trabajo, modos de subsistencia y vida social en méxico_101212

CISS/WP/1205
Documento de Trabajo
Inter-American Conference on Social Security
Conferencia Interamericana de Seguridad Social
2012
_________________________________________________________________________________________________________
Español– Or. Español
Trabajo, Modos de Subsistencia y Vida Social en México
(Proyecto CISS-IDRC/WB)
Este trabajo se elaboró por Mercedes de la Rocha, Martha Moreno Pérez e Inés Escobar
González.
2
Índice
1. Introducción……………………………………………………………………………… 3
2. Trabajo y empleo………………………………………………………………………. 13
3. Precarización del empleo…………………………………………………………….. 28
4. Empleo y cohesión social……………………………………………………………...33
5. Conclusiones……………………………………………………………………………. 48
6. Apéndices………………………………………………………………………………... 50
7. Bibliografía………………………………………………………………………………. 54
3
TRABAJO, MODOS DE SUBSISTENCIA Y VIDA SOCIAL EN MÉXICO1
Mercedes González de la Rocha*
Martha Moreno Pérez
Inés Escobar González
To refuse to give, to fail to invite, just as to refuse to accept, is tantamount
to declaring war; it is to reject the bond of alliance and commonality
(Marcel Mauss, The Gift)
1. Introducción
1.1 La historia de Ciria
Ciria es una mujer de 36 años que emigró de sur a norte en busca de una mejor vida.
Nació en Bejucal de Ocampo, una localidad campesina en el estado de Chiapas cercana
a la frontera con Guatemala y a los 21 años emigró a Mexicali, dejando a su hijo de un
año, fruto de su primera unión, con su madre, la abuela de la creatura. Se había
separado del marido forzada por la violencia doméstica. Una sola golpiza que el
hombre le propinó fue suficiente para que Ciria, poco después de haber parido, tomara
la decisión de dejarlo. Con la ayuda de su abuelo, comerciante ambulante, se fue con
su recién nacido a Comalapa, Chiapas donde una tía le dio asilo condicionado a que no
anduviera pa allá y pa acá con los hombres o a escondidas con el (ex)marido.
Alrededor de un año después emigró a Mexicali. En Mexicali contó con el apoyo de un
tío, pastor de una iglesia evangelista, quien le dio techo y sustento durante cuatro
años, hasta que Julián, nacido en Nayarit quien también había migrado a Mexicali en
busca de mejores opciones laborales, pidió permiso al tío de cortejarla. Poco después
se unieron. Ellos dos han sido la puerta de entrada de muchos más inmigrantes a
Mexicali. En cadena han ido llegando hermanos y otros parientes, conocidos o
familiares y amigos de conocidos, provenientes del México rural, a quienes Ciria y su
actual compañero brindan alojamiento y sustento durante el tiempo que sea necesario
para que el recién llegado encuentre empleo y pueda independizarse; el mismo tipo de
ayuda que ella recibió como recién llegada a la ciudad.
1
Este documento ha sido elaborado en el marco del proyecto Moving Jobs to the Center Stage in Mexico.
Case study for the World Development Report 2013. Versión final, 13 de julio de 2012.
*
Mercedes González de la Rocha es investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en
Antropología Social (CIESAS). Martha Moreno Pérez estudió actuaría en la Universidad Nacional
Autónoma de México y hasta muy recientemente trabajó en el Consejo Nacional de Evaluación de la
Política de Desarrollo Social (CONEVAL) en el área de Medición de Pobreza. Inés Escobar se formó
como antropóloga en la Universidad de Cambridge y en University College London (UCL) en el Reino
Unido.
4
Ciria fue la mayor de ocho hermanos. Inició su vida laboral a los 11 años
cuando, en su papel de primogénita, se vio obligada a ayudarle a su enfermizo padre a
sembrar maíz y frijol. Su paso por la escuela fue errático. En primer lugar, debido a la
escasa infraestructura educativa que caracteriza(ba) la vida rural chiapaneca hace 30
años. Ella se define como parte de la primera generación de estudiantes de su pueblo,
en un tiempo en el que no había escuelas y los niños tomaban la clase sentados en
trozos de espino como asientos. En segundo lugar, sus inasistencias eran frecuentes
porque debía ayudar a su padre en las labores del campo. Fertilizaba y regaba la milpa.
Con todo, Ciria logró transitar a lo largo de la educación primaria gracias a que se
aprendía las lecciones de memoria, acostumbrada como estaba a aprenderse los
salmos de la Biblia. Así, aunque asistía poco a la escuela, el profesor …me quería
mucho….hasta me dieron beca porque era yo bien lista… una vez que me daban una
explicación se me grababa bien rápido. El profesor me pasó hasta sexto grado, me dio el
certificado pero yo casi nunca estaba en la escuela ...2 Al término de su educación
primaria ya no continuó estudiando porque la economía familiar no podía cubrir los
gastos que implica una trayectoria escolar más larga.3 El certificado de primaria le ha
ayudado a conseguir empleos que de otra manera no obtendría pues la mayoría de las
fábricas de Mexicali exigen ese nivel escolar como mínimo.
El primer trabajo de Ciria –el trabajo en la milpa sin remuneración como parte
de la fuerza de trabajo familiar para la producción de subsistencia- no fue el único que
a su tierna edad desempeñaba. En realidad, combinaba su participación laboral en la
milpa con el trabajo invertido en el micro negocio de su abuelo quien la llevaba desde
muy pequeña para que lo ayudara en la compra-venta de ropa en los mercados y en los
pueblos cercanos al suyo, de manera ambulante: íbamos de un lugar a otro. Ciria no
recibía pago ni comisión. Su trabajo era visto como ayuda para su abuelo. Fue en este
contexto en el que Ciria empezó a desarrollar las habilidades de comerciante que hasta
la fecha practica: usaba la beca escolar que recibía en la escuela para invertirla en
vestidos y pantalones y, con ello, alimentar el negocio del abuelo. Trabajó con su
abuelo hasta que se casó, a los 18 años, algunos años después de haber salido de la
escuela primaria. Nueve meses estuvo dedicada al trabajo doméstico de su propio
hogar. En Comalapa –ya separada del marido, fue incorporada de inmediato a los
2
Se trataba de una escuela unitaria con un solo maestro que se encarga de la enseñanza a los niños de
todos los grados, de primero a sexto año de primaria. Ciria tuvo únicamente a un maestro en su paso por
la escuela.
3
Es conocido el hecho de que hay costos ligados a la educación pública que corren por cuenta de las
familias de los estudiantes. El más difícil de cubrir es el transporte, especialmente cuando el estudiante
pretende estudiar secundaria o preparatoria, porque los planteles educativos de estos niveles de educación
no son tan numerosos como las escuelas primarias y, por lo tanto, los jóvenes de las localidades rurales
tienen que viajar a las localidades –cabeceras municipales o pequeñas ciudades- en donde estos planteles
se encuentran. Para que Ciria pudiera estudiar la secundaria hubiera tenido que tomar cuatro camiones de
pasajeros al día, dos de ida y dos de regreso, para llegar a la escuela secundaria más cercana a Bejucal de
Ocampo.
5
negocios de su tía –una enfermera con dotes de comerciante- en la venta de pan y en la
preparación y venta de alimentos y café que ofrecían a los doctores que llegaban a ese
pueblo durante las campañas de vacunación y las brigadas de salud. De nuevo, su
trabajo no fue remunerado. La tía no le pagaba nada porque …ella ya hacía mucho con
mantenerme a mí.
Su primer empleo remunerado fue el que desempeñó como empleada
doméstica en la casa de un personaje influyente en la política local, un “licenciado”,
padre del presidente municipal en turno y, al mismo tiempo, servía como mesera en el
restaurante propiedad del mismo licenciado, trabajo éste por el que no recibía
remuneración pues su salario estaba supuestamente incluido en el pago que recibía
como empleada doméstica. El hecho de que el licenciado aceptara a Ciria con todo y su
bebé recién nacido fue una ventaja para ella, pues no en muchos empleos aceptan
mujeres con sus hijos. Ese empleo fue el preámbulo de su incursión al norte del país.
Ya su tío le había contado sobre las oportunidades laborales que existían en Mexicali,
ciudad en la que el pariente radicaba hacía ya muchos años. Fue a conocer y se quedó.
A su llegada a la ciudad norteña Ciria contó con el apoyo del tío para buscar y
encontrar un empleo; le dio una carta de recomendación y la orientó en todo lo
necesario en sus movimientos a lo largo y ancho de la ciudad, además del techo y el
sustento. Ciria encontró trabajo (de tiempo o jornada completa) en una fábrica
dedicada a la manufactura de reguladores para calefactores de agua (reguladores de
boiler, en palabras de Ciria), empresa que a mediados de la década del 2000 empleaba
a 1500 trabajadores, la mayoría mujeres. Ciria tenía ya 15 años de trabajar en esa
fábrica cuando la conocimos. Al principio tenía el turno de la mañana, pero cuando dio
a luz a una niña (la segunda de dos hijos, ambos de distinto padre), hace 12 años,
pidió cambio al horario vespertino porque no tenía quién cuidara a la bebé en las
mañanas. De esa forma, Ciria se iba al trabajo por las tardes cuando su marido se
hacía cargo de la niña. Gracias a este arreglo doméstico, el nacimiento de la niña no
implicó obstáculos irresolubles para la joven madre trabajadora como de hecho sucede
con muchas mujeres para quienes la llegada de un bebé las obliga a retirarse, al menos
temporalmente, del mercado laboral. Hasta la fecha, Ciria labora en la fábrica por las
tardes hasta bien entrada la noche (de 3:30 de la tarde a 12:30 de la noche). En
ocasiones hace doble turno, lo que implica entrar a trabajar a las 3:30 de la tarde y
salir a las 6 de la mañana del día siguiente, cosa que a su marido no le gusta, pero
Ciria dobla turno cada vez que necesita el dinero o alguna compañera de trabajo le
pide que la supla en su turno nocturno. En esas ocasiones, Ciria se cruza en el camino
con su esposo quien labora en el turno matutino en la misma fábrica, y al llegar a su
casa recoge un poco el tiradero, ordena ropa, lava platos y ollas, tira la basura, y luego
se acuesta a dormir un ratito. Se levanta alrededor del medio día para, apresurada,
hacer algunas compras de alimentos, limpiar la casa y dejar la comida preparada para
6
cuando llegan su esposo y su hija. Come algo y se va a la fábrica, antes incluso de que
lleguen la niña y el marido por lo que, en esos días de intenso trabajo fabril los ve muy
poco o casi nada.4
Aunque el empleo en la fábrica ha sido estable y con prestaciones (cuenta con
seguridad social), Ciria ha desempeñado diversos trabajos al mismo tiempo en que
labora en la empresa de manufactura de reguladores. La búsqueda de esos trabajos la
ha realizado ella sola, ya sin la ayuda del tío, pero sí con la de muchos otros contactos
que ahora tiene y aprovechando sus mañanas, especialmente a partir de que su hija
empezó a ir a la escuela. Primero trabajó como empleada doméstica en diversas casas
de la ciudad, aunque fuera sólo para barrer el patio o hacer algunos quehaceres.
Mediante estos trabajos y el empleo en la fábrica, Ciria fue capaz de ahorrar el dinero
con el que compró el lote en donde después vivirían ella, su esposo, la hija de ambos y
el hijo que Ciria tuvo en su primera unión.5 Actualmente desempeña dos ocupaciones:
obrera de la ensambladora y vendedora de productos Avón y Füller a domicilio. Hasta
hace unos años le fue muy bien con las ventas, pero éstas bajaron mucho cuando en la
fábrica prohibieron la vendimia de productos. Por ello, las ventas actuales de Ciria se
limitan a su vecindario, a sus amigos del barrio, sus vecinas y sus compañeros de la
iglesia evangélica en donde pasa buena parte del fin de semana. Su pequeña hija le
ayuda a vender y a cobrar. Las ganancias ascienden a 30 pesos por cada 100 que
vende. Los clientes tardan mucho en pagarle pero a Ciria eso no le preocupa. Ella tiene
confianza en sus deudores/clientes y considera que no es dinero perdido sino
“guardado”. Ella pone dinero de su bolsillo y después le van pagando. Lo que gana de
este pequeño comercio no es mucho pero se conforma con que le salga para un galón
de leche, para el pan, o para otras necesidades cotidianas.
La economía del hogar de Ciria se nutre de los ingresos que provienen de su
salario en la fábrica, 700 pesos a la semana, los del salario de su marido, 805 pesos a
la semana, de las ganancias inciertas de la venta al menudeo de productos de belleza y
artículos para el hogar (Avon y Füller), y un vale de 200 pesos cada semana por
concepto de despensa que la empresa les da a sus trabajadores. Aunque su salario
nominal es de 700 pesos por semana, el cheque que recibe es de sólo 400 pesos
(aprox.), como resultado de los descuentos del seguro y los ahorros (200 pesos por
semana en la Caja de Ahorro de la empresa).6 Declara no saber la cantidad de lo que
ingresa por concepto de sus ventas porque es difícil calcularlo: ella surte los productos
para tener en su casa una buena gama de ellos, especialmente desodorantes, cremas y
cepillos de dientes y poder atender la demanda de sus clientes, para cuando los
4
Este arreglo doméstico no es muy distinto al sistema de la cama caliente descrito por Émile Zola en su
narrativa sobre la vida de los trabajadores de las minas de carbón en el norte de Francia (Zola, 2008
[edición original 1885]).
5
Poco después de dar a luz a su hija, con el instinto maternal a flor de piel, Ciria decidió ir por su niño al
pueblo de origen en donde la madre de Ciria lo estaba criando.
6
Estas cifras corresponden a salarios/pesos de la primera mitad de 2004.
7
busquen. De ahí va vendiendo e incluso de esos mismos productos toma para hacer
regalos a sus conocidos en celebraciones de cumpleaños: por eso no veo las ganancias.
Ciria compara el empleo de sus primas y hermana quienes trabajan como
empleadas domésticas en la misma ciudad de Mexicali, con el suyo como obrera en la
ensambladora. Para ella, el trabajo en casas es una buena opción porque no se trabaja
de noche y tiene otros aspectos flexibles que, sobre todo a las mujeres, les permite
combinar mejor el trabajo remunerado con el trabajo reproductivo. En su opinión, sin
embargo, ella ya no puede darse el lujo de emplearse como empleada doméstica
precisamente porque tiene una hija. No se trata de un problema tan solo de tiempo
sino, sobre todo, de acceso a la seguridad social: en casa no te dan seguro.7 Ciria ni
siquiera considera opciones laborales que no incluyan esa prestación. Declara que se
ha mantenido en ese empleo durante tantos años con la finalidad de conservar la
derechohabiencia en el IMSS.8 Ni Ciria ni su marido han experimentado el desempleo
pero muchos de sus parientes sí, por lo que tiene idea de lo que significa ese estado
laboral: todos los que vienen del sur les gusta trabajar, y no los reciben (los empleos)
porque no traen la primaria ni la secundaria, ahí andan los pobres para allá y para
acá…
Ciria es una exitosa tejedora de redes. Sus lazos con los paisanos que poco a
poco han ido llegando a Mexicali son fuertes. Ella forma parte de sistemas de apoyo en
donde circulan recursos materiales, préstamos monetarios, información, vivienda y
apoyo emocional. El hecho de que muchos de sus contactos sociales viven cerca del
barrio de Ciria facilita estos intercambios pero también tiene vínculos con parientes
que viven más lejos. Se trata de una constelación de amigos, parientes y compañeros
de trabajo con quienes, además, Ciria y su marido celebran aniversarios y todo tipo de
fiestas. Los apoyos no se limitan a la red de chiapanecos en Mexicali. También envía
remesas a su madre cada vez que puede. Participa activamente en un grupo religioso
que pertenece a la iglesia evangelista. Ahí tiene muchos amigos y participa en juegos,
en sesiones de lectura de la Biblia y en comidas que los fieles organizan. Se juntan
cada ocho días, los domingos, para reuniones generales y los sábados hay sesiones
para los jóvenes. Para formar parte de esta iglesia no bastó con que su tío era (es)
pastor de la misma sino que Ciria tuvo que cumplir con el requisito de entregar
documentos (una carta de conducta) emitidos por la iglesia en su pueblo de origen.
Ciria encuentra en ese grupo religioso una gran solidaridad que valora mucho. Sus
7
No está casada sino sólo unida con el padre de su hija por lo que Ciria argumenta que el seguro de su
marido no la cubre a ella ni a la niña.
8
Además del seguro tiene otras prestaciones: aguinaldo, utilidades, vacaciones y antigüedad pero no hay
organización sindical. Los contratos que ha firmado con la ensambladora han sido sólo dos en los 15 años
que ahí ha laborado, y el último ha estado vigente muchos años. Ella sabe que esta empresa es distinta a
muchas otras instaladas en Mexicali donde la vigencia de los contratos laborales es sólo de seis meses,
despiden a los trabajadores sin siquiera considerar su real antigüedad.
8
miembros se visitan y se ayudan mutuamente. Aunque hay abogados y doctores en el
grupo todos nos vemos igual…somos como una familia, sientes el dolor de los demás.
1.2 El problema y la manera de abordarlo: enfoque y fuentes de
información
Work has to be understood both historically and in context;
it has changed in the past, it is changing now, and it will continue to change in the
future;
above all, work done by members of households is the central process around which
society is structured
(R.E. Pahl, Divisions of Labour)
A pesar de las desventajas que es posible apreciar en la vida de Ciria, ella es hasta
cierto punto privilegiada. De hecho, puede considerársele actualmente como una
excepción porque cuenta con un empleo permanente, estable, con ingresos bajos pero
que nutren su economía doméstica con relativa estabilidad, tiene confianza en sus
vecinos, goza de redes sociales robustas y participa en la vida social y comunitaria de
una manera que, nos atrevemos a decir, es cada vez más rara en el México
contemporáneo. La historia de Ciria nos enseña que el mundo del trabajo es
extremadamente diverso; que el trabajo que realizan las personas está relacionado con
la dinámica doméstica/familiar, con la forma en la que los individuos organizan su
vida doméstica al interior de los hogares y con los vínculos de parentesco, vecindad y
amistad. La trayectoria laboral de esta mujer va marcando otros ámbitos de su vida y
sus incursiones en el empleo y otros tipos de trabajo llevan, al mismo tiempo, el sello
de su vida familiar y de sus vínculos amorosos. En eso Ciria no es excepcional. La vida
laboral de las personas es así: compleja, difícil de clasificar en una gaveta que lleve el
nombre de una u otra ocupación, de uno u otro sector de la economía y está ligada a
ámbitos familiares y sociales. Ciria es formal e informal a la vez. Es subordinada e
independiente, desempeña un trabajo asalariado y un trabajo con ingresos en forma de
ganancia. Tiene que cumplir con horarios fijos en la fábrica pero al mismo tiempo es
dueña de sus horas fuera de la misma para desempeñarse como comerciante por su
cuenta. Dedica muchas horas a la semana al trabajo reproductivo. Recibe la ayuda de
parientes y ella les brinda apoyo a otros que se suman a las huestes de trabajadores
asalariados en cadenas de reciprocidades diferidas. Es religiosa pero pachanguera e
invierte dosis importantes de su tiempo libre en compromisos con su iglesia y en el
mantenimiento de sus redes sociales. Sobre todo, le gusta socializar, dar y recibir
favores. Su condición económica, por pobre que sea, se lo permite. Tiene un ingreso
que llega puntualmente cada semana y otro que, aunque es difícil de cuantificar, le
permite expandir un poco su gasto. La regularidad de su ingreso proveniente del
empleo formal y estable le brinda los márgenes de acción para comprar los productos
9
que ofrece a la venta y asumir los riesgos del trabajo como comerciante por cuenta
propia. Sobre todo, el pequeño comercio que practica es una actividad que le aporta
relacionamiento social y respeto en su comunidad: permanentemente le deben, por lo
que, siguiendo a Mauss (2011) permanentemente cuenta con las puertas abiertas para
pedir favores y abonar, con ello, la circulación de bienes y dones sociales.
Pero la gran mayoría de los trabajadores en México, como se verá en este
análisis, circulan en el mundo de la precariedad laboral con bajos salarios y nulas
prestaciones ligadas al empleo. A diferencia de Ciria, la falta de ingresos seguros y
estables mantiene a la mayoría de los trabajadores mexicanos en un estado de
vulnerabilidad en el que los riesgos de la vida diaria en condiciones de pobreza pueden
llevar a catástrofes de las que muy difícilmente se recuperan. La precariedad laboral
(bajos salarios, inseguridad en el empleo, ausencia de un contrato laboral y de
prestaciones sociales) no es sólo un fenómeno que exista y se localice en el sector
informal de la economía o en los lugares –sea la calle, el taller familiar o el pequeño
comercio- donde de hecho se desempeñan estos trabajos. Según los expertos en
mercados laborales, la precariedad o flexibilización del trabajo avanza hacia empleos
que hasta hace poco se consideraban protegidos o formales en la industria, el
comercio y los servicios.9
La precariedad laboral actual está asociada a salarios sustancialmente
inferiores a los que se obtienen en los empleos formales (Cuadro 1.2.1).10 La pobreza
que produce la precariedad laboral, aunada a la inexistencia de seguridad social,
9
Según Brígida García, “Desde mediados de los años noventa consideramos que se fue haciendo cada
vez más evidente que los informales o los marginales no estaban solos al enfrentar condiciones
desfavorables, y que los empleos que se consideraban protegidos o formales en la industria, el comercio y
los servicios también estaban sufriendo transformaciones de diversos tipos. Así creció el interés por
explorar la calidad de todas las ocupaciones, o más específicamente el grado de precariedad imperante
por medio de indicadores sobre ingresos, jornadas de trabajo irregulares, inexistencia de protección social
y de contratos de trabajo, principalmente” (García, 2009: 12-13). Guy Standing plantea que el trabajo a
nivel global se ha transformado para crear al precariat, la clase socioeconómica que conforman las
legiones de trabajadores eventuales o (casual workers) casuales con mínimas o nulas seguridades de
empleo. Este grupo, según Standing, no sólo ha visto más crecimiento que ningún otro grupo de
trabajadores en últimos años, sino que también solamente puede seguir aumentando tanto en el mundo
desarrollado como en los países en desarrollo: “The new precariat (or ‘flexiworkers’) comprises a
disparate group in non-regular statuses, including casual workers, outworkers and agency workers. Their
common characteristic is labour insecurity (…). They appear to be the future. Not only have the numbers
trapped in petty activities in rural and peri-urban areas grown in developing countries, but flexible labour
processes have boosed informalization everywhere” (Standing, 2011: 110).
10
Las investigaciones de Escobar (1986) y de González de la Rocha (1986) documentaron que los
ingresos laborales que los trabajadores informales de Guadalajara solían obtener antes de la crisis de 1982
eran tan altos o más que los salarios que se pagaban en los empleos formales de esa misma ciudad. Estos
mismos autores, años después, mediante seguimientos a sus mismos universos de investigación en
distintos años de la década de 1980 argumentaron que el llamado sector informal estaba sufriendo las
consecuencias de la saturación (con el declive de los empleos formales): el deterioro de los salarios,
periodos más largos de desempleo como producto de la escasez de opciones y la saturación de las
mismas, etc. La heterogeneidad ocupacional que había caracterizado las economías familiares dio lugar a
una creciente homogeneidad: la mayoría de los trabajadores de los hogares se precarizó, perdió
prestaciones y enfrentó mayores constreñimientos para la movilidad ocupacional (Escobar, 1988; 1994;
González de la Rocha, 1988; 1995; 2001; González de la Rocha y Escobar, 2008).
10
conduce a situaciones de muy elevada vulnerabilidad. Una enfermedad puede
significar una catástrofe tanto por el estrés emocional que el padecimiento produce al
enfermo y a su familia como por los gastos en servicios privados de salud. Muchas
veces, en estas situaciones, las personas tienen que deshacerse de sus escasas
pertenencias, vender sus activos productivos, empeñar objetos y/o contraer deudas de
difícil cancelación. Los bajos salarios de los mercados de trabajo mexicanos hacen que
el concepto trabajador pobre (the working poor) sea útil para describir a estas
mayorías que no pueden darse el lujo del desempleo pero que no encuentran cabida en
los sectores más privilegiados de la estructura ocupacional.11
Cuadro 1.2.1
!
La pobreza en la que vive la mayoría de los trabajadores tiene implicaciones
muy claras en los procesos de construcción y mantenimiento de vínculos sociales y en
la participación en redes sociales o en procesos de exclusión de las mismas. Éste, que
fue un hallazgo etnográfico y pasó de ser visto como una anomalía o caso desviante a
un fenómeno cada vez más visible (González de la Rocha con Villagómez, 2006),
encuentra un contundente apoyo en el análisis estadístico que aquí realizamos (véase,
en la sección 3 sobre empleo y cohesión social, el Cuadro 3.2.1). Las dimensiones no
laborales de la vida de los trabajadores y sus familias se ven afectadas por la
estabilidad o inestabilidad del empleo y de los ingresos. La participación en redes
sociales de apoyo requiere recursos estables en la medida en la que la reciprocidad
tiene costos que, en contextos de pobreza y precariedad laboral, no todos pueden
pagar (González de la Rocha, 1999; 2000; 2001). En los conjuntos habitacionales o
council estates12 de la Inglaterra Thatcheriana, donde habitaba un alto porcentaje de
desempleados, no existían los suficientes flujos monetarios para contratar servicios
informales – trabajos realizados por vecinos y parientes (limpieza de vidrios, pequeños
11
Según un artículo técnico de la revista Monthly Labor Review, los trabajadores pobres o the working
poor son aquellas personas que dedicaron 27 semanas del año o más a trabajar o buscar empleo y cuyos
ingresos ajustados al tamaño del hogar son inferiores a la línea de pobreza. Estos trabajadores comparten
ciertas características demográficas y económicas: 1) enfrentan problemas en el mercado laboral como
desempleo, empleo de tiempo parcial involuntario y bajos ingresos; 2) viven con frecuencia en estructuras
familiares que son más conducentes o proclives a la pobreza: hogares con niños dependientes y un solo
generador de ingresos o trabajador. En los Estados Unidos, esta categoría de trabajadores está sobre
representada entre las mujeres, los negros, los hispanos y los escasamente escolarizados (Hale, 1997).
12
Los llamados “council estates” (conocidos en Estados Unidos como “housing projects”) son complejos
de casas o departamentos propiedad del gobierno local que se rentan a precios subsidiados a los pobres
urbanos.
11
arreglos de plomería, etc.)- porque todos estaban igualmente pobres (Pahl, 1984).13 En
México, además de los análisis ya citados de González de la Rocha, Bazán (1999) y
Estrada (1996) dan cuenta del proceso de deterioro de las redes sociales y aislamiento
social que sufrieron los ex trabajadores de una refinería localizada en la capital del
país. Los hogares nucleares se atomizaron y la ayuda mutua entre ellos dejó de existir.
Simplemente, la falta de recursos económicos les impidió actuar solidariamente como
era común en épocas anteriores. Los pobres aislados socialmente son parte de grupos
domésticos en donde ya no es posible generar estrategias colectivas de trabajo (Pahl,
1984; González de la Rocha, 1994) y donde, más bien, la precariedad laboral y la falta
de regularidad de los ingresos monetarios gestan procesos de acumulación de
desventajas (González de la Rocha con Villagómez, 2006). El aislamiento social
(procesos de atomización familiar y deterioro de los vínculos sociales) es producto del
menoscabo y desgaste que han sufrido los mecanismos o estrategias de sobreviviencia
en espacios marcados por la exclusión económica/laboral y el desgaste de los recursos
de los hogares (principalmente el del trabajo como generador de ingresos/bienestar).
Ante la insistencia de muchos académicos y otros actores sociales de seguir
enfatizando las soluciones de los pobres y/o sus capacidades de adaptación a
contextos de precariedad, se afirmó lo siguiente: “Ante el proceso de erosión de los
recursos de los individuos pobres (parece) inoperante sugerir -como ha sido repetido
durante décadas- que todos los pobres responden, se adaptan y sacrifican, se
esfuerzan, se aprietan el cinturón, echan mano de su ingeniosa capacidad de
sobrevivencia, ayudan a sus iguales y reciprocan. La realidad actual… exige reconocer
que la capacidad de respuesta, de adaptación, de esfuerzo y sacrificio, de restricción e
incluso de formar parte de relaciones sociales de ayuda mutua, puede llegar a
agotarse” (González de la Rocha con Villagómez, 2006: 141).
El objetivo de este análisis es poner a prueba la relación observada en estudios
etnográficos, esbozada en el párrafo anterior, mediante el escrutinio estadístico de
distintas bases de datos. Se trata de la relación positiva entre empleos estables,
relativamente bien remunerados que brindan protección al trabajador y a su familia y
la existencia de vínculos sociales robustos y, por el contrario, la relación igualmente
positiva entre la precariedad laboral y el deterioro de la reciprocidad y el avance
gradual del aislamiento social. Nos interesa indagar no sólo la relación entre empleo y
13
“Substantial evidence in the early 1980s suggests that unemployed people are too poor to work
informally: they cannot afford to go to pubs in order to make essential contacts, and they cannot afford
the tools and equipment to do such jobs as decorating or car repairs” (Pahl, 1984: 96). Para el caso de
México véase el análisis de González de la Rocha (1999) en donde argumenta que la escasez de recursos
económicos (al interior de un grupo social en su conjunto, en este caso los trabajadores manuales en
Guadalajara durante los años noventa) es la causa de que la gente no pueda acceder a la ayuda de los
demás. Cuando los otros (los parientes, amigos o vecinos) están tan pobres como la persona en necesidad
de apoyo, no pueden apoyar. La ausencia de ingresos estables obstaculiza los pequeños negocios porque
éstos requieren la compra de materiales (que se compran) y no sólo de trabajo (González de la Rocha,
2001).
12
vínculos sociales sino, también, el grado de confianza que los individuos tienen en las
instituciones y en la sociedad en su conjunto. Nos preguntamos por la forma en la que
las personas están o no dispuestas a participar de la vida social más allá del dintel de
la puerta de sus casas, participación que en gran medida está moldeada por la
confianza que tienen en las autoridades, las
instituciones, en la familia y en los
vecinos. Este ejercicio forma parte de la iniciativa que plantea que el trabajo tiene
capacidades de transformación en tanto que actúa como bisagra que relaciona e
interconecta los niveles de vida de los trabajadores y sus familias con el incremento de
la productividad y la cohesión social: “Jobs connect improvements in living standards,
productivity gains and social cohesion” (Banco Mundial, 2011: 3).14 Dos de estas tres
distintas áreas o capacidades de transformación son las que nos interesa explorar en
este documento. Nuestro análisis se centra en el trabajo como un generador que nutre
las economías domésticas/familiares y como fuente que alimenta el intercambio social.
Argumentamos que un buen trabajo es aquel que brinda seguridad económica, elimina
la acumulación de desventajas y permite el intercambio social de las personas y su
participación en la vida social de sus comunidades. Mediante los hallazgos del análisis
realizado documentamos que esos buenos empleos son, siguiendo a Bourguignon
(2005), los que ofrecen un pago decente y brindan protección social adecuada.
Para lograr nuestros fines hemos analizado bases de datos de tres grandes
encuestas nacionales. 1) Del análisis de la ENOE (Encuesta Nacional de Ocupación y
Empleo) obtuvimos las principales características actuales del empleo en México y
algunas de sus principales tendencias. Construimos indicadores para medir la
precarización del empleo en tres años 2006, 2008 y 2010. 2) Con información del
Módulo de Condiciones Socioeconómicas de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos
de los Hogares para los años 2008 y 2010 se analizó un conjunto de preguntas
correspondientes a la percepción de facilidad o dificultad para recibir ayuda de
diversos tipos (préstamos, cuidados, obtener empleo). Indagamos si la facilidad o gran
facilidad que las personas declaran tener para echar mano de estas ayudas varía por
14
El documento no ofrece una definición precisa de cohesión social en parte por la multiplicidad de
definiciones existentes y la ausencia de consenso sobre cómo medirla, pero tres factores son recurrentes
en la discusión: a) los valores compartidos; b) la confianza; y c) la participación cívica. De éstos, el que
mayor potencial de análisis parece tener es el de la participación cívica/social porque está relacionado con
los dos primeros y porque hay más posibilidades para pasar de la abstracción del concepto a su
observación empírica. Se plantea que mediante la participación cívica pacífica, los individuos pueden
construir consensos mediante el diálogo y que, además, puede ser un indicador del grado de confianza en
las instituciones. El tipo de empleo, por otra parte, parece definir en buena medida la forma y el grado en
el que los individuos participan en la construcción de consensos, en la vida y los problemas de la
sociedad. El documento se basa en estudios (cuyas referencias no se proporcionan) que han planteado que
los trabajadores asalariados están más involucrados cívicamente que, por ejemplo, los auto-empleados,
los desempleados y los excluidos de la fuerza laboral quienes, a diferencia de los primeros, muestran los
niveles más bajos de compromiso e involucramiento cívico. Se alude los resultados de encuestas de
valores que se han realizado en el mundo en desarrollo y de las que se puede concluir que el trabajo
imprime su sello en la identidad y los valores y que existen conexiones entre el estatus laboral de los
individuos, el grado de confianza en las instituciones y la voluntad o disposición para participar en la vida
cívica de la sociedad.
13
deciles de ingreso, entre los ocupados, los desocupados (no ocupados que buscan
trabajo) y los no económicamente activos; por tipo de trabajo (formal/informal) y por
situación en el trabajo (subordinados, independientes y sin pago). Quisimos averiguar,
también, si el sexo, la etnicidad, el contexto rural/urbano y el tipo de hogar influyen en
el acceso a estas redes de apoyo. 3) Por último, trabajamos la Encuesta Nacional de
Familia y Vulnerabilidad (ENFAVU). De ella empleamos un conjunto de variables para
llevar a cabo un análisis robusto sobre género y empleo, acceso diferencial a redes
sociales y algunas situaciones de riesgo.
Hicimos acopio de información que proviene de otras fuentes. Por un lado,
revisamos los resultados de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Familias en
México (ENDIFAM 2005), reportados por Rabell y sus colaboradores (Rabell, 2009) y los
contrastamos con los hallazgos de nuestro propio análisis. Además, hemos tomado en
cuenta los resultados de la Encuesta Nacional de Valores15 (ENVUD, 2010) y analizamos
la base de datos de la Encuesta de Percepción sobre Calidad de Vida realizada por el
Observatorio Ciudadano Jalisco Cómo Vamos en la Zona Metropolitana de Guadalajara.
De esta encuesta nos interesan sobre todo las variables sobre empleo, confianza en las
instituciones y vulnerabilidad ante las dificultades económicas.
Estas fuentes
alternativas de información añaden matices e iluminan ciertas temáticas que surgen
del análisis de las encuestas nacionales.
2. Trabajo y empleo
2.1 Aclaraciones conceptuales
El concepto trabajo es uno de los más amplios y complejos de las ciencias sociales.
Refiere al conjunto de actividades humanas productivas y creativas que se realizan –
mediante el uso de instrumentos, técnicas, materiales e información- con la finalidad
de obtener (producir) bienes, servicios o algún tipo de compensación material, social
y/o psicológica (Peiró, 1996). El trabajo que los grupos humanos realizan es clave para
entender la supervivencia y reproducción material y cultural. Mediante el trabajo se
producen transformaciones en la cultura material y éstas son entendidas como
marcadores culturales que distinguen a unos grupos de otros. Así, la etnografía ha
documentado como trabajo desde las actividades más monótonas, duras, sucias y
humillantes hasta el trabajo más artístico (Kingsolver, 2007). Se han estudiado las
desigualdades que emergen y son reproducidas en/por estructuras laborales y la
organización del trabajo; las percepciones que los individuos tienen del trabajo y lo
que el empleo u otras actividades laborales significan en términos de autoestima y
15
La ENVUD fue realizada bajo los auspicios de BANAMEX, la Fundación Este País y un grupo de
donantes interesados en hacer un retrato de los valores y las creencias de los mexicanos al inicio del año
2010.
14
pertenencia social. La reproducción de las identidades de clase, por ejemplo, fue un
tema muy socorrido de los estudios del trabajo (Willis, 1977, citado por Kingsolver,
2007 [1996]). La investigación sobre problemáticas industriales y del trabajo ha dado
importantes frutos en México, donde los estudios sobre la industria textil, la
automotriz, la minería y otras ramas industriales han documentado los procesos de
conformación de la clase obrera mexicana (Sariego, 1990). Durante los años setenta y
ochenta, se llevaron a cabo importantes proyectos de investigación que se centraron en
entender y explicar los vínculos entre la producción a gran escala -en empresas
formales- y la maquila a domicilio que absorbe de manera flexible grandes cantidades
de mano de obra barata, mayoritariamente femenina y sin prestación alguna
(Fernández Kelly, 1983; Benería y Roldán, 1987; Arias, 1980; 1985; 1988). La
organización social de los mercados laborales, las estructuras y dinámicas de los
hogares de los trabajadores en su relación con los mercados de trabajo y las
respuestas sociales y familiares a las crisis económicas atraparon la atención de un
conjunto de estudiosos de la realidad mexicana para explicar procesos de
urbanización e industrialización, organización de la clase trabajadora, desempleo,
precarización del trabajo y las implicaciones de estos fenómenos en la vida social y
familiar de los trabajadores (Escobar, 1986; Chant, 1991; González de la Rocha, 1986;
1994; Bazán, 1999; Roberts, 1999). El trabajo no remunerado, realizado sobre todo en
el campo reproductivo, que incluye desde las tareas de crianza y socialización de los
niños y el cuidado a los ancianos hasta la limpieza, compra de insumos domésticos y
producción de bienes para el consumo familiar han sido también conceptualizados
como trabajo. De hecho, el análisis sobre la organización social de los grupos
domésticos familiares realizado por González de la Rocha (1986, 1994) incluyó estas
formas de trabajo como una de las fuentes de ingreso de los hogares –entendido en
sentido amplio (Wallerstein, Willian y Dickinson, 1982)-, sin la cual no es posible
explicar la sobrevivencia y reproducción social de los trabajadores. Todos estos
análisis han contribuido a satisfacer la necesidad de entender al trabajo en todas sus
formas y a los grupos domésticos como unidades organizadas para realizar distintos
tipos de trabajo (Pahl, 1984).
Las distintas formas que asume el trabajo, y el hecho de que los tipos de
trabajo y los significados del mismo son productos históricos, moldeados por el
contexto, hace de su comprensión una tarea harto compleja. Para los fines de este
análisis distinguimos los conceptos de trabajo, empleo y ocupación de una manera
simple y operativa. Con el concepto trabajo aludimos a las actividades que como
miembros de una sociedad realizamos para obtener bienes o servicios (para el
consumo o para la venta) para lograr la sobrevivencia y reproducción. Mediante el
trabajo se obtienen compensaciones (el trabajo retribuye), pero no siempre
remuneraciones. El trabajo puede ser remunerado o no. La definición operativa de
15
empleo que la ENOE (Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo) utiliza, es la siguiente:
empleo es un concepto circunscrito a un trabajo de carácter subordinado. O sea, es la
relación laboral que se da con una instancia superior a la cual se le rinde cuentas (un
jefe, un consejo o un patrón). El empleado ocupa una plaza o un puesto de trabajo. Las
personas que lo desempeñan pueden o no recibir una remuneración y, por ello, se
clasifican en trabajadores remunerados y no remunerados. La ocupación, por último,
es entendida por la ENOE de la siguiente forma: “Al hablar de ocupación estamos en un
plano más amplio, donde no sólo se incluye a quienes trabajan para alguien sino
también a quienes cuentan con un negocio propio o realizan una actividad por su
cuenta. Ocupación es, pues, un término más amplio, en tanto que el de empleo es más
específico y caracterizado por una relación de subordinación” (ENOE, 2005: 16).16
Puede observarse en la nota al pie número 16 que en realidad se trata de una
definición efectivamente más amplia que la del empleo, pero restrictiva o excluyente.
En realidad, la definición de ocupado o quien realiza una actividad económica deja
fuera a muchos individuos que perspectivas distintas incluirían entre las huestes de
trabajadores ocupados. ¿Quién define lo que es socialmente útil? Según los
diseñadores de la ENOE lo socialmente útil es lo que está comprendido (y regido) por
las “leyes” de la oferta y la demanda. Se trata, entonces, de una transacción de tipo
puramente económico que, además, no toma en cuenta las grises fronteras entre un
servicio o bien demandado y su supuesta “utilidad social” y otro bien, no demandado
pero que de hecho existe y es útil –posiblemente de otra forma- a la sociedad de la cual
16
La población en edad de trabajar (de 14 años en adelante) es el universo de estudio de la ENOE. No
deja de ser sorprendente el hecho de que la encuesta nacional más importante y especializada en el amplio
tema del trabajo (ocupación y empleo) haya dejado fuera de la categoría de ocupados a los limpia-brisas,
los limosneros y, en general, a quienes desempeñan actividades “no demandadas por la sociedad”
(podemos inferir que bajo la noción del trabajo socialmente útil). Textualmente dice lo siguiente: “Este
cuestionario distingue a la población en dos grandes categorías, en económicamente activa (PEA) y
población no económicamente activa (PNEA). Para delimitar si una persona se encuentra dentro de la
fuerza laboral, es decir si es PEA o PNEA, se debe analizar si participa o no en un ámbito de transacción
de oferta y demanda, y si es así, cómo se da esta participación….. Si la forma de vida de un individuo se
vincula con la generación de valor agregado e implica con ello contribuir a la oferta nacional de bienes y
servicios (públicos o privados, legales o ilegales), se considera que sí realiza una actividad económica y
que, por ende, es un ocupado. Si la forma de vida de un individuo se enfoca sólo a capitalizar una
redistribución de ingresos o de bienes por la vía de la mera transferencia a través de distintos mecanismos
(limpiar parabrisas, pedir limosna), se considera que no realiza una actividad económica. Por definición,
un servicio no es solicitado, significa que no es objeto de demanda por parte de la sociedad, y al no
participar de una auténtica transacción, el prestador queda fuera del ámbito de la ocupación, pese a que él
considere que lo que hace es un trabajo (técnicamente la persona participa de una transferencia unilateral
en su beneficio mediada por un acto simbólico o un protocolo de comunicación con el donante, rasgo que
es lo único que distingue al acto de un robo o un asalto). En la ENEU-ENE no existía esta distinción, así
que se dejaba en manos del declarante su clasificación como ocupado o no ocupado. En conclusión, los
ocupados –en contraste con los individuos que sólo perciben transferencias- podrán o no tener éxito en la
obtención de ingresos, pero siempre están actuando bajo la premisa de que existe alguien que demanda lo
que ofrecen, ya sean sus productos/servicios (trabajador independiente) o servicios laborales directos
(trabajadores subordinados). Esa es la regla bajo la que operan y, por decirlo de algún modo, se someten a
ese veredicto: si hay demanda, habrá ingresos; si no la hay, no habrá compensación. Los receptores de
transferencias igualmente podrán o no lograr el obtener ingresos, pero lo esencial aquí es que operan
completamente por fuera de la regla de la demanda de sus servicios” (ENOE, 2007: 13-14).
16
es parte. ¿Qué distingue a un vendedor de periódico que vende su mercancía a los
conductores de los autos en los semáforos en rojo, del que ofrece limpiar sus
parabrisas? Seguramente habrá casos en los que el conductor prefiere tener una clara
visibilidad de las calles por las que transita –y de hecho demanda el servicio- que
enterarse de las noticias publicadas en el diario. ¿Hasta dónde es posible distinguir la
“utilidad social” del trabajo de una sexo servidora a la que acuden sus urgidos clientes,
la de un vendedor de servicios financieros que acosa a sus potenciales clientes en
horas de descanso (usando información de listas de clientes -por ejemplo de American
Express) sin la autorización y mucho menos la demanda de sus productos/servicios, o
la del ya mencionado limpia parabrisas que ofrece agresiva o amablemente un vidrio
limpio a cambio de unas monedas? ¿Cómo ubicar al limpia parabrisas en la PNEA
(población no económicamente activa) si de hecho muchas veces responden a un
patrón o jefe y, por lo tanto, caerían en la categoría de empleados? Lo cierto es que el
mundo del trabajo, las ocupaciones y el empleo es sumamente heterogéneo y
complejo.
Nos interesa analizar y reflexionar en torno a las diferencias en el mundo del
trabajo y el empleo y el vínculo que existe entre distintos tipos de empleo y distintos
grados de bienestar. Los lineamientos conceptuales del proyecto en el cual se inscribe
este análisis incluyen términos, no del todo definidos, de naturaleza normativa -buenos
y malos empleos-, que es necesario aclarar.17 La definición del empleo en estos
términos debería basarse una reflexión que lograra conducirnos a una discusión sólida
sobre aspectos morales y éticos y un posicionamiento normativo.
Bourguignon (2005), a pesar de que no ofrece la profundidad conceptual que
sería necesaria, nos brinda claridad operativa respecto de los buenos y los malos
empleos. Los buenos empleos, nos dice, son los que dan a los trabajadores un pago
decente y protección social adecuada. Los malos son, por el contrario, los que se
desempeñan bajo condiciones difíciles, con bajos salarios y sin protección social. La
ausencia de un seguro de desempleo ha significado que en los llamados países en
desarrollo “…el desempleo abierto está de hecho limitado a un pequeño número de
personas que tienen suficientes recursos para esperar a que un empleo, con las
características que buscan, surja…” (Bourguignon, 2005: 3).18 Por ello, según este autor,
17
En realidad, la distinción entre buenos y malos empleos debería estar basada en una reflexión filosófica
que no estamos en condiciones de realizar. Solamente queremos señalar que hablar de un empleo como
bueno y de otro como malo requiere, siempre, de la explicitación de los referentes normativos.
18
Bourguignon plantea que, a diferencia de lo que sucede en países como México, la dicotomía empleo –
desempleo es “… de relevancia obvia en el mundo desarrollado” y, por lo tanto, asume su utilidad
heurística para la comprensión del trabajo en esos otros contextos. No es nuestra intención debatir
extensamente este punto sino sólo mostrar lo parcial y a-histórico de dicho argumento. De acuerdo con
Pahl (basado en una muy cuidadosa revisión de la bibliografía especializada en el desarrollo del trabajo
en Inglaterra), el empleo en ese país ha sido y es irregular y ni el Estado de Bienestar ni la beneficencia
pública o privada han realmente tomado nunca su lugar cuando éste (el empleo) escasea. Durante 18601920, las estrategias de subsistencia al interior de los hogares incluían la multiplicidad de trabajos en las
17
los desempleados son personas que utilizan sus propios recursos o reciben el apoyo
de sus familias mientras hacen cola mientras esperan “buenos empleos”. La mayoría
de los trabajadores, sin embargo, no son tan afortunados y se ven forzados a
abandonar esta categoría, porque no se pueden mantener ahí de manera indefinida,
para buscar y aceptar ocupaciones que, aunque precarias, les permitan sobrevivir. Las
jornadas
extremadamente
largas
o
involuntariamente
parciales,
en
pésimas
condiciones y con muy bajos ingresos son el común denominador de los mercados de
trabajo en estos países. Estas personas no son desempleadas, “…tienen un empleo,
pero simplemente tienen un mal empleo” (Bourguignon, 2005: 3).
De acuerdo con
estos planteamientos, la mayor parte de los hombres y mujeres urbanos ocupados en
México tienen malos empleos (ver Infra. Cuadro 2.2.1).
Los bajos salarios fuerzan la solidaridad y la puesta en práctica de estrategias
de trabajo que incluyen a los miembros del hogar, incluso desde etapas muy
tempranas de sus vidas. Se trata de estrategias colectivas en las que se combinan muy
diversos tipos de trabajo (asalariado, por cuenta propia, no remunerado, de
producción de bienes y servicios para el consumo familiar). La diversidad de fuentes
de
ingreso
y
la heterogeneidad ocupacional
que
caracteriza
las
estructuras
ocupacionales de las familias constituyen los mecanismos de subsistencia de los
trabajadores (pobres). González de la Rocha planteó un modelo para explicar la
manera en la que los trabajadores tapatíos organizan sus vidas en contextos de muy
bajos salarios. Vale aclarar que este modelo fue construido en el contexto de una
sociedad cuyo mercado de trabajo ofrecía bajos salarios pero se trataba de un mercado
laboral dinámico en un contexto económico de crecimiento (la Guadalajara de 198181). Los empleos, lejos de escasear, eran relativamente abundantes y los trabajadores
transitaban del sector formal al informal y viceversa con frecuencia y sin muchos
obstáculos. Este modelo, el de los recursos de la pobreza, puede entenderse como un
sistema de sobrevivencia y reproducción social basado en cuatro sólidos pilares al
interior de los hogares, organizados para instrumentar estrategias colectivas de
trabajo: 1) el trabajo asalariado de varios miembros del hogar, con participación
importante de hombres adultos; 2) el trabajo destinado a la pequeña producción de
bienes y servicios para la venta; 3) el trabajo invertido en la producción de bienes y
manos de cada uno de los trabajadores, muchos de ellos sub-empleos (Samuel, 1975, citado por Pahl,
1980). Evidencias más recientes muestran que el mundo desarrollado contemporáneo no se escapa de la
precarización laboral que pone en tela de juicio la utilidad de dicha dicotomía. El mismo Pahl plantea que
el hallazgo de Samuel no es una rareza del pasado en el contexto del triunfo de la penetración capitalista y
que el trabajo precario y eventual, muchas veces sin pago, existe en la Gran Bretaña contemporánea.
Según estimaciones de la Unión Europea, la economía informal fue responsable de entre el 7 y el 16 por
ciento del PIB del área económica europea en los años de 1990, lo que equivale a alrededor de 75 billones
de libras esterlinas de la economía británica (Katungi, Neale y Barbour, 2006). Estos autores encontraron
que los empleos informales (no registrados, sin contrato ni prestaciones) han aumentado a lo largo y
ancho de las economías de Europa central y del este y que el empleo informal aumenta como respuesta a
crisis económicas y a la pobreza, out of need, not greed.
18
servicios para el consumo familiar y 4) el trabajo de mantenimiento de redes sociales
de apoyo. La presencia de mujeres en la realización de todos estos tipos de trabajo es
crucial para la organización y economía del hogar. Aunque la vida no era fácil para
ninguna familia/grupo doméstico durante el tiempo de vigencia del modelo de los
recursos de la pobreza, y de hecho las desventajas comparativas de ciertos tipos de
hogar los convertían en escenarios muy vulnerables y pobres, los empleos existían. Los
trabajadores tenían la opción de conseguir empleos informales o formales, salir de
ellos para realizar otras ocupaciones (por su cuenta) y volver a entrar al mercado de
trabajo con cierta flexibilidad y facilidad. El desempleo era muy bajo y el empleo
informal atractivo, en donde con frecuencia se encontraban remuneraciones tan altas o
más elevadas que en los empleos formales. La fórmula ideal en este contexto eran los
hogares con abundante mano de obra en los que se podía poner en práctica la
combinación de distintos tipos de empleos y formas de trabajo. Del empleo formal en
el que algún miembro del hogar se encontraba ubicado se obtenía, además de salarios,
el acceso a la seguridad social (prestaciones establecidas por la ley como atención a la
salud, vacaciones, aguinaldo, fondo de vivienda, pago por incapacidad y pago por
despido). De los empleos informales, en cambio, muchas veces se lograban ingresos
monetarios más elevados que los salarios del trabajador formal porque en los
pequeños talleres informales rige el destajo como forma de pago (por pieza producida)
y, sobre todo, una flexibilidad de horarios que permitía cierta compatibilidad entre los
ámbitos productivo y reproductivo, especialmente importante para las mujeres. La
regularidad de los ingresos nutría otras actividades laborales del hogar como la
producción de bienes y servicios para la venta o para el consumo familiar. Lo más
relevante de este modelo para el presente análisis, sin embargo, es que la relativa
solvencia de estas economías domésticas permitía a los individuos formar parte de
redes sociales y de cadenas de intercambio social. Los hogares e individuos
socialmente aislados eran tan escasos que fueron estudiados como anomalía, por su
potencial heurístico para entender la importancia económica de los vínculos sociales.
El modelo sufrió una fructífera revisión cuando las sucesivas crisis económicas,
primero en 1982 y después en los años noventa, mermaron drásticamente las
capacidades familiares de mantener intactos estos cuatro distintos tipos de
trabajo/fuentes de ingresos. La primera de esas crisis golpeó a los hogares de manera
diferencial (de nuevo se observaron las ventajas/desventajas comparativas de distintos
tipos de hogar respecto de su estructura, composición y etapa del ciclo doméstico;
véase González de la Rocha, 1991; 1994). En general, sin embargo, los individuos
organizados en grupos domésticos pudieron instrumentar estrategias basadas en la
intensificación del uso de la fuerza de trabajo con una dosis importante de
intercambio social a través del uso intensivo de redes de relaciones sociales entre
vecinos, parientes y amigos. Estas intensas dinámicas familiares y domésticas fueron el
19
colchón amortiguador del impacto económico, de la adversidad y el aumento de la
pobreza (Lomnitz, 1977; González de la Rocha, 1994; Moser, 1996). Los hogares en
este contexto de crisis fueron el mejor ejemplo de que el recurso más importante de
los pobres es el trabajo (Moser, 1996) porque, aunque empezaban a escasear los
empleos formales, los trabajadores se emplearon más a sí mismos y a sus parientes y
amigos (en pequeñísimos negocios informales) y, sobre todo, se apretaron el cinturón e
instrumentaron estrategias de reducción del consumo.
El recrudecimiento de la precarización y la exclusión laboral del inicio de los
años noventa socavó la organización social de los grupos domésticos arriba descrita.
La falta de empleos formales y la saturación de los informales hicieron aún más difícil
la vida de los trabajadores porque redujeron sus capacidades de responder, en el
marco de sus grupos domésticos, con el manejo tradicional de los recursos de la
pobreza: manipulando y creando recursos e intensificando el uso de su fuerza de
trabajo. El modelo de los recursos de la pobreza dejó de gozar de viabilidad empírica
y, por ende, perdió capacidad explicativa. En su lugar, surgió otra forma de describir la
realidad: la pobreza de recursos como resultado de la exclusión laboral y la
persistencia e intensificación de la pobreza (González de la Rocha, 2001). Lo que esto
significa es que sin los ingresos regulares provenientes de un empleo seguro, es muy
difícil que los grupos domésticos cuenten con los recursos necesarios para abonar las
actividades laborales 2, 3 y 4 de los cuatro pilares que en décadas pasadas
conformaron, junto con el ingreso remunerado en forma de salarios, las economías
familiares. Las personas, sin ingresos estables y regulares, permanentes y seguros, no
cuentan con recursos para formar parte de redes sociales en donde la reciprocidad es
la norma fundamental del intercambio. Pero tampoco tienen los recursos para invertir
en negocios familiares de producción de bienes para la venta, e incluso ven mermadas
sus posibilidades de llevar a cabo la producción de bienes para el consumo familiar.19
Es en el marco de estos procesos que resulta sumamente importante conocer si los
vínculos sociales han seguido debilitándose como consecuencia de los malos empleos
(Bourguignon, 2005) que actualmente predominan en los mercados laborales
mexicanos.
2.2 Panorama general del empleo en México
Con base en la información de la ENOE 2006 (Encuesta Nacional de Ocupación y
Empleo), García señala la gran heterogeneidad que caracteriza los mercados de trabajo
urbanos a lo largo y ancho del país y plantea cuatro aspectos cruciales para entender
19
El lector interesado puede acudir al texto “From the resources of poverty to the poverty of resources.
The erosion of a survival model?” (González de la Rocha, 2001) para entender cabalmente los detalles de
un proceso que aquí sólo se ha esbozado.
20
la situación del empleo en México: a) la industria mantuvo hasta el inicio de la década
2000 cierta capacidad de absorción de mano de obra, especialmente mediante la
expansión de las empresas maquiladoras;20
b) ese proceso, sin embargo, sufrió
notables retrocesos en los primeros años de la década 2000 porque la industria
norteamericana redujo la demanda de las exportaciones mexicanas y muchas
empresas salieron del país; c) una gran parte del crecimiento de la fuerza de trabajo
mexicana ha sido absorbida por el comercio y los servicios, la gran mayoría en
condiciones muy poco favorables; d) los mercados de trabajo urbanos siguen estando
caracterizados por una serie de desventajas: el trabajo por cuenta propia, los
micronegocios, el bajo poder adquisitivo de los ingresos, la creciente desigualdad –en
términos de ingreso- a favor de los trabajadores más calificados.21
La precariedad se vuelve evidente en el cuadro 2.2.1. La ausencia de contrato y
la carencia de prestaciones son los rasgos más sobresalientes de este fenómeno, con
más del 70 y el 60 por ciento de hombres y mujeres sin contrato y sin prestaciones
respectivamente.
Del análisis de las condiciones laborales de grupos de población específicos
(tomando en cuenta la etnicidad, la edad y el sexo de los trabajadores) se desprenden
las siguientes conclusiones (cuadro 2.2.2): 1) alrededor de tres cuartas partes de la
población ocupada carece de seguridad social y de otras prestaciones. En otras
palabras, la precariedad laboral en el año 2010 caracterizaba a 7.3 y a 7.5 de cada diez
mujeres u hombres ocupados en México; 2) la población indígena ocupada (hablantes
de alguna lengua mesoamericana) desempeña mayoritariamente trabajo informal y sin
pago. Aunque la mayor parte de esta población es rural, su presencia en las ciudades
del país ha aumentado en los últimos años (Durin, 2008; Martínez, 2008). Los
hablantes de lengua indígena se ubican también en el trabajo subordinado, pero su
presencia es mínima en el trabajo formal; 3) los jóvenes ocupados de 16 a 30 años y
los mayores de 45 años son los grupos de edad con mayor presencia en el trabajo
informal. De estos últimos, los mayores de 60 años tienen una presencia relativa de
mayor peso (el 92.5% de los mexicanos ocupados de 60 años y más realiza actividades
20
Ciudades como León, Saltillo, Tlaxcala, Chihuahua y Monterrey eran entonces ciudades cuyas
manufacturas absorbían mano de obra masculina por encima de los promedios nacionales, algunas
vinculadas con la estrategia exportadora y otras con la industria tradicional (industria del calzado y
artículos de piel e industria textil y de la confección que, a pesar de la competencia externa, aún se
mantiene en pie en esas ciudades. Tijuana y Chihuahua son sede de empresas maquiladoras atrajeron y
emplearon abundante mano de obra femenina.
21
“…es causa de inquietud que más de la mitad de la mano de obra se mantenga sin acceso a ninguna
prestación laboral en los primeros años del siglo XXI, y que un número creciente de los nuevos empleos
registrados por el Instituto del Seguro Social a partir de 2004 hayan sido eventuales” (García, 2009: 7).
21
clasificadas como trabajo informal); 4) los más jóvenes son sobre todo subordinados,
con presencia casi nula en el trabajo sin pago y casi invisible en el trabajo
independiente. En cambio, a medida que se transita por los grupos de edad,
gradualmente disminuyen los trabajadores subordinados y se incrementan los que
trabajan sin pago y de manera independiente. El grupo de edad más avanzada se
encuentra más representado en el trabajo sin pago, y aunque la proporción de los que
desempeñan un trabajo independiente sigue siendo baja, ésta sin duda es más
importante en este grupo de edad que entre los más jóvenes; 5) por último, llama
nuestra atención el hecho de que, según la información del Módulo de Condiciones
Socioeconómicas de la ENIGH, hay muy pocos cambios de 2008 a 2010. Al parecer, en
este periodo las condiciones laborales aquí descritas se han mantenido estables.
Cuadro 2.2.1
Condiciones de trabajo de hombres y mujeres a nivel nacional
(Porcentaje, 2006)
Sexo
Hombres
Mujeres
Micronegocios
precarios
31.1
41.0
Jornada
parcial
Sin ningún tipo Sin contrato
involuntaria de prestación permanente
19.1
60.8
73.6
36.3
56.9
71.0
No
sindicalizados
90.6
87.2
Fuente: Cifras tomadas de los cuadros 4 y 5 del análisis de García (2009) con base en la Encuesta Nacional
de Ocupación y Empleo, segundo trimestre 2006.
Cuadro 2.2.2
Condiciones de trabajo según grupos de población específicos
(Porcentaje, 2008-2010)
Condiciones de
trabajo
Informal
2008
2010
Formal
2008
2010
Subordinado
2008
2010
Independiente
2008
2010
Sin pago
2008
2010
Hablantes de No hablantes
lengua
de lengua
Personas de Personas de Personas de Personas de
indígena
indígena
16 a 30 años 31 a 45 años 46 a 60 años 61 años o más
Mujeres
Hombres
73.2
73.2
75.3
75.0
92.4
92.8
73.1
73.0
75.1
75.1
70.2
69.9
74.7
75.1
93.0
92.5
26.8
26.8
24.7
25.0
7.6
7.2
26.9
27.0
24.9
24.9
29.8
30.1
25.3
24.9
7.0
7.5
77.9
76.6
78.5
78.2
60.3
58.4
79.7
79.1
91.1
90.0
77.6
77.6
67.0
67.5
43.9
44.5
0.9
1.2
1.4
1.5
0.7*
0.7*
1.2
1.4
0.6
0.8
1.5
1.6
1.7
2.0
1.5
1.8
21.2
22.2
20.2
20.3
39.1
40.9
19.1
19.5
8.4
9.3
20.9
20.9
31.3
30.5
54.6
53.7
Trabajador formal: población ocupada de 16 años o más que cuenta con incapacidad con goce de sueldo, servicios médicos y SAR o Afore como prestaciones
laborales.
Trabajador informal: población ocupada de 16 años o más que no cuenta con incapacidad con goce de sueldo, servicios médicos o SAR o Afore como
prestaciones laborales.
* Coeficiente de variación entre 15% y 20%.
Fuente: estimaciones propias con base en el Módulo de Condiciones Socioeconómicas de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2008 y
2010.
22
Edad y género: factores que moldean la participación en el empleo
La edad sigue siendo un factor que moldea el tipo de participación en el mercado de
trabajo. En la gráfica 2.2.1 puede observarse un claro patrón del tipo de trabajo –
subordinado, independiente y sin pago- de acuerdo con la edad de los trabajadores en
su conjunto (hombres y mujeres, urbanos y rurales) a nivel nacional. Una enorme
mayoría de trabajadores jóvenes (de 16 a 30 años) se ubica en una posición laboral
subordinada. El empleo subordinado disminuye y el independiente y el trabajo sin
pago aumentan a medida que se avanza en edad.
23
Gráfica 2.2.1
Distribución del tipo de trabajo según grupos de edad
(Porcentaje, 2010)
61 o más
Subordinado
Independiente
Sin pago
46 a 60
31 a 45
16 a 30
0
10
20
30
40
50
60
70
80
90
100
Fuente: estimaciones propias con base en el Módulo de Condiciones Socioeconómicas de la Encuesta Nacional de
Ingresos y Gastos de los Hogares 2010.
Asimismo y a pesar de que la gran mayoría de los trabajadores de todas las
edades
desempeña
sus
actividades
laborales
sin
prestaciones
(trabajadores
informales), hay grupos de edad en los que el trabajo formal tiene un mayor peso
relativo que en otros. Tal es el caso, como puede observarse en la gráfica 2.2.2, del
grupo de trabajadores entre 31 y 45 años.
Gráfica 2.2.2
Distribución de trabajadores en el sector formal e informal según grupos de edad
(Porcentaje, 2010)
61 o más
Informal
Formal
46 a 60
31 a 45
16 a 30
0
10
20
30
40
50
60
70
80
90
100
Trabajador formal: población ocupada de 16 años o más que cuenta con incapacidad con goce de sueldo, servicios
médicos y SAR o Afore como prestaciones laborales.
Trabajador informal: población ocupada de 16 años o más que no cuenta con incapacidad con goce de sueldo, servicios
médicos o SAR o Afore como prestaciones laborales.
Fuente: estimaciones propias con base en el Módulo de Condiciones Socioeconómicas de la Encuesta Nacional de
Ingresos y Gastos de los Hogares 2010.
La presencia de las mujeres en el mercado laboral es indiscutible. La gráfica
2.3.3 muestra equilibrio de género en todas las condiciones de trabajo. La presencia
femenina es más importante que la masculina en el trabajo formal y en el
24
independiente sin pago, mientras que el peso ligeramente mayor de los hombres se
encuentra en el trabajo informal, el subordinado y el independiente.
Sabemos que el ingreso y la participación en el mercado de trabajo son
distintos según el sexo de trabajador, ya sea en el empleo formal o informal (García y
Oliveira, 1994), pero no deja de ser interesante el balance entre ambos sexos en las
distintas condiciones laborales y, sobre todo, la abrumadora presencia de ambos en el
trabajo informal y subordinado (gráfica 2.3.3). Los análisis sobre participación laboral
y género que se realizaron durante periodos de mayor bonanza económica (pre-crisis),
mostraron que las mujeres no tenían las mismas oportunidades laborales que los
hombres y a la mayoría de ellas, especialmente las que no se adecuaban a cierto perfil
(ver Infra), no les quedaba más remedio que ingresar al empleo informal. Los factores
que determinaban el trabajo femenino eran, según García y Oliveira (1994) la edad, la
escolaridad, las responsabilidades domésticas, el estado marital y la presencia o
ausencia de descendencia. De esta forma, el perfil de las mujeres que participaban en
el mercado de trabajo lo conformaban mujeres jóvenes, sin responsabilidades
domésticas, con niveles de escolaridad superiores al promedio, solteras y que no
habían iniciado aún sus ciclos reproductivos (sin hijos). Las mujeres que no cumplían
con ese perfil y se veían obligadas a trabajar, estaban constreñidas a la informalidad.
Las crisis económicas modificaron los determinantes del empleo femenino (ibid.) de
manera que las mujeres casadas, con hijos y con poca o nula escolaridad demandaron
un lugar en el mercado de trabajo y se concentraron en el trabajo informal.22
22
Un análisis realizado por González de la Rocha (1988) con materiales de una investigación etnográfica
y, por lo tanto, con necesariamente un número reducido de casos, había encontrado que la necesidad de
sumar esfuerzos e ingresos para nutrir los mermados presupuestos domésticos, había empujado a las
mujeres adultas (madres) al mercado laboral. Se documentó que los hogares son los escenarios de
estrategias de intensificación del trabajo. Los hallazgos de esa investigación mostraron que los miembros
de los hogares que más aumentaron su presencia en el mercado laboral fueron las mujeres adultas, amas
de casa, madres de familia, a las que les siguieron los jóvenes de entre 15 y 19 años.
25
Gráfica 2.3.3
Condiciones de trabajo según sexo
(Porcentaje, 2010)
90
80
70
60
Mujer
Hombre
50
40
30
20
10
0
Formal
Informal
Subordinado
Independiente
Independiente sin pago
Trabajador formal: población ocupada de 16 años o más que cuenta con incapacidad con goce de sueldo, servicios
médicos y SAR o Afore como prestaciones laborales.
Trabajador informal: población ocupada de 16 años o más que no cuenta con incapacidad con goce de sueldo, servicios
médicos o SAR o Afore como prestaciones laborales.
Fuente: estimaciones propias con base en el Módulo de Condiciones Socioeconómicas de la Encuesta Nacional de
Ingresos y Gastos de los Hogares 2010.
El balance o equilibrio de género que observamos en las condiciones de trabajo
actuales deben ser contrastadas con las razones por las que las mujeres casadas dejan
de trabajar. Son los eventos reproductivos y las tareas asignadas socialmente a las
mujeres los que alejan (temporalmente en muchos casos) a las mujeres del trabajo,
aunque la opción de “otras razones” alcanza un porcentaje importante (gráfica 2.3.4).
Gráfica 2.3.4
Razones por las que las mujeres casadas dejaron de trabajar
(Porcentaje, 2006)
40
35
30
25
20
15
10
5
0
Su marido
Se casó
Hijos
Embarazo
Otra
Fuente: estimaciones propias con base en la Encuesta de Familia y Vulnerabilidad en México 2006.
26
Desempleo: magnitud e implicaciones
Los hallazgos del estudio realizado por Jahoda, Lazarsfeld, Zeisel y otros sobre los
efectos del cierre de la única fuente de ingresos en una pequeña localidad austriaca es
útil para aquilatar las implicaciones del desempleo (la máxima expresión de la erosión
del empleo) en la vida social. Jahoda (1981) señala que el empleo, además de los
ingresos monetarios que proporciona, brinda acceso a cinco categorías de experiencia:
a) estructura el tiempo; b) fomenta el contacto social; c) proporciona objetivo o
propósito colectivo; d) brinda identidad y estatus social; y e) impone y convierte en
cotidiana la actividad física. Y aunque esta autora ha sido criticada por desatender las
consecuencias materiales (de pobreza) del desempleo y se centra en el empleo formal
sin discutir otras formas de trabajo (incluido el trabajo de las mujeres, Cole, 2007), su
hipótesis se vio robustecida en el análisis de Gershuny y Miles (1985). Según éstos, el
trabajo informal y la participación en otras actividades, que podrían verse como
sustitutos del empleo formal en cuanto a la provisión de las experiencias de las que
habla Jahoda, no alivian las implicaciones adversas y las consecuencias psicológicas
del desempleo.23 Aunque en México difícilmente podríamos replicar la situación de la
localidad austriaca que estudiaron Jahoda y sus colegas,24 el caso de Marienthal tiene
un enorme potencial heurístico. Además, la investigación de Bazán (1999), sobre los
efectos sociales del cierre de la refinería 19 de Marzo en Atzcapozalco, da cuenta de
procesos como los encontrados en Marienthal, la comunidad desempleada.25 El trabajo
asalariado en la refinería, refiere Bazán, era “…un eje organizador de la existencia
obrera” (Bazán, 1999: 38). Las vidas de los desempleados tras el cierre de la refinería
23
Aquí, el trabajo de Engbersen et al. (2006) sobre la existencia de diversas y contrastantes “culturas” del
desempleo es de gran relevancia. Los autores, basados en su estudio de 1988, analizan el comportamiento
y el discurso de comunidades de desempleados en tres ciudades holandesas (Amsterdam, Rotterdam y
Enschede) y concluyen que la edad, el género, el nivel educativo y el nivel socioeconómico del
desempleado contribuyen para crear una experiencia del desempleo ante todo sumamente heterogénea. En
pocas palabras, el contraste más significativo señalado por Engbersen et al. (2006) ocurre entre los
desempleados “tradicionales” y los “modernos,” donde los primeros “have a hard time accepting a life
without work and maintain a rather passive attitude toward their unemployed condition” y los segundos
“become masters of their own fate in a far more active fashion” (2006: 153). Aunque ésta es una división
simplista y dicotómica, estos dos extremos representan de forma clara los contrastes en comportamiento y
actitud observables entre individuos jóvenes y solteros altamente educados (cuyas capacidades sociales y
burocráticas facilitan su acceso a la economía informal y su uso estratégico del sistema de bienestar
holandés ) e individuos más viejos y menos educados (cuyas menores capacidades y oportunidades
dificultan su participación en los mercados laborales formales e informales al grado del ostracismo)
(2006: i).
24 En el sentido de la fábrica Marienthal era la única fuente de empleo para todos los trabajadores del
pueblo o ciudad, situación que en México sólo se puede replicar en sitios como, por ejemplo, Atenquique
(Jalisco), con su fábrica de papel y su pequeño pueblo -alrededor de la fábrica- en donde habitan los
trabajadores de la misma y sus familias. Sin embargo, es claro que en la mayoría de los contextos en
México, urbanos y semi-urbanos, hay una oferta más amplia de opciones laborales, aunque la mayoría
sean informales.
25
El título del proyecto de investigación de Jahoda et al. fue Marienthal: an Unemployed Community y se
llevó a cabo de 1930 a 1933 en la comunicad de Gramatneusiedl, Austria. Participaron quince
investigadores de la Unidad de Investigación Austríaca (Austrian Research Unit for Economic
Psychology). Marienthal (Valle de María) era el nombre de la fábrica.
27
perdieron mucho del sentido que tenían cuando la fábrica les proporcionaba ritmos,
organización social del tiempo, estructura en torno a su compromiso laboral y
relaciones sociales. Al cabo de varios meses de desempleo, las familias estudiadas
habían pasado por un proceso de atomización al interior de los grupos domésticos y
desvinculación de sus otrora redes sociales de apoyo.
Otros estudios, como el
realizado por Wartenberg (1992) en Colombia, documentaron que los hombres
desempleados no sabían en qué ocuparse durante el día; dormitaban y se paseaban por
la casa sin destino fijo ni ocupación alguna hasta que sus esposas les daban unos
pesos para que se fueran a la calle y dejaran, según decían, de estorbar en la casa. El
trabajo es una fuente de estructura y de bienestar material y social. La pérdida del
empleo, como lo han mostrado los estudios de Jahoda y Bazán, ante un irremediable y
súbito cierre de la única o más importante fuente de trabajo e ingresos, es una
catástrofe que resta estructura y modifica las dinámicas económicas y sociales.
Ahondaremos en las implicaciones en la vida social en la sección sobre empleo y
relaciones sociales. Presentamos aquí algunos datos sobre desempleo actual en México.
La pérdida del empleo constituye un factor de riesgo que sumerge en la
pobreza y en la vulnerabilidad a los individuos y a sus hogares. La siguiente gráfica
(2.3.5), realizada mediante el análisis de la ENFAVU, señala que perder el empleo es la
causa más importante del deterioro de la situación económica de los hogares.
Gráfica 2.3.526
Situaciones de riesgo que afectaron la situación economica de los hogares
(Porcentaje, 2006)
Muerte de algún familiar
Accidente grave
Enfermedad grave
Cambio de empleo
Pérdida de empleo
0
2
4
6
8
10
12
14
16
Fuente: estimaciones propias con base en la Encuesta de Fa milia y Vu lnerabilidad en México 2006.
Según la Encuesta de Percepción sobre la Calidad de Vida de los habitantes de
la zona metropolitana de Guadalajara, al 86.34% de los tapatíos le preocupa algo o
mucho perder el empleo. En otras palabras, se sienten algo o muy vulnerables en el
ámbito laboral (al 65.38% le preocupa mucho y al 20.96 le preocupa algo).27 Por otro
lado, más del 50 por ciento de los tapatíos desempleados y de los trabajadores
26
Esta gráfica muestra los porcentajes de personas que afirmaron haber sufrido la muerte de un familiar,
un accidente grave o la pérdida del empleo y el impacto de estos eventos en la economía familiar.
27
Esta encuesta fue diseñada y aplicada por el Observatorio Ciudadano Jalisco Cómo Vamos.
Recientemente publicaron los resultados del análisis por ellos realizado (Jalisco Cómo Vamos, 2011). Las
autoras agradecen al personal del Observatorio por compartir los micro datos de la encuesta.
28
temporales declara que durante el último año (2010) las dificultades económicas le
forzaron a retrasar algunos de sus pagos (53.19 y 51.54% respectivamente).28 Un
porcentaje menor (39.32) de los trabajadores permanentes declaró la misma
situación.29 La vulnerabilidad es diferencial y el empleo es un factor fundamental en la
construcción de riesgos distintos para distintos grupos de población.
3. Precarización del empleo
Equalizing access to education and to an increased
number of good jobs clearly contributes to more equity
(François Bourguignon)
En esta sección analizamos algunos indicadores laborales en términos de sus
principales cambios a lo largo del tiempo. Nos interesa documentar la forma en la que
el empleo se ha transformado a partir del año 2006, justo un año antes de la más
reciente crisis. Es particularmente pertinente preguntarnos si la precarización y el
desempleo han aumentado durante estos últimos años y dónde se han dado más
claramente estos fenómenos. La ENOE (Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo)
2006, 2008 y 2010 se basa en una muestra representativa por estado y nos permite
hacer comparaciones en el tiempo. Para empezar, consideremos el comportamiento del
desempleo en distintos grupos de población. Es evidente que el desempleo no sólo ha
aumentado sino que ha golpeado especialmente a los jóvenes de 12 a 19 años; los
hombres y las mujeres sufren actualmente tasas similares cuando años atrás eran las
mujeres quienes eran más afectadas y, si bien el desempleo sigue siendo un fenómeno
sobre todo urbano, ha tenido una tendencia de aumento también en el campo
mexicano.
28
La encuesta se realizó en junio del 2011.
Además, 27.1% de los tapatíos con trabajo permanente vs. 40% de los que tienen trabajo temporal y
34% de los desempleados declaran que su situación ha empeorado algo o mucho. Un porcentaje mucho
menor de trabajadores permanentes que de temporales y desempleados declara que su ingreso no le
alcanza y tiene dificultades o grandes dificultades (22, 35, y 40% respectivamente). En cambio, al 17% de
los trabajadores permanentes le alcanza el ingreso y puede ahorrar; vs. sólo al 8.4% de los trabajadores
temporales y 7.8% de los desempleados.
29
29
Cuadro 3.1
Tasa de desempleo según grupos de población específicos
(Porcentaje, 2006-2008-2010)
Estrato rural
Estrato urbano
Hombres
Mujeres
De 12 a 19 años
De 20 a 64 años
De 65 años o más
2006
1.9
3.9
3.4
3.6
6.5
3.3
1.2
2008
2.3
4.3
3.8
4.1
7.5
3.6
1.4
2010
2.9
5.9
5.4
5.2
9.0
5.1
1.6
Fuente: estimaciones propias con base en la Encuesta Nacional de
Ocupación y Empleo del primer trimestre de 2006, 2008 y 2010.
Los estados que encabezan las listas del desempleo en el 2010 son Chihuahua,
Coahuila y Sonora, seguidos por Aguascalientes, Tabasco y Nuevo León, con tasas
bastante superiores al promedio nacional. Cuatro de estos seis estados se sitúan en el
norte del país que es, al mismo tiempo, la región más “globalizada”, con los estados
que han fungido como los asientos de la industria maquiladora, el prototipo del
empleo en la era de la apertura comercial y la producción de exportación. El desempleo
en el estado de Baja California creció más de 250% desde 2006 a 2010.
Cuadro 3.2
Tasa de desempleo según entidad federativa,
(Porcentaje, 2006-2008-2010)
Entidad Federativa
Chihuahua
Coahuila
Sonora
Aguascalientes
Tabasco
Nuevo León
Nacional
2006
2.9
5.9
2.8
5.0
3.5
4.7
3.5
2008
3.7
5.6
3.9
5.6
4.3
4.6
3.9
2010
8.7
7.9
7.5
7.4
6.9
6.9
5.3
Crecimiento en la tasa de
desempleo de 2006 a 2010*
5.7
2.1
4.7
2.4
3.4
2.2
1.8
* Diferencias en puntos porcentuales.
Fuente: estimaciones propias con base en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del primer trimestre de
2006, 2008 y 2010.
La siguiente gráfica es elocuente y casi no requiere explicaciones. Los estados
en donde el desempleo ha crecido más, con incrementos de más del 150 por ciento en
cuatro años, son los del norte del país, los más abiertos al mercado internacional, sede
de procesos productivos de exportación. La globalización los ha hecho más
vulnerables a la crisis que Estados Unidos ha venido sufriendo en los últimos años.
30
Gráfica 3.1
Diferencias en porcentaje en la tasa de desempleo de 2006 a 2010
Baja California
Chihuahua
Baja California Sur
Sonora
Guerrero
Quintana Roo
Tabasco
San Luis Potosí
Morelos
México
Oaxaca
Zacatecas
Tamaulipas
Guanajuato
Nacional
Aguascalientes
Nuevo León
Durango
Querétaro
Jalisco
Coahuila
Veracruz
Nayarit
Yucatán
Chiapas
Campeche
Hidalgo
Sinaloa
Colima
Puebla
Distrito Federal
Tlaxcala
Michoacán
0
50
100
150
200
250
300
Fuente: estimaciones propias con base en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del primer trimestre de 2006 y 2010.
Los mercados laborales han experimentado en los últimos años un proceso
bastante generalizado de deterioro de los ingresos laborales. El ingreso laboral por
hora a nivel nacional tuvo un descenso de 5.51% de 2006 a 2010, y de 11.01% cuando
se considera la evolución de 2008 a 2010.30 Es claro que los ingresos mejoraron en el
periodo 2006 – 2008, cuando en todos los estados hay un incremento en los ingresos
laborales por hora, pero de nuevo sufren caídas considerables del 2008 al 2010. Hay
por supuesto estados en donde el deterioro de todo el periodo considerado fue mayor.
Aquí presentamos las cifras que corresponden al deterioro de los ingresos en dos subperiodos: la primera cifra corresponde a la caída de 2006 a 2010 y la segunda al
periodo 2008 – 2010, que es la más dramática en todos los casos. Hemos seleccionado
los estados con mayor deterioro: Jalisco (13.92% - 17.15%) Tlaxcala (5.93% - 12.94%),
Baja California (10.55% - 12.23%); Baja California Sur (con un incremento de 10.55% en
todo el periodo considerado y una caída muy pronunciada -19.58%- del 2008 al 2010) y
Chihuahua (14.24% - 19%). Son muy pocos los estados en donde se observa incremento
de los ingresos laborales del 2006 al 2010: Veracruz (con un aumento del 12.22% en
todo el periodo y 0.78% de 2008 a 2010) y Michoacán (9.92% y 5.88%). En el resto del
país hay un generalizado deterioro, aunque no tan drástico como los estados arriba
mencionados (con caídas en los ingresos laborales de entre el 3 y el 10%, véase el
Apéndice 1). La caída de los salarios laborales es mínima en el sector rural y muy
significativa en el urbano. Hombres y mujeres han visto decrecer sus salarios por hora
sin diferencias entre ellos, con un 10.87% para los hombres y un 10.69% para las
mujeres del 2008 al 2010. El grupo de edad que más ha experimentado este deterioro
30
Se trata de ingresos por hora deflactados a pesos del primer trimestre del 2010.
31
es el de la población trabajadora de 20 a 64 años (12.24% vs. 9.37% en el caso de los
jóvenes de 12 a 19 años).
Un indicador crucial es la existencia o no de contrato laboral. En lo que sigue
hacemos una breve descripción del análisis realizado con las ENOE 2006, 2008 y 2010,
en el que se tomó en cuenta a los trabajadores subordinados y remunerados. A nivel
nacional se observa un no-cambio en el porcentaje de trabajadores sin contrato escrito
de 2006 a 2010: en ambos años un nada halagador 48.8 por ciento de los trabajadores
carece de contrato escrito. Sin embargo, el panorama por estados y regiones es mucho
más dinámico. Colima, Chihuahua y Sonora son los estados en los que más ha
aumentado el porcentaje de trabajadores sin contrato, seguidos por las dos Baja
Californias. Para mayor claridad, el siguiente cuadro distingue a los estados según la
evolución del porcentaje de trabajadores sin contrato.
Cuadro 3.3
Comportamiento del porcentaje de trabajadores sin contrato por estados
2006-2008-2010
Estados con
Aumento muy alto
Mayor a 12.80%
Colima
15.71
Sonora
15.51
Chihuahua
12.83
Estados con aumento
alto, de 6 a 12.79%
BC
BCS
Guerrero
Tabasco
12.80
10.91
7.38
6.70
Estados con
aumento bajo, de 0.1 a
5.9%
Yucatán
5.97
Durango
5.48
Tlaxcala
5.18
Hidalgo
4.99
Puebla
4.66
Tamaulipas
4.56
Coahuila
2.83
Morelos
2.51
Guanajuato
2.27
Michoacán
1.57
Estados con disminución
Sinaloa
-12.05
Aguascalientes
-10.49
Campeche
-8.88
Quintana Roo
-8.13
Nayarit
-6.53
Veracruz
-5.20
Nuevo León
-5.04
Querétaro
-4.65
Distrito Federal
-4.65
Chiapas
-4.5
Jalisco
-3.82
San Luis P.
-3.06
México
-1.90
Oaxaca
-1.01
Zacatecas
-0.17
Nota: se tomaron en cuenta los trabajadores subordinados y remunerados. La variación en el porcentaje, a
nivel nacional, es 0: de 48.8 por ciento en 2006 a la misma cifra en 2010.
Fuente: estimaciones propias con base en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del primer
trimestre de 2006, 2008 y 2010.
Lo ideal sería una disminución generalizada del porcentaje de trabajadores sin
contrato escrito porque el contrato es un elemento de protección laboral. La mayoría
(15) de los estados del país ha mejorado la protección laboral mediante un contrato
escrito o, dicho de otra forma, ha disminuido el porcentaje de los que carecen de él.
Esto no quiere decir, sin embargo, que sus condiciones laborales sean buenas aunque
el porcentaje de sus trabajadores sin contrato escrito haya disminuido. Tomemos el
caso de Oaxaca, con el 58.7% de trabajadores sin contrato en 2010 (del total de los
trabajadores subordinados y remunerados) o el de Chiapas, estado en el que el 60.6
32
por ciento de sus trabajadores está en esa condición. En estos dos estados el
porcentaje de trabajadores sin contrato disminuyó, pero sigue siendo muy alto. En el
grupo de estados con aumento bajo (de 0.1 a 5.9%) se encuentran los estados de
Michoacán, Morelos, Puebla y Guanajuato con porcentajes de trabajadores sin contrato
muy elevados en 2010 (64.6, 61.1 y 65.1 y 63% respectivamente).
Veamos ahora la evolución de la población trabajadora que carece de
prestaciones
laborales
(vacaciones, aguinaldo, licencias
de
maternidad
y
por
enfermedad, acceso a la seguridad social, aportaciones al fondo de vivienda, etc.). De
nuevo sorprende que en la mitad de los estados del país (16) las condiciones de
empleo han mejorado. Sobresalen Quintana Roo, Coahuila y Sinaloa con caídas muy
importantes del porcentaje de la población sin prestaciones de 2006 a 2010. En 14
estados el aumento del porcentaje de población sin prestaciones fue moderado y bajo
y en Chihuahua y Aguascalientes el aumento del porcentaje fue alto. Vuelve a llamar
nuestra atención el estado de Chihuahua, el cual hasta el momento se perfila como el
estado con procesos de precarización más acentuados.
Cuadro 3.4
Población sin prestaciones laborales según entidad federativa
Variación del porcentaje, 2006 -2008-2010
Estados con
Aumento muy alto
Mayor a 10%
Chihuahua
18.36
Aguascalientes
10.33
Estados con
aumento
alto: 5-9.9%
Hidalgo
Tlaxcala
Baja
California
Yucatán
Morelos
9-34
8.16
7.9
6.5
5.96
Estados con
aumento bajo:
0.1-4.9
Guerrero
4.58
Michoacán
2.66
Oaxaca
2.59
Tamaulipas
Puebla
San Luis P.
BCS
Sonora
México
Estados con disminución
Quintana Roo
Coahuila
Sinaloa
-17.44
-14.41
-12.36
2.47
1.47
1.08
0.40
0.34
0.24
Campeche
-9.24
Durango
-8.85
Guanajuato
-8.77
Jalisco
-8.45
Nayarit
-6.56
Chiapas
-6.22
Tabasco
-5.43
Distrito Federal -5.11
Colima
-4.85
Querétaro
-2.87
Zacatecas
-2.49
Veracruz
-2.38
Nuevo León
-1.70
Nacional
-1.08
Fuente: estimaciones propias con base en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del primer
trimestre de 2006, 2008 y 2010.
Aunque estamos lejos de dar explicaciones a todas estas tendencias, podemos
suponer que el drástico proceso de precarización (observado aquí mediante tres tipos
de indicadores: tasas de desempleo, empleos sin contrato escrito y población
trabajadora sin prestaciones laborales) que sufren varios estados norteños responde a
33
políticas de flexibilización laboral en las empresas manufactureras ahí asentadas. La
precarización de Tabasco (el séptimo estado en términos de la variación del porcentaje
de desempleados y con aumento alto de trabajadores sin contrato escrito) podría ser el
reflejo de las transformaciones que están teniendo lugar en la industria de extracción
de petróleo (despidos de la empresa PEMEX y subsecuente inserción de mano de obra
en empleos informales). El caso de Colima (como muchos otros) es un enigma, cuya
explicación requiere análisis específicos sobre los mercados de trabajo. En este análisis
nos hemos limitado a presentar estas tendencias como sustento empírico a nuestra
afirmación inicial: la mayoría de los trabajadores enfrentan condiciones precarias de
trabajo. A partir del análisis aquí presentado podemos añadir que la precarización
(como un proceso que cambia en el tiempo) es heterogénea y se comporta de manera
diferencial entre los estados y regiones del país. Hay estados como Colima, Sonora,
Chihuahua y catorce más (17 o la mayoría de los estados del territorio nacional) en
donde ha aumentado el porcentaje de trabajadores sin contrato escrito. En Chihuahua,
Aguascalientes y catorce estados más, el porcentaje de trabajadores sin prestaciones
laborales se ha incrementado. El crecimiento del desempleo, por último, es un
fenómeno generalizado del que muy pocos rincones del país se salvan pero en el que
los estados norteños como Chihuahua son los protagonistas principales.
4. Empleo y cohesión social
Ever since the ancient Greeks, each age has had its silliness when
it comes to conceptualizing work. Ours is no different. At least the ancients
gave precedence to reproductive work –the reproduction and extension
of human relationships. In Greece this was the only work regarded as
honourable. Reproductive activity, praxis, work done for its own sake,
was a means of strengthening personal relationships between relatives,
friends and citizens, which was characterized by Aristotle as philia.
(Guy Standing, Work alter Globalization. Building Occupational Citizenship, p. 5).
4.1 Conceptos clave
La sociedad, cuenta Mauss (2011), es mejor entendida como un sistema cíclico de
dones (cycling gift system). Alrededor del mundo y a lo largo de la historia, el mayor
intercambio de bienes ha sido constituido por ciclos de devoluciones obligatorias de
bienes y servicios que Mauss llama dones. Cada don es parte de un sistema de
reciprocidad en el que se enlazan el honor del que da y del que recibe. El sistema es
simple: cada don recibido debe de ser regresado de alguna forma específica – esta
forma es dictada por la relaciones sociales en juego – y, por lo tanto, se establece así
un ciclo perpetuo de intercambios entre generaciones y entre los miembros de una
misma generación. Si quien recibe fracasa y no logra devolver el don, no sólo pierde
34
honor al romper el ciclo sino que también deja de alimentar las relaciones sociales que
constituyen el sistema y se mantienen de él.
Por lo tanto, mientras que las transacciones de mercado pueden ocurrir entre
personas que no tienen una relación social directa, el intercambio de dones depende
de una relación preexistente. Además, mientras que la transacción de mercado no crea
una relación social directa, el intercambio de dones alimenta y crea relaciones sociales
ricas y robustas. La razón es simple: las transacciones de mercado, al operar a partir
de una moneda estándar, pueden ser inmediatamente remuneradas. Los bienes
intercambiados pueden ser eficientemente cuantificados y la transacción se finiquita
en el momento. Por lo tanto, la relación del vendedor y del comprador dura solo unos
momentos, solo durante la transacción misma. En contraste, porque el intercambio de
dones en el intercambio social se lleva a cabo en plazos más largos, las relaciones
sociales en juego deben de ser alimentadas y mantenidas durante el tiempo que toma
devolver el don inicial. Y, como las relaciones sociales se construyen sobre la norma de
la reciprocidad, en ningún momento se finiquita la transacción pues el que recibe se
vuelve deudor y el que da se convierte en acreedor en cadenas que, si estos
intercambios continúan, no tienen fin. La relación social establecida no tiene fecha de
expiración. Roberts, basándose en Blau, afirma que la continuidad de cualquier
relación depende del intercambio. Efectivamente, el intercambio no necesariamente
debe ser inmediato, ni necesariamente se intercambia el mismo bien o favor (la misma
“moneda”). Este autor observó, en su investigación en la ciudad de Guatemala, que los
intercambios no materiales ayudan a la continuación y el desarrollo de las relaciones
sociales basadas en dichos flujos y que, por el contrario, el “pago” o retorno del favor
en forma material y en un tiempo demasiado corto “…termina una relación o la reduce
a actividades específicas… [en contraste] la participación recíproca no material provee
una base flexible para que se desarrollen más y diferentes tipos de intercambio”
(Roberts, 2011: 130).
La importancia de la teoría del don de Mauss (2011) yace en dos puntos: 1) las
relaciones sociales son creadas y se mantienen a partir de intercambios diferidos de
bienes no cuantificados; 2) estos intercambios son el cemento o social glue del que nos
habla Pahl (1991). Esto quiere decir que sin intercambio social no hay sociedad – o
cohesión social.31
31
Aquí hacemos uso del concepto descriptivo más que normativo de “cohesión social,” misma que
entendemos, en pocas palabras, como solidaridad de grupo (Norton y de Haan, 2001). Esta definición,
interpretada por Norton y de Haan como cohesión social “cruda” (2011), difiere de la concepción
normativa de la cohesión social pues no postula a la equidad, a la inclusión y a la tolerancia como
condiciones necesarias para una sociedad profundamente cohesiva. Aunque también creemos que estos
valores y características son deseables y de toda la importancia, su discusión va más allá del propósito de
este texto.
35
Las implicaciones de estos dos puntos son centrales para nuestro análisis. Si
aceptamos 1) que los sistemas de intercambio social (gift-exchange) y de intercambio
de mercado (market-exchange) son dos tipos ideales Weberianos y que, en realidad,
cada sociedad incorpora elementos de ambos, y 2) que en la sociedad actual los
intercambios diferidos de bienes no cuantificados requieren inversiones de recursos
entre los que se encuentran tiempo, apoyos afectivos en forma de servicios y favores y
recursos monetarios, es decir, las relaciones sociales tienen costos y por tanto
dependen de flujos estables de ingresos (González de la Rocha, 1999; 2000; 2001),
podemos concluir que:
La cohesión social, dado que depende del intercambio diferido de bienes no
cuantificados, depende también de la disponibilidad de recursos monetarios estables.
Tomando en cuenta este punto se puede argumentar que la cohesión social, o el
llamado social glue, tiene una distribución social desigual con la distribución de
recursos como variable independiente. Por otro lado, como afirma Pahl (1991), la
familia, la parentela y los amigos son extremadamente importantes en la conformación
de las identidades individuales y las solidaridades sociales. Las vacaciones fuera de
casa, nos dice, son espacios en los que se suspenden temporalmente los preceptos y
normas morales que rigen la vida cotidiana de las personas y las familias cuando están
en casa. Los individuos sin empleo, sin familia y sin relaciones sociales robustas
pueden sentirse menos cohibidos o con menos frenos para comportarse de forma antisocial. Podemos entonces imaginar una exacerbación del aislamiento como resultado
de 1) la falta de recursos para mantener reciprocidades y por lo tanto relaciones
sociales, y 2) la pérdida de interés en respetar o acogerse a las convenciones morales
como resultado de esa misma falta de redes sociales.
La falta de recursos monetarios y sociales o su existencia, como se ha venido
argumentando en este texto, está relacionada con las condiciones laborales de los
individuos. Pahl y Wallace encontraron en su investigación en la Isla de Sheppey que
las relaciones sociales y el empleo/desempleo están cercanamente relacionados: la
precariedad de las condiciones de vida puede ser extrema. Dado que la mayor parte de
la gente encuentra empleo a través de amigos y parientes, tienen más suerte quienes
tienen contactos sociales que están empleados puesto que éstos pueden brindar
información más útil y certera. “Employment tends to generate further employment;
unemployment tends to generate further unemployment” (Pahl y Wallace, 1985: 202).
González de la Rocha y Villagómez (2008) concluyeron que la precariedad
laboral conduce a situaciones de aislamiento social pero que existen otros factores
como la vejez y la juventud en situaciones de riesgo (desempleo juvenil y exposición al
consumo de drogas) y la migración de retorno forzada (la migración de retorno como
producto de las deportaciones). El análisis de la ENDIFAM realizado por Rabell y sus
colaboradores lleva a conclusiones similares: los factores que mayor efecto tienen en el
36
aislamiento social –asociados al hecho de no recibir ayuda en situaciones de crisisson: a) condición socioeconómica precaria; b) edad avanzada; y c) falta de personas
cercanas afectivamente (Rabell, 2009). Poco más de la mitad de los entrevistados por la
ENDIFAM declaró no dar ni recibir ayudas en la vida cotidiana. Las situaciones de
crisis, sin embargo, apelan a la solidaridad familiar y social: la proporción de personas
que declaran dar y recibir ayuda es el doble, en tiempos de crisis, que la reportada en
la vida cotidiana. Los resultados de la ENDIFAM refuerzan los hallazgos de las
investigaciones
etnográficas
anteriormente
citadas
–y
el
argumento
de
este
documento- cuando encuentran que la ayuda mutua se incrementa con el ingreso.32
Una verdad de Perogrullo que es necesario enfatizar: las personas que pertenecen a los
estratos sociales más altos tienen mayor capital social. No por nada Bourdieu (1984)
acuñó este concepto en su estudio de las elites francesas, La Distinción.
4.2 Empleo, redes sociales e intercambio social: resultados del análisis
La teoría nos dice que la confianza constituye la base de relaciones sociales recíprocas
y, en general, del intercambio social (Lomnitz, 1975). La cercanía, tanto física como
social, es un factor clave en la construcción de la confianza que nos une y de la
desconfianza que nos aleja de los demás. La familia, los vecinos y los amigos gozan de
grados de confianza muy superiores a los que los individuos entrevistados por
distintas encuestas dicen sentir hacia la mayor parte de las instituciones públicas.
Nuestro análisis de los datos de la ENFAVU indica que la mayoría de los intercambios
se lleva a cabo en el ámbito de la familia y entre iguales (condiciones socioeconómicas
similares).33 De acuerdo con las estimaciones que realizamos con los datos de la
Encuesta de Percepción de la Calidad de Vida en la zona metropolitana de Guadalajara,
las policías estatales y municipales, los congresos y los gobiernos locales y federales
no se han ganado la confianza de los ciudadanos, o la han perdido. La iglesia parece
32
Las familias de los tres primeros quintiles tienen más posibilidades de no recibir ayuda (de estar
aislados) que las de los dos quintiles más altos. Por otra parte, a medida que aumenta la edad de los
entrevistados se incrementa la probabilidad de no recibir ayuda (Rabell y d’Aubeterre, 2009). Según la
ENVUD, uno de cada cuatro entrevistados (26%) cree que los mexicanos suelen trabajar juntos para
lograr metas comunes y el 73% opina que “cada quién actúa en su propio beneficio” (Bazbaz, Bohórquez
y Castellanos, 2011).
33
A la pregunta de a quién recurre para afrontar gastos menores, la respuesta más frecuente fue “la
familia”, la segunda más frecuente “no tiene a quién recurrir” y la tercera, pero en muy baja cuantía, “un
amigo o vecino”. De esas personas, el 56% son del mismo nivel de ingresos que el entrevistado; 41%
aprox. De un nivel más alto y un porcentaje muy reducido (3%), de un nivel más bajo. Para un problema
económico grave se recurre en primer lugar a la familia (con el 58% de las respuestas), no tiene a quién
recurrir (26%) y a un amigo o vecino (aprox. 9%). De esos, la mayoría es del mismo nivel de ingresos,
pero una buena proporción de respuestas señala que recurriría a las personas de un nivel más alto
mientras que una mínima proporción de entrevistados recurre a personas de un nivel más bajo. La
confianza fuera del ámbito familiar no tiene bases muy sólidas. Según la ENVUD, sólo uno de cada cinco
mexicanos considera que se puede confiar en la mayoría de las personas. Los otros cuatro piensan que no
se puede ser tan confiado al tratar con los demás, pero seis de cada diez personas confía mucho o algo en
sus vecinos. Esto quiere decir que la distancia social y territorial es un factor importante en la
construcción de vínculos de confianza.
37
ser una de las pocas instituciones, además de la familia, en la que la mayoría de los
mexicanos confían.34
La relación entre carencia de recursos y menor acceso a redes sociales de apoyo
que González de la Rocha (1999; 2000; 2001) y otros estudiosos de la familia han
encontrado (Bazán, 1999; Bayón y Mier y Terán, 2010; Rabell y d’Aubeterre, 2009) ha
sido confirmada por el análisis realizado para este proyecto. En el cuadro 4.2.1 se
muestra la fuerte asociación entre pobreza y fragilidad de las redes sociales. Se
analizan seis tipos de redes en función de los bienes y/o servicios que aportan: 1)
préstamos de dinero en cantidades relativamente altas;35 2) ayuda para el cuidado
durante una enfermedad; 3) ayuda para conseguir un trabajo; 4) compañía durante
visitas al doctor;
5) cooperaciones para realizar mejoras en la colonia o localidad; y 6) ayuda para el
cuidado de niños en el hogar.36
Cuadro 4.2.1
!
Las siguientes gráficas muestran la relación positiva entre empleos estables que
brindan protección al trabajador y a su familia y la existencia de vínculos sociales
robustos y, por el contrario, la relación igualmente positiva entre la precariedad
laboral, el deterioro de la reciprocidad y el avance gradual del aislamiento social. La
primera de esta serie de gráficas muestra las diferencias en la percepción de contar
con redes sociales según deciles de ingreso. La percepción de contar con apoyos
aumenta a medida que aumenta el decil de ingresos. Las personas con ingresos más
altos tienen o perciben mayor facilidad de contar con redes sociales para obtener
apoyos de diversos tipos. Los más pobres, en cambio, dicen tener menos facilidad para
34
Sólo para dar un ejemplo, mientras que la iglesia goza de mucha o algo de confianza del 81.10% de los
tapatíos, el 59% de quienes tienen un empleo permanente, el 63% de los empleados temporales y el 62.5
de los desempleados tiene poca o nada de confianza en el congreso local. El 68% de quienes tienen un
trabajo permanente, el 69.7 de los temporales y el 79% de los desempleados confía poco o nada en la
policía municipal. Con cifras semejantes para la policía estatal y los jueces (Encuesta de percepción de
calidad de vida “Cómo nos vemos los tapatíos”, análisis propio).
35
Pregunta: ¿cree usted que si necesitara pedirle a alguien la cantidad de dinero que se gana en su hogar
en un mes, le sería….? (grado de dificultad: imposible, difícil, fácil, muy fácil, ni fácil ni difícil).
36
La percepción de facilidad de contar con redes sociales presentada en este análisis se refiere al
porcentaje de personas que al ser entrevistadas contestaron que les sería “muy fácil” o “fácil” conseguir la
ayuda en cada una de las situaciones mencionadas.
38
obtenerlos. Esta relación positiva entre ingresos y acceso a redes conforma un patrón
que cubre todos los distintos tipos de apoyos.
Gráfica 4.2.1
Existen diferencias en el acceso a redes según el tipo de necesidad para la que
se solicita la ayuda. Conseguir compañía para ir al doctor, cuidado de los niños del
hogar y cuidados en caso de enfermedad constituyen los apoyos más accesibles o con
los que las personas creen contar con mayor facilidad. Mucho menos facilidad se
percibe para lograr préstamos de dinero en cantidades altas (la cantidad de dinero que
equivale al ingreso del hogar en un mes) y cooperaciones para las mejoras del entorno.
Las ayudas para conseguir un trabajo son fáciles para el 18 por ciento entre la
población más pobre y para poco más del 40% entre los más ricos. Es decir, el apoyo
para conseguir un trabajo ocupa un lugar intermedio en las percepciones de los
individuos. No es tan fácil como conseguir ayuda para las necesidades del campo de la
salud y el cuidado de los menores, pero no tan difícil como lograr préstamos o
contribuciones monetarias. En el análisis de la ENFAVU observamos que tanto hombres
como mujeres, de contextos urbanos y rurales, dicen tener mucho más acceso a redes
de ayuda para cuidar a un miembro del hogar que está enfermo que para otras
necesidades (como conseguir un trabajo, obtener préstamos o créditos y facilitar
atención médica o la entrada a la escuela).37
37
Rabell (2009) afirma que en la vida cotidiana y en todos los niveles socioeconómicos las ayudas
orientadas a resolver problemas “de mantenimiento” como atender niños, acompañar a personas mayores,
cuidar casas y pertenencias, preparar comidas, trasladar personas, etc. son muy visibles. A pesar de esa
aparente homogeneidad entre niveles socioeconómicos se observan diferencias importantes: a mayor
nivel socioeconómico mayor la proporción de ayudas recibidas en trabajo vivo (servicios), lo que
indicaría que el tiempo es un activo escaso entre los sectores de menores recursos. Las ayudas cotidianas
39
Cuadro 4.2.2
Percepción de ayuda de familiares, amigos o vecinos, según grupos de población específicos
(Porcentaje, 2006)
Mujeres
Hombres
Estrato rural
Estrato urbano
Sector informal
Sector formal
Para obtener un
trabajo
36.6
47.3
32.9
43.8
39.5
51.7
Para facilitar la
atención médica o la
entrada a la escuela
29.3
34.0
20.3
34.3
28.6
42.0
Para obtener
préstamos/acceso a
crédito
32.0
36.3
24.5
36.4
29.9
46.4
En el cuidado de un
miembro del hogar
enfermo
56.7
62.4
62.6
58.6
56.5
69.9
Sector formal se refiere a los trabajadores con servicios médicos como prestación laboral.
Fuente: estimaciones propias con base en la Encuesta Nacional de Familia y Vulnerabilidad 2006.
La gráfica 4.2.2 muestra que un mayor porcentaje de trabajadores formales que
de informales percibe que el acceso a esas mismas redes sociales es fácil o muy fácil.
La excepción la constituye el acceso a contribuciones para mejorar el entorno en donde
ambos tipos de trabajadores coinciden. De nuevo, las redes más robustas o más
fácilmente accesibles son, en orden de importancia: la ayuda en forma de compañía
para ir al doctor (red 4); la ayuda para el cuidado de los niños (red 6) y los apoyos para
el cuidado en casos de enfermedad (red 2). Las redes menos accesibles son los
préstamos de dinero (red 1) y las contribuciones para mejorar el entorno (red 5). Las
ayudas para conseguir un trabajo (red 3) se encuentran en una posición intermedia en
cuanto al grado de accesibilidad.
en dinero recibido en donación son más importantes entre los primeros quintiles pero las ayudas en dinero
prestado crecen progresivamente a medida que aumenta el nivel socioeconómico (sumas elevadas que
deben devolverse) mientras que las ayudas como dinero donado (menores cantidades) aumentan a medida
que disminuye el nivel socioeconómico. En otras palabras: los ricos se prestan dinero. Entre los más
pobres, en cambio, hay más donaciones y menos préstamos (cuadro 3, p. 64).
40
Grafica 4.2.2
Percepción de facilidad de contar con redes sociales
según trabajo formal e informal
(Porcentaje, 2010)
80
70
Informal
Formal
60
50
40
30
20
10
Redes 1
Redes 2
Redes 3
Redes 4
Redes 5
Redes 6
Trabajador formal: población ocupada de 16 años o más que cuenta con incapacidad con goce de sueldo, servicios
médicos y SAR o Afore como prestaciones laborales.
Trabajador informal: población ocupada de 16 años o más que no cuenta con incapacidad con goce de sueldo, servicios
médicos o SAR o Afore como prestaciones laborales.
Fuente: estimaciones propias con base en el Módulo de Condiciones Socioeconómicas de la Encuesta Nacional de
Ingresos y Gastos de los Hogares 2010.
La siguiente gráfica (4.2.3), construida a la luz del análisis de la información de
la ENFAVU, también muestra que los trabajadores formales se saben en una situación
de mejor acceso a distintas redes de apoyo que los trabajadores informales. Los
elementos de contraste con la gráfica anterior son a) el acceso a apoyo para conseguir
trabajo y b) el acceso a préstamos de dinero. Estos tipos de ayuda, según la ENFAVU,
gozan de mejor puntuación pero es necesario recordar que en este caso se trata de
pequeñas sumas de dinero mientras que en la ENIGH se habla de cantidades mucho
mayores (el equivalente al ingreso del hogar durante un mes). El ámbito de la salud, en
este caso el conseguir ayuda para el cuidado de un miembro enfermo en el hogar,
ocupa un lugar privilegiado como causa para obtener (y dar) apoyo.
41
Gráfica 4.2.3
Percepción de ayuda de familiares, amigos o vecinos, según trabajo formal e informal
(Porcentaje, 2006)
80
70
para obtener un trabajo?
para facilitar la atención médica o
la entrada a la escuela?
para obtener préstamos/acceso a
crédito
en el cuidado de un miembro del
hogar enfermo?
60
50
40
30
20
10
0
Informal
Formal
Sector formal se refiere a los trabajadores con servicios médicos como prestación laboral.
Fuente: estimaciones propias con base en la Encuesta Nacional de Familia y Vulnerabilidad 2006.
Si los trabajadores informales perciben un menor acceso a las redes que los
formales, aún menor acceso es el que se observa entre los desocupados versus los
ocupados (Gráfica 4.2.4) y entre los trabajadores sin pago (Gráfica 4.2.5). Los
trabajadores independientes gozan de mayor confianza en su acceso a redes sociales
de apoyo, seguidos por los trabajadores subordinados y los que no reciben pago a
cambio de su trabajo.
Gráfica 4.2.4
Percepción de facilidad de contar con redes sociales
según condición de ocupación
(Porcentaje, 2010)
Redes 6
Redes 5
PNEA
PEA: ocupada
PEA: desocupada
Redes 4
Redes 3
Redes 2
Redes 1
0
10
20
30
40
50
60
70
80
Fuente: estimaciones propias con base en el Módulo de Condiciones Socioeconómicas de la Encuesta Nacional de
Ingresos y Gastos de los Hogares 2010.
42
Gráfica 4.2.5
Percepción de facilidad de contar con redes sociales según tipo de trabajo
(Porcentaje, 2010)
90
80
70
Subordinado
Independiente
Sin pago
60
50
40
30
20
10
0
Redes 1
Redes 2
Redes 3
Redes 4
Redes 5
Redes 6
Fuente: estimaciones propias con base en el Módulo de Condiciones Socioeconómicas de la Encuesta Nacional de
Ingresos y Gastos de los Hogares 2010.
Por último, se observan muy pocas diferencias según el sexo del entrevistado
(Gráfica 4.2.6) y muy amplias distancias separan a la población indígena y a la mestiza
siempre a favor del grupo de población no indígena (Gráfica 4.2.7). Se mantiene, en
todos los casos, la jerarquía de las redes sociales (las más fácilmente accesibles son las
redes 4, 6 y 2; las menos accesibles son la 1 y la 5; las ayudas para conseguir trabajo
(red 3) siempre aparecen en una situación intermedia).
Gráfica 4.2.6
Percepción de facilidad de contar con redes sociales según sexo
(Porcentaje, 2010)
80
70
60
Mujer
Hombre
50
40
30
20
10
0
Redes 1
Redes 2
Redes 3
Redes 4
Redes 5
Redes 6
Fuente: estimaciones propias con base en el Módulo de Condiciones Socioeconómicas de la Encuesta Nacional de
Ingresos y Gastos de los Hogares 2010.
43
Gráfica 4.2.7
Percepción de facilidad de contar con redes sociales
según población hablante de lengua indígena
(Porcentaje, 2010)
Redes 6
Redes 5
No hablante
Hablante
Redes 4
Redes 3
Redes 2
Redes 1
0
10
20
30
40
50
60
70
80
Fuente: estimaciones propias con base en el Módulo de Condiciones Socioeconómicas de la Encuesta Nacional de
Ingresos y Gastos de los Hogares 2010.
Con base en el análisis realizado se puede concluir que el acceso a las redes
sociales no es homogéneo sino altamente diferencial y que los grupos de población
que cuentan con más apoyos provenientes de redes sociales son: 1) las personas de los
deciles de ingreso más altos; 2) los trabajadores formales; 3) los ocupados; 4) los
trabajadores independientes; y 5) los mestizos o no indígenas. En cambio, los más
aislados de las redes de apoyo son: los más pobres, los trabajadores informales, los
desocupados (y la población no económicamente activa), los trabajadores sin pago y
los indígenas. No existen diferencias según el sexo en esta base de datos aunque el
análisis de la ENFAVU sí mostró diferencias importantes a favor de los hombres en
todos los tipos de ayuda (gráfica 4.2.8).
Aunque en este texto no se han incluido –por falta de espacio- las gráficas de
las diferencias en el acceso a redes según estrato rural o urbano y según el tipo de
hogar, construidas con base en el análisis del MCS de la ENIGH, vale la pena resaltar
que un porcentaje más alto de personas urbanas percibe acceso fácil o muy fácil a los
distintos tipos de redes sociales que los rurales.38 Un hallazgo también importante es
el de las diferencias por tipo de hogar. Sistemáticamente, los individuos que viven
solos, en hogares unipersonales, declaran tener un acceso mucho menor a las redes
sociales que las personas que viven en hogares nucleares, ampliados o compuestos.
38
También el análisis de la ENFAVU nos arroja más elevados porcentajes de habitantes urbanos que
dicen tener acceso a apoyos de distintos tipos que los habitantes rurales, excepto cuando se trata del
cuidado de un miembro enfermo en el hogar, necesidad para la que los habitantes rurales aparecen con el
porcentaje más alto de respuesta.
44
Gráfica 4.2.8
Percepción de ayuda de familiares, amigos o vecinos, según sexo
(Porcentaje, 2006)
70
60
para obtener un trabajo?
para facilitar la atención médica o
la entrada a la escuela?
para obtener préstamos/acceso a
crédito
en el cuidado de un miembro del
hogar enfermo?
50
40
30
20
10
0
Mujeres
Hombres
Fuente: estimaciones propias con base en la Encuesta Nacional de Familia y Vulnerabilidad 2006.
La siguiente gráfica (4.2.9) resume las respuestas afirmativas a las preguntas
sobre acceso a redes sociales según deciles de ingreso.
Gráfica 4.2.9
Proporción promedio de respuestas afirmativas a las preguntas
sobre redes sociales según deciles de ingreso
(2010)
0.50
0.45
0.40
0.35
0.30
0.25
Decil 1
Decil 2
Decil 3
Decil 4
Decil 5
Decil 6
Decil 7
Decil 8
Decil 9
Decil 10
Fuente: estimaciones propias con base en el Módulo de Condiciones Socioeconómicas de la Encuesta Nacional de
Ingresos y Gastos de los Hogares 2010.
4.3 Índice de percepción de apoyos sociales
Para finalizar, presentamos un análisis novedoso y complejo que nos sitúa en un nivel
de análisis diferente. La unidad de análisis ya no es, en esta sección, el individuo o los
grupos domésticos que conforman el contexto social más inmediato de las personas.
45
Aquí se analizan los estados, unidad que ya estuvo presente en la sección de
precarización del empleo. El país, se ha dicho muchas veces, es un mosaico cultural y
socioeconómico. La desigualdad socioeconómica en México tiene una dimensión
territorial fuertemente marcada (CONEVAL, 2007, mapas de pobreza). Hay una notable
desigualdad en las condiciones de empleo por estado. En general, en el norte, ha
habido mejores condiciones de empleo que en el sur. Pero la precarización avanza de
manera desigual en algunos estados que solían tener muy buenas condiciones de
empleo y, por el contrario, mejoran las condiciones de empleo en algunos lugares del
sur y del centro del país.
En la sección sobre empleo, relaciones sociales e intercambio social pudimos
mostrar la asociación, por un lado, entre buenos empleos y redes sociales robustas y,
por el otro, entre los empleos informales -sin protección social- y vínculos pobres o
mayores dificultades para participar en las redes sociales de apoyo. El análisis que
aquí se presenta tiene la finalidad de averiguar esta misma relación pero a nivel
territorial, con el fin de construir una geografía de la relación entre empleo y redes.
Con base en las seis preguntas de redes sociales del Módulo de Condiciones
Socioeconómicas de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2010, se
elaboró el índice de percepción de apoyos sociales, que pretende servir como una
medida resumen de las seis preguntas y dar una medida comparable entre los
diferentes estados del país.39 En el mapa 1 podemos ver la geografía de las
percepciones de acceso a redes sociales. Aparecen tres conglomerados de estados, dos
de ellos que queremos destacar aquí: los de menor percepción (nivel bajo) en el sur y
los de mayor percepción (nivel alto) en el norte, a excepción de Chihuahua y Baja
California.
39 Para la elaboración del índice se utilizó la técnica de componentes principales, técnica que sirve para
reducir las dimensiones de un grupo de variables. En este caso particular, a partir de las seis preguntas
sobre redes sociales se construyó un score que sirve como la medida resumen que requerimos. Mientras
más alto sea el valor de este score se considera que en la entidad se cuenta con mayor acceso a redes
(véase Apéndice 2).
46
Mapa 1
El mapa 2 asocia el índice de percepciones de acceso a redes a las condiciones
de empleo precario. Las entidades fueron ordenadas de "peores" a "mejores"
condiciones de empleo.40 Se procedió después a ordenar los estados de acuerdo al
índice de percepción de apoyos sociales y a contrastarlo con las condiciones de
empleo. Ya que el índice de percepción de acceso a apoyos se encuentra más
correlacionado con las variables de porcentaje de población sin prestaciones y con el
ingreso laboral promedio por hora, se utilizaron estas dos variables.
40
Las variables que se usaron fueron: 1) porcentaje de población sin prestaciones laborales, 2) porcentaje
de población sin contrato 3) tasa de desempleo y 4) ingreso laboral promedio por hora.
47
Mapa 2
Este mapa nos muestra los seis estados que cuentan con las siguientes tres
características: a) forman parte de los diez estados con mayor porcentaje de población
sin prestaciones; b) forman parte de los diez estados con menor ingreso laboral
promedio por hora; y c) forman parte de los diez con menor índice de percepción de
apoyos. Por otro lado, el mapa da cuenta de los cinco estados que: a) forman parte de
los diez estados con menor porcentaje de población sin prestaciones; b) forman parte
de los diez estados con mayor ingreso laboral promedio por hora; y c) forman parte de
los diez con mayor índice de percepción de redes. Los estados con peores condiciones
laborales y nivel bajo de redes son Oaxaca, Guerrero, Chiapas, Hidalgo, Puebla y
Tlaxcala, en color mostaza y los cinco con mejores condiciones laborales y nivel alto
de redes son Tamaulipas, Coahuila, Baja California Sur, Nuevo León y Sonora, en color
amarillo.
En términos generales, los mapas no contradicen lo encontrado a nivel
individual en términos de la relación empleo – redes. Sin embargo, aunque muestran
que la asociación se presenta, también llevan a pensar que las dinámicas recientes de
precarización y desempleo, aunadas a la inseguridad y la violencia social, pueden jugar
48
un papel sustancial en el deterioro de la capacidad de las personas de relacionarse y
ayudarse entre sí.
5. Conclusiones
La pérdida de confianza en las instituciones es una realidad en el México
contemporáneo. A la policía se le teme y, en general, los mexicanos han dejado de
creer en las distintas instancias de gobierno y en los partidos políticos. Sólo dos
instituciones se salvan de esta crisis de confianza: la familia y la iglesia. La primera es
la que aquí nos importa. En todas las encuestas, las personas entrevistadas afirman
tener un alto grado de confianza en sus familiares. La parentela –la familia- parece ser
uno de los últimos reductos de solidaridad y de apoyo en casos de necesidad. Sin
embargo, el intercambio social enfrenta obstáculos y tiene límites. El análisis realizado
no deja lugar a dudas. La confianza y la reciprocidad son la base normativa de las
relaciones sociales y, por lo mismo, dictan la manera en la que los bienes y servicios,
los favores, van y vienen en cadenas de intercambios. Sin embargo, estos flujos se ven
amenazados en contextos de pobreza, bajos ingresos y precariedad del empleo. Por lo
tanto, podemos afirmar que el acceso a las redes sociales de apoyo no es homogéneo
sino altamente diferencial. Los grupos que dicen contar con más apoyos son: a) los
individuos de deciles de ingreso más altos; b) los trabajadores formales; c) los
ocupados; d) los trabajadores independientes; y e) los mestizos o no indígenas.
Quienes perciben, por otra parte, tener un menor acceso a redes sociales son a) los
más pobres; b) los trabajadores informales; c) los desocupados; d) quienes trabajan sin
ningún tipo de pago o remuneración; y e) los indígenas.
El acceso o deterioro del acceso a redes sociales no es un fenómeno homogéneo
tampoco respecto del tipo de ayudas que se buscan y se otorgan. Observamos que, en
general, las personas dicen tener mayor acceso a los miembros de sus redes para
conseguir compañía para ir al doctor, para el cuidado de niños y para obtener ayuda
en los cuidados en casos de enfermedad. Menos facilidad de acceso a redes sociales de
apoyo se declara para fines de índole económica: los préstamos de dinero y las
cooperaciones para mejorar del entorno. Es decir, los problemas de salud y las tareas
de cuidado de infantes y niños despiertan mayor empatía que los asuntos que se
contabilizan en pesos y centavos. Es un hecho, sin embargo, que mientras más
ingresos se tienen mayor es el acceso a redes sociales “económicas” o, dicho de otra
manera, se reciben y se dan más préstamos de dinero. El hecho de que la diferencia
entre los más ricos y los más pobres no sea tan abismal cuando de cooperaciones para
mejoras del entorno se trata se debe, nos parece, a que los asentamientos en donde
residen los más ricos no requieren ese tipo de cooperaciones.
Nuestro análisis mostró con claridad que existe una relación positiva entre
empleos estables que brindan protección al trabajador y a su familia y la existencia de
49
vínculos sociales robustos. Hay, por otra parte, una relación igualmente positiva entre
precariedad laboral, bajos ingresos y deterioro de la ayuda mutua. Desde nuestra
perspectiva, los empleos estables que brindan ingresos regulares y acceso a la
seguridad social son la moneda que aceita el engranaje del intercambio social. Ambos
se retroalimentan y refuerzan. El deterioro de las redes sociales conduce gradualmente
al aislamiento y éste sólo refuerza, promueve y recrudece mayor aislamiento social. Lo
encontrado en las grandes bases de datos corrobora lo encontrado por estudios
realizados por algunos antropólogos, estudios que desde hace tiempo han venido
alertando sobre la erosión y precarización del empleo y sobre la importancia del
empleo seguro y permanente como motor de la vida social, y de la identidad y el
sentido de pertenencia de las personas.
Así como la desigualdad socioeconómica tiene una dimensión territorial
fuertemente marcada, las diferencias en las condiciones del empleo tienen también un
claro referente geográfico. Es posible observar no sólo estados sino regiones de buenas
y malas condiciones de empleo. Nuestro análisis ha mostrado que la relación empleo –
redes sociales está conformando lo que podríamos llamar geografías de la confianza y
la solidaridad (ligada a las mejores condiciones laborales), y de la desconfianza y el
aislamiento asociados la precariedad imperante, en regiones claramente delimitadas.
Un caso particularmente alarmante es Chihuahua, estado en el que confluyen una
acelerada precarización del empleo, el deterioro de las redes sociales y las condiciones
de mayor inseguridad y violencia del país.
50
6. Apéndices
Apéndice 6.1
Ingreso laboral por hora según entidad federativa
(Promedio, 2006-2008-2010)
Entidad Federativa
Aguascalientes
Baja California
Baja California Sur
Campeche
Coahuila
Colima
Chiapas
Chihuahua
Distrito Federal
Durango
Guanajuato
Guerrero
Hidalgo
Jalisco
México
Michoacán
Morelos
Nayarit
Nuevo León
Oaxaca
Puebla
Querétaro
Quintana Roo
San Luis Potosí
Sinaloa
Sonora
Tabasco
Tamaulipas
Tlaxcala
Veracruz
Yucatán
Zacatecas
Nacional
2006
28.8
41.7
38.8
28.8
34.9
32.6
17.0
35.8
40.7
26.8
26.5
26.4
24.9
35.9
29.3
26.2
25.7
30.1
42.0
21.0
24.4
32.3
37.8
29.2
35.8
36.3
28.0
36.4
23.6
22.9
26.3
28.1
30.8
2008
33.5
42.5
53.1
30.2
36.3
34.8
19.1
37.9
42.5
28.2
28.9
26.1
26.9
37.3
31.3
27.2
26.0
34.7
44.9
24.6
24.8
32.6
39.7
30.1
35.2
37.5
32.6
36.7
25.5
25.5
27.2
28.5
32.7
2010
29.1
37.3
42.7
28.9
32.2
33.6
18.3
30.7
37.2
26.0
25.2
24.7
25.0
30.9
26.2
28.8
23.5
30.8
39.6
22.3
22.1
28.1
36.5
26.3
32.5
36.1
30.1
33.1
22.2
25.7
26.3
24.5
29.1
Nota: ingreso deflactado a pesos del primer trimestre de 2010.
Fuente: estimaciones propias con base en la Encuesta Nacional de
Ocupación y Empleo del primer trimestre de 2006, 2008 y 2010.
51
Población sin prestaciones laborales según distintos
grupos de población
(Porcentaje, 2006-2008-2010)
Estrato rural
Estrato urbano
Hombres
Mujeres
De 12 a 19 años
De 20 a 64 años
De 65 años o más
2006
18.2
33.7
31.0
30.6
17.8
32.4
24.5
2008
20.1
35.4
33.1
31.8
19.2
34.3
25.8
2010
19.5
31.2
29.5
28.4
17.4
30.1
29.3
Nota: ingreso deflactado a pesos del primer trimestre de 2010.
Fuente: estimaciones propias con base en la Encuesta Nacional de
Ocupación y Empleo del primer trimestre de 2006, 2008 y 2010.
Apéndice 6.2
Índice de percepción de apoyos sociales
El primer paso en la construcción de este índice fue agregar las variables dicotómicas
que habíamos construido (aquellas que toman el valor de uno si a la persona le resulta
“fácil” o “muy fácil” recibir ayuda en las distintas situaciones) a nivel de entidad
federativa. De este modo contamos, para cada estado, con el porcentaje de población
que percibe facilidad para contar con cada una de las ayudas descritas por las seis
preguntas sobre redes sociales. Una vez hecho esto, se procedió a hacer el análisis de
componentes principales y se estimó el score para clasificar a cada entidad federativa.
El score se escaló para que tomara valores entre 0 y 100 y de este modo facilitar su
interpretación. Se estratificó el score en tres clases, bajo, medio y alto grado de
percepción de redes. La estratificación se hizo mediante el método de Dalenius &
Hodges. Se presentan aquí los resultados del índice.
Distribución de la población según grado de percepción de redes sociales
(Porcentaje, 2010)
Nivel de percepción de redes sociales
Bajo
Medio
Alto
Porcentaje de población
51.9
24.6
23.5
Fuente: estimaciones con base en el Módulo de Condiciones Socioeconómicas de la
Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2010.
52
Índice de percepción de redes sociales según entidad
federativa
(2010)
Entidad Federativa
Aguascalientes
Baja California
Baja California Sur
Campeche
Coahuila
Colima
Chiapas
Chihuahua
Distrito Federal
Durango
Guanajuato
Guerrero
Hidalgo
Jalisco
México
Michoacán
Morelos
Nayarit
Nuevo León
Oaxaca
Puebla
Querétaro
Quintana Roo
San Luis Potosí
Sinaloa
Sonora
Tabasco
Tamaulipas
Tlaxcala
Veracruz
Yucatán
Zacatecas
Índice de
percepción de
redes
75.6
37.6
80.0
31.9
78.1
69.8
7.1
20.3
32.1
67.5
43.1
6.4
14.3
76.7
5.7
64.2
38.6
100.0
85.9
0.0
18.9
49.7
37.1
48.7
95.2
88.2
31.8
71.2
25.7
49.7
53.8
43.8
Nivel de
percepción de
redes
Alto
Bajo
Alto
Bajo
Alto
Medio
Bajo
Bajo
Bajo
Medio
Medio
Bajo
Bajo
Alto
Bajo
Medio
Bajo
Alto
Alto
Bajo
Bajo
Medio
Bajo
Medio
Alto
Alto
Bajo
Alto
Bajo
Medio
Medio
Medio
Fuente: estimaciones con base en el Módulo de Condiciones
Socioeconómicas de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de
los Hogares 2010.
53
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