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NPI de música
Joaquín Rodríguez
Ediciones Chelsea
NPI de música
Joaquín Rodríguez
Primera edición Diciembre 2015
Ediciones Chelsea
Prólogo: Jesús Ordovás
Diseño de portada: David Pérez Medina
Foto portada: Los Nikis en
El Jardín. 13-3-81.
(Cortesía de Miguel Trillo)
Foto contraportada: Los Acusicas
en Moby Dick. 11-6-04.
(Cortesía de Manolo Crespo)
Maquetación: Oscar de la Huerga
Impresión: Sorles
Impreso en España
ISBN: 978-84-941201-9-0
Depósito legal:
Queda prohibida la reproducción
total o parcial de los textos
e imágenes de este libro salvo
autorización expresa de
Ediciones Chelsea
www.edicioneschelsea.com
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Este libro está dirigido a todos los que se deciden
a montar un grupo sin tener NPI de música.
Bueno, también va dirigido a los que piensan que
hay que saber música para montar un grupo y,
por eso, ni se les pasa por la cabeza hacerlo.
Corro el riesgo de que el presidente del
sindicato de profesores de música venga a mi
casa con un lanzallamas, pero afirmaré que
NO HACE FALTA SABER MÚSICA PARA
MONTAR UN GRUPO. Hala, ya lo he dicho. Con
un par.
El ejemplo viviente somos Los Nikis. Ninguno
sabíamos ni sabemos tocar apenas y luego, mira
tú, varios discos, giras por doquier, número
uno en Los Cuarenta, disco de oro y hordas de
groupies súper macizas. Y he mentido solo en uno
de estos puntos.
Si eres un o una oficinista gris y siempre has
querido tocar en un grupo, pero pensabas que
eso era ciencia ficción porque no sabías música o,
según tú, no tenías buen oído... ¿A qué esperas?
Déjate de esques y hazlo. ¿Qué no sabes música?
MEJOR.
28/29 Proxe (Vigilante Gitano)
en Nasti. 22-1-11
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3
Quien canta
sus males espanta
Voy a copiar y pegar una afirmación que hice
antes: “El cantante es la pieza clave de un
grupo”. Eso quiere decir que todos los ojos van
a estar fijos en él o en ella. Ya sabemos dónde
clava el público la mirada, pero… ¿dónde fija
las orejas?: en la voz, porque es el instrumento
más importante. O sea, que todo el peso de la
responsabilidad visual y auditiva recae en una
sola persona. ¿Son conscientes los grupos de esto?
No todos. Nosotros, cuando decidimos montar un
grupo, usamos la técnica del “pido no” a la hora
de elegir quién cantaba. Ya he comentado que si
le tocó a Emilio fue porque no se apañaba bien
con la guitarra, que era lo que le tocó en el sorteo.
No éramos todavía conscientes de que la voz
marca el ADN del grupo para siempre.
¿Es necesario que la persona que cante lo haga
bien? Bueno, es mejor que lo haga bien a que
lo haga mal, obviamente, pero ojo con los que
cantan demasiado bien. ¿Tengo que recordar el
caso de la cantante de Mártires de la Penumbra?
No, ¿verdad? La moda de los concursos de
cantantes en la tele ha hecho mucho daño. El
hecho de competir cantando ha conseguido que
una generación entera piense que mientras más
virguerías barrocas hagas con la voz, mejor. Yo
creo que estos malabaristas de la voz se acabarán
pasando de moda como les pasó a los baterías que
hacían solos de diez minutos o a los guitarristas
que se lucían con sus punteos poniendo cara de
calambrillo con los ojos en blanco. Y es que los
años 70 hicieron mucho daño también. ¡Huyamos
de los que cantan demasiado bien! En mi humilde
opinión, esa que te tienes que comer por haberte
comprado este libro, la mejor cualidad de un
vocalista es que tenga buen gusto cantando. No
hace falta que nos demuestre lo virtuoso que es
con la garganta o lo alto que llega en su gama
de agudos. ¿Qué es tener buen gusto cantando?
Lo que a mí me puede parecer buen gusto, a ti te
puede parecer horroroso. Aún así me mojaré con
cantantes que creo que deberían tener el carnet
vitalicio del Club Internacional de los Cantantes
con Buen Gusto: Chrissie Hynde, Iggy Pop, Joey
Ramone, Lou Reed… ¿sigo? Son vocalistas que
no necesitan usar un amplio registro al cantar, o
sea, que no tienen que demostrar en cada canción
que llegan a los graves más graves y a los agudos
más agudos. Simplemente cantan con buen gusto,
con estilo, con aplomo, con elegancia. Como los
pases al hueco de Laudrup, vamos.
Otra cualidad de la voz que a mí me gusta
mucho es que sea reconocible, que oigas un trozo
de la canción sin saber de qué grupo se trata y
que, en cuanto oigas al cantante, los reconozcas.
Son voces que te pueden gustar más o menos,
pero que marcan la personalidad de un grupo.
Así, a bote pronto, se me ocurren varios ejemplos:
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Coque Malla de Los Ronaldos, las cantantes de
los B-52’s, Lemmy de Motörhead o Johnny Rotten
de los Sex Pistols. La voz de pito de Emilio
también se podría incluir en esta lista, aunque
no por voluntad del propio Emilio, sino por error.
Me explicaré: cada cantante tiene un tono donde
se encuentra cómodo. Johnny Cash tenía su zona
de confort en los graves y Jimmy Somerville, en
los agudos —por poner dos ejemplos extremos—.
Emilio tiene un tono de voz normal, justo a medio
camino entre Darth Vader y los castrati. Lo que
pasa es que si no podía venir a un ensayo, no
cancelábamos, sino que ensayábamos guitarra,
bajo y batería. Solíamos aprovechar esos ensayos
para aprendernos las canciones nuevas. Tras
varios ensayos de este tipo, aparecía Emilio y
cantaba la nueva canción cuando los demás ya
la teníamos bastante trillada. Vamos, que venía
a mesa puesta. Si se quejaba porque el tono
de la canción era demasiado agudo, nosotros
pasábamos de él olímpicamente porque ya nos
la habíamos aprendido con los acordes así y nos
daba mucha pereza cambiarlos por otros más
graves para acoplar la canción a su zona de
confort. Así que cuando escuchéis el principio
de La naranja no es mecánica y la voz de pito
de Emilio cantando “Álex, todo ha cambiado
mucho…”, descartad la teoría de que ese día
llevaba unos calzoncillos demasiado apretados.
Ese tono de voz viene forzado por un error de
Arturo y mío eligiendo el tono de la canción.
Y esto nos sucedió en varias canciones, así
que conseguimos sin querer tener una seña de
identidad propia: la voz de pito de Emilio.
Realmente, y aparte de la voz de pito, nuestra
verdadera seña de identidad era su desparpajo,
por llamarlo de alguna manera. Era capaz de
cantar mientras saltaba sin descanso con su
pie de micro. Como un niño feliz sobre una
cama elástica. Un día, en las fiestas de un
pueblo que no recuerdo, estábamos cantando
una canción que tampoco recuerdo. Emilio, que
llevaba un buen rato saltando sobre un mismo
punto, perforó (sí, sí, per-fo-ró) el escenario y
desapareció. Nosotros ya habíamos aprendido
de Parálisis Permanente que no hay que parar
de tocar, pase lo que pase. Más adelante daré
más explicaciones sobre esto (¡que alguien me
lo recuerde, que luego se me olvida!). Por eso
seguimos tocando impertérritos. En el escenario
había un agujero parecido a una alcantarilla
por dónde desaparecía el cable del micro que
comunicaba a Emilio con el mundo exterior. A
los pocos segundos se pudo escuchar una voz
de ultratumba que seguía cantando la canción.
Y cuando terminó, salió por el mismo agujero,
trepando entre los hierros que soportaban los
tablones del escenario y lleno de raspones. Si
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hubiera sucedido en una época más tecnológica,
habría sido un vídeo viral, seguro.
A partir de ese día, perforar escenarios se
convirtió en una obsesión para él. Durante las
pruebas de sonido daba pequeños saltitos por
diferentes zonas del escenario buscando el punto
más débil. Como la tarima solía estar hecha
de tablones de aglomerado, si había llovido
recientemente, la plancha se reblandecía y Emilio
se ponía tenso pensando en que esa misma noche
podía agujerearla.
Lo intentó una y otra vez durante varios años.
Al final consiguió perforar dos veces más. Dejó
establecido el record mundial de escenarios
agujereados por un cantante en un total de tres.
Récord imbatido hasta la fecha, que yo sepa.
Lo que quiero transmitir es que si nunca habías
cantado antes y te ha tocado en un “pido no” ser
el cantante de tu grupo, no desesperes, puedes
suplirlo con desparpajo, buen gusto al cantar
o con un timbre de voz original, que es lo que,
involuntariamente, nos pasó a nosotros. Si Emilio
canta bien o mal, al final no resultó ser un hecho
relevante. Según los baremos de Sony, canta peor
que Arturo o que yo: en un cumpleaños de Arturo
le regalamos para su PlayStation el DVD de La
Edad de Oro del Pop Español donde aparecía “El
imperio contraataca”. Lo primero que hicimos
en ese cumpleaños fue un duelo a muerte en el
SingStar para ver quién la cantaba mejor. Arturo
y yo conseguimos 8.000 puntos cada uno; Emilio, que
cantaba sobre su propia voz y sobre las imágenes
de su careto en vídeo, solo consiguió 5.000. Y tanto
Arturo como yo cantamos como el culo.
68/69 Letra original de
“Aurelio el misionero”.
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9
La letra,
con sangre entra
Ya hemos compuesto los acordes de la canción
y la melodía de la letra. Ahora tenemos la
oportunidad de cargarnos del todo la canción con
una letra horrorosa o convertirla en un exitazo
con una letra estupenda. Tú decides.
¿Es importante la letra? Para mí es media
canción y me quedo corto. Desgraciadamente,
para muchos grupos, la letra es un trámite
desagradable que hay que quitarse de encima
cuanto antes. Una letra hecha sin ganas y con
prisas es la receta perfecta para el desastre.
Yo creo que el único truco para hacer letras
dignas es currárselo mucho. Emplear una tarde
entera o las que hagan falta. No meter una
frase que encaja solo porque encaja, sino porque
además de encajar, es la frase perfecta. Y para
encontrar esa frase perfecta, a lo mejor hay que
tirarse una mañana entera hasta dar con ella.
¡Aaaah!, ¡Se siente! Con el bajo o la guitarra
funcionaba la ley del mínimo esfuerzo; aquí no.
Lo más importante de una letra es el tema.
La pregunta del millón que todo letrista se hace
cuando se enfrenta a un folio en blanco es: “¿De
qué …..….. hago yo esta letra? (Rellena la línea
de puntos con tu taco preferido). Además, en la
mayoría de los casos, ese tema tiene que estar
reflejado en la frase principal del estribillo,
que encima, dará título a la canción. ¡Cuánta
responsabilidad! No es fácil, la verdad. Lo bueno
que tiene es que, una vez que tenemos la frase
en cuestión, la cosa se desatasca y el resto de la
letra sale con mucha más fluidez. Seguro que le
sucedió a Manolo Escobar cuando dio con la frase
“¿Dónde estará mi carro?” o a Bernardo Bonezzi
con “Y yo te buscaré en Groenlandia…”. Con
frases como estas ya tenemos la piedra angular
de la letra. Ahora toca remangarse y tirar de pico
y pala para escribir el resto.
A mí me tocó ser el letrista de Los Nikis y de
Los Acusicas. Digo “me tocó” porque los demás
decidieron que tenía que escribirlas yo, que tenía
facilidad con las letras. ¡Hala! Pasas una vez la
fregona, y los demás te dicen “Mira, vas a pasar la
fregona siempre, porque vemos que tienes facilidad
con la fregona”. Yo no creo que tuviera facilidad
con las letras, lo que pasa es que cuando escribía
una, estaba dispuesto a perder una mañana
hasta encontrar la frase perfecta, mientras que
los demás miembros del grupo —y de la mayoría
de los grupos— no se ponían su listón tan alto y
se conformaban con cualquier frase.
Mi teoría es que en esto de hacer letras, la
inspiración divina influye menos que a la hora de
componer los acordes y la melodía. En mi caso,
estoy algo más satisfecho de las letras que hice
para Los Acusicas que de las que hice para Los
Nikis. ¿Por qué? Porque me las curraba más aún.
El hecho de escribir la letra de una canción de
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otro, en este caso de Mauro, implica una mayor
responsabilidad, unas ganas de no defraudar
que hacen que le dediques aún más horas. El
resultado es que la letra sale algo mejor y sí, ya
sé que son mucho menos conocidas que las de
Los Nikis, pero a mí me da igual. Siguen siendo
mis “hijas” predilectas. Les dediqué un poco más
de esfuerzo y por eso salieron un pelín mejor.
Directamente proporcional. Aquí no hay secretos.
Reflexionando sobre la pregunta del millón
“¿De qué cojones hago yo esta letra?”, me he
dado cuenta de algo: demasiados compositores
ni siquiera se plantean esta cuestión, porque
ya saben la respuesta: DE AMOR. Es triste,
pero es así: la mayoría de los grupos del mundo
van vestidos de negro en las fotos de promo y
la mayoría de los grupos del mundo solo hacen
canciones de amor (y desamor).
Mira, letrista original de la muerte: si te ha
dejado la novia o el novio ¡ajo y agua! pero, por
favor, ¡no castigues a la población con la enésima
letra sobre lo mismo! Deberías distraerte con algo
diferente y olvidar ese trance que estás pasando
del que nos quieres hacer partícipes a los demás,
que no hemos hecho nada. Prueba a hacer cosas
entretenidas como, por ejemplo, escribir una letra
sobre perlas ensangrentadas, un obús que va a
estallar o un garito al que no te dejan entrar con
zapatillas… ¿Vale?
El tono de la letra también es importante: ¿Va
a ser una letra profunda o superficial? ¿Alegre
o triste? ¿Políticamente correcta o irreverente
por los cuatro costados? Yo siempre he intentado
escribir las letras con cierto sentido del humor,
porque he crecido con Mortadelo y Filemón y
porque no puedo tener una conversación de
más de dos minutos sin callarme alguna parida
que se me ocurra. Eso hace que me mueva
peligrosamente por la fina línea que existe
entre afilar el sentido del humor y caer en el
j-chondeo chusco. Acabar haciendo “Rock Tuno”
(Zapato Veloz, Los Inhumanos, etc.) es el mayor
peligro al que te enfrentas cuando intentas
poner cierto tono humorístico en las letras. Si
tú y yo nos encontramos por la calle alguna vez
y me dices que te gustan mis letras porque son
muy j-chondas, yo te mataré con mis zapatos de
claqué. Quedas avisad@.
Otro que se mueve en una fina línea —
diferente, por supuesto— es Santiago Auserón,
al que llevé una vez en la cabina y me pareció
muy majete. En su caso es la línea que hay entre
ser una persona culta y leída o un pedante que
te cagas. Acabo de leer una entrevista donde le
piden que explique una frase de un libro suyo en
el que dice que “hacer canciones en España es un
problema geopolítico” y él responde “—Sí, lo es.
Los problemas son interesantes. Hay que jugar
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con ellos, moverlos, hacerlos funcionar. Adquirir
conciencia de que para nosotros las canciones
son más que mero entretenimiento. Son pequeños
calderos donde se funden las materias de pueblos
muy diversos, y son pequeños modelos que
permiten pensar la integración de la diversidad
sin reducir ni negar a nadie.” Es chungo vivir
ahí, en la fina línea. Yo también sé lo que es eso,
Santiago, me solidarizo contigo.
El tema… el tono… esto de hacer una letra
empieza a parecer un poco complicado… ¡Un
momento! ¡Ya lo tengo! Voy a montar un grupo y
las letras van a ser… ¡En inglés!
Hubo un momento en el que todos los grupos
españoles debieron tener esta idea y resultó ser
contagiosa. Ese momento fueron los noventa,
década en la que decidí atrincherarme en mi
casa, tener niños y desenchufar la radio. Diez
años más tarde me dijeron que había hecho bien.
Lo de escribir las letras en inglés, ahora
que lo pienso, tiene sus ventajas. Si no tienes
nada interesante que decir, mejor hazlo en
gromenawer y así no se entera NADIE de lo
que estás cantando. Además, a poco inglés que
sepas, es más fácil encajar una letra en pichinglis
que una en castellano. Abundan las palabras
monosílabas y bisílabas. Cuanto más pequeñas
sean las piezas del rompecabezas, más fácil es
encajarlas. Y encima sin la presión de contar algo
original, porque, insisto, nadie se va a enterar
de lo que dice la letra. Con tal de meter las
palabras ocean, fire y rain, que son las palabras
clave del pop español de los 90, listo y a correr. Si
traduces las letras de Najwa Nimri al castellano,
entenderás todo esto que estoy diciendo.
Bueno, menos rollo, que tenemos que escribir la
letra. Lo normal es que lo primero que escribas
salga lleno de topicazos. No sé por qué extraño
fenómeno, cuando te pones a hacer letras por
primera vez, te salen frases como “ya no aguanto
más”, “tirado en la cama”, “estoy desesperado”
y “mi mente comienza a girar”. Vale, ya sé que
estas frases son de “Me vuelvo loco” de Tequila,
pero es que esta letra es el auténtico himno al
tópico. Aún así, la canción fue un merecido hit,
así que si no tienes problemas de conciencia,
¡adelante con los topicazos!
Supongamos que te queda algo de pudor para
prescindir de los tópicos, que cantar en inglés
te parece una horterada, que no vas a caer en
el Rock Tuno y que te vas a esforzar en que al
menos la mitad de tus canciones no sean de
amor. Superados los obstáculos del fondo, ya solo
nos falta hablar de la forma. Y ojito conmigo, que
en las cuestiones de forma soy muy tiquismiquis.
Cuando se hace la melodía, inconscientemente,
ya estamos creando un patrón para la futura
letra en el que se determinan las sílabas que van
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a ir acentuadas y las que no. Voy a usar “Al calor
del amor en un bar” de mis admirados Gabinete
Caligari para explicar todo esto de “la forma” al
escribir una letra. Si nos fijamos en la tercera
frase de cada estrofa, el patrón está muy claro y
supongo que sería el que Jaime Urrutia maquinó
en su casa al hacer la melodía:
Ná-na… ná-na-ná-na… na-ná-na-ná-na-na-nanáaa
Ahora veremos que las terceras frases de cada
estrofa siguen al dedillo este patrón:
Mó-zo… pón-gaun-tró-zo… de-bá-yo-né-sa-yunca-fé
Bá-res… qué-lu-gá-res… tan-grá-tos-pá-ra-conver-sár
Pó-llo… ó-tro-bó-llo… no-mé-ten-gá-que-le-vantár
Jé-fe… nó-se-qué-je… y-sír-vao-trá-co-pi-ta-más
Vamos, que al hacer una letra, no basta con
que las frases rimen. Hay que encajar la letra
en el patrón de acentos de la melodía, porque
si no lo hacemos, la canción queda rarísima.
Por cierto, ¿no notáis algo que chirría en las
frases anteriores de la canción de Gabinete?
En una conversación ¿decimos no me tengá
que levantar o sirva otrá copita más? ¿Verdad
que no? ¡Bienvenidos al fascinante mundo de
los acentos cambiados! Mis amigas y amigos
letristas me dicen que soy un paranoico con este
tema, pero, lo siento, es mi libro and I cry if I
want to. ¡Muerte a los acentos cambiados! (Si
no lo digo, reviento). En este caso, tengá y otrá
son de los que no duelen mucho, pero volvemos
a lo de antes: se trata de ponerse alto el listón y
tirarse una mañana hasta encontrar otra frase
que encaje con el patrón sin tener que cambiar la
acentuación de las palabras.
Hay otros acentos cambiados que duelen más
y podemos encontrar ejemplos en la misma
canción, que, paradójicamente, tiene frases para
la historia —como la de la bayonesa o la del
camarero que está leyendo el As— conviviendo (y
no te enfades, Jaime, que ya sabes que soy fan)
con otras como esta:
Amor, no he sábido encontrar el momentó justó
Pues con el frío de la noche no estabá a gustó
¡Cinco acentos cambiados en solo dos frases!
Además, por el mismo precio, incluye la palabra
pues, truquillo utilizado por cientos de letristas
cuando quieren meter la palabra porque, pero
como no cabe en un hueco reservado para un
monosílabo, utilizan pues, una palabra que jamás
usaríamos al decir esa frase en una conversación
normal en un bar donde hiciera mucho calor.
La medalla de oro en la olimpiada del acento
cambiado se la lleva Mamá, un grupo de los
ochenta que tenía la sangre fría de cambiar el
acento a ¡la frase que daba título a la canción!
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Una de sus canciones se llamaba “Ligarse
a Vicky” y cuando cantaban esa frase en el
estribillo, la pronunciaban con el acento en la y
griega de Vicky, como si dijeran berbiquí, pero
sin el ber. ¡Hasta mi teclado se niega a poner un
acento sobre una y griega! ¿No hubiera sido más
fácil ligarse a Raquel o, incluso, a Isabel?
Las letras de Mamá son un festival para el
buscador de acentos cambiados. En “El show
empieza” se descuelgan con “ …los nuevós
temás”, “ …la semana proximá” o “ …afinas la
guitarrá”, aunque el más conocido está en su
canción “Chicas de colegio” cuando cuentan que
la carpeta de la chica lleva fotos de su idoló. Y ese
es otro problema de este mal de la humanidad:
te imaginas cosas que no son ciertas cuando hay
ruido y no escuchas bien la letra de la canción. Lo
digo porque siempre pensé que Mamá eran unos
sueltos: ¡me pasé años creyendo que decían gigoló
en vez de idoló!
Vamos, que soy un paranoico con este tema, lo
reconozco. Quizá porque en el siglo pasado fui
pecador de los acentos alguna que otra vez. Al
único que salvo de la hoguera es al genio que hizo
a propósito este homenaje al acento cambiado
que todos cantamos una vez al año:
Mariá, Mariá
Ven acá corriendó
Que el chocolatilló
Se lo están comiendó
…¡WEBA!
Pero todos estos pecadillos veniales se quedan
en nada al lado del pecado capital por excelencia:
el gambazo gramatical. Sobre todo si ya eres
un grupo consagrado que vende millones y está
en una multinacional. Sí, me estoy refiriendo
al “ …y tú contestastes que no” de Mecano en
“La fuerza del destino”. Vamos a ver, Nacho
Cano, ¿Creístes que no íbamos a notar el error
que cometistes cuando escribistes la palabra
contestastes?
En fin, que esto de las letras es un mundo. Yo
creo que en los 60 y en los 70 los letristas eran
más pulcros que a partir de los 80, cuando se
extendió el todovale. Y es que una letra sin todos
estos pecados que he contado, es redonda y da
gusto oírla:
E-va Ma-rí-a se fué, bus-can-doel-sól en la plá-ya
Con su ma-lé-ta de piél y su bi-kí-ni de rá-yas
Y así de bien toda la canción. ¡Viva fórmula V!
En cualquier caso, prefiero cualquiera de las
letras que he puesto a caldo en este capítulo
antes que las letras que dan vergüenza ajena.
Por ejemplo esta del supergrupo mejicano Maná,
que me produce tal náusea, que hasta me hace
gracia:
Ana tiene quince,
niña se le vino un problemón,
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algo está creciendo,
en su vientre hay algo en expansión,
el culpable ya huyó,
pobre Ana sola se quedó,
no le duele tanto eso...
sino que lo niegue el maricón.
¡Uf! Vamos a cambiar de tema. Existe otra
complicación más al escribir una letra. Lo
podríamos llamar “daños colaterales” o “efectos
secundarios”. Antes intentaba inculcar la idea
de hacer canciones que no fueran siempre de
amor, pero tengo que advertir de los peligros
que conlleva. Si te pones a hacer letras
sobre chorradas variopintas, puede que sean
malinterpretadas porque existe un deporte que se
llama “buscarle tres pies al gato” y doy fe de que
hay mucha gente que lo practica.
El primer episodio lo tuvimos tras publicar dos
canciones sobre Benidorm en un mismo disco. Una
era a favor (“Voy a Benidorm”) y la otra era en
contra (“No vuelvo a ir a Benidorm”). Resultado:
fuimos vetados en la Cadena SER de Alicante.
Verídico.
El segundo episodio comenzó en los 90, cuando
ya no estábamos en activo, y todavía perdura: el
sambenito de fachas que nos colgaron sacando
punta a la letra de “El imperio contraataca”.
Se publicó en el 85 y fue número uno en Los
Cuarenta, lo que hizo que fuera nuestra canción
más conocida con diferencia. Creo recordar lo que
estaba pensando cuando hice la letra. En un libro
de Historia del colegio venían unas ilustraciones
de varios mapamundis en los que aparecía de
color rojo el territorio que pertenecía a España en
los siglos XV, XVI, XVII, etc. A mí me daba pena
ver como las zonas rojas iban disminuyendo de
siglo en siglo y se me ocurrió hacer una letra en
forma de revancha contra el imperio que corta el
bacalao actualmente, el norteamericano. En ese
mundo imaginario, la tortilla de patatas vencía
a las hamburguesas de McDonald’s y el cinquillo
aplastaba en popularidad al black jack en Las
Vegas. O sea, un contraataque imperial en toda
regla. Y yo me pregunto… ¿Qué tiene que ver todo
esto con Franco? El único conato de fachismo que
vimos en una actuación nuestra fue en uno de
los últimos conciertos que dimos. Ya llevábamos
cinco años tocando la canción y NUNCA NADIE la
había interpretado ultraderechísticamente. Aquel
día había cuatro o cinco niñatos que sacaron una
bandera con el escudo antiguo y levantaron el
brazo cuando tocamos el imperio. Yo me quedé
boquiabierto y tardé en reaccionar, pero, como me
gusta llevar la contraria, a la mitad de la canción
levanté el brazo izquierdo con el puño cerrado,
aprovechando que hay notas que se tocan con
la cuerda “al aire” y te queda la mano izquierda
libre para hacer tonterías. Cuando vieron a su
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letrista fascista favorito mirándoles a los ojos y
haciendo el saludo comunista —que conste que no
soy ni comunista ni fascista, solo tocapelotista—
empezaron a hacer amagos de retraer el brazo
pero como dudando, palante y patrás, al más puro
estilo de Chiquitistán. Y eso fue todo, cuatro entre
un millón (bueno, quizá había menos gente) y
una sola vez. Lo digo para los que piensan (que
haberlos, haylos) que nuestros conciertos eran
congregaciones de las juventudes hitlerianas.
Sí es verdad que en los noventa, o sea, postmortem, se empezó a disparar nuestro sambenito
facha, sobre todo en ciertas discotecas de Madrid,
donde llegó a prohibirse la canción tras una
ordenanza del ayuntamiento contra los símbolos
fascistas. Un DJ que la ponía a diario, enardeció
a las masas quinceañeras al grito de: “¡Nos han
prohibido pincharla, pero lo que no nos pueden
prohibir es que la cantemos!” Acto seguido, toda
la discoteca la cantó a capella y con el brazo en
alto (envidio las jubilaciones de los letristas que
solo hicieron canciones de amor). El disparate
llegó a su grado máximo en el libro “Diario de
un skin” en el que un periodista se infiltra en el
mundo de la extrema derecha y en el capítulo
“La música nazi en España” (te cagas) dice lo
siguiente:
“En cuanto a los grupos pop, algunos como
Los Nikis, banda que tuvo su apogeo a finales
de los ochenta, y que empezaron a ser conocidos
en toda España gracias a la canción El Imperio
Contraataca que tenía un cierto aire nacionalista,
coquetearon con la transgresión en Enrique el
Ultrasur, Venganza o Las ventajas de ser de aquí.”
Como al final del libro venía una dirección de
correo electrónico, escribí al autor para felicitarle
por su originalidad: lo del imperio ya estaba
muy visto, pero ¡era el primer humano que
asociaba las otras tres canciones con los nazis! El
periodista me contestó pidiendo disculpas, todo
hay que decirlo…
El tercer episodio tiene más gracia que el
anterior y me ocurrió hace poco. Yo trabajo
como piloto en Iberia desde el 88 (Que no me
entere yo que voláis en Ryanair) y las veces que
se han mezclado dos submundos tan distintos
como el de la aviación y la música, ha sucedido
algo marciano. Loquillo me vio una vez en un
puente aéreo en el que yo iba de pasajero, pero
con el uniforme puesto y me preguntó: “¿Pero
qué haces vestido así?” Estaba convencido de que
iba a Barcelona a una fiesta de disfraces y no a
comenzar una serie de vuelos desde allí. Normal.
Bueno, a lo que iba: hace poco me tocó hacer un
vuelo especial contratado por el F.C. Barcelona
para traer al equipo desde Amsterdam después
de jugar un partido de Champions contra el Ajax.
Eran las doce de la noche, y, entre jugadores,
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directivos y periodistas, habíamos embarcado a
150 pasajeros en total. Llevábamos un rato todos
a bordo esperando los equipajes, que no acababan
de llegar desde el estadio. La azafata que iba en la
cola del avión, que es amiga mía, me llamó por el
interfono para ver si podía ir atrás a saludar a un
periodista que, por lo visto, me conocía. Cuando
ya había recorrido medio pasillo y estaba llegando
a la parte trasera, donde estaban sentados los
sesenta periodistas, me di cuenta de la encerrona
que me habían preparado: la azafata les había
contado a los reporteros el pasado musical del
comandante y me recibieron con vítores y gritos
de ¡Vivan Los Nikis! Bueno, era un vuelo privado,
el Barça había ganado 2-0 y en el avión había
ambientazo, la verdad. Uno de ellos me enseñó un
vídeo en el YouTube de su teléfono; era nuestra
canción “Enrique el Ultrasur” y a mí se me ocurrió
decir: “¡Anda, esa canción es mía!” Algunos sabían
que éramos madridistas e hicieron bromas con
eso. Yo les pinchaba preguntándoles por Tomás
Roncero, al que conocí una vez y que se caracteriza
por ser el periodista deportivo más madridista de
la Galaxia. En fin, un par de minutos de jiji-jaja
y buenrollismo. Cuando por fin llegó el equipaje y
estábamos listos para irnos, Murphy hizo de las
suyas. Al ir a poner en marcha el motor izquierdo,
aquello ni se inmutaba. Se había roto el eje del
motor de puesta en marcha, algo que no me había
sucedido en los tres lustros que llevaba volando
ese modelo de Airbus, y justo tuvo que suceder en
ese vuelo. Totalmente taquicárdicos, lo intentamos
todo, incluyendo las palabras mágicas “¡Trata de
arrancarlo, Carlos, por Dios!”, pero nada, el motor
no giraba. A partir de ese momento comenzó la
típica noche de pesadilla aeroportuaria. Iberia
reaccionó muy bien y consiguió rápidamente hotel
para los jugadores. Además fletaron otro avión
vacío desde Madrid para sacar de allí a directivos
y periodistas y, de paso, traernos la pieza que se
había partido. Mientras todo esto iba sucediendo,
se me ocurrió encender el teléfono y, horrorizado,
empecé a leer los mensajes que me estaba
mandando Johnny, nuestro batería, contándome
desde Madrid en tiempo real lo que estaban
diciendo en la radio: que el compositor de Enrique
el Ultrasur había dejado tirado al Barça en
Amsterdam. ¡Los periodistas lo estaban narrando
todo en directo por sus teléfonos desde los asientos
de atrás! Involuntariamente les estaba haciendo
el caldo gordo: ya tenían carnaza para rellenar
el enorme espacio reservado para el fútbol en
prensa, radio y tv. Lo mejor de todo fue cuando
a las tres de la madrugada los periodistas se
pusieron a cantar: “¡Niki!, ¡Cabrón!, ¡Arranca ya
el avión!” La pena fue que nadie tuvo los reflejos
para grabarlos en vídeo…
En fin, que si alguien se quiere reír (de mí) un
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rato, no tiene más que poner Nikis y Barcelona
en Google. Los titulares no tienen desperdicio.
Incluso algunos insinúan que rompí el avión
aposta, vamos, que además de facha y ultrasur,
tengo superpoderes mentales para partir barras
de metal, como el eje que se rompió aquella
noche. Y todo por una letra que ni siquiera es
completamente verídica. Enrique es un amigo
nuestro al que le debíamos una: fue al que se le
ocurrió el nombre del grupo. Es un socio abonado
más que vivía en Argüelles y tenía una Montesa
Scorpion, vale, pero ultrasur no es. El caso es
que le hizo mucha ilusión que le hiciéramos esa
canción, y eso es lo importante.
Los Ronaldos llegaron a ser denunciados por
algunos colectivos feministas a raíz de la letra de
su pedazo de hit “Sí, sí”, o sea, el de: “Tendría que
besarte, desnudarte, pegarte y luego violarte hasta
que digas sí…”, que para los estándares de ahora
sería inaceptable, pero para los de entonces no
tanto. Recordemos que era la época del todovale,
para lo bueno y para lo malo: podías salir fumando
en la tele, los coches no tenían cinturones ni
reposacabezas detrás y los columpios eran de hierro
y con los cantos afilados. Entre tanta insensatez,
¿Qué más da lo que cante un inofensivo teenager
llamado Coque Malla? Lo mejor del caso es que
El País aireó la noticia de la denuncia, pero el
periodista transcribió mal la letra, haciendo que
pareciera bastante más jevi. La original dice
“Mírame el ojo derecho, niña, y dime qué ves en él;
seguro que hay ansia y fuego” y en el artículo ponía
“Míramelo, joder, esto, niña, / y dime qué ves en
él; / seguro que hay alto el fuego”. Me parto y me
mondo.
Pero para mí, el mejor malentendido fue el de la tía
de Victor Coyote, que, cuando su sobrino sacó el disco
“Puro semental”, le llamó y le dijo: “¡Ay, qué riquiño!,
¡has sacado un disco que se llama Puro sentimental!”
Esta factura es la máxima expresión del todovale.
El aforo del Rock-Ola según varias webs que he
mirado era de 700 personas. Veo que por la noche
metimos a 1300 y me juego una cena a que más
de la mitad fumaron. Eso sí que era un deporte
de riesgo y no las tonterías esas del puenting y el
rafting.
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Este concierto es de enero del 82. Como ya éramos
unos sueltos, con la entrada regalábamos 500 singles
de cuatro canciones que previamente habíamos
coloreado a mano. En las fotos se puede ver a
futuras celebrities que todavía no tocaban en ningún
grupo, pero que pronto lo harían al ver que cuatro
desgarramantas utilizando solo el Fa eran capaces
de llenar un salón de actos. En la primera foto el que
fuma es Javier Andreu (La Frontera) y el que bebe es
Luis García (Los Ronaldos). En la segunda, el que está
con la boca abierta (normal) es David Summers.
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Negros S.A. en La Edad de Oro. 12-7-83.
Cortesía de Pedro Munster.
Estas fotos son del programa La Edad de Oro,
de Paloma Chamorro. Se hacía en riguroso
directo. Hubo un momento en el que tras el
consabido 1, 2, 3, 4, Arturo empezó una canción
y nosotros otra, con el consiguiente ataque de
risa floja. La excusa de Arturo fue que Charo, su
novia —la quinta niki— le había desconcentrado
con su legendario chillido hipo-huracanado.
En la entrevista se nos puede ver con Juan de
Pablos, Olvido Alaska y Ana Curra. Ana, Olvido,
Arturo, Johnny y yo habíamos montado un
grupo paralelo de música disco llamado Negros
S.A. y Paloma nos invitó a tocar nuestras dos
únicas canciones. En la primera foto se nos ve
tocando música disco sin tener npi, como el lector
avispado ya puede suponer a estas alturas.
Sumario
Prólogo ........................................................................................................................................................ 3
Introducción................................................................................................................................................ 7
Capítulo 1 – Todo es ponerse, como dijo Maradona.................................................................................. 8
Capítulo 2 - La primera parte del comienzo del principio��������������������������������������������������������������������� 20
Capítulo 3 - Quien canta sus males espanta........................................................................................... 28
Capítulo 4 - Los superpoderes del Fa...................................................................................................... 34
Capítulo 5 - ¿Por qué tu guitarra solo tiene cuatro cuerdas?���������������������������������������������������������������� 40
Capítulo 6 - La batería, eso del fondo...................................................................................................... 46
Capítulo 7 - El teclado es opcional........................................................................................................... 54
Capítulo 8 - 4.375 millones de compositores........................................................................................... 58
Capítulo 9 - La letra, con sangre entra................................................................................................... 68
Capítulo 10 - A grabar, a grabar, que el mundo se va a acabar������������������������������������������������������������ 80
Capítulo 11 - Tocar en directo… ¡Por fin! ............................................................................................... 90
Epílogo.................................................................................................................................................... 106
Fotos.................................................................................................................................................... 110