Los Clavos de la Cruz

Sermones y Artículos Sobre Jesús de Nazaret -- 1
Los Clavos de la Cruz
“24 Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. 25 Le dijeron, pues, los
otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no
viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi
dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su
costado, no creeré” (Jn. 20:24-25).
Cada uno de los 4 evangelios nos dice que Cristo fue
“crucificado, clavado en una cruz. Que forma tan terrible, aguda y horrible de morir. El cuerpo sostenido
en esa cruz con clavos que atravesaron las manos y los
pies. La multitud se burlaba de El, “... si eres Hijo de
Dios, desciende de la cruz” (Mat. 27:40). El hombre quería pruebas pero bajo sus
propios términos.
Jesús, estaba agarrado a la cruz por los clavos. Pero, ¿lo estaba? ¡Oh, no! No
fueron los clavos los que tuvieron aferrado a Jesús a la cruz. Cristo tenía el poder
para remover los clavos. No, El no necesita un martillo de orejas o un sacaclavos.
Pudo haber llamado más de doce legiones1 (12.000) de ángeles de parte del Padre
(Mat. 26:53), si lo hubiera deseado. El, quien tuvo el poder para calmar una furiosa
tormenta, alimentar las multitudes con unos pocos panes y peces, resucitar al muerto
del sepulcro, etc., ciertamente pudo haber removido los clavos de sus manos y pies,
si así lo hubiera deseado. La turba furiosa no podría haber matado a Cristo si El no
hubiera deseado hacer la voluntad del Padre. “17 Por eso me ama el Padre, porque yo
pongo mi vida, para volverla a tomar. 18 Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo
la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre” (Jn. 10:17-18). ¿Qué mantuvo a Jesús suspendido en
esa cruz? Ciertamente, no fueron los clavos en Sus manos y pies.
La Voluntad de Dios lo Mantuvo Allí
“Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío,
si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mat.
26:39). ¿Hay alguna otra forma? ¿Alguna otra solución? ¿Algún otro camino? “1
Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado,
abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. 2 Y él es la propiciación
por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo
el mundo” (1 Jn. 2:1-2). La palabra propiciación quiere decir satisfacción, ofrenda
favorable, o expiación. El hermano Bill H. Reeves dice en su comentario sobre Heb.
9:5, lo siguiente:
--”el propiciatorio”. Este era la cubierta o tapa del arca. Era el “trono” o “sede”
de misericordia sobre el arca. (La misericordia de Dios es ofrecida al hombre a base
de que sea satisfecha la justicia). La palabra hebrea kapporeth en Éxo_25:17, quiere decir “cubierta, tapa”. Pero la versión de los Setenta dice jilasterion epithema,
literalmente “propiciatorio cubierta”, o sea, “la cubierta de expiación”. Después la
versión de los Setenta nada más dice el jilasterion, o propiciatorio. Aquí en Heb_9:5
aparece la palabra griega jilasterion. La sangre esparcida sobre la tapa del arca es lo
que la hacía que fuera el “propiciatorio”. (Esto fue hecha cada año-- Lev_16:14-16).
La misma palabra griega aparece en Rom_3:25, (cfr. Rom. 3:23-25) “propiciación”
(“sacrificio expiatorio”, versión Moderna).
La sangre de Cristo nos cubre los pecados. Por eso es él nuestra propiciación
(1Jn_2:2; 1Jn_4:10 -- jilasmos). En Rom_3:25, pues, Pablo presenta a Cristo como
el propiciatorio verdadero, porque como la gloria de Dios recibía la expiación anual
en la forma de sangre de animales esparcida sobre el propiciatorio del arca, así Dios
por la sangre de Cristo cubre los pecados del que obedece al evangelio hoy en día,
mostrándole así al hombre su misericordia. El propiciatorio del arca era figura de
Cristo (Rom_3:25).
Fue la voluntad del Padre lo que convirtió a Jesús en la ‘propiciación’ por los pe-
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cados, los suyos y los míos. Fue el amor del Salvador por nosotros lo que lo mantuvo
allí. Fueron nuestros pecados los que lo mantuvieron en esa cruz.
El Propósito Eterno de los Cielos Lo Mantuvo Allí
“10 Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio
de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, 11 conforme al
propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor” (Efe. 3:10-11). “Por tanto,
mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por
obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre”
(Hch. 20:28). Sin Cristo en la cruz y sin el derramamiento de Su sangre, el propósito
eterno de Dios para el mundo habría sido abortado. Oh, no, no fueron los clavos los
que lo mantuvieron en la cruz; fue el amor de Dios por las almas perdidas lo que lo
mantuvo suspendido entre el cielo y la tierra.
El “Gozo Puesto Delante de El” Mantuvo a Jesús en la Cruz
“Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo
puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Heb. 12:2). ¿La agonía de la crucifixión fue una ocasión de
“gozo”? ¡Claro que no! El gozo vino por hacer la voluntad del Padre. La exaltación
del cumplimiento con los mandatos divinos. La burla de aquellos al pie de la cruz
fue ignorada por Cristo. Estaba allí para cumplir con el plan Celestial. Eso trae gozo.
No fue la falta de poder ni los clavos en Sus manos y pies lo que mantuvo a Jesús en
la cruz.
La Antigua Ley Mantuvo a Jesús en la Cruz
“Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz” (Col. 2:14). El pecado requiere
derramamiento de sangre (Heb. 9:22), pero la sangre de los toros y machos cabríos
no podía quitar el pecado (Heb. 10:4). El Antiguo Pacto llevó a cabo todo lo que debía llevar a cabo, pero tenía que llegar a su fin. Jesús vino para cumplir la antigua ley
(Mat. 5:17), de esta manera, clavándola en la cruz. Había sido dado el sacrificio perfecto. La sangre del Cordero sacrificial de Dios disponible para toda la humanidad.
Conclusión
La resignación de Cristo a la voluntad del Padre y Su amor por las almas de la
humanidad lo ataron a esa cruz. Obviamente, los clavos lo suspendieron entre el
tiempo y la eternidad. Pero, solamente a través de Su voluntad por cumplir con los
deseos Celestiales fue “clavado en la cruz.” De igual manera, nuestro amor por Dios
y Su hijo debería hacer que permanezcamos fieles, a pesar de la burla y ridiculización
del mundo alrededor de nosotros. En palabras del apóstol Pablo, “Pero lejos esté de
mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es
crucificado a mí, y yo al mundo” (Gál. 6:14).
(The Preceptor, Vol. 55, Pág. 216, Jack Thompson).
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Anotaciones al Pie
1 -- LEGIÓN -- legion (λεγιών, G3003), que también se escribe legeon, legión. Aparece en
Mat_26:53, de ángeles; en Mar_5:9, Mar_5:15, y Luc_8:30, de demonios. Entre los romanos, una legión era primariamente un cuerpo elegido (de lego, elegir) de soldados
divididos en diez compañías, y oscilando entre 4.200 y 6.000 hombres (gr. speira, véase
COMPAÑIA). En los tiempos de nuestro Señor era un ejército completo de infantería y
caballería, de hasta 5.000 hombres. Las legiones no fueron introducidas en Judea sino
cuando se desencadenó la guerra judía (66 d.C.), ya que anteriormente se empleaban
en las provincias fronterizas del imperio. Por ello, en el uso de este término en el NT el
significado tiene su otro significado más general de un número muy grande. - W.E. Vine,
Diccionario Expositivo de Palabras del N.T., Vol. 2, Pág. 302.