. No bailo porque
tengo que hacerlo. Bailo porque quiero.
—No seas ridícula, Agatha. —Ella sacudió la cabeza con desdén—. Compré un libro
en Internet.
—¿Un libro? ¿Qué clase de libro?
—Cómo ganar en las tragamonedas. Garantizado.
—No lo hiciste.
—Sí. Y probé el método. —Ella sonrió—. Gané un par de miles.
—Eso es genial. Puedes pagar tus tarjetas de crédito.
Mamá dio otra pitada a su cigarrillo. Sorbió un poco de café. Se tomó su tiempo en
llegar al punto.
—Así que pensé, si puedo comenzar con cincuenta dólares y hacer dos mil,
entonces si comienzo con cincuenta mil, podría hacer dos millones. —Señaló a Aggie
con el cigarrillo y le guiñó un ojo—. Siempre fui buena en matemáticas.
El corazón de Aggie se hundió.
—¿Qué hiciste, Mamá?
—Bueno, ¿qué crees? Saqué un préstamo y fui al casino. Seguía pensando que iba
a funcionar. Seguí el libro al pie de letra.
Oh, mierda.
—¿Cuánto perdiste?
56
Mamá se quedó mirando la punta encendida de su cigarrillo.
—Bueno, después de perder los primeros cincuenta mil dólares…
—¡Cincuenta mil dólares!
—Pedí prestados otros cincuenta y... —Se encogió de hombros, dio la última
pitada a su cigarrillo y, al no encontrar un cenicero disponible, lo aplastó en la
encimera de granito de Aggie.
—¡Perdiste cien mil dólares en los tragamonedas!
—Oh, no, no, no, no, no —dijo Mamá, sacudiendo la cabeza vigorosamente.
Aggie inhaló un gran suspiro de alivio.
—Sólo perdí cincuenta mil en los tragamonedas. Los otros cincuenta los perdí en
la ruleta. —Sonrió tan dulce como el almíbar.
—¿Qué te sucede? —gritó Aggie.
—Quería sacarte de ese club, amor. Eso es todo.
—¡Madre! No te atrevas a tratar de hacer que esto sea mi culpa. —Aggie se frotó
el rostro con ambas manos. Ella tenía unos pocos miles de dólares en el banco y otros
mil en el lavabo en su cuarto de baño principal, pero acababa de remodelar la casa
para su negocio, por lo que sus activos eran mínimos. De ninguna manera podía
conseguir cien mil dólares para pagar el préstamo—. Espera un minuto. —Inmovilizó
a su madre con una dura mirada—. ¿Quién diablos te prestaría dinero a ti? Tú crédito
es una mierda.
Mamá se encogió de hombros, retorciendo su cabello rojo chillón alrededor de un
dedo.
—Oh, unos tipos.
—¿Unos tipos?
Ella frunció sus cejas y los labios.
—Creo que son miembros de la Mafia —susurró y miró por encima del hombro,
como si esperara verlos de pie detrás de ella con palas para cavar.
—¿Qué?
Mamá se estremeció.
—¡No me grite, señorita!
57
Aggie se paseó por el área de la cocina, mordisqueándose la punta del dedo.
—¿Cuándo se supone que tienes que pagarles?
—Pronto.
—¿Cuán pronto?
Mamá hizo una mueca.
—No me gusta tu tono, Agatha. No olvides a quien le estás hablando. Si no fuera
por mí ni siquiera existirías.
—¿Cuán pronto?
—Hace tres semanas. —Sacó otro cigarrillo del paquete y lo encendió.
A Aggie le resultó imposible cerrar la boca. O respirar.
—¿Y me lo dices ahora? —farfulló finalmente.
—Sé lo ocupada que estás. No quería molestarte con mis pequeños problemas.
Y ahora Aggie estaba hiperventilando.
—¡Pequeños! Supongo que también les debes intereses.
—Por supuesto. ¿Quién otorga préstamos sin cobrar intereses? —dijo Mamá y le
dio una profunda pitada al cigarrillo número dos. Quitó la colilla de su boca y miró la
brasa encendida mientras exhalaba lentamente y sacaba humo de ambas fosas
nasales.
—¿Cuánto?
—El veinte por ciento.
—¿Anual?
Mamá se echó a reír, una nube de humo saliendo en erupción de su boca. Levantó
su mirada azul hacia Aggie.
—Ellos no hacen préstamos anuales, amor. Realmente pensé que sería una gran
jugadora en este momento, sin ningún problema para devolver todo y para
asentarnos de por vida… en otro lugar que no fuera Vegas. Estoy cansada de Vegas.
¿Tú no? —Se encogió de hombros y dio otra pitada a su cigarrillo—. ¿Qué piensas de
Tahití?
—Te van a matar, mujer estúpida.
58
—¿Cómo van recuperar su dinero de un cadáver? Ya se me ocurrirá algo. Siempre
lo hago. Pero hasta entonces, no quiero que sepan dónde estoy, así que estoy de
visita por un tiempo. ¿De acuerdo?
No, no estaba bien pero, ¿qué podía hacer? Ésta era su madre; su ridícula, estúpida
y exasperante madre. Si no la amara tanto, la estrangularía.
Y luego estaba el pequeño problema de que Jace vendría esa noche. ¿Cómo iba a
ocultarlo Aggie de esta mujer entrometida? La última persona en la tierra que quería
presentarle era su madre.
59
Traducido por Azuloni.
Corregido por flochi
J
ace tocó el timbre de Aggie precisamente a las cinco. Metió su sentimiento
de culpa en el fondo de su mente. Debería estar visitando a Trey en el
hospital, no buscando sexo caliente y alucinante con la mujer más deseable
del planeta. Trey había despertado unas horas atrás, pero aún no había
regresado a la normalidad. Había perdido mucha de la movilidad en ambas manos.
Jace no estaba seguro de cómo lidiar con eso. Sólo necesitaba sacarse a Aggie del
sistema una vez más, y estaría bien. Con su ayuda, él podía concentrarse en algo más
que el dolor en su alma que ya crecía de nuevo. El dolor a juego en su ingle era sólo
un problema menor.
La pelirroja mujer de mediana edad que abrió la puerta lo miró con recelo de arriba
abajo.
—¿Qué quieres conmigo? —gruñó ella. Sus ojos eran del mismo azul cerúleo que
Aggie, pero su aspecto rudo no era de Aggie.
—Uh... —Fuera de su elemento, Jace había perdido la lengua.
—No lo tengo todavía, Maynard. Mantén tu polla en tus pantalones.
Ella le cerró la puerta en la cara.
Jace se rascó la cabeza. Revisó el número de la casa para asegurarse de que fuera
la casa de Aggie.
¿Quién?
¿Qué?
La puerta se abrió de nuevo. La preciosa Aggie apareció vestida con su traje de
cuero de dominatrix. El diseño del bordado en el corsé era diferente. Ayer por la
noche habían sido rosas rojas. Hoy tenía colibríes verde menta.
Aggie puso los ojos en blanco hacia Jace.
60
—Lo siento por eso. Mi madre está de visita. Inesperadamente. Contra mi
voluntad. Y mi mejor juicio.
Esa media erección que había estado luciendo la mayor parte del día se marchitó.
—¿Tu madre?
—No eres más que un cliente. —Ella le dio una severa mirada.
Sólo un cliente. Así que la increíble intimidad que habían compartido la noche
anterior, esa conexión que él nunca había experimentado con nadie, ¿no había
significado nada para ella? ¿Por qué ese pensamiento cortaba su corazón? No era
como si le importase una mierda. No era así. A él no le importa una mierda nada
excepto su música. Era la única cosa en su vida que nunca lo había defraudado.
Aggie le tomó la mano y lo condujo hacia la habitación insonorizada donde lo había
azotado de forma tan espectacular la noche anterior. Y sacado sangre. Él se
estremeció ante el recuerdo.
—¿Lo conoces? —La madre de Aggie estaba en el vestíbulo con los brazos
cruzados sobre el pecho, mirando a su hija con desaprobación.
—Te dije que tenía una cita a las cinco. Vuelve a la casa.
—No me fío de él, Agatha. Luce sospechoso. Como un miembro de la Mafia.
¿Mafia? Probablemente era la chaqueta de cuero. Jace se apresuró a la habitación
donde Aggie servía a sus clientes.
—No es de la Mafia. Vete, Madre. —Aggie cerró la puerta del santuario detrás de
ella y echó el cerrojo. Se volvió hacia Jace—. Lo siento por eso. Ella tiene... problemas.
—Agitó una mano.
Jace se encogió de hombros y miró al suelo. Quería irse. No podía hacer esto con
su madre en la casa, especialmente no después de que la mujer le hubiese dicho que
mantuviese su polla en sus pantalones. La única razón por la que estaba aquí era para
poner su polla en su hija. En repetidas ocasiones y excesivamente.
—Debería irme —dijo en voz baja.
Aggie se movió para colocarse directamente frente a él. Sus grandes y suculentos
pechos entraron en su línea de visión. Él se lamió los labios. Su polla se agitó en sus
pantalones. Esta mujer era positivamente deliciosa y alejaba todos los pensamientos
de su cabeza. Ella tomó su rostro con ambas manos y llevó su mirada hacia la de ella.
—¿Qué sucede?
61
—Trey...
—¿El guitarrista en el hospital?
Él asintió.
—Debería ir a visitarlo.
—¿Cómo está?
—Pasó la cirugía, y ahora está despierto. Debería estar con él.
—¿Entonces él está bien?
Jace sacudió la cabeza ligeramente.
—No puede mover bien los dedos, o algo así.
—Puedes ir a verlo más tarde. Probablemente esté descansando.
—Sí. —Jace bajó los ojos a sus labios carnosos y de color rojo rubí—. Descansando.
—Se quedó mirando sus labios, hipnotizado por su sensualidad—. ¿Puedo besarte?
—Sus manos se movieron para descansar en la curva de sus caderas. Él la acercó más.
—¿Te quedarás un rato?
Él asintió. Incluso si hoy era sólo su cliente, todavía quería estar con ella.
—Entonces, sí. Bésame, Jace. —Ella dijo su nombre como una suave caricia. Hizo
que le doliera el corazón.
No finjas que te importa. Simplemente no lo hagas.
Él rozó sus labios con los propios. Sus labios eran suaves. Tiernos. La besó de
nuevo. Más profundamente. Se apartó y la miró a los ojos.
—Pensé mucho en ti hoy —murmuró ella, limpiándole la esquina de la boca con el
pulgar. Probablemente ahora llevaba la mitad de su lápiz de labios.
Él sonrió. Se sentía natural sonreír cuando estaba con ella. Nunca se había sentido
de esa manera con nadie. Siempre se sentía en guardia, pero no con ella. Con ella se
sentía… ¿seguro? ¿Cómodo? ¿Entendido? Algo.
—¿Oh, sí?
Ella asintió.
—¿Pensaste en mí?
—Constantemente.
62
Ella tiró de su camisa por la cabeza y se inclinó para presionar sus labios contra su
clavícula.
—Tengo miedo de mirar tu espalda. ¿Estás dolorido? —Sus dedos se arrastraron
suavemente sobre su piel.
Le había costado arrastrarse fuera de la cama esa tarde, pero ahora estaba listo
para más.
—No realmente. No vas a tomártelo con calma conmigo, ¿verdad?
—Lo que tú quieras, cariño. Harás lo mismo por mí, ¿verdad?
Ella no le pediría que la golpease, ¿verdad? Él no sería capaz.
—¿Qué tenías en mente? —preguntó él.
—Cualquier cosa que quieras hacerme… Confío en ti.
El corazón de Jace tropezó en un latido. ¿Ella le daría libertad para hacer lo que él
quisiera con ella? Necesitaba llevarla al bus de gira. Su maleta de implementos para
inducir el placer estaba en un armario ahí. Él había estado coleccionando cosas para
infligir placer en una amante que se lo mereciese durante años. Y cada mujer que
había intentado iniciar lo había decepcionado al final.
Aggie le bajó la cremallera de los jeans. Se puso en cuclillas mientras le bajaba los
pantalones por los muslos. Colocó un tierno beso en la cabeza de su polla. Ésta se
retorció, hinchándose rápidamente, haciéndose más gruesa, larga y dura. Queriendo
estar enterrado en su voluptuoso cuerpo, en su resbaladiza calidez, donde
pertenecía.
Aggie vagabundeó hacia su mesa y seleccionó una paleta. Se volvió para mirarlo e
hizo una mueca cuando su mirada cayó sobre su espalda.
—Estás realmente magullado —murmuró. Se movió para pararse detrás de él y
trazó las gruesas bandas de heridas a lo largo de su espalda superior—. El bastón.
¿Por qué no me dijiste que te estaba haciendo tanto daño? Me habría detenido.
—No quería que te detuvieses. Lo necesitaba.
—No volveré a golpearte con el bastón —dijo ella—. Tendrás que conformarte
con una buena paleta esta noche. —Le besó el hombro y rodeó su cuerpo para
enfrentarlo. Le acarició las nalgas desnudas y luego lo golpeó en el cachete carnoso
con la paleta.
Chasqueó contra su tierna carne. Un dolor punzante atravesó su trasero,
estableciéndose como placer en la base de su pene. Ese otro dolor, el dolor de su
63
corazón, de su alma, cedió ligeramente. La única vez que lo abandonaba era cuando
estaba distraído por el dolor físico. Lo físico siempre dolía mucho menos que lo
emocional. Se convertía en un indulto. Aggie lo golpeó otra vez. Los dedos de sus pies
se encresparon en sus botas. Una vez más. Sus pezones se tensaron.
Ah Dios, Aggie. Hazme daño.
Llévate el dolor. Hazme daño.
Observando su rostro, ella lo golpeó de nuevo y luego lo besó profundamente, su
lengua uniéndose a la suya. Él no solía experimentar una mezcla de dolor y placer. En
el pasado, él había hecho todo lo posible para mantener ambos separados. Pero
incluso la noche anterior, Aggie le había dado lo que necesitaba y no lo había juzgado
por ello. El entusiasmo de Jace aumentó rápidamente. La envolvió con los brazos,
tirando de ella contra él y profundizando su beso.
Él gimió en su boca cuando ella lo golpeó de nuevo. Mierda, estaba duro. La quería
No, más que eso. La necesitaba.
Como necesitaba el aire.
Ella volvió la cabeza, rompiendo el beso, y le pegó de nuevo.
—¿Te gusta eso?
Él no podía formar un pensamiento coherente.
—¿Eh?
—¿Un toque de placer con el dolor?
—Sí.
Ella se deslizó hacia abajo por su cuerpo, acomodándose en sus rodillas a sus pies.
Le lamió la cabeza de la polla. Él se estremeció, placer ondulando a través de su carne.
Ella metió su polla en su boca caliente y chupó suavemente. Cuando le golpeó el culo
de nuevo, él gritó. Ella lo chupó con más fuerza, moviendo rápidamente la cabeza
para frotar sus labios carnosos encima del borde sensible. Ella se detenía con
frecuencia para golpearlo, antes de volver a darle placer con la boca.
El dulce dolor se mezcló con el agonizante placer hasta que él no pudo soportarlo
más. Retorció los dedos en su espesa y sedosa cabellera negra y mantuvo su cabeza
inmóvil.
—Aggie —susurró—. No. No puedo. Demasiado.
64
Ella metió la mano entre sus piernas, tomando sus bolas. Apretó. El estómago de
él se revolvió mientras el dolor lo dejaba sin aliento. Ella aflojó su asidero y, mientras
Jace respiraba a través del dolor, ella lo chupó profundamente en la parte posterior
de su boca y trabajó los músculos de su garganta y lengua alrededor de su polla. Él se
obligó a alejar las manos del cabello de ella, sabiendo que tiraría y la heriría si se
excitaba demasiado. Y ella lo estaba excitando demasiado rápidamente.
Él bajó la vista hacia ella, sumisa a sus pies, su polla en su garganta.
—Oh, mierda —jadeó, su aliento atascado. Desvió la mirada hacia el espejo al otro
lado de la habitación. El cabello largo de ella hasta la cintura se balanceaba contra su
espalda mientras se apartaba, lo chupaba profundo y se retiraba de nuevo.
Dejando la paleta en el suelo, ella liberó su polla de su boca. Metió la mano en su
ajustado bustier de cuero y sacó un condón. Después de rasgar el paquete con los
dientes, lo desenrolló sobre su polla. No era uno de esos pequeños que se había visto
obligado a utilizar la noche anterior.
Él le sonrió.
—Gracias por tener en cuenta mi comodidad esta vez.
—Fui a comprar unos condones más grandes sólo para ti, grandote. —Le dio una
palmada en el culo con la mano desnuda.
Él rio entre dientes.
—Creo que debes saber que el baterista de mi banda me llama hombrecito.
—¿Hombrecito? —Ella miró a su polla con aprecio—. Difícilmente. ¿Cómo lo llamas
tú? ¿Ciego?
Jace no quería hablar de Eric. Quería darle buen uso al condón. Tiró de sus botas y
pateó los jeans a un lado. Miró a su alrededor.
—No hay una cama aquí.
—No, pero hay una mesa.
Él la tomó por la cintura y la llevó al otro lado de la habitación. Después de que él
le quitase la ropa interior, ella se sentó en el borde de la mesa. Él se puso en cuclillas
entre sus piernas y chupó su clítoris hasta que ella estuvo completamente mojada. Su
olor lo llevaba a la locura. Inhaló profundamente por la nariz mientras lamía su dulce
néctar, su lengua bailando sobre la carne resbaladiza. Sus excitadas respiraciones,
elevándose en la parte posterior de la garganta, le alertaron de su orgasmo
inminente. Se puso de pie y con cuidado insertó su polla en su cuerpo. La espalda de
65
ella se arqueó, y sacó las caderas de la mesa para conducirlo más profundo,
sosteniendo la mayor parte de su peso con los brazos. Su calor lo envolvió. Él gimió,
apoyándose con los pies bien separados para sostenerla en su miembro palpitante.
Ella se movió de nuevo al borde de la mesa, y él se lanzó hacia delante para llenarla
de nuevo.
—Jace —susurró ella sin aliento.
Él la penetró lentamente y observó sus reacciones mientras incrementaba de
forma metódica su ritmo. Cuando encontró su ritmo perfecto, evidente por cómo ella
se retorcía y maullaba, él lo mantuvo sin descanso, con la misma cadencia constante
que utilizaba en su música.
Ella se estiró detrás de ella y tomó un látigo fuera de la mesa. Le golpeó
ligeramente en el pecho. Cada uno de la docena de delgados hilos liberó deliciosos
aguijones en su carne. Su respiración se detuvo. Se metió dentro de ella más duro.
Ella igualó sus estocadas con latigazos; acompañando tanto su ritmo y como su
intensidad. Cuanto más duro la follaba, más duro lo golpeaba. Embistió más y más
duro. Se dejó llevar por la excitación, perdiendo todo el control consciente de sus
movimientos, dándole a su deseo de dolor pleno control sobre su consecución de
placer. ¿Cómo sabía ella exactamente lo que él necesitaba? Rápidamente, su
necesidad de liberarse lo llevó hasta el punto de ruptura. Sus bolas dolían con
pesadez.
Obligó a sus ojos a abrirse para mirarla. ¿Ya estaba cerca del orgasmo? Todo su
cuerpo se estremecía con cada embestida, sus hermosas tetas balanceándose cada
vez que sus cuerpos se unían. El pecho de él estaba en carne viva y rojo por los
latigazos de su perfecta represalia. La boca de ella se abrió de asombro mientras la
observaba. Ella estaba más cerca de lo que él se había dado cuenta.
—Mírame —exigió él.
Ella abrió los ojos, y sus miradas se encontraron. Deslizó un dedo por su abertura,
frotando su clítoris y enviándola volando sobre el borde.
—¡Jace! —gritó.
Mientras su coño se apretaba alrededor de su polla con el orgasmo, él se dejó ir.
Su cuerpo se tensó, bombeando su semilla dentro de ella con chorro tras glorioso
chorro, mientras el cuerpo de ella se estremecía incontrolablemente. Él sostuvo su
mirada todo el tiempo, sabiendo cuán emocionalmente vulnerable eso lo volvía, pero
con ella, le parecía bien.
66
Agotado, se desplomó contra su cuerpo tembloroso. Ella lo envolvió con los
brazos y sacudió sus caderas hacia atrás y hacia adelante, sin dejar de encontrar
placer en su miembro.
—Oh Dios, Jace —murmuró—. Nunca tendré suficiente de ti.
Él nunca tendría suficiente de ella tampoco, lo que era un problema en lo que a él
se refería. Enredó las manos en su cabello largo y sedoso, sabiendo que ella se
merecía mucho más placer del que él le había dado. Con ella azotándolo así, él había
estado demasiado excitado para tratarla con el cuidado y la atención adecuados. Lo
que tenía en mente para la próxima vez podría compensar eso, esperaba.
—¿Quieres ir a un sitio conmigo? —preguntó, inclinándose sobre ella para besarle
el hombro.
—Sí, está bien —dijo ella—. ¿Dónde vamos?
Él se elevó sobre ella apoyándose en sus brazos y miró su rostro sonrojado. Ella
hizo un mohín al ver el desastre que había hecho de su pecho. Su suave toque era
intoxicante mientras trazaba los verdugones entrecruzados en su piel, trayendo
recuerdos del dolor al frente de su mente otra vez.
—El bus de gira. Quiero enseñarte la verdadera felicidad.
—¿La verdadera felicidad? ¿No es eso lo que acabamos de vivir?
Él rio entre dientes.
—Cariño, eso fue sólo el precalentamiento.
67
Traducido por rihano
Corregido por flochi
A
ggie se acurrucó más cerca de la espalda de Jace, las manos presionadas
contra su abdomen. Amaba las motocicletas. Especialmente las Harleys
de tonos bajos y retumbantes. Juego previo sobre ruedas.
Condujeron por el Strip de Vegas. El aire de la noche de verano era
sofocante, sin embargo, las multitudes seguían abundantes en las aceras y el tráfico
era pesado. Los turistas realmente salían a jugar por la noche. Aggie había vivido en
Las Vegas toda su vida, y la incesante excitación de la ciudad todavía la estimulaba.
Jace giró hacia el área detrás del Mandalay Bay en el extremo sur de Las Vegas
Boulevard y se detuvo junto a un grupo de tres buses de gira. Jace estacionó junto a
un bus plateado y negro y sostuvo su mano mientras ella bajaba de la moto.
Ella se quitó el casco, su largo y espeso cabello cayendo en cascada por sus
hombros y espalda. Ella lo apartó de su rostro con impaciencia.
—Tenemos que conducir hacia el desierto y tener una orgía sobre esta moto.
Él se quitó el casco, sonriendo para sí.
—Creo que puede arreglarse.
—¿Ahora? —preguntó ella sin aliento.
—Tengo otros planes para ti. La próxima vez.
¿La próxima vez? No era buena planificando el futuro, sobre todo si requería confiar
en un hombre, pero ella haría concesiones por Jace.
Él abrió la puerta del bus y subió los empinados escalones. Echando un vistazo
hacia el pasillo, la hizo entrar con un gesto. El interior era más agradable de lo ella que
había esperado. Un mullido sofá de cuero enfrentaba dos sillas de capitán, un TV de
pantalla plana y un sistema estéreo. Más abajo por el pasillo principal, una pequeña
cocina estaba frente a una pequeña mesa cuadrada y unos asientos. Más allá de la
zona del comedor, había dos compartimientos con cortinas apilados a cada lado.
Mientras Jace seguía por el pasillo, apartó cada cortina para revelar cuatro literas
vacías.
68
—No creo que haya alguien aquí —dijo.
La puerta del baño estaba parcialmente abierta. Nadie allí tampoco. Él llamó a la
puerta al final del pasillo. Cuando no hubo respuesta, abrió la puerta para revelar un
pequeño dormitorio. Encendió la luz y Aggie entró en la habitación, mirando
alrededor. Una cama de matrimonio de aspecto cómodo llenaba más de la mitad de
la habitación. Un armario, repleto de ropa, ropa de cama y toallas llenaba una pared.
Un largo aparador estaba junto a la puerta y una pequeña ventana estaba situada en
la pared opuesta al armario. Un gancho en el techo le llamó la atención.
—Eso es para ti —le susurró al oído.
—¿Para mí?
—Ya lo verás. ¿Qué quieres tomar?
Su personalidad dicotómica siempre la sorprendía. Él tenía un lado suave y
considerado que contrastaba tan completamente con el animal debajo de la
superficie. Un ángel y un diablo. Lo extraño era que a ella le gustaban ambos; el lado
que calentaba su corazón con afecto y la parte que quemaba su cuerpo con lujuria.
—¿Tienes algo de vino?
Él sonrió.
—Una mujer que busca mi corazón. Espero que te guste dulce.
—¿Hay algún otro tipo?
—Tengo algo de oporto en el otro bus. Ya vuelvo. Ponte cómoda. —Le besó la
mejilla y la dejó por su cuenta.
Aggie se quitó la chaqueta de cuero, doblándola cuidadosamente y colocándola
en la cómoda. Contempló quitarse la ropa y esperar desnuda a Jace, pero decidió que
le gustaba que la desvistiera. Despacio. Seductoramente. Con gran cuidado y ternura.
En el silencio, un leve zumbido provino del cajón de la mesa lateral. El ceño fruncido
por la confusión, fue a investigar. Abriendo el cajón, lo encontró lleno de juguetes
sexuales. Consoladores de todos los tamaños y grosores. Vibradores. Condones.
Aceites saborizados. Anillos de polla. Dilatadores anales. ¿Por esto la había traído
aquí? Ella encontró el vibrador que zumbaba y lo apagó antes de dejarlo caer de
nuevo en el cajón.
—¿Te gusta ese tipo de cosas? —preguntó Jace detrás de ella.
Ella giró.
69
—Perdón por entrometerme. Uno de los vibradores estaba zumbando. Seguí el
sonido. —Asintió hacia el cajón—. ¿Todo eso es tuyo?
Jace negó con la cabeza.
—Es de Brian. Le gustan los juguetes. Sin embargo, no le importa compartir, si
quieres pedir algo prestado.
—¿Quién es Brian? —Ella aceptó el vaso de vino que le ofrecía.
—Nuestro guitarrista principal. Supongo que no eres una fan de los Sinners. Todos
conocen a Brian “Master” Sinclair. Es un dios del rock. Sed, nuestro cantante, es un
notorio mujeriego. Trey toca la guitarra rítmica y a cualquier persona, hombre o
mujer, que le llame la atención. Y luego está Eric, quien... es nuestro baterista. En
comparación, soy poco importante.
—¿Estás seguro acerca de eso? Eres increíblemente lindo.
Él se ruborizó.
—Sed es por el que todas las chicas gritan. Es una bestia.
—¿Cómo tú? —Aggie sonrió, tomando un sorbo de vino; perfectamente
refrigerado, con cuerpo espeso y dulce. Nunca había probado nada más delicioso—.
Mmmm. —Miró su vaso. Espeso, el vino se aferraba a la superficie interior de su copa.
Le recordaba a la sangre. Bebió otro sorbo, manteniendo el fresco líquido en su boca.
Su sabor se hizo amargo mientras se calentaba sobre la superficie de su lengua.
Tragó.
—Soy un tipo completamente diferente de la bestia.
Ella lo miró. La frialdad en sus ojos envió un escalofrío por su espalda. Él bebió su
vino en dos tragos y dejó la copa sobre la cómoda. Fue al armario y sacó una maleta
rígida de color negro de sus profundidades. Se arrodilló frente a ésta en el suelo.
Ella se movió para pararse a su lado, mirando la maleta.
—¿Qué es eso?
—La razón por la que te traje aquí.
Él soltó las cerraduras y abrió la tapa. Los ojos de Aggie se agrandaron. Él tenía
todo tipo de cosas adentro, yendo de las obvias paletas y velas a cosas que ella no
podía identificar.
Él la miró.
—Todavía confías en mí, ¿verdad?
70
El aleteo ansioso en su estómago la excitó. No tenía idea de lo que tenía él en
mente, pero fuera lo que fuera, ella estaba de acuerdo. Aún tenía que decepcionarla.
—Sí.
Él comenzó a revisar la maleta, organizando las cosas en pilas. Ella no pudo
descifrar un patrón en sus agrupaciones mientras lo miraba, bebiendo su vino. Él
encendió velas, poniéndolas sobre la mesa de noche. Salió de la habitación y regresó
momentos después con un tazón de hielo, una botella de jarabe de chocolate y una
lata de frutas mixtas.
—¿Qué estás haciendo? ¿Preparándote para el invierno nuclear?
Él sonrió con picardía.
—Ya verás. ¿Cómo está el vino?
—Perfecto.
—¿Quieres otra copa? —Parecía listo para iniciar su sesión de placer orquestado.
¿O sería tortura? Estaba ansiosa por descubrirlo.
Aggie terminó su vino de un largo trago y dejó la copa vacía junto a la suya.
—No, no quiero más vino. Te quiero a ti.
—Pronto. —Él cerró la puerta de la habitación y se acercó a ella. Él la desnudó
lentamente, acariciando cada centímetro de piel que revelaba, primero con los dedos
y luego con los labios. Su ternura nunca dejaba de sorprenderla. La follaba con fuerza.
Le hacía el amor con suavidad—. Eres tan hermosa —murmuró mientras
desabrochaba su sujetador—. Amo tus curvas.
Ella tenía abundantes curvas. Nunca había poseído la esbeltez atlética que
Hollywood y las pasarelas de moda consideraban hermosa, pero se sentía cómoda
con su cuerpo y contenta de que Jace lo apreciara. Su baile la mantenía en buena
forma, pero sus pies nunca tocaban una cinta de correr. Sus pesados pechos cayeron
de su sostén, y él los tomó en sus palmas, mirando la carne desbordándose de sus
manos. Bajó la cabeza para besar los suaves globos, la lengua deslizándose sobre sus
pezones. El vientre de Aggie se apretó. Ella apoyó las manos sobre sus hombros
mientras él dejaba un sendero de besos por el centro de su vientre. Él le quitó los
jeans, la ropa interior y las sandalias con el mismo cuidado y agonizante lentitud. Para
cuando la llevó a la cama, ella estaba más que lista para que él poseyera su cuerpo y
ni siquiera había empezado a utilizar los objetos de su maleta.
Se arrodillaron en el centro de la cama, uno frente al otro. Jace sacó algo de su
bolsillo trasero y lo sujetó alrededor de la muñeca izquierda de Aggie. Ella miró el
71
brazalete de cuero grueso, forrado con lana. Su corazón golpeó contra sus costillas.
¿Restricciones? Él fijó un brazalete de cuero a juego alrededor de su otra muñeca y
los unió con un tramo de cadena.
—¿Por qué estás inmovilizándome? —preguntó.
—Para que no interfieras con lo que le haga a tu cuerpo.
Su corazón golpeó aún más duro.
—¿Vas a lastimarme?
Él se paró frente a ella en la cama y le levantó las manos por encima de la cabeza,
asegurando sus muñecas al gancho en el techo con la pesada cadena. Él no respondió
a su pregunta.
—Jace, no me gusta estar en el extremo receptor de dolor. Sólo infligirlo. —Ella
supuso que si se asustaba demasiado, podía pararse en la cama y liberar sus manos
del gancho. Estaba bien versada en defensa propia, pero algo en su interior le decía
que podía confiar en este hombre. Su intuición nunca le había fallado en el pasado.
Él se arrodilló frente a ella y le acarició la mejilla con suavidad.
—Nunca te haría daño, Aggie. Sólo me gusta estar en el extremo receptor de
dolor. Nunca infligirlo. —Le acarició los brazos con el dorso de las manos, y luego
continuó arrastrándolas por los lados de sus pechos, la estrechez de su cintura y la
curva de las caderas—. Planeo hacerte rogar por misericordia, pero del placer que dé
a tu cuerpo, no del dolor.
Bueno, de acuerdo... si él insistía.
—¿Tengo tu permiso para continuar? —preguntó él.
Ella se mordió el labio, buscando en sus suaves ojos marrones signos de engaño.
No encontró ninguno.
—Sí.
—Bien.
Él sacó algo más de su bolsillo trasero y deslizó una venda sobre sus ojos.
—No puedo ver —dijo ella sin aliento. Su corazón latía más rápido. No tenía miedo,
no exactamente. Excitada. Sí, era eso lo que tenía su aliento entrecortado, el corazón
acelerado, su centro doliendo de vacío.
Él rio entre dientes.
72
—Ésa es la idea, cariño. No necesitas ver. Sólo sentir. Siénteme, Aggie.
—Lo hago. Te siento.
Él recogió su cabello en la mano, lo retorció y lo sujetó a la parte posterior de su
cabeza.
—Tu piel es tan suave —le murmuró él en el oído desde atrás. Sus manos
acariciaron suavemente su espalda... su vientre... sus pechos—. Suave. Cálida.
—Pálida —añadió ella con una sonrisa.
—Perfecta.
Él chupó y besó la carne en la parte posterior de sus hombros mientras las manos
seguían acariciando su vientre, senos y caderas. Sus manos se deslizaron entre los
muslos de ella, apartando sus piernas. Ella tembló. Sus dedos separaron la carne
hinchada y se sumergieron en su interior. Su cabeza cayó hacia atrás contra el hombro
de él. Él le frotó el clítoris, deslizó sus dedos en su coño, frotó su clítoris de nuevo.
¿Cómo sabía exactamente cómo excitarla más allá de sus límites de la tolerancia?
—Jace.
Él siguió acariciándola hasta que ella estuvo lista para estallar, y luego se alejó,
dejándola temblando. Insatisfecha.
Algo helado se deslizó por su columna. Ella se estremeció. Él continuó por la raja
de su culo, sobre la dolorida abertura de su coño y finalmente su clítoris. La acarició
allí, con el hielo entre sus dedos y su carne, hasta que el hielo se derritió por completo.
Ella no sabía cómo era posible que su clítoris se sintiera como si estuviera en llamas y
congelado a la vez.
—Jace —dijo ella en un tono suplicante.
Él deslizó dos de sus dedos en su boca. Sabían a chocolate. Ella chupó el dulce
placer de sus dígitos. Él los retiró y los introdujo de nuevo con más chocolate. Algo
fresco y espeso fue rociado sobre su pezón. Su cálida boca chupó su pezón mientras
continuaba empujando sus dedos dentro y fuera de su boca. ¿Él se daba cuenta de lo
que estaba haciéndole? Le dolía de desearlo. Él, probablemente, había inmovilizado
sus manos sobre la cabeza para que no pudiera hacerse acabar mientras él la
torturaba de placer. Ella estaba, sin duda, lo suficientemente desesperada para
hacerlo.
Él se alejó de nuevo, y ella oyó un extraño chirrido. Su ritmo cardíaco se disparó un
grado hasta que lo identificó como un abrelatas. ¿No había traído una lata de fruta...?
73
Algo frío y resbaloso se deslizó en su boca. El bocado rasposo de pera dulce se
disolvió en su lengua. Ella olió cera un instante antes de que el calor líquido quemara
el centro de su espalda. Su columna vertebral se arqueó involuntariamente. Él trazó
cada lado del rastro caliente con hielo. Su boca se movió para chupar el costado de
su cuello. Sólo su boca no estaba caliente como se esperaba. Estaba fría. Él permitió
que el agua del hielo derretido goteara de sus labios mientras besaba su camino por
su garganta y hombro. Delgados riachuelos de agua trazaron senderos por su pecho,
siguiendo los contornos de su cuerpo para recogerse entre sus pechos, deslizarse por
su vientre, alrededor de su ombligo y, finalmente, entre sus muslos. Ella se
estremeció cuando las primeras gotas encontraron su montículo afeitado.
—Jace. —Ella se había dado por vencida en tratar de averiguar lo que él iba a hacer
a continuación.
Él hizo una pausa para ponerse más hielo en la boca. Ella lo oyó sorberlo dentro, y
éste resonó contra sus dientes. A medida que el agua goteaba entre sus piernas y
encontraba nuevos caminos a lo largo del hueso de la cadera, ella se retorció de
impaciencia. Él movió la boca al otro costado de su cuello y utilizó la palma de sus
manos para acariciar su vientre y la parte inferior de sus pechos. Le pellizcó los
pezones inesperadamente, y ella se estremeció al borde del orgasmo.
—Jace, fóllame, por favor. Te deseo. Te deseo dentro de mí.
Él se apartó bruscamente. Ella escuchó los sonidos de su movimiento. Una
rebanada de durazno entró en su boca. Ella la chupó, saboreando su resbalosa
dulzura. Esperó el regreso de él. Parecieron pasar horas antes de que sus manos
estuvieran sobre ella de nuevo. Ahora éstas tenían una textura extraordinariamente
áspera. Le acarició la piel de su vientre y los pechos suavemente con sus manos
enguantadas mientras él soplaba suaves exhalaciones sobre la piel de su espalda.
— Oh Dios, Jace. Me estás volviendo loca.
—¿Quieres que me detenga? —El bajo retumbe de su voz hizo hormiguear su
columna.
—Sí —jadeó ella cuando él quitó sus manos—. No. ¡No lo hagas! No te detengas.
Él acurrucó su cuerpo contra la espalda de ella. Ella sintió su polla contra su culo, y
se frotó contra él, arqueando su espalda en un intento de hacer que él entrara en ella.
Sus ásperos guantes se movieron entre sus muslos, abriéndolos para que el aire frío
bañara su carne caliente.
—Quédate quieta —murmuró él.
74
Ella intentó quedarse quieta, pero las partes olvidadas de su cuerpo estaban ávidas
de su contacto. Retorció las caderas y frotó su montículo contra la mano que él tenía
acariciando la cara interna de su muslo. Ella inhaló temblorosamente entre los
dientes. Él le palmeó el culo con un fuerte golpe. Todo su cuerpo se tensó.
—No, Aggie. Quédate quieta.
—Jace. Por favor. Por favor. Ya no puedo más.
Él se apartó de nuevo, y ella ahogó un sollozo de protesta. Algo le hizo cosquillas
en el omóplato. ¿Una pluma? Y luego nada. Cuando ella había renunciado a que él
volviera a tocarla de nuevo, él trazó su costilla más baja con la pluma. Ella gimió. Una
eternidad después, le acarició el hueso de la cadera. Ella luchó contra sus cadenas,
sus caderas ondulando involuntariamente mientras buscaba satisfacción.
La puerta se abrió. Dos rápidas inhalaciones vinieron de las proximidades del
umbral.
Jace deslizó algo en la boca de Aggie. Esto estalló contra su lengua, liberando dulce
jugo. Uva blanca. Aggie tragó, sus oídos buscando sonidos que le dijeran lo que
estaba pasando más allá de su percepción.
La puerta se cerró de nuevo.
—¿Quién era? —susurró Aggie.
—Sed y Jessica. Parece que están juntos de nuevo.
—¿Están aquí con nosotros?
Él rio entre dientes.
—No, cariño. Se fueron.
El colchón se hundió junto a ella.
Ella se inclinó hacia él, decepcionada cuando no encontró nada más que espacio
vacío a su lado.
—¿Vas a dejarme salir del gancho?
Él envolvió su cintura con un brazo y la levantó de sus rodillas. Las manos de ella
se soltaron de la cadena encima de su cabeza.
Ella rio entre dientes.
—No lo dije literalmente. ¿Has terminado de torturarme de placer, entonces?
75
Él le masajeó las manos, devolviendo la circulación a sus dedos. Le besó la punta
de cada dedo, chupando suavemente, antes de masajear cada nudillo con una presión
suave. Ella ni siquiera se había dado cuenta de que sus manos estaban entumecidas.
Cada sentido estaba ajustado al placer. El malestar no se registraba.
—¿Quieres que termine? —preguntó él.
Ésa era una pregunta difícil de responder. Él tocaba su cuerpo como un
instrumento dominado. En pocos minutos, sabía que estaría rogándole para que la
follara de nuevo.
—No estoy segura. ¿Cuánto tiempo vas a hacerme esperar antes de darme lo que
necesito?
—No sé. Nunca tuve una mujer que durara tanto tiempo antes.
Así que si ella se contenía un rato más, eso la haría especial para él. ¿Era eso lo que
él insinuaba? Los labios de él rozaron un punto sensible debajo de su oreja. Ella volvió
su rostro hacia él y aspiró su olor. Un toque de suave loción para después de afeitar.
Un montón de hombre caliente.
—Estoy bastante seguro de que puedo seguir durante horas —susurró él. Su voz
profunda jugueteó con las terminaciones nerviosas de la piel de su columna. Ella
quería más de él; su olor, su sabor, su voz. Las herramientas que utilizaba para
excitarla eran excepcionales, pero el hombre a cargo tenía un atractivo mayor.
—¿Horas?
—Si eso quieres. —Él tomó el lóbulo de su oreja en la boca, todavía frotándole las
manos. Sus dedos ahora hormigueaban.
Él la empujó sobre la cama.
—Pon los brazos sobre tu cabeza —murmuró él, deslizando las manos por sus
brazos mientras ella obedecía. Él cerró las restricciones sobre la cabeza de ella y luego
tomó sus caderas para jalarla hacia abajo por la cama y tensar la—. Levanta tus
caderas para mí.
Estaba acostumbrada a dar órdenes a los hombres, no a recibirlas ¿Por qué estaba
tan dispuesta a someterse a este hombre? Porque sabía que él iba a hacer que valiera
la pena su tiempo, por eso.
Cuando ella levantó las caderas, él deslizó un par de almohadas debajo de su baja
espalda, inclinando la pelvis hacia arriba y levantando su culo de la cama. Con una
mano en cada muslo, le separó las piernas.
76
—Si te quedas así, no inmovilizaré tus piernas.
Ella rio entre dientes.
—Ya sé que no seré capaz de quedarme así una vez que comiences a trabajar.
Áspera barba incipiente raspó el interior de su muslo. Un tejido suave calmó el
ligero pinchazo y luego una lengua fresca recorrió la misma ruta. Repitió la acción en
el otro muslo; áspero, suave, fresco. Esto le recordó cuán dolorida se sentía mientras
él dirigía su atención al vacío entre sus muslos. Algo caliente goteó sobre un hueso
de la cadera y luego el otro. Inhaló con fuerza entre los dientes. Parafina. Podía olerla.
El calor líquido quemó un camino por encima de su montículo como si él enmarcara
su coño palpitante con un triángulo de cera. Una sola gota de cera caliente salpicó en
su pubis. El dedo de Jace trazó un camino alrededor de la gota, atrayendo su atención
hacia la sustancia enfriándose hasta que se endureció, y ella no pudo sentirla más.
Una segunda gota de cera, cerca de la primera; más trazado.
—Jace.
Otra salpicadura de cera caliente. Esta vez trazó la gota con hielo. Ella giró las
caderas, luchando desesperadamente con la necesidad de apretar las piernas y frotar
su clítoris entre sus labios hinchados para acabar.
—No te muevas.
—Lo estoy intentando —jadeó ella—. Esto me hace desearte.
Ella lo sintió alejarse y oyó la vela ser colocada en la mesa. El hielo tintineó, y luego
él se movió entre sus piernas, separándolas bien y manteniéndolas abiertas con los
hombros. Sus dedos mantuvieron sus labios abiertos, y la primera gota de agua
helada golpeó su clítoris. Ella se sacudió.
—Shh. Quédate quieta. —Sus palabras estaban distorsionadas por el hielo en su
boca. Su puntería era notable. Cada gota golpeaba su sobre estimulado clítoris, pero
buscaba un camino diferente sobre sus labios, apertura, y culo. Gota. Gota. Gota. Su
dulce tortura era demasiado para soportar. Ella movió sus piernas de sus hombros y
le apretó la cabeza con los muslos. Hundiendo sus pies en su espalda, empujó su cara
hacia su coño.
—Ah Dios, lámelo, Jace. Chúpalo.
Él trabajó un cubito de hielo en su interior con la lengua. Ella se estremeció.
—Fóllame, por favor. Por favor. Por favor. Por favor. Fóllame.
Él le apartó las piernas para liberar su cabeza.
77
—Supongo que no estás lista para la secuencia entera todavía —dijo él—. Quizás
la próxima vez.
¿Había más?
Oyó que algo se arrugaba. ¿Un envoltorio de condón? Gracias a Dios, no iba a
dejarla así. La liberó de la cadena sobre su cabeza. Ella estiró la mano hacia la venda,
pero él la volteó sobre su estómago, empujó su cara contra el colchón y la penetró
con una sola embestida profunda. Ella gritó, un orgasmo sacudiendo su centro. Se
echó hacia atrás para encontrarse con sus profundos embistes, sus jugos y el hielo
derretido goteando por sus muslos. Nunca había necesitado tanto ser follada en su
vida. Y él estaba dándole exactamente lo que necesitaba. Sus muñecas todavía
estaban unidas por las restricciones, por lo que ella movió ambas manos entre sus
muslos, frotando su clítoris mientras él golpeaba dentro de ella. Acabó de nuevo con
un grito sorprendido, temblando incontrolablemente. Frescos y resbaladizos dedos
masajearon su ano, deslizándose dentro. Una vez más. Lubricando su culo. Oh, sí. Ella
lo quería allí también. Jace salió, y antes de que ella pudiera protestar, él le separó las
nalgas y hundió su enorme polla en su culo.
Ella se quedó sin aliento.
Él dudó.
—¿Estás bien?
Ella esperó que sus indiscernibles gemidos sonaran como una señal de acuerdo. Él
se retiró lentamente. Justo antes de que se liberara, ella se lanzó hacia atrás contra
él, tomándolo profundamente otra vez.
—Oh Dios, Jace. Folla mi culo. Sí. Folla cada centímetro de mí.
Ella deslizó tres dedos en su coño, sus ataduras limitando sus movimientos.
—¿Mi polla no es suficiente para ti? —preguntó él, tirando de su cabello mientras
empujaba en su culo sin cesar.
—Más. Por favor, más.
Él salió.
—¡No! —gritó ella desesperadamente.
Él sacó los dedos de su coño y los reemplazó con algo grueso, largo y frío. Una
especie de falo, con un segundo aditamento que tocaba su clítoris. El dispositivo
zumbó a la vida, vibrando contra su clítoris y retorciéndose dentro de su cuerpo.
—Oh —ronroneó ella.
78
Él enterró su polla en su culo de nuevo.
—¿Eso es suficiente para ti?
Ella no podía responder. Estaba acabando con demasiada fuerza. Y gritando. No
podía dejar de gritar. No estaba segura de cuánto tiempo Jace la mantuvo así,
agitándose contra de él, tomando todo lo que tenía para dar y ansiando más.
Eventualmente colapsó, temblando con una mezcla de satisfacción y agotamiento.
—¿Terminaste? —peguntó él.
—Sí —susurró ella sin aliento—. Sí. Sí... gracias.
Él salió de ella y sacó de su cuerpo el vibrador que se agitaba. Ella rodó sobre su
lado y lo observó quitarse el condón. Todavía estaba duro. No la había seguido por el
camino a la felicidad en esta ocasión. Se dio cuenta de que era así porque mientras él
le había dado lo que necesitaba, ella no había hecho lo mismo por él. Necesitaba dolor
para correrse.
—Ven aquí —murmuró adormilada.
Él señaló hacia la salida.
—Sólo voy a…
—Ven aquí —exigió ella.
Cuando él estuvo a su alcance, lo tiró sobre la cama. Aplastándolo sobre su
espalda, ella tomó su polla en su boca, chupándolo profundo en su garganta.
Mientras complacía su vara con su boca, apretaba sus bolas rítmicamente con la
mano. El dolor pronto lo tuvo jadeando de emoción.
—Aggie —susurró él, sus dedos enredándose en su cabello—. Aggie, vas a
hacerme acabar.
Bueno, sí, esa era la idea.
Ella movió la cabeza rápidamente, chupó más fuerte, apretó rítmicamente. Sus
inesperadas y excitadas vocalizaciones comenzaron a excitarla de nuevo. Dos
minutos atrás ella habría dicho que había tenido suficientes orgasmos en la última
media hora para durarle toda una vida. Ya estaba reevaluando ese análisis. Jace gritó
y le apartó la cabeza mientras farfullaba con la liberación. Su semen salpicó su
abdomen plano.
Ella parecía confundida.
—¿Por qué no me dejaste tener eso?
79
Él respiró hondo y levantó la cabeza para mirarla.
—¿Lo querías?
—Te rogué que me follaras el culo, Jace. Eso requiere una buena cantidad de
intimidad.
—Estabas tan excitada que podría haberte hecho cualquier cosa que quisiera.
Ella sonrió y luego se echó a reír, recordando dónde había estado unos minutos
antes.
—Es cierto.
Ella se acomodó junto a él, la cabeza descansando sobre su hombro, sus dedos
jugando con los fluidos en su abdomen. La respiración de él se ralentizó y se
emparejó.
—¿Jace? —susurró ella.
—Hmm —murmuró él adormilado.
—Creo que deberías saber que no tomo muchos amantes.
—¿En serio? ¿Por qué es eso?
—Como regla general, no me gustan los hombres.
—¿Eres lesbiana?
Ella se echó a reír.
—Eso no es lo que quise decir. Estoy cerca de hombres todo el tiempo y veo cómo
son… no hace mucho por mi libido. Tú, en cambio, me has puesto a toda velocidad.
—Estoy… contento. —Él roncó suavemente cuando sucumbió a su agotamiento.
Aggie le dio una palmada en el abdomen, y él gruñó despertándose.
—Estoy teniendo un momento aquí —dijo ella.
—Lo siento. ¿Qué quieres que diga?
—No lo sé. ¿Qué estás pensando?
—Me gusta esto... lo que sea que haya entre nosotros.
Ella sonrió.
—A mí también.
80
—¿Ahora puedo dormir?
—Por un ratito. Quiero ver si puedo hacer durar tu placentera tortura más tiempo
la próxima vez.
—Lo hiciste muy bien la primera vez. —Él le acarició el cabello.
Los gritos de excitación sexual de una mujer llegaron desde la parte delantera del
bus a través de la puerta del dormitorio. Aggie levantó la cabeza.
—¿Qué fue eso?
—Jessica, supongo.
Una voz profunda respondió a los gritos más agudos de éxtasis.
—Y Sed. Supongo que realmente están juntos de nuevo.
Aggie había olvidado por completo que ellos habían irrumpido antes. La habían
visto indefensa y necesitada. Ahora que había recuperado su compostura, le
molestaba. Era bastante malo que Jace la hubiera visto así; tan diferente a ella misma.
Sin poder, realmente había suplicado.
—Probablemente debería irme. Tengo varias sesiones esta noche. —Ella se
sentiría mejor después que hiciera a algunos sumisos lamer sus botas.
Jace levantó la cabeza para mirarla.
—¿Sesiones?
—Mmm-hmm. —Ella pasó un dedo por su abdomen entre los bultos que
componían sus abdominales. El cuerpo de este hombre era realmente increíble en
muchas formas. ¿Y esa mente sexualmente inventiva suya? Oh, Dios mío—. Si te pasas
más tarde esta noche, te invitaré a una sesión gratuita. ¿Alrededor de la medianoche?
Su polla tembló y comenzó a hincharse.
—¿Hablabas en serio cuando dijiste que no follabas clientes? —preguntó él.
¿Por qué le había preguntado eso?
—Eres el primero. No estoy segura de qué hay en ti que me hizo romper mis
propias reglas.
Jace se salió de debajo de su cuerpo y se puso de pie.
—Tengo que ir a visitar a Trey al hospital ahora.
81
Desde la cabina exterior del bus, las vocalizaciones de Jessica y Sed llegaron a un
abrupto final. Jace se limpió el semen del abdomen con una camisa sucia y se deslizó
en sus jeans. Abrió la puerta.
—¿Es seguro salir ahora? —gritó por el pasillo.
¿Por qué Aggie tenía la sensación de que él estaba tratando de escapar? Típico
hombre: conseguía lo que quería en el dormitorio y luego perdía interés. Iba a
azotarlo bien por esto.
82
Traducido por Simoriah
Corregido por LadyPandora
J
ace no podía respirar. Con el rostro firmemente ubicado entre las enormes
tetas de una fan, ninguna cantidad de forcejeo aseguraba su liberación. Si
hubiera sido Aggie la que tratara de sofocarlo con sus suculentos pechos, a
él no le hubiera importado tanto. No se había dado cuenta de que visitar a
Trey en el hospital podría ser una amenaza para su vida.
—Oh Jace, eres taaaaaaaaaaan lindo —chilló la joven a todo pulmón. De alguna
manera, Sed consiguió meter una mano entre la frente de Jace y el escote de la fan y
lo liberó.
Jace tragó aire codiciosamente.
—Gracias.
—No lo menciones —dijo Sed en su típico gruñido barítono.
Esta vez Jace se mantuvo cerca de Sed y Jessica mientras hacían su camino a
empujones a través de la multitud de preocupados fans de Trey y, eventualmente,
llegaron a la habitación privada de Trey.
Los encontraron a él, a Eric y a Dave, su ingeniero de sonido, sentados cadera con
cadera en la cama de hospital mirando un video porno en la laptop de la banda.
Cuando notaron que Jessica había entrado a la habitación, Trey cerró la computadora
de un golpe en la mano de Eric. Dave saltó de la cama y salió de la habitación en
segundos. No le costó mucho darse cuenta de qué tenía a tres hombres adultos tan
nerviosos. Habían estado mirando El Video. De acuerdo, para la mayoría de las chicas
sería un disgusto verse siendo folladas en Internet cuando no habían estado al tanto
de que alguien las filmaba pero, ¿qué esperaba ella? Sed y ella habían tenido sexo en
público. Eso en cierta forma lo hacía juego limpio en lo que a porno de Internet se
trataba. Eric parecía el único que comprendía su angustia exagerada. Cuando ella
salió como una tromba de la habitación con lágrimas volando, fue Eric quien sugirió a
Sed que fuera tras ella.
Cuando Sed salió corriendo de la habitación para perseguirla, Jace dijo.
83
—Creo que está disgustada.
—¿Eso crees? —dijo Eric. Sacudió la cabeza—. No deberíamos haberlo mirado.
—Sí, deberíamos —dijo Trey—. Ésa fue una de las cosas más condenadamente
calientes que he visto en mi vida. Jesús, no me sorprende por qué Sed la desea tanto.
Es una diosa del sexo. No me molestaría hacérselo cada noche por el resto de mi vida.
Eric sacudió la cabeza ligeramente.
—Pero que nosotros lo miráramos la lastimó.
Trey rio ante el obvio disgusto de Eric.
—Amigo, eres tan blando cuando se trata de mujeres. Por eso te caminan por
encima, sabes.
Jace echó un vistazo a Eric. Nunca había visto a Eric con una mujer el tiempo
suficiente para atestiguar cómo esta le caminaba por encima. Eric tendía a evitar
cualquier cosa que se asemejara remotamente a una relación romántica. Demonios,
rara vez tenía sexo. Usualmente miraba y sólo participaba si estaba seguro de que la
mujer no estaba verdaderamente interesada en él para cualquier otra cosa que no
fueran sobras. La única excepción era Myrna. Myrna sólo había deseado a Brian, sin
importar lo toquetón que se pusiera Eric. ¿Había sido ésa su atracción hacia ella?
¿Saber que ella nunca estaría realmente interesada en él, por lo cual era seguro
suspirar por ella?
Eric frunció el ceño hacia Jace.
—¿Qué mierda miras, hombrecito?
Jace bajó la mirada hacia el suelo, ocultando el desafío que sabía estaría en sus
ojos.
—Nada.
—Eso creí.
Jace movió los ojos hacia Trey.
—¿Cómo te sientes? ¿Te van a dejar salir de aquí pronto?
Trey levantó la mano e intentó formar un puño. Su mano ni siquiera se cerró a
mitad de camino.
—Así es como me siento, Jace. Arruinado y furioso. Como sea. Me voy de aquí
mañana. No me importa una mierda lo que diga mi doctor.
84
Jace asintió. No quería que Trey estuviera aquí más de lo que él quería quedarse.
—No seas idiota —dijo Eric—. Te quedarás en el hospital hasta que estés mejor.
—Estos lugares matan a la gente. —Jace se mordió el labio. No había tenido
intención de decir eso, pero no podía evitar perderse en su pasado cuando era
enfrentado con tan flagrantes recordatorios.
—Este lugar salvó la vida de Trey —dijo Eric, delgadas cejas negras uniéndose
sobre penetrantes ojos azules—. Yo soy el único que tuvo que ser testigo de su
maldito ataque. Casi tuve un infarto cuando Trey dejó de respirar y se meó encima.
—Apreciaría si mantuvieras la parte de “mearse encima” para ti —murmuró Trey.
Eric ubicó una mano en el ceño de Trey y apartó el flequillo de la frente.
—No hay nada de qué avergonzarse, hermano. Pensé que estabas muerto. Ésa era
la última de mis preocupaciones.
—Estaría muerto si no hubieras llamado a la ambulancia.
—Estabas recuperando la conciencia para cuando llegaron. Te hice la RPC10 por
veinte minutos, amigo.
Los ojos de Jace se agrandaron. No se había dado cuenta de lo que Eric había
hecho por Trey. Jace se preguntó si hubiera llegado a los mismos extremos para
salvar a Trey o si sólo se hubiera acurrucado en posición fetal y se hubiera escondido,
como lo había hecho cuando su madre murió.
Trey sonrió torcidamente.
—Así que por eso he tenido gusto a tequila desde que desperté. ¿Era realmente
necesario meterme la lengua?
Eric rio.
—Oye, yo sé que te gusta ese tipo de cosas. Pensé que podría revivirte.
—¿Le metiste la lengua? —La nariz de Jace se arrugó. Sabía que Trey era bisexual
y a Jace le parecía bien siempre que no fuera confrontado con eso. A cada uno lo
suyo; sólo mantenlo detrás de las puertas cerradas.
Eric puso los ojos en blanco hacia el techo y sacudió la cabeza.
10
RPC: reanimación cardiopulmonar.
85
—No, realmente no le metí la lengua. Cielos, amigo, ¿acaso tienes sentido del
humor?
A Jace le costaba descifrar cuándo Eric hablaba en serio y cuándo bromeaba.
Probablemente le iría mejor si pensaba que estaba bromeando. El tipo rara vez
hablaba en serio.
—Sabía que bromeabas —dijo Jace.
—Como sea.
—Estoy aburrido. Miremos el video de Sed y Jessica de nuevo —dijo Trey.
Dave espió por la puerta.
—Eric, ¿estás listo para irte? —susurró en voz alta.
—Sed y Jess se fueron —dijo Eric, haciendo un gesto con la mano hacia Dave para
que volviera a entrar en la habitación—. Es seguro.
Dave entró a la habitación, mirando alrededor con cautela.
—¿Sed se enojó porque estuviéramos mirando eso?
—¿Sed? —preguntó Trey—. Nah, estoy seguro de que está orgulloso de eso. Jess,
por otro lado…
—Salió corriendo y llorando —dijo Jace—. Sed fue tras ella.
—Si estaba disgustada, entonces Sed también estará disgustado —dijo Dave.
Los cuatro intercambiaron miradas y asintieron al unísono.
—De acuerdo —dijo Trey—. No lo miraremos de nuevo. —Suspiró con fuerza.
—Una vergüenza, realmente —murmuró Eric—. Excelente material para
masturbarse. Simplemente no quiero disgustar a Jessica. Es una buena mujer.
Jace nunca había pensado mucho en Jessica. Era hermosa. No había error en eso,
pero él nunca la había conocido lo suficiente para juzgar su carácter. Debía haber algo
bastante genial en ella si pudo mantener a Sed interesado en ella durante dos años,
incluso estando ausente.
—¿Dónde has estado todo el día, Jace? —preguntó Dave—. Queríamos tomar
prestada tu motocicleta más temprano, pero no pudimos encontrarte.
Jace se sonrojó, con los pensamientos regresando a Aggie.
—Lo lamento, estaba…
86
Trey rio entre dientes.
—Estaba teniendo sexo. Mírenlo sonrojarse.
Las mejillas ya calientes de Jace ardieron aún más.
Dave le dio un codazo.
—¿Chica linda?
—Perfecta.
—¿Cuánto le pagaste? —intervino Eric.
Jace estaba bastante seguro de que su rostro estaba a punto de estallar en llamas.
—Uh… mil.
—¿Pagaste por eso? —preguntó Trey—. Amigo, puedo engancharte con cualquier
chica que desees. Nunca pagues por un coño.
Las defensas de Jace se levantaron.
—No por el sexo. No pagué por esa parte.
—¿Entonces qué? —preguntó Dave, luciendo confundido.
Jace sacudió la cabeza. No estaba dispuesto a compartir esta parte de sí mismo
con ellos. Pensarían que era un raro. Eric lo atrapó en una llave y tiró de la parte
trasera de su camiseta hacia arriba. Dave jadeó cuando vio lo que debía ser una matriz
de cardenales, golpes y raspones.
Eric tocó un moretón con un dedo.
—Justo como creía. Amigo, si quieres que alguien te golpee, sólo pídelo. Me
encantaría golpearte.
Trey rio.
—Cuidado. Le provocarás una erección, Eric.
El duro puño de Jace a las costillas de Eric le otorgó su liberación.
—Ow, mierda, golpeas duro. —Eric se tomó el costado, haciendo una mueca de
dolor.
Inmediatamente, Jace sintió arrepentimiento por lastimarlo.
—Lo lamento.
87
—¿Entonces le pagaste a algún tipo para que te golpeara? —preguntó Dave, la
perplejidad escrita en cada confundida línea de su rostro.
Trey estalló en risas.
—Uh no, Dave. Al estar con nosotros, creerías que saldrías del refugio de tu
existencia vainilla cada tanto. Le gusta que las mujeres lo golpeen.
Los ojos de Jace se agrandaron y apartó la mirada hacia sus botas.
—Necesito irme.
—No te vayas. Cuéntanos qué te hizo ella —insistió Trey—. Podría aliviar mi
aburrimiento por un par de minutos.
—¿Te meó encima? —preguntó Dave. Se movió de un pie al otro y se ajustó la
cremallera de sus kakis.
—No, no me meó encima.
—Pero tú quieres que ella te mee encima, ¿verdad, Dave? —dijo Trey.
—Em, no —dijo Dave—. Eso es enfermo. —Volvió a ajustarse la cremallera.
—Todos se pusieron duros de sólo pensarlo —comentó Trey—. Ella
probablemente les mee encima por un par de dólares. ¿Qué dices, Jace? Llámala.
Pregúntale si meará a Dave. Le prestaré veinte.
—No —dijo Dave, ruborizándose desde el cuello de su camiseta polo verde menta
hasta la línea de cabello castaño claro inmaculadamente acomodado.
Jace frunció el ceño. No sabía si Aggie meaba a tipos por dinero y no quería saberlo.
Hablar de esto restaba valor a sus experiencias con ella. Eso no le gustaba. Ella lo
trataba de forma diferente que al resto de sus clientes. Ella ya se lo había dicho. Parte
de él quería creerlo.
—No creo que ella haga ese tipo de cosas.
—Por favor. Una chica como ella hará lo que sea por dinero —dijo Eric.
—No. Ella no es así. —¿Por qué sentía la necesidad de defenderla? Sí servía a los
hombres por dinero. Pero era en sus términos. ¿Verdad?—. Tengo que irme.
Jace se fue, pero prometió que no volvería a ver a Aggie esa noche, aunque tuviera
una cita con ella en cinco horas y treinta y siete minutos. No podía permitirse
apegarse más.
88
Traducido por Azuloni
Corregido por LadyPandora
J
ace se paró en la escalinata de Aggie, un dedo índice en su timbre de la
puerta, el otro apuntando su sien como un falso cañón de pistola. ¿Qué
estaba haciendo aquí? Se había prometido que no vendría.
La puerta se abrió para mostrar la mueca de disgusto de una malhumorada
pelirroja.
—¡Aggie! —La madre de Aggie se volvió y gritó hacia la casa—. ¡Otro de tus raros
está aquí!
Esta mujer sabía cómo hacer que las bolas de Jace se marchitaran al tamaño de
pasas. Aggie emergió desde detrás de la puerta. No dijo una palabra, pero la mirada
que le dio, como si él fuera la pieza de mierda más vil del planeta, hizo que esas pasas
crecieran de nuevo a su tamaño completo en un instante. Ella abrió la puerta un poco
más y se volvió, avanzando a grandes pasos hacia el santuario, sus llenas caderas
oscilando de lado a lado con cada paso.
Jadeando, Jace la siguió.
—¡Cierra la maldita puerta, Maynard! Estás dejando escapar el aire acondicionado
—gritó la madre de Aggie. ¿Cómo es que esa mujer había dado a luz a la deliciosa y
sensual criatura que era Aggie?
Jace cerró la puerta y siguió a Aggie dentro del santuario. Ella deslizó la puerta
hasta cerrarla, sorprendiéndolo. Cuando se volvió para mirarla, ella la trabó. Sus ojos
estaban tan fríos como el acero ártico. Él no sabía si ella estaba realmente enfadada
con él o si todo era una simulación. La razón no importaba. Su mirada furiosa hizo que
su polla se hinchara incómodamente en sus jeans.
Con su mirada inquebrantable, Aggie lo hizo retroceder hasta una esquina. Ella
deslizó la fusta bajo el dobladillo de su camiseta y la levantó unos cuantos
centímetros. Las cejas de ella se elevaron y no tuvo que decirle dos veces lo que
quería. Él se sacó la camiseta por encima de su cabeza y la arrojó a un lado. Ella lo
azotó a través del vientre y todo su cuerpo se sacudió. La punta de su fusta
desapareció en la cintura de sus jeans. Lo deslizó más abajo, a lo largo de toda la
89
longitud de su polla y luego liberó la fusta. Una vez más levantó las cejas hacia él, pero
no dijo nada.
Estremeciéndose, él liberó su cremallera y sacó su polla de sus pantalones. Ésta se
irguió con rígida atención entre ellos. Ella no le golpeó por obedecerla. Simplemente
siguió mirándolo y esperando. ¿Qué quería?
—¿Aggie?
Ella le metió una bola en la boca y sujetó la mordaza alrededor de su cabeza. Él le
había dicho la noche anterior que no le gustaba ser amordazado. Cuando él levantó
las manos para liberar las hebillas de la mordaza, ella se volvió y se alejó con ese
contoneo de gato al acecho que había perfeccionado. Él bajó las manos, la mordaza
aún en su lugar y la observó moverse hacia la mesa donde sus látigos y paletas
descansaban de menos vicioso a más vicioso en una línea ordenada. Dejó la fusta en
la mesa, tercera en la línea, después de una pequeña paleta y una de madera más
grande, y seleccionó su cuarta herramienta: tres látigos en un mango corto. Echó un
vistazo por encima del hombro y le dio a la ropa en la mitad inferior de su cuerpo una
mirada mordaz.
¿Lo quería desnudo? ¿Lo golpearía si hacía lo que ella quería?
Él se quitó las botas y los pantalones, pateándolos a un lado. Vistiendo sólo sus
calcetines, esperó. Ella le sonrió con frialdad y se pavoneó hacia él. Lo volvió hacia la
pared. Él sintió el frío cuero de los tres látigos deslizarse sensualmente sobre su
espalda desnuda, sus nalgas, entre sus piernas para atormentar sus bolas, su culo,
hacia arriba por su espalda otra vez hasta los hombros. Lo azotó una, dos veces, entre
los omóplatos. Dulce, dulce agonía. Su polla tembló con anticipación. Sin embargo,
ella no le dio más. Algo frío envolvió su cuello y se apretó hasta estar cerca de
ahogarlo. ¿Un collar? ¿Realmente estaba tan decidida a tratarlo como a un maldito
perro? Ella se apoyó contra su espalda, los voluptuosos globos de sus pechos
hundiéndose en su carne. Ella deslizó las colas de su látigo arriba y abajo de su vientre.
Cada vez que los extremos de los látigos rozaban su polla, él se tensaba.
Concentrándose en la sensación, se relajó. Ni siquiera notó las esposas siendo
adjuntas a su collar hasta que tuvo la muñeca izquierda inmovilizada en una.
Jace tomó la sujeción del collar con su mano libre. Había tenido suficiente de esto.
Ella no tenía derecho a…
El látigo de ella chasqueó contra su culo. Él se quedó inmóvil, deleitándose en el
dolor. Oh, sí. Eso es lo que necesitaba. Ella lo golpeó una y otra vez hasta que se apoyó
sin fuerzas contra la pared, el rostro presionado contra el relleno. Fue entonces que
ella aseguró su mano libre a la otra esposa atada a su cuello. Ahora que tenía ambas
90
manos atrapadas e inútiles, ella lo tomó bruscamente por el collar y lo hizo dar vuelta
para que la mirase.
—Tú no me tratas con indiferencia —gruñó ella.
Jace frunció las cejas con confusión. ¿Indiferencia? ¿Qué quería decir?
—Yo tengo el control.
Sí, de acuerdo, ella tenía el control. ¿Iba a pegarle un poco más?
Ella sujetó una correa a su collar y tiró de él hasta sacarlo de la esquina. Su primer
instinto fue pelear. Se esforzó por reprimir ese impulso mientras ella tiraba de él hasta
el suelo para ponerlo de rodillas. Él la miró venenosamente por tratarlo de esta
manera.
Aggie se cernía sobre él, mirándolo con confusión en sus bonitos ojos azules.
—En realidad no te gusta esto, ¿verdad? ¿Ser tratado como un perro?
Él sacudió la cabeza.
—Ah. Pensaba que sólo estabas actuando como un tipo duro. Realmente es sólo
el dolor lo que quieres.
He intentado decírtelo, quería gritar él, pero no podía porque ella lo había
amordazado.
—¿Quieres que te libere?
Él asintió.
—Qué lástima. Necesitas aprender una lección.
¿Por qué? Intentó decir. Salió como un profundo sonido confuso de su garganta.
—Me hiciste someterme a ti y entonces, en el minuto en que acabaste, me
descartaste. Ni siquiera acabaste en mi boca.
Las lágrimas en sus ojos lo confundieron completamente. Él no la había rechazado.
No había podido pensar en nada excepto ella en todo el día. Ni siquiera cuando
debería haber estado preocupados por la lesión y recuperación de Trey. Y él sólo
había asumido que ella no querría que él acabara en su boca. A la mayoría de las
mujeres no les gustaba. Él se había retirado como cortesía, no como parte de un
estúpido juego de dominación. ¿Por qué ella retorcía todo?
—Te odio por hacerme sentir así —le dijo ella.
Lo empujó hasta ponerlo sobre su espalda.
91
—Esta debilucha necesitada, estúpida y totalmente confundida no soy yo, Jace. —
Ella lo fulminó con la mirada—. Esta vez acabarás en mí. ¿Entiendes?
En ese momento, él estaba extrañamente contento de que lo hubiese
amordazado, porque se habría reído de sus demandas. Mujer tonta. No tenía que
atarlo para eso. Asintió obedientemente para hacerla feliz. O a sí mismo, no estaba
seguro de a quién.
Aggie bajó la cabeza y chupó la polla con su boca. El cuerpo de él se sacudió en
respuesta. Una de sus manos le masajeó las bolas. La otra retorció suavemente la
base de su vara mientras chupaba la cabeza de su polla en la parte posterior de su
garganta. Recordó su ritmo y lo usó sin descanso, mientras lo tragaba y se retiraba,
lo tragaba y se retiraba. Él gimió contra su mordaza, sus manos apretándose en puños
en sus ataduras. Tanto placer no podía ser correcto. Cerró los ojos y dejó que los
sentimientos lo consumieran. El tirón. El calor. La fricción. Hábil. Húmeda. Tirando de
él. Tirando. Su orgasmo se acercó en cuestión de minutos. Algo en que ella lo
dominara y luego admitiera que él la volvía débil lo empujó al borde del éxtasis
rápidamente. Su cuerpo se tensó con la inevitable liberación, y ella chasqueó su
mayal11 con fuerza contra su bajo vientre. Él entró en erupción en su boca con un grito
ahogado, sus músculos rígidos mientras se abandonaba por unos momentos a la
completa dicha. Ella permitió que sus fluidos llenasen su boca antes de tragarlos. Él
se quedó allí, temblando, tratando de recuperar el aliento succionando aire por la
nariz. Ella levantó la cabeza y lo miró fijamente durante unos minutos.
—Tengo otra lección para ti.
Si esta lección se parecía en algo a la primera, estaba más que dispuesto a
aprender.
Aggie fue a su mesa y regresó con una bolsa negra de tela. La deslizó por su
cabeza. La habitación se tiñó de negro mientras él miraba a través del material de
gasa. Él podía ver muy bien y podía respirar. Se dio cuenta de que ella no podía verle
el rostro de esta manera. ¿Ése era su propósito? ¿Así no tendría que mirarlo?
—Quédate —dijo antes de dejarlo allí tendido en el suelo frío, la correa yaciendo
floja a su lado. Inclinó la cabeza y la vio caminar hacia la segunda habitación de su
santuario. Regresó un momento después con un tipo grande y musculoso de una
correa. Estaba encapuchado, pero por lo demás no tenía restricciones.
—Arrodíllate, Fracasado —le gruñó ella al hombre.
11
Mayal: tipo de látigo.
92
—Sí, Ama V. —Él se dejó caer de rodillas, se inclinó sobre sus botas y frotó el rostro
cubierto de cuero contra los pies y tobillos de ella con reverencia febril.
Él notó a Jace desnudo y con calcetines en el suelo y miró a su dominatrix
curiosamente.
—No me mires directamente.
Él desvió la mirada.
—Vamos a mostrarle a este esclavo mal portado la forma correcta de respetar a
su ama. ¿Crees que puedes lidiar con ello?
—Sí, Ama V.
Ella pasó la correa a través de un aro de metal en el suelo y tiró hasta que su rostro
estuvo presionado contra el suelo. De rodillas con los hombros en el suelo y su culo
directamente hacia arriba en el aire, las pelotas y la polla de Fracasado se balanceaban
libremente debajo de él.
—Sostenla —dijo ella y le entregó su propia correa. Él se mantuvo en esa posición
mientras Aggie iba a buscar la paleta rectangular gruesa de la mesa. Regresó a
Fracasado y le pisó la parte posterior del cuello con una bota.
—¿Cuántas quieres?
—Cinco.
—¿Sólo cinco? ¿Qué eres? ¿Un maldito debilucho? Dilo.
—Soy un debilucho.
—¿Cuántas quieres?
—Seis, seis. Por favor, Ama V.
Ella echó el brazo hacia atrás y le golpeó el culo con un sonoro crack. Su carne se
distorsionó a la forma de la paleta y luego volvió a su lugar, un tono rojo brillante. Él
gruñó de dolor. Ama V echó el brazo atrás de nuevo y golpeó el culo del chico en el
mismo lugar. Esta vez él gritó roncamente. Jace miró a Aggie, observándola
deleitarse en su poder mientras golpeaba el culo de su esclavo por tercera vez. Una
cuarta. Fracasado, o como quiera que se llamase el hombre encapuchado, gemía de
angustia, pero no pedía misericordia. Y su polla se había hecho más dura con cada
golpe. También la de Jace. No por ver el dolor del otro hombre. Por ver la absoluta
alegría en el rostro de Aggie mientras ella le daba a este hombre exactamente lo que
él quería. Fracasado no merecía su atención. Y tampoco Jace.
93
Después del sexto golpe, Aggie quitó el pie de la parte posterior de la cabeza de
Fracasado y le frotó el culo rojo con una mano.
—¿Quieres más?
—Tapóneme, Ama V. Por favor. Por favor.
—No creo que hayas gritado lo suficientemente fuerte para ser taponado.
—Lo siento, Ama V. —Jadeó, literalmente llorando—. Lo haré mejor. Tres más, por
favor.
Ella lo golpeó tres veces seguidas y si ella no creía que él había gritado lo
suficientemente fuerte esta vez, necesitaba un audífono.
—Buen chico —canturreó—. Libérate.
Él soltó la correa y se arrastró sobre su vientre a sus pies.
—¿Puedo? —susurró—. ¿Puedo?
—Puedes.
Una vez más frotó la cara contra sus botas como un gato cariñoso, canturreando
en voz baja a sus pies mientras ella se quedaba ahí y se lo permitía.
—¿Todavía quieres el tapón? —le preguntó.
Él empezó a temblar de manera incontrolable y frotó la cara sobre sus botas.
—S-sí, Ama V. G-gracias.
Ella lo apartó y desapareció en la habitación de la que antes había traído a
Fracasado. Jace quería preguntarle al tipo qué tipo de tapón, pero aún estaba
amordazado. De todos modos, Fracasado evitaba mirarlo. No era como si Jace fuer a
reconocerlo si se lo encontrase en la calle. Tenía la cara completamente tapada por
la capucha. La de Jace por la bolsa negra.
Aggie volvió a entrar en la sala con grades pasos, taconeando sobre el piso de
cemento.
—Asume la posición.
De rodillas otra vez, Fracasado plantó el rostro en el suelo, tomó sus nalgas con
ambas manos y las separó. Aggie tomó algo grueso, negro y reluciente y lo insertó en
el ano del tipo. Jace se estremeció cuando ella levantó un pie, lo presionó contra el
extremo del tapón y lo empujó profundamente dentro del culo del tipo de una
94
patada. Fracasado se estremeció y luego tomó su polla con ambas manos,
acariciándose a sí mismo con intensidad. Aggie volvió a golpearle el culo con la paleta.
—No. No te tocas hasta que ruegues por misericordia.
Él soltó su polla, respirando con dificultad mientras se esforzaba por contener su
excitación. Aggie lo azotaba sin descanso ahora. No tan duramente como antes, pero
sin pausa. Golpeándolo de forma que la vibración viajara a través de ese tapón que él
disfrutaba. Gimiendo, gritando, retorciéndose en el suelo, Fracasado encontró un
lugar glorioso donde el dolor se convertía en placer. Después de varios minutos,
farfulló.
—Misericordia, Ama V. Misericordia.
Aunque era evidente que ella estaba entusiasmada con sus atenciones, su brazo
detenido en medio de un azote. Ella relajó su postura.
—Puedes proceder.
Fracasado se tomó la polla y comenzó a masturbarse con entusiasmo.
—Si dejas ir eso en mi suelo, voy a hacerte lamerlo —le advirtió ella.
Cuando él farfulló con la liberación algunos segundos más tarde, ella demostró ser
una mujer de palabra. Bajó la cremallera de la boca de su capucha y lo obligó a lamer
su propio semen en el suelo; excepto que en realidad no estaba obligándolo. Él lo
hacía de muy buena gana, ansioso de complacer a su ama. Una vez que hubo limpiado
el piso a su satisfacción, ella le permitió besarle las botas. Jace no podía creer que
besar las botas de una chica que pudiese excitar tanto a un hombre, pero, sin duda,
Fracasado disfrutaba de su privilegio. Las chupaba con la boca abierta, la lengua
rodando sobre la brillante superficie de color negro. Hizo sonidos deleitados con la
parte posterior de su garganta todo el tiempo.
—Ve a limpiarte ahora —dijo Aggie—. Y llévate tu tapón anal contigo.
—Sí, señora. Gracias por su misericordia.
Fracasado se arrastró hacia la segunda habitación.
—No saldrás de ahí hasta que yo te lo diga.
—Sí, Ama.
Aggie se inclinó sobre Jace y sacó la tela de su rostro.
—¿Lo entiendes ahora? —preguntó ella.
95
Jace lo había entendido desde el principio, pero él no era como la mayoría de los
masoquistas. No necesitaba el pequeño espectáculo para aceptar su castigo. Él sabía
que se lo merecía tanto si ella pensaba era así como si no.
Él rodó sobre su espalda, con su polla dura apuntando al techo.
Ella tomó aliento entre los dientes al ver la evidencia de su excitación.
—Maldita sea, Jace. ¿Por qué estás duro otra vez? ¿Te gustó verme hacer llorar a
un hombre adulto?
Él asintió vigorosamente. Ella se arrodilló sobre él y deslizó la entrepierna de su
ropa interior a un lado. Antes de que él siquiera pudiera comprender lo que ella
estaba a punto de hacer, su coño caliente descendió y su polla palpitante estaba
enterrada dentro de ella.
—¿Por qué te deseo tanto? Dime por qué. No lo entiendo. Simplemente no lo
entiendo.
Aggie lo montó hasta que acabó, su cuerpo volviéndose rígido mientras se dejaba
llevar. Lo besó en los párpados y volvió a colocar el paño sobre su rostro. Recuperó
el equilibrio y lo dejó allí, insatisfecho, atado, amordazado y nervioso, con la polla
dura y las bolas llenas y pesadas. Le mostró la puerta a Fracasado, aceptando su pago
y haciendo entrar a otro hombre al santuario. Si pensaba que Jace iba a simplemente
quedarse allí en el suelo toda la noche viéndola golpear a otros hombres hasta que
rogasen por su misericordia, se llevaría una sorpresa. Al menos eso era lo que estaba
pensando antes de ver al segundo tipo rogar por misericordia después de dos azotes
de látigo de Aggie en su espalda. Dios, la expresión en su rostro cuando se sometían
a ella era la cosa más hermosa que él había visto nunca. Ella era todopoderosa; en
control total.
Una diosa. Un demonio. Un ángel.
Sus sumisos nunca veían esa mirada. Estaban demasiado ocupados mirando al
suelo o teniendo los ojos cerrados con fuerza, pero Jace lo vio. Cuando el segundo
tipo se fue, Aggie se puso a horcajadas sobre las caderas de Jace de nuevo y le folló
hasta que llegó su próximo cliente.
—Como castigo por volverme loca, voy a mantenerte aquí para entretenerme
entre sesiones durante el resto de la noche —dijo ella.
¿Era ésta otra lección? Maldición, ella era la mejor maestra que había tenido.
Aggie se inclinó sobre él y le susurró al oído.
96
—Por lo general tengo que hacerme acabar yo sola en el cuarto de atrás si me
excito demasiado, pero esto es mucho más divertido.
Para ella, tal vez. Su polla protestó cuando ella se volvió a alejar. Bueno, tenía que
admitirlo. Por alguna razón, disfrutaba completamente de esto. No ver a los tipos ser
sumisos con su dulce demonio de cuero, sino en verla disfrutar de ello.
Lástima que él nunca sería capaz de darle el placer de su sumisión.
97
Traducido por Azuloni
Corregido por LadyPandora
A
ggie casi se cayó del escenario cuando reconoció a Jace sentado en una
mesa cercana con una gorra de béisbol y gafas de sol. Él debería haberlo
pensado mejor antes de venir aquí. Los guardaespaldas del club tenían
buena memoria y mal genio.
Ella saltó del escenario y se sentó en su regazo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, haciendo su típica rutina de lap dance
para mantener a los guardaespaldas sin sospechar.
—Nos vamos por la mañana temprano —dijo Jace—. Regresamos a Los Ángeles.
Quería decirte adiós.
Ella se volvió, frotándole el culo contra la entrepierna.
—¿Te volveré a ver?
—Estoy seguro de que apareceré de vez en cuando. ¿Haces este tipo de cosas a
menudo?
—¿Qué tipo de cosas?
—Lo del lap dance.
—Es parte de mi trabajo, preciosidad.
—Sí, bueno...
—¿Celoso? —bromeó ella, volviéndose para mirarlo de nuevo. No sabía cómo
podría estar celoso de cualquier cosa que ella hiciera después de haber sobrevivido a
observarla castigar clientes durante más de dos horas y luego arreglárselas para
follarla correctamente después de todos se hubieran ido a casa. Nunca había visto a
un hombre acabar con tanta fuerza como él lo había hecho la noche anterior.
Él agachó la cabeza.
—Nah.
98
—Terminaré en unos pocos minutos. Encuéntrame en el callejón y te daré un adiós
adecuado.
—Esto no es tan malo en lo que a despedidas se trata. —Él se arriesgó a mirarla
con una sonrisa torcida.
Ella se inclinó hacia adelante para darle una buena vista de sus pechos y trazó el
borde de su oreja con los dedos.
—Si esto es un adiós suficiente para ti, entonces...
—Te veré en el callejón.
Ella le sonrió y volvió al escenario, chasqueando su látigo hacia un empresario de
rostro pastoso que se babeaba encima y que agitaba un billete de veinte dólares hacia
ella. El tipo se estremeció con una mezcla de miedo y excitación cuando el látigo agitó
su cabello, pero no tocó su piel. Ella debería darle su tarjeta. Invitarlo a su santuario
de dolor. Hablar con él para hacerle pensar que podía soportar treinta minutos y
quebrarlo en dos. Dinero fácil. Sin embargo, ella no le ofreció sus servicios. No estaba
segura de por qué ella vacilaba.
Ella miró a Jace mientras aceptaba el dinero del empresario entre los pechos, pero
Jace ya se había ido. Cuando terminó su actuación, ella se apresuró a ir a los vestuarios
y deslizó una falda sobre su traje. No le bajaba mucho el tono a su bustier de cuero y
botas hasta el muslo, por lo menos su culo estaba cubierto.
—Mel, voy a tomarme un descanso durante unos veinte minutos —le dijo a una de
las gemelas rubias que acababa de salir del escenario—. ¿Cúbreme, de acuerdo?
—No hay problema, Aggie.
Aggie salió apresuradamente por la puerta trasera para encontrar a Jace apoyado
contra su moto con los brazos cruzados sobre el pecho. Ella le levantó el visor cuando
se detuvo frente a él.
—Me alegro de que hayas venido a decir adiós —le susurró.
—¿Quieres ir a dar un paseo?
Ella miró el edificio, inquieta. No debía tomarse un descanso de más de veinte
minutos a esta hora de la noche, pero no quería perder la oportunidad de estar con
Jace. ¿Y si nunca lo volvía a ver?
—No creo que pueda estar ausente durante mucho tiempo.
—Podemos sólo conducir durante un rato.
99
—Preferiría que nos besáramos durante un rato —dijo ella, inclinando la cabeza
hacia un lado para poder besarlo dentro de su casco.
—Besarse estará involucrado.
—¿Sí?
—Entre otras cosas.
A ella le gustaba cómo sonaba eso. Lo besó otra vez y se apartó para poder montar
en la moto. La Harley rugió a la vida y él extendió una mano para ayudarla a subir
detrás de él. Ella se moldeó a sí misma en su espalda, amando el olor de su cuerpo
mezclado con el olor del cuero. Él condujo hacia una lejana zona aislada a las afueras
de la ciudad, apagó la moto y la colocó sobre su pie de apoyo. Roy iba a despellejarla
viva por irse de esta manera. Ya debería estar de vuelta en el trabajo.
Se daría a sí misma el placer de la compañía de Jace durante un minuto más. Sólo
un minuto. Le bajó la cremallera de la chaqueta, sus manos deslizándose sobre la
camiseta debajo del cuero gastado. No podía tener suficiente de su pequeño y duro
cuerpo. Estaba tan estúpida por este tipo. Maldita sea. ¿Por qué la hacía sentirse tan
fuera de control? ¿Y por qué le gustaba? El control siempre había sido su fuerte.
Él se quitó el casco y lo metió en el extremo del manillar.
Mirando al cielo, dijo:
—Aquí puedes ver las estrellas, lejos de las luces de la ciudad.
Ella inclinó la cabeza hacia atrás y notó la belleza del cielo moteado.
—Nunca me tomo tiempo para mirar las estrellas. Generalmente estoy trabajando.
—Se acurrucó más cerca de Jace. Esperaba que Roy no la despidiese por irse. Podía
decirle que había tenido una emergencia. Saber que Jace estaba dejando Las Vegas
contaba como una emergencia, ¿verdad? Sus brazos se apretaron alrededor de él.
Tenía que admitir que no quería que se fuera.
—Ven aquí —murmuró Jace, deslizando un brazo alrededor de su cintura para
convencerla de moverse alrededor de su cuerpo.
Ella se deslizó hasta que se estuvieron enfrentados, su espalda contra el manillar y
las piernas a horcajadas de él. Arriba, en la carretera principal, un coche pasó, pero
nadie parecía saber de la existencia de su pequeño camino de tierra.
—Dijiste que querías conducir hasta el desierto para tener una orgía en mi moto.
—Su voz grave envió ondas de placer por todo su cuerpo—. Si todavía quieres…
100
Aggie lo besó, metiendo la lengua en su boca. ¿Él recordaba ese comentario
casual? Él gimió, sus manos aferrando sus muslos desnudos por debajo de la falda.
Ella tiró de su camiseta hacia arriba y pasó las manos por la suave y caliente carne de
su vientre. ¿Por qué este hombre la volvía tan loca? Ningún otro hombre lo había
hecho nunca. No de esta manera. Sus dedos se movieron hacia su bragueta, liberando
su polla que se engrosaba de sus confines. Le acarició la longitud con las dos manos
hasta que estuvo totalmente erecto.
Ella liberó su boca de la de él.
—Condón —susurró.
—No tenemos que apresurarnos —murmuró él.
—Sí, tenemos que hacerlo. Te deseo.
Él sacó un condón de su bolsillo y ella se lo quitó. Después de colocarlo, ella apartó
su tanga y acercó las caderas a las suyas en el asiento de la motocicleta.
—Ten cuidado —dijo él—. El motor todavía está caliente.
—Te enseñaré lo que está caliente. —Ella se levantó, dirigió su polla dentro de su
cuerpo y se dejó caer, tomándolo profundamente. Su cabeza cayó hacia atrás con
asombro. Su respiración se liberó en un grito estremecedor.
—Eso está caliente —murmuró él.
—Siempre está caliente para ti. —Ella encontró buenos puntos de apoyo, sin tener
idea de qué parte de la moto estaba usando para hacer palanca y sin preocuparse
mucho. Subiendo y bajando sobre él, ella meció las caderas con cada movimiento
hacia abajo, frotando su clítoris contra él. Él la abrazó para afianzar sus movimientos,
sus antebrazos corriendo a lo largo de sus costados y espalda, las palmas en sus
hombros, los dedos presionando en su piel. Sus labios acariciaron suavemente su
cuello y pecho.
¿Por qué su ternura la volvía loca de necesidad?
—Jace.
Él se meció con ella, engatusándola hasta llegar a ese ritmo perfecto. Parecía
conocer su cuerpo mejor que ella. La áspera barba incipiente a lo largo de su barbilla
raspó sobre la sensible carne de su pezón mientras tiraba del corpiño hacia abajo. Su
espalda se arqueó, su pecho ofrecido voluntariamente a su atención. Él chupó el
pezón en su boca, frotando el tierno capullo con la lengua. El ritmo de su boca hacía
juego con el ritmo de su unión. Ella sintió el tirón de su pecho a través de su útero, su
coño, su clítoris.
101
—Oh, Jace. Oh.
Ella se quedó sin aliento mientras su cuerpo giraba hacia el orgasmo. Aumentó el
ritmo de su unión, subió y bajó sobre su polla gruesa, más y más rápido; metiéndola
con fuerza en su cuerpo. Profundo. Tan profundo. Buscando la liberación.
Queriéndola.
Necesitándola.
Ahora, Jace. Hazme acabar.
Pero él no estuvo de acuerdo. Los codos se hundieron contra los costados de ella,
y él desaceleró sus movimientos hasta su ritmo perfecto.
Soltó el pezón de su boca.
—No te apresures, nena. Saboréalo. Puede ser que pase un tiempo antes de que
te vea otra vez.
¿Así que planeaba volver a verla? Por lo general, ella odiaba hacer planes a futuro.
Las cosas nunca parecían funcionar de la manera que ella creía que lo harían, pero tan
inusual como era para ella, quería volver a verlo. Cuanto antes, mejor.
Jace utilizó su barbilla para bajar la otra copa de su bustier y tiró de su pezón
descuidado en su boca. De nuevo, lo succionó con el ritmo de su unión.
—Oh, Jace. Por favor.
Él se movió ligeramente hacia delante, cambiando el ángulo de penetración.
Ella jadeó, la cabeza cayendo hacia atrás con asombro.
—Se siente tan bien.
Él murmuró en acuerdo alrededor de su pezón. Probablemente le gustaría que ella
le hiriese, pero ella no quería hacerlo. Quería ser tierna con él, como él siempre era
tierno con ella. Bueno, hasta que se sobreexcitaba y la follaba con fuerza. Se
preguntó si él podría acabar sin dolor.
El ritmo de Jace aumentó en su pecho. Ella lo igualó, moviendo las caderas
mientras él giraba las suyas. Él se apartó de su pecho jadeando de placer.
—Aggie. Hazme daño.
—No esta vez, Jace.
Estaba demasiado oscuro para poder ver su expresión. ¿Estaba decepcionado?
102
La besó. Sus cuerpos se movían juntos más rápido. Más rápido. Ella jadeó en su
boca. Se frotó contra él. Buscando la liberación. Buscándola.
Él se separó sus bocas y apoyó la frente contra su mandíbula.
—Te sientes tan bien, nena.
—¿Puedes acabar si lo hacemos suave como ahora?
—Tomará un tiempo —murmuró él.
—Tengo todos los diez minutos del mundo. Me van a despedir por tomarme un
descanso para follar en medio de mi turno.
Él rio entre dientes.
—Si te despiden, te contrataré como mi dominatrix personal. Quebraré en
cuestión de días, pero…
—Te haré un descuento de usuario frecuente.
Él rio, el profundo y rico sonido calentando sus entrañas. ¿Por qué esa risa
significaba tanto para ella? No tenía sentido. Ella la apreciaba. Más que cualquiera de
las otras cosas que amaba acerca de este hombre, su risa era lo que más significaba
para ella.
Sus cuerpos continuaban uniéndose, moviéndose en perfecta sincronía. Sus
muslos temblaron agotados.
—¿Estás cansada?
—Un poco —admitió.
Él se desplazó hacia atrás en el asiento, tirando de ella con él.
—Acuéstate por un rato.
Ella se apoyó en el tanque, la tapa de la gasolina entre los omóplatos, el manillar
golpeándola en la parte posterior de la cabeza. No era la posición más cómoda, pero
él se hizo cargo de todo el movimiento, meciéndose hacia adelante para poseer su
cuerpo. Ella arqueó la espalda para sentirse más cómoda. Él jadeó
entrecortadamente.
—Dios, nena, voy a echarte de menos —murmuró él.
—Los Ángeles no está tan lejos. Ven a visitarme cuando tengas una noche libre.
—¿Puedo?
103
—Quiero que lo hagas. Yo también voy a echarte de menos.
Él deslizó los brazos debajo de su espalda y la levantó para poder besarla
apasionadamente. Ella se quedó sin aire. Sus cuerpos se movían juntos más rápido.
Su placer creció. Sus alientos se mezclaron en movimientos excitados. Él gimió,
frotando la boca abierta contra su garganta. Ella gritó. Se tensaron uno contra el otro
mientras volaban juntos hacia el nirvana. Las estrellas en los ojos de Aggie no tenían
nada que ver con las del cielo.
104
Traducido por Erudite_Uncured12
Corregido por LadyPandora
J
ace abrió la puerta de su apartamento y arrojó su bolso de lona al suelo.
Dejó el bajo suavemente junto a éste.
—Hola, cariño, estoy en casa. —Su voz resonó en el escasamente
amueblado apartamento de un dormitorio. Colgó las llaves en su gancho y cerró la
puerta.
—Brroowww rrrown rrown rrrown rown. —Brownie, una gata bicolor negra con
patas blancas y un gran triángulo blanco invertido debajo de la barbilla, trotó hacia él
y envolvió su bota con su elegante cuerpo. Dio vueltas y vueltas alrededor de su
tobillo todavía ronroneando a su manera inusual.
Él la levantó y la acurrucó contra su pecho, sus patas delanteras apoyadas en su
hombro. Su cola suave se agitó contra su brazo repetidamente.
—¿Me extrañaste?
Ella frotó el rostro contra la mandíbula de él y golpeó su pequeña aro con una pata.
—Yo también te extrañé. ¿Tony te ha estado alimentando correctamente?
—Brrroowww rrrowwwn. —Él la llevó hacia la cocina, y ella cambió de su maullido
inusual a un intenso ronroneo.
Jace abrió un armario y encontró que la provisión de comida para gatos se había
reducido de manera significativa en su ausencia, por lo que Tony había estado
alimentándola con regularidad. Y a partir de la falta de mal olor en la habitación,
también había estado haciendo la limpieza de su caja de arena como se suponía que
debía. Un buen chico de confianza. Jace le daría un gran bono por cuidar de su chica
durante su prolongada ausencia.
Jace puso a Brownie en la encimera de la cocina y sacó varias latas de comida,
leyéndole los contenidos mientras las dejaba en una fila delante de ella.
—Entonces, ¿qué será?
105
Ella puso una pata sobre la parte superior de una lata.
—¿Salmón?
—Brrrooowww rrrowwwn.
—Muy bien. Aliento de pescado será. Pero si crees que voy a dejar que me lamas
la barbilla después, te encontrarás con una sorpresa.
Mientras abría la lata, ella saltó de la encimera y se restregó alrededor de su tobillo
una vez más. Él puso su plato de comida en el suelo, la rascó bien detrás de la oreja y
se fue a desempacar.
La mayor parte de la ropa en su bolso estaba sucia. Él las ordenó en pilas para
llevarla a la lavandería en el sótano después. Lavar la ropa no era su tarea favorita,
pero a diferencia del resto de sus compañeros de banda, él no era un vago. Sólo
pretendía ser un poco desordenado con el fin de encajar mejor. También fingía que
no sabía cocinar y que no limpiaba. Ninguno de ellos sabía que tenía un gato o que le
hablaba como si fuera una persona. Se cuidaba mucho de disfrazarse en torno a los
chicos. Para ser quien ellos esperaban que fuera, no quien era en realidad.
Sacó su posesión más preciada de las profundidades de su bolso y la puso sobre
los dos pedestales en el estante central de su biblioteca. Pasó un dedo sobre la
baqueta con una leve sonrisa en los labios. Esta delgada pieza de madera había
cambiado toda su vida y el hombre que se la había dado a él, por pura casualidad
nueve años antes, no tenía ni idea del impacto que había tenido en un niño abusado
y abandonado que se dirigía por un camino de autodestrucción. Jace no tenía duda
de que Eric Sticks le había salvado la vida. De una manera diferente en la que había
salvado la vida de Trey, pero no siendo menos importante el resultado. Jace encendió
el estéreo y se hundió en el sofá que estaba cubierto con una sábana para ocultar las
roturas y manchas en la tapicería. No estaba seguro de por qué no compraba muebles
nuevos. No era como si no pudiese permitírselo, pero esto era suficiente para él. No
necesitaba mucho; no quería mucho. Una imagen del hermoso rostro de Aggie, sus
labios rojos como rubíes curvados en una sonrisa atractiva, apareció en sus
pensamientos.
Brownie se unió a él en el sofá y se echó en su regazo mientras se lamía las patas y
se las pasaba por la cara.
—Conocí a una chica.
Brownie hizo una pausa y le miró con ojos de color ámbar.
Él rio entre dientes.
106
—¿A qué viene esa mirada? —A veces pensaba que ella entendía lo que él le estaba
diciendo—. No te preocupes. No me permitiré apegarme demasiado a ella. —A pesar
de que estaba considerando llamar a Aggie en estos momentos. Probablemente
estuviera dormida. No debería molestarla. Quizás debería mandarle un mensaje de
texto. Ella le había enviado una foto de su pezón izquierdo antes ese día y había
tipeado que deseaba que su lengua estuviera en ese lugar en ese momento. Oh, sí.
Ella tenía toda su atención, incluso sin los pequeños mensajes de texto sexys—. Creo
que iré al gimnasio —le dijo a su gata—. A ejercitarme bien. Boxear unos cuantos
rounds.
—Browww wwowwn. —La gata lo miró con aire taciturno.
—De acuerdo, entrenaré aquí, mejor. —Se quitó la camiseta de camino a su
pequeño dormitorio. Había instalado una barra en la puerta y ahora la usaba para
hacer flexiones.
Después de que había completado algunas docenas de repeticiones, Brownie se
tumbó en el suelo y golpeó los dedos de los pies de Jace cada vez que llegaban a su
alcance. Jace deslizó sus pies entre la barra y el umbral de la puerta superior y pasó a
hacer abdominales invertidos. Brownie movió su trasero, saltó en el aire y atacó su
cabeza en repetidas ocasiones. Después de demasiadas garras en el cuero cabelludo,
él la atrapó en el aire y la levantó para mirarla fijamente a los ojos, cabeza abajo.
—¿Vas a dejarlo ya?
Ella le golpeó la nariz con una pata, cuidándose de mantener sus garras ocultas.
—Has estado aburrida, ¿verdad? Tengo que conseguirte un amigo. He estado
demasiado en la carretera últimamente.
—Browww wwowwn.
Ella tomó su pendiente con una garra y le urgió hacia adelante para que pudiera
frotar su boca contra la mandíbula de él.
—Ugh. Aliento a pescado.
La bajó, tomó la barra y liberó sus pies antes de bajar al suelo.
—Vamos a improvisar. —Él sabía lo que Brownie quería. Su gato amaba la música
del bajo. Para su público de un único felino, Jace tocó toda la lista de canciones de los
Sinners, no en la forma en que el bajista original, Jon Mallory, las había escrito, sino
en la forma que Jace sentía que debían tocarse. Nunca había permitido que los chicos
de la banda se enteraran de que había reescrito cada línea de bajo. Ellos no
apreciarían ese tipo de creatividad. Mientras tocaba, Brownie le observaba, agitando
la cola intensamente al ritmo. Eventualmente, el vecino del apartamento de abajo
107
comenzó a golpear el techo. Jace apagó el amplificador y devolvió su al estuche. Su
teléfono celular sonó. Otro texto de Aggie. Otra foto. De su coño. Estoy imaginando
tu polla dentro de esto, había escrito. Maldita sea. ¿La mujer estaba tratando de
matarlo?
108
Traducido por flochi
Corregido por LadyPandora
J
ace movió el estuche que contenía su bajo a su mano izquierda y tocó el
timbre. Luego de un momento, Sed abrió la puerta principal y le hizo señas
a Jace para que entrara.
—Eric no está aquí todavía. Está en camino.
—Gracias por invitarme —dijo Jace. Había estado encerrado en su apartamento
por casi tres semanas esperando que Trey mejorara para poder regresar a la gira.
Cuando Sed lo invitó a trabajar en el nuevo álbum, Jace casi se orinó encima de la
emoción.
—¿Por qué me lo agradeces? —dijo Sed—. Estoy poniendo tu culo a trabajar.
Cosa que a Jace le parecía muy bien. Ésta era la segunda vez que Jace entraba al
apartamento de Sed. La primera había sido en la fiesta de inauguración de Sed,
probablemente la más salvaje en la historia del hombre. Jace no recordaba la mayor
parte de la noche. Se había desmayado en el patio de la azotea vistiendo sólo unas
bragas de mujer de satén azul, y Eric había dibujado flores por toda su espalda con
marcador indeleble. Jace no recordaba dónde había obtenido la ropa interior.
La casa de Sed era enorme y extravagante. Quizás era hora de que Jace comprara
un lugar propio. Su pequeño apartamento no tenía mucho uso, pero a Brownie
probablemente le gustaría un balcón donde asolearse. Sólo que parecía un
desperdicio gastar todo ese dinero en algo que tan raramente usaba. Normalmente,
Jace estaba en la carretera mucho más de lo que estaba en casa, pero ya que Trey
estaba fuera de servicio hasta que se mejorara la movilidad de sus dedos, habían
tenido que cancelar un montón de fechas de la gira.
Jace siguió a Sed a través de la enorme y abierta sala con sus techos de seis metros
de alto y decoración roja, blanca y negra. El segundo piso del condominio tenía una
habitación principal y un loft abierto equipado con todo, desde un bar a una mesa de
pool. En el primer piso, había dos habitaciones adicionales. Una servía como
habitación de huéspedes, pero la otra había sido convertida en un estudio de
grabación. Entraron al estudio y Jace puso el bajo detrás del sofá de cuero negro. Se
109
quitó la chaqueta, la lanzó en una silla y fue a inspeccionar los amplificadores y los
otros equipos.
—¿Quieres una cerveza? —preguntó Sed.
—Sí.
Sed abrió un mini refrigerador en la esquina, sacó un par de latas y le lanzó una a
Jace. Mientras Jace sorbía su cerveza, jugueteó con una mesa de sonido. No podía
adivinar que hacían todos los botones, palancas e interruptores.
—¿Realmente sabes cómo usar esta cosa? —le preguntó a Sed.
—No tengo ni puta idea. —Se echó a reír—. Creo que Eric podría. No sé.
El timbre sonó.
—Ése probablemente sea Eric. —Sed se marchó para atender la puerta.
Repentinamente nervioso, Jace se acomodó en el borde del sofá. Eric molestaría
a Jace por estar ahí. Por entrometerse en su proceso creativo y por intentar tomar el
lugar de su mejor amigo, Jon. Eric y Jon habían compuesto los tres últimos álbumes
de los Sinners juntos. Como banda, estaban buceando en un territorio nuevo, y era
seguro que Eric resentiría a Jace por no saber qué mierda estaba haciendo. Jace
quería aprender, quería ayudar y compartir sus ideas, pero temía que sólo acabara
entrometiéndose y de alguna manera hiciera menos a los Sinners.
Eric entró al estudio, examinó el equipo de Sed y entonces se sentó en la silla frente
a Jace.
—Hola, hombrecito. ¿Te has estado manteniendo ocupado?
Jace se frotó el lóbulo de la oreja, jugando con el aro allí.
—No. Estoy listo para volver a la carretera. —O hacer un viaje a Vegas para ver a
Aggie. Hasta ahora había sido capaz de resistir su atracción y de incrementar su
propia miseria, pero sabía que no soportaría mucho más.
—Sí, no es broma. Espero que Trey mejore pronto.
—No mejorará hasta que comience a intentarlo. Ser perezoso junto a la piscina de
sus padres todo el día no ayuda. —Sed frunció el ceño—. Supongo que tendré que
enderezarlo.
Jace esperaba que Sed no fuera demasiado duro con Trey. Sabía que Sed tenía
buenas intenciones, pero no era muy indulgente con los sentimientos de los
personas.
110
—Vamos a trabajar —dijo Sed.
—Esto debería estar bueno. —Con la ansiedad por trabajar superándolo, Jace se
enderezó para poder ver todas las piezas de música en la mesita. Quizás si sólo se
quedara en silencio e intentaba no interferir con la genialidad de Eric, no lo harían
irse.
Eric rebuscó entre la pila de música de guitarra que había traído con él. Cosas que
Brian había compuesto mientras follaba a Myrna. Jace no estaba seguro de cómo
alguien podía pensar lo suficiente para escribir música mientras tenía sexo, pero
parecía funcionar para su guitarrista principal.
Eric arregló los trozos de la música de guitarra y las hojas de papel que contenían
las letras de Sed. El ritmo cardíaco de Jace se aceleró. Pocas cosas lo excitaban. El
talento de su banda se encontraba en la cima. Unos labios rojos le sonrieron en su
mente. Bueno, y Aggie, pero ella lo excitaba de una manera completamente
diferente.
Eric reorganizó las secciones varias veces y luego asintió.
—De acuerdo, ya organicé la música de guitarra. Ahora necesitamos la línea de
bajo. —Miró a Jace—. ¿Trajiste tu guitarra?
Jace sacó su bajo del estuche y se pasó la correa por el hombro. Eric golpeteó un
ritmo sobre la mesa con dos pares de baquetas.
—Iguálalo.
Más que oír el ritmo, Jace lo sintió. Había escuchado las canciones de los Sinners
tantas veces que instintivamente sabía cómo debía sonar la línea del bajo. Hacía eco
en su mente. Complementando el ritmo. Llenándolo. Enriqueciéndolo.
Enchufó su bajo a un pequeño amplificador de práctica y tocó una serie de notas
que pasaba por su cabeza.
Eric sonrió.
—Nada mal.
Eso fue casi un cumplido. Jace no pudo evitar sonreír. Notó que Sed lo observaba
con una expresión introspectiva en el rostro.
Eric miró a Sed.
—¿Estás listo para cantar?
—Estoy listo. —Sed aclaró la garganta.
111
Eric relató su versión de cómo la letra debería sonar y Sed intentó copiarlo.
Hicieron falta varios intentos para descifrar que Eric debía cantarlo y que Sed debía
hacer sus típicos gritos retumbantes como acompañamiento. El corazón de Jace
golpeaba mientras oía al excepcional dueto. Eso era. Ése era el sonido que los llevaría
al siguiente nivel en su música. A crecer. Juntos. Jace no podía creer que finalmente
era parte de esto. Cuando dejaron de cantar, Sed y Eric se miraron con sorpresa. Ellos
también lo sabían. El único arrepentimiento de Jace era que ni Brian ni Trey estuvieran
allí para compartir el momento.
—Fue impresionante —dijo Jace—. Mierda. Háganlo de nuevo.
Cuando Eric abordó la posibilidad de utilizar un violín eléctrico en algunas
canciones, Sed fue menos complaciente en su visión.
¿Violín eléctrico? ¿Realmente necesitaban otro instrumento de cuerda? Algo como
un piano sería mejor, pero Jace estaba demasiado intimidado para decirlo. Eric
obviamente sabía lo que estaba haciendo. Jace necesitaba reducir su ansiedad y
permitir que el hombre trabajara.
—Sólo inténtalo —le dijo Eric a Sed—. Estaré intentando algo diferente. Tú
también deberías hacerlo.
Jace se inclinó hacia adelante. No pudo evitarlo. Quería participar.
—¿Puedo probar algo diferente?
—No —dijo Eric.
Las esperanzas de Jace se desplomaron.
—Bueno, quizás —enmendó Eric—. Deberías agregar más adornos a las líneas de
bajo para complementar a Brian. Eres mejor bajista que Jon. Creo que necesitas
empujar tu nivel de habilidad en el nuevo álbum. Debes estar aburrido de interpretar
esa mierda repetitiva que Jon compuso antes de que firmaras.
Mejor bajista que Jon. ¿Eric reconocía eso? Probablemente sólo bromeaba con
Jace, pero la esperanza insistió en flotar de regreso a la superficie. Jace sonrió hasta
que sus mejillas dolieron y miró de Eric a Sed y de vuelta a Eric.
—De acuerdo.
—Voy a llamar a Trey —dijo Sed inesperadamente—. Él necesita estar aquí mucho
más que yo. Las letras para lo último. —Sed se puso de pie—. Continúen. Volveré en
seguida.
—Oye, no puedo esperar todo el día. Tengo cosas que hacer —dijo Eric.
112
Sed dejó la habitación.
—¿Cómo qué? —preguntó Jace.
—Nada que te importe —dijo—. Ve y tráeme una cerveza.
No tenía que comportarse como un idiota. Y Jace no iba a ir a traerle una cerveza.
Eric lo miró fijamente por unos momentos y luego se estiró para tomar otro
conjunto de música.
—De acuerdo, hombrecito. Tengo otro ritmo para ti. Iguálalo.
Oyó el golpeteo de Eric en la mesa, y como antes, una línea complementaria de
bajo sonó en su cabeza. Él comenzó a tocar antes de que Eric hubiera completado su
progreso.
—¿Cómo lo haces? —preguntó Eric—. ¿Has estado escribiendo música a nuestras
espaldas?
Jace sacudió la cabeza.
—No lo sé. Oigo tu ritmo y simplemente sé qué va ahí. Creo que es porque hemos
estado tocando juntos un par de años.
—Supongo que ya ha pasado ese tiempo, ¿verdad? —Eric lució nostálgicamente
triste—. Aquí está la que sigue.
Continuaron de esa manera por un rato. Eric produciendo un ritmo. Jace
igualándolo con líneas de bajo. Eric garabateando las notas que Jace tocaba. Sed
todavía no había regresado.
—Me pregunto dónde mierda fue Sed.
Jace se encogió de hombros.
Eric dejó la habitación. Jace revisó las hojas de música sobre la mesa hasta que Eric
regresó unos minutos después.
—Se va a alguna parte con Jessica.
—¿Sucedió algo malo?
—Ella lucía disgustada pero, ¿cuál es la novedad? El drama la sigue como un perrito
perdido, pero Sed la ama, así que… ¿qué podemos hacer?
—Podemos seguir escribiendo mientras él no esté.
Eric lo consideró por un momento y luego asintió.
113
—Sí, supongo que sí. ¿Qué piensas de la idea del violín eléctrico? —preguntó Eric—
. Brillante, ¿huh?
Jace bajó los ojos. Sabía que Eric sólo quería afirmación, pero él seguía sin verle el
punto a agregar otro instrumento de cuerdas a una banda que ya tenía tres de ellos.
—Quizás, en cambio, un piano —dijo en voz baja.
Eric se metió el dedo en la oreja y le dio la vuelta.
—Juro que necesito un audífono. Demasiada batería, supongo. ¿Qué dijiste?
—Dije que quizás podríamos hacer una canción con algo de música de piano.
—¿Piano? —Eric se quedó sentado allí por un momento—. Bueno, es una buena
idea, hombrecito, pero Sed no toca el piano y yo no puedo tocarlo mientras estoy
tocando la batería.
—Yo toco. —En el momento en que salió de su boca, deseó poder retirarlo. Él
había renunciado al piano una década atrás, cuando su madre murió. Eso era lo que
siempre habían hecho juntos y nunca se sintió bien tocar sin ella.
—¿Sí? —dijo Eric, moviéndose hacia adelante en su asiento. Tenía una expresión
pensativa en el rostro y Sed no estaba allí para disuadirlo.
—No, yo…
—¿Nos has estado ocultando cosas? ¿Eres bueno?
Lo era, pero con seguridad no quería que Eric lo supiera.
—No, apesto. Olvida que lo mencioné.
Eric se negó a ser disuadido y luego de mucho reprender, rogar y acosar, consiguió
que Jace tocara algo en el teclado. Técnicamente no era un piano. Al menos eso es lo
que se dijo Jace mientras sus dedos se movían sobre las endebles teclas.
—Bueno, ahí tienes —dijo Eric—. Tienes la oportunidad de probar algo diferente.
—Realmente no me siento cómodo tocando el piano.
—¿Por qué no? Eres buenísimo.
Jace bajó los ojos.
—Mi madre…
—No tengo una, así que no puedo verme reflejado, lo siento. ¿Puedes tocar un riff
de guitarra en el piano?
114
Jace se encogió de hombros.
—Supongo.
Eric tuvo música del piano incorporada a una canción en cuestión de minutos.
—¿Cómo haces eso? —preguntó Jace.
—¿Hacer qué?
—Unir todo con tanta rapidez.
Eric se encogió de hombros.
—No lo sé. Las capas simplemente encajan en mi cabeza. ¿Dónde mierda fue Sed?
Hay algo que tengo que hacer.
—¿Qué tipo de cosa?
—Un programa para mantener a los niños fuera de las calles. Esperaba que Sed
viniera conmigo. Brian solía ir y darle a los chicos lecciones de guitarra. Ellos amaban
esa mierda, pero él está DEA12; probablemente perdido entre los muslos de Myrna.
Así que pensé que Sed podía tomar su lugar. Es fantástico con los chicos, lo creas o
no.
A Jace no le resultaba difícil creerlo. En cierta forma, Sed tomaba el rol de figura
paterna con todos los que estaba cerca. Incluido Jace.
—¿Quieres ir? —preguntó Eric.
El corazón de Jace golpeó.
—¿Yo?
—Sí, ¿por qué no? Los niños probablemente no tengan ni idea de quién mierda
eres, pero aun así podemos divertirlos.
—No soy bueno con los niños.
—Probablemente sería un dolor en el culo tener que mirar hacia arriba a los niños
de ocho años todo el tiempo.
Y ahí regresaban a las burlas sobre la altura de Jace.
—Sí, hace que me acalambre el cuello.
Eric se echó a reír y lo golpeó en la espalda con entusiasmo.
12
DEA: Desaparecido en Acción.
115
—Entonces, vienes, ¿no? No quiero ir solo y eres el único que está aquí.
Jace se sorprendió de que se lo pidiera, incluso si era porque no había nadie más
disponible para coaccionar.
—Sí, de acuerdo. Como sea. No tengo nada mejor que hacer.
—Genial. Te verás realmente especial en el disfraz de un dinosaurio púrpura.
—¿Qué?
Gracias a Dios por los pequeños favores; no había ningún disfraz de dinosaurio.
Jace lo pasó genial enseñando a los niños desfavorecidos cómo tocar con el pulgar
un compás de bajo, pero se divirtió incluso más viendo a Eric, el columpio humano,
hacer el ridículo total para que ellos se divirtieran. Cuando Eric finalmente cumplió
con su razón para estar allí, le regaló a cada chico un conjunto de baquetas. Jace
consideró contarle a Eric sobre la baqueta que él había atesorado por los pasados
diez años. Cómo Eric había cambiado su vida sin siquiera saberlo. Jace simplemente
no pudo encontrar las palabras. Su conexión unilateral con Eric era demasiado
personal. Demasiado estúpida. Vergonzosa. Así que acompañó el odioso tamborileo
de Eric con una improvisada línea de bajo.
Para seguir el ritmo de Eric, los chicos se golpearon entre ellos con las baquetas
más que a las superficies sólidas, pero todos reían y lo pasaban bien. Incluso Jace.
Su hora con los chicos pasó volando. Eric tenía más energía que los veinte chicos
juntos. De camino a la puerta, Eric lo golpeó en el hombro.
—Vamos por una o dos cervezas. ¿Qué dices?
Jace sonrió. ¿Finalmente estaba teniendo esa elusiva conexión con Eric?
—Sí. Suena bien.
Dos cervezas se volvieron diez o veinte. Jace perdió la cuenta. Siendo un borracho
silencioso, Jace miró su vaso que se rellenaba misteriosamente mientras Eric charlaba
como si fuera cinco personas con todo el mundo que estaba lo suficientemente cerca
para oír sus gritos. Él se mantuvo a sí mismo, y a la mitad del bar, entretenido. Jace
no estaba seguro de que Eric siquiera estuviera consciente de su presencia. Se
preguntó que estaría haciendo Aggie. Tres semanas era suficiente para dejar que su
dolor empeorara. Quizás la visitara al día siguiente. Asumiendo que no moriría de un
envenenamiento de alcohol o asfixiado por su propio vómito en la noche.
—¿Ya estás borracho? —preguntó Eric cerca de la medianoche.
116
Jace cerró un ojo para deshacerse de los tres o cuatro Erics extra que había en su
línea de visión.
—Define borracho.
—¿Quieres ir a hacerte un tatuaje conmigo?
Jace asintió.
—Déjame elegirlo. Prometo que será genialmente impresionante.
Jace se encogió de hombros.
—Entonces estás lo suficientemente borracho.
Al parecer, Jace también estaba lo suficientemente borracho para perforarse el
pezón, lo que dolió menos de lo que esperaba. Y demasiado borracho para
permanecer consciente a través del proceso de tatuado, a pesar de la sonrisa malvada
que Eric lucía mientras hablaba con el tatuador que estaba preparando la piel en el
pie de Jace para la idea de Eric de un diseño “genialmente impresionante”.
117
Traducido por rihano y Debs
Corregido por Simoriah
A
ggie chequeó la mirilla y sonrió, su corazón golpeando con emoción. Abrió
la puerta con fuerza y se arrojó a los brazos de Jace con un feliz chillido.
No lo había visto en casi un mes y había comenzado que nunca más lo
haría.
—Lamento aparecerme así —dijo él—. Debería haber llamado primero.
Ella lo besó con avidez, aferrando los lados de su chaqueta de cuero abierta y
tirando de él hacia la casa. Cerró la puerta y lo apretó contra su superficie, todavía
besándolo mientras buscaba a tientas el cerrojo. Ella se apartó y lo miró, sus mejillas
doliendo de tanto sonreír de forma tan amplia.
—Asumo que no estás enojada conmigo —murmuró él.
—Te extrañé —dijo ella, besándolo de nuevo—. Pensé que estabas de gira otra
vez.
—Así era, pero parece que vamos a tener que cancelar más fechas.
—Creí que Trey estaba bien ahora.
—Sí, está bien. Sed se lesionó la garganta hace un par de días. Le estalló una vena
en medio de un concierto. Se desmayó. Maldita sangre por todas partes.
—Por Dios, ¿estás todos ustedes en una racha de mala suerte, o qué?
—Eric cree que el álbum está maldito. —Él rio y bajó los párpados para ocultar sus
ojos color chocolate—. Te traje... —Se sonrojó mientras metía la mano en el bolsillo
interior de la chaqueta.
Oh Dios, adorable.
Él sacó una rosa y se la presentó. Él no la miró cuando ella la aceptó. Lo que una
vez había sido una flor perfecta ahora estaba aplastada por su entusiasta abrazo. Era
la cosa más hermosa que ella había visto jamás. Su corazón sintió un pequeño
pinchazo.
—Gracias —susurró.
118
Los ojos de él fueron hacia los suyos por un momento y luego regresaron al suelo.
—¿Te gusta?
Ella podía imaginárselo comprándola para ella, avergonzado e indeciso. Una flor
nunca había significado tanto para ella. Le tocó la mejilla áspera de la barba, y su
mirada finalmente encontró la suya.
—Me encanta, Jace.
Él sonrió, sus ojos suavizándose mientras la miraba. Ella se derritió y se inclinó hacia
adelante para darle un beso. Sus labios firmes demandaban que cada sentido le
prestara su total atención. Ella gimió suavemente, sus ojos cerrándose, la mano libre
curvándose contra su pecho. Él era tan bueno como lo recordaba.
—Ah... ¿Ama V? —dijo una voz vacilante detrás de ella.
¡Mierda! Había olvidado por completo que tenía a un cliente esperando en el
santuario. De mala gana, se alejó de Jace.
—Estás ocupada. Me iré —dijo Jace. Su mirada se centró sobre su hombro hacia
el enorme y tatuado hombre detrás de ella.
El bueno de Larry. Uno de sus pocos clientes habituales.
—No quiero que te vayas. ¿Esperarás? Es mi única cita esta noche. Sólo me llevará
tres minutos. —Ella lo besó de nuevo—. Tres minutos.
—Pagué por veinte —dijo Larry con voz ronca.
Aggie sonrió.
—Tres minutos —susurró.
Jace asintió.
—Esperaré.
Ella se apartó de él y fue a teclear el código para desactivar la alarma. Abrió la
puerta de su hogar personal y empujó a Jace al interior.
—Siéntete como en casa —dijo—. Hay algo de sopa sobrante en la cocina si tienes
hambre. Vino en la nevera. —Él cruzó el umbral, mirando a su alrededor con
inquietud. Probablemente en busca de su madre, que no estaba en casa.
Supuestamente, estaba en una entrevista de trabajo, la primera en un mes. Aggie
bebió la imagen de Jace en su casa. Dios, él estaba bien. Había olvidado lo atractivo
que era—. O puedes desnudarte y esperarme en mi habitación —le susurró al oído.
119
Él sonrió.
—Ve a encargaste de tu amigo. Estaré bien.
Ella se volvió para encontrar a su cliente observándola con un ceño oscuro.
—¿Te dije que podías salir de esa habitación, maldito cobarde? —gritó ella.
—No, Ama V. —Temblando, él regresó a tropezones hacia el santuario.
—¡Voy a golpearte el culo por desobedecerme! —agregó ella por si acaso. Se
volvió hacia Jace y se llevó la rosa a la nariz, inhalando su delicada fragancia—.
¿Llevarías esto a la cocina para que pueda ponerla en agua?
Él asintió, aceptando la rosa. Ella plantó un tierno beso junto a los labios divertidos
de Jace.
—Te veré en unos minutos, cariño.
Encerró a Jace en su casa y se encerró a si misma en la habitación insonorizada con
su cliente. Encontraba que estos tipos grandes y rudos siempre eran los más fáciles
de quebrar. Fáciles porque querían someterse, pero nunca tenían la oportunidad de
hacerlo en sus vidas diarias.
—¿Por qué sigues vestido? —preguntó ella—. Te dije que te desnudaras. No estoy
complacida.
—Perdóneme, Ama V.
—¡No lo haré! Tu disciplina será estricta y dolorosa.
Le tomó a él más tiempo sacarse la ropa y ponerse las restricciones de lo que a ella
le llevó hacerlo llorar y suplicarle que se detuviera. Ella le dio un poco de tiempo para
serenarse antes de tomar su dinero y acompañarlo a la puerta principal.
—¿Misma hora la semana que viene? —preguntó él.
—¿Vas a completar los veinte minutos la próxima vez?
Él rio entre dientes.
—Probablemente no, pero aun así voy a pagar por ello, por si acaso.
Ella sonrió y le palmeó la mejilla. Su clase favorita de clientes; los que
desperdiciaban una gran cantidad de su dinero y muy poco del tiempo de ella.
—Te anotaré, Larry. Ahora vete a casa y folla a tu esposa. Considera traerla contigo
la próxima vez. —A Aggie le encantaba trabajar con parejas.
120
Él volvió a reír entre dientes.
—Tal vez lo haga. Nuestra vida sexual nunca ha estado mejor. A ella le encanta
cuando vengo a verte.
—Apuesto a que sí.
—Quizás la sorprenda con uno de esos corsés que haces. ¿Crees que le gustaría?
—No podrás sorprenderla. Tendré que tomarle las medidas.
El rostro de él cayó.
—Oh.
—Pero le permitiremos que elija el diseño.
Él sonrió.
—Sí, de acuerdo. Gracias, muñeca.
Aggie le guiñó un ojo y cerró la puerta tras de él. Y ahora, un poco de placer para
ella.
Encontró a Jace bebiendo sopa de verduras recalentada en la barra de desayuno.
Su magnífica y aplastada rosa estaba en un vaso azul de plástico en la mesada junto
a él. Ella sonrió ante la imagen. Le encantaría tenerlo en su cocina todas las noches,
pero sabía que era reacio a las relaciones. No le importaba tomar las cosas con calma.
Pero, Dios, lo había extrañado. Sus conversaciones telefónicas monosilábicas y
ocasionales mensajes de texto no eran para nada suficientes.
Él se sobresaltó cuando la vio.
—Pensé que bromeabas cuando dijiste tres minutos.
—Creo que esta vez llegó a cuatro. Es un cliente habitual mío.
Jace bajó su mirada, sorbió otra cucharada de sopa en su boca. Cada línea de su
cuerpo dura por la tensión.
Ella había pensado que él estaba bien con su profesión, ella la había compartido
con él y le había mostrado lo que conllevaba, pero al parecer, había estado
equivocada. ¿Era por eso que él no había venido a verla? Se había cansado de invitarlo
y de ser rechazada una y otra vez. Quizás él no era reacio. Quizás se avergonzaba de
ella. Ella se negaba a soportar esa mierda. Necesitaba saber cuáles eran sus
intenciones. Si sólo estaba aquí para sentir la mordedura del látigo, iba a pagar por
eso al igual que todos los demás. No era una tonta. Aggie se apoyó en la mesada
frente a él y se agachó hasta entrar en su línea de visión.
121
—¿Te molesta?
—¿Qué?
—¿Lo que hago para ganarme la vida?
Él sacudió la cabeza.
—¿No te molesta que golpee a los hombres de la manera en que te gusta ser
golpeado?
—No.
—¿Que observe las ronchas levantarse en sus pieles desnudas y escuche sus gritos
de agonía, noche tras noche?
—No.
—¿Que los golpee hasta que pidan misericordia porque hacerlos llorar me da algún
enfermo sentido de poder?
—En absoluto.
—¿En serio?
Él levantó la mirada y la inmovilizó con una dura mirada.
—No, en realidad no. Sí odio que ellos te den alegría, pero ése es mi problema, no
el tuyo.
Estaba celoso. Oh, Dios mío, lo amaba.
Incapaz de mantener sus manos lejos de él por más tiempo, ella se trepó a la
mesada y lo derribó al suelo. Él cayó del taburete hacia el duro azulejo.
—Ow. —Aggie cayó encima de él, subiéndole la camiseta.
—Blandito.
Él se echó a reír. El corazón de ella se derritió. No podía desnudarlo lo
suficientemente rápido. Quería llenarse a sí misma con él. No sólo su coño que
goteaba humedad; sus manos, su boca, su mirada.
Todo. Lleno. Con él. Todo él. Jace.
Él rio de nuevo mientras ella trabajaba en quitarle los jeans. ¿Era eso lo que hacía
falta para hacerlo feliz? ¿Abalanzarse sobre él en la cocina?
—¿Tienes un condón? —preguntó ella.
122
Él sacó una tira entera de su bolsillo.
—¿Creías que ibas a tener sexo esta noche? —preguntó ella con una sonrisa
burlona.
Él rio entre dientes.
—Esperaba que fuera más de una vez.
—¿Tienes otra cita más tarde? —preguntó, mirándolo con un ceño falso.
—Sólo contigo.
—Bien —susurró ella.
Inclinó la cabeza para besarle el vientre. Un espasmo sacudió todo su cuerpo. Ella
dejó un sendero de besos con la boca abierta sobre su estómago, justo por encima
de la cintura baja de sus jeans.
Los dedos de él se hundieron en su cabello.
—Aggie.
Bueno, hola, zona erógena.
Mordisqueando, lamiendo, chupando su bajo abdomen, ella encontró sus puntos
más sensibles dentro de las crestas de los huesos de la cadera, indicados por su
exhalación brusca y la succión de aire entre los dientes. Cuando sus dedos rozaron el
bulto que crecía en sus pantalones, él se estremeció y soltó una exclamación. Ella
sonrió con repentina comprensión.
Dejó un sendero de besos hacia arriba por su cuerpo hasta que estuvieron cara a
cara. Esperó que él abriera los ojos y luego preguntó.
—¿Has tenido sexo desde que hicimos el amor en tu motocicleta?
Él le miró la frente y sacudió la cabeza.
—Yo tampoco.
Su mirada se dirigió a la de ella. Su sonrisa podría haber iluminado los cielos.
—¿Por qué no has venido a verme antes? —preguntó ella.
—No creí... pensé que era lo mejor... —Respiró hondo—. No tengo ni puta idea.
Quería hacerlo.
123
—¿Te molesta si pienso en ti como mi novio? —Ella no iba a permitir que él la
descartara. Si era ella quien tenía que hacer la persecución, que así fuera. Siempre
había ido tras lo que quería en la vida.- Y quería a Jace Seymour.
Él palideció y movió su mirada de sus ojos a su frente una vez más. Ella esperó a
que él encontrara su voz. No iba a darle una salida fácil. Si no estaba listo para
comprometerse, eso estaba bien, pero tendría que decirlo. Ella no lo haría.
—De acuerdo —dijo finalmente.
—¿De acuerdo? —Ella le sonrió.
—No me molesta.
Ella tomó la mejilla de él en su mano.
—¿Piensas en mí como tu novia?
Él vaciló.
—Pienso en ti. Constantemente. ¿Eso es suficiente?
Ella rio entre dientes.
—Es un comienzo. —Lo besó suavemente.
Él lucía culpable.
—Lo siento. Esto es nuevo para mí.
—No tienes que disculparte.
Él le tocó el rostro.
—Fue tan difícil mantenerme alejado. Quiero que sepas que significas más para mí
que solo sexo genial y genial.
—¿Sólo dos geniales?
Los ojos de él se pusieron en blanco y se cerraron.
—Mil geniales.
Ella se deslizó hacia abajo por su cuerpo, besando su garganta. Le quitó la camiseta
y vio una nueva adición a su pecho esculpido. Ella movió el pequeño anillo de plata en
su pezón con la punta de los dedos.
—¿Qué es esto?
Él rio de nuevo.
124
—Un momento de unión con Eric.
Ella chupó el anillo en su boca, y el cuerpo de él se puso rígido. Oooh, divertido. Lo
chasqueó con su lengua.
—¿Quién es Eric?
—Nuestro baterista.
—¿Algo más que yo deba saber?
—Hmmmm. ¿El tatuaje increíblemente genial en mi culo?
Ella le sacó los jeans y las botas e inspeccionó su lindo culito para no encontrar ni
una marca.
—No veo nada.
—Fíjate bien.
Ella le pasó las manos sobre las suaves mejillas, arriba y abajo.
—No hay nada aquí.
—Eso es correcto. No estaba en mi culo, ¿verdad? Te juro que tengo uno nuevo en
alguna parte. Dudo que lo encuentres.
Ella recordaba que él tenía algunos en cada uno de sus brazos, uno en el lado
izquierdo de su pecho. El problema era que no estaba segura de si podía decir cuál
era el nuevo de su colección. Lo instó a ponerse de espalda y se quitó la camisa,
dejándolo desnudo a excepción de los calcetines, y comenzó con el tatuaje en su
brazo. Un cráneo envuelto en llamas.
—Me acuerdo de éste.
—¿Estás segura?
No lo estaba.
—Sí. —La daga y las rosas debajo de éste lucía familiar—. Éste es viejo también.
¿El caballo demonio y la Parca en su pectoral izquierdo? Viejo. Sin embargo, a ella
sí le gustaba jugar con su nuevo anillo en el pezón. Lo movió con la lengua hasta que
él se retorció. En su otro brazo tenía un patrón tribal en rojo y negro desde el hombro
hasta el codo. Definitivamente recordaba ése.
—¿Dónde está? —preguntó.
—Más abajo.
125
Ella le besó el pezón... las costillas... el vientre.
—¿Ya me estoy poniendo caliente?
—Te estás poniendo más caliente —murmuró él—. Sin embargo, no tiene nada
que ver con lo cerca que estés en la búsqueda de ese tatuaje.
Ella succionó la piel alrededor de su ombligo. Él se echó a reír, retorciéndose de
costado en el suelo.
—No tenía idea de que fueras tan cosquilloso —murmuró ella.
—Hay muchas cosas que no sabes de mí.
Eso era verdad. ¿Estaba listo para compartirlo? Ella lo miró.
—Entonces, dime algo.
—Después de encontrar ese tatuaje, contestaré cualquier pregunta que me
hagas.
Ella buscó en cada centímetro de piel visible y no encontró nada. Su interés estaba
moviéndose rápidamente a su gruesa vara, que era mucho más fascinante de lo que
cualquier tatuaje había sido alguna vez, pero sí quería hacerle una pregunta. Buscó
en su cuero cabelludo.
—Está bien, me rindo. ¿Dónde está?
—Quizás deberías mirar debajo de mi calcetín.
Bueno, por supuesto, ahí es donde estaría. Le quitó los calcetines y lo encontró.
Sus ojos se abrieron de par en par, y cayó al suelo de risa. Una animada margarita con
un rostro sonriente en su centro amarillo brillante decoraba su piel en la base del
dedo gordo del pie izquierdo.
—La moraleja de esta historia es no desmayarse de borracho cuando Eric Sticks va
a elegir tu genial tatuaje.
—¿Y es permanente?
—Sí, hasta que me lo haga sacar. —Sonrió él—. O quizás me lo quede. Nadie lo
verá allí. A menos que vaya a la playa.
A ella le sorprendió que él estuviera tan cómodo con eso. ¿No debería estar
molesto porque un amigo le había engañado para hacerse un tatuaje vergonzoso
mientras él estaba demasiado borracho para detenerlo?
—¿No te enojaste?
126
—Nah. Debería haber sabido mejor. La última vez que tuve me emborraché con
Eric, él dibujó flores por toda mi espalda con rotulador negro.
—Sí, pero eso se eliminó lavándolo.
—Después de una semana.
—Un gran amigo tienes allí.
Jace bajó la mirada.
—Sí.
Ella vio algo en él en ese momento que nunca había visto antes. Vulnerabilidad.
¿Podría conseguir que se abriera? Sabía que si lo presionaba demasiado, se cerraría
completamente.
—Entonces, ¿cuál es la historia con este Eric? —preguntó.
Él no habló durante un largo momento.
—Él es la razón por la que me convertí en bajista.
—Qué, ¿es un viejo o algo así?
Jace sacudió la cabeza.
—Ni siquiera es cinco años mayor que yo.
—¿Y tenía tanta influencia sobre ti?
—Vi un espectáculo de los Sinners cuando estaban empezando. Tenía catorce
años y estaba en un bar con una identificación falsa.
—¿Cómo pasaste como de veintiún años cuando tenías catorce? Eres tan lindo,
que apenas luces de veintiún años ahora.
Su ceño fruncido le dijo que ella había dicho algo incorrecto. Casi podía ver su muro
levantarse en defensa.
—¿Vamos a follar o qué? —dijo él.
Ella no iba a permitir que él cambiara de tema tan fácilmente.
—Así que viste a los Sinners cuando tenías catorce años. Entonces, ¿qué? ¿Cómo
eso te hizo un bajista?
Más silencio. Ella esperó.
Él respiró hondo.
127
—Eran increíbles incluso entonces. Brian y Trey siempre han estado
completamente en sintonía… dos mitades de un todo. La voz de Sed es increíble, y
Eric es el mejor baterista del planeta. Simplemente me paré allí. Aturdido. No me
podía mover. Todo lo que podía hacer era escuchar. Apenas podía respirar. Los cuatro
eran tan increíblemente talentosos. Y luego estaba su eslabón más débil. Jon Mallory.
—Déjame adivinar. ¿Su bajista?
—La banda se merecía algo mejor. Él era totalmente promedio. No era horrible.
Sólo que no lo suficientemente bueno como el resto de ellos, y creo que él estaba
drogado o algo así. No estaba interesado en la música. Estaba interesado en sí mismo.
—Así que decidiste convertirte en su bajista.
—No. No sabía cómo tocar el bajo. Siempre me ha gustado la música y tenía algo
de talento, pero nunca se me ocurrió hacer una vida de ello. Al final del espectáculo,
Eric arrojó sus palillos a la multitud, y yo atrapé uno. Ni siquiera traté de alcanzarlo.
De alguna manera conectó con mi mano. Fue una llamada de atención para mí. Había
pasado los cuatro años anteriores metiéndome en problemas, pero en ese momento,
supe lo que quería hacer con el resto de mi vida… lo que tenía que hacer. Era el
destino. Tenía que formar parte de los Sinners.
Eso era más de lo que Jace había hablado con ella jamás. Aggie se cuidó de no decir
algo que podría volver a alentar su silencio.
—¿Cuánto tiempo te llevó a convertirte en su bajista?
—Seis años. Y si no fuera por el hermano de Trey, probablemente estaría tocando
con otra banda ahora.
—Trey era el guitarrista que resultó herido, ¿verdad?
—Sí, su hermano, Dare, es el guitarrista principal de Exodus End.
¿Exodus End? Eran enormes a nivel mundial. Y los Sinners eran bastante grandes
también, y cada vez mayores.
—Wow. Se me acaba de ocurrir que eres famoso.
Él rio entre dientes.
—En realidad no. ¿Brian? Puede ser. ¿Sed? Por supuesto. Pero yo sólo soy el bajista.
—Quiero verte en concierto.
—¿En serio?
Ella asintió.
128
—Sí, sólo pensar en ello me pone caliente.
—Se supone que tenemos un show en San Francisco este sábado. Podría
conseguirte una entrada si quieres ir, asumiendo que Sed pueda cantar para
entonces. Conociendo a Sed, encontrará un modo.
—¿En serio? Me encantaría ir. Cuenta conmigo.
—Haré los arreglos, entonces.
Los ojos de él bajaron a su boca, y se pasó la lengua por el labio superior antes de
morderlo. Ella sólo podía imaginar en qué estaba pensando. Con suerte, algo sexy.
Ella decidió que podían hablar más tarde.
—Vayamos a mi dormitorio. No hay forma de saber cuándo aparecerá mi mamá, y
estás algo desnudo.
Él echó un vistazo a su cuerpo.
—Ah, no me había dado cuenta.
—Bueno, yo sí, y te ves condenadamente sexy. No se puede esperar que
mantenga las manos lejos de ti.
—¿Incluso con el tatuaje de la flor sonriente?
Ella se echó a reír.
—Especialmente con el tatuaje. Me explicaste por qué es especial.
—¿Especial? —Él rio—. Sí, me hace sentir muy especial.
La puerta principal se abrió. Los ojos de Jace se abrieron como platos.
—Mierda, es mi madre. Ponte los pantalones.
Aggie tomó sus pantalones, los arrojó sobre él y luego se puso apresuradamente
de pie. Se alisó el pelo y pegó una inocente sonrisa en su rostro. Su madre lanzó el
bolso sobre la mesada.
—¿Algo de suerte? —preguntó Aggie.
Mamá suspiró.
—No. Es imposible que una mujer de más de treinta años encuentre un puesto de
trabajo en esta ciudad.
Encendió un cigarrillo y señaló con la punta roja intensa la solitaria rosa en el vaso
de agua sobre la encimera.
129
—¿Qué sucede con la rosa arrugada y medio muerta?
Aggie frunció el ceño.
—Mi novio me la dio.
Dicho novio se puso de pie junto a ella. Se las había arreglado para ponerse los
pantalones, pero todavía estaba sin camiseta.
Respiró profundamente y extendió una mano hacia la madre de Aggie.
—Soy Jace.
Mamá estrechó su mano brevemente.
—Tabitha —suministró su nombre y luego miró a Aggie—. ¿Desde cuándo tienes
novio?
—Desde hace unos diez minutos.
Mamá levantó una ceja hacia Jace.
—Te mueves rápido, Maynard. —Ella asintió hacia el suelo a sus pies—. Y parece
que se te cayeron los condones. Los doce.
Los ojos de Jace se abrieron ampliamente y se inclinó para recoger la tira de
condones. Él se los metió en el bolsillo. Recuperó su camiseta y se la pasó sobre la
cabeza.
—Tengo que irme.
—No te vayas —dijo Aggie, su corazón hundiéndose con decepción—. Acabas de
llegar.
—T-tengo cosas que hacer. Probablemente debería ir a ver cómo está Sed.
Asegurarme de que esté bien. Acaba de salir del hospital.
Curioso cómo siempre aparecía cuando uno de sus amigos resultaba herido. Aggie
hizo una nota mental para preguntar por eso cuando su madre no estuviera
mirándolo con un brutal escrutinio.
—No te preocupes por mí, Maynard —dijo Mamá, dándole una profunda pitada a
su cigarrillo—. Desde ya, sigue copulando con mi hija en el piso de la cocina.
—¡Madre!
—¿Qué? —Mamá se encogió de hombros y tomó otra pitada, humo subiendo hacia
el techo lentamente.
130
—¿Por qué siempre me haces esto? Él realmente me gusta.
—Entonces fóllalo. Ésta es tu casa. No me importa lo que haces. ¿Podría conseguir
algo de comer antes de que continúes? Tus actividades están bloqueando la nevera.
Jace levantó los calcetines y las botas y se dirigió a la puerta principal. Aggie frunció
el ceño a su madre y luego fue tras él.
—¿Ni siquiera vas a decir adiós? —Hacía mucho tiempo que un hombre había
herido sus sentimientos, pero las lágrimas no derramadas quemaban sus ojos y hacía
que le doliera la frente. Se frotó la frente con disgusto.
Él se volvió hacia ella, los ojos bajos. Por fin había logrado que él se abriera un poco
con ella, y su estúpida madre tenía que aparecer y arruinarlo todo.
Él asintió hacia el comedor.
—Olvidé mi chaqueta.
—Si no quieres quedarte aquí, podemos ir a alguna parte. Y no tenemos que hacer
nada sexual si no quieres. Estoy segura de que mi madre te puso los pelos de punta y
tu deseo sexual en punto muerto.
—Más bien en marcha atrás.
—Está bien. Sólo quiero pasar algo de tiempo contigo.
Sus ojos se levantaron para encontrarse con los suyos.
—¿En serio?
—Sí. Podemos hablar.
—Yo no hablo mucho.
Él acababa de hacerlo, pero ella iba a apartarlo al señalar eso.
—Entonces yo hablaré. Tú escuchas.
—Soy bueno para escuchar.
Ella se acercó a él y le echó los brazos al cuello.
—Eso no es lo único en lo que eres bueno.
Aggie deslizó sus dedos en el cabello de su nuca y lo atrajo más cerca para un beso
penetrante. Lentamente, él se relajó. Ella podía sentir su corazón latiendo en el pecho
contra sus senos mientras sus bocas se fundían.
131
—Agatha, ¿dónde está la salsa Tabasco? —exclamó Mamá desde la cocina.
Jace se puso rígido y se apartó.
—Voy a cambiarme de ropa. Puedes esperarme afuera si te hace sentir más
cómodo.
Él asintió con aprecio.
—Trae mi chaqueta, por favor. —Todavía descalzo, salió de la casa.
Aggie irrumpió en la cocina.
—Podría abofetearte en este momento —farfulló a su madre.
—No deberías enrollarte con tus clientes de todos modos, Agatha. Tienen más
equipaje que la carga de un 747.
—No te pedí consejo. ¿Quieres que acabe como tú? Sola, triste y amargada. Sin
dinero. Sin trabajo. Con una sombra sobre ti porque eres lo suficientemente estúpida
para pedir prestado dinero de la mafia.
Los ojos de Mamá se estrecharon.
—Creo que tú eres la que tiene que ser abofeteada, jovencita.
Aggie sacudió la cabeza con disgusto.
—Voy a salir, no que necesite tu permiso. ¿Y no deberías irte?
—Sí, me voy a ir muy pronto. Ya me habría ido si tuviera una elección en el asunto.
—Tú elegiste meterte en problemas, así que no quiero oírlo.
—¿No está tu novio esperándote?
—Sí. Y no me esperes levantada. Pienso follarlo toda la noche. —Aggie huyó la
cocina, sintiéndose como una intrusa en su propia casa. Tenía que alejarse de su
madre cuanto antes.
Después de ponerse unos jeans y una camiseta, Aggie tomó su chaqueta de cuero
junto con la Jace y luego se reunió con él en la acera. Estaba sentado en su
motocicleta, mirando hacia el cielo. Ella le tocó el brazo con suavidad, y él la miró.
—¿Siempre piensas tan profundamente? —preguntó ella, entregándole la
chaqueta. Él se deslizó en la prenda de cuero gastado.
—En su mayoría.
132
—¿Dónde quieres ir?
—A cualquier lugar.
Así que él había regresado a responder a sus preguntas con el menor número de
palabras posible.
—¿Quieres ir a un lugar tranquilo donde podamos estar solos? ¿O lleno donde
podemos divertirnos un montón?
—No me gustan las multitudes.
—Entonces sólo conduzcamos.
—¿Te gustaría eso?
—Sí.
Él sonrió, y el corazón de ella se derritió.
—A mí también.
Él le tomó la mano y la ayudó a subir a la moto detrás de él.
—¿Aggie?
—¿Sí?
—Tú también me gustas mucho.
Ella deslizó sus brazos alrededor de su cintura y puso la barbilla en el hombro para
tratar de ver su expresión bajo la luz de la lámpara de calle de la esquina.
—Me alegra oírte decir eso, Jace, pero, ¿por qué lo dijiste tan de repente?
—Le dijiste a tu mamá que yo realmente te gustaba, y yo no te lo he dicho.
Ella besó el borde de la oreja.
—Probablemente estabas demasiado incómodo para formar palabras.
—Un poco.
—Sé que mi mamá es agobiante, y me gustaría decir que tiene buenas intenciones,
pero no creo que sea así. A veces pienso que está tratando de convertirme en ella. Y
yo no quiero ser como ella. Yo no soy ella.
—Tuve un padre así.
—¿Tuviste?
133
Él arrancó la moto, y se dirigieron fuera de la ciudad. Nunca respondió a su
pregunta.
Compraron un poco de comida china para llevar y se dirigieron hacia el desierto.
Sentados en una gran roca en medio de la nada, comieron en silencio, disfrutando de
la puesta de sol en el horizonte.
—¿Hace cuánto tiempo haces lo que haces? —preguntó Jace.
Ella lo miró, sorprendida de que fuera él quien rompiera el cómodo silencio entre
ellos.
—¿Qué parte?
—Todo.
—Mucho tiempo. Empecé a golpear a los hombres en mi adolescencia y decidí ser
aprendiz con otra dominatrix hace unos ocho años para convertirme en profesional.
Trabajé en un club de sexo con algunas otras dommes por varios años y luego fui por
mi cuenta. Pero primero tenía que comprar una casa, así que empecé a bailar para
ganar dinero extra. Nunca tuve la intención de que se convirtiera en una carrera
permanente, pero lo disfruto. —Rio entre dientes—. Bueno, la mayor parte del
tiempo. Y sí facilita encontrar clientes.
Jace frunció el ceño.
—Nunca te habría conocido si no bailaras.
—Supongo. —Ella siguió adelante—. Mi abuela me enseñó a coser y hacer
bordado cuando yo tenía siete años. Estoy segura de que nunca pensó que haría uso
de esa habilidad para hacer corsés de cuero. Ella tuvo un derrame cerebral cuando
tenía nueve años y murió. Entonces mi madre se hizo cargo de criarme. —Si lo que su
madre hizo contaba como criar a un niño.
—¿Haces corsés? —preguntó él.
Ella asintió, notando cómo él siempre evitaba conversaciones sobre la familia.
—Más que nada es un pasatiempo. Comencé haciéndolos para mí, pero la gente
me ve usarlos y me preguntan dónde los compro. Cuando se enteran de que los hago
yo, quieren que les haga uno. Me gusta hacerlos. Es divertido.
—¿Quieres decir que haces a mano esos corsés que usas? Los que tienen los
diseños en ellos.
Ella asintió.
134
—Wow, nena, eres realmente talentosa. Artística.
Ella sintió que se ruborizaba. O quizás fuera el calor del desierto.
—Es sólo un hobby.
—¿Acaso los hobbies no son las mejores carreras?
—Sí. Mi primer hobby fue hacer llorar a los hombres. —Ella se inclinó hacia
adelante y le besó la sien—. Entonces, ¿cómo es tu familia?
Él erigió una barrera emocional reforzada entre ellos tan rápido, que temió sufrir
un traumatismo cervical.
—¿Quieres ir a un hotel? —preguntó él.
Ella quería saber más sobre él. Ya sabía que era bueno en la cama.
—Pensé que íbamos a hablar.
—¿Qué tal un poco de charla de almohada?
Él le robó un beso, y ella decidió que podían hablar en otro momento. Un mes sin
el contacto intoxicante de Jace era un mes demasiado largo.
135
Traducido por Itorres
Corregido por Simoriah
E
ran casi las diez cuando el celular de Aggie sonó. Ella sonrió al ver el nombre
de Jace en el identificador de llamadas. Su avión había aterrizado sin
problemas en San Francisco hace unos minutos y estaba en la pista
esperando una puerta abierta. No podía esperar para ver a Jace en el
concierto la noche siguiente y tenía grandes planes para él en su habitación de hotel
esta noche.
—Hola.
—Aggie, sé que se supone que debo recogerte en el aeropuerto en estos
momentos.
—¿Se supone?
—¿Podrías hacerme un enorme favor?
—¿Qué tan enorme?
—Paga la fianza para sacarnos a Eric y a mí de la cárcel.
¿Cárcel? Ella dejó caer el teléfono en su regazo. Lo recogió.
—¿Por qué estás en la cárcel?
—Porque Eric es un idiota.
—¿Cómo diablos se supone que supiera que era ilegal? —dijo un tipo en el fondo—
. ¿Qué tan pronto puede ella llegar hasta aquí? Ese tipo está mirándome de nuevo.
—¿Estás en Los Ángeles? —preguntó Aggie—. Eso está muy lejos de aquí. Ni
siquiera he bajado del avión en San Francisco todavía.
—No, estamos en el centro. En San Francisco.
—No puedo creer que te arresten cuando se supone que me recojas del
aeropuerto —se quejó—. Te haría bien si dejara que te pudras ahí.
136
—Lo sé. Yo no tengo un problema con una noche en la cárcel. Eric parece pensar
que va a ser violado.
—¿Viste la forma en que ese borracho sigue mirándome? —dijo en el fondo el
mismo tipo, aparentemente Eric.
—Está tratando de descifrar por qué tu cabello es verde.
—No todo es verde. Sólo una pequeña sección. Además, mi cabello no está en mi
culo.
—¿Estás seguro de eso?
Aggie sacudió la cabeza, preguntándose por qué Jace la había llamado si iba a
discutir con Eric todo el tiempo.
—¿No tienes a alguien cerca que pueda ir por ustedes? Ni siquiera sé dónde ir a
buscarlos. Ésta es mi primera vez en San Francisco.
—No hay nadie más. Cuando Eric llamó a Brian y Trey, ellos sólo se rieron.
—Y Sed está teniendo la orgía de su vida en un velero con Jessica —agregó Eric.
—Ninguno de nosotros tiene familia o amigos por aquí, y los roadies han sido
amenazados con la pérdida de su empleo si sacan a cualquiera de nosotros de la
cárcel bajo fianza. Alguna vez.
—Entonces, ¿va a venir? —preguntó Eric.
—No lo sé. Cállate.
—Deberíamos haber llamado a Jerry —dijo Eric.
—Jerry nos colgaría de las bolas. Lo sabes.
—Jace —interrumpió Aggie.
—Lo siento. Eric se está volviendo loco. Me está volviendo loco. Está volviendo
locos a los policías. Y está volviendo loco a seis o siete tipos borrachos y cabreados.
Él hace esta cosa de gritar y pasearse cuando está molesto. Si fuera sólo yo, te diría
que lo olvidaras, pero…
—Veré qué puedo hacer. ¿Por qué están en la cárcel de todos modos?
—Para poder ganar una apuesta.
Bueno, eso explicó todo. ¡No!
137
—¡Destruir la propiedad pública y perturbar la paz! —gritó Eric—. Nada que valga
la pena ser violado, te lo digo. —Al parecer, estaba escuchando su conversación.
—Eric, ¿quieres callarte?
—No, pero te patearé el culo, hombrecito. Eso es lo que haré.
Jace suspiró profundamente.
—Si no puedes venir, Aggie, lo entiendo. Pero si lo mato a golpes con su propio
zapato, va a estar en tu conciencia.
Ella suspiró con resignación.
—¿Adónde voy para sacarlos de la cárcel?
Él le entregó el teléfono a un oficial de policía, quien le explicó el proceso. Ella tomó
algunas notas. Probablemente podría tomar un taxi para ir al juzgado sin ningún
problema, ahí iban sus planes para la deliciosa noche que había planeado con Jace
entre sus muslos.
Jace recuperó el teléfono.
—Gracias, cariño. Te debo una.
—Me recompensarás por esto durante años, cariño.
Para cuando tuvo a Jace y a Eric en su custodia, eran pasadas las dos de la
madrugada.
—Vamos al hotel y durmamos un poco. —Aggie sabía que estaba de un serio mal
humor, pero no podía evitarlo. ¿Qué clase de idiotas pensaba que estaba bien
conducir una motocicleta por la acera peatonal en el Puente Golden Gate y cubrir el
monumento nacional con enormes pancartas? Su novio y su amigo baterista,
aparentemente. Fue muy dulce de su parte ayudar a Jessica en su propuesta de
matrimonio a Sed, pero no inteligente.
—Suena como un plan. Estoy muerto —dijo Eric. Era alto y delgado; apuesto de
una forma alocada. Ella recordaba vagamente que él era el tipo que había sido
escoltado del club por los guardaespaldas la noche que ella conoció a Jace. En
circunstancias normales, Aggie podría haber apreciado la elegante masculinidad de
Eric, pero en estos momentos, realmente quería darle una patada en los dientes.
—Uh, consigue tu propia habitación —refunfuñó Aggie.
—El hotel está reservado, y no tiene ningún lugar para quedarse esta noche —dijo
Jace.
138
—Hay un banco de parque perfectamente bueno justo ahí. —Aggie indicó un
banco que ya alojaba a un hombre dormido y apestoso, que roncaba suavemente
bajo un periódico.
—Aggie —le murmuró Jace al oído—. ¿Por qué él no puede dormir en nuestra
habitación? No es como si fueras a permitir que yo te toque con el humor que tienes.
—¿Y por qué estoy de este humor, Jace? —Ella ni siquiera le había permitido
besarla todavía.
Eric sonrió.
—Porque se suponía que él te recogería del aeropuerto y te llevaría a una
agradable cena antes de que los dos destrozaran una habitación de hotel en un
frenesí de lujuria enloquecida de sexo. Supongo que nada de eso sucederá esta
noche.
No había discusión. Aggie se desplomó en el asiento trasero de su taxi y se deslizó
hacia el otro lado.
—Bien. Eric puede dormir en el suelo. Esto hará que me sea más fácil pisarlo varias
veces en la mañana.
—Amigo, tu chica es dura —le dijo Eric a Jace.
Jace se deslizó en el taxi junto a Aggie con una sonrisa maliciosa fija en su hermoso
rostro.
—Me gusta eso de ella.
Eric dobló su larga forma en el asiento trasero.
—También es hermosa. Has estado ocultándome cosas. Así que, ¿te gustó su
nuevo tatuaje, Agster? —Eric rio—. ¿No es increíblemente genial?
—Sólo me alegró que fueras tú el que lo escogiera y no él —dijo Aggie—. No me
gustaría pensar que el tipo al que estoy follando tiene el gusto de un marica.
Eric lamió el lateral de la frente de Jace.
—En cierta forma, él sí sabe a coño13. —Eric se relamió los labios mientras
contemplaba su paladar—. Un toque más salado que la salsa de mujer, pero no está
mal.
13
N. de T.: juego de palabras, ya que “pussy” puede utilizarse tanto como “coño” como para un hombre
poco masculino.
139
Aggie intentó mantener El Mal Humor, pero fue imposible. Estalló en risas. Jace se
secó la saliva de Eric del rostro, obviamente molesto.
—Pagarás para sacar mi moto del depósito municipal, idiota.
—Uh, no, no lo haré.
—Todo el asunto del Puente Golden Gate fue tu idea.
—Podrías haber dicho que no.
Aggie tomó la mano de Jace en la oscuridad y le dio un apretón. Ella sabía que él
no podía, fácilmente, decirle que no a Eric; no con esa adoración de héroe que sentía
por él. Ahora que Aggie había conocido a Eric, comprendía aún menos la devoción de
Jace hacia el tipo. Había esperado alguien del tipo mentor, no este tipo loco con un
excéntrico sentido del humor.
—Deberías pagar la mitad —dijo Jace.
—Pagaré la mitad. Es justo. —Eric hundió un dedo en el costado de Jace, una
enorme sonrisa en su rostro—. Al menos ganamos la apuesta. ¿Qué tipo de tatuajes
deberíamos hacer que Brian y Trey se hagan en el culo?
—¿Margaritas con rostros sonrientes?
—De ninguna manera. Eso es Jace Seymour clásico. Yo estaba pensando más en la
línea de gatitos y unicornios.
—¿Y arco iris?
Los ojos de Eric se iluminaron.
—Sí, definitivamente arco iris. Buena elección, hombre. Buena elección.
Había demasiadas manos en el cuerpo de Aggie. Reconoció la que estaba
enredada en su cabello y la que descansaba en su espalda como pertenecientes a Jace
pero, ¿la del culo? No. No era familiar. O tal vez un poco demasiado familiar. Levantó
la cabeza del hombro de Jace y la giró para encontrar a Eric Sticks sonriéndole.
—Buenos días —dijo él, ojos azules chispeando con picardía.
—¿Hay alguna razón por la que tu mano está en mi culo?
Él la quitó y le guiñó un ojo.
—Se sentía bien en ese momento.
140
—Se supone que estés durmiendo en el suelo.
—Es duro para mi espalda, y tengo un concierto que llevar a cabo esta noche. Sabía
que entenderías.
—Lo único que entiendo es que tú salgas de esta cama.
—Shh —murmuró Jace, apretando sus brazos alrededor de Aggie. Ella lo había
usado como almohada toda la noche porque Eric había insistido en que necesitaba
tres almohadas si tenía que dormir en el suelo. Eso dejaba una almohada para Aggie
y Jace compartieran—. Temprano...
—Podemos hacerlo mientras Jace duerme —susurró Eric—. Él no se une a los
vivos hasta el mediodía.
—Sí traje el látigo favorito de Jace —dijo Aggie—. Está en mi equipaje. Estoy
segura de que podría venirte bien una buena y dura tunda.
Los ojos de Eric se agrandaron.
—Estás bromeando.
Aggie levantó sus cejas.
—¿Luzco como si estuviera bromeando?
—No te preocupes. Ella no romperá la piel —murmuró Jace.
—Creo que pasaré. —Eric se apartó unos centímetros y se dejó caer sobre la
espalda para mirar el techo—. Estoy aburrido.
Aggie se acurrucó más cerca de Jace. Comenzaba a pensar que él podía dormir
durante un terremoto.
—Así que, Aggie, ¿qué te gusta hacer para divertirte? —preguntó Eric.
—¿Además de hacer llorar a los hombres?
Él rio, incómodo.
—Sí, además de eso.
—Ella cose —murmuró Jace.
—¿Cose?
—Sí, cose.
—¿Qué? ¿Cómo agarraderas de cocina?
141
—No, como corsés de cuero —dijo Aggie.
—Los hace a mano y cose diseños en ellos —dijo Jace, empezando a sonar más
alerta ahora.
—Bordados —aclaró Aggie.
—Son obras de arte. —La mano de Jace le acarició el cabello letárgicamente—. Y
sexy.
—Oh —dijo Eric rotundamente—. Bueno, eso me da una erección. Ahora estoy
aburrido y caliente.
—Y yo estoy completamente despierto —dijo Jace—. Es hora de que te vayas. —
Se extendió sobre Aggie y empujó a Eric al suelo.
Eric se puso de pie y se situó a un lado de la cama con las dos manos apoyadas en
las caderas.
—¿Por qué tengo que irme?
—Por esos planes que tenía con Aggie anoche…
—¿Destruir la habitación del hotel en un frenesí de lujuria de sexo?
—Sí, esos planes. Estoy listo para comenzar ahora. Tenemos mucho por qué
reconciliaros antes del concierto de esta noche.
Jace se levantó sobre un codo para mirar a Aggie con su más ardiente mirada. Ella
sonrió, sabiendo que estaba a punto de tener un día maravilloso. ¡A rockear!
—Entonces te ayudaré —ofreció Eric—. Yo también le debo.
—Piérdete, Eric —dijo Aggie, su cuerpo ya tamborileando con anticipación.
Jace alzó la mirada hacia Eric.
—Oíste a la dama.
—Oh, vamos, hombrecito. Me estoy muriendo aquí. Sólo déjame ver un poco.
Jace sacudió la cabeza.
—No esta vez. Ahora vete antes de que te patee el culo.
—Sí, claro. —Pero incluso mientras lo decía, Eric tomó su camiseta y se la pasó por
encima de la cabeza—. Me muero de hambre de todos modos. ¿Quién necesita sexo
cuando puedes tener huevos revueltos?
142
—Te veré en el estadio —dijo Jace.
Eric les lanzó las tres almohadas antes de ir hacia la puerta.
—No olvides de que tenemos que ensayar esa cosa para Jessica.
—Allí estaré.
La puerta se cerró, y Jace volvió su atención a Aggie.
—¿Qué cosa para Jessica? —preguntó ella.
Él sonrió.
—Ya lo verás. Es una sorpresa. Para todo el mundo.
—Eric es un poco… —Ella arrugó la frente, tratando de pensar en el adjetivo
adecuado.
—¿Excéntrico?
—Sí, supongo que ésa es la palabra.
—La mayoría de los genios lo son.
—¿Crees que es un genio? —Aggie apuntó un pulgar en dirección a la puerta por
la cual Eric acababa de salir.
—Sé que él es un genio. Lo he visto componer.
—Tú eres el genio —susurró ella y tiró de sus labios a los de ella para darle un beso.
—Realmente lamento que tuvieras que sacarme de la cárcel anoche. —Él dejó un
sendero de besos a largo de su mandíbula.
—Me alegra que te des cuenta de que puedes confiar en mí.
Él se quedó paralizado. Allí iba, asustándolo de nuevo.
—Pero sí creo que tienes que ser castigado por haber arruinado mi noche —
agregó.
Él se relajó de nuevo, tomó sus manos entre las suyas, y le pasó los brazos por
encima de la cabeza.
—Más tarde —dijo—. Primeramente, tengo que ofrecer mis disculpas. Considera
cada beso un 'lo siento'.
No le llevó mucho tiempo darse cuenta de lo mucho que lo sentía.
143
Traducido por Erudite_Uncured12
Corregido por Simoriah
A
ggie estaba de pie junto a al escenario en el suelo del estadio. Roadies y
los cinco miembros de la banda se movían en la oscuridad. Era casi hora
de que los Sinners tomaran el escenario. Ella ansiaba apoderarse de Jace
y plantarle un gran beso húmedo en los labios. Él había más que
compensado ese incidente de “sácame de la cárcel”, y ella estaba preparada para
mostrar su agradecimiento. Después de horas de disculpas, ella creía que estaría
relajado en su compañía. Todo lo contrario. Tan pronto como ella había llegado al
estadio, él se había retraído y se alejaba si ella siquiera lo tocaba. Ella culpaba a los
nervios. Él no parecía disfrutar de las actuaciones en vivo.
—¿Estás seguro de que puedes cantar, Sed? —preguntó un roadie de cabello
oscuro, adornado con más tatuajes que los cinco miembros de la banda combinados.
Todo el mundo trataba al cantante como un cristal frágil. Al parecer, nadie confiaba
que su garganta estuviera lo suficientemente bien para un show.
—Sí, mi doctor dijo que cantar no era un problema. Sin embargo, se supone que
debo limitar mis gritos, para eso es el violín. —Levantó un violín eléctrico negro y
pasó un arco sobre las cuerdas. Éstas chillaron en señal de protesta—. Todavía no
estoy seguro de cómo se supone que sostenga un micrófono y un violín al mismo
tiempo.
Alguien apretó el hombro de Aggie. Se volvió para encontrar a Jessica sonriendo
como un faro.
—¡Aggie! Hace siglos que no te veo. ¿Cómo van las cosas?
—Excelente. ¿Algo nuevo contigo?
Ella levantó la mano izquierda frente al rostro de Aggie e hizo un pequeño baile de
emoción mientras Aggie examinaba el pequeño anillo de compromiso de diamantes
en su dedo.
—Sed y yo nos comprometimos ayer por la noche.
Aggie la abrazó y no mencionó tener que sacar a Jace y a Eric de la cárcel porque
habían ayudado a hacer que su exagerada propuesta tuviera lugar.
144
—Estoy tan feliz por ti, cariño. Sabía que Sed y todavía sentían algo.
Jessica soltó a Aggie y tomó a su prometido por la cintura. Besó apasionadamente
a Sed antes de reprenderlo para que fuera cuidadoso con su canto y sus gritos en el
escenario. Sed le aseguró que estaba bien, su médico lo había autorizado para hacer
este concierto, aunque nadie lucía convencido, menos Jessica.
Alguien le dio la señal a la banda para subir al escenario. Jace besó a Aggie en la
mejilla al pasar. Ella decidió que ésa sería la mayor muestra de afecto que recibiría de
él hasta que estuvieran solos.
Un bombo de una batería golpeó repetidamente. Los sonidos bajos y rítmicos de
un bajo llenaron los matices de la canción. Aggie contuvo la respiración con
anticipación de que se encendieran las luces del escenario para poder ver a Jace.
Ahora lo único que podía ver eran cuatro pares de pies en una luz azul que brillaba a
través del suelo del escenario. Una guitarra chilló. La multitud aplaudió. La nota de
alargada de un violín eléctrico chilló a través de los altavoces. Un silencio atónito cayó
sobre la multitud. Luces brillantes bañaron el escenario. Cuando la nota llegó a su fin,
Sed sostuvo el violín y el arco en una mano y cogió el micrófono de su base con la otra
para cantar. El entusiasmo de la multitud creció a lo largo de la canción hasta Sed
tomó su violín una vez más, tocando una larga nota contra las cuerdas, y el público se
quedó en silencio en estado de shock. Aggie no estaba segura de lo qué sucedía.
Jessica estaba de pie junto a ella con ambas manos aferradas contra su pecho
mientras observaba Sed avanzar torpemente a través de la canción, alternando su
canto con el violín.
—¿Qué sucede?—le preguntó Aggie.
Jessica apartó la mirada de su novio en el escenario.
—Pobre bebé. Nunca lo había visto tan nervioso.
¿Nervioso? El tipo era inequívocamente dinámico. ¿Cómo puede alguien pensar
que era capaz de sentir nerviosismo? Jace, por otra parte, había retrocedido tanto
hacia la parte posterior del escenario, que Aggie rara vez alcanzaba a verlo. Sin
embargo, lo oía. El tono bajo de su guitarra palpitaba a través de todo su cuerpo; el
sonido rico, vivo e increíblemente sexy.
Cuando la canción llegó a su fin, la multitud aplaudió y luego quedó en silencio
mientras Sed hablaba por el micrófono.
—Creo que notaron el violín.
Los fans susurraron entre sí.
145
—El doctor dice que no estoy autorizado a gritar por un tiempo. Así que
reemplazaré algunos de ellos con el violín. Si lo odian, culpen a Eric Sticks. Fue todo
idea suya.
—¡Creo que suena genial! —gritó un fan.
—¡Sí, genial! —gritó alguien más.
La multitud estalló en vítores entusiastas.
Sed sonrió.
—Los fans de los Sinners son los mejores. ¿Lo sabían?
—Oh, mierda —dijo Trey por el micrófono—. Creo que Sed va a llorar.
—Y si Sed comienza a llorar, sabes que Jace no tardará en seguirlo —dijo Brian.
Ante la mención del nombre de Jace, las orejas de Aggie se animaron. Subió un
escalón a un lado del escenario y estiró el cuello para verlo. No tuvo suerte.
—Mejor prepara un trapeador, Travis —dijo Trey.
El roadie excesivamente tatuado arrojó una esponja al escenario. Se deslizó hasta
detenerse a los pies de Sed. La multitud estalló en carcajadas. Sed la recogió y fingió
limpiar lágrimas y luego lo arrojó hacia la parte posterior del escenario. Una
desafinada nota de un bajo sonó a través del altavoz y luego una esponja golpeó a
Brian en la parte posterior de la cabeza. Aggie deseó poder ver mejor.
—No deberías pararte en los escalones —dijo Travis, el roadie—. Bloquearás el
flujo de tráfico.
—Pero no puedo ver.
La ceja perforada de Travis se arrugó con confusión.
—Tienes el mejor asiento de la casa.
—Jace —aclaró ella.
—Oh. —Él la tomó por el codo y la condujo por las escaleras, alrededor de los
equipos al borde del escenario.
Cuando Jace apareció a la vista, el corazón se saltó un latido y ella sonrió.
Perfectamente atento a su entorno y a la vez perdido en su propio mundo, él era un
experto a la hora de fingir desconexión. Aggie lo conocía mejor.
—Gracias —le susurró a Travis justo antes de que comenzara la siguiente canción.
146
Ahora que podía ver a Jace, no podía apartar los ojos de él. Su concentración era
absoluta, le daba a cada nota igual cuidado y precisión. Estaba concentrado en su
música, como si nada más en el mundo importara. Tocaba su instrumento con el
mismo cuidado y atención que él le mostraba cuando hacían el amor. El corazón le
dio un vuelco doloroso cuando se dio cuenta de que la música era toda su existencia.
Su propósito en la vida. Su razón de ser. Ella nunca le importaría tanto como su banda;
estas canciones, esta etapa, cualquier multitud. Apartó los ojos de Jace y se obligó a
observar al resto de la banda, aterrorizada por la dirección de sus pensamientos. ¿Por
qué estaba tan prendada de este tipo? ¿Por qué le importaba nunca ser la cosa más
importante en su vida? No era como si estuviera contemplando un futuro con él. Ella
no contemplaba su futuro en absoluto. No tenía sentido. Si el destino quería llevarla
de paseo, estaba más allá de su control. ¿Por qué siquiera preocuparse por ello?
Cuando sus ojos regresaron a Jace, descubrió que la estaba observando. Él le
ofreció su sonrisa más sexy y más dulce, y ella tuvo la inexplicable necesidad de huir.
Se obligó a quedarse donde estaba; para enfrentar estos sentimientos extraños que
se arremolinaban a través de su corazón. Para llegar a un acuerdo con la idea de que
él era importante para ella. No importaba si él correspondía sus sentimientos. Ella
quería que él fuera feliz, estar con él de cualquier manera que él permitiera; devota y
dedicada para que él pudiera dedicarse a su primer amor. La música.
Oh Dios, soy una groupie. Patética y necesitada. Por un tipo.
¿Qué demonios le sucedía? La idea extraña de anteponer las necesidades de
alguien a las suyas, sobre todo las de un hombre, hacía que la cabeza le diera vueltas.
Tanto que no se dio cuenta de que la banda había abandonado el escenario hasta que
un brazo se deslizó alrededor de su espalda y un firme par de labios rozaron su cuello
debajo de la oreja.
Ella se estremeció y se aferró a la camiseta de Jace con una mano.
—¿Disfrutando del concierto? —murmuró él.
—¿Terminó? —preguntó ella, sorprendida.
Él rio entre dientes.
—¿Estás distraída?
Eso era un eufemismo.
—Estamos tomándonos un breve descanso, pero Sed tiene una sorpresa para
Jessica en la que todos estamos involucrados, así que no puedo quedarme mucho
tiempo. —Jace la había dejado sola en el hotel por un par de horas para la practicar
147
para esta sorpresa, pero no había compartido qué era. Ni siquiera cuando ella le había
pegado con el látigo hasta que él acabó.
El lado del escenario donde se encontraban estaba bañado en sombras. Aggie
estaba segura de que la privacidad era la única razón por Jace reclamó su boca en un
beso que hacía que los dedos de sus pies se curvaran.
—Me alegra que estés aquí —susurró él contra sus labios—. Que pueda compartir
esta parte de mí contigo. —Él la besó de nuevo, succionando sus labios
suavemente—. Como tú compartiste tu pasión por el calabozo conmigo.
Bueno, eso había sido algo diferente. Él la había visto hacer llorar a hombres
adultos y, extrañamente, había estado de acuerdo con su naturaleza torcida. Su
pasión, su música, era mucho más que cualquiera de ellas. Conmovía a millones de
personas en todo el mundo. Ella tomó su rostro entre las manos, su barba crecida
áspera contra los dedos.
—A mí también me alegra estar aquí. —Aunque eso significaba que ella tenía
algunos sentimientos inquietantes que acomodar.
Él sonrió, sus parejos rasgos apenas visibles en la tenue luz. Jace llevó las puntas
de los dedos a la mejilla de Aggie y luego regresó al escenario.
Sed tomó a Jessica de la mano y la condujo hacia el centro del escenario.
—¿Qué estás haciendo? —Aggie oyó la trémula voz de Jessica a través del
micrófono de Sed.
—Lo que planeaba hacer antes de que te me adelantaras y me propusieras
matrimonio antes de que yo tuviera la oportunidad.
La banda tocó una arrolladora introducción a una balada. Los tres guitarristas
usaban arcos en sus instrumentos, por lo que la música sonaba más orquestal que
metal. Era inquietantemente romántico. Cuando Sed comenzó a cantar las tiernas
palabras de una canción de amor a Jessica, el aliento de Aggie se atascó en la
garganta. La pareja estaba tan perdida en el otro que las doce mil personas en el
estadio quedaron olvidadas. Verlos observarse puso lágrimas en los ojos de Aggie.
Nunca había presenciado nada parecido, amor inconfundible e incondicional
fluyendo entre ellos, y nunca había pensado que ella podría tener algo así. Nunca
siquiera lo había querido; hasta ahora. Apartó los ojos de la pareja en el centro del
escenario y observó a Jace, de nuevo atrapado en su primer amor, su música. Tan
temible como era la idea, no podía negarlo. Ella quería eso; lo que Sed y Jessica tenían.
Y lo quería con Jace.
148
Traducido por Itorres
Corregido por Simoriah
A
ggie arrojó un plato de huevos revueltos frente a su madre, quien estaba
sentada en un taburete de la barra desayunadora.
—Así que, ¿cuándo te vas?
—Cuando sea seguro —dijo Mamá, rociando salsa Tabasco en sus huevos y luego
lanzándose sobre ellos.
Parada, ya que tomaría un esfuerzo real subir a un taburete, Aggie bostezó y
picoteó sus propios huevos. Había tenido una dura noche en el club. Un idiota
borracho había subido a su escenario y se había puesto confianzudo. Bueno,
confianzudo era decirlo a la ligera. Los guardaespaldas habían tenido que golpearlo
para quitárselo de encima. Odiaba a los hombres. Bueno, a la mayoría. Por el
momento, Jace era la única excepción, y como él estaba de gira por el noreste, no lo
había visto por varias semanas. Él nunca estaba. Se mantenían en contacto a través
de mensaje de texto. A él no le gustaba hablar por teléfono. Ella lo echaba de menos
y trabajaba duro para no sentirse amargada por su gira. O porque él nunca
abandonaba sus pensamientos, mientras sin duda, él estaba pasándolo genial. Los
Sinners se ponían en camino de regreso a casa en LA hoy. Quizás podría ver a Jace en
algún momento esta semana. Ella no manejaba bien estas largas separaciones
—Estoy cansada. Me voy a la cama.
—La mayoría de la gente duerme de noche, sabes. —Mamá hizo un gesto con la
mano hacia el sol de la mañana que entraba por la ventana de la cocina.
—La mayoría de las madres no visitan a sus hijas durante tres jodidos meses, sabes.
Mamá la señaló con el tenedor.
—Cuida tu boca, Agatha Christine. Me iré pronto.
—Has estado diciendo eso todos los días desde que te mudaste. Lo menos que
puedes hacer es admitir que estás aquí para quedarte.
Mamá sacudió la cabeza.
149
—Estoy esperando que todo se aclare. —Metió la mano en el escote de su
camiseta holgada y sacó un collar—. Toma, quiero que tengas esto. —Ella pasó la
larga cadena por su cabeza y entregó a Aggie un horrible dije con forma de corazón.
Intentaba ser de oro, pero la pintura se estaba descascarando para revelar el plástico
blanco debajo. Aggie nunca lo había visto antes.
—Caramba gracias, Mamá. ¿Elegiste esto en Goodwill o en el contenedor detrás
de Dollar General14?
—Lo encontré en una vieja caja de zapatos, el otro día. Tu padre me lo dio.
Aggie puso los ojos en blanco.
—¿El imitador de Elvis vago?
—No le faltes el respeto a tu padre.
—No creo que pueda llamar padre a un hombre al que nunca conocí. Él ni siquiera
sabe que existo.
—Oh, él lo sabe. Le dije que estaba embarazada. Por eso se fue. —Mamá sonrió
con nostalgia—. Él era realmente guapo, muñeca. Te pareces mucho a él.
—Sí, mi legado es ser la más grande mujer imitadora de Elvis de todos los tiempos.
Lástima que sueno como un avestruz estrangulado cuando canto. —Aggie deslizó la
cadena del medallón sobre su cabeza. No era como si su madre le diera cosas de
importancia regularmente. Sí apreciaba el gesto. Sólo estaba... cansada. Y realmente
quería que su vida de regreso. Y ser capaz de hacer el amor con Jace en el piso de la
cocina cuando fuera que tuviera el impulso. No que él estuviera cerca lo
suficientemente para apaciguar esos impulsos, pero si así lo fuera.
—Siéntete orgullosa de quien eres, Agatha.
Aggie asintió y apretó el llamativo medallón en su mano.
—Gracias por el collar, Mamá. Es la cosa más fea que he visto en mi vida, pero la
atesoraré.
Mamá esbozó una de esas raras sonrisas que tocaban sus ojos cansados. Había
tenido una vida dura. Se mostraba en cada línea de su cara. Era difícil creer que la
mujer sólo tenía cuarenta y siete años.
Mamá tomó a Aggie por la cintura y la atrajo hacia ella.
—¿Eres feliz, cariño?
14
N. de T.: tiendas donde los productos se venden a muy bajo precio, tiendas de caridad.
150
Por alguna razón, la pregunta de su madre hizo que una imagen de Jace dominara
sus pensamientos, como lo hacía cada veinte segundos más o menos. Aggie sonrió,
examinando el relicario más de cerca.
—Estoy trabajando en ello. ¿Hay una imagen en el interior?
—No se abre. Nunca lo hizo. En realidad no es un relicario. —Mamá le dio un
afectuoso codazo en las costillas a Aggie—. Estamos bien, ¿verdad?
Aggie asintió.
—Estamos bien.
Mamá besó el brazo de Aggie y le palmeó el trasero.
—Vamos a la cama.
—Tengo a alguien que viene a recoger un corsé esta noche —dijo Aggie—. Tengo
que terminarlo antes de que siquiera piense en dormir.
—No, no tienes que hacer —dijo Mamá con una sonrisa de oreja a oreja— Lo
terminé por ti.
Aggie sintió que la sangre abandonaba su rostro.
—Por favor, dime que no lo hiciste.
—Hice un gran trabajo.
Aggie se precipitó hacia su comedor y se detuvo en seco. Extendido sobre la
superficie de la mesa del comedor junto a su máquina de coser estaba el corsé en el
que había estado trabajando antes de dirigirse al club la noche anterior. Su madre sí
que había hecho un gran trabajo. Si gran trabajo era sinónimo de porquería. Las
costuras estaban desparejas. Una copa de la prenda era de la previamente
considerada talla D, la otra una A chueca. El patrón bordado de No Me Olvides no
coincidía porque las expertas puntadas de Aggie decoraban un lado, y el proyecto de
jardín de infantes de su madre desgraciaba el otro. No era como si Aggie pudiera
quitar los puntos y arreglarlo. A diferencia de la tela, si se hacía un agujero en el cuero,
allí se quedaba. Tendría que comenzar de cero.
—¡Madre!
—No está mal para mi primer intento. Quizás podríamos hacer negocios juntas.
Aggie recogió el corsé y tiró de él para ver si por algún milagro se enderezaba. Las
ballenas estaban cosidas de forma tal que cualquier mujer lo suficientemente
151
desafortunada como para ponérselo sufriría de caja torácica punzada y de colapso
pulmonar.
—Está arruinado.
—No seas una reina del drama, Aggie. Está bien.
Ella no podía ver la expresión de su madre a través de sus lágrimas de frustración.
—No está bien. Nada de lo que tocas está bien.
Su madre respiró profunda y trémulamente.
—Tienes razón. Soy la más grande cagada en el planeta. —Y ahora ella estaba
llorando. Genial, simple y condenadamente genial. Ella destruía la obra de Aggie y
luego de alguna manera se las arreglaba para hacerla sentir culpable por ello.
—Necesitas no estar cerca de mí en este momento, Mamá —dijo Aggie—. Tengo
un montón de trabajo que hacer. —Tomó un sacapuntadas y separó la prenda en
secciones, rezando para poder ser capaz de salvar algunos de los paneles, sobre todo
el que había bordado, y simplemente reemplazar los que su madre había estropeado.
—Lo siento —dijo Mamá con voz temblorosa—. Pensé que podría ayudar. Sé lo
duro que siempre estás trabajando, y yo soy una enorme carga para ti. Invento
historias sobre la Mafia para que me aceptes en tu casa y me como tu comida y tomo
prestado dinero de tu monedero para comprar cigarrillos. Sé que merezco que me
corras, pero no tengo nin-ningún otro sitio donde iiiiiiiiirrrrrrr. —Ahora chillaba.
Aggie hizo una pausa en enojado contraataque contra de un corsé indefenso.
—Espera. ¿Qué? ¿Inventaste esa historia sobre pedir prestado dinero de la Mafia?
Mamá probablemente no debería haber dicho eso mientras Aggie tenía un objeto
afilado en la mano.
—¿Estás-estás-estás-estás enojada conmigooooooooo?
La mujer debería dedicarse a la actuación. Era natural.
—Increíble. Bueno, al menos puedo dejar de trabajar horas extras, ya que ya no
tengo que ahorrar dinero para pagar tu estúpido préstamo.
—Entonces, ¿no estás enojada conmigo? —Mamá cerró el show de aguas como
un fontanero cierra una llave.
—No. Sólo vete. Ya has hecho suficiente.
—Ahora simplemente estás siendo una perra.
152
Aggie se puso rígido. ¿Perra?
—Necesito unas malditas vacaciones —dijo Aggie por lo bajo, destrozando la
mitad arruinada del corsé con su sacapuntadas para no atacar a su madre con este
artefacto mortal.
153
Traducido por Itorres
Corregido por Kasycrazy
S
entado en el estudio en su primer día libre de la gira en tres semanas, Jace
sonrió cuando vio de quién era el mensaje de texto. Aggie. No podía
esperar a verla de nuevo. Tenía planes para verla en Vegas ese fin de
semana, aunque no había compartido esos planes con ella. Al leer sus
palabras en la pantalla, su sonrisa se desvaneció.
Estoy en Los Ángeles. Mándame un mensaje con tu dirección. Pensé que me podría
quedar contigo durante unos días. Mamá está volviéndome loca. Tenía que dejar Vegas.
¿Su dirección? Nunca la había invitado a su casa por una razón. Vivía en un basurero
en un mal barrio. Era seguro causaría un aluvión de preguntas incómodas. Jace
necesitaba interceptarla y convencerla de que debían pasar un fin de semana
romántico en un hotel caro. Se volvió hacia el productor, Chris. Estaban sentados
fuera de la cabina donde Eric grababa las pistas de la batería para su próximo álbum.
—¿Conoces algún los hotel de cinco estrellas en Los Ángeles? —preguntó Jace.
Chris levantó una ceja.
—No sé. Ese grande y rosado donde van todos los famosos. ¿Cómo se llama? —
Chasqueó los dedos—. El Hotel Beverly Hills.
—¿Dónde está?
—Sunset Boulevard. ¿Dónde más?
Jace no pasaba mucho tiempo en Beverly Hills. Sin embargo, sí conocía Sunset
Boulevard.
—¿Crees que puedo conseguir una reserva allí?
Chris rio entre dientes.
—Si no se puedes, estoy seguro de que Trey sí.
154
A diferencia de Jace, Trey pasaba el tiempo en forma regular en Beverly Hills. Había
sido criado allí y tenía conexiones sociales con los ricos y famosos. Jace mandó un
mensaje de texto a Aggie.
¿Por qué no nos encontramos en el Hotel Beverly Hills? Está en Sunset Boulevard.
Pasaremos el fin de semana ahí juntos.
Decidió endulzar el trato.
Llevaré mi maletín y te deleitaré.
Esperando su respuesta, Jace dio pulgares arriba a Eric en la cabina cuando llegó
al final de su pista.
—Perfecto —le dijo Chris a Eric a través del micrófono.
Eric sacudió la cabeza.
—Tropecé con un ritmo alrededor de los tres minutos. ¿Jace está rompiendo tu
concentración?
El celular de Jace sonó con la llegada de otro texto.
Preferiría quedarme en tu casa.
No estoy preparado para la compañía, escribió.
No soy compañía. Soy tu novia.
Si vez donde vivo, es posible que cambies de opinión.
No soy tan superficial, Jace.
Jace suponía que había una manera de saber si ella podría lidiar con el verdadero
él. Le envió un mensaje con la dirección de su calle.
Nos encontraremos allí.
—Me tengo que ir —le dijo a Chris.
—Regresarás más tarde, ¿verdad? —dijo el productor—. Eres el próximo.
—No lo sé. Podría regresar más tarde hoy. Dile a los chicos que lo siento, pero que
tengo compañía inesperada.
En el estacionamiento, Jace se subió a su motocicleta y encendió el motor. Se
dirigió hacia su casa con el demonio en los talones. Tenía que llegar a su casa antes
que Aggie y esconder la ropa sucia en el armario. Poner sábanas limpias en la cama.
Limpiar el inodoro. Entonces tendría que llevarla de compras. Acababa de regresar
155
de estar de gira por tres semanas, y el refrigerador estaba vacío. Quizás si él le hacía
una buena cena, compensaría el hecho de que ella tendría que comerla en un plato
de papel.
Él estacionó su motocicleta en la calle y se dirigió por las escaleras hasta su
apartamento. Estaba sacándole las sábanas a la cama cuando sonó su celular.
—Estoy aquí. ¿Mi auto estará seguro estacionado en la calle? —preguntó Aggie—
. Este barrio luce un poco turbio.
¿Poco turbio? Quizás. Si ella consideraba un denso bosque un poco turbio. Él echó
un vistazo alrededor a su apartamento de muros desnudos. Ella no estará feliz aquí.
Estaba avergonzado de siquiera vivir aquí.
—Vamos a un hotel.
—No seas tonto. Ya me estacioné. Ven a ayudarme con mi equipaje.
—Ahora bajo. —Pateó las sábanas sucias debajo de la cama y se dirigió a ayudarla
con sus bolsos.
Para cuando llegó a la acera, un par de hombres ya la ayudaban con sus bolsos. O
más bien, trataban de servirse de sus bolsos.
Uno arrojó su maleta en la parte trasera de una camioneta. Otro tiró de su bolso,
al cual ella se aferraba con ambas manos.
—Dame tu bolso, perra.
—Suéltalo, maldito idiota. —Ella le dio una patada en la espinilla y dio un fuerte
tirón a su bolso. El contenido se derramó en el cemento, pero ella no estaba dispuesta
a ceder ni un milímetro en su tira y afloja. Ni siquiera cuando el hombre sacó un arma.
—Voy a dispararte si no lo sueltas.
—Consigue un trabajo, maldito perdedor —bramó ella—. Esto es mío. Trabajé
duro para tenerlo.
Al parecer, a la mujer de Jace le faltaba el gen del miedo. Sin embargo, él conocía
el miedo. No había metido sus garras en él en años, pero ahora lo hizo. Su sangre se
enfrió en sus venas, y lo único que pudo pensar fue en alejarla del peligro.
Jace se lanzó al ataque y empujó a Aggie a un lado, haciéndole tropezarse para
mantener el equilibrio y aun así mantener control sobre su estúpido bolso. Antes de
que él pudiera volverse a enfrentar al asaltante, dos disparos sucesivos atravesaron
su cuerpo. La parte posterior de su hombro derecho. A través de su brazo derecho.
156
Neumáticos chirriaron. El suelo se inclinó debajo de él y se levantó para encontrar su
rostro. Alguien gritó su nombre. Todo se volvió negro.
157
Traducido por erudite_uncured12
Corregido por Kasycrazy
A
ggie se volvió ante el sonido de los disparos. Vio la salpicadura de sangre
en el brazo de Jace. Lo vio caer. Sintió su mundo derrumbarse.
—¡Jace!
Alguien la tomó del brazo y le puso una pistola debajo de la barbilla.
—Dije, dame tu puto bolso. No hagas que también te mate, estúpida perra.
Ella no podía comprender el peligro que corría, sólo podía ver la sangre esparcida
en un charco cada vez mayor debajo del único hombre al que había amado jamás.
—Jace...
Apretando los dientes, dejó caer su bolso en el cemento y tomó su puño izquierdo
con la mano derecha. Con un grito de rabia, lanzó un codazo feroz hacia estómago
de su captor.
Él gruñó de dolor. Ella le pisoteó el empeine del pie.
—Ow, perra. ¿Qué crees que…?
Ella le dio un puñetazo en los testículos, haciéndolo caer de rodillas. El control del
hombre sobre el arma se aflojó. Ella tomó la parte posterior de su cabeza y llevó el
puente de su nariz a su rodilla. Él cayó inconsciente en la acera, la pistola cayendo de
su mano.
Aggie voló al lado de Jace.
—Oh Dios mío —jadeó, demasiado alterada para hacer otra cosa que cernirse
sobre él. Estaba sangrando tanto. Sin duda, estaba muerto.
Ella llamó al 911. Antes de que la operadora siquiera respondiese, el sonido de las
sirenas que venían en la distancia sonaron como un coro de arpas angelicales.
—¿Cuál es su emergencia?
—A m-mi novio le han disparado.
158
—¿Su ubicación?
Ella no lo sabía. No sabía nada.
—Estoy afuera. En la acera.
—¿Puedes ver algún letrero de la calle?
Aggie levantó la vista y leyó los nombres de las señales de las calles en la esquina
de la intersección más cercana.
La operadora dijo.
—Respira profundo, cariño. Alguien llamó por un atraco en curso hace unos
minutos. La policía y los paramédicos ya están en camino.
Aggie podía oír las sirenas haciéndose más fuertes cada segundo.
—¿Cómo se llama tu novio?
Se cubrió los labios con una mano temblorosa y lo miró. El charco de sangre debajo
de él se estaba extendiendo.
—J-Jace.
—¿Sigue respirando…? —preguntó la operadora.
Aggie miró a Jace, pero sus ojos borrosos se negaron a absorber cualquier cosa
que no fuera la sangre que formaba un charco alrededor de su brazo derecho.
—No-no sé. —Miró a su alrededor, esperando que alguien con dos dedos de frente
se encontrara cerca para decirle si Jace todavía respiraba. Las calles estaban
extrañamente vacías. Era como si el mundo la hubiese abandonado. Abandonado a
Jace. Su única salvación era la tranquila mujer en el otro extremo de la línea.
—¿Cómo te llamas, cariño? —preguntó la mujer.
—Aggie —dijo ella ahogadamente.
—Aggie, escucha su pecho. Mira si su corazón está latiendo. Si no es así, voy a
ayudarte a iniciar la RCP.
Aggie se inclinó sobre Jace y presionó la oreja contra su espalda, buscando el
sonido de su corazón. Todavía latía, lentamente como mucho.
—Todavía está latiendo —le dijo a la operadora.
—¿Respira? Siente el aire que entra por la nariz y sale por la boca.
159
Ella movió la mano frente al rostro de él y sintió su cálido aliento contra sus dedos.
—Sí. Respira.
—Ahora, sólo quédate tranquila hasta que llegue la ayuda.
¿Quedarse tranquila? ¿Ése era el consejo de la mujer? Aggie dejó caer el teléfono
celular al suelo. Tenía que hacer algo por él, pero no sabía qué. ¿Debía tratar de
detener la hemorragia? ¿Volverlo sobre su espalda? Se frotó la frente.
—No sé qué hacer —susurró entrecortadamente. Le alisó la chaqueta de cuero
sobre la espalda, sin saber cómo se suponía que ayudara. Apartó el cabello de Jace
de su frente, dejando varias vetas de su sangre sobre su piel—. No sé qué hacer.
¿Jace? ¡Jace, dime qué hacer!
Las sirenas pasaron la esquina y siguieron hacia el final de la siguiente cuadra.
Quizás tenían la dirección equivocada. Tenía que hacerles señas. Por el bien de Jace.
Tan inútil como ella era en ese momento, ellos sabrían cómo ayudarlo.
—Regresaré enseguida —le prometió a Jace, temerosa de dejarlo, pero más
temerosa de no hacerlo.
Corrió a la acera y agitó los brazos salvajemente a un coche de policía que pasaba.
Los neumáticos chirriaron cuando el oficial pisó el freno. Una ambulancia hizo un giro
en U al final de la cuadra y se detuvo junto a la acera en el lado opuesto de la calle.
Un oficial salió de su patrullero, mirando la sangre en el rostro y las manos de Aggie
con preocupación.
—Señora. Señora, ¿está herida? Alguien llamó por un tiroteo.
—No, estoy bien. Por favor. Tienen que ayudar a Jace. Le han disparado. Dense
prisa.
Ella corrió hacia donde había dejado a Jace y encontró al ladrón con el arma
gimiendo mientras luchaba por recuperar la conciencia. Él respiró honda y
agitadamente y se estiró para tomar su pistola. El policía junto a Aggie sacó su arma
y cayó sobre una rodilla.
—Baje el arma —gritó el oficial.
Aggie no lo dudó. Corrió hacia el matón y lo pateó en el costado de la cabeza. El
arma se disparó, la bala volando salvajemente y sin objetivo.
—Hijo de puta —gruñó ella. Lo pateó en la entrepierna. Una vez. Dos veces.
Sintiendo sus bolas crujir contra el hueso debajo de su pie. Él gritó, tomándose las
bolas en agonía, el arma olvidada a su lado. Ella no sabía cómo ayudar a Jace, pero
160
ella estaba segura de que no iba a quedarse allí mientras que el cabrón que le había
disparado hacía daño a otra persona.
—¿Está loca? —dijo el policía, quitando el arma fuera del alcance del hombre con
el pie—. ¿Él tenía un arma, y tú te lanzas sobre él? Tienes suerte de que no te
disparase.
—¿Qué haces tú? —le gritó ella al policía—. Ayuda a Jace. No sé qué hacer por él.
¡Ayúdalo!
Dos paramédicos trotaron cruzando la calle a la carrera hacia ellos, llevando una
camilla que cargaba un gran kit de primeros auxilios. Mientras que el oficial de policía
luchaba con el ladrón herido para ponerle un par de esposas, los médicos trabajaron
con Jace, tratando de detener el flujo de sangre. Le quitaron la chaqueta y la lanzaron
a un lado. Todo el lado derecho de su camiseta blanca estaba saturado de sangre.
Aggie recogió su abrigo y lo acunó contra su pecho, viendo a los técnicos de
emergencias médicas hacer lo suyo.
—Hay una herida de salida en éste, pero la segunda bala todavía está alojada
dentro de su hombro.
—Mantén la presión sobre ella. Tenemos que llevarlo al hospital. Está perdiendo
mucha sangre.
Dos agentes escoltaron al matón sin arma hacia una patrulla.
—Estás muerta, puta de mierda. Tan pronto como pague la fianza, ¡estás muerta!
—le gritó a Aggie.
Aggie lo oyó, pero estaba demasiado preocupada por Jace para sentir
preocupación por sí misma. Los policías lo oyeron, sin embargo.
—Me aseguraré de poner esa amenaza en mi informe —dijo un oficial mientras
empujaba el tipo en la parte trasera del patrullero—. La fianza no es una opción.
¿Dónde está tu cómplice?
—No sé de qué estás hablando —afirmó el asaltante.
Su cómplice tenía la maleta de Aggie y había huido tan pronto como su amigo
había disparado a Jace. No que importara; nada importaba excepto volver a ver
sonreír a Jace.
—Señora, tenemos que hacerle un par de preguntas.
Aggie no miró a su interlocutor. No podía apartar los ojos de Jace.
161
Cuando el oficial de policía la tomó del brazo, ella se apartó.
—No. Quita tus manos de mí.
Los paramédicos pusieron a Jace en una camilla, presionando con fuerza sobre la
herida de su hombro. Su mano estaba fantasmalmente blanca a la vez que el
torniquete alrededor de su brazo superior detenía el flujo de sangre de la herida de
bala a su bíceps.
—Necesita el oxígeno.
—Necesita sangre, eso es lo que necesita. Jesús.
—Métanlo en la ambulancia.
En un extraño estado de desapego, Aggie siguió a la camilla mientras la llevaban
hacia la ambulancia que esperaba. Ella bajó de la acera, ajena al tráfico que un oficial
estaba dirigiendo alrededor de los patrulleros. Alguien volvió a tomar su brazo. Esta
vez él no la soltó cuando ella intentó zafarse.
—Señora, tenemos que hacerle unas preguntas.
Ella sacudió la cabeza con fuerza, lágrimas cegándola.
El oficial tiró de su brazo, intentando hacer que lo siguiera hacia el patrullero.
—¿Qué sucedió? Señora, dígame qué sucedió.
—Se llevaron mi maleta. También querían mi bolso. Debería habérselo dado. ¡Jace!
—gritó—. ¡Jace!
—Lo llevamos al Condado —dijo un paramédico. Aggie no entendía a qué se
refería. ¿Condado? ¿A qué condado? La camilla de Jace fue levantada hacia la parte
trasera de la ambulancia y los paramédicos se metieron adentro. Alguien cerró la
puerta y le dio una palmada a la parte posterior del vehículo. Éste se lanzó por la calle,
las luces intermitentes, las sirenas a todo volumen.
—¿Había más de uno? —preguntó el oficial.
Aggie asintió y estalló en sollozos que la sacudían, el rostro enterrado en la
arruinada chaqueta de cuero de Jace.
162
Traducido por nnancyc
Corregido por Kasycrazy
J
ace gruñó, intentando obligar a sus ojos a abrirse. Sentía como si un elefante
estuviera parado sobre su hombro derecho. Alguien le tocó la mejilla con
ternura.
—Hola, abre los ojos, preciosidad —dijo una voz suave.
—¿Aggie? —susurró él.
—Mi nombre es Karen. Soy tu enfermera.
¿Enfermera? ¿Qué? Recuerdos inundaron su mente, uno sobre el otro,
convergiendo en un desastre indescifrable. Sólo podía darle sentido a dos cosas. Le
habían disparado, y el tipo con el arma tenía a Aggie.
—¡Aggie!
Se sentó erguido en la cama de hospital. La enfermera intentó persuadirlo de
volver a acostarse.
—No pudimos encontrar una identificación tuya. ¿Sabes tu nombre?
—¿Dónde está Aggie? Tenemos que enviar a alguien a ayudarla. Tenemos que…
—No sé quién es Aggie. Ella no está aquí. Viniste solo. ¿Ella sabe dónde estás?
Podríamos llamarla.
Él apartó a la enfermera de un empujón e intentó salir de la cama. El dolor apuñaló
su hombro y su brazo, pero podía tolerar ese dolor. No saber dónde estaba Aggie,
saber que había fallado en mantenerla a salvo… eso no podía tolerarlo.
—Tienes que quedarte en la cama. Acabas de salir de cirugía y no estás en
condiciones de ir a ningún lado. —La enfermera presionó el botón de emergencia por
ayuda—. Te daré otro sedante y algo para el dolor.
Jace sacudió la cabeza enérgicamente.
163
—Ese tipo va a matarla —dijo, desplomándose de lado en la cama mientras una
ola de mareos se apoderaba de él.
Intentó pararse de nuevo, pero su cuerpo se rehusó a cooperar. Levántate, Jace.
Tienes que levantarte. La enfermera lo metió de vuelta en la cama.
—No. No puedo quedarme aquí —murmuró.
Su brazo derecho se sentía extraño y no porque le hubieran disparado. La gruesa
muñequera de cuero que usualmente llevaba había desaparecido. Cubrió las
cicatrices allí con la mano izquierda.
—¿Dónde está mi muñequera?
Karen abrió un cajón y se la entregó. Él la aseguró con prisa alrededor de la
muñeca, sin soltar el aliento hasta que su vergüenza estuvo cubierta otra vez.
La enfermera lo miró con compasión.
—No sabíamos a quién notificar de su condición. ¿Tienes algún familiar?
Él sacudió la cabeza. No podía recuperar el aliento. ¿A quién le importaba si no
tenía ninguna familia? Aggie todavía podía estar en peligro. Él había tomado una bala
por ella, dos, pero todavía no tenía idea de si ella estaba a salvo, herida o muerta.
—No, sin familia. Por favor —dijo—. No entiendes. Envía a alguien a ayudar a
Aggie. Por. Favor. Envía. A. Alguien.
—¿Jace? —La dulce voz de Aggie vino del otro lado de la habitación. Tenía que
estar escuchando cosas. Tenía que estar delirando por sus medicinas.
Y luego ella estaba junto a él. No sabía por qué milagro ella estaba allí. Viva.
Aparentemente ilesa. Ella cayó contra él, sollozando contra su cuello, aferrándose a
él. El dolor que le causó le recordó que estaba vivo. Y lo más importante, que ella
estaba viva.
Ah Dios, hiéreme, Aggie.
—Lamento que me tomara tanto tiempo llegar aquí. Esos estúpidos policías no me
dejaban ir. Esos dos tipos que me atracaron habían estado en otros robos, y yo soy la
única que ha visto el rostro del otro tipo. Me hicieron revisar fotos de ladrones y
presentar cargos. Sólo quería estar contigo. —Levantó la mirada hacia la
enfermera—. ¿Va a estar bien?
—No si sigue apretándolo de ese modo —dijo la enfermera con desaprobación.
Jace rio entre dientes.
164
—Apriétame tan duro como gustes. ¿Cómo te escapaste de ese tipo? ¿Los policías
te rescataron?
Ella hizo una mueca.
—No exactamente. Después que te dispararan, me volví loca y le pateé el culo. —
Se sonrojó—. Principalmente en las bolas, de hecho.
Jace rio entre dientes.
—Se lo merecía. Desearía haber pensado en eso.
—Te disparo por la espalda, el cobarde. No iba a permitir que se saliera con la suya.
—Le besó los labios con suavidad, los ojos húmedos de lágrimas—. Simplemente
debería haberle dado mi bolso. Entonces no habrías resultado herido.
Jace se concentró en levantar su brazo ileso y le apartó el cabello del rostro con
cariño.
—Todo lo que me importa es que estás a salvo.
—Estoy tan feliz de que estés bien. Tan feliz. —Lo besó de nuevo—. Te amo
demasiado. Si algo te sucediera, no querría seguir viviendo.
Él le tocó la mejilla.
—No digas cosas como esas —murmuró él. La besó suavemente—. No me voy a
ninguna parte.
Ella resopló y lo miró a los ojos. Él nunca había visto ni un ápice de debilidad en
esta mujer, y sus lágrimas le partieron el corazón.
—¿Lo prometes? —susurró ella. Cuando él no contestó de inmediato, ella tomó
dos puñados de cabello y le dio una dura sacudida—. Promételo, Jace.
—Lo prometo. —Tan débil como se sentía en ese momento, él temió que fuera
una promesa que podría tener que romper.
165
Traducido por nnancyc
Corregido por Kasycrazy
A
ggie observó a Jace dormir durante casi una hora antes de pensar en
informar a alguien más sobre sus lesiones. Él nunca hablaba de su familia,
así que no sabía cómo contactarlos, pero sí tenía el número de Jessica.
Como la prometida de Sed, Jessica tenía que saber cómo ponerse en
contacto con los chicos en la banda de Jace. Necesitaban saber lo que sucedía. Estaba
segura de que querrían saber, y sabrían a quien más informar. Aggie salió al pasillo
para no perturbar el sueño de Jace. Él intentaba fingir que no le dolía demasiado, pero
Aggie veía a través de la ficción de chico resistente. Él necesitaba su descanso, y ella
iba a asegurarse de que lo tuviera.
—¡Aggie! —contestó Jessica el teléfono—. ¿Cómo estás? Lamento haberme
desentendido de ti después del show en San Francisco. Sed pensó que
necesitábamos celebrar un poco más.
—No te preocupes por eso. Hablando de Sed, ¿está ahí?
—¿Por qué?
Aggie casi rio ante el dejo de celos en el tono de Jessica.
—A Jace le han disparado. No estaba segura quien necesitaba ser informado.
—¿Disparado?
—Sí, disparado.
—¿A qué te refieres con que a Jace le han disparado?
—Quiero decir que algún imbécil le disparó con un arma.
—¿Le disparó?
—Sí, le disparó. ¿Puedo simplemente hablar con Sed?
—No está aquí. Fue al estudio. Eric dijo que Jace faltó a la grabación esta tarde, así
que Sed está trabajando en las pistas vocales.
166
Aggie se dio cuenta de que si no hubiera sorprendido a Jace con una visita, él
todavía estaría a salvo en el estudio de grabación y no acostado en una cama de
hospital.
—¿Le harás saber a Sed lo que sucedió? Jace estará aquí durante la noche.
Probablemente más tiempo.
—¿En qué hospital están?
—Condado.
—Reuniré a los chicos e iremos a verlo. ¿Cómo hizo que le dispararan? —preguntó
Jessica.
—Un tipo intentó arrebatar mi bolso, y me rehusé a dárselo. Sacó un arma y Jace
me apartó de un empujón. Tomó dos balas por mí… todo porque fui estúpida.
Simplemente debería haberle dado a ese bastardo mi maldito bolso. —Aggie frotó el
centro de su pecho, su corazón doliendo.
—No te culpes, Aggie. Culpa al tipo con el arma. Estaremos allí tan pronto como
sea posible.
—Gracias, Jess.
Aggie regresó a la habitación, se sentó en la silla junto a la cama y tomó la mano
de Jace. Le besó los nudillos; los presionó contra su mejilla. Realmente sí lo amaba.
No podía negarlo. ¿Él sentía lo mismo? Nunca había dicho mucho sobre sus
sentimientos, pero ella sabía que él sentía algo por ella. Él siempre hablaba más por
las acciones que por sus palabras. Por supuesto, podría ser simplemente atracción
sexual de su parte. No estaba segura de si eso era suficiente para ella. Una vez lo
había sido, pero ahora… ahora no estaba segura de nada.
Casi una hora de preocupación después, oyó una conmoción cerca del final del
pasillo.
—Sí, somos su familia. Sal de mi camino. —¿Ése era Sed? Tenía que ser. Esa voz de
barítono profunda era muy característica.
—Jace —susurró Aggie, sacudiéndolo un poco—. Están aquí.
Él gimió, pero no abrió los ojos.
—¡Jace!
—Cansado —murmuró él. Al menos estaba bastante segura de que era eso lo que
había dicho. Estaba completamente segura de que él seguía dormido.
167
En minutos, la habitación estuvo llena de pared a pared con personas.
¿La banda completa había venido a visitarlo? Aggie sabía que significaría un
montón para Jace, si hubiera estado consciente.
—Gracias por venir. No sabía a quién más llamar —dijo Aggie, mirando de una
estrella del rock a la siguiente.
—La banda no está completa sin el hombrecito —dijo Eric.
Sed se paró junto a la cama, mirando a Jace como si lo curara con el poder de su
voluntad.
—Está en mala forma —murmuró Sed—. Luce como la mierda.
—No se nos va a morir, ¿verdad? —preguntó Trey.
—Su doctor dijo que la cirugía fue bien —dijo Aggie—. Sacaron la bala. La herida
está limpia. Sólo necesita curarse.
—Debí haber sabido que algo así sucedería —dijo Eric, mirando fijamente a Jace
con ansiedad—. Se suponía que él grabara en el estudio esta tarde, y paf… le
disparan. Este maldito álbum está maldito les digo.
—Grabaste las pistas de batería esta tarde y nada te sucedió —le recordó Trey.
—Todavía —dijo Eric, mirando sobre el hombro como si buscara la nube de la
maldición ahora siguiéndolo.
—¿Alguna idea de cuánto tiempo estará fuera de servicio? —preguntó Sed.
—Un par de semanas.
—Nos vamos a Canadá en tres días —dijo Brian.
—¿Ya se van de nuevo? —Aggie odiaba ser la novia necesitada, pero nunca
conseguía verlo, y Jace no tenía asuntos nada que hacer de gira por el continente
mientras estuviera herido.
—Se supone —dijo Sed—. Sin embargo, no podemos realmente tocar sin nuestro
bajista.
—¿Cómo hizo que le dispararan? —preguntó Eric.
—Protegiéndome.
Eric le sonrió torcidamente.
—Nunca lo sabrías mirándolo, pero el tipo es temible.
168
—Estoy segura que le gustaría que le dijeras eso —dijo Aggie.
—No puedo hacerlo. No necesitamos otro egocéntrico en la banda. Sed tiene
cubierta esa imagen. —Eric hizo una mueca cuando Sed le golpeó en la parte trasera
de la cabeza.
—¿Qué necesitas que hagamos por ti, Aggie? —preguntó Jessica, poniendo un
brazo alrededor de Aggie y frotando el centro de su espalda.
El ceño de Aggie se frunció con confusión.
—¿Yo? —Sacudió la cabeza—. No fui herida.
—Eso no es lo que quise decir. Debe haber sido horrible presenciar que alguien…
—Las cejas de Jessica se elevaron en pregunta—… ¿Que te importa?
Aggie asintió. Admitiría que Jace le importaba. Incluso en frente de todos esos
tipos que significaban tanto para él y a quienes ella no conocía muy bien.
—Debe haber sido horrible presenciar cómo le disparan a alguien que te importa.
Pensé que tendría un infarto cuando Sed se lastimó la garganta en el escenario el mes
pasado.
Sed besó la sien de su prometida.
—No fue tan malo como parecía, cariño.
—¿Te gustaría observar sin poder hacer nada mientras yo permanezco
inconsciente en un charco de sangre?
Sed tiró de Jessica hasta tomarla en brazos y frotó los labios sobre su sedoso
cabello rubio.
—Ni siquiera pongas esa visión en mi cabeza. —Le ofreció un golpecito en el
hombro a Aggie—. Si necesitas cualquier cosa, cualquiera en absoluto, sólo pídelo.
Ayudaremos.
—Estoy bien. Y creo que Jace, principalmente, necesita descansar. No sé qué
querrá hacer sobre la gira que se avecina. —Aggie podía adivinar que no querría
fallarle a sus compañeros de banda, pero no quería hablar por él.
—De hecho, podría haber una solución —dijo Eric—. Necesitaré hacer algunas
llamadas telefónicas.
—¿Tú tienes una solución? —preguntó Brian.
—¿Qué? No confían en mí para solucionar nuestros problemas? —preguntó Eric.
169
Sed, Brian y Trey sacudieron las cabezas al unísono. Por primera vez desde que
Aggie había salido de su coche en Los Ángeles, sonrió.
170
Traducido por nnancyc
Corregido por Kasycrazy
J
ace gimió en sueños.
La camilla lo seguía. Él corría por un pasillo interminable. Baldosas blanca,
paredes blancas, cegadoras luces blancas desde arriba. Olores antisépticos.
Jason estaba demasiado asustado para mirar detrás de él. Podía oír el chirriar de las
ruedas, por lo que sabía que la camilla estaba todavía allí. Todavía siguiéndolo.
Dale a tu madre un beso de despedida, hijo.
Jason se detuvo. Las ruedas chirriantes se detuvieron justo detrás de él.
Dale a tu madre un beso de despedida, hijo. Dale a tu madre un beso…
Se cubrió las orejas para ahogar la voz de su padre. No. No puedo. No me hagas
hacerlo.
Esta podría ser la última vez que la veas. ¿No la amas? ¿No te importa?
Ésa no es ella. No es ella.
No quería mirarla, con su rostro hecho añicos, hinchado y magullado.
Irreconocible. Inhumana. Su cuerpo retorcido. Contorsionado. Esa cosa en la
camilla no era su madre.
La camilla chocó sus omóplatos. Su corazón se contrajo. Corrió. Corrió más rápido
de lo que jamás había corrido.
No pises una grieta. Intentó saltar sobre ellas, pero se movían debajo de sus pies, y
no podía evitarlas a todas.
Pisó una. Él había oído su cuerpo crujir cuando las luces que se acercaban
desaparecieron. Sobre los sonidos del metal desgarrado y el vidrio hecho añicos, lo
había oído desde el asiento trasero.
Su espalda está rota, hijo. Si ella vive, nunca caminará de nuevo.
Pero todavía será capaz de tocar el piano, ¿verdad, Padre?
171
No lo creo.
Por eso, Jason lloró.
No llores, chico. Los hombres no lloran. Jamás.
No lloró. Corrió. Corrió hasta que no pudo correr más. Hasta que quedó sin aliento.
Sin energía. Si no podía correr, tenía que ocultarse. Ocultarse de todo. Si lo
encontraba, lo llevaría. La cosa en la camilla pretendiendo ser su madre llegaría a él.
Un viejo cobertizo se volvió su salvación. Metió su cuerpo en un espacio pequeño.
Un lugar oscuro. Húmedo como un ático viejo. El aire viciado y cargado. Pero estaba
solo ahí. Le gustaba estar solo. Solo era a salvo. Oyó en busca de chirridos de las
ruedas. Nunca vinieron, pero después de un largo tiempo su padre sí lo hizo.
Todos han estado buscando todo el día. No tengo la paciencia para esta mierda justo
ahora, Jason. Tu madre está muerta. ¿Entiendes? ¡Está muerta! Tú estás vivo, sin un
jodido rasguño, pero ella está muerta.
Jason estaba demasiado atónito para sentir el primer golpe.
¿Muerta? ¿Qué significaba estar muerta? ¿Era como dormir? ¿Un largo sueño sin
más dolor?
Demasiado confundido para sentir el segundo golpe.
Nunca te ocultes de mí otra vez, pedazo de mierda. Jamás.
Jason oyó el chirrido de las ruedas de la camilla afuera de la puerta entreabierta.
Demasiado asustado para sentir el tercer golpe. El cuarto. Quinto. El dolor se batió
sobre él como una manta confortable. Lo merecía. Hiéreme, Padre. Hiéreme.
Los ojos de Jace se abrieron de un aleteo, su corazón golpeando por el terror. Su
mirada se lanzó por las estériles paredes blancas. La bolsa del suero colgando junto a
la cama. El monitor del ritmo cardíaco. La vara de la cortina sobre su cama. En lugar
de desvanecerse, el temor subió por su cuello hasta estrangularlo. Una necesidad
instintiva de huir se apoderó de él. Jace estiró la mano para tomar la aguja del suero
en la parte posterior de su mano, pero antes que pudiera arrancarla, alguien le tomó
la muñeca.
—Jace —dijo Aggie—. Está bien. ¿Recuerdas lo que ocurrió? Estás en el hospital.
Él sabía que estaba en el maldito hospital, y necesitaba salir. Inmediatamente.
Años atrás, un consejero le había dicho que tenía desorden de estrés post-traumático,
pero de algún modo, ponerle un nombre no hacía más fácil lidiar con ello cuando lo
atrapaba por sorpresa y lo hacía entrar en pánico. Había pasado un largo tiempo
172
desde que había soñado con la muerte de su madre. Un largo tiempo desde que los
traumas de su juventud habían controlado sus reacciones ante el mundo exterior.
Creía que había superado esta mierda; al parecer no.
—Aggie —dijo, tomándola con ambos brazos y atrayéndola contra él sobre la
cama. La abrazó tan fuerte como pudo, lo cual no parecía casi lo suficiente fuerte—.
Aggie, tienes que sacarme de aquí.
—Cariño, estás herido. No puedes irte. —Su voz estaba ahogada contra su
hombro, el cual él vagamente reconocía que palpitaba pesadamente de dolor.
—Tengo que irme. Ya mismo.
—Suéltame. Vas a dañar tu hombro.
Él no tenía idea de a qué se refería ella.
—Aggie, por favor.
—Hablaré con tu médico.
—No pueden mantenerme aquí contra mi voluntad. —La liberó de mala gana, y
ella lo miró a los ojos. Tomó su mejilla en una mano y le ofreció una triste sonrisa.
—Está bien, cariño —dijo—. Te sacaré. —Besó sus labios con cariño—. Te sacaré.
173
Traducido por nnancyc
Corregido por Kasycrazy
J
ace abrió los ojos a una oscuridad absoluta. Su cuerpo estaba en llamas. Su
garganta más seca que una galleta salada en el Desierto de Mojave. ¿Qué lo
había despertado? Su vejiga protestaba por estar llena. Oh. El brillo de la luz
fuera de su apartamento y el reconfortante ronroneo de Brownie cerca de
su almohada penetraron en sus embarullados pensamientos. ¿Estaba en casa? ¿Cómo
había llegado a casa? Una mano cálida descansaba sobre su vientre. Oh, sí. Aggie.
Dios, tenía que orinar. Buscó a tientas el borde de la cama, rodó hasta ponerse de
pie y de inmediato golpeó el piso con un fuerte sonido. El dolor irradió a través de su
hombro y brazo. Mierda, recibir un disparo dolía, y no con esa agonía dulce y
despiadada que él tanto disfrutaba.
—¿Jace? —La preocupada voz de Aggie vino desde la cama sobre él. Ella encendió
una lámpara y miró por el borde del colchón—. ¿Estás bien?
Él yacía en el suelo, simultáneamente respirando a través del dolor e intentando
no reír para no mearse encima.
—¿Puedes ayudarme a ponerme de pie? Necesito llegar al baño.
Ahí iba lo de rescatar a su damisela en apuros. Ella había hecho la mayoría del
rescate, y ahora iba a tener que ayudarlo a echar una meada. Qué héroe soy.
Aggie salió de la cama y lo levantó a sus pies. Él aferró el pecho de su bata de
hospital con una mano y a Aggie con la otra. Al parecer, esas maravillosas medicinas
para el dolor que le habían dado por goteo en el hospital se habían agotado.
—Estás ardiendo, cariño —dijo Aggie.
—Me estoy congelando.
—Tenemos que llevarte de vuelta al hospital —dijo ella—. Si tienes una
infección…
—No, no necesito un hospital. Necesito un baño.
174
Se apoyó pesadamente contra ella cuando lo ayudó a salir del dormitorio y hasta
el cuarto de baño en la siguiente puerta. Intentó encontrar su equilibrio, pero decidió
que, sin su apoyo, pronto se encontraría en el piso una vez más. Nunca se había
sentido tan atontado.
—No puedo permanecer de pie sin ti —susurró él.
—Sólo hazlo —insistió ella—. No me molestará.
Ella lo ayudó a mantener la bata de hospital fuera del camino mientras él,
mayormente, acertaba en el inodoro. No pudo evitar suspirar de alivio mientras
vaciaba su vejiga. Sus ojos rodaron en su cabeza con gozo. Aggie soltó risitas. Cuando
él hubo terminado, lo ayudó a regresar al dormitorio y lo metió en la cama.
—Tengo sed —murmuró él, casi dormido de nuevo. Sólo el caminar al cuarto de
baño había debilitado su energía.
Ella lo sacudió para despertarlo y presionó una botella contra sus labios.
—Jace, tienes que beber.
¿Cuándo se había dormido de nuevo?
—¿Jace? Por favor bebe, cariño.
—¿Aggie?
—Sí, soy yo. Toma un trago. Vamos.
El primer trago dolió al bajar, pero luego no podía conseguir suficiente. Tragó la
gélida bebida deportiva hasta que la botella estuvo vacía, y luego tembló sin control.
¿Por qué tenía tanto frío? Aggie se paró y comenzó a dejarlo solo.
—Quédate —susurró Jace.
—Iba a traerte otra manta.
—Quédate.
Ella se sentó junto a él, sus dedos acariciándole la mejilla. Pudo sentirse a sí mismo
flotando de regreso hacia la inconsciencia, pero quería mantener los ojos abiertos;
quería mirarla. Extrañaba mirarla cuando estaban separados, y habían estado
separados demasiado tiempo mientras él había estado de gira el último mes. Aggie
sorbió por la nariz. Una solitaria lágrima se derramó por su mejilla y goteó por el borde
de su mandíbula.
—No llores —murmuró él.
175
—Esto es mi culpa. Si nunca me hubieras conocido, esto no habría sucedido.
—Si nunca te hubiera conocido, nunca habría podido abrazarte. Aceptaré la bala.
No había tenido intención de hacerla llorar más fuerte. Ella lo envolvió con los
brazos y presionó el rostro contra su hombro. Su cuerpo tembló por los sollozos
mientras se aferraba a él.
—No te mueras, Jace, por favor.
—No planeo hacerlo.
Quería abrazarla, reconfortarla, pero su agotamiento había llegado al máximo, y
no tenía opción excepto sucumbir a él.
176
Traducido por erudite_uncured12
Corregido por Kasycrazy
L
a próxima vez que Jace abrió los ojos, una brillante luz resplandecía en su
rostro.
—Oh bien, estás despierto. —Un rostro borroso entró en foco. Al
principio pensó que era Trey, pero el hombre era mayor y carecía del flequillo largo y
sus piercings faciales de Trey.
—¿Dr. Mills?
—No suelo hacer visitas a domicilio.
Bueno, por supuesto que no. Era un maldito cirujano plástico. ¿Qué demonios
hacía aquí de todos modos?
—Tus amigos piensan que estás a las puertas de la muerte, pero sólo estas
sanando. No hay signos de infección. Estas anémico y deshidratado, pero te
recuperarás.
—Me siento como la mierda.
—No que alguno de ustedes me escuche alguna vez, pero realmente necesitas una
transfusión de sangre y un mes de reposo ininterrumpido. Preferiblemente en un
hospital, en caso de que haya complicaciones con tu recuperación.
—¿Puede Aggie encargarse de mis complicaciones? —Él rio entre dientes.
—Esto no es para bromear —dijo Aggie desde el lado opuesto de la habitación. Él
podría haber cuidado lo que decía si hubiera sabido que ella estaba allí—. Se quedará
en cama y descansará, Dr.. Tiene mi garantía. Sé quince maneras de atar a un hombre.
El Dr. Mills rio entre dientes.
—Apuesto a que sí.
—No puedo pasar un mes en cama. Tenemos tres conciertos la próxima semana.
En Canadá.
177
—Entonces tocarás tu bajo desde la cama —dijo Aggie.
—No te preocupes —dijo Eric—. Tengo la solución perfecta.
¿Eric? ¿Cuántas personas había en la habitación?
Jace levantó la cabeza, sus ojos estudiando la habitación. Aggie, Brian, Trey, Sed,
Eric y el Dr. Mills. De acuerdo, todos estaban allí presenciando de primera mano lo
patético e indefenso que estaba. Jace bajó la cabeza a la almohada con un gemido.
—¿Qué clase de solución perfecta? —preguntó Sed.
—Le pedí a Jon que reemplazará a Jace por un par de shows —dijo Eric
alegremente—. Él dijo que no habría problemas.
¿Jon? ¿Jon Mallory? ¿El anterior bajista de los Sinners, el sol sale y se pone sobre sus
dedos, el único bajista que jamás podría llenar correctamente las progresiones de
batería de Eric, Jon Mallory?
—Sí, eso funcionará —dijo Sed—. Bien pensado, Eric.
Mierda. Dispárenme ahora.
Jace alzó una mano para cubrirse los ojos. Un estallido de dolor apuñaló la parte
posterior de su hombro y se deslizó por su brazo derecho, recordándole que ya había
recibido un disparo.
Bueno, entonces... dispárenme de nuevo.
—Tú descansa, y veremos cómo te sientes cuando volvamos de Canadá —dijo Sed.
—A la mierda con eso. Yo voy con ustedes —dijo Jace. No había una manera en el
infierno de que él permitiera que Jon Mallory saliera de gira en su lugar sin él allí.
—¿Estás seguro de que estas de ánimo para eso, hombrecito? —dijo Eric.
Aggie le tomó la mano y le dio un apretón.
—Me tendrá a mí para hacerme cargo de él hasta que se recupere. Si él va, yo voy.
178
Traducido por erudite_uncured12
Corregido por Kasycrazy
A
pesar de la evaluación que hizo el Dr. Mills sobre la condición de Jace,
Aggie le hizo ir a un hospital para un examen más a fondo mientras la
banda y el equipo se preparaban para la siguiente etapa extendida de su
gira. Un análisis de sangre, resonancia magnética y un suero de fluidos
enriquecidos después, Aggie pareció satisfecha con que Jace estuviera bien para
viajar. No estaba acostumbrado a tener a una mujer como una constante en su vida.
No estaba seguro de cómo reaccionar a su constante preocupación. Esperaba sanar
rápidamente para que ella se rindiera de una vez. Y ella le había hecho ir de compras.
Claro, su maleta había sido robada, y necesitaba ropa y otros artículos de primera
necesidad pero, ¿ir de compras? Jace odiaba ir de compras. Casi tanto como odiaba
esa mirada compasiva que ella seguía dándole.
—Quizás deberías quedarte en mi casa mientras estoy fuera —dijo Jace,
apoyándose pesadamente en el carrito de la compra mientras deambulaban por los
pasillos. Ella había tratado de conseguir que utilizara uno de esos scooters eléctricos
cuando recién habían entrado a la tienda. Después, le pediría que entregara sus bolas
en un plato—. Te prometo que lo tomaré con calma.
—¿No quieres que vaya de gira contigo?
Él avanzó cuidadosamente por el territorio cargado de preguntas.
—No es que no quiera que vayas conmigo. —Los chicos van destrozarme
constantemente si llevo a una chica asfixiante de gira. Y toda esta "cosa" de la gira,
había sido idea de ella, no de él. No entendía por qué ella insistía con tanta
vehemencia. Él sabía que ella necesitaba un descanso de su madre, pero no tenía que
viajar en el bus de la gira para alejarse de ella—. Creo que estarías más cómoda en mi
casa. Estarías lejos de tu madre y a Brownie le encantaría la compañía. —Se frotó el
mentón en el hombro para ver la expresión de ella. ¿Se lo creía? Eso sería negativo.
Ella miró la botella de shampoo con su bonito rostro retorcido en una mueca severa.
—Ya veo —dijo ella en un tono cortante—. Bien podría regresar a Vegas.
—No, no quise decir...
179
Ella lanzó el shampoo y el acondicionador en el carrito.
—Será horrible para ti estar atrapada en un bus con cinco... —Y con Jon son seis—
. Uh, seis tipos por un mes. Creo que sería mejor…
—Esto no tiene nada que ver con mi madre. ¿No lo entiendes? Estoy preocupada
por ti. Me siento responsable porque fueras herido.
Él comprendía cómo se sentía esa culpa. No debería haber estado tan preocupado
por lo que los chicos pensaran. La envolvió con el brazo sano, el brazo herido
atrapado en un cabestrillo recién adquirido y la abrazó, acariciándole el sedoso
cabello con una mano.
—De acuerdo. Si te hace sentir mejor ir de gira con nosotros…
Ella se puso rígida y se apartó con un suspiro de frustración. Mientras él trataba de
descifrar qué estaba mal con lo que había dicho, ella arrojó pasta de dientes, enjuague
bucal y un cepillo de dientes al carro, se lo arrancó de la mano y se dirigió hacia un
pasillo diferente.
Jace luchó para alcanzarla, con una punzada en el costado. Necesitaba recostarse
de nuevo. La encontró a varios pasillos de distancia seleccionando cosméticos. Él
sonrió cuando ella añadió un tubo de brillante lápiz labial color rojo cereza al carro.
Lucía increíblemente sexy con el rojo. Y en cuero. Echaba de menos su cuero.
—No quiero forzarme en tu vida, Jace —dijo ella—. Si no me quieres cerca,
entonces sólo dilo.
¿Por qué ella creería eso? Ella era muy importante para él. Sólo no quería que sus
compañeros de banda lo supieran.
—Sí te quiero en mi vida, Aggie. No estoy acostumbrado a... que estén sobre mí.
Yo... mi madre murió cuando yo tenía nueve años y mi padre no volvió a casarse, así
que las mujeres... me confunden. ¿Por qué estás enojada conmigo?—. ¿Y por qué
hacer esa pregunta hacía que su corazón golpeara tan duro?
—No estoy enojada contigo —dijo ella.
¿No lo estaba?
—Lamento lo de tu mamá. —Ella deslizó la mano por su cabello y lo besó en la
frente—. ¿Por qué no me hablaste de ella?
—No. No la mencioné para que sintieras lástima por mí. Quiero saber qué fue lo
que dije para hacerte enojar.
—Ella sonrió y lo abrazó.
180
—Eres condenadamente adorable. ¿Lo sabes? —Le besó la punta de la nariz.
Con el ceño fruncido, él se limpió la mancha de humedad con el dorso de la mano.
—La razón por la que estoy enojada, aunque no exactamente enojada, sólo un
poco herida, es que me haces sentir como si no quisieras que viaje contigo.
Bueno, en cierta forma no quería. Quería verla, sí, pero, ¿tenerla en la gira? No,
gracias.
—Tenía la esperanza de que estuvieras feliz de pasar tiempo conmigo, Jace.
Muestra un poco de entusiasmo. No me mires como, oh mierda, ahora voy a estar
atascado con esta estúpida perra durante un mes.
—Yo nunca he dicho eso. Ni siquiera lo pensé.
—Es la vibra que estás emitiendo.
¿Ahora también se suponía debía mantener sus vibras bajo control? Mierda, no
podía ganar. Al menos entendía lo que ella quería.
—No puedo esperar a estar atascado contigo por un mes —dijo él intensamente.
Ella rio y le abrazó el brazo.
—Oh, tú. ¿Qué voy a hacer contigo?
Él la besó profundamente, lujuria inundando sus entrañas.
—Puedo pensar en algunas cosas.
181
Traducido por flochi
Corregido por Kasycrazy
J
ace cargó algunas de las bolsas de compra más livianas de Aggie por la
escalera del bus de gira. Se detuvo cuando notó vio Eric y a Jon sentados en
el sofá riendo histéricamente. Eric vestía lo que Jace sospechaba era un
chaleco antibalas. No se molestó en preguntar por qué. Las siete herraduras
clavadas a la pared sobre el sofá eran nuevas; sin duda, idea del Sr. Estamos Malditos.
—Ah, aquí está el hombrecito —dijo Eric, limpiándose las lágrimas de sus ojos con
el dorso de sus muñecas—. ¿Necesitas ayuda con eso? No querría que te lastimaras.
—Lo tengo —dijo, apresurándose a la habitación.
Había pensado que Eric y él estaban comenzando a llevarse bien. Ahora, con el
regreso de Jon el Magnífico, habían regresado al punto de partida.
—Cariño, despacio —gritó Aggie detrás de él—. Tienes que tomártelo con calma.
Fantástico. Justo lo que necesitaba. Aggie en modo cariñoso frente a Eric. Y peor.
Jon.
Jace lanzó las bolsas dentro del dormitorio trasero, rozó a Aggie al regresar por el
corredor y abrió el refrigerador.
—Ahora que Myrna no está aquí, tenemos que meter algo de maldito alcohol en
este bus —gruñó. Tomó una botella de jugo de naranja del refrigerador y cerró la
puerta de un golpe. Aferró la botella con el brazo herido e intentó desenroscar la tapa
sin éxito.
—Sí, finalmente conseguimos deshacernos de Myrna y Jessica, y alguien trae otra
chica a la gira con nosotros —dijo Eric.
—Ella puede salir de gira conmigo cuando quiera —dijo Jon—. Qué hermosura.
Eric se echó a reír.
—Es demasiado sexy para el hombrecito, eso es seguro.
182
Jace no tenía la paciencia para lidiar con su mierda en ese momento. Lanzó la
botella de jugo sin abrir al fregadero de la cocina y regresó a la habitación para
encontrar a Aggie ordenando sus pertenencias. Ella sonrió, y la actitud enojada de él
se aligeró un poco.
—¿Dónde pongo mis cosas? No quiero invadir el territorio de nadie —dijo ella.
—En cierta forma, lanzamos nuestra mierda junta donde quepa.
Ella levantó la mano para tocarla el rostro.
—Cariño, luces pálido. Deberías recostarte un rato.
—Estoy bien.
—Cuanto más rápido mejores, más rápido podrás sacar de aquí a ese idiota de Jon
—susurró ella y volvió esos bellos ojos azules hacia la zona común.
Ella tenía un punto. La besó tiernamente.
—Me vendría bien una siesta.
—Y a mí me vendría bien una ducha y un cambio de ropa. —Lo besó en la punta
de la nariz—. Métete en la cama.
—¿Vienes conmigo? —murmuró él, sus manos moviéndose hasta deslizarse sobre
su voluptuoso trasero.
—Luego de mi ducha.
—Apresúrate.
—¿Estás planeando ponerme toda sudorosa de nuevo?
—Sí. Tendrás que hacer todo el trabajo. Simplemente voy a recostarme ahí y a
tomarlo.
Ella sonrió.
—Creo que estaremos mejor acurrucándonos. Realmente necesitas descansar.
Dios, mujer, me estoy sintiendo bastante inepto aquí. Deslizó el brazo fuera del
cabestrillo y se quitó la camiseta. Ella trazó la áspera cinta blanca que mantenía los
vendajes en su lugar. Él tenía que sanar rápido por más de una razón. Esta nueva
actitud compasiva de Aggie le crispaba hasta el último nervio. Se quitó el resto de la
ropa y se movió fuera de su alcance.
—Ven conmigo luego de la ducha. No te molestes en ponerte ropa.
183
Ella sonrió.
—Si insistes.
—Las toallas están debajo del lavabo—. Se subió a la cama y admitió que sí
necesitaba algo de descanso. Estaba casi inconsciente para cuando su cabeza tocó la
almohada. La oyó cerrar la puerta del baño. Un momento más tarde, el agua comenzó
a fluir. Consideró unirse a ella mientras flotaba hacia la inconsciencia. La próxima vez.
El grito de Aggie lo despertó.
—¡Sal de aquí, maldito pervertido!
La puerta del baño se cerró.
—Te dije que se haría depilación brasileña, Eric. Me debes veinte dólares.
Jon.
—¿Cómo sé que no lo estás inventando? —dijo Eric.
—Echa un vistazo. —La puerta del baño se volvió a abrir. Hubo un fuerte golpe—
. Oye nena, no tires cosas. Estamos resolviendo una apuesta.
Jace saltó de la cama y avanzó a grandes pasos por el pasillo. Tomó a Jon del brazo
y lo hizo girar. El gancho de izquierda de Jace al mentón de Jon lo hizo volar. Jon
aterrizó de espaldas a los pies de Eric. Eric se quedó mirando a Jace con asombro.
—¿Tú también quieres? —le preguntó Jace a Eric.
—Sólo nos divertíamos un poco. Relájate, hombrecito.
—Si le faltas el respeto a mi mujer de esa manera otra vez, te patearé el maldito
trasero. No volverás a levantarte.
Jon se levantó sobre un codo, frotándose la barbilla.
—Jesús, eso duele, amigo.
Aggie abrió la puerta del baño, una toalla envuelta alrededor de su curvilíneo
cuerpo.
—Jace, deberías haberme dejado que yo lo le diera un puñetazo. Te arrancarás los
puntos.
Él se encogió de hombros. Habría valido la pena.
Ella se volvió hacia Eric.
184
—Tu amigo pervertido te debe veinte dólares, Eric. Te haré saber que no me hago
depilación brasileña. Me afeito en la forma de una mariposa.
Jace rio entre dientes, contento de que ella tuviera sentido de humor sobre la
situación. No duraría mucho en un bus con seis tipos si no fuera así.
—¿Una mariposa? —dijo Jace—. No lo recuerdo. Mejor me lo muestras.
Jace la instó a ir hacia la habitación. Cuanto más rápido se alejaran de Jon, mejor.
—¿Por qué lo llamas hombrecito, Eric? El tipo está dotado como una ballena —dijo
Jon mientras se levantaba del suelo.
—Es una ilusión óptica. Sólo parece grande. Incluso con ocho centímetros, es la
mitad de su altura.
—Supongo que eso explica lo que ella ve en él. Forma de mariposa, mi culo.
Jace cerró la puerta de la habitación, sacudiendo la cabeza con desagrado. La
toalla de Aggie le golpeó el culo. Todo su cuerpo se tensó en respuesta, y su polla se
agitó con excitación. Se volvió para mirarla. Ella trazó la forma de una mariposa en su
montículo limpiamente afeitado.
—¿No ves la mariposa? —preguntó.
—No, no la veo.
Ella se subió a la cama, rodó sobre su espalda y se abrió de piernas. Volvió a trazar
la forma.
—¿La ves ahora?
Oh, la veía muy bien. No una mariposa. Sino todo lo que ella tenía para ofrecer
entre las piernas. Se mareó mientras su polla se hacía más gruesa.
—Quizás si me acerco —murmuró él.
—Creo que deberías.
Él se apoyó sobre su estómago, apoyando los codos entre sus piernas. Su hombro
lastimado protestó por el peso que puso sobre él, por lo que cambió a su lado
izquierdo.
—Sigo sin verla. ¿Estás segura de que está allí?
—Quizás si lo tocas, lo sentirás.
Él acarició la suave piel de sus labios exteriores y el montículo hasta que ella se
estremeció. Su aroma se intensificó a la vez que se excitaba más. Mojada. Sus
185
pliegues interiores se hincharon. Enrojecieron. Lo invitaron a entrar. Sn embargo, se
resistió, tocando sólo sus zonas afeitadas.
—¿No lo sientes? —dijo ella sin aliento.
—Siento suficiente —dijo él—. Pero no la mariposa.
—Quizás tu boca pueda encontrarla.
Él sonrió.
—Creo que estoy siendo manipulado.
Él lamió su suave carne. La succionó. Inhaló su intoxicante aroma pero evitó
deliberadamente probar sus fluidos. Podía sentir su calor contra su rostro, ver lo
hinchada y mojada que estaba. Su polla protestó por su negligencia.
—Quizás estaba equivocada —dijo ella—. Quizás Jon ganó esa apuesta después
de todo.
—No digas su nombre en nuestra cama.
Él se deslizó hacia arriba por su cuerpo y empujó en su delicioso coño. Ah Dios,
¿por qué ella se sentía tan bien? Su piel sedosa lo apretaba, estimulando cada sensor
de placer en su polla con cada embestida y retirada. Nunca se había sentido tan bien
antes. No podía obtener suficiente. No podía pensar en nada más que la sensación de
ella alrededor de él. La poseyó más rápido, incapaz de creer que el placer podía
intensificarse, pero lo hizo. Creció tan rápidamente, que él no pudo contenerlo.
Apenas fue consciente del cuerpo de ella convulsionando con su liberación debajo de
él. Su coño se apretó cuando ella acabó, tirando de él, animándolo a unirse a ella en
el éxtasis.
—Jace, Jace, sal —dijo ella frenéticamente.
¿Salir? ¿Qué?
No podía. Se sentía tan bien estar enterrado en sus profundidades sedosas. ¿Por
qué se sentía tan bien?
Sin condón.
Mierda.
Su cuerpo se tensó mientras se forzaba a retirarse completamente. Deslizó su
polla en su raja, frotando su longitud contra su clítoris. Se estremeció violentamente
cuando su semilla se derramó sobre el bajo vientre de ella, los músculos en la base de
su pene contrayéndose involuntariamente.
186
—Aggie —gimió, deseando haberse liberado dentro de ella, queriendo que ella
aceptara su oferta dentro de cuerpo, necesitando de su apretado calor alrededor de
él mientras dejaba ir todo.
Agotado, Jace se derrumbó sobre ella, sintiéndose drenado; sexual, emocional,
físicamente. Quiso darle más, pero no le quedaba nada más que ofrecer.
Aggie lo besó en la frente, atrayendo el cuerpo de él más cerca en un abrazo.
—Quizás sea hora de que comience a tomar la píldora para que puedas acabar
dentro de mí —murmuró ella—. ¿Te gustaría eso?
—Sí. —Algo tibio goteó por su brazo debajo del vendaje. No tuvo tiempo de
descifrar qué era antes de desmayarse.
Jace no se movió, mucho menos se despertó, mientras Aggie reemplazaba su
vendaje empapado en sangre. No podía animarlo a excitarse así de nuevo. No hasta
que sus heridas sanaran. La hemorragia se había detenido por ahora, pero el agujero
en su carne lucía dentado e irregular. Supuso que las heridas de bala siempre lucían
así. Él tendría una horrible cicatriz debido a ella. Podría haber muerto si los
paramédicos no hubieran estado tan cerca.
Aggie besó la espalda de Jace y lo cubrió con una manta.
Alguien golpeó la puerta. Jace se removió pero no despertó.
—Un minuto —dijo Aggie. Seguía desnuda. Usó la toalla desechada para limpiar
los restos de semen de Jace de su vientre y se estiró para tomar su saco de ropa
nueva. Tan pronto como estuvo cubierta, abrió la puerta para encontrar al guitarrista
principal esperando tranquilamente en el pasillo. Brian. El hermoso (¿o era el
sensible?) que también era el casado, se recordó, pero Dios, tenía un rostro que
pertenecía a una versión rockera de GQ y una sensualidad cruda que no podía ser
ignorada.
—Vamos a salir en un par de minutos. ¿Metieron todas sus cosas en el bus?
Puesto que su maleta no había sido recuperada, ella realmente no tenía cosas. Solo
las cosas que había comprado más temprano en la tienda de descuento.
—Sí.
—¿Cómo está Jace?
—Durmiendo.
187
Brian sonrió, sus intensos ojos marrones suavizándose.
—¿Ya lo agotaste?
Ella se sonrojó bajo su atención. ¿Por qué se ruborizaba? Brian estaba casado. Y a
ella le gustaba mucho Jace; lo amaba, incluso. Simplemente no estaba acostumbrada
a estar con hombres que no fueran clientes. Eso tenía que ser.
—Está herido. No toma mucho agotarlo.
—Bueno, siéntete en casa, Aggie. Si necesitas algo, házmelo saber.
—Gracias. —Qué tipo completamente agradable. No era extraño que estuviera
casado.
El sexy (¿o era el malhumorado?), Trey, empujó a Brian a un lado con su enorme
bolso. La lanzó dentro del dormitorio con un fuerte golpe.
—Shhh —dijo Brian—. Jace está durmiendo.
Trey puso los ojos en blanco.
—Eres tan pesado desde que cambiaste tus bolas por un anillo de bodas. Gracias
a Dios, Myrna no está aquí. Podrías no actuar como un marica para variar.
Brian tomó a Trey en una llave y frotó vigorosamente los nudillos sobre su cuero
cabelludo. Trey fingió protestar, pero Aggie vio la expresión complacida en su rostro
que escondió de Brian. Trey puso la palma sobre el vientre de Brian e intentó, sin
entusiasmo, escapar de su tormento. Aggie decidió que entre estos dos pasaba algo.
Bueno, a Trey definitivamente le pasaba algo. No estaba segura de Brian.
Cuando Brian liberó a Trey, éste dijo.
—Es un alivio no tener chicas remilgadas de gira con nosotros esta vez.
Aggie carraspeó.
Trey la miró.
—Mierda, ¿eres una chica remilgada? Te tomé por el tipo de chica fiestera que
patea culos. Ya sabes, divertida.
—Myrna es divertida —protestó Brian.
Las cejas de Trey se levantaron.
—Sí. Como digas, amigo.
188
El apuesto (¿o era el arrogante?), Sed, entró al bus y llevó varias bolsas de papel
marrón a la cocina. Puso las bolsas en la encimera y empezó a abastecer el
refrigerador con cervezas.
—Ves, Brian, recuperamos nuestras cervezas cuando tu remilgada esposa está
aquí —dijo Trey.
—Myrna no es remilgada —insistió él.
—Uh, sí, lo es —dijo Sed—. Pero la queremos de todas maneras.
—La extraño —dijo Brian miserablemente.
—Lo que significa que necesitas una cerveza —dijo Trey, sacando una botella del
asidero de Sed, girando la tapa y presionándola en la mano de Brian—. Ponte bien
borracho para que pueda acosarte mientras duermes.
—Ja. Ja. Muy gracioso —dijo Brian, inclinando su cerveza y tragando la mitad en
pocos sorbos.
Aggie tuvo la sensación de que Trey no bromeaba. Observar a esos sería sexy
como el infierno.
Eric entró al bus con el idiota pervertido, Jon, en los talones.
—¿Todos están listos? —preguntó Eric.
—¡Pongamos este show en la carretera! —dijo Jon.
—¿Quién va a conducir? —preguntó Sed, arrugando una bolsa de papel marrón y
lanzándola al suelo.
El sujeto más ordinario del planeta se apoyó cerca de Jon. Mientras que todos los
hombres del bus usaban pantalones de cuero o jeans y una camiseta negra, este tipo
llevaba pantalones caqui y una camiseta polo verde. Su cabello castaño claro estaba
prolijamente recortado y apartado de su frente con una ligera aplicación de gel. Una
palabra lo describía a la perfección: normal.
—Ése sería yo. —Sus ojos azules cayeron sobre Aggie—. Soy Dave —dijo con un
saludo de su mano—. Ingeniero de audio en vivo y conductor designado.
Ella puso una mano sobre su pecho.
—Aggie.
—La chica de Jace —aclaró Eric.
189
—Un placer conocerte —dijo Dave—. Muy bien, nos vamos. ¿Todo el mundo fue
al baño?
—Brian no fue —dijo Trey con un gimoteo cantarín.
—Eres un chismoso. —Brian eructó y lanzó su botella marrón vacía en el
fregadero. Tomó a Trey en otra llave, pero esta vez hizo retroceder a Trey por la
puerta abierta del baño. Trey se tropezó con el bordillo y entró en la ducha—. Di que
lo sientes, o te mojas.
—Si fueras al baño cuando Dave te dice…
Brian abrió la ducha.
—¡Ah, fría!
Trey tomó la camiseta de Brian y lo arrastró a la ducha. Trey forcejeó y se golpearon
uno al otro bajo el chorro de agua mientras Brian intentaba escapar y Trey intentaba
tocar tanta piel mojada de Brian como fuera posible. Si empezaban a besuquearse,
Aggie juró que se arrancaría la ropa y se uniría a ellos. Jace tendría que superarlo.
Sed le dio a Aggie un codazo en las costillas.
—Esos dos deberían simplemente follarse y sacárselo del sistema, ¿no lo crees?
—Oh, sí. ¿Puedo mirar? —murmuró Aggie.
Sed se echó a reír.
—Justo lo que necesitan. Un testigo.
Brian salió a tropezones de la ducha, aterrizando de cara entre el inodoro y el
lavabo. Un charco de agua se extendió debajo de él, inundando el piso de linóleo
blanco. Se arrastró hacia la puerta, riendo con tanta fuerza, que estaba jadeando.
Trey lo tomó del tobillo con ambas manos, tirando de él de regreso al baño.
—Si quieren bañarse juntos, deberían desvestirse primero —dijo Sed—. Myrna les
pateará el culo por hacer un desastre. —Sed miró a Aggie—. O quizás Aggie lo haga.
Aggie sacudió la cabeza, sonriendo. Estaba disfrutando inmensamente del
espectáculo. Los dos guitarristas sexys como el infierno podían inundar el piso del
baño todo lo que quisieran.
El bus avanzó, y Trey se resbaló en el piso mojado, golpeándose la parte trasera de
la cabeza contra la pared.
—¡Ow, mierda!
190
—Es todo diversión y juegos hasta que alguien resulta lastimado —dijo Aggie.
—Y entonces es divertidísimo —dijo Eric. Se asomó al cuarto de baño y sacudió la
cabeza hacia sus empapados compañeros de banda—. No necesitamos más heridas
en esta banda. —Sacó de un bolsillo una pata de conejo verde brillante y la frotó entre
sus pulgares—. Basta de heridas.
El comportamiento de Brian cambió en el instante en que vio a Trey sosteniéndose
la parte trasera de la cabeza y haciendo muecas de dolor. Brian estiró la mano y cerró
el agua. Arrodillándose delante de él, tomó los brazos de Trey con ambas manos.
—¿Te golpeaste la cabeza? ¿Estás bien?
—Creo que podría tener otra conmoción cerebral. ¿Mis pupilas están del mismo
tamaño?
Brian se acercó, mirando los ojos de Trey.
—-No puedo decirlo.
—Más cerca.
Brian se acercó. Trey lo tomó alrededor del cuello y lo besó en la boca.
Brian le dio un puñetazo en las costillas.
—¡Idiota! ¿Por qué demonios hiciste eso?
—Valió completamente la pena —murmuró Trey, acostándose en el fondo de la
ducha frotándose las costillas con una sonrisa de felicidad en la cara. Brian se puso de
pie y empujó a todos fuera de su camino mientras se dirigía a la habitación.
—Trey se está desesperando —dijo Eric.
—Está más tenso que tu tambor, Eric —dijo Jon—. El chico necesita coño. ¿Por
qué no lo ayudas, Aggie?
A Aggie no le gustaba este sujeto. Tampoco tenía nada que ver con cómo Jace se
sentía respecto a él. Jon Mallory era un baboso. Conocía a un pérfido cuando lo veía.
—¿Por qué no lo haces tú? Creo que le gustan los hombres de todos modos.
Eric sacudió la cabeza.
—A Trey le gustan ambos.
¿Ambos? Ahora eso tenía posibilidades.
191
Traducido por nelshia
Corregido por Kasycrazy
F
uertes voces despertaron a Jace de un sueño profundo. Alguien ciertamente
estaba pasándolo genial. Por el tono femenino de una de las voces, parecía
que una de esas personas era Aggie. Se frotó el rostro con ambas manos,
frotándose el sueño de los ojos y buscó algo de ropa en la habitación a
oscuras. Se tambaleó cuando el bus dobló una esquina y se aferró al borde de la
cómoda para evitar caerse.
Con unos shorts en su lugar, abrió la puerta de la habitación y se dirigió al baño.
Podía oír la voz animada de Aggie a través de la delgada pared mientras orinaba.
—Quiero decir, el tipo era enorme, incluso más grande que Sed. Yo sólo chasquee
mi látigo contra él, ni siquiera lo toque y él acabó por su pierna. Luego comenzó a
llorar porque su padre había vendido su oso de peluche en una venta de garaje
cuando él tenía once años.
Los chicos se rieron a carcajadas.
—¿Es eso lo que hace Jace cuando lo azotas? —preguntó Eric.
—Jace está en el extremo opuesto del espectro. Lo golpeo como la mierda, y él ni
siquiera se inmuta.
Ahora, ¿por qué tenía que ir y decirles eso? Él salió del baño y se movió para pararse
junto al hombro de ella en la mesa de comedor. Al otro lado de la mesa, Trey ofreció
un saludo incómodo. Aggie lo miró, con los ojos vidriosos y la cara distendida. Supuso
que eso explicaba por qué se le estaba yendo la lengua.
—Jace —dijo, emocionada—. ¿Dormiste bien?
—¿Quién puede dormir con todo este ruido?
—Oh, pobrecito. —Ella salió del cubículo y lo abrazó con entusiasmo, poniendo la
mayor parte de su peso sobre él mientras se tambaleaba. Sus labios lo besaron con
fuerza contra su mandíbula.
Jace se puso rígido. No frente a los chicos, nena.
192
—¿No vas besarme? —dijo ella.
—Quizás más tarde.
—Oh, no eres divertido.
—Estás borracha.
—Sólo un poco. —Ella apretó los dedos y se echó a reír, aferrada a su cuello con
un brazo para mantener el equilibrio.
—Ya bebió más que Brian —dijo Sed—. Creo que soy el siguiente.
Al oír su nombre, Brian levantó la cabeza de la parte posterior de la cabina.
—¿Myrna?
Trey rio entre dientes.
—No, semental, ella todavía está en Kansas City. Vuelve a tu sueño húmedo.
El cuerpo de Brian se aflojó de nuevo, esta vez con la cabeza apoyada en el hombro
de Trey. Trey sonrió como el gato de Cheshire que había tomado Prozac.
—Siéntate —insistió Aggie.
Empujó a Jace al cubículo.
Y luego...
Se sentó en su regazo.
Jace se arriesgó a echar una mirada hacia Trey, pero él estaba demasiado
interesado en Brian para tomarle el pelo por la atención de Aggie. Trey no comentó
cuando Aggie jugueteó cariñosamente con el cabello de Jace.
Jace le apartó la mano.
—No.
Ella se encogió de hombros, dejó caer la mano y se acurrucó más cerca de él, su
aliento haciéndole cosquillas en la nuca.
—Hueles bien.
—¿Tenemos que dejarlos solos? —preguntó Sed.
El rostro de Jace se ruborizó al instante.
—No.
193
Empujó a Aggie fuera de su regazo y fue hacia el refrigerador.
—Me muero de hambre. ¿Qué hay para comer? —Volvió a mirar la mesa, con la
esperanza de haberse perdido el banquete colocado allí esperando para el consumo.
No. Sólo latas vacías y medio vacías, en su mayoría llenas. Así que habían regresado a
la dieta de cerveza. Maravilloso.
—Lo que sea que cocines —dijo Trey—. A menos que Aggie…
—¿Soy mujer, así que obtengo los deberes de cocina? A la mierda con eso.
—No porque seas mujer —modificó Trey—. He probado la comida de estos chicos,
y sólo digamos que no es buena.
—Eres el peor cocinero de todos nosotros —murmuró Brian. Levantó la cabeza
del hombro de Trey, con una mirada de preocupación en el rostro—. ¿Trey?
—¿Sí, amigo?
—¿Ésa es tu mano o la mía?
—Creo que es la tuya.
—D’acuerdo. —La cabeza de Brian golpeó la mesa con un ruidoso thunk. Gruñó
de dolor. Trey le ayudó a enderezarse, colocando la cabeza de Brian en su hombro de
nuevo. Brian tenía una mancha roja esparciéndose en el centro de su frente ahora.
—Creo que Brian necesita otra cerveza —dijo Trey, estirando su mano hacia Jace.
Jace sacó una botella marrón de la nevera.
—Brian está acabado. —Sed sacudió la cabeza hacia Trey—. Todos sabemos lo
que estás tratando de hacer, Trey.
Brian golpeó a Trey en el dorso de la mano en varias ocasiones.
—¿Qué intentas... hic... qué estás tratando de hacer, Trey?
—Sólo estoy asegurándome de que lo estés pasando bien.
—Estoy pasándolo muycondenadamentebien, mi amigo, muchísimasgracias—. Su
cabeza golpeó la mesa una vez más.
Jace regreso la cerveza al refrigerador. Buscó algo comestible que tomara el
mínimo esfuerzo de preparación. Se conformó por una galleta rancia, apoyándose
contra el horno mientras la comía. Aggie lo observaba, luciendo confundida. Y un
poco herida. Él evitó su mirada. Realmente sólo estaba hambriento. Con antojo de
194
carne. Bife de preferencia. Poco hecho. Se movió hacia la parte delantera del bus para
hablar con Dave.
—¿Hay alguna posibilidad de que podamos parar en algún lugar para comprar
comida? Estoy muerto de hambre.
—Me mantendré atento buscando un lugar para parar.
El estómago de Jace rugió.
David apartó los ojos de la carretera para mirarlo.
—Pronto. Ve a sentarte. Luces como la mierda.
—Me siento como la mierda.
Jace se sentó en una de las sillas del capitán al otro lado del sofá donde Jon y Eric
estaban involucrados en un competitivo juego de cartas. Jon seleccionó una de las
cartas de Eric, y Eric rio disimuladamente.
—Mierda. No quiero tu Solterona15, bastardo. Tómala de regreso.
Jon trató de devolver la carta al abanico de Eric, pero Eric sostuvo sus cartas
seguras contra el pecho.
—Eh, no. Esa vieja perra es la tuya ahora.
¿Solterona? Tienes que estar bromeando. ¿Y por qué Eric llevaba un casco de moto
en el bus?
Eric miró a Jace y dio un respingo.
—¿Estás bien, hombrecito? Tú…
—Luzco como la mierda. Sí, lo sé. Viviré.
—O no —dijo Jon—. Lo que sea.
Eric puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza.
—¿Demasiado imbécil, Mallory?
¿Eric lo defendía?
Aggie presionó una bebida deportiva en la mano de Jace.
15
Solterona: juego de cartas para niños donde se quitan tres reinas de la baraja; las cartas se
distribuyen entre los participantes los cuales deben formar pares, al final quien se quede con la reina
(solterona) pierde.
195
—Bebe esto, cariño. El doctor dijo que necesitas líquidos.
—Sí, cariño —dijo Eric—. Bebe tus líquidos como un buen hombrecito.
Bueno, eso era de esperar. Jace se puso en pie.
—Vengan a buscarme cuando paremos para comer.
Llevó su bebida a la habitación y cerró la puerta. Se sentó en el borde de la cama,
mirando la oscuridad. No estaba seguro de qué hacer con la banda. Había estado con
ellos durante casi tres años, y se sentían como extraños. La puerta se abrió. Supo que
era Aggie sin levantar la vista. Tampoco estaba seguro de qué hacer con ella. Le
gustaba, pero no quería un compromiso sólido. Él no podía darle lo que ella
necesitaba, y sabía que no era justo. Ella merecía algo mejor.
Ella encendió la luz y se sentó junto a él en la cama, su mano suave apoyada en su
espalda baja. Le besó el hombro. A él no le importaba su trato cariñoso ahora que
estaban solos; le gustaba bastante, de hecho.
—¿Estás bien? —preguntó ella.
—¿Por qué todo el mundo sigue preguntándome eso?
—No creo que lo estés. No realmente.
—Viviré.
—No te pregunté si vivirás. Habla conmigo, Jace. Estás tan silencioso alrededor de
los chicos. ¿Por qué es eso?
—Yo… —Él sacudió la cabeza. No estaba dispuesto a contar todo. Necesitaba
mantenerlo dentro. Supurando. Donde pertenecía—. Tú pareces llevarte
perfectamente con ellos.
—Entiendo a los tipos. Bueno, a la mayoría de los tipos. No te entiendo. Quiero,
sin embargo.
Él no tenía miedo de muchas cosas, pero ella lo aterrorizaba. No la dominatrix con
látigo en mano. Esa parte de ella era suficiente para él. Esta mujer abierta, cariñosa y
maravillosa era demasiado. No se la merecía. Y él lo sabía.
—¿Por qué ansias el dolor?
—¿Por qué? —¿Ella quería una razón? Su garganta se cerró—. No deberías
preguntarme ese tipo de cosas.
—Puedes decirme cualquier cosa, Jace. No va a cambiar lo que siento por ti.
196
—¿Estás segura?
Ella se acercó más, su brazo rozando el suyo.
—Estoy segura. Sea lo que sea, me lo puedes decir.
—¿Por qué no me dices por qué te gusta golpear a los hombres? —contraatacó.
Ella se encogió de hombros.
—Eso es fácil. Mi mamá me dejaba botada con los vecinos mientras dejaba la
ciudad persiguiendo un sueño estúpido o algún hombre aún más estúpido. A uno de
los vecinos, que ahora sé es un pervertido, le gustaba nalguearme. Él se escabullía y
trataba de pillarme haciendo algo mal para poder arrastrarme a su garaje, bajarme
los pantalones y azotarme. Odiaba a ese bastardo. Un día, me cansé de aceptarlo.
Esperé hasta que me arrastró hasta el garaje, y luego descargué el cinturón en él.
Esperaba que me moliera a palos por eso, incluso pensé que eso lo valía, pero en su
lugar me dejó pegarle. Lloró a mis pies y me rogó que lo perdonara por todas las veces
que me había azotado. Nunca olvidaré la adrenalina que sentí cuando azoté el culo
de ese pervertido por primera vez. Hubo muchas veces después de eso. Comenzó a
comprarme regalos, hacer que mi tiempo valiera la pena. —Rio—. Fue entonces
cuando me di cuenta de lo fácil que es tener el poder sobre los hombres. Tenía once
años en ese momento.
Jace sacudió la cabeza con incredulidad. ¿Cómo podía ser tan práctica?
—Maldito bastardo enfermo. ¿Nadie intentó detenerlo?
—No necesitaba que nadie lo detuviera para detenerlo. Yo lo detuve. —Ella le
acarició la mejilla—. Confía en mí, fue mejor así. Ahora tienes que decirme por qué
piensas que necesitas el dolor.
Él se sentó en silencio durante varios minutos. Si se lo contaba, ella ya no sería
capaz de aceptarlo. Sería como todos los otros que pensaban que era un bicho raro.
Pero ella se sentó allí en apoyo silencioso, y él sintió que su muro de protección se
desmoronaba.
—Hace nueve años... —Él miró sus manos entrelazadas, su estómago
revolviéndose. No debería decírselo. Cerró los ojos y susurró—. Maté a mi padre.
197
Traducido por erudite_uncured12
Corregido por Kasycrazy
A
ggie respiró hondo, su mente incapaz de comprender lo que Jace le había
dicho. ¿Había matado a su padre? ¿Cómo en un asesinato?
El bus se estremeció y carraspeó mientras se detenía.
—¡Comida! —gritó alguien. Un conjunto de voces y de pisadas se dirigieron hacia
la salida del bus.
—¿Estás lista para ir a comer? —dijo él.
—Yo... ¿Simplemente vas a dejarlo así? ¿No vas a explicar por qué o cómo o…?
—Aggie, no puedo cambiar lo que hice. No puedo revertirlo. No puedo remediarlo.
Todo lo que puedo hacer es lidiar con ello… de la única manera que sé.
Su corazón dolía por él. Fuera lo que fuera lo que él hubiera hecho en su pasado, a
ella no le importaba. Sabía que era un buen hombre. Tomó su mano y la apretó.
—Quiero ayudarte. ¿Cómo puedo ayudar?
La mirada de él se desvió hacia el techo, el dolor en sus ojos tan absoluto, que ella
lo sintió en lo profundo del pecho, en la garganta y detrás de los ojos.
—Lastímame, Aggie. Sólo lastímame.
Ella lo envolvió con los brazos, abrazándolo, queriendo llegar a él, pero él se
mantuvo rígido en su abrazo. Si él simplemente se sometiera a ella y admitiese lo que
realmente necesitaba, ellos podrían avanzar, pero hasta que se abriera y aceptara el
amor que ella podía darle, no irían a ninguna parte.
Lo besó en la mejilla y se levantó.
—Ponte algo de ropa. Vamos a conseguirte algo de comer-.
Él volvió a mirarse las manos, un músculo flexionándose repetidamente en su
mandíbula mientras trabajaba en enterrar el dolor. Después de un momento, él
asintió, se puso un poco de ropa y se dirigió hacia la puerta.
198
Mientras caminaban hacia la salida, Aggie tomó su mano izquierda entre las suyas
y se negó a dejarla ir mientras él trataba de quitársela de encima.
—No te haré sostenerme la mano delante de los chicos, pero cuando no estén
alrededor, la sostendrás. —Ella le dio un golpecito en las costillas—. ¿Entendido?
Él rio entre dientes. Dios, le encantaba cuando él se echaba a reír. Quería que se
riera con fuerza y con frecuencia. Esperaba poder darle eso.
—Entendido. —Él envolvió sus hombros con el brazo izquierdo y entrelazó los
dedos de la otra mano con la de ella dentro de su cabestrillo. Ella volvió la cabeza para
sonreírle, y él la sorprendió al besarla.
Lo que comenzó como un afectuoso roce de sus labios pronto se profundizó en
algo que le hizo doler. Ella se inclinó sobre él para apoyarse, culpando al alcohol que
había consumido anteriormente por la repentina debilidad en sus piernas.
—¿No es ésa la cosa más dulce que has visto, Jon? —dijo Eric desde el interior de
la puerta. Se quitó el casco de la motocicleta y lo dejó sobre el asiento del
conductor—. El hombrecito tiene novia.
—Si por lo más dulce te refieres a lo más nauseabundo, entonces tendría que estar
de acuerdo —dijo Jon, actuando como la sombra de Eric.
Aggie extendió un brazo hacia ellos y les enseñó el dedo.
—¿Viste eso, Eric? Ella se nos propuso —dijo Jon.
—¡Muy bien! —Eric palmeó las manos—. Tú la follas. Yo miraré.
Jace se apartó, los ojos abriéndose lentamente.
—¿Oíste algo, Aggie? Sonó como un par de maricones llorando por algo que nunca
tendrán.
—O serán capaces de manejar. —Ella golpeó el culo de Jace con fuerza y luego
apretó hasta que él contuvo el aliento con excitación—. Hay una paleta en el
dormitorio con tu nombre, cariño.
—Ella me asusta —susurró Jon.
—A mí también —coincidió Eric.
—¿De qué tienen miedo? Mi látigo favorito fue robado, enclenques.
Jace apretó el hombro de Aggie para consolarla.
—No te preocupes, cariño, te conseguiremos uno nuevo.
199
Los ojos de ella se abrieron con avidez.
—¿Con una espina?
Jace sonrió.
—Oh, sí. Sin duda, uno con una espina.
Pasaron junto a Eric y a Jon en su salida del bus.
—¿Y puedo obtener una fusta? ¿Y un mayal?
—Todo lo que quieras, siempre y cuando prometas usarlos todos conmigo.
—Aww, ¿no los puedo golpear? —Ella asintió sobre su hombro hacia Eric y Jon—.
¿Sólo un poco? Limpiaré su sangre cuando terminé. No me gustaría difundir sus
enfermedades.
—Le pensaré. —Tan pronto como salieron del bus, Jace se echó a reír—. ¿Viste sus
rostros?
En realidad no. Había estado demasiado ocupada mirando la sonrisa en rostro de
él.
200
Traducido por nelshia
Corregido por Kasycrazy
L
os ojos de Jace se abrieron, su corazón todavía golpeando con terror. No
había tenido esa pesadilla sobre la muerte de su madre en años. Ahora lo
perseguía con regularidad.
Una mano le acarició el vientre en la oscuridad.
—¿Estás bien? —murmuró Aggie atontada.
—Sí.
—Has estado gimiendo en sueños.
—Pesadillas. Probablemente no debería comer un filete de trescientos cuarenta
gramos justo antes de acostarme.
Ella se acurrucó más cerca y apoyó la cabeza en su hombro. El dolor serpenteó por
el pecho de él ya que el peso de su cabeza perturbaba una de sus heridas que
cicatrizaban lentamente. Contuvo toda protesta. Él la quería allí para recordarle que
él se lo merecía. El dolor.
—Cuéntame sobre ello.
—No quieres oírlo.
—¿Se trataba sobre matar a tu padre?
Él vaciló. Nunca debería haberle hablado de su padre en primer lugar.
—No, fue sobre la muerte de mi madre.
—¿Qué edad tenías?
—Nueve.
—Esa es la misma edad que yo tenía cuando Abuelita falleció. ¿Cómo murió tu
madre?
201
—Estuvimos en un accidente automovilístico frontal. Yo estaba en el asiento de
atrás cuando sucedió. No resulté herido. Ella vivió por un día. Espalda rota. Múltiples
lesiones internas. Su rostro se pulverizó.
—Lo siento, cariño.
Pensar en ello hizo que su estómago se anudara con disgusto. No hacia su madre.
Hacia sí mismo.
—Tenía miedo de ella… miedo de mi propia madre. Sólo por cómo lucía. Así que
nunca le dije adiós. Mi padre nunca me perdonó por haber sobrevivido al accidente.
Ella tomó su mano y la apretó.
—Eso es horrible. No me extraña que tengas pesadillas sobre eso.
—Sin embargo, no las había tenido en mucho tiempo. Creí que por fin lo había
enterrado para siempre. Debe haber sido ese tiempo en el hospital lo que trajo todo
de vuelta. —O tú. Retiró su mano de la de ella y rodó sobre su costado, apartándola
de su hombro.
Ella se acurrucó contra su espalda, su brazo rodeándole la cintura.
20
—Gracias por compartirte conmigo. Sé que es difícil para ti.
Él resopló.
—¿Eres así de atenta y comprensiva con todo el mundo?
—No. Por regla general, odio a los hombres. —Ella se echó a reír—. Tienes suerte
que esté prendada de ti, supongo.
—¿Disfrutando tu pequeña fiesta de compasión?
Ella se quedó sin aliento.
—Wow, Jace. Eso fue hiriente.
A él no le gustó la cualidad sin aliento de la voz de ella. No quería lastimarla. Quería
que ella lo lastimara a él. Se volvió hacia ella y le tomó la mejilla en la oscuridad,
sintiendo la humedad de sus lágrimas contra los dedos. Su corazón se apretó. ¿La
había hecho llorar?
—¿De verdad crees que la razón por la que estoy aquí es porque te compadezco?
—preguntó ella.
Por supuesto que era por eso que ella allí. ¿Por qué iba a hacerlo, sino?
—¿No es así?
2
La mano de ella cubrió la suya sobre su mejilla.
—Simpatizo contigo, Jace. Quiero tomar tu dolor y sustituirlo por risas, pero eso
no es compasión.
—No quiero que tomes mi dolor, Aggie. Lo necesito.
—¿Por qué? ¿Porque te sientes culpable por tu madre? ¿Por lo que sea que le hiciste
a tu padre?
—Sí me siento culpable, pero no es por eso que lo necesito.
—¿Entonces por qué? Ayúdame a entender, Jace. Tú sabes que yo te haré daño
físicamente mientras lo necesites, pero quiero saber por qué.
—Es lo que merezco. Y a veces creo que incluso el dolor es demasiado bueno para
mí.
Ella lo besó con ternura.
—Te equivocas. No mereces el dolor. Mereces ser feliz.
—Soy lo suficientemente feliz. Tengo mi música.
—Sí, me alegra que tengas algo importante para ti. Y me tienes... —Ella vaciló—
...a mí.
El corazón de él dio un vuelco.
—De hecho, no estoy seguro de qué hacer con eso.
—¿Te gusto?
—Mucho.
—Entonces sólo déjate llevar.
—¿Dejarme llevar? —Esta conversación estaba poniéndose demasiado seria y de
alta presión. Respiró hondo—. ¿Dejarme llevar implica que tú me ates y me hagas
cosas en contra de mi voluntad?
—Quizás.
Él la empujó sobre su espalda y cubrió su cuerpo con el de él.
—Genial.
Antes de que pudiera besarla, ella le preguntó.
—¿Me contarás sobre tu padre?
203
—Lo siento, no puedo, pero puedes contarme del tuyo.
Ella vaciló.
Él le besó en la barbilla y la mandíbula.
—Nunca lo conocí —susurró ella, como si las palabras la asustaran.
—¿Nunca?
—No. Él sedujo a mi mamá, la embarazó. Tan pronto como se enteró de que estaba
embarazada, huyó.
Jace soltó un resoplido de aire.
—Qué afortunada.
—¿No tuviste una buena relación con tu padre? ¿Por eso que lo mataste?
Él la besó suavemente, con la esperanza de distraerla. No le gustaba pensar en su
padre, mucho menos hablar de él. Mientras sus labios acariciaban su mandíbula y
garganta, ella se derritió debajo de él. Tan receptiva. Tan maravillosa. Tan
comprensiva y dispuesta. Sabía que nunca encontraría otra mujer como ella. Sabía
que ella se iría tan pronto como descubriera la clase de hombre con quién se había
mezclado. Deseó ser digno de ella. También deseaba no estar tan físicamente débil y
cansado. El espíritu estaba dispuesto. El cuerpo quería acurrucarse en posición fetal
y desmayarse por agotamiento.
—Estás cansado —murmuró ella.
—Lamento no haber sido un buen amante para ti últimamente.
—No es cierto.
Él bostezó.
—Te recompensaré cuando este de vuelta sobre mis pies.
—No tengo ninguna duda de que lo harás.
—Cualquier cosa que quieras hacer, estoy dentro. Lo prometo.
Su cuerpo se hundió en el de ella mientras su fuerza disminuía.
Ella rio entre dientes. Justo antes de quedarse dormido, la oyó murmurar.
—No quieres prometer eso, azúcar. Tengo unos gustos bastante inusuales.
204
Traducido por Kasycrazy
Corregido por Deyanira
A
ggie buscó alguna aspirina en el botiquín. Necesitaba recordar que no
beber no era una competencia. Especialmente cuando competía con tipos
grandes como Sedric Lionheart.
—¿Te apresuras? —dijo Jon desde el pasillo.
Ella se tragó varios analgésicos y abrió la puerta del baño.
—Todo tuyo.
—Ya era hora. Dime algo, Aggie, ¿por qué tu pequeño novio y tú tienen la cama
mientras yo estoy atascado durmiendo en el duro sofá?
—Jace está herido. Necesita un sitio cómodo para recuperarse.
—Ustedes dos deberían haberse quedado en LA. Ni siquiera sé por qué él está
aquí. ¿No lo entiende? Estoy de vuelta. No hay manera en el infierno de que le permita
volver a tomar mi lugar.
Aggie cruzó los brazos sobre su pecho.
—Pensé que eras el de repuesto.
—Pensaste mal. Soy el original. Él es una mala copia. Un impostor. Un amateur.
Aggie estaba segura de que la posición de Jace en la banda estaba asegurada. Al
menos esperaba que así fuera. Si él perdía su música porque le habían disparado
protegiéndola, ella nunca se lo perdonaría.
—¿De dónde sacaste ese horrible collar? —Jon levantó el colgante en forma de
corazón de entre sus pechos—. ¿Jace lo escogió para ti?
—Mi madre me lo dio —dijo ella, arrancándoselo de la mano—. No toques cosas
que no te pertenecen.
—Tocaré lo que me dé la real gana.
205
Ella no esperaba que la agarrara. La besara. ¡Ugh! Con los brazos inmovilizados a
los lados, ella luchó por liberarse. ¿Por qué él era tan fuerte? Una mano apareció
desde la litera superior cerrada con cortinas detrás de Jon y lo tomó por el cuello.
—Suéltala, idiota —dijo Eric.
Tan pronto como Jon soltó sus brazos, ella le dio una bofetada en el rostro.
Jon se cubrió la marca roja de su mejilla con una mano.
—Maldita puta. —Se abalanzó hacia ella.
Eric tiró bruscamente del cuello de Jon, y éste se tambaleó hacia atrás.
—Te la merecías. Déjala sola.
—¿Qué? ¿Tienes que proteger a la pequeña puta de tu nuevo mejor amigo?
Eric lo empujó, y él se tropezó con Aggie.
—Nunca debería haber sugerido que sustituyeras a Jace. ¿Por qué simplemente
no te vas a casa?
Maldita sea, Jace necesitaba oír esto. Probablemente nunca la creería si ella se lo
decía.
Jon echó a reír.
—Muy buena, Eric. —Entró contoneándose al baño y cerró la puerta con más
fuerza de la necesaria.
Eric murmuró en voz baja, golpeó su almohada un par de veces y se volvió para
enfrentar la pared en su litera. Aggie se le acercó y le dio un golpecito en la espalda.
—Tratando de dormir aquí —refunfuñó él.
—Gracias —susurró ella en voz alta.
Él echó un vistazo por encima de su hombro y sonrió.
—No hay problema. —Se movió en la litera—. Hay sitio para ti aquí arriba, si
quieres ofrecer un agradecimiento más personal.
—Hmm —murmuró ella—. Tan pronto como consiga un nuevo látigo, me
aseguraré de mostrarte mi gratitud.
Él rio entre dientes.
206
—Si no me asustaras como la mierda, tal vez aceptaría esa oferta, preciosa. —Se
volvió hacia la pared y tiró de las mantas hasta la barbilla.
Ella se bebió un gran vaso de agua del fregadero de la cocina. Su cabeza latía como
el bombo de Eric. Jon salió del baño. Al pasar junto a ella, levantó el puño como si
fuera a pegarle y luego se echó a reír cuando ella se estremeció.
—No eres tan dura.
Si no dejaba de molestarla, ella iba a mostrarle cuán dura era.
—¿Te gustaría que te pateara el culo frente a tus amigos? Yo estaría más que feliz
de hacerlo.
—Lo que sea. —Él deambuló de vuelta al sofá, y cuando se acostó hizo un gran y
estúpido show para demostrar su falta de comodidad.
Ella esperaba que Jace se recuperara pronto para que pudieran deshacerse de este
imbécil, si no por otro motivo. A ella le gustaban los otros chicos de la banda e incluso
se estaba apegando más a Eric, a quién no había comprendido al principio. ¿Jon? Se
preguntaba si a alguien le importaría si ella accidentalmente lo empujaba del bus al
pasar sobre un puente.
20
7
Incluso cruzar la frontera canadiense era una aventura con los Sinners. Aggie no
podía recordar la última vez que había reído tanto.
Eric marchaba arriba y abajo por el pasillo del bus como un soldado británico,
usando una baqueta como bastón mientras cantaba a todo pulmón.
—¡Oh, Canadá! ¡Oh, Canadá! ¡Cuánto maldito frío hace aquí!
—Siéntate, Eric —exigió Sed.
—¡Oh, Canadá! ¡Oh, Canadá! ¡Una población de veintitrés!
—¡Eric! ¡Dije que te sientes!
Aggie se aferró el abdomen para evitar que el bazo se le rompiera por la histeria.
—¡Oh, Canadá! ¡Oh, Canadá! ¡Al menos tienes algunos árboles!
—¡Eric! —Sed lo derribó en una silla de capitán—. ¡Espera hasta que crucemos la
frontera! ¿Quieres que nos inspeccionen de nuevo?
—Trey siempre disfruta la inspección de cavidades corporales —contestó Eric.
Aggie se cayó del sofá, sin dejar de reír. Se tumbó en el suelo boca arriba,
sosteniendo su estómago con las dos manos mientras intentaba recuperar el aliento.
—Para. Para. Voy a vomitar.
—Mira lo que le hiciste a Aggie, Eric —dijo Brian con una sonrisa—. Ahora es un
bien dañado.
—A mí me parece sana —murmuró Trey, mirándola desde su posición privilegiada
en el brazo del sofá—. Mmmmm, increíblemente saludable. Por supuesto, podría
estar equivocado. Podríamos ir a jugar al doctor por un par de horas. Te examinaré
profundamente para asegurarme.
—Ayúdenme a levantarme. —Ella extendió la mano en el aire, y Jace sacó la mano
de Trey del medio con un golpe para ayudarla a ponerse de pie. Ella se obligó a no
abrazarlo cuando notó las punzadas de celos chispeando en sus profundos ojos
marrones justo antes de que desviara la mirada al suelo. Sabía que a él no le gustaban
las demostraciones públicas de afecto, pero era muy difícil mantener sus manos
quietas. Los chicos siempre parecían estar alrededor—. ¿Necesitas que te cambie las
vendas? —preguntó esperanzadoramente. Si lo tenía a solas en la habitación, podría
cubrirlo con afecto sin repercusiones.
—No en este momento.
—Y… —exclamó Dave desde el asiento del conductor—. Quieren hacernos una
inspección. Todo el mundo, tomen sus pasaportes y salgan del bus.
—Mierda —gruñó Sed, y golpeó a Eric en la parte posterior de la cabeza.
—Realmente no crees que quieran inspeccionar el bus porque me estaba burlando
de su himno nacional, ¿verdad?
—No, sólo me gusta golpearte. Quieren inspeccionar el bus porque han asumido
que si somos músicos de rock, tenemos que estar metidos en drogas ilegales.
—Amo Canadá —dijo Eric—. No puedo esperar a que reinstauren el servicio militar
para tener una razón legítima para mudarme aquí.
—Patrulla fronteriza —anunció un oficial uniformado mientras entraba en el
bus—. ¿Algo que declarar?
—Declaro que esto apesta —dijo Trey, arrastrando los pies al pasar junto a él.
—Oiga —le dijo Eric al oficial, y señaló a Trey—. Vi a ese chico meterse algo en el
culo.
Sed golpeó a Eric otra vez.
208
—Está bromeando, señor. Sólo bromeando.
—Sí lo vi meterse algo en el culo. La polla de otro tipo. —Soltó un bufido de risa.
Sed empujó a Eric hacia la salida.
—Sólo ignórelo, oficial. No sabe cuándo una broma es inapropiada.
—Aunque eso fue divertido, ¿verdad?
—Oh sí, divertidísimo, Eric. No le diremos al buen oficial lo que tú te metiste por el
culo.
—Yo no…
Sed le tapó la boca.
—Sólo ignórelo. Se pone nervioso cuando el crack comienza a perder efecto. Ésa
fue otra broma, por cierto. El bus está limpio. Lo garantizo.
Un segundo oficial entró en el bus con un pastor alemán, el cual luchaba con su
correa y ladraba con entusiasmo. El hombre esperó con el perro en la zona del
conductor mientras todo el mundo salía.
—¿Estás seguro de que está limpio? —le susurró Aggie a Sed.
—A menos que tú trajeras algo.
Aggie sacudió la cabeza.
—No, dejé las drogas después de la secundaria. Casi tuve una sobredosis un par
de veces.
—Bueno, ahí lo tienes. Tienes algo en común con Jon.
El labio de Aggie se curvó con disgusto. Ahí había algo de lo que estar orgullosa.
Miró a Jon, quien miraba a Jace con veneno como de costumbre. Aggie se acurrucó
contra Jace para cubrirse de la brisa fresca. No esperaba que estuviera tan frío en
septiembre y no se había puesto una chaqueta. Después de unos quince minutos, el
control fronterizo salió del bus.
—¿Podemos echar un vistazo por debajo?
—¿Tiene derecho legal para hacerlo? —preguntó Sed.
—Sí.
—Entonces, ¿por qué se molesta en preguntar?
209
Dave abrió las puertas de los compartimentos de almacenamiento debajo del bus.
El perro olfateó alrededor y tocó con la pata la chaqueta de alguien. El oficial la dejó
sobre el suelo. Después de un segundo olfateo, el perro perdió el interés.
Sin razón aparente, Jon se inclinó sobre Jace, chocándolo contra Aggie. Ante el
jadeo de dolor de Jace, Aggie se giró para fruncirle el ceño a Jon.
—¿Por qué hiciste eso?
Lo vio deslizar algo en el bolsillo de los pantalones de Jace y luego retirar su mano
vacía.
—Sólo parecía que ustedes tenían que acurrucarse un poco más —dijo Jon con
una sonrisa—. Había al menos medio centímetro entre ustedes.
Aggie metió la mano en el bolsillo de Jace. Sintió la pequeña bolsa llena de hojas
secas en el interior. Sabía lo que el bastardo había hecho. Antes de que pudiera
regresarle a Jon la bolsa de marihuana, el perro captó el olor y cargó contra ellos.
—¿Dónde está, chico? —preguntó el oficial.
Enormes patas aterrizaron en el centro del pecho de Jace. Jace hizo una mueca y
tomó un alarmante tono rojizo.
—¡Espera! —Aggie tomó el brazo bueno de Jace, pero el segundo oficial se lo
arrancó de las manos y lo arrojó sobre el asfalto. Teniendo el brazo atrapado en un
cabestrillo, no tenía manera de evitar la caída.
—Tranquilo. Está seriamente herido —dijo Sed, tomando al oficial por el hombro.
El perro encontró la bolsa en el bolsillo de Jace.
—Buen chico —le dijo el hombre a su perro—. ¿Qué tenemos aquí?
—No es mío —dijo Jace, jadeando a través de su dolor.
—Seguro que no.
—Está diciendo la verdad. Alguien se lo puso. —Aggie miró a Jon, quien estaba
haciendo un pésimo trabajo fingiendo inocencia al mirar las nubes.
El oficial sacó la bolsa del bolsillo de Jace y la examinó. Su rostro asumió una
expresión extraña.
Jon rompió a reír.
—¿De qué mierda te ríes? —gruñó Sed con su profunda voz de barítono.
210
El oficial abrió la bolsa, aplastando las hojas verdes con los dedos y las olfateó,
indeciso. Sumergió un dedo mojado y tocó una hoja contra su lengua.
—Esto no es cannabis16.
Jon rio más fuerte.
—Sólo es orégano. La mejor broma pesada jamás hecha, ¿huh, chicos?
Nadie estaba riendo.
—Entonces, ¿qué ha captado el perro? —preguntó el oficial—. Él no iría tras el
orégano. —Sacudió la bolsa hacia el perro, que se tocó la nariz y gimió.
Jon se encogió de hombros. Se inclinó sobre Jace.
—¿Estás bien ahí abajo, amigo?
Aggie ayudó a Jace a levantarse. Él se tambaleó mientras recuperaba el equilibrio.
La sangre se había filtrado a través del vendaje de su hombro y por su camiseta blanca
en varios lugares. Él se abalanzó sobre Jon, con el asesinato en sus ojos. Aggie se
envolvió alrededor de él y amplió su postura para retenerlo.
—No aquí, cariño —susurró, asintiendo hacia los oficiales—. Devuélvesela más
tarde.
—¿Necesitas que tu novia te sostenga, hombrecito? —dijo Jon, lleno de desprecio.
—Eso fue tan poco genial —dijo Eric. Tocó el hombro de Jace—. ¿Estás bien? Estás
sangrando.
Jace asintió ligeramente, respirando con dificultad mientras trabajaba para
enterrar su ira. Tenía todo el derecho a estar enojado, y si no hubiera habido dos
policías allí de pie, Aggie misma hubiera golpeado a Jon.
—Oficial, ¿puedo llevarlo al bus y curar sus heridas? —preguntó Aggie.
—Parece estar en muy mal estado —dijo el patrullero—. Tal vez deberían llevarlo
al hospital.
—Estaré bien —murmuró Jace. Tropezó contra Aggie. Ella lo tomó para
mantenerlo de pie.
—¿Puedo llevarlo dentro? —preguntó de nuevo.
16
Cannabis: nombre científico de la marihuana.
211
—Sí, hemos acabado aquí. Son libres de irse. —El oficial señaló a Jon—. Será mejor
que te cuides, amigo. Eso no fue divertido en absoluto. Tu amigo no tenía por qué ser
estrellado contra el suelo. Parece que está herido gravemente.
—Lo siento, señor. —Jon sonrió cruelmente—. No volverá a suceder.
El grupo hizo su camino hacia el bus, caminando lentamente detrás de Jace, quién
se apoyaba pesadamente en Aggie. Ella no estaba segura de cómo aún se mantenía
sobre sus pies. Iba a darle una paliza a Jon.
—Déjame ayudarlo —se ofreció Brian.
Brian tomó el brazo de Jace y le alivió el peso a Aggie.
—Estoy bien —dijo Jace.
—No estás bien —dijo Brian—. Y vamos a llevarte a un hospital. No vamos a dejar
que hagas una como Trey y nos convenzas de no conseguirte atención médica.
—Un hurra por la medicina de la seguridad social —aclamó Eric.
—Tienes que ser un ciudadano canadiense para obtener ese beneficio, idiota —
dijo Sed.
—Te he dicho que me iba a mudar aquí.
—Dave, pregúntale a ese policía dónde está el hospital más cercano —le dijo Trey
a Dave mientras Brian ayudaba a Jace a subir las escaleras. Aggie los seguía un paso
por detrás, preparada para atrapar a Jace por si se caía hacía atrás. Él apenas era
capaz de levantar la pierna lo suficiente como para subir las empinadas escaleras.
—No voy a ir al hospital —dijo Jace, su respiración trabajosa—. Eso sólo me dejó
sin aliento.
—Estás sangrando por todo el maldito lugar —dijo Trey, un paso por detrás de
Aggie—. ¿No estás ya bajo en sangre?
—Un litro o algo así —dijo Jace—. Estaré bien. Sólo necesito acostarme un minuto.
Y se acostó… sobre el suelo en lo alto de las escaleras.
212
Traducido por Erudite_Uncured12
Corregido por Deyanira
—S
igan sin nosotros —dijo Aggie—. Conseguiré un auto en algún
lugar y los alcanzaremos en unos pocos días. De todos modos, él
no será capaz de tocar. ¿No es ésa la única razón por la que
trajeron a Imbécil Jon con ustedes?
—No estoy seguro de que traer a Imbécil fuera la idea más brillante —murmuró
Sed—. Sé que hizo pasar todo el tema de la droga broma de mal gusto, pero si
conozco bien Jon, estaba sacándose la atención de encima porque tenía algo que
ocultar.
—Ahora está limpio, Sed —dijo Eric—. Él sabe que la banda no tolera las drogas
ilegales en la gira. Le dijimos eso antes de pedirle que viniera.
Sed abofeteó a Eric en la parte posterior de la cabeza.
—Consíguete un maldito cerebro, amigo. ¿Crees que él sería honesto al respecto?
Quiere estar en el escenario de nuevo más que nada. ¿Por qué crees que es malo con
Jace?
—Jace es un blanco fácil.
Sed puso los ojos en blanco y volvió la atención hacia Aggie.
—Tenemos un show mañana a la noche aquí en Vancouver. Probablemente
podamos quedarnos otra noche si es necesario y aun así llegar a nuestro próximo
show en Edmonton. Veremos si Jace se siente mejor para entonces. Si no es así,
ustedes dos pueden alcanzarnos después.
Aggie asintió. Ella supuso que había una razón por la que Sed lideraba la banda. Él
era un natural.
—Lo mejor es mantenerlo en el hospital durante el mayor tiempo posible —dijo
Sed.
Eric rio entre dientes.
213
—Un día, si tienes suerte. El doctor dijo que todo lo que necesitaba era reposo.
—Y sin juegos bruscos —añadió Sed.
Los ojos de Aggie se estrecharon.
—Eso fue todo culpa de Jon.
—Yo me encargaré de Jon —dijo Sed.
—Deja que Jace lidie con Jon cuando se sienta mejor.
Sed la miró. Por un momento ella pensó que iba a gritarle, pero él asintió.
—Le daré eso.
Aggie sonrió.
—Por desgracia, tenemos que ir a ensayar ahora. Jon está un poco oxidado.
—Como una puerta de hierro de cien años de edad en un pantano —murmuró Eric.
—Gracias, chicos. Les daré mi número en caso de que necesiten llamar —dijo
Aggie.
Después de que se fueron, Aggie se hundió en la silla junto a la cama de Jace. Ella
lo observó dormir por un tiempo. Esperaba que él voluntariamente aceptara
quedarse en el hospital durante unos días. Sabía que el estrés de estar en torno a Jon
lo afectaba. Bostezando, ella decidió ir a por una taza de café y se dirigió a la máquina
expendedora en el extremo del pasillo. Su teléfono sonó. Pensando que era alguien
de la banda, respondió inmediatamente.
—¿Ahora me hablas? —le preguntó su mamá.
—No.
—¿Vas a venir pronto a casa?
—No.
—Un cliente habitual tuyo pasó por aquí anoche. Dijo que había intentado
contactarte en el club, pero que le dijeron que te habías tomado unas largas
vacaciones.
Probablemente permanentes. Roy se había puesto furioso cuando ella llamó y le
dijo que no estaba segura de cuándo regresaría al trabajo. Aggie dejó el café en la
encimera y se apoyó contra la pared. Su madre siempre precedía grandes
revelaciones con declaraciones evasivas.
214
—Y le dijiste que estaba fuera de la ciudad, ¿verdad?
—Me gusta.
—¿Quién?
—Gary.
¿Gary el perdedor?
—No lo llevaste al santuario, ¿verdad?
—Quizás.
Aggie presionó el puente de la nariz entre el pulgar y el dedo índice.
—Mamá, si no sabes lo que estás haciendo, realmente puedes herir a alguien.
Ella se echó a reír.
—¿No es ése el punto?
—No. Yo entrené con una domme profesional durante dos años antes de hacer las
sesiones por mi cuenta.
—Podrías entrenarme. —Sonaba emocionada; por ahora. Aggie sabía que una vez
que se metiera en el verdadero trabajo, concentraría su atención durante unas tres
horas.
—¿No te avergüenza lo que hago? —dijo Aggie.
—¿Avergonzada? No, nena, yo nunca podría estar avergonzada de ti. Sólo tienes
veintiséis años, y mira todo lo que has logrado. Eres dueña de una bonita casa. Tienes
un trabajo bien pagado. Manejas dos empresas. Tienes a un hombre que te ama lo
suficiente como para recibir dos balas por ti. Demandas respeto. ¿Qué tengo yo,
Aggie? ¿Qué he hecho con mi vida? Nada. Tú eres la que debería estar avergonzada.
No de ti misma. Sino de mí.
Aggie apretó el corazón de plástico pintado de oro entre sus pechos y parpadeó
para contener las lágrimas.
—No tenía idea de que te sintieras así, mamá —dijo ella, su voz elevándose—.
Siempre estás diciendo cuánto quieres sacarme del club. Pensé... —Pensé que me
odiabas.
—Entonces, ¿me entrenarás para golpear a los hombres?
Aggie rio.
215
—De ninguna manera.
— ¿Por qué no?
—Me he especializado. Si realmente quieres hacer esto, necesitas ser entrenada
por alguien que sea bueno en todo.
—Suena duro.
—Es duro.
—Hablando de duro. Tendrías que haber visto lo duro que Gary se puso cuando…
—¡No lo digas! —Aggie sintió su rostro ruborizarse. No sabía que todavía era capaz
de ruborizarse.
Una mujer de cabello gris entró en la habitación y se sirvió una taza de café. Sonrió
dulcemente a Aggie, quien le devolvió la sonrisa y se volvió en la otra dirección.
—No puedo hablar de esto ahora, Mamá. Estoy en el hospital con Jace.
—Pensé que estaba fuera del hospital.
—Está de vuelta. No puedo conseguir que descanse.
—¿Por eso que te enamoraste de él? ¿Él no hace lo que tú dices? —Aggie podía oír
la diversión en su voz.
Era más complicado que eso, pero ella no quería hablar de Jace con su madre.
—No lo sé. Quizás. Me tengo que ir. Prométeme que te comportarás.
—Yo no hago promesas que no puedo cumplir.
Aggie casi podía ver la sonrisa maliciosa de la mujer.
—Mamá.
—Ten cuidado. Gracias por hablar conmigo. —Ella colgó.
La anciana, que estaba añadiendo azúcar a su café, le sonrió a Aggie.
—¿Madre desafiante?
Aggie resopló.
—Eso es un eufemismo.
—Tuve una de ésas. La extrañarás cuando se haya ido.
216
Si alguna vez se iba. Aggie sonrió a la mujer, recogió su café y regresó a la
habitación de Jace. Él estaba completamente vestido, incluyendo sus botas de cuero,
sentado en el borde de la cama esperándola.
—¿Estás lista para irnos? —le preguntó él, tirando de la línea del suero en su
mano—. Ahora me siento bien.
Ella suspiró y se sentó junto a él, sabiendo que no sería disuadido.
—Sólo déjame terminar mi café.
Él asintió y se quedó mirando sus rodillas mientras ella tomaba pequeños sorbos
de su taza de café. Si su madre no le daba un ataque al corazón inducido por el estrés,
su novio sin duda lo haría.
217
Traducido por nelshia
Corregido por Deyanira
J
ace se paseaba por el pasillo mientras Aggie y él esperaban que el concierto
finalizara y que la banda regresara al bus. Ella estaba sentada en la encimera
de la cocina viéndolo pasar de ida y vuelta frente a ella. No le había permitido
alejarse de su vista todo el día, pero al menos ella lo había sacado que saliera
del maldito hospital. Le debía otra.
—¿Por qué no vas a ver el show? —preguntó Aggie—. No estás descansando nada.
—No puedo mirar. —La sola la idea de Jon en el escenario, tocando su música, lo
estaba volviéndolo loco. Excepto que no era la música de Jace. No realmente. Jon
había compuesto cada línea de bajo en su actual lista de canciones. ¿El nuevo álbum?
Sí, Jace tenía algo que ver con esas composiciones, tenían su sello en ellas, pero sus
tres álbumes anteriores eran todos de Jon.
—¿Por qué no me dices lo que te molesta? —Aggie lo enganchó por la cintura
mientras pasaba frente a ella y le rodeó las caderas con sus largas piernas para evitar
que se escapara.
Él miró el barato dije con forma de corazón situado entre sus pechos.
—¿Por qué siempre llevas esta cosa? —preguntó, levantando la ligera y
descascarada pieza de joyería de su lugar de descanso.
—Uh-uh —dijo ella—. No.
Él la miró cuestionando.
—No vas a cambiar el tema. No te lo voy a permitir.
Él bajó los ojos y se encogió de hombros. Ella lo atrajo más cerca, los brazos
deslizándose alrededor del cuello.
—Dime, Jace. No hay nadie aquí excepto yo.
218
Él acarició corazón de plástico y laminado de oro con los dedos mientras luchaba
por encontrar las palabras. No era que no quisiera decírselo. Hablar de sus
sentimientos en voz alta hacía que sus palmas sudaran y su corazón se acelerara.
Aggie se pasó los dedos por el borde de la oreja.
—¿Echas tanto de menos estar en el escenario?
Él sacudió la cabeza ligeramente. Amaba tocar en vivo, pero no por la gloria como
Sed, o la emoción como Brian o la diversión como Trey, sino compartir la música, el
alma... como Eric. Sin embargo, eso no era lo que le molestaba.
—¿Es porque Jon está ahí afuera haciendo lo imposible para reemplazarte?
Él asintió.
Sus dedos se deslizaron por su mandíbula hacia debajo de la barbilla.
—Mírame.
Él respiró hondo y forzó a su mirada a encontrar la de ella. Él esperaba su mirada
de lástima, pero encontró su expresión sincera y tan comprensiva que su corazón se
elevó a la garganta, robándole su aire.
—No lo hará. No te preocupes. Sólo hay un Jace. Tú eres cien por ciento
irremplazable. —Ella lo abrazó, presionando su mejilla contra la suya—.
Irremplazable —susurró.
Él sacó el brazo del cabestrillo y la envolvió con ambos brazos, acercándola más
todavía. Se apoyó en ella, sosteniéndola. No, ella lo sostenía a él, consolándolo. Se
sentía bien apoyarse en ella y al mismo tiempo aterrador. Quería dejarla entrar.
Dejarle ver todo lo que él era pero, ¿si algo le sucedía a ella? ¿Si lo dejaba? ¿Si moría?
¿Qué tal si ella veía lo que había realmente dentro de él y lo odiaba? La forma en que
su madre lo había odiado... y su padre… y Kara. Cada persona que él había amado lo
había odiado antes de morir.
Jace se apartó bruscamente de su asidero, se volvió y se apretó las sienes con las
palmas de las manos. Tenía que apartar esos recuerdos de sus pensamientos. Él no
podía hacerles frente. No ahora. Nunca. Estar con Aggie seguía trayéndolos a la
superficie. Cosas que él creía haber enterrado hace años. No sabía cuánto tiempo más
podría permitirle que se quedara; por el bien de su cordura.
Ella bajó de la encima de un salto, se apoyó contra su espalda y le envolvió la
cintura con los brazos.
—¿Estás bien?
219
Él se apartó, incapaz de soportar su ternura.
—Ya veo —murmuró ella—. ¿Quieres hablar de ello?
—No, yo no quiero hablar de ello, maldición. —Él levantó una mano, la palma en
el rostro de ella—. Sólo dame un minuto para mí mismo.
Ella lo tomó por la parte delantera de su camiseta y lo arrastró hacia el dormitorio.
—Dije que no quería hablar de ello.
Ella lo fulminó con la mirada por encima del hombro.
—Ya terminé de hablar, Jace. Es hora de tu castigo.
La expresión fría y dura en el rostro de ella lo excitó al instante. Castigo. Eso era
exactamente lo que necesitaba. Pero, ¿cómo iba a lastimarlo de manera efectiva? Ella
no tenía sus instrumentos de tortura. Lo empujó hacia la habitación y cerró la puerta
de golpe. Sus manos se movieron a la cintura de sus jeans. Le desabrochó el cinturón
y lo liberó de sus presillas.
—Date vuelta —exigió.
Incluso sin el cuero y las botas altas, ella lo excitaba. Su actitud dominante fue
suficiente para hacer que su sangre bombeara.
—Golpéame.
—Te golpearé cuando piense que te lo has ganado. Me debes una disculpa.
El ceño de él se frunció con confusión.
—¿Por qué?
—Por falta de respeto. Por descartar mi preocupación al poner tu mano en mi
rostro.
¿Había hecho eso? Él no había estado pensando con claridad. Nunca lo hacía
cuando su pasado irrumpía en sus pensamientos.
—Lo siento.
—Lo siento, Ama V —dijo ella, recordándole dirigirse a ella con respeto.
—Lo siento, Aggie. Yo sólo... —Él volvió la mirada desenfocada al suelo.
—Lo sé, cariño —susurró él—. Date vuelta.
Él se volvió.
22
0
Cuando el cuero golpeó con fuerza contra su culo, el cuerpo de él se estremeció.
Ella lo golpeó en el mismo lugar de nuevo. Una vez más. Cada vez que el dolor se
intensificaba, su polla se endurecía. Sabía que había algo malo con él. Esta conexión
entre la excitación sexual y el dolor físico. Pero no podía evitarlo. Y Aggie le dio
exactamente lo que necesitaba sin criticar. Ella comprendía.
Lo comprendía. Él no sabía cómo. No estaba seguro de que quería que ella lo
hiciera.
Ella mantuvo todos sus golpes punzantes en su culo. Él quería sentir la picadura
del cuero contra su piel desnuda, pero ella no le había dicho que se quitara la ropa.
—¿Tu polla está dura, Jace?
—Sí. —Él inhaló la palabra entre los dientes.
—Muéstrame. Afloja tus pantalones y sácala fuera para que la vea.
Él hizo lo que dijo, endureciéndose todavía más mientras liberaba su polla de sus
confines.
—Muy linda —murmuró ella—. ¿Quieres que te golpee en el culo desnudo?
—Por favor.
—Baja tus pantalones hasta las rodillas.
Temblando de anticipación, él bajó los jeans por sus caderas y los muslos.
—Tu piel ya está realmente roja. ¿Estás seguro de esto?
—Ah Dios, Aggie. Lastímame. Por favor, lastímame.
—Bueno, ya que suplicaste tan amablemente.
El cinturón resonó al golpear la piel sensibilizada de su culo. Su cuerpo se sacudió,
y él jadeó. Se concentró en el dolor, necesitándolo como una cubierta, necesitando
que bloqueara el intenso dolor que teñía de negro su alma. Con cada latigazo, la
ardiente sensación empujaba la oscuridad a lo más profundo, donde podía fingir que
no existía.
Después de veinte o treinta golpes, Aggie movió su cuerpo contra la espalda de él.
Ella le acarició el culo caliente y que escocía con la mano libre. Fresca y relajante. Él se
estremeció de emoción cuando ella continuó acariciándolo.
—Tócate —le susurró al oído.
221
Él abrió los ojos y atrapó su mirada en el espejo sobre el tocador. Ella estaba
mirando su reflejo, su atención fija a su polla dura.
—¿Tocarme?
—Envuelve tu mano alrededor de esa polla grande tuya y acaríciala. —Ella le
mordió la oreja. Él se estremeció de nuevo, pero no obedeció. No podía darse placer.
Nunca lo había hecho antes. No planeaba empezar ahora. —Hazlo —insistió ella.
—No.
Ella retrocedió.
—¿Está desobedeciendo tu ama?
—No puedo, Aggie.
—Mentiras.
Ella fue hacia la mesa de noche y abrió el cajón donde Brian guardaba sus juguetes.
Jace la miró con recelo. ¿Qué planeaba hacerle?
Sacó una botella de aceite del cajón y vertió un poco en la mano de él. Él se resistió
mientras ella intentaba dirigir su mano a su polla.
—Aggie, no.
—Pareces pensar que la única razón por la que anhelas el dolor es porque te lo
mereces.
—Sí me lo merezco.
Ella sacudió la cabeza hacia él.
—Te gusta. No te pondrías tan duro si no te gustara.
—No. Ésa no es la razón —insistió él.
—Cariño, está bien que te guste.
—Es raro. —Él sabía que lo era. Por eso intentaba engañarse a sí mismo pensando
que necesitaba el dolor por una razón. No porque le gustara. Se lo merecía.
Ella cerró sus manos combinadas y pasó la mano lubricada por la longitud de su
polla, deteniéndose en su cabeza hinchada. Jace jadeó cuando el placer recorrió su
cuerpo, que ya estaba más que excitado por el latiente escozor en el culo.
—Quizás algunas personas piensan que es raro —dijo ella—. Pero yo no. Me gusta
que te guste. Me pone muy caliente verte así.
22
2
—¿Es así? —Ella movió la mano por su vara hacia la base. El placer no era tan
intenso como lo había sido cuando el dolor había estado fresco. Ya se estaba
disipando.
—Sí. Dime lo que quieres, Jace.
—Quiero... —vaciló—. Quiero dolor.
—¿Y qué más?
Ella deslizó sus manos combinadas hacia arriba de su polla de nuevo. Él se
estremeció.
—Y placer.
—Eso no fue tan difícil de admitir, ¿verdad?
Sí, lo fue en cierta forma, en realidad. Nunca había querido admitirlo, ni siquiera
para sí mismo.
—Cuanto más rápido te acaricies más duro golpearé —dijo ella—. ¿Quieres que te
pegue más duro?
—Sí. —Sus manos combinadas se movieron más rápido sobre su polla lubricada.
Bombeándola. Más rápido. —Golpéame duro, Aggie. Hiéreme.
Ella liberó su mano y dio un paso atrás. Él esperó el siguiente golpe, pero éste
nunca llegó. Echó un vistazo por encima del hombro.
—¿Terminaste? —preguntó él.
—Has dejado de mover tu mano.
Él se mordió el labio y cerró los ojos, frotando su palma desde la palpitante cabeza
de su polla hasta su base. El cinturón tocó el culo. Se acarició más rápido. Ella golpeó
con más fuerza.
Más rápido. Bombeándola duro. Deleitándose en la respuesta de ella. Su placer
creció. Su excitación se intensificó. Trabajó la sensible cabeza con la mano aceitada,
las ranuras entre los dedos golpeándolo por encima del borde. Ella lo estaba
golpeando tan duro ahora que su carne se estremecía en señal de protesta, pero él
quería más.
—Ah Dios, Aggie. —Él acarició su vara aún más rápido, masajeó la cabeza hasta
que el dolor y el placer se unieron—. Espera. Detente. Voy a venirme. Espera. —Él
liberó su polla. El cinturón cayó quieto—. No. Continua golpeándome, por favor.
22
3
—Has dejado de tocarte.
—Sí, lo sé. No quiero acabar. No... no lo merezco.
—Necesitas esa liberación, Jace. Son los quince segundos del día en que realmente
dejas ir todo. Quiero eso para ti.
—Más necesito el dolor.
—No te creo. Además, verte masturbarte realmente me está excitando.
Él la miró por encima del hombro, las cejas levantadas.
—¿En serio?
—Oh, sí. —Ella se quitó la camiseta roja y luego arrojó su sujetador a un lado—.
Quiero que acabes en mis tetas, bebé. ¿Ves lo duros que están mis pezones?
Él los vio, muy bien; quería esas tensas puntas contra su lengua. Ella volvió a
golpearle el culo con el cinturón.
—Sigue adelante. Acaríciate hasta que acabes.
Él siguió haciéndolo. Mayormente porque ella lo quería, pero a una parte de él le
gustaba el placer mezclado con el dolor, le gustaba que la excitara; no podía tener
suficiente. Se preguntó por qué nunca se le había ocurrido masturbarse mientras
alguien lo golpeaba. Acariciándose a sí mismo tan vigorosamente como lo hacía, no
le tomó mucho tiempo encontrar su cima. Cuando él se estremeció y jadeó, Aggie lo
hizo volverse, se puso de rodillas delante de él y le ofreció sus pechos. Él deslizó su
polla entre los suculentos globos y los juntó. Su respiración se detuvo mientras
espasmos aferraban la base de su polla y él derramó su semen entre sus pechos,
sobre su pecho y hasta su garganta. Cuando su cuerpo se quedó inmóvil, Aggie lo
volcó sobre la cama.
—Oh, Dios mío, estoy tan excitada ahora mismo —dijo.
—Deberías haberme dicho eso antes de que desperdiciara mi carga.
—Eso no fue un desperdicio. —Ella levantó su gran pecho hacia su boca y lamió
los fluidos que pudo alcanzar con la lengua.
—Sigue así, y estaré duro de nuevo en poco tiempo.
Ella se puso de pie, se quitó el resto de la ropa, y se arrastró a su lado en la cama.
—Chúpalos, Jace.
22
4
Él no vaciló en tomar un duro pezón en su boca. Saboreó su propio semen en ellos.
Amó la forma en que se mezclaba con el sabor de su piel.
Ella se estremeció.
—Dios, estoy caliente.
Maldición sí, lo estaba. Él vio cómo la mano de ella se movía por su vientre y se
colocaba entre sus muslos. Cuando sus dedos desaparecieron de la vista, él levantó
la cabeza y se movió hacia abajo por el cuerpo de ella para ver mejor. Ella deslizaba
dos dedos dentro y fuera de su hinchado y mojado coño. Su otra mano frotó su
clítoris.
—Oh —jadeó—. No te detengas todavía, Jace. Chupa mis pezones. Por favor.
Él se debatía entre darle lo que quería y observarla dándose placer. No podía hacer
las ambas cosas al mismo tiempo. Aggie estremeció y gritó. La puerta se abrió de
golpe.
Jon estaba en el umbral, luciendo ligeramente divertido.
—¿Terminaron? Tengo cuatro chicas fáciles y una furiosa erección. Ninguna está
dispuesta a esperar un minuto más.
—Vete a la mierda de aquí —gritó Jace.
Jace se levantó y se subió los pantalones, prendiéndolos apresuradamente. Se
dirigió a la puerta con un puño cerrado.
—Ya he tenido suficiente de tu mierda, Jon.
—¿Es mi culpa que no cerraras la puerta la puerta con llave?
Aggie tomó a Jace por el brazo, pero él la ignoró.
—No hay cerradura en la puerta, idiota. Y es tu culpa que no hayas tocado —dijo
Jace.
Los ojos de Jon se trasladaron a Aggie, que estaba junto a Jace tratando de llamar
su atención. Jace la miró. Hermosa, como de costumbre, y completamente desnuda.
—¡Ve a ponerte algo de ropa!
—No me grites —gruñó ella.
—Dios mío, Aggie, eres una bomba. —Jon señaló con el pulgar en dirección a
Jace—. ¿Qué ves en este imbécil defectuoso?
225
Jace había aceptado suficiente abuso de este imbécil. Todavía no lo había
retribuido haberle plantado drogas falsas en la frontera. Jace puso ambas manos
sobre el pecho de Jon y empujó. Jon se tambaleó hacia atrás sobre las chicas jóvenes
que lo habían acompañado al bus. Y por jóvenes, Jace quería decir jóvenes; todavía
en la escuela secundaria, probablemente. Jace se sorprendería si alguna fuera mayor
de edad. ¿Qué pensaba este tipo?
—Fuera del bus —dijo Jace.
—Tú bájate del bus. Ni siquiera estoy seguro de qué haces aquí todavía. Gracias
por cubrirme mientras no estaba, pero regresé. La banda no te necesita más.
—Eso no significa mucho viniendo de ti —dijo Jace.
—¿Qué pasa con los fans? ¿Lo que ellos quieren? ¿Cuándo fue la última vez que
corearon tu nombre?
Bueno, nunca, la verdad, pero eso no importa. Sed, Brian, y Trey mantenían a la
multitud entretenida. Jace sólo hacía su trabajo y ponía cada pedacito de su corazón
roto y su alma lacerada en su actuación. No necesitaba ser el centro de atención. Los
chicos intentaban que interactuara más con la multitud, pero...
Mierda, quizá Jon tenía razón. Quizás Jon sí era mejor para la banda. No
musicalmente. Jace sabía que él era un mejor bajista de Jon, pero como artista, Jon
tenía la personalidad más extrovertida. Jon enganchaba a la multitud y lo pasaba bien
en el escenario. Quizás eso era lo que realmente le importaba a los fans. Quizás la
música no era tan importante después de todo.
Jon sonrió.
—Eso te calló, ¿verdad? Ahora lárgate de mi camino. Necesito echarme un polvo.
Y mis chicas no tendrán que hacerse acabar ellas mismas, a diferencia de la tuya. —
Miró a Aggie, que todavía estaba desnuda—. Aggie, si necesitas ser follada, mis
pantalones están siempre abiertos.
Jace realmente no calibró el golpe. Su formación, sus instintos de boxeo, tenían el
control total. Ni siquiera sintió el puño conectar. Jon cayó al suelo. Jace recibió menos
satisfacción de noquearlo de lo que pensaba. Su brazo derecho y el hombro
protestaron por la fuerza que había puesto detrás del golpe, pero ni siquiera ese dolor
lo hizo sentirse mejor.
—Te dije que nunca volvieras a faltarle el respeto a mi mujer—murmuró Jace,
antes de subirse a la litera superior con cortinas para descansar como se suponía. La
forma más rápida de deshacerse de Jon era ponerse mejor. Disfrutar de Aggie y
meterse en peleas a puñetazos no eran precisamente favorables para la curación.
226
Aggie tropezó con el cuerpo tendido de Jon y subió a la litera inferior para mirar a
Jace, quien “descansaba” en la litera de arriba. Respiraba con tanta fuerza, que ella
temía que hiperventilara.
—¿Estás bien?
Él acomodó su almohada, pero no se volvió para mirarla.
—¿Por qué me sigues preguntando eso? Estoy bien. Sólo necesito dormir.
Ella le frotó la espalda baja, sintiendo la tensión en su cuerpo. Ella había logrado
sacarle algo de esa tensión y entonces... Jon apareció.
—Si tienes hambre, que podría hacerte unos huevos o algo así.
—Quizás más tarde.
Ella le dio un beso en la nuca y bajó al suelo.
Dos de las chicas que Jon había traído al bus habían huido. Las otras dos estaban
inclinadas sobre Jon, tratando de reanimarlo.
—¿Cuántos años tienen ustedes dos? —preguntó Aggie.
—Dieciocho —dijeron efusivamente al unísono.
—Sí, y yo soy un hombre negro con gigantes bolas peludas. —Los ojos de las chicas
se movieron por su cuerpo desnudo. Buscando gigantes bolas peludas, supuso—.
Creo que ustedes dos deberían irse. Yo me ocuparé de él. —Aggie tomó a cada chica
por el brazo y las condujo a la salida.
—No nos hagas irnos. Queremos conocer a Trey.
—¿Trey? ¿Entonces por qué estaban aquí con Jon?
—Era el único interesado.
Aggie sonrió.
—Ya veo. Eso tiene más sentido. Quizás si esperan fuera del bus por un rato, Trey
aparecerá y les dará un autógrafo o algo así. —Odiaba a poner a Trey en el foco, pero
no quería que los chicos se metieran en problemas por tener chicas menores de edad
en el bus, incluso si el pervertido que había planeado abusar de ellas estaba
inconsciente en el suelo.
—Eso probablemente sería lo mejor. —La chica miró por el pasillo a Jon, que
todavía yacía inmóvil en el suelo. Soltó una risita—. Jace realmente lo noqueó.
22
7
—¿Sabes quién es Jace?
—Por supuesto que sé quién es Jace. Él es el mejor bajista del planeta. Lamento
no haberlo visto en el escenario. Es una belleza. Tan tímido y lindo. Y linnnndo. Y lindo
al estilo oh, mi Dios, eh. —Ella sonrió y se abrazó a sí misma—. Sed dijo que estaba
enfermo, así que Jon estaba cubriéndolo.
Aggie desvió la mirada.
—Algo por el estilo.
—Dile a Jace que espero que se recupere de su diarrea explosiva pronto.
Los ojos de Aggie se abrieron, y luego se echó a reír.
—¿Eso es lo que Sed le dijo a todos?
—¿Estaba bromeando con nosotros?
Aggie se secó los ojos con el dorso de la mano.
—Sí, Sed te estaba tomándoles el pelo. El brazo derecho de Jace está herido, pero
estoy segura de que estará de regreso en el escenario en cualquier momento.
La chica le dio a Jon una última mirada decepcionada y luego bajó los escalones
del bus.
Eric se detuvo fuera de la puerta, mirando a la joven con desconcierto.
—Pensé que estabas con Jon esta noche.
—Jon no está con nadie esta noche —dijo Aggie—. Excepto el suelo.
—Jace lo noqueó —añadió la chica y luego rio.
—¿En serio? —Eric subió los escalones y se detuvo al final del pasillo—. ¿Sigue
respirando? —Envolvió a Aggie con un brazo, la mano deslizándose sobre la piel
desnuda de su cadera. Aggie se salió de su asidero.
—No revisé —admitió Aggie. Honestamente, no le importaba mucho.
—¿Y dónde está Jace?
—Está descansando en su litera. No lo molestaría. Está un poquito malhumorado.
Eric se movió por el pasillo y trabajó en reanimar a Jon. Aggie pasó junto a ellos
para encontrar algo de ropa. Cuando volvió, hizo una pausa para observar a Eric
golpear las mejillas de Jon.
22
8
—¡Mierda! —se quejó Jon mientras se concentraba en abrir los ojos.
—Te dije que no te metieras con Jace —dijo Eric.
—Tú molestas a Jace.
—Eso es diferente. Yo le gusto. Él te odia a muerte.
Jon se frotó la mandíbula magullada.
—Eso es obvio. Caray, ni siquiera puedo bromear con él.
—No estabas bromeando un poco con él. —Aggie cruzó los brazos sobre el
pecho—. Estabas siendo un imbécil, y te llamó la atención por eso.
—Lo que sea. —Jon tomó la mano ofrecida de Eric y se puso de pie. Miró a su
alrededor en el bus—. ¿Adónde fueron mis chicas?
—Con suerte de regreso a sus padres. Creo que ya pasó su hora de dormir —dijo
Aggie.
Los ojos de Jon se estrecharon.
—¿Qué se supone que significa eso?
—No podría haber tenido mucho más de dieciséis años.
—¿Y?
Aggie arrugó la nariz con disgusto.
—Cerdo.
—Vaca.
—¿Se callarían de una puta vez? —gritó Jace —. Estoy tratando de dormir.
—Podrías tomar el dormitorio —se quejó Jon—. Arruinaste completamente mis
planes para la noche.
Jace saltó de su litera y se dirigió a la habitación del fondo.
—También arruinaste mis planes para la noche, hombrecito —dijo Eric.
Jace miró a Eric por encima del hombro.
—Realmente no querías verlo violar a cuatro niñas.
Eric sonrió.
—Déjame verte hacerlo con Aggie la próxima vez, y te perdonaré.
22
9
—No creo que serás capaz de manejar la situación.
Aggie se rascó la cabeza. ¿De qué hablaban estos tipos?
—Pruébame — desafió Eric.
—Eso depende de Aggie —dijo Jace y entró en el dormitorio. Se quitó la ropa y se
metió en la cama.
Eric juntó las manos delante del pecho.
—Por favor, déjame observar, Aggie. Me quedaré fuera del camino.
—¿Mirar? ¿Mirar qué?
Él envolvió sus hombros con un brazo.
—A Jace y a ti tener sexo, ¿qué más?
—Él no está en condiciones de tener sexo esta noche —dijo ella.
Eric contuvo la respiración.
—No dijiste que no.
—Tampoco dije que sí. —Algo en la expresión hambrienta en los brillantes ojos
azules de Eric hizo que los jugos de Aggie fluyeran de nuevo.
230
Traducido por Nnancyc
Corregido por Deyanira
A
ggie abrió los ojos a la curiosa mirada de Eric.
―¿Estás despierta?
Ella se asustó y se cubrió los ojos con una almohada.
―Dios, ¿cómo puedo dormir contigo mirándome así?
―No tuviste problema en la última hora.
―¿Has estado mirándome dormir por una hora?
―Uh huh.
―Eric, tienes un problema.
―Estoy bien consciente de eso. Estoy listo.
―¿Para qué?
―Para mirar.
―Esto le quita un poco de espontaneidad y romance al hecho, ¿sabes?
Eric se recostó y se sentó en el piso con la espalda contra la pared.
―Sólo finge que no estoy aquí.
―Sí, como si eso fuera posible.
Jace le hizo cucharita contra su espalda.
―Es temprano ―murmuró.
Ella volvió la cabeza para mirarlo. Los labios de él se curvaron en una tierna sonrisa,
pero mantuvo los ojos cerrados.
―Lo siento. ¿Te desperté? ―preguntó ella.
―Sí. Sabes que no soy una persona madrugadora.
231
Las manos de él se movieron para tomar sus pechos. Al parecer, no estaba
consciente de la presencia de Eric. No estaba segura por qué la idea de Eric los mirara
la excitaba. Ella había tenido una época salvaje en salones de sexo en su juventud,
pero no lo había hecho frente a una audiencia en años. Había conseguido un cierto
nivel de excitación en esos días, sabiendo que otra gente podía verla realizar y
recibiendo actos sexuales. Sin embargo, esos habían sido desconocidos. Esto era
diferente. Tendría que mirar a Eric a los ojos después que esto terminara.
—¿No te importa que él esté mirando? —preguntó Jace.
—¿Sabías que estaba aquí?
—No estoy tan aturdido en la mañana. —Su sonrisa se amplió, y su mano se deslizó
hacia abajo por su vientre.
—Creo que será sexy. Quiero que mire.
—Yo también —murmuró él.
Ella se dio vuelta en sus brazos y le pasó los dedos por el cabello. Él no le había
puesto gel recientemente, y a ella le encantaba su textura sedosa bajo sus palmas y
entre sus muslos.
Lo besó y dirigió la mano de él entre sus piernas.
—Nunca llegué a acabar anoche —susurró—. Quiero tu boca justo aquí. —Le
apretó la mano contra su montículo.
—Creo que puedo lidiar con eso.
Le sacó la ropa interior del cuerpo. La sorprendió al rodar sobre su espalda. Cuando
le frunció el ceño con confusión, él sonrió y dijo.
—Ven aquí, nena. Siéntate en mi cara.
Ella salió de las mantas y se movió hacia arriba por su cuerpo para sentarse a
horcajadas de su rostro. Él le envolvió los muslos con los brazos y levantó la cabeza
para succionar su clítoris.
—Wow —jadeó ella.
Él succionó cada pedacito de carne resbaladiza entre sus muslos y luego sumergió
la lengua dentro de ella. Ella se estremeció.
—Jace.
Su barba incipiente y áspera raspó la carne sensible mientras follaba su coño.
Besando, chupando y lamiendo hasta que ella no pudo soportarlo más. Retrocedió
23
2
con la intención de deslizar su cuerpo hacia abajo. Él envolvió sus muslos con ambos
brazos y no le permitió moverse. Después de un largo momento, Jace volvió la
cabeza, jadeando por aire. Aggie se echó hacia atrás sobre su pecho para dejarlo
recuperar el aliento.
—Eric, ¿puedes ver? —preguntó Jace.
—En realidad, no.
—Ven aquí arriba con nosotros.
Eric se lanzó encima de la cama.
—¿Quieres que él participe? —Jace asintió hacia Eric.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Aggie.
—¿Puede tocarte?
Los ojos de Aggie se ampliaron con sorpresa.
—Pensé que sólo iba a observar.
—Así es la cosa con Eric. Comienza mirando, pero a veces se deja llevar. Si no
quieres que te toque, no lo permitiré, pero si no te importa, puede ayudarme a darte
placer.
Ella rio.
—No puedo lidiar con tanto placer que me das por tu cuenta. ¿Cómo crees que
lidiaré con incluso más?
Jace le deslizó la camiseta sin mangas sobre la cabeza. Eric medio gruñó, medio
gimió cuando sus senos fueron revelados.
—Creo que puedes manejarlo —murmuró Jace, sus dedos rozando un tenso
pezón.
Ella miró a Eric. No tenía problema con que participara. Lo encontraba un poco
descorazonador que Jace no tuviera reparos sobre que otro hombre pusiera sus
manos sobre ella. O que la viera desnuda. Sí, ella salía en topless a escena, pero esto
era diferente. Esto era mucho más personal. O quizás no. No tenía que serlo.
—Puede tocarme. Lamerme. Chuparme. Follarme. Lo que sea.
—Sí —dijo Eric, haciendo un puño victorioso.
—No —dijo Jace—. No va follarte. Sólo yo te follo.
233
Aggie sonrió para sí misma. De acuerdo, eso la hacía sentir mejor. No estaba segura
de por qué. No era un gran límite, pero era algo.
—Pero puedo acabar sobre ella, ¿verdad? —preguntó Eric.
Jace se encogió de hombros.
—Eso depende de ella.
—Ya veremos.
Jace la apartó con cuidado de su pecho para sentarla en el centro de la cama y
movió para arrodillarse junto a ella. Le apartó el cabello y le plantó un beso tierno en
su hombro.
—¿No es hermosa? —le preguntó a Eric.
—Sí. Preciosa —coincidió Eric. Extendió una mano hacia el pecho de ella, pero
dudó a milímetros de su piel. El pezón de ella se endureció, tensándose hacia sus
dedos. Él inhaló profunda y temblorosamente y bajó la mano para posarla en un puño
apretado en su muslo.
Jace sonrió con socarronería. Estaba de un raro humor esta mañana. Más calmado
de lo usual. Un poco engreído. Ella decidió que era porque Eric estaba allí, y él sabía
que era el hombre en la parte superior del tótem.
Jace tomó el mentón de Aggie y le volvió la cabeza en su dirección. La besó
cariñosamente y le apartó el cabello del rostro. Le susurró al oído para que Eric no
pudiera oír.
—Esto es sólo sexo, Aggie, ¿de acuerdo? No te apegues a esto emocionalmente.
Ella asintió, comprendiendo a qué se refería. Esto carecería de su habitual
conexión emocional. Estaba bien con ella, siempre y cuando consiguiera ver dentro
del corazón de él cuando estuvieran juntos a solas.
—Conozco la diferencia. Habría dicho que “no” si tuviera problemas con esto. No
te preocupes por mis sentimientos.
Él la besó profundamente y luego se apartó. Cuando la miró, ella tuvo la sensación
de que él no la veía como Aggie, sino como una extraña con quien experimentar. Ella
intentaría olvidar sus sentimientos por él esta mañana, pero sabía que no sería fácil.
Lo amaba. No creía que él tuviera los mismos sentimientos por ella, pero con suerte,
algún día los tendría.
De rodillas, Jace se movió frente a su cuerpo y bajó la cabeza para frotar la lengua
sobre su pezón. Eric, todavía completamente vestido, pegó su cuerpo contra el de
23
4
ella por detrás, los labios sobre su hombro mientras observaba a Jace meter su pezón
en la boca.
Ella se estremeció. Eric le acarició ligeramente la piel desnuda de la parte superior
de sus brazos con la punta de sus dedos, dejando piel de gallina en la superficie de su
piel. Ella se apoyó contra su firme pecho, concentrándose en no levantar las manos y
aferrarse al cabello de Jace mientras él succionaba. Quería practicar autocontrol por
tanto tiempo como fuera posible. Una prueba a su fuerza de voluntad. La sensación
tirante en su pecho se extendió hacia abajo por su vientre y entre sus muslos,
apretando su útero con suaves espasmos, haciendo que sus labios se hincharan y se
humedecieran con deseo. Cuando Jace movió la boca a su otro pecho, Eric dejó un
sendero de besos a lo largo de la parte superior de su espalda y se ubicó contra su
otro hombro para poder ver a Jace volverla loca de necesidad.
Aggie apretó las manos en puños, permitiendo a Jace tenerla a su manera, cuando
cada instinto la animaba a aferrarse a él.
Las manos de Jace se deslizaron sobre la piel de su espalda baja. Las de Eric se
movieron para rodear su cintura. La tenían en un abrazo doble. Su corazón latía fuerte
con anticipación.
—Ponla sobre su espalda —instruyó Jace.
Eric se movió detrás de ella y la puso sobre su espalda. Jace le enderezó las piernas
y regresó a succionarle el pezón izquierdo. Aggie jadeó de manera inconexa cuando
Eric se movió para recostarse contra su lado derecho y se metió el otro pezón en la
boca. Ella levantó los brazos sobre la cabeza y los miró a ambos. Sus técnicas eran
completamente diferentes. Jace succionaba y acariciaba con la lengua. Eric
mordisqueaba y suavizaba con los labios. Ella cerró los ojos, su cabeza inclinándose
hacia atrás con éxtasis. Jace deslizó una mano por su costado y vientre. Ella abrió las
piernas, esperando que la sacara de su ansiosa miseria. La mano de Eric reflejó los
movimientos de Jace unos segundos después.
Aggie gimió cuando los dedos de ellos se movieron entre sus muslos al unísono.
Acariciaron su carne hasta que ella no pudo soportarlo más. Un par de dedos se
deslizó dentro de ella. Había perdido la pista de a quién pertenecía cada mano, qué
boca le chupaba el pezón izquierdo, cuál jugaba con el derecho. Otro par de dedos se
deslizó en su coño. Ellos la ampliaron, hundiéndose en ella y retirándose, mientras
trabajaban uno contra el otro.
—Oh, eso se siente bien.
Una tercera mano le acarició el clítoris.
235
Eric liberó su pecho de su boca y se deslizó hacia abajo para mirar la acción entre
sus muslos.
—Hazla acabar, Jace. Está cerca. Mira lo hinchada que está.
—No hables, Sticks.
—Lo siento.
Ella sintió el cálido aliento de Eric contra su montículo y luego su lengua pasó sobre
su clítoris, uniéndose a los dedos que todavía lo acariciaban. Ella nunca había sentido
nada como eso; dedos, labios y lenguas. Aquí. Allá. Meció las caderas con impaciencia,
ronroneando en la parte posterior de su garganta.
Su placer creció rápidamente y en segundos estuvo estremeciéndose de alivio. Eric
apoyó la cabeza en su bajo vientre, los dedos todavía dentro de ella. Jace liberó el
pezón de su boca, sacó las manos de su cuerpo, y se bajó de la cama.
Los dedos de Eric se liberaron un momento después, dejándola completamente
vacía.
—¿Vas a follarla ahora? —preguntó Eric entusiasmado.
—Todavía no.
Jace la tomó por las caderas y la tiró de ella hacia el pie de la cama. Se arrodilló en
el suelo y hundió la lengua en su cuerpo. La espalda de ella se arqueó, y tembló. Abrió
los ojos cuando oyó que una cremallera bajaba. Eric estaba de cuatro patas, mirando
entre sus piernas a la inversa, observando a Jace comerla. Eric tomó su polla larga y
dura en una mano, acariciándose al ritmo de Jace.
—¿Ella sabe bien, Jace?
—Mmm —murmuró él en acuerdo.
Aggie no podía apartar la vista de la mano de Eric mientras se acariciaba a sí mismo
lentamente. Tembló cuando Jace chupó su clítoris en su boca. Sus dedos entraron y
salieron de ella, llevándola al orgasmo tan rápido que ella se levantó del colchón.
—¡Jace!
Él no le dio tiempo para recuperarse; siguió chupando y hundiéndose en ella.
—Sí —susurró Eric, todavía mirando y acariciando su polla. Aggie extendió una
mano hacia Eric y pasó los dedos sobre su escroto.
La boca de él se abrió, y sus ojos se cerraron.
236
—Jace. Míralo. Está a punto de acabar sobre sí mismo. Pon tu polla dentro de mí
—dijo Aggie, mirando la reacción de Eric mientras apenas lo tocaba. Si mirar a Jace
comerla excitaba tanto a Eric, ella sólo podía imaginar cuán excitado estaría cuando
la enorme polla de Jace la estirara hasta sus límites.
Jace se puso de pie y le abrió las piernas más amplio. Él tomó su polla y la presionó
en ella, deslizándose dentro y fuera para humedecerse con sus jugos.
—Oh, Dios, eso es caliente —jadeó Eric. Se movió más abajo en el colchón para
mejorar su posición visual.
Jace sostuvo las caderas de Aggie mientras se enterraba dentro de ella.
—Jace —jadeó ella. La piel de gallina se elevó hasta la superficie de su carne.
¿Podría Eric decir cuán perfectamente encajaban? Quería que él lo reconociera.
—Te sientes asombrosa —susurró él.
Él se retiró. Sus ojos estaban en la conexión entre sus cuerpos. Cuando apenas un
par de centímetros de él quedaba dentro de ella, él embistió hacia adelante. Ella gritó
cuando sus cuerpos colisionaron. Él aumentó su ritmo, rápidamente encontrando su
ritmo familiar. Aggie vio a Eric acariciarse la polla al mismo ritmo.
—Dios, ya estoy a punto de acabar —jadeó Eric—. Este ritmo es una locura.
—Perfecto —dijo Aggie—. Él es perfecto. Su ritmo… perfecto.
—Sí, si tu objetivo es acabar. Jesús, amigo. Puedo escuchar cuán mojada la pone
eso. ¿Cómo se siente?
—Sedoso —murmuró Jace—. Resbaladizo. Caliente.
Eric gimoteó.
—Apretado. Suave.
Eric aflojó el asidero en su polla, rozando apenas su superficie más suavemente
mientras continuaba acariciándose al ritmo de los profundos embistes de Jace.
—Aggie, ¿cómo se siente tener a Jace dentro de ti?
—Lleno. Duro. Cálido. Grueso. Duro. Lleno. Lleno. Oh, Dios.
Jace continúo el mismo ritmo implacable por un largo tiempo. Aggie levantó la
cabeza para mirar a Jace y lo encontró mirándola. Él sonrió con afecto, y su corazón
se derritió. Parecía raro que al permitirle a Eric unirse a ellos, la unión entre ellos
estuviera fortalecida. Era como si tener un testigo y compartir esto lo hiciera más
23
7
profundo, no menos. No había esperado eso cuando accedió a este arreglo. Había
esperado que la presencia de Eric degradara la experiencia.
Eric gritó, atrayendo la atención de Aggie. Lanzó a chorros su semen sobre el
vientre bajo de ella, temblando incontrolablemente mientras se dejaba ir.
—Maldita sea —jadeó.
—¿Ya acabaste? —murmuró Jace, todavía manteniendo el ritmo que mantenía a
Aggie suspendida al borde del orgasmo.
—¿Ya? ¿Cuánto tiempo planeas continuar?
—Oh, una hora, aunque sin un condón podría no durar tanto. El cuerpo de Aggie
es el cielo.
—Apuesto que sí.
Eric bajó la cabeza y chupó el clítoris de Aggie. La espalda de ella se arqueó
mientras las olas de placer irradiaban desde de su centro, apretando duro en la polla
de Jace. Ella gritó por el placer inesperado.
—Oh, Dios, no te detengas. No te detengas —suplicó ella. No se detuvieron. Jace
embistió contra ella, llenándola como sólo él podía, y Eric la siguió chupando mucho
después de que su primer orgasmo remitiera.
—Voy a acabar otra vez —gritó ella—. Oh. Oh.
Eric apretó su seno, pellizcando su pezón mientras ella acababa una segunda vez.
El placer era tan intenso que ella lloró.
Jace salió de ella.
—Por favor, no te detengas —jadeó.
—Eric —dijo Jace para llamar su atención.
Eric dejó de chupar el clítoris de Aggie, y ella gimió con tormento.
—¿Mi turno? —preguntó.
—No, estoy cambiando de posición.
Eric se alejó mientras Jace colocaba a Aggie sobre sus manos y rodillas.
—Oh, demonios, sí —dijo Eric.
Jace se subió al colchón, se arrodilló detrás de ella y le separó las rodillas.
238
—Espera —dijo Eric—. Aún no la metas.
Jace se rió entre dientes. Parecía estar disfrutando esto. Otra cosa que Aggie no
había esperado.
Eric se puso de espaldas debajo de Aggie hasta que su cabeza estaba entre las
rodillas de ella, y miraba hacia arriba donde la acción estaba a punto de tener lugar.
Las caderas de él estaban entre las manos de ella sobre el colchón, y cuando ella miró
hacia abajo, su polla estuvo en su campo de visión.
—De acuerdo, listo cuando lo estés —dijo Eric.
Aggie rio. Sintió la cabeza de la polla de Jace tocar el borde de su coño, y su risa se
convirtió en un gruñido de tormento.
—Lento —instó Eric—. Deslízalo dentro muy lento.
Jace lo metió muy lento. Aggie vio la polla de Eric sacudirse excitada en respuesta.
—Dios, mírala estirarse y tragarte. Y ella huele tan bien.
Eric levantó las manos para frotar con los dedos el vientre de ella. Aggie se
estremeció.
—Profundo, Jace. Tómala profundo.
Jace estaba ya plenamente insertado, pero se aplastó contra ella para meterse
más profundo.
—Dale placer, Eric, o te vas —dijo Jace.
Los dedos de Eric encontraron sus pezones y los acariciaron persistentemente.
—¿Eso se siente bien, Aggie? —preguntó Jace.
—S-sí —jadeó ella, moviendo las caderas para estimularse a sí misma en la polla de
Jace. Empujó hacia adelante y luego se meció hacia atrás para enterrarlo profundo de
nuevo.
—Creo que quiere que la folles, Jace.
—Sí —gruñó ella—. Lo quiero.
La polla de Eric se alargó y engrosó cuando Jace comenzó a moverse. El dedo de
Jace se deslizó en el culo de ella, y sus piernas se doblaron.
—Sí, Jace, eso es bueno. Provoca mi culo. Eric, frota mi clítoris. Frótalo.
239
Eric le frotó el clítoris con una mano, y la otra fue a su erección. A ella le encantaba
ver a Eric acariciarse mientras Jace la llenaba y hundía los dedos en su culo. Una sola
gota de líquido preseminal brilló en la cabeza de la verga de Eric. Incapaz de resistir
su ofrecimiento, ella bajó la cabeza y la lamió. Salada. Dulce.
—Oh, santo cielo —jadeó Eric.
Animada, chupó la cabeza de su verga en su boca. El cuerpo entero de él
convulsionó. Jace incrementó su ritmo, sus embistes profundos y constantes. Él
enterró dos dedos en su culo y los curvó hacia abajo para estimular la cabeza de su
propia polla cuando embestía dentro de ella. Aggie gritó, jadeando inconexamente
en la húmeda cabeza de la verga de Eric. Eric le acarició el clítoris más rápido; y a sí
mismo dos veces más rápido. Jace vocalizó su placer más fuerte con cada
penetración.
—Hazla acabar, Eric. Hazla acabar.
Eric no estaba haciéndola acabar, Jace lo hacía. Su grosor. Llenándola. Frotándola.
Sus dedos llenándola aún más.
Mientras el cuerpo de ella convulsionaba por el alivio, Jace lentamente sacó los
dedos de su culo.
Ella perdió la cuenta del número de veces que acabó. Chupó la polla de Eric cuando
pensó en ello, pero la mayor parte del tiempo estaba demasiado delirante para
prestar cualquier atención a lo que él hacía debajo de ella. El ritmo de Jace se
incrementó, su respiración enganchándose en la parte posterior de su garganta. Se
retiró en el último minuto y acabó en la espalda de Aggie con un grito sobresaltado
de alivio.
—¿Me perdí cuando eyaculó sobre tu cuerpo? —preguntó Eric—. Ah, mierda.
Jace colapsó sobre la cama junto a ella, todavía respirando duro.
—Déjame recuperar el aliento, y comenzaremos desde el principio. Lo haré mejor
la próxima vez. No quise acabar tan rápido.
—¿Mejor? Eso fue asombroso —dijo Aggie, todavía temblando en las réplicas de
los orgasmos múltiples—. Asombroso.
Jace yació junto a ella, inmóvil, los ojos cerrados.
—De acuerdo, de acuerdo. —Eric tembló, derramándose sobre su propio vientre.
Gruñó mientras bombeaba sus fluidos con un puño apretado—. Dios, necesitaba
esto.
240
Cuando Eric se quedó quieto, el aliento todavía en jadeos temblorosos, Jace se
obligó a abrir los ojos. Sonrió con ternura a Aggie e intentó levantarse. Logró elevarse
en un brazo antes de caer en la cama.
—¿Qué sucede? —preguntó Aggie.
—Creo que necesito algo para desayunar.
Se había sobreexigido de nuevo.
—No más sexo hasta estés completamente curado —insistió Aggie.
—Estaré bien. Sólo tengo hambre.
—Iré a hacer huevos revueltos —dijo Eric. Limpió el semen de su estómago y metió
su polla blanda en sus bóxers azules antes de dirigirse hacia la puerta en ropa interior.
Eric siempre debería caminar alrededor en ropa interior. Santo Dios, ese cuerpo
delgado y alto era algo seriamente atractivo para mirar.
—¡Espera! —gritó Jace desesperado.
Eric se detuvo en la puerta y miró sobre su hombro en pregunta.
—¿Qué?
—No te pongas creativo con las especias esta vez… sal y pimienta solamente.
—¿Cuál es la diversión en eso? —Eric sonrió y dejó la habitación, cerrando la puerta
tras él.
—Aggie, tienes que detenerlo —susurró Jace como si Eric fuera a una misión
asesina—. La última vez mezcló cayena, canela, ajo y albahaca.
La nariz de Aggie se arrugó.
—¿Con huevos?
—Y estoy muriendo de hambre. Necesito comer.
Aggie le besó los labios y se levantó de la cama.
—Te tengo, cariño. Descansa. —Se estiró para tomar sus prendas.
Mientras Eric pretendía ser el Chef sueco del Show de los Muppets, Aggie
monitoreó su progreso y cocinó el tocino. Cuando fuera que él se estiraba para tomar
alguna especia con la que espolvorear la enorme sartén de huevos, Aggie se la sacaba
de la mano de un golpe. Eric cocinaba como hacía todo lo demás: al ritmo de un
tambor diferente con todo el corazón y el entusiasmo que podía reunir. Y mientras
ella esperaba que ahora las cosas estuvieran raras entre ellos, ella acababa de
241
limpiarse su semen del vientre, después de todo, él no actuaba diferente con ella, en
absoluto. En todo caso, parecía más relajado y más simpático que antes.
Aggie extendió tiras de tocino sobre la toalla de papel para recoger la grasa y vertió
patatas y cebolla congeladas en la sartén del tocino. Le puso una tapa encima para
evitar que la grasa saltara.
—¿Por qué no haces algunas tostadas? El pan está en esa alacena ahí. —Él señaló
con la espátula.
Mientras ella estaba ocupada con abrir el envoltorio del pan, Eric se estiró para
tomar la pimienta inglesa.
—No —dijo ella, sacándole la botella de la mano.
—Se llama pimienta inglesa —dijo—. ¿No quiere decir que debería ser usado para
sazonar todo17?
—Eric, agrega esa mierda a tus propios huevos después que todos consigan sus
platos seguros.
—¿Seguro? Aburrido, querrás decir.
—Se supone que los huevos sean aburridos.
Jace abrió la puerta del dormitorio y cojeó hasta la mesa. Llevando nada más que
jeans y su cabestrillo, el cual había estado usando menos, así que su aparición debía
significar que el hombro le molestaba, se metió en la cabina. Poniendo el codo
izquierdo en la mesa, apoyó la frente en la mano.
—Lo agotaste, Aggie. Míralo.
Oh, ella lo estaba observando, muy bien.
—Cállate, Sticks —murmuró Jace.
La tostada saltó, y Aggie untó mantequilla en una rebanada. Se la dio a Jace.
—Come esto mientras esperas por tus huevos.
Jace levantó la cabeza de la mano, le palmeó el trasero cariñosamente y aceptó la
rebanada.
—Gracias.
17
N. de T.: en inglés “allspice”, que podría traducirse como “especia completa”.
24
2
—Huelo comida —dijo Brian, asomándose de su litera—. Huele bien. ¿Quién está
cocinando? —Parpadeó por la luz en la cabina hasta que sus ojos se concentraron en
Eric ante la cocina—. ¿Sticks? No importa. Moriré de hambre. —Volvió a cerrar la
cortina.
—Bien —exclamó Jace, la boca llena de tostada—. Deja más para mí.
—Aggie lo tiene bajo control —dijo Trey, saltando de su litera y robando tocino de
la encimera.
Trey se sentó frente a Jace y le entregó un pedazo de su tocino.
—¿Estás bien, hombre?
—Sí.
Sed saltó de su litera y se deslizó junto a Trey, su gran cuerpo 0cupando más
espacio del que le correspondía en el cubículo.
—Cuenten conmigo —dijo. Cuando intentó agarrar el tocino de Trey, consiguió
que le golpearan la mano.
Brian bajó de su litera.
—Supongo que si el resto de ustedes muere por envenenamiento con comida, no
hay motivo para que me quede solo.
—Piensa en Myrna —dijo Trey.
—Principalmente, estoy pensando en mi estómago. —Brian se metió rápidamente
junto a Jace—. Hombre, ¿seguro que debes estar fuera del hospital? Luces como si la
muerte estuviera encima de ti.
Ahora Aggie se sentía culpable. Intercambió miradas con Eric.
—Deberíamos haberlo dejado dormir esta mañana —susurró mientras daba
vuelta la fritura de cebolla y patatas.
—Habitualmente no sale de la cama hasta el mediodía. Siempre luce como la
mierda en la mañana.
Aggie fue al refrigerador y empujó la cerveza a un lado hasta que encontró una
botella de jugo de naranja. Desenroscó la tapa y la colocó en frente de Jace.
—Ten, cariño, bebe esto.
Él se sonrojó por su sentimentalismo, y no pasó inadvertido a los otros chicos.
—Sí, cariño, bebe todo tu jugo —dijo Trey—. Sé un buen hombrecito.
24
3
Brian pellizcó la mejilla de Jace.
—Qué bebé tan lindo, ¿no? Necesita beber su jugo de su taza con pajita.
Frunciendo el ceño, Jace apartó de un golpe la mano de Brian.
Aggie sonrió. Los chicos lo amaban. Por eso bromeaban con él implacablemente.
Él era como su hermanito adorado. ¿Por qué Jace no veía eso? Quizás Aggie
necesitaba ayudarlo a ver lo que ya estaba ahí.
24
4
Traducido por flochi, Simoriah, nelshia, Kasycrazy y Debs
Corregido por flochi, LadyPandora y Simoriah
J
ace estaba de pie detrás del escenario viendo como los roadies preparaban
todo para el concierto en Edmonton. Podía pasar el rato allí hasta que ellos
terminaran. Luego tendría que irse porque Jon empezaría a ensayar con la
banda para su show. No podía obligarse a ver eso.
La noche siguiente habría una sinfónica tocando en este estadio, y los
instrumentos de la orquesta ya habían sido entregados. Estaban alineados a lo largo
del muro trasero detrás del área del escenario, lo cual hacía que fuera un reto para
los roadies maniobrar con sus secciones del escenario para ponerlas en su lugar.
Sintiéndose mareado de mirar todo el cordaje, Jace serpenteó hacia el banco frente
al gran piano de la sinfónica. Se sentó con pesadez y respiró hondo. Quizás debería ir
al hospital a que lo revisaran. No podía recuperar su fuerza. Probablemente tenía que
ver con mantener a Aggie satisfecha. Era imposible mantener sus manos alejadas de
ella. Él ni siquiera se molestaba en intentarlo.
Jace se apoyó contra el teclado del piano, y estas tintinearon discordantes. Alguien
había olvidado cubrir las teclas. Él se volvió en el banco, echó hacia atrás la pesada
lona que cubría el instrumento y se estiró para girar la pequeña perilla conectada a la
tapa de madera. Su muñeca golpeó las teclas. Se detuvo, instantáneamente
transportado en el tiempo. Casi podía sentir a su madre sentada junto a él, el brazo
de ella presionado contra su hombre, su pierna apoyada contra la de él. En esos
momentos, él fingía que ella se preocupaba por él.
Jace se sacó el cabestrillo y permitió que sus dedos se posaran sobre las teclas, sus
pies en los pedales. Definitivamente sintió a Madre mientras sus dedos encontraban
una melodía familiar. Podía oírla, hablándole en ese susurro apenas perceptible suyo.
No interpretes la música, Jason. Deja que la música te interprete a ti. Entrégate a ella.
Déjala entrar. Tiene vida. ¿La sientes?
La música estaba viva. Sí la sentía. Siempre lo hacía. Era más real que su propia
existencia.
Jace dejó que la melodía se apoderara de él, dándole rienda suelta a sus dedos. Las
teclas junto a él, donde los dedos de su madre deberían haber estado apoyados,
245
permanecieron quietas, pero la oyó tocando con él tan seguramente como si ella
hubiera estado sentada a su lado. Cuando él alcanzó el final de la canción, la nota final
sonó y su madre se desvaneció.
—No sabía que tocabas el piano —dijo Aggie—. Eso fue hermoso. —Se deslizó en
el junto a él—. Toca algo más.
Él sacudió la cabeza y tiró de la cubierta para ocultar el teclado. Apresuradamente
Deslizó el brazo en el cabestrillo para que ella no lo hostigara por tocar. Aggie tomó
su mano izquierda y la apretó. ¿Cómo sabía siempre cuándo se sentía más vulnerable?
Ella lo sentía como un buitre percibe la carroña, y lo rodeaba desde lo alto, esperando
la oportunidad perfecta para abatirse y arrancarle el corazón.
—¿Dónde aprendiste a tocar? —Ella le pasó el cabello detrás de la oreja con la
mano libre. Estaba comenzando a estar demasiado largo para pararlo y tenía que
aclararse las raíces, pero ya que no estaba actuando, no se molestaba en hacerlo.
La brillante cubierta negra que escondía el teclado se borroneó fuera de foco.
—Mi madre me enseñó.
—Debió haber sido talentosa.
—Sí. La música era lo único que realmente amaba.
La mano de Aggie se deslizó sobre su espalda baja, y ella se apoyó contra él.
—Y a ti. Te amaba a ti.
Él sacudió ligeramente la cabeza.
—No. Nunca me quiso.
—No lo creo.
Él encontró el enojo; lo encontró y se aferró a él.
—Me importa una mierda lo que creas.
La apartó de un empujón e intentó ponerse de pie, pero ella lo agarró por la cintura
y volvió a empujarlo al banco.
—Tampoco creo eso. Habla. —Ella deslizó una mano hacia el rostro de él y le volvió
la cabeza. Él no pudo encontrar sus ojos, así que le miró la barbilla—. Háblame, Jace.
No quería hablar. Quería estar resentido. ¿Por qué ella no lo dejaba en paz?
—Dime por qué crees que tu madre no te quería.
246
El dolor en su pecho se propagó a su garganta, robándole el aire.
—Porque… —Respiró hondo temblorosamente—. Porque ella me lo dijo. Me lo
dijo cada día.
Él luchó contra el dolor punzante detrás de los ojos. Los hombres no lloran, hijo. Sí,
Padre. Lo sé. Lo sé. Es culpa de ella. De Aggie. No me deja en paz. Sigue presionando.
Y presionando.
—¿Qué dijo ella exactamente, Jace?
malinterpretaste.
—preguntó Aggie—. Quizás la
Él rio con amargura.
—Sí, yo sólo era un niño tonto. Debí haberla malinterpretado. —Se la quitó de
encima y se puso de pie. Se encerraría en el baño de hombres por un rato hasta que
recobrara el control. Seguramente ella no lo seguiría allí.
Aggie volvió a empujarlo sobre el banco. La espalda de él golpeó la cubierta de las
teclas del piano, y el dolor serpenteó por la herida sanando en su hombro. Ella se
sentó a horcajadas de su regazo, de frente a él, y lo tomó su barbilla con una mano.
Ella tenía esa mirada fría y de dominatrix en los ojos. Eso efectivamente captó su
atención.
—No vas a salirte de ésta tan fácilmente. Puedes fingir estar enojado conmigo,
pero no hará que deje de fastidiarte.
—¿Quién está fingiendo?
—Tú. Dime lo que tu madre dijo que te hirió tan profundamente.
—No estoy herido.
—Estás herido, tonto, y ese dolor nunca desaparecerá a menos que lo dejes ir.
Quiero ayudarte, pero no sé contra qué me enfrento, Jace. Háblame. Cuéntame.
—Quizás no quiero que desaparezca. Quizás me guste. Tú eres la que me hizo
admitir que me gusta el dolor.
Ella lo golpeó en el pecho con ambas manos.
—Esto ya no es un juego, maldición. ¿No lo entiendes? —Ella lo abrazó
inesperadamente, presionando la nariz contra su cuello. Su aliento cálido rozó la piel
debajo de su oreja—. Siento haberte pegado. Estoy tan frustrada. ¿Qué te dijo,
cariño? ¿Qué dijo? ¿Vete? ¿Dame un minuto para mí? ¿Ve a jugar a tu habitación por un
rato, Mami está ocupada en este momento? Sólo dímelo.
24
7
Jace resopló. Si Madre tan sólo hubiera sido tan amable. Repitió el mantra de su
madre a Aggie en el mismo susurro bajo que ella siempre había acostumbrado. Madre
siempre se lo susurraba cerca del oído, como si realmente no estuviera diciendo esas
palabras hirientes, si las decía en voz lo suficientemente baja, si nadie las oía excepto
él.
—Si no fuera por ti, Jason, podría haber tenido mi sueño. Si no fuera por ti, Jason,
no habría tenido que casarme con tu padre. ¿Por qué me quedé embarazada? Debería
haberte dado en adopción. Nunca te quise. Eres la razón por la que vivo así. En este
cuchitril. Con ese hombre. Podría haber sido una concertista de piano. Podría haber
sido alguien. Y ahora, ¿sabes qué soy? Sólo soy tu madre. Eso es todo lo que soy. Su
esposa. Tu madre. No soy nadie. No quiero ser tu madre, Jason. Nunca lo quise. Te
entregaré. Te daré a alguien que pueda soportar mirarte.
Sus manos aferraron la cintura de Aggie mientras los viejos temores encontraban
el camino hacia su corazón.
—Ella me dejaba en lugares, Aggie. Fingía alegrarse de verme cuando los policías
me llevaban a casa. “Siempre está deambulando solo,” les decía y luego les daba café
y galletas mientras les contaba historias sobre mis formas errantes. Ellos reían sobre
lo lindo que era yo. “Es adorable. Es afortunada de que nadie se lo llevara,” decían.
Tenía miedo de dejar la casa con ella. Nunca sabía cuándo me dejaría. Cuando
salíamos, no me atrevía a ir al baño o a darme la vuelta o a dejarla fuera de mi vista,
porque si lo hacía, ella se habría ido. Nunca podría encontrarla. La buscaría y la
llamaría, pero ella se habría ido. No me quería, Aggie. Nunca me quiso. Pero cuando
tocábamos piano juntos, yo sentía algo… una cercanía con ella. No sé qué era. —Algo
caliente y húmedo se deslizó por la mejilla de él—. Ella amaba ese maldito piano, pero
nunca me amó a mí. —Se secó una lágrima airadamente—. ¿Ves por qué no quiero
hablar de ello? Ahora estoy llorando como una maldita niñita.
Aggie le aplastó el rostro contra su pecho, su cuerpo sacudiéndose con sollozos.
¿Por qué lloraba? Ella había querido que él le contara, así que lo hizo. ¿Y ahora lloraba?
Mujeres. No las entendía.
Aggie le besó la cima de su cabeza, frotando el rostro contra su cabello.
Humedeciéndolo con lágrimas. Enredándolo. Haciéndolo sentir como un completo
idiota. ¿Qué tal si alguno de los chicos los veía así? Nunca escucharía el fin de esto.
—Ella se ha ido, Jace. Ya no puede hacerte daño.
Se había ido. Su madre. Y antes de que muriera, él nunca llegó a decirle que no
importaba que ella no lo amara. Él la amaba. ¿Y ese maldito piano suyo? Él también lo
amaba. Una semana después de que ella fuera sepultada, su padre había donado el
piano a una escuela; se había deshecho de él porque le recordaba a ella. De alguna
24
8
manera, eso había sido peor para Jace que su verdadera muerte. Padre no quería
recuerdos de ella en su casa. La mujer que lo había sido todo para él. No solo su
esposa. Su vida. Él había cambiado luego de su muerte. Se había vuelto más cruel de
lo que la madre de Jace jamás había pensado ser, porque Papá necesitaba alguien a
quien culpar por la prematura muerte del amor de su vida, y Jace había sido el único
disponible para responsabilizar.
Jace cerró los ojos con fuerza, bloqueando los pensamientos de su padre de su
mente.
Aggie besó su sien con ternura.
—Creo que ella sí te amaba, Jace, pero eso no importa. Se ha ido, y yo estoy aquí.
Te amo. Lo hago. Te amo.
El temor lo paralizó. No podía moverse cuando cada instinto le decía que huyera.
—No —susurró.
—Shhh —murmuró Aggie—. Está bien. Sé que no sabes cómo responder. Lo
entiendo. Nunca te abandonaré. Estaré aquí cuando sea que me necesites.
Y eso era mucho más aterrador que tener seis años y ser abandonado en la casa
de los reptiles en el zoológico. Al menos allí, las cosas que lo asustaban se
encontraban en jaulas. No podían alcanzarlo. Pero Aggie sí lo hacía. Y eso lo asustaba
terriblemente.
—¿Me lastimarás? —preguntó él—. Lo necesito. —El dolor era demasiado crudo.
Necesitaba ayuda para volver a enterrarlo.
Ella tomó su rostro entre las manos; besó sus párpados, la punta de su nariz, sus
labios.
—Sí. Te lastimaré. Sé que hacer ahora.
El pánico inundó su pecho. ¿Sabía qué hacer? ¿A qué se refería con eso?
—Necesitamos un lugar privado —murmuró ella—. ¿Crees que los chicos estarían
dispuestos a instalar una habitación insonorizada en el bus?
Jace se echó a reír.
—Sabes. Ellos podrían. No seríamos los únicos beneficiados por eso.
Ella lo volvió a besar, ahora sonriéndole.
—Vamos.
249
Aggie se aproximó a Sed, que se encontraba repantigado en el sofá mirando
televisión en un estado similar al trance junto a Eric. Jace se dirigió directamente a la
habitación.
Sed la miró.
—¿Qué sucede?
—¿Crees que puedas conseguir que todos se mantengan alejados del bus por una
hora? Jace y yo necesitamos un poco de privacidad. Bueno, mucha privacidad.
—Solamente somos Eric y yo. No nos importa. Lo hemos oído todo antes.
—¿Puedo ver? —preguntó Eric ansiosamente.
—No, esto es diferente. Él no me permitirá entrar si piensa que ustedes pueden
oírlo. —Se inclinó y susurró para que Jace no pudiera oírla—. Siempre le preocupa lo
que ustedes piensen de él… que no lo acepten por quien es. Trabajaremos en eso
eventualmente, pero ahora mismo, necesito ayudarlo a enterrar a su madre.
—¿Su madre murió? —preguntó Sed, luciendo sorprendido—. ¿Cuándo?
—Hace alrededor de quince años. ¿No lo sabían?
Sed sacudió la cabeza. Eric y él miraron por el corredor hacia Jace, que estaba
intentando actuar como si nada apoyado contra el marco de la puerta. Parecía listo
para saltar fuera de su piel.
—Nunca habla de sí mismo —dijo Sed—. Tiene como una pared.
Aggie sabía exactamente a qué se refería Sed. La pared de Jace. Él se escondía
detrás de ella con frecuencia, y una vez que la levantaba, era casi imposible derribarla.
—También estoy trabajando en eso —dijo Aggie—. Entonces, ¿creen que puedan
perderse por una hora?
Sed se puso de pie de un salto.
—Sí. Me vendría bien un poco de ejercicio de todos modos.
—¿Y mantener a todos fuera del bus? —agregó Aggie.
Eric sacó un palillo del bolsillo interior de su chaleco de cuero y lo sostuvo a través
de su pecho como una espada.
—Guardaré esta morada, mi señora, y venceré a todos aquellos que se atrevan a
traspasar. —Le pegó a Sed con su improvisada arma—. Retrocede, vil bestia.
250
—Con este sujeto como tu caballero, mejor asegúrate de trabar la puerta. —Sed
se puso la chaqueta y bajó las escaleras del bus.
Eric le guiñó un ojo y trotó detrás de Sed. Aggie cerró la puerta del bus y la aseguró.
Respiró hondo y permitió que Ama V saliera a la superficie. Por más que a Aggie le
hubiera gustado ayudar a Jace hablando, escuchando y bañándolo de amor, sabía que
no llegaría a él de esa manera. Pero Ama V podía. Ama V podía quebrarlo. Ama V lo
quebraría.
Caminó por el pasillo a grandes pasos.
—Entra —exigió, empujándolo hacia la habitación. Él se tambaleó a través de la
puerta abierta.
—¿Por qué se fueron Sed y Eric?
—¿Quieres que te oigan rogar?
—No lo haré.
Ella levantó una ceja.
—¿Quieres apostar?
Él rio entre dientes.
—Sí, de hecho…
—Quítate la ropa. —Ella fue al armario y sacó la gran maleta de él. Tenía que haber
algo allí que pudiera usar.
Encontró la cadena y las esposas sobre sus herramientas de placer y se subió a la
cama para suspenderlas del techo.
—Aggie, ¿qué…?
Ella bajó de la cama de un salto y lo agarró de la oreja.
—Ama V —lo corrigió.
—Ama V —dijo él sin aliento.
—Te dije que te desnudaras. Quítate también el cabestrillo. —Lo liberó y regresó
a la maleta. Encontró una paleta, la golpeó contra su muslo y la puso a un lado.
Jace se desvistió rápidamente y se movió para erguirse por encima del hombro de
ella, mirando la maleta.
—Creo que hay una fusta en alguna parte.
251
—¿Dije que podías hablar? Ve e inclina el colchón y el somier contra la pared.
—¿Por qué?
—No me cuestiones.
Él hizo como ella pidió y reveló una plataforma de madera debajo del colchón.
Perfecto.
—Párate allí. —Ella señaló el centro de la plataforma, justo debajo de las
restricciones.
—No me gusta ser sujetado.
—Nadie te preguntó lo que te gusta.
—Pero…
—Haremos esto a mi manera o no lo haremos.
Él miró las restricciones y luego a ella. Asintió. Renunció a su poder, salvo su fuerza
de voluntad. Pero ella planeaba quitarle eso también y darle más a cambio.
Ella se subió a la plataforma y tomó la mano izquierda de él. Le levantó el brazo
por encima de la cabeza, y él se mantuvo inmóvil mientras ella sujetaba la esposa
alrededor de su muñeca. Antes de que ella pudiera asegurar su otra mano, él hundió
sus dedos en su cabello y atrajo su boca hacia la suya, robándole los pensamientos
con un profundo beso. Ella podía tenerlo encadenado al techo, pero era ella la que
estaba atrapada, y lo sabía.
Cuando él se apartó, ella lo miró fijamente a los ojos.
—No me odies por esto, ¿sí?
—No creo que sea posible odiarte.
—No estaría tan segura. —Ella levantó con cuidado su lesionado brazo derecho,
buscando señales de sufrimiento. La única señal de dolor que él mostró fue cuando
ella intentó quitar el brazalete de cuero de esa muñeca.
—No, no la quites.
—¿Por qué?
—No quiero que lo hagas.
Ella se encogió de hombros y aseguró su otra muñeca sobre la cabeza fijando la
restricción por encima de su brazalete con tachas.
252
—¿Tu hombro está bien en esa posición?
Él asintió. Ella se puso a trabajar.
Lo azotó con la paleta hasta que él tembló de excitación y luego apartó el
implemento. Se movió para pararse detrás de él y gentilmente pasó las manos por su
pecho y vientre a la vez que dejaba un reguero de suaves besos a lo largo de sus
hombros y espalda. Como ella pensó que sucedería, él luchó contras las restricciones.
Ella continuó sus tiernas caricias hasta que él se salió de su asidero.
—No lo quiero suave, Aggie. Por favor. No puedo soportarlo.
—Ama V —le recordó.
—Golpéeme, Ama V. Ahora.
—No creo que lo haga —susurró ella, apoyándose contra él desde atrás y
pasándole las manos por el vientre y los lugares más sensibles dentro de las crestas
de los huesos de la cadera.
Él rio entre dientes.
—Ah, hace cosquillas.
Esa risa. Hacía que el corazón de ella doliera con anhelo. Casi no tenía estómago
para seguir adelante.
—El fracaso de tu madre no fue tu culpa, Jace —dijo ella.
Él se quedó inmóvil.
—Ella podría haber sido una concertista de piano. No te interponías en su camino.
Ella se interponía en su propio camino. Se lo hizo a sí misma y te usó como excusa.
—No me hables de mi madre. No sabes nada sobre ella.
Debería haber esperado que su enojo saliera a la superficie primero, pero no era la
reacción que esperaba. Tenía que empujar con más fuerza; cavar más profundo. Dios,
esperaba que él no la odiara luego de esto. No sabía si sería capaz de manejar su odio,
incluso si ella lo hacía por su propio bien.
—Era una perra egoísta, Jace. ¿Por qué la defiendes? ¿Qué clase de madre culpa a
un niño inocente por sus propios fracasos?
—No digas cosas malas sobre mi madre, Aggie.
—¿Por qué no?
—Era mi madre.
253
—Sí, lo era, pero también fue una persona. Una persona que te hizo daño. No me
gusta cuando las personas hacen daño a aquellos que amo.
—¿Necesitas infligir todo el dolor tú sola? ¿Es eso?
Ella le abofeteó el trasero con la paleta, y él gimió, su cabeza inclinándose hacia
atrás.
—No te lastimo como lo hizo ella —dijo Aggie.
—Pero lo estás intentando.
—No, yo…
—¿Crees que soy estúpido, Aggie? ¿Qué no sé lo que intentas hacer? Crees que
estoy roto. Crees que puedes arreglarme. Toda esa mierda de “te amo” no significa
una mierda, ¿o sí? No me amas. No al verdadero yo. Amas a quien crees que puedes
convertirme.
—Eso no es cierto.
—Sí, lo es. Abre las esposas. Terminó.
Así que éste era su juego. Ella no iba a liberarlo; sin importar lo poco afectado que
él fingiera estar.
—No lo haré. Ni estoy ni siquiera cerca de terminar. —Lanzó la paleta a un lado y
le acarició la piel con manos y labios. Lo tocó. Lo besó con la misma ternura que él
frecuentemente le mostraba.
Tras varios minutos, él se apartó, tirando de las restricciones.
—Está bien, tú ganas. Déjame ir. Me duele el hombro.
—¿Qué quieres decir con que yo gano? ¿Crees que es un juego?
—Sí.
—¿Te culpas por la muerte de tu madre? —preguntó ella—. ¿O sólo por sus
fracasos en la vida?
—Cierra la boca.
—¿Crees que ella habría sido más exitosa si nunca hubieras nacido?
—¡Dije que te callaras, Aggie! No estoy de humor para juegos.
—¿Desearías haber muerto en ese accidente de auto en lugar de ella? ¿Crees que
ella habría sido feliz si hubieras muerto? ¿Crees…?
254
—Cállate, Aggie. —Ahora tiró con fuerza de las cadenas, intentando sacar el
gancho del techo—. Sólo cállate. No sabes una maldita cosa sobre cómo me siento.
—Porque no me lo dices. Si estoy equivocada, entonces dime cómo te sientes
realmente.
—No estás equivocada —gritó él—. ¿Está bien? Sí desearía haber muerto en su
lugar. Arruiné su vida. —Respiró honda y temblorosamente—. Sólo… sólo déjame ir.
Quita las esposas.
—Entonces huirás. Te esconderás.
—Eso es todo lo que sé hacer. Es todo lo que puedo hacer. Esconderme de ello. Si
no lo hago, me encontrará. Me lastimará. Hasta que sienta que he sido destripado.
Hasta que la muerte sea una bendición.
Ella le tocó el rostro y él la miró a los ojos. Ella nunca había visto su dolor tan cerca
de la superficie. Le desgarró el alma.
—Te amo —susurró ella.
La mirada de él se desvió a la frente de ella.
—Mírame, Jace. Quiero que creas en lo que te digo. Quiero que lo veas en mis ojos.
Luego de un momento, él puso sus ojos en los de ella.
—Te amo —dijo ella.
—¿Por qué?
—¿Necesito una razón?
Él cerró los ojos con fuerza. Estaba perdiéndolo de nuevo. Y tenía muchas razones.
No estaba segura cuál llegaría a él.
—Amo la manera en que me haces el amor, con tanta ternura, y con tanto cuidado,
que me siento la única mujer en el mundo.
—Eso es sólo sexo, Aggie.
Ella acarició suavemente las arrugas de su frente.
—Es más que eso para mí. Es una manera en que conectas conmigo. Amo tu
sonrisa, tu risa, tus zonas de cosquillas.
Él abrió los ojos.
—Amo como pones todo lo que eres en tu música.
255
Él sonrió ligeramente.
—Amo cuando confías en mí. Sé que no haces eso con muchas personas. Me hace
sentir que confías en mí, y en alguna parte ahí dentro, sabes que te amo, incluso si
crees que no lo vales.
—No valgo la pena.
—Lo vales. No soy una gran persona, Jace. También tengo un pasado oscuro…
cosas que desearía retractar, cambiar, pero me di cuenta hace mucho tiempo que no
puedes cambiar el pasado. Tienes que dejarlo ir. Seguir adelante.
—No puedo olvidar, Aggie. Lo he intentado.
Ella negó con la cabeza.
—Nunca olvidarás. No deberías olvidar, pero tienes que perdonarte. Y no hay nada
que perdonar en lo que concierne a tu madre. Haber nacido no es algo que necesite
ser perdonado.
Él la miró con fijeza, sus defensas desmoronándose.
—Nunca le dije adiós, Aggie. Tenía demasiado miedo.
—¿Por qué tenías miedo? Dime.
Él no bajó la mirada al hablar.
—Ella parecía un monstruo. El accidente había retorcido su cuerpo, destrozado su
cara. Cada centímetro de ella estaba hinchado, quebrado, sangriento y magullado.
No podía soportar mirarla. Mi padre me dijo que sería mejor despedirme antes de que
fuera demasiado tarde, pero huí y me escondí. Me escondí por horas hasta que mi
padre me encontró. Me golpeó tan mal que no pude salir de la cama. Me perdí su
funeral. No pude evitar que se deshiciera de su piano. Estaba demasiado débil. Y
demasiado asustado. —Sus ojos brillaron con lágrimas—. No quedó nada de ella a
qué aferrarme. Nada. —Respiró hondo temblorosamente—. Debería haberle dicho
adiós. No fui lo suficiente fuerte. No fui… —Las lágrimas gotearon de sus ojos, y los
cerró con fuerza.
—Claro que tenías miedo. Eras un niño, Jace. No deberías haber sido obligado a
ser fuerte. Está bien. Tienes que perdonarte. Tienes que hacerlo.
Él se mordió el labio y sacudió la cabeza.
Ella se estiró hacia arriba y le liberó las manos de las ataduras. Cuando él intento
volverse, ella le envolvió la cintura con los brazos y lo sostuvo. Él no se apartó como
ella esperaba, sino que, en cambio, enterró el rostro en el cuello de ella y tembló de
256
emoción. Ella no lo apartó. Le permitió derrumbarse o volverse a juntar, lo que fuera
que necesitara.
Lentamente, la agitada respiración de él regresó a la normalidad. En algún
momento en los largos momentos que él la sostuvo, ella se dio cuenta de que
necesitaba esto tanto como él. Él le daba algo que nadie más le había dado. Le daba
una razón para vivir; un futuro que ansiar y alguien a quien amar. Con todo lo que ella
era o que se atrevía a esperar a ser.
—Vayamos a ver el show —murmuró él.
Ella se apartó para mirarlo.
—¿Eh?
—El concierto. Quiero verlo esta noche.
—¿Incluso con Jon en el escenario?
—Sí.
—¿Puedo ser tu cita?
Él se sonrojó y sonrió.
—¿Lo serás?
—Por supuesto. ¿Me contarás sobre tu padre?
La sonrisa de él se desvaneció hasta convertirse en un ceño fruncido.
—¿Acaso ya no me has presionado lo suficiente acerca de mi pasado?
Ella observó su muro emocional fortificado deslizarse en su lugar.
—Cuando estés listo, cariño —enmendó ella—. Esperaré. Quiero que sepas que
puedes contarme lo que sea.
—¿Puedo decirte que eres demasiado curiosa?
Ella rio entre dientes.
—Sí.
—¿Puedo decirte que aunque siempre me arrancas el corazón, realmente sí me
haces sentir mejor?
—¿En serio?
Él asintió.
257
—No estoy seguro de por qué te quedas aquí.
—Ya te dije por qué. Te amo. Lo comprenderás eventualmente. —Lo besó con
ternura—. Vístete. Tenemos un concierto al que asistir.
Jace tomó asiento en la silla plegable al borde del escenario oscurecido. Aggie
estaba de pie detrás de él y le apoyó las manos en los hombros. Él sabía que ella
estaba reclamándolo, prácticamente podía sentir las vibras que decían mi hombre
saliendo de ella, pero no le importaba. Se estaba acostumbrando a la idea de que él
le pertenecía. Él se concentró en el ruido de la multitud y no en el sonido de Jon
tocando su bajo detrás de ellos mientras calentaba.
—¿Cuándo vas a volver a tocar en los shows? —preguntó Aggie.
—Tan pronto como Jon se vaya.
—¿Estás lo suficientemente bien para tocar ahora?
—Eso creo.
—Entonces, ¿por qué no le dices nada a los chicos?
Jace se encogió de hombros. No quería sonar como un quejica. Jon les estaba
haciendo favor al tomar su lugar. Además, Eric prefería a Jon. El resto de la banda
probablemente también lo hacía. Y los fans. Sabía que ellos preferían ver tocar a Jon.
Aggie se inclinó y besó la sien de Jace. Él la miró, y su corazón se hinchó de
emoción. Estos sentimientos que él tenía por esta mujer eran extraños. No estaba
seguro de qué significaban.
—Deberías tocar al menos una canción para los fans esta noche —presionó ella—
. Te extrañan.
—Nah.
—Una canción para mí, entonces. Quiero oírte tocar. Ve y dile algo a Sed.
—¿Decirle qué a Sed? —preguntó Sed desde el espacio oscuro cerca del codo
derecho de Jace.
Jace volvió su atención al escenario vacío.
—Olvídalo.
—¿Tu mujer necesita hablar por ti?
Jace suspiró.
258
—Ella quiere que toque una canción en el escenario esta noche.
—¿Qué te parece ‘Twisted’ en el bis? —dijo Brian.
—Sí, eso sería genial —dijo Trey.
¿Había alguien que no hubiera oído su conversación?
—Sí, buena idea —dijo Sed—. Iré a decirle a Dave. —Bajó trotando las escaleras
hacia el suelo junto al escenario donde había sido montado todo el equipo de
mezclas. Tomó unos auriculares con un micrófono y comenzó a hablar con Dave,
quien estaba a cargo de la mesa de sonido y los controles en medio del público.
Jace supuso que ahora tenía que tocar. Se preguntó cómo reaccionaría Jon. Y no
estaba seguro de por qué le importaba.
Tan pronto como Sed regresó, una luz azul inundó el escenario desde el nivel del
suelo. Eric tamborileó los primeros compases de “Gates of Hell” y Trey y Brian
atravesaron corriendo el escenario para tomar sus lugares. Jon los siguió varios pasos
detrás, inclinándose sobre la silla de Jace en su camino. Jace plantó los pies
firmemente en el suelo para evitar ser derribado. Las manos de Aggie se apretaron
en sus hombros.
—Whoops, no te vi ahí, hombrecito —dijo Jon, antes de unirse a la banda en el
escenario.
—Lo hizo a propósito. Es un maldito imbécil —dijo Aggie entre dientes apretados.
Sed entró con su característico grito de batalla, habiendo abandonado el uso del
violín en varias canciones ahora. Las luces del escenario se encendieron desde arriba,
y la multitud enloqueció. Sed levantó la mano hacia el público, aumentando su
excitación con su atención. El tipo había nacido para ser una estrella de rock. Jace
estaba acostumbrado a ver la parte trasera de la cabeza de Sed mientras estaba en el
escenario, así que observar sus expresiones faciales mientras cantaba a todo pulmón
tenía una extraña fascinación. Así como también lo tenían los obvios intentos de Jon
de superarlo. Jon se movió de estar apoyado contra Trey, quien se estaba riendo
como loco, a pararse en la plataforma frente a Sed y agitar la cabeza al ritmo de su
riff de bajo.
—¿Soy la única que cree que luce como un idiota? —murmuró Aggie.
Aparentemente. La multitud devoró cada minuto, especialmente cuando Sed sacó
a Jon de su camino de un codazo, y Jon hizo un mortal hacia atrás para bajarse de la
plataforma.
259
Durante el solo de guitarra de Brian, Jon tocó su riff tendido de espaldas a los pies
de Brian. Trey entró al solo a mitad de camino, para tocar el segmento de duelo de la
progresión enloquecedoramente rápida. Se apoyó contra la espalda de Brian, la
sincronía entre ambos guitarristas íntima en su perfección. Trey ubicó su pie en el
centro del pecho de Jon mientras tocaba. Los tres; una unidad. Jace arrancó la mirada
de la escena, el dolor en su pecho intenso, y se concentró en el par de baquetas que
se agitaban detrás de la batería. No estaba seguro de por qué le molestaba que Jon
lo estuviera pasando tan bien siendo parte del grupo. Jace había sabido todo este
tiempo que nunca había encajado en los Sinners. No completamente.
Jace comenzó a salirse de su silla, pero Aggie se apoyó contra él, las manos firmes
en sus hombros.
—Está demasiado ocupado luciéndose para darse cuenta que suena como la
mierda.
La miró. Ella sonrió con esa condenada mirada de lástima en los ojos. Él apartó sus
manos y se puso de pie.
La canción terminó y Sed le habló al público.
—¿Cómo estamos esta noche, Edmonton? —El rugido fue ensordecedor—.
Tenemos un regalo especial para ustedes al final del show, así que no se vayan a
ninguna parte. —Sed echó un vistazo al costado del escenario donde Jace estaba
parado—. Como puede que hayan oído, nuestro bajista, Jace, ha estado sintiéndose
un poco mal. Algunos puede que recuerden a Jon Mallory de nuestros primeros días.
Está ocupando el lugar hasta que Jace se recupere de un caso de diarrea explosiva.
Los ojos de Jace se agrandaron. ¿Qué?
Sed sonrió como un tiburón y una vez más miró a Jace fuera del escenario.
—Necesita dejar de comer esos burritos vencidos —dijo Trey en su micrófono.
¿Era eso lo que habían estado diciéndole a los fans? Jace rio y sacudió la cabeza.
Dios, estos tipos eran demasiado.
—Tengo un pase al backstage para el primer fan que ofrezca una lata de
acondicionador de aire de potencia industrial —dijo Brian en su micrófono en el lado
más alejado del escenario—. La ventilación en nuestro bus de gira apesta.
Jace cruzó los brazos sobre el pecho, su sonrisa ensanchándose.
—Eh, sólo estamos bromeando —le dijo Sed al público—. Jace, ven aquí. Los
rumores que dicen que estás muerto crecen.
260
Jace miró a Aggie, quien se estaba secando lágrimas traviesas de los ojos, y luego
cruzó el escenario. La multitud vitoreó mientras él se aproximaba al centro del
escenario. Sed envolvió los hombros de Sed con un brazo y habló por su micrófono.
—Luce bastante bien para un muerto, ¿no creen? —Hizo una pausa mientras el
público respondía con gritos y exclamaciones excitadas—. Di hola a los fans. —Sed
sostuvo el micrófono frente a la boca de Jace.
Su corazón golpeó, y el calor inundó su rostro.
—Hola a los fans.
Sed rio entre dientes.
—¿Crees que puedes reunir la energía para tocar algo más tarde en el show?
—Creo que eso podría ser arreglado.
Jace se sorprendió ante el entusiasmo del público.
—¿Realmente te dispararon, Jace? —gritó un fan en un volumen excesivamente
desde detrás de la barrera frente al escenario.
Sed rápidamente hizo girar a Jace y le levantó la camiseta para revelar la gran
venda en su hombro derecho.
—Le dispararon dos malditas veces, amigo. Brutal, ¿eh? No lo parece, pero él es
una mierdita ruda. Si fuera yo, estaría de espaldas.
—¿Como esa vez cuando te tomaste toda una semana libre después de reventarte
una vena de la garganta? —preguntó Trey.
Sed se rascó la cabeza y sonrió tímidamente.
—Uh, sí, así. —Sed aplanó la palma sobre el lado de la cabeza de Jace y besó la
sien opuesta. Jace estaba demasiado sorprendido para responder. Había visto a Sed
hacerle lo mismo a Brian más de una vez. Era una marca de amistad pero, ¿por qué se
la había extendido a Jace?
Jace respiró hondo. La atención de Sed probablemente era sólo un espectáculo
para los fans. Jace no significaba nada para él. Sabía que era así.
—¿Vamos a frotar nuestras narices contra el culo de Jace toda la noche, o vamos
a tocar algo de música para esta gente? —La voz molesta de Jon resonó por el
sistema de sonido.
—Ve a descansar, amigo. Te veremos cerca del final del show.
261
Jace levantó una mano al público mientras regresaba al área junto al escenario.
Aggie lo abrazó tan pronto como estuvo a su alcance.
—Te amaron ahí afuera —dijo ella.
—Nah.
—Honestamente no ves cómo la gente se siente con respecto a ti, ¿verdad?
Él encontró su mirada.
—¿A qué te refieres?
—Hay tanto amor en tu vida, pero no lo reconoces. No permites que entre. Por
eso te sientes tan solo, cariño. ¿No lo entiendes? No son ellos. Ellos se preocupan por
ti. Eres tú. Tú no lo ves.
Él frunció el ceño y observó a la banda tocar la siguiente canción mientras
contemplaba las palabras de Aggie. ¿Cómo se veía el amor, de todos modos? ¿Cómo
se sentía? Él creyó haberlo experimentado algunas veces. Sus padres. La primera
chica de la que se había enamorado. Su banda. Y sus más recientes sentimientos por
Aggie. ¿Alguno de esos realmente era amor? ¿Era todo amor en diferentes formas?
No lo sabía. No tenía nada con qué compararlo. Pero estaba solo; siempre solo.
Incluso en una multitud. Pero no cuando Aggie estaba cerca.
Se volvió para mirarla y la encontró bailando con la música. Sonrió.
—¿Lo estás pasando bien?
—Sí, esta canción es genial. Tengo que conseguirme una copia de tu CD.
—Probablemente podría conseguirte uno gratis.
—¿Lo autografiarías para mí?
—Quizás.
Él observó sus sensuales movimientos mientras ella bailaba con los brazos
extendidos sobre la cabeza. Definitivamente era una bailarina profesional. Usaba su
cuerpo como una pieza de arte en movimiento. Se preguntó si extrañaba su trabajo.
Su casa. Su vida. ¿Su madre realmente era tan horrible? Él supuso que no era el único
con problemas familiares. Y sí, su padre había sido cruel, pero al menos él lo había
conocido. Aggie nunca había conocido a su padre.
Aggie chilló sorprendida cuando Jace envolvió su cintura con un brazo y tiró de ella
hasta ponerla sobre su regazo.
—Estás distrayendo a los roadies de su trabajo —le dijo cerca de la oreja.
262
Ella miró alrededor.
—No creo que nadie esté mirando.
—Quizás quería una excusa para abrazarte.
La sonrisa de ella derritió el frío nudo en su pecho que él estaba comenzando a
reconocer como su corazón. Ella envolvió su cuello con ambos brazos y lo abrazó.
—¿Te preocupa dejar a tu madre a cargo de la casa? —preguntó él.
—Probablemente ya la haya quemado hasta los cimientos. Intento no pensar en
eso. No tiene sentido preocuparme como loca por cosas sobre las que no tengo
control.
Él realmente deseaba poder vivir su vida según el modelo de ella.
—Cierto.
—Y tengo un seguro genial, así que puedo construir una casa nueva.
—Pero tenemos recuerdos geniales en ese calabozo.
Ella deslizó los dedos en su cabello y lo besó.
—Podemos crear nuevos recuerdos en esta silla.
—Sí me debes un lap dance.
Él no había esperado que ella lo tomara en serio. La banda acababa de comenzar
a tocar su única balada, “Good-bye Is Not Forever”. Tenía un ritmo profundo y sensual.
Él amaba tocar esa canción en vivo. Jon no le hacía justicia, pero Jace intentaba con
mucha fuerza ignorar cada oportunidad perdida de enriquecer la línea de bajo,
agregarle cuerpo, de sutilmente apoyar las guitarras y la batería sin atraer atención al
relleno. A decir verdad, Jace estaba tratando con mucha fuerza de ignorar a Jon
completamente. La iluminación siempre se mantenía baja para esta canción, así que
el costado del escenario estaba bañado de oscuridad. Jace deseó poder ver mejor a
Aggie mientras ella usaba el cuerpo de él como su equipo a lo largo del sensual baile.
Las manos de ella y su cuerpo rozaron el suyo mientras se movía alrededor de él,
detrás de él, sobre él, encima de él. Los ojos de él se cerraron, y se concentró en la
sensación. La mujer. Él sabía que tenía que acomodarse, o ella se cansaría de que la
alejara. Él no había temido estar solo por un largo tiempo; no desde que era un niño.
¿Pero ahora? No podía imaginar un día pasado sin Aggie. No quería.
Cuando ella se deslizó hacia atrás sobre su regazo, él envolvió su cintura con ambas
manos y la sostuvo cerca. Ella intentó levantarse, pero él apretó su asidero.
263
Ella vaciló brevemente y luego se relajó. Él presionó el rostro contra el hombro de
ella e inhaló su aroma.
—¿Estás bien? —preguntó ella después de un momento.
Él sabía que estaba temblando, pero no podía detenerse.
—Sí —susurró.
Ella le cubrió la mano con la suya y apretó para reconfortarlo.
—¿Por qué eres tan buena conmigo? —preguntó él—. Todo lo que hago es
alejarte.
—Ahora no me estás alejando.
Eso era verdad. Aunque sabía que debería hacerlo, no podía dejarla ir. Y aunque su
cuerpo estaba presionado contra el suyo desde los hombros hasta las espinillas, él la
quería más cerca. Físicamente. Y emocionalmente. ¿Eso significaba que la amaba? Su
ritmo cardíaco se aceleró.
—¿Vas a dejarme una vez que me arregles?
¿Por qué le había preguntado eso? No quería saberlo. Necesitaba aferrarse al
momento. Dejar de preocuparse por el pasado. Dejar de preocuparse por el futuro.
Eso era lo que ella le daba. Le daba el ahora. Eso era lo que debería ser importante
para él, pero no lo era.
—¿Por qué haría eso?
—A veces creo que soy tu proyecto actual, y que tan pronto como esté terminado,
habremos finalizado.
—Eso es hiriente, Jace.
¿Hiriente? El ceño de él se frunció con confusión.
—¿Por qué?
—Porque crees que tengo un motivo ulterior. No es suficiente para mí hacerte
saber que me importas. Tú lo cuestionas. Le restas valor.
—No tengo intención de hacerlo. Yo solo… —Respiró profundamente.
—¿Sólo qué?
—Simplemente no quiero que te vayas. —Después de haberlo dicho, se sintió tan
obviamente expuesto, que deseó poder retirar lo dicho.
264
Ella levantó la mano de él y le besó los nudillos.
—Ni por casualidad. Estás atascado con esta perra loca ya sea que te guste o no.
Él rio, la tensión drenándose de su cuerpo, y la apretó con fuerza.
—Me gusta.
Ella se relajó contra él y le permitió abrazarla mientras miraban el concierto. A
mitad del set, Brian fue dejado solo en el escenario para entretener al público con sus
solos de guitarra. El resto de la banda salió del escenario y rodeó la silla de Jace.
—¿Vieron a esa chica súper sexy que está en la primera fila? —dijo Jon
excitadamente—. No podía sacarme los ojos de encima. Tengo que conseguirme algo
de eso esta noche.
—Estoy seguro de que estaba mirando a Sed —dijo Trey, levantando la correa de
su guitarra sobre la cabeza y entregándole el instrumento a un roadie. Bebió media
cerveza y la bajó con una botella de agua.
—Sí, estaba mirándome a mí, chico Jon —dijo Sed, comiendo regaliz rojo para
mantener sus cuerdas vocales lubricadas—. Pero estoy comprometido. Nada de coño
hasta que regresemos a LA.
—¿Cinco semanas sin coño? —Jon estalló en risas—. ¿Tú? Seguro, Sed. Eso es
posible.
Sed cruzó los brazos sobre el pecho decididamente.
—Es correcto. Tres semanas más. Ya casi han pasado dos.
Trey rio y golpeó a Sed en la espalda.
—Jessica nunca volverá a caminar. —Trey se sentó en el regazo de Aggie,
retorciéndose para aplastarla contra Jace—. Esta silla tiene tantos malditos bultos.
Aggie rio entre dientes y envolvió la cintura de Trey con los brazos.
Él la miró sobre el hombro.
—Oh, lo lamento, Aggie. No te vi ahí. —Trey se inclinó hacia atrás y cruzó las
piernas a la altura de los tobillos.
Aplastado debajo de ellos, Jace no podía respirar decentemente.
—Maldición, Aggie, ¿has ganado peso? —Su ocurrencia le ganó un codazo en las
costillas.
265
Eric vino a pararse con el grupo. Se sacó la camiseta empapada de sudor y la lanzó
al rostro de Trey.
Trey la lanzó al suelo.
—Por eso, te sugiero que no te duermas esta noche, Sticks.
Eric tomó un largo trago de agua y luego volteó la botella sobre su cabeza. La
sacudió como un perro mojado, enviando gotas de agua y sudor volando en todas
direcciones.
—¿Qué? ¿Vas a lastimarme?
—Ojalá tuvieras tanta suerte —dijo Trey.
Eric continuó con su ducha pública y luego se secó con una toalla de mano antes
de ponerse una camiseta limpia.
Trey ahora observaba a Brian en el escenario.
—Cada vez se pone mejor, ¿verdad?
—Amigo, se me están durmiendo las piernas —se quejó Jace, intentando sacar a
Trey de la parte más alta de la pila retorciéndose—. Levántate.
—¿Oyes algo, Aggie? —preguntó Trey.
—No. Estoy demasiado gorda para oír nada.
El corazón de Jace tartamudeó. ¿Había herido sus sentimientos? Ella era perfecta.
¿Cómo podía pensar que él había hablado en serio cuando le había preguntado si
había ganado peso? Deslizó las manos entre la espalda de Trey y el estómago de
Aggie, tirando de ella con seguridad contra su pecho.
—No estás gorda —le susurró al oído—. Quise decir que Trey era pesado.
—No fue eso lo que dijiste.
—Pero eso fue lo que quise decir. Fue una broma.
—¿Desde cuándo haces bromas, Jace?
Desde que comencé a creer que puedo ser yo mismo cuando estoy contigo. Pero no
podía decir eso. No con Trey sentado justo ahí. Su mandíbula se apretó cuando la
emoción amenazó con burbujear hacia la superficie.
—Como sea.
266
—Si ustedes dos van a discutir, me uniré a Brian en el escenario. —Trey salió del
regazo de Aggie y ubicó la guitarra eléctrica roja en su lugar. Estaba cruzando el
escenario antes de que Jace pudiera respirar decentemente.
Aggie no intentó levantarse de su regazo, pero su cuerpo estaba tenso e inflexible.
Él le besó el hombro, sin saber qué hacer para que ella perdonara su comentario
descuidado. Él pensaba que ella perfecta. E incluso si fuera gorda, no le habría
importado. La amaría sin importar cómo luciera. ¿Debería decirle cosas así? ¿Qué la
amaba sin importar nada? Su garganta se cerró. Estaba jadeando de nuevo. No podía
controlarse. No desde que le había contado sobre su madre. Desde que le había
contado cosas que nunca le había contado a nadie. Cosas que ni siquiera había
admitido para sí mismo.
—Te amo —susurró.
Se imaginó que lo había dicho demasiado bajo para que ella lo oyera sobre el duelo
de guitarras de Brian y Trey, pero el cuerpo de ella se relajó contra el suyo y le apretó
la mano.
—Me alegro —dijo ella.
Observaron en silencio mientras la banda regresaba al escenario y continuaba el
concierto. Ella debió hacer sentido su confusión por expresar sus sentimientos en voz
alta. Ella lo apoyaba, pero no lo presionaba. Él sabía que si lo hacía, él se hubiera
deslizado una vez más en la negación. Él nunca descifraría cómo ella podía entenderlo
tan completamente. Nadie lo entendía. Ni siquiera se comprendía a sí mismo. Frotó
delicadamente la mano izquierda sobre el antebrazo de ella, necesitando la sensación
táctil de la carne desnuda de ella contra las puntas de sus dedos.
Cuando llegó el momento del bis de la banda, Aggie se bajó de su regazo y le
ofreció una mano. Él la miró y descubrió que sus mejillas estaban húmedas de
lágrimas. El corazón de él se tropezó con varios latidos.
Él se puso de pie y tomó el hombro de ella con su mano libre.
—Aggie. ¿Qué sucede?
Ella sacudió la cabeza, cerró los ojos y tragó.
—Me alegra. —Lo abrazó inesperadamente, frotando el rostro húmedo de
lágrimas contra su cuello—. Me alegra.
Un roadie, Jake, le hundió un dedo en la espalda de Jace.
—Será mejor que subas al escenario.
267
Jace liberó a Aggie, y su bajo negro favorito y sólido fue empujado en su mano
buena. Él ubicó la familiar correa alrededor de su hombro, haciendo una ligera mueca
cuando el peso completo del instrumento se asentó sobre el músculo de su trapecio
y su clavícula. Quizás había sobrevalorado su habilidad para tocar. Sacó el brazo del
cabestrillo y probó la movilidad de sus dedos. Un poco rígidos, pero podía tocar.
Estaba seguro.
La multitud clamaba. “Sinners, Sinners, Sinners.” Las luces del estadio cubierto
todavía estaban apagadas, así que aunque el escenario estaba oscuro y vacío, sabían
que el show no había terminado.
—Rómpete una pierna —gruñó Jon en el oído de Jace mientras le entregaba su
auricular—. O mejor aún, el maldito cuello.
Sin tiempo para mandar a Jon a la mierda, Jace se metió el auricular en la oreja
para poder oír la música y las instrucciones dadas por Dave. Luego trotó detrás de
Brian y Trey hacia el escenario. Había un suave brillo de luz azul al nivel de sus pies, y
cuando sus sombras cruzaron el escenario, la multitud vitoreó. El ritmo cardíaco de
Jace se aceleró. Realmente esperaba no arruinarlo.
Eric golpeó un platillo, comenzando la introducción de “Twisted”, y Jace entró con
su progresión de bajo. Había una rigidez en sus nudillos, y el dolor en su hombro
derecho era agonizantemente agudo mientras tocaba, pero las gruesas cuerdas
entre las puntas de sus dedos y el sólido traste eran reconfortantes. Había echado de
menos esto. De pie junto a la batería, cerró los ojos y dejó que el ritmo lo llevara,
agitando la cabeza al ritmo de la batería de Eric.
Sed entró en la canción con una larga nota de su violín. Las luces destellaron tan
brillantemente que Jace pudo verlas a través de sus párpados cerrados. Un pesado
brazo envolvió sus hombros y lo instó a ir hacia adelante. Sed aparentemente no
quería que se escondiera junto a la batería esta noche. Jace tenía la esperanza de que
él no esperara que se retorciera por el suelo como lo hacía Jon. Sed sonrió entre las
letras y le dio un pequeño guiño. Asintió hacia el público.
Sí, Jace lo entendía. Debería elevar el juego. Hacer su breve aparición en el
escenario especial para los fans. Deambuló hasta salirse del asidero de Sed hacia el
frente del escenario. Se detuvo en el borde y se inclinó hacia adelante para tocar el
constante riff de bajo a nivel de la espinilla. Agitó la cabeza al tocar, la adrenalina
fluyendo a través de su cuerpo, su hombro protestando cada movimiento de sus
dedos. Brian se movió a su lado, poniendo un pie en un altavoz en la parte delantera
del escenario mientras tocaba el riff de guitarra increíblemente rápido. Jace se
enderezó y se apoyó contra el guitarrista. Brian sonrió ampliamente y apretó
firmemente su brazo contra el hombro de Jace. Ahora, Sed se paseaba por la parte
delantera del escenario levantando y bajando la mano para hacer que la multitud
268
participara, y empujando el micrófono hacia el público durante el estribillo para que
pudieran cantar. Ellos amaban especialmente cantar la parte que decía, “perra
retorcida y loca en el infierno”. Probablemente porque esa era la única parte que
podían entender fácilmente. Sed gritó el resto del coro en su distintivo gruñido
barítono, que era condenadamente increíble.
Trey se trasladó al otro lado de Brian durante su solo de guitarra. Jace tuvo que
concentrarse en el sonido de los tambores de Eric a continuar su bajo y repetitivo riff.
Era difícil mantenerlo con los lamentos de Brian a su lado. El hombre estaba
condenadamente dotado con esa guitarra. Jace quería pararse allí y mirarlo
boquiabierto y asombrado. Los fans gritaron su apreciación por la habilidad de la
habilidad de Brian cuando él levantó la guitarra sobre su cabeza al llegar a la nota final
de su solo.
Jace no estaba seguro de que lo poseyó para añadir un mini solo de bajo de su
propia autoría antes del estribillo final. Trey y Brian lo miraron con sorpresa. La
multitud vitoreó de forma inesperada. Jace sintió el calor de la vergüenza levantarse
por su cuello y rostro hasta que sus oídos ardieron. Regresó al riff de bajo repetitivo
que cargaba los matices de toda la canción. Sed le dio un puñetazo afectuoso en el
hombro bueno.
Cuando la canción terminó, la multitud vitoreó. Sed se dejó llevar y levantó a Jace
del suelo con un brazo muy musculoso.
—Jace Seymour, damas y caballeros.
Y ellos vitorearon. “Jace, Jace, Jace.”
Por él.
Jace sonrió hasta que sus mejillas dolieron. No podía evitarlo. Sed lo puso sobre
sus pies. Jace se movió hacia el frente del escenario y lanzó su púa a la audiencia. La
multitud se hundió en un círculo en busca del premio. Jace alzó el bajo de su hombro
y lo cargó fuera del escenario con el brazo sano. De hecho, ansiaba meter el brazo
derecho de nuevo en el cabestrillo. Por mucho que odiara la maldita cosa, sí le sacaba
el peso del hombro y lo hacía sentir mil veces mejor.
—Hombre, eso fue condenadamente increíble —dijo Trey—. ¿Cuándo escribiste
ese solo de bajo? ¿Y por qué nos lo has estado ocultando?
Jace no había escrito exactamente ese solo. Se le había ocurrido de forma
espontánea en el escenario. Antes de que pudiera explicárselo a Trey, un cuerpo
caliente con curvas se apretó contra él.
269
—Dios mío, cariño, eso fue increíble —dijo Aggie. Ella capturó su rostro entre las
manos y lo besó apasionadamente.
Alguien le sacó el bajo de la mano y Jace la envolvió con los brazos. Le devolvió el
beso, sus labios succionando los de ella suavemente. Alguien le apretó el hombro, y
él se apartó de Aggie para encontrar a Eric sonriéndole.
—Gran espectáculo, hombre.
Jace se encontró sonriendo de nuevo.
—Gracias. Tú también.
Sed abrazó a Aggie y Jace en un abrazo gigante.
—La multitud amó eso. Tienes que tocar el bis todas las noches hasta que estés
mejor, amigo. Y date prisa y consigue mejorar, ¿quieres? El espectáculo no es lo
mismo sin ti.
¿De verdad quiso decir eso?
Jace miró alrededor.
27
—¿Dónde está Jon?
—Se alejó enfurruñado justo después que comenzaras a tocar —dijo Aggie—.
Celoso de tu habilidad superior, estoy segura. —Lo besó de nuevo—. Dios, te deseo.
Eres tan sexy cuando tocas en el escenario. —Soltó un jadeo sin aliento mientras lo
miraba fijamente.
—¿Lo soy?
—Oh, sí. —Ella le ofreció su sonrisa seductora. ¿Estaba mal su repentino impulso
de meterle billetes de cien dólares en la camiseta? Probablemente.
Sed liberó al par.
Tómalo con calma, semental. Necesitas concentrarte en sanar.
La mano de Aggie tomó su entrepierna por encima de sus pantalones. Su polla se
agitó contra su palma.
—¿Qué tal algo de curación sexual?
—Cuenta conmigo.
Él volvió a meter el brazo en el cabestrillo y dejó que ella lo guiara por las escaleras
por la hebilla de su cinturón.
0
Jace había mantenido a Aggie suspendida al borde del orgasmo durante unos
buenos treinta minutos. Ella gemía y se retorcía en éxtasis atormentado, pero no le
había pedido que parara de una vez. Su polla estaba tan dura, sus bolas tan llenas,
que casi quería que ella le rogara para poder follarla ya, pero hasta que se quebrara,
él continuaría dándole placer. Tiró de la pinza de su pezón. El dispositivo jaló su pezón
duro mientras se liberaba.
—Ah —jadeó ella.
Su rosado pezón se puso rojo por la sobreestimulación. Jace bajó la cabeza para
calmar el tierno capullo con los labios. En el instante en que la tocó allí, ella se
estremeció, las cadenas que suspendían los brazos sobre su cabeza sacudiéndose con
sus movimientos bruscos. Mientras besaba su pezón con la más ligera succión que él
podía lograr, bajó la pinza, con cuidado de no tocar sus muslos resbaladizos por el
sudor y alertarla de lo que iba a hacer, y la cerró sobre su clítoris.
—Oh —gimió ella, las caderas ondulando por el tormento.
Él giró rápidamente la pinza, lo cual dio un tirón a su clítoris.
—¡Jace!
Vamos, nena, ruega.
Pero no lo hizo. Ella respiró profunda y temblorosamente, intentando contener su
excitación como había estado haciéndolo las últimas dos horas. Él continúo agitando
esa maldita pinza y besando ese tierno pezón hasta que su excitación creció hasta la
cima. Tan pronto como su cuerpo se estremeció con la primera ola de liberación,
retiró la pinza de su clítoris y se alejó, dejándola insatisfecha.
Seguramente ahora ella le rogaría. ¿Cuántas veces tendría que hacerla casi acabar
antes de que no pudiera soportarlo más? Ella lloriqueó. Su cuerpo entero, resbaladizo
de sudor y pegajosa de jarabe, temblaba.
Jace se estaba quedando sin maneras de excitarla. Había usado todos los objetos
de su maleta, en todas las formas que había imaginado, pero aun así ella seguía sin
someterse al placer. Le permitía darle más. La miró, atada y con los ojos vendados, y
se preguntó cómo proceder. Ya no tenía ideas. Jace se estiró para tomar un paño
húmedo y lo frotó sobre su ano. Goteó jarabe de chocolate sobre el área y bajó la
cabeza para lamerlo. Presionó la punta de la lengua dentro de ella.
—Mmmm —murmuró ella, abriendo más las piernas para que él pudiera presionar
su lengua más profundo con menos resistencia. Él chupó y movió la lengua en círculos
caóticos. Jadeando, ella retorció sus caderas con excitación.
271
—Me gusta eso.
Él deslizó dos dedos en su coño empapado y le dio placer a su culo hasta que sus
músculos internos convulsionaron. Se apartó de nuevo, viéndola retorcerse de deseo
insatisfecho, lágrimas cayendo por debajo de la venda que cubría sus ojos, fluidos
goteando por la parte interna de sus muslos.
No podía soportarlo más. Quizás ella podía estar toda la noche sin acabar, pero él
no. Se bajó de la cama y tomó un poco de aceite de la mesita de noche. Lo vertió en
su mano y lo frotó sobre su polla. Su cabeza cayó hacia atrás y jadeó
entrecortadamente.
—¿Jace?
Debería hacerla ver esto. Se subió frente a ella, de rodillas en la cama y levantó la
venda. Ella parpadeó, sus ojos ajustándose a la luz. Su mirada finalmente bajó a su
polla saturada. Jadeó, las caderas empujando hacia adelante involuntariamente. Así
que sí lo quería. Él no iba a dárselo hasta que ella suplicara.
Cerró los ojos, tratando de ignorar sus pequeños gemidos de dolor mientras se
acariciaba la polla con ambas manos.
27
—¡Jace!
Se acarició más rápido. Tan pronto como acabara, podría complacerla de nuevo.
Comenzaría su rutina desde el principio.
—¡No te atrevas a acabar antes que yo, idiota! —gritó Aggie, tirando de sus
ataduras.
Él abrió los ojos para mirarla. Su atención estaba fija a su polla, las caderas
ondulando con los movimientos de él mientras él la bombeaba vigorosamente.
—¿Quieres esto? —murmuró él.
—No —gruñó ella.
Él se acarició lentamente, al ritmo que sabía que ella respondía mejor. Las caderas
de ella se agitaron.
—¿No? —Se encogió de hombros, cerró los ojos y masajeó la cabeza de su polla
con la palma de la mano. Ya no tenía realmente deseos de acabar de esta manera,
pero seguiría dándose placer para volverla loca. Amaba su respuesta absolutamente.
Él movió la mano libre a sus bolas. Las masajeó también.
2
—Mis bolas están tan pesadas, probablemente eyacule durante diez minutos una
vez me ponga en marcha.
Aggie sollozó.
—¿Dónde lo quieres? ¿En tu montículo?
Ella sacudió la cabeza vigorosamente.
—¿En tus tetas?
—N-no.
—¿Tu rostro? Dime, Aggie. ¿Dónde lo quieres?
—Dentro. Ponlo dentro. Por favor, por favor. —Ella sacudió la cabeza, su cabello
volando en todas direcciones—. Fóllame, Jace. No puedo soportarlo más.
Jace exhaló un suspiro de alivio.
—Finalmente —jadeó y soltó sus tobillos de las esposas manteniéndola en una
posición de rodillas sobre la cama.
—¿Qué quieres decir con finalmente? He estado tratando de darte lo que quieres
durante horas.
—¿Qué crees que quiero, Aggie?
—Una mujer que pueda tomar toda tu placentera tortura hasta que termines.
Jace sonrió.
—Ni siquiera cerca, cariño.
—¿Qué?
—Sólo quiero follarte cuando quieras. Que me digas cuando lo necesites.
—Lo necesitaba hace dos horas.
—Entonces, ¿por qué no lo dijiste?
Él se movió alrededor de ella y se arrodilló. Lentamente, deslizó las manos por sus
brazos hacia las ataduras, pensando que le gustaría provocarla sólo un poco más.
Apretando los dientes, ella le envolvió la cintura con las piernas y lo atrajo hacia ella.
Su polla se deslizó contra su raja caliente. Él se estremeció.
—Ponlo dentro, maldito seas —gruñó ella.
27
3
Él movió una mano entre sus cuerpos y redireccionó su polla dentro de su cuerpo.
La espalda de ella se arqueó, y ella se hundió sobre él. Gritaron juntos. Ella movió los
pies a la cama detrás de las caderas de él y empujó, sacándolo de su caliente y
resbaladizo coño antes de conducir su cuerpo contra él, tomándolo profundamente
de nuevo. Él avanzó hacia adelante para darle más holgura en sus cadenas y rotó las
caderas mientras ella controlaba la unión de sus cuerpos.
—Oh, oh, oh —exclamó ella. Su cuerpo se convulsionó en el orgasmo. Su coño se
apretó alrededor de él, tratando de convencerlo para que la siguiera al éxtasis. Él
luchó contra eso, queriendo darle tantos orgasmos como le había retenido antes.
Probablemente le llevaría toda la noche. Esperaba que ella hubiera desayunado sus
cereales.
Aggie se derrumbó contra su pecho, respirando con dificultad.
—Ah, Dios, necesitaba eso —jadeó.
Él sonrió y se desabrochó sus ataduras. Cuando sus brazos quedaron libres, ella lo
envolvió con ellos y luego giró las caderas, moviendo su dura polla dentro de ella. Él
la inclinó sobre su espalda y la siguió en la cama, enterrándose profundamente. Luego
se retiró a la mitad de camino y se estrelló dentro de ella repetitivamente, sin
descanso, hasta que los dos estuvieron jadeando y ella gritaba.
—Más profundo, más profundo.
Él la penetró una vez y luego se retiró, bombeando rápida pero poco
superficialmente. Una embestida profunda y luego rápida y superficial de nuevo. Ella
se aferró a sus hombros mientras otro orgasmo se apoderaba de ella. Él se salió hasta
que ella dejó de estremecerse y luego se deslizó dentro otra vez.
—Ahhhhh —exclamó ella cuando un segundo orgasmo se unió al primero.
Él la penetró lentamente y luego, concentrándose en no permitirse acabar; intentó
pensar en cualquier cosa menos en su cuerpo caliente y resbaladizo contra él,
alrededor de él. No sirvió. Oh, santo Dios, ella se sentía bien. Él embistió más rápido.
Empujó más profundo. Se entregó al placer. Éste crecía y crecía. Lo consumió hasta
que no tuvo más remedio que dejarse ir. Jace se estremeció incontrolablemente
mientras bombeaba su semilla dentro de ella. Casi insoportable en su intensidad, su
clímax le robó el aliento. Sus pulmones ardieron, en protesta por la falta de aire, pero
las pulsaciones de placer en su ingle hicieron imposible concentrarse en algo tan
innecesario como respirar. Se apartó un poco y se lanzó hacia adelante de nuevo,
todavía temblando por su liberación. Aggie lo sostuvo, con sus brazos, piernas y coño
mientras él acababa. Ella murmuró dulces palabras de amor contra su garganta.
27
4
Cuando su cuerpo se desplomó contra el de ella, ella lo atrajo aún más. Él aspiró el
aire desesperadamente, intentando recuperarse.
—¿Estás demasiado cansado para continuar? —preguntó ella varios minutos
después.
Él rio entre dientes. Al parecer, él había acabado mucho más duro que ella. Él la
ayudaría con eso, tan pronto como pudiera moverse de nuevo.
—Todavía no.
Aggie se escurrió de debajo de él y le instó a ponerse sobre su espalda. Cuando ella
se estiró para tomar la pieza de satén en la cama, la que él había usado antes para
llevarla a la distracción, él no estaba seguro de cuánto tiempo duraría antes de que le
rogara que lo follara. Él estaba más que dispuesto a averiguarlo.
Jace sabía que estaba soñando y no quería despertar. Le gustaba esta parte del
sueño. Deseaba que pudiera seguir para siempre. Sin embargo, con gusto renunciaría
a lo bueno, si pudiera evitar revivir lo que él sabía que vendría al final.
Joven, estúpido, y lleno de semen, Jason se metió en el lado del pasajero del Ford
Mustang amarillo esperando en el estacionamiento.
—¿Lo conseguiste? —preguntó Kara, sus intensos ojos marrones entusiasmados.
Jason abrió la chaqueta de cuero y le mostró la botella de whisky metida dentro.
—Salgamos de aquí. Creo que el empleado sospechaba.
Kara golpeó la palanca de cambios poniéndola en reversa y retrocedió, antes de
ponerlo en primera y salir a toda velocidad por el estacionamiento con los neumáticos
chillando. Tanto por ser discreto y hacer una escapada tranquila.
—Ábrelo, Jason. Necesito un trago.
Él sacó la botella de su chaqueta y desenroscó la tapa. Se la pasó a ella y ella tomó
un largo trago, pasándose una señal de alto sin dudarlo un instante. Kara Sinclair era,
sin duda, la chica más hermosa que Jason había visto en su vida. Ella ya estaba
haciendo un nombre por sí misma en el mundo del modelaje. Pero no era eso lo que
lo tenía bajo su hechizo. Ella era salvaje. Temeraria. La había perseguido porque ella
era la hermana pequeña de Brian Sinclair, y él originalmente había esperado que ella
lo presentara a la banda de Brian, Sinners. Cinco minutos con ella lo habían
convencido de que nada de eso importaba. Estaba enamorado de ella.
275
Kara le pasó la botella de whisky y él tomó un trago. Le quemó la garganta e hizo
que sus ojos se aguaran. Jason hizo una mueca, deseando haber robado algo de
mayor calidad. Ella merecía lo mejor y él no tenía absolutamente nada que ofrecer.
Ella tomó el largo camino de entrada de una propiedad de Beverly Hills. ¿Por qué lo
había traído a su casa?
Ella estacionó en el camino de entrada y tomó el whisky, tomando un largo sorbo
de la botella.
—Me gusta esto —dijo ella—. Gracias por conseguirlo.
—No fue nada.
—¿Realmente entraste y lo robaste frente al empleado?
Jason se encogió de hombros.
—Supongo.
—Eres tan malo. —Ella se acercó más, y él captó la dulce fragancia de su perfume
caro mezclándose con el alcohol. Los brazaletes en sus muñecas repiquetearon—.
Me gustan los chicos malos.
Él podía ser malo. Tan malo como ella quisiera que fuera.
Su aliento le hizo cosquillas en la oreja.
—¿Quieres besarme?
El corazón de él tartamudeó y luego se aceleró. Ella se apartó para mirarlo a los
ojos y lo siguiente que supo, fue que se estaban besando. Los suaves labios de ella
sabían a whisky. Su polla estuvo dura al instante, tensándose contra sus jeans. No
podía pensar en nada más que ella. En poseerla. Él levantó una mano temblorosa
hacia su pecho. No estaba seguro de cómo había esperado de cómo se sintiera una
teta. No así de suave. Cedió a sus caricias mientras apretaba.
La brutal bofetada de ella en su mejilla le hizo apartar la mano de un tirón.
—No dije que pudieras toquetearme —dijo ella, fulminándolo con la mirada en el
oscuro interior del coche.
Él no sabía cómo responder. Su bofetada sólo había conseguido excitarlo más y no
estaba seguro de cómo hacer frente a esa inesperada realidad, así que la besó de
nuevo. Tuvo cuidado de mantener las manos quietas mientras succionaba sus labios.
Los lamió. Mordisqueó. Acarició sus labios con los suyos.
—Jason —jadeó ella en su boca.
276
Kara se lanzó a través del coche para sentarse a horcajadas sobre su regazo, frente
a él. Ella frotó la entrepierna contra la de él, maullando en la parte posterior de su
garganta. Él podía sentir el calor entre sus piernas contra su polla. Sólo capas de tela
lo separaban de hundirse en su cuerpo. ¿Cómo se sentiría al enterrarse en su húmedo
calor? En su... coño. Oh Dios, iba a explotar.
—Tócalo —murmuró él contra los labios de ella. Eso era todo lo que él necesitaba;
sus dedos contra su piel desnuda. Podía satisfacerse con eso—. Por favor, Kara.
—Mañana —susurró ella—. Creo que quiero que mi primera vez sea contigo. Si me
presento en tu casa mañana por la noche, lo sabrás a ciencia cierta.
¿Kara Sinclair era virgen? No estaba seguro de por qué eso lo sorprendió. Quizás
porque parecía tan mundana. Él había esperado que ella fuera mucho más
experimentada que él. Él, sin duda, le decepcionaría con su falta de habilidad en la
cama. Sin embargo, no le impidió querer intentarlo.
Kara se deslizó de su regazo y fue hacia el asiento del conductor, presionando sus
dedos en sus mejillas.
—Sal —dijo ella.
27
¿Ahora estaba enojada con él?
—¿Kara?
—Tengo que pensar en esto. Así que necesitas irte ahora. Quizás te veré mañana.
Quizás no.
Él caminó más de once kilómetros para llegar a casa. Tenía un enorme caso de
bolas azules, pero el dolor agonizante era agridulce. ¿Kara aparecería mañana? En
cierta forma, estaba contento de que ella lo hubiera pospuesto por al menos un día.
Él tenía que hacer planes. Quería satisfacerla. Hacer esto especial para ella. Que fuera
más sobre ella y menos sobre él.
Su padre se dejó caer sobre él en el momento en que entró por la puerta.
—¿Dónde mierda has estado, pedazo de mierda sin valor?
—No es asunto tuyo.
Papá lo tomó por la pechera de la chaqueta.
—Hueles a whisky. ¿Has estado bebiendo?
—Quizás.
7
Papá lo abofeteó en la oreja. Jason gritó de dolor, cubriéndose la oreja con la
mano. Se había acostumbrado al cinturón hace años, por lo que su padre había
comenzado a usar los puños, y cuando eso ya no hizo que Jason rogara por
misericordia, había comenzado a golpearlo en las orejas. Jason nunca se acostumbró
a ese dolor.
—Tu madre está mirándote desde el cielo, llorando por eso en lo que te has
convertido. Llorando porque su hijo no es mejor que un delincuente, un criminal, una
pila de mierda inútil. Nunca lograrás nada.
Jason esbozó una expresión de desprecio, fingiendo que las palabras no lo
afectaban, pero a pesar de que las había oído una y mil veces, todavía escocían, y él
las creía un poco más cada día.
—¿Terminaste?
Papá lo golpeó en la otra oreja.
—Lleva tu culo hasta su habitación, muchacho. Estás castigado.
Jason ahora tenía ambas orejas cubiertas con las manos.
27
—¿Por qué?
—Por beber. Y por cualquier otro problema en que te hayas metido esta noche.
—Quítame las manos de encima. —Jason empujó a su padre, que se tambaleó
hacia atrás contra la pared—. Me voy, y nunca voy a regresar.
Se volvió para irse, preguntándose dónde podría quedarse, deseando poder sacar
su bajo de su habitación, pero sabiendo que tenía que salir inmediatamente.
Jason ya debería haber aprendido que su padre no tenía miedo a golpearlo hasta
la inconsciencia para hacerlo obedecer. No estaba seguro de por qué nunca se
defendía. Probablemente podría haberse enfrentado al viejo si realmente lo quería.
Pero en algún lugar en su interior, sabía que se merecía esto. Este dolor.
Cuando Jason recuperó la conciencia en el piso de su habitación, era media tarde
del día siguiente. Su puerta estaba asegurada con un candado desde el exterior, y sus
ventanas habían sido pintadas hasta quedar cerradas intencionalmente hacía mucho
tiempo. No había escapatoria de esta habitación.
Entró al pequeño baño conectado y se lavó en el lavabo. Un oscuro moretón
estropeaba su mejilla, pero era la única evidencia visible. El resto de sus heridas
estaban bajo su ropa. Le costaba respirar hondo y supuso que tenía otra costilla
fracturada. Se tocó la caja torácica, en busca de evidencia de huesos sobresalientes.
8
Al menos, no tenía fracturas completas esta vez. Nada sangraba. Estaba dolorido,
pero viviría.
Como era de esperar, su padre había confiscado su bajo de nuevo. Sin nada que
hacer, Jason se sentó en la cama, se apoyó contra la pared y soñó con días mejores.
Días de libertad y tocando su bajo en el escenario con su banda favorita, los Sinners.
Noches haciendo el amor con la chica más hermosa del planeta, Kara Sinclair.
Se desconectó de esa manera durante horas. Cuando ya no pudo soportar el dolor
de su corazón, giró la manija de su calentador portátil hasta que las bobinas brillaron
de un color naranja brillante. Había quitado la parrilla protectora meses atrás. Como
lo había hecho en numerosas ocasiones, apretó la muñeca derecha contra las bobinas
calientes hasta que su carne se quemó y se ampolló. Eventualmente, el dolor se volvió
demasiado y él se alejó del calor castigador. Respirando con dificultad, apretó la
muñequera de cuero alrededor de la carne ampollada para mantener constante el
dolor. Necesitaba algo que le doliera más que el dolor en su interior. El dolor que no
podía desenterrar, sin importar cuánto lo intentara.
Alguien llamó a su puerta y él pateó el calentador contra la pared en caso de que
su padre entrara y viera lo que estaba haciendo. No quería que él lo supiera. No quería
que nadie supiera que él se lastimaba cuando nadie miraba.
—¿Quieres cenar? —exclamó su padre.
—No.
—Como quieras. —Sus pasos se desvanecieron al final del pasillo.
Un tiempo después, Jason oyó un coche con un gran motor estacionarse frente a
su casa. Se acercó a la ventana para mirar hacia la oscuridad. Al otro lado de la calle,
Kara había estacionado. Ella hizo sonar la bocina y se sentó allí, esperándolo con el
motor en reposo. Ella pensaría que él la había plantado. Que no la deseaba.
Luchó con la ventana durante varios minutos, a sabiendas de que no cedería.
Desesperado por la libertad, él tomó un trofeo de boxeo de su estante para libros y
lo estrelló contra la esquina de la ventana. El sonido de cristales rompiéndose fue más
fuerte de lo que había esperado. Los pedazos cayeron sobre el techo del porche. Hizo
una pausa, esperando que su padre subiera rápidamente la escalera para sacarlo
permanentemente de su miseria, pero él nunca llegó. Debía haberse quedado
dormido frente al televisor.
Jason lanzó su manta sobre el vidrio roto en el marco de la ventana. Se paró en su
calefactor portátil para impulsarse sobre el alféizar de la ventana. Se dejó caer sobre
el techo, hizo una pausa para asegurarse de que su padre no viniera a matarlo, y luego
27
9
bajó por el poste del porche hacia los arbustos. Huyó a través del patio y corrió hacia
el auto de Kara. Antes de que pudiera subirse dentro, ella aceleró a toda velocidad.
Jason observó las luces que se retiraban; su corazón simultáneamente latiendo y
hundiéndose.
Las luces traseras del auto de ella brillaron y luego se encendieron las luces de
reversa. Ella casi lo atropelló mientras retrocedía el auto a alta velocidad. Ella se
detuvo, sin mirarlo. Miraba por el parabrisas y se movía en su asiento. Jace se subió a
su lado y ella salió a toda velocidad hacia la noche.
—Pensé que no ibas a venir —dijo ella con la respiración entrecortada—. Al
principio, estaba furiosa, después un poco aliviada. Cuando te he visto descender por
tu porche, me asusté. Lamento haberme ido.
—Está bien. Si no estás preparada…
—Estoy preparada —dijo ella. Se estiró al otro lado del auto y le apretó la mano.
La de ella estaba húmeda, pero a él no le importó. Él mismo estaba bastante
nervioso—. Mis padres estarán en una fiesta hasta tarde. Pensé… pensé que
podríamos… en la casa de la piscina.
Él llevó su mano a sus labios.
—Lo que te haga feliz.
Ella sonrió, luciendo tímida y avergonzada. Él nunca la había visto así. Le gustaba
este lado de ella. Quizás incluso más que el temerario y salvaje. No estaba seguro.
Cuando dejaron su casa, ella tomó su mano y lo llevó a la casa de la piscina. El
corazón de él golpeaba con una mezcla de anticipación y ansiedad. Ella abrió la
puerta, encendió una luz, y entraron a una sala de estar abierta flanqueada por dos
puertas, una etiquetada como de señoras, la otra como de hombres. Había un sofá y
dos sillas en el área común, pero ninguna cama. No exactamente lo que Jason había
imaginado para su primera vez, pero podría improvisar.
Ella lo miró y sus ojos se agrandaron.
—¿Qué le sucedió a tu rostro? —Tocó el moretón de su mejilla con los dedos—.
¿Te metiste en una pelea?
—Algo así.
Ella sonrió, su nariz arrugándose mientras lo miraba a los ojos con alegría.
—Oh, Jason, eres tan malo. Bésame.
280
Él la atrajo contra su cuerpo y ella lo envolvió con los brazos. El dolor serpenteó a
través de su cuerpo magullado mientras ella se aferraba a él. Él jadeó ligeramente, y
cuando ella lo miró dudosa, él la besó. Ella se puso rígida en su abrazo, por lo que
siguió besándola hasta que su cuerpo se relajó.
—¿Puedo tocarte? —preguntó él. Realmente no le importaba si lo abofeteaba de
nuevo, pero no quería presionarla si ella no estaba lista.
—Puedes tocarme dónde quieras.
Él contuvo el aliento.
—¿Dónde quiera?
—Donde quieras.
—¿Y puedo besarte dónde quiera?
Ella se estremeció contra él.
—Sí.
Él tomo la mejilla de ella en su mano y movió los labios por su mandíbula, su
garganta, su oreja. Ella suspiró, sometiéndose a su investigadora boca. Las puntas de
los dedos de ella se clavaron en su pecho, encontrando contusiones que él no sabía
que tenía, enviándolo a un extraño lugar entre el dolor y el placer. Cuando la mano
de él encontró su pecho, ella inhaló y luego se apartó. Lo sorprendió sacándose la
camiseta y luego desabrochándose el sujetador. Lo miró. Él podía ver su pulso
latiendo rápido y fuerte en su cuello. Ruborizándose, ella dejó que la prenda cayera
libre, dejando sus perfectos pechos desnudos ante su ansiosa mirada. Ella era la cosa
más hermosa que él había visto jamás. Trazó un pezón rosado con la punta del dedo,
fascinado por su respuesta cuando el pezón se endureció con cada toque.
—Jason.
Él bajó la cabeza y pasó la lengua sobre el pico endurecido. Ella se estremeció y
hundió los dedos en su cabello. Se las arregló para encontrar un moretón en la parte
posterior de su cabeza, pero el dolor que le infringió sin saberlo alimentó su fuego.
La llevó hacia el sofá. Cuando ella intentó quitarle la camiseta, él se apartó y
sacudió la cabeza.
—Esto es para ti —dijo él, pero en realidad, no quería que viera su cuerpo y las
horribles marcas negras y azules.
—¿Jason? —susurró ella indecisa.
281
—Está bien. Quiero hacerte sentir bien. —Él no se preocupaba por su propio
placer. Quería mostrarle lo fuertes que eran sus sentimientos por ella dándole placer
a su cuerpo. Tendría que mostrárselo, porqué sabía que no podría decírselo. Acarició,
besó y succionó cada centímetro de su sedosa piel por encima de la cintura,
prestando atención a sus reacciones, buscando los puntos que le daban mayor placer.
Cuando ella tiró de su camisa, él se movió fuera de su alcance y le sacó los jeans y las
sandalias. El cuerpo de ella se puso rígido por la ansiedad, así que él dejó las bragas
en su lugar, dándole tiempo para que se acostumbrara a su contacto. Él descubrió
que besarle el interior de las piernas la hacía gemir y retorcerse de placer. Le acarició
el dorso de sus rodillas mientras succionaba la carne del interior de sus muslos.
—Jason, por favor.
¿Por favor, qué? ¿Estaba preparada para que le quitara la ropa interior? Le cubrió
el montículo con la boca y le sopló un aliento caliente a través del último trozo de
ropa.
—Ah, Dios —jadeó ella, y agarró su muñeca derecha, apretando la muñequera con
tachas en un sólido asidero.
Él caso perdió el control cuando registró el dolor que ella infringió en sus
quemaduras. Le tomó la muñeca y la obligó a soltarlo antes de hacer un lío en sus
jeans.
—¿Estás preparada? —preguntó.
—Sí. Estoy tan caliente y dolorida que no puedo soportarlo.
Su ropa interior de encaje negro se unió al resto de la ropa en el suelo. Jason sabía
los nombres de sus partes femeninas, sabía qué hacían, cómo lucían por fotografías.
Sin embargo, nada lo había preparado para su aroma. Inhaló profundamente, sus ojos
cerrándose. Su polla protestó por la negligencia, sus bolas dolían. Quería enterrar su
cara entre sus piernas y aspirar su esencia, pero no creía que ella estuviera
completamente preparada para eso, así que acarició la lisa e hinchada carne de sus
pliegues internos con la punta de dos dedos. La textura de su carne expuesta lo
fascinó. Era más suave que la piel normal. Resbaladiza. Caliente. La vio hincharse,
enrojecerse y humedecerse bajo su persistente contacto. Las caderas de ella se
sacudieron, y ella lo llamó en su excitación. Él buscó su clítoris, habiendo oído que el
mayor placer de la mujer se centraba en ese pequeño punto. Le resultó difícil creer
hasta que sus dedos rozaron el pequeño e hinchado pedacito de carne y Kara gritó
con deleite. Su espalda se arqueó en el sofá.
—Oh, sí, Jason. Justo ahí.
28
2
Vaciló y luego bajó la cabeza para succionar su clítoris en su boca. Ella gritó,
sorprendiéndolo mientras su cuerpo convulsionaba de forma inesperada. ¿Había
tenido un orgasmo? No estaba seguro, pero le encantaba saber que provocaba esta
respuesta en su cuerpo. Que podía darle placer. Que podía hacer esto por ella. No
tenía dinero, ni su propio auto ni nada más que ofrecer, pero podía darle placer.
Movió su clítoris con la lengua mientras lo succionaba. Los movimientos de ella se
volvieron exagerados, necesitados. Sus dedos acariciaron la lisa y caliente carne de
sus labios interiores.
—Oh Dios. Pon tus dedos dentro de mí, Jason. Por favor, no me provoques más.
¿Ella pensaba que él la estaba provocando? Él movió la mano y lentamente insertó
un dedo en su pequeño y estrecho coño. Era tan pequeña por dentro. ¿Cómo podría
su cuerpo adaptarse a su polla? Él no era uno de esos tipos de los que se burlaban en
el vestuario. Necesitaba abrirla para caber dentro. Hizo girar su dedo en un amplio
círculo, estirándola hasta que pudo meter un segundo dedo dentro.
Ella se quedó sin aliento.
—Métela, Jason. Estoy lista. Métela ahora.
¿Métela? Él se quedó inmóvil y se inclinó un poco hacia atrás, liberando el clítoris
de su boca.
Tragó con fuerza.
—¿Ahora?
—Sí, sí. Ahora.
Su mano temblorosa se trasladó a su cremallera. La deseaba. Quería meter su
palpitante polla en ese caliente coño pero, ¿y si se avergonzaba a sí mismo? ¿Qué tal
si acababa Y si se corría tan pronto como la metía?
—De prisa, Jason.
Él se bajó la cremallera y su polla saltó libre. Estaba sobreexcitado y lo sabía. Ella
buscó a tientas bajo la almohada del sofá y sacó un condón.
—Ponte esto primero.
Él se bajó los pantalones por los muslos e intentó poner el condón en su lugar.
—Oh Dios, eres enorme —dijo Kara mientras lo miraba—. Ve despacio, ¿de
acuerdo?
—De acuerdo.
283
Tan pronto como tuvo el condón en su lugar, se subió encima de ella y se acomodó
entre sus muslos. Usó su mano para guiar la punta de su polla dentro de su cuerpo.
Oh Dios, se sentía tan bien. Se hundió más profundo. El cuerpo de ella luchaba para
aceptarlo. Ella aspiró una bocanada de aire dolorosa entre los dientes.
—Espera —gruñó ella—. Duele.
¿Cómo podía doler? Él nunca había sentido nada tan maravilloso en su vida. Empujó
más profundo. La carne de ella se resistió a él.
—Ow.
Estaba intentando ir tan despacio como podía, pero su pequeño y apretado coño
era puro deleite, y todo pensamiento racional abandonó su mente. Incapaz de
controlar el impulso de enterrarse profundamente en ella, empujó hacia delante. La
carne de ella se desgarró, fácilmente cediendo a la suya, y ella gritó de dolor. Él no le
dio tiempo para recuperarse, sino que se apartó y se metió en su cuerpo de nuevo.
—No tan fuerte —se quejó ella.
Él no podía pensar, sólo podía sentir. Con su urgencia creciendo, la folló más duro.
Más fuerte. Más rápido. Oh Dios, más fuerte. Tómalo, Kara. Apenas comprendía que
ella estaba llorando. Sólo necesitaba poseerla. Eso era todo. No quería causarle dolor.
Ella lo golpeó en el hombro con el puño.
—Jason, me estás haciendo daño. Deja de hacerlo tan duro.
Pero su segundo golpe sólo lo excitó más.
—Golpéame otra vez, Kara. Hazme daño.
—¿Qué?
—Golpéame. —Él la miró, encontrando sus mejillas manchadas con lágrimas.
Empujó su polla dentro de su cuerpo—. Por favor, Kara, hazme daño. Necesito…
dolor.
Por la expresión en su rostro, él supo que había dicho algo malo, algo raro, pero
quería que ella le hiciera daño, necesitaba que lo hiciera. Todo ese placer no podía
estar bien. No estaba acostumbrado al placer. Entendía el dolor.
—Bastardo enfermo, sal de encima de mí.
El codo de ella lo golpeó en las costillas fracturadas, y su cuerpo convulsionó
cuando acabó inesperadamente. Él dejó de moverse, su cuerpo bombeando la semilla
dentro de ella, acumulándose en la punta del condón. Se deleitó en el dolor que
28
4
irradiaba de su costado, casi tanto como de los espasmos de placer que aferraban la
base de su polla.
—¿Qué te sucede? —preguntó ella, luchando debajo de él para sacarlo de su
cuerpo.
—No lo sé. —Él presionó la frente contra el hombro de ella, luchando con las
lágrimas—. Lo siento, no quería hacerte daño. ¿Estás bien?
—No, no estoy bien. ¡Sal de encima de mí!
Él se retiró, y ella se retorció para salir de debajo de él, aterrizando en el suelo.
—Kara.
—No te me acerques —dijo ella, recogiendo sus ropas y dirigiéndose a la puerta.
Él vio sangre en sus muslos, en su polla, en la almohada del sofá. Eso le hizo sentir
náuseas. Oh Dios, él realmente le había hecho daño.
—Espera, no te vayas. Lo siento.
—Hay algo mal contigo. Sólo mantente lejos de mí. No quiero volver a verte nunca.
—Ella abrió la puerta de un tirón y salió corriendo de la casa de la piscina.
El corazón de él se retorció.
—Pero te amo.
No supo si ella lo oyó decirlo. Todo el edificio se estremeció cuando ella cerró la
puerta.
—No te vayas. —Pero ella ya se había ido.
El viaje a casa fueron los siete kilómetros más largos que había caminado en su
vida. Deseó poder borrar todo. Bueno, no todo. Sólo desde el momento en que había
comenzado a tomar su propio placer. Ahí fue cuando todo había dado un giro para lo
peor. Y ahora Kara le odiaba, no quería volver a verlo nunca. El dolor que su padre le
infringía no se acercaba a esta agonía paralizante en su corazón. Se apretó la muñeca
derecha debajo de la muñequera, necesitando el dolor para dar otro paso hacia su
casa.
A medida que se acercaba a su casa y a su seguramente lívido padre, Jason notó
algo brillante en el horizonte. Humo que se elevaba hacia el cielo nocturno. Fuego.
Una autobomba sonó al dar vuelta a la esquina y dirigirse calle arriba. Una ambulancia
lo siguió un momento después.
285
Parecía que el incendio era cerca de la casa de Jason. Cuanto más se acercaba a su
fuente, más rápido latía su corazón, hasta que ya no pudo negar la realidad. El
incendio era en su casa. Corrió las últimas dos cuadras. Los bomberos corrían por la
calle, conectando una manguera a la boca de incendios más próxima. Los vecinos
salían de sus casas en pijama, abrazados, mirando la destrucción con temor. Jason
miró su casa en llamas con incredulidad, entrando en el patio en trance. Enormes
llamas salían por la ventana rota de su dormitorio. Podía escuchar a su padre en la
casa, gritando su nombre.
—¡Jason! Hijo, ¿dónde estás?
—Papá, ¡estoy aquí!
Hubo un fuerte sonido de algo que se hacía astillas, y el techo de su cuarto se
derrumbó en una lluvia de chispas. Los primeros chorros de agua procedentes de las
mangueras estallaron sobre las llamas, silbando mientras el agua se evaporaba.
—¡Papá!
Él corrió hacia la casa, y consiguió llegar hasta el porche, antes de que alguien lo
tomara de la cintura.
—Déjame ir —exigió, luchando con todas sus fuerzas—. Él todavía está dentro. Mi
padre. Creo que está en el piso superior. Lo oí llamándome. Pero…
Un par de bomberos echaron abajo la puerta principal. Podía escucharlos
gritándose el uno al otro dentro de la casa.
—Échame una mano. Alguien está atrapado debajo de esta viga—. Finalmente,
uno de ellos emergió, llevando un cuerpo inerte sobre el hombro—. ¡Médico!
¡Necesitamos un médico por aquí!
El cuerpo carbonizado que él puso en la tierra era el padre de Jason.
—Mi hijo —murmuró, aferrándose a la bota del bombero. Oraciones coherentes
se confundían con sílabas que no se podían distinguir—. Salve a mi hijo. Lo encerré
en su habitación. No pude llegar a la puerta. El techo cayó. —Tosió, sus ojos vidriosos
por el dolor—. Él todavía está ahí dentro. —Si no fuera por la voz conocida, Jason no
lo hubiera reconocido. Su piel estaba tan seriamente quemada que estaba
inidentificable.
Jason se puso delante de él temblando.
—Estoy aquí, papá. Estoy bien.
286
—El helicóptero está en camino —dijo un paramédico—. Lo llevaremos al centro
de quemados tan pronto como sea posible.
—¿Cómo saliste? —murmuró su padre—. ¿Incendiaste la casa? ¿Lo hiciste? No me
extrañaría de ti, mocoso. Lo hiciste, ¿verdad? Para vengarte de mí por encerrarte. Por
lanzar tu estúpido bajo a la basura.
Jason sacudió la cabeza.
—No. No lo hice. —Miró hacia su habitación. No había duda de que el fuego había
empezado allí. Era dónde se concentraba el daño. Mientras Jason miraba, los restos
destrozados de una manta revoloteaban sobre el techo del porche a la vez que un
chorro de agua lo sacaba de su punto de apoyo. Él reconoció su colcha, medio
quemada. La colcha que había colocado sobre el vidrio roto en el alféizar de la
ventana. Y su calentador. El calentador que había olvidado apagar después de
haberse quemado la muñeca.
Entonces se dio cuenta. Él había comenzado el fuego.
Jason aferró su muñeca derecha con fuerza castigadora, presionando la
muñequera de cuero sobre su carne ampollada hasta que su visión se borroneó.
Dejaron que Jason montara en el helicóptero cuando se enteraron de que no tenía
otra manera de ir al hospital. Ningún otro familiar. Nadie que se preocupara de él.
Jason no podía soportar sus miradas de lástima. O el parloteo sinsentido de su padre.
Papá deliraba por el dolor y seguía repitiendo.
—Todo es tu culpa. Todo tu culpa.
Jason se acurrucó en un rincón, las manos sobre las orejas, ya no un joven de
quince años, sino un niño asustado. Sin nada. Nadie. Estaba solo. Solo. Sin nadie que
le hiciera daño. Le hiciera daño cuando lo necesitara.
Se habían llevado a su padre al centro de tratamientos tan pronto como el
helicóptero aterrizó. Le preguntaron a Jason si quería estar con él. Le advirtieron que
su padre probablemente no pasaría de esa noche.
—Podrías querer decirle adiós, hijo —le dijo un doctor en un momento dado.
Pero no lo había hecho. Había tenido demasiado miedo, como con su madre. Su
último recuerdo de su padre era de ojos sin párpados que lo miraban sin comprender
mientras lo llevaban en la camilla sobre ruedas al centro de tratamiento.
Jace se despertó, su corazón golpeando en su pecho, la imagen de su padre
horriblemente quemado circulando por su mente. La habitación estaba
28
7
completamente oscura, pero podía oírla respirar, sentir el suave movimiento del bus.
Ambos le trajeron consuelo. Amaba estar en la carretera. Y la amaba a ella. Su Aggie.
Su mano buscó la de Aggie debajo de las mantas. Se aferró a sus dedos,
sintiéndose estúpido por necesitarla tanto, por buscar su apoyo, mientras ella dormía
inconsciente de su agitación. No era como si pudiera hacer algo con los fantasmas
que lo atormentaban. Con el dolor del recuerdo de su padre. La culpa que sentía Jace.
El miedo.
O quizás podía. Ella lo había ayudado a lidiar con el dolor de perder a su madre. Su
memoria seguía en las sombras, pero ya no amenazante. Había encontrado consuelo.
Aggie le había dado eso. Ella se las arreglaba para darle todo lo que necesitaba.
Incluso cosas que él no se había dado cuenta de que eran importantes. Cuando el sol
salió, la miró dormir, preguntándose cómo sobreviviría si la perdía a ella también.
Aggie abrió sus ojos para encontrar a Jace mirándola. Sonrió, estirándose
letárgicamente.
—Buenos días, cariño —murmuró—. ¿Qué haces despierto tan temprano?
28
—Estoy preparado —dijo él.
Ella sonrió, pasó un brazo alrededor de su cuello y se acercó a su cuerpo caliente.
—Pensé que después de anoche estarías satisfecho por al menos un par de días.
—No me refería a eso —dijo él seriamente—. Estoy preparado para contártelo.
El corazón de ella se saltó un latido y su sonrisa se desvaneció.
—¿Sobre tu padre?
—Sí.
Ella no estaba segura de si quería que él le contara. Él había dicho que lo había
matado. ¿Qué tal si había hecho algo verdaderamente imperdonable? ¿Podrían sus
sentimientos por él cambiar? Ella no quería eso. Era increíblemente feliz con Jace.
Nunca se había sentido así por un hombre durante mucho tiempo y no estaba
preparada para que terminara. Sabía que él estaba dando un gran paso al confiar en
ella, sin embargo, así que no era como si ella pudiera negarse a escuchar. Tenía que
ser fuerte. Sabía que su carga era demasiado pesada para un par de hombros.
Aggie luchó para liberar su brazo de la sábana enredada, entonces levantó la mano
para acariciar su frente con ternura.
8
—Te oigo.
Él cerró los ojos.
—¿Por dónde comienzo?
Ella no creía que realmente le estuviera dirigiendo la pregunta a ella, así que esperó
a que procediera.
—No fui un adolescente fácil. Me metí en un montón de problemas. En casa. En la
escuela. Con la ley. Cuanto más Papá intentaba enderezarme, peor me comportaba.
Gritarme no funcionaba. El castigo físico no funcionaba. Encerrarme. Quitarme mis
cosas. Nada funcionaba. En ese momento lo odié, pero no tanto como él me odiaba
a mí. Vivimos así durante cinco años… en constante oposición.
—Rebelarse no es inusual, cariño. Muchos adolescentes crecen así —dijo Aggie y
le tocó el rostro—. ¿Te pegaba?
Jace se encogió de hombros.
—Prefería eso a los gritos. Los moretones se iban, pero las palabras, esas todavía
están conmigo.
Él agachó la cabeza, con los ojos cerrados. Ella esperó a que recuperara la
compostura. Después de un momento, él la miró a los ojos.
—El día en que él murió. —Respiró hondo—. El día en que lo maté, se suponía que
estuviera castigado en mi habitación. Me escapé para estar con una chica. Kara
Sinclair.
—¿Sinclair?
—La hermana pequeña de Brian.
—No sabía que conocías a los chicos por ese entonces. ¿Cuántos años tenías?
—Quince. Yo conocía a la banda, pero ellos no me conocían a mí. Salí con Kara para
estar más cerca de ellos, pero… y luego unos meses después ella… —Sacudió la
cabeza—. Esa es una historia para otro día. Mientras yo estaba fuera… —Sus ojos
volaron a su frente—. Perdiendo la virginidad, de hecho. —Cuando se sonrojó, ella
no pudo evitar sonreír. Él lució algo descompuesto durante unos segundos, pero se
recuperó—. Mientras estaba fuera con Kara, la casa se incendió. Comenzó en mi
habitación. Papá pensó que estaba encerrado dentro, así que fue arriba para
sacarme. No estaba allí. Él me había castigado, encerrándome en mi habitación. Se
suponía que estuviera allí, pero no lo estaba, Aggie. Si no le hubiera desobedecido…
si no hubiera roto una ventana y me hubiera escapado para pasarlo bien… si no
289
hubiera encendido ese calentador, o hubiera recordado apagarlo. —Se desabrochó
la muñequera que siempre llevaba en la muñeca derecha y le mostró la piel de debajo;
las cicatrices de quemaduras demasiado numerosas como para contarlas—. Encendí
el calentador para hacerme esto a mí mismo, y después le puse la colcha encima sin
pensar. Eso comenzó el fuego. Las cortinas siguieron. Después los muebles. Si lo
hubiera escuchado, Papá nunca hubiera quedado atrapado en las llamas. No habría
sufrido quemaduras de tercer grado en el noventa por ciento de su cuerpo. No habría
muerto horas después. —La miró a los ojos, desafiándola a negar su implicación. El
dolor que él trabajaba tan duro para ocultar estaba allí mismo, en la superficie, tan
tangible que ella creía que podía tocarlo—. Debería haber sido yo. Debería haber sido
yo el que muriera. Lo maté, Aggie. Bien podría haberle disparado un tiro en la cabeza.
Ella sabía que él debía sentirse así, y no estaba segura de cómo hacerle ver que la
muerte de su padre había sido un horrible y trágico accidente, pero que no era su
culpa. Su padre no debería haberlo encerrado en la habitación. Y Jace no había
provocado deliberadamente el incendio. Era un niño descuidado. Con tanto dolor.
—Está en el pasado, cariño. Hoy te amo. Ahora mismo —murmuró ella, tocándole
el rostro—. Eso es lo importante. —Él la miró en la tenue luz que se filtraba por las
persianas. Lucía miserable hasta las profundidades de su alma.
—¿Todavía me amas? —dijo él sin aliento.
—Sí.
—Incluso sabiendo… —Él tragó.
—Te dije que podías decirme cualquier cosa. Me entristece que estés herido, y
siento que no tengas ningún familiar cercano. Al menos tienes a tu banda… y a mí.
Nosotros somos tu familia.
—Un bonito sentimiento, Aggie, pero realmente no soy tan cercano a los chicos.
Ellos me toleran…
Aggie le cubrió la boca.
—De acuerdo, te dije que podías decirme cualquier cosa, pero eso no significa que
puedas mentir. Eres cercano a los chicos. Ellos te adoran y harían cualquier cosa por
ti. Tú, simplemente, no los dejas entrar. Me has dejado entrar. No es tan malo,
¿verdad?
—Es diferente contigo, Aggie. Me has demostrado una y otra vez que me aceptas
por quién soy. ¿Los chicos? Ellos ni siquiera saben quién soy.
—Podrías permitir que te conozcan. Puedes confiar en ellos. No te harán daño.
290
—Quizás. —No parecía convencido.
—¿De qué estás asustado?
—De nada.
—¿Piensas que si ellos ven detrás de tu pared te reemplazarían en la banda?
Él vaciló y luego asintió silenciosamente.
—Obviamente tienes una opinión muy baja de tus compañeros de banda.
Una chispa de ira tocó los ojos de él.
—¿Qué quieres decir? Los tengo en un pedestal. Daría mi vida por cualquiera de
ellos.
—Sin embargo, ni siquiera les permites ver tu verdadero yo. ¿Crees que tienen
alguna idea de cómo te sientes por ellos?
—¿Necesitan saberlo? Los idolatro. Es vergonzoso.
Él nunca había aprendido a mostrar afecto de niño. Nadie le había mostrado nada
de amor, así que no sabía cómo y no lo reconocía. Por eso no entendía que los chicos
le mostraban afecto cuando le tomaban el pelo. Quizás ellos podrían ayudarla. No
estaba segura de cómo podría hacerlos cooperar. Pero quería eso para Jace. Él
necesitaba reconocer el amor en su vida. Ella podría haber sido egoísta y mantenerlo
para ella sola. Él incluso podría haber sido feliz solamente con su confianza, pero
necesitaba una red de apoyo más grande. Aferrarse demasiado duro a una persona
podía ser devastador cuando las cosas no salían como estaban planeadas o las
circunstancias alejaban a las personas. Jace necesitaba a gente que lo apoyara en su
vida. Había estado sólo durante demasiado tiempo. Quizás dejaría a sus compañeros
de banda entrar uno por uno.
—Me alegra que me contaras lo que le sucedió a tu padre. —Tenía que desviar la
atención de los muertos. Ayudarlo a concentrarse en los vivos—. ¿Qué pasó contigo
después de que él muriera? ¿Viviste con algún pariente?
Él sacudió la cabeza.
—No tengo ningún pariente vivo que me reclame. La familia de mi madre la
desheredó cuando huyó de Croacia para venir a Estados Unidos. Dejó un aldeano en
el altar o algo así. La recuerdo hablando de ello cuando discutía con Papá. Los padres
de Papá trabajaron duro y murieron jóvenes. —Jace rodó sobre su espalda y se quedó
mirando el techo—. Así que me quedé en un orfanato hasta que cumplí los dieciocho
años, y luego me fui por mi cuenta.
291
Ella se acurrucó a su lado y le besó el hombro.
—La primera vez que te vi, supe que habías sido obligado a crecer demasiado
rápido.
Vio cómo las emociones pasar por el rostro de él. Está claro que tenía más
demonios para exorcizar.
—¿Cómo era el orfanato? —preguntó ella.
Él se encogió de hombros.
—Luchar o morir. Elegí luchar.
—¿No hiciste ningún amigo allí?
Él sacudió la cabeza.
—Había una razón por la éramos los no deseados. Yo tenía mi bajo. Lo saqué de la
basura. Fue lo único que sobrevivió al incendio. Y fue suficiente.
Aggie se preguntó cómo no había terminado como un asesino serial. ¿Cuántas
experiencias traumáticas podía soportar un niño? Y ahora ella hacía que le dispararan
y echaba a perder lo que él había trabajado tan duro para lograr.
—No eres un no deseado. Yo te deseo, Jace.
Él cerró los ojos y respiró hondo. Él le tomó la mano y la apretó, pero no dijo nada.
Ella se quedó allí, pensando en alguna manera de conseguir acercarlo más a sus
compañeros de banda. Parecía identificarse más con Eric. Probablemente porque
tampoco tenía padres. O quizás Jace y Brian podían conectarse a través de Kara.
—¿Brian sabe que salías con su hermana?
—Dios, espero que no. Él piensa que ella era un ángel perfecto. No quisiera
manchar su memoria.
—¿Su memoria?
—Kara murió en un accidente de auto. Nunca la volví a ver después de nuestra
noche juntos. Fui demasiado duro con ella. La lastimé. La asusté. Me llamó un
monstruo y me dijo que no quería volver a verme. —Él atrapó su mirada—. Me callaré
ahora. Nada peor que hablar de viejas relaciones con tu novia.
—Lamento que ella muriera. Debe haber sido tan joven.
—Dieciséis.
Demasiado joven.
29
2
—¿La amabas?
—Sí.
—¿Y ella te hizo feliz?
—Por un tiempo.
Aggie sonrió con tristeza.
—Entonces estoy agradecida con ella por eso. Pero no eres un bicho raro. Resulta
que a mí me gusta cuando te pones bruto.
—Eso es porque también eres un bicho raro.
Ella rio y le dio un codazo en las costillas.
—Oye.
—Creo nos pertenecemos mutuamente, Aggie.
—Yo no lo creo.
El cuerpo de él se puso rígido. Ella le puso una mano sobre el pecho y levantó su
cuerpo para mirarlo a los ojos.
—Sé que es así —dijo. Él sonrió, y ella se derritió. Se miraron a los ojos hasta que
él se ruborizó y apartó la mirada.
Ella decidió que conectar a Jace con Brian, usando a Kara como terreno común, no
era la mejor idea. Se movió al plan B.
—¿Sabes quién se parece mucho a ti?
Las cejas de él se unieron al contemplar su pregunta.
—Eric.
—¿ Eric? —Jace rio—. Me vi obligado a crecer demasiado rápido. Él nunca creció
en absoluto.
—Está viviendo su infancia ahora, ya que no tuvo una de niño. Está lidiando con
algunas de las cosas que tú has pasado de una manera totalmente diferente.
—Aggie, deberías haber sido un psiquiatra. ¿Cómo sabes todo esto?
Ella sonrió y bajó la cabeza para agitar el aro de su pezón con la lengua.
293
—Creo que me quitarían la licencia tan pronto como usara mi látigo con un cliente.
Pero supongo que sí ayudo a los hombres con ciertos componentes de su
psicología… de una manera un poco convencional.
—Y yo soy su obra maestra, supongo.
Ella sacudió la cabeza.
—Tú eres mi corazón, cariño.
Él la envolvió con el brazo y la atrajo hacia su pecho. Su corazón golpeaba con el
hombro de ella cuando le besó la frente con ternura.
—No te merezco.
—Creo que yo debería quien juzgue eso.
La mano de Aggie se deslizó por su vientre plano, encontrando todos sus puntos
de cosquillas con facilidad. Quería oírlo reír. Quizás algún día él lograría hacerlo sin
que ella tuviera que recurrir a las cosquillas.
La puerta se abrió y Eric asomó la cabeza.
—Parece que alguien se está divirtiendo.
La risa de Jace murió, y tomó las muñecas de Aggie para cesar su cosquilleo.
Levantó la muñequera del colchón y se apresuró a asegurarla a la muñeca llena de
cicatrices. Aggie le ofreció una sonrisa triste y la aseguró por él.
Vestido sólo con sus calzoncillos negros, Eric entró en la habitación y cerró la
puerta tras de sí.
—¿Puedo entrar?
—¿No lo hiciste ya? —preguntó Aggie.
—Quiero decir a las sábanas.
—No estamos haciendo nada —dijo Jace—. Sólo hablando.
—¿Tú? ¿Hablar? No sabía que pudieras. —Cruzó la habitación y se lanzó sobre la
cama junto a ellos—. Estoy tan aburrido. Entreténganme.
—¿Tú? ¿Aburrido? —dijo Jace—. No sabía que supieras cómo.
Eric rio y le dio un puñetazo en el hombro.
—Es todo culpa de Sed. Desde que él y Jessica se comprometieron, la única acción
que ha estado recibiendo se da entre su oreja y su mano.
294
Aggie arqueó una ceja.
—¿Su oreja?
—Tienes suerte de haber tenido permitido el uso de la habitación todo este tramo
de la gira. No tienes que escucharlo susurrando en su teléfono a todas horas de la
noche y masturbándose.
—Ah, sexo telefónico. De hecho, me gustaría oír eso—dijo Aggie con una
sonrisa—. Apuesto a que realmente se pone en ello.
—De hecho, intenta ser silencioso, pero todos sabemos lo que está haciendo. —
Eric puso los ojos en blanco—. Como si Jessica fuera a saber si él folla a una groupie
o dos.
—Ella lo sabría. —Jace rio entre dientes—. Sed nunca puede ocultar una
conciencia culpable.
—Eso es cierto —dijo Eric.
—Ustedes realmente no tienen ninguna privacidad en este bus, ¿verdad? —
preguntó Aggie.
—No. Ha sido la ruina de muchas bandas. Es bueno que nos toleremos tan bien —
dijo Eric—. Sin embargo, realmente echo de menos las actuaciones de Sed. Y no me
refiero a su canto. Pero supongo que ustedes dos tendrán que ser suficiente.
Pónganse a trabajar. —Él apoyó la cabeza en una mano y levantó las cejas.
—Realmente no hacíamos nada excepto hablar —dijo Aggie.
—¿De qué hablaban?
Su apertura con Eric presentándose, ella la tomó.
—Del padre de Jace. Cómo murió.
Eric miró a Jace.
—¿Cómo?
—No me gusta hablar de eso —dijo Jace.
—¿Tienes alguna otra familia?
—No. No tengo padres. No tengo familia.
Jace se retorció para levantarse, pero Aggie desparramó su cuerpo sobre el suyo
y apoyó la cabeza en su hombro. Se quedó allí como un peso muerto para impedir
que él evitara esta conversación.
295
—¿Fuiste a un hogar de acogida? —preguntó Eric.
—Tenía quince años y antecedentes penales. Nadie quería abrir su casa a un
indigente. Me alojé en un orfanato durante casi tres años.
—¿Serviste tiempo en la cárcel?
—Centro de detención juvenil por un par de meses. Por un par de robos en
tiendas… nada demasiado emocionante.
—La clave para ser un buen ladrón es que no te atrapen.
—¿Hurtaste?
—Era un terror cuando era niño —dijo Eric.
Jace soltó un bufido y dejó de intentar escabullirse de debajo de Aggie.
—Nada ha cambiado.
Eric rio entre dientes.
—Quizás, pero ya no robo más. He encontrado otras maneras de llamar la
atención.
—¿Así que nunca te atraparon?
—No dije que fuera un buen ladrón. Me pillaron más de una vez. Una de las muchas
razones por las que pasaba de una casa de acogida a otra. Sin embargo, nunca tuve
que permanecer en un orfanato. He oído que esos lugares son bastante duros.
Jace se encogió de hombros.
—Sobreviví.
—Entonces, ¿cómo murió tu papá?
—No es de tu in…
Aggie cubrió la boca de Jace con la mano.
—Murió en un incendio —dijo.
—Oh, hombre, esa sería una manera horrible de morir. Realmente siento que lo
perdieras.
Jace arrancó la mano de Aggie de su boca.
—¿Por qué? Era un hijo de puta abusivo.
296
—Quizás. Pero era tu padre. Estoy seguro de que no querías que muriera.
—Estarías equivocado.
No, no el tipo duro, Jace. Deja que tu corazón se muestre, cariño.
—Bueno, lo que sea. ¿Van a ponerse a trabajar ahora, o tengo que ir a ver aburrida
pornografía por Internet?
Y ahora había perdido a Eric también. Esto iba a ser más difícil de lo que Aggie había
pensado. Tenía que bajar las defensas de Jace y aumentar la sensibilidad de Eric. No
había problema. Sí, claro. Quizás un poco de intimidad sexual funcionara; al menos
para conseguir que Jace se relajara. Cuando lo besó, todo su cuerpo se puso rígido.
Bueno, excepto por la parte que ella quería que se pusiera rígida.
Ella levantó la cabeza para mirarlo y lo encontró fulminándola con la mirada.
—¿Qué sucede?
Él miró a Eric y luego a ella.
—Quizás no aprecie que le cuentes a la gente mis asuntos personales.
—No sé cuál es el problema, hombrecito. Está bien —dijo Eric—. Estoy seguro de
que tu pasado no es ni la mitad de deprimente que el mío pero, ¿a quién le importa
una mierda? Se acabó y no puedes cambiarlo, así que olvídate de él. No te desquites
con Aggie.
Ella miró a Eric.
—No, Jace tiene razón. Si crucé la línea, entonces tiene el derecho a llamarme la
atención. —Su mirada se movió hacia Jace, que lucía sorprendido por sus palabras—
. Me disculpo por interferir. —Pero eso no significaba que fuera a dejar de hacerlo.
—Está bien —dijo él en voz baja, los ojos bajos.
Esta vez, cuando ella lo besó, él respondió con entusiasmo. Era tan compasivo con
todos los demás. ¿Por qué no podía perdonarse a sí mismo? Ella dejó un camino de
besos hasta su oreja. La que estaba del lado opuesto de donde Eric descansaba, para
que Eric no oyera.
—Te amo. —Ella sintió el rostro de Jace calentarse contra su mejilla mientras se
sonrojaba. Ah Dios, era tan condenadamente lindo. Ella succionó su lóbulo en la boca,
moviendo el pequeño aro con la lengua. Su polla se agitó contra su cadera. Ella le rozó
el rostro con la nariz al susurrar—. ¿Quieres que Eric nos deje en paz? La echaré.
—Puede quedarse.
29
7
—¡Bravo! —Eric salió de la cama y comenzó a sacar cosas del cajón de la mesa de
noche—. Estoy tan jodidamente caliente, apenas puedo soportarlo.
Aggie rio entre dientes y levantó la cabeza para mirar en el cajón.
—¿Algo con sabor a cereza ahí?
—Si usas todo el aceite con sabor a cereza de Trey, nunca te lo perdonará.
—Correré el riesgo.
Eric colocó un tubo en su mano extendida.
Ella apartó las sábanas y se deslizó hacia abajo por el cuerpo de Jace.
—Tu turno, cariño. Te debo un poco de placer después de anoche.
—¿Me perdí de algo bueno? —preguntó Eric.
Ella roció la polla que se endurecía de Jace con sabor a cereza.
—Te perdiste de algo fenomenal, pero yo no te hubiera querido allí de todos
modos. El único que me ve rogar es Jace.
Ella amó la sonrisa de satisfacción que cruzó el rostro de Jace.
—Obtuve mucho placer de la experiencia —murmuró él—. No me debes…
Jace jadeó cuando ella tomó su polla en la boca. Estuvo duro como una piedra en
un instante.
—Oigan, espérenme —se quejó Eric. Se acomodó en la cama junto a ellos, la
cabeza al nivel de la cadera de Jace mientras observaba los movimientos de Aggie.
Aggie observó a Eric por el rabillo del ojo. Él vertió aceite en su mano y tomó su polla,
luego la acarició con el mismo ritmo que Aggie había encontrado para darle placer a
Jace. Ella cerró los ojos, centrando su atención en brindarle a Jace el mayor placer. Le
pasó las manos sobre sus caderas estrechas, pasando los pulgares sobre los bordes
de los huesos de su cadera debajo de la piel. Se estremeció y le tomó el cabello. Ella
lo chupó más fuerte. Su agitada respiración le dijo que él estaba cerca. Ella se apartó
y sopló aire frío sobre la cabeza de su polla. Jace se retorció sin control durante varios
minutos hasta que lo recuperó. Aggie sostuvo la base de su polla, frotando su dedo
pulgar hacia arriba y hacia abajo por la parte inferior. Se llevó la cabeza a la boca,
colocándola entre la lengua y el paladar, aplicando una ligera succión. Escuchó la
respiración de él a medida que su entusiasmo crecía de nuevo, esperando hasta que
él estuvo cerca de dejarse ir antes de apartarse. Ella le separó las piernas, dejó caer
aceite con sabor a cereza sobre sus bolas, luego lo succionó y lamió hasta que él
retorció las caderas por el tormento.
298
—¿Qué quieres, cariño? —murmuró ella, lamiendo el pliegue entre los testículos y
continuando por la parte inferior de su polla—. Dime.
—Coño —jadeó él.
Ella sonrió.
—¿El mío?
—Sí, sí. Por favor.
Ella se movió hacia arriba por su cuerpo y se sentó a horcajadas de sus caderas. Él
tomó su polla y la dirigió dentro de su mojada apertura. Arqueó la espalda y empujó
hacia arriba. Ella no bajó a su encuentro, sino que mantuvo el cuerpo suspendido
sobre el suyo y lo observó levantar las caderas para follarla profundamente.
Le tocó el rostro.
—Cálmate, cariño. Te tengo.
—Ah, Aggie, no puedo soportarlo.
Él se relajó contra el colchón después de un momento. Ella se dejó caer para
tomarlo profundamente. La cabeza de ella cayó hacia atrás en éxtasis. Ella había
querido que él recibiera todo el placer esta mañana, pero no había manera de que no
tomara un poco para sí misma mientras él estuviera enterrado dentro de ella.
Eric se movió y apoyó la cabeza en el abdomen de Jace.
Jace se puso tenso.
—¿Qué estás haciendo?
—Puedo ver mejor desde aquí —dijo él.
—Quítate de encima.
—No me niegues esto, amigo. Por favor. Me estoy muriendo.
Jace puso la sábana de debajo de la cabeza de Eric para que su mejilla desnuda no
tocara su vientre. No protestó más.
Aggie comenzó a moverse. No podía decidir qué era más sexy, el rostro de Jace
mientras ella lo tomaba profundamente en su cuerpo, o el de Eric mientras miraba y
acariciaba su polla con entusiasmo.
—¿Sabes por qué la pornografía es tan aburrida? —preguntó Eric—. No hay olor.
—Acercó su rostro hacia Aggie e inhaló. Sus ojos se cerraron—. Aún más que la
299
imagen y el sonido, es el maldito olor de lo que no puedo tener suficiente. O el gusto.
—Su lengua rozó el clítoris de Aggie, y ella se estremeció.
Jace tomó un puñado de cabello de Eric y le dio un tirón hacia atrás.
—Se supone que mires, no que participes.
—No puedo probar si no participo.
—Es una pena.
Aggie estaba un poco decepcionada de que Jace detuviera a Eric. Su clítoris
palpitaba con la excitación. Comenzó a subir y bajar más rápido sobre la gruesa polla
de Jace, haciendo girar las caderas para frotarse contra su hueso púbico con cada
movimiento descendiente. Eric había dejado de acariciar su polla. Su mano aceitada
se deslizó sobre la cadera de Aggie hacia su culo. Los ojos de Aggie se encontraron
con los de Eric, y él le sonrió con complicidad. Su mirada se dirigió hacia Jace. Él tenía
los ojos cerrados y estaba completamente inconsciente de que Eric la estaba
tocando, deslizando las puntas de los dedos por la raja de su culo, deslizando la punta
de un largo dedo en su culo. Ella gimió y se balanceó hacia atrás. Su dedo se deslizó
más profundamente. Los ojos de Aggie se cerraron.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Jace.
—Su culo está solo, Jace. Mírala. Le gusta. Lo quiere.
Sí lo quería, pero sólo si Jace estaba de acuerdo. Eric deslizó un segundo dedo en
su culo, y ella se estremeció.
—¿Te gusta eso? —preguntó Jace.
Ella se mordió el labio y asintió levemente.
—De acuerdo, entonces.
Eric se movió, y sus dedos se deslizaron más profundamente.
—Oh, Dios —gimió Aggie, frotándose contra la mano de Eric y la polla de Jace.
—Estoy en ello —dijo Eric.
Sacó los dedos y fue a sentarse detrás de ella. Se sentó a horcajadas de las piernas
de Jace, deslizándose contra la espalda de Aggie. Eric tomó un momento para
ponerse un condón y luego ella sintió su polla contra el culo. Dedos resbaladizos
lubrican su pasaje, y luego presionó la cabeza de su polla contra su entrada trasera.
Ella aspiró entre dientes. Eric tomó sus caderas y tiró de ella hacia abajo. Su cuerpo
300
se tensó al aceptar dos pollas profundamente dentro de ella. Llena. Oh Dios, tan llena.
No podía respirar.
Jace se sentó, y ella se hundió más. Gritó, temblando incontrolablemente.
—¿Qué mierda crees que estás haciendo? —le gruñó Jace a Eric por encima del
hombro de ella.
—¿Compartir? —probó Eric.
Aggie levantó las caderas un poco, y sus pollas salieron ligeramente. Incluso esa
pequeña fricción la tuvo completamente abrumada.
—Oh, Dios. Oh, Dios. Oh, Dios.
—Le encanta —dijo Eric—. Sólo déjate llevar.
—Tus pelotas están tocando las mías —dijo Jace entre dientes apretados.
—¿Qué es un poco de conexión entre escrotos entre amigos?
Jace vaciló.
—¿Aggie?
—Demasiado —jadeó ella.
—La oíste, Eric. Sácala.
—Ustedes me están matando —dijo Eric.
—Acéptalo.
Eric resopló, pero retrocedió. Aggie exhaló con alivio. La gruesa circunferencia de
Jace era más que suficiente para ella, pero había disfrutado de los largos y delgados
dedos de Eric.
—¿Qué necesitas para acabar, cariño? —preguntó Jace.
—Honestamente, Jace, sólo te necesito a ti —susurró ella—. Pero sus dedos se
sentían increíbles.
Jace y Eric se miraron por encima del hombro de ella. Unos segundos más tarde,
dedos masajearon su apertura trasera con un firme movimiento circular. Ella gimió y
agitó las caderas, con la esperanza de persuadir a uno de esos dedos a entrar. Sostuvo
el rostro de Jace entre sus pechos y le besó la parte superior de la cabeza, amor
hinchándose en su pecho, garganta, ojos. Sus sentimientos por él eran tan fuertes
que ella pensó que podrían sofocarla. Su Jace. Tan desinteresado. Que daba tanto.
¡Oh, cómo lo amaba!
301
Cuando lo dejó ir, Jace se dejó caer en la cama y movió las caderas para que ella
pudiera montarlo. Ella se levantó y cayó sobre él, metiéndolo profundamente y
observando su rostro mientras compartían placer. Con los ojos cerrados, él se mordió
el labio y le dio el control total. La mirada de Aggie se trasladó al brazalete en su
muñeca. Desabrochó la ancha muñequera y levantó la muñeca desnuda hacia sus
labios, besando las cicatrices allí. Los ojos de él se abrieron. Te amo, articuló ella en
silencio mientras seguía besando su muñeca. Él la miró como fascinado. Su leve
sonrisa se iluminaba con cada caricia de sus labios.
—Me estoy aburriendo aquí —dijo Eric.
Jace se puso rígido, como si hubiera olvidado que Eric todavía estaba presente.
Aggie rio entre dientes.
—Entonces quizás deberías irte —dijo Jace.
—Si Aggie se inclinase hacia delante sólo un poco, podría ver mejor. —Eric puso
una mano en el centro de la espalda de ella y la empujó hasta que estuvo satisfecho
con su posición—. Eso está mejor. —Los dedos de Eric se deslizaron dentro de su culo
y presionaron profundamente.
—¡Oh! —Los párpados de ella revolotearon cuando la obtención de la liberación
se convirtió en su objetivo. Jace movió ambas manos para sostener sus pechos
mientras ella lo montaba duro y rápido. Él tiró de sus pezones hasta que ella pensó
que se volvería loca.
—Eso es —dijo Eric—. Fóllalo, Aggie.
Ella podía oír a Eric masturbándose detrás de ella. Se encontró moviéndose para
coincidir con su ritmo. La espalda de Jace arqueó inesperadamente, levantando las
caderas de la cama y metiéndose profundamente en el cuerpo de Aggie. Sus ojos se
cerraron con fuerza mientras gritaba de dicha.
—Jace perdió —dijo Eric—. Acabó primero. —Inhaló entre los dientes—. Estoy a
punto de unirme a él.
—Si acabas sobre mí, te mataré —le dijo Jace a Eric.
No acabó sobre Jace. Acabó sobre el culo de Aggie. Ella sintió sus fluidos golpear
su piel; calientes y espesos.
—Dios, eso es caliente —gimió Eric y frotó la cabeza de su polla en su semen para
extenderlo sobre la piel de ella.
—Realmente necesitas encontrarte una mujer —dijo ella—. Preferiblemente una
estrella porno.
302
—Preferiría compartirte con el hombrecito.
—No estoy seguro de por qué te permitirnos participar —se quejó Jace—. La
satisfago mejor por mi cuenta.
Eric se dejó caer en la cama junto a Jace.
—¿Porque soy tu mejor amigo, y no quieres que me muera de un gigante caso de
bolas azules?
—No creo que eso sea fatal —dijo Aggie.
—¿Alguna vez has tenido bolas azules? —preguntó Eric.
Ella sonrió y volteó la mirada hacia el techo.
—Bueno...
—No son sólo para los Pitufos.
Jace rio y extendió la mano para tirar de Aggie hacia abajo contra su pecho para
acariciarla.
—¿No sería ésa una condición constante para ellos?
—Pobres tipos —dijo Eric con un ceño preocupado.
—Eso probablemente tenga más que ver con que ellos sólo tienen una mujer en
su especie, que con su color de piel —dijo Jace.
Eric se rio.
—Apuesto a que Pitufina tuvo una gran cantidad de infecciones urinarias —dijo
Aggie18.
Eric rio a carcajadas hasta que Aggie pensó que iba a desmayarse por falta de aire.
Después de varios minutos, se secó las lágrimas de los ojos, sin dejar de reír de forma
esporádica.
—Ustedes me matan.
Aggie se acurrucó contra el pecho de Jace. ¿Lo veía ahora? ¿Cuánto significaba para
Eric?
Eric estiró los brazos sobre la cabeza y bostezó.
18
N. de T.: las infecciones urinarias pueden, en ciertos casos, ser transmitidas por vía sexual.
303
—Podría dormir una siesta. ¿Terminarás con ella por tu cuenta? No tengo la
energía. No he dormido lo suficiente.
Jace puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza.
—Eres un inútil.
—Quizás —dijo Eric—. Pero por lo menos no tengo una margarita tatuada en la
parte superior de mi pie.
—Idiota. —Jace le dio un puñetazo en el brazo y recibió un fuerte golpe en
represalia a cambio.
Aggie se limitó a sonreír. Ver los muros de Jace desmoronarse era el mejor regalo
que él podía darle.
304
Traducido por Nnancyc , Debs y Kasycrazy
Corregido por Simoriah
ace se sacó el cabestrillo y estiró el brazo herido sobre la cabeza. Ahora casi
no había dolor, pero su fuerza había disminuido significativamente desde
que había estado usando la maldita cosa. Era hora de tomar la iniciativa en
su recuperación para poder regresar al show. A la mierda con Jon. Ahora,
ésta era la banda de Jace. Estaba condenadamente enfermo de tomar el
asiento trasero, de no actuar para conseguir lo que quería, de preocuparse por cómo
todos los demás se sentían. Jace dejó el bus de la gira y fue a buscar a Sed en la parte
posterior del camión de equipos. A menudo Sed podía ser encontrado allí levantando
pesas, especialmente cuando estaba sexualmente frustrado. Ya que no había visto a
su prometida en casi un mes, estaba abultándose como un competidor de Mr.
Olympian19.
J
Jace subió a la parte posterior del camión. Aunque hacía frío afuera, el aire adentro
estaba cargado, denso y húmedo. Olía como a media de gimnasia sucia. Sed estaba
tumbado en un banco, levantando dos veces el peso de Jace, sus voluminosos
músculos tensándose contra su piel.
Jace se movió para pararse junto a la cabeza de Sed y mirar su rostro rojo y sudado.
—¿Necesitas un observador20?
Sed levantó una ceja, pero en lugar de indicar que Jace haría un observador de
mierda, asintió.
—Seguro.
Jace observó a Sed hacer un par de repeticiones, pidiéndole a Dios que nunca
necesitara realmente un observador. Con un brazo inútil, no había forma de que Jace
pudiera sostener ese peso, mucho menos levantarlo del pecho de Sed.
—¿Viniste aquí por una razón? —preguntó Sed.
19
Mr. Olympian: concurso de fisicoculturismo.
N. de T.: en inglés “spotter”, compañero de ejercicio que vigila que la actividad se realice
correctamente.
20
305
Jace se encogió de hombros.
—¿Estás ocultándote de tu chica o algo?
—Nah, ella es un ángel.
—¿Eric?
—No. Estamos bien. —Por una vez.
Sed gruñó y levantó la barra de metal para colocarla en el soporte del banco. El
camión se meció ligeramente con el movimiento de peso. Sed se sentó y se secó el
rostro con una toalla.
—¿Tienes un problema?
—Algo así. Necesito incrementar la fuerza en mi brazo. Está casi curado, pero…
—Se encogió de hombros.
—¿No se supone que uses ese cabestrillo dos semanas más? —Sed actuaba más
como un padre de lo que el verdadero padre de Jace jamás lo había hecho. Jace
siempre lo había encontrado reconfortante. Nunca quería decepcionarlo.
Jace agachó la cabeza, la decepción hundiéndose hondo en su pecho.
—Sí.
Jace giró para irse del camión, pero Sed lo atrapó por la parte trasera de la
camiseta.
—Vamos a verlo.
Él dudó y luego se sacó la camiseta de los brazos y la dejó colgando alrededor del
cuello. La arrugada piel de la cicatriz en el brazo superior lucía un poco menos
inflamada cada día. Necesitaba un espejo para ver la que estaba en la parte de atrás
de su hombro, pero también se había curado. Ya no precisaban vendas. Sin embargo,
el problema no eran las heridas. Era la pérdida de masa muscular por usar tanto
tiempo ese cabestrillo. Jace podía ver la diferencia en el tamaño de sus dos brazos y,
al parecer, también Sed podía verlo. Él hundió el dedo en el bíceps derecho de Jace.
—Deberías comenzar muy ligero y aumentar a cosas más pesadas. Te
emparejaremos eventualmente, pero no quiero que te lastimes apresurando las
cosas. Tenemos a Jon hasta que mejores.
Jace se puso la camiseta en su lugar, avergonzado por su brazo raquítico en la
compañía de un Sed increíblemente marcado.
306
—Es por eso que estoy listo para fortalecerme. Ahora. —Jace levantó la cabeza,
obligando a su mirada a no flaquear—. Ya no quiero que Jon tome mi lugar.
Sed sonrió, lo que siempre lo hacía lucir menos rudo y le recordaba a Jace que Sed
realmente era un tipo agradable y que se preocupaba genuinamente por las
personas.
—Supongo que sería aburrido estar atascado en el bus de gira por un mes y no
conseguir estar en escena. Te llevaremos allí eventualmente.
—Nunca quise que Jon tomara mi lugar —aclaró Jace.
Sed se rascó la cabeza, luciendo perplejo.
—Pero no habrías sido capaz de tocar un mes atrás. Habríamos tenido que
cancelar las fechas de la gira.
El corazón de Jace golpeó. Sabía que sus próximas palabras dejarían sus
sentimientos perfectamente en claro, y no tenía idea de cómo Sed respondería. Jace
esperaba que le dijera que desapareciera. Permanentemente.
—Lo hiciste por Trey.
—Pero no había nadie fácilmente disponible para tomar el lugar de Trey como
había contigo. —Una mirada de realización cruzó el rostro de Sed—. Oh. —Sed se
sonrojó. Jace no sabía que Sed era capaz de sonrojarse—. Si te sentías de esa forma,
imbécil, ¿por qué no dijiste algo antes?
Jace se frotó el aro en el lóbulo.
—Es egoísta de mi parte sentirme de esa forma.
—Y qué. No vamos a saber cómo te sientes sobre las cosas a menos que nos digas.
No significa que cambiará nuestras decisiones, pero al menos entenderemos qué
piensas. También eres parte de esta banda, ¿sabes?
Sed no le había dicho que se perdiera. Sin embargo, sí lo había reprendido, en
cierta forma. Jace lo absorbió como una esponja.
—Quiero estar de vuelta en el escenario tan pronto como pueda aumentar mi
fuerza —dijo Jace—. Pero no quiero apestar. Quiero tocar apropiadamente. Sé que
aún no estoy listo para un show completo. Quizás pueda tocar la mitad del próximo
show. Una par de canciones al menos.
—Lo que sea que pienses que puedas manejar. —Sed fue a un soporte de pesas
de mano y levantó un par de tres kilos. Se las entregó a Jace y seleccionó unas pesas
de dieciocho kilos para sí mismo—. Pongámonos a trabajar, entonces.
307
Sed lo hizo trabajar con repetición tras repetición. El peso era demasiado liviano
para el brazo izquierdo de Jace, pero luchaba para levantar incluso tres kilos con el
derecho. Sin embargo, nunca permitiría que Sed supiera eso. Trabajó hasta que sus
músculos se negaron a contraerse.
—Terminaste —dijo Sed.
Sed puso las pesas en el soporte y tomó las de Jace. Bien. Jace probablemente la
hubiera dejado caer a sus pies. Sed bajó las pesas y luego golpeó suavemente a Jace
en el costado de la cabeza.
—Ve a descansar por un rato. Podemos ejercitarnos de nuevo mañana.
—¿Qué hay de más tarde en la noche? —Jace debería haberse recuperado lo
suficiente como para moverse para ese entonces.
—No deberías exigirte demasiado, Jace.
Jace bajó la mirada. Prefería hacer ejercicios con Sed. El tipo era un fisicoculturista.
Sed sabía lo que hacía, pero Jace podía hacerlo solo si era necesario.
Sed rio entre dientes.
—En verdad estás determinado a hacerte más fuerte, ¿verdad?
Jace encontró sus ojos.
—Sí.
—Entonces es una cita.
—¿Una cita? —dijo una voz femenina desde el final del camión—. Lo siento, Jace,
pero soy la única con la que él tendrá citas durante las próximas cuarenta y ocho
horas.
Sed jadeó, sus ojos ampliándose con sorpresa mientras localizaban a su invitada.
—Jessica.
—Hola, cariño —dijo ella, con una sonrisa hermosa en el rostro. Subió al camión y
se limpió el polvo de las manos en su vestido blanco con volados. La mujer era
asombrosamente sexy. No era sorprendente que Sed ya estuviera corriendo hacia
ella—. ¿Me extrañaste…?
Sus palabras fueron cortadas por el entusiasta beso de Sed. La abrazaba con tanta
fuerza que Jace no se sorprendería si le rompía las costillas. Después de un largo
momento, Sed se apartó para mirarla como si no fuera capaz de creer que ella
realmente estuviera allí. Le tocó el rostro, el largo cabello rubio y luego ubicó las dos
308
manos sobre sus hombros, inclinando la espalda de ella ligeramente para que su
vientre rozara su torso sudado y desnudo.
—¿Cómo llegaste aquí?
Ella rio y tomó el lado de su rostro con una mano.
—Brian me envió un boleto de avión. Me dijo que me dejara la universidad y trajera
mi trasero a Canadá antes que hicieras combustión espontánea. Habría llegado antes,
pero necesitaba un pasaporte.
—¿Brian lo hizo?
—De nada —dijo Brian desde el suelo a final del camión. Tenía los brazos cruzados
sobre el pecho y lucía complacido consigo mismo. Jon estaba de pie junto a él
sonriendo, pero cuando notó a Jace, frunció el ceño y se marchó disimuladamente.
—Mejor que hagan buen uso de esa habitación esta noche —agregó Brian—.
Porque Myrna estará aquí mañana, y no estaremos dejando ese cuarto por dos días.
Jace no estaba seguro si Sed y Jessica siquiera lo habían oído. Estaban perdidos
uno en los ojos del otro.
—Estás todo sudado, cariño —murmuró ella—. Y maldición, estás marcado. ¿Qué
has estado haciéndote? —Sus manos le acariciaron los bíceps abultados con obvia
apreciación.
El asidero de Sed se aflojó.
—Lo siento, no tenía intención de poner mi hedor todo sobre ti.
Jessica se inclinó más cerca y lamió el sudor de su clavícula. El cuerpo de Sed se
tensó.
—Quiero todo de ti, Sed. Sobre mí. —La mano de ella desapareció entre sus
cuerpos, y Sed jadeó inconexamente cuando ella encontró su objetivo—. Dentro de
mí.
Sed gruñó y una vez más reclamó la boca de Jessica. Giró, la presionó contra la
pared de acero, y deslizó una mano debajo del dobladillo de su falda. Agarró su muslo
y lo levantó hasta su cadera, antes de apretarse contra ella.
Jace dudaba de que esos dos llegaran a la habitación.
Él sonrió. Sed estaba tan enamorado de Jessica. Era maravilloso verlo. Era incluso
más maravilloso experimentarlo por sí mismo con Aggie. Sí, la amaba. Se preguntaba
309
qué hacía ella en ese momento. Saltó fuera del camión, aterrizando junto a Brian, y
dejó a Sed y Jessica para que se pusieran al corriente casi en privado.
—Mételo, Sed. —Jace escuchó a Jessica chillar contra los labios de Sed mientras
se alejaban caminando—. No puedo esperar…
—Fue agradable lo que hiciste —le dijo Jace a Brian.
Brian rio entre dientes, e hicieron su camino de vuelta al bus.
—Sabía que Sed era demasiado testarudo para decirle cuánto la necesitaba aquí.
Y Myrna es demasiado testaruda para venir aquí sin importar cuánto le diga que la
necesito.
—Así que ¿cómo convenciste a Myrna?
—Lo hice parecer como si fuera su idea. Creo que al fin he descubierto como
conseguir lo que quiero. Es psicóloga, así que por lo general ve mis métodos de
manipulación viniendo a un kilómetro de distancia. —Brian rio.
Jace sonrió, sosteniendo la mirada de Brian. Sus ojos intensos y marrones eran tan
parecidos a los de Kara, que le robaban el aliento a Jace. Y al parecer, su capacidad
para razonar.
—Probablemente no debería decirte esto.
Brian se detuvo.
—¿Decirme qué?
—Salí con tu hermana. —No estaba seguro porque quería confesar de repente.
—No es posible. Mi hermana ha estado muerta por diez años.
Jace asintió.
—Sí. Éramos adolescentes. Rompimos unas semanas antes de que ella…
Los ojos de Brian se estrecharon de repente.
—¿Tú eres Jason?
El corazón de Jace se saltó un latido.
—¿Huh?
—¿Eres el imbécil que tomó su virginidad y luego nunca la llamó después de eso?
310
¿Brian sabía? ¿Cómo podría saberlo? Él nunca se lo había dicho a nadie; con la
excepción de Aggie.
—Yo… yo supongo que sí.
Brian intentó darle un golpe. Jace se agachó por instinto.
—Maldito idiota —gruñó Brian—. Ella lloró durante semanas por ti.
—¿Lo hizo?
El siguiente intento de golpe de Brian llegó a destino. Jace, con mucho gusto, lo
tomó en la barbilla.
—Pensé que ella me odiaba —murmuró Jace.
—No, ella te amaba. Yo te odiaba.
—Lo siento, Brian. No tenía idea. Nunca tuve la intención de lastimarla.
—Bueno, lo hiciste. —Brian le observó por un largo momento. Jace deseaba que
sólo lo golpeara otra vez y acabara con ello. En su lugar, Brian relajó su postura. Hizo
sonar sus nudillos—. Dios, eso se siente bien. ¿Sabes cuánto tiempo he querido darle
un puñetazo en la cara a ese idiota de Jason?
—¿Diez años? —adivinó Jace.
Brian rio.
—Sí. —Tocó el moretón formándose en la barbilla de Jace—. ¿Estás bien?
—Sí. Me alegra que me golpearas. Me siento mejor ahora. Ese secreto me ha
estado comiendo vivo.
—Nunca hablaremos de esto otra vez. ¿Lo entendiste?
Jace asintió.
—Lo entendí.
Comenzaron a andar hacia el bus.
—¿Así que Aggie y tú van a atar el nudo? —preguntó Brian de forma inesperada.
Atar el nudo. ¿Cómo casarse? Jace estaba tan atónito por la idea que dejó de
caminar a medio paso. Se tambaleó, chocando contra el hombro de Brian. El
matrimonio nunca había cruzado su mente. Ni una vez. Pero, ¿no era eso lo que una
pareja hacía cuando estaba enamorada?
311
—¿No? —Brian apretó el hombro de Jace—. Supongo que todavía eres muy joven.
No tienes que apresurarlo.
—¿Crees que ella querría? —balbuceó Jace—. ¿Casarse? ¿Conmigo? —¿Por qué su
voz sonaba como si hubiera vuelto entrar a la pubertad?
—Tendrás que preguntarle.
El ceño de Jace se arrugó.
—Sí. Quizás lo haga.
Aggie sonrió cuando Jace vino detrás de ella y le envolvió la cintura con ambos
brazos.
—Muero de hambre —murmuró él—. ¿Qué estás cocinando?
—Espaguetis. Tenemos un invitado. —Ella cubrió las manos entrelazas de él con
las suyas—. Jessica está aquí —le dijo—. Brian la trajo desde el aeropuerto.
—Sí, la vi.
—¿Dónde has estado, de todas formas? Te habías ido cuando me desperté. —
Cuando había abierto los ojos, Eric había estado acurrucado contra su cuerpo
desnudo. No había estado cómoda siendo dejada sola con él y había sido un poco
desagradable que Jace la hubiera abandonado y no hiciera que Eric se fuera.
—Estaba ejercitándome con Sed.
—¿Tu cuerpo está apto para eso?
—Está apto para follarte un par de veces al día. Creo que puedo manejar levantar
siete kilos.
¿Qué lo tenía tan raro?
—¿Qué sucede, cariño? —Estiró la mano detrás de ella para pasarla por su suave
cabello. Estaba más largo, y sus raíces marrones estaban apareciendo otra vez.
Estaba contenta que hoy no lo había puesto en puntas con gel. Se sentía como seda
contras las puntas de sus dedos.
—¿Cómo te sientes con respecto al matrimonio? —preguntó él.
El corazón de ella se saltó un latido.
—¿Matrimonio? —balbuceó sin aliento.
312
Él se quedó allí en silencio por un largo momento. Cuando ella no dijo nada, la
liberó y retrocedió.
—Eso es lo que pensé. —Desapareció en el baño y cerró la puerta antes de que
ella pudiera comprender lo que acababa de suceder.
¿Jace quería casarse con ella? ¿Ella? ¿Una dominatrix para nada buena de Las Vegas?
¿Como una adorable esposa? Seguro sólo le preguntaba lo que pensaba sobre el
matrimonio en general.
La estufa silbó mientras su cacerola con espaguetis hervía. Ella tomó los mangos y
drenó el exceso de agua en el fregadero antes de regresar la cacerola a la hornalla.
¿Matrimonio?
¿De dónde había venido eso?
En todo su tiempo juntos, el matrimonio nunca había cruzado por su mente. Se
sentía un poco culpable por eso. ¿Cuánto hacía que él pensaba en eso? Caminó por el
corredor y se quedó afuera de la puerta del baño con los nudillos elevados para
golpear. El sonido de la ducha siendo encendida la hizo detenerse. No quería dejarlo
infectarse. Sabía cómo él internalizaba las cosas que lo herían, pero ella necesitaba
tiempo para pensar en esto. No pensó que alguna vez se casaría. No había estado en
su lista de quehaceres en la vida. Pero amaba a Jace. Le adoraba. No quería perderlo.
Pero, ¿casarse con él? No estaba segura si eso era lo mejor para alguno de ellos.
Eric se apoyó contra la pared al lado de ella.
—¿Qué hizo ahora?
Aggie levantó la mirada hacia los ojos azules y brillantes de Eric.
—¿Quién?
—Jace.
—Nada. —Se dio la vuelta para alejarse de la puerta y regresar al horno para
revolver la salsa de los espaguetis. Chequeó las albóndigas en el horno. Miró sobre el
hombro hacia la puerta del baño. Revolvió la salsa. Chequeó las albóndigas. Miró a la
puerta del baño.
Eric saltó para sentarse en la encimera de la cocina entre la estufa y el fregadero.
—Hizo algo —insistió Eric—. Nunca te he visto así de disgustada.
—No estoy disgustada.
—Lo estás.
313
—No.
—Puedes contarme —dijo Eric—. Te ayudaré a aclararlo con él.
—No necesita ser aclarado.
Eric se aferró al borde de la encimera y balanceó sus piernas largas, sus talones
golpeando contra los gabinetes inferiores repetitivamente.
—Quédate quieto —ordenó Aggie—. Me estás volviendo loca.
—Alguien está gruñona. —Eric saltó de la encimera y permaneció detrás de ella
para masajearle los hombros—. Relájate. Todo estará bien.
Mientras sus manos fuertes le trabajaban los músculos, Aggie se tensó más. Se
apartó y blandió la cuchara para espaguetis hacia él.
—Sólo ve allí y siéntate.
—Jace y yo podemos sacarte toda esa agresión, sexy. Comencemos sin él.
Cuando su boca descendió en el lado de su cuello, ella se tensó. ¿Exactamente qué
clase de derecho Eric pensaba que tenía sobre ella? Él tomó sus senos en las manos y
la presionó hacia atrás contra su duro cuerpo. Ella se apartó bruscamente, se dio la
vuelta, y lo empujó con las dos manos.
—No te dije que podías tocarme, Eric.
Su ceño se frunció.
—¿Necesito permiso?
—No sólo mío. También el de Jace.
Eric sonrió.
—Estoy seguro de que a Jace no le importará.
Aggie bajó la mirada. Eric probablemente tenía razón. ¿Y por qué era eso,
exactamente? ¿No debería Jace ponerse al menos un poco celoso si Eric la tocaba?
¿La besaba? ¿Se le insinuaba? Sabía que si alguna vez Jace tenía que elegir entre ella y
su banda, la banda ganaría, sin duda. No que ella lo hiciera elegir; pero si tenía que
hacerlo. Él decía que la amaba. La mayor parte del tiempo, actuaba como si así fuera.
Pero a veces, no estaba segura. Estaba tan confundida que sentía ganas de llorar. Su
labio inferior temblaba.
Enderezó los hombros, le dio la espalda a Eric, y regresó a la cocina. Apartando los
turbulentos pensamientos de su mente, coló los espaguetis y los añadió a la salsa. Las
314
albóndigas fueron las siguientes. Apagó la hornalla, cogió la chaqueta más cercana, y
se dirigió a la salida del bus.
—La cena está lista —le murmuró a Trey y a Brian al pasar junto al sofá. La miraron
pasar y, luego intercambiaron miradas preocupadas.
—Eric, ¿qué carajo dijiste? —preguntó Trey, mientras Aggie bajaba el último
escalón.
—¡Nada, lo juro! Vamos a comer.
Aggie se metió en la chaqueta de jean que había tomado prestada y se dirigió hacia
el bosque más allá del bus. Necesitaba un momento lejos de los chicos para ordenar
sus pensamientos. No estaba huyendo. No lo hacía.
Ella entró en el bosque, hojas de otoño crujiendo bajo sus pies. Rodeó el grueso
árbol más cercano y se apoyó en él, mirando hacia el cielo oscuro. ¿Qué iba a hacer?
A ella nunca le gustó pensar en el futuro. Éste nunca pasaba lo que ella esperaba; lo
que ella planeaba. Tenía que vivir en el ahora. No sabía si tenía un futuro con Jace.
Tenía miedo de pensar en ello demasiado por si las cosas no funcionaban con él. ¿Por
qué él tenía que sacar esa posibilidad ahora? Hojas crujieron a su lado. No estaba
preparada para hablar con él todavía.
Él se detuvo junto a ella.
—Esa es mi chaqueta.
No Jace. Jon.
Ella se apartó del árbol y comenzó a quitarse la chaqueta, pero Jon atrapó su
brazo.
—Está bien. No me importa si la tomas prestada.
Ella sentía como si vistiera la camiseta del equipo contrario, pero si se la quitaba,
sabía que tendría que regresar al bus inmediatamente. La temperatura estaba
bajando rápidamente a medida que el sol se hundía tras el horizonte.
—¿Qué haces aquí sola? —preguntó él.
—Tomar un poco de aire fresco.
Él se recostó contra el árbol junto a ella.
—Es opresivo ahí dentro a veces, ¿no?
Ella asintió ligeramente.
315
—Sé que no te gusto.
¿Tan obvio era?
—No soy siempre un imbécil desagradable. Eso es lo que esperan los chicos. No
puedo defraudarlos.
—Creo que han crecido desde que estuviste con ellos originalmente.
Jon se pasó una mano por el cabello negro pelo ondulado que le llegaba hasta el
cuello de la camiseta.
—Supongo. No tengo mucho que ofrecer. Lo sé.
Él resopló y se quedó mirando las pocas hojas que todavía se aferraban a las ramas
estériles.
—Tu chico —dijo—. Tiene mucho talento.
Aggie lo miró, preguntándose a qué quería llegar.
—La banda nunca va a tomarme de vuelta, ¿no? No de verdad.
Aggie no sentía la necesidad de proteger los sentimientos de este tipo.
—Probablemente no.
—No a menos que algo le sucediera a Jace.
El corazón de Aggie golpeó.
—¿Eso es algún tipo de amenaza?
Él puso sus ojos gris humo en blanco y sacudió la cabeza.
—Si fuera una amenaza, ¿te lo habría dicho?
Sus palabras no la hicieron sentir mejor. Tenía que decirle a Jace lo que Jon
acababa de decir. Advertirle de que tenía que cuidarse la espalda.
—Voy a entrar —dijo ella—. Hace frío aquí afuera. —Rodeó el árbol y casi chocó
con Jace.
—¿Qué haces aquí con Jon? —preguntó Jace desde la casi oscuridad.
Ella no sabía por qué se sentía como si la hubieran sorprendido haciendo trampas.
Probablemente porque sabía lo mal que Jon le caía a Jace.
—Nada importante.
316
—¿Por qué te escabulles en la oscuridad? Dime eso.
Espera. ¿Jace estaba celoso? ¿De Jon? Aggie rio entre dientes.
—¿Por qué te ríes?
—¿No confías en mí, Jace?
Él dudó.
—Sí, confío en ti. Pero, ¿por qué estabas aquí sola con Jon? ¿Y no es ésta su
chaqueta?
—No sabía que era suya cuando la agarré. Vamos a hablar dentro. Tengo frío.
—Los chicos están dentro.
Aggie le sonrió a su dulce, predecible, duro ángel.
—¿Tienes miedo de que te avergüence?
—Bueno, ¿no lo harás?
—Sí, probablemente. —Ella entrelazó su brazo con el de él. Tenían mucho de qué
hablar, estuviera ella lista para para enfrentar el futuro o no. Eso era lo que la tenía
tan asustada. Mencionar el matrimonio sugería que Jace pensaba en el futuro.
—Supongo que Sed y Jessica están ocupando el dormitorio.
—Obviamente.
—¿Dónde deberíamos ir para que podamos hablar y yo no te avergüence frente a
los chicos?
—No tenemos que hablar.
—Sí, tenemos que hacerlo. Tocaste el tema del matrimonio.
—Fue una pregunta, Aggie. Sólo me preguntaba qué pensabas acerca del
matrimonio. No quise decir…
Ella encontró sus labios en la luz de la luna y los cubrió con las puntas de los dedos.
—Aun así tenemos que hablar. A mí también me pone nerviosa.
—¿En serio? —murmuró él contra sus dedos.
—Tú estás atrapado por tu pasado. Yo tengo miedo de mi futuro.
—¿Miedo?
317
—Me aterroriza.
De repente, ella se encontró en brazos de él, sus labios contra su frente.
—No tengas miedo, cariño. Te tengo.
Pero, ¿siempre lo haría? Ella se acurrucó más cerca. De hecho se encontró con
esperanzas; de un futuro. Con este tipo. Su corazón golpeó más rápido mientras su
mente recorría posibilidades, las buenas y las malas.
—Quizás ambos deberíamos concentrarnos en el ahora —sugirió ella—. Olvidar el
pasado. No preocuparnos por el futuro. Sólo ser.
—Si eso es lo que quieres.
—No estoy segura de que sea lo que quiero, pero creo que es todo lo que puedo
manejar.
—Está bien.
—Pero todavía tenemos que hablar.
—¿Mañana?
—Mañana —accedió ella—. Vamos a comer, y luego puedes llevarme a tu litera y
hacer lo que quieras conmigo.
—Los chicos nos oirán.
Aggie rio entre dientes.
—Como si no nos oyeran cuando estamos en la habitación.
—Sólo no me llames nada vergonzoso como Dulce Oso McCariñoso.
—Nunca te había llamado así. ¿Y si te llamo Maestro de la Gran Polla Deleita Coños?
¿Eso estaría bien?
Él rio, y el corazón de ella se calentó ante el sonido.
—Supongo que podría vivir con eso.
Entraron al bus. Aggie se quitó la chaqueta de Jon y la tiró en el sofá en su camino
hacia la cocina. El resto de la banda estaba apretujada en los pequeños cubículos que
rodeaban la mesa, comiendo espaguetis. Jessica estaba sentada en la rodilla de Sed.
La mano de él estaba apoyada en su espalda baja. Bien podría haber estado gruñendo
mía, mía, mía por lo bajo. Aggie sonrió, feliz de ver a Jessica, pero más feliz de verla
brillar intensamente. Siempre había sido una belleza, pero con Sed junto a ella, estaba
318
radiante. Sed alimentaba a Jessica de su plato mientras ella hablaba animadamente
con Trey.
—Realmente no puedo hablar de ello, pero el Decano Taylor todavía niega los
catorce cargos de acoso sexual. Si fuera inteligente, haría un acuerdo con el fiscal.
Tenemos un caso increíble en su contra. —Aceptó media albóndiga en su boca,
masticando lentamente.
—¿Crees que conseguirás pasar esa clase que tuviste que volver a tomar? —
preguntó Trey.
Jessica tragó y asintió.
—Ellington y yo tuvimos una larga conversación. Ha trasladado su odio a la parte
correspondiente. Ahora nos llevamos bien. —Se dio vuelta y frotó la nariz contra la
de Sed. Él sonrió, mostrando un par de hoyuelos que Aggie nunca se había dado
cuenta que existían. Él metió la otra mitad de la albóndiga en la boca de ella.
—Come más rápido —susurró él y miró con impaciencia la puerta del dormitorio.
Ella masticó y tragó.
—Me alegro de que todo esté funcionando —dijo Brian, luciendo enfermo
mientras observaba a Jessica robar un tierno beso de los labios de Sed—. No puedo
esperar hasta mañana —gruñó por lo bajo.
Jace le dio a Aggie un plato lleno de espaguetis y albóndigas. Ella sonrió con
gratitud.
—Gracias.
Jessica levantó la vista al oír el sonido de la voz de Aggie.
—Ahí estás —dijo, con una sonrisa brillante—. Me preguntaba a dónde habías
desaparecido. Trey dijo que Eric te había enojado.
—En realidad no. —Aggie se encogió de hombros. Pero también tenía que hablar
con él. Sobre su inexistente relación.
Miró a Eric, que estaba sentado en la cabina alojado entre el gran cuerpo de Sed y
la pared. Se concentraba en su comida y no reconoció que su nombre había sido
dicho. Sus oscuras cejas estaban juntas, sus labios delgados en una línea dura
mientras masticaba. Aggie nunca había visto a Eric molesto. Siempre se encogía de
hombros como si la vida fuera una gran broma. Esperaba no haber herido sus
sentimientos, porque si así fuera, significaba que él tenía sentimientos por ella, y no
319
quería lidiar con eso. Y seguro que no quería convertirse en una grieta entre Eric y
Jace.
Como no había sitio en la mesa, Aggie se apoyó contra la encimera y equilibró su
plato en el pecho con una mano y usó la otra para comer. Con un brazo atrapado en
un cabestrillo, Jace se paró junto a ella y se quedó mirando a su plato como si esperara
que la comida saltara a su boca.
—Estoy llena —declaró Jessica.
—Por fin. —Sed se levantó de la mesa, arrojando a una Jessica que reía sobre un
hombro y corrió al dormitorio.
Brian se movió hacia el lado opuesto de la mesa para que Aggie y Jace pudieran
sentarse juntos y Jace pudiera, de hecho, comer. Estaban a medio camino de su
comida antes de Aggie se diera cuenta de que Eric realmente no estaba comiendo.
Apuñalaba repetidamente uno de sus albóndigas con el tenedor.
—¿Qué sucede, Eric? —preguntó Aggie.
—Le llegó su período —dijo Trey.
—Vete a la mierda —gruñó Eric.
—¿Todavía estás deprimido, Eric? —preguntó Brian—. Trey no quiso herir tus
sentimientos, hermano.
—Sólo estaba bromeando contigo, amigo —dijo Trey—. Una chica afortunada
eventualmente se enamorará de ti. Se casará contigo. Dará a luz a tus feos hijos. Serán
felices para siempre y toda esa mierda.
—Tú probablemente encontrarás a alguien antes que yo —murmuró Eric.
—¿El chico fiestero? —Brian señaló a Trey con el pulgar y rio—. No lo creo. ¿Quién
estaría lo suficientemente loca para meterse en algo serio con él? Es casi tan
monógamo como un salmón.
—¿Un salmón? —Trey estalló en risas. Aggie rio con él y sacudió la cabeza.
—A lo que me refiero, es que incluso Jace se va a casar —se quejó Eric.
Jace se puso rígido. La risa de Aggie murió. Ellos intercambiaron miradas nerviosas.
—¿Yo? —dijo Jace, su voz inusualmente chillona.
—¿Desde cuándo? —preguntó Aggie.
—Lo oí pedírtelo, Aggie —dijo Eric, luciendo molesto por su evidente estupidez.
320
—Él no me estaba pidiendo que me casara con él. —Por lo menos era eso lo que
él había tratado de decirle afuera. Los ojos de Aggie se agrandaron al darse cuenta.
Quizás sí lo había hecho. Jace no era bueno para expresarse verbalmente. Ella era
muy consciente de ese hecho. La cabeza de Aggie giró para poder mirar a Jace. Su
rostro estaba de color de los arándanos mientras examinaba su plato con inusual
interés—. No lo hacías, ¿verdad?
—¿Qué? —Él miró la pared—. No, ya te lo dije. Sólo quería saber... —Se retorció
contra ella, intentando empujar a Aggie fuera de la cabina—. ¡Déjame salir! Tengo que
ir al baño.
Trey se echó a reír.
—Sí lo hacía. Oh, Dios mío, Jace, ¿cómo te las arreglas para joder eso tan
espectacularmente? Ella ni siquiera sabía que se lo estabas pidiendo.
—Cállate, Trey. No es así. —Él sorprendió a Aggie al llevarse la mano de ella a los
labios. Le besó los nudillos suavemente—. Si se lo hubiese pedido, ella lo hubiese
sabido.
Ella sonrió, su corazón derritiéndose. Se inclinó para besarlo, pero vaciló cuando
se dio cuenta que lo avergonzaría frente a los chicos. Él acortó la distancia, sus labios
acariciando los de ella con ternura incomparable. Los dedos de los pies de ella se
doblaron de felicidad.
—¡Ja! —dijo Brian—. Me debes veinte dólares, Mills.
—Maldita sea. —Trey sacó su billetera y entregó un billete de veinte.
Brian lo besó y se la metió en el bolsillo.
Aggie se apartó de Jace y se volvió para fruncir el ceño hacia los dos guitarristas.
—¿Qué apuesta hicieron ustedes, exactamente?
Brian guiñó un ojo.
—Que Jace nunca se pondría tierno delante de nosotros.
Haciendo una mueca, Trey se agachó para evitar la mirada de Jace.
—Lo siento, Jace.
Jace rio.
—¿Por qué apostarían por eso?
321
—Él pensó que era un triunfo seguro —dijo Brian—. Pero Trey nunca ha estado
enamorado, así que no sabe cómo eso cambia a un hombre.
—Sí he estado enamorado.
Brian levantó las cejas.
—¿De quién?
Trey se ruborizó y bajó la vista.
—Nadie que conozcas.
—Eso es lo que pensaba —dijo Brian.
¿Brian realmente era tan tonto? Era obvio de quién estaba enamorado Trey. El
único que no lo reconocía era Brian. Aggie observó a Trey esconder sus sentimientos
detrás de una sonrisa pícara.
—¿Crees que Myrna estará con el estado de ánimo de otro de nuestros famosos
tríos? —Trey guiñó un ojo a Brian.
Las cejas de Aggie se alzaron por la sorpresa. Por las observaciones de pasada,
siempre había asumido que Myrna era una estirada y mojigata. Al parecer no lo era.
—No te hagas ilusiones, Mills. No pienso compartirla con nadie este fin de semana
—dijo Brian—. Además, ya dejó el control de natalidad. No quiero a ninguno de
ustedes desnudo a menos de cien metros de ella.
—Uh, ¿cómo se supone que nos duchemos? —preguntó Trey.
Brian puso los ojos en blanco con fastidio.
—Puedes ducharte, idiota. Sólo asegúrate de usar un condón.
Los labios de Jace rozaron la parte posterior de la oreja de Aggie. La sonrisa
divertida de ella se desvaneció y se estremeció, piel de gallina elevándose a lo largo
de su cuello y hombro.
—Vamos a la cama —susurró él.
Oh, demonios sí.
Aggie tomó la mano de Jace y tiró de él para sacarlo del cubículo.
—Sean silenciosos —dijo Trey—. No creo que Brian pueda lidiar con los sonidos
de dos parejas teniendo sexo cuando él no lo tiene.
—La abstinencia no es lo mío —gruñó Brian.
32
2
—Te dije que te ayudaría con eso.
Brian sacudió la cabeza.
—Yo puedo ayudarme a mí mismo muy bien, muchas gracias.
Aggie se quitó los zapatos en el pasillo cerca de la zona del dormitorio.
—¿Cuál es tu litera? —le preguntó a Jace.
—Depende de quién esté en el dormitorio. Ya que ése es Sed, sería la litera de
abajo junto al baño.
Ella vaciló.
—¿No tienes tu propia litera?
Él sacudió la cabeza.
—Sólo hay cuatro, y nos turnamos en el dormitorio, así que duermo donde haya
una litera libre.
No supo por qué eso la puso triste, pero lo hizo. Esa necesidad familiar de abrazarlo
se apoderó de ella.
Antes de que pudiera avergonzarlo al encerrarlo en un abrazo afectivo, sonrió.
—Desde que has estado aquí, he estado recibiendo mucho más de mi justa parte
de la cómoda cama.
—Eso digo —dijo Trey—. Ustedes los tipos con las novias estables siempre
acaparan el dormitorio.
Con la mención de la habitación, la atención de Aggie se centró en los sonidos que
se filtraban a través de la puerta. Sed y Jessica no eran tímidos a la hora de que alguien
los oyera, eso era evidente. Jessica era particularmente ruidosa y entusiasta, pero
fueron los gruñidos de apreciación de Sed los que hicieron que el calor inundara las
ingles de Aggie.
Eric empujó a Brian fuera del cubículo. Lanzó su plato al fregadero antes de salir
como un vendaval del bus.
—¿Qué le sucede? —preguntó Brian.
—Le gusta Aggie. Y es no hay nada que no guste. —Trey le guiñó un ojo a ella.
—Sí, y también le gustaba Myrna —dijo Brian—. Pero nunca se puso tan fuera de
sí al respecto.
323
—Iré a hablar con él —dijo Jace.
¿Jace iba a ir a hablar con él? ¿Pero qué había de…? Ella miró con nostalgia la litera
inferior.
—Sólo serán unos minutos —murmuró él en su oreja—. ¿Esperarás?
—No lo sé —susurró ella—. Estoy bastante excitada ahora. Puede que empiece
sin ti.
Ella había estado bromeando, pero el pequeño gruñido atormentado que hizo él
puso sus sistemas en marcha.
—Me apresuraré.
Él la besó y salió del bus detrás de Eric.
Aggie se subió a la litera y cerró la cortina. Luchó por salir de sus pantalones y los
tiró al suelo. Después su camiseta.
Oyó a Brian maldecir por lo bajo. Pobre tipo. Ella no pudo evitar ponérselo peor.
Se deslizó fuera de su ropa interior, y después de hacerla girar por fuera de la cortina,
la dejó caer sobre su creciente pila de ropa descartada.
—Ah Dios, no puedo soportarlo más —gruñó Brian.
Cuando ella dejó caer su sujetador al suelo, alguien corrió al lavabo y cerró la
puerta.
—Brian, deberías guardar eso para Myrna —gritó Trey en el pasillo—. O para mí
—añadió demasiado bajo para que Brian lo oyera, pero Aggie lo escuchó.
Jace estaba de pie fuera del bus, esperando que sus ojos se acostumbraran a la
oscuridad. Ese estacionamiento junto a la carretera realmente estaba en medio de la
nada. Si hiciera un poco más de calor, le habría pedido a Aggie tumbarse bajo las
estrellas. Las brillantes motas blancas hacían un marcado contraste con el cielo
oscuro. Una porción fina de la luna daba formas oscuras a los árboles de los
alrededores.
La grava crujió junto a él.
—¿Eric?
—No exactamente —murmuró Jon, y pasó junto a él para entrar al bus.
32
4
Jace notó un olor extraño en torno a Jon, pero no pudo identificarlo. No era
marihuana; algo más químico. Quizás había estado limpiando el inodoro.
Jace captó un movimiento por el rabillo de su ojo. Eric estaba apoyado contra el
lateral del bus bebiendo de su petaca. El delgado y plateado recipiente brillaba a la
escasa luz de la luna.
Jace se apoyó junto a él contra el bus. El frío metal a su espalda se filtró a través
de su camiseta. Se estremeció. Echaba de menos su chaqueta de cuero.
—¿Estás bien, hombre?
—¿Por qué no lo estaría? —Eric tomó un gran trago de su petaca y jadeó cuando
la apartó.
—No creí que te apegarías a Aggie. Sólo creí… —¿Qué había creído?—. Que ella
obtendría más placer si tú participabas. Quería que disfrutara de sexo realmente
bueno. No se suponía que significara nada.
—No estoy enamorado de ella, si eso es lo que piensas.
Entonces, ¿cuál era su problema? Jace tiró del pendiente del lóbulo de su oreja
derecha.
—Es… —Eric tomó otro largo trago—. Quiero lo que tú tienes. Lo que Sed tiene.
Lo que Brian tiene. Nadie me ha amado nunca. No realmente.
Jace lo amaba; de forma platónica. Sólo que no estaba lo suficientemente
borracho para decírselo.
—Mi madre me abandonó cuando tenía cuatro años. Ella me dio a luz, e incluso así
no me amó —se burló Eric—. Uno pensaría que por lo menos eso garantizaría su
amor.
Jace consideró decirle a Eric sobre su madre, cómo ella tampoco había amado
mucho a su hijo, pero no pudo encontrar las palabras.
—Los chicos se preocupan por ti. —Ellos eran familia. La única familia que Jace
tenía. ¿Acaso Eric no los veía de esa misma manera?
—No es lo mismo. Realmente no le importo… a nadie. —Eric respiró hondo—.
Aprecio que vinieras aquí fuera para animarme y esa mierda, pero lo superaré. El
tequila lo arregla todo. —Intentó dar un sorbo, inclinando la cabeza hacia atrás, y
entonces vació toda la petaca en el suelo—. Era de esperar que me quedara sin zumo
adormecedor tan lejos de la civilización.
—¿Quieres cerveza?
325
—Nah. Necesito unos minutos para poner mi cabeza en su sitio. Vuelve con Aggie.
—Intentó darle otro sorbo a su petaca vacía, suspiró, y después la guardó en el
bolsillo vacío de su chaleco de cuero—. Adelante. Me estás molestando.
Jace vaciló, queriendo hacer sentir mejor a Eric. Sabía que era estúpido sentirse
así, pero no le gustaba que Eric estuviera decaído. —Hay algo que deberías saber
sobre mí.
—Ya sé que eres bajo. —Eric rio entre dientes sin ganas.
Jace respiró hondo. Todo era una broma con este tipo. Jace se obligó a decir lo
que tenía que decir, aunque sabía que Eric lo usaría para burlarse de él en el futuro.
—Tú eres la razón por la que yo soy quién soy hoy en día. Tú, Eric. Cambiaste mi
vida. Así que si piensas que no le importas a nadie, te equivocas. Me importas a mí.
Jace se apartó del bus y caminó se dirigió de nuevo a la entrada. Se sopló las manos
y las frotó para mantenerlas calientes. Las puntas de sus orejas se estremecieron, y
su trasero estaba entumecido por el frío. Había una mujer cálida y dispuesta
esperándolo dentro. Se preguntó por qué se había quedado fuera, en el frío, durante
tanto tiempo.
—Espera. ¿Jace? —llamó Eric detrás suyo—. ¿Qué quieres decir con que cambié tu
vida?
Jace ya había dicho demasiado. Levantó la mano en señal de despedida y subió las
escaleras para entrar al bus. Ansiaba meterse a la cama con Aggie. O así había sido,
hasta que vio a Jon sentado en el suelo, fuera de su litera, con la espalda recostada
contra la pared. Hablaba en voz baja a través de la cortina y jugaba con sus bragas
descartadas con un dedo.
Jace no necesitaba esta mierda justo ahora. No quería pelear más con Jon. Quería
que se fuera, que las cosas volvieran a ser lo que eran antes de que le dispararan,
antes de que conociera a Aggie. Todo había sido muchísimo más fácil de tratar en ese
entonces. Sólo tenía que regresar dentro de sí mismo, y todos lo dejaban solo.
Cuando él tocaba con la banda, pero no era uno de ellos. Sí, más fácil.
Pero solitario.
Suspiró. No quería volver a ese lugar. Las cosas no eran fáciles ahora, pero eran
mejores.
Jon notó a Jace parado en la parte superior de la escalera. Le dijo algo a Aggie, se
levantó y pasó junto a Jace al salir. Jace se preguntó qué tipo de mentira fabricaría
Aggie para explicarse. La traidora.
326
Ella apartó la cortina y se asomó al pasillo. Cuando lo vio, sonrió y le indicó que se
acercara con un movimiento de la mano. Como si todo estuviera bien. Todo no
estaba bien. Sabía lo mucho que Jace odiaba a ese tipo.
En su camino por el pasillo, Jace pasó a Trey, que estaba viendo su DVD Grandes
Momentos del Béisbol. Jace podía oír el bajo rumor de la voz de Brian en su litera
mientras hablaba por el móvil. Sed y Jessica se habían quedado en silencio en el
dormitorio, lo que significaba que todos lo oirían cuando enfrentara a Aggie por Jon.
—¿Qué haces? —preguntó él.
—Esperándote.
—¿Con Jon?
Ella se cubrió los labios con un dedo.
—Entra aquí —susurró. Abrió la cortina, dándole un vistazo de su curvilíneo
cuerpo desnudo. Sus pensamientos se espesaron con la lujuria, pero no tan espesos
para que ella se librara tan fácilmente.
—Quiero una respuesta directa, Aggie.
32
—Y tendrás una. Entra aquí conmigo.
Él se sentó en el borde de la litera, inclinado hacia delante para no golpearse la
cabeza.
—¿Por qué estabas hablando con él?
—Quítate las botas.
—Aggie —dijo él impacientemente.
Ella se incorporó y se acercó a su oído.
—Sólo entra aquí, y te lo explicaré.
Él se quitó las botas y se subió a la cama. Era un lugar pequeño para dos personas,
así que después de acomodarse y reajustarse, terminó de espaldas, con Aggie de
costado junto a él, la espalda hacia la pared, su aliento caliente contra la oreja de él.
—Realmente no quería hablar con él, Jace —susurró ella—. Sabía que no te
gustaría, pero estaba atrapada aquí, desnuda. Él quiere preguntarte algo, pero estaba
demasiado asustado, así que quiere que yo te lo pida.
—¿Asustado? ¿De qué?
—Probablemente de que le des un puñetazo en la cara de nuevo.
7
—Tipo listo. Entonces, ¿qué es?
—Eric le dijo que tocabas el piano en el nuevo álbum.
—En un par de canciones. ¿Y?
—Entonces, si tú vas a tocar el piano, ¿quién tocara el bajo?
—Grabaré las dos pistas por separado, y luego las mezclarán.
—Pero, ¿quién lo tocará en vivo?
El ceño de Jace se frunció. No había pensado en eso.
—No lo sé. El álbum ni siquiera está hecho todavía. ¿Por qué pregunta eso ahora?
—No quiere perder la banda. No completamente.
—¿Así que se supone que tengo que echarle una mano?
—Eso depende de ti. Él dijo que no quería ir a hablar con el resto de los chicos.
Quiere que tú tomes la decisión.
—Eso es raro —dijo Jace—. ¿Por qué debería ser mi decisión?
—Eres el bajista. Dijo que después de escucharte tocar en vivo supo que estaba
aferrándose en vano. Él esperaba que pudieras darle una última esperanza a la que
aferrarse.
—Hablaré del tema con los chicos —prometió Jace.
Aggie se acurrucó contra él.
—Te amo.
Jace no estaba seguro de por qué lanzarle un hueso a Jon la tenía toda
sentimental, pero lo tomaría. Le tocó el suave pecho con las puntas de los dedos.
Ella gritó.
—¡Tus manos están heladas!
—Entonces caliéntalas.
—Te calentaré a ti —contestó ella en un tono amenazante.
Él rio entre dientes.
—Ésa es la idea.
328
Al parecer, su idea de la mejor manera de crear calor y la de ella no eran
exactamente las mismas. Ella le hizo cosquillas hasta que él se echó a reír y se retorció
hasta salir de la cama. Cayó al suelo con un ruido sordo. Sin dejar de reír, rodó para
ponerse de pie. Inesperadamente, se encontró en el aire mientras alguien lo
levantaba del suelo y lo lanzaba de nuevo a la cama.
—Perdiste algo, Aggie —dijo Eric con una sonrisa.
—Gracias, Eric. No me gustaría que se escapara.
—Átalo con una correa corta.
La sonrisa taimada de Aggie enseguida entibió a Jace e hizo que sus pantalones se
sintieran más apretados.
—Ahora, ésa es una idea —murmuró ella.
Se alegró de que ella ya estuviera desnuda. Le facilitaba llenarse las manos y la
boca con su carne caliente e invitante.
—Supongo que no hay sitio para mí ahí —dijo Eric, y cerró la cortina.
—¿Eric va a estar bien? —susurró Aggie.
Jace soltó su pezón y se deslizó por su cuerpo para mirarla a los ojos. La luz de la
litera cerrada era limitada, y él no pudo medir su expresión.
—Tendrá que estarlo. Llámame egoísta, pero no voy a compartirte con nadie.
Tendré que ser suficiente para alimentar tu insaciable apetito sexual.
Aggie sonrió, enterró sus dedos en su pelo y lo besó con avidez. Cuando él intentó
retirarse para preguntarle por su lujurioso entusiasmo, ella lo sostuvo con fuerza, sus
labios chupando los de él, dedos clavándose en su cuero cabelludo, montículo
girando febrilmente contra su polla dura como una roca. Todo pensamiento racional
lo abandonó. Él se sumergió en el deleite de las curvas de Aggie. Bueno, lo mejor que
pudo con el puto cabestrillo fijando su brazo contra su cuerpo.
Las manos de ella se movieron por su espalda para tirar de su camisa con
impaciencia. Cuando encontró su progreso impedido por el cabestrillo, sus manos se
deslizaron entre sus cuerpos para desabrochar sus pantalones. Ambas manos se
metieron en su bragueta abierta y sacaron su polla. Lo acarició arriba y abajo
vigorosamente entre sus manos, sus dedos bailando contra su carne. Jesús, a él le
gustaba así de rudo. Su respiración se detuvo en la parte posterior de su garganta.
—Dios, cariño, no me hagas esperar. Tómame —suplicó ella, retorciéndose debajo
de él.
329
¿Por qué estaba ella tan ansiosa? No lo entendía. Comprendía que estuviera así
después de pasar horas provocando a su cuerpo, pero apenas había tenido tiempo
de tocarla. Demonios, estaba completamente vestido. ¿Su excitación de debía a que
los chicos estaban detrás de la cortina y eran capaces de oírla? ¿O porque Brian
hablaba sucio con Myrna, masturbándose y gimiendo en voz baja en la litera de
enfrente? ¿O porqué Sed y Jessica habían comenzado la segunda ronda de su
concurso de “quién puede vocalizar más fuerte”?
—¿Aggie? ¿Qué suce…?
Perdió el tren de sus pensamientos cuando ella deslizó su polla en su núcleo
caliente y resbaladizo y arqueó la espalda para meterlo más profundo. Él inhaló entre
los dientes. Ella arqueó sus caderas contra él, instándolo a un ritmo profundo y duro.
La litera tenía poco margen de maniobra, pero eso resultó ser una bendición
disfrazada. Él plantó los pies contra una pared y ella levantó los brazos sobre la
cabeza para mantenerse estable contra la otra mientras él se estrellaba contra ella
con golpes cada vez más duros. Él gruñó cuando el instinto se hizo cargo. Todo en lo
que podía pensar era en reclamarla, hacer que ella lo sintiera. En tomarla a ella y a
todo lo que le daba, lo cual era mucho más que esto. Pero Dios, esto era lo que él
quería, estar dentro de ella, ser parte de su cuerpo. No podía ponerse mejor que esto.
Ella levantó ambas piernas y plantó los pies en la litera encima de ellos, inclinando la
pelvis para aumentar la fricción contra la cabeza de su pene. Wow, Dios, había estado
tan equivocado. Podía ponerse mejor. Él la penetró con más fuerza. Más rápido. Sus
bolas estaban pesadas, llenas a reventar, pero él no quería que terminara. Quería
follarla así para siempre.
Ella giró sus caderas, frotando su hinchado clítoris contra él, sus manos de alguna
manera encontraron su camino alrededor de su cuerpo hacia su culo y alentándolo a
bombear más duro en ella. Ella acabó con un grito de sorpresa, todo su cuerpo
poniéndose rígido mientras su coño se apretaba alrededor de él con fuertes
espasmos. Sí, cariño, acaba para mí. Acaba. Él casi la siguió, pero eso significaría que
esto terminaría, y él no estaba listo para detenerse.
—Jace —exclamó ella desesperadamente—. Jace, Oh Dios, te amo. Te amo.
Y a él no le importaba que todos en el bus pudieran oírla. Quería que lo hicieran.
Quería que supieran que él, de alguna manera, se había ganado el afecto de esta
sensacional mujer, incluso cuando sabía que no había hecho nada para merecerlo.
Sus manos se apartaron de su trasero para tomar su rostro y lo besó
apasionadamente, todavía presionando las caderas contra él mientras la penetraba.
—Lo siento —susurró ella—. Me he dejado llevar. Los chicos probablemente
oyeron eso.
330
—No me importa —le aseguró él.
Ella se detuvo.
—¿No te importa?
Él sacudió la cabeza y le mordisqueó la barbilla mientras continuaba empujando
dentro de su cuerpo.
—¿Sabes qué sí que me importa, sin embargo?
—¿Qué?
—Que dejaras de hacer esa cosa con las caderas. Se siente muy bien.
Ella giró las caderas, apretando su polla, liberándola, oprimiéndola, mientras sus
músculos vaginales se apretaban con el movimiento.
—¿Así?
Él contuvo el aliento.
—Ah Dios, Aggie.
—¿Qué hay sobre esto? —Ella inclinó la pelvis hacia arriba y hacia abajo, lo que
cambió la fricción sobre la cabeza de su polla de un punto de placer a otro.
—Sí, también se siente bien.
Ella trabajó sus caderas contra él, el placer tan intenso que él supo que no iba a
durar mucho más tiempo, pero ahora estaba preparado. Quería dejarse ir y llenarla
con su semilla. Encontrar la liberación que sólo ella podía ofrecer. No sólo la liberación
física, sino también la emocional que él nunca había encontrado con nadie más que
ella. Con Aggie. Su Aggie. Dulce, dura Aggie.
—Estoy acabando de nuevo —jadeó ella—. Oh Jace. Jace. ¡Jace!
Cuando el cuerpo de ella se puso rígido en esta ocasión, él empujó profundamente
y se dejó ir. Los músculos de la base de su polla se contrajeron con rítmicas
pulsaciones de placer, bañando las entrañas de ella con sus fluidos. Su brazo sano
falló y se derrumbó encima de ella. Ella lo envolvió con ambos brazos y piernas y lo
abrazó con fuerza mientras él temblaba con las secuelas.
—Te amo, Aggie —susurró él.
—¿Qué fue eso? No te oí.
—Te amo.
331
—Otra vez. Más fuerte.
—¡Te amo!
—¿Oyeron eso, chicos? Me ama —gritó ella.
—Oh, oímos eso y mucho más —dijo Trey desde algún lugar cercano a la mesa del
comedor.
—Me duelen tanto las pelotas —gimió Eric—. Se dan cuenta de que no hay ningún
coño disponible en kilómetros.
—Me doy cuenta —murmuró Jace. Apartó el cabello de Aggie de sus mejillas y
deslizó su polla flácida dentro y fuera de ella un par de veces—. Porqué éste es mío.
—Mierda, sí, lo es —murmuró ella, y lo besó.
—¿Se callan todos? —gritó miserablemente Brian desde su cama—. No puedo
hacer esto con todos esos gritos.
332
Traducido por Kasycrazy
Corregido por Simoriah
J
ace movió las pesas de su gancho y se esforzó por mantener la barra pareja.
Su brazo débil tembló inmediatamente. Sed estaba de pie junto a su cabeza
como su observador.
—Me pregunto cuándo regresará Brian al bus con Myrna —dijo Sed—.
Espero que no haya sucedido nada. Ya deberían estar aquí. Vamos a llegar tarde a
nuestro show si no nos ponemos en camino pronto.
—Probablemente estén follando en alguna parte. Sabes cómo son esos dos.
Incluso casados, no pueden mantener sus manos apartadas del otro. —Jace bajó la
barra hasta su pecho y empujó hacia arriba. Mantener la barra pareja era casi
imposible, pero cada vez que se inclinaba, Sed presionaba en el extremo superior
como un gentil recordatorio para trabajar más duro en el extremo inferior.
Jace intentó volver a poner la pesa de vuelta a su soporte, pero Sed la empujó
hacia adelante.
—Tres más.
Jace ya había comenzado a sudar. El espacio cerrado en la parte trasera del camión
del equipo hacía que el aire fuera caliente y pesado. Incluso con las puertas traseras
abiertas completamente, la circulación del aire era mínima. En cuestión de minutos,
todo el cuerpo de Jace estaba empapado. Su brazo estaba tan cansado, que dudaba
que pudiera levantar un clip de papel, pero bajó la barra, confiando que Sed no
permitiera que ésta aplastara su pecho si se metía en problemas. Jace apretó los
dientes y empujó la barra hacia arriba.
—Dos más.
Otra vez.
—Una más.
Su brazo débil se sacudió incontrolablemente. Sintió el peso deslizarse. La mano
de Sed se mantenía cerca de la barra, pero no la agarró.
—Concéntrate, Jace. Puedes hacerlo.
333
Jace no pudo explicar el sentimiento que Sed le provocó. Que siempre le
provocaba. Era como si quisiera que Sed estuviera orgulloso; una ambición tan
extraña. Eso le dio a Jace la fortaleza para levantar la barra una última vez mientras
recurría a una fuerza que no sabía que poseía. Sed tomó la barra enseguida y la puso
sobre el soporte.
—Eso es todo.
Jace se obligó a sentarse.
—¿Cómo se sintió eso?
—Agotador, pero genial. Ya me estoy poniendo más fuerte. Gracias por tu ayuda.
—Ningún problema. —Sed le añadió peso a la barra—. ¿Me ayudas?
Jace trató de no sonreír demasiado ampliamente ante el pedido, pero no pudo
evitarlo. Nadie más se ejercitaba con Sed. Sólo él.
—Sí, por supuesto.
—Jessica no puede sacarme las manos de encima. Creo que es el músculo extra.
Debo asegurarme de mantenerlo.
Jace pensaba que era su amor eterno, no la impresionante corpulencia de Sed, lo
que mantenía sus manos sobre él, pero Jace no quería sonar como un gallina, así que
mantuvo esas palabras para sí mismo.
Eric se subió a la parte trasera del camión.
—¿Qué hacen aquí afuera?
—¿Qué parece? —preguntó Sed.
Los vívidos ojos azules de Eric se movieron de Jace a Sed, y de regreso a Jace.
—¿Teniendo un concurso de “quién puede sudar más”? Creo que Jace está
ganando.
—Está trabajando para recuperar la fuerza de su hombro y brazo —explicó Sed.
Jace se preparó para la humillación que con seguridad saldría de la boca de Eric.
—Bien. Entonces podremos enviar a Jon a casa.
Ahora, Jace sonreía como un idiota. ¿Cuándo habían cambiado las cosas? ¿Cuándo
estos chicos, que él siempre había admirado, incluso idolatrado, habían comenzado
a incluirlo como uno de ellos? Quizás sólo le tomaban el pelo. No podía bajar
334
demasiado la guardia. Jace recordaba que se suponía que tenía que preguntar sobre
que Jon tocara el bajo en vivo en las canciones en las que Jace tocaría el piano.
—Podríamos necesitar a Jon alrededor —dijo Jace.
Eric y Sed lo miraron con incredulidad.
—Para las canciones del nuevo álbum en las que toco el piano. Quizás él podría
tocar el bajo cuando hagamos esas canciones en vivo.
—No —dijo Sed sin vacilación.
—¿Por qué no? —dijo Eric.
—Ayer lo atrapé compartiendo una pipa de crack con uno de nuestros roadies
temporales —dijo Sed—. Despedí al roadie en el acto. Jon tiene su primer y único
aviso. No podemos deshacernos de él lo suficientemente rápido.
—Quizás si tiene algo por lo que trabajar, él deje las drogas —dijo Jace.
Eric asintió.
—Estoy de acuerdo.
Sed se recostó sobre el banco de pesas y envolvió la barra con sus grandes manos,
flexionando sus dedos para conseguir un buen agarre.
—Lo dudo.
—Piénsalo —instó Eric.
—Sé que es tu mejor amigo, Eric, pero el tipo no es bueno —gruñó Sed,
levantando y bajando la pesada barra como si estuviera en guerra con ella.
El ceño de Eric se frunció.
—No es mi mejor amigo. Me utiliza. Lo sé. Jace es mi mejor amigo.
El corazón de Jace golpeó con fuerza hasta que se dio cuenta de que Eric le estaba
tomando el pelo otra vez. La estúpida broma posterior nunca llegó.
Sed hizo un sonido de esfuerzo y Jace le ayudó a apoyar la barra sobre el soporte.
Sed se incorporó y secó el sudoroso rostro con una toalla.
—No lo sé. Veremos qué piensan Brian y Trey. En lo que me concierne, Jon no se
merece otra oportunidad.
—Tengo que hablar con él —dijo Eric. Bajó de la parte trasera del camión de un
salto.
335
Sed se puso de pie y levantó una pesa de once kilos. Se la entregó a Jace.
—Manos a la obra. Te necesitamos de vuelta. Pronto.
La fuerte discusión en el lado opuesto del bus de la gira sacó a Aggie de sus
pensamientos. Se bajó del tronco dónde había estado sentada observando a una
ardilla enterrar nueces debajo de la hojarasca. Se limpió las manos en los vaqueros y
fue a investigar. Eric había arrinconado a Jon contra el bus.
—¿Cómo pudiste hacer algo tan estúpido otra vez?
—No sé de qué estás hablando —dijo Jon.
—Sed me contó lo de la pipa de crack, Jon. Me lo prometiste. Me suplicaste y
suplicaste para que te diera otra oportunidad con la banda. Dijiste no más drogas. Me
recordaste cuánto te debía, hasta que finalmente cedí y prometí que la primera vez
que se presentara una oportunidad, te metería. ¿Cómo demonios se suponía que
sabría que Jace recibiría un tiro y yo tendría que mantener esa promesa?
—¿Por qué me atacas? Relájate. Sed no va a atraparme usando drogas de nuevo.
Seré más cuidadoso.
Eric gruñó con frustración.
—Simplemente no lo entiendes. Le prometí a Sed que estabas limpio. Te avalé,
sabiendo que Sed me haría responsable por cada estúpida cosa que hicieras. Incluso
ofendí a Jace al traerte aquí, ¿y tú haces esto? —Eric empujó a Jon contra el bus con
ambas manos.
Jon lo empujó.
—No te hagas el santo, Eric. ¿De verdad crees que este período temporal nos deja
a mano? Todavía me debes.
—¿Crees que no me doy cuenta?
—Entonces déjame en paz.
—¿Cómo hiciste que Jace nos pidiera que te mantuviéramos aquí? ¿Lo
amenazaste?
Jon rio.
—¿Realmente crees que podría amenazar a Jace? No acepta mierda de nadie que
no sean ustedes cuatro. Le pregunté a Aggie. Sabía que no podría decirle que no a
ella. Lo tiene envuelto en su dedo.
336
Aggie dio un paso vacilante hacia adelante. La grava crujió bajo sus pies. Ambos
hombres se volvieron para mirarla.
—Esa rutina de chico agradable fue toda una actuación, ¿verdad? —dijo ella.
—Sólo cállate —dijo Jon.
Eric lo golpeó en el lado de la cabeza.
—¿Sabes qué? Sólo aléjate de mí. No puedo soportar verte.
Un taxi tomó la carretera. Se detuvo junto a ellos. Brian abrió la puerta y tiró de
una hermosa mujer de treinta y tantos años del asiento trasero mientras él se bajaba
del coche. Ella vestía un elegante traje de falda color ciruela y zapatos de tacón aguja
a juego. Lo que probablemente había sido un ordenado peinado estaba todo
revuelto, como si alguien hubiera estado pasando sus dedos a través de él. La mujer
no podía apartar la vista, la boca o las manos del guitarrista principal, y él no podía
dejar de sonreír.
—Myrna —dijo Brian sin aliento—. Ésta es la novia de Jace, Aggie, y ese tipo es
Jon. Has oído sobre él.
Su bonita mirada avellana tocó brevemente a Aggie y a Jon antes de volver al
motivo por el que había volado a Canadá.
—Encantada de conoceros a ambos —dijo ella—. Odio ser ruda, pero si no monto
a La Bestia en los próximos cinco minutos, voy a morir.
Brian rio y la arrastró hacia las escaleras del bus.
—No queremos eso, cariño. Eric, ¿te importaría pagarle al conductor y sacar el
equipaje de Myrna del maletero? —dijo eso sin apartar los ojos de su esposa.
—Supongo —contestó Eric con una sonrisa conocedora.
La pareja desapareció dentro del bus.
—¡Hola, Myrna! —dijo Jessica dentro del bus—. ¿Cómo has estado?
—Nos pondremos al día más tarde, Jess.
Un momento después, Jessica tropezó por las escaleras, un rubor tiñendo sus
mejillas.
—Llegaron hasta el sofá —murmuró.
—Oh, demonios, sí —dijo Eric, y entró al bus con la maleta de Myrna en la mano.
No regresó. Sin duda, había encontrado una nueva pareja a la que observar.
337
—Así que, ¿qué hacemos ahora? —preguntó Aggie.
—Parece que hemos sido desterrados al bus pocilga. —Jessica se estremeció y
frotó los brazos desnudos con las manos. Las chicas del Sur de California no tenían
ropa adecuada para los otoños de Canadá.
Sed y Jace rodearon el camión del equipo, los cuerpos empapados en sudor.
Ambos lucían completamente follables. Aggie no fue la única en notarlo. Jessica
emitió un sonido mitad gruñido, mitad ronroneo.
—¿Por qué están ustedes dos aquí afuera solas? —preguntó Sed, acercando a
Jessica contra su cuerpo haciéndole algo a su oreja que la hizo temblar de algo más
que frío.
Aggie miró alrededor. Estaban solos. Jon parecía haberse escabullido a algún lugar
de nuevo. Alguien cerró la puerta trasera del camión del equipo de un golpe.
—Los veremos en Montreal —gritó el roadie Travis antes de subir al taxi y salir de
la parada de la carretera. Un momento después, el bus pocilga lo siguió, dejándolos
parados ahí en el frío.
—Brian y Myrna han requisado la sala de estar del bus —dijo Jessica. Trazó una
gota de sudor por el costado del cuello de Sed con un dedo hasta que ésta
desapareció en el escote de su camiseta blanca.
—¿Eso significa que la habitación está disponible? —dijo Sed con un bajo gruñido.
Eric asomó la cabeza por la puerta abierta del bus.
—Aggie, Brian quiere verte.
El ceño de Aggie se frunció con confusión. Se llevó una mano al centro del pecho.
—¿A mí?
—Creo que te han ofrecido voluntaria para uno de los experimentos de
exploración sexual de Myrna.
338
Traducido por Debs
Corregido por Simoriah
A
ggie subió los escalones del bus y encontró a Brian y a Myrna sin aliento en
el sofá, todavía completamente vestidos, luciendo a la vez hambrientos y
satisfechos. Myrna estaba a horcajadas en el regazo de Brian, su falda
subida hasta la cintura, su polla enterrada en su interior. Él susurraba en
voz baja.
—Te amo. —Al oído repetidamente.
—Eric dijo que querían verme —dijo Aggie.
—¿Haces parejas? —preguntó Myrna.
A Aggie se le erizó el vello del cuello.
—¿Si yo hago parejas?
—Ella no lo dice de esa manera —dijo Brian, dejando caer un tierno beso en la sien
de su esposa—. Se refiere a si te instruyes a parejas en la manera correcta de, ya
sabes... ¿hacer lo que haces?
¡Oh!
Oh, sí...
Cada nervio en el cuerpo de Aggie se puso en alerta a la vez que la Ama V clamaba
por ser liberada. Le encantaba trabajar con parejas. Enseñarles. Ayudarlos a explorar
su oscura sensualidad juntos. Era su pasatiempo favorito en el calabozo.
Desafortunadamente, aquí no era posible aquí.
—Realmente no existe el espacio suficiente para hacer esto correctamente,
especialmente cuando el bus está en movimiento —dijo—. Cuando regresemos a
casa, los invitaré para un poco de terapia de pareja.
—¿Y a nosotros también? —preguntó Sed desde la parte delantera del bus. La
cabeza de Jessica giró para mirarlo con sorpresa. Él la envolvió con un brazo mientras
el bus avanzaba y tomaba la carretera.
339
—Claro —dijo Aggie—. Me encanta ver a tipos grandes y duros pedir misericordia.
—Y yo puedo ver, ¿verdad? —dijo Eric.
—Y todos practicarán sus técnicas en mí, ¿verdad? —murmuró Jace.
Aggie se rio entre dientes.
—Te gustaría eso, ¿verdad?
Jace asintió con entusiasmo.
—Tendríamos que poner un negocio juntos, cariño. Tendríamos una buena
sociedad. Yo podría mandonear a un montón de dommes, que es mucho más
divertido que ver a los hombres arrastrarse alrededor en mis botas. Tú recibirías todo
el dolor que podrías desear. Estaríamos en el séptimo cielo.
Él le apartó el cabello de la mejilla con ternura.
—Ya estoy ahí.
—¡Oigan, chicos! —gritó David desde el asiento del conductor—. Está nevando.
Aggie nunca había visto nevar antes.
Corrió hacia el frente del bus para contemplar el cielo gris. Grandes y mullidos
copos de nieve volaron hacia el ancho parabrisas, acumulándose en los
limpiaparabrisas y lentamente de blanco el paisaje desolado.
—¡Es hermoso! —dijo, mirando los copos que venían rápidamente hacia ellos—.
Parece que estuviéramos viajando en el espacio a la velocidad de la luz.
—¿Vamos a llegar a Montreal a tiempo, Dave? —preguntó Sed mientras su ceño
se fruncía por la preocupación.
Parándose detrás de ella, Jace envolvió la cintura de Aggie con ambos brazos y
apoyó la barbilla en su hombro para ver la nieve a través del parabrisas. Ella cubrió
sus manos con las de ella y se relajó contra él. Unas semanas atrás, él nunca la habría
abrazado delante de los chicos. Había crecido tanto desde que ella se había forzado
en su vida, pero ni la mitad de lo que ella lo había hecho.
La atención de Dave se desvió hacia el velocímetro.
—Deberíamos. ¿Quieres que empuje el pedal hasta el fondo?
—¿Las carreteras están resbaladizas?
—Todavía no —dijo Dave.
340
—Más vale prevenir que curar —dijo Eric desde la zona del comedor. Se apoyó
contra la encimera y sacó la pata de conejo de la suerte de su bolsillo y lo frotó con
los pulgares. Él la besó en siete veces para la buena suerte.
—¿Qué diablos es eso? —gritó Myrna.
Aggie pudo oírla incluso a través de la puerta cerrada del dormitorio, donde ella y
su marido habían desaparecido para continuar poniéndose al día. Brian dijo algo en
respuesta a su esposa que Aggie no pudo entender, pero que sonaba a disculpas.
La puerta del dormitorio se abrió de golpe.
—Eric Sticks, voy a patearte el maldito culo —bramó Myrna. Había perdido su
chaqueta y la blusa, pero no parecía preocuparse porque todos en el bus pudieran
ver su sujetador.
Eric tomó a Jessica, que había estado de rodillas en la silla del capitán para ver la
nieve del lado del bus. Para usarla como escudo humano.
—¿Qué hice, Myrna?
—¿Cómo pudiste? En su culo, Eric. ¡Brian tiene un puto gatito montando un
unicornio tatuado permanentemente en el culo!
¿Huh? La mirada de Aggie fue de un miembro de la banda a otro, sin tener idea de
por qué reían.
—Oye, el fondo de arco iris fue idea de Jace —dijo Eric.
Myrna fue detrás de Eric con una paleta. Lo golpeó dos veces antes de que lograra
escapar.
—Yo también tengo uno —dijo Trey.
Se bajó los jeans y presentó su culo desnudo a los ocupantes del bus. Un tatuaje
colorido y vibrantemente brillante de un mullido gatito montando un majestuoso
unicornio que galopaba adornaba un tercio del cachete izquierdo del culo de Trey. Un
arco iris y tenues nubes blancas rodeaban a la mítica criatura. Las niñitas estarían
avergonzadas de tener esa monstruosidad femenina en sus loncheras. ¿Por qué un
tipo se tatuaría eso en el culo? Corrección… dos chicos.
Aggie se unió a la risa. Aferrándose el abdomen con ambos brazos, con lágrimas
brotando de sus ojos, Sed estaba tendido en el suelo, rodando hacia atrás y adelante
en el pasillo mientras se reía. Myrna se detuvo y pasó una mano por el costado de
Trey mientras inspeccionaba la "obra de arte" que hacía juego con la de su marido.
341
—¡Hijo de puta ! ¿También le infligiste a Trey esa cosa grotesca? Voy a patearte el
culo dos veces, Eric Sticks.
—No es mi culpa. Perdieron la apuesta —gritó Eric. Atrapado en la esquina entre
el baño y el dormitorio, trató de atrapar el final de la paleta de Myrna mientras ella
golpeaba su muslo.
—Puedes pegarme si quieres, Myrna —dijo Jace, sonriendo—. Sí sugerí el fondo
de arco iris.
—No voy a golpearte, Jace Seymour —gruñó Myrna—. A ti te gustaría.
—Si no te tuviera tanto miedo en este momento, diría lo sexy que luces en ese
sujetador, Myrna —dijo Eric—. Me estás dando una gran erección.
Ella lo golpeó con más fuerza.
El interior del bus se oscureció al entrar en un túnel. Aggie entrecerró los ojos para
mirar fuera del parabrisas. Adelante, podía ver la luz del día y algo rojo parpadeante.
¿Luces de peligro?
—¿Dave? Creo que hay alguien detenido ahí arriba —le dijo al conductor.
—Lo veo —dijo él, y sacó el pie del acelerador. Cuando salieron del túnel, se
encontraron con un camión estacionado a mitad de camino en la carretera. Su dueño
estaba poniendo cadenas en los neumáticos. Sin tiempo para parar, Dave viró a la
izquierda para evitar al camión. El bus resbaló hacia una barrera de protección en el
lado opuesto de la carretera. Pisando de golpe los frenos, Dave viró a la derecha y
estuvo a punto de darle al camión.
Un parche de hielo hizo que el bus girara de lado en una curva cerrada. El vehículo
se inclinó sobre dos ruedas. Aggie se estiró para aferrarse a la parte trasera del
asiento de Dave para mantener el equilibrio. Una fuerte bocina, como la de un camión
semirremolque, hizo una advertencia.
—¡Oh, mierda! —gritó Dave mientras faros se acercaban a gran velocidad.
Alguien tomó a Aggie por la cintura justo cuando el semirremolque golpeó el lado
derecho del bus y lo hizo dar vueltas en un círculo. La parte trasera del bus golpeó la
barra de seguridad, haciendo que todos cayeran al suelo. El sonido de cristales rotos,
metal desgarrado y su propio grito rebotaron en la mente de Aggie. El bus volcó sobre
su costado. Jace se aferró a Aggie mientras caían por el interior, golpeando contra
duras superficies y afilados bordes a la vez que daba vueltas. Éste se deslizó de lado
sobre el pavimento, metal chirriando, y finalmente, se detuvo con una sacudida
repentina al chocar contra algo sólido.
34
2
Jace inhaló temblorosamente, sosteniendo la cabeza de Aggie contra su corazón
que latía con fuerza. Totalmente inerte, ella yacía tendida sobre su cuerpo. Está
muerta, pensó. Aggie está muerta. Al igual que todas las otras personas que él había
amado. Aggie estaba muerta. Angustia paralizante se apoderó de él. Garras afiladas
tiraron de su corazón y su alma en diferentes direcciones. La acercó más, queriendo
seguirla en la muerte, en lugar de enfrentarse a la vida sin ella.
Después de un momento, ella se movió. Gimió.
—¿Aggie? —La voz de él se quebró.
—Jace —susurró ella.
Sus brazos se apretaron alrededor de ella. Él abrió los ojos, pero todo estaba
borroso por las lágrimas.
—¿Estás bien? —dijo con voz ronca—. ¿Aggie?
—Creo que sí. —Ella intentó apartarse, pero él era incapaz de liberarla de su
abrazo—. Suéltame, Jace.
—No puedo. —Él le besó la parte superior de la cabeza—. No puedo soltarte.
Nunca.
—Tenemos que salir de aquí ahora. Puedes abrazarme para siempre después.
Ella tenía razón. Tenían que salir del bus y asegurarse de que todos los demás
estuvieran bien. Él se obligó a soltarla y notó que estaban tirados sobre el respaldo
del sofá; excepto que éste no estaba en la orientación adecuada. La ventana lateral
por la que Jessica había estado mirando menos de cinco minutos estaba rota y miraba
hacia el cielo. El bus descansaba sobre el lado del conductor. Alguien ayudó a Aggie a
salir de encima del cuerpo de Jace.
Sed. Tenía una herida en la sien y sangre corriendo por el lado de su rostro, pero
nunca había lucido más sólido. Aggie dio un paso hacia la parte trasera del bus, vidrio
crujiendo bajo sus pies.
—No se puede salir por ahí —dijo Sed—. Hay un acantilado.
—¿Dónde están los demás?
Luciendo físicamente enfermo, él sacudió la cabeza.
—No lo sé.
343
Sed impulsó a Aggie por la ventana rota sobre ellos. Ella salió del bus.
Un olor ácido llenó la nariz de Jace y le quemó los ojos. El bus se llenó de humo. Sed
lo ayudó a ponerse de pie.
—Tenemos que salir de aquí —dijo Sed.
—¿Todos están bien?
Sed no respondió, pero miró ansiosamente por encima del hombro. Jace siguió su
mirada. La mitad trasera del bus se había perdido, y más allá del borde roto, había un
espacio abierto; un abismo sin fin más allá de un acantilado.
344
Traducido por Simoriah
Corregido por Simoriah
A
ggie estaba de pie junto al bus que ahora miraba hacia el cielo y miró los
restos que ensuciaban la ruta. La parte trasera del bus no se había
desplomado por el borde del acantilando como ella primero había
sospechado. Estaba a metros de distancia de la entrada del túnel hundido
bajo una avalancha de enormes troncos. El camión semirremolque que había cargado
la madera estaba de costado contra un terraplén de rocas. El camión que habían
virado bruscamente para evitar estaba intacto cerca del final del túnel. Su dueño
gritaba en un teléfono celular; con suerte llamando pidiendo ayuda. Jessica estaba
sentada en el medio del camino, aferrando su cabeza con ambas manos y gritando el
nombre de Sed. Aggie estaba demasiado atontada para decirle que Sed estaba bien.
Su cerebro y su cuerpo operaban en cámara lenta. Observó a Brian sacar a Myrna de
los restos. Trey salió después. Aggie esperaba a la última persona que faltaba, su
corazón golpeando como si estuviera atrapado en un salto en el tiempo.
—¿Eric? —llamó Brian hacia los restos.
Sin respuesta.
—¡Eric! —gritó Trey.
Aún sin respuesta.
Sed salió torpemente por un lado del bus y corrió hacia Jessica. La tomó en brazos
y se aferraron uno al otro, inconscientes del caos. Una mano se asentó en la parte
baja de la espalda de Aggie. Se volvió para mirar a Jace. Él tenía pequeños cortes
sangrantes por todo el rostro de haber sido golpeado por el vidrio roto y suciedad
oscurecía su piel, pero ella podía decir, honestamente, que él nunca había lucido
mejor.
—¿Todos están bien, entonces? —preguntó él sin aire.
—Eric —susurró ella.
345
El rostro de él cayó. Se bajó del chasis del bus y la ayudó a ir hacia el pavimento. El
tobillo de Aggie protestaba cuando le ponía peso encima, pero lo ignoró. Corrieron y
renguearon, de la mano hacia la parte trasera del bus.
—¿Dónde está Eric? —le preguntó Jace a un perplejo Trey.
—Creo que todavía está dentro.
—¿Lo viste ahí? —le preguntó Jace a Trey, intentando arrastrarse entre dos
troncos que formaban como un gigante juego de palitos chinos alrededor de lo que
quedaba del bus—. ¿Viste a Eric?
—¿Cómo estamos vivos? —murmuró Trey, sus ojos verdes distantes y vidriosos—
. ¿Cómo estamos vivos? Deberíamos estar todos muertos.
—¡Eric! —llamó Jace, empujando un tronco con el hombro. Éste se negó a ceder—
. ¡Eric!
—¿H-hombrecito? —La voz apenas detectable de Eric vino desde la profundidad
del bus.
—Está vivo —dijo Jace sin aire. Metió un brazo en el espacio abierto entre dos
troncos—. Toma mi mano, Eric. Te sacaremos.
Dentro del bus, Eric jadeó con agonía.
—No puedo moverme. Mi pierna está atrapada.
Jace se retorció para extender su alcance.
—Inténtalo, Eric. Toma mi mano.
—Supongo que ya no tengo que preguntarme cuándo va a tocarme la maldición
del nuevo álbum. —Eric rio entre dientes.
Cuenta con Eric para bromear en el momento menos apropiado. Aggie no pudo
evitar sonreír y poner los ojos en blanco.
—Necesito unos pocos centímetros más, y podré meterme ahí —dijo Jace
mientras intentaba meterse entre los troncos.
—Espera al equipo de emergencia —sugirió Brian.
—Estamos a kilómetros de distancia de los servicios de emergencia —dijo Jace—
. Les llevará demasiado tiempo llegar aquí.
Aggie sabe que Jace no sería capaz de pararse ahí y esperar mientras Eric estaba
atrapado. Se acuclilló junto a Jace para ver si había alguna manera de ayudar.
346
—Sed —llamó Jace sobre el hombro—. ¿Crees que puedas ayudarme a mover este
tronco?
Sed besó las mejillas de Sed y la dejó ir. Cuando él se apartó, ella hizo el sonido de
un animal herido.
—Está bien —le prometió él—. Regresaré enseguida. —Se acercó al bus—.
¿Dónde estás, Eric? No quiero aplastarte con uno de estos troncos.
Eric rio.
—Estoy en el maldito baño. Mi pie está atascado detrás del inodoro. No puedo
soltarlo.
—¿Pero estás bien?
—Eso creo. Pero h-huelo a gas.
—El baño siempre huele así —dijo Sed.
Eric rio.
—Cierto.
Sed tomó el tronco que bloqueaba la entrada de Jace y gruñó con el esfuerzo, sus
músculos abultándose mientras lo levantaba varios centímetros. Jace se apresuró a
meterse en los restos, atrapándose voluntariamente para ayudar a un amigo. El
pecho de Aggie se hinchó de orgullo.
—Eres tan valiente, cariño —dijo, lágrimas corriendo por sus mejillas—. Tan
desinteresado. Te amo tanto.
Sed soltó el tronco, y éste volvió a su lugar.
Ella podía ver un poco de la camiseta blanca de Jace en la oscuridad del interior,
pero nada más.
—Ten cuidado.
Aggie oyó restos desparramarse mientras Jace hacía su camino a través del bus
hacia el baño.
—Es bueno que sean tan pequeño, hombre —dijo Eric—. Nadie podría haberse
apretujado aquí para salvarme. Ow, mierda, amigo, mi pierna no se dobla de esa
manera.
—Ahora sí —dijo Jace—. ¿Por qué estás mojado?
—Uh, agua del inodoro. Hola.
34
7
—Espero que la última persona recordara apretar el botón.
—Gracias por agregar algo a mi lista de preocupaciones, hombrecito.
Jace rio entre dientes.
Después de varios minutos de gruñidos, Eric gritó.
—¡Estoy libre!
—Ahora, ¿cómo salimos de aquí? —preguntó Jace.
—No tengo idea.
—¿Cómo salieron ustedes? —le preguntó Sed a Jessica, quien se aferraba a su
cintura. Él le tocó el cabello.
—D-debajo de la mesa del comedor —se las arregló para decir Jessica.
—Intenten por debajo de la mesa del comedor —gritó Sed.
Después de un momento, Jace y Eric encontraron la ruta hacia afuera.
—Gracias, trípode —dijo Eric, sosteniendo el peso fuera de la pierna izquierda,
mientras abrazaba a Jace con tanta fuerza que sus pies se levantaron del suelo.
—¿Trípode? —preguntó Jace.
—Tan bien dotado como estás, prácticamente tienes tres piernas.
Jace rio y palmeó a Eric en la espalda con entusiasmo.
—No me importa si me llamas hombrecitos. No me molesta.
—No mientas. Sé que lo odias. A partir de ahora, te llamaré trípode.
Debajo de la suciedad y el sudor, Jace se sonrojó. Echó un vistazo a Aggie por el
rabillo del ojo. Su brillante sonrisa hizo que el corazón de ella cantara.
—Me alegra que todos estemos aquí —dijo Brian, los brazos alrededor de Myrna,
quien estaba imposiblemente calma en su estado de semi desnudez—. Creo que me
cagué encima. ¡Qué viaje!
—Somos los hijos de puta más afortunados del planeta —dijo Sed, y envolvió a
Jace y a Eric con los brazos, apretujando a Jessica entre ellos. Brian atrajo a Myrna y
a Trey hacia el círculo contra la espalda de Eric.
—Ahora no creen que yo sea estúpido por colgar siente herraduras en el muro,
¿verdad? —dijo Eric.
348
—Todavía creemos que eres estúpido, Eric —dijo Brian.
—Pero estamos felices de que no estés muerto —agregó Trey.
El brazo de alguien se deslizó alrededor de la cintura de Aggie, y ella pronto se
encontró atrapada en el medio de un abrazo de grupo. Estos tipos. Familia. Ninguna
otra palabra los describía. Estaba feliz de ser parte de lo que ellos compartían. Y
doblemente feliz de que Jace los tuviera en su vida.
Jace de repente se apartó bruscamente del grupo.
—¿Dónde está Dave?
349
Traducido por Erudite_Uncured12
Corregido por Simoriah
J
ace volvió la mirada hacia el frente del autobús. El humo se elevaba, grueso
y negro, de la ventana rota por la que Aggie, Sed y él habían escapado menos
de quince minutos atrás. Las llamas lamían la abertura. Estuvo corriendo en
esa dirección antes de que su mente fuera capaz de comprender la gravedad
de la situación.
Jace se dirigió a la parte delantera del autobús y miró a través del parabrisas. El
cuerpo inconsciente de Dave estaba suspendido del asiento del conductor por un
cinturón de seguridad. El interior detrás de la cabina del conductor brillaba de un
ominoso naranja. Fuego. El corazón de Jace se heló. La persona que vio en peligro no
era Dave. Vio a su padre rodeado por las llamas.
—¡Padre!
Jace golpeó la ventana, tratando de despertarlo.
—¡Despierta! —Formó puños con ambas manos, y usando su puñetazo de knock
out, golpeó el cristal. Éste se rompió. Un agujero se formó en el medio de una grieta
con forma de tela de araña. Lo golpeó de nuevo, agrandando el agujero. Jace aferró
a su padre por la camisa de polo de color amarillo pálido—. ¡Padre! No te mueras. No
estés muerto. Lo siento. No era mi intención hacerlo. Fue un accidente. Yo...
Alguien rompió más vidrio del parabrisas. Manos lucharon para liberar el cinturón
de seguridad. El calor de las llamas trajo a Jace devuelta al momento. Dave, no su
padre, se liberó del asiento. Jace tomó aire temblorosamente y siguió a Sed, que
llevaba a Dave fuera de los restos en llamas. A una distancia segura, Sed puso el
cuerpo inerte de Dave en el pavimento. Había algo antinatural en el ángulo del cuello
de Dave.
Eric escuchó su pecho.
—No respira. —Comenzó a hacer RCP mientras todos miraban con ansiedad.
Jace temblaba tanto que sus piernas cedieron. Se dejó caer de rodillas sobre el
asfalto. Aggie apareció ante él. Su demonio de negro. No, su ángel. Su salvación.
350
Los dedos de ella acariciaron su cabello con tanta ternura que hizo su corazón se
hinchara. Él no lo entendía. ¿Qué había hecho para merecer esta maravillosa mujer?
Le envolvió la cintura con ambos brazos, enterró el rostro contra el vientre de ella y
sollozó.
—Te tengo, cariño —susurró ella.
El dolor en su interior era insoportable; peor que nada que hubiese
experimentado. No podía respirar.
—Duele —jadeó—. Dios, duele. Misericordia —le rogó, frotando el rostro contra
su vientre—. Piedad, Aggie. Piedad.
—Déjalo ir ahora. —Los dedos de Aggie se apretaron en su cabello—. Sólo... déjalo
ir, Jace.
¿Déjalo ir?
Sí. Déjalo ir.
Ajeno a todo menos al punzante dolor de su alma, Jace gritó. Liberó quince años
de tormento en un mar de lágrimas y mocos, sudor y sangre, a los pies de la mujer sin
la cual sabía que no podía vivir.
351
Traducido por Itorres
Corregido por Deyanira
A
ggie intentó imaginar todo lo que Jace le estaba mostrando, pero sólo
lucía como un enorme sótano vacío para ella.
—Puedes construir al menos dos salas insonorizadas para tu calabozo
aquí abajo —dijo él—. Y un cuarto de costura. Un almacén. Cualquier otra cosa que
quieras. Es tuyo para hacer lo que te plazca.
—¿Estás seguro, Jace? Será increíblemente caro hacer todo.
—Sabes que es real para mí, ¿verdad? —Él le besó los labios y tiró de ella contra su
pecho—. Además, mi señora necesita esclavos.
—No conozco a un hombre que pague para que el sótano de su nueva casa sea
convertido en un calabozo para su novia. —Ella no había esperado esto cuando él le
había pedido que se mudara a Los Ángeles y viviera con él. Se imaginaba que tendría
que redefinirse y renunciar a la mayor parte de las cosas que amaba para poder hacer
una nueva vida con él. Había estado dispuesta a intentarlo, pero Jace no quería que
ella cambiara. La amaba por quien era ella y la apoyaba en todo lo que quería hacer.
Nunca dejaba de sorprenderla. Y ella nunca dejaba de amarlo por eso.
Jace levantó la mano izquierda y le deslizó algo en el dedo anular.
—Pero lo haría por su esposa, ¿no es así?
Los ojos de Aggie se agrandaron mientras miraba el brillante diamante corte
marquesa en su dedo.
—Um...
—¿En realidad vas a hacer que te pregunte? —le murmuró él al oído. Ella podía
sentir el calor de su sonrojo contra su mejilla.
Ella forzó a sus ojos a encontrar los de él antes de regresar al anillo. Whoa. Era
precioso. Y enorme. Y brillante. Y... y... Jace se lo había dado... ¿Acaso esto significa...?
¿Le estaba pidiendo que...? ¿En serio? Sus pensamientos se dispersaron como semillas
de diente de león.
352
—Um...
—De acuerdo, te lo pediré como corresponde pero, ¿tengo que hacerlo de rodillas?
Tienes hombres pidiéndote de rodillas todo el tiempo. Parece estúpido proponerlo
de esa manera.
—Um...
Cuando él comenzó a ponerse de rodillas, ella lo tomó por el cuello, le aplastó el
rostro contra el pecho, y chilló.
—Oh, Dios mío. —Aggie siempre se había imaginado a sí misma siendo calmada,
tranquila y sosegada si alguien tenía el valor para proponerle matrimonio. También
había preparado un discurso sobre cómo rechazar al gusanito lo suficientemente
audaz como para pedírselo. Al igual que con cada interacción con Jace Seymour, las
cosas no salieron según lo planeado—. Sí. Sí. Sí. ¡Sí! —gritó, lágrimas volando. Besó
cada centímetro del rostro de él mientras él reía por su entusiasmo.
Él atrapó su boca con la suya y la besó con ternura hasta que los dedos de los pies
de ella se curvaron, y se aferró a él con necesidad.
—Vamos arriba —dijo ella con voz ronca—. Estrenaremos esa cama nueva tuya.
—Quieres decir esa nueva cama nuestra.
—Sí. —Ella no podía dejar de sonreír. Señor, este hombre la hacía feliz.
Sonó el timbre. La gata de Jace, Brownie, estaba sentado en la parte superior de
las escaleras del sótano y les maulló.
—Tenemos un invitado —dijo Jace.
—¿Uno de los chicos? —preguntó ella, impaciente por ver a cualquiera de ellos.
Echaba de menos no estar de gira con ellos, pero habían acortado la gira canadiense
hasta que pudieran conseguir un nuevo bus. Y encontrar un reemplazo para su
ingeniero de sonido en vivo.
—Se supone que Eric pase para que podamos visitar a Dave más tarde. Hoy lo
llevan del hospital a su casa. ¿Quieres venir con nosotros?
—Por supuesto.
Los médicos habían dicho a Dave que estaría paralizado de por vida, pero al
parecer, el chico no contaba mucho con sus opiniones. Seis semanas después de su
recuperación, no caminaba todavía, pero un hombre con tanta determinación no se
mantendría abajo por mucho tiempo.
353
—Así que debe ser Eric, entonces.
El timbre volvió a sonar.
—Sabes que Eric nunca se molesta en llamar a la puerta —dijo Jace—. Creo que
probablemente sea otra persona. —Soltó una risa nerviosa y se pasó una mano por
los picos de cabello teñido de rubio.
¿Otra persona?
Jace guió a Aggie hacia la puerta principal, presionando besos en los nudillos de su
mano izquierda. Eso la hizo muy consciente del anillo que él había puesto en el dedo.
—No se te permite odiarme por esto —dijo él.
—Yo nunca podría odiarte.
Él abrió la puerta.
En el escalón de entrada, bajo el amplio pórtico, se encontraba la madre de Aggie.
—¿Le dijiste dónde vivimos? —chilló Aggie. Ella deliberadamente no le había dicho
a su madre la nueva dirección, esperando que eso la disuadiera de mudarse con ella.
A Mamá no le había complacido cuando Aggie había puesto su casa en Las Vegas a la
venta.
Mamá frunció el ceño y metió la mano en su bolso buscando un cigarrillo.
—No se permite fumar en la casa —dijo Jace—. Entre.
Mamá respiró hondo y sacó la mano del bolso.
—No puedo quedarme mucho tiempo.
Aggie puso los ojos en blanco. Ya había oído eso antes.
Jace ofreció a Mamá una pequeña sonrisa triste.
—¿Podría esperar aquí un minuto? —le preguntó a Mamá—. Necesito hablar con
Aggie a solas.
Él tomó a Aggie por ambos brazos y la llevó a la sala de estar junto al vestíbulo. Los
ojos de Aggie aterrizaron en el piano estropeado en la esquina. Había pertenecido a
la madre de Jace. Usado lo poco que Jace sabía de su paradero, Aggie lo había
buscado durante semanas y finalmente lo había encontrado almacenado en el sótano
de la escuela a la que el padre de Jace lo había donado años atrás. Aggie nunca
olvidaría la expresión en el rostro de Jace la primera vez que lo había tocado para ella.
Alegría. Aceptación. Amor.
354
Jace sentó a Aggie en su nuevo sofá de cuero y se sentó en la mesa de café con
superficie de mármol frente a ella. Ambas piezas elegantes chocaban horriblemente
con el piano destartalado, pero Jace habían querido cerca al instrumento. Lo tocaba
todas las noches que estaba en casa. Su tonta gata siempre le golpeaba los pies con
las patas mientras él presionaba los pedales.
—Sé que estás enojada con ella —dijo él.
—¿Enojada? No. Me vuelve loca. Es intrusiva.
—Tiene algo importante que decirte. Escucha lo que tiene que decir. —Le tomó la
mano y le besó los nudillos—. Hazlo por mí.
—¿Por ti?
—Ojalá hubiera tenido la oportunidad de hacer las paces con mis padres antes de
que se fueran. Me habría ahorrado años de agonía desgarradora. Tienes que
aprovechar esta oportunidad para enderezar las cosas. No por ella. Y realmente no
por mí. Por ti.
Aggie tomó su mejilla en la mano, sabiendo lo difícil que había sido para él dejar de
lado su pasado y perdonarse a sí mismo. Él quería evitarle ese arrepentimiento que le
arruinaba la vida. Ella nunca sabría qué había hecho para merecer este maravilloso,
cariñoso, comprensivo, generoso, valiente y cariñoso hombre, pero estaría
eternamente agradecida por haberlo encontrado. Que fuera suyo. Aggie asintió,
incapaz de rechazar su simple solicitud.
—Está bien. La escucharé, pero si ella reclama el dormitorio de huéspedes, la
echaré sobre su trasero.
Él le apretó la rodilla.
—¿Quieres que me quede mientras hablas con ella?
Ella vaciló y luego asintió. El hombre le daba fuerza, y ella estaba segura de que la
necesitaría para hacer frente a su madre y decirle que no. Jace se puso de pie, la besó
suavemente, y fue a traer a la mujer desde el vestíbulo. A Aggie le sorprendió que no
estuviera fumando un cigarrillo cuando entró en la habitación. Jace llevó a Mamá al
sillón azul profundo semicircular, y luego se sentó junto a Aggie en el sofá. Él tomó su
mano entre las suyas, ofreciendo nada más que apoyo infalible.
—¿Maynard estará escuchando? —preguntó Mamá, asintiendo hacia Jace.
—Su nombre es Jace.
—Sé cuál es su nombre.
355
—Pronto será mi marido —dijo Aggie. Decirlo por primera vez hizo que su corazón
diera un aleteo de felicidad—. Todo lo que tengas que decir, puedes decirlo frente a
él.
—Oh. —Mamá jadeó quedamente. Sus ojos buscaron el anillo en el dedo de
Aggie—. ¿Matrimonio? ¿En serio? Bueno, felicitaciones... supongo.
Aggie puso los ojos. ¿Era posible que ella dijera algo que no hiciera que Aggie
quisiera abofetearla?
—Gracias —dijo Jace, con un sonrojo carmesí bajo su incipiente barba. El corazón
de Aggie hizo esa cosa cálida, que se derretía y aleteaba que hacía cada vez que ella
lo miraba. Ella sonrió y bajó las pestañas sobre sus ojos color chocolate.
—Gary me está esperando en el hotel. No puedo quedarme mucho tiempo.
Aggie la miró boquiabierta.
—¿Gary? ¿Gary el Perdedor?
—Él no es un perdedor. Nos casamos hace unas semanas. Me va a llevar a una luna
de miel. Para Hawaii.
—¿Te casaste? —farfulló Aggie—. ¿Cómo es que ésta es la primera vez que oigo
sobre eso?
—No creí que lo aprobaras —dijo ella en voz baja.
—Felicitaciones —dijo Jace y apretó la rodilla de Aggie. Con fuerza.
Ella lo miró inquiridoramente, y cuando ella encontró su mirada, él le dio a su
madre una mirada mordaz.
Aggie suspiró.
—Felicidades, Mamá. Espero que tengas una relación larga y saludable con
Perdedor. Fue uno de mis esclavos más educados.
Jace se atragantó.
Mamá levantó la mirada hacia la de Aggie. Aggie se sorprendió al ver las lágrimas
agrupándose en las pestañas pegajosas de Mamá.
—Sé que no tomo buenas decisiones. —Mamá suspiró, luciendo derrotada—. Sí
te amo, Aggie. Debes saber eso. Lamento no haber sido una mejor madre.
356
Aggie la miró fijamente. Al menos admitía no haber sido una buena madre. Nunca
la madre que Aggie había querido o necesitado. Era un comienzo. Aggie respiró
hondo y se aferró a la mano de Jace.
—Disculpa aceptada.
Mamá inhaló temblorosamente.
—A fin de cuentas, lo estás haciendo bien, chico. —Su mirada fue de Aggie a Jace
y viceversa, una leve sonrisa en sus delgados labios—. Tienes a un gran tipo a tu lado
que te ama. Sabes quién eres y qué quieres en la vida. Eso es más de lo que nadie
pueda decir sobre mí.
Mamá se puso en pie y besó a Jace en la frente.
—Gracias por cuidar de mi niña. Bienvenido a la familia, Jace. —Luego, besó la
frente de Aggie—. ¿Estamos bien?
Aggie asintió. Sí, la mujer la volvía loca, pero a ella le encantaba la loca. ¿Qué podía
hacer?
—Estamos bien.
—No sé cuándo me pondré en contacto. Cuando regresemos de Hawaii, Gary
quiere comprar una casa rodante y ver el país. Intentaré llegar a su boda. —Sus ojos
azules fueron de Aggie a Jace aprensivamente—. Estoy invitada, ¿verdad?
—Por supuesto —dijo Jace.
Mamá vaciló, luciendo como si hubiera sido alcanzada por un rayo.
—Espera un minuto. Ustedes dos no están planeando tener hijos, ¿verdad?
—Algún día —dijo Jace sin dudarlo.
El corazón de Aggie tartamudeó en su ritmo. ¿Niños? Ella lo miró. Una vez más con
la cosa cálida, que aleteaba y se derretía. Un bebé Jace al que llenar de afecto. ¿Qué
podría ser más maravilloso que eso?
—Sí, algún día —coincidió Aggie.
Mamá arrugó la nariz.
—Aguántense un par de décadas, si quieren, por favor. De ninguna manera estoy
lista para ser abuela. Soy una recién casada.
Aggie puso los ojos en blanco.
—Sabes, no todo se trata de ti, Mamá.
357
La puerta principal se abrió.
—Chicos, ¿están en casa? —exclamó Eric desde el vestíbulo.
—Estamos en la sala de estar —gritó Jace.
—Ahora me voy —dijo Mamá—. Gary está esperando, y yo tengo la única llave de
su jaula para pollas. —Ella hizo girar un llavero en el extremo de un dedo.
Los ojos de Aggie se agrandaron.
—¡Demasiada información, Mamá!
Mamá rio entre dientes y besó a Aggie en la parte superior de la cabeza, antes de
tomar su barbilla en su mano huesuda y mirarla con dureza a los ojos.
—Te amo, niña.
—Yo también te amo, Mamá.
Mamá le dio un suave golpecito en la mejilla con un nudillo y sonrió cálidamente
antes de voltearse para irse. Pasó junto a Eric al salir de la habitación.
—Hola, mamá de Aggie —dijo Eric, y la saludó con dos dedos.
Mamá miró su extraño corte de cabello y frunció los labios.
—Hola, fenómeno.
Aggie oyó la puerta cerrarse detrás de Mamá un momento después. Aggie imaginó
que la próxima vez que viera a la mujer, ella estaría nuevamente en problemas.
Esperaba estar equivocada, pero algunas cosas nunca cambiaban. Sólo tenían que ser
aceptadas.
—Creo que no le gusto mucho —dijo Eric mientras entraba en la habitación—.
¿Ustedes dos están listos para ir a ver a Dave?
—Sí, te seguiremos en la Harley. —Jace se puso de pie.
—Vayan ustedes —dijo Aggie—. Me voy a quedar aquí.
—¿Estás bien? —preguntó Jace—. Ella me rogó que te contara sobre su
casamiento, pero pensé que era algo que ella misma debía decirte. Por eso le pedí
que pasara. ¿Estás disgustada?
—No realmente. Me alegra que hicieras que viniera. Sólo necesito un poco de
tiempo para acostumbrarme a la idea de que yo solía meterle tapones en el trasero a
patadas a mi padrastro.
358
Jace se mordió el labio y le acarició el cabello detrás de la oreja.
—Si necesitas que me quede en casa…
—¿Qué es esto? —dijo Eric, levantando una baqueta de un par de ganchos en la
pared. La examinó de cerca.
Los ojos de Jace se agrandaron, y él cruzó la habitación para arrebatar su valiosa
baqueta de la mano de Eric.
—No es nada.
—¿Por qué tienes una vieja baqueta mellada colgada en la pared? —preguntó
Eric—. ¿Tocas la batería, trípode?
—No, no toco la batería. Es algo que cogí en un show en vivo. —Jace acomodó
cuidadosamente la baqueta de nuevo en las clavijas que había instalado para mostrar
su más preciada posesión.
—¿Tu baterista preferido las tiró hacia ti o algo así?
Jace sonrió.
—Sí, algo así.
Aggie no pudo resistir la oportunidad de entrometerse.
—Ésa es tu baqueta, Eric.
Eric miró a Jace, que estaba haciendo su mejor imitación de un arándano de nuevo.
—¿Mía? ¿Por qué robaste una de mis baquetas?
—No la robé. Tú la lanzaste al final de un show, y la agarré.
Las oscuras cejas de Eric se juntaron.
—¿Cómo te las arreglaste para atrapar una baqueta mientras estabas en el
escenario?
—No, idiota. Ocurrió hace diez años. Yo estaba en la audiencia.
—Oh. —Eric sonrió—. Entonces, ¿eso significa lo que creo que significa?
—¿Qué crees que significa? —preguntó Jace.
—Que yo soy tu baterista favorito. —Eric tomó la baqueta de nuevo y le dio vueltas
en su mano derecha.
Jace puso los ojos en blanco.
359
—Uh, no. Eres un idiota. —Jace agarró la baqueta en medio de uno de los giros y
la colocó de nuevo en la pared.
—Tú no guardas la baqueta de un idiota durante diez años y luego lo cuelgas en la
pared como si fuera un premio Grammy o un disco de platino.
Jace se mordió el labio.
—Cuéntale la historia, Jace —instó Aggie.
Después de un poco de vacilación, Jace le contó. Sobre ver a los Sinners por
primera vez. Cómo no creía que Jon fuera lo suficientemente bueno. Cómo atrapó la
baqueta y supo que estaba destinado a ser parte de la banda. Cómo se había
convertido en bajista para unirse a los Sinners. La sonrisa de Eric se ensanchó con
cada revelación.
—Así que yo soy responsable de inspirar la creación del mejor bajista del planeta
—dijo Eric—. ¿Es eso lo que me estás diciendo?
—El mejor bajista del planeta... —murmuró Jace—. Bueno, yo no sé nada de eso.
Tú me inspiraste a mí.
—Sí, eso es lo que dije. —Eric sonrió con orgullo—. Mierda. No puedo esperar a
decirles a los chicos que querías unirte a los Sinners a causa mía.
—No te conté la historia para que pudieras relamerte.
—Me relameré si quiero, trípode. No tengo mucho de que presumir, sabes. —Eric
mira la pared vacía encima de la baqueta—. ¿Sabes lo que necesitas? Necesitas un
enorme poster mío autografiado para colgar sobre tu baqueta. Lo firmaré, Para
Trípode, Mi mayor - barra - más bajo y secretamente obsesionado mega-fan.
Jace puso los ojos y sacudió la cabeza.
—¿Sabes qué necesitas?
—¿Una cabeza más pequeña?
—No, un vergonzoso tatuaje de una margarita con cara sonriente en la parte
superior de tu pie.
Eric sonrió y asintió.
—Es justo.
Jace sonrió y se rio. Dio a Eric un abrazo de tipo duro con un solo brazo y le golpeó
en la espalda. Estaba feliz. Y bien amado. Justo como Aggie lo deseaba. Siempre.
360
361
Combinando su amor por la ficción romántica y el rock
‘n roll, Olivia Cunning escribe romance erótico centrado
en músicos de rock. Criada con música de hard rock
desde la cuna, fue a su primero concierto de Styx a los
seis años y se enamoró instantáneamente de la música
en vivo. Se la conoce por viajar miles de kilómetros sólo
para ver a su banda favorita en concierto. De
adolescente, descubrió su segundo amor, la ficción
romántica ― primero leyendo vorazmente apasionadas
novelas románticas y luego escribiendo las propias.
Recientemente vendió su pala de nieve y se mudó de
Nebraska a Galveston, Texas. Puedes encontrarla en la playa con los pies en la orilla,
escribiendo sobre traviesas estrellas de rock.
362
(Libro #4 en la serie de Sinners on Tour)
Desde el momento en que él pone sus ojos en la nueva operadora de sonido, el
baterista Eric Sticks sabe que tiene que hacer suya a Rebekah. Desafortunadamente,
ella está demasiado ocupada intentando seducir al guitarrista Trey Mills para
prestarle demasiada atención. Rebekah nunca planeó enamorarse del alto y bobo
baterista con un raro sentido del humor y un corazón del tamaño de una galaxia. Pero
Eric la hace reír y su constante atención la hace sentir sexy e irresistible; exactamente
lo que necesita después de las cosas que le dijo su último amante. Una mujer que da
tanto como recibe, Rebekah hace sentir a Eric como un completo semental;
exactamente lo que él necesita después de sobrevivir a una década de observar a los
increíblemente talentosos miembros de los Sinners desde los bastidores.
363
Moderadora de traducción
Simoriah
Traductoras
Azuloni
Kasycrazy
Debs
nelshia
Erudite_uncured12
nnancyc
Flochi
rihano
Isa229
Simoriah
364
Itorres
Moderadora de Corrección
Simoriah
Correctoras
Curitiba
Deyanira
Flochi
Ladypandora
Kasycrazy
Simoriah
Diseño
Francatemartu
http://www.bookzingaforo.com/forum
365